Boletin Academia de Historia

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CUARTA ETAPA / REVISTA SEMESTRAL ARBITRADA / No. 17 EDICIÓN ESPECIAL 2016 I.S.S.N.: 1856-3457

ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO / CASA DE LA ESTRELLA, VALENCIA.


BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO CUARTA ETAPA / REVISTA SEMESTRAL ARBITRADA / No. 17 EDICIÓN ESPECIAL 2016

Valencia / Estado Carabobo Venezuela Fundada en 1983 Depósito Legal pp-83-0078 I.S.S.N.: 1856-3457 Academia de Historia del Estado Carabobo. Avenida Soublette, entre Calle Páez y Colombia. Valencia - Estado Carabobo. VENEZUELA Teléfono: 0241-6153986 Correo Electrónico: secretaria@ahcarabobo.org.ve

COMISIÓN EDITORA José Alfredo Sabatino P. Rafael Pinto Prada. Julio Centeno. Luigi Frassato. Diseño de Portada Daylis González Diagramación: Lilibeth Lara Coronado

NORMAS ESTABLECIDAS PARA LA PUBLICACIÓN DE LOS TRABAJOS EN EL “BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO” 1.- Todos los trabajos deben ser originales e inéditos y no haber sido publicados ni estar siendo arbitrados por otras revistas. 2.- El autor debe entregar tres (3) ejemplares del trabajo en papel tamaño carta, márgenes superior e izquierdo 3 cms., derecho e inferior 2,5 cms., y grabado en dos (2) CD en Word bajo ambiente Windows o remitido vía correo electrónico. 3.- De los tres (3) ejemplares, dos (2) deben venir sin identificación para ser enviados al Comité de Arbitraje del Boletín. 4.- la primera página del ejemplar identificado, debe contener, el título, el autor (es), correo electrónico (indispensable), institución laboral de procedencia, ciudad, una breve reseña curricular que no exceda de 40 palabras. 5.- La primera página de los ejemplares sin identificación personal sólo debe traer el título del trabajo, la sección: Secciones: Editorial Ensayos y Artículos Discursos Documentos Fototeca Correspondencia Miscelánea 6.- La extensión de los ensayos, ponencias o discursos debe ser hasta un máximo de 18 páginas, incluida la bibliografía; para todas las secciones de la Revista se admite trabajos de menor extensión. 7.- Los trabajos deberán estar escritos en fuente Arial, tamaño 12. El interlineado del desarrollo del trabajo deberá ser de 1,5 líneas. Preferiblemente apego a las normas A.P.A. (American Psychological Association) vigentes. 2


El Boletín de la Academia de Historia del Estado Carabobo ha sido posible gracias a la gentil colaboración de personas, instituciones y empresas, comprometidos todos con el rescate de la historia regional y la reafirmación del gentilicio carabobeño. Si desea colaborar con el sostenimiento de este hermoso proyecto, favor escribirnos a: prensa@ahcarabobo.org.ve


Sumario EDITORIAL ………………………………………………………………………………… ...Pág. 5 LAS ANGUSTIAS DE MIRANDA EN LA CIUDAD MARINERA Dr. José Alfredo Sabatino Pizzolante……………………………………...……………………Pág. 6 LA CAÍDA DE PUERTO CABELLO, LOS SEIS DIAS QUE CAMBIARON EL RUMBO DE LA PRIMERA REPÚBLICA Y EL OCASO FRANCISCO MIRANDA Prof. Elvis López ……………………………………………………………………………………..… Pág. 18 LA VALENCIA CATÓLICA Y LA EMANCIPACIÓN ENTRE EL DESCONCIERTO: FIDELIDAD O LIBERTAD Pbro. Luis Manuel Díaz …………………………………………………………............................... Pág. 27 DOS MUJERES QUE AGITAN A LA NUEVA VALENCIA DEL REY EN EL SIGLO XVIII Dr. Carlos Guillermo Román Cruz Hernández. ……………………………………………..... Pág. 42 RATAS A LOCHA Y RATONES A CENTAVO Dr. Julio Centeno Rodríguez ………………………………………………………………………….. Pág. 45 LA MEMORIA HISTÓRICA DE LA COFRADÍA DEL ESPÍRITU SANTO Y NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO DE VALENCIA Pbro. Luis Manuel Díaz ………………………………………………………………….…… Pág. 47 EDICTO DE CONVOCATORIA PARA EL NUEVO MAYORDOMO DE LA FÁBRICA DEL TEMPLO PARROQUIAL DE TOCUYITO EN 1796……………………..………... Pág. 64 FOTOTECA: VINO DE UVA CERVINI y GALLI…………………………………..…….Pág. 66 CORRESPONDENCIA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA DEL ECUADOR ……………………………………………………………………………………………………………... Pág. 67 CONVENIO MARCO DE COOPERACIÓN INTERINSTITUCIONAL ENTRE LA UNIVERSIDAD DE CARABOBO Y LA ACADEMÍA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO…….......................................................................................................................Pág. 68

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Editorial

La Junta Directiva de la Academia de Historia del Estado Carabobo, se honra en presentarles una nueva edición de nuestro Boletín, el cual a partir de la presente fecha será en versión digital debido a los altos costos que tiene su impresión, para lo cual la Academia no dispone de recursos económicos. En ese sentido, también nos estaríamos adaptando a los tiempos modernos, donde la lectura a través de los medios electrónicos se hace cada día más común y permite que la información llegue a mayor cantidad de personas dentro y fuera de Carabobo, lo cual con la versión impresa no es posible. Otro de los elementos positivos de la versión digital es que podemos producir un mayor número de boletines, lo cual nos permite publicar mayor cantidad de trabajos de investigación de nuestros colegas académicos. En la presente entrega tenemos artículos especiales dedicados al Precursor Francisco de Miranda, con motivo de la conmemoración del Bicentenario de su muerte y otros trabajos que de seguro serán de sumo interés para el lector. Adicionalmente queremos que esta publicación sea interactiva en el sentido que deseamos conocer la opinión de los lectores, y que ellos también nos soliciten información y/o hagan sugerencias de temas sobre los cuales les gustaría que se tomaran en cuenta. Esperamos que esta primera entrega del año 2016, les sea de provecho como cultura general para algunos y como estímulo respecto de la investigación histórica para otros.

Dr. Carlos Guillermo Román Cruz Hernández Presidente de la Academia de Historia del Estado. Carabobo

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Ensayos y Artículos Bicentenario del fallecimiento del Generalísimo BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

LAS ANGUSTIAS DE MIRANDA EN LA CIUDAD MARINERA José Alfredo Sabatino Pizzolante

Abogado. Individuo de Número de la Academia de Historia del Estado Carabobo, sillón ―B‖. E-mail: jose.sabatino@ Sabatinop.com. Los textos transcritos (―‖) conservan su ortografía original.

No debió tener el Generalísimo Francisco de Miranda, respecto de la ciudad marinera, muy buenos recuerdos. Por el contrario, debió haber experimentado sentimientos encontrados las veces que su nombre cruzó su pensamiento y, muy especialmente, cuando se reencuentra con ella, yendo su humanidad a parar a las bóvedas del Castillo San Felipe, mientras esperaba por el desarrollo de la causa iniciada por la Real Audiencia de Caracas, acumulando el proceso de 1806 y los sucesos de 1812 que desembocan en su captura y encierro. 1.- La fallida expedición Su primer desencuentro con la ciudad había tenido lugar en 1806, con ocasión de la fallida expedición. Ya en noviembre de 1805 Miranda viaja a los Estados Unidos para organizar la escuálida flota compuesta por las embarcaciones Leander, Bachus y Bee, con la que se aventura en sus afanes libertarios. Gracias a sus viejas amistades en ese país, logra hacer contactos en Nueva York, Filadelfia y Boston para materializar su proyecto, valiéndose de su amistad con el

Coronel Smith, inspector del puerto de Nueva York, y Samuel Ogdon, empresario naviero. Las diligencias de Miranda en el país del norte fueron muchas llegando, incluso, a trasladarse a Washington para entrevistarse con el Presidente Thomas Jefferson y el Secretario de Estado James Madison. Lamentablemente una expedición como la que organizaba no podía pasar desapercibida, ni para las autoridades norteamericanas, mucho menos para el propio Embajador de España en ese país, Marqués de Casa Irujo, quien conoció desde temprana fecha todos los movimientos de Miranda, permitiéndole ello dar parte al gobernador de Cuba, al virrey de la Nueva España y al Capitán General de Venezuela, acerca de sus movimientos, poniéndolos sobre aviso. En la mañana del 2 de febrero de 1806 el Leander zarpa del puerto de Nueva York con destino a Jacquemel, República Dominicana, con armamento de importancia y 200 hombres a bordo, entre quienes un puñado bajo engaño, iban convencidos de que su tarea sería el resguardo del correo entre Nueva Orleáns y Washington, y no el invadir una posesión española en el Caribe.

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Una serie de infortunios minarían el éxito de la arriesgada empresa. Desde el descontento general entre la tripulación, hasta la posibilidad de un amotinamiento, pasando por el hecho de que lo que sería una flota de importancia terminó siendo una que apenas reunió las tres unidades ya mencionadas. Sin embargo, lo peor estaba por ocurrir cuando el 27 de abril la temeraria flota mirandina es sorprendida por dos pequeñas unidades navales de la Corona Española, en un confuso episodio que terminaría con el apresamiento de la Bachus y la Bee, mientras que el Leander se alejaba en pleno desarrollo de la acción naval. El apresamiento de las dos embarcaciones significó el encarcelamiento de cincuenta y siete hombres en las bóvedas del castillo de Puerto Cabello de los cuales, en sentencia leída en la mañana del 12 de julio de 1806 y en presencia del Capitán General Vasconcelos que presidió el juicio, 10 serán ahorcados y los 47 restantes confinados a trabajos forzosos en Cartagena, Omoa y Puerto Rico. ―Las cabezas –escribe Robertson– de los tres principales delincuentes habían de exponerse ignominiosamente en público. La tentativa de los filibusteros se calificó de ‗crimen atroz‘ y su jefe fue estigmatizado como ‗pérfido traidor‘ [1] .

Moses Smith, quien fuera miembro de la expedición, también apresado y testigo de excepción de los acontecimientos, logrará escapar de su presidio en Cartagena para regresar a Estados Unidos, dejando un interesante libro

[1] William Spence ROBERTSON, ―La Vida de Miranda‖, pág. 240

sobre sus vivencias que publica en Nueva York el año 1812, en el que nos brinda una extensa y cruda narración sobre la ejecución: ―… Relataré esto con un corazón que aún sangra con el recuerdo. En la mañana después de que la sentencia fuera pronunciada, siendo el 21 de Julio, fuimos arrastrados de nuestros calabozos para presenciar la muerte de nuestros compañeros. Encontramos la prisión copada por cerca de 300 soldados, pasamos entre dos filas con bayoneta calada contra nuestros pechos y gatillos listos para disparar. Era una burla despreciable esta demostración de fuerza, ante el temor de un puñado de desnudos, miserables, pálidos y demacrados seres, cargados de grilletes y amarrados por codos de dos en dos. / Desde el momento en que los diez que iban a morir recibieron sentencia, fueron separados del resto. Les fue permitido dirigir, desde la celda de los condenados, su último y lastimero adiós en cartas sin sellar a los amigos a quienes ya no verían más y a trasmitir esas crueles nuevas que no llevarían nada más que angustia al corazón de los padres. Entre este penoso deber, y las solemnes meditaciones que tal hora demandan, trascurrió la noche. En la mañana fueron guiados hacia adelante cubiertos con capas blancas y capuchas, sus codos encadenados y sus muñecas atadas, y ubicados en frente de la columna. Entre ellos había tres que profesaban la religión Católica Romana. Estos fueron puestos a la delantera, acompañados de tres sacerdotes, cada uno de ellos con monaguillo portador de antorchas, el sagrado crucifijo y otros rituales y emblemas de su fe. En este orden, ondeando una bandera negra acompañados de tres sacerdotes, cada uno de ellos con monaguillo portador de antorchas, el sagrado crucifijo y otros rituales y emblemas de su fe. organizados, algunos requieren de cuidado espacial.

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y al compás de una marcha fúnebre, arrastramos nuestras cadenas en procesión lenta y dolorosa hasta que alcanzamos un espacio más allá de las paredes, donde se erguían las horcas. / En las horcas, había una división y dos escaleras separadas cuyo propósito era que los católicos pudieran ser colgados aparte y no mezclarlos en la muerte con los herejes. Y la absolución les fue concedida junto a la gracia de los cielos por los sacerdotes, allí donde la piedad del hombre les fue negada. / La escena de la ejecución era un terreno para desfiles junto a las paredes que cercaban el castillo, precedida por los cañones en el terraplén inmediatamente sobre nosotros, y donde tres compañías de viejas tropas españolas estaban acantonadas; atrás de ellos, varias compañías de milicia nativa y más allá estaba situada la artillería, y en la costa cerca de la población de Puerto Cabello la cual se encuentra separada del castillo y sus alrededores por una entrada de agua, se asomaba un numeroso cuerpo de caballería. Si esto se hizo sólo a manera de despliegue militar, si escondía el miedo a un movimiento a nuestro favor de parte de los habitantes o si era sólo para mostrar a los indecisos un ejemplo severo, no lo sé. Ciertamente era más de lo que tal ocasión parecía requerir naturalmente. / Nos colocaron frente a aquellos que debían morir, en el lado opuesto a las horcas. El primero en ser ahorcado fue el Sr. Farquason. Sus grillos fueron retirados y se le guió a la parte superior del cadalso y allí, por un corto tiempo, se le sentó al frente de sus compañeros más abajo. Dos cuerdas se colocaron alrededor de su cuello, una pequeña para rompérselo, y la otra para suspender el cuerpo. Al terminar esto, se levantó y en un tono de voz mesurado y firme se despidió de todos sus amigos. El verdugo, un esclavo negro, le empujó e inmediatamente deslizó hacia abajo la cuerda, se sentó sobre sus hombros y le golpeó con los

tobillos sobre el pecho – luego saltó y arrastró su cuerpo hacia el final del travesaño, para hacer lugar a aquellos que seguirían. En esta misma forma fueron ejecutados los señores Billopp, Kemper, Bergud, Hall, Johnson y Ferris quienes enfrentaron la muerte con igual determinación. Cuando se amontonaron, el verdugo subió y por medio de una cuerda atada a sus piernas les arrastró hacia la esquina en un montón, de manera que algunos de algunos de ellos quedaron colgando en forma transversal por el cuello y tobillos. / Los otros tres Católicos Romanos fueron entonces llevados a la otra división de las horcas. El sacramento les fue administrado por sus sacerdotes, uno de los cuales acompañó a cada prisionero en su turno hasta arriba de los escalones. / El Sr. Gardner, siendo el primero, ascendió por los escalones – se pusieron entonces las cuerdas alrededor de su cuello – les dio su último adiós a sus compañeros, les deseó un mejor destino, fue colgado y espiró. / El Sr. Donahue, tan pronto como su sacerdote le abandonó, se despidió de todos nosotros y apuntando indignado hacia los españoles ubicados frente a él exclamó: ―¡Ustedes, perros sanguinarios! Antes de que pase mucho tiempo pagarán por esto, diez veces‖. / El último en sufrir fue el Sr. George, un joven portugués. Él era hijo, se decía de un acaudalado usurero, a los caprichos de cuya autoridad no estaba dispuesto a someterse Irreflexivamente había abandonado la casa paterna para aventurarse sin plan ni proyectos. Y encontrándose en la ciudad de Nueva York, sin amigos ni recursos, fácilmente fue enrolado en la empresa que tendía a sus necesidades, la esplendorosa esperanza de una rápida fortuna. El valiente ejemplo de tantos otros no tuvo poder para animar su corazón. Bien haya sido por la conciencia del pasado, terror del futuro o la debilidad de su naturaleza, fue incapaz de soportar tal crisis, la cual todo mortal está 8


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seguro de experimentar, tarde o temprano. Se desmayó y cayó a tierra, al pie de las horcas. Fue sólo con dificultad y algún retraso que pudo recuperarse y alcanzó la cima; desde donde en un estado de estúpida inconsciencia fue empujado y murió. / Pasé por alto mencionar, en el lugar adecuado, la conducta heroica del intrépido Bergud. Él era originario de Polonia, luego de que las cuerdas fueran colocadas alrededor del cuello, se volvió con afecto hacia sus compañeros y apuntando enfáticamente hacia las banderas e implementos de guerra, que habían sido llevados a bordo de las goletas y que habían sido apilados cerca de las horcas como para dar mayor pompa a la ejecución, exclamó: ―Tened coraje mis valientes compañeros, de cosas como estas vuestra liberación habrá de venir; la muerte pronto acabará con mis penas y Miranda os Liberará de Vuestras cadenas! Luego vengad mi destino‖. Habiendo dicho esto, saltó voluntariamente del patíbulo y expiró inmediatamente. / Pero el espectáculo más cruel y desagradable estaba aún por venir. Tan pronto como los ahorcamientos concluyeron, el negro comenzó a cortar las cuerdas dejando caer los cuerpos a tierra. Estaban suspendidos a una altura tal que al caer se aplastaban y los huesos astillados perforaban las carnes de sus miembros rotos. Algunos rebotaron sobre la tierra como una pelota. En esta condición, aplastados fueron lanzados en forma sucesiva sobre un bloque, para que luego el verdugo cortase con un cuchillo sus cabezas y las sostuviera en alto, sangrientas y deformadas, a la vista de todos los espectadores, la bandera de Miranda, que había sido desplegada

en burla todo el tiempo, fue rasgada ahora, y junto a los sombreros y casacas de los oficiales, comisiones, armas y proclamas, formaron una pila victoriosa que fue consumida triunfalmente por el fuego ‖. [2]. Mientras tanto, y a pesar de lo duro que resultó para la expedición la captura de aquellos hombres, Miranda navega por el Caribe a fin de recobrar energías y buscar apoyo para invadir territorio venezolano. En Barbados conoce al almirante Cochrane, a quien le pide ayuda de los británicos; en las islas de Sotavento, la solicita del general Bowyer, jefe de la guarnición inglesa; en Trinidad trata de encontrar nuevos reclutas. El tiempo obra en contra de nuestro aventurero, y a favor de las autoridades españolas quienes se preparan de mejor manera, para recibirle y propinarle derrota. Miranda se impacienta y con el apoyo no tan decidido del almirante Cochrane decide ir adelante. La noche del primer día de agosto de mil ochocientos seis, el Leander junto a otros buques ingleses que conformaban la expedición, se fondean en la bahía de Coro y al alba del día 3, sus hombres desembarcan, desalojando a los soldados españoles y tomando por asalto una batería. Ocupan el pueblo de la Vela de Coro y luego la ciudad sin mayores problemas, arriando el pabellón español y reemplazándolo por el de los insurgentes, ofreciendo protección a los habitantes para animarlos a volver a sus hogares. Sin embargo, el cuadro era desalentador, pues la ciudad estaba casi desierta y los pocos que la habitaban indispuestos a apoyar a los invasores y el establecimiento

organizados, requieren [2] José Alfredo SABATINO PIZZOLANTE, ―Las Aventuras y Sufrimientos de Moses Smith‖, pág. 63 y algunos sgtes. Traducción íntegra del de textocuidado por Sabatinoespacial. Pizzolante. El libro titulado History of the Adventures and Sufferings of Moses Smith, during five years of his life, from the beginning of the year 1806, when he was betrayed into the Miranda Expedition until June 1811, when he was nonsuited in an action at Law, which lasted three years and a half, es una suerte de libro autobiográfico, en el que Smith relata su participación y suerte de la expedición organizada por Miranda.

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establecimiento del nuevo orden. Las circunstancias obligan al retiro de Miranda a la Vela, en espera de la ayuda británica que nunca llegaría, de manera que resultando insuficiente su disminuida fuerza frente a los soldados enemigos que eran superiores en número, la falta de apoyo de los habitantes y de los indios y la imposibilidad de conseguir agua, toma la resolución de evacuar a sus hombres, zarpando el 13 de agosto. El Leander y sus desmoralizados tripulantes deambulan, entonces, por aguas caribeñas hasta que llegan a Granada el 21 de octubre. El historiador William Spence Robertson, apunta: ―Allí, muchos de los secuaces de Miranda abandonaron sus uniformes revolucionarios. Las tropas desbandadas recibieron solamente una parte de los sueldos que se les habían prometido. En vano apelaron a su antiguo jefe para obtener asistencia financiera. Miranda fue demandado por el propietario del Trimmer, que quiso ser pagado por el empleo de su buque. Un resultado incidental de la expedición fue la bancarrota de quien la proyectó. Mucho después de haberse dispersado sus efectivos en Granada, fue perseguido con pedidos de pago de los gastos en que se incurrió a consecuencia de su desgraciado crucero por el Mar Caribe‖.[3]. 2.- Se pierde la Primera República El nombre de Puerto Cabello, nuevamente, le presagia a Miranda malos augurios, ahora en 1812, esta vez cuando el entonces Coronel Simón Simón Bolívar pierde la Plaza Fuerte de Puerto Cabello, luego de la traición de Francisco Fernández

Fernández Vinoni, a principios de julio de ese año, acontecimientos que precipitan la pérdida de la Primera República, como consecuencia de la capitulación del Generalísimo ante Monteverde. Declarada la independencia, el Congreso se aboca a la tarea de organizar la nueva república y también a enfrentar los levantamientos de los afectos a la Corona. La revuelta de Valencia es una de gran seriedad, por lo que el Miranda es puesto al frente del ejército, y en julio de 1811 enviado a sofocar la revuelta que termina el 12 de agosto con el asalto general a la ciudad. En los meses siguientes el Congreso se dedicará a elaborar la Constitución, la cual queda lista a finales de mil ochocientos once. La naturaleza, sin embargo, le hace una mala jugada a los patriotas: el jueves 26 de marzo de 1812 se produce un terrible terremoto. Puerto Cabello, Maracaibo, Mérida, Trujillo y Barquisimeto, entre otras poblaciones, son severamente afectadas por el movimiento telúrico, solo en Caracas se cuentan 10.000 víctimas, circunstancia ésta convenientemente utilizada por los partidarios del viejo orden para ver en aquélla un ―castigo de Dios‖. De allí en adelante las fuerzas realistas al mando de Domingo Monteverde, reciben un nuevo aire ya que sus filas pasan a ser engrosadas por antiguos patriotas, ahora decididamente apoyada por una atemorizada población.

El ahora Generalísimo debe reorganizar sus fuerzas para enfrentar el avance enemigo, confiando al entonces Coronel Simón Bolívar la defensa de la Plaza Fuerte de Puerto Cabello. El

[3] William Spence ROBERTSON, ob. cit., pág. 251.

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4 de mayo se celebra una junta en la municipalidad porteña, en la que se reconoce a Bolívar como el Comandante Político y Militar de la ciudad. El 30 de junio de 1812 una trágica noticia recorre las calles del puerto, al conocerse del alzamiento del castillo por traición del teniente Fernández Vinoni. La acción de este último tomó por sorpresa al Coronel Bolívar, quien se encontraba en la ciudad amurallada y que a pesar de sus esfuerzos no logra contener el levantamiento enemigo, al punto que debe abandonar la plaza junto a sus hombres el 6 de julio, a través del puerto de Borburata. Sus últimos momentos en el puerto, y el ánimo que le embarga, son descritos por el joven Coronel Bolívar, en el parte que escribe a Miranda: ―… En fin mi General, yo me embarqué con mi plana mayor á las nueve de la mañana, abandonado de todo el mundo; y seguido sólo de ocho oficiales, que después de haber presentado su pecho á la muerte, y sufrido pacientemente las privaciones más crueles, han vuelto al seno de su patria á contribuir á la salvación del Estado, y á cubrirse de la gloria de vuestras armas. / En cuanto á mi, yo he cumplido con mi deber; y aunque se ha perdido la plaza de Puerto Cabello, yo soy inculpable, y he salvado mi honor; ¡ojalá no hubiera salvado mi vida, y la hubiera dejado bajo de los escombros de una ciudad que debió ser el último asilo de la libertad y la gloria de Venezuela!‖.[4].

herida en el corazón”. Tras la capitulación de Miranda frente a Monteverde, más tarde (31 de julio de 1812) es apresado por Bolívar y otros oficiales, en La Guaira, y enviado a Puerto Cabello en calidad de prisionero común junto a muchos otros, en abierto incumplimiento de los términos de dicha capitulación.

La noticia sobre la pérdida de la importante plaza estremece al Generalísimo, quien exclamará, y con razón, “¡Le Venezuela est Blessée au coeur!‖, esto es, ― Venezuela está

Las bóvedas del castillo San Felipe lo reciben como huésped pero sin derecho a honores ni comodidades. Atrás habían quedado sus andanzas

3.- En las mazmorras del castillo

Trágicas circunstancias son las que atraviesa el Generalísimo cuando le corresponde visitar la ciudad, esta vez, como reo de la Corona Española. Allí permanecerá poco más de cinco meses, esperando respuesta sobre su destino quizás –especulamos nosotros– agobiado por pensamientos que venían en tropel sobre su aventurera vida y lo que ahora se le presentaba como un claro fracaso. Ningún grato recuerdo podía guardar Miranda de la ciudad, mucho menos del castillo al que ahora se le tenía confinado. Su calmo mar y salitroso viento vieron morir a los diez expedicionarios, que sufrieron el infortunio de ser capturados en la fallida aventura de mil ochocientos seis; los muros de la fortaleza conocieron del sudor y los llantos de los cuarenta y siete hombres con sentencias de prisión y trabajos forzosos. Y en esos mismos vetustos muros del castillo se fraguó la traición que facilitando el avance realista, termina haciendo sucumbir la naciente república.

[4] Simón B. O´LEARY. ―Memorias del General O‘Leary‖, Tomo XIII, pág. 51.

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andanzas norteñas y europeas que entre leyendas y verdades le forjaron un gran nombre, igual quedaron los honores de que fue objeto cuando sus coterráneos lo visitaron en Londres para invitarlo, y con razón, a engrosar las filas de los padres fundacionales de la república. Hombre de muchas angustias en tierra marinera. Ahora, desconocida por Monteverde la capitulación de San Mateo, entregado a las autoridades por sus propios compañeros –en un episodio del que Bolívar no logra salir bien librado en la balanza de la historia– y sumido en la amargura y la oscuridad de las mazmorras de la fortaleza, el otrora Jefe de Armas de la Confederación, escribe el célebre Memorial, dirigido a la Real Audiencia de Caracas, a manera de última proclama en tierra americana: "D. Francisco Miranda, natural de la ciudad de Caracas, con el debido respeto, a V. A. representa: / Que después que por el largo espacio de cerca de ocho meses he guardado el silencio más profundo, sepultado en una oscura y estrecha prisión y oprimido con grillos: después que he visto correr la propia suerte a un número considerable de personas de todas clases y condiciones: después que ante mis propios ojos se han representado las escenas más trágicas y funestas: después que con un inalterable sufrimiento he sofocado los sentimientos de mi espíritu, y, finalmente, después que ya estoy convencido de que por un efecto lamentable de la más notoria infracción los pueblos de Venezuela gimen bajo el duro yugo de las más pesadas cadenas; parece es tiempo ya de que por el honor de la nación española, , por la salud de estas provincias y por el crédito y responsabilidad que en ellas tengo empeñadas, tome la pluma en el único y preciso momento que se me ha permitido para reclamar ante la superior judicatura del país estos sagrados e incontestables derechos.

Llenaría muchas páginas si fuese a ejecutarlo con la especificación de cuantos sucesos han ocurrido en esta ominosa época; así, sólo me contentaré con exponerlos breve y sucintamente, revestidos con los colores de la verdad y con la precisión que el asunto exige. Acababan la capital de Caracas y algunas ciudades y pueblos del interior de experimentar la terrible catástrofe del terremoto del 26 de marzo del año próximo pasado, que sepultó entre ruinas y escombros más de diez mil habitantes, cuando, agitada la provincia y aterrados sus vecinos de un temor pánico con las frecuentes convulsiones de la naturaleza, buscaban en los montes y los campos un asilo que, aunque les preservaba su existencia de igual ruina, la exponía a los ardientes calores del sol, a la intemperie y a todos los desastres que son consecuentes, presentando a la humanidad el cuadro más lúgubre y sensible, de que no hay memoria en los fastos del continente colombiano. En estos mismos críticos momentos se internó en el país la expedición procedente de Coro, y aprovechándose de imprevistas circunstancias logró penetrar hasta esa ciudad de Valencia. / Son demasiado notorios los acontecimientos de esta campaña, que omito analizar; pero sí diré que conociendo Caracas el peligro inminente que corría entonces su seguridad, por un movimiento y acuerdo general y espontáneo de todas sus autoridades, y nombrado generalísimo de sus tropas y revestido de todas las facultades supremas que ellas ejercían y depositaron en mis manos, las desempeñé, me parece, con el honor y celo que estaban a mis alcances, poniendo en acción todos los resortes de mi actividad para la consecución de un feliz éxito; pero, sin embargo, de los ventajosos repetidos sucesos que obtuvieron nuestras armas en el puerto de Guayca y pueblo de la Victoria, como por otra parte estaba persuadido del calamitoso estado a que se hallaban reducidas la capital y puerto de 12


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La Guaira por la falta de víveres y por la incursión que rápidamente y al mismo tiempo hacían los esclavos de los valles y costas de Barlovento, estimulados con la oferta de su libertad que les hicieron nuestros enemigos, habiendo ya comenzado a acometer en Guatire y otros parajes los más horrendos asesinatos, me hicieron conocer la necesidad absoluta en que me hallaba de adoptar una medida que, cubriendo mi honor y responsabilidad, atajando tantos males trascendentales aun a los mismos que los fomentaban, restituyese a estos pueblos el sosiego y la tranquilidad, repararse en algún modo los desastres del terremoto y, en fin, reconciliase a los americanos y europeos, para que en lo sucesivo formasen una sociedad, una sola familia y un solo interés, dando Caracas al resto del continente un ejemplo de sus miras políticas y de que prefería una honrosa reconciliación a los azarosos movimientos de una guerra civil y desoladora. / Tan saludable idea fue aprobada y aplaudida por todos los principales vecinos de aquella ciudad, consultada con los europeos más juiciosos y sensatos y afianzada en razones de tal conveniencia, que a primera vista eran demostrables. Bajo tales auspicios promoví las primeras negociaciones con el jefe de la expedición de S. M. C.; envié a este objeto emisarios con las instrucciones competentes, y después de un corto armisticio, de algunas contestaciones y de sesgar cuantos obstáculos pudieron oponerse, se celebró por fin con los rehenes correspondientes y con cuantos ritos y formalidades prescribe el derecho general de la guerra, el tratado de capitulación que se manifestó por mí en Caracas, y después se imprimió y circuló en toda la provincia. Poco antes escribí a Cumaná y a Margarita, les participé mi resolución y los preparé a ratificar aquel contrato, que, en efecto, por mi recomen-

dación y consejo sancionaron después ante los comisionados Jove y Ramírez. / En exacto cumplimiento de él se entregaron los pueblos al jefe español, deponen sus armas con prontitud y lealtad y se someten gustosos a un nuevo orden de cosas, que creyeron les produciría el sosiego y la tranquilidad; los más tímidos cobran vigor, y al leer la proclama del comandante general D. Domingo de Monteverde, de 3 de agosto, y la pastoral del M. R. Arzobispo, del 5, se apresuran todos a la regeneración del país y a una sólida pacificación, y nada falta para que la capitulación quede plena y satisfactoriamente cumplida por nuestra parte. ¡Con cuánto placer me lisonjeaba yo de haber llenado mis deberes con decoro e integridad, de haberme identificado con las benéficas intenciones de las Cortes generales de la nación española, de ver al jefe de la expedición fundar su allanamiento en la augusta mente de aquel gobierno legítimo y de observar a lo lejos un horizonte luminoso, cuyas luces vendrían al cabo a restablecer la paz y a unir recíprocamente los interés de ambos hemisferios! / Yo protesto a V. A. que jamás creí haber cumplido mis encargos con mayor satisfacción que cuando, en las desastrosas circunstancias que llevo referidas, ratifiqué con mi firma un tratado tan benéfico y análogo al bien general, estipulado con tanta solemnidad y sancionado con todos los requisitos que conoce el derecho de las gentes: tratado que iba a formar una época interesante en la historia venezolana: tratado que la Gran Bretaña vería igualmente con placer por las conveniencias que reportaba su aliada: tratado, en fin, que abriría a los españoles de ultramar un asilo seguro y permanente, aun cuando la lucha en que se hallan empeñados con la Francia terminase de cualquier modo. Tales fueron mis ideas, tales mis sentimientos y tales los firmes apoyos de esta pacificación que propuse, negocié y llevé a

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debido efecto. / Pero ¡cuál es mi sorpresa y admiración al haber visto que a los dos días de restablecido en Caracas el gobierno español, y en los mismos momentos en que se proclamaba la inviolabilidad de la capitulación, se procedía a su infracción, atropellándose y conduciéndose a las cárceles a varias personas arrestadas por arbitrariedad o por siniestros o torcidos fines! Estos primeros excesos, cometidos contra la seguridad común y contra el pacto celebrado, agitaron las pasiones de los que sólo buscaban un apoyo para desahogarlas; se multiplican las denunciaciones, se califican por delitos de Estado opiniones políticas sostenidas antes y olvidadas por virtud de aquel contrato; y, en fin, enlazándose crímenes, se abren las listas de una proscripción casi general, que redujo a luto, llanto y desolación a los infelices habitantes que, habiéndose librado de los estragos del terremoto, se entregaron con generosidad y confianza a las seguridades y garantías tantas veces ratificadas. / Para estos procedimientos se pretextan nuevas conspiraciones, proyectos de revolución, juntas subversivas, y se movieron cuantos resortes estaban al alcance de la malicia; los arrestos se repetían y cada día era marcado con la prisión de diferentes personas. Todas estas víctimas fueron conducidas al puerto de La Guaira: unos, montados en bestias de carga con albarda, atados de pies y manos; otros, arrastrados a pie, y todos amenazados, ultrajados y expuestos a las vejaciones de los que los escoltaban, privados hasta de ejercer en el tránsito las funciones de la naturaleza, presentaban a la faz de los espectadores el objeto más digno de compasión y de interés. / Yo vi entonces con espanto repetirse en Venezuela las mismas escenas de que mis ojos fueron testigos en la Francia: vi llegar a La Guaira recuas de hombres de los más ilustres y distinguidos estados, clases y condiciones,

tratados como unos facinerosos; los vi sepultar junto conmigo en aquellas horribles mazmorras; vi la venerable ancianidad, vi la tierna pubertad, al rico, al pobre, al menestral, en fin, al propio sacerdocio, reducidos a grillos y a cadenas y condenados a respirar un aire mefítico que, extinguiendo la luz artificial, inficionaba la sangre y preparaba a una muerte inevitable: yo vi, por último, sacrificados a esta crueldad ciudadanos distinguidos por su probidad y talento, y perecer casi repentinamente en aquellas mazmorras no sólo privados de los auxilios que la humanidad dicta para el alivio corporal, sino expirar en los brazos de sus socios, destituidos aun de los socorros espirituales que prescribe nuestra santa religión, hombres que estoy seguro hubieran perecido mil veces con las armas en la mano cuando capitularon generosamente antes que someterse a semejantes ultrajes y tratamientos. / En medio de este tropel de sucesos harto públicos, se promulga en Caracas la sabia y liberal Constitución que las Cortes generales sancionaron en los actos mismos en que se juraba en los altares ante el Ser Eterno su inviolable observancia, se ejecutan nuevas prisiones del mismo modo que las anteriores, se continúan incesantemente por muchos días, y se llenan de presos las bóvedas de La Guaira y las cárceles de Caracas hasta el extraordinario número de mil quinientas personas, según estoy informado. Tales reveses no se limitaron sólo a esta provincia; Cumaná, Barcelona y Margarita, bajo los auspicios de la capitulación y a la sombra de magistrados rectos e imparciales, gozaban de una paz profunda, de una calma imperturbable, y de todos los bienes y felicidades que les atrajo el exacto cumplimiento de la capitulación y de aquel solemne pacto. De repente, se les presenta un comisionado de la capital, y a despecho de los jefes de aquellos partidos y con vilipendio de la

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buena fe, son arrestadas, embarcadas con prisiones, y sepultadas en las bóvedas de La Guaira y Puerto Cabello infinitas personas de todas clases y jerarquías, sin perdonar las respetables canas de la edad octogenaria, ni el venerable carácter del sacerdocio. / Vea, pues, aquí V. A. bosquejado el triste cuadro que presenta toda Venezuela en el día, y prescindiendo de cuantos acontecimientos han sido consecuentes, y que por mi situación no han llegado a mi noticia, me ceñiré sólo a inquirir si el estado de desolación y de conflicto general, en que se hallan estos habitantes es, o puede ser conforme en lo más mínimo a las benéficas intenciones de la Península. ¿El interés de ella es por ventura sembrar entre la América y la metrópoli las ruinas de un odio eterno y de una perpetua irreconciliación? ¿Es acaso la destrucción de los naturales del país, de sus hogares, familias y propiedades? ¿Es, a lo menos, obligarlos a vivir encorvados bajo un yugo mucho más pesado que el que arrastraban en tiempo del favorito Godoy? ¿Es, por último, que esta augusta, esta santa Constitución sea sólo un lazo tendido para enredar en él a la buena fe y a la lealtad? / Lejos de nosotros unas hipótesis tan degradantes e indecorosas al carácter, crédito e intenciones de la España. La representación nacional, muy distante de aplicar estas máximas, ha manifestado sus ideas diametralmente opuestas a cuanto se está efectuando en Venezuela. Ella ha invitado con la paz a la América; y Caracas, después de haberla estipulado, es tratada por bárbaros en que no se respetaba el derecho de las gentes como una plaza tomada por asalto en aquellos tiempos. Ella manda sepultar en un perpetuo olvido cuanto hubiese sucedido indebidamente en las provincias disidentes; y a los venezolanos se les atropella,

arresta y enjuicia aún por opiniones meramente políticas, que ya estaban admitidas por bases de la nueva Constitución. Ella, en fin, toma un interés decidido por la reconciliación de la América, la llama, la convoca, la incorpora en la gran masa de la nación, la declara igual en derechos, en representación y en un todo a la Península, y le hace el bello presente de unas leyes constitutivas las más sabias y liberales que jamás adoptó la España; y Venezuela es declarada de hecho proscrita y condenada a una degradación civil y absoluta de estas inestimables prerrogativas; y lejos de disfrutar la igualdad que se le ofrece, es casi tenido por delito de Estado el haber nacido en este Continente. / La notoria autenticidad de estos hechos excluye toda prueba que los ratifique. No puede, pues, dudarse un momento que la capitulación ha sido pública y evidentemente violada: que ella debía ser observada con religiosidad por el interés de la España, por el bien del país, y en fuerza de la buena fe, su único garante: que aquel garante, en el concepto y opinión de todos los pueblos, en la inconcusa y no interrumpida práctica de todas las naciones civilizadas, y en la doctrina generalmente recibida de todos los pueblos clásicos, así extranjeros como regnícolas, es y debe ser válido, firme y subsistente. Que la Constitución que proscribe las cárceles insalubres y no ventiladas y toda especie de apremios, ha sido infringida en uno de sus principales fundamentos; que la suerte de tantos honrados ciudadanos que se ven hoy sepultados en bóvedas y oscuras mazmorras, no está de ningún modo asegurada, como debía estarlo en virtud de estos irrefutables documentos, sino que por el contrario se ve expuesta a todos los desastres que dictan las pasiones agitadas y tumultuarias; y por último, que el estado actual de estas provincias es la

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consecuencia inevitable de unos principios tan viciosos y opresores. /En tan críticas circunstancias, yo reclamo el imperio de la ley, invoco el juicio imparcial del mundo entero, un todo a la Península, y le hace el bello presente de unas leyes constitutivas las más sabias y liberales que jamás adoptó la España; y Venezuela es declarada de hecho proscrita y condenada a una degradación civil y absoluta de estas inestimables prerrogativas; y lejos de disfrutar la igualdad que se le ofrece, es casi tenido por delito de Estado el haber nacido en este Continente. / La notoria autenticidad de estos hechos excluye toda prueba que los ratifique. No puede, pues, dudarse un momento que la capitulación ha sido pública y evidentemente violada: que ella debía ser observada con religiosidad por el interés de la España, por el bien del país, y en fuerza de la buena fe, su único garante: que aquel garante, en el concepto y opinión de todos los pueblos, en la inconcusa y no interrumpida práctica de todas las naciones civilizadas, y en la doctrina generalmente recibida de todos los pueblos clásicos, así extranjeros como regnícolas, es y debe ser válido, firme y subsistente. Que la Constitución que proscribe las cárceles insalubres y no ventiladas y toda especie de apremios, ha sido infringida en uno de sus principales fundamentos; que la suerte de tantos honrados ciudadanos que se ven hoy sepultados en bóvedas y oscuras mazmorras, no está d e ningún modo asegurada, como debía estarlo en virtud de estos irrefutables documentos, sino que por el contrario se ve expuesta a todos los desastres que dictan las pasiones agitadas y tumultuarias; y por último, que el estado actual de estas provincias es la consecuencia inevitable de unos principios tan viciosos y opresores. / En tan críticas circunstancias, yo reclamo el imperio de la ley,

invoco el juicio imparcial del mundo entero, y sobre todo me acojo respetuosamente a la autoridad de V. A., en cuyas manos reside exclusiva y constitucionalmente el superior poder judicial de este distrito, que es el órgano de las leyes y el instrumento de su aplicación: a V. A., repito, dirijo mis clamores por la primera vez en defensa de los habitantes de Venezuela, que no hayan dado motivo posterior a la capitulación para que se les trate como criminales. Así lo exige la rigurosa justicia, mi propio honor, comprometido altamente para con ellos en favor de su seguridad y libertad: lo enseña la sabia política, lo prescribe la sana moral y lo dicta la razón. De otra suerte aparecería yo el ente más despreciable a la vista de todo el universo que, juzgando imparcialmente de estas materias, me creería indigno de toda consideración por haber prestado una tácita deferencia a las repetidas infracciones que se han cometido y se están cometiendo, no sólo del solemne tratado celebrado entre mi y el comandante general de las tropas españolas, sino, lo que es más, de las leyes o decretos de las Cortes generales de la nación, de 15 de octubre y 30 de noviembre de 1810, ya citados, y de la Constitución publicada, jurada, circulada y mandada observar en estas provincias, que por sí sola me autoriza para reclamar su inviolable cumplimiento. / Con este objeto, pues, me presento a mi nombre y el de todos los habitantes de Venezuela por la vía que me permite mi situación oprimida, y en la forma que mejor haya lugar en derecho, haciendo la más vigorosa reclamación sobre las indicadas infracciones, y protestando cuanto de protestar sea, como y contra quien corresponda, todos los daños, perjuicios, atrasos y menoscabos que se han seguido y siguieren a cada uno de los presos en particular, y a todos en general, y elevar mis

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quejas hasta el trono augusto de la nación, a donde, si fuere necesario, pasaré yo mismo en persona a vindicar los ultrajes y agravios que hemos recibido. Suplico a V. A. se sirva, en mérito de lo expuesto y en uso de sus superiores facultades, mandar que se ponga en libertad inmediatamente a todos los que se hallan en prisión con este motivo, sin haberlo dado posteriormente a la capitulación celebrada por mí y por el comandante general de las tropas españolas, declarando que no ha habido causa para semejante procedimiento, y que en lo sucesivo no puedan ser molestados, ni perturbados en el goce de los derechos que respectivamente les concede la Constitución y disponiendo se me comuniquen las resultas de esta reclamación para mi conocimiento y a los demás fines necesarios; y si por las circunstancias en que quizá podrán estar las cosas pareciese indispensable que afiancemos nuestra seguridad y conducta mientras varían, yo desde luego ofrezco dar a V. A. las cauciones que se pidan por mí, y por todos aquellos infelices que por sí no tengan quien los garantice. De esta suerte, creo, se cumple con la ley, se precaven los riesgos, se reparan en parte los males y perjuicios recibidos, se protege la inocencia, se castiga la culpa, y sobre todo, dará V. A. a los pueblos de Venezuela y al mundo entero un público testimonio de su imparcialidad y del carácter con que se halla revestida. Bóvedas del Castillo de Puerto Cabello.

Cabello, a 8 de marzo de 1813. M. P. S. FRANCISCO DE MIRANDA". El Memorial, sin duda, es un documento en el que el Generalísimo a pesar de las circunstancias precisa sus verdades, en el que no claudica a sus convicciones políticas, reflexiona y exige, uno que demuestra la verdadera estatura moral del personaje. De nada valió el sustanciado exhorto del Generalísimo a la Audiencia de Caracas, instándole al cumplimiento de los términos de la capitulación celebrada, pues Domingo Monteverde ya tenía las cosas bien decididas: expulsarlo del país. Miranda nunca más conocerá la libertad, tampoco verá de nuevo la tierra cuya independencia siempre añoró. El destino también tenía bien decidido las cosas: su muerte en La Carraca, el 14 de junio de mil ochocientos dieciséis.

BIBLIOGRAFÍA: MEZA DORTA, Giovanni (2007). ―Miranda y Bolívar. Dos visiones‖. Caracas, Comala.com. MIRANDA, Francisco De (1977). ―Diario de viajes y escritos políticos‖. Madrid, Editora Nacional. O‘LEARY, Simón B. (1881). ―Memorias del General O‘Leary‖. Caracas, Imprenta de la ―Gaceta Oficial‖. Tomo XIII ROBERTSON, William Spence (2006). ―La Vida de Miranda‖. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Colección Bicentenaria de la Independencia. SABATINO PIZZOLANTE, José Alfredo (2006). ―Las Aventuras y Sufrimientos de Moses Smith‖, Corporación ASM, C.A. SABATINO PIZZOLANTE, José Alfredo (2010). ―Visiones del Viejo Puerto‖, Corporación ASM, C.A.

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Bicentenario del fallecimiento del Generalísimo BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

LA CAÍDA DE PUERTO CABELLO, LOS SEIS DÍAS QUE CAMBIARON EL RUMBO DE LA PRIMERA REPÚBLICA Y EL OCASO DE FRANCISCO DE MIRANDA Elvis López Politólogo, egresado de la Universidad de los Andes (Mérida, Venezuela). Docente Instructor Adscrito al Departamento de Turismo del Instituto Tecnológico de Puerto Cabello. E-mail. Elopez-_77@hotmail.com. Los textos transcritos (―‖) conservan su ortografía original.

Prefacio En el año 1812, bajo el mando de Simón Bolívar, se pierde la Plaza de Puerto Cabello afecta a las reformas hechas el 19 de abril de 1810 en Caracas, con la instalación de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII. Su lealtad, mereció al siguiente año (1811) el título de ciudad, y tenidos sus vecinos como dignos sostenedores de la emancipación de Venezuela. Sin embargo, se desborona en seis días, ante un puñado de hombres confinados en una fortaleza.

De ahí, la brillante carrera de Francisco de Miranda llegaría a su ocaso. El fracaso de la ―Primera República‖ recayó en sus hombros, después de haber capitulado a Domingo de Monteverde en San Mateo, el 25 de julio 1812. Cuestionado por ésta decisión y acusado de traidor; fue arrestado por sus compañeros de armas al mando de Bolívar, Miguel Peña y José María de las Casas, y entregado a los españoles, sufriendo penalidades hasta el término de su vida, irónicamente en España, en el arsenal de La Carraca de Cádiz el 14 de julio de 1816. El 8 de marzo de 1813, preso en las bóvedas del castillo de San Felipe en Puerto Cabello,

Francisco de Miranda rompe su silencio, escribiendo a la Real Audiencia de Caracas, un memorial, donde justifica sus actos durante la guerra, y exige el cumplimiento de los términos de la Capitulación acordada con Monteverde. Tal testimonio de Miranda, pone de manifiesto, el contexto de los primeros años de la guerra por la independencia en Venezuela, y las motivaciones que privaron en su conciencia para rendir las armas a su adversario. En su escrito, aún con la afrenta de la derrota, no menciona las causas de la pérdida de Puerto Cabello, de eso se encargará, Simón Bolívar en sus oficios a Miranda y la historia. Puerto Cabello en los albores de la Independencia

El encargado de informar a Puerto Cabello lo ocurrido en Caracas el 19 de abril de 1810, fue Don Pablo de Arambarri. El 21 de ese mes, corrida la noticia, la población se agito. Un grupo de personas liderada por el español José Basora, se apoderó de un bergantín anclado en el puerto, poniéndolo a disposición del nuevo gobierno. El 24 la Diputación se reunió con sus vecinos, pronunciándose a favor de la Junta Suprema 18


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Conservadora de los Derechos de Fernando XVII. Este organismo, estuvo representado por los notable ciudadanos Don Matías de Letamendi Jefe Superior Político y Militar de la Plaza, Don Pedro Antonio Lacava, Don Joaquín Celestino Mendiri y Juan de Tiscar, Comandante General del Apostadero de Marina. Las manifestaciones de apoyo de Puerto Cabello, le dio mérito para contarse entre los pueblos visitados por emisarios de la Junta. La Gaceta de Caracas (2 de junio 1810) hace alusión a éste hecho: ―La Suprema Junta consideró hacer pública manifestación de su particular consideración hacia algunos pueblos que por su impulso maravilloso del patriotismo previnieron sus oficiales anticipándose en su honor y la fidelidad a la invitación de la Suprema Junta‖. En éste carácter llegaron a Puerto Cabello, Don Vicente Galguera, y Don Luis López Méndez, donde fueron recibidos con muestras de júbilo y como prueba de cordial afecto, la artillería de la Plaza y buque de la Marina Real dispararon salvas de artillería. Además el comercio, en gratitud y compromiso le obsequio un banquete. Proclamada la independencia absoluta el 5 de julio de 1811, Puerto Cabello fue la primera Diputación en reconocerla, en Cabildo extraordinario, el 9 julio de 1811, con asistencia de los señores Don Manuel Ruíz de Carcaga, Coronel de los Reales Ejércitos, Comandante Político y Militar de la Plaza, los Alcalde ordinarios de primera y segunda Don Pedro de Herrera y Don Lázaro Arreche, los Regidores Don Gabriel Salom, Don Rafael Hermoso, Don José de Ornellas, Don Domingo Taborda, Fiel Ejecutor, y Don José Francisco Arraiz, con asistencia del Síndico Procurador General Don Bruno Perdomo. El 6 de agosto el Poder Ejecutivo de los Estados Unidos de Venezuela, otorga el título de

ciudad a Puerto Cabello. Un logro político, en respuesta a Valencia, partidaria de la corona española y alzada desde marzo de ese año, porque no compartía la independencia absoluta de Venezuela. Simón Bolívar a cargo de la Jefatura de Puerto Cabello Los realistas de Valencia se levantaron en armas contra la Independencia, en julio de 1811, Miranda es el encargado de revertir la protesta, y ocupa la ciudad luego de varios combates, contando con el apoyo, en recursos, logística y tropas, venidas desde Puerto Cabello. En marzo de 1812, El Generalísimo es nombrado por el Poder Ejecutivo Federal, General en Jefe de Tierra y Mar de la Confederación de Venezuela, designando, desde Valencia, a Bolívar como jefe de Puerto Cabello. El 4 de mayo de 1812 El Cabildo de Puerto Cabello presidido por José Domingo Gonell, recibió como Comandante Político y Militar, al coronel Simón Bolívar, mientras Domingo de Monteverde abruptamente invade a Coro y con celeridad avanza hasta tomar a Valencia. Mientras Puerto Cabello queda a la expectativa, ante la cercanía del enemigo, prácticamente aislada. Durante este tiempo, el corazón político y militar de Puerto Cabello está agitado. El mando otorgado a Bolívar ocasionó malestar en algunos de los miembros más notables de la ciudad. Carraciolo Parra comenta: ―En el mes de abril Manuel Moreno de Mendoza había renunciado a la comandancia de la fortaleza, Francisco Paúl recomendó a Miranda que nombrase a Nicolás Ascanio, porque desempeñaría el puesto a cabalidad. Cuando Miranda designó a Bolívar mandaba el coronel Manuel Ayala, tal vez interinamente. Ocurriéndose indicios de discordia y anarquía, debido a los manejos del Comandante de Artillería Domingo Taborda‖. Pero la 19


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discordia surgida entre Domingo Taborda y Bolívar, de acuerdo a Tomás Pérez Tenreiro 1812, se debió ―al manejo que este último hizo en abrir el puerto y reavivando la plaza para aprovisionarla‖. Esta decisión del futuro Libertador, en tan apremiante asedio de los realistas, pudo ser vista como un error por parte de un militar de mayor experiencia como lo era Taborda. Éste se insubordinó al mando de Bolívar, costándole su detención y prisión en la Guaira. Se evidencia, en las cartas cruzadas, entre los jefes de la causa liderada por Francisco de Miranda, la falta de víveres en la Plaza de Puerto Cabello y la diligencia para proveerla. Las que tenían, estaban por seguridad en el castillo de San Felipe y El Vigía, con capacidad para tres meses, de acuerdo al parte de Bolívar a Miranda, explicando ―haber acopiado el Castillo de víveres para subvenir a la manutención de trescientos hombre para tres meses en caso de ser sitiada‖. En junio era insostenible la plaza a falta de insumos y la guerra, tomaba cuerpo. El 27 Simón Bolívar trató asunto de los bodegueros y pulperos ante el Cabildo. El 29 convocó a los vecinos a un Cabildo extraordinario, fijado en carteles públicos para la concurrencia. El acta de esa reunión estuvo guardada en los Archivos de la Municipalidad, a los cuales tuvo acceso Daniel Antonio Chambon (1883) con motivo del Centenario del Libertador. En ella, expone Bolívar a las autoridades municipales la situación de apremio por: ―Escases de víveres que padece el pueblo, tener cortada los enemigos la comunicación interior, y ser pocas las provisiones marítimas‖. El Cabildo del 29 de junio 1812 encabezado por Bolívar y con presencia de las autoridades municipales, José Domingo Gonell y Carlos de

Areste y Reina, Alcaldes Ordinarios, Pedro Rodríguez de Argumedo Ministro Contador de la Hacienda Nacional, Regidores José de Landa, Simón Luyando, Rafael Martínez y Bernardo Burgos, general Gabriel Salom Síndico Procurador, toma como medidas: ―Retirar las mujeres, ancianos, niños e inválidos como inútiles para la guerra, recaudar todos los frutos que se hallan en las haciendas de la jurisdicción y almacenes del comercio, hacer una recolección del ganado vacuno, lanar cabrío y cerdo, la venta del pan a cargo de la municipalidad y pedirle al Comandante de Marina ejercite en la pesca el mayor número de hombres con el objeto de que se haya más abasto‖. Bolívar allí expresa ―con el fin de que sea menos el consumo de los mantenimientos en la presente crisis; porque continuando o excediendo la misma escases, deben temerse sus fatales consecuencias, nada favorable a la patria y aun transcendental a la confederación, no obstante el entusiasmo de los habitantes y de hallarnos en una plaza fuerte que sería ventajosa al enemigo si lograse rendirla, por nuestra desgracia: que le hacía presente lo referido para que reflexionasen, discutiesen o propusiesen las medidas más a propósito que estimasen a facilitar las provisiones de víveres necesarias, o precaver o de llevarse a efecto la emigración de las personas‖. Sin embargo, el acta del Cabildo a la que se ha hecho referencia, no contiene las firmas de sus miembros, supone Daniel Antonio Chambon (1883), que seguramente el alzamiento del castillo, afectó el término del mismo. En éste caso, existe incongruencia entre el parte enviado por Bolívar a Miranda el 12 de julio 1812, donde asegura que el alzamiento se inició el 30 de junio. Pero, justamente el 29 junio, Bolívar insta a los rebeldes del castillo a cesar sus hostilidades, solicitud que fue negada, según consta en las actas del Cabildo porteño copiadas por Chambon. José Nucete Sardi, comenta: ―El Coronel Simón 20


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Bolívar, anda por la ciudad; se intenta hacerlo preso en el Cabildo y si es necesario matarlo, pero el sagaz coronel no asistió a la sesión. Fracasa el proyecto de tomar la plaza sin disparar un tiro y el fuerte se pronuncia por el rey‖. Esta afirmación, explicaría lo expuesto por Chambon, respecto a las firmas del acta del 29 de junio, porque según, a las afueras del Cabildo se encontraba la gente en tumultos y algarabías, gritando consignas en contra del futuro Libertador. A la luz de los eventos desarrollados ese día, Bolívar no informa a Miranda; se contradice respecto a las horas y fecha del alzamiento ―Ahora que son las tres de la mañana os repito cómo un oficial indigno de serlo con la guarnición y los presos se han sublevado en el Castillo de San Felipe, y han roto un fuego desde la una de la tarde sobre esta plaza: Honorable Generalísimo. Puerto Cabello, 30 de junio de 1812. —Simón Bolívar‖.

Bolívar en su informe, defiende al Coronel Aymerich, quien estaba a cargo del castillo, antes de sublevarse, por considerarle ―de honor e inteligencia, es tan prolijo en el cumplimiento de sus deberes, que es dudoso se halle otro alguno tan capaz de gobernar el castillo de San Felipe con el celo y vigilancia que él‖. Seguidamente acusa de cooperar con el enemigo a Francisco Fernández Vinony oficial destacado allí, y que era el subteniente del batallón de milicias de Aragua. Agregando también ―éste oficial, indigno de serlo, es un hombre de una conducta detestable, sin honor y sin talento. Yo ignoraba todo esto. Aymerich que vivía con él, es inculpable‖. Ciertamente Vinony cooperó con el alzamiento, pero quien se dirige a Bolívar desde el castillo es Antonio Guzmán, que por ironías, años más tarde, su hijo Antonio Locadio, servirá como secretario político al mismo Simón Bolívar, y su nieto Antonio Guzmán Blanco, será en el futuro presidente de Venezuela.

El Alzamiento en el Castillo de San Felipe Ramón Díaz Sánchez en su obra ―Guzmán Elipse de una Ambición de Poder‖ (1975; 529) se refiere a los seis días de defensa de Puerto Cabello, ―el Coronel Simón Bolívar lucha desesperadamente por reconquistar la plaza. Sombras y sangre llenan la cuna de la patria recién nacida‖. De acuerdo a la información provista a Francisco de Miranda por Simón Bolívar el 12 de julio de 1812, éste último tuvo noticias de lo que ocurría en el castillo de San Felipe, el 30 de junio, por información del Teniente Coronel Miguel Carabaño. Además, agrega, que antes de comenzar el ataque a la Plaza, se había presentado en su casa el Comandante del castillo Coronel Ramón Aymerich, a quien interrogó respecto a lo que sucedía, pero éste respondió ignorar.

Guzmán a título de sargento, estaba preso en el castillo desde julio de 1810 por conspirar contra la Junta Suprema. Escribirá el 29 en estos términos, a la solicitud de rendición enviada por Bolívar ese mismo día, en manos de Don Pedro de Herrera: ―El Castillo de San Felipe de Puerto Cabello, no pertenece hoy, ni pertenecerá jamás, sino a su legítimo soberano el señor Don Fernando VII que dios guarde. Antonio Guzmán, Gobernador y Comandante en Jefe del Castillo‖. Los involucrados en la traición Extrañamente, Bolívar, no menciona a Guzmán en su informe a Francisco de Miranda; compromete además de Vinony a Rafael Hermoso, Domingo Taborda, y el Teniente Coronel Faustino Garcés. Pero participaron en el motín, Francisco Azmendi, José García Peña, Jacinto Iztueta, Sánchez Inchauspe, Juan Antonio 21


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Baquero, Alarcón, Clemente Britapaja, entre otros. Gual explica que Miranda al abrir campaña lo primero que pensó fue en asegurar la plaza de Puerto Cabello, previendo a su comandante que no mantuviese a tantos prisioneros de Estado juntos en la fortaleza. Comenta Indalecio Liévano Aguirre (1988; 117-118) ―en el castillo de San Felipe permanecían encarcelados numerosos prisioneros españoles, detenidos durante la insurrección de Valencia, quienes, a pesar de los esfuerzos de sus guardianes, tenían activa comunicación con el exterior, porque las gentes de los alrededores de la plaza eran decididas partidarias la causa realista. Este ambiente de hostilidad hacia los republicanos, advertido fácilmente desde los primeros momentos por el nuevo comandante, le indujo a asumir una actitud de radical severidad con sus habitantes, que no tardo en Sin embargo, en el informe de Bolívar respecto al alzamiento de Puerto Cabello, aflora un elemento social, donde menciona al Jefe de la Vigía del Solano, el teniente Coronel Faustino Garcés, de origen pardo, dirá al respecto ―que mandó al Capitán Montilla a relevar, pero luego de haber tenido una conferencia con Garcés, lo devolví a su destino, por haberlos hallado en mi concepto inocente, y más que todo, porque su popularidad y gran crédito entre la clase de pardos, lo hacían temible si se le hacía el ultraje de quitarle el mando y desconfiar de él como sospechoso; y en este caso no me quedaba recurso alguno para sostener la plaza, pues los únicos que la defendían eran pardos‖. El predominio de la población parda en Puerto Cabello, fue un factor social que jugó un papel importante en las partes del conflicto. Francisco Fernández Vinony, exige a Simón

Bolívar el 30 de junio, algunas condiciones, una de ellas ―el cargo provisional de la Plaza para Garcés‖. Este personaje posteriormente prestará servicio a los realistas. Pero en 1812 era el jefe militar de los pardos en la ciudad, sostenía una buena relación con los que se llamaban patriotas. Años más tarde en 1823, caerá su cuerpo por las armas republicanas en la iglesia del Rosario. En cuanto a Taborda, el problema sobrevenido con Bolívar, lo puso en una posición de resentimiento personal. Cuando ocurre el alzamiento del castillo, es parte de los prisioneros, pero por razones distintas al resto de los presidiarios. Según el informe de Simón Bolívar, Fernández Vinony pidió la jefatura de la Plaza para Taborda, una vez fuera trasladado en bote desde el castillo. Sorprende tal demanda, porque días antes, el 25 de junio Manuel María de las Casas escribió a Miranda ―Dos representaciones de la Municipalidad y Sociedad patriótica de Puerto Cabello solicitan el indulto de Taborda. Yo no desconozco el crimen de este hombre atolondrado; pero interesándome en su favor no recomendaré a Vd. Otra consideración que la del partido que tiene en un pueblo decidido a morir por nuestro sistema, y lo crítico de las circunstancias‖. Después de la pérdida de Puerto Cabello, Taborda continúo detenido, lo que no deja claro su mención en el alzamiento. Pero estando en la prisión de la Guaira, escribe a Miranda el 14 de julio de 1812, recriminando a Bolívar por el poco tiempo que dio para buscar sus pertenencias, y los temores que tuvo de saqueo a su hogar, como represarías de sus enemigos. Las fechas a la que alude Taborda en su carta a Miranda, no están claras en cuanto a lo sucedido. La traición de Rafael Hermoso, genera polémica, al no haber sido su actuación, a título 22


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personal en contra de Bolívar. Importante vecino de Puerto Cabello, en sus labores siempre fiel a la libertad. Su nombre es público desde 1783 cuando integró el padrón de electores, adjunto a la solicitud que hacen los vecinos de Puerto Cabello a la corte de España para crear la Diputación porteña. Se verificara devoto en las actas del Cabildo porteño en las reformas de 1810-1811. Bolívar declara respecto a Hermoso ser un ―oficial de Contaduría, que la noche anterior del alzamiento había desertado de la plaza, y fue a llevar al enemigo la noticia del suceso del castillo. Seduciendo al Capitán Camejo que se hallaba a la cabeza de 120 hombres en el destacamento del puente del Muerto, se pasó con toda su tropa y oficiales en este día a Valencia‖. José Nucete Sardi (1971; 267) comenta que ―Rafael Hermoso había hecho guardias en clase de paisano en el castillo, siendo el cabecilla de la conspiración contra Bolívar en la Plaza; al fracasar el intento de apresarlo en el Cabildo, y posteriormente asesinarlo, prosiguió con el motín previsto antes, en mutuo acuerdo con el custodia de turno de ese día, Francisco Fernández Vinony‖. Se encuentra irrisoria la participación de Hermoso, pues como funcionario de la Real Hacienda de Puerto Cabello, había contribuido ―a favor de la justa causa del gobierno de Venezuela y su feliz permanencia, por el tiempo necesario a mantener una fuerza armada para oponer a los insultos y ataque de sus contrarios, en especial de las Provincias del Departamento Guayana, Coro, y Maracaibo‖, tal como aparece en la Gaceta de Caracas 5 de marzo 1811. Don Juan Jacinto Ystueta, simpatizó con las reformas del 19 de abril. En la Gaceta de Caracas

26 de marzo de 1811 aparece en la Lista de los Comerciantes, Mercaderes y Bodegueros, registrados voluntariamente en el Tribunal Consular a donar a favor del Estado para los gastos de la guerra con los rebeldes corianos. Pero el 11 de julio una facción de Valencia se reveló en contra de la independencia absoluta, porque circuló el rumor de la abolición del catolicismo como religión. Según Magallanes (1990; 203) ―Los manifestantes llevaban al cuello escapularios con la imagen de Nuestra Señora del Socorro y reconocían como directores del movimiento Jacinto Ystueta, Clemente Britapaja, Juan Antonio Baquero entre otros‖. Al ser derrotados por Francisco de Miranda, los cabecillas fueron a parar así al castillo de San Felipe, donde luego se amotinarían en 1812. Ystueta, en 1823 se revindica con la causa que un día abrazó, colaborando con Páez en el asalto a la Plaza de Puerto Cabello, y en 1826 es electo miembro del Cabildo porteño, tal vez olvidada su traición. La Caída de Puerto Cabello El bombardeo del fuerte San Felipe a la ciudad, causó pánico en la muchedumbre de Puerto Cabello. La barbarie de la guerra irrumpe sin contemplación, causando dolor. Bolívar detalla a Miranda, un escenario cruento; donde se abrió fuego desmedido, sin precedentes contra los muros de la ciudad. El ataque inglés de 1743, se limitó a las fortificaciones militares, éste fue vil, según se refiere: ―las descargas de artillería y fusilería contra la ciudad, del modo más terrible y mortífero, causando tantos estragos en las casas y habitantes, que arrebatados éstos de un terror pánico, hombres, mujeres, niños y ancianos, empezaron a abandonar sus hogares, y fueron a refugiarse a los campos distantes (…) del bergantín Argos lograron acertarle una bala roja que incendiándolo lo voló y convirtió en cenizas, 23


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produciendo un temblor tan universal en la ciudad, que rompió la mayor parte de los cerrojos de las puertas de las casas, y rindió muchas de ellas‖. Bolívar, procuró sostener la República, pero tal esperanza se desvaneció en seis días. Desde su arribo a Puerto Cabello lo acompañó un ambiente hostil. Asumió la jefatura política y militar extraño a todos. En ese trágico momento hallará ante su mirada sólo desagracia, en un lugar tórrido. Expresa sus empeño por resistir hasta el último momento, pero no consiguió apoyo ―rogué a los párrocos exhortasen a sus feligreses para que viniesen al socorro de la patria; más todo inútilmente, porque desde el venerable P. Vicario hasta el más humilde esclavo, todos la abandonaron, y olvidándose de sus sagrados deberes, dejaron aquella ciudad casi en manos de sus enemigos‖.

verá Ud. Arbolado el pabellón del Señor Don Fernando VII: quedo persuadido que Ud. Se agregará a este partido, para lo cual arbolará el mismo pabellón, y de no me contestará lo mismo. — Dios guarde á Ud. Ms. As. Plaza interina de Puerto Cabello, 5 de julio de 1812‖. Perdida la Plaza, Bolívar opta salvarse con su comitiva. En fin, mi general, expresa a Miranda ―yo me embarqué con mi plana mayor a las nueve de la mañana abandonado de todo el mundo (...) En cuanto a mí, yo he cumplido con mi deber; y aunque he perdido la plaza de Puerto Cabello, yo soy inculpable, y he salvado mi honor. ¡Ojalá no hubiese salvado mi vida, y la hubiera dejado bajo los escombros de una ciudad que debió ser el último asilo de la libertad y la gloria de Venezuela! Simón Bolívar Caracas, 14 de julio de 1812‖.

El ocaso de Miranda La situación de apremio llevó a las autoridades, encabezadas por el alcalde de la 1 elección José Domingo Gonell y algunos regidores, a pedirle a Bolívar capitular a favor del enemigo, oficiando ―Conviene a la felicidad de esta ciudad y a nuestro propio honor‖. Éste se negó, haciéndoles saber ―primero sería reducida la ciudad a cenizas, que tomar partido tan ignominioso‖. El regidor Rafael Martínez a cargo de la municipalidad rindió la Plaza Fuerte, notificando al Jefe del Vigía: ―Habiendo tenido en consideración la situación de nuestra plaza, la de haberse separado de ellas las autoridades que en ella se hallaban, como haberse ido al punto del Trincherón, y dejar esta plaza expuesta a perecer sus habitantes, como es probable, en esta consideración se ha capitulado, este pueblo interior, entre varios vecinos de él, con las condiciones de no padecer en esos alguna ni sus personas, intereses, ni empleos: en esta virtud,

Aquellos momentos de gloria de Francisco de Miranda llegarían a su final con la caída de Puerto Cabello. Delpech refiere que la perdida de esta Plaza ―fue la que ocasiono todos los males, llevó a colmo el desaliento, el desorden, la confusión, al mismo tiempo que casi decupló la audacia y el partido de los enemigos, que en ese momento estaban sin ninguna especie de municiones y habían determinado retirarse dentro de dos días. Apenas esta importante plaza les fue entregada, con los inmensos almacenes y municiones de guerra que ella guardaba, un enjambre de navíos, enemigos llegaron allí con tropas, emigrados, opositores del régimen de Venezuela‖. El Generalísimo teniendo en cuenta la pérdida de Puerto Cabello, el 5 de julio 1812, cuando se festejaba un año de la independencia, no desmayo 24


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desmayo en su lucha, capituló a Monteverde el 25 de junio de 1812, por razones que expone en su memorial 8 de marzo de 1813 ―reconciliase a los americanos y europeos, para que en lo sucesivo formasen una sociedad, una sola familia y un solo interés, dando Caracas al resto del continente un ejemplo de sus miras políticas y de que prefería una honrosa reconciliación a los azarosos movimientos de una guerra civil y desoladora‖. Pero Monteverde falto a su palabra, desconoció el arreglo, y radicalizó la guerra, mientras Miranda sufrió las penalidades a causa de sus propios compañeros de armas, Bolívar, Miguel Peña y José María de las Casas; fue detenido el 31 de julio en el Puerto de La Guaria y entregado a las autoridades españolas. Bolívar por su parte, justificó en un principio sus actos de antipatía contra Miranda; con el tiempo lo reivindicó, atribuyó al clero la rebelión de Puerto Cabello, aun así, jamás se libró de culpa por aquellos oscuros hechos, que mancharon su nombre para la posteridad. Preso Miranda en la Guaira, inspiraba temor a Monteverde, por eso pidió a las autoridades españolas sacarlo de Venezuela. Pero en los primeros días del año 1813 es confinado al castillo de San Felipe en Puerto Cabello, donde permanecerá hasta su salida definitiva del territorio de Venezuela. Miranda junto a otros desposeídos, soportará las tribulaciones durante su encierro, en los calabozos de La Guaira y Puerto Cabello. El testimonio Delpech 1812, citado por Carraciolo Parra (1992; 440) expresa la circunstancia de aquel momento, según los presos se encontraban: ―Vilipendiados, maltratados, sin distinción de edad, de calidad, de sexo. Se han contado más de ochocientos

individuos amontonados en los horribles, muriendo de miseria, de hambre, de emanaciones mefíticas, con un pie de agua en la prisión, amarrados dos a dos con un negro, para satúralos con los beneficios de la igualdad‖. El Comisionado por la Regencia Don Pedro Urquimaona y Pardo (1820; 300), también se refiere a la prisión del Generalísimo en la prisión de Puerto Cabello, asegurando que ―Miranda, no tardó en ver su propio calabozo lleno de otras infelices víctimas de todas edades y clases sin distinción alguna, afectando los españoles hacerlos así como en escarnio de la libertad e igualdad proclamadas por los patriotas‖. La oscura prisión de Miranda fue interrumpida el 8 de marzo de 1813, cuando Don José Francisco Velasco, Comisionado General de la Audiencia visitó a los presos del Castillo de San Felipe. Ese día el Generalísimo recibe una autorización para escribir a la Real Audiencia de Caracas, dejando para la historia el memorial, donde justifica sus actos como autoridad suprema de Venezuela, y como parte de la Capitulación acordada con Domingo de Monteverde, en julio de 1812. Después de escribir al más alto tribunal de Venezuela, algunas noticias de Miranda florecen de su duro encierro en Puerto Cabello. Quebrantado de salud, le quitaron los hierros de los pies, así lo hizo saber John Hogson Gobernador de Curazao el 12 de mayo 1813 a Lord Bathurst en una de sus comunicaciones, advirtiendo ―la situación del prisionero había mejorado‖, pues le habían quitados los grillos. Ese mismo mes fue trasladado de esta prisión a la del Morro de Puerto Rico. Miranda fue conducido a su destierro definitivo en una embarcación anónima. Se llevó en su recuerdo, 25


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el estrepitoso mar de Puerto Cabello, como último rincón patrio donde permaneció. Tal vez lejos, cuando ya perdía la mirada en el horizonte porteño, sintió amargura, porque los muros de la ciudad, resultaron más tenaces que su ímpetu libertario; crepúsculo inmerecido para su gallardía. Dos años después, lejos de su patria falleció en el arsenal de La Carraca, Cádiz, España.

Quienes protagonizaron la rebelión en ésta Plaza, contaban con estatus político, militar y económico. Las circunstancias marcadas por la guerra, han de condicionar su actuación, como una forma por asegurar su poder hegemónico local.

Aspectos finales La caída de Puerto Cabello en 1812, constituye un clásico en la historia política de Venezuela. De aquellos momentos, algunos aspectos deben ser revisados bajo una nueva óptica; el papel de los actores involucrados y sus relaciones de poder en un contexto general del conflicto. Limitar esos hechos al motín del San Felipe, ha sido un sesgo de algunos autores. Tampoco puede verse la traición como un hecho exclusivo contra la República.

BIBLIOGRAFIA: Díaz Sánchez, Ramón (1975).Guzmán Elipse de una Ambición de Poder. Madrid. Editorial Mediterráneo. Chambon, Daniel Antonio (1883). Ofrenda que el Concejo Municipal del Distrito Puerto Cabello Otorga al Libertador Simón Bolívar en el Centenario de su Nacimiento. Valencia. Imprenta de Ramón Escobar. Gaceta de Caracas, Tomo II (1811-1812). Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. 1983. Liévano Aguirre Indalecio (1988). Bolívar. Caracas. Ediciones de la Presidencia de la República. Magallanes, Vicente (1990). Historia Política de Venezuela. Caracas. Editorial la Biblioteca. Memorias del General O‘Leary. Cartas del Libertador. 1824. Volumen XII. Nucete Sardi, José (1971). Aventura y Tragedia de Don Francisco de Miranda. Barcelona. Editorial Plaza Janes. Parra Pérez, Carraciolo (1992). Historia de la Primera República de Venezuela. Caracas. Biblioteca Ayacucho. Pedro Urquinaona y Pardo (1820). ―Relación Documentada del Origen y Progresos del Trastorno de las Provincias de Venezuela hasta la Exoneración del Capitán General Don Domingo Monteverde, hecha en el mes de Diciembre de 1813 por la guarnición de la Plaza de Puerto Cabello‖.

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Bicentenario del fallecimiento del Generalísimo BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

LA VALENCIA CATÓLICA Y LA EMANCIPACIÓN ENTRE EL DESCONCIERTO: FIDELIDAD O LIBERTAD Pbro. Luis Manuel Díaz. Director del Archivo Histórico Arquidiocesano ―Mons. Gregorio Adam‖. Individuo en Número de la Academia de Historia del Estado Carabobo, sillón ―N‖. E-mail. padreluismanueldiaz@yahoo.com. Los textos transcritos (―‖) conservan su ortografía original.

―En consecuencia ¿quién bien impuesto de todos estos antecedentes que era ya públicos para el diez y nueve de Julio en que salió Miranda armado de Caracas, no debía calcular con exactitud sobre el resultado de Valencia?‖ (Narciso Coll y Prat, Memoriales sobre la Independencia de Venezuela, 1960: 171). RESUMEN El siguiente artículo de contenido histórico trata de presentar los hechos ocurridos en la ciudad de la Nueva Valencia del Rey a principio del proceso de la emancipación en Venezuela, a la luz de una lectura de las Memoriales sobre la Independencia de Venezuela del segundo arzobispo de Caracas, Mons. Narciso Coll y Prat (1807-1823). La resistencia de los valencianos a los cambios que se avecinaban en tiempos de la Independencia condujo el levantamiento de las armas del gremio de los Pardos, en una población aferrada a la conciencia monárquica. A diferencia de otras ciudades, las autoridades civiles y eclesiásticas actuaron unánimes a la causa del rey, aunque no constaban con hombres suficientes, ni un proyecto coherente contra los

los independentistas, ni medios económicos y materiales bélicos para un enfrentamiento militar. Se arrogaron la separación de la Provincia de Caracas, por su fidelidad a la corona. Pero reinó en la sociedad valenciana, en todo tiempo, una apatía e indiferencia a lo que se venía sucediendo en los vaivenes de la política. Las familias más pudientes de la ciudad siguieron su ritmo de vida cotidiana con toda normalidad, entregados al trabajo de las haciendas u otros oficios, y fieles a las actividades religiosas de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Anunciación. Aunque fueron interrumpidas por las tempestades violentas. En esta atmosfera de mal tiempo, se crearon la Escuela de niñas y el Beaterio de las Carmelitas Descalzas (1814), y la Cofradía del Santísimo Cristo de la Salud (1815).

Palabras clave: Nueva Valencia del Rey, Provincia, Emancipación, Iglesia, Obispo (Arzobispo), Cofradía (Hermandad), Presbítero (Pbro.), Convento, Franciscanos (San Francisco), Seculares, Beaterio.

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INTRODUCCIÓN Es una osadía de nuestra parte presentar un tema histórico que muchos historiadores o investigadores han estudiado y conocen de sobra como fue el proceso largo y trágico de la emancipación en Venezuela. El caso de la región valenciana se ha querido a etiquetar en estos primeros momentos en un mero reduccionismo a su oposición independentista y su obstinada posición a favor de la corona española. No obstante, al historiar los acontecimientos de aquel proceso nos van adentrando a la conciencia tradicional de una población estacionada en el tiempo y en las costumbres religiosas al ritmo del calendario gregoriano. Todo intento de cambio representaba una perturbación al orden sociopolítico de la vida cotidiana. La ciudad de Valencia se destacó por su fidelidad a la corona española, tanto en los poderes públicos y eclesiásticos, y en toda la población sin distinción de clase social. Era unánime el sentir católico por la lealtad al régimen español. Tras la derrota de la insurrección de los Pardos, la respuesta de la mayoría fue el silencio, la apatía y la indiferencia ante las ideas revolucionarias y ante el proceso arrollador de la nueva república. El rompimiento del orden social, conllevaba una inestabilidad emocional por el miedo y el pánico del porvenir. El refugio más cercano y consolador fue en la participación y organización religiosa en las actividades programadas en la Iglesia parroquial. Ante esta realidad general que no se puede ocultar nos surge esta interrogante: ¿Cómo reaccionaron los creyentes valencianos en los inicios del proceso de la emancipación? ¿Realmente reinó en Valencia el silencio, la apatía y la indiferencia en los cambios políticos

que significó la emancipación? ¿Se puede decir el famoso anunciado quien calla, otorga? Para esta investigación hemos leído las Memoriales sobre la Independencia de Venezuela del segundo arzobispo de Caracas, Mons. Narciso Coll y Prat, y el trabajo realizado por el historiador Nazario Valpuesta Abajo, con su obra inédita ―Narciso Coll y Prat, Arzobispo de Caracas (1807 al 1822)‖. Dicho autor resume con estas palabras la personalidad de aquel arzobispo: La talla del arzobispo Narciso Coll y Prat nos la definen los personajes con quien tuvo que convivir; pelear en el campo de las ideas, y luchar por la defensa de los derechos de los ciudadanos que militaron en bandos contrarios. Enfrentado con Miranda en el campo de las ideas, a pesar de haber éste decretado el destierro del Arzobispo, Mons. Coll y Prat le da una respuesta de caballero al oponerse al grupo del ejército que proyectaba seguir la guerra y ajusticiar a Miranda por traición, al haber claudicado con la capitulación de San Mateo. A la ilusión de la llegada de Monteverde, pensando en la restauración de la Monarquía y el orden, tendrá desilusionadamente que decir que no era el hombre para gobernar. El año escaso que le tocó vivir bajo las órdenes de Simón Bolívar, soportó la humillación de ver cómo eran destituidos los párrocos y sustituidos por otros; tener que salir obligado a la visita pastoral a los Valles de Aragua y Valencia, y después regresar a Caracas custodiado por un piquete de soldados. La acción desarrollada por el Prelado para aplacar las castas alzadas, será el motivo que movió al Libertador para que en 1822 expidiese el pasaporte, por intermedio de sus Comisionados en España, a fin de que regresase a Venezuela. Con José Tomás Boves, de quien dirá que después de Dios le debe la vida, tendrá que hacer como San León Magno, detener las hordas del nuevo Atila y

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I.- TERROR, INVOCACIÓN Y PROPRAGANDA

Empezaba escuchar las murmuraciones escandalosas, en medio del desconcierto, sobre el sentido de la ―Proclamación de Don Francisco de Miranda, Comandante-General del Ejército Colombiano, a los Pueblos habitantes del Continente Américo-Colombiano‖, con fecha 2 de marzo-agosto de 1806, donde se proyectaba el plan estratégico de la emancipación en estas tierras americanas, y, al mismo tiempo, se desataba las más feroces divulgaciones contra la persona de Miranda, como traidor y anticatólico. Así mismo, llegaban noticias del viejo continente, sobre el conflicto bélico de la Madre Patria con la invasión francesa (1808).

A principio del siglo XIX, los habitantes de la Nueva Valencia del Rey viven el pánico paralizador de la muerte imprevista por causa de las enfermedades epidémicas, especialmente por el brote de la fiebre amarilla (1800). Esta conmoción general se verificó años después con mayor tristeza en la población con la llegada del flagelo ―vómito negro‖ (1804). En el cementerio de la ciudad, contigua al templo parroquial, dentro y fuera de ella, reinaba ―la corrupción del aire‖ por la cantidad de cadáveres que se enterraban, y ya no había lugar para otro más. Por este motivo, se iniciaba la diligencia pertinente para construir un nuevo cementerio fuera de la ciudad, detrás del cerrito que se llamaría ―El Calvario ” [1] .

En medio del dolor y la tristeza, y las oraciones fúnebres de los fieles difuntos, se empezaba escuchar las murmuraciones escandalosas, en medio del desconcierto, sobre el sentido de la ―Proclamación de Don Francisco de Miranda, Comandante-General del Ejército Colombiano, a los Pueblos habitantes del Continente Américo-Colombiano‖, con fecha 2 de marzo-agosto de 1806, donde se proyectaba el plan estratégico de la emancipación en estas tierras americanas, y, al mismo tiempo, se desataba las más feroces divulgaciones contra la persona de Miranda, como traidor y anticatólico. Así mismo, llegaban noticias del viejo continente, sobre el conflicto bélico de la Madre Patria con la invasión francesa (1808).

En medio del dolor y la tristeza, y las oraciones fúnebres de los fieles difuntos, se empezaba

Más tarde aparecía en formato impreso, un artículo publicado en la Gaceta de Caracas, del viernes 24 de febrero de 1809 [2], aquella

sus lugartenientes a la entrada a Caracas. En Pablo Morillo deposita la confianza, de ser el enviado que pacificaría las colonias y sin embargo consigue la más vil traición política.

El testimonio de este arzobispo nos lleva a comprender que en medio de la crisis que supuso la emancipación, la dignidad de la persona está por encima de que cualquier ideología. El dejarse guiar por las meras pasiones podría ocasionar males mayores en detrimento de la paz social.

[1] El primer arzobispo de Caracas, nativo de la población de Guacara, Mons. Francisco Ibarra (1798-1806) ordenó ―que se empedrase y cubriese de cal el antiguo cementerio de aquella ciudad y se cercase el nuevo campo santo establecido en ella‖. Este arzobispo mandó, el 11 de diciembre de 1800: ―De que luego se avisó la enfermedad epidémica fallecían muchos en esa ciudad se dio la providencia de que sentarse los cadáveres de los que fallecieron de ella en el cementerio contigua a esa Yglesia parroquial; como por la multitud de muertes según se ha informado al Sr. Presidente Gobernador y Capitán General de esta Provincia, no sea ya bastante este remedio para ocurrir (roto) se experimenta especialmente por la corrupción del aire…‖ (Los textos citados provienen de dos folios en mal estado, y en su encabezado está firmado por el Notario Público Pablo Joseph de Figueroa, y yacen en el Archivo Histórico ―Mons. Gregorio Adam‖). [2] Tomo I, N 27. La Gaceta de Caracas se comenzó a publicar el 24 de octubre de 1808. Utilizamos la publicación editada, en diez volúmenes, por la Academia Nacional de la Historia en 1983.

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campaña de difamación en contra de Miranda que corría como pólvora en la sociedad caraqueña, y de la misma manera en la región valenciana, con estos términos: Con motivo de la expedición proyectada contra esta Provincia por el traydor Miranda, se vio obligado este Gobierno a tomar, además de las medidas de resistencia y seguridad que son naturales en semejantes casos, algunas otras nacidas de la naturaleza misma y del carácter propios de una invasión proyectada por un traydor, que unía al aparato de la fuerza, la intriga y manejos sórdidos de un seductor faccioso y revolucionario; fue pues necesario poner talla a la cabeza de este malvado, y los fieles habitantes de esta ciudad que siempre se han distinguido por su patriotismo, y odio contra los infames que los quieren perturbar…

[3]. Ante el avance del movimiento emancipador, el segundo Arzobispo de Caracas, Mons. Coll y Prat (1807-1823)[4], imploraba a todos los sacerdotes párrocos, capellanes y religiosos a celebrar en ―todas las misas la oración votiva de Nuestra Señora del Carmen, de cuya sola protección debía por entonces esperar la anulación de la naciente República, el mantenimiento de la lealtad de los pueblos, de quien la Santísima Virgen bajo aquél título había sido jurado Patrona…‖ (1960:175). Por parte de los fieles piadosos valencianos, sin importar su clase social, tenían su devoción puesta en la imagen de Nuestra Señora del Socorro, cuya advocación mariana había sido traída y custodiada por los cofrades Pardos [5], y por la nueva reforma de las constituciones de la cofradía (1720), hecha por la mayoría de los españoles criollos o peninsulares, había recibido la hermandad la confirmación real en 1752 [6], En carta del cofrade capitán retirado don Luis Landaeta al Provisor y Vicario General de la Arquidiócesis de Caracas, Pbro. Dr. Santiago de Zuloaga, con fecha 9 de junio de 1808, sabemos que los Pardos de Valencia habían celebrado solemne misa en la Iglesia de San Francisco en contra el hostil plan de invasión de Miranda:

La población valenciana entraba en otro tipo de pánico, ahora el miedo a la invasión del traidor, seductor y revolucionario de Miranda. Valencia era la comunidad provinciana que sentía con orgullo la toponimia de su ciudad, fiel a la corona, la ―Nueva Valencia del Rey‖. Esta conciencia monárquica estaba representada y sustentada en una trilogía: Religión, Rey y Patria mantenimiento de la lealtad de los pueblos, de quien Santísima título había [3] En losla sucesos de Puerto Virgen Cabello delbajo 17 de aquél noviembre de 1808, publicado en la Gaceta de Caracas, el viernes 26 de noviembre del mismo año, Tomo I, N° 10, resumía esta conciencia monárquica: ―Continuando los leales vecinos de esta plaza los efectos del zelo que los anima por la causa, sido jurado Patrona…‖ (1960:175).

celebraron el 4 de este mes solemne exequias por los bravos militares que ha sacrificado sus vidas en defensa de la Religión, del Rey, y de la Patria‖. [4] A pesar que Mons. Coll y Prat no haya sido testigo presencial de los sucesos del 19 de abril, su versión nos aproxima a una opinión autorizada, tal como figura en sus memoriales de su puño y letra del año 1818. Y como explica el académico Manuel Pérez Villa, en su introducción a ―Memoriales sobre la Independencia de Venezuela‖, que los hechos narrados son veraces, aunque sean expuestos en defensa de su inocencia ante el Rey. Este arzobispo va ser testigo, durante los seis años y medio frente a la Arquidiócesis, de los acontecimientos de la proclamación de la Independencia (1811), del asolador terremoto de 1812, asistirá a la agonía de la Primera República y la penosa política del soberbio Monteverde, y al renacimiento de la República, con la entrada de Simón Bolívar a Caracas como Libertador. Ante la proclama de la Guerra a Muerte, intentará suavizar los ánimos de uno y otro bando. Todo esto le valió para ser acusado de traidor. [5] Las constituciones reformadas (1720) reconoce que ―habiendo sido los pardos de esta ciudad los que principalmente concurrieron y coadyuvaron (aunque como hermanos de esta Santa Cofradía) pidiendo limosnas y con otras agencias para que se trajese la milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Socorro, queremos, y es nuestra voluntad, se les mantenga y continúe la costumbre y procesión en que han estado de sacar a esta soberana Señora sobre sus hombros, en cuantas procesiones se ofrecieren pero con la calidad y condición que han de ser hermanos de esta Santa Cofradía‖ (Numeral 17). [6] Un grupo de creyentes de la Iglesia parroquial de ―Nuestra Señora de la Anunciación‖ de Valencia (Hoy Basílica-Catedral) provenientes del sector más humilde de la sociedad, entre ellos ―negros, pardos, mulatos e indios ladinos esclavos y libres‖, fundaron el 19 de mayo de 1616 la aprobación canónica de las primeras constituciones de una nueva cofradía con el título ―Espíritu Santo‖, cuyos estatutos estuvieron vigentes 104 años. Hasta que decidieron reformar dichas constituciones en 1720, las cuales fueron confirmadas por el obispado de Caracas en 1723, donde se le agregaba el precioso título mariano ―Nuestra Señora del Socorro‖, y posteriormente recibía la aprobación real de la corona española en 1752.

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Don Luis Landaeta Capitán retirado del Batallón de Milicias de Blancos de la ciudad de Valencia y residente en ésta, con el más debido respeto a usía digo: que a virtud de la la devoción que siempre he tenido a la Santísima Virgen del Socorro, que se venera en la Parroquial de aquella ciudad traté con gusto y de mancomún acuerdo de sus cofrades, poseer por obra la facción de una imagen del mismo título para tenerla en mi casa, y que sirviese para sacarla en los Rosarios [mensuales] por no poderla hacer con la imagen que está colocada en su Altar en dicha Iglesia. Hacen catorce años, que efectivamente verifiqué mi deseo, costeándola de todo punto a mi propia costa, y que la he tenido en mi casa, con aquel culto y veneración debido en su altar y pieza separada sin la menor contienda de persona alguna. Acontece pues que ahora seis meses poco más o menos, que el Batallón de Pardos de aquella ciudad, queriéndole hacer una fiesta a la Santísima Virgen en obsequio del Socorro, que imploraban contra hostilidades de Miranda, no pudiendo por estar en aquella actualidad la Parroquia ocupada con los santos ejercicios, por cuyo motivo se valió el Comandante de dicho Batallón del arbitrio de pedirme lo que tenía en mi casa con el fin de llevarla a la Iglesia de San Francisco y allí hacérsela. No tuve el menor reparo, y para ella convoque a los mayordomos de la Cofradía para que trayendo todos los paramentos y adornos del trono la sacasen, y llevasen a San Francisco como así lo hicieron. (…)[7].

En este ambiente de tensión y confusión, en una sociedad inmóvil y controladora, la imagen del ―Apóstol de la independencia hispanoamericana‖[8]., ni las ideas independentistas, no encontraban cabida en las mentes realistas de los valencianos, con una mentalidad cerrada y conformista, fruto de las tres centurias del yugo español. Todo cambio significaba inestabilidad social, que repercutía en el sistema político y religioso. De ahí que en la realidad eclesial se vio también sometida a la esclavitud del régimen de la ley del Patronato. El historiador Mariano Picón-Salas resumía la imagen que se tenía contra el precursor de la Independencia: ―Contra Miranda – mientras pueden apresarlocunde ya en todas las colonias las más agresivas propaganda: es el católico que se hizo luterano; el vasallo que fue infiel a su monarca; el que quiere entregarnos a los ingleses; el personaje elegido por el demonio para traer a estos inocentes pueblos las más infernal corrupción‖ (…) ―Candidato a cualquier cosa: a que lo ahorquen los españoles por ‗hereje‘ y ‗traidor‘ o a que lo conduzcan a un tribunal británico como deudor en bancarrota, es Miranda en esos primeros meses de 1806‖ (1966: 132-133 y 135). II.- RESISTENCIA, ASPIRACIONES Y REBELIÓN

No era causalidad que la misa celebrada por los Pardos habría sido en la Iglesia de San Francisco, puesto que los frailes franciscanos y

en una

[7]El texto citado está tomado del Archivo Histórico “Mons. Gregorio Adam” de un expediente de litigio que antepone el mayordomo administrador de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro, Isidoro Araujo, en contra del Capitán retirado del Batallón de Milicias de Blancos, acerca de la propiedad de dicha cofradía de una imagen réplica de la Virgen del Socorro que se sacaba por las casas para el rezo del rosario. [8]La expresión “el apóstol de la independencia hispanoamericana” es del biógrafo de “La vida de Miranda” William Spence Robertson (2006: 277).

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también el clero secular se mostraron contrario a la emancipación, y así de toda la población ferviente católica de la Iglesia parroquial, venidas de las diversas estratificaciones sociales. Con esta fidelidad a ciega, los valencianos habían pretendido constituirse en provincia independiente de la de Caracas[9]. Al no haber conseguido sus aspiraciones, sus representantes, ante la noticia de la Declaración de la Independencia en Caracas (5 de julio de 1811), reaccionaron y se unieron a las defensa que venía sosteniendo el superior de los franciscanos, el Reverendo Padre Pedro Hernández, a quien dan su apoyo la media docena de vizcaínos y los Pardos, quienes eran las cuatro quintas parte de los habitantes. Como es sabido, estos acontecimientos ocurrieron del 11 al 13 de julio, es decir a seis días de dicha declaración. Por esta razón escribía el arzobispo Coll y Prat, que:

La declaración de Independencia siguió causando lo que todas las resoluciones violentas y arbitrarias. La ciudad de Valencia que a la larga, y según se opinaba, podía caer en una guerra civil por la erección en Provincia que habían pretendido sus representantes, y de que aspiraba a ser cabeza, encontró más cerca un

escollo en la misma independencia, y aquel vecindario ya turbado de antemano por no haber conseguido tan presto su intento, se juzgó en aptitud para contrariar una decisión tomada con furor y sostenida con las armas… (1960: 176). Los Pardos se apoderaban del cuartel y de las armas y piden al Ayuntamiento formar la Junta tan añorada[10]. Se incorporan a la Junta del Ayuntamiento de Valencia el superior franciscano mencionado y otros religiosos de su orden (representaban a los siete sacerdotes y dos legos del convento de San Francisco), los sacerdotes seculares Luis Ramírez[11] y Juan Antonio Hernández Monagas[12],capellán y mayordomo respectivamente de la Iglesia filial de Nuestra Señora de Candelaria (en representación del clero carabobeño que llegaban a once sacerdotes), dos seglares representantes de los comerciantes vizcaínos, y otro dos seglares en representación del gremio de los Pardos. Formada así la Junta bajo la pauta, y aunque con diverso objeto que la del diez y nueve de Abril, se resolvió contestar al Congreso, como se hizo, que Valencia y sus partidos sin aceptar la ilegitima independencia, y que permaneciendo en su fidelidad, quería conservar la Religión porque había jurado morir (Coll y Prat, 1960: 177)

[9] Ya el 29 de julio de 1809, en las instrucciones de Valencia, pedían el derecho a votar en la elección del diputado en cuanto que la población de Caracas se equiparaba a la de Valencia (incluido Puerto Cabello y los valles de Aragua) y además por ser la ciudad más antigua que la capital, se tenía el anhelo de alcanzar la categoría de provincia. Y para este año poseía cuatro batallones de Milicias instaladas en la jurisdicción valenciana, que posteriormente se fueron mermando el número de soldados por la crisis económica. (Cf. Contreras, 2011: 250-251). [11] Desde la creación de la Junta Suprema caraqueña: ―Junta conservadora de los Derechos de Fernando VII‖, el 19 de abril de 1810, la ciudad de Valencia añoraba una Junta propia, tal como también fueron creadas en las ciudades de Mérida y Trujillo, separándose de la Provincia de Maracaibo. [12] Fue capellán de la Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria de Valencia, desde su fundación hasta el año 1810, en que hace entrega de la administración de los bienes al Mayordomo, Pbro. Juan Antonio Hernández Monagas, cumpliendo órdenes del Provisor y Vicario General, Dr. Santiago Zuloaga, quien le había nombrado Mayordomo de Fabrica de la Capilla el 12 de septiembre de 1808. [13] Por decreto de Mons. Coll y Prat, del 19 de enero de 1813, el párroco de la Iglesia Matriz, Dr. Francisco Javier Narvarte, le hizo entrega de la Mayordomía y Fabrica de la Iglesia de la Candelaria a Don Bernardo Lorenzo Melean, por ausencia del Pbro. Hernández Monagas motivada por los acontecimientos de Valencia. Se presenta al concurso del beneficio de Sacristán Mayor de la Iglesia Matriz, vacante por la muerte del Pbro. Antonio Remigio Landaeta, abierto por el arzobispo Narciso Coll y Prat; hecho los exámenes de vita moribus por los examinadores sinodales, el Prelado presenta la terna de los candidatos a la autoridad civil para la provisión, a tenor de La ley del Patronato Eclesiástico, en 1814, el Teniente Gobernador, Salvador Moxos, por ausencia del Teniente General Pablo Morillo, nombró en dicho cargo a Juan Hernández Monagas el primero de la terna, el 9 de agosto de 1815. El 21 de diciembre de 1850, es elegido Vicario Capitular, a los 74 años. Desempeñó el cargo de Vicario Capitular desde la ciudad de Valencia, a través del penitenciario Dr. Diego Córdova, a quien nombró su delegado en Caracas. El 23 de mayo de 1858, José Casildo Silva, cura rector decano de la Iglesia Matriz de Valencia daba sepultura eclesiástica al cadáver de este Ilustre Sacerdote, Director de Beaterio de Carmelitas y del colegio de niñas recogidas.

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La despoblada ciudad de Nirgua y los pueblos de Montalbán, Urama y Alpargatón quisieron seguir el ejemplo de Valencia, pero no tenían los medios económicos ni los hombres para la lucha armada, y además desde Puerto Cabello había un piquete de tropas republicanos en constante vigilancia. La ciudad de Valencia era rodeada por las tropas patriotas de San Carlos, San Felipe y Puerto Cabello al mando de los independentistas. El panorama de la ciudad de Valencia era la siguiente, según el arzobispo Coll y Prat: Su población entre mujeres, niños, y gentes de todas castas apenas ha llegado a ocho mil almas[13], no había allí más que un batallón, compuesto de pardos del vecindario, y de otros regados y esparcidos en los diferentes cantones o lugares que forman el distrito, u algunos oficiales, resto de otro de blancos que existía mucho antes, y se había ido acabando, por falta de hombres de esta clase que le componían: los pueblos infelices que rodean a la ciudad, San Diego, Naguanagua, y Aguacaliente, ni alimentos podían suministrarla; Güigüe y los otros se mantuvieron tranquilos, y como los del tránsito, estaban indefensos. Valencia, pues, no contaba efectivamente sino con el recinto de la ciudad, sin más hombres que los de las castas, unidos a

sus muy pocos blancos, sin más pertrechos ni municiones que dos o tres piezas de artillería que allí quedaron montadas cuando la agresión contra Coro… (1960, 178). El General Francisco de Miranda salía de Caracas a defender la Independencia contra las reclamaciones de los Pardos, con un ejército bien armado, el 19 de julio de 1811. Por otra parte, no olvidemos el caso del Párroco de la Parroquia San José de Canoabo, el Pbro. Juan José Reyna, quien se arrogó la autoridad civil de pueblo convencido de su lealtad a la corona (Cf. Quintero, 2008: 149-174). Ante esta situación, el mencionado arzobispo Coll y Prat, a instancias del Gobierno, escribe una carta a los religiosos de Venezuela, exhortándoles a interponer sus oficios por la tranquilidad y la paz, considerando necesario, por el bien de la mayoría de la población, formada por los Pardos, evitar el enfrentamiento en una guerra civil, la anarquía y el pillaje[14]. Llegado el ejército de Miranda a Guacara [15], la Junta de Valencia manda emisarios a negociar la reconciliación [16], Los pardos no aceptan la reconciliación, se revelan y se atrincheran en el cuartel de los Pardos y en el convento San Francisco [17], como dice el mencionado arzobispo:

[13] Para esta época la región valenciana contaba de una población de 52.595, que comprendía las principales poblaciones del partido capitular, con los siguientes números de habitantes: Valencia con 8.893. Maracay con 7.331, Puerto Cabello con 6.310, y Guacara 4.875 (Cf. Contreras, 2001: 266). [14] El arzobispo Coll y Prat escribía que ―la carta que a petición del Gobierno, y después de haber conseguido otra del Provincial de San Francisco para sus Religiosos hice yo a los Religiosos de Valencia, a fin de que entrando en las miras del sacerdocio, y calculando el resultado de una guerra civil en que tanta parte tenían los pardos…‖ (1960: 180). [15] Según la noticia aparecida en la Gaceta de Caracas, después de 15 días de los sucesos, narraba que ―el Ejército de Venezuela cuando llegó a las avanzadas de Mariara, en donde se derramó la primera sangre de los Guerreros de la Independencia por los Galeotes de la tiranía. (…) La Victoria y Maracay inexpugnables en su fidelidad había ya atajado los progresos del mal y poco tardaron en verse libres de el S. Joaquín, Guacara y los Guayos…‖ (Martes, 20 de agosto de 1811, N° 46, Tomo I). [16] Así lo narra el mencionado arzobispo: ―Apenas había llegado el Ejército de Miranda a Guacara, dos horas distante de Valencia, cuando la Junta o Ayuntamiento de ésta, reconociendo su estado, le envió emisarios para proponerle términos de reconciliación, con cuyo motivo fue y no antes, (…) y aunque la reconciliación quedó ajustada entre el Ayuntamiento y Miranda, no tuvo efecto, porque aquél se disolvió, y se opusieron los pardos…‖ (1960:181). [17] La noticia oficial escribía que ―del Convento de San Francisco salieron las balas que cortaron la gloriosa carrera de los guerreros caraqueños, mutilaron a los Jefes honor y esperanza de nuestra patria, que cubrieron de dolor a los patriotas, y que cometieron todos los fratricidios que han excitado la justa venganza del Gobierno‖ (Gaceta de Caracas, Martes, 20 de agosto de 1811, N° 46, Tomo I). La negrilla es mía.

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Cayó la Ciudad en anarquía, las castas entregadas al pillaje y a la embriaguez, se reconcentraron en la plaza mayor, en el convento de San Francisco y en uno de los cuarteles, y comenzando ya a hacer la defensa de la igualdad y libertad, incendiaron los libros parroquiales en que por clases estaban asentadas las personas, hicieron profugar a los blancos, y continuaron su inútil resistencia hasta el doce de Agosto, en que se rindieron a discreción… (1960: 181). La consecuencia de esta rebelión fue dramática, con palabras del arzobispo Coll y Prat: ―quedando entretanto muertos dos mil y quinientos hombres, fuera de los heridos y contusos‖. Los caídos de los independentistas, llegaron a 800 muertos y 1.500 heridos. Y según el historiador Torcuato Manzo Núñez, ―la guerra fue tan cruel que hasta los pobres enfermos del hospital que funcionaba en la llamada Casa de la Estrella y que había servido de cuartel a los patriotas, fueron degollados por los realistas‖ (1981: 73). El llamado a la tranquilidad no se hizo esperar con la Proclama de Francisco de Miranda, General en Jefe del Ejército de Venezuela, a los habitantes de Valencia, el 14 de agosto de 1811: Los horrores de la guerra han cesado: a la confusión, y tumulto en que se hallaba esta infeliz ciudad, han sucedido la tranquilidad, el orden, y la justicia. Hombres perversos, impelidos por sus pasiones, profanaron el sagrado nombre de la religión, y os armaron contra vuestros propios hermanos, a costa de vuestra sangre, para ensalzarse, y saciar orgullo, y su ambición. El ejército de Venezuela vino a castigarlos, y estos

castigarlos, y estos malvados, autores de vuestros males, huyeron cobardemente, dejando para víctimas del furor de la guerra, a los que alucinados, habían tomado un partido contrario a la razón, a la religión, y aún a su propia felicidad. Vecinos de Valencia, la fuerza y la justicia han triunfado: volved pues a vuestros hogares, en ellos hallareis la protección, que solo debéis esperar de vuestros compatriotas… (Gaceta de Caracas, Viernes 23 de agosto de 1811, N 366, Tomo III). Los vencedores establecen una ―Sala de Justicia‖ para juzgar y sentenciar a los vecinos y vencidos de la ciudad de Valencia [18] Se impuso penas de muerte, entre otros, al franciscano fray Pedro Hernández y tres religiosos más; y destierro a los sacerdotes Luis Ramírez y Juan Antonio Hernández Monagas. Ante tales medidas el arzobispo Coll y Prat movió todos sus resortes ante el Congreso y el Poder Ejecutivo, entre el 26 de agosto y el 7 de diciembre de 1811, solicitando permuta de la pena de muerte por cárcel, la de destierro por reclusión en un convento. Logrando que su casa se convirtiese en cárcel para los presbíteros Ramírez y Monagas, y el convento para los cuatro religiosos y varios sacerdotes que rodeados de guardias los traían en la cárcel para ser desterrados. Así lo escribía el arzobispo Coll y Prat: …y conseguir por fin que los propios condenados a pena capital como reos, salvasen sus vidas, y los a destierro, como el presbítero Ramírez que habitó en mi casa, y fue de un todo mantenido a mis expensas hasta la entrada de Monteverde, quedasen libres, como por mis ruegos, los de otros leales vasallos, y hasta los del propio Miranda a favor del padre Hernández, cuya

[18] En el comunicado oficial del Francisco de Miranda, del 14 de agosto de 1811, escribía: ―…hemos dispuestos, que aquellos que han tenido parte, como principales actores, en la pasada sublevación, se mantengan en estado de arrestación; los que no han llevado las armas, que se restituyan pasiblemente, a sus antiguas ocupaciones; y aquellos que hayan servido armados, se incorporen en nuestros cuerpos veteranos, para servir en ellos, llenando las plazas que falten‖. (Gaceta de Caracas, Martes, 23 de agosto de 1811, N° 366, Tomo III).

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protección tomó a su cargo desde que le escribió de la cárcel de Guacara, los declaró el Congreso libres el veinte y siete del citado Enero, con la limitación de remitir algunos de los seculares sentenciados al Castillo de Puerto Cabello… (1960: 183). Se establecía en Valencia, el 25 de agosto de 1811, una Sociedad Patriótica, filial de los Clubes de Caracas, para garantizar la Independencia, siendo nombrados los Pbros. Francisco Javier Narvarte, cura y vicario de la Iglesia Matriz, presidente de la misma y José Félix Blanco, vicepresidente; posteriormente, el 26 de septiembre de 1811, se instala la de Puerto Cabello, siendo su presidente el coronel Manuel Ruiz. En la Sociedad Patriótica de Caracas estaba Miranda y Simón Bolívar, conocedores de la revolución Francesa, y el francés Leleux, como fundadores y entre los miembros que van a formar parte, entre otros, Antonio Muñoz, Vicente Alias, Francisco Espejo, Miguel Peña, Lorenzo Burros, y William Burke. Este último personaje, médico irlandés de Filadelfia, que pasó el 19 de febrero de 1811 a Caracas para dar lecciones de religión, política y diplomacia, publica en la citada Gaceta de Caracas un artículo contra la intolerancia religiosa, contra la potestad divina y visible de la Iglesia, contra la Inquisición, contra la forma monárquica de gobierno[19] . La reacción por parte de los católicos no se hizo esperar contra aquellas publicaciones. Escribía el arzobispo: La tolerancia de los cultos era el medio poderoso que el Irlandés empleaba para que atrayendo la

población, la fuerza, el comercio y las artes, mantuviesen la independencia. Con este fin se insertó en la gaceta de diez y nueve de Febrero de mil ochocientos once, el erróneo, herético, e impío discurso contra la intolerancia religiosa, contra la potestad divina y visibilidad de la Iglesia, contra la Inquisición, contra nuestros Reyes, y contra toda Monarquía; pero un pueblo cristiano que al amor de su pastor unía el conocimiento de las amarguras y lágrimas que le costaban las innovaciones, y el bárbaro proyecto de emancipación, supo en medio de la opresión despreciar a Burke, cuando a su despecho y de todos los facciosos, se acogió al lastimero y edificante arbitrio de inscribir la propia noche del día de la publicación en las paredes y puestos más públicos de la ciudad, ―Somos católicos. Viva la Religión‖ (154). III.- INDIFERENCIA, COFRADIA Y BEATERIO Tras la situación de crisis y derrota que sufrieron los Pardos valencianos, surge el reclamo por sus derechos de igualdad frente a los blancos criollos (mantuanos), quienes eran la mayoría en el congreso. Mientras tanto, la inmensa mayoría de los habitantes de la ciudad continuaron sus vidas cotidianas con una total indiferencia al proceso de la emancipación. En la vida parroquial continuaron sus actividades religiosas. Pero fueron truncadas con el terremoto del Jueves Santo, acaecido el 26 de marzo de 1812. Ante este fenómeno natural, el primero de abril escribía el cura y vicario foráneo, y juez eclesiástico de la Iglesia parroquial de Valencia, el Pbro. Dr. Francisco Javier de Narvarte:

[19] Fueron varios artículos publicados con el título ―Siguen los derechos de la América del Sur y México‖, y continuaron el 22 y 26 de febrero, y el 1 y 5 de marzo.

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(…) El terremoto del 26 por la tarde, y los sucesivos, han aterrorizado vuestros ánimos, y contristado vuestras conciencias. (…). Sean pues Valencia y los hermosos Pueblos de su contorno el centro de la hospitalidad generosa de todos los afligidos: ahóguense para siempre las rivalidades, y los infundados resentimientos: Esforcémonos todos a sostener la santa causa que hemos jurado, y a defender la Patria a quien debemos nuestro ser natural y político: confiemos en los dignos sabios magistrados que nos gobiernan; y sea el medio más poderoso para consolidar el sistema, y atraernos todas las bendiciones del Cielo, la subordinación, la obediencia, y la exacta observancia de la leyes. (…). Vosotros, sobre todo, Curas de esta Vicaría, vosotros a quienes está confiado el ministerio de la verdad y la justicia, horrorizaos de profanar la cátedra del Espíritu Santo, si lejos de combatir los tiranos de las naciones, os hacéis sus delincuentes aduladores. (…). Enseñarles a aborrecer más que a todos los otros vicios el crimen de la tiranía, y a amar como las primeras de las virtudes la libertad y el patriotismo. Por trecientos años ha gemido la Iglesia cristiana de Venezuela, bajo los caprichos impíos de los Reyes de España, y sus agentes… (Gaceta de Caracas, N IV, sábado 2 de mayo de 1812, 2 de la Independencia). A poco tiempo, en medio de la tristeza y los vaivenes políticos, acontece la llegada de Monteverde, el 3 de mayo, y se restablece el Ayuntamiento del Antiguo Régimen, mandando que ―todos los vecinos que desde la oración en

adelante pongan luces en las ventanas de su casa, bajo la multa de dos pesos… (Mujica, 1996: 145146). Igualmente se les pedía a los curas de la Iglesia parroquial, la iluminación de la torre de la Iglesia. Como todos sabemos, el 25 de julio, en San Mateo, capituló el Generalísimo Miranda, y se restauró la monarquía. Todos estos acontecimientos generaban en la población confusión y conformidad, apatía y silencio.

Mientras tanto, en la Iglesia parroquial, en 1813, se reunían los primeros devotos y fundadores de la Cofradía del Santo Cristo de la Salud, entre ellos, Juan José López, José Vicente Mercader Fernando Mujica, Tomas Mujica, Alexander Acevedo, José Martínez, Antonio Alonso Cortes, Víctor Rodríguez, Juan Bautista Moreno, Andrés Cano, José Moronta, Gabriel Malpica, Juan Hinojosa, José de Elizondo y Miguel Franco, y el mencionado Pbro. Narvarte, para preparar las nuevas constituciones que regirían la mencionada hermandad[20]. Para la aprobación de dichas constituciones tenemos dos decretos oficiales: la primera con fecha del 14 de junio de 1814, donde el arzobispo Coll y Prat presenta una serie de correcciones en cuanto a la organización de la hermandad; y la segunda está rubricada el 18 de septiembre de 1815 que sería la confirmación de dichas constituciones y su fundación. En ese despacho conocemos las razones de dicho decreto definitorio y además de la obstinada convicción a la monarquía: Respecto de que los devotos fundadores de la Cofradía de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado, bajo el título del Santo Cristo de la

[20] Véase mi trabajo histórico: ―Cofradía Santísimo Cristo de la Salud (o de la Misericordia) y Nuestra Señora del Socorro en la Nueva Valencia del Rey del siglo XIX. A propósito de los 460 de años de la fundación de Valencia‖. En digital 2015.

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Salud, de la Iglesia Parroquial de la ciudad de Valencia que allí asisten fieles vasallos de nuestro Católico Monarca el Señor D. Fernando Séptimo, nos han hecho presente por medio del Vicario Foráneo de aquel Partido y Cura Rector de la misma Iglesia el fervoroso deseo en que se hallan de continuar sus devotos ejercicios espirituales, y que se hallan sin las constituciones aprobadas por haberse perdido en el trastorno causado por las convulsiones políticas, el Despacho que las contenía: concedemos accediendo a sus piadosos ruegos en que se sobrecarte y se les remita al anunciado efecto de la indicada constitución de sus devotos ejercicios… Así mismo, se creaba en la ciudad de Valencia un colegio de educación de niñas y un Beaterio de Carmelitas Descalzas. Ya en 1805 los presbíteros Juan Josef Rodríguez y Carlos Hernández Monagas habían solicitado al Ayuntamiento la apertura de un colegio, y desde luego con el consentimiento de los párrocos de la Iglesia parroquial. El 20 de agosto de 1806, recibían la aprobación y licencia. El año siguiente, ―se verificó con cinco maestras, una portera, y cinco sirvientas destinadas a la enseñanza y servicio de ocho colegialas‖. El 28 de enero de 1808 se solicitaba la facultad de establecer Sagrario en el Oratorio para administrar el Santo Viático. Luego se construyó una capilla pública a instancia del mencionado Pbro. Juan Hernández Monagas, sucesor de su hermano sacerdote Carlos Hernández Monagas [21] , el 12 de septiembre de 1810.

Resulta asimismo que las colegialas en número de once presentaron un escrito manifestando, que aunque habían entrado en la casa para dedicarse a la educación de las niñas, había sido también con el objeto de cumplir sus ardientes deseos de profesar en religión, y con efecto hasta entonces habían practicado ejercicios muy semejantes a los de las religiosas, teniendo por Prelada a la Rectora de la casa, aunque sin faltar en nada a la enseñanza, como era y debía ser el objeto principal de su destino, y por lo mismo propusieron, firmes en su resolución, continuar en la enseñanzas, vistiendo el hábito del Carmen, haciendo los votos simples por el tiempo de su residencia en el colegio, donde practicarían la vida común, y observarían en cuanto fuera posible la regla de las Carmelitas descalzas, con otras varias prevenciones, y entre ellas la de que la admisión de maestras y coadjutoras se hiciera en adelante con aceptación de las maestras capellán, y que en todo caso estuviesen sujetas a lo que, bajo los principios sentados, se aumentara o reformara por el M. R. Arzobispo como su principal prelado… (De las Constituciones del Beaterio de Carmelitas Descalzas y del Colegio de Niñas Educadas). Era la primera vez que nacía en nuestra Iglesia carabobeña unas vocaciones de consagración a la vida religiosa, con el estilo de las beatas. El auto de fundación del Beaterio tiene como fecha 24 de febrero de 1814 [22], Según la historiadora Luisa Galíndez, este año es el más sangriento que vivió la ciudad de Valencia por la ocupación de Boves:

[21] Fue vilmente asesinado en 1809, ―cuando éste salía de la Casa parroquial de la Candelaria después de haber inspeccionado los trabajos del Templo contiguo… El sacerdote había dejado su cabalgadura atada a las rejas de una ventana de esa parroquia. Se sabe por tradición que el vestuario que llevaba era de finísima tela, las espuelas de legítima plata y de oro las habillas del calzado‖ (Galíndez, 1984: 15). De este acontecimiento, escribe el arzobispo de Caracas, Mons. Narciso Coll Prat: ―la inquisición se acordó por último de proveer una sola de las antiguas Comisarías del interior en el Doctor Don Carlos Monagas, tan tarde, que la odiosidad con que se miraba un empleo no ocupado por tantos años, causó la muerte de este Eclesiástico virtuoso, asesinado una noche en su propia patria la Ciudad de Valencia…‖ (1960: 126-127). [22] Estamos en proceso de transcripción de las constituciones del Beaterio de Carmelitas Descalzas y del Colegio de Niñas Educadas (1817) para su posterior estudio y análisis documental.

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Año de sangre y muerte fue el año 1814 para los moradores de Valencia. Se sucedieron terribles enfrentamientos entre españoles y patriotas. El 21 de febrero se realiza el combate llamado ‗de la Laguna de Valencia‘ donde los patriotas tratan de enfrentarse al asturiano José Tomás Boves, en el punto fortificado de La Cabrera. El 15 hubo lucha en el Hervor, el 16 en Los Naranjos. El 1 de abril se combate en Yuma, el 2 en esta ciudad con triunfo para los patriotas (…) El 25 de junio Boves y su gente se internaron en la casa del Conde de Tovar, convertida en hospital de los heridos patriotas, a quienes mataron (1984: 2122). En ese mismo año, el Pbro. Narvarte le participa al arzobispo Coll y Prat del logro de la reconciliación de la Iglesia de San Francisco, manifestándole que el convento estaba sirviendo de hospital. En este ambiente de revueltas, de contrastes y contradicciones, el Pbro. Ramón José Windevoxhel [23] le comunicaba al arzobispo de los atropellos cometidos por el tirano Boves a su familia y el despojo de sus bienes. Asímismo, el Pbro. Juan Antonio Hernández de Monagas narraba al arzobispo los trabajos que pasó junto con las niñas de su colegio por haber tenido que huir a los campos por los atropellos de las tropas enemigas, y escribía que ―el señor Boves ha

hecho mucha estimación de mis colegialas y monjas y las ha protegido‖. El Pbro. Narvarte vuelve a escribir al arzobispo y le manifestaba que todos los clérigos y las colegialas de la ciudad ―han sido tratados con el mejor modo a la entrada del señor Boves a dicha ciudad‖. El 5 de enero de 1814, había llegado el arzobispo Coll y Prat en visita pastoral a la Iglesia parroquial de Valencia. Los curas rectores Juan Ignacio Diez Velasco y el mencionado Narvarte lo reciben con su comitiva. El arzobispo había salido de Caracas el 20 de diciembre del año recién fenecido, transitando por los pueblos de Antímano, San Pedro, El Concejo, La Victoria, San Mateo, Cagua, Villa de Cura de Aragua, Maracay, San Joaquín de Mariara, Guacara y Los Guayos. Como costumbre de esta visita fue informado de los pormenores del movimiento pastoral de la comunidad parroquial. El arzobispo concede a la comunidad católica 80 días de indulgencia [24]. A pesar de la pacificación de la Iglesia de San Francisco, mencionada arriba por el Pbro. Narvarte, la Corona premia al convento con el título Real, el 18 de mayo de 1818; y vale la pena leer la transcripción de la Cédula Real donde se muestra la resistencia a los cambios de la emancipación:

[23] En 1814, el Pbro. Ramón José Windevoxhel presenta terna para el beneficio de Sacristán Mayor de la Iglesia Matriz de Valencia al arzobispo Coll y Prat. Según la historiadora Luisa Galíndez había sido párroco de Nuestra Señora de Candelaria de Valencia en 1848, y era hermano del Pbro. Martín Windevoxhel. El 12 de mayo de 1852, aparece como cura de la Iglesia parroquial de San Pablo en Caracas. Fue sepultado en Valencia, el 20 de septiembre de 1893. [24] Nos el Dr. Dn. Narciso Coll y Prat, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica Arzobispo Metropolitano de Caracas y Venezuela. Por las presentes concedemos ochenta días de Yndulgencia a los fieles, por cada vez que devotamente rezaren una Salve ante la Ymagen que representa el Misterio de la Anunciación de Ntra. Sra. titular de esta Yglesia parroquial, en cuya Altar mayor se venera. Otros ochenta días, por cada vez que se rezare una Salve ante la Ymagen de escultura de Ntra. Sra. del Socorro. Otros ochenta días, por cada que vez que se rezare una salve ante la Ymagen de escultura de Ntra. Sra. del Rosario. Otros ochenta día, por cada vez que se rezare una Salve ante la Ymagen de escultura de Ntra. Sra. del Carmen. Otro ochenta días, por cada vez que se rezare un credo, o el trisagio ante la Ymagen de escultura que representan el Misterio de la Santísima Trinidad. Otros Ochenta días, por cada vez que se rezare un credo ante la Ymagen de escultura de Ntro. Sor. Jesuchristo crucificado. Otros ochenta días, por cada vez que se rezare un credo ante la Ymagen de escultura de Jesús en la Columna. Otros ochenta días, por cada vez que se rezare un Padre Nuestro y Ave María ante la Ymagen de escultura del Patriarca Señor San José. Ochenta días, por cada vez que se rezare un Padre Nuestro y una Ave María a las Benditas Ánimas del Purgatorio, ante el cuadro que las representa. Y otro ochenta días, por cada vez que se rezare un Padre Nuestro y una Ave María ante la Ymagen de la gloriosa Virgen y Mártir Sta. Bárbara. La qual y todas las antedichas se veneran en sus respectivos Altares de la sobredicha Yglesia parroquial. Y damos licencia para que las enunciadas gracias puedan denunciarse en la forma acostumbrada. Dada en Nuestro Palacio Arzobispal de Valencia, a ocho de Enero de mil ochocientos catorce. Narciso, Arzobispo de Caracas. Por mandato de su Ilma. El Arzobispo mi Señor, Juan José Guzmán, Secretario. (Libro de Gobierno Nº 3. Años 1814-1824, folio 2 vto.).

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LA VALENCIA CATÓLICA Y LA EMANCIPACIÓN ENTRE EL DESCONCIERTO: FIDELIDAD O LIBERTAD

El Rey = En Representación documentada de veinte de Agosto de mil ochocientos diez y seis, solicitó la Comunidad de Religiosos Franciscanos de la Ciudad de Nueva Valencia en la Provincia de Caracas, me dignase conceder a aquel Convento el Titulo de Real, asignándole en cajas reales alguna cantidad por oblata para la celebración de misas, en atención a los servicios hechos por sus individuos en el tiempo de las revoluciones de dicha Provincia, oponiéndose eficazmente a la declaración de la independencia hecha por el pretendido Congreso de Caracas influyendo para que aquella Capital se declararse por la justa causa. En su comprobación hizo particular exposición de los trabajos de algunos religiosos y principalmente de los nombrados Fr. Pedro Hernández y Fr. Jose Maderos, de los cuales el primero fue el que reunió gran número de vecinos para instruirlos de la resolución acordada por los insurgentes y exhortarlos a levantar y seguir el estandarte de la fidelidad; y el segundo fue condenado a muerte, aunque//Folio 1 vto/ no llegó a ejecutarse, por haber recorrido las ciudades y villa de lo anterior repartiendo cartas y proclamas, a los párrocos en que se les animaba a mantener los pueblos de la debida obediencia y resistir a los facciosos; cuyos hechos se hallan calificados por aquel ayuntamiento, añadiendo que próxima a caer la ciudad de Valencia en manos de los revolucionarios emigro la Comunidad a la Isla de Puerto Rico con tal precipitación que apenas pudieron salvar las vidas con alguna parte de los intereses del Convento. Igualmente aseguró mi Real Audiencia de Caracas en el informe conque acompañó la referida representación no solo la certeza de los buenos servicios de dichos religiosos, sino que eran acreedores a las gracias que solicitaban. Y por cuanto conformándome con lo que en su vista y después de oír a la Contaduria ge-

neral y a mi Fiscal, me hizo presente mi Consejo de Cámara de Yndias en consulta de 24 de Septiembre del año próximo pasado, he venido en conceder el Titulo de Real al mencionado Convento de Religiosos Franciscanos de la Ciudad de Nueva Valencia. Por tanto quiero y es mi voluntad que en lo sucesivo puede llamarse y nombrarse y se le intitule y nombre Convento Real//Folio 2/ en cuya consecuencia ordeno y mando al Gobernador y Capitán General de las Provincias de Venezuela, a mi Real Audiencia de Caracas, y demás autoridades residentes en todos mis Reynos y señoríos de cualquiera clase o dignidad que sean, guarden y hagan guardar esta mi merced al expresado Convento, sin contravenir ni permitir se contravenga a ella de modo alguno. Y de este despacho se tomara razon en la Contaduria general de mi Consejo de las Yndias dentro de dos meses de su data. Fecho en Madrid a 8 de mayo de 1818 (sic) = Yo el Rey = Por mandato de Rey nuestro Señor = Silvestre Collar = Ay 3 rubricas = Tomase razón en la Contaduria general de América Meridional = Madrid 17 de junio de 1818 = Jose de Tesada. (Archivo General de Indias. Sevilla. Audiencia de Caracas. Legajo 4). Esta Cédula Real es una muestra de las muchas incongruencias que vivieron los valencianos en tiempos de la Independencia. Sin embargo, poco a poco, se fue imponiendo la nueva realidad, manifestado en los cambios políticos, las cuales eran inevitable. La misión de la Iglesia en la población de aquellos primeros años de la emancipación era lo que enseñaba acertadamente el cura y vicario de la Iglesia Matriz de Valencia, Pbro. Narvarte: Enseñarles a aborrecer más que a todos los otros vicios el crimen de la tiranía, y a amar como las

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como las primeras de las virtudes la libertad y el patriotismo. Por trecientos años ha gemido la Iglesia cristiana de Venezuela, bajo los caprichos impíos de los Reyes de España, y sus agentes… Sin embargo, los cambios sociales tardaron en llegar, la discriminación social se acentúo en la sociedad valenciana, tal como lo escribía el realista José Francisco Heredia en sus Memorias sobre las revoluciones de Venezuela, tras los sucesos en Valencia: Desde entonces quedó arraigado en Valencia el odio mortal entre blancos y pardos, que tan funesto ha sido allí y en toda la provincia por donde se propaga, sin que pueda calcularse cuáles serán los últimos efectos de este mal; que todavía dura. Los guerrilleros, que después quisieron formar partido bajo la voz de Rey, excitaron esta rivalidad, llegando a ser proverbio en la boca de los europeos exaltados que los pardos eran fieles, y revolucionarios los blancos criollos, con quienes era necesario acabar (citado por Uslar, 2007: 37-38). A MODO DE CONCLUSIÓN Este primer intento de lectura de los primeros años de la emancipación en la ciudad de Valencia es un recorrido de las primeras alteraciones que se produce en el espíritu valenciano ante los cambios, las tragedias y las crisis de su entorno. La conciencia monárquica de una población impedía ver el nuevo panorama de las libertades políticas y eclesiásticas. Ante la resistencia de estas transformaciones, pareciera que la mejor salida era la indiferencia o aferrarse en el pasado. Sin embargo, la fe de los cristianos valencianos prevalece ante cualquier postura política. La espiritualidad cristiana siempre responde a las

necesidades de la comunidad. Dios sigue obrado en medio de las circunstancias adversas de la historia. Es el caso de las beatas del convento de las Carmelitas Descalzas: Vocaciones a la vida consagrada por la causa del Reino de Dios. Como también la creación de una cofradía seglar la del Santísimo Cristo de la Salud (o de la Misericordia). Ante los sucesos de la rebelión de los Pardos: Quizás se pudo haber evitado el derramamiento de sangre, como lo escribía el arzobispo Coll y Prat en la cita del epígrafe de este trabajo de contenido histórico: ―En consecuencia ¿quién bien impuesto de todos estos antecedentes que era ya públicos para el diez y nueve de Julio en que salió Miranda armado de Caracas, no debía calcular con exactitud sobre el resultado de Valencia?‖ (1960: 171). Pero la desigualdad y la diferencia social impedían desarrollar las libertades sociales. La promesa a la libertad y a la igualdad se quedaba solo un ideal lejano e irrealizable, que sólo podría existir en los ideales de un hombre universal como Francisco de Miranda. La mayoría de los independentistas (mantuanos) tenían puesta sus intereses en el poder político, las demás libertades sociales quedaban en meras promesas. La mejor actitud de pastor de la Iglesia, la tenemos en la persona del arzobispo Coll y Prat. Como escribía el historiador Valpuesta Abajo, el mejor elogio de la conducta de este arzobispo está en el hecho mismo de que los patriotas lo acusaron de realista y los realistas de patriota; que no agradara a nadie, cuando imperan las pasiones y las cegueras ideológicas, y esto es signo innegable de su espiritualidad evangélica y entrega a la causa de la Iglesia, como sacerdote y obispo. Fue un hombre de caridad, siempre se le

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vio en aquellos días de sangre, al lado de los que sufren. Intercede ante el Libertador Simón Bolívar en favor de los españoles y canarios. Fue un hombre inteligente y austero.

Estando en España, fuera de su querida Arquidiócesis de Caracas, expresaba con toda sencillez: ―he vuelto de América con las mismas camisas y lienzos que saqué de Cádiz‖.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: Archivo General de Indias. Sevilla. Audiencia de Caracas. Legajo 4. Archivo Histórico ―Mons. Gregorio Adam‖: -Capeta de la ―Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro‖, siglo XIX. -Constituciones del Beaterio de Carmelitas Descalzas y del Colegio de Niñas educandas de la ciudad de la Nueva Valencia del Rey, 1817. Gaceta de Caracas: Tomo I (24 de octubre de 1808-15 de abril de 1810) y Tomo II (27 de abril de 1810-5 de julio de 1811). Edición citada de la Academia Nacional de la Historia del año 1983. Castillo Lara, L. G (1998), Personajes y sucesos venezolanos en el Archivo Vaticano (siglo XIX), Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Tomo I, 82 (Memorial de 21 de noviembre de 1822), Caracas. Contreras, J.C., (2011), El Cabildo de la Nueva Valencia del Rey 1700-1812, Universidad de Carabobo, Valencia. Coll y Prat, N. (1960), Memoriales sobre la Independencia de Venezuela, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (23), Caracas, Venezuela. Galíndez, L., (1984), Historia de Valencia (siglo XIX), Editorial Talleres de Alfa Gráfica, S.R.L., Valencia. Manzo Núñez, T., (1981), Historia del Estado Carabobo, Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas. Mujica Sevilla, G., (1996), El Ayuntamiento Valenciano durante la ocupación por Monteverde (1812), en: III Seminario de Historia Regional, (Valencia del 12 al 15 de junio de 1996), Ediciones Donal Guerra/Editor S.A., Valencia, Venezuela. Quintero, I., (2008), Más allá de la guerra. Venezuela en tiempos de la Independencia, Fundación Bigot, Caracas. Polanco Alcántara, T, (1997), Francisco de Miranda ¿Ulises, don Juan o don Quijote?, Tercera Edición patrocinada por la Gobernación de Miranda, Venezuela. Picón-Salas, M. (1966), Miranda, Colección Vigilia, 9, Ministerio de Educación, Caracas, Venezuela. Spence Robertson, W. (2006), La vida de Miranda, Academia Nacional de la Historia, Colección Bicentenario de la Independencia, Caracas. Uslar Pietri, J. (2007), Historia de la Rebelión Popular de 1814, Monte Ávila Editores Latinoamericano, Caracas. Valpuesta Abajo, N., Narciso Coll y Prat, Arzobispo de Caracas (1807 al 1822), Obra inédita.

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BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

DOS MUJERES QUE AGITAN A LA NUEVA VALENCIA DEL REY EN EL SIGLO XVIII Carlos Guillermo Román Cruz Hernández. Médico. Presidente de la Academia de Historia del Edo. Carabobo. Individuo de Número de la Academia de Historia del Edo. Carabobo, sillón ―E‖. E-mail: galeno1999@yahoo.com . Los textos transcritos (―‖) conservan su ortografía original.

La Historia de la ciudad de Valencia es muy rica y en ella hay una gran cantidad de documentos sin publicar que son muy interesantes ya que nos revelan aspectos prácticamente desconocidos de la vida cotidiana de la ciudad y que en definitiva ayudan a seguir alimentando la memoria de nuestra urbe. En el presente trabajo vamos a revisar dos casos muy particulares sucedidos en la ciudad de la Nueva Valencia del Rey durante el Siglo XVIII, en los cuales estuvieron vinculados dos mujeres que por coincidencia tenían por nombre ―Petronila‖. El primero de ellos se refiere a un pasaje muy importante de la vida de Doña Petronila Eyzaguirre y Pedroza quien tenía una relación afectiva con Don Diego Jacinto Xedler (Gedler). Allá por el año de 1786. Y este asunto se hizo de conocimiento del público cuando el entonces Gobernador de la Provincia de Venezuela (Juan Guillelmi), envía una carta a la ciudad de la Nueva Valencia del Rey cuyo encabezado dice así: Juan Guillelmi Coronel de los Reales Exercitos, Gobernador y Capitán General de esta Provincia y sus agregadurías.

Hago saber al Cabildo, Justica y Regimiento de la ciudad de Valencia con el Tribunal se

se presentó por escrito Don Diego Jacinto Xedler haciendo presentación de una Real Cédula de su Majestad ganada a su instancia en cuya vista (ilegible) para darle su cumplimiento mandado a librar despacho con intención de ella y de otro escrito y auto que su tenor es el siguiente: (sic) (1) Esta pareja deseaba contraer matrimonio pero ellos tenían una férrea oposición por parte de Doña María Eusebia Xedler, quien no quería que su hijo Diego se casara con Petronila bajo amenaza de quitarle su herencia. Sobre este asunto (no se sabe por qué razón) algunos familiares de Diego habían respaldado la decisión de Doña María, a pesar de que era del conocimiento de la gente de que la madre de Diego no estaba bien mentalmente. Por tal razón, Don Diego Xedler, sacando provecho de su apellido y relaciones decidió mandar al Rey una carta, donde Xedler le pedía que otorgara el permiso para casarse ya que se estaba cometiendo una injustica con él y su pareja. Gobernaba para esa época el Rey Carlos III (1759-1788) quien desde el Monasterio de San Lorenzo El Real, conocido como ―El Escorial‖ recibió aquella carta y después de su análisis decidió emitir una Real Cédula de fecha 11 de noviembre de 1785, donde escribe con 42


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todo detalle los puntos tratados en la carta y del porqué decide a favor de Don diego Xedler. Uno de los argumentos escritos en defensa de Xedler por parte del Rey Carlos III es el siguiente: No hay mérito para imponer a Don Diego Xedler tan considerable gravamen y mucho menos a su mujer Doña Petronila Eyzaguire que en nada delinque…. (Sic) (1). También habla del estado de salud mental de la madre de Xedler al expresar que: la madre, Doña María Eusebia Xedler quien no estaba en toda su razón como era notorio en ese vecindario… (Sic) (1). Y que ella no está autorizada para desheredar a su hijo Don Diego. (Sic) (1).

Al final de la Real Cédula Carlos III concluía así: En San Lorenzo 11 de noviembre de 1785. YO EL REY. Como bien podemos ver, Don Diego Xedler obtuvo un gran triunfo al recibir nada más y nada menos que una Real Cédula, donde se le permite casarse, y todo ese problema se generó porque la familia Xedler tenía abolengo en la Corona Española y curiosamente está en la línea materna de la madre de Simón Bolívar. Diego Gedler y Gámez, natural de Almagro (Ciudad-Real), en 1635 vino a Indias en compañía de su primo Marcos Gedler y Calatayud, nombrado por el Rey Gobernador y Capitán General de Santa Marra y Río Hacha, y más tarde Gobernador y Capitán General de Venezuela (1643). Diego se casó en Caracas en 1646, con Juana de Rivilla-Puerta y Arias Montano (hija de Bartolomé de RivillaPuerta y Argomedo y de María Arias Montano y Rodríguez Santos). Murió en 1653 y de su unión María

matrimonial tuvo, entre otros hijos a: Isabel María Gedler y Rivilla-Puerta, nacida en Caracas y bautizada el 24 de abril de 1647, y fallecida el 2 de julio de 1717. Casó en primeras nupcias con el alférez Santiago de Liendo y Origüen, Tesorero General de la Santa Cruzada y Encomendero del valle de Mamo, e hijo de Domingo de Liendo y Origüen y de Germana Vázquez de Escobedo, y en segundas nupcias, el 12 de febrero de 1686, con José de Palacios Sojo y Ortiz de Zarate. Isabel María Gedler y Rivilla-Puerta y José de Palacios Sojo y Ortiz de Zarate, fueron terceros abuelos maternos de Simón Bolívar, El Libertador (2). El segundo caso que vamos a comentar en el presente trabajo es lo sucedido con la señora Petronila Colón, el Teniente de Justica Mayor de la Nueva Valencia y la Iglesia de la Candelaria.

Resulta ser que para el año de 1796 se estaba construyendo el templo de Nuestra Señora de la Candelaria, al frente de lo que hoy se conoce como Plaza Miguel Peña, ubicada en la Parroquia La Candelaria que en aquel entonces se le llamaba Barrio ― Pueblo Nuevo‖(3). La construcción de la Iglesia de La Candelaria tardó mucho tiempo, y para los trabajos necesitaba agua, que no abundaba en la ciudad, que se surtía de una fuente natural que emanaba aproximadamente a dos cuadras del actual Colegio Don Bosco, ubicado en la esquina entre la Calle Anzoátegui y Colombia hacia el oeste. El agua era llevada mediante una acequia hacia el Hospital Real o de San Juan (hoy Casa de la Estrella), y de éste hacia la Plaza del Convento de San Buenaventura, donde había una pila pública. 43


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En esa época se había dado un permiso para que las aguas que no utilizara el hospital fueran enviadas hacia la construcción de la Iglesia de La Candelaria, y un día el Mayordomo de la obra recibió una notificación donde se le hacía saber que de ahora en adelante solo recibirían agua dos horas al día, lo cual motivó a Don Joseph Antonio Díaz a escribir lo siguiente: El agua de la asequia que le entra al hospital después de que abastece aquella santa casa de quanto necesita, como la sobrante no sea menester allí, camina en derechura a la fábrica del templo de NS de Candelaria en donde diariamente se aprovecha y con esta orden se ha disfrutado su beneficio el transcurso de más de diez años quieta y pacíficamente sin la menor novedad en la señora justicia, ni de ningún particular vecino, antes por el contrario con aplauso general de todos por (ilegible) aquellas sobras o derrames de agua de dicho hospital en la fábrica del referido templo. El 5 de enero el platicante de dicho Ospital se presentó y le informó que el señor Teniente de Justicia Mayor de esta ciudad decidió que los derrames de agua se dejen ir a la casa de una Parda nombrada Petronila Colón dejándole al templo tan solo dos horas de agua todos los días y que está obligado a darle cumplimiento a dicha orden (3). Evidentemente que esta decisión originó un serio problema por dos aspectos fundamentales que son los siguientes:

El primero de ellos es porque a la ciudad no le llegaba agua de buena calidad, lo que se resuelve gracias a los trabajos que la Iglesia Católica, en la persona de su Obispo Díaz Madroñero, autorizó y financió. Se alegaba, igualmente, que no era posible que el agua destinada para una obra de utilidad pública se le fuera a restringir para dársela a una mujer, que de paso era parda, y que dejar a la construcción de la iglesia con un servicio de agua de solo dos horas al día, era como que no le dieran nada; y aunque el templo aún no estaba concluido ya estaba colocada la imagen de Nuestra Señora de La Candelaria. Con estos argumentos, el Mayordomo de la ciudad solicitó que dicha decisión fuera revertida, y que a la construcción de la Iglesia de La Candelaria le siguiera llegando agua todos los días y a toda hora, hasta que se concluyera la obra. Que ni la tal Petronila Colón o ninguna otra persona pudiera hacer el más mínimo uso de dicha agua, haciéndose del conocimiento de los pobladores de la ciudad que esta resolución debía ser cumplida. Como epílogo de dicho problema y después de una larga discusión, la anhelada distribución de agua hacia el Templo de La Candelaria regresó a su punto inicial, y se concluyó aquella extraña concesión, la cual quizás fue producto de alguna relación sentimental entre el Teniente de Justicia Mayor y la ya famosa Petronila Colón.

BIBLIOGRAFÍA: 1.

2. 3.

27/04/1786: Expediente sobre el conflicto entre Diego Jacinto Gedler y su madre, por lo intentos de desheredarlo por su matrimonio con Petronila Eyzaguirre.. Ayuntamiento de Valencia, Tomo-Libro: 27, Número: 38, Período: 1771-1870. Disponible en: http://dspace.bolivaium-usb.ve Estudio sobre la genealogía del libertador Simón Bolívar por Rafael L. Fuentes Caravallo. Publicación de la Embajada de Venezuela en España. Madrid, 1974 07/01/1796: Oficio enviado por José Antonio Díaz representando la fábrica del templo de Nuestra Señora de La Candelaria Ayuntamiento de Valencia. Tomo-Libro: 34, Número: 22, Período: 1771-1870. Disponible en. http://dspacebolivarium.usb.ve

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BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

RATAS A LOCHA Y RATONES A CENTAVO Julio Centeno Rodríguez Abogado Cronista Oficial de San Diego, Individuo de Número de la Academia de Historia del Estado Carabobo, sillón ―T‖. E mail: jcentenocronista@hotmail.com . Los textos transcritos (―‖) conservan su ortografía original.

¡Ojo! ¡Ojo pelao! Cualquier parecido con hechos de la vida actual es pura coincidencia, sin embargo, como nos enseña El Eclesiastés del rey sabio Salomón: ―Nada nuevo hay bajo el sol‖. (―Nihil novi sub sole‖). Durante el régimen de la Revolución Liberal Restauradora del Hombre de la Levita Gris, Gral. Cipriano Castro; un atinado médico de Zaraza (Guárico), Dr. Rosendo Gómez Peraza, que ocupaba el cargo de Jefe de la Medicatura del puerto de La Guaira, comentó en un café de la estación del ferrocarril de La Guaira, ante un grupo de gente, entre las que se encontraba el cónsul de E.E.U.U., que había diagnosticado en uno de sus pacientes un caso de peste bubónica. Este señor, representante del Imperio, salió, como alma que lleva el diablo, a transmitir la desestabilizadora noticia a los funcionarios castristas. Y como pueblo pequeño infierno grande, la información corrió como la pólvora y se fueron tejiendo en el telar de las murmuraciones, mil comentarios adversos al gobierno, en aquella Caracas de los techos rojos, que se negaba entrar al siglo XX. En consecuencia, se movieron las piezas para dilucidar la duda de lo dicho por el galeno llanero, se comisionó, para tal fin, al científico e investigador de Betijoque (Trujillo), Rafael Rangel, quien, lamentablemente, no logró aislar la bacteria de la enfermedad e informa a las autoridades que no se trata de peste bubónica. El

gobierno armó un auténtico Festín de Baltasar, porque no tendría que cerrar el puerto de La Guaira, que tantas bondades económicas le proporcionaba, basados en el informe emitido por el sabio venezolano (que había sido asistente, nada más y nada menos del Dr. José Gregorio Hernández. Obvio, en aquellos otroras días, aún los pacientes del santo venezolano, no colgaban en las paredes de su consultorio la conocida frase: ―Gracias por el favor concedido‖) y remitieron para los calabozos de La Rotunda al discípulo de Hipócrates, Dr. Rosendo Gómez Peraza, por difundir un falso rumor en perjuicio del Gobierno (25/03/1908). Rumor que resultó ser cierto, porque hasta los sabios se equivocan y Rangel no fue la excepción de la regla, haciéndose acreedor el Dr. Gómez Peraza del beneficio de la libertad plena y de un sitial de honor en las páginas de la historia de la medicina venezolana. Al poco tiempo se desató en La Guaira y en todo el país una epidemia de peste bubónica – enfermedad infecto-contagiosa, que se transmite por medio de las ratas o pulgas-. Viéndose obligado el sistema dictatorial de Castro, para combatir la mortal enfermedad a comprar ratas a locha y ratones a centavo. Cuentan los cronistas de entonces, que todas las mañanas, al despertar el alba, se veían largas romerías de hombres, mujeres y niños con sus jaulas y paquetes de ratas y ratones, para vender su asquerosa cacería, a locha las ratas y a puya los ratones para ser extinguidos por el fuego. 45


También se cuenta que el gobierno gastó Bs. 8.000,00 de plata de la buena en la compra de ratas y ratones, y la gente, siempre incrédula, decía: Ni el flautista de Hamelín, ahí hay kikiriwiki, ahí hay gato encerrado. ¿Quién sabe cuántos miles de bolívares quedaron en bolsillo ajeno? Por lo que respecta a Carabobo, el 28 de mayo de 1909 –ya en el naciente gobierno de Paz y Trabajo del Benemérito- se reunieron en el Salón Legislativo, bajo la presidencia del Gral. José Antonio Dávila, los doctores en medicina, Diego Plaza Madriz, Luis María Pérez Carreño, Rafael Guerra Méndez, Carlos Sanda, Luis F. Ravelo Pérez y Eduardo Henríquez, el ingeniero Leopoldo López García, los doctores en farmacia Temístocles López y Miguel Gerónimo Feo, el químico José Antonio O‘ Daly y los ciudadanos Rafael Carvallo y Alejandro Blaubach, nombrados por Decreto del 26 del mismo mes para conformar el Consejo Superior de Higiene Pública del Estado Carabobo.

empleo tengan que traficar constantemente de Caracas a Valencia. Practicar visitas domiciliarias por medio de comisiones nombradas al efecto. Comprar ratas y ratones al precio de 12 ½ céntimos las primeras y 5 céntimos los últimos. Se nombra una comisión compuesta por los señores, Dr. Temístocles López, A. Blaubach y Rafael Carvallo, para que organicen de la manera que juzguen más práctica la compra e incineración de las ratas y ratones.

El Consejo acordó: Excitar al Gobierno del Estado a encargar linfa de Haffkine, a la mayor brevedad, así como un aparato para la desinfección al formol y otro por la sulfuración de ratas. Ordenar la desinfección de las mercancías y correspondencias provenientes de Caracas. Notificar a la autoridad civil de Guacara que debe exigir a todo pasajero proveniente de Caracas la certificación de haber sido inyectada la linfa de Haffkine, sin cuyo requisito no podría continuar el viaje. Exigir a la compañía del Gran Ferrocarril de Venezuela, que haga inyectar la linfa a aquellos de sus empleados que por razón de su

Obteniendo una limpia patente de sanidad, (Caricatura de frontispicio a artículo ―El Verdadero Peligro Venezolano‖, que advierte sobre epidemia de fiebre bubónica en puerto de Venezuela y cómo el Gobierno de Castro manejó el problema). En: COLLIER‘S NATIONAL WEEKLY, Tomo XLII, del 14 de noviembre de 1908. página 11. (Dibujante: BODMAN ROBINSON). (Tomado de Cipriano Castro en la Caricatura Mundial). Publicaciones del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano. Caracas, 1980).

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Discursos BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

LA MEMORIA HISTÓRICA DE LA COFRADÍA DEL ESPÍRITU SANTO Y NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO DE VALENCIA Archivo Histórico Arquidiocesano Mons. Gregorio Adams (Palabras pronunciadas por el Pbro. Luis Manuel Díaz en la sesión solemne en ocasión del cuadrigentésimo aniversario de la Cofradía de Nuestra Señora del Socorro de Valencia, en la Casa de La Estrella, el 14 de mayo de 2016)

Excmo. Mons. Reinaldo Del Prette, Arzobispo Metropolitano de Valencia, y demás miembros notables de nuestro querido clero valenciano. Señor Doctor Carlos Cruz Hernández, Presidente de nuestra prestigiosa Academia de Historia del Estado Carabobo, y demás miembros: Individuos en Número, Correspondientes y Honorarios. Señora Marina Giménez de Bencomo, Presidenta de la honorable Cofradía de Nuestra Señora del Socorro de Valencia, y demás miembros cofrades. Señores representantes de los diversos medios de comunicación social. Invitados especiales. Señores y Señoras. INTRODUCCIÓN “vita memoriae, magistra vitae est” Cicerón (106 a. C-43 a. C)

Es muy grato estar reunidos entre amigos y hermanos en este Año de la Misericordia, convocado por el Santo Padre el Papa Francisco, donde nos ha invitado a experimentar nuevamente el encuentro con el Dios Amor, el Padre de la ternura y de la infinita bondad; como también para encontrarnos con nuestra poquedad y fragilidad humana; y de la misma manera para encontrarnos con los más pobres en esta sociedad indiferente. En este ambiente religioso y espiritual conmemoramos el IV centenario de la creación

creación de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro, cuya institución conformada por seglares han permanecido, por los senderos inescrutables de la historia, fieles al llamado y al seguimiento del Hijo misericordioso del Padre, a Jesús El Buen Pastor, el camino que nos lleva a la salvación, el Señor del tiempo y de la eternidad. Hoy queremos, la Academia de Historia del Estado Carabobo junto con la Arquidiócesis de Valencia, a unirnos a este regocijo que embarga a esta cofradía por su existencia y permanencia en el devenir de la historia regional y en medio de las vicisitudes de los acontecimientos vividos en esta Iglesia particular. Una Iglesia que ha sabido responder a través de las cofradías, en los momentos históricos de la región carabobeña, a las necesidades de los más débiles, y así como ofrecer soluciones eficaces a la problemática social de cada época. También en el origen de esta hermandad nace como una respuesta pastoral en una sociedad emergente, estamental y estratificada, donde el valor humano por sí misma no valía nada, sino por la apariencia, el prestigio o la ostentación de la riqueza y el poder, ya sean en lo económico, en lo político y en lo eclesial. La defensa de los derechos de la autodeterminación fue el principio del sentir cristiano de los primeros cofrades. Para una mayor comprensión de esta realidad histórica, 47


LA MEMORIA HISTÓRICA DE LA COFRADÍA DEL ESPÍRITU SANTO Y NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO DE VALENCIA

histórica, conviene hacer memoria del pretérito humano o del hecho humano pasado. La documentación que yace en nuestro Archivo Histórico ―Mons. Gregorio Adam‖ que hemos consultado, arroja nuevos conocimientos en el estudio de esta cofradía. Permíteme, antes de entrar en el tema de mi ponencia, en subrayar el papel del historiador: que no es otra cosa que presentar con humildad ―el conocimiento histórico‖. Fuera de este ―saber histórico‖, como escribía el Padre Jesuita José María de Alejandro, antiguo profesor de Filosofía de la Pontificia Universidad Comillas en Madrid, sería ―los conocimientos falsos o falsificados del pasado, las utopías y las ‗historias‘ noveladas y poéticas, los mitos y las narraciones populares, creaciones de la fantasía...‖. Y advertía con mucha énfasis este sacerdote, que ―ni los profetas, ni los poetas, ni los novelistas –yo agregaría: ni los políticos fanáticos de oficio- son historiadores‖ (Alejandro, 1974:545). Y además hay que tener en cuenta, como enseñaba a sus alumnos el catedrático historiador, el español Javier Paredes, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares, que para estudiar historia debemos entender y aceptar que ―las cosas son lo que son‖. Es la ―ley de oro de la historia‖.

Conocer el conocimiento histórico que arrojan los documentos es una tarea acuciosa y minuciosa para ver la realidad humana de la historia. No se trata presentar un cúmulo de papeles antiguos sin que haga referencia al acontecer humano. Aquí conviene recordar las palabras del filósofo Marcel Gabriel que el

historiador ―ha de ser a la vez poeta y dramaturgo para succionar el jugo histórico y humano de los documentos; ha de dejar libre el camino de la imaginación creadora, bajo pena de dejar de ser historiador‖ (Citado por Alejandro, 1974:545). No obstante, el saber histórico de los documentos nos lleva a comprender la cruda realidad humana, con sus luces y sombras, puesto que ―las cosas son lo que son‖. En esta oportunidad quiero presentar unos documentos históricos para el estudio de esta Cofradía de Nuestra Señora del Socorro de Valencia con fecha de 1754, a poco tiempo que la hermandad recibiera la aprobación real por parte de la corona española en 1752 (Véase anexos 1). Al leer los textos salta a la vista la prominencia de la institución y los privilegios que conllevaba dicha confirmación oficial. El resultado de este análisis documental me lleva a titular esta breve exposición como ―la memoria histórica de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro de Valencia‖. Hoy en día hacer memoria es una necesidad perentoria, puesto que ―todavía muchos venezolanos –así lo decía mi recordado profesor ya fallecido el padre jesuita Carmelo Vilda- vivimos desmemoriados como si la patria hubiera comenzado ayer‖ (1999:17). I.- UNA COFRADÍA ENTRE TRADICCINES, COSTUMBRES Y MEMORIA HISTÓRICA El estudio de las primeras constituciones de 1616 y las reformadas en 1720, que fueron aprobadas tres años después por el obispado de Caracas, son las fuentes oficiales para el conocimiento del origen de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro de Valencia[1]. conocimiento

[1] Véase mi trabajo titulado ―Las primera constituciones de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro de Valencia. Una aproximación Histórico-Teológica‖. En digital 2015

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LA MEMORIA HISTÓRICA DE LA COFRADÍA DEL ESPÍRITU SANTO Y NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO DE VALENCIA

Se había cumplido con los requisitos de las Sinodales de 1687 para la aprobación eclesial [2] , pero faltaba la licencia del Real Consejo de las Indias [3]. En la reunión de cabildo del 6 de junio de 1751, en presencia del cura párroco José Atienza de Castillo y el mayordomo Juan Ambrosio Páez, se determinó a buscar en el lapso de dos años dicho reconocimiento oficial. Ya en la convocatoria del cabildo del 10 de agosto de 1753, la hermandad recibía la Real Cédula de aprobación, con fecha 26 de noviembre de 1752. Además recibían tres breves apostólicos del Papa Benedicto XIV, una del 4 de septiembre del mismo año, que consistía en ganar Indulgencia Plenaria en las fiestas solemnes de la cofradía, como la fiesta del Espíritu Santo, la Virgen del Socorro en el segundo domingo de noviembre, la Anunciación, la Asunción y Natividad, y San José [4], y así como en el día para quienes se iniciaban en la hermandad y para quienes estaban al final del camino en su condición in Artículo Mortis; y las otras dos con fechas del 4 y 14 de

agosto del mismo año, se recibía el privilegio para celebrar la Santa Misa en el altar de la Virgen del Socorro en la conmemoración de los fieles difuntos o sufragios de los difuntos cofrades[5], Con estas prerrogativas llevaron a los cofrades a comprometerse a extender más la devoción mariana a través de la publicación del libro de milagros y novena del Pbro. Bachiller Pedro Tamarón y Romeral, quien estuvo en Valencia entre los años 1723 al 1726[6]. Sucedió en la solemnidad de Corpus Christi, el jueves 13 de junio de 1754, en la acostumbrada procesión del ―Augusto Sacramento del Altar‖, se congregaron las cofradías parroquiales: primero la anfitriona de esta fiesta la Cofradía del del ―Santísimo Sacramento‖, la ―Santa Vera Cruz‖, ―Nuestra Señora de la Concepción o del Rosario‖, y la del ―Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro‖. En el momento de la salida de la procesión, el experimentado mayordomo el

[2] ―Mandamos, que en adelante no se crie, erija, ni funda de nuevo Cofradía, ni Hermandad alguna, sin que primero se presente ante Nos, o nuestro Provisor, con la Escritura de Dotación, y bienes, que se dan para las tales Fundaciones, para que pareciendo bastante, concedamos nuestra Licencia, in scriptis; sin la cual, y la de su Magestad (que asimismo ha de concurrir) no se proceda a hacer qualquier Constituciones, ni estatutos, ni otros Actos de Hermandades. Y mandamos, que las que así se fundaren, dentro de seis meses, hagan las Constituciones, y Estatutos para su buen gobierno; y dentro del dicho termino las presenten ante Nos, o nuestro Provisor, para su Aprobación, sin la qual sean de ningún valor, y fuerza‖ (Título XV, De las cofradías, y hermandades, 165). [3] Muchas cofradías americanas que presentaron sus constituciones al Real Consejo, no fueron aprobadas; en cambio esta cofradía tuvo la dicha de cumplir con los requisitos legales, tal como lo exigía la cédula de Felipe III, en 1600, y retomada en las Leyes de Indias, en 1680: ―Para fundar Cofradías, Juntas, Colegios o Cabildos de españoles, indios, negros, mulatos u otras personas de cualquier estado o calidad, aunque sea para cosas y fines píos y espirituales, preceda licencia nuestra y autoridad del prelado eclesiástico, y habiendo hecho sus ordenanzas y estatutos las presenten en nuestro Real Consejo de las Indias para que en él se vean y provea lo que convenga, y entre tanto no puedan usar ni usen de ellas; y si se confirmaren o aprobaren, no se puedan juntar ni hacer cabildo ni ayuntamiento si no es estando presente alguno de nuestros ministros reales que por el virrey, presidente o gobernador fuere nombrado, y el prelado de la casa donde se juntaren‖ (Ley 29, tít. 4, lib. I de la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680). [4] ―… Dijeron que respecto a la fiesta principal que lo es la de Nuestra Señora del Socorro, de tiempo inmemorial se celebra la segunda dominica de noviembre, desde luego elige para siempre este día y los cuatro días para las otras indulgencias eligieron el día de la Anunciación de Nuestra Señora su gloriosa asunción y su graciosa natividad, y el día del Patriarca Sr. san José…‖ (Fadul: 2008, 20). [5] En el numeral 18 de las segundas constituciones indica que ―es constitución que con toda la brevedad que fuere posible, impetre el Mayordomo a Nuestro Santísimo Padre Inocencio decimotercio, o a sus sucesores, dos jubileos para los días segundo de Pascua del Espíritu Santo, y el del Patrocinio de Nuestra Señora, y asimismo las demás gracias e indulgencias que Su Santidad se dignare conceder para el día que se sentaren por hermanos, y para la hora de la muerte. Y para su consecución todas las limosnas que pareciere ser necesarias, por ser lo que más importan a esta Santa Cofradía, y de que totalmente carece‖. [6] Había nacido en la Villa de la Guardia, en la Provincia de Toledo, España, en 1695. Llegó a Caracas en 1719 como Bachiller en Artes y en Cánones y se incorporó en la Universidad Santa Rosa de Lima donde recibió la licenciatura y el doctorado en Teología. Fue cura en la Villa de San Carlos, en la Ciudad de la Nueva Valencia del Rey (1723-1726) y en la Catedral de Caracas. En las segundas Constituciones reformadas de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro aparece firmando como bachiller, el 11 de octubre de 1723. Escribió el libro ―Triunfos de la gracias en la Santísima Imagen de María, que con el título del Socorro, se venera en la Nueva Valencia del Obispado de Caracas‖, impreso en Madrid por Antonio Marín, 1749. Preconizado como Obispo de Durango, en México, por el Papa Benedicto XIV. Tomó posesión canónica el 22 de marzo de 1758. Murió el 21 de diciembre de 1768.

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Capitán Pedro Isidoro de Tovar[7]. hace uso del particular privilegio que gozaba de su hermandad por el título real en presidir la comitiva por las calles de la ciudad. Cuando el mayordomo tomaba la preferencia con las imágenes del Espíritu Santo y de la Virgen del Socorro, se le comunica en forma verbal que le dio el padre José de Figueroa, quien era el sacristán mayor y teniente cura y rector de la parroquia, al mayordomo Luis Cazorla, de la Cofradía de ―Nuestra Señora del Rosario‖, que era costumbre que la imagen del Rosario presidiera la mencionada procesión y por tanto que mudase las mencionadas imágenes. Según el mayordomo Pedro Isidoro, este inconveniente generó ―disturbio‖ en los cofrades de ambas cofradías. El cura principal o el decano de la Iglesia parroquial era el Pbro. Dr. Luis José de Vargas quien tendría que ejercer la tarea de juez eclesiástico para dilucidar dicho acontecimiento, y a través de un auto con fecha 15 de junio inicia el proceso, y por consiguiente comienza a recaudar información de lo sucedido. Cumplida las notificaciones de las partes involucradas, el juez exponía dos razones por las cuales seremitían a las tradiciones o costumbres, leemos su punto de vista: … la imagen de Nuestra Señora de la Concepción, que también se titula de Rosario, en el lugar preferente a el de las otras insignias de cofradías, que es atrás de todas ellas, es lo primero, por haberse acostumbrado en esta [Iglesia] Parroquial, y semejantes procesiones,

llevar siempre ese mismo lugar pues no solamente ha sido así en los doce años que como Cura Rector que ha sido y es de esta Parroquial ha asistido a dichas procesiones, practicándose así sin ninguna controversia ni reparo sino que desde tiempo inmemorable ha sido la propia como es notorio, y lo segundo porque por las Sinodales de este Obispado, libro 2, título 1, se les manda a todos los curas y ministros de las Iglesias de esta provincia, que imiten y hagan imitar en cuanto pudieren las observancias de la Iglesia Catedral… Ante esta respuesta satisfactoria para el Pbro. José de Figueroa, éste remite un auto el día 17, con estos términos: … que pareciendo como lo son justas las causas que expone en su respuesta por haber mandado que Nuestra Señora de la Concepción y Rosario fuese el lugar preferente a las demás imágenes e insignias que salieron en la procesión del Jueves de Corpus, declaraba y declaró ser aquel el lugar que le pertenece a dicha Santísima imagen de Nuestra Señora de la Concepción y Rosario… La contestación del parte del mayordomo Pedro Isidoro no se hizo esperar: vuelve a presentar el agravio sufrido en la procesión y pide que compadezca al tribunal eclesiástico el mayordomo Luis Cazorla para que muestre la legitimidad y antigüedad de su cofradía que representa y el certificado de aprobación de la Real Cédula. El auto del día 19, firmada por el mismo padre Figueroa, fue confirmado dicha solicitud. La declaración del mencionado mayordomo resume su memoria histórica, con estos términos:

[7] Era su tercer período como mayordomo de la cofradía: la primera fue electo el 24 de mayo de 1747 hasta el 4 de junio de 1748; el segundo período abarca del 12 de junio de 1753 hasta el 4 de junio de 1754; y el tercero del 4 de junio de 1754 hasta el 23 de mayo de 1755. Véase anexos 3: Lista de mayordomos de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro de Valencia a mitad del siglo XVIII.

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… que consta haber sido su primer título de Concep- ción, y después unida a dicha laboración del Rosario por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor DDon Fray Juan de Bohorques Dignísimo Obispo que fue de esta Diócesis y que en su poder no hay Cédula de Real aprobación alguna porque no se le entregó, ni más instrumentos que los tres libros… y el inventario… que no sabe si en la invasión impensada que el enemigo francés hizo en esta ciudad se perdió uno[8].… Ciertamente la Cofradía de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción fue una de las primeras creadas en Valencia, junto con la del Santísimo Sacramento y Santa Vera Cruz en 1586. Y luego muchos años después, se le agregó la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, el 23 de octubre de 1686 (Cf. Martí: 1929, 104-105). Sin embargo, el mayordomo no presentó certificación de la aprobación oficial de la existencia de la cofradía. Por consiguiente, el mayordomo Pedro Isidoro vuelve a insistir que esta respuesta y la que fue dada por el juez eclesiástico no son convincentes y ―podrá inferirse que la expresada Cofradía de Nuestra Señora del Rosario pueda argüir derecho prelativo memorable‖. Por lo tanto, la cofradía que él representa:

… es legítimo acreedora a los tres títulos principales de su prelativo puesto, porque la caloriza lo primero su distintivo título y advocación: lo segundo, la real confirmación de

su instituida Cofradía: y lo tercero, la antigüedad de su fundo, como lo verifica, uno, y todo, la Real Cédula, que es la que presento en debida forma… Esta respuesta del mayordomo es la razón por la cual que nos encontramos aquí para celebrar un aniversario más de vida, de una de las cofradías más antigua de la Iglesia parroquial de Valencia y que gozade memoria histórica. Dicha respuesta no se remite a lastradiciones o las costumbres de un período corto de doce años, sino del conocimiento histórico que podemos verificar y certificar por medio de los documentos y su continuidad de su existencia en la vida eclesial. El peligro de sustentar un hecho histórico con la óptica de las tradiciones o costumbres es su propia miopía de la realidad histórica, que subyace en los cuentos o leyendas. En cambio la memoria histórica nos amplía el lente y nos ubica y nos conecta a la realidad del contexto del pasado con el presente. A continuación estudiaremos brevemente los argumentos que presenta el mencionado mayordomo Pedro Isidoro por la importancia pastoral que tiene la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro en la Iglesia parroquial de Valencia.

II.- EL DISTINTIVO TÍTULO DE LA ADVOCACIÓN MARIANA Una de las razones [9], y se podría decir la única y definitiva razón pastoral que ―caloriza‖ a

lo narra un documento de alegato del maestro de carpintería de la Iglesia parroquial de Valencia, Blas Vicente Núñez, respetamos su grafía: ―con la invasión q[ue] iso en esta si[u]d[ad] el enemi[go] franses el año de setenta y siete (1677), abiendo q[ue]mado [en] esta suidad numero de casas en el quemo tambien la mia en la qual se q[ue]mo todo lo q[ue] llebo rreferido...‖ (A6, C1, D1. Folio 3). [9]Podríamos hablar de una razón económica cuando dice el texto de las segundas constituciones: ―… cuando se fundó esta Santa Cofradía, que ha tiempo de cientos y cuatro años, y asimismo añadir, nuevamente, otras constituciones en virtud del permiso que para lo susodicho tenemos en la Constitución diez y seis por convenir así al mejor régimen, aumento y conservación de ella, y con el fin de dar más lustres a nuestra Cofradía, sacándola de las cortedades y pobreza que siempre ha permanecido (…)‖. [8]Así

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la cofradía, y que movieron a los cofrades a principio del siglo XVIII en reformar las primeras constituciones fue el aumento de la devoción a la preciosa imagen del Socorro, como nueva advocación mariana ―valenciana‖ que transformó la espiritualidad de la hermandad, y también de toda la comunidad parroquial de Valencia. Así lo formulaban los cofrades en las segundas constituciones: ―Queremos, y es nuestra voluntad que en adelante, se intitule esta Santa Cofradía del Espíritu Santo y de Nuestra Señora del Socorro‖. El primer numeral de estas constituciones desarrolla con toda sencillez el trasfondo histórico del origen de la devoción a la Virgen del Socorro, con el siguiente tenor: … que habiendo sido Dios servido que muchos años después que se fundó esta Santa Cofradía consiguiésemos la milagrosa imagen de la Virgen Santísima, con la advocación del Socorro; y desde entonces haber mantenido a expensas de ella su culto y veneración, y poseído esta sagrada imagen, sin contradicción alguna, ordenamos se prosiga en adelante como carga propia de esta Cofradía en el adorno, aseo y culto de dicha sagrada imagen… La noción temporal utilizada por las nuevas constituciones: ―que muchos años después vino a su poder‖ debió consistir que ―más tarde de haber sido fundada‖ en 1616, es decir en el lapso de esta fecha y a mitad del siglo XVII, ya la imagen milagrosa se encontraba en posesión de la Hermandad [10]. Aunque los numerales de los estatutos no indiquen con exactitud la llegada de

esta imagen, sabemos que la presencia maternal de la Virgen del Socorro desencadenó –con palabras de las constituciones- ―la mayor veneración de la Madre de Dios y Señora Nuestra, y atractivo de la devoción a esta Santa Cofradía‖ (1). Este ―atractivo de la devoción‖ mariana exigía ―muchos años‖ para que se encarnarse en los corazones de los cofrades y se hiciera columna vertebral en la espiritualidad valenciana y carabobeña, y ―como carga propia de esta cofradía en el adorno, aseo y culto de dicha imagen‖ (1). Es decir, en el primer numeral citado se reconoce que la misma ―cofradía del Espíritu Santo‖ ha sido y sigue siendo la promotora singular del culto y veneración de la Virgen del Socorro entre sus miembros y demás fieles de la Iglesia parroquial. Y en reconocimiento de estos primeros cofrades que hicieron posible la llegada de esta imagen y a quienes publicitaron confe y devoción esta nueva advocación valenciana, el numeral 17 describe como memoria histórica este hecho transcendental de la cofradía: … habiendo sido los pardos de esta ciudad los que principalmente concurrieron y coadyuvaron (aunque como hermanos de esta Santa Cofradía) pidiendo limosnas y con otras agencias para que se trajese la milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Socorro, queremos, y es nuestra voluntad, se les mantenga y continúe la costumbre y procesión en que han estado de sacar a esta soberana Señora sobre sus hombros, en cuantas procesiones se.

[10]

El 10 de mayo de 1643, en la ciudad de Madrid (España), el rey Felipe III había firmado un decreto sobre el patrocinio de la Virgen Santísima, como Nuestra Señora en las Indias, como muestra de agradecimiento y reconocimiento de los favores recibidos por las grandes empresas realizadas en el Nuevo Mundo, cuya norma piadosa fue confirmada en la Recopilación de Leyes de Indias de 1680, con el siguiente tenor: ―En reconocimiento de las grandes mercedes y particulares favores, que recibimos de la Santísima Virgen María nuestra Señora, hemos ofrecido todos nuestros Reinos a su patrocinio y protección, señalando un día en cada un año… por lo menos un día del Novenario, y haciéndose Procesiones generales con las imágenes de mayor devoción. (…) celebren fiesta todo los años el Domingo segundo del mes de noviembre a la Virgen Santísima nuestra Señora, con título de Patrona y Protectora (…) Y rogamos y encargamos a los Prelados, que exhorten al Pueblo a piedad y devoción (…)‖ (Libro I, Título I, ley 24).

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ofrecieren pero con la calidad y condición que han de ser hermanos de esta Santa Cofradía. Sin lugar a duda, la nueva generación de cofrades, iniciadores de estas segundas constituciones, manifiestan con este texto claro y conciso, quiénes fueron lo que trajeron la imagen milagrosa. Recordemos que Valencia fue fundada como Pueblo de Españoles: Durante el siglo XVII, los españoles, o los hijos de españoles o criollos, habían aumentado en números y en el control del poder civil y eclesiástico; y en paralelo a ellos, también había crecido los pardos. Ya a finales del siglo XVIII, según la matricula del Obispo Mariano Martí, en Valencia había una población de 7.237, entre ellos, los blancos era 3.058, seguían los pardos con 2.996, los esclavos 938, los indios 205 y los negros 40 (1929: 110). Y para nadie es un secreto decir que los pardos en Valencia en el transcurso del siglo XIX mantuvieron lealtad a la corona española en resistencia a la emancipación liberada por los criollos o mantuanos de Caracas [11] . III.- LA CONFIRMACIÓN REAL DE LA COFRADÍA

Con las reformas de las primeras constituciones (1720), se evidenciaba en su contenido la fidelidad al Antiguo Régimen de los miembros de la cofradía. Y no sólo de parte de los blancos españoles sino de todos los cofrades provenientes de las diversas clases sociales.

Estaban convencidos que mantener el statu quo de la realeza hispánica era hacer la voluntad de Dios. El título real era una respuesta a la lealtad de la ciudad de Valencia a la monarquía, como posteriormente en el siglo XIX lo recibía el convento franciscano [12]. Uno de los firmantes de las segundas constituciones del 11 de octubre de 1723 fue el mencionado Pbro. Pedro Tamarón, sacerdote defensor a ultranza de la monarquía española, que le valió su nombramiento al obispado de Durango en México. Pero la razón principal de la real aprobación era por el control político del estado español para evitar la proliferación de cofradías, que no tuvieran compromiso pastoral en las parroquias, y especialmente las que no tendrían importancia en materia de interés religioso y social. Las cofradías creadas en la Iglesia parroquial de Valencia habían postergado el compromiso de adquirir la licencia real, quizás por cuestiones económicas, y se habían conformado tan solo con la aprobación eclesiástica. La confirmación real recibida por la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro aseguraba su derecho de subsistencia ante los cambios inevitables de gobiernos eclesiásticos o civiles. Por tanto, con la autorización real y eclesiástica, la cofradía alcanzaba una posición privilegiada frente a otras que no la poseían. Además se lograba su plena libertad de ejercicio ante las autoridades y lograr así el apoyo y la ayuda

El historiador Germán Carrera Damas en 1970, en un discurso sobre el 19 de abril, se imaginaba lo siguiente: ― (…) Veo, entonces, a un pueblo que se agita desconcertado, en 1810, cuando todos estaban desconcertados porque trescientos años de bien sedimentada conciencia monárquica vacilaban y aun los más claros espíritu conocían la incertidumbre… como veo a los pardos de Caracas apagando a pedradas ardores antiemancipadores al mismo tiempo, casi, que pardos de Valencia insurgían por el Rey y luchaban tenazmente por lo que mejor comprendían y existían contra lo que apenas conocían. (…).‖ (1975:16). [12] Recordemos que el 18 de mayo 1818 el Convento de los franciscanos de la ciudad de Valencia recibe el título real: ―(…) en atención a los servicios hechos por sus individuos en el tiempo de las revoluciones de dicha Provincia, oponiéndose eficazmente a la declaración de la independencia hecha por el pretendido Congreso de Caracas… En su comprobación hizo particular exposición de los trabajos de algunos Religiosos y principalmente de los nombrados Fr. Pedro Hernández y Fr. Jose Maderos, de los cuales el primero fué el que reunió gran número de vecinos para instruirlos de la resolución acordada por los insurgentes y exortar los a levantar y seguir el Estandarte de la fidelidad… Por tanto quiero y es mi voluntad que en lo subcesivo puede llamarse y nombrarse y se le intitule y nombre Convento Real…‖. (Archivo General de Indias. Sevilla. Audiencia de Caracas. Legajo 4). [11]

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oficial en beneficio de la hermandad. Por este motivo, la hermandad inició el proyecto de construcción de la anhelada ermita de la Virgen del Socorro. El 13 de enero de 1797, el capitán del Batallón de Pardos Eusebio López, por permuta efectuada le cedió a la cofradía una casa y solar para dicha edificación y así colocar sus imágenes. Y el 9 de junio del mismo año, el maestro alarife Juan Pedro Borges recibía de la hermandad la cantidad de 3 pesos por haber alineado y repartido el terreno y para ver dónde había de ser la imposición de la primera piedra.

mandaba una resolución definitiva, con el siguiente tenor:

IV.- LA CERTIFICADA ANTIGÜEDAD DE LA COFRADÍA

Con este auto se les fue notificado a los curas de la Iglesia parroquial de Valencia, entre ellos los mencionados presbíteros Luis José de Vargas, José de Figueroa y José Antonio González [13]. Y al mayordomo de la cofradía del Rosario se le notifica y se le recuerda:

Las pruebas presentadas por el mayordomo Pedro Isidoro ante el juez eclesiástico fueron irrevocables. Dejó constancia en primer lugar: que en la ―ciudad de Caracas no hay cofradía del Espíritu Santo con real aprobación instituida de tan antigua e inmemorable tiempo como lo es mi parte…‖. Y en segundo lugar: que el mayordomo de la cofradía del Rosario ―quien por lo expositivo carece de razón y justicia por hallarse sin instrumentos necesarios mejorables… ni razones convincentes que le derriben de su derecho legítimo…‖. Esta segunda exposición del mencionado mayordomo fue llevado a estancia de la Real Audiencia de Santo Domingo, representado por el abogado y vicario foráneo y juez eclesiástico de la Nueva Valencia del rey, y Cura propio de San Agustín de Guacara, el Pbro. Dr. Juan Antonio Montero. El 13 de septiembre de 1754, en auto se

…en vista de todo mando que esta parte en los actos procesionales y demás pertenecientes a la Cofradía de su cargo, use de la antigüedad, preferencia y privilegios que se le está concedido en virtud de dicha Real aprobación, sin que por parte de los Curas de dicha ciudad de Valencia ni otro alguno pueda embarazársele con pretexto alguno en atención a la legítima posesión y goce que tiene justificado…

…que por la ley 25, título 4, libro I de la recopilación, está mandado que no se use de juntas ni cofradías sin que para ello preceda la Real aprobación de su majestad… con la solicitud, estudio y brevedad que es obligada procure los instrumentos de su fundación, establecimiento y Real confirmación de dicha Cofradía de su cargo… Así concluye este proceso de reconocimiento histórico que se originó en un momento de controversia ante las imposiciones de costumbres o tradiciones de algunos individuos o grupos. Pero siempre prevalece la memoria histórica como principio y fin del sentido común de la realidad humana, envuelta siempre entre luces y

Véase anexos 2: ―Lista de los curas rectores, vicarios y sacristanes de la Iglesia parroquial de Valencia en el siglo XVIII‖. [13]

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sombras. Si se pierde la memoria, se pierde la identidad, y la razón de la existencia de la hermandad. A MODO DE CONCLUSIÓN

Resumiendo lo dicho hasta ahora: nos encontramos ante una institución que ha sabido mantener su continuidad y repercusión espiritual y pastoral en la vida parroquial de Valencia. Dentro de ella –en un principio llamada la Cofradía del Espíritu Santo- se fraguó la gran devoción a la Madre de Dios bajo la advocación de ―Nuestra Señora del Socorro de Valencia‖. Este nuevo título mariano fue la novedad que sedujo a los cofrades a proteger la cofradía en el tiempo, apesar de atravesar momentos de crisis y confrontación. Podría dejar de funcionar la cofradía pero el amor a la Virgen del Socorro permanece en la comunidad eclesial, como memoria histórica. Esta nueva espiritualidad mariana es la mayor riqueza que hemos heredado en una cofradía que se había transformado desde su origen en un lugar de encuentro de fe, más allá de aquella sociedad estamental. La presencia de la imagen del Socorro se convierte en el icono propio de la

comunidad valenciana y carabobeña. Ella se presenta como la mejor prueba de veracidad de la antiquísima hermandad que puede existir en la Iglesia parroquial de Valencia. Por esta razón, la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro de Valencia tiene la tarea ineludible de fomentar la auténtica devoción de la Madre de Dios en una advocación propia e irrepetible de esta Iglesia diocesana, diferenciándose de otras devociones marianas tradicionales, o imágenes de otras latitudes. Aquí se requiere un mayor estudio de este mundo imaginario que significó la presencia de la Virgen del Socorro, que traspasó las fronteras de una hermandad y ahora forma parte de esta Iglesia particular.

Estos 400 años de vida de esta cofradía es una invitación a poner la mirada en María Santísima, Nuestra Señora del Socorro de Valencia, como modelo de fe, quien se dejó llenar y guiar por el Espíritu vivificador y consolador. Ella sigue siendo lo más atractivo de esta hermandad, ella representa ahora la ―memoria histórica‖ quien nos puede garantizar elcamino que nos lleva a Jesucristo, razón por la cual existe esta fraternidad parroquial. Que Dios bendiga a sus miembros de todos los tiempos pasado, presente y futuro con el don de la santidad. Amén.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: Archivo General de Indias, Sevilla. Audiencia de Caracas. Legajo 4. Archivo Histórico ―Mons. Gregorio Adam‖ A6, C1, D1. Folio 3 Expediente de 1754 del Mayordomo capitán Pedro Isidoro Tovar. Constituciones Sinodales del Obispado de Venezuela, y Santiago León de Caracas. Hecha en la Santa Iglesia Catedral de dicha ciudad de Caracas, en el año del Señor de 1687. (1848), Caracas. Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias, (1998), Edición facsímil por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y el Boletín Oficial del Estado, Madrid Alejandro, J.M. (1974), Gnoseología, Biblioteca de Autores Cristianos, Segunda Edición, Madrid. Carrera Damas, G., (1975), ―Validación del Pasado‖, Ediciones de la Biblioteca, Universidad Central de Venezuela. Fadul Buyse, L. (2008), ―Documentos para la Historia de la Pontificia Real y Muy Venerable Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro‖. Valencia. Martí, M. (1929), ―Relación y Testimonio integro de la Visita General de este obispado de Caracas y Venezuela hecha por el Ilmo. Señor D. D. Mariano Martí‖, Caracas, Editorial Sur-América. Vilda, M. (1999), ―Proceso de la cultura en Venezuela‖, Universidad Católica Andrés Bello Caracas.

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ANEXOS DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA ECLESIÁSTICA CARABOBEÑA 1.- EXPEDIENTE DE LA PROMINENCIA DE LA COFRADÍA DEL ESPÍRITU SANTO Y NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO DEL AÑO 1754 Señor Theniente Vicario El Capitán Pedro Isidoro de Thovar, vecino de esta ciudad y Mayordomo actual de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro (cita en la Parrochial de esta dicha ciudad) en la mejor forma que en derecho puedo y debo y al de mi dicha parte convenga (permita la venia necesaria) parezco ante vuestra majestad y digo: que el día diez de agosto del año próximo pasado de mil setecientos cincuenta y tres se nos hizo celebrar Cabildo a la Hermandad ve (sic) dicha Santa Cofradía por el señor doctor don Joseph Atienza del Castillo, siendo Vicario y juez Eclesiástico de esta dicha ciudad a fin de entregarme en semejante junta como mayordomo actual una Real Cédula de su Majestad que Dios guarde en que se sirve dar su real aprobación a dicha santa Cofradía en conjunta de tres breves despachado por Nuestro Muy Santo Padre Benedicto XIV que felizmente gobierne la Monarquía Eclesiástica en que constan las gracias e indulgencias que se sirvió conceder a dicha Santa Cofradía con cuyas respectivas nos hizo saber que dicha Santa Cofradía gozará de particular privilegio y que desde aquel día en adelante prefería a todas las demás cofradías citas en dicha parroquial de esta expresada ciudad por serle constante que otra ninguna a excepción de mi parte que se hallaba con la Real aprobación, y consenso; por cuyo motivo el día de ayer que contaron trece del corriente mes de junio de este

presente año de mil setecientos cincuenta y cuatro habiéndonos permitido los demás cofradías que nos juntamos en dicha Parroquial para acompañar en procesión a Nuestro Señor Sacramentado, en la fiesta que celebró la Santa Iglesia por Jueves de Corpus, de que las dos imágenes de dicha Santa Cofradía tuvieren la preferencia respecto de que la circunstante de que esta se halla con el privilegio de dicha Real aprobación, en esta virtud nos introducimos a tomar dicha preferencia y habiendo andado una cuadra en dicha procesión con las dichas dos Santas Imágenes con el título del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro, se nos mandó por vuestra majestad por un recaudo verbal que le dio el Padre don Joseph Figueroa a don Luis Cazorla mayordomo actual de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, diciéndole que se mudase la imagen de Nuestra del Socorro adelante donde era su costumbre antes, y que la de Nuestra Señora del Rosario fuese preferente a ésta; y mediante a que en dicha procesión se hizo reparo por varias personas de que mi parte recibía agravio mediante lo propuesto por el antecesor Señor Vicario citado en esta atención se ha servir vuestra majestad en mérito de justicia declaramos el que por que (sic) no goza mi parte el privilegio a preferencia en que le pusieron dichas santas cofradías para en su asunto usar del derecho que le compete, mediante sus resultantes que por este modo quedaremos sabidos y recordados en donde y cuando nos pertenece para que en esta manera se evite cualquiera disturbio que pueda ofrecerse a dichas santas cofradías; por todo lo cual y haciendo el pedimento más útil y necesario a favor de dicha mi parte. A vuestra majestad pido y suplico se sirva de haberme por presentado con este mi escrito y en su virtud difiera [im] pedimento (sic) según y como corresponde a justicia que es la que pido y por mi parte juro lo necesario etcétera. 56


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Pedro Ysidoro Thovar Auto. Por presentada y respecto que el señor Dr. Don Luis Joseph de Vargas Cura Rector de la Parroquial de esta ciudad fue quien mandó el recaudo que se expresa en este pedimento, en el acto de la notificación exponga los motivos que tuvo para ello y con lo que dijere se traiga para en su vista proveer lo que convenga. Decrétalo así el señor Licenciado Don Joseph de Figueroa Sacristán mayor en propiedad Teniente Cura Rector de la Parroquial de esta ciudad de la Nueva Valencia del Rey Vicario y Juez Eclesiástico interino en ella y su jurisdicción que lo firmó en quince días del mes de junio de mil setecientos cincuenta y cuatro años. Joseph de Figueroa Ante mi Juan Francisco de Figueroa, Notario Público. Diligencia. En la dicha ciudad de Valencia dicho día mes y año yo el Notario en cumplimiento de lo mandado por el auto antecedente pasé a las casas de la habitación y morada del señor Dr. Don Luis Joseph de Vargas, y con la cortesía acostumbrada, puse en su noticia el contenido del pedimento que antecede y auto en su virtud proveído, y en su inteligencia dijo que el motivo que tuvo para mandar en la procesión del día del Corpus, el que se llevase la imagen de Nuestra Señora de la Concepción, que también se titula de Rosario, en el lugar preferente a el de las otras insignias de cofradías, que es atrás de todas ellas, es lo primero, por haberse acostumbrado en esta Parroquial, y semejantes procesiones, llevar siempre ese mismo lugar pues no solamente ha sido así en los doce años que como Cura Rector que ha sido y es de esta Parroquial ha asistido a dichas procesiones, practicándose así sin ninguna controversia ni reparo sino que desde tiempo inmemorable ha sido la propia como es notorio, y

lo segundo porque por las Sinodales de este Obispado, libro 2, título 1, se les manda a todos los curas y ministros de las Iglesias de esta provincia, que imiten es, atrás de las dichas insignias, se ha arreglado siempre a esto mismo en la procesión de esta Parroquial, pero que esta disposición no se opone a que si es conveniente otra cosa se mande por los señores jueces lo que correspondiere, y esto dio por su respuesta y lo firmó, yo el Notario que de ello doy fe. Dr. Luis Joseph de Vargas Ante mi Juan Francisco de Figueroa, Notario Público. Auto. En la ciudad de la Nueva Valencia del Rey en diez y siete días del mes de junio de mil setecientos cincuenta y cuatro años el señor Vicario y Juez Eclesiástico interino, vista la respuesta dada por el señor Dr. Don Luis Joseph de Vargas Examinador Sinodal de este Obispado Cura Rector Decano de la Parroquial de esta dicha ciudad y Juez de Diezmos en ella, dijo que pareciendo como lo son justas las causas que expone en su respuesta por haber mandado que Nuestra Señora de la Concepción y Rosario fuese el lugar preferente a las demás imágenes e insignias que salieron en la procesión del Jueves de Corpus, declaraba y declaró ser aquel el lugar que le pertenece a dicha Santísima imagen de Nuestra Señora de la Concepción y Rosario, y mandaba y mandó que de todo se le de vista a el Capitán Pedro Ysidoro de Thovar Mayordomo actual de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro sita en esta dicha Parroquial como lo pide, y por este su auto así su majestad lo decretó y firmó y de ello doy fe. Joseph de Figueroa

Ante mi Juan Francisco de Figueroa, Notario Público. Señor Teniente Vicario y Juez Eclesiástico 57


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El Capitán Pedro Ysidoro de Thovar vecino de esta ciudad mayordomo actual de la Santa Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro (sita en la Parroquial de esta ciudad) con la Real aprobación (de Su majestad que Dios Guarde) en la mejor forma que puedo, y debo en derecho, según a el que mi parte convenga parezco ante vuestra majestad y digo que el presente Notario me ha dado vista del auto proveído a continuación de mi antecedente, escrito en el que pretendo la averiguación, motivo y causa que a dicha mi parte se le hizo en conocido agravio de haberle mudado del puesto en que le colocaron las demás cofradías, también sitas en dicha Parroquial, y porque para deducir, pedir y alegar a favor de mi parte necesito el que vuestra majestad en cumplimiento de justicia se ha de servir en mérito de ella hacer comparecer en su tribunal a Don Luis Casorla mayordomo actual de la Santa Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y vecino de esta ciudad, y que bajo la religión del juramento (el derecho de mi parte a salvo) con palabras claras de confieso o niegue jure y declare que si el día Jueves del Corpus próximo pasado de este presente mes y año que se cantaron trece, ocurrió como mayordomo a sacar la imagen de su cargo en la procesión de dicho día, y que si éste la sacó como imagen de Cofradía o imagen de Concepción con algún mejorable privilegio que las imágenes del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro (que son las de mi parte) y que si en las demás procesiones de Rogaciones y Letanías en que son obligados dichas santas cofradías a sacar los estandartes de sus respectivas distinciones ha ocurrido o ha hecho sacar el estandarte de la Cofradía de su cargo y que así mismo diga que si en la elección o nombramiento de mayordomo que en él hicieron está nombrado o electo de mayordomo de Nuestra Señora del Rosario o de Cofradía de dicha imagen: y resultando por dicha confesión haber asistido a dicha procesión como

mayordomo de dicha imagen o como imagen de Concepción con algún privilegio, mandarle que exhiba en dicho tribunal en un breve término la Real Cédula de su aprobación siendo Cofradía: y siendo imagen de Concepción manifieste el título de su nombramiento y mandar hecho que sea dicha declaración y exhibición de instrumento que se me de vista de todo para alegar lo que convenga a favor de mi parte lo que corresponde a derecho, por tanto y haciendo el pedimento más útil y necesario que a mi parte corresponde A vuestra majestad pido suplico se sirva haberme por presentada con este mi escrito y en su virtud proveer y mandar como en el lo pido que es justicia que imploro y juro por mi parte lo necesario etcétera. Pedro Ysidoro Thovar Auto. Por presentada, y Don Luis Casorla comparezca en este tribunal y bajo la religión del juramento jure y declare por el tenor de este escrito como lo pide la parte, y hecho désele vista. Proveyólo el señor Licenciado Don Joseph de Figueroa Sacristán Mayor en propiedad, Teniente Cura Rector de la Parroquial de esta ciudad de la Nueva Valencia del Rey, Vicario y Juez Eclesiástico interino en ella y su jurisdicción que lo firmó en diez y nueve días del mes de junio de mil setecientos cincuenta y cuatro años. Figueroa Ante mí Juan Francisco de Figueroa, Notario Público. Notificación. E luego incontinente yo el Notario hice saber el auto que antecede a la parte doy fe. Figueroa, Notario Declaración. En la ciudad de la Nueva Valencia 58


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del Rey en veinte días del mes de junio de mil setecientos cincuenta y cuatro años Don Luis Joseph Casorla en cumplimiento de la mandado por el auto precedente que se le ha hecho saber por mí el presente Notario, compareció ante su merced el señor Vicario y Juez Eclesiástico interino para efecto de dar la declaración que se le mandó, y para ello su merced por ante mí dicho Notario le recibió juramento que le hizo en toda forma de derecho por Dios Nuestro Señor y la Santa Cruz so cuyo cargo prometió decir verdad de lo que supiese en lo que se le preguntare, y siéndole leído el escrito presentado por el mayordomo de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora de El Socorro, enterado de su contexto dijo, que en la procesión del Jueves de Corpus que se expresa, y en las demás procesiones de Rogativas que se han ofrecido en esta Parroquial ha asistido a ellas como mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción y Rosario, que así se titula dicha cofradía como consta por el título y nombramiento que se le hizo (entre líneas: de mayor rango) por el señor Vicario y Juez Eclesiástico que en la ocasión lo era el señor Don oseph Atienza de Castillo, y por tres libros (manual el uno) y los dos de a folio por los que consta haber sido su primer título de Concepción, y después unida a dicha laboración del Rosario por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don Fray Juan de Bohorques Dignísimo Obispo que fue de esta Diócesis y que en su poder no hay Cédula de Real aprobación alguna porque no se le entregó, ni más instrumentos que los tres libros que lleva referidos y el inventario por donde se le entregó que no sabe si en la invasión impensada que el enemigo francés hizo en esta ciudad se perdió uno y que esto que tiene dicho y declarado es la verdad so cargo del juramento que tiene hecho en el que se afirma y notifica y habiéndole leído ésta su declaración dijo estar bien escrito

que siendo necesario lo dirá de nuevo que es de edad de cuarenta y tres años poco más o menos y lo firmó con su merced dicho Señor Vicario e yo el Notario que de ello doy fe. Luis Joseph de Carsola Joseph Figueroa Ante mí Juan Francisco Figueroa, Notario Público. Diligencia. En dicha ciudad dicho día mes y año yo el Notario di la vista que se mandó doy fe. Figueroa, Notario Público. Señor Vicario Juez Eclesiástico El Capitán Pedro Ysidoro Thovar, vecino de esta ciudad, Mayordomo actual de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra Señora del Socorro; en los autos ventilativos en que se trata el agravio que a la Cofradía de mi cargo se le hizo y recibió en las calles públicas de esta ciudad en la procesión del día del Corpus, en concurso tan copioso de gentes, unas advertidas, y otras de menos conocimiento; en la mejor forma que proceda de derecho y sin prejuicio de otro cualesquiera que a mi parte convenga, como protesto alegar y usar de cualquiera recurso jurídico que conduzca a la defensa de dicha mi parte, hasta quedar dicha Santa Cofradía y sus Santas Imágenes en su presten estado salvo e ileso su derecho ante vuestra majestad digo: que se me ha dado vista por el presente Notario de la declaración hecha a mi pedimento por Don Luis Carsola, Mayordomo actual de la Santa Cofradía de Nuestra Señora del Rosario; y mediante a que ni de dicha declaración ni de la respuesta dada por el Doctor Don Luis Joseph de Vargas podrá inferirse que la expresada Cofradía de Nuestra 59


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Señora del Rosario pueda argüir derecho prelativo memorable que a el de mi parte, mediante a que no se encuentra ni aún imaginariamente la más leve fuerza, medio, punto ni razón en que le substancie ningún medio para que se pueda superlativamente anteriorarse, ante sí, queda por la hasta aquí visto en estos autos, que mi parte es legítimo acreedora a los tres títulos principales de su prelativo puesto, porque la caloriza lo primero su distintivo título y advocación: lo segundo, la real confirmación de su instituida Cofradía: y lo tercero, la antigüedad de su fundo, como lo verifica, uno, y todo, la Real Cédula, que es la que presento en debida forma, para que en su asunto se glose, y vea la mente de su Sacra Real Majestad (que Dios guarde) en que nos deja libres de todo prejuicio a dicha santa Cofradía; antes sí, como Nuestro Católico Monarca impulsa su real celo, ha que por el mayor de dichas santas cofradías se aumente nuestra católica fe y reducción de los infieles, para que se agreguen por tan santo camino, al amparo de Nuestra Santa Iglesia, en cuya atención se debe despreciar uno y otro motivo en que se imagina el derecho que se le pretende agregar a la expresada Cofradía de Nuestra del Rosario porque no obstan las razones expresas que en dichos autos se verifican, así en la respuesta de dicho Doctor Don Luis Joseph de Vargas, porque aunque es verdad como confuso que las Sinodales de este Obispado en el lugar citado por dicho Doctor manden que todos los Curas de las Santas Iglesias Parroquiales imiten y hagan imitar las observaciones de la Iglesia Catedral de la ciudad de Caracas, esto es en cuanto a la realidad potísima y no en imaginario discurso, porque si en dicha ciudad de Caracas el goce prelativo a las demás Imágenes de Cofradías y fuera de ellas es en realidad y sin ningún confuso, porque en dicha ciudad de Caracas no hay Cofradía del Espíritu Santo con

real aprobación instituida de tan antiguo e inmemorable tiempo como lo es mi parte, no le gozara, porque aquí es el reparo de la disposición citada de dichas sinodales porque se le daría a el Espíritu Santo como una de las tres personas de la Santísima Trinidad, lo prelacía, e inviolable por todas razones, y no le prefiriese dicha imagen de Nuestra Señora de Concepción además que es digno reparo que siendo la imagen a quien se pretende dar derecho en prelacía de Nuestra Señora del Rosario porque así lo autentifica su distintivo por hallarse con rosario y niño en la mano, distintivo muy aparte de el de Nuestra Señora de la Concepción por lo que es muy claro agravio que dicha Cofradía de mi cargo ha recibido en dársele la preferencia a dicha Cofradía del Rosario, quien por lo expositivo carece de razón y justicia por hallarse sin instrumentos necesarios mejorables a los de dicha mi parte, ni razones convincentes que le derriben de su derecho legítimo, en cuya atención se ha de servir vuestra majestad en méritos de justicia declarar el agravio que dicha Cofradía de mi cargo ha recibido, aposesionándole en el grado que por sí, sus méritos y títulos goza, para que por este medio quede sabida la misma vindicta pública en el mismo lugar en donde se le hizo el agravio a dicha mi parte, por lo que fue, es y será, y en dicha procesión quedaremos entendido, sabidos y advertidos, el lugar o puesto que compete a dicha mi parte, sirviéndose vuestra majestad manda que en ninguna manera se agregue la Real Cédula que dejo presentada, lo que se hará que por el presente Notario se me entregue para tenerla separada, como uno de los principales bienes de dicha mi parte; por todo lo cual y haciendo el pedimento más útil y necesario a favor de dicha mi parte. A vuestra majestad pido y suplico se sirva haber por presentada dicha Real Cédula, diferir a mi 60


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pedimento según y como lo pido que corresponde que así es justicia que pido, y en lo necesario juro etcétera.

Doctor Juan Antonio Montero LuisJosephdeArburo Diego de Armas

Pedro Isidoro Thovar Auto. Por presentada con el Real Orden de aprobación lo que se devuelva a esta parte original, y en vista de todo mando que esta parte en los actos procesionales y demás pertenecientes a la Cofradía de su cargo, use de la antigüedad, preferencia y privilegios que se le está concedido en virtud de dicha Real aprobación, sin que por parte de los Curas de dicha ciudad de Valencia ni otro alguno pueda embarazársele con pretexto alguno en atención a la legítima posesión y goce que tiene justificado y mediante lo que declare el mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y Concepción como quiera que por la ley 25, título 4, libro I de la recopilación, está mandado que no se use de juntas ni cofradías sin que para ello preceda la Real aprobación de su majestad, notifíquesele que con la solicitud, estudio y brevedad que es obligada procure los instrumentos de su fundación, establecimiento y Real confirmación de dicha Cofradía de su cargo; y de no encontrase, ocurra a el Tribunal Superior Eclesiástico a tomar las providencias necesarias en conformidad de lo prevenido por los sinodales de este Obispado, reservándole como le reservo a el dicho mayordomo su derecho para que lo deduzca como le convenga sobre la preferencia de dicha Cofradía; y por este así lo proveí, mandé yo el Doctor Don Juan Antonio Montero Abogado de la Real Audiencia de Santo Domingo Vicario Foráneo Juez Eclesiástico de la ciudad de la Nueva Valencia del Rey Nuestro Señor, y Cura Propio del Pueblo de Guacara en donde lo firmé a trece de septiembre de mil setecientos y cincuenta y cuatro años con los testigos infrascriptos por ausencia del Notario Eclesiástico de este juzgado de que certifico.

Notificación. En la ciudad de la Nueva Valencia del Rey en catorce días del mes de septiembre de mil setecientos cincuenta y un años yo el Notario habiendo recibido estos autos que me entregó el Capitán Pedro Ysidoro de Thovar, y visto el proveído por el Señor Doctor Don Juan Antonio Montero Abogado de la Real Audiencia de esta Distrito, Cura Doctrinero del Pueblo de San Agustín, y Vicario Juez Eclesiástico de esta dicha ciudad, pasé a las casas de la morada del Alférez Don Luis Joseph Carsola Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción y Rosario, y en su persona le notifiqué e hice saber el dicho auto leyéndosele de verbo ad verbum, lo oyó y en tendió y de ella doy fe. Figueroa, Notario En la dicha ciudad de Valencia dicho día mes y año, yo el Notario pasé a las casas de la morada del Doctor Don Luis Joseph de Vargas, Cura Rector de la Parroquial de esta ciudad, y en su persona le notifiqué he hice saber el auto precedente, y enterado de su contexto dijo que queda en su inteligencia para siempre que el caso llegue de las posesiones que se refieren y que por su parte de embarazará el lugar que se le señala a esta Cofradía y sus imágenes, y que así se lo pusiese por diligencia me pidió y de ello doy fe. Figueroa, Notario E luego incontinenti dicho día mes y año, yo el Notario pasé a las casas de la morada del Bachiller Don Joseph Antonio González Teniente Cura Rector de esta dicha Parroquial y en su persona le notifiqué he hice saber el mencionado 61


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auto leyéndoselo de verbo ad verbum y en su inteligencia dijo que por su parte no se le pondrá ningún embargo a esta Cofradía y sus imágenes para que vayan en las procesiones en el lugar que se le señala y esto dio por respuesta y de ella doy de. Figueroa, Notario En la dicha ciudad dicho día mes y año yo el Notario pasé a las casas de la morada del licenciado Joseph de Figueroa Sacristán Mayor y Teniente Cura rector de esta dicha Parroquial y en su persona le notifiqué he hice saber el auto citado, leyéndoselo de verbo ad verbum y enterado de el dijo que por su parte está pronto a darle su cumplimiento siempre que se ofrezcan oraciones de procesiones en las que no podrá embarazo para que las imágenes de esta Cofradía lleven el lugar que por su merced el señor Vicario se le ha declarado y esto dio por su respuesta y de ello doy fe. Figueroa, Notario Diligencia. E luego incontinenti yo dicho Notario volví a entregar estaos autos a el Capitán Pedro Ysidoro de Thovar Mayordomo de la Cofradía del Espíritu Santo y Nuestra señora del Socorro de ello doy fe. Y en su persona le notifiqué he hice saber dicho auto ut supra. Figueroa, Notario. 2.- LISTA DE LOS CURAS RECTORES, VICARIOS Y SACRISTANES DE LA IGLESIA MATRIZ DE VALENCIA EN EL SIGLO XVIII Pbro. Juan Sarmiento de Herrera (1700- ), Pbro. Juan de Villalobos y Mendoza (1700- ), Santiago de Ávila ( 1700 – 1726 ), Pbro. Dr. Bonifacio

Matute de Villalobos (1709-1715), Pbro. Pedro Rodríguez Baldívez (1714 -1 727), R. P. Fray Francisco Fernando Ferrera (1718- ), Pbro. Francisco Grasela y Aguirre (1720- ), Pbro. Pedro Tamarón y Romeral (1723-1726), Pbro. José Felipe Martínez (1727- ), Pbro. Francisco de Ayesterán (1729-1740), Pbro. José Felipe Martínez (1729- ), Pbro. Dr. Carlos de Herrera (1740-1742), Pbro. José de Figueroa (17401767), Pbro. José Felipe Méndez (1741-1743), Pbro. Dr. José Atienza de Castillo (1741-1754), Pbro. Miguel Antonio de Solórzano (1742- ), Pbro. Dr. Luis José de Vargas (1742 - 1755), José Antonio González, Pbro. Juan de Mendoza Colmenares (1742- ), Pbro. Francisco Gómez de Abreu (1744), Pbro. Gabriel Rengifo Pimentel, Sacristán Mayor (-1747), Pbro. Lic. José Santiago de Figueroa, Sacristán Mayor (1747- ), Pbro. Dr. Pedro de Herrera, abogado de la Real Audiencia y Cura Rector de Valencia, Juez Eclesiástico y de Diezmos, Comisario Subalterno de la Santa Cruzada (1754-1759), Pbro. Lázaro Ignacio de Paiva (1755-1785), Pbro. Dr. Luis Antonio Méndez y Quiñones (17591773), Pbro. Juan Domingo Córdiva, Mayordomo de fábrica; Pbro. Antonio Remigio Landaeta (1767), Pbro. Mateo Monasterios (1768-1773), Pbro. Pedro Villamediana (1773- ), Pbro Br. Domingo del Castillo (1774), Pbro. Blas José de Matamoros (1775-1778), Pbro. José Trinidad Pagola (1777-1780), Pbro. Br. Juan José Bustillos (1779-1781), Pbro. Lic. Juan José Mora (1779), Pbro. José Antonio Páez, Mayordomo de fábrica (1780-1785); Pbro. Francisco Landaeta (17821783), Pbro. Joseph Antonio Callejón (17851795), Pbro. Pedro Hidalgo (1790-1795), Pbro. Bartolomé Cazorla (1790-1792), Pbro. Francisco Antonio Hidalgo (1795-1797), Pbro. Br. Nicolás Windevoxhel (1795), Pbro. Br. Juan José Landaeta (1796-1797), Pbro. Juan Ignacio Diez Velasco (1797- ). 62


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3.- LISTA DE MAYORDOMOS DE LA COFRADÍA DEL ESPÍRITU SANTO Y NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO DE VALENCIA A MITAD DEL SIGLO XVIII Simón Judas Vásquez (1746-1747), Capitán Pedro Isidoro Tovar (1747-1748), Juan Francisco Páez (1748-1749), Capitán Juan Vicente Franco (1749-1750), Juan Ambrosio Páez (1750-1752), Alférez Agustín de Villegas (1753), Capitán Pedro Isidoro Tovar (1753-1755), Francisco Blanco Velos (1755-1756), Francisco de Paula

Araujo (1756-1757), Alférez Luis Antonio Araujo (1757-1758), Lorenzo José de Loaiza (17581759), Lorenzo de Guevara (1759-1761), Alférez José Espinoza (1761-1763), Capitán Bernardo Páez (1763-1764), Francisco Velos (1764-1765), Capitán Luis Antonio Araujo (17691775), Bernardo José Páez(1775-1777), José Espinoza y Tejada (1777-1784), José Miguel Caballero (1784-1785), Pedro José Páez (17851788), Capitán Lorenzo Guevara (1788-1790), José Francisco Villegas (1790-1794), Capitán Luis Antonio Araujo (1794-1799).

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Documentos BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

Edicto de convocatoria para el nuevo mayordomo de la fábrica del templo parroquial de Tocuyito en 1796 Nos Don Fr. Juan Antonio de la Virgen María y Viana, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de Caracas del Consejo de su Majestad, etc.

A todas las personas a quienes este nuestro edicto toca, o tocar puede en cualquier manera sea; Salud en el Señor. Hacemos saber como se halla vacante la mayordomía de Fábrica de la Iglesia parroquial del Pueblo de la Sabana de San Pablo del Vicariato de Valencia; y para proveerla en propiedad, conforme a lo dispuesto por derecho, y Leyes del Real Patronato, mandamos librar el presente, por cuyo tenor convocamos, llamamos, citamos y emplazamos a todas las referidas personas que quieran oponerse a la mencionada Mayordomía para que dentro del término de treinta días, que asignamos por tres términos, y el último por perentorio, lo puedan hacer ante Nos con presentación de los documentos que hagan a su favor, y conduzcan a las pretensiones; bien entendido que aquel en quien se proveyere ha de dar las fianzas competentes para la seguridad de los bienes, y rentas de dichas mayordomía de Fábrica en la forma dispuesta por derecho. Dado en nuestro Palacio Episcopal de Caracas firmado, sellado y refrendado en forma a cinco de enero de mil setecientos noventa y seis Juan Antonio, Arzobispo de Caracas. Por mandato de Su Señoría Ilustrísima, el Obispo mi señor Don Marcos Joseph Soto y Olaso Notas: Confieso haber fijado edicto conforme a lo mandado en la Santa Iglesia de mi cargo, hoy 28 de enero de este año 96, y se ha desfilado hoy 3 del mes de marzo de 1796. Joseph Raphael Torres Cura de dicho curato La Parroquia Eclesiástica de Nuestra Señora de los Dolores de Tocuyito fue fundada el primero de agosto de 1783, y su primer párroco, el Pbro. José Rafael Torres, tomó posición canónica el 8 de febrero de 1790, es decir, siete años después de su erección canónica. 64


Edicto de convocatoria para el nuevo mayordomo de la fรกbrica del templo parroquial de Tocuyito en 1796

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Fototeca BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

VINO DE UVA CERVINI Y GALLI

La presente etiqueta era una de las que se colocaban a las botellas de vino que fabricaban los señores Cervini y Galli en la ciudad de Valencia, en los terrenos que hoy se conocen como la urbanización ―El Viñedo‖, a principios del Siglo XX. Ellos fueron una de las dos firmas comerciales que vendieron vino en Valencia, siendo uno de sus vinos más famosos el llamado ―Aleático‖.

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Correspondencia BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

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Miscelánea BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO No. 17 - EDICIÓN ESPECIAL 2016

CONVENIO MARCO DE COOPERACIÓN INTERINSTITUCIONAL ENTRE LA UNIVERSIDAD DE CARABOBO Y LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO CARABOBO

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JUNTA DIRECTIVA 2015-2017 Carlos Cruz Hernández / Presidente José Alfredo Sabatino / Vicepresidente María Cora Páez de Topel / Secretaria Iván Hurtado / Tesorero Luis Manuel Díaz / Bibliotecario Argenis Zuloaga / Vocal Pedro Rodríguez Madera / Vocal

INDIVIDUOS DE NÚMERO ―A‖ Jorge Urosa Savino ―B‖ José Alfredo Sabatino Pizzolante ―C‖ Pedro Rodríguez Madera ―CH‖ Luis Rafael García ―D‖ Antonio Oswaldo Angulo Perdomo ―E‖ Carlos Cruz Hernández ―F‖ Juan Correa González ―G‖ Asdrúbal González Serven ―H‖ Luigi Frassato Cambursano ―I‖ Ricardo Alfonso Inojosa ―J‖ María Cora Páez de Topel ―K‖ Fritz Küper ―L‖ Rafael Agustín Pinto Prada ―LL‖ César Esteves Pérez ―M‖ Elis Mercado Matute ―Ñ‖ Julio Rafael Silva ―N‖ Luis Manuel Díaz Páez ―O‖ Luis Cubillán Fonseca ―P‖ José Lugo Escalona ―Q‖ Mary Acuña Parra ―R‖ Argenis Zuloaga ―S‖ Eumenes Fuguet Borregales ―T‖ Julio Centeno Rodríguez ―U‖ Iván Hurtado León ―V‖ José Ramón López Gómez ( + ) ―X‖ Miguel Flores Sedek ―W‖ José Manuel Riera Torres ―Y‖ Enrique Mandry Llanos ―Z‖ Domingo Alfonso Bacalao Octavio

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Sucesión de Académicos ―A‖ Luis Eduardo Henriquez - Jorge Urosa Savino ―B‖ Alfonso Blonval López – Marco Tulio Mérida Fuentes - José Alfredo Sabatino Pizzolante ―C‖ Fabián de Jesús Díaz - Oswaldo Feo Caballero - Pedro Rodríguez Madera ―CH‖ Luis Rafael García ―D‖ Alfonso Marín - Guillermo Mujica Sevilla - Antonio Oswaldo Ángulo Perdomo ―E‖ Torcuato Manzo Núñez – Andrés Bertrand Perdomo - Carlos Cruz Hernández ―F‖ Juan Correa González ―G‖ Asdrúbal González Servén ―H‖ Carlos Vicci Oberto – Fernando Castillo Orduz - Luigi Frassato Cambursano ―I‖ Enriqueta Peñalver Gómez - Ricardo Alfonso Inojosa ―J‖ Francisco Morales Urbano – Ignacio Bellera Arocha - María Cora Páez de Topel ―K‖ Fritz Küper ―L‖ Miguel Elías Dao - Rafael Agustín Pinto Prada ―LL‖ Cesar Esteves Pérez ―M‖ Antonio Oswaldo Marvez Sosa – Efrain Inaudy Bolívar - Elis Mercado Matute ―Ñ‖ Néstor Torres Pérez - Armando Martínez - Julio Rafael Silva ―N‖ Alfonso Betancourt - Luis Manuel Díaz Páez ―O‖ Luis Cubillán Fonseca ―P‖ Luís Vásquez Quiroz – Eduardo Arroyo Alvarez – Heli Saúl Pérez - José Lugo Escalona ―Q‖ Luisa Galíndez - Mary Acuña Parra ―R‖ Luis Rafael Medina Ortega – Francisco J Ávila - Argenis Zuloaga ―S‖ Francisco Ramón Velásquez - José Rafael Clavo López - Eumenes Fuguet Borergales ―T‖ Juan Ricardo López Ponce – Alejandro Divo - Julio Centeno Rodríguez ―U‖ Virginia Pérez Linares - Iván Hurtado León ―V‖ José Ramón López Gómez ( + ) ―X‖ Miguel Flores Sedek ―W‖ José Manuel Riera Torres ―Y‖ Víctor Sierra - Enrique Mandry Llanos ―Z‖ Raúl Villarroel - Domingo Alfonso Bacalao Octavio

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