Evalauación de impacto ambiental

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MEDIO AMBIENTE Y CONCEPTOS ASOCIADOS MEDIO AMBIENTE Medio Ambiente, MA, es el entorno vital: el sistema constituido por los elementos físicos, biológicos, económicos, sociales, culturales y estéticos que interactúan entre sí, con el individuo y con la comunidad en que vive, determinando la forma, el carácter, el comportamiento y la supervivencia 1 de ambos. El «medio ambiente» consiste en el conjunto de circunstancias físicas, culturales, económicas y sociales que rodean a las personas ofreciéndoles un conjunto de posibilidades para hacer su vida... En la Constitución Española y en otros textos, el medio ambiente, el ambiente, o el medio es en pocas palabras el entorno vital del hombre en un régimen de armonía, que aúna lo útil y lo grato. Es una descomposición factorial analítica que comprende una serie de elementos o agentes geológicos, climáticos, químicos, biológicos y sociales que rodean a los seres vivos y actúan sobre ellos para bien o para mal condicionando su existencia, su identidad, su desarrollo y más de una vez su extinción, desaparición o consunción. El ambiente, por otra parte, es un concepto esencialmente antropocéntrico y relativo. No hay ni puede haber una idea abstracta, intemporal y utópica del medio, fuera del tiempo y del espacio. Es siempre una concepción concreta perteneciente al hoy y operante aquí. Pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre la Ley 4/89 de «Espacios y Especies» •

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Aunque se utilizan en esta obra las palabras medio, ambiente y medio ambiente como sinónimas, algunos autores distinguen (ver, por ejemplo, la «Guía para los Estudios del Medio Físico» publicada por el CEOTMA, entre Medio: elemento en el que vive o se mueve una persona, animal o cosa; Ambiente: conjunto de factores bióticos y abióticos que actúan sobre los organismos y comunidades ecológicas, determinando su forma y desarrollo.


Los Factores ambientales La gestión ambiental y los instrumentos que utiliza, entre los que destaca la Evaluación de Impacto Ambiental, EIA, a la que se destina este libro, requieren una aproximación más operativa al concepto de medio ambiente, que lo concrete en un conjunto de variables —de estado y de flujo— susceptibles de ser inventariadas, cartografiadas, medidas, valoradas y tratadas: controladas, en suma, mediante los diferentes instrumentos disponibles para afrontar los problemas y las oportunidades inherentes a la «cuestión» ambiental. Se denomina a tales variables factores ambientales. Para identificarlas, lo más práctico es recurrir a la legislación que regula la gestión ambiental; así la Directiva 97/11CE del Consejo de la Unión Europea, proporciona una relación de los factores que deben considerarse en las Evaluaciones de Impacto Ambiental; por extensión puede entenderse el medio ambiente como el sistema constituido por los elementos y procesos identificados por tales factores; son los siguientes: — — — —

el ser humano, la fauna y la flora, el suelo, el agua, el aire, el clima y el paisaje, los bienes materiales y el patrimonio cultural, la interacción entre los factores mencionados en los guiones primero, segundo y tercero. El R.D. 1131/88 español, que contiene el Reglamento de EIA, proporciona una relación similar: la población humana, la fauna, la flora, la vegetación, la gea, el suelo, el agua, el aire, el clima, el paisaje y los ecosistemas; hay que entender implícitas en esta relación las interacciones entre los factores anteriores. Añade, además, los ecosistemas, el patrimonio histórico español, las relaciones sociales y las condiciones de sosiego público. El punto de visto de las actividades humanas Para las actividades humanas que sustentan el desarrollo, el medio ambiente puede entenderse como: — Fuente de recursos naturales. — Soporte de los elementos físicos que las forman. — Receptor de desechos y residuos no deseados. Estas funciones son la piedra de toque para entender, valorar, aceptar o rechazar los impactos ambientales ocasionados por las actividades humanas y para definir las condiciones técnicas de la integración ambiental de dichas actividades así como de su sostenibilidad. En la medida en que los recursos naturales renovables se utilicen por debajo su tasa de renovación anual o interanual, en que el aprovechamiento de los no renovables respete unos ritmos e intensidades de uso, se ocupe el territorio de acuerdo con su capacidad de acogida y se incorpore energía o desechos al medio respetando la capacidad de asimilación de los vectores ambientales (aire, agua y suelo), se estará haciendo un uso ambientalmente integrado del medio y, en consecuencia, cumpliendo unas condiciones que, si no son suficientes, si son necesarias para un desarrollo sostenible. 38

El origen de la cuestión ambiental es antropocéntrico 2. Se refiere a insatisfacciones, problemas y deficiencias, en clave humana, derivados de los efectos indirectos que produce el funcionamiento de sistemas de relaciones complejos, cadenas de eventos en ecosistemas, biosfera, ciclos biogeoquímicos, etc. que requieren un nivel de análisis más global e integrado que el convencional. No se aplica la noción de impacto, o de problema ambiental, a las alteraciones introducidas en los factores ambientales por fenómenos de carácter natural, como los gases emitidos por un episodio de vulcanismo o las incidencias asociadas a un fenómeno natural de inundación, por ejemplo. Este carácter antropocéntrico y su orientación a la acción: prevención/resolución de problemas o aprovechamiento de oportunidades, exige la incorporación de elementos de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias sociales al análisis e interpretación ambiental. La expresión medio ambiente alude a la interacción de las poblaciones humanas y la biosfera y, más concretamente, a los recursos y valores que aquella requiere y a los problemas que genera. La preocupación ambiental en la época moderna no surge de la reflexión científica o de la actividad académica, sino del realismo, de la insatisfacción creciente de técnicos y economistas, de proyectistas y gestores, con el enfoque temáticamente compartimentado y espacialmente reducido de las realizaciones tecnológicas. Estas, al aprovechar un recurso —proporcionar agua para riego mediante la construcción de una presa, por ejemplo—, generan problemas no previstos por la estrechez del marco de referencia espacial y temático: reducción o eliminación de deltas o de terrenos aluviales, ascensos no deseados del nivel freático, interferencias en las migraciones de organismos acuáticos, aumento de evaporación, salinización, eutrofización de aguas, cese de fertilizaciones naturales, cambio de biocenosis al variar el régimen de los cursos de agua, inducción de fenómenos sísmicos, colmatación, disminución del aporte de nutrientes y de agua dulce a los estuarios y al mar, desaparición de paisajes, pérdida de patrimonio histórico artístico, de yacimientos de interés, etc.3 Por ello los movimientos o corrientes de pensamiento «ambientales» propugnan la consideración de las intervenciones técnicas en un marco geográfico más amplio y un enfoque multi e interdisciplinar, atento a repercusiones y efectos colaterales y secundarios. Más allá de la idea de problema, modernamente se incorpora también a la cuestión ambiental la idea de oportunidad O posibilidad de uso y aprovechamiento que brinda el medio y de impacto positivo. No obstante son los impactos negativos 39 2

La Comisión de la Unión Europea (UE) define el medio ambienté como La combinación de elementos cuyas complejas interrelaciones constituyen el marco, el entorno y las condiciones de vida del individuo y la sociedad, tal como son o tal como se perciben. Destaca de esta definición el hecho de que atribuye carácter antropocéntrico al medio ambiente, que engloba los sistemas naturales y sociales y que introduce y da protagonismo a la idea de percepción. 3 Se trata del reflejo en la tecnología del Principio de Propagación de Cuestiones o Principio de Kant, de origen epistemológico, y que se refiere a que la solución a cualquier cuestión científica da origen a otras cuestiones no resueltas, es decir, al resolver —o disolver— un antiguo problema se engendran otros problemas.


los que han despertado una generalizada preocupación que se manifiesta en la toma de conciencia y sensibilización creciente por el tema.

CONCEPTOS ASOCIADOS Asociados a la noción de medio ambiente existen otros conceptos que conviene concretar porque se manejan habitualmente en la bibliografía sobre el tema y porque su significado se solapa con aquél o simplemente ayuda a entenderlo mejor. El ecosistema Como se ha visto, el Reglamento de EIA incluye el término ecosistema en la relación de los factores ambientales; un ecosistema es un sistema de relaciones de los seres vivos entre sí y con su entorno. La noción de sistema es inherente a la reflexión ambiental, impregna la problemática ambiental y justifica el estilo de la gestión. Un sistema es un conjunto de elementos en interacción dinámica orientados hacia un objetivo, que incluye su permanencia indefinida. Una de la más interesantes propiedades de los sistemas es su funcionamiento unitario: la percepción de una parte desconectada del sistema, como elemento aislado, no solo deforma el conjunto, sino que también distorsiona la parte; todo está relacionado, de tal manera que la intervención sobre cualquier elemento del sistema tienen efectos más allá de los directos y fácilmente apreciables y son, frecuentemente, contraintuitivos. El término ecosistema se refiere a la organización vital en un determinado espacio, donde los seres vivos, plantas y animales, interaccionan entre sí y con el medio en que viven, de tal manera que un ecosistema no tiene una concreción geográfica general sino particular: un ecosistema es un charco de agua, un río, un pastizal, un bosque o el conjunto de la cuenca mediterránea. Tal interacción consiste en un intercambio de materia, energía e información. Margalef (1980), en su obra Ecología, define el ecosistema como: «Sistema formado por individuos de muchas especies, en el seno de un ambiente de características definidas e implicado en un proceso dinámico e incesante de interacción, ajuste y regulación, expresable bien como intercambio de materia y energía, bien como una secuencia de nacimientos y muertes, y uno de cuyos resultados es la evolución a nivel de las especies y la sucesión a nivel del sistema entero». Aunque la definición parece tomar como referencia la naturaleza, el concepto es aplicable también a los ambientes artificiales: una finca agrícola, un estanque o una ciudad, por ejemplo. También la Tierra, nuestro planeta, es un gran ecosistema.

de las características fundamentales de los sistemas con importantes repercusiones en la gestión ambiental, puesto que se aplica a los impactos, los cuales pueden generar sinergias negativas, y a las medidas que se tomen para eliminarlos, reducirlos o compensarlos, las cuales, a su vez, pueden reforzarse mutuamente mediante sinergias positivas o entorpecerse cuando aquellas son negativas. Muchos pequeños impactos pueden reforzarse para llevar al sistema a situaciones de elevada degradación y, asimismo, muchas pequeñas acciones coordinadas, producir grandes resultados.

Homeostasia El ecosistema se manifiesta, pues, como un sistema organizativo con capacidad propia de autorregulación y de ajuste que le permite mantener su estructura a lo largo del tiempo; a dicha capacidad se denomina biostasia u homeostasia, y representa el potencial del sistema para reaccionar ante influencias externas. Cuando una acción externa altera su estructura interna, el ecosistema reacciona en el sentido de reparar los efectos producidos y restituir el equilibrio inicial. Esta capacidad tiene unos límites que no se pueden rebasar sin peligro para la permanencia del ecosistema. Resiliencia Se refiere a la capacidad de resistencia o elasticidad del ecosistema —también se puede aplicar a alguna de sus componentes— ante influencias externas; aunque está relacionado con el concepto de homeostasia no debe confundirse con él; éste representa la capacidad de reacción, mientras la resiliencia es la habilidad de un sistema para resistir ante los cambios y absorberlos sin transformarse en otro distinto, incluso aprovecharlos en beneficio propio. Ambos conceptos4 identifican, pues, la propiedad que sostiene los ecosistemas y su conocimiento es básico en la gestión ambiental del desarrollo. Mecanismos de control Para permanecer, el ecosistema dispone de mecanismos de control. Son particularmente relevantes los que regulan el almacenamiento y liberación de

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Sinergia El enfoque sistémico reconoce que el todo es más que las partes; la sinergia se refiere a la acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales; llevado el concepto a los sistemas significa que un sistema es mucho más que sus componentes o partes constituyentes. Se trata de una 40

Un ejemplo gráfico del significado de ambos conceptos es el siguiente: el ser humano, que es un sistema, utiliza su homeostasia cuando incrementa su metabolismo ante una reducción más o menos súbita de la temperatura exterior para mantener su temperatura interior dentro de ciertos límites aceptables, mientras utilizaría su resiliencia cuando se cubre con ropas o materiales para evitar enfriarse; en el primer caso reacciona ante la alteración, en el segundo se fortalece para resistir la alteración. Llevado esto a un ecosistema fluvial, por ejemplo, la homeostasia significaría una alta integridad y buena salud de los elementos que lo forman, mientras la resiliencia se mejora incrementando el caudal y favoreciendo la circulación en régimen turbulento.

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los elementos nutritivos, la producción y descomposición de las sustancias orgánicas. La eficacia de estos mecanismos aumenta con la evolución desde los ecosistemas inmaduros a los maduros, en la medida en que se va produciendo el reajuste evolutivo, la adaptación mutua de los componentes, capaz de evitar las oscilaciones bruscas: la homeostasia y la resiliencia, en suma. Diversidad La diversidad es uno de los parámetros con mayor valor informativo sobre un ecosistema; se refiere al número de especies que lo forman y a la presencia relativa de cada una de ellas. Unos valores bajos de diversidad denuncian la existencia de unas comunidades transitorias y sujetas a condiciones ambientales muy variables, mientras que unos valores altos de diversidad indican unas condiciones ambientales estables durante un periodo muy dilatado de tiempo. La diversidad es una expresión de la estructura interna del ecosistema, resultado de los procesos de ajuste que se producen entre los individuos y su medio; está, por tanto, íntimamente relacionada con la etapa de la sucesión en que se encuentre el ecosistema; por sucesión se entiende los estadios sucesivos por los que pasa un ecosistema desde que se inicia su formación hasta que alcanza su clímax, situación en la que dispone del máximo nivel de diversidad, complejidad y homeostasia. La Cumbre de Río define la biodiversidad como «variabilidad de los organismos vivos, de cualquier procedencia, incluidos en los ecosistemas terrestres, marinos y acuáticos. Esto incluye la diversidad en el seno de las especies, así como la de los ecosistemas». Por tanto la biodiversidad puede entenderse a varios niveles: — al nivel de las especies: riqueza y complejidad genética (información) de las especies presentes, — al nivel de los ecosistemas: número de especies distintas y presencia relativa en un ecosistema, — al nivel de una región o comarca: distintos ecosistemas presentes, — al nivel del planeta: conjunto de todo lo anterior. Conservar la biodiversidad del planeta entero, desde la Cumbre de Río, es un principio general universalmente aceptado y elevado casi a categoría religiosa.

forma de elemento o compuesto inorgánico. De esta manera la materia se reutiliza una y otra vez en sucesivos ciclos cerrados. El flujo de energía, por el contrario, es un ciclo abierto que asciende por los diferentes niveles tróficos a lo largo de la cadena alimentaria. Ver figura I.la y 1 b. Los productores primarios (vegetales) transforman la energía electromagnética recibida del sol, en energía química; esta energía se transfiere, a través de los distintos eslabones de que consta la cadena alimentaria, primero a los consumidores primarios (herbívoros), luego a los consumidores secundarios (carnívoros), de estos a los depredadores y superdepredadores, ... y se va disipando en forma de energía calorífica. Los seres vivos necesitan recibir continuamente una cierta cantidad de energía para seguir viviendo. El organismo emplea la energía recibida en mantener las rutas metabólicas, el movimiento, el crecimiento y la reproducción. La energía necesaria para los organismos vivos se recibe de fuera, y en último término del sol. En el eslabón inferior de la cadena trófica están los productores primarios: vegetales y algunas algas y bacterias; son los organismos encargados de transformar la energía electromagnética (luminosa) en energía química —única forma de energía utilizable por los organismos de los eslabones superiores de la cadena— mediante el proceso de fotosíntesis. La eficacia de tal conversión es realmente baja, del orden del 2 al 3 por 100. Los organismos incapaces de transformar la energía electromagnética en energía química, necesitan alimentarse de los productores primarios para garantizarse la energía necesaria. Estos organismos sirven, a su vez, de alimento

Flujo de materia y energía. Cadena trófica En cualquier ecosistema operan superpuestos dos tipos de flujos: el de materia y el de energía. El primero puede considerarse como un ciclo prácticamente cerrado: los elementos inorgánicos presentes en el medio son asimilados por los organismos vivos; de estos organismos pueden pasar a otros por ingestión o retornar directamente al medio gracias a la acción de los organismos descomponedores, retorno que en una primera etapa adopta la forma de materia orgánica y, en una segunda, tras la descomposición de dicha materia orgánica, en 42

Figura I.1a. Pirámide alimentaria.

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— Se reduce el tiempo de permanencia de los elementos biogenéticos fuera de los organismos. — Se complica la estructura de las comunidades y aumenta la biodiversidad. Dependiendo de las características, sobre todo climáticas, aunque también intervienen las edáficas, morfológicas, etc., el clímax es muy variable; el aspecto más común es el bosque. La selva tropical, el bosque caducifolio atlántico, el bosque esclerófilo mediterráneo, etc., son ejemplos paradigmáticos de ecosistemas climáticos. El papel del ecosistema en la gestión ambiental

Figura I.1b. Ejemplo de pirámide ecológica simplificada de los Arribes del Duero. a otros organismos situados en los eslabones superiores de la cadena alimentaria. En cada paso de ésta, desde los productores hasta los consumidores, se disipa una gran cantidad de energía en forma de calor. La energía total contenida en un nivel trófico de un ecosistema alcanza tan sólo una décima parte de la correspondiente al nivel anterior: regla del 10 por 100. Tan baja eficacia determina un límite superior en el número de niveles tróficos (4 ó 5 como máximo la mayoría) que pueden tener las cadenas alimentarias. Este límite se alcanza cuando los organismos no obtienen suficiente energía para desarrollar sus actividades vitales. La pirámide ilustra cómo la afección a un eslabón de la cadena alimentaria supone quebranto para los situados más arriba y cómo la presencia de los organismos superiores, los depredadores, indica un buen estado de conservación del ecosistema. Para el hombre también enseña cómo una dieta vegetariana aumenta extraordinariamente la población que puede soportar un agrosistema. Sucesión Se refiere a la tendencia de un ecosistema a incrementar la complejidad de su organización interna a lo largo del tiempo durante el cual se va sustituyendo cada estado del sistema: fase o etapa serial, por otro; se denomina clímax a la etapa terminal de la sucesión. La proximidad a ésta define la madurez del ecosistema. Según transcurren las etapas de la sucesión, se producen los siguientes fenómenos: — Aumenta la biomasa total. — Aumenta la producción primaria. — Disminuye la relación producción primaria/biomasa. 44

El ecosistema se puede adoptar, y de hecho se adopta, como unidad geográfica de referencia para la toma de decisiones; función que se hace operativa a través del concepto de unidad ambiental, que no es otra cosa que la expresión externa, inventariable y cartografiable, del ecosistema subyacente. Este concepto, permite romper la estructura temática por elementos: tierra, aire, agua, suelo, vegetación, fauna, etc., de la información ambiental, sustituyéndola por información zonal referida a sectores territoriales relativamente homogéneos: unidades ambientales, las cuales pueden entenderse como la manifestación externa de los ecosistemas y ser tratadas como tales en el proceso de toma de decisiones. Este paso de información temática a información zonal, se hace por superposición de la información temática para obtener las citadas unidades ambientales, en una primera etapa, y la asociación de una serie de atributos descriptivos e interpretativos a cada una de ellas, después. Los atributos descriptivos e interpretativos pueden ser del estilo siguiente: — Elementos de su estructura y funcionamiento. — Posición relativa de cada unidad con respecto a las demás y a otros elementos del territorio, como las infraestructuras o los asentamientos poblacionales. — Valores o méritos de conservación derivados de los indicadores ecológicos, paisajísticos, productivos y científico-culturales, presentes, y de su papel en el conjunto del ámbito estudiado. — Potencialidad o aptitud de uso y aprovechamiento para las actividades humanas. — Fragilidad o susceptibilidad al deterioro en relación con las actividades humanas. — Tasas de renovación de los recursos naturales renovables. — Ritmos e intensidades de uso aconsejables. — Capacidad de asimilación a través de los vectores aire, agua y suelo. — Capacidad de acogida para las actividades de desarrollo. Todos estos atributos permiten identificar las actividades «razonables» desde el punto de vista del territorio, distribuirlas en él de forma racional y regular su comportamiento para con su entorno. De esta forma el ecosistema se convierte en unidad operacional para la gestión ambiental. 45


El enfoque de sistemas El enfoque de sistemas significa pensar en términos de relaciones, es decir, de funcionamiento, e incluir en la reflexión los conceptos de evolución y de regulación; y ello porque el sistema es interacción, cambio y regulación. Cualquier actividad humana, ubicada en un lugar determinado, es un sistema y se relacionan con su entorno formando otro sistema superior, de tal manera que las prácticas de explotación que se adopten repercutirán en el propio sistema y en el medio en que se ubican; un tratamiento con herbicidas, por ejemplo, en el caso de una finca agrícola, destruye plantas de las que se alimentan insectos que, a su vez, constituyen el alimento capaz de proporcionar la sobredosis de proteínas que requiere el rápido crecimiento de numerosas aves cinegéticas en su etapa juvenil, momento en el que la dieta es fundamentalmente insectívora; más tarde, sobrepasada esta crítica fase de crecimiento, la dieta se desplaza a granívora. Por otra parte los recursos ambientales, dado el carácter sistémico del medio, participan de complejas relaciones, insuficientemente conocidas, de tal forma que la utilización de uno de ellos repercute en los demás; esto, unido al carácter social y a la irreversibilidad de su aprovechamiento, hacen que se generen conflictos de uso cuya solución requiere un enfoque integrado en el que participen los diferentes intereses implicados. Siguiendo con el ejemplo anterior, los métodos de producción agrícola influyen en el interés de los cazadores, como hemos visto; y si se considera que los residuos de fertilizantes, herbicidas y pesticidas acaban en las aguas superficiales y subterráneas, dicha práctica también afectará a los usuarios del agua. Conservar significa utilizar bien Conservar un capital significa utilizar solo los intereses, y ello detrayendo la inflación. Conservar los ecosistemas, paisajes y recursos del territorio, consistirá en extraer la producción de bienes y servicios sin alterar su esencia y considerando que la acción humana forma parte del sistema. Criterios básicos, pero no exclusivos para ello, son conservar la biodiversidad, evitar la ruptura de la pirámide alimentaria, y no superar la homeostasia de los ecosistemas ni la resiliencia de los factores ambientales. Por extensión el término conservación se aplica también a la mejora, potenciación, recuperación, rehabilitación y puesta en valor de los ecosistemas, paisajes y recursos naturales, construidos y humanos.

LOS FACTORES AMBIENTALES COMO RECURSOS NATURALES El concepto de recurso natural se refiere a elementos y procesos del medio que cumplen la doble condición de utilidad y escasez (esta última en términos de cantidad o de calidad: posesión de los atributos que le hacen útil; así el paisaje bello o el aire limpio solo son cualitativamente escasos). La utilidad debe entenderse 46

como beneficio material: monetario o físico, o como satisfacción inmaterial, de donde se deriva la existencia de recursos materiales y recursos intangibles. Son materiales o tangibles los de carácter tradicional: el suelo, el agua, los vegetales, los animales y los minerales, susceptibles de propiedad privada y de transacciones comerciales. Otros atributos y funciones de los factores ambientales han adquirido la condición de recurso recientemente y no tienen mercado, por el momento; de éstos algunos son materiales: la biodiversidad, el aire limpio, la capacidad de asimilación de efluentes, la función de soporte del suelo, etc., y otros son intangibles: el esplendor de la naturaleza, el misterio de un bosque, el murmullo de un arroyo, un espacio abierto y grandioso o la belleza de un paisaje, y proporcionan goce de carácter espiritual. Materiales o intangibles, dichos recursos son objeto de demanda por quienes están dispuestos a dedicar dinero y trabajo para conseguirlos. Sin embargo, tradicionalmente, no han sido considerados como tales, a causa de: – Su abundancia relativa, por lo que no se produce conciencia de escasez. – La insensibilidad de la población hacia ellos y, por tanto, la ausencia de las condiciones socioeconómicas que determinan su demanda. – La insuficiencia de conocimientos científicos o técnicos para su aprovechamiento. – La inexistencia de precios de mercado para ellos.

La condición de recurso tiene carácter cultural y varía en el tiempo Cambios en la cultura, en la información, en la tecnología y en la demanda, hacen que algo que no era útil o escaso en un momento determinado, pueda serlo en otro, adquiriendo así la condición de recurso: muchos minerales, como el hierro o el petróleo, solo alcanzaron el carácter de recurso cuando se descubrió la tecnología para extraerlos y para convertirlos en herramientas, armas, materia prima o energía; y viceversa, los animales de tiro, han visto desvalorizada su condición de recurso por la mecanización agrícola; la leña que ha sido sustituida, en muchos sitios, por combustibles fósiles; asimismo, la cantidad disponible, la accesibilidad y la calidad de un recurso varían en el espacio. Son significativos los cambios que valorizan los antes denominados nuevos recursos: el espacio abierto, el paisaje bello, la biodiversidad, vistas hermosas, el aire puro, la luminosidad, el esplendor de una puesta de sol, etc. han adquirido la condición de recursos económicos, aunque sea difícil o imposible atribuirles un valor monetario o material, en la medida en que se va creando una conciencia de escasez, no tanto por la cantidad, pues muchos de ellos son inagotables y accesibles a toda la población, cuanto por la pérdida de calidad.

Nuevas funciones ambientales como recurso En la medida en que se intensifican las actividades y se concentra la población en ciertas zonas, determinadas funciones de los factores ambientales adquieren la condición de recursos. 47


— La función de sumidero o receptora de afluentes: emisiones, vertidos y residuos, de los vectores ambientales: aire, agua y suelo, cuya capacidad de asimilación determina una condición básica de sostenibilidad para las actividades humanas. — La función de soporte del medio para infraestructuras y actividades económicas, cuya condición de sostenibilidad reside en el respeto a la vocación natural de los distintos tipos de ecosistemas. A esto hay que añadir la función de equilibrio territorial que proporcionan ciertas actividades ambientales en el medio rural al conjunto de la sociedad en cuanto fijan población de forma dispersa en el territorio, contrarrestando así la tendencia a la concentración que propicia el actual modelo de desarrollo. Estas reflexiones determinan el concepto de externalidad, negativa o positiva, a que se alude más adelante. Conflictos de uso y aprovechamiento Las interacciones entre los recursos ambientales, el limitado conocimiento de ellas, la imposibilidad de reproducción por el hombre que solo puede sustituirlos, y no siempre, por otros, y el hecho de que, frecuentemente, su uso tiene consecuencias irreversibles, provoca conflictos de aprovechamiento entre destinos alternativos; conflicto que se complica porque tal aprovechamiento comporta ventajas y desventajas de diferente entidad para los agentes directamente implicados, los cuales repercuten sobre otros agentes con distinta capacidad de participación e intervención. El carácter social de muchos recursos y la responsabilidad pública de ellos, supone que en las decisiones que les afectan, se mezclen criterios de muy diversa índole: técnicos, sociales, económicos, culturales, jurídicos y políticos, con diferente peso según momento y lugar, y, por ello, de difícil objetivación, lo que es, a su vez, fuente de conflictos. La propiedad de los recursos La propiedad de los recursos naturales también genera conflictos. Existen tres formas de propiedad: privada, común y pública o estatal. La propiedad privada se considera por muchos economistas ambientales como la forma más eficiente de asignación de recursos, pero tropieza con tres tipos de problemas: — muchos de los recursos no pueden —o no deben— ser objeto de propiedad privada por la imposibilidad de gestionar tal derecho adecuadamente y a coste razonable, — genera externalidades, y — produce un conflicto entre el interés del propietario y el de la sociedad. La propiedad común, o propiedad de un grupo o comunidad en el que todos los individuos tienen derecho a utilizar el recurso de tal manera que el resto de la comunidad también pueda servirse de él, es un sistema propio de sociedades rurales caracterizadas por una dependencia de los recursos comunes y por 48

un inmovilismo socioeconómico, que deja de funcionar en épocas de penuria o cuando incentivos de crecimiento económico estimulan el interés individual. La propiedad pública o estatal se basa en el hecho de que el Estado es socialmente neutral y persigue el bienestar global de la sociedad; sería un sistema eficiente si no fuera porque resulta distorsionado por el interés de permanecer en el poder de los grupos que controlan el gobierno en los regímenes autocráticos y por las dificultades de controlar las decisiones en los democráticos. El carácter público de muchos recursos Muchos recursos ambientales son indivisibles: un paisaje escénico, un yacimiento arqueológico, etc. pueden ser objeto de disfrute por muchas personas, hasta que se llegue a la congestión; se trata de recursos: — congestionables, cuyo disfrute implica una limitación de usuarios —a los que se puede imponer una cuota— porque pierden su atractivo a partir de un cierto número; a esta limitación se superpone la impuesta por la fragilidad del propio recurso, y — no exclusivos, aquellos para los cuales resulta imposible, por razones materiales, culturales o de oportunidad, limitar el acceso, de tal manera que no se puede imponer un precio de uso; nadie puede ser privado de disfrutar de la pureza del aire, por ejemplo. La no exclusividad implica que, por pertenecer al común, nadie los considera como propios y nadie se atribuye la responsabilidad de cuidarlos, lo que conduce a sobreexplotación, contaminación o desidia, a su degradación en suma. Esto, unido al carácter y trascendencia social que tienen muchos de ellos, exige que los poderes públicos regulen el acceso al recurso y establezcan normas que garanticen su conservación. Renovabilidad de los recursos naturales Particular repercusión en la gestión ambiental tiene el tiempo. Atendiendo a esta variable, los recursos pueden ser: Recursos renovables : son aquellos que se autoreproducen en el tiempo según unas tasas anuales o interanuales, de tal manera que la extracción por debajo de aquellas tasas no merma su disponibilidad futura. Se puede distinguir entre: — Recursos renovables puros o fluentes : los que no pueden agotarse, como el viento, la radiación solar o la energía de las mareas, que se producen continuamente y se pierden cuando no se utilizan, pero ello no supone merma para su aprovechamiento futuro. Se pueden almacenar en distinta forma convirtiendo el flujo en un fondo de recursos; así ocurre, por ejemplo, con la radiación solar que puede almacenarse en forma de biomasa, calor o electricidad. Tal flujo marca un umbral o límite en el aprovechamiento del recurso. 49


Recursos parcialmente renovables: aquellos susceptibles de perder su carácter de renovables si se agotan; son los biológicos, el suelo, el agua de un acuífero subterráneo, por ejemplo, con distintos flujos y tasas de renovación. La sostenibilidad de las actividades que utilizan este tipo de recursos, exige el respeto a dichas tasas de renovación; así, la capacidad biológica de reproducción de los recursos madereros, cinegéticos o piscícolas, constituyen el umbral por encima del cual el consumo destruye el propio recurso impidiendo su permanencia. En el caso de los acuíferos subterráneos, la explotación está limitada por su recarga anual o interanual. Recursos no renovables son aquellos recursos cuya reposición natural es tan lenta que las cantidades existentes pueden considerarse fijas y ubicadas en lugares concretos. Existen dos clases: — Los que se consumen cuando se utilizan, como los minerales y combustibles fósiles, cuya disponibilidad disminuye inexorablemente con el tiempo, y — Los que no se consumen cuando se hace uso de ellos, como los de tipo cultural: yacimientos arqueológicos y paleontológicos, paisajes minerales o monumentos histórico artísticos. En relación con las cantidades disponibles del primer tipo de los mencionados, se puede distinguir entre: — reservas actuales: cantidad y localización conocida y extraíble con rentabilidad económica suficiente a los precios actuales, — reservas potenciales: estimación aproximada de la cantidad existente y de su localización y cuya explotación depende de que los precios sean suficientemente altos para su rentabilidad, y — existencias: cantidad existente de recurso en localizaciones y estado tal que resultan difícilmente explotables, como por ejemplo los metales disueltos en el agua de mar. Un dato importante en relación con estos recursos se refiere al periodo de tiempo de que se dispone hasta su agotamiento, lo que se calcula sobre las reservas y las tasas de consumo previsibles; las valoraciones realizadas suelen subestimarlo y más hacia el futuro, cuando se considera que muchos de estos recursos pueden reutilizarse y que aparecen sustitutos o sucedáneos a medida que avanza la ciencia y la técnica y también cuando aumenta su precio de manera considerable. El desarrollo sostenible obliga, en relación con el consumo de los recursos no renovables que se consumen cuando se utilizan, las siguientes precauciones: — Utilizarlos dando prioridad a los aprovechamientos que admitan el reciclado, la reutilización o la recuperación, por este orden, de los recursos sobre aquellos que supongan un consumo definitivo de ellos. En la medida en que un recurso va siendo más escaso, encarece su precio, y entra en juego la opción de volver a utilizarlo, lo que implica una tecnología sustitutoria. Se trata de considerar como recursos los residuos de la explotación del recurso primitivo. El reciclado se refiere a la reintroducción del residuo en la misma actividad: caso del agua de refrigeración utilizada en numerosos ciclos, o en el mismo sector: caso de los envases retornables, 50

del vidrio, plásticos o papel usados como materia prima de la fabricación de los mismos productos; la reutilización se refiere a la introducción del residuo en un proceso distinto: caso del aprovechamiento de chatarras para nuevos usos en metalurgia, conversión en energía, como ocurre con la incineración de residuos, etc. En todo caso, de acuerdo con el segundo principio de la termodinámica y de otros conceptos como los de calidad, uso específico, etc., el reciclado y la reutilización tienen unos límites, no pudiendo nunca ser indefinido ni llegar a la totalidad del producto. — Jerarquizar aquellos aprovechamientos en los que no es posible el reciclado o reutilización para priorizar los más eficaces para la calidad de vida de los ciudadanos. — Respetar unos ritmos en su consumo. Resulta difícil establecer dicho ritmo o tasa óptima de aprovechamiento, pero el siguiente razonamiento permitirá acercarse a ello. Debe entenderse el agotamiento de un recurso natural no renovable en términos de su desaparición y de la existencia de una tecnología de reemplazo que pueda facilitar la misma utilidad a menor coste para el consumidor; antes o después aparecerá esta tecnología, por lo que no es razonable reducir al mínimo el ritmo de consumo (con el fin de legar la máxima cantidad a las generaciones futuras, pues tarde o temprano llegarán las generaciones que se verán privadas de ellos), sino a unas cotas tales que permitan el desarrollo de las tecnologías sustitutorias antes de su agotamiento; por otra parte, mientras no se alcance un nivel de explotación tal que los costes de extracción hagan rentable la sustitución, ésta no se producirá. En cuanto a los recursos naturales que no se consumen cuando se utilizan, el criterio de sostenibilidad se asocia a unas ciertas intensidades de uso: número de personas por unidad de superficie y de tiempo que utilizan el recurso. Por ejemplo, una cueva, una ruina arqueológica, o un yacimiento paleontológico, solo admite un número de visitantes, usuarios por unidad de tiempo y de superficie, si se quiere garantizar su integridad o la pérdida de valor por congestión.

La Economía Ecológica La economía tradicional se concibe como una corriente de intercambio entre productores y consumidores, que olvida las estructuras sociales y los procesos naturales; el tratamiento que da a los recursos naturales, se apoya en el dinero, concepto completamente desconectado del mundo real. Por esto surge la Economía Ecológica que propone entender el sistema social como un ecosistema y la economía en términos de flujo de energía y materiales entre sus agentes, como hace la ecología en el mundo natural. Como en éste, las relaciones de intercambio económico, están sometidas a los principios de la termodinámica, de modo que todo acto económico implica un proceso de degradación, es decir, un aumento de la entropía, que se manifiesta en agotamiento de recursos, transformación

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indeseable de espacios y generación de residuos. Las generaciones futuras recibirán, en consecuencia, una herencia degradada, sin que medie en ello ninguna transacción basada en la oferta y la demanda; la economía ecológica, interpreta esta circunstancia como el fracaso de los criterios de valor propios de la economía convencional. Por ello, y porque no internaliza las externalidades: efectos externos no imputados a los costes, niega legitimidad al mercado. La economía ecológica considera inaceptable la asignación de recursos basada en las relaciones oferta demanda, porque ignora criterios esenciales en una asignación eficiente, cual son las relaciones de equidad intra e intergeneracional, la conservación de recursos, etc. La economía ecológica considera el sistema económico como un subsistema del sistema global, de tal manera que el análisis económico tendría que plantearse en términos de relaciones entre sistemas interdependientes, reconociendo que el económico funciona en el seno del sistema social y dentro del ecosistema global; un subsistema que depende de factores no económicos y que se sustenta sobre el «capital natural», cuyo funcionamiento (flujos de materiales y de energía, etc.) es prioritario a las leyes del mercado. Asume que el crecimiento económico indefinido es insostenible desde el punto de vista de la capacidad del planeta Tierra. Se trata de engranar la economía con la ecología para producir un desarrollo ambientalmente sano, socialmente solidario con las generaciones actuales y futuras y económicamente viable a largo plazo.

positivas (economías externas) o negativas (deseconomias externas). Para el tratamiento de las externalidades se utilizan tradicionalmente dos tipos de instrumentos: los impuestos para las negativas y las subvenciones para las positivas. Pero en la actualidad se exploran otros métodos basados en el mercado, es decir, en atribuir un precio a este tipo de efectos que los beneficiarios esten dispuestos a pagar.

El TERRITORIO: PROYECCION ESPACIAL DEL SISTEMA AMBIENTAL Como el medio ambiente y como el ecosistema, el territorio también es un sistema que manifiesta el estilo de desarrollo y que puede considerarse integrado por cuatro subsistemas:

Otro de los elementos de divergencia de la economía ecológica, se refiere al capital financiero, centro de atención del análisis económico convencional, el cual no coincide con el capital real de una sociedad, que incluye el patrimonio natural, único realmente relevante para el crecimiento económico. Asimismo tampoco acepta la economía ecológica el concepto de producción de la economía tradicional, en cuanto supone dilapidación de recursos y aumento de la entropía. De acuerdo con todo lo anterior, la economía ecológica plantea la necesidad de corregir los indicadores monetarios con otros de tipo físico. En este sentido, la Contabilidad Nacional se transforma en las llamadas Cuentas de la Naturaleza, que añade a los indicadores macroeconómicos los activos y pasivos naturales. De esta manera el consumo de los recursos naturales, la tala de un bosque, por ejemplo, en actividades productivas se contabiliza como una pérdida de riqueza, gasto, y no un aumento de riqueza, ingreso. En síntesis la economía ecológica plantea un nuevo paradigma caracterizado por los criterios de sostenibilidad expresados anteriormente: respetar las tasas de renovación, respetar unos ritmos de consumo de los recursos naturales no renovables y respetar la capacidad de asimilación del medio. Los externalidades El concepto de externalidad se refiere a los efectos de un agente socioeconómico sobre otro u otros agentes por cualquier vía que no sea el mercado. Pueden existir en el lado del consumo y en el de la producción, y ser, en ambos casos, 52

Figura 1.2. Sistema territorial y subsistemas que lo constituyen. — El medio físico: es el territorio y recursos naturales, sistema (figura 1.3) formado por los elementos y procesos del ambiente natural, tal y como se encuentran en la actualidad: el aire, el clima, el suelo y subsuelo, el agua, la vegetación, la fauna, el paisaje, las interacciones entre ellos, los procesos de erosión y sedimentación, de recarga de acuíferos subterráneos, de interacción entre hábitats y comunidades, formas antrópicas de aprovechamiento de los recursos naturales, de utilización primaria del suelo, etc. — La población y sus actividades de producción, consumo y relación social. Es decir, en cuanto fuerza de trabajo, en cuanto demandante bienes y servicios y en cuanto sujeto de relaciones sociales, así como la base, estructura y especialización de la economía. Si el medio físico es el soporte del sistema territorial, con un papel más bien pasivo, la población es su centro, con un comportamiento activo. La población es el agente fundamental: adapta el medio físico para ubicar sus actividades, 53


A su vez, cada uno de los subsistemas queda configurado por un universo de relaciones entre elementos y procesos más simples.

Figura 1.3. El medio físico: subsistema constituido por los elementos y procesos del ambiente natural y sus relaciones tal como se encuentran en la actualidad. toma recursos de él para transformarlos en su propio beneficio y le incorpora los desechos o productos no deseados. — El poblamiento: modelo organizativo de la población en el tiempo y en el espacio; esta constituido por los asentamientos: ciudades, pueblos, aldeas, pedanías, caseríos, etc., y los canales a través de los cuales se relacionan intercambiando personas, mercancías, energía e información: infraestructuras de transporte, energéticas y de comunicación. Este subsistema determina la capacidad de acceso de la población a la explotación de los recursos naturales del territorio, la medida en que puede ser abastecida, de una forma económica, en bienes y servicios sociales y las posibilidades de interrelación social determinantes, a su vez, de la estructura y vertebración de la sociedad. — El marco legal e institucional, que administra las reglas de funcionamiento, constituido por las leyes humanas y por las que regulan los sistemas y por las instituciones públicas o privadas. 54

Figura 1.4. Subsistemas del sistema territorial y universo de relaciones. 55


Así conceptualizado, el sistema territorial se confunde parcialmente con el sistema ambiental y se solapa con él; cualquier modificación ambiental es, a su vez, modificación del sistema territorial y a la inversa. Algunas comunidades autónomas incluyen la evaluación de impacto territorial paralelamente a la EIA como requisito para la aceptación de los proyectos; en las que no se hace esta separación, la evaluación del impacto ambiental implica, directa o indirectamente, la consideración del impacto territorial. Si un proyecto, por ejemplo, afecta a la estructura del poblamiento, esto tiene evidentes repercusiones ambientales, en sí mismo porque supone un desplazamiento de población, e indirectamente porque implica actuaciones en materia de infraestructura de transportes, edificaciones, etc.

EL PAISAJE: EXPRESION EXTERNA Y PERCEPTIBLE DEL MEDIO El paisaje es la expresión externa polisensorialmente perceptible del medio: el medio se hace paisaje cuando alguien lo percibe. Esta percepción se produce de una vez sobre el conjunto —«compositum»— del sistema ambiental, es subjetiva, variable, por tanto, en razón del tipo de perceptor, y se adquiere a través de todos los órganos de percepción, directos e indirectos, que operan en el observador: vista, oído, olfato, tacto, ... Es la experiencia perceptiva quien induce en el individuo los sentimientos determinantes de la clasificación y valoración del paisaje; se refiere, pues, a las relaciones del hombre con su lugar, es la «forma que nos forma y nos informa», de ahí su papel como indicador de la calidad ambiental. «El paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus melancolías, sus placideces, sus anhelos, sus tértagos. Un estético moderno ha sostenido que el paisaje no existe hasta que el artista lo lleva a la pintura o a las letras. Solo entonces —cuando está creado en el arte— comenzamos a ver el paisaje en la realidad. Lo que en la realidad vernos entonces es lo que el artista ha creado en su numen». Azorín, 1940. El Paisaje de España visto por los Españoles

El paisaje se concibe corno un factor ambiental ligado a una experiencia subjetiva; esta subjetividad no invalida la posibilidad de aproximarse a su análisis con unas mínimas garantías de objetividad, por cuanto existen, en un lugar y cultura dados, elementos positivos y negativos en la percepción ampliamente compartidos, como lo demuestran recientes investigaciones, en el campo de la ecología, de la psicología y de otras aproximaciones científicas al conocimiento del medio. El paisaje: indicador de la salud ambiental y del estilo de desarrollo El paisaje, en cuanto manifestación externa y conspicua del medio, es un indicador del estado de los ecosistemas, de la salud de la vegetación, de 56

las comunidades animales, del uso y aprovechamiento del suelo y, por tanto, del estilo de desarrollo de la sociedad y de la calidad de la gestión de dicho desarrollo. Pero, al mismo tiempo, el paisaje refleja el bagaje cultural del sujeto que lo percibe. Si la manifestación externa —visual, olfativa, táctil— es una experiencia sensorial directa, el significado del objeto percibido para el sujeto depende de las coordenadas culturales de éste y del archivo histórico almacenado en aquel: tanto en los paisajes antropizados como en los naturales. Así pues hay una doble componente cultural en la percepción del binomio hombre-entorno: el archivo histórico presente en el objeto paisajístico y el archivo cultural del sujeto. La memoria histórica está presente en ambos elementos de la percepción. Puede afirmarse que el hombre crea paisaje, pero al mismo tiempo, éste modela afectiva y físicamente a aquel; si existe una adaptación del paisaje a las necesidades del hombre a través de la historia, también hay una paralela adaptación del hombre al paisaje. Todo ello en una evolución indisociable de mutuos influjos que van configurando el complejo de interacciones que determinan la vivencia perceptual. El hombre es configurador del paisaje, pero al mismo tiempo, es parte de él y sujeto receptor. El paisaje: factor ambiental y recurso socioeconómico El paisaje se considera actualmente como recurso, en el sentido socioeconómico del término, porque cumple la doble condición de utilidad y escasez. Utilidad para la población y escasez para que resulte realmente un bien económico. En cuanto percepción polisensorial y subjetiva del medio, el paisaje es ilimitado, pero no ocurre así con los paisajes de calidad, aquellos capaces de inducir sentimientos de agrado en el observador. A estos son aplicables las dos condiciones citadas, determinantes de la consideración de recurso natural. Que el paisaje de calidad es útil al hombre, no necesita argumentación: es apreciado por todas las capas sociales, si bien de forma diferente según el nivel cultural de cada uno, pero con constantes en la apreciación: — positiva para un gran número de componentes: relieve variado, presencia de agua limpia y en movimiento, de vegetación frondosa, de elementos topográficos sobresalientes, de sonidos y olores gratos, de orden, posibilidad de observar animales silvestres, etc., — negativa para otras: presencia de escombros y basuras, de agua sucia y/o estancada, de olores pestilentes, de sonidos discordantes como el ruido del tráfico, de edificaciones construidas con materiales, colores y diseños estridentes, de monotonía, etc. Que el paisaje de calidad es escaso, también resulta obvio, porque obvio es el hecho de la depredación paisajística por actividades de muy diversa naturaleza y de magnitud creciente: localización industrial, urbanización, infraestructuras de todo tipo, agricultura intensiva, minería, depósitos de residuos, etc. 57


Puede afirmarse que existe una demanda generalizada, creciente y cualificada por el paisaje de calidad. Paralelamente, la oferta de paisaje resulta cualitativamente decreciente y, en consecuencia, el paisaje de calidad adquiere el carácter de recurso crecientemente escaso. Si la demanda de paisaje se concentra en el medio urbano, al menos en proporción equivalente a la proporción de población que habita las ciudades, la oferta es patrimonio rural, siendo parte indisociable de este patrimonio la presencia del hombre, su huella histórica y su cultura. El paisaje, en general, puede considerarse como recurso renovable dado su carácter dinámico, evolutivo, cambiante, capaz de ser generado, como renovables son la mayor parte de las componentes que lo constituyen. En la vieja Europa prácticamente todo el paisaje es fruto de la actividad humana, apenas quedan paisajes vírgenes, naturales. Históricamente el paisaje actual se ha ido formando a un cierto ritmo, que en conjunto puede considerarse lento, a pesar de que en ciertos momentos las «tasas de renovación» se han disparado: piénsese, por ejemplo para el caso español, en la colonización de tierras, en los periodos de desamortización, en la introducción del ferrocarril, en el desarrollo de la minería o de la siderurgia, en los cuales el paisaje arbolado sufrió una tremenda recesión. Este paisaje rural histórico suele ser apreciado generalmente como valioso, no tanto por la presencia o abundancia de elementos positivos en la percepción, cuanto por la ausencia de los negativos. Se trata de paisajes consolidados, donde fenómenos naturales o introducidos frecuentemente aumentan la diversidad y, por tanto, el valor; tal es el caso de procesos erosivos intensos, de la estructura parcelaria tradicional del suelo rústico técnica y económicamente inviable pero de gran plasticidad, sobre todo cuando aparecen cerradas por muros secos o por setos vivos, aterrazamientos en pendientes que agrológicamente no se justifican, cultivos en terrenos inviables, como por ejemplo sobre cenizas volcánicas, etc. El criterio ante estos valiosos paisajes rurales, abiertos, que han adquirido una especie de naturalidad consustancial con su entorno, ha de estar presidido por la conservación. Cualquier actuación que pueda afectarles ha de tener en cuenta su valor y su fragilidad; de otro lado deben ser considerados como recursos capaces de aprovechamiento por actividades de tipo turístico o recreativo compatibles con su capacidad de acogida. Es un criterio en cierto modo opuesto al paisaje urbano donde el criterio está presidido por la renovación y consiguiente creación de paisaje urbano. Sobre análisis y valoración del paisaje Si se atribuye al paisaje la condición de recurso socioeconómico debería ser inventariable, valorable y explotable mediante actividades de tipo social o económico. Si lo primero se acepta, con más o menos reservas, lo segundo repugna a aquellos expertos que adoptan una actitud romántica en su aproximación al conocimiento del paisaje. 58

Sin embargo, bajo un punto de vista positivo, debe reconocerse que, si no directamente, el recurso paisaje es valorable no solo en términos de su grado de excelencia intrínseco, sino también a través de las actividades económicas que genera o que encuentran su justificación en la presencia de un paisaje de calidad. Se trataría de una especie de valor potencial de uso, de un recurso renovable susceptible de ser inventariado, valorado y utilizado. La inventariación del recurso, inexcusable para la ordenación, planificación y gestión de las actividades humanas en el territorio, dispone de métodos suficientemente operativos. Proporciona buenos resultados, aunque existen otras formas de inventario, expresarla en términos de los siguientes parámetros: — paisaje intrínseco, representado por unidades territoriales perceptualmente autocontenidas o de percepción homogénea, — potencial de vistas, expresado por las zonas receptoras de vistas, — incidencia visual o visibilidad del territorio desde las zonas frecuentadas por la población, — paisajes y elementos singulares en la percepción. El valor, entendido como méritos de conservación, que nada tiene que ver con el precio de mercado, de las unidades inventariadas viene definido por la sensación que produce en el observador el «compositum» que forman sus características perceptibles. El valor es el resultado de una vivencia subjetiva determinada por la percepción, la cual permite hacer un juicio personal sobre su calidad. De ahí que se utilice como una de las técnicas de valoración del paisaje el análisis de preferencias, basado en la aceptación de que el valor de un paisaje es función del número de personas que lo prefieren. Otras veces la valoración se apoya en el criterio de expertos independientes, cuyos juicios de valor se aceptan por las partes implicadas en los resultados de la valoración. En ocasiones la valoración de una unidad de paisaje se basa en la ponderación de las componentes que la constituyen, y otras, por fin, se acepta como indicador del valor una medida de la singularidad relativa de los elementos que forman las diferentes unidades. El inventario del potencial de visualización del territorio, admite mayor objetividad, al menos en la detección de los puntos o zonas donde este potencial es elevado, que es lo que realmente tiene una utilización más clara e inmediata en la planificación del territorio o en la gestión ambiental. Se desprende del análisis topográfico del territorio y se valora en términos de la profundidad y amplitud del campo de visión y de la calidad del tema de las vistas, aspecto éste que se deduce del valor de las unidades de paisaje percibidas; haciendo variar dichos elementos —profundidad de campo, amplitud de campo y calidad del tema— se obtienen unidades de mayor o menor potencial de vistas. Algo similar puede señalarse respecto a la incidencia visual, donde lo que interesa, a efectos de ordenación y gestión territorial, es detectar las zonas más visibles desde núcleos habitados, vías de comunicación o lugares más frecuentados por la población. 59


Tanto el paisaje intrínseco como el potencial de vistas, se comportan claramente como recursos socioeconómicos susceptibles de ser aprovechados por la población, que puede obtener de ellos beneficios de índole social o económica. En cambio la incidencia visual opera en la gestión del medio más bien como un condicionante que limita las posibilidades de utilización del territorio en tanto que soporte de actividades. Es un parámetro definitorio de la fragilidad paisajística, derivada de tercer grado que se deduce del cruce entre calidad e incidencia visual: una zona de alto valor y muy visible, será paisajísticamente frágil.

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