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BASES HISTORICAS PARA LA
UNIDAD LATINOAMERICANA
CUARTA PARTE
NOVENO BLOQUE
- Manuel Pineyro Losada (Comandante Barbarroja) -
La crisis actual del imperialismo y los procesosrevolucionarios en AmĂŠrica Latina y el Caribe.............................................2
DECIMO BLOQUE
- Shafik Handal -
Un Partido que supo ponerse a la altura de la historia.........25
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La crisis actual del imperialismo y los procesos revolucionarios en AmĂŠrica Latina y el Caribe* MANUEL PIĂ‘EIRO LOSADA
Las revoluciones de liberaciĂłn nacional y social Toda ĂŠpoca imprime sus huellas a las revoluciones sociales que acontecen en tal tiempo histĂłrico. Ello es vĂĄlido tambiĂŠn para los procesos de liberaciĂłn nacional. ÂŽÂ—Â’Â—ČąÂœÂžÂ‹Â›ÂŠÂ˘Ă ČąÂŽÂœÂ?Šȹ’Â?ŽŠȹŠ•ȹŠę›–Š›ǹȹČ? ÂŠČąÂˇÂ™Â˜ÂŒÂŠČąÂ?ŽȹŗĹ?ĹžĹ&#x;ȹŠȹŗŞĹ?Ĺ—ČąÂŽÂœČąÂžÂ—ÂŠČąÂˇÂ™Â˜ÂŒÂŠČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒÂ’ÂŠÂ•Čą en Europa. Esto es indiscutible. No se puede comprender ni una sola guerra de liberaciĂłn nacional, especialmente tĂpicas de aquellos tiempos, sin comprender las condiciones generales de la ĂŠpocaÂť.1 Las revoluciones de liberaciĂłn nacional de la fase premonopolista del capitalismo formaron parte de las grandes transformaciones antifeudales, de contenido democrĂĄtico-burguĂŠs; el carĂĄcter social capitalista predominante en ellas y, por consiguiente, las tareas que les correspondiĂł desenvolver, eran inherentes al despliegue mundial de aquel sistema. Ya desde entonces, sin dejar de considerarse dentro del curso de expansiĂłn y desarrollo de la formaciĂłn socioeconĂłmica capitalista, los procesos de libera*
Tomado de Manuel PiĂąeiro Losada: ÂŤLa crisis actual del imperialismo y los procesos revolucionarios en AmĂŠrica Latina y el CaribeÂť, Che Guevara y la RevoluciĂłn Latinoamericana, Ocean Sur, MĂŠxico D. F., 2006, pp. 238-277. Ponencia presentada en la Conferencia TeĂłrica —Â?ÂŽÂ›Â—ÂŠÂŒÂ’Â˜Â—ÂŠÂ•ČąČ? Š›ŠŒÂ?ÂŽÂ›Ă‡ÂœÂ?Â’ÂŒÂŠÂœČąÂ?ÂŽÂ—ÂŽÂ›ÂŠÂ•ÂŽÂœČąÂ˘ČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒĂ‡Ä™ÂŒÂŠÂœČąÂ?ÂŽČąÂ•Â˜ÂœČąÂ™Â›Â˜ÂŒÂŽÂœÂ˜ÂœČąÂ›ÂŽÂ&#x;Â˜Â•ÂžÂŒÂ’Â˜Â—ÂŠÂ›Â’Â˜ÂœČąÂŽÂ—Čą AmĂŠrica Latina y el CaribeÂť, La Habana, 26 al 28 de abril de 1982.
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Vladimir Ilich Lenin: ÂŤSobre la caricatura del marxismo y el economismo imperialistaÂť, Obras Escogidas en doce tomos, Editorial Progreso, MoscĂş, 1976, t. 6, p. 69.
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. Manuel PiĂąeiro Losada
ciĂłn nacional anticoloniales encerraban particularidades propias, condicionadas por ÂŽÂ•ČąÂŒÂŠÂ›Â¤ÂŒÂ?Ž›ȹÂ?Žȹ•ŠȹÂ?Â˜Â–Â’Â—ÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂŽÂĄÂ?ÂŽÂ›Â—ÂŠÇ°ČąÂ•ÂŠÂœČąÂŒÂ’Â›ÂŒÂžÂ—ÂœÂ?ÂŠÂ—ÂŒÂ’ÂŠÂœČąÂ‘Â’ÂœÂ?Ă Â›Â’ÂŒÂŠÂœČąÂ˘ČąÂ•ÂŠČąÂŒÂ˜Â—Ä™Â?ÂžÂ›ÂŠÂŒÂ’Ă Â—Čą ÂŽÂŒÂ˜Â—Ă Â–Â’ÂŒÂŠČąÂ˘ČąÂœÂ˜ÂŒÂ’Â˜ČąÂ•Ă Â?Â’ÂŒÂŠČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒĂ‡Ä™ÂŒÂŠČąÂ?ÂŽČąÂŽÂœÂ˜ÂœČąÂ™ÂŠĂ‡ÂœÂŽÂœÇŻČą ÂŽČąÂ?ÂŠÂ•ČąÂœÂžÂŽÂ›Â?ŽǰȹŽ•ȹÂ?ŠŒÂ?Â˜Â›ČąÂ—ÂŠÂŒÂ’Â˜ČąÂ—ÂŠÂ•Čą representĂł el ingrediente peculiar, distintivo de aquellas revoluciones, mientras el sustrato mĂĄs general fue la inserciĂłn de dichos paĂses al sistema capitalista. A tenor de esa doble funciĂłn, las mĂşltiples experiencias de las luchas emancipadoras del siglo ŃĽŃ–ŃĽ en nuestras tierras, nos previenen del equĂvoco de pretender igualarlas a las revoluciones europeas de aquel perĂodo histĂłrico. Ni entonces ni ahora es vĂĄlido aplicar de forma mecĂĄnica, sin distinciones, el Œ˜—ŒŽ™Â?Â˜ČąÂ?Ž—Ž›Š•ȹÂ?Žȹž—ȹÂ?Â’Â™Â˜ČąÂ?Žȹ›ŽÂ&#x;Â˜Â•ÂžÂŒÂ’Ă Â—ČąÂŠČąÂŒÂŠÂ?ÂŠČąÂœÂ’Â?ÂžÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒĂ‡Ä™ÂŒÂŠÇŻČą ÂšÂžĂ‡Ç°ČąÂŒÂ˜Â–Â˜Čą quizĂĄs en ninguna otra circunstancia, se cumple el tan conocido aserto marxistaleninista: el alma del marxismo es el anĂĄlisis concreto de la situaciĂłn concreta. En nuestra ĂŠpoca, las revoluciones de liberaciĂłn nacional tambiĂŠn presentan caracteres peculiares, determinados por la crisis general del capitalismo, la existencia de un poderoso campo socialista en desarrollo y la confrontaciĂłn histĂłrica entre ambos sistemas. Ello origina grandes diferencias entre las actuales luchas de liberaciĂłn nacional y las del perĂodo premonopolista del capitalismo. Si el imperialismo crea y sustenta la opresiĂłn de las naciones con nuevas relaciones de dominaciĂłn —que tienen su centro en el capital monopolista y el capital monopolista de Estado—, las revoluciones a que da lugar en los paĂses subdesarrollados tienen como aspecto fundamental la destrucciĂłn de esas premisas y, por ende, su primer rasgo distintivo es su carĂĄcter antimperialista. Al mismo tiempo, y por su propia naturaleza antimperialista, las revoluciones de liberaciĂłn nacional contemporĂĄneas son eslabones del proceso de la transiciĂłn del capitalismo al socialismo. De ahĂ nacen, precisamente, las mĂĄs importantes peculiaridades de esas revoluciones, tanto por sus objetivos, composiciĂłn social y tareas, como por su rumbo histĂłrico estratĂŠgico. Son mĂĄs avanzadas que sus predecesoras y mantienen con ellas una continuidad que culmina en una superaciĂłn dialĂŠctica. Las realidades materiales predominantes las mueven, en un plazo u otro y con formas mĂşltiples, a la liquidaciĂłn de las bases de toda la opresiĂłn. Es la soluciĂłn inevitable de los paĂses dependientes ante la encrucijada en que los coloca el sistema de explotaciĂłn imperialista. De tal modo, las revoluciones de liberaciĂłn nacional de nuestros tiempos tienen un profundo contenido social que las convierte en hechos de alcance mundial. Ellas son parte indivisible de un Ăşnico proceso revolucionario internacional, en el que la contradicciĂłn fundamental —socialismo vs. capitalismo— es a la vez agudizada por el avance de aquĂŠllas. Su curso antimperialista y su tendencia anticapitalista las ubica entre las fuerzas principales de transformaciĂłn del rĂŠgimen burguĂŠs, junto al sistema socialista mundial y al movimiento obrero internacional.
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50 Las revoluciones de liberaciĂłn nacional y social de AmĂŠrica Latina y el Caribe, son expresiĂłn nĂtida y elementos constituyentes de esas circunstancias generales. Â˜Â›ČąÂ˜Â?Â›Â˜ČąÂ•ÂŠÂ?Â˜Ç°ČąÂŽÂ•Â•ÂŠÂœČąÂŽÂ—ÂŒÂ’ÂŽÂ›Â›ÂŠÂ—ČąÂ–Â˜Â?Š•’Â?ŠÂ?ÂŽÂœČąÂœÂ’Â?—’ęŒŠÂ?Â’Â&#x;ÂŠÂœČąÂŽÂ—ČąÂ›ÂŽČąÂ•ÂŠČąČąÂŒÂ’Ă Â—ČąÂŒÂ˜Â—ČąÂ•Â˜ÂœČąÂŠÂŒtuales procesos de liberaciĂłn de Ă frica y Asia. Nuestras revoluciones, como las de Ă frica y Asia, avanzan tambiĂŠn por el camino histĂłrico mundial que se iniciĂł en octubre de 1917 y forman parte de los tres continentes subdesarrollados que se enfrentan al imperialismo. Pero, a causa de las premisas materiales originadas por la dominaciĂłn capitalista en nuestras tierras —de un nivel de desarrollo medio superior al de Ă frica y Asia—, se han creado mejores condiciones para un avance mĂĄs intenso y radical de las revoluciones. Éstas, en su curso dialĂŠctico, en una primera etapa adoptan tareas de contenido democrĂĄtico, popular y antimperialista y tienden, en su desarrollo —como parte indisoluble de su propio proceso y acorde con su carĂĄcter histĂłrico general—, a realizar tareas netamente socialistas. En tal sentido, la Plataforma ProgramĂĄtica del Partido Comunista de Cuba expresa: No existe una barrera infranqueable entre la etapa democrĂĄtico-popular y antimperialista y la etapa socialista. Ambas forman parte, en la ĂŠpoca del imperialismo, de un proceso Ăşnico en el que las medidas de liberaciĂłn nacional y de carĂĄcter democrĂĄtico —que en ocasiones tienen ya un matiz socialista— preparan el terreno Â™ÂŠÂ›ÂŠČąÂ•ÂŠÂœČąÂ—ÂŽÂ?Š–Ž—Â?ÂŽČąÂœÂ˜ÂŒÂ’ÂŠÂ•Â’ÂœÂ?ÂŠÂœÇŻČą •ȹŽ•Ž–Ž—Â?Â˜ČąÂ?ŽŒ’œ’Â&#x;Â˜ČąÂ˘ČąÂ?Žę—’Â?Â˜Â›Â’Â˜ČąÂ?ÂŽČąÂŽÂœÂŽČąÂ™Â›Â˜ÂŒÂŽÂœÂ˜Čą es la cuestiĂłn de quiĂŠnes lo dirigen, en manos de quĂŠ clase se encuentra el poder polĂtico.2
AsĂ pues, los procesos de liberaciĂłn nacional y social de este continente tienen que enfrentar en forma directa e inmediata al imperialismo, en especial al norteamericaÂ—Â˜Ç°ČąÂŽÂ—ČąÂ?Š—Â?Â˜ČąÂœÂ’ÂœÂ?Ž–ŠȹÂ?ÂŽČąÂ?Â˜Â–Â’ČąÂ—ÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂŒÂ˜Â—Â?’Œ’˜—Š—Â?ÂŽČąÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠČąÄ™ÂœÂ˜Â—Â˜Â–Ă‡ÂŠČąÂ?ÂŽÂ•ČąÂŒÂŠÂ™Â’Â?ÂŠÂ•Â’ÂœÂ–Â˜Čą en AmĂŠrica Latina y el Caribe. AquĂ han madurado Estados nacionales burgueses que se constituyeron hace mĂĄs de ciento cincuenta aĂąos, no obstante sus deformaciones, en la mayorĂa de nuestros paĂses. En estas tierras existe una formidable variedad de experiencias de luchas nacionales y clasistas, las cuales dieron su fruto mĂĄs completo con la victoria de la primera revoluciĂłn socialista del hemisferio, muestra inequĂvoca del grado de madurez alcanzado por estas sociedades. En Nuestra AmĂŠrica, el proletariado —agente histĂłrico principal de la nueva sociedad— es la fuerza social mĂĄs importante, no solo por su valor cualitativo sino por su nĂşmero en varios Â™ÂŠĂ‡ÂœÂŽÂœČą Â?ÂŽČą •Šȹ ›ŽÂ?’à —ǰȹ ÂœÂ’Â—Čą Â?Â’ÂœÂ–Â’Â—ÂžÂ’Â›Čą •Šȹ ÂŽÂĄÂ?›Š˜›Â?’—Š›’Šȹ œ’Â?Â—Â’ČąÄ™ÂŒÂŠÂŒÂ’Ă Â—Čą Â?Ž•ȹ ŒŠ–™Žœ’—ŠÂ?Â˜Čą pobre y demĂĄs fuerzas populares. Finalmente, y para citar otro factor relevante,
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Partido Comunista de Cuba: Plataforma ProgramĂĄtica, Departamento de OrientaciĂłn Revolucionaria, La Habana, 1976, p. 39.
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el dominio externo es ejercido en este continente por la potencia imperialista mĂĄs poderosa, que ademĂĄs le atribuye un carĂĄcter geopolĂtico estratĂŠgico para sus intereses globales, haciendo asĂ mĂĄs difĂcil —pero tambiĂŠn mĂĄs radical y apremiante— la liberaciĂłn de nuestros pueblos. Esas realidades no han dejado de expresarse contradictoriamente —con avances ¢ȹ›ŽÂ?Â›Â˜ÂŒÂŽÂœÂ˜ÂœČŻČąÂ?ž›Š—Â?ÂŽČąÂ•Â˜ÂœČąĂ¸Â•Â?Â’Â–Â˜ÂœČąÂ&#x;Ž’—Â?Â’ČąÂŒÂ’Â—ÂŒÂ˜ČąÂŠĂ›Â˜ÂœÇ°ČąÂ™ÂŽÂ›Â˜ČąÂŠÂ•ČąÄ™Â—ÂŠÂ•ČąÂ?Žȹ•ŠȹÂ?ÂˇÂŒÂŠÂ?ÂŠČąÂ™ÂŠÂœÂŠda y en forma creciente en los comienzos de ĂŠsta, nuestra regiĂłn presenta el mayor nivel de aceleraciĂłn del movimiento revolucionario de las ĂĄreas subdesarrolladas e incluso a escala mundial. De lo anteriormente expresado se desprende una original combinaciĂłn de tareas democrĂĄtico-populares y de reivindicaciones econĂłmicas, polĂticas y sociales, todas las cuales favorecen el histĂłrico curso socialista de la revoluciĂłn; tareas antimperialistas de liberaciĂłn nacional junto a las de consolidaciĂłn del poder de los obreros, campesinos y demĂĄs capas trabajadoras contra la explotaciĂłn latifundista y capitalista. Se trata, en resumen, de una imbricaciĂłn compleja y dinĂĄmica, de un entretejido de lucha de clases y el combate antineocolonial o anticolonial en algunos paĂses. Žę›’¡—Â?Â˜ÂœÂŽČąÂŠČąÂ•ÂŠČąÂŽÂĄÂ™ÂŽÂ›Â’ÂŽÂ—ÂŒÂ’ÂŠČąÂ?ÂŽČą ÂžÂ‹ÂŠÇ°ČąÂŽÂ•ČąÂŒÂ˜Â–ÂŠÂ—Â?Š—Â?ŽȹŽ—ȹ“ŽÂ?ÂŽČą Â’Â?Ž•ȹ ŠœÂ?Â›Â˜ČąÂŠÄ™Â›Â–Ă ČąÂŽÂ—Čą el Informe Central al I Congreso del Partido Comunista de Cuba: ÂŤNuestra liberaciĂłn nacional y social estaban indisolublemente unidas, avanzar era una necesidad histĂłrica, detenerse, una cobardĂa y una traiciĂłn que nos habrĂa llevado de nuevo a ser una colonia yanqui y esclavos de los explotadoresÂť.3 Vale la pena indagar en las realidades materiales e histĂłricas que explican la intensidad, extensiĂłn, profundidad y perspectivas de la actual lucha de clases en —žŽœÂ?Â›ÂŠÂœČą œ˜Œ’ŽÂ?ŠÂ?ÂŽÂœÇ°Čą ™Š›Šȹ Â’Â?Ž—Â?Â’Ä™ÂŒÂŠÂ›Čą Â•Â˜ÂœČą Â?ŠŒÂ?Â˜Â›ÂŽÂœČą ˜‹“ŽÂ?Â’Â&#x;Â˜ÂœČą ¢ȹ œž‹“ŽÂ?Â’Â&#x;Â˜ÂœČą šžŽȹ –˜Â?Â’van la presente crisis estructural del capitalismo en el continente, el auge de varios procesos revolucionarios y el incremento del movimiento combativo de las masas populares.
La crisis del capitalismo y los procesos revolucionarios en AmĂŠrica Latina y el Caribe ÂĄÂ’ÂœÂ?ŽȹŽ—ȹ Â–ÂˇÂ›Â’ÂŒÂŠČą ŠÂ?’—Šȹ¢ȹŽ•ȹ ÂŠÂ›Â’Â‹ÂŽÇ°ČąÂŒÂ˜Â–Â˜ČąÂ›ÂŽÄšÂŽÂ“Â˜ČąÂ?ÂŽČąÂ•Â˜ČąÂšÂžÂŽČąÂŠÂŒÂ˜Â—ČąÂ?ÂŽÂŒÂŽČąÂŽÂ—ČąÂ•ÂŠČąÂ›ÂŽÂŠÂ•Â’Â?ŠÂ?Ç°Čą una crisis de los modelos capitalistas de desarrollo econĂłmico. Los proyectos de desarrollo autĂłnomos —intentos de las burguesĂas nacionales de varios paĂses en las dĂŠcadas del treinta al cincuenta y las variantes desarrollistas posteriores— deviÂ—Â’ÂŽÂ›Â˜Â—ČąÂ?›žœÂ?Â›ÂŠÂŒÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČąÂœÂžÂŒÂŽÂœÂ’Â&#x;ÂŠÂœÇ°ČąÂŠČąÂŒÂ˜Â—ÂœÂŽÂŒÂžÂŽÂ—ÂŒÂ’ÂŠČąÂ?ÂŽČąÂ•Â˜ÂœČąÂ•Ă‡Â–Â’Â?ÂŽÂœČąÂŠÂœÄ™ÂĄÂ’ÂŠÂ—Â?ÂŽÂœČąÂ’Â–Â™ÂžÂŽÂœÂ?Â˜ÂœČą por el capital monopolista extranjero. Canceladas esas opciones, las variantes de
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Partido Comunista de Cuba: Informe Central al I Congreso, Editora PolĂtica, La Habana, 1982, p. 35.
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En las últimas dos décadas, el reformismo económico y político ha puesto en práctica diferentes variantes para disminuir los efectos de la implantación del nuevo patrón de acumulación capitalista. Sin embargo, todas devinieron sucesivos fracasos por su debilidad para enfrentar las estructuras económicas, políticas y sociales que sustentan el sistema de dominación capitalista en la región. Un propósito de los proyectos reformistas ha sido atenuar la lucha de clases, lo que ha sido logrado solo en algunos casos y durante períodos breves, pues las masas tienden a radicalizar aún más su quehacer al no poder resolver los problemas de fondo, lo que las hace aumentar su conciencia acerca de la vía para lograrlo. Como se ha comprobado en diferentes países y momentos, el reformismo solo aspira a destruir la economía exportadora tradicional y a compartir el poder económico con los monopolios extranjeros, oponiéndole la fuerza del capitalismo de Estado. Ya no se trata de obtener la independencia, que sabe inalcanzable; acepta, como premisa, la dependencia del capital extranjero, e intenta obtener el máximo provecho para los intereses económicos nacionales que dice representar. Las capas sociales que sustentan esa posición son, regularmente, las burocracias civiles y militares, que se apoyan en forma parcial y eventual en estratos de los sectores medios. Ellas tratan de heredar en las nuevas condiciones la función de la burguesía nacional, que fracasó en sus proyectos en las décadas del treinta al cincuenta. Ahora, la situación material dominante hace más fatal el desenlace negativo de esos proyectos. Por eso, la debilidad de ellos no es solo económica. En el ámbito político, suelen aceptar también como inevitable la imposición de restricciones a la democracia burguesa y el empleo de mecanismos estatales represivos, que garanticen los altos niveles de explotación y miseria a que son sometidas las masas populares. En estos años, en coindicencia con el agravamiento de la crisis internacional del capitalismo, se han hecho visibles en el área las negativas consecuencias derivadas de la nueva división internacional capitalista del trabajo, el agotamiento de los intentos reformistas, el ocaso de los regímenes democrático-burgueses y la tendencia a ȱ à ȱ ȱ· ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ǯȱ ȱ ȱ ȱ ȱę ȱ de una etapa histórica en el continente, a la vez que promueve las condiciones de un nuevo escenario para la lucha de clases, en el que los pueblos y sus organizaciones revolucionarias encuentran mayores potencialidades para desenvolver sus luchas. Éstas son más radicales por la naturaleza de la base material que las condicionan y, en consecuencia, resultan más complejas y diversas en sus expresiones nacionales. Ellas ȱ ȱ ȱ ø DZȱ ȱ à ȱ ę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ opresión y explotación imperialista por la vía de las transformaciones revolucionarias de sus estructuras económicas y políticas. Ese camino ya lo recorren, con sus especię ȱ ȱ ȱ¢ȱ ȱ ǰȱ ȱ ȱ¢ȱ ǰȱ ȱ ȱ ȱ ȱ¢ȱ Guatemala se observan adelantos muy prometedores. Cuba, en la avanzada histórica, demostró la viabilidad de la alternativa y sigue por ella victoriosamente.
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América Latina y el Caribe comienzan así, desde mediados de los años setenta, una etapa de aguda polarización de sus estructuras sociales, de acentuación de los ȱ Ç ȱ¢ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ £ȱ ¤ ȱ ę ȱ ȱ à ȱ y contrarrevolución. En resumen, las bases materiales de los actuales procesos revolucionarios latinoamericanos y caribeños han sido creadas por los cambios ocurridos en las relaciones económicas y sociales de nuestros países, en especial a partir de los años cincuenta. Esas transformaciones han conformado niveles —incluso medios— de desarrollo del capitalismo, de una complexión deformada —y deformante— que es necesario ȱ ¢ȱ ȱ ȱ ȱ ę ȱ ȱ ¤ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ à ȱ nal y social en esta parte del mundo. El crecimiento económico del capitalismo en la región provoca un desarrollo del subdesarrollo, a causa de la dominación imperialista y de la no ruptura esencial de las relaciones agrarias arcaicas, basadas en el latifundio. Estas circunstancias, acentúan ininterrumpidamente la contradicción entre el carácter y desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, en ambos casos moldeadas por el capital extranjero, la burguesía local asociada a éste y los terratenientes. Se trata, pues, de una formación socioeconómica capitalista, subordinada al sistema imperialista mundial mediante relaciones neocoloniales. Precisamente, ahí radica la naturaleza histórica de la crisis actual de las sociedades latinoamericanas y caribeñas; históricas, porque, además de ser económica y social, no existirá un cambio sustancial en el devenir del continente sin transformaciones antimperialistas y anticapitalistas. Por eso, la crisis actual de la región es a la vez crisis de la dominación imperialista, de las obsoletas relaciones agrarias y del conjunto de las relaciones de producción del capitalismo dependiente. Es una crisis simultánea de todas estas estructuras, que se enlaza con una crisis política, jurídica y ética; es una crisis global de la sociedad, agravada por los efectos negativos crecientes de la crisis general del capitalismo. La convergencia de estos factores y procesos determina el carácter histórico de las revoluciones contemporáneas de nuestro continente. Ese carácter no excluye, más bien presupone, la posibilidad de variadas formas y ritmos de aproximación al socialismo y de diferentes senderos nacionales que faciliten el acceso a una primera etapa antimperialista, democrática y popular de la revolución. Es importante resaltar, sin embargo, que las bases materiales creadas por el desarrollo del capitalismo en la mayoría de los países del continente establecen las condiciones necesarias que permiten a las revoluciones triunfantes avanzar de manera ininterrumpida –aunque por etapas–, en un solo proceso histórico, hacia el socialismo. Un factor que propicia ese desenlace posible son las múltiples experiencias acumuladas por nuestros pueblos en sus intensas y variadas luchas, especialmente des-
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pués de 1959. Desde entonces, hemos asistido al decursar de movimientos reformistas democrático-burgueses, de diversos experimentos nacionalistas, tras la búsqueda de opciones para obtener el desarrollo, la independencia y la autodeterminación. El quehacer de la clase obrera ha sido incesante, junto al avance del resto del movimiento popular. Formidables ejemplos se han acumulado en el uso revolucionario de las armas por las vanguardias y los pueblos; vivimos una interesante y útil experiencia —la chilena— para alcanzar el socialismo. Dictaduras militares de viejo y nuevo tipo han proliferado; se suscitaron alzamientos de militares patrióticos y gobiernos nacionalistas dirigidos por ellos. Ha tenido lugar una notable incorporación a la lucha de sectores cristianos, progresistas y revolucionarios. Nicaragua y Granada, con sus revoluciones ȱ ȱ ǰȱ ę ȱ ȱ £ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ¢ȱ ron el acervo de la cultura revolucionaria continental. ȱ ȱ ȱ Û ȱ ȱ ȱ¢ȱ ę ǰȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ miles de combatientes, representan la mejor escuela actual para todo el movimiento ȱ ȱ ȱ · Dzȱ ǰȱ ¤ ȱ ȱ ȱ à Ȭ Çę ǰȱ ȱ ȱ ricas experiencias acumuladas por nuestros pueblos desde las guerras de la independencia, se dispone de un volumen de situaciones vividas por ellos y por las distintas ȱ ȱ ȱ ǰȱ ę ȱ ȱ¢ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ fundamentales. Tenemos diversidad de experiencias y situaciones, avances ciertos, ȱ ǰȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ę ǰȱ ȱ¢ȱ ȱ £ǰȱ¢ȱ ȱ ȱ testable: el curso histórico hacia el socialismo no depende solo de las leyes objetivas del sistema capitalista; en su cristalización, las vanguardias revolucionarias tienen la primera y decisiva responsabilidad de impulsar ese proceso, y ello debe demostrarse ante todo en la capacidad para conducir a los pueblos a la conquista del poder. Problema cardinal de toda revolución, él sintetiza los diversos aspectos que deben tenerse en cuenta y solucionarse correctamente para aumentar las posibilidades de ȱ ȱ ǰȱę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ¢ȱ Ç ȱ ȱ ȱ ǯ Entre tantos factores vinculados al problema de la lucha por el poder, consideramos imprescindible examinar primero la estructura de clases y las fuerzas sociales que objetivamente tienden a participar en la revolución.
Estructura de clases y fuerzas motrices de la revolución No vamos a detenernos extensamente en este tema, pues en la conferencia teórica celebrada en 1980, tuvimos ocasión de hacerlo.4 Interesa aquí, a propósito del objeto
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ȱ ę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ · ȱ ȱ ȱ ȱ PCC, por Germán Sánchez Otero en la Conferencia Teórica Internacional «La estructura de clases en América Latina», efectuada en La Habana entre el 26 y 28 de marzo de 1980. En las memorias de dicho evento, esta ponencia apareció publicada bajo el título «Modernización del capitalismo y clases sociales en América Latina».
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ȱ ȱ ȱ ǰȱ ȱ ȱę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ses en nuestro continente. El análisis de la estructura de clases es inseparable de sus luchas, pues éstas, en ȱ ǰȱ ę ȱ · ǰȱ Çȱ ȱ ȱ ¤ ȱ ȱ ȱ ȱ ǯȱ Por eso, el primer factor por considerar es la dominación imperialista, a la que atribuimos la función condicionante principal de la estructura y de la lucha de clases en nuestro continente. Examinemos entonces al bloque de las clases dominantes. Los procesos económicos modernizadores descritos, motivan en los últimos años la conformación de una especie de nueva oligarquía que representa a las diferentes ȱ ȱ ȱ ȱ Ç ȱ ȱ ǰȱ ǰȱę ȱ¢ȱ ǯȱ ȱ ¤ȱ subordinada y comparte la misma estrategia de desarrollo y dominación del capital imperialista, aunque en ocasiones aparecen ciertas divergencias de intereses que resultan no despreciables para el combate táctico del movimiento revolucionario. Otro ingrediente del bloque de las clases explotadoras, es la declinante burguesía media o nacional, debilitada sustancialmente por los rigores de la alianza de la gran burguesía y las empresas transnacionales. Por lo general, esa burguesía se ve reducida al sector industrial más tradicional —bienes de consumo no durables— y disminuye progresivamente sus posibilidades de reproducción económica. Dicha circunstancia hace que muchos sectores de la burguesía media puedan convertirse en aliados importantes del proceso revolucionario, aunque esto no siempre depende de una táctica acertada con respecto a ella, sino del entretejido de sus intereses con ȱ ȱ ȱ ȱ Ç ǰȱ ȱ ȱ ȱ à ȱ¢ȱ ȱ ȱ Çę ȱ de lucha. La tercera de este conjunto de fuerzas son los terratenientes. En algunos países, éstos mantienen su poder basándose, fundamentalmente, en el control de la propiedad de la tierra. En varios, sin embargo, las distintas reformas capitalistas hechas ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ǰȱ ¤ ȱ ȱ ę ¤ ȱ ȱ ȱ medida u otra. En casi todos estos casos, surge un sector de empresarios capitalistas agroexportadores, ganaderos modernos y agroindustriales, mientras subsiste una parte de los terratenientes en su forma tradicional –latifundistas–, muchos de los cuales se convierten en arrendadores de sus tierras. Este proceso de disolución de la clase terrateniente está aún inconcluso en la mayoría de los países, y debe comportar numerosos pasos y ritmos diferentes, acorde con las circunstancias de cada país. Pero en su movimiento general, es conveniente subrayar que la fracción modernizadora —la gran burguesía rural aludida— tiende a estrechar sus nexos con sectores ȱ ȱ Ç ȱ ȱ¢ȱę ȱ ǰȱ¢ȱ ȱ ȱ · ǰȱ ȱø ȱ tancia, a los intereses y el patrón de acumulación de la burguesía imperialista, que ȱ ę Ç ȱ¢ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ¡ ción capitalista en la agricultura latinoamericana.
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Debe registrarse que ese proceso de transformaciones en el agro genera contradicciones entre los sectores del capital «modernizante» y los terratenientes defensores del latifundio tradicional. Estos últimos reaccionan con fuerza ante ciertos aspectos ȱ ȱ ȱ ȱ¢ȱ ȱ ȱ ȱ ę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ǰȱ acentuándose su desempeño reaccionario en las luchas clasistas y conformando en ȱ Ç ȱ ȱ ȱ ę ȱ ȱ ȱ à ǯ Para resumir, se observa una tendencia a la homogeneización de las clases dominantes, como nunca antes en la historia continental, determinada por los procesos internacionales del capitalismo antes señalados, sin descontar, por otra parte, que los niveles diferentes de desarrollo económico de las subregiones y países no permitan una generalización absoluta; por ejemplo, al compararse la situación de algunos países de Centroamérica y el Caribe con otras del continente. A la vez, es útil apuntar, por su valor práctico evidente, que las transformaciones que se vienen operando en el sistema capitalista de nuestra región, originan varias contradicciones en el interior del bloque de las clases dominantes; de ellas, se destacan: Ȋȱ
ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ Ç ȱ ȱ¢ȱ ȱ ȱ ȱ ¡ jero, al buscar los primeros mejores posibilidades económicas en el mercado exterior.
Ȋȱ
ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ¢ȱ ȱ ȱ ȱ Ç ȱ ǯ
Ȋȱ
Ě ȱ ȱ ȱ Ç ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ Ç ȱ ȱ ȱ Ç ȱ¢ȱ ȱ capital transnacional.
Ȋȱ
ȱ ȱ ȱ¢ȱ ȱ ȱ ǰȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ forma y a la renegociación de la dependencia frente al capital transnacional.
Conviene ahora examinar en su conjunto a los llamados sectores medios. En las ȱ ȱ ȱ £ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ęnir —quizás más que en otros países capitalistas—, en razón de la diversidad de elementos que las integran, la reducida estabilidad económica de una gran parte de ellas y otros factores de la dinámica de la lucha de clases. A causa de esas características, es muy difícil ubicar todos esos sectores en el bloque de las clases dominantes ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ¡ ǯȱ ȱ ¤ ǰȱ ȱ ǰȱ ę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ posición clasista. Compartimos el criterio de que ellos, por sí solos, no conforman una clase social orgánica. El componente fundamental de esta fuerza social es la pequeña burguesía urbana, integrada por comerciantes y empresarios pequeños, profesionales con negocios individuales, entre otros. A ella se suman diversas capas ȱ ȱ à ȱȯ ǰȱ ǰȱ ȱ ø ǰȱ ȱ ęcados, profesionales, etcétera. El rasgo distintivo de los sectores medios es su heterogeneidad económico-social, que determina su contenido sumamente contradictorio. Como se desprende de esto,
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los sectores medios no pueden elaborar un proyecto histórico independiente, y es común que sus componentes necesiten la alianza con una clase determinada. Por un lado, tienen un nivel de vida medio superior al de los trabajadores ma Dzȱ ǰȱ ȱ ȱ ǰȱ ȱ ȱ ȱ Ě ȱ ȱ ȱ ȱ Ç ȱ sa, creándose en ellos valores y expectativas propios de ésta. Algunas de sus capas actúan como administradores del Estado capitalista y están plenamente comprometidas con él. Por otro lado, muchos de los miembros de estos sectores son asalariados o pequeños empresarios no vinculados al capital monopolista ni a la oligarquía local, por lo que ambos sufren las consecuencias de las crisis del sistema y de la imposición del nuevo patrón de acumulación, que los lleva a la miseria o les hace disminuir sensiblemente sus niveles de vida. Además, la ausencia de garantías individuales y de una institucionalidad democrática, repercute en la posición de dichos sectores frente al sistema. Estos factores, entre otros, hacen factible que numerosos miembros de los sectores medios adopten una línea progresista e incluso de identidad con los intereses de la clase obrera. Corresponde a las fuerzas políticas de la burguesía, de una parte, y a las clases explotadas, de otra, atraer a los miembros de los sectores medios que se inclinan, por las razones apuntadas, hacia una u otra dirección o posición de clase. En dichos sectores, muy numerosos en la mayoría de nuestros países y con un papel cualitativo siempre importante, se encuentra una fuerza que resulta decisiva para el desarrollo victorioso de las revoluciones latinoamericanas. De ahí la atención priorizada que le conceden los partidos y organizaciones representativas de las clases explotadas, a los efectos de aislar sus capas reaccionarias, neutralizar y atraer al máximo sus elementos ambivalentes y ganar para la revolución a quienes están objetivamente en condiciones de incorporarse a ese proyecto histórico. Muchas veces, componentes numerosos de los sectores medios se convierten en una fuerza de avanzada, catalizadora de las luchas revolucionarias de sus pueblos y con importante presencia en las vanguardias. A tenor de las transformaciones ocurridas en años recientes en las estructuras capitalistas de América Latina y el Caribe, se han producido algunos cambios en la correlación interna del bloque de las clases explotadas. Así, se han incrementado sensiblemente los niveles de depauperación relativa y absoluta de todas las clases y sectores oprimidos. A causa de los nuevos procesos de industrialización señalados, la clase obrera tiende a ser más heterogénea en su composición por sectores, lo cual contribuye a hacerla más representativa del conjunto de los intereses del pueblo. Simultáneamente, es menester considerar que la industrialización en curso tiende a concentrar el ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ¤ȱ ȱ¢ȱ ȱ ę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ de la clase. Esto se acentúa allí donde desaparece o disminuye la importancia de
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otros sectores econĂłmicos, por ejemplo de la industria nacional media y pequeĂąa, y de la minerĂa. Tales diferencias es conveniente tomarlas en consideraciĂłn, para evitar que se conviertan en obstĂĄculos para la unidad de la clase obrera industrial. Â•ČąÂœÂŽÂŒÂ?Â˜Â›ČąÂ›ÂžÂ›ÂŠÂ•ČąÂ?ÂŽÂ•ČąÂ™Â›Â˜Â•ÂŽÂ?Š›’ŠÂ?Â˜ČąÂœÂŽČąÂ‘ÂŠČąÂ&#x;Â’ÂœÂ?Â˜ČąÂ?ÂŠÂ–Â‹Â’ÂˇÂ—ČąÂ–Â˜Â?’ęŒŠÂ?Â˜ÇŻČą ÂŠČąÂŠÂ–Â™Â•Â’ÂŠÂŒÂ’Ă Â—Čą de las relaciones capitalistas en el campo suscita un incremento relativo de ese vital segmento de la clase obrera y, lo que es aĂşn mĂĄs importante, genera una mayor concentraciĂłn en las grandes haciendas. Ello aumenta su capacidad de organizaciĂłn Œ•Šœ’œÂ?ÂŠÇ°ČąÂšÂžÂŽČąÂŽÂ—ČąÂ˜ÂŒÂŠÂœÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČąÂ?ÂŠÂ–Â‹Â’ÂˇÂ—ČąÂœÂŽČąÂ&#x;ÂŽČąÂ‹ÂŽÂ—ÂŽÄ™ÂŒÂ’ÂŠÂ?ÂŠČąÂ™Â˜Â›ČąÂžÂ—ÂŠČąÂœÂžÂ™ÂŽÂ›Â’Â˜Â›ČąÂŒÂŠÂ•Â’Ä™ÂŒÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ˘Čą por los nexos con el proletariado industrial urbano. Las amplias masas del campesinado –pobre– constituyen la otra clase fundamental dentro del bloque popular. El campesinado de nuestros paĂses sigue integrado por diversos segmentos –medieros, aparceros de varios tipos, pequeĂąos propietaÂ›Â’Â˜ÂœÇ°ČąÂžÂœÂžÂ?Â›ÂžÂŒČąÂ?ÂžÂŠÂ›Â’Â˜ÂœČąÂ?ÂŽČąÂ?Â’ÂŽÂ›Â›ÂŠÂœČąÂ?ÂŽČąÂ™Â›Â˜Â™Â’ÂŽÂ?ŠÂ?ČąÂ—Â˜ČąÂ?Žę—’Â?ŠǰȹŽ—Â?Â›ÂŽČąÂ˜Â?Â›Â˜ÂœČŽÇ°ČąÂ™ÂŽÂ›Â˜ČąÂŽÂ•ČąÂ?ŠŒÂ?Â˜Â›Čą comĂşn que los caracteriza es su extrema y creciente pobreza; sus formas mĂĄs infrahumanas siguen concentradas en las masas indĂgenas, sometidas a los niveles mĂĄs altos de explotaciĂłn y marginamiento social. El campesinado es todavĂa la clase numĂŠricamente mĂĄs importante de la poblaciĂłn rural en varios paĂses de la regiĂłn, mientras en otros ya no es asĂ como consecuencia de las transformaciones capitalistas ocurridas en el agro. Por el impacto de ĂŠstas, la fracciĂłn de los campesinos propietarios sufre la presiĂłn de la competencia de las grandes haciendas productivas, que muchas veces ocasiona la ruina o el despojo de su parcela. En general, ese proceso implica una tendencia a la eliminaciĂłn del campesinado, pues la modernizaciĂłn capitalista del agro tiende a reducir la composiciĂłn de esa clase; proletarizaciĂłn y semiproletarizaciĂłn, de una parte, y expulsiĂłn hacia las ciudades —principalmente a sus anillos marginales—, de otra. A la vez, en varias regiones, al disminuir notablemente la extensiĂłn de las tierras a que tienen acceso los campesinos —o mantenerse igual—, el aumento de la poblaciĂłn hace que las pequeĂąas propiedades no puedan funcionar como parcelas de subsistencia familiar. Toda esta compleja situaciĂłn amplĂa la conciencia del campesinado acerca de la necesidad de ejecutar profundas reformas agrarias e incrementa el potencial de sus luchas reivindicativas y de carĂĄcter revolucionario, lo que objetivamente adiciona mejores posibilidades de desarrollo de su alianza con la clase obrera. Al lado de estas clases explotadas, a veces formando parte de una u otra o separadas por fronteras muy sutiles, estĂĄ el subproletariado urbano y rural. Él representa un numeroso sector de la poblaciĂłn latinoamericana y caribeĂąa, inestable por su naturaleza y en vĂas de transiciĂłn, que puede llegar a constituirse en poblaciĂłn marginal, en lumpen proletariado, o incorporarse al sistema productivo. Estas fuerzas sociales presionan por resolver sus problemas —urbanizar sus poblaciones y ˜Â?Â›Â˜ÂœČŻÇ°Čą ŽœŒŽ—’ęŒŠ—Â?Â˜Čą Ž—ȹ Â˜ÂŒÂŠÂœÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČą Â&#x;’˜•Ž—Â?ÂŠÂœČą ÂŽÂĄÂ™Â•Â˜ÂœÂ’Â˜Â—ÂŽÂœÇŻČą Â˜Â›Čą ÂœÂžČą ÂŒÂ˜Â–Â™Â˜ÂœÂ’ÂŒÂ’Ă Â—Čą ¢ȹ estado, suelen ser inconstantes y maleables por los partidos del sistema, aunque
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tambiĂŠn se ha demostrado que es factible orientarlas hacia objetivos revolucionarios, cuando se realiza un trabajo efectivo con ellas, por ejemplo, con las poblaciones marginales. Para completar el amplio diapasĂłn que abarca la base social de los procesos revolucionarios actuales del continente, es forzoso incluir a la cuantiosa y ascendente masa de desempleados, vĂctimas extremas del rĂŠgimen capitalista al no disponer del mĂnimo de posibilidades para su subsistencia. Este conjunto de clases, capas y sectores que comparte similares niveles de vida y situaciones de explotaciĂłn sin soluciĂłn posible dentro del sistema dominante —muchas veces, ademĂĄs, sometido a los terribles rigores de gobiernos dictatoriales reaccionarios—, no puede sino entrar en contradicciĂłn radical con la formaciĂłn socioeconĂłmica en que existe. Constituye, pues, el sujeto histĂłrico de las revoluciones actuales en nuestro continente, correspondiendo a la clase obrera el centro fundamental de ese multifacĂŠtico haz de fuerzas, todas importantes en la lucha por ÂŽÂ•ČąÂ™Â˜Â?Ž›ȹ¢ȹŽ—ȹŽ•ȹÂ?ÂŽÂœÂŠÂ›Â›Â˜Â•Â•Â˜ČąÂžÂ•Â?ÂŽÂ›Â’Â˜Â›ČąÂ?ÂŽÂ•ČąÂ™Â›Â˜Â˘ÂŽÂŒÂ?Â˜ČąÂœÂ˜ÂŒÂ’ÂŠÂ•Â’ÂœÂ?Šǯȹ ÂœČąÂ’Â–Â™Â˜ÂœÂ’Â‹Â•ÂŽČąÂ?ÂŽÄ™Â—Â’Â›ČąÂ™Â˜Â›Čą igual el papel de cada una de esas fuerzas en todos los paĂses; corresponde a sus vanguardias hacer ese anĂĄlisis y lograr la correlaciĂłn acertada de sus tĂĄcticas, en funciĂłn de optimizar la participaciĂłn efectiva de aquĂŠllas en las diferentes etapas y escenarios de la lucha. ÂŠÂœČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒÂ’Ä™ÂŒÂ’Â?ŠÂ?ÂŽÂœČąÂ˘ČąÂ–ÂŠÂ?Â’ÂŒÂŽÂœÇ°ČąÂŒÂ˜Â—Â?’Œ’˜—ŠÂ?Â˜ÂœČąÂ™Â˜Â›ČąÂŽÂ•ČąÂŽÂ—Â?›Ž—Â?Šȹ–’Ž—Â?Â˜ČąÂ‘Â’ÂœÂ?Ă Â›Â’ÂŒÂ˜ČąÂ?ÂŽneral y decisivo de nuestro tiempo, el de la burguesĂa y el proletariado, incluyen aportes indispensables para el triunfo de las revoluciones en el continente. Vale la pena subrayar, en tal sentido, el papel sobresaliente que han desempeĂąado los campesinos en las revoluciones victoriosas y en las que actualmente estĂĄn en desarrollo en El Salvador y Guatemala. En este Ăşltimo paĂs, es decisiva la incorporaciĂłn indĂgena a las luchas por el poder.
Estrategia y tĂĄcticas de la revoluciĂłn: consideraciones generales Š›Â?Â’Â–Â˜ÂœČąÂ?Žȹž—ŠȹÂ&#x;Ž›Â?ŠÂ?ȹŽ•Ž–Ž—Â?ÂŠÂ•ÇąČąÂ•ÂŠČąÂ•ÂžÂŒÂ‘ÂŠČąÂ?ÂŽČąÂŒÂ•ÂŠÂœÂŽÂœČąÂ—Â˜ČąÂ™ÂžÂŽÂ?ÂŽČąÂ™Â•ÂŠÂ—Â’ČąÄ™ÂŒÂŠÂ›ÂœÂŽČąÂ—Â’ČąÂ™Â›Â˜gramarse; menos aĂşn el triunfo de las revoluciones. TambiĂŠn nos basamos en otra verdad conocida: cuando las revoluciones son autĂŠnticas, siempre responden a leyes universales, pero tambiĂŠn su misma autenticidad las hace singulares en cuanto a los Â™ÂŽÂ›Ä™Â•ÂŽÂœČąÂ—ÂŠÂŒÂ’Â˜Â—ÂŠÂ•ÂŽÂœÇŻ No es nuestro propĂłsito examinar los ingredientes excepcionales y los aportes de las revoluciones latinoamericanas victoriosas, pospuestas o en curso; esta tarea es de gran importancia para el acervo de la cultura polĂtica colectiva del movimiento revolucionario continental y seguramente conoceremos aquĂ el anĂĄlisis de otros delegados acerca del tema. Queremos exponer solamente nuestras consideraciones de algunos factores y problemas mĂĄs generales, que estĂĄn presentes en los procesos actuales de la regiĂłn;
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esos ingredientes comunes, aunque tambiĂŠn exhiben sus tintes nacionales, han sido ÂŒÂ˜Â—ČąÄ™Â›Â–ÂŠČąÂ?Â˜ÂœČąÂŒÂ˜Â—ČąÂŽÂ•ČąÂ?›’ž—Â?Â˜ČąÂ?ÂŽČą ž‹Šǰȹ ’ŒŠ›ŠÂ?žŠȹ¢ȹ ›Š—ŠÂ?ÂŠÇ°ČąÂœÂŽČąÂ›ÂŽÂ™Â’Â?ÂŽÂ—ČąÂŒÂ•ÂŠÂ›ÂŠČąÂ–ÂŽÂ—Â?ŽȹŽ—ȹ El Salvador y Guatemala, y muestran su vigencia en otros procesos en desarrollo. Para los marxistas-leninistas, el problema central de la revoluciĂłn es la toma del ™˜Â?Ž›ǯȹ Â•Â•Â˜ČąÂœÂ’Â?Â—Â’Ä™ÂŒÂŠČąÂ™Â›Â˜Â™Â’ÂŒÂ’ÂŠÂ›ČąÂ•ÂŠÂœČąÂŒÂ˜Â—Â?Â’ČąÂŒÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČąÂ–ÂŠÂ?ÂŽÂ›Â’ÂŠÂ•ÂŽÂœČąÂ˘ČąÂœÂžÂ‹Â“ÂŽÂ?Â’Â&#x;ÂŠÂœČąÂšÂžÂŽČąÂ™ÂŽÂ›Â–Â’Â?Š—ȹ hacer avanzar ininterrumpidamente el proceso hacia la etapa socialista. La primera y mĂĄs importante de esas condiciones es la destrucciĂłn del aparato estatal burguĂŠs y la suplantaciĂłn de ĂŠste por un Estado revolucionario, basado en la hegemonĂa del proletariado en estrecha alianza con las demĂĄs clases y sectores populares. Esa ruptura histĂłrica es insustituible en toda revoluciĂłn verdadera. No todos los componentes del Estado burguĂŠs pueden ser destruidos al mismo tiempo, ni con iguales mĂŠtodos. Sin embargo, el nĂşcleo del aparato del Estado, su fuerza represiva, es la clave para lograr el dominio sobre el resto del cuerpo estatal; Â™Â˜Â›ČąÂŒÂ˜Â—ÂœÂ’ČąÂ?ž’Ž—Â?Žǰȹ•ŠȹÂ?ÂŽÂœÂ?Â›ÂžÂŒÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ?ÂŽČąÂŠÂšÂžÂˇÂ•ČąÂŽÂœČąÂ•ÂŠČąÂ™Â›Â’Â˜Â›Â’Â?ŠÂ?ȹ’—Â?Â’ÂœÂ™ÂŽÂ—ÂœÂŠÂ‹Â•ÂŽČąÂ˘ČąÂ?Žęȹ—’Â?Â˜Â›Â’ÂŠČą del triunfo de cualquier revoluciĂłn. El aparato represivo es, en Ăşltima instancia, el que garantiza a la burguesĂa la conservaciĂłn del poder, lo que se pone de relieve en las situaciones de crisis. Ciertamente, es posible encontrar diferencias sustanciales al comparar las formas de dominaciĂłn polĂtica e ideolĂłgica de los regĂmenes burgueses; pero las diferencias son mĂnimas con respecto a las formas de organizaciĂłn y actuaciĂłn de los aparatos represivos de ese tipo de Estado. Por tanto, el problema Â?Ž•ȹ ™˜Â?Ž›ȹ Â?ÂŽÂœÂŒÂŠÂ—ÂœÂŠČą Š—Â?ÂŽČą Â?˜Â?Â˜Čą Ž—ȹ •Šȹ Â&#x;Š•’Â?ÂŽÂŁČą Â?ÂŽČą •Šȹ ÂŽÂœÂ?›ŠÂ?ÂŽÂ?’Šȹ ™Š›Šȹ ÂŠÂ•ÂŒÂŠÂ—ÂŁÂŠÂ›Čą Â?Š•ȹ ę—ǯȹ De ahĂ que la estrategia revolucionaria debe cumplir, cuando menos, los siguientes ›Žšž’œ’Â?Â˜ÂœÇąČąÂ?ÂŽÄ™Â—Â’ÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ?ÂŽÂ•ČąÂŒÂŠÂ›Â¤ÂŒÂ?Ž›ȹÂ?Žȹ•Šȹ›ŽÂ&#x;Â˜Â•ÂžÂŒÂ’Ă Â—Ç˛ČąÂ™ÂžÂ•ÂœÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠČąÂŒÂ˜Â›Â›ÂŽÂ•ÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ–ÂžÂ—Â?’Š•ǰȹ›ŽÂ?Â’Â˜Â—ÂŠÂ•ČąÂ˘ČąÂ—ÂŠÂŒÂ’Â˜Â—ÂŠÂ•ČąÂ?ÂŽČąÂ?ÂžÂŽÂ›ÂŁÂŠÂœÇ˛ČąÂ’Â?Ž—Â?Â’Ä™ÂŒÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ?Ž•ȹŽ—Ž–’Â?Â˜ČąÂ™Â›Â’Â—ÂŒÂ’Â™ÂŠÂ•Ç°ČąÂœÂžÂœČąÂŠÂ•Â’ÂŠÂ?Â˜ÂœČą Â˘ČąÂ•ÂŠÂœČąÂŒÂ˜Â—Â?›ŠÂ?Â’ÂŒÂŒÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČąÂŽÂ—Â?Â›ÂŽČąÂŽÂ•Â•Â˜ÂœÇ˛ČąÂ?ÂŽÄ™Â—Â’ÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠČąÂŒÂ•ÂŠÂœÂŽČąÂ?’›’Â?Ž—Â?ÂŽČąÂ?Žȹ•Šȹ›ŽÂ&#x;Â˜Â•ÂžÂŒÂ’Ă Â—Ç°ČąÂœÂžÂœČą aliados y los puntos convergentes y divergentes con estas fuerzas; elaboraciĂłn de los lineamientos principales de la vĂa fundamental de lucha seleccionada y de las demĂĄs formas complementarias, indispensables para hacer avanzar la revoluciĂłn. ÂŠČąÂŽÂœÂ?›ŠÂ?ÂŽÂ?’ŠȹÂ?ÂŽÂ•ČąÂ–Â˜Â&#x;’–’Ž—Â?Â˜ČąÂ›ÂŽÂ&#x;Â˜Â•ÂžÂŒÂ’Â˜Â—ÂŠÂ›Â’Â˜ČąÂœÂŽČąÂŠÂ™Â˜Â˘ÂŠČąÂŽÂ—ČąÂŒÂ›Â’Â?ÂŽČąÂ›Â’Â˜ÂœČąÂŒÂ’ÂŽÂ—Â?Ă‡Ä™ÂŒÂ˜ÂœČąÂšÂžÂŽÇ°Čą Â™Â˜Â›ČąÂŒÂ˜Â—ÂœÂ’Â?ž’Ž—Â?ÂŽČąÂœÂ˜Â•Â˜ČąÂ›ÂŽÂœÂžÂ•Â?ÂŠÂ—ČąÂŽÄ™ÂŒÂŠÂŒÂŽÂœČąÂŽÂ—ČąÂ•ÂŠČąÂ–ÂŽÂ?Â’Â?ÂŠČąÂŽÂ—ČąÂšÂžÂŽČąÂœÂŽČąÂŠÂ?Š™Â?ÂŠÂ—ČąÂŠČąÂ•ÂŠÂœČąÂ›ÂŽÂŠÂ•Â’Â?ŠÂ?ÂŽÂœČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒĂ‡Ä™ÂŒÂŠÂœČąÂ?ÂŽČąÂŒÂŠÂ?ÂŠČąÂ™ÂŠĂ‡ÂœÇŻČą •ȹÂ?ÂŽÂœÂŠČąÂ›Â›Â˜Â•Â•Â˜ČąÂ?Žȹ•Šȹ›ŽÂ&#x;Â˜Â•ÂžÂŒÂ’Ă Â—ČąÂœÂžÂ™Â˜Â—ÂŽČąÂ•ÂŠČąÂ–ÂŠÂ?ÂžÂ›ÂŠÂŒÂ’Ă Â—Ç°Čą durante un perĂodo mĂĄs o menos largo, de las fuerzas protagĂłnicas de la doble tarea de destruir el orden caduco y construir el nuevo. El quehacer mĂşltiple de esas fuerzas, desde las luchas reivindicadoras hasta las de objetivos polĂticos y militares genera, en determinado momento, el inicio de un perĂodo prerrevolucionario, caracterizado por un alto grado de enfrentamiento de clases y por la crisis del poder burguĂŠs. En ese proceso, la actividad incesante de los partidos y organizaciones de la izquierda resulta decisiva. A partir de entonces se amplĂan las posibilidades del triunfo revolucionario y ÂŽÂ•ČąÂŠÂœÂŠÂ•Â?Â˜ČąÂŠÂ•ČąÂ™Â˜Â?ÂŽÂ›ČąÂœÂŽČąÂŒÂ˜Â—Â&#x;’Ž›Â?ŽȹŽ—ȹ•Šȹ™›žŽ‹ŠȹÂ?Žę—’ȹÂ?Â’Â&#x;ŠȹÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠČąÂŽÄ™ÂŒÂŠÂŒÂ’ÂŠČąÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠČąÂŽÂœÂ?›ŠÂ?ÂŽÂ?’Šȹ
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diseĂąada y de la capacidad tĂĄctica de la vanguardia para conducir a las masas hasta la meta decisiva. En primera instancia, el fundamento de toda estrategia radica en las condiciones objetivas que la determinan y le dan su viabilidad histĂłrica. De tal modo, si las condiciones subjetivas no se corresponden con la estrategia diseĂąada, ello no supone la sustituciĂłn de ĂŠsta por otra de menos alcance. En ese caso, y es lo que sucede las mĂĄs de las veces, se requiere utilizar las tĂĄcticas adecuadas que permitan alcanzar la comprensiĂłn prĂĄctica de la viabilidad y necesidad de la estrategia diseĂąada. Esa compresiĂłn resulta de una compleja y dinĂĄmica participaciĂłn directa de las masas, que consciente e inconscientemente asimilan y hacen suya la estrategia elaborada y dirigida por la vanguardia. Las masas no actĂşan solamente por una convicciĂłn que se les inyecta desde fuera sin disminuir el valor de la propaganda revolucionaria. Ellas no se lanzan al combate por simple fe en las promesas de un mundo mejor o de un ideal venidero; es la experiencia que acumulan al confrontar sus propios intereses vitales con las realidades econĂłmicas y polĂticas donde viven, la principal escuela en que aprenden el camino estratĂŠgico de su liberaciĂłn y los medios prĂĄcticos para avanzar por ĂŠl. AsĂ pues, al problema de cĂłmo hacer triunfar la estrategia solo puede dĂĄrsele soluciĂłn mediante las diferentes tĂĄcticas de lucha. Por consiguiente, la elaboraciĂłn y la aplicaciĂłn victoriosa de las tĂĄcticas revoluÂŒÂ’Â˜Â—ÂŠÂ›Â’ÂŠÂœČąÂŽÂœČąÂ•ÂŠČąÂ™Â›ÂžÂŽÂ‹ÂŠČąÂ–Â¤ÂœČąÂŒÂ˜Â–Â™Â•ÂŽÂ“ÂŠČąÂ˘ČąÂ?Žę—’Â?Â˜Â›Â’ÂŠČąÂ?Žȹž—ŠȹÂ&#x;Š—Â?žŠ›Â?’Šǯȹ —ȹ•ŠȹÂ&#x;Â’Â?Šȹ›ŽŠ•ǰȹ no hay tarea mĂĄs difĂcil que la adecuaciĂłn de las tĂĄcticas a la lĂnea estratĂŠgica adopÂ?ŠÂ?ÂŠÇ°ČąÂ™ÂžÂŽÂœČąÂ–Â’ÂŽÂ—ČąÂ?Â›ÂŠÂœČąÂˇÂœÂ?ŠȹÂ?ÂŽÂœÂŒÂŠÂ—ÂœÂŠČąÂŽÂ—ČąÂŽÂ•ČąÂŠÂ—Â¤Â•Â’ÂœÂ’ÂœČąÂŒÂ’ÂŽÂ—Â?Ă‡Ä™ÂŒÂ˜ČąÂ?Žȹ•Šȹ›ŽŠ•’Â?ŠÂ?Ç°ČąÂ•ÂŠÂœČąÂ™Â›Â’ČąÂ–ÂŽÂ›ÂŠÂœČą deben tomar en cuenta, mĂşltiples factores coyunturales, difĂcilmente controlables Â˜Čą ™›ŽÂ?ÂŽÂŒÂ’Â‹Â•ÂŽÂœČą Œ’Ž—Â?Ă‡Ä™ÂŒÂŠÂ–ÂŽÂ—Â?ÂŽÇŻČą Â˜Â›Čą ÂŽÂœÂ˜Ç°Čą •Šȹ ÂŠÂŒÂŒÂ’Ă Â—Čą Œ˜Â?Â’Â?’Š—Šȹ ›Žšž’Ž›Žǰȹ “ž—Â?Â˜Čą Šȹ •Šȹ Â?˜›maciĂłn teĂłrica de la vanguardia, una especial capacidad y sensibilidad para captar Â•Â˜ČąÂŒÂ˜Â—ÂŒÂ›ÂŽÂ?Â˜ČŹÂ›ÂŽÂŠÂ•ÇŻČą Â˜Â•Â˜ČąÂŠÂœĂ‡ČąÂœÂŽČąÂ™Â˜Â?›¤ȹ–Š—Ž“Š›ȹ•ŠȹÂ?Â’ÂŠÂ•ÂˇÂŒÂ?Â’ÂŒÂŠČąÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠČąÂ•ÂžÂŒÂ‘ÂŠÇ°ČąÂŒÂ˜Â—ČąÂ?Š•ȹ̎¥’‹’•’Â?ŠÂ?ȹšžŽȹ™Ž›–’Â?Šȹ’–™•Ž–Ž—Â?Š›ȹ›¤™’Â?ÂŠÂœČąÂ˘ČąÂŽÄ™ÂŒÂŠÂŒÂŽÂœČąÂ?ÂŽÂŒÂ’ÂœÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČąÂŠÂ—Â?ŽȹŽ•ȹÂ?ÂŽÂœÂŠÂ›Â›Â˜Â•Â•Â˜ČąÂ?ÂŽČąÂ•Â˜ÂœČą acontecimientos, en especial en los perĂodos revolucionarios, que suelen presentar mĂĄs frecuentemente situaciones inĂŠditas. En rigor, las vanguardias y los liderazgos individuales nacen precisamente allĂ Â?˜—Â?ŽǰȹŠÂ?ÂŽÂ–Â¤ÂœČąÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠČąÂŽÂœÂ?›ŠÂ?ÂŽÂ?Â’ÂŠČąÂŒÂ˜Â›Â›ÂŽÂŒÂ?ÂŠÇ°ČąÂœÂŽČąÂ?Žę—Žȹ¢ȹÂ?ÂŽÂœÂŠÂ›Â›Â˜Â•Â•ÂŠÇ°ČąÂŽÂ—ČąÂŒÂŠÂ?ÂŠČąÂ–Â˜Â–ÂŽÂ—Â?Â˜Ç°ČąÂ•ÂŠČą tĂĄctica acertada de lucha. Éste es, en sĂntesis, el atributo fundamental de una legĂtima vanguardia. De manera que el reto decisivo para toda vanguardia es la elaboraciĂłn de tĂĄcticas ajustadas a las circunstancias concretas y a los objetivos estratĂŠgicos de la revoluciĂłn. Sin que pretendamos uniformar los factores a tener en cuenta en la formulaciĂłn de las tĂĄcticas, la experiencia indica que existen ciertos puntos de referencia, Ăştiles de considerar por su valor general. Ellos son, entre otros, la correlaciĂłn de fuerzas en cada instante de la lucha; las contradicciones en el seno de las clases dominantes; los
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objetivos tĂĄcticos y los rejuegos polĂticos del enemigo; la organizaciĂłn, conciencia, tradiciĂłn de lucha y psicologĂa social de las masas, y la cohesiĂłn y fortaleza integral de la vanguardia. Como se conoce, ninguno de estos factores es estĂĄtico. Por ejemplo, un enfoque metafĂsico le atribuye siempre a la clase dominante una fuerza superior a la de las clases oprimidas. Pero la correlaciĂłn de fuerzas se caracteriza por su dinamismo; la acciĂłn atinada y audaz de los destacamentos revolucionarios, con el apoyo de las masas, puede originar cambios bruscos a favor de ĂŠstos. Lo mismo ocurre, pero a la inversa, cuando las acciones revolucionarias son inadecuadas o no alcanzan el nivel y la creatividad que exige determinada coyuntura. La historia demuestra el Š•Â?Â˜ČąÂ™Â›ÂŽÂŒÂ’Â˜ČąÂšÂžÂŽČąÂ™ÂŠÂ?ÂŠÂ—ČąÂ•Â˜ÂœČąÂ™ÂžÂŽÂ‹Â•Â˜ÂœČąÂŽÂ—ČąÂŽÂœÂ˜ÂœČąÂŒÂŠÂœÂ˜ÂœÇ°ČąÂ™ÂžÂŽÂœČąÂŒÂŠÂ?ÂŠČąÂžÂ—Â˜ČąÂ?ÂŽČąÂ•Â˜ÂœČąÂŽÂ›Â›Â˜Â›ÂŽÂœÇ°ČąÂ?ÂŽÄ™ciencias y fracasos del movimiento revolucionario es profundamente explotado por el adversario. ’—Š•–Ž—Â?ÂŽÇ°ČąÂŽÂœČąÂ’Â–Â™Â˜Â›Â?Š—Â?ÂŽČąÂŒÂ˜Â—ÂœÂ’Â?ÂŽÂ›ÂŠÂ›ČąÂšÂžÂŽČąÂ–ÂžÂŒÂ‘ÂŠÂœČąÂ&#x;ÂŽÂŒÂŽÂœČąÂ—Â˜ČąÂŽÂœČąÂ™Â˜ÂœÂ’ČąÂ‹Â•ÂŽČąÂ?ÂŽÄ™Â—Â’Â›ČąÂ•Â˜ÂœČą lĂmites entre la estrategia y la tĂĄctica, a causa de su interrelaciĂłn y complementaciĂłn recĂprocas. Al elaborar su estrategia y tĂĄcticas de lucha, el movimiento revolucionario latinoamericano y caribeĂąo tiene ante sĂ condicionamientos fundamentales y permanentes de aquĂŠllas: el carĂĄcter de la dominaciĂłn imperialista en el continente y la polĂtica de los gobiernos norteamericanos. Nuestra regiĂłn es incluida por Estados Unidos en el nĂşcleo interior y medular de su estrategia mundial. El imperialismo norteamericano sostiene hacia nuestro continente una lĂnea integral, en la que concurren todos los ingredientes necesarios para la conservaciĂłn de su control hemisfĂŠrico. Siendo parte de una estrategia global, la polĂtica de Estados Unidos con respecto a sus vecinos del sur estĂĄ sustentada en principios a la vez internacionales y continentales; tambiĂŠn, en algunos casos, existen enfoques particulares de las relaciones con determinados paĂses y subregiones. Junto a la importancia econĂłmica, militar y polĂtica que Estados Unidos atribuye Šȹ —žŽœÂ?Â›ÂŠÂœČą Â?Â’ÂŽÂ›Â›ÂŠÂœÇ°Čą Â?ÂŽÂœÂŽÂ–Â™ÂŽĂ›ÂŠČą ž—ȹ ™Š™Ž•ȹ œ’Â?Â—Â’Ä™ČąÂŒÂŠÂ?Â’Â&#x;Â˜Čą ÂœÂžČą Š››˜Â?ÂŠÂ—ÂŒÂ’ÂŠČą Â?ÂŽČą Â—Â˜Čą ŠÂ?–’Â?’›ȹ el triunfo de revoluciones liberadoras dentro de las que considera sus fronteras de seguridad nacional. Estas circunstancias determinan el cada vez mĂĄs agudo enfrentamiento entre los procesos democrĂĄticos, populares y revolucionarios del ĂĄrea y el imperialismo norteamericano. Es por ello que en el orden de sus estrategias, las vanguardias populares brindan una atenciĂłn especial a los objetivos antimperialistas, que se convierten en la lĂnea principal del combate revolucionario, tanto estratĂŠgico como tĂĄctico. A la vez, los revolucionarios sabemos que la crisis del imperialismo norteamericano engendra corrientes y fuerzas polĂticas internas, con enfoques diferenciados acerca de las formas mĂĄs adecuadas de resolver la crisis y mantener su dominio mundial. AsĂ, pueden advertirse diversidades reales en los matices de uno u otro
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gobierno norteamericano —e incluso en el interior de cada uno de ellos—, lo cual se expresa lĂłgicamente en su polĂtica hacia nuestra regiĂłn. La experiencia enseĂąa que en los manejos tĂĄcticos, los revolucionarios debemos conceder la mĂĄs esmerada atenciĂłn a la polĂtica que desarrollan las administraciones —˜›Â?ÂŽÂŠÂ–ÂŽÂ›Â’ÂŒÂŠÂ—ÂŠÂœÇ°ČąÂŒÂ˜Â—ČąÂŽÂ•ČąÄ™Â—ČąÂ?Žȹ’Â?Ž—Â?Â’Ä™ÂŒÂŠÂ›ČąÂœÂžÂœČąÂŠÂœÂ™ÂŽÂŒÂ?Â˜ÂœČąÂ–Â¤ÂœČąÂ?ÂˇÂ‹Â’Â•ÂŽÂœČąÂ˘ČąÂ?ÂŽČąÂŒÂ˜Â—ÂœÂŽÂ?ž’›ȹÂ?ÂŽČą ĂŠstos los mayores frutos. Cuba y Nicaragua nos entregan valiosas experiencias en la comprensiĂłn acertada y en el uso tĂĄctico conveniente de las brechas abiertas por diferentes gobiernos estadounidenses. De todo lo anterior se deduce que la concepciĂłn estratĂŠgica y las tĂĄcticas de los procesos revolucionarios latinoamericanos y caribeĂąos, adoptan como lĂnea principal la uniĂłn de los esfuerzos para la derrota del enemigo global. Este criterio es compartido por todos los partidos y organizaciones revolucionarias de la regiĂłn. Los cambios socioeconĂłmicos y polĂticos que demandan estas sociedades, tienen como prerrequisito la liquidaciĂłn del dominio del imperialismo norteamericano sobre cada uno de los paĂses, lo que implica desalojar del poder a sus representantes. Por eso, la solidaridad entre todas las fuerzas antimperialistas es una necesidad histĂłrica y una condiciĂłn ineludible para alcanzar la liberaciĂłn nacional y social de nuestros pueblos.
La unidad, las masas y las armas en la lucha por el poder Las experiencias de las revoluciones victoriosas y de los mĂşltiples procesos que se Â?ÂŽÂœÂŠÂ›Â›Â˜Â•Â•ÂŠÂ—ČąÂŽÂ—ČąÂŽÂœÂ?ÂŽČąÂŒÂ˜Â—Â?’—Ž—Â?Žǰȹ›ŠÂ?Â’Ä™ÂŒÂŠÂ—ČąÂŽÂ•ČąÂŒÂ›Â’Â?ÂŽÂ›Â’Â˜ČąÂ?Ž—Ž›Š•ȹÂ?˜›–ž•ŠÂ?Â˜ČąÂ™Â˜Â›ČąÂŽÂ•ČąÂŒÂ˜Â–Â™ÂŠĂąero Fidel Castro acerca de los tres ingredientes decisivos para alcanzar el triunfo revolucionario: la unidad, las masas y las armas. ÂœČąÂŒÂ˜Â—Â&#x;Ž—’Ž—Â?ÂŽČąÂŽÂĄÂŠÂ–Â’Â—ÂŠÂ›ČąÂœÂŽÂ™ÂŠÂ›ÂŠÂ?Š–Ž—Â?ŽȹŽ•ȹÂ&#x;ÂŠÂ•Â˜Â›ČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒĂ‡Ä™ÂŒÂ˜ČąÂ?ÂŽČąÂŒÂŠÂ?ÂŠČąÂžÂ—Â˜ČąÂ?ÂŽČąÂŽÂœÂ?Â˜ÂœČą factores. ŠȹÂ&#x;Â’Â?ŠȹÂ?Ž–žŽœÂ?Â›ÂŠČąÂšÂžÂŽČąÂ—Â˜ČąÂŽÂœČąÂœÂžÄ™ÂŒÂ’ÂŽÂ—Â?ÂŽČąÂ™Â›Â˜ÂŒÂ•ÂŠÂ–ÂŠÂ›ČąÂ•ÂŠČąÂ—ÂŽÂŒÂŽÂœÂ’Â?ŠÂ?ČąÂ?Žȹ•Šȹž—’Â?ŠÂ?ȹ™Š›Šȹ avanzar en su realizaciĂłn. Es precisamente de esta manera que se prueba la madurez real de una vanguardia y la entrega plena a la causa de su pueblo. Las pasiones individuales, las desviaciones sectarias y demĂĄs limitaciones, deben ceder el paso a los intereses colectivos de las masas. El proceso unitario abarca todas las fuerzas motrices de la revoluciĂłn y los sectores democrĂĄticos aliados. Pero su nervio vital es la uniĂłn sĂłlida de la vanguardia. Lo cierto es que cuando los diferentes destacamentos de izquierda logran cimentar su unidad de acciĂłn, tienen una estrategia coherente y sostienen tĂĄcticas de lucha comunes, las masas populares —solidarias entre sĂ por instinto— multiplican esa unidad, hasta hacerla virtualmente irreversible. Y cuanto mĂĄs amplio es el haz de fuerzas —nacionales e internacionales— concurrentes en la lucha contra el enemigo inmediato, tanto mayor es el imperativo de la unidad de la vanguardia.
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La crisis actual del imperialismo y los procesos‌ A esta altura de la historia revolucionaria latinoamericana y caribeĂąa, ello sigÂ—Â’Ä™ÂŒÂŠČąÂŽÂ•ČąÂ›ÂŽÂŒÂ˜Â—Â˜ÂŒÂ’Â–Â’ÂŽÂ—Â?Â˜ČąÂ˜Â‹Â“ÂŽÂ?Â’Â&#x;Â˜ČąÂ?ÂŽČąÂšÂžÂŽČąÂŽÂ—ČąÂ•ÂŠČąÂ–ÂŠÂ˘Â˜Â›Ă‡ÂŠČąÂ?ÂŽČąÂ—ÂžÂŽÂœÂ?Â›Â˜ÂœČąÂ™ÂŠĂ‡ÂœÂŽÂœÇ°ČąÂ“ÂžÂ—Â?Â˜ČąÂŠČą los experimentados partidos comunistas, se han desarrollado otros partidos y organizaciones de izquierda que se han ganado en la lucha el respeto de sus pueblos y muchas veces representan ejemplares destacamentos de la conducciĂłn de ĂŠstos por ÂŽÂ•ČąÂŒÂŠÂ–Â’Â—Â˜ČąÂ?ÂŽČąÂœÂžČąÂ•Â’Â‹ÂŽÂ›ÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ?Žę—’Â?Â’Â&#x;Šǯȹ Â˜Â›ČąÂŽÂœÂ˜Ç°ČąÂ•ÂŠČąÂžÂ—Â’Â?ŠÂ?ČąÂ?ÂŽČąÂ?Â’ÂŒÂ‘Â˜ÂœČąÂ™ÂŠÂ›ČąÂ?Â’Â?Â˜ÂœČąÂ˘ČąÂ˜Â›Â?Š—’zaciones, y de ellos con los partidos comunistas, es premisa indispensable para hacer avanzar las revoluciones democrĂĄticas, populares y antimperialistas de nuestro continente. Es imprescindible comprender los procesos unitarios y evitar dar pasos ÂœÂžÂ™ÂŽÂ›Ä™ÂŒÂ’ÂŠÂ•ÂŽÂœČąÂšÂžÂŽČąÂ–Â¤ÂœČąÂ?Š›Â?ÂŽČąÂ›ÂŽÂœÂžÂ•Â?ÂŽÂ—ČąÂŒÂ˜Â—Â?›Š™›˜Â?žŒŽ—Â?ÂŽÂœÇŻČą ÂœČąÂ—ÂŽÂŒÂŽÂœÂŠÂ›Â’Â˜Ç°ČąÂŠÂœÂ’Â–Â’ÂœÂ–Â˜Ç°ČąÂ•Â˜grar que el espĂritu no sectario, de colaboraciĂłn efectiva, se abra paso en los diferentes niveles de los partidos y organizaciones, porque muchas veces, en la vida real, ÂˇÂœÂ?Â˜ÂœČąÂ?ŽœŽ—Â&#x;žŽ•Â&#x;ÂŽÂ—ČąÂœÂžÂœČąÂŠÂŒÂ?Â’Â&#x;Â’Â?ŠÂ?ÂŽÂœČąÂŽÂ—ČąÂŽÂœÂ™ÂŠÂŒÂ’Â˜ÂœČąÂ?Ž˜Â?Â›Â¤Ä™ÂŒÂ˜ÂœČąÂ˘ČąÂœÂŽÂŒÂ?Â˜Â›ÂŽÂœČąÂœÂ˜ÂŒÂ’ÂŠÂ•ÂŽÂœČąÂšÂžÂŽČąÂŠČą la larga resultan complementarios en el desarrollo de la revoluciĂłn. En aquellos paĂses donde imperan dictaduras militares, el campo de la unidad se ensancha al abarcar, incluso, a sectores interesados solamente en la destrucciĂłn de las estructuras represivas de corte fascista y en el regreso a las normas constitucionales democrĂĄtico-burguesas. AllĂ, es aĂşn mĂĄs fĂŠrtil el terreno para crear un frente democrĂĄtico antidictatorial, pero con la condiciĂłn de que los partidos y organizaciones revolucionarias logren consolidar previamente el nĂşcleo dirigente de aquĂŠl. Debemos subrayar el carĂĄcter eminentemente popular de las revoluciones proletarias en AmĂŠrica Latina y el Caribe. Para tomar el poder y mantenerlo, la clase obrera necesita establecer acerados lazos polĂticos, ideolĂłgicos y militares con el resto de la masa. La unidad de la clase obrera y de sus aliados, debe plantearse en el sentido de una fuerte polĂtica de masas, pues ella no surgirĂĄ espontĂĄneamente de los intereses econĂłmicos comunes, ni tampoco de la invocaciĂłn propagandĂstica de dichos intereses. Las premisas para la unidad de acciĂłn de las masas populares existen objetivamente en las bases econĂłmicas del sistema. Pero el proceso que conduce a esa unidad en el terreno polĂtico e ideolĂłgico depende de la acciĂłn de las vanguardias; ĂŠsta, y no una predeterminaciĂłn econĂłmica, responsable prĂĄctica del logro de la unidad democrĂĄtica y revolucionaria. En varios paĂses del ĂĄrea, el problema de la unidad es hoy el obstĂĄculo principal para el avance de la revoluciĂłn. Al ser ĂŠsta una verdad descarnada, hay evidencias de que representa tambiĂŠn un acicate para resolver la daĂąina tendencia a la divisiĂłn de la izquierda en algunos de nuestros paĂses. Todo paso adelante en la unidad, es un paso adelante en el camino de la revoluciĂłn. La inercia, el atraso o el desvĂo del camino unitario es un regalo gratuito que el movimiento revolucionario hace al enemigo. Es comĂşn el criterio de que la mejor forma para avanzar en la unidad es mediante la colaboraciĂłn en las luchas concretas. Esa relaciĂłn directa entre el desarrollo de
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los procesos revolucionarios y los niveles unitarios de las vanguardias, se comprueba en El Salvador, Guatemala y en otros paĂses de CentroamĂŠrica, como Honduras. •ȹÂ?›’ž—Â?Â˜ČąÂœÂŠÂ—Â?’—’œÂ?Šȹ›ŽŠę›–à ǰȹŽ—Â?›ŽȹŠ•Â?ÂžÂ—ÂŠÂœČąÂ’Â–Â™Â˜Â›ČąÂ?Š—Â?ÂŽÂœČąÂŒÂžÂŽÂœÂ?Â’Â˜Â—ÂŽÂœÇ°ČąÂŽÂ•ČąÂ&#x;ÂŠÂ•Â˜Â›ČąÂŒÂ›ÂžÂŒÂ’ÂŠÂ•Čą de la unidad de la vanguardia, como nĂşcleo cohesionador y orientador del conjunto de las fuerzas antidictatoriales, democrĂĄticas, antimperialistas y revolucionarias. Vemos tambiĂŠn en Chile avances unitarios prometedores para el futuro de las luchas de ese pueblo. La unidad del movimiento revolucionario dentro de las fronteras de un paĂs es una contribuciĂłn a la unidad mĂĄs amplia, de alcance continental y mundial. En lo ÂšÂžÂŽČąÂœÂŽČąÂ›ÂŽÄ™ÂŽÂ›ÂŽČąÂŠČąÂ•ÂŠČąÂ?Â’Â–ÂŽÂ—ÂœÂ’Ă Â—ČąÂ›ÂŽÂ?Â’Â˜Â—ÂŠÂ•Ç°ČąÂ•Â˜ÂœČąÂ?ŠŒÂ?Â˜Â›ÂŽÂœČąÂ‘Â’ÂœÂ?Ă Â›Â’ÂŒÂ˜ÂœČąÂ˘ČąÂŽÂŒÂ˜Â—Ă Â–Â’ÂŒÂ˜ÂœÇ°ČąÂŽÂ•ČąÂŽÂ—frentamiento a un mismo enemigo y la interrelaciĂłn polĂtica de nuestras sociedades, favorecen la identidad de propĂłsitos y la solidaridad recĂproca de la izquierda. Pero aquĂ tambiĂŠn, esos condicionamientos estĂĄn en potencia y no pueden hacer avanzar por sĂ solos, en el terreno prĂĄctico, la colaboraciĂłn efectiva de las fuerzas revolucionarias. Se impone tener una voluntad individual y colectiva, que demuestre prĂĄcticamente el latinoamericanismo y el internacionalismo que se proclama. Ejemplos de solidaridad hay muchos y son conocidos. Los revolucionarios latinoamericanos y caribeĂąos hemos ofrecido demostraciones convincentes de nuestra comprensiĂłn del internacionalismo. Sin embargo, es tal su importancia para el triunfo de las revoluciones nacionales en uno u otro momento histĂłrico, es tan complejo y dinĂĄmico el papel de la solidaridad concreta hacia uno u otro proceso de lucha, que todavĂa resulta necesario preguntarnos cuĂĄnto nos falta por avanzar y perfeccionar la colaboraciĂłn de todos los partidos y organizaciones revolucionarias del ĂĄrea. Aunque en AmĂŠrica Latina no ocurre en igual grado que en otras regiones, a veces se presentan confusiones o desviaciones de la imprescindible y sana independencia que tienen el derecho y el deber de preservar los partidos y movimientos de la izquierda. Sin embargo, la verdadera soberanĂa de estos presupone, lejos de excluir, la necesidad de sumar esfuerzos colectivos para encarar los problemas internacionales comunes y apoyar a los procesos revolucionarios mĂĄs urgidos de solidaridad en un momento dado. Finalmente, junto al trabajo unitario, es indispensable priorizar la actividad que aproveche las contradicciones que surgen en el interior de las clases dominantes en cada paĂs y aquellas que se originan a escala interimperialista o entre los paĂses de la ›ŽÂ?’à —ǯȹ ÂŠČąÂŽÂĄÂ™ÂŽÂ›Â’ÂŽÂ—ÂŒÂ’ÂŠČąÂ•ÂŠÂ?Â’Â—Â˜ÂŠÂ–ÂŽÂ›Â’ÂŒÂŠÂ—ÂŠČąÂŽÂ—ČąÂŽÂœÂ?ÂŽČąÂœÂŽÂ—Â?Â’Â?Â˜ČąÂŒÂ˜Â—Ä™Â›Â–ÂŠČąÂ•ÂŠÂœČąÂ’Â?ÂŽÂŠÂœČąÂ?ÂŽČą Ž—’—ǹ Solo se puede vencer a un enemigo mĂĄs poderoso poniendo en tensiĂłn todas las fuerzas y aprovechando obligatoriamente con el mayor celo, minuciosidad, ™›žÂ?ÂŽÂ—ÂŒÂ’ÂŠČąÂ˘ČąÂ‘ÂŠÂ‹Â’Â•Â’Â?ŠÂ?ČąÂ•ÂŠČąÂ–ÂŽÂ—Â˜Â›ČąÄ™ÂœÂžÂ›ÂŠČąÂŽÂ—Â?Â›ÂŽČąÂ•Â˜ÂœČąÂŽÂ—ÂŽÂ–Â’Â?Â˜ÂœÇ°ČąÂ?˜Â?ÂŠČąÂŒÂ˜Â—Â?›ŠÂ?Â’ÂŒÂŒÂ’Ă Â—ČąÂ?ÂŽČą intereses entre la burguesĂa de los distintos paĂses, entre los diferentes grupos o categorĂas de la burguesĂa en el interior de cada paĂs; hay que aprovechar asimis-
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La crisis actual del imperialismo y los procesos‌
mo las menores posibilidades de lograr un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro, condicional. El que no comprende esto, no com™›Ž—Â?Žȹ—’ȹž—Šȹ™Š•Š‹›ŠȹÂ?ÂŽČąÂ–ÂŠÂ›ÂĄÂ’ÂœÂ–Â˜ČąÂ—Â’ČąÂ?ÂŽČąÂœÂ˜ÂŒÂ’ÂŠÂ•Â’ÂœÂ–Â˜ČąÂŒÂ’ÂŽÂ—Â?Ă‡Ä™ÂŒÂ˜Ç°ČąÂŒÂ˜Â—Â?ÂŽÂ–Â™Â˜Â›Â¤Â—ÂŽÂ˜Ç°Čą en general. El que no ha demostrado en la prĂĄctica, durante un lapso bastante considerable y en situaciones polĂticas bastante variadas, su habilidad para aplicar esta verdad en la vida, no ha aprendido todavĂa a ayudar a la clase revolucionaria en su lucha por liberar de los explotadores a toda la humanidad trabajadora.5
Aunque se presentan mĂşltiples diferencias en los distintos paĂses y subregiones, es posible ofrecer una caracterizaciĂłn general de cuatro fuerzas fundamentales, con respecto a las cuales el movimiento revolucionario latinoamericano y caribeĂąo desenvuelve alianzas tĂĄcticas o estratĂŠgicas. Nos referimos a la socialdemocracia, la democracia cristiana, los movimientos cristianos y los sectores militares progresistas. Nuestra posiciĂłn con relaciĂłn a la actividad y el contenido ideolĂłgico-polĂtico de la socialdemocracia, fue expuesta claramente en el Informe Central al II Congreso del Partido Comunista de Cuba por el compaĂąero Fidel Castro. Tomemos en cuenta que la socialdemocracia no es una corriente polĂtica homoÂ?ÂˇÂ—ÂŽÂŠÇ°ČąÂœÂ’Â—Â˜ČąÂ›ÂŽÄšÂŽÂ“Â˜ČąÂ’Â—ÂŽÂ&#x;Â’Â?Š‹•ŽȹÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠÂœČąÂ?Â’Â?Ž›Ž—Â?ÂŽÂœČąÂ?ÂžÂŽÂ›ÂŁÂŠÂœČąÂœÂ˜ÂŒÂ’ÂŠÂ•ÂŽÂœČąÂšÂžÂŽČąÂ•ÂŠČąÂ’Â—Â?ÂŽÂ?Â›ÂŠÂ—ČąÂŽÂ—ČąÂ•Â˜ÂœČą ĂĄmbitos mundial y regional y de las contradicciones interimperialistas. Ello explica que, no obstante los lineamientos polĂticos e ideolĂłgicos comunes, sus partidos adopten posturas no siempre coincidentes ante los procesos de la lucha revolucionaria, e incluso en ocasiones notoriamente divergentes. Por esto la alianza con las fuerzas de la socialdemocracia tiene que basarse en principios claros y honestos de ÂŒÂ˜Â•ÂŠÂ‹Â˜Â›ÂŠÂŒÂ’Ă Â—Ç°ČąÂœÂ’Â—ČąÂ?ÂŽÂ?›’–Ž—Â?Â˜ČąÂ?ÂŽČąÂ•Â˜ÂœČąÂ˜Â‹Â“ÂŽÂ?Â’Â&#x;Â˜ÂœČąÄ™Â—ÂŠÂ•ÂŽÂœČąÂ™Â˜Â›ČąÂ•Â˜ÂœČąÂšÂžÂŽČąÂŒÂ˜Â–Â‹ÂŠÂ?ÂŽÂ—ČąÂ•Â˜ÂœČąÂ›ÂŽÂ&#x;Â˜Â•ÂžČŹ cionarios. AsĂ pues, debemos acentuar dicha colaboraciĂłn en los aspectos polĂticos que nos unen y no en las diferencias ideolĂłgicas que nos separan, porque aunque ĂŠstas no pueden soslayarse, tampoco deben convertirse en un obstĂĄculo insalvable para la acciĂłn unida en pos de objetivos coincidentes. Como contraste, la tendencia mĂĄs general de la democracia cristiana se inclina a la colaboraciĂłn activa con la polĂtica y los intereses del imperialismo norteamericano. Pero de tal extremo no es correcto deducir una posiciĂłn excluyente de todas las fuerzas democristianas. En su interior tambiĂŠn existen importantes sectores verdaderamente democrĂĄticos y cristianos, que en ocasiones se han visto forzados a rom™Ž›ȹŠ‹’Ž›Â?Š–Ž—Â?ÂŽČąÂŒÂ˜Â—ČąÂ•ÂŠÂœČąÂ?Â’Â›ÂŽÂŒÂŒÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČąÂ˜Ä™ÂŒÂ’ÂŠÂ•ÂŽÂœČąÂ˘ČąÂŽÂ—Â?›ŽÂ?ž’œÂ?ÂŠÂœČąÂ?ÂŽČąÂœÂžÂœČąÂ™ÂŠÂ›Â?Â’Â?Â˜ÂœÇŻČą Â—ČąÂŽÂœÂ˜ÂœČą ÂŒÂŠÂœÂ˜ÂœÇ°ČąÂ˘ČąÂ?ŠÂ?ÂŠÂœČąÂ•ÂŠÂœČąÂœÂ’Â?ÂžÂŠÂŒÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČąÂ—ÂŠÂŒÂ’Â˜Â—ÂŠÂ•ÂŽÂœČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒĂ‡Ä™ÂŒÂŠÂœÇ°ČąÂ—Â˜ÂœČąÂŒÂ˜Â›Â›ÂŽÂœÂ™Â˜Â—Â?ÂŽČąÂ?Ž—Â?ÂŽÂ›Â•ÂŽÂœČąÂ•ÂŠČą mano franca y limpia de prejuicios, para trabajar de comĂşn acuerdo en todas las ta-
5
Vladimir Ilich Lenin: ÂŤLa enfermedad infantil del “izquierdismoâ€? en el comunismoÂť, Obras Completas, Editora PolĂtica, La Habana, 1963, t. 31, p. 66.
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Â›ÂŽÂŠÂœČąÂšÂžÂŽČąÂœÂŽÂŠČąÂ™Â˜ÂœÂ’Â‹Â•ÂŽČąÂŒÂ˜Â–Â™ÂŠÂ›Â?Â’Â›ČąÂ˘ČąÂŒÂ˜Â—ČąÂ•ÂŠČąÂ?Â’ÂœÂ™Â˜ÂœÂ’ÂŒÂ’Ă Â—ČąÄ™Â›Â–ÂŽČąÂ?ÂŽČąÂŠÂ–Â™Â•Â’ÂŠÂ›Â•ÂŠÂœÇ°ČąÂ’Â—ÂŒÂ•ÂžÂœÂ˜ČąÂŽÂ—ČąÂ•ÂŠČą lĂnea estratĂŠgica por la conquista del poder y la construcciĂłn de la nueva sociedad. Es conocido nuestro amplio enfoque en relaciĂłn con los movimientos cristianos, ÂšÂžÂŽČąÂ’Â—ÂŒÂ•ÂžÂ˘ÂŽÂ—ČąÂœÂŠÂŒÂŽÂ›Â?˜Â?ÂŽÂœČąÂ˘ČąÂ–Â’ÂŽÂ–Â‹Â›Â˜ÂœČąÂ?ÂŽČąÂ•ÂŠČąÂ“ÂŽÂ›ÂŠÂ›ČąÂšÂžĂ‡ÂŠČąÂŒÂŠÂ?Ă Â•Â’ÂŒÂŠÇ°ČąÂ’Â?Ž—Â?’ęŒŠÂ?Â˜ÂœČąÂŒÂ˜Â—ČąÂ•Â˜ÂœČą anhelos humanos, polĂticos y econĂłmicos de sus pueblos. En diferentes ocasiones el compaĂąero Fidel ha destacado el carĂĄcter decisivo de la uniĂłn de las fuerzas marxista-leninistas y los cristianos que actĂşan junto a sus pueblos por iguales objetivos esenciales. A ellos los consideramos hermanos en la lucha por los grandes cambios histĂłricos del continente. No habrĂĄ revoluciones victoriosas sin la participaciĂłn de las inmensas masas cristianas que pueblan nuestras tierras. Por consiguiente, es un acto natural de las vanguardias abrir sus puertas a los cristianos de base, sacerdotes y miembros de las jerarquĂas eclesiĂĄsticas comprometidos, muchas veces al precio de sus vidas, con el combate emancipador latinoamericano y caribeĂąo. Pensamos que, en varios paĂses, el movimiento revolucionario no ha logrado todavĂa el avance necesario y posible de alcanzar en cuanto a su colaboraciĂłn e integraciĂłn con dichas fuerzas; en algunos casos, ĂŠstas demuestran una mayor vocaciĂłn unitaria y una autocomprensiĂłn prĂĄctica mĂĄs certera de su papel revolucionario. Otro problema que es importante abordar, es el de las relaciones con los militares progresistas. En nuestra opiniĂłn, la conducta de las fuerzas armadas no puede ser analizada al margen del contexto histĂłrico de cada paĂs y de los enfrentamientos de clases. No obstante la funciĂłn general que le corresponde cumplir a los aparatos militares dentro del Estado burguĂŠs, serĂa errĂłneo considerar a todo hombre uniformado como su servidor incondicional. TambiĂŠn en este aspecto las experiencias acumuladas indican la conveniencia de distinguir los elementos progresistas de las fuerÂŁÂŠÂœČąÂŠÂ›Â–ÂŠÂ?ÂŠÂœÇ°ČąÂ’Â–Â™Â˜Â›Â?Š—Â?ÂŽÂœČąÂŽÂ—ČąÂŠÂ•Â?ÂžÂ—Â˜ÂœČąÂ™ÂŠĂ‡ÂœÂŽÂœÇ°ČąÂŒÂ˜Â—ČąÂŽÂ•ČąÄ™Â—ČąÂ?ÂŽČąÂŒÂ˜Â—Â˜ÂŒÂŽÂ›ČąÂ•ÂŠÂœČąÂ™Â˜ÂœÂ’Â‹Â’Â•Â’Â?ŠÂ?ÂŽÂœČą prĂĄcticas de colaboraciĂłn para el desarrollo de las luchas antimperialistas, democrĂĄticas y revolucionarias. Una polĂtica correcta hacia los militares no puede basarse en esquemas rĂgidos Â˘ČąÂŽÂĄÂŒÂ•ÂžÂ˘ÂŽÂ—Â?ÂŽÂœÇ˛ČąÂŽÂ•Â•ÂŠČąÂ?ÂŽÂ‹ÂŽČąÂœÂžÂ›Â?’›ȹÂ?ÂŽČąÂŒÂŠÂ?Šȹ›ŽŠ•’Â?ŠÂ?ČąÂŽÂœÂ™ÂŽÂŒĂ‡Ä™ÂŒÂŠČąÂ˘ČąÂ?ÂŽÂ—ÂŽÂ›ČąÂŽÂ—ČąÂŒÂžÂŽÂ—Â?ŠȹÂ?˜Â?Â˜ÂœČą los factores integrantes de dicha instituciĂłn. Pero tampoco serĂa vĂĄlido olvidar los principios fundamentales del marxismo-leninismo, que enseĂąan la imperiosa necesidad de destruir la maquinaria represiva del Estado, para lograr su pleno control y sustituirla por un Estado de nuevo tipo. DetengĂĄmonos ahora en el anĂĄlisis del papel que deben desempeĂąar las masas. Su incorporaciĂłn a la revoluciĂłn para alcanzar el poder y preservarlo, representa el Ăşnico motor capaz de garantizar ambas cosas. Pero como sabemos, no basta con llamar a la clase obrera y al resto del pueblo a derrocar a la burguesĂa para que las Â–ÂŠÂœÂŠÂœČąÂŠÂŒÂžÂ?Š—ȹŠȹÂ?Â’ÂŒÂ‘ÂŠČąÂŒÂ˜Â—Â&#x;˜ŒŠÂ?Â˜Â›Â’ÂŠÇŻČą ÂŽÂ—Â’Â—ČąÂ—Â˜ÂœČąÂŽÂ—ÂœÂŽĂ›Ă Ç°ČąÂ˘ČąÂ•ÂŠČąÂ&#x;Â’Â?ÂŠČąÂŠÂœĂ‡ČąÂ•Â˜ČąÂŒÂ˜Â—Ä™Â›Â–ÂŠÇ°ČąÂšÂžÂŽČą Â•ÂŠČąÂ™Â›Â˜Â™ÂŠÂ?Š—Â?Šȹ¢ȹ•ŠȹŠÂ?Â’Â?ÂŠÂŒÂ’Ă Â—Ç°ČąÂ™Â˜Â›ČąÂœĂ‡ČąÂœÂ˜Â•ÂŠÂœÇ°ČąÂœÂ˜Â—ČąÂ’Â—ÂœÂžÄ™ÂŒÂ’ÂŽÂ—Â?ÂŽÂœČąÂ™ÂŠÂ›ÂŠČąÂ‘ÂŠÂŒÂŽÂ›ČąÂŒÂ˜Â–Â™Â›ÂŽÂ—Â?Ž›ȹ
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La crisis actual del imperialismo y los procesos… e incorporar al pueblo al quehacer revolucionario; para ello se precisa la propia experiencia política de las masas, y sentenció: tal es la ley fundamental de las grandes revoluciones. Entonces, el problema consiste en contribuir a la experiencia de las masas, en ayudarlas a desenvolver sus energías revolucionarias por los canales más idóneos, en cada etapa del desarrollo de la lucha de clases. Ello no podrá derivarse de los ȱ¢ȱ ȱ ȱę ȱ ȱ ȱ Es factible que el subjetivismo conduzca a la sustitución por la vanguardia del papel de las masas, a la precipitación de las acciones decisivas de éstas —que deben reservarse para los momentos oportunos— o a algo tan negativo como lo anterior, al criterio metafísico de postergar una y otra vez las acciones con el subterfugio de que las masas no tienen la preparación adecuada para marchar hacia la conquista del poder. Ni recetas ni fórmulas generales resuelven este crucial problema de la incorporación de las masas a las tareas de su revolución. Sin embargo, existen experiencias útiles de considerar. Por ejemplo, las revoluciones de Cuba, Nicaragua y Granada, muestran que el programa de la lucha contra la dictadura y por la democracia es el que más posibilidades tiene de movilizar las amplias masas populares y otras fuerzas políticas aliadas. De tal modo, en las condiciones actuales de la mayoría de nuestros países lo ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ǰȱ ȱ las consignas aglutinadoras directamente vinculadas con las circunstancias que más ę¡ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ à ǰȱ ȱ¢ȱ Ç ǯ Al volcarse la actividad central de las masas al logro de sus aspiraciones antidictatoriales y democráticas y a la solución de sus más apremiantes problemas humanos —empleo, salud, educación, entre otros—, crecen las posibilidades de su acción y con ellas aumenta el potencial del movimiento revolucionario en la lucha por alcanzar el poder e iniciar la etapa democrática y antimperialista de la revolución. El tercer y último factor —junto a la unidad y las masas— que garantiza el triunfo de las revoluciones genuinas, es el empleo consecuente y oportuno de las armas. Ello no representa un dogma, sino una resultante del sistema de dominación im ȱ ȱ ȱ ¢ Ç ȱ ȱ ȱ Ç ȱ ȱ¢ȱ Û ǯȱ ȱę Ç ȱ ȱ grave actitud voluntarista el bosquejo de una única estrategia continental para una geografía tan extensa y abarcadora de sociedades nacionales, enriquecidas por sus luchas históricas y peculiaridades sociológicas. Pero, a la vez, no pueden ser olvidados ciertos principios de toda revolución. Las armas son indispensables para hacer triunfar cualquier revolución liberadora en el continente y aún para algo más importante: preservar su continuidad y realización plena. ȱ ę à ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ Ç ǯȱ ȱ aquéllos donde imperan regímenes de extrema derecha —casi siempre dictaduras
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militares de corte fascista—, el empleo de las formas de lucha armada, o la preparación consecuente de la vanguardia en esta dirección, es un imperativo virtualmente ineludible. En otros, donde prevalecen normas democráticas de vida y las vanguardias disponen de canales constitucionales para el adecuado ejercicio de su actividad, la vigencia de las armas no estará dada por su utilización inoportuna, sino por la preparación psicológica y la creación de la conciencia en todos los militantes de que la confrontación militar será indispensable en un momento u otro, en una forma u otra, aunque en las circunstancias existentes ello no sea válido. Se trata, pues, de una actitud a crear en todos los revolucionarios, y de avanzar todo cuanto sea factible en la preparación militar revolucionaria de los cuadros y militantes. Se trata, además, de no subordinar la selección de la vía armada al instante en que las condiciones políticas lo exijan, a la sobrevivencia de algunas formas democráticas comprometedoras de las acciones estratégicas del movimiento revolucionario y popular. Nos referimos, por último, a la necesidad de forjar tesoneramente, en el diario acontecer de la lucha de clases, las condiciones que propiciarán avanzar por el camino de la conquista del poder, que en una variante u otra y con sus modalidades nacionales, tiene siempre como razón de su triunfo la creación y desarrollo de una fuerza militar propia. En ocasiones, se han planteado falsas disyuntivas al oponerse las formas de lucha armadas y no armadas. Una lucha no es reformista porque sea legal o pretenda abrir espacios democráticos; ni el título de revolucionaria le viene dado por su carácter armado. En nuestra opinión, el contenido revolucionario de cualquier forma de lucha se mide por sus resultados, o sea, por el avance o el retroceso que implique ȱ ȱ ȱę ȱ ȱ ȱ ȱ ǯ La capacidad de dirección de las vanguardias reside en su preparación integral para utilizar todas las formas de lucha que le permitan articular respuestas enérgicas y oportunas ante los diversos virajes que impone el enfrentamiento clasista. En tal sentido, las experiencias de varios procesos revolucionarios en el área demuestran que la división de las funciones políticas y militares —en particular cuando se impone el uso resuelto y popular de las armas— da lugar a una mutilación de ambas. Por ello, solo una concepción estratégica político-militar y la correspondiente formación y preparación, proporciona a las vanguardias la destreza para acometer una nueva forma de lucha principal, de acuerdo con la etapa y coyuntura de cada proceso nacional. ȱ ǰȱ ȱ ę ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ȱ ción mecánica de una determinada experiencia de lucha armada. Las revoluciones de Cuba, Nicaragua y Granada presentan diferencias conocidas; entre otros ingredientes similares, tienen el sello distintivo del uso de las armas. En tal sentido, junto a ciertas bases comunes —sobre todo en las revoluciones de Cuba y Nicaragua—,
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Manuel PiĂąeiro Losada
hay diferencias en las tĂĄcticas militares empleadas y en las formas insurreccionales, entre otras. Por ejemplo, en El Salvador se estĂĄn aplicando creadoras fĂłrmulas revolucionarias en la utilizaciĂłn de las armas, sustentadas en la mĂĄs estrecha vincuÂ•ÂŠÂŒÂ’Ă Â—ČąÂŒÂ˜Â—ČąÂ•ÂŠÂœČąÂ–ÂŠÂœÂŠÂœČąÂ˘ČąÂŽÂ—ČąÂŒÂ˜Â—Â?Â’ÂŒÂ’Â˜Â—ÂŽÂœČąÂ?Ž˜Â?Â›Â¤Ä™ÂŒÂŠÂœČąÂŠÂ?Â&#x;ÂŽÂ›ÂœÂŠÂœČąÇťÂœÂžČąÂ™ÂŽÂšÂžÂŽĂ›ÂŠČąÂ?Â’Â–ÂŽÂ—ÂœÂ’Ă Â—Čą territorial y otros factores). Todas las revoluciones de nuestro continente tendrĂĄn sus propias caracterĂsticas y brindarĂĄn, sin dudas, nuevos aportes al acervo revolucionario mundial. No habrĂĄ esquemas capaces de guiar a los procesos de liberaciĂłn nacional y a la construcciĂłn de la sociedad socialista en tierras americanas. Cada pueblo harĂĄ su revoluciĂłn y llegarĂĄ al socialismo nutriĂŠndose de las raĂces de su propia historia nacional, latinoamericana y caribeĂąa. Y no serĂĄ esto una contradicciĂłn, pues toda revoluciĂłn social verdadera es, al mismo tiempo, hija de las leyes universales descubiertas por Marx, Engels y Lenin. —ȹÂ?ÂŠÂ•ČąÂœÂŽÂ—Â?Â’Â?Â˜Ç°ČąÂ—ÂžÂŽÂœÂ?Â›Â˜ČąÂŒÂ˜Â–ÂŠÂ—Â?Š—Â?ŽȹŽ—ȹ“ŽÂ?ÂŽČą Â’Â?Ž•ȹ ŠœÂ?Â›Â˜ČąÂ‘ÂŠČąÂŠÄ™Â›Â–ÂŠÂ?Â˜Çą Čą Â•Â˜ÂœČą Â?ÂŽĂ Â›Â’ÂŒÂ˜ÂœČą Â?Ž•ȹ ÂœÂ˜ÂŒÂ’ÂŠÂ•Â’ÂœÂ–Â˜Čą Œ’Ž—Â?Ă‡Ä™ÂŒÂ˜ÇąČą Š›¥ǰȹ —Â?ÂŽÂ•ÂœČą ¢ȹ Ž—’—ȹ Â?Ž‹Ž—ȹ Â•Â˜ÂœČą ›ŽÂ&#x;˜•žcionarios modernos el inmenso tesoro de sus ideas. Nosotros podemos asegurar con absoluta convicciĂłn que sin ellos nuestro pueblo no habrĂa podido realizar tan colosal salto en la historia de su desarrollo social y polĂtico. Pero aun con ellos no habrĂamos sido capaces de realizarlo sin la semilla fructĂfera y el heroĂsmo sin lĂmites que sembraron en nuestro pueblo y en nuestros espĂritus MartĂ, Maceo, GĂłmez, Agramonte, CĂŠspedes y tantos gigantes de nuestra historia patria.6
Es asĂ como se hizo la revoluciĂłn verdadera en Cuba, partiendo de sus caracteres peculiares, sus propias tradiciones de lucha y la aplicaciĂłn consecuente de principios que son universales. MANUEL PIĂ‘EIRO LOSADA
Desempeùó, sucesivamente, la jefatura del Viceministerio TÊcnico del Ministerio del Interior, de la Dirección General de Liberación Nacional de dicho ministerio, del Departamento AmÊrica del Partido Comunista de Cuba y, de la actual à rea de AmÊrica del Departamento de Relaciones Internacionales de ese Partido.
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Fidel Castro: Discurso pronunciado en el Acto Central por el XXV Aniversario del 26 de Julio, Santiago de Cuba, 26 de julio de 1978, Discursos, Editora PolĂtica, La Habana, 1978, pp. 59-60.
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Schafik Jorge Handal Un partido que supo ponerse a la altura de la historia Entrevista de Marta Harnecker. 1982
I. AUSENCIA DE UNA CONDUCTA DE LUCHA POR EL PODER ÂżCĂłmo explicas tĂş que en las ultimas dĂŠcadas hayan ocurrido dos revoluciones verdaderas, la de Cuba y la de Nicaragua, y que en ninguno de los dos casos los Partidos Comunistas, que se autodefinen como vanguardias, hayan estado a la cabeza de esos procesos? —Estamos convencidos de que la ausencia prĂĄctica de una clara conducta de lucha por el poder es el factor principal que explica esos resultados. Esta misma cuestiĂłn ha estado en la base, creemos nosotros, de las equivocadas caracterizaciones de ciertos procesos sociales y polĂticos reformistas en AmĂŠrica Latina como revoluciones. En la prĂĄctica esta caracterizaciĂłn no se confirmĂł, pero sirviĂł para determinar un papel de simple fuerza de apoyo para los Partidos hermanos de los respectivos paĂses. Otra explicaciĂłn de este mismo problema es el papel exagerado, y, en algunos casos, la absolutizaciĂłn del papel que se asigna al programa econĂłmicosocial para determinar el carĂĄcter de la revoluciĂłn, el curso de la lucha por su victoria y la defensa y consolidaciĂłn de la misma. En Chile, durante el gobierno de Allende, por ejemplo, tanto los participantes de la Unidad Popular, como las fuerzas asĂ llamadas ultra-izquierdistas, daban una importancia central y decisiva al proceso econĂłmico-social.
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Para unos, la clave de toda la cuestión chilena, el futuro de la revolución chilena, residía en no sobrepasar los límites del programa de la Unidad Popular; mientras para los otros todo consistía en radicalizar ese programa, rebasar sus límites. Mientras tanto, ninguno elaboró ni aplicó una orientación certera para resolver realmente el problema del poder, ni para defender al gobierno de Allende. Es también curioso como la reacción entendió con precisión este asunto. Todo lo que esta hizo en Chile durante el gobierno de Allende estaba dirigido a aplastar la posibilidad de perder el poder y cuando se configuro esa corriente en el ejército, su esfuerzo concentrado estuvo dirigido a deshacerse de Prats y sus compañeros. ¿Cómo actuaron las fuerzas revolucionarias frente a este fenómeno? Nadie en definitiva defendió a Prats y a la parte del ejército que él encabezaba. Unos lo sacrificaron en aras de maniobras políticas, creyendo honradamente que estas traerían la salida de la crisis; y los otros consideraron que la presencia de Prats en el gobierno era “la presencia de la burguesía”, que el pacto con Prats era “la traición a la revolución” y decidieron constituirse en la “oposición obrera campesina”. Cuando la corriente de Prats era fuerte y predominante, cuando derrotó el tancazo (junio de 1973), las masas intuyeron la importancia de aquel momento para resolver revolucionariamente el problema del poder: se lanzaron a la calle, como todos sabemos, exigiendo golpear profundamente a la reacción, cerrar el parlamento, depurar el ejército, pero la dirección de aquel proceso no tomó resueltamente en sus manos estas banderas. No estoy defendiendo la idea de que todo se hubiera resuelto en Chile organizando la lucha alrededor de Prats; creo sí que el aparecimiento de la corriente encabezada por él y la marejada de masas que siguió a su victoria sobre el tancazo, fue lo más cercano que hubo —durante el gobierno de la Unidad Popular— a la solución del problema del poder para la revolución. Esa posibilidad apareció objetivamente y se constituyo así en una prueba para medir la claridad de las fuerzas revolucionarias sobre la tesis del marxismo- leninismo de que “el problema del poder es el problema fundamental de toda revolución”. La historia de la revolución mundial ha refrendado esta verdad una y otra vez. No es el programa económico-social lo central y decisivo Los ritmos en su aplicación, la radicalidad en los cambios económico-sociales, están en 26
dependencia de las condiciones nacionales e internacionales en que se realiza cada revolución. Los revolucionarios tienen la posibilidad de escoger el ritmo mejor, incluso de hacer pausas y hasta retrocesos si fuere necesario, a condición de que conquisten el poder y lo retengan firmemente en sus manos. La Revolución de Octubre y la Nueva Economía Política, NEP, es un ejemplo de necesaria desaceleración de los cambios socioeconómicos. En la experiencia de la revolución cubana, en cambio, fue necesario acelerar la radicalidad de las transformaciones socio-económicas para defenderla frente a las asfixiantes medidas contrarrevolucionarias emprendidas por el imperialismo yanqui. La actual experiencia de Nicaragua, donde el ritmo y la profundidad de las transformaciones socioeconómicas han debido graduarse, es otra constatación práctica de la tesis que hemos dejado anotada. Y podrían citarse ejemplos de Europa Oriental y África. 2. FUERZA DE APOYO Y NO FUERZA DIRIGENTE Me parecen muy importantes estas reflexiones que tú haces en torno al problema del poder, porque justamente una de las críticas que se han hecho a tu Partido es que no se proponía realmente la toma del poder, sino que con su política de alianzas y participación en las elecciones iba a la zaga de los sectores democrático-burgueses. ¿Es esto efectivo? —La verdad es que, al plantearnos la revolución democrática antimperialista como una vía de aproximación hacia la revolución socialista, pensábamos que la primera podía alcanzarse dejando en la delantera de la acción a sectores progresistas, antimperialistas de las capas medias (de la intelectualidad, de los militares, etcétera) y hasta a la burguesía. La experiencia peruana, panameña y portuguesa (la breve experiencia del gobierno del general Juan José Torres, en Bolivia), parecían confirmar esa tesis, aunque ellas mismas terminaron negándola. Claro que en ningún documento partidario se dice expresamente tal cosa, pero la conducta práctica de nuestro Partido es esa. Y me parece que es la de otros Partidos Comunistas de América Latina. Veíamos la experiencia cubana como una peculiaridad excepcional. 27
Reaccionamos tanto y tantas veces contra el planteamiento izquierdista de la lucha por la implantación directa, sin prólogos, del socialismo, sin comprender la esencia del asunto, que llegamos a convencernos a nosotros mismos de que la revolución democrática no es necesariamente una tarea a organizar y promover principalmente por nosotros, sino que en ella podríamos limitarnos a ser fuerza de apoyo, en aras de asegurar la amplitud del abanico de las fuerzas democráticas participantes. ¿De dónde surgió este esquema? — Yo no sé de donde surgió, lo que sí se es que para que el Partido dejara de ser el Partido de las reformas y pasara a asumir su papel revolucionario debió abandonar ese esquema equivocado. En Cuba quedo demostrada una regularidad de la revolución en América Latina: la revolución que aquí madura en nuestro continente es la revolución socialista. Quedó también demostrado en Cuba, por una parte, que no se puede realizar la revolución socialista sino desplegando las banderas democráticas antimperialistas, y por otra que no puede realizarse hasta el fondo la revolución democrática antimperialista, ni se pueden defender sus conquistas, si no se va al socialismo. Dicho de otra manera: no se puede ir al socialismo sino por la vía de la revolución democrática antimperialista, pero tampoco se puede consumar la revolución democrática antimperialista sin ir hasta el socialismo. Entonces, ¿no hay dos revoluciones? — No, son facetas de una sola revolución y no dos revoluciones. Si vemos desde hoy hacia el futuro, la que tenemos planteada es la revolución democrática antimperialista. Si una vez realizada esa revolución viéramos hacia atrás, un decenio mas tarde, digamos, la revolución democrática antimperialista no se nos presentaría como una revolución aparte, sino como la realización de tareas propias de la primera fase de la revolución socialista. Siendo las cosas así, se comprende aun mejor que no puede haber revolución sin resolver a fondo el problema del poder y que no es necesario esperar a que las grandes masas tengan una conciencia socialista para ir a la toma revolucionaria del poder. En Cuba no había conciencia socialista generalizada antes de la victoria del primero de enero de 1959. A mí me parece que si se enfoca de esta manera el problema del carácter de la revolución, la actividad de los 28
Partidos revolucionarios no puede dejar de tener en su centró el problema del poder. ¿Tá estas reconociendo entonces que durante un tiempo el Partido Comunista Salvadoreño, PCS, no se planteó como una tarea fundamental la toma del poder? — Si, así fue en la práctica. ¿Y eso explicaría que ustedes durante muchos años no hayan implementado seriamente la lucha armada? — La respuesta no es tan sencilla. Déjame explicarte. A mi entender, la cuestión de la lucha por el poder esta ligada con demasiadas cosas; ante todo, el problema de la vía de la revolución y del carácter de esta. Si la revolución que madura en América Latina es la revolución socialista, de lo que se trata es de arrebatarle el poder a la burguesía, destruyendo su aparato burocráticomilitar. 3. VÍA PACÍFICA Y VÍA ARMADA Consideramos que este objetivo, en las actuales condiciones —y lo será así por muchísimo tiempo—, no puede conseguirse por vía pacífica. En América Latina esta tesis ha sido ya comprobada por la experiencia de dos revoluciones armadas triunfantes y por la derrota de dos intentos de consumar la vía pacífica, en los dos países más democráticos del continente: Chile y Uruguay. En ambos casos ejércitos institucionalistas, profesionalistas, y no tradicionales tropas gorilas tan difundidas en nuestro continente, echaron a pique el barco y la navegación de la revolución por vía pacífica. Costa Rica —la Suiza de América—, que no tiene ejército, se encuentra sacudida hoy por una vertiginosa carrera represiva, de organización y acción de bandas fascistas armadas, en el contexto de una desenfrenada crisis económica. Nadie se afilia ahora en Costa Rica a la hipótesis de una evolución pacífica de la revolución. A mi juicio la idea de la vía pacífica para la revolución en América Latina está ligada al reformismo.
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¿Tú piensas entonces que no existen, al menos para América Latina, dos vías de la revolución: la pacífica y la violenta? —No, no existen dos vías con posibilidades iguales. Afirmar esto es cometer un error muy grave, aun en el caso en que se trate de una mera afirmación en principio. Es igualmente un grave error manejar la cuestión de la vía de la revolución como un asunto puramente táctico, sujeto a imprevisibles variaciones. Ambos esquemas son un planteo eufemístico de la posición reformista, no revolucionaria, que enajena el papel de vanguardia del Partido Comunista. Desde luego, la vía armada de la revolución no excluye la lucha por la realización de las reformas socioeconómicas. Esta lucha juega un importante papel tanto en la educación política de las masas como en el esfuerzo por ampliar el abanico de los aliados en la lucha democrático-antimperialista. En la experiencia del PCS, los erróneos enfoques en ciertos aspectos fundamentales —menos que errores, debilidades teórico-ideológicas relacionadas con los problemas del poder, el carácter y la vía de la revolución—, junto con la influencia de las concepciones de nuestros aliados democráticos en el curso de la lucha electoral de once años, en la que participamos los comunistas, engendraron en nuestras filas esquemas e ilusiones reformistas. Deshacerse de ellos requirió una autocrítica franca y profunda, junto con la aplicación de medidas audaces y difíciles. 4. EL PCS Y LA LUCHA ELECTORAL ¿Que evaluación haces tú hoy de esa participación de los comunistas en la lucha electoral? —La participación del PCS en la lucha electoral fue acertada. La lucha electoral se había convertido objetivamente en la arena principal de la lucha política nacional desde 1964, sobre la base de la industrialización y del gran auge económico (1963-1968) que entonces se lograba, en el marco de los convenios del Mercado Común Centroamericano y después de la reforma legal que permitió la representación proporcional en la Asamblea Legislativa. No participar en la lucha electoral significaba colocarse de hecho bastante al margen de la lucha política y, además, abandonar las masas al control ideológico de la burguesía. 30
Es cierto que desde 1970 las organizaciones revolucionarias armadas, surgidas ese año, repudiaron la lucha electoral y se abstuvieron de participar en ella. Pero también es cierto, como lo reconoce hoy la mayoría de esas organizaciones hermanas, que el crecimiento y desarrollo de la lucha armada recibió no poca contribución proveniente de la politización y radicalización de las masas, a lo cual contribuyo la participación de los comunistas en las frecuentes contiendas electorales tres elecciones presidenciales y seis elecciones parlamentarias y municipales entre 1966 y 1977). La vida ha demostrado en El Salvador que la participación electoral de los comunistas hizo una grande contribución política al movimiento de lucha por la revolución y que, mirando desde hoy todo aquel período, se puede afirmar que el actual movimiento revolucionario, su programa, su línea es una síntesis de la lucha armada y de masas de las organizaciones hermanas, de sus elaboraciones ideológico-políticas, y de la lucha política y de masas y la línea del PCS. Hasta aquí tú has hablado de los efectos positivos de la participación del Partido en la lucha electoral, pero dime, ¿tuvo también efectos negativos? ¿No alentó de alguna manera el ilusionismo electoral? —A pesar de todo lo positivo de nuestra participación electoral es necesario reconocer que ella mantuvo vivas, y en cierto modo reforzó, las manifestaciones ideológico-políticas del reformismo en nuestras filas, empezando por la misma dirección, aunque nunca se adopto oficialmente la vía pacífica de la revolución. El movimiento electoral llevó a la mayoría del pueblo a enfrentarse al fraude, la imposición y la represión y así, en la práctica —no sólo para nosotros, sino también para las grandes masas—, se agotaron las posibilidades de la vía de las elecciones para democratizar y transformar al país. Nosotros sabíamos que así ocurriría y ayudamos a las masas a realizar el aprendizaje de esta verdad llevándola a enfrentarse con ella y realizando una propaganda esclarecedora sistemática. En la escuela insustituible de su propia experiencia, las grandes masas aprendieron a conocer el verdadero rostro de la dictadura militar reaccionaria, su fraudulento juego con las elecciones, se liberaron de las ilusiones que tenían 31
sobre la vía electoral y comprendieron que no hay otro camino para alcanzar la democracia, la justicia social y el progreso al servicio del pueblo que el derrocamiento por medio de la violencia revolucionaria de la dictadura, cada día mas sanguinaria y opresiva. Repito, los comunistas ayudamos conscientemente a las masas a realizar ese aprendizaje.
5. OBSTÁCULOS ORGÁNICOS PARA IMPLEMENTAR LA LUCHA ARMADA
En nuestras campañas electorales dijimos que no se debía esperar de las urnas el poder, que éstas eran un punto de paso en el camino y que el poder habría que conquistarlo con otra forma de lucha. Esto contribuyó a preparar las condiciones políticas para el viraje extenso, multitudinario de las masas hacia el apoyo de la lucha armada y la incorporación de un creciente número de sus componentes como militantes y combatientes de las organizaciones armadas.
—Lo principal de los obstáculos orgánicos consistía en que los cuadros del Partido, los cuadros de Dirección Nacional e intermedia, que son el cerebro, los huesos y nervios del Partido, de quienes depende decisivamente la elaboración y el cumplimiento de los acuerdos centrales, no sabían como organizar el paso a la lucha armada, ni como combinarla con la lucha política. Su formación era unilateral. Nuestros cuadros eran sumamente eficientes, e incluso innovadores, para desarrollar la lucha de masas no armada: para la propaganda, para la agitación, para el trabajo con los aliados democráticos, para el trabajo en las universidades, etcétera; pero cuando llegó la hora de implementar esta forma superior de lucha, no estábamos preparados para ello.
Pero llegado ese momento —febrero de 1977—y a pesar de que la Comisión Política del Comité Central acordó realizar el viraje de nuestro Partido hacia la lucha armada, que diera continuidad a la lucha política del pueblo, demoramos dos años en consumarlo. ¿Cómo se explica esa demora en implementar la lucha armada? —Tuvimos que hacer un gran esfuerzo analítico y autocrítico para encontrar las causas de esa demora. El éxito de ese esfuerzo pudo alcanzarse principalmente porque logramos eludir el método, frecuentemente practicado en circunstancias semejantes, consistente en echarse la culpa unos a otros en el Partido, o de culpar a otras organizaciones, con lo que de hecho se evita a menudo enfrentar la verdad y se llega en cambio a provocar fraccionamientos. El fraccionamiento habría podido marginar al Partido de la vida política del país. Las conclusiones del esfuerzo analítico del PCS pueden resumirse así: existían obstáculos ideológicos y orgánicos que chocaban contra las decisiones de realizar el viraje hacia la lucha armada.
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Tú ya señalaste anteriormente los obstáculos ideológicos, ¿podías ahora detenerte en los obstáculos orgánicos?
Teníamos una Comisión Militar, pero el conjunto de los cuadros del Partido, que es lo decisivo, no sabía como llevar a la práctica las orientaciones acerca de la lucha armada. Para superar este obstáculo, la dirección emprendió pasos audaces, basándose en los acuerdos del Séptimo Congreso, realizado en la clandestinidad en abril de 1979: se abandono la idea de que la Comisión Militar fuera la encargada de formar un aparato militar separado del cuerpo del Partido, una especie de dispositivo que debe salir de su misterioso escondite y entrar en acción cuando llega el momento. La vida demostró que de ese modo no puede crearse tan milagroso mecanismo. Los compañeros de la Comisión Militar no tenían la culpa, esa situación era el resultado de un defecto esencial en la política general para la formación de cuadros del Partido, política sin duda vinculada a las concepciones reformistas no derrotadas totalmente. Además, si la Comisión Militar hubiera logrado desarrollar ese tipo de aparato militar, hubiéramos tenido un tremendo problema. Por lo general, según la experiencia de otros Partidos, aquí mismo en el área centroamericana, esto termina en un enfrentamiento entre la Comisión Militar y el resto de las contradicciones entre las Comisiones militares y con el resto del Partido, independientemente de si unos u otros llevan la razón en cada conflicto concrete Se encuentra este problema en la incapacidad del conjunto del Partido para organizar y dirigir la lucha armada cuando llega el momento de hacerlo. 33
Este problema sólo podía resolverse convirtiendo al Partido en su conj unto en jefe y actor, no sólo de su lucha política, sino también de su lucha armada, haciéndolo el gran combinador y director de todas las formas de lucha. Para lograrlo tuvimos que tomar medidas audaces: hicimos que un número rápidamente creciente de los miembros del Comité Central, de la Comisión Política, de los comités intermedios y una masa grande de los militantes de base del Partido de la Juventud Comunista estudiaran los problemas de la lucha armada revolucionaria y se ejercitaran en el arte y la técnica militar, no para dedicar a todos ellos al aparato militar, sino para practicar la convicción de que la lucha armada del Partido debe ser organizada, realizada y dirigida por el Partido, por sus organismos dirigentes y de base. El acierto de aquella orientación se confirmo en los hechos. Nuestras fuerzas armadas se han multiplicado ya muchas veces desde los días siguientes al Séptimo Congreso, y lo que es más importante, combaten hoy en creciente capacidad y eficacia. Si nosotros no hubiéramos hecho este viraje orgánico, las masas habrían continuado tocando a las puertas de nuestro Partido, pidiendo incorporarse y no hubiéramos podido asimilarlas, excepto a unos cuantos individuos; el Partido habría quedado así excluido de la fila delantera de la revolución; quizá se habría dividido y liquidado. Si entiendo bien, entonces, ¿junto a las desviaciones ideológicas reformistas existía una concepción orgánica que favorecía ese reformismo? —Efectivamente, a las concepciones reformistas con respecto al problema del poder y la vía de la revolución venía unida la existencia de una estructura orgánica partidaria atrofiada, reformista también: nuestro Partido era capaz de organizar la lucha sindical, la agitación y la propaganda política, las manifestaciones de masas, las huelgas, las campañas electorales y demás actividades similares, pero no más; así sólo podíamos ser fuerza de apoyo, estábamos condenados a ser fuerza de apoyo.
6. RECONOCIMIENTO A ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS AL MARGEN DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS (1982) Tuve ocasión de leer una declaración de la Comisión Política del PC del 7 de enero de 1980 donde se hace una alta valoración de los otros grupos de la izquierda salvadoreña y se plantea textualmente que en los áltimos diez anos surgieron “otras organ izaciones revolucionarías que con gran hero ísmo y abnegación y sacrificio han enfrentado al enemigo comán y hecho avanzar en calidad el proceso revolucionario ”. Este párrafo me llamo la atención... — Con esta reflexión tú me permites desarrollar una idea que me parece importante en relación a la unidad de las fuerzas revolucionarias. Es curioso y sintomático que los Partidos Comunistas hayamos mostrado en los últimos decenios una gran capacidad para entendernos con los vecinos del lado derecho, mientras, en cambio, no logramos en la mayoría de los casos establecer relaciones, alianzas estables y progresivas con nuestros vecinos del lado izquierdo. Entendemos perfectamente todos los matices que van desde nosotros hacia la derecha, sus orígenes, su significación, etcétera, pero respecto a quienes están a la izquierda nuestra, no somos capaces de comprender la esencia misma del fenómeno de su existencia y características, ni su significación histórica objetiva, ni nuestras tareas hacia ellos. Los comunistas latinoamericanos no tuvimos, durante mucho tiempo, una línea consistente y sistemática para unir a todas las fuerzas de la izquierda armada. Quiero aclarar que no hay nada despectivo ni menospreciativo en la denominación vecinos del lado derecho; es solo un recurso para graficar la exposición de estas ideas. Los comunistas salvadoreños nos enorgullecemos y nos sentimos honrados por la amistad de una gran parte de estos aliados, firmes y consecuentes luchadores por los ideales democráticos, de independencia y progreso social. ¿A qué se debe esta mayor inclinación de los Partidos Comunistas hacia sus aliados de la derecha que hacia los de la izquierda?
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— En esto juegan su papel varios factores, desde luego; lo principal sin embargo es que, por lo general —aunque no en todos los casos—, los que a 35
nuestra izquierda empuñan las armas se comprometen en una lucha revolucionaria real, cometen muchos errores típicos del izquierdismo en sus planteamientos políticos, atacan duramente al partido de los comunistas, pero aciertan en un punto fundamental: trabajan obsesionados por organizar y promover la lucha armada, que en América Latina y en tantas otras regiones del Tercer Mundo ha demostrado ser la vía de la revolución. En la medida que persisten en su lucha —si sus errores no los hacen sucumbir o vegetar como grupos de catacumba o dedicados al terrorismo individual— aprenden poco a poco de sus reveses, corrigen sus errores políticos y se liberan por fin de su enfermedad izquierdista. Una correcta línea de lucha por la unidad de la izquierda impulsada por los comunistas podría acelerar o ayudar a surgir la corrección de los errores izquierdistas. Pero los comunistas no pueden jugar ese papel si no corrigen sus propios errores de derecha, su reformismo. Mientras no haga la corrección del reformismo, las relaciones entre los comunistas y la izquierda armada —haciendo a un lado toda retórica— se plantea en la práctica y en esencia, como la relación entre la reforma y la revolución; y esta claro que los reformistas pueden entenderse mejor con otros reformistas. Esa, creo yo, es la explicación de por que los comunistas latinoamericanos hemos sabido entendernos mejor con los que están a nuestra derecha que con quienes están a nuestra izquierda. ¿A qué se debe el surgimiento en la década del 70 en El Salvador de otras organ izaciones revolucionarias al margen del PCS? ¿Qué papel juegan sus errores y desviaciones en esto? — Entre las causas que hicieron posible el surgimiento de organizaciones revolucionarias fuera de las estructuras del PCS, tienen lugar importante los rasgos reformistas de su política, los cuales ya he puntualizado: su incomprensión de los problemas y posibilidades prácticas para organizar, y desarrollar la lucha armada en las condiciones de nuestro pequeño y densamente poblado país. Un documento aprobado por el Comité Central en marzo de 1968 prácticamente descartaba que se pudiera desarrollar la guerra de guerrillas, excepto para defender el poder revolucionario instaurado por medio de una insurrección general.
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Pero los errores y debilidades del Partido Comunista no son la causa absoluta del surgimiento de dichas organizaciones, como se ha alegado por algunos. Incluso si el Partido no hubiera cometido tales errores habrían surgido una o más organizaciones izquierdistas, como lo han demostrado otras experiencias, entre ellas las de los bolcheviques. Es que además de causas subjetivas existen también determinadas causas objetivas que tienen sus raíces en la estructura clasista y los fenómenos sociales propios del capitalismo en su nivel medio de desarrollo y particularmente del capitalismo dependiente, cuando el modo de producción y la superestructura estatal albergan residuos de formaciones sociales precapitalistas o del capitalismo inicial. En El Salvador, los procesos que empujaron una brusca expansión del capitalismo dependiente tuvieron lugar en los anos cincuenta y, sobre todo, en los sesenta. Estos procesos pusieron en escena a nuevos sujetos sociales, sin los cuales es imposible entender el abanico de todas las fuerzas políticas que hoy se enfrentan en El Salvador.
7. NUEVOS SUJETOS SOCIALES ORIGINAN NUEVAS ORGANIZACIONES ¿Cuáles son estos nuevos sujetos sociales que surgen en tu país con el desarrollo del capitalismo dependiente? — Los cambios en el esquema clasista abarcan a todos, dominantes y dominados, explotadores y explotados, pero me limitaré a examinar la cuestión de los nuevos sujetos sociales, que son los que aquí interesan. Surgió una nueva clase obrera mas calificada desde el punto de vista técnico, pero con una conciencia de clase mucho mas débil que la vieja clase obrera artesanal, producto de su reciente origen social campesino y pequeño-burgués provinciano; un proletariado y semi-proletariado agrícola muy resentido por su reciente proletarización y, por lo tanto, muy explosivo; un enorme sector marginal urbano producto de la emigración rural provocada por el desarrollo del capitalismo en la agricultura; y un importante sector pequeño-burgués 37
intelectual, también marginal, nacido de la expansión de la educación media y universitaria, que no tiene correspondencia con las capacidades ocupacionales que el establecimiento económico nacional proporciona. Crecieron, también, las capas medias urbanas en general.
reformistas en las filas comunistas y no contribuyó tampoco a la maduración del mismo Partido, si vamos a entender por madurez no la edad, sino la comprensión de la vida que nos rodea, la realidad social y política en que se esta inmerso y la capacidad para cambiarla.
Solo si se entiende esta cuestión de los nuevos sujetos sociales creados por la expansión del capitalismo dependiente se puede comprender que existe objetivamente la posibilidad del surgimiento de verdaderas organizaciones políticas revolucionarias fuera de las estructuras del Partido Comunista y que es propia de los países de capitalismo dependiente, mucho más que de los países de capitalismo desarrollado. Se trata de organizaciones que se adhieren al marxismo-leninismo, que se plantean las perspectivas del socialismo, pese a no estar vinculadas al movimiento comunista internacional.
En numerosos casos algunas de esas organizaciones izquierdistas no solo crecieron mas que el respectivo Partido Comunista, sino también maduraron antes que él y condujeron a los trabaj adores y a otras clases y capas populares a realizar victoriosamente la revolución democrática-antimperialista y se transformaron o se transforman hoy en el Partido marxista-leninista que encabeza la construcción del socialismo o la marcha hacia este.
Desde luego, no faltan los casos en que tales grupos degeneran incluso en despreciables reductos de provocación y diversionismo ideológico.
8. LAS IMPORTANTES CONDICIONES OBJETIVAS
En América Latina el discurso de estas organizaciones es muy similar al izquierdismo infantil criticado por Lenin, pero los sujetos no son exactamente idénticos. Estas organizaciones aparecen incluso donde hay Partidos Comunistas desarrollados y reaparecen aun después de ser derrotadas y aniquiladas físicamente. No son, pues, propiamente expresiones de la infancia del movimiento obrero y de los Partidos Comunistas, que se superan por el desarrollo de estos, sino que se repiten constantemente originando organizaciones con frecuencia mayores que los respectivos Partidos Comunistas. En la mayoría de nuestros países, estos son pequeños y poco influyentes, pese a que su promedio de edad esta alrededor del medio siglo. En América Latina este es un fenómeno recurrente que posee su propio sustento social mayoritario en la socie dad capitalista dependiente. De allí que si se analiza el problema solo atendiendo el discurso de las organizaciones surgidas al margen del Partido, se puede cometer el error de pensar: “realizando una lucha ideológica y política enérgica contra el izquierdismo, desaparecerán estos grupos izquierdistas o se reducirán a lo insignificante”. Ese esquema ha fracasado en América Latina, no condujo al desaparecimiento de las organizaciones izquierdistas, ni a la unidad de las fuerzas revolucionarias, sino al enfrentamiento de los Partidos Comunistas con las demás organizaciones revolucionarias, favoreciendo el fortalecimiento de corrientes 38
Pienso, pues, que tiene una gran importancia el análisis de condiciones objetivas sobre las cuales surge el fenómeno de proliferación de las organizaciones de izquierda. He tratado de bosquejar el problema, de plantearlo en el terreno objetivo. Estoy convencido, repito, de que entender esto es ya ganar más de la mitad, sentar más de la mitad de las premisas necesarias para elaborar una política correcta de unidad de las fuerzas revolucionarias y del movimiento revolucionario. Yo sostengo, pues, que independientemente de que los Partidos Comunistas cometan errores o no, existen raíces sociales en América Latina y otras regiones de similar desarrollo social en el mundo, para que surjan esas organizaciones. Esto se deduce de nuestra experiencia y no solo de ella; puede verse muy claramente esta verdad si se tiene en cuenta que el PCS fue durante cuarenta anos un luchador solitario por las ideas del socialismo y el comunismo, incluso la única organización de izquierda en el país (desde su fundación en 1930, hasta el aparecimiento de organizaciones de izquie rda armada en 1970). Durante cuarenta anos nuestro Partido sufrió más y durante más tiempo por su enfermedad reformista que por la izquierdista (que si lo afectó en algunos momentos) y, sin embargo, solo surgieron nuevas organizaciones revolucionarias 39
después de que el sustancial despliegue del capitalismo dependiente cambió el panorama social y engendró una nueva estructura clasista. Durante más de cinco anos el PCS realizó una activa polémica pública con los planteamientos y posiciones políticas de la izquierda armada. La característica principal del estilo y el método de nuestra polémica consistió en descartar la utilización de adjetivos en sustitución del análisis y abordar analítica, clara, persuasivamente y lo más a fondo posible temas fundamentales de las discrepancias entre nuestras líneas generales y entre nuestras concepciones ideológicas. Nos esforzamos en exponer y desarrollar nuestra política de alianzas, nuestra tesis sobre el carácter de la revolución, nuestra táctica en las elecciones, nuestra opinión acerca de la posibilidad de la real configuración del fascismo en las condiciones de América Latina (posibilidad negada por algunas organizaciones) y sobre el proceso concreto de fascistización de la vieja dictadura militar que se desarrollaba en nuestro país. Realizábamos nuestra polémica pronunciándonos a favor de la unidad de la izquierda y en el marco de una lucha expresa por alcanzar dicha unidad. Corresponde al PCS el mérito de haber enarbolado primero y defendido más sistemáticamente la bandera de la unidad de la izquierda. No obstante las virtudes de nuestra polémica, que sin duda contribuyó a esclarecer la temática histórico política que confrontaba el movimiento revolucionario democrático, hubo en ella una debilidad; el tema de la vía de la revolución no fue abordado, la dialéctica relacionada con el poder y el programa económico-social, solo fue abordado en los días siguientes al triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Este vacío en la temática de nuestra polémica no fue casual: resultaba de las amarraduras reformistas a que me he referido antes. Por ultimo, me gustaría aclarar que el PCS no es el único destacamento del movimiento comunista latinoamericano que realiza este fundamental viraje revolucionario. Son varios los Partidos que en Sur y Centro América aceptan el reto de la lucha armada y de la unidad de las fuerzas revolucionarias. Esta es la salida ya en marcha de una larga crisis de nuestro movimiento y el peso que este agregara a la lucha por la revolución, una vez sanado de sus enfermedades, Sera muy grande. 40