Dora Varona

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DORA VARONA EN EL CORAZÓN DE TRUJILLO

El corazón de Dora Varona es un templo donde Dios está presente en cualquier momento del día o de la noche. Una sonrisa plena de sueños y esperanzas es lo primero que encuentran todos los que la visitan. Las palabras de aliento que brotan de sus labios cual cascada de inigualable bondad y ternura están colmadas de esa frescura que se alcanza ,cuando la paz del Creador se hace carne y espíritu en sus hijos. Presiento que en su credo han latido y laten grandes y generosos todos los capítulos del libro de la bondad que el hombre ha escrito en nombre de la vida. Sus poemas ya editados y los que aún estamos esperando leer, en libro, son de alta calidad estética. Están llenos de esa sabia estirpe profética que sólo se logra cuando cada instante de la existencia es recogido como un divino maná de inspiración, para que la frase poética revele las vivencias más hondas de su esencia. 10

Así, por ejemplo, cuando le preguntamos sobre su infancia, nuestra poeta, nos dice: En mi novela juvenil Tico y Bebita en la isla de Cuba, evoco una infancia feliz, en la que mis padres Ricardo y María se amaban tanto que yo gané, para toda la vida, gran fe en la institución del matrimonio. Sirve de dedicatoria a este libro esta estrofa: …Casi basta / con recostar la frente en esas cosas / donde la infancia vela / como un alma. En el alma, sí señor, allí y sólo allí está la simiente y la buena tierra donde nace, crece y da frutos generosos la buena poesía. La formación académica de Dora Varona, primero en Cuba y luego en España, sirvió para dar a sus poemas aquella madurez estética que logró a muy temprana edad. Nos dice: “Mi primer libro publicado en La Habana, obtuvo una Beca del Instituto de Cultura Hispánica”.Acontecimiento que plasmó escribiendo: Hasta entonces mi raza

no sabía / que en octubre la vida amarillea / y arrebata, para volar, las hojas y los pájaros. // Pero en septiembre anduve subiendo hasta la frente / difícil de algún sueño, / que era todo lo alto que mi padre aquel día /que me dio el primer beso. // ¡Yo estaba entre mis cosas y era feliz! / Me acuerdo… / Mis amigos tendieron los brazos como un puente / por donde fui subiendo / hasta el morro y las olas / y hasta el mes de septiembre. / Allí monte en la proa de un pez gigante y ciego / y me dijeron cosas los pañuelos, / y una que otra palabra estremecida / quiso decirme adiós o vuelve pronto. // Me acuerdo, si, me acuerdo / Por entonces quedaba detrás del pez gigante / la tierra donde fui, con mi niñez delgada, / estremecida, / de ojos grandes y amigos / de las montañas altas; / quedaba atrás mi niña sonrisa de improviso, / mi casa, mis hermanos, mi porque, mis amigos… Al promediar los 23 años,

Dora Varona obtiene el importantísimo Premio español Adonais, con su excelente libro Hasta aquí otra vez, que fue publicado como volumen 120 de esa selecta colección. En 1956 termina sus estudios de maestría en literatura y periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y bajo el significativo título Los que no se fueron, publica una serie de entrevistas a las más prominentes figuras literarias y artísticas de esos años. Los originales y copias de su tercer libro Sonetos Bajo Dios, fueron inexplicablemente incendiados en San Vicente, Santiago de Cuba, durante la revolución de su país. En 1968 la Editorial Losada de Buenos Aires le publica El litoral cautivo, libro en el que ratifica la excelsitud de su gran poesía, porque en ella el universo transparente de sus sentimientos tiene la palabra. Luego publicará Ciro Alegría, trayectoria y mensaje (valoración múltiple)


en el que traduce y reconoce la magnitud humana y literaria del novelista peruano más importante de todos los tiempos. Resurgimiento de evangelizadores laicos, 1993, es un texto en el que nuestra escritora traduce el sentimiento místico de su exuberante existencia. La editorial Planeta, le publica el año 2009, su novela biográfica Ciro Alegría y su sombra, obra genial, escrita con maestría impecable, donde Dora Varona nos traduce la vida y obra de Ciro Alegría, con sus grandezas y debilidades, por lo que es sin lugar a dudas un libro que debe ser leído y estudiado por todos los que de verdad anhelamos afirmar nuestra identidad cultural. Tico y Bebita en la isla de Cuba, novela autobiográfica de nuestra escritora, lleva el sello de la editorial Norma 2008. Finalmente Cartas de amor para una alumna, ha visto la luz este año, bajo el sello editorial de la Universi dad Ricardo Palma de Lima

” Mi primer maestro fue mi padre, profesor de Historia y Literatura, periodista, gran orador y devorador de libros. Su biblioteca tenía miles de ejemplares bien cuidados y ordenados por temas. Él copió a máquina mi primer poema, escrito a los siete años, y lo entregó a la directora de mi colegio, quien se encargó de divulgarlo entre los maestros. Yo aprendí a leer a los cuatro años y a los cinco mi padre, mi madre y mi hermana (maestra) me hacían aprender de memoria poesías de Rubén Darío, Amado Nervo, Heine, y José Martí. Mi tía Pura, tocaba el piano y recitaba, ella me enseñó a decir los versos con gracia y elegancia. A los siete años recité en el atrio de la Catedral de Santiago de Cuba, ante un público de más de mil personas. El segundo maestro que más ha alentado mi poesía fue Gerardo Diego. Empecé por entrevistarlo, acabamos siendo amigos. Yo tenía 22 años y él ya tenía el pelo gris. Tocaba el piano armoniosamente. Me invitó a dar un recital en el Ateneo de Madrid y a pertenecer a la tertulia cerrada que dirigía en el Ateneo. Fui la primera mujer que tuvo acceso a este privilegio. Todos los poetas de esta tertulia eran ancianos de no menos de 60 años. Siempre me trataron de usted. Gerardo Diego estaba en todos mis recitales, como si me siguiera la pista. Una vez le pregunté por el honor que me hacía. Él contestó: “su poesía refresca mi estro”. Como sólo me pide mencionar a dos, me guardo la influencia de otros grandes como Vicente Aleixandre, Luís Rosales, Carlos Bousoño, José Hierro, Juan Ramón Jiménez… Mi matrimonio con Ciro Alegría me condujo a la prosa. El me hacía leer a los grandes que habían marcado su estilo: Tolstoi, Dostoyevski, Pasternack, Mann, Hemingway, Balzac, Steinbeck, Knut Hamsun, Faulkner, Kafka, Herman Hess, Papini, O. Wilde, Dickens y muchos más. Antes de esto yo sólo había leído a los narradores españoles. Finalmente, viendo el inacabable universo de generosidad y pureza de Dorita, como suelo tratarle, le pregunto: ¿De donde te llega la fortaleza espiritual que traduces en tus libros? Y, como se dice a boca de jarro me responde: De mi fe, transmitida por mis abuelos en Cuba, y del amor que recibí de mi familia… Soy cristiana y en la Roca que es Cristo afirmo mi vida.

Dora, tu memoria, que es una de las más lúcidas que conozco; está seguramente colmada de imágenes y enseñanzas de tus maestros, cuéntame de la personalidad de dos de ellos, le pregunté en uno de esos interminables diálogos que cada vez que voy a Lima tengo en su casa y me responde:

La gran poetisa cubana, dueña de una prolífica obra.

Comentario: “¿Quién en el Perú como Santiago Aguilar de “Puerta de espera”, “Celebración contínua”, Piedra de toque” o “Tempestad de la nada”; alcanza la irracionalidad santa, divina de las mejores poéticas de la modernidad: César Vallejo en América y Vicente Aleixandre en España? ¡Nadie!...¡Salvo él!. Tenía que ser también andino para lograrlo: tierno, volcánico, igual a su paisano de Santiago de Chuco. Los lugares poéticos donde nadie ha caminado, sólo él los camina. Lo avanzado ni lo fatiga, lo motiva a seguir andando, la cortedad del decir no lo inhibe, lo insta a seguir diciendo, su poesía es una forma aparicional del conocer, donde la palabra se vuelve absoluta...infinita”. Walter Curonisy. (Crítico)

No sé cuantas cosas más se quedan en mi mente para traducir mi incondicional admiración por esta extraordinaria mujer que, en el Teatro Municipal de Trujillo, el 30 de junio de este año se instaló para siempre en el corazón de los trujillanos. Gracias al feliz acierto del programa “Cultura del Reconocimiento”, creado por el Alcalde de la ciudad, César Acuña Peralta, para reconocer a las personas que contribuyen en afirmar la identidad cultural de nuestra patria, se decidió, por unanimidad de votos del Concejo municipal, otorgar, en esta oportunidad, Diploma de Honor y Medalla de la Ciudad de Trujillo, a la poeta Dora Varona. (*).- Santiago Aguilar, autor de este artículo, es el poeta más renombrado del norte del Perú. Sus libros le han dado un merecido prestigio en todos los países de habla castellana. D.V. 11


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