BITÁCORA Edición Especial
Año Nº 1, Revista Nº 1. Edición Diario La República Septiembre 2012
Tributo a Ray Bradbury
Nos vamos poniendo tecnos por Leonardo Moledo
Últimos atardeceres en la tierra por Mariana Enriquez
Laberinto y minotauro ISBN 978-987-07-1887-1
por Marcelo Figueiras
La invasión de las langostas
por Neil Gaiman
La ciencia ficción en el closet por Ray Bradbury
AGENDA DE CINE SCI-FI
Todas las películas se proyectan en la sala cinematográfica del Museo Ovni, en Sarmiento 546. Costo de entrada $15. Las proyecciones se realizan los martes, viernes y sábados, cada película se proyecta durante todo el día
Staff Director
Antonio García
04/09
18/09
22/09
Alien
Metrópolis
Hombres de negro
Cuando una nave minera aterriza en un planeta para investigar una llamada de emergencia, la tripulacion desconoce la amenaza que se va a desatar. Una criatura alienigena se adhiere a la cara de uno de los miembros, el resto de sus compañeros intenta separarlos. Nadie sospecha que este es el comienzo de una pesadilla que afectara a cada uno de los siete tripulantes de la nave.
Es el futuro, y los humanos están divididos en dos grupos: los pensadores, quienes hacen planes (pero no saben cómo funcionan las cosas), y los trabajadores, quienes cumplen las metas (pero no tienen la visión). Completamente separados, ninguno de los grupos está completo, pero juntos hacen un todo. Un hombre de los “pensadores” se atreve a visitar el subsuelo donde los trabajadores laboran, y se asombra por lo que ve...
Durante muchos años los extraterrestres han vivido en la Tierra, mezclados con los humanos, sin que nadie lo supiese. Los Hombres de Negro son unos agentes, pertenecientes a una asociación altamente secreta del gobierno, encargados de controlar a los alienígenas. Ahora dos de estos agentes, uno veterano y otro recién incorporado, y que tienen como misión vigilar a los alienígenas que habitan en la ciudad de Nueva York, descubren a un terrorista galáctico que pretende acabar con la humanidad.
07/09
21/09
25/09
Star Wars
Star Trek
Farenheit 451
Kubrick comienza este vieja hacia el futuro visitando a nuestros ancestros prehistóricos para luego dar un salto milenario hasta la colonización del espacio, sumergiendo en última instancia al astronauta Bowman en el inexplorado mundo del espacio, quizá incluso en la inmortalidad. Es el principio de un viaje sobrecogedor y misterios como jamás antes se haya concebido.
El destino de la galaxia está en manos de dos encarnizados rivales nacidos en mundos muy diferentes. Uno, James T. Kirk, es un joven granjero de Iowa. El otro, Spock, se ha criado en el planeta Vulcano, y es un marginado debido a su origen medio humano. Kirk y Spock no pueden ser más diferentes. Pronto se verán compitiendo con todas sus fuerzas para estar entre los pocos elegidos para formar parte de la tripulación de la nave espacial más avanzada que se haya creado jamás: la nave USS Enterprise.
De la novela homónima de Ray Bradbury. En esta sociedad autoritaria que se nos presenta, el Cuerpo de Bomberos se ha convertido en una especie de nueva policía al servicio del Gobierno, cuya función es crear el fuego en vez de combatirlo. Ha sustituido la manguera por el lanzallamas para quemar y destruir libros. Su misión es acabar con el patrimonio literario de la humanidad, que, según el gobierno del momento, impide que el pueblo alcance la felicidad.
08/09
11/09
28/09
Blade Runner
Distrito Nueve
La cosa
Los Ángeles 2019. En un hipnótico futuro de neón, cinco androides virtualmente idénticos al hombre, con ansias de inmortalidad, ponen en peligro a la ciudad. Un ex policía es reclutado para encontrarlos y exterminarlos.
Treinta años atrás tuvo lugar el primer contacto con extraterrestres. Los humanos esperaban ya fuera, un ataque o grandes avances tecnológicos, pero no ocurrió ni lo uno, ni lo otro, los extraterrestres eran en realidad refugiados, los últimos supervivientes de su mundo. A las criaturas se les alojo en un hogar provisional en el distrito 9 de África del sur, mientras las naciones del mundo se ponen de acuerdo en que hacer con ellas.
En el invierno de 1982, un equipo de 12 buscadores, situados en una estación del Antartico, encuentran un alien que lleva mas de 100.000 años enterrado. Pronto comenzará el caos, el alien empezará a causar estragos, mutándose en distintas formas, incluso, llegará a convertirse en uno de ellos.
15/09
29/09
Depredador
Mad Max
Un comando de élite del ejército es enviado a una jungla sudamericana para rescatar a un ministro cuyo helicóptero ha sido derribado por la guerrilla, lejos de donde se encuentran las tropas regulares. Una vez en la selva, el comando no tarda en encontrar el aparato derribado, pero no halla ningún rastro del político. Lo que si encuentran son restos de cadáveres de soldados americanos. Todo parece tener explicación cuando encuentran una base rebelde en las cercanías. Lo que no saben los miembros del equipo es que hay algo que les está vigilando entre los árboles y va a comenzar a darles caza de uno en uno.
Un muchacho casualmente es testigo del aterrizaje de una nave alienígena hostil, que captura y lava los cerebros de los residentes de una pequeña ciudad norteamericana, convirtiéndolos en peones sin sentimientos. Un clásico instalado en los charts de cine.
Ridley Scott - 1979
Stanley Kubrick - 1968
Edición general
Fritz Lang - 1926
J.J Abrams - 2009
Barry Sonnenfeld - 1997
Françoise Truffaut - 1966
Felipe Nicolazzi
Proyectos especiales Claudio Acosta
Editora
Laura Rodriguez
Edición de contenidos Rocío Mendoza
Edición general José Alemán
Redacción
Ridley Scott - 1986
Gabriel Sanz
Jefa de arte
Neil Blomkamp - 2009
John Carpenter 1982
Graciela Tedesco
Coordinación
Diego Barrionuevo
John McTiernan - 1987
Esta obra fue originalmente concebida por McRae Books SRL, info@mcraebooks.com/www.mcraebooks.com Revista Bitácora del diario La República Edición de proyectos especiales a cargo de José Alemán.1ra ed. Buenos Aires: Arte Gráfico Editorial Argentino 2012 392p.: il. ; 29,7x42 cm. ISBN 978-987-07-1887-1 Ed. lit. CDD 641.5 Fecha de catalogación: 09/09/2012
William Cameron Menzies - 1953
Edición Especial: Ray Bradbury -
LA CIENCIA FICCIÓN EN EL CLOSET (Estas palabras de Bradbury están tomadas de fragmentos la entrevista que Sam Weller le hizo para la revista Paris Review en la primavera de 2010) Pollyana y él era demasiado Cassandra.
La ciencia ficción satisface una necesidad de los lectores que no puede saciar la ficción mainstream porque, sencillamente, la ficción mainstream no les ha prestado atención a los cambios de nuestra cultura en los últimos cincuenta años. Las ideas mayores de nuestro tiempo –el desarrollo de la medicina, la importancia de la exploración del espacio para el avance de nuestra especie– han sido relegadas. Los críticos en general están equivocados o atrasan veinte años. Es una gran pena. Se pierden de tanto. Por qué se deja de lado la ficción de la ideas es algo que me supera. No puedo explicarlo, salvo por el esnobismo intelectual. Hubo un tiempo en que quería el reconocimiento de todos, de críticos e intelectuales, por supuesto. Pero ya no. Si mi trabajo le hubiese gustado a Norman Mailer, me hubiera suicidado. Pienso que estaba demasiado atrasado. Me alegro de no haberle gustado a Kurt Vonnegut. El tenía problemas, terribles problemas. No podía ver el mundo del modo en que yo lo veo. Supongo que yo soy demasiado
Aunque, en realidad, prefiero pensarme como un Jano, un dios de dos caras, que se preocupa por el futuro y quizá vive demasiado en el pasado. Una combinación. No creo ser demasiado optimista.
El Museo Ovni, ubicado en Sarmiento 546. Costo de entrada $15. Expone fotos, libros, videos, se dan charlas y cuenta con una biblioteca con bar temática única en el país para sentarse a disfrutar un café y leer ciencia ficción. Artículos periodísticos de los 40 a la actualidad
El Museo del Ovni, nace en enero del año 2005 con el objetivo de informar a la gente en general, sobre las investigaciones que el Equipo de Visión Ovni, realizaba del Fenómeno Ovni.
Lugares para visitar
Por Ray Bradbury
Cuando era un escritor joven, si iba a una fiesta y decía que era un escritor de ciencia ficción, me insultaban. Te llamaban Flash Gordon toda la noche o Buck Rogers. Sesenta años atrás no se publicaban libros de ciencia ficción. En 1946, recuerdo, se habían publicado sólo dos antologías de ciencia ficción. Y no podíamos comprarlas, porque éramos demasiado pobres. Así de escaso y poco importante era el campo. Cuando se empezaron a publicar libros, a principios de los ’50, no se reseñaban en revistas literarias. Todos éramos “escri-
tores de ciencia ficción en el closet”.
Yo soy como Verne, en muchos sentidos –un escritor de fábulas morales, un instructor de humanidades–. El creía que el ser humano está en una situación muy extraña en un mundo muy extraño, y cree que puede triunfar
A los pocos meses de funcionamiento, recibe la donación de material bibliográfico y de investigación del reconocido investigador rosarino, Nicolás Ojeda que después de 40 años, se retira de estos quehaceres, dejando su legado en mano de Silvia Pérez Simondini, Directora del Museo del Ovni. En sus comienzo, las personas que se acercaban al Museo del Ovni, eran interesadas en el fenómeno, dado que encontraban un ambiente propicio para contar sus experiencias o
comportándose moralmente. Su héroe Nemo –de alguna manera la otra cara del enloquecido Ahab de Melville– anda por el mundo sacándole las armas a la gente para enseñarles la paz. Todo empezó con Poe. Lo imité desde que tenía 12 años hasta los 18. Me enamoré de la joyería de Poe. Es un incrustador de gemas, ¿no? Lo mismo que Edgar Rice Burroughs y John Carter. Y los comics. Y los programas de radio imaginativos, especialmente Chandu, El Mago. Estoy seguro de que era bastante berreta, pero no para mí. Cada noche, cuando el show terminaba, me sentaba y escribía de memoria todo el guión. No podía evitarlo. Soy un conglomerado de basura pero también tengo mis amores “literarios”. Me gusta pensar que soy un tren que atraviesa Estados Unidos a la medianoche y conversa con sus escritores favoritos. Y en ese tren iría gente como George Bernard Shaw. Frost,
Shakespeare, Steinbeck, Huxley, Thomas Wolfe. Cuando uno tiene 19 años, Wolfe abre
puertas. Usamos a ciertos autores en ciertos momentos de nuestras vidas, pero con otros, el romance es hasta el fin. Thomas Mann, por ejemplo. Leí Muerte en Venecia a los 20 y mejora cada año. El estilo es la verdad. Una vez que uno sabe qué decir sobre sí mismo y sus miedos y su vida, eso se convierte en el estilo de uno, y uno recurre a esos escritores que pueden enseñar las palabras para armar esa verdad. Yo aprendí de Steinbeck y de mujeres que amé locamente, como Eudora Welty o Katherine Anne Porter. Soy un bibliotecario. Me descubrí a mí mismo en una biblioteca. Cuando me gradué de la secundaria en 1938 empecé a ir a biblioteca tres noches por semana y lo hice durante diez años, hasta que me casé. Tenía veintisiete años.
volcar sus inquietudes. Año a año, el cometario del boca a boca, generó un nivel de conocimiento de la institución, que asombró a sus propios creadores, generando la necesidad de ampliar sus instalaciones para una mayor comodidad de los visitantes. Este crecimiento, generó a su vez, que las escuelas primarias y secundarias, asícomo también casas de estudios terciarias y universitarias, comenzaran a concurrir, en virtud del interés que despertaba en los estudiantes. En el museo se muestran los trabajos de investigación en fotos y videos, como asítambién los análisis que se hacen de las mismas, con el aporte permanente de los ámbitos académicos y científicos, en busca de lograr la evidencia que nos permita sostener nuestro campo de estudio, que es la procedencia extraterrestre del fenómeno. Esta interacción investigativo-académico, resulto en un complemento satisfactorio de ida y vuelta, que nos permite realizar los estudios y por otro lado, lograr que los alumnos encuentren nuevas formas de acercarse a los ámbitos científicos. Es de destacar, que muchos de los visitantes, jóvenes, se interesan posteriormente por seguir carreras técnicas en virtud de acercarse a conocimientos que involucran campos como: agronomí a, veterinaria, astronomí a, física, química, botánica, comunicaciones, informática. Algunos de ellos, son asesores a las postres de nuestro equipo de investigación, o colaboradores directos. Hemos podido percibir lo importante de una buena comunicación en este sentido. Común-
3
La biblioteca es la escuela. No se puede aprender a escribir en la universidad.
Es un pésimo lugar para los escritores porque los profesores creen saber más que los alumnos –y eso es falso–. Tienen prejuicios. Les puede gustar Henry James pero, ¿quién quiere escribir como Henry James? No entiendo por qué se enseñan la mayoría de los escritores que se dan en las universidades en los últimos treinta años. No sé por qué la gente los lee ni por qué se los estudia. Puedo trabajar en cualquier lado. Escribí en habitaciones y en livings cuando era adolescente en la casa de mis padres, una casa pequeña en Los Angeles. Trabajaba en mi máquina de escribir, con la radio a todo volumen y mi hermano y mis padres hablando todo el tiempo. Después, cuando quise escribir Fahrenheit 451, fui a la UCLA y encontré una habitación de tipeo en el sótano; se insertaban monedas de 10 centavos en la máquina de escribir y así se compraba media hora de tipeo por vez.Escribo todo el tiempo. Me levanto sin saber qué voy a hacer. Usualmente tengo una percepción al amanecer, cuando despierto. Tengo lo que llamo “el teatro de la mañana” en la cabeza, todas estas voces que me hablan. Cuando vienen con una buena metáfora, salto de la cama y las atrapo antes de que desaparezcan.Es obvio que disfruto de escribir. Es la exquisita dicha y la locura de mi vida y no entiendo a los escritores que lo sienten como un trabajo. A mí me gusta jugar. Me interesa divertirme con las ideas, echarlas al aire como papel picado y correr bajo ellas. Si tuviera que trabajar, habría abandonado la escritura. No
me gusta trabajar.
mente el fenómeno ovni, se lo asocia con fenómenos paranormales, o descalificativos, sin embargo, apreciamos rápidamente, que cuando uno busca el respaldo de la ciencia y es ella que se pronuncia, se logra un marco de respeto y credibilidad, que con orgullo mostramos en nuestro equipo de trabajo. Esto, claro está, no fue un camino sencillo, puesto que se tuvo que romper con pruritos culturales muy fuertes, que gracias a la apertura de muchos hombres y mujeres de la ciencia, hoy nos permite entre otras cosas, participar de este distinguido premio. Las medios de comunicación, en todos sus componentes, se han interesado en el Museo del Ovni. Cadenas Nacionales e Internacionales, han filmado y producido documentales al respecto con gran impacto. Podemos Mencionar, la Cadena Infinito, Discovery Chaneel, History Chanell, Univisión de Miami, Cadena Caracol de Venezuela, O Globo de Brasil, Televisa de México, que han posicionado al Museo del Ovni, a nivel Internacional.
El Museo del Ovni, lleva 7 años abierto a la comunidad, y por él han pasado visitantes de diferentes edades, clases sociales y niveles de educación. Encontramos sin embargo, a pesar de las diferencias, un mismo resultado, el interés por el conocimiento.
4 - Bitácora
ÚLTIMOS ATARDECERES EN LA TIERRA Entusiasta irrenunciable con un im agina r io incompa ra ble, autor de de ce na s de libros que esconde n –todos– algo me mora ble, l ír ico, elegíaco, t a n ce rca de una galaxia remota como de Hucklebe r r y F inn, q uizá s el se c reto de Ray B radbury sea que convirtió sus propios li b ros e n m áq uina s del t ie mp o p e r fe c t a s que, sin importar los escenarios, los pl a net a s ni los a ños, v iaj a n s ie mp re a l m ismo lugar: la infancia pe rdida. Quizá p or e so m ile s de chicos (hoy gra nde s y no tanto) e ntraron a la literatura p or sus l ib ros y muc hos –hoy e sc r itore s reconocidos– decidieron que darse a v iv ir a hí y se nt a r se a e scr ib ir. L a se m ana pasada, a los 91 años, murió el único hum a no q ue l legó a Ma r te.
Por Mariana Enríquez
¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas Así, impactado, perplejo, escribía Jorge Luis Borges el prólogo a la edición argentina de Crónicas marcianas, libro que leyó en los últimos días del otoño de 1954, apenas cuatro años después de la publicación original. Y su pregunta apunta al centro del misterio de la literatura de Ray Bradbury: por qué sus historias sencillas, clásicas, de enorme belleza lírica, producen revelaciones, provocan vívidos desasosiegos, reviven terrores atávicos y deliciosos, urgen, también, a contar. No hay escritor cuyo impacto, especialmente en la adolescencia, pueda compararse al que produce Ray Bradbury. Murió esta semana a los 91 años y su muerte era esperada, pero en las demostra-
ciones de duelo afectuoso que se propagaron hubo una tristeza genuina y cierta sorpresa, como si este hombre de Illinois pudiera vivir para siempre. Parte del misterio –insoluble por lo demás– de la literatura de Bradbury es que parece transcurrir en otro tiempo: el de la infancia. No la infancia idealizada que imaginan los adultos sino la infancia real: la época en que se conoce la muerte y la pérdida, cuando hacen falta la magia y los amuletos, los años de esperar el verano y los disfraces y los cumpleaños y el regreso de los padres. Los cuentos de Bradbury vienen de ese país perdido para siempre, pero que él recuerda en cada uno de sus accidentes
fantasías de una manera tan íntima?
Datos curiosos
Edición Especial: Ray Bradbury -
Nº 1 En las primeras revistas de ciencia ficción, los autores debian usar seudónimos para poder publicar más de un relato en el mismo número. Bradbury llegó a utilizar hasta 6 diferentes nombres.
No era devoto de la tecnología, sin embargo se adueñó del espacio y del futuro de la vida en la Tierra como pocos. Unió su nombre a Marte para siempre con Crónicas marcianas. Nunca más se podrá quemar un libro sin pensar en Fahrenheit451. La ciencia misma explica fenómenos con su teoría del “efecto mariposa”. Y sin embargo, se negaba a ser considerado un escritor de ciencia ficción.
Nº 2 Bradbury escribió también guiones de cine, como para la película “Moby Dick”, así como diversos guiones para series televisivas como “Alfred Hitchcock presenta” y el eterno clásico “La dimensión desconocida”.
y sus milagros. Todos los cuentos de Bradbury son acerca de la muerte de la infancia, aunque escriba sobre la muerte de un planeta, de una casa o de una pila de libros que arden. Ese es parte –sólo parte– del impacto de sus ficciones: el reconocimiento. Es el hombre que recuerda. Un emisario que trae olores y colores y voces que se creían perdidos desde un lugar que queda en el más lejano de los territorios: el pasado. Es extraño que el hombre que volvió respetable la ciencia ficción se haya preocupado tan poco por el futuro. Es casi gracioso recordar hoy que, por ejemplo, en aquellos años pioneros, muchos puristas de la ciencia ficción renegaban de Crónicas marcianas porque en el planeta la atmósfera era respirable y a Bradbury nunca le importó explicar por qué. Jamás se preocupó por los años luz y las nebulosas y las matemáticas. A Bradbury sólo le importaba la gente y las metáforas. Ray Bradbury nació en Waukegan, Illinois, de clase trabajadora. Como muchas familias del Medioeste durante la Gran Depresión, los Bradbury dejaron su pueblo buscando trabajo. Primero se fueron a Tucson, Arizona. Y cuando Ray tenía trece, se instalaron definitivamente en Los Angeles. La constante durante estos viajes, solía contar Bradbury, eran las bibliotecas. Allí pasaba todo el tiempo posible leyendo a Poe, Verne, Edgar Rice Burroughs. Bradbury no fue a la universidad, ni tuvo educación terciaria: se formó leyendo en bibliotecas públicas. Su adolescencia y toda su vida adulta fueron californianas, pero sin embargo
Nº 3
5
Nº 4
Bradbury siempre evitó las computadoras y
Sabías que Ray era un gran amante de los
cajeros automáticos, y jamás manejo un auto, a pesar de escribir sobre máquinas futurísticas y no tanto como un genio. Murió sin haber sacado nunca una licencia de conducir.
gatos? En la fotografía de la izquierda se lo ve acompañado por su gato Cosmos; que fue su mascota hasta poco antes su muerte. Tanto los adoraban, que dedico a ellos el prefacio de “Yestermorrow”
a Bradbury se lo identifica como la quintaesencia del escritor del Medioeste, el hombre candoroso de pueblo chico, nada que ver con la opulencia playera del rico estado del sol. Sucede que su ficción está anclada en Illinois, en Ohio, en Indiana; de ahí vienen sus personajes, ésos son los pueblos que los marcianos construyen para atrapar a los colonizadores, que creen estar viendo Iowa o Illinois y no imaginan la trampa (“La tercera expedición”, de Crónicas marcianas). Hay un motivo personal para este anclaje. Hay un Santo Grial en la vida de Bradbury, un personaje de su infancia llamado Mr. Eléctrico. Era un mago de feria ambulante que llegó a Waukegan en el otoño de 1932. Su truco más importante era la silla eléctrica: sentado, dejaba que la electricidad pasara por su cuerpo y le erizara los pelos. Ray lo vio, y quedó fascinado. Pero al día siguiente tuvo una mala noticia: su tío favorito había muerto y debía ir a su funeral. Cuando volvía del cementerio, en el auto, alcanzó a ver las carpas del circo y le pidió a su padre que parara. Salió corriendo del coche, escapando de la tristeza y de la muerte. Mr. Eléctrico estaba sentado en un banco y, por decir algo, le pidió que le enseñara algunos trucos de magia. Mr. Eléctrico lo hizo y después le presentó a los integrantes de la troupe. Al hombre tatuado que más tarde sería “El hombre ilustrado”. Al enano que luego sería el protagonista de uno de los más crueles cuentos de Dark Carnival (El país de octubre, 1943).
NOS VAMOS PONIENDO TECNOS
Por Leonardo Moledo
Bradbury fue el primer autor de ciencia ficción que leí y para mí hizo ingresar un género que erróneamente creía marginal, y sin interés alguno, en el torrente de la literatura. Creo que la clave está en que si bien utiliza la tecnología como leitmotiv, está más del lado de la literatura fantástica que del “género”. Más cerca de la divina Ursula K. Le Guin que de Asimov (con el tiempo asumí que también la ciencia ficción más dura se encuadraba dentro de lo literario). Me pregunto qué pasa con Bradbury si se lo relee hoy: probablemente algunos de sus libros (en especial el que lo dio a conocer en la Argentina, Fahrenheit 451), sonarían a tecnofobia quizás un poco ingenua, como algunos de sus cuentos, o incluso Crónicas marcianas. Y creo que es cierto que, en general, Bradbury desplegó una tecnofobia muy propia de la era de la Guerra Fría y el temor al desastre nuclear,así como al ascenso del capitalismo de marketing que hoy lo invade todo. Pero, sin embargo, y aunque parezca extraño, creo que pese al pesimismo de Fahrenheit 451 y a toda esa catarata de advertencias sobre los peligros de la tecnología, que podrían devorarnos como los leones del primer cuento del maravilloso El hombre ilustrado –que incluye también un cuento inolvidable sobre Venus–, creo, decía, que Bradbury en el fondo confía en la tecnología y que confía en que habrá maneras de manejarla, y piensa que, finalmente, será la tecnología la que salvará al hombre, y le permitirá confiar en ella como para acceder a un mundo, si no mejor, por lo menos más tranquilo y acogedor. Aunque ese mundo sea Marte. Porque para realizar
la utopía marciana, claro está, hacen falta cohetes.
6 - Bitácora
LA INVASIÓN DE LAS LANGOSTAS Por Neil Gaiman
La semana pasada, en una cena, un amigo me contó que había conocido a Ray Bradbury cuando tenía 11 o 12 años. Cuando Bradbury supo que quería ser escritor, lo invitó a su oficina y se pasó medio día diciéndole lo que es importante: que si quería ser escritor, debía escribir. Todos los días. Tuviera ganas o no. Que uno no puede escribir un libro y parar. Que es trabajo, pero el mejor tipo de trabajo. Mi amigo creció y se convirtió en escritor, de los que escriben y viven de lo que escriben. Ray Bradbury era el tipo de persona que le daba la mitad de su día a un chico que quería ser escritor cuando fuera grande. Me encontré con los cuentos de Bradbury cuando era niño. El primero que leí fue “Reunión de familia”, sobre un chico humano en un mundo de monstruos estilo familia Addams, que sólo quería ser aceptado. Fue la primera vez que alguien había escrito un cuento que me hablaba a mí, personalmente. Había una copia de Las langostas plateadas (el título británico de Crónicas marcianas) en mi casa. Lo leí, lo amé, me compré todos los libros de Bradbury que pude en un puesto que solía haber en mi colegio. Supe de Poe por Bradbury. Había poesía en sus cuentos y no importaba que, como era chico, me estuviera perdiendo tantas referencias: lo que obtenía de los cuentos era suficiente. Muchos de los escritores que leí cuando era chico me decepcionaron cuando crecí. Nunca me pasó con Bradbury. Sus historias de terror siguen siendo espeluznantes, sus fantasías oscuras siguen siendo oscuramente fantásticas, su ciencia ficción –aunque nunca le importó la ciencia, solamente la gente, y es por eso que los cuentos funcionaban tan bien– siguen siendo una exploración del asombro, como lo eran cuando yo era chico. Fue el primero de los escritores de ciencia ficción que escapó de las revistas pulp y fue publicado en las “prestigiosas”. Escribió guiones para películas de Hollywood. Se hicieron buenas películas de sus novelas y de sus cuentos. Death is a Lonely Business, su novela de detectives, es una historia tan Bradbury como La feria de las tinieblas o Fahrenheit 451 o cualquiera de sus colecciones de cuentos de terror o de ciencia ficción o de realismo mágico o de realismo a secas. Bradbury era un género en sí mismo. Mucho antes de que yo fuera escritor, Bradbury era el escritor que otros escritores querían ser. Y ninguno lo logró, nunca. Hablaba de alegría y de amor. Hablaba sobre seguir siendo un niño por dentro (decía que tenía memoria fotográfica y que recordaba cosas que había visto cuando era un bebé, y quizá decía la verdad). Era amoroso y gentil, tenía esa amabilidad del Medioeste que es algo positivo y no la ausencia de personalidad. Era entusiasta y parecía que ese entusiasmo lo iba a mantener vivo por siempre. Le gustaba la gente, le gustaba de verdad. Hizo de este mundo un lugar mejor, dejó mejores lugares en este mundo: las arenas rojas y los canales de Marte, las Noches de Brujas del Medioeste y los pueblos chicos y las ferias tenebrosas.
“Si uno mira su vida, se da cuenta de que el amor es la respuesta a todo”, dijo una vez en una entrevista.
Le dio a la gente muchas razones para amarlo. Y nosotros lo amamos.
Caminaron juntos por la costa del lago Michigan y Mr. Eléctrico se agachó y le dijo a Ray: “Me alegro de que hayas vuelto a mi vida. Fuiste mi mejor amigo en París en 1918. Te vi morir en mis brazos en las Ardennes. Me alegra que hayas vuelto al mundo. Tenés una cara y un nombre diferentes, pero la luz que brilla en tu rostro es la misma”. Años después, Bradbury se preguntaba por qué le había dicho eso. “A lo mejor tenía un hijo muerto, o se sentía solo, o me estaba haciendo una extraña broma. A lo mejor vio la intensidad con la que yo vivía. Lo que sé es que, cuando me fui, me acerqué al carrusel que tocaba ‘Beautiful Ohio’ y me puse a llorar. Algo importante me había pasado. Me sentí cambiado. Ese hombre me dio importancia, inmortalidad, un regalo místico. Volví a casa y empecé a escribir. Nunca paré”. Mr. Eléctrico le otorgó el don. Su primer éxito literario se lo dio Truman Capote, que eligió la historia “Reunión de familia” de entre una pila de basura para publicarla en Mademoiselle, una revista más prestigiosa que los pulps donde Bradbury vendía cuentos anteriormente. “Reunión de familia” es una de sus historias encantadoras, de las que le ganaron la fama de escritor delicioso. Que lo es.
Es la delicia de “La mañana verde” de Crónicas marcianas, de “La última noche del mundo” de El hombre ilustrado (1951).
Con esa pareja que antes de irse a dormir, en el final de sus vidas –y de la vida de la Tierra–,
LABERINTO Y MINOTAURO Por Marcelo Figueras Al igual que el monolito de 2001, siempre había estado ahí. En mi caso tomó la forma de un ejemplar de la colección Minotauro. Que había pertenecido a mi tío Tito, aquel que se mudaba y viajaba tanto que iba perdiendo libros por el camino. Por suerte terminaban siempre en mis manos: Chandler, Hammett y Ross McDonald, la colección entera de Peanuts, el Nine Stories de Salinger (la misma edición que justo el miércoles, cuando supe de la muerte de Bradbury, viajaba en el bolsillo de mi abrigo) y como parte de ese tesoro, Crónicas marcianas. Que ni siquiera tapa tenía. Lo que sí tenía era un prólogo de Borges. Que era maravilloso no porque hubiese sido obra del viejo (para mí Borges era nada, nadie entonces) sino porque hacía con gracia aquello que todos los prólogos deberían hacer: llenar al lector de ganas de zamparse el libro que viene después. Borges fue la puerta a Crónicas marcianas y Crónicas... fue la puerta al catálogo que Minotauro construiría, a partir de ese libro inaugural. Sin Crónicas... no habría llegado a Ballard, a Le Guin, a Tolkien, a Dick; por lo menos no entonces, cuando era todavía
no se olvidan de cerrar la canilla; son los cuentos protagonizados por Poe, por Picasso, por la familia Elliot; es El vino del estío, la hermosa recreación de su infancia que lo emparienta con Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain. Pero Bradbury era notable, y perverso, con sus historias de horror: “El pequeño asesino”, donde un bebé camina por la casa y abre el gas para matar a sus padres; “La multitud”, pesadilla urbana en la que quienes se juntan alrededor de las víctimas de accidentes automovilísticos son siempre los mismos –las mismas, fantasmales caras– y estos seres deciden la vida y la muerte. Los horribles niños de “La pradera” o de “La hora cero”, cuentos cuya trama es de ciencia ficción, pero su tema es el más horrible y violento egoísmo. Y es aún más brutal en la tristeza de sus cuentos de soledades. La mujer y el hijo que ven al padre abandonarlos, de a poco, porque prefiere el vacío del espacio al calor de la familia en “El hombre del cohete”; los chicos que no le dejan ver el sol a la niña inmigrante, en Venus, ese planeta donde llueve sin parar y todo es blanco; la niña de la Tierra que recuerda la tibieza en “Verano todo el año” de Remedio para melancólicos (1959). Esa casa vacía que sigue funcionando después de la bomba, una casa inteligente que no puede detener su propia muerte, que está sola hace tanto tiempo, en “Vendrán lluvias suaves”, uno de sus mejores cuentos. Su novela más famosa, Fahrenheit 451 (1953) es su única distopía y probablemente su único texto de ciencia ficción pura. Da
la impresión que él le estaba muy agradecido al libro, pero no le tenía un gran afecto. “No
la más maleable de las arcillas. Al igual que el monolito de 2001, permitió interpretaciones infinitas. En aquel momento hizo posible una articulación que encarriló mi vida. Crónicas marcianas usaba las formas de un género considerado menor (como el policial, como el comic, la clase de cosas que por error muchos leen tan sólo cuando niños) y sin traicionarlas, demostraba que también podían hablar de las cosas que empezaban a preocuparme en el despuntar de la adolescencia: la cuestión de la violencia, de la identidad, de la necesidad de asumirnos hijos de más de una cultura, de los derechos inalienables (adjetivo más que apropiado, en este contexto) que asisten a cada hombre.
que no cesa. Por entonces me sedujo que Bradbury tomase el género del optimismo tecnológico por antonomasia para investigar la experiencia de la pérdida (Borges ya lo había entendido, por eso describe el tono de Crónicas... como “elegíaco”), del mismo modo en que uno, parvenu en el terreno de la adultez, empezaba a intuir que lo que nos habían vendido como promesa de larga ventura pintaba más bien como sucesión de desprendimientos, de amputaciones, de visitas a la sala de rehabilitación. Al aproximarme a la obsidiana del monolitoaleph, descubro ahora que su pulida superficie no es indiferente a la luz. Y me veo leyendo mi libro sin tapa en la habitación-altillo de la adolescencia, al despuntar los ’70, cuyas aguas, también negras, depositarían sobre las playas algo más que caracoles. Me digo, no sin sorpresa, que la novela que acabo de terminar tiene algo que ver, al fin, con la ciencia ficción. Y vuelvo a pensar (porque todo vuelve a caer en el cuenco abierto de nuestras manos, empezando por el futuro) que los mejores artistas son aquellos que funcionan como los espejos mágicos de las narraciones: aquellos que revelan rasgos nuestros que nunca antes habíamos entrevisto. Al menos para mí, Ray “Rayo” Bradbury fue un espejo bruñido.
¿Cuántos de ustedes escribieron durante la secundaria, como yo, cuentos de ciencia ficción por culpa de Bradbury?
Lo que este otro viejo había logrado era una operación tan delicada como singular: probar que, al igual que la música de Los Beatles, la naturaleza proteica del arte popular se adaptaba a nuestro crecimiento, iluminándolo en el proceso; y que no era necesario negar las formas amadas para expresarse y examinar obsesiones. Hoy me veo forzado a regresar al monolito, cuya negrura se revela, al fin, pertinente. Y sólo ahora entiendo parte de aquel encanto,
soy un novelista –solía decir–, corro los cien metros, no el maratón.” Escribió anticipación de una manera oblicua: “El caminante”, por ejemplo, de Las doradas manzanas del sol (1953), anticipa
el sedentarismo de los suburbios de Estados Unidos y la inquietante soledad de esas calles por las que nadie camina. También inventó teorías que, con los años, nadie asociaría con su nombre, como la del “efecto mariposa” –formulada diez años antes de que lo hiciera el matemático Edward Lorenz– en el cuento sobre viajes en el tiempo “El ruido de un trueno” (1953), que Stephen King estuvo leyendo con atención para su última novela, 22/11/63. Ray Bradbury nunca aprendió a manejar (lo que en Estados Unidos es tan raro como estar vivo y no tener pulso). Se resistió a viajar en avión hasta que se hizo muy anciano: prefería, y usaba, el tren. No leía a escritores jóvenes, pero conversaba con ellos durante horas, si le parecía que brillaban, que tenían ese ardor que, por cercano, por propio, sabía reconocer. Su nombre jamás se relacionó con ningún premio importante: ni siquiera ganó el Pulitzer. Contaba que Mr. Eléctrico, en aquella feria ambulante, lo tocó con una espada cargada de electricidad en la frente, en la nariz y en el mentón. Le dijo: “Que vivas para siempre”. El prometió intentarlo. Y lo logró.
“Bradbury 9766” Es el asteroide que lleva su nombre. Descubierto en 1992. Para entonces ya hacía 40 años que el escritor había publicado sus obras de ciencia ficción y fantasía.
LIBROS RECOMENDADOS
Top 10 de los libros más leídos de ciencia ficción publicados en editoriales argentinas. Encuestas realizadas entre fanáticos del género desde marzo 12, cerrada en agosto 12 para la corriente edición.
Nº 1
Nº 4
Nº 7
La máquina del tiempo
Yo, Robot
20.000 leguas
Describe un futuro inquietante en el que dos razas semibestiales, los eloi y los morlock, comparten en una peculiar simbiosis, un planeta extraño y desolado sobre el que se han cernido catástrofes y transformaciones, pero en el que brilla aún, como tenue esperanza, un hálito de humanidad.
Susan Calvin, una robot-psicóloga de nivel jerárquico muy alto en la U.S Robots & Mechanical Men Inc. concede una entrevista para realizar un artículo de la prensa interplanetaria. Ella cuenta el desarrollo de los robots a través del tiempo, desde los más sencillos que hacían papel de niñeras hasta los más sofisticados que tomaban las decisiones más importantes para gobernar a la humanidad.
Un monstruo marino ha puesto en marcha todas las alarmas, y se organiza una expedición para capturarlo, en la que figuran el profesor de Pierre Aronnax, su ayudante Conseil y el experto arponero Ned Land, a bordo de la fragata Lincoln. El monstruo resulta ser un sorprendente submarino a las órdenes del capitán Nemo, y el hecho de que deba mantener el secreto plantea un grave problema al capitán en cuanto a la liberación de los tres personajes.
Nº 2
Nº 5
Nº 8
H.G.Wells - 1893
Rebelión en la granja George Orwell - 1945
Isaac Asimov - 1950
Guía del viajero intergaláctico Douglas Adams - 1979
Julio Verne - 1869
Dune
Frank Herbet -1965
Una rebelión en donde los animales se apoderan de la granja Manor, su dueño el señor Jones y sus trabajadores humanos fueron expulsados violentamente por los animales alegando que eran explotados. Los animales triunfan en su acción revolucionaria. Luego de esto los de cuatro patas comienzan a ideologizar un nuevo sistema más justo para todos; se plantea un mundo nuevo en donde los animales serían los seres que dominarían a los humanos; el nuevo sistema político y de vida se llamará entonces el animalismo.
Un jueves a la hora de comer, la Tierra es demolida para poder construir una nueva autopista hiperespacial. Arthur Dent, un tipo que esa misma mañana ha visto cómo echaban abajo su propia casa, considera que eso supera lo que una persona puede soportar. Arthur huirá de la Tierra junto a un amigo suyo, Ford Prefect, que resultará ser un extraterrestre emparentado con Zaphod Beeblebrox, un pirata esquizoide de dos cabezas, en cuya nave conocerá al resto de personajes que lo acompañarán: un androide paranoide y una terrícola que, como él, ha logrado escapar.
el autor presentaba un mundo imaginario con su propia política, ecología y estructura social. La primera obra de la saga, Dune, que pronto se vería continuada por otras novelas como El mesías de Dune o Hijos de Dune.
Nº 3
Nº 6
Nº 9
El informe de la minoría
La máquina del tiempo
La Guerra de los mundos
En este relato K. Dick especula acerca de la predestinación y la posibilidad de alterar nuestro futuro si éste es conocido de antemano. Se basa en la existencia de unos mutantes capaces de predecir el futuro, los precognoscientes o precogs. Éstos son utilizados por la Policía para predecir el crimen y combatir los asesinatos antes de que ocurran.
Describe un futuro inquietante en el que dos razas semibestiales, los eloi y los morlock, comparten en una peculiar simbiosis, un planeta extraño y desolado sobre el que se han cernido catástrofes y transformaciones, pero en el que brilla aún, como tenue esperanza, un hálito de humanidad.
La guerra de los mundos, relato trepidante que narra la invasión de la Tierra por los marcianos y que supuso por primera vez la irrupción de seres de otros planetas en el nuestro, marcó en buena medida la fantasía del siglo xx y abrió un filón –el del contacto de los hombres con seres extraterrestres
Phillip K. Dick - 1956
H.G.Wells - 1893
H. G. Wells - 1898
Nº 10
Matadero Cinco Kurt Vonnegut - 1969
Bradbury, un gran amante de los gatos; dedicó a ellos el prefacio de su libro “Yestermorrow”, el cual se transcribe a continuación: “Cualquier persona que tenga gatos sabe de lo que hablo. Vienen en la madrugada a sentarse en tu cama. No te muerden la nariz o inhalan tu aliento ni hacen algún sonido. Simplemente se sientan allí y te miran fijamente hasta que abres un párpado y los espías cuando están a punto de caer muertos por la necesidad de alimento. Lo mismo sucede con las ideas. Llegan silenciosamente en el momento en el que intento despertar y recordar mi nombre. Nociones y fantasías se sientan al borde de mi ingenio, susurrando en mis oídos y luego, si no despierto, hacen algo más que los gatos: me dan un buen golpe en la cabeza que me hace salir de la cama y sentarme frente a mi máquina de escribir antes de que escapen o mueran. En todo caso, hago que las ideas vengan a mí. No voy a ellas. Pongo a prueba su paciencia fingiendo indiferencia. Esto enfurece a las criaturas latentes hasta que casi deliran por nacer y una vez que nacen, son alimentadas”
La historia de un superviviente de la matanza que, muchos años más tarde, es raptado y transportado al planeta Trafalmadore es una de las muchas tramas que se entrecruzan en una obra profundamente innovadora, en la que resplandecen cegadoras metáforas de la nueva era y en la que los pasajes de ciencia-ficción funcionan a la manera de los payasos de Shakespeare.
EPICEDIO
“Mis melodías y números están aquí. Han llenado mis años, los años en que rehusé morirme. Y para eso mismo escribo, escribo, escribo, al mediodía o a las tres de la mañana. Para no estar muerto”. Ray Bradbury, 1997 Nunca sentí a Ray Bradbury como un escritor de ciencia ficción. Más bien, por el contrario, lo sentía como planteaba Borges, como alguien más preocupado por el destino de la humanidad, por el sentido mismo de la humanidad arrojada hacia un futuro cercano y tangible.
“El niño del sendero miró hacia arriba y lanzó un grito: - ¡Mira, mamá, mira! ¡Una estrella fugaz! La brillante estrella blanca recorrió el cielo polvoriento de Illinois. - Desea algo -le dijo su madre-. Desea algo.” Calidoscopio, Ray Bradbury Qué es sino esa historia donde un astronauta aterriza en un extraño planeta buscando al mesías, perdiendo su encuentro la primera vez por días, la segunda por horas y la tercera por minutos. Qué clase de historia es “El picnic de un millón de años”, donde la humanidad se encuentra a sí misma en la historia del universo. O la historia donde un grupo de jóvenes compran el maravilloso traje de helado de crema.
¿Cómo clasificar tanta imaginación y tanta poesía? No lo sé. El término ciencia ficción acaso quede corto para aquel que imaginó que un día cualquiera la humanidad entera soñó que esa sería su última noche. “¿Qué harías si supieras que ésta es la última noche del mundo”, le pregunta un hombre a su pareja. ¿Cerraremos las puertas de las casas? ¿Saldremos corriendo a la calle? ¿Qué pasa si además es un fin lógico, y es lo que tiene que ocurrir? Todo eso se imagina Bradbury. “Estoy cansada”, dijo ella. “Todos estamos cansados”, respondió él.
Buenas noches, Ray Bradbury. Gracias por los sueños. Descansa.