N 01 Estados Unidos, sueño y pesadilla del mundo

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REVISTA DE RECOPILACIÓN CULTURAL – ENERO / FEBRERO 2017 – AÑO I – NÚMERO 1

POSICIONES Y CONTRAPOSICIONES: MÉXICO Y EE.UU. OCTAVIO PAZ ALLEN GINSBERG Y LA GENERACIÓN BEAT ERNESTO DE LA PEÑA LA AMENAZA DEL CONFORMISMO HANNAH ARENDT TOLERANCIA, VIRTUD CARDINAL IKRAM ANTAKI

Estados Unidos, sueño y pesadilla del mundo TAXI DRIVER, UN HOMBRE DE PALABRA CAROLINA BOTELLA EL NOBEL A BOB DYLAN ¿FRIVOLIZACIÓN DE LA CULTURA? VICENTE ECHERRI / SERGIO ZURITA

¿EXISTE EL MCMUNDO? RICHARD H. PELLS ¿FASCISMO EN ESTADOS UNIDOS? ARMANDO AYALA EL APRENDIZAJE EN ESCUELAS DE CLASE MUNDIAL

EDUARDO ANDERE

Historia • Política • Arte • Literatura • Ciencia • Espiritualidad Pensamiento • Música • Cine • Fotografía • Educación • Cartografía


Las civilizaciones son mortales, las civilizaciones mueren como los hombres y, sin embargo, no mueren a la manera de los hombres. En ellas, la descomposiciรณn precede a la muerte en lugar de seguirla. Georges Bernanos


DOSIER 5 …. Presentación Civilización 6

…. Analepsis Historia de las investiduras presidenciales en EE.UU. David Riesman

10 …. Istör ¿Fascismo en Estados Unidos? Armando Ayala

21 …. Cognitio El Tío Sam Depto. de Estado / Library of Congress

27 …. Civilitas Estados Unidos a examen David Rieff / Leon Wieseltier

45 …. Akádêmos Estados Unidos: de la rebeldía a la responsabilidad David Riesman

Ciencia 55 …. Episteme Ciencia y tecnología en EE.UU. en el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial Bavhen Sampat

60 …. Karten Estados Unidos en mapas Juan Pérez

72 …. Datum Estados Unidos en números Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España


Mundo

Artes

76 …. Ecúmene El Destino manifiesto de EE.UU: ideología y política exterior

151 …. Litterœ El Nobel a Bob Dylan, ¿frivolización de la cultura?

William Pfaff

83 …. Europos Europa y América. La amenaza del conformismo Hannah Arendt

88 …. Mundus Novus

Vicente Echerri / Sergio Zurita

155 …. Scopio Taxi Driver, un hombre de palabra Carolina Botella

160 …. Harmonia

¿Tienen las américas una historia en común?

Europa y América. La amenaza del conformismo

John H. Elliott

Hannah Arendt

105 …. Umblicus

167 …. Atrezo

México y Estados Unidos: posiciones y contraposiciones

"Hamilton", el musical que rompe récords en Broadway

Octavio Paz

Natalia Guerrero

Análisis

172 …. Tekné Art in the USA: 300 años de innovación

121 …. Res publica La presidencia de los EE.UU. ¿un modelo de poder ejecutivo?

Museo Guggenheim, Bilbao

184 …. Héritage

David Ortiz

Independence Hall, Patrimonio de la Humanidad

¿Existe el McMundo?

UNESCO

127 …. Vedanta Richard H. Pells

137 …. Fides

188 …. Lingua Los Estados Unidos por dos lenguas

La religión como institución en los Estados Unidos

Carlos Fuentes

192 …. Imitor

Joseph H. Fichter

145 …. Sententia Estados Unidos, máximas

Estados Unidos en fotografía

196 …. Poiesis Allen Ginsberg y la Generación del Beat Ernesto de la Peña


Cajón de sastre 214 …. Vox Populi

204 …. Magnanimitas América como tierra de oportunidades

¿Cómo es el aprendizaje en escuelas de clase mundial?

Benjamin Franklin

Eduardo Andere

208 …. Suggerimento Biblioteca del Congreso de Estados Unidos Library of Congress

211 …. Ex Libris

218 …. Quaestio Sobre Estados Unidos…

220 …. Cogitamentum Tolerancia, virtud cardinal

De la democracia en América de Alexis de Tocqueville Luis Eduardo Barrueto

Ikram Antaki

228 …. Obras citadas


PRESENTACIÓN

Hace aproximadamente diez años las redes sociales comenzaban a implantarse en nuestras vidas y con ellas aparecía una revolucionaria forma de comunicación. Justo en ese contexto nace Êdoctum, un proyecto cuyo objetivo final es reunir en un solo espacio, aquellos conceptos, ideas, aforismos, citas y demás materiales que, a juicio del editor, poseen algún valor intelectual relevante. A partir de la experiencia de recopilar y compartir materiales culturales en la red, surge la inquietud de ampliar este ejercicio a través de una revista digital, cuyo formato nos permite no sólo compartir textos más amplios, sino hacerlo enlazando estos materiales a través de un tema o concepto general en cada número. Esperamos que la nueva etapa que Êdoctum comienza con este primer ejemplar de su revista, sea de interés y utilidad para nuestros lectores, y, al mismo tiempo, se convierta en un vehículo de transmisión de ideas que estimule la reflexión y el análisis sobre cualquier aspecto de nuestra civilización. Como lo indica nuestro lema, partimos de la máxima de Publio Terencio Africano: ”Hombre soy y nada humano me es ajeno”

“ESTADOS UNIDOS, SUEÑO Y PESADILLA DEL MUNDO”

Hemos decidido dedicar nuestro primer número a Estados Unidos, a propósito del cambio de gobierno en aquel país, y las implicaciones que este hecho trae consigo. Al compartir las reflexiones contenidas en este ejemplar, buscamos ofrecer a nuestros lectores una revisión amplia y diversa no sólo de la coyuntura norteamericana, sino también, tratar de poner el acento en reflexiones sobre aspectos más amplios de su historia, política y cultura, que ayuden en la construcción de un criterio sólido sobre la realidad de Estados Unidos y su relación con el mundo.


Significado: Analepsis, palabra de origen griego que alude a los conceptos de 'recuperación' y 'restauración', en español es una figura retórica que, en una obra literaria, trae una escena del pasado rompiendo la secuencia cronológica. Contenido: Publicaciones que recuerdan un acontecimiento notable de la historia.

EFEMÉRIDES

Historia de las investiduras presidenciales en Estados Unidos Con motivo del próximo cambio de gobierno en los Estados Unidos, retomamos un artículo de Impacto Latin News, publicado en 2013, que hace una rápida revisión de algunos aspectos importantes sobre las ceremonias de investidura de los presidentes norteamericanos, que desde 1937 se celebran los días 20 de enero de cada cuatro años. Además de ofrecer datos importantes sobre la fecha reglamentaria de la toma de protesta, Impacto Latin News presenta datos y citas importantes de algunas de estas ceremonias, su cobertura mediática, desfiles y demás aspectos relevantes.

Impacto Latin News. (2013, enero 20). Historia de las investiduras presidenciales en Estados Unidos. Recuperado de: www.impactony.com [Consulta: 2 de diciembre, 2016].

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IMPACTO LATIN NEWS

HISTORIA DE LAS INVESTIDURAS PRESIDENCIALES EN EE.UU. a 57 ceremonia pública de investidura presidencial del próximo lunes, en la que Barack Obama prestará juramento para su segundo y último mandato, estará precedida por más de 230 años de coloridos y curiosos antecedentes en EE.UU. La investidura, en la que Obama se convertirá en el 17 presidente en prestar juramento por segunda vez, celebrará la diversidad cultural del país, según los organizadores.

El evento marcará otro hito en la historia cívica del país, con la inclusión de tres latinos: la primera jueza latina del Tribunal Supremo, Sonia Sotomayor, tomará el juramento del vicepresidente Joe Biden; el poeta cubanoestadounidense nacido en España, Richard Blanco, recitará un poema escrito para la ocasión, y el reverendo Luis León ofrecerá la bendición final. A continuación, algunos datos de las ceremonias de investidura en Estados Unidos.

Fecha reglamentaria La fecha original para el juramento y discurso de investidura era el 4 de marzo, al término de la sesión legislativa. Al mediodía, el vicepresidente de EE.UU. prestaba juramento ante el Senado, pronunciaba un discurso y tomaba juramento de los nuevos miembros de la Cámara Alta. El presidente de EE.UU. entonces prestaba juramento frente al Capitolio. La 20 Enmienda de la Constitución de EE.UU., adoptada en 1937, cambió la fecha de investidura al 20 de enero. Desde entonces, el vicepresidente presta juramento, pero no ofrece un discurso, seguido por el presidente de EE.UU. y su discurso para sentar el tono y agenda de su mandato.

El presidente Reagan, en su primera investidura, en medio de una crisis económica, rechazó el “declive inevitable” de EEUU. http://www.impactony.com/tag/investiduras-

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Si el 20 de enero cae en domingo —este año será la séptima vez que ocurre—, se realiza una ceremonia oficial en un acto privado en la Casa Blanca, seguida al día siguiente por la ceremonia pública en el ala Este del Capitolio.

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La ceremonia pública no es obligatoria, pero forma parte de una tradición que data de 1789, cuando George Washington prestó juramento en Federal Hall en Nueva York, primera capital de EE.UU. Discursos o citas memorables – Ronald Reagan (1981-1989). En su primera investidura, en medio de una crisis económica, rechazó el “declive inevitable” de EE.UU. e instó a la “renovación nacional”, lanzó una nueva era de neoliberalismo y afirmó: “El Gobierno no es la solución a nuestros problemas, el Gobierno es el problema”. – John F. Kennedy (1961-1963). De su discurso de 1961 queda para siempre la frase lapidaria que invita al activismo ciudadano: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”.

moral y ahora sabemos que es también malo para la economía”. – Abraham Lincoln (1861-1865). Lincoln pronunció el discurso en 1861, cuando EE.UU. se adentraba en la Guerra Civil: “No debemos ser enemigos, ni permitir que las pasiones rompan los lazos del cariño. Las místicas cuerdas del recuerdo… cantarán de nuevo el coro de la Unión, cuando, como no puede menos de suceder, las pulsen de nuevo los mejores ángeles de nuestra naturaleza”. – Discurso más largo: 8.445 palabras, pronunciadas en más de dos horas y media en marzo de 1841 por el presidente William H. Harrison (1841-1841), quien falleció un mes después de su investidura a causa de una neumonía que presuntamente adquirió por no abrigarse bien en el acto. – Discurso más corto: 135 palabras en cuatro frases, durante la segunda investidura de George Washington (1789-1797). – Discurso más audaz: en 1853, cuando el presidente Franklin Pierce (1853-1857) recitó de memoria un discurso de 3.319 palabras.

“No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”: John F. Kennedy http://www.impactony.com/tag/investiduras-

– Franklin D. Roosevelt (1933-1945). En medio de la Gran Depresión, trató de insuflar optimismo al país y en 1937, en su segunda investidura, dijo: “Siempre hemos sabido que el irresponsable interés propio es malo desde el punto de vista

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– Juramento repetido: en 2009, cuando, al tomar juramento de Obama, el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, confundió el orden de las palabras y tuvo que repetir el acto al día siguiente, como medida de precaución, para evitar dudas sobre la legitimidad de la asunción de poder de Obama. Cobertura mediática – Primera investidura documentada con telégrafo e ilustrada en un periódico: 1845, con la del presidente James K. Polk (1845-1849). – Primera investidura captada en cámara fotográfica: 1857, con la del presidente James Buchanan (1861).

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– Primera investidura captada con cámara de película: 1897, con la del presidente William McKinley (1897-1901).

Beyoncé, quien cantará el himno nacional en la ceremonia de investidura. – El Gobierno gastó 170 millones de dólares para la investidura de Obama en 2009, en medio de una gran recesión, según la cadena ABC. Parte del gasto incluyó un concierto de Bruce Springsteen, el desfile, alquiler de pantallas gigantes, diez bailes oficiales, y fondos para que los museos del Smithsonian permanecieran abiertos al público. En 2013, el presupuesto sólo para las celebraciones del capitolio será de 1.2 millones de dólares.

Franklin D. Roosevelt en medio de la Gran Depresión, trató de insuflar optimismo al país. http://www.impactony.com/tag/investiduras-

– Primera investidura transmitida en radio: 1926, con la del presidente Calvin Coolidge (1923-1929).

Desfiles – Este año, el desfile tras la investidura incluirá 41 monociclos, 203 animales, y un dragón de papel de 90 pies (27,45 metros) de extensión, cargado por un grupo de baile asiático.

– Primera investidura televisada: 1949, con la del presidente Harry S. Truman (1945-1953). – Primera investidura difundida en directo en internet: 1997, con William Jefferson Clinton (1993-2001) CULTURA – Las investiduras han contado con cinco poetas, incluida la de este año, en la que el cubanoestadounidense Richard Blanco, de 44 años, recitará un poema escrito especialmente para la ocasión. – Los poetas anteriores fueron: Robert Frost, para la investidura de John F. Kennedy, en 1961; Maya Angelou, para la de Bill Clinton, en 1993; Miller Williams, en 1997, y Elizabeth Alexander, en 2009. – Este año, los diversos actos de investidura contarán con una constelación de artistas, entre ellos Alicia Keys, el grupo rockero mexicano Maná, el rapero Jamie Foxx, la actriz Jenifer Hudson, y

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Lincoln pronunció el discurso en 1861, cuando EE.UU. se adentraba en la Guerra Civil: “No debemos ser enemigos, ni permitir que las pasiones rompan los lazos del cariño.” http://www.impactony.com/tag/investiduraspresidenciales-de-estados– Los organizadores recibieron 2.800 solicitudes de unidos/#sthash.yy769zo5.MvjP9XU2.dpuf

grupos de todo EE.UU. para el desfile de 2013. En

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total, participarán representantes comunitarios, carrozas y vehículos de más de 58 grupos. – James A. Garfield (1881) fue el primer presidente en disfrutar del desfile desde una tarima construida frente a la Casa Blanca. Garfield fue asesinado en 1881, y reemplazado por Chester A. Arthur en noviembre de ese año. – Jimmy Carter (1977-1981) fue el primer presidente en caminar desde el Capitolio hasta la Casa Blanca, a lo largo de la ruta del desfile. – 1865, durante la presidencia de Abraham Lincoln, fue el primer año en que se permitió la inclusión de negros en el desfile, mientras que 1917, durante la presidencia de Woodrow Wilson, fue el primer año en que se permitió la de las mujeres. Singularidad de la investidura de 2009 – Primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos. – Mayor concentración de asistentes en el “Mall” de Washington para una investidura en toda la historia del país, con más de 1,8 millones de personas. – Primer senador negro en alcanzar la presidencia de EE.UU. – Mayor audiencia de investidura por internet. Incidentes por mal tiempo – Investidura de William H. Taft (1909-1913) fue trasladada al interior del Senado debido a una fuerte tormenta de nieve que derrumbó árboles y postes de teléfono, y paralizó el servicio de trenes. Un equipo de 6.000 hombres pasó la víspera

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paleando nieve y esparciendo arena para limpiar la ruta del desfile.

– La ceremonia pública para la segunda investidura de Reagan (1981-1989) fue trasladada en 1985 al interior del Capitolio debido a inclemencias del tiempo y temperatura de apenas siete grados Fahrenheit (-13 Celsius). Otros datos – Richard Nixon (1969-74) ha sido el único presidente de EE.UU. en dimitir, el 9 de agosto de 1974. Con su dimisión, asumió la presidencia el vicepresidente Gerald Ford (1974-77). – Lyndon B. Johnson (1963-69) fue el primer presidente en realizar el recorrido por las calles en una limusina blindada, como parte de un gran despliegue de seguridad tras el asesinato de John F. Kennedy, el primer presidente católico de EE.UU., el 22 de noviembre de 1963. – Franklin D. Roosevelt (1933-1945) fue el primero y único presidente en prestar juramento para un cuarto mandato (la 22 enmienda de la Constitución limitó a dos los mandatos presidenciales). La última investidura de Roosevelt, en plena II Guerra Mundial, fue sencilla y austera, y no tuvo ni fiesta formal ni desfile debido a la escasez de madera y racionamiento de la gasolina. Harry S. Truman (1945-1953) asumió la presidencia dos horas después de recibir la noticia de la muerte de Roosevelt debido a un derrame cerebral. (Fuentes: Comité Conjunto del Congreso para Investiduras, Comité de Investidura Presidencial, Foreign Press Center).

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Significado: Istör, vocablo griego que significa 'historia' o 'saber', que proviene a su vez de hístor (experto), y este del griego arcaico —jónico—, que posteriormente derivó en el concepto moderno de Historia. Contenido: Publicaciones que recopilan materiales que relatan o analizan todo tipo de hechos históricos. En este espacio se busca ofrecer al lector documentos desarrollados con base en aparatos críticos y con rigor científico.

HISTORIA

¿Fascismo en Estados Unidos? Hablar de fascismo evoca de manera necesaria a los movimientos totalitarios surgidos en la Europa de entreguerras; sin embargo, el texto de Armando Anguiano —publicado en 1961 durante la primera época de la Revista de la Universidad de México—, nos ofrece una muestra de cómo la locura totalitaria pudo germinar en el corazón mismo de la democracia liberal, los Estados Unidos. El macartismo, persecución anticomunista impulsada por el senador Joseph McCarthy a mediados de los años cincuenta, fue un movimiento que, si bien no transformó el carácter central de la democracia americana, si logró en cambio, evidenciar muchos de los antivalores de la derecha más reaccionaria. A través de la crónica de Anguiano podremos echar un vistazo al ambiente político estadounidense de la época, pero especialmente estaremos en posibilidades de identificar la vigencia del discurso ultraconservador, reaccionario, racista y al mismo tiempo elocuente que impera actualmente en los Estados Unidos.

Anguiano Ayala, Armando. (2003, julio/agosto). ¿Fascismo en Estados Unidos? Revista de la Universidad de México. núm. 625-626. pp. 20-25.

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ARMANDO AYALA ANGUIANO

¿FASCISMO EN ESTADOS UNIDOS? in de la Segunda Guerra Mundial: las tropas norteamericanas hacen su entrada triunfal en las ciudades liberadas del yugo nazi. Los vecinos lloran de alegría y envuelven a los héroes en una lluvia de flores y confeti. Las mujeres besan a los vigorosos, gallardos soldados del Tío Sam. Medio mundo estaba en ruinas; sólo la patria de Washington lucía más fuerte que nunca. ¿Habrá existido, en el transcurso de la historia, un país más rico, más poderoso, más admirado y más envidiado que los Estados Unidos en aquella hora de triunfo?

Europa, tres años después: las paredes públicas aparecen tapizadas con el famoso letrero “Yankee, go home!”. Estados Unidos seguía siendo el país más rico. más poderoso y más envidiado de la tierra, pero ya había dejado ser el país más admirado. Época actual: Estados Unidos ya no es el país más poderoso ni el más envidiado ni mucho menos el más admirado del mundo. Sigue siendo el país más rico, pero hay probabilidades de que aún esta posición se le vaya de Ias manos en los decenios próximos. Es difícil comprender cómo se ha producido esta violenta caída sin paralelo histórico. Buscar la razón entre los propios norteamericanos es una tarea estéril. "Envidias", “intrigas del comunismo internacional", etc. son las respuestas más frecuentes, si no es que el interpelado reacciona remangándose los puños de la camisa y retando al que osa insinuar que Estados Unidos ya no es el país omnipotente de 15 años atrás. Los norteamericanos tienen la notable falta de voluntad para aceptar la responsabilidad de sus propios actos. Imposible hacerles entender que atrás de los letreros de “Yankee, go home!” estaba

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la indignación de los europeos, impotentes para evitar que sus mujeres fueran prostituidas por el liberador opulento, que capitalizaba su hambre para corromperlas y todavía se consideraba un benefactor. En México, los norteamericanos están desconcertados. "¿Por qué no nos quieren ustedes?", dijo uno de ellos. "Hace diez años que vivo aquí. I love Mexico. Trato de cumplir con las leyes del país. Soy un fanático de las enchiladas y el tequila. Trato muy bien a mi criada, y hasta le pago 300 pesos mensuales en vez de los 150 que le pagaría una familia mexicana. ¿Qué quieren ustedes?". Y el norteamericano rió cuando este reportero le dijo que queremos yanquis que no se autoconcedan privilegios especiales por tener la ciudadanía que tienen, aunque no les gusten las enchiladas ni el tequila. Gente que no se enorgullezca de pagar 300 pesos mensuales a un ser humano, tan sólo porque hay mexicanos que pagan únicamente 150. Ningún país del mundo ha sido víctima de mayores agravios por parte de los norteamericanos que México. Pero aún con esta limitación, en México se

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les tenía cierta medida de aprecio. Aprecio negativo o relativo, quizá, pero el mexicano demostró en varias ocasiones su nobleza al mostrar a los yanquis un odio infinitamente menor que, digamos, el que sienten los surianos por el norteño que los explotó tras la derrota de la guerra civil del siglo pasado. En 1947 ocurrió un caso que tal vez pruebe lo anterior. Cierto día se estrelló cerca de la ciudad de México un DC-3 norteamericano de los que participaban en la campaña contra la aftosa. Varias patrullas salieron en busca de las víctimas, y la primera en llegar fue una integrada por norteamericanos. Al llegar destacaron en torno a los restos del avión —con esa fabulosa falta de sensibilidad que padecen— un retén de soldados yanquis uniformados y armados.

Trate alguien de decir esto a un norteamericano, y verá cómo éste se rehúsa a creerlo, contradiciendo hasta sus propias quejas de que "los mexicanos no lo quieren". Pero en fin, pedir a un país que reconozca ante un extraño sus propios errores es pedir demasiado. Especialmente ante un mexicano, el ser más incomprensible del mundo para los norteamericanos que lo ven con los ojos de sus prejuicios. Prejuicios tan indestructibles que muchos yanquis residentes en nuestra capital desde hace 30 años siguen diciendo que la raíz de nuestros males sociales es la siesta. Treinta años no les han bastado para convencerse de que en la capital no dormimos siesta. ¿Es posible pedir que comprendan un hecho menos palpable?

Tiempo después llegó un grupo de periodistas mexicanos. Los soldados les impidieron acercarse. La noticia se publicó con el despliegue merecido, y pronto se formaron en las inmediaciones de la calle de Bucareli varios grupos de ciudadanos indignados que, muy pronto, tuvieron la idea de ir a incendiar o apedrear la embajada norteamericana. La policía estuvo lista para evitar el incidente. Pero no intervino, directamente, al menos. Varios individuos con tipo de agentes secretos empezaron a repartir montones de volantes con la leyenda siguiente: "Muera el imperialismo yanqui! ¡Acabemos con los opresores de México ¡Adhiérase usted al Partido Comunista Mexicano!". La muchedumbre se dispersó, maldiciendo por igual a yanquis y a comunistas. ¿Fueron aquellos volantes una maniobra de nuestras maquiavélicas autoridades? Sea como haya sido, huelga decir que aquellos volantes difícilmente volverían a tener el mismo efecto hoy en día.

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Sin embargo, entre ellos mismos, algunos norteamericanos se dicen que "la gente no los quiere" porque son un país en decadencia. Abundan los signos factibles de ser interpretados como señal de decadencia en EU: el gran tiraje que tienen las novelas de lesbianas y homosexuales... la fabulosa estupidez de su periodismo... la frecuencia con que niñas de 12 años matan a sus padres y a sus hermanos... el desenfreno sexual... el abundante uso de drogas y marihuana entre los estudiantes de secundaria ...

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El miedo es otra de las características de la actual sociedad norteamericana. El miedo echó raíces en el ánimo norteamericano con la puesta en órbita del Sputnik l. La respuesta de los dirigentes norteamericanos a este estímulo fue equiparable en su decadencia al nombramiento de cónsul que recibió el caballo de Calígula: Sherman Adams, corrompido secretario de la presidencia de Eisenhower, declaró que el satélite representaba apenas "otro pase en el partido de basketball del espacio cósmico". Un almirante de mucha influencia dijo que el Sputnik I era "una bola de fierro" que no debería preocupar al país. El ex secretario de Defensa Charles Wilson había definido a la investigación científica pura como "lo que hace uno cuando no sabe lo que está haciendo". La revista Time hizo un esfuerzo tan desafortunado para restar importancia a la hazaña soviética que un cómico la comentó: "Si, los rusos tienen su satélite, pero los remaches que le pusieron están muy mal alineados. Además, ¿cuánto gana un remachador ruso y cuánto gana un remachador nuestro?". Los norteamericanos gustan de comparar a su país con Roma. Algunos intelectuales, cuando la plática se desvía de los tópicos habituales como el béisbol, los viajes, los negocios y las fiestas, llegan frecuentemente a esta conclusión: "Somos una Roma decadente, madura para recibir la invasión de los bárbaros". Los bárbaros somos los latinoamericanos y los demás pueblos hambrientos de la Tierra. Aunque no lo reconozcan en voz alta, los norteamericanos nos tienen miedo.

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Desde luego, las intervenciones de este tipo no lograron aligerar completamente el miedo. En cambio, acrecentaron la vergüenza subconsciente que agobia hoy a los norteamericanos. ¿Qué bravucón que se ha pasado la vida jactándose de su poder no se siente avergonzado cuando la gente lo ve con un ojo de cotorra? Y las intervenciones de los dirigentes hicieron que la vergüenza fuera doble. En los últimos tiempos, el norteamericano ha tenido múltiples ocasiones para sentirse avergonzado de sus dirigentes. La incapacidad para competir dignamente con los soviéticos en la

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carrera del espacio, la inferioridad militar ante el enemigo, la hasta hace poco inconcebible debilidad del dólar. el bochorno del U2, el monumental ridículo de la intervención en Cuba y, sobre todo, la indecisión oficial, han sido motivos más que suficientes para que los norteamericanos se sientan avergonzados de sí mismos.

actividades A continuación se hablará de la derecha norteamericana.

En resumen: los norteamericanos presienten, aunque no lo reconozcan en voz alta, que su país está declinando. No reconocen que la declinación sea producto de sus propios errores, pero íntimamente se les ha desarrollado un sentimiento de vergüenza. Cuesta trabajo creer, viendo la enormidad de recursos que todavía tienen los norteamericanos, que Estados Unidos esté en un periodo de decadencia suficientemente marcado como para hundirlo hasta la capa más baja de las sociedades humanas aunque, si en algún país llega a producirse una decadencia tan acelerada, ese país pueden serlo Estados Unidos. Pero no conviene hacer diagnósticos tan apresurados. En todo caso, la acción de la decadencia debe traer aparejada una reacción. La vergüenza, dicen los teóricos, es un sentimiento revolucionario. En Estados Unidos, pues, existen gérmenes de revolución. Los grupos de izquierda tienen una influencia casi nula en Estados Unidos y el signo que los distingue es el oportunismo. Basta señalar que Arthur Schlesinger Jr., reputado como caudillo de la "extrema izquierda" norteamericana, fue el principal ideólogo y uno de los partidarios más entusiastas de la reciente aventura intervencionista de Cuba. Es difícil que individuos de esa clase puedan encabezar un movimiento revolucionario. Queda la derecha, con fuertes ralees en la tradición histórica norteamericana y con recursos económicos casi inagotables para desarrollar sus

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Portada de la revista Time de abril de 1961

La hora de McCarthy La derecha norteamericana ocupó los primerísimos planos de la sociedad norteamericana con el ascenso del macartismo. Conviene recordar cómo fue todo aquello. Joseph Raymond McCarthy era un obscuro senador republicano de Wisconsin. Se le apodaba “The Pepsi-Cola Kid” como resultado de un escandalillo político en el que se le probó a medias que la embotelladora le había proporcionado fondos para su campaña. El 9 de febrero de 1950 pronunció el discurso que lo lanzaría a la notoriedad mundial. Hablaba ante el Club de Mujeres Republicanas de Wheeling, poblacho del estado de West Virginia, y dijo:

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Tengo en mis manos una lista de nombres de 205 individuos cuya militancia en el Partido Comunista es conocida por el secretario de Estado, y que sin embargo siguen trabajando y contribuyen a elaborar la política del Departamento de Estado. Inicialmente los periódicos acogieron las palabras de McCarthy con la indiferencia habitual que se concede a los senadorcillos ansiosos de publicidad: aquí diez líneas, allá cinco, un cuarto de columna interior más allá, y en la mayoría de los periódicos ni una sola línea.

El senador persistió en su denuncia. Días más tarde habló en Salt Lake City y en Reno, Nevada, para afirmar que tenía los nombres de 57 comunistas infiltrados en el Departamento de Estado. Tampoco en esta ocasión le hicieron mucho caso los periódicos. Sin embargo, los legisladores demócratas se enfurecieron por el ataque a su correligionario Harry S. Truman, y retaron a McCarthy a que probara sus acusaciones o se callara la boca. McCarthy dijo que con mucho gusto los complacería, y para entonces la lista de infiltrados ya no constaba de 205 ni de 57 nombres, sino de 81. En una sesión del senado que tuvo lugar el 20 de febrero, McCarthy hizo una curiosa relación de 79 “comunistas infiltrados”. Y ni siquiera citó nombres para la mayoría de los "casos". Cuando lo hizo cometió errores de ópera bufa. Uno de los "infiltrados" resultó ser un empleado al que casualmente acababan de

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despedir porque su fanatismo anticomunista podría ser hasta perjudicial para el gobierno norteamericano. Otro ni siquiera tenía ideas políticas, pero se le sospechaban inclinaciones homosexuales y, dijo McCarthy, un hombre así resulta demasiado vulnerable al chantaje de los espías comunistas. De otro "infiltrado", dijo el senador, "en su archivo personal no hay documentos para probar que no es comunista". En aquella memorable sesión McCarthy no pudo probar la culpabilidad comunista de ninguno de sus acusados. Durante los cinco años siguientes, en los cuales denunció a millares de individuos, McCarthy jamás demostró la culpabilidad comunista de uno solo de sus acusados. Un autor de tragicomedias vacilaría antes de escribir algo tan grotesco como fue la realidad macartiana. Algunos comentaristas reprocharon a McCarthy su falta de seriedad. Éste se defendió siempre diciendo que los traidores sustraían de los archivos todo documento comprometedor, que Estados Unidos eran víctima de una conspiración encabezada por el propio presidente Truman, etc., etc. McCarthy comenzó a hacerse de fama. Trágicamente, la gente le creía. Ocurría que los norteamericanos comenzaban a perder la confianza ilimitada en sí mismos que antes los caracterizó. Sabían que Rusia poseía el secreto de la atómica y tenían miedo de que el arma de Hiroshima y Nagasaki fuera su Frankenstein. Las conciencias turbias son las primeras en asustarse, y muy pronto los petroleros de Texas, encabezados por el asiduo turista de Cozumel, Clint Murchison, vieron en McCarthy al cruzado que les hacía falta para defender su causa. La hasta entonces frágil notoriedad de McCarthy se hubiera desvanecido a no ser por los grandes recursos

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económicos que Murchison y socios pusieron a disposición de McCarthy. También se acercaban ya las elecciones presidenciales. Dwight D. Eisenhower no tuvo escrúpulos en valerse de McCarthy como orador, para conseguirle votos con sus discursos en que calificaba de "traidor" al presidente Truman. Lejos estuvo el general de imaginarse que, con el tiempo, McCarthy se convertiría en un peligro para el mismo presidente de EU. Las elecciones de 1952 colocaron a McCarthy a la cabeza del infamante Comité Investigador de Actividades Antinorteamericanas. Comenzó por acusar de traidor al general George C. Marshall (el del plan), y aplicó el mismo calificativo a intelectuales como Archibald McLeish y Bernard DeVoto. La cacería de brujas cayó entonces sobre los periodistas del liberal The New York Times; aun la conservadora revista Time fue censurada por el inquisidor. Más tarde llegó su turno a los educadores, encabezados por el rector de la Universidad de Harvard, el doctor Nathan Pusey, que fue calificado de "antianticomunista rabioso". Eisenhower mismo fue atacado después, y el presidente no tuvo valor para pronunciarse contra el demagogo. McCarthy era el omnipotente monopolizador de la Verdad. En su osadía rugió que muchos clérigos protestantes eran agentes del comunismo internacional. McCarthy pudo haber seguido adelante con su campaña si no hubiera cometido el error fatal de lanzarse contra las fuerzas armadas, institución que, junto con la formada por los magnates de las finanzas, constituye el sector intocable de la sociedad norteamericana. El Comité Investigador de Actividades Antinorteamericanas estaba integrado por una colección de delatores profesionales, anticomunistas chiflados y algunos burócratas

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mediocres. Los principales executives eran dos jovencitos de astucia satánica llamados Roy M. Cohn y G. David Schine, que pronto se hicieron famosos por sus actitudes y su apariencia de homosexuales; varios reporteros europeos juran haber visto a Schine persiguiendo a Cohn, en el corredor de su hotel en Roma, tratando de picarlo con un rollo de revistas. Se murmuraba hasta del mismo McCarthy, pero las murmuraciones cesaron cuando, en 1953, contrajo primeras nupcias con Miss Jean F. Kerr, su fea secretaria. McCarthy tenía noticias de que un dentista militar de pasado rojillo, lrving Peress, había sido ascendido al grado de mayor, a pesar de sus antecedentes. Los militares sospecharon que se preparaba una investigación en contra de ellos. Súbitamente, G. David Schine fue llamado a prestar servicio militar, como recluta, en Fort Dix, Nueva Jersey. Solitario, Cohn cayó presa de la histeria. Movió influencias para que al menos le dieran grado de oficial a su amigo, o para que lo trasladaran a una guarnición donde ambos pudieran verse con mayor frecuencia. Más tarde amenazó a varios oficiales con "hundir al ejército" si no daban un trato más suave a Schine. Todo fue inútil. Las fuerzas armadas ya estaban decididas a luchar por sus fueros, e inclusive hicieron que se filtrara" a los periodistas un informe en el que se acusaba a Schine de haber tratado de sobornar a un oficial para conseguir una licencia, así como de exhibir entre los reclutas "actitudes impropias de un soldado". Soberbio escándalo periodístico, y la televisión estuvo transmitiendo durante varios días el pleito "McCarthy vs. Fuerzas Armadas". El escenario fue una sala del senado norteamericano. La función terminó como terminaron todas las de McCarthy: no se probó ninguna infiltración comunista.

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McCarthy perdió la cabeza en varias ocasiones, y así se exhibió a sí mismo, ante toda la nación, como un desequilibrado. Pero, si el adversario no hubiera sido el ejército, seguramente que todo esto no hubiera bastado para acabar con McCarthy. Pero sí fue el ejército. De pronto, Eisenhower hizo declaraciones en contra del demagogo. Los senadores, que durante cinco años toleraron cobardemente a su colega, de pronto resolvieron iniciarle una investigación, y al final declararon que la actitud de McCarthy resultaba "poco digna de un miembro del senado de Estados Unidos de América". El medio centenar de reporteros y fotógrafos que durante años siguieron todos los pasos del inquisidor volvió de pronto a la tranquilidad de las redacciones. McCarthy quedó solo. Semanas después ya había dejado de ser noticia. El 2 de mayo de 1957, el hombre que enlodó a millares de ciudadanos murió impune y tranquilamente, víctima de una enfermedad del hígado. Panfleto anticomunista que señalaba de comunistas a la radio y la televisión, así como a Hollywood y a la UNESCO.

Nuevos conservadores Es asombrosa la forma como los norteamericanos tienen ahora miedo hasta de sí mismos. Hace algunos años se realizó una encuesta de opinión entre varios millares de universitarios. Se les presentó una lista de ideas y frases sobre la libertad, tomadas textualmente de la declaración norteamericana de independencia, pero sin revelarles la fuente. La mayoría de los entrevistados opinaron que gran parte de aquellas frases y aquellas ideas tenían carácter subversivo. Miles y miles de universitarios norteamericanos son hoy día miembros de un sinnúmero de agrupaciones reaccionarias que han surgido en los últimos tiempos por todo el país. "Nos estamos yendo al abismo", es una frase que aparece en

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todos los discursos. Estos jóvenes están avergonzados del triste papel que ha representado su patria en los últimos años. Quieren pelear. Son revolucionarlos de derecha. Entre los adultos derechistas hay también indignación. Los más combativos se agrupan en los Consejos de Ciudadanos Blancos, nueva versión del Ku Klux Klan; en la asociación "Hijas de la Revolución Americana", en la legión americana y otras asociaciones por el estilo. Se habla de la inoperancia del sistema parlamentario. Hay grupitos que piden abiertamente un dictador, e inclusive uno de ellos tiene como inspiración a Fidel Castro —junto con Hitler y Nasser—. Ha

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surgido hasta un grupo negro, llamado de "los musulmanes", que predica la supremacía racial negra y presenta al negro como nuevo Herrenvolk. Estas fuerzas vienen operando en forma un tan o errática. Pero ya se observan signos de unificación. Los principales cabecillas de la derecha son el senador republicano de Arizona, Barry Goldwater, Robert Welch, jefe de la siniestra "Sociedad John Birch", y William E. Buckley, de 32 años, hijo de un millonario petrolero y director de la revista National Review.

Joseph McCarthy y Ray Cohn, 1954.

Goldwater es un cowboy que se esfuerza por vestirse y actuar como respetable socio conservador de un aristocrático club londinense. Con sus ademanes apacibles logra dar el efecto de gran serenidad. Emplea frases suaves para ensalzar las tradiciones que, según él, constituyen la esencia del "americanismo": la segregación racial, la hostilización a los sindicatos, el empleo de marines para defender los intereses comerciales de EU en el extranjero. Y se las ingenia para mezclar sus monstruosidades con exhortaciones a la virtud, al ahorro, a la religión, a la caridad, etc. Un reportero dibujó la filosofía de Goldwater en la siguiente forma: "Es uno de esos caballeros que saben mostrarse generosos dando cinco centavos de propina al bolerito que acaba de lustrarles el calzado, pero que, si no les da las gracias muy respetuosamente, son capaces de tirarle los

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dientes de una patada para enseñarle buenos modales". Goldwater se perfila como seguro candidato del "nuevo conservadurismo" en las elecciones presidenciales de 1964. Robert Welch, el sexagenario caudillo de la "Sociedad John Birch", es un viejo chiflado que, después de amasar una gran fortuna en el comercio y la fabricación de dulces, en Boston, se puso a escribir libros anticomunistas. En uno de ellos afirma que el ex presidente Eisenhower fue "instrumento consciente de la conspiración comunista". La sociedad posee grupos de choque para intimidar a quien se le oponga. Un dirigente afirma que tiene organizadas secciones en 34 de los 50 estados norteamericanos, y que el número de miembros, una vez terminada la actual campaña de reclutamiento, ascenderá a... 100 mil. El senador Kenneth B. Keating, de Nueva York, dice que los "bircheros" tienen un ingreso potencial de 18 millones de dólares anuales. Algunos de los miembros conocidos —la mayoría son secretos— de la Sociedad John Birch, son el general texano Edwin A. Walker, comandante de la 24 división de infantería, con asiento en Alemania; el general de origen hispano Pedro del Valle, el general Bonner Feller y Clarence Manion, ex decano de la Universidad de Notre-Dame. John Birch, que dio su nombre a la sociedad, fue un hijo de misioneros protestantes que nació en la India y de pequeño se trasladó al estado de Georgia, donde nacieron sus padres. Tuvo fama de fanático hasta en la universidad de Mercer, donde estudió con dedicación puritana y organizó un grupo estudiantil que armó escándalos por la desviación teologal de un profesor que exponía la teoría de la evolución. Birch, marchó después a China, como misionero, y durante la pasada guerra combinó sus actividades

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religiosas con el espionaje. Se distinguió por su bravura y por haber rendido valiosos informes a su patria. Dirigió la construcción de aeropuertos clandestinos en pleno territorio enemigo. Tras la derrota japonesa permaneció en China, vigilando los avances comunistas. En el curso de una misión de espionaje fue aprehendido por una patrulla comunista, cuando todavía gobernaba Chiang Kai Shek. Birch increpó violentamente al oficial chino que tuvo la osadía de interceptarlo, y los comunistas lo mataron a bayonetazos. Por su celo personal, Birch se ha convertido en símbolo de los derechistas. Los métodos fascistas de la Sociedad John Birch, como los grupos de choque, la hacen presa legal para una investigación del Comité de Actividades Antinorteamericanas. Hace poco se habló de hacer esta investigación. Pero el senador Goldwater declaró que no se llevaría a cabo "porque un número sorprendente de legisladores son miembros secretos de la Sociedad John Birch". Desde luego, añadió Goldwater, los "bircheros" forman "un grupo verdaderamente impresionante ... Son la clase de gente que necesitamos en nuestro ambiente político". Huelga decir que Goldwater es el candidato de los bircheros a las elecciones presidenciales de 1964, ya sea que lo postule el Partido Republicano o algún partido nuevo. William F. Buckley, el millonario "joven intelectual anticomunista" más famoso de Estados Unidos, es la tercera vedette de la derecha norteamericana actual. En National Review, la revista que dirige, colaboran el perfumado Whitaker Chambers, decano de los comunistas arrepentidos; J. B. Matthews, también ex comunista y soplón profesional número uno; varios intelectuales de medio pelo, como Max Eastman, y una lista de ex agentes del FBI como Daniel Smoot. A pesar de todo esto, National Review es la revista

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reaccionaria más inteligente de EU, bastante inteligente, la verdad, para ser revista reaccionaria. National Review opina que, si bien semianalfabeto, Joe McCarthy fue un héroe incomprendido. Para dicha revista el primer móvil de la historia son las conspiraciones. Sólo la fuerza bruta es capaz de detener la conspiración comunista. Buckley se distingue de Goldwater y de Welch en que parece estar dispuesto a empeñar personalmente el rifle, mientras que los otros dos apenas accederían a dar dinero para que otros combatieran por ellos. Buckley es el héroe de los universitarios derechistas, entre los cuales hay también muchos dispuestos a combatir personalmente. ¿Llegarán a convertirse en el núcleo de unas nuevas SSA? En tal caso Buckley, con su tipo y sus vestidos de publicista de éxito y con su mirada en la que hay un dejo del cinismo propio de un cantinero de hotel elegante, sería su jefe más indicado. Pero en fin, el futuro del "nuevo conservadurismo" se ve en puras incógnitas. La fuerza de los nuevos grupos fascistoides puede apreciarse por el hecho de que John F. Kennedy se creyó obligado a dar explicaciones personales a Barry Goldwater por su fracaso intervencionista de Cuba; los otros personajes que recibieron explicaciones personales fueron Eisenhower, Nixon y Truman, nada más. Hay un fuerte descontento por la actual organización política norteamericana. El que Kennedy haya solicitado a los periodistas que se autocensuren revela la profundidad de la revisión que están sufriendo los viejos principios norteamericanos.

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Hitler y Mussolini empezaron con mucho menos que Goldwater, Welch y Buckley. Inversamente algunos empezaron con mucho más, y no llegaron a ninguna parte. Pero en México, por la

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trascendencia que puede tener, no podemos darnos el lujo de desentendemos de el "nuevo conservadurismo" norteamericano.

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Significado: Cognitio, de la raíz latina cognitum, en español significa 'conocer'. Contenido: Publicaciones que, mediante afiches, carteles o caricaturas, recuerdan episodios históricos o contemporáneos. Al presentarlas, se busca privilegiar el juicio que de ellas puede hacer directamente el espectador.

AFICHES

El Tío Sam

Con seguridad el Tío Sam es la personificación más conocida de una nación, su figura, tan amada como detestada, fue objeto de una breve reseña por parte del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que publicó en el 2016 el texto que a continuación presentamos. A dicho texto hemos añadido algunos afiches de finales del siglo XIX y principios del siglo XX que muestran a este símbolo norteamericano como un vehículo de comunicación muy eficaz para reflejar aspectos de la política interna y la externa, en una época de plena consolidación de Estados Unidos como potencia mundial.

Departamento de Estado. (2016, febrero 26). El Tío Sam. Recuperado de: https://ar.usembassy.gov [Consulta: 15 de diciembre, 2016]. Library of Congress. (2016, diciembre 15). El Tío Sam en Keppler & Schwarzmann, Puck Building. Recuperado de: Library of Congress www.loc.gov [Consulta: 15 de diciembre, 2016].

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EL TÍO SAM l Tío Sam es un hombre barbudo de largas piernas, ataviado con los colores y formato de la bandera nacional y tocado con un sombrero de copa. Como lo demuestran constantemente los titularas de la prensa en todo el mundo, el Tío Sam, es la personificación de Estados Unidos.

Durante muchas décadas los caricaturistas políticos en Estados Unidos y, por supuesto, en todo el mundo, han encontrado una valiosa mina de inspiración en el viejo caballero. Ha sido retratado con la apariencia, el estado de ánimo o la actitud necesaria para expresar su punto de vista. Durante la Segunda Guerra Mundial, frecuentemente se lo representó con las mangas recogidas, trabajando en una fábrica; cuando el Partido Republicano ganaba las elecciones, se lo representaba montado en un elefante, y cuando ganaba el Partido Demócrata, iba a lomo de un burro; cuando los tiempos eran económicamente difíciles, se lo dibujaba con los pantalones raídos y la chaqueta llena de remiendos. El retrato más conocido de Sam fue el que figuraba en un cartel del Ejército para atraer reclutas, pintado en 1917 por el conocido ilustrador James Montgomery Flagg. El cartel muestra a Sam con el semblante serio, los labios apretados y el dedo índice que apunta directamente al observador. En grandes letras están las palabras: "¡Quiero que formes parte del ejército de los Estados Unidos!" El cartel resultó tan eficaz en la inscripción de reclutas se lo usó nuevamente en la Segunda Guerra Mundial.

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Flagg, James M. (ca. 1917) El Tío Sam reclutando soldados para la guerra

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Casa de huéspedes del Tío Sam

La ilustración muestra a un irlandés que enfrenta al Tío Sam en una pensión llenada de trabajadores inmigrantes de diversos países que intentan dormir; el francés, el japonés, el negro, el ruso, el italiano y el alemán duermen tranquilamente mientras el irlandés patea una pila de ladrillos frente al Tío Sam con leyendas como: "los chinos deben irse", "recuerdo Lowell", e "independencia irlandesa". La figura femenina de la libertad se encuentra de pie a la izquierda perturbada cerca de un hombre chino y un inglés, que están en las literas a su lado.1

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Keppler, Joseph Ferdinand. (1882, junio 7). Casa de huéspedes del Tío Sam. Puck, v. 11, no. 274. [Ilustración].

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El sueño del Tío Sam

La ilustración muestra al Tío Sam dormido en una silla con una gran águila americana encaramada en un soporte al lado de él. Está soñando con conquistas y anexiones, afirmando sus derechos de la Doctrina Monroe, convirtiéndose en dominador de los mares, poniendo a John Bull en su lugar, y construyendo " formidables e invulnerables defensas en sus costas"; en el piso aparecen periódicos de tendencia amarillista.2

2

Keppler, Udo J. (1895, noviembre 13). El sueño del Tío Sam de la conquista y la carnicería, causado por la lectura de los periódicos de Jingo. Puck, v. 38, no. 975. [Ilustración].

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Picnic del Tío Sam

La ilustración muestra al Tío Sam ayudando a cuatro niñas etiquetadas como: Filipinas, Ladrones (Islas Marianas), Puerto Rico y Cuba, a subir en un carro lleno de chicos, incluyendo el etiquetado como "Hawái". Dos caballos atados al carro se etiquetan como "libertad" y "unión". Un anciano, vestido con un sombrero con la leyenda "Doctrina Monroe", está sentado en un tronco cercano y le pregunta a Sam si el carro no está demasiado lleno.3

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Dalrymple, Louis. (1898, septiembre 28). Picnic del Tío Sam. Puck, v. 44, no. 1125. [Ilustración].

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El mejor equilibrio para el Tío Sam

La ilustración muestra al Tío Sam sosteniendo una balanza con "Labor" (representación de la clase trabajadora) a la izquierda y "Capitol" (representación de la clase patronal) a la derecha. Cuando los dos están equilibrados la escala apunta hacia la "Prosperidad" y cuando hay desequilibrio, la escala apunta hacia "Depresión".4

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Keppler, Udo J. (1901, septiembre 18). El mejor equilibrio para el Tío Sam. Puck, v. 50, no. 1281. [Ilustración].

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El Tío Sam obtiene una visión tranquilizadora

La ilustración muestra al Tío Sam de pie ante dos espejos que distorsionan la imagen reflejada, un espejo es etiquetado como "Seeing is Believing - the Republican Minority" y muestra al Tío Sam como una figura alta y delgada. La mayoría demócrata muestra al Tío Sam como una figura robusta y alegre. Un hombre llamado "Underwood" está dirigiendo la atención del espectador hacia la imagen demócrata y un hombre llamado "Mann" está dirigiendo la atención del espectador hacia la imagen republicana.5

5

Keppler, Udo J. (1913, mayo 28). El Tío Sam obtiene una visión tranquilizadora de lo que la nueva tarifa le hará a él. Puck, v. 73, núm. 1891. [Ilustración].

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Significado: Civilitas, palabra de origen latino que derivó en el término italiano civilitá y en español en 'civilización'.

Contenido: Publicaciones que abordan temas diversos sobre la cultura y la civilización universales.

CULTURA GENERAL

Estados Unidos a examen A través de la pauta marcada por el escritor Enrique Krauze, David Rieff y Leon Wieseltier, dos destacados intelectuales norteamericanos, disertan en pleno 2008 sobre la actualidad de los Estados Unidos, su compleja realidad interna y el siempre enredado entorno internacional que le acompaña. La charla aborda asuntos que en el 2017 continúan vigentes, cuestiones tan escurridizas como la democracia norteamericana y su intento de exportación al mundo, pasando por las problemáticas irresolubles de Oriente Medio, la emergencia de China y otras naciones en el escenario económico y político internacional, hasta tocar la muy sensible realidad social norteamericana en temas como la inmigración, los medios de comunicación, la aparición y efectos de las ahora llamadas “redes sociales”, así como el estado actual de la cultura y la educación en la Unión Americana.

Rieff, David y Wieseltier, Leon. (2008, marzo). Estados Unidos a examen, Letras Libres, año VII, núm. 78. pp. 14-23.

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DAVID RIEFF VS. LEON WIESELTIER

ESTADOS UNIDOS A EXAMEN n el marco del Fórum de las Culturas, realizado en Monterrey el año pasado, Letras Libres y Foreign Policy Organizaron una serie de debates sobre los grandes temas de nuestro tiempo. Uno de los más apasionantes fue el dedicado a Estados Unidos y su posible decadencia. Los signos del declive existen y se multiplican, pero es probable que el epitafio de esta nación como superpotencia se Haya escrito precipitadamente. Si bien es cierto que aventuras irreflexivas en el extranjero y una tendencia hacia la acción unilateral han aislado a Estados Unidos y limitado sus iniciativas estratégicas, también es verdad que la naturaleza dinámica de sus instituciones económicas y políticas le permiten reinventarse continuamente para permanecer en la cima de la influencia global. ¿Será verdad que la superpotencia se está quedando sin combustible? ¿Cuál es su futuro como actor protagónico en el escenario internacional ante el desafío económico de China? ¿Qué pasa con la alta cultura y su diálogo con la cultura popular? ¿Dónde residen las causas del malestar cultural? David Rieff y Lean Wieseltier debatieron, moderados por Enrique Krauze, sobre estas y otras preguntas en un memorable encuentro.

Enrique Krauze: La primera pregunta es sobre el papel que desempeña EE.UU. más allá de sus fronteras. ¿La tarea de la política estadounidense es mejorar el mundo y exportar la democracia, o proteger sus propios intereses? ¿Puede exportarse la democracia?, ¿con o sin el uso de la fuerza? David Rieff: No creo que ningún país, y sin duda ningún país poderoso, actúe por un único motivo: ni por la construcción de la democracia, ni tampoco por interés propio. A menos que seamos Noam Chomsky, es importante desechar desde una edad temprana la fábula de que las personas en el poder hacen cosas malas intencionalmente. Es probable que existan casos excepcionales en los que esto sea cierto, pero la mayor parte de la gente que trabaja en la mayoría de los gobiernos se imagina —ya sea correcta o incorrectamente—

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que está haciendo lo que es debido. Así, las acciones de los gobiernos son siempre una suerte de mezcla de valores e intereses. Históricamente, en el caso de EE.UU., el país ha tenido, como cualquier otro país, fantasías sobre sí mismo. Una de estas es la de ser un lugar excepcional cuyo trabajo consiste en exportar la democracia a otras zonas del mundo. Pero incluso en el caso de EE.UU. esta fantasía tiene otra que se le opone: la fantasía aislacionista, por llamarla de alguna manera; la idea de que EE.UU. podría vivir separado del resto del mundo. Creo que entre menos hablemos en términos de oposiciones, todo saldrá mejor. No obstante, hay que admitir que esta administración, la administración Bush, tuvo la idea de exportar la democracia a Medio Oriente como una especie de solución a un problema, esto es, al problema del Medio Oriente mismo, para el

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que posiblemente no existe solución. La consecuencia es que se metieron en el lío en el que están hoy.

Leon Wieseltier: Creo que David tiene razón. Se puede concebir la mayor parte de la política exterior de EE.UU., y quizá la de otros países, como una mezcla de valores e intereses. Es obvio que puede haber valores falsos y falsos intereses, la gente puede maquillar valores e intereses, pero idealmente uno quisiera que en conjunto tuvieran cierta sustancia. Hay ocasiones en que Estados Unidos actúa de manera brutal en nombre de lo que es evidentemente puro interés. Hay otros casos —y son muy escasos, y muy controvertidos— en los que ha optado por usar su poder únicamente en nombre de sus valores, ahí donde no existen intereses manifiestos. Si la administración Clinton hubiera hecho lo correcto y hubiera detenido el genocidio en Ruanda, eso habría sido un ejemplo de Estados Unidos actuando sólo por valores y no por cualquier estrategia relevante o por interés económico. La pregunta sobre la democracia es claramente una pregunta muy complicada. Si la pregunta es: ¿debe ser la democratización una meta de la política exterior estadounidense?, yo diría que sí, sin duda alguna. Pero ese es el principio de la discusión, y

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no el final. La pregunta se convierte entonces en: ¿cómo democratizar a otros países? Una respuesta posible es, claro, por la fuerza. La guerra en Iraq está demostrando que esa respuesta podría ser estúpida. Otra respuesta es: con el ejemplo. Lo que equivale a decir: no hay que hacer nada excepto ser la sociedad democrática más fascinante e inspiradora de todo el mundo y lograr que otras personas quieran imitarla. Y finalmente está el punto medio, que a mi parecer consiste en lo que EE.UU. hizo con gran eficacia en Europa del Este y en la Unión Soviética durante la Guerra Fría: proporcionar todo tipo de apoyo concebible e incluso provocador a los genuinos elementos democratizadores de una sociedad oprimida, sin recurrir al despliegue de la fuerza estadounidense. Una de las cosas que la guerra en Iraq ha demostrado es que resulta muy importante, al hablar de democratización, saber con toda claridad de qué estamos hablando. La democratización es, por definición, una política desestabilizadora. Pues, en esencia, de lo que se trata es de entrar en una cultura política no democrática o antidemocrática y destituirla, dejando tras su muerte un montón de despojos y un montón de anhelos por algo mejor. Una política de desestabilización es algo que uno debe pensar a fondo. También es una política que no puede cumplirse en uno, o dos, o cinco, o diez años. Si la democracia no crece desde dentro, intrínsecamente, sobre la base de factores internos, no hay nada que Estados Unidos pueda hacer, incluso siendo el Estado más poderoso en la historia. No hay nada que Estados Unidos pueda hacer para convertir a otra sociedad en una sociedad democrática. Enrique Krauze: Imaginen que llegamos en cámara rápida al año 2015. ¿Cómo será recordada la guerra en Iraq en ese entonces?

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David Rieff: Para 2015 tendremos que lidiar, por lo menos, con el blowback1 de la guerra en Iraq. Después de todo, sólo faltan ocho años para 2015. Imagino que para ese año las fuerzas estadounidenses estarán o bien en Iraq o cerca de Iraq. Los estadounidenses se han metido en una situación para la que no existe una salida evidente. Es como eso que el economista Schumpeter, tan admirado por los neoconservadores, denominaba la "destrucción creativa". No estoy tan seguro sobre la parte creativa, pero no cabe duda de que la destrucción según Schumpeter es lo que ha sucedido en Iraq. Y que nadie puede escapar de ello también está clarísimo. Esto suponiendo que no haya guerra en Irán, y que los turcos no decidan poner fin al Estado kurdo, y considerando muchos otros temas del Medio Oriente. Quiero decir: podemos hablar sobre la importancia del Medio Oriente en términos globales, pero en sus propios términos se tiene a menudo la sensación de que ahí hay seis guerras a punto de estallar, y simplemente no se puede saber cuál será la primera. La guerra fue una calamidad, una calamidad en la que estamos atrapados. Leon Wieseltier: Creo que la guerra en Iraq fue un error y que será recordada como un error, y puesto que soy alguien que apoyó la guerra y escribió en su favor, me hago en parte responsable de ese error. En este momento, la dimensión realmente exasperante de la discusión es que los sórdidos orígenes de la guerra no tienen nada que ver con la cuestión de cómo salir de ella. Hay muy pocas cosas dichas por Bush que se puedan admirar por completo, pero una de ellas es cuando afirmó, en su pasado discurso del Estado de la Unión, que esta no es la guerra que fuimos a pelear, sino la guerra en la que estamos. Fue un desastre en

muchos sentidos, pero estoy de acuerdo con David: no está claro qué hacer al respecto. Hoy, en Estados Unidos, sucede una cosa muy extraña. Si se revisan las encuestas y se observa el progreso de esta tonta campaña presidencial que tiene lugar, se encuentra que existe un gran sentimiento antibélico, pero no un gran sentimiento a favor de la retirar las tropas desplegadas en Iraq. A diferencia del caso de Vietnam, cuando el estar contra la guerra era estar a favor de la retirada, lo que tenemos ahora es un gran segmento de la población estadounidense deshecho por la guerra, que no la apoya, pero que se encuentra en un estado de perplejidad. Esto se debe en parte a las

implicaciones que el desastre en Iraq ha tenido para la cuestión de la seguridad en Estados Unidos. Iniciarnos una guerra para eliminar armas de destrucción masiva que no existían; ahora pelearnos contra varios grupos terroristas en Iraq que tampoco estaban ahí cuando entramos. Debo decir que, desde hace años, no tengo nada útil que decir al respecto, porque si dijera que debernos salir de inmediato, eso sería útil, pero creo que también sería incorrecto; y si dijera que debemos desplegar a otros 150,000 efectivos, eso sería útil,

1

Blowback es un término utilizado en política para referirse a las acciones no intencionadas de las operaciones, por lo general encubiertas, que un gobierno realiza en otro territorio. Literalmente significa "culatazo", esto es, el golpe que se recibe al disparar una arma de fuego.- N. de la T.

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pero también incorrecto. Estamos en una muy mala situación. Enrique Krauze: El sentimiento antiestadounidense está en un cenit en todo el mundo, y la influencia de Estados Unidos, al menos su influencia moral, está en su punto más bajo. ¿Qué debería hacer Estados Unidos para revertir esta tendencia? Y, en su opinión, ¿está consciente EE.UU. de la gravedad y la profundidad del sentimiento antiestadounidense? David Rieff: Es una pregunta con la que debemos ser muy cuidadosos. Los datos de las encuestas son poco claros. Algunos indican que los estadounidenses están conscientes de la situación. Pero también hay mucha información que señala que los votantes de tendencia republicana sienten que EE.UU. está siendo malentendido, que está haciendo lo correcto y que debería seguir así. Y en el sector demócrata se tiene la sensación de que

todo marcha bien, de que el único problema es que George Bush echó todo a perder y que una vez que Hillary Clinton esté en su lugar, o Barack Obama, todo estará bien de nuevo y los estadounidenses serán amados una vez más. Yo por mi parte empiezo a pensar —y tal vez sea por una educación histórica más que filosófica— que sin la Guerra Fría, es decir, sin la existencia de grandes zonas del mundo con un cierto interés en apoyar a los estadounidenses, las cosas empiezan a revertirse. Estamos entrando en un mundo multipolar. No me importa mucho la cuestión de si Estados Unidos es una superpotencia o una superdecadencia. Pero lo que es cierto, claramente, es que la India y China están regresando por primera vez en medio milenio al papel económico que jugaron poco antes de 1500; que, en términos económicos, el mundo multipolar ya ha comenzado; y que, sin querer ser un vulgar materialista, a los términos económicos

Mural antiestadounidense en Irán

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tarde o temprano les siguen, por lo general, términos políticos y militares. Llegados a ese punto, grandes zonas del mundo no tendrán razón alguna para estar a favor de los estadounidenses como lo hicieran antes. Me parece que estamos retrocediendo al mundo antes de la Guerra Fría, a un mundo donde no hay ningún tropismo, ningún imán que diga: debes mirar hacia Estados Unidos como un gran modelo. Así que, ¿se trata de un sentimiento antiestadounidense? No. Una manera más precisa de dar cuenta de esta circunstancia es simplemente decir que se trata de un mundo multipolar. Leon Wieseltier: China es la realidad estratégica más importante de nuestros tiempos y, en comparación, el Medio Oriente podría ser una realidad menor. En cuanto al sentimiento antiestadounidense, mi única opinión es que en este momento se trata del problema más grande de la política exterior estadounidense. Creo que afecta incluso a la cuestión de la seguridad de Estados Unidos en la medida en que el terrorismo es una amenaza planteada por actores sin Estado, cuyo control o eliminación requiere de la cooperación de muchos Estados y organismos autónomos. Sin embargo, es importante comprender las numerosas variedades de este sentimiento. Existe un sentimiento antiestadounidense que es una respuesta directa a Estados Unidos, a las cosas que este país ha hecho. Me gustaría pensar que la mañana en que el próximo presidente estadounidense asuma su cargo, tan pronto Bush y Cheney abandonen Washington, veremos, de manera casi automática, hasta un veinticinco o treinta por ciento menos de sentimientos antiestadounidenses en el mundo. Por otra parte, no todo es una respuesta a algo que Estados Unidos hace, y sería condescendiente pensar que lo es. Parte de este sentimiento es consecuencia de una ideología o postura

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independiente sobre el mundo que mantienen algunas personas basadas en fundamentos religiosos o seculares, una imagen del mundo en la que simplemente no hay lugar para una sociedad abierta, o para la democracia, o para el capitalismo irrestricto, etcétera. Enrique Krauze: Antes de pasar a China y de charlar sobre su ascenso, hablemos brevemente sobre las consecuencias que los ataques del II de septiembre han tenido en la sociedad estadounidense. ¿Cómo se conciben y cómo se ven después de seis años? En la actualidad, ¿cuál es el lugar de la amenaza terrorista en Estados Unidos? David Rieff: Es una pregunta interesante porque, por una parte, parece que todo ha cambiado y, por otra, parece que nada ha cambiado. Estoy seguro de que muchos de ustedes han viajado a Estados Unidos, y saben lo que es ser extranjero en un aeropuerto, por ejemplo. Nunca fue agradable, pero ahora es ridículo. Y hay otras clases de pánico. La gente ahora se ha acostumbrado a mostrar documentos de identidad no sólo en edificios públicos sino en edificios de oficinas. Esto es absurdo porque ni siquiera se inspeccionan estos documentos de manera seria; podrías hacerlos con Photoshop. Existe una especie de cultura del miedo. Por otra parte, el país aún se apega a la declaración básica del presidente Bush tras el 11 de septiembre, que fue: "Sigan comprando." En cierto sentido, la administración Bush no quería que nada cambiara. La guerra es un buen ejemplo de ello. Uno no puede librar una guerra y bajar los impuestos; hacerlo y mantener sana la economía es sencillamente imposible. Así que decidieron librar una guerra, bajar los impuestos, y dejar que los chinos la subsidiaran comprando bonos estadounidenses. Eso es lo que realmente ha pasado como resultado de las decisiones en Washington tras el 11 de

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septiembre. Tanto en la guerra en Afganistán como en la guerra en Iraq había otra alternativa, que era simplemente deponer a los gobiernos en cuestión y luego irse. No estaba claro que nos teníamos que quedar, ni en Afganistán ni en Iraq. Eso habría sido, en fríos términos económicos, algo asequible. Pero como este gobierno pensó que era políticamente imposible aumentar los impuestos, ahora tenemos una calamidad económica.

Leon Wieseltier: En los años que han pasado desde del 11 de septiembre Estados Unidos ha sido un país casi clínicamente esquizoide. Esto en realidad ha sido obra de Bush, eso le va bien al presidente. Se nos dice, por un lado, que vivimos en estado de guerra, que pende sobre nosotros una gran emergencia nacional que perdurará por generaciones; y se hacen comparaciones con Churchill y Roosevelt todo el tiempo. Por otro lado, se nos dice que vivamos como si nada, que sigamos comprando y viendo televisión por cable. Me parece que Bush dista mucho de Roosevelt, Churchill y Truman. Hay líderes políticos que llegan al cargo con cierta agenda político-social para su país, y cuando, de hecho, este país se ve amenazado, con el fin de unir a la sociedad —pues

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sin duda la unidad es uno de los primeros requisitos para la seguridad en tiempos de peligro—, comienzan a ceder en su agenda nacional. Bush tenía la idea, muy original e irrisoria, de que podría gobernar como Churchill durante unos momentos y como Tom DeLay el resto del tiempo. Y eso no puede hacerse. No hay duda de que existe una sensación de amenaza en Estados Unidos. Es cierto que Estados Unidos está bajo amenaza física, pero es ridículo sugerir, como hace la gente en Washington, que Al Qaeda o el fundamentalismo islámico planteen una amenaza filosófica para el American Way of Life. Hubo un tiempo durante la Guerra Fría, en la década de los treinta y los cuarenta —e incluso antes, ya que el socialismo y el comunismo usaron el mismo vocabulario que el liberalismo, que era en esencia el vocabulario de la Ilustración—, en el que se podía argumentar que había una guerra de ideas entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Pero en lo que toca a la sociedad estadounidense de hoy no existe una guerra de ideas entre George Bush y Osama Bin Laden. Hay una amenaza física. Y esta abre oportunidades para los demagogos. La demagogia casi siempre aparece en dos lugares: en los debates políticos, como se ve en los periódicos, y en las películas de Hollywood. Pero lo que resulta notable, si tomamos en cuenta el sentido de amenaza bajo el que supuestamente vivimos, es nuestra asombrosa vulnerabilidad. En algún punto creo que Estados Unidos será atacado de nuevo, y cuando esto suceda la gente se pondrá a la obra y se unirá, y poco tiempo después regresarán al internet que, como saben, es el más grande narcótico jamás inventado por el hombre. Enrique Krauze: Antes de hablar sobre EE.UU. Unidos dentro de sus propias fronteras, quisiera escuchar sus opiniones sobre tres asuntos: el conflicto entre Israel y Palestina, los regímenes de Cuba y Venezuela y, finalmente, China.

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David Rieff: EE.UU. es el garante de la seguridad de Israel y, en la medida en que se piense y se negocie un acuerdo, antes que imponerlo, el acuerdo es posible. Imponerlo no depende de la gracia y el favor de Estados Unidos, pues un partidario en el conflicto no puede imponer un acuerdo excepto por la fuerza, y eso no va a pasar. En cuanto a Cuba y Venezuela voy a decir dos cosas: la primera es que Fidel Castro ha visto pasar hasta ahora a ocho presidentes de Estados Unidos; si logra mantenerse vivo verá salir a un noveno, y Hugo Chávez, sea lo que sea que haya logrado, ha salvado al Estado cubano de la bancarrota y la ruina. Se trata de un logro geoestratégico tremendo, nos parezca bien o no. Sin abogar por Hugo Chávez (que me parece un populista vergonzoso), sigo creyendo que la idea de que si América Latina entrara de lleno en el neoliberalismo estaría de maravilla, una idea que Álvaro Vargas Llosa expresó hace poco tiempo, es igualmente absurda. Existe la noción de que las alternativas en Venezuela son el chavismo y el antichavismo, y esto parece cederle terreno a Chávez. Porque llegados a ese punto, si los pobres tienen que decidir entre el viejo régimen y Chávez, van a escoger a Chávez. Y esa es la realidad. Así que hasta que pueda desarrollarse otro tipo de política liberal en este continente, me parece que van a surgir muchos Chávez. Después de todo, el ascenso de Chávez, el ascenso de Correa, la victoria de Evo Morales, la casi victoria de López Obrador, son evidencia de que los pobres

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simplemente no están dispuestos a seguir aceptando el statu quo. El hecho de que hayamos considerado a estas figuras como falsas vías, falsos amaneceres, no cambia el problema. Enrique Krauze: ¿Y qué hay de la relación entre Estados Unidos y Cuba? David Rieff: La relación de EE.UU. con Cuba es muy curiosa. En Washington, pese a lo que hayan escuchado, hay un lobby cubano muy efectivo, fuerte en estados importantes en las elecciones nacionales, como Nueva Jersey y Florida. Los cubanos han logrado que este lobby tenga más influencia de lo que uno podría suponer. Y lo más importante es que han logrado dominar por mucho tiempo el pensamiento del Partido Republicano. Lo que, por supuesto, resulta paradójico es la otra rama del Partido Republicano, es decir, el establishment de los negocios, que ha querido normalizar las relaciones con Cuba desde hace tiempo. Se dice, aunque no puedo probarlo, que hay mucha inversión financiera de las corporaciones estadounidenses a través de terceros y de corporaciones títere y subsidiarias en Europa y Canadá. Así que pienso que estamos llegando a un punto en el que la capacidad para continuar con el embargo se debilitará. Puede que nos torne hasta la muerte de Castro... aunque, ¿quién sabe? Pero, desde mi punto de vista, la transición será bastante ordenada, el ejército tomará el control y veremos mucho más una situación del tipo de China que del tipo de Alemania Oriental en 1989 y, en ese momento, se normalizarán las relaciones.

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Leon Wieseltier: Sé mucho menos sobre América Latina que sobre Medio Oriente, así que permítanme en primer lugar decir algo sobre lo que sé menos: una de las muchas razones por las que se detesta a Hugo Chávez es porque ha logrado que sea imposible alegrarse por la muerte de Castro cuando esta sobrevenga. Creo que podría decir dos cosas. Una es que resulta muy desalentador —e insisto, no conozco bien estos países— ver al demonio del populismo, que no deja de encontrar nueva vida. El populismo es a la democracia lo que el kitsch al arte. Es decir, es una suerte de pseudodemocracia. Es una democracia de la turba, un sistema en que la turba decide ser alegremente manipulada por el poder. Por otra parte, cuando uno mira la desigualdad económica en las sociedades latinoamericanas, y en África y Asia, resulta muy difícil desestimar la preocupación por la pobreza y la desigualdad tomándola tan sólo como una especie de resurgimiento del marxismo. En verdad existen problemas económicos y sociales fundamentales y pasmosamente grandes en muchas sociedades, y uno de los desafíos para los liberales, para los liberales clásicos, es abordar estos problemas de una manera que no sea populista, por una parte, ni insensible —ya saben, como la veneración del mercado libre—, por la otra. No creo que nadie hasta ahora haya elucidado cómo hacer esto, de ahí que el fenómeno de personajes como Chávez continúe. Sobre Cuba, mi impresión es que Castro está viviendo póstumamente, que de alguna manera ya está muerto, incluso si se rehúsa a morir, y que ha sobrevivido para ver el período posCastro, por así decirlo. No está claro cómo será ese período, pero no puede ser peor que lo que ya pasó. Sobre Israel y Palestina: miren, hay problemas en la vida que son frustrantes porque no se puede idear una respuesta para ellos. Hay otros

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problemas que resultan frustrantes porque se ha sabido la respuesta todo el tiempo y no se sabe cómo llegar a ella. Durante treinta años, toda persona razonable de derecha o izquierda que haya analizado el problema de Israel y los palestinos conoce que la única solución es la de los dos Estados, que era la solución original en la década de 1940, llamada en ese entonces partición y que ahora se llama Tierra por Paz o Acuerdo Territorial. Pero una y otra y otra vez el camino hacia esa solución se ha visto bloqueado, en ocasiones por la política israelí, en ocasiones por las políticas árabes o palestinas. Mi punto de vista es que justo ahora el obstáculo más grande para cualquier progreso en este conflicto está, por mucho, del lado de los palestinos. Creo que el único factor nuevo en este conflicto durante los últimos cien años ha sido la guerra civil palestina, que surgió como resultado del conflicto entre Hezbolá y el yihadismo en varias partes del mundo musulmán. Y no importa qué tan poderosos sean Israel o Estados Unidos: ninguno puede determinar el resultado de esta guerra civil, excepto indirectamente. Lo que estamos presenciando es cómo los palestinos deciden quiénes serán en el futuro. Ahora bien, hay una división de hecho geográfica: Hamas tiene Gaza, mientras que Mahmoud Abbas y la OLP tienen la mayor parte de Cisjordania. Esta es una situación tremendamente desalentadora. Enrique Krauze: Para terminar con el tema de EE.UU. más allá de sus fronteras, ¿podrían decirnos algo sobre las oportunidades y los riesgos que China representa? Leon Wieseltier: China es la realidad estratégica más importante de nuestros tiempos. El tamaño de este país y el poder político y económico que generará es casi demasiado abrumador como para imaginarlo. En Washington nadie habla críticamente sobre los chinos, porque cuando se

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dice la palabra "China" lo que la gente de Washington escucha son las palabras "casa de verano". Es decir, todo el mundo reconoce las oportunidades económicas. Dentro de treinta años estaremos viviendo en un mundo bipolar; no hay duda. Tengo sentimientos encontrados sobre esto porque parecería que el gran experimento chino —que está avanzando a toda velocidad, a tan gran velocidad que la gente en lugares muy lejanos se estará ahogando durante años con el humo de sus fábricas— demuestra que se puede tener una liberalización económica sin una liberalización política. Esta es la tesis, que va en contra de lo que la gente en Occidente, tanto liberales como conservadores, ha creído durante mucho tiempo. Los chinos no creen que las nuevas tecnologías representen un obstáculo y, hasta donde puedo ver, son indiferentes a las presiones occidentales sobre la cuestión de los derechos humanos. Van a volverse extraordinariamente sensibles a esta cuestión mientras tengamos que lidiar con los Juegos Olímpicos, así que desde ahora y hasta la justa olímpica supongo que China comenzará a verse un poco como Bélgica en materia de derechos humanos y después, tan pronto como terminen los juegos, Bélgica desaparecerá. Insisto: este es el gran experimento, por así decirlo, de nuestro tiempo. Aquellos que nos llamamos liberales debemos anhelar que este experimento fracase. Recuerden que a principios del siglo XX, en la Revolución rusa, el gran debate filosófico e ideológico que Lenin finalmente asentó fue el debate entre los mencheviques, que creían que los derechos políticos debían preceder a los derechos económicos, y los bolcheviques, que insistían en que primero se debía lidiar con la desigualdad económica y después con la desigualdad política. Ahora sabemos cuáles fueron las consecuencias.

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Enrique Krauze: David, ¿un mundo bipolar o multipolar? David Rieff: Es cierto que China se convertirá en una potencia que rivalizará con Estados Unidos, no hay duda. Lo que Leon decía sobre el experimento chino es absolutamente correcto, pero este depende, como lo señaló célebremente Deng Xiaoping, de que todo mundo se enriquezca. Quiero decir, el experimento, en las mentes de la élite china, sólo funciona con la prosperidad económica. Los chinos ya compiten de manera

seria por los recursos minerales con Estados Unidos y la Unión Europea en casi todas partes, excepto en Medio Oriente, y ya veremos cuánto dura eso. Cuando dejemos atrás la crisis iraní, y la dejaremos atrás de una forma u otra, parece lógico suponer que los chinos entrarán a Irán por la puerta grande. Ya han entrado de manera discreta. No estoy seguro de que la Unión Europea sea capaz de convertirse alguna vez en una potencia política. Es una potencia económica, tal como Microsoft lo pudo constatar con dolor el otro día, cuando la Unión Europea los obligó a cambiar sus prácticas de negocios a nivel global. La India aún está por detrás de estas preguntas y hasta ahora sus ambiciones se limitan a su propia esfera. Fuera de esto, no sé. La otra cosa que hace del caso chino

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un caso importante, a mi parecer, es precisamente el fin del comunismo. En cierto sentido, este experimento de capitalismo autoritario que tiene lugar de manera notable en China, pero también en la Rusia de Putin y en otros lugares, podría verse como lo que sucede cuando el capitalismo se vuelve el sistema único del mundo. Una vez convertido en esto —un sistema mundial único— nos dimos cuenta de que probablemente era poco realista en términos históricos imaginar que el capitalismo liberal sería la única forma de capitalismo. De hecho pienso que el siguiente siglo se caracterizará por un conflicto entre las distintas versiones del capitalismo. Y no veo razón alguna para pensar que una triunfará categóricamente sobre la otra. Enrique Krauze: Un tema de particular importancia para nosotros en América Latina, y mucho más en México, es el de la inmigración. ¿Qué posibilidades hay de un cambio en el Congreso y en la opinión pública de Estados Unidos sobre este tema? ¿Qué tanta importancia reviste para Estados Unidos? Leon Wieseltier: Creo que la inmigración es la única vía por la cual la sociedad estadounidense se refresca. Me parece que la inmigración es y ha sido históricamente una bendición para Estados Unidos, y pienso que los nativistas, los partidarios de los nacidos en este país, no comprenden bien a Estados Unidos y en cierto nivel no le desean nada bueno. Tengo sentimientos muy fuertes respecto de la inmigración. Como saben, debido a razones económicas y también a razones culturales, el patriotismo alentado durante los últimos años por la administración Bush-Cheney ha sido muy estrecho e inflamado. Justo ahora hay un nuevo "nativismo" en Estados Unidos. Desafortunadamente, mucho del debate sobre la inmigración en este país se ha dado sólo en términos de los intereses políticos de la gente que

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participa en las discusiones. Si uno ve los debates demócratas o republicanos, verá que los políticos están actuando de manera oportunista. Bush, hay que decir esto a su favor —y esta es una frase que rara vez utilizo—, realmente intentó llegar a un resultado justo, decente y compasivo, pero no estaba preparado para desafiar a su partido. Creo que el resultado del debate sobre la inmigración, cuando sea y como sea que ocurra, nos dirá mucho sobre el carácter de la sociedad estadounidense en este momento. David Rieff: Las opciones que tenemos en este momento, de manera realista, son mantener el sistema actual, que significa algo como —escojan su cifra— unos ocho o dieciséis millones de personas viviendo en las sombras, o algún tipo de regularización. No tengo idea de qué vaya a pasar en el corto plazo. Ahora resulta muy útil para muchas figuras políticas hablar como si la inmigración fuera algo que pudiera acotarse por medios legales: con medidas enérgicas, estableciendo una frontera y endureciéndola — algo que, por supuesto, no va a suceder—. Supongo que, si en verdad se liberaliza la inmigración y se regulariza a la gente dentro de Estados Unidos, se puede estar seguro de que la frontera se verá mucho más reforzada. Recuerden también que hay una conexión, al menos en la imaginación de la gente, entre Estados Unidos y el terrorismo. Uno no puede decir que Estados Unidos está amenazado por gente que trata de escabullirse hacia adentro y hacer cosas dañinas, y luego sostener que la frontera sur del país debe dejarse abierta. No es posible, simplemente no tiene sentido, ni emocional ni político. La broma sobre este tema, y esto no se lo tengo que decir, es afirmar que Vicente Fox fue un gran genio: creó diez millones de empleos, aunque desafortunadamente todos en Estados Unidos. Creo que gran parte del debate estadounidense

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dependerá de ustedes, de su país, de lo que suceda aquí, y de si la gente continúa yendo hacia el norte en gran número. Y sobre eso, sin duda, ustedes saben más que yo. Leon Wieseltier: Me parece que lo único que deberías agregar es que en el debate estadounidense no hay nadie a favor de la inmigración ilegal. La pregunta es qué tan compasiva o insensible debería ser la ley ante los inmigrantes ilegales que ya están en Estados Unidos. Una de las cosas alentadoras es que entre toda la gente que cruza las fronteras estadounidenses, sólo un minúsculo porcentaje de ella entra en nuestro país para hacernos daño, y los llamamos terroristas; y se tiene un número espectacularmente grande de gente que entra al país no para hacernos daño sino para vivir vidas prósperas y felices en Estados Unidos, y son los inmigrantes. Debo decir que nunca he entendido a

los estadounidenses que no dan la bienvenida a este movimiento. Una de las muchas obvias ironías de este debate es que el político antiinmigración más importante en Estados Unidos lleva el apellido Tancredo. Tancredo no es un apellido de Kentucky. Enrique Krauze: Añadiría, si se me permite, que lo que necesitamos es una forma de pensar y una disposición completamente nuevas en lo que respecta a las relaciones entre los dos países. Quizá un enfoque distinto, un enfoque histórico enteramente diferente de Estados Unidos hacia México y de México hacia Estados Unidos ayudaría mucho ... Pero para terminar la primera parte de este debate, esta pregunta: cultural y socialmente, ¿Estados Unidos está sano? ¿Qué les preocupa respecto de su país? ¿Qué los hace sentir orgullosos de él? Leon Wieseltier: Lo que más me preocupa de Estados Unidos en este momento son dos cosas: la

Manifestación de latinos contra la persecución de inmigrantes indocumentados (2015)

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primera es la desigualdad en los ingresos y el desprestigio que supone, entre la clase política, el preocuparse abiertamente por los pobres. John Edwards, a quien no aprecio mucho, es admirable por su insistencia en hacer de los pobres una cuestión central en la discusión política. Sin embargo, por razones económicas, la sociedad estadounidense se vuelve cada vez más fría y dura, y esto es desconcertante. La segunda cosa que me preocupa, y que ya señalé antes, es la esclavitud de la población estadounidense a internet. No es un problema exclusivamente estadounidense y creo que los historiadores registrarán que alrededor de estos tiempos comenzamos a desarrollar hábitos cognitivos, verbales y mentales que destruyeron la discusión civil y genuina. En

Estados Unidos el trastorno de déficit de atención no es un trastorno: la atención es el trastorno. En cierto nivel, y comienzo a verlo de muchas maneras, la sociedad estadounidense se encuentra en un frenesí de utopismo tecnológico. Estados Unidos y sus gadgets: cada semana hay un nuevo iPod o iPhone o una manera de ver dondequiera que estés un programa de televisión realmente malo. Los estadounidenses piensan sobre la tecnología, hablan sobre la tecnología, creen en el poder mesiánico de la tecnología, y están permitiendo que la tecnología se filtre en las dimensiones más íntimas de la vida y de las

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relaciones humanas, así que hay una suerte de deshumanización. Amo a mi país, pero eso me preocupa. Leonard Cohen tiene una canción en la que dice: "Amo al país pero no puedo soportar la vista", y algo así es lo que yo siento. Siempre he tenido la creencia mística de que es imposible destruir la Constitución de Estados Unidos. Aunque algunas personas hoy están haciendo su mejor esfuerzo para lograrlo, siempre he pensado que la Casa Blanca es más grande que cualquier presidente que viva en ella. Así que, en este sentido, soy un patriota. Pero un patriota que no duerme muy bien... David Rieff: ¿Qué puedo decir? No me siento cómodo en la posición de patriota, aunque no duermo mejor. No creo en absoluto en el carácter excepcional de Estados Unidos o en que este país sea la última gran esperanza de la humanidad. Estados Unidos es un gran país y tiene muchas cosas maravillosas, entre ellas su apertura, que persiste pese a todos los golpes que ha recibido, y no sólo de parte de la administración Bush. No soy un partidario de los demócratas, así que no creo que cuando Hillary Clinton o Barack Obama lleguen a la Casa Blanca todo estará bien, ni que exista una especie de discontinuidad existencial entre Bush y todo lo anterior. En realidad, creo que hoy hay más continuidades que discontinuidades en la política exterior de Estados Unidos. Por otra parte, concuerdo sobre el utopismo catastrófico de internet... Aunque esto también es una forma de apertura, sólo que de forma desviada y autodestructiva. Lo que está mal en Estados Unidos, además de la pobreza, es lo mismo que desgraciadamente también está sucediendo en la mayoría de los países desarrollados, por no hablar de los países subdesarrollados: el colapso total del sistema educativo en las escuelas secundarias. Aunque contamos con un sistema de élites que nos permite tener las universidades y los institutos

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de investigación científica más importantes del mundo, tenemos un sistema de educación primaria y secundaria que se deteriora año con año. Enrique Krauze: Demos inicio a esta segunda parte de nuestro debate con preguntas sobre asuntos culturales. ¿Cuál creen ustedes que será en el futuro la postura de Estados Unidos frente al calentamiento global? David Rieff: La postura de Estados Unidos cambiará retóricamente casi sin importar quién sea el próximo mandatario. La oposición verbal del gobierno de Bush a las medidas contra el calentamiento global obedece, en realidad, a la política interna del Partido Republicano. Creo que cualquier candidato que llegue a presidente estará más dispuesto a dar coba al calentamiento global. El problema es que no tenemos claro qué hacer al respecto. El etanol, antes que arreglar las cosas, generará más destrucción, más daños ambientales. Los empresarios del comercio de emisiones van a hacer mucho dinero en todo el mundo con su negocio, pero esta no es una solución de largo plazo. Insisto, la gente encontrará la retórica del próximo presidente de Estados Unidos más agradable, pero no creo que esto conduzca a un movimiento serio para abordar el cambio climático. Y, de nuevo, regresamos a China. El hecho es que ni la India ni China van a estar dispuestos a limitar su consumo de combustibles. Y esto puede verse en sus propias políticas de aseguramiento de recursos. Puede haber todos los autos ecológicos que se quiera en California, pero en China se creará una ciudad del tamaño de Monterrey prácticamente cada año, y esa ciudad consume energía. Lo mismo sucede en el Golfo, donde se están registrando incrementos notables de consumo de energéticos. No soy nada optimista en cuanto a que haya una solución.

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Leon Wieseltier: Creo que, en esencia, China va a ser en el siglo XXI lo que Manchester fue en el XIX, en parte debido al trato que se les da a los trabajadores y en parte por la forma en que arroja humo al ambiente. No conozco los datos científicos del calentamiento global, pero tiendo a coincidir con los alarmistas porque creo que equivocarse por estar con ellos puede ser una buena política. Lo que podría decir desde una cierta distancia es que la administración Bush ha dado una imagen muy confusa sobre el papel de los estadounidenses en la cuestión del cambio climático. Me da la impresión de que los estadounidenses tienen una postura más ilustrada y flexible respecto del tema, y que a los comerciantes y empresarios no les interesa el desprecio de una sociedad que piensa que son ellos quienes la están envenenando. Me parece que Bush y Cheney, y toda esa clase de republicanismo conservador, ha construido esta oposición completamente artificial entre ambientalismo y capitalismo. Me parece que el capitalismo estadounidense es más progresivo en cuestiones ambientales de lo que el gobierno de Bush nos quiere hacer creer, e incluso de lo que el gobierno de Bush le permite ser. Enrique Krauze: ¿Creen que existe una cultura del miedo en Estados Unidos? Y, de ser así, ¿cuánto tiempo existirá? Leon Wieseltier: A mi parecer, hay un miedo racional y un miedo irracional. Creo que el miedo irracional está pasando por un momento de apogeo porque existe una campaña política en curso. No creo que los estadounidenses anden por ahí asustados, ya veces quisiera que anduvieran por ahí un poco más asustados, porque existe, como ya he dicho, una enorme vulnerabilidad en Estados Unidos. Pero no veo, si se considera la cultura estadounidense, si se considera la industria del entretenimiento estadounidense, si se

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considera la ficción estadounidense, no veo que los acontecimientos del 11 de septiembre o la guerra en Iraq hayan producido una nueva clase de estado de paranoia en Estados Unidos. David Rieff: Parte de la catástrofe generalizada de la modernidad es la amnesia histórica. Existe la noción de que hay más miedo hoy en Estados Unidos del que hubo durante el "peligro rojo" de los años cincuenta, o durante las grandes redadas del período inmediato posterior a la Primera Guerra Mundial, o durante las disputas políticas en muchos momentos del siglo XIX de la historia estadounidense, pero yo no creo que sea peor ahora. Pienso que es sólo un período de miedo más, como los ha habido muchas veces en Estados Unidos, al igual que en todos los demás países.

desafiarlo. La gente dice: ¿qué?, ¿estás contra la democracia?, ¿estás contra la libertad de expresión? En internet la gente puede decir lo que piensa y quienes piensan igual pueden escucharla. Pero esto, por supuesto, es un simulacro de la democracia. No es la democracia. Y no sólo porque en la red siempre gana el más histérico, el más vulgar. Estoy dejando de lado el hecho de que la mitad de todas las entradas en internet siguen siendo pornografía... Pero incluso ese cincuenta por ciento que no es, ya saben, nalgadas punto com, se trata de la histeria, de la voz más fuerte.

Enrique Krauze: ¿Cuál es el papel de la cultura hoy en Estados Unidos? ¿Cómo se mide su salud? ¿Por la alta cultura, por la cultura popular, por su rol de superpotencia? Leon Wieseltier: Yo pienso que algo de esto tiene que ver con la cuestión de la tecnología. En primer lugar, nunca antes la cultura popular estadounidense había tenido a su disposición una tecnología tan poderosa como la que tiene ahora. Desafortunadamente esto crea una cierta presión sobre la alta cultura. Se puede ver en los fenómenos más banales. Por ejemplo, todos ustedes entran a los sitios de internet y leen artículos en red. En cierto sentido la velocidad de la tecnología está obligándonos a reducir los discursos —el discurso literario, el discurso artístico, el discurso filosófico—, a estar un poco a la defensiva. La alta cultura siempre se ha visto acosada y se ubica entre las minorías, nunca ha tenido una edad de oro, pero ahora existen nuevas presiones. David Rieff: Internet es una especie de simulacro de la democracia y, en tanto tal, resulta muy difícil

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La falsa democracia de internet sugiere que no hay nada difícil. Uno no tiene que saber nada, sólo debe tener opiniones y subirlas a la red. Uno no necesita pericia, porque la pericia es una especie de fraude jerárquico. Lo que tenemos entonces, y no creo que esto sea particular de EE.UU., es que se pierde el sentido de que las cosas culturales, las cosas artísticas, son difíciles. Es más fácil escuchar una canción pop que escuchar a Bruckner. El otro elemento, sin duda, es la especialización que experimentamos en un mundo en que las ciencias son inaccesibles a todos menos a los especialistas. Se trata de una edad de oro de la investigación científica; no necesariamente de la práctica médica, pero sí de la investigación biológica. Simplemente hay que mirar la historia del cáncer,

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algo que me interesa por diversas razones, tanto personales como intelectuales. No ha habido un gran progreso en el tratamiento del cáncer, pero durante los últimos treinta años ha habido una transformación de lo que en verdad sabemos sobre el cáncer. El problema es que, si uno toma una revista científica, uno no puede leer mucho más allá de la sinopsis, a menos que esté realmente al tanto de estos temas. He ahí una transformación, una que no facilita el consenso de la alta cultura, por decirlo amablemente. Leon Wieseltier: Hay otro fenómeno que también debemos a las computadoras, aunque no es exclusivo de ellas, y es profundamente dañino para la cultura. Tiene que ver con los descubrimientos, la buena fortuna, las experiencias inesperadas del arte o del lenguaje. Ahora se da este fenómeno, este ideal, que se conoce como la "personalización". Es decir, debido a la tecnología, la gente podrá organizar ahora su vida de tal forma que nunca más tendrá que escuchar ninguna pieza musical que no haya decidido escuchar y que no conozca, ni tampoco ver ninguna imagen sin saber de antemano que la quiere ver. No comprendo un mundo en el que uno camina por la calle y ve a todas estas personas, que hace treinta años hubiéramos clasificado como psicóticos, hablando solas. Y si no están hablando por su teléfono, entonces no saben que están rodeadas por otros seres humanos porque tienen su iPod en las orejas. Así se tiene una suerte de atomización de la experiencia incluso a nivel callejero, en el que la gente se retrae detrás de estas barreras, y lo que están haciendo es administrar la cultura de una manera tal que nunca jamás será posible que la cultura los desafíe. Sin la posibilidad de descubrir, no hay una cultura viva. Enrique Krauze: Leon, como editor, ¿qué piensas sobre la literatura de hoy en Estados Unidos?

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Leon Wieseltier: No estoy muy a gusto. Me parece que hay mucha gente escribiendo y que la ficción estadounidense está atrapada en una especie de urdimbre extraña entre la investigación y el positivismo. Creo que cada escritor tiene una sola historia que contar. Hay algo desconcertante en esos escritores que parecen no tener una vocación o una obsesión, que parecen más bien estar construyendo una carrera. Y para construirla pasan de un libro a otro aduciendo únicamente la investigación. Tal novela tendrá lugar en un pueblo industrial de Nueva Inglaterra en el siglo XIX; a esa le seguirá una serie basada en Ornar Khayam, y después... Parte de todo esto, debo decirlo, se remonta a lo que dije antes. Creo que la experiencia de la mayoría de los estadounidenses ya no es tan primaria como necesita serlo para crear arte a partir de ella. No veo cómo se puede hacer arte a partir de la personalización de productos o el correo electrónico, o no sé qué clase de arte se hace a partir de eso. En cierto sentido Walter Benjamin hace ya años nos advirtió sobre la desaparición de la experiencia en una sociedad tecnológica. Pienso que hasta cierto punto la ficción estadounidense, pese a su copiosa cantidad, tiene algo de falso. Hay algo maquillado en ella. Tengo esa sensación. Enrique Krauze: ¿Desaparecerá el periodismo escrito, en papel, debido a internet? ¿Para 2015 habrá desaparecido The New York Times? David Rieff: The New York Times no va a desaparecer, pero es probable que muchos periódicos locales sí desaparezcan. Quizás EE.UU. tenga tres o cuatro periódicos nacionales que sobrevivan. Las acciones de The New York Times están por los suelos, pero sobrevivirá. Parte de mi trabajo es para ellos, así que manifiesto cierto interés de inmediato. Creo que en esta situación están también The Wall Street Journal, suponiendo que Murdoch no lo destruya, The

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Washington Post y quizá Los Angeles Times, dependiendo de cómo resulte esta compra de acciones; y también están la mayor parte de los buenos periódicos locales que ya comienzan a desaparecer. Leon Wieseltier: El periodismo estadounidense está atrapado entre dos extremos insensatos: los hechos, por un lado, y los sentimientos, por el otro. Así que en un extremo se tiene una cultura de pura confrontación de datos en la que todo lo que importa es que la cifra de la población o del kilometraje sea correcta. Éste es básicamente un periodismo hecho con Google. Es positivismo, puros datos. Y en el otro extremo están los bloggers, que creen que los primeros pensamientos de una persona son sus mejores pensamientos, lo que por supuesto no es el caso, como lo saben la mayoría de los niños. Estamos en este momento extraño y volátil del periodismo estadounidense en el que los principales medios

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están aterrorizados por los bloggers, la guerra en Iraq y los precios de las acciones, y todo lo que quieren es no cometer errores. Enrique Krauze: ¿Qué tan importante piensan que es el entretenimiento o el negocio del cine como emblema de la cultura estadounidense? Leon Wieseltier: Absurdamente importante. Ridículamente importante. Hollywood arroja una sombra sobre cada aspecto de la vida y la cultura estadounidenses. Durante los últimos veinte años las estrellas de cine se han convertido en autoridades morales. Y son autoridades morales ya sea porque son morales o porque son inmorales y han encontrado la redención. Así que de una u otra forma, la celebridad en EE.UU. es una autoridad moral. Y entonces —acabo de escribir algo al respecto, porque esto me molesta— se dan casos cómicos.

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Enrique Krauze: ejemplos?

¿Podrías

darnos

algunos

Leon Wieseltier: Bueno, George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon, todos, todos los protagonistas de Ocean's Eleven iniciaron una organización llamada Not On Our Watch ("No Bajo Nuestra Vigilancia"). El objetivo de esta organización es prevenir el genocidio. Y bueno, ¿qué quieren decir con "su vigilancia"? Es decir, son estrellas de cine. Hasta ahora es evidente que George Clooney no ha logrado detener el genocidio en Darfur, Es un hecho, lo sabemos. Esto se puede ver —más en la administración Clinton que en la de Bush— en la manera en que los políticos estadounidenses corren detrás de las celebridades del mundo del entretenimiento; se ve en la aparición del verdadero líder moral de la clase media estadounidense en este momento: Oprah

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Winfrey. ¡Oprah Winfrey! Ella es quien enseña a sus millones de telespectadores a vivir melodramáticamente y a venerar a las celebridades. Y, claro, estas dos cosas van de la mano. Como pueden ver, podría hablar de esto durante horas, pero es algo realmente terrible, y no sé qué pueda detener este fenómeno. Siendo totalmente honesto, no sé qué pueda detenerlo. David Rieff: Nada puede detenerlo. En otros países está comenzando. Por ejemplo, en el cine indio, el gran Bollywood, la gran competencia de Hollywood, es cada vez más común que estas personas tengan un papel político. Leon Wieseltier: Si no fuera por la Constitución de EE.UU., el siguiente candidato presidencial republicano hubiera sido Schwarzenegger. ¡Schwarzenegger! Estoy casi seguro de ello.

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Significado: Akádêmos, en griego antiguo, es el nombre del héroe mítico que interviene en el rapto de Helena por Teseo. La tradición señala que cerca de la tumba de este personaje, Platón fundó su Academia. Contenido: Publicaciones relacionadas con temas de educación y pedagogía, analizados desde una perfectiva teórica y como políticas públicas.

EDUCACIÓN

Estados Unidos: de la rebeldía a la responsabilidad David Riesman, sociólogo estadounidense (1909-2002), hace una reseña del estado de la educación universitaria en los Estados Unidos desde finales de los años sesenta y principios de los setenta. Riesman subraya la influencia de los movimientos por los Derechos Civiles, Hippie y las protestas contra la Guerra de Vietnam en la decadencia de la educación superior norteamericana. Riesman atribuye su debilitamiento a la pérdida de la autoridad paterna, la visión nihilista de los jóvenes o a la conversión del sistema educativo en un asunto meramente mercantilista y clientelar, que produce universitarios sin capacidades profesionales adecuadas. Las reflexiones hechas por Riesman hace treinta años, pueden interpretarse como un antecedente de lo que ocurre en la educación superior de los Estados Unidos en la actualidad, donde aún está vigente la política de combinar calidad e igualdad, con resultados nada provechosos para aquel país.

Riesman, David. (1980). On Higher Education, Josey-Bass Publishers, San Francisco. pp. 18-25.

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DAVID RIESMAN

ESTADOS UNIDOS: DE LA REBELDÍA A LA RESPONSABILIDAD medida en que las sociedades han salido de sus claustros y se han vuelto más democráticas, hemos dejado de agrupar los sucesos históricos en función de las dinastías o monarquías en el poder, y nos inclinamos, en cambio, a pensar en función de siglos o décadas. En Estados Unidos es común referirse nostálgicamente a los sesenta como una “década de protesta”, aunque esta década no haya durado precisamente diez años.

La primera protesta antiuniversataria —el Movimiento de la Libertad de Expresión en Berkeley en el otoño de 1964— fue un derivado del activismo en favor de los derechos civiles en San Francisco y sus alrededores, encabezado por estudiantes que habían participado en el mismo esfuerzo en los estados sureños. Cuando la rectoría de la universidad negó el uso de sus instalaciones como cuartel de los mítines proderechos civiles, los activistas voltearon sus actividades contra la propia universidad. Los astutos dirigentes del Movimiento de la Libertad de Expresión descubrieron que si manipulaban la universidad para provocar reacciones equivocadas —como de hecho lo fueron—, podrían exacerbar el descontento estudiantil incluyendo la querella contra el programa académico que a ellos, en lo personal, no les molestaba gran cosa. Cuatro años después, los derechos civiles salieron también a colación en los disturbios de la Universidad de Columbia. Al igual que en Berkeley,

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los dirigentes del movimiento eran predominantemente blancos, de familias educadas y de profesionistas, muchas de ellas judías. Algunos venían incluso de familias patricias y estaban ansiosos de demostrar que no eran “burgueses”. Por lo general, los padres de los estudiantes en estos movimientos eran liberales y aun radicales. Algunos estudios revelan que muchos activistas universitarios actuaban en representación de los ideales de sus padres y con su consentimiento. A su vez, algunos estudiantes cuyos padres pertenecían a la clase trabajadora sindicalizada, en vez de gravitar hacia el ala de la “nueva política” del Partido Demócrata, apoyaron a George Wallace porque representaba un populismo y conservadurismo cultural y expresaba el odio hacia quienes rechazaban los privilegios de la educación elitista que la propia clase trabajadora hubiera querido tener, Así, contra lo que se creía en esa época, había una brecha entre las clases sociales pero no una brecha

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generacional. Esta apareció, exclusivamente entre los negros. Los estudiantes negros activistas rechazaban frontalmente el conservadurismo y la timidez de sus padres, santurrones de iglesia, y se decidieron por un comportamiento crecientemente agresivo y pro-negro: En esos hogares, usar el pelo a la “afro” y vestir las camisas dashiki despertaba a menudo la oposición paterna; igual sucedía con el uso del “inglés negro”, lleno de majaderías y copiado muchas veces por los liberales y radicales blancos. (En la actualidad, esta auténtica “brecha generacional” se ha cerrado bastante: los peinados “afro” se han vuelto menos exuberantes; los padres, más informados y menos cautelosos). En la mayoría de las universidades, la guerra de Vietnam no significó un punto en disputa hasta 1968, aunque el primer teach-in1 se había realizado en 1965 en la Universidad de Michigan. Al igual que los activistas proderechos civiles, los opositores a la guerra se dieron cuenta de que podrían allegarse un mayor apoyo si apuntaban su oposición, al menos en parte, hacia la universidad, achacándole su presunta participación en la guerra. Por lo demás, la universidad era un blanco más vulnerable que la carga de los trenes militares o el Congreso. Así, el juicio crítico de los estudiantes y maestros, activistas en una sociedad que consideraban cada vez más racista, imperialista y monolítica, fue transferido hacia la Universidad. En las principales universidades, las protestas alcanzaron el punto álgido en mayo de 1970. Pero al igual que con otras modas políticas y culturales, la desobediencia civil acusó una movilidad hacia abajo. Al iniciarse la década de los setenta continuaron las protestas, huelgas, boicots, ocupación de edificios, pequeños incendios (y muy raras veces colocación de explosivos) en las instituciones de menor prestigio 1

cuyo alumnado proviene de los estratos socioeconómicos más variados. Todavía en la actualidad, las protestas continúan en estas instituciones, aunque raras veces desembocan en violencia a causa de cuestiones consumistas: aumentos de colegiaturas; mala comida y habitaciones en los dormitorios (absurdo para los visitantes de otros países), la consabida amenaza de clausurar algunos estacionamientos para estudiantes y, no hay por qué dudarlo, la reducción de los horarios de las bibliotecas.

Una multitud de grupos de resistencia estudiantil el 23 de abril de 1968 en la Universidad de Columbia

En las instituciones selectas, hay una nueva ola de protestas a raíz de cuestiones como la inversión norteamericana en Sudáfrica, el incumplimiento en las metas de inscripción de estudiantes minoritarios, y, si bien no tanto como hace algunos años, los conferencistas tachados de racistas, sexistas o cómplices de otras formas del mal. Existen igualmente protestas en apoyo de las huelgas de los trabajadores universitarios, aunque los estudiantes se oponen a los aumentos de colegiaturas, indispensables en universidades

Mitin con fines educativos; en este caso sobre la guerra de Vietnam.

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privadas para cubrir los costos crecientes. Por el contrario, en las universidades no elitistas, raras veces se otorga apoyo estudiantil a los trabajadores. En los períodos de protesta estudiantil participó casi siempre el profesorado: los maestros enseñaron la fraseología de la protesta, actuaron como consejeros tras bambalinas y fueron, en ocasiones, líderes incendiarios. La protesta atrajo no sólo a los maestros jóvenes, antiguos activistas muchas veces, sino también a algunos mayores, proclives a la conversión debido al amor eterno que han profesado los Estados Unidos por la “juventud”. El destino de estos reencarnadores de la protesta no pudo ser más triste: quedaron relegados cuando los movimientos estudiantiles se fragmentaron y violentaron en función de grupos sociales. Algunos rectores pasaron también al bando de los activistas. En parte lo hicieron para evitar una confrontación, la posible destrucción de edificios e incluso para prevenir desastres mayores; pero también para utilizar a los estudiantes como arietes contra los maestros tradicionalistas. Al implantar nuevos programas de estudio “relevantes”, (los “Estudios Negros”, por ejemplo) contra la oposición de esos grupos académicos, los administradores jugaron a los reyes populistas unidos con los plebeyos contra el profesorado aristócrata, aristocracia que, por lo demás se basaba en el talento y el mérito: en el espíritu de Jefferson. Gran parte de las 3,000 instituciones de educación superior (sin contar las miles de instituciones lucrativas que educan para carreras cortas) no sufrieron el más mínimo sacudimiento de protesta en los sesenta. Raras veces hubo protestas, por ejemplo, en los junior colleges, que experimentan el crecimiento más rápido dentro de la educación superior estadounidense.

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Otro amplio grupo de universidades particulares pertenecientes a las sectas evangélicas, no sólo no conoció mayores protestas, sino que se fortaleció (al igual que las iglesias evangélicas en general), como una reacción en contra, precisamente, de las protestas, la modernidad, y el cosmopolitismo. Estados Unidos sigue siendo uno de los países industrializados más religiosos. Las universidades evangelistas sirven de albergue en el tránsito del mundo rural de pequeños poblados al mundo contemporáneo de la industrialización y la tecnología, y suelen impartir una educación excelente rodeada de un ambiente religioso y paternalista en extremo. A pesar de que, proporcionalmente, la educación privada continúa contrayéndose en comparación con la subsidiada por el Estado, estas universidades religiosas persisten como islas de cohesión y serenidad o, en el peor de los casos, de claustrofobia. Al final de la década de los sesenta, la integración de los sexos en las universidades se propagó a una velocidad asombrosa. Es cierto que esta integración existía ya en las grandes universidades estatales y en la mayoría de las universidades particulares que en sus inicios pertenecieron a las sectas protestantes. Una hipocresía convenenciera permitía la intimidad clandestina entre los sexos sin legitimar esas relaciones, ni admitir que ésta era la forma “natural” de vida universitaria. Otro cambio importante en la década fue el debilitamiento de la autoridad paterna y la abdicación, de parte de los adultos, de una tarea que les resultaba incómoda: la supervisión de la vida estudiantil en los dormitorios universitarios. Durante algún tiempo, una minoría bastante notoria creyó que los empleos sobrarían y que los años universitarios previos a la licenciatura podrían transcurrir en lo que cabía considerar como un programa adjunto de estudios en activismo político o en

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contracultura (a menudo apolítica e indulgente). Los estudiantes de todas las capas sociales empezaron a manifestar una preocupación por expresarse. Cuando mejor lo hicieron, su expresión fue disciplinada, pero a menudo la moda de la expresión alentó la fe en que la creatividad se procreaba a sí misma y que los juicios críticos iban únicamente a minoría. El efecto más generalizado de la contracultura fue el de alentar a estudiantes y maestros a relajarse, a no tomar las cosas en serio, a aventurarse en varios experimentos sexuales y psicodélicos, y, en ocasiones, a

Concierto de Woodstock, Nueva York, agosto de 1969

“bajarse”: abandonar la universidad por una temporada.

A veces, los “bajados” ingresaron a comunas con el deseo de evitar el objetivo tradicional de movilidad social que los había motivado inicialmente para ingresar a la universidad. Ahora sucede que muchos de los que se habían “bajado” e ingresado a la vida comunal, regresan a terminar sus carreras a inscribirse en el posgrado. Después de cinco o seis años fuera de la universidad, muchos se oponen a pertenecer a la clase obrera o subordinarse a jefes mucho más incultos que ellos. Muy pocos han podido ganarse la vida como artesanos. Los estudios sobre las comunas en sus

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dos variantes, las de orientación política y las que simplemente continúan la guerra pastoril norteamericana contra la modernidad, sugieren que pocas de ellas son, en verdad, oasis de compasión, mucho menos de alegría. Los exiliados voluntarios de las universidades elitistas han regresado sobre todo a las universidades estatales y a los community colleges. En las universidades más selectivas, la edad del alumno sigue fluctuando entre los 18 y los 24 años, La mayoría de estos jóvenes tratan desesperadamente de hacerse de un currículum que les asegure su ingreso a los posgrados de derecho, medicina y otras especialidades. Las universidades que imparten estos posgrados han aumentado el cupo, pero las más prestigiadas no han crecido al ritmo (cien por ciento) que experimentó el alumnado de licenciaturas en la década de los sesenta. Un ejemplo: el número de facultades de derecho de prestigio nacional sigue siendo reducido y ha dejado la expansión en manos de las “fábricas de abogados” cuyos profesionales no hacen otra cosa que correr tras las ambulancias, perseguir a los contaminadores del ambiente, los maestros universitarios, a los médicos leninos y presas por el estilo; su vida es, como la vida de todo cazador, insegura. Estas presiones han hecho que se dé importancia nuevamente a las calificaciones, que habían llegado a considerarse como la muestra mayor de inhumanidad tecnocrática y clasificación elitista. Una consecuencia del muy comprensible deseo de asegurarse un lugar en un mundo incierto, ha sido la desastrosa fuga de cerebros hacia la abogacía, y, en cantidades crecientes, hacia la medicina (que no necesita tantos médicos, en muchos casos sobreeducados para la rutina cotidiana del médico general o, por otro lado, que no están suficientemente preparados para el trabajo muy distinto del especialista en salud pública o

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medicina preventiva). Hasta hace poco tiempo, los estudiantes en las instituciones más selectivas, menospreciaban a las grandes corporaciones y veían al gobierno como algo impenetrable si no es que corrupto; ahora hacen posgrados de administración para aprender a convertirse en sirvientes bien pagados de los grandes consorcios y de la gran empresa gubernamental. Un aspecto de las protestas antiuniversitarias de finales de los sesenta y principio de los setenta, fue el ataque de los estudiantes más agresivos contra la competitividad y las limitantes de la meritocracia. A muchos maestros les dio gusto abandonar todo esfuerzo por mantener la calidad académica o un programa de estudios coherente, ya que los liberaba para poderse dedicar a lo suyo: hacer investigación o irse de pesca. Muchos maestros reconocen ahora que se hicieron demasiadas concesiones al hedonismo e indiferencia estudiantil, con el resultado de que los estudiantes pueden terminar su carrera con un morral de materias selectivas y ser perfectamente incapaces de escribir un párrafo coherente, estudiar un texto difícil, entender cualquier cosa de matemáticas, ciencias naturales o del mundo tecnológico contemporáneo. No han aprendido otro idioma, ni han escapado del provincialismo de su tiempo y lugar. En una pequeña proporción de las instituciones selectas en las que se hace un esfuerzo por reimponer algunos requisitos, no se ha presentado ninguna oposición seria: ha sido más difícil que los catedráticos se pongan de acuerdo en la prioridad de materias en los programas, que los estudiantes acepten los nuevos requerimientos. En la década de los sesenta, casi la mitad de la numerosa población estudiantil que terminaba la high school quería hacer carrera universitaria; 2

muchos de los menos motivados, menos inteligentes, o de escasos me dios, ingresaron al expansivo sistema de colleges con carreras de cuatro años y a los community colleges, de dos años. A diferencia de lo que comúnmente se piensa, estas instituciones, cuyo alumnado casi siempre vive en casa, no atraen exclusivamente una clientela de la clase trabajadora sino también a hijos de familias de clase media. El periodo inicial de protesta afectó a muchas de estas instituciones de manera indirecta mediante el abandono de las normas de excelencia académica. El aspecto del cambio que atrajo más publicidad, fue el viraje hacia la “libre admisión”; aunque, bien visto, algo muy parecido a la libre admisión caracterizó siempre con notables excepciones, a las universidades norteamericanas. El cambio realmente importante ocurrió en algo que podríamos llamar la “libre titulación”. En épocas pasadas, las universidades estatales admitían a medio mundo, pero reprobaban a un alto porcentaje de alumnos al primer año. En la actualidad es inaceptable reprobar a los alumnos porque hablen un inglés descuidado, sean incapaces de escribir coherentemente, no puedan dar una explication de texte o ni puedan leer una literatura superior a la de la página deportiva de los diarios. Casi cualquier requerimiento ha llegado a ser visto como algo elitista, es decir, “racista”, “anticuado” u otra cosa igualmente ilegítima. Hace diez años era difícil que un joven blanco ingresara a la universidad con una puntuación total por debajo de 800 en las secciones verbal y matemática del examen de admisión del College Board2. En la actualidad, los mismos jóvenes aseguran el ingreso con una puntuación por abajo de 600. A menudo, se trata de personas que

Examen general de admisión para todas las universidades del país.

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detestaban la escuela, gentes desmotivadas que en otro tiempo no eran consideradas, ni por sí mismas ni por nadie, como “madera universitaria”; pero en años recientes las universidades —las particulares, porque dependen de las colegiaturas para subsistir y las oficiales, porque reciben fondos de acuerdo al número de alumnos— han estado anunciándose como mercancía ante los consumidores con una intensidad feroz, según la cual un norteamericano que no asiste a la universidad desaprovecha un derecho universal. A todo esto, se agregó un incentivo financiero en el momento en que se aprobó la legislación que concedía aportaciones, préstamos y programas de empleo universitario a estudiantes que se declarasen independientes de sus padres o cuyas familias fueran de escasos recursos. Para algunos de estos estudiantes, ir a la universidad es un hecho sin consecuencia y equivale a una combinación de pagos de bienestar social y a un programa de seguro de desempleo. No obstante, hay que reconocer que muchos más han sacrificado empleos sindicalizados muy remunerativos en la industria, en horas libres y vacaciones y tienen, en cambio, empleos bajos y mal pagados: trabajan duro para financiarse, educarse y pagar deudas. En las mismas instituciones existe además otra clientela: seria, solemne. Son la gente mayor — sobre todo las mujeres— cuyos niños ya van a primaria o al kínder. Han regresado a la universidad para obtener la capacitación que les permita entrar a la fuerza de trabajo a un nivel más alto. Las presiones por colocarse en este mercado de trabajo son en parte el resultado del extraordinario aumento en el número de mujeres, con o sin hijos, que trabajan. En los últimos diez años, el porcentaje de mujeres en las universidades aumentó del 35 al 50 por ciento.

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Fundamentalmente debido a razones de empleo, los estudiantes están tomando más en serio sus estudios que en años recientes, lo cual ha conducido a muchos a suponer que las actitudes estudiantiles se han tornado más conservadoras. Es indudable que, en algunas de las instituciones menos elitistas, aquellos que antes callaban sus actitudes conservadoras por miedo, se sienten ahora menos cohibidos para expresarlas y esto a pesar del temor de ser acusados de racismo o sexismo (por su naturaleza, acusaciones imposibles de rebatir). Pero tanto las encuestas generales como los estudios más limitados y detallados, indican que las actitudes estudiantiles no se han vuelto más conservadoras; los jóvenes exhiben, más bien, actitudes de decepción, nihilismo y se conciben políticamente a la izquierda de quienes detentan el poder en las universidades y el país

McDonald's en el campus de la Universidad de Cincinnati era un lugar de reunión para los estudiantes en los años 80.

Otra razón del por qué los estudiantes son ahora menos activistas, es que a diferencia de sus predecesores de los sesenta, los actuales disfrutan de una soberanía casi total como consumidores. Las instituciones compiten abiertamente por los estudiantes, al igual que los departamentos e

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incluso aquellos profesores cuyo empleo depende de la atracción que ejerzan entre la clientela estudiantil. El estudiante puede afectar la suerte de todo un departamento si deja de dispensarle el favor de Su asistencia. Algunos reconocen este poder y lo usan abiertamente chantajeando sin decoro a los maestros para que les den buenas notas o disimulen el plagio. Con todo, muchos estudiantes no acaban de aquilatar el alcance de su fuerza en el mercado. Paradójicamente, al haber dejado atrás la euforia y los ánimos exaltados de finales de los sesenta, hay estudiantes que se torturan con la exagerada idea de su absoluta debilidad. Es posible que el legado más importante de la década de la protesta resulte ser el movimiento de liberación femenina, Su actual forma debe menos a los pequeños y antiguos grupos feministas de los barrios bohemios en las grandes ciudades norteamericanas, que a las luchas por los derechos civiles en las dos últimas décadas. La liberación sexual era uno de los lemas de los sesenta promulgado por dirigentes del sexo masculino. A menudo, el resultado práctico conducía a legitimar la explotación de las mujeres, acusadas de celosas y posesivas en cuanto querían el compromiso de hombres que, en otros tiempos, parecían sólo simpáticos donjuanes. A las mujeres se les asignaba con frecuencia papeles insignificantes en los movimientos de los derechos civiles y de oposición a la guerra. Así, muchas mujeres concluyeron que, en vez de trabajar para otros y sus causas, debían dedicar sus esfuerzos a las causas propias. Algunas lo hicieron formando grupos en los que excluían a los hombres para elevar la cotización de sí mismas. Estos grupos funcionaban sobre todo en círculos universitarios y profesionistas, pero también con amas de casa instruidas, quienes consideraban que sus labores no renumeradas en el hogar y en la comunidad

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eran formas de explotación. Otras mujeres Persiguieron metas inmediatas a través de la acción política, como son la igualdad, el mejoramiento de las estancias infantiles y el derecho a obtener el aborto de manera legal y pagado por el gobierno. ¿Por qué los movimientos femeninos han sido más vigorosos en Estados Unidos, país en el que las mujeres han sido más libres que en otros lugares? Creo que la respuesta obedece a la falta de protección para las mujeres excepcionales y no convencionales en una sociedad igualitaria. En épocas pasadas, podíamos tener variantes del grupo de Bloomsbury en los barrios bohemios de nuestras grandes ciudades; pero a medida que nos volvimos más igualitarios, las mujeres que aceptaban empleos “excéntricos” no constituyeron una clase aparte que las protegiera de la crítica de su propio sexo: eran una amenaza para las mujeres que se apegaban a la tradición del matrimonio y la vida casera, como también eran una amenaza, por supuesto, para los hombres. De ahí que, al principio, las jóvenes (casi siempre más adeptas que los hombres de su edad) vieron la necesidad de agruparse en las universidades para librarse de la opresión masculina y patriarcal. En el puñado de universidades selectivas, donde las mujeres activistas se han autodefinido como la voz femenina, el resultado puede ser otro tipo de opresión: cualquier mujer lo suficientemente anticuada y tiesa como para admitir públicamente que aspira a casarse, tener hijos, a trabajar en vez de seguir una carrera profesional, va a ser probable mente despreciada si no es condenada al ostracismo. Una fracción del movimiento femenino quiere dominar y superar al hombre dentro de los esquemas masculinos. Pero otra desea que la sociedad adopte, en su conjunto, los aspectos afectivos de ambos sexos. Podría incluso decirse

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que la contracultura hizo posible para ambos sexos la atención a la sensibilidad, los estados de percepción individuales, las relaciones interpersonales; cosas que tradicionalmente han sido más características de la mujer norteamericana que el hombre. A diferencia de ciertas épocas pasadas, hay muy poco pensamiento utópico en los Estados Unidos. La mayoría de los marxistas académicos parecen críticos en el apocalipsis, anunciado la demonología y la caída del capitalismo sin mucha visión de cómo llegar de un lugar a otro. Los

Estudiantes de la Universidad Estatal de California en Fresno, años 80.

movimientos excepción.

femeninos

son

una

notable

Hacia 1965, como la mayoría de los educadores norteamericanos, yo estaba convencido de que podríamos alcanzar la más alta calidad en nuestra educación. Entonces nuestras grandes universidades especializadas en la investigación ponían énfasis en las materias básicas. Las universidades más selectivas desarrollaban programas para estudiantes mal preparados académicamente y surgían experimentos de programas tutoriales que emparejarían a los

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estudiantes sin hacerlos sentir humillados por un sistema condescendiente. Este esfuerzo hubiera tenido buen éxito de haber mediado las condiciones propicias y el tiempo suficiente. Pero el desvanecimiento de las normas mínimas durante el período más violento de las protestas antiuniversitarias, atajó los esfuerzos por emparejar a los desiguales, tarea lenta en sí misma. Los programas tutoriales y compensatorios empezaron a ser acusados de elitistas —y hasta de racistas— intentos de la clase media blanca por “componer una mentalidad de ghetto”, o algo por el estilo. Aunque a nivel nacional el fervor por comprender la discriminación del pasado ha empezado a diluirse, las principales universidades siguen siendo refugios del idealismo. La visión que persiste, aunque no siempre a nivel consciente, es la de un enclave socialista dentro de un orden cuasi capitalista: compensatorio, igualitario, participativo, y despreocupado de los mundanos asuntos del financiamiento, las relaciones públicas, e incluso la dificultad real en encontrar personas suficientemente capacitadas o preparadas para aprender cómo llevar a cabo el difícil trabajo de los programas compensatorios. Es más fácil dar títulos por decreto, que impartir la educación disciplinada que conduzca a la verdadera calidad. El resultado que se obtiene en la actualidad es sólo ilusión de calidad. No se puede culpar únicamente a las políticas universitarias del fracaso en el esfuerzo por combinar la calidad con la igualdad. Ha habido un descenso dramático en las calificaciones de los exámenes de admisión universitarios. Hay muchas razones posibles para explicarlo. Aun en las familias educadas, los padres casi nunca leen a sus hijos, y los maestros se preocupan ante todo por poner orden y entretener a los jóvenes, además de

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que ellos mismos tienen una cultura muy limitada. Los jóvenes de hoy raras veces se encuentran en la necesidad de escribir cartas; aunque algunas jovencitas siguen fieles a sus diarios, las formas modernas de la existencia en los grupos de jóvenes han convertido la privacía en una rareza. La televisión ha condicionado un período de atención sumamente breve, y coloca a los maestros y a los predicadores en competencia con las estrellas del medio (incluyendo a políticos). Con el desplome de la religión, fuera de los círculos evangelistas, ha desaparecido el énfasis protestante en la lectura de la Biblia. Es muy difícil desarrollarse con criterio como lector o escritor bajo tales circunstancias. Estos factores han estado operando independientemente de lo que ha sucedido en las universidades. Hace diez años sentía yo (y así lo dije en una publicación) un gran pesimismo en cuanto a la brecha entre los crecientes costos universitarios y la reducción del apoyo oficial, sobre todo en el caso de las universidades particulares más distinguidas y de las principales universidades estatales. Me parecía probable que, en el transcurso de esta década, muchas de las mejores instituciones privadas quebraran, y que las grandes universidades estatales bajaran académicamente al nivel de las instituciones regionales. Diez años después, estas profecías pesimistas se han cumplido sólo en parte. Algunas prestigiosas instituciones privadas se han

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clausurado; otras están por hacerlo y muchas operan con pérdidas que no pueden continuar indefinidamente. Las grandes universidades oficiales, excepto en los estados más ricos como Texas, resienten todo esto en cosas tan concretas como: el mantenimiento que se pospone, las suscripciones a revistas esotéricas que suspenden, la reducción de compras de libros para la biblioteca y la incapacidad financiera para aprovechar campos de investigación de reciente creación. Pero aun así, nuestras grandes catedrales de la educación siguen de pie, — aunque a veces se tambalean— y están llenas de estudiantes, aunque éstos están menos preparados que en una época pasada, más selectiva. Nuestros mejores alumnos son tan buenos como los de antes —si no es que mejores— y ha aumentado su curiosidad y disposición de aprender. Están dispuestos a desempeñar empleos insignificantes para poder sufragar los gastos universitarios, cosa no muy común con los estudiantes de otros países. Es posible que nuestras preocupaciones sobre la educación superior en los Estados Unidos en 1978, vistas a escala mundial, se justifiquen como un reflejo de, un ambiente más y más inhóspito. Pero en definitiva, las querellas que circulan ampliamente por el mundo académico así como en la sociedad en su conjunto recuerdan más bien las quejas del heredero consentido que habita todavía en la cúspide de la opulencia.

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Significado: Episteme, término de origen griego que hace referencia al conocimiento y su construcción metodológica y racional. Contenido: Publicaciones relacionadas con las distintas disciplinas científicas, con temas de actualidad y revisiones sobre su desarrollo histórico, logros, protagonistas y consecuencias en la vida del hombre.

CIENCIA

Ciencia y tecnología en EE.UU. en el período anterior a la Segunda Guerra Mundial Bavhen Sampat, académico de la Universidad de Columbia, especialista en gestión de políticas de salud y experto en el sistema de patentes norteamericano, nos ofrece una breve reflexión sobre el surgimiento, desarrollo e importancia de la ciencia y la investigación en los Estados Unidos antes de la Segunda Guerra Mundial. Sampat comienza por subrayar la importancia que la investigación científica tuvo para los Padres fundadores y la necesidad de la joven nación norteamericana de los siglos XVIII y XIX para innovar en diversos procesos industriales, y con ello dar paso al establecimiento de universidades y centros de investigación que, a su vez, pondrían las bases del desarrollo técnico y científico en los Estados Unidos.

Sampat, Bavhen. (2007). Política científica y tecnológica de Estados Unidos: reseña histórica e implicancias para los países en desarrollo. CEPAL. Santiago de Chile. pp. 7-10.

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BAVHEN SAMPAT

CIENCIA Y TECNOLOGÍA EN EE.UU. EN EL PERIODO ANTERIOR A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL fines del siglo XVIII, Estados Unidos era una nueva nación, un país joven. Durante la Convención Constituyente, en el país se generó una discusión política en torno a lo que hoy se llamaría “política científica y tecnológica”. En ese debate hubo propuestas de crear una universidad nacional y financiar investigaciones con el fin de promover el desarrollo del conocimiento y descubrimientos útiles (Dupree, 1986). Pero la mayoría de estas propuestas no fueron aceptadas, reflejando la desconfianza que sentían muchos de los constituyentes, en particular los representantes de estados pequeños, hacia un gobierno central activo. Así, la única vez que se menciona la palabra “ciencia” en la Constitución de Estados Unidos es en el Artículo I, Octava Sección, donde se otorga al Congreso la facultad de establecer un sistema de patentes “para promover el progreso de la ciencia y las artes útiles”, lo cual resulta sorprendente si se considera que los dirigentes políticos de la nación eran más conscientes de los avances científicos y tecnológicos contemporáneos y se ocupaban más de ellos que los dirigentes de cualquier otra época posterior de la historia de ese país. A pesar de la escasa infraestructura formal del gobierno para apoyar la ciencia y la tecnología, surgieron instituciones científicas nacionales. En este sentido, a fines del siglo XVIII y principios del XIX se crearon instituciones científicas como la Sociedad Filosófica de Estados Unidos y la Asociación de Estados Unidos para el Avance de la Ciencia (AAAS por su sigla en inglés). La mayoría de estas instituciones tenía un enfoque utilitarista. Como señala Smith (1990), “Al no tener universidades bien equipadas que pudieran promover el alto nivel de actividad científica del modelo europeo, los estadounidenses se centraron en lo experimental y lo utilitario y

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relacionaron estrechamente a la ciencia y la tecnología”. Dada la condición de país en desarrollo en aquella época no sorprende que gran parte de la generación y adquisición de competencias y capacidades científicas y tecnológicas derivara de la adaptación y de la copia de tecnologías y métodos desarrolladas en los países entonces desarrollados, como Gran Bretaña. En este sentido, Smith (1990) señala: Puede decirse que la revolución industrial llegó a Estados Unidos en 1790 con Samuel Slater. Mecánico experimentado, Slater había memorizado hasta el último detalle del proceso de

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producción empleado en las plantas textiles de Manchester, para luego abandonar clandestinamente Inglaterra, eludiendo las leyes de control de exportaciones. Después de vincularse a la acaudalada familia Browne de Providence, Rhode Island, se abocó a lanzar la industria textil en América del Norte.

Mujeres en una fábrica de Samuel Slater, siglo XIX

Este y otros ejemplos de cierre de brecha tecnológica mediante la usurpación de tecnologías de los países desarrollados resultan especialmente interesantes, y algo paradoxal si consideramos la imposición que actualmente Estados Unidos y otros países desarrollados aplican en materia de leyes de propiedad intelectual rigurosas a los países en desarrollo. Cabe señalar que la adaptación de tecnologías externas por lo general no se daba libremente, sino que requería de lo que Dahlman y Nelson (1995) denominaron “capacidades de absorción social”. De hecho, un componente importante de las actividades tecnológicas, científicas y de investigación descentralizadas desarrolladas por personas y empresas en Estados Unidos era el seguimiento, la adaptación y la asimilación de tecnologías externas. Desde principios del siglo XIX, el gobierno comenzó a apoyar activamente ciertas actividades técnicas, la intervención priorizaba la medición de

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tierras en los territorios nuevos, el establecimiento de normas y la creación de instituciones para el intercambio de información técnica entre organismos oficiales y empresas. Estas actividades se dieron sobre todo durante la Guerra de 1812 y la Guerra de Secesión. En general, la ciencia no avanzó mucho y las mejoras tecnológicas se daban de manera descentralizada con escaso apoyo del gobierno (Smith, 1990). Aun sin el apoyo del gobierno en materia de ciencia y tecnología, la industria estadounidense floreció durante el siglo XIX. Hacia mediados de la década de 1860, observadores internacionales describían un nuevo “Sistema industrial de Estados Unidos”, que consistía en el empleo de herramientas mecánicas para fabricar grandes cantidades de componentes metálicos con un alto grado de precisión y estandarización. Este sistema llevó a espectaculares aumentos de productividad durante el siglo XIX, el cual se basaba más en técnicas mecánicas que en conocimientos científicos (Mowery y Rosenberg, 1991). El crecimiento tecnológico estadounidense en las industrias de producción masiva también fue facilitado por las grandes dimensiones del mercado nacional —que, entre otras cosas, creó economías de gran escala en la producción— y el acceso a recursos naturales abundantes (Nelson y Wright, 1992). Asimismo, la existencia de redes culturales y lingüísticas facilitó la comunicación entre innovadores y permitió la difusión relativamente rápida de técnicas de procedimientos óptimos (Nelson y Wright, 1992). La excepción a la ausencia general de apoyo oficial a la ciencia se dio en la agricultura. Allí, tras constatar que los avances en química de suelos de la década de 1850 podrían mejorar la productividad de los agricultores estadounidenses, el gobierno aprobó en 1862 la Ley Morrill de concesión de tierras. La Ley Morrill

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otorgaba recursos a los Estados para la investigación universitaria en agricultura y para actividades de extensión dirigidas al vincular la investigación con problemas prácticos y difundir los resultados de la investigación académica entre potenciales usuarios. Esta ley condujo, junto a posteriores iniciativas legislativas, a la formación de un sistema descentralizado de universidades que se dedicaban ocasionalmente a investigación básica, pero que tenían principalmente una orientación aplicada (Rosenberg y Nelson, 1994). Mowery y Rosenberg (1991) observan que el carácter descentralizado de estas universidades surgidas de la ley de concesión de tierras (que posteriormente se dedicarían también a la investigación en ingeniería y técnicas mecánicas) fue un factor determinante en su dinamismo tecnológico y sus aportes a la productividad estadounidense. Estos autores señalan lo siguiente: “la diversidad misma del sistema de educación terciaria, la relativa facilidad de acceso al mismo y la ausencia de un sistema de financiamiento centralizado en el plano federal contribuyeron en su conjunto a conformar una cultura académica empresarial en la cual los programas de estudio y la investigación estuvieron más estrechamente orientados a las oportunidades comerciales que en muchos sistemas europeos de educación terciaria.” En la misma época en que se fundaron las universidades, ingresaron a la escena estadounidense otros dos tipos de instituciones. En primer lugar, luego de la Guerra de Secesión, cada vez más empresas estadounidenses comenzaron a realizar investigaciones científicas internas por razones de competitividad. Pero, al menos hasta la Primera Guerra Mundial, estos laboratorios de investigación industrial no se dedicaron como actividad principal la creación de

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nuevos conocimientos científicos, sino que más bien se concentraron en seguir de cerca las investigaciones científicas existentes y adaptarlas con el fin de contribuir a desarrollar y perfeccionar sus tecnologías (Mowery y Rosenberg, 1991).

Benjamin Franklin, uno de los primeros científicos norteamericanos.

Al mismo tiempo, hacían falta empleados capacitados en disciplinas científicas. Ello, entre otros acontecimientos, llevó al surgimiento en Estados Unidos de “universidades de investigación” modeladas conforme a la tradición alemana —es decir, centradas en la investigación básica—, la primera de las cuales fue la Universidad Johns Hopkins, fundada en 1876 (Geiger, 1986). Otras universidades—incluidas instituciones educativas de la época colonial como Harvard, Yale y Columbia—no tardaron en emular a Johns Hopkins, poniendo el hincapié en la investigación y la educación superior. Al mismo tiempo, se fundaban universidades de investigación totalmente nuevas, como las Universidades de Chicago y Stanford. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, las universidades de

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investigación comenzaban a ser reconocidas como la cuna de la investigación básica de Estados Unidos (Geiger, 1986). Estas universidades recibieron poco apoyo oficial, debiendo depender, para su subsistencia, principalmente del sector privado y de fondos filantrópicos. La Primera Guerra Mundial ejerció una considerable influencia sobre la iniciativa científicotecnológica de Estados Unidos. Como también sucedería con la Segunda Guerra Mundial, el gobierno se dio cuenta de que aprovechar el potencial científico y tecnológico incipiente del país significaría un aporte importante al esfuerzo bélico. Ello condujo a la creación, en 1916, del Consejo Nacional de Investigación, cuyo propósito era la coordinación y el seguimiento de las actividades de investigación que realizaban las universidades de investigación, las universidades estatales y los laboratorios de investigación industrial. La guerra mundial dio

impulso a la investigación, especialmente por parte de las empresas industriales. Asimismo, los aportes de la ciencia y la tecnología a los esfuerzos bélicos llevaron a los políticos a reflexionar sobre cómo se podía promover la ciencia con fines pacíficos. Pero estas iniciativas —y en especial la financiación gubernamental de la investigación académica— enfrentaron resistencia en la comunidad científica. Más específicamente —y reflejando paradójicamente los debates actuales en torno a la financiación industrial de la investigación académica— destacados científicos de la época temían que los recursos financieros oficiales comprometieran la integridad científica y preferían recibir recursos de fuentes privadas y filantrópicas. Esta resistencia se debilitó un tanto en la década de 1930, luego de la Gran Depresión, época en que se redujeron las fuentes privadas de financiamiento (Geiger, 1986). Pero los cambios más considerables en este sector llegarían con la Segunda Guerra Mundial.

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"Hombres del progreso" representa a 19 científicos e inventores norteamericanos de mediados del siglo XIX¹

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Schussele, Christian. (1857). Hombres del progreso.

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Significado: Karten, significa mapas en alemán. Contenido: Publicaciones relacionadas con la geografía y la cartografía universales, que ofrecen al lector un recorrido sobre aspectos destacados de ambas disciplinas, vistos desde la perspectiva y la concepción del espacio físico de diversas culturas y épocas históricas.

CARTOGRAFÍA

Estados Unidos en mapas La información estadística sobre cualquier sociedad es indispensable cuando se busca formar un criterio sobre su actualidad, y alejarse así de las opiniones y prejuicios que inundan las conversaciones cotidianas. En esta ocasión, recuperamos parte del trabajo del geógrafo e internacionalista Juan Pérez Ventura, quien a través de su colaboración en el portal de asuntos internacionales «elordenmundial.com» ofrece una rápida revisión demográfica sobre la población norteamericana, sus asentamientos y el origen de sus principales poblaciones inmigrantes, para terminar con un análisis cartográfico sobre la pobreza en los Estados Unidos.

Pérez Ventura, Juan. (2014, diciembre 22). 25 mapas para conocer Estados Unidos. El orden mundial en el siglo XXI. Recuperado de: http://elordenmundial.com [Consulta: 29 de diciembre, 2016].

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JUAN PÉREZ VENTURA

ESTADOS UNIDOS EN MAPAS stados Unidos es uno de los países más grandes y más poblados del mundo. Es la primera economía global y, seguramente (aunque esto no se puede medir en términos numéricos), también es el país más famoso. Todo el mundo conoce a los Estados Unidos. Un país que además, con su forma de ser y funcionar, influencia a los demás países. Es, sin duda, un gran país del que merece la pena saber algo más.

Demografía Estados Unidos tiene una población de 319,500,000 habitantes, según los datos del United States Census Bureau, que actualiza datos demográficos en tiempo real. En el siguiente mapa observamos la densidad de población del territorio estadounidense.

Demografía: densidad de población Las zonas más pobladas de Estados Unidos

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Los picos de población los encontramos en las grandes ciudades. La más poblada del país, Nueva York, cuenta con 8.4 millones de habitantes, que alcanzan los 20 millones teniendo en cuenta el área metropolitana. Tras Nueva York, quedan las ciudades de Los Ángeles (3.8 millones), Chicago (2.7 millones) y Houston (2,1 millones). Observando el mapa, vemos que hay grandes espacios de desierto demográfico en el interior del país, coincidiendo con las zonas bioclimáticas semiáridas). Los estados más poblados son California (38.3 millones), Texas (26.4 millones), Nueva York (19.6 millones) y Florida (19.5 millones).

Evolución de los asentamientos Atendiendo al desarrollo histórico-demográfico, comprobamos que la mayoría de ciudades y espacios más poblados se encuentran en la costa, y que el interior está mucho menos habitado. También podemos observar que es un país muy joven y cuyo territorio ha sido “colonizado” recientemente. En el año 1850 aún no se habían establecido grandes ciudades en la Costa Oeste ni en las grandes llanuras del interior.

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Si bien es cierto que hace menos de 200 años era un país en proceso de crecimiento, hoy en día Estados Unidos ya ha crecido y es el tercer país más poblado del mundo. Tiene 40 condados con más de un millón de habitantes y varias ciudades globales.

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Como hemos visto, Estados Unidos es un país muy poblado. Además de por su gran población, demográficamente se caracteriza por la desigual distribución geográfica de esa población. No sólo encontramos diferencias entre la población costera y la población del interior, sino que también hay una interesante división Norte-Sur que queda muy bien reflejada en estos mapas:

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Comprobamos que esta diferencia Norte-Sur ha ido disminuyendo con el paso de los años, pero es interesante ver cómo en 1950 un gran porcentaje de la población vivía en la mitad norte del país. Esto se explica por la existencia de centros urbanos tradicionalmente grandes, como Nueva York, Boston, Chicago, San Francisco… etc. En la actualidad vemos que la mitad sur ha ganado peso demográfico, y ahora ciudades como Miami o Los Ángeles equilibran la balanza con respecto al norte. ¿La razón? la inmigración.

Expansión territorial de Estados Unidos El Tratado de París de 1783 con Gran Bretaña define las fronteras originales de los Estados Unidos. Es curioso saber que, debido a ambigüedades en el Tratado, la propiedad de Machias Seal Island y North Rock sigue siendo objeto de controversia entre los EE.UU. y Canadá. Más adelante, hechos históricos como la cesión de Florida por parte de España en 1818 o la anexión de Texas en 1845 permitieron el crecimiento territorial de Estados Unidos.

Las tierras del norte de México fueron capturadas en la guerra mexicano-estadounidense en 1846-48, y cedidos por México en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, donde los Estados Unidos pagaron 15 millones de dólares.

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Población inmigrante

Estados Unidos es un país de inmigrantes. Desde los primeros colonos europeos hasta los extranjeros llegados en busca de trabajo en el siglo XIX, el territorio estadounidense ha ido poblándose a base de población llegada de otros lugares. Es interesante observar el cambio que ha habido en la procedencia de los inmigrantes, tal y como muestran los siguientes mapas:

Procedencia de la población inmigrante mayoritaria en cada estado en 1910

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A principios del siglo XX los inmigrantes procedían principalmente de Europa. Los alemanes e ingleses predominaban en el interior, y en la Costa Este había grandes comunidades de inmigrantes italianos. También había estados donde eran mayoritarios los irlandeses, como en Delaware, o los rusos, como en Nueva York. Encontramos curiosas comunidades de suecos y noruegos en estados del norte como Minnesota o las Dakotas. Hoy en día, este panorama ha cambiado completamente, y la población inmigrante procede en su gran mayoría de países latinoamericanos como El Salvador, República Dominicana, Jamaica, Cuba o México.

Procedencia de la población inmigrante mayoritaria en cada estado en 2010

También son destacables las comunidades de población filipina de Hawái y Alaska, o la predominancia de población india, en estados como Nueva Jersey, Pensilvania o Virginia Occidental.

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Pobreza en Estados Unidos Además de 65,000 multimillonarios, en Estados Unidos también podemos encontrar 46 millones de pobres. La definición gubernamental de pobreza se basa en el ingreso total obtenido. Por ejemplo, el nivel de pobreza en 2012 se basaba en valores por debajo de 23,050 dólares anuales para una familia de cuatro miembros. Siguiendo esta definición, la mayor parte de estadounidenses (el 58,5%) vivirá al menos un año por debajo del nivel de pobreza entre los 25 y 75 años de edad.1

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US Census Bureau, 2008

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Significado: Datum, palabra de origen latino que en español significa 'dato'.

Contenido: Publicaciones que ofrecen información concreta sobre algún tema en particular o que permiten deducir las consecuencias derivadas de un hecho histórico o contemporáneo.

UN DATO

Estados Unidos en números

La Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación del Gobierno de España publicó en julio del 2016, el documento llamado Ficha País de Estados Unidos, el cual ofrece una síntesis sobre los datos más relevantes de la actualidad norteamericana en aspectos económicos, demográficos, sociales y comerciales. A continuación, ofrecemos una selección de los datos más representativos que este documento expone.

Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España. (2016, julio). Ficha País, Estados Unidos. pp. 1-4. Recuperado de: www.exteriores.gob.es [Consulta: 8 de diciembre, 2016].

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ESTADOS UNIDOS EN NÚMEROS a Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación pone a disposición de los profesionales de los medios de comunicación y del público en general la presente ficha país. La información contenida en esta ficha país es pública y se ha extraído de diversos medios no oficiales. La presente ficha país no defiende posición política alguna ni de este Ministerio ni del Gobierno de España respecto del país sobre el que versa. Nombre oficial. The United States of America, o USA en siglas; Estados Unidos de América, de manera abreviada, Estados Unidos, EUA o EE. UU. Superficie. Incluyendo territorios y agua totalizan 9.826.675 Km² (9.161.966 Km2 de territorio contando solamente los 50 Estados y el Distrito de Columbia más 664.709 Km² de agua) y unas fronteras de 12.034 Km. Límites. La mayor parte del país se ubica en el centro de América del Norte donde se encuentran sus 48 estados contiguos y Washington D.C., entre los océanos Pacífico y el Atlántico, limitando con Canadá al norte y con México al sur. El estado de Alaska está en el noroeste del continente, limitando con Canadá al este y separado de Rusia al oeste por el Estrecho de Bering. El estado de Hawái es un archipiélago polinesio en medio del Océano Pacífico y es el único estado estadounidense que no se encuentra en América. El país también posee varios territorios en el Mar Caribe y en el Pacífico. Población. Según el US Census Bureau, el censo se actualiza cada 10 años. El último realizado corresponde al año 2010 y fue de 308.745.538 habitantes. Las estimaciones para el año 2015 indican que se habría sobrepasado los 321 millones de habitantes, lo que lo convertiría en el tercer país más poblado del mundo. California y

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Texas son los Estados con más población. Aunque Nueva York sigue siendo la ciudad más poblada, ha habido un desplazamiento del peso de la población hacia el Oeste y hacia el Sur. La tasa de fertilidad estimada por mujer es de 2,01, si bien la importancia de la inmigración hace que el crecimiento demográfico sea de los mayores de los países industrializados. La población que se declara de origen hispano, es de 17.4 millones en 2015, y de acuerdo con las predicciones del US Census Bureau, alcanzará el 30% en el 2050. Capital. Washington, D.C. (Distrito de Colombia) Idioma. El inglés es el idioma nacional de facto. Aunque no existe ningún idioma oficial a nivel federal, algunas leyes —como los Requisitos para la Naturalización en EEUU— colocan al inglés como idioma obligatorio. El Senado de Puerto Rico (Estado Asociado) ha aprobado una iniciativa para el español sea considerado como su primer idioma oficial. El español es el segundo idioma más hablado en EEUU, el principal —y ya oficial— en Puerto Rico y uno de los idiomas oficiales, de facto, del estado de Nuevo México. Se estima que unos 55,5 millones de personas hablan el español en EEUU, con una concentración en los estados del sur y suroeste (en especial en California, Arizona, Nuevo México, Texas, Florida, Nevada, Colorado), pero también en los barrios hispanos de la ciudad

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de Nueva York o de Washington (D.C.) y municipios cercanos a estas dos ciudades, siendo en algunas zonas de estos estados y ciudades incluso más importante que el inglés. Muchos anuncios y asuntos oficiales se presentan en español además de en inglés. La mayoría de los mensajes públicos que tienen subtítulos los tienen en español. Moneda. El dólar $ ha sido la moneda oficial del país desde 1792. Religión. Estados Unidos es oficialmente un estado laico. La Primera Enmienda de la Constitución garantiza el libre ejercicio de la religión y prohíbe el establecimiento de cualquier gobierno religioso. Protestantes 51.3%; católicos romanos 23.9%; mormones 1.7%; cristianos (otros) 1.6%; judíos 1.7%; budistas 0.7%; musulmanes 0.6%; otros no especificados 2.5%; no afiliados a ninguna religión 12.1%; ninguna 4% (2007 est.). Forma de Estado. Es una República Federal Constitucional con un sistema presidencialista. División Administrativa. EEUU está compuesto por 50 estados, un distrito federal y estados asociados o no incorporados (Dependencias). Los Estados son: Alabama, Alaska, Arizona, Arkansas, California, Colorado, Connecticut, Delaware, Florida, Georgia, Hawái, Idaho, Illinois, Indiana, Iowa, Kansas, Kentucky, Louisiana, Maine, Maryland, Massachusetts, Michigan, Minnesota, Mississippi, Missouri, Montana, Nebraska, Nevada, New Hampshire, New Jersey, New Mexico, New York, North Carolina, North Dakota, Ohio, Oklahoma, Oregon, Pennsylvania, Rhode Island, South Carolina, South Dakota, Tennessee, Texas, Utah, Vermont, Virginia, Washington, West Virginia, Wisconsin, Wyoming, a los que hay que sumar el Distrito de Colombia. Indicadores sociales

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Renta per cápita: $58,922 (2015) Esperanza de vida: 79,68 años IDH (valor numérico/nº orden mundial): 0,914 / 5º (est. 2014). Coeficiente GINI: 0,44 (est. 2014 Tasa de natalidad: 12,9 (nacimientos/1000 habitantes) (est. 2015). Tasa de fertilidad: 1,87 (est. 2015) Tasa de crecimiento anual de la población: 0,78% (est. 2015) Producto Interior Bruto. El crecimiento del PIB en términos nominales del año 2015 fue de un 3,4%, y un 2,4% en términos reales. Este dato refleja las contribuciones positivas del consumo privado, las exportaciones, la inversión fija tanto residencial como no residencial, la inversión privada en existencias y el gasto público estatal y local. Las importaciones y el gasto público a nivel federal, por su parte, contribuyen negativamente al crecimiento del PIB. Al analizar la aportación de cada uno de los componentes del PIB se observa que el consumo privado es el principal motor de crecimiento con casi un 70% del total. La inversión privada aportó un 16,2%. Las exportaciones netas restan un 3,6% al PIB, a pesar de la evolución positiva de las exportaciones. Por último, compras e inversión públicas generan un 18,3% del PIB. Comercio exterior. Durante el año 2015, las exportaciones estadounidenses de mercancías han alcanzado los 1,504 millardos de dólares, un 8% menos que en el año 2014. Por su parte, las importaciones han disminuido un 5%, siendo su suma total de 2,241 millardos de dólares. El déficit comercial en 2015 se ha situado en 759 millardos de dólares, con una subida interanual del 2,4%. El déficit energético ha registrado una bajada del 56,3%, mientras que el déficit no energético se ha incrementado un 22,2% en tasa interanual. Finalmente, la tasa de cobertura ha sido del 66,6%, porcentaje menor en 216 puntos básicos al de 2014. Los principales clientes de Estados Unidos en

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2015 han sido Canadá, la Unión Europea, México, China y Japón. Las exportaciones dirigidas a Norteamérica (Canadá y México).

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Significado: Ecúmene, para los griegos era un concepto que hacía referencia a la tierra conocida o habitada; para los romanos, en un sentido más amplio, era una forma de referirse al mundo. Contenido: Publicaciones relacionadas con los temas globales y las Relaciones Internacionales.

INTERNACIONAL

El destino manifiesto de EE.UU: ideología y política exterior William Pfaff, (1928-2015) fue un escritor norteamericano, columnista del International Herald Tribune y miembro del Consejo Asesor de Política Exterior. En el 2007 Pfaff escribió este artículo en el que plantea un análisis sobre la política exterior norteamericana, partiendo del escenario internacional surgido con el fin de la Guerra Fría. Pfaff señala que los grupos conservadores estadounidenses ven como rebasado al sistema internacional vigente y rechazan las ideas de equilibrio de poder entre los estados —multipolaridad— con lo cual se hace necesario el surgimiento de un liderazgo efectivo entre las democracias occidentales que haga frente a los retos internacionales contemporáneos. Con el retorno a Washington de los conservadores en el 2017, es factible la reaparición de planteamientos que busquen concretar estas tesis, mismas que el autor resume con el término de Pax Americana. A continuación, presentamos un fragmento del trabajo de Pfaff.

William, Pfaff. (2007 mayo/junio). El destino manifiesto de EE.UU: ideología y política exterior. Política Exterior, núm. 107. pp. 59-65.

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WILLIAM PFAFF

EL DESTINO MANIFIESTO DE EE.UU: IDEOLOGÍA Y POLÍTICA EXTERIOR a reivindicación de una mayor virtud política es una reivindicación de poder, la exigencia de que otros países cedan a lo que Washington afirma que son intereses universales. Desde 1989, cuando el fin de la guerra fría dejó a EE.UU. convertido en “la única superpotencia”, ha dado mucho que hablar, con discusiones acerca de una benevolente (e incluso inevitable) hegemonía o imperio mundial estadounidenses, una Pax Americana heredera de la Pax Britannica. Aunque estas ideas no se han manifestado en la retórica oficial, parecen haber sido asumidas de manera prácticamente universal, de una u otra forma, por los que se encargan de hacer las leyes y la política. EE.UU. y los intereses universales La articulación oficial más coherente y plausible de ese argumento la ofreció en el verano de 2003 Condoleezza Rice, entonces asesora de Seguridad Nacional del presidente Bush, en un discurso en Londres durante la reunión anual del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. Rice dijo que había llegado el momento de dejar atrás el sistema de equilibrio de poder entre Estados soberanos establecido por la paz de Westfalia en 1648. Este tratado acabó con las guerras de religión al establecer los principios de la tolerancia religiosa y de la soberanía estatal absoluta. Las Naciones Unidas son una encarnación defectuosa de la autoridad internacional porque es una asamblea indiscriminada de todos los gobiernos del mundo, y debería, según Rice, ser sustituida como última instancia de autoridad mundial por una alianza o coalición de democracias. Se trata de

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un asunto que suele sacarse a colación en los círculos conservadores de Washington. Rice dijo también a los miembros del Instituto que había llegado el momento de rechazar las ideas de multipolaridad y de equilibrio de poder en las relaciones internacionales. Se trataba de una referencia a los razonamientos franceses y de otros a favor de un sistema internacional en el cual un cierto número de Estados o grupos de Estados (como la Unión Europea) actuara autónomamente y ejerciera como contrapeso del poder de EE.UU. Sus palabras fueron consecuencia de la controversia que provocó a principios de ese año la negativa del Consejo de Seguridad de la ONU a autorizar la invasión estadounidense de Irak. Rice señaló que era posible que, en el pasado, el equilibrio de poder “contribuyera a la ausencia de guerras”, pero no había fomentado una paz duradera. “La multipolaridad es una teoría de rivalidad”, continuó; “una teoría de intereses

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encontrados y, en su peor versión, de valores enfrentados. Ya lo hemos probado con anterioridad. Llevó a la Gran Guerra…”. Las políticas exteriores del equilibrio de poder eran, desde luego, una respuesta al auge de los Estados nacionales de diferente peso y ambición que, para preservar su independencia y proteger sus intereses nacionales, no tenían más alternativa que las políticas que “equilibraban” sus relaciones y las alianzas con otros para contener los intereses encontrados y las ambiciones enfrentadas. Supuestamente, la única alternativa a esas políticas es la sumisión de todos a una potencia dominante. La aparente confianza de Rice en que esos conflictos y rivalidades no crearían problemas en una nueva organización internacional de las democracias podría parecer muy optimista. Sin embargo, muchos estadounidenses parecen admitir que el sistema internacional se orienta “de modo natural” hacia una futura consolidación de una autoridad democrática encabezada por EE.UU. que dirija los asuntos internacionales.

esas funciones internacionales supuestamente providenciales; Wilson aseguraba que creía haber sido elegido por Dios para guiar a EE.UU. a la hora de enseñar “a las naciones del mundo la forma de caminar por los senderos de la libertad”. La carnicería y la inutilidad de la guerra destruyeron por completo el orden europeo existente y minaron la confianza en la civilización europea. Los aliados europeos recibieron con entusiasmo la intervención estadounidense en 1917, que modificó el equilibrio militar, y el Plan de Catorce Puntos de Wilson para la paz sedujo tanto a los pueblos de los poderes centrales como a los aliados y los neutrales.

Elegidos por la divinidad Durante el primer siglo y medio de historia de EE.UU., la influencia del mito nacional de la elección y la misión divinas fue en general inofensiva, una falsedad tranquilizadora y ejemplar. En aquella época, el país se mantuvo en gran medida aislado de los asuntos internacionales. El mito encontró expresión en la idea del “destino manifiesto” de la expansión continental (incluyendo la anexión de los territorios mexicanos al norte de río Grande), sin necesidad de acogerse a un mandato divino. Con Woodrow Wilson las cosas cambiaron. El mito nacional se convirtió en una filosofía de intervención internacional, y así ha permanecido. En la gran crisis de la Primera Guerra mundial, EE.UU., y Wilson en particular, se encomendaron

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Colin Powell, Secretario de Estado ante el Consejo de Seguridad denunciando la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, 2003

Sin embargo, el plan de Wilson no salió bien. El principio de autodeterminación nacional universal no resolvió los problemas de Europa, sino que los complicó todavía más, y dio lugar a nuevos agravios étnicos y territoriales que fueron explotados a renglón seguido por las potencias fascistas. Un testigo de las negociaciones de Versalles, el diplomático británico Harold Nicolson, consideraba a Wilson un hombre “obsesionado, poseído (…) por la convicción de que la Liga [de Naciones] era su propia revelación y la solución de todas las dificultades humanas”. El

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fracaso del Senado estadounidense para ratificar el Tratado de la Liga de Naciones (que Wilson había imaginado como un protogobierno mundial) convenció a la mayoría de la población de lo prudente que era el aislamiento nacional, que la opinión mayoritaria siguió apoyando hasta Pearl Harbor.

Caricatura del presidente Wilson y el fracaso de la Sociedad de las Naciones

Cuando acabó la Segunda Guerra mundial continuó la tendencia aislacionista, y la política exterior fue uno de los asuntos de debate en las elecciones de 1946 y 1948. En fecha tan tardía como 1949, el principal dirigente del Partido Republicano, Robert A. Taft, se opuso al Tratado de Washington, fundador de la Alianza Atlántica, afirmando que implicaba compromisos imprevisibles. (Imagínense qué le habría parecido que la OTAN esté en Afganistán en la actualidad). Por otro lado, estaba a favor de “una ley internacional que defina los deberes y las obligaciones de las naciones (…), los tribunales internacionales (…) y una fuerza armada conjunta para imponer esa ley y las decisiones de esos tribunales”. Creía que la ONU no llegaba a satisfacer todavía ese ideal, “pero representa un gran avance en esa dirección”.

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Esta posición aparentemente contradictoria expresaba en realidad la paradoja de la actitud de EE.UU. ante las relaciones exteriores: por un lado, se muestra aprensivo respecto a la implicación en las “políticas de poder” internacionales; por otro, abierto a la reforma utópica, dado que ello confirma la especial posición que siempre ha reivindicado para sí. A pesar de sus reservas hacia los compromisos militares de EE.UU. en el extranjero y de su instinto aislacionista, Taft aceptaba las visiones utópicas globales de Wilson y de Franklin Roosevelt. La guerra de Corea y la intensificación del enfrentamiento político con la Unión Soviética en Europa proporcionaron nuevos motivos para la implicación internacional de EE.UU., interpretada en términos cuasi teológicos por John Foster Dulles, un veterano abogado presbiteriano (calvinista, igual que lo habían sido Wilson y los Peregrinos puritanos) que fue secretario de Estado de Dwight D. Eisenhower. La idea de EE.UU. como nación providencial se integró en la política exterior estadounidense durante el mandato de Dulles. De modo que, en 2001, Bush articuló automáticamente su guerra global contra el terrorismo en consonancia con la noción que Dulles tenía de la guerra fría (llegando incluso a retratar instantáneamente a los terroristas del 11S como agentes de una amenaza global y organizada contra la libertad). La fórmula fue aceptada sin reservas por la mayoría de los círculos políticos y periodísticos, y por gran parte de la comunidad de legisladores. La política de la administración Bush continúa siendo un reflejo de la influencia de la ideología de la guerra fría, que en el caso de Dulles ponía de manifiesto la influencia de la noción histórica del enemigo marxista, así como supuestos religiosos personales sobre el significado de la historia. La influencia ideológica neoconservadora y

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“neowilsoniana”, sobre la idea de Bush de que el curso de la historia se mueve hacia la democracia universal, se vio reforzada en 2004 por la entrevista del presidente con Natan Sharansky, que había sido disidente soviético. La tesis de Sharansky de que la estabilidad internacional solo es posible bajo las reglas de la democracia fue recogida durante la segunda toma de posesión de Bush, cuando afirmó que el objetivo de la política exterior de EE.UU. era “acabar con la tiranía en nuestro mundo”. Esto era un ingenuo ejemplo de lo que el filósofo británicoaustriaco Karl Popper llamó “historicismo”, refiriéndose a la fe en la existencia de leyes “a gran escala” de desarrollo histórico. La visión de Bush es la de una ciclópea lucha entre la democracia y los esfuerzos de “los terroristas” por establecer un opresivo califato musulmán de alcance global. (Cómo van a conseguirlo con la oposición del Occidente industrial y el Asia no musulmana necesita todavía una explicación convincente). Por consiguiente, Bush y sus simpatizantes se ven a sí mismos apoyando la fuerza dominante en el desarrollo de la historia. Si la trayectoria natural es hacia la democracia, la política estadounidense es,

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simplemente, acelerar lo inevitable. Cuando, como en el caso de Irak, resulta que eso no es tan sencillo, se puede evocar un equivalente político de la teoría del economista Joseph Schumpeter acerca de la “destrucción creativa”, según la cual esa destrucción (en algunas situaciones) despeja el camino hacia el progreso. Schumpeter describe un mecanismo de la economía de mercado, pero cuando se aplica al desarrollo de la sociedad humana se ve reducido a una mera creencia secular en el progreso, lo cual es una cuestión de fe, y no de pruebas. De la superioridad material al poder EE.UU. es en la actualidad la principal potencia mundial según muchos baremos convencionales, o al menos gran parte de ellos. Con la mayor economía y el mayor y más avanzado arsenal de armas, se le reconoce como tal y ejerce una amplia influencia. Sin embargo, es natural que en las relaciones políticas el esfuerzo por convertir la posición de superioridad material en poder sobre los demás provoque resistencia, y puede fracasar, posiblemente con un elevado coste. En el caso que nos ocupa, implica la subordinación de otros, especialmente de las demás democracias, que se

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espera acepten el liderazgo de EE.UU. en un nuevo orden internacional, y que puede que se resistan a ello por una variedad de motivos bien fundados. En el pasado, las sociedades que estaban más avanzadas en cuanto a organización política y social, o en cuanto a poder económico o militar, o incluso solo en algo tan especializado como la navegación, crearon imperios. Pero en la Edad Media y al comienzo de la Era Moderna, las potencias imperiales no siempre eran tecnológica o militarmente superiores a las naciones que sometían. El imperio de los Habsburgo fue el resultado de uniones dinásticas y de alianzas religiosas. Todas las grandes democracias de la actualidad son sociedades avanzadas; y muchas de ellas lo son más que EE.UU. en muchos aspectos, como prestaciones sociales, distribución de la riqueza y de las oportunidades, seguridad social universal y educación gratuita o asequible, y en ciertas tecnologías e industrias. Están deseando colaborar con EE.UU. en asuntos de interés común, como lo han hecho durante medio siglo, pero no quieren subordinarse a Washington. Son conscientes de que los esfuerzos de la administración Bush para establecer un sistema de Estados clientes en Asia central y Oriente Próximo (“el Gran Oriente Próximo”) ya ha producido dos guerras ruinosas e inacabables, y ha empeorado la situación en Líbano, en Gaza, en los territorios palestinos y en Israel. Michael Mandelbaum, de la Universidad Johns Hopkins, preguntaba hace poco por qué no se ha hecho ningún esfuerzo para construir una coalición militar que se oponga a los intentos estadounidenses de establecer una nueva hegemonía internacional, si es que de verdad hay naciones que están en contra. Describe un EE.UU. que ya domina el mundo, igual que el elefante (en

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una genial comparación) domina la sabana africana: el tranquilo Goliat herbívoro que mantiene a los carnívoros a una respetuosa distancia, a la vez que sustenta “a una amplia variedad de criaturas –pequeños mamíferos, aves e insectos– fabricando alimento para ellos al tiempo que se alimenta a sí mismo”. Todo el mundo sabe que EE.UU. no es una potencia depredadora, dice, así que todos sacan provecho de la estabilidad que proporciona el elefante, a costa del contribuyente norteamericano.

Protestas antinorteamericanas en Afganistán

Los elefantes también se caracterizan por pisotear a la gente, arruinar cosechas y huertos, derribar árboles y casas, y de vez en cuando se desmandan (de ahí los “Estados rebeldes”). Es más, los estadounidenses son carnívoros. La administración ha vulnerado el orden internacional existente al renunciar a los tratados y a las convenciones que considera molestos y al reintroducir en las civilizaciones avanzadas la tortura y el encarcelamiento arbitrario e indefinido. ¿Dónde está la estabilidad que Mandelbaum nos dice que ha proporcionado el despliegue militar y político estadounidense? La inútil y destructiva guerra selectiva en Irak; los continuos y cada vez más frecuentes desórdenes en Afganistán a raíz de un conflicto similar; el

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enfrentamiento bélico entre Israel y Hezbolá en Líbano y entre Israel y Hamás en Gaza, así como entre Hamás y Al Fatah en Palestina, donde además se ve agravado por las continuas crisis; los rumores de nuevas guerras selectivas con Irán o Siria; y el surgimiento de una Corea del Norte nuclear; todo ello es muestra de una profunda inestabilidad internacional. Los esfuerzos estadounidenses por liberalizar la economía internacional y fomentar la globalización, independientemente de cuáles sean sus ventajas, han sido la más poderosa fuerza de desestabilización política, económica, social y cultural que se conoce desde la Segunda Guerra mundial, y han proporcionado algo que se parece mucho a esa “constante revolución de la producción, la ininterrumpida alteración de las condiciones sociales, la inseguridad y la agitación permanentes” que previeron Marx y Engels en su Manifiesto Comunista. La pregunta que plantea Mandelbaum acerca del uso de las coaliciones militares para frenar el poder estadounidense parece de otra época. La utilidad de las coaliciones militares ya no es la que era, como EE.UU. debe saber. En la actualidad, nadie consideraría de forma razonable que una guerra convencional contra EE.UU. es una respuesta útil (o viable) al poder de este país, aunque Corea del Norte e Irán (y sin duda otros) han llegado a la conclusión de que la disuasión nuclear es una inversión que merece la pena

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contra lo que perciben como una amenaza de EE.UU. El nuevo militarismo estadounidense, como lo llama Andrew Bacevich, propicia la vuelta a nociones obsoletas acerca del poder basado en la superioridad militar cuantitativa. Actualmente, el poder se deriva, en primer lugar, de la influencia y los activos económicos, financieros, industriales, políticos y culturales, en todos los cuales EE.UU. es vulnerable. Si la hegemonía internacional estadounidense se considera una amenaza, hay medios políticos y económicos por medio de los cuales la sociedad internacional puede controlarla, por no hablar de formas no convencionales de resistencia militar que se han empleado con éxito en Irak, el pasado verano en Líbano y, mucho antes, en Vietnam. Hoy las guerras tienden a estar impulsadas por el nacionalismo, o por ideologías políticas o religiosas. El nacionalismo y el comunitarismo, la defensa de la identidad y la autonomía de una comunidad, siguen siendo fuerzas políticas eminentemente poderosas, igual que en Vietnam hace tres décadas. La reciente historia de Líbano, de Irak, de Chechenia, de las intifadas palestinas, de los Estados fallidos, el recuerdo de la guerra de Vietnam y el abanico de “naciones rebeldes” que poseen armas nucleares, son una combinación que hace que las intervenciones militares en el mundo no occidental ofrezcan una perspectiva poco atractiva.

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Significado: Dura-Europos, topónimo de origen semítico, designa a una colonia griega macedónica fundada en el siglo III a.C. en la actual Siria. Dura-Europos es considerada como una de las posibles explicaciones etimológicas del nombre dado al Viejo continente. Contenido: Publicaciones relacionadas con Europa y sus desafíos políticos, sociales y económicos más relevantes, dentro de los cuales destaca su proceso de integración.

EUROPA

Europa y América. La amenaza del conformismo En su libro Tiempos presentes, la intelectual norteamericana de origen judeoalemán Hannah Arendt, (1906-1975) reflexiona sobre la realidad del mundo a principios de la década de los setenta. Realidad que en Europa está marcada por las consecuencias del final de la guerra, y el poder creciente de la economía y la cultura norteamericanas en el mundo. Arendt pone en la palestra las diferencias y miedos que entre europeos y norteamericanos prevalecen, y que no pasan inadvertidos a pesar de que a cada lado del Atlántico se compartan valores y cultura. Arendt señala que en Europa existe miedo ante el conformismo norteamericano que amenaza la libertad, mientras que en los Estados Unidos se afirma el “aquí no puede pasar” respecto a la aparición del totalitarismo. En la víspera de la llegada al poder del ala más conservadora y reaccionaria de la política norteamericana, bien vale la pena releer a Arendt y las preocupaciones expuestas en este texto hace más de cuarenta años.

Arendt, Hannah. (1975). Tiempos presentes. Barcelona: Gedisa. pp. 84-89.

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HANNAH ARENDT

EUROPA Y AMÉRICA. LA AMENAZA DEL CONFORMISMO n los últimos años son pocos los norteamericanos que al volver de Europa no se refieran con una cierta amargura al énfasis con que los europeos resaltan lo que aquí resumimos bajo el término de «macartismo». Por regla general los norteamericanos tienden a juzgar que tal actitud está completamente fuera de lugar y muy probablemente consideran las experiencias de este tipo como una prueba de la imagen distorsionada que en el extranjero tienen de Norteamérica, con independencia de quién sea el destinatario de su propia simpatía.

Sin embargo, hay un punto que en este país se pasa por alto con frecuencia. Todos los países europeos, con la excepción de Suecia y Suiza, vivieron el totalitarismo, fuera en forma de movimientos totalitarios fuera en forma de gobiernos totalitarios. A los norteamericanos estos fenómenos les resultan extraños y «no americanos», exactamente igual que los fenómenos modernos específicamente norteamericanos les resultan extraños a los europeos. La respuesta estándar que daban habitualmente, y hasta cierto punto siguen dando, a las víctimas del nazismo y el bolchevismo era: «aquí esto no puede pasar». Parece que para los europeos el macartismo es la prueba concluyente de que sí puede pasar.

gubernamentales norteamericanas más altas. En este caso, es inevitable la conclusión de que eso muy bien puede pasar aquí y que sólo gracias a las actividades de los senadores instructores no ha pasado. Si, en cambio, no se cree en el mito de una confabulación nacional que vaya desde lo más alto hasta abajo del todo, podemos descubrir muy fácilmente en las prácticas de este comité rasgos peligrosamente familiares, entre los que no es el menos importante la tradicional construcción del mito de una confabulación. Tal razonamiento es bastante normal, sobre todo en los europeos. Se trata de una reacción que sin duda puede molestar y a veces incluso ofender y herir algunos sentimientos, pero que a largo plazo no provoca perjuicios serios.

Hay dos posibilidades. Podemos tomarnos en serio las conjeturas de la comisión investigadora. Podemos creer igual que ellos que no es Rusia el problema más grave de la política exterior norteamericana (cuando evidentemente sí lo es) sino que el bolchevismo, en forma de confabulación nacional, penetra todas las capas de la población hasta alcanzar a las instancias

Es mucho más relevante otro aspecto de esta misma situación. Viendo la gran atención que en Europa dedican a este tema, causa extrañeza lo poco que informan de la oposición al macartismo, oposición que en los Estados Unidos se desenvuelve en libertad completa. Hasta los europeos bien informados parten de la base de que en esta cuestión todos los norteamericanos

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opinan igual. Es muy alarmante cómo ven esta posición, es decir, no como opiniones de ciudadanos americanos individuales sino como la opinión norteamericana en general. Esto manifiesta la suposición, tan característica de Europa, de que dicha unanimidad refleja una especie de conformismo que puede renunciar a las amenazas y la violencia porque surge espontáneamente en una sociedad que adiestra a sus miembros para que se ajusten perfectamente a sus exigencias sin darse cuenta de estar siendo condicionados. Ya muy tempranamente se consideró que el condicionamiento del individuo según las exigencias de la sociedad era un rasgo esencial de la democracia norteamericana. De hecho, quizá es el motivo principal que convirtió a Norteamérica en la pesadilla de Europa, incluso de una Europa amante de la libertad, cosa que a los americanos les cuesta entender.

Desde un punto de vista histórico el conflicto europeo entre el Estado y el individuo a menudo se ha resuelto a costa de la libertad individual. Los norteamericanos tomaron este hecho como prueba de que las libertades humanas se sacrificaron al Estado. Los europeos, en cambio, contemplaban la situación en el plano de un conflicto entre el Estado y la sociedad, así que el individuo, aun cuando el gobierno violentara sus libertades, siempre podía encontrar un refugio

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relativamente seguro en su vida social y privada. El poder totalitario fue el primero en conseguir lo que ninguna otra forma de gobierno había logrado, ni siquiera el despotismo absoluto o las dictaduras modernas, a saber, destruir esta esfera social privada, este resguardo de la libertad individual. Por lo que respecta a la situación en Norteamérica, en Europa siempre se ha temido que aquí la sociedad no pudiera ser ningún refugio precisamente porque los europeos notaron que la distinción entre gobierno y sociedad no existía. La pesadilla de los europeos era que bajo el poder de la mayoría la sociedad misma sería la opresora y no quedaría espacio para la libertad individual. Tocqueville dijo: «Cuando las condiciones sociales son iguales, la opinión pública presiona sobre el espíritu de cada particular con un peso [tal]» que «la mayoría no necesita obligarlo, sino que lo convence»; la coacción no violenta que ejerce la desaprobación pública es tan fuerte, que el que piensa de manera diferente no puede dirigirse a ninguna parte en su soledad e impotencia y al final se ve empujado o al conformismo o a la desesperación. Si aplicáramos el análisis de Tocqueville a las circunstancias modernas, si intentáramos expresar el pensamiento europeo actual con sus conceptos, podríamos decir que los europeos temen que en Norteamérica el terror y la violencia no sean necesarios para hacer desaparecer la libertad. La intranquilidad de Europa puede atribuirse a su convicción de que la libertad podría desaparecer por medio de alguna clase de acuerdo general en un proceso casi imperceptible de adaptación recíproca. Y eso, hasta ahora, no ha sucedido en ninguna zona del mundo occidental. El peligro del conformismo y su amenaza a la libertad está presente en todas las sociedades de masas, aunque en los últimos tiempos su importancia quedaba a la sombra del terror, unido

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a la propaganda ideológica, una forma específicamente totalitaria de organizar grandes masas humanas desestructuradas. Este método era un instrumento para destruir tanto los vestigios de los anteriores sistemas de clases o castas como para impedir que surgieran nuevas clases o grupos, cosa que generalmente ocurre cuando una revolución tiene éxito. En una sociedad de masas ya existente, a diferencia de la paulatina desintegración de las clases que los movimientos totalitarios aceleran, es perfectamente imaginable que haya elementos totalitarios que durante un periodo limitado se construyan sobre el conformismo o más bien alentando un conformismo latente y la dinámica que le es propia. En los estadios iniciales no es difícil pensar que la función del conformismo podría ser que el terror resulte menos violento y la ideología menos llamativa, de manera que el tránsito de un clima de libertad a una atmósfera pretotalitaria sea menos perceptible. En Norteamérica las consecuencias potencialmente peligrosas o los efectos accesorios de las condiciones igualitarias (me refiero al hecho de que no haya un sistema de clases, rasgo mucho más característico de una sociedad de masas que los meros números) han sido mínimos, pero sólo seguirá siendo así mientras la constitución permanezca intacta y las «instituciones de la libertad» funcionen. En cambio en Europa el viejo sistema de clases se desintegra irreparablemente y evoluciona rápidamente, incluso en un clima no totalitario, hacia una sociedad de masas. Las precauciones con que Norteamérica se ha protegido de los peores peligros del conformismo en gran parte no existen en Europa. Sin embargo, allí donde sí los hay, se han importado parcialmente de Norteamérica y hasta ahora no han tenido tiempo ni de mostrar sin eficacia ni se ha instruido en su uso a la gente. Las precauciones

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específicamente europeas, como por ejemplo las costumbres y tradiciones, ya han demostrado una vez que no sirven para casi nada en situaciones de necesidad y de coacción. Si los europeos ven un comportamiento conformista en Norteamérica, tienen razón al estar intranquilos; naturalmente, las precauciones específicas norteamericanas contra los peligros inherentes al conformismo, evidentemente, son menos reconocibles para un observador extranjero, excepto para unos pocos, y los europeos tienen toda la razón al juzgar que sin tales precauciones el conformismo podría revelarse tan igualmente mortal como otras formas más sangrientas de la moderna organización de masas.

Naturalmente, Norteamérica tiene una experiencia con el conformismo mucho más larga que Europa. Al tratar este tema los europeos adoptan instintivamente la postura del «esto aquí no puede pasar» exactamente igual que los norteamericanos cuando oyen hablar del totalitarismo por primera vez. Pero en realidad todo lo que ha pasado en Europa puede ocurrir también en Norteamérica y viceversa, ya que, independientemente de todas las diferencias, ambos continentes tienen básicamente la misma historia. Dado que la civilización occidental ha extendido su influencia a todo el globo terrestre, se aproxima vertiginosamente el momento en que seremos capaces de declarar que no puede pasar casi nada en un país cualquiera que no pueda

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pasar también en cualquier otro. En este contexto, sin embargo, como en el de la estrategia atómica, Europa se ve a sí misma mucho más expuesta que Norteamérica a los peligros de un proceso tal. En Europa, igual que notan que las ciudades son fáciles de atacar y de destruir, se dan cuenta de que las instituciones políticas son menos estables, de que están menos firmemente ancladas y de que las libertades políticas están incluso mucho más expuestas a las crisis internas. En realidad, de lo que se trata en el proceso que los europeos temerosos consideran una «americanización» es de la formación del mundo moderno con todos sus fenómenos y efectos desconcertantes. Probablemente, la unión de Europa no frenará sino que acelerará este proceso, de manera que esta federación representa muy probablemente una conditio sine qua non para la supervivencia de Europa. Tanto si la unión de Europa va acompañada del auge de un nacionalismo paneuropeo antiamericano, como a veces podría temerse hoy día, como si no, la unificación de las condiciones económicas y demográficas seguramente dará lugar a una situación muy parecida a la de los Estados Unidos. Hace ciento veinte años la imagen que Europa tenía de Norteamérica era la imagen de la democracia, cosa con la que los europeos tenían que conformarse aunque no a todos les gustara,

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pues sabían perfectamente que esta imagen representaba un componente inseparable de la historia de Occidente. Hoy en día la imagen de Norteamérica es la de modernidad. Es la imagen del mundo tal como surge en la era moderna, una era que ha dado a luz a ambas, tanto a la actual Europa como a la Norteamérica del presente. Los problemas centrales del mundo son hoy cómo organizar políticamente las sociedades de masas y cómo integrar políticamente el poder técnico. Debido a los peligros de aniquilación inherentes a tales problemas, Europa ya no está segura de sí puede adaptarse al mundo moderno y, consiguientemente, con el pretexto de separarse de América, intenta escapar a las consecuencias de su propia historia. Puede que la imagen de Norteamérica existente en Europa no nos ilustre demasiado sobre el verdadero estado de cosas en Estados Unidos o sobre la cotidianidad de los ciudadanos norteamericanos, pero si estamos atentos, puede decirnos mucho de los miedos justificados que Europa siente por su identidad espiritual y de los temores, aún más profundos, que provoca la cuestión de la supervivencia física. Estos miedos y temores no son exclusivos de los europeos, no importa lo que nos digan ellos. Se trata de los miedos de todo el mundo occidental y, en definitiva, de toda la humanidad.

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Significado: Mundus Novus, en latín el 'Nuevo Mundo'.

Contenido: Publicaciones que abordan los asuntos latinoamericanos, con temas como la historia, la política, la economía, la sociología y las relaciones de los países de la región entre sí mismos, los distintos bloques en que se agrupan y respecto a otras regiones del mundo.

AMÉRICA

¿Tienen las américas una historia en común? El viraje político derivado de las elecciones de noviembre pasado en los Estados Unidos, entre otras consecuencias, nos lleva a identificar que en las relaciones entre América Latina y Washington no se vislumbra un mayor acercamiento y entendimiento mutuos, sino todo lo contrario. Comprender cómo nuestras diferencias pesan más que nuestras coincidencias es importante, pero para llegar a esa comprensión habrá que comenzar por identificar las causas de esas diferencias. En el artículo que a continuación presentamos, el historiador británico John H. Elliott nos ayuda a identificar los procesos históricos que permitieron el surgimiento de sociedades tan distintas a partir de las colonias hispanas y anglosajonas. Elliott plantea una cuestión central en este artículo cuya respuesta no sólo es oportuna en el contexto del mundo de finales del siglo XX, esa misma pregunta es pertinente en pleno enero de 2017, si se quiere pensar no sólo en la historia sino también en el futuro de las américas.

Elliott, John H. (1999, junio). ¿Tienen las américas una historia en común? Letras Libres. año I, núm. 6. pp. 10-19.

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JOHN H. ELLIOTT

¿TIENEN LAS AMÉRICAS UNA HISTORIA EN COMÚN? utor de obras fundamentales para entender la colonización de América (El Viejo y el Nuevo Mundo) y la historia de España (Poder y sociedad en la España de los Austrias y La España imperial), biógrafo de Olivares y Richelieu, Premio Príncipe de Asturias, Caballero de la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio, el historiador inglés John H. Elliott estuvo en México en septiembre del año pasado, en la Academia Mexicana de la Historia, para dictar una conferencia magistral sobre las distintas formas de colonización en América. Publicamos un fragmento de ese texto, recogido en libro por la John Carter Brown Library en su 150 aniversario. Con "¿Tienen las Américas una historia común?" comienza Letras Libres su recorrido por el pasado y el presente de las dos Américas: la protestante y la católica. Quizás antes de contestar a esta pregunta debemos cambiar un poco los términos de nuestra encuesta y preguntarnos ¿tiene Europa una historia común? La respuesta, y creo que todos estarán de acuerdo conmigo, es un rotundo sí. Cuando decimos esto, creo que nos estamos refiriendo a dos cosas. Primero, lo que queremos decir es que Europa constituye una entidad histórica distintiva en el sentido de que, aunque Europa está constituida por pueblos con distintos orígenes, allí se desarrolló una civilización específica, distinta de otras civilizaciones, como por ejemplo la china y la islámica. Segundo, las partes que componen Europa, aunque tienen características diversas, compartieron experiencias y rasgos comunes, y de hecho las semejanzas prevalecen sobre las diferencias.

Aunque los habitantes originales del hemisferio occidental desarrollaron formas de organización social que tenían algunos elementos comunes — por ejemplo, una dieta basada en el consumo de maíz, o formas religiosas chamánicas—, personalmente no creo que se pueda decir que los diversos pueblos de las Américas tuviesen una historia común antes de la llegada de los europeos. Estas sociedades estaban demasiado fragmentadas, demasiado aisladas, con diferencias lingüísticas muy profundas para hablar de unidad entre ellas. Es sintomático, por ejemplo, que los imperios azteca e inca hubieran vivido en completa ignorancia mutua. Atahualpa nunca llegó a enterarse de la suerte de Moctezuma, y por ello fue incapaz de tomar medidas preventivas antes de la llegada de Pizarro.

Pero, después de haber considerado esta comparación entre las diversas regiones europeas, es importante que volvamos a considerar la posibilidad de que existiese una "gran América".

Fueron los europeos los que dieron a estos pueblos una primera, aunque engañosa, unidad al integrarlos a todos de una forma indiscriminada bajo el nombre de indios. También fueron los

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europeos, como Edmundo O'Gorman nos ha recordado, quienes "inventaron" América.1 Inventaron América como un nombre, como un concepto, y al hacerlo también inventaron una entidad histórica. Sin embargo, aunque el nombre apareció ya en 1507, gracias a Martin Waldseemüller, este nombre no fue completamente aceptado hasta finales de la centuria del setecientos. Para los españoles, por ejemplo, el nombre con el que se reconocía esta

entidad fue el de las Indias, aunque ya a finales del siglo XVII el nombre América comenzó a desplazar al de Indias, como puede verse por el título de un manuscrito español escrito en 1683 por el marqués de Varinas, Estado eclesiástico, político y militar de América (o grandeza de Indias).2 Fuese cual fuese el nombre de esta entidad, América o las Indias, lo importante era el concepto que estos nombres representaban. Al referirse a América o a las Indias, los europeos se estaban

Moll, Herman. (1736). Mapa británico de las Indias occidentales 1

Edmundo O'Gorman, The lnvention of America, Bloomington, 1961. Gabriel Fernández de Villalobos (marqués de Varinas), Estado eclesiástico, político y militar de América (o grandeza de Indias), ed. Javier Falcón Ramírez, Madrid, 1990. 2

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refiriendo a una vasta cuarta parte del mundo, la cual hasta esos momentos había permanecido totalmente desconocida para los europeos, pero que a partir de finales del siglo XV ocupó su lugar en la concepción de un mundo que hasta esos momentos había sido dividido en tres partes, Europa, Asia y África. Sobre este nuevo mundo, abundante en tierra y al parecer, o eso creían los europeos, inmensamente rico en metales preciosos, muchas generaciones de europeos proyectaron sus esperanzas, aspiraciones y sueños. Botín y vasallos para los conquistadores; tierra, sustento y "suficiencia" (una expresión utilizada por los habitantes de Nueva Inglaterra en el siglo XVII para indicar que tenían lo suficiente en relación con lo que se necesitaba)3 para los colonos; beneficios para los mercaderes; conversos para los misioneros; y un refugio para los perseguidos, haciendo que América ofreciese, al menos en teoría, algo para cada grupo en Europa. De hecho, el mensaje que los europeos recibieron fue uno y el mismo: "La tierra es buena, aunque no está como solía, pero al fin ganan los hombres de comer mejor que en España", escribió un monje desde México a su hermano en España4 Las palabras de este monje fueron repetidas por un colono de Pensilvania: "Es mucho mejor vivir aquí que en Inglaterra, ya que los trabajadores y los pobres viven aquí tan bien como los señores en Inglaterra".5 Estos colonos europeos estaban creando América, una América que puede ser vista como una extensión de Europa en una forma que hubiera sido imposible para los casos de Asia y África. Este nuevo continente era un continente imaginado,

invadido, ocupado y desarrollado —explotado— por Europa, en tal grado que a pesar de todas las otras influencias —indígenas, africanas y asiáticas— que han colaborado en la formación de América, es posible decir que ha sido la influencia europea la que ha marcado a las Américas hasta nuestros días. En este sentido, el hemisferio posee una historia común, pero esta historia común es históricamente menos distintiva que la de otros continentes, porque, a pesar de los muchos deseos en contra, la creación de esta historia común nunca ha sido capaz de liberarse de la influencia de sus orígenes no americanos. Pero estos comentarios todavía no nos ayudan a desentrañar los problemas detrás de la pregunta con que hemos iniciado nuestra conferencia" — ¿Tienen las Américas una historia común?"—, es decir, el problema de la unidad o diversidad de su experiencia histórica. En primer lugar, aunque pueda argumentarse que mientras América puede ser descrita como una suerte de vástago europeo, la Europa que dio personalidad al nuevo mundo era una Europa tan diversa que las características generales con que dotó al nuevo mundo son menos significativas que las formas nacionales en las cuales se reprodujeron estas propiedades. David Hume reconoció la pervivencia de estas características nacionales cuando escribió que [...] las maneras propias de una nación son tan intrínsecas que siguen a cada grupo nacional por todo el orbe. Ésta es la razón por la que las colonias españolas, inglesas, francesas y holandesas son tan claramente diferentes incluso en los trópicos.6

3

Véase Daniel Vickers, "Competency and Competition: Economic Culture in Early America", William and Mary Quarterly, 47, 1990, pp. 3-29. 4 Enrique Otte, Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-1616, Sevilla, s.a., carta 207. 5 Citado por David W. Galenson, "The Settlement and Growth ofthe Colonies'', The Cambridge Economic History of the United States, vol. 1, Cambridge, 1996, p. 138. 6 David Hume. "Of National Characters", Essays: Moral, Political and Literary, Oxford, 1963, p. 210.

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¿No son todavía hoy reconocidas como diversas la América británica, la española, la portuguesa y la francesa debido a los diferentes modelos de desarrollo social y cultural, lo que hace imposible que se mantenga la idea de que las varias Américas comparten una historia común? Contra esta teoría de una diversidad esencial, teoría que puede resumirse como "la tesis del carácter nacional", existe otra que insiste en la trascendente y unificadora influencia de la misma América. De acuerdo con esta idea, o "la tesis de la americanización", la diversidad de los europeos que colonizaron el Nuevo Mundo de alguna forma desaparece al fundirse con las comunes realidades con que se encontraron en América. El ambiente americano, con su abundante tierra, creó al pasar el tiempo un nuevo y distinto pueblo americano, cuyas características comunes difuminaron y últimamente borraron la diversidad de sus orígenes.

Puebla, Dióscoro. (1862). Desembarco de Colón

En mi opinión, es imposible llegar a una clara conclusión en este debate entre estas dos tesis. Sin embargo, el mero hecho de que seamos incapaces de resolver este dilema apunta hacia la complejidad de la historia de las Américas, y sugiere que mi pregunta es más difícil de contestar 7 8

de lo que en un principio puede parecer. Para intentar ir más allá, me gustaría centrarme en tres temas, todos ellos referidos al periodo colonial. Estos tres temas son: asentamiento, gobierno e independencia. Al discutirlos, sin embargo, es conveniente recordar que me limitaré a dar algunas sugerencias generales. Comencemos primero con la cuestión del asentamiento. Entre finales del siglo XV y finales del siglo XVIII, al menos un millón y medio de europeos emigraron a las islas del Caribe y al continente americano,7 aunque para que no perdamos la perspectiva histórica conviene recordar que en el mismo periodo más de siete millones de esclavos africanos fueron 8 transportados al Nuevo Mundo. De estos europeos, unos 700 mil fueron británicos, y medio millón españoles. De los que restan, 100 mil procedían de Portugal y 50 mil de Francia. Estos grupos de colonos, como David Hume indicó, crearon cuatro mundos coloniales bien distintos. Si tratamos de resumir brevemente las características de estos mundos coloniales, todos parecen estar de acuerdo en que la América española, sin duda el mundo colonial más extenso, fue esencialmente urbana, con una sociedad jerarquizada en cuyo vértice se asentaba una élite colonial, mientras la base estaba formada por una extensa población trabajadora indígena. Además, la vida económica del mundo colonial hispano estaba dominada por la producción de plata en los dos grandes virreinatos, México y Perú. El mundo colonial británico era sin embargo más rural que urbano, pero era un mundo rural de considerable diversidad, yendo desde las pequeñas granjas de Nueva Inglaterra y las colonias centrales, a las plantaciones basadas en el trabajo de esclavos

Véase el cuadro publicado en Altman y Horn, "To Make America", p. 3. Ralph Davis, The Rise of the Atlantic Economies, lthaca, N. Y., 1973, p. 135.

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africanos que dominaban las sociedades de las Indias occidentales y del sur. La población indígena era mucho menos numerosa que en la América hispana, y la contribución de esta población indígena a la vida económica de las colonias puede decirse que fue insignificante. El Brasil portugués, con una relativamente pequeña población blanca, fue conservado gracias al desarrollo de una economía azucarera sustentada en el trabajo de esclavos negros. Lo mismo se puede decir de los asentamientos franceses en las Indias occidentales, mientras que los asentamientos que surgieron a lo largo del río San Lorenzo fueron esencialmente formados por mercaderes de pieles, granjeros y misioneros. ¿Qué es, podríamos preguntarnos, lo que estas cuatro diversas Américas (o cinco si incluimos los escasos asentamientos holandeses) tenían en común? A primera vista la respuesta es bien sencilla: nada. Cada una de estas partes fue colonizada en momentos distintos (la colonización española de las islas del Caribe se produjo cien años antes que la creación de Jamestown), y en muchos aspectos cada uno de los poblamientos refleja los valores culturales y las aspiraciones sociales de aquellos que los colonizaron. Hace treinta años Louis Hartz calificó a estos mundos coloniales como "fragmentos que se desgajaron de Europa en el momento de la revolución que transportó el Occidente al mundo moderno". Estas sociedades europeas en el Nuevo Mundo claramente evidenciaban lo que Hartz denominaba "las inmovilidades de la fragmentación", las cuales se perpetuaron eternamente como resultado del lugar y el momento de su origen. De este modo, la América ibérica y el Canadá francés eran, y así permanecieron, feudales en espíritu, mientras que 9

la América británica y holandesa fueron los productos de unas metrópolis que ya habían tomado el camino del capitalismo y del liberalismo.9

Comerciantes de pieles en Canadá, comerciando con indios, 1777

Es claro que la interpretación de Hartz posee un cierto atractivo, aunque éste sea ciertamente superficial. Cortés y los conquistadores que lo acompañaron al Nuevo Mundo soñaban con convertirse en grandes señores de vasallos similares a aquellos que habían visto y envidiado en España. Algunos de ellos, de hecho, fueron capaces de convertir en realidad sus ambiciones, y, como encomenderos, crearon una sociedad señorial muy similar a la que habían conocido en el viejo continente. De igual forma, los colonos de Nueva Inglaterra que formaron parte de la "gran emigración" establecieron en ultramar sociedades que reflejaban fielmente los valores culturales y los comportamientos económicos y sociales de las comunidades de donde procedían originalmente —pequeñas poblaciones y aldeas con mercados locales con fuertes sentimientos comunales— y en las que también se desarrolló un fuerte sentimiento de independencia individual, el producto de un mundo mental en el que el duro

Louis Hartz, The Founding of New Societies, Nueva York, 1964, cap.1.

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trabajo, el éxito terrenal y el favor divino estaban unidos en una relación única.

surgimiento de una suerte de rudimentaria historia común.

Sin embargo, estas generalizaciones no resisten un estudio más profundo de las especificidades desarrolladas en las sociedades creadas en el Nuevo Mundo. Los caballeros que poblaron Jamestown, cuya holgazanería exasperaba a la Compañía de Virginia, mostraban un comportamiento señorial bastante similar en sus actitudes al del típico conquistador peninsular. Tampoco es difícil encontrar ejemplos de aspiraciones empresariales y una cierta visión comercial en las sociedades creadas por los conquistadores españoles, comenzando por el propio Cortés con sus plantaciones de azúcar y sus ambiciosas aventuras comerciales.10 Tanto en la Inglaterra como en la España modernas, la cultura del trabajo y la cultura señorial coexistían, y las dos acompañaron a aquellos que cruzaron el Atlántico.

A pesar de estos comienzos comunes, debemos de nuevo enfrentarnos con el tema de la diversidad, las diversas experiencias en cada una de las Américas. Parece claro, en primer lugar, que los colonos europeos no se encontraron con un único ambiente en América sino con varios: desde las islas tropicales del Caribe a las cadenas montañosas de los Andes o las tierras forestales de Nueva Inglaterra. En cada una de estas situaciones, los europeos se encontraron con la necesidad de responder al reto de la adaptación y a la urgencia de introducir "cambios en la tierra".12

Por todo ello, creo que las hipótesis de Hartz basadas en su teoría de "las inmovilidades de fragmentación" son demasiado simplistas. También creo que para conseguir un cuadro más exacto de esta experiencia histórica debemos incluir un análisis de la América, o mejor de las Américas, en las que estos fragmentos de las sociedades europeas se establecieron. En primer lugar, cada uno de los europeos que cruzó el Atlántico hubo de enfrentarse con el choque de lo nuevo. "Todo", Tomás de Mercado avisó a sus compatriotas hispanos, "es diferentísimo".11 El hecho de cruzar el Atlántico y tener que adaptarse a nuevas situaciones es lo que creó una suerte de lazo común entre todos los europeos que emigraron a América, y lo que permitió el

Entender cómo los diversos grupos de europeos se enfrentaron a una tarea que parecía gigantesca significa entender que estos mismos europeos tenían ante sí diversas opciones, determinadas tanto por sus tradiciones culturales como por los sistemas de colonización que adoptaron. La colonización basada en la compañía, por ejemplo, imponía diferentes comportamientos a aquellos que surgían de una colonización estrictamente controlada por la Corona. Aun teniendo en cuenta esta diversidad de ambientes a los que las primeras generaciones de colonos europeos debieron hacer frente, creo que dos elementos locales fueron determinantes en las formas que adoptaron las nuevas sociedades. Uno de estos elementos locales fue la presencia, o la ausencia, de grandes y estables poblaciones de nativos. La otra fue la presencia, o la ausencia, de oro y plata. Fue una combinación de tierras densamente pobladas por nativos y el descubrimiento de ricos yacimientos argentíferos que dotaron a México y

10

France V. Scholes, "The Spanish Conqueror as a Business Man: a Chapter in the History of Fernando Cortés", New Mexico Quarterly, 28, 1958, pp. 5-29. 11 Cf. J.H. Elliott, The Old World and the New, 1492-1650, Cambridge, 1970, reimp. 1992, p. 21. 12 Véase William Cronon, Changes in the Land, Nueva York, 1983.

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Perú, y con ello a todo el mundo hispanoamericano, de una específica configuración económica y social. La presencia de una numerosa población indígena que podía ser utilizada como fuerza de trabajo redujo la necesidad de una inmigración masiva desde la metrópoli, al tiempo que proveyó la mano de obra necesaria para el desarrollo de economías mineras. Éstas permitieron por lo demás que los

Las dieciséis combinaciones principales de las castas en la Nueva España

colonos y sus descendientes viviesen una vida de relativa abundancia, al tiempo que permitieron la creación de un mundo jerarquizado y señorial muy similar al que habían conocido en la península ibérica. Aunque en la América hispana existían claras oportunidades empresariales, y muchos de

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los colonos las aprovecharon, las condiciones de vida tendían a reforzar los valores y actitudes sociales de las capas más elevadas de las sociedades metropolitanas de las que estos mismos colonos procedían. Muchos de los primeros emigrantes que poblaron la América británica mostraron su decepción cuando encontraron, a diferencia de los españoles, que las nuevas tierras a las que habían arribado no tenían ni oro, ni plata, ni indios. Careciendo de estas fuentes, se vieron forzados a encontrar modos de vida alternativos en esta nueva tierra. Sin una mano de obra en la que apoyarse, para colonizar el nuevo territorio necesitaban un continuo suministro de inmigrantes, ya fuesen trabajadores dependientes o, cada vez más, esclavos negros, especialmente en aquellas regiones donde fue posible desarrollar cultivos que podían ser comercializados en la metrópoli. En este sentido, lo que nos encontramos es la creación no de una América británica sino de dos, una en Nueva Inglaterra y las colonias atlánticas, caracterizada por granjas trabajadas por familias de colonos y sirvientes blancos bajo contratos temporales, y otra en las Indias occidentales y la región del Chesapeake, con plantaciones trabajadas por esclavos. Las condiciones de vida en estas dos Américas británicas tendían a promover paralelas y a veces contradictorias características importadas desde la metrópoli. Por una parte una cultura del honor, y por otra una cultura del trabajo. Pero, ¿qué es lo que hubiera sucedido, nos vemos tentados a preguntar, a esta cultura del trabajo si las tierras en Massachusetts ocupadas por los colonos británicos hubieran estado densamente pobladas o se hubieran descubierto ricos yacimientos de plata en la Rhode Island de Roger Williams? Podríamos, por lo tanto, argüir que en la colonización de la tierra, las características

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nacionales de origen fueron menos importantes que la naturaleza del ambiente americano. En algunos aspectos, las colonias del Chesapeake tenían más en común con el Brasil portugués y con las islas del Caribe, ya fuesen españolas o francesas, que con las colonias británicas del norte. Las primeras eran sociedades de plantación con una élite blanca muy pequeña, la cual vivía de los beneficios extraídos de la exportación de sus productos a los mercados de ultramar, y que dominaba a una población numerosa de raza distinta de la suya. En este sentido, es posible hablar de diferentes Américas con diferentes historias comunes, pero cuyas diferencias eran menos el producto de las características nacionales de los pobladores que de las condiciones ambientales.

intrínseca y superior virtud nacional. Nada hacía inevitable la transferencia de las formas parlamentarias inglesas al Nuevo Mundo, aunque creo que existía una cierta predisposición en esta dirección, sin duda reforzada por las mismas condiciones de la colonización. En la medida en que esta colonización ocurrió bajo la dirección de compañías y no de la Corona, con el dato sobresaliente de que la Compañía de Virginia tenía que ofrecer condiciones atractivas a sus colonos, fue natural que a éstos se les ofreciesen las mismas "libertades, franquicias e inmunidades" de que ya disfrutaban en Inglaterra.13 Las Coronas francesa y española no desearon, ni necesitaron, ofrecer tales garantías a sus súbditos.

Sin embargo, si del poblamiento tomamos nuestra mirada hacia el gobierno y la cultura política de las sociedades establecidas en las Américas, la diversidad basada en orígenes nacionales vuelve a ponerse de manifiesto. En este caso, me gustaría sugerir que dos claras características definitorias ayudaron a crear dos Américas completamente diferentes. La primera de éstas fue la presencia o ausencia de asambleas representativas, mientras que la segunda fue la presencia o ausencia de diversidad religiosa.

La plantación de Savannah, Georgia, siglo XVIII

Las sociedades coloniales de la América británica, como todos sabemos, eran sociedades basadas en la idea del consentimiento político institucionalizado a través de organizaciones representativas modeladas sobre aquellas de la metrópoli. Mientras que los angloamericanos pueden sentirse orgullosos de ello, la existencia de estas instituciones no indica que los angloamericanos fuesen portadores de una

Una combinación de conveniencia, costumbre y concesión permitieron el desarrollo de asambleas populares para asegurar la preservación de estas "libertades, franquicias e inmunidades". Mientras que este proceso no debe verse como algo inevitable, el establecimiento de asentamientos coloniales en diferentes partes de la América británica hizo difícil evitar la extensión de es tas asambleas representativas a otras colonias

13

Charles M. Andrews, The Colonial Period of American History. The Settlements, 1, New Haven, 1934, pp. 86, citando a Sir John Popham.

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después de haber sido establecidas en Virginia y Bermudas. Las colonias tenían que competir entre ellas para atraer inmigrantes, y por ello —como el duque de York claramente entendió en su colonia de Nueva York— los inmigrantes que venían de Gran Bretaña esperaban que el asentamiento colonial al que se habían dirigido en busca de una vida mejor tendría una de estas asambleas que les diese algún derecho de representación. Si esto no era así, la respuesta de estos colonos fue, en numerosas ocasiones, trasladarse a otra de las colonias. En contraste con esta situación, en las colonias francesas e hispanas tales asambleas nunca tuvieron oportunidad de desarrollarse. Aunque los diferentes reinos de la península ibérica contaban con sus respectivas asambleas representativas en el momento de la colonización, Fernando e Isabel mostraron desde el comienzo su intención de evitar que tales instituciones fueran implantadas en el Nuevo Mundo. La monarquía hispana durante el siglo XVI continuó con esta política, en la medida en que tenía suficiente poder para evitar el desarrollo de asambleas representativas, y ello a pesar de uno o dos intentos por parte de los colonos de promover la idea de representación. Esto no significa, sin embargo, que una cierta política contractual estuviese ausente del mundo hispano en América. Pero la política de consentimiento en estas colonias tuvo que buscar mecanismos diferentes a las asambleas representativas, debido al hecho de que el poder de la Corona estaba mucho más enraizado y era mucho más extenso que el de la Corona británica en sus colonias.14

En la América hispana, y más tarde en la francesa, la colonización fue acompañada por la existencia de una estructura burocrática que la Corona británica nunca llegó a establecer, o al menos nunca de una forma consistente, en sus colonias americanas. Esta estructura burocrática fue sin duda más elaborada en la América española, con sus virreyes, sus audiencias y sus cohortes de oficiales locales. Cierto es que, debido a la gran extensión de territorios que debían ser gobernados y la abierta o encubierta oposición de las élites coloniales a iniciativas de la Corona que cercenasen sus derechos, la estructura del Estado imperial nunca fue tan omnicomprensiva como había sido la intención de la Corona. Sin embargo, la realidad fue que el Estado imperial mantuvo una presencia real en la América hispana en un grado nunca alcanzado en la América británica, en la que durante casi todo el periodo colonial los colonos tendieron a regular sus vidas con leyes elaboradas y aprobadas por ellos mismos. En este sentido, las colonias británicas eran sociedades más abiertas que las colonias ibéricas, y una de las razones de esta mayor apertura era la diversidad de su vida religiosa. En la América española y francesa, las relaciones entre la Iglesia y el Estado fueron a la vez intensas y muy estrechas, a pesar de los inevitables momentos de tensión. En la América británica, al igual que en la América holandesa del siglo XVII —donde la Iglesia reformada intentó, aunque fracasó, imponer conformidad total en sus ritos y doctrinas15—, la competencia entre diversas colonias por atraer inmigrantes dio un impulso adicional a las tendencias fragmentarias que siempre habían sido inherentes al protestantismo. Además, la Iglesia

14

Woodrow Borah, "The New World", en "Representative lnstitutions in the Spanish Empire in the Sixteenth Century", The Americas, 12, 1956, pp. 246-57; Guillermo Lohmann Villena. "Las Cortes en Indias", Anuario de historia del derecho español, 15, 1947, pp. 655-62. 15 Véase Oliver A. Rink, Holland on the Hudson, lthaca y Londres, 1986, pp. 228-37.

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anglicana no poseía, ni siquiera en Virginia, la estructura jerárquica necesaria para imponer uniformidad religiosa en las poblaciones de las colonias. Es importante recordar que la Iglesia anglicana fue una Iglesia que no tuvo ni siquiera un obispo en las colonias del nuevo mundo durante todo el periodo colonial. En contraste, en las colonias españolas a fines del siglo XVIII existían 42 diócesis16 y una estructura jerárquica plenamente desarrollada. Es verdad que, en general, se ha tendido a exagerar el carácter monolítico de la Iglesia católica en las Américas, y por ello es importante recordar que existieron desacuerdos doctrinales importantes, y sobre todo intensas rivalidades, entre las distintas órdenes religiosas. Además, de estas divisiones internas entre distintas órdenes religiosas, las formas religiosas y de culto adoptadas por las poblaciones indígenas subyugadas acabaron por producir algunas

novedades que claramente se desviaban de la ortodoxia católica. Sin embargo, debemos tener en cuenta el hecho de que la América protestante, con una creciente y rica variedad de credos, y la aceptación —a veces con clara reluctancia— de la necesidad de convivencia pacífica y tolerancia religiosa, se presenta en clara divergencia con la América católica, en la cual se producía un elevado grado de conformidad religiosa mantenida por un muy amplio y cohesionado aparato eclesiástico, y una continua y estrecha alianza entre la Iglesia y el Estado. Teniendo en cuenta la existencia de estas diversas Américas, una política y religiosamente más diversa, la otra más cerrada religiosamente, más centralizada y burocratizada política y socialmente, ¿podemos presentar la más mínima pretensión de que estas diversas sociedades

Brownscombe, Jennie A. (1914). Primer Día de Acción de Gracias en Plymouth

16

The Cambridge History of Latin America, ed. Leslie Bethell, I, Cambridge, 1984, p. 518.

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hubiesen tenido una historia común? Al menos superficialmente, las disparidades parecen haber sido demasiado grandes para que la respuesta pueda ser afirmativa. Pero quizá debamos analizar la historia de los logros de la independencia para determinar el balance relativo de similitudes y divergencias en sus trayectorias históricas. La América británica aseguró su independencia en la década de 1770, mientras que la América española y portuguesa no consiguió la suya hasta las primeras décadas del siglo XIX. La diferencia temporal no carece de importancia, porque la consecución de la independencia por parte de la América británica creó una especie de modelo que ayudó a la América ibérica a pensar en algo —la independencia— que en otras condiciones podría haber sido impensable, y por lo tanto abrió la posibilidad a ésta de visualizar su propia emancipación. Además, durante este periodo se crearon nuevas conexiones culturales y comerciales que ayudaron a romper las barreras tradicionales que separaban a las dos Américas, y por ello a crear la esperanza de que, aunque no compartiesen un pasado común, las dos Américas podrían compartir un destino común. Sin embargo, y aun reconociendo las contribuciones de América del Norte a la emancipación política de Centroamérica y América del Sur, es posible detectar la existencia de procesos similares en todo el hemisferio durante el siglo XVIII, y ello a pesar de las grandes disparidades que he venido señalando. A primera vista, por ejemplo, si tomamos como punto de partida las primeras décadas del siglo, nada podía haber sido más diferente de la existencia de un mundo más diverso y menos controlado en las

colonias inglesas, que la existencia de sistemas imperiales centralizados que gobernaban las vidas de los habitantes de la América española y portuguesa. Pero, como siempre, las apariencias pueden ser engañosas. El siglo XVII había supuesto un drástico debilitamiento del poder español en Europa, y este hecho tuvo enormes repercusiones en América. El empobrecimiento de la Corona española condujo, por ejemplo, a que la monarquía hiciese importantes concesiones a las élites criollas, particularmente en relación con la propiedad de la tierra, y a la venta de oficios judiciales y administrativos a miembros de estas élites, unos oficios que con anterioridad habían sido ocupados por oficiales enviados desde España. En ciertos periodos durante la primera mitad del siglo XVIII, un 60% de los oficios en las audiencias americanas estaban ocupados por criollos.17 El efecto de este debilitamiento del control real fue esencialmente que, a mediados del siglo, poderosas oligarquías fueron capaces de establecer su poder en las diversas colonias americanas, las cuales en la práctica adquirieron un elevado grado de autogobierno. Al igual que las colonias británicas en América, los virreinatos españoles en América se estaban convirtiendo en Estados criollos. El "saludable abandono” que había caracterizado a la relación entre Londres y sus colonias durante importantes periodos en la primera mitad del siglo XVIII no era exclusivo de la América británica. Una versión hispana del mismo fenómeno prevaleció en el sur. Sin embargo, esta política de "saludable abandono"18 no llegó a formar parte estructural de la América británica o hispana. En los siglos anteriores se habían formado demasiados lazos, y

17

Véase Guillermo Céspedes del Castillo, América hispánica, 1492-1898, Barcelona, 1983, p. 302; Mark A. Burkholder and D.S. Chandler, From lmpotence to Autority. The Spanish Crown and the American Audiencias, 1687-1808, Nueva York, 1977. 18 Véase James Henretta, "Salutary Neglect", Colonial Administration under the Duke of Newcastle, Princeton, 1972.

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se habían creado numerosos intereses difíciles de obviar. Para ambos imperios, el español y el británico, la década de 1760 fue central, y en ambos los catalizadores de los cambios fueron los mismos: las demandas de la guerra, y con ellas la necesidad de crear una administración más racional de los recursos coloniales.

para España tenían sus colonias americanas.19 Las victorias de Inglaterra, por su parte, añadieron nuevas responsabilidades territoriales y por ello plantearon, en términos no menos urgentes que para España, la necesidad de asegurar una contribución más efectiva de las colonias al mantenimiento de los costos provocados por la

Plano de la colonia holandesa de Nueva Ámsterdam (actual Nueva York), siglo XVII

En efecto, tanto para la victoriosa Inglaterra como para la derrotada España, la guerra de los Siete Años (1756-63) impuso la necesidad de definir mejor la relación entre la metrópoli y sus colonias. La pérdida de La Habana y Manila en 1762, por ejemplo, forzó a Madrid a revisar exhaustivamente su estrategia defensiva, lo que en realidad comportó una revisión completa del valor que

administración y defensa del imperio. Al desarrollar respuestas a estas interrogantes y problemas, los administradores imperiales — Halifax en Inglaterra y José de Gálvez en España, por ejemplo— fueron inspirados por el espíritu de una Ilustración influida por los ideales de racionalidad y la efectividad de los costos.20

19

Christian l. Archer, The Army in Bourbon Mexico, 1760-1810, Albuquerque, 1977, pp. 9-10; David Brading, "Bourbon Spain and its American Empire", Cambridge History of Latin America, I, pp. 399-400. 20 Para el tema de la nueva "racionalidad" que caracterizó al proyecto inglés, véase John Shy, "Thomas Powmall, Henry Ellis, and the Spectrum of Possibilities, 1763-1775", en su A People Numerous and Armed, Ann Arbor, 1990; ed. rev., pp. 77-8; sobre el caso español, véase Guillermo Céspedes del Castillo, "Los reinos de Indias", en Carlos III y la Ilustración, catálogo de la exposición, Madrid, 1988, 1, pp. 389-400.

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Los intentos de introducir reformas administrativas y fiscales que resultaron de esta reevaluación de las relaciones imperiales provocaron indignación y oposición tanto en la América británica como en la española. Estas sociedades, las cuales por un largo periodo habían sido dejadas a su propia suerte, eran en cierto modo recuperadas a través de las bruscas medidas impuestas por los gobiernos imperiales, los cuales querían restablecer su autoridad sobre estas lejanas colonias y sus asuntos. Por más de un siglo las sociedades criollas de la América española habían sido sociedades en busca, quizá de una forma inconsciente, de su propia identidad. En la medida en que Madrid volvió a plantear el papel subordinado de estas sociedades al dirigirse a ellas como "colonias", y no como "los reinos de las Indias", los criollos respondieron reivindicando su carácter "americano".21 Los intentos por parte de la Corona en el parlamento de asegurar su autoridad en las colonias produjeron una respuesta similar. Unos pueblos que hasta muy recientemente se habían mostrado orgullosos de su herencia inglesa,22 lenta y vacilantemente comenzaron a verse a sí mismos como "americanos". Tanto en el mundo británico como en el hispano, las confrontaciones entre el gobierno imperial y las cada vez más poderosas y más conscientes élites locales produjeron desorganización, motines y revueltas, en 1776 en las colonias británicas, en 1781 en Nueva Granada con la revuelta de los Comuneros, seguidos una generación más tarde por los levantamientos que conducirían a la independencia de los virreinatos de México, Perú y la mayoría de las colonias españolas en América.

Si la ruptura con la metrópoli fue más lenta en la América ibérica que en la británica; esto fue debido principalmente al hecho de que la estructura estatal española estaba mejor preparada para absorber y contener la rebelión provincial. Sólo cuando el propio Estado se colapsó como resultado de la invasión napoleónica de España, el vacío de poder en el centro dejó a las colonias de España sin su tradicional punto de referencia, y con ello se abrieron las posibilidades de ruptura. Tenemos entonces que existieron diferencias significativas en la manera en que la América británica y la española alcanzaron su independencia. El resultado de los procesos de independencia también indica la existencia de diferencias profundas en cuanto a las nuevas configuraciones políticas que se crearon sobre las ruinas de las viejas. La creación de los Estados Unidos de América como sucesor de las varias colonias británicas contrasta significativamente con la división de la América del Sur en 17 naciones soberanas, aunque tampoco debemos olvidar que también hubo divisiones entre las colonias inglesas, ya que las Antillas y Canadá permanecieron leales al imperio. A pesar de estas diferencias, las cuales merecen ser estudiadas y explicadas desde un punto de vista comparado, espero que esta visión ciertamente esquemática de los distintos procesos de independencia haya sido capaz de sugerir que detrás de estos procesos existieron tendencias comunes en todas las Américas y que, al menos en este tema, podemos genuinamente decir que las Américas sí tienen una historia común.

21

Anthony Pagden, "ldentity Formation in Spanish America", en Nicholas Canny y Anthony Pagden, eds., Colonial ldentity in the Atlantic World, 1500-1800, Princeton, 1987, cap. 3. 22 Michael Zuckerman, "ldentity in British America: Unease in Eden", en Canny y Pagden, Colonial Identity, cap. 5; Jack P. Greene, Peripherics and Center, Athens, Georgia, y Londres, 1986, pp. 166-67.

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Esta historia común, sin embargo, al menos en cuanto al periodo colonial, no puede y no debe ser analizada sin tener en cuenta un contexto más amplio, el contexto atlántico. La interrelación entre Europa y América fue constante, y durante todo el periodo colonial Europa permaneció como el punto central de referencia para estas nuevas sociedades americanas. La historia común de las Américas fue, al menos durante tres siglos, la historia común de las sociedades atlánticas.

más inmediato, iba a pertenecer a la América del Norte y no a la América del Sur. Como el mismo Adam Smith reconoció, las grandes ciudades del mundo hispanoamericano —México, Quito, Lima— fácilmente superaban en tamaño "a las tres grandes ciudades de las colonias inglesas" — Boston, Nueva York y Filadelfia. —24 Las ciudades hispanas también eran más esplendorosas. Aunque Adam Smith considerase las colonias hispanas menos populosas y menos prósperas que las ciudades de "cualquier otra nación europea" en el Nuevo Mundo, también admitía que el progreso de "la población y la mejora" en estas ciudades hispanas había sido "muy rápido y profundo".25 Humboldt, quien comenzó su gran tour del mundo colonial español en 1799, da en sus obras una clara sensación de prosperidad y desarrollo industrial, especialmente después de la liberación de las leyes sobre el comercio de ultramar decretadas en 1778.26

Después de la lectura de la Declaración de Independencia (9 de julio de 1776), una multitud derriba una estatua del rey Jorge III.

Y sin embargo, los éxitos que la civilización hispanoamericana había alcanzado a finales del siglo XVIII no pudieron ser sostenidos. La fragmentación política, la proliferación de conflictos internos, y la existencia de gobiernos corruptos e incompetentes compuestos por élites en lucha por controlar el poder político dejado vacío por la derrota del poder imperial, dejaron a las nuevas repúblicas completamente incapacitadas para imitar el rápido crecimiento económico que se habría de producir en el Coloso del Norte en los siglos XIX y XX. La existencia de una nación unificada, con un mercado unificado y siempre creciendo hacia el oeste, a medida que oleadas de emigrantes se movían a través del continente en busca de nuevas tierras, ayudaron a

Pero ¿qué se puede decir del periodo posterior a la independencia? Herbert E. Bolton no tuvo ninguna dificultad en encontrar un nuevo grupo de temas comunes a las varias Américas: "el crecimiento nacional y la unificación territorial",23 la inmigración masiva y el desarrollo intensivo de las fuerzas naturales del hemisferio. Pero, aunque creamos que el siglo XVIII fue un siglo de convergencia en la historia de las Américas, creo sin embargo que el siglo XIX significó una nueva, y quizá más radical, divergencia. En las décadas de 1760 y 1770, un observador imparcial no podría haber previsto que el futuro, o al menos el futuro 23

The Epic of Greater America", discurso de Herbert E. Bolton, en The American Historical Review, 38 (1933). The Wealth of Nations, Edwin Cannand ed., 2 vols., Londres, 1961, 2, p. 79. 25 Ibid. 26 Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre la Nueva España, Méx., 1944, pp. 11-12. 24

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crear las condiciones que posibilitaron un crecimiento sostenido que habría de eludir a los grandes sistemas políticos ibéricos, como México y Brasil. Hubo también otro elemento que agudizó las diferencias entre las dos Américas durante el siglo XIX. Humboldt ya había notado esto a comienzos del ochocientos. Había, según Humboldt, una completa falta de "sociabilidad" en las posesiones españolas en América. Esta falta de sociabilidad era el resultado de divisiones étnicas, acompañadas de una "monstruosa desigualdad de derechos y fortunas". Humboldt comparaba esta sociedad étnicamente dividida, e internamente desgarrada por el odio y el rencor, con la sociedad norteamericana a la que veía como homogénea, y donde el continuo avance hacia el oeste había supuesto el desplazamiento total de la población nativa. "Así", escribió Humboldt, "los primeros elementos del pueblo naciente fueron hombres libres y de un mismo origen".27 Estas diferencias sociales entre el sur del hemisferio, con densas poblaciones indígenas que tenían que ser incorporadas en las estructuras de la nueva sociedad civil, y el norte del hemisferio, relativamente poco poblado por indios nativos, los cuales por ello mismo podían ser marginados o simplemente exterminados, se remontan a los orígenes de la colonización. Si algo sucedió durante el siglo XIX es precisamente la aceleración de estas diferencias, en formas que tuvieron una enorme influencia. Si los economistas contemporáneos están en lo cierto al declarar que la relativa igualdad en la distribución de la riqueza es un elemento central para el éxito de la industrialización,28 entonces las diferencias

sociales indicadas por Humboldt realmente pueden ayudar a explicar las diferencias en el crecimiento económico entre las dos Américas. Mientras que la historia de América del Norte en el siglo XIX es la historia del crecimiento de una economía industrial, una economía que permitiría a los Estados Unidos convertirse en el poder económico mundial en el siglo XX, su contrapartida es la crónica falta de habilidad de la América del Sur para seguir este sendero. A mediados del siglo XX, las dos Américas, cuyas historias parecían haber convergido en 1800, aparecían como hemisferios completamente separados.

En está caricatura satírica inglesa se muestra a los colonos "pagando" al recaudador de impuestos bajo el Árbol de la libertad

27

Ibid., 2, pp. 149-50. Tal y como han argüido Stanley L. Engerman y Kenneth L. Sokoloff en "Factor Endowments, Institutions, and Differential Paths of Growth among New World Economies: a View from Economic Historians of the United States", Historical Paper, núm. 66, National Bureau of Economic Research, Cambridge, Mass., 1994. 28

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Pero la historia no ha acabado todavía, y en estos momentos somos testigos de nuevos cambios. Desde finales del siglo XVIII, al menos, la historia de las dos Américas ha sido una historia de conexiones, de punto y contrapunto. Es bastante obvio que fue en las fronteras donde ambas Américas compartieron una historia común, y la masiva reclamación de estas fronteras por una población india y mestiza de habla hispana aparece en el futuro como uno de los desarrollos más trascendentales de la historia de las Américas en el siglo XX. Las fronteras, en algunos momentos vistas como definitivas, aparecen ahora como permeables y movibles como resultado de la gran escala alcanzada por la emigración. Estos emigrantes proceden de una parte del continente en la que el proceso de mezcla cultural y étnica, que comenzó ya en el momento de la conquista y colonización, ha estado ocurriendo por siglos y siglos. Aunque este proceso, el cual sin duda crea enormes tensiones sociales y políticas, no ha llegado todavía a su culminación, hay sin embargo claras indicaciones de una nueva confianza política y cultural en el mundo iberoamericano, un proceso que sin duda ofrece enormes esperanzas para el futuro. Los emigrantes, al desplazarse hacia el norte, entran a formar parte de una sociedad que históricamente se ha mostrado orgullosa de asimilar a diferentes grupos étnicos, pero que también es consciente de cuántos grupos étnicos han sido excluidos y cuánto queda todavía por hacer. Mientras que las viejas

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certidumbres deben enfrentarse a las nuevas ambigüedades, el carácter excepciona lista de la historia de los Estados Unidos se hace cada día más difícil de sostener. Pero si viéramos la historia de los Estados Unidos no como excepcional sino como parte de la historia común de las Américas, entonces quizá podríamos ver los problemas de hoy desde una perspectiva más ecuánime. Los últimos quinientos años de la historia de las Américas han conformado una historia única del encuentro y la coexistencia de tres continentes: América, con sus poblaciones indígenas; Europa, la cual se propuso convertir a América en una extensión de sí misma; y África, cuyos recursos humanos fueron movilizados a la fuerza por los europeos para llevar a cabo su tarea. Los pueblos de estos tres continentes tuvieron que readaptar sus vidas a las realidades del continente americano, con su extraordinaria diversidad geográfica y su enorme territorio. Para responder a estas nuevas realidades, recurrieron a sus tradiciones culturales —locales, regionales y nacionales— y a cambio recibieron una gran diversidad de respuestas. Simultáneamente, se vieron envueltos, tanto si lo sabían como si no, en la empresa todavía más vasta de crear una sociedad común, la cual — aunque reflejando algo de la herencia de los tres continentes— era algo más que la simple suma de las partes. Es por ello que América es todavía una empresa inacabada, en cierto modo el todavía incierto resultado de un pasado común.

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Significado: Umblicus, palabra de raíz latina que designa al obligo.

Contenido: Publicaciones relacionadas con el estudio de México, los mexicanos y lo mexicano. Estos materiales recogen análisis históricos, así como revisiones contemporáneas de los más diversos aspectos de nuestro país.

MÉXICO

México y Estados Unidos: posiciones y contraposiciones La relación entre México y los Estados Unidos ha sido compleja históricamente, sin embargo, la llegada al poder del nuevo gobierno republicano enmarca una relación bilateral que no se recordaba tan áspera desde la época de la Revolución mexicana. En este contexto de enero de 2017 recuperamos un ensayo de Octavio Paz (1914-1998), que a pesar de haber sido escrito hacia finales de los años setenta, nos brinda un análisis puntual sobre aquellas diferencias de origen que hicieron de la mexicana y la estadounidense, dos sociedades marcadamente distintas, pero al mismo tiempo, herederas de la civilización occidental. Particularmente relevantes resultan las reflexiones de Paz sobre los añejos lastres que impiden el desarrollo de nuestro país, al tiempo que señala las contradicciones y conflictos que hacen de la norteamericana una sociedad inmóvil ante los desafíos de la modernidad.

Paz, Octavio. (1979). México y Estados Unidos: posiciones y contraposiciones. Vuelta. núm. 27. pp. 5-12.

ÊDOCTUM, REVISTA DE RECOPILACIÓN CULTURAL ENERO – FEBRERO, 2017


OCTAVIO PAZ

MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS: POSICIONES Y CONTRAPOSICIONES Pobreza y civilización i el hombre no es el rey de la creación, sí es la excepción de la naturaleza, la singularidad que desafía a todas las reglas y definiciones. Los científicos se asombran ante el comportamiento inesperado y, en cierto modo, caprichoso, de las partículas elementales pero ¿qué son esas excentricidades físicas frente a las extravagancias psicológicas y morales de un Nerón o un San Francisco de Asís? La historia de las sociedades no es menos rica en irregularidades y extrañezas que las biografías de los individuos: ¿qué es la antropología si no la descripción de costumbres insólitas y ritos delirantes?

Las sociedades son imprevisibles como los individuos y de ahí que el catálogo de las profecías fallidas de los sociólogos, sin excluir a los más grandes, sea mayor y más impresionante que el de los astrólogos y clarividentes. La historia acumula incoherencias y contrasentidos con una suerte de humor a un tiempo involuntario y perverso. Cuando estuve en la India, ante el espectáculo de las continuas disputas entre hindúes y musulmanes, me hice más de una vez la misma pregunta: ¿por qué accidente o fatalidad histórica tenían que convivir en la misma sociedad dos religiones manifiestamente inconciliables como el hinduismo y el islamismo? La presencia del monoteísmo más puro e intransigente en el interior de una civilización que ha elaborado el más complejo y perfecto politeísmo me parecía una verificación de la Indiferencia con que la historia perpetra sus crueles paradojas.

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Cierto, la pareja contradictoria que forman en la India el hinduismo y el islamismo no podía sorprenderme: ¿cómo olvidar que yo mismo era (y soy) parte de una paradoja no menos peregrina: la de México y los Estados Unidos? Nuestros países son vecinos y están condenados a vivir el uno al lado del otro; sin embargo, más que por fronteras físicas y políticas, están separados por diferencias sociales, económicas y psíquicas muy profundas. Esas diferencias saltan a la vista y una mirada superficial podría reducirlas a la conocida oposición entre desarrollo y subdesarrollo, riqueza y pobreza, poderío y debilidad, dominación y dependencia. Pero la diferencia de veras básica es invisible; además, quizá es infranqueable. Para comprobar que no pertenece al dominio de la economía ni del poderío político basta con imaginar a un México de pronto convertido en un

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país próspero y pujante, una superpotencia como los Estados Unidos: las diferencias, lejos de desaparecer, serían más netas y acusadas. La razón es clara: estas diferencias no son únicamente, cuantitativas sino que pertenecen al orden de las civilizaciones. Lo que nos separa es aquello mismo que nos une: somos dos versiones distintas de la civilización de Occidente.

de políticos, de hombres de negocios o de simples viajeros. No olvido la existencia de un puñado de admirables estudios de varios especialistas norteamericanos, particularmente en el campo de la arqueología y en el de la historia antigua y moderna de México; por desgracia, por más meritorios que sean esos trabajos, no substituyen a lo que más falta nos hace: una visión a un tiempo

Desde que los mexicanos comenzaron a tener conciencia de identidad nacional, a mediados del siglo XVIII, se interesaron en sus vecinos. Al principio con una mezcla de curiosidad y desdén; después, con admiración y entusiasmo, pronto teñidos de temor y de envidia. La idea que tiene el pueblo de México de los Estados Unidos es contradictoria, pasional e impermeable a la crítica; más que una idea es una imagen mítica. Lo mismo puede decirse de la visión de nuestros intelectuales y escritores. Algo semejante ocurre con los norteamericanos, trátese de escritores o

global y penetrante. Cierto, las observaciones de los novelistas y poetas que han escrito sobre temas mexicanos, han sido con frecuencia brillantes y, a veces, han dado en el blanco. Sin embargo, sus percepciones han sido fragmentarias y, como dice un crítico que ha dedicado un libro al tema (Drewey Wayne Gunn: American and British writers in Mexico) revelan menos la realidad de México que la personalidad de esos autores. En general los norteamericanos no han buscado a México en México; han buscado sus obsesiones, sus entusiasmos, sus fobias, sus esperanzas, sus

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intereses —y eso es lo que han encontrado—. En suma, la historia de nuestras relaciones es la de un mutuo y pertinaz engaño, generalmente —aunque no siempre— involuntario. Las diferencias entre México y Estados Unidos no son, claro está, proyecciones imaginarias sino realidades objetivas. Unas son de carácter cuantitativo y pueden explicarse por el desarrollo social, económico e histórico de los dos países. Otras, las más permanentes, aunque también son el resultado de la historia, no son fácilmente definibles ni mensurables. Ya señalé que pertenecen al orden de las civilizaciones, esa zona fluida, de contornos indecisos, en la que se funden y confunden las ideas y las creencias, las instituciones y las técnicas, los estilos y la moral, las modas y las iglesias, la organización material y esa realidad evasiva que llamamos no muy exactamente “el genio de los pueblos”. La realidad que nombra la palabra civilización no se deja definir con facilidad. Es la visión del mundo de cada sociedad, pero asimismo es su sentimiento del tiempo: hay pueblos lanzados hacia el futuro y otros que tienen los ojos fijos en el pasado. Civilización es el estilo, la manera que tiene una sociedad de vivir, convivir y morir. Comprende a las artes eróticas y a las culinarias; a la danza y al entierro; a la cortesía y a la injuria; al trabajo y al ocio; a los ritos y a las fiestas; a los castigos y a los premios; al trato con los muertos y con los fantasmas que pueblan nuestros sueños; a las actitudes ante las mujeres y los niños, los viejos y los extraños, los enemigos y los aliados; a la eternidad y al instante; al aquí y al allá... Una civilización no sólo es un sistema de valores: es un mundo de formas y de conductas, de reglas y excepciones. Es la parte visible de una sociedad — instituciones, monumentos, ideas, obras, cosas— pero sobre todo es su parte sumergida, invisible:

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las creencias, los deseos, los miedos, las represiones, los sueños. Norte y Sur Los puntos cardinales nos han servido para orientarnos no sólo en el espacio sino en la historia. La dualidad Este/Oeste adquirió pronto una significación más simbólica que geográfica y se convirtió en un emblema de la oposición entre civilizaciones. Lo mismo sucedió con Norte/Sur. La oposición Este/Oeste ha sido vista siempre como la básica y primordial; alude a la marcha del Sol y así es una imagen de la dirección y el sentido de nuestro vivir y morir. La relación Este/Oeste simboliza dos direcciones, dos actitudes, dos civilizaciones. Cuando se cruzan, hay choque guerrero o, más raramente, esa milagrosa conjunción que llamamos “coincidencia de los opuestos”. La dualidad Norte/Sur se refiere más bien a la oposición de modos de vida y de sensibilidad. Las diferencias entre el Norte y el Sur pueden ser oposiciones dentro de una misma civilización. Es claro que tanto desde el punto de vista geográfico como simbólico, la oposición entre México y los Estados Unidos pertenece a la dualidad Norte/Sur. Esta oposición es muy antigua y se despliega ya en la América precolombina, de modo que es anterior a la existencia misma de los Estados Unidos y México. El Norte del continente estaba poblado por naciones nómadas y guerreras; Mesoamérica, en cambio, conoció una civilización agrícola, dueña de complejas instituciones sociales y políticas, dominada por teocracias guerreras que inventaron rituales refinados y crueles, un gran arte y vastas cosmogonías inspiradas por una visión muy original del tiempo. La gran oposición de la América precolombina —en el territorio que ahora ocupan Canadá, Estados Unidos y México— no

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fue, como en el Antiguo Mundo, entre civilizaciones distintas sino entre modos de vida diferentes: nómadas y sedentarios, cazadores y agricultores. Esta división tuvo una gran influencia en el desarrollo posterior de los Estados Unidos y de México. La política de los ingleses y los españoles frente a los indios americanos estuvo

mundo y las creencias de los indios americanos brotaban de una fuente común, independientemente de su modo de vida, los españoles y los ingleses compartían los mismos principios y la misma cultura intelectual y técnica. Sin embargo, la oposición entre ellos era tan profunda, aunque de otro género, como la que

Mariette, Pierre Jean. (1651). América Septentrional

determinada, en buena parte, por este hecho: no fue indiferente que los primeros fundasen sus establecimientos en el territorio de los nómadas y los segundos en el de los sedentarios. Las diferencias entre los españoles e ingleses que fundaron Nueva Inglaterra y Nueva España no eran menos acusadas y decisivas que las que separaban a los indios nómadas de los sedentarios. De nuevo: fue una oposición en el interior de la misma civilización. Del mismo modo que la visión del

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dividía a un azteca de un iroqués. Así, sobre la antigua oposición entre nómadas y sedentarios se injertó la nueva oposición entre ingleses y españoles. Se han descrito muchas veces las distintas y divergentes actitudes de españoles e ingleses. Todos ellos se resumen en una diferencia fundamental y en la que, quizá, está el origen de la distinta evolución de nuestros países: en Inglaterra triunfó la Reforma mientras que España fue la campeona de la Contrarreforma.

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Como todos sabemos, el movimiento reformista tuvo en Inglaterra consecuencias políticas que fueron decisivas en la formación de la democracia anglosajona. En España la evolución se hizo en dirección opuesta. Vencida la última resistencia musulmana, España realizó su precaria unidad política, no nacional, a través de alianzas dinásticas. Al mismo tiempo, la monarquía suprimió las autonomías regionales y las libertades municipales, cerrando el paso a una posible evolución hacia una ulterior democracia moderna. Por último, España estaba profundamente marcada por la dominación árabe y en ella perduraba aún, doble herencia cristiana y musulmana, la noción de cruzada y guerra santa. En España se yuxtaponían, sin fundirse enteramente, los rasgos de la edad moderna que comenzaba y los de la antigua sociedad. El contraste con Inglaterra no podía ser más señalado. La historia de España y la de las antiguas colonias, desde el siglo XVI, es la de nuestras ambiguas relaciones —atracción y repulsión— con la edad moderna, Ahora mismo, en el crepúsculo de la modernidad, no acabamos de ser modernos. El descubrimiento y la conquista de América son acontecimientos que inauguran la historia moderna, pero España y Portugal los llevaron a cabo con la sensibilidad y el temple de la Reconquista. A los soldados de Cortés, asombrados ante las pirámides y templos de mayas y aztecas, no se les ocurrió nada mejor que compararlos con las mezquitas del Islam. Conquista y evangelización; estas dos palabras, profundamente españolas y católicas, son también profundamente musulmanas. La conquista no sólo significaba la ocupación de territorios extraños y la sumisión de sus habitantes sino la conversión de los vencidos. La conquista se legitimaba por la conversión. Esta filosofía político-religiosa era diametralmente opuesta a la de la colonización

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inglesa: la noción de evangelización tuvo un lugar secundario en la expansión colonial inglesa. Los dominios españoles nunca fueron realmente colonias, en el sentido tradicional de esta palabra: Nueva España y Perú fueron virreinatos, reinos súbditos de la Corona de Castilla como los otros reinos españoles. En cambio, los establecimientos ingleses en Nueva Inglaterra y en otras partes fueron colonias en la acepción clásica del término, es decir, comunidades instaladas en un territorio extraño y que conservan sus lazos culturales, religiosos y políticos con la madre patria. Esta diferencia de actitudes se combinó con la diferencia de condiciones culturales que encontraron ingleses y españoles: indios nómadas y sedentarios, sociedades primitivas y sociedades urbanas. La política española de sumisión y conversión no hubiera podido aplicarse a las belicosas naciones indias del Norte con la misma facilidad con que se aplicó a las poblaciones sedentarias de Mesoamérica, como pudo verse cuando, un siglo después, la conquista española se extendió a los territorios de los nómadas, en lo que hoy es el Norte de México y el Sur de los Estados Unidos. Los resultados de este doble y contradictorio conjunto de circunstancias fueron decisivas: sin ellas nuestros países no serían lo que son. Los españoles exterminaron a las clases dirigentes de Mesoamérica, especialmente a la casta sacerdotal, es decir, a la memoria y al entendimiento de los vencidos. La aristocracia guerrera que escapó a la destrucción fue absorbida por la nobleza, la iglesia y la burocracia. La política española frente a los indios tuvo una doble consecuencia: por una parte, al reducirlos a la servidumbre, se convirtieron en una mano de obra barata y fueron la base de la sociedad jerárquica novohispana; por la otra, cristianizados, sobrevivieron lo mismo a las epidemias que a la

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servidumbre y fueron una parte constitutiva de la futura nación mexicana. Los indios son el hueso de México, su realidad primera y última.

Boughton, George H. (1867). Peregrinos marchando a un servicio religioso.

Al mestizaje racial hay que agregar el religioso y el cultural. El cristianismo que trajeron a México los españoles era el catolicismo sincretista romano que había asimilado a los dioses paganos, convirtiéndolos en santos y diablos. El fenómeno se repitió en México: los ídolos fueron bautizados y en el catolicismo popular mexicano están presentes, apenas recubiertos por una película de cristianismo, las antiguas creencias y divinidades. Lo indio impregna no sólo la religión popular de México sino la vida entera de los mexicanos: la familia, el amor, la amistad, las actitudes ante el padre y la madre, las leyendas populares, las formas de la cortesía y la convivencia, la cocina, la imagen de la autoridad y el poder político, la visión de la muerte y el sexo, el trabajo y la fiesta. México es el país más español de América Latina; al mismo tiempo, es el más indio. La civilización mesoamericana murió de muerte violenta, pero México es México gracias a la presencia india. Aunque la lengua y la religión, las instituciones políticas y la cultura del país son occidentales, hay una vertiente de México que mira hacia otro lado: el lado indio. Somos un pueblo entre dos civilizaciones y entre dos pasados. En los Estados Unidos no aparece la dimensión india. Esta es, a mi

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juicio, la diferencia mayor entre los dos países. Los indios que no fueron exterminados fueron recluidos en las “reservations”. El horror cristiano a la “naturaleza caída” se extendió a los naturales de América: los Estados Unidos se fundaron sobre una tierra sin pasado. La memoria histórica de los norteamericanos no es americana sino europea. De ahí que una de las direcciones más poderosas y persistentes de la literatura norteamericana, de Whitman a William Carlos Williams y de Melville a Faulkner, haya sido la búsqueda (o la invención) de raíces americanas. Voluntad de encarnación, obsesión por arraigar en la tierra americana: a este impulso le debemos algunas de las obras centrales de la época moderna. La situación de México, tierra de pasados superpuestos, es precisamente la contraria. La ciudad de México fue levantada sobre las ruinas de México-Tenochtitlán, la ciudad azteca, que a su vez fue levantada a semejanza de Tula, la ciudad tolteca, construida a semejanza de Teotihuacán, la primera gran ciudad del continente americano.

Códice Kingsborough. (1836). Un encomendero violentando a un indígena

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Esta continuidad de dos milenios está presente en cada mexicano. No importa que esa presencia sea casi siempre inconsciente y que asuma las formas ingenuas de la leyenda y aún de la superstición. No es un conocimiento sino una vivencia. La presencia de lo indio significa que una de las facetas de la cultura mexicana no es occidental. ¿Hay algo semejante en los Estados Unidos? Cada uno de los grupos étnicos que forman la democracia multirracial que son los Estados Unidos posee su propia cultura y tradición y algunos de estos —por ejemplo: los chinos y los japoneses— no son occidentales. Esas tradiciones coexisten con la tradición central norteamericana sin fundirse con ella. Son cuerpos extraños dentro de la cultura norteamericana. Incluso en algunos casos —el más notable es el de los chicanos— las minorías defienden sus tradiciones contra o frente a la tradición norteamericana. La resistencia de los chicanos no sólo es política y social sino cultural. Dentro y fuera Si pudiesen condensarse en dos palabras las distintas actitudes del catolicismo hispánico y del protestantismo inglés, diría que la actitud española fue inclusiva y la inglesa exclusiva. En la primera las nociones de conquista y dominación están aliadas a las de conversión y absorción; en la segunda, conquista y dominación no implican la conversión del vencido sino su separación. Una sociedad inclusiva, fundada en el doble principio de la dominación y la conversión, tenía que ser jerárquica, centralista y respetuosa de las particularidades de cada grupo: estricta división de clases y grupos, regido por leyes y estatutos especiales y todos creyentes en la misma fe y obedeciendo al mismo señor. Una sociedad exclusiva tenía que separarse de los nativos, sea por la exclusión física o el exterminio; al mismo puesto que cada comunidad era una asociación de hombres puros y aparte de los otros, tendía al

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igualitarismo entre ellos y a asegurar la autonomía y la libertad de cada grupo de creyentes. Los orígenes de la democracia norteamericana son religiosos y en las primeras comunidades de Nueva Inglaterra está ya presente esa doble y contradictoria tensión entre libertad e igualdad que ha sido el leit-motif de la historia de los Estados Unidos. La oposición que acabo de esbozar se expresa con gran nitidez en dos términos religiosos: comunión/pureza. Esta oposición marcó profundamente las actitudes ante el trabajo, la fiesta, el cuerpo y la muerte. Para la sociedad de Nueva España el trabajo ni redime ni es valioso por sí mismo. El trabajo manual es servil. El hombre superior ni trabaja ni comercia: guerrea, manda, legisla. También piensa, contempla, ama, galantea, se divierte. El ocio es noble. El trabajo es bueno porque produce riqueza, pero la riqueza es buena porque está destinada a gastarse y consumirse en esos holocaustos que son las guerras, la construcción de templos y palacios, el boato y las fiestas. Formas distintas de la disipación de las riquezas: el oro brilla en los altares o se derrama en la fiesta. En México todavía, al menos en las ciudades pequeñas y en los pueblos, el trabajo es la antesala de la fiesta. El año gira en torno al eje doble del trabajo y la fiesta, la acumulación y el gasto. La fiesta es simultáneamente suntuosa e intensa, vivaz y fúnebre; es un frenesí vital y multicolor que se disipa en humo, cenizas, nada. Estética de la perdición: la fiesta está habitada por la muerte. Los Estados Unidos no han conocido realmente el arte de la fiesta, salvo en los últimos años con el triunfo del hedonismo sobre la antigua moral protestante. Es natural: una sociedad que afirmaba con tal energía el valor redentor del trabajo, tenía que reprobar como una depravación el culto a la fiesta y la fascinación por el gasto. La

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condenación protestante era más religiosa que económica. Pero la conciencia puritana no podía ver que el valor de la fiesta era precisamente un valor religioso: la comunión. En la fiesta el elemento orgiástico es central: vuelta al origen, regreso al estado primordial, en el que cada uno se funde al gran todo. Toda fiesta verdadera es religiosa porque toda fiesta es comunión. Aquí aparece con claridad la oposición entre comunión y pureza. Para los puritanos y sus herederos, el trabajo es redentor porque libera al hombre y esa liberación es una señal de la elección divina. El trabajo es una purificación que es asimismo una separación: el elegido asciende, rompe los lazos con la tierra, que son las leyes de la caída. Para los mexicanos, la comunión representa justamente lo contrario: no la separación sino la participación, no la ruptura sino la conjunción, la gran mezcla universal, el gran baño en las aguas del comienzo, un estado más allá de pureza e impureza. La situación del cuerpo es inferior en el cristianismo. Pero el cuerpo es una potencia siempre activa y sus explosiones pueden destruir a una civilización. Por esto sin duda la Iglesia pactó desde el principio con el cuerpo. Si no lo restauró en el lugar que ocupaba en la sociedad grecoromana, sí trató de devolverle su dignidad: el cuerpo es “naturaleza caída” pero, en sí mismo, es inocente. Después de todo el cristianismo, a la

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inversa del budismo, es la religión de un dios encarnado. El dogma de la resurrección de los cuerpos es contemporáneo del cristianismo primitivo; bastante más tarde, en la Edad Media, apareció el culto a la Virgen. Ambas creencias son las dos expresiones más altas de esta voluntad de encarnación del espiritualismo cristiano. Las dos fueron transportadas a Mesoamérica con la cultura española y se fundieron inmediatamente, el primero con los cultos fúnebres de los indios y, el segundo, con la adoración a las diosas de la fecundidad y la guerra. La visión de la muerte de los mexicanos modernos, que es asimismo esperanza de resurrección, está impregnada tanto de la escatología católica como del naturalismo indio. La muerte mexicana es corporal, exactamente lo contrario de la muerte norteamericana, que es abstracta y desencarnada. Para los mexicanos, la muerte se ve y se toca: es el cuerpo deshabitado por el alma, el montón de huesos que, de alguna manera, como en el poema azteca, ha de reflorecer. Para los norteamericanos, la muerte es lo que no se ve: la ausencia, la desaparición de la persona. En la conciencia puritana la muerte estaba presente siempre, pero como una presencia incorpórea, una entidad moral, una idea, Más tarde, la crítica racionalista y cientista del cristianismo desalojó a la muerte de la conciencia norteamericana. La muerte se evaporó y se volvió inmencionable. Finalmente, el

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racionalismo y el idealismo progresista han sido substituidos, en vastas capas de la población norteamericana de nuestros días, por un neohedonismo. Pero el culto al cuerpo y al placer implica el reconocimiento y la aceptación de la muerte. El cuerpo es mortal y el reino del placer es el instante, según lo vio mejor que nadie Epicuro. El hedonismo norteamericano cierra los ojos ante la muerte y ha sido incapaz de conjurar la potencia destructiva del instante con una sabiduría como la de los epicúreos de la Antigüedad. El hedonismo actual ignora la templanza: es un recurso de angustiados y desesperados, una expresión del nihilismo que corroe a Occidente. El capitalismo exalta las actividades y conductas tradicionalmente llamadas viriles: agresividad, espíritu de competencia y emulación, combatividad. La sociedad norteamericana hizo suyos esos valores y los exaltó. Esto explica, tal vez, que nada semejante a la devoción de los mexicanos por la Virgen de Guadalupe aparezca en las distintas versiones del cristianismo que profesan las norteamericanas, sin excluir a la minoría católica. En la Virgen se enlazan la religiosidad mediterránea y la mesoamericana, ambas con antiquísimos cultos a divinidades femeninas. Guadalupe-Tonantzin es la madre de todos los mexicanos —indios, mestizos, blancos— pero también es una virgen guerrera que muchas veces ha figurado en los estandartes de las sublevaciones campesinas. En la Virgen de Guadalupe encarna una visión muy antigua de la femineidad y que, como entre las diosas paganas, no excluye el temple heroico. Un paréntesis: al mencionar la “masculinidad” de la sociedad capitalista norteamericana, no ignoro que en ella las mujeres han conquistado derechos y posiciones que en otras partes todavía se les niegan. Pero los han obtenido como “sujetos de derecho”, es decir, como entidades neutras o

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abstractas, como ciudadanas y no como mujeres. Ahora bien, nuestra civilización necesita, tanto o más que la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, una “feminización” semejante a la que se operó en la mentalidad europea medieval por obra del “amor cortés”. O una influencia como la irradiación femenina de la Virgen de Guadalupe sobre la imaginación y la sensibilidad de los mexicanos... Prosigo: la situación social de la mujer mexicana, por herencia hispanoárabe e india, es deplorable pero lo que deseo destacar aquí no es tanto el carácter de las relaciones entre hombres y mujeres como la relación íntima de la mujer con esos símbolos elusivos que llamamos “femineidad” y “masculinidad”. Por las razones que he apuntado antes, las mexicanas tienen una conciencia muy viva del cuerpo. Para ellas el cuerpo, el suyo y el del hombre, es una realidad concreta y palpable. No una abstracción ni una función sino una potencia ambigua y magnética en la que se entrelazan inextricablemente placer y pena, fecundidad y muerte. Pasado y futuro El México precolombino era un mosaico de naciones, tribus y lenguas. España, por su parte, a pesar de que había realizado su unidad política, era también un conglomerado de naciones y pueblos. La heterogeneidad de la sociedad mexicana era la otra cara del centralismo español. El centralismo político de la monarquía española tenía como complemento y aún como fundamento la ortodoxia religiosa. La unidad real, efectiva, de la sociedad mexicana se ha ido realizando lentamente en el transcurso de varios siglos, pero su unidad política y religiosa fue hecha desde la cumbre como la expresión conjunta de la monarquía española y de la iglesia católica. Tuvimos un Estado y una Iglesia antes de ser una nación. También en este aspecto nuestra evolución ha sido muy diferente a la de los Estados

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Unidos, en donde las pequeñas comunidades de colonos tenían ya, desde su nacimiento, una acusada y beligerante conciencia de su identidad frente al Estado. Entre los norteamericanos, la nación fue anterior al Estado.

Mary Dier camino a ser ejecutada. Boston, 1660

Otra diferencia: en aquellas comunidades se había operado la fusión entre las convicciones religiosas, la embrionaria conciencia nacional y las instituciones políticas. Así, entre las convicciones religiosas de los norteamericanos y sus instituciones democráticas no hubo contradicción sino armonía; en cambio, en México el catolicismo se identificó con el régimen virreinal, fue su ortodoxia; por eso cuando los liberales mexicanos, después de la independencia, intentaron implantar las instituciones democráticas, tuvieron que enfrentarse a la iglesia católica. La instauración de la democracia republicana en México significó una ruptura radical con nuestro pasado y desembocó en las guerras civiles del siglo XIX. Esas guerras produjeron el militarismo que, a su vez, se resolvió en la dictadura del caudillo militar Porfirio Díaz. Los liberales vencieron a la Iglesia, pero no pudieron implantar la verdadera democracia sino un régimen autoritario enmascarado de democracia.

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Una tercera y no menos profunda diferencia: la oposición entre la ortodoxia católica y el reformismo protestante. En México la ortodoxia católica había adoptado la forma filosófica del neotomismo, un pensamiento a la defensiva frente a la modernidad naciente y más apologético que crítico. La ortodoxia impedía el examen y la crítica. En Nueva Inglaterra las comunidades estaban compuestas muchas veces por disidentes religiosos o, al menos, por creyentes en la libre lectura de la Escritura. Por una parte: ortodoxia, filosofía dogmática y culto a la autoridad; por la otra: libre lectura e interpretación de la doctrina. Ambas sociedades eran religiosas pero sus actitudes religiosas eran inconciliables. No pienso únicamente en los dogmas y principios sino en la manera misma de practicar y entender la religión. En un caso: el complejo y majestuoso edificio conceptual de la ortodoxia, una jerarquía eclesiástica igualmente compleja, ricas órdenes religiosas militantes como los jesuitas y una concepción ritualista de la religión en la que los sacramentos ocupaban un lugar central. En el otro: libre discusión de la Escritura, una clerecía pobre y reducida al mínimo, una tendencia a borrar las fronteras jerárquicas entre el simple creyente y el sacerdote, una práctica religiosa fundada no en el ritual sino en la moral y no en los sacramentos sino en la interiorización de la fe. La diferencia central, desde el punto de vista de evolución histórica de las dos sociedades, reside a mi modo de ver en lo siguiente: con la Reforma, crítica religiosa de la religión y antecedente necesario de la Ilustración, comienza el mundo moderno; con la Contrarreforma y el neotomismo, España y sus posesiones se cierran al mundo moderno. No tuvimos Ilustración porque no tuvimos Reforma ni un movimiento intelectual y religioso como el jansenismo francés. La civilización hispanoamericana es admirable por

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muchos conceptos, pero hace pensar en una construcción de inmensa solidez —a un tiempo convento, fortaleza y palacio— destinado a durar, no a cambiar. A la larga, esa construcción se volvió un encierro, una prisión. Los Estados Unidos son hijos de la Reforma y de la Ilustración. Nacieron bajo el signo de la crítica y la autocrítica. Y ya se sabe: quien dice crítica, dice cambio. La transformación de la filosofía crítica en ideología progresista se realizó y alcanzó su apogeo en el XIX. La crítica racionalista barrió el cielo ideológico y lo limpió de mitos y creencias; a su vez, la ideología del progreso desplazó los valores intemporales del cristianismo y los trasplantó al tiempo terrestre y lineal de la historia. La eternidad cristiana se convirtió en el futuro del evolucionismo liberal. La diferencia que acabo de esbozar es la contradicción final y en ella culminan todas las divergencias y diferencias que he mencionado. Una sociedad se define esencialmente por su posición ante el tiempo. Por razón de su origen y de su historia intelectual y política, los Estados Unidos son una sociedad orientada hacia el futuro. Con frecuencia se ha señalado la extraordinaria movilidad espacial del pueblo norteamericano, nación constantemente en marcha. Al desplazamiento físico y geográfico corresponde, en el campo de las creencias y las actitudes mentales, la movilidad en el tiempo. El norteamericano vive en el límite extremo del ahora, siempre dispuesto a saltar hacia el futuro. El fundamento de la nación no está en el pasado sino en el porvenir. Mejor dicho: su pasado, su acta de fundación, fue una promesa de futuro y cada vez que los Estados Unidos regresan a su origen, a su pasado, redescubren el futuro. La orientación de México, como se ha visto, fue la opuesta. En primer término: rechazo de la crítica y, con ella, de la noción del cambio: el ideal fue

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perdurar a imagen de la inmutabilidad divina. En segundo lugar: pluralidad de pasados, todos ellos presentes y combatiendo en el alma de cada mexicano. Cortés y Moctezuma están vivos en México. En el momento de esa gran crisis que fue la Revolución Mexicana, la facción más radical, la de Zapata y sus campesinos, no postuló formas nuevas de organización social sino un regreso a la propiedad comunal de la tierra. Los campesinos sublevados pedían la devolución de la tierra, es decir, querían volver a una forma de propiedad precolombina que había sido respetada por los españoles. La imagen instintiva que los revolucionarios se hacían de la edad de oro se situaba en el pasado más remoto. La utopía, para ellos, no consistía en construir el porvenir sino en regresar al origen, al comienzo. La actitud tradicional mexicana ante el tiempo ha sido expresada por Ramón López Velarde, de esta manera: “Patria, sé siempre igual, fiel a tu espejo diario”.

Tribunal del Santo Oficio, Nueva España, siglo XVII

En el siglo XVII la sociedad mexicana era más rica Y próspera que la norteamericana. Esta situación se prolongó hasta la primera mitad del XVIII. Para comprobarlo basta con dar un vistazo a los monumentos y edificios de las ciudades de entonces: México y Boston, Puebla y Filadelfia. En menos de cincuenta años todo cambió. En 1847 los Estados Unidos invaden a México, lo derrotan y le

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imponen terribles y onerosas condiciones de paz. Un siglo después, se convierten en la primera potencia mundial. Una conjunción inusitada de circunstancias de orden material, técnico, político, ideológico y humano explican el prodigioso desarrollo norteamericano. Entre estas condiciones, el conjunto de actitudes que sumariamente he descrito no fueron menos decisivas que la existencia de un territorio inmenso y rico, una población emprendedora y un desarrollo científico y técnico extraordinario. De nuevo: en las pequeñas comunidades religiosas de Nueva Inglaterra estaba ya en germen el futuro: la democracia política, el capitalismo y el desarrollo social y económico. La Revolución de Independencia de los Estados Unidos no fue una ruptura con un pasado; la separación de Inglaterra no se hizo para cambiar los principios originales por otros sino para realizarlos más plenamente. En México ocurrió lo contrario. A fines del siglo XVIII las clases dirigentes mexicanas —sobre todo los intelectuales— descubrieron que los principios que habían fundado a su sociedad la condenaban a la inmovilidad y al atraso. Acometieron una doble revolución: separarse de España y modernizar al país mediante la adopción de los nuevos principios republicanos y democráticos. Sus ejemplos fueron la Revolución de Independencia norteamericana y la Revolución francesa. Lograron la independencia de España, pero la adopción de los nuevos principios fue inoperante: México cambió sus leyes, no sus realidades sociales, económicas y culturales. Durante la primera mitad del siglo XIX México sufrió una guerra civil endémica y dos invasiones extranjeras, la norteamericana y la francesa. En la segunda mitad del siglo se restableció el orden, pero a costa de la democracia. Lo peor fue la mentira, plaga de las sociedades latinoamericanas: en nombre de la ideología liberal y del positivismo

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de Comte y Spencer se implantó una dictadura que duró treinta años. Fue un período de paz y desarrollo material apreciable; también de la creciente penetración del gran capitalismo extranjero, sobre todo el inglés y el norteamericano. La Revolución de 1910 se propuso rectificar el rumbo. En parte lo consiguió. Digo “en parte” porque la democracia mexicana todavía no es una realidad y porque los avances logrados en ciertos sectores han sido nulificados o se ven en peligro por la centralización política excesiva, el desmesurado crecimiento demográfico, la desigualdad social, el derrumbe de la educación superior y la acción de los monopolios económicos, entre ellos los norteamericanos. El desarrollo del Estado mexicano, como el de todos los Estados del siglo XX, ha sido enorme, monstruoso. Una curiosa contradicción: el Estado ha sido el agente de la modernización, pero no ha sido capaz de modernizarse a sí mismo enteramente. Es un híbrido del Estado patrimonialista español de los siglos XVII y XVIII y de las modernas burocracias de Occidente. En cuanto a nuestra relación con los Estados Unidos: sigue siendo la vieja relación entre el fuerte y el débil, oscilante entre la indiferencia y el abuso, la mentira y el cinismo. La mayoría de los mexicanos tenemos la justificada convicción de que el trato que recibe nuestro país es injusto. La doble oposición Por encima de logros y fracasos, el México contemporáneo se enfrenta a la misma pregunta que, desde fines del siglo XVIII, no han cesado de hacerse los mexicanos más lúcidos: la pregunta sobre la modernización. En el siglo XIX se pensó que bastaba con la adopción de los nuevos principios liberales y democráticos. Ahora, tras cerca de dos siglos de tropiezos, nos hemos dado cuenta de que los pueblos cambian muy lentamente y que, además, para que esos cambios

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sean fecundos deben estar en consonancia con el pasado y la tradición de cada nación. Así pues, México tiene que encontrar su propio camino hacia la modernidad. Nuestro pasado no debe ser un obstáculo sino un punto de partida. Esto es dificilísimo, dada la índole de nuestra tradición; difícil pero no imposible. Ese fue, en realidad, el sentido profundo de la Revolución Mexicana: mucho antes que nosotros, los campesinos de Zapata hicieron la crítica de la modernización à outrance. La hicieron con las armas. Para evitar nuevos desastres, debemos reconciliarnos con nuestro pasado: sólo así lograremos encontrar una vía de salida hacia la modernidad. La búsqueda de un modelo propio de modernización es un tema que está ligado directamente con otro: hoy sabemos que la modernidad, en sus dos versiones, la capitalista y la pseudosocialista de las burocracias totalitarias, está herida de muerte en su centro mismo: la idea de un progreso continuo e ilimitado. Las naciones que habían inspirado a los liberales del siglo XIX — Inglaterra, Francia y, sobre todo, Estados Unidos— hoy dudan, vacilan y no encuentran su camino. Han dejado de ser ejemplos universales. Los mexicanos del siglo XIX volvían los ojos hacia las grandes democracias de Occidente: nosotros no tenemos a donde volver los ojos.

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Durante cerca de treinta años, entre 1930 y 1960, la mayoría de los mexicanos estaba segura del camino escogido. Esas certidumbres se han desvanecido y algunos se preguntan si no hay que comenzar todo de nuevo. Pero la pregunta no se limita al caso de México: es universal. Por poco satisfactoria que nos parezca la situación de nuestro país, no es desesperada, sobre todo comparada con la que prevalece en otras partes. América Latina, salvo unas pocas excepciones, vive bajo dictaduras militares solapadas cuando no apoyadas por los Estados Unidos. Cuba escapó de la tutela norteamericana sólo para convertirse en un peón de la política de agresión militar de la Unión Soviética en África. Gran parte de las naciones de Asia y África que después de la segunda guerra mundial alcanzaron la independencia, padecen tiranías nativas con frecuencia más crueles y despóticas que las de las antiguas potencias coloniales. En el llamado Tercer Mundo, con distintos nombres y atributos, reina un Calígula ubicuo. En 1917 la Revolución de Octubre en Rusia encendió las esperanzas de millones; en 1978, la palabra Gulag se ha vuelto sinónimo del “socialismo soviético”. Los fundadores del movimiento socialista creían firmemente que el

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socialismo no sólo acabaría con la explotación de los hombres sino con la guerra; en la segunda mitad del siglo XX los “socialismos” totalitarios no sólo han esclavizado a la clase trabajadora despojándola de sus derechos básicos —el de asociación y el de huelga— sino que cubren el planeta entero con el griterío amenazante de sus disputas y querellas. En nombres de distintas versiones del “socialismo” los vietnamitas y los camboyanos se degüellan. Las guerras ideológicas del siglo XX no son menos feroces que las guerras de religión. En mi juventud era popular entre los intelectuales la idea de que asistíamos a la crisis final del capitalismo. Ahora comprendemos que la crisis contemporánea no es de un sistema socioeconómico sino de la civilización entera. La crisis es general, mundial; su expresión más extremada, aguda y peligrosa está en la situación de la Unión Soviética y sus satélites. Las contradicciones del “socialismo” totalitario son más profundas e inconciliables que las de las democracias capitalistas. La enfermedad de Occidente, más que social y económica, es moral. Es verdad que los problemas económicos son graves y que no han sido resueltos: al contrario, la inflación y el desempleo aumentan. También es cierto que, a pesar de la abundancia, la pobreza no ha desaparecido. Vastos grupos —las mujeres, las minorías raciales, religiosas y lingüísticas— siguen siendo o sintiéndose excluidos. Pero la verdadera y más profunda discordia está en el alma de cada uno. El futuro se ha vuelto la región del horror y el presente se ha convertido en un desierto. Las sociedades liberales giran incansablemente: no avanzan, se repiten. Si cambian, no se transfiguran. El hedonismo de Occidente es la otra cara de su desesperación; su escepticismo no es una sabiduría sino una renuncia; su nihilismo desemboca en el suicidio y en formas inferiores de

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la credulidad, como los fanatismos políticos y las quimeras de la magia. El lugar vacante que ha dejado el cristianismo en las almas modernas no lo ocupa la filosofía sino las supersticiones más groseras. Nuestro erotismo es una técnica, no un arte ni una pasión. No insistiré: la descripción de los males de Occidente se ha hecho muchas veces. La última, hace unos meses, ha sido la de Solyenitzin. Un hombre de temple admirable. Sin embargo, debo decir que, aunque su descripción me parece exacta, no me lo parecen su juicio sobre las causas de la enfermedad ni el remedio que propone. No podemos renunciar a la tradición crítica de Occidente; tampoco podemos volver al Estado teocrático medieval. Los calabozos de la Inquisición no son la respuesta a los campos de Gulag. No vale la pena substituir el Estado-Partido por el Estado-Iglesia, una ortodoxia por otra. La única arma eficaz contra las ortodoxias es la crítica; para defendernos de la intolerancia y de los fanatismos no tenemos más recurso que ejercer, con firmeza, pero con lucidez, las virtudes opuestas: la tolerancia y la libertad de espíritu. Yo no reniego de Montesquieu ni de Hume ni de Kant. La crisis de los Estados Unidos afecta al fundamento mismo de la nación, quiero decir, a los principios que la fundaron. Dije ya que hay un leit-motif que corre a lo largo de la historia norteamericana, desde la época de las colonias puritanas de Nueva Inglaterra hasta nuestros días: la tensión entre libertad e igualdad. Las luchas de los negros, los chicanos y otras minorías no son sino una expresión de este dualismo. A esta contradicción interna corresponde otra externa: los Estados Unidos son una república y son un imperio. En un ensayo escrito hace algunos años señalé que la primera de estas contradicciones (la interna entre igualdad y libertad) se resolvió en Roma con la supresión de la libertad; el cesarismo

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fue, al principio, una solución igualitaria que, como todas las soluciones por la fuerza, acabó también por suprimir la igualdad. La otra contradicción causó la ruina de Atenas, la primera república imperial de la historia. Sería presuntuoso de mi parte proponer soluciones a esta doble contradicción. Pienso que cada vez que una sociedad se encuentra en crisis, vuelve instintivamente los ojos hacia sus orígenes y busca en ellos, ya que no una respuesta, un signo, una indicación. La sociedad colonial norteamericana fue una sociedad libre e igualitaria pero exclusiva. Fieles a sus orígenes, lo mismo en su política interior que en la exterior, los Estados Unidos han ignorado siempre al otro. En el interior al negro, al chicano o al portorriqueño; en el exterior: a las culturas y sociedades marginales. Hoy los Estados Unidos se enfrentan a enemigos muy poderosos pero el peligro mortal no está

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fuera sino dentro: no es Moscú sino esa mezcla de arrogancia y oportunismo, ceguera y maquiavelismo a corto plazo, volubilidad y terquedad, que ha caracterizado a su política exterior en los últimos años y que recuerda extrañamente a la del Estado ateniense en su disputa con Esparta. Para vencer a sus enemigos, los Estados Unidos tienen primero que vencerse a sí mismos: regresar a sus orígenes. Pero no para repetirlos sino para rectificarlos: el otro y los otros —las minorías del interior tanto como los pueblos y naciones marginales del exterior— existen. No sólo somos la mayoría de la especie, sino que cada sociedad marginal, por más pobre que sea, representa una versión única y preciosa de la humanidad. Si los Estados Unidos han de recobrar la entereza y la lucidez, tienen que recobrarse a sí mismos y para recobrarse a sí mismos tienen que recobrar a los otros: a los excluidos del Occidente.

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Significado: Res publica, es un término latino que hace referencia a la 'cosa pública', es decir; a los asuntos de interés público o interés común para una sociedad. Contenido: Publicaciones que abordan temas relacionados con la administración pública, la acción política y en general, con todo lo relacionado con el Estado y el papel que juegan sus diversos actores.

POLÍTICA

La presidencia de los EE.UU. ¿un modelo de poder ejecutivo? El próximo 20 de enero se desarrollará una nueva ceremonia de inauguración presidencial en los Estados Unidos. Se trata del cambio formal de gobierno más cuestionado de las últimas décadas en el país, la polémica está servida justo porque la figura que asciende a la primera magistratura de la nación, encarna un discurso ultraconservador y nacionalista, pero, ¿exactamente cuál es el papel que desempeña el presidente de Estados Unidos?, ¿cuáles es la importancia de su figura política?, ¿qué espera la sociedad y las élites políticas y económicas de él? Estas cuestiones son aclaradas por el académico de la Universidad de Arizona, David Ortiz, de cuyo trabajo ofrecemos un fragmento, en el que analiza la posición del presidente dentro del sistema político norteamericano.

Ortiz, David. (2004). La presidencia de los EE.UU. ¿un modelo de poder ejecutivo? Espacio, Tiempo y Forma. Serie V. Hª Contemporánea, tomo 16. pp. 15-19.

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DAVID ORTIZ

LA PRESIDENCIA DE LOS EE.UU. ¿UN MODELO DE PODER EJECUTIVO? uizá no haya otro cargo político en el planeta Tierra que acarree tanto poder y tanta atención como la Presidencia de los Estados Unidos de América. No hay ningún otro dirigente político en el mundo tan escrutado, criticado, ridiculizado, ensalzado, injuriado, como el presidente de EE.UU., ni al que tantos atribuyan tanto fuera del control de uno solo. Se trata de un puesto con una responsabilidad fuera de lo común. Su naturaleza es resultado, en parte, del poso histórico de las pasadas acciones presidenciales, pero también de la simultaneidad de funciones que desempeña un presidente en cuanto accede al cargo. La evolución de la presidencia ha supuesto, cada vez más, el cumplimiento de un conjunto de tareas muy diferentes. Para desempeñar el cargo con éxito, un presidente no sólo debe estar preparado para llevar a cabo todas esas tareas sin solución de continuidad, sino que debe parecer capaz de hacerlo, igual que un buen actor va asumiendo el carácter y el comportamiento de cada nuevo papel que ha de representar. Si bien estas funciones presidenciales ya estaban presentes desde el comienzo de la institución, el peso creciente de cada una de ellas, y el tiempo cada vez mayor que cada una de ellas consume, han aumentado enormemente la carga que supone ser presidente. Seguidamente haré una breve sinopsis de las funciones presidenciales. La primera función enumerada en el juramento presidencial es la de comandante en jefe. Ninguna otra de las funciones presidenciales le aporta tanto poder y, al mismo tiempo, tantas restricciones al cargo como el papel de comandante en jefe. Como su nombre implica, el Presidente es el dirigente de todas las fuerzas armadas de los EE.UU., incluyendo el vasto arsenal nuclear del país.

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El Presidente puede ordenar a las fuerzas militares de los EE.UU. que ataquen, si bien su poder en este sentido está limitado constitucionalmente, porque debe pedir al Congreso que declare la guerra antes de poner en marcha la maquinaria militar del país. Los presidentes norteamericanos han solventado esta restricción impuesta por la Constitución mediante el uso de resoluciones u órdenes del ejecutivo para llevar a cabo acciones militares rápidas, evitando así prolongados debates en el Congreso acerca de una declaración de guerra. Muy recientemente, George W. Bush ha usado, algunos dirían que ha abusado, de esta autoridad a fin de llevar a cabo la guerra y ocupación de Iraq. De hecho, no ha habido ningún presidente desde la Segunda Guerra Mundial que haya obtenido una declaración oficial de guerra por parte del Congreso. Las guerras de Vietnam, Granada, Golfo Pérsico, Afganistán, y ahora Iraq, todas se realizaron mediante la vía de la resolución presidencial, sin que mediara declaración de

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guerra oficial. Claramente pues, el poder del Presidente en tanto que comandante en jefe se ha ampliado de una manera que los Padres de la Constitución desaprobarían, sobre todo teniendo en cuenta que los sucesivos presidentes se las han arreglado para evadir el control constitucional que ellos establecieron a fin de evitar que una sola persona tuviera tanto poder en sus manos.

George W. Bush anuncia el 19 de marzo de 2003 el inicio de operaciones para derrocar al régimen iraquí de Sadam Husein

El Presidente también es el jefe del poder ejecutivo del país. Es éste el elemento administrativo de la Presidencia: el Presidente debe supervisar la correcta aplicación de las leyes. El Presidente también nombra a los funcionarios del estado, contando para ello con el asesoramiento y la aprobación del Congreso. A veces, esta tarea es más difícil de lo que parece, especialmente cuando la mayoría en el Congreso no pertenece al partido político del presidente de turno. En tales casos, muchos nombramientos se convierten en verdaderas batallas políticas, sobre todo tratándose de nombramientos judiciales. El Presidente también es la cúspide de una hoy vasta burocracia, que ha crecido vertiginosamente desde los primeros días de la institución. La Administración norteamericana es actualmente más grande de lo que los Padres constitucionales

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hubieran podido imaginar jamás, y el Presidente, como cabeza de la misma, tiene capacidad para influir en el Estado en una variedad enorme de formas que no estuvieron a disposición de anteriores jefes del ejecutivo. Otra responsabilidad presidencial, otro elemento típico del cargo, consiste en ostentar la más alta diplomacia del país. El Presidente se constituye en el representante nacional y único del país en el escenario global. EE.UU. es un país fundado y poblado por inmigrantes. Como tal, mantiene lazos culturales con todo el resto de naciones de la Tierra. El Presidente es pues el embajador del país en el mundo, y representa los intereses y las aspiraciones de las diversas comunidades de inmigrantes, tanto en el interior como en el extranjero cuando se reúne con otros líderes mundiales. Por supuesto, se espera del Presidente que defienda los intereses políticos y económicos de los EE.UU., tanto dentro como fuera del país. También se espera del Presidente que sea el portavoz y el promotor de los principios democráticos universales y de los derechos humanos. El Presidente es, pues, un líder tanto nacional como mundial. Esta función le confiere una gran autoridad para diseñar y dar forma a la política exterior norteamericana. De hecho, muchos presidentes han aludido a sus éxitos en política internacional como principal contribución al país durante sus mandatos, especialmente cuando su programa político en el frente interno se encontró con una dura oposición o incluso fracasó totalmente. En épocas recientes, Richard M. Nixon (1969-1974) y Jimmy Cárter (1977-1981) son conocidos más por sus éxitos en política exterior (Nixon por su viaje a China y sus tratados de limitación de armamentos con la URSS, y Cárter por los Acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto), que por sus actividades en el interior. Este

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papel de jefe de la diplomacia confiere a la Presidencia un enorme poder y autoridad, que además no sufre apenas control por parte del congreso ni de ningún otro órgano político del país. Con el tiempo, los presidentes de EE.UU. han ensanchado este poder y esta autoridad inherentes al cargo, al ir ampliando poco a poco sus actividades como jefes de la diplomacia. En ausencia de una Monarquía constitucional, en la que los deberes del ejecutivo se reparten entre un rey y un primer ministro, el Presidente de los EE.UU. debe cumplir también el papel de jefe del estado. Estos deberes ceremoniales del presidente son muchos, y también se han ampliado desde los días de George Washington. Por ejemplo, el Presidente tiene hoy a su cargo depositar periódicamente una corona ante la Tumba del Soldado Desconocido, en el Cementerio Nacional de Arlington. Frecuentemente debe acudir a inaugurar las ferias más importantes, como las exposiciones universales. Y cada vez la presidencia tiene más vínculos con el mundo deportivo. Ya se ha convertido en una rutina el que se invite a los ganadores de la Liga de Béisbol, de la Supercopa de Fútbol Americano, de la Copa Stanley de Hockey —si es un equipo norteamericano—, y del campeonato NBA de baloncesto, así como a los campeones olímpicos, a la Casa Blanca, en donde tiene lugar una ceremonia de felicitación formal por parte del Presidente. Son actos importantes, en la medida en que ayudan a establecer un vínculo entre el Presidente y su pueblo. Sirven para sugerir que el Presidente es una persona normal, igual al resto de los americanos, al identificarle con elementos de la cultura popular del país. También sirven para asociar la imagen del Presidente con ganar y con los campeones. En otras palabras: tales ceremonias públicas le aportan al Presidente un capital político importante, al identificar su figura con los gustos y con los intereses de la

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gente. En última instancia, el pueblo es la fuente principal de autoridad presidencial, sirviendo estos eventos ceremoniales para reforzar el vínculo que existe entre los norteamericanos y su presidente.

Barak Obama recibe a los Cachorros de Chicago en la Casa Blanca, 17 de enero de 2017

Otra de las funciones primordiales de la Presidencia es la de gestionar la economía. Es también una de las más difíciles a las que tiene que hacer frente, puesto que un político tiene poco control sobre los diversos factores que originan y sostienen una economía sólida. El Presidente asume las tareas de ayudar a resolver los conflictos laborales, aumentar el empleo, y garantizar la solidez y la seguridad del mercado de valores. También se espera de él que proteja a las industrias norteamericanas frente a la competencia extranjera, y que salvaguarde los puestos de trabajo de sus ciudadanos, evitando la deslocalización de empresas hacia áreas de salarios más bajos. Casi nada de todo esto está bajo el control de un Presidente, pese a lo cual una economía en mal estado es siempre una de las señales de alerta de un mandato presidencial con problemas. George H.W. Bush (1989-1993) aprendió que incluso un presidente capaz de llevar a la nación a la victoria en la guerra, podía verse

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expulsado del cargo en las elecciones debido a la mala situación económica en la paz, tal y como le sucedió a él en 1992. Herbert Hoover (1929-1933) también perdió la reelección casi exclusivamente por la percepción popular de que no estaba haciendo lo suficiente para combatir la recesión económica que produjo la Gran Depresión. La lección para todos los presidentes está clara; a falta de una economía sólida, el pueblo americano debe cuando menos percibir que su Presidente está comprometido activamente en tratar de corregir la situación.

cantidad de influencia dentro de la Administración. El Presidente es también el portaestandarte del partido, y en este sentido se espera de él que haga campaña a favor de todos aquellos candidatos que optan a otros cargos políticos, desde senadores hasta simples alcaides. Se le convoca para que haga apariciones personales durante campañas para elecciones cruciales, a fin de mantener la fortaleza y cohesión del partido a escala nacional y local. Igualmente importante, el Presidente debe intervenir como estrella principal en actos destinados a recaudar

Juramentación de Franklin Delano Roosevelt como presidente de los Estados Unidos el 4 de marzo de 1933.

Al Presidente se le supone la vocación de dirigente eficaz de su propio partido. La Presidencia es el mayor objetivo de ambos partidos políticos. Demócratas y Republicanos, en parte por la estatura que le confiere al partido que ocupa en el momento dicho cargo. El partido que tenga la Presidencia en sus manos, detenta la agenda social y legislativa de la nación durante cuatro o más años. Además, la capacidad de nombrar cargos que tiene el Presidente implica que en cada elección presidencial está en juego una enorme

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fondos, para asegurar una financiación del partido que sea suficiente para poder competir en las campañas electorales en todo el país. Estos actos sirven también para cimentar nuevas coaliciones políticas, y para atraer nuevos afiliados al partido. En otras palabras, se espera que las conexiones del Presidente sean lo suficientemente extensas como para conseguir que otros candidatos del partido ganen sus respectivas elecciones. Finalmente, el Presidente debe ser un líder nacional, un caudillo para su pueblo. El pueblo

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americano quiere pensar que en tiempos de crisis, su Presidente está al mando, y que tiene presente en lo más profundo de sí el interés de la nación. En tiempos de guerra el Presidente debe mostrar firmeza, coraje, y confianza en sí mismo. En tiempos de crisis, el Presidente debe mostrar que tiene sentimiento y fortaleza de carácter suficientes como para conducir a la nación con éxito hacia aguas más tranquilas. El Presidente también debería ser capaz de dirigir a la nación hacia nuevos desafíos, e inspirar en los norteamericanos el servicio a la patria, del modo en que lo hizo John F. Kennedy (1961-1963) en su discurso inaugural cuando afirmó, «no preguntéis lo que vuestro país puede hacer por vosotros; preguntaos lo que vosotros podéis hacer por

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vuestro país». Mantener el liderazgo nacional, y que el pueblo americano lo perciba de esta manera, es probablemente la función más importante del presidente. Todo lo anterior constituiría la lista de funciones del Presidente. Las expectativas del pueblo americano, de la élite política, de la Administración federal, y de la comunidad mundial demandan todo esto de la persona que pretenda ser presidente de los EE.UU. Ya Lyndon B. Johnson (1963-1969) escribió que «La Presidencia ha convertido a todo hombre que la ocupó, por pequeño que fuese, en más grande; y por grande que fuese, en no lo bastante grande para ella».

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Significado: Vedānta, término sánscrito compuesto de dos elementos: veda ('conocimiento, sabiduría') y anta ('final, conclusión'). Es una de las seis corrientes principales del pensamiento tradicional de la India, cuyas bases están en los antiguos textos hinduistas Upanishads y el Bhagavad Gita.

Contenido: Publicaciones que reúnen diversas manifestaciones del pensamiento y la filosofía universales, sus corrientes y más destacados representantes.

_PENSAMIENTO

¿Existe el McMundo? Richard H. Pells, historiador de la Universidad de Harvard, en el año 2002 se planteó la siguiente cuestión: ¿existe el McMundo? Se trata, sin duda, de un planteamiento con plena vigencia en el 2017, es más, se trata de una cuestión que a primera vista tendría una respuesta obvia: sí existe el McMundo, en tanto que la influencia de la cultura norteamericana en todo el globo es más que palpable. No obstante, el texto de Pells nos ofrece la posibilidad de reflexionar respecto a que la influencia de la cultura de masas estadounidense es también, desde sus orígenes, la suma de lo que en los Estados Unidos se ha asimilado de otras culturas y posteriormente se ha exportado como un producto transformado. Pensar en el McMundo desde una perspectiva exclusivamente ideológica y economicista resulta, por decirlo menos, insuficiente. Gracias a la reflexión de Pells obtenemos elementos de análisis adicional que nos permiten pensar en el fenómeno señalado con elementos de juicio más amplios y que son perfectamente aplicables a nuestra realidad.

Pells, Richard H. (2002). ¿Existe el McMundo? Istor, año III, núm. 11. pp. 83-93.

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RICHARD H. PELLS

¿EXISTE EL McMUNDO? partir del 11 de septiembre del 2001 tanto los columnistas de periódicos y revistas como los analistas que aparecen en televisión han afirmado que el generalizado sentimiento de rechazo hacia los Estados Unidos no es sólo producto de su poderío económico ni de la política exterior unilateral del gobierno de Bush. La aversión, señalan, proviene también de su “imperialismo cultural”. Se ha dicho mucho acerca de la manera en que la cultura de masas estadounidense suscita animadversión y, a veces, reacciones violentas, no sólo en Oriente Medio sino en todo el mundo.

Sin embargo, el malestar que causa la dominación cultural estadounidense no es reciente. El escritor británico William Stead publicó el libro The Americanization of the World en 1901, un fatídico título que resumía la serie de preocupaciones que persiste hasta nuestros días: el miedo a la desaparición de idiomas y tradiciones nacionales, el temor al ocaso del carácter único de la identidad de cada país bajo el peso de las costumbres y las formas de pensar propias de los Estados Unidos. A últimas fechas, la globalización se ha convertido en el principal enemigo para los académicos, periodistas y activistas políticos que abominan lo que, a sus ojos, revela una tendencia hacia la uniformidad cultural. Además, suelen considerar a la cultura internacional y a la cultura estadounidense como sinónimos, e insisten en aseverar que Hollywood, McDonald’s y Disneyland anulan las peculiaridades regionales y locales al difundir imágenes y mensajes subliminales tan seductores que son capaces de acallar otras voces en otras tierras.

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A pesar de dichas acusaciones, en los últimos cien años la relación cultural entre los Estados Unidos y el resto del mundo no ha sido desigual. Por el contrario, los Estados Unidos se han alimentado y siguen alimentándose de influencias extranjeras intelectuales y artísticas tanto como ha definido el concepto del entretenimiento y de las preferencias alrededor del mundo. No se trata de un argumento que muchos extranjeros (e incluso estadounidenses) acepten sin reparos. Los clichés acerca de la “hegemonía” cultural de los Estados Unidos evitan que la mayoría de las personas reconozca el hecho de que difícilmente la cultura internacional moderna podría describirse como una entidad monolítica que los medios de comunicación masiva estadounidenses le han enjaretado al mundo. Tampoco es fácil para los que critican a Microsoft o a AOL Time Warner aceptar que la idea de una cultura integral y categóricamente estadounidense, capaz de envolver al planeta e implantar sus valores en las mentes extranjeras, no es más que un mito.

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De hecho, los Estados Unidos, como país de inmigrantes desde el siglo XIX hasta el siglo XXI y como refugio de académicos y artistas en busca de asilo durante las décadas de 1930 y 1940, han sido tanto importadores como exportadores de cultura internacional. En efecto, la influencia de los inmigrantes y de los afroamericanos explica por qué la cultura estadounidense ha gozado de tanta popularidad durante tanto tiempo en tantos lugares. Esta cultura se ha extendido por todo el mundo gracias a la incorporación de estilos e ideas provenientes del extranjero. Lo que los estadounidenses han conseguido con mayor éxito que sus rivales en otras latitudes es modificar la envoltura de los productos culturales que reciben del exterior para después volver a transmitirlos al resto del planeta. En realidad, los estadounidenses se han especializado en revender a otros pueblos sus propias ilusiones, temores y folclor. Esa es la razón que explica por qué se ha llegado a identificar, de manera simplista, a la cultura de masas, en la escala mundial, con los Estados Unidos. Después de todo, los estadounidenses no inventaron la comida rápida ni los parques de diversiones ni el cine. Antes de la Big Mac hubo

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pescado frito con papas, y el antecedente de Disneyland son los Jardines de Tívoli en Copenhague (fueron el prototipo que tomara Walt Disney para construir su primer parque temático en Anaheim, un modelo que se volvería a exportar a Tokio y a París). Tampoco es razonable explicar los orígenes de la noción internacional de entretenimiento sólo a partir de P. T. Barnum o de Buffalo Bill. Las raíces de la nueva cultura internacional también se encuentran en la irrupción del modernismo europeo durante los primeros años del siglo XX en la literatura, la música, la pintura y la arquitectura del siglo XIX, pero sobre todo en la forma en que el modernismo se negó a respetar las tradicionales fronteras entre la cultura elitista y la cultura popular. El sello distintivo de la cultura decimonónica, tanto en Europa como en Asia, fue el afán de conservar la pureza de la literatura, de la música clásica y de la pintura figurativa, y de defenderla de cualquier invasión de folclor y diversión popular. Nadie confundía a Tolstoi con las novelas de diez centavos, la ópera con los espectáculos del Lejano Oeste ni el Louvre con Coney Island. Se suponía que la cultura elitista debía ser educativa y contemplativa, además de elevar el espíritu; es decir, debía preservar lo mejor de la civilización humana.

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Este tipo de creencias no impedía que Dickens se regodeara con el género del melodrama ni implicaba el desdén de Brahms hacia las canciones populares. Los autores y los pintores chinos o japoneses tampoco rechazaron la idea de recurrir a la tradición oral y al folclor. Sin embargo, prevaleció el ánimo de mantener las fronteras decimonónicas entre la cultura elitista y la cultura popular, aun cuando las líneas divisorias no permanecieran intactas. Los artistas de principios del siglo XX echaron por tierra aquello que percibían como demarcaciones artificiales entre diversas manifestaciones culturales. Asimismo, al privilegiar el estilo y el oficio por encima de la filosofía, la religión y la ideología desafiaron la noción de cultura como un medio para mejorar la intelectualidad o la moral. Las novelas subrayaron el uso del lenguaje, la pintura acentuó la óptica, la arquitectura resaltó los materiales y la funcionalidad, la música destacó la estructura y no la melodía, todo ello de manera deliberada. Su objetivo era cimbrar al público y lo consiguieron. La pintura y la literatura modernas, con su marcado acento en los desnudos distorsionados, en la franca expresión sexual y en la reflexión acerca de la violencia, fueron tachadas de degradantes y obscenas, y se les condenó por apelar a los más bajos instintos de la humanidad. Poco después, los críticos usarían el mismo tono para denunciar la vulgaridad de la cultura popular. Aunque el modernismo arremetió contra los convencionalismos de las culturas elitistas europea y asiática del siglo XIX, sin proponérselo aceleró el crecimiento de la cultura de masas en los Estados Unidos. De hecho, los estadounidenses ya se mostraban receptivos a la dilución de las fronteras culturales: en el siglo XIX era común que las orquestas sinfónicas estadounidenses incluyeran música de banda en sus programas, al mismo tiempo que se pedía a los cantantes de

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ópera que interpretaran a Mozart y a Stephen Foster por igual. Así, para los estadounidenses del siglo XX, el surrealismo y sus asociaciones oníricas se prestaron fácilmente al juego de palabras y al simbolismo psicológico de la publicidad, a los dibujos animados y a los parques temáticos. El movimiento dadaísta ridiculizó el esnobismo de las instituciones culturales de las élites y a cambio fortaleció el ya evidente apetito (sobre todo entre los inmigrantes en los Estados Unidos) del vodevil, de las carpas de cinco centavos y de otros espectáculos de poca categoría. Los experimentos de Stravinski con música átona (y por ende nada convencional, carente de melodía) legitimaron las innovaciones rítmicas del jazz estadounidense. Ernest Hemingway y otros escritores, detractores de los adornos retóricos característicos de la prosa del siglo XIX, crearon un lenguaje seco y directo, diseñado para reproducir los rasgos más elementales de cada experiencia personal de la manera más auténtica posible. Ese lacónico estilo llegaría a convertirse posteriormente en el modelo a seguir para el periodismo, para las historias de detectives y para los diálogos cinematográficos. Todas estas tendencias constituyeron los cimientos de una cultura totalmente nueva, una cultura que resultó no ser modernista ni europea. Por el contrario, los Estados Unidos transformaron una cultura todavía provinciana, dirigida en gran medida a los jóvenes y a los rebeldes de la sociedad occidental, y la convirtieron en un fenómeno de alcance mundial. La propensión estadounidense a tomar prestadas las ideas del modernismo y transformarlas en una cultura internacional resulta más que evidente en las aplicaciones comerciales de la arquitectura moderna. El Bauhaus europeo, originalmente pensado como un experimento socialista en el diseño de viviendas para la clase obrera en la

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década de 1920, con el tiempo desarrolló las teorías y las técnicas de construcción de rascacielos y casas de verano en los Estados Unidos. No obstante, las mismas ideas arquitectónicas regresaron a Europa después de la segunda guerra mundial convertidas en el modelo para la reconstrucción de ciudades devastadas por los bombardeos, como ocurrió con Róterdam, Colonia y Fráncfort. Así, los Estados Unidos tomaron la otrora localizada y característica rebelión de los arquitectos holandeses y alemanes para convertirla en un “estilo internacional” de tipo genérico.

En todo caso, la relación recíproca entre los Estados Unidos y el resto del mundo se advierte mejor en el ámbito de la cultura popular. Hay muchas razones detrás del ascenso de la cultura de masas originada en los Estados Unidos. Sin duda, la capacidad que tienen los emporios de las comunicaciones de este país para controlar la producción y la distribución de sus productos ha sido un estímulo de gran relevancia para la expansión internacional del concepto estadounidense del entretenimiento. Sin embargo, el poder del capitalismo estadounidense no constituye la única ni la más importante explicación de la popularidad internacional de las películas y los programas de televisión que aquí se producen.

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La efectividad del inglés como idioma para la comunicación masiva ha sido fundamental para la aceptación de la cultura estadounidense. A diferencia de idiomas como el alemán, el ruso o el chino, la estructura y la gramática simple del inglés, junto con su tendencia al uso de oraciones más cortas y concisas, son una ventaja para los compositores de canciones, slogans, caricaturas, encabezados periodísticos, así como de diálogos cinematográficos y televisivos. El inglés es un idioma extraordinariamente apto para satisfacer las demandas de difusión de la cultura de masas estadounidense. Otro factor a considerar es el tamaño del público estadounidense. La existencia de un gran mercado interno ha permitido que tanto los directores y productores de cine como los ejecutivos de la industria de la televisión en los Estados Unidos recuperen la mayor parte de los costos de producción e incluso obtengan utilidades dentro de sus propias fronteras. Esta especie de amortiguador económico les permite además gastar grandes sumas en celebridades, escenarios, efectos especiales, locaciones y mercadotecnia, es decir, en todos los ingredientes que también conquistan al público internacional. A pesar de todas estas ventajas, quizá la cultura de masas estadounidense no sea del todo estadounidense. Debido al flujo de inmigrantes y refugiados, el público de ese país no sólo es numeroso, sino internacional y complejo. El carácter heterogéneo de la población estadounidense (con su diversidad regional, étnica, religiosa y racial) ha obligado a los medios de comunicación masiva a experimentar con mensajes, imágenes y guiones de amplio contenido multicultural desde principios del siglo XX. Los estudios de Hollywood, las revistas de circulación masiva y las redes televisivas han tenido que aprender a dirigirse a una gran

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variedad de grupos y de clases sociales dentro del país, de tal manera que han desarrollado las técnicas para atraer a un público igualmente diverso en el exterior. En pocas palabras, el mercado interno estadounidense ha servido como laboratorio para crear productos culturales adaptables al mercado internacional. La mezcla de estilos culturales constituye una de las formas más importantes en que los medios de comunicación masiva estadounidenses han conseguido trascender las divisiones sociales internas, las fronteras geográficas y las barreras del idioma. Los músicos y los artistas estadounidenses han seguido el ejemplo de modernistas como Picasso y Braque al recurrir a elementos de la cultura elitista y de la cultura popular, y al combinar lo sagrado con lo profano. Los publicistas han adaptado las técnicas del surrealismo y del expresionismo abstracto para dar a sus productos un carácter más enigmático. Compositores como Aaron Copland, George Gershwin y Leonard Bernstein incorporaron melodías folc, himnos religiosos, blues, canciones gospel y jazz a sus sinfonías, conciertos, óperas y música para ballet. De hecho, una de las manifestaciones artísticas estadounidenses por antonomasia, el jazz, evolucionó a lo largo del siglo XX hasta convertirse en una amalgama de ritmos africanos, caribeños, latinoamericanos y europeos modernistas. La combinación de múltiples expresiones en la cultura de masas estadounidense ha contribuido a su atractivo entre el público multiétnico dentro y fuera del país al encerrar los gustos y las experiencias más diversas. En ningún ámbito se manifiesta de manera más clara la influencia extranjera que en la industria estadounidense del cine. Para bien o para mal, en el siglo XX Hollywood se convirtió en la capital cultural del mundo moderno, pero nunca ha sido

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una capital exclusivamente estadounidense. Al igual que otros centros culturales en la historia (Florencia, París, Viena), Hollywood ha desempeñado el papel de comunidad internacional, creada por empresarios inmigrantes y formada gracias al talento de actores, directores, guionistas, cineastas, editores, escenógrafos y diseñadores de vestuario de todo el mundo. Después de todo, la primera estrella del cine estadounidense fue Charlie Chaplin, un actor que había refinado sus habilidades como comediante en los teatros de variedades británicos.

Warhol, Andy. (1962). Tres botellas de Coca Cola

Además, durante gran parte del siglo XX la imagen que los propios cineastas tenían de sí mismos era la de acólitos, aprendices de las grandes obras de los directores extranjeros. No fue antes de la década de 1920 que los directores estadounidenses obtuvieron un lugar en el panteón europeo que albergaba a Serguei

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Eisenstein, F. M. Murnau, G. W. Pabst, Fritz Lang y Carl Dreyer. Los años de la posguerra, desde la década de 1940 hasta la primera parte de la década de 1960, vieron el renacimiento de la era dorada del cine producido en Gran Bretaña, Suecia, Francia, Italia, Japón y la India. Se aclamó a toda una generación de extraordinarios directores extranjeros, reconocidos como los mejores realizadores de cine de autor en el mundo: Ingmar Bergman, Federico Fellini, Michelangelo Antonioni, François Truffaut, Jean-Luc Godard, Akira Kurosawa y Satyajit Ray. Sin embargo, una de las paradojas del cine europeo y del cine asiático es que su mayor éxito consistió en propagar las semillas de las posteriores imitaciones estadounidenses. Tras el estreno de Bonnie y Clyde en 1967 (que originalmente sería dirigida por Truffaut o Godard), los nuevos genios fueron estadounidenses: Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Robert Altman, Steven Spielberg y Woody Allen. Tal vez debieran mucho de su método, basado en la improvisación, y de sus preocupaciones autobiográficas, al neorrealismo italiano y a la nueva ola francesa. Pero, ¿quién necesitaba ver otra La Dolce Vita, en cualquier país del mundo, si podía disfrutar de Nashville? ¿Para qué tratar de entender Jules y Jim o L’Avventura cuando ahí estaban Annie Hall y El Padrino? ¿Acaso no podía pensarse en la posibilidad de que Los siete samuráis no tuviera la fuerza o la intensidad fílmica de La pandilla salvaje? La influencia de los cineastas extranjeros fue tan poderosa que les resultó contraproducente. Ellos contribuyeron a revolucionar el cine estadounidense, tanto que después de las décadas de 1960 y 1970 prácticamente ninguna industria cinematográfica fue capaz de equipararse con la

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popularidad de las películas producidas en los Estados Unidos. En todo caso, hay que recordar una vez más que los filmes estadounidenses nunca han sido del todo estadounidenses. Para citar otro ejemplo, los directores de este país siempre han emulado a los artistas y a los cineastas extranjeros al prestar gran atención al estilo y a las cualidades formales de sus películas, así como a la necesidad de narrar una historia de manera visual. Los pintores de principios del siglo XX deseaban que el espectador reconociera líneas y colores en el lienzo y no reproducciones del mundo natural. Igualmente, muchas cintas estadounidenses se han propuesto recordarle al público que está viendo una película y no una obra de teatro ni una fotografía de la realidad, como se ve en el abanico que va desde los múltiples narradores en El ciudadano Kane, pasando por el retrato de la manera en que dos amantes imaginan su relación simultáneamente por medio de una pantalla dividida en Annie Hall y los flash-backs y los flash-forwards en Pulp Fiction, hasta las rosas que florecen en el vientre de la chica ideal y dueña de las fantasías de Kevin Spacey en Belleza americana. Los productores y directores estadounidenses, no sólo en el cine sino también en MTV, se han mostrado dispuestos a recurrir a las más depuradas técnicas de edición y filmación, en gran medida inspirados en los directores europeos, con el fin de crear un collage modernista de imágenes que encierre el carácter vertiginoso y seductor de la vida en el mundo de hoy. La adicción hollywoodense a la pirotecnia visual modernista es particularmente evidente en el estilo no verbal que despliegan la mayoría de los artistas contemporáneos. La tendencia a hablar entre dientes no siempre estuvo en boga; durante las décadas de 1930 y 1940 el sonido y el significado de las palabras no sólo desempeñaba

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un papel importante en el cine, sino también en los discos y en la radio. Aunque algunas estrellas locales como John Wayne y Gary Cooper se hicieron célebres por su estilo lacónico, por lo menos el público podía escuchar y entender sus diálogos. Pero el papel central del lenguaje en las películas filmadas en la década de 1930 hizo que Hollywood dependiera con bastante frecuencia de actores británicos (como Cary Grant) o bien de estadounidenses que tuvieran un ligero acento británico (como Katharine Hepburn y Bette Davis). Este es un gran indicador de la importancia que tuvo el talento extranjero (sobre todo británico) para Hollywood, en una época en que las más famosas bellezas sureñas de la ficción y el drama estadounidenses, Scarlett O’Hara y Blanche DuBois, llegaron al cine interpretadas por Vivien Leigh. La elocuencia verbal en los actores de los tiempos previos a la segunda guerra mundial, manifiesta tanto en el cine como en el teatro, desapareció después de 1945. Tras la revolucionaria actuación de Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo en la puesta en escena producida en 1947 y en la película realizada en 1951, la falta de elocuencia se convirtió en el modelo de la actuación en los Estados Unidos: una perturbadora y vacilante introspección ausente en los héroes y las heroínas que se distinguían por la

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labia y el ingenio, protagonistas de las comedias de enredos y de las películas de gangsters producidas en la década de 1930. Brando se formó como actor a partir del Método, la técnica creada por Stanislavski en el Teatro de Arte de Moscú antes de la Revolución rusa y llevada a Nueva York por miembros del Group Theater también en la década de 1930. Mientras que a los actores británicos, estudiantes de Shakespeare, se les enseñaba a subordinar su propia personalidad a las exigencias del papel que debían interpretar tal como estaba escrito, el Método exhortaba a los actores a improvisar, a evocar recuerdos de su infancia y a explorar sus sentimientos, aun a costa de las intenciones originales del dramaturgo o del guionista. En alguna ocasión Norman Mailer comentó que los silencios y las miradas a lontananza de Brando parecían sugerir que el actor estaba buscando una línea mejor que aquella que originalmente escribió el guionista. De hecho, el estilo de Brando (y el de sus seguidores e imitadores, desde James Dean hasta Robert De Niro, pasando por Warren Beatty) desataría una rebelión contra la escuela británica de actuación y su veneración por el guión y la palabra escrita y hablada. De esta manera, después de la segunda guerra mundial la fuerza emocional de los actores estadounidenses nació de aquello que no se decía,

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de aquello que ni siquiera podía expresarse con palabras. El trabajo de los actores del Método, en el que se echa mano de los gestos e incluso del silencio para interpretar determinado papel, ha resultado más que adecuado para un estilo cinematográfico que pone tanto énfasis en lo inexpresable. De hecho, la influencia del Método, tanto en los Estados Unidos como en otros países (se encuentra en los estilos actorales de Jean-Paul Belmondo y Marcello Mastroianni), es un clásico ejemplo de la forma en que una idea extranjera, inicialmente concebida para el teatro, fue adaptada al cine estadounidense durante la posguerra y después transmitida al resto del mundo como paradigma del comportamiento dentro y fuera de la pantalla. Más importante aún, la indiferencia del Método hacia el lenguaje permitió que el público internacional, incluso aquel que no tenía conocimientos profundos del inglés, comprendiera y apreciara el contenido de las películas estadounidenses. Por último, la cultura estadounidense no sólo ha imitado la vistosidad de los modernistas, sino también el énfasis en la expresión personal y la tendencia a mostrar una actitud apolítica y carente de ideología. El factor que mejor explica la popularidad internacional de la industria estadounidense del entretenimiento es su renuencia a apabullar al público con mensajes sociales. Las películas estadounidenses han observado la tradición de enfocarse en las relaciones humanas y en los sentimientos personales, no en los problemas característicos de determinadas épocas o determinados lugares. Se trata de filmes que relatan historias de romances, intrigas, éxitos, fracasos, conflictos morales y de supervivencia. Las cintas más memorables de la década de 1930 (con excepción de Las viñas de la ira), lejos de ser películas de conciencia social que abordan temas

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como la pobreza y el desempleo, son comedias y musicales acerca de enamorados que forman parejas disparejas. En el mismo tenor, las mejores películas sobre la segunda guerra mundial (como Casablanca) o sobre la guerra de Vietnam (como El cazador) permanecen en la memoria mucho después del final de los conflictos porque exploran las emociones más íntimas de los personajes y no hacen demasiado hincapié en los acontecimientos que se convierten en noticias de primera plana. Todos los seres humanos pueden identificarse con la intensidad de estos dilemas personales. Los europeos, los asiáticos y los latinoamericanos no acudieron en masa a ver Titanic (como alguna vez sucediera con Lo que el viento se llevó) porque la película sea una celebración de los valores estadounidenses, sino porque todas las personas que habitan el planeta pueden ver parte de su vida reflejada en esta historia de amor y de pérdida. En más de una ocasión la cultura de masas estadounidense ha sido ordinaria e impertinente, tal como lo han señalado con pesar sus críticos, entre los que se encuentran académicos también estadounidenses, como Benjamin Barber, y directores alemanes como Wim Wenders. Según ellos, la cultura estadounidense está “colonizando” el subconsciente de toda la población y la reduce a simples habitantes de un “McMundo”. No obstante, la cultura estadounidense nunca ha resultado del todo ajena a los extranjeros. Y, en el mejor de los casos, ha transformado la herencia de otros pueblos en una cultura accesible para todas las personas, independientemente de dónde se encuentren en el globo. Una cultura que millones de seres humanos alrededor del mundo encuentran irresistible desde la perspectiva emocional y, a veces, artística.

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Así que es importante reconocer cuán familiar resulta gran parte de nuestra cultura para quienes viven en otros países, a pesar de la actual hostilidad hacia las políticas y los valores estadounidenses en Europa y en Latinoamérica, en Oriente Medio y en Asia. En todo caso, nuestras películas, programas de televisión y parques

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temáticos han sido menos “imperialistas” que cosmopolitas. A fin de cuentas, la cultura de masas estadounidense no ha transformado al mundo en una réplica de nuestro país. Por el contrario, la dependencia de los Estados Unidos respecto de las culturas extranjeras nos ha convertido en una réplica del mundo.

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Significado: Fides, en la mitología romana es la diosa de la confianza y se le asoció también con la lealtad y la fe. Contenido: Publicaciones que abordan las más diversas manifestaciones de la espiritualidad humana, las reflexiones críticas sobre los fundamentos de las grandes religiones del mundo, sus retos y problemáticas actuales.

ESPIRITUALIDAD

La religión como institución en los Estados Unidos Joseph H. Fichter (1908-1994), destacado sociólogo norteamericano, analizó las características sociológicas de la religión en los Estados Unidos. El texto de Fichter que a continuación compartimos, fue escrito a mediados de los años cincuenta, y aunque se trata de un ensayo sobre una sociedad norteamericana muy distinta a la actual, nos permite recuperar aspectos generales del papel de la religión en los Estados Unidos. Fichter parte de recordarnos que la propia Declaración de Derechos no define una religión oficial y por tanto existe una efectiva separación entre la fe y los asuntos públicos; lo cual favoreció, además, que distintas comunidades religiosas pudieran desarrollarse a lo largo de los últimos dos siglos. De suma importancia resulta la afirmación de Fichter respecto a que la relación de los norteamericanos con la religión precede a su relación con la Economía, de ahí que defina a la sociedad estadounidense como materialista y secular, en la cual el hombre de negocios triunfante, que ha alcanzado el éxito es equiparable a un santo.

Fichter, Joseph H. (1956). La religión como institución en los Estados Unidos, Revista de estudios políticos, núm. 86-87. pp. 101-108.

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JOSEPH H. FICHTER

LA RELIGIÓN COMO INSTITUCIÓN EN LOS ESTADOS UNIDOS l interés del sociólogo por la Religión proviene de dos hechos esenciales: primero, la religión es uno de los componentes que integran todas las culturas conocidas; y, segundo, porque en ella están contenidos muchos objetivos y funciones sociales que posean importancia fundamental para un análisis científico de la sociedad. A medida que la investigación científica avanza y se conocen sus conclusiones, se hace más y más evidente a los cultivadores de las Ciencias sociales que el estudio de la religión como institución social resulta básico para comprender un complejo cultural.

Esto no quiere decir, per ejemplo, que la Religión sea la institución más importante de la cultura norteamericana. Poca observación se necesita para darse cuenta de que en los Estados Unidos lo fundamental es la economía, como la Religión lo fue en la India y la institución de la familia lo era en la China de la preguerra. Pero en todos estos países, como en toda sociedad conocida por la Historia y la investigación, constituyen necesariamente las religiones una de las instituciones principales. En este sentido, institución religiosa no quiere decir iglesia y santuario, clero y jerarquía. La institución religiosa es un complejo de todas las formas de pensamiento y de conducta que se desarrollan en torno a la relación del hombre con lo sobrenatural. Dichas formas incluyen creencias, afirmaciones y valores; tipos de conducta moral, juzgados de acuerdo con las prescripciones de la ley divina; cultos que se ritualizan en las diferentes liturgias; e incluyen, finalmente, la estructura de las relaciones sociales a través de la que persiguen las personas sus objetivos espirituales.

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La Religión es, por tanto, esencialmente social, y no sólo porque son personas que viven agrupadas las que la practican, sino también porque la Religión impulsa determinados objetivos y funciones sociales. Este último aspecto es probable que sea la más sorprendente característica de la Religión en Norteamérica. Dicho en otros términos: el concepto tradicional de religión como una institución orientada hacia Dios, ha sido complementado en los Estados Unidos con el concepto de religión como institución orientado también hacia el hombre. No es esto tan nuevo o tan ingenuo como pueda parecer. Quizá los norteamericanos han sido sencillamente realistas en la apreciación del hecho de que la Religión ha sido con frecuencia interpretada en la Historia como servicio a personas y grupos. Se reconoce profunda y ampliamente en nuestra cultura el valor de la Religión como medio para elevar la moralidad pública y para preservar la estabilidad y la paz, fomentando la tolerancia, amistad y mejores relaciones entre los hombres. Estos son «beneficios» para la sociedad, que no

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tienen necesariamente carácter conservador o negativo. Es un hecho que la práctica de la Religión resulta ventajosa para la persona, en el sentido de que el status social se fortifica en muchas comunidades por el hecho de pertenecer a una iglesia; se espera siempre que las personas honorables estén afiliadas a una Iglesia, y los consuelos de la Religión se invocan frecuentemente en épocas de desgracia personal, de enfermedad y desengaño, en los tiempos duros. En el transcurso de su relativamente corta historia, la sociedad norteamericana ha desarrollado las siguientes formas institucionalizadas en relación con las actividades religiosas del pueblo. a) A pesar de que la influencia religiosa en los Estados Unidos es predominantemente anglosajona y protestante, no hay una Iglesia

oficial. Esto significa que no existe un grupo religioso organizado que reciba preferencia o status exclusivo por parte de la organización política. Esta «separación» teórica entre las dos formas de organización social fue establecida como principio básico en la primera cláusula de la «Declaración de Derechos», principio que debe ser entendido más como un desarrollo histórico y social que de ideologías legales y políticas. En los orígenes del Gobierno de los Estados Unidos existían ya en las colonias norteamericanas una serie de grupos religiosos como eran los católicos, judíos y numerosas sectas protestantes. De estos grupos ninguno poseía miembros suficientes, prestigio o poder para proclamarse como religión predominante. La mayor parte de ellos había tenido ya alguna experiencia de persecución religiosa en Europa, y no querían someterse a restricciones impuestas por otra religión, ni

Grabado de la Catedral Nacional en Washington D.C.

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imponerlas. Se llegó así a una solución que por muchos fue considerada más como un compromiso práctico que como la solución ideal. b) En el curso de la Historia y de manera particular en los últimos cincuenta años, se ha desarrollado un fuerte sentido de libertad y tolerancia religiosas. Las ventajas económicas animaron y atrajeron un gran número de emigrantes, sin que fuese tenida en cuenta su filiación religiosa. El concepto de libertad fue constantemente reiterado, aunque existieron a veces conflictos ocasionados por la intolerancia entre grupos étnicos y religiosos. Miembros de todas las religiones llegaron a los Estados Unidos; parte de las Iglesias se dividieron, y la consecuencia ha sido que aun en la actualidad ninguna Iglesia puede atribuirse la mayoría o el cuasi monopolio de los adeptos a la religión. Así ha penetrado poderosamente en la opinión pública la idea de que no sólo es posible sino necesario promover la libertad religiosa. Es dudoso que jerarquía y fieles de cada Iglesia, aunque ésta fuese mayoritaria, desearan cambiar este estado de cosas. La tolerancia en materia de religión constituye un valor social y un ideal práctico profundamente arraigado en la cultura norteamericana, y sólo una reforma radical del modo de vida norteamericano podría disminuirla y suprimirla. El estado de competición y el valor social del «juego limpio», muy extendidos ambos en los Estados Unidos, favorecen más la libertad de conciencia que la conformidad a un standard. Es preciso tener el cuidado de no idealizar esta delicada situación. Existen, como es natural, muchas personas con prejuicios en cada grupo religioso; otras, antagonistas de toda religión que no sea la suya. Pero la forma cultural y la estructura social de la sociedad norteamericana son tales que dificultan la discriminación, es decir,

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las expresiones exteriores de animosidad y prejuicio. Han sido establecidas deliberadamente algunas grandes organizaciones con la finalidad de combatir la estrechez de puntos de vista en materia religiosa manifestados en las diferentes áreas de las relaciones humanas, organizaciones que han visto aumentado su éxito a medida que encontraban nuevas técnicas para favorecer la paz entre las religiones diversas. c) Como se ha indicado, la diversidad de grupos religiosos constituye un hecho social aceptado en los Estados Unidos. Esto supone una cierta competición en el apostolado y consecución de conversiones, pero no quiere decir que la proliferación de las Iglesias sea siempre el resultado de grandes diferencias teológicas. Las diferencias doctrinales son entendidas de modo bastante claro por el núcleo de los miembros de las iglesias, aunque las causas sociales de separación parecen haber sido más efectivas y duraderas. La distinción no es tan sólo la que existe entre cristiano y judío, protestante y católico. El fundamente de la distinción es a veces también filosófico, como en la división de los judíos en ortodoxos y reformados, de los protestantes en liberales y tradicionales; aun entre los católicos — aunque la Iglesia siga unida— existen grandes diferencias entre conservadores y progresistas. Pueden encontrarse vestigios de diferencias étnicas y religiosas, como las que existen entre luteranos alemanes y suecos. El regionalismo dividió las Iglesias, y así existían grupos del Norte y del Sur entre los metodistas, baptistas, presbiterianos y otros. Existen divisiones paralelas a las líneas raciales, y hay así iglesias protestantes cuyos miembros son negros exclusivamente, y dentro de la Iglesia católica existían parroquias aparte para los negros. También se producen distinciones de «clases»; por ejemplo, la Iglesia episcopaliana se considera la de las clases altas,

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mientras que las de las clases bajas acuden a las llamadas Iglesias «Holiness». De un confín al otro de los Estados Unidos existen aproximadamente 256 organizaciones religiosas diferentes. Alrededor de 200 son grupos muy reducidos, que comprenden sólo el 3 por 100 de la totalidad de los fieles de las Iglesias. Por tanto, una quinta parte de las mismas poseen el 97 por 100 de los fieles. Como corporación unida la Iglesia católica es la mayor de todas, pues tiene aproximadamente treinta millones de miembros, pero existen también doce grandes Iglesias protestantes con un millón de miembros cada una.

Si se considera aceptable la hipótesis de que las diferencias teológicas son históricamente menos importantes para la división de las Iglesias que los factores políticos, económicos, nacionales y culturales, se pueden entender los cambios que se están operando en la actualidad en la religión como institución en Norteamérica. Se observa un giro hacia la consolidación de las Iglesias. La influencia del emigrante no es ya poderosa, las diferencias entre las sectas se van debilitando, la segregación racial está siendo suprimida con rapidez, y el desarrollo de una clase media numerosa ha disminuido la distinción económica de clases. Las llamadas «Community Churches»

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están abiertas para todos; la Iglesia metodista del Norte y la del Sur se han unido; el Consejo federal de Iglesias intenta llevar a todas las Iglesias protestantes al seno de una unidad flexible. d) Con una tal diversidad de religiones, es obvio que exista asimismo una variedad de estructuras de organización. Unas ochenta Iglesias poseen «forma episcopal», en el sentido de que se hallan más o menos controladas por un clero y una jerarquía. Alrededor de cincuenta de nuestras Iglesias actúan bajo «forma presbiteriana», en la cual las congregaciones individuales se encuentran federadas en una especie de sínodo. Aproximadamente un centenar de Iglesias tienen estructura «congregacional», es decir, el voto de los fieles ejerce, control efectivo sobre la administración. Las restantes organizaciones religiosas son —más que Iglesias organizadas, en sentido estricto— «movimientos». Aunque existe gran movilidad entre los norteamericanos y se producen muchos «cambios» entre los miembros de las diferentes Iglesias, se puede afirmar que una persona tiende a pertenecer a la misma Iglesia a la que pertenece su familia, o a una en su localidad. Sin embargo, en el plano teórico puede decirse que la persona que seriamente busca solución al problema religioso encuentra en alguna parte de los Estados Unidos una Iglesia que satisface sus aspiraciones y gustos. Claro es que esto constituye un punto de vista subjetivo, como si la religión debiera ajustarse al individuo más que el individuo a la religión. Muchos norteamericanos adoptan la peculiar actitud de que la religión no es «verdadera» a no ser que alcance los standards personales y satisfaga las necesidades de cada cual. En la medida de esta actitud —y completamente aparte del problema de si es verdad o falsa— la religión como institución tiende a conformarse a la cultura norteamericana.

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e) Muchos observadores consideran la cultura de los Estados Unidos como materialista y secular. Esto es lo que se debe esperar de una sociedad en la cual la institución más importante es la Economía. Sin embargo, la opinión de que la religión está perdiendo su importancia, o de que los norteamericanos se están volviendo indiferentes o aun antirreligiosos, no puede ser sostenida con seriedad. Es cierto que aproximadamente el 42 por 100 de nuestro pueblo carece de filiación religiosa, pero muchas entre estas personas son «imperfectamente indiferentes», en el sentido de que son simpatizantes que se mantienen al margen, más que adeptos o adversarios de la religión. Es discutible la afirmación de que Norteamérica se está volviendo secular. El interés religioso en nuestro país fluctúa con la paz y la guerra, la prosperidad y la depresión, y no resulta por ello fácil determinar las variaciones. Constituye, sin embargo, un hecho que el porcentaje de los miembros de las Iglesias se va incrementando; en 1920 tan sólo el 45 por 100, aproximadamente, de nuestra población estaba afiliado formalmente a una Iglesia; en 1950 esta proporción había crecido hasta casi el 58 por 100. Parte de este crecimiento es el resultado de una mejor propaganda, y quizá de la «competencia comercial» en la pugna por conseguir el apoyo de las masas. La asistencia a los servicios religiosos y de modo particular la participación popular en los mismos parece que va en aumento. Dos características típicamente norteamericanas, el optimismo y la conciencia social, constituyen factores descollantes en nuestra religión. La heredada y pesimista teología de la innata debilidad del hombre ha sido en la actualidad reemplazada por una actitud más cristiana, de esperanza alegre y llena de energía. Este cambio requiere un detenido estudio e investigación, pero

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es probable que represente una muestra más de la influencia que el medio cultural ejerce sobre una institución particular. El segundo cambio representó el desplazamiento de la importancia desde la concentración metafísica en un Dios trascendental hacia una orientación aplicada de la ética social.

Charles Carroll, firmante de la Declaración de Independencia, fue miembro de la Iglesia católica de Maryland

f) Crudamente se dice algunas veces que «el Dios americano es el Dólar americano», en el sentido de que religión y economía se influyen mutuamente. No hay duda, en efecto, de que las Iglesias norteamericanas no reciben ayuda económica del Gobierno, y relativamente poca de los ricos. Esto supone que la Iglesia tiene que acudir al pueblo, que éste ha de realizar grandes sacrificios financieros, y que los ministros de la Religión tienen que consumir demasiado tiempo en la administración material y los asuntos comerciales. Las parroquias y congregaciones son empresas, y no hay por qué asombrarse si los superiores de las Iglesias se convierten en empresarios.

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Desde otro punto de vista, puede afirmarse que Capitalismo y Cristianismo han verificado una especie de «pacto para el trabajo» en los Estados Unidos. Esto significa que, tanto en las actividades religiosas como en los negocios se combinan el factor «negocio» y el factor «culto», «servicio». La gente tiende a considerar el éxito de la vida (y esto no es una actitud exclusivamente norteamericana) como un don especial de Dios. El hombre de negocios triunfante, que ha alcanzado el éxito mediante su habilidad y duro esfuerzo, ocupa una posición de reverencia que debería estar reservada a algún santo menor en una cultura orientada hacia la Religión. g) Debe ser considerada, finalmente, la peculiar relación entre Religión y política. Es desde luego obvio que el mismo ciudadano que desempaña un papel en el mundo familiar, económico y religioso lo ostenta también en la institución política general. La persona que acude a la Iglesia es también un votante, paga impuestos, y participa de una u otra forma, en agrupaciones políticas. Como la Religión no se identifica en los Estados

Unidos con ningún partido político, toda parroquia o congregación numerosa cuenta, por regla general, con miembros de los dos partidos políticos más importantes. Esto tiene como consecuencia que el ministro de la religión tiene cuidado casi siempre en no demostrar en público partidismo político. Se siente libre para criticar abusos políticos públicos siempre que tengan aspectos morales, pero rara vez denunciará a un político por su nombre o a un partido político en particular. Es habitual, por otra parte, alabar al Gobierno cuando es posible, y señalar cómo en cierta manera la democracia y el cristianismo son particularmente congruentes. El ministro de la Religión está, sin embargo, sujeto a muchas sutiles presiones de los políticos locales, que lo consideran como un ciudadano influyente, con «muchos seguidores». El político busca votos dondequiera que éstos se hallen. Estas observaciones acerca de la Religión como institución no son completas ni exhaustivas. Hay generalizaciones aplicables a la cultura global, pero están moderadas por ciertas corrientes que

«En Dios confiamos», es el lema nacional oficial de Estados Unidos

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la atraviesan. Por ejemplo, desde la guerra un creciente número de jóvenes entran en los monasterios en busca de una vida contemplativa; la venta de libros espirituales y religiosos ha crecido de una manera sorprendente; varias de las universidades principales están prestando una mayor atención a las secciones de Teología y alientan los estudios teológicos; los programas de radio y televisión incluyen temas religiosos; el optimismo ciego de los unilaterales partidarios de la evolución social deja sitio a una confianza en Dios más realista y equilibrada.

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Quizá todo esto constituye un indicio del proceso de maduración de la cultura norteamericana. Pero no quiere decir que una sociedad como la de los Estados Unidos, que está tan engranada con la industria, los negocios y el comercio, conceda a la Religión como institución un puesto de preeminencia sobre la institución económica. Ni quiere decir que el compromiso para la acción entre la institución política y la religiosa vaya a ser alterado. La uniformidad variable de la conducta social cambia en el curso de las generaciones, pero en la sociedad norteamericana se encuentran completamente definidas las orientaciones duraderas de una cultura institucionalizada.

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Significado: Sententia, palabra latina que alude a una afirmación breve que busca expresar una idea con validez universal, sobre algún aspecto relativo a la vida o el quehacer humano.

Contenido: Publicaciones que recuperan aforismos, sentencias, máximas, frases célebres, apotecmas, refranes y todo tipo de ideas y conceptos cuyo mensaje ofrece una reflexión crítica sobre los más diversos temas.

AFORISMOS

Estados Unidos, máximas

En las siguientes páginas ofrecemos a nuestros lectores una selección de reflexiones sobre los Estados Unidos y aspectos relacionados con su cultura, historia, política y religión. Se trata de conceptos extraídos de diversas obras de los siguientes autores: Juan O’Gorman, Octavio Paz, Ikram Antaki, José Ortega y Gasset, Hannah Arendt, Thomas Bender, Mauricio Tenorio, Jeffrey K. Tulis, José Antonio Aguilar y Peter Trubowitz.

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ESTADOS UNIDOS, MÁXIMAS La tierra de la oportunidad y el olvido Que los norteamericanos "no tienen historia", ni "pasado digno de contarse", ni pirámides, ni sacerdotes, ni ciudades coloniales ni una genealogía milenaria, son clichés que han estado con nosotros por mucho tiempo. Más interesante es constatar que esos lugares comunes fueron cultivados activamente por los norteamericanos mismos en un momento de su historia. Este olvido deliberado de la historia se debía a la creencia de que las reformas democráticas de una nueva nación eran antitéticas a la preservación de la cultura y la tradición. Estados Unidos fue durante un largo tiempo, y a los ojos de sus propios ciudadanos, la tierra de la oportunidad y el olvido. Y esta es una realidad, no un cliché .1 Juan O'Gorman

Democracia plutocrática y república imperial La contradicción de los Estados Unidos –La que les dio la vida y puede causar su muerte– se resume en una pareja de frases: al mismo tiempo son una democracia plutocrática y una república imperial.2 Octavio Paz

Histórica estabilidad política En los países fuertes y estables importa finalmente poco saber quién es el presidente. Desde 1867, siete presidentes han sido asesinados u obligados a renunciar antes del fin de su mandato en Estados Unidos. Fueron remplazados por personas que no habían sido designadas para esta función; estos traumatismos no modificaron la historia de Estados Unidos. La locomotora avanzaba estable, no podía descarrilarse. 3 Ikram Antaki

Conciencia de igualdad jurídica Eso que el nivel medio de la vida sea el de las antiguas minorías, es un hecho nuevo en Europa; pero era el hecho nativo, constitucional, de América. Piense el lector, para ver clara mi intención, en la conciencia de igualdad jurídica. Ese estado psicológico de sentirse amo y señor de sí e igual a cualquier otro individuo, que en Europa sólo los grupos sobresalientes lograban adquirir, es lo que desde el siglo XVIII, prácticamente desde siempre, acontecía en América.4 1

Aguilar, José. (2000). La batalla por la historia en México y Estados Unidos. Istor, año I, núm. 1. p. 62. Paz, Octavio. (1987). El espejo indiscreto [1978]. En FCE. México en la obra de Octavio Paz [vol. 3] (pp. 34-57). México: FCE. p. 31. 3 Antaki, Ikram. (2001). A la Vuelta del milenio. México: Joaquín Mortiz. p. 107. 4 Ortega y Gasset, José. (2005). La rebelión de las masas [1929]. México: Porrúa [Sepan cuantos, núm. 488]. p. 32. 2

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SENTENTIA

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José Ortega y Gasset

Orígenes democráticos La democracia nunca ha surgido espontáneamente. Los ingleses necesitaron más de un siglo para llegar a ella. Una y otra vez los franceses han tenido recaídas en regímenes personalistas. Los alemanes y los italianos comenzaron a ser demócratas después de la segunda guerra mundial. En España y en Portugal la democracia sólo hasta ahora comienza a afianzarse. En Japón sigue siendo muy imperfecta… El único país que comenzó su historia realmente democrática fueron los Estados Unidos. La razón es que los Estados Unidos no tuvieron un pasado feudal ni conocieron el absolutismo monárquico. Sus orígenes nacionales se confunden con los de la Edad Moderna: comenzaron con la Reforma y la Ilustración. En cambio, para el resto del mundo la conversión a la democracia ha consistido en un prolongado periodo de aprendizaje.5 Octavio Paz

Limitaciones a la inmigración europea Durante siglos este país (Estados Unidos) ha sido el sueño de las clases europeas más bajas y de los amantes de la libertad. Y al mismo tiempo una pesadilla para la burguesía rica, la aristocracia y un tipo determinado de intelectuales que veía en la igualdad más una amenaza a la cultura que una promesa de libertad. Las limitaciones a la inmigración posteriores a la Primera Guerra Mundial pusieron fin a las esperanzas de muchos miembros de las clases bajas de Europa de solucionar sus problemas emigrando a Norteamérica. Por primera vez Norteamérica se convirtió para ellos en un país burgués cuya riqueza era tan inalcanzable como la de su propia burguesía. 6 Hannah Arendt

Desnacionalización de la historia Cuando hablamos de transnacionalizar o internacionalizar la historia, queremos decir la historia de los tiempos modernos. La modernidad creó y mezcló las historiografías nacionalistas y los axiomas modernos (ciencia, racionalismo, humanismo, secularización…). Es esta la era cuya historia vemos necesitada urgentemente de una desnacionalización. Y no hay manera de reflexionar esta historia sin una doble reconsideración de la historia estadounidense. Por un lado, ver la historia de Estados Unidos con un sentido renovado de extranjería, de extrañamiento; por otro, apropiar esta visión nueva de la historia estadounidense para lograr un nuevo entendimiento global de los tiempos modernos. Por eso es que la desnacionalización de la historia parece estar especialmente dirigida hacia la historia estadounidense. El agudo contraste entre, por una parte, la imagen de Estados Unidos como el arquetipo de la modernidad y, por otra, su historiografía etnocéntrica y parroquial, si bien sofisticada, hace de la historia de Estados Unidos la meta principal de cualquier perspectiva transnacionalizadora o desnacionalizadora.7

5

Paz, Octavio. (2001). Postotalitarismo: conversación con Eugenio Umerenkov [1995]. En Grenier, Yvon. (comp.). Octavio Paz. Sueño en libertad. Escritos políticos (pp. 405-406). México: Seix Barral. Paz, Octavio. p. 407. 6 Arendt, Hannah. (1975). Tiempos presentes. Barcelona: Gedisa. p. 77. 7 Bender, Thomas y Tenorio, Mauricio. (2000). Historia de historias en Estados Unidos. Istor, año I, núm. 3. pp. 66-67.

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Thomas Bender / Mauricio Tenorio

Fusión entre moral y religión En todas las sociedades colindan la política y la moral pero, a la inversa de lo que ocurre en una democracia laica como la francesa, en los Estados Unidos es casi imposible separar la moral de la religión. En Francia la democracia nació de la crítica de las dos instituciones que representaban l’ancien régime: el Trono y el Altar. La consecuencia de la crítica de la religión fue la rigurosa separación entre la moral religiosa, dominio privado, y la moral política. En cambio, en los Estados Unidos la democracia es la hija directa de la Reforma, es decir, de una crítica religiosa de la religión. La fusión entre moral y religión es característica de la tradición protestante. En las sectas reformistas los ritos y los sacramentos ceden su sitio cardinal a la moral y al examen de la conciencia.8 Octavio Paz

Pueblo antiguo e ilustrado Tocqueville no veía a los norteamericanos como un pueblo joven ante el que los europeos o bien podrían esgrimir el orgullo del origen y la civilización o bien tendrían que sentirse en cierto modo inferiores en vitalidad. Los americanos, decía, “son un pueblo muy antiguo y muy ilustrado que pisa una tierra nueva e ilimitada”.9 Hannah Arendt

Los actuales destinatarios del discurso presidencial Casi todos los presidentes del siglo XIX hablaban y escribían de manera diferente a casi todos los presidentes de nuestro siglo. Los del XIX dirigían su retórica principalmente hacia el Congreso en mensajes escritos que formulaban las preferencias de sus partidarios en un lenguaje afectadamente constitucional. En cambio, los del siglo XX, por regla general, pasan por encima de los representantes del Congreso en una actuación oral destinada a ganarse al público... los llamamientos directos al público son indispensables para las necesidades políticas periódicas, pero que son problemáticos cuando se vuelven rutinarios. Así, la retórica popular fue necesaria para hacer frente a las crisis de la depresión, la guerra y las luchas intestinas, pero resultó problemática en las épocas normales cuando abusó de las imágenes de la guerra y las luchas intestinas, que no tenían nada qué ver con la política en la que buscaba hacer efecto. 10 Jeffrey K. Tulis

Imagen del Nuevo Mundo Sin una imagen de Norteamérica ningún colono europeo hubiera atravesado el océano. Fueron los sueños y los objetivos que los colonos tenían en la cabeza los que en definitiva provocaron que una parte de la humanidad europea se asentara a este lado del Atlántico; y las dos cosas, la imagen previa de los europeos 8

Paz, Octavio. (1987). El espejo indiscreto [1978]. En Fondo de Cultura Económica. México en la obra de Octavio Paz [vol. 3] (pp. 34-57). México: FCE. p. 19. 9 Arendt, Hannah. (1975). Tiempos presentes. Barcelona: Gedisa. p. 72. 10 Tulis, Jeffrey. (2000). La presidencia retórica revisada [1996]. Istor, año I, núm. 3. pp. 26-27.

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y las ideas preconcebidas, dieron alas a la colonización del país e inspiraron la creación de las instituciones políticas. Esta imagen de Norteamérica era la imagen de un nuevo mundo (ningún otro de los muchos países descubiertos a principios de la modernidad recibió un nombre semejante). A este nuevo mundo se unían en la imaginación un nuevo ideal de igualdad y un nuevo concepto de libertad, ambos, como dijo Tocqueville, “exportados” de Europa y sólo comprensibles totalmente en el contexto de la historia europea. Pero esta imagen sólo se hizo realidad política en los Estados Unidos al instaurar la república americana. Sin embargo, también esta realización fue en parte importada de Europa, ya que los fundadores de la república buscaron consejo de Locke y Montesquieu, quienes habían sentado los principios legales y políticos de la fundación de un nuevo cuerpo político con más claridad y detalle que Rousseau y los ideólogos franceses (cuya influencia fue mayor en la historia de las revoluciones europeas). Por medio de la revolución americana la imagen europea de Norteamérica se convirtió en realidad. Nació un nuevo mundo porque surgió un nuevo concepto político.11 Hannah Arendt

Búsqueda de obediencia Los Estados Unidos no quieren que uno se les parezca, sólo quieren que se les obedezca.12 Ikram Antaki

Nación hija de la Reforma Son ustedes, ante todo, hijos de la Reforma, que inició el libre examen, la libre interpretación de las escrituras sagradas y fue así, de alguna manera, una profecía de la democracia y luego de la modernidad. Las demás ideas importantes procedieron del siglo XVIII e incluyeron la democracia y la idea de establecer un nuevo género de sociedad. Este país nació en contra de la tradición europea de feudalismo, aristocracia, jerarquías, y se fundó en dos ideales diferentes: la igualdad y la libertad, que han chocado a lo largo de toda la historia de los Estados Unidos.13 Octavio Paz

De la amnesia a la nostalgia ¿Cómo transitó la sociedad norteamericana de la amnesia a la nostalgia? La palabra “legado” o “herencia” (heritage) apareció como un cliché virtual en los años siguientes a la Segunda Guerra, cuando la seguridad nacional se convirtió en preocupación central para los norteamericanos. Al mismo tiempo tenía lugar un proceso de cambio social acelerado que provocó la percepción de que había ocurrido una profunda discontinuidad histórica. Estos fenómenos atribularon a la sociedad norteamericana. En ese momento de perplejidad, un sentido de permanencia y continuidad tenía un enorme atractivo El origen de la nostalgia puede rastrearse a ese momento de la historia norteamericana. El número de personas que visitaban sitios históricos y museos comenzó a aumentar progresivamente a partir de finales de los cincuenta. Sin embargo, 11

Arendt, Hannah. (1975). Tiempos presentes. Barcelona: Gedisa. p. 70. Antaki, Ikram. (s. f.). Morir por Kósovo. En Radio Red, El banquete de Platón. México. 13 Paz, Octavio, Milosz, Czeslaw, Claude, Simon y Walcott, Derek. (1996, junio). Particularismo, universalismo y literatura. Vuelta, vol. XX, núm. 235. p. 8. 12

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no fue sino hasta la década de los setenta cuando la nostalgia sentó sus reales en los Estados Unidos. La década anterior había dejado un sentimiento de ruptura con el pasado: los sesenta inauguraron nuevas sensibilidades culturales, políticas y sexuales. La tradición, en un sentido amplio, se rompió. Durante los setenta las memorias colectivas de grupos étnicos, familias multigeneracionales e individuos adquirieron una notoriedad sin precedentes. Se desarrolló una nueva pasión por la genealogía: todos querían saber su “origen”, la historia de sus antepasados.14 José Antonio Aguilar

Rustbelt vs. sunbelt. Durante gran parte de la guerra fría, la política partidista trascendió las fronteras regionales: los “republicanos de Rockefeller” se alineaban con los demócratas sureños en cuestiones de política exterior, con lo que impedían la división partidista. Hoy día sin embargo, las cosas ya no son así: los rápidos avances electorales de los republicanos en el Oeste y el Sur, que culminaron con las elecciones intermedias que les permitió controlar el Congreso en 1994, los convirtieron en el partido de los estados del Sur y el Suroeste de EE.UU., la región conocida como el sunbelt. Los demócratas, por su parte, dominantes antaño en el Sur, se están convirtiendo rápidamente en el partido del Noreste de Estados Unidos, región esta conocida como el rustbelt. No sería esto un problema si el sunbelt y el rustbelt tuviesen intereses similares sobre política exterior, pero no es así. Durante más de diez años, los políticos de ambas regiones han combatido en el Congreso por lograr una mezcla adecuada de poder militar e inversión social. Lo que bajo Reagan comenzó como una lucha respecto a la política fiscal, se ha extendido hoy a otras esferas, entre ellas la política exterior. Los del sunbelt quieren más cañones; los del rustbelt, más mantequilla.15 Peter Trubowitz

14 15

Aguilar, José. (2000). La batalla por la historia en México y Estados Unidos. Istor, año I, núm. 1. pp. 62-63. Trubowitz, Peter. (2000). Autopsia de la prohibición de pruebas nucleares. Istor, año I, núm. 1. p. 87.

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Significado: Litterœ, es un término de origen latino del que proviene la palabra 'literatura'.

Contenido: Publicaciones que abordan temas literarios, sus autores y sus más diversas corrientes y expresiones.

LITERATURA

El Nobel a Bob Dylan, ¿frivolización de la cultura? Hablar sobre la pertinencia o no de la entrega del Premio Nobel de Literatura a un autor y no a otro, puede convertirse en un tema espinoso al tratarse de un asunto por demás subjetivo; cada año las opiniones a favor y en contra de quien es galardonado con el Nobel se suceden en cascada. Algunos años puede haber más consenso que en otros respecto a los méritos literarios del ganador; no obstante en el 2016, la polémica —como hace mucho no se veía—, incendió opiniones de seguidores y detractores del laureado por la Academia Sueca, el cantante norteamericano Bob Dylan. En las siguientes páginas presentamos dos ejemplos de posiciones contrapuestas sobre la legitimidad literaria del premio otorgado a Dylan. Tanto Echerri, poeta y ensayista cubano, como Zurita, dramaturgo, actor y comunicador mexicano, ofrecen argumentos para defender su postura, dejamos a juicio del lector la valoración de los mismos y la formación de un criterio propio al respecto. Echerri, Vicente. (2016, noviembre 16). El inmerecido Nobel de Bob Dylan. El Nuevo Herald. Recuperado de: www.elnuevoherald.com [Consulta: 6 de diciembre, 2016]. Zurita, Sergio. (2016, octubre 14). Bob Dylan, el Nobel y el tren que no se detiene. La Capital Recuperado de: www.lacapitalmx.com [Consulta: 6 de diciembre, 2016].

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VICENTE ECHERRI / SERGIO ZURITA

EL NOBEL A BOB DYLAN, ¿FRIVOLIZACIÓN DE LA CULTURA? ob Dylan acaba de anunciar que no estará en Estocolmo el próximo 10 de diciembre en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura. Y el desplante —a la Academia Sueca que le otorgó, inmerecidamente en mi opinión, la prestigiosa distinción— no puedo evitar que me alegre. Que este juglar deje plantada a la venerable institución que le negó el premio literario a Jorge Luis Borges pareciera un acto de justicia divina.

Cuando se dio a conocer el nombre de Dylan, el mundo reaccionó con sorpresa, aunque no se trataba del primer dislate. Años atrás le habían dado el premio a Darío Fo, que no era más que un mimo, para no hablar de escritores oscuros, mediocres y de segunda que lo han recibido frente a una lista de autores de mayor jerarquía intelectual y de obra más universal y sólida que se han muerto sin él. Con los desaciertos de estos albaceas del dinero y el nombre de Alfred Nobel podría hacerse un buen libro. Bob Dylan no es más que el fiasco más reciente. ¡Pero si Dylan no es escritor! Se comentó con asombro en casi todos los medios de la tierra. Bueno, en un sentido muy lato del término podría serlo. Ha sido compositor de canciones a las cuales se les atribuye una intención literaria. Algunos han llegado a compararle con Homero que ni siquiera escribió, sino que iba de pueblo en pueblo recitando sus célebres poemas. No hay duda que las canciones del estadounidense han tenido mayor difusión y han sido más populares de lo que fueron en su momento los versos del rapsoda ciego, además… tiene una cierta proyección de

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izquierda y eso siempre ha tenido su peso —sobre todo en el último medio siglo— a la hora de otorgar el premio, aunque de la izquierda habría de recibir el mayor desaire. Jean Paul Sartre lo rechazó de plano cuando se lo otorgaron en 1964. Entonces dijo que el Nobel era una institución que sólo premiaba a escritores de Occidente o a disidentes de Europa Oriental. Denunciaba que se lo hubieran dado a Pasternak (1958) y no a Shólojov (a quien la Academia premió al año siguiente, 1965) o a Neruda (que lo recibió en 1971). Poco más de una década después, el célebre galardón de las letras iría a las manos de García Márquez, que era poco menos que un testaferro y correveidile de Fidel Castro y escritor regular (alguien dijo que de su Cien años de soledad sólo valían la pena los primeros cincuenta) hasta tocar fondo en 1997 con Darío Fo al que ya la Academia dijo que premiaba por razones abiertamente extraliterarias, “por emular a los bufones de la Edad Media en la autoridad flagelante y por defender la dignidad de los oprimidos”. Los premios a José Saramago, Günter Grass y Harold Pinter servían de sobrado mentís a

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los prejuicios de Sartre. El premio a Dylan viene a subrayar un descrédito que se va haciendo

Vicente Echerri.

He visto a Bob Dylan tocar y cantar en vivo casi cien veces, pero no pienso en esas cien veces como cien conciertos, sino como en un solo concierto interminable, un tren al que me subí por primera vez en México en 1991 y me volví a subir el 19 de noviembre de 2001, en el Madison Square Garden. En aquella ocasión, Nueva York estaba herida. Dos meses antes, el 11 de septiembre, habían caído las Torres Gemelas. Ese mismo día salió a la venta el que hasta hoy considero el mejor disco de todos los tiempos: Love &Theft, en el que Dylan hace que la música y la literatura se vuelvan una sola cosa, como lo fueron desde el origen, muchos siglos antes de la invención de la palabra escrita y, por supuesto, de la imprenta.

tradición. Desde el principio, el Premio Nobel de Literatura traicionó la intención del que lo instituyera. Alfred Nobel lo concibió como un estímulo a la creación literaria, más bien para escritores que comenzaban, pero el galardón —acaso obedeciendo a un facilismo— se lo han concedido siempre a personajes con carreras hechas y mundialmente famosos. En esto último, Bob Dylan no constituye una excepción, Asombra lo distante que parece encontrarse del quehacer habitual del escritor. El que ahora decida no acudir a recogerlo —pese a lo honrado que dice sentirse— viene a respaldar la opinión de los que creemos que nunca debieron otorgárselo.

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Hoy en día, al pensar en literatura, pensamos en libros de papel o electrónicos. Pero los libros son sólo una forma eficaz de contener y transportar la literatura, que antes se plasmaba sobre piedra en escritura cuneiforme y antes, mucho antes, cuando la escritura no existía, se contaba cantando. Las historias tenían un ritmo y una melodía, porque eso hacía que fueran más fáciles de recordar. El Premio Nobel a Bob Dylan nos recuerda que la literatura puede estar en un disco, en un iPod o en un concierto interminable, como el que Bob Dylan lleva ofreciendo desde 1989. Desde entonces, toca más o menos cien veces al año; este 2016 lleva 73 presentaciones y tiene programadas otras 28. Aquel 19 noviembre de 2001 en Nueva York, Bob Dylan abrió con un góspel, “Wait For The Light To Shine”, que fue bálsamo para la ciudad herida. Luego cantó algunos de los temas más poderosos

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de su repertorio, incluidos cinco del Love & Theft, una obra maestra que transportó a Nueva York al sur de Faulkner, al éxodo de Steinbeck, a esa América de ensueño que buscaba Jack Kerouac y a la América infernal de D.W. Griffith (en “Blind Willie McTell”, Dylan es un profeta anunciando que “esta tierra está condenada, desde Nueva Orleans hasta Jerusalén”). Esa noche, Bob Dylan hizo algo que casi nunca hace: hablar. “No necesito decirles lo que siento por esta ciudad. Muchas de estas canciones fueron compuestas aquí”, declaró.

Dylan y cuando me bajo a vivir como una persona normal. En mi casa hay una litografía hecha por Dylan: es una vía de tren que se pierde en el horizonte. A los lados de la vía hay algunas casitas que indican que es la salida o la entrada a un poblado. Hoy que Bob Dylan gana el Nobel de Literatura, me doy cuenta de que es el pueblo donde viví y sufrí de niño. Un pueblo del que salí hace mucho, pero que no salió de mí hasta que Bob Dylan me dio un hogar en el camino. Hoy no soy un niño perdido. Sergio Zurita.

Desde entonces, divido la vida en dos partes: cuando estoy subido en el tren irrefrenable de Bob

2 de julio de 1963: Bob Dylan cantando en una reunión en pro de los Derechos Civiles en Greenwood, Mississippi.

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Significado: Scopio, término de origen griego, hace referencia a un instrumento utilizado para observar y que en español es un elemento sufijal de palabras como telescopio o cinemascopio. Contenido: Publicaciones que hacen referencia a corto y largometrajes, generalmente no comerciales, que, bajo el criterio del editor, contienen elementos de valor intelectual y artístico relevantes.

CINE

Taxi Driver. Un hombre de palabra El cine norteamericano es un verdadero reflejo de su sociedad, lo inundan creaciones anodinas, simplistas y meramente comerciales; pero también existen ejemplos de un cine auténticamente artístico, obras cuya realización ofrece al espectador una mirada crítica, a veces sórdida, pero sobre todo inquisitiva de la vida estadounidense. El caso de Taxi Driver es muy representativo del cine norteamericano inteligente y bien logrado. En la reseña que enseguida ofrecemos, Carolina Botella aporta más luces sobre la hechura de este filme, su concepción, elementos psicológicos y el contexto sociohistórico en que se rodó.

Botella Dorta, Carolina. (2013, marzo/mayo). Taxi driver. Un hombre de palabra. Sociedad Canaria de Medicina Familiar y Comunitaria. núm. 9. Recuperado de: www.socamfyc.org [Consulta: 28 de diciembre, 2016].

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CAROLINA BOTELLA DORTA

TAXI DRIVER, UN HOMBRE DE PALABRA axi driver es una película compleja para cuyo estudio es preciso emplear diferentes puntos de vista. Carrasco Ortiz sugiere los siguientes: análisis atendiendo a los aspectos técnicos del filme, análisis según el contexto sociohistórico en el que surge la película, análisis según los elementos psicológicos de la obra, el cual a su vez ofrece dos vertientes: la historia biográfica de sus creadores y la psicología del protagonista.

Análisis atendiendo a los aspectos técnicos del filme La coherencia entre los aspectos técnicos de una película y su trama argumental es un elemento indispensable para el buen desarrollo de la historia. Taxi driver cumple con este requisito, pues tanto los frecuentes virajes de cámara, la evolución del aspecto físico del protagonista, el uso de la voz en off y la banda sonora original, contribuyen a crear un estado emocional cercano a la claustrofobia y a la desolación.

pérdida de una identidad consolidada, santo y seña de una supuesta seguridad, el predominio del capitalismo y el auge de la información y de la tecnología.

Análisis según el contexto sociohistórico en el que surge la película El contexto sociohistórico en el que se gesta una obra suele, en general, reflejarse de alguna manera en ésta. Taxi driver no es ajena a este precepto, lo cual es fácil de comprender si se tiene en cuenta que la película se creó en la Norteamérica de los años 70, una nación sacudida por el estallido injustificado de la guerra del Vietnam, la finalización del Movimiento Hippie y la movilización de Mayo del 68. Todo lo cual propició la andadura hacia el postmodernismo y la globalización. Esto es: la

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Análisis según los elementos psicológicos de la obra: la historia biográfica de sus creadores y la psicología del protagonista Historia biográfica de los creadores El director. Martin Scorsese (1942, Nueva York) procede de una familia de emigrantes italianos que vivió en una zona dura de Nueva York. El asma que padeció en la infancia le limitó las relaciones con otros niños y favoreció su precoz afición cinematográfica. En 1966 se matriculó en una academia de cine, abandonando los estudios de sacerdote católico. En su personalidad destacan el perfeccionismo, un elevado sentido moral, la preocupación por todo lo que acontece a su alrededor y una enorme implicación en el trabajo. Las temáticas sobre la espiritualidad, la salvación, las pasiones y las emociones están frecuentemente representadas en su filmografía.

desenfrenado de la pornografía, de todo lo cual consiguió recuperarse tras su hospitalización. Psicología del protagonista Para su valoración, Carrasco Ortiz se centra especialmente en los siguientes aspectos: Su apariencia. Travis se nos presenta como un sujeto raro y anodino, con una vida muy ritualizada. Sus pensamientos. Están dominados por una idea sobre la podredumbre de la sociedad que cada vez le va creando un malestar interno mayor. Lo que comenzó siendo una opinión se va convirtiendo en una certeza que condicionará sus posteriores actuaciones. Su vida emocional. Es plana y empobrecida y, además, teñida de una cierta tristeza. Su vida social. Al igual que su vida emocional, es muy escasa. La soledad y la dificultad para relacionarse presiden su día a día. Psicopatología. Al contrario que los anteriores ítems, ésta sí que es rica: excesivo aislamiento, conductas ritualizadas, pensamientos distorsionados y obsesivos, insomnio y consumo de tóxicos. Autopercepción. El protagonista, a través de su propia voz en off, se define como “un hombre solitario”.

El guionista. Paul Schrader (1946, Michigan) tuvo una rígida educación calvinista muy marcada, además, por la doctrina existencialista. De ahí que en sus obras se detecte una permanente reflexión sobre el sentido y la angustia de vivir. El guión de Taxi driver lo escribió en una época muy turbulenta de su vida: ruptura matrimonial, depresión, consumo de alcohol y abuso

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Funcionamiento psicológico del personaje. Es la consecuencia de la suma de todos los puntos anteriormente mencionados. Para Travis su vida es, básicamente, insatisfactoria. Él cree conocer las causas, por lo que va buscando diferentes soluciones. Sin embargo, sus primeros intentos a la hora de enriquecer su vida emocional y social fracasan. El “Travis persona común” tiene poco que hacer en este mundo y es por eso por lo que

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surge el “Travis conocedor absoluto de la verdad”, el “Travis que sabe qué es lo que hay que hacer”, el “Travis salvador”.

noche y sus miserias no hacen más que ir reforzando esa idea rígida que ronda la cabeza del personaje que encarna Robert de Niro:

Valoración crítica

…por la noche salen bichos de todas clases, furcias, macarras, maleantes, maricas, lesbianas, drogadictos, traficantes de drogas, tipos raros; algún día llegará una verdadera lluvia que limpiará las calles de esta escoria…

Si tuviera que definir con una sola palabra la película Taxi driver, creo que escogería el término soledad: Según la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Según el Diccionario Práctico de Sinónimos y Antónimos de Fernando Corripio: aislamiento, alejamiento, separación, desamparo, retiro y orfandad como antónimos del término compañía. O también: tristeza, pena, congoja, melancolía y nostalgia como antónimos de alegría.

Porque, si bien es cierto que la forma de ser del protagonista tiene sus particularidades (Personalidades con déficits estructurales, Millon 1999), no es menos cierto que es el entorno el que, desdeñando la espita, destapa sin ambages esa burbujeante olla a presión que es el interior de Travis. Hete aquí, en medio de la populosa urbe, a un insomne y solitario veterano de la guerra del Vietnam que ocupa su tiempo entre los rituales (escribir diariamente y acudir a las salas de cine pornográfico) y el trabajo de taxista nocturno. La

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…creo que debería limpiar un poco la ciudad, porque la verdad, es que está hecha una cloaca toda llena de basura y gentuza. Hay veces que se me revuelven las tripas, debería sanearlo todo, la porquería está por todas partes, tirar de la cadena de este retrete y que se vaya toda la mierda… Así pues, según Travis, el mundo se ha convertido en una gran cloaca en la que es insoportable vivir, máxime si cualquier intento de acercamiento a los demás acaba en fracaso: ni consigue conectar con los compañeros del trabajo ni es capaz de llevar a buen término una posible relación afectiva con Betsy, la chica de quien se prenda. Y lo que es aún peor, ni siquiera es entendido por Iris, la joven prostituta que se encuentra muy cómoda chapoteando en su sumidero y que rechaza la supuesta redención que le está ofreciendo este extraño salvador. Por lo tanto, ¿qué queda?, ¿a dónde ir?, ¿qué hacer cuando el malestar interno es ya insoportable? A Travis solo se le ocurre eso, tirar de la cadena. Nada más y nada menos. No importa si el agua del inodoro se tiñe de sangre (la suya y la de varios otros), porque es precisamente ese derramamiento el que le va a procurar la calma y el reconocimiento de los demás aunque luego — ¿sorprendentemente?— todo vuelva a seguir igual. Eso sí, para sus compañeros de trabajo ya no será Travis, sino Matador.

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Ficha Técnica: Duración................................................... 114 min. Nacionalidad .................................. Estados Unidos Año de Producción ............................. 1976 (Color) Dirección ...................................... Martin Scorsese Productora .............................................. Columbia Productor ................. Michael Phillips, Julia Phillips Guión ............................................... Paul Schrader Fotografía ………………………….….. Michael Chapman Montaje ........................Marcia L. Tom R. Melvin S. Música ..................................... Bernard Herrmann Dirección artística ………………………... Charles Rosen Vestuario …......................................... Ruth Morley

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Significado: Harmonia es, en la mitología griega, la diosa de la armonía y la concordia. Contenido: Publicaciones que recopilan diversas expresiones musicales y artísticas, clásicas y contemporáneas, regionales y universales, de diversos géneros y corrientes musicales que, a juicio del editor, son relevantes por su valor creativo e interpretativo.

MÚSICA

El reinado de Riley King Riley B. King (1925-2015), mejor conocido como B. B. King, fue sin duda el máximo exponente de la música blues en el mundo. King, cuyos orígenes más que situarse en los campos algodoneros del Misisipi de los años veinte, parecieran ubicarse en el Sur esclavista del siglo XIX. No obstante, la dureza de su infancia no impidió el surgimiento de su arte. Como músico produjo con su particular estilo la masificación del blues, un ritmo que había permanecido marginal hasta entonces. El siguiente texto escrito por Pablo Espinosa, a propósito de la muerte del Rey, es un ensayo de una calidad sensitiva y poética que verdaderamente logra transmitir al lector la personalidad y pasión de uno de los músicos más destacados del siglo XX norteamericano.

Espinosa, Pablo. (2015, julio). El reinado de Riley King. Revista de la Universidad de México. núm. 137. pp. 104-106.

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PABLO ESPINOSA

EL REINADO DE RILEY KING n las casi nueve décadas en las que hizo de este mundo su reino, Riley King sobrevivió a 18 accidentes automovilísticos, llegó a ofrecer 300 conciertos cada año durante una década, grabó más de medio centenar de álbumes, muchos de ellos considerados tesoros, acarició a muchas mujeres pero el amor de su vida fue Lucille, una guitarra Gibson de formas voluptuosas.

Corpulento, gigantesco, plantígrado con sonrisa de ángel, el rey nació el 16 de septiembre de 1925, muy pobre, de una familia de esclavos, para liberar de su tristeza a los humanos. ¿De qué manera? Con un estilo guitarrístico de su invención que consistía en habilitar a su guitarra como segunda voz, con una artillería de notas inclinadas con énfasis, en una de ellas mediante un sistema inequívoco de slide. El vibrato, ese dedo índice machacando el mástil de la guitarra, temblando la mano entera, los dedos restantes como flotando, como pidiendo auxilio en su caída, ascenso y vueltos a caer. La mano tiembla, acaricia, hace suspirar la guitarra y entonces esa mano se retira como si el contacto la hubiera incendiado, golpeado, fulminado y una vez que el aire circundante hizo tarea de sanación, la mano vuelve a la caricia y la música suena ahora a suspiro. Esa manera de tocar lo hizo inconfundible. Insustituible. Con el Rey Riley B. I se fue, el miércoles 13 de mayo de 2015, una era entera, porque él había establecido el antes y el después, el aquí y el ahora.

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Se trata de un arte irreproducible, imposible de producir en serie. El único que tiene la llave del tesoro ya está muerto. ¿Y el tesoro? La bondad de su majestad es tan grande como lo fue su humanidad: he ahí los discos, filmes, videos. Eric Clapton fue el primero en tomar la palabra cuando el maestro murió: “¿Quieren saber quién fue B. B. King? Vayan y compren el disco Live at The Regal, de 1965, y sabrán quién acaba de morir”. He ahí los momentos en que lo vimos en vivo, estaqueados en la butaca, en hipnosis febril. Su majestad en escena: cierra los ojos; hay un instante en el que cierra los ojos, aprieta los párpados y con ellos todos los músculos que rodean su frente, ojos, nariz, entendederas. Un macizo de relámpagos su rostro. Un amasijo de pasión. Thrill. Y entonces sus manos delicadas de monarca pisan las cuerdas, acarician el cuello de Lucille y ambos sonríen. Ninguna mujer volverá a sonreír de esa manera tan sedosa, sensual, tan misteriosa como Riley King hacía sonreír a Lucille, para luego llorar gentilmente. El mar de sudor que hace brillar su rostro está alimentado por un sin número de ríos de lava a manera de sudor.

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Lo que resulta, lo que suena, es la música madre: el blues.

sedosas de soul, góspel. Y una buenísima dosis de rhythm and blues.

Había una vez un rey que nació esclavo en una plantación de algodón en el delta de Mississippi.

Gracias a B. B. King por igual doctos que ignorantes, pobres y ricos, pirrurros y vatos locos, jóvenes y rucos, todos, sin retobos escuchan blues. Se emocionan (thrill).

Rompió muchos paradigmas, entre ellos la condición de pobreza característica de los músicos de blues.

El blues, hay que insistir, es una forma de conciencia social, una actitud, un modo de vida. No es un género musical. Es la madre nutricia, el origen. El alfa y el omega. De manera que escuchar blues implica un compromiso. Gracias a B. B. King millones en el planeta disfrutan el blues, se conmueven (thrill) con las historias que cuenta el blues. Por eso B. B. King es el rey del blues. Ninguno entre los grandes bluesmen ha logrado un consenso tan apabullante, masivo. Global. Combinar los elementos. Hacer nacer de varios ingredientes un platillo nuevo, único, irresistible. Darle a las personas, como decía Malraux acerca del conocimiento, lo que tienen pero ignoran que lo tienen. Ese fue su secreto a voces.

La mayor de sus revoluciones consistió en masificar una música que en realidad es marginal, de conocedores, territorio sagrado: el blues. Riley King fue un hombre sabio. Siempre encontró la manera de lograr los imposibles. Para lograr que millones en el planeta entero escucharan con agrado una música otrora destinada sólo a exquisitos, incluso denostada, perseguida, ninguneada: “la música del diablo”, él la disfrazó de pop, la vistió de jazz, la envolvió en telas

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Y a propósito de voces, su manera de cantar el blues también fue su marca de agua: diálogos, nunca monólogos, aun en los momentos en que sostiene soliloquios mientras narra una historia. Lo suyo fue contar historias y las ilustraba de manera divertida, como en el momento en el que la canción incluye la palabra kiss y entonces inclina el micrófono como si fuera el cuello de una mujer y planta al aire sonoros besos. Lo que los clásicos ubican en el repertorio de los besos tronados. Tornados, truenos, relámpagos, tremores y temblores. Su obra emblemática, The Thrill Is

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Gone, lo es por la suma semántica de su contenido. Merced a la intensidad voltaica de sus riffs y la guturación dramatúrgica de su canto, la palabra thrill adquiere en él todos sus significados posibles. De acuerdo con el Diccionario Velázquez de InglésEspañol (Appleton-Century-Crofts, New York, 1969), thrilles, en primer lugar, trino, quiebro de la voz. También: thrill: penetrar, hacer experimentar una emoción. 2. Hacer estremecerse. Estremecerse o conmoverse por alguna pasión violenta; experimentar una pasión viva. 3. Penetrar, herir el oído con sonidos o gritos violentos o agudos. 4. Temblar, moverse temblando. To thrill the blood: hacer hervir la sangre. Ponga el lector a sonar la pieza The Thrill Is Gone, con B. B. King, y encontrará la materia exacta de todo esto que define el diccionario.

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Pasión violenta. La visión ganadora de Riley King siempre lo dotó de las maneras hacia el éxito. Por ejemplo, el nombre de su guitarra, Lucille, es por sí mismo un acierto, pero lo es más porque el origen es casi mitológico. Había una vez un tugurio en Kansas. Mientras Riley King hacía hervir la sangre con su guitarra de blues, dos hombres fortachones llevaron a las manos sus pasiones: se trenzaron en una lucha tan cruenta que los puñetazos, abrazos y revolcones dieron con una lámpara de keroseno al piso y como el lugar era de madera, todo ardió en instantes y en tropel todos salieron en busca de oxígeno. Ah, pero he ahí que nuestro héroe había olvidado a su guitarra en medio de las llamas y eso no podía terminar así, de manera que desapareció en medio del fulgor de las llamas, para volver a aparecer con una sonrisa en el rostro y su guitarra sostenida en brazos, como una damisela salvada de morir ahogada en el lago a medio bosque. La contra de

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Ofelia en el estanque, ese emblema de la pintura prerrafaelista. Nadie sabe nada de ella, su historia personal, su origen y destino parecen no importar a nadie, pero la dama por la que los forzudos se liaron a madrazos, se llamaba Lucille. Hoy en día, todo mundo sabe que Lucille es la guitarra Gibson ES-335, de B. B. King.

porque, ya lo dijimos, siempre supo cuándo era el momento adecuado de dar el siguiente paso, nunca antes, jamás después y ahora sí, un año después regresó a Memphis para iniciar una carrera mitológica. Bueno, estamos entonces ya en Memphis. Ya pagó su cuota: tocó en la calle por monedas, alegró las esquinas, puso música a la danza del polvo de las tardes.

Los amargos quisieran tacharlo de “mago de la mercadotecnia”. Lo cierto es que la visión de mundo y éxito de Riley King fue fuera de serie. Para empezar, no tuvo que inventarse de la nada el linaje. Nació Rey. Tal es su apellido: Rey. De manera que nadie puede regatearle el color de su sangre: azul: blue(s). Siempre supo el momento adecuado de dar el siguiente paso. Además de que la numeralia y la homonimia ya eran suyas de linaje: sus padres se llamaron Albert King y Nora Ella Farr. El padre los abandonó cuando Riley tenía cuatro años y cuando cumplió nueve supo que su madre, Nora Ella, había muerto. Supo porque ya no vivía con ella, sino con su abuela: Elnora Farr. Si reunimos los nombres de la madre y de la abuela obtendremos una variante bonita de la palindromía: Nora Ella = Elnora. Procedimiento similar de la homonimia con la que Riley habría de pasar a la posteridad: Ya se compró su primera guitarra a los 12 años, ya quiere la leyenda que exista la versión de que no se la compró, fue un regalo de su tío, el legendario Bukka White (habría de tener otro tío legendario: el boxeador campeón de peso pesado Sonny Liston), ya cantó en el coro góspel de la iglesia del pueblo, ya trabajó como chofer de tractores en la plantación de algodón, ya se fue a Memphis a vivir con su tío Bukka White, ya regresó a su pueblo

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Su buena estrella, el apoyo de su tío Bukka White pero sobre todo su talento le dieron su primer empleo: como locutor, qué digo locutor, como pinchadiscos, o dj, en una estación de radio, en la estación KWEM, donde conoció a Sony Boy Williamson II y luego a uno de sus maestros definitivos, una de sus mayores influencias estilísticas: T-Bone Walker. Al joven Riley le gustaba mucho la letra B. De hecho, ya firmaba con una B interpuesta en su nombre original: Riley B. King. Nadie a la fecha sabe qué quiere decir esa letra B que añadió en su nombre. Aunque el enigma resulte muy sencillo de resolver: B = Blues.

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Sostenga el lector esta hipótesis y verá que nadie la podrá refutar con argumentos. Vivía en la calle Beale. De manera que su autobautizo como dj en la radio fue sencillo: Beale Street Blues Boy, que por fuerza de repetición al aire acortó a Blues Boy, que por fuerza del destino quedó en BB = B. B.

Cuando joven llegó a ofrecer casi un concierto cada noche durante un año. Y siempre en escenarios diferentes. En pueblos aledaños. A punto de cumplir 90 años, vivía en Las Vegas, ciudad emblema de la fama y la fortuna. El primer día de mayo de 2015, la noticia dio vueltas al mundo varias veces: B. B. King fue nuevamente hospitalizado pero los médicos le concedieron volver a casa, donde debía tener la misma atención que en el hospital. La historia shakespeareana ocurrió tras bambalinas: Jesse Roybal, oficial de policía, dio a sus superiores un reporte: se suscitó una acalorada disputa doméstica: la hija mayor (de entre los 15 que procreó o adoptó Riley), Patty King, gritaba frente a Laverne Tobey, apoderada (ese es el término legal) de B. B. King: su manager desde muchos años y con poder de decisión sobre la persona y los bienes del maestro legendario.

Señoras y señores, con ustedes, su majestad: B. B. King. Blues Boy King. El Niño Rey del Blues. Las dotes, los blasones, la sangre color blues, la realeza entre músicos ya era tradición antes de que Riley supiera en qué momento dar el siguiente paso. Pero él ya había nacido Rey. Tal era su apellido. No tuvo que inventarse nada. Como sí tuvieron que hacerlo otros nobles: el conde Count Basie, el rey King Oliver, el maestro Albert Nelson que cambió a Albert King, igual que Benjamin Earl Nelson pasó a Ben E. King y Carole Klein a Carole King. B. B. King murió multimillonario. Y como en toda historia de un ser humano, el elemento shakespeareano no le fue ajeno. Vivía en una burbuja, protegido. Se daba el lujo de dar conciertos, cada vez menos pero lo hacía.

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La hija mayor gritaba, clamaba: “mi padre tuvo un paro cardiaco y necesita atención médica inmediata”. A lo que la apoderada legal contraponía, y así declaró a la prensa más tarde: “el señor King está donde desea estar. Siempre me ha dicho que no le gustan los hospitales. Quiere estar en casa”. El escándalo fue tan notorio que hubo una llamada a la policía y acudió también una ambulancia. Los paramédicos midieron los signos vitales del músico y ya en el hospital encontraron problemas de presión alta. Una súbita subida de presión. La propia apoderada legal, Laverne Tobey, reconoció ante los medios de comunicación que ya el 16 de noviembre anterior hubo un reporte policiaco de un supuesto abuso doméstico en detrimento de la persona del señor Rey. La policía negó dar detalles de la investigación. Se limitó a decir que no hubo arresto alguno.

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La del primero de mayo de 2015 fue la segunda hospitalización forzada del señor Rey en menos de un mes. El 7 de abril también logró volver a casa para “cuidados hospitalarios en el hogar”.

El de B. B. King no es el único caso de personas famosas en disputa entre sus familiares y cercanos. William Shakespeare ya sabía de estos asuntos y los puso en dramaturgia.

Riley King padecía diabetes, mal por el que murió su madre de manera prematura. Desde que cumplió 60 años, Riley no fumaba ni tomaba. En nada se excedía. Se cuidaba escrupulosamente. Vivía en una burbuja.

El hecho es que Riley B. King expiró el 13 de mayo de 2015 en su burbuja de protección, en su casa de Las Vegas, Nevada.

Presenciar una pelea por él entre dos mujeres: su apoderada y su hija mayor, le causó tal dolor, alteración emocional, disgusto y emoción tan fuerte, que el conjunto de acontecimientos (thrill) desencadenó su muerte. Ya no se recuperó. Lo último que presenció fue el drama humano de las personas de edad que se ven envueltos en dilemas éticos entre familiares y personas cercanas.

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El primero en dar la cara fue su alumno Eric Clapton, quien se plantó, chinguiñoso, somnoliento y muy triste, frente a la cámara de su laptop muy temprano por la mañana para dar un mensaje al mundo: se fue “el gran maestro”. Lo demás es historia. The thrill is (not) gone.

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Significado: Atrezo, palabra derivada del vocablo italiano attrezzo, que en español hace referencia al conjunto de objetos que aparecen en una puesta en escena en teatro, cine o televisión. Contenido: Publicaciones que agrupan reseñas sobre obras de teatro, conciertos, conferencias, exposiciones y demás eventos culturales.

ARTES ESCÉNICAS

"Hamilton", el musical que rompe récords en Broadway Dentro de la tradición teatral de los Estados Unidos, los musicales ocupan un lugar muy destacado, la cantidad y trascendencia de este tipo de espectáculos han convertido al circuito de teatros de Broadway en el punto de referencia obligado del teatro internacional. Natalia Guerrero, a través de la recopilación de opiniones de críticos teatrales como Frank Dilella, nos ofrece una breve, pero nutrida reseña de Hamilton, obra operística original del puertorriqueño Lin-Manuel Miranda, que, a ritmo de rap, hip-hop y otros géneros de la música contemporánea, cuenta la vida y obra de Alexander Hamilton, héroe de la Guerra de Independencia y primer secretario del Tesoro de los Estados Unidos.

Guerrero, Natalia. (2013, enero 20). Cómo el puertorriqueño Lin-Manuel Miranda creó "Hamilton", el musical que rompe récords en Broadway. BBC Mundo. Recuperado de: www.bbc.com/mundo [Consulta: 11 de diciembre, 2016].

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NATALIA GUERRERO

"HAMILTON", EL MUSICAL QUE ROMPE RÉCORDS EN BROADWAY amilton" ganó la semana pasada el premio Pultizer 2016 en la categoría de Drama. Y su banda sonora ganó en febrero el premio Grammy a Mejor Álbum de una Obra de Teatro. “¿Quién dijo que la historia tiene que ser aburrida?", dice un estudiante de bachillerato mientras espera emocionado en la salida de un teatro en Nueva York a que aparezca Lin-Manuel Miranda, el escritor y actor del musical Hamilton, que se ha convertido en un fenómeno rotundo en Estados Unidos.

La obra narra la historia de Alexander Hamilton, uno de los "padres fundadores" del país, mano derecha del primer presidente de esa nación, George Washington, con un reparto que Miranda ha descrito como "parecido al Estados Unidos de hoy".

Durante los nueve meses que se ha presentado en Broadway ha recaudado más de 65 millones de dólares en taquilla y está completamente agotada hasta el final de su temporada en diciembre de 2016. El disco con 46 canciones del musical, que ganó en febrero el Grammy a Mejor Álbum de Teatro Musical, ha causado revuelo entre jóvenes y adultos, vendiendo más de medio millón de copias, de acuerdo a información publicada por Billboard. Además ha estado en el número tres en las listas de éxitos de rap, siendo la banda sonora de un musical más vendido en 50 años. Y el libro del guión con fotografías y datos inéditos de su montaje, Hamilton: La Revolución, se ha convertido en un absoluto bestseller.

© The New Yorker

En efecto, los héroes de la patria en el musical son en su mayoría hispanos y negros que detonan canciones de rap y hip-hop en un lenguaje

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callejero moderno para contar la vida y muerte de Hamilton, hace más de 200 años.

"La gente empezó a ir a ver Hamilton y se dio cuenta de que era algo completamente distinto. Es la historia de los padres fundadores contada de una manera única", le dice a BBC Mundo Frank

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Dilella, crítico de teatro y periodista de entretenimiento del programa On Stage, del canal local de televisión NY1, de Nueva York. "Lo más brillante de este musical es la mezcla magistral de hip-hop, rap y pop con la historia estadounidense”, explica. Pero no sólo el público ha reconocido las calidades de Hamilton. Uno de los momentos cumbres del musical ocurrió la semana pasada cuando ganó el premio Pulitzer 2016 en la categoría de Drama, sólo recibido por musicales nueve veces en los 100 años de existencia del galardón.

Manhattan", dice Dilella para ilustrar la magnitud del musical. Alexander Hamilton Probablemente la primera estrofa de Hamilton, de tres horas de duración, pueda dar una idea de por qué su creador, de padres puertorriqueños, ha innovado con su estilo rapero en Broadway. "¿Cómo hace un bastardo, huérfano, hijo de una puta y un escocés, tirado en la mitad de un punto olvidado del Caribe por la empobrecida providencia, en la miseria, para crecer y convertirse en un héroe y un erudito?".

© The New York Times

Y el jueves de la misma semana, Miranda apareció en una de las seis portadas de la revista TIME como una de las 100 personas más influyentes del mundo. "Hasta sus canciones se usan para las rutinas de entrenamiento en varios gimnasios de

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Ese "bastardo pobre, hijo de una prostituta" al que se refiere la canción es Hamilton, primer secretario del Tesoro en la historia de EE.UU., entre 1789 y 1795. Hizo parte de la generación que acompañó a Washington a diseñar los Estados Unidos de

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América que conocemos hoy, después de lograr su independencia de la corona británica en 1777. El hombre, descendiente de una familia francoescocesa que emigró al Caribe en lo que se conocía como las "Indias Occidentales" en el siglo XVIII, nació en la diminuta isla de Nevis, alrededor de 1755. Enfrentó una infancia miserable tras ser abandonado por su padre cuando tenía 10 años y quedar huérfano de madre a los 11. Y poco tiempo después, al ser separado de su hermano mayor cuando su primo y tutor se suicidó. Hamilton finalmente logró salir adelante y convertirse en una figura fundamental en la historia de EE.UU. al haber diseñado su sistema financiero y participado en la elaboración y la interpretación de la constitución política, vigente hasta la fecha.

cuando no había llegado a Broadway y lo ha descrito como "la mejor pieza de cualquier forma artística que jamás he visto en mi vida". De acuerdo a Dilella el éxito de Hamilton tiene también que ver con sus destrezas en las redes sociales. "Además del contenido, de la cultura popular y el lenguaje que usan los personajes, también ha sido muy importante que Lin-Manuel Miranda sea un gran, gran, gran usuario de Twitter, Facebook y etc.", asegura Dilella. "Se le ocurrieron una cantidad de ideas de cómo innovar para Broadway a través de las redes sociales, de cómo expandir la voz”.

Hamilton en la historia de Broadway "Es enorme comparado a otros grandes musicales de la historia", asegura Dilella sobre la adaptación de Miranda basada en la biografía de 800 páginas sobre la vida de Alexander Hamilton, del escritor Ron Chernow. "En términos de musicales que llevaron a la gran escena subculturas, se podría comparar con A Chorus Line que cuando se mudó a Broadway, durante los años 70, se volvió un gran éxito de larga duración", dice. "O a los megamusicales de Andrew Lloyd Webber, cuando apareció la invasión británica con obras como El fantasma de la Ópera, Cats, o Miss Saigon. O de algunos más recientes como Rent y The book of Mormon. "Uno puede anticipar que el éxito de Hamilton será como estos cuando, por ejemplo, un presidente de EE.UU. va dos o tres veces a verlo", afirma. "Eso es lo que hizo Barack Obama y es muy raro". Y es que los Obama son fervientes admiradores de Hamilton. Michelle Obama fue a ver el musical

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© The New York Times

Una "historia aburrida" que está de moda Muchos parecen coincidir con el joven a la entrada del teatro: Hamilton ha demostrado que la historia no debe ser aburrida. "Yo tengo un amigo cuyo hijo fue a ver el musical y a las dos semanas empezó a mejorar sus calificaciones en el bachillerato", le cuenta Dilella a BBC Mundo. "Su papá entonces concluyó que tenía que ver con Hamilton".

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"La manera como está contada la historia en esta obra es increíble, le da acceso a todo el mundo, no es sólo para historiadores", dice el crítico de teatro. Y tal vez tiene razón. Margaret Lynn, una profesora de escuela del estado de Ohio que asistió a la función nocturna de Hamilton el pasado jueves en el Teatro Richard Rodgers de Nueva York, con quien BBC Mundo habló después del espectáculo, parece coincidir en el impacto entre los estudiantes. "Hamilton ha logrado poner de moda a un personaje que dormía aburrido en los textos escolares de historia", aseguró Lynn. "Ahora mis estudiantes cantan todas las canciones, se emocionan y quieren saber más de la vida de Alexander Hamilton y todo eso sin haber visto nunca el musical". "Poder venir fue muy emocionante, lloré casi desde el primer instante", agregó la maestra. ¿Quién es Lin-Manuel Miranda? Miranda nació en Nueva York y se crió en Inwood, un barrio al norte de la ciudad en su mayoría de inmigrantes hispanos. Por ser hijo de puertorriqueños, pasaba sus vacaciones en la casa

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de sus abuelos en Vega Alta, una pequeña población al norte de la isla. Su identidad latina ha tenido gran influencia en su carrera. Su primer éxito en Broadway, "In the Heights", cuenta la historia de varios personajes en el barrio dominicano de Washington Heights durante tres días. Fue compuesto por Miranda cuando estudiaba teatro en la Universidad Wesleyan, de donde se graduó con honores. Ganó cuatro premios Tony — los más importantes de la industria del teatro en EE.UU.—, incluyendo el Mejor Musical y un Grammy al Mejor Álbum de un Programa Musical. Y aunque no ganó, fue también nominado al premio Pulitzer de Drama en 2009. La temporada de Broadway 2015-2016 se acaba este viernes. Y las nominaciones para los premios Tony —los más importantes del teatro en EE.UU. — serán anunciadas el próximo martes. Ese día se sabrá si, tal y como anticipan los críticos culturales, Hamilton se acercará a convertirse en el mejor musical del año, por ser, en palabras de Dilella "una de las grandes óperas modernas de nuestra era".

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Significado: Tekné, vocablo de origen griego del cual deriva la palabra 'técnica'; es un término que no puede ser traducido de manera precisa a las lenguas modernas, pero puede definirse enlazando los significados de 'arte', 'oficio', 'habilidad' y 'técnica'. Contenido: Publicaciones relacionadas con las artes plásticas, las diferentes escuelas artísticas y algunas de sus obras y creadores más representativos.

ARTE

Art in the USA: 300 años de innovación La exposición Art in the USA: 300 años de innovación, fue una amplia muestra de arte norteamericano organizada por la Fundación Guggenheim en el museo de Bilbao, entre octubre de 2007 y abril de 2008. Dicha muestra reunió cerca de 200 piezas de arte norteamericano que, organizadas de manera cronológica, reflejaron la evolución y narrativa del arte de los Estados Unidos. En el texto introductorio de la exposición que enseguida transcribimos, el lector encontrará una crónica puntual de la evolución del arte norteamericano en sus distintas etapas históricas, al tiempo que podrá apreciar algunas de las obras más representativas de cada una de las seis secciones de la muestra.

Museo Guggenheim Bilbao. (2007, octubre 11). Art in the USA: 300 años de innovación. Recuperado de: www.guggenheim-bilbao.eus [Consulta: 15 de diciembre de 2016].

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MUSEO GUGGENHEIM, BILBAO

ART IN THE USA: 300 AÑOS DE INNOVACIÓN rt in the USA: 300 años de innovación, pretende dar una visión de conjunto del arte de una nación que lucha por definirse. 200 obras de arte muestran el resultado de la experiencia norteamericana: sus mitos, sueños, dificultades y debilidades. La exposición, una de las muestras de arte norteamericano más importantes jamás expuesta en el extranjero, está organizada en seis secciones cronológicas que demuestran cómo el arte de cada época ha reflejado y contribuido a una compleja narrativa del país en una época de descubrimientos, crecimiento y experimentación. esta muestra evidencia las distintas fases del desarrollo histórico, cultural y social norteamericano.

I. Colonización y Rebelión (1700–1830) Las pinturas del período colonial norteamericano constituyen una pequeña parte de la creación artística del país. Los colonos europeos se establecieron en las fronteras de los asentamientos de los nativos americanos que tenían sus propias tradiciones artísticas. A su vez, entre los colonos también se contaban personas procedentes de Asia y África que tenían gustos artísticos no europeos. Por ello, las artes de este período representan los valores de diferentes culturas. Pero cuando la historia política de EEUU se centra en la relación de las colonias con Gran Bretaña, también el arte lo hace. Sin embargo, existieron sutiles variaciones en el arte norteamericano desde el principio. Los primeros retratos reflejan la cultura puritana de Nueva Inglaterra y la rigidez de las figuras, símbolo del estricto código moral del ciudadano ideal. Ya en el siglo XVIII, los valores coloniales se habían relajado y los ricos americanos, como los europeos, demandaba retratos que mostraran sus lujosas vestimentas y posesiones materiales. Pero los americanos evitaron los símbolos europeos de nobleza y poder, prefiriendo mostrar sus logros como comerciantes y coleccionistas. Los retratos de los líderes civiles y figuras públicas no pretendían inspirar reverencia o admiración, sino orgullo nacional y decidida ciudadanía. Algunas obras destacadas de este período son Retrato de una dama con vestido azul, de John Singleton Copley (1763, Terra Foundation for American Art), George Washington, de Charles Willson Peale (ca. 1780–82, Walton Family Foundation) y el retrato MunroLenox de George Washington obra de Gilbert Stuart (ca. 1800, Judy and Michael Steinhardt). Estos pintores crearon algunas de las mejores y más conocidas obras del período colonial.

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Willson, Charles. (1782). George Washington

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II. Expansión & Fragmentación (1830–1880) La necesidad de desarrollar una identidad nacional después de la Guerra Revolucionaria (1775–83) animó a los ciudadanos del recién formado país a debatir el significado de ser estadounidense. Ya en la década de 1820 las pinturas que describían la vida contemporánea y el paisaje ofrecían a los artistas americanos una forma de ilustrar su creencia de que los ciudadanos del país eran excepcionales por mor de su libertad económica y personal. Las pinturas de género celebraban al individuo normal en un entorno democrático. Estas obras divertían o provocaban el reconocimiento por parte de quienes se veían a sí mismos o a sus vecinos reflejados en escenas anecdóticas de la vida cotidiana. Como tales, las pinturas de género contribuyeron a desarrollar una conciencia nacional entre las variadas gentes del país. Los paisajes que mostraban la impoluta naturaleza y la vasta y casi ilimitada extensión del continente virgen, simbolizaban el potencial de grandeza de la nación. A mediados de siglo, el Destino Manifiesto —la expansión de la democracia y la libertad hacia el oeste por mandato divino— legitimaba, para la mayoría de estadounidenses, el movimiento de la población por todo el continente. Las obras de este período ponen de relieve estos hechos y exploran la evolución y agitación de la época, documentando la diversidad del paisaje americano. Entre las piezas más destacadas se encuentran Un reino apacible con cuáqueros portando estandartes de Edward Hicks (1829 o 1830, Terra Foundation for American Art), Yoholo-Micco de Henry Inman (1832–33, High Museum of Art, Atlanta), Hogar, dulce hogar, de Winslow Homer (ca. 1863, National Gallery of Art, Washington), Sierra Nevada, de Albert Bierstadt (ca. 1871, Reynold House Museum of American Art), Los alegres tripulantes de la barcaza, de George Caleb Bingham (1877-78, Terra Foundation for American Art) y Niebla en Kanab Canyon, Utah de Thomas Moran (1892, Smithsonian American Art Museum).

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Moran, Thomas. (1892). Niebla en Kanab Canyon, Utah

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III. Cosmopolitismo y Nacionalismo (1880–1915) El arte estadounidense a comienzos del siglo XX refleja los retos que afrontaba un país que entraba en la escena mundial. Su nueva riqueza permitía a los artistas y coleccionistas dejar su impronta en el extranjero, mostrando una apariencia verdaderamente cosmopolita. Al tiempo, la masiva inmigración a América procedente de todos los confines del globo disipó definitivamente la identidad de EEUU de antigua colonia británica, convirtiendo a ciudades como Nueva York en las más internacionales. Era la época del barco de vapor, que llevó a América y su arte al alcance de la comunidad mundial y del crisol de la modernidad. La popularidad del Impresionismo se vio favorecida por los numerosos artistas que trabajaban en París, y por las obras impresionistas francesas que pasaron a formar parte de colecciones norteamericanas. La pintora de más éxito del país, Mary Cassatt, se convirtió en un importante miembro del grupo de impresionistas modernos de París. Las nuevas tecnologías, especialmente la fotografía, también tuvieron un poderoso influjo en los artistas norteamericanos, tal y como se refleja en su forma de tratar los temas urbanos. En lugar de las coloristas vistas de la ciudad, propias del Impresionismo, los pintores del estilo Ash Can buscaron la imagen de una palpitante urbe del comercio. Totalmente conscientes de las tendencias modernas, estos pintores creían en su interpretación genuinamente americana del arte moderno. Entre las obras de esta sección destacan Verano, de Mary Cassatt (1894, Terra Foundation for American Art), Interior en Venecia, de John Singer Sargent (1898, Royal Academy of Arts, Londres), Luchadores, de Thomas Eakins (1899, Los Angeles County Museum of Art), Salomé de Robert Henri (1909, John and Mable Ringling Museum of Art), o Patios traseros, Greenwich Village de John Sloan (1914, Whitney Museum of American Art).

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Cassatt, Mary. (ca. 1894). Verano

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IV. Modernidad y Regionalismo (1915–1945) En una época de efervescencia política entre las dos guerras mundiales, la lucha de los artistas norteamericanos por afrontar las complejidades nacionales e internacionales de su tiempo contribuyó al surgir de uno de los períodos más diversos y contradictorios del arte norteamericano. La Gran Depresión de los años treinta puso fin a la exuberante era del jazz, llevando el desorden a la vida cultural. Muchos artistas que habían cultivado la abstracción dejaron de atender a cuestiones estéticas para hacer proclamas acerca de la injusticia política y social (el realismo social) y para representar la iconografía regional americana (regionalismo). Los regionalistas describían a EEUU como una nación de gente llana y gran diversidad geográfica, y, además, demostraron que los artistas podían ser independientes de Nueva York. Por su parte, los creadores que vivían en esa ciudad buscaban la innovación artística en el mundo natural y en la geometría de los espacios arquitectónicos plasmada en formas abstractas. Marsden Hartley, uno de los primeros artistas modernos de EEUU, Ralston Crawford (precisionista), fascinado por el paisaje industrial de la nación, y Thomas Hart Benton, el artista regionalista más conocido, se encuentran entre los autores de este período. También se incluyen en esta sección piezas como Muchacha y máquina de coser de Edward Hopper (1921– 22, Museo Thyssen- Bornemisza) y Mujer-Luna de Jackson Pollock (1942, Peggy Guggenheim Collection, Venecia).

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Hopper, Edward. (1921). Muchacha y máquina de coser

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V. Prosperidad y Desilusión (1945–1980) La profunda ambivalencia es característica del país tras la II Guerra Mundial. Pese a su triunfal recuperación de la depresión económica de los años treinta, la preocupación por la vuelta de los malos tiempos perduraba. Pese a que el auge de los suburbios proporcionaba una seguridad nueva, surgieron contraculturas que desafiaban el status quo. El optimismo de la próspera posguerra era contrarrestado por el miedo a la guerra atómica. El desarrollo del Expresionismo Abstracto coincide con el surgir de EEUU como superpotencia internacional. Rompiendo con las convenciones imperantes, tanto en lo relativo a técnica como a tema, las nuevas obras trataban de psiques individuales. El proceso creativo se convierte en fundamental para unos artistas que maniobran con gran espontaneidad e improvisación en lienzos de escala monumental. Las obras de pintores como Jackson Pollock, Willem de Kooning, Robert Motherwell y Mark Rothko, que escapan la clasificación dentro de una categoría, pueden definirse vagamente como estilos muy abstractos cuyo énfasis radica en el gesto dinámico y enérgico o en el interés reflexivo y cerebral por jugar con amplios campos de color. Los años sesenta siguieron siendo testigos de dramáticos cambios en el arte americano a medida que el Arte Pop y el Minimalismo acaparaban la atención del mundo del arte. Artistas pop como Andy Warhol, Roy Lichtenstein y James Rosenquist se inspiraron en la publicidad, las vallas, el cine, la televisión y los envases comerciales para presentar imágenes, a veces transformadas mediante el humor, la ironía, o el ingenio, que pueden ser interpretadas como celebración y como crítica de la cultura popular. Contrastando con la fascinación por la sociedad de consumo de los artistas pop, los minimalistas primaron el concepto sobre el material, la idea sobre la cualidad sensorial, a menudo prefiriendo la escultura a la pintura, y buscando alternativas entre estas categorías y más allá. Algunos de estos artistas como Dan Flavin, Donald Judd y Ellsworth Kelly rechazaron la pintura como inherentemente ilusionista y prefirieron crear objetos y estructuras que, siendo tridimensionales, no entraban en la tradicional definición de escultura. Entre las muchas piezas de esta sección se encuentran Composición, de Willem de Kooning (1955, Solomon R. Guggenheim Museum), Naturaleza muerta n.º 33, de Tom Wesselmann (1963, Colección Mugrabi), Ciento cincuenta Marilyns multicolores Desnudos con balón de playa de Roy Lichtenstein (1994, Colección particular). de Andy Warhol (1979, Museo Guggenheim Bilbao), y

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Kooning, Willem de. (1956). Composición

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VI. Multiculturalismo y Globalización (1980–momento actual) Desde 1980 los artistas de EEUU han afrontado su herencia del Pop, del Minimalismo, del Arte Conceptual, la performance y el vídeo, llevando estas iconoclasias a extremos aún mayores y a manifestaciones más sofisticadas. Durante los años ochenta resurge la figuración en la pintura con un enorme éxito comercial, especialmente gracias al boom económico de esta década y pese a la amenaza de la regresión (Julian Schnabel, Eric Fischl y David Salle). Sin embargo, las obras de Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, Felix Gonzalez-Torres y Robert Gober, tratan de problemas sociales, desigualdad e incluso de la nueva epidemia del VIH/SIDA que ensombreció la era Reagan, en contraste con el triunfo económico de los años ochenta. La diversidad de prácticas del arte contemporáneo estadounidense continúa cuestionando y redefiniendo el arte y su función, tratando las exigencias de la sociedad actual. Entre las obras destacadas de este período se cuentan Sin título, de Keith Haring (1982, cortesía Tony Schafrazi Gallery), Chorro (para Ian Giloth) de Eric Fischl (1982, Colección particular, Suiza), y Celos sexuales y profesionales (Tennyson) de David Salle (1983, Museum of Contemporary Art Kiasma, Finlandia).

Fischl, Eric. (1982). Chorro (para Ian Giloth)

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Significado: Héritage, término que en francés hace referencia al patrimonio y la sucesión. Contenido: Publicaciones que recopilan diversos materiales relacionados con los sitios que poseen valor histórico, artístico o cultural relevante, particularmente, aquellos declarados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

PATRIMONIO

Independence Hall, patrimonio de la humanidad El Independence Hall, edificio de la ciudad de Filadelfia donde fue adoptada la Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos, es una construcción levantada entre 1732 y 1753. Fue declarado monumento nacional por el gobierno federal y como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979. En el siguiente artículo se exponen las características y Valor Excepcional Universal por los cuales la UNESCO lo incluyó en su lista de Patrimonio de la Humanidad.

UNESCO. (2016). Independence Hall. Recuperado de: http://whc.unesco.org [Consulta: 30 de diciembre, 2016].

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UNESCO

INDEPENDENCE HALL, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD ituado en Filadelfia, el Independence Hall es el edificio donde se firmaron la Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos, en 1776 y 1787 respectivamente. Desde la aprobación de estos dos documentos, los principios universales de libertad y democracia proclamados en ellos han sido fundamentales en la historia de los Estados Unidos y han ejercido una gran influencia en los legisladores del mundo entero.

La Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos de América fueron adoptadas en el marco de este hermoso edificio del siglo XVIII en Filadelfia. Estos acontecimientos, que tuvieron lugar respectivamente en 1776 y 1787, fueron concebidos en un contexto nacional, pero los principios universales de libertad y democracia establecidos en estos dos documentos han tenido un profundo impacto en los legisladores y pensadores políticos de todo el mundo. Se convirtieron en modelos para cartas similares de otras naciones, y se puede considerar que son precursores de un moderno concepto de Estado. El Independence Hall fue diseñado por el abogado Andrew Hamilton en colaboración con el maestro constructor Edmund Woolley para albergar la Asamblea de las Trece Colonias en Pennsylvania. Su construcción comenzó en 1732 y finalizó en 1753, se trata de una sencilla estructura de ladrillo con un campanario de madera que una vez sostuvo la Campana de la Libertad. El edificio ha sufrido muchas restauraciones, la más significativa fue dirigida por el arquitecto John Haviland en la

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década de 1830 y bajo la dirección del Servicio de Parques Nacionales a partir de los años 50, devolviéndolo al aspecto que tuvo durante los años en que la nueva Declaración de Independencia y la Constitución fueron debatidas y firmadas. En la Sala de Asambleas se explican los acontecimientos trascendentales ocurridos allí, se discute su impacto internacional, así como la difusión de la democracia. Criterio VI: Los principios universales del derecho a la revolución y al autogobierno, expresados en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América (1776) y en la Constitución (1787), que fueron debatidos, adoptados y firmados en el Independence Hall, Han influido profundamente en legisladores y políticos alrededor del mundo. Los conceptos fundamentales, el formato y hasta los elementos sustantivos de los dos documentos han influido en las cartas constituyentes en muchos países e incluso en la Carta de las Naciones Unidas. Integridad

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HÉRITAGE

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Dentro de los límites de la propiedad (la zona de la ciudad conocida como Plaza de la Independencia) se encuentran todos los elementos necesarios para entender y expresar el Valor Universal Excepcional del Independence Hall. Las acciones para adoptar la Declaración de Independencia y enmarcar la Constitución tuvieron lugar dentro de este edificio, que se ha conservado como un sitio histórico desde principios del siglo XIX. Se encuentra en el estado más alto posible de conservación, tanto en su estructura interior como en el exterior, y se ha beneficiado de estudios cuidadosos y profundos de la conservación y de un consejo técnico experto. Los soportes de acero que refuerzan y estabilizan la estructura, fueron cuidadosamente insertados a mediados del siglo XX, y la restauración interior se basó en una investigación exhaustiva. Los impactos que generan las visitas al inmueble son manejados cuidadosamente. La propiedad de 2 hectáreas es de un tamaño suficiente para asegurar una adecuada representación de las características y procesos que transmiten el significado de la propiedad y a la vez, se impide que el edificio sufra efectos adversos derivados del desarrollo propio de la ciudad. No hay una zona oficial de amortiguación, pero el Parque Histórico Nacional de la Independencia de 18 hectáreas proporciona una protección equivalente. También en la Plaza de la Independencia, pero no contribuyendo al Valor Universal Excepcional del Independence Hall se encuentran las alas este y oeste de dos pisos y las arcadas de ladrillo que las vinculan a la sala principal, que fueron construidas en 1897-1898 como representaciones aproximadas de las estructuras subsidiarias desaparecidas hace mucho y que inicialmente albergaban oficinas y pasillos de conexión; Salón de Congresos, construido en 1787-1789 como un

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tribunal del condado; y el Old City Hall, construido en 1790-1791.

Autenticidad El Independence Hall es sustancialmente auténtico en términos de sus formas y diseños, materiales y sustancia, y la ubicación y el entorno. Casi todos los elementos exteriores de la estructura y el diseño de la sala son materiales originales; Los espacios interiores que albergaban eventos significativos están intactos, al igual que algunos de los acabados interiores originales. El campanario de madera fue erigido en 1828 para reemplazar una estructura anterior. El parque histórico nacional que rodea al edificio conserva las estructuras de los siglos XVIII y XIX de la escalera baja que refuerzan el contexto del pasillo. La presión más significativa sobre el edificio lo constituye el gran número de visitantes, además de la degradación producida por la contaminación del aire, la lluvia ácida, y el desarrollo comercial en las inmediaciones. Requerimientos de protección y gestión El Independence Hall es propiedad de la Ciudad de Filadelfia y está administrado por el Servicio de Parques Nacionales como parte del Parque Histórico Nacional de la Independencia bajo un

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acuerdo formal con la Ciudad. La ley de 1948 que crea el Parque Nacional tiene como propósito expreso la preservación de las estructuras históricas. La inclusión del Independence Hall en el sistema de parques nacionales le otorga el nivel de protección más alto posible otorgado por el gobierno federal. Además, al ser considerado como el sitio histórico más importante del país, su preservación es una cuestión prioritaria que se atiende a través de las periódicas tareas de mantenimiento y protección. La propiedad es administrada a nivel nacional por el Servicio de Parques Nacionales. Un Plan General de Gestión para el Parque Histórico Nacional (1998) incorpora el estatus de Patrimonio Mundial

de la Sala como un aspecto importante, y aborda la interpretación, así como cuestiones tales como la capacidad de carga. En la década de 1990, se añadieron nuevos sistemas de detección y supresión de incendios y de seguridad. En 2002 se realizaron pruebas de detección de visitantes y otras medidas de reforzamiento de la seguridad, y en 2013 se completó un gran proyecto de rehabilitación para el campanario. Mantener el Valor Universal Excepcional de la propiedad en el tiempo requerirá una adecuada administración del gran número de visitantes, la degradación del edificio de los contaminantes ambientales y las presiones de desarrollo urbano en las inmediaciones.

Richardt, Ferdinand. (ca. 1858-1863). Independence Hall

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Significado: Lingua, palabra latina de la que deriva el concepto de lengua, hace referencia a un sistema de comunicación estructurado. Contenido: Publicaciones asociadas con el estudio y análisis lingüístico, etimológico y demás dimensiones del lenguaje.

LINGÜÍSTICA

Los Estados Unidos por dos lenguas En 1998 el millonario Ron Unz, y diversas organizaciones antiinmigrantes, impulsaron la Proposición 227 en California, la cual establecía la obligatoriedad del monolingüismo —en inglés por su puesto— en el sistema educativo del estado. En su momento la proposición tuvo éxito, y contó incluso con amplio respaldo de sectores de la comunidad hispana, los cuales veían en la medida, la posibilidad de impulsar la inmersión de los jóvenes en el mercado laboral. A cuenta de la Proposición 227, el escritor Carlos Fuentes hace una reflexión sobre la realidad del español, el bilingüismo y el multiculturalismo en los Estados Unidos de finales del siglo XX. Para el año 2016 apareció en el escenario político-electoral californiano la Proposición SB 1174 que justamente busca revertir los efectos de aquella primera proposición a la que se refiere Fuentes en el siguiente texto.

Fuentes, Carlos. (1998, junio 18). Los Estados Unidos por dos lenguas El país. Recuperado de: www.elpais.com [Consulta: 27 de diciembre, 2016].

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CARLOS FUENTES

LOS ESTADOS UNIDOS POR DOS LENGUAS l monolingüismo es una enfermedad curable». Una vez vi este grafito en un muro de San Antonio, Texas, y lo recordé la semana pasada cuando el electorado de California, el Estado más rico y más poblado de la Unión Americana, votó a favor de la Proposición 227, que pone fin a la experiencia bilingüe en la educación. Yo entiendo a los padres y madres inmigrantes de lengua española. Desean que sus hijos asciendan escolarmente y se incorporen a las corrientes centrales de la vida en los Estados Unidos.

¿Cómo se logra esto mejor? ¿Sumergiendo al escolar, de inmediato, en cursos sólo en lengua inglesa? ¿O combinando la enseñanza en inglés con la enseñanza en castellano? California ha votado en contra de la segunda idea, aliándose a la primera. Este hecho no deroga otro mucho más importante y de consecuencias infinitamente más duraderas: los Estados Unidos tienen 270 millones de habitantes, y 28 millones entre ellos hablan español. A mediados del siglo que viene, casi la mitad de la población norteamericana será hispanoparlante. Éste es el hecho central, imparable, y ninguna ley va a domar realidad tan numerosa y bravía.

encontramos detrás de la lucha por el español en Puerto Rico. En la isla borinqueña es donde más claramente se diseña la rivalidad anglo-hispana. Los puertorriqueños quieren conservar su lengua española. Pero este apego les veda el acceso a la «estadidad», es decir, a convertirse en Estado de la Unión. No prejuzgo sobre la voluntad borinqueña de mantener el status de «Estado Libre y Asociado», ganar la independencia o convertirse en una estrella más del pabellón norteamericano. En cualquier caso, Puerto Rico es una nación, tiene derecho a su lengua española y no puede ser objeto de un gigantesco chantaje político: tu idioma a cambio de una estrella.

Hay en la Proposición 227 la comprensible preocupación de los padres latinos por el futuro de sus hijos. Pero también hay una agenda angloparlante que quisiera someter al bronco idioma de Don Quijote a los parámetros de lo que Bernard Shaw llamaba «el idioma de Shakespeare, Milton y la Biblia». El español es la lengua rival del inglés en los Estados Unidos. Éste es el hecho escueto y elocuente. Es esta rivalidad la que

El temor de los legisladores norteamericanos que condicionan la «estadidad» a la renuncia de la lengua es, desde luego, el miedo de que, si Puerto Rico mantiene el derecho al español, Texas, Arizona o Nuevo México reclamen lo mismo. Y tendrían derecho a ello si una lectura fina del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, por el que México cedió la mitad de su territorio nacional a la conquista bélica norteamericana, nos demuestra

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que los Estados Unidos contrajeron, al firmarlo, la obligación de mantener la enseñanza del español, de California a Colorado, y de las Rocallosas al río Bravo.

La campaña contra la lengua de Cervantes en los Estados Unidos es un intento fútil de tapar el sol con un dedo. Los hispanoparlantes norteamericanos son ya, según la expresión de Julio Ortega, los «primeros ciudadanos del siglo XXI». En vez de hostigarlos, los Estados Unidos harían bien en reconocerlos como los más aptos mediadores culturales del nuevo siglo. Me explico: el hispano en los Estados Unidos no está casado con las amargas agendas del racismo; su composición mestiza faculta al hispano para mediar efectivamente entre negros y blancos. Y su condición fronteriza convierte al norteamericano de ascendencia mexicana en protagonista de una cultura movible y migratoria en la que, tarde o temprano, el concepto mismo de «globalización» deberá enfrentarse a su asignatura pendiente: ¿por qué, en un mundo de inmediato trasiego de mercancías y valores, se impide el libre movimiento de personas, la circulación de los trabajadores?

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Hace 150 años, los Estados Unidos entraron a México y ocuparon la mitad de nuestro territorio. Hoy, México entra de regreso a los Estados Unidos pacíficamente y crea centros hispanófonos no sólo en los territorios de Texas a California, sino hasta los Grandes Lagos en Chicago y hasta el Atlántico en Nueva York. ¿Cambiarán los hispanos a los Estados Unidos? Sí. ¿Cambiarán los Estados Unidos a los hispanos? Sí. Pero esta dinámica se inscribe, al cabo, en el vasto movimiento de personas, culturas y bienes materiales, que definirá al siglo XXI y su expansión masiva del transporte, la información y la tecnología. Dentro de esta dinámica, los EE. UU. de América se presentan como una República Federal Democrática, no como una unión lingüística, racial o religiosa. Una república constituida no sólo por blancos anglosajones y protestantes (WASPS), sino, desde hace dos siglos, por grandes migraciones europeas y, hoy, por grandes migraciones hispanoamericanas. Aquéllas tenían que cruzar el océano y eran de raza caucásica. Éstas sólo tienen que atravesar fronteras terrestres y son morenas. La lengua española, en última instancia, se habla desde hace cuatro siglos en el sureste de los Estados Unidos. Su presencia y sus derechos son anteriores a los de la lengua inglesa. Pero, en el siglo por venir, nada se ganará con oponer el castellano y el inglés en los Estados Unidos. Como parte y cabeza de una economía global, los Estados Unidos deberían renunciar a su actual condición, oscilante entre la estupidez y la arrogancia, de ser el idiota monolingüe del universo. Ni los europeos ni los asiáticos, al cabo, van a tolerar la pretensión norteamericana del inglés como lengua universal y única. ¿Por qué, en vez de proposiciones tan estériles como la 227, los Estados Unidos no establecen un

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bilingüismo real, es decir, la obligación para el inmigrante hispano de aprender inglés, junto con la obligación del ciudadano angloparlante de aprender español? Ello facilitaría no sólo las tensas relaciones entre la Hispanidad y Angloamérica, sino la propia posición norteamericana en sus relaciones con la Comunidad Europea y, sobre todo, con la Comunidad del Pacífico. El multilingüismo es el anuncio de un mundo multicultural del cual la

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ciudad de Los Ángeles, ese Bizancio moderno que habla inglés, español, coreano, vietnamita, chino y japonés, es el principal ejemplo mundial. Hablar más de una lengua no daña a nadie. Proclamar el inglés lengua única de los Estados Unidos es una prueba de miedo y de soberbia inútiles. Y una lengua sólo se considera a sí misma «oficial» cuando, en efecto, ha dejado de serlo. En materia cultural, las lenguas bífidas son propias de serpientes, pero emplumadas.

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Significado: Imitor, es una voz de origen latino que en español dio origen al concepto 'imitar', cuyo significado se refiere a la acción de copiar, reproducir o representar. Contenido: Publicaciones de fotografías que, con base en el criterio del editor, poseen algún tipo de valor histórico o artístico particular.

FOTOGRAFÍA

Estados Unidos en fotografía La historia de los Estados Unidos puede seguirse no sólo a través de la literatura; la fotografía, desde mediados del siglo XIX, acompaña el desarrollo de esa nación. La siguiente es una selección de fotografías, algunas quizá no tan conocidas, que reflejan acontecimientos destacados de la historia norteamericana.

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ESTADOS UNIDOS EN FOTOGRAFÍA

.1

1

Fotografía del presidente Abraham Lincoln (centro), junto a Allan Pinkerton (izquierda) y el General McClernand (derecha), tomada el 3 de octubre de 1862 durante la Batalla de Antietam, en el marco de la Guerra Civil .¹

Gardner, Alexander. (1862, octubre 3). Lincoln en la Batalla de Antietam. [Fotografía].

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IMITOR

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(Derecha). Estrado del Ku Klux Klan en el que aparece el águila K, en traje negro, en una reunión de casi 30,000 miembros en Chicago, Illinois en la década de los años 20.²

2.2

(Izquierda). Martin Luther King, Jr. y Malcolm X antes de una conferencia de prensa. Ambos hombres habían acudido a escuchar el debate del Senado sobre la Ley de Derechos Civiles de 1964. Esta fue la única vez que ambos líderes sociales se encontraron. Su reunión duró sólo un minuto.³

3.3

4.4

(Derecha). Edith Shain (enfermera) y Glenn Edward McDuffie (marino) fotografiados durante un desfile en Nueva York en el que se celebraba el fin de la Segunda Guerra Mundial.⁴

2

Anónimo. (ca. 1920). Reunión del Ku Klux Klan en Chicago. [Fotografía]. Trikosko, Marion S. (1964, marzo 26). Martin Luther King, Jr. y Malcolm X. [Fotografía]. 4 Eisenstaedt, Alfred. (1945, agosto 14). V-J Day in Times Square. [Fotografía]. 3

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(Izquierda). Infantes de marina levantan la bandera de los Estados Unidos en la cima del monte Suribachi, durante la batalla contra las fuerzas japonesas desarrollada en la isla Iwo Jima, entre febrero y marzo de 1945.⁵

5. 5

(Derecha). El primer autorretrato fotográfico que se conoce lo hizo Robert Cornelius en la ciudad de Filadelfia en 1839.⁶

(Izquierda). El dirigible alemán, tipo Zeppelin, LZ 129 Hindenburg estalla al intentar aterrizar en el estado de Nueva Jersey. En el accidente mueren 36 personas. Este suceso constituye el fin de los dirigibles como medio de transporte.⁵

6.6 77

5

Rosenthal, Joe. (1945, marzo). Infantes de marina levantan la bandera de los EE.UU. en Iwo Jima. [Fotografía]. Cornelius, Robert. (1839). Autorretrato. [Fotografía]. 7 Marina de EE.UU. (1937, mayo 6). El Hindenburg estalla en New Jersey. [Fotografía]. 6

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IMITOR

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Significado: Poiesis, voz de origen griego que evoca al proceso de creación o producción artística. Contenido: Publicaciones que recopilan variados ejemplos de poesía como género literario, y en los cuales se resaltan las manifestaciones de la belleza o del sentimiento estético a través de la palabra.

POESÍA

Allen Ginsberg y la Generación del Beat La poesía norteamericana se ha caracterizado por generar obras y autores de primera línea cuya influencia ha tocado las obras de muchas otras literaturas, como ejemplo de ello —a propósito de la revisión de los aspectos más destacados de la historia y de la contemporaneidad estadounidenses—, ofrecemos enseguida una breve introducción que el polígrafo mexicano Ernesto de la Peña (1927-2012), hace sobre el poeta Allen Ginsberg (1926-1997) y la Generación del Beat. Acompaña a esta descripción sobre el trabajo de Ginsberg, un fragmento de una de las obras más representativas del autor norteamericano, Kaddish.

Ginsberg, Allen. (2014). Kaddish y otros poemas (1958-1960). Traducción de Rodrigo Olavarría. Anagrama. Barcelona. pp. 11-19. Peña, Ernesto de la. (ca. 2005). Allen Ginsberg y la Generación del Beat. En Instituto Mexicano de la Radio (IMER), Testimonio y celebración. México.

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ERNESTO DE LA PEÑA

ALLEN GINSBERG Y LA GENERACIÓN DEL BEAT a pasó de moda y ya no muchos recuerdan la que en su momento fue celebérrima “Generación de los Beats”, los “Beatnik”. Los Beats fueron una generación de creadores literarios realmente importantes; a mi juicio el más importante de ellos fue un gran poeta Allen Ginsberg, autor de muchas obras, pero sobre todo de dos enormes y excelsos poemas, uno se llama Howl —que se puede traducir como “Aullido— y el otro es un Kaddish, es decir un réquiem judío para su madre. Yo vertí hace muchísimos años este al español y me di cuenta de muchísimas cosas entre otras, del profundo dolor con que la escribió, de su ánimo de no ocultar nada: la madre murió loca, él confiesa su homosexualidad de una manera brutal y en medio de todas las cosas, incluso obscenas que narra de la madre, hay un profundo amor filial. El poema es desgarrador pero lo más notable es que tiene una gran longitud, leído con una velocidad un poco apresurada, dura cerca de media hora y se mantiene la altura poética en todo ese tiempo. A mi juicio el mantener esa altura poética durante tanto tiempo, no sólo en tres o cinco o diez líneas sino en casi todas, es una señal no sólo notable, sino semidivina de un poeta y ese es Allen Ginsberg.

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KADDISH Para Naomi Ginsberg, 1894-1956 I Es extraño pensar en ti ahora, lejos sin corsé ni ojos, mientras camino por el soleado pavimento de Greenwich Village. el centro de Manhattan, luminoso mediodía de invierno, y me pasé toda la noche hablando, hablando, leyendo el Kaddish en voz alta, escuchando los blues de Ray Charles que gritan ciegos en el fonógrafo el ritmo el ritmo – y tu recuerdo en mi cabeza tres años después – Y leí las triunfantes estrofas finales del Adonais en voz alta – lloré, al darme cuenta de cómo sufrimos – Y cómo la Muerte es aquel remedio que todos los cantantes sueñan, cantan, recuerdan, profetizan como en el Himno Hebreo o en Libro Budista de las Respuestas – y mi propia imaginación de una hoja marchita – al amanecer – Soñando hacia atrás por la vida, Tu tiempo – y el mío acelerando hacia el Apocalipsis, el momento final – la flor ardiendo en el Día – y lo que viene después, recordando la mente misma que vio una ciudad norteamericana a un flash de distancia, y el gran sueño de Mí o de China o tú y una Rusia fantasma o una cama arrugada que nunca existió – como un poema en la oscuridad – que huye de vuelta al Olvido – Nada más que decir y nada por lo que llorar sino los Seres en el Sueño, atrapados en su desaparición, mientras suspiran y gritan en una compra y venta de pedazos de fantasma, venerándose los unos a los otros,

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venerando al Dios involucrado en todo eso – ¿nostalgia o inevitabilidad? – mientras dura, una Visión – ¿algo más? Salta a mi alrededor, cuando salgo y camino por la calle, la miro por encima del hombro, Séptima Avenida, las almenas de los edificios de oficina hombro con hombro altos, bajo una nube, por un instante altos como el cielo – y el cielo en lo alto – un viejo lugar azul. o por la Avenida hacia el sur, hacia – mientras camino hacia el Lower East Side – donde caminabas tú hace 50 años, pequeña niñita – de Rusia, comiéndote los primeros tomates venenosos de Norteamérica – asustada en el muelle – luchando luego con las multitudes en Orchard Street ¿hacia qué? – hacia Newark – hacia la confitería, las primeras sodas caseras del siglo, helado batido a mano en la trastienda sobre mohosos tablones café – Hacia la educación el matrimonio el colapso nervioso, la operación, la escuela, aprender a estar loca, soñando – ¿qué es esta vida? Hacia la Llave en la ventana – y la gran Llave apoya su cabeza luminosa sobre Manhattan y sobre el suelo y se tiende en la vereda – en un solo rayo, moviéndose, mientras camino por la Primera hacia el Teatro Yiddish – y el lugar de la pobreza que conociste y yo conozco, pero sin que me importe ahora – Es extraño haberse movido por Paterson y el Oeste y Europa y de nuevo aquí, con los gritos de los españoles ahora en los umbrales y muchachos oscuros en la calle, salidas de incendio viejas como tú – Aunque tú ya no eres vieja, eso se queda aquí conmigo – Yo, de todas formas, quizás tan viejo como el universo – y supongo que eso muere con

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nosotros – suficiente para cancelar todo el porvenir – Lo que vino se fue para siempre cada vez – ¡Está bien! Así quedamos abiertos a la falta de remordimientos – a no temer a los radiadores, a la falta de amor, al final hasta el dolor de muelas es una tortura – Aunque mientras llega es un león que se come el alma – y el cordero, el alma, en nosotros, ay, ofreciéndose en sacrificio al hambre feroz del cambio – dientes y cabellos – y el rugido del dolor en los huesos, el cráneo descubierto, la costilla rota, la piel podrida, Implacabilidad engañada por el cerebro. ¡Ay! ¡ay! ¡nos va peor! ¡Estamos en aprietos! Y tú estás fuera, la Muerte te dejó salir, la Muerte tuvo Piedad, terminaste con tu siglo, terminaste con Dios, terminaste con el sendero que lo atraviesa – Por fin terminaste contigo misma – Pura – De vuelta a la oscuridad Infantil antes de tu Padre, antes de todos nosotros – antes del mundo – Ahí, descansa. No más sufrimiento para ti. Sé adónde te fuiste, es un buen lugar. No más flores en los veraniegos campos de Nueva York, no más alegría, no más miedo a Louis, y no más de su dulzura y anteojos, sus décadas de colegio, deudas, amores, temerosas llamadas telefónicas, camas para la concepción, parientes, manos – No más hermana Elanor, – ella partió antes que tú – lo mantuvimos en secreto – tú la mataste – o se mató ella para poder soportarte – un corazón artrítico – Pero la Muerte las mató a las dos – No importa – Tampoco el recuerdo de tu madre, lágrimas de 1915 en películas mudas semanas y semanas – olvidando, dolida viendo a Marie Dressler dirigirse a la humanidad, al joven Chaplin bailando, o a Boris Gudonov, a Chaliapin en el Met, alzando su voz de Zar sollozante – de pie al fondo junto a Elanor y Max – mirando también a los

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Capitalistas sentarse junto a la Orquesta, pieles blancas, diamantes, viajando a dedo por Pennsylvania con las Juventudes Socialistas vistiendo una falda pantalón negra para hacer gimnasia, fotografía de 4 muchachas abrazándose en torno al yermo y ojo risueño, demasiado tímida, virginal soledad de 1920 todas las muchachas envejecidas, o muertas, ahora, y ese largo cabello en la tumba – afortunadas por tener maridos luego – Tú lo lograste –también yo vine – mi hermano Eugene antes (todavía de luto y seguirá lamentasoñando hasta su última mano tiesa, mientras lidia con su cáncer – o matará – quizás más tarde – de pronto pensará –) Y es el último momento que recuerdo, que los veo a todos, a través de mí, ahora – aunque no a ti No pude anticipar lo que ibas a sentir – qué horrenda apertura de boca sucia vino primero – a ti – ¿y estabas preparada? ¿Para ir adónde? En esa oscuridad – ésa – ¿en ese Dios? ¿un resplandor? ¿Un Señor en el Vacío? ¿Cómo un ojo en las oscuras nubes de un sueño? ¿Está Adonoi contigo finalmente? ¡Más allá de mi recuerdo! ¡Incapaz de adivinar! No sólo el cráneo amarillo en la tumba, o una caja de polvo agusanado, y una cinta manchada – ¿la Cabeza de la Muerte con Aureola? ¿puedes creerlo? ¿Es sólo el sol que brilla una vez para la mente, sólo el chispazo de la existencia, que nunca jamás existió? Nada más allá de lo que tenemos – lo que tuviste – eso es tan lamentable – aun así el Triunfo, haber estado aquí, y haber cambiado, como un árbol, quebrada, o una flor – que alimenta el suelo – pero loca, con sus pétalos, coloreada, pensando en el Gran Universo, conmovida, un corte en la cabeza, despojada de sus hojas, escondida en un hospital huevera, envuelta en telas, irritada – trastornada en el cerebro lunar, con menos que Nada.

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Ninguna flor como esa flor, que se sabía en el jardín, y luchó contra el cuchillo – perdió Cortada por un idiota y gélido Hombre de Nieve – incluso en Primavera – extraño pensamiento fantasma – un poco de Muerte – Un carámbano puntiagudo en su mano – coronada con antiguas rosas – un perro para sus ojos – la verga de una fábrica clandestina – corazón de planchas eléctricas. Todas las acumulaciones de la vida, que nos agotan – relojes, cuerpos, conciencias, zapatos, pechos – hijos concebidos – tu Comunismo – «Paranoia» en los hospitales. Una vez pateaste a Elanor en la pierna, después ella murió de un paro cardíaco. Tú de un derrame. ¿Dormida? en cosa de un año, las dos, hermanas en la muerte. ¿Está feliz Elanor? Max vive su duelo en una oficina de Lower Broadway, largo bigote solitario sobre Contabilidades de medianoche, no estoy seguro. Su vida pasa – según él ve – ¿y de qué duda ahora? Todavía sueña con hacerse rico o con que pudo hacerse rico, contratar a una enfermera, tener hijos, ¿incluso encontrar tu Inmortalidad, Naomi? Lo veré pronto. Ahora tengo que ir al grano – para hablarte – como no lo hice cuando tenías boca. Para Siempre. Y estamos destinados a eso, Para Siempre – como los caballos de Emily Dickinson – encaminados al Fin.

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Conocen el camino – Estos Corceles – corren más rápido de lo que imaginamos – es nuestra propia vida la que cruzan – y llevan consigo. Magnífica, no más llorada, con el corazón dañado, la mente detrás, soñó su matrimonio, mortal cambiada – Culo y rostro cansados de los homicidios. En el mundo, entregada, enloquecida por las flores, no hizo una Utopía, encerrada bajo los pinos, en la caridad de la Tierra, en el bálsamo de la Soledad, Jehová, acepta. Sin nombre, Un Solo Rostro, Para Siempre más allá de mí, sin principio, sin fin, Padre en la muerte. Aunque no estoy aquí por su Profecía, no estoy casado, no tengo un himno, no tengo un Cielo, decapitado en el éxtasis aun así te adoraría a Ti, al Cielo, después de la Muerte, sólo Uno bendito en la Nada, sin luz ni oscuridad, Eternidad sin Días – Toma esto, este Salmo, de mí, surgido de mi mano en un día, algo de mi Tiempo, entregado ahora a la Nada – para alabarte a Ti – Pero la Muerte Éste es el final, la redención de las Tierras Salvajes, una ruta para el Errante Maravillado, la Casa buscada por Todos, pañuelo negro lavado por lágrimas – página más allá del Salmo – El último cambio de Naomi y mío – hacia la perfecta Oscuridad de Dios – ¡Muerte, detén a tus fantasmas!

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KADDISH For Naomi Ginsberg, 1894-1956 I Strange now to think of you, gone without corsets & eyes, while I walk on the sunny pavement of Greenwich Village. downtown Manhattan, clear winter noon, and I’ve been up all night, talking, talking, reading the Kaddish aloud, listening to Ray Charles blues shout blind on the phonograph the rhythm the rhythm – and your memory in my head three years after – And read Adonais’ last triumphant stanzas aloud – wept, realizing how we suffer – And how Death is that remedy all singers dream of, sing, remember, prophesy as in the Hebrew Anthem, or the Buddhist Book of Answers – and my own imagination of a withered leaf – at dawn – Dreaming back thru life, Your time – and mine accelerating toward Apocalypse, the final moment – the flower burning in the Day – and what comes after, looking back on the mind itself that saw an American city a flash away, and the great dream of Me or China, or you and a phantom Russia, or a crumpled bed that never existed – like a poem in the dark – escaped back to Oblivion – No more to say, and nothing to weep for but the Beings in the Dream, trapped in its disappearance, sighing, screaming with it, buying and selling pieces of phantom, worshipping each other, worshipping the God included in it all – longing or inevitability? – while it lasts, a Vision – anything more? It leaps about me, as I go out and walk the street, look back over my shoulder, Seventh Avenue, the battlements of window office buildings

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shouldering each other high, under a cloud, tall as the sky an instant – and the sky above – an old blue place. or down the Avenue to the south, to – as I walk toward the Lower East Side – where you walked 50 years ago, little girl – from Russia, eating the first poisonous tomatoes of America – frightened on the dock – then struggling in the crowds of Orchard Street toward what? – toward Newark – toward candy store, first home-made sodas of the century, hand-churned ice cream in backroom on musty brownfloor boards – Toward education marriage nervous breakdown, operation, teaching school, and learning to be mad, in a dream – what is this life? Toward the Key in the window – and the great Key lays its head of light on top of Manhattan, and over the floor, and lays down on the sidewalk – in a single vast beam, moving, as I walk down First toward the Yiddish Theater – and the place of poverty you knew, and I know, but without caring now – Strange to have moved thru Paterson, and the West, and Europe and here again, with the cries of Spaniards now in the doorstoops doors and dark boys on the street, fire escapes old as you – Tho you’re not old now, that’s left here with me – Myself, anyhow, maybe as old as the universe – and I guess that dies with us – enough to cancel all that comes – What came is gone forever every time – That’s good! That leaves it open for no regret – no fear radiators, lacklove, torture even toothache in the end – Though while it comes it is a lion that eats the soul – and the lamb, the soul, in us, alas, offering itself in sacrifice to change’s fierce hunger – hair and

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teeth – and the roar of bonepain, skull bare, break rib, rot-skin, braintricked Implacability. Ai! ai! we do worse! We are in a fix! And you’re out, Death let you out, Death had the Mercy, you’re done with your century, done with God, done with the path thru it – Done with yourself at last – Pure – Back to the Babe dark before your Father, before us all – before the world – There, rest. No more suffering for you. I know where you’ve gone, it’s good. No more flowers in the summer fields of New York, no joy now, no more fear of Louis, and no more of his sweetness and glasses, his high school decades, debts, loves, frightened telephone calls, conception beds, relatives, hands – No more of sister Elanor, – she gone before you – we kept it secret – you killed her – or she killed herself to bear with you – an arthritic heart – But Death’s killed you both – No matter – Nor your memory of your mother, 1915 tears in silent movies weeks and weeks – forgetting, aggrieve watching Marie Dressler address humanity, Chaplin dance in youth, or Boris Godunov, Chaliapin’s at the Met, hailing his voice of a weeping Czar – by standing room with Elanor & Max – watching also the Capitalists take seats in Orchestra, white furs, diamonds, with the YPSL’s hitch-hiking thru Pennsylvania, in black baggy gym skirts pants, photograph of 4 girls holding each other round the waste, and laughing eye, too coy, virginal solitude of 1920 all girls grown old, or dead, now, and that long hair in the grave – lucky to have husbands later – You made it – I came too – Eugene my brother before (still grieving now and will gream on to his last stiff hand, as he goes thru his cancer – or kill – later perhaps – soon he will think – ) And it’s the last moment I remember, which I see them all, thru myself, now – tho not you I didn’t foresee what you felt – what more hideous gape of bad mouth came first – to you – and were you prepared? To go where? In that Dark – that – in that God? a radiance? A Lord in the Void? Like an eye in the black cloud in a dream? Adonoi at last, with you?

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Beyond my remembrance! Incapable to guess! Not merely the yellow skull in the grave, or a box of worm dust, and a stained ribbon – Deathshead with Halo? can you believe it? Is it only the sun that shines once for the mind, only the flash of existence, than none ever was? Nothing beyond what we have – what you had – that so pitiful – yet Triumph, to have been here, and changed, like a tree, broken, or flower – fed to the ground – but mad, with its petals, colored, thinking Great Universe, shaken, cut in the head, leaf stript, hid in an egg crate hospital, cloth wrapped, sore – freaked in the moon brain, Naughtless. No flower like that flower, which knew itself in the garden, and fought the knife – lost Cut down by an idiot Snowman’s icy – even in the Spring – strange ghost thought – some Death – Sharp icicle in his hand – crowned with old roses – a dog for his eyes – cock of a sweatshop – heart of electric irons. All the accumulations of life, that wear us out – clocks, bodies, consciousness, shoes, breasts – begotten sons – your Communism – ‘Paranoia’ into hospitals. You once kicked Elanor in the leg, she died of heart failure later. You of stroke. Asleep? within a year, the two of you, sisters in death. Is Elanor happy? Max grieves alive in an office on Lower Broadway, lone large mustache over midnight Accountings, not sure. His life passes – as he sees – and what does he doubt now? Still dream of making money, or that might have made money, hired nurse, had children, found even your Immortality, Naomi? I’ll see him soon. Now I’ve got to cut through – to talk to you – as I didn’t when you had a mouth. Forever. And we’re bound for that, Forever – like Emily Dickinson’s horses – headed to the End. They know the way – These Steeds – run faster than we think – it’s our own life they cross – and take with them. Magnificent, mourned no more, marred of heart, mind behind, married dreamed, mortal changed – Ass and face done with murder.

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In the world, given, flower maddened, made no Utopia, shut under pine, aimed in Earth, balmed in Lone, Jehovah, accept. Nameless, One Faced, Forever beyond me, beginningless, endless, Father in death. Tho I am not there for this Prophecy, I am unmarried, I’m hymnless, I’m Heavenless, headless in blisshood I would still adore Thee, Heaven, after Death, only One blessed in Nothingness, not light or darkness, Dayless Eternity –

Take this, this Psalm, from me, burst from my hand in a day, some of my Time, now given to Nothing – to praise Thee – But Death This is the end, the redemption from Wilderness, way for the Wonderer, House sought for All, black handkerchief washed clean by weeping – page beyond Psalm – Last change of mine and Naomi – to God’s perfect Darkness – Death, stay thy phantoms!

Allen Ginsberg

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Allen Ginsberg en 1979¹

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Hendryckx, Michiel. (1979). Allen Ginsberg.

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Significado: Magnanimitas, palabra de origen latino que en español derivó en 'magnanimidad', concepto que alude a la grandeza y la elevación del espíritu. Contenido: Publicaciones sobre personajes de todos los tiempos y todos los campos del quehacer humano, cuya obra merece una revisión más amplia.

PERSONALIDADES

Benjamin Franklin América como tierra de oportunidades Benjamin Franklin (1706-1790), científico y político norteamericano, es reconocido por su trabajo a favor de la independencia de las Trece Colonias, y por ayudar a sentar las bases políticas de los Estados Unidos. En esta oportunidad ofrecemos a nuestros lectores la recuperación de un texto poco conocido de Franklin, escrito a mediados del siglo XVIII, en el cual describe a Norteamérica como tierra de grandes oportunidades. Además de analizar aspectos demográficos y proyectar el crecimiento de las colonias en las décadas siguientes, Franklin analiza las causas de la necesidad de importar esclavos, aunque lamenta que el crecimiento de la población blanca —entre la cual sólo valora a la de origen sajón— no se dé en la misma proporción que la de otras “razas”. Se trata de un escrito que analizado a la luz del siglo XXI debería calificarse de abiertamente racista, a menos que en su lectura se considere el contexto social y económico de su época y se vea en él más una intención por describir a la sociedad norteamericana, que la simple denostación de los grupos no blancos que la conforman. Franklin, Benjamin. (2007). América como tierra de oportunidades [1751]. en Revista Istor. año VII. núm. 28. pp. 86-88.

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BENJAMIN FRANKLIN

AMÉRICA COMO TIERRA DE OPORTUNIDADES uropa está casi totalmente habitada por esposos, manufactureros y compañía y, por lo tanto, su población no puede crecer; América está mayormente ocupada por indios, cuya subsistencia depende de la cacería. Pero como el cazador, entre todos los hombres, necesita de una vasta cantidad de tierra de donde obtener su sustento (el esposo necesita mucho menos, el jardinero aún menos, el manufacturero menos que nadie), los europeos encontraron América bien habitada y sobre todo por cazadores, que al tener bien demarcado su territorio, lo compartieron fácilmente con los recién arribados, que poco interfirieron con los nativos en su cacería, y los dotaron de muchas cosas.

Al ser mucha la tierra en América, y tan barata que un trabajador, que comprende el matrimonio, puede ahorrar suficiente dinero en poco tiempo para comprar el pedazo de tierra para la siembra, y así mantener a su familia; estos hombres no temen casarse, ya que si miran en el tiempo y contemplan lo que tendrán sus hijos ya grandes, ven que habrá más tierra a buen precio, tomando todo en cuenta. Así, son más los matrimonios en América, y suceden a más temprana edad, que en Europa. Y si allá reconocemos que hay un matrimonio por año entre cada cien personas, aquí caemos en cuenta que son dos; y si en Europa tienen cuatro hijos por matrimonio (casi todos los matrimonios siendo tardíos), aquí descubrimos que son ocho, de los cuales si uno crece, y se hacen nuestros matrimonios, reconociéndose uno con el otro a los 20 años, nuestra gente será doblada cada 20 años.

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Más allá de este incremento, tan vasto es el territorio de América del Norte que se necesitarán de muchas épocas para habitarlo plenamente; y hasta que se encuentre del todo habitado, la mano de obra no será barata aquí, donde un hombre no

Dibujo atribuido a Franklin utilizado durante la Guerra de los Siete Años y retomado para fomentar entre los colonos la unión contra la Corona Británica.

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es trabajador de otros por mucho tiempo sino que consigue su propia plantación, ningún hombre es largo tiempo un viajero para un negocio sino que va con los nuevos habitantes y abre su propia compañía. El trabajo no es barato ahora, en Pennsylvania, como lo era hace treinta años, aunque miles de trabajadores han sido importados. El peligro, entonces, de que estas colonias interfieran con su madre patria en negocios que dependen de la mano de obra, la manufactura y demás es en extremo remoto para que llame la atención de Gran Bretaña.

Los Padres Peregrinos¹

Pero en proporción con el crecimiento de las colonias, aumenta la demanda de manufactureros británicos, un mercado glorioso que se encuentra del todo en las manos británicas, con el que los extranjeros no pueden interferir, que crecerá en poco tiempo más allá de su poder de abastecimiento, así que todo su comercio deberá ser con sus colonias. Por lo tanto, Gran Bretaña no deberá restringir mucho a sus manufactureros en las colonias. Una madre buena e inteligente no lo haría. Distenderse significa debilitarse, y debilitar a los niños debilita a la familia entera… Es una opinión mal fundada que, a través del trabajo de los esclavos, América quizá pueda

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abaratar sus manufacturas en relación con Gran Bretaña. El trabajo de los esclavos no puede ser tan barato aquí como lo es el trabajo de los obreros en Gran Bretaña. Cualquiera puede calcularlo. El interés del dinero en las colonias es del 6 al 10 por ciento. Los esclavos, uno con otro, cuestan 30 libras esterlinas por cabeza. Reconózcase así el interés de compra del primer esclavo, el seguro o riesgo de su vida, su vestimenta y alimentación, gastos en su enfermedad y pérdida de tiempo, pérdida por negligencia del negocio (la negligencia es natural al hombre que no es beneficiado por su propio cuidado o diligencia), el gasto de un conductor que lo mantenga trabajando, y su holgazanería de vez en vez, casi cualquier esclavo es ladrón por naturaleza, y compárese la suma total con el salario de un manufacturero de hierro o de lana en Inglaterra, se verá que el trabajo es mucho más barato allá de lo que puede serlo aquí, con los negros. ¿Por qué entonces los americanos comprarán esclavos? Porque los esclavos pueden estar con el hombre todo el tiempo que éste así lo quiera o tenga necesidad de su trabajo, mientras que el hombre contratado deja continuamente a su amo (muchas veces a la mitad de su negocio) y se establece por sí mismo. Se supone que hay más de un millón de almas inglesas en América del Norte, ahora (de los cuáles tan sólo 80 mil fueron traídos por el mar), y quizá no haya uno menos en Gran Bretaña, pero tal vez más, tomando en cuenta el empleo que las colonias pueden hacer de los manufactureros que se quedan en casa. Suponiendo que este millón se doble cada 25 años, un siglo más será suficiente para ser más que la gente de Inglaterra, y el mayor número de ingleses estarán de este lado del agua. ¡Qué gran ascenso al poder del Imperio Británico tanto por mar como por tierra! ¡Qué aumento del comercio y la navegación! ¡Qué gran número de

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navíos y de marineros! No hemos estado aquí sino cien años y la fuerza de nuestros soldados en la guerra reciente, unidos, fue mayor, tanto en hombres como en armas, que la fuerza de toda la armada británica en tiempos de la reina Elizabeth. Y los destacamentos de ingleses de Gran Bretaña enviados a América, pronto encontrarán su hogar abastecido y su número crecerá aquí, ¿por qué los Palatine Boors [alemanes] tendrán que sufrir para asentarse en nuestras tierras y, agrupándose, establecer su lengua y sus maneras en lugar de las nuestras? ¿Por qué Pennsylvania, fundada por los ingleses, habrá de convertirse en una colonia de extraños, que pronto serán numerosos y nos germanizarán en lugar de que los anglifiquemos, y nunca adoptarán nuestra lengua ni costumbres más de lo que puedan adquirir nuestra complexión?

lado de nuestro globo refleje una luz más brillante en los ojos de los habitantes de Marte o de Venus, ¿por qué nosotros, bajo la mirada de seres superiores, oscureceremos a nuestra gente? ¿Por qué dejar que crezcan los hijos de África plantados en América, donde tenemos una buena oportunidad de excluir a los oscuros y a los cafés, de hacer que aumenten los bellos blanco y rojo? Pero quizá soy parcial ante la complexión de mi país, ya que dicha parcialidad es natural a la especie humana.

Lo que me lleva a añadir algo más: el número de gente puramente blanca en el mundo es proporcionalmente pequeña. Toda África es negra o café. Asia principalmente amarilla. América (exclusiva a los recién llegados) lo mismo. Y en Europa, los españoles, los italianos, los franceses, los rusos y los suecos, tienen una complexión, por decir algo, aceitunados; lo mismo que los alemanes, con excepción de los sajones, que junto con los ingleses conforman el principal cuerpo de gente blanca de la faz de la tierra. Desearía que su número creciera. Y mientras nos encontramos, como lo llamaría, mejorando nuestro planeta, clareando América de bosques, haciendo que este 11 22

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Retrato de Benjamin Franklin²

Walter, Robert. (1857). El embarque de los Peregrinos Duplessis, Joseph. (ca. 1785). Retrato de Benjamin Franklin

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Significado: Suggerimento, recomendación.

en

italiano

sugerencia

o

Contenido: Publicaciones a través de las cuales se ofrecen recomendaciones sobre artículos, revistas, libros, sitios en Internet y demás materiales culturales.

_RECOMENDACIONES

Biblioteca del Congreso de Estados Unidos En esta oportunidad nuestra recomendación cultural es la Biblioteca del Congreso (Library of Congress) de los Estados Unidos. La siguiente es una síntesis sobre la historia e importancia de una institución centenaria que alberga la más grande colección de libros y documentos del mundo. Su sitio en Internet ofrece para consulta en línea, una inmensa cantidad de documentos procedentes de sus distintos acervos.

Library of Congress. (2016). Recuperado de: www.loc.gov [Consulta: 31 de diciembre, 2016].

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LIBRARY OF CONGRESS (www.loc.gov)

BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE ESTADOS UNIDOS a Biblioteca del Congreso de Estados Unidos fue establecida por ley en el año 1800 cuando el presidente John Adams firmó un proyecto que preveía la transferencia de la sede del gobierno de Filadelfia a la nueva capital en Washington. La legislación describía una biblioteca de referencia sólo para el Congreso, que contenía "los libros que fueran necesarios para el uso del Congreso y para crear un espacio adecuado para resguardarlos..."

Establecida con 5,000 dólares destinados por la legislación, la biblioteca original fue alojada en el nuevo Capitolio hasta agosto de 1814, cuando las tropas británicas invasoras prendieron fuego al edificio quemando y saqueando el contenido de la pequeña biblioteca. Al mes siguiente del evento, el presidente retirado Thomas Jefferson ofreció su biblioteca personal como reemplazo. Jefferson había pasado 50 años acumulando libros, "poniendo todo lo que se relacionaba con América, y ciertamente lo que era raro y valioso en toda ciencia"; Su biblioteca fue considerada como una de las mejores en los Estados Unidos. Al ofrecer su colección al Congreso, Jefferson anticipó la controversia sobre la naturaleza de su colección, que incluía libros en lenguas extranjeras y volúmenes de filosofía, ciencia, literatura y otros temas que normalmente no se veían como parte de una biblioteca legislativa. Escribió: "No sé qué contenga ninguna rama de la ciencia que el Congreso quisiera excluir de su colección, de hecho, no hay tema a que un miembro del Congreso no tenga ocasión de referirse".

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En enero de 1815, el Congreso aceptó la oferta de Jefferson, y adquirió por $23,950 dólares sus 6,487 libros, de esta forma se pusieron los cimientos para la creación de una gran biblioteca nacional. El concepto Jeffersoniano de la universalidad, la creencia que todos los temas son importantes para la biblioteca de la legislatura americana, es la filosofía y la razón detrás de las políticas de colección comprendidas en la Biblioteca del Congreso actualmente.

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Ainsworth Rand Spofford, bibliotecario del Congreso de 1864 a 1897, aplicó la filosofía de Jefferson a gran escala y convirtió la biblioteca en una institución nacional. Spofford fue responsable de la ley de derechos de autor de 1870, que obligaba a todos los solicitantes de derechos de autor a enviar a la Biblioteca dos ejemplares de su trabajo. Esto dio lugar a una inundación de libros, de panfletos, de mapas, de música, de impresiones, y de fotografías. Frente a la escasez de espacio en el Capitolio, Spofford convenció al Congreso de la necesidad de un nuevo edificio, y en 1873 el Congreso autorizó un concurso para proyectar la nueva biblioteca. En 1886, después de muchas propuestas y controversias, el Congreso autorizó la construcción de un nuevo edificio de la biblioteca al estilo del Renacimiento italiano, de acuerdo con un diseño preparado por los arquitectos de Washington John L. Smithmeyer y Paul J. Pelz. La autorización del Congreso tuvo éxito debido al

duro trabajo de dos senadores: Daniel W. Voorhees (Indiana), quien sirvió como presidente del Comité Conjunto de 1879 a 1881, y Justin S. Morrill (Vermont), presidente del Comité del Senado de Edificios y Terrenos. En 1888, el general Thomas Lincoln Casey, jefe del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, fue puesto a cargo de la construcción. Su ayudante principal fue Bernard R. Green, que estuvo íntimamente involucrado con el edificio hasta su muerte en 1914. A partir de 1892, un nuevo arquitecto, Edward Pearce Casey, hijo del general Casey, comenzó a supervisar el trabajo interior, que incluía esculturas y pinturas de más de 50 artistas americanos. Cuando el edificio de la Biblioteca del Congreso abrió sus puertas al público el 1 de noviembre de 1897, fue aclamado como un monumento nacional glorioso y "el edificio de biblioteca más grande, más costoso y más seguro del mundo”.

Interior de la Biblioteca del Congreso

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Significado: Ex libris es una locución latina que significa entre libros. En español se trata de una etiqueta o sello grabado al reverso de la tapa de los libros que indica el nombre de su dueño o la biblioteca a la que pertenece. Contenido: Publicaciones que recopilan comentarios o críticas sobre libros de diversos temas.

LIBROS

De la democracia en América, de Alexis de Tocqueville. De la democracia en América, obra capital de Alexis de Tocqueville, fue producto de la visita del pensador francés a los Estados Unidos de 1831, en este texto Tocqueville ofrece un retrato de la política y la sociedad norteamericanas que, a través de sus costumbres y la construcción de instituciones, define el concepto moderno del Estado. En la siguiente reseña, Luis Eduardo Barrueto nos presenta un contexto más amplio sobre los aspectos analizados por Tocqueville.

Barrueto, Luis Eduardo. (2011, junio 22). La democracia en América de Alexis de Tocqueville. Libro Libertate. Recuperado de: https://librolibertate.wordpress.com [Consulta: 20 de diciembre, 2016].

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LUIS EDUARDO BARRUETO

DE LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA DE ALEXIS DE TOCQUEVILLE. a obra de Alexis de Tocqueville es eminentemente empírica. El francés hizo un viaje a Estados Unidos en sus tempranos veintes donde utilizó un método interesante, una mezcla de observación y conversaciones con personajes claves y ordinarios, para redactar esta monumental obra. Como he dicho antes, hay que volver a visitarla si queremos desarrollar una verdadera comprensión del orden social, y para reducir esta reseña a un punto muy específico, me voy a limitar al capítulo V de la Parte I, que habla sobre los beneficios políticos de la descentralización política.

Tocqueville dice que la centralización administrativa, aunque es útil para reunir las fuerzas, los recursos e intereses de una nación en un tiempo y situación dados, es completamente opuesta a la multiplicación de esas fuerzas. Es así que podemos decir que Tocqueville sopesaba los efectos tanto en el corto como en el largo plazo de este tipo de organización, otorgando mayor peso a los del largo plazo. Uno de los beneficios más importantes de la descentralización administrativa es que a la larga fortalece el espíritu nacional y que al hacerlo establece un seguro contra quienes se encuentran en posesión de la centralización

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gubernamental de destruir la descentralización administrativa. Esto es admirable porque reconoce la importancia de las instituciones sociales como parte de la experiencia que enriquece el desarrollo del espíritu humano, que le ayuda en su aprendizaje personal pero que a la vez le sirve para establecer asociaciones voluntarias y con intereses compartidos para buscar la propia felicidad.

Tocqueville por Honoré Daumier (1849)

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Los otros efectos que Tocqueville observa de la descentralización administrativa son varios: El estado no tiene oficiales administrativos que puedan dar un impulso común hacia una meta determinada, de donde obtenemos que casi nunca se intentan establecer reglas generales de orden público. Esto puede dar la apariencia de

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anarquía para cualquier observador incauto. Una famosa cita de Tocqueville en efecto lo reconoce, pero advierte de nuevo sobre los beneficios a largo plazo:

mismo. Esto en gran parte previene la concepción de la autoridad como el crudo uso de la fuerza y le otorga el carácter de representante de la ley. Asimismo, ya que la autoridad administrativa está

Esta apariencia de desorden que a menudo reina en la superficie, le convence a primera vista de que hay una completa anarquía en la sociedad; pero sale de su error al examinar el fondo de las cosas. En un primer examen, la ausencia de administración nacional, es decir, central, puede parecer como un obstáculo para la consecución de algún interés nacional al entregar el poder a las localidades sin un supervisor alguno. Pero Tocqueville reconoce que las desviaciones de una población a otra no se incrementan demasiado porque en tanto exista un set de leyes generales para todas las diferencias no pueden ser abismales y tenderán, a la larga, a preservar el espíritu democrático. Por último y de mucha importancia, Tocqueville está convencido de que cuando la sociedad está tan ilustrada, pendiente de sus propios intereses y acostumbrada a las instituciones democráticas la centralización no puede administrar mejor a las localidades que lo que las localidades mismas podrían lugar. Está confiado por completo que la fuerza colectiva de los ciudadanos es mucho más poderosa para producir bienestar social que la autoridad del gobierno. La postura de Tocqueville podría resumirse en que admira no los efectos administrativos de la descentralización sino sus efectos políticos: que el ciudadano se vuelve tan involucrado con respecto a los intereses de la nación como a los propios, se regocija en el éxito propio como en el de la sociedad en general y se eleva con ella. La prosperidad general le beneficia también a sí

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cercana a los “administrados”, les representa y les invita a participar dentro de lo que en la actualidad llamaríamos sociedad civil. Este libro, como verán, es un clásico por su carácter seminal, pero también es una obra de referencia para cualquiera que busque defender los derechos de las personas en sociedad.

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Significado: Vox populi es una locución latina que significa 'voz del pueblo' y en español indica que algo es conocido o repetido por todos.

Contenido: Colaboraciones originales de los lectores de Êdoctum sobre todo tipo de temas culturales.

_COLABORACIONES

¿Cómo es el aprendizaje en escuelas de clase mundial? Colaboración especial de: Abner Yair Blanco Carrasco Vox Populi es un espacio reservado para los lectores de Êdoctum, en él, los interesados podrán colaborar con nuestra revista compartiendo textos relacionados con los temas que abordamos en cada número. En esta oportunidad contamos con la aportación de Abner Yair Blanco Carrasco, pasante de la licenciatura en pedagogía en la Universidad Autónoma de Nuevo León. El texto seleccionado por Abner nos habla de algunas de las características, problemáticas y retos del sistema educativo norteamericano.

Andere, Eduardo (2015). ¿Cómo es el aprendizaje en escuelas de clase mundial? México: Pearson, tomo I. pp. 243-246.

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EDUARDO ANDERE

¿CÓMO ES EL APRENDIZAJE EN ESCUELAS DE CLASE MUNDIAL? oy por hoy, la educación es un tema central de los Estados en el mundo contemporáneo. Pero no podemos hablar de educación si no tocamos los proyectos y los modelos educativos, los planes de estudio, los maestros y estudiantes. Aunque deberíamos de entender que el centro de la educación es cada uno de los estudiantes y no los estándares de evaluación internacional (PISA, por ejemplo), como actualmente se trata de imponer a las naciones evaluadas, en ocasiones es necesario y posible, que nos acerquemos a hablar del aprendizaje, es decir, ese proceso por el que cada individuo pasa dentro del ambiente áulico, ya que es la meta a alcanzar de todo maestro y de todos los sistemas educativos del mundo. Esto también es tema y está presente dentro de la nación más poderosa del mundo: los Estados Unidos. De esta manera, Eduardo Andere, analista educativo mexicano, nos muestra en su más reciente investigación estadística, o geografía pedagógica, ¿Cómo es el aprendizaje en escuelas de clase mundial? Tomo 1, un informe detallado acerca de cómo, precisamente, aprenden los niños y jóvenes en algunos sistemas educativos en el mundo. Sin bien es cierto que el análisis se centra en algunas escuelas de alto nivel educativo, también se presenta el marco general de las políticas educativas con las cuales se hace frente a la calidad de la educación. En este caso, haremos mención especial de la educación en los Estados Unidos, debido a que, primero, es uno de los países que Andere analiza en su primer tomo y puesto que ni aun los Estados Unidos logran alcanzar resultados demasiado favorables en las pruebas de evaluación internacionales; y, segundo, a que dicha nación se encuentra en un proceso de shock social ya que recibirá a un nuevo mandatorio presidencial, quien podría afectar al terreno educativo, desde la inversión hasta en las ideologías de las políticas educativas.

Abner Yair Blanco Carrasco

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La educación en Estados Unidos de América (EE.UU.) es un tema local. A partir de que existe una agencia federal, el Departamento de Educación, ésta funciona más como una entidad de información y estímulos, a guisa de fundación, que como autoridad educativa. Sin embargo, su poder económico es tan grande que sus recomendaciones y orientaciones se manifiestan y perciben como actos de autoridad. Por ello, aunque las tareas relevantes del Departamento de Educación pertenecerían más al ámbito de las estadísticas, los incentivos y las evaluaciones del sistema educativo que al de las reglas y estándares obligatorios, el gobierno actual, así como los anteriores desde la expedición de la ley NCBL (No Child Left Behind –Ningún niño se queda atrás-), en la administración de George W, Bush, han impulsado políticas a favor de estándares, rendición de cuentas y competencia.

Desde la entrada en vigor de la ley NCBL, y después de diez años de impulsar un modelo o una visión, EE.UU. está enfrascado en una lucha ideológicopedagógica sobre el control del sistema educativo. Por un lado, están quienes desean dominar el sistema bajo reglas muy sencillas de motivación extrínseca, medición, evaluación y rendición de cuentas; y, por el otro, se encuentran quienes quieren asegurar la permanencia de la autonomía escolar y distrital, aduciendo más un modelo educativo basado en pedagogía, motivación

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intrínseca y desarrollo integral. A la vanguardia de la primera coalición están el gobierno federal, algunos gobiernos estatales y distritales, y las grandes fundaciones privadas nacionales, así como algunas empresas con un conflicto de intereses. A la vanguardia de la segunda coalición se ubican los académicos, maestros y sindicatos, con algunos padres de familia, organizados y no organizados. En la misma dirección centralizadora que la ley NCBL se suma la estandarización de programas de estudio a través del conocido Common Core Standards. Common Core es un ejercicio de estandarización iniciado en 2009 por la asociación Nacional de Gobernadores. Hasta mayo de 2014, 44 estados y el Distrito de Columbia más cuatro territorios han adoptado dichos estándares. Los estándares se han elaborado para las áreas de English Language Arts (inglés) y Matemáticas: desde kínder hasta el último año de la educación media superior o lo que se conoce K-12. Esta centralización no ha avanzado sin oposición pero la adhesión de la mayoría de los estados es una muestra ostensible del músculo político de la Asociación Nacional de Gobernadores y del gobierno federal. De todos modos, intentar darle seguimiento a la educación escolar en EE.UU. sería como estar al pendiente de los cambios y reglas de más de 13 mil distritos escolares con sus respectivos consejos escolares, de 51 autoridades educativas estatales, incluyendo a Washington, D.C., cerca de 129 mil escuelas primarias, secundarias (middle schools) y preparatorias o media superior (high schools). Además, están las escuelas de educación y formación de maestros que abundan por doquier a pesar de que esta profesión no es la más prestigiada ni la mejor remunerada. Por ello, la educación en EE.UU. más que un sistema es un esquema que atiende a casi 78 millones de estudiantes (con cifras proyectadas

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para 2015) desde preescolar hasta universidad. No es un sistema porque la educación en EE.UU. está funcional y geográficamente descentralizada hacia los estados y los distritos escolares. Los salarios reales de los maestros en EE.UU., en promedio y en relación con el producto interno bruto per cápita ajustado por dólares internacionales, están muy por debajo de los de la mayoría de los países de la OCDE y del promedio de este organismo. por ejemplo, el salario de un maestro de educación secundaria pública con más de 15 años de experiencia y mínimo entrenamiento equivale a 0.97 del producto interno bruto per cápita en EE.UU. Es decir, un maestro de este nivel y experiencia percibe menos que el ingreso promedio de un estadounidense. Esta misma relación para el promedio de maestros de la OCDE es de 1.24; para los maestros de México es de 1.78 y para los de Corea del Sur es de 1.82, que serían los valores más altos en este indicador. EE.UU. muestra un desempeño educativo bajo en relación con otros países industrializados y promedio respecto a los miembros de la OCDE. Este resultado no es nuevo: las primeras evaluaciones internacionales de la década de 1960 ya mostraban un rezago importante de EE.UU. en comparación con otras economías.

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Desde 1995, Milton Friedman advertía la deficiencia del sistema y la baja calidad de la educación escolar en ese país. Durante toda su vida Friedman luchó por mejorar la educación básica mediante mecanismos de competencia y libertad de elección que en nuestros días se han concretado en propuestas como escuelas voucher o escuelas charter y un fuerte debate ideológico entre quienes proponen, por un lado, una fuerte educación pública y, por otro, libertad de elección en el tipo de escuela con apoyo de recursos públicos. Ambos luchan ferozmente por la tajada de recursos que una posición u otra implican en las políticas públicas. La preocupación delos estadounidenses por la educación básica se convirtió casi en paranoia en el último cuarto del siglo pasado. En la década de 1990 se lanzaron programas con el fin de ubicar al país a la vanguardia educativa mundial en el nivel básico para el año 2000. No lo lograron, ni tampoco para el 2012 (medido por PISA 2012). La realidad los alcanzó. Y el debate continúa con más fuerza que nunca en 2015; y seguirá.

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VOX POPULI

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Significado: Quaestio, término griego que significa 'pregunta'.

Contenido: Publicaciones que proponen al lector acertijos sobre diversos temas.

ACERTIJOS

¿Quiénes son estos personajes de la historia norteamericana? A continuación, presentamos el acertijo del primer número de la Revista de Recopilación Cultural Êdoctum.

Como una forma de agradecimiento a nuestros lectores, obsequiaremos un libro a quien responda correctamente el siguiente acertijo sobre la historia de los Estados Unidos.

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¿QUIÉNES SON ESTOS PERSONAJES DE LA HISTORIA NORTEAMERICANA? Personaje 1 Se trata de un hombre que no fue electo para el cargo que desempeñó, sin embargo, un acontecimiento trágico lo llevo a asumir una responsabilidad muy alta. Este hombre, de ideas revolucionarias a favor de las clases trabajadoras norteamericanas, no era bien visto por los grupos empresariales y políticos de su época, no obstante, encabezó una lucha frontal contra aquellos que ejercían un férreo control sobre sectores clave de la economía y la industria, sus acciones no sólo generarían cambios en la forma en que los grandes capitales harían negocios en el país, sino que también sentó las bases para un cambio de paradigma en las relaciones obrero-patronales.

Personaje 2 Este personaje es el prototipo del norteamericano que se hace así mismo, con visión emprendedora y que sabe identificar y aprovechar las oportunidades de negocio cuando estas se presentan. Pero se trata de un personaje que, de manera simultánea, es identificado como un hombre de negocios sin escrúpulos, cuyas prácticas comerciales se valen del chantaje, la amenaza y la intimidación para acrecentar su poder económico. Sólo las acciones impulsadas por nuestro primer personaje, hicieron frente a este hombre y establecieron un marco legal que limitaría la expansión de este tipo de prácticas comerciales en su país.

Si sabes a qué personajes de la historia de Estados Unidos nos referimos, te invitamos a escribir al correo electrónico: cogitamentum@gmail.com El primer lector que identifique correctamente a estos personajes, recibirá como obsequio un libro. Recuerda añadir a tu respuesta, nombre y dirección completos.

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QUAESTIO

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Significado: Cogitamentum, del verbo latino cogito, que significa 'pensar', 'meditar', 'considerar'; junto con el sufijo mentum, hace referencia a la forma o resultado de dicha acción.

Contenido: Publicaciones con las cuales se ofrece una reflexión final sobre los temas tratados en cada número de la revista.

COLOFÓN

Tolerancia, virtud cardinal A lo largo de la revisión que hemos hecho sobre diversos aspectos de la sociedad norteamericana y su cultura, han abundado los señalamientos sobre las problemáticas y muchos de los retos que la nación y el mundo afrontan —particularmente a partir de este 20 de enero—. No obstante, hemos querido ofrecer una reflexión final recordando el trabajo de Ikram Antaki (1947-2000), quien hace más de dos décadas buscó reflexionar sobre las virtudes cardinales, aquellas virtudes de las que debe echarse mano justo en los momentos más difíciles, como ella misma lo afirmaba. Teniendo cuidado de no caer en el catastrofismo, es oportuno reflexionar sobre la trascendencia de la tolerancia, de lo que acepta y lo que no acepta y de cómo debe asumirse. A continuación ofrecemos la versión estenográfica del programa de radio que Antaki dedicó a este tema en 1995.

Antaki, Ikram. (ca. 1995). Las virtudes I: Prudencia. En Radio Red, El Banquete de Platón. México.

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IKRAM ANTAKI

TOLERANCIA ace un par de semanas les dije que tengo ganas de hacer una reflexión larga sobre las virtudes, aquellos principios de los cuales uno se agarra cuando las cosas van mal o están muy difíciles; y empezamos a hablar de prudencia juntos, hoy vamos a hablar de la tolerancia. Este año ha sido decretado por Naciones Unidas como el año de la tolerancia, a mí no me gusta mucho cuando decretan un año de esto un año de aquello, porque es como si reconociéramos que no sirve para nada. Vamos a tratar de llevar lo nuestro, nuestra reflexión y ver si tenemos realmente capacidad para la tolerancia; no sé si a ustedes les gusta la palabra, en la tolerancia parece estar contenida la palabra condescendencia, la palabra indulgencia, algo que no se puede o no se quiere impedir pero que se podría impedir, algo así como un permiso negativo, algo malo, un estatuto despreciable, un pseudovalor; y sin embargo la tolerancia es hoy una virtud altruista de la modernidad occidental. Es la verdad de la división y de la diferencia que la realidad humana exhibe, la sociedad no es una bella bola homogénea, la sociedad es heterogénea, es diferente, es incomprensible, en ella hay algo desconocido y hay también algo abyecto, algo feo en el corazón mismo de lo humano y sin embargo hay que tolerarlo. La tolerancia sería una actitud reactiva para después del miedo, del rechazo, de la regresión, del odio, después de sobreponernos a esto surge la tolerancia; es una conciencia que dice: reconozco la alteridad, tengo una reacción desencantada hacia las diferencias de los demás, soy un adulto que reconoce que existen cosas ajenas a mí, no quiero ceder a la violencia, pero admito, respeto esta disimetría fundamental, esta diferencia fundamental entre los humanos. Hay que preguntarse si la palabra tolerancia, que usamos tan a menudo, es la que conviene en todos los casos; tolerar las opiniones del otro ya es considerarlas como inferiores, sólo se tolera lo que

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se puede impedir, las opiniones no deben ser toleradas, las opiniones son libres, no dependen de la tolerancia, las libertades de creencia, de opinión, de expresión, de culto, no son un asunto de la tolerancia, son derechos; no se trata de tolerarlas sino de respetarlas y de protegerlas y de celebrarlas. La tolerancia parece como el permiso dado por unos hombres a otros hombres, cuando de hecho lo que queremos es respetar una libertad común, el respeto de la libertad religiosa o el respeto de la libertad de no creer no es tolerancia es justicia, es respeto, la palabra tolerancia implica algo así como la cortesía, a veces implica lástima, muchas veces implica indiferencia, ese es quizá uno de los aspectos más graves que hay en la tolerancia, la indiferencia. Hay un tema clásico que regresa muy a menudo en los exámenes del bachillerato en Francia, es el tema de si se puede considerar que hay algo intolerable, si el hecho de ser tolerante es tolerarlo todo. Yo tuve muchísimas discusiones, con amigos

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y no amigos, porque de manera general, cuando se habla aquí de tolerancia se habla justamente de tolerarlo todo, yo creo que la respuesta es no, el que tolera la violación, la tortura, el asesinato, el que tolera lo peor, no es virtuoso. La tolerancia marca sus propios límites, hay límites a la tolerancia, entonces uno se pregunta ¿cómo nos atrevemos a hablar de tolerancia si ya desde el principio ponemos los límites?, por eso tratamos de argumentar y de pensar juntos, sino el asunto se acabaría en una sola frase: tolerar es tolerarlo todo y se acabó, no hay reflexión. Para empezar, en relación con la ciencia, en relación con el conocimiento, dudo mucho que haya tolerancia, cuando una verdad es conocida con certeza —que esos son los asuntos de la tolerancia— la tolerancia no tiene objeto… cuando un contador se equivoca en sus cálculos no se le puede tolerar si se niega a corregirse, cuando un físico encuentra que la experiencia le contradice, no se le puede tolerar si se niega a corregirse. El derecho al error sólo vale antes de la prueba científica, sea esta matemática, sea esta física, una vez que el error está demostrado ya no es un derecho, seguir en el error después de la demostración ya no es tolerancia, es una culpa, y es muchas veces imbecilidad; los matemáticos, por ejemplo, no gustan de la tolerancia les basta la demostración; cuando se quiere impedir a los científicos trabajar o expresarse, por ejemplo, en el pasado en el caso de la Iglesia con Galileo, esto no es intolerancia, es falta de inteligencia y falta de amor por la verdad.

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Los científicos necesitan libertad no tolerancia, ningún científico pediría que se toleren sus errores y sus incompetencias, pero ninguno aceptaría que se le dijera qué pensar. Entonces ¿cuál es la diferencia con la tolerancia?, esta: la tolerancia sólo interviene cuando falta el conocimiento, la tolerancia sólo interviene cuando hay opinión no cuando hay demostración, cuando hay opinión siempre interviene la tolerancia. Si digo “la tierra gira alrededor del sol” no se trata de aceptarlo o no aceptarlo, tolerarlo o no, es una demostración científica que ha probado este enunciado. entonces todo el campo de la ciencia sale de la tolerancia. La teoría evolucionista de Darwin, no se trata de pedir que se prohíba o que se tolere, si se pide eso ya estamos fuera de la ciencia, la teoría evolucionista de Darwin escapa a la opinión, por lo tanto, escapa a la tolerancia; por lo contrario, la Biblia no es demostrable, no es refutable, no se le puede negar o aceptar, hay que creer o entonces tolerar que se crea o que no se crea. El hecho de creer si cabe dentro del campo de la tolerancia, pero como dije, la tolerancia tiene sus límites y estos límites son las relaciones con los hombres, los derechos de los hombres. Yo no puedo tolerar un libro como Mein Kampf de Hitler, porque si tolero el libro ¿qué me impide tolerar también el racismo, la tortura y los campos de concentración?, una tolerancia universal sería condenable porque se olvidaría de las víctimas, aceptar lo condenable es renunciar a la justicia y entonces entramos en contradicción con la idea misma de virtud. Cuando se trata de derechos humanos hay intolerables.

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No hay tolerancia cuando no se tiene nada que perder, se trata de ceder. Tenemos todos bastante fuerza para aguantar el sufrimiento ajeno, esto no es tolerancia esto es sólo cobardía, tolerar el sufrimiento ajeno, la injusticia cuando uno no es la víctima es egoísmo e indiferencia, es generalmente lo que se toma en muchas sociedades como asunto de tolerancia; tolerar a Hitler es ser su cómplice, es algo así como ser colaboracionista, mucho más me importa el furor que esta pasividad frente al horror, esta aceptación de lo peor. Una tolerancia universal sería atroz, es condenable, quiero decir que, llevada a sus límites, la tolerancia acabaría por negarse a sí misma, porque dejaría las manos libres a los que quieren suprimirla, la tolerancia sólo vale dentro de ciertos límites y esta es la gran paradoja de la tolerancia, ¿acaso hay que ser tolerante con los intolerantes?, si es así los tolerantes estarían aniquilados. El amor y la generosidad no tienen límites, su finitud está en nosotros, sus límites somos nosotros, pero la tolerancia es esencialmente limitada, una tolerancia infinita sería el fin de la tolerancia. ¿por qué?, porque aquí hay peligros. ¿Cómo tolerar a los que no respetan la tolerancia?, aquí si hay algo muy claro, una democracia, por ejemplo, —para quedarnos en el campo de la política que es el más inmediato y el más sensible— una democracia que prohibiera los partidos no democráticos considero que sería poco democrática, una democracia que dejara a los partidos poco democráticos hacer todo lo que quieran sería muy peligrosa, y en este caso sería poco democrática también, el criterio aquí no es moral es político: la tolerabilidad de algo está en su peligrosidad efectiva, si un partido, un grupo se vuelven peligrosos para la misma tolerancia, es decir para el conjunto de la sociedad, entonces la tolerancia tiene límites. En una república fuerte y

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estable una manifestación contra la democracia o contra la libertad no sería un peligro, podría incluso tolerarse, pero cuando las instituciones se encuentran fragilizadas, cuando hay peligro de guerra civil, por ejemplo a las puertas, la misma manifestación puede volverse un peligro para el conjunto de la sociedad, entonces sería poco prudente dejarla, se debilita la tolerancia si se quiere extenderla hasta el infinito, por ejemplo, las teorías intolerantes, mientras se puede enfrentarlas con argumentos lógicos ¿para qué prohibirlas?, pero se tiene todo el derecho de prohibirlas, incluso por la fuerza si es necesario, cuando se niegan a una discusión, cuando recurren a la violencia, porque la incitación a la intolerancia es criminal igual que la incitación al crimen, democracia no es debilidad, tolerancia no es pasividad, una tolerancia sin límites no sería viable, hay intolerables, incluso —y quizá más que todo— para los tolerantes mismos. Dije el sufrimiento ajeno es intolerable, políticamente, repito, todo lo que amenaza la libertad, la paz, la sobrevivencia de una sociedad, lo que amenaza la república es intolerables; me dirán entonces: “eso supone una evaluación de los riesgos, y en la evaluación de los riesgos hay siempre incertidumbre” y tendrán absoluta razón, en una evaluación hay siempre incertidumbre, esto deja lugar a la democracia, la democracia es incertidumbre y esta incertidumbre, les aseguro, vale mucho más que el confort, que el bienestar, que la tranquilidad de las certidumbres totalitarias. Tolerancia es lo opuesto al totalitarismo y el totalitarismo es aquello que funciona con su verdad que quiere imponer la verdad; todo totalitarismo es intolerante porque su verdad no se discute, es una tiranía de lo supuesto verdadero es pretender la imposición de un punto de vista en el nombre de la verdad propia y entonces llegamos a la intolerancia por obligación.

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Durante muchísimo, muchísimo tiempo, siglos, la cuestión de la tolerancia fue una cuestión religiosa, hoy tiende a ocupar la totalidad de la vida social, en el siglo XX se vuelve mucho más política que religiosa, cuando hay intolerancia en la oposición esta intolerancia se transforma en terrorismo, cuando hay intolerancia en el poder esta intolerancia se transforma en totalitarismo. Esta es la historia, tan larga y tan triste de todos los fanatismos, renacen con cada derrota y con cada verdad redescubierta. Leí decir una vez una cosa muy muy bella: “el fanatismo es este temible amor por la verdad” no es que haya que dejar de amar la verdad, sino que hay que poner límites a la verdad propia y a su aplicación y su imposición a los demás.

demostración, la opinión existe cuando no hay demostración, la tolerancia cabe dentro del campo de la opinión, la tolerancia no cabe dentro del campo de la ciencia, todo no es relativo, está de moda decir hoy que todo es relativo, si todo lo fuera nada sería verdadero y entonces el argumento se voltearía contra nosotros, si todo es relativo si nada es verdadero ¿qué opondríamos a las mentiras?, ciencias mentirosas, verdades mentirosas, hechos mentirosos… ya no hay hechos ya hay falsa ciencia.

La tolerancia es un momento en la estrategia de la libertad, cuando esta se fortalece, tanto moral como políticamente, la tolerancia se limita, ¿se limita a qué?, a una palabra espantosa que se llama condescendencia, aquí tenemos que decir algo que es muy La superioridad de la desagradable, pero es ciencia es que se una realidad: la puede negar a ella tolerancia es un asunto misma y probar que de relaciones de fuerza, lo que fue su razón ya es un compromiso con no lo es, mientras los intereses, es una que cuando hay fe no condición de la Barbier, Jean Jacques F. le (ca. 1989) Declaración de los Derechos del hay discusión. La fe en Hombre convivencia. ¿Quién es el una cosa no tiene que tolera?, el que tolera ninguna posibilidad de negociación con su propia no es el débil, para el débil no se trata de tolerar verdad, donde no hay que ir hasta el fin de esta sino de obedecer; en relación con el otro, el que reflexión —y creo que se puede ir hasta el fin de tolera es que el que puede aplastar y sin embargo esta reflexión— es decidir que todo es relativo; no lo hace, jamás se ha visto a un vencido tolerar todo no es relativo, la ciencia si merece a su vencedor, sólo el amo puede admitir la

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existencia de aquel que ya no lo amenaza en el ejercicio de su dominación. Durante muchos siglos aquellos que fueron los siglos de luz, los siglos de oro de las grandes civilizaciones imperiales, — estoy pensando, esencialmente, en la Andalucía musulmana, en los momentos en que convivieron cristianos, musulmanes y judíos sin destriparse, sin lincharse, haciendo cultura, haciendo ciencia, civilización juntos, haciendo belleza juntos, haciendo vida común— se trataba de relación de fuerza, no se trataba de poner en cuestión quién era el vencedor, en este caso el vencedor era el musulmán y este fue lo suficientemente inteligente para comprender, por lo menor durante un cierto tiempo, que fue su tiempo de oro, que se hace civilización tolerando. Hoy este sentido nos repugna, no corresponde a la modernidad, hoy no queremos hablar de tolerancia, queremos hablar de derechos. Tolerar, finalmente, se limita para nosotros, hombres de final de siglo XX, en aguantar nuestras imbecilidades reciprocas, no es ya considerar las opiniones del otro como inferiores, no es tolerar lo que podríamos impedir, hoy consideramos que las opiniones son libres por lo tanto no dependen de la tolerancia, la libertad de creencia, dije, de opinión, de expresión, de culto son derechos, se trata de respetarlas y de protegerlas; por eso nos parece tan malvenida esta palabra hoy, hemos avanzado un poco sobre aquellos tiempos en que la tolerancia era un asunto de relación de fuerza y sin embargo, sin embargo, la disciplina de nuestro fin de siglo pasa esencialmente por la tolerancia, no se equivocaron las Naciones Unidas cuando decidieron hacer de este año, el año de la tolerancia, ¿por qué? porque está en peligro, lo que hemos ganado no está ganado para siempre, lo que hemos ganado está cuestionado hoy mismo.

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Hemos ganado sobre estos asuntos de la religión, por ejemplo, hemos ganado este asunto que nos llevó a la laicidad, la laicidad ha sido la institucionalización del respeto del otro, la laicidad no ha sido institucionalizar el ateísmo y la no creencia, no, fue simplemente separa lo temporal de lo espiritual, sacar, por ejemplo, esta institución, la Iglesia, del poder para plantear en el poder los asuntos de este mundo y encargar al poder la protección de la libertad de pensamiento. El Catolicismo, por ejemplo, el Islam, pueden estar seguros de su verdad, si son intelectualmente honestos, si aman más la verdad que la certidumbre deben reconocer que son incapaces de convencer a un protestante, a un ateo, a otro musulmán, aún si están convencidos de tener las razón deben admitir que no pueden probar su razón, sus adversarios están tan convencidos como ellos, y como ellos, incapaces de convencer, aquí si cabe esencialmente la tolerancia, aquí es donde la tolerancia está en peligro, ¿por qué cabe la tolerancia? porque no hemos cambiado como hombres, la tolerancia se base sobre nuestra debilidad, es decir, sobre nuestra incapacidad de acceder a lo absoluto, y esto es válido para todos los que pretenden tener la verdad. La humanidad es una bola de debilidades y de errores, aceptémoslo y perdonémonos mutuamente nuestras imbecilidades, esta es la primera ley de la convivencia. La tolerancia es humilde, amar la verdad es también aceptar la duda, debemos tolerarnos porque somos débiles todos, inconsecuentes, sujetos al error; humildad y misericordia van juntas y llevan a la tolerancia; y la intolerancia y la idiotez también van juntos. No se puede forzar a un individuo a pensar lo que piensa, se puede impedirle expresar lo que cree, pero no se puede impedirle pensarlo o entonces hay que suprimir el pensamiento mismo, no hay inteligencia sin

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libertad de juicio, no hay sociedad prospera sin inteligencia, para un estado totalitario hay que resignarse a la idiotez o a la disidencia; la idiotez vuelve intolerante, por su puesto, y la intolerancia vuelve idiota, por su puesto. Spinoza tenía una frase muy bella, que dice “supongamos que es posible mantener a los hombres en una dependencia tal y como no se atreverían a proferir una palabra sino por proscripción del soberano, el estado se corrompería, la adulación y la perfidia llevarían al reino de la corrupción de todos y las relaciones sociales se corromperían, la intolerancia del estado lo debilita, debilitando la relación social, en un régimen tolerante la fuerza del estado hace la libertad de sus miembros, que cada quien piense lo que quiera y diga lo que piensa, esto es la laicidad, esto es la tolerancia instituida.

Estoy dedicando este programa a este concepto tan maltrecho hoy, tan olvidado que es el concepto de laicidad. Nuestro problema con la tolerancia es un problema con la verdad, es un problema esencial es un problema de fondo. Si la verdad ordenara como lo creen Platón, Stalin o Juan Pablo II, la virtud sería someterse a esta verdad y si la verdad es la misma para todos, todos deben someterse a los mismos valores, la misas

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reglas, la misma moral, la misma política, la misma Iglesia, el mismo partido y entonces es muy grave y entonces está en peligro la tolerancia y entonces reempezamos las guerras tanto de política como de religión. ¿Por qué he hecho esta última reflexión sobre verdad y tolerancia?, y ¿por qué he dicho que es un problema realmente muy serio?, porque me vino una llamada que dice: “aquello que es bueno no necesita tolerarse porque en principio tiene derecho a existir, aquello que es malo no se debe tolerar”, ha… ¿pero quién decide qué es lo bueno y qué es lo malo?, ¿cuál es el “buenómetro” y el “malómetro”?, ¿acaso no existe ninguno como dicen los relativistas y todo se vale?, sabemos que no es cierto; y si hay un “buenómetro” y un “malómetro” ¿cuáles son?, ¿la verdad de quién?, ¿se llama Iglesia, una verdad revelada, cualquier tipo de iglesia, el partido, cualquier partido, cuál ideología?, es grave, si hay un problema entre verdad y tolerancia, lo que pasa es que valor y verdad pertenecen a dos campos diferentes, aun cuando accediéramos a la verdad absoluta —que dudo mucho que lo podamos hacer, humanos, demasiado humanos— no podríamos obligar al mundo a respetar los mismos valores ni vivir de la misma manera. No juzga, la verdad no juzga, la verdad es libre, la verdad no gobierna, ¿entonces cuál es límite al “todo se vale” ?, el límite, lo dije en un principio, el límite son los derechos humanos, lo que viola los derechos humanos es intolerable, entonces es una relación no con la moral, no con la verdad, sino con la política, con la convivencia, ¿es muy humilde?, por supuesto que es humilde, si no he parado de llamar a la humildad desde el principio. ¿La prudencia y la tolerancia son la misma cosa? no, no son la misma cosa, pero van todo el tiempo juntas, no pueden separase, son dos virtudes, dos, pero casadas.

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¿Los marcos de referencia diferentes deben abrirse a la discusión racional, vale la pena discutir, aunque no se llegue a un acuerdo?, por supuesto que sí, pero no hay que quedarse solamente en la discusión porque la vida no está hecha sólo de discusión, se necesitan leyes comunes para la convivencia, ¿dónde caben las leyes comunes?, es muy limitado y muy preciso, sólo caben en los campos que nos son comunes a nosotros, estas leyes comunes son necesarias para impedir lo peor, para proteger a los débiles, pero la cultura, pero la política son siempre relativas, conflictivas, evolutivas. ¿La verdad es la misma para todos? podría ser, se puede discutir, pero no lo es el deseo, no lo es la voluntad, hay algo que se llama encuentro de deseos, comunión de voluntades, cercanía de civilizaciones y cuando estos ocurren no son resultado de un conocimiento, de una verdad, de una seguridad sobre el bien y el mal, sino son un hecho de la historia, de la civilización, es decir, algo impalpable, indefinido, no preciso. Es una cosa muy sensible, no es para nada un asunto fácil. Me dicen: “uno de los retos históricos de México es construir una civilización que no nazca de la potestad autoritaria de alguien que cree tener la verdad única, esa raíz religiosa española del sur de Europa, es una fuente de nuestra intolerancia”. Sí y no, yo no creo que nuestra intolerancia sea importada, yo no creo que haya historias buenas e historias malas, historias tolerantes e historias intolerantes, no creo que lo prehispánico haya sido increíblemente puro, tolerante y maravilloso, creo que las historias de todos los pueblos son terribles. Cuando daba clases les preguntaba a mis alumnos en principio de cada curso: ¿ustedes respetan a la Historia? y todos me decían: “por supuesto que sí” y les decía: se equivocan mucho, la historia no es respetable, la historia es temible. No hay una Historia, ni la prehispánica ni la poshispánica que

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sea maravillosa, no creo que las raíces de nuestra intolerancia sean importadas de España o del sur de Europa, creo que traemos algo adentro también, es más les voy a decir… creo que el asunto de la intolerancia es igual que el asunto de la naturaleza, la intolerancia es tan natural como la agresividad y hablar de tolerancia, es decir, hacer lo que estamos haciendo, es algo antinatural, es algo que se reclama de la civilización, no de la naturaleza. Todos los pueblos son intolerantes porque todos los pueblos son limitados, son débiles, son una bola de errores. ¿De qué estamos hablando?, estamos hablando de nuestro nivel; tolerar se ha impuesto en la lengua común para designar la virtud que se opone al fanatismo, al sectarismo, al autoritarismo. Si pensamos tener la razón en lo que pensamos... ¿cómo los demás no estarían equivocados entonces?, ¿cómo la verdad podría aceptar, sino por tolerancia la existencia y la continuación de los demás que consideramos que están en el error? El dogmatismo siempre vuelve a nacer, ¿saben por qué?, porque el dogmatismo es un amor ilusorio, un amor egoísta de la verdad. Llamamos tolerancia a lo que llamaríamos respeto, amor o simpatía si fuéramos más lúcidos, más generosos, más justos, pero falta la simpatía, falta el amor y falta el respeto, así es que bienvenida la tolerancia. La tolerancia es una virtud menor y se nos parece porque somos menores. Tolerar no es un ideal, no es un máximo, es un mínimo; tomémoslo así, es mejor que su opuesto. La tolerancia actúa hacia los adversarios, es prosaica, es lo mejor que pudimos hacer como hombres, es poco exaltante, es una solución de paso —bueno espero que sea de paso— esperando tiempos y hombres mejores que puedan conocerse, comprenderse, amarse y respetarse; para empezar, si no hay todo eso, para empezar entonces que se aguanten, aunque sea.

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La tolerancia es un momento, actualmente podríamos aspirar a más derechos, el problema con lo que estamos viendo alrededor de nosotros —este año pasado ha sido espantoso en todas partes— temo mucho que lo que se aparece en el horizonte no sean más derechos sino más barbarie; esta pequeña virtud que se llama la tolerancia, juega en la vida colectiva el mismo papel que la cortesía. Hay, a veces, que tolerar o que no queremos, ni respetar ni amar; hay que combatir lo intolerable, pero hay que aceptar, a veces, algo que consideramos despreciable, detestable en la medida de que esto despreciable

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y detestable, según nuestro punto de vista, no sea peligroso. Esta pequeña virtud nos conviene, está a nuestra medida, es necesaria, es algo así como… una sabiduría accesible. ¿Saben de dónde viene esta palabra?, viene de una raíz indoeuropea ˈtolˈ, del que derivan ˈtollereˈ y ˈtolerareˈ, ˈtollereˈ significa cargar, aguantar, a veces combatir; hay una idea de guerra y de esfuerzo para sacarse de los dogmas y de las ortodoxias y de la homogeneidad que define la identidad de cada quien, ¿a fin de qué?, de abrirse al otro, el otro que es diferente.

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OBRAS CITADAS  Aguilar, José. (2000). La batalla por la historia en México y Estados Unidos. Istor, año I, núm. 1.  Andere, Eduardo (2015). ¿Cómo es el aprendizaje en escuelas de clase mundial? México. Pearson, tomo I.  Anguiano Ayala, Armando. (2003, julio/agosto). ¿Fascismo en Estados Unidos? Revista de la Universidad de México, núm. 625-626.  Antaki, Ikram. (ca. 1995). Las virtudes I: Prudencia. En Radio Red, El Banquete de Platón. México.  ---- (2001). A la Vuelta del milenio. México: Joaquín Mortiz.  ---- (s. f.). Morir por Kósovo. En Radio Red, El banquete de Platón. México.  Arendt, Hannah. (1975). Tiempos presentes. Barcelona: Gedisa.  Barrueto, Luis Eduardo. (2011, junio 22). La democracia en América de Alexis de Tocqueville. Libro Libertate. Recuperado de: https://librolibertate.wordpress.com [Consulta: 20 de diciembre, 2016].  Bender, Thomas y Tenorio, Mauricio. (2000). Historia de historias en Estados Unidos. Istor, año I, núm. 3.  Botella Dorta, Carolina. (2013, marzo/mayo). Taxi driver. Un hombre de palabra. Sociedad Canaria de Medicina Familiar y Comunitaria. núm. 9. Recuperado de: www.socamfyc.org [Consulta: 28 de diciembre, 2016].  Departamento de Estado. (2016, febrero 26). El Tío Sam. Recuperado de: https://ar.usembassy.gov [Consulta: 15 de diciembre, 2016].  Echerri, Vicente. (2016, noviembre 16). El inmerecido Nobel de Bob Dylan. El Nuevo Herald. Recuperado de: www.elnuevoherald.com [Consulta: 6 de diciembre, 2016].  Elliott, John H. (1999, junio). ¿Tienen las américas una historia en común? Letras Libres, año I, núm. 6.  Espinosa, Pablo. (2015, julio). El reinado de Riley King. Revista de la Universidad de México, núm. 137.  Fichter, Joseph H. (1956). La religión como institución en los Estados Unidos, Revista de Estudios Políticos, núm. 86-87.  Franklin, Benjamin. (2007). América como tierra de oportunidades [1751]. Revista Istor, año VII. núm. 28.

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Editor: Gerardo de la Rosa Ríos Editor adjunto: Abner Yair Blanco Carrasco

Contacto: cogitamentum@gmail.com

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