Fyra Nerea Lisboa Ana Palaniuk Sab Sognatore Loga Treclau
Prólogo “La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.” - Jack Kerouac.
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“Hay que estar siempre borracho. Todo está ahí: es la única cuestión. Para no sentir el horrible fardo del Tiempo que te rompe los hombros y te inclina hacia la tierra, hace falta emborracharse sin parar. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que quieran. Pero emborráchense. Y si alguna vez sobre las gradas de un palacio, sobre el pasto verde de un foso, o en la soledad melancólica de sus cuartos se despiertan, la borrachera ya atenuada o desaparecida, pregúntenle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que se escapa, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle la hora; y el viento, y la ola, y la estrella, y el pájaro, y el reloj les van a contestar: "¡Es la hora de emborracharse! ¡Para no ser los esclavos mártires del Tiempo, emborráchense sin parar! De vino, de poesía o de virtud, de lo que quieran". - Charles Baudelaire.
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Norte
(Sab Sognatore)
Y degradarte el pecho en tonalidades grises y azules, para que veas las marcas de carmín que dejas, puta. Y quemarte los labios a besos como si no hubiera mañana para que no puedas pronunciar mi nombre, para que no puedas tentarme a volver, a volverte. Y llenarte las manos de vacíos, de silencios, de los pedacitos de corazones rotos que has dejado por tu camino a vete tú a saber dónde, para versarte todas las cicatrices que tienes a medias, a tintas, a curarte cada gota de sangre y abrirte las historias que no querías haber empezado. Y que te crezcan los otoños en los pulmones y que cada respiración suene como hojas secas, como a cartas quemadas de amantes prohibidos, como a las cenizas pisadas por promesas después del sexo. Como llenarte las grietas de los labios de sal y morderte después para aliviarte. Como venganza a cada latido que me has dejado a medias, aullidos de placer y gemidos a modos de despedidas que jamás hubiéramos sido capaces de pronunciar. Un adiós. Por los orgasmos a medias, a oscuras, en silencio. Por los esos deseados y guardados, y quemados por las ganas calladas. Por los miedos que se balancean entre nuestros huesos favoritos. Por las noches vomitando todas las negativas de una sociedad enferma. 3
Porque siempre estás ahí, con tu frío. Con tus manos, con tu azul. Con lo que cicatrizas, con lo que curas, con las heridas que abres. Y con las que besas sin miedo a mancharte de sangre. Porque, norte, eres la cura y la herida, la locura y la cordura, el amor y el odio, el beso y la despedida, las ganas y el miedo, lo nuevo y lo que se olvida. Porque eres magia de azules y grises cuando abres el corazón que versas, que lates. Porque eres.
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Sur
(Ana Palaniuk)
Tiene la iguana atravesada completamente en su garganta de niña de siete años. Apenas puede respirar pero tampoco quiere compartirlo con el resto. Es ella y su iguana: Como el monstruo del que te encariñas y decides no desprenderte, como esa parte oscura que te escuece en el pecho cuando el cielo está gris pero tampoco cambias, como las manecillas del reloj gritando el ruido que tanta fobia te da pero que no te preocupas de levantarte y quitar. Porque sabes que está ahí, tú en tu sitio, rostro serio, ojos caídos del cansancio, sonrisa tiritera. Siete años y ya con una iguana atravesada en la garganta. “Es la muerte”, le dijeron. Y ella decidió no decir absolutamente nada a nadie, no llorar, no musitar un “me habría encantado despedirme de él”, no nada. Perdió al hermano que llevaba siempre de la mano cuando correteaban por el césped pero decidió un no-nada. Entonces apareció la iguana. Al principio no sabía de qué se trataba. Notaba un picor extraño en la garganta, un bulto fue creciendo poco a poco. Lo descubrió al toser con fuerza un miércoles. Tocó sus ganglios y ahí estaba, entre ellos, una bola con lo que parecían pinchos apretando su infanta piel. Desde ese día le dijo a su madre que quería usar bufandas, y ella no se sorprendió a pesar de ser verano: Ya no escuchaba a nadie, tampoco a la única hija que le quedaba. Los días fueron cayendo como caen los copos de nieve en mitad del bosque de Sigur Rós y ella, siete años, ojos verdosos, tez pálida, manos inquietas, tenía una iguana atravesada completamente en la garganta. 5
Apenas podía disimular a la hora de decir un “no” a los niños que le molestaban en el parque. Abría su boca de siete años y salía disparada como si se tratara de cazar una gacela y el caimán tuviera su oportunidad: Una lengua de iguana rozaba sus dientes y asustaba a todo aquel que lo descubría. Por eso decidió marcharse. Desde que supo leer dedicó día y noche a memorizar recortes de revistas sobre el Desierto de Atacama. Pensó inocente, con las manos sujetando la iguana de su garganta, que ahí las dos podrían ser felices, juntas. Que si había aparecido era por una buena razón, que aunque todos dijeran que era la muerte ella sabía que era un síntoma de vida, que ya no necesitaba la sombra de su mamá al final del salón. Ya-era-mayor. Llenó una mochila con bocadillos, su peluche Pucho y un pañuelo para la cabeza, robó pidiendo perdón a Dios –por si existía y estaba mirándola- los ahorros de su madre y fue directa a la estación de bus. No se volvieron a ver sus ojos verdosos en aquella habitación.
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Este Este
(Loga Tréclau)
A Pompeii le huelen las clavículas a libro viejo, guarda las catástrofes entre costillas y tiene una máquina de escribir por pecho. Se ha enamorado tantas veces de las alturas que ha (des)aprendido la palabra vértigo. Tiene fobia a las prisas, a las no-sonrisas y a los libros de segunda mano sin subrayar. Entra en las bibliotecas y deja botellas con poemas en las estanterías para que algún amante de la literatura italiana le rescate de la tumba de la realidad. 7
Pompeii se viste cada día como si se fuera a acabar el mundo o como si fuera a encontrarse el amor de su vida. Más o menos lo mismo. Por serendipia, se chocó con Este: tenía los ojos color desolación, una sonrisa que provocaba terremotos, unas manos luz faro y una tempestad en el ombligo. Despeinado, recitaba a Dante con una copa de vino Dolcetto en la mano. Parecía que todas sus grietas habían encajado a la perfección con las de Pompei: “Conjuga conmigo en presente”. Cansados de fugaces, enamorados de infinitos, pidieron fuego a la vida y no exactamente para fumar.
“Quiero sacarte a bailar y alquilar tu pecho tanto tiempo como el que Penélope esperó a Ulises. Deshiláchame los miedos por las noches”. Se deseaban contra todas las ruinas y contra todos los declives. No encontraban ningún defecto que lamer que no les gustara. Juntos, las ropas quemaban: “ven, que te la quito”. Se desnudaban dirección calle Coratione piso Ventrículo número Izquierdo. Todas las noches se susurraban antes de morder: “Bajemos todas las persianas de casa para que nunca amanezca”. Y cuando bailaban en horizontal, todos los gatos callejeros se morían de envidia. Las sábanas fueron murallas que sólo Vesubio podía destruir. Y el volcán era tan ambicioso que quiso conquistar cada milímetro de su cama. Setenta y nueve días después del primer hálito, Este subió las persianas, Roma en viceversa dejó de ser infinita y las grietas se volvieron portazo. Se rompió tan fuerte la estructura que sostenía en pie a Pompeii que hasta los sordos escucharon el derrumbamiento. La fina lluvia de cenizas se deslizó por su cara, las piedras volcánicas se adueñaron de cada uno de sus músculos, los vapores de azufre se filtraron por sus teclas y el techo de su habitación cayó sobre sus catástrofes. Muerto por fuera y latente por dentro -o al revés-. 8
Oeste (Nerea Lisboa)
Oeste llegó a mí con las manos ensangrentadas. Me miraba con ojos golosos la mayoría del tiempo, como si quisiera pedirme algo aunque no hiciesen falta nada más que una mirada. Oeste llegó a mí una noche de lluvia intensa en la que no había luna. Llegó tambaleándose de un lado a otro hasta que me encontró, sentada en la fría acera esperando a que pasase algo que cambiase mi vida. Entonces apareció Oeste, con la nariz partida y las manos llenas de sangre. Le abracé nada más verle porque sentía que lo necesitaba, aunque todavía no sé muy bien si él o yo. Simplemente le abracé y le quité con los dedos la sangre seca que había bajo su nariz. Me susurró su nombre, y yo le susurré el mío. Lo acompañé hasta una tienda veinticuatro horas y le compré una botella de agua y un par de snacks de chocolate. Oeste lo devoró todo sin pensárselo dos veces y después me dio las gracias susurrándome de nuevo, con una voz triste y rasgada que hacía que pareciese mucho más débil de lo que me había parecido en un principio. Oeste llegó a mí con dolor en los nudillos, con la garganta rota de tanto gritar auxilio cuando nadie le oía, con las costillas partidas de tanto luchar contra sí mismo, con los pies hastiados de caminar sin rumbo fijo, con los ojos grises y tristes, con la nariz partida, con las manos ensangrentadas.
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No necesité nada más que una noche y una visión rápida de la situación para saber que Oeste era la parte que me faltaba a mí. Que Oeste podía ser mi cuervo negro, esa otra parte de mí que está escondida en lo más recóndito de mi cuerpo. Esa parte que siempre he querido mantener apagada para que no saliese a la luz. Oeste era valentía, debilidad, agallas, coraje, tranquilidad. Oeste era todo lo que necesitaba para cambiar de vida, Y llegó a mí con la nariz partida, Y las manos ensangrentadas.
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Agua Agua
 (Ana Palaniuk)
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I. Byrja. Mis tobillos hablan de mar, de vida.
¿Cuánto tiempo queda para que lleguemos?
Noto los peces acariciando mi cuerpo desnudo.
Ya estamos al lado, no dejes de mirar por la ventanilla.
Deslizo la lengua por mis labios: Saben a sal.
¡Mira mamá! ¡Ahí está, es el mar!
Donde el tiempo deja de existir, donde las palabras pierden peso.
¡Corre! ¡Aparca! ¡Tenemos que acercarnos!
Donde el cuerpo se eleva. Donde el alma nace y sale a flote.
¿Y mis prismáticos? ¡Voy a ver una ballena!
Donde la brisa nos acaricia los párpados y absolutamente to-do, deja de importar.
¿Sabías que era así de bonito? ¡Es como en mis cuentos!
Donde somos realmente libres.
Mamá… ¿Por qué lloras? ¿Mamá? 12
II.
Ferðast.
“Llevábamos buceando nueve días y comencé a pensar que realmente de quienes huíamos era de nosotros mismos. Apenas podíamos mover las articulaciones. Todo cuanto veíamos, presentaba similar paisaje. Azul verdoso distorsionado si mirabas al más profundo fondo, verde, rojo, amarillo -incluso- morado si observabas el coral. Nos encontramos con más de los “nuestros” pero en ningún momento decidimos frenar si no era para otro asunto más que para dormir y continuar con el ritmo. Nueve días sin comer y notaba cómo mi cuerpo perdía peso. Cómo perdía peso el cuerpo de Jónsi. A pesar de eso luchaba contra las corrientes marinas, con menos fuerza, pero luchaba…”
III.
Friður.
Las gotas chapotean acariciando el iris cromático de nuestras mejillas. Llueve. Llueve y mis manos y tus manos y mis manos y. Llueve. Llueve y el piano y tu boca y mis manos y tus manos. Llueve. Llueve y se nos ha olvidado cómo era la tristeza o a qué sabían los domingos. Llueve y no sabemos quiénes somos ni por qué estamos aquí pero sonreímos al hacerlo. Llueve y Madrid es menos Madrid, más Madrid, más mis manos y tus manos y mis manos y tus manos y. Llueve. 13
Que a qué saben las nubes, a qué saben los lunes, por qué son blancas, por qué hay arcoiris, por qué vivimos aquí, cuándo nos vamos a ir, cuándo vamos a tener una furgoneta para aquel viaje del que siempre hablamos sin equipaje, cuándo vamos a dar la vuelta al mundo en nuestras sábanas, cuándo vamos a sacar la cometa, cometa que nos lleva junto a ella y nos deja tocar las estrellas, estrellas que nos dejan y se van para ser ellas. Llueve. Llueve y mis ojos parecen Islandia. Tonos agudos, violines desafinados que cantan al mismo compás. Desaparezco entre las gotas que se disuelven en el cristal. Desaparezco entre tus brazos encontrando ese hueco que me da tanta paz. Y llueve. Llueve y mis manos y tus manos. Y mis manos y tus manos. Y mis manos y tus manos…
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IV.
Kveðjum. Hasta el fondo del mar.
Creo que hay personas que no deberían morirse nunca. Y no es justo. Y pataleo. Tú no. Tú no lo merecías. Eras pequeño. Vuelve. Y no es justo. Y pataleo. Tú no.
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Tierra-húmeda (Nerea Lisboa)
Hojas mudas y tierra húmeda. Hojas llenas de silencio, rencor, desidia. Hojas llenas de hastío, rutina, reproche. Hojas secas adornando mi coraza. Hojas como mis ojos, mirando lo que yo no puedo ver. Hojas agrietadas, putrefactas. Hojas simulando un corazón. Hojas mirando de reojo. Hojas silbando para que vuelvas. Hojas tapando tu cuerpo desnudo. Hojas.
Todo lleno de hojas. Tierra húmeda como colchón vacío, como miedo al compromiso, como obstáculos que esquivar. Tierra húmeda mirándonos desde las sombras, oliendo cada poro de nuestra piel, invitándonos al odio. Tierra húmeda comportándose como nosotros. Tierra húmeda habitando lo que ya no es nuestro. 16
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Aire
(Loga Tréclau)
Aire, necesito pedirte disculpas. Sabes que no soy buena en esto de expresar sentimientos. Soy un témpano de uno sesenta y tantos que fue cortejada por ti, pero sin llegar nunca a derretirme. Ni siquiera era consciente de que lo querías. Que incluso me querías. No entraba en mis planes que todo volase por los aires y acabases cayéndote tú. No entraba en mis planes que el fin fuera doloroso, pero sabía que esto se iba a terminar tarde o temprano. Y aunque suene feo, duró todo demasiado. Y quizá por eso te asfixiaste. Quiero pedirte perdón por no poder volver a ser ese recuerdo feliz que usas al llegar el huracán, que usas cuando cierras los ojos porque el exterior se ha vuelto también negro. Quiero pedirte perdón por dejar de ser esa lluvia que penetra en tus hendiduras y produce flores. Siento que no me puedas volver a mirar ni un maldito instante porque duele. No sabes la rabia que me da cambiar los soplos olor marihuana por los ojos húmedos, cambiar la respiración entrecortada en camas por ‘te echo de menos’.
He rezado que el elemento más bonito eras tú, Aire. Que eras mi preferido, que ninguno me abrazaba mejor, que contigo todo era como tenía que ser.
Soy una jodida mentirosa. 18
Lo siento, te he mentido sin querer y queriendo mentirte. No podía admitirme a mí misma que cuando el viento bailaba con mi vestido, no pensaba en ti, Aire, sino en la brisa del Mar. Supongo que ahora entiendo el porqué me da tanto pavor el agua. Lo mejor, da miedo. Y tú nunca me has asustado. Tú siempre me lo has puesto todo sencillo. (Pero nunca me ha gustado la vida así.)
Aire, necesito pedirte disculpas. Pero no te merezco.
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Fuego (Sab Sognatore)
Atardecer a deshora, despertarse con el corazón frío, perder los latidos entre las mismas sábanas rotas de cada noche.
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Cruzarte con oportunidades y esconder la mirada, callarse las ganas por miedo a más. Escapar de los colores vivos por si el gris del corazón desaparece, llenarse las manos de sangre, ajena o no, pero de rojo, como teniendo las venas por fuera, como queriendo sentirnos dueños de latidos que no nos corresponden,
pero sí. El miedo a pisar cristales rotos de la botella de alcohol que se rompió anoche, como si así pudieras purificar el cuerpo de todas la mentiras analgésicas que nos dijimos entre trago y trago, repitiéndolas a cada arcada para que se grabase mejor. Acabar con las heridas curadas por dentro, sangrando desde fuera, inundándonos las ganas de todas las putadas que siempre hemos intentado tapar, llamándolas verdades, golpes que da la vida.
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Qué ingenuos somos. Qué vacíos nos quedamos de tantas palabras que vomitamos.
Pero seguimos insistiendo en llamarnos: seres vivos.
vivo, va Del lat. vivus. 2. adj. Dicho del fuego, de la llama, etc.: Avivado o ardiente. La brasa viva.
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Bilis negra (Nerea Díaz)
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parte I - abatimiento La conocí con las manos temblorosas y el cabello cano. Tenía los ojos de ciervo: brillantes, melancólicos, expectantes de lo que pasaba a su alrededor a pesar de no poder disfrutarlo. Apenas podía moverse y siempre le costaba respirar. Pasaba la mayoría de las noches aullándole a la luna maldiciéndose de esa enfermedad que la estaba debilitando por dentro. Una anciana atormentada arrepintiéndose de no haber sido feliz en el tiempo que pudo serlo. Cuando la conocí, siempre miraba a los ojos. Las pocas palabras que decía eran de un tono áspero y arisco. Le temblaba todo el cuerpo con el invierno, y cuando llegaba el sol del verano, no dejaba que le acariciasen la piel. Su cuerpo era su único hogar en aquel momento. Pasaba los días mirándose al espejo viendo como su cuerpo, su rostro, sus manos, se iban debilitando con el paso de los días. Su piel había pasado de tener brillo a convertirse en un pálido mate. Tenía todo el rostro lleno de arrugas de expresión, de vejez, de muerte. Todas las mañanas recogía flores y las colocaba en un jarrón de cristal rallado. Todas las mañanas escuchaba Nessun Dorma como si eso fuese lo único que le daba fuerzas Ella se había convertido en un delicado copo de nieve en el suelo de algún bosque, Se había convertido en un animal herido que no quiere que nadie se le acerque. Respiraba, Para al menos, morir luchando.
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parte II - somnoliento Tengo sueño. Hoy no, de verdad, hoy no. No quiero salir de la cama. Me pesan los párpados. Déjame. Quédate. Vete, no quiero hablar con nadie. Huye de mí. Solo soy escoria. Tengo sueño. No necesito nada, no quiero nada, no puedo con nada. Quiero cerrar los ojos, me pesa el mundo, mi espalda está cansada, mi cuerpo está cansado. No, no quiero nada. No necesito nada. Olvídate de mí. De verdad, vete. Quiero quedarme aquí. No, no quiero salir. No, tampoco necesito la luz del sol. En serio, vete. Huye. Corre. Tengo sueño. Por favor, no me preguntes más. Cierra la boca. Cállate. Vete. ¿Por qué te has quedado? Vete. No quiero hablar contigo. No quiero hablar con nadie. Por favor, vete. No preguntes. Baja la persiana, no quiero luz. No quiero nada. No me mires de esa forma. No, no soy una vaga. No me mantengo en pie. Me pesan las piernas. No me hagas preguntas que no sé responderte. No. No. No quiero nada. Tengo sueño. No es una excusa. No, tampoco estoy depresiva. O si. No, no lo sé. Cállate. Vete. Quiero estar sola. Apaga la luz. No quiero moverme. No quiero levantarme. Me pesa el cuerpo demasiado. Me sangran los ojos por dentro, ¿lo ves? No quiero sol. No quiero aire. No quiero nada más que silencio. Vete. De verdad, vete. Cállate. Deja de insultarme. No me entiendes. No entiendes nada. Vete.
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parte III - depresiva No me reconozco en el espejo, y no me sorprendo. ¿De verdad me he convertido en todo este manojo de harapos y cabello despeinado? ¿De verdad son mías estas ojeras que me tapan la cara entera? No me reconozco, ¿qué me ha pasado? Las piernas me pesan, pero supongo que es normal. La tristeza solo es un sentimiento de dolor que se manifiesta con un estado de ánimo pesimista, pero yo no soy pesimista, ¿no? Madre mía, ¿esta soy yo? ¿cuándo he cambiado tanto? La última vez que me miré en éste espejo no tenía estas curvas, ni estas estrías, ni estas cicatrices. ¿Cuándo he cambiado tanto? Dios mío, estoy horrible. ¿Por qué nadie me ha dicho nada? Me duelen los pechos, y la barriga. Los muslos han engordado, mi pecho ha crecido, mis hombros están más altos. Tengo más arrugas, y más ojeras, y las venas de las manos más marcadas. Esta no soy yo. ¿Dónde está mi cuerpo? Quiero mi cuerpo. No puede ser real. El pecho me sigue creciendo, por dios, quiero que pare. Quiero que se detenga, no quiero cambiar tanto. ¿Eso son canas? ¿Qué me está pasando?
Cambios… cambios…. cambios...
No quiero salir a la calle. Si me encierro nadie me verá con este aspecto, ¿no? Nadie me preguntará qué me ha pasado, ni me dirá lo mucho que he cambiado de golpe. No quiero que nadie vea que mi cuerpo ha evolucionado, que ahora tengo curvas, y pechos, y trasero. No quiero que se fijen en mis canas, ni en las venas de mis manos. ¿Por qué este cambio? Me estoy haciendo vieja. No quiero salir. Si me encierro no van a preguntarme. 26
¿Por qué me acuerdo de personas que ya no están conmigo? ¿Por qué me acuerdo de sus manos? No. Quiero que pare. ¿Por qué me duele todo tanto? ¿Por qué estoy llorando? Quiero que pare. ¿Por qué me llaman exagerada cuando digo lo que siento? ¿Por qué me han mentido todas esas veces? ¿Me han dicho la verdad alguna vez? No puedo respirar. Me ahogo. No. No quiero. Por favor, que pare.
..…
Silencio. La música está sonando y no quiero levantarme. No puedo levantarme. Soy un cúmulo de órganos muertos, un cúmulo de hastío, de inutilidad. No sirvo para nada. No quiero levantarme, es mejor el silencio. Me callo. Cierro los ojos. Todo está negro.
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Sangre (Sab Sognatore)
Estoy a un tris de denunciarte por acoso de latidos, joder, sal de ahí. Hoy te he dicho “para”, has pensado que era para que te callaras, lo que no sabías era que te pedía que parases de mirarme cada vez que me doy la vuelta. A la próxima te lleno los labios de todas las putas cervezas que me he bebido en tu nombre. O para olvidarlo, cabrón, que has entrado cuando tenía la puerta abierta para ventilar este olor a amor podrido que dejaron otros. Me estoy viendo venir, dejándote llegar. Ahí está el olor a podrido, de nuevo. No te acerques a mí, chico. Te diré a qué sueno cuando me callo; sueno a tormenta en alta mar sin ningún superviviente.
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¿Quieres arriesgarte? Porque perderás, y te perderás. Porque yo ya estoy perdida y juego todas mis cartas a ganar vidas para perderlas a sorbos en copas altas, rotas, con pequeñas gotitas de sangre correteando por ellas. No me vas a encontrar sentido, ni en verso ni en prosa, nunca llevo sentido, ni sentimiento, ya no. Qué te estoy contando. Te diré una cosa, chico, las tormentas de alta mar son preciosas si las ves con el corazón a salvo, las manos calientes y los labios enteros, pero créeme, como creen los jóvenes a los viejos lobos de mar, cuando te digo, que esas tormentas solo logran deshacerte el corazón pedacito a pedacito, sin compasión pero con un ritmo magnífico de orquesta que acompaña a un funeral . No son tan bonitas cuando te abren grietas en los labios como el mar cuando golpea contra las costas más abruptas del país, no es bonita cuando te llena esas heridas de sal, como mirándote a los ojos y diciéndote que se arriesga a que no le olvides jamás, como una puta bonita que sabe que deja siempre con las ganas.
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LĂĄrgate, chico, que todavĂa estamos a tiempo.
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Flema (Ana Palaniuk)
La náusea cuelga de mis manos como colgaron todos los “si quiero pero no puedo” que nos atrevimos a decir. Gracias a ti, por irte, trocito de apatía desnudo, indiferencia bailando la nada, ojos de muerto en cuerpo de vivo, cadáver sin féretro del que poder salir. Tenías cuernos de alce y esnifabas nieve en mitad del bosque rodeado de silencio, pájaros que no querían cantar y nubes blancas amenazando más polvo mágico. La náusea colgaba de mis manos pero esa vez decidí sentarme contigo y ver cómo pasaba ante nuestras cuencas vacías la psicodelia hecha de plastilina. Gracias por irte, trocito de tragedia a punto de suceder, lluvia sin agua del cielo, canción interrumpida en el momento adecuado de sonar.
Podría vomitar una y otra vez -hasta quedarme con la yema de los dedos desgastada- todos los fantasmas que abrazaron mi cuerpo desnudo de valentía en las noches más llenas de duda. Podría escribir en más de sesenta cuadernos cómo cogiste la nieve, cómo cerraste los ojos, cómo manchaste mi-nuestra vida de apatía. Podría recrearme en ti, en mí, en mi yo del pasado, en todo lo que no ha existido pero he convivido con ello, en Sombra que me mira una y otra vez a través del espejo, en la voz que no cesa, en el árbol que se cayó justo cuando miré por la ventana, en la ventana de la planta número cuatro del hospital al que nunca quise ir, en el tambaleo estático de aquel enfermo en mitad del pasillo, en las pastillas, las pastillas, las pastillas, el no poder dormir, el no poder bailar, el no poder, el no poder, el no poder más. 31
La náusea asoma como una legaña a punto de suicidarse a las 7.03 de la mañana en los párpados de la niña que se olvida cada noche de cómo se sueña. La flema sabe a dulces recogidos del suelo tras una fiesta de máscaras matutina. La flema sabe a bosque mecido en niebla y frío. La flema sabe a nada. Sabe a todo. Sabe a Apatía gimiendo desnuda sobre mi cuerpo, sin llegar al orgasmo, tiritando de excitación –dice- aunque siempre creí que fue de miedo.
Podría tararear al miedo este día grisáceo una canción de amor para que se quede pero marchándose. Podría cantar al miedo a no ser nadie, al miedo a serlo todo, al miedo a que se vayan, al miedo a que se queden, al miedo a no reconocerme, al miedo a no reconoceros, al miedo de no ser yo a pesar de serlo, al miedo de no saber qué está pasando o por qué lo estoy haciendo.
La náusea cuelga de mis manos como colgaron todos los “si quiero pero no puedo” que nos atrevimos a decir. Trago mi flema abúlica de emociones. Me atrevo a seguir.
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Bilis amarilla (Loga Tréclau)
Estoy cansada. Cansada de “no vayas sola por la calle”. Cansada de “la culpa es tuya”. Cansada de “bailas para provocar”. Cansada de “calienta pollas”. Cansada de "no vayáis de víctimas". Cansada de “las mujeres estáis demasiado protegidas, no sé de qué os quejáis”. Cansada de “puta”, “zorra”, “guarra". Cansada de “estás demasiado usada para que te quieran”. Cansada de “no deberías hablar de sexo, sé una señorita”. Cansada de la censura del pecho femenino. Cansada de que te miren mal si no llevas sujetador. Cansada de “ponte ropa que te tape más”. Cansada de “una verdadera mujer no viste así”. Cansada de “qué artificial eres con maquillaje”. Cansada de “cómo van a intentar descubrir tu mente con la piel que enseñas”.
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Cansada de "rosa para niñas y azul para niños". Cansada de “eres una niña, debes hacer ballet, no karate”. Cansada de “para ti muñecas y para tu hermano coches”. Cansada de que la sociedad acorte la infancia de las niñas por la excesiva sexualización. Cansada de “siéntate como una señorita”. Cansada de “las mujeres deben depilarse”. Cansada de “pegas como una niña”. Cansada de “llorar es de nenazas”. Cansada de “vistes como un hombre, marimacho”. Cansada de “qué borde, ¿estás con la regla?”. Cansada de “no quieres follar, qué estrecha eres”. Cansada de “quieres follar, qué puta eres”. Cansada de que las mujeres salgan fuera de casa, pero a los hombres no se les explique que pueden entrar. Cansada de tener que enseñar a las mujeres a protegerse en vez de enseñar a los hombres a no violar. Cansada. Jodidamente cansada. Pero en pie. Y en posición de lucha.
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Agradecimientos NEREA LISBOA Quería darle las gracias a Álex por apoyarme en todo momento, por confiar en mí y por ser mi lienzo en blanco. También darle las gracias a Ana, Loga y Sab por confiar en mi capacidad de crear y por poder compartir con ellas un trocito de mí misma reflejado en estas páginas. ANA PALANIUK Podría decir que en el camino que lidio cada día con la flema –véase “Apatía”- me acompañan varias de las personas más importantes que me he cruzado. Patt, la chica cósmica, capaz de entenderme en mil idiomas hablando únicamente en uno. Japonesa, que incluso desde tan lejos pudo sacarme la mayor sonrisa del mes con lo que guardó en un pequeño paquetito lleno de adornos. Paula, esa hermana pequeña con la que poder luchar cada batalla, dispuesta a estar a pie de cañón sea lo que sea lo que venga detrás… Supongo que cada una a nuestra manera somos capaces de tragar la flema y seguir con lo que realmente queremos. No os rindáis. Al igual que Misan, allá donde esté pero estando, que conoce varios de mis fantasmas y aun así sigue ofreciéndome un hueco en el hogar siempre que lo necesite. Gracias a Nerea, Sáb y Loga por subirse al barco de los proyectos conmigo, sabiendo mis contras, ojalá este sea el primero de muchos y todas disfrutemos como niñas abriendo los regalos en la madrugada del día de Reyes. 35
Y sobre todo, gracias a Loga por trabajar en el diseño que tenemos entre manos, en nuestras pantallas. Por amar tanto el arte y querer hacernos partícipes de él. Gracias a Gab por aguantar mis “Can I Read You a Poem?”, por mantenerse firme a mi lado vengan los monstruos que vengan en la noche, por ser él en todo momento y llenar todo de vida a pesar de mi miedo a la muerte. Supongo que mi familia, en cierto modo y sin saberlo ellos, son los culpables de que escriba una y otra vez. Gracias. A los niños por llenarme de ilusión, a los abrazos inesperados y la unión que sigue en pie. Peter Blom, contigo cualquier agradecimiento se queda corto. Gracias por prestarme tus ilustraciones para este proyecto, por ser luz y oscuridad, por recordarme que buscara mi forma de ser y que eligiera. Por ser Holden y hacerme sentir Phoebe, por no rendirte. Y por último pero no menos importante, ya que sois el impulso para seguir escribiendo, gracias a todos los que me leéis a través de las redes, del blog, que me escucháis en recitales, que me decís que os ha gustado lo que escribí: Sois la emoción de hacer todo esto. Casa-bar, trazo y trozo de vida, paredes en las que desnudarme con ropa y seguir siendo libre: Aleatorio –y los miembros que lo componen-, sois magia. Gracias por dejarme hacerla a vuestro lado.
SAB SOGNATORE Las gracias, por sobrevivirme, por tener algo que contar. A los que intentaron poner el punto final y solo pusieron puntos y a parte. A los que están desde que dijeron no se irían, a los que se fueron por dejarme aire fresco. Al más puro significado de las palabras por darme los significados que buscaba. Gracias a los que sí, a los que no, a los que todavía y a los que nunca.
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LOGA TRÉCLAU “Tengo algo que proponerte” es un mantra en mi vida. Y lo mejor, siempre me dicen que sí. Gracias a Víctor por ser mi Pompeya, por leerme y volverse italiano, humo y gris, por hacerme sentir cómoda tras la cámara (cuando debería ser al revés). Gracias a Marina por dejar las aguas y volverse Aire, por bailar ante mí como lo hace delante del espejo, por cerrar los ojos y abrir el pecho. Gracias a Sab, Ana y Nerea, por quererme entre sus páginas, por acogerme con cariño y por confiarme sus palabras aunque sea una loca de las tipografías. Ha sido un placer jugar con vosotras. Gracias a los de siempre por estar y ser. Por las cervezas, las risas, los gritos, los abrazos, los paseos, los “que nada te quite esa sonrisa tan bonita que tienes”. Gracias a todos los que están detrás de la pantalla aguantando mis paranoias, mis bailes, mis malas palabras, mis fotografías. Gracias por ese cariño y apoyo que sigo sin saber cómo devolver, por esos abrazos a distancia que miman tanto. Gracias a las personas que me han inspirado: aunque haya dolido, no podría juntar palabras si no me hubierais quemado y dejado cicatrices. Gracias a mí misma por superaros.
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