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Yisela Rivero Álvarez
YANET YISELA RIVERO ÁLVAREZ (Bolivia)
Nació en Beni, Bolivia el 13 de diciembre de 1964. Creció en Warnes, Santa Cruz, Bolivia. Abogada, periodista y poeta. Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno de Santa Cruz, Bolivia. Realizó la maestría en Historia Cruceña y la maestría en Derecho Empresarial y de los Negocios Internacionales. Fue directora del periódico “La Enconada” y “El Norte Cruceño” y directora de la revista “Pecuaria”. Tiene varias publicaciones, en varios medios de comunicación, entre ellos en “Mundo Revista”. Colaboro como analista de obras literarias. Libros de poesía: Pasión, ternura y algo más (2001), Mas allá de la espera (2003) y Dialogo de los amantes (2005), Y tejí un sueter con tu ausencia (2013) Poemas suyos figuran en la colección Breve poesía cruceña II (2005).
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MIS DOS NACIONES (poesía) Yanet Yisela Rivero Álvarez
Yo nací en el campo, rodeada de verde y arboles muy altos, con flores silvestres y gente muy franca, el sol de diciembre alumbrando fuerte, meneando la cola muy alborotados los perros ladraban mientras yo llegaba, a ese pueblo hermoso perdido en la nada.
Yo nací en Loreto donde hubo un milagro, el llanto sufrido de su Virgen Santa, dónde el rio Tico no muy corrientoso permite que todos naden en sus aguas y sirve de nexo hacía otros lugares.
La gente es auténtica, pues es espontánea, todos desprendidos con los alimentos y no es que haya demás, es sólo costumbre de agradar a quienes van a visitarte, un café a la siesta con un buen masaco, quitar el calor con un guarapo fresco, sentirnos parientes, vecinos, amigos, brindar confianza!
Quiero recordar algo que sea triste, más es imposible no puedo con eso, bañarme en el rio y traer agua a la casa, sembrar nuestras huertas en chapapas altas, recoger los huevos todas las mañanas, subir por guayabas y ayudar en casa.
Mi madre del Beni mi padre de Warnes, pensaron de pronto que el futuro estaba en la ciudad grande, Santa Cruz, la altiva la majestuosa, muy hospitalaria nos recibió amable.
El tiempo pasó, aunque sin prisa, la gente era igual tranquila armoniosa,
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juguetona alegre, en sus carnavales o en sus días de fiesta, franca y generosa, cómo las personas que dejé en mi pueblo y a quienes evocó con memorias limpias.
Recuerdo la brisa fresca, perfumada con las flores libres nacida en las calles, calles arenosas, calles polvorientas, calles tan sencillas cómo aquellas almas que la transitaban y dónde sólo él viento era suficiente, para perfumarlas y peinarla a veces.
Cuando al evocar tan gratos recuerdos, siento percibir ese aire tan fresco, ligero y tan tibio, como él corazón de esa hermosa gente.
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