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CONSTRUYENDO OPINIÓN

factura. Nos vimos en la necesidad de hablar de lo que estaba ocurriendo; nos vimos explorando formas de conectar con los y las estudiantes, de hacer ese clic indispensable para el aprendizaje. Cada estudiante y cada docente fue acumulando experiencias de frustración y de logro, en lo que acabaría dejándonos un regusto agridulce.

Las secuelas de la pandemia están aquí, nos envuelven y nos atraviesan de muchas maneras: algunos docentes sienten una suerte de angustia aparentemente inexplicable al colocarse frente a grupo; hay estudiantes que tiemblan cuando tienen que hablar frente a sus compañeros; algunos sufren lo que se conoce como Covid de larga duración: dificultad para concentrarse, fatiga, problemas con la memoria, etc. Otros acarrean la pena de haber perdido a personas muy cercanas sin haber siquiera tenido ocasión de des- pedirse. Otros viven en contextos familiares que a duras penas van recuperando una precaria estabilidad económica en nada parecida a las condiciones que tenían antes de la pandemia. Otros, profesores y docentes, no han logrado zafarse de las garras de la preocupación o la tristeza, no han logrado volver al equilibrio del que gozaban antes de marzo de 2020. El trabajo en las escuelas es más arduo, nos exige más a todos los involucrados: en los niveles básicos, profesores, directivos y padres de familia llevan la carga de estar atentos a lo que ocurre con niños y adolescentes. En los niveles superiores, los padres de familia dan un paso atrás y los propios estudiantes se ven en situación de asumir una mayor responsabilidad: escuchar, estar atentos al otro.

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La pandemia nos ha roto un poco a todos. Unos más rotos que otros y rotos de distintas partes. La singularidad está en primera fila: hay tantas secuelas como personas. La práctica del cuidado emerge como exigencia inexcusable en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Escuchar, estar atentos a lo que les pasa al otros, a sus condiciones, a sus afecciones. Generar y sostener espacios para que se hable de lo que nos pasa, encontrar lo que nos mueve en el camino del aprendizaje significativo, fomentar la integración de quienes parecen quedarse un poco al margen, saber a dónde se puede derivar a aquellos cuyo sufrimiento les dificulta el día a día. Aprender a cuidarnos para poder realizar nuestras labores; ese es el tamaño del reto.

Mtra. Gabriela Quiroga García

Presidenta de El Colegio de Urbanistas de México y Ex -Coordinadora Técnica del INIFED-SEP a escuela, como hito urbano, no es ajeno a la construcción de nuestras ciudades latinoamericanas. Junto con la calle, el parque, la plaza y demás elementos representativos, las escuelas dan unidad al conjunto urbano que conforma la identidad de una ciudad. Entendida como generador – actor de este espacio público, es el edificio escolar el que hace borde urbano, conforma y delimita perfiles viales, genera una primera imagen de ciudad y de representación del Estado, y corresponde al diseño, desde la implantación misma del edificio, dar respuesta a las diferentes determinantes urbanas y no solo circunscribirse a la configuración y agrupación interna.

A nivel internacional, recordemos que, en 2015 la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, una oportunidad para que los países y sus sociedades emprendan un nuevo camino para mejorar la vida de todos, sin dejar a nadie atrás. Esta Agenda cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que incluyen desde la eliminación de la pobreza hasta el combate al cambio climático, la educación, la igualdad de la mujer, la defensa del medio ambiente o el diseño de nuestras ciudades.

Objetivo

En materia local, el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, como nuestra carta de ruta más importante, está conformado por 12 principios rectores y 3 Ejes que contienen las prioridades nacionales del Gobierno de México y contempla la puesta en marcha de 21 instrumentos programáticos y/o proyectos prioritarios, los cuales están vinculados a tres Ejes de Política Social y Economía: Derecho a la educación, mejorar las condiciones materiales de las escuelas del país y dignificar los centros escolares.

La población y las escuelas

La prospectiva de los cambios significativos del comportamiento de la población en México, desde la tasa de fecundidad y mortalidad, hasta la modificación en la pirámide de edades nacional denota cambios paradigmáticos. Esta metodología considera además una gradiente en poblaciones migrantes, que, en el caso de los estados con mayores índices de marginalidad, resulta relevante.

El diagnóstico numérico de las cifras del sistema educativo nacional (SEN), de acuerdo con la SEP, nos indican que en el país hay aproximadamente 265 mil 277 planteles educativos, de los cuales más del 81% son públicos. En dichos inmuebles, asisten poco más de 36.6 millones de alumnos, 50% de las cuales son mujeres.

Las cifras anteriores nos demuestran que la resiliencia educativa como un nuevo modelo de la gestión integral de riesgos en el equipamiento educativo, es algo que debe construirse día a día, y en el que deben participar no solo las autoridades federales o locales, sino las comunidades de padres de familia y las asociaciones de especialistas en temas de la construcción. No debe olvidarse que – conforme datos del INIFED- el sismo de 2017 generó daños en poco más de 19 mil 194 inmuebles educativos principalmente en 11 entidades: Ciudad de México, Hidalgo, México, Morelos, Puebla, Tlaxcala, Michoacán, Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Veracruz, adicional a que tres de estos estados presentan los índices de marginación más altos.

Y no solo eso, considerando el alto grado de sismicidad en nuestro País o bien los fenómenos como las inundaciones o los riesgos sanitarios como la reciente pandemia, nos indican que las escuelas significan un referente para las ciudades considerando que son una in- fraestructura histórica en la que se ha invertido un importante capital no solo económico, sino humano. Representan el pilar de la educación de la gran mayoría de la sociedad mexicana y deben evolucionar conforme lo haga la sociedad moderna y cuando se requiera, transformarse en estructuradores urbanos de las nuevas necesidades, como es el caso de centros de atención a adultos mayores o bien zonas de resguardo y albergue en caso de emergencias urbanas.

La Secretaría de Educación Pú- blica (SEP) y el Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INIFED) tienen más de 75 años de análisis y diseño de prototipos para la Infraestructura educativa, misma que ha sido producto de exportación a diversos países de Centro América. Esta inversión histórica que se incrementa con programas del actual gobierno como son el Programa Nacional de Reconstrucción (PNR) o el Programa de Mejoramiento Urbano (PMU) de la SEDATU, deben contar con indicadores de riesgo y programas en los cuales, se preparen y diseñen protocolos de amplio espectro que permi- tan a las autoridades tomar las mejores decisiones posteriores al momento de la eventualidad.

Además de los criterios para la necesaria rehabilitación de la INFE, a futuro se deberán revalorar a las escuelas como centros neurálgicos para:

1. Entender a los equipamientos educativos como parte de la estructura estratégica de las ciudades

2. Contar con un levantamiento claro de su ubicación

3. Correlacionarlas con su entor- no construido y no construido

4. Evaluarlas y certificarlas constantemente para integrarlas a un sistema en red,

5. Ligar este sistema de información con la red de espacios públicos de municipios y localidades.

6. Insertarlos en una estructura de equipamientos de soporte para eventos de tensión de las comunidades.

Solo así, colegios, sociedad civil y gobiernos estaremos en el camino de la construcción de una verdadera resiliencia educativa.

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