Adaptación del cuento de Ricitos de oro, Lengua y literatura, entrega final.6to C grupo 2
MANZANITA Y LOS TRES CONEJOS
Adriana Paola Marenco Asensio, Andrea Paola Picado Gonzáles, Sharon Stefani Obando Suazo, Camila Margarita Trejos Linarte.
Manzanita y los tres conejos. Érase una vez, en una aldea lejana, una familia de conejos que vivían en una madriguera cerca del mar arcoíris. Papá conejo era de pelaje espeso, lanudo y de color negro, mi mamá con ojos grandes y de color blanco y yo, el más pequeño, color gris. Una tarde, mi mamá preparó una deliciosa ensalada de ricas zanahorias y lechugas, pero como faltaron unas ramas de apio mi familia y yo lo fuimos a buscar, mi papá se encargó de buscar unos guantes para arrancarlos con facilidad y no ensuciarnos las patas, mi mamá se encargó de llevar una cesta para echar el apio y yo les enseñé el camino. A rato una niña de pelo rojizo y un rostro dulce como una manzana tocó la puerta de nuestra madriguera, pero como no estábamos en casa abrió la puerta sin permiso de nadie. En una bella mesita había tres platos de ensalada: una grande, una mediana y una pequeña. Manzanita tenía un gran apetito y la ensalada se veía deliciosa. Primero, probó mi ensalada que estaba en la taza pequeña, pero esta estaba muy crujiente y le era difícil masticar. Luego, probó la ensalada de la taza mediana, pero esta otra estaba muy blanda y se le metía entre los dientes. Por último, probó la ensalada de la taza grande y esta vez la ensalada no estaba ni muy crujiente ni muy blanda, ¡estaba perfecta! La ensalada estaba tan deliciosa que se la comió toda sin dejar ni un poquito. Después de comer el almuerzo de la familia, Manzanita tenía las manos llenas de bambú, entonces, fue al baño. En el baño había tres lavamanos: un grande, un mediano y un pequeño. Primero, se intentó lavar las manos en el lavamanos grande pero el agua estaba muy caliente, después se intentó lavar las manos en mi lavamanos pequeño y el agua estaba muy fría para ella y sentía como que si se congeló, pero cuando se lavó las manos en el lavamanos mediano, el agua no estaba ni fría ni caliente, se terminó de lavar y se secó las manos con la toalla grande. Buscando un lugar para descansar, Manzanita buscó la habitación cerca de la sala y había tres cestitas: una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se intentó subir a la cestita grande, pero estaba demasiado alta y no se pudo subir. Después, se subió a mi cesta, pero estaba demasiado baja y se sentía casi en el piso. Entonces, se acostó en la cesta mediana, la cesta no estaba ni demasiado alta ni demasiado baja. De hecho, ¡se sentía perfecta! Manzanita se quedó profundamente dormida. Mamá y yo recogimos 2 ramitas de apio, pero papá se quedó intentando arrancar una más, ¡Estaba muy pegada al suelo! Mientras tanto, mamá y yo regresamos, entramos y aún no habíamos visto que alguien comió nuestra ensalada cuando se abrió la puerta y un conejo con capucha estaba parado en frente de nosotros y no se le miraba la mitad de la cara y pregunté con amabilidad
—¿Quién eres? —Soy yo, ya traje el apio que no quería salir, me puse la capucha porque empieza a hacer frío. —Dijo mi papá —Gracias, vamos a terminar la ensalada—Y cuando íbamos a ir a la cocina dije: —Ahora que recuerdo, la puerta estaba abierta cuando venimos y juraría que la cerré— cuando llegamos a la cocina papá dijo: —Alguien se sentó en mi silla y probó mi ensalada —dijo mi papá con una gran voz de enfado. —Alguien se ha sentado en mi silla y probó mi ensalada también y ni siquiera estaba lista aún—dijo mi mamá con una voz medio preocupada. Entonces, dije tristemente con mi pequeña voz: —Alguien se comió toda mi ensalada y esta era mi comida favorita. Revisamos la cocina y no pasó nada, la sala estaba justo como la dejamos, al llegar al baño mi mamá dijo: —¡Alguien se secó con mi toalla y al parecer se lavó las manos aquí! Al entrar en la habitación, yo dije: —¡Alguien está durmiendo en mi cama! — me asusté al saber que alguien estaba ahí, entonces, muy asustado la desperté y le pregunté: —¿Por qué está dormida en mi cama, te lavaste las manos y te secaste con la toalla de mi mamá y te comiste la ensalada de papá? Ella algo asustada respondió: —Me perdí jugando al escondite, tenía hambre y estaba cansada, cuando vi su madriguera toqué la puerta… Nos contó toda la historia y luego se hizo nuestra amiga, le ayudamos a volver a su casa y ahora nos viene a visitar de vez en cuando. Fin.