El Dragón de Eslovenia
Fabiola Machado
Ilustraciones por Maga Cid
El Dragón de Eslovenia
El espejo del lago
É
rase una vez un pueblo esloveno, cuyo nombre no recordamos, o no queremos recordar. Cercano a él pasaba un río que desembocaba en un lago. El lago más cristalino que alguna vez hayan podido imaginar. Era tan cristalino, que todas las personas del pueblo lo usaban como espejo. Se decía que ese gran espejo podía mostrarte quién eras. Cuando las personas se sentían acongojadas por algo, iban al lago y veían lo que por sí mismos no podían ver. El lago les mostraba todos los misterios de su interior. Tanto su luz, como su sombra. Como todo lo místico, no era tan simple. Las personas pasaban horas mirándose en el gran espejo, reflexionando y analizando su reflejo. Podían ver la verdad de su presente en relación a su esencia, sus estructuras, sus personalidades, su energía, incluso las causas de sus enfermedades. Sin embargo, tenían que estar muy concentradas para poder comprender la semiótica del lenguaje, que a veces era sencillo y otras complicada, como todo en la vida.
En el lugar había un silencio solemne. Era hermoso ver a tantas personas reunidas queriendo saber un poco más acerca de sí mismas, en un estado parecido a la meditación pero diferente.
Un día el lago fue invadido por una extraña sombra. Cuando las personas iban a mirarse, veían todos sus miedos exacerbados que se transformaban en las cosas más horribles de este mundo.
Eran tan horribles, que nadie quiso ir a mirarse de nuevo. Y el lago quedó solitario. Muy solitario y olvidado. Pasaron muchos siglos, sin que nadie recordara la actividad que se solía hacer en ese lago. Hasta que un día, una niña, de quién no sabemos su nombre ni su procedencia, se sentó entre los árboles cercanos al lago. -¡Ese lago es tan cristalino que parece un espejo! -exclamó- ¡Voy a mirarme en él! Sin titubear corrió a mirarse. Podía ver sus trenzas, su sombrero, su vestido, todos los colores nítidos. Podía ver hasta el brillo de sus ojos. Estaba muy concentrada mirándose, cuando de repente, su reflejo se perdió dentro de una sombra que comenzó a tomar la forma de los monstruos más horribles que hubiese visto la niña jamás en su vida. Sintió mucho miedo, y gritó muy fuerte. Pero siguió mirando. -Es sólo un reflejo-se decía a sí misma-es sólo un reflejo, nada va a pasarme.
La niña respiraba profundo una y otra vez, le tiritaban las rodillas de tanto miedo que tenía, pero seguía, valientemente, mirando las muchas distintas maneras de cosas horribles que la sombra iba tomando. Y se volvía a decir sí misma: -Es sólo un reflejo, nada malo me pasará.
Después de mucho rato, la sombra se cansó de tomar distintas formas, y se mostró: Era la sombra de un dragón. -¿Qué hace aquí abandonada la sombra de un dragón?Se preguntó la niña. -Pobre dragón debe estar muy triste sin su sombra. Se la voy a devolver.
Sacó de su bolso una cajita de madera. La abrió y le dijo a la sombra: -Ven entra aquí, te voy a llevar a tu hogar. Por una extraña razón, que desconocemos, la sombra salió del agua cristalina y se metió en la cajita de la niña.
El primer intento
L
a niña guardó la cajita en su bolso. Y comenzó a caminar. -¿Dónde estará el dragón?- Se preguntaba. Se acercó a unos señores que estaban en la banca de una plaza y les dijo: -¿Disculpen caballeros, ustedes saben dónde podría encontrar un dragón? -¡Un dragón! Claro, En la tienda de la vuelta, hay unos bien bonitos- le respondieron. La niña corrió emocionada a la tienda. Efectivamente, había dragones. Y estaban a la venta. La mayoría eran de peluche, otros cuantos eran llaveros y otros el estampado de lindas postales. -No me entendieron bien- pensó la niña, pero no importa, le preguntaré a esa señora.
Se acercó a una señora que vendía adornos de flores. Tenía adornos muy hermosos, algunos circulares, otros con forma de estrellas, otros cuadrados, todos hechos con flores silvestres. La niña se acercó a la señora y le dijo: -¿Usted sabe dónde puedo encontrar un dragón? -¿Un dragón?- Contestó la señora un poco impactada. -No niña, no lo sé. Nunca he visto un dragón de verdad. Pero te daré un regalo. Con la misma destreza con la que los payasos moldean figuritas con esos globos largos, la señora hizo la cabeza del dragón. Un movimiento aquí, y otro acá y listo, una cabeza de dragón hecha con ramas y flores silvestres. ¡Realmente algo increíble! -Toma niña, que tengas muy buen día- le dijo. -¡Muchas gracias!-le dijo la niña, y guardó en su bolso el hermoso regalo.
La niña siguió caminando y le preguntó a muchas personas dónde podía encontrar un dragón, pero no obtuvo ninguna respuesta. El 70% de las personas le decía que fuera a la tienda de los peluches y llaveros; otro 10% le recomendaba otra tienda más alejada, donde había figuritas de dragones hechas con arcilla y estampados de imágenes de dragones en poleras. Otro 15% le decía que no sabía, y el 5% le respondía: -¡Niña los dragones no existen! Sin embargo, la niña sabía que este era sólo un primer intento y que para lograr los objetivos, había que seguir adelante, y eso hizo. Siguió.
En el Bosque
L
a niña caminó tanto, tanto, que se alejó del pueblo, y llegó a otro pueblo, y luego a otro pueblo, y luego a otro pueblo. En cada pueblo seguía preguntando a las personas que encontraba, pero los porcentajes de respuestas eran muy parecidos a los del primer pueblo. Así fue como se hizo de noche. La niña caminó un poco más y llegó a una quebrada donde no había casas ni personas, sino muchos, muchos árboles. Era un bosque. La niña se sentó en la tierra, entre los árboles. Los grillos cantaban muy fuerte. Su sonido era casi lo único que se escuchaba. A lo lejos se oía muy tenue el sonido de siete violines tocando al unísono. Pero el zumbido de los grillos era más fuerte, por lo que la niña dejó de escuchar los violines, y se sumergió en el sonido de los grillos. Era un sonido zumbante. Las vibraciones entraban en sus oídos, y luego las sentía en todo su cuerpo. Las podía escuchar incluso con su piel. Cerró los ojos, y comenzó a vibrar por dentro con el retumbante sonido. Entró en una especie de trance, estaba despierta pero un poco dormida. Dormitaba.
En ese estado dijo en voz alta: -¡Hola grillos! ¿Ustedes saben dónde puedo encontrar a un dragón? -Hace mucho tiempo que no vemos a un dragón por estos lugares- le respondieron los grillos-¿Pero sabes quién puede saber?: el Fuego. Pregúntale al Fuego. Los dragones tienen una conexión especial con el fuego, de seguro que él sabrá.
La niña despertó. -Qué buen sueño acabo de tener- pensó. Se había quedado dormida sólo un minuto, lo justo y necesario para saber lo que quería saber. Sacó una caja de fósforos de su bolso, e hizo un fuego con unas ramas y pajas que encontró en el lugar. Antes formó un círculo con piedras, para que fuera un fuego muy bien cuidado. Encendió una hermosa llama, y le dio de regalo unas cascaritas de ajo, porque una vez le contaron que al fuego le encantaba alimentarse de cascaritas de ajo. Se sentó frente a la llama, y le dijo: -Hola fuego ¿Tú sabes dónde puedo encontrar un dragón?kri kri kri kri sonaban los grillos. El fuego se quedó en silencio. Porque el fuego no habla. La niña se quedó mirándolo por horas. De repente, en el centro de la llama, vio una imagen. La imagen era muy clara. Un puente. En él, cuatro dragones de piedra. -¡Es el puente de Liubliana!- exclamó la niña -¡¿Cómo no se me ocurrió antes?! Por alguna razón la niña sabía que había un puente con dragones en Liubliana, pero no se había acordado antes.
A veces, a la niña le pasaban cosas así, como a muchas personas de este mundo, que no vemos las cosas que tenemos en frente. Rápidamente apagó el fuego, no podía dejarlo prendido, podía ser muy peligroso. Aunque aún era de noche, la niña comenzó a caminar hacia Liubliana. Al parecer, estaba apurada.
El puente de los dragones
C
aminó muchas horas hasta llegar a Liubliana. Cuando llegó, corrió al puente y le dijo a una estatua: -¡Hola estatua de dragón! ¿Tú sabes dónde puedo encontrar un dragón? Pero uno real que no sea de piedra como tú.La estatua se quedó en silencio. Porque las estatuas no hablan. Ya casi era el amanecer. La niña se apoyó en el puente y se quedó dormida.
Unas horas más tarde, despertó con la lengua de una tierna perrita lamiéndole la mejilla. -¡Hola perrita, que linda eres!- le dijo. La perrita la miró a los ojos, y luego se volteó, moviendo su cola, avanzando y mirando a la niña, haciendo un guiño para que la siguiera.
-Parece que esta linda perrita quiere que la siga-, pensó la niña. Y comenzó a caminar primero atrás y luego al lado de la perrita. Caminaron muchas horas, hasta llegar a un hermoso castillo.
Adentro del aire
L
a perrita se sentó cerca del castillo mirando un punto fijo en la nada. Era como si esperara que algo saliera del aire. La niña se sentó a su lado, mirando el mismo punto fijo.
Pasó mucho tiempo. La niña, a veces se quedaba dormida esperando, en otros momentos comía las últimas galletitas que le quedaban en su bolso, en otros momentos imaginaba cosas, y en otros estaba sólo concentrada mirando el punto fijo. -¿Qué esperamos linda perrita?- le preguntaba, y la perrita sólo la miraba, porque las perritas no hablan. Por momentos, la niña dudaba. Pero era tan grande la actitud de magnificencia de la perrita y tanta su obstinación en el punto fijo, que al final la confianza ganaba. De repente la espera valió el tiempo. Y algo extraño comenzó a ocurrir. Las partículas del aire se ponían más densas, tanto que podían verse (como cuando se ve el aire a través del humo o del fuego) se empezó a hacer un círculo de densidad en el cielo, hasta que desde la transparencia del aire, apareció volando muy, muy, pero muy rápido, un gran dragón. La perrita ladraba, la niña dio un sobresalto. Ambas vieron irse al dragón, como cuando se ve una estrella fugaz en el cielo. La niña estaba muy emocionada. -¿De dónde vendrá? ¿Regresará?- se preguntó. Esperó todo el día, muy atenta. Cuando ya casi era de noche, nuevamente muy rápido, el gran dragón entró a través del aire, en aquel punto fijo invisible, y desapareció.
-¡Regresó! ¡Su casa está adentro del cielo!, ¡Qué impresionante!- exclamó la niña. Estaba muy contenta y al mismo tiempo sentía una gran decepción -¡¡Fue todo tan rápido, que no alcancé a nada!!- dijo la niña.
-¿Siempre es así de rápido ese dragón?- le preguntó a la perrita, que le devolvió una mirada tan dulce, que parecía decir sí. La niña estaba cansada de esperar. Pero esperó. Esperó mucho tiempo. No sabemos cuánto exactamente. Pero para ella fue mucho tiempo. Hasta que de repente, volvió a ocurrir. De la invisibilidad del aire, en el mismo punto, muy rápidamente, salió un dragón que se fue volando hacia el norte. -Al menos sale siempre del mismo lugar- dijo la niña. Si saliera de puntos diferentes, sería más difícil intentarlo. Pero si siempre entra y sale tan rápido, ¿Cómo podré hablarle?. Lo único que puedo hacer, es entrar ahí, en el aire transparente, donde supongo está su casa. Era un decisión. La niña tomó todas sus fuerzas, y más fuerzas aún, se subió a un árbol, cerró los ojos, y se lanzó hacia el punto fijo invisible.
En la cueva
L
a niña entró en la cueva del dragón. ¿Cómo lo hizo? No lo sabemos. Es un misterio. Pero sí sabemos por qué lo logró: Porque su voluntad era inmensa y la voluntad es muy poderosa. Sin poder creerlo del todo, de repente se dio cuenta que estaba frente….. ¡¡¡¡Qué estaba frente al gran tesoro del dragón!!!!
El tesoro era Todo.
Y también era Nada.
Y en medio de esa expansión-contracción lo que la niña vio fue: Espejos, remolinos de cenizas, laberintos de luciérnagas, copas con agua, pajaritos de servilleta, vientos circulares, mantas bordadas, piedras preciosas, objetos rotos, objetos reparados, una colección de semillas, chispas, mar, un fuego verde, estrellitas danzarinas, botellas de todos tamaños y colores, telescopios, notas musicales voladoras, libros con polvo, telas gigantes, pinturas de paisajes, telarañas naranjas, cuadrados blancos y negros, un colgador con ropa blanca, sombrillas para el sol, muchos cassettes.
De repente entra el dragón. Percibe su presencia y se acerca a la niña, lentamente. A la niña le temblaban las rodillas de miedo. Nunca antes había visto un dragón. No sabía si su cara era de enojado, o simplemente era cara de dragón. Acompañado de un gran gruñido tenebroso, el dragón le pregunta: -¿Por qué estás aquí? -Vine a entregarte un gran tesoro que perdisteresponde la niña, sin parar de tiritar e intentando respirar profundo. -¿Un tesoro que perdí? Eso es imposible, yo sé perfectamente todo lo que tengo y nada ha salido de esta cueva. Vete. La niña quiso insistirle. Pero tuvo miedo y se quedó callada e inmóvil por mucho rato. Observando. Luego de muchos suspiros, su curiosidad fue mayor que su miedo y rompió el silencio.
-¿Por qué tienes tantos espejos? ¿Te miras en ellos? ¿Qué ves cuando te miras en ellos? ¿O los usas para mirar tus objetos a través de ellos? ¿Por qué tienes cosas rotas reparadas? ¿Cuándo se rompieron? ¿Quién las rompió? ¿Tú las rompiste? ¿Eran de alguien? ¿Te las dieron? ¿De dónde salieron? ¿Qué son esas telas que cuelgan? ¿Para qué las usas? ¿Cómo lo haces para no aburrirte estando aquí solo? ¿Tienes amigos? ¿Tus amigos son dragones o de otras especies? ¿Qué se siente ser dragón? ¿Eres feliz? ¿Sabes tirar fuego? ¿Dónde estamos? ¿Estamos en otra dimensión? ¿Por qué no se ve desde afuera? ¿Por qué abandonaste tu sombra en el lago? Esta última pregunta hizo gruñir al dragón….. La niña podría haber seguido haciendo 21.534 preguntas más, pero el dragón no la dejó terminar. Nuevamente con otro gran gruñido tenebroso, incluso más profundo que el anterior, le responde: -Yo sé lo que hago y por qué lo hago. ¡Vete!.
La niña volvió a quedar inmóvil. Sentía que el dragón estaba cada vez más incómodo con su presencia. Pensaba que si lo hacía enojar, quizás le tiraría fuego por su boca, que es lo que dicen los cuentos que hacen los dragones. Quiso irse. Pero llevaba muchas horas despierta. Y estaba muy cansada. Su cansancio fue más fuerte que su miedo, por lo que a pesar de la incertidumbre, no pudo evitar quedarse dormida. No sabemos cuánto tiempo durmió. Pero en un momento despertó, y vio que estaba tapada con una manta que tenía preciosos bordados. Al lado de su cabeza había una bandeja de cuarzo con pastelitos y una botella de vidrio con jugo de frutilla. El dragón dormía en la esquina de la cueva. Tratando de hacer el menor ruido posible, la niña se tomó el jugo y se comió los pastelitos. Luego, al lado de un espejo gigante, dejó su cajita de madera con la llave puesta, acompañada de la cara del dragón de flores hecha por la señora del pueblo. Caminó hacia el inicio de la cueva. Y salió. ¿Cómo lo hizo? Sigue siendo un misterio.
Il gran Finale
A
fuera en el otro mundo, estaba la tierna perrita esperándola. Amablemente, la guió por el camino de regreso, para tomar el tren hacia Liubliana. -¡¡¿Había trenes?!! de haber sabido eso antes, no hubiese caminado tanto-, pensó. La vida a veces es así. Absurda. Se despidió de la perrita. Le regaló uno de los pastelitos que había guardado en el bolsillo de su vestido. Se sentó en una banca a esperar el tren. De repente, a lo lejos, se escuchó una gran explosión que desprendía un gran halo de luz. Desde la estación de trenes no se podía ver lo que ocurría -¿Qué habrá pasado?- se preguntó la niña. Pero todas las hormigas, gusanos, osos y perritos que estaban cerca, vieron salir de adentro del aire, a un gran dragón que extendía sus alas desde la grandiosidad más hermosa de sí mismo.
FIN