Resolución del comentario del poema de Luis de Góngora: “Ilustre y hermosísima María”

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CLAUSTRO Oposiciones Profesores de Enseñanza Secundaria Lengua castellana y Literatura Luis de Góngora: “Ilustre y hermosísima María” Resolución del comentario del poema de las oposicones de 2014 (Texto trabajado en las clases de Claustro)

Durante el Siglo de Oro, desde la irrupción de Garcilaso en nuestras letras, la Literatura española emprende un camino de enriquecimiento progresivo (en temas, tonos y recursos), que nos llevará a una de las cimas más importantes de nuestra Historia: el Barroco. De manera progresiva, el idioma irá enriqueciéndose, se irán ensayando nuevas formas, siempre con la vista puesta en la inagotable fuente clásica, siempre con un deseo de perfección. Es Garcilaso, pues, el punto de partida. Ya él escribió en un afamado soneto (En tanto que de rosa y azucena) su versión propia del tópico vitalista por excelencia, e l carpe díem, representación del antropocentrismo de una época que ve en el epicureísmo y el deseo de goce un nuevo valor para el hombre. El tópico hunde sus raíces en la literatura clásica: recordemos a Horacio o a Ausonio, con su afamado Collige, virgo, rosas. Por otra parte, el mismo Garcilaso dedicó su última Égloga a una Ilustre y hermosísima María, construyendo un impecable endecasílabo heroico digno de imitación. Eso es lo que hallamos en este soneto como punto de partida: unas formas y un contenido que hay que recrear para dotarlos del espíritu de una nueva época, tan cercana pero tan distinta. Se elige, de nuevo, en nuestro texto, el mismo molde garcilasiano del soneto. El reto es claro: la misma estrofa, el mismo tópico, incluso algunos de los términos consagrados por la tradición (las subordinadas temporales con mientras, que ya Góngora empleara en su más famosa versión del tópico, el soneto Mientras por competir con tu cabello; el verbo gozar en imperativo, obligado por las convenciones del carpe) para conseguir una nueva obra. Veamos cómo se logra: El carpe díem, la invitación a gozar de la belleza juvenil mientras dura, aparece necesariamente unido al tempus fugit: es el paso irrevocable del tiempo lo que nos hace desear un goce inminente; mañana será tarde. La tradición impone que el carpe se desarrolle en los cuartetos y el tempus fugit en los tercetos, completando así una estructura argumentativa muy usual en los sonetos. También eso se respeta aquí, pero con una primera novedad: el imperativo, que suele aparecer encabezando el verso 9, en el inicio de los tercetos (recordemos a Garcilaso, de nuevo: coged de vuestra alegre primavera...; el mismo Góngora nos dice Goza cabello, cuello, labio y frente...), se retrasa hasta el último verso, reforzándose así el sentido vitalista del texto: si la tradición suele concluir dejando constancia del final desgraciado de la existencia (en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada nos decía Góngora; Garcilaso nos recordaba que la muerte era inevitable, por no hacer mudanza en su costumbre), nuestro soneto acaba con la invitación al placer, al disfrute de los sentidos: goza, goza el color, la luz, el oro. ¿Cómo se consigue esta estructura in crescendo? Analicemos el poema, estrofa a estrofa, para dar cuenta de ello: El primer cuarteto, tras la dedicatoria (a pesar del nombre de María, pensamos ©J.A.González/R.Viñuelas/L.E.Gómez/R.García/J.M.Rico

Ilustre y hermosísima María. Comentario resuelto / Pág.1

Prohibida la reproducción total o parcial © 2015 Claustro S.L. CLAUSTRO - CENTRO DE ENSEÑANZA UNIVERSITARIA O’Donnell, 26 41001 SEVILLA Tel. 954 50 25 98


que se trata de un homenaje a Garcilaso, según lo ya dicho), comienza a desarrollar una estructura subordinada temporal (como quedó explicado en el comentario filológico) encabezada por el adverbio mientras. Esta estrofa desarrolla la belleza juvenil centrada en tres elementos: el color rosado de la mejilla, el sol (Febo) en los ojos (importantísimo elemento dentro de la tópica petrarquista y neoplatónica) y el día (usual metáfora de la juventud, que se opondrá a una noche de vejez) en la frente. Se alude, pues, a imágenes cargadas de color y luminosidad. Además, la disposición de estos tres elementos (mejillas, ojos, frente) aparece en un triple quiasmo: complemento más sujeto, sujeto más complemento, complemento más sujeto. El segundo cuarteto se dedica a la descripción repetidísima del cabello como oro. Parte Góngora de dos ideas: Garcilaso había hablado del cabello de la dama como nacido de una veta de oro: que en la vena del oro se escogió, fueron sus palabras. Herrera, por su parte, acuñó la expresión hebra de oro en alguno de sus sonetos. De esas imágenes parte el poeta cordobés, pero evitando a toda costa la aparición del término oro, excesivamente tópico para los gustos de la nueva época. Así, se busca una metáfora de la metáfora, que distancie más el término real del imaginario. El cabello no es oro, sino hebra boladora / que la Arabia en sus venas atesora / y el rico Tajo en sus arenas cría. Así, Arabia era famosa por sus minas de oro; del mismo modo, la mitología castellana nos habla del oro existente en el río Tajo, también mitificado ya por Garcilaso en su Égloga III. Todo un despliegue de imágenes para evitar la metáfora tópica. Un procedimiento que será explotado por el Manierismo y, sobre todo, por el Barroco. Siguiendo los cánones, los tercetos presentan la inflexión del tempus fugit: el sol (Febo, de nuevo) será eclipsado por la edad (el paso del tiempo, entendemos); el día se convertirá en noche y la Aurora quedará oculta por un mortal nublado. Las tres imágenes (eclipse, noche, nublado) se corresponden con las aparecidas en el primer cuarteto (sol, día, aurora). La interrelación entre las partes del soneto es pues, perfecta, como si de una maquinaria de precisión se tratara. Esa interrelación se completa en el segundo terceto: si el primero se correspondía con el primer cuarteto, el terceto final debe hacer lo propio con el segundo cuarteto. En efecto, el oro allí metafóricamente aludido es recordado aquí con la expresión rubio tesoro, que llegará a encanecer, imagen (esta vez sí más tópica) que queda reforzada por una hipérbole que enriquece el pleonasmo: vença a la blanca nieue su blancura. Párrafo aparte merece el último verso, reservado de forma original para el imperativo, goza, que se repite, para imprimirle una mayor fuerza. ¿Qué debemos gozar? La juventud. ¿Cómo quedó descrita? Aludiendo al color (rosada Aurora), a la luz (Febo, el día; todo ello en el primer cuarteto) y al oro (segundo cuarteto). Goza, goza el color, la luz, el oro. De nuevo, las piezas encajan. Contad si son catorce, y está hecho... Poema perfecto (alguien dirá: sí, pero frío), que alude ante todo al deseo de gozar de la vida. Frente a otras versiones más pesimistas del tópico, aquí prima el placer, el goce de los sentidos; una luminosidad a la que el paso del tiempo, gracias a la disposición del último verso, no logra quitar esplendor. Una visión que se corresponde con un Manierismo avanzado o un Barroco incipiente (¿no son lo mismo?) donde aún el mortal nublado de la decadencia española no ha hecho acto de presencia. No hay pesimismo, aún. Sólo invitación al goce. Dejémonos llevar. ©J.A.González/R.Viñuelas/L.E.Gómez/R.García/J.M.Rico

Ilustre y hermosísima María. Comentario resuelto / Pág.2

Prohibida la reproducción total o parcial © 2015 Claustro S.L. CLAUSTRO - CENTRO DE ENSEÑANZA UNIVERSITARIA O’Donnell, 26 41001 SEVILLA Tel. 954 50 25 98


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