Autora: Guadalupe Creche Título Completo: El Fantasma de una Mujer. 2016, San Miguel de Tucumán. Argentina Ediciones Metralleta www.edicionesmetralleta.wordpress.com Diseño Editorial: Agustina Creche
El Fantasma de una Mujer
Capítulo 1.
El Boceto Salteño
Llegué a Salta hace poco más de dos semanas, no tengo muchos amigos. Empecé a verme con alguien que conocí cuando tenía 15 años, en un viaje a Disney en la época del “Uno a Uno”. Una tarde me dijo que en 1995 algunas integrantes del grupo coral salteño Ars Nova aseguraron haber vivido experiencias extra sensoriales en el Castillo de San Lorenzo; voces, pasos, ruidos y hasta cantos sin explicación visible. Este lugar es originario de 1903, lo hizo construir Luigi Bartoletti, un italiano dedicado a la armería, que es la fabricación y reparación de armas. A mi siempre me llamó la atención su ubicación privilegiada, tan cerquita de la quebrada. Me gustaba de niña subir en bicicleta y bajar a toda velocidad.
LeĂ en internet que es la rĂŠplica de un castillo de Florencia.
El vacío de las cosas que no tienen sentido o darle lugar a lo insoportable o insostenible de cada uno. Trabajar el error hasta que parezca hecho a propósito, para sacar de la repetición lo mejor de lo que no podemos o no sabemos hacer de otro manera. Como buscar el fantasma de una mujer en un castillo basándome en un sisema de cámara oscura, en una serie de pistas y en algo que alguien me contó alguna vez.
No me acuerdo como era el amor.
Recibí ayer a las 19:55 Hs. un mensaje de un amigo. Mi lugar en el castillo es una punta en lo más alto. Compré plásticos, cintas, tijeras y trinchetas. Le pregunté a Marcelo si conocía la historia del fantasma de una mujer. Caminamos por los cerros, Marcos tomó muestras del paisaje. Ale sacó fotos. Gaspar quería estudiar filosofía. Sus padres le dijieron que era peor que estudiar arte. La pileta se llena con agua del río de la quebrada, y en vez de cloro se usa sal gruesa. Escucha el agua casi todo el tiempo en casi todas partes.
Como si los paisajes no tuviesen opciรณn.
Hoy no salí del castillo en todo el día. En el altillo continuamente escucho ruidos, creo que son pasos, pero no del fantasma de una mujer. Cubrí la ventana uno con fotos y papeles de castillos que encontré. Estoy practicando imágenes y otras formas de tentarla para que entre a la habitación en estos días. Volvimos a hablar de amor en la merienda. Partir de sensaciones buscando relaciones porque me gustan las personas. Personas portales. Me preguntaron que escribo cuando escribo.
Desde la ventana dos que estuve oscureciendo hoy vi a Ale conversando con la gente y besar a un hombre extraĂąo. Vi a John y a Nico caminar cargando herramientas para construirle a Clara una casa en un ĂĄrbol.
Si ahora estas leyendo el fantasma empieza a existir.
La impunidad y la fortaleza conviven desde la puerta de entrada a mi fortín. Ya no quiero separar lo que pasa arriba de lo que pasa abajo. Es una ilusión. Estoy al medio sosteniendo un estandarte mientras construyo un dispositivo que me permita llegar al lugar que busco; al boceto salteño como algo acabado. Anoche llovió fuerte. En meido de la caminata nos refugiamos en un techo frente al bar al que fuimos el sábado después de ir al corso. Puse una copa en medio de la calle porque tenía sed y no había más vino. Un perro tenía frío y olor a mojado. Nosotros también. Tomamos tres tragos de agua de lluvia cada uno. Eramos dos.
Estuve todo el dĂa pensando en los gestos que nos distinguen y nos personalizan como individuos, de ser uno entre miles. No quiero hablar de tĂŠcnica ni de estructuras cerradas, quiero la torpeza emocional.
- Ahora mismo no estoy llorando.
Lo abstracto tomando un cuerpo fantasmal que vine a buscar, algo que se desprende y empieza a tomar una nueva forma. Una presencia que no es tangible. Volver a hablar del amor aunque sea un terreno estéril y muchas cosas queden en el aire, o en el barro. El barro de la quebrada por la que camino hace días. El peso del plástico comienza a pesarle al artilugio, las cintas doblemente reforzadas ceden, lo que cubre y oscurece empieza a caerse, la luz se filtra, la cáscara del tronco se cae.
¿Se aleja de la mediocre tibieza? ¿Empieza a acerse cargo de la materia que la constituye?
El objetivo. El resultado. No es la imagen. “Si no la veo atravesar mi ventana esta noche, no se cuanto deba esperar para volver a verla”.
YO SOY.
Epílogo Pocas cosas pueden darte un baño de valor. Una generación que emerge, la cura definitiva, un nuevo vínculo. Podes estar en todas partes y, sin embargo, mirar tu retrato y sentir que algo has perdido. Podes dejar que te atraviese el rayo, que te pase todo lo temido, para armarte al menos de un relato. Puede ser hermoso encontrarse con el enemigo. He entrado a este diario fotográfico y luego a una iglesia. He buscado, por supuesto, lo mismo en ambos lugares y siguen siendo distintos. Las residencias de artistas fueron un sueño de Van Gogh, o de Gauguin, frente a la soledad, frente a la locura. Antonella Aparicio
Agradecimientos A Hernando Migueles, por el amor, el apoyo y la confianza. A Manifiesto Alegría, por gestar la residencia: Gabriel Orge, Adrían Aldecoa, Álvaro Figueroa y Clara Johnston. A mis compañeros: Marcos Mangani, Paola Buontempo, Gaspar Núñez, Alejandra González. A Aníbal Buede, por el acompañamiento. A Peque Skaf, por alentar la existencia de mis ideas. A mi familia, por aguantarme. A Antonella Aparicio, por materializar libros. A Gisella Volá por su mirada generosa. A mis amigos.
Ediciones Metralleta