ACSUR-Las Segovias
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Este cómic forma parte del proyecto: “Estrategias Feministas para el Desarrollo: defensa de los derechos humanos de las mujeres” Dibujos: Clara Serra Sánchez Color y maquetación: Rebeca Moreno Balaguer Guión: Clara Serra Sánchez y Rebeca Moreno Balaguer Edita:
ACSUR-LAS SEGOVIAS, 2013 Asociación para la Cooperación con el Sur ACSUR-LAS SEGOVIAS C/ Doctor Laguna, nº 10 Local C. 28009 Madrid Tel.+34 914291661 · Fax.+34 914291593 http://www.acsur.org
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La presente publicación ha sido elaborada con el apoyo financiero de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de ACSUR-Las Segovias y de las autoras, Rebeca Moreno y Clara Serra, y en ningún caso debe considerarse que refleja los puntos de vista de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)
PRESENTACIÓN Desde ACSUR Las Segovias nos definimos como una organización internacionalista, ciudadana, participativa, política y feminista, que apuesta por el trabajo en red. Es en este lugar dónde nos situamos a la hora de abordar nuestro trabajo en el ámbito de la educación y de la cooperación para el desarrollo. En los últimos años hemos venido trabajando en la vinculación entre diversas propuestas feministas y enfoques de trabajo de la cooperación al desarrollo. Parte de esta labor la estamos realizando con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo, a través del proyecto “Estrategias feministas para el desarrollo: defensa de los derechos humanos de las mujeres”, en el marco del cual se ha elaborado este cómic. Nuestro objetivo con este proyecto es contribuir a mejorar las prácticas de la cooperación de las ONGD españolas desde un enfoque feminista y de derechos humanos. Hemos trabajado más específicamente los derechos económicos, los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres, entendiendo que todos los derechos humanos están vinculados entre si y son interdependientes. Una de las estrategias por las que apostamos para lograr este objetivo es la de desarrollar herramientas de formación y conocimiento en teorías y prácticas feministas dirigidas principalmente a personal de la ONGD, pero también al mundo académico, a los movimientos sociales y a las organizaciones feministas y de mujeres.
Con este cómic pretendemos compartir de manera didáctica algunas críticas y propuestas feministas relacionadas principalmente con los derechos económicos de las mujeres, con referencias también a los derechos sexuales y a los derechos reproductivos, debido a la interrelación entre los mismos. En el cómic se cuenta una historia pero, además, éste está concebido para que cada grupo de viñetas tenga sentido por si mismo y pueda servir para trabajar determinados conceptos e ideas, algunas de las cuáles se recogen en un glosario al final de la publicación. El cómic está, en parte, basado en los aprendizajes de la investigación Los derechos económicos de las mujeres: una economía sobre la vida. Discursos y prácticas en Nicaragua, El Salvador, Bolivia y el Estado español, realizada por Astrid Agenjo y Cristina Santillán en el marco del mismo proyecto. Queremos desde aquí felicitar a las autoras del cómic por su trabajo y agradecer su paciencia y su buen hacer a la hora de incorporar nuestras aportaciones. Finalmente, os invitamos a adentraros en esta historia con la esperanza de que sirva para romper con las posibles resistencias hacia las alternativas y estrategias feministas y de superar esa tecnificación del género a la que a menudo nos vemos abocadas las personas que trabajamos en las ONGD. Todo ello, con el fin de que nuestro trabajo desde la cooperación tenga un carácter cada vez más transformador. ACSUR-Las Segovias 2013
INTRODUCCIÓN Que el feminismo llegue a todo el mundo ha sido y es un reto permanente para todas las feministas; ser capaces de hacer ver que ser feminista significa, simplemente, creer en la igualdad y la justicia. Quienes se han comprometido con el feminismo (con cualquiera de sus versiones y matices) saben cuántas resistencias se encuentran en su día a día, en sus prácticas políticas o profesionales para hacer comprender una idea muy sencilla: que las mujeres tienen los mismos derechos que el resto de la humanidad y que para que esos derechos lleguen a ser una realidad hace falta cambiar muchas cosas. Para nosotras este cómic ha sido un intento de mostrar unas cuantas instantáneas que recogen algunas de las injusticias que viven las mujeres por el hecho de ser mujeres. El desafío era claro pero difícil: explicar de una manera sencilla diferentes problemáticas y tratar de señalar, también, algunas de las estrategias que las mujeres ponen en práctica para luchar contra su condición de oprimidas. Porque el feminismo nos da herramientas para analizar la realidad y detectar las injusticias, desde luego, pero también el impulso para transformar las cosas. Ahora bien, ser consecuentemente feminista implica pensar si son posibles los derechos de las mujeres en el mundo que vivimos. En un mundo capitalista en el que la lógica del máximo beneficio y del crecimiento ilimitado se ha colocado por encima de todo lo demás no hay libertad posible, ni para las mujeres ni para nadie. En un mundo en el que se proclaman derechos pero no se garantizan las condiciones
materiales que los harían efectivos hay explotación y miseria para la mayor parte de la población, pero especialmente para las mujeres. A día de hoy el capitalismo se basa en la división sexual trabajo, es decir, el capitalismo puede continuar su carrera ciega hacia delante gracias a que las mujeres cargan con un trabajo invisible: el trabajo reproductivo. Mientras que muchas mujeres aún tienen que enfrentarse a tutelas familiares para acceder al trabajo productivo y ser económicamente independientes ( para las mujeres el acceso a la tierra y la soberanía alimentaria que le acompaña en zonas rurales, por ejemplo, es mucho menor al de los hombres), otras se han incorporado al mercado laboral, sí, pero bajo el telón de fondo de la precariedad y la desigualdad: ocupando peores puestos, haciendo trabajos “de mujeres” y peor valorados, cobrando menos... Mientras las mujeres sigan encargándose del cuidado de la familia en mayor grado que los hombres, algo que sin duda es así, y mientras todo ese esfuerzo y dedicación quede enteramente fuera de lo que este sistema entiende por “trabajo”, sus derechos económicos estarán limitados. Las mujeres que han pasado la vida trabajando para cuidar de los suyos no han conseguido por ello ningún tipo de independencia económica ni de derechos. Parte de las mujeres que trabajan de modo remunerado lo hacen en el sector del trabajo doméstico, que es uno de los nichos laborales más feminizados y donde peores son las condiciones. Es también uno de los sectores más relacionados con la feminización de las migraciones, es decir, el aumento
del número de mujeres que se desplazan de su país de origen por motivos laborales o de otro tipo, como por ejemplo escapar de la violencia, de las imposiciones familiares o de cualquier otra forma de tutelaje. Y es que a las dependencias económicas hay que añadir el control sobre el cuerpo de las mujeres que se ejerce desde poderes públicos y religiosos, desde entornos familiares y comunitarios: a las mujeres todavía se nos dice cómo debemos vivir nuestra sexualidad, nuestra maternidad, nuestra identidad. Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres son aún una cuenta pendiente en nuestro mundo: que las mujeres sean libres para decidir sobre su cuerpo es una condición imprescindible para un mundo más justo, y eso pasa por garantizar las condiciones materiales que nos permitan tener el control sobre nuestras vidas. Decíamos antes que el feminismo nos sirve para diagnosticar cómo es nuestro mundo, pero también para imaginar otras formas de vivir. Cada día muchas mujeres emprenden batallas juntas para cambiar la realidad, trazando alianzas y redes de apoyo, construyendo alternativas, rebelándose contra los mandatos de su tiempo. Y junto a las luchas de las mujeres se alzan cada vez más las luchas de nuestros compañeros de viaje: las luchas de los hombres por construir nuevas masculinidades liberadas de las viejas cadenas patriarcales; las luchas de todas aquellas personas que reclaman su identidad sexual, su orientación sexual, su derecho a buscar
la felicidad a su manera. Todas estas luchas quieren decir muy claro que hay que cambiar las ideas para cambiar las reglas del mundo. Nosotras queremos todo eso; cambiar las ideas para cambiar el mundo, cambiar el mundo para cambiar la vida. Rebeca Moreno Balaguer Clara Serra Sánchez
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GLOSARIO BUEN VIVIR El “buen vivir” es un concepto que proviene de las cosmovisiones indígenas y que tiene que ver con repensar los parámetros de la vida en común prestando atención a aquello que hace a la vida digna de ser vivida. Ante la crisis capitalista que vivimos se nos plantea, cada vez más, la urgente necesidad de pensar cómo organizar nuestras vidas en un modelo que sea social, ecológica y económicamente sostenible. Se trata, en definitiva, de pensar bajo qué condiciones podríamos garantizar una vida buena a todas las personas y eso pasa, claro está, por pensar qué necesidades y derechos son imprescindibles para una vida buena. Prestando especial atención a los límites ecológicos del planeta, el buen vivir plantea un modelo alternativo al capitalismo, donde las necesidades humanas, sociales y ambientales están por encima de cualesquiera otras consideraciones.
CADENA GLOBAL DE CUIDADOS Construimos sociedades que han puesto en el centro de su interés económico el crecimiento de los mercados y no el sostenimiento de la vida humana. Estas sociedades modernas serían inviables e imposibles sin el trabajo femenino de cuidados, que se encarga de la reproducción social. Cuando en el capitalismo avanzado también las mujeres se incorporan al mercado laboral, el trabajo de cuidados no se redistribuye equitativamente. La feminización del trabajo remunerado
no ha venido posibilitada por un acceso de los hombres y del estado al trabajo de cuidados, sino que dicho trabajo ha seguido estando invisibilizado y resuelto mayoritariamente por mujeres, esta vez mujeres migrantes. El trabajo de cuidados pasa de los hombros de mujeres nativas a los hombros de mujeres migrantes que dejan de cuidar de su propia familia y que suelen delegar este trabajo en manos de otras mujeres en sus países de origen. A esto llamamos “cadena global de cuidados”. Las leyes de extranjería de los países llamados “desarrollados” son funcionales al sistema, pues al transferir el trabajo de cuidados a las mujeres migrantes, se conserva su invisibilidad social y su marginalidad económica ya que es el trabajo remunerado que menos acceso a los derechos laborales y sociales comporta. Es decir, construimos sociedades incapaces de cuidar de las personas sin hacerlo a través de relaciones de desigualdad y dominación, ya se trate de la dominación patriarcal o de la dominación racial y colonial que permite emplear a las mujeres migrantes en condiciones de absoluta precariedad.
CRISIS DE LOS CUIDADOS Desde hace tiempo el feminismo ha llamado la atención acerca de una crisis estructural del sistema económico
capitalista a la que se ha denominado la crisis de los cuidados. La invisibilización sistemática del trabajo
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reproductivo que llevan a cabo las mujeres pertenece a un mundo económico que funciona como si el cuidado de las personas no fuera una necesidad de primera importancia que hace falta resolver colectivamente. No se trata solo de que los hombres se desentiendan del trabajo de cuidados, sino que es el propio sistema, incluyendo al estado, el que olvida las necesidades que los seres humanos tenemos de cuidarnos unos a otros. Por supuesto, este olvido no es sino un modo de asignar a las mujeres la tarea de sostener la vida y sus necesidades, algo que es necesario para el funcionamiento de las cosas. Cuando el capitalismo, en nombre de sus diversas “crisis”, agudiza el ataque a las condiciones laborales y económicas de la población y recorta derechos sociales, las necesidades de cuidados vuelven a tener que ser resueltas en la privacidad del hogar y recaen principalmente en los hombros de las mujeres. Esta crisis de los cuidados, aunque aflora más en los momentos en los que algunos de esos cuidados dejan de resolverse de modo colectivo, es estructural al sistema e inseparable del mismo a pesar de que permanece interesadamente oculta a los ojos de la economía masculina.
DECRECIMIENTO Este concepto hace referencia a la idea de que vivimos en un planeta con límites y que, por lo tanto, somos seres ecodependientes, es decir, la vida para nuestra especie sólo será posible en determinadas condiciones ambientales que se deterioran a pasos agigantados. Ante el crecimiento ilimitado y desmesurado del capitalismo y su incompatibilidad con los límites materiales de nuestro mundo, es necesario poner en práctica el decrecimiento, entendiendo éste como la renuncia
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a la desmesura y la vuelta a modos de vida compatibles con el medio ambiente.
DERECHOS ECONÓMICOS La conquista de la igualdad de las mujeres sobre el papel no garantiza la libertad si el derecho no atiende a las condiciones materiales de sus vidas. Por eso, para hablar de igualdad entre hombres y mujeres, es preciso asegurar el acceso de éstas a los derechos económicos. Los derechos económicos son, tanto para los hombres como para las mujeres, los que deben garantizar la libertad y la igualdad en el ámbito laboral. Asimismo, el ejercicio de los derechos económicos tiene que ver con el cuestionamiento de la economía clásica para visibilizar el trabajo reproductivo y de cuidado. Dichos derechos, son imprescindibles, por tanto, para asegurar un reparto equilibrado del trabajo remunerado y no remunerado, así como la autonomía de las personas y, por consiguiente, su libertad. Para el feminismo, la autonomía de las mujeres en el plano económico es aun una tarea pendiente que es, además, imprescindible para la conquista de las libertades políticas, las libertades sexuales y las libertades reproductivas. En definitiva, para que las mujeres puedan asegurarse unas vidas libres y felices es imprescindible la garantía de sus derechos económicos.
DERECHOS SEXUALES Y DERECHOS REPRODUCTIVOS Se trata del derecho que tienen todas las personas a tener el control sobre su cuerpo, su sexualidad y su capacidad reproductiva (en el caso de las mujeres) y al acceso a la educación, información y medios necesarios para ejercer esa libertad. El reconocimiento de tales derechos implica reconocer la capacidad de las personas de decidir de forma
libre y responsable sobre el propio cuerpo, placer, orientación sexual, etc. Esté ligada o no a la reproducción, la libertad sexual es un requisito imprescindible para una vida feliz y sana. En cuanto a los derechos reproductivos, el feminismo ha luchado incansable por ellos con consignas tales como “mi cuerpo es mío” o “nosotras parimos, nosotras decidimos”. Se trata de que la maternidad sea una opción libre en todos los sentidos, de forma que quien elija la maternidad pueda acceder a las condiciones materiales necesarias para ello y que quien decida no incluir la maternidad en su proyecto vital, pueda hacerlo sin imposiciones externas y tenga acceso al aborto en la red sanitaria pública.
DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO Se denomina así el reparto tradicional del trabajo productivo y reproductivo en función del género, asignando el primero a los hombres y el segundo a las mujeres. De esta forma se consideran femeninas las tareas reproductivas que se desarrollan principalmente en el ámbito privado, y se entiende que las tareas productivas que se llevan a cabo en el ámbito público son más bien masculinas. A pesar de que las mujeres se han incorporado de forma creciente al espacio público y al ámbito productivo, todavía es un reto pendiente la asunción de las responsabilidades reproductivas por parte de los varones.
FEMINISMO El feminismo es un conjunto muy diverso de movimientos sociales, políticos y teóricos que lucha por la igualdad entre los seres humanos. Aunque las mujeres feministas se han centrado en la tarea de criticar la desigualdad histórica entre los hombres y las mujeres, siempre han sido movimientos aliados con luchas hermanas, como la lucha contra el
racismo, la lucha de clase o la lucha por la diversidad sexual. Los distintos feminismos pelean en la actualidad por sacar a la luz los distintos modos de discriminación que subyacen estructuralmente a nuestra sociedad moderna, tratando de combatir las alianzas entre racismo, colonialismo, patriarcado y heterosexismo.
FEMINIZACION DE LA POBREZA Desde finales de los años 70, la revisión de la economía tradicional que llevó a cabo la crítica feminista y la incorporación de la perspectiva de género a la economía del desarrollo trajeron el concepto de “feminización de la pobreza”. Con este término se quiere visibilizar, por una parte, la necesidad de distinguir el caso de los hombres del de las mujeres cuando hablamos de pobreza y cuando la medimos. Hay una brecha que separa a los géneros por la cual las mujeres sufren un índice de pobreza muy superior al que recae sobre los hombres; por consiguiente, la riqueza está mayoritariamente en manos de los hombres. Por otra parte, atender a la pobreza femenina obliga a la economía a replantear su concepto clásico de pobreza, sus indicadores tradicionales y sus métodos de medición, pues las mujeres, dedicadas en gran parte al trabajo no productivo, no integran solo la esfera de la economía visible que suele analizarse.
PRECARIEDAD LABORAL La humanidad convive en sociedades para escapar de la “ley de la selva”, para protegerse de la intemperie a la que la cruda naturaleza nos somete. En sociedad podemos ayudarnos, protegernos, colaborar unos con otros y construir un mundo en el que quepan nuestros planes, nuestros deseos, nuestros proyectos vitales. Cuando la sociedad se convierte en una especie de naturaleza igualmente amenazadora, y
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no somos capaces de poder planificar nuestro futuro con un mínimo de estabilidad, caemos en la precariedad. En el capitalismo avanzado, el empleo es cada vez más inestable e inseguro, es decir, el acceso, la conservación y la duración del empleo son inciertos, la remuneración es mala y, en general, las condiciones laborales, máximamente flexibles, no dejan de cambiar. A esta característica del mercado laboral contemporáneo llamamos precariedad laboral.
la capacidad de ser dueños de sus vidas, reclaman, en consecuencia la potestad sobre la producción de sus propios alimentos, reclaman ser “soberanos” de sus alimentos y por lo tanto de sus vidas. Al mismo tiempo, si son los pueblos los dueños de la producción de sus propios alimentos, resultaría mucho más difícil que estos decidieran esquilmar, dilapidar, contaminar y agotar sus propios recursos naturales, algo que una empresa con ánimo de lucro no tiene por qué respetar.
REMESAS
TRABAJO PRODUCTIVO
Cuando un país, debido a su situación económica, se encuentra con que su población migra a otros países en busca de mejores condiciones materiales, este país recibe dinero a través del envío que la población migrante manda a sus familiares. Esta entrada de riqueza en el país de origen de las personas que han migrado recibe el nombre de “remesas” y, en ocasiones, para algunos estados, las remesas representan una importante parte de la riqueza total del país.
Para la economía feminista, una muestra evidente del sesgo masculino que comporta el enfoque clásico de la economía, es que tradicionalmente se identifica el “trabajo” con el trabajo productivo o remunerado, es decir, con el tipo de trabajo que para el capitalismo es central. Dicho trabajo, que se podría asociar a lo que normalmente llamamos “empleo”, es un trabajo que puede integrarse dentro de la lógica de la acumulación de capital y que se inserta dentro de una economía que pone a los mercados (también hay un mercado de trabajo) como protagonistas de lo económico. Este tipo de trabajo ha sido un trabajo mayoritariamente realizado por hombres en el capitalismo moderno aunque la incorporación de las mujeres al mercado laboral es cada vez mayor.
SOBERANÍA ALIMENTARIA Quien controla la producción de los elementos básicos de la existencia, y de los alimentos en particular, es capaz de dar o quitar la libertad de las gentes que dependan de esos alimentos. En el capitalismo globalizado, la producción de alimentos cada vez está más supeditada a multinacionales cuyo único interés (como empresas privadas que son) es producir beneficio económico para sus accionistas, para sus dueños. Las decisiones que toman sobre lo que producen, por lo tanto, no tienen por qué coincidir con las necesidades de las gentes que producen esos alimentos, y de aquéllas que los consumen. De este modo, esas empresas, mandando sobre la producción de alimentos, mandan también sobre la vida de los pueblos y las personas. Estos pueblos, para recuperar
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TRABAJO REPRODUCTIVO La crítica feminista de la economía clásica ha puesto de relieve que el trabajo productivo es sólo un tipo de trabajo, pero, en modo alguno, el único y, ni siquiera, el más importante para la economía. Las mujeres, durante toda la historia, se han dedicado al cuidado de la familia y del hogar, dedicando sin duda muchas horas y esfuerzo a esas tareas. El trabajo reproductivo, dedicado a la reproducción de la vida y de sus condiciones materiales, es una tarea que está centrada
en el sustento del ser humano y, por tanto, claramente económica. Sin embargo, desde el nacimiento moderno de la economía capitalista, todo ese conjunto de tareas que componen el trabajo reproductivo y el trabajo de cuidados ha sido absolutamente invisibilizado y excluido de la esfera de lo económico hasta el punto de ni siquiera ser considerado “trabajo”. Dada la tradicional feminización de esa esfera del trabajo que es sistemáticamente ignorada y negada por los análisis económicos, decimos que la economía moderna que impera en los sistemas capitalistas es androcéntrica o patriarcal. El sistema capitalista no podría sostenerse sin esa esfera invisible de reproducción de la vida que las mujeres realizan al margen de la remuneración económica y, por tanto, al margen también de los derechos económicos y sociales a los que se accede a través del empleo.
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