Memorias del V Festival de Cine Comuna 6 'El cine desde las realidades que lo inspiran'

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MEMORIAS DEL


Realización del Festival de Cine Comuna 6 Camilo Ríos Mejía Laura Marcela Morales Ruiz Jose Daniel Segura Muñoz Jhan Andrey Penagos Dahiana Quintero Nicole Ibarra Harrison Agudelo

Corrección de Estilo y Diagramación Daniela Castaño Aguirre Jose Daniel Segura Muñoz

Diseño

Jahn Andrey Penagos

Fotografías

Camila Aguilar Duque Laura Marcela Morales Ruiz Santiago Carvajal PB Doce de Octubre Dikó Betancourt Documental 50 años del Barrio Luis López de Mesa


Proclama En esta 5ta versión del Festival de Cine Comuna 6 fuimos convocadxs por el lema El cine desde las realidades que lo inspiran. Una puerta para leer diferentes territorios en Colombia y el país hermano, Venezuela. Cada conversación, gesto y producción audiovisual presentada, fueron una forma de acercarnos y sentirnos, en medio de una situación mundial que ha afectado profundamente el tejido social y comunitario, como lo es la pandemia por la Covid 19. Estas memorias son entonces, la juntanza de pequeños mundos y voces que se congregan para construir una realidad atravesada por la fuga constante de ideas. Es la búsqueda para sobrevivir entre la esquina, el callejón; el asfalto y el campo. Al tiempo que la gotera no cesa y los recuerdos son sacudidos por inhalaciones; no de sueños, sino de aves sin alas que trafican para tejer la papa, y más si en la casa no hay pan, ni nevera, pero si T.V. Realidades trazadas y definidas por historias olvidadas, en un barrio donde se ha resistido con la creación de convites y mingas culturales; esas que siguen elaborando los sueños de quienes se atreven a transformar su realidad y hacerla arte, cine, poesía para trascender en las huellas que quedan entre la presión constante de una muerte certecera o torturante, en estos días donde debemos mirar a las estrellas para celebrar la creación y la vida desde estas realidades que nos inspiran.


Frágil como un volantín En los techos de barrancas Jugaba el niño Luchin Con sus manitos moradas Con la pelota de trapo Con el gato y con el perro El caballo lo miraba

Capítulo 1 Un homenaje al Cantautor Víctor Jara y a Luchin un niño que jugaba con pelota de trapo, un gato, un perro y un caballo.

En el agua de sus ojos Se bañaba el verde claro Gateaba a su corta edad Con el potito embarrado Con la pelota de trapo Con el gato y con el perro El caballo lo miraba El caballo era otro juego En aquel pequeño espacio Y al animal parecía Le gustaba ese trabajo Con la pelota de trapo Con el gato y con el perro Y con Luchito mojado Si hay niños como luchin Que comen tierra y gusanos Abramos todas las jaulas Pa’ que vuelen como pájaros Con la pelota de trapo Con el gato y con el perro Y también con el caballo


La investigación socioespacial / La construcción de los territorios desde la voz de los niños y niñas Partiendo de la idea de Gill Valentine de que la infancia como concepto no es universal, sino una construcción social , se entiende que la infancia no es una cultura única, sino que hay muchas formas de ella que son temporales, incluso en un mismo espacio. Es por esto que las percepciones, actitudes y vivencias de los niños y niñas son construidas social, temporal y espacial. Con esta premisa nace esta investigación que tuvo como objetivo investigar la ciudad que producen los niños y niñas, de la segunda infancia de la comuna 6 de Medellín, desde la perspectiva de las prácticas- para los niños de hoy -y las experiencias -para los que fueron niñost durante la década de 1980-1990 y los 2000, de manera que se puedan reconstruir diversas experiencias espaciales para contrastar la ciudad vivida con la planeada y posibilitar nuevos cuestionamientos para el futuro de la Planificación de la ciudad desde la voz y vivencias de los niños. Esta investigación toma forma a través de los estudios socioespaciales, porque permiten entender que la importancia del espacio, va más allá de lo físico y de su función de contenedor o soporte de las dimensiones sociales, como inicialmente lo estudia la arquitectura y gran parte del urbanismo moderno. Lo socioespacial, se centra en entender el espacio como un agente en las dinámicas históricas económicas, políticas y culturales que condicionan y siguen condicionando las relaciones de los niños en la producción de una Medellín particular, en este caso una Medellín hecha en los barrios, en las aceras y en las calles de la Comuna 6. Estudiar los niños a través de las practicas exigió a nivel metodológico buscar trayectorias, es decir movimientos para caracterizar los estilos y las elecciones de los niños, para incluirlas en una serie de operaciones encadenadas en secuencias temporales, y seguir la circulación de fragmentos de saber individual, primero producidas por cada niño como individuo y luego compartidas en pequeños círculos de sociabilidad, a través de las organizaciones sociales.

Gill Vallentine, “Angels and devils: Moral landscapes of childhood”, Environment & Planning D: Society & Space, 14 (1996): 581-599. Siendo consciente de la necesidad de usar un lenguaje inclusivo, de ahora en adelante serán enunciados solo como niños por facilidad de lectura. Es decir, entre 6 y 12 años


Para dar cuenta del entramado de relaciones complejas dentro de las que se insertan pero que también subvierten la infancia de hoy, se dialogó con niños y niñas de la Comuna 6 entre los 6 y 12 años participantes de algunas organizaciones sociales, a través de procesos de creación, juego e interlocución, para reconocer sus modos de uso y movimiento del y en el espacio del barrio, y donde se evidenciaron cualidades de este, asociadas a la topofobia y topofilia del lugar, formas de relacionarse con otros niños, con los adultos, con los vecinos, dinámicas asociadas a “la vida de los adultos”, actividades del día a día, entre otras. Se realizaron dos talleres de reconocimiento espacial a través de un cuento y una carta. La identificación de topofilia y topofobia de la comuna se hizo a través de narraciones y cartografía. Estos talleres sirvieron de insumo para el último ejercicio, que fue un recorrido guiado por ellos mismos, que terminaría en una tarde de juego. En este punto fue importante preguntarse por dónde estaban y qué hacían los otros niños que no participaban de las organizaciones, y para ello se reevaluó la herramienta del recorrido. Este comenzó a hacerse de manera aleatoria por la comuna, en solitario, en distintos días de la semana, y distintas horas del día, lo que permitió ir descubriendo cómo transcurre la vida cotidiana de niños que no son necesariamente participantes de alguna organización de la zona, pero que de igual manera tejen una relación estrecha con su entorno más inmediato y de esta forma con su barrio, calle, cuadra, acera, parque, jardín, es decir con el “espacio público”. Para dar cuenta del pasado se propusieron estrategias metodológicas como la narración, la entrevista, la fotografía y la tertulia, donde el objetivo fue conectar con la memoria sensible de los participantes, no como hechos de facto que se generan a través del relato, sino como una construcción de cada uno de ellos, para entretejer entre todos, un pasado que se refleja en el presente cargado de subjetividades y de formas heterogéneas. Esta memorias producidas, caracterizadas y matizadas por los niños de ayer, es decir los adultos de hoy, fueron la mezcla de fuentes orales, escritas y fotografías de los participantes, pero también de fuentes primarias como artículos de prensa, legislación, discursos institucionales y noticias que alimentaron la comprensión del contexto socio-histórico de la comuna 6, evidenciando acciones concretas en el movimiento socioespacial de las décadas de 1980 ,1990 y 2000. La fotografía como fuente de investigación social se convirtió en una estrategia muy potente y flexible, ya que permitió explorar muchos más elementos de los que quedan retratados en la mera imagen. La fotografía se convirtió en motivo de conversaciones con múltiples categorías, en contadoras de la historia local y barrial, en conexión entre historias y personas desconocidas, en recuerdos significativos y a veces hasta compartidos de

la propia experiencia personal tanto para adultos como para niños, en representaciones culturales de una época, en contextos y detalles históricos de la vida cotidiana. Así mismo, se transformó en un proceso de percepción, selección, registro, interpretación y re significación de la propia autora, al determinar con minucia entre la cantidad de documentos visuales que se recuperaron de distintos archivos o se capturaron in-situ, las maneras de hacer de los niños desde la década de 1980 hasta hoy, que finalmente terminan hablando de una determinada y subjetiva manera de ver en función del objeto de estudio. Para ampliar información, se puede visitar el repositorio institucional del Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia. http://bibliotecadigital.udea.edu.co/ handle/10495/187 Camila Aguilar Duque, Arquitecta y Magíster en Estudios Socioespaciales


Medellín, cine y cenizas

Capítulo 2 EL CINE DESDE LAS REALIDADES QUE LO INSPIRAN

Curioso lector de periódicos, merodeo, vago, escruto, leo los titulares de la primera plana, luego husmeo en cada página como si caminara por las calles. Si paso una página, es como doblar una esquina que me conduce a una calle desconocida. En ellas el discurrir de la ciudad no solo es su diario personal, sino que termina como el trasegar de un día fijado en la tinta y en el papel principal de los chismes políticos, como si esos ambiguos padres civiles merecieran la alabanza o el reproche. Leo en la página social los minutos de reconocimiento de quienes pagan por cumplir años, o los que son reconocidos por morir y por ahí merodean los obituarios. Recalo en las notas sobre fiestas de quinces y otros cumpleaños donde nunca seré invitado, o averiguo chismes de la página de deportes, pero sobre todo me demoro en la página de noticias internacionales donde descansa mi sed por lo lejano. Vago en los clasificados con sus magras ofertas de empleos, con sus ofrecimientos de autos de segunda y con el alquiler de casas y apartamentos. Me sorprende una nota, con una pequeña fotografía, donde Ignacio Molina ofrece sus servicios para enseñar a bailar a los tiesos de cuerpo y corazón. Así que tenga presente: “Bailar es una necesidad social”. Pero sobre todo, hojear y ojear la página judicial, lugar de curiosidad y miedo, siempre vuelvo a ella: ahí se mide el nivel de maldad, de perversión de nuestros contemporáneos. Me filtro allí para averiguar y comprobar cómo todo anda tan mal como antes. Síntesis de que el mundo será el mismo en la misma plana cada día. Olvidaba decir que me detenía unos momentos cuando observaba algún reinado de belleza, uno de esos miles de reinados que ocurrían en algunos pueblos. Y no solo captaba la candidata local en vestido de baño sino que algo averiguaba del municipio que representaba. Viajero inmóvil, esperaba desde temprano la llegada del diario. Al regresar de la escuela debía leer el periódico en la tarde. Alguna vez decidí llevar un catálogo por países y recortar una a una las noticias hasta que fue imposible continuar con ese deseo de convertirme en coleccionista. Cajas y cajas de cartón catalogadas con personajes y noticias. Además, las fotos de los jugadores del DIM llenaron mi cuarto. Una noche, a punto de irme a dormir, supe que mi valioso archivo desapareció de mi cuarto. A mi regreso lo encontré tan limpio y tan decente que me sentí incómodo, sin el rastro de mis actividades, en el más perfecto orden que es el desorden personal. Cada libro, cada hoja de apuntes, cada lapicero, poseían su lugar específico, si lo cambiaban de sitio quedaba como extraviado en mi propio hábitat. Para las llaves tenía un truco: les silbaba y de una me contestaban con una alarma antipérdida. Cuando arreglaban mi pieza quedaba con el orden de quien lo había arreglado, por lo que debería esperar unos días hasta que se materializaba el viejo orden: mi desorden. El cuarto gira en torno a su dueño, los objetos gravitan con mi presencia. Al ha-


llarlo limpio es, era como si habitara otro lugar. No como el caso extremo de Beethoven quien, al salir, sus amigos entraban por la buhardilla y arreglaban su cuarto para que el músico genial y desordenado quedara más genial y más organizado y comenzara a estar doblemente ordenado. El cuarto es algo así como una cápsula de viaje para navegar en el silencio, en la música o en el virus inoculado de la literatura y de la soledad conquistada. Si reconstruimos la escena del crimen con peritos, legalistas y fotógrafos encontraremos periódicos y libros en los lugares más frecuentados: junto al baño, junto al lavamanos, sobre todo bajo la cama a la espera de mi análisis y mis recortes para ese archivo imposible de mantener actualizado. Esos periódicos: El Colombiano, El Tiempo, El Correo y El Espectador me entregaban el calor y el color de la ciudad: su vida. Claro que el más próximo era El Colombiano, aunque no ha dejado ese catolicismo ultramontano de los años cuarenta. Al merodear en él me paseaba, aunque en pequeñas dosis, por las calles, por las vitrinas, por las tabernas y las discotecas, por los bajos fondos y por la actividad cardinal del día, su dinamismo cultural, que también es curiosidad: la página de cine que me entregaba el programa de los teatros con el decurso de cada película. Esta programación me concedía otra ciudad, ampliaba su frontera. No bastaban los hechos reales, los reemplazaba lo irreal, el cine y su noche de sombras. No solo esta página atiborrada de anuncios con películas me ofrecía la posibilidad de asistir a algún teatro, sino que sus películas me conectaban con lo que ocurría otras latitudes: era una manera de viajar desde la inmovilidad de una butaca en completa oscuridad. Existe una ciudad con un color muy específico: la ciudad nocturna con sombras y tinieblas artificiales. El explorador necesita la brújula para no perderse en un territorio desconocido; el capitán de un barco, su bitácora para indicar su ruta; el solitario, su diario personal donde anota las conversaciones que nunca realiza, los planes y sus utopías; pero también allí se desahoga. Parece una paradoja, la ruta del día la define la página de cine de los diarios, bitácora citadina. También miraba una sección en los lugares menos previsibles. Unas veces cerca de los clasificados, otras en la parte baja de la sección social o en la página roja. Paso las páginas, eterno lector de periódicos, y encuentro el anzuelo perfecto, el espejismo ideal: una pequeña columna sin autor: La clasificación moral de las películas Malas (Prohibidas para todo católico) Las casadas engañan de cuatro a seis Cuando las colegialas pecan Desaconsejables (Ofrecen serios peligros morales) Demasiado y muy pronto


Reservas morales (Mayores de edad) Ciudad desnuda Adultos (17 años en adelante) Flecha Rota, Romeo y Julieta Este tipo de películas, denominadas desaconsejables, me parecían un acierto para que, desde las páginas de ese periódico, se guiara la moral pública y ayudara a que este mundo y esta mentalidad no torciera hacia el “vicio”, a lo irredento de la “perversión”. Claro que, viéndolo bien, eran las que deseaba ver. No quería ver Simbad y la princesa. Necesitaba emociones más fuertes, no cuentos con moraleja: educarme sentimentalmente con algo más que consejos. Necesitaba conocer la vida, que en este momento era nada menos que entrar a cine para mayores. La curiosidad es el deseo que arrecia, la curiosidad es la utopía que es necesario mantener a flote para saberme vivo. “La curiosidad mató al gato”, dice un adagio popular; ademán que lleva a ser atrevido: mirar donde no se puede mirar, husmear, mejor, meter las narices; pero esa curiosidad es la única manera de conocer, de calmar la sed, el hambre. En este caso, mi caso, la persona que buscamos. Lo prohibido llama la atención; siempre me llamaba la atención. Era necesario saber la causa de la prohibición. Por estos pagos simplemente se ignoraba una película: no se presentaba o se la mutilaba de tal manera que era mejor no verla. Esa censura era una lejana y pálida copia de ese funesto código Hays, que llevó a la Liga de Decencia Americana a obligar para que a Robin le arreglaran la portañuela del traje ya que se le marcaba mucho el sexo; a que las revistas pornográficas regresaran a tiempos de romanos: que afeitaran los pubis angelicales y costosos de sus reinas de la pornografía con pinceles, cuando prohibieron mostrar cualquier tipo de bellos vellos. Fue fácil, como no existía el afeitólogo contaban con un antecedente: Botticelli debió pintar la rubia cabellera de Venus sobre la entrepierna para que no se viera el vello púbico prohibido desde la Roma imperial. Más tarde vendría el retocador de retratos que con su pincel fino, no sé si de pelo de marta, le quedaba fácil desvanecer los vellos de la bella como también los musulmanes que por mandato del Corán adquirieron la costumbre de afeitarse el vello de los sobacos y del pubis. En los departamentos de efectos especiales podían jugar con espejos para dar la impresión de gran tamaño, como en el caso del gorila más glamuroso: King Kong. En King Kong apenas habían canalizado esa experiencia para retocar esos pubis tanto angelicales como maduros, como si se dijera: fuera los vellos de las bellas de la pantalla o para decirlo en otro idioma: vellos go home; o vellos de las bellas come here. Claro que para gustos personales había, en cantidad, pubis angelicales dignos de una Lolita, afeitados a lo Mario Barakus, el tipo patilla, el de estilo nido, el de la uvé, el de forma de corazón, el de un puntico de vellos solo en la primera parte de la abertura. A los muy barbados: Fidel Castro, le decían en esa jerga popular, en alguna zona donde la guerrilla tenía mucha influencia. Pero en secreto nada le veía de grato a esos pubis tersos vistos en las pinturas como La maja desnuda que

deja ver su escaso vello. Las dos familias salen de paseo a los baños de La Negra en una de esas salidas con el padrino fotógrafo Joaquín Hernández, su esposa y los primos, sus hijos, y mis padres y mis hermanos con el propósito de probar sus automóviles con los que solo viajaban a Medellín. La Negra tenía fama como lugar de pescadores y de veraneo. Cerca, en sus orillas, había varias carpas de lona que son como la parte civil de las tiendas de campaña: paseo de personas que venían de Medellín donde la gente cercana, nosotros, molestábamos. En realidad molestaba que ambos padres miraran tanto a las bañistas que vestían bikini, esa versión primaria de la tanga. Como doña Celina no quería que don Joaquín se quedara allí, y nadie la seguía, ordenó: “Es mejor que nos vamos para el otro lado de la carretera, al charco del puente, este está profundo y los muchachos de pronto se ahogan”. Como esa indirecta era para don Joaquín, fuimos privándonos de mirar a esas muchachas con sus amigos que se magreaban y se reían seguro como aún se ríen de sus afectos y de la mentira que dijeron para salir de paseo. Doña Celina se había cambiado su ropa recatada por un vestido de baño entero, azul marino, por más señas, Catalina, el vestido de las reinas, pero ella nunca fue reina, salvo en ese lugar anónimo: el hogar. Ese era el vestido de las reinas de belleza en Cartagena, esos del pez volador en la boca de la manga izquierda. Los muchachos, es decir, los primos y las primas, mis hermanas, se arrojaban al agua que ahorcaba sus rodillas porque ese charco de La Negra en la mitad, como todos los charcos, son traicioneros, tienen remolinos ocultos, sargazos en el lecho que halan a los bañistas, cavernas oscuras que succionan también a los bañistas y un pantano que sepulta a los bañistas. Doña Celina, con su vestido azul marino, tenía un detalle, y ahí estaba el detalle, se le salían los pelos por las bocas del vestido. Podría decir, con admiración: ¡Ah tiempos aquellos!, pero no tenía tiempo para derramar lágrimas sino para mirar estos vellos o pendejos. Se veían charros y churros, sublimes, entre su carne blanca y blanda. Eran una revelación, mi revelación. Debía aceptarlos así, negros, ensortijados y gruesos, saliendo al aire libre de esa tarde que aún se iniciaba: ella como si nada y yo como si todo. Madre diciendo que me vaya a jugar con los muchachos, a chapotear en el agua. Ni por el diablo quería perderme ese espectáculo inusitado, pues sabía que esa parte oculta se hacía más oculta por el follaje de los pelos. Leonel regresó corriendo y gritando. Nada más conmovedor que un niño asustado. Había ocurrido lo impensable, don Joaquín, fotógrafo, nunca de ocasión, había sido descubierto por una de las paseantes que al vestirse en ese vestier verde: detrás de un árbol, Eva al desnudo, lo sorprendió en una pequeña colina espiándola con un telescopio. Y Leonel decía y le gritaba: “¡Están insultando a mi papá: ¡viejo marica, si quiere ver viejas, mírelas de frente!”. La mujer en su corola de la tarde, doña Celina, habla con mi padre y recrimina a su esposo, y luego hacen el almuerzo en ollas y con leña como si nada y nada que obedezco, pues en esta tarde, nunca gris sino luminosa, caí en cuenta que allí también existían los pelos, vellos, pendejos. Maldición eterna a esa curiosidad por los pelos o como se llamen que eran, que son, fueron, serán causa de ruptura. La mujer fue detrás de un árbol y regresó con los pelos ocultos y se acabó la tarde y debí irme a jugar con los muchachos,


pendiente de que esos pelos salieran otra vez de ese lugar, su lugar. Esa era otra forma de censura, que ella fuera a arreglarse los pelos, y dejarme con tantas preguntas en la punta de la lengua.

las travesuras de esos gánsteres locales: el Mono Trejos, Toñilas, el Pote Zapata, Petra Moneo y Ramón Cachaco, quienes merecían titulares en los diarios debido a sus asaltos a joyerías y bancos.

Me preguntaba si todos los pelos conducen a Roma, cuando al regreso doña Celina preguntó: “¿Dónde está Joaco?”. Palabra que le decía Joaco. Así a secas: Joaco. Y de una mandó al mayor, a Leonel, a que buscara a su papá. Su papá había regresado al charco de carretera para mirar las bañistas y chapotear lleno de gozo junto a ellas. A lo mejor suponía que los pelos, pendejos, de doña Celina, nos entretuvieran un buen rato. Cierto, don Joaquín, se convirtió en una suerte de héroe. No solo era un enamorado empedernido, amigo de padre en aventuras de fundar periódicos, poetas, y fotógrafo él, sino el dueño del misterio de revelar las fotos: quien tenía el archivo, es decir la memoria de nosotros, habitantes del pueblo. De una parte, dejaba ver el otro rostro de las personas mayores que también tienen malicia, es decir no son tan serios, sino que ocultan a los niños su mundo. Don Joaquín proyectaba las películas de 16 milímetros, en el zaguán, a un costado de su cacharrería, a los invitados a la primera comunión de cada uno de sus hijos. Eran las películas sobre un corredor de autos. Iluso lo busqué varias veces, varios días para mi foto de primera comunión que demoró unos seis meses.

Luego esa página se hizo más inflexible. Malas: Problemas amorosos de tres colegiales; Adultos: Julia, El boxeador espiritista; Adolescentes: Led Zeppelin, Lo que el viento se llevó, Bilitis; Todos: El niño biónico, Tarzán, Hércules contra Roma. Publicidad indirecta. Lo prohibido empezaba a llamarme la atención. Eran las primeras películas que iría a ver, luego seguía la recomendación de las películas para adultos, adolescentes y niños. Estaba jarto de El conejo de la suerte en la tele. Quería acción y para ello debía arriesgarme.

Vuelvo a la página del cine de El Colombiano, miro los anuncios del Sinfonía, del Bolivia, del Guadalupe con cine pornográfico; sociedad decadente que comercia con el cuerpo de la mujer, que la vuelve no un ser sagrado sino un objeto público, me decía, en el colmo de mi crítica: así nunca serán libres, nunca mostrarán ese aspecto materno, bello, de quien da a luz. Sociedad decadente que solo piensa en la mujer como objeto de deseo. Esas eran mis diatribas de un cineasta desprogramado que no quería mirar películas pornográficas sino buen cine que tuviera enseñanzas, moralejas, que fuera culto o, en caso contrario, cine de terror o películas de vaqueros. Era el colmo que dieran ese tipo de cine morboso, lúbrico, lujurioso. Claro que venció la curiosidad. Si por la boca muere el pez por los ojos muere el señor de la mirada y se extravía el vago del cine. Iba por un teatro en medio de una fosca noche, hubiera escrito Dante, si hubieran inventado el cine en su época y obvio que él también hubiera asistido. ¿Sí o no? ¿Quién muere por los ojos? ¿El lince? Hablo de un animal que no conozco por el tacto sino visualmente: en láminas. Venció mi curiosidad espoleada, disfrazada por el deseo. Allá iría en la tarde. No quería saber nada de Pelota de trapo, la película sobre fútbol en blanco y negro, ya que existían esos dulces y sonoros y luminosos títulos que eran una provocación y una invitación: Las casadas engañan de cuatro a seis, que daba la impresión de ser algo soberbiamente lujurioso. Esas sí eran las aconsejables. Existía el inconveniente mayor: no me permitían entrar, por lo que resolví seguir leyendo el diario. Mejor busqué las aventuras,

En los teatros se puede entrar a soñar despierto toda clase de sueños colectivos que nunca interpretó Freud, el de las sombras luminosas del cine, porque Medellín no solo es un lema: “La ciudad de la eterna primavera”, sino que es la ciudad de las sombras eternas en los teatros, del cual el espectador de cine se apropia. Si en el teatro griego los actores escondían el rostro detrás de sus máscaras, los otros teatros no tienen sino una máscara total: su noche perenne para esculpir y esconder el rostro de los cinéfagos. Víctor Bustamante, Economista, novelista, cronista, ensayista y poeta.


El cine en las bibliotecas: el arte como agente de transformación Las historias hacen parte de las bibliotecas, están presentes en nuestra esencia. El cine nos cuenta historias que abordan lo humano desde dos lenguajes universales: la imagen y el sonido; es un arte que nos conmueve y moviliza, que tiene el poder de llevarnos de viaje y presentarnos a personajes distintos a los de nuestra época. Es, también, un medio de comunicación capaz de plasmar posturas políticas, ideas, sueños e imaginarios. Las bibliotecas que hacemos parte del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín (SBPM), entre ellas el Parque Biblioteca Gabriel García Márquez Doce de Octubre, hemos sido concebidas como centros para el desarrollo cultural de la ciudadanía desde lo local; como escenarios que transcienden el concepto tradicional de biblioteca y buscan fomentar el valor y respeto por la vida a través de programas y servicios basados en el acceso a la información, la lectura, la escritura, el conocimiento, el pensamiento y el disfrute de la cultura. En el SBPM creemos en el poder transformador del arte, es por esto que promovemos las distintas expresiones artísticas y buscamos sensibilizar a nuestros públicos en su valoración y apreciación. En ese orden de ideas, los cineclubes se han configurado como un programa abierto a distintos públicos, en el que entendemos el valor del cine como manifestación de la vida y de las historias que nos componen; como un arte para disfrutar, pero al mismo tiempo leer desde sus metáforas, símbolos y proceso creativo. Nuestro interés por el cine, por abrir un programa enfocado en él, inició con las colecciones audiovisuales y su disponibilidad para el préstamo; fue un primer momento de diálogo directo con los usuarios en el que se intercambiaron apreciaciones y recomendaciones entre anaqueles y tertulias. Años más tarde, con la llegada de la maleta de cine colombiano del Ministerio de Cultura, avanzamos hacia la proyección y convocatoria de público; podíamos ver y conversar de cine desde las bibliotecas. Sin embargo, en términos de un programa consolidado, que permitiera la oferta de un material mucho más amplio en temas y públicos, ha sido fundamental la alianza que desde hace tres años existe entre el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín y la Cinemateca Municipal. Entre el año 2017 y 2020, y en articulación con el Sistema de Bibliotecas, la Cinemateca ha realizado 15 talleres de creación audiovisual, 5 talleres de apreciación audiovisual y 2 talleres de gestión audiovisual para articuladores y técnicos, y 26 cortometrajes resultado de los talleres de creación. Así mismo, nos ha acompañado en Arte para la libertad, programa con el que hemos proyectado y realizado cine en el centro penitenciario Bellavista. A tres años de trabajo conjunto, el cine ha transversalizado otros de nuestros programas adquiriendo un lugar en nuestros espacios de formación ciudadana y clubes de lectura. En este punto, son de mencionar el Cine foro unas y otros y el Club de Lectura Cinema 15 de los parques biblioteca Belén y Manuel Mejía Vallejo de Guayabal.


En este proceso también han sido aliados Cinescuela, plataforma digital que promueve el cine como herramienta educativa y nos ofrece tanto un catálogo de películas colombianas, como las guías y herramientas metodológicas para abordarlas; el Cineforo Nacional, estrategia mensual de la Biblioteca Nacional de Colombia que nos invita a las bibliotecas públicas del país a conectarnos simultáneamente en torno a la proyección de un corto; y, por supuesto, los festivales y colectivos audiovisuales locales como el Festival de Cine de la Comuna Seis y Aframerindia, pues gracias a estos proyectos hemos fijado la mirada sobre las historias de nuestros barrios; sobre las formas de narrar el territorio desde adentro. En el Parque Biblioteca Gabriel García Márquez - Doce de Octubre, Tardes de cine ha convocado a los niños y niñas de la comuna en torno al séptimo arte desde el 2018; un espacio quincenal que invita a la imaginación, el juego y la creación bajo el ambiente propicio del Teatro Macondo. La acogida del programa ha sido gratificante, pues el público pregunta por las películas desde las primeras semanas de enero, cuando recién se abre la Biblioteca, y a lo largo del año solicita las boletas simbólicas que usamos a modo de convocatoria. En este proceso, el Festival de Cine de la Comuna 6 han tenido un rol fundamental, pues en conjunto hemos realizado proyecciones y sostenido cineconversadas, una metodología propia de Aframerindia en la que se apela al contexto histórico y sociocultural de las películas antes de su proyección y se realiza al término una actividad lúdica con los asistentes No es de ocultar que en 2020 la dinámica de Tardes de cine se vio afectada por la pandemia, pero buscamos re adaptarnos y re inventarnos por medio de reseñas y conversatorios en vivo; estrategias que nos han permitido mantener el cine en nuestras agendas, seguir en contacto con el público, explorar otras herramientas y plataformas como Retina Latina, y mantenernos en nuestra creencia: el poder transformador del arte, el alto valor de cine como relato de la vida, de lo humano. Daniela Agudelo Berrío, Gestora social y cultural Parque Biblioteca Gabriel García Márquez Doce de Octubre.


Desobediencia en el Cine El siguiente texto narra lo que viví cuando “Desobediencia o cómo Entrenar Gallos de Pelea” se estrenó en las salas de cine

La fila de 100 soldados entrando a la sala, las 3 mujeres de la tercera edad que me tomaron del brazo, los policías y sus mensajes, la familia que aplaudía, los jóvenes en la sala llorando, las filas a la entrada del cine, las señoras del mercado filosofando a la salida, mi sonrisa nerviosa, el comentario de un extraño al acercarse y decirme al oído “gracias, hace mucho no veía en cine una película tan sórdida” el grupo de feministas que se dividió en dos con la frase del Mayor “llora como una mujer lo que no puedes solucionar como un hombre”, los excombatientes entrando a la oscuridad, el mareo por el movimiento de la imagen, el grupo de oración del protagonista acompañándolo a ver la interpretación y pagando su entrada, el círculo de críticos de Bogotá llamando a mi puerta para entrevistar y contrastar la versión de los hechos, yo sentado al fondo de la sala viéndola una vez y diciéndome “esta buena” y viéndola otra vez y diciendo “qué hice?” la película hablándome me decía que mis prejuicios hacia el público eran grandes, el Padre de la iglesia de Palermo diciéndole a los fieles “hay que apoyar el cine de Pasto, vayan a ver la película” los grandes amigos diciéndome que a mucha gente no le gusto la película pero como buenos amigos no revelaban los nombres de a quien, los fans que con orgullo afirman a ver visto la película más de una vez y así ya entenderla como debe ser, en la marquesina de


los cines la competencia era el Joker, la alegría de los exhibidores al ver la sala llena, la llamada de un amigo que decía que en la cinemateca Distrital no había boletas para la función de 7pm del domingo cuando apenas era la una de la tarde, la fuerza del manifiesto del ciempiés doblado en mi bolsillo, la película volviendo hablar sola, los colegas

del sur dando fuerzas, el Festival de la Comuna 6 de Medellín llevándola de nuevo a un público que según me cuentan levanto sentimientos, la pandemia arrasando y la película cumpliendo las profecías. Juan Pablo Ortiz, Director de Cine



CAPITULO 3 Experiencias que suscita la creación audiovisual


Laboratorio Audiovisual para la Memoria Barrial: Equidad de Género y Diversidad Identitaria El Laboratorio de Audiovisuales para la Memoria Barrial es un espacio para la experimentación e investigación de nuevas formas de narrar la cotidianidad, a través de la fotografía, el video y la apropiación de espacios públicos. Teniendo en cuenta que, la tecnología ha permitido a los seres humanos ver más allá, y ha roto las barreras físicas para conocer manifestaciones culturales de diferentes comunidades en el mundo. Es decir, la Sociedad de la Información y la Tecnología constituyen hoy una forma vital de salvaguardar la memoria y el patrimonio de las comunidades. Durante el 2020, el laboratorio le aposto a promover espacios de reflexión y creación audivisual, teniendo como eje la Equidad de Género y las Diversidades Identitarias. Esto permitió el aprendizaje colectivo, a través de elementos teórico prácticos que llevaban a las y los participantes a indagar por herramientas de creación audiovisual que les permitieran responder las preguntas por la construcción y deconstrucción del género, el sexo, la identidad y las violencias en la sociedad colombiana, Cabe anotar que la virtualidad si bien no permitió el contacto directo, ni sentir el calor de las personas, fue la herramienta ideal para fortalecer la capacidad de aprendizaje autónomo y conectarse con líderes de otros lugares. Este año, a pesar de las dificultades a las que se le hizo frente, la esperanza de incidir y construir en los territorios sigue latente. Muestra de ello, es el resultado final del laboratorio que junto diferentes voces y formatos de las y los participantes, en una creación que narra las apuestas individuales y colectivas por construir preguntas y respuestas entorno a la temática del año. Laura Morales Ruiz, Abogada y Gestora cultural

Para acceder al resultado del proceso de creación del Laboratorio, escanea este código QR con la cámara de tu celular.


Convocatoria de Filminutos Intranerso Desde hace más de una década han surgido en Colombia festivales de cine comunitario, como escenarios que han posibilitado la exhibición de imágenes y el encuentro de diferentes actores ligados al cine comunitario, local e independiente. En el 2016 se crea como un puñado de sueños y voluntades el Festival de Cine Comuna 6 (FECICO 6), el cual realiza su I versión como una apuesta artística y cultural de dos colectivos de la Comuna 6 Itinerantes (Colectivo cultural y callejero) y Citibundas-Palabras que divagan en el barrio (colectivo de poesía realizador del Festival de Poesía Comuna 6). En esta versión se buscaba generar espacios de encuentro comunitario y apreciación del cine, a través de la poética y las músicas. Además reafirmaba la necesidad de seguir llevando el cine a las calles, a las gentes populares, de cambiar la perspectiva de los grandes cines de la ciudad como centralización de la cultura y partir de que la cultural es un patrimonio de todas y todos. Como resultado de esta primer versión, nace Amagi volver a la madre. Una plataforma que busca llevar el cine a los barrios y a la cotidianidad de quienes lo habitan proyectando nuevas obras locales, nacionales y latinoamericanas desde filminutos hasta largometrajes. En los cinco años realizando el Festival de Cine Comuna 6, se ha tenido como parte de esta juntanza creaciones de artistas de Colombia, Venezuela, México y Argentina. En el año 2020, se realiza la Convocatoria de Filminutos Intranerso incentivando la creación y proyección audiovisual en la Comuna 6-Doce de Octubre de Medellín. Así, varios realizadores expresaron a través de imágenes y sonidos lo que vivieron en medio de la pandemia global, como una forma de conocer los pequeños mundos que se tejen al interior de los territorios. Los filminutos fueron proyectados en el V FECICO 6, donde se tejió una conversación con sus realizadores para acercar sus experiencias y lo qué los movilizo a crear y presentar su obra.

Primer lugar De todo corazón Dir. Andrés Ramírez Gómez Edilberto se entera de que la cuarentena que parecía terminar en Mayo se extiende dos semanas más y entre su preocupación debe resolver qué hacer con sus necesidades básicas.

Segundo lugar Aislamiento Preventivo – 2020 Dir. Adrián Stivens Delgado Cuartas La pandemia nos puso en una situación de aislamiento inesperado que llevó a muchas familias a comprender el valor de la unidad, ¡o tal vez no!

Daniela Castaño Aguirre, Planeadora del Desarrollo Social y Mediadora Cultural Tercer Lugar Por fin una ración Dir. Juan Esteban Prado Londoño Poema visual del performance Un país que siembra cuerpos.

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Capítulo 4 Películas invitadas


SINOPSIS Un grupo anarquista en los años 90 llamado “Cómo entrenar gallos de pelea” , cansados del mal que consume a la humanidad e inspirados en el ensayo Desobediencia Civil de Henry Thoreau, deciden documentar en video las acciones que toman para lograr un cambio espiritual. Pero sus acciones tendrán dificultades morales que los llevarán a tomar drásticas decisiones. Director Juan Pablo Ortiz País Colombia Año 2019 Género Ficción


SINOPSIS Pinilla y Chumba, dos pescadores de El Amparo, un pueblo a orillas del río Arauca - en la frontera con Colombia, son llamados para un trabajo junto a otros 14 hombres, pero son atacados y solo ellos dos sobreviven, por lo que son acusados de guerrilleros ante el ejército, pero al ir a buscarlos son defendidos por los pobladores que creen en su inocencia. Director Rober Calzadilla País Colombia Año 2019 Género Ficción/Drama


SINOPSIS El Norte del Cauca es la región de Colombia más afectada por el conflicto armado interno desde el año 1940. Allí surge una orquesta de música ancestral compuesta por jóvenes indígenas de la etnia Nasa quienes, con sus instrumentos, su voz y su poesía hacen memoria a Maryi Vanessa Coicue, Sebastian Ul e Ingrid Guejia, tres de los cientos de niños indígenas que han muerto a causa de esta guerra eterna e inútil entre guerrillas de izquierda, grupos armados de extrema derecha, narcotraficantes y el Estado Colombiano. Directora Martha Rodríguez País Colombia Año 2020 Género Documental


Capítulo 6 Documental 50 años del barrio Luis López de Mesa

Construcción de memoria Barrial: Relatos de 50 años del barrio Luis López de Mesa En el difícil recordar mis 51 años de existencia, encuentro en la memoria y en los lugares la conexión que necesito para narrar mi historia. Las fotografías endulzan mi elixir, y traen a mi memoria los días en que yo solo era mangas, vacas, aguas y barro amarillo. Nací al norte de Suramérica, en lo que hoy es la segunda ciudad de Colombia, pero que es joven en su historia, pues Medellín no tiene más de 200 años de existencia. Para 1900 era recorrida por los arrieros que venían desde la capital, Santa Fé de Antioquia. Para 1950 fui considerada como la Otrabanda de Medellín, pues de la creciente Villa, aún no habían podido explorar mis territorios por el caudaloso y peligroso Río Aburrá. Con el crecimiento acelerado de la Villa, potenciado por las miles de personas desplazadas de territorios rurales a las centralidades, se consolidó la expansión de territorios. El antes caudaloso Río fue mutilado al ser canalizado. Lo que fomentó la creación de algunos puentes que conectaron con la Otrabanda. En el contexto mundial, la posguerra exigía la mejora de las ciudades bombardeadas; con lo que surge el Plan Marshall, iniciativa estadounidense para la reconstrucción de las metrópolis europeas. Aunque por mí no había pasado ninguna guerra oficial, mis tierras ya estaban llenas de sangre…cómo olvidar la Guerra de los Mil días o el asesinato silencioso de muchas personas. En Colombia era necesario replantear el sistema urbano habitacional, pues para 1960 eran notorios procesos de construcción bajo la modalidad de tugurios, apropiación y loteo pirata. Tanto así, que políticos cual gallinazos lograron tener bajo sus promesas de campaña lemas como “Medellín sin tugurios”. El Plan Marshal logró ser eje-


cutado en varios países, pero en otros tantos fue rechazado, lo que llevó a Estados Unidos a proponer su intervención en Latino América. Así en Colombia, para finales de 1960 se comenzó a debatir sobre la formulación y aplicación de una política Pública en vivienda, que respondiera a la creciente necesidad de vivienda del país. Como resultado, en 1969 Medellín suspiraba vientos de cambio y revolución: los movimientos estudiantiles se tomaban las calles, las organizaciones sociales construían barrios en las periferias de la ciudad, los movimientos políticos de izquierda encontraban zonas de expansión en diferentes latitudes…la literatura le marcaba el paso a una Medellín llena de bohemia, tango, cafés, nadaísmo y religión. Para ese mismo año, recuerdo que hoy lo que conocemos como Altamira eran mangas y quebradas para ir a pescar, correr entre animales y disfrutar del bosque que daba entrada al Cerro El Picacho. Mi historia empieza en 1970, cuando en Medellín se potencia la construcción de barrios planificados bajo la firma constructora que tenía como nombre ICT (Instituto de Crédito Territorial) en lugares como Carlos E. Restrepo, Florencia y Pedregal; surge la iniciativa de llegar a este sector de la comuna noroccidental para edificar un barrio destinado a maestros y maestras de escuela, pensionados de la policía y las fuerzas militares, obreros y obreras de fábricas en su mayoría textiles, trabajadores independientes, entre otros que llegaban con la ilusión de con este proyecto poder tener sus casas propias. En ese contexto, el ICT puso en venta las casas que conformaban el proyecto bajo el nombre Luis López de Mesa, como homenaje a la vida del Ministro de Educación y poeta que presidio diferentes cargos en el país. Este proyecto consistió en ofertar casas a familias recién conformadas o con proyección de crecimiento, que a su vez tuviesen capacidad de endeudamiento y pago de una serie de cuotas mensuales. Las personas podían acceder

a este beneficio tras un proceso de calificación; las máquinas aceleran motores y en poco tiempo lograron entregar el 70 % de las casas proyectadas (unas 700 casas de 2 mil proyectadas), cada casa tenía 3 habitaciones, una sala amplia, patio, 1 baño, segundo piso con balcón y antejardín. La casa valía en total 11 mil pesos, de la cual se pagaban 580 pesos mensuales; hablando en pesos de la época. Con la entrega de la primera etapa, llegaron mis primeros habitantes, familias provenientes de diferentes lugares de la ciudad que se sorprendían por mis relevantes atardeceres, por las amplias zonas verdes y que se perdían entre las casas porque todas eran iguales; recuerdo perfectamente cientos de infantes llorando por mis calles por no encontrar la puerta correcta. Lo recuerdo tan bien como las incomodidades sufridas por la falta de oferta comercial en el barrio, pues al mercado del diario siempre le falta algo, y acá en López había que ir a buscarlo hasta donde los vecinos de Córdoba. El ICT, dimensionando la necesidad de un comercio establecido en el barrio, define que las casas que lindaban con la carrera 75 tenían el carácter de comerciales, por lo que se construyó el concepto de Casatienda, donde se montaron las primeras salsamentarías del barrio como la de Rufo, ahora licores la 74, la primer carnicería, la farmacia, y hasta una odontología. Terminando los 70´s, también recuerdo con mucho cariño y algo de nostalgia, cuando llegaba la leche al barrio, justo en la esquina donde es la Junta de Acción Comunal, el madrugón era tan bravo y era tanta la gente, que para poder realizar otras tareas se hacía fila con piedras, y jum…cuando alguien corría la piedra para hacer trampa se armaban los peores tropeles, todos cogían sus piedras y las tiraban a los otros…también recuerdo cuando se sufría por no tener la botella con la marca que era (Proleche o Colanta) y tocaba pelar la botella con lija para que no se reconociera. Iniciando 1980, cuando la primera generación de personas que habían crecido en el barrio ya no eran infantes, en las fronteras con Kennedy llamaba la atención como se veían correteadas, ataques grupales a piedra, robos e inicios de vandalismo juvenil: todo derivaba de peleas en partidos de fútbol, en donde se recuerda una estética denominaba como “Los Bulicios” a las personas organizadas y bonitas y “los calvos”, que eran aquellos con una pinta más popular, como la gente de Kennedy. Así fue marcándose el inicio de 1980, con un barrio plenamente conformado y con esbozos de tejido comunitario evidenciados en acciones como el paseo que se realizaba durante el día de inocentes, el 28 de diciembre. Días previos a la salida, recuerdo como se reunían en la Esquina del Movimiento a cuadrar las cuotas para alquilar el bus y poder llegar hasta San Jerónimo y comerse un sancochito al lado del Río Cauca. Pero eso era solo un inicio de lo que realmente vendría a futuro como hito patrimonial de nuestro barrio. Terminando los años 70´s, varios vecinos aprovecharon la indumentaria y el montaje técnico del Circo Charles para realizar una corrida de toro falso, o mejor conocida como Corrida de Bufa, el primero de enero en la Esquina del Movimiento, que en homenaje a la canción de salsa fue la banda sonora de lo que se tejió en este barrio


-Como si esto fuera poco Es la nota del momento El comentario que tiene La esquina del movimiento-

[Nelson Pinedo y la Sonora Matancera]

Entre relatos, recuerdos y epifanías reflexiono sobre si ¿Se puede resignificar la memoria histórica, patrimonial y simbólica del barrio con la creación artística? Y coincido con lo dicho por el profe Jhon Muñoz, quien considera que la creación artística es un elemento muy potente para resignificar, para sanar, para emancipar. A través de procesos artísticos es posible dar nuevos sentidos, dotar de vida los espacios, los recuerdos y la memoria en diferentes perspectivas de los territorios; el arte permite recrear, reinventar, hacer catarsis y, recuperar esa memoria histórica, patrimonial y simbólica. El arte posibilita un montón de expresiones, pone en evidencia la subjetividad y la forma como el sujeto se relaciona con su entorno, con su comunidad, con su cultura, con todo lo que de una u otra forma lo atraviesa en su cotidianidad; el arte es posibilitador y mediador en términos de recuperación y resignificación de la memoria, por ejemplo, cuando las personas toman elementos simbólicos y significativos para sus creaciones artísticas, la noción de territorio que construyen en su vida cotidiana y la ponen ahí, en un producto artístico, es evidente que esto termina siendo un ejercicio de memoria muy bello; quizás lo patrimonial se da en términos de que eso dialogue todo el tiempo, con unos referentes territoriales que permanecen en la memoria y que representen a toda una comunidad, dando identidad. Camilo Ríos Mejía, Comunicador Audiovisual y Multimedial; Jose Daniel Segura Muñoz, Licenciado en Humanidades y Literatura. Investigador y gestor cultural.

Sinopsis Este documental cuenta la historia de varios habitantes en los cincuenta años de creación del barrio Luis López de Mesa, de la Comuna 7 de Medellín, mostrando también la actualidad del barrio, siempre desde la visión de la cultura, el deporte y la fiesta como motores para la creación del tejido social en la comunidad.

Dirección Camilo Ríos Mejía Producción José Daniel Segura Muñoz Camarógrafo Harrison Agudelo Cardona Sonidista Juan Esteban Villegas Mazo Edición Camilo Ríos Mejía Investigación bibliográfica Melissa Pérez Peña Enlace Territorial Héctor Mario Ríos Vásquez Tomas de Dron Alejandro Portocarrero

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Capítulo 7 Muestra de Cine Documental desde Venezuela


La fuerza de lo cotidiano El cine documental venezolano de la última década “Lo cotidiano es lo que se nos da cada día (o nos toca en suerte), lo que nos preocupa cada día, y hasta nos oprime, pues hay una presión del presente. Cada mañana, lo que retomamos para llevar a cuestas, al despertar, es el peso de la vida, la dificultad de vivir, o de vivir en tal o cual condición, con tal fatiga o tal deseo. Lo cotidiano nos relaciona íntimamente con el interior”. Paul Leuilliot No siempre las décadas, en algunas disciplinas, inician con el arranque de un decenio. Para el cine documental venezolano fue así. La segunda década del siglo XXI comenzó un 28 de noviembre de 2008. Ese día se puso en marcha la Quincena del Largometraje Documental Venezolano organizada por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) a la cabeza de su presidente Juan Carlos Lossada. Esta iniciativa buscaba generar un espacio para la exhibición de documentales en su mayoría financiados por el Estado Venezolano, que no tendrían cabida en la cartelera comercial. Los títulos de esa selección ya son parte de la historia, y de una manera de entender “el cine de no ficción” en la década venidera. Nombrar algunas películas nos puede dar la dimensión de la solidez de ese momento. Estos nombres, que reseñaré a continuación quizás suenen distante para un público colombiano que se acerca por primera vez a esta cinematografía. Sin embargo, nos sirven de pretexto para poder hablar de ellos y así aproximarlos a sus contenidos. En esta compilación se juntan autores de distintas generaciones, noveles y veteranos. La diversidad temática es vasta pero a fin de cuentas hablan de la búsqueda de lo que somos los venezolanos y de nuestra manera de comprender el mundo. “El Terminal de Pasajeros” de Yanilú Ojeda aborda la cotidianidad de ese lugar de tránsito de la capital marabina (Estado Zulia) donde venteros ambulantes, colectores de autobuses, mendigos asiduos al lugar, conductores de “carros por puestos”, policías, mujeres wayuu, emprendedores que alquilan teléfonos celulares y muchos otros personajes. Sin embargo, esta película no es una estampa pintoresca o turística del lugar. Se mete en sus tribulaciones de sus personajes, les da voz y los visibiliza. Denuncia desde la observación sin hacer proselitismo. “Metralleta” de Belén Orsini por su parte es la inmersión en la vida de Carlos Orozco, un virtuoso arpista autodidacta, que empezó a tocar desde pequeño y

que fue bautizado por la prensa colombiana como “metralleta” debido a la destreza y fluidez con que mueve sus dedos para disparar sus notas. La música barquisimetana (Estado Lara) es un estandarte de lo más auténtico y raizal de los sonidos venezolanos. “La Porfía de Santa Inés” de Andrés Agustí nos cuenta a través de un entramado de testimonios la vida y obra de Alberto Arvelo Torrealba (Estado Barinas) autor de “Florentino y el Diablo”, entre tantos otros poemas. Es a partir de entrevistas a su familia, investigadores y poetas sobre este personaje fundamental de la literatura venezolana del siglo XX, que los espectadores vamos construyendo eso que llaman la identidad llanera y más aún la medula esencial de la venezolanidad. En iEpa tú! de Jean Charles L´Amí toman la palabra cuatro adolescentes Jeanni, Alexander, Gregorio y Jean que sobrevivieron a la vaguada ocurrida en diciembre de 1999 en el litoral central de Venezuela, mejor conocida como La tragedia de Vargas. Cinco años más tarde de los eventos ellos se convierten en protagonistas de la prevención de desastres en su comunidad (Estado Vargas). Sus conmovedores testimonios son un ejemplo para otros miles de niños, niñas y adolescentes quienes les escuchan y son receptores de sus experiencias para que un desastre de esas dimensiones no vuelva a ocurrir. “Machera, el Robin Jú de Mérida” de Charles Martínez es una cronología muy singular de un malandro (delincuente) merideño que como el personaje del folclore ingles robaba a “los ricos” para darle a “los pobres”. Indaga en el mito surgido en torno a Luis Enrique Cerrada Molina (1956-1977), el muerto milagroso más popular de la ciudad de Mérida y quien fuera en vida un delincuente famoso, por repartir el botín de sus atracos en los barrios pobres de la ciudad. “Nuestra historia está en la tierra” de Eliézer Arias es un intento de aproximación al tema de la demarcación de los territorios indígenas de Venezuela. Este viene a ser un asunto coyuntural a partir del reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios en La Constitución venezolana de 1999 y las gestas de reivindicación indígena que han ocurrido a lo largo del continente americano. A partir de testimonios orales de distintos actores vinculados a la causa tenemos una visión más global. Se entrevista a voceros de diferentes pueblos indígenas (Yabaraba, Mapoyo, Pemón), políticos, antropólogos, militares y religiosos en la procura de ofrecer una lectura justa y completa de la complejidad del tema de demarcación indígena en Venezuela. “Yo soy el otro” de Marc Villá transcurre entre Ecuador, Corea del Sur, Italia, en el Sahara Occidental y también en Venezuela. En este documental se cuenta la experiencia de tres hombres y dos mujeres que viven cada día actuando frente al orden corporativo mundial. A partir del advenimiento de la Revolución Bolivariana se despertó un interés inusitado por el cooperativismo y las formas de producción colaborativas frente a un sistema capitalista opresor que pretende aplastar al individuo.


Si vemos estos documentales en su conjunto, a pesar de su diversidad temática, tendremos algunos denominadores comunes, que van de lo individual a lo colectivo, pero que siempre se sumergen en la brega con la compleja realidad que nos ha tocado y el quehacer cotidiano de los venezolanos para enfrentarla. Estas circunstancias han ido moldeando una conciencia de identidad nacional mirada desde adentro por el cine documental, narrada desde las pequeñas epopeyas, aquellas batallas que dan cada día los hombres y las mujeres para ponerse de píe y seguir adelante. En el marco de la quinta edición del “Festival de Cine de la Comuna 6” cuyo tema ha sido “el cine desde la realidad que lo inspira” nos pareció pertinente desde FundaDoc Mérida presentar una Muestra con tres documentales, de la década que está por terminar, que hablan de la venezolanidad desde distintos ámbitos. “El Misterio de las Lagunas, fragmentos andinos” de Atahualpa Lichy que narra algunas tradiciones y costumbres de los andes venezolanos que están en riesgo de desaparecer, “El Río que nos atraviesa” de Manuela Blanco que cuenta en un tono auto reflexivo las posibles consecuencias de la extracción petrolera en la faja del Orinoco y su incidencia en los pueblos indígenas que conviven en ella y “Kaikashí, Campamento de Pioneros” de Darwin Diko Cañas que aborda desde un retrato colectivo la lucha de algunas familias para construir sus viviendas con sus propias manos, liderado por mujeres del barrio caraqueño La Vega, generando un sentimiento de arraigo y camaradería entre sus habitantes. Ellos en su conjunto conforman una visión de una Venezuela más auténtica, alejada del morbo de La Prensa Internacional e influencers irresponsables que buscan simplificarla en migración, escasez y pobreza. Sabiendo que los países son mucho más que las circunstancias que atraviesan. La cultura venezolana es un acervo de vivencias que se ha moldeado por los avatares; pero que sigue latiendo donde quiera que haya un compatriota dando lo mejor de sí. Y es gracias al cine documental que podemos tener una mirada más cercana, desmenuzada y afectuosa de la cotidianidad venezolana. Y como colofón de este texto, a manera de reafirmar la importancia de que tiene para nuestra cinematografía el cine de no ficción, debemos decir que es la primera vez en su historia que nuestro país nomina a los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Norteamericana una película documental: “Erase una vez en Venezuela. Congo Mirador” de Anabel Rodríguez. Soñamos que sea la vanguardia de muchas otras. Oscar Murat, Documentalista e investigador. Coordinador General de FundaDoc Mérida.


Sinopsis El río que nos atraviesa, es un documental auto reflexivo en el que busco registrar y cuestionar una realidad que será transformada por la explotación petrolera, allí donde desde épocas ancestrales se ha generado vida: El Río Orinoco. Esto me produce un conflicto, si pienso en todos los beneficios que traerá el Proyecto Orinoco Magna a Venezuela como país en crecimiento, pero ¿realmente vale la pena contaminar este río que nos ha dado tantas cosas, reservorio de la memoria milenaria de nuestros pueblos indígenas? Directora Manuela Blanco Año 2014


SINOPSIS En la región de los Andes venezolanos, a través de las historias contadas por los campesinos con fino sentido del humor, vamos a viajar hacia atrás en el tiempo, siguiendo el hilo que ha creado las leyendas, a través de la tradición oral, el realismo mágico y las canciones que revelan una conciencia colectiva y las características de su cultura. Director Atahualpa Lichy Año 2011


Sinopsis Muchas familias que vivían en el barrio en condiciones de hacinamiento, en alquiler o en zonas de riesgo se organizaron para construir con sus propias manos su conjunto residencial. Hombres, mujeres, niños y ancianos se pusieron de acuerdo para cambiar su destino. KAIKASHÍ es la historia de la comunidad organizada y su relación con el Estado donde las mujeres cumplen un rol determinante y protagónico. Es un proyecto de auto-construcción nunca visto hasta el momento que no sólo dará una solución habitacional a casi 100 familias sino que además la transformación personal, sobre todo en las mujeres, será la verdadera satisfacción. Director Dikó Cañas Año 2019


Sonidos de América Latina Reconocemos que la tecnología ha permitido a los seres humanos establecer otras formas de narrar la vida. Con ello, los medios audiovisuales permiten hoy a nuestra región, América Latina, hablar sobre nuestra historia “porque el buen cine, a pesar de su bidimensionalidad, tiene la capacidad de transportarnos a otras dimensiones sensoriales. Cuando vemos una película y la sentimos auténtica somos capaces de entrar en su mundo, en su narrativa, simplemente nos dejamos llevar de su mano. Oler y degustar lo que vemos. [...] Dicha alquimia, no creemos que sea producto de una fórmula. Sino ya Hollywood la hubiera patentado.” (Oscar Murat) Lo anterior, ha hecho que por azares e intenciones, la Productora Mamá Sur y el Colectivo de Audiovisuales Aframerindia, se hayan unido en una creación colectiva que se ha nombrado: Cartografía Sonora de diferentes territorios del mundo. Allí́, varios procesos audiovisuales y comunicativos de diferentes países, de manera colaborativa, construyeron material sonoro que representa las características del territorio en los países invitados.

Capítulo 8 Cartografía Sonora Latinoamericana

Juan P. Cáceres (Chile)

“Acá, en el Litoral Central de Chile, el mar se escucha en todo momento y en todo lugar. En la orilla choca contra las rocas y suena como un bramido que asusta a lxs niñxs’’


Carolina Beltrán (Colombia, Nariño) ‘’Entre los ires y venires, se fue ron juntando más personas y de todo el proceso surgió una canción, que también es el tema original del documental. Se llama Mujeres ‘’

Patricia Ortega (Venezuela) ‘’Ella antes de morir me confesó que nunca supo lo que era la sensualidad, “tu abuelo se le montaba me hacía un hijo y ya”. Yo quise darle una oportunidad de sentir un orgasmo, a través de este personaje. Porque todos los cuerpos tienen derecho al placer.’’

José Fernández del Río (Perú)

FIBAV Festival Interbarrial Audiovisual (Argentina, Primer cordón del conurbano)

‘’En este pueblo nació mi abuela, quien falleció dos años antes que yo naciera, pero que siento he conocido y me ha acompañado siempre, por las historias contadas en las comidas familiares. ’’

‘’Cuando el espacio se vuelve territorio ocurre algo curioso. Quienes lo habitan ocupan el espacio de formas inimaginables. Transitan, interactúan, habitan. Todxs y cada unx ejerce el territorio a su modo. ’’


Aframerindia Colectivo de Audivisuales (Medellín, Colombia) ‘’En el difícil de recordar mis 51 años de existencia, encuentro en la memoria y en los lugares la conexión que necesito para narrar mi historia. La cotidianidad del barrio transcurrió de manera tranquila, entre risas y correrías de los y las niñas. ’’

Aframerindia Colectivo de Audiovisuales Somos un grupo conformado por jóvenes que desempeñan su labor en diferentes áreas del conocimiento y reconocen en lo audiovisual un elemento vital para el desarrollo social, cultural y político de las comunidades. Desde el 2016 propiciamos espacios de formación, creación, producción y difusión audiovisual en Medellín (principalmente la Comuna 6 -Doce de Octubre) y otras latitudes regionales, nacionales e internacionales, teniendo el barrio y el territorio como ejes de nuestro trabajo.

Puedes acceder a la Cartografía Sonora Latinoamericana, escaneando el QR con la cámara del celular.




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