los ataques, aun cuando la religión en sí misma no sea la principal razón de la violencia. Las misiones militares multinacionales desplegadas en África occidental no han tenido éxito a la hora de combatir a Boko Haram, que en 2015 juró lealtad al Estado Islámico40. Además, los yihadistas también han asegurado y establecido su presencia en otras zonas: el Estado Islámico ha declarado seis llamadas «provincias del califato» en África41, y a lo largo de los dos últimos años ha ido aumentando el número de ataques en la región septentrional de Mozambique42. De la misma forma, Somalia ha sufrido violentos ataques de Al Shabab y aún está por ver en qué medida se va a deteriorar la situación tras el fin de la misión AMISOM en diciembre de 202043. Finalmente, durante el período que se estudia en este informe se ha producido un acontecimiento positivo: el cambio de régimen en Sudán. La caída de Omar al Bashir, seguida de las medidas del Gobierno transitorio para fomentar la convivencia religiosa, en claro contraste con el anterior régimen islamista, ha marcado el comienzo de una nueva era de libertad religiosa en el país. Una de estas medidas fue que el ministro de Asuntos Religiosos y Donaciones, Nasredin Mufreh, pidió perdón en público a los cristianos sudaneses «por la opresión y el daño infligidos a vuestros organismos, la destrucción de vuestros templos, el robo de vuestras propiedades, los arrestos injustos y los juicios contra quienes os sirven y la confiscación de los edificios de vuestras iglesias»44
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Super vivientes de la masacre de Muidumbe, que huyeron a pie y recorrieron 300 km para llegar a un asentamiento de refugiados en Pemba, donde reciben el cuidado de Cáritas. Mozambique, Cabo Delgado, diciembre de 2020. ©ACN/Viljoen
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