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Jueves
«El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo» (Mat. 13:44).
ARGUMENTOS HUMANOS
Es hermoso ser discípulo de Jesús, pero no es algo gratuito. Algunos podrían preguntar: ¿Por qué seguir a Jesús tiene que costar algo? ¿Cuál es el costo que necesitamos pagar para ser sus seguidores? ¿No es Dios lo suficientemente rico para brindarnos y permitirnos que lo sigamos sin costo alguno? Es dueño de todo (Sal. 50:10); por ello, debería comprender nuestra situación y aceptarnos por lo que somos. Otros podrían decir: «Yo pago, y tú provees». En esa situación, Dios les obedecería porque ellos dictan las reglas.
No importa cuáles sean sus argumentos respecto del costo de seguir a Jesús, está claro que él no necesita nuestro dinero. Lo que necesita es que le entreguemos nuestro corazón contaminado por el pecado. Esa es nuestra posesión más preciada. Jesús quiere tomarlo para purificarlo y limpiarlo «con su propia sangre, [quiere salvarlo] con su incomparable amor. ¡Y sin embargo, los hombres hallan difícil renunciar a todo!»1
LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO
El ministerio de Jesús en esta tierra se vio caracterizado por tocar los corazones con el evangelio y cambiar a las personas de acuerdo a las normas del reino de Dios. El propósito de las parábolas fue revelar las realidades celestiales en lenguaje humano para que aún las personas comunes pudieran captar vestigios de valor eterno. Así, en sus enseñanzas ilustrativas, Jesús expuso que, si queremos seguirlo y ser sus discípulos, tendremos que pagar un precio.
Entre las siete parábolas de Mateo 13, hay dos que revelan específicamente el costo del discipulado. En las parábolas del tesoro escondido (Mat. 13:44) y de la perla de gran precio (Mat. 13:45, 46), Cristo presentó el valor del Reino de Dios que está disponible para los que desean ser parte de él. Cuando hallamos algo de valor, vendemos todo lo que poseemos y no ahorramos esfuerzos con tal de obtenerlo. Cuando descubrimos que Dios nos ama en forma inconmensurable y que la vida eterna que nos da puede ser nuestra, dejamos todo atrás para obtener esa vida en él.
Jueves
El costo de ser un discípulo
EJEMPLOS BÍBLICOS
Los doce discípulos dejaron atrás sus familias y medios de ganarse la vida para seguir al Maestro. Cuando Pedro preguntó por los beneficios de tal sacrificio, Jesús respondió diciéndole: «Cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna» (Mat. 19:29). Aunque el costo es grande, Cristo no exige despreciar a los familiares, si bien podemos estar distanciados de ellos. El
Al hallar el tesoro oculto de la perla de gran precio, podemos encontrar lo que nuestro ser más desea: un corazón renovado que sea fiel a Dios.
énfasis se encuentra en las prioridades. Sus discípulos tienen que amarlo más que a sus parientes, posesiones, dinero o cualquier otra cosa. Nada debería relegar a un segundo plano nuestro amor por Dios.
La elección de Pedro de seguir al Señor e invitar a otros a hacer lo mismo revela no solo su amor y dedicación a Dios (Juan 21:17) sino también su sacrificio por causa de Cristo (Hech. 5:40, 41; 12:4), lo que culminó en su crucifixión cabeza abajo. A pesar de ello, el apóstol tuvo muchos momentos brillantes en la vida, como el apoyo total de su esposa (1 Cor. 9:5), el ver que otros se acercaron a Dios (Hech. 2:38, 41) y la promesa de la vida eterna (1 Ped. 1:3-9).
La decisión de la mujer samaritana de seguir a Jesús le costó la exposición pública del lado más oscuro de su reputación (Juan 4). Tener cinco maridos y vivir con otro hombre era suficiente para evitar encontrarse con otras mujeres cuando buscaban agua. Por eso estaba sola en la hora más calurosa del día. Pero era un momento oportuno para que Jesús se encontrara con ella y transformara su vida para siempre. Después de conversar con el Salvador, la mujer que se había estado ocultando de sus compatriotas corrió proclamando: «Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho» (Juan 4:29).
El encuentro con Cristo reveló verdades eternas al alma hambrienta y brindó «una nueva expresión, un cambio en todo su aspecto». 2 No lamentó el costo de renunciar a una vida de pecado. Llegó a ser una recién nacida seguidora de Cristo y una misionera. La conversión de esa mujer abrió la puerta para que Cristo ministrara a los samaritanos (Juan 4:39-42). El verdadero discipulado es costoso porque condena el pecado; es beneficioso porque justifica al pecador.
Lucas presenta una historia similar sobre la conversión de Zaqueo (Luc. 19). Todos detestaban a este jefe de los recaudadores, que engañaba a las personas y acumulaba riquezas ilícitamente. Al escuchar de Jesús y su poder milagroso, Zaqueo fue a donde podría encontrarlo. El amor de Cristo convenció a Zaqueo, allí oculto en un sicómoro quedó inundado por la conciencia de su propia indignidad.
La influencia del Espíritu Santo convirtió su alma y le hizo descartar sus prácticas deshonestas. Aunque le costó a Zaqueo sus riquezas terrenales, fue un gozo para él abrir su corazón al amor de Cristo. El arrepentimiento auténtico del hombre lo llevó a una reforma total de su vida. Así, al perder los valores terrenales, obtuvo paz, su familia y la eternidad (Luc. 19:9). Elena White dice que «cuando Cristo es recibido como Salvador personal, la salvación viene al alma». 3 ¿Hay algo de más valor que esto?
CONCLUSIÓN
Al encontrar el tesoro escondido de la perla de gran precio, podemos hallar lo que más desea nuestro ser: un corazón renovado que sea fiel a Dios. Es por eso que Salomón nos recuerda: «Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque de él mana la vida» (Prov. 4: 23). El costo del discipulado es totalmente razonable, si consideramos el don de la vida abundante aquí a pesar de los sufrimientos por causa de Cristo (Fil. 1:29) y la vida eterna por medio de él. No hay mejor negocio que este. Escojamos pagar el costo. ¡Escojamos a Dios!
1 Elena White, El camino a Cristo (Boise, Id.: Pacific Press Pub. Assn., 1993), p. 46. 2 Elena White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, Cal.: Pacific Press Pub. Assn., 1955), p. 162. 3 Ibíd., p. 510.
Anna Galeniece es profesora asociada de capellanía en la Universidad Andrews en Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos. También es directora del Centro de Estudios de Capellanía del Seminario.
Preguntas para reflexionar
1. ¿Cuál es su mayor tesoro?
2. ¿Qué cosas se interponen entre usted y Dios?
3. ¿Cómo puede hacer para permitir que el Espíritu Santo transforme su vida?
4. ¿Qué significa el costo del discipulado para usted?