GENTE DESTACADA
Raúl Modenesi en la barra del restaurante Costa Verde, uno de los más prestigiosos de Sudamérica. Un sueño hecho realidad en base a trabajo y persistencia.
El largo camino de un TRIUNFADOR Raúl Modenesi es un exitoso empresario dedicado a la gastronomía, pero pocos recuerdan que también fue campeón sudamericano de natación y un vendedor con una creatividad singular que incursionó en variados rubros. Su exitosa vida es un magnífico ejemplo de esfuerzo, dedicación y perseverancia que las nuevas generaciones deben seguir.
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aúl Modenesi parece tener un pacto secreto con el agua. Un vínculo misterioso que comenzó hace más de cinco décadas. El contacto con el líquido elemento le infunde fuerza, una energía adicional que lo empuja hacia el éxito desde sus tiempos juveniles. El mágico lazo lo llevó a la cumbre como nadador en los años 50’ y tiempo después se convirtió en la fuente inspiradora que le hizo alcanzar el éxito en el campo de la gastronomía. Las ansias de triunfar lo acompañaron desde su nacimiento y la superación se convirtió en el común denominador de su vida. Dice que nunca escogió el camino fácil, que siempre asumió los retos más difíciles exigiéndose al máximo y su exitosa hoja de vida lo prueba. El gran campeón Modenesi recuerda aún el momento en que decidió ser nadador. Un día abrió el periódico y se enteró que sus antiguos amigos y compañeros de colegio se habían convertido en campeones de natación. “¿Si ellos pueden, por qué yo no?”, se dijo para sí mismo y emprendió el reto. Visitó a su amigo Wálter Ledgard, un antiguo campeón de natación que se había convertido en exitoso entrenador, y le contó sus sueños de campeón.
GENTE DESTACADA Para comenzar tenía tres metas. Primero romper un record nacional de natación. Segundo representar al Perú en una competencia internacional y tercero ganar a los campeones nacionales de entonces que eran Eduardo Villarán e Ismael Merino, sus dos grandes amigos. El trabajo con Ledgard fue arduo. Cambió los fines de semana de diversión por las largas jornadas de entrenamiento en las piscinas y pronto los frutos florecieron. Para 1995, había roto las marcas nacionales de todas las distancias en el estilo libre y había vencido a sus amigos en varias pruebas. Sin embargo, aún faltaba un tercer reto. La ocasión se presentó en Chile, durante un campeonato sudamericano. Sus grandes actuaciones en el Perú le valieron su convocatoria al equipo nacional y fue seleccionado para participar en la posta 4 por 100 metros estilo libre. Participaron en aquella célebre posta Eduardo Villarán, Raúl Risso, Ismael Merino y el propio Raúl Modenesi que se encargó del último tramo. Han pasado 54 años desde entonces y Modenesi recuerda con lujo de detalles aquella jornada triunfal. La parte final de la competencia ha quedado marcada en su memoria. Gran parte de los 100 metros decisivos luchó la punta a brazada limpia contra los representantes de Argentina y Brasil y cuando vino el remate rumbo a la meta, comenzó a escuchar al público chileno que coreaba el nombre de Perú. El aliento inesperado fue determinante. Sacando fuerzas de flaqueza llegó primero a la meta y marcó un nuevo record sudamericano para la prueba. Raúl Modenesi había logrado así cumplir su sueño con creces. No sólo había representado al Perú, sino que era también campeón sudamericano. Sus esfuerzos y privaciones no habían sido en vano. La fama vino junto con los triunfos. Los diarios le dedicaban extensos reportajes casi a diario. En 1956, el gobierno le otorgó los Laureles Deportivos y fue escogido como el “Deportista del Año” por el diario El Comercio.
Posta 4 por 100 que causó sensación en el sudamericano de 1955 en Chile.
Con Johnny Weissmuller, campeón olímpico de natación que personificó a Tarzan.
Raúl Modenesi en su mejor época como nadador.
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Raúl Modenesi y el gran cantante español Julio Iglesias.
Con el extraordinario gran campeón de box, Rocky Marciano, toda una leyenda. Con los años, se retiró del deporte competitivo, aunque nunca dejó de nadar. Zambullirse en el agua era revitalizarse y en innumerables oportunidades recorrió el litoral limeño a brazo partido. El exitoso vendedor Modenesi sabía que el deporte no iba a durar para siempre. Por
eso buscó un modo de ganarse la vida desde muy joven. Tuvo su primer empleo en la Casa Wiese como simple asistente. Y fue allí que puso a prueba por primera vez otra de sus grandes dotes: vendedor de éxito. El jefe de la sección renunció dejando vacante el cargo. Luego de pensarlo por algunos minutos decidió solicitar el puesto. Primero habló con su superior inmediato que simplemente se rió. Pero el joven no estaba dispuesto a dejarse derrotar tan fácilmente. En un descuido de la secretaria, ingresó a la oficina del mismísimo Augusto Wiese, el dueño de la empresa, y le propuso un acuerdo: asumir el cargo por dos meses, sí al cabo de ese tiempo no había subido las ventas de los artefactos domésticos que expendía la firma, podían despedirlo. Wiese aceptó. El tiempo comenzó a correr, mientras Modenesi pensaba en el modo adecuado para incrementar la venta de artefactos. Un día regresaba de almorzar cuando pasó por la puerta del Banco de Crédito y decidió entrar para ofrecer los artefactos a los empleados de esa entidad. Su fama de nadador lo ayudó y la oferta tuvo gran acogida. Al cabo de dos meses, las ventas de la casa Wiese se habían triplicado y el dueño lo trataba con una deferencia tal que era la envidia de los demás empleados, incluso, los más antiguos. De esa forma había iniciado otra actividad que lo llevaría al éxito más adelante. Posteriormente, Modenesi incursionó en la venta de productos farmacéuticos, gas a domicilio y manejó las concesiones de apuestas del Jockey Club del Perú, pero no estaba contento. Quería tener algo suyo. El sueño del negocio propio comenzó a germinar. El primer restaurante Conversando con algunos amigos suyos (Mauricio Arbulú, Alberto Villacorta y Oscar Dufourt), Modenesi sintió la curiosidad de saber por qué se abría un restaurante o un chifa en el mismo lugar donde otro negocio ya había fracasado. La respuesta era poco alentadora. “Yo tenía la certeza que un lugar con buena comida tenía que ser un gran negocio”, dice. Así nació la idea de poner un restaurante en el recinto de la Feria Internacional del Pacífico. Junto con otros dos amigos, buscaron a Gösta Lettersten, dueño del local, quien les proporcionó un espacio. Martín Fierro se llamó el flamante
El restaurante Costa Verde en plena construcción en 1972. Al principio muchos pensaron que era una locura montar un local en ese lugar.
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GENTE DESTACADA establecimiento que se instaló en el mismo lugar donde otros habían fracasado. Montar el restaurante fue un monumento a la creatividad empresarial. Todo, hasta los insumos para la comida, lo consiguieron a costo cero, es decir sin poner un centavo. Paralelamente también pusieron un quiosco para la venta de sánguches, y bebidas. En ambos negocios, los resultados fueron satisfactorios y se convirtieron en los mejores de la feria. Habían aprendido. La primera lección de una empresa: no importa el lugar, lo fundamental es la calidad del producto y la buena atención. Comenzó, entonces, la idea de establecer un restaurante en algún lugar aún no determinado de Lima. El sueño frente al mar Una tarde, rendido por el trabajo de 20 horas diarias durante la feria, Modenesi detuvo su vehículo frente al mar y se quedó dormido. Luego de descansar por algún tiempo abrió los ojos y tuvo la visión sanmartiniana frente a sí. Allí estaba el sitio. Imaginó el restaurante Martín Fierro frente al mar en la Costa Verde. Era el retorno de su pacto con el agua. Al principio sus socios rechazaron la idea de construir el establecimiento en esa playa. Es que, por aquel entonces, era un lugar sin luz, agua, desagüe ni pistas. Pero, al final, la propuesta se impuso. Así, en 1972, nació el restaurante Costa Verde. La característica novelería limeña se convirtió en aliado de los audaces empresarios. Nadie en Lima se había atrevido a poner un restaurante frente al mar. El establecimiento nació con el pie derecho. Se llenó desde el primer día. Con el tiempo, Modenesi compró las acciones a sus socios y se convirtió en el único propietario. Retroceder nunca Pero no siempre el horizonte fue claro. En algunos momentos, los nubarrones oscurecieron el panorama. Durante el gobierno militar, mientras la empresa luchaba por alcanzar la consolidación, el gobierno dio una resolución suprema que expropiaba el lugar donde estaba el restaurante para dedicarlo al cuartel de la Policía de Salvataje. Existían 25 kilómetros de playas en la Costa Verde, pero, por ironías del destino, las autoridades habían elegido justo ese lugar. Modenesi buscó en el mar la respuesta al difícil momento. Mirando el océano se reconfortó y luchó hasta obtener la derogatoria de la norma. Otros muchos problemas se presentaron a lo largo del tiempo, pero todos fueron superados. El terrorismo, la crisis económica, los desastres naturales ni las enfermedades y las operaciones no pudieron derrotarlo. Raúl Modenesi sabe que la vida es una continuidad de esfuerzos diarios para alcanzar metas y objetivos que solo se logran dando lo mejor de cada uno. De ese modo, ha logrado concretar sus sueños y ahora es un magnífico ejemplo para la juventud.
Ante una gran concurrencia, Modenesi es nombrado Doctor Honoris Causa en la Universidad Alas Peruanas.
Con el brillante doctor Fidel Ramírez Prado, rector de la Universidad Alas Peruanas.
Hoja de vida
Laureles deportivos del Perú en natación. Regidor de la municipalidad de Lince. Alcalde de Surco. Premio en gastronomía por la “Chaine des Rotisseurs”. Trofeo internacional de Turismo y hotelería, Madrid, España. Doctor Honoris Causa por la Universidad San Martín de Porres por su aporte al turismo, la hotelería y la gastronomía. Trofeo “Cucharón de mando” conferido por la Asociación de Restauradores, Enólogos, Gastrónomos y escritores gastronómicos de América Latina y España. Premio GENTE como el “Mejor Restaurante del Año”. Magíster del Buen Yantar de la Universidad de los Pueblos de Europa. (Málaga, España). Record Guinnes al buffet más grande y variado del mundo, estándar calidad total. Caballero de la Orden de Malta de Gracia Magisterial en Roma. Medalla de la Municipalidad de Lima Metropolitana. Doctor Honoris Causa por la Universidad Alas Peruanas.
Raúl Modenesi y su esposa Silvia Kessel, el gran amor de su vida.
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