Conferencia: Nietzsche; del Crepúsculo de los ídolos a la Voluntad de poder.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
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NIETZSCHE DEL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS A LA VOLUNTAD DE PODER. 1
Dr. Adolfo Vásquez Rocca Universidad Complutense de Madrid – Universidad Andrés Bello
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Conferencia. Congreso Internacional: “Nietzsche Filosofía, Arte, religión, ciencia y política en Nietzsche: memorias de un caminante intempestivo”, Facultad de Filosofía y Letras | UNAM, 2010.
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1.- Observaciones Preliminares,
–– Nietzsche quería derribar la metafísica tradicional partiendo de una frase profundamente metafísica, que según la formulación de Schelling dice así: “Querer es ser original”. Nietzsche no entiende la voluntad como aquella tradición que llega hasta Schopenhauer para él la voluntad no es deseo, impulso indistinto, sino un “poder mandar”, una fuerza para hacer que crezca el ser. “Querer en general es lo mismo que querer ser más fuerte, querer crecer.” La voluntad es voluntad de crecimiento del poder de la vida.
Para Nietzsche la
autoconservación sólo es posible en la lógica del crecimiento La que sólo tiene la fuerza de la propia conservación, perece. Un ser solamente se conserva cuando crece, se intensifica, se extiende. Lo vivo no tiene ningún sentido trascendente, pero tiene un sentido inmanente que le marca la dirección: está orientado hacia un crecimiento de intensidad y hacia el éxito. Intenta integrar lo extraño en la propia esfera de poder y en la propia figura. Lo vivo actúa subyugando. Es un proceso energético y como tal “carece de sentido”, porque no está dirigido a ningún fin superior. ¿Merece Nietzsche el nombre de nihilista?
Presenta su doctrina como una superación del nihilismo mediante su
consumación. Para Nietzsche “la naturaleza” es el hombre que juega el juego del mundo al estilo de Heráclito. La naturaleza forma figuras y las rompe y las rompe, es un incesante proceso creador en el que triunfa lo vital lleno de poderío, y no lo adaptado. Sobrevivir no significa todavía ningún triunfo. La vida triunfa en la profusión, cuando se derrocha, cuando vive con exultación.
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La preocupación de Nietzsche giró, en un principio en torno al nihilismo [decadencia; disolución de los valores originales] cada vez más avasallador; los hombres llegarían al pesimismo sobre la vida y, siguiendo a Schopenhauer, renunciarían a ella. Hay algo que, según Nietzsche, caracteriza a todos los hombres, y ello es el impulso a dominar. Toda voluntad voluntad es voluntad de poderío, de apropiación. Este impulso alrededor del que gira la naturaleza del hombre, es la voluntad de poder. Esa voluntad de poder es algo más que el deseo de sobrevivir; es un impulso interior que lleva a la expresión de la afirmación vigorosa de las fuerzas ascendentes del hombre, el acrecentamiento de su poderío.
El Crepúsculo de los ídolos. Nietzsche contra Schopenhauer.
Anti-Darwin.- En lo que se refiere a la famosa “ lucha por la vida”, a mí me parece mucho más aseverada que probada. Se da, pero como excepción; el aspecto de conjunto de la vida “no” es la situación calamitosa -o precaria-, la situación del hombre, sino más bien la riqueza, la exuberancia incluso la prodigalidad absurda (el desborde) -donde se lucha, se lucha por el poder. Pero suponiendo que esa lucha exista -y de hecho se da-, termina, por desgracia, al revés de como 'sería lícito' desearlo con ella: a saber, en detrimento (en prejuicio) de los fuertes, de los privilegiados, de las excepciones afortunadas. Las especies no van creciendo en perfección: los débiles dominan una y otra vez a los fuertes, -es que ellos son el gran número, es que ellos son también más astutos (más sagaces); los débiles tienen más sentido de la manipulación. Hay que tener necesidad de la astucia para llegar a adquirirla –se la pierde cuando ya no se tiene necesidad de ella.
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Quien tiene fortaleza prescinde de la astucia (prescinde de tomar recaudos o resguardos). Yo entiendo por astucia, como se ve la previsión, el cálculo, la manipulación, la simulación (hacerse el herido, el débil, para sacar ventaja); El mimetismo abarca una gran parte de la llamada virtud. Es así que Nietzsche en El Crepúsculo de los ídolos no comparte el punto de vista de Spencer de la selección natural en la evolución de las especies, pues la historia muestra que no siempre los individuos superiores logran imponerse a los débiles, ya que estos son más en número y tienden a oponer virtudes que son modos de actuar gregarios que fomentan la cohesión de la comunidad, única defensa de la cantidad contra la calidad, de los individuos débiles contra los individuos superiores. El triunfo de los débiles es pues posible y puede perpetuarse, y así es posible en una especie una evolución a peor, al menos durante un periodo de su historia.
Puntualizaciones:
1.- En el capítulo séptimo del Crepúsculo de los ídolos , que Nietzsche titula Los mejoradores de la humanidad, realiza una distinción fundamental entre cría y mejora [del "animal" humano]: “En todo tiempo se ha querido “mejorar” a los hombres: a esto sobre todo es a lo que se ha dado el nombre de moral. Pero bajo la misma palabra se esconden tendencias diferentes. Tanto la doma de la bestia hombre como la cría de una determinada especie hombre han sido llamadas mejoramiento [...] llamar a la doma de un animal su “mejoramiento” es algo que a nuestros oídos les suena casi a broma.”
2.- En Más allá del bien y del mal , Nietzsche dice que ha descubierto dos tipos primarios de moral, “La moral de los jefes y la moral de los esclavos” . Están mezcladas en
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todas las civilizaciones superiores y elementos de ambas pueden hallarse incluso en el mismo hombre. Pero es importante distinguirlas. En la moral de los jefes o moral aristocrática “bueno” y “malo” equivalen a “noble” y “ plebeyo”, y los epítetos son aplicados más a los hombres que a las acciones. En la moral de los esclavos, la norma es lo que es beneficioso para la sociedad del débil e importante. Cualidades tales como simpatía, bondad y humildad, son ensalzadas como virtudes, y los individuos fuertes e independientes son considerados como peligrosos, y por lo tanto como “mal”. La moral de los esclavos es, pues, una moral gregaria. Sus valoraciones morales son expresión de las necesidades del rebaño. Este punto de vista se halla expuesto más sistemáticamente en La genealogía de la moral, donde Nietzsche utiliza el concepto de resentimiento. Un tipo superior de hombre crea sus propios valores partiendo e la abundancia de su vida y energía. El sumiso e impotente, sin embargo, teme al fuerte y poderoso e intenta contenerlo y dominarlo afirmando como absolutos los valores del rebaño. “La rebelión de los esclavos en la moral comienza con el resentimiento, pasando a ser creativo y originando el nacimiento de valores.”..Por supuesto este resentimiento no es abiertamente reconocido por el rebaño y puede actuar de modos indirectos y desviados. Pero el psicólogo de la vida moral puede detectar y poner de relieve su presencia y sus complejos modos de acción.
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Por tanto, lo que vemos en la historia de la moral es el conflicto de dos actitudes
morales. Desde el punto de vista del hombre superior, en cierto sentido, puede la coexistencia de ambas. Esto es, podrían coexistir si el rebaño, incapaz de cualquier cosa superior, estuviera dispuesto a mantener sus valores por sí mismo. Pero, por supuesto, no quiere hacerlo. Intenta imponer universalmente sus valores. Y según Nietzsche, así sucedió, al menos en el occidente, en la cristiandad. Nietzsche no niega todo valor a la
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moral cristiana. Admite, por ejemplo, que ha contribuido al refinamiento del hombre. Pero ve en ella, al mismo tiempo, una expresión del resentimiento característico del instinto del rebaño, o moral de los esclavos. Y el mismo resentimiento es atribuido a los movimientos democráticos y socialistas que Nietzsche interpreta como consecuencias del cristianismo. Nietzsche sostiene, por lo tanto, que el concepto de un sistema moral uniforme universal y absoluto, va a ser rechazado, pues la moral de los esclavos es el fruto del resentimiento y representa la visa inferior, la vida humillante, la degradación, así como la moral aristocrática representa el movimiento de la vida superior. Y en lugar del concepto de un sistema moral universal y absoluto (o de diferentes clases de valores, si cada clase se considerara abarcando a todos los miembros de la sociedad) podemos establecer el concepto de una graduación de rango entre los diferentes tipos de moral. El rebaño tiene a su disposición su propia clase de valores, ya que no posee la fuerza de imponerlos al hombre superior artífice, a la vez, de sus propios valores que le capacitarán para trascender su actual condición. Por lo tanto, cuando Nietzsche habla de una posición más allá del bien y del mal, está pensando en superar la llamada moral del rebaño, que en su opinión reduce a todos a un nivel vulgar, favorece la mediocridad e impide el desarrollo de un tipo superior de hombre. No quiere decir que deba abandonar todo respeto a los valores, ni que toda autolimitación deba ser arrojada por la borda. El hombre que rechaza la fuerza valiosa de lo que normalmente se llama moral puede ser tan débil y degenerado que se destruya a sí mismo. Solamente el tipo superior de hombre puede ir con seguridad más allá del bien y del mal, en el sentido en que se usan estos términos en la moral del resentimiento. Y lo hace así para crear valores que serán, a la vez, una expresión de vida superior y un medio de intentar trascenderse a sí mismo hacia el superhombre, hacia un nivel superior de existencia humana.
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3.- A lo largo de la historia -éste es su motivo dominante-, y particularmente desde el cristianismo, la mayoría, que naturalmente se compone de los débiles, los mediocres, los insignificantes, ha alcanzado el dominio externo e interno sobre la minoría de los fuertes, de los distinguidos, de los originales. En parte como consecuencia y expresión de eso, en parte como causa de ello, se desplazaron todos los valores morales originales. Como muestra la historia del lenguaje, originariamente se tenía por “bueno” el vencer, el dominar, el desarrollar con éxito sus fuerzas y perfecciones, aunque fuese a costa a costa de otros; el malo era el vencido, el débil, el vulgar. Estos valores han sido alterados por las tendencias democrático-altruistas, que donde se expresan con más claridad en el cristianismo.
Desde entonces el bueno era el no egoísta, el que renunciaba a imponerse, el que quería vivir para otros, para los débiles, los pobres, los caídos; y éstos, los que sufren, los que carecen, los que no logran imponerse, eran los “buenos”, los bienaventurados a quienes quedaba reservado el reino del Señor. La consecuencia de ello es que hasta los fuertes, los destinados por la naturaleza a mandar, los independientes externa e internamente, no osan desarrollar en forma natural sus cualidades sino sólo con remordimientos de conciencia, de los que sólo se salvan presentándose como ejecutores de mandatos superiores de las autoridades, del derecho, de la Constitución o de Dios; así, los que dominan fingen las virtudes de los que sirven. Este desplazamiento hacia abajo de los intereses morales, esta transformación de la dignidad moral, según la cual ya no corresponde ésta a la elevación de la vida, a su plenitud, belleza y originalidad, sino al renunciamiento en favor de los débiles, a la cesión de los más altos en favor de los más bajos, tiene que producir sin remedio una humillación del tipo general humano
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conduciéndolo a la mediocridad. El animal de rebaño “hombre” se ha convertido en el vencedor de los más altos ejemplares, convirtiéndose a sí mismo, es decir, a la mayoría, a los sometidos y retrasados, en contenido del deber de los mejores. Mientras el sano instinto de vida busca el crecimiento de las fuerzas y alimenta la voluntad de poder, mientras la especie sólo puede desarrollarse obedeciendo a estos impulsos, el desplazamiento hacia abajo ha enervando los instintos y fuerzas que empujaban hacia arriba a la especie. Los conceptos de valor cristiano democrático-altruistas quieren hacer del fuerte el servidor del débil, del sano el servidor del enfermo, poderosos descenderían al nivel de la masa, y toda la aparente moralidad del bien., de la humillación, de la renuncia, provoca una decadencia cada vez mayor del tipo humano y de aquellos de sus valores que lo impulsan hacia arriba.
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Poco a poco se me ha ido manifestando qué es lo que ha sido hasta ahora toda gran
filosofía, a saber: la autoconfesión de su autor y una especie de memories [memorias] no queridas y no advertidas; asimismo, que las intenciones morales (o inmortales) han constituido en toda filosofía el auténtico germen vital del que ha brotado siempre la planta entera.
De hecho, para aclarar de qué modo han tenido lugar propiamente las
afirmaciones metafísicas más remotas de un filósofo es bueno (e inteligente) comenzar siempre preguntándose: ¿a qué moral quiere esto (quiere él -) llegar? Yo no creo, por lo tanto, que un “instinto de conocimiento” sea el padre de la filosofía, sino que, aquí como en otras partes, un instinto diferente se ha servido del conocimiento (¡y del desconocimiento!) nada más que como de un instrumento. Pero quien examine los instintos fundamentales del hombre con el propósito de saber hasta que punto precisamente ellos pueden haber actuado aquí como genios (o demonios o duendes -) inspiradores encontrará que todos ellos han hecho ya alguna vez filosofía, - y que a cada uno de ellos le gustaría mucho
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presentarse justo a sí mismo como finalidad última de la existencia y como legítimo señor de todos los demás instintos. Pues todo instinto ambiciona dominar: y en cuanto tal intenta filosofar. - Desde luego: entre los doctos, entre los hombres auténticamente científicos acaso las cosas ocurran de otro modo - “mejor”, sise quiere-, acaso haya allí realmente algo así como un instinto cognoscitivo, un pequeño reloj independiente que, una vez que se le ha dado bien la cuerda, se pone a trabajar de firme, sin que ninguno de los demás instintos de hombre docto participe esencialmente en ello.
Por esto los auténticos
“intereses” del docto se encuentran de ordinario en otros lugares completamente distintos, por ejemplo en la familia, o en el salario, o en la política; y hasta casi resulta indiferente el que su pequeña máquina se aplique a este o a aquel sector de la ciencia, y que el joven y “esperanzador” trabajador haga de sí mismo un buen filólogo, o un experto en hongos, o un químico: - lo que lo caracteriza no es que él llegue a ser esto o aquello. En el filósofo, por el contrario, nada, absolutamente nada es impersonal; y es especialmente su moral la que proporciona un decidido y decisivo testimonio de quién es él –es decir, de en qué orden jerárquico se encuentran recíprocamente situados los instintos más íntimos de su naturaleza. [Nietzsche, Más allá del bien y del mal]
Contrapone Nietzsche el concepto de cría de animales al de doma de animales. Observa que en ambos casos se habla de mejorarlos. Y es cierto, también hablan los cristianos de mejorar. Pero para ellos la mejora de la especie no es sino "doma": domar los instintos, domar las pasiones, castrar a los individuos, como se hace con los bueyes (lo que él llama la "elección de la Trapa" –Trapenses– es decir el celibato). Domar al individuo que estaba llamado a ser héroe para que sea esclavo, como se doma al caballo que iba a ser cimarrón, como se castra a un toro para que sea buey, en vez de criarlo para que se
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perpetúe en su bravura. A eso es a lo que llaman los cristianos mejorar los individuos.
Nietzsche: Crítica de los valores Cristiano-Occidentales
El valor supremo es la vida, que es al mismo tiempo principio y centro de gravedad de toda su filosofía. La imposición de la razón llevada a cabo por Platón como única vía para alcanzar el conocimiento y la verdad con el consiguiente rechazo de la vía de los sentidos y el cuerpo y la posterior asimilación que el cristianismo hizo de esta doctrina, dieron como resultado un proceso creciente de espiritualización de la cultura occidental. El cuerpo fue abandonado como objeto de reflexión. Racionalismo e idealismo, con Hegel como máximo adversario a batir, no hicieron más que ahondar esa separación entre cuerpo y espíritu. Nos dice en Más allá del bien y del mal: “... la lucha contra la opresión cristianoeclesiástica –pues el cristianismo es el platonismo para el “pueblo”- ha creado en Europa una magnífica tensión del espíritu, cual no la había habido antes en la tierra: con un arco tan tenso nosotros podemos tomar ahora como blanco las metas más lejanas” Platonismo y cristianismo han deslegitimado, a lo largo de los siglos, el cuerpo como instancia relevante para dilucidar la verdad humana y construir su historia. Las grandes religiones son “religiones de los dolientes, de los enfermos, de los débiles. La moral es hoy en Europa moral de animal de rebaño” (Más allá del bien y del mal) “Nietzsche somete ciertamente todo el pasado cultural a su crítica demoledora. Al atacar tan ampliamente lo anterior, al poner así radicalmente en cuestión el pasado de Occidente, Nietzsche se separó de antemano de los moralizantes “críticos de la época” que estuvieron en boga en el siglo XIX. No sólo se enfrenta de manera crítica al pasado, sino que dicta, además, una condenación; invierte los valores occidentales, posee una voluntad de futuro, un programa,
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un ideal. Pero no es un utopista, uno de esos hombres que pretenden mejorar el mundo y traerle la felicidad; no cree en el “progreso”. Tiene una oscura profecía para el futuro, es el mensajero del nihilismo europeo” (E. Fink, La Filosofía de Nietzsche) Todos los valores que hasta este momento han caracterizado la cultura occidental toman la vida como una enfermedad, la niegan, y proponen el olvido o desvaloración del cuerpo y los sentidos como necesarios para alcanzar el conocimiento, el bien, la verdad. Es en la moral donde se objetivan y jerarquizan los valores; por eso Nietzsche se plantea el buscarlos en su origen (La genealogía de la moral). En Más allá del bien y del mal afirma que la moral es “el lenguaje de signos de las pasiones” y que todo sistema de valores es una jerarquía encubierta de los instintos que dominan la vida: de los plenos de vida o de los de vida débil. Según que sean unos u otros los que dominen, tendremos una moral de individuos o una moral de rebaño, una moral de señores o una moral de esclavos, una moral de los fuertes o una moral de los débiles La primera opera con la contraposición entre bueno y malo, pone al individuo como el máximo valor y jerarquiza; es creadora, individualista, conquistadora, se asocia con el superhombre y está de acuerdo con el darwinismo. La segunda opera con los conceptos de bien y mal, tiende a igualar a todos los hombres supeditándolos a sus principios, se forma a partir de resentimiento, culpabiliza a los fuertes, es asociativa y gregaria y se encuentra con los valores ante sí. Es, en definitiva, la oposición entre lo dionisíaco y lo apolíneo que ya había resaltado en El nacimiento de la tragedia. De hecho él se consideraba el último discípulo de Dionisos. La moral cristiana, moral que impregna toda la cultura occidental, es el más claro ejemplo de la moral de los débiles, como también lo son la socialista, la comunista y la humanista, todas ellas deudoras de la escala de valores judeo-cristiana. El Anticristo y Crepúsculo de los dioses son los textos donde critica y denuncia esta moral mostrando como exalta la caridad, la humildad, la resignación, la debilidad, y como, desde esos
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valores, se ha secuestrado la vida, se la ha sofocado, se la ha intentado controlar, anticipar, aprisionar, y por eso es necesario negarlos “filosofar con el martillo”, aniquilar todos esos viejos fantasmas, y llevar a cabo una verdadera transvaloración de los mismos, cambiarlos por otros que tengan como valor supremo y rector la afirmación incondicional de la vida. Toda filosofía es para Nietzsche un problema de valores y la posición de estos valores en la vida es una manifestación de la voluntad de poder.
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Dr. Adolfo Vásquez Rocca Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Universidad Andrés Bello UNAB Universidad Complutense de Madrid Eastern Mediterranean University – Academia.edu Escuela Matríztica Web: http://www.danoex.net/adolfovasquezrocca.html E-mail: adolfovrocca@gmail.com