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LA HORA DEL CAMBIO

La cercanía de las elecciones generales para votar por un nuevo presidente de la República y otras autoridades genera un momento propicio para analizar la realidad de nuestro país para proponer un cambio que lleve a la Nación a un estado de mayor bienestar.

La situación actual de atraso, pobreza, corrupción, inseguridad, graves problemas en salud y educación, falta de soberanía, injusticias y otros males crónicos, en gran medida se debe a la administración del partido que durante más de 70 años ha gobernado el país casi ininterrumpidamente.

La dictadura de Alfredo Stroessner, que fue sostenida por el actual partido de gobierno para darle una fachada democrática, es una de las huellas más nefastas de los que ahora, una vez más, pretenden asumir el poder por otros cinco años. Apresamientos arbitrarios, torturas, desapariciones, exilios y miedo fueron la constante de ese negro capítulo de nuestra historia.

Las secuelas no han desaparecido. En el actual gobierno y entre los que se postulan a cargos en las elecciones de abril venidero todavía existen nostálgicos del autoritarismo deseosos de retornar al esquema fascista. Sus actitudes totalitarias son la evidencia de que si las circunstancias fueran favorables volverían a imponer un régimen dictatorial.

En el largo ensayo democrático iniciado en 1989 muchos de los males del régimen despótico siguieron en vigencia. Uno de ellos es que los intereses de los que están en el gobierno gozan de preferencia. No hubo ni hay líderes que antepongan el bienestar de la mayoría a las apetencias de las minorías empotradas en las instancias de decisión fundamentales.

Debido a ello, el Paraguay continúa con un alto índice de pobreza y atraso. Tras la pandemia, con la pérdida de empleos y cierre de numerosas empresas, cubrir las diarias necesidades básicas se ha vuelto más acuciante.

La corrupción es constante, acompañada y amparada por la inseguridad y la impunidad. Con una Policía al servicio del dinero y jueces y fiscales que no imponen la ley, la deshonestidad de muchos funcionarios públicos es la constante. Los que deberían proteger a los ciudadanos se alían con los delincuentes. Nunca hubo voluntad para cambiar esta crónica situación.

La educación y la salud públicas son calamitosas. No contribuyen en un esfuerzo real por un país mejor educado y sano.

De los administradores de justicia, ni hablemos. Clientelismo mediante, el partido gobernante ha copado sus diversas instancias para mal, no para bien.

Estas son solo algunas de las realidades que están reclamando un cambio en el gobierno de la República. El 30 de abril próximo tendremos una nueva oportunidad para optar por el cambio. Es necesario que el Estado tenga nuevos administradores. De lo contrario, el calvario paraguayo continuará

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