Dios y Marvin
C ¿Puedo contarle una historia? DICK DUERKSEN
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Mayo 2022 AdventistWorld.org
uando Marvin conducía su camión con acoplado gigante hasta el pueblo, bebía una docena de cervezas por día y gastaba trescientos dólares por semana en cocaína. Nada le salía bien. Lo que más le molestaba era la voz en su cabeza, que le seguía diciendo que tenía que arreglar las cosas con Dios. «Dentro de mí estaban pasando tantas cosas –cuenta–. Había estado bebiendo desde el séptimo grado, y ahora sufría mareos, ataques de ansiedad, comía muy mal, y una voz insistía en que tenía que arreglar las cosas con Dios». «Si es tan importante para mí, ¿por qué no lo acepto?», le preguntaba Marvin a la voz. *** A los 30 años, sintió que ya no podía más. Se detuvo, miró y dijo: «Dios, ya no puedo vivir de esta manera. Tienes que hacer algo. Tengo que cambiar algo en mi vida. Ya no puedo seguir así». El correo de ese día le trajo una invitación a una campaña de evangelización de la Iglesia Adventista. Leyó el folleto y pensó que acaso Dios le estaba ofreciendo un camino para dejar su vida desastrosa. Esa noche lo despertó un sueño. Soñó que estaba cantando «Sublime gracia» con muchas personas. Cantaba con todo su corazón. Sabía el comienzo, pero las personas estaban cantando la segunda
estrofa, ¡y él no sabía la letra! Marvin se despertó presa de pánico. «Quería cantar –cuenta–. Tenía tantas ganas de cantar, ¡pero no sabía la letra!» Marvin fue a la Iglesia Adventista y se sentó del lado izquierdo, a cinco filas del fondo. La primera noche, el evangelista hizo que todos cantaran «Sublime gracia». Solo la primera estrofa. La segunda noche, la cantaron otra vez. La tercera noche, el evangelista dirigió al grupo para que cantaran las cuatro estrofas, con la letra en la pantalla. «Todos cantábamos, y en la segunda estrofa, yo cantaba como había querido hacerlo en el sueño. Su gracia me enseñó a temer, mis dudas ahuyentó. ¡Oh, cuán precioso fue a mi ser cuando él me transformó!» Marvin cantó todas las estrofas y entonces se sentó, mientras una vocecita le hablaba: «Sigue asistiendo; hay todavía más. Sigue asistiendo». Marvin no se perdió ninguna de las reuniones, y al final de ellas, fue bautizado. «Tenía una nueva vida, una razón para vivir mejor. Diferente. Ahora le pertenecía a Dios». *** Marvin sabía que tenía que cambiar muchas cosas. Dejó de beber y abandonó las drogas. Comenzó a leer la Biblia y aprender más y más sobre la vida cristiana. Para llevar registro de todo lo que iba Fotografía: Dick Duerksen