Oleo sobre Monocopia

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Barcelona - Caleu 2012





Agradecimientos A mi querida amiga Constanza Jarpa Moreira, por haberme acogido generosamente en su taller de grabado en Barcelona lo que hizo posible este libro. TambiĂŠn a Peter Kroeger y Sandra MarĂ­n por su apoyo para concretar esta idea y especialmente a mi Negrita YaĂąez y Clarita. Pancho



Trabajos realizados a partir de monocopias intervenidas con 贸leo durante una estad铆a en Barcelona

Barcelona - Caleu 2012


Nota biogrĂĄfica

Aparecen niĂąos jugando,

los niĂąos jugando han atrapado un lirio azul

que volando junto a un grupo de mariposas

amarillas se diluyen en el verde.

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Instrumento o poema al silabario…

El primer acorde son todas las letras al unísono,

caos emblemático de palabras e incoherencias,

los cristales que la contienen se han pulverizado,

extraños animales emigran velozmente, no es el caos,

pero sí es el “CAOS” en yuxtaposición cae desde el vacío

una gota en el silencio.

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Nuestro antifaz de la así llamada modernidad rodea toda la faz de la tierra.

Un litro de agua sirve para subsistir a la demencia.

Los transeúntes agrupados dentro de sus mortajas divagan lentos, cabizbajos, harapientos, cruzando peligrosa-

mente de un lado a otro por veredas de ciudades abandonadas y silentes.

Aún cruzan insectos con partes de sus cuerpos calcinados, arrastrándose con miembros que se desgranan.

Sol pequeño y lejano, sol errático, sol viajero a confines.

Sol sin poder entender.

Sol sin saber.

Sol sin sal.

Sal sin sol.

Me anudo el iris con el cordón de mis zapatos, ahora veo con claridad por donde camino.

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Detrás del porvenir está el comienzo …

He vuelto a refundir toda la miseria del mundo

y ha escurrido por su propio peso

dejando la escoria varada en

torbellinos del perpetuum mobile.

Al fin es pura osadía y en el idioma universal

“compartir la sandía entre cuatro”.

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Si tocase flauta, el único sonido que saldría, surcaría las tinieblas,

rebotaría en los meandros de las caracolas, escucharía el ruido de

las batallas helénicas y podría entender en un instante la paradoja

de estar vivo en este mundo. Después, podría además entender

cómo viajamos sobre la tierra hacia confines ignotos del universo

y sabría de qué está hecho el amor, de donde proviene la alquimia

de estar suspendido en el instante.

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Ha caducado el tiempo y una libĂŠlula

petrificada ondea el firmamento,

desplomĂĄndose hacia el horizonte.

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Las luciérnagas han penetrado en el retablo de proporciones exorbitantes,

conteniendo todos los edificios de todos los continentes construidos después de

1999, tres carneros expiatorios, un fariseo de la antigüedad blandiendo una

tarjeta de crédito desenterrada en una excavación arqueológica del futuro,

una tinaja con el tiempo cuajado a la usanza del cuajo lácteo,

seis prismáticos amarillos mirándose a sí mismos.

Ha caducado el tiempo y una libélula petrificada ondea el firmamento,

desplomándose hacia el horizonte.

En una curtiembre observo mi pellejo, tal cual, bien curtido, con todos los sobre-

saltos del tiempo, con las luces de la infancia, con el líquido amniótico intacto,

con los repliegues de las noches de amor, con los oídos pegados a la intemperie,

incluso la sonrisa se distingue en la sombra de las comisuras, es casi perfecto.

Me lo llevo.

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He estudiado cómo el agua habita el universo,

de qué confines provienen las formas que produce,

cómo el silencio de su tronar se expande produciendo la vida;

tal es así que se las arregla para trascender la materia,

en su constante orquestación, en sus cambios de estado,

en su quietud y en reflejar las estrellas de donde proviene.

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El limbo de la creación…

Se acerca un limbo. ¡Sí!, parece que es el limbo. Efectivamente, es el limbo, rodeado de celeste cerúleo

en un cielo crepuscular. Pero viene arrastrándose en sus cuatro extremidades, limbo agotado, le cuelgan

pústulas, delira, quiere representar una danza, cohibido el limbo trata de incorporarse pero desfallece.

Se sube sobre rumas de celuloide de antiguas películas hollywoodienses. Resbala, gatea, no puede más.

Toma sus castañuelas, un violín derruido y una pléyade de voces comienzan a susurrar bajo los olivos,

en continentes sumergidos en brumas. Susurran sonidos negros, un “la” gutural metamórfico. La tierra

se craquelea y emana incienso vaginal, es el momento de la creación.

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Ha empezado a funcionar la rueca de las almas,

hilando el hilo de las almas gemelas. En el sustrato de la armonĂ­a el ovillo

se desvanece por el Ăşltimo recodo del horizonte.

Siempre existe la campana sumergida que los mantiene unidos,

sin preocuparse de las lejanĂ­as que absuelven las almas en ramos divididos.

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La primera gota del silencio,

cuando el eneldo florece rechinan los dientes de la tierra. La aurora se tiñe de escarlata, las

hojas del sauco se desvanecen y saltan las epifanías que aún van quedando sobre el piélago

recién restituido (después del holocausto).

En este instante preciso podríamos decir que despertamos, un alboroto de las aves nos avisa

que el océano es sin fondo, que cualquier equilibrio gravitacional se nos hace inalcanzable,

que todo se va perdiendo en el espacio sin límites. Ha caído la primera gota sobre el silencio.

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El efecto de la existencia sale a raudales del pecho.

Que no se aflija el ánfora sumergida en el trasfondo de la inmensidad.

El redoble de campanas mantiene intacto el olvido. Que salgan lentamente los tornasolados

insectos de sus madrigueras; en nuestra ceguera los microscopios sirven para ver las estrellas,

es el salto sin destino del vivir día a día.

Se recobra la calma cuando nos sumergimos en el sueño,

la antítesis de ordeñar la vaca y volcarse en la ardiente infancia.

Conclusión: la vida es semejante a la muerte.

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La visión es inherente a la sabiduría de la ceguera …

El mármol se comporta como presagio a la tumba asomándose en escalones, balaustres y es-

combros. Recorremos las ciudades antiguas al son de los tambores del cadalso,

donde el rey abdicó a favor de sus pulgas.

Agua fría es la receta. La gran inundación, volvemos a la huella del tiempo.

¿Quién habrá dicho en tres palabras el paraíso armónico del abecedario?

La estética no cabe en el abismo, sólo la sordera oscura.

Estoy subyugado a una taza de té, sin oreja, sin concavidad, sin líquido,

de pies cruzados ante la inmensidad del océano.

Una tormenta híbrida entre zánganos y avestruces irreflexivos hace zozobrar la barca;

en ese instante se materializa la taza,

dejo de tener los pies cruzados y miro atónito el firmamento.

¿Dónde está el comienzo irreparable?

La manivela del tiempo se ha agotado.

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En un acuario que está sobre el filo de una espada

yace el concepto de la semilla.

Sustancia libre de analogías repudio de la modernidad mercantilista,

suavidad estéril arraigada sobre si misma, está siempre a la espera. Busco el

deleite del paraíso del amor, por eso camino solitario en el sendero oscuro,

siempre bordeando la esfera empañada; ya no se sabe a dónde derivan las

aguas quietas del océano y sus ilustres habitantes nos miran con recelo. Las

tortugas saben más de las profundidades qué nosotros del abismo.

La soledad consiste en no compartir la carroña.

El ave del fuego se desplaza sobre sus plumas en llamas.

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Algo acerca del comienzo olvidado …

El tiempo se estremeció tras el ladrido de madrugada,

era el tumulto ebrio que circula por las venas.

Asoman cánticos y espigas por las ventanas del día.

Se ha dado vuelta la piel de la culebra, no más presagios,

no más débiles hilos de agua.

La aurora aúlla por entre el follaje negro.

Clandestinos los amantes vagan sin rumbo entre sedas celestes,

compartiendo sus orgasmos.

¡Qué feliz el día sin antecesor!

¡Qué diluvio de devenir nos espera!

El día solo, detrás del calendario almidonado.

Refrescando la memoria del instante ahí mismo;

no puede ser que la locura provenga de ahí;

si tan solo estamos flexibles al viento del olvido.

Cae el instante, se derrumba el atolón de millares de escarabajos de piedra

que se sumergen en ese líquido espeso y negro que nos llama.

Transcurrimos sin darnos cuenta, estamos ahí mismo.

Aunque no creas, se ha abierto una puerta a la pueril reivindicación de estar vivo.

Un transeúnte con ruedas se desplaza por un riel abandonado

en una calle de adoquines. Todavía no es de día y amarramos nuestros zapatos;

justo en el momento que el riel da vuelta la esquina, no logramos alcanzarlo. 56


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El torbellino de todos los sonidos al unísono

se depura en el destilado de una gota de silencio.

La silla cortó las amarras de su procedencia y elevó el ancla de su cándido árbol,

del ondulante batro de la charca sin fondo y ahora en un extraño espacio,

apoyada como polla en sus cuatros extremidades,

oscila en el tiempo transmitiendo la fuerza gravitacional

del absurdo hacer de los humanos.

Epitafio

Estar sentado sobre una piedra mirando el horizonte.

Sentado sobre un tronco caído iluminado por las estrellas.

Sentado en cuclillas viendo como se mecen con el viento los batros en la charca.

Insensatez de esta silla de avión apoyada y suspendida por las alas,

estamos al borde de no entender nuestra procedencia,

percepción sutil del instante que deviene.

(Notas del absurdo)

¿De dónde provienen los sonidos de la música?.

Del ruido al unísono de todos los sonidos.

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Una página en blanco es algo así como el fondo de un pantano,

donde ha caído el muérdago y el azafrán.

No se sabe si el fondo es equidistante a la estrella más cercana,

o se ha poblado todo de esferas que contienen a su vez infinitas esferas,

todo en un espacio inexistente.

Me gustaría saber si mañana va a haber luz,

o el sol se va a ocultar definitivamente en la noche.

No cabe vacilar en las decisiones que toma el tiempo,

ni zurcir los harapos.

El tiempo es un paso regular astronómico,

el caos no tiene tiempo,

el tiempo es creación del agua.

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Retoño aún vivo de las antiguas deidades, sustra-

tos benevolentes del Olimpo líquido helénico,

que saboreamos a diario,

subyacen bajo el frotarse de los ojos.

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¿Quién de los de aquí es capaz de rebatirme la existencia del alma?

Retoño aún vivo de las antiguas deidades,

sustratos benevolentes del Olimpo líquido helénico,

que saboreamos a diario, subyacen bajo el frotarse de los ojos.

Las ánforas y los conteiners siguen flotando por la sangre,

derraman desde afuera el néctar vaginal, es un círculo perfecto,

es un cubo hídrico, es un cristal alborotado, lo que destila un instante.

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El fuego se mezcla con la tierra y

el aire hace un torbellino de partículas efímeras.

Diminutos cristales e infinitas formas

que se cruzan despavoridas de un extremo

a otro del laberinto, que aún conserva sus límites.

Es la madrugada del amanecer.

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Tras el vendaval de los vientos alisios un ángel amarillo

ha penetrado en el lugar donde operan los “doce batallones de la muerte”,

de sus manos emanan celestes lagunas de agua cristalina.

El fuego se mezcla con la tierra y el aire hace un torbellino de partículas efímeras.

Diminutos cristales e infinitas formas que se cruzan despavoridas de un extremo

a otro del laberinto, que aún conserva sus límites.

Es la madrugada del amanecer.

El meollo de la vida tiene que ver con el claustro de la muerte.

Al no entenderlo hace que uno esté constantemente ciego.

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Me extraña que en medio de la noche aún esté el monte que se

ve de mi ventana. ¿Porqué no ha cambiado la faz de la tierra?.

Los sueños siguen impertérritos el curso de los astros, los lati-

dos cambian de dirección y se ocultan en el sueño, la oscuridad

hace tintinear las estrellas y el aire vaga lentamente tras la respi-

ración, nadie sabe por qué estamos aquí.

¿Qué meandro de río lento socava nuestros cimientos?, ¿nuestra

base preliminar?, ¿nuestra sustancia que se evapora?, ¿nuestra

nostalgia que se disipa?.

El punto de partida siempre es el mismo, no existe.

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Aparecen ni単os jugando, los ni単os jugando han atrapado un lirio azul que volando junto a un grupo de mariposas amarillas se diluyen en el verde.

Francisco Hoffmann Jacoby


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