Crítica televisiva True Detective, la vertical loop de las series Aitor Soler Hay una prueba infalible para demostrar si una serie es buena o no. Es como la prueba del algodón, sus resultados son indiscutibles. Si miras el reloj y ves que son las cuatro de la mañana cuando tu plan era ver un capítulo para invitar al sueño a que acudiera a tu habitación, la serie puede ser buena. Pero la saga solo es realmente excepcional cuando en ese mismo momento sacrificas una hora más de tu sueño, aunque tu cuerpo pida lo contrario, y decides ver un capítulo más. Pues algo así ha ocurrido con True Detective, transformada en acontecimiento más que en una mera serie por el impacto que ha tenido. La moda seriéfila que invade los corazones de miles de personas se ha visto aún más impulsada por la última serie de la compañía HBO. No hace falta ser un lumbreras en inglés para saber la temática de la serie: policíaca, un género que parecía oxidado por el poco uso que se le había dado en la última década, pero que el director Nic Pizzolatto ha decidido sacarle brillo, y vaya si lo ha hecho. Brillo eclipsado por dos actores que bordan sus dispares papeles, y que brillan con luz propia ante la cámara. Woody Harrelson pero sobre todo, Matthew McConaughey (enrachado tras su último Oscar por su papel protagonista en Dallas buyers club y después de su gran, pero efímera, actuación en El lobo de WallStreet) son el principal activo de la serie, cuya historia es trepidante, pero la actuación de ambos forma parte ya de la historia de la pequeña pantalla, y sus personajes ya pueden permitirse el lujo de acompañar a otros míticos que perduran en las memorias de los amantes de las series como Tony Soprano (interpretado por el difunto James Gandolfini). Harrelson y McConaughey (Martin Hart y Rust Cohle en la ficción) dan vida a una serie trepidante, pero a la misma vez lenta, necesariamente lenta además. La gran novedad que presenta la serie dentro del género policíaco es la convivencia de varias líneas temporales durante la trama, ordenadas por Pizzolatto de una manera elegante en lo que sin duda tuvo que ser un duro trabajo de guion, y que ha dado grandes resultados. Ya que, pese a la presencia en un mismo capítulo de tres líneas temporales, el espectador no llega a sufrir en ningún momento confusión. La ausencia de confusión no quiere decir que el público no llegue durante la serie a estrujarse la cabeza. Pizzolatto nos saca el detective que todos llevamos dentro para intentar ayudar a Hart y a Cohle a encontrar el delincuente que buscan durante el transcurso de la historia. Este es uno de los
grandes atractivos de la serie, que como he dicho al principio, nos hace ver un capítulo detrás de otro sin importar las horas que marquen las agujas del reloj. Pero el otro gran atractivo es la oscuridad que transmite la serie en sus ocho capítulos. Sin ser ni mucho menos un género cercano al terror, hay escenas que te ponen los pelos de punta por la oscuridad que tan bien ha sabido transmitir Pizzolatto, en un estilo ChristopherNolanesco, que le hace ganar una belleza, tanto narrativa como visual, a la trama, que va en aumento durante toda la saga. Un aumento que se ve frenado en el último capítulo. True Detective se convierte en la Vertical Loop de una montaña rusa. Siete capítulos subiendo y subiendo una cima de calidad que parece que no va a tener fin, pero que se derrumba en el último capítulo, que no satisface la ambición que la propia serie alimenta. Cuando rozas el excelente durante siete capítulos, el notable en el octavo no vale.