Adventist World Spanish - July/August 2022

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L ¿Puedo contarle una historia? DICK DUERKSEN

a habitación del hotel estaba llena de humo azul espeso y sulfuroso. Aterrorizada, Gloria salió disparada del baño y miró la videocasetera que aún irradiaba luz desde el escritorio. Esa noche no podrían mirar la película Jesús. Era 1999 –junio, o tal vez julio–, y el equipo de evangelización del pastor Stan había llegado a una aldea llamada Mendi, en la Provincia de las Tierras Altas del Sur en Papúa Nueva Guinea. Era un viaje soñado, una oportunidad de predicar el evangelio de Cristo a los nativos del país que jamás habían escuchado sus historias, jamás se habían encontrado con sus discípulos, y jamás habían imaginado siquiera la posibilidad de ser perdonados. El equipo, que venía desde el noroeste de los Estados Unidos, iba acompañado

El poder del Espíritu Santo

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Julio/Agosto 2022 AdventistWorld.org

de Biblias, sermones, equipos médicos, junto con una videocasetera y algunos proyectores para pasar la película de Jesús a todo color. Habían estado orando durante semanas, y estaban listos. *** «Era la primera vez que habíamos tratado de usar computadoras portátiles y proyectores de video –recuerda el pastor Stan–. Dado que la aldea tenía electricidad, habíamos llevado lo mejor que teníamos». Había pantallas adentro y afuera de la gran tienda, pantallas gigantes hechas de madera plegable y pintadas de blanco brillante como tienen que ser las pantallas buenas. Y todo estaba funcionando tal como habíamos esperado. Miles de personas –tres, cuatro, hasta cinco mil– se quedaron afuera bajo la lluvia mirando las pantallas y escuchando los parlantes que reproducían palabras de Dios. La película Jesús era como una golosina para ellos. Lo mejor que habían visto alguna vez. «Los de adentro estaban al resguardo, pero los de afuera estaban empapados. A pesar de ello, no parecía importarles –dice el pastor Stan–. Vinieron. Expectantes. Escucharon, atrapados por los videos de animales salvajes que les mostrábamos cada noche. Los locales jamás habían visto leones, gorilas u osos polares, y quedaron cautivados al ver a los ciervos, los alces y los pumas que pasaban por la pantalla durante unos cinco minutos cada noche». El pastor Stan recuerda la experiencia como una de las más significativas de su vida. «Mis predicaciones acaso no fueron excelentes, pero, dado que conocía a las personas que habían venido a ver los videos, di lo mejor de mí, describiendo a Jesús y su amor con la mayor claridad posible». Los días eran agotadores. Había reuniones cada noche, y durante el día, el pastor Stan y su esposa Gloria visitaban las casas de las aldeas. Donde iban, estaban acompañados de guardias armados que se aseguraban de que los visitantes extranjeros estuvieran protegidos de los «bandidos» que merodeaban y aterrorizaban a los habitantes de la zona. «Cada noche –dice el pastor Stan–, les pasábamos cinco minutos de la película Imagen: Stephen Holdaway / Kaiwen Sun


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