16 minute read

CULTURA

¿Cómo lo afecta el proyecto de ley de trabajo en casa?

La iniciativa regula aspectos de esta modalidad como el derecho a la desconexión laboral

Advertisement

La llegada de la pandemia trajo consigo cambios en las costumbres de miles de ciudadanos, especialmente el hecho de tener que desempeñar sus actividades laborales desde casa, lo que llevó a una sobrecarga laboral porque se hicieron más difusos los límites entre la vida personal y la vida laboral.

Ahora, con la aprobación en último debate del proyecto de trabajo en casa, de autoría del Ministerio del Trabajo, que regula esta materia y establece condiciones para la desconexión laboral y el uso de elementos de trabajo, el país avanza en llenar el vacío jurídico frente a este tema.

Con esta norma, a la que le resta solo la conciliación en Senado y Cámara y la posterior firma del presidente Iván Duque, se establece, por ejemplo, que el trabajador que tenía derecho a subsidio de transporte ahora recibirá ese dinero como ‘auxilio de conectividad’. Además, se prohíbe al empleador hacer requerimientos fuera del horario laboral.

Cabe aclarar que, al contrario del teletrabajo, que es una modalidad en la que, desde la firma del contrato, el trabajador sabe que va a desempeñar sus labores desde un sitio distinto a la oficina, el trabajo en casa es una figura excepcional y temporal, por tres meses o hasta que se mantengan las circunstancias excepcionales.

Desconexión laboral

Una de las grandes conquistas de este proyecto es que se establece el derecho a la desconexión laboral, que es la garantía que tiene todo trabajador a disfrutar de su tiempo de descanso, permisos, vacaciones y feriados, con el fin de conciliar su vida personal, familiar y laboral. Es decir, el empleador no podrá formular órdenes u otros requerimientos al trabajador por fuera de la jornada laboral de ocho horas. “Se garantiza el descanso del trabajador para que pueda conciliar su vida personal y su vida familiar”, explicó el senador Carlos Fernando Motoa, ponente del proyecto. De esta manera se busca poner fin a la sobrecarga laboral a la que se han visto sometidos muchos empleados por tener que estar disponibles en todo momento.

Prestaciones y salarios

El trabajo en casa no modifica el contrato de trabajo firmado inicialmente por el empleado, pues es simplemente una habilitación que hace el empleador para que el trabajador desempeñe sus funciones desde otro lugar de manera temporal. De esta manera, se mantienen igual aspectos como la jornada laboral, horas extras, trabajo nocturno, dominicales y festivos, descansos dentro de la jornada laboral, derechos de asociación y negociación sindical y en general todos los beneficios a que tenga derecho el trabajador en el marco de la respectiva relación laboral.

El trabajador también podrá reclamar cuando considere que su carga habitual de trabajo se está viendo afectada por otras tareas que generan más responsabilidad.

Auxilio de conectividad

A los empleados que devenguen hasta dos salarios mínimos legales mensuales vigentes y que cumplan los requisitos para que se les reconozca el auxilio de transporte en los términos de las normas vigentes, durante el tiempo que presten sus servicios bajo la habilitación de trabajo en casa se les reconocerá este pago a título de auxilio de conectividad digital.

Es decir, lo que el trabajador recibía antes como subsidio de transporte, que actualmente está en 106.000 pesos, lo recibirá ahora como auxilio de conectividad digital si está bajo la modalidad de trabajo en casa. El auxilio de conectividad y el subsidio de transporte no son acumulables.

Equipos de trabajo

Para el desarrollo del trabajo en casa y el cumplimiento de sus funciones, el empleado podrá disponer de sus propios equipos y demás herramientas, siempre que medie acuerdo con el respectivo empleador.

Si no se llega al mencionado acuerdo, el empleador suministrará los equipos, sistemas de información, software o materiales necesarios para el desarrollo de la función o labor contratada, de acuerdo con los recursos disponibles para tal efecto.

“En todo caso, el empleador es el primer responsable de suministrar los equipos necesarios para el desarrollo de las actividades, cumplimiento de funciones y prestación del servicio bajo la habilitación de trabajo en casa”.

Se debe tener en cuenta que el trabajo en casa es un hecho excepcional, por lo que no podrá exigírsele al empleado disponer de equipos. El empleador es el primer responsable de suministrar los equipos necesarios para el desarrollo de las actividades

Riesgos laborales

La administradora de riesgos laborales (ARL) a la que se encuentre afiliado el empleador deberá promover programas que permitan garantizar condiciones de salud física y mental, así como la seguridad en el trabajo. Para esto, los empleadores deberán comunicar y actualizar ante la administradora de riesgos laborales los datos del trabajador, incluyendo la dirección en la que se efectuará el desarrollo de las actividades.

El proyecto es claro en afirmar que el trabajador podrá seguir gozando de las prestaciones “económicas y asistenciales, en materia de riesgos laborales”, que brinda la ARL, en caso de accidentes o contingencias cuando esté desempeñando sus funciones.

Así mismo, para la implementación de la habilitación de trabajo en casa, el empleador deberá promover la formación, capacitación y el desarrollo de competencias digitales.

Polémica por artículo sobre propiedad

Un artículo incluido dentro del proyecto de trabajo en casa que impide que los empleadores exploten contenidos desarrollados por un trabajador “en medios remotos, virtuales o digitales”, por fuera del término de duración del contrato, desató polémica. Esto debido a que algunos sectores consideran que la disposición podría tener implicaciones en la legislación relacionada con los derechos de autor. No obstante, los autores de este artículo consideran que lo que se busca es proteger a los empleados de posibles abusos de sus empleadores.

Según conoció este diario, lo más seguro es que esta disposición sea eliminada del texto final en la conciliación de Senado y Cámara.

CULTURA

Silvio Rodríguez, el canto de la revolución

El 31 de marzo de 1990 Silvio Rodríguez cantaba en el Estadio Nacional de Chile luego de que, tras 17 años de dictadura, retornara la democracia en ese país. Revivimos este perfil del cantautor y poeta cubano. La imagen era la misma y fue la misma durante muchos años. Un niño llamado Silvio veía a su padre, llamado Dagoberto Rodríguez, con un libro en el pecho, recostado. Le decía ven y le leía. Le leía a José Martí, le leía a Rubén Darío y a Nicolás Guillén, y el niño se transportaba. Se iba a otros mundos, y quería también construir esos otros mundos. Por eso a veces no podía terminar de escuchar a su padre y se largaba a su cuarto a soñar y a escribir, a escribir y a soñar. “Aúlla lobo” fue su primer poema, una interpretación de un texto sobre San Francisco de Asís, de Darío. “Por ahí anda el poemita”, le confesaría muchos, muchos años más tarde, al periodista Edmundo García en La noche se mueve, de una radio en Miami. El poemita era una canción sin música, pues el niño era ante todo música. Ya a los tres años había cantado en la radio una canción, Viajera, se había ganado un pastel de premio y tocaba el piano. Pero el niño por aquellos tiempos no quería ser poeta, o no sabía qué era ser poeta.

“Compañeros poetas, tomando en cuenta los últimos sucesos de la poesía, quisiera preguntar, me urge”

escribió y cantó luego, a finales de los sesenta, cuando se largó en un barco, el Playa Girón, para saber lo que era la vida de los pescadores, “que escriban pues la historia, su historia, los hombres del Playa Girón”. El niño quería ser astrónomo. Vivía fascinado por la estrellas, “Yo digo que las estrellas le dan gracias a la noche, porque encima de ese coche no pueden lucir más bellas”, pero las estrellas estaban muy lejos. Eran inalcanzables, y tendría que aprender a sumar, a multiplicar y a sacar raíces cuadradas, cosas demasiado exactas para él. Por eso prefirió escribir y hablar de otras cosas imposibles.

“Yo he preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado”.

Y se alistó en el ejército para defender la revolución cubana, para hacer parte de aquellos barbudos cuyas historias él había oído a escondidas en Radio Rebelde, antes, mucho antes de que ingresaran victoriosos a La Habana, en enero de 1960, cuando se encerraba en una habitación en su casa de San Antonio de los Baños, ponía papel periódico debajo de las puertas y en las hendijas de las ventanas, y encendía la radio, y mientras escuchaba los informes de los rebeldes que luchaban por el pueblo y para el pueblo, jugaba con soldaditos de plomo. A un lado, los hombres de Fulgencio Batista, el dictador. Al otro, los de Fidel Castro y el Che Guevara, y Castro y el Che y él, Silvio Rodríguez.

Vestido de verde oliva compuso sus primeras canciones, y con botas de soldado raso se presentó por vez primera en la televisión. “Eran mis zapatos, yo estaba en el Ejército y fui al programa al día siguiente de desmovilizarme. Yo me desmovilicé el lunes 12 de junio de 1967, y al día siguiente, martes 13 de junio, debuté en Música y estrellas, y los únicos zapatos que tenía eran mis botas rusas, ¿con qué iba a ir?”. Ese día cantó Sueño del colgado y la tierra y Quédate. Después del programa todo cambió para él, y todo cambió para la música y la poesía en Cuba y en el resto de América. Silvio Rodríguez era distinto, absolutamente distinto de todo lo que sonaba y había sonado.

“Cuando yo lo escuché por primera vez, no entendía qué era aquella maravilla. Llamé a todos los vecinos para que lo oyeran, y todos quedamos pasmados”

diría veinte años más tarde Víctor Heredia. “Lo vimos, lo oímos y todos quisimos ser como él”, recordaría por los mismos años Amaury Pérez Entonces se enamoró de una muchacha que estudiaba literatura, Emilia, y ella le enseñó a César Vallejo y a Lord Byron, y le enseñó el primer amor, y por ella compuso Óleo de una mujer con sombrero, “los amores cobardes no llegan ni a amores ni a historias, se quedan allí”. Ella, también, lo dejó marcado con el primer gran dolor amoroso de su vida, pues un día cualquiera le dijo adiós y se fue a Camagüey. Fue entonces cuando le contaron del barco de la flota cubana de pesca, y él, Silvio Rodríguez, alzó su mano como voluntario. Tendría que barrer y limpiar, ayudar con lo que se necesitara, pero tendría tiempo para su guitarra. Anduvo seis meses por las costas de África, limpiando, escribiendo y cantando. Cuando regresó, grabó con el músico Frank Fernández su primer disco, Días y flores, que salió en 1975. “Será que a la más profunda alegría, le habrá seguido la rabia ese día. La rabia es mi vocación”, cantaba.

“Eso no está muerto, no me lo mataron, ni con la distancia ni con el vil soldado”

denunciaba. El golpe de estado a Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, lo había sacudido, y él, a su manera, quería inmortalizar su dolor. Quería que nadie olvidara. Por eso cada una de las canciones de Días y flores fue un homenaje a través de sus confesiones. “Allí amé a una mujer terrible, llorando por el humo siempre eterno”

Reflexiones de Antonio Caro durante la pandemia

En el marco de la invitación de Salón Comunal y Estado del Arte para que los artistas en Colombia grabaran un video que respondiera a la pregunta “¿Qué hay de la vida de?”, Antonio Caro reflexionó sobre “los pequeños menesteres de cada día”. Se va a cumplir un año desde que la galería Salón Comunal y Estado del Arte invitaron a los artistas plásticos colombianos y extranjeros residentes en el país a que contaran, en un video de 60 segundos, el trabajo que estaban realizando durante los días de cuarentena. Bajo el título “¿Qué hay de la vida de?”, Antonio Caro compartió con Estado del Arte parte de sus pensamientos durante los primeros meses de aislamiento social. Juan David Zuloaga, en la columna titulada La plástica nacional en 60 segundos, cuenta que la intención del proyecto era “mostrar lo que un artista desarrolló en ese momento, o la manera en la que la pandemia, con su clausura concomitante, supuso una fractura en el universo pictórico de algún artista en particular…”. En el caso específico de Caro, el artista dejó registro audiovisual del valor que en ese entonces le dio al apoyo, a la solidaridad y al afecto, así como a “los pequeños menesteres de cada día”. Apreciando la apertura al mundo que los libros dan, Caro recordó que los sentimientos y los pensamientos humanos están guardados en ellos. “Alegría y optimismo para todos”, así terminó su testimonio.

Los cuentos de Orlando Araújo Fontalvo

Aunque más conocido en el ámbito del ensayo literario, principalmente por sus abordajes iluminadores sobre la obra de García Márquez, Germán Espinosa y otros autores colombianos y latinoamericanos, me consta que Orlando Araújo Fontalvo ha venido cultivando, quizás mucho antes de su trabajo ensayístico, la escritura narrativa en el género del cuento. Y lo ha hecho casi de modo secreto, aunque, de vez en cuando, nos ha dejado conocer algún relato en una revista o suplemento literario, principalmente en el periódico El Heraldo.

Resulta indiscutible que Araújo Fontalvo es un narrador que sabe crear el suspenso y el interés que todo buen cuento debe proyectar en el lector. El Diablo de Guanabara contiene 17 relatos escritos con la virtud de no decirlo todo en relación con las historias que proponen. Y el autor lo hace con la conciencia y la destreza de un relojero, dejando vacíos y lagunas intencionales en el decurso del tictac narrativo, para que sea el receptor el que llene esas porosidades en la trama narrativa y los finales abiertos. Y uno descubre, leyendo los cuentos de El Diablo de Guanabara, que el conocimiento semiótico y teórico-crítico de la literatura que le han dado su labor ensayística y sus estudios literarios no interfiere para nada en su trabajo creativo de ficción y, antes por el contrario, como lo sentimos en la narrativa de un semiólogo como Umberto Eco, la conciencia de la narratología lo lleva a proponer relatos autosuficientes y estilísticamente creativos que saben detenerse en los límites de la ansiedad y el desenlace, cuando el lector quisiera saber más, que es la entrañable dicha que todo buen cuento debe proponernos. En este sentido, recordemos la teoría de la fotografía como imagen analógica del cuento y de la película como espejo de la novela, de Julio Cortázar

“Goya en la mirada de Picasso”: una conexión más allá del arte

Desde este miércoles y hasta el 25 de julio puede contemplarse en la ciudad de Valencia (España) esta ambiciosa muestra, que permite a través de más de 250 obras, en su mayoría grabados, confrontar el trabajo de ambos pintores y observar “de forma directa cómo realmente Picasso se inspiró en Goya”, de quien tomó algunas escenas prestadas.

“Vamos a tener esa conexión delante de los ojos”

afirmó la comisaria de la exposición, Lola Durán, durante la presentación de la muestra, que exhibe algunas obras de Picasso nunca expuestas al público, como los libros ilustrados A los toros con Picasso (1961), Toros y Toreros (1961) y El carnet de la tauromaquia (1963). La exposición se organiza en cuatro ámbitos, el primero de ellos “Mirada de juventud”, que recoge la producción más temprana de Picasso ya inspirada por la obra de Goya, tras descubrirlo por primera vez en 1895 en una visita al Museo del Prado de Madrid. En esta parte, se enfrentan obras como El 2 de mayo de 1808 en Madrid o La lucha con los mamelucos, de Goya, con una Guerra de la Independencia de los años de juventud de Picasso, así como otras relacionadas con la tauromaquia, donde se puede constatar esa inspiración. El segundo es “El sueño de la razón produce monstruos”, en el que conviven grabados de Goya en su etapa madura, cuando su faceta como grabador adquiere más fuerza, con la obra gráfica de Picasso de principios de los años 30. Entre las obras, se pueden contemplar piezas de las series de Goya Los desastres de la guerra, Los disparates y Los caprichos, junto con otras de Picasso pertenecientes a las colecciones Suite Vollard y Sueño y mentira de Franco. En tercer lugar está “La Tauromaquia como fiesta”, un espacio con la corrida de toros como protagonista, pasión que compartían ambos artistas.

“Picasso se siente reflejado en Goya, en su rebeldía, su individualismo y en ese enfrentamiento que ambos tienen frente al clasicismo”

Y, por último, “Goya en los textos de Picasso”, que muestra el alcance del impacto del primero en la obra del segundo, incluso en textos y poemas de los años 50. La influencia de Goya, de cuyo nacimiento se cumplen 275 años, sobre Picasso va más allá del arte: este toma de aquel “no solo las formas y las composiciones”, sino que también existe entre ellos “paralelismos biográficos, incluso personales”. afirmó la comisaria de la muestra, quien destacó que otra de sus conexiones es la fascinación que ambos sentían por la fiesta de los toros. Otro paralelismo entre ellos son sus críticas al absolutismo y la Iglesia. Así, en la serie Sueño y mentira de Franco, Picasso denuncia la dictadura franquista y a la Iglesia católica como cómplice y está inspirada directamente en muchas de las estampas goyescas de Los desastres de la guerra. La exposición incluye también la proyección de audiovisuales, así como la reproducción de fotografías del “Reportage sur l’evolution de Gernica”, tomadas por Dora Maar durante la ejecución del “Guernica” en el estudio del pintor en París, y un reportaje sobre el proceso de creación de “La Tauromaquia” de Picasso, realizado por David Douglas Duncan en la villa Le Californie de Cannes (Costa Azul francesa) en 1957. El interés de Juan Antonio Roda por el grabado llegó por vía de la curiosidad. En su condición de director de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes, empezó a visitar el taller de grabado donde Umberto Giangrandi oficiaba la cátedra. Fue así como volvió a practicar en 1970 una técnica que ya había ensayado —aunque por breve tiempo— primero en Barcelona, en 1946, y luego en su época de París, entre 1950 y 1955. Pero ya en este país, su disposición por el grabado adquirió proporciones de furor y un sólido entusiasmo, al punto de llevarlo a abandonar temporalmente la pintura. En algunas de sus series de grabados, Roda esconde una anécdota que explica su existencia.

Su primer conjunto de doce planchas (número cabalístico en el que, sin proponérselo, terminaban casi todas sus series), se denominó Retrato de un desconocido (1971) y surgió a raíz de un regalo: el retrato de un ilustre caballero de la época colonial sin nombre y de autor anónimo que colgó en la sala de su casa. Un día, la presencia de esa imagen le sugirió la idea de trabajar el rostro del hombre común, sin ataduras, con una identidad conocida. En realidad era la continuación de una simpatía.

This article is from: