Black lis 1

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livia Kaspen es una manipuladora con lengua afilada, la cual utiliza para conseguir siempre lo que quiere. Con una sola excepción, Caleb Drake, el que ella tontamente dejó escapar. Después de un encuentro casual que trae a Caleb de nuevo a su vida, Olivia se encuentra a sí misma deseando una segunda oportunidad con su primer amor, y preguntándose hasta dónde está dispuesta a llegar para traerlo de vuelta. Su único problema es una pelirroja llamada Leah, el nuevo amor de Caleb. Olivia tiene que luchar por lo que una vez fue suyo, y en el proceso descubre que a veces el amor no llega a la redención.


Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Inhalé pegajoso aire en mis pulmones y traté de controlar a mis descuidadas emociones. Quería ir hacia él. Quería ver el odio surgir en su cara. Estúpida. Empecé a irme y casi cruzo la calle a mi carro cuando los pies me fallaron. El fuerte cosquilleo de agitación se arrastraba hasta mis dedos. Apretando los puños marcho de nuevo a la ventana. Este es mi lado de la ciudad. ¿Cómo se atreve mostrar su cara aquí? Su cabeza se inclina sobre una caja de cartón de CD y mientras se vuelve a mirar algo por encima de su hombro, echo un vistazo a su nariz fuera de lo común. Mi corazón se aprieta. Todavía me encanta este chico. La realización me asusta. Pensé que lo había superado. Pensé que podía manejar algo como esto, un encuentro improvisado. Había tenido terapia, había tenido tres años para…

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Caleb. Su nombre rueda en mi cabeza como una bola de púas, abriendo sentimientos que hace mucho tiempo se habían convertido en cicatrices. Mi corazón trata de apartarlos de mi pecho y todo lo que puedo hacer es quedarme y observarlo. Han pasado tres años desde la última vez que lo vi. Sus palabras de despedida eran una advertencia de que me mantuviera lejos.

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oy Olivia Kaspen, y si amo algo, lo arranco de mi vida. No intencionalmente… tampoco no desintencionalmente. Veo a uno de ellos ahora; un sobreviviente de mí corrompido, agrio amor. El está a unos cien metros de donde estoy parada, pasando por viejos discos.


Superarlo. Amargarme en mi culpa. Pierdo el tiempo en mis emociones durante unos segundos más antes de darle la espalda a la tienda de música y a Caleb. No puedo hacerlo. No puedo volver a ese lugar oscuro. Mi pie se levanta a un paso para bajar a la acera cuando las nubes que han estado al acecho alrededor de Miami durante una semana repente gimen como tuberías viejas. Antes de dar dos pasos, la lluvia está asaltando el pavimento, empapando mi camisa blanca. Retrocedo de forma rápida y me apretujo debajo del toldo de la tienda de música. Me quedo mirando mi viejo Escarabajo a través de los hilos de la lluvia. Sólo una pequeña carrera y estaré camino a casa. Una voz extraña interrumpe mi momento de escape. Retrocedo, sin estar segura de quien me hablaba. —El cielo esta rojo de problemas. Me volteo y encuentro a alguien parado justo detrás de mí. Está más cerca de lo que se considera socialmente aceptable. Hago un sonido de sorpresa en mi garganta, y subo las escaleras. Es al menos medio metro más alto que yo, todo músculo, aunque no en una manera atractiva. Sus manos cuelgan en un extraño ángulo con sus dedos estuviesen tensos y separados.

—Es una vieja superstición de marinero. Bajo la mirada para ver sus ojos. Me parece familiar, y, mientras considero el decirle que se joda, trato de recordar donde lo había visto antes. —Tengo una sombrilla. —El sostiene una cosa floral con un mango de plástico en forma de una margarita—. Puedo llevarte hasta tu carro. Miro al cielo, que sí luce un rojo oscuro, y me estremezco. Quiero que me deje en paz y estoy a punto de decírselo, cuando pienso —¿Qué pasa si esto es una señal? ¡El cielo es de color rojo-lárgate-de-aquí! Estudio el esmalte desconchado en mi dedo pulgar y considero su oferta. No soy una persona de presagios, pero él si tiene una manera de mantenerme seca.

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—¿Qué? —sacudo la cabeza, confundida. Trato de dar un vistazo por encima de su hombro para darle un vistazo a Caleb. ¿Sigue allí? ¿Debería entrar?

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Mis ojos se sienten atraídos por un lunar que se asienta como un objetivo en el centro de su frente.


—No gracias —dije. Volteo mi cabeza hacia la tienda detrás de mí, y me doy cuenta que ya había cambiado de parecer. —Bien. Un huracán se acerca, pero como quieras. —Se encoge de hombros de nuevo y sale a la lluvia, sin abrir su sombrilla. Quería que se fuera. Sus anchas curvas traseras contra el aguacero eran como una repisa para el resto de su cuerpo. Es verdaderamente enorme. En cuestión de segundos la lluvia lo había tragado y ya no podía ver su silueta. Lo conozco de algún lado, pero seguramente me acordaría de un tipo tan grande si lo hubiera conocido antes. Me dirijo de nuevo a la tienda. El letrero sobre la puerta dice Mushroom Music, en letras brillantes con floritura. Miro más allá del vidrio y lo busco en los pasillos. Está justo donde lo dejé, con la cabeza todavía inclinada sobre lo que parece ser la sección de Reggae. Incluso desde donde estoy parada, distingo un ligero surco en su frente. No puede decidirse. Me doy cuenta de lo que estoy haciendo y tiemblo. Ya no lo conozco. No puedo asumir lo que está pensando. Quiero que alce la mirada y me vea, pero no lo hace. Ya no quiero estar al acecho debajo del toldo como una extraña. Me repongo, me sereno, y camino a través de la puerta. El aire acondicionado es hielo sobre mi piel húmeda y me estremezco. Veo a un estante alto de pipas a mi izquierda, me paro detrás de él, y saco mi compacto para comprobar mi maquillaje.

Aquí va todo. Mis tacones muerden la cerámica, sonando alto mientras hago mi acercamiento. Pude en su lugar haber contratado trompetistas para anunciar mi llegada. Sorpresivamente, él no alza la mirada. El aire acondicionado hace un ruido cuando estoy a pocos metros de distancia. Alguien ha atado banderines verde lima a las rejillas de ventilación. A medida que comienzan a bailar, huelo algo, es el olor de Caleb, menta y naranjas.

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En frente de mí, hay una pipa con la forma de la cabeza de Bob Marley. Miro en los ojos de vidrio de Bob y practico una cara de sorpresa. Estoy indignada por los niveles a los que me rebajo. Pellizcando mis mejillas por algo de color, salgo de mi escondite.

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Mientras lo espió a través de los listones en las estanterías uso un dedo para frotar el rímel corrido por debajo de los ojos. Tengo que hacer el encuentro de manera que se vea accidental.


Estoy lo suficientemente cerca como para ver la cicatriz que se curva suavemente alrededor de su ojo derecho, la que solía trazar con mi dedo. Su presencia en una habitación es como un impacto físico discordante. Para probar esto, veo mujeres, jóvenes y viejas, dándole vistazos, inclinándose hacia él. Todo el mundo se inclina ante Caleb. Drake y él están encantadoramente inconscientes de ello. Es realmente irritante de ver. Me pongo furtivamente a su lado y trato de alcanzar un CD. Caleb, ajeno a mi presencia se mueve por la línea alfabética de artistas. Trazo sus pasos y justo como me muevo unos metros detrás de él, su cuerpo se vuelve a mi dirección. Me congelo y hay un breve instante cuando tengo el impulso de correr. Presiono mis tacones mientras sus ojos rastrean mi cara como si nunca la hubiese visto antes, y aterrizan en el rectángulo de plástico en mi mano. Y luego, después de tres largos años, oigo su voz. —¿Alguno es bueno? Siento la conmoción correr de mi corazón a mis miembros y se establecen como plomo en mi estómago. Él sigue hablando con el mismo acento británico diluido que recuerdo, pero la dureza de lo que esperaba oír no está allí. Algo está mal. —Mmm… Me mira de nuevo a la cara y sus ojos tocan cada uno de mis rasgos como si los viera por primera vez.

—Eh, están bien —digo, colocando el CD de nuevo en su hilera. Segundos de silencio pasaron. Decido que él está esperando a que hablara. —No son tu estilo. El lucia confuso. —¿No son mi estilo? Asiento. —¿Cuál crees que es mi estilo? —Sus ojos se estaban burlando de mí y había un asomo de sonrisa en su boca.

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Mierda, mierda, mierda.

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—¿Lo siento? No capté eso.


Recorro mis ojos sobre su cara buscando por una pista a este juego al que está jugando. El siempre ha sido muy bueno con las expresiones faciales, siempre correctas en el momento correcto. El luce plácido y solo remotamente interesado en mi respuesta. Me siento a salvo así que digo: —Mmm, eres del tipo rock clásico… pero podría equivocarme. —La gente cambia. —¿Rock clásico? —repite, viendo mis labios. Tiemblo involuntariamente mientras un recuerdo de él viendo mis labios de esa manera viene a mí. ¿No fue con esa mirada que todo comenzó? —Lo siento —dijo, dejando caer su mirada al piso—. Esto es extraño, pero yo… uhhh… no sé cuál es mi estilo. No tengo recuerdo de ello. Lo miré con la boca abierta. ¿Esto es alguna clase de broma enferma? ¿Alguna manera de vengarse? —¿No me recuerdas? ¿Cómo podrías no recordarme? Caleb corre su mano a través de la parte de atrás de su cuello, los músculos en sus brazos flexionándose.

—Espera —digo. Mi voz es apenas audible—. Espera… ¡Espera! —esta vez grito y varias personas se voltean para ver. Ignorándolos, me enfoco en la espalda de Caleb. Está casi en la puerta cuando se voltea a verme. ¡Piensa rápido, piensa rápido! Subiendo un dedo para indicarle que espere donde está, troto hasta la sección de rock clásico. Sólo toma unos minutos para encontrar lo que solía ser su CD favorito. Vuelvo tomándolo firmemente en mis manos, y deteniéndome a unos metros de donde él se encontraba. —Te gustará esto —digo, lanzándole la copia. Mi puntería es patética, pero lo atrapa con gracia y sonríe casi con tristeza.

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Se voltea para irse, probablemente porque mi cara está tan llena de sorpresa que lo puso incómodo. Se siente como si alguien hubiera pasado un machacador de papas en mi cerebro. Nada tiene sentido. Nada encaja. Caleb no sabe quién soy. ¡Caleb no sabe quién soy! Con cada paso, se dirige hacia la puerta y me vuelvo más desesperada. En algún lugar de mi cabeza oigo una voz gritando, ¡Detenlo!

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—Perdí la memoria en un accidente. Suena ridículo lo sé. Pero, la verdad es… no tengo idea de lo que me gusta o me gustaba, supongo que debería decir. Lo siento. No sé por qué te estoy diciendo esto.


Lo veo caminar a la caja, firmar su recibo de la tarjeta de crédito, y desaparecer de nuevo de mi vida. Hola-Adiós.

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¿Por qué no le dije quién era? Ahora es demasiado tarde y el momento para la honestidad ha pasado. Me quedo clavado en su rastro, el corazón latiendo lentamente en mi pecho mientras trato de procesar lo que ha sucedido. Él me olvidó.


Traducido por Otravaga y Anelynn*

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Una década y media más tarde y todavía tengo mi sentido de lo dramático. El día después de mi pleito con Caleb, el huracán Phoebe arrasó la ciudad y me salvó de tener que hacerme pasar por enferma en el trabajo. Estoy en la cama, con mi cuerpo acurrucado posesivamente alrededor de una botella de vodka. Alrededor del mediodía, ruedo de la cama y arrastro los pies hasta el baño. Todavía hay electricidad a pesar del huracán de categoría tres que está sacudiendo mis ventanas. Aprovecho la oportunidad de darme un baño de tina. Cuando me siento en el agua humeante, reproduzco todo el asunto en mi mente por millonésima vez. Todo termina con, él me olvidó.

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—Nadie me escucha —dije en voz baja de modo que mi aliento helara el vaso—. Este mundo... es frío. —Tomé un sorbo de Pepsi, asegurándome de que hacía repiquetear el hielo.

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n algún momento durante el quinto grado, vi un asesinato/misterio en la televisión. El detective, con quien tenía un enamoramiento ridículo, era llamado Follagyn Beville. Un Jack el Destripador moderno tenía como objetivo prostitutas. Follagyn lo estaba cazando. Estaba interrogando a una prostituta de aspecto especialmente andrajoso, con el cabello rubio fibroso que estaba manchado negro en las raíces. Estaba acurrucada en un sofá color amarillo mostaza, sus labios chupando con avidez un cigarrillo. ¡Vaya, qué gran actriz! recuerdo que pensé. Ella debería como, ganar un Emmy por ser tan patética. Sostenía un vaso bajo en su mano, y tomaba rápidos sorbitos de whisky. Observé sus movimientos, con hambre por el drama, memorizando todo lo que hacía. Más tarde esa noche llené un vaso con hielo y Pepsi. Me tomé mi trago de nuevo en el alféizar y llevé un cigarrillo imaginario a mis labios.


Mi pug, Pickles, se instala en mi alfombra de baño y me mira con cuidado. Ella es tan fea, sonrío. —Caleb, Caleb, Caleb —lo digo para ver si todavía suena igual. Él solía tener el extraño hábito de revertir nombres de las personas cuando los oía por primera vez. Yo era Aivilo y él era Belac. Pensé que era ridículo, pero eventualmente me encontré haciendo la misma cosa. Se convirtió en un código secreto que utilizábamos cuando chismeábamos. Y ahora él no me recuerda. ¿Cómo podías olvidar a alguien que amabas, aunque le hiciera trizas el corazón? Vierto un poco de vodka en mi agua del baño. ¿Ahora cómo iba siquiera a sacarlo de mi cabeza? Podría convertir mi trabajo a tiempo completo el estar deprimida. Eso es lo que hacían los cantantes de música country. Podría ser una cantante de música country. Entono un par de versos de “Achey Breaky Heart” y tomo otro trago.

La primera cosa que hace la tienda donde venden mierda saludable es soplar aire perfumado a pachulí en mi rostro. Arrugo la nariz y contengo la respiración hasta que paso el punto de atención donde una chica de mi edad está mascando chicle y meditando detrás de un mostrador.

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Me despierto en el suelo de la cocina con mi rostro presionado a un charco de baba. En mi puño está una foto de Caleb que ha sido rasgada y unida de nuevo con cinta adhesiva. Me siento bastante bien a pesar de que hay un leve latido en mis sienes. Tomo una decisión. Hoy iba a empezar de cero. Me iba a olvidar de cómo-se-llame y a comprar mierda saludable para comer y a seguir adelante con mi maldita vida. Limpio mi desorden de borracha, deteniéndome brevemente para tirar la foto rasgada y pegada con cinta adhesiva a la basura. Adiós ayer. Agarro mi bolso y me dirijo a la tienda de alimentos saludables más cercana.

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Halo la cadena del tapón con el dedo del pie y escucho el murmullo del agua en el desagüe. Me visto y camino lentamente hacia la nevera, con el licor barato dando vueltas en mi estómago vacío. Mi suministro de alimentos de emergencia de huracán consiste en dos botellas de aderezo ranch, una cebolla, y un bloque de queso cheddar. Corto el queso y la cebolla y los echo en un tazón vertiendo el aderezo ranch sin grasa en la parte superior. Lo pongo en la cafetera y pulso el botón “Reproducir” en el estéreo. En este está el mismo CD que le había dado a Caleb en el Mushroom Music. Bebo mucha más vodka.


Agarrando un carrito, me dirijo hacia la parte trasera de la tienda, pasando las botellas de Limpiador Aura de Madame Deerwood (no funciona), el ojo de tritón, y las bolsas de Gota Kola. En lo que a mí respecta, este es un supermercado normal y no un refugio de alimentación para cada rarito de la nueva era en un radio de treinta kilómetros. Caleb y yo nunca estuvimos aquí juntos, haciendo al Mecca Market una zona libre de recuerdos para mí. Lanzo algunas galletas de algas y papitas horneadas en el carrito y me dirijo hacia el pasillo de helados. Paso a una mujer usando una camiseta que dice: “Soy Wiccana, mira mi Escoba.” No está usando zapatos. Girando en el pasillo de helados, me estremezco. —¿Tienes frío? Me doy la vuelta tan rápido que mi hombro vuelca un exhibidor de conos de galleta. Veo con horror como se estrellan en el suelo, esparciéndose y deslizándose como mis pensamientos. ¡Caleb! Lo veo recoger las cajas una por una, apilándolas en su mano libre. Me sonríe y me da la sensación de que está divertido por mi reacción.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas. Se ríe. —No estoy acosándote, lo juro. En realidad, quería darte las gracias por la sugerencia de música en la tienda el otro día. Me gustó... mucho en realidad. —Tiene las manos en los bolsillos y está rebotando arriba y abajo en sus talones. —Vino —dice, haciendo girar el anillo en su pulgar con el dedo índice. Solía hacerlo cuando estaba nervioso. Lo miro fijamente sin comprender.

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Tan educado. Y ahí estaba ese maldito acento nuevo.

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—Lo siento, no era mi intención asustarte.


—Me preguntaste qué estaba haciendo aquí —dice con paciencia, como si estuviese hablando con un niño—. A mi novia le gusta este vino y uno sólo puede conseguirse aquí... Orgánico. —La última palabra le hace reír. ¿Novia? Estrecho mis ojos. ¿Cómo es que la recuerda a ella y no a mí? —Entonces —digo casualmente, abriendo uno de los refrigeradores y agarrando lo primero que veo— ¿Recuerdas a tu novia? —Estaba tratando de sonar indiferente, pero no podría haber sonado más estrangulada si él tuviese las manos alrededor de mi garganta. —No, después del accidente... no la recuerdo. Me siento un poquito mejor. De inmediato pienso en la primera vez que puse mis ojos azules en ella, hace tres años, cuando estaba realizando el ritual de espionaje de la post ruptura. Decidí que tenía que ver a mi reemplazo para el cierre. Era una locura realmente, pero todos tenemos derecho a un poco de acoso.

Leah trabajaba en un edificio de oficinas a diez minutos de mi apartamento. Para el momento en que deslicé mi auto en un puesto del estacionamiento, tuve una hora libre antes de que su turno hubiese terminado. La pasé convenciéndome a mí misma de que mi comportamiento era normal. Leah salió del edificio exactamente a las seis y cinco, con un bolso Prada balanceándose alegremente en su antebrazo. Ella caminaba como una mujer que sabía que tenía el mundo mirando hacia sus pechos. Observé su taconeo a lo largo de la acera en sus tacones de aguja verdes, mientras yo estrangulaba el volante. Odiaba su largo cabello rojo que colgaba en gruesos rizos por su espalda. Odiaba la manera en que se despidió de sus compañeros de trabajo con un tintineo de sus dedos. Odiaba el hecho de que me habían gustado sus zapatos.

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Leah Smith. Ese era el nombre de la pequeña bestia. Ella era tan rica como yo era pobre, tan feliz como yo me sentía miserable, tan pelirroja como yo era de cabello oscuro. Él la conoció en una fiesta elegante cerca de un año después de que nos separamos. Al parecer, ellos se llevaron bien inmediatamente, o tal vez lo hicieron enseguida, no puedo estar segura.

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Yo llevaba el sombrero hongo rojo de mi abuela porque tenía un borde ridículamente ancho que escondería mi rostro, y era tan melodramático como mi personalidad. Llevé a Pickles como apoyo.


Mirándolo a los ojos en busca de respuestas, y tratando de sacar mi cabeza del pasado, pregunto: —Entonces, ¿qué? ¿Ustedes están todavía juntos a pesar de que no sabes quién es ella? Espero que sea defensivo, pero en lugar de eso sonríe con picardía. —Ella está realmente destrozada por todo el asunto y es una gran chica por quedarse conmigo a través de todo esto. —No me mira cuando dice “esto”. Como si cualquier chica en su sano juicio, le permitiría a él irse —excepto yo por supuesto— pero nunca he afirmado estar en mi sano juicio. —¿Te gustaría tomar una taza de café? —pregunta—. Puedo ponerte al día con toda mi triste historia. Siento un cosquilleo comenzando en mis pies y abriéndose camino por todo mi cuerpo. Si él recordara cualquier cosa sobre mí, esto no estaría sucediendo. Esto era una locura... exactamente el tipo de situación del que podría tomar ventaja por completo. —No puedo. —Me siento tan orgullosa de mí misma que me paro un poco más alto. Él toma mi respuesta de la misma forma que había tomado todos mis rechazos en los años que salimos, sonriendo como si yo no pudiera estar hablando en serio.

—Necesito algunos amigos nuevos... buenas influencias. Mi boca se abre y deja salir un extendido sonido de Pffffffff. Caleb levanta una ceja. —No soy una buena influencia —digo, parpadeando rápidamente. Me muevo de un pie al otro, distrayéndome con un frasco de cerezas marrasquino. Podría tomar el frasco, lanzárselo a la cabeza y correr, o podría ir por un café con él. Después de todo era sólo café. No sexo, no una relación, sólo alguna charla amistosa entre dos personas que supuestamente no se conocían entre sí. —Está bien, café. —Oigo la emoción en mi voz y tiemblo. Soy. Repugnante. —Bien —dice sonriendo.

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Inclino la cabeza.

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—Sí, sí puedes. Piensa en ello como un favor hacia mí.


—Hay una cafetería a dos cuadras de aquí, en la esquina noroeste. Puedo encontrarte allí en treinta minutos —digo, calculando el tiempo que me tomaría llegar a casa y des-desaliñarme. Di que no puedes hacerlo. Di que tienes otras cosas que hacer... —Treinta minutos —repite, mirando mis labios. Los frunzo para provocar un efecto y Caleb agacha la cabeza para ocultar una sonrisa. Me doy vuelta y camino tranquilamente por el pasillo. Puedo sentir sus ojos en mi espalda, haciéndome cosquillas. Abandono mi carrito de compras tan pronto como estoy fuera de la vista y galopo hacia el frente de la tienda. Mis sandalias golpean contra mis talones mientras corro. Llego a casa en tiempo record. Mi vecina Rosebud está tocado en mi puerta con una cebolla en la mano. Si Rosebud me atrapa, estaré metida en dos horas de conversación unilateral sobre su Bertie y su lucha con la gota1. Me oculto en los arbustos. Cuando se da por vencida cinco minutos después, mis muslos están ardiendo por estar agachada y necesito hacer pipí.

—Hola, Livia. —El pequeño chico punk quien trabaja en el mostrador me saluda con la mano. Le sonrío. Mientras paso la pizarra de anuncios, algo atrapa mi mirada. Una impresión del rostro de un hombre está clavada con tachuelas entre los folletos. Camino acercándome, sintiendo cosquilleos de reconocimiento. A lo largo de la parte inferior de su rostro la palabra SE BUSCA resalta en letras negritas. Era el hombre del Music Mushroom, ¡el de la sombrilla! Dobson Scott Orchard, nacido el 17 de septiembre de 1960.

1 Gota: La gota es una enfermedad producida por una acumulación de cristales de sales de urato (ácido úrico) en

distintas partes del cuerpo, sobre todo en las articulaciones, tejidos blandos y riñones.

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En quince minutos, estoy saliendo de la puerta sintiéndome tan nerviosa que tengo que hacer un esfuerzo consciente para no tropezar sobre mis propios pies. Las tres cuadras que conduzco son tortuosas. Me insulto y dos veces cambio de dirección hacia el retorno para ir a casa. Llego al estacionamiento con un caso leve de latigazo. La cafetería está llena de paredes de color azul oscuro y patrones de mosaico. Es intenso, depresivo y cálido todo al mismo tiempo. Con un Starbucks a sólo tres cuadras de distancia, este lugar es reservado para una multitud más seria, del tipo de artístico-extravagante quienes se ciernen sobre sus MacBooks.

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Lo primero que hago cuando atravieso mi puerta es rescatar la foto de Caleb de la basura. Sacudiéndole cáscaras de huevo, la empujo en mi cajón de los cubiertos.


Buscado por secuestro, violación y asalto. Rasgos distintivos: marca de nacimiento en la frente. ¡El lunar! Esa era la marca de nacimiento de la que el poster se refería. ¿Qué habría pasado si me hubiera ido con él? Sacudo la imagen fuera de mi cabeza y memorizo el número en la parte inferior de la página. Si no hubiera visto a Caleb ese día, podría haberlo dejado acompañarme a mi auto. Dobson escapa de mi cabeza cuando veo a Caleb. Me está esperando en una mesa pequeña en el rincón del fondo mirando distraídamente la superficie de la mesa. Levanta una taza de porcelana blanca a sus labios, y tengo un recuerdo rápido de él haciendo lo mismo en mi apartamento hace años. Mi corazón se acelera. Me ve cuando estoy a unos metros de distancia. —Hola, te conseguí un latte —dice poniéndose de pie. Sus ojos me barren de mis pies a mi cara en un rápido movimiento. Estoy nerviosa, mis manos están temblando. Cuando extiende una mano hacia mí, titubeo antes de estrechársela.

—Olivia Kaspen. Gracias por el café. Nos sentamos torpemente y comienzo a servir azúcar en mi taza. Observo su cara. El solía burlarse de mí sobre que mi café era tan dulce que hacía que los dientes dolieran. El toma un té caliente, de la forma que los británicos lo toman. Solía pensar que era encantador y distinguido, de hecho todavía lo hago. —¿Entonces qué le dijiste a tu novia? —pregunto, tomando un sorbo. Estoy balanceando mi zapato con la punta de mi pulgar lo cual es algo que solía fastidiarlo

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Sonreímos torpemente con su terrible broma mientras permito que mi pequeña mano sea tragada con la de él. La sensación de su piel es tan familiar. Cierro mis ojos por un breve segundo y dejo que lo absurdo de la situación me inunde.

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—Caleb Drake —dice—. Diría que normalmente le digo a las mujeres mi nombre antes de pedirles salir por un café, pero no lo recuerdo.


cuando estábamos juntos. Veo sus ojos alcanzar mi pie y por un segundo, creo que va a agarrarlo para detener el movimiento. —Le dije que necesitaba algo de tiempo para pensar. Es una cosa horrible de decirle a una mujer, ¿verdad? —pregunta. Asiento. —De cualquier forma, estalló en lágrimas en el minuto que las palabras salieron de mi boca y no supe que hacer. —Lo siento —Miento. Fresa cara de pecas se está acurrucando con el rechazo esta noche. Es una cosa maravillosa. —Así que —digo—, amnesia. Caleb asiente, bajando la vista hacia la mesa. Distraídamente traza un patrón de círculos con su dedo. —Sí, es llamada Amnesia Selectiva. Los doctores, ocho de ellos, me han dicho que es temporal.

Caleb aclara su garganta y mira alrededor de la habitación como que está evaluando quien pudiera oírnos. —¿Qué? ¿Muy personal? —Contengo una carcajada de mi voz. Se siente extraño que esté dudando decirme. Cuando estábamos juntos, él me decía todo—incluso las cosas que la mayoría de los hombres estarían avergonzados de compartir con sus novias. Todavía puedo leer sus expresiones después de todos estos años y puedo decir que está incómodo compartiendo los detalles de su amnesia. —No lo sé. Parece como que deberíamos comenzar con algo simple antes de decirte mis secretos. Como mi color favorito.

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—¿Cómo pasó? —pregunto.

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Absorbo pensativamente la palabra “temporal”. Podría significar que mi tiempo con él es temporal como mi tinte de cabello, o un golpe de adrenalina. Decido que tomaré ambos. Estoy tomando un café con un hombre que anteriormente me odiaba, “temporalmente” no tenía que ser una palabra sucia.


Sonrío. —¿Recuerdas cuál es tu color favorito? Caleb sacude su cabeza. Ambos reímos. Suspiro y muevo nerviosamente mi taza de café. Cuando al principio comenzamos a salir le había preguntado cuál era su color favorito. En vez de sólo decirme, me había forzado a entrar en el auto diciendo que necesitaba mostrármelo. —Esto es ridículo, tengo un examen por cual estudiar —me quejé. Manejó por veinte minutos, sonando muy fuerte la terrible música de rap que le gustaba escuchar y finalmente nos detuvimos al lado del Aeropuerto Internacional de Miami. —Ese, es mi color favorito —dijo, señalando a las luces revistiendo la pista de aterrizaje. —Ese, es azul —dije—. ¿Y qué? —Es no es solo cualquier azul, es azul aeropuerto —dijo—. Y nunca lo olvides.

—Tu color favorito es el azul —digo—, y el mío es el rojo. Ahora somos los mejores amigos, así que dime que pasó. —Azul es —dice sonriendo—. Fue un accidente de auto. Un colega y yo estábamos en un viaje de negocios en Scranton2. Estaba nevando mucho y estábamos en nuestro camino a la junta. El auto derrapó fuera de la carretera y se aplastó en un árbol. Sufrí unas heridas serias en la cabeza... —lo recitó de un tirón como si estuviera aburrido con la historia. Me imagino que ya la ha recitado cientos de veces. No necesito preguntar en qué trabaja. El es un banquero inversionista. Trabaja para la compañía de su padrastro, y es rico. 2

Scranton: Es una ciudad del noreste de Pensilvania.

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Lo miré ahora, el recuerdo claro en mi mente y se ha ido de la de él. ¿Cómo sería olvidar tu color favorito? ¿O a la chica que destruyó tu corazón? El azul aeropuerto me encantó. Se volvió una marca para mí, la marca registrada de nuestra relación rota, y mi fracaso para seguir adelante. Jodido azul aeropuerto.

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Me giré de nuevo hacia la pista de aterrizaje para estudiar las luces. El color era inquietante, parecía como fuego cuando ardía en su más caliente y encendido azul. ¿Dónde iba a encontrar una camisa en ese color?


—¿Y tu compañero de trabajo? —No lo consiguió. —Sus hombros se desplomaron. Muerdo mi labio. No soy buena con la muerte y las palabras que se supone que tienes que ofrecer como condolencias. ¡Cuando mi madre murió la gente dijo cosas estúpidas que me hicieron enojar! Suaves y revestidas palabras que no llevaban peso; "lo siento" —cuando claramente no era su culpa, y "si hay algo que pueda hacer" —cuando ambos sabíamos que no había nada. Cambio de tema al azar a ofrecer palabras vacías. —¿Recuerdas el accidente? —Recuerdo despertar después de que pasó. Nada antes de eso. —¿Ni siquiera tu nombre? Sacude su cabeza. —Las buenas noticias es que los doctores dicen que recordaré. Es sólo una cuestión de tiempo y tener paciencia. Las buenas noticias para mi es que él no recuerda. No estaríamos hablando si lo hiciera.

¡Guau...guau! Siento como si alguien justo me hubiera enchufado y lanzado a la tina. Sabía que había continuado con su vida, lo había espiado suficiente para saber eso, ¿pero matrimonio? Me hacía sentir picor sólo de pensar en eso. —¿Qué piensan tus padres sobre tu condición? —pregunto, conduciendo la conversación a una dirección más agradable. El pensamiento de Leah en un vestido blanco me hacía querer reír. Ella era más adecuada para la lencería de zorra y una vara de stripper.

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—Lo siento. —Me da unas palmaditas en la espalda y aclaro mi garganta, con los ojos llorosos—. De verdad necesito decirle a alguien esto. Me estaba preparando para pedirle que se casara conmigo, y ahora no sé siquiera quien es ella.

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—Encontré un anillo de compromiso en el cajón de mis calcetines. —Su confesión es tan repentina, que me atraganto con mi café.


—Mi madre me mira como que la he traicionado de alguna manera, y mi padre me sigue dando golpecitos en la espalda, diciendo, "regresarás pronto, colega, todo va a estar bien, Caleb. —Imita a sus padres perfectamente y sonríe. —Sé que suena egoísta, pero sólo quiero que me dejen en paz para resolver las cosas—¿sabes? No lo sabía, pero asiento. —Sigo preguntándome por qué no puedo recordar. Si mi vida era tan genial como todos continúan diciéndome que era, ¿por qué nada de eso se siente familiar? No sé qué decir. El Caleb que yo conocía siempre estaba en control. Siempre pensé que Jewel lo había encasillado, tenía sentido de la moda, pero muy genial para importarle. Este Caleb está confundido y roto y escupiéndole toda la verdad a alguien que él piensa es una perfecta extraña. Quiero besar su cara y suavizar las arrugas en su ceja. En su lugar, estoy sentada congelada en mi silla, luchando con las ansias de decirle todo lo que nos destrozó en primer lugar. —¿Y qué hay de ti, Olivia Kaspen? ¿Cuál es tu historia? —Yo...uhh...no tengo una. —Me agarra con la guardia muy baja con su pregunta, mis manos comienzan a temblar.

—Tres meses. —Bueno, por tres meses de mi vida no he hecho nada más que trabajar y leer. Ahí está tu respuesta. —De alguna forma, pienso que hay algo más para ti que eso. —Le echa un vistazo a mi cara y tengo la impresión de que está generando una historia de lo que ve ahí. Ojalá no estuviera haciendo eso, tratando de ver más allá de mis muros. Nunca fui hábil para pretender con él. —Mira, cuando tengas tu memoria de vuelta y puedas divulgar todos tus secretos del pasado, tendremos una pijamada y te diré todo; pero, por lo que a mí respecta,

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—Todo lo que recuerdas —señalo—. ¿Cuánto tiempo has tenido amnesia?

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—Vamos... yo te he dicho todo —suplica.


hasta que ese día llegue, ambos tenemos amnesia. —Se echa a reír con una risa plena y oculto mi sonrisa contenida detrás del borde de mi taza de café. —Bueno, eso no suena tan mal para mi entonces —se burla. —¿Oh, por qué es eso? —Bueno, porque me acabas de dar permiso para verte otra vez y ahora tengo una pijamada que esperar.

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Me sonrojo y decido que nunca puedo decirle. El recordará finalmente y toda esta fachada se derrumbará alrededor de mí como un mal juego de Jenga. Hasta entonces, lo tengo de regreso y me voy a aferrar a eso mientras pueda.


Traducido por Debs y flochi

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Hice una mueca cuando vi quién era. Él se rió y levantó las manos en señal de rendición. —Sólo es una pregunta rayito de sol, no ataques. Lo miré. —¿Puedo ayudarte en algo? Por un momento, me pareció ver una muestra de incertidumbre cruzar su rostro, pero luego se había ido, y me estaba sonriendo de nuevo. —Estaba interesado en saber por qué este árbol te hizo fruncir el ceño —dijo, repitiendo su pobre línea de apertura.

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—¿Por qué estás enojada con el árbol?

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l día que conocí a Caleb Drake el sol brilló un poco más en mi mundo. Fue durante ese momento insufrible del año en que los finales asoman, y todos los estudiantes estaban empezándose a verse con moretones alrededor de los ojos. Acababa de salir de una sesión de estudio, en la biblioteca, y encontré el cielo asediado por nubes de lluvia. Gimiendo, caminé rápidamente hacia mi dormitorio, maldiciendo por no haber traído una sombrilla. Estaba a medio camino cuando comenzó a lloviznar. Me refugié debajo de un árbol de sauce y fulminé con la mirada sus ramas como si las culpara por la lluvia. Fue ahí cuando se pavoneó como si estuviera borracho de cuán bien lucía.


Miré más allá de su hombro y vi a un grupo de idiotas basquetbolistas mirándonos de reojo. Siguió mi mirada y debió de haber disparado a su pandilla de ratas una mirada feroz, porque segundos después, el grupo se dispersó.Volvió su atención hacia mí. Ah sí... yo tenía que responder a su pregunta. Miré el tronco del árbol, que se parecía mucho a una masa trenzada, y me di cuenta de cuán intensamente debo haber estado mirándolo. —¿Estás tratando de ligar conmigo? —suspiré. Dejó escapar una especie de estrangulamiento fallido. —Caleb Drake. —Lo siento, ¿qué? —Mi nombre —dijo, ofreciéndome su mano. Caleb Drake era un nombre conocido en la escuela y no tenía intención de unirme a su club de fans. Le estreché la mano con firmeza para asegurarme de que supiera que no estaba hipnotizada por él. —Sí, estaba tratando de coquetear contigo, hasta que me derribaste, eso es. Levanté las cejas y forcé una sonrisa. Bueno, tengo que hacer esto rápido. Los atletas tenían una dolorosamente corta capacidad de atención.

Su risa me alcanzó mientras me acercaba a la acera. Me puse rígida, pero seguí caminando. —Si hubieses nacido un animal, serías una llama —exclamó detrás mío. Eso me detuvo. ¿Estaba este fanfarrón en serio comparándome con un mamífero? —¿Y eso por qué? —me mantuve de espaldas, pero mis ojos se retorcían. —Búscalo en Google.

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Me moví pasándolo, aliviada de estar dirigiéndome hacia medio litro de crema de leche y helado en mi nevera. Iba a añadirle salsa de chocolate y hacer un jodido batido de leche.

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—Oye, me encantaría estar alrededor y alimentar tu ego con esta cháchara, pero me tengo que ir.


¿Estaba esto realmente sucediendo? Giré mi cabeza, estilo exorcista, y lo miré. Lucía tan seguro de sí mismo. —Te veré por ahí —dijo, metiendo las manos en los bolsillos y se dirigió hacia su grupo. Puse los ojos en blanco. Con suerte, eso sería nunca. Eché humo hasta llegar a mi dormitorio. Antes de que pudiera tocar el picaporte, la puerta se abrió con fuerza. He aquí mi compañera de cuarto. —¿Por qué estaba hablando contigo? Ella era dulce, de ojos brillantes, rubia, y aunque quería odiarla, era terriblemente, una linda cosita. —Estaba reclutando miembros para su club de fans. Le di tu nombre, Cam. —En serio Olivia, ¿qué dijo —me siguió mientras apilaba mis libros cuidadosamente en mi escritorio. Cuando traté de ignorarla, comenzó a tirarme M&M a mi cabeza. —Sólo se estaba luciendo en frente de sus amigos, no hay nada que contar. ¡En serio! —me dejó pasar. Me dirigí a mi crema de leche, estaba a punto de beberla directamente, cuando me bloqueó.

—Caleb Drake no va hacia las chicas, las chicas van hacia Caleb Drake. ¡Acaba de salir de su caja para hablar contigo y lo espantaste! —No está interesado en mí —le dije suspirando—. Se estaba exhibiéndo. —Así que se estaba exhibiendo. ¿A quién le importa? Se ha ganado el derecho. ¡Es guapísimo! Hice ruido de arcadas. —Olivia —suplicó—. ¡Hay más en la vida que libros y estudiar! —Arrojó mis libros de texto fuera de mi escritorio por puro show—. Los chicos son… pueden... hacer cosas —finalizó, asintiendo con la cabeza hacia mí.

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—¿Densa? —negué con la cabeza—. ¿Me estás llamando complicada o estúpida? — miré ansiosamente sobre su hombro a la nevera.

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—¡Eres tan densa!


—Tú —le dije tocándole las costillas— eres una puta. Rescaté un libro de texto del suelo y comencé a estudiar. —¡O-liv-ia! Cerré los ojos con fuerza. Odiaba cuando decía mi nombre así. —¿Mmmm? Me arrebató el libro de las manos. —Escúchame, mojigata ingrata —agarró mi barbilla en su mano y tiró de ella hacia arriba hasta que la estaba mirando. —Él va a hablar contigo de nuevo, sólo porque lo rechazaste. Como que le gustas, y cuando lo haga —ella apretó su mano sobre mi boca que ya iba a protestar— vas a hablar con él y coquetear. ¿Me entiendes? Me encogí de hombros. Cammie gritó: —¡Agghh! —y se encerró en el baño.

—Te voy a comprar un chocolate caliente. —¿Con crema batida adicional? —¡Con nubes, si te das prisa! Diez minutos más tarde, estaba sentada en las gradas bebiendo un chocolate caliente con crema batida adicional en un pequeño vaso de plástico. Cammie me ignoraba y ya estaba lamentando mi decisión de venir. Caleb Drake estaba moviéndose alrededor de la cancha como un batidor de huevos y, francamente, me estaba haciendo marear mientras lo observaba. El medio tiempo llegó y me puse de pie para encontrar el cuarto de baño. Estaba tratando de hallar mi camino hacia Cammie cuando la presidenta del cuerpo estudiantil entró a la cancha y levantó las manos para pedir silencio.

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Cammie resultó estar en lo cierto. Más tarde esa semana, había estado estudiando todo el día cuando comenzó a regañarme con asistir a un partido de baloncesto con ella.

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Desde luego, no importaba qué efecto tuviera sobre las mujeres en el campus. Caleb Drake no significaba nada para mí. Nunca significaría nada para mí. Soy inconquistable. Fin.


—Laura Holberman, una de nuestras estudiantes, ha estado desaparecida de los dormitorios durante más de cinco días —dijo en el micrófono. Me detuve a escuchar. —Sus padres, así como el personal, están pidiendo a cualquier persona que tenga información sobre Laura, que se presente de inmediato. Gracias chicos, disfruten el resto del juego. Compartí algunas clases con Laura en mi primer año. A veces a los estudiantes universitarios les gustaba desaparecer durante unos días, cuando las cosas se ponían estresantes. Probablemente estaba escondida lejos en la casa de algún amigo, comiendo chocolate y quejándose de los profesores. Las personas siempre hacen un gran escándalo acerca de nada. —Salió con Caleb Drake en primer año —susurró Cammie—. Me pregunto si será capaz de concentrarse en el resto del juego ahora que sabe. Miré a Caleb, que estaba sentado en el banco, bebiendo de una botella de agua. Parecía relajado.

Me volví hacia Cammie, cuyos ojos estaban grandes, con anticipación. Esto era importante aquí. Mis ojos se dirigieron de nuevo a la cancha. Me sacudí. Caleb me estaba mirando. La totalidad de los estudiantes estaba mirándolo y Caleb me estaba mirando a mí. Antes de que el árbitro diera el pitazo, Caleb metió la pelota bajo el brazo y corrió hacia su entrenador. —¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando? —Cammie estaba saltando de un pie a otro, sus coletas rebotando al ritmo de la música.

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Fue durante el cuarto tiempo, cuando quedaba un minuto por jugar en el partido, que el equipo opositor hizo una separación como la del Mar Rojo, empatando los Cougars 72-72. No habría sabido si Cammie no me hubiera dicho, ya que había pasado los últimos veinte minutos acumulando bolas de pelusa de mi suéter. Caleb Drake estaba en la línea de tiro, preparándose para el tiro más importante de la noche. Parecía tranquilo, como si ya supiera que iba a hacerlo. Por primera vez en la noche, el gimnasio estaba extrañamente tranquilo. Intrigada, me olvidé de mi bola de pelusa, y me enderecé. Quería que lo hiciese. Sé que era una vergüenza, pero así era. Por una vez, entendí la manía Caleb. Era como un jalapeño, brillante y suave, pero peligrosamente caliente. Una pequeña parte de mí quería morderlo.

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El idiota.


Algo no estaba bien. Me moví en mi asiento, crucé y descrucé las piernas. Caleb estaba entregando a su entrenador la pelota. De repente me sentí como si estuviera sentada en un sauna. —¡Está subiendo las escaleras, Olivia! ¡Viene para acá! —chilló Cammie. Me escabullí en mi asiento. De ninguna manera esto estaba ocurriendo. ¡Se dirigía directamente hacia mí! Fingí estar ocupada escarbando en mi bolso por algo. Cuando se detuvo al lado de mi asiento, miré hacia arriba con sorpresa. —Olivia —dijo, descansando sobre su trasero para mirarme a los ojos—. Olivia Kaspen. —Vi la mandíbula de Cammie abrirse y a una multitud volver la cabeza para mirarnos. —Bravo, te enteraste de mi nombre —Luego, en voz baja— ¿Qué demonios estás haciendo? No me hizo caso. —Eres todo un misterio en el campus. —Su voz era ronca, de esa que si te susurraba en el oído te daría piel de gallina. Me aclaré la garganta y di lo mejor de mí para mirarlo molesta. —¿Vas a llegar al punto en algún momento, o paraste el juego para presumir de tus habilidades de detective?

Entrecerré los ojos. —¿Si hubieses nacido un animal sabes cuál serías? —le pregunté. Un parpadeo de incertidumbre pasó por su rostro. Después de nuestro pequeño encuentro en la lluvia, había buscado llama en Google, como lo sugirió. Al parecer, eran bastante groseros, escupían, daban patadas y cabezazos, eso era parte de su decoro social. —Un pavo real. Sonrió.

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—¿Si anoto, vas a salir conmigo? —Su mirada se desplazaba entre mis ojos y mis labios. Sentí el calor golpearme en la cara y meterse en mi cabeza. No me gustaba la forma en que me miraba. Era como si ya estuviera planeando nuestro primer beso, evaluando mis labios. Negué con la cabeza. Era ridículo. Él estaba haciendo una producción de su ego herido y me importa un bledo si hacía ese tiro.

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Él se echó a reír. Miró hacia el suelo y luego a mí.


—Te tomó toda la semana pensar en eso, ¿no? -Sus ojos estaban fijos en mis labios de nuevo. —Seguro —le dije encogiéndome de hombros. —Entonces, ¿es justo decir que estabas pensando en mí toda la semana? —Ahora era mi turno de lucir conmocionada. Maldición. Justo cuando lo tenía. —No... y… no, no voy a salir contigo. Me recosté en mi silla y decidí buscar en la tabla de puntuaciones. Tal vez, si lo ignoraba, se alejaría. The Black Eyed Peas sonaban ruidosamente por los altavoces. Golpeé mi pie al ritmo. —¿Por qué no? —Parecía agitado. Me gustaba. —Porque soy una llama y tú eres un pájaro y no somos compatibles. —Hubo un aumento de interés en el gimnasio, ya que la gente se estaba levantandose para obtener una mejor visión de lo que estaba sucediendo. Empecé a ponerme nerviosa. —Está bien —dijo con total naturalidad—. Entonces, ¿qué se necesita? —Estaba apoyado tan cerca de mí, que podía sentir su aliento en mi cara. Olía a menta. Contuve la respiración y traté de hacerme con el control de mi acelerado corazón. Y luego, un pensamiento brillante.

—Falla, y saldré contigo. Vi la dulzura drenar de sus ojos. Pedirle a un pavo real sacarse sus plumas, era hacer algo malo. Se puso de pie rápidamente, demasiado rápido, y subió las escaleras de a dos a la vez, de vuelta a la cancha. Me instalé de nuevo en mi asiento con una sonrisa de suficiencia. Apuesto a que no estaba esperando eso. Idiota. Cammie se turnaba para mirar de mí a Caleb. Había algo así como asombro en su rostro. Ella abrió la boca para decir algo, pero levanté mi dedo para hacerla callar. Este no era el momento para que Cammie hablara. —Guárdatelo, Camadora —le advertí.

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Inclinó la cabeza. Me incliné más cerca, estrechado los ojos. Hablé esta vez más despacio, por lo que no habría confusión.

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—Que lo falles.


Centré mi atención en la figura de pie en la línea de tiros, y no se veía tan compuesto como hace unos minutos. El árbitro hizo sonar su silbato y Caleb levantó los brazos con el balón de manera suave en sus manos. Intenté imaginar lo que estaba pensando. Había terminado conmigo, sin duda. Probablemente enojado de que tuviera la audacia de… perdí mi tren de pensamiento. El momento de la verdad estaba comenzando. Los músculos de sus brazos se flexionaron, el balón salió de sus manos y se dirigió hacia el aro. En esos pocos segundos, mi mente tuvo tiempo de enterarse que algo no estaba bien en la situación. Y entonces sucedió. El balón calló lejos de la canasta y golpeó al suelo con un ruido sordo. Miraba con horror como el caos estalló. —No, no, no, no —susurré en voz baja. ¿Cómo pudo hacer eso? ¿Por qué haría eso? ¡Qué absoluto idiota! —Olivia, voy a fingir que no he oído nada de eso — protestó Cammie, agarrándome por la muñeca. —Tenemos que irnos antes de que alguien te mate —mientras me sacaba de la multitud, me di vuelta hacia la cancha para una última mirada a lo que estaba sucediendo. Caleb se había ido.

—Ni siquiera es bonita —escuché decirle una porrista a otra—. Si iba a sabotear toda su carrera de baloncesto, debería haberlo hecho por un mejor trasero. Agaché la cabeza muerta de vergüenza y desaparecí en la biblioteca. ¿Cómo iba a saber que había buscatalentos en ese juego? Mis conocimientos de deportes se limitaban a ser capaz de identificar los diferente balones de colores, y de todas maneras, ¿quién habría pensado que él realmente lo haría? Pasé un poco más de tiempo frente al espejo en las mañanas aplicándome rímel y rizándome el cabello. Ya que todos los ojos estaban puestos en mí, podía probar ser un bonito trasero. Yo era demasiado bonita para ser plana y mis rasgos eran demasiado

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De alguna manera, las noticias de que él había saboteado el juego por una chica se habían regado por toda la escuela. Ya que él había estado hablando conmigo minutos antes de su fallo, yo era la principal sospechosa. Las chicas susurraban cuando me veían y el equipo de básquet había pasado a darme miradas amenazadoras y agudas.

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No escuché nada de él por más de una semana. La culpa había comenzado a filtrarse en mis santurrones huesos y dolía hasta la médula. No quería admitir que Caleb Drake me había sorprendido y se había humillado a sí mismo. Alguien como él no podía sorprender a alguien como yo… ¿cierto?


redondos para ser exóticos. Los hombres me evitaban. Cammie una vez me dijo tenía una especie de ferocidad en los ojos que asustaba a las personas. Sin embargo, Caleb Drake no había estado asustado. Falló el lanzamiento a propósito. Jugó mi juego y perdí. —Olivia, hay una uuuh… entrega para ti —gritó Cammie a través de la puerta del baño una noche. Una caja había sido puesta en mi cama perfectamente hecha cuando salí. Rápidamente la quité y limpié el lugar donde había estado. Cammie puso sus ojos en blanco y se desplomó en su cama, la que ella no había hecho por una semana. —Abrirás la cosa, ¿cierto? Fue entregada por ese tipo espeluznante de la oficina de correos del campus. Incluso intentó olerme el pelo cuando me la entregó. —Tiene problemas de sinusitis —dije agarrando las tijeras— no te halagues. —La caja se abrió, y miré dentro no muy segura de lo que estaba viendo. —Es un balón de básquet desinflado —dije alzándolo para mostrárselo a Cammie. Había un sobre unido a él. Cammie se sentó con los ojos súbitamente alertas. —No, genio, ¡ese es el balón de básquet desinflado! Tragué saliva con fuerza en tanto leía la nota: Olivia,

minutos.

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-Caleb.

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Es hora de pagar. Encuéntrate conmigo en la biblioteca en diez

—¡Increíble! —dije aferrando el balón en mi mano—. ¡Ni siquiera un por favor! ¡Prácticamente me lo ordenó! —Vas a ir. —Cammie se puso de pie, con las manos en las caderas. Succioné las comisuras de mi boca y sacudí la cabeza, “no”. —¡OLIVIA! ¡Arruinaste el juego más importante de la temporada para él! Se lo debes. En cierto modo sí.


—Bien. ¡¡BIEN!! —grité, igualando su tono. Agarré una sudadera con capucha de mi armario y me la puse bruscamente por la cabeza—. Pero es todo, ¿entendido? —dije, apuñalando mi dedo sobre ella—. Voy a encontrarme con él en la biblioteca, y ¡no quiero escuchar ninguna palabra de eso de ti o ese maldito equipo de porristas! Cammie sonrió. —Asegúrate de recordar cada detalle e intenta mencionar mi nombre. Azoté la puerta cuando salí. El viernes a la noche a las nueve y treinta, la biblioteca Dart era prácticamente un pueblo fantasma. Una mujer de rostro malhumorado estaba de pie detrás del mostrador de recepción mirando a dos estudiantes de primer año que estaban liándose. Pasé una foto de Laura Helberman en la pared con información para contactar a las autoridades si ella era vista. Era bonita de una manera tipo Daisy Duke. Cabello rubio, mucho rímel y labios fruncidos que parecían como si acabaran de lamer una piruleta. Ella había estado desaparecida por dieciséis días y su historia estaba siendo cubierta por Nancy Grace, mi heroína. Suspiré. Llegué temprano. Decidí dar un paseo a la sección de ficción para ver si había algo que valía la pena echarle un vistazo. Caleb me encontró allí unos minutos después.

Él estaba usando un abrigo negro naval sobre un suéter color crema de aspecto caro. Mi corazón dio un pequeño galope. Dominé mi corazón, lo tranquilicé y me volví para encararlo. Sus manos estaban metidas casualmente en los bolsillos de sus pantalones de pana. Muy GQ. Esperaba que apareciera en una de esas tontas chaquetas de básquet y un sórdido jean. —¿Por qué estás tan arreglado? —espeté, añadiendo una novela a la creciente pila de libros en la mesa. —¿Cómo encuentras tiempo para leer? —preguntó, recogiendo el libro y examinando la portada. No iba a decirle que yo no tenía vida y que leer en mis fines de semana me alejaba. Le envié una mirada ardorosa y esperé que dejara pasar el tema. El estúpido atleta probablemente nunca leyó un libro de principio a fin. Estaba a punto

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—Caleb. —Le hice un gesto con la cabeza bruscamente.

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—Hola Olivia. —Caminó hacia mí con tal ridícula confianza que quise alzar mi pie y mandarlo a volar.


de decírselo cuando caminó por el pasillo junto a mí y volvió llevando una gruesa novela en su mano. —Intenta esto. Es mi libro favorito. Lo miré con cautela antes de arrancárselo de los dedos. Grandes esperanzas. Nunca lo había leído. —¿Estás bromeando? Sonrió. —¿Crees que porque juego al baloncesto, soy un analfabeta? Aspiré con fuerza. Eso es exactamente lo que había pensado. —¿Por qué me pediste que viniera aquí? —Pensé que podrías estar más cómoda encontrándote conmigo aquí. —Se encaramó en el borde de una mesa—. ¿Pensaste que no querría cobrar nuestra apuesta? Estaba notando un acento por primera vez. Británico, pensé, pero no podía estar segura. Cual fuera, tuvo el mismo efecto que el vodka para mí. —Te pedí que fallaras el tiro. No dije que saldría contigo si lo hacías.

Mi boca se abrió y cerró. ¡Mi ingenio! ¿Dónde estaba mi ingenio? —Yo… uhhh… —No —me interrumpió—. Sin excusas. Voy a llevarte a una cita. —De acuerdo. —Cerré mis ojos e inhalé profundamente—. Un trato es un trato. Cammie iba a amarme por esto. ¡Amarme! —Miércoles, ocho en punto. —Se puso de pie. Retrocedí un paso. Era tan alto. Empezó a alejarse y luego se detuvo.

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—Saldrás conmigo, Olivia, porque por mucho que odies admitirlo, te equivocaste respecto a mí.

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—¿En serio? No lo recuerdo así. —Entrecerró sus ojos y ladeó la cabeza, fingiendo estar confundido. Yo era la única que podía ser sarcástica.


—¿Olivia? —¿Qué? —espeté. —Voy a besarte. Solo para que sepas. Escuché el eco de su risa a través de la biblioteca cuando se fue. Sobre mi cadáver. ¿Por qué tenía que ser tan bien parecido? ¿Y por qué mi nombre sonó tan bonito cuando lo dijo?

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Alcé mis libros y fui a la recepción a registrarlos.


Traducido por Maru Belikov y karoru

T

A las siete y cuarenta y cinco exactamente, hubo un educado tap, tap, tap, sobre la puerta. Cammie saltó arriba y abajo, su rostro grotescamente congelado en gritos silenciosos. —¡Él en realidad va a estar en nuestra habitación! —siseó ella, bailando cerca de la puerta. Ella paso un tubo de brillo rosado sobre sus labios antes de abrir la puerta. Me aparté mientras la mamá zorra de primer año dejaba entrar nuestra cita. —Oh, hola —dijo casualmente—. Yo soy Cammie —ofreció su mano y él la sacudió sonriendo educadamente. Cuando sus ojos me encontraron hizo una doble toma. Yo lucía bien. Cammie se había superado a sí misma. Llevaba pantalones vaqueros y un seductor suéter de cachemira que caía de un hombro. Mi cabello, como es usual,

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Cuando el día de la cita finalmente llegó, casi estaba ansiosa por ello, casi. Cammie creó una estación de preparación en el escritorio de su estudio (que desafortunadamente había sido usado para estudiar), y me senté obedientemente como un chimpancé, mientras me preparaba. Ella arreglo mi cabello, pulió mis uñas, y aplico toques obscenos de pociones de olor sobre mi rostro. Cuando ella empezó a darme una charla sobre sexo seguro, metí los audífonos en mis orejas y subí el volumen.

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enía miedo de él. Estaba jugando mejor que yo, arrancando todas mis armas de los dedos y haciéndome sentir como un tigre sin dientes. Mi solución fue esconderme en mi habitación hasta el miércoles para evitar un encuentro con él. Cammie me mantuvo viva con burritos congelados y su alijo privado de Habas de Boston Cocidas. Leí Grandes Expectativas, que resultó ser realmente bueno. Googlee las reglas de basquetbol así podía entender completamente lo que había pasado cuando él fallo ese tiro.


colgaba en espesas ondas hasta mi cintura, pero Cammie se había tomado el tiempo para estilizar el esponjado y lo roció con gran cantidad de fijador. —Bueno, vámonos entonces —dije, caminando al lado de él hacia el pasillo. Me di vuelta para verlo despedirse de Cammie. —No la traeré muy tarde —lo escuché decir. —Oh, mantenla fuera tanto tiempo como quieras —dijo en su acento sureño—. Necesita una mano firme así que no tengas miedo de usarla —miró directamente hacia mí con esa última declaración. Hice planes para sabotear su borrador del trabajo de inglés cuando regresara. —Ella es un personaje —dijo Caleb mientras la puerta se cerraba detrás de nosotros. Yo hice una mueca. Eso era un eufemismo. —Es de Texas —dije, como si eso explicara su conducta y luego me sonroje. ¿Por qué dije eso? Mire arriba a su rostro para verlo darme una media sonrisa. Tomo todo mi autocontrol no darme vuelta e ir de regreso a mi habitación. Al final, el orgullo mantuvo mis pies moviéndose. No quería que él pensara que no podía manejarlo.

—Si son originales. Él se rió con disimulo y puso los ojos en blanco. —Bien, bien —dijo él. Sus manos ahora estaban en sus bolsillos mientras caminábamos casualmente. —Diría que esa canción fue escrita por ti, pero si vas a ser exigente… —su voz se apagó—. ¿Quieres que el deportista te dé un cumplido o el sujeto que lee Grandes Expectativas? —Ambos. —Estaba tratando de aparentar que estaba disfrutando este pequeño intercambio pero ya sentía mis hombros relajarse, y ahora que su mano no estaba en

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—¿Aceptas cumplidos? —pregunto él mientras entrabamos al ascensor y presione el botón de bajar antes de que él tuviera la oportunidad.

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Pasamos dos porristas en nuestro camino al ascensor. Sus ojos se ampliaron cuando vieron a Caleb. Él asintió educadamente hacia ellas, pero siguió caminando, con su mano en la parte baja de mi espalda. Trate de alejarme, pero era bastante experto en mantenerla allí.


mi espalda, podía pensar otra vez. Alcanzamos su auto y me quede de pie cerca de la puerta con mi espalda hacia él, esperando para que la abriera. —Ya sea que esté detrás o enfrente de ti, las vistas son bastante buenas —dijo él. Sentí mi rostro enrojecer mientras los seguros automáticos sonaban y él abrió la puerta para mí. Podía escuchar la risa reprimida en su voz así que me subí sin decir una palabra. Nunca había conocido a nadie tan empeñado en hacerme sentir incomoda. Él se tomó su tiempo caminando alrededor del auto. Lo observé detenidamente. Llevaba otro de esos impresionantes atuendos bien combinados. Me hundí en el asiento y aspiré la esencia de su colonia. Está impregnado en el cuero de los asientos como piel, haciéndolos oler como si él estuviera en todos lados. El olor era navideño, como madera de abeto de Douglas3 y naranja Bergamota4. Me gustaba. —Colócate el cinturón —dijo él, deslizándose en el asiento del conductor. Apreté mis labios. De ninguna manera. Él no iba a andar mandándome. —No voy a colocármelo. —El Volkswagen restaurado que poseía ni siquiera tenía cinturones. Uno de sus dueños anteriores los había quitado. Silenciosamente me reprendí por no llevar mi propio auto.

Me coloque el cinturón. Él ni siquiera trato de no sonreír. —¿A dónde vamos de todos modos? —pregunté amargamente. Con suerte, podríamos hacer esto rápido y yo podía estar de regreso a mi habitación a tiempo para ver Grey’s Anatomy. Apuestos, hombres de ficción eran mucho más fáciles de soportar que los de la vida real que olían como navidad y lucían como modelos de Calvin Klein. —A mi lugar favorito. —Miró hacia mí mientras sus manos cambiaban de marcha y sentí una molesta calidez en mi estómago. Tenía un fetichismo con las manos. Sus manos eran grandes, probablemente beneficioso para ese estúpido deporte que jugaba. Las suyas eran el tipo de manos que hacían los anillos de boda lucir sexys, 3 Abeto de Douglas: Es un árbol del género Pseudotsuga originario de Norteamérica 4 Bergamota: Es una fruta cítrica de pequeño tamaño y de forma ligeramente similar a la de una pera, al igual que

su tallo. Su sabor es agrio y su aromática piel se utiliza para obtener aceite esencial.

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—Como quieras —dijo él encogiéndose de hombros. —Si hacemos cualquier parada rápida, solo voy estirar mi brazo así para evitar que saltes hacia adelante—. Ilustró su punto extendiendo su brazo a través de mi pecho donde hizo contacto directo con mis copas tamaño B.

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Caleb alzó una ceja, algo que estaba empezando a notar hacía muy seguido.


bronceadas con líneas venosas que corrían como ríos serpenteando por sus muñecas y desaparecían bajo sus mangas. —Esta no es una cita —le recordé—. Y, es bastante patético que me acabaras de decir que me llevaras a un lugar donde has llevado a otras chicas. —Cierto. Bueno entonces la próxima vez recordare mentirte —dijo él, mirándome por la esquina de su ojo. —¿Qué te hace pensar que habrá una próxima vez? —¿Qué te hace pensar a ti que no la habrá? No me molesté en mirar hacia él solo resoplé mi respuesta y mire fuera de la ventana. La heladería antigua Jaxson´s estaba localizada en una de las calles concurridas en Dania. Su letrero neón de circo parpadeaba impacientemente desde un centro comercial soso, trabajando horas extras para atraer la atención del transeúnte. A pesar de las luces brillantes, las hendeduras donde los turistas colocan sus cabezas en cuerpos de animales, y el órgano a todo volumen, nunca había notado este lugar. —Oh —dije, tratando de ocultar mi sorpresa. —Esto es interesante. —¿Eres intolerante a la lactosa? — preguntó deslizando su auto dentro del puesto de estacionamiento.

—No esta semana. —Estupendo. Entonces vas a amarlo. —Dio la vuelta para abrir mi puerta, y me ofreció su mano mientras yo maniobraba mi camino fuera del auto. Entramos al lobby y fuimos inmediatamente recibidos por un hombre mayor con cabello de algodón de azúcar. Tosió con agitación cuando vio a Caleb y se acercó para sacudir su mano. —Encantado de verte otra vez, Caleb — dijo él en una voz rasposa. Llevaba un traje a rayas rojo con botones que imitaban chupetines. Me avergonzaba.

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—¿Estás a dieta?

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—Nop.


Caleb colocó una gran mano en el hombro de nuestro anfitrión mientras lo saludaba. Ellos intercambiaron cumplidos por un momento y luego molestamente, la mano de Caleb encontró la parte baja de mi espalda otra vez. —¿Harlow, está mi mesa disponible? Harlow asintió y camino por delante. Nos arrastramos detrás de él, pasando a través de una primera habitación y tomando un pequeño pasillo entre los refrigeradores de helado hasta que emergimos dentro de una segunda habitación enorme. Miré alrededor impresionada mientras lentamente hacíamos nuestro camino hacia la mesa. El lugar era una mezcla heterogénea de parafernalia de los años veinte. De hecho, había tantas baratijas y cosas colgando de las paredes, que mis ojos se cruzaron en confusión. “La mesa de Caleb” era una pequeña mesa desgastada, con un torcido carro de bebe colgando sobre ella. Apreté mis labios, nada contenta. Caleb se giró para mirarme y sonrió como si pudiera adivinar mis pensamientos. Harlow empezó a toser otra vez mientras luchaba para sacar mi silla. —Yo puedo hacerlo. Gracias —dije. Él se encogió de hombros y desapareció, dejándonos solos.

Asentí. —He estado trayendo chicas aquí desde el primer año en la escuela —él extendió sus manos sobre la pegajosa mesa y se inclinó hacia atrás casualmente en su silla. —De todas formas ¿Ves esa mesa de allá? — me giré para ver la mesa de la esquina que estaba señalando. Un viejo semáforo parpadeaba rojo, verde, rojo, verde por encima. —Esa es la mesa de la mala suerte y nunca me sentaré allí otra vez, no yo solo, y jamás con una cita. Me giré de regreso a él, entretenida. Era supersticioso. Que cursi. Me sentí petulante. —¿Por qué?

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—¿Imagino que estás preguntándote sobre la mesa? — dijo él, sentándose enfrente de mí.

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Chicos ingleses adinerados no comían helado en lugares como este. Ellos comían caviar en yates y salían con adineradas, chicas rubias con fondos fiduciarios. Él tenía que tener un problema de una manera no obvia. Fui a través de las posibilidades en mi mente; mal temperamento, apegado, enfermedad mental…


—Bueno, porque cada vez que me siento en esa mesa algo desastroso pasa, como mi antigua novia viéndome con mi nueva novia y vertiendo a muerte chocolate sobre nuestros regazos, o averiguar que eres alérgico a los arándanos enfrente de la chica más ardiente de la escuela… —él se rió de sí mismo y dejé una sonrisa deslizarse a través de mi acto de chica ruda. Una alergia a los arándanos era más o menos entrañable. —¿Y esta mesa? — pregunté. —Cosas buenas pasaron en esta mesa — dijo él simplemente. Alce una ceja pero estaba muy asustada para preguntar. Traer a una chica a una heladería que lucía como si estuviera estancada en los años veinte marcaba bastantes puntos. Cammie se lo tragaría. Era su billete para tener sexo, decidí. Estaba excesivamente aliviada cuando nuestro mesero se apareció con dos aguas y un cuenco de palomitas. Yo seguía mirando mi menú cuando oí Caleb ordenando por mí. —¿Estás bromeando? —Le pregunté cuando el camarero se alejó —. ¿Sabes que ahora las mujeres pueden votar y ordenar su comida? —Nunca cedes un centímetro —dijo— me gusta.

Era atento, le concedería eso. —¿Y qué, si yo quería algo baja en grasa? Caleb se encogió de hombros. —Es mi noche. Gané. Yo hago las reglas. Casi me sonreí. Casi. Me habló de su familia mientras esperamos. Creció en Londres con su madre y su padrastro. Tenía el tipo de infancia soñada de todos los niños, vacaciones de lujo, navidades con los primos en Suiza, y un maldito pony por su cumpleaños. Se trasplantaron a América cuando tenía catorce años. Michigan primero, y luego, cuando su madre dijo que el frío era malo para su piel, Florida. Hubo una gran abundancia de

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—Te vi mirando este. —Golpeó la imagen de un banana Split—…justo antes de empezar mirar el helado bajo en grasa.

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Lamo la sal de mis dedos y entrecierro mis ojos en él.


dinero, pocas peleas, y un hermano mayor que hizo cosas como el ascenso al Monte Everest en su tiempo libre. Su padre biológico, al que de vez cuando vio, era un mujeriego que apareció en las portadas británicas por salir y romper con modelos famosas. Cuando llegó mi turno de desahogarme, filtré mi historia por su ventajosa clase alta, dejando a mi padre alcohólico a quien acabo de llamar "difunto", y reemplazando las urbanizaciones subsidiadas con “un mal barrio”. Vi pocas razones para ahogarlo en los detalles desagradables de mi vida sin encanto. No quería herir sus felices por siempre. Escuchó con atención y me hizo preguntas. En mi opinión, se podría medir el egocentrismo de una persona por la cantidad de preguntas que no se plantean. Caleb parecía genuinamente interesado en mí. No estaba segura de lo que eso significaba. O bien se trataba de una estratagema para conseguir chicas en la cama, o realmente era simpático. Cuando le conté sobre mi madre y cómo había muerto de cáncer durante mi último año de escuela secundaria, vi genuina compasión en sus ojos que me hizo moverme incómodamente en mi asiento. —¿Así que estás sola entonces, Olivia? —Esquivé su pregunta. En cierto modo hería escucharlo. —Sí, supongo que se podría decir que si te refieres a mí, no teniendo miembros vivos de la familia.

—A veces. ¿Tú no? —No lo sé. Alcé la vista sorprendida. Estrella deportista, guapo, mimado, ¿cómo no iba a ser feliz? Mejor aún, ¿cómo es que no sabía si era feliz o no? —¿Qué significa? —le pregunté colocando mi cuchara abajo. No tenía ganas de comer más helado. No tenía ganas de estar aquí. Toda la conversación me estaba haciendo sentir enferma. —No sé lo que me hace feliz aún. Supongo que estoy tratando de encontrarlo. Siempre he querido casarme y tener una familia, aquel donde tú eliges alguien y quedarse con ellos hasta que estés gris y arrugada y tener una camioneta llena de nietos.

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—¿Eres feliz? —me preguntó. Pensé que era una pregunta algo extraña. ¿Me estaba preguntando si yo seguía llorando en la noche porque mi madre estaba muerta? Él estaba jugando con su cuchara, inconscientemente goteó de chocolate por toda la mesa. Le respondí tan honestamente como pude.

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Metí una cucharada de postre en mi boca, así no tendría que decir nada más.


—¿Una camioneta?, —digo con incredulidad, pensando en el carro deportivo estacionado afuera—. ¿Me estás tomando el pelo? —No soy tan malo como tú piensas. Le empujé el hombro. —Tú no quieres una camioneta, quieres un Porche. Quince años después de tu matrimonio estarás intercambiando a tu esposa y la camioneta por algo que acelere tu sangre de nuevo. ¿Estás mal? —Vamos —dijo entre risas—. Tú no fuiste muy fácil. Si tuviera que luchar con más fuerza para llegar aquí, estaría en un molde de yeso. —De cualquier manera, tu escribiste el libro y ahora te quejas por las críticas que te estoy dando —bromeé. —Es justo. —Levantó las manos—. Voy a empezar a escribir la secuela que será mucho menos narcisista. ¿Quieres leerlo? —Sólo si todas las chicas en la escuela no lo tienen. —Él se rio tanto que varias personas se dieron la vuelta para mirarnos. Cogí algunos granos de palomitas de maíz desde el colador y las comí pensativamente. Esto no era tan terrible como lo que había previsto. Me estaba casi divirtiendo. Cuando levanté la vista, me estaba examinando.

— ¿Por qué eres tan hostil? —Oye amigo, no creas que por un minuto que yo compro esa rutina de chico sensible que tienes en marcha. Reconozco una mentira cuando la veo. —No sabía que estaba haciendo una rutina de chico sensible —dijo sonando bastante honesto. Estudié su hermoso rostro tratando de ver más allá de su aspecto y dentro de su alma. Él tenía el tipo de ojos que siempre parecía que se estaban riendo de ti. Su color era ámbar y las líneas de expresión ya arrugadas en sus esquinas como delicados pliegues de papel.

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Caleb suspiró.

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—¿Qué? ¿Por qué me miras así?


—Dame un respiro —le dije—.Tú me traes a este bonito lugar por un helado como si estuviéramos en la escuela secundaria. Conoces de nombre a ese viejo, que está dándome miradas.... —Me callé porque estaba frunciendo el ceño. —No eres muy buena leyendo a la gente. —Lanzó un grano suelto de las palomitas hacía mí y me golpeó en la frente. Me froté en el lugar, insultada. Yo era muy buena leyendo a la gente. —Tal vez, soy un buen chico, Olivia. Solté un bufido. —Tú puedes leer mucho de una persona por sus rasgos y lo que hacen con ellos. Sin embargo, llegar a conocer a alguien como realmente son, lleva tiempo —dijo. —¿Qué puedes decir acerca de mí? —le pregunté— ...ya que eres un experto. Caleb me miró como que no creía que yo estaba preparada para su evaluación. —Vamos —le rogué—, si vas a presumir de ello.... —Está bien... está bien. Vamos a ver....

Me sentí enferma. Demasiado helada. Demasiada verdad. —Y mi favorito, tus labios. —Él sonrió mientras un rubor rosa se deslizó hasta mi cuello—. Llenos y sensuales, fruncidos, y siempre hacia abajo en las esquinas. De ese tipo que me dan ganas de besar hasta que sonríen. Me importuné. ¿Pensó en besarme? Por supuesto que pensaba en besarme. Los chicos siempre estaban pensando en ese tipo de cosas, cosas que llevaban a las relaciones sexuales. Por debajo de la mesa mis uñas se clavaron en las palmas de mis manos. —¿Te estoy haciendo sentir incómoda? —Estaba inclinado hacia atrás en su silla, un codo descansando casualmente en la mesa.

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—Hay algo triste en tus ojos, tal vez es por lo grandes que son, o la forma en que caen hacia abajo como si estuvieran decepcionados. Definitivamente son vulnerables, pero valientes también, porque miras a todo como si lo estuvieras desafiando. Luego, está la forma en como pones tu barbilla. Eres desafiante y obstinada, y tienes una pequeña nariz snob que siempre apunta hacia el norte. Creo que pretendes ser una snob para alejar a las personas.

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Inmediatamente me arrepentí de mi decisión. Sólo le había dado permiso para mirarme fijamente y yo ya estaba ruborizada.


Me tragué la pelota de voleibol de mi garganta. Mi corazón se comportaba como un tonto, ya que latía de forma esporádica. —No. —Bien, porque yo no te tomo por una mujer que generalmente se sorprenda, sobre todo cuando el deportista escolar demuestra que estaba equivocada. Ahora me sentía a punto de desmayarse. Está bien, así que tal vez había un poco más de cerebrito de lo que pensaba. Crucé los brazos sobre mi pecho y entrecerró los ojos como los vaqueros hacían en el viejo oeste. —Bien, ¿por qué fallaste el tiro? —¿Por qué fallé el tiro? —repitió—. Porque me importaba saber más sobre ti que ganar otro juego. Esta vez ni siquiera traté de ocultar la mirada atónita en mi rostro. Él me acababa de dar un gran cumplido, incluso mejor que el de besar mis labios. Olvídalo. Yo ni siquiera tenía un chiste para responder. No me importaba si mi ingenio me había fallado.

—Mira esto —me hizo señas. Me introduje entre él y una fila de muñecos de peluche para echar un vistazo. Era una prensa de centavos, uno de esos fabricantes de suvenires de monedas donde debes entregar cincuenta centavos y un penique. La máquina entonces compacta el centavo y estampa el mensaje que quieras en su superficie recién aplastada, quedándose con los cincuenta centavos como pago. Caleb sacaba monedas de sus bolsillos como si hubiera consumido demasiado azúcar. —Hazlo —dijo, dejando caer las monedas en la palma de mi mano. Deslicé el cambio en la angosta hendidura y presioné el botón de inicio. La prensa comenzó a tararear y vibrar gentilmente. Estaba muy consciente de lo cerca que estábamos de pie y me hubiera apartado si hubiera a donde ir. Toqué a algunos de los muñecos de peluche de la estantería. A medida que nos agachamos para recogerlos, la máquina hizo un pequeño sonido y la moneda cayó en la ranura de devolución con un tintineo. Se frotó las manos y me reí.

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Caleb estaba estudiando algo en la esquina mientras yo lo estudiaba a él.

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En nuestro camino a la salida nos detuvimos para echar un vistazo a los dulces y juguetes en venta. Como si el lugar no fuera lo suficientemente pequeño, tenían que llenarlo de basura.


—Ahora aquí hay algo que no se ve muy a menudo —me dijo, golpeando ligeramente en la nariz. Me tragué mi rabia y puse mi rostro severo. Mi nariz estaba hormigueando ahora. —Es sólo una máquina de recuerdos, cálmate, Stokes5. —Aaah, pero esto no es cualquier máquina de monedas —dijo, señalando el anuncio el que yo, por desgracia, había dejado de ver. —Esta es la romántica máquina de monedas. Palidecí. La moneda todavía estaba caliente cuando mis dedos la tomaron. Se la entregué a Caleb, sin siquiera molestarme en ver cuál era el mensaje. —Bien, bien. —Su voz era petulante. La curiosidad pudo más que yo. Saqué el brazo hacia abajo hasta que la moneda estaba directamente en frente de mi cara y leí: Apropiado para un beso En cualquier lugar, en cualquier momento ¡Nervios! Salí de donde estábamos apretados y empecé a caminar hacia la puerta. —Buena suerte obteniendo uno.

—Cuidado, duquesa —dijo, agarrándome por el codo— si sufres un esguince, voy a tener que llevarte a la puerta. —Se rio al ver la expresión de horror en mi cara. —La mayoría de las chicas se excitan ante la posibilidad, ¿sabes? —Yo no soy la mayoría de las chicas. —Sí, lo noto. 5 Sir George Gabriel Stokes: Fue un matemático y físico irlandés que realizó contribuciones importantes a la

dinámica de fluidos (incluyendo las ecuaciones de Navier-Stokes), la óptica y la física matemática incluyendo el teorema de Stokes).

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Le pregunté acerca de Laura en el camino de regreso a los dormitorios. Me dijo que sólo se citó durante una semana en su primer año y ella era una buena chica. En el tiempo en que me acompañó hasta mi dormitorio, estaba tan preocupada con pensamientos de él besándome, que me tropecé con mis propios pies.

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Él no dijo una palabra y no necesitaba hacerlo. Su pavoneo y la sonrisa en su rostro fue suficiente para decirme lo que estaba pensando.


Dio un paso hacia mí y me echó hacia atrás contra la puerta, tratando de presionarme contra la madera contrachapada. Estaba insoportablemente cerca. Colocando ambas manos a cada lado de mí cabeza, él estaba a escasos centímetros... centímetros de mi cara. Podía sentir su aliento en mis labios. Quería ver sus labios, mirar lo que estaban haciendo…pero mantuve los ojos fijos en él. Si tan sólo pudiera mantener su mirada, él podría no notar que mi pecho subía y bajaba por mi trabajosa respiración, y que mis uñas se curvaron en la puerta detrás de mí. Movió su cabeza más cerca y prácticamente su nariz estaba tocando la mía. Mis labios se separaron. ¿Por cuánto tiempo habíamos estado allí? Se sentía como cinco minutos, pero yo sabía que era probablemente más como diez segundos. Se movió un milímetro más cerca. No había ningún sitio para ir. Además, si me apretaba más contra la puerta, me fundiría en la madera. Tenía tanto miedo... pero ¿de qué? Me habían besado antes. Él hablaba y estaba tan cerca de mi cara, podía sentir el roce de sus labios contra la esquina de mi boca. —No voy a darte un beso —dijo. Sentí mi corazón dar vuelco. ¿Estaba hacia arriba o hacia abajo? ¿Arriba o abajo? Yo no sabía si estaba decepcionada o aliviada. Retrocedió—. Hoy no, Olivia. Pero, voy a besarte. —Sentí una oleada de agitación que se remolino a través de mi vientre, que viajó alcanzado hasta mi pecho y mi boca. —No.

Él ganó de nuevo. Ese pequeño movimiento había sido más fuerte, dejó más de una impresión que si hubiera presionado en realidad sus labios contra los míos. Ahora, yo tenía la sensación inminente de ser cazada. Apenas tuve tiempo para procesar lo que acababa de suceder cuando la puerta se abrió de golpe y Cammie me llevó a la habitación por la cintura de mis pantalones. —Cuéntamelo todo —exigió ella. Tenía rollos en su pelo y su rostro estaba cubierto de espuma en algo que olía a limón. —No hay nada que decir —le dije misteriosamente, casi soñadora. —Voy a dejar que te quedes con el jersey que te presté —Consideré esto un momento, antes de asentir.

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Caleb ya se había vuelto a alejarse, pero mi "no" lo detuvo. Se dio la vuelta. Tenía las manos en los bolsillos. El pasillo parecía encogerse en torno a él, su presencia tragaba todo. ¿Cómo hace eso? Yo esperaba que dijera algo más, tal vez coquetear conmigo un poco más. En cambio, sonrió, miró al suelo, me miró... y se fue.

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Sonaba tan tonto, la palabra de desafío de un niño. No sé por qué lo dije, excepto para recuperar algo del control que él me había robado.


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—Me llevó a los heladería Jaxson's… —empecé.


Traducido por Belle 007 y Pandora Rosso

—Bien, gracias, Sr. Gould. —No puedo soportarlo más. Tomo los lápices y los posiciono en el recipiente. —Sabes, Olivia, una chica con tu apariencia puede llegar lejos en este mundo, si juega bien sus cartas. Él está masticando con la boca abierta.

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—Así que, ¿cómo está yendo la escuela de leyes? —Ignora el desastre que hizo y muerde una gelatina. Me imagino la pila de aplicaciones para la escuela de leyes en mi vestidor en casa y suspiro. Ésta noche. Ésta noche, sería ambiciosa.

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T

engo que parar de soñar despierta. He gastado demasiado tiempo pensando sobre el pasado y reviviendo cómo nos conocimos. Estoy repentinamente consciente que estoy sentada detrás de mi escritorio garabateando distraídamente en un documento que se supone que debería estar transcribiendo a máquina, y ésas horas han pasado. Traje donas al trabajo y uno de los abogados de la firma está revolviendo la caja consiguiendo ensuciarse con azúcar en su manga. Hizo su selección y se posiciona al borde de mi escritorio golpeando un recipiente con lápices. Me encojo, pero mantengo mis manos en mi regazo.


—Bueno, yo esperaba que mi talento y trabajo duro me llevara lejos en el mundo, Sr. Gould, no mi apariencia. Se ríe de mí. Me veo a mí misma insertando un lápiz en su tráquea. Sangre. Habría demasiada sangre que limpiar. Mejor no. —Si alguna vez quieres sobresalir en este campo, cariño, házmelo saber. Puedo instruirte todo el camino hacia la cima. —Sonríe, me guiña un ojo, y mi radar para personas desagradables se apaga. Odio que me digan cosas melosas, especialmente un macho cabrío con uniforme a rayas. —¿Instruir? —pregunto con falso entusiasmo. El Sr. Gould, busca en sus dientes, dándome un vistazo de su anillo de boda, lo que a él le gustaba olvidar que simbolizaba fidelidad. —¿Debo deletreártelo? —No —susurro aburridamente— pero tendrás que deletreárselo a recursos humanos cuando les diga que me estás acosando sexualmente—. Saco una lima de uñas de un cajón lleno de mierda y empiezo limando mi pulgar. Cuando miro hacia arriba, su rostro ha ido de su usual rojo tomate a una fea sombra de cagado de miedo. —Siento que veas mi preocupación por tu futuro como acoso sexual —dice, quitándose rápidamente de mi escritorio.

Mi intercomunicador crepita. —Olivia, ¿puedes venir por un segundo? —Es Bernie. Bernadette Vespa Singer es mi jefa y me ama. Un metro ochenta de alto incluso si tiene piernas sin forma, labial color damasco permanentemente manchado, y negro cabello áspero que se parece al pelaje de un poodle. Ella es un genio en su propio derecho y una maldita buen abogado. Con un índice de enjuiciamiento de un noventa y cinco por ciento y a un paso de igualar a cualquier hombre, Bernie es mi ídolo.

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—¿Y si nos atenemos a sólo conversaciones de trabajo y tú guardas tu preocupación por tu esposa… Mary era su nombre, no?—Él se aleja, sus hombros rígidos. Odio a los hombres… bueno, a la mayoría de ellos.

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Lo veo de arriba a abajo, todo el camino desde sus hombros huesudos, que están sobresaliendo de su traje Armani como dos pelotas de tenis, hasta sus lamentables pequeños pies.


—El Sr. Gould me ofreció ayuda para avanzar en mi carrera —dije fríamente, caminando dentro de su oficina. —¡Bastardo! —Golpeó tan fuerte su escritorio que sus muñecos con cabezas movedizas saltaban a la acción—. ¿Quieres presentar cargos, Olivia? Maldito bastardo con polla de salchicha. Creo que está durmiendo con la jueza Walters. Sacudí con mi cabeza un “no” y me senté en una silla enfrentando su escritorio. —Tú eres mi tipo de asistente, chica, dura como una roca y ambiciosa como el infierno. Sonreí. Eso fue lo que ella dijo cuando me contrató. Había tomado el trabajo sabiendo que ella estaba un poco loca pero sin importarme desde que ella ha ganado casos. —¿Qué está pasando con ése chico del que me estabas contando? —pregunta. Rasguña su nariz con la punta del lápiz y eso deja un garabato en su rostro. Me sonrojo con tanta fuerza que es una emisión inmediata de culpa. —Sabes que eventualmente él lo va a averiguar —dice, estrechando sus ya saltones ojos hacía mí—. No hagas nada estúpido, puedes tener un infierno de demanda en tus manos. Muerdo el interior de mi mejilla.

—¿Qué pasa con este chico? —dice ignorándome—. ¿Está bien dotado? Nunca he podido entender por qué chicas lindas como tú van persiguiendo a los hombres. Deberías conseguir un vibrador. Nunca volverás. Aquí, déjame escribir el nombre de uno bueno para ti. —Garabatea algo en un post it amarrillo y me lo tiende. —Gracias. —Miro a la pared detrás de ella y tomo el papel. —Ningún problemilla. Te veo luego, chica. —Ella movió la mano para que saliera de su oficina con su regordeta mano, manchada de tinta. Invité a Caleb a cenar. Mismo perro, mismos trucos. Nuestro encuentro de café terminó abruptamente cuando el chico con granos detrás del mostrador volteó la señal de cerrado en la ventana y apagó las luces en el café. Nos habíamos levantado con pesar de la mesa y vagamos hacia el exterior.

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—Lo sé —murmuro, pretendiendo manosear los botones de mi blusa—. ¿Podemos sólo no hablar de eso en este momento?

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No sé por qué le conté. Me arrepiento ahora mientras ella me mira con sus penetrantes ojos.


—¿Puedo verte de nuevo? —Estaba parado directamente en frente de un poste de luz y emitía un brillo etéreo alrededor de sus hombros. —¿Qué harías si dijera que no? —No digas que no. Fue otro de esos momentos donde coqueteaba con mi consciencia y pretendía que por una vez iba a hacer la cosa correcta. —Ven a cenar —digo bruscamente—. No soy muy buena como cocinera, pero, hey… Lució sorprendido al principio y luego sonrió. —Me encantaría. Y así fue como pasó. Malo. Malo. Malo. Antes de dejar el trabajo, hago una rápida llamada al número en el final del anuncio de “Buscado” de Dobson Orchard. El detective con quien hablo toma mi nombre y número y me agradece por la información. Promete llamar si sabe algo. Luego llamo a mi restaurante Tailandés favorito y ordeno una larga bandeja de curry rojo de vegetales… para llevar.

Nuestros rapidito se convierte en veinte minutos, Pickles voluntariamente me desobedece y se niega a hacer pis cuando se lo ordeno. Para el momento en que llegamos a casa, tengo treinta minutos antes de la prevista llegada de Caleb. Pongo el curry que compré en una olla y lo meto al horno para mantenerlo caliente. Saco brillo a dos copas de vino y luego le quito el brillo a una copa de vino. Entonces saco todos los ingredientes para hacer una ensalada y los alineo en orden alfabético en el mostrador. Caleb llega cinco minutos antes. —Para ti —dice, alcanzándome una botella de vino y una pequeña maceta con un arbusto de Gardenia. Está floreciendo una sola flor blanca y me detengo para olerla. —Ésta es mi flor favorita —digo medio sorprendida.

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—Eres patético, Pickles —digo, enganchando la correa a su collar—. Sabes que no tengo tiempo hoy para esto.

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Pickles me está esperando junto a la puerta cuando llego a casa, sitúo mis paquetes en el mostrador y agarro una Coca Cola del refrigerador.


—¿En serio? Un golpe de suerte. Gruño. Si él supiera. Me distraigo tratando de calmar a Pickles cuando está histérica tirándose a la pierna de Caleb. Cuando se inclina para acariciarle la cabeza, ella ladra y sale corriendo. —Es un tipo de cosa “ella puede tocarte, pero tú no puedes tocarla” —le explico. —Entonces es divertida, justo como su dueña. —No conoces a su dueña lo suficiente para hacer esa afirmación. Sonrío. —Creo que no. Mira alrededor de mi sala de estar, y repentinamente me siento avergonzada. Mi hogar es pequeño y hay un montón de púrpura. Él ha estado aquí antes, claro, pero no recuerda eso. Estoy a punto de explicar por qué no tengo cosas más agradables, cuando sus ojos se alumbran. —Solías tener el cabello largo —dice divagando sobre el collage de fotos en mi pared. Alcanzo y atrapo una hebra de cabello de lo que ha quedado de el.

—Te daría un tour por mi apartamento —le digo— pero puedes ver todo el lugar desde donde estás parado. —Es lindo. —Sonríe—. Femenino. Pero definitivamente tú. Arqueo mi ceja. No sé lo que quiere decir. No me conoce… me conoció, pero no me conoce ahora. Me estoy confundiendo. Pico viciosamente las cebollas. Cuatro años atrás, Caleb me ayudo a mudarme. Pintamos juntos, mi sala de estar color canela y mi habitación lila. Conociendo mi tendencia a la perfección, frotó un rodillo en el techo sobre mi cama para enojarme. Él dejó una mancha púrpura, yo estaba furiosa.

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—Creo que empezaremos un poco tarde la cena —digo, cogiendo un cuchillo, deteniéndome para mirarlo. Está caminando de adorno, en adorno, inspeccionando todo. Lo miro coger un búho de cerámica de la estantería. Le da vuelta y examina el fondo, luego gentilmente lo deja donde estaba. Él me compró ése búho.

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—Sí, en la universidad. Necesitaba un cambio, así que corte 5 centímetros. —Aclaré mi garganta y me sumerjo en la cocina.


—Ahí, ahora pensarás en mí cada noche antes de que cierres los ojos. —Había dicho, riendo a mi rostro mortificado. Odiaba las imperfecciones, las odiaba. Una mancha en la alfombra, una mancha en la taza de té, cualquier cosa que estropeé la manera en que las cosas deben ser. Ni siquiera hubiera comido patatas rotas. Después de que rompimos, estaba agradecida por esa gota de pintura. Era la última cosa que veía antes de ir a dormir y la primera cosa que veía al despertar. Miraba a esa cicatriz púrpura como si la cara de Caleb estuviera oculta en alguna parte de ella. Caleb había sido mi imperfección, con su ligero acento británico americanizado, y la manera en que podía jugar cualquier deporte y citar cualquier filósofo. Él era una mezcla de arrogante con clase, romántico e idiota, me volvía loca. —¿Puedo ayudarte? —Fue dicho como una pregunta, pero él ya estaba empujándome a un lado mientras me quitaba el cuchillo de los dedos e iba a trabajar en los champiñones. Me detuve en mi camino hacia el horno y lo observé rebanar lo vegetales. —Así qué… ¿recuerdas algo esta semana? —Saco mi cacerola del horno y la puse en la estufa. —Lo hice. Mi cuerpo se tensa y la sangre se me sube a la cabeza.

—Deberías acampar ahí, tal vez eso podría traerte memorias especificas —me di cuenta de mi estupidez después de que las palabras abandonaran mi boca, yo estoy en el “team amnesia”, sus recuerdos serían el fin de mi estúpido juego. Abre su boca para decir algo pero el timbre de mi puerta lo corta, Caleb me mira sorprendido, su mano suspendida sobre un pimiento. — ¿Esperas compañía? —preguntó. —No a menos que hayas invitado a tu grupo de amnésicos anónimos —seco mis manos y esquivo una seta que me lanza mientras me dirijo a la puerta.

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Aparto la mirada antes de que mis ojos me delataran, él acampó ahí con una víbora llamada Olivia.

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—Estaba hojeando una revista, una de esas publicaciones de viajes y había una foto de un camping en Georgia, ni siquiera sé si alguna vez acampé ahí, por todo lo que sé, podría estar inventándolo todo en mi cabeza, pero sentí algo cuando estaba mirando las fotos.


Quien sea que tocó mi timbre ahora lo había remplazado con lo que sonaba como sus puños. Desbloqueé el seguro sin molestarme en mirar por la mirilla y abrí, una mujer estaba de pie frente a mí con su puño en alto. —¿Puedo ayudarte? Descarté a los testigos de Jehová porque ellos siempre andan en parejas y su maquillaje era demasiado borroso para ser una vendedora. Me miraba con una mezcla de miedo y ansiedad. Cuando estaba a punto de decir “no, gracias” y cerrar la puerta en su cara, noté una ordenada fila de lágrimas cayendo por sus mejillas. Nos miramos y luego en un momento de horror lo supe, Leah. —¿Leah? —oígo la voz de Caleb detrás de mí mientras me estremecía—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Podría preguntarte lo mismo —su voz tiembla mientras estudiaba nuestros rostros —Estoy cenando con una amiga ¿Cómo es que tú…? —Te seguí —dice rápidamente— no has contestado a mis llamadas y quería saber por qué —dijo a última parte en un susurro cerrando los ojos como para dejarme fuera.

Miro desde afuera, el miedo retorciendo mi estómago como un puño. —Vamos, te llevaré a casa —él se voltea para gesticular un “lo siento” hacia mí acompañándola fuera de la puerta. Los vi marcharse, ella se veía infantil al lado de él. Él nunca me hizo ver tan pequeña y frágil. Cerré mi puerta y maldije, me sentía como si tuviera miles de años. La siguiente noche estoy encorvada en mi sofá, alistándome para una emocionante noche con mis aplicaciones para la facultad de derecho, cuando suena mi timbre. Gimo y escono mi cara en un cojín. Rosebud, abro la puerta sin mirar por la mirilla. No era Rosebud. Caleb. Lo miro con recelo. —Vaya, vaya, vaya —dije— mira lo que la novia pelirroja arrastró. Me sonríe tímidamente y se pasa la mano por el cabello.

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—Leah —Caleb me pasa y la rodea con sus brazos.

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—¿Cómo puedes hacer esto, Caleb? —en el momento justo, comienza a sollozar con el rostro escondido entre las manos. Veo su nariz moqueando y retiro la mirada a otro lado con disgusto. Tengo la peor suerte en el mundo.


—Lo siento Olivia, creo que está teniendo un momento más difícil de lo que pensé. —Escucha, realmente no quiero quedar involucrada en el drama de tu novia… Realmente debo haber tocado una fibra sensible porque él pestañeó como si un insecto hubiese volado hasta su ojo. —Lo entiendo —dice— ella quiere que tenga amigos, solo que la sorprendió. —Ella no quiere que tengas una amiga como yo Caleb, y si te dijo que estaba bien con eso, estaba mintiendo. —¿Amigas como tú? —dice sonriendo—. ¿Estás insinuando que eres atractiva? Ruedo mis ojos, totalmente fuera de contexto —Está bien, está bien —dijo levantando sus manos— pero, te quiero como amiga, sin importar lo que piensen los demás ¿eso cuenta? Lo hice esperar. Pretendo estar pensándolo, muerdo mi labio y frunzo el ceño, luego me hago a un lado y lo dejo entrar en mi casa, él luce jodidamente presumido. Decidimos que queremos pastel, saco recipientes para mezclar ingredientes y Caleb nos hace gorros de chef a la moda con toallas de papel. Me maravillo ante el hecho de que hace unas semanas creía que nunca lo volvería a ver y aquí esta él, en mi cocina. Nos reímos un montón y cuando la mezcla estuvo lista para ponerla en el molde, Caleb arruina el humor.

Cuando él continúa hablando y hablando sobre eso tomo un poco de masa y la esparzo por su rostro. —Ya sabes —dice con sorprendente calma— realmente necesitas trabajar en tu objetivo. Antes de saber lo que está pasando, él vierte su bol de masa entero sobre mi cabeza. Esparciendo masa café por todo el piso, me rio tan fuerte que apenas podía estar de pie. Me agarro del mostrador para mantener el equilibrio y siento mis pies deslizarse, Caleb estira una mano para agarrarme y en lugar de aceptar su ayuda, trato de esparcir masa sobre él. La estrello contra su cara, él grita y en segundos, mi pequeña cocina era un campo de batalla, nos tiramos huevos, harina y aceite y cuando se

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Lo fulmino con la mirada porque no quería pensar en su novia de glamorosos pantalones ahora Y yo nunca he comido pastel de terciopelo rojo.

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—Leah hace el mejor pastel de terciopelo rojo.


acabaron, nos arrojamos pepitas de chocolate. En algún momento, lo abordo y caemos al suelo, nos reímos tan fuerte que las lágrimas se mezclan con la masa en mis ojos. Me inclino sobre él mientras yace sobre su espalda, hay huevo en su nariz, y sus cejas están empolvadas con harina, no podía imaginarme mi aspecto, la risa desaparece de nuestras gargantas apenas nos dimos cuenta de lo incomodo de nuestras posiciones, podíamos besarnos, como en las películas. Me cierno sobre él un segundo esperando ver si hacia un movimiento, sus ojos están sin duda en mis labios y me quedo sin aliento por la anticipación, mi corazón presiona alguna parte de su tórax y me pregunto si podía sentirlo latiendo aceleradamente. —Olivia —susurra. Trago. —Aún tenemos un pastel que hornear. ¿Hornear? Miro alrededor al desastre y gimo, ¿cómo podía pensar en hornear? Dos horas después estamos sentados en el piso de mi balcón, aún cubiertos de masa, comiendo el pastel de Caleb. Saco un pedazo de pegote de mi cabello y lo tiro por el borde, Caleb sacó otro de mi mano. —¿Libro favorito? —pregunta. —Madam Bovary.

—Depresión. —¿Pasatiempo favorito? —pregunta de nuevo. Habíamos estado jugando esto por las últimas horas, era muy unilateral desde que él no podía recordar los favoritos suyos. Rasco mi mentón. —Comer. —¿Recuerdo favorito? Me detengo ante esta, todos mis recuerdos favoritos lo incluían. —Había un… chico… planeó una cita súper extraordinaria, me envió en una búsqueda del tesoro y debía encontrar respuestas a partir de pistas como donde había sido

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—¿Pasatiempo favorito?

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Él rie.


nuestra primera cita y donde era el mejor sitio para comprar un sujetador. Cada vez que iba a alguno de esos lugares había una tarjeta con otra pista, terminó conmigo yendo al lugar donde nos besamos por primera vez. Él había puesto una mesa con cena y música, bailamos, fue… —no sabía cómo terminar esa oración. Caleb estaba callado, cuando lo miré, él observaba el cielo. —¿Cómo se llamaba? Niego con la cabeza —De ninguna manera. —¿Por qué? Sacude mi mundo, dime… —Las estrellas lucen plateadas esta noche —digo, cambiando de tema—. Tal vez pronto recordarás tus favoritas —digo en voz baja, él se encoje de hombros. —O, tal vez haré algunas nuevas favoritas. Empezando por ti. —Esto debería emocionarme, pero solo me recordaba la bomba de tiempo que parecía nuestra relación. —¿Puedo ser tu chica favorita? —Ya lo eres, Duquesa Mi visión se tornó borrosa y mi corazón dio un brinco, ¿acabo de imaginar eso?

—Duquesa, pero no me preguntes por qué, solo estalló en mi cabeza, lo siento. Mire al frente y esperé que no notara el horror en mi cara. —No, no, está bien —dije suavemente, pero no lo estaba, Duquesa era el apodo que me dio en la Universidad. —Mejor me voy —dijo parándose rápidamente. Quería preguntarle si recordaba algo pero estaba demasiado asustada. Lo acompañé a la puerta y se inclinó para besar mi mejilla. —Adiós —digo. — Adiós —y luego camina en el aire de la noche estancada, dejándome sola.

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Caleb lucía avergonzado

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—¿Cómo me llamaste?


Él recordaría, ¡y pronto! Tenía que buscar la manera de comprarme más tiempo. Duquesa pensaba en emborracharse, pero en su lugar llamo a Cammie. —¡Bueno, ya era hora! —su voz suena lejana. —Lo siento Cam, he estado ocupada. —¿Ocupada con qué? Y pensaba que habías renunciado a las papitas fritas. Mis crujidos se detienen, sosteniendo mi dorito a medio comer en mi mejilla y no digo nada. —Algo tramas —dice Cammie después de un minuto—. Dime que es… —Hmmm… uhhh… —murmuro, no podía esconder nada de esta chica, tenía un radar de chismes. —Vi a Caleb, Cammie – escupo, mordiendo mí uña nerviosamente. Se hizo silencio en la línea, ella sabía que no bromearía con algo como esto. —Él tiene amnesia y no sabe quién soy… —la oí suspirar. —Olivia… dime que no lo hiciste. —Lo hice.

—Tienes derecho a amarlo, no es algo que puedas controlar, a lo que no tienes derecho, es a aprovecharte de él… ¡DE NUEVO! —¿De dónde salió este pequeño monstruo maduro? —Me gustabas más en tu primer año. —Sí, bueno, algunos de nosotros crecemos, Olivia, y algunos de nosotros jugamos los mismos juegos por siempre, ¿Alguna vez has pensado que no están juntos porque no se supone que estén destinados a estarlo? ¡Déjalo ir! —No puedo —digo suavemente, la voz de Cammie fue gentil esta vez. —Olivia, puedes tener a cualquier hombre que quieras ¿por qué él? ¿Qué pasa con Caleb?

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—Cammie, cuando lo vi, sentí cosas tan fuertes como cuando estábamos juntos, es como si todo estuviera igual y los pasados tres años no hubieran pasado.

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—¿Estás loca? —alejo el teléfono de mi oído.


— Porque… porque no necesité nada hasta que lo conocí. —Sabes que lo descubrirá. —Me tengo que ir —digo. No quería pensar en eso. Lágrimas comenzaron a bajar de mis ojos. —Te amo Olivia, cuídate —cuelgo sintiendo mi estómago lleno de piedras. Él me olvidó. Podía hacerle recordar, no lo que le hice, sino como se sentía por mí. Caminé a mi closet, llegando al estante superior y saco una caja polvorienta. Tirándome sobre la alfombra, suavemente quito la tapa y miro su contenido, hay un par de sobres rellenos con cartas y fotos, y una pequeña caja de madera con una flor pintada en la tapa. Saco la caja y la abro. Ms manos se deslizaron sobre la maraña de recuerdos, un llavero, un CD y una raída caja de cerillas. Mis manos se congelaron cuando toco el recuerdo más importante, sacudo la caja hasta sacar todo su contenido y puede ver el pequeño centavo ovalado.

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—Tú —digo acusadoramente, tomándolo y rodándolo entre mis dedos—. Todo esto es tú culpa.


Traducido por Jessy y Clary

—Es noviembre en Florida, Olivia. Hay 21 grados afuera. Además, es una piscina temperada. Se hombre. Caleb andaba en sus bóxers en el agua turquesa de la piscina del campus. Estaba tratando de evitar mirar hacia sus músculos. —No puedes manipularme para que entre a la piscina haciendo un comentario sexista —dije, inclinándome para salpicarle agua en la cara. Él agarró mi muñeca antes de que tuviera tiempo de retirarme. Nuestros ojos se encontraron. —No —le advertí. Por un segundo no pensé que tuviera las agallas. Lo siguiente que supe, estaba cayendo de cabeza en el agua helada. Salí jadeando por aire, mi pelo envuelto inapropiadamente alrededor de mi rostro. Caleb se alejó riéndose.

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o voy a meterme a la piscina! ¡Está helada!

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—¡N


—¡No puedo creer que hicieras eso! —jadeé, empujándolo en el pecho. Se sentía como si estuviera empujando rocas calientes. —Te ves bien mojada —dijo él—. Probablemente sería más fácil nadar si te quitas algo de ropa. Le disparé una mirada lacerante, empecé una brazada hacia el lateral de la piscina. —Ahh, no estás de humor ya veo —su voz era ligera cuando lo dijo pero había un claro desafío en su tono. —Al diablo —murmuré, deteniéndome a un pie de distancia de la escalera. Yo era el tipo de chica que “saltaría de un puente” para fastidiar a mis amigos. Estaba usando mi ropa interior buena de todos modos. Me metí bajo el agua y me quite mi piel de poliéster como una serpiente. Volví a la superficie más tarde con solo mi ropa interior puesta. Caleb inconscientemente artículo “guao”. —Para tu diversión —le brindé con mi ropa empapada y luego se las tiré a su cabeza. La esquivó y rodeó donde estaba flotando en el agua. —Bonito encaje —sonrió con satisfacción, mirándome sin vergüenza. —¿Puedes no hacer tan obvio lo que estas mirando? —me sentía violada. Me sumergí bajo el agua hasta que solo mi cabeza era visible.

Sus ojos estaban brillando. Tenía ojos tan expresivos. Quería aplastar ese brillo y patearlo donde más le dolía. —Chantaje es una palabra tan dura —dijo, nadando más cerca. —Amenazaste con contarle al periódico de la escuela que yo era la razón por la que fallaste el lanzamiento, Drake. Ahora estaba demasiado cerca para estar cómoda. Empecé a patalear hacia atrás. Había una cicatriz en la esquina de su ojo derecho que nunca había notado antes. Era solo una luna creciente apenas visible, pero de alguna manera parecía más peligroso, de un modo sexy. Sacudí mi cabeza. Esos pensamientos no eran míos…eran de Cammie, maldita sea.

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—Pffffff. Nuestra “relación” —reí disimuladamente—. Está basada en desafíos y chantaje.

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—Creí que nuestra relación era sobre la honestidad —sonrió él.


—¿Cómo te hiciste esa cicatriz? —pregunté. Estaba arrastrando los pies a lo largo del fondo de la piscina en puntillas para alejarme de él. Él distraídamente extendió un dedo para tocarla. —Robe un billete de libra de la billetera de mi abuelo y cuando él me atrapo, decidió castigarme con su bastón. Sentí uno de esos, “es por eso que él está tan jodido” momentos aproximándose y me prepare para entenderlo. —¿En serio? —No. Me sentí volverme roja. Le di un puñetazo en el brazo tan fuerte como pude. —Me caí de mi bicicleta cuando tenía doce años —se rio, frotándose el lugar donde lo golpeé—. Una historia muy aburrida. —Al menos es la verdad —dije, exasperada—. Alguien como tú no necesita mentir para ser interesante. —¿Alguien como yo? —preguntó—. ¿Me encuentras interesante Libby? —No, no lo hago, y no me llames Libby. Sabes que eres realmente muy simple y aburrido —dije con desdén. Él estaba apartando la mirada de mí hacia el agua.

—Hay algo ahí abajo en el fondo de la piscina —estaba señalando a un lugar entre nuestros pies. Entrecerré mis ojos tratando de ver lo que él estaba mirando. —No estoy usando ninguna joya —dije impacientemente—. Probablemente es un centavo o algo así. Le di un empujoncito con el dedo del pie. Era más grande que un centavo. Antes de que pudiera decir algo más, metí mi cabeza bajo el agua para recuperarlo. Cuando mi cabeza rompió la superficie del agua, Caleb de forma automática se movió rápidamente más cerca. —¿Qué es? —estaba mirando a mi puño apretado. —Veamos —dije teatralmente, apartando mis dedos lentamente de mi palma. No era joyería. Era un viejo centavo, aplanado, y estampado con un mensaje que le da

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—¿Qué? —su atención había cambiado tan de repente, me sentí ofendida.

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—¿Se te cayo una pieza de tus joyas?


derecho a su portador una oportunidad gratis de afecto, ¡UN BESO! Antes de que me diera cuenta que estaba haciendo, deje caer el recuerdo en su palma. —Estás lleno de trucos está noche ¿no? Él estaba riendo…siempre riendo. —No tengo idea de lo que estás hablando. Antes de que pudiera responder algo ingenioso, Caleb extendió el brazo y me cogió por la cintura. Incluso en el agua helada, su toque se sentía abrasadoramente caliente. Me atrajo hacia él y nuestros cuerpos se presionaron, vientre contra vientre, pecho con pecho. Estaba tan sorprendida, que al principio no me quejé. No había estado así de espacialmente cerca de otro ser humano desde que era un bebé. Él sonrió abiertamente, sus ojos se nublaron con lo que percibí como lujuria. Deje de luchar y permití que mis labios se dirigieran hacia los suyos. Esto es por Cammie, me dije. No había “agradable y fácil” con este chico. Rozó su lengua por el interior de mi labio inferior. Era suave al principio, intentando persuadir a mis rebeldes labios para que cooperaran de alguna forma. Respondí con lo único que conocía: Fría remilgues. Caleb, impávido por mi falta de entusiasmo se apartó de mí. Sus manos estaban envueltas en mi cintura, sus dedos posicionados justo debajo de la línea de mis bragas. Nuestras frentes se estaban tocando y mi aliento salía en pequeños jadeos. Era embarazoso.

Entonces, él hizo la cosa más extraña, me aparto y me sostuvo con los brazos extendidos. El hechizo se rompió. —Olivia… —su voz era áspera. Sacudí mi cabeza. No quería escuchar lo que iba a decir.

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Podía hacerlo. Besar era pan comido, como comer o caminar. Sus labios volvieron por segunda vez e incline mi cabeza hacia él, como en las películas. Estaba lista está vez, incluso dispuesta. Salté cuando nos unimos y sus labios, que se presionaban contra los míos, se estiraron en una sonrisa de diversión. Se rio en mi boca. Era exasperante e increíblemente sexy. Intente alejarme, pero él me volvió a jalar. El beso. El beso. El beso. Era pastel de chocolate y pasión efervescente, y piel de gallina. Nadie alguna vez me había besado así antes.

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—Devuélveme el beso, Olivia —su voz era dominante, y por un segundo, sentí un destello de rebeldía como lo hice cuando me indico que me pusiera el cinturón de seguridad. Trague fuerte y cerré mis ojos. No quería ganar esa pelea. Probablemente no ganaría esta tampoco. Posiblemente ni siquiera quería ganarla.


—Me tengo que ir —dije rápidamente. El agua, que había estado quieta, empezó a ondularse mientras me movía con dificultad al costado de la piscina. Un solo suave movimiento, me levanté y salí del agua y mire hacia mi tembloroso cuerpo. Estaba besuqueándome en una piscina en mi ropa interior con el casanova de la universidad. Era una ramera. Agarrando mi ropa mojada del suelo mire alrededor con alarma. Alguien iba a verme caminar de regreso usando ropa mojada. —Olivia —dijo él otra vez. Me negué a mirarlo—. Aquí —me entregó su camiseta seca, la cual acepte agradecida y la tire por mi cabeza. Él abrió la boca. —Mira, lo que sea que vas a decir, ¡no lo hagas! Asintió. Salimos por la puerta y hacia el estacionamiento. Caleb saco una toalla de gimnasio de su auto y me la tendió. Me sequé la cara y el pelo y se la devolví, mis ojos en el suelo. Estaba demasiado avergonzada para decir algo. Mi comportamiento había sido de mal gusto. No quería darle una impresión equivocada. Apreté mis molares y oprimí mis ojos. —Buenas noches, Caleb —dije rápidamente. Sonando media estrangulada. ¿Por qué me apartó así? La primera vez que me dejo llevar, y recibo una fuerte bofetada en el rostro.

Llamó dos veces durante el día y una vez después de la cena. Puse mi teléfono en silencio y le prohibí a Cammie responderlo. Me vestí para la clase del lunes en la mañana, todavía un poco verde y determinada a pretender que nada había pasado. Teníamos una clase de Sociología juntos, algo de lo que probablemente él no se dio cuenta desde que era la clase más grande este semestre, y yo me sentaba tan lejos del frente de la sala como él se sentaba en la parte trasera. Cuando llegue, el auditorio se estaba llenando rápidamente. Con los ojos empañados y mareada, me dirigí al extremo izquierdo del edificio. Oculto por un saliente estaban

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Desperté a la mañana siguiente sintiéndome como si me hubiera tragado un bocado de grava. Mi garganta estaba ardiendo y mi cuerpo dolía. Me metí debajo de las sabanas y trate de dejar fuera las imágenes de la noche anterior. Eran imágenes estúpidas e imprudentes que seguían repitiéndose una y otra vez hasta que quise gritar. No había lugar para errores en mi vida. No tenía ni familia ni dinero de respaldo. Tenía solo un intento para hacer algo de mí misma y Caleb era el tipo de distracción que podía tirar mi vida fuera de equilibrio.

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—Para mañana, te olvidara —me siseé—y entonces podrás seguir con tu vida y olvidar lo que se siente besarlo.


cinco codiciados asientos envueltos en las sombras. Quería esconderme ahí. Sus ocupantes habituales eran los durmientes de la clase y un tipo que se parecía a Pedro Picapiedras. Hoy día estaba de suerte. Dos asientos ya habían sido reclamados. Empecé a trotar por los pasillos, mi bolso aferrada con un agarre de hierro a mi lado. Estaba a medio camino cuando oí que me llamaban desde el podio del profesor. —¿Señorita Kaspen? Me congelé. El profesor Grubbs estaba dirigiéndose a mí a través de su micrófono y la gente se estaba dando vuelta en sus asientos para mirar. Intente seguir caminando como si no lo hubiera escuchado. —¿Señorita Kaspen? —cantó de nuevo el Profesor Grubbs—. ¿Dónde piensa que va? Me volví lentamente, poniendo una sonrisa sobre mis dientes apretados. El detestable, insufrible, pedazo de… —Buenos días Profesor —dije con dulzura. Sus tres papadas se balanceaban bajo su sonriente boca como un péndulo. Caleb, cuya cabeza había estado inclinada sobre su libro de texto hace un momento se giró hacia mí en su asiento. Atrapada. Mire sobre mi hombro con nostalgia cuando dos estudiantes se deslizaron en las sillas a las que me dirigía.

El Profesor Grubbs era un toro de trecientas libras con una tendencia de ser controversial. Los estudiantes estaban intimidados por su vozarrón y más imponente presencia. Lo encontraba adorable. Pero, no hoy, hoy lo odiaba. —Parece que te estas escondiendo de alguien —se apoyó en el podio, y por un segundo, pensé que se iba a quebrar bajo su peso. Mis ojos se dirigieron a Caleb. Estaba sonriendo. ¡Aaaargh! —¿Escondiéndome de alguien? —suspiré mientras me sentaba—. ¿Por qué estaría escondiéndome de alguien? Y gracias por no analizar todos mis movimientos, especialmente para que la clase entera escuche —añadí con un siseo.

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Lo mire y tranquilamente me dirigí hacia el frente de la sala.

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—¿Hay algo malo con su asiento habitual? —preguntó el Profesor Grubbs, señalando hacia la primera fila—. ¿Es mi aliento? —sopló en su mano y fingió oler. Hubo risitas colectivas alrededor de la habitación.


El Profesor Grubbs me miro con picardía y luego aclaró su garganta en el micrófono. Mantuvo sus ojos en mi cuando dijo: —¿Hay alguien en esta habitación que sospecha que Olivia Kaspen los está evitando? Caleb levantó su mano. Dejé caer mi cabeza hasta que mi barbilla estaba tocando mi pecho. —¿Señor Drake? —el Profesor Drake estaba abiertamente sorprendido—. Por favor ven y toma asiento al lado de Olivia para así poder verla retorcerse. Escuche sus pasos, luego sentí su presencia junto a mí mientras se deslizaba en una silla. Mantuve mi cabeza abajo. —Eres un chico bastante guapo —dijo el Profesor Grubbs—. No creo que te haya visto alguna vez así de cerca. Levanté mi cabeza y solté un bufido. El Profesor Grubbs nos quedó mirando, sus ojos viajando de Caleb hacia mí con descubierta curiosidad. —Tengo una recién descubierta hambre por el conocimiento, señor. Creo que estaré sentándome así de cerca desde ahora en adelante. —Ahora, sé que los rumores son verdad, Señor Drake.

—¿Te sientes mejor? —dijo él, en voz baja, cuando la charla ya había comenzado. —Sí. Estoy bien —mire al frente y contuve el aliento contra su colonia. Cuando alcanzo su bolso, su pierna rozó la mía. Me aparte rápidamente, pero era demasiado tarde, ya tenía esa sensación de alas de hadas en mi estómago. —Lo siento —artículo él, sonriendo. Le fruncí el ceño y cerré mi libro de texto tan fuerte en mi escritorio que el Profesor Grubbs hizo una pausa en su discurso para echarme un vistazo. —Tranquila mañosa —dijo en voz baja—. Si empiezas a comportarte mal cada vez que estás a mí alrededor, las personas se darán cuenta de lo mucho que te gusto. Mi mandíbula se desencajó.

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—Que dices mucha mierda —hubo un murmullo de risas por el cuerpo estudiantil. Caleb sonrió impávido. Estaba disfrutando de la atención.

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—¿Qué rumores, Profesor? —la voz de Caleb era alegre, incluso burlona.


Intente escuchar el discurso, honestamente lo hice, pero al final de los cincuenta minutos de clases, no podía recordar una sola cosa de lo que había dicho. Tenía el olor de su colonia memorizado, sin embargo, y podría hablar en detalle sobre los patrones de movimientos que él hizo: tocando con su lápiz en su libro en secuencias de tres, pasando sus piernas por debajo del escritorio para que uno rebotara arriba y abajo con el dedo pulgar de su pie y la otra estirada perezosamente en frente de él. Cuando nos dejaron salir, salí disparada de mi asiento como una bala de cañón viva y me dirigí a la puerta. Él no me persiguió. De hecho, cuando me di la vuelta para echar un vistazo de donde estaba, no pude verlo en absoluto. Mi primera reacción fue alivio y luego decepción. Tal vez, finalmente recibió el mensaje, e iba a dejar de molestarme para siempre. Me estaba esperando en frente de mi edificio de residencia más tarde ese día. Enderecé mi espalda y tome los siguientes segundos para poner mis emociones bajo control. Respira, Olivia, es solo otro chico y todos están hechos de la misma basura. Me detuve unos metros de distancia de donde él estaba parado, si lo olía, sabía que perdería determinación. Esto era pintoresco. Nosotros bajo una farola en un cara a cara emocional, bolsos de mensajero cruzados en frente de nuestros pechos. —Caleb —dije con mi voz demasiado fuerte—. Voy a ser honesta —él asintió parpadeando lentamente.

—Um, bueno lo siento. Supongo que estamos solamente en dos longitudes de ondas diferentes —tartamudeé. —No, eso no es lo que quise decir. Sé que me gustas tanto como yo te gusto. Pero, es tu elección, y yo soy un caballero. Quieres que me retire, bien. Adiós, Olivia. —Se alejó. Mire tras de él con consternación. ¿De verdad acababa de hacer eso? Quería correr tras de él y decirle que solo quería decirlo parcialmente y que cada vez que estaba a su alrededor me sentía intoxicada, y si podía besarme una vez más para que pudiera estar segura de que estaba haciendo lo correcto.

6 Guerra y paz:

También conocida como La guerra y la paz, es una novela del escritor ruso León Tolstói.

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—Así no es como se siente para mí —se veía alarmantemente intenso y tuve que mirar a mis zapatos para evitar ser absorbida por sus ojos.

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—No estoy interesada…en lo que tú estás…interesado. Me gustas, pero solo como un amigo —me detuve para revisar su rostro, el cual estaba tan indescifrable como la Guerra y Paz6, y lancé un último golpe para dejar claro mi punto—. No creo que seamos compatibles.


No lo hice, por supuesto. Caleb, fiel a su palabra, me evitó durante los próximos cinco meses. Así tan claro, de hecho, que a veces cuando nos pasábamos el uno a otro por el campus miraba pasando de mí. Yo seguía pensando en lo que mi madre hubiera dicho sobre esta situación. —Un verdadero pedazo de hombre y tú lo jodes porque tienes miedo. Eres muy parecida a tu padre, Olivia. Yo era horrible para las relaciones. Pateaba, empujaba y le daba puñetazos a la gente en mi vida, así entonces ellos nunca tendrían la oportunidad de herirme.

Estaba viendo a Brian el cerebrito quien se estaba preparando para ser médico, Tobey que conducía un Lamborghini y me llevaba a interesantes restaurantes y, por supuesto, estaba Jim, un poeta que era demasiado artístico para su propio bien. Fumaba una caja de Marlboro en un día y podía recitar trozos de Tolstoy. Él era mi favorito, todo lo que hacía y decía era tan valiente, que me daba una emoción. Había por supuesto, un problema con todos estos hombres: ellos no eran sustanciosos como "El cuarto de Caleb" en mi cabeza. Él era como una picazón que nunca se alejaba. Pensaba en él cuando miraba los árboles, los edificios, y cuando yo estaba en una fila en Target. Pensaba en el cuándo me lavaba los dientes y cuando Cammie murmuraba sobre el color de sus zapatos nuevos (que, según ella era salmón, pero a mi juicio, coral). Después de cinco meses, estaba enferma y cansada de ver su rostro en mi cabeza. Caleb saturaba mi existencia y estaba jodida. Para empeorar las cosas, estaba

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Me interesé en los chicos casi de la noche a la mañana. Me enganché con la ayuda de Cammie y ella me dio lecciones de secar el pelo, hacer mi maquillaje, y, como una verdadera amiga, presentándome al sostén con relleno. Este nuevo, aspecto suave, junto con un gran esfuerzo por mi parte de no ser arisca, me consiguió una cita y luego dos. Por cuatro meses, yo tenía mi propio par de calientes rulos y había acumulado un pequeño grupo de fervientes admiradores.

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La vida seguía, pero de repente no era lo mismo. Había un cambio en mí. No había podido saber qué, pero en algún lugar de mi cerebro una nueva puerta había aparecido y a pesar de mis esfuerzos para mantenerla cerrada , mis pensamientos iban allí, deambulando alrededor en un cuarto vacío, poniendo imágenes de Caleb. A veces me sentía triste por varios días, luego mi estado de ánimo variaba y me sentía increíblemente furiosa con él por jugar con mi cabeza. En el segundo mes de mi tortura emocional, yo tenía que luchar. Por supuesto, no quería ser una isla. Tal vez había llegado el momento de abrirme y experimentar con las relaciones.


en todas partes, envuelto en todo, y sonriendo a todos. Yo no podía librarme de él. Me detuve de tener citas con Tobey y Brian y me quedé con Jim porque sinceramente me gustaba como persona. Me di por vencida saliendo, no era yo de todos modos, y fui al acecho profesional en su lugar. Me enteré de con quien Caleb estaba saliendo a través de los cotilleos de Cammie, un grupo clásico de metiches que usaban mucho su lengua, y muy poco sus libros. Yo sabía que él había salido con Susanna porque tenía piernas asesinas, y Marina porque le encantaba el baloncesto, y ella tenía piernas asesinas. Supe que llevó a Emily a Disney World para su primer mes de aniversario y que Daniela obtuvo un bolso Burberry por su vigésimo segundo cumpleaños. Yo sabía todas estas cosas y, sin embargo, yo no podía ponerme a hablar con él. —Me recuerdas al baboso enano de El Señor de los Anillos —comentó Cammie un día. Habia terminado de interrogarle sobre Caleb y su noche en Passions NightClub, donde lo había visto con una nueva rubia. —Él es un hobbit. —Sí. Mi precioso, ¿verdad?

Mi teoría se derrumbó cuando el papel escolar de febrero publicó su artículo de portada. Yo encontré a Jim leyendo una copia en la cafetería donde me encontré con él para un café. La cara sonriente de Jessica en la parte frontal de la página donde un audaz título se leía, "La belleza y los Libros." Yo le arrebaté el papel de sus manos y mire el artículo con mi boca torcida en un ataque de celos. —¿Ella tiene el mayor promedio en su carrera?" —Mi estómago se sintió amargo—. ¿Cuál es su carrera? ¿Cómo hacer lazos?

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A principios de marzo, cuando las aves migratorias extienden sus alas a su hogar, Caleb comenzó a salir con una muñeca Barbie. Su nombre era Jessica Alexander. Ella era una estudiante transferida de Las Vegas, donde trabajó como bailarina profesional en el show de Toni Braxton. Sus piernas eran infinitamente largas, su pelo casi imposiblemente rubio, y se rumorea que sus padres eran los herederos de la fortuna de los perritos calientes Oscar Mayer. Deje de comer perros calientes y me convencí a mí misma de que él podría aburrirse con ella, como lo hacía con las otras. La rubia no tenía mucha actividad cerebral de todos modos. Era solo cuestión de aguardar mi momento, viéndome ardiente y estar disponible cuando se presentara el momento.

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Le enseñé el dedo medio.


Jim se rio, saco un cigarrillo fuera de la caja y prendió un fósforo en un movimiento cool—. En realidad, es Pre-Leyes. Es una de las tuyas y obviamente haciéndolo mejor que tú en eso. —Sentí mi boca secarse. —¿Por qué no la he visto en ninguna de mis clases? —me tiro hacia atrás, escaneando el artículo para ver si era verdad. —Tal vez ya ha tomado las clases en la que te encuentres. Tal vez saltó porque ella es muy inteligente —gruñó y se tomó su café. Esto era una llave inglesa. Quiero decir, ¿no era suficiente que tuviera su dinero-salchicha? ¿Tenía que tomar a Caleb y su promedio, todo en un solo barrido? Si él estaba saliendo con una chica inteligente, debería ser yo. ¡Debo ser yo! Él me quería y yo lo aleje porque había una mojigata corriendo en mis venas.

Nuestra primera charla oficial llegó una tarde, mientras estaba en el campus en la sala de lavandería. Yo había recogido mi ropa limpia de la secadora cuando ella llegó con una cesta llena de su ropa deportiva. Viendo esto como un acto del destino, tiré mi carga de nuevo en la lavadora y comencé una conversación que decía algo parecido a esto…. —Ten cuidado con esa máquina, destruyó mi pijama Channel la semana pasada. —Ella miró hacia arriba, los ojos grandes, su mano sobre la lavadora. Por supuesto, no tenía

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Jessica vivía justo a pocos metros de mí y me empezaba a sonreír, cuando pasaba entre los pasillos. Gradualmente, pasé a un educado "hola." Siendo popular, ella respondía con ojos vidriosos y con una pequeña sonrisa que automáticamente curvaban las esquinas de su boca. Un par de semanas, y ella comenzó a notarme, saludándome primero, luego un día me dijo que le gustaban mis zapatos. He aprendido que las chicas guapas tienden a notar a otras chicas más bonitas, sólo para medir su competencia. Me sentí un poco orgullosa de que a sus ojos era una figurilla de belleza. Si ella me notaba, tal vez su novio también.

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Decidí hacerme amiga del enemigo. Entrar en el campo de amigas de Jessica era la única manera en que iba a ser capaz de causar problemas. Tenía que gustarle. Empecé a observarla a ella y a su grupo de amigas que se pegaban como pasta de dientes. Eran amigas inseparables, pero sin la verdadera lealtad de Cammie. Las llamé "falmigas" (fingidas amigas). Se unían para comprar y lanzaban la palabra "como" en cada frase. "Es, como, tan genial comprar contigo.” “ Tú, como, conoces mi estilo tan bien.” “Tú, como, tienes como el mejor cabello." "Cuando Brad rompió conmigo, tú fuiste, como, muuuy mi sistema de apoyo".


pijama Channel, ni siquiera sabía si Channel hacia pijamas, pero si lo hicieran, esta chica tendría un conjunto. —¿De los nuevos? ¿Con el bordado de plata en las muñecas? —Bingo. Asentí con la cabeza. —Qué horrible. Juro que esta escuela se niega a dar una gota de dinero, como, en instalaciones decentes. Derrame una copa de detergente azul en la máquina y lo cerré. —¿No te, como, mudaste aquí de Las Vegas o algo por el estilo? —pregunté, mientras casualmente me acercaba a la máquina de refrescos y deslizaba mis monedas en la ranura. Jessica asintió con la cabeza. —Sí, yo, como, necesitaba un cambio. Vine aquí un semestre para probar, pero luego conocí a mi novio y decidí quedarme. —¿Quién es tu novio? —Pinché el botón para que me diera una Coca Cola y me puse de rodillas para tomar. Su rostro cambió cuando dijo su nombre. La odié por eso. —Caleb Drake. Está en el equipo de baloncesto. Es un chico muy cool , un total caballero. —Su voz era increíblemente molesta.

—Literalmente, no lo dejaré ir. Me voy a casar con este chico. Odiaba cuando literalmente era usado para cosas no-literales. Puse la ficha de mi lata de refresco y le devolví la sonrisa. Por encima de mi cadáver… literalmente. Florida estaba húmeda. El para siempre cielo azul llevaba trozos de nubes grises como accesorios. Había sido así por una semana y estaba enferma de ver paraguas por todo el campus. Decidí llevar a mi libro de texto para el salón de estudiantes. Metí unos aperitivos y mi material de lectura en una bolsa y me dirigí a la puerta dejándole una nota a Cammie diciéndole que me trajera algo de cena de la cafetería. Tomé el ascensor para bajar un piso y me dirigí hacia el oeste a los silenciosos dos salones de estudio en mi edificio. El salón estaba descuidado y olía a calcetines sucios pero casi nunca estaba ocupado y me gustaba el resto del ambiente del lugar. Me fui a una esquina y vi una rubia cabeza enmarcada en la ventana. Jessica. Yo estaba a punto de

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Jessica asintió con sus gráciles cejas marrones. Sentí la pasta de dientes presionando. Ella me estaba aceptando en su "falmigas."

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—¿Sí? Eso es difícil de encontrar hoy en día, los chicos son tan —estaba tratando de encontrar la palabra correcta, el tipo que ella usaría— estúpidos idiotas —sonreí.


ofrecer mi más alegre "como hola" cuando me di cuenta de la lánguida manera en que estaba abrazando sus hombros. Eran de una persona cuando estaba llorando. Estaba muy familiarizada con esta escena. Miré a mí alrededor con cautela. Rubias en peligro nunca estaban solas. Hay por lo general amigos, reconfortando, palmaditas, tranquilizando… El pasillo estaba vacío. Di un paso adelante y me detuve. Quizás ellos habían roto. La esperanza cosquilleaba mi pecho y las aparté. No hay que adelantarse. —¿Jessica? ¿Estás bien? —Puse una mano en su hombro y se volvió a mirarme con ojos húmedos. Había una colección de pañuelos mojados cubriendo la ventana. Me preguntaba cuánto tiempo se había estado ocultando. —Hola —dijo débilmente, su voz ronca. —¿Qué está mal? ¿Por qué estás llorando? —Ella se volvió a la ventana y se sorbió su nariz. Se quedó callada por mucho tiempo y yo movía mis pies preguntándome si ella había olvidado que yo estaba allí. Yo estaba a punto de decir algo cuando ella comenzó sus sollozos. —Yo…. —sollozo— ...pienso… —hipo—…que estoy… —se aclara la garganta, hipo — …embarazada… Dejé que la noticia calara. Ella había suavizado su llanto y estaba limpiándose con un pañuelo. Revise mi posición, la posición de ella, y la de él. Las cosas lucían como mierda para todos nosotros.

—¿Alguien sabe? —Ella sacudió la cabeza. —Mis… —sniff— …padres podrían…desheredarme y… estoy tan asustada de… —suspiro—…perderlo a él. —Por supuesto. —Sonaba cordial, y una parte de mí lo era. Una parte tan minúscula que hacía que un átomo luciera como un puño. —¿Qué vas a hacer? —agarré los pañuelos sucios y los eché en la papelera. —No hay nada que pueda hacer. Yo… tengo una cita el sábado, pero necesito que alguien me lleve y no quiero decírselo a ninguno de mis amigos, ¿sabes? Soy bastante nueva aquí. No quiero que me miren diferente. —Yo dudaba mucho que lo hicieran. El

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—No.

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—Bueno —respiré—. ¿Le has dicho a él?


semestre antes de que Jessica llegara dos de sus más cercanas falmigas se rumoreaba que habían sido sometidas al mismo procedimiento. —¿Por qué no le dices a Caleb? Él podría entender. Quiero decir que es mitad responsable por el amor de Dios. —Noooo —se aferró a mi brazo y me miró con sus grandes ojos—. Le dije que yo estaba en control de natalidad… y yo realmente empezaría a tomarla de nuevo. He estado tan ocupada con la escuela y él… Yo nunca pensé que esto iba a suceder. Yo era tan cuidadosa de todo. No tengo nadie en quien confiar, créeme. Ella se abalanzo hacia mí, brazos envueltos alrededor de mi cuello, la cabeza boca abajo sobre mi hombro. Me di cuenta con incomodidad que me estaba abrazando, en busca de algún tipo de consuelo. Le di palmaditas en la espalda de manera en que lo hubiese hecho a una persona maloliente y me reprendí. —Te llevaré. —¿En serio? —ella secó la humedad en sus mejillas dejando cicatrices de rímel negro—. ¿Tu harías eso?" —Por supuesto. Estoy involucrada lo suficiente en la situación. Tu no tendrás que involucrar a tus amigos, y Caleb nunca tiene que saber.

—Yo no recuerdo diciéndote mi nombre —le sonreí. —Todos saben tu nombre. Eres la chica por la cual Caleb perdió el tiro ¿no? —sentí el shock hasta mis uñas rojas de los pies. ¿Cómo podría olvidar mis quince minutos de fama? ¿Con mi agria popularidad? De repente me sentí auto-consciente. El más oscuro momento en mi vida. —No te preocupes, él me explicó acerca de tus… inclinaciones… —La palabra "inclinaciones" salieron de su lengua como un salvavidas. Cayó en el medio de nosotras, gritando su miedo a las consecuencias hacia mí…— que tú eres gay, —argumentó,

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Ahora esa era una sorpresa. Después de todas las conversaciones que tuvimos ese día mientras tendíamos nuestra ropa, nunca había preguntado mi nombre, ni siquiera después de que le pregunte el suyo. Las chicas populares suponían que todo el mundo sabía quiénes eran. ¡Duh! Jessica Alexander. ¿No lees el periódico de la escuela? Jessica no tenía una razón para saber mi nombre.

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—Es el sábado a las siete — contestó ella agarrándome el abrazo tan desesperada que salté—. Muchas gracias, Olivia.


sonriente—. Toda mujer que bota a Caleb tiene que ser lesbiana o loca. Nos vemos el sábado. Touché. Anduve a mi habitación en un aturdimiento, considerando dos opciones.

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Uno. Caleb, decidió que la única razón por la que lo podía rechazar era porque yo era gay. Dos. Caleb le dice a todo el mundo que soy lesbiana como una venganza por el golpe. En cualquier caso, yo iba a tener que aclarar mi sexualidad.


Traducido por Otravaga

La sala de espera estaba llena de muebles de gran tamaño y arte enmarcado. Elegí un asiento en el rincón más alejado y me quedé mirando intensamente a un matero de macramé mientras Jessica hablaba con la recepcionista. Ella vino a sentarse a mi lado mientras llenaba un montón de formularios. El chirrido del lapicero sobre el papel era el único sonido en la sala. Antes de que la enfermera la llevara a la parte de atrás, me miró con los ojos enormes y dijo: —¿Crees que estoy haciendo lo correcto?

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La clínica era lujosa, definitivamente no uno de esos sombríos lugares dentro de la ciudad que está escondido en una tienda. Este era el lugar donde las niñas ricas venían a deshacerse sus indiscreciones... al estilo de Boca Ratón.

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C

onduje a una sombría Jessica a la clínica el sábado en la mañana como estaba programado. El día era apropiadamente deprimente y ella miró fijamente por la ventana la mayor parte del viaje, haciendo un comentario de vez en cuando acerca de una tienda que pasábamos o un restaurante al que Caleb la había llevado. Me estaba preguntando si ella era capaz de hablar de cualquier otra cosa que no fuese Caleb cuando ella señaló una valla publicitaria de Calvin Klein y dijo que Caleb era mucho más sexy que el hombre modelando la ropa interior. Me lo imaginé en sus bóxeres dando vueltas en la piscina y de repente me sentí mareada. Lo era. Asqueroso cabrón fecundador de novia.


Un nervio en mi ceja comenzó a crisparse. Yo sólo era la conductora. No quería ser su entrenador de conciencia. Si le decía que “no” nos iríamos de inmediato de aquí, ella estaba buscando una razón para irse, y si le decía que “sí”... bueno... eso me hacía una cómplice. Pensé en Caleb. Él haría lo correcto y se casaría con ella si conservaba el bebé. Ellos probablemente estarían divorciados en cinco años. Un hogar roto, corazones destrozados... yo sin él. Tragué con fuerza. —Absolutamente, sí —dije asintiendo. Ella sonrió ampliamente y tomó mi mano. —Gracias, Olivia —dijo apretando. Saqué mis dedos suavemente y metí mis manos debajo de mi bolso. ¡OhDiosmío, ohDiosmío, ohDiosmío!

—Algo que comí —dije. Ella asintió como si entendiera y me indicó la dirección del baño. Me escondí en el cubículo para discapacitadas durante treinta minutos con mi espalda apoyada contra la puerta, convenciendo a mi magullada conciencia de que todo esto era su elección y yo no tenía nada que ver con eso. Cuando pasó el tiempo suficiente me deslicé de nuevo en la sala de espera y me senté. Hojeé un par de revistas y me mordí las uñas. Otra chica llegó durante mi torturado tiempo allí. Parecía tener unos dieciséis años y era escoltada por su madre, que estaba escondiéndose detrás de un par de gafas oscuras. La madre corrió hacia la ventana mientras su hija se encorvaba en una silla y comenzaba a enviar mensajes de texto en su teléfono, con los pulgares moviéndose como rápidas máquinas sobre su teclado. Aparté la mirada. Mi madre me habría hecho conservarlo. La recuerdo diciéndome: “Estaré condenada si una hija mía se aleja de su responsabilidad. Hazlo una vez y lo

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—¿Estás bien? —preguntó la recepcionista, mirando alrededor del bloque de vidrio esmerilado tras el cual se sentaba.

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Se puso de pie para irse y tuve el impulso de agarrarla de la mano y correr hacia el auto. ¿Qué estaba haciendo? ¡Yo podía hacerla cambiar de opinión! Ella dio un paso, dos, y el momento de bondad pasó, secuestrando mi conciencia a su paso. La enfermera guió a Jessica a través de un conjunto de puertas dobles y luego se había ido. Me sentí enferma... como si toda la sangre en mis venas se hubiese convertido en vinagre. ¿Qué había hecho? ¿Y por qué? ¿Él? ¿Realmente pensaba usar esta información para conseguir lo que quería? Me mecí hacia adelante y hacia atrás con mis brazos envueltos alrededor de mi vientre.


harás para el resto de tu vida”. Realmente extrañaba a mi madre. Tal vez si ella estuviera viva, yo no sería tan despreciable. Una enfermera se acercó a mí una hora más tarde, se inclinó para decirme algo en esos susurros que todo el mundo seguía usando. Si hablamos en voz baja tal vez no vamos a llamar la atención sobre lo que realmente está pasando aquí. —Jessica está lista. Puede estacionar su auto por la parte trasera para recogerla. Me estremecí. Ellos la estaban despachando por la parte trasera del edificio. Disimuladamente, como si fuese mala basura. Salí corriendo y subí a mi auto contenta de haberme librado de ese lugar. Una enfermera estaba parada detrás de la silla de ruedas de Jessica, sus manos descansando ligeramente sobre sus hombros. Jessica estaba pálida como una patata pelada. Me sonrió cuando frené... una especie de aliviada sonrisa que me hizo sentir incómoda. Salté del auto y corrí a abrir la puerta del lado del pasajero. —Ella no debe hacer trabajo pesado ni ejercicio durante una semana —me informó la enfermera. Asentí. —¿Estás bien? —le pregunté cuando se deslizó de la silla de ruedas al asiento delantero. Ella asintió débilmente.

Encendí la radio mientras nos movíamos con cuidado por la autopista. Jessica pasó la mayor parte del regreso a casa mirando de nuevo por la ventana. Una parte de mí quería preguntar lo que estaba sintiendo, si estaba triste o aliviada. Pero la parte de mí que quería a Caleb, mantuvo mi lengua pegada al paladar. Estos eran negocios, me recordé a mí misma. Yo no estaba aquí para hacer una amiga. Cuando los tejados grises del campus aparecieron a la vista, las dos suspiramos de alivio. Estacioné mi auto en frente del edificio y salté para abrirle la puerta. —¿Necesitas que te ayude a llegar a tu habitación? Sacudió la cabeza con un “no” y se estremeció cuando la ayudé a salir de su asiento. Estaba pálida y sus labios por lo general llenos parecían débiles y tímidos bajo de su

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Había logrado lo que me propuse hacer, y ahora necesitaba alejar a Jessica de mí lo más posible. Ella me hacía sentir culpable, un lujo que no podía permitirme mientras intentaba robarle a Caleb.

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Me aparté de la acera con la ansiedad irritando mi vientre.


congestionada nariz. No era la Jessica Alexander que apareció en el periódico de la escuela hace menos de dos meses. Incluso su cabello estaba opaco y sin vida, colgado en grasosos mechones alrededor de su rostro. Ella me abrazó antes de arrastrar los pies hacia los ascensores. La vi pinchar el botón, inclinándose débilmente contra la pared, envolviendo sus brazos alrededor de su torso. Cuando el ascensor finalmente llegó, se volteó una última vez para saludarme débilmente antes de subirse y desaparecer detrás de las puertas. Me dejé caer contra mi auto repentinamente sintiéndome agotada. Decidí no volver a mi habitación. Cammie estaría allí y cuando se trataba de mí, ella era terriblemente perspicaz. En cambio, conduje a un lugar para desayunar a unos pocos kilómetros de distancia y me senté en el bar con un periódico que alguien había dejado descartado afuera.

Pensé en mis propios sueños mientras mordía mi rosca de pan. Quería ser abogada y poner a la gente mala en la cárcel. Ahora, yo era la mala persona porque estaba conspirando y maquinando por un estúpido chico. Ni siquiera había pensado en mis sueños últimamente. Era como si Caleb hubiese erradicado mi ambición y la hubiese reemplazado con una lujuriosa obsesión. Dios, realmente iba cuesta abajo. Terminé mi café y lancé el dinero sobre el mostrador. Si esta obsesión estaba consumiendo mi ambición ahora, ¿qué pasaría si en realidad lo conseguía? ¿Estaría tan embelesada con Caleb que estaría satisfecha con ser su novia y nada más? Eso significaría seguir los pasos de mi madre y ella me había advertido contra enamorarme de un hombre antes de cumplir mis sueños.

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Deseaba haberle prestado más atención a la chica cuando compartía clases conmigo. Esos fueron mis días pre-Caleb, cuando no me había importado nada sobre con quién estaba saliendo y por qué. No parecía el tipo de chica que quisiera desaparecer. Ella era popular y alegre, una estudiante de comunicaciones, según el periódico, que tenía aspiraciones de convertirse en una presentadora de noticias. Me quedé mirando la imagen granulada de ella y traté de imaginármela sentada detrás del escritorio del presentador de las noticias de las seis. Ahora estaba en la noticias de las seis. Me sentí triste por ella, dondequiera que estuviese. Algo había ido terriblemente mal, secuestrada o no, y ahora era probable que Laura nunca viese sus sueños convertirse en realidad.

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El artículo de portada era sobre Laura Hilberson y la falta de pistas en su caso. El detective a cargo del caso especulaba que la desaparición de Laura podría no haber sido un secuestro y que toda la evidencia apuntaba a que Laura había desaparecido deliberadamente. Sus angustiados padres estaban pidiendo que alguien se presentara ante la policía con información.


Estaba a medio camino de convencerme a abandonar mi obsesión por Caleb cuando llegué al campus. Estacioné mi auto en un estacionamiento de sobrecupo de estudiantes y troté hacia el edificio de mi dormitorio sintiéndome resuelta. Tenía que parar esta estupidez ahora antes de que arruinara todo por lo que estaba trabajando. Mientras subía las escaleras, oí voces haciendo eco desde rellano del tercer piso. Reduje la marcha cuando me di cuenta de que una de ellas era la de Jessica. Ella estaba arrullando, hablando con esa dulce voz femenina que las coquetas avanzadas utilizan para encantar a los hombres. Caminé lentamente tratando de captar tanto de lo que estaba diciendo como podía. —Hoy no. Tengo mi... ya sabes... Subí los últimos escalones y giré en la esquina. Jessica estaba de puntillas con los brazos envueltos alrededor del cuello de Caleb. Estaban frente a frente y él la estaba mirando con adoración. Me detuve bruscamente y los dos se voltearon a mirarme. —¡Olivia! —dijo sonando avergonzada—. Hola.

—Eh... —Señalé a la puerta, que estaban bloqueando y levanté mis cejas para demostrar mi molestia. —Oh, lo siento. —Jessica soltó una risita y haló a Caleb fuera del camino. Ella se aseguró de guiñarme un ojo mientras yo me apretaba al pasar y me aseguraba de rozar la espalda de Caleb con mi brazo. Él se apartó de un tirón de mi toque y yo sonreí con satisfacción. Imbécil. Caminé rápidamente a mi habitación con los débiles indicios de la ira empezando a elevarse en mi pecho. ¿Cómo ella podía estar encima de él así, después de lo que acababa de hacer? Metí de golpe mi llave en la cerradura y la giré con tanta fuerza que las puntas de los dedos me dolieron por la violencia del movimiento. Horas después

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Arrastré mis pies vergonzosamente. Ella tenía el rostro rojo y me miraba fijamente.

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—Hola —dije mirando a Caleb. Él miró a través de mí, como si yo ni siquiera estuviese allí. Se volteó de nuevo hacia Jessica. Ay. Jessica estaba recién duchada, con el cabello mojado y recogido en un moño. Lucía significativamente más arreglada que cuando la había dejado horas atrás. Se me ocurrió entonces. Caleb debía haberle insinuado el sexo. Jessica, que había recibido instrucciones estrictas de abstenerse de hanky-panky por los próximos catorce días estaba tratando de disuadirlo con una historia sobre su período.


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de abortar a su bebé y ella ya está envuelta alrededor de él como tiras de queso. Ella era una idiota y yo tenía que tenerlo a él... tan simple como eso. Aprendería a equilibrarlo con mi ambición. Podría tenerlos a ambos y lo haría. Irrumpí a través de mi puerta con determinación y le dije a Cammie que se callara antes de que tuviera la oportunidad de abrir la boca. Me tiré en la cama y fingí leer un libro de texto. Para el final de la semana, la relación de Jessica y Caleb estaría hecha trizas y yo tendría mi segunda oportunidad.


Traducido por Anelynn*

—Mi sazón es mejor que el de cualquier restaurante en el que alguna vez hayas estado. Es más probable que ella nos localice en un restaurante que en mi casa. A menos que te esté acechando como la última vez… pienso amargamente. —No tuvo mucho problema encontrando mi apartamento —digo con amargura—. Además, apenas te conozco. ¿Qué tan prudente sería para mí aparecer en la casa de un extraño para cenar? Podrías ser un violador por todo lo que sé. —Olivia, ya me has tenido en tu casa y sobreviviste. Abriré una botella de vino… será divertido.

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—En serio, Caleb, no creo que sea una buena idea. Tu novia tendría un ataque de nervios si se entera. ¿Por qué no podemos encontrarnos en un restaurante o algo?

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—¿O

livia? ¿Vendrás? —La voz de Caleb aguarda al final de la otra línea, esperando mi respuesta. Suspiro, mirando alrededor de mi apartamento y jalando de mi suéter. Quiere que vaya para la cena y siento como que realmente eso sería cruzar la línea. No es que sea virgen para cruzar las líneas pero estoy tratando de ser una persona decente. Si puedo mantener las cosas alejadas de su vida personal entonces puedo pretender que está incitando todo el asunto.


—No soy realmente una persona amante de la diversión. —Será peligroso. —Solo bebo vino tinto. —Sí, señora. —Y asegúrate que ella no aparezca esta vez. Caleb se ríe. —¿De verdad? Pensé que sería agradable que ella viniera. Hacemos los arreglos como qué día y hora y cuelgo sintiéndome ansiosa. Meto mi cara en la almohada y gimo avergonzada. Estoy perdida. Mi teléfono suena otra vez. Pensando que es Caleb con un detalle de último minuto, levanto el auricular. —Hola. —¿Olivia? —Es una voz diferente. —¿Siii? —¡Olivia! ¡Tú, sexy bestia de mujer! ¿Dónde has estado toda mi vida? —¿Jim?

—Estoy en la ciudad y no hay nada más que quiera que pasar algo de tiempo de calidad con mi chica de ensueño. —¡Chica de ensueño! La última vez que te vi, me llamaste arpía y me dijiste que no tenía talento. —Esas solo eran palabras, nena. Además, acababas de rechazar otra confesión de mi amor. Dale a un hombre su agresión verbal, ¿huh? Ahora, ¿Cuándo estás disponible? Jim. Jim. El mismo chico a quien solía hacerle una declaración acerca de mi sexualidad. El que boté como un sucio pecado en el momento que robé a Caleb. Se mantenía fiel. Recibía una llamada cada vez que el trabajo lo arrastraba a mi código postal y tendríamos una noche torbellino de bailar y comer o cualquier otro placer culposo que nos pareciera. Entonces, se iría y yo estaba bien con eso.

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—Duro como siempre —digo riendo— ¿a qué debo el placer?

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—El único y sin igual, nena. ¿Cómo te trata la vida? ¿Pateando tu culo últimamente?


—¿Por cuánto tiempo estás en mi esquina? —Dos días —tres a lo mucho. Estaba pensando que podríamos ir abajo a La Ola, emborracharnos, frotarnos en la pista de baile. —Humm, suena romántico. ¿Cuándo puedes estar aquí? —En quince, tengo que parar por algunos cigarros. —Bien —digo—Estaré lista. Cuelgo y me unto algo de lápiz labial en mi boca. Todavía estoy pensando en Caleb y tengo que forzarme a parar. Esta noche solo va a ser Jim y yo y un buen rato. Sin obsesiones. Me pongo un par de pantalones negros y una camisa de hombros descubiertos y tiro de mi cabello en una coleta. Jim me recoge afuera de mi apartamento. Me meto a su auto, un restaurado Mustang 1969 pintado de verde con franjas amarillas de carreras, y le sonrío a través del asiento. —Eres como un Percocet7 en un mal día, Libby —dice, sorprendiéndome y besándome directamente en los la boca. Retrocedo y sacudo mi cabeza.

—¿Por qué estás tan feliz esta noche? —pregunta, golpeteando una pulgada de cenizas de cigarro en una lata vacía de Red Bull—. Hay algo tremendamente mal con el universo cuando estás lo suficientemente feliz para tararear. 7Percocet: Es un analgésico muy adictivo.

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Normalmente, no tolero fumar, me hace sentir arenosa y no ayuda que mi mamá murió de cáncer. Pero hay algo en la forma que Jim fuma que me hace querer observarlo. Miro con anticipación mientras la mecha de su encendedor chisporrotea una pequeña lengua de fuego. Baja su cigarro a la flama e inhala. Casi puedo oír su siseo en deleite mientras acepta el fuego. Esta es mi parte favorita, toma una larga calada, sus párpados revolotean como un drogadicto, entonces saca el humo gris de su nariz y sube en espiral hacia el cielo. Como un gracioso, ceniciento fantasma. Hermoso. Me relajo satisfecha. Jim es enigmáticamente guapo. Está usando delineador de ojos y vaqueros que se aferran a su cuerpo como piel de lagarto. Su cabello está desgreñado y teñido de negro, lo cual hace que sus intensos ojos azules parezcan casi lavanda. Siempre pensé que el acento británico encajaba más en él que en Caleb. Disperso el humo y tarareo el compás final de un viejo éxito que mi mamá solía amar.

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—Mmmm, amo cuando me comparas con medicamentos de prescripción.


Mete rápidamente su carro en el tráfico casi golpeando la defensa de una camioneta enfrente de nosotros. —No sé, sólo lo estoy. Jim levanta una ceja. —Vamos, Libby. Sé cuándo algo pasa. Me detengo. Entonces digo: —Caleb está de regreso. Hubo un silencio del shock. Gladys Knight está en la radio. Los dedos de Jim están golpeteando distraídamente el volante al ritmo de la canción. —Está de regreso. —Eso sale como una oración en vez de una pregunta. Puedo oír el desagrado en su voz y no lo culpo. Caleb siempre había sido una espina en la piel de Jim, especialmente cuando al final escogí a Caleb sobre Jim. —Olivia. —Apaga la radio y apaga su cigarro, lo que quiere decir que conseguiré ver todo el proceso de encenderlo otra vez en unos minutos. —¿De qué manera está de regreso? No tengo intención de decirle sobre la amnesia. —No lo sé. Sólo está de regreso y realmente no me importa por qué.

No quiero oírlo. No de Jim. No de Cammie. En mis sueños más salvajes nunca imaginé este giro en mi historia. Mil chicas podrían decirme que habrían hecho algo diferente a lo que hice el día que pretendí no conocer a Caleb, y no me importaría. Este era mi rehacer. —Pasó por accidente. No fui a buscarlo, así que solo cierra la endemoniada boca sobre eso. Nos detenemos en la parte del frente del club y salto fuera antes que el valet pueda abrir la puerta. Espero a Jim mientras desenrolla su largo cuerpo del auto y lanza sus llaves al acomodador.

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—No sé qué pasa contigo y ese imbécil. Cuatro años y un mal rompimiento después y todavía estás en un jodido romance químico con el Ken del basquetbol.

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Jim entrecierra sus ojos y parece estar mirando con desconfianza hacia la carretera.


Está cabreado. Pudo verlo en su cara. Más que la vez que me acusó de usarlo como alternativa cuando Caleb no estaba cerca. Camino enfrente de él, ignorando la paliza que sus ojos me están dando. Me siento un poco rebelde esta noche, así que no es difícil. No es de su maldita incumbencia de cualquier forma, entrometido punk que usa delineador. Jim odia la debilidad, y por Dios, Caleb es la mía. Pero tengo fe que para cuando comencemos a bailar, lo olvidará. La Ola está llena de pared a pared con cuerpos vibrando. Jim agarra mi mano y me jala hacia los amontonados bailarines hasta que alcanzamos el bar. La mayoría de las chicas se giran para vernos. ¿Qué está haciendo un roquero afilado como navaja con una blandengue como yo? Me enfurezco bajo sus ojos curiosos, dispersando un par de sucias miradas. Jim pone uno de a cincuenta en el bar lodoso y ordena cuatro tragos de tequila. Preparo nuestros limones, y le sonrío. —¿Todavía estás enojado? —pregunto. El barman desliza los vasos con los tragos hacia nosotros y ambos demandamos dos. Jim se encoge de hombros. —¿Importa?

Jim hace esta cosa de triple parpadeo que lo hace ver realmente molesto y entonces me besa en la mejilla. —Solo vamos a divertirnos. Ordena dos tragos más y chocamos nuestros vasos. Permanecemos en el bar por unos minutos observando la pista de baile. Estamos todavía muy sobrios para soltarnos. —Vamos a la pista de baile —dice, tirando la cáscara de su limón en la basura. Lo sigo hacia la multitud meneándose mientras el tequila encuentra mi cabeza. Bailamos hasta que mis pies se sienten entumecidos y mi cabello está mojado con sudor. Jim me toca más de lo normal. Lo atribuyo al regreso de Caleb. Los hombres siempre necesitan orinar en todo lo que sienten de ellos. Lo dejo jalarme cerca. Estoy muy borracha para que me importe. Me recuerda a la escena en Dirty Dancing donde

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—No quiero que estés enojado. Apenas consigo verte.

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Vierto el primero abajo por mi garganta y chupo un limón para sacar el sabor. El tequila es asqueroso.


Baby se cuela en la fiesta de empleados aferrando la sandía. Estamos bailando cara a cara, de manera sucia. Jim no cree en eso de sacudirse y frotarse, el símbolo del baile de adolescentes. Lo llama el manoseo sucio. Bailamos cara a cara. Encuentro algo muy honesto en eso. No nos vamos hasta que el D.J. comienza a guardar su equipo. —¿Estás bien para manejar? —Le pregunto. Siento como que me estoy bamboleando en el espacio. Jim se ríe disimuladamente. —Estoy tan sobrio como un predicador en la mañana de un domingo —dice imitando un acento sureño. En el viaje a casa mantengo mis ojos cerrados y dejo que el viento sople sobre mi cara. No hablamos mucho. Jim reproduce un viejo CD de Marcy Playground que solía escuchar en la universidad. Sex And Candy. Suelto una risita cuando canta a todo volumen las palabras. Cuando se detiene en mi apartamento, salta fuera del auto y me sigue a la puerta. —¿Fue esta una cita? ¿Por qué me estás acompañando a casa? —rio. Escarbo en mi bolsa buscando las llaves mientras él observa.

Cuando se aleja, sus ojos están rojos. —¿Qué estás haciendo? —pregunto. Jim y yo nunca fuimos ahí. Es una regla sobreentendida mía. Está tan cerca que tengo que inclinar mi cabeza todo el camino hacia tras para ver su cara. No nos hemos besado desde la universidad. —¿Es porque no soy él, Olivia? ¿El jodido Caleb?

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—¿Jim? —pregunto, dando un paso hacia él—. ¿Estás bien? —Pienso que tal vez está enfermo. Su cara está en blanco y un poco ruborizado, como alguien quien está decidiendo si están a punto vomitar. Me detengo cuando repentinamente lanza hacia adelante. Al principio pienso que va enfermarse pero al último minuto gira bruscamente directo a mi cara y trata de besarme. Volteo mi cabeza entonces sus labios aterrizan en un mojado caos en mi mejilla.

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Cuando levanto la vista, me está mirando chistoso.


Sacudo mi cabeza. Me siento tan confusa. Parece que no puedo formular palabras lo suficientemente rápido. —No es así entre nosotros, Jim. ¿Por qué ahora? —Sabes que el sexo no siempre tiene que significar algo. Puede hacerse por diversión. Sus ojos están parpadeando, parpadeando, como que está tratando de expulsarme de su visión. ¿Qué se supone que diga a eso? —Pienso que los amigos deberían quedarse como amigos—sin la complicación del sexo. —Amigos —canturrea, en un repugnante siseo—. Estoy harto de ser tu jodido indulto. Me estremezco. Es muy cierto, pero feo de oír. —Eres una auténtica calientapollas, ¿sabes eso? —Levanto la vista sorprendida. Me ha llamado así bromeando algunas veces, pero nunca en este tono de voz. Está enrojecido de la cara y los ojos rojos y me está asustando en esa profunda parte de una mujer que te dice que corras. Doy un paso atrás.

—Ve a casa Jim. —Mi voz es firme. Eso pocos segundos que pasa sopesando sus opciones se vuelven un turbio recuerdo para mí. Estoy enojada y avergonzada y asustada mientras lo observo decidir si violarme o no. Por favor Dios déjalo irse.

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—Estoy borracho y tú eres una perra. —Entonces estás todo sobre mí con su boca, empujando contra mis labios tirados fuertemente, sus manos entre mis piernas. Hago un chillido amortiguado desde atrás de mi ataque y trato alejarlo. No se mueve debajo de mis empujones y me doy cuenta de que no hay nada que puede hacer para detenerlo. Trato de suplicar pero todo parece valerle nada. Está manoseándome tratando de bajar mis pantalones. La puerta de mi vecino está a menos de diez metros de distancia al otro lado del edificio. Puedo soltarme, puedo correr hacia allá. Entonces viene el momento cuando está distraído y su agarre se afloja en mis brazos. Aprovecho la oportunidad para luchar con mis manos libres y le doy una cachetada fuerte en la cara. Retrocede del shock y su mano acuna el lugar donde lo golpeo. Estoy preparada para que regrese más duro, más fuerte, pero solo me mira. No hay lugar a donde ir. Estoy arrinconada contra mi propia puerta. Considero gritar, pero la única persona quien podría oírme es Rosebud y ¿qué podría hacer ella? Así que, trato de razonar con él.

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—Jim, estás borracho —digo lentamente.


El espacio entre nosotros crece, mientras se da la vuelta y tropieza hacia su auto. Prácticamente caigo pasando mi puerta. Cuando estoy en el otro lado, cierro con pestillo, y me tiro a mi sofá. Sollozo en una almohada hasta que mi garganta se siente en carne viva y entonces levanto el teléfono y le llamo a la única persona que alguna vez he confiado. —Caleb… —¿Olivia? —Su voz es pesada con sueño—. ¿Pasa algo? —¿Puedes venir…a mi casa? —¿Ahora mismo? —Puedo oírlo arrastrarse alrededor de su habitación, encendiendo la luz…tropezándose con las cosas. —Caleb…por favor…yo… —Estaré ahí. Cuando Caleb llega, su cabello está despeinado y está usando shorts y una camisa raída. —¿Qué pasó? —pregunta tan pronto como me ve. Sujeta mi barbilla y sus dedos giran mi cara de un lado al otro. Le digo sobre Jim, sobre el club, y lo que hizo después. Caleb camina de un lado a otro en mi sala. Su rostro está contorsionado con ira.

—¿Te puedes quedar aquí esta noche? —susurro. Besa mi frente y suavemente quita mis lágrimas con sus pulgares. —Sí, claro que me quedaré. Me siento tan aliviada que me estremezco patéticamente. Me aprieta más fuerte. ¿Qué habría hecho si él no estuviera cerca? ¿A quién habría llamado? Caleb está aquí ahora, pero el reloj está haciendo tictac. Me he metido en una situación donde voy a perderlo

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—¡No! No quiero que te vayas. —Lo llevo del brazo hasta que se sienta a mi lado. Su ira gradualmente remite a preocupación y me jala a su pecho. No he estado contra su pecho por un muy largo tiempo y me siento abrumada. Huele como a jabón y a navidad y a él mismo, y lloro como un bebé en la seguridad extraña que su toque me da. Nadie me ha sostenido así antes. No sé si salir corriendo o aferrarme con todas mis fuerzas.

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—¿Dónde está su hotel, Olivia? —Sus puños están apretados a sus costados. Estoy asustada de que si encuentra a Jim, se dará cuenta quien soy en realidad.


otra vez. La primera vez fue lo suficientemente malo. Me meto en su calor y disfruto la sensación de ser querida.

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Me quedo dormida con mi cabeza apoyada contra su pecho, escuchando su corazón expulsando el latido más hermoso que he oído alguna vez.


Traducido por Debs, flochi y Maru Belikov

L

a decisión fue tomada. Le dije a Cammie sobre el aborto cuando nos sentamos con nuestras bandejas en la cafetería. —Estás bromeando — dijo ella mientras una papa frita caía de su boca.

—¿Nadia? —preguntó Cammie, empujando su plato. —Sí, Nadia, pero no le puedes decir a nadie que te lo dije Cam, quiero decir ¿cuán horrible sería si eso se supiera? Estudié la cara bonita de mi compañera de cuarto y su ceño. Tal vez, esta sería la única vez que Cammie mantuviera la boca cerrada. ¿Qué haría entonces? —¿Crees que a Caleb le importaría, me refiero, crees que él hubiera querido tenerlo? Me quedé mirando sus brillantes ojos y sentí un hundimiento en el estómago. Nunca había pensado en eso. Él hubiera querido mantenerlo. Lo sabía en mi corazón. La forma en que había hablado acerca de su familia esa noche en Jackson me dijo que quería ser padre. Cerré mis ojos malvados y suspiré.

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Metí la última de mis patatas fritas en mi boca y lamí la sal de mis labios.

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—No —dije tragando el nudo en la garganta—. La escuché hablando con esa chica alta, esa que se saca costras.


—¿Por qué crees que sabría la respuesta a esa pregunta? Cammie se encogió de hombros. —Tú como que lo conoces un poco. Quiero decir, pasaste algún tiempo con él, sólo pensé… —No sé nada de él —le espeté, levantándome y agarrando mi bandeja. Excepto que lo quería a él más que a nada en el mundo. Miré a Cammie y sentí pánico. Eso fue todo. Cammie no podía cerrar la boca. Iba a estar sobre toda la escuela y rápido. Tenía ahora asegurado oficialmente mi asiento en primera fila en el tren al infierno. ¡Choo, Choo! —Voy a volver a los dormitorios —le dije. Quería que me siguiera para que pudiera mantener un ojo en ella. No estaba segura de que quería... —Ok. Voy pasar el rato aquí por un tiempo. —Cammie me sonrió dulcemente. Su rostro parecía inocente, pero sus ojos lucían como la maldad pura. Pude ver el monstruo chismoso arrastrándose desde su esófago y empujando frenéticamente hacia su boca para que lo dejara salir. Giré sobre mis talones y huí antes de que pudiera ver las lágrimas que se acumulan en las esquinas de los ojos.

Toda la ruptura duró menos de diez minutos. Esto fue presenciado por gran parte de los estudiantes que volaban por la escena como moscas sobre un cadáver. Yo no estaba allí, pero me contó Cammie que tenía un asiento en primera fila. La ex lo programó perfectamente, diciéndole a Caleb justo antes de que, supuestamente se encontrara con Jessica para ir a cenar, y luego colocándose a mirar. Jessica se encontró con Caleb que estaba esperándola en las escaleras de la cafetería. El intercambio fue breve. Jessica histérica, admitió todo a Caleb, algunos dicen, que dio un puñetazo a la pared y otros que arrojó un banco a un árbol. En verdad, se alejó de la cara sin expresión que había puesto ella y nunca le habló de nuevo. Jessica se fue a casa un día después de la conmoción y supuestamente dejó todas sus pertenencias. Me pregunté

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La noticia del aborto dio vueltas, a través de la cadena de chismes, hasta llegar a Caleb dos días más tarde. Fue una ex-novia la que entregó a Caleb la noticia. Tomó su primera oportunidad de deshacerse de Jessica para reconquistarlo. Había visto darle miradas sucias a Jessica las últimas semanas. Lo reconocí porque yo también se las estaba dando.

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Choo Choo...


si sabía que había sido yo, si incluso pensó en mí después de ese día o si mi cara borrosa fue a ese lugar donde todos los no populares pertenecen. Llevé mi culpa por una semana. Era como una mano firme presionando sobre la parte trasera de mi cuello. Bajé mi cabeza por la vergüenza y me escondí alrededor de los dormitorios como una sombra. Al octavo día, ya estaba justificando lo que había hecho. Estaba refugiándome en mi amor propio. Había tomado ventaja de una mujer que buscaba a alguien en quien confiar y utilicé su situación para mi propio beneficio personal. Era la hija de mi padre. Me odiaba a mí misma.

Una vez que, nuestras alacenas estaban vacías, y estaba royendo mi pulgar con hambre, desapareció con el último dólar de mi madre. Mi mente de cinco años pensó que se había ido a buscar algo de comida, pero horas más tarde, regresó con un olor tan fuerte a un sándwich de carne, que hizo mi boca agua. A Oliver Kaspen sólo le importaba Oliver Kaspen. Ouch. Esa había sido la gota que colmó a mi madre. Ella le dio una patada fuera de nuestro apartamento de mierda con una serie de malas palabras que nunca había oído antes. La caza por Caleb comenzó poco después de que Jessica se fuera. Chicas clamaban por la atención de Caleb como chimpancés con crack. —Él tiene el plátano que cada chica quiere —comentó Jim, una tarde mientras veíamos a un par de rubias a su alrededor como globos de helio atados flojamente.

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Sólo estuvo durante tres años después de mi nacimiento, hasta que se fue con su bolsa de lona sobre su hombro. Periódicamente, a través de mi pre adolescencia se “reconciliaba” con mi madre, se instalaba en el lado izquierdo de la cama, antes de volver a sembrar su avena salvaje en otro lugar. Apostó nuestro dinero de comestibles, nos insultó cuando lo perdió, y nunca nos dio una mirada culpable cuando no teníamos nada para comer, salvo una caja de galletas saladas rancias. Mi padre.

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Mi padre, Oliver Kaspen, sin segundo nombre, era la peor clase de hijo de puta que una mujer podía dejar acercarse. Mi madre solía decir que era un calco de Elvis, oscuro y atractivo, con ojos seductores. Tenía el tipo de boca que decía cosas bonitas, pero cuando las cosas iban a mal, se encorvaba en una sonrisa de odio y te cortaba donde más dolía. Pero, antes de desprenderse del abrigo de encanto que llevaba, y antes de que él te dijera que la única razón por la que estaba contigo era por la fea mocosa que tuviste, era todo sonrisas, besos y felicitaciones. Así fue como llegó a mi madre y esa es la forma en que siempre me vio, la fea mocosa.


Caleb estaba riendo por algo que una de ellas dijo. Ella se inclinó y le dio un beso en la mejilla que lo hizo sonrojarse y dar un paso atrás en sorpresa. Aparté celosa la mirada. Yo no podía aguantar mucho más de esto. Estaba mentalmente asesinando a alguien nuevo cada cinco minutos. Mi oportunidad llegó el mismo día que suspendí mi examen de latín. Nunca había recibido algo como una C en toda mi carrera, por lo que una gran F en un círculo rojo y subrayado dos veces, vino como un choque para mi cerebro. Estaba perdiendo mi agarre. No me podía concentrar. Caleb se había arraigado en mi mente como un parásito y se alimentaba de mis emociones y pensamientos. Algo tenía que hacer. Yo estaba entre edificios agarrando mi prueba contra mi pecho y mirando con los ojos vidriosos un ladrillo al azar en la pared, cuando alguien que pasaba, me metió un volante en la mano. Normalmente lo habría tirado, pero esta vez, échale la culpa a mi estado de shock, le di la vuelta. FIESTA DE ZAX ¿Dónde? ¿Dónde más? ¿Cuándo? Sábado a las 10:00 Traer: Cerveza Cuando regresé a mi habitación, metí el volante en la cara de Cammie.

—¿Tienes algún tipo de crisis de mediana edad? —Tengo sólo veinte años, mocosa, tienes que estar en el medio de tu vida para tener una crisis de mediana edad. ¿Por qué no estás usando un marcador? —No tengo uno y no estoy de humor para bromas. Este proyecto es para mañana y lo único que sé de negocios es cómo se escribe. —Bueno, tú ni siquiera sabes mucho porque te estás olvidando de una s. Cammie frunció el ceño ante su cartel y se fue a trabajar en la última s. —Necesito que vengas conmigo... Me acerqué a mi cajón y saqué una caja de marcadores.

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Ella estaba inclinada sobre una cartulina con delineador líquido para ojos dibujando las palabras "Plan de Negocios" en la parte superior. Miró el volante por un breve segundo y empezó a soplar sus letras.

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—Vamos a ir a esto.


—¿Qué vas hacer en la fiesta? Sofoqué el impulso de golpearla y traté de sonar agradable. —No lo sé. Cosas normales que la gente hace en las fiestas... como... pasar el rato. —No tomas, no bailas, no fumas. Lo siento Olivia, nadie va a querer hablar de política contigo, a menos que vayas a una fiesta de barril en Beta Nu, y eso sería muy, muy malo. —Puedo bailar —dije a la defensiva— y cualquier persona puede tomar, no es necesario un talento especial para hacerlo. —Sí, pero se necesita un talento especial para no actuar como una tonta cuando se está bebiendo. —Estaba dibujando corazones en las esquinas de la lámina y haciendo caritas sonrientes en el centro de cada uno. Ella era una pérdida de buen aire. Suspiré dramáticamente. —Voy a hacer el proyecto por ti, si vienes conmigo. Cammie rodó sobre su espalda y agitó los brazos en el aire como si estuviera nadando estilo pecho.

El sábado me preparé con la precisión de un cirujano de espina dorsal. Todo tenía que ser perfecto. Iba a ganar esta batalla, ya sea con lápiz labial Mad Merlot y el perfume Sexy de Victoria Secret. A las diez en punto Cammie y yo estábamos flotando por las escaleras de la casa Zax rodeadas por nubes de nicotina. La cabeza me daba vueltas y mi vestido, que era de un tamaño muy pequeño, estaba abrazando a mi pecho como una boa constrictora. —Es bueno que parezcas una chica normal —dijo Cammie, sonriéndome con aprobación. —Normal, ¿a diferencia de qué? Yo estaba tirando de mi vestido tratando de cubrir lo expuesto de mis pechos, que estaban en aumento al igual que dos bollos, fuera del sujetador push up de Cammie.

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Solté un gruñido. Yo lo habría hecho de todos modos. Que me torturen si dejo que mi compañera de cuarto haga un plan de negocios parecido a una tarjeta del día de San Valentín.

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—¡Aleluya! Has dicho las palabras mágicas.


Me sonrió y tiró del vestido hacia abajo de nuevo. —Bueno, tienes esas por una razón, —me dio unos toques en el pecho—. Has estado escondiéndolas en las feas camisas obsoletas que llevas. Y el maquillaje te hace ver sexy, exótica, incluso. Puedes reformarte muy bien mi amiga. Eso esperaba. —¿Estás lista O? — preguntó Cammie apretando mi brazo. Me sentía un poco mal de hecho pero tomé un profundo aliento y asentí. —Bien, porque va a ser la noche más interesante de tu vida. La puerta se abrió y entramos en una habitación tan llena de cuerpos y hedor a cerveza, que mi primer impulso fue dar un paso atrás. Cammie me empujó por la puerta, hacia una tabla llena con botellas. —Una bebida primero —dijo, me dio un vaso de plástico rojo— luego, haz lo que viniste a hacer.

—No creo que pueda… —dije dándome la vuelta. La puerta estaba a unos diez pasos de distancia. Todo lo que tenía que hacer era esquivar un par de cuerpo y podría deslizarme en el aire frío de la noche antes de que tuviera la oportunidad de humillarme a mí misma. Cammie me agarró del brazo. —Ahí está —siseó en mi oído. Me di la vuelta. Él estaba en una habitación a nuestra izquierda, jugando al billar. Risas estridentes fueron llevadas hasta donde estábamos paradas y capté las palabras “vibrador y cerrajero”.

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—Cuidado, Julia Roberts. El plan es estar tranquila. —Cammie me miró con desaprobación y tomé otro sorbo con cuidado esta vez. Era peor de lo que pensaba. La gente estaba sudando y tocando todo, respirando su propio aliento de alcohol en la cara del otro... ¡los gérmenes! ¡Lujuria! Estaban actuando como animales. De repente sentí una oleada de pánico. Era demasiado difícil ser otra persona. Tenía que haber otra manera de hacerlo.

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Cammie salpicó vodka en mi vaso y añadió un toque tacaño de arándanos. Estaba tan nerviosa. Tomé un sorbo demasiado grande y se derramó la mezcla en la parte delantera de mi vestido.


—Bueno, quizás podemos quedarnos un rato —dije débilmente. Era el turno de Caleb. Se inclinó sobre la mesa con una fuerte concentración y golpeó dos bolas en sus agujeros. —¿Qué hago ahora? —Tienes que llamar su atención sin llamar su atención. —No hablo idioma de chicas. Cammie saludó a alguien al otro lado de la habitación. —Mira, simplemente no seas obvia —dijo ella—. No hay nada menos atractivo que una chica que se lanza a un chico. —Esto, proveniente de la misma Cammie que frotaba aceite de bebé en su escote cada mañana para atraer la atención sobre sus “mejores partes” como ella las anunciaba. —¿Cómo demonios hago eso? —Eras la que quería venir. Descúbrelo. —Y con eso, me abandonó. Escoria de primer año. Me cerní sobre la mesa de bebidas por unos minutos para después darme cuenta que debía parecer una perdedora y me alejé. Está bien, tenía que hacer algo para llamar su atención, para dejarle saber que estaba aquí.

—¿Puedo pedir una canción? —grité por encima de la música. Él asintió hacia mis chicas y presionó un pedazo de papel y un lápiz en mi mano. Garabateé rápidamente el nombre de una canción y el artista en el papel y se lo devolví. —Mi cara está aquí —le dije extendiendo mi mano y levantando su barbilla hasta que me estuvo mirando a los ojos. Sonrió y me guiñó un ojo. Degenerado. Medio me gustaba. —La tuya es la siguiente —gritó por encima de la música. Alzó sus pulgares, mientras me alejaba. Miré la pista de baile con inquietud y vi que la única persona que estaba ahí era un sujeto prematuramente borracho que arrastraba los pies, meneando las caderas sin un rastro de ritmo. Esto iba a matarme, pero esto era obsesión e iba a hacerlo. Tomé

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Un sujeto usando una franela de “Korn” estaba escribiendo algo en un ordenador detrás de la mesa. Él hizo un gesto con la cabeza hacia mi cuando me aproximé y sus ojos inmediatamente encontraron mi escote.

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Vi la cabina del DJ y una idea se formó en mi cerebro. ¡Bailar! ¡Mi arma secreta!


un gran trago, terminando lo que quedaba de mi cóctel de vodka y convoqué el recuerdo de nuestro beso en la piscina. La idea me dio un aumento temporal de la audacia. Quería ser besada de esa manera nuevamente, posiblemente cada día de mi vida. Entré a la pista de baila cuando mi canción fluyó desde los parlantes. Me tomó como seis segundos apoderarme de la habitación completa. Las personas simultáneamente dejaron lo que estaban haciendo para observarme. Yo era buena. Era realmente muy buena. Silenciosamente le agradecí a mi madre por los ocho años de lecciones de baile gratuitas que le había reñido al estudio local cuando torcí mis caderas en un complicado giro. I’m obsessive, when just the thought of you comes up…8 Vi el rostro de Cammie aparecer por la esquina para ver lo que estaba pasando. Su boca hizo la forma de una “O” y me guiñó un ojo con aprobación. It’s not healthy for me to feel this…9

This time, please- someone come and rescue me…10 Observé su rostro al verme y mi estómago hizo un pequeña baile de emoción. ¡Bingo! Contacto visual. Aparte de un leve medio cerramiento de ojos, su rostro no mostró ni un ápice de emoción. ¡Maldición! Hice mi movimiento distintivo de la danza del vientre y vi con satisfacción que él levantaba una ceja. Cuando Rhianna cantó: Just your presence and I second-guess my sanity…11 miré directamente a Caleb y lo llamé con un dedo. No pareció sorprendido en absoluto. Se empujó lejos de la pared y se acercó casualmente hacia mí, las manos todavía dentro de sus bolsillos. Me permitió bailar alrededor de él por unos segundos, sonriendo ante los gritos y silbidos antes de 8 Soy obsesiva, cuando tú surges mi mente… 9 No es saludable para mí sentirse así… 10 Esta vez, por favor, alguien que venga y me rescate… 11 Solo con tu presencia cuestiono mi cordura…

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—Parece que tenemos a alguien caliente esta noche en la casa —escuché decir al DJ por el micrófono. Cuando más gente empezó a amontonarse alrededor para observarme, vi a Caleb y sus amigos de billar salir del cuarto trasero. Es correcto, ven a echar un vistazo y ver de qué se trata toda la conmoción. Dejé que mi cabello cayera seductoramente en mis ojos y giré las caderas en su dirección.

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Otras personas empezaron a unirse a mí en la pista de baile pero mantuvieron una respetuosa distancia, balanceándose alrededor como mis bailarines personales de respaldo.


agarrarme por la cintura y bailar sincronizado a mis pasos. Era bueno, con fluidez, como había esperado. Cuando la canción terminó, bailamos la siguiente, y la siguiente a esa. Mi cabello estaba húmedo y pegándose a mi nuca, cuando Caleb me sacó finalmente de la pista de baile. Me aferré a su mano mientras nos dirigía a través del océano de cuerpos y salíamos al pórtico. Nos apoyamos en nuestros codos sobre la barandilla, y dejé que el aire frío pasara sus dedos a través de nuestra piel pegajosa. —Estás llena de sorpresas. —Estas fueron las primeras palabras que me había dicho en meses. Saboreé el sonido de su voz antes de responder. —¿Por qué? ¿Porque puedo bailar? —Levanté mi cabello de la nuca y lo miré a los ojos. Caleb negó e hizo algo con sus labios que casi me hizo desfallecer. —No. Porque viniste… porque estás usando ese vestido. —Sonrió, mirando mi escote— y no porque puedas bailar, sino porque bailas. —Crees que soy una mojigata —dije en voz baja, mirando a una chica vomitar en unas azaleas a unos cincuenta metros. —Todos crees que eres una mojigata.

Bueno, me había graduado oficialmente de pasar de ser una llama a ser calzado. —¿Y luego de esta noche? —le pregunté, removiendo la pintura descascarada del pasamanos. —Creo que te rompiste un tacón y vas a usar chanclas como el resto. —Hubo risa en su voz. —Podría ponerme mis botas de nuevo mañana —dije—. ¿Y por qué estamos hablando metafóricamente? Caleb rio y luego de repente se volvió a poner serio.

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—Eres como un par de botas con tacones de quince centímetros. Todo actitud y sensualidad, pero haces sentir a las personas incómodas al solo mirarte.

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Sabía que no lo estaba diciendo para ser malo. Era solo un hecho, como que las manzanas verdes son agrias.


—Me gustan tus botas. Son sensuales. —Su voz fue ronca y seductora. Sabía que él podía meter chicas, quizás incluso a mí en su cama, solo usando su voz. —Tengo algo para ti —dije retirándome repentinamente del trance en el que él me estaba metiendo. Ladeó la cabeza. Ese pequeño gesto me puso tan nerviosa que olvidé lo que se supone que estaba haciendo hacía cuestión de segundos. Agarrando su mano, puse mi regalo en su palma. Me sonrió, casi inquisitivamente, y bajó su mirada. Era el centavo. Lo encontré en el bolsillo de su sudadera la mañana después de nuestro beso. Esta vez, yo hice el primer movimiento. Me acerqué a él, eliminando el espacio entre nosotros, mientras él me miraba. Sus manos se envolvieron alrededor de mi cintura y con un suave movimiento, acercó nuestros cuerpos hasta que mi espalda estuvo presionada contra la pared. Estaba intentando proteger nuestro momento de los rezagados que vagaban por el pórtico. Casi desaparecí detrás de su espalda, pero pude escuchar algunas risitas y exclamaciones de sorpresa. El beso fue diferente del primero. Nos habíamos besado antes así que no hubo ninguna vacilación o timidez esta vez. Hizo cosas con su boca que deliberadamente me provocaron pensamientos picantes. Me estaba costando respirar cuando él se retiró. Mis manos estaban apoyadas detrás de mí contra el áspero estuco de la casa. Caleb rio, pasando sus dedos a través de mi cabello, tirando de las puntas abiertas. Estaba apoyada contra la pared, preguntándome si mis piernas funcionarían si daba un paso lejos. La puerta trasera se abrió, dejando filtrar el ruido de la fiesta.

Parecíamos más felices que otras parejas, atrapados permanentemente en un estado de alegría tan intenso que nuestras bocas se curvaban en sonrisas incluso en nuestros sueños. Caleb me enseñó cómo jugar, algo que nunca había sabido en mi juventud o como adulta. Me trajo cupcakes y luego las estrellaba en mi cara. Me llevó a hacer kayak y nos volcó en el agua. Una vez cuando su fraternidad organizó una noche de

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Me enamoré con fuerza y rápido como un puñetazo de Tyson. Un día estaba simplemente disfrutando su compañía y al siguiente no podía vivir sin él. Nos veíamos cada minuto libre, incluso si era por un beso rápido y hambriento antes de clases. Cuando nuestras notas se desplomaron, fijamos límites; no hablar por teléfono al anochecer y no vernos durante la semana, salvo en la hora de comer. La mayoría de las veces, rompimos nuestras reglas luego de hacerlas. Era insignificante intentar permanecer alejada de él. Él era mi droga. Nunca podía conseguir suficiente y cuando lo tenía ya estaba pensando cuando podría tenerlo la próxima vez.

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—Vamos —dijo tomando mi mano— quiero verte bailar nuevamente.


lucha de gelatina, me convenció de asistir y luego me retó a un duelo de lucha libre. Hasta las rodillas en gelatina de color, cargué contra él apuntando a sus rodillas. Tuve suerte y lo lancé fuera de balance. Ambos aterrizamos sobre nuestras espaldas con Caleb riendo con tanta fuerza, que sonó como si estuviera sollozando. Lo amé con todo mí ser. Me enseñó quién era yo, algo que nunca habría sabido, sin su hábil manejo de mi personalidad. Ese verano, tomé un trabajo a tiempo parcial en una pequeña librería. Era la única empleada, además de la propietaria, y trabajaba en las noches lo que me obligaba a cerrar la tienda cerca de la medianoche. La librería compartía un estacionamiento con un bar llamado Gunshots y la mayor parte de las noches tenía que soportar silbidos y chiflidos de motociclistas intoxicados que se quedaban afuera. Lo odiaba y mantenía las manos hechas puños en dirección al auto, en caso de que tuviera que pegarle a alguien. Había estado trabajando allí por tres semanas cuando Caleb pasó a verme. Su rostro estaba rojo y tenso cuando pasó a través de las puertas. —¿Qué pasa? —dije dándole la vuelta al mostrador para abrazarlo. Miré por encima de su hombro, preguntándome si una de las ratas del bar le había dicho algo que lo puso furioso. A menudo hacían comentarios groseros a los clientes cuando ellos entraban o iban. —¿Estás aquí sola?

—Sí. —No vas a trabajar más aquí —dijo, con rotundidad. —¿Qué? —Mi mandíbula cayó. Él nunca me había hablado de esa manera antes. Señaló hacia el bar. —Es peligroso. Eres una mujer. Estás sola y no ayuda el aspecto que tienes. —¿Me dices que tengo que renunciar a mi trabajo por la manera en que luzco? — Levanté una ceja y caminé detrás de la registradora. Me estaba cabreando. —Te estoy diciendo que no es seguro para ti estar sola y luego caminar a tu auto sola.

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—Cuando sales a la noche, ¿caminas a tu carro sola? —Su voz era impaciente y me pregunté exactamente a dónde quería ir con esto.

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—Bueno, hay unos pocos clientes —dije mirando alrededor de los pasillos.


—Puedo cuidar de mí misma. —Comencé a apilar libros que necesitaban ser acomodados en una carretilla. —Eres una debilucha de cincuenta kilos, y esos son unos hombres muy ebrios. Me encogí de hombros. Caleb lucía como una bola de energía ardiendo y me estaba poniendo nerviosa. —No voy a renunciar — dije colocando las manos sobre mis caderas. —Tengo que trabajar. No todos nosotros tenemos padres ricos y fondos fiduciarios para valernos a través de la vida. Su rostro palideció. Él odiaba que alguien mencionara el hecho de que era rico, y sobre todo yo. Caminó fuera de la tienda sin decir adiós. Lance un bolígrafo hacia la puerta, deseando que estuviera allí para que pudiera golpearle en la cabeza. Más tarde esa noche, cuando estaba cerrando, vi su auto en el estacionamiento. Camine hacia el lado de la ventana del conductor, y golpee el cristal con mis llaves. —¿Qué estás haciendo aquí? —dije cuando bajo su ventana. Él se encogió de hombros.

Me tomó un tiempo acostumbrarme a la vasta popularidad de Caleb. Quizá cinco personas en el campus sabían mi nombre, pero el de él era un nombre que estaba grabado sobre placas de metal en el gimnasio de la escuela. —Siento que estoy saliendo con una celebridad —dije una noche cuando salimos a cenar, un par de chicas lo saludaron de una mesa cercana. Él puso los ojos en blanco y lo ignoró como si estuviera siendo dramática. Pero mis celos tomaban su camino dentro de mi mente cada vez que alguna rubia tonta le rendía reverencia. Esas chicas no tenían consideración al hecho de que era mi novio. Ellas estaban esperando la oportunidad para saltar sobre él, justo como yo lo había hecho. Y luego

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De ahí en adelante, cada vez que trabajaba, el auto de Caleb estaba aparcado en el estacionamiento cuando me iba. Nunca nos vimos el uno al otro en el estacionamiento, y nunca hablábamos sobre ello durante nuestras horas regulares de relación. Pero a media noche, él siempre estaba allí, asegurándose de que yo estaba a salvo. Me gustaba.

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Molesta, caminé lejos sin decirle nada más.


estaba el problema del sexo. Nosotros no habíamos ido tan lejos. Cammie me preguntaba en las noches sobre cuán lejos iban nuestras sesiones de besos. —Solo nos besamos — le dije por enésima vez. Ambas estábamos en nuestras camas, con las luces apagadas y Cammie estaba chupando una paleta haciendo húmedos, sonidos de sorbidos. —Necesitas lavarte los dientes cuando termines con eso. —¿Y él nunca trata de hacer más? — pregunto ignorándome. —No quiero que lo haga. —Olivia, solo mirar a ese hombre me hace querer tener sexo y estoy segura que el noventa por ciento de las estudiantes femeninas están de acuerdo conmigo. ¿Cuál es tú problema? ¡Espera! ¿Fuiste abusada? Ella lo pronunció “Abu-sada.” Puse mis ojos en blanco. —No, cállate. Simplemente no quiero. ¿Por qué tengo que ser producto de un asalto sexual solo porque no estoy saltando a la cama con él? —Holaaa, Caleb es un hombre. Él quiere tener sexo y si tú no se lo das, lo encontrará en otro lugar.

No era que no pensara sobre tener sexo con él. Pensaba sobre ello todo el tiempo. Pero, pensarlo y hacerlo eran dos cosas diferentes. No estaba lista y no sabía por qué. Laura Hilberson fue encontrada la misma semana que Caleb y yo nos empezamos a tocar por primera vez. La policía la encontró merodeando el aeropuerto de Miami, descalza, sus parpados caídos sobre ojos turbios. La historia de Laura fue que un hombre la había secuestrado mientras estaba trotando sobre un camino en el parque

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No. No iba a usar a mi padre como excusa para perder a Caleb otra vez. Caleb era fiel, atento, y nunca me había presionado para hacer más que besarnos, porque me respetaba. Recordaba la última vez que nos besamos. Había sido en su habitación, yaciendo sobre su cama. Todo su cuerpo se sentía tenso, como si estuviera herido y listo para saltar al suelo. ¿Qué si él estaba usando cada onza de autocontrol cuando estaba conmigo? La palabra “calienta pollas” resonó en mi mente y se arrastró bajo mi colcha en vergüenza.

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Me di vuelta y me negué a decir algo más. ¿Qué sabía de todos modos Camadora? ¿No eran las de primer año infames por ser estúpidas y zorras? ¿No era mi padre famoso por “encontrarlo en otro lugar”?


a no más de dos kilómetros de la escuela. Pidiendo ayuda, él pretendió tener un tobillo torcido, y rogó su asistencia. Le pidió que lo ayudara hasta su auto, el cual estaba justo allí en el lugar. De mala gana, Laura accedió. Ella cargo con su peso y camino la corta distancia hasta su van blanca. La van era una Astro con óxido corroyendo el metal como cáncer. En retrospectiva Laura contó que las ventanas ahumadas y la puerta ligeramente agrietada era una señal intermitente de advertencia. Mientras lo ayudaba a entrar al asiento del conductor, él dejo caer sus llaves en el césped a los pies de Laura. Cuando ella se inclinó para tomarlas, el hombre alzó una barra de metal del asiento de pasajero y conecto con un movimiento bastante poderoso la cien de Laura. Luego la metió en la parte trasera y se la llevó a lo que los periódicos lo llamaron “La Madriguera del Violador.” Laura recuerda haber estado encerrada en un tipo de sótano, por un tiempo que no pudo determinar, porque había sido sedada. El hombre, a quien ella describió como “tímido”, la uso para sexo y compañía. Luego un día, sin ningún motivo, la beso en la mejilla y la dejó en el aeropuerto. Le dijo a la policía que su nombre era Devon. Laura Hilberson había estado perdida por seis meses.

—¿Con cuántas de esas chicas saliste? —dije mirando hacia él grupo. La mayoría de las chicas eran lo suficiente hermosas para estar en la portada de una revista y varias de ellas saludaron a Caleb con una sensual familiaridad que hacía a mi monstruo verde chasquear sus nudillos. —¿Por qué es eso importante? —pregunto él y pude ver la diversión en sus ojos. —Porque, si yo hiciera una declaración así, a ti te gustaría saber a quién había estado besando —espeté impacientemente. Él sonrió y accedió, inclinando su cuello para hablar suavemente en mi oído. —Adriana Parsevo —sus voz fue tan baja que tuve que forzarme por escucharlo. Reposicione mi oreja más cerca de sus labios y me estremecí cuando los sentí contra mi lóbulo. —Ella es la del pequeño vestido plateado —dirigí mi mirada hacia una

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—Fui a la escuela secundaria con ellos. — dijo él casualmente, deslizando una aceituna de un palillo de dientes con su boca.

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Mientras Laura yacía en una cama de hospital siendo interrogada por la policía, Caleb y yo estábamos en una subasta de caridad que la mayoría de los estudiantes de último año en su fraternidad estaban obligados a asistir. Era una de esas ostentosas reuniones donde todos se vestían con costosos trajes y vestidos, con mesoneros circulando el salón con copas de champán. Él vio unas personas que estaban juntas en un apretado grupo.


llamativa chica cuyo vestido no lograba cubrir ni siquiera la mitad de sus interminables piernas. ¿Qué pasaba con Caleb y las piernas? —Salimos por un tiempo, ella era muy… experimental —esa última palabra y la textura de su voz insinuaba a mucho más, sentí una oleada de celos aplastar mi tráquea. Caleb, pareciendo disfrutar mi reacción, continúo. —La chica con la que está hablando, la que está bebiendo la mimosa, su nombre es Kirsten si recuerdo correctamente. Ella tiene una marca de nacimiento que se parece a África en la parte interna de su muslo. Soplé aire con fuerza por la nariz y lo mire. Se echó a reír, el tipo de risa traviesa y sexy, que agitaba las mariposas dormidas en mi vientre. —Tú preguntaste Duquesa… Me lo imaginé besando a esas chicas. Sus dedos trazando sus marcas de nacimiento y mi respiración quedo atrapada en mi garganta. Las odiaba y lo odiaba a él por gustarles. —¿Te gustaría escuchar más? — pregunto él, sus labios rozando la parte superior de mi oreja.

El humor de Caleb cambio rápidamente y pronto todas las sonrisas se habían ido mientras estábamos unidos en un beso tan intenso que ambos estábamos jadeando. Pensé que iba a morir cuando sus dedos bajaron las tiras de mi vestido y sentí aire sobre mis pechos. Luego era más que aire. Sus manos y su boca me encontraron y me pregunté porque nunca antes había hecho esto. Dije algo. No sé qué fue, pero mi voz pareció devolverlo a la realidad, porque se apartó al momento de escucharlo y me sostuvo a cierta distancia de su brazo. Nunca había hecho nada tan desenfrenado, atrevido, y mostrado lo que mantenía seguro debajo de mi sujetador y él nunca había parado en un punto tan temprano de los juegos previos. —¿Por qué…? —estaba sin aliento y todavía aferrada a su camisa. Él me besó suavemente en los labios. Toda carga sexual se había ido. Él encendió el motor.

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Tan pronto como llegamos a su auto, me lance sobre él. Lo besé duro, saltando a través del asiento subiéndome en su regazo. Él se rio dentro de mi boca sabiendo que su juego había tocado una fibra y ahueco sus manos alrededor de mí trasero. Lo ignoré y seguí besándolo con intención de mostrarme seductora.

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—No —dije malhumorada y lo decía en serio. Preguntarle fue un gran error.


Regrese a mi lado del auto y me hundí en mi asiento. Fue debido a que él no quería ir hasta la mitad. No había un “solo tocarse” con Caleb. La mayoría de los chicos estaban felices de poder obtener y sentir tanto como pudieran. Con Caleb, era diferente. Tú o ibas todo el camino, o te quedabas en las aguas poco profundas de solo besar. Él no alcanzaría su camino al sexo alejándome más y más de mi castidad dándome piezas de lo que me estaba perdiendo. Me senté de regreso en mi asiento y contemple tirar todas mis inhibiciones al viento. ¿Dónde estaban ellas de todos modos? Apenas podía recordar cuando pensaba en sus manos y la manera que sabían exactamente donde tocar. Me pregunte qué diría mi madre. Estaría feliz de que encontré a un chico como Caleb, pero aun así sería precavida sobre él. Mi padre nos había regalado a ambas un paquete de desconfianza que se encontraba como un organismo de control dejando al descubierto los dientes en nuestras mentes.

—No vayas a decirle a tu ma estas pequeñas visitas que has estado haciendo con tu papa — decía Sheri moviendo un dedo hacia mí—. Ya tiene mucho sobre su plato como están las cosas, y tu papa solo necesita un amigo para hablar. Ellos hablaban por horas en la habitación de Sheri, a veces con un radio tocando canciones viejas y humo de cigarrillo saliendo por la abertura bajo la puerta. Mi papá sería realmente agradable conmigo después que salía de la habitación. Siempre nos parábamos por helado de camino a casa. No lo extrañé cuando se había ido. Él solo era un tipo que me llevaba a casa de la escuela y me sobornaba con helado. Al momento de su muerte, habían pasado diez meses desde la última vez que lo vi, y ni siquiera había llamado en mi cumpleaños. Oliver Kaspen, mi tocayo, murió dejándome con un montón de malos recuerdos y una cerradura sobre mi corazón a la que solo él tenía la llave. Tenía problemas paternales que condenaron a Caleb desde el principio.

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Sheri, la mejor amiga de mi madre, le dio un abrupto final a la vida de Oliver Caspen un cuatro de Julio después que yo cumplí once. Utilizó su propia escopeta calibre 22 para cometer el acto, enluciendo su materia gris sobre toda su cortina de baño de flamenco rosado. Sin el conocimiento de mi madre, Sheri fue una de las muchas mujeres que mi padre usaba por sexo y dinero. Ella me recordaba a un perro cocker spaniel con ojos húmedos con un personalidad tan viscosa como un huevo crudo. Antes de que mi madre descubriera sobre su aventura con Sheri, yo ya sabía. En las tardes que mi mamá trabajaba hasta tarde y mi padre me recogía de la escuela, nosotros iríamos a visitar a sus “amigos”. Estos amigos resultaban ser todas mujeres, o tenían acceso a dinero, drogas, o ambas.

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—Cuida tú corazón, así no se rompe como el mío— mi madre decía tan seguido como dos veces a la semana.


Traducido por karoru, ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ (SOS) y Pandora Rosso

D

—Hola preciosa —Caleb entra con una bandeja y una sonrisa que ilumina toda la habitación. Me quejo de nuevo y escondo mi rostro en la almohada. Ayer por la noche: El alcohol, la traición de un amigo, esa embarazosa llamada. —Siento mucho que te llamé. No sé lo que estaba pensando —grazno. —No —dice colocando la bandeja sobre mi mesita de noche—. Me siento honrado de haber sido tu primera opción. —Toma un vaso de agua y una pequeña píldora blanca y los coloca tanto en mi mano. Dejo caer mi cabeza de vergüenza y muerdo la uña del pulgar. —Te traje un poco de pan tostado también...si estás lista. —Tomo un vistazo al pan y la mantequilla y se me revuelve el estómago. Niego con la cabeza y rápidamente quita la bandeja.

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Me derrumbo contra mi almohada y pongo mi mano sobre mis ojos.

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omingo por la mañana me despierto en mi cama, mi pelo apestando a sudor y cigarrillos. Me quejo, ruedo encima y vomito en mi papelera. ¿Mi bote de basura? No me acordaba haberlo puesto allí. Entonces oigo tirar el inodoro. ¡Dios mío Caleb!


Mi héroe. —Llamé al motel esta mañana —dice sin mirarme. Reboté en la cama y sentí mi cabeza dar vueltas—. Tu amigo desapareció anoche. Al parecer, tenía prisa por salir de la ciudad. —Me apoyo contra la pared y me mira a través de sus pestañas. Si no estuviera tan nauseabunda, habría sonreído al verlo a él en mi dormitorio. —Un amigo, ¿eh? —Juego con mi edredón. —No fue tu culpa. Hombres como esos deben ser castrados. —Asiento y resoplo mi acuerdo—. Pero, si alguna vez se te acerca nuevamente Olivia, lo voy a matar. Me gustó eso. Me gustó mucho. La canción 'Friends' se está reproduciendo en mi pequeño televisor cuando salgo de la ducha. Arrastro los pies en la sala de estar en bata y zapatillas y estoy de pie alrededor, no sé dónde sentarme. Caleb se escabulle a hacer sitio en el sofá para mí y enrollándose en la esquina. Decido hacer algo parecido a ser honesta. —Me gustas Caleb —dejo escapar y luego me tapo la cara con las manos de la vergüenza —. Eso suena como una confesión quinto grado. Él levanta la vista de la TV, sus ojos dorados riendo. —¿Quieres salir en serio?

—Realmente no quieres que lo haga. —Él estaba medio serio ahora, o al menos no estaba sonriendo ya. —No. Pero sería lo mejor. —Estoy rodeando mis manos en las mangas de mi vestido. Me siento nerviosa y enferma del estómago, además de la forma en que me mira no está haciendo las cosas más fáciles. —Tú estás enrollándote como un yo-yo aquí —dice poniendo ambas manos sobre sus rodillas, como si se estuviera preparando para ponerse de pie.

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—No estoy bromeando. Esto es serio. No somos una buena idea. Tú no sabes quién eres tú y yo sé exactamente quién soy, por lo que probablemente deberías estar corriendo por tu vida.

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Le pego en el brazo.


—Lo sé —digo rápidamente—, estoy pensando que yo no soy el tipo de chica del que quieres ser amiga. —No sólo quiero ser tu amigo. Tomo un instante, mi visión oscila dentro y fuera de foco y mi miserable corazón se hincha como un globo. Estoy muy confundida. No debería estar haciéndole esto a él, pero quiero hacerlo. Me froto la sien. Todo esto era demasiado complicado e injusto. Después de tres largos años, tengo lo que quiero y no es real. Él no sabe quién soy, y si lo hiciera, no estaría sentado en mi sala de estar. Resoplo aire por la nariz. La Olivia buena me está pidiendo poner fin a las cosas con él para siempre. Ella recuerda el azul aeropuerto de mierda y la pintura en el techo y lo que sucede cuando esos recuerdos vagan n su vida vacía y le recuerda cómo las cosas están frías. Nos dirigimos de nuevo a la TV, los dos avergonzados e incómodos. Caleb se va un par de horas más tarde succionando la esperanza de mis pulmones cuando se va. —Bloquea todas las puertas, y llámame si me necesitas, ¿de acuerdo? —Asiento con la cabeza mordiéndose el labio inferior. No quiero estar sola, pero estoy demasiado avergonzada para pedirle que se quedara más tiempo. —Te veré mañana. —Yo quiero que se quede, mirando su hermoso rostro. Parece que lo duda, y por un momento, creo que está funcionando.

—Nada... es sólo que me siento como que hemos hecho esto antes... déjà vu, ¿sabes?

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Lo sé, porque esta es la forma en que nuestros adioses eran cuando estábamos juntos. Nunca pasó la noche porque nunca lo dejé.

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—¿Qué pasa? —le susurro. Por favor, que no que recuerde. Por favor, que recuerde.

—Bueno, adiós. —Adiós —le digo. Me hago una taza de té y me acomodo en el sofá. Lo perdí una vez debido a mi podredumbre interior. Mis mentiras comenzaron desentrañarse una tras otro hasta que estaba tan abrumada por el tamaño de ellas, me miró a los ojos y me dijo adiós para siempre. Recuerdo la sensación de entumecimiento cuando lo vi salir, y luego por el resto del día, hasta que me di cuenta de que no iba a volver. Nunca. Fue entonces cuando las paredes de mi presa emocional se vinieron abajo alrededor de mí. El dolor que experimenté fue tan potente y punzante durante los primeros seis meses,


dominando cada día como un dolor de garganta. Después de eso, se convirtió en un dolor constante, una ausencia que nunca salió de sus huesos. Caleb se fue, Caleb se fue, Caleb se fue... Incluso ahora que estaba de vuelta en mi vida, todavía sentía su ausencia. Mi tiempo, sabía, era prestado, y pronto el fiero dolor empezaría de nuevo. Sólo sería cuestión de tiempo cuando se enteré de nuestro pasado y mi embutido de mentiras. Decidida aprovechar el día. Si el tiempo es corto, bien podría estar con él tanto como me sea posible. Cojo el teléfono y presiono el número de su apartamento. Él no contesta, así que dejo un mensaje en su máquina para pedirle que me devuelva la llamada, lo que hace, unos diez minutos más tarde. —¿Olivia? ¿Estás bien? —Estoy bien, muy bien —alejo su preocupación—. Voy para allá —le digo rápidamente—. Preferiría no estar sola y tú me prometiste una cena de todos modos. Espero, conteniendo mi respiración. Hay una pausa, durante la cual aprieto ambos labios y los ojos. Tal vez él tiene planes con Leah.

Cuando llegué, le entrego las llaves de mi auto compacto al empleado que los estaciona y entro al frío vestíbulo. Un portero me saluda. Sus ojos comienzan con mis pies y suben lentamente a mi cara. Había visto esa mirada un millón de veces desde los amigos de Caleb. Yo estaba entre ellos, pero no uno de ellos. Sus ojos estaban sintonizados con Laboutin y Gucci, así que cuando me presenté en mí ropa confeccionada, sus miradas se nublaron como si les aburriera. La mayoría de sus conversaciones comenzaban: "Cuando yo estaba de vacaciones en Italia el año pasado..." o "el nuevo yate de papá...." a las que sería una silenciosa oyente, ya que jamás había dejado Florida, especialmente no en el velero de juguete de mi irresponsable papi. Mi papá era el hombre que lanzaba sus botellas de cerveza vacías a la suerte de los demás hombres.

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—Yo soy toda carne. —Me estremezco cuando se ríe—. Dame la dirección. —Anoto la serie de carreteras y calles que está dictando, y lanzo mi pluma a un lado. Sé el edificio que está describiendo. Era el tipo de cosas que no puedes evitar mientras conduces en la vía para llegar a la cadena de elegantes cafés y tiendas que se alineaban en la playa. Tenía por lo menos treinta pisos, un pedazo de bienes raíces que brillaba como OZ.

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—Genial —dice finalmente—. ¿Te gusta la carne?


Cuando me quejé con Caleb, me instruyó en el arte de esnobismo. —Míralos como que tú sabes sus secretos y los encuentras aburridos. La primera vez que miré abajo de mi nariz a una rica heredera, ella me preguntó dónde había comprado mis zapatos. —Payless12 —le contesté—. ¿No es divertido? nuestros zapatos son idénticos, sin embargo, el precio que pagaste por los tuyo podrían alimentar a un pequeño país por un mes. —Caleb se había ahogado en su cóctel de camarones, y la heredera nunca había hablado conmigo de nuevo. Sentí un nauseabundo poder. Tú no tienes que ser rico e importante para intimidar a alguien, tenías que ser crítico. No miré directamente al portero, pero parpadeo rápido en su dirección como si estuviera molesto conmigo. Él sonríe. —¿Está de visita señorita? —¿Está de visssita sseñorita? —Caleb Drake —le digo—. ¿Puede decirle que aquí está Olivia? —En ese momento escucho a la puerta del ascensor abrirse y Ricky Ricardo asiente con la cabeza a alguien por encima de mi hombro.

—Este hombre hace trampa en el póquer. Me estafaron completamente con cien dólares la semana pasada. —El pequeño imbécil sonríe radiante en respuesta. ¿Por qué la atención por parte de Caleb convertía a las personas en luciérnagas vivientes? —¿Señor? Fueron los cien dólares más honestos que he hecho. Caleb sonríe y me lleva hasta el ascensor. —¿Te juntas con un empleado? —pregunto cuando las puertas se cerraron detrás de nosotros. —Juego póker con ellos los martes —dice mirándome de reojo—. ¿Qué? Me gustan. No hay pretensiones. Además, yo no recuerdo a ninguno de mis otros amigos. —Me deja

12 Payless ShoeSource es una tienda estadounidense de calzado de descuento.

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Sonríe al portero.

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—Olivia —dice Caleb, poniendo su mano sobre la parte baja de mi espalda. Me estremece su contacto.


salir del ascensor y luego sigue detrás de mí. Tengo la sensación de que está mirando mi trasero. —Es hermoso…este lugar. Él hace una mueca. —No es realmente acogedor, ¿no es cierto? Es un poco macho-solterón. —Bueno, tu eres ambas cosas, por lo que encajas. —Estoy seguro de que podría haber comprado una casa por lo que pagué por esto. —Y una camioneta —Sonrío. Hace una mueca. —De eso no estoy tan seguro.

—Ahora, dime —digo deteniéndome para admirar una pintura— ¿mamá te ayudó a decorar o acabas de contratar a alguien? —No lo sé —se encoge de hombros—. Pero la palabra es... salí con una decoradora sólo para tener cosas gratis. —¿Así fue? —Extiendo la mano y toco con el dedo a la cubierta de un atlas gigante que estaba descansando en su manto. —Esta es la cocina —dice llevándome a una habitación llena de acero inoxidable. Me conduce a un pasillo y se detiene antes de abrir la puerta. —Mi oficina.

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Su condominio es impresionante. El vestíbulo, resulta ser tan grande como mi habitación. Esta desnudo a excepción de la enorme lámpara de araña que pende sobre las baldosas color crema. Me siento absorbida por la elegancia. Él me lleva a la sala de estar, que, tal como lo prometió, tiene techos increíblemente altos. Toda la pared principal es una ventana, que muestra una vista del océano.

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—Es aquí —dice deteniéndose en el 749—. No te dejes intimidar por los dieciocho pies de cielo raso y el plasma... son impresionantes, pero no es de temer. Sigo sus hombros a la sala de estar.


Me asomo por su hombro en una habitación que estaba encajonado hasta el techo de estanterías. Mi estómago se aprieta de la emoción y sentí una necesidad urgente de orinar. Libros. Maravillosos, magníficos libros. —¿Tú leíste todo esto? —Espero que no. Eso indicaría que no tenía absolutamente ninguna vida pre-amnesia. —No lo sé —le dije, mis ojos barriendo los títulos— creo que disfrutas de un buen clásico... quizás Grandes Esperanzas. —Lo saco de la estantería y lo pongo en sus manos. Él hace una mueca, pero no lo mete de nuevo, poniéndolo sobre la mesa en su lugar. Una foto enmarcada de Leah se encuentra colocada estratégicamente, probablemente por ella, junto al monitor de la computadora. La miro con furia. Es una de esas fotos de estudio que el fotógrafo cuidadosamente trató de hacer parecer natural. Leah estaba mirando un poco a la izquierda de la cámara, y su boca estaba ligeramente abierta y sensuales. "Bésame, soy una puta hermosa" dice en blanco y negro. —Quiero tener una gran oficina un día —dice, siguiendo mis ojos hacia la foto de Leah—. Más libros que no lea, una chimenea, y una de esas grandes puertas arqueadas con una pesada fachada.

—Depende. La chica en el marco podría ser diferente. Tengo una cosa por las de cabello oscuro. Le hago una mueca. —Y mi habitación... Sus sábanas son de seda negra y están arrugadas y sin hacer. Me pone enferma pensar en todas las mujeres que han rodado alrededor de sus sábanas. —¿Dónde está el baño? —Le digo con voz débil. Él me lleva a través de la habitación y me mira fijamente. Hay una ducha con seis cabezales y profunda que podrían caber fácilmente cinco personas. Hay incluso una pequeña bodega construida en la esquina. Se ríe de mi expresión.

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Caleb se encoge de hombros y me mira con interés.

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—¿Vas a colgar esa foto en tu nueva oficina? —le pregunto. Me duele verla allí, tan fijada en su vida.


—Este es mi sitio preferido también. —Guao —digo. —Bueno, si quieres pasar la noche puedes tener el privilegio de usarlo. Toda la sangre se fue a mi cabeza. Regresamos de nuevo a la sala de estar. Me desplomo en el sofá, mientras que Caleb va a buscar una botella de vino de la cocina. Él vuelve con dos copas en una mano y una botella de color rojo en la otra. Llena las copas y me entrega una, sus dedos rozando los míos en el proceso. Cuando desaparece de la habitación para comenzar la cena, vierto el vino en mi garganta como una bala y relleno mi copa. Casi espero que Leah o su memoria hagan acto de presencia en cualquier momento y yo no quiero estar sobria cuando suceda. —Así que, ¿puedo ver el anillo que has comprado para tu pequeña dulce novia? —Le digo cuando entra a la habitación. No sé por qué le pregunto esto, pero estoy segura que el vino me ha hecho más audaz. —¿Por qué quieres ver el anillo? —Me mira por debajo de sus pestañas. Hmmm, porque quiero ver lo que podría haber sido mío.

—Guao, hombre — le digo abriendo la tapa. Es un pesado y enorme diamante. El adorno más bello y desagradable que he visto. Bueno, aparte de Cammie de todos modos... —Esta cosa necesita su propio código postal. —Pruébatelo. —Extiende la caja hacia mí y mi mano automáticamente la empuja. —¿No es de mala suerte probarse el anillo de alguien más? —Mala suerte para la novia, creo —se burla.

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Desaparece en la habitación y vuelve con una pequeña caja azul. Es Tiffany. Que predecible.

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—Curiosidad. Soy una chica y me gusta la joyería. No tienes que mostrármelo, si no quieres.


—En ese caso… —digo, alcanzándolo—. ¡Espera! —Echo hacia atrás mi mano—. Tienes que proponérmelo primero. —Le entrego la caja y me siento, esperando el show. —¿Todo tiene que ser una producción contigo, no es así? —dice parándose y dándome la espalda. —Pide y recibirás. —Cuando se da la vuelta de nuevo sus facciones están agitadas y nerviosas. —Bravo —aplaudo. —Olivia —comienza él. Lo miro en una sorpresa fingida. Luego de repente él está serio… o eso parece. Yo tomo un respiro. —Tú me perteneces. ¿Me crees? —Siento mis glándulas sudoríparas abriéndose. Aguantando la respiración, asiento. Se suponía que esto era para reír, pero no suena gracioso, suena como algo que estaría recordando por años desde hoy, cuando este sentada sola en un cuarto lleno de gatos.

El vino habla por mí. Lo beso, porque está cerca y no hay otra respuesta lo suficientemente buena. Es sólo un roce de labios, cálido y apresurado. Se congela y se me queda mirando con cejas curvadas en sorpresa. —Te hubiese dado diamantes hace una semana, si hubiese sabido que obtendría eso. Me encogí de hombros. Levanto mi dedo y estudio el diamante de Leah. —Luce… —Estúpido… —termino por él—. Aquí tienes, tómalo. —Tiro de la banda y choca contra mi nudillo. Lo intento de nuevo. Esta… atascado. —¡Mierda! —me quejo—. Lo siento mucho Caleb. Esta fue una idea estúpida.

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Sé que tenía que dar algún tipo de respuesta. Busco a tientas por mi ingenio, pero mi mente está tan seca como mi boca.

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—¿Te casarías conmigo, Olivia? Eres la única mujer que sé cómo amar. La única mujer que quiero amar. —No se pone de rodillas y no lo necesita. Estoy balanceándome al borde de una crisis emocional justo ahora.


—No te disculpes. Tus dedos están probablemente hinchados. Dale un poco de tiempo y vamos a tratar de nuevo más tarde—. Y luego desaparece en la cocina para ver la cena y yo me quedo en el sofá con la mitad de una botella de vino y el anillo de Fresita en mi dedo. —No lo entiendo. ¿Cómo puedes pensar tan diferente de antes? —pregunto mientras estamos sentados comiendo la cena en su mesa de comedor. Estoy mareada por el vino y mi lengua se siente peligrosamente suelta—. No te gusta el anillo que elegiste, antes de la amnesia, no te gusta la novia… o tu apartamento. ¿Cómo puede ser la misma persona alguien totalmente diferente? —Nadie dijo nada de no gustarle la novia. Lo que pudo ser mis gustos en ese momento no lo es tanto ahora. —¿Así que la amnesia te hizo una persona diferente? —Tal vez o tal vez la amnesia reveló que no soy la persona que pretendía ser. Él tiene razón. Los años que ha estado fuera de mi vida, se había transformado en un profesional soltero con sus cursis sábanas de seda. No era mi Caleb. El que había puesto esa mancha púrpura de pintura en mi techo.

—Tal vez esos sentimientos nunca estuvieron allí en primer lugar. —¿No crees que tal vez estás cruzando la línea? — Él deja sus cubiertos y apoya los codos sobre la mesa. —Hey, sólo somos dos extraños conociéndonos. No hay líneas todavía. —Me echo hacia atrás y cruzo mis brazos. Mi estado de ánimo se había agriado como la leche vieja y yo quería pelear. —Tregua —dice levantando las manos. Antes de que pudiera estar de acuerdo, toma nuestros platos y los lleva a la cocina.

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—Ella es encantadora. Muy amable y sofisticada. Siempre dice las cosas correctas en el momento exacto. Pero me parece que no puedo evocar las cosas que se supone que debo sentir por ella.

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—¿Amas a Leah? —las palabras están fuera de mis labios antes de tener el chance de tragármelas. Mi boca tiene un sabor amargo.


Le ayudo a apilar los platos en la lavadora y luego Caleb consigue un poco de hielo de la cocina y lo mantiene en mi dedo. Miro sus dedos trabajando a través de ojos lánguidos. Su siguiente movimiento casi me hace desmayar. Él está tratando de explicarme las reglas del fútbol, las cuales estoy fingiendo que me interesan, cuando alcanza mi dedo y lo coloca suavemente en la boca. El anillo se desliza con facilidad en esta ocasión. Él lo toma de sus labios y lo coloca en la caja sin decir nada más. Lo lleva al dormitorio y yo aprieto y aflojo el puño. —Necesito irme —digo, levantándome. —No lo hagas —dice. Mi teléfono comienza a sonar y dejo de mirar sus ojos para buscar en mi bolso. Mi teléfono muy pocas veces suena. Sólo lo tengo para emergencia y Cammie. Espero ver su número cuando miro la pantalla, pero en vez de eso es el de Rosebud. —Algu-a-ien se metió en tu apartamento —grita cuando respondo. —Cálmate Rose, no entiendo… ¿qué?

—Estaré allí en un momento —Cuelgo y miro a Caleb—. Alguien se metió en mi apartamento —repito las palabras de Rosebud. Caleb toma las llaves de su carro. —Te llevaré —dice dirigiéndome hacia la puerta. Él conduce más rápido de lo que yo haría y estoy agradecida por ello. Pienso en Pickles, quien me había olvidado de preguntarle a Rosebud. En silencio, rezo para que ella esté bien. Caleb me acompaña hasta la puerta, donde dos agentes de policía están a la espera. —¿Es usted Olivia Kaspen? —pregunta el mayor de los oficiales. Tiene la mirada muerta y el rostro picado de viruelas. —Sí. ¿Mi perra? —trato de mirar por encima de ellos, pero sus cuerpos uniformados crean una barrera entre mi puerta frontal y yo.

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Niego con la cabeza, la cual todavía está impregnada de vino. Luego entiendo. Alguien se metió en mi apartamento.

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—¡Algu-a-ien se metió en tu casa! —grita, como si le hubiese pedido que alzara más la voz en vez de hablar claramente.


—¿Podemos ver alguna identificación? —saco mi licencia de conducir de mi bolso y se la doy. Satisfechos, el oficial se aparta. —Su vecina tiene a la perra —dice un poco más gentilmente. Suspiro de alivio. Compruebo para asegurarme de que Caleb está detrás de mí y paso por encima del umbral. No sé lo que estoy esperando ver. Pero, no era esto. Todo lo que un ladrón quiere robar sigue ahí, televisión, reproductor de DVD, equipo de música. Parpadeo confundida y entonces mis ojos recogen el caos antes conocido como mi casa. Todo está destrozado. Todo. Fotos, adornos, lámparas. Mi sofá había sido acuchillado y el relleno se agrupaba como un vómito negro. Me oigo hacer un ruido que es parte sollozo parte gemido. Caleb se apodera de mi mano y me aferro a él. Me muevo de una habitación a otra, con mis ojos sangrando lágrimas al evaluar los daños, o más bien la aniquilación de todo lo que tengo. Mi mesa de café es la única pieza de mobiliario que se mantiene intacta, sin embargo, el intruso ha tomado el tiempo para tallar la palabra "prostituta" en la madera.

Mi cabeza se voltea automáticamente en dirección a Caleb. Tiempo. Estaba quedándome sin tiempo. Estaba de camino a su apartamento, sin duda, con la evidencia en sus manos. Comienzo a temblar. No estoy lista. No puedo decir adiós todavía. —¿Señorita? —el oficial está parado en la puerta del closet, mirándome desde arriba—. ¿Necesitamos que llene un reporte, para que nos haga saber que se llevaron? —Veo a Caleb empujándolo para pasar y caminando cuidadosamente alrededor de mis pertenencias arruinadas. Me levanta del suelo y me lleva de nuevo a la sala, sus manos son como anclas a mis brazos.

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Mi caja de recuerdos está colocada patas arriba en el suelo. Me dejo caer de rodillas y empiezo a hurgar, pasando mis dedos sobre cada objeto, aliviada mientras los recupero. Casi todo está allí. Casi. Aprieto mis manos en las cuencas de mis ojos y me pongo de cuclillas. ¿Por qué? ¿Por qué? Sólo una persona podría tener un uso a lo que falta. Ella es engendro del diablo, la maldad, con el pelo rojo y los motivos tan grandes como el culo de Ursula, la bruja del mar.

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—Esto no luce como un robo —escucho a Caleb decir a uno de los oficiales. Me meto en mi cuarto antes de que pueda escuchar su respuesta. Me paro entre mi ropa mutilada y mi closet.


Siento rabia arremolinándose detrás de mis ojos, de mi nariz y mi boca. Cruzando por mis miembros y haciendo un baile de tap en mi abdomen. Quería agarrar a esa perra por su flaco cuello de gallina y zarandearla hasta que explotara. Busco a tientas la calma y me dirijo a los policías. —No se llevaron nada —digo señalando con mi mano a la televisión—. Esto no fue un robo. —¿Conoce a alguien que haría algo así. Sra. Kaspen? ¿Un exnovio quizás? —dijo robándole una mirada a Caleb? ¿La conocía? Aprieto los dientes. Puedo decirle todo aquí, en este momento, vencer a la perra con sólo un puñetazo. Caleb me está mirando fijamente. Abro la boca para decir algo, pero me gana primero él. —Cuéntales de Jim, Olivia —dice suavemente. ¿Jim? No… Jim nunca haría esto tan preciso. No, esto es trabajo de una mujer. El detalle impecable. —No fue Jim —le digo—. Vamos a buscar a Pickles. Después de que nos retiramos, Caleb toma mi mano y dice tiernamente.

—Espera aquí —dice desapareciendo hacia la cocina. Sé lo que viene. El momento en que ella puso los ojos sobre mí la primera vez, Rosebud decidió que yo necesitaba ser cuidada. Su primer regalo había sido un cuchillo de caza manchado que pertenecía a su querido, fallecido Bernie. —Si alguien irrumpe en tu apartamento, usa esto —impulsando el cuchillo en demostración, cortando el aire, y luego me lo pasó por la empuñadura. Me sentía honrada y mortificada, pero terminé escondiendo el cuchillo debajo de mi cama. Ahora, cada vez que me ve, corre de vuelta a su apartamento en busca de algún elemento a medio comer o algún adorable objeto usado que había reservado para mí.

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No tengo ninguna intención de hacer tal cosa, pero estoy en silencio hasta que pueda guisar un plan. Cerramos y nos vamos al apartamento de Rosebud, donde Pickles se lanza hacia mí con fiera histeria. Rosebud cacarea a mí alrededor como una gallina, tocando y pinchando hasta que me agarra las dos manos y se asegura que estoy bien.

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—Quiero que te quedes conmigo esta noche.


Yo no tenía el corazón para negarme. Ella sale a trompicones de la cocina con una bolsa enorme de naranjas y las empuja contra mi pecho. Caleb levanta una ceja en modo de interrogación y me encojo de hombros. —Gracias Rosie. —No hay problema —me guiña un ojo. Y luego en un susurro —te robaste el corazón del chico. Haz que se case contigo. —Miro a Caleb quien está pretendiendo estudiar las costuras de Rose. Está tratando de no sonreír. Beso la mejilla arrugada de Rosebud y nos vamos. Caleb toma mis naranjas y me da una sonrisa que no entiendo. —¿Qué? —Nada. —Dime… Se encoje de hombros. —Ella… tu. Fue muy dulce. Me sonrojo.

—¿Te puedes detener? —¿Qué? ¿Estás enferma? —Niego con la cabeza mientras nos dirige a un centro comercial. —¿Olivia? Estamos parados en un estacionamiento de Wendy, y estoy inapropiadamente pensando en un Frosty. Luego tengo una idea. —¿Podemos irnos de camping? ¿Ese lugar que viste en la revista?

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Cuando salimos de la autopista en vía a su casa, estoy maldiciendo en voz baja. Estamos a cuadras de allí y no quiero que seamos descubiertos. Tengo que hacer algo, y rápido.

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Subimos a su carro y nos dirigimos a la autopista. Cuento las farolas tratando de pensar en una manera de alejarlo de Leah.


¿Después de que compremos un Frosty? Añado en mi cabeza. Las cejas de Caleb se fruncen y yo me marchito en mi asiento. Va a decir que no, diciéndome que soy loca y rara. —Por favor —digo, cerrando mis ojos—. Sólo quiero estar lejos, muy lejos… —de Leah y la verdad. —Es un viaje de ocho horas manejando. ¿Estás segura que quieres hacer eso? Mis ojos se abren y asiento fieramente. —Puedo tomarme un tiempo libre de mi trabajo. Podemos comprar lo que necesitamos cuando lleguemos allí. Sólo vayamos… por favor. Él está considerando las cosas en su mente, lo puedo ver en el lento movimiento de sus ojos, mirando sus manos, a mí, al volante, y él asiente. —Bien. Si eso es lo que quieres… Le mando mis más profundas gracias a Dios y sonrío. —Lo quiero. Gracias. Vámonos ahora, justo ahora.

Caleb le da la vuelta al carro y yo me reclino de nuevo en mi asiento queriendo llorar. Sólo un poco más… por favor Dios, sólo un poco más de tiempo. La carretera se extiende ante nosotros como el regaliz. Caleb abre las ventanas permitiendo que el viento entre, retozándonos con sus dedos. Nos vamos de Florida. Dejando mi hogar destrozado, dejando la vengativa amante de Caleb . Estoy a salvo... por ahora. —¿Caleb? —Extiendo la mano y toco su brazo—. Gracias. —No me des las gracias —dice en voz baja— esto es por los dos.

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—Bueno, no tengo nada que llevarme de todas maneras. Viste mi closet. Convirtámoslo en una aventura.

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—¿Ahora? ¿Realmente ahora, sin nada?


—Está bien —le digo, aunque no tengo ni idea de lo que quiere decir—. Hey, ¿podemos parar y comprar un Frosty?

 Condujimos las ocho horas de viaje a Georgia en siete. Durante la mayor parte del viaje, nos quedamos en un cómodo silencio. Me preocupaba más Leah y el desorden que dejé atrás en mi apartamento. Me trato de morder las uñas, pero Caleb mantuvo mis manos lejos de mi boca. Busco algo que echarle en cara, algún mal hábito o vicio molesto pero él no tenía ninguno. Me duermo y cuando despierto Caleb se ha ido. Levanto la cabeza para mirar por la ventana y veo que estamos en una parada de descanso. Me acurruco de nuevo y espero que vuelva. Le oigo venir, caminando en un pasodoble a lo largo del asfalto. Él se encarga de ser lo más silencioso posible con la puerta y las llaves, para no despertarme. No enciende el auto de inmediato y puedo sentir sus ojos en mi rostro. Espero, preguntándome si me va a despertar o a preguntar si necesito ir al baño. Él no lo hace. Finalmente, el motor zumba a la vida y siento su mano cambiar la marcha cerca de mis rodillas.

—Hace frío aquí —me rio abrazando mis rodillas a mi pecho. Pone los ojos en blanco. —Esto es Georgia no Michigan. —Aun así —le digo con picardía—. No tenemos mantas o ropa, así que puede que tengamos que utilizar calor corporal para mantenernos calientes. Abre mucho los ojos y me rio de su reacción empujándolo hacia la puerta abierta.

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Los árboles estaban usando sus abrigos de otoño, naranjas, rojos y amarillos. Nos topamos casi en la grava cuando nos dirigimos hacia la entrada del parque. Sentí el peso de mi engaño cuando vi que el parque estaba igual que la última vez que estuvimos aquí. Me pregunto consternada si alguien me reconocería de nuestro último viaje y descarto la idea tan absurda. La última vez que estuvimos aquí fue hace tres años y las posibilidades de que los mismos empleados siguieran manejando el camping era una tontería, por no mencionar el hecho de que vieron cientos de caras cada año. Caleb aparca fuera de la oficina de alquiler y apaga la radio.

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Llegamos a Quiet Waters Park justo cuando el sol tiñe de rosa el cielo, despertándose.


—¡Ve! —le digo señalando la oficina. Caleb da unos pasos vacilantes hacia atrás aun mirándome con fingida sorpresa, luego se da la vuelta y trota hacia el interior de la estructura. Me instalo en mi asiento, orgullosa de mi estupidez. Caleb sale del edificio unos diez minutos más tarde con una mujer mayor detrás de él. Cuando llegan al auto, le despide con la mano y lo trata como si fuera una celebridad clase A. Sus mejillas se agitan como fundas de almohadas y me rio. Él siempre está haciendo amigos... o fans. La amnesia aparentemente no cambia todo sobre una persona. —Ellos no permiten tiendas de campaña aquí —me dice, pero tienen estas estructuras que se alquilan. Parece una tienda de campaña, pero más grande y cuenta con pisos de madera. Ya sé esto. La primera vez que me engañó para venir aquí, me dijo que nos íbamos a quedar en una cabaña de lujo. Hice las maletas, emocionada por dejar Florida, algo que nunca había hecho antes, y pregunté si nuestra "cabaña" tendría una chimenea. Cuando llegamos a la base del campamento, miré a mí alrededor buscando la cabaña con anticipación.

—Pensé que estábamos en una cabaña —dije cruzando los brazos sobre el pecho. —Confía en mí, esto es camping de lujo, duquesa. Por lo general, tienes que construir tu propia tienda de campaña y el piso es solo lona delgada debajo de ti. Gruñí, y me quedé mirando el tipi miserablemente. Él me había engañado. A pesar de mi horror inicial, resultó ser el mejor fin de semana de mi vida, y yo sería siempre adicta al camping “elegante”. —Vamos a comprar abrigos —dice Caleb arruinando el calor. Asentí con la cabeza y miré satisfecha por la ventana. Nos encontramos con un Supermercado Wal-Mart a unos pocos kilómetros de distancia, dejamos a Pickles en el auto y Caleb puso su brazo alrededor de mí mientras

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Tal vez las cabañas estaban más atrás en el bosque. Caleb sonrió y aparcó su auto delante de uno de los tipis. Se rio cuando mi cara se puso blanca.

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—¿Dónde está? —había preguntado estirando el cuello para mirar hacia los árboles. Todo lo que veía eran tiendas estilo Tipi .


corrimos a las puertas. La gente nos miró como si antenas hubieran crecido en nuestras cabezas. Algunos de ellos usaban pantalones cortos. —Hace un frío ártico aquí —le digo a Caleb, y él sonríe como si fuera tonta. —No para ellos. Estoy congelándome, aunque hace al menos cincuenta grados fuera, y me pregunto qué se siente estar en la nieve. Pienso en preguntarle a Caleb por la nieve, pero entonces recuerdo que él no tiene ningún recuerdo de ella. Nos dirigimos a la sección de ropa primero. Caleb encuentra un par de sudaderas a juego con gatitos en el frente que dice: "Yo soy el gato de Georgia” —Nos llevamos estas —dice tirándolas en el carro. Las miro con mortificación y niego con la cabeza. —¿Cómo es que una chica se verá bien usando algo como eso? Me pellizca la nariz. —Te verías bonita con arpillera y barro.

Para el momento en que estábamos en la cola para pagar, tenemos suficiente comida para dos semanas. Caleb saca su tarjeta de crédito y se niega a tomar mi dinero. Tiramos nuestras camisetas sobre nuestras cabezas al lado del puesto de revistas gratis en el vestíbulo y después nos precipitamos hacia el auto con las maletas. —Desayuno —dice Caleb tirándome una lata de cacahuetes hervidos. Puse una cara fea. —Estoy bastante segura de que vi un McDonald’s un poco más atrás —le pasé la lata de nuevo a él. —De ninguna manera —la arroja hacia mí— lo haremos de la manera correcta. ¡Come tus cacahuetes!

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Llenamos nuestra cesta con ropa interior, pantalones y calcetines y luego nos dirigimos a los pasillos de alimentos.

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Me doy la vuelta para ocultar mi sonrisa.


—La manera correcta —murmuro—. ¿Es por eso que compraste un calentador eléctrico? —Lo miro por el rabillo del ojo y vi una sonrisa tirar de las comisuras de sus labios. Siempre le gustó que fuera descarada con él. Nos detenemos en nuestro camino de grava temporal alrededor de las nueve y comenzamos a arrastrar las provisiones en la tienda. Entro despojando a los nuevos sacos de dormir de sus etiquetas y los organizo en lados opuestos del pequeño espacio que compartiríamos. Echo un vistazo fuera de la tienda y veo a Caleb organizando leña para hacer un fuego. Después de un momento de ver sus fuertes brazos, arrastro los sacos de dormir más cerca. Bien podría estar tan cerca como pudiera, mientras podía. Una vez que el fuego estuvo encendido y crepitando, cada uno agarra una botella semi refrigerada de cerveza y nos acomodamos en nuestras sillas de playa con rayas arcoíris. —¿Así que esto se siente familiar? —le pregunto inclinando mi cabeza hacia Pickles. Frunce el ceño y sacude la cabeza. —No, Sin embargo, se siente bien. Me gusta estar aquí contigo. Suspiro. A mí también.

—Ambos podemos empezar de nuevo —abre otra botella de cerveza y la lleva a sus labios. Lo observo en silencio esperando que continúe. —Voy a empezar a vivir mi vida como yo quiera vivirla —me dice. —No estoy realmente seguro de lo que era antes del accidente, por el aspecto de las cosas, creo que era bastante miserable. Me bebo el resto de mi cerveza y limpio mi boca con el dorso de la mano. Me pregunto distraídamente si estaba triste por mi culpa. ¿Era posible que justo antes de su accidente estuviera siendo afectado por mi traición?

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—Comenzar de nuevo supongo. Realmente no quiero pensar en ello. Es deprimente — tirola tapa de la lata de cacahuetes hervidos y pesco uno.

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—¿Qué vas a hacer con tu apartamento? —pregunta sin mirarme.


Pienso en Leah preguntándome si estaría esperando en su apartamento, esperando romperme como el huevo podrido que soy. Tal vez debería haber dejado que eso ocurriera. Se habría acelerado lo inevitable. Le puedo decir en este momento, pero entonces tendría que compartir el auto con él de regreso a Florida. Ocho horas de tortura. Me lo merezco. Abro la boca, la verdad quema detrás de mis labios para que la dejara salir. Puedo decir todo y rápidamente luego ponerme a cubierto. Jugueteo con la idea de llamar a Cammie para que venga a a buscarme. Miro a Caleb justo cuando se pone de pie y se estira. —¿Cuarto de baño? —dice rascándose el pecho. Señalo a un edificio que se encontraba como un cartón de huevos sucio en medio de los campamentos. Era común y apestaba a lejía.

—¿Olivia? —Me doy la vuelta. Mi corazón late tan rápido, puedo sentirlo latiendo en mis rodillas. ¿Vio lo que hice? Abro la boca para dar una excusa, cuando me interrumpe. —Vamos a dar un paseo —dice. Un paseo. —¿Un paseo? —-Te hará entrar en calor —me tiende la mano y la tomo. Una vez más me he escapado de lo inevitable.

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Diecisiete llamadas perdidas, todas de Leah. ¡Guao! Ella está realmente escupiendo fuego por mí. Veo mi apartamento destrozado en mi mente y me estremezco. Si Caleb ve cuántas veces lo ha llamado, seguramente va a llamarla. Él es muy considerado para dejar a una persona preocupada. Cierro los ojos. No puedo dejar que eso suceda. Mantengo pulsado el botón de encendido y veo la pantalla volverse negra. Entonces me meto el teléfono en el bolsillo.

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Lo observo hasta que desaparece en el edificio y voy al auto a buscar la bolsa de comida que compramos. Estoy buscando alrededor del asiento trasero cuando oigo un ruid. Me paro a mirar por encima del asiento. Su teléfono estaba tendido en el piso del lado del pasajero. Estaba vibrando y desde donde estoy puedo ver el nombre de Leah parpadeando en la pantalla. Echando un vistazo por encima del hombro reviso para asegurarme de que todavía está en el cuarto de baño y tomo el teléfono.


Aprieto los dientes mientras caminamos. Toda esté asunto de escapar dependiendo de un hilo se estaba haciendo viejo. El teléfono de Caleb se siente como un fajo de culpabilidad contra mi muslo. Rezo para que no vea el bulto y me aseguro de que él camine del lado opuesto de donde lo oculto. Más tarde, cuando estamos de vuelta en nuestra tienda, le dije que tenía que llamar a mi jefa. —Tengo que decirle que no voy a ser capaz de trabajar durante unos días —expliqué. —Por supuesto. Tómate tu tiempo. Yo... eh.... —señala con un dedo hacia la colina. —¿Vagarás alrededor? —me rio. Él hace una mueca y se va.

Primer mensaje. —Caleb, es Leah. Mira... realmente tenemos que hablar. Tengo una noticia muy interesante para ti. Se trata de tu nueva amiga la pequeña Olivia. Ella no es quien crees. Dame una llamada de vuelta tan pronto como puedas —una pausa, y luego— te amo. El segundo mensaje fue dejado treinta minutos después del primero. —Es Leah de nuevo. Estoy empezando a preocuparme. Estoy en tu casa y parece que la dejaste con apuro. Realmente necesito hablar contigo bebé. Llámame. —Hago una mueca y cierro el teléfono. Ella tiene la llave de su apartamento. ¿Por qué no sospeché que tendría una llave? Probablemente estaba husmeando en su apartamento mientras él estaba en el

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Mi mensaje a Bernie toma sólo un minuto. Explico brevemente sobre la ruptura de la promesa y que volvería a llamar en unos pocos días. Aprieto el botón de cortar y miro por encima del hombro. Caleb no está a la vista. Saco su celular del bolsillo y lo enciendo. Dos mensajes. Aprieto la tecla para encenderlo y acerco el teléfono al oído. Una voz me pide la contraseña. Mierda. Escribo su fecha de nacimiento y la voz me dice que la contraseña es incorrecta. Trato su año de nacimiento y ¡bingo!

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Espero hasta que estuviera a una distancia segura y me dirijo hacia el lago. Mis zapatillas chupaban el barro y hacían ruidos repugnantes.


hospital después del accidente. ¡La pequeña vagabunda probablemente ya ha visto su anillo! Miro el teléfono, sopesando mis opciones. Se tiene que ir, era el teléfono o yo. Camino por la sucia pendiente que conducía a la orilla fangosa del agua y vi mosquitos danzando a lo largo de su superficie. —Leah —le digo mirando al teléfono de Caleb—. Todavía no —y luego lo tiro al agua. —Olivia, ¿Has visto mi teléfono? Me inclino sobre una lata de judías tratando de manipular el abrelatas barato que habíamos comprado y dejo caer los dos. —Mierda —digo esquivando el lío marrón que se esparcía por el suelo a mis pies. Caleb agarra otra lata de nuestro escondite y la abre para mí. La vacía en nuestra olla caliente. —Puedes usar mi teléfono. Está allí en mi saco de dormir. Caleb se dirige hacia donde había señalado y se pone de cuclillas.

—Sí... Aguanto la respiración mientras él marca y rezo para que no esté llamando a Leah. —Mamá —le oigo decir y me desplomo contra Pickles en alivio—. No, no, estoy bien. Me decidí a hacer un pequeño viaje... ¿ella lo hizo? ¿Qué es lo que quiere? —No pensé que Leah llamaría a la casa de sus padres—. Oh, ¿pero ella no te dijo por qué?... Bueno, voy a estar de vuelta en un par de días, voy a hablar con ella, entonces... Sí, estoy seguro mamá. Yo también te quiero. —Miro su rostro con cuidado. Se ve preocupado. —Hey —digo tomando mi teléfono de su mano y metiéndolo en mi bolsillo—. Ven a coquetear conmigo mientras caliento estas judías. Lo tomo de la mano y lo llevo hacia afuera.

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—Tal vez se cayó en la tienda Wal-Mart —sugiero por encima de mi hombro.

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—Podría haber jurado que mi teléfono estaba en el auto...


Durante los siguientes cuatro días, nos quedamos engañándonos en nuestra tienda mientras la temperatura descendía a los cuarenta. Comimos fideos instantáneos peleamos por quien tenía que dormir al lado de la estufa portátil. Cuando oscurecía fuera juntábamos nuestras sillas de playa y nos envolvíamos en mantas para ver el fuego. Caleb seguía trayendo a colación mi falta de llenar mis aplicaciones al colegio de abogados y yo respondía con su fracaso proponiéndoselo a Leah. Para el momento que nos arrastrábamos a nuestras bolsas de dormir separadas en la noche, teníamos sonrisas estúpidas pegadas en la cara. Cada noche Caleb me involucraba en una charla que hacía que mis dedos de los pies hormiguearan debajo de los cuatro pares de calcetines. —¿Olivia? —¿Sí, Caleb? —¿Vas a soñar conmigo esta noche? —Cállate.

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Y luego se reía de esa hermosa manera, con su risa sexy.


Traducido por Jessy

e amas?

—¿Me amas? Esa es una pregunta bastante simple. ¿Preferirías que te la hiciera en otro idioma? —se dio vuelta de su espalda sobre su vientre, alzándose por encima de mí—. M'aimez-vous? Você amame tanto como o amo? —Caleb, quien hablaba con fluidez en francés e italiano, estaba presumiendo. La hierba bajo mi espalda empezaba a picar al igual que su pregunta. Habíamos estado saliendo por exactamente un año y había eludido con éxito, ignorado y postergado el no responderla. Era difícil poner cualquiera de esas técnicas en práctica cuando Caleb Drake estaba a centímetros de tu cara, mirándote con sus intensos ojos. Tome una respiración profunda para centrarme y pensé en los millones de niños muriendo de hambre en África. Estábamos en Georgia, acampando muy a mi pesar. Estaba cansada y sudada, y usando los mismos pantalones que usaba el día anterior. Habíamos estado aquí por veinticuatro horas y todo lo que recibido aparte de esta pregunta bastante obtusa, eran muchísimas picaduras de insectos y dolores musculares. —Cuando llegue a casa, voy a patrocinar a uno de esos niños de Kenia —dije rascándome la rodilla—. Ya sabes—¿los niños de esos fondos publicitarios?

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—Lo siento… ¡¿Qué?!

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—¿M


Caleb me lanzó una mirada. —Yo…yo…amo…el helado —dije retorciéndome bajo su mirada—. Y amo las duchas de agua caliente y la ropa limpia. —¿Olivia? —dijo con una voz de advertencia. —Caleb —imite su tono. Me frunció el ceño y miro hacia otro lado. No era como si estuviera reteniendo el vino de Caná aquí. Él no me había dicho te amo tampoco, a pesar de que me hacía esta pregunta con bastante frecuencia. —¿Por qué siempre me preguntas eso? —suspiré, arrancando un trozo de hierba de la tierra. Empecé a romperlo en pequeños pedazos y a arrojarlos a la brisa. —¿Por qué tu nunca respondes? —Porque es una pregunta difícil. —Es un sí o no, de hecho. Tienes cincuenta por ciento de probabilidades de contestarla bien. Si solo fuera tan simple. ¿Lo amaba a este punto? Lo amaba desde el primer momento…en el momento donde nuestras vidas se cruzaron por primera vez. Sin embargo, no podía decirle, no sabía cómo y cada vez que lo intentaba, las palabras se atascaban en mi garganta.

—Nunca te he presionado a hacer nada. Sentí mi rostro volverse blanco. Era verdad. Era algo pésimo que decirle a un hombre de veintitrés años que nunca se quejaba cuando su novia siempre lo detenía antes de llegar a segunda base. —Estás tratando de hacerme decir algo que no estoy lista para decir. —conmovida aparte la mirada. —Estoy tratando de averiguar dónde vamos. Olivia. Ya sé que me amas. Lo fulminé con la mirada y se encogió de hombros. —El hecho de que no puedas decirlo—es un problema. Te amo.

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Caleb se puso de pie, se paseó, y luego se dio la vuelta para enfrentarme. Estaba furioso.

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—Me estás presionando —lo empuje y me incorporé limpiando el polvo de mis manos en mi sudadera.


Mi labio tembló. Patético, pero lo hizo. Sentí mi pecho agitarse en un esfuerzo por respirar. Me amaba. —No puedes decirlo porque no confías en mí. Si no confías en mí, no puedo estar contigo. Sentí pánico crecer en mi pecho. ¿Me estaba amenazando? Todavía estaba por encima de mí, así que me puse de pie. No sirvió de mucho, porque él era veinte centímetros más alto. —Te odio —dije y él se echó a reír. —Peleas como un niño. No voy a tratar contigo —y se alejó, dejándome totalmente desconcertada y zumbando de emoción por esta nueva información. Me amaba. Me dejé caer de nuevo en la hierba y sonreí al cielo. Más tarde, cuando me cansé de enfurruñarme junto al lago, regresé a nuestra tienda y di vueltas desanimada. Caleb ya había aparecido de donde sea que se marchó y me dio hambre. Estaba buscando en nuestra reserva de comida cuando entró por la solapa de nuestra tienda de lujo. Nuestras miradas se encontraron y deje caer la caja de pretzels que estaba sosteniendo. Algo estaba mal, había problema escrito en su rostro. ¿Iba a terminar conmigo ahora? Me prepare de antemano algunas cosas desagradables para decirle.

—Te consiento. Dejo que te salgas con la tuya demasiado. Te doy rienda suelta, y te aprovechas. —No eres mi dueño, para darme rienda suelta —dije entrecerrando los ojos hacia él—. Que cosa más idiota dices —me di la vuelta pero me agarro la muñeca y me tiro hacia atrás. —Me perteneces —dijo él empujándome contra su pecho y sosteniéndome ahí. Lo mire con la boca abierta. —No —sacudí la cabeza, pero ya no estaba tan segura de lo que estábamos hablando. Mis muñecas eran pequeñas y estaban sujetas tan firmemente en sus grandes manos, que no me moleste en tratar de alejarme. —Déjame ir.

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—Soy huérfana —señale—. ¿Quién está ahí para consentirme?

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—Eres una consentida.


Me sostuvo con más fuerza. Estábamos tan cerca que podía sentir su aliento en mi rostro. —¿Quién es tu dueño entonces? —Yo. No tú, ni nadie más…nunca —me sentí petulante e insensata, pero levante mi nariz en el aire de todas maneras y lo mire furiosamente. Los ojos de Caleb eran fríos y duros. Se rio de mí, con una risa profunda y gutural. Luego me miro a los ojos y dijo: —Eres la dueña de tú propio cuerpo, ¿no? —Sí —espeté. Ira como lava estaba haciendo erupción en mi interior. Estaba preparada para dejar salir mi lado más torcido. —Entonces no vas a tener problema para controlar esto —terminó, y lo mire a través de enojados ojos—confundida. —¿Qué? Soltó mis muñecas, o más apropiadamente las arrojó, pero antes de que pudiera moverme, me había agarrado por la cintura y estrechado contra él. Me besó, no un beso de Caleb normal, sino un feroz movimiento de su boca sobre la mía. Estaba tan en control de mi boca que no podría haberle devuelto el beso si hubiera querido.

Cogí el ritmo de sus labios y le devolví los besos, presión por presión, mordida por mordida. Se separó de mis labios justo cuando le había pillado el truco y agarró un puñado de mi pelo empujando mi cabeza hacia atrás de modo que tuvo acceso a mi cuello. Caleb se despegó de mí y por un segundo había pensado que había ganado. Pero en vez de retroceder, agarró mi camiseta por el cuello y de un tirón, la rasgó de arriba abajo. Mis débiles brazos no proporcionaron ninguna tracción y se agitaron al suelo. Me quede mirando, con incredulidad hacia él, y me agarró otra vez, besando mis hombros, pasando sus labios sobre mi clavícula. Mi sujetador se desprendió, con un movimiento de sus dedos y de repente mis piernas perdieron la voluntad de estar de pie. Caleb me alzo en brazos por detrás de mis rodillas y me colocó de espaldas, hasta

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Mi cuerpo comenzó a palpitar en respuesta a su toque. Era tan fuerte, estaba segura de que iba a partirme por la mitad.

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Mis manos empujaron contra su pecho, intentando alejar la roca que era, pero era inútil.


detenerse encima de mí. No estaba dando la más mínima resistencia hasta este punto. Mi mente había dejado de funcionar, dejó de crear excusas. Estaba enredada en el momento y por primera vez no me importó. —¿Sigues en control? —dijo esto entre mi cabello, mientras sus manos subían por mi muslo. Me envolví a su alrededor y asentí con la cabeza en su cuello. Seguro, lo estaba. Estaba tomando una decisión consciente de aceptar este pequeño revolcón que estábamos teniendo. Desesperadamente deseaba que se callara y siguiera con esto. —Detenme —dijo él—. Si estás en control, entonces detenme. Su mano estaba en la unión de mis muslos ahora, y pararlo era lo último que quería hacer. Enterré mis uñas en sus brazos en respuesta. Caleb cogió la pretina de mis pantalones y las jaló hacia abajo. Todo estaba borroso, todo excepto lo que quería que sucediera. —¿Quién es tu dueño? —dijo. ¿Qué? ¿Ya no habíamos superado esto?

—Tú. Dejo de moverse y podía sentir su espalda agitándose mientras respiraba. Estábamos mejilla con mejilla, con sus brazos descansando a cada lado de mi cuerpo. En un solo movimiento, saltó de mí, y aterrizo de pie como un gato. —Gracias —enderezó su cuello y luego salió de la tienda y me dejó, en el suelo en nada más que mis bragas. Me eche a llorar.

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—¿Quién es tu dueño? —repitió con más gentileza, colocando su mano sobre el lugar donde se situaba mi corazón. Él tenía razón. Tenía mi corazón y cualquier otra pieza de carne atado a él. No estaba siendo machista. Me estaba diciendo algo. Pensé en apegarme a mi primera reacción, pero la adulta en mí estaba luchando por salir.

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Abrí mis ojos y lo mire, y empecé a comprender lo que estaba pasando. Caleb todavía tenía toda su ropa puesta mientras yo estaba acostada en el piso en mis bragas. Había perdido el control por completo. Estaba jugando conmigo. Deje que mi cuerpo se aflojara y lo mire a la cara.


Traducido por Clary

—¿H

ace como veinte grados afuera? —tiemblo y froto mis brazos. Es nuestro último día y una bola de terror se ha establecido en un lugar en mi estómago.

Frunzo el ceño y voy dentro a hacer la maleta. Estoy doblando ropa cuando escucho su voz.

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—Olivia, tenemos que hablar —miro con recelo sobre mis hombros. Él está girando el anillo de su pulgar, siempre es una mala señal.

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—Prueba cincuenta —dice entregándome un vaso de café.

Suspiro. ¿Esto tiene que ver con el teléfono? me pregunto. —Seguro. —Estoy balanceándome al borde del desastre, y puedo sentir nuestro tiempo deslizándose de mis dedos como arena. Recuerdo la advertencia del espeluznante violador fuera de la tienda de música; Deberías llegar a casa antes de que sea demasiado tarde. El cielo esta rojo de problemas. Rojo, rojo, rojo…como el pelo de Leah. Lo sigo afuera, mi café sigue en mi mano. Se inclina sobre el capó de su coche. —¿Qué pasa? —intento estar calmada cuando caminoa su lado.


—¿Qué es lo que está pasando aquí, Olivia? ¿Qué es lo que estamos haciendo? —Campamento —declaro, por lo que no me da ni siquiera una media sonrisa. ¿Qué es lo que quiere decir? ¿Qué es seguro? —Estamos…no sé Caleb. ¿Qué es lo que quieres decir? Sacude su cabeza. Luce decepcionado. ¿Se supone que yo lo diga todo? Antes de que yo pueda abrir mi boca, me espeta. —¿No puedes pensar en nada que decir? —pregunta. Agito mi cabeza. ¿Por qué lo que siempre hago es mentir? De verdad, es como una enfermedad. —Correcto entonces… —él hace lo inesperado, en lugar de presionarme más, comienza empacando nuestras cosas, sacos de dormir, ropa, encurtidos. Todos son lanzadas dentro del auto, uno por uno, de dos en dos, y todo lo que puedo hacer es mirar con la boca abierta. Pero entonces, ¿qué podría decir yo? Quiero estar contigo Caleb. Estos pocos días han sido una clase de sueño. Te amo más cada segundo que estoy contigo.

Bajo el volumen mientras salíamos a través de Tallahassee, giro mi cuerpo hasta que estoy a mitad frente a él. —Caleb…háblame. Veo un músculo contraerse en su mandíbula, pero no obtengo nada. —Por favor… habla conmigo —pruebo. Esto va a ser más difícil de lo que esperaba. Nueva táctica. —¿Por qué estás tan sensible? ¿Yo no digo lo que quieres escuchar y ahora estás mal humor? —Eso lo hace. Él toma la salida, cambia de dirección a la derecha en el último minuto. Puedo oír gruñidos de Pickles en el asiento trasero. Estamos en medio de la nada y sólo hay árboles en el camino rodeándonos. Caleb se acerca a las puertas y mira lo que parece un estacionamiento. Sólo hay tres espacios

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Las colinas se volvieron planicie, mientras Georgia se derretía en Florida.

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Estoy en una esquina. Acepto a regañadientes entrar en el auto y meto mis manos frías debajo de mis axilas. Caleb pone la música todo el camino ignorándome. Estoy tan enojada. Me pongo a pensar en las cosas que pude haber dicho para molestarlo, pero era demasiado gallina para contratacarlo. El viejo Caleb tenía un temperamento acalorado, y si este chico había heredado eso, yo no quería averiguarlo.


para estacionar y todos ellos están desiertos. Empuja el freno. Este lugar es realmente espeluznante. Yo me muevo nerviosamente y miro su rostro. —¿Qué estamos haciendo? —pregunta otra vez. —Yo… —miro fuera de la ventana desesperada por escapar. Está intentando hacerme hablar de mis sentimientos, algo que no puedo hacer con todas las mentiras. A pesar de mi miedo a la oscuridad, salto fuera del coche. —¿A dónde vas? —pregunta él, abriendo su puerta y siguiendo mi ejemplo. Antes de quecierre la puerta, camina alrededor de donde estoy y me acorrala. Yo trate de empujarlo para pasarlo, pero él me presiona contra la puerta con su cuerpo y pone ambas manos a ambos lados de mi cabeza. Estamos nariz con nariz, como si estuviera furioso conmigo. —¿Qué. Estamos. Haciendo? —él exige. Me retuerzo pero no hay ningún sitio a donde ir. Pongo mis dos manos sobre su pecho. ¿Por qué está tratando de sacarme esto de todas formas? Yo juro que es el viejo Caleb, no el gentil pequeño adulador que ha sido.

Caleb sale de la oscuridad como un hermoso fantasma. Cuando me ve, se detiene. Nos miramos fijamente uno al otro y, a luego, cruza los brazos sobre el pecho. —¿Qué es lo que estamos haciendo? — repito la pregunta—. Estoy tratando de escapar de mi miserable vida solitaria. Yo… —Tomo un respiro antes de continuar—. Yo soy una mentirosa y mala persona. Te he mentido a ti, yo… Le lleva tres segundos para llegar a donde estoy. Me escucho jadear cuando el atraviesa los árboles. Él está a centímetros de mi cara, sus brazos apoyados en el tronco para bloquear mi vía de escape.

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Retrocede unos pocos centímetros y yo uso la oportunidad de pasar bajo el brazo. Ignoro sus llamadas y me concentro en poner un pie delante del otro. Me estoy dirigiendo a la completa oscuridad, pero me parece mejor que la alternativa. Necesito pensar por un minuto. Camino hasta que no puedo escuchar más el zumbido de la carretera. Estoy en el bosque… no, estoy en un huerto de naranjos. Reconozco las fragantes flores blancas que atraviesan los árboles. Huelen como Caleb, por supuesto, ¿por qué todo lo que está en mi maldita vida ha sido acerca de Caleb? Golpeo un árbol. Puedo oír pies moviéndose en la tierra detrás de mí, así que me detengo. Tal vez, puedo decirle todo ahora, entonces levanto los hombros y me preparo para luchar.

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—Bueno, está bien. Pero, tiene que salir de mi espacio personal…


—Detente —dice—. Solo detente. Miro a sus y luego a lo lejos. ¿Por qué él está haciendo todo tan difícil? Sólo quiero dejarlo salir ya… —Mírame —exige. Yo lo hago. —Estás dando excusas y jugando juegos conmigo —dice. —No. Yo… —Sí. Lo. Haces. No me importa lo que has hecho. Solo dime cómo te sientes. Está tan enfadado, me encojo de nuevo contra el árbol hasta que siento la corteza cavando mi espalda. Él quiere una respuesta honesta, pero estoy segura de que tienes que ser una persona honesta para dar una. Lamo mis labios, pensando... pensando. Tengo un millón de pensamientos en un día y todos ellos son de Caleb. Todo lo que tengo que hacer es hacerlo salir de mi boca. —Quiero que me beses. Él no luce sorprendido.

Mi obstinación entra. Giro mi cabeza a un lado. La vuelve con uno de sus dedos. —Olivia... —advierte. Sus ojos están perforando mi cabeza. Puedo sentir el calor de su pecho debajo de mis dedos, y sé que su corazón está latiendo rápido como el mío—. Dilo, Olivia. Por una vez, maldita sea, dilo. —Él está mirando mis labios, esperando. Pienso en mentir. No me gusta en lo que se ha convertido. Me sentía muy cómoda jugando juegos. —Quiero… que tu… —busco la palabra y no la encuentro—. ¿Puedes sólo besarme primero y luego veremos cómo me siento? El hace esa cosa de poner su lengua entre sus dientes. Mira a mi boca como considerándolo. Casi me desplomo en el lugar.

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Sus labios… todo lo que puedo ver son sus labios, tan completos y sensuales. Mi respiración es vergonzosamente rápida. Si tan sólo se inclinara un poco más, nuestros labios se tocarían. Sin embargo, sé por años de experiencia que él no me da lo que quiero, hasta que le doy lo que quiere.

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—¿Qué más?


Él mueve sus manos, descansando un antebrazo en el árbol por encima de mi cabeza y pone el otro alrededor de mi cintura. Estamos cara a cara con nuestras frentes tocándose. Mi respiración es rápida, mi pecho jadeante con anticipación. Yo soy un cliché; mariposas, hormigueo y calor a través de mí y un potente deseo que nunca experimente. Tengo los dos puños en su camiseta, y los aprieto más. —¿Qué estás esperando? ¡Jugador, amante de pelirrojas, necio! Reduce sus ojos y quiero besar las arrugas que aparecen en sus esquinas. Su voz es chirriante y expuesta cuando habla. —Si te beso, yo no voy a parar. Cerré los ojos. Se trata de una amenaza, pero uno de las buenas. —Yo no voy a pedirte que pares. —Susurro contra sus labios. Al momento que siento que sus labios rozan los míos me quiero morir. El muerde mi labio inferior y se aleja. Mis manos salir de su pecho y se envuelven alrededor de su cuello.

Unos pocos más besos ligeros y luego viene a mí con toda su fuerza. Nuestras bocas se aplastan como dos furiosas nubes de truenos. Sus manos se mueven de mi abdomen. Comienzo a atacar en respuesta porque estoy trastornada también. Lo beso por todo el tiempo que nunca tuve la oportunidad de besarlo, y por el tiempo que él estuvo besando a Leah en vez de a mí. Lo beso porque arruiné todo y podría haber tenido esto cada día. Se separa para besar el punto más sensible a la altura de mi cuello. —Olivia —me dice al oído. Me estremezco con el tono de su voz. Cuando su voz es así de baja, sé que él habla en serio. Ambos estamos respirando con dificultad.

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Él sonríe contra mi boca. Yo estoy de puntillas, presionándolo contra cada pulgada de él. Un suave beso… dos… otro mordisco; sus besos son demasiado, como su personalidad. Él juega demasiado, alternando entre rápido y lento, duro y suave. Solo me estoy acostumbrando a su ritmo cuando su lengua se desliza en mi boca. Hice un embarazoso ruido de jadeo. Él sonríe una vez más, y es tan sexy que le doy un beso más intenso.

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—Tu dijiste no juegos.


—¿Me amas? Me congelo. Un escalofrío recorre mi columna vertebral. Agarra mi barbilla, y la levanta. Sé que si yo no le respondo, se ira lejos. Yo quiero ser honesta con él; decirle lo mucho que lo he amado, y por qué lo amo, pero todo lo que puedo conseguir es un débil— Sí —en un susurro. —Dilo —dice Caleb. Aprieto los dientes. Me sacude. —Dilo. ¿Cómo sabe que es lo que tengo que decir? —Te amo —le grito. Luce como si lo hubiera abofeteado. Ahora estoy jodidamente loca. Alcanzo su cintura y suelto el botón de sus vaqueros. Él no esperaba eso.

Me empuja hacia atrás. Entonces, él me mira. Estoy muy avergonzada, es un salvaje y masculino momento y lo dejo porque nunca lo había hecho antes. Siento que estoy expuesta al mundo. Yo nunca dejo que nadie me vea desnuda. Cuando él tuvo suficiente me arrastra hacia él. —Dios, Olivia —dice a mi cuello. Estoy sonrojada. No sé qué quiere decir. Lo empujo hacia atrás para mirar su rostro. Sus ojos han cambiado. No hay calma ni risa ya. Puedo ver urgencia y lujuria. Tengo miedo de este momento.

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Vacilante, llevo mis manos para tocarlo. Sus músculos tensos bajo mis dedos. Es tan hermoso, anchos hombros, estrecha cintura. Pongo mis manos lejos, insegura de mí misma. Caleb agarra mis muñecas para que mis manos toquen su piel. Es experto y yo soy novata; es tan claro para nosotros. El me sobrepasa, controlando el momento. Desliza mi camisa sobre mi cabeza, besa mis hombros, y saca mi sostén. Salgo de mi pantalón.

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Él está congelado. Su cuerpo tenso. Le doy el beso y pruebo derretir su resistencia. Funciona, y viene a mí como una inundación. Él se separa de mis labios para despegar su camisa y, a continuación, se vuelve tan rápidamente que apenas tengo tiempo para respirar.


Él me carga en un movimiento elegante y siento la fresca hierba debajo de mi espalda. Puedo oler las flores de naranja en el aire. Me acurruco a su alrededor, esperando. Se toma su tiempo relajándome. Nuestros ojos no se apartan; cada vez más anchos con cada centímetro. Yo no sabía que se sentía como esto. Quiero gemir. Quiero clavar mis uñas en su espalda y envolver mis piernas alrededor de él, pero ahora estoy demasiado orgullosa para hacer cualquiera de estas cosas. Mira mi cara en fascinación. Él está buscando una reacción. Pero mi reacción esta toda dentro donde él no puede verlo… donde estoy escondiéndolo. Él se mueve, entonces. Lame en mi labio inferior. Él se ríe en mi boca. Empujo mi cabeza hacia atrás para mirarlo. —Tú eres ese tipo de chica. No sé qué quiere decir. No estoy segura de sí me interesa… se siente tan bien. Agarra mis muñecas, las pasa por encima de mi cabeza. —Relaja las piernas. Por primera vez en mi vida hago lo que me dicen. De repente se siente aún mejor. Yo presiono mis labios y volteo mi cabeza hacia un lado para ocultar mi cara de él. Dirige los dientes a mi oreja y se me pone la piel de gallina.

Eso me hace ceder. Algo así como un gemido se pierde en su clavícula mientras presiono mi cara contra su pecho. Cuando miro hacia arriba tenía un Eureka en su rostro. —¿Así es como te hago gemir? Después dice realmente cosas sucias en mi oído. Él ha encontrado mi debilidad. Hago sonidos que voy a lamentar hasta el día de mi muerte. Me siento a mí misma escalando, pero no quiero que sea el fin. Él está en control total y absoluto de mi mente y cuerpo. No me gusta la sensación de no estar en control. Cuando inclina su cabeza en mi hombro, aprovecho la oportunidad para dar la vuelta y estar encima de él. Él me permite dirigir nuestros movimientos por unos pocos minutos antes de asumir el control de mis caderas. Dos pueden jugar a este juego. Me inclino a decir algo en su oído.

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—Te sientes tan bien.

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—Mírame. —Su voz es áspera. Lo miro. Él se mueve más duro. Mi aliento se detiene. Más duro… y estoy respirando como si estuviera corriendo una maratón.


—Más duro Caleb… y no lo saques… —Sus ojos se cierran y sus dedos excavan en mis muslos. Siento una ligera victoria hasta que me voltea a mi espalda. —No estaba planeando eso. —Mi orgasmo se enfatiza. No hago ningún sonido.

 No hablamos en el regreso a casa. Caleb me ayuda a limpiar el desorden en mi apartamento. Diez gigantes bolsas de basura con los restos de lo que fuera mi vida rota, recogiendo platos y vasos en una sola y jirones de mi ropa en otro. Trabajamos en silencio con la radio tocando suavemente en el fondo. Sigo haciendo una pausa en el medio de lo que estoy haciendo para pensar en lo que sucedió en el huerto de naranjos. Pruebo el sabor salado de mis lágrimas en los labios cuando levanto mi foto de Thomas Barbey de su bastidor agrietado. Es sólo una pintura, pero aun así, es mía, y me encantaba. Antes de que pueda arrugarla, Caleb lo rescata de mis manos, y lo pone a un lado.

—¡Caleb espera! Casi está en su automóvil cuando se detiene y se da la vuelta. Corro hacia +el, no me importa estar usando una vieja camiseta de fútbol y me lanzo alrededor de él.

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Cuando encuentro la antigua figura de porcelana de mi abuela yaciendo en pedazos en el suelo, me encierro en el baño a llorar. Caleb detectando la importancia de la pieza hecha a mano de la pastora me deja ser, y discretamente dispone todo a un lado menos su rostro, que milagrosamente quedó intacto. La encuentro más tarde, envuelta en papel de seda y escondida en una caja de apenas algunos elementos rescatados que él piensa que me gustaría conservar. Cuando todo lo que solía ser mío está en diez bolsas de basura en la puerta, Caleb me abraza y se va. Me apoyo contra la ventana con vista al estacionamiento y lo observo caminar a su auto. Siento una soledad tan violenta que mis pulmones se cierran. Pongo mis dos manos en mis cienes y presiono. No puedo hacer esto. No puedo mentir más. Él es demasiado bueno. No merece la maldad, merece escuchar la verdad de mí, no de Leah. Corro hacia la puerta y la abro.

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—Podemos arreglarla —dice pasando un dedo por mi mandíbula.


—Siento haber sido un horrible persona —digo presionando mi rostro contra su pecho—. Lo siento tanto. —¿De qué estás hablando? — agarra mi barbilla levantando mi cara para mirarlo—. Eres una buena persona." —No, no lo soy —agito mi cabeza violentamente de un lado a otro—. Soy perversa. — Él sonríe acariciando mi espalda como si fuera una niña. Luego se inclina hacia abajo y siento sus labios en mi cuello. Me besa suavemente, íntimamente. —¿Por qué sigues diciendo eso de ti misma —se ríe levemente—. Me gustas mucho, Desesperada Perversa. —Sus pies comienzan a moverse en sintonía con alguna canción silenciosa y lo sigo. Soy consciente del aire de mis piernas al descubierto, del calor de sus manos en mi espalda y y atadas a través de mis dedos. —Eso es todo lo que me importa Olivia. —Cambiarás de parecer —le digo—. Cuando tu… te des cuenta de quién soy. —Yo sé quién eres. Sacudo con la cabeza las inevitables lágrimas debajo de mis párpados. —Tú no sabes nada.

Más tarde, esa noche, estoy en mi manto, y secando mi cabello con una toalla cuando escucho una fuerte golpe en mi puerta. Lanzo la toalla a un lado, y abro la puerta de par en par, esperando ver a Caleb. —Hola Olivia. Leah. Ella está sonriéndome de una manera casual como si fuéramos viejas amigas. —¿Qué demonios? — lo decía más para mí que para ella, pero ella lucia divertida de todos modos. Me hice a un lado para dejarla entrar.

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Entonces cierro mi boca y me trago mi confesión….otra vez. Puedo sentir la verdad presionando fuertemente contra el tiempo. Pero, ahora mismo, el murmura Yellow y estamos bailando bajo el cielo, enredados una última vez. Deja que Leah le diga. Seguiré siendo la cobarde.

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—Yo sé todo lo que necesito saber. Silencio.


Ella juega con su pelo, envolviendo una hebra alrededor de su dedo. Casualmente pasea por la habitación. —Limpiaste. Levanto mis cejas, aburrida. Si ella venia por pelea no estaba interesada. —¿Y bien? —le dije—. ¿Qué quieres?” —Oh, estoy aquí para hacer un trato contigo —ella parecía esperar expectante, reduciendo sus ojos. Ella apesta a un costoso perfume y ropa nueva. Miro como pone ligeramente el brazo sobre mi sofá como si fuera demasiado buena para sentarse en el. Ella parece una figurilla china en una tienda barata. Camino donde se encuentra y pongo delante de ella. —Di lo que has venido a decir y vete —demando. Ella se aclara la garganta, un delicado chirrido, y pliega sus manos en su regazo. —Estoy segura de que eres consciente por ahora que ciertas cosas incriminatorias han llegado a mis manos.

Ella golpeo un cigarrillo entre su palma y rueda su pulgar en su encendedor. Recuerdo a Jim haciendo lo mismo. Perdí mi fascinación en el proceso. —Eres como un mal resfriado, Olivia que no desaparece. Pero vas a salir y vas a dejar a mi prometido y a mí en paz. —Él no es tu prometido como no es el mío —digo—. De hecho, hasta donde yo sé, hay un anillo de compromiso en su cajón que nunca planea poner en tu dedo. —Veo con satisfacción como el color de su rostro se va. —Si no hubiera habido un accidente, si no hubieras estado, estaría usando ese anillo. ¿Y sabespor qué? Porque me escogió. Él te dejó y vino hacia mí. Tú eres solo su pequeña distracción. Tú no significas nada real para Caleb. —Ella está jadeando, sus ojos llenos fuego como su estúpido pelo.

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—Fue una medida inteligente lo que hiciste con Caleb —saca una caja de cigarrillos de su bolso y abre la tapa—. Él me dijo que eras manipuladora cuando empezamos a salir. ¡Pero guao!

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—Soy consciente de que tú robaste mis fotos y cartas, sí —dije.


Siento pólvora en mis venas. Ella no sabía nada de Caleb. Yo era la que él amo primero. Yo fui quien lo hirió más. Estaba atada a él por romper su corazón y por las lágrimas y el arrepentimiento y por Dios, esto era más que el lazo que ella tendría con él. —Si me ves cómo alguien sin importancia, entonces, ¿por qué estás aquí? Ella piensa acerca de ello. —Estoy aquí para ofrecerte un escape. —Puedo ver sus labios escarlata sospechosamente, como se curvan alrededor del cigarrillo. —Estoy escuchando. —Si Caleb descubre cómo te has aprovechado de él…bueno, estoy segura de que sabes lo que va a ocurrir —le da un golpecito a su cigarrillo y lanza su ceniza en mi mesa de café—. Si tu dejas de verlo… si desapareces, no le diré. —¿Tu no le dirás? —digo divertida por su elección de infantiles palabras y pongo los ojos en blanco—. Él va a saber lo que hice cuando su memoria regrese. ¿Cuál será la diferencia si le dices ahora o lo descubre después?

Ella se levanta dejando caer la colilla de su Charleston en mi alfombra y apagándolo con la punta del pie. —Tú eres la perra egoísta Olivia. No hay que confundir las cosas aquí. Yo nunca haría lo que has hecho. ¡Nunca! —Sus palabras me hieren con su verdad. Incluso esta enfermedad de mujer nunca habría engañado a la persona a la que amaba. Estaba horrorizada por sus palabras, que doy un paso amenazador hacia ella. —Cuando lo conocí, él aún estaba lidiando con el daño que le causaste —me apunta con su dedo—. Me tomó un año para hacerle ver que tú no merecías la pena. Un año. —Sisea—. ¡No eres nada más que basura y no dejare que esté cerca de ti de nuevo! ¿Me entiendes?

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—De alguna manera, me parece difícil creer que tu única preocupación en este tema, es Caleb —digo calmadamente.

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—Tienes la oportunidad de alejarte por elección. Mantener cierta apariencia de integridad. Piensa en ello querida, tú vas a humillarlo cuando descubra tu pequeña mentira. Ahí habría una confrontación, lágrimas, y lo herirás, algo que tomará mucho tiempo para curarse. Me importas un bledo, es a Caleb a quien quiero proteger.


Lo hice. Tal vez si yo hubiera luchado por él, como ella estaba haciendo, todavía estaríamos juntos. Suspiro. Si me niego a su oferta, iría directo a él con su prueba. Seguro, podría alegar lo de irrumpir en mi apartamento y lo del chantaje, pero incluso el peso de su crimen contra el mío me dejaba en un mal lugar. Yo era diarrea y ella un caso de mala digestión. Y ¿qué acerca de Caleb? Sin duda cortaría a Leah si supiera su parte pero eso lo dejaría herido y solo. ¿Qué tipo de monstruo podría ser si lo dejaba herido… de nuevo? ¿Especialmente, sólo por el rencor hacia Leah? Si yo desaparecía, él podría eventualmente olvidarse de mí. Él lo hizo una vez antes. Concedo. —Bien. Vete. —Camino hacia la puerta y la abro sin mirarla. Quiero que se vaya, fuera de mi casa y de mi vida. No existía ninguna persona que odiara más, aparte de mí misma. Hace una pausa en el camino y me mira a los ojos… de perra a perra. —Yo siempre gano. —Ella lanza un sobre a mis pies y camina lejos. Cierro la puerta y la pateo. Camino de un lado a otro gritando con cada grosería que puedo pensar.

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Es el momento de olvidar. Mi corazón siente que va a estallar a causa del dolor. Me deslizo hacia abajo por la pared y tiro mis rodillas a mi pecho. Tengo que salir de aquí, de este lugar, que está saturada de Caleb. ¡Esto es todo! decido. Me iré y nunca regresaré.


Traducido por LizC, nelshia (SOS) y ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ(SOS)

Sonreí débilmente y tomé el camino más largo alrededor del auto para evitar mirarla. Caleb me tomó firmemente por el codo mientras nos acercábamos a la puerta. Tenía la sensación de que él pensaba que yo iba a correr. Quería hacerlo. Cuando la puerta se abrió de golpe, me fue dado un breve vistazo de lo que pensó su madre de conocerme. Ella fue tomada por sorpresa, tal vez llegamos un minuto antes de lo que esperaba. Su rostro lució un duro ceño mientras miraba a su marido, como si justo acabaran de intercambiar palabras amargas. Lo vi mirar hacia ella con desaprobación y supe, una sensación visceral, que había sido de mí. Pasaron los segundos, metieron el argumento en el aire bajo la alfombra y ambos estuvieron sonriéndonos, dándome la bienvenida a

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—Es sólo una estatua, Duquesa —dijo él sonriendo al ver mi expresión—. Ella no muerde. Me he sumergido estando ebrio varias veces en esa fuente, debería saber.

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e presentaron a la víbora que Caleb llamaba “madre” en el primer día de septiembre, justo un par de meses después de nuestro primer aniversario. Llegamos a la casa colonial de dos pisos alrededor de las cuatro en punto. De inmediato comencé a retorcerme mis manos. Caleb estacionó al lado de una gran fuente que estaba arrojando agua bruscamente hacia mí. Aparté la vista ya sintiéndome desairada.


su casa. Permanecí de pie a un lado como un accesorio olvidado cuando Caleb abrazó a su madre, besándola en la mejilla. Ella me estaba evaluando incluso mientras le acariciaba el cabello y se maravillaba en voz alta sobre lo guapo que estaba. Pude saborear su disgusto en la forma en que sus ojos se clavaron en mi cabello y de nuevo en mi rostro mientras esperaba cortésmente a que su amado hijo nos presentara. Finalmente, Caleb le dio a su padrastro una palmada en la espalda, afecto de hombre a hombre, y se volvió hacia mí. —Esta es Olivia —le oí decir y yo sonreí tímidamente saliendo de detrás de sus anchos hombros. Su Querida Madre me miró como si yo fuera un cadáver putrefacto y dio un paso hacia adelante para tomar mi mano. Estaba molesta por su aversión inmediata hacia mí. Quería su aprobación. Quería que le gustara que yo lo quisiera. —Caleb, te has encontrado a la chica más hermosa de la Florida —dijo su padrastro, guiñándome un ojo. Me relajé. —Es muy agradable conocerte finalmente. —Su madre asintió con fuerza.

Me senté en mi silla rígidamente mientras su padrastro me hacía preguntas corteses sobre mis estudios, y su madre me escrudiñaba como un pavo de Acción de Gracias. Luca, como todos la llamaban, era de apenas un metro y cincuenta, con el cabello largo y rubio, y ojos azules sorprendentes. Se veía más como la hermana mayor de Caleb que su madre y yo sospechaba que había un equipo de cirujanos plásticos en algún lugar para dar las gracias por ello. Ella era hermosa, bien educada y obstinada, y estoy segura de que su opinión sería que yo no era lo suficientemente buena para su Caleb.

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—La cena está casi lista; ¿pasamos al comedor? —Ella nos indicó que la siguiéramos con un movimiento ligero de su muñeca. El paseo al comedor fue una tortura. Me sentí como un paria siguiéndolos al final de la fila. Madre e hijo caminaron delante de mí, con los brazos entrelazados íntimamente mientras ella reía de todo lo que él dijera. El padrastro de Caleb había desaparecido después que la cena fuera anunciada solo para reaparecer una vez que nos sentamos a la mesa. Me pregunté con amargura si se darían cuenta si yo desapareciera.

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Vi a Caleb mirarme luego a su madre, y me estremecí por dentro. Él lo sabía. Bajé la mirada a mis zapatos baratos, en vergüenza. Los había comprado especialmente para esta ocasión. Me hubiera gustado poder ser mejor escondiendo las cosas de él. Me hubiera gustado poder haber comprado un par de zapatos más caros.


—¿Qué hacen tus padres, Olivia? —me preguntó ella, dando un delicado bocado a su cordero. Nunca había comido cordero y estaba tratando de difamar un poco de la brillantemente colorida jalea de menta en una parte de él. —Mis padres están muertos —dije. La siguiente pregunta fue la que siempre temía contestar. —Oh, lamento mucho oír eso. ¿Puedo preguntar cómo fallecieron? —Miré sus perlas y su traje de pantalón color crema y quise decir: “no, no puede” en el mismo tono altivo que usaba conmigo. En cambio, me mordí la lengua, por el bien de Caleb. —Mi padre se suicidó cuando tenía trece años y mi madre murió de cáncer de páncreas durante mi último año de escuela secundaria. Cuando estaban vivos, mi mamá enseñaba quinto grado, y mi padre simplemente pasaba en cierto modo de un trabajo a otro. Ella pareció imperturbable pero vi una ligera tensión en su mano cuando agarró el tallo de su copa de vino. Yo no era una buena para nada. Una mancha en la alta sociedad en la que vive. Ella estaría mortificada si me convertía en su nuera. —¿Cómo lo manejaste? —pareció genuina en esta ocasión, dulce incluso, y vi lo que Caleb veía: una buena madre.

—Lo fue. —Me mordí el labio, porque ahora tenía ganas de llorar. Respondía a la dulzura como una estúpida mosca de la fruta y ahora ella había logrado desarmarme. —Caleb, cariño —dijo en el mismo tono meloso—. ¿Tomaste alguna decisión sobre Londres? ¿Londres? Miré su cara. Él estaba conteniendo el aliento, sus ojos ámbar intensos. —No. Ya hemos hablado de esto. —Oh, bueno es mejor que te des prisa, una oportunidad como esa no va a durar para siempre. Además, no veo ninguna razón por la cual no deberías ir. —Ella deliberadamente lanzó una mirada en mí dirección. —¿Londres? —dije en voz baja. La vi levantar una ceja por el rabillo de mi ojo. Regodeándose.

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—Eso debe haber sido muy difícil para ti —dijo ella.

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—Se sorprenderán de lo que una persona es capaz de manejar sin otra opción. — Caleb apretó mi mano debajo de la mesa.


—No es nada, Olivia —sonrió él débilmente, y supe que era absolutamente “algo”. —Le ofrecieron a Caleb un trabajo en Londres —dijo Luca, cruzando las manos bajo su barbilla—, para una prestigiosa empresa. Y por supuesto él aún considera a Londres su hogar debido a que todos sus amigos están ahí y la mayoría de su familia también. Estamos muy a favor de que tome la iniciativa. Mi mente se quedó en blanco. Me sentí como si alguien hubiera arrojado un balde de agua fría sobre mi cabeza. —No quiero ir. —Él me miró en ese momento… sólo a mí. Escrudiñé su rostro, tratando de decidir si estaba siendo sincero—. Tal vez si ya te hubieras graduado, podrías ir conmigo. Sería una posibilidad. Pero, mientras que tú estés aquí, es donde yo voy a estar. Me quedé helada. Él acababa de frustrar a su madre delante de mí y le había hecho saber que yo era su prioridad número uno. Si hubiera un altar para Caleb, me habría encantado idolatrarlo allí. —Caleb, no puedes estar hablando en serio. —El rostro de su madre se retorció mientras sus buenos modales luchaban contra su indignación—. Apenas la conoces. No creo que debas tomar una decisión en base a alguna aventura. —Ya es suficiente —dijo con calma, pero era fácil ver que estaba molesto.

—Luca —esta advertencia vino de su padrastro, quien hasta ahora había estado observando todo el intercambio en silencio—. Esto no es de tu incumbencia. —Mi hijo es sin duda de mi incumbencia —le espetó, alzando su pequeño cuerpo de la mesa—, me niego a verlo tirar su vida por una oportunista hambrienta… —Vamos, Olivia. —Caleb tomó mi mano y me levantó de la mesa. Yo estaba sosteniendo un bocado a medio masticar de papa en mi mejilla. Tragué bruscamente y miré a Caleb en creciente confusión. ¿Realmente estaba yéndose en medio de la cena por mi culpa? ¿Debo hacer algo? —Nunca te he hablado con dureza antes y no voy a empezar ahora —le dijo a ella con calma, aunque por el conjunto rígido de sus hombros y el firme agarre que tenía en mi

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—Bueno, ciertamente no es la primera chica que has traído a casa. Fuiste muy en serio con Jessica y…

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Caleb tiró su servilleta en el plato frente a él y empujó hacia atrás su silla. —¿De verdad crees que si Olivia era sólo una aventura la habría traído aquí para conocerte?


mano, yo sabía que su calma era una farsa. La ira de Caleb hervía bajo la superficie como lava caliente y cuando entraba en erupción, no había lugar para escapar—. Si no aceptas a Olivia, entonces no me aceptas a mí. —Y luego me sacó de la habitación tan rápido que casi no tuve la oportunidad de digerir lo que acababa de suceder. —¿Caleb? —dije cuando estábamos en el camino de entrada. Él se detuvo y casi choco contra él cuando me detuve en seco, patinando. Antes de que pudiera decir nada más, me dio la vuelta como si estuviéramos bailando y me apretó contra su pecho. —Lo siento, Duquesa —dijo besándome suavemente en los labios. Sus dos manos estaban en mi cara y sus ojos estaban fijos en los míos, con tal intensidad que quería llorar. —¿Qué es lo que sientes? —susurré, apoyándome de puntillas para besarlo de nuevo. —Por eso —dijo haciendo señas a la casa con un gesto de la cabeza—. Yo estaba esperando que ella te hiciera pasar un mal rato, pero nada como eso. Su comportamiento fue inexcusable. Estoy tan avergonzado que no sé qué decir. —No tienes que decir nada. Ella es tu madre y quiere lo mejor para ti. Yo probablemente sospecharía de mí, también.

Cuando llegamos a los dormitorios él dio la vuelta al auto para abrir la puerta por mí. Caminamos hacia mi edificio, ninguno de los dos dijo una palabra cuando Caleb se detuvo de repente. —¿Quieres bailar conmigo? —dijo tendiéndome la mano. Mi primer instinto fue mirar alrededor para ver quién nos estaba mirando. —No, no hagas eso —dijo él— sólo por una vez, no me importa. Tomé un paso vacilante hacia él. ¿Puedo hacer eso? Su mano era cálida y se tragó la mía. Puso la otra en mi espalda baja y jaló cerca de él. Podía oír voces. Había gente alrededor e iban a vernos. Respiré hondo y cerré mis ojos.

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Me abrazó con fuerza y me llevó hasta el auto. Lo seguí en silencio y temblando. Nunca nadie había hecho algo tan tangible para hacerme saber que me amaba. La familia de Caleb significaba el mundo para él y él me eligió por encima de ellos. Me aferré a su mano en el auto de camino a casa y traté de darle sentido a las cosas.

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—Eres mi familia ahora —dijo seriamente— y si ellos no pueden aceptar eso, entonces al diablo con ellos.


—Sé valiente —dijo sonriéndome—. Abre los ojos. Lo hice. Sus pies comenzaron a moverse y lo seguí automáticamente. Él era un buen bailarín. —No hay música. —Estaba tratando de ver quién nos estaba observando por el rabillo de mi ojo. Comenzó a tararear. Cerré mis ojos otra vez, pero esta vez de placer. Su voz era decadente. Estaba tarareando Yellow. —Aquí es donde nos conocimos —dijo acariciando mi cuello—. Es el lugar donde empezó todo el problema. Él estaba bromeando, pero para mí sus palabras sostenían tanta verdad. —¿Por qué hiciste eso? —le pregunté, con mis ojos todavía cerrados—. No deberías haber hecho eso. —Porque te amo. Ella recobrará su juicio, la conozco. —Eres un buen tipo, Caleb Drake.

Se rio y cogió un puñado de mi pelo, tirando de mi cabeza hacia atrás hasta que lo estaba viendo a los ojos. —Tú vas a destruirme, ¿lo sabes? Lo sabía. Después de que me dio un beso de buenas noches, deambulé de regreso a mi habitación y me derrumbé en el puf de Cammie. Era demasiado bueno para ser verdad. Algo bueno alguna vez duraba. Nuestro tiempo se estaba acabando. Podía sentirlo. No faltaba mucho para que averiguara quien era realmente y no quisiera nada que ver conmigo. Él era luz y yo oscuridad.

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—Tu madre es tan hermosa —le dije en su hombro.

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—Un hombre es tan bueno como lo que más ama, ¿verdad? —Me estremecí. Esperemos que eso no sea cierto. Yo estaba casi tan podrida como un viejo huevo de hace meses.


—Olivia, ¿qué pasa? —preguntó Cammie, saliendo del cuarto de baño en una nube de vapor. —Voy a perderlo, Cam —le dije ocultando la cara entre las manos. —No, no —dijo rápidamente llegando a arrodillarse junto a mí— te ama demasiado. Todo el mundo puede ver eso. —Oh, al diablo el amor —dije, más para mí que ella—. No siempre sobrevive las cosas malas. —¿Qué cosas malas, Oy, estás siendo dramática —ella jaló otro puf y se sentó frente a mí—. ¿Qué has hecho? —Cammie —dije mirándola con horror—. Cosas muy, muy malas. Y la peor parte es… no sé si alguna vez me detendré. Cammie me miró con simpatía. —Tú no eres tan mala como piensas. Lo que has hecho, Caleb te seguirá amando. Tienes que dejarlo amarte Olivia y lo más importante tú tienes que amarlo.

—Finalmente, vaca estúpida —dijo dándome una caja de tamaño gigante de condones—. ¿Sabes cómo funciona todo? Porque puedo encaminarte a través de los fundamentos. —Si quisiera asesoramiento de una zorra, llamaría un número novecientos —le dije, cogiendo la caja. Ella se había reído y repartido de todos modos.

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Decidimos hacer un pequeño viaje juntos. A algún lugar cerca donde pudiéramos tomar el sol y no hacer nada de nada. Nos instalamos en Daytona Beach e hicimos planes para que me recogiera después de terminar con el trabajo. Las maletas estaban hechas y listas después de mi última clase. Mi maleta estaba a mis pies y mis manos cruzadas nerviosamente en mi regazo. Quería que este fin de semana para ser perfecto. Había hecho mi primera visita a Victoria Secret y elegido algo que pensé que le gustaría. Esta noche era la noche. Habíamos estado juntos durante un año y medio. Cammie había llorado de emoción cuando le dije.

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Seis meses más tarde, me mude de los dormitorios a mi propio apartamento. Me faltaba un semestre de escuela y estaba ansiosa por terminarla. Caleb y yo habíamos empezado cautelosamente a hablar de conseguir un apartamento juntos cuando me graduara. Había pasado los últimos seis meses trabajando para su padrastro y estaba viéndolo cada vez menos.


El llamado a la puerta de Caleb nunca llegó. Traté de llamar a su celular, que fue directamente al correo de voz. Caleb nunca llegaba tarde, llegaba a donde quiera que iba por lo menos diez minutos antes. Traté de frenar los pensamientos de él estando en un accidente, sin embargo, me preocupación se llevó lo mejor de mí. Llamé al hospital, pero me informaron que nadie por mi descripción se había admitido esa noche. Pensé en llamar a sus padres, pero teniendo en cuenta como fue mi última reunión con ellos, no podía conseguir marcar el número. Volví a acunar el teléfono y me mordí las uñas en su lugar. Sólo había otra opción. Todavía estaba en el trabajo y había perdido la noción del tiempo. Eso había estado sucediendo mucho últimamente de todos modos, su trabajo era tan demandante que a veces olvidaba las veces que se suponía íbamos a encontrarnos en algún lugar o que era nuestro año y medio de aniversario y nos íbamos a comprar el uno al otro gnomos de jardín en celebración. No estaba enojada. Estaba bien con eso. Sólo pasaría por la oficina para recordarle. Sí. Cogí las llaves y corrí escaleras abajo. El edificio de oficinas que albergaba Fossy Financial estaba localizado en el pudiente distrito de Ft. Lauderdale, dos cuadras más allá de la panadería Bonjour donde Sylvester Stallone compraba croissants a siete dólares. El edificio que albergaba a Fossy era también casa de numerosos otros servicios que solamente los ricos podían costearse, asi que naturalmente había un guardia. Él me miró con los ojos hinchados que sugerían demasiado licor de la noche anterior y emitió un gruñido.

—¿Entonces por qué sus puertas están abiertas? —dije descaradamente, viendo las pocas personas que deambulaban en el lobby.

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Todos estaban envueltos en sedas de colores mantequilla y trajes a la medida. Toda la escena gritaba: "He aquí los ricos" de la más odiosa manera.

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—El edificio está cerrado por la noche —me lanzó con una voz irritada.

—Hay una fiesta en el quinto piso, una fiesta privada —enfatizó—. Las puertas están cerradas para todos los clientes. El quinto piso era el piso de Caleb. Me di cuenta de eso con un nudo en el estómago. Nunca me mencionó una fiesta. Es cierto que tuvo una semana especialmente ocupada en el trabajo, pero ¿cómo puede uno olvidar algo así? —Bueno, lo que pasa es que yo asisto a la fiesta Fossy —le dije con mi mejor voz esnob. —¿Sí? Yo no lo creo. —Sus ojos estaban discurriendo sobre mis jeans y camiseta.


—Mi nombre está en la lista amigo —dije rápidamente. Ni siquiera sabía que había una—. Ava Lillibet. Compruebalo por ti mismo. —Ava era una colega de Caleb, me hablaba siempre de su horrible aliento de ajo y sus implantes de pechos del tamaño de melones de vez en cuando. Saqué mis pechos sólo por si acaso. Mi presentimiento acerca de la lista era correcto y segundos después, él puso mi nombre falso en el papel en frente de él. —Muy bien, Sra. Lillibet. Puede subir. —No lo miré mientras me daba la vuelta e iba hacia los elevadores. Esperaba que la verdadera Sra. Aliento-de-Ajo no se apareciera pronto y desenmascarara mi cuartada. La subida en el elevador fue tortuosa. Cuando escuché el “Ding”, salí tan rápido que casi tropiezo sobre mis pies. Parpadée con sorpresa. No había ni rastro de escritorios, o las máquinas de fax o empleados con caras sin expresión. Todo el piso había sido absuelto de su verdadera naturaleza, y se sustituía por elegantes mesas con centros de velas flotantes y copas de cristal pulido. Todas las cortinas de la oficina estaban abiertas para mostrar la vista impresionante del canal de Ft. Lauderdale.

Me detuve y ladeé la cabeza, no para escucharlo hablar, sino por la manera en como estaba hablando, urgente e íntimo. Me recosté sobre la puerta cerrada de su oficina y escuché la risa gutural de una mujer. Mi corazón aceleró a tercera velocidad. —¿Te gustaría descubrirlo? —su voz era claramente coqueta. No podías equivocarte en eso, ni siquiera en una puerta de cuatro centímetros de espesor. El Appassionato de Chopin sonaba en el fondo, mientras me echaba hacia atrás.

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Haría lo medianamente decente e irme, antes de hacer el ridículo. Fui hacia la señal de salida con la esperanza de encontrar la escalera. Tendría que pasar a través de un corredor de lo que parecía oficinas, pero había pocas posibilidades que cualquiera de ellas estaría ocupada mientras que había una fiesta en pleno apogeo. Corrí a través de él. Estaba casi al final, tal vez tres pasos de la escalera, cuando escuché su voz. Me pareció extraño que sobre el trino de Chopin y el zumbido constante de una docena de conversaciones, escuché su voz.

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Gente guapa encorvada sobre bandejas de caviar que viajaban a través del cuarto en manos de mesoneros con guantes blancos. Me apreté contra la pared más cercana y comencé la exploración del espacio para ver su cara. No Caleb. No con el grupo frívolo de secretarias que siempre me dejan en espera demasiado tiempo y no con su padrastro, cuya sonrisa ahora se estaba volviendo a un grupo de inversionistas. Sentí una oleada de ansiedad. ¿Y si él me estaba esperando en mi apartamento ahora y yo aquí estaba husmeando alrededor de su oficina como una paranoica...?


¿Descubrir qué? Aguanté mi respiración y presioné el oído contra la puerta. ¿Siquiera quería saber? Algunas cosas son mejores dejarlas en el refrigerador —solía decir mi madre. Me presioné más contra ella hasta que mi cara estaba aplastada contra el revestimiento de madera. No hubo más conversación. Lo que sea que estaba pasando en el otro lado de la puerta estaba pasando en silencio. Di un paso atrás. Esta era mi señal… entra novia loca. No todavía, me dije. Manejaré esto con clase y decoro. Tome el pomo de la puerta, lo giré y abrí. La puerta se hizo a un lado como una cortina, revelando una escena que se incrustaría en mi memoria para siempre. Lo cambiaría todo.

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Lo arruinaría todo. Lo rompería todo.


Traducido por Valentine†

Deslicé una nota de despedida por la puerta de Rosalie en la cual mentí diciendo acerca un trabajo en California, y prometiendo escribirle tan pronto estuviera ya establecida. Agarré las llaves de la oficina alquilada, y conduje. Sentí caer el peso de mis hombros cuando entré en la interestatal 95, y me sentí libre cuando crucé la línea del estado de Georgia, pero absolutamente me sentí reconfortada y aliviada cuando Cammie me envolvió en sus brazos.

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Antes de salir por esa puerta de una buena vez, cogí el centavo, boca arriba en mi mano. Maldito centavo. Maldito Caleb. Cerré mi mano y apreté tan fuerte como pude hasta que mi puño se volvió blanco y estaba segura que las palabras “Apropiado para una oportunidad gratis de afecto ¡UN BESO!” se grabarían en mi piel. Abrí mi mano y dejé caer el centavo en la alfombra

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e fui. Leah podría tenerlo, pero no podía estar ahí cuando ella lo hiciera. No llevé mucho: un par de libros y álbumes de fotos que pertenecieron a mi madre. Todo lo demás estaba destruido. Introduje todo dentro del auto con Pickles y aceleré. Había dejado mi caja de recuerdos del Señor X en el centro de mi mesa de café junto con el sobre de fotografías que Leah había robado. Ella había guardado quinientos dólares en el sobre también… también lo dejé. Si iba a hacer esto, tenía que hacerlo bien. No más portar porquerías que provocaban que mi corazón se convirtiera en carne picada.


—Bienvenida a Texas, mejor amiga—sonrió, besándome la mejilla—. Vamos a comenzar tu nueva vida.

—Ha habido un accidente. No sé dónde estamos —o quién soy quiso añadir. Dejó caer el celular junto a él y mantuvo la cabeza en alta. Una patrulla policial sería enviada una vez ellos dieran la señal. Esperó, los escalofríos le recorrían el cuerpo por el shock o el frío, no lo sabía. Trató de no mirar al cuerpo que se hallaba a su lado. ¿Era un amigo? ¿Su padre? ¿Su hermano? Supo que la ayuda había llegado cuando por el radillo de su ojo vio el reflejo de las luces bailando en la ventana. Voces llamando y puertas cerrándose. De pronto, había gente alcanzándolo y sacándolo del auto. —Tenemos que usar la Mandíbula de Vida13 —escuchó decir a un bombero. Alguien pasaba una luz por sus ojos, otro lo envolvía en una manta naranja. Lo cargaron en una camilla cuando la nieve caía en su cara. Una voz que sonaba muy 13 Herramienta hidráulica de rescate. Se utilizan para la extracción de una persona en un accidente automovilístico,

o en espacios pequeños.

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Él observó el oscuro interior del auto preguntándose dónde estaba o quién podría ser el hombre ensangrentado que yacía a su lado. Se sintió raro, como si todos los órganos hayan sido extraídos de su cuerpo. Sintiendo la puerta, agarró el pasador pero no hizo ningún movimiento. Entonces se dio cuenta de lo obvio, algo que su nublada mente no se había percatado al principio. El auto estaba aplastado en la mitad dee su tamaño original. Liberándose del cinturón de seguridad, buscó en sus bolsillos un celular, y después de encontrarlo, marcó al 911. Cuando la voz de la operadora contestó, el habló, no reconociendo su propia voz.

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El viento azotaba furiosamente contra el auto, gritando sus protestas por no dejarlo entrar. Fuera del auto, el vidrio roto del parabrisas reunía a los bailarines copos de nieve, expandiendo un manto blanco a través del teñido de la tela de araña roja. Dos personas yacían en los asientos delanteros, ninguno estaba consciente y el conductor estaba bañando de su propia sangre. Ninguna ambulancia había sido advertida ya que el auto no había sido visto en la tormenta de nieve. El pasajero despertó gimiendo y tomando la cabeza en sus manos. Cuando las retiró de su cabeza, se dio cuenta que habían manchas de sangre en la punta de sus dedos.


lejana preguntaba cuál era su nombre. Sacudió su cabeza preguntándose si debería inventar uno. Josh era uno bueno, podía haber dicho Josh, pero no lo hizo. Se preguntó si el hombre a su lado tenia vida y entonces escuchó las sirenas de otra ambulancia y el derrape de las ruedas contra el asfalto. Se recostó contra la almohada plana y trato de recordar… entonces lo hizo. Cosas buenas y malas llegaron de vuelta a su cerebro como agua caliente a través de un bloque de hielo. Él se estremeció mientras recordaba las cosas que prefería olvidar. El enfermero le preguntó si estaba bien. Asintió, pero en el interior donde valía, donde las heridas no podían ser sanadas ni reparadas, no lo estaba. Dejó caer su cabeza, sus nudillos contra su sien y deseo no haber recordado. Hubiese sido tan fácil si su mente se borrase como una pizarra. Sin indicio de lo feliz o lo ruin, solo un nuevo comienzo. La ambulancia llegó y las puertas dobles se abrieron por un par de guantes. Permitió ser empujado y llevado a través de las puertas de la sala de emergencia, hasta que estaba en una sala con blancas paredes en la espera de una resonancia magnética. Él permaneció en silencio. Un doctor entró en la habitación donde esperaba sus resultados. Era un hombre indio de cara amable. Usaba un anillo en su dedo anular con tres rubíes envuelto en oro. Su nombre según la etiqueta era Dr. Sunji Puni. Se preguntó si el Dr. Puni era feliz y si esas tres rojas piedras simbolizaban a sus hijos. Quiso preguntar pero seguía sin decir nada.

—¿Puede decirme su nombre?—No dijo nada todavía, sus ojos iban de ida y vuelta, ida y vuelta. —Señor, ¿sabe quién es usted? —La voz del doctor era más preocupada ahora, sonando un poco más alto que antes. ¡Si lo sé! ¡Si lo sé! Su mente gritaba. El paciente volvió su cabeza hasta que estaba alineado frente a unos negros ojos. Y decidió justo ahí y entonces. Habría un montón de problemas por lo que iba a hacer, pero no le importaba. Él tenía que encontrarla. —No —dijo Caleb Drake—. No recuerdo nada en absoluto.

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—Tiene una severa conmoción cerebral. Quiero hacer más exámenes y tener la certeza que no hay más daño en su cerebro. Los enfermeros me informaron que tuvo una confusión en saber quién es usted—. El paciente no dijo nada. Sin embargo, observaba fijamente el plano techo blanco como si este fuera una estupenda obra de arte.

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El hombre con su acentuada voz, habló:


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Un año pasó


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Dos años pasaron


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Tres años…


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Cuatro


Traducido por Xhessii y ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

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asaron cuatro años. Supieron como el carbón. Soy diferente. Estoy a una galaxia de distancia de quien solía ser. Vivía en el sistema solar “Si que continué con mi vida”.

Bebíamos un montón, comíamos fuera, y pasábamos nuestro tiempo libre en el gimnasio, trabajando para quitarnos de encima el alcohol y la comida de restaurante. Cammie está trabajando en la decoración, una carrera prácticamente extinta en estos días, pero de alguna manera se las arregló para encontrar un trabajo con una empresa que decora para los inmensamente ricos. Ambas lo hicimos bien. Ganaba la mayoría de mis casos. Todavía tenía la habilidad para torcer la verdad, algo que era útil en mi campo. Hace un mes, me llamó mi antigua jefa, Bernie. Ella quería que fuera y trabajara en su firma, dice que si lo hago bien ella me haría socia. Cammie y yo lo procesamos toda una semana. Ella quiere mudarse de regreso a Florida hace años. Cammie dice que es

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Después de que me gradué, compré una casa con Cammie con el dinero que me quedaba del seguro de mi madre. Es algo bueno que también tuviera el trabajo, porque mi cuenta bancaria estaba casi vacía.

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El señor X ahora es solo un recuerdo. Caray, ni siquiera estoy segura de que incluso eso haya pasado. Mi realidad es que fui a la escuela de derecho, me gradué, conseguí un trabajo en una gran firma...


tiempo de que encare de nuevo el sur de Florida. Dice que es donde pertenezco. Texas es para la gente amigable, me dice. Yo pertenezco a un lugar de pasos rápidos y rudos. Decidimos vender nuestra casa y trasplantar nuestras vidas. Tengo un chico, bueno, un amigo, ¿mencioné eso? Él es maravilloso. Promete que podemos hacer que funcione nuestra relación a larga distancia hasta que él pueda ser transferido conmigo. Yo le creo. Él quiere casarse conmigo, me lo dice todo el tiempo. También le creo eso. Empaco mis cosas en un camión de mudanza con la ayuda de Turner, que es mi novio, y manejamos por la frontera de tres estados escuchando lo mejor de los ochenta. Cammie llama cada treinta minutos para revisarme. Ella me seguirá en unos cuantos meses, probablemente con tres camiones de mudanza.

Oh y él odia el básquetbol, justo como yo. Fabuloso, ¿no? Lo conocí el día que fui a la Corte. Él me pidió prestado un lápiz. ¿Qué clase de idiota viene a la Corte sin un lápiz? pensé. Cuando se lo di él solo se sentó ahí y me miró. —¿Qué? —dije, sin tratar de esconder mi impaciencia. —También necesito tu número —dijo él tan “tranquilo” de que se lo iba a dar. Yo respetaba las agallas.

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Después de que los señores de mudanza se fueran me la pasé deambulando de habitación en habitación admirando la muy impresionante vista. Desde las ventanas del lado sur puedo ver como el océano se funde en el horizonte y por el oeste, cada tejado en un radio de una milla. El bloque de apartamentos está en Sunny Isles y me costó más que todo lo que mi madre hizo en su vida. Soy una buena abogada defensora, soy una excelente mentirosa. La vida ha resultado ser todo lo que siempre quise. Excepto por… de cualquier manera… amo mi departamento. Turner y yo no dudamos en bautizarlo esta noche. Diversión. ¡Yay! Él es muy guapo en una manera convencional y limpia. Es alto, de piel oliva, y pretencioso. Él usa todo el tiempo camisas de vestir. En serio… lo hace. Es también un abogado, así que tenemos mucho, mucho en común. Derecho en Bienes Raíces, pero aun así…

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Turner masajea mi cuello mientras conduzco. Él es un dulce. Cuando llegamos a mi nuevo apartamento, el cual no compartiré con Cammie, hay hombres esperando para cargar mis muebles a mi nuevo hogar. Turner los contrató para ayudar, para que no tuviéramos que hacerlo solos. A mí no me hubiera molestado, pero Turner odia ensuciar sus manos.


Soy feliz. Después de que los señores de mudanza se fueron, ordenamos sushi, o yo lo hice, porque Turner no come “pescado crudo”. Caminé alrededor de mi nuevo departamento con una de sus playeras porque yo aún no había desempacado mis cosas. Tuvimos sexo. La mañana siguiente me lleva a la concesionaria de la BMW y me compra un carro como un regalo de bienvenida a casa. Maravilloso, ¿cierto? A las seis en punto esa tarde, lo lleve al aeropuerto Ft. Lauderdale en mi nuevo auto deportivo rojo, y nos besamos antes de que subiera en el avión. —Esto funcionará —me dice. —¿Cómo lo sabes? —dije, suavizando las solapas de su chaqueta. —Porque nos vamos a casar. —¿Lo haremos? —contesté con sorpresa. Él siempre dice esto, y yo siempre dijo eso. —Lo haremos —afirma y luego se pone sobre su rodilla y saca una cajita de su bolsillo.

Cuando me siento detrás de mi escritorio por vez primera, me siento consumada. Mis cosas están desempacadas en mi apartamento, mi licencia de conducir ha sido cambiada a la de Florida, tengo llena la alacena y ayer visité la tumba de mi madre para contarle sobre mi compromiso. Esta es mi nueva vida, me doy cuenta con sorpresa, y entonces bajo mi cabeza al escritorio y lloro porque esta es realmente mi vieja vida pero con mejoras. Llamo a Cammie para decirle esto y decirle que cometí un gran error al mudarme para acá.

14 Cockapoos: Es unas raza de perros que son creados por la cría de un cocker spaniel con un caniche.

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En tres meses tomé el Examen de la Corte de Florida y pasé. Empecé mi nuevo trabajo como defensora para Spinner y Asociados. La secretaria hace oohs y aahs a mi anillo. Me pregunta por Turner, que hace, cómo luce. Tiene una ligera separación entre su dos dientes delanteros lo que me hace verla mientras ella canta los nombres de sus dos cockapoos14: Melody y Harmony. Me cuenta como los gnomos del jardín de su abuela han sido robados de su patio a pleno día. ¡A pleno día! No obstante, en Boca Raton. Simpatizo con la situación de los gnomos y hago una cita de juegos para Melody, Harmony y Pickles.

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Manejo a casa, comprometida. Miro al anillo todo el camino, como si me fuera a morder. Es un iceberg de Tiffany, grande y llamativo. Me recuerda de algo que no puedo recordar desde que compleeeetamente seguí con mi vida.


Gran. Enorme. Ella me escucha llorar y me dice que soy estúpida y que ella estará aquí en tres semanas, para sostenerme, y que las cosas se pondrán mejor. —Bien —digo, pero no lo creo… ni siquiera por un segundo. Pero las cosas se ponen mejor. Al principio, me ajusto a mi nueva rutina con ansiedad. Cuando volé a Texas hace cuatro años, había llegado prácticamente con las manos vacías. Construí allí una nueva vida, llenando mis armarios con platos y vasos y con una nueva fotografía de Thomas Barbey para el corredor. No había nada que me recordara de mis aventuras en Florida. Ahora, cuando camino por mi nueva casa, estoy poniendo las mismas lámparas y haciendo té en la misma tetera que era parte de mi vida de Texas. Es confuso. Pero con todas las cosas nuevas, hay una etapa de unanimidad incómoda. Después de unas cuantas semanas, Sunny Isles se convierte en mi hogar, y Spinner y Asociados se convierte en mi trabajo, y Publix que se encuentra entre la 42nd y la Eisenhower en mi tienda de comestibles. Cammie llega con Pickles una semana después de lo establecido. Se queda conmigo por un mes antes de mudarse a su casa, que está a una corta conducida de treinta minutos de distancia. A Cammie no le gusta Turner. ¿Ya lo había mencionado? Ella dice que es predecible como el período de una virgen. Me refiero a que, ella no lo odia, pero ella podría hacerlo perfectamente sin él, como me recuerda en muchas ocasiones.

—Hay huesos para morder —me escucho decir en una voz ligeramente aburrida y distanciada—. A ella le gustan. —Está bien, cariño. —Turner pone si mano en mi rodilla y empieza a mover su cabeza al ritmo de la música en la radio. Él tiene un gusto tan cuadrado en la música. Cuadrado, cuadrado. Yo tarareo el tema de Bob Esponja Pantalones Cuadrados y miro por la ventana. Mi cuerpo se congela casi instantáneamente, y Turner me mira con preocupación. —¿Qué está mal, cariño? —me pregunta y reduce la velocidad del carro. Cariño.

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Él me visita cada dos semanas o antes si su horario lo permite. Él siempre le lleva a Pickles un par de sus viejos calcetines para que juegue con ellos, los cuales ella rompe en dos horas. Encuentro sus regalos de calcetines ligeramente inquietantes, especialmente cuando empiezo a encontrar remanentes de lana empapada entre los cojines de los sofás. Desearía que en cambio comprara cuero. Le hago esta sugerencia una noche mientras conducimos a un nuevo restaurante en el lado sur. La humedad se ha sosegado y el aire que está soplando por la ventana abierta del carro es azotante y frío. Me recuerda a un cálido invierno de hace mucho tiempo.

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Pero me gusta Turner. En realidad, mucho.


—Nada, nada —sonrío para esconder el agua salada en mis ojos—. Solo que tengo un calambre en mi pierna… eso es todo. —Pretendo frotarla. Pero eso no es todo. Mientras veo afuera de la ventana, el parpadeo de luces de colores capta mi mirada. Cuando los enfoco mi estómago se aprieta dolorosamente. Jaxson’s Ice Cream Parlor. Era como una puerta abierta y todos recuerdos que había tenido escondidos vinieron de golpe. Centavos y besos y piscinas y todas las cosas que había mandado al infierno. Una ráfaga. La última cosa que sentía que quería hacer esta noche era entretener un corazón de mal humor. —¿Por qué no vamos a cenar allí? —digo en una voz falsa, entusiasmada, asintiendo hacia Jaxson. Turner me mira como la mujer loca que soy.

Es casi lo mismo que hace siete años, la única cosa que falta de Jaxson es Harlow, cuya ausencia se nota. Veo su foto en la pared en la caja y debajo de ella hay unas fechas 10 de Agosto de 1937- 17 de Marzo de 2006. Le sonrío tristemente y nos llevan a nuestra mesa por una adolescente que hace bombas de chicle. Ella no tiene clase. Pienso con tristeza. —Buen lugar. —No dejo escapar el sarcasmo de Tuner y miro a las mesas de la buena y la mala suerte. —Cállate. Deja de comportarte como un snob. Inmediatamente se suaviza. —Lo siento corazón —dice tomando mis manos en las suyas—. Seré mente abierta ¿bien?

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—Seguro. ¿No te cansas de todos esos restaurants fru-fru a los que vamos? Hagamos algo diferente. Vamos… —Saco un poco mi labio porque eso usualmente me funciona para salirme con la mía. Él suspira dramáticamente y gira hacia el centro comercial. Me pregunto qué demonios hago y porque me encanta castigarme. Quiero probarme que es solo un establecimiento más donde conseguir comida. No hay magia, no hay ningún romance intenso, y sobre todo, quiero ser capaz de estar en un lugar que tiene recuerdos y no tener una crisis nerviosa. Holaaaa Jaxson.

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—¿Allí? —dice él. El disgusto tan obvio en su voz que me estremezco.


Corazón. Asiento con la cabeza y vuelvo a estudiar el menú. Hasta ahora todo bien. Al menos no estoy temblando o llorando o algo así. Tal vez esté bien. Comemos nuestra cena y ordenamos postre. Trato de no pensar en la conversación que ocurrió debajo de este techo años atrás, pero ocasionalmente frases como: “porque, me importa más saber sobre ti que ganar otro estúpido juego” me venía a la mente. Las aparté rápidamente y miré a mi maravilloso prometido quien había bajado sus estándares esta noche para comer conmigo aquí. Bendecida. Estoy tan bendecida. Cuando nos vamos, me paro en la máquina de los centavos y mi corazón se acelera. Tal vez Tuner lo note, pienso. Pero, Turner ya estaba caminando hacia afuera y yo lo sigo, decepcionada. No tuve sexo con él esa noche. Una semana después hay un golpe en la puerta de mi oficina. —¿Sra. Kaspen? —es la secretaria—. La Sra. Spinner quisiera verla en su oficina. ¡Maldición! Bernie siempre sabe que me pasa algo. Me compongo, corriendo mis dedos al frente de mi falda Dior. Me gustaba comprar cosas caras. Si usaba algo que me costaba más que un salario mínimo, sentía ampliamente que el cadáver putrefacto que era al menos estaba muy bien envuelto.

—¿Cuál quieres escuchar primero? —pregunta. Bernie tiene algo de plateado en su cabello ahora y su compañera de vida se llama Felecia. —La buena —mordiéndome la parte inferior de mi labio. Las malas noticias de Bernie podían ser cualquier cosa desde “Estoy cerrando la firma para convertirme en una agricultura” a “Perdí el número de mi charcutería favorita”. Sentí la necesidad de estar mentalmente preparada. —La buena noticia —comienza ella—. Es que te estoy dando, tu primer gran caso… y es uno grande, Olivia. —Oh…bien —digo sintiendo una burbuja de emoción en mi estómago. Tenía la urgencia de saltar y decir ¡ra ra a la bim bom ba!

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—Tengo noticias buenas y malas para ti —dice cuando entro. La misma vieja Bernie, siempre iba directo al grano. Haciendo un gesto a que me sentara en una de sus sillas de tapizado de vaca, me siento y cruzo mis piernas.

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Me dirijo hacia la oficina en la esquina, practicando mi sonrisa de “la vida es maravillosa”. Toco y ella me deja entrar.


—¿Cuál es el caso? —digo calmadamente. —¿Has escuchado de una pequeña compañía farmacéutica llamada OPI-Gem? — pregunta. Niego con la cabeza. —Son unas de estas farmacias pequeñas. Seis meses atrás sacaron una nueva droga llamada “Prenave” en el mercado. Tres meses después de su fecha de lanzamiento, veintisiete reportes de hospitales diferentes fueron llenados en los cuales Prenavene fue encontrado en los sistemas de casos de ataque al corazón, dos de los cuales tenían menos de treinta años sin ningún tipo de problemas de salud anterior. Hubo una investigación formal y los federales excavaron toda una cantidad de mierda en estas personas. —¿Qué clase de… mierda? —pregunto. —Durante su período de prueba, coagulación de sangre apareció en treinta y tres por ciento de sus ratas humanas. ¡Treinta y tres por ciento Olivia! ¿Sabes lo grande que es esto? Es tan grande como un pene de dos metros. Me estremezco. Para ser lesbiana, hace mucha referencia a los genitales masculinos. —Lo suficientemente grande como para que la FDA15 no dejara salir el producto seis meses antes de que OPI tuviera la oportunidad de comercializarlo.

—Entonces, ¿cómo se meten en el mercado sin la aprobación de la FDA? —le pregunto.

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—Oh, ellos obtuvieron la aprobación. Ellos falsificaron los datos presentados en la búsqueda de la autorización de la FDA para comercializar Prenavene, que es un medicamento genérico. Presentaron su versión original para las pruebas de la FDA.

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Bernie me lanza un archivo gigantesco.

Ahhh, el viejo truco del cambiazo. —¿Pero por qué OPI tomó ese riesgo después de lo que sus pruebas independientes encontraron? Ellos debían saber que eventualmente toda la cosa se iría a pique alrededor de ellos.

15 FDA: Agencia Americana del Medicamento


—El mayor fraude en los ensayos clínicos es poco probable que se detecte alguna vez. La mayoría de los casos, que llegan a la atención pública, sólo lo hacen por descuido extraordinario por el médico criminal. —Mmm… —le digo. —Ellos no son nuestro caso —dice ella arrancando el archivo de mis dedos y sustituyéndolo por otro. —El Gerente y co-fundador de la compañía tuvo un ataque al corazón y murió hace unas dos semanas atrás. Todos los ojos cayeron en su hija, una veinteañera malcriada, con educación de la Ivy league y mucho poder para firmar. —¿Su cargo? —pregunto. —Vicepresidenta de asuntos internos. El fiscal va duro con ella. Están construyendo el caso en contra de ella mientras hablamos. —¿Qué tienen contra ella? —reviso el archivo, mis ojos escaneando la aburrida jerga legal. —Su firma estaba en las formas de liberación que fueron entregados a la FDA, lo que significa que estuvo a cargo de todo el proyecto. Sabía que estaban probando el fármaco real y no Prenavene.

—Queremos tomar un riesgo con esta —dice rebotando un bolígrafo en la pared—. Este caso va a estar en todos los medios, nos impulsará al siguiente nivel de la firma. —Entooonces, la siguiente pregunta sería… ¿por qué me estás dando este caso del tamaño de una roca? —Dos razones, mi hija pródiga. Una, porque me gustas, y dos, porque el cliente te pidió específicamente. —¿Qué? ¿Cómo? —Había cubierto muchos casos en Texas, pero nada que me ganara ninguna atención. Era prácticamente una abogada desconocida. —El cliente está apostando por ti.

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—Has descubierto las malas noticias sin que te lo tenga que decir —dijo sonriendo—. Es culpable como el propio pecado, admitió toda la cosa a nosotros. —Arrebato el archivo de nuevo.

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Di un silbido en respuesta a esta noticia. La fiscalía ya tenía el infierno de un caso. Lancé el archivo en su escritorio.


—¿Cuál es su nombre? —pregunto, no segura de que significaba todo esto. —Smith, Johanna Smith. —Nunca he escuchado ese nombre antes. —Deben haber leído tus casos en Texas o quizás te recomendaron otros clientes, de cualquier manera, lo tienes, niña. No lo arruines. Tropiezo en mi despacho con el expediente agarrado al pecho. ¿Estaba lista para esto? Un buen caso, corrección, un caso imposible, si ganaba, me convertiría en una socia… Me encierro en mi oficina por el resto de la tarde, re-leyendo el archivo de nuevo y de nuevo hasta que las palabras se convierten en un borrón y tenía dolor de cabeza. La secretaría ya se ha ido, junto con casi todos los demás. Doy un saludo a la mujer de limpieza en el camino hacia mi auto y mentalmente planeo la conversación que voy a tener con Johanna Smith en la mañana. ¡Maldición! El caso era demasiado grande para mí. En el camino a casa llame a Turner para darle la noticia e informarle del caso. Sonaba menos que emocionado. —No lo sé Olivia. El fiscal va a ir detrás de esta chica con fuerza. ¿Estás preparada para perder tu primer gran caso?

Cuando colgué, mis ojos estaban llenos de lágrimas. —¡Este es mi chance! —le grité al carro al frente de mí— ¡y voy a tomarlo! A las siete de la mañana siguiente, llegué a la oficina para encontrar un un Jaguar carbón en mi lugar de estacionamiento. Encontré un espacio unos pocos puestos más allá y marché a través de las puertas preguntándome quien tenía la audacia de estacionar donde decía Reservado Kaspen. La secretaria me saluda con una taza de café y luego me bloquea la entrada de su oficina con su cuerpo.

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—Mira, creo en ti… lo hago, pero este es un difícil. Tienen evidencia directa que la une al fraude, tienen dos testigos deseosos de testificar que ella estaba envuelta. Si pierdes este caso puedes darle un beso de despedida a ser socia. Qué imbécil. Le dije que mi jefa estaba llamándome por la otra línea.

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—Gracias por el voto de confianza —le lancé.


—Hay algo que debo decirte antes de que entres —dice mientras tomo un sorbo de mi taza rosada. —¿Envenenaste mi café? —le pregunto, mirando por encima del borde. —No, pero… —Entonces puedes decirme mientras enciendo mi computadora —paso de ella y giro el pomo de la puerta. Hay un hombre en mi oficina. Veo su espalda primero, mientras estudia las numerosas placas y fotografías que tengo en mi pared. Le doy a la secretaria una mirada y ella mueve sus labios diciendo silenciosamente “El esposo de Johanna Smith”, antes de hacer una discreta salida. Tiene lápiz de labios en su diente. —Sr. Smith —digo con confianza, aunque estoy bastante nerviosa por la sorpresa. Mi reunión con ellos no estaba previsto hasta dentro de dos horas. Se gira lentamente, con las manos entrelazadas detrás de la espalda. Veo su traje gris, la camisa blanca desabotonada en la parte superior, el bronceado dorado, y me ahogo en mi café. —Es Drake, en realidad —dice con voz divertida. Retrocedo, tratando de recuperar el aliento y me encuentro presionada contra la pared.

—¿Qué demonios? —digo. Aparte de un corte diferente y un poco más de líneas de expresión en sus ojos, luce exactamente igual. —Te busqué. —¿Lo hiciste? —Por un año después que te fuiste… —No debiste haber buscado lo suficiente —me burlo, aunque sé que no es verdad. Un año después de que me fui de Florida, Bernie me llamó para decirme que un caballero estaba llamando a la oficina preguntando por mi paradero. Ella dijo que tenía un acento británico.

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Me alejo de la pared porque luzco como una víctima de un asalto e intento ir casualmente hacia mi escritorio. Colapso en la silla y lo miro con ojos brillantes.

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—Sorpresa —dice, y luego se ríe por la expresión de mi cara.


—Me casé con ella Olivia. —¿Con quién?

—Leah. —¿Pensé que eras el esposo de Johanna Smith? —Mi cabeza está dando vueltas. —Leah es su segundo nombre, siempre usa Leah y mantuvo su apellido. Johanna Leah Smith.La palabra “casé” suena en mi mente repetidamente y me masajeo las sienes por su fealdad. Caleb estaba casado. Esposo. Atado a una sola cama. Un hombre de familia. —Caleb —me ahogué al decirlo—. ¿Qué haces aquí? En realidad, no respondas a eso… sólo vete al demonio —levanto mi voz y me paro. —Quería verte, hablarte antes de que me vieras por primera vez en frente de todo el mundo. Me siento de nuevo. —¿Tú eras el que me buscabas? ¿Estabas tratando de buscarme para tomar el caso de Leah?

Tal vez ella nunca le dijo lo que hice. Él piensa que solo tomé mis cosas y me fui. ¡Todavía no ha regresado su memoria! —Si —dice él parándose—. Lo harás. Ella es culpable y tú eres la mejor mentirosa que conozco. —Bien, tal vez si le dijo. Resoplo y miro hacia otro lado. —No tengo ninguna motivación de ganar este caso para ti. —Sonrio y me recuesto en mi silla. —Me lo debes —sonríe—. Sé que no tienes mucha conciencia, pero creo que por lo que me hiciste pasar, dos veces, deberías considerar el caso. —Te hubiese dicho la verdad eventualmente —susurro. Si Ariel fraude-farmacéutico no me hubiese chantajeado, pero como sea…

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—No —digo—. De ninguna manera… nunca. Nunca. No.

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El asiente.


—¿Lo habrías hecho Olivia? ¿O estabas esperando a que me volviera la memoria? Miré al techo y fruncí el ceño. —Mira, no voy a discutir el hecho de que eres una mentirosa, manipuladora y sin corazón. Ouch… —Te estoy pidiendo un favor personal. Sé cómo te sientes sobre ella. Se lo que hizo pero necesito que te asegures que no vaya a prisión. —Quiero que vaya a prisión. Caleb me mira de forma extraña, sus ojos vagan por mi cara luego mis manos. —Yo no. Ella es mi esposa. Y, te estoy pidiendo que tomes en consideración mis sentimientos por una vez. Duele tanto escucharlo decir “esposa”. Sé que no debería, pero es así. —¡No puedes hacerme sentir culpable para defender a esa víbora! Además, Leah nunca accederá —le devuelvo— hay un odio mutuo entre las dos, en caso de que no lo hayas notado.

—No puedo —clavo mis uñas en mis muslos para evitar gritar. —Sí, si puedes —dice, poniendo las dos manos en mi escritorio e inclinándose hacia delante—. Eres obsesiva con tus propios casos, siempre lo has sido. Tómalo. Gana el caso, Olivia. Serás rica, famosa… y consideraré en perdonarte. ¿Perdón? Me imagino cenando en su casa; sólo yo, Leah y Caleb y sus niños. Casi me muero de risa. Lo miro. Él todavía es el hombre más guapo que he visto. ¡Casado con la pelirroja, amnésico, bastardo!

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Siento una descarga de adrenalina. ¡Podría tomar el caso y perder a propósito! ¡Sí! Sin embargo, sé que nunca lo haría. Mis días de jugar con la vida de las personas han terminado. T.E.R.M.I.N.A.D.O.

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—Leah hará lo que yo diga que haga. Necesito tu garantía de que harás todo en tu poder para ayudarla.


—Te veré en la sala de juntas a las nueve para hacerte saber mi decisión —le digo, poniendo fin a la conversación. Me da una mirada que no puedo descrifrar y se levanta para irse. —Toma la decisión correcta, Duquesa —dice antes de salir por la puerta. —Duquesa —me rio y tiro un montón de notas adhesivas en su estela. Tomo exactamente una hora y cuarenta y cinco minutos para serenarme. La conmoción indescriptible de verlo después de tantos años me ha dejado desplomada en mi silla como una muñeca de trapo desechada. No dejo de ver la parte en que se da la vuelta y yo salpico el café de mi nariz. Hago ejercicios de respiración. Me tranquilizo con pensamientos de arco iris felices y helados, pero los colores siguen yendo a negro y el helado se derrite en un lío desalentador. Cuando conquisto algo parecido a la calma apuñalando con un abrecartas en varias ocasiones al expediente de Leah, me dirijo a la sala de juntas. —¡Es tan caliente! —susurra la secretaria mientras paso su escritorio. Siento mi ojo contraerse. —Oh, cállate.

—Olivia — dice Bernie sonriéndome—. Me gustaría que conocieras a Leah Smith y su esposo Caleb Drake. —Todos nos damos la mano y tomo mi asiento frente a ellos. Caleb, que tiene su brazo colgando de la parte posterior de la silla de Leah, me sonríe como si fuéramos viejos amigos y luego me guiña. Tan injusto. Leah me mira a través de sus pestañas y ni siquiera intenta sonreír. —He revisado su caso, señora Drake... —Smith —me corrige. —Claro. —Me enorgullezco de ser honesta, así que voy a decir por adelantado que la acusación que tiene es un caso bastante apretado.

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Caleb se para cuando entro. Encantador. Leah aleja la mirada. Amargo.

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Cuando entro al salón, veo primero a Leah. ¿Cómo no podría? Ella todavía esta rodeada de su halo de cabello rojo. Luce más brillante que hace cuatro años, más vibrante. Deseé haber escuchado a Dobson el violador, ese día en la lluvia, y haber ido a casa, así nada de esto estuviese ocurriendo.


Caleb gruñe un poco en mi mención de la honestidad. Leah se ve verde. Continuo, a pesar de las miradas sucias que Bernie me está dando. Ella piensa que voy a asustarlos y arruinar la oportunidad de la empresa con el caso. —Tienen testigos que están dispuestos a subir al estrado y testificar que tenía todo que ver con manipular los resultados de la droga, Prenavene. Apreté las manos debajo de mi barbilla y veo a Caleb retorcerse junto a su asquerosa, repugnante esposa. —El fiscal actual tiene la tasa de procesamiento más alta en el estado de Florida. Ellos van a venir por usted con sus armas apuntando, ¿entiendes eso? Todo lo que usted es, quién es su padre… todo va a salir en la corte. Cuando hayan terminado, no habrá una mentira más que exponer. Leah me mira fijamente en blanco. Sé que la he asustado mucho más de lo que debería. Hay lágrimas nadando en sus ojos. Disparo a matar. —No siempre ganas —digo, mirándola intencionadamente. Sube la mirada hacia mí, con el reconocimiento en sus ojos. El salón esta callado. Todo el mundo está consciente de que hay algo pasando o están dormidos. No muevo mis ojos de Leah.

—Si puedo. Ella parece hundirse visualmente en alivio. —¿Qué está dispuesta a hacer para ser declarada inocente en este caso? —Ella se quea en silencio por un momento mientras estudiaba mi cara, igual que yo estaba estudiando la suya. A continuación, se inclina hacia adelante en su asiento, apoyando las uñas de color rojo brillante en la mesa de la conferencia como si estuviera tocando las teclas del piano. —Lo que sea. Haré lo que sea. Y mientras me siento allí atada aún momento tan fríamente tenso, se me pone la piel de gallina. Le creo. Somos lo mismo. Ambas estamos dispuestas a comerciar con

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Esto es algo… mi enemiga me pide ayuda. Sabía que vendría un karma para las dos, pero vaya, que realmente esto pasea su trasero. Tengo el control de su vida. Miro a Caleb. Tengo el control de su vida también. Me tomo mi tiempo para responderle. De pie, camino con las manos entrelazadas detrás de la espalda.

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—¿Puedes ayudarme? —dice, finalmente y escucho la tensión desesperada en su voz. Me reclino en mi silla.


nuestras almas para asegurar nuestra felicidad. Hemos amado al mismo hombre. Hemos participado en una guerra sucia para poseerlo, y ambas tenemos algo que expiar. Tomo el caso. Voy a tener que desacreditar a sus testigos, demonizar a su padre y pintar a Leah como la buena persona que no es. No estoy haciendo esto por mi carrera, a pesar de lo que Caleb piensa. Estoy haciendo esto por el tiempo que se detuvo y se negó a seguir conduciendo hasta que yo cantaba "Achey, Breaky, Heart ", y por aquel momento en que me dio un beso en el suelo de su dormitorio, mientras agarraba mis manos por encima de mi cabeza. Estoy haciendo esto porque todavía me llama Duquesa. Es el mismo juego culpable que he estado jugando todo el tiempo, para estar cerca de Caleb, independientemente de la circunstancia o coste. Caleb, Caleb, Caleb. Terminamos nuestro encuentro con los planes para el siguiente y todos hacemos una gran alharaca dándonos las manos. Bernie es buena en dar la mano. Después, me apresuro al baño y meto mis manos debajo del agua hirviendo hasta que se vuelven de color rojo brillante. Yo odio que tuviera que tocarla. Bernie me está esperando en mi oficina. —¿De qué fue todo eso? —suelta, lo cual no es característico de ella.

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—Esa es mi chica —canturrea Bernie, y luego se marcha sin nada más de mí.

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—Nada de tu incumbencia. Tengo el caso y voy a ganarlo, así que apártate.


Traducido por nelshia y soñadora

Soy una maestra de la fachada, cuando Olivia la abogada entra en la sala del tribunal, ella tiene cara de póker y esta serena, un imagen de la igualdad de las mujeres y fortaleza juvenil. Soy tan buena fingiendo, que a veces pierdo la noción de quien realmente soy. Por la noche después de la corte, desenvuelvo mi moño, paso mis dedos por mi cabello y camino hacia el océano a llorar (Sí, sigo siendo melodramática). Me gustaría que mi madre aún viviera. Desearía que… Caleb está en la sala todos los días. Me veo obligada a verlo, olerlo, interactuar con él... Todavía hace girar su anillo del pulgar. Me he dado cuenta de que en su mayoría lo hace cuando estoy hablando. Él está esperando que haga algo loco e irracional, lo sé. Pero, tengo el control, tengo un trabajo que hacer y no, no se trata de ganar el caso para mí, ya no más. Se trata de él y mi expiación.

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Cuando procedo a examinarlo se enoja por mi acusación de que estaba celoso de la promoción de Leah, y la llama una perra mimada desde el estrado. El segundo de los testigos fue suspendido por el padre de Leah unos meses en los ensayos clínicos de Prenavene. Le muestro el jurado cinco cartas separadas que el testigo escribió al padre de Leah, primero rogando por su empleo, y luego amenazándolo con destruirlo de cualquier forma que pudiera. El tercer testigo no estaba trabajando el día que ella decía que vio a Leah cambiar los resultados de los ensayos en el equipo. Tenía una multa por exceso de velocidad y un video de su audición para American Idol para probarlo.

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D

espués de nueve meses de preparación, el caso va a juicio. Uno de los testigos de la fiscalía es hombre.


Mis testigos toman el estrado, uno por uno, y mi caso toma fuerza. Cuidadosamente seleccionado a los desesperados, las personas que tienen más que perder si pierde Leah, el jubilado de que no verá su pensión, los jóvenes químicos que sólo están empezando a impulsar sus carreras. Leah me mira a través de entrecerrados ojos de serpiente mientras cuidadosamente recorto las cuerdas de incriminación asu alrededor. A veces juro que veo admiración allí, también. En mi cumpleaños, llego temprano a la sala del tribunal, porque hay algunas cosas que quiero repasar antes de que comience el juicio. Caleb está sentado en su lugar habitual sin Leah. —Feliz cumpleaños —dice mientras abro de golpe mi maletín. —Me sorprende que lo recordaras —le digo, sin mirarlo. —¿Por qué es eso? —Oh, ¡Has estado olvidando un montón de cosas en el último par de años.

Tomo lo que puedo conseguir y hago girar sus testimonios a mi favor. Cuando el fiscal pone sus testigos en el estrado, los desacredito. Una mujer que ha perdido a su marido a un ataque al corazón, provocado por el lanzamiento prematuro de Prenavene. Yo muestro la afección cardíaca preexistente de su marido y su dieta poco saludable. Un veterano tiene cientos de miles de dólares en gastos médicos debido a su tratamiento, después de la droga comió su hígado y necesitaba un trasplante. Yo sacó a la luz la adicción al alcohol que destruyó su hígado mucho antes de que Prenavene lo llevara a eso. Pegamos el peso de la culpa en su padre, que no puede sufrir las consecuencias en su tumba. Ella se lamentaba por hacerle esto, por manchar su nombre, pero le recuerdo que si él estuviera vivo, estaría sentado donde ella estaba y habría tomado con mucho gusto la caída por su hijita.

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En la novena semana del juicio, he llamado a siete testigos al estrado. De los treinta empleados que trabajaron bajo mi cliente para formular Prenavene, sólo siete están dispuestos a presentarse y testificar en su favor. De esos siete, hay tres cuya lealtad a ella es inquebrantable y cuatro que manipulé en el estrado.

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—Nunca te olvidé —dice, y parece como si estuviera a punto de decir algo más, pero entonces el fiscal entra y él se calla.


Leah sube al estrado de último. Contemplamos no ponerla allí en absoluto, pero decido que es necesario para que el jurado escuche su voz dulce y mire sus ojos aterrorizados. Ella interpreta bien a la vulnerable. —¿Estaba usted consciente cuando firmó los formularios de autorización, señora Smith, de que no fue Prenavene lo que fue entregado a la FDA, sino en realidad una versión no genérica de Paxcilvan? ─Me paré ligeramente a su izquierda, mis ojos recordándole cómo responder a las preguntas que habíamos ensayado una docena de veces. —No, no lo estaba. —Ella levanta un pañuelo de color rosa a su la nariz inflamada y sopla suavemente. Miro al jurado por el rabillo de mi ojo. Ellos están observando con atención, preguntándose si ella era capaz de tal engaño, esta delicada chica en su vestido lavanda. Recuerdo el momento en mi apartamento cuando soplaba el humo de sus labios carmesí, con los ojos alineados en negro kohl. Ella es capaz, les digo en mi mente, de eso y mucho más. —¿Qué es lo que su padre, el difunto Sr. Smith —le digo mirando el jurado— le dijo que usted estaba firmando? —Lanzamientos —admite con voz débil.

—¿Cree usted que su padre estaba al tanto de los resultados inexactos de las pruebas de la droga Prenavene que se encontraba en esos documentos? —Esto era todo… la parte más difícil. Veo a Leah luchando consigo misma, tratando de obligar a las palabras a salir de sus labios. Hizo que todo fuera más creíble para el jurado, su indecisión para hablar mal de su papi. —Sí, creo que él estaba al tanto —dice mirando directamente a mí. Las lágrimas están concentrándose en sus ojos. Suéltalas, le incentivo con mi mente, déjalos ver cuán destruida estás por esto. Sus lágrimas brotan por sus mejillas y la veo de nuevo de pie en mi puerta la noche Caleb estaba en mi apartamento para la cena. Lágrimas manipuladoras. —Señora Smith —digo finalmente dándole un segundo para recobrar la compostura— ¿tiene algo que decir a los familiares de las víctimas de esta droga, las

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—No —ella mira a su regazo y esnifa—. Yo confiaba en mi padre. Si necesitaba mi firma, yo se la daba sin dudar.

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—¿Y usted lee estas lanzamientos antes de añadir su firma a la página? ¿Observó usted misma los resultados en el laboratorio?


familias que perdieron a sus seres queridos debido a la conducta engañosa, descuidado de OPI-gem? —Sí. —En este momento se rompe, abrazándose y llorando, las lágrimas goteando de su cara en su regazo—. Lo siento mucho. Estoy indignada y profundamente arrepentida por el hecho de que yo participé en sus muertes. Haría cualquier cosa para cambiar lo que pasó. Quiero que sepan que reconozco que mi disculpa no sirve para nada, que nunca va a traer los padres y madres y las hijas e hijos de vuelta, pero veré sus caras hasta el día que me muera. Lo siento —sus manos suben y acunan su cara. Bravo. Doy un suspiro de alivio. Ella lo hizo, lo logró. —Gracias, Sra. Smith. Eso sería todo su señoría. A continuación, el fiscal interroga a Leah. Ella se mantiene firme. Hace el tonto tan bien. En silencio, aplaudo sus ojos ojos abiertos de terror. Cuando camina bajando del estrado y toma su asiento, nuestros ojos se encuentran en un saber que trasciende una relación normal de abogado/cliente. ¿Mentí bien? Sus pestañas me preguntan. ¿Estoy siendo lo suficientemente suave para convencer al jurado? Su boca hace un mohín. Eres una actriz talentosa. Digo con un movimiento de los ojos. Y te odio.

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Terminamos el juicio el primero de septiembre. En la mañana que se leerá el veredicto de Leah estoy hecha un desastre. Estoy vagando por mi departamento. Esta oscuro afuera y puedo ver algunas luces de barcos parpadeando en la superficie del océano. No he lavado mi pelo desde ayer y estoy usando pantalones cómodos y una vieja camiseta cuando suena el timbre. Simpático. Usualmente si tengo un invitado, el escritorio del frente suena antes de que abra el elevador. Voy a la puerta en mis medias y la abro sin ver por la mirilla, lo que es un muy mal hábito. Caleb está en mi puerta en un traje arrugado, con una botella de vino en una mano y una bolsa de comida para llevar grasienta en la otra. Lo dejo entrar sin decir una palabra. No estoy sorprendida ni mortificada. Yo soy Olivia y él es Caleb. Me sigue a la cocina y deja salir un silbido cuando observa mi vista. Sonrío y le tiro un destapador para el vino. Abre el corcho, mientras voy a la alacena por dos copas. Empiezo a llevar todo a la mesa, pero él señala al balcón. Está frente al océano, y el único modo de llegar ahí es a través de mi habitación. Llevamos todo afuera y nos sentamos en la mesa de hierro que nunca ha sido usada. Trajo sushi. Subimos nuestros pies y comemos en silencio, viendo como

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Me vuelvo en mi asiento para mirar a Caleb. Él está mirando hacia mí y no a su esposa. Reconoce el éxito con un tenso asentimiento de su cabeza.


las olas tocan la arena. Hay pesadez entre nosotros, pero ¿no la hay siempre? Después de mañana no habrá más excusas para vernos y aunque no hemos dicho mucho a nivel personal, ha habido algunas miradas intercambiadas, pequeñas palabras… Estoy tan cansada de este ciclo, esta constante lucha por respirar el mismo aire que él. Lo miro y veo que me está mirando. —¿Qué? —No te cases con Turner. —Pfff —digo—. ¿Por qué lo odias tanto? Caleb se encoge de hombros y mira lejos. —No es tu tipo. —En serio —me burlo—. ¿Qué sabes de todos modos? Tienes un gusto horrible. Nos sentamos en silencio unos pocos minutos y luego dice: —Si nunca confiaste en mi para nada, confía en esto. Suspiro y cambio de tema. —¿Recuerdas nuestro árbol? —Sí, lo recuerdo —dice suavemente. —Lo cortaron. —Su cabeza gira a mirarme.

—Puesta en la procesadora —remarco. —Pulverizada —agrega él. Se va después de eso. Horas después de que se ha ido, aun puedo olerlo en mis pasillos. Mi condominio se siente frío y vacío sin él. Dejaría todo, el dinero, el trabajo elegante, el condominio… Podría vivir en una habitación con él y ser feliz. Creo. ¿Por qué no me di cuenta de eso antes? Antes, eché todo a perder. No puedo dormir, así que me siento en el sillón y miro al océano. Aún estoy sentada allí cuando sale el sol. Me alisto para la corte, me hago algo de café y salgo por la puerta. Hoy es el último día. Ganamos el caso. Leah es encontrada inocente del cargo de falsificar documentos, inocente del cargo del fraude en el trato clínico y culpable de la mala conducta en responsabilidades. Paga una multa de un millón de dólares y es sentenciada a

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—¿Qué diferencia hubiera hecho? Nuestra relación entera fue cortada —él sonríe, pero es una sonrisa amarga.

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—Solo bromeo —me rio. Él sonríe y sacude su cabeza.


doscientas horas de servicio comunitario. No celebro. Podría haber puesto a esa perra en prisión y haber robado a su marido. La cena de victoria es en un restaurante de South Beach. Estoy intercambiando saludos con varios felicitadores con buenos deseos cuando la veo caminando hacia mí. Veo su sexy vestido negro con disgusto. Es tan elegante y sofisticada, parece de una revista. Estoy usando un simple vestido crema. Ella es el diablo esta noche y yo soy el ángel. —Olivia —ronronea ella, acercándose con un vaso de vino en la mano—. Salud por la victoria. Estuvo muy bien hecho. Choca su vaso con el mío y sonrío tensamente. —¿Gracias? —Supongo que no entenderé nunca por qué lo hiciste. Me salvaste. Al menos que, es porque él te pidió que lo hicieras. Como coordinadas, las dos miramos a Caleb, quien está riendo y charlando con un grupo de amigos. —Debe haber sido muy duro para ti estar con él. —Ella lo está mirando posesivamente. Estoy asombrada por lo mucho que extrañaba oír su risa. Me desgarra que pertenezca a la vida de ella y no a la mía.

—Lo ves todo el tiempo, veo que lo haces, Olivia. —La miro con aburrimiento. Está jugando con alguien que sabe jugar mejor. —¿Él te mira a ti como yo lo miro a él? —pregunto casualmente. Ahhh, y allí está, el odio enfermizo. Y, por la mirada en su cara, sé que he tocado un nervio. Ella abre la boca para decir algo, pero levanto una mano. —Leah, ve con tu esposo —digo— antes de que se dé cuenta de que aún está enamorado de mí. Y como si fuera coordinado, Caleb se gira a mirarme, no a su esposa, a mí. Nuestros ojos se encuentran por segundos breves, los de Caleb y los míos, ámbar y azul. Leah ve nuestro intercambio y aunque se mantiene en el epitome de decoro y clase, veo que sus labios se blanquean. Su furia viene a mí, aunque lo que siento viniendo de él la

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—No, no lo es —admito libremente.

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—Él no es la clase de hombre que una mujer olvida fácilmente —continua con dulzura, y si yo no fuera la clase de chica que juega su mismo juego, hubiera supuesto que era sincera.


empuja lejos. Él esté extrañándome, como yo a él. Junto lo que queda de mi auto control y me digo la verdad: No es mío, nunca. Pongo mi vino en la mesa más cercana y salgo rápidamente de sus vidas. Algunas cosas son mejor dejarlas solas. La mañana siguiente prendo la tele para ver una familiar foto de un asalto. Miro la foto y gruño cuando oigo el nombre. —Dobson Scott Orchard fue detenido por la policía en el aeropuerto de Miami anoche tratando de abordar un avión a Toronto. La policía lo llevó a custodia donde el acusado de violación está siendo interrogado. Entre sus víctimas hay siete mujeres cuyas edades varían entre diecisiete y treinta años. Cinco de ellas ha declarado y lo han identificado como el hombre que las secuestro y que abusó sexualmente de ellas. La policía está urgiendo a cualquiera que haya sido victimizada para declarar ahora…

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La cámara luego cambia a una foto de Laura Hidleson, nombrándola como la primera víctima de Dobson. Muevo mi mano hacia su foto y apago la tele. La vida es sobre las elecciones, decido, buenas, malas, egoístas. Pero, parece que la más segura que he hecho en mi vida es la de no caminar bajo ese paraguas el día que me encontré con Caleb.


Traducido por LizC y Flochi

Una mañana me despierto para encontrar las palabras “Eres caliente” garabateadas en mi espejo del baño con lápiz de labios. Aprieto los dientes tirando el tubo de cincuenta dólares destruido de Wine Gum y luego paso los siguientes diez minutos fregando el residuo con vinagre. Cuando ocurre una segunda vez, escondo mi barra de labios. Entre los meses de marzo y mayo, encuentro diecisiete curiosas manchas en el sofá marfil, doce rozaduras de zapatos en mi pared y treinta y siete botellas de cerveza dejadas al azar alrededor de la casa. Él me lleva a cenar en nuestro aniversario y usa una camisa de botón bajo verde azulada, con pantalones blancos y mocasines de cocodrilo blanco. Recuerdo la elección de buen gusto de Caleb en cuanto a ropa y me siento avergonzada por la extravagancia de Turner. Esto no es un juego de

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T

urner decidió mudarse a Florida después de yo ganar el caso. Vendió su casa en Grapevine, compró un nuevo vestuario de camisas pastel, y cambió su Lexus por un brillante Corvette amarillo. Me siento invadida cuando llego a casa un día y encuentro mi sala de estar llena de sus cajas prolijamente etiquetadas. Armario de la planta baja, sala de juegos, oficina, proclaman en escritura a mano, que yo sé muy bien que es de su madre. Me paseo a través del laberinto de pertenencias de Turner y espero que no planee desembalarlas aquí. No tengo espacio para dianas y fotos autografiadas de Diego Maradona. Discutimos sobre ello durante una semana y, finalmente, él se compromete a poner sus pertenencias en un depósito. Sin las cajas, trabajo en la adaptación a mi nueva “vida en” que patrulla los pasillos de mi apartamento en jockeys blancos, cantando canciones de espectáculo en un acento tejano. Mi nevera está llena de cerveza y salsa, y por alguna razón salvaje esto me molesta más que las pilas de ropa sucia que encuentro arrojadas en todas partes de la casa.


comparaciones, me recuerdo a mí misma. Me dice que me quiere un montón de veces y cada vez me estremezco por dentro. Oh, ¿qué sabes sobre el amor? Me quejo, en silencio. Nunca has engañado para tenerlo. El hermoso Turner, quien me adora y me trata como un accesorio caro, incluso odio la forma en que su almohada huele. Caleb provocó esto, maldito. Yo estaba feliz, en una especie de manera delirante, pero feliz, no obstante. Y ahora… y ahora, lo único que puedo pensar es en su sonrisa torcida y su olor y la forma en que sus ojos asimilan el mundo con diversión. Yo psicoanalizo mi relación con Turner y cuándo no llego a una conclusión sólida, Cammie y yo nos reunimos para discutir el asunto. Elegimos un pequeño café francés en la Avenida Las Olas y bebemos café de una prensa francesa. —Él es una carga —dijo Cammie con más convicción que un atacante suicida. —¿Qué significa eso? —Estoy estudiando el menú, contemplando un croissant de almendras. —Ya sabes… cargar cosas en tu corazón rápidamente para evitar que se agriete y se abra… que se desangre... —Quiere decir que, ¿salí con Turner para dejar de pensar en Caleb?

—Porque, cuando hablas en sentido figurado, te hace sonar más inteligente. Parpadeo hacia ella un par de veces antes de tirar a un lado mi menú. —Entonces, ¿qué sugieres que haga, pantalones elegantes? Yo ya había absuelto a su esposa de sus crímenes. —Espera —dijo Cammie—. Ni siquiera estoy hablando de Caleb, aquí. Todo lo que estoy diciendo es que Turner está mal, terrible, muy mal para ti. Suspiro. ¿Por qué todo el mundo sigue diciendo eso? Dos semanas más tarde, estoy resuelta a terminar de “fingir” ingeniosamente. Turner está todo sobre mí y estoy cansada de apartarlo y encontrar excusas. Decido tomar un día para mí. Me despido de mi novio con el ceño fruncido en la puerta principal,

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—¿Por qué no pudiste decir eso?

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Cammie asiente.


dándole un beso apresurado en los labios. Él llama tras de mí, preguntando cuándo voy a estar en casa, pero yo lo ignoro y sigo caminando. Cuando las puertas del ascensor se cierran, me deslizo hasta el suelo y coloco la cabeza entre las piernas. Siento como si pudiera respirar de nuevo. Comprar suena bien o tal vez un tiempo en el spa, conozco a una chica que me puede conseguir un cupo a último minuto. Pero entonces mi pensamiento se ríe y deriva hacia el hombre del que todavía estoy enamorada, y sé que un día en cualquier parte, es un día lejos de él. Por lo tanto, me conformo con la segunda mejor opción, algo que no he hecho en mucho tiempo. Saco mi teléfono celular de mi bolso demasiado caro y marco el número “uno” en mi marcación rápida. —Cammie, soy yo —le susurro en el teléfono, aunque obviamente estoy sola y nadie me puede oír. Me siento culpable por lo que voy a decir—. ¿Te acuerdas de los viejos tiempos en el móvil Detective Gadget? —Hay una larga pausa en la cual reviso la pantalla para asegurarme de que todavía estamos conectadas. —Estás demente —dice finalmente. Luego, después de una larga pausa— ¿a quién estamos espiando? —¿A quién Otra pausa.

crees?

—le

pregunto,

jugando

con

lo

tiras

en

mi

bolso.

—¡NO! Absolutamente… ¡NO! Ni siquiera puedo creer… ¿dónde diablos estás?

—Estoy en mi camino a tu casa —digo arrojando mi coche en marcha atrás y recortando fuera de mi puesto… al estilo diva. —Bien. Voy a estar lista y esperando. Asegúrate de traer café. Treinta minutos más tarde, llego a la pulcra casa de Cammie al final del callejón y estaciono mi coche descuidadamente en su camino de entrada. Ella tiene cajas de flores en las ventanas y gnomos de jardín entre las peonías, una hermosa casa de campo como para que viva tal bruja. Ella abre la puerta antes de que pueda llamar al timbre y me tira en el interior de la cintura de mis pantalones. —¿Qué coche vamos a llevar? —dice toda profesional. —Pensé que no querías ir.

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—Por supuesto que no le pedirías a nadie que haga algo tan psicótico. Y, si lo hicieras, estaría muy ofendida.

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—Vamos, Cam, si tuviera otro amigo a quien preguntar, lo haría…


Arrebató el café de mi mano y me mira por encima del borde. —Por supuesto que quiero, pero me vería como una mala persona si no me opongo en absoluto. Me encojo de hombros. Dejé de tratar de calmar mi conciencia años atrás, pero a cada uno lo suyo. —Tu auto. Él nunca lo ha visto, así tenemos menos posibilidades de ser descubiertas. Ella asiente, mientras agarrar una bolsa de lona del sofá. —¿Sabes dónde vive este payaso? —Por supuesto lo sé —me burlo de su tono de voz y la sigo en el garaje—. Yo soy su abogado… ¡duh! —¿Ah, sí? Entonces, ¿en qué posición estaban…? —En este momento Cammie dice algo muy crudo. Me estremezco. He llegado a rechazar la palabra “c”. La bonita y delicada Cammie comenzó a maldecir después de Steven, quien la engañó dos veces y robó mil setecientos dólares de su cajón de la cómoda. Desde aquella fatídica tarde cuando encontró a Steven copulando con su secretaria, ella desarrolló una obsesión con la palabra “c”, y llamar a las chicas “perras rastreras.”

—Caleb —digo decididamente—. Quiero espiar a Caleb. —Cammie asiente y pone en reversa su camioneta negra entrando en la carretera. —Llama a su oficina. —¿Por qué? —pregunto hurgando en la bolsa de lona para comprobar los suministros. —Así sabemos dónde está y lo que está haciendo hoy, genio. —No puedo —digo, mi dedo posicionado por encima de los botones. Cammie arrebata el teléfono de mi mano y marca por sí misma. —Debilucha —murmura y, a continuación—: Hola, oye, trabajo en Sunrise Dental y estoy tratando de localizar al señor Caleb Drake. Se perdió su cita de esta mañana y…

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—Touché —responde ella—. Así que, ¿estamos espiando a la perra rastrera, también, o simplemente al Sr. Maravilla?

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—Probablemente en la misma posición que Steven y Tina estaban cuando los encontraste haciendo lo desagradable —le digo.


¿ah, sí? ¿En serio? Bueno, eso es perfectamente comprensible entonces… bien… voy a llamar de nuevo para volver a programar, gracias. —Cuelga el teléfono y sonríe triunfante—. ¡Están fuera de la ciudad! —Está bien —le digo moviendo la cabeza en confusión—. ¿Por qué estás tan contenta? —¡Porque ahora podemos entrar en su casa! —afirma, haciendo una cara verdaderamente demoníaca hacia mí. —Estás loca —digo alejándome de ella y mirando por la ventana—. ¿Por qué es que tengo que vomitar de repente? —Te va a encantar, confía en mí. Entré en la casa de Steven después de que se cogiera a esa perra rastrera y encontré todo tipo de cosas interesantes; tenía esta cosa por los asiáticos… hombres. —¿Entraste en el apartamento de tu ex? —Mi cabeza me daba vueltas ahora—. ¿Cómo no sé acerca de estos chanchullos y cuándo te convertiste en mí? —Has estado muy ocupada. Lucy y Ethel no irrumpieron para espiar… Ethel irrumpió para encontrar los pendientes de su abuela que había dejado allí. —Bueno, en primer lugar, dejar de referirte a ti misma en primera persona, Ethel, y en segundo lugar, ¡no voy a irrumpir en su casa!

Ella frunció el ceño. —Y un adulto. Ella soltó un bufido. —Y ya le he causado un montón de problemas para toda la vida a ese hombre. Esta última afirmación parece enfurecerla, porque ella comienza a chisporrotear. Ella viene a mí con todo su acento tejano. —¡Y él a ti! —Me señala con el dedo y luego golpea el volante—. ¡Él siempre vuelve! Maldita sea Olivia, siempre termina encontrándote y tú tienes el derecho de saber por qué. Ha destrozado tu vida por lo menos cuatro veces para ahora. ¡ODIO CUANDO LAS PERSONAS NO UTILIZAN SUS INTERMITENTES! —Ella alza su dedo medio a un Mercedes mientras aceleramos al pasar—. Además, no olvidemos que Leah hizo un

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—Soy un abogado.

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—¿Desde cuándo te convertiste en la policía moral? —Ella tomó un sorbo de su café violentamente.


poco de su propia irrupción y entrada aquel día, cuando iba toda Atracción Fatal en tu apartamento. Eso era oh-tan-cierto. —Sé el código de alarma de su casa —digo con voz débil. —¿Cómo? —Sus ojos se abren de admiración. —Algo la desactivó una vez mientras Caleb, Leah y yo estábamos en una reunión informativa y la empresa de seguridad llamó a su celular para verificar el código antes de que la desactivaran. —Ahora todo lo que necesitamos es una llave. —Me sonríe y gira en la salida de Parkland. —Mantienen un repuesto en un comedero para pájaros en el patio trasero. —¿Cómo sabes eso? —Oí que le decía a la criada en el teléfono cuando ella se quedó por fuera. Ella maldice, utiliza la palabra “c” y me llama espeluznante.

—¿Mira esto? —dice, levantando un huevo de filigrana de una mesa adornada de oro—. Esto debe costar al menos un centenar de bolsos Cartier. —Deja eso —le siseo, escupiendo un pedazo de acrílico de la comisura de mi boca. Su casa era un museo y Leah era su principal atractivo. Dondequiera que miraba había pinturas y fotografías de la bestia de cabeza roja, algunas de ellas lo suficientemente amable para incluir a Caleb. Me estremecí bajo su mirada y me fui a parar bajo una alcoba. —Ya hemos irrumpido, muy bien podríamos sacarle provecho —me dije animadamente. La sigo a la cocina, donde miramos dentro de la nevera. Está equipada con todo, desde caviar Bulga, a budín de chocolate Jell-O. Cammie extrae una uva de un racimo y la mete en su boca.

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Estamos de pie en el vestíbulo de la gigantesca casa de Leah y Caleb. Yo, con aire de culpabilidad, mientras me muerdo las uñas, y Cammie sin preocupación está dando un paseo alrededor tocando sus cosas. La miro y me pregunto: quién ganaría si ella y Leah estuvieran por entrar en una pelea.

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—Sí, y tú eres una perra rastrera.


—Sin semilla —murmura. Chorros de jugo se derrama de sus labios y en la puerta del refrigerador. Yo limpio la mancha con una toalla de papel y la arrojo a la basura. Nos abrimos paso por un tramo sinuoso de escaleras, nuestros tacones resuenan contra el mármol de color mantequilla. Cammie se detiene en lo que parece ser la puerta del dormitorio principal. —Uh, oh, yo no voy a ir allí —digo, retrocediendo unos pasos. Preferiría cortarme una mano antes que ver su dormitorio. —Bueno, yo voy a ver. —Y con eso empuja la puerta y desaparece en el interior. Yo paseo en la dirección opuesta. Camino por un largo pasillo que está lleno de fotografías 8x10 en blanco y negro. Caleb y Leah cortando su pastel de bodas, Caleb y Leah de pie en una playa, Leah fumando un cigarrillo frente a la Torre Eiffel… me doy la vuelta indignada. No quiero estar más aquí, este es su lugar; donde ríen y comen y tienen sexo. No puedo creer cómo han cambiado las cosas. Me siento un poco dejada atrás; como si me estoy despertando de un coma y descubro que el mundo siguió adelante sin mí. ¿Por qué todavía me siento igual cuando todo el mundo es diferente?

Ni siquiera huele a él. En los últimos cuatro años ha cambiado de colonia, vuelvo a tener esa sensación de coma. Hay estanterías de nogal alineadas a cada pared, llenas de novelas y libros de texto y las ocasionales baratijas. Viro hacia el escritorio y me siento en su enorme sillón giratorio. Supongo que por una vuelta y doy un giro. Esta es mi habitación favorita de la casa. Puedo notarlo. Todo lo que le gusta y odia está aquí. Pelotas de béisbol autografiadas en un estante en la pared. Casi puedo verlo quitando una de su expositor y lanzándola unas cuantas veces en el aire antes de devolverla amorosamente. Una selección de música muy diversa está puesta en una pila desordenada junto al monitor de su ordenador. Noto con tierno placer que el CD de la tienda de música está entre ellos y luego está el modelo del caballo de Troya que su padre le regaló cuando se perdió su fiesta de cumpleaños número veintiuno. Estaba hecho de bronce sólido y sin necesidad de decirlo, era muy pesado. Caleb odiaba esa

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Caleb siempre me dijo que un día cuando construyera una casa quería tener una puerta a su oficina que se asemejara a aquellas cosas pesadas medievales que uno ve en las películas. Me acerqué lentamente y alcancé a levantar la perilla que es casi tan grande como mi cabeza. Se abre y el soplo de una nueva casa y colonia me golpea en la cara.

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Me dirijo de nuevo a las escaleras para esperar a Cammie. Y entonces lo veo… una puerta, una puerta oval.


cosa, pero siempre lo mantenía a la vista para recordarse ser un hombre de palabra. Lo recojo y lo doy vuelta hasta que el vientre del caballo está hacia arriba. Hay una pequeña trampilla de la que nadie sabe. Caleb me dijo una vez que almacenaba recuerdos en su interior, recuerdos que no quería que nadie más viera. Me muerdo el labio inferior antes de abrirlo. ¿Qué era un crimen más, cierto? Mi hoja de cálculo ya estaba más extendida del “mucho más”.

¿Dónde he escuchado ese sonido antes? Mi mirada barre el escritorio, y luego el suelo circundante, buscando al culpable. ¿Dónde… dónde? ¡Ahí! Mis mano lo recogen y un balido escapa de mi garganta. No sé si estoy sorprendida o si sabía que él lo encontraría con el tiempo, pero mi boca se siente seca cuando giro el objeto en mi palma. El centavo, nuestro penique. ¿Había ido a mi departamento luego de que me fui, a buscarme? ¿Lo había visto encima de mi maltratada mesita? Mis ojos se llenan de lágrimas cuando me imagino lo confundido que debió haberse sentido. ¿Cómo había sabido tomar la única cosa que simbolizaba el comienzo de nuestro romance? Leah debió habérselo dicho, me di cuenta con amargura. A pesar de la promesa que me hizo, debió haberle ofrecido la verdad con una satisfacción enfermiza. Para mantenerlo alejado de mí, porque ella debió haber sabido que él intentaría

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—Jessica Alexander —digo en voz alta, estudiando sus ojos abiertos—, otra persona que confió en mí y jodí. —Vuelvo a enrollar el papel y lo pongo a un costado. Me pregunto cuán a menudo Caleb sigue pensando en ella. ¿Se imagina como hubiera sido su vida con ella? ¿Se imagina lo que habría sido conmigo? ¿Alguna vez piensa en mí? Vuelvo a agarrarlo y esta vez saco algo que es redondo y de metal, el anillo del pulgar de Caleb: el de la estrella y el diamante que le di para un cumpleaños. Suspiro mientras lo llevo a mis labios. Entonces, ¿él lo esconde? Al menos lo conserva, ¿cierto? Quizás algunas noches cuando está solo y escuchando ese CD, lo saca y piensa en mí. Una chica solo puede tener esperanza. Después de eso saco un reloj de arena en miniatura, en el cual los diminutos granos de arena son plateados, y luego un pequeño folleto, cuyas páginas coloreadas de negro, rojo, blanco, dorado y verde no tienen palabras. No sé de qué recuerdos provienen estas baratijas, luego de mí, supongo. Coloco el adorno bien de vuelta en su escritorio y mi oído capta un pequeño tintineo.

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Mis dedos agarran algo delgado y como de papel. Lo tiro hacia fuera con suavidad y desenrollo una escritura de papel pergamino de algún tipo. Se trata de un dibujo hecho con la punta chata de un lápiz de carbón. En la parte inferior de la página el artista ha firmado su nombre: C. Price Carrol en letras largas y fluidas. Las ilustraciones son la cara de una mujer. Está sonriendo y hay un pequeño borrón de un hoyuelo en su mejilla. Miro el rostro que reconozco, pero no puedo ubicarlo, no porque sea una mala obra, sino porque ha pasado ya largo tiempo desde la última vez que lo he visto.


encontrarme. Estoy enojada, encorvándome, y tengo náuseas cuando escucho que dicen mi nombre. Se hace eco a través de la casa como si fuera cantado por una cantante de trasfondo. —¡Olivia! —Cammie llega corriendo a la oficina, sacándome de mi aturdimiento. Ella está ondeando algo en sus manos, su cabello rubio rebotando por todas partes debido a su entusiasmo—. Olivia —vuelve a decir, con los ojos como platos—. Hay algo que tienes que ver. Sostienen en alto un sobre de manila, el que lanza hacia mí por encima del escritorio. —¿Dónde encontraste esto? —No quiero tocarlo. —Cierra la boca y ábrelo. —Se cruza de brazos y no puedo evitar notar lo preocupada que parece. Extiendo la mano para agarrarlo y suavemente abro la parte superior permitiendo que su contenido se desparrame sobre el escritorio de Caleb. Cartas, fotos… las estudio por un minuto, antes de sentir olas de sorpresa pasar a través de mi cuerpo. —¡Oh, Dios mío! ¿Cammie? —La miro negando con la cabeza. Estoy completamente confundida. —Te lo dije —dice ella—. Léelas.

—¿Voy a enfadarme? —pregunto mordiéndome el labio inferior. —Mucho. Saco la primera carta. Está escrita a mano en una simple hoja de papel. Hola Jo, Sé que odias cuando te llamo de esa manera, pero no puedo resistirme. Es una extraña proposición la que me has propuesto, y debo admitir que mi curiosidad llegó a la cima. No sé en qué

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—No entiendo… —digo sin expresión y Cammie, la querida detective Cammie, señala a la pila de cartas.

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—Yaciendo en el escritorio hay fotos de mí… y Turner. Hay una toma del compromiso, la que había sido tomada por un profesional luego de que se me propuso y una toma de nosotros juntos en el zoológico durante nuestro primer año de noviazgo.


problemas te has metido ahora, pero si tiene algo que ver con la preparatoria… ¡cuenta conmigo! Bromas aparte, te debo una. Las entradas para el superbowl valen a mi primogénito, así que si quieres que saque a una chica guapa en una cita, no voy a quejarme. De todas maneras, preciosa, te seguiré actualizando sobre la situación. ¡Ella está increíblemente sexy! Turner. Mi pared de la ira comienza a agrietarse mientras un gemido y gradualmente escala hasta que suena como la sirena de un camión de bomberos. Cammie parece preocupada, por lo que me tranquilizo y me detengo. —Siguiente. —Extiendo mi mano hacia ella, y ella deposita otra hoja de papel entre mis dedos.

Jo-Jo, ¡No puedo creer que esto esté pasando! O sea, ¿qué diablos?

Estaré en Florida visitándote el próximo mes, quizás podamos almorzar; tu hombre, O y yo. ¡No te matará hablar con ella! Sé que hay alguna especie de pasado sórdido entre ustedes, pero lo que haya sido, ella lo superará. Eres la fuerza que nos reunió después de todo. Hablemos pronto. El comprometido, Turner.

—Joder —digo.

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¡Vaya! Supongo que debería decir gracias. ¡Gracias!

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Estoy seguro de que estarás contenta de que estemos por casarnos. Finalmente seguí tu consejo y se lo pedí.


—Eso es un eufemismo. —Cammie se acerca a donde estoy sentada y abre la máquina copiadora de Caleb. —¡Me tendió una trampa! De alguna manera supo que fui a Texas y tuvo a uno de sus amigos tratando de conquistarme, ¡para mantenerme alejada de Caleb! —Mi voz se está elevando y Cammie me acaricia el hombro compasivamente. —Turner es amigo de Leah. Lo usó y él ni siquiera lo supo. —Bueno, ella le dio tickets para el Superbowl. No son fáciles de conseguir, sabes. Cammie aprieta el botón y un sonido zumbante llena la sala. —Estoy comprometida con el pucho barato de Leah. Siento como mis ojos se llenan de lágrimas. ¿Cómo pude ser tan estúpida? No, no fui estúpida. Es imposible que haya sabido que Turner y Leah estaban relacionados. Pero, debería haber sabido que ella no confiaría en mí para permanecer alejada de la vida de Caleb y que tomaría precauciones extra. ¡Yo estaba planeando una boda con su precaución! —Quememos esta casa —digo poniéndome de pie. —Espera, espera, Lucy16, esta también es la casa de Caleb. No hay necesidad de castigarlo por lo que Leah ha hecho.

—Sí. Qué pena que seas tan malditamente buena abogada, ¿huh? De todas maneras, hay más malas noticias… —¿Más? ¿Cómo puede haber más? Ella saca un palillo de su bolsillo trasero y lo pone en mi palma. —¿Qué es? —jadeo, conteniendo las lágrimas. Cammie pone sus ojos en blanco. —Un monitor de fertilidad. —¿Huh?

16Hace referencia a I Love Lucy, una serie televisiva estadounidense que se emitió durante la década de los 50,

desde 1951 a 1957

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—Acabo de salvarla de una condena de veinte años en la cárcel —gimo—. Defendí a esa asquerosa, malvada y traidora perra.

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A pesar del hecho de que se supone que sea Ethel, usa un acento Ricky Ricardo.


—Es una tira reactiva usada para monitorear los niveles de hormonas presentes en tu orina… así puede conseguir quedarte embarazada… Volteo mi mano y lo tiro. —¿Están intentando tener un bebé? —jadeo. ¿Por qué él no me lo dijo? —Ella está intentando tener un bebé. Lo encontré escondido en una caja de zapatos “secreta” con esas cartas —asiente hacia la correspondencia de Truner— y un gráfico de fertilidad. Si ambos estuvieran intentando tener un bebé, ¿no crees que los artilugios de bebé estarían en el gabinete del baño? La miro con una expresión en blanco. —¡Olivia! Está intentando quedarse embarazada porque volviste a aparecer en escena. Está asustada de perderlo. ¡Caleb no lo sabe! Tienes que detenerlos antes de que él esté atrapado para siempre. —¿Por qué? No puedo… —digo, deslizándome miserablemente en la silla—. Un gráfico de fertilidad —repito y no tengo idea de lo que es. —Sí, y dice los días en que tendrá más probabilidad de ser capaz de concebir. ¿En qué siglo estás? —¿El gráfico de fertilidad dice este fin de semana? —Siento la respiración escaparse de mi ahora, como si alguien me hubiera golpeado en el estómago.

—¿Cómo qué? ¿Sobre qué queda ser honesta? Él ya sabe lo más importante. —Como, decirle que Leah te echó cuando fuiste a Florida y que intentó sobornarte con dinero… ¿qué tal eso? —Eso no hará ninguna diferencia. Ya sabe que ella es tan corrupta como yo. Se vuelve loco por las chicas inmorales. —¿Qué hay de confrontarlo sobre sus sentimientos por ti? Te volvió a encontrar, incluso después él supo lo que hiciste cuando tuvo amnesia. Sigue enamorado de ti, Olivia. Solo tienes que convencerlo de eso.

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—Ten. —Me entregas las fotocopias de las cartas de Turner—. Mira, es momento de que hagas algo. Y no estoy hablando de tu habitual rutina de astuta y deshonesta. Esta vez tienes que decirle la verdad y ser honesta acera de todo.

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Cammie asiente.


Pienso en cómo apareció él anoche en mi casa antes de la sentencia de Leah. Siempre aparecía, ¿no? Apareciendo en la tienda de música, apareciendo en la tienda de comestibles, apareciendo en mi oficina. Maldición. Camie tenía razón, tenía que haber algo acerca de ello. —Está bien —digo. —Está bien —coincide—. Ahora enciende esa computadora, tenemos que descubrir a dónde van. Dos horas después, atravieso la puerta de mi casa. Las ventanas están abiertas y el aire del mar salado me golpea en el rostro. Lo tomo a grandes sorbos y empiezo a buscar a mi rata prometido- me recuerdo estar calmada, actuar como una dama, pero cuando lo veo tomando sol en mi enorme patio juro en voz alta, por lo que se da la vuelta cayendo al agua. —Ten. —Me quito el anillo del dedo y se lo lanzo. Va cayendo a través de la baldosa y gira hasta detenerse a sus pies—. Me voy de viaje. Cuando regrese, MAS VALE QUE NO ESTÉS. Se pone de pie de un salto pareciendo confundido. Mira de derecha a izquierda como si la respuesta para mi errático comportamiento pudiera estar allí. —¿Qué…?

—¡Conoces a Leah! ¡Todos estos meses estaba defendiéndola en la corte y nunca dijiste nada! La cara de Turner se pone blanca, a pesar de su ridículo bronceado. Sus manos aletean alrededor como si no pudiera decidirse entre rendirse o señalarme. —¡Saliste conmigo por unos tickets para el Superbowl! —le estoy gritando ahora. —Sí, pero… —¡Cierra la boca! Solo cállate. Me derrumbo en una silla y pongo mi cabeza sobre mis manos. Siento como si tuviera noventa años. —Turner, no somos el uno para el otro. No quiero casarme contigo, lo siento.

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¡No pensaba! Estaba llenando con algo mi corazón. ¡Cammie tenía razón!

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Me fijo en su traje de baño color salmón, sus gafas de sol Gucci, la manera en que se mueve como un robot, y siento vergüenza. ¿En qué estaba pensando?


—Bueno —resopla—¿No tengo nada que decir al respecto? Lo miro a través de mis dedos. —En realidad, no. —Suspiro y me pongo de pie—. Tengo que empacar. Me dirijo dentro. —¿Por qué? —grita detrás de mí—. ¿Por qué no podemos resolverlo? Me detengo mirando por encima de mi hombro.

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—No hay nada que resolver. No puedo darte algo que no tengo.


O

Traducción SOS por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ (SOS)

cho horas después, estoy sentada en la clase ejecutiva, , bebiendo una cocacola y dando golpecitos con mis dedos impacientemente en la bandeja con bebidas en frente de mí.

Miro y veo un par de ojos muy verdes mirándome desde el asiento de al lado. —Um, sí —corto las palabras para sonar tan desagradable como sea posible y miro por la ventana. Estúpida habladuría de mierda. No estoy de humor para conversar. Estoy en la misión más importante de mi vida. —Vas a amarlo. Es el mejor lugar del mundo. —Sí, para hacer bebés —murmuro. —Lo siento ¿qué?

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Porque, además de irrumpir en su casa con mi mejor amiga psicótica, también hackeé su cuenta de correo electrónico y leí una correspondencia entre su madre y ella. —¿Es tu primera vez en Roma?

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Caleb y la Bestia Escarlata están en Roma. Sí, eso es lo que dije, Roma. Las Bahamas no era lo suficientemente bueno para ella y tampoco lo era Marco Island, ambos de los cuales estaban catalogadas como localizaciones superiores en el historial de Internet de su computadora. En su lugar, optó por el hotel La De Ville Inter-Continental, donde su actriz favorita Susan Sarandon quedó embarazada. ¿Cómo sé de un detalle tan personal?


—Oh, nada —digo—. Voy por cosas de negocios, así que es puro trabajo y nada de diversión para mí — Me río estridente y pretendo hurgar en el bolso por algo. —Es una lástima. Al menos debes hacer tiempo para ver el Coliseo, absolutamente increíble. —Lo miro ahora, porque eso no es realmente una mala idea. ¡Santo cielo! ¡Voy a Roma! Ahora estoy emocionada oficialmente. En toda la conmoción de reservar un boleto, tirar las cosas en una maleta y romper con Turner, se me escapó por completo. —Tal vez lo haga —le digo, sonriendo. No era mal parecido. En realidad, era maliciosamente guapo con el pelo negro como el carbón, la piel de caramelo, y una mandíbula cincelada. Tenía una de esas narices claramente judía. De repente me siento acomplejada por mi tez pálida. —Noah Stein —me ofrece su mano y la tomo. —Olivia Kaspen. —Olivia Kaspen —repite—. Ese es un nombre muy poético. —Bueno, esa es una de las cosas más extrañas que alguien me ha dicho. Pongo una cara y él sonríe. —¿Qué haces para vivir? —pregunto, tratando de sonar agradable—. Oh, dios mío… acabo de romper con Turner… ¡oh-dios-mío!

—Tengo que ir al baño de damas, ¿te importa? —El niega con la cabeza y sale al pasillo para que yo pueda pasar. Casi choco con una niñita y una azafata mientras me dirijo a trompicones hacia el baño. Una vez que estoy dentro, colapso en frente del inodoro y vomito. Mierda, mierda, mierda, mierda. Mi vida entera ha cambiado en las últimas pocas horas y apenas me doy cuenta ahora. Pero él me amaba ¿no? ¿Lo amé? No. Era lo correcto, romper con él. Era la única cosa que quedaba por hacer. Me enjuago la boca en el lavabo y me recuesto contra la pared. Esto era una locura, corriendo a Italia, persiguiendo a mi ex-novio, todo por un capricho. ¿Qué diría mi

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—Abogada —digo. Bajo la mirada y veo mis manos temblar.

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—Tengo mi propio negocio. ¿Tú?


madre? Me ahogo un sollozo y muerdo el labio. Sola en Roma, ni siquiera hablo italiano, por amor de Dios. Esto era malo. Esto era muy, muy malo. Vuelvo a mi asiento y Noah amablemente me deja entrar sin decir una palabra sobre mi cara hinchada. Después de tomar unos cuantos grandes tragos de mi refresco, deslizo dos dedos por debajo de los ojos para aclarar cualquier marca de rímel y me giro hacia Noah, con el ceño fruncido. —No voy a ir a Roma por negocios —digo, y él no se ve sorprendido. ¿Por qué habría de hacerlo? Él no sabe que yo soy una mentirosa perpetua. —Oh —dice, levantando una ceja—. Ok. Tomo un profundo respiro. Se siente emocionante decir la verdad. —Voy a encontrar a Caleb Drake y cuando lo haga, tengo que decirle la verdad acerca de todo. Estoy muy asustada. Me mira con renovado interés. He pasado de ser una chica guapa, a una mujer con intriga. —¿Qué tipo de verdad es esa? —Una muy loca. Va a haber un montón que limpiar. —Suspiro.

—Es una larga historia. —Bueno —dijo levantando sus manos y mirando alrededor de la cabina—. Va a ser un largo vuelo. —Bien. Te diré con una condición —digo, poniendo mis piernas hacia mi pecho y manteniéndolas allí. Noah mira mis rodillas y luego mi cara como si no pudiera entender como una mujer ya crecida se sienta como una niñita—. Tienes que decirme lo peor que has hecho. —¿Lo peor que he hecho alguna vez? —mira a lo lejos en busca de algún recuerdo lejano y sonríe. —Estaba en noveno grado, había una chica en mi clase y la llamábamos Felicity Robusta. Como una broma me colé en su patio trasero y robé un par de ropa interior del tendedero y luego la colgué en la puerta de entrada de la escuela con un letrero

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Me muevo ante su mirada. Él tiene la intensidad de un arma nuclear en esos dos orbes verdes.

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—Me gustaría oír sobre eso.


que decía, Felicity Robusta Lleva Bragas De Paracaídas. Cuando lo vio, se echó a llorar, tropezó con su mochila y tuvo que ser trasladada al servicio de urgencias con cinco puntos de sutura en la barbilla. Me sentía muy mal, todavía lo hago en realidad. —Eso fue cruel —digo asintiendo. —Sí, es una chica sexy ahora. La vi en mi reunión escolar y le pedí que saliera conmigo. Se rio de mí, diciendo que ya había tenido sus bragas antes y que no pasaría de nuevo. Me rio, una verdadera risa, así que todo mi cuerpo se sacude. Noah se me une. Todavía estoy riendo, cuando me doy cuenta que tengo otro chico bueno en mis manos. —Entonces, ¿Felicity? ¿Eso es lo peor que has hecho alguna vez? —Una vez robé un imán de una tienda una vez. —Oh dios —digo—. No estoy segura que estés listo para mi historia. —Pruébame. Miro su cara y recuerdo cómo Caleb me dijo una vez que se podía juzgar la personalidad de alguien por su apariencia. Si esto es verdad, decido que puedo confiar en Noah porque tiene los ojos más amables que he visto en mi vida.

Está lloviendo en Roma y estoy de pie fuera del De La Ville Hotel Inter-Continental, escondida debajo de un toldo amarillo que apenas me protegía de la lluvia torrencial. No sé por qué estoy aquí, justo en este momento, ya que nada se puede lograr luciendo como una rata mojada. Sin embargo, siento la necesidad de ver a su ventana y mirar la vista que sus propios ojos habían estado disfrutando toda la mañana. Su hotel es pequeño pero opulento y se asienta majestuosamente en la parte superior de la Plaza de España. Me imagino que se puede ver toda la ciudad desde su pequeño balcón. Qué romántico. Suspiro y sigo viendo. Hay un movimiento detrás de la ventana y luego surge una cabeza roja familiar con un cigarrillo que brilla intensamente en la mano. ¿Acaso no sabía que la nicotina afecta negativamente a la fertilidad? —Sigue fumando —suspiro, entrecerrando los ojos. Un segundo después las puertas se abren de nuevo y como un Dios romano, Caleb emerge para unirse a ella. Está sin

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Doce horas más tarde

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—Me enamoré debajo de un árbol —comencé.


camisa y su cabello está húmedo de la ducha, lo más probable es que la acabara de tomar. Pretendo que mi corazón no está haciendo un correteo eléctrico y limpio con los dos dedos debajo de mis ojos para eliminar la máscara de pestañas que se está acumulando allí. No lo toques, no… ella extiende una mano y la corre a lo largo de su pecho seductoramente. Caleb la atrapa en la cintura de sus pantalones y se ríe. Miro hacia otro lado cuando tira de ella hacia él y envuelve sus brazos alrededor. Mi corazón empieza a doler, ese sentimiento del que he sido mejor amiga en los últimos nueve años. Piso con fuerza la acera y un gemido animal surge de mi boca. Estoy tan jodidamente harta de amarlo. —Está bien Olivia, están a punto de poner la cosa de la fertilidad a la prueba. Tengo que detener a Leah de que eso suceda —me canturreo mientras saco mi celular de mi bolsillo. La llamada me va a costar una fortuna, pero a quién le importa ¿verdad? No se puede poner un precio al amor. Marcando el número de De La Ville, me meto debajo del alero de una tienda de perfumes y espero con impaciencia hasta que escucho el tono de llamada. —Buona Sera, De La Ville Inter-Continental. Non ci sono titoli che contengano la parola? —responde una voz femenina. —Mmm… hola… ¿Habla español?

—¿Y su nombre? ¡Uh oh! ¿Cuál es el nombre de su secretaria? Sonaba algo como Piña Colada… —Rena Vovada —digo—. Lo estoy llamando de su oficina, dígale que es importante que me llame enseguida. Muchas gracias. —Y cuelgo antes de que tenga chance de preguntarme alguna otra cosa. Con la tarea hecha me escabullo de nuevo en la lluvia en la que tengo una visión de su balcón. Caleb y Leah están todavía allí. Ella está apagando su cigarrillo con una mano permitiéndole tirar de ella a la habitación de nuevo. Veo la estúpida cabeza de él metiéndose en el interior de su habitación y luego sus manos se separan mientras desaparece por la puerta. Me imagino que puedo oír el lejano trino de su teléfono en la habitación. Bueno. Eso me compraría al menos una media hora. Esperemos que el tiempo suficiente para matar el estado de ánimo.

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—Estoy tratando de conseguir un huésped en su hotel. El Sr. Caleb Drake… es urgente y me estaba preguntando si podían conseguirlo inmediatamente y que me devuelva la llamada. —Escucho que escribe algo en la computadora.

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—Sí. ¿Dígame en que puede ayudarle?


Satisfecho, me dirijo de nuevo al Montecitorio, el hotel que me había reservado antes. No era tan llamativo como el De La Ville, pero era encantador, sin embargo, y no me importaba nada Susan Sarandon. Mis zapatos están empapados y salpicando agua cuando entro en el vestíbulo. La chica detrás del mostrador me mira y toma el teléfono para llamar a mantenimiento. —¿Es usted la Señorita Kaspen, no? —doce detrás de mí, mientras me dirijo hacia los ascensores. Dudo antes de dar la vuelta. —Sí. —Tengo un mensaje aquí para usted — extiende un pedazo de papel y lo agarre con cautela entre dos de mis dedos secos. —¿De quién? —Casi temía preguntar, pero cuando responde— Un Noah Stein — siento una calma quitarme mi ansiedad. Noah, el completo extraño al que se lo conté todo, fue genial que llamara. Me hacía sentir como si estar en Roma no fuera gran cosa. Tenía amigos allí. Tomo mi nota y mi poncho todavía goteando hasta mi habitación y me meto a la ducha sin molestarme en leer el mensaje. Todo, incluyendo mi nuevo compañero Noah estaban en suspenso hasta que estuviera cálida y seca.

Tavernetta Tienes que comer... Sonrío. Sí tengo que comer y por qué no con alguien que realmente me gustaba. Cojo el teléfono y marco el número de celular que Noah me entregó en el aeropuerto antes de separarnos. —Solo para emergencias —me dijo guiñándome el ojo—. No abuses de mi número de celular secreto. Dudé por solo un segundo antes de tomarlo. Estaba sola en Roma. Quizás lo necesitaría. —Noah, es Olivia —digo en el receptor. —No quiero hablar al menos que me digas que vienes.

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Cena a las ocho

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Cuando finalmente salgo, me acurruco en la cama minúscula y despliego el papel mojado.


—Lo haré. —Bien. El restaurante es un poco fastuoso, ¿estás equipada? —Vamos a ver, he venido aquí para convencer al amor de mi vida que tiene que estar conmigo otra vez... Tengo cuatro “vestidos acéptame de nuevo y ámame” ¿Cuál te gustaría? —El negro… —Está bien —suspiro—. Te veré a las ocho. Me quedo con la sensación de vértigo de la emoción. Esto es todo. Estaba tomando el control de mi vida. Esta noche me gustaría cenar y relajarme. Mañana me gustaría encontrar a Caleb y le diré todo. La Tarta de Cereza no tenía ni idea de lo que se avecinaba. El Huracán Olivia estaba a punto de llegar a Roma y agitar las cosas.

Este iba a ser súper malo. Hiriente. Alterador de vida. La puerta se abrió sin hacer ruido, tan silencioso, de hecho, que ni Caleb ni su colaboradora sabían que estaba abierta y que había un público muy sorprendido de pie mirando. —Caleb —dije con una voz seca, porque en este momento, la vida ya estaba siendo absorbida de mí. Sus dos cabezas se voltearon rápidamente y él dio un paso brusco hacia atrás. Miré la forma en que su vestido estaba subido por encima de su muslo con un nudo en el estómago. Esta era la realidad, ella, él, y mi vida cayendo a pedazos.

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Mientras me preparo para la cena, pienso en la última gota que colmó nuestra relación. La forma en que mi corazón latía con fuerza mientras estaba fuera de la oficina de Caleb, a sabiendas de que la persona que amaba más que a nada me estaba traicionando en ese mismo momento. Consideré alejarme, fingiendo que había alguien más en su oficina con la chica coqueta. Entonces pensé en mi padre, y la forma en que su engaño había hecho daño a mi madre más que el cáncer jamás podría. Tenía que verlo. No sólo él, sino ella. ¿Quién era la chica que tenía el poder de apartarnos?


No había manera de que pudiera explicar esa distancia y no había ninguna posibilidad de que yo le creyera aunque lo intentara. Miré su cara. Estaba muy, muy pálido. —Caleb —dije de nuevo. Lucia tan sorprendido que me encogí. Lo siento por ser atrapado. Su boca se abrió y cerró, pero nada salió. La muchacha me miró con aire satisfecho. Quería gritar ¿Ella? ¿Por qué ella? —Te amé —dije y esa fue la primera vez que se lo decía. Su rostro arrugado por la emoción. ¿Cuán cruel era para decirle algo que había estado esperando, en el momento de su falla? Era un golpe bajo, pero se trataba de una pelea y estaba listo para lo que fuera. La pequeña saltimbanqui desde la mesa nos miraba con diversión. —Tú debes ser Olivia —dijo ella, levantándose del escritorio. Me sentí perturbada ante el hecho de que ella sabía mi nombre. ¿Hablaban de mí? Un cuadro con mi foto estaba cerca de donde había estado sentado. Mi cara fue testigo de lo que ellos hacían. No la miré. No podría. Salió de la habitación arreglándose la falda, dejando dos personas heridas enfrentándose entre sí. —Nunca quise esto —dijo cuando la puerta se cerró.

—¡No! —Levanté una mano para que se detuviera—. No te atrevas a acercarte. ¿Cómo pudiste? No hay nada peor que pudieras hacerme. Justo como mi padre —espeté. —Tu padre y yo no nos parecemos en nada. Has usado su pecado demasiado tiempo ya como una excusa para no amar. No podía creer que dijera eso. Amaba a las personas, amé a demasiadas personas. Sólo que no se los decía. —Me haces sentir enferma —le dije—. Podías haber sido un hombre y decirme que no me amabas ya. —Siempre te querré Olivia. No es acerca de no quererte, ¡es acerca de quererte tanto y que tú no me quieras!

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—Olivia — declaró dando un paso hacia mí.

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—¿Ser atrapado? ¿O ser infiel? —Traté de controlar el temblor de mi voz, pero fue inútil.


Me quité apresuradamente una lágrima de enojo que estaba haciendo estragos en mi cara y sonreí maliciosamente. —¿Entonces es por el sexo? Caleb lanzó sus manos con exasperación y me miro con más rabia de la que alguna vez haya hecho. —Creo que te he demostrado una y otra vez, que nunca es por el sexo —su voz era baja y amenazadora—. Te amé lo suficiente para poner al lado cada uno de mis sentimientos para amoldarme a los tuyos. ¿Qué me das en respuesta? Frialdad y desapego emocional. Eres egoísta y amarga y no vas a reconocer una cosa buena así cayera del cielo a tus pies. Yo sabía que lo que decía era verdad. Yo era todas esas cosas y más, pero podría haberme dejado y ya, él no tenía que hacerme pasar por tonta. —Bueno, entonces, deja que el proceso de curación comienza para ti en este momento. —Lo dejé de pie en la penumbra y me fui tranquilamente a la salida más cercana.

Oí la puerta de salida abrirse por encima de mí y una explosión de música le seguía por las escaleras. Ante el temor de que Caleb viniera a buscarme, me paré y corrí los cuatro tramos restantes no parando hasta que estaba en mi auto. Giré la llave de encendido fuerza y el auto volvió a la vida. Que se pudra. Podía amar. Lo tenía todo en mi interior. Si sabía tanto de mi, ¿por qué no podía ver eso? Si no lo amaba, ¿cómo podía doler tanto? Nada, le daba el derecho a engañar… ¡Nada! En vez de ir a mi casa mis yantas se desviaron a la derecha y me fundí en la 595 casi chocando por un lateral con una minivan. Él tenía todo lo que soy, todo lo que tenía para dar, y mira lo que hizo. Yo confiaba en él. —No, no, no, no —las lágrimas comenzaron a salir—. Esto no puede estar pasando. — Me estacioné, con miedo a matar a alguien mientras manejaba.

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Dolía como el infierno. Me dolía tan violentamente que apenas podía caminar por las escaleras, así que me senté. Me senté y me sacudí y deseaba que un meteorito cayera directo a la tierra en ese momento y cayera justo donde yo estaba sentada. Sentí como si mi exterior estuviera crudo y expuesto y estaba sangrando por todo el suelo. ¿Cómo pudo suceder esto? ¿Por qué? Él era todo lo que tenía.

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No te lastimará, no te lastimará, no te lastimará…


Mi mente se desquicia, mi luz volviéndose oscura. —Caleb, no — saboreé la sal en mis labios. Me odiaba, más de lo que lo odiaba a él y más de lo que odiaba a mi padre. Era un trágico desastre. La peor clase de persona. Comencé a conducir de nuevo. No podía volver a casa, iría a buscarme. Un hotel todavía estaba reservado, sólo un par de cientos de kilómetros al norte, me gustaría ir allí. Caleb trató de llamar a mi celular. Lo envié al buzón de voz y subí el volumen de la música, cualquier cosa era mejor que el sonido de mis sollozos. El hotel que Caleb reservó para nosotros era hermoso. Me acuerdo de las fuentes y los cuadros en el vestíbulo y la forma en que los empleados te recibían con sonrisas genuinas, pero esa noche, mis ojos estaban ciegos a todo excepto la traición de Caleb. Me registré y llevaba mi maleta por las escaleras, a la habitación. Todavía era temprano cuando había tomado mi ducha y me vestí. Saqué el vestido que había comprado sólo para este fin de semana. Era azul aeropuerto, con un poco de encaje negro en la cintura, sus dos cosas favoritas. Lo saqué de mi cabeza y me fui a mirar en el espejo. Lucia hermosa. Era tan fea en el interior, sin embargo, ¿qué más daba? No podía quedarme aquí en este cuarto sola, me volvería loca. Tomé mi bolso y corrí a la puerta, tratando de no ver su mano en su muslo.

Él lo hizo. Alto, rubio, y en pantalones de vestir con una corbata desordenada alrededor de su cuello.

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Caminé por las calles concurridas de Daytona, con la mirada perdida en los escaparates. Encontré exactamente lo que estaba buscando un par de cuadras de distancia, Swig Martini Bar. Era simple y desesperado, igual que yo. Entré por la ancha puerta y enseñé mi identificación al gorila. Una mezcla de humo y un perfume dulce me golpeó en la cara. El olor me recordó a la noche que fui a la fiesta de fraternidad de Caleb en una misión para reconquistarlo. Qué deprimente. Me voy a la barra llena de gente y pido un whisky. El camarero me miró con curiosidad cuando lo bebí de un solo trago y pedí otro. Lo vi verter una inyección extra en el segundo, que Dios lo bendiga. Tomé mi segundo vaso en un pequeño patio exterior donde conseguí una mesa con vista al océano. Era un buen escenario. Misteriosa, sola y pensativa. Era un truco que las mejores mujeres sabían. Te separabas de la manada, luciendo hermosa y un hombre venía hacia ti.

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Yo sabía lo que iba a hacer, algo que lo heriría a él más de lo que él me hirió a mí. Esa es la forma en que yo peleaba, sucio. Ojo por ojo.


—¿Día difícil? —preguntó, apoyándose en la barandilla y mirando por encima del agua. —Sí. ¿Tú? —Bastante. —Sonrió y vi por la amarillez de sus dientes que era un fumado. —¿Te puedo comprar un trago? —asintió a mi vaso vació y asentí con la cabeza. —Un trago de lo que sea. —Bien. Vino con dos. Bien, pensé. Mis viajes a la tierra perdida irían más rápido. Bebimos más de una hora antes de que yo lo invitara a la pista de baile. Él era un bailarín mediocre pero ¿qué importaba en este momento? No hice caso de mi disgusto por la forma en que se estrellaba en la parte posterior de mí y me mantuve en movimiento, centrada en el remolino en mi cabeza. La noche se volvió espesa con besos apresurados y licor provocando caricias y a la medianoche estábamos saltando por las calles hacia mi hotel.

No dijo nada cuando me vio, sus ojos vagaron por la habitación en busca de señales de dolor. El desorden, la ropa lanzada aquí y allá. Sus ojos se posaron en la envoltura del condón roto en la mesa de noche. Su mano en su muslo… mi envoltorio del preservativo. Estas dos imágenes están grabadas con fuego en ambos de nuestros recuerdos para siempre, metiendo su mano como un obstáculo a relaciones futuras.

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Y luego recuerdo no sentir nada. Solo me quede allí y a él no parecía importarle en absoluto. Así que de esta manera estoy perdiendo mi virginidad. Recuerdo haber pensado. Con un extraño, no con Caleb. Cuando terminó, se quedó dormido. Me quedé despierta toda la noche. En la mañana él se va temprano. Nunca obtuve su nombre. Esperé ansiosamente a que la culpa viniera pero todo lo que sentí fue entumecimiento. Sabía que si buscaba lo suficiente esos sentimientos que se escondían debajo de la superficie, iba a encontrar repulsión, pero no estaba dispuesta a odiarme. Estaba demasiado ocupada odiando a Caleb. Alrededor del mediodía oí algo fuera de la puerta. Sabía que iba a venir. Obtuvo una llave de la habitación en la recepción y entró. Estaba sentada en la ventana cuando la puerta se abrió, no me había duchado y mi pelo era un nido de ratas alrededor de mi cara.

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—Espera —dijo una vez que estábamos dentro y acostado encima de mí. Recuerdo verlo sacando un condón de su cartera. Le dio una palmada en su mano como había visto a la gente hacer con cartones de cigarrillos y luego rompió el envoltorio con los dientes. Me encogí, disgustada.


Sin yo saberlo, Caleb nunca volvería a ser capaz de mirar a la envoltura de un condón sin sentirse enfermo. Vi la realización en su cara. Su dolor vino en forma de una contracción en su cara y luego un suave drenaje de luz de sus ojos. Di un paso más allá, porque recuerda, peleo sucio. —Llevé a Jessica Alexander a hacerse el aborto. Le dije que lo hiciera. —Le tomó un minuto captar lo que estaba diciendo. Miré los carros que estaban pasando. Me imaginé poniendo mis emociones en uno de esos carros y luego verlas irse. Sentir nada, me dije. Sentir nada como lo que él sintió cuando me engañó. —Te quería tanto que confabulé y manipulé para tenerte. Te perseguí por meses. Supe de todas las chicas con que saliste. Supe de todos los lugares a los que las llevaste. Lo planeé todo. —El todavía no había dicho nada y podía sentir su silencio haciendo estragos en algún lugar detrás de mí. Se estaba construyendo y saliendo de su cuerpo en oleadas. —Siempre te amé. Desde el momento en que me hablaste por primera vez. —Todavía nada.

Había hecho daño a la persona que más amaba, la única persona que tenía. Todo para vengarme. Y al final, me había destruido. Pasaron los minutos, y luego una hora. Quería ir con él, rogarle que me perdonara, decirle que me mataría si no lo hacía, pero no pude. Tenía demasiada frialdad en mí para eso. ¿Por qué no me di cuenta antes? La persona que realmente era. ¿Cómo nunca había sabido que yo era un agujero vacío incapaz de amar? Cuando se levantó, alejé la mirada. —Lo siento, Olivia, por herirte —dijo con voz ronca y mi corazón se hizo pesado en mi pecho. ¿Por qué era su voz tan suave? ¿Por qué no me gritaba? Yo fui la que hizo daño. Era yo.

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Oí un ruido y me di la vuelta lentamente para ver a Caleb, de rodillas, con el rostro caído en sus manos. Pude ver su cuerpo temblar, por lágrimas o ira, no sabía. No hizo ningún sonido, no eran más que convulsiones silenciosas que recordaría para siempre. Mi cuerpo comenzó a temblar cuando me di cuenta lo que estaba sucediendo. Todo se ha ido. Yo, él, nosotros. Nos cambiamos para siempre. Yo no quiero vivir. Consideré arrojarme por la ventana, así que no tendría que enfrentarse a la agonía de todo.

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—Tuve sexo con un extraño, para herirte. —Esas palabras aspiraron el aire de la habitación. Sentí que mis pulmones se contraían como el peso de lo que había hecho comenzó a presionar sobre mí. Oh dios, oh dios, oh dios...


Mi falla. Mi pecado. Mi desastre.

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—Nunca me versa después de hoy. —Hizo una pausa y sus siguientes palabras me golpearon tanto que nunca me recuperaría de ellas—. Amaré de nuevo, Olivia, tu estarás herida para siempre. Lo que has hecho es… no vales nada, porque te haces eso a ti misma. Me recordarás todos los días por el resto de su vida, porque yo era el indicado y tú me tiraste a la basura —Y luego se fue.


Traducido por nelshia y soñadora

N

oah estaba esperando fuera del restaurante cuando mi taxi se detuvo. Antes de que pudiera alcanzar mi bolso, sacó un billete de su cartera y se lo entregó al taxista, señalando que mantuviera el cambio.

Eran cien euros. —Te ves deslumbrante —dice, besándome en la mejilla. —Gracias —tomo el brazo que me ofrece y floto en el más encantador restaurante que he visto en mi vida.

Viniendo aquí en el taxi, había visto una ciudad que era ambas, vieja y nueva. Decrépitos edificios permanecían desafiantes donde se colocaron miles de años antes, justo en el medio de la arquitectura nueva. Parecía como magia cada vez que volteabas la cabeza y tenías una visión de hace una eternidad, como el pasado estuviera elevándose de las cenizas y recordándote que todavía estaba allí. Y luego estaban las motos y los scooters y los autos pequeñamente minúsculos que viraban bruscamente y se desviaban y hacían sonar histéricamente sus bocinas ante todo a su paso. La ropa que revoloteaba alegremente en casi todos los balcones y la manera en que mientras la gente caminaba por la calle escuchabas la música a la deriva de aquí y allá, ofreciendo a la vida italiana con una banda sonora continua.

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—Así que, ¿qué te parece Roma hasta ahora? —dice.

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Estoy en Italia.


—Ojalá nunca tuviera que irme —lo admito—. Nunca he visto nada como esto. —Noah asiente y espera a que me siente antes de sentarse él. —La primera vez que estuve aquí, pensé que todo el lugar parecía un ghetto. Me tomó un par de días enamorarme, pero desde entonces, me encuentro anhelando este lugar cuando estoy en casa en América. Hago todo lo posible para venir tan a menudo como sea posible. Pude ver eso pasándome a mí. No era de extrañar que Leah quisiera hacer a su bebé aquí. Debe haber venido antes. Todas las chicas ricas hacían una peregrinación a Roma en algún momento de sus vidas lujosas, para ir de compras, por supuesto. Cuando los dos teníamos una copa de vino en frente de nosotros y el camarero se alejaba con nuestra orden en su cabeza. Noah se volvió hacia mí con una mirada de preocupación en su rostro. —¿Lo viste? ¿A tu Caleb? —A lo lejos —Me río porque estaba muy lejos de ser "mi Caleb" que era ridículo—. Estaba cinco pisos más abajo, espiando a su ventana del hotel. —¿Ya sabes cuál es el plan de acción que vas a tomar? Negué con la cabeza.

—Sí —me río. Era tan agradable reír. —Tú sabes, Olivia. Lo que estás haciendo. Es lo correcto. —¿Qué? ¿Ser honesta? —Tomo un sorbo nervioso de mi vino. No había nada más incómodo que hablar de mi integridad, o la falta de ella. —No. Lo miro sorprendida. —Ir tras lo que amas. A pesar de todo lo que has hecho, y no voy a endulzarlo, has hecho algunas cosas bastante malas, pero lo hiciste todo porque amas este único ser humano, tanto que no podías refrenarte. Hay una honestidad en eso.

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—¿Una cosa honesta? —se burla, ladeando la cabeza de una manera que hizo que su cabello caiga atractivamente en sus ojos.

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—No tengo ni idea, pero tengo que hacerlo. Voy a averiguarlo... Tengo un par de horas para llegar a algo.


—¡Ja! No hay honestidad en mí, te lo aseguro. —Te equivocas. Incliné mi escéptica cabeza. Nadie en su sano juicio podría llamarme honesta, especialmente si habían oído mi historia. —Nunca he conocido a alguien que sea tan honesto acerca de sus malas acciones y que hable con tanta franqueza sobre sus sentimientos. ¿Eres una mala persona, Olivia? —Sí —le digo con facilidad. —Ves. Tu comportamiento es el problema. Te permites actuar con cada sentimiento en lugar de tomarte el tiempo para ser virtuosa. —Virtud —repito la palabra extranjera, tratando todas mis fuerzas para concentrarme en su significado. —Es curioso cómo tu vida sigue tropezandose con la suya —dice, cambiando la dirección de la conversación—. Quiero decir ¿cuáles son las posibilidades de él padeciendo amnesia y luego encontrarse contigo dos veces en veinticuatro horas? Me encojo de hombros. —¿…Sólo para entablar una conversación contigo, las dos veces, y luego pedirte tomar un café? —continúa.

—¿Qué? ¿Cómo la cosa del destino? —Odiaba el destino. Era un pequeño mocoso aburrido que no podía dejar que la gente sanara en paz. —No lo creo. —Entonces, ¿qué piensas? —El espacio entre sus cejas se arrugó y sus ojos estaban viendo algo por lo que me estaba muriendo por echar un vistazo. —Creo que después de la primera vez que entregas tu corazón, nunca lo recuperas. El resto de tu vida es sólo tú pretendiendo que todavía tienes un corazón. —Bieen… —Así que, sólo piensa en eso —dice encogiéndose de hombros casualmente—. Él está vivo, pero está roto.

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─Hay algo más ahí, que no estás viendo.

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—Lo sé —suspiro— me compré una suscripción a la ironía el día que lo conocí.


—¿Cómo lo sabes? —pregunto. Caleb no se veía roto para mí. Parecía haberlo superado por completo. —Porque a partir de aproximadamente doce horas de conocerte, he decidido que nunca te olvidaré, aunque nunca hablemos una palabra entre nosotros. Dejas una impresión muy fuerte. Sólo puedo imaginar cómo ese pobre desgraciado se siente después de tantos años de mantenerse en tu compañía. —Se siente como un golpe muy fuerte en la cabeza —me río, pero estoy tristemente seria. Él me mira de lo que parece una eternidad y luego dice—: Pelea limpio. Sé sincera. Esa es la manera en que lo ganarás de regreso. Sin embargo, si ves que es verdaderamente feliz, dejarlo ser. —No sé si puedo hacer eso —le digo con sinceridad—. No estoy segura de ser capaz de alejarme. ─Eso es porque no sabes cómo amar. —¿Estás diciendo que no lo quiero? —Estoy conmocionada. Después de todo lo que le dije, pensé que mi amor era evidente. ¿Quién iba a luchar tan duro sin amor? —Estoy diciendo que no lo amas tanto como te amas a ti misma. Silencio. Me tomo unos segundos para cultivar mi ira.

Me estremezco. No había pensado en el bebé. —No hay más en amar a alguien que sólo hacerte a ti misma feliz. Tienes que querer que sea más feliz de lo que tú lo eres. —Sería más feliz conmigo —le digo con confianza—. Estámos hechos el uno del otro. —Pero tendría culpa. Por abandonar su mujer, su hijo, por perderse años de su vida. ¿Y dónde estaría la confianza? ¿Crees que no va a recordar lo que has hecho?

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—Él se ha forjado para sí algo parecido a una vida sin ti. Estás dispuesta a arrancar eso de raíz, tirar su vida en el caos una vez más. ¿Ha pensado en el hecho de que más de una persona saldrá lastimada? Él pertenece a Leah ahora, también, y ¿qué pasa con el niño que ya podría haber llegado a existir?

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—¿Por qué? ¿Por qué piensas eso?


Me muerdo las lágrimas. —Podemos solucionarlo. Claro, habrá cicatrices, pero habrá el amor suficiente para cubrirlas —estaba rogándole ponerse de mi lado, para que viera lo que veía. Caleb y yo, se suponía que debíamos estar juntos. Independientemente de la forma en que tratamos de permanecer separados, algo nos seguía manteniendo juntos. —Tal vez, pero ¿estás dispuesta a hacerlo pasar por el torbellino de un sueño roto? Inhalo. —Olivia —puso su mano sobre la mía—. Hubo un tiempo para ti y Caleb. Elegiste y ahora ha pasado. Hasta ahora, has demostrado que eres capaz de casi cualquier cosa. Me estremezco ante la verdad de sus palabras. —Pruébate a ti misma que eres capaz de hacer algo desinteresado. Quiero discutir con él, rogarle que entienda que mi vida va a ser un sin sabor sin Caleb. —Eres un hombre muy sabio, Noah —sonrío tristemente. Después de la cena, compartimos un taxi de vuelta al hotel. Noah se detiene afuera para decir su adiós antes de continuar hacia su hotel.

—Buena suerte, Olivia —dice sonriendo—. Elije sabiamente. Y entonces él se introduce en el taxi y es conducido lejos con todos mis pensamientos siguiéndolo. Me quedo en la acera y veo las ruedas de su taxi levantar la lluvia del día. Esta lloviznando afuera, pero no me importa. Me gusta la lluvia. Decido caminar, y mientras lo hago, pienso en qué hacer. Sorprendentemente, no hay pensamientos de venganzas. Estoy pensando en mi decaimiento interior y sobre lo egoísta que siempre he sido. Cuento las veces que he tomado buenas decisiones en mi vida y termino solo con

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Y entonces sé sin duda que si yo fuera una persona completa, Noah y yo hubiéramos tenido una oportunidad de estar juntos. Él es tan sabio y bueno, yo habría sido capaz de enamorarme de él y nos habríamos casado y tenido una familia. Lo vi todo en un segundo parpadeo. Noah y yo. Tal vez él también lo vio, porque en ese momento se inclinó y me dio un beso en los labios. Fue un beso triste, lleno de que tal sí. Cuando aleja sus labios, mi cabeza da vueltas y me siento como si tuviera una garganta llena de granadas.

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No sé por qué, pero estoy muy triste. Siento el ardor de las lágrimas en mis ojos.


cinco. Decidir ir a esa primera cita con Caleb, decirle la verdad sobre lo que he hecho, convertirme en abogada, romper con Turner, y venir a Roma y conocer a Noah. Cinco buenas decisiones. Parece un número tan débil pero mi penoso montón representa una pequeña posibilidad. Noah vio algo en mí y se tomó el tiempo para nutrirlo. Ahora, debía imprimir la verdad en mi corazón. No iba a pagar mal con mal. Leah lo había ganado y merecía conservarlo. Camino sin rumbo, húmeda y temblando, a la Trinitá dei Monti, la hermosa iglesia construida por San Francisco de Paola y miro al Obelisco Sallustiano. Aquí es donde tomo mi decisión final, frente a una construcción que representa a dios. Debes ir a casa antes de que se haga demasiado tarde. Esta vez el cielo no es rojo. Estaba evitando los problemas, diciendo una adiós final a ellos. Me pregunto si puedo hacer un hábito de hacer las cosas correctas, y luego sonrío porqué se cuan largo será ese viaje para Cuando me siento lista, me dirijo de nuevo hacia De La Ville donde Caleb y Leah se están hospedando. El silencio de las calles habla del horario tardío. Me paro mirando a través de su ventana de nuevo, pero esta vez mi mente está decidida. Diré adiós. Pienso en Caleb como un padre y sonrío. Seria genial en eso, como lo era en todo lo demás, y luego pienso en Jessica Alexander.

—Nunca te olvide. Me da escalofríos. Me toma un minuto para que la imposibilidad de la situación se asiente. —Caleb —suspiro su nombre mientras me giro a mirarlo. No me siento terriblemente sorprendida ante la última broma de la ironía. Hay algo en mi vida que está unida a la de él. Seguimos cruzándonos…. no, chocando el uno al otro. Caleb está parado a unos pies de distancia con una bolsa de súper en su mano, Puedo ver una botella de vino asomándose.

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—En un sentido estoy tan ida, no sé qué decir —comienzo—. Te amo tanto y hay tantas cosas que no pude decirte. Estaba tan asustada por el modo en que me amabas, Caleb. —Limpio una lágrima que gotea de mi ojo y sigo—. Cambiaste todo. Estaba tan asustada de perderte que hice todo lo posible por alejarte. Pensé que si no lo hacía, eventualmente tu verías que estabas perdiendo el tiempo conmigo y te irías de cualquier forma. Te extraño. No, no solo te extraño, mi corazón duele cada día porque no estas allí. Siento lo que hice. Todo. Por favor, por favor no me olvides, porque esa posibilidad duele más que cualquier cosa.

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Ya sería un padre si no fuera por mí. Lleno mis pulmones del dulce aire italiano.


—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta sacudiendo su cabeza con asombro. —Vine a encontrarte —digo con honestidad—. A decirte que... —miro a su ventana para indicar el punto de mí discurso. —¿No ibas a decírmelo en la cara? —No. —Es un viaje muy largo como para decir algo tan importante por la ventana de mi hotel. —No tenía derecho a venir —admito, encogiéndome de hombros—. Lo siento. Entre en tu casa y descubrí donde estabas. Él cierra sus ojos y se ve como si quisiera reír. —¿Cammie te ayudó? Asiento. —Me alegra que vinieras —dice suavemente— estaba pensando en ti. Me retuerzo en sorpresa. —¿Lo estabas? —Él sonríe y me mira en la cara.

—Caminemos —dice él y camino junto a él—. Nunca te olvide —dice de nuevo. —Bueno, lo hiciste por un tiempo —digo estudiando el piso. —No, eso es lo que trato de decirte. Nunca tuve amnesia. Lo fingí. Paro de caminar. —¿Qué hiciste qué? —Olivia —él para y me mira a los ojos—. Fingí mi amnesia. Siento que el mundo cae bajo mis pies. Caleb y yo estamos en Roma. Estoy en Roma. Nunca tuvo amnesia. Piensa en mí todo el tiempo. Nunca tuvo amnesia.

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Muerdo mi labio inferior con fuerza para no llorar. Estoy tan confundida que no se qué decir.

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—Por supuesto. Pienso en ti todo el tiempo.


—¿Por qué… qué… por qué? — Quiero agarrarlo por el cuello de su camisa y sacarle su respuesta. En cambio, me paro con las manos en mis costados. —Después de todo lo que paso con nosotros, traté de sanar. Sabía que necesitaba olvidarte y seguir adelante. Dolía tanto, cada día se sentía como una sentencia de muerte. Hice luto como si hubieras muerto, y entonces conocí a Leah. Nos arreglaron en una cita a ciegas y recuerdo haber sentido esperanza ese día. Fue el primer día en un año que sentí esperanza. Tomamos nuestro tiempo para conocernos, le compré un anillo. Me miró para ver si recordaba el iceberg. —Y entonces, de repente, te extrañaba de nuevo. Quiero decir, nunca deje de extrañarte, pero esta vez me golpeó duro. No podía ir a dormir ni una noche sin verte en mis sueños. Comparaba todo lo que hacía Leah a todo lo que recordaba de ti. Era como si la herida vieja se hubiera abierto de nuevo y me estaba desangrando con mis sentimientos por ti.

Y luego el doctor preguntó si sabía quién era y le dije que no. Solo dije que no. Tomé esa decisión en una milésima de segundo porque no sabía quién era sin ti y sabía que tenía que intentar encontrarte. Le mentí a Leah, a mi familia, y nada me importó porque mi amnesia me daba tiempo y excusas. Fui a todas partes a las que creí que irías. El día que me viste en la tienda de música, sabía que estarías ahí; tenía un presentimiento. Aún estaba impresionado, no porque apareciste, pero porque pasaste cerca de mí y pretendiste que no me habías visto ahí parado antes de entrar. Sonrío. Él me conocía incluso entonces.

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—Fui a ese viaje de negocios a Scranton y me alegró poder alejarme de ellas unos días. Necesitaba pensar y aclarar las cosas antes de darle el anillo. Luego ocurrió el accidente... Me desperté en ese auto con la persona junto a mí muerta y no sabía quién era. Mi amnesia fue inducida por un estrés masivo y la concusión en mi cabeza. Para cuando llegue a la habitación de emergencias, recordaba todo. Estaba en la cama del hospital y seguía pensando, si solo Olivia estuviera aquí. Sería feliz si Olivia estuviera aquí.

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Cierro mis ojos a sus palabras. Palabras que quiero oír desesperadamente pero que hacen que mi corazón duela tanto que apenas puedo respirar.


—¿Pero porque no sólo me dijiste, Caleb? ¿Qué podría haber dicho después de todo lo que te hice? Escenas pasaban por mi memoria como en una película. Caleb llamándome Duquesa por accidente. Caleb trayéndome mis flores favoritas la noche en que Leah irrumpió en nuestra cita a cenar. Caleb diciendo “Nunca te olvidé” en la corte el día de mi cumpleaños. Él arrugó sus bellos labios. —Porque quería volver al principio. Quería que empezáramos de nuevo. Y luego te fuiste… —Y luego me fui —repito. No iba a decirle sobre Leah, sobre como prácticamente me llevó fuera de la ciudad. Eso no tenía sentido y sólo lo lastimaría. —Así que ¿por qué me buscaste para ser su abogada? ¿Qué diablos te poseyó para hacer eso? Él ríe. —Quería torturarte. Quería que pagaras por dejarme una segunda vez. Sólo terminé torturándome a mí mismo, por supuesto. —No, me torturaste bastante —sonrío—. Y sólo piénsalo, podría haberla dejado en la cárcel y tenerte todo para mí.

—Así que, ¿aún me amas? —bromea, estirándose y acomodando mi cabello detrás de mí oreja.

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—Más que a nada —digo—.Estaba esperándote, por años. No vivó. Sólo esperaba que volvieras.

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Él me mira con asombro.

El cierra sus ojos y sé que está pensando lo mismo que yo. ¿Qué pasaría si…? Me atrae a su pecho y me mantiene ahí. —Te amo también, Olivia. Más de lo que podría amar a otra alma. No ha habido una sola hora en siete años en la que no haya pensado en ti. —Lloro en su camisa. Si solo muriera en ese momento, entonces no tendría que vivir sin él, simplemente ya no estaría. —No llores —dice, levantando gentilmente mi rostro para que lo mire—. Siempre serás la que fue amada primero, nada cambiará eso.


—¿Pero qué importa eso si no puedo estar contigo? —me quejo—. No puedo vivir sin ti. —Pero lo has hecho —sonríe, aunque es una sonrisa triste—. Lo has hecho y lo harás. Asiento a medias porque es verdad. La vida siempre sigue aunque tenga que arrastrarte con ella, pateando y gritando. —Tampoco me olvides —dice él. Río ante la ridiculez de eso. —Eso sería imposible.

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—De acuerdo —sonríe y luego inclina su cabeza y me besa. Es el último beso real de mi vida. Siempre me aferraré a ese beso. Era adiós, y lo siento, y te amo tanto. Cuando termina, presiona su frente con la mía una vez más y luego se ha ido. Estoy rota.


Traducido por Xhessii

¿C

ómo llegué aquí? ¿Dónde habían ido los últimos diez años de mi vida? Me sentía como un pedazo de papel, tomado por el viento y soplado en todas direcciones. Soy una vencedora de cierta manera… una sobreviviente. Porque peleé contra el monstruo que había en mí, y gané. Pero, ¿qué había perdido en el proceso?

Pero peleé y peleé y rompí en pedazos lo que debí proteger y cultivar. La vida hace un equilibrio por sí misma en una saliente precaria, y podemos pararnos a salvo en las alturas o ser propensos a caernos por el borde. Noah me dice eso todo el tiempo. Noah, quien me ha enseñado a ser buena, gentil, y me ha enseñado demasiadas verdades sobre mí misma. Cambié por Noah, porque no me atrevía a herir a otra persona quien me amaba. Tendré una buena vida con él. Lo adoro. Pero él no tiene mi

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Con treinta años de edad estoy parada en la corte nupcial con mi vestido de novia. No tengo idea de quién soy, porque quien era antes era una mala persona y quien soy ahora está sin decidir. Me perdí a mí misma, pero todavía no me he encontrado. Estoy muy triste por el hecho de que perdí mucho tiempo. Sé que no es demasiado tarde para arreglar las cosas, para encontrar al que amo, y quién soy. Pero, de nuevo, no estoy segura de que quiera saber. Tengo miedo de que haya perdido quién pude ser. Sí, todavía lo amo con todo mi corazón.

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Ya no engaño… ya no más. La verdad es importante para mí. Qué triste es que algo que vale la pena, solo se vuelva una prioridad cuando es demasiado tarde. Alteré el curso de mi vida, conmoví cosas en mi interior, cosas que nunca supe que existían. Él es un deseo del que nunca me saciaré.


corazón. Solo puedes dar tu corazón una vez, después de eso, todo lo demás perseguirá a tu primer amor. Finalmente, he aceptado que hay consecuencias para cada acción. Yo las he ganado y ellas son por derecho mías. No hay tiempo para tomar las decisiones equivocadas. Cada paso es precioso. La definición de cómo vivir es mía. Y además, pienso una vez más en él antes de que deje la habitación porque, después de hoy tendré que enviarlo a él lejos. Él es feliz y estoy satisfecha con eso porque finalmente he aprendido a amar a alguien además de mí misma. Escuché la marcha nupcial… mi entrada. Me paré enfrente de las puertas cerradas de la iglesia y por un momento, un segundo, mientras se abrían, vi a Caleb. Él está en el altar esperándome. Parpadeo dos veces y las cosas son de nuevo como deberían ser.

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Noah me sonríe. Cammie está llorando. Tomé mi primer paso y luego el segundo y justo antes de que la puerta se cierre, miro una vez más sobre mi hombro. Caleb sigue debajo del árbol, me guiña y yo sonrío.


La Sucia Pelirroja Leah Smith tiene finalmente todo lo que deseó. Excepto que no. Su matrimonio se siente más como un préstamo que un compromiso de por vida, y la imagen que ha trabajado tan difícilmente para construir se está desgastando ante sus ojos. Con una nuevo rol y un pasado lleno de secretos, Leah debe decidir hasta dónde está dispuesta a llegar para mantener lo que ha robado.

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Pensaste que podías quitármelo, pero perdiste. Ahora, es mío y haré lo que sea para mantenerlo conmigo. ¿Dudas de mí? Tengo todo lo que se supone que debe ser tuyo. En caso de que te estés preguntando; ni siquiera piensa en ti ya. No lo dejaré ir... jamás.

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Querida Oportunista,


Me encanta la lluvia, la Coca-Cola, Starbucks y el sarcasmo. Odio los malos adjetivos y la palabra "arder". Si lees mi libro, te quiero. Si no te gusta mi libro, yo todavía te quiero, pero por favor no seas malvado, porque soy medio ruda, medio llorona.

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Me gustaría escribir una novela que a todas las personas le gustara, pero ni siquiera JK Rowling podría hacer eso. En cambio, trato de escribir historias que mueven las emociones de las personas. Creo que la tristeza es la emoción más poderosa, y si se une con pesar, los dos se convierten en una fuerza dominante. Me encantan los villanos. Tres de mis favoritas son la madre Gothel, Gaston y la Reina Malvada ya que todos sufren de un caso bastante malo de vanidad (como yo). Me gusta hacer este tipo de personalidades el centro de mis historias.

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Yo soy una villana de la vida real, de verdad. Yo bebo cantidades enfermas de Starbucks. La mayoría del tiempo mi cabello huele a café. Nací en Sudáfrica, y viví allí durante la mayor parte de mi infancia. Me mudé a Seattle sólo por la lluvia. Roma es mi lugar favorito en el mundo hasta el momento, París viene en un cercano segundo lugar. Leo y escribo más de lo que duermo. Cuando tenía once años, escribí una novela entera sobre huérfanos fugitivos, utilizando sólo tinta púrpura. Soy adicto a Florence and the Machine y viajaré a ver conciertos. Me encantan las películas de terror y las jirafas. Me paso demasiado tiempo en Facebook. ¿Nos vemos ahí?


Clary Debs LizC nelshia Valentine† Xhessii Soñadora Xhessii Jessy

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ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

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