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HORA DE
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ESPANA
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ENSAYOS P O E S I A
CRITICA
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AL
SERVICIO
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DE LA CAUSA POPULAR
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MISCELÁNEAA P ~ C R I F A (NOTAS
Y RECUERDOS DE JUAN D E MAIRENA)
ALEMANIA O L A EXAGERACIdN
No es la guerra, como tantas veces os he dicho -habla Mairena a sus alumnos- el mejor modo de resolver cuestio-
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nes litigiosas entre los pueblos. Pero la guerra puede llevar a una solución aceptable, aunque incompleta, si por azar la victoria recae.sobre quien la merece. y en todo caso es una solución -buena o mala- del pleito que por la guerra se ventila. Pero todo ello -reparadlo bien- a condición de que alguien la gane. i M a s qué pensáis vosotros de la guerra, cuando nadie puede ganarla ? 2 No alcanzaría entonces la guerra y, en general, todo polemismo su completa reducción al absurdo? Pues tal es la guerra, amigos queridos, que prepara la moderna Alemania prusianizada. Ellos,. los alemanes, están acumulando elemento< bélicos, preparan una perfecta maquina de guerra, con la cual, no una sino muchas guerras podrían ganarse. Pero,
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Antonio Machado
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al mismo tiempo, convencidos de que lo esencialmente guerrero es el ímpetu peleón que anima a los hombres, se cuidan por todos los medios -científicos, literarios, metafísicos- de auguerreará quien mentar el número de sus enemigos -;cómo no los tenga?- y de excitarlos a reforzar sus recursos marciales. El resultado es la carrera de los armamentos; y todo ello puede terminar en una guerra contra la paz, absurda y monstruosa, que haga imposible por muchos años la amorosa convivencia entre los hombres. Para ello, no vacilará Alemania en declararse enemiga de la especie humana, ni en retarla a descomunal combate, no sin antes haber inventado, para andar por casa, otro animal, -rubio, germánico, incastrable-, a quien deba corresponder la victoria. El resultado será que Alemania no ganará la guerra; pero Europa perderá la paz y, con ella, su hegemonía en el mundo.
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Estas palabras de Juan de Mairena, anteriores a la guerra europea -Mairena murió en 1909- y, a su modo, proféticas, nos han hecho pensar en otras más recientes de Max Scheller, un egregio pensador alemán, cuya muerte no habrá llorado el fürher, pero que nosotros, los españoles, debemos lamentar ; porque Scheller fué un gran filósofo y un buen amigo de España. Todo un largo estudio dedicó Max Scheller a responder a esta pregunta : 2 Por qué son los alemanes tan impopulares en el extranjero? ¿ A qué se debe la antipatía invencible que despiertan los alemanes fuera de su patria? Al trazarnos Max Scheller la etopeya o figura moral de la nación alemana, subraya esta desmesura, a que aludía Mairena, como nota cárac-
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Misceilánea apócrifa
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terística, referida al trabajo, al placer que encuentra el alemán en el trabajo ilimitado, sin fines positivos, sin objetivo y sin término. Hay exageración -nos dice Max Scheller- en la manera alemana de trabajar. Tal exageración se manifiesta en este hecho: los alemanes, que no conocen más placer que el del trabajo, trabajan más de la cuenta, para llenar el tiempo. Otras naciones saben aprovechar el ocio y experimentan el placer inmediato de vivir, que es ajeno a los alemanes. El resultado de todo ello -viene a decir Max Scheller en su Die Ursachendes Deutschenhasses- es la anormalidad del ritmo del trabajo germánico, el cual de ningún modo corresponde ni a la necesidad ni al valor del producto. El impulso laborioso de los alemanes se automatiza crecientemente : ya ni' rezan, ni meditan, ni contemplan, y sólo parece que buscan en el trabajo el olvido de sí mismos. La organización del trabajo es entre ellos sobradamente mecánica y de aquí proviene la carencia de estilo, de forma, de gusto estético y la calidad inferior de sus productos. Max Scheller añade otras razones, enderezadas a probar cómo este trabajo desmesurado y ramplón inquieta y desasosiega a otras naciones, .muy propicias a ver en los alemanes a los más inoportunos advenedizos de la historia (welthistorische Emporkömmlinge) venidos al mundo para expulsar del paraíso a la humanidad entera. Y termina deseando que los alemanes, mientras enseñan laboriosidad a otros pueblos menos activos, limiten el trabajo y aprendan de aquellos la aptitud para el goce inmediato de la vida. Piensa Max Scheller y en esto es un perfecto antípoda del fürher- que es necesaria la colaboración de todas las naciones para su recíproca educación moral, y que los caracteres nacionales deben mutuamente completarse,
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Anlonio Machado
* Mucho hubiera tenido que aprobar Juan de Mairena, y algo que oponer, en las razones de Max Scheller. Día llegará en que los alemanes se decidan a cultivar en sí mismos la aptitud para el goce inmediato de la vida; pero lo harán con tal desmesura, que las personas distinguidas -como el malogrado Max Scheller- sentirán un deseo invencible de llevar cilicios, usar la disciplina y desayunarse con cardos borriqueros untados en vinagre. Entonces se verá que no es, precisamente, una tendencia a exagerar el trabajo, sino otra más profunda y dé raíz metafísica, que les lleva a exagerarlo todo, lo que puede considerarse como específicamente alemán.
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Pero volvamos a Mairena, que sigue hablando a sus aíumnos. “NO hay defecto chico, amigos queridos. Una pequeña falta de Retórica, quiero decir de arte y de medida para expresar lo lógico, y un pequeño exceso de pedantería, quiero decir una cierta carencia de tacto vital y de precaución y de ironía, ha hecho de los alemanes, gran pueblo de metafísicos, algo políticamente lamentable. Con la tendencia innata de nuestros vecinos, los-franceses, al culto del buen gusto y de la mesura, y su desconfianza de cuanto excede los límites de lo natural, los alemanes no hubieran desmesurado ni la razón, ni el trabajo, ni la guerra, no hubieran creado la tensión bélica que extenúa a Europa, no hubieran disputado torpemente a los ingleses la hegemonía política de Occidente, que casi por derecho, ‘o al menos por sufragio entre naciones, corresponderá siempre a la
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Miscelánea apdcrifa
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vieja Albión, y, al fin, hubieran obtenido la primacía cultural, que nadie habría osado disputarles. Juan de Mairena, cuyas son las palabras que anteceden, no hablaba en los días del Tercer Reich y de la dictadura hitleriana. Acaso serían hoy otras sus razones. Acaso no. O, tal vez, convencidos de la plasticidad de lo pasado, hubiera hoy modificado sus profecías, para ponerlas m á s de acuerdo con los hechos actuales. Mairena sabía muy bien que no hay vaticinio completo, mientras no se le contrasta y modifica con lo que hubiera podido vaticinarse, .y que esto constituye una faena infinita. Recordemos, por lo demás, que Mairena sólo censuraba al profeta la usuraria pretensión de no equivocarse.
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Alguien reprochó a Juan de Mairena su excesiva simpatía por los ingleses. ¿Cómo explicar que Mairena señalase defectos comunes a ingleses y alemanes, y que, al mismo tiempo, les hallase disculpa en los primeros y rara vez en los segundos? Ya ell más de una ocasión había afirmado Juan de Mairena cuanto había de anglo-sajón en el afán polémico de la vieja EU ropa. ¿ P o r qué lo censuraba tan agriamente sólo en los alemanes? Juan de Mairena solía dar respuestas un tanto evasivas, como quien no acierta a justificar cosa tan irracional como es la simpatía; y, en verdad, que siempre ha sido muy marcada la que frecuentemente sienten los andaluces por los ingleses. Los ingleses -respondía Mairena- conservan, acaso de sus antiguos invasores latinos, anteriores a la conquista de su territoiio por anglos y sajones, un cierto sentido de la medida, y hasta una cierta afición a las suyas, cualitativamente teñidas
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Antonio Machado
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por su propia experiencia, que les lleva a no descomedir sobradamente sus cosas. Además, los ingleses tienen mundo, lo cual desde muy antiguo les llevó a no querer penetrar demasiado y, por ello, a no envidiar demasiado las características de los otros pueblos. Su orgullo insular, que tanto se les reprocha, no está exento de respeto al orgullo ajeno. Además, los ingleses tienen la costumbre de leer la Biblia, un libro interesante que ellos no han escrito. Y tienen, sobre todo, el mar, una gran experiencia planetaria, que les ha enseiíado I.") a ver de lejos, 2.") a remar contra viento y marea, 3.') a saber que el hombre puede ser poca cosa, pero que, al fin, no es su destino ahogarse en poca agua. Por estas virtudes y por otras, de que hablaré algún día, vienen ejerciendo una cierta hegemonía en el mundo occidental, que no pasará sin dejar rastro.
Sobre el orgullo mo,desto, de que tantas veces os he hablado, quiero añadir: Poca cosa es el hombre y, sin embargo, mirad vosotros si encontráis algo que sea más que el hombre, algo, sobre todo, que aspire como el hombre a ser más de lo que es. Del ser saben todos los seres, hombres y lagartijas; del dober ser lo que no se es, sólo tratan los hombres ...
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E s el descontento, amigos queridos, la única base de nuestra ética. Si me pedís una piedra fundamental para nuestro edificio, ahí la tenéis.
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¿Puede haber un hombre, plenamente satisfecho de sí mismo, que sea plenamente tal hombre? A mi juicio, - d e c í a Mairena- todo hombre puede tener motivos de descontento, aunque sólo sea pensando en la fatalidad del morir. Pero la Muerte -la idea y el hecho- es algo que POCOS miran de frente; el filósofo, sobre todo, suele mirarla de soslayo, cuando no esquivarla, seguro de que sus sistemas y doctrinas, al margen de la muerte, son, como martingalas ingeniosas para ganar en el juego, las cuales sólo pueden engañarnos, mientras alejamos de nuestra mente el pensamiento de la llave indefectible que ha de anularlas.
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VaZencia. febrero de 2938.
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ALGUNAS INÉDITAS
POESÍAS
DE MIGUEL DE
UNAMUNO En el silencio, de noche, con la longitud de mi onda cojo aquí, Carrión soñado, la longitud de tus coplas. ”Recuerde el alma dormida”, me repite el Bidasoa, y el alma se duerme al canto, dulce Carrión, de tus glosas. ”Avive el seso y despierte”, pasa cantando la ronda, y el alma sueña que pasa la Muerte entonando loas. ”Nuestras vidas son los ríos” ... j ay Carrión ! i ay Bidasoa! ipáramos de mi Palencia! jmontañas de mi Vasconia! La mar es morir, ay vida, cantando infinitas olas!
N O T A
D E
J O S É
M A R l A
Q U I R O G A
P L A
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Siete libros de poeslas N l i c ó , m sus setenta y dos añus de vi& (1864-1936), don Migwl de Unamamo: “PoeSías” (IW), “ROSa?%O de sonetos 1Zricos” ~ ( I ~ I I ) , “ E l CriSto.de Vd?lázqwz” (poema) ~ ( ~ g z o“Rimas ), de dentro” (~gq), ‘‘Tere&’* (1924)~“ D e Fuerteventura a Pa&” ((1925) y “Romancero del destierro” (1927).
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Miguel de Unamuno
Ya pasó la pobre Muerte. Despierto en eterna aurora! 19-111-28
No la acción, no la acción, antes el acto; no la pasión, sino lo padecido, religión y política son hechos. Doctrinas? Dios me libre! sucumbimos a los tiranos, que por burla torpe
de verdugos en jueces convertidos hacen sistema de la tiranía y la bautizan nombre de fajismo. No el acto puro, pura naderia de filósofos que hacen los esbirros y que pintan con éter en el &ter éter, como Jean Paul, el pobre, dijo. Nada de puro, la pureza es mengua; sin sales de la tierra y sus residuos es impotable el agua destilada e irrespirable puro el cielo mismo. Dejaré a esos serviles mentecatos que prediquen la acción, el tío vivo, y aquí a pijotear, que Don Quijote no fue un puro doctor en quijotismo. 27-111-28
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A los m i e s hay que a ñ d w , aparte de las ”Visiones ritmicos>’ contenidas en el libro ‘‘Andanza y Visiottps españolas” (igzz), buen número de poes& publicadac en periódicos y revistas y no recogidas en volumen, y, finalmente, el “Candonero” inédito de que han sido extruidac lbc composiciones que a continwcidn doy. N i el lugar ni la hora son’oportunos para acometer debidamente el estudio de la obra poética & doti Miguel de Unamno y de su SigtUifÙado. Requeriria ello un sosiego quc ahwo ms f d t a , ma awencia de ocupceciones y preocnpacwnes qw actual.
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Poesia
Escudriña los riñones de mis entrañas’, Señor, por si sangre turbia escancian al vaso del corazón. Mira que la triste acedia que corroe a la nación emponzoña nuestra sangre y es señal de maldición. Que a nuestros ojos mal de ojo de unos en otros pasó, andancio que es la tragedia que nuestro sino anudó. Mira, Padre, que vivimos haciendo del odio amor, .y por amor atizando hogueras de Inquisición. Con tu cruz hecha martillo, nuestro pueblo redentor iba majando cabezas a trueque de salvación. Mira, Señor, que me arranca del cuajo del corazón esta confesión patriótica patriótica contrición. Mira, Señor, que me duelen los riñones i qué dolor! de estar cerniendo la sangre que me nace de nación! -- -
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m t e nos ponen cerco por todas partes. Conio en ka vida de otros machos españoIcs de mi ticmpo, ha sido don hfiguel en la mía un acontecimiento c a ~ t d Pero . en mí lo ha sido en todos los órdeites, desde el intelectital harta el afectivo. Al amor y a la veneración que le he tenido y que a SU memoraù guardo, tanto wmo a la ineludible obligación ea que ei haber vivido mity de cerca -y, mejor a h , muy por dentro- a don Miguel de U m n o en siis Últ~nwsaños me pone para con mis c o n t e m I>oráncos, y aún más para con los que vengani después de nosotros, debo un futuro
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Miguel de Unamuno
Ió
Mira que has hecho de España un Purgatorio mayor. Aplaca, Señor tu ira. tu justicia y tu rigor. Misericordia, Señor. 27-111-28
Cunado Adán sobre la mar, la mano del cielo fue y le brizó el aliento de la boca del Sol, iy qué fué larga la infancia pura, solitario ensueño, del primer hombre, a que inocentes fieras criaron con pasión! En el espejo de los ojos de amor de una leona, su nodriza, se vió, y nació el anhelo de la madre, de su Eva, compañera que en flotante barquilla y en secreto se criaba; las olas infinitas le cantaban de Adán, su compañero. La lengua de la mar, cantando endechas de soledad final, dejó del cielo en la mano, ribera resonante, la barquilla de Eva, y fué el misterio. 10-IV-28
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libro sobre él. En ese libro tendré que aplicar todo nui esfuerzo a dur a mi don Miguel en to& su verdad. (Desde ahora proclamo mi convicción de que, si alguien pwede hacerlo y a ello está llamado, soy yo. Yo, y no, ciertamente, esos merodeadores seudoliterarios infiltrados entre sus caroeleros d4 última hora, que descaradamente se atreven a llamarse "disciplllos" suyos, creyedu, por las trazas, que cabe alzarse con discipdegos como se roban carteras. Reconozco a los taìes -cuyos nombres abrlo públicamente si no se encontrasen fuera de la acci& judicial- desde luego, to&
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Poesia
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fin tú, Tertuliano? -¿Qué me quieres? -Antes descansa ... -¿Descansar? aún vivo! -Quiero me cuentes.. . -Muerete, y entonces... -He de verlo ...? -NO sé... -Pero tú mismo -Yo? y tú ...? -Somos dos -Asi parece ... -Parecer... parecer ... -Quieto ! -Te pido ... -No, no quieras tocarme ... -Y si me sueño? -Suéñate nada más... -Cómo has cambiado ! -Mucho enseña la tierra ... -Más el Cristo! -EI Cristo, el Cristo... dónde estamos? dime. -Dime qué he de decirte... -Pobrecillo ! -Pero allí bajo tierra ... -Por la arena senti pasar su sombra, peregrino ... -A Hamlef? -AI
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la afititud exigible para lo segundo; ningún titulo, en cambio, para lo w * w r o ) . En UH libro asi será donåe haya que estudiar a fondo la Mesia de don Miguel de Ununzuno. Sin separarla del resto de su obra, cosa que en ningún escritor menos que e% él cabe: hacer. Porque don Miguel ha sido, sobre todo, un ave rara en nuestros tietppos: wc poeta cabal. Su obra de ensayista, de filósofo, de dramaturgo, & novelista, de comenfador, como quiera que se la marc,I I O es sino expresión de su poesia esencial en planos y momentos diferentes, a las veces simultáneos. (Formal2
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-Qué sé yo... no le conozco... -Lengua del mar de nieblas ... -Da lo mismo! -Y te. llegó...? -Hasta el tuétano reseco! -Reseco ? -Sí, se le borró el bautismo! -Hay aguas soterrañas... -No en mi tierra ... -Sentiste? -Sus pasos... -Nada te dijo? -Las sombras callan... -Pero dicen ... -Puede... -Y cómo? -Estás soñando... -Ese respiro ... -Brisa de noche del desierto... -Niebla? -Duna, tal para cual... -EI SOL.. -Un nido de fantasmas... -Luego. .. -Tú, el abogado... -&e tu oficio... -Ahora tuyo ... mente, inclusWe, un estudio serio de su f i o e h ex@$&, antes qwp tlQda, w cotejo riguroso y &t ni& de esa poesia con el resto de la obra u n a w n b m ) [*) Sólo he (z decir, pues, aquí algo acerca del ”Cancionero”. Así, “Cancionao”, Jin más (tan sólo, debajo: “Empima el I I11 1928”, todo ello de m n o de mi d m Miguel), reso la cubierta del m n u s m * t a qw su autor me confió al s e w a m o s , para no volvernos a ver nunca maC, en! junio de 1936, en su Salamainca. M e confiaba don Miguel el fimuscrifo para que, como desde a<os atrás venla hociendo con sus reswww.faximil.com
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Poesía -j
-Como
tú tuyo... -Espera...
Mío ?
-No, que el gallo jno le oyes? ya me llama, me despido... -Pero antes dime... -Ditelo tú! -Creo... -Crees ? -Y qué es creer? -Tú te lo has dicho!
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ORACIÓN A SANTA RITA Santa Rita la bendita, 10 que se da no se quita; con papel y agua bendita en el cielo está escrita..
.
(Formula infantil cuando se recibía un regalo de otro niño, para mitar el p e se lo reclamaran. Sta. Rata es la abogada de los inrposib2esJ
Santa patrona del rito, Santa Rita, la bendita, abogada de imposibles, Dios nos regala la vida;
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tantes libros, me encargase yo de la edición de éste. Los acontecimientos que estamos viviendo todos, y el sesgo qw.e a mi da%, como a lo de todos, han impuesto, me ùan impedido sacar a luz d ”Cancioni?ro9’en su infegrùîad. Comfirende el volumen 1,378 poesias, de extemión y carácter dhersos, escrrtas, furinuldo o modo & un ‘‘diario’’ poético, des& 61 I de ~ Q T Z O de 1gz8 hasta fines de 1930. I’osterZormente, naces sin numrarlm ya, a ñ d ó a e l h su &tor ottas com.~QS~C~OM Lm S . que aqui doy corresfionden al año 1928. Repesentan, em su variedad,
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Miguel do Unamuno
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haz que al fin no nos la quite. La tiene en el cielo escrita en papel azul sin manchas ni pliegues, mas no con tinta de noche que no se borre, sino con agua bendita, con agua que el Sol enjuga y que se lleva la brisa. Abogada de imposibles, Santa Rita la bendita, la vida es un don del cielo, lo que se da no se quita. 3-VII-28
AL PERRO «REMO. Cuando pone en mi pecho sus patas y me mira a los ojos el perro, las raicillas del alma me tiemblan i temblor agorero ! Me acongoja la muda pregunta, de sus ojos el liquido ensueño; ni le queda dolor en el alma, itan sólo silencio!
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los temas y direcciones principales señalubles en la totalidad del 9’Cartcianer”’. Da éste sólo se han publicado, hasta la fecha, media docena de poemas en el número & homenaje que ’>LaGaceta Literaria”, de Madrh!, dedicó a don Miguel en la primavera de 1930; o t r a tantas, o pocas más, en el número z de la revista, igualmente madrileña, “Los Cuatro Vienios” (1933-1934); entre unas y otras, las ocho incldbar en u Poesla espaíiota i(Anto1ogQ 1g15-1931)”,de Gerardo Diego. Finalmente, hoy que citar una‘de las poesíus más hermosas del libro, escrita en ei veramo &
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Poesia
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En el lánguido humor de sus niñas se me encara perlático espejo de un ayer tan lejano que se unce a un mañana eterno. ¡Ay la cárcel de carne en que duerme la divina conciencia! i ay el sueño de una sombra que mira en los ojos del tragico perro! ¿No es acaso mi Dios que al mirarme desde lo hondo del alma de Remo con la cruz de la carne me hostiga mi eterno deseo? Cuando pone en mi pecho sus patas y en m i s ojos sus ojos el perro ... crDios mío, Dios mío, por qué me has dejado!)) clamó el Nazareno. 5-VII-28
Al Excmo. Sr. Teniente Grneral
D. Severiano Martáncí nutro de
Anido, mr-
Gobrrnación, cabaZIrrc de la LtgiÚ7c de Honor y rx-c;obernau'or à e l'arrrlona. La
«Qué es la verdad? - y volvióse. -«La verdad? un espantajo; »quede a Vargas el escéptico, »que es escriba, averiguarlo. 1934, &SJ!&S de hbérsele muerto <I don Miguel la que llamaba -iy con Quk entrañable verdad!- su "santa costZltnibre", la madre de sus Izijos y abuela del EI poema, escrito en memoria de la muerta, se publicó, con otros versos y prosa de don Miguel, fruto de ?cria e s t a h en la Universidad Internocional de Verano, jwrnondo el "Cuadmro de Lo Ma&led' (ediciórt, no destinada a la ventat de la Universidad Idernúnonal de Verano, Santaider, 1934). Ei M*mitivo &do del libro f u i : "En la frontera. Cam*oncro espiritual de un www.faximil.com
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Miguel de ìlnamuno
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»No encuentro en él culpa alguna)); luego se lavó las manos. dhinchorrerias rabínicas, »ipobre pueblo soberano ! ))Orden, orden, salus populi »suprema lea: esto, palo! »Al palo con él,.y déjenme »de una vez en paz, marranos! »La autoridad ante todo, »mi profesión es el mando, »la justicia es pura letra, »mera invención de letrados. »Escrito queda lo escrito)), dijo a lo Blas, el dogmático. Era romano de raza, todo un patriota, Pilatos. 31-VII-28
EL PLEITO DE LAS GENERACIONES Es el traspaso de la patria, amigo; para nosotros es su ocaso; la nuestra se nos fué; en su recuerdo encontraras abrigo,
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doble despatriado". Despatriedo voluntariamente -después de su conf~nunvimto en lo "fwteventwosa Fwrteventura"-- en la raya de España y de Vascoltia, on la m.rcofrancesa Hendaya, alli escribió don Miguel lo mcís del " C m c i o ~ r o ' ~soñando , con su Esfiaña, con su S a l a r n c a . En ésta murió, ocho años Bes&&, em destierro aún mbs doloruso, con su propio hogar pw &cel, Vigilado estrecha y diosamante fior polkotttes. Desde el destierro de Henáaya, los ojos y las ansius se le iban hac& tierras de España. En SN Último destierro de Salmmcu, desde su cel& monáska,
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Poesía
y al llegar al iiltimo paso te escoltará la fe. Te escoltará la fe de que la nuestra, la que so5ándola forjamos, es ya historia inmortal, créamosla de Dios en el regazo, es muestra de coino DOS le asemejamos j' le hicimos español natural. Es el traspaso de la patria, calla, déjales que hablen mientras dura; un día ha de venir en que nietos de estos hijos, la batalla ya olvidada por ya madura, nos han de bendecir. 30-VIII-28
DURIUM - DUERO - DOURO Arlanca, Pisucrga c aun Carrión gozad dc nombres dt ríos, empero
dtspués p e juntados llamámoslos Ducro farenros dc muchos una relación. J U A N DE MENA. EI Laberinto de loortuna. entrofa 162.
Arlanzón, Carrión, Pisuerga, Tormes, Agueda, mi Duero. Lígrimos, lánguidos, íntimos, espejando claros cielos,
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oyendo resonar los graves y claros ámbitos de szis plazas y calles con el arrcrrtrar de las teutóniccas botazas imasoras (**), vietido si1 ciudad vilelta cancha de italianos, de colonàales >'salvadores de España" y de indígenas señoritos càpayos, el corazón y el peso de las entrañas se le a l m r h contra toda la vergiienza que le rodeaba y se le venia encimo, ahogáidole. Pero de esto -para emplear u n giro muy de mi Don Miguel- otra vez. Digamos ahora, aq& sólo una cosa. Estamos luchando los españoles libres, cada cuuì en
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Miguel de Unamuno
abrevando pardos campos, susurrando romanceros. Valladolid; le flanqueas de niebla, le das tus besos, le cunabas a Felipe consejas de comuneros. Tordesillas; de la loca de amor vas bizmando el duelo a que dan sombra piadosa los amores de Don Pedro. Toro, erguido en atalaya, sus leyes no más recuerdo, hace con tus aguas vino al sol de León, brasero. Zamora de Doña Urraca, Zamora del Cid mancebo, sueñan torres con sus ojos siglos en corriente espejo. Arribes de Fermoselle, por pingorotas berruecos, temblando el Tormes acuesta en tu cauce sus ensueños. Code de Mieza que cuelga a la sima de tu lecho, Escombrera de Laverde, donde se escombraron rezos, Frenejeda fronteriza, con sus viñedos por fresnos,
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su puesto y en la medida de: siar fuerzas, por la libertad y la indepeendwla de España, y acaso no sólo de España. La lucha durará lo qve dure. Al final, Eppa* volverá LI ser toda nuestra, libre, independiente. Si nosotros no, nuestros hijos gozarán de esa libertad, de esa independencia que pOra ellos habremos ganodo, g con la libertad y la indcpendenck, la paz duradera. Los mismos que quieren ponerse c o m esclavos al yugo y esclm*zarnos a nosotros, pretenden secuestrarnos a don Migueì de Ultcmsum, hombre y poeta de España; c m la m'smu España, nuestro. C o m a
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Poesfa
Barca d’Alva del abrazo del Agueda con tu estero, Douro que bordando viñas vas a la mar prisionero, de paso cojes al Támega, de hondas saudades cuévano. En el Foz Oporto sueña con el UrbiBn altanero, joria en su sobremeseta con la mar toda sendero. Arbol de fuertes raíces aterrado al patrio suelo, beben tushojas, las aguas, la eternidad del empeño. L2-VII-28. - 17-VIII-28.- 21-IV-30
MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES Ruinas perdidas en campo yue lecho de mar fue antes de hombres, tus cubos mordieron el poIvo, Madrigal de las Altas T o r r e . Espat%, lo reclamamos por nwsf ro. Como a niresfra Españu, no dejaremos que nus lo uwebotm, que se lo akope’en. Y esto nu es hacer politica a cuenta de un nombre glorioso, sino cumplir, scncilùnnente, u1í deber filial. Y de patriotismo; que tanibUn es filkl&à. de los aEnsayosa iniciales - llrica religiosa y filosófica de *Poeslas* ; .Del sentimiende la Tidas J *El Cristo de Velázquezu; recoger y seguir el cambio de concepci6n y www.faximil.com
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Tú la cuna de Isabel, tumba de Don Juan, fatídico brote: cayó en Salamanca dorada y en Avila, hoy, fúnebre corte. Medina la del Campo sueña -cigüeñas, cornejas al bordeel de César Borgia ¡qué salto! San Juan de la Cruz que se esconde. Cielo del águila bickfala, nubarrones llegan del norte. Maldonado, Bravo, Padilla. Lutero a lo lejos responde. Don Sebastián el Encubierto, el rey del misterio, el Quijote de Portugal, i ay pastelero! venías quién sabe de dónde... Fray Luis de León, ojos, mano se doblan a Ia Última noche, quebrada la cárcel de carne, su mente al sereno se acoje. Castilla, Castilla, Castilla, madriguera de recios hombres : tus castillos muerden el polvo, Madrigal de las Altas Torres, ruinas perdidas en lecho, ya seco, de ciénaga enorme. 17-IX-28
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expresidn poeticas perceptible del @Rosariode s o n e t a liricos, a «Rimas de dentro,, y más especialmente en «Teresa* - para la prosa, ver las novelas, de u n a parte; de otra, arrancar d e aAndanzas y visionesu, ya citado. Ultima etapa: Poesía dei destierro, artículos (de paisaje y comentario) de los postreros años del autor y para q u e toda ello adquiera la plenitud de su significado, hay que revivir al hombre -=na da menos que todo u n hornbreu - q u e cre6, que hizo esa obra. O se hace eso con Don Miguel y con su obra, o n o se hace nada. Lo q u e n o se puede hacer de ningún modo es (<literatura*,y menos a ú n periodismo anecd6tico.
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Poesía
FASCISMO No un manojo, una manada es el fajo del fajisrn;: detrás del saludo, nada; detrás de la nada, abismo. 17-X-28 Cuando soñando en mí sueño, soy soñador o soñado? soy mi siervo o soy mi dueño? soy sólo el sueño... acabado.
24-?a-28 EI Cid, Loyola, Pizarro, Santa Teresa, la Armada, oro, sudor, sangre, barro, cielo, sueño, polvo... nada. 24-XI-28
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(**) Sé de a quién se dolió Don Miguel de esto, poco antes de su muerte, recluido en su cuarto, en el que ni soledad le dejaban, y del que decía : uDe aquí ya no saldrC si no es para que me fusilen o para el cementerio...r.
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REALISMO E IRREALISMO DE LA EDAD DE O R O E S P A Ñ O L A (Ensayo en dos caras)
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J A N 0 ESPAÑOL. - Como en la doble faz mitológica de Jano, el rostro de nuestra Edad de Oro es doble, antitético. En lo literario y en lo plástico. El realismo más crudo y descarnado junto al más celeste y delirante irrealismo. L a entrañable humanización de lo divino y el milagroso divinizamiento de lo humano. Cielo y cieno. Casi toca el lucero con 3 las manos, pero es, cuando con más ahinco renueva, el contacto nativo con la tierra. REALISMO ESPAROL: Cervantes y Velúzquez. - El realismo de Cervantes y Velázquez, literario y pictórico, ofrece dos vertientes netamente determinadas: la del realismo naturalista y la del realismo esencial. El realismo naturalista logra en ambas egregias figuras sus más exactos contornos. No Ocurre así con el área indeterminada del realismo esencial, que sufre interferencias de linaje idealista y aún la intromisión del realismo esencial, que sufre interferencias de linaje idealista y a h la intromisión de elementos de índole sobrenatural.
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luan G. del Valle
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El rigor esquemático de estos perfiles de nuestra áurea edad, nos hace soslayar estas inter f erencias, deliberadamente. En Cervantes y en Velázquez hay un doble plano claramente evidenciado : el plano realista-irrealista. Nos cumple ceñimos, sobriamente, al plano realista, aunque hayamos de llamarle, en su segunda manera -la del realismo esencial-, ilusionismo óptico, o, con la aguda denominación de Franz Roh, realismo mágico. REALISMO NATURALISTA. - Es el realismo recio y expresivo de vigorosa cepa española, de gran hondura y sobriedad en la caracterización de lo típico popular. Todo ojos abiertos al mundo circundante. Todo fruición objetiva y gracia pintoresca. EI de los “Entre. meses” y “Novelas Ejemplares” cervantinas. El de los cuadros de conciso naturalismo velazqueño de ambiente andaluz : “ L a Vieja friendo huevos”, “EI Aguador sevillano”. (En las novelas ejemplares de tendencia idealista: “La Española inglesa”, “La Fuerza de la Sangre”, se interfiere el influjo italianizante. Como en Velázquez se inserta la tónica italianista de sus jardines romanos). Es el realismo costumbrista, esclarecido por la jocunda luz de la picaresca sevillana. De vivacidad intensa y hondo psicologismo popular. De sana y soleada alegra y profunda y sonriente comprensión humana. El realismo español de “Rinconete y Cortadillo” y “Los Bonachos”. La sazón gustosa de naturalidad y gracia de lo popular, su gozoso y primaveral mediodía. Después, sólo Goya, abrirá un desgarrón en el cielo madrileño, por lograr un rebrote de esta savia donairosa en sus cartones populares. REALISMO ESENCIAL : Cemantes. - EI realisnío naturalista de Cervantes se ilumina, en su segunda manera literaria, con melancólica lumbre crepuscular. Se acendra, se diafaniza, se hace sintético. De realismo objetivo, centrífugo, se torna subjetivo, centrípeto. La vida, con su cortejo de adversidades y desencantos, ha ido menoscabando su indeclinable idealismo. Cervantes se recoge en sí mismo. Se mira a sus adentros. Y se adentra en su nación. Se acentúa la decadencia política española. Tras la gloria naval de Lepanto, el desastre de la Armada Invencible EI robusto ideal caballeresco, afeminado, vena-
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h a d o en !a molicie cortesana. El caballero -andante: Arnadís- se transforma en pícaro -maleante: Guzmán-. Y al caballero pícaro 10 transforma, Cervantes, en caballero loco -Don Quijote. Contraste vital entre la irrefrenable realidad y la ambición idealista. Entre la aspiración al infinito y la mezquina finitud humana. La ironía trascendente, dolidamente humanizada : el tierno humorismo cervantino. La ironía se oculta tras la máscara - e l mundo todo es máscaras- de la locura : máscara erasmista. Comprensión indulgente y exquisita cortesía: cortesanía refinada de Don Quijote, cruel zafiedad de los Duques. Cmantes-se desdobla en diálogo. EI Quijote es un diálogo -incapacidad coloquial de lo español- en donde la voz de mágica ventriloquia conlleva el contrapunto en armoniosa síntesis. En Velázquez sólo hay soliloquio. Un altivo soliloquio tras la impasible máscara de añeja cortesanía. Cervantes - c o m o Quevedo : ambos hechos conciencia racial- ha de decir “su verdad”. (Si a Unamuno le dolía España en la cabeza, a Cervantes no le dolía su brazo en Lepanto). Y dirá su verdad -Quevedo la gritará- por boca veraz de locos: Tomás Rodaja, Alonso Quijano. Sólo los locos dicen las verdades. Contradicen, contramienten. Y Don Quijote arremete contra la superstición, contra la clerecía tartufa, contra la venalidad e incultura de la nobleza, contra el bandolerismo y disolución sociales. Sólo los cabreros -la sana cepa popular oculta bajo la podredumbre jerarquizada- comparten con él la palabra y el pan. (En el “Coloquio de los perros” hay un doble plano: el real y el fantástico. La ironía fabuliza en un coloquio perruno: Cipión y Berganza. Son apuntes burlescos para una filosofía del hambre canina. -Más tarde el Dómine Cabra será la figura moral, hiperbolizada, de la sordidez y tacañería humanas: la teología del hambre española-. U n doble plano literario, parejo del doble plano pictórico de “El Entierro del Conde de Orgaz” : el plano realista -aunque realista místico- de los caballeros, y el irrealista de la gloria. Esa doble cara es la de nuestra Edad de Oro. El dualismo de contraste enke el más desenfadado y, a veces, escatológico realismo -el que hace escribir a Mateo Alemán su “Guzmán” y la vida de San Antonio
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Juan G. del Valle
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de Padua y, a Quevedo, su vida de Sán Pablo y sus gracias y desgracias del ojn...- y el más desenfrenado idealismo. 2Quién como la autora de “Las Moradas” ha corporeizado tan plásticamente los conceptos inefables de sus místicos deliquios?) La frase certera de Spitzer conviene más a Cervantes, que a Quevedo, a quien se aplica. Hay en Cervantes un anhelo de aventura insatisfecho y un deseo de huída del mundo. Así como en Velázquez, en su postrera manera pictórica, todo SU arte se reasume en la luz, en Cervantes se esfuma en la atmósfera encantada en que parecen flotar sus personajes: en el realismo mágico. Don Quijote no muere en su cama, en olor de domesticidad. El que muere, cuerdo y católico, es Cervantes. E n su mezquina y sombría vivienda de la calle del León, casi solo, olvidado. #(ComoGóngora, como Quevedo, como Velázquez). Don Quijote sigue viviendo de la inmortalidad que le legó Cervantes al morirse. Las figuras de ficción, como hijas de la fantasía viven vida más real y verdadera que la de sus progenitores. Goethe se suicidó en Werther, Don Quijote se sobrevivió en Cervantes. Los héroes, al igual de los dioses y a desemejanza de los humanos, ni sufren absolución, ni consienten escribano. REALISMO ESENCIAL : Velhzquez. - El realismo esencial, sintético, velazqueño, de su definitiva manera artística, se empareja con el cervantino. El pintor, al situarse frente al lienzo, se mira a sí mismo. Se mira a su interior infranquable. Se inicia así su noble soliloquio. Diafaniza su técnica y simplifica su paleta. Descubre la luz alta y pura de la meseta castellana, la diáfana y milagrosa transparencia del aire, la sutil tonalidad azulenca, espolvoreada de plata, de la sierra del Guadarrama, los sobrios y entonados fondos -tabaco y oro- del Pardo: la luz esencial de Castillo. Es un sevillano -el Único andaluz- que pinta la luz, desnudamente, hermosa de la meseta carpetana, que da expresión espiritual al paisaje castellano. En nuestros días, otro egregio sevillano -Soria fría, Soria pura- expresará, líricamente, como nadie, el paisaje de castellania esencial. Velázquez vive en el Alcázar, solitario en su castillo interior -no-
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Realismo e Irrealismo
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ble orgullo de su conciencia moral y artística-. Se ha solido llamar impasibilidad velázqueíía, impersonalidad artística, a su desdeñosa elegancia. En su estudio del Alcázar, ante su pincel, posan reyes, infantes, próceres. El estudio es sombrío -ya lo hemos visto en “Las Meninas”, inmerso en una luz auriverdosa de trasmundo-, la etiqueta grave y ceremoniosa, el rey abúlico y licencioso, la nobleza vana, venal, indocta. En palacio pulula, en las estancias reales, una turba de sabandijas - e n a n o s -y albardanes- cretinos-, que parecen descendidos de un cuadro del Bosco. Ellos divertirán el ocio infecundo de reyes y palatinos. Velázquez se divertirá -plásticamentepintando con la misma ir6nica e indulgente sonrisa -cristiana- reyes y bufones. Su natural señoría artístico los retendrá ante el lienzo, excusándose, con gentil cortesía, por retenerlos un momento y devolverles, en pago, una eternidad. Les pide perdón por atreverse a inmortalizarlos. Porque los nobles se burlan, zafiamente, de Don Quijote, Velázquez, extremará con ellos su fineza, pero les hará que le sirvan de modelos. Sólo Velázquez, con su natural señorío, reparará el rebajamiento de Lope, a n g o r a y Cervantes a sus sedicentes mecenas. Velázquez y Quevedo. E n Velázquez hay, también, como en Quevedo, una soleada burla de las deidades del Olimpo pagano: “LOSBorrachos”, “La Fragua de Vulcano”. Y, como Cervantes y Quevedo, apicara la traza de Menipo -i Monipodio. y Esopo. Quizá porque toda nuestra picaresca es toda una filosofía cínica.. Y lleva el gracejo y donaire de su pincel a pintar a l Dios Marte como a un brabucón y perdonavidas al uso hampesco “Un valentón de espátula y gregüesco ...”- con rasgos de la jacaran.dina quevedecca. Es, también, cuando pinta, Velázquez, sus retratos ecuestres de la realeza. Y de los príncipes e infantes realzados en trance venatorio. Para ennoblecerles el atuendo - e l empaque- cortesano, los prestigia con las lumbres próceres del Guadarrama y del Pardo. No le basta auparlos a un brioso alazán, sorprendido en airosa corveta, precisa para ennoblecerlos la castigada elegancia de su pincel, y el primor de la luz m á s galana y repulida del mundo. Que en el fondo -y al fondo del cuadroes el protagonista supremo del lienzo. (Recordemos al maestro Giner,
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el redescubridor del Guadarrama: “Cuando esté el español a la altura de su paisaje...”). Velázquez, ha visto ya alguna de las puestas solares de la raza, desde su ventana del Alcázar. De su ventana abierta al Campo del Moro y al Pardo, con las lueiíes cumbres de la Sierra al fondo. Ha visto ya aiP n a s puestas de gloria. Ha de ver, también, -Rocroyla postrera. Adivinándola, en un empuje de emoción patria - c o m o la intuirá Quevedo- ha querido retener la última jornada victoriosa, que han de obtener las armas españolas. Y pinta el cuadro de “Las Lanzas”. Es todo un tratado de galania y pulidez marciales. El gobernador militar de Breda, Justino de Nassau, que rinde, que iba a rendir la rodilla y entrega, inclinado, las llaves de la plaza, es acorrido, gentilmente, por el marqués de Espínola, que posa, cortesmente, cordialmente, la diestra en su hombro, y le pide perdón de vencerle, sonriendo, excusándose, cortesanamente, ¿e hacerlo (<‘...el valor del vencihace famoso al valiente”). Es el lírico decir calderoniano en su do drama de parejo asunto. El vencimiento del propio orgullo en el vencer, habrá de darnos el saber perder con gentileza. En la lustrosa. grupa de ese caballo, que conduce, distraídamente, un paje de la brida, del que acaba de apearse Espínola -la victoria-, se refleja el resplandor de un sol militar, que va hacia su ocaso. Es un caballo que va de respeto en la Última parada de la dinastía austriaca, que estirpe en fa augusta sabandija de Carlos 11. bajará, en breve, al panteón escurialense, y dará el zaguero brote de su Y sobie todo este atuendo y aparato guerrera, se yerguen las picas marciales, con grave bizarría de chopos castellanos. Y la luz señera, lúcida, esencial, de insobornable castellania, que verá pasar impasible las dinastías, la política, los hombres, vencedora del espacio y del tiempo : la luz eterna, inacabable. Ya, de ahora en adelante, el pincel velázqueño habrá de encararse sólo con la luz, el protagonista supremo de sus cuadros. En “Las Meninas” y en “Las Hilanderas”, el realismo esencial de Velázquez deriva al impresionismo, al ilusionismo óptico. Como Cervantes, en su deseo de fuga del mundo, se efunde su espíritu -sobria caswww.faximil.com
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tellanía que, a veces, repica dolida petenera- en la luz todomundana española, en la luz auroral del primer día del mundo. REALISMO INTIMISTA: Zurburún y Fr. José de Sigiienzu. Zurbarán, pintor de la vida claustral, grave y remansada, tuvo la pasión del realismo naturalista, derivado a la pintura intimista, que sólo alcanza los linderos de la beatitud frailuna. Es el pintor de la luz serenada en los interiores monacales andaluces y extremeños. El pintor de la vida escética -ascetismo jerónimodorada y fría. Logra en su pintura una expresión profundamente religiosa y espiritualista. Su amor a lo plástico, se exalta en 10s accesorios materiales plegado de los paños, ahinco plástico en las estamenas monjiles. Zurbarán, expresa, plásticamente, los pliegues de los paños, insistentemente, subrayándolos en los oscuros. Es, como Ribalta, pintor que logra la beatitud religiosa, sin alcanzar el misticismo delirante de Morales y el Greco. Es el pintor de la vida contemplativa, de la vida interior de monjes y santos. Su modelado y dibujo de gran estilo retiene al modelo con su honrado y vigoroso realismo, con menosprecio de la fantasía. El claroscuro zurbaranesco se fragua en la luz clara y fuerte de Extremadura, recrudecida en la pulcritud de las cales. Su pintura es de un realismo intimista, que propende al arrobo extático y logra, ceñidamente, cierta recoleta beatitud, suerte de umbral místico, en sus celestiales apariciones. Fr. José de Sigüenza, el historiador de la Orden Jerónima -tan encumbrado en el encendido elogio de, Unamuno- logra en su prosa las mismas calidades plásticas zurbaranescas. Sus períodos, de natural llaneza y rotundo realismo, ruedan graves y pausados, dándonos, en el sobrio intimismo de sus retratos, el fuerte y serenado aroma de la santidad. Sus cadencias finales, caen con la natural y cuidada gracia plástica de los paños monacalas del pintor extremeño. REALISMO ANTITETICO (DE CONTRASTE) : Ribera. - Es el rudo contraste de la luz y la sombra, el claroscuro, el tenebrismo. El sombrío pathos religioso español. La deleitación morbosa del pincel en la pintura implacable del martirologio cristiano. (Cámara oscura y sala de disección). El prolijo dislaceramiento de los miembros y el minucioso
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desgarramiento de los músculos de los agonistas -agonizantesde Cristo. La cruel y lúgubre religiosidad española. Y de los desgarrones del cielo, en donde intenta amanecer, a ratos, un arco iris de gracia. Hasta la luz es una luz atormentada -no la luz tormentosa, apocalíptica del Greco, ni la luz dorada y recogida de Zurbarán, ni menos aún la dulcedumbre luminosa de Murillo-, es una luz torsionada, que padece martirio de su acmbo frenesí. Es la bronca exageración de la expresión y el gesto. (Uno de los elementos ciertos que integran, en concepto de Pfandl, el barroco español, tan discutible en caracterización y sincronismo). Ni el fuerte infiujo italianista pudo influir en el insobornable iberismo de RibeTa. En sus apóstoles -San Bartolomé, San Pedro-, en sus santos San Jerónimo, San Sebastián-, escoge los modelos de más rígido ascetismo. Sólo goza de un súbito apaciguamiento: cuando hace soñar a Jacob en la visión de la escala angélica. Ribera introduce en la pintura española el realismo picaresco, que culminará en “Los borrachos” de Velázquez y reanudará la paleta de Goya. Le visitarán, en su estudio napolitano, Diógenes y Epicuro, antes de ser recibidos, por Velázquez, en su estudio cortesano. La mujer barbuda de Segovia, el enano rojo con su perro, y el enano zambo, son antiguos conocidos de su pincel, que llevarán cartas suyas al autor de Don Jorge el Inglés. Hasta en sus temas mitológicos -1xión y Prometeo, Apolo y Marsias- aborda, con indisimulado complacimiento, el desollamiento y la torsión de los miembros y hasta el descoyuntamiento de la actitud. Ribera es fiel emblema de la sevicia y la torturante religiosidad española. Valdés Leal será la expresión agudizada del religiosismo macabro. (Ya Justi advirtió en Ribera “cierto tono de cadalso”.) Ribera, como Zurbarán, transcribe fielmente lo plástico, inquiriendo el natural con la obstinada preocupación de dar bulto a los seres y objetos, pero sin lograr las calidades plásticas -paños, damascos, bodegones- que consigue el &tor de los paños monacales. Su ascetismo sombrío es parejo del torturado escepticismo de Quevedo: “& cuna y la sepultura”. Es, desnudamente, el pintor de la torwww.faximil.com
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vedad ascética, sin llegar al grave y sereno beatismo de los monjes de Zurbarán, ni menos aún al remontado misticismo del Greco. Qzcevedo. E h Quevedo se centra y encumbra el estilo barroco literario. Su figura se inserta entre ei realismo -Cervantes, Velázquezy el barroquismo -Gracián, Calderón. Quevedo es un escritor bifronte (polifacético) : conceptista y culteranista. Realista e irrealista. El vitalismo exasperado y el apasionado espiritualismo. El realismo de contraste, caracterizador de una de sus facetas estilísticas, tiene su paridad plástica en Ribera. El realismo fantástico -SUtiene sólo afinidad plástica con los prarrealismo- de “Los cuadros del Bosco. Para buscarle parangón plástico en lo español, tendríamos que recurrir al Goya de los “Proverbios” y los “Caprichos”. O al Goya de la pintura negra. La fantasía: “el sueño de la razón produce monstruos”. Hay toda una espiral barroca, que va de “Los Sueños” de Quevedo hasta los “Esperpentos” de Valle Inclán, pasando por los ‘‘Disparates” de Goya. El barroquismo del autor de “El Buscón” está todo él incurso en el concepto del barroco wolfliniano: predominio de la curva, de la forma abierta, gusto de lo pintoresco, pintura inacabada. “El Buscón”, carece de tectónica novelística, es una sucesión, superposición de cuadros costumbristas, sin más ablutinante que la tónica satírico-moral. Pablos es -valiéndonos del decir stendhaliano- como un espejo paseado a lo largo de la vida española seicentista. Quevedo, como Ribera, exagera el gesto y el ademán. Es también el suyo -sólo en esta faceta- un realismo antitético, de contraste. Pero Ribera se mantiene en lo humano, y Quevedo lo sobrepasa en caricatura. Lo que en Ribera es preocupación ascético-religiosa, es en Quevedo inquietud filosófico-moral. Sólo es idéntico en ellos la inconmovible fe en el dogma católico. Quevedo es el escritor espoleado, acuciado por la solicitación de la actualidad. Es el escritor cifra de la temporalidad, de la instantaneidad, de la fugacidad de la vida. El tiempo se le va de las manos, la vida se le escapa y quiere apresarla, detenerla, eternizarla. Y se da por igual a las www.faximil.com
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l u a n G. del Valle
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burlas 4/ a las veras. Se entrega lo mismo a 1; facecia festiva, que al sermón moral, que a la disertación política, que a la fantasía satírica. Hay dos hombres en Quwedo, que luchan, agonizan y le precipitan en un dinamismo frenético. De un lado el Quevedo de la escolástica y patrística, de otro el Quevedo clasicista de Séneca y Tácito: el Renacimiento y la Contrarreforma. Leyendo a Quevedo nos contagiamos de su urgencia, de su prisa. Falta en él el amplio espacio cervantino, la perspectiva -el aire- veIázqueño. Carece Quevedo de una dimensión espiritual : la simpatía humana: la ternura. Su barroca curva estilística culebrea, vertiginosamente, con tal individualidad, que siendo elemento decorativo -de su retablo, que no de su edificio- ahoga la arquitectura esencial de su estilo. Hay en su barroquismo algo turbiamente humano, resentido, desgarrado. Sólo en el apaciguamiento de finales de su vida, su estilo se remanca y cobrq luces diáfanas de castellanía esencial. Cuando escribe su “Marco Bruto” y “La Vida de San Pablo”. Extinguido casi el volcán pasional de su vivir. Toda su obra es una genial licencia carnavalesca, que acaba con la escéptica calavera de San Jerónimo en las manos. Sólo la prisión, la enfermedad, la vejez, le sosiegan el precipitado latir de sus pulsos febriles: el barroquismo quevedesco es la porfiada cuartana que le consume, que consume la vida de su nación. Es un carnaval y una “Danza de la Muerte”. Una desaforada folía, una frenética chacona bailada al borde del sepulcro de una época. Después vendrá Calderón, el testamento de la raza, a versificarnos la teologia dogmática, y a concedernos la absolución plenaria -tras de tan dolorido ensoñar- de “La Vida es Sueiío”
JUAN GONZALEZ DEL VALLE
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C O N V E R S O
C O N
VOSOTROS
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Converso con vosotros porque estáis en mis venas, en mi garganta y en mi frente. Y porque yo, a mi vez, estoy viviendo en el gatillo de vuestro fusil. Y o voy con vuestras balas silbando y recibo en silencio las que nos tocan. Pego mis alas con las del buitre, me aferro a los paquidermos rampantes, brinco en el potro y enfilo el cañón. Cuando quiero vivir converso con vosotros. No hay mejores amigos, mejores hermanos, mejores inteligencias. Cuando la incertidumbre -pena del exiladoquiere hundirme y secarme, converso con vosotros. Y a vosotros recurro cuando veo que el curso de mi vida se ha acortado. Sois vosotros, amigos infinitos, los que eleváis mi caduca moral; así como yo soy quien os ayuda
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Mormo Villa
a levantar la vuestra si decae. E s el pájaro quien alegra a la rama y es la rama quien alegra al pájaro. Es el río quien sostiene al cauce y es el cauce quien sostiene al río. Somos débiles y somos fuertes. Por esto debemos conversar. Converso con vosotros al despuntar la luna y al despuntar el día; cuando enmudece la ametralladora y cuando bosteza el cañón. Conversamos sin odios, sin alardes ni llantos. E n paz, como el regato y el pájaro que pasa. E n paz, como la muerte del que cae de un tiro. Y sé que hemos de hablar hasta que un día no crucen por el cielo balas, sino canciones. JOSE MORENO VILLA
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México, mero de 1938
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FEDERACION DE LOS TRABAJADORES DEL MAR
JNVOCACIÓN DEL MAR a Hommc
libre, toujours tu chériras la mer i s
BAUDELAIRE
El mar, el mar. Los hombres de Castilla de residencia fija en su terreno, bajan a ver el mar, las proporciones potentes de las olas. Caminan por el puerto. Late a golpes la equilibrada sangre de sus venas. El mar bate en los muelles. Sus latidos permanecen constantes. Se angustian las sirenas de los buques. Entre un bosque de mástiles y jarcias se oyen gritos de adiós y despedida. Ha llegado el momento, algo se ha roto.
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Desde su quieto asombro de los montes recónditos los ojos la contemplan : la Libertad inclina, ensimismada, su frente melancólica y piadosa.
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Arturo Serrano Plaia Todo es húmedo y denso. El horizonte, confunde mar y cielo. Queda un humo flotante allá en el fondo. Cae la tarde. La vasta inmensidad toda presencia del mar, se aduefia y crece por el pecho. Sólo el sordo trabajo salobre de las olas, incesante, perdura. Como el caliente corazón del hombre el mar tiene su propio movimiento.
L.OS MARINEROS Los marineros son. trabajadores del mar. Al sol se curten de bahías y huele a nudos de cordel mojado la mano que a diario los maneja. Suena su voz a jarcias sacudidas por ácidos mechones de tormenta y sus pupilas miran entornadas las azules distancias peligrosas. Cualquier puerto del mundo era su patria y llevan melancólico en los ojos un signo de ocio triste por los mares y de duro trabajo desgarrado.
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Son los hijos del mar. Nacieron libres. Ni la miseria consiguió cadenas,
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Pounas
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ni el temeroso mar embravecido para su roja sangre marinera. Pero vino la guerra. Los que fueron durísimos trabajos pero nobles, fatiga y soledad de navegantes, se trocaron en bajas emboscadas. Navegando en el mar Mediterráneo los puertos, destinados otro tiempo
a seguro refugio en tempestades,. bocas negras y . hostiles se mostraron.
Los faros vigilantes, los navíos nacidos para hermanos de los mares, negramente en la noche concretaron su enemistad de signo rencoroso. Sonó la artillería, corrió sangre. Los marinos humildes, los marinos, no la ciega sumisión a bordo de poderosos buques impasibles, ajenos a la estirpe marinera, intentaron sus músculos potentes nadando por las aguas del naufragio, muriendo ametrallados, perseguidos. Por las rojas espumas incendiadas, en todo el mar vastísimo no había, en todas las escuadras y los buques más hombres marineros que los muertos.
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Ya se acabó. Por el Mediterráneo, flotantes en las olas amanecen
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Arturo Serrano Plaja
cadáveres y gorras y madeios. Ya se acabó. La brisa de los mares enarbola en su nombre pabellones de espuma blanca y fina. Allá, a lo lejos, huyendo su presencia acusadora, desaparece un barco entre la bruma. Tripulan sometidos su presencia pálidos criminales, no marinos. Los hijos de la mar, trabajadores, conocen a la muerte, no la olvidan, no abandonan la sangre marinera.
Y en las saladas aguas amanece, flotando sobre labios abultados que bebieron su muerte poco a poco, latente sobre carne amoratada amarguísima y húmeda, la muerte.
LOS PESCADORES Frente al crecido los pescadores de rostro envejecido, mientras fuman meditan silenciosos en los puertos.
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Los decrépitos muelles de los pueblos pequeños pasivamente sufren de abandono y tristeza frente a las olas atentamente vigiladas.
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Las inútiles redes extendidas.
Las barcas que agrupadas en silencio sin aparejos yacen en su olvido.
La desgastada piedra de sólidas columnas donde apoyan los arcos de viejos soportales su azul arquitectura, su estirpe marinera.
Todo paralizado, agonizante. La irresistible guerra va marcando con niveles de angustia su dominio. Hundiendo distraídos en la dócil arena de las desiertas playas su paso a la deriva, los que antes fueron lobos de mar, sombris parecen. Suena el mar incesante. Blanca espuma las olas abandonan en la playa como triste lamento solitario. Inútilmente esperan, los botes, en la arena, las velas, desgarrada su pálida blancura, viciosos, en el ocio, los cestos del pescado. Los viejos pescadores tristes callan. Soportan en silencio recogidos la guerra dignamente. Luego miran
vagamente a lo lejos, al rítmico horizonte. Con ojos inauditos se asoman las mujeres a los acantilados batidos por ei viento.
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Azota el vendaval su ropa oscura, sus largas faldas negras, sus pañuelos que a lo lejos parecen las banderas
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Arttiro Serrano Plaja
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del dolor, en la bruma del ansia contenido. Son las mujeres viudas de audaces pescadores. Con grave gesto miran al mar todas las tardes.
No volverĂĄn, no vuelven sus maridos. Lentamente retornan a sus casas. Su gesto acostumbrado sufre y calla. E n el mar enemigo, la guerra, sorda acecha.
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ARTURO SERRANO PLAJA
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EL
RETORNO
AL
REALISMO
AL MARGEN DE LA PINTURA de MIGUEL
VILLA
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Hace siglos que extravertidos -”individuos quienes, según Car1 Jung, en todos sus juicios, percepciones, sentimientos, actos y estados afectivos, sienten principalmente como motivos los factores externos”- e introvertidos -“que derivan sus motivaciones principalmente dei sujeto, de sus hechos internos”- se pelean con un ardor que los años no logran apaciguar. Toda la historia del arte no es otra cosa que unas variaciones sobre el mismo tema: el eterno combate entre esas dos concepciones. Toda la historia del arte es un continuo tejer y destejer. Cada uno de los estadios de la evolución artística no se ha preocupado de otra cosa que de derribar los hallazgos del precedente, reaccionando contra ese con furia demoledora. Modernamente, estas reacciones se suceden con velocidad vertiginosa. Enfrente del objetivismo y del colorismo a ultranza de los impresionistas, se irguió, como un gallo enardecido, el subjetivismo y el estructuralismo exacerbado de los cubistas. Contra los excesos de los introvertidos más absolutos que ha conocido la pintura, los superrealistas y otros compañeros en espirituñiismo, los extravertidos quieren imponer ahora su dictadura. Actualmente, en efecto, asistimos a una resurrección de la niateria pictórica. No se habla de otra cosa que del retorno al realis-
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Sebustián Gusch
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mo, y la mayoría de artistas profesan un culto fanático, una veneración extremada y religiosa por la materia. Actualmente existe el fetichismo por el realismo y la materia pictórica. Este entusiasmo, más aparente que real, es fácilmente explicable. En efecto, cuando hay vencedore en un combate encarnizada, las filas de esos aumentan considerablemente y se enriquecen con un contingente copioso de partidarios, la avalancha de los situacionistas. E n política y en arte. E n política, estos recién llegados serán los más numerosos y más fervientes defensores del partido vencedor. En arte pasa exactamente lo mismo. El cubismo estaba compuesto casi exclusivamente de tránsfugas del impresionismo. Agonizante el superrealismo, todo el mundo se ha pasado al enemigo. Todos esos convertidos, generalmente artistas mediocres, que ;e adosan bajo el sol que más calienta, crean la moda. Y la moda. justificada en la alta costura, no se puede tolerar en arte. Actualmente, la moda del realismo está haciendo estragos en todas partes. Pintores, que no han nacido para cultivar otro género que el dibujo, nos ofrecen unos cuadros cuya materia no merece otro calificativo que el de anémica. Como que este entusiasmo delirante por la nueva religión es más que suspecto, y como que, deslumbrándonos con esta etiqueta, intentan darnos gato por liebre, y que muchos pintores que se dicen realistas no hacen m á s que un fantasma o una sombra de los objetos y no la realidad concreta, intentaremos explicar lo que entendemos por realismo y materia. No hablaremos, empero, de la sustancia oculta de las cosas, del espíritu que vive en la materia, que el artista ha de percibir y expresar en sus obras. Estos imponderables, este resplandor espiritual, han de existir en toda obra artística digna de este nombre. Sin ellos la obra de arte no es posible. Aceptada esa afirmación, nos referiremos Únicamente a los medios tangibles con los que el artista auténticamente realista se explica. En primer lugar, creemos que el pintor realista ha de expresar la verdadera materia de los objetos y, para conseguirlo, ha de prescindir de los accidentes que la desnaturalizan. El artista ha de pro-
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EL retorno al realismo
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curar fijar lo permanente, no lo fugitivo. Ha de pintar el verdadero color de las cosas, no su atmósfera, Ha de eliminar los juegos de la atmósfera que se interponen entre los objetos y la retina, y plasmar el tono local. No se puede hablar de realismo sino se traduce el valor sustancial del objeto manteniendo el t o m local. Cuando muchos pintores que se dicen actualmente realistas pintan una montaña, no hay tal montaña. H a sido devorada pura y simplemente por la luz. El verdadero realista ha de respetar la realidañl concreta del modelo, Ha de mantener la localidad. Inventada la pintura al óleo, la materia pictórica ha de ser el instnimento favorito del pintor realista. Este es pintor, no dibujante. Y , haciendo el sordo a las sugestiones de los grafkmos puros de los primitivos, florentinos, Ingres, Degas, etc., no ha de emplear otra arma que el color. El color no ha de ser sostenido por la forma, sino que es el color que creará dicha forma. Inventada la pintura al óleo, repitámosio, la pintura se enriquece con un medio de expresión, la materia, que sería suicida menospreciar. iPor qué, pues, tantos críticos combaten el espesor de color que muchos pintores actuales emplean? s i ei pintor posee un instrumento de esta fuerza expresiva y de esta riqueza, de esta suntuosidad, ¿por qué no hacer un uso abund8nte de él? El crítico M. Sachs ha dicho: “A la materia es preciso atacarla como el campesino a su tierra, como el panadero a su pasta. La pintura es una creación física. El pintor está Materialmente obligado a hacer carne de sus colores (carne, se entiende, tanto en el desnudo como fuera de éste).’’ La pintura catalana es esencialmente, específicamente, tradicionalmente realista. Y el más auténticamente realista de nuestros pintores es, al nuestro modesto entender, Miguel Villa, quien no sigue la moda, sino que es un realista nato, de toda la vida, y que entiende el realismo como se ha de entender, como lo entendían los grandes realistas del pasado, Rembrandt, Tintoretto, Ver Meer, Chardin.. Villá percibe el espíritu que vive en la materia y lo hace brillar intensamente en sus telas. Pero no desprecia la materia. Todo lo contrario. Respeta y pone al desnudo su valor sustancial. Emplea www.faximil.com
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Sebastián Gasch
sin avaricia la materia, no ligeramente cbmo Renoir -según Sachs todavía- sino fuertemente, como Reulzbrandt y Tintoretto, y esta materia suya es de una riqueza y de una densidad, que nadie iguala en la actualidad. Villá nos da el color de las cosas, no su atmósfera. Construye, no con líneas, que eso es muy fácil, sino con el color. No olvidq que el arte es síntesis y no análisis. Y, enamorado de las grandes síntesis, reconstruye el mundo que el análisis impresionista disoció, reduce a grandes planos coloreados el universo, subordina el detalle al conjunto y descubre, bajo las apariencias, la gran armonía general.
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SEBASTIAN GASCH
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DICIMAS Para Amós Salvador.
INSOMNIO ESTELAR Alta soledad de hielo y roca! Sobre un abismo de angustias en paroxismo, i qué impasiblemente el cielo perfecciona su desvelo y aquilata su esplendor para contemplar mejor el auge de las estrellas y sentirse inmune en ellas a la vida y al dolor !
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GENESIS DEL PENSAMIENTO
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Palabras de luz, ilustres pensamientos : aún pecina ayer, trémula hedentina de bajos fondos lacustres. O membranosos, palustres intentos de forma, vanos. Las rudimentarias manos ya hoy consiguen esculpir el hondo afán de vivir que arde en los dioses humanos.
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Juan ]osé Domenchina
DON DE POETA Acaso del nombre puro derive la pura esencia. ...Pero la difícil ciencia de esclarecer el oscuro dominio, pero el seguro distinguir, pero el exacto decir y el divino tacto del poeta.. . j qué agonía de lucidez, qué porfía de propósito en el acto!
E L SECRETO Tqdo está en sentirse en todo nada eterna, y tan concreto como el adusto esqueleto, sobria recta en el recodo. Desperdigándose, a modo de voluntad irrompible, i cuántas veces, imposible, se logra abarcar tu esencia sintiéndose en mil conciencia y en conciencia indivisible!
T R I S T E Z A DEL REPOSO
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;La ,Vida? Luz apagada Cerrar los ojos: sentir el absoluto dormir de un existir que no es nada
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Décimas
si se entorna la mirada que lo contempla y advierte. Porque va a par de la muerte este reposar profundo que la luz de todo un mundo apaga en su sombra inerte.
TARDE Inflexible mediodía ! Como una espada de luz que se.hundiera en el testuz de una indómita porfía, el sol parte en dos el día. Y la tarde, ya cobarde mitad triste, en este alarde de transparente rigor, sufre el oscuro rencor de sentirse sola y tarde.
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JUAN JOSE DOMENCHINA
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H O R A D E E S P A Ñ A ofrece hoy a slcs lectores con las páginas de un diario sobre la guerra en el Norte, la colaboración de G e r d n Bleiberg. Este joven poeta, formado culturalmente en la F a d t a d de Filosofiu y Letras de Madrid, era ya antes de la guerra conocido y e$timada en los medios literarios. Sus libros de poemas -“Et Cantar de la Noche” y “Sonetos Amorosos”t m k o n en dichos medios la acogida que por su alta calidad supo merecer. Viene d d Norte, del samyimto Norte, donde ha luchado hasta el Último momento, como Teniente del Ejército Popular. Y de esa h c h a y de lffi comcuente tensión dramática que Bleiberg k sabido cdignamente manfener, han nacido el poema dramático ”Sombrm de Héroes”, que se representa con g r m éxito en el Teatro de Arte y Propaganda dc M‘adrid, y las págiw que pwblicamos a contimaacción. E n e l h se respira, hondo y fuerte, el d r w del Norte. Germhn Bleiberg, su. autor, inicia c m este trabajo szl colaboración en H R I DE ESPARA.
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A R T U R O S E R R A N O PLAJA
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P Á G I N A S DE U N D I A R I O SOBRE L A GUERRA EN EL NORTE
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La llegada del barco soviético “Turksip”, al puerto de Santander, coincide casi con el aniversario de la Revolución. Hoy es el 5 de noviembre de 1936. Estamos en el quinto mes de guerra. U n saludo, pleno de calor y de fraternidad, tiembla en esa bandera roja del barco soviético. Se prohibe el paso: el “Turksip” está escondido casi en el Último rincón del puerto. Y miles de curiosos discuten y pretenden acercarse al barco. Sólo los obreros del puerto trabajan activamente. Hace ya diez días que no sabemos lo que es el pan. Las mujeres de la Unión Soviética nos envían harina, azúcar, arroz. Y tabaco para los milicianos. ¡Un regalo de la U.R.S.S. para el Norte de España, aislado gmgráficamente de la patria, pero unido a ella por todo el amor a la libertad y a la independencia ! Y o hago gestiones para hablar con los camaradas soviéticos. Lo consigo y visito el barco, sus dormitorios, sus máquinas, su cubierta. Desplaza el vapor ocho mil toneladas. Es de forma poco común. Su arquitectura es torpe y de presencia poco ágil. Su interior, sin embargo, re<-
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Germán Bleiberg
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vela un gusto totalmente desconocido : limpieza, dormitorios individuales, salones. No olvidemos que es un barco de carga. Esto, en la U.R.S.S., no es obstáculo para que la tripulación tenga ocasión de bañarse en una magnífica bañera, que tiene su cuarto correspondiente en el “Turksip”. Y a dentro del barco, conozco a tres camaradas: Leonid, oficial segundo, Peter, responsable de la emisora del barco, y Koganero, que no ocupa ningún puesto determinado, dedicándose principalmente a la información periodística y haciendo el viaje un poco en calidad de turismo. Los dos primeros camaradas se han entregado durante seis años al mar. Su vocación de marinos se ha visto colmada por el premio y el honor: hoy son stajanovistas, y por eso, el pueblo les ha encomendado públicainente el transporte de los víveres. Ante el pueblo de Leningrado, los marinos del “Turksip” prometieron llegar a Santander en nueve días. Y cumplierm su proniesa, a pesar de iin temporal gigantesco que se desencadenó en el Mar del Norte. U n ejemplo de amor a España: durante el tempbral una ola arrancó de cubierta a un camarada marinero, que hacía el viaje acompañado de su compañera. Esta, cuando los otros tripulantes quisieron buscar y salvar al camarada, recordó que el “Turksip” debía estar en España a los nueve días de haber abandonado hningrado. Este íntimo sacrificio de una camarada soviética nunca se p d r á agradecer en todo su valor. Leonid habla un inglés aclarado por los gestos y los movimientos de las manos. Peter conoce el mismo idioma. Koganero, más viejo que los otros camaradas, domina a la perfección cuatro o cinco lenguas. Tiene el entusiasmo del verdadero revolucionario, y en su mirada se dibuja Irx expresión de haber luchado en el frente, primero por la patria -Rusia vieja- y desde el año 17, por la Revolución. Su palabra es segura, e f ~todos los idiomas que habla. Esta seguridad nace de la victoria que ha obtenido el obrero ru50 sobre todos los Ejércitos extranjeros que pretendían salvar el imperio del Zar. Así es Koganero: seguro, orgulloso, firme, irónico, a veces, y en otras instantes, triste. Paseando yo con él por las calles de Santander, recordaba con una melancolía clara, que le traía recuerdos a través-del mar, melodías rusas y acordes de Chopín, Luego me preguntó si habría posibilidad de tocar unos momentos el
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Pdgtnas de UP) Diario
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piano. Se advertia en su deseo todo el fuego de la sinceridad infantil,
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fresca, sana. Mientras Koganero había leído a Dostoiewski, Leonid y Peter se habían especializado en, su profesión. Los dos camaradas eran en la vida iguales: fuertes, sonrientes, de ojos azules y cabello rubio. Observaban con alegría cómo el pueblo nuestro se revolvía contra el fascismo, cómo se organizaban batallones y más batallones de voluntarios -en Bilbao, Santander y Gijón- que, cantando los himnos más encendidos del proletariado, se encaminaban hacia el frente. Mientras Koganero era muy aficionado a la charla, a la divagación, a relatar hechos de la revolución o de la Guerra Europea, Leonid y Peter se concretaban a lo suyo: al barco. Ellos fueron los que me enseñaron el interior del “Turksip”, desde el cómodo camarote hasta la brillante sala de máquinas. Desde una escalera contemplaba yo el magnífico paisaje de hierro, fuego y cobre, cuando descubrí, sobre una plancha de acero que estaba en un rincón, un ramo de flores rojas, cuidadosamente colocado en un vaso de! agua. Este fué para mí el detalle más conmovedor: máquinas y flores. AI lado del trabajo, la poesía. Junto al calor de la maquinaria, la hermosa frescura de unos cuantos claveles. Es un mundo el que se abre con este detalle. En España, los talleres estaban sucios. EI obrero salía del taller, ceniciento. e No se asustaron los burgueses españoles cuando en cierta huelga, antes de la guerra, una de las bases proletarias para volver al trabajo solicitaba la construcción de cuartos de aseo en los talleres? Ahora, la lucha se ha planteado. EI obrero no tiene sólo deberes, sino también, derechos. Y entre ellos está el de poder colocar en su sala de máquinas, por ejemplo, un ramo de flores viéndome Leonid entusiasmado con las flores de la sala de máquinas, me preguntó : -2Cuándo tendréis vosotros, en España, flores en las fábricas? Le señalé, en aquel momento, unos mi1 hombres, jóvenes y robustos, que se hallaban en la estación del Cantábrico de Santander. Esperaban el instante de embarcar en el tren que les iba a conducir a Oviedo. Mientras los camaradas de las Milicias cantaban ardientemente, “La Internacional”, le dije a Leonid:
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Germán Bieiberg
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,Ves? Estos son los que ahora van a sembrar las flores. Pronto será primavera, y en toda España habrá fábricas, habrá trabajo, habrá vida nueva: máquinas y flores. En aquel momento, la alegría dominaba todos nuestros rostros. Estamos convencidos de nuestra victoria. Además, llegan buenas noticias de Madrid. Los camaradas soviéticos elevan nuestra moral hasta dejar en nosotros la convicción de que Madrid no puede perderse. Es el cinco de noviembre. Desde el mar, -nuestra esperanza material-, miramos a Castilla, al corazón de España, también esperanza nuestra, moral de fortaleza. Anochece de un modo extraño. Son horas confusas, pero ciertas. iCÓmo estará Madrid, en este otoño de sangre, sintiendo el dolor de niño .muerto por sus calles nocturnas, palpando el gemido de la mujer agonizante por las bombas entre los escombros? Sobre Santander no hemos visto volar ningún avión enemigo. Por referencias, sé la catástrofe que causó en Bilbao, en los Últimos días de septiembre, un bombardeo feroz. Hablo con los tres camaradas del “Turksip”. Les comunico sinceramente mi dolor. Mis padres, mis hermanos, mis amigos, Madrid.,. Ellos me dan ánimos. Estoy seguro de que Madrid no será vencido. Santander 5 de noviemòrc dc 1936
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El Norte de España revive. Hoy, no sé cuantos aviones enemigos exactamente, han bombardeado Durango. Las víctimas se acercan al millar. Recuerdo que en noviembre dije a Leonid, aquel camarada ruso que vino a Santander en el “Turksip”, que en España será primavwa. Es el primero de abril. i Qué lejos está noviembre ! i Qué lejos está Madrid! Todo está lejos. Sólo el frente, sólo el cielo de Durango, sólo los muertos están cerca de mí esta noche. Es primavera. Una brisa clara gime entre los maizales verdes. Desde Gijón hasta Bilbao: iEuzkadi está en peligro!
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Ayer estuvo conmigo Samuel Serrano. Su rostro se cubría de sombras doloridas al pronunciar el nombre de Bilbao. Los temas alegres le molestan ahora. Me dijo ayer que sólo quería oir las marchas fúnebres de Beethoven. Triste, desgarrados presentimientos le aquejan. Su conversación gira en torno de Castilla, de las marchas fúnebres, de ruinas. Están estrechamente unidos el bombardeo de Durango y las sombras que se ceñían ayer a las palabras de mi amigo. Eran el trágico presagio, 0 tal vez, la consciencia exacta de lo que son capaces los alemanes. Sin embargo, me parece que la gente no ha dado la importancia suficiente a este bombardeo. Los periódicos de Bilbao aseguran que Bilbao será Madrid, que Bilbao no será nunca de los alemanes. L a misma opinión me anima a mí. Samuel no estaba de acuerdo conmigo. “Pueden o no pueden entrar”, solía decir, ya antes de que el enemigo iniciase su ofensiva sobre Bilbao, con un tono grave. Ayer lo repitió con gran insistencia. Creo que conozco ya el entusiasmo de los vascos por nuestra causa común. Conozco al propio Samuel. Me anunció que iba a abandonar su puesto en la Consejería de Gobernación de’Euzkadi para enrolarse como voluntario en algún Batallón. iCómo es posible que con ese entusiasmo que se va contagiando de calle en calle, de casa en casa, de corazón a corazón, pueda ningún Ejército extranjero apoderarse de Bilbao? L a angustia se adueña de nosotros. ;Qué valor tan fuerte proporciona la angustia! Y o creó esta noche que si a los vascos les empuja hacia ei frente el amor a su tierra, a su pequeña patria libre, a los asturianos y santanderinos les nace el valor de la solidaridad, les brota súbitamente el cariño por el hermano amenazado. El asturiano es agradecido. No olvida al “Meabe” y al “Larrañaga” en la ofensiva sobre Oviedo. Por lo tanto, mi angustia se va transformando en certeza. Estoy seguro de que Bilbao no podrá caer en poder del enemigo.
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Noche de2 1.5 de abrU de 1937. Santander.
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Ge.mán Bieiberg
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Hace ya muchos días que la Única novedad, terrible y eterna, la constituye el repliegue de nuestras fuerzas. La realidad arranca las más sinceras blasfemias de nuestros labios. iQué vamos a hacer? Los trimotores vuelan impunemente, hora tras hora, día tras día, sobre el frente, sobre la retaguardia. El S o h b e se ha perdido, se ha reconquistado y se ha vuelto a perder. Peña Lemona, igual. Y asl, tantas posiciones. Esta tarde he visto a Samuel en Bilbao. Su tono de voz estaba velado. Mi optimismo -hoy creo todavía que Bilbao seguirá siendo nuestro- lo recibía cofi una amarga sonrisa negativa. Por casualidad le encontré en su casa, ordenando libros, revolviendo èntre sus escritos. Había vuelto del frente. El sector donde estaba su Brigada ha sufrido los más duros bombardeos. A la sombra de los árboles, los milicianos vascos esperan la muerte pero no retroceden. Es maravilloso. Samuel me asegura que Bilbao caerá en manos alemanas, pero me garantiza también que a pesar de ello, el vasco no abandonará jamás una posición. Buena.y franca voz, la que pronuncia estas palabras. Desde su puesto en el frente, ha convencido muchas veces a los soldados. Samuel es un miliciano vasco, ayudante del Comisario de Brigada Antón Rivera. Y lentamente, nos deslizamos por las calles de Bilbao. L a Plaza Nueva: nostalgia de Castilla. Y, como un lejano galope que se aproxima a la capital, tiembla la tierra vasca bajo las bombas alemanas. Samuel pasa por la Plaza Nueva, recitando, con grave ternura, versos de don Miguel de Unamuno. ¡Qué Universidad de Salamanca vió el maestro Unamuno, bajo el sable de Franco y 10s gritos de Millán-Astray ! i Qué Plaza Nueva hubiera visto esta tarde en Bilbao! Un silencio espeso, de muerte, temblaba en el aire. Ya tardaba la noche. ¡Pobres camaradas nuestros, en primera línea! De los túneles, de los sótanos, empiezan a salir mujeres, ancianos y niños. U n rumor corría por los refugios: -Hoy ya es difícil que vengan los aviones ... Bilbao estaba en la agonía. ¡Qué extraña aquella mujer anciana que cruza la calle! Y pasábamos lentamente por delante de las casas. Por
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Páginas de un Diario
fin es de noche. E n un rincón cualquiera retumbaba el trepidar de una rotativa: las imprentas trabajan. Y en otro rincón, el ruido de la fábrica de armas. Bilbao trabaja. Todo es para bs milicianos. No comprendo el pesimismo de Samuel. El miliciano lucha. La retaguardia trabaja. 2 Pero la aviación.. .? Durango, Eibar, Guernica. Bilbao, 14 de junio de 1937.
IV Hace tres días, estuvimos en Castro-Urdiales mi amigo el Capitán Isaías Alvarez y yo, para cumplir la misión más triste para mí -y también para él- desde que ha empezado la guerra. La mafíana del 23 de julio, no sé a qué hora, un obús ha arrancado la vida a nuestro Samuel Serrano, miliciano vasco, poeta recóndito de España. Y el mismo día, por la tarde, cinco amigos dimos sepultura a su cadáver en el cementerio de Castro. Enfrente de los muertos, el mar nos imprimía a todos una nostalgia precisa, un temblor de barco anclado. La tarde era tan clara, que desde el cementerio distinguían nuestros ojos los paisajes de Bilbao, y más allá, casi los últimos cabos de Vizcaya. La poche tardaba. La memoria de todos prometió no olvidarlo nUnca: 23 de julio, nicho 110, CastroUrdiales. Estuve esperando este instante para escribir sobre él, porque el mismo día, por la noche, no pude ni pensar ni dormir. Isaías Alvarez y yo, de vuelta a nuestras tareas al Estado Mayor del Norte, no hacíamos sino recordar los Últimos versos que escribió Samuel, dedicados a un Comandante muerto en Euzkadi : “ i q u é mal obús, qué mal aire!”
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Desde Castro-Urdiales a Santander, yo le hablaba a ’isaias äe mi propósia de aprovechar la presencia del Mayor Juan de Pablo, que ha venido al Norte con los capitanes Mato e Iglesias -éste, amigo mío des-
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G m & n Sleiberg
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de hace varios años-, para marcharme con él, y cambiar así un poco de ambiente. La retaguardia me molestaba, Santander estaba demasiado perfumado de brisa señoritil, la guerra vivida directamente es más interesante que entre los papeles‘de un Estado Mayor. I d a s siempre se sentía atraído por el frente. El 19 de julio estuvo defendiehdo a Euzkadi, con un fusil, en el sector de Ochandiano, el primer pueblo bombardeado en España por los aviones de Frapco (el día 20 ya cayeron las primeras bombas sobre Ochandiano). Allí estuvo cuatro meses, hasta que le incorporaron ai Estado Mayor. Nada más llegar a Santader, volvemos al Estado Mayor. Nos esperan los partes de novedades. El parte del Cuerpo de Ejército de Euzkadi decía, sencillamente: “Sin novedad en todos los sectores de este Cuerpo de Ejército.’’ ¿Pero es que había pasado algo? ¿Qué significa la muerte de un hombre, de un miliciano? La frialdad de los partes enardecía la sangre de todos los que estábamos en la Sección 11. Al día siguiente hablé con el Mayor Francisco Ciutat, Jefe de la Sección de Operaciones del Ejército. Le dije que me gustaría trabajar en la División de Choque, con De Pablo. Ciutat me entregó una carta, y aquel mismo día me incorporé a la División en Avilés. Avilés está rodeado de frente. La tranquilidad la rompe, de cuando en cuando, el ruido de la artillería. Sin embargo, después de haber visto una ofensiva como la de Euzkadi, de haber perdido a uno de los mejores amigos, Avilés es un lugar de descanso, de soledad, donde renace la paz necesaria para escribir estas líneas sobre este día 23, día de sangre y mar, eterna tarde, tierra siempreviva de Castro-Urdiales.
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Avilés. C. G. de la División de Choque 55. 26 de julio de 1937.
V i Qué trágicamente alegre, la agonía de Santander! El enemigo avan-
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za sin cesar, los aviones destruyen pueblo tras pueblo, y yo estoy aquí, con De Pablo, con Mato y con Iglesias, heridos nosotros, sin saber casi cómo fué.
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Páginas de un Diario
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La trágica alegría se manifiesta en la frivolidad de la retaguardia: la gente va al Único cinematógrafo que trabaja ahora en Santander, los hombres beben en los hoteles de los mejores licores, las risotadas atraviesan la sangre de alguna madre enlutada por el hijo muerto.. . Todo es de una rapidez inverosímil. Parece una pelicula proyectada a urka velocidad cien veces mayor que la normal. La División de Choque estaba esperando Órdenes en Puente-Viesgo. El 12 de agosto, a las dos de la tarde, el capitán Ramón Iglesia llega de Reinosa y Mataporquera. Cincuenta trimotores han bombardeado ambos pueblos, y sus comunicaciones con Santander. Por el Escudo, también ha habido preparación aérea y artillera. Por la noche, se recibe la orden del Ejército de trasladar el Cuartel General divisionario a San Miguel de Luena, a unos cuatro kilómetros del Puerto del Escudo. ¡Cómo luchan vascos y asturianos en la defensa del puerto que separa el mar de la meseta burgalesa! i Cómo dirige a su Brigada el comandante asturiano Ladreda, tipo definitivo de nuestra guerra ! Nunca olvidaré la noche del 13 al 14 de agosto. A la una de la madrugada, Ladreda se presentó en el Cuartel General nuestro, para darnos personalmente el último parte. Los asturianos habían contraatacado -i heroísmo de una Brigada diezmada !-, recuperando algunas posiciones, arrebatando ai invasor una ametralladora, tres fusiles ametralladoras jt cuarenta fusiles. Además, logró Ladreda hacer tres prisioneros, cosa bastante dificil cuando se trata de italianos, porque “chaquetean” de un modo incalificable. i Qué infantería más mezquina tiene Italia! La noche fría, a más de mil metros de altura, se había convertido en un día clar? y limpio. Ya desde las seis de la mañana se oía el rumor de los trimotores. El sólo ruido del motor - e s t a es una teoría de guerra italiana- desmoraliza de tal manera a un Ejército, que es suficiente, a veces, para obligarle a un repliegue. El zumbido nos conduce a una pregunta : 2 Cuándo empezáis a tirar? El deseo de que se realice pronto lo inevitable se apodera de nosotros. Pero la tástica italiana ordena todo lo contrario: martirizar la psicología del combatiente con esa anunciación de crimen que llevan bajo las alas los “Caproni” y los “Junkers”. Ahora ya no sé cómo fué. Recuerdo nada más, de un modo turbio, que se oyó un estallido inmenso, y sobre nuestras espaldas, sobre nues-
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Cermán Bkiberg
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tras cabezas, empezaron a caer piedras y trozos de pared quebrada. Vi la sangre en la cabeza de Ramón Iglesia, oía gemir a Mato, De Pablo estaba inmóvil, y yo me limpiaba la sangre con la mano Nos habían herido. En Qntaneda nos hicieron la primera cura, y luego, en Valdecilla, nos reconocieron y nos comunicaron el resultado. i Qué importancia tiene esto? Todos salimos con vida del Escudo. De Pablo ha recobrado su humor y su ironía. Desde la cama del Hospital de Valdecilla me dice que escriba una poesía para atribuírsela a Mato. Y después, todos nos reímos mucho. i Por qué no ? Es el 22 de agosto. i No sabemos todos ya lo que significa esa franja de tierra que es Asturias, ese poco de provincia que nos queda de Santander? i Por qué no vamos a reirnos, si estamos dispuestos a defender el Norte hasta el final? Santander, 22 de agosto de 1937.
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Las casas de Saint-Nazaire las derrumbaba una simple boba de mano. Muguerza, el buen amigo, se ríe de las casas de este puerto francés. Sí. i Casas tan hermosas las hemos visto destruídas por las bombas alemanas ! Esto es Francia. ]Los señores -i hay señores!- llevan sombrero. Y desde una barca, un pescador nos grita; --¿Ha terminado la guerra, allá, en España? i Qué pregunta tan dura! Para nosotros, los que íbamos en el barco -los carabineros decían que era el “Tulquesa”- había acabado una época de nuestra vida. Desde el Musel, contemplábamos la columna de fuego que se elevaba desde los depósitos de la C.A.M.P.S.A. hasta el cielo. Un silencio aterrador vibraba en los oídos de todos. Muguerza y yo, tristes, mirando mar adentro. Saldrá el que pueda. Hay pocos barcos y muchos hombres. La noche estaba iluminada por el plenilunio. i Cuándo llegaremos a Francia? Ya hemos visto un puerto francés. Nadie lo conoce. Navegamos sin carta marina. El capitán del barco, marino de afición, decide acercarse
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a tierra, y navegar a una milla escasa de la costa. Llevamos navegando dos horas junto a la costa francesa. Muguerza exclama: -i Qué parecido es este paisaje al que hemos visto hace dos horas! Y hasta el puerto se parece al que nos hemos acercado antes. . Pasan otras dos horas. El mismo puerto vuelve. Tres veces, el mismo paisaje. Todos protestamos. Por fin, el Capitán del barco se dirige a nosotros: -Camaradas : esto es una isla. He estado reconociendo el terreno. Se oyeron fuertes carcajadas a bordo. Decidimos entrar en ese puerto francés, sobre todo, para saber la situación. dónde estamos? Desembarcamos cuatro camaradas. Se nos ha acercado al vaporcito una lancha de la Policía del Puerto. Preguntamos: -¿Cómo se llama esta isla? -L'Ille d'Ieu. La isla de Ieu, jqué contraste con esa Asturias de sangre del 20 de octubre! Hay fruta en las fruterías, hay flores en las florerías, hay tabaco en los estancos: las cosas están en su sitio. Modo burgués de ordenar la vida : todo en su sitio. 2 Definitivamente? También en .España se creia que las cosas, que la vida estaban situadas con firmeza, y en realidad, hasta hoy, no hemos sabido lo que será algún día la firmeza de España. Las casas de Saint-Nazaire son enclenques Pero la voz del proletario, que con una melancolía silenciosa veia aproximarse a uno de los muelles del gran puerto francés a l pequeño navío asturiano, gritó: -A pesar de todo, camaradas, i Viva Asturias! Casi lloramos en aquel momento. Fué un grito decisive. El proletario francés ha seguido con un interés extraordinario las incidencias de la guerra en el Norte. Yo estoy seguro de que la tragedia del Norte le ha hecho avanzar en su ambición social. Sí. A pesar de todo, (¡Viva Asturias! 2Qué más iba a hacer el antifascismo en una región, que - c o m o dijo el Teniente Coronel Galánestaba rodeada de fascistas por todas parte, menos por una, que la unía al Comité de No Intervención? Hoy estoy en Francia, v me encuentro con algo que no me esperaba: con la vida. Y puedo reflexionar. Si en el Norte, con una superioridad www.faximil.com
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Germbn Bleibetg
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de material y hombres incalculable, ha tarãado el fascismo siete meses en vencer -i una invasión es victoria alguna vez ?-, en los demás frentes, donde estamos en igualdad de condiciones casi, el triunfo sólo podrá ser nuestro. Pasado mañana estaré ya en España. Y todos llevamos la misma ilusión, Muguerza, Isaías Alvarez, Eugeni0 Bilbao y yo: luchar hasta que España sea independiente y libre. Saint-Narairc, 24 de octubre de 19.7.
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GERMAN BLEIBERG
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L A F L E C H A B A J O E L ARCO
RESOL Mi corazón era una rosa abierta ai resol de una tarde sin fortuna, con palidez de pétalos de luna y un tenue olor de primavera muerta. Ahora, al calor de un nuevo abril, despierta y, al despertar, una ilusión acuna : quiere avanzar y cae, sin fuerza alguna, en los umbrales de su propia puerta.
cNo hay para su dolencia medicina? i H a de morir sobre una estéril roca de sed, teniendo el agua por vecina? ¡No te escapes, mujer, que ya te toca.! i Dale con’ tu esplendor vida a esta ruina y arrebata su infierno con tu boca!
NUPCIAS Cuando corre una estrella el aire tibio de la noche tiembla, (como mi corazón cuando te alejas).
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Cuando se hunde su amada en las tinieblas susurra el aire en su temblor: “espefa”, (como mi corazón cuando te alejas).
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Fernando Gontdlet
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Quiere el galán -y al vértigo atropella-en su lecho de lumbre sorprenderla, (como mi corazón cuando te alejas). Tiende los brazos por las arboledas para abrazar la sombra de sus huellas, (corno mi corazón cuanda te alejas). Sólo un rumor en el silencio vuela: sus alas son dos bocas que se queman, (como en mi corazón cuando te espera). Se deshojan nupciales .azucenas y los suspiros pasan y se alejan, (como en mi corazón cuando te espera). Un instante la noche se sosiega y.las flores los ámbitos inciensan, (como en mi corazón cuando te espera). i Fúlgidas repentinas transparencias las sombras virginales atraviesan y hacen temblar las carnes de la tierra! (i Como mi corazón cuando regresas !)
AY, AMOR ; A y . amor, ay, amor! rpara quien da su aroma lo flor?
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¡AY, amor, ay, amor!, rpara quien da la rosa el color?
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Poemas
i& amor, ay, amor!, jpara quien cantará el ruiseñor?
ìAy, amor, ay, amor!,
jpara quien lleva el aire el olor?
iAy. amor, ay, amor!, j d ù e dguien que existe el dolor?
iAy, amor, ay, amor!, dpara quien se ha creado el amor & en el mundo no hay más que tú y yo?
FERNANDO GONZALEZ
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Barcelona, 1937.
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NOTAS S O B R E LA REVOLUCION FRANCESA I
L A REVOLUCIdA FRANCESA Y LAS OBRAS DE A R T E
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Salvo los motivos que se invocan y los medios técnicos de ejecución, las guerras siguen unas líneas muy generales de desarrollo que las asemejan notoriamente, comparadas a suficiente distancia. Más grandes son todavía las semejanzas entre los movimientos revolucionarios, porque en ellos el mecanismo responde a situaciones psicológicas de extrema sencillez, cualquiera que sea la complejidad de la situación que las provoque, y porque las masas revolucionarias y sus directores materiales (que se confunden con ellas, aunque no, en ocasiones sus inductores morales) no tienen opción a la originalidad en los movimientos y parecen seguir trayectorias constantes, como los cuerpos abandonados a la acción de la gravedad. Estas líneas que podrían denominarse “constantes de la Revolución” : de los poderes coercitiparecen ser las siguientes : I . ~ quebrantamiento vos del Estado. 2 . s : desbordamiento de las fuerzas populares, tanto más
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Adolfo Salazar
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iracundo cuanto que haya intervenido con mayor esfuerzo en el anterior quebranto. 3.a : traspaso a las masas revolucionarias de los medios coercitivos propios. al Estado (fuerza armada, justicia, formas provisionales y elementales de gobierno, aspectos que, en sus primeras fases consisten en armamento del pueblo, expropiaciones y ejecuciones en masa, formación de comités de salud pública) y 4.’: agresión a los símbolos de las instituciones opresivas. Estos cuatro aspectos generales de la Revolución son casi simultáneos. Los más virulentos son, como se comprende, los primeros en manifestarse, cediendo enseguida en parte por razón natural y después por medio de las medidas de represión con que las nuevas entidades de gobierno encauzan el curso del movimiento. Me interesa, en este artículo, cuanto se refiere, en tiempos de la Revolución francesa, a lo que queda indicado en cuarto lugar. Los símbolos de las instituciones estatales, o sea las manifestaciones exteriores y tangibles del Poder que no sean, simplemente, las de la fuerza armada, consisten, en todo tiempo y lugar, en un despliegue tan ostensible y magnífico como lo permitan las circunstancias (Culturales, económicas, etc.) ae las artes suntuarias. Todas las art.es, tan pronto como son utilizadas por el Estado, adquieren un sentido afirmativo de su poderío, de su esplendor y todas colaboran, en mayor o menor grado, a esa ostentación, sumándose enseguida a ellas los demás aspectos de la cultura y de la inteligencia: la “Instrucción pública”, la “Educación” o como quiera denominarse se convierte en uno de los más poderosos recursos del Estado, que procura darle, en correspondencia, un aspecto exterior tan opulento como se lo permitan sus medios : a las grandes construcciones eclesiásticas, siempre concebidas como afirmación del poderío de la Iglesia, sigue la edificación de las moradas regias y señoriales, que, desde el castillo feudal descienden a las comunas, la erección de grandes monumentos civiles y, entre éstos, principalmente, los teatros públicos, museos, bibliotecas, academias e institutos. En el primer movimiento revolucionario, el pueblo armado (la piedra, el palo y la tea) encuentra claramente manifiesto el símbolo del poder vicioso, estatal o clekal (que es un Estado dentro del Estado), en sus dos aspectos más evidentes: templos y palacios. Las demás formas
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de lo suntuario oficial, menos tradicionales, hijas de un concepto moderno de la cultura y más en contacto y reconocido beneficio con el pueblo, no excitan su ánimo destructor, que no se dirige contra las formas suntuarias por ellas mismas, sino por su conexión con el poder que desea derrocar y del cuai las encuentran vivo símbolo. Que se diga al pueblo que tal iglesia está desafectada y que no es más que un museo de viejas esculturas, y el pueblo, como tenemos reiterada experiencia, la respetará sin dilaciones. Que se le diga que determinados monumentos deben ser respetados por su valor artístico, y ei pueblo desdeñará su parte representativa y pasará adelante. U n palacio real merecerá su respeto si pasa a ser palacio nacional. Un teatro, si deja de ser nido de aristocracias haraganas y se convierte en elemento vivo de cultura. Una colección de retratos de reyes, príncipes y validos, si se revalora objetivamente como lienzos meritorios de primorosa mano. EI tiempo que media entre la primera explosión de cólera y su apaciguamiento depende del nivel de cultura infusa en el pueblo, ya que un estadio elemental de la cultura es el respeto pasivo a las formas culturales, a diferencia de la sensación de aturdimiento, de humillación o de minusvalía, de sugestión de inferioridad que las formas suntuarias tienden a producir en el espectador, desde los disfraces abigarrados del reyezuelo africano o polinesi0 al manto de armiño y carroza triunfal de Napoleón I. Las gigantescas paradas con que los constructores de los modernos estados totalitarios han sustituido a las anteriores formas suntuarias, no tienen otro origen ni otro objeto. A la depresión que producen en el ánimo del hombre culto corresponde la sensación de aniquilamiento y absorción del individuo que producen en el hombre común; pero en ellas se desvanece ya toda idea de mérito artístico o valor cultural, para quedar sólo en pie el espectáculo de la fuerza estatal y de la masa arrolladora que utiliza, actualmente, como instrumento. Conforme la cultura degenera en la simple técnica, el concepto de lo humano se dirige a la entidad fisiológica. Pueden repetirse sin sonrojo los atentados a la cultura del espíritu en autos de fe que achican a los Omar, los Savonarola y los Ximenes de Cisneros, pero se procurará superar el rendimiento de no importa que máquina y se realizarán los mayores esfuerzos para ganar no importa que competición de fuerza o agilidad muscular. E n este sentido, la competen-
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cia industrial organizada por las grandes entidades capitalista., al servicio del Estado (y recíprocamente) y la organización estatal del deporte se convierten en poderosos elementos de reacción que los Estados totalitarios utilizan en nuestros días en plena conciencia.
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Más que una revolución, la Revolución Francesa fué un ciclo revolucionario, con alternativas de mayor o menor violencia, que culminó en las matanzas de septiembre de 1792, cuando la obra revolucionaria se vió en peligro ante el avance de los ejércitos prusiano y austriaco que marchaban contra el ejército nacional al que se acababan de incorporar los “cuerpos francos” y las legiones extranjeras, organizadas en julio de èse año. La organización de este ejército, su dirección encomendada al Comité Nacional de la Asamblea y de los generales en jefe es por demás interesante, pero cae fuera de este artículo. El lector puede encontrar un resumen fácilmente accesible en la Histoire de la Francs Contemporaine publicada bajo la dirección de E. Lavisse. El encuentro se decidió en Valmy. Treinta y,cuatro mil prusianos lucharon contra treinta y seis mil franceses. Es curioso señalar que los alemanes tuvieron IQmuertos y los franceses 300. E n este sentido, los fabricantes actuales de armas mortíferas pueden estar satisfechos del progreso de su técnica. Los franceses ganaron, a pesar del mayor número de sus bajas, y la flamante República del diez de agosto pudo respirar. Los prusianos se retiraron el 20 de septiembre. Días antes, la inquietud llevó los ánimos a un punto de incandescencia. Tras la capitulación de Longwy y de la marcha de los prusianos sobre Verdún, el Consejo ejecutivo, presa de pánico quiso abandonar París, pero la férrea voluntad de Dantón se sobrepuso. El pueblo pedía venganza para el enemigo exterior : los invasores, y para el interior : ei clero y los aristócratas. Estos, mezclados con los presos comunes, estaban detenidos en la prisión de la Abadía (“l’Abbaye”, cerca de “Saint Germain des Pres”), el Convento de los Carmelitas (“des Carmes”) cerca del Luxemburgo, en la Salpetrière, en el ‘‘Seminario de Saint Firmin”, en la “Conciergerie”, en el “Châtelet”, en la “Grande Force” y en la “Petita Force”, cerca
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de la rue Saint Antoine, que conducía a la Bastilla, en fin, en el arrabal de Bicètre, al sur de París, a poca distancia de donde hoy está enclavada la Ciudad Universitaria. El día 1.O de septiembre se corrió la voz de que los aristócratas conspiraban en sus prisiones. El número total de detenidos era de 2,637. La mitad aproximadamente perecieron entre el 2 y el 5 de septiembre (1,100 puntualizan los historiadores). La matanza comenzó el domingo, día 2, hacia las dos de la tarde en la Abadía, conforme el cañón de alarma sembraba el pánico. La narración de los terribles episodios llena páginas enteras en las historias más compendiosas y no es menester reproducirlas. El Terror había comenzado. El “primer Terror”, según los historiadores que consideran el golpe del 10 de agosto como punto culminante de la “segunda Revolución” (abril-septiembre de 1792) (*). La destrucción de obras de arte era inevitable consecuencia. El mal había llegado a tal punto que para atajarlo en lo posible! se crea el 18. de octubre una “Comisión de monumentos” y se la encarga de levantar un inventario de todos los objetos preciosos, libros, pinturas, estatuas, que puedan ser salvados de las iras de la multitud y de los que, incautados a sus anteriores propietarios, pasan a ser porpiedad del Estado. La labor es lenta. E n junio de 1793, Lakanal (**i, uno de los hombres a quienes, con Alejandro Lenoir(***\, debe estar más agradecida la cultura francesa, se dirigía aún a los poderes públicos lamentándose de que “inestimables obras maestras sean destrozadas o mutiladas cada día, que las artes lloren pérdidas irreparabl&” y añade que “es tiempo de que la Convención detenga estos f unestos excesos”. La “comisión de monumentos” queda confirmada en agosto de ese año, pero ni su presidente La Rochefoucauld, ni los sabios y artistas que se le dieron como colaboradores lograron nada. En diciembre el convencional Mathieu se dirige al V. Lefévrc, Guyof y Sagnac. =La Revolution francaisca, en la colección .Peuples (*) et Civilisntionsi, Alcan, París. (**j
Sobre Lakanal. V,M. Mipet: rNotic8 historiquë sur L.r Paris 2857.
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(4**j Sobre Lenoir COIICO director del aMusét des Monurncntsfrançaìsv en e¿ convento de los r Perits Augustinsu donde recogió los restosr mutilados de la Abadía de Saint Denis y de la Royaurnont. ì? Lefévrc: * L a Rev. Era#çaisc*, pdg. 473. Véase tanrbién: Lauis Courajod: rA. Lenoir, son journat et ¿e Mus& des monumcnts françaìs.. París 1878.
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Comité de Instrucción Pública detallando el número de pérdidas, destrozos y ventas fraudulentas por las que acusaba a la Comisión de Monumentos. Esta fué reemplazada por una “comisión temporal de arte” compuesta por hombres ilustres, entre los cuales Berthollet, Monge y Lamarck. Vicq d‘Azir y el dominico Poirier redactan unas instrucciones sobre “la manera de inventariar y de conservar en toda la extensión de la República todos los objetos que pueden servir a las artes, las ciencias y la enseñanza”. Sin embargo, los robos y los destrozos continuaban aún en íos seis primeros meses de 1794 y en una memoria que dirige a la Convención el famoso abate Grégoire, semanas después del g Thermidor, memoria que titula sin empacho “El vandalismo y los medios de reprimirlo” habla de esos excesos como de un mal que se hallaba en pler apogeo. En gran parte la Convención se había hecho acreedora a ese reproche al acordar por decreto del 1.0 de agosto de 1793 la destrucción de los sepulcros reales conservados en la abadía de Saint Denis, villa próxima a París. “Les tombes et les mausolées des ci-devant rois élevés dans l’église de Saint Denis, dans les temples et autres lieux, dans toute l’étundue de la République seront détruits le 10 août”. Naturalmente, la destrucción se hizo a conciencia, de tal modo que fué menester rectificar en seguida diciendo que se trataba de “exhumar las personas reales” y no de “destruir las tumbas”. La confirmación de la “Comisión de Monumentos’’ el 17 de ese mes responde a la vertiginosidad de los destrozos. Como en cierta ocasión reciente, las autoridades de Franciade, nombre con que las de la villa de Saint Denis la habían rebautizado, dispusieron que todas las riquezas de la abadia y las que se hallaran en los mausolets reales fueran fundidas para ser convertidas en moneda, auxiliando así a la Patria necesitada. Incluso los monumentos funerarios de la Edad Media como el del rey Dagoberto fueron destruídos para poder registrar en su interior. El resultado fué decepcionante, y apenas se encontró en ellos algo de valor material p).
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1TI 4 de junio se declaró incurso en pena de 2 años de cadenas a quienes dañasen las obras de acte de propiedad nacional y el 24 de octubre a quienes las mutilasen so prrtexto dt Laceryue dcsaparecìcsrn de ellas emblemas reales o signos de feudalidad.
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El “rapport” del abate Grégoire del 14 Fructidor, año 111, es elocuente, y conviene advertir que este hombre interesante y de notorio talento era un convencional ardoroso y defensor entusiasta de la Revolución. “Cada día, dice, nos llega la noticia de alguna nueva destrucción ... Las mayores dilapidaciones afectan al terreno de las artes. NO exagero al decir que la simple nomenclatura de objetos deiaparecidos, destruídos o degradados formaría varios volúmenes.” El 7 Brumario, año 111, el 24 Frimari0 del mismo año, Grégoire redacta nuevas memorias detallando el modo con que el v a l se extendía a las poblaciones del interior de Francia. E n Verdún, los oficiales municipales y dos miembros del departamento hacen una hoguera con cuadros, tapices, libros y otros objetos procedentes de la catedral. En Sens, el monumento al canciller Duprat se vé víctima de las iras populares. En Mont de Marcan ocurre lo mismo con dos estatuas de Mazetti, en Reims, algún sepulcro antiguo y se arrojan por la ventana cuadros valiosos, en Melun, una estatua antigua, en Fontainebleau arde el retrato de Luis X I I I por Philippe de Champagne y una estatua en bronce, representando un río qqe había sido dirigida por Leonardo de Vinci. En Etain desaparecen libros preciosos. En Saint Gerge, cerca de Angers se destrozan obras de orfebrería. Una virgen de Houdon, un Cristo de talla desaparecen en la “catasta” de Verdún. En Nimes, Morfontaine, Bourges, Gisors, Mayenne, Meudon, en Versalles, en Carpentras caen monumentos bajo el martillo colérico. En otra-s localidades se destruyen hasta las plantas de adorno. E n París la explanada de los Inválidos está llena de pedazos de mármol pertenecientes a estatuas destrozadas de Coisevox, Houdon y Bouchardon. Las dos figuras de Germain Pilon que adornaban el reloj del Palacio de Justicia caen hechas añicos. Un historiador de la materia, H. Baudrillart, tiene la amabilidad de recordarnos que la Comuna de 1871 renovó cumplidamente estas hechuras. (*). Este y otros escritores nos informan con no menor puntualidad de lo ocurrido en las Bibliotecas. En primer término, Grégoire, el simpático obispo republicano de Blois, insiste sobre la necesidad de catalogar
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BardrìlIarf. a Pcrtcs éprovéts p a r ICS bìóliothépcs publiques de Paris pcndant le
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&ge et la Communc*. París 1871.
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los libros “del montón” que se hallan en las Bibliotecas de los próceres, donde los incautadores revolucionarios hacen constantemente importantes hallazgos de libros antiguos sustraídos al conocimiento de las gentes por diversas razones. La necesidad de catalogación se acrece al llegar a París importantes remesas de manuscritos, libros y cuadros devueltos de Bélgica, entre ellos algunos Rubens y Van Dyck que van a acrecentar las colecciones que como la de la “Societé des amis des arts” sustituía desde 1790 a la “Academie de peinture et de sculpture”, mientras que al año siguiente se abría el salón del Louvre a todos los artistas jóvenes que quisieran emular a los antiguos. El Louvre, como colección de pinturas y el Museo de Escultura se enriquecen constantemente sobre todo después de que el Consejo de Instrucción Pública decreta en 8 Messidor del año I1 (26 de junio de 1794)que ciudadanos instruídos deberían acompañar a partir de esa fecha a los ejércitos franceses a fin de incautarse de cuantas objetos de arte pudieran formar parte de las colecciones nacionales (”). Estas incautaciones suscitan a la pluma de Lebrun cálidos elogios, aplaudiendo a la República que, para la mejor gloria de los inmortales, “enlève des chefs d’oeuvre que l’insouciance de ceux A qui les possédaient entrainait à leur ruine”. Más tarde, Napoleón en sus diferentes “razzias” por Italia, por España y más allá, encuentra material abundante de que surtir al Louvre, pero obras como el Laoconte y el Apolo de Belvedere, que el Papa le entregó tras del tratado de Tolentino -y que se recibieron en París con gran golpe de efecto y un ceremonial curiosamente ridículo, con académicos y notables vestidos a la griega y a la romana y quema de incienso en altares ad hoc-, han vuelto a sus galerías, que el Vaticano de hoy procura separar discretamente de sus aposentos clericales. Desde que se dispuso que los volúmenes incautados se reuniesen en determinados lugares hasta su catalogación pasó mucho tiempo. La relación de Grégoire habla de depósitos donde existían millón y medio de libros amontonados, y la catalogación estaba lejos de haber terminado en 1798.La desaparición de ejemplares valiosos por diversas razones fué
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(*) En los úliimos tiempos de la Revohción surgieron las .bandas negrasa de especdadores que durante cuarenta años se ensañaron con todo objeto mudle o inmueble en un trájco incesante.
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constante y no sólo las ratas de biblioteca sino industriales de poca laya apetecían los grandes volúmenes en pergamino para usos particulares (‘3. Una cantidad al parecer muy grande se entregó a las fábricas de municiones para hacer “gargousses”, o sea, saquitos que contenían la carga de pólvora de un cañón. Cualquiera que sea el grado de indignación que merezcan los ladrones de impresos y manuscritos a los historiadores es menester alegrarse de un hecho que, al fin y al cabo, ha preservado esos ejemplares sin precio a la cultura de la Humanidad. Han podido cambiar de sitio, pero no han mermado de valor, ni han desaparecido para siempre como la inmensa cantidad de documentos destruídos por virtud del Decreto de la Asamblea Legislativa del 19 de junio de 1792, en el que se ordenaba la quema de los títulos de nobleza existentes en los archivos y depósitos de la nación. Inestimables piezas históricas desaparecieron así. Lo más notable del caso, y lo que indica que los legisladores n o s e daban cuenta cabal de lo que ordenaban, es que uno de los hombres que propusieron esa resolución fué Condorcet, el autor de “Los progresos del espíritu humano”. Otra orden dada en agosto de 1792 para la destrucción de los archivos de cuentas y registros de propiedades señoriales, tuvo menos importancia porque se referia a una fecha de treinta años atrás. El 3 de octubre del mismo año, la Convención pide que no se sigan quemando los archivos sino que se destine su material a la confección de “gargousses” de artillería. Cierto señor Vallet de Viriville escribía en 1853, que en los depósitos de municiones se encontraba todavía pergaminos relativos a la época de Carlos VII, el rey de Juana de Arco. AI ordenarse que todos los documentos de los depósitos de la nación pasasen al Louvre se detuvo la ruina, comenzando la organización de los Archivos Nacionales (25 de junio de I7g4), en la que intervinieron su-
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(*) Sobre las incautacioncs $or motivos dc culiura revolucionaria y otros, véase EuEènc Muntz. *Lrs anexions de rollertions d’art ou de bibloth2gucs et Zrur rôle dans ICS rclattons internationalcs, principalcmrnt prndant la Reyoiution frangaisem. Revuc d’Histoirr diplomatiguc. París x894-95-96. Guillaumc. Lapacc y Tuetey han publicado enirc 1891 y 1912 Los ep-océs-verbauxa del Comité {c Instrucción Pública, Za Comisión general de Artes y la Comisión temporal de las Artcs. Para más puntual biblio~rnfia,viasc Lefévrr, up. cit,,pá,nr. 470-71.
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cesivamente los mejores espíritus de Francia. Pero puede pensarse qué destrozo supone el proyecto de La Harpe, que en febrero de 1794 proponía desde el “Mercure de France” la supresión de las armas reales en todos los libros y documentos de la Biblioteca Nacional. Y hay que añadir que el coste material del “proyecto” se elevaba a cuatro millones, cifra que no asustaba a La Harpe puesto que se trataba, decía él, “de una operación verdaderamente republicana”. Baudrillart comenta graciosamente el contraste que se presenta entre esta herodiada de uh crítico débil e irritable, comentador inofensivo de Racine - q u e , Quijote del Terror, arremete contra las bellas encuadernaciones de la Biblioteca- y el tremendo Sergent, sanguinario firmante de las circulares del 2 de septiembre. Artista de profesión, Sergent vierte làgrimas ante las estatuas mutiladas y, a riesgo de pasar por contrarrevolucionario, salva varias esculturas de Versalles, los famosos caballos de Marly ante los cuales pasan indiferentes los parisienses de hoy al ingresar en la Avenida de los Campos Elíseos, y organiza en el hotel de Nesle un depósito de todas las obras de arte que pudo salvar del furor iconoclasta. Detalle. pintoresco, Sergent consigue que se devuelvan al jardín de las Tullerías los arbustos floridos que habían sido arrancados.. . para sembrar patatas. Entre 1793 y 1794 se levanta la discusión sobre la responsabilidad que incumbe a los culpables de lo que, en su propio lenguaje, la Revolución calificaba de “vandalismo” C*). Robespierre acusa a Pitt y a los aristócratas. Los thermidorianos acusan a Robespierre. AI caer este hombre gigantesco, todos se lanzan contra él. Grégoire, Lakanal, Fourcroy, Fréron, José María Chénier lo acusan. Una elemental justicia le ha relevado más tarde de ese reproche injusto; peso nímio, se dirà, entre tantas cargas tremendas. No es necesario buscar responsables inmediatos de los daños que son secuela irremediable de las revoluciones. Las revoluciones estallan, como los volcanes, tras de un largo proceso de causas que conducen sin escape a la catástrofe final. Un reino pudo no haberse perdido si no se
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p) V. Eugène Dcspois: *Le Vandalisme revolutionairrr. París 1868 (sobre las obras de arte) y C. Boutaric: %Le Vandahnzr rrvoluhonnaírrr. Paris 1878.79 (sobre los Arrhtvos).
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hubiera perdido el caballero -cuyo caballo se perdió por habérsde caído una herradura a la que se desprendió un clavo. Todo “pudo” haber pasado de otra manera. Pero no pasó. Y la Revolución vino fatalmente. La Revolución, todas las revoluciones, con su séquito de horrores, idénticos en todas ellas. La pica o el fusil, la brea o la dinamita no implican ninguna diferencia. Pero que los Estados ultracultos hagan piras de libros por convenimcias políticas, que decreten la “esterilización” de los pintores demasiado “modernos” (¿qué habría sido del Greco y del Goya negro en nuestros días?) y que sus poderosos aviones incendien y destruyan las bibliotecas y los museos de las naciones sobre las cuales ejercen su presa, sí es una novedad que registra la Historia contemporánea.
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CONTRA LOS IDIOMAS EXTRANJEROS El proyecto de supresióia de los dialectos Conviene recordar la proximidad del latín macarrónico y su empleo entre científico, metafísico y pedantesc0 en los umbrales de la Revolución, para comprender sin mayor insistencia que sus hombres; y la conciencia general, se volviesen contra unas prácticas pedagógicas inadecuadas a los nuevos tiempos que corrían, estériles para sus propósitos e incluso nocivas para el desarrollo de sus ideales. Porque no se veía, por el momento, en la enseñanza del latín, en el “yugo del latín”, sino el propósito que anteriormente había guiado a los educadores del viejo régimen: la creación de eclesiásticos de toda laya y cogulla, firme puntal del anterior poderío, y el fomento del parasitismo teológico y metafísico. Condorcet y Lavoisier, con alguno más, redactaron la requisitoria contra el latín, inútil, estaba claro, para el propósito de formar ciudadanos. Para formar la mente de los ciudadanos y amueblarla con ideas daras y razonamientos al alcance del buen sentido, para lo cual no existe otro vehículo sino el idioma vernáculo. Más que contra griegos y romanos, cuyas supuestas virtudes cívicas y morales admiraban los francewww.faximil.com
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ses del siglo XVIII en la tragedia corneliana y raciniana, los hombres de la Revolución se pronunciaban contra una costumbre absurda y pedantesca de redactar las tesis filosóficas o científicas en latín, poniendo así a la sabiduría al alcance exclusivo de un número limitado de “gens de lettres”. Más tarde pudo apreciarse con serenidad el beneficio que las lenguas clásicas aportan a la formación intelectual del ciudadano; e Inglaterra no ha abandonado jamás tales prácticas, hasta el punto de que los programas de sus “pubiic schods” y sus “grammar schools” constituya un espectáculo curioso en el panorama de la Pedagogía. Pero la Revolución se proponía crear ciudadanos en primer término. La foimación de su carácter, que preocupaba casi exclusivamente a los educadores ingleses, podía esperar un poco. Era menester comenzar por que los ciudadanos supiesen el francés, y esto no era tan sencillo ni tan natural como hoy parece. El francés coloquial se había extendido por la nación francesa, pero no enteramente. El número de lenguas extranjeras y de dialectos que se hablaban en el dominio del Estado equivalía aproximadamente a la extensión del francés en el resto del territorio y, salvo en el centro de Francia, en las demás regiones el idioma nacional, el francés procedente de la “langue d’oui” alternaba pasablemente con los dialectos y los patois locales, si bien en franca decadencia de éstos, cada vez más embebidos de francés. La investigación llevada a cabo por Grégoire en agosto de 1790 arrojó un resultado poco favorable. Los más optimistas respondieron diciendo que todos los aldeanos “comprendían” el francés, lo cual está lejos de significar que lo practicasen habitualmente. En pocas ciudades y su contorno se hablaba exclusivamente francés. En la región de “langue d’o”’ el francés de “langue d’oui” apenas era conocido. E n Poitou se hablaba el dialecto local que se consideraba como un francés alterado y corrompido, evolución de una rama colateral. En Armagnac el uso del francés databa de apenas treinta años. En Burdeos y en los bajos Pirineos predominaba el patuá y el vasco era exclusivo en el Laburdi. Todavía veinte años atrás se consideraba ridículo “francimander”, hablar francés, en el Perigord. En 1789 se predícaba todavía en patuá en Limoges (*). Desde $1 Morbihan a Borgoña y desde Picardía a la lZ F. Brunoi: *Lalangue frangaìsn. ibid. Yo¿.VIL www.faximil.com
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Sobre la Revolución Francesa
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Provenza, los patois de mayor o menos ámbito luchaban pasivamente, pero con dureza (*), contra el invasor. A partir de la Revolución, la muerte de aquellos está decretada. Por lo menos la lengua oficial entrará, armas en mano, en todas partes y su enseñanza se hace .oficial, general, obligätoria y su estudio, en todos sus grados, comienza a preocupar intensamente a aquellos hombres (** ). Por razones políticas, además. El principio de que sin unidad de lengua no puede existir la unidad nacional pasaba como dogma, y no entre los hombres de la Revolución sino desde mucho tiempo antes. Las medidas para asegurar la hegemonía del francés datan de fechas muy anteriores, y el edicto de 1621por el que se crea el Parlamento de Pau, prescribe el uso exclusivo del francés. E n 1633 otro edicto prohibe el USO del flamenco en Ipres y todas las castellanías de Flandes. E n 1685 se amenazaba con una multa de 500 libras a todos los jueces, magistrados, bailios, notarios y demás gente de curia que aceptasen demandas en alemán, y en 1700la prohibición se extendía, con relación a la lengua local, por el Rosellón, Conflans y Cerdaña. E n marzo de 1754 el Consejo de Perpignan advierte que las actas redactadas en catalán sólo tendrán validez por un plazo de tres meses. Pero como Ferdinand Brunot nos advierte y como nosotros los españoles hemos podido comprobarlo en reiteradas ocasiones, todos estos mandatos restrictivos, por imperiosos que fuesen, luchaban contra la dificultad de su aplicación práctica y poco a poco se olvidaban, no sin haber conseguido, de cualquier modo, una penetración efectiva en favor del idioma oficial.
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(*) L a Convención, en todo, apela a la fuerea de la mayoría para decretar la obligatoriedaddel francés y el decreto de Dupont declara en I793 que usiendo la República una e indivisible, la educación se hará en la lenguafrancesa, cornún agran mayoria de los ciudadanos,. (**I L a Revolución no se contcntó solamente con la extirpación de los dialectos y la prokibición de las kablas extraiqeras sino que se propuso reformar radicalmente ¿a lengua ojcial, introduciendo una t~odificaciónfonética del alfaóeto, de la ortografía, por lo tanto, propuso la adopción de neologismos, y creyó conveniente enriquecer el idioma mediartte préstamos a lenguas txtranjeras. Se creyó conveniente sustituir el latín por el francés incluso en el altar, ren drnrjicio de vcintt millones de católicos franceses.., decía Grigoire, proyectos, todos propios del neoftisnco revolucionario mezclado en fuerte proporción a una demagogia quc es insepara6lt de las revoluciones cn sus comienzos. Vea quien se interese por mayores detalles e2 Capítulo. X V i de la aHistoire de la Langue et-& la Littératurc frangaise. dirigida por L. Petit de -~u/leville,de donde tomamos los anteriores informes. En inmensa proporción todos esos proyectos abortaron o murieron apenas nacidos, pet o en su conjunto trazan cl camino por donde marchó la Revolución francesa hacia un dilatado porvenir.
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La obligatoriedad de su enseñanza hizo más que todas las medidas prohiEitivas, ya que, en primer término, la corriente normal de la vida francesa venía por este cauce y puesto que los idiomas locales ’se circunscribían a términos cada vez más exiguos, luchando en franca retirada. El uso del latín decae por sí solo, aun sin necesidad de que se le combata. Unas veces son los estudiantes de Filosofía y de Política, como en el Colegio del Mans, otra el Colegio de Francia, cuya autoridad era general, m á s tarde las escuelas de Medicina y de Cirugía, las de Ciencias y Artes, las de Derecho, en fin, adoptan espontáneamente el francés, unas, o se ven obligadas a hacerlo por mandato de la Asamblea Nacional. El problema se hacía más difícil en las regiones donde el uso de idiomas extranjeros, flamenco en el Norte, alemán en el Este e italiano, c a t a h y vasco en el Sur estaba establecido secularmente por razones de Historia y de Geografía. L a Administración lograba hacerse sin dificultad mayor dentro del idioma oficial, así como la imposición de las leyes. Pero no su comprensión ni su difusión por lo tanto. Como medida transitoria se apeló a la simultaneidad de la lengua local y de la oficial. Pero en otros casos, cuando lo que interesaba era la penetración de las ideas revolucionarias en el fondo de las provincias, el dialecto se mostraba como una fortaleza difícil de rendir. En 1794, el convencional Barère denuncia oficialmente el peligro en que ponen a la República los “antiguos idiomas welches, gascones:. célticos, visigodos, fóceos y orientales”. Por medio del bajo bretón, los curas de Bretaña obstruían la comprensión de las leyes revolucionarias o las presentaban bajo aspectos falaciosos. El alemán de las comarcas del Rhin facilitaba la emigración de alsacianos y loreneses a Prusia y Austria. Los vascos, que habían demostrado valientemente su adhesión a la República y habían combatido por ella, seguían siendo feudo del clero. En Córcega, el italiano servía para pervertir el espíritu público. En ‘suma, dice Barère, “el federalismo y la superstición hablan el bajo bretón; la emigración y el odio a la República hablan alemán; la contrarrevolución habla italiano y el fanatismo habla vasco.’’ Y, fuera de ese desahogo, Barère afirma con razón que la propagación de la cultura y la difusión de la imprenta no pueden hacerse sino unificando el idioma y, está claro, la extensión de la propaganda política en un mismo
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Sobre la Revolución Francesa
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idioma, al paso que lo afirma, cimenta la unificación del pensamiento político del pueblo, o sea, dicho en otros términos, la unidad del Estado. <I E n un pueblo libre, termina Barère, como Última consecuencia, la lengua debe ser una y la misma para todos.” En el término de diez días y por decreto del Comité de Salud P Ú blica instructores de francés comenzarían a enseñarlo obligátoriamente en todos los departamentos donde se hablaba bajo bretón, italiano, alemán y catalán. Alternativar esos instructores harían conocer a los jóvenes de ambos sexos la Declaración de los Derechos del Hombre y los dias de década ( s e d i el nuevo calendario) las leyes de la República. Muy poco tiempo después se aceptaba por decreto la colaboración de los idiomas locales como medio auxiliar. En la Administración, la misma necesidad de contemporizar se hizo sentir apenas se divulgaron los preceptos coercitivos que multaban a los escribanos que empleasen alguna lengua que no fuese ei francés. La excepción vino por Alsacia y sucesivamente se corrió, manteniendo el principio del idioma francés como lengua oficial, al italiano (i en Toscana!), alemán, flamenco y holandés. Pero se trataba aquí de idiomas que habían conquistado a través de la historia cartas de nobleza. El caso de los dialectos era diferente. Desde los primeros años de la Revolución, Talleyrand presentaba a la asamblea el problema en toda su crudeza, pidiendo su extirpación. La “enqiiète” preliminar llevada a cabo un año antes (1790) por Grégoire advertía la dificultad del proyecto, especialmente en algunas regiones absolutamente refractarias como en el*país wallon y el Provenza, donde se contestó a Grégoife que para arrancar el idioma sería menester arrancar al mismo tiempo al hombre entero. En el mejor de los casos, los métodos propuestos eran a largo plazo, difíciles, pacientes. Quien sabe si el nuevo régimen no pasaría antes de la extinción del dialecto. Barère, que combatió el uso de idiomas extranjeros creía exagerado y contraproducente arremeter contra los dialectos, pero Grégoire no perdía ocasión de hacerlo. E n 1794 todavía los mostraba a la Convención como diabólicos penates enredados al carro del progreso y al que no dejaban andar. El dialecto era vestigio de la feudalidad, partidaria de ellos porque así separaba y reconocía mejor a sus súbditos. “Se puede asegurar sin exageración, decía Grégoire a los convencionales, que por
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lo menos seis millones de franceses ignoran eh los campos la lengua nacional, que un número igual es poco menos que incapaz de hablarlo en una conversación seguida y que, en último resultado, el número de los que lo hablan con pureza no excede de tres millones” a pesar de lo cual el artículo 11 del “procés-verbal” del Comité de Instrucción Péiblica hablaba de “la gran mayoría de ciudadanos”. Para el tipo de mentalidad que representa un dialecto, la nueva literatura de la Revolución sería letra muerta. Grégoire veía bien en este punto, pero no parecía darse cuenta de que si la literatura de Ia Revolución era intraductible al dialecto del mismo modo sería impenetrable a la mentalidad aldeana a través de un idioma que no entendía. El problema, más que filológico era nada menos que un problema general de cultura. No era simplemente el dialecto lo que los convencionales querían extirpar, era la mentalidad silvestre y mazorral del aldeano, apegada a su terruño, a sus viejos hábitos, reminiscencia en efecto de los tiempos feudales; pero, en efecto, el primero de los medios para roturar esa mente inculta era meter en ella la reja del idioma. Donde estaba el error de los revolucionarios era en no haberse dado cuenta de que alguno de los llamados dialectos podía ser, como el provenzal, un habla más trabajada y de más profundo cultivo que el idioma adoptado por el gobierno central. Los procedimientos propuestos fueron más bien modos de penetración del francés que de eradicación de las hablas locales : el servicio militar contribuyó poderosamente, las canciones, la divulgación de literatura fácil, de los instrucciones técnicas, de la prensa, del teatro, sin contar, naturalmente, la escuela y el púlpito o la tribuna. Se lanzó una proclama apelando al patriotismo de los franceses para que depusiesen sus hábitos caseros y adoptasen la rutilante lengua nacional, pidiendo que se encendiesen “en santa emulación para desterrar las viejas jergas, ú1timos retazo; del feudalismo y monumentos de la esclavitud”. Se puso en la tribuna, “el idioma de la libertad, a la orden del día”, pero alguien se levantó para preguntar si era un principio liberal el que se proponía obligar a millones de ciudadanos a no expresarse libremente, y, en respuesta, el proyecto pasó para siempre a la Historia.
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ADOLFO SALAZAR
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DIARIO DE IJN PINTOR
POEMAS
PEQUEÑOS
a mi p ~ z í s ini , m t j e r y mi hija
I Esta tarde me deja
un espacio sin nada, un rincón de desdicha tristemente propicio.
No sabré agradecerte, melancólica tarde, tu cóncavo refugio, tu amistoso vacío. La pena, como mustia, cansada y desdeñosa de herirnos cada dia, está sorda y opaca.
Esta tarde suspensa no vivo, sólo escucho la vida que sostengo y estoy aquí no estando. Sufro menos? Las horas son igual que ceniza, no son tiempo, son pausa señalada en el aire. Oigo entero mi cuerpo, puedo verme y llorarme, darme lástima y pena, preguntar por mí mismo.
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Aquí estoy a mi lado. 2 QuGn me brinda esta tregua, tarde lisa, y adonde desemboca esta calma?
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Ramón Gayu No, de nada me sirve que el dolor se interrumpa una tarde apagada, un momento, un instante. La desgracia nos cubre. No me sirve un minuto cuando acechan las hqras fuertemente enemigas.
¿No soy yo, no soy nombre, no soy cuerpo esta tarde? Si me escucho, me siento toda España desierta.
No, no soy el que sufre.
I1
No vendrás, estoy lejos, Las mañanas confían más que yo, porque ignoran tanto feo imposible. Preparado está el aire, todo el tiempo respira. De esperar en lo inútil ya no soy quien te espera, pero he dado a las cosas la pasión de esperarte. Tanto sol, tanta rama por mejor recibirte. Mi delirio de verte lo he dejado prendido de lugares y objetos y ahora en ellos se halla.
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Todo, todo está vivo de un afán silencioso que te tiende los brazos. Sólo yo no te espero.
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Poemas
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I11 Qué sencillo es quererte, 'mi desnudo eco vivo, pero es duro y difícil ampararte de todo.
Aún nos cabe en los brazos t.u menuda existencia y ya es más poderosa, ya es mayor que nosotros. 2 Cómo, cómo ampararte de 'este espacio enemigo, de este horror, de estos años, de estos turbios furores?
yo quisiera que fueses, no un latido tan tierno, sino un pulso, una vida fijamente de roca. Mi desnudo eco vivo, sé que es fácil quererte. RAMON GAYA
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Marzo, 2938.
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N O T A S LA P O E S Í A EN LA MUERTE D E FEDERICO GAKCfA LORCA Acaba de aparecer un libro homenaje al poeta Federico García Lorca (*). Aquel que cantara en graves estrofas la desaparición de un amigo, llevado con vertiginosa alucinación del ritmo de la vida a la inmovilidad de la muerte, yace también tendido, no se sabe exactamente dónde, en un lugar todavía imposible para nosotros y ante el cual su voz Última, su voz más profunda, parece referida a sí mismo en el “Llanto” al que asisitimos hoy como demandados, cuya respuesta no puede ser oída ya por quien nos interroga tan herméticamente: Aqui quiero yo verlos. Delante de b piedra. Delante de este cuerpo con las rienclar quebradas. Yo quiero que me enserien donde está la salìda para este capitán atado por la m w t e .
Y sin embargo los demandados contestan, aunque la lejanía de ese cuerpo desdesaparecido, la ausencia. de la muerte cotidiana en su fúnebre catafalco y hasta la brutal sacudida con que el destino convierte a Federico García Lorca, de un poeta radiante y conmovedor, en un nombre momentáneamente aciago, pero clamoroso, den a las respuestas que orlan su tumba, como UM melancólica forma de triunfo. También para sus amigos, para los poetas españoles, signifioaba la gracia y el ritmo y la desbordada pasión; también ellos le vieron los últim s días de una amistad que nadie pensaba enterrar tan prematuramente, cuando su viaje hacia Granada decide inexorable de su vuelo. Después Federico se pierde tras las trincheras enemigas, separado de nosotros por el azar que en la historia reclama Insistentemeate la parte inaprensible que le corresponde, y cuyas decisiones acogemos todavía con el pavor antiguo en medio del positivismo que nos rodea. Pudo la indignación ante su muerte hacer restallar su furia en el pecho de los poetas que le conocieron vivo, pero es más bien el asombro y el estupor quien conduce la mano de la Poesía, cuando alcanzada en su mismo cuerpo, escribe ahora sobre el espanto de los hombres y sus frías contraseñas de aniqimlamiento. Lejos están las épocas en que levantada sobre sus pies ligeros, le era lícito amparar con sus brazos de luz, la dulce condición humana de aquellos a quienes inspira un corazón lleno de júbilo. Y en los últimos años, nadie en España como Federico García Lorca, parecía señalar con su ruta, que la sagrada protección velaba tras de sus pasos, tras de un posible salvamento cercano, de esa tierra que encrespándose a la vez que el poeta cosechaba su obra, respetaría en él al hijo
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.Homenaje a Federico García Lorca, contra su muerte. Edìcioncs EspañoZaar».
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Notas
que todos conocían como una vieja tradición o ceremonial q w se canta. No, la Poesia en nuestro mundo exasperado no hace invulnerable al hombre y el que vió los laureles festivos de la patrla dispuestos para su exclusivo homenaje, duerme violentamente entre los sinnumero coDijados bajo el mismo árbol y la misma tenacidad de lberia. Y con su desaparición tan terrible, pero acontecida en el otro lado, sin que nadie de nosotros hayamos podido asomarnos a ese “cuerpo con las rzendas que6rdas” de su cadáver, los poetas españoles, y ~ compañeros s entablan más bien un diálogo, más que una respuesta rotunda, un diálogo aún, en el .que Federico sigue viviendo la trasposición de su fama ya inalcanzable, tal como le vieron sobre la tierra sus contemporáneos, pasmados ahora de que el tiempo que cada mañana se levanta entre los combatientes, c o m UM dura jornada de %da, sea tan solo para él, allá lejos, la vasta eternidad. A veces, en este pequeño libro en que los poetas siguen hablándole, alguien -Arturo Serrano Plaja- trata de compartir la angustia postrera del fusilado, y las postrrmerias de su mirada y de su pensamiento: ” Y mientras él, td z l ~ zvió por último vez wa ú l t i w destello de sol en algwm cÚPZI.ka, en d g h n aimvnar de Granada... Y tal vez szrttiese la angustia de no pensar en sm propia muerte, de dirtraerse pensando en cosas vanas, t n v b l e s Y Moreno Villa, para quien Federico es llanamente “un inmenso caracobeo, un m n o j o de càntm de colores, pero también una honda guitarra y un chato de m a b m i l l a ” quisiera descartar esa certeza que todavía duda, sobre el instante terrible que pavece mentira. “ D k cómo fué, y termina pasándote la mano por b f r e d e pwa que yo veq que está limpia & balas.” Porque nada se parece tanto a la alucinación como la realidad, la realidad trastornada de nuestro país en épico forcejeo, con sus derrumbamientos y sus muertes, sus jirones, y sus trashumantes comitivas ’huyendo del terror. Y sus noticias que infunden el pavor en el ánimo. Cuando José Bergamín escribe: ’9No podibws, nu, querhmos creerlo. Venla e?zmlta en cmf&oní?s sombrías, entre palabras indecisas. Era como el relampaguea que apenas &ja entrever claramente las Cosas mismas que s e h l a con sac destello. Y seg& todo i g u d , OSCUTO, siti sentido” esboza con precisión, cuál era en aqwllos momentos la angustia que en nosotros provocaba tales augurios. Era por entonces, cuando Emilio Prados venía de Málaga, trayendo con su hermoso romance que comienza: “A1amealz.s de mi sangre ,-Alto d d o r de olmos negros!” toda esta angustia y dolor que empezaba a anegamos, fijada. brusca y por primera vez en nuestra literatura, en los actosilabos que repiten ansiosamente, lo que ya. como d a inquietud horroriza:
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Amigos, os hallé a todos alegres en vuestros puestos IEn dónde está Federico? A él sólo a% menos hecho.
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gEn dónde está Federico? Sólo responde el silencio.
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Y el clamor se extiende. Es que el hombre a quien se invoca y cuyo silencio parece haber comenzado ya, es más fuerte que la desesperación y que el odio, RS como la graciosa peculiaridad intangible de un pueblo que rumorea a través de sus páginas, es... “ Y entonces se p o d w e en el Siglo XIV un Juan Ruk; en. el X V I I , un Lope de Vega; en el X X , un Lwca Hacia:w s t r o s dlas se cowentrc+
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Juan Gil-Albert
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rm, pues, de nuevo las esencias hispánicas, se condenró toda mestra dispersa tradiciofi, las sales de nuestro ixgenzo, las vayas y zumbas de 1uctstros campesinod, los dejos y quiebros de nzlestras tonadas; todos esfos elemPWos se cernieron y densificaron hasta el liltimo limite; y surgió de este modo el arte de Garcla Lorca. Surgió porqwe SZ, pmqw teda que ser, t e d a que cuwplirse la ley de nwstro destisto: España se habk expresado una vcz mús” dirá Dámaso Alonso. Y el clamor se extiende, porque esta expresión de España han querido aniquilarla en Andalucía, territorio en el que “ejercen autoridad” las huestes de Franco. La ferocidad del “caso”, aun en medio de una pelea feroz, sobrecoge y espanta. pero la proporción de su trascendencia lo hacían repulsivo, no ya a los sentimientos, sino a las razones. De ahí que la incredulidad, mantuviera en la conciencia de los españoles, una incógnita esperanza de que todo parase en rumores aciagos que difunde la guerra. Fué necesario que una voz serena y entraiiíable ws mostrara al poeta, caminando dentro del aire fino de la vega, a dos pasos de la muerte que le acompaña, para que lo imposible tomara ya la forma dei conversar habitual, y el crimen se remontase de su madriguera repentinamente investido con las prerrogativas de “hecho histórico”. Los sobrios versos de Machado patentizaban que aquello que ‘‘parecía mentira” era cierto. !Laverdad es que, hojeando este breve libro cuyas páginas parecen no darse entera cuenta de su significación, reviven en algunas de ellas imágenes menos ióbregas, y la nitidez con que se nos evocan, las hace miradas desde hoy más increíbles de felicidad pasada, en la que todavía el humor podía circular como un airecillo por entre las más ligeras creaciones del hombre, sin que nada se tambalee de su fuerza originaria. “La caricatura lírica de Federico García Lorca” de Juan Ramón Jiménez, data del año 1928. Desde entonces, desde que Federico “llega a casa a la hora total, y CompungiCEo de voz y ojo, ceño de lástima, una azuceiia de tela en la mano, canta con Isdelita romafices de Nochebuena” hasta que se le ve,
...caminando
elztre fusiles fior una calle larga,
Durante estos nueve o diez años, ¡qué fruición de vida en el poeta, y en su pueblo! i Qué intensa precipitación de un destino común, pasado ante nuestros ojos, día por día, con la precisa lentitud de los acontecimientos, aunque su supuesta vorágine nos anonade momentáneamente! Algo anunciaba en la finura misma, en la finura y penetración y esa especie de delirio de la sensibilidad que anteceden a las conmociones históricas y a los más violentos trastornos de los pueblos, el cercano porvenir que hoy ha tomado cuerpo ingente entre nosotros. Y en aquellas prosas en las que Juan Ramón, como dentro de un marco vegetal, dejó movidas por una fiebre sutil, las figuras de quienes fueron hasta la fecha el Último “grupo poético” de España, estaba ya invisiblemente suspendido sobre la cabeza de los agraciados el fallo de una adversidad nnevitable. Cualquiera de ellos, jóvenes encargados de trasmitir y reavivar un esplendor pasado, y en cuya inspiracion moraba el secreto de una fuente nacional de belleza, comparten ahora con millares de seres, la desmedida prueba. Pero entre todos, Federico García Lorca, es exactamente, la víctima. Podrá Rafael Alberti, el otro compañero de promoción, que conoce también en plena juventud el auge de su nombre, afirmar en medio de un dramático desconcierto : NQ tlczliste tu muerte, la que a ti te tocaba
. . Alberti,
el poeta comunista a quien la sublevación militar sorprende en Ibiza, www.faximil.com
y que escapado indemne de aquella tierra, arriba a la España leal a tiempo de
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Notas
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recoger sobre M e r i c o los primeros rumores siniestros. Pero el azar M elige indistintamente la forma +imperecedera de sus símbolos. La reacción española dirigió el supremo alarde de dominio que supone la guerra, no contra “lo social” específico de una clase, de un partido político, de “a teoría revolucionaria, si no wntra algo de naturaleza mucho más intangible, lo popular” escueto, y García Lorca perece bajo este odio “totalitario”, intencionadamente señalado por esa mano del azar, que vigilan sin duda unos ojos atroces. Y tras el asombro y el estupor, ante la extraña evidencia irreal de su muerte, surge el diálogo de las voces distintas, de las voces múltiples, levantando sobre el tumulto de las armas y el enervamiento de la lucha, su despojo pálido y óbsesionante como un sueño. quién no habrá querido cantarle, en este país del canto amargo, donde la pasión busca encarnizadamente vivir por sí misma, en el alma dei hombre? En donde te quedaste ha florecidi, el árbol de tu fama, de tu gloria, en um incalculable fl?imorvcra. dice la poesía en los versos de Altolaguirre, cuando ante esta presencia de un himno a y o eco balbucean hasta los labios más torpes de expresión, infunde en el amigo que editara sus libros un gran aliento cósmico:
Y hecho roca firúsima m añado ai elegiaco cora a2 las montes
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¡La incalculable primavera! He aquí formando .parte de sus batallones a la mocedad de España. H e aquí sus voces más jóvenes, c m las más antiguas reminiscencias : Miguel Hernández, Antonio Aparicio, Lorenzo Varela. Ellas son las quc pueden hacer hablar a los montes, puesto que el dolor humano sólo cuando e h arnionioso parece conmover a la Naturaleza, ya que pelear contra el invasor enardece la sangre, pero cantar no es sólo o exactamente, eso. En el apaciguamiento de la sangre, brota el canto de aquellos que tuvieron la fortuna de enardecerse a tiempo, a su debido tiempo. Tambiélz yo quiero hablarte, Federico, dirá desde la misma guerra, Pedro GaTfias. También. Unánime era pues la aclamación y unánime la repulsa. Y en torno al tabladillo popular, sobre el cual el poeta yace con su flamante máscara horrendamente perforada por la muerte, sus exequias eritonan los versos ¿íe esa incalcuhzble wimera en que a i morir, t r a n s formaba la antiguedad a alguno de sus seres predilectos. ¿Puede wrprendernos que en medio de la -unanimidad de la lucha, de la desesperación y del canto, no ya los labios torpes, - q u e la torpeza no está exenta de lirismo cuando es verdadera- sino los “de ocasión”, o los fáciles de palabra, o los que espiinden rumores ajenos, o los secos teóricos, hayan tratado de confundir a los sencillos y anatematizar a los auténticamente fuertes? No debiera sorprendernos, y sí tan sólo m v e r nuestro ánimo a la resistencia y a la proclamación de su embuste, ante esa misma heroica y sencilla comunidad, en nombre de la cual los desaprensivos, estrangulan de nuevo el espíritu del muerto. Emilio Prados lo recoge condolido, con [hondo reproche para un tipo de frivolidad revolucionaria, que semeja sobre el negro drama español, una exhtbiaón de fuegos de artificio: Los que no te comcen me lìevan a tu alcance; Los que m w a supieron que tu sangre gemia Me repiterz tu muerte los que no te conocen.
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Juan Gil-Albert
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Conmigo caminando pulso a pulso, hacia dentro, mieflfrcps fuera te cantan los que no te conocen.
A las apariencias de un ‘’lorquismo” que amparado en la protección oficial, no sólo desvirtuaría el sentido de una obra, cine que empujaría por la vertiente de la facilidad a tanto impulso indudablemente sincero, pero cuyo campo de manifestación pertenece más bien a la vida, que ai arte, se oponen las palabras de quienes lo conocieron a su debido tiempo y en su plena naturaleza: *‘Pero yo g w t o a veces de evocar a solas otro Federico, utza imagen suya que no todos han A t o : al noble F ~ d m * c ode la tristeza, al hombre de soledad y pasión que e% ei vértigo de sa z$da de triunfo dificilmente podia a d i v h v s e ” nos dice Vicente Aleixandre, y añade: “ S u corazón no era cierta.nzente alegre. Era capas de toda la alegria del universo. Pero su Sima profudz, como la de todo gran poeta, no era th de. la alegrh. Quienes le vieron pasar por la vida como un ave lleiia de color&, no le conocieron.” Es a este poeta entero, a quien Luis Cernuda dedica la Elegía que ha temblado en las manos de todos nosotros: AsZ c o m en la roca nunca ventos L a clara flor abrirse. Entre uw plleblo hosco y &ro N o brilla hemtosamente E l fresca y alto ornato de la vida: Por esto te mataron, porque eras Verdor en nuestra tierra hraa Y azul en nuestro oscuro aire. Hace algo más de un siglo, Europa, momentáneamente rejuvenecida, escuchaba otro canto elegíaco de comparable belleza: El Adonah de Shelley a Keats. Hoy, aturdida por el roclar de tanta maquinaria bélica, apenas si puede prestar atención a la eternidad ni a las formas tangibles de su eco. Pero sobre la tumba, posiblemente anónima aún de Federico García Lorca, han sido inscritas las palabras que él amaría oir, sentado al banquete de la vida, en medio del halago de los amigos y de la complacencia de su pueblo. Y así, esa estela funeraria, que brotada en la intimidad de la conciencia, busca por el aire convulso de España una losa donde fijarse, ‘dirá a los veqideros, -por cuyo tiempo más propicio a las nobles tareas quisiéramos estar luchando y muriendo-, cómo, contra el poderío natural de la Belleza, no pueden los desmanes más desaforados dei hombre: Tenga tu sombra paz, Busque otros valles,
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JUAN GIL-ALBERT
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MANUEL DE FALLA
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Un discurso puede revelar a un hombre, pero puede también hundirlo. Y xanuel de Falla ha pronunciado uno de estos últimos. Un discurso oficial, con todas las agravantes que tal cosa supone teniendo lugar entre los traidores y enemigos del pueblo español. Necesitan estos que los dos o tres valores artísticos e intelectuales de España que, sea por lo que sea, se encuentran en su ZOM, les sirvan; tanto más cuando tan escasos son. Y Manuel de Falla ha caído en el lazo. No sólo ha aceptado un puesto de relumbrón sino que ha comenzado su ejercicio con un discurso. A nosotros, españoles que aún vivimos un régimen de libertad; que 10 estamos defendiendo con el cuerpo y con el espíritu, dispuestos a no cejar en tal defensa, nos es algo difícil poder fijar las causas que mueven a quienes viven bajo los diversos terrores que estan ensangrentando el mundo. Pero para los que sabemos algo de la vida de Falla, esta posición suya nos puede aparecer como final de su perturbación mental o c o m resultado de un miedo tal vez subconsciente. No podemos creer en el engaño directo. En que un hombre como Falla, hasta aquí rectamente cristiano, crea de pfonto en la defensa de sus creencias por los moros de qfrica y los rimis alemanes. Pero es el caso que ahí está el hecho, triste para nosotros porque pensamos en aquel hombre que desde lo más alto de su obra ha caído a lo más bajo de su vida. Triste como si hubiéramos perdido una ciudad. No menos. Pero tampoco más. Porque lo que una ciudad significa x atesora no puede ser ya patrimonio de nadie; porque todo lo que ha bgrado una existencia vive por sí mismo y se desliga d e cuanto es circunstancial. Sólo el dominio temporal o el aprisionamiento material son posibles con las ciudades. Y los hombres que han tenido unos hijos no deben dvidar que estos, con su sólo existir, pueden ser su más fuerte acusación. Acusación que a su vez puede adquirir eternidad si esos hijos son obras de arte que la merecen y si ese hombre persevera en su error. Así la condena del Falla que pronuncia un discurso lamentable está en la mú-‘ cica que un compositor llamado con los mismos nombreslabía escrito antes. Porque la música escfita por Manuel de Falla con tanta iluminación como’ honradez, tan natural como perseguiúa, tiene sus más hondas raíces en el pueblo de España. Y este pueblo de España es el que no se deja dominar, ni pisar, ni reducir por los tiranuelos de dentro y, mucho menos, por los tiranos de fuera. A este pueblo siempre dispuesto a alzarse con pies y manos no sOlo si se le trata de quitar la libertad de vivir, sino igualmente si se le quiere menoscabar la libertad de pensar, es al que Falla debe su magnífica obra; este es el pueblo que canta y llora en “ L a vida breve”, el que tiene sus misterios en “EI amor brujo”, el que ha sembrado los jardines de Espafia y ha llenado de aromas sus noches, el que ha visto correr el Betis y el que ha manteado a un Corregidor en “Ei Sombrero de Tres Picos”. Y es contra este pueblo, suyo aunque hoy no lo quiera o no lo crea así, contra quien Faila se ha pronunciado en su discurso. Porque desde luego no son ni los generales rebeldes ni todo lo que su rebelión arrastra, los que hubieran podido sugerir a Cervantes su iespañolísimo Caballero de la Triste Fimra, y, más tarde, a Falla las no-
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Enrique Casal Chapí
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bles notas con que escenificara la aventura del “Retablo de Maese Pedio”. Cuando escribió su maravillosa melodía para la frase: Oh Dulcinca, scñora de mi alma el ideal que brillaba en su cielo no era justamente el de la opresión, ni el de la fraternización con los moros, ni el de la entrega de España. Algún día comprenderá su grave paso de hoy. Como Unamuno, Falla es víctima del espejlismo de determinados conceptos que los enemigos del pueblo y de la libertad - q u e , en fin de cuentas, son la misma cosa- manejan a su conveniencia. La caída de Falla es, a pesar de todo, más alucinada que la de Unamuno. Por esto sif reacción puede ser más violenta o puede no llegar a producirse. AI sufrir UM lesión, no todos los hombres tienen, en medio de la desgracia, la misma suerte. El español, en contra del francés, carece de medida. Tal vez por ello cuando la mentalidad de Rave1 se obscurece, él se calla totalmente y su vida desaparece poco a poco sin perder su equilibrio, mientras que cuando la mentalidad de Falla sufre su más fuerte crisis, &te se muestra y manifiesta hasta en aquello que siempre rechazó. i Qué diferentes muertes ! Si sigue por este camino, quién saik si veremos de mano de Falla unas memorias o crónicas de su vida, en las que dé una gran importancia a su trato con los archi’pámpanos de más o de menos, como ya ha hecho otro gran compositor de su mismo tiempo; o quién sabe si un día nos enteraremos de que ha vuelto a escribir sobre los jardines de España cuando amanecen entre himnos de requetés y falangistas, com ha hecho tambikn uno de sus discípulos. Antes que ver esto, y lo temo, preferiría yo la suerte de Federico García Lorca, a quien esta actitud del que fué para él más aún que un maestro, hubiera causado el más vivo dolor si las mismas gentes a quienes Falla ensalza hoy no se hubieran apresurado a asesinarle justamente porque sabían que representaba eso mismo que ellos cínicamente se atribuyen reconquistar -iy para quién?-: por ser muy España. Seguiremos escuchando las “Siete canciones populares”, y “ El amor brujo” y el “Concerto”, porque nosotros hoy podemos prescindir de un automóvil como de otras tantas comodidades materiales, pero nos es imprescindible todo aquello que ha contribuído y contribuye a nuestra formación y vida espiritual ; y la música que ha escrito Falla está ahí comprendida. Pero su audición no podrá ser ya para nosotros solamente un goce estético. En la perfección y en el carácter de esa musica estará siempre el índice de la posición, falsa cuando menos, que hoy toma quien la escribió, y esto entrañará también un motivo de añoranza y tristeza, sí, pero al propio tiempo una exaltación de nuestro ideal, nunca un desánimo en nuestra lucha. Como si contempláramos una fotografía de Granada o de Cá$!iz. EN RIQ U E CASAL CHAPf
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Barcelona, marzo de 1938.
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ENVÍO A JUAN MARINELLO d n estos dias terribles para nosotros, y entre las noticim que nos llegan de lo que los españoles, luego de dos año; de conf~namientoheroico, podemos llamar con un sentido distinto al que hasta q u i se entendiera, el "mundo exterior", una nos atañe muy especialwtente: Juan Marinello, el escritor cubano, ha sido encarcelado en su pais, sometido a la dictadura del coronel Batista. El hecho del intelectual redtuido a prisión, ha llegado a ser en nuestra. época cosa tan corrhnts c o m natural ( S i g m n d Freud, uno de los hombres que más ha influido espiritualmente en estos Últimos treinta años, acaba de sufrir la misma suerte en Viena, convertida en breves horas por el fiirher alem& en una capital de provincia) si tenemos en cuenta que los dictadores modernos, encuentran c m fuerza invencible frente a la poderosa máquina .ivacional de sz1 dominación, la inteligenck. Como en tantos otros casos semejantes, protestamos hoy desde nuestra lucha y con el v&r que ella m'sma nos confiere, de este nuevo atropello dictatorial. Pero aùemtfs, Marinello es nuestro amigo, y su profunda amistad española, bien sellada está durante varios meses de convivencia en momentos inolvidables, en los que el escritor dedicaba a nuestra causa sus dotes de inteligencia, y el hombre el riesgo mismo de la vida que supone la sola estancia entre nosotros, por las características "totalitarias" de esta gscma que el fascisrno nos impuso. As( nuestra protesta cuando a su caso se refiere, cobra una esfieciai emoción, y Hora de España envía al escritor cubano, prisionero de Batista, la seguridad de compartir ahora como entonces. la dignidad y el fervor.
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HORA DE ESPANA
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Está pasando nuestra España por uno de los trances más amargos de la guerra. Los invasores alemanes e italianos, so pretexto de ayuda a Franco, quieren apoderarse de España entera y atacan furiosamente en los frentes de Aragón, apoyados por fantásticas cantidades de material de guerra. Nuestros soldados resisten heroicamente conteniendo el avance enemigo. Toda la España leal vibra emocionada en estos instantes. Nuestra juventud se dispone a defender la tierra palmo a palmo. Todos los antifascistas, todos los españoles honrados, prefieren la muerte antes que la esclavitud y han de luchar hasta morir antes que permitir que nuestro suelo sea hollado por la planta del fascismo. EI impulso generoso del pueblo español, dispuesto a defender su libertad, salvará ahora a España ya1 mundo como los salvó Madrid en noviembre de 1936. Las democracias extranjeras en estas horas decisivas nos contemplan tímidas o expectantes, pero nuestros soldados, nuestro pueblo, sabrán conquistar la victoria que merecen. Hoy más que nunca, viendo el tesón con que nuestros soldados se defienden ante un enemigo muy superior, prefiriendo morir aplastados por los tanques arites que ceder'una posición, creemos que España, la España auténtica, no podrá nunca ser vencida por mercenarios extranjeros y porlos traidores que la venden. Nuestro triunfo ha de ser el fruto de los dolores presentes. Y npestra victoria, que hemos de ofrecer al mundo, será un día orgullo para los que lucharon y vergüenza para los que en tan duros momentos no supieron ayudarnos eficazmente.
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A M A N E C E R
A L
(COMEDIA EN U N ACTO) por RAFAEL DIESTE
PERSONAJES : EL MARQUÉSde Piedraquemada. JACINTA, su hermana. intelectual. ADELA,esposa de Medina. “PAscALfN”,
MEDINA,teniente. AGÜERO, capitán. “CAPELLINI”,obispo. ECHAVE, industrial.
Varios MILICIANOS Epoca y lugar: J&o de 1936. España. Un poblachón con obispado y castillo.
Sala en un palacio provinciano. Al fondo, las ventanas que dan al exterior. Puertas lakrales. Hay un piano viejo, retratos fin de siglo y, sobre una consola, la imagen de algun santo, devoción de la familia. Es de noche. Llega por la izquerda una figura larga, con signos de fatiga; la tez ocre, el pelo blanco, el indumento gris. Sin duda es el marqués, Si-. guele a pocos pasos muy erguida su hermuna Jacinta. Es una !dama; opulenta, suave y m u y doctora. El marqués se deja caer en una butaca. La hermana permanece en pie.
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MARQUÉS:Basta, basta ... i P a r a qué espolear a un caballo viejo? Es cruel e inútil, hermana. Cruel e inútil. JACINTA: La vejez tiene también su fortaleza. MARQUÉS:No la mía. Estoy desconcertado, sólo busco silencio. No quisiera volver a oir esas voces... Me turban, y no consigo que me indignen. JACINTA : i Es indigno que no te indignen !
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Rafael Dieste
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Desde luego confieso que me molestan. ¿TU las oíste bien, hermana ? JACINTA: Tendría que ser sorda. MARQUÉS : Unas veces parecen insultantes, injustas. Otras, acusadoras y llenas de razones que no entiendo. Otras, en fin, suenan a m i s oídos como si fuesen el primer clamor de una fuerte nobleza que se anuncia, y entonces casi me avergüenzo de mis blasones. JACINTA : 4 Oh, no puedo oírte hablar así ! i Renunciaré al apellido! i Me marcharé de casa! j Me iré a cazar demonios con el rifle ! MARQUÉS (imperativo y suave) : Silencio, silencio.. JACINTA: Confiésalo, no es achaque de años. Siempre fuiste perezoso. MARQUÉS: Sí; desde luego no creo haber nacido para labrar la tierra. JACINTA (escunddizadu) : i Claro que no ! MARQUES:Ni para la pelea. JACINTA : i Si yo fuese varón ! MARQUÉS : No digas tonterías ... No, no he nacido para el trabajo. Tampoco, hay quí: reconocerlo, para el mando. Ni para la obediencia. Ni para estudiar, ni para aprender ... JACINTA : i En suma, para nada ! MARQUÉS : Para nada, sí, para nada. Quizá para gozar de la vida. i Pero eso, a fin de cuentas, es tan aburrido! Gozar de la vida ... 2Sabemos lo que es eso, la vida ? 2 TU sí, lo sabes? 2 Vas a decir que sí ? JACINTA: No hace falta ser sabio. La vida, esta vida, no es nada. MARQUÉS: iNada? ¿Estás segura? (Con asowzizbro repentino que le mombru u é1 mismo) : 2 Nada? Algo debe de ser. Pero lo hemos olvidado. Somos dos máscaras o dos nombres vacíos. JACINTA: Tú estarás vacío, si no te habita Lucifer ... 'iNuestro nombre, ño! i Somos los Últimos vástagos de un gran árbol! MARQUÉS: No tengo hoy humor para envanecerme. Quizá soy una rama seca. JACINTA: Somos depositarios de una gloria, y de un destino, y de fueros antiguos que sería necio dejarse arrebatar. MARQUÉS: En el fondo todo esto no es más que un pleito por herencia. Si, somos herederos de un nombre y de una renta... JACINTA:-~Y de una sangre! MARQUÉS:
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Bien, y de una sangre. Nunca fuí partidaria de tus viajes a Francia. Allí perdiste aquella fe española, aquella integridad que nos legaron los abuelbs. Esa es la herencia que has dilapidado. #¡Pero hay que rehacerla! i Busca, busca y reúne los ochavos que aún quizá te quedan de esa fe! i N o sientes cómo se hunde España?(No oyes el grito de guerra que dan los verdaderos españoles para salvarla? MARQUÉS : Te desconozco.. . 2 Pretendes arengarme ? 2 Qué puedo hacer? Soy viejo, estoy cansado. Quizá pervertido, sí. No me obstinaré en decir que no. Por otra parte, parece que ya los machacan a conciencia. JACINTA : No digas palabrotas. .Los ángeles exterminadores no machacan. Exterminan. MARQUÉS: Tú eres de otro tiempo, Jacinta. No sabes ... Nuestro tiempo es científico. Esos ángeles están aleccionados p'or sabios teutones y napolitanos. Tengo entendido que matan muertos.. . JACINTA : 2 Qué dices ? MARQUES:Es una técnica sutil, de especialistas, para enfriar cabezas febriles, inexpertas. Ver morir, a veces enciende. Ver muertos ultrajados acaso indigna. Pero si la operación se repite concienzudamente ... Tú, cándida, no sabes... JACINTA: Todo eso es ambiguo. No sé a qué te refieres, ni quiero saberlo. Hay que poner más alto el espíritu. MARQUÉS: Debo ser un cadáver. No te entiendo. i Más alto el espíritu! ... JACINTA: i Si oyeses a Pascalín! El sí que podría reanimar tu fe. MARQUÉS (atónito): 2 Quién es Pascalín? JACINTA: No hagas esta pregunta delante de gente, se asombrarían de tu ignorancia.. MARQUÉS : Pascalín, Pascalín.. . Creo que me suena. 2 Y ?.. JACINTA (confidenciaal): Está aquí. En nuestra casa, sí, no te asombre. Llegó desorientado. Viene de Madrid. Quiso verte en seguida, pero yo propuse un plako, pretextando que debía descansar, pero en realidad porque quería hablarte yo primero. Tenía pudor de tus maneras excépticas, de ese desgano tuyo tan fuera de momento. MARQUÉS:
JACINTA:
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Deseaba que al verte viese al noble, al marqués de Piedraquemada. Tai vez he fracasado... MARQUÉS:Y o debiera estar en el panteón hace mucho ticiiipo. Pero, en fin, procuraré portarme. JACINTA : i Me lo prometes?
(Ei marqués, sin responder, reclina la cabeza eu el respaldo del sillón como si se dispusiese a dormitar y hace un leve gesto de aquiescencia.) (Jacinta se acerca alborozada y misteriosamente a la puerta de una sda contigua y llama) : JACINTA
: i Pascalín !
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(Después de unos instantes aparece un joven f a i d o , correcto, almidonado, de cabeza torcida.) MAkQuÉs (como si despertase) : i Qué es esto? JACINTA: es to? Esto es Pascalín, el novísimo filósofo de la vieja España. PASCALÍN: De la España eterna, señora. Respecto a mi tal vez usted se excede amablemente. Sí, tomada la palabra en su extricto sentido, tal como Sócrates la empleó por vez primera, no tengo inconveniente en confesarme filósofo... (Gesto un poco atónito del marqués.) Quería decir a usted, señor Marqués, que yo no soy más que un amigo de la verdad. MARQUÉS:Y o también, amigo mío. JACINTA: El marqués es hombre de buena fe y de gran espíritu, aunque por desaliento a veces no lo use. ¡Pero si te oyese explicar la grandeza de nuestra causa! PASCALÍN: Esa grandeza está en la sangre del marqués. MARQUÉS:La sangre anda muy turbia, querido... iQué opina usted de todo esto que está pasando? PASCALIN: i Oh, muy sencillo! Se veía venir. Es la cultura cristiana de occidente, que, al fin, saliendo del marasmo de tolerancia en que estaba a punto de sucumbir, opone su brío indomable contra las hordas asiáticas. MARQUÉS : &a cosa es, pues, con los asiáticos ?
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PASCALÍN: Es un asunto muy complejo. (Disponiéndose a dar una conf erencia) : Asia.. . JACINTA: Mire, Pascalín, lo que urge es dar consejos a mi hermano, algo que reconforte su espíritu ... PASCALÍN: Pues bien: la nobleza tiene que rescatar sus fueros, y para eso ha de mostrar que es noble, cumpliendo su deber. Los paladines de la tradición, aquellos que por su alcurnia... MARQUÉS:~ T o á oeso va conmigo? Usted es un soñador, joven. Díganme de una vez qué debo hacer y no olviden que soy viejo. JACINTA: Viejo y excéptico. PASCALÍN (ambiguo) : El oro nunca envejece.. MARQUÉS:¡Oh, qué alivio! Al fin entiendo. (Después de una pausa): Hagan lo que gusten con el que nos queda. 2De acuerdo, hermana? PASCALÍN: No era ese el sentido ... JACINTA : El marqués ha enteiidido perfectamente. (Sblemne): Gracias, hermano. Gracias, Pascalín.
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(Pascalin está asombrado de su propio éxito.) ¡(Entra una dama despavorida y se lleva la mano al pecho c o m para aliuiarse de un gran susto.) : 2 TU, Adela? ADELA: i Por fin! MARQUÉS : Cómo está usted, señora? ADELA : Dëjadme respirar. JACINTA: ¿Qué te ha pasado? ADELA:Nada; que dije a los criados que sabía el camino, y luego me perdí en los corredores, y no sé donde. Estuve en un desván, tropecé con espejos... ¡Qué sé yo! Este palacio es laberíntico. MARQUÉS:Bueno para jugar al escondite, ¿verdad? ¿Qué sabe usted de su marido? ADELA: i Oh, nada! Todo muy contradictorio. Unos dicen que su columna ha sido aniquilada. i Es terrible! Pero otros dicen que no, que fué su columna la que desolló a los otros. i Dios lo quiera! PASCALÍN : Sí, realmente CCntradirtorio. Lo más probable..
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ADELA:i No hay nada probable! Habría que terminar de una vez, quemarlos vivos, esparcir sus pedazos.. MARQUÉS:Calma, calma. Se hace lo que se puede. Por nuestra parte, si hacen falta recursos... ADELA:Traigo un mensaje. Mejor dicho, el anuncio de una visita para que se aleje con tiempo a quienes no sean de toda confianza. El asunto es de gran reserva. >PASCALÍN: Si ustedes no me necesitan ... JACINTA: Quédese, Pascalín. Esté usted tranquila, Adela. En esta casa no hay temor a espías. La servidumbre es fiel y no se acercará sin que la llamen. En cuanto a este joven, es de absoluta confianza. : A quién tendremos el honor ? MARQUÉS ADELA:Acaso estén ya en el portal, con todo el tiempo que perdí en esos pasillos. i Qué horror ! (Misteriosamente): Monseñor Capellini en persona, el capitán Agüero... JACINTA: Pero cno es de los otros? ADELA:Parece... Peto no. (ConfidenciaZ): Es de los nuestros incondicionales. JACINTA: iQuién lo diría! Lo celebro. ¿ Y quién más? ADELA:i Y don Cayetano Echave! ... JACINTA (informando a Pascalin) : Millonario..
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( S e abre un portier de la derecha y un crkdo anuncia:) CRIADO: Su Ilustrísima..
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(Rápidamente se adelantan a recibir a los visitantes el marqués y su hermana.)
PASCAL~N ( a 2a hermana del marqués, ávidamente) : i Presénteme usted ! MARQUÉS : i Ilustrísima ! i Qué honor ! JACINTA
: j Monseñor Capellini !
CAPELLINI(dando a besar el aniZZo a todos): La paz de Dios sea con nosotros. i Señora! Señor marqués! (EN el instante de dar a besar su anillo a Adela): Traemos a usted una sorpresa, hija mía. ADELA: Cuál, Ilustrísima? www.faximil.com
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(adelantándose): i Qué altísimo honor para mí ! i Tenía tantos deseos de conocerle! JACINTA : Monseñor, tengo el gusto de presentarle.. . ADELA:¿Cuál es la sorpresa, Ilustrísima? PAscALfN
(Pascalin se inclina, sonrie disimulando el fracdro y se retira. La hernzana del marqués habla risueña y confUEencia1 con el obispo y señala con los ojos llenos de admìración a Pascalin. Este se percata, pero lo disimula y toma actitudes de gran meditador. Entre tanto el marqués saluda a los demás visitantes.) MARQUÉS : Bien venido, señor Echave. (Sonrie vagamente al capitán.) AGUERO : 2 hle creía usted del otro lado, señor marqués? ECHAVE (dándole una .palmuda al capitán): Ya se pondrá todo en claro. Traemos a usted una sorpresa, Adela. Prepárese ... ADELA:Terminen de una vez que me acongojan. ¿Es buena? ECHAVE : i Buenísima ! i A la una, a las dos.. . ! i Tararí !...
(De nzbezio se abre el portier y se adelanta a grandes pasos una mujer del pueblo con señales de embarazo. Sorpresa de unos y co&licidad de otros. Se hace un amplio corrillo. La mujer se detiene ante! Adela, guarda silencio unos instantes, ziendo crecer su asombro, y suelta p a risa; hombruna y estentórea que çorean los enterados.)
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MEDINA(disfrazado) : 2 No me conoces, consorte? ADELA:¿Es posible? i T Ú , Roberto? ( S e abrazan.) MEDINA:Todo esto hay que hacer por la Patria. AGÜERO : Cuente su odisea, teniente Medina. MEDINA: No tiene importancia. JACINTA: Heroica será sin duda. PASCALIN: Cómo cambian los tiempos y, sin embargo, el ingenio de los héroes es el mismo con distintas apariencias a través de los siglos. Ulises... AGÜERO:I n illo tempore Ulises. Hoy, con otro nombre, teniente Medina.
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Se trata de algún servicio de urgencia a través de las filas enemigas ? MEDINA: Se trata de confirmar personalmente un mensaje cifrado. Estábamos inquietos sin saber si el capitán Agüero. nuestro embajador, digámoslo así, en el campo enemigo, lo había recibido. Empiezan a ser difíciles las Órdenes radiadas. ECHAVE: Convendrá poner en antecedentes al señor marqués. (En voz baja:) Quizá sería mejor que se alejase un instante a las mujeres. MARQUÉS : Hermana, quieres obsequiarnos ? Escúchame. Para no poner en movimiento a la servidumbre ve tú misma a la bodega. Del de cien años, ¿verdad? ECSAVE : i Magnífico ! P A s c a f N : i 1836! Un año antes, si no me equivoco, murió Zumalacárregui. MARQUÉS:Adela y el joven profesor pueden acompañarte. Les divertirán esos túneles. JACINTA: Pretextos para alejar a las damas. P A s c A L f N (festivo): A las damas y a los profesores. ADELA:i Qué tremendas cosas irán a tramar! ‘Vamos, vamos. MARQUÉS :
(Vanse la hermana del marqués, Adela y P a s c a h . )
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MEDINA (confidencial): Nuestras fuerzas están en peligro. Metidas en un cuartel a la espera de órdenes, podrían sucumbir si el asedio que ya padecen se agravase con el ataque de una columna roja que está formándose en San Blas a unos kilómetros de aquí. Esa columna se partirá en dos. A una de las secciones, que aún no tiene mando definitivo, -¿verdad Agüero?- se la podría hacer pasar por esa plaza ... AGÜERO : Comprendido.. . De acuerdo. MEDINA: Así pues, yo estimo.. . AGÜERO : Comprendido, comprendido. Apruebo el dictamen y acato, dentro de mis posibLes, el deber que me impone. CAPELLINI:Admirable, capitán. (Mirando a todo el cónclave): Y muy lógico. i N o les parece a ustedes? Dadc que el capitán Agüero,
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Ai amanecer
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por venturoso azar, es uno de los pocos paladines de Cristo que aún cuentan con la confianza del diablo, nadie mejor que él para engañar al diablo. (Suelta una risa teologal y tenorina.) ECHAVE : Indubitable, Ilustrísima, indubitable. (Corea la risa del obispo.) i Para engañarle y para darle en el testuz! ¿Qué dice usted, señor marqués ? MARQUÉC:Creo hacerme cargo, aunque no entiendo de teología. NO obstante ... Hablemos en voz baja. ECHAVE I(alarntado) : 2 Alguien escucha,? MARQUÉS:No, nadie escucha. Pero hablemos en voz baja. CAPELLINI: Nos escucha el Dios de nuestros ejércitos. A El no le hacen falta grandes voces ni se le engaña con silencios. MARQUÉS:Ciertamente. Ni tal vez al diablo... Pero a nosotros ... ¡EI miedo es tan versátil ! Y además... i Oh, todo esto es muy confuso ! AGUERO:¿Tal vez ocultan recelo contra mí esas palabras, señor marqués ? MARQUÉS(con cierto asombrd;): contra usted? L a verdad es que no sé todavía bien de qué se trazt. ECHAVE:Tendría razón en desconfiar el señor marqués. El capitán Agüero no se ha pronunciado a tiempo. Es un hombre dudoso mientras no se demuestre lo contrario. AGÜERO : i Qué inocencia, señor Echave ! i Qué inocencia, señor marqués ! Da testimonio, Roberto. MEDINA:Con la mano en el corazón afirmo y juro por mi espada (la busca indtilmente) sí, por mi honesta espada ausente por necesidades de guerra y designios del alto mando, juro, repito, primero: Que el capitán Agüero es un hombre de honor, un militar de temple heroico, un émulo de Aquiles y de Millán Astray... AGÜERO(modesto y altivo): Me abrumas con tantos laureles, Roberto. Me basta ser el capitán Agüero. Prosigue y abrevia. segundo? MEDINA: Segundo: Que su pecho y redaños han sido siempre fieles a la causa de la monarquía, del orden, de la grandeza de España. ECHAVE (de repente, con voz chillona) : Monarquía? CAPELLINI (con misterioso aplomo) : i Monarquía !
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ECHAVE: En fin, si
se pudiese no está mal. De acuerdo, de acuerdo,
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hay que apuntar alto. Pero, la verdad, para mí bastaría muy poco por ahora, orden, paz, familia, nada de huelgas ... CAPELLINI:Y fe, señor Echave, y fe. E O ~ A VSí, E : claro, sin religión no hay nada de eso... Sí, desde luego, fe, religión, paz, familia, industria y comercio, ganadería... MEDINA:A todos esos ideales ha sido siempre fiel el capitán Agüero. AGÜERO: A todos esos ideales y al nuestro peculiar como hombre de armas. MEDINA:Sí, a nuestro ideal congénito que es el prestigio del uniforme militar. (Pegctndose con el puño en el bulto de la preñez fingida): Lo digo yo que en este instante, por una desgracia y obedeciendo Órdenes superiores... i Pero esto se acabó ! i Arriba el uniforme militar! (Se quita con gran denuedo las prendas de mwjer. Queda en camisa ocre y pantalón de campaña.) AGÜERO(después de abrazar a2 teniente): ¿Qué? ¿Vale el informe? c O soy dudoso todavía? (Mira al marqués.) MARQUÉS: De usted no dudo, capitán Agüero ... Son otras mis vacilaciones. ECHAVE (seGalando a los militares): ¿Es que la garantía del orden podía renunciar a sus emolumentos, sucumbir de inanición y dejar la sartén por el mango a los agentes de la anarquía? AGÜERO: Les hubieran frito a ustedes. Hubieran achicharrado a Dios. CAPELLINI : Dios no puede ser achicharrado, capitán. AGUERO: Pero usted sí, monseñor. A su Ilustrísima me refería. ECHAVE: Esto no es un concilio. No compliquemos las cuestiones. MARQU~C: Lo que yo quisiera saber ... ECHAVE: Lo sabrá usted en seguida con pormenores. El capitán se brinda a realizar un arriesgado servicio. MARQUÉS:Creo haberlo comprendido... Lo que quisiera saber es que tengo que hacer en todo esto. CAPELLINI:Brindar su palacio como fortaleza para este episodio de la santa causa. MARQUÉS: No sé si habré entendido mal, pero, de lo que entiendo, quizá no hay precedente en la crónica de mi linaje ...
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CAPELLINI : i. Quién de sus antepasados, marqués, hubiera rehusado brindar este palacio como fortaleza para aplastar a Satanás? EQHAVE:L a asarían a usted ... Créame. Con enemigos así no hay que ten& escrúpulos. Le asarían a usted. CAPELLINI:Ei marqués sabrá escuchar la voz de su deber. AGUERO:Y o cumpliré con el mío. MEDINA:Nadie mejor que él para asumir la parte más delicada de este servicio. No todos tienen dotes. ECHAVE:i. Se dejará camelar el coronel? MEDINA:Agüero sabrá tocarle en la fibra sensible. AGUERO:No se me escurre, no. A ese viejo me lo sé yo de memoria. (Se u n i m y casi infantil-se cuadra para el simulacro.) ¡Mi coronel ! ;Déjeme usía morir por la Patria! MEDINA(tomando parte en la comedia) : ;Hable usted claro, capitán! AGUERO:jQüizá desconfía usía de mí! ¿Qué sombra han dejado caer sobre mi honor? MARQUÉS(con una ligera mueca): No sé si será oportuna la palabra. ECHAVE:C A la palabra honor se refiere usted, marqués? Las palabras son palabras. Lo principal es el espíritu. La letra mata, el espíritu vivifica. ¿ Verdad, Ilustrísima? CAPELLINI:La Providencia ordena. Pensar ahora es herejía. L a Santa Madre Iglesia está en peligro. Diga usted lo que le inspire la Divina Providencia, capitán, y no tema leves errores de interpretación. ;Ese temor sería soberbia! Los místicos más iluminados no han podido interpretar enteramente la voz divina en el hueco de su éxtasis, han incurrido en leves herejías y, sin embargo..., sin embargo han muerto en olor de santidad. Ego te absolvo, capitán. Doctores tiene la Iglesia para explicar tus inocentes contradicciones y santificarte ... AGUERO:Gracias, Ilustrísima. Y o no entiendo un pepino de todo eso. Y o soy un ignorante, un burro, un inocente, un alma de Dios. Cumpliré con mi deber como me dicte el corazón. Diré honor, sí, i. por qué no? (Cuadrándose otra vez.) ;Mi coronel ! ;Tal vez usía desconfía de mí! !Una eran sombra cae sobre mi honor! (GrZtun-
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do dwinado.) i Sobre mi honor! (Mira. a todos lados desafiante y trémulo.) i Sobre mi honor! MEDINA(asumiendo la parte del coronel): Sosiéguese, capitán, y diga claramente la gracia que pide. AGÜERO: Pido morir por la Rep ... j Cómo me encocora la palabra! CAPELLINI [(suave): j Animo, capitán, ánimo ! AGÜERO : j Pido morir por la República! (Transfigurúndose, después de una pausa, conzo si viese ante si la faz dubitativa del coronel): Alguien me ha calumniado. Lo leo en su semblante, mi coronel. Alguna rata de mayoría, por celos de escalafón me ha calumniado. Descargadme de este fardo, de este fardo de oprobio... jDejadme el mando de las fuerzas leales! (Se tira de los cabellos y gime desesperadamente, pero de pronto no puede contener la risa y estalla en carcajadas. Medio ahogado por la risa) : i Viva la Rep.. . la República! ... i La República de trabajadores! (Roberto y Echave rien contagiados con gran estrépito. Su Ilustrisima sonrie hacìendo repetidamente en el aire con parsimonia el ademán de absolver. El marqués, perplejo y atormentado, enciende un cigarrillo.) (a la puerta): ¿Se puede? MARQUÉS: j Adelante ! (El capitán se aliña. Todos se imponen rápidamente seriedad.)
MUJERES
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(Trae las botellas con telarañas Pascdin y una bandeja con copas Adela. Pasa delante la hermana del marqués.) JACINTA : j Señores ! j Una soberbia noticia ! PASCALÍN: Una divina paradoja, un gran misterio. MEDINA: dCuál? JACINTA: i Han llegado los moros! ECHAVE (regocijadisirno) : i De verdad ? 2 Auténticos ? PASCALÍN : iBeniurriagueles ! ECRAVE : i Estamos salvados ! CAPELLINI : Aquí se civilizarán. MARQUÉS :.i Usted cree, Ilustrísima?
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A I amanecer
III
CAPELLINI : Sin duda.. . En contacto con qosotros, compartiendo nuestro fervor...
ECHAVE (rascándose la cabeza): Que no se civilicen demasiado pronto... Hay tiempo, hay tiempo.
P A s c u f N : i Qué misteriosa es la historia! ... i Quién diría a los cruzados que los moros iban a salvar la civilización cristiana! ECHAVE: Esos no se andarán con remilgos. AGÜERO: Y o he mandado el gum y puedo garantizarlo. MEDINA:No digas tonterías, Agüero. Un moro no aventaja a un cristiano. Cuando un cristiano sale de sus casillas... CAPELLINI: Todo sea por la paz de los espíritus. ECHAVE : Dejémonos ahora de elucubraciones. MEDINA: i Arriba España ! TODOS (con aire clandestino) : i Arriba!
(Entretanto Pascalin ha descorchado las botellas y Adela ha seruido las copas, que va ofreciendo a todos. L a hermana del marqués se ha sentado al piano y toca una mgtzurca simple y unacrónica. Ade2a se le acerca. Se sienten todos en ambiente de sarao.) ¡Oh, hace mucho tiempo que no toco! Se me enredan los
JACINTA:
dedos
...
ADELA : Sin embargo estás inspiradísima. P b s c A L f N (d marqués) : 2 Le gusta a usted la música? cuando bailaba.. . PASCALÍN: Todavía no puede decirse que sea usted viejo. Está en plena madurez. La edad del noble. MARQUÉS: Poco importan los títulos cuando ya no se pueden disf rutar. PASCALIN: No me refería a eso. MARQUÉS:No le entiendo a usted. MARQUÉS : Antes,
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( S e acerca el marqués al grupo que forman Echave, el obispo y los militares. Pascalin desorientado se sienta junto al piano.)
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ECHAVE: Señor marqués, nos hace falta su consejo ... (Atiende de nwvo al capitán Agüero.) AGUERO: Cuento con un sector de la Benemérita para la emboscada. Convendrá. distribuir un piquete en las ventanas de este palacio que dan sobre la plaza. Los demás tendrán tomadas las l~ocacalles. Si como es de esperar, me confían el mando, haré un alto en la plaza con las milicias rojas, y ordenaré descanso y armas en pabellón... 2 Comprendido ?
(El marqués parece desalentado y perplejo. Todos le observan con sobesalto.)
CAPELLINI : Venga usted conmigo, marqués. Nosotros no debemos meternos en cuestiones estratégicas. Allá se las entiendan ustedes, capitanes, que saben lo que hacen. Por lo demás el marqués brinda su palacio como fortaleza para la causa. verdad, marqués? (TÓmale del brazo y se aleja con él. E l viejo hace Ihguidos signos de asentimiento.)
(Echave y el teniente Medina hacen un gesto interrogante al capitán Agüero.)
AGÜERO (respondiendo) : Sólo espero la orden del señor marqués. MARQUÉS (volviéndo,
:': 2 Sólo eso? i(Sonrz'e vagam.ente.)
CAPELLINI (imperativo): 2 No ha entendidó usted, capitán? (Agüero se inclina como en señal de acatamiento, mientras el marqués mira con sorpresa, casi con empavorecida admìración, a su IlustrZsìma. E s tan seguro y tutelar el gesto del obispo que el marqués siente el alivio de hacerse irresponsable entregándose a la tutela. Gesto casà infantil de sumkìón que se transforma de pronto en una orden muda al capitán. Agüero pálido, terrible, servil, dborozado, se cuadra con gran tiesura ante los varones y avanza luego a besar la mano de las damas. E n medio de un gran silencio grotesco, gira sobre szcs talones y se dirige a la puerta a grandes pasos.)
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ECRAVE : Buena suerte, capitán.
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CAPELLINI : El Señor guíe SUS pasos, general (Agüero detiene el impetu de la marcha y como quien languidece de humildad y reconocimiento, vuélvese con los brazos caidos, y a punto de hincarse de rodillas, al obispo.) AGUERO : Todavía no lo merezco, Ilustrísima. JACINTA : i La intención basta ! AGUERO : i Coiwndante Medina! Encárguese de las fuerzas del interior. Que se les facilite el acceso y distribúyalas como juzgue conveniente. (Vase con pesadez de general.) ADELAl(abrazando alborozada a su marido) : i Comandante mío ! i Qué buena carrera! MEDINA : Primera providencia : Queda constituida la Cruz Roja con las damas que se hallan presentes. ADELA:A tus Órdenes. JACINTA: A sus Órdenes. MEDINA:Salgan, pues, las damas y preparen vendas y árnica por si hiciesen falta. ADELA(asustada) : Qué va a pasar? JACINTA: No hay que preguntar, sino obedecer. (Rompe la marcha y la sigue Adela.) ECHAVE (oficioso) : i Están advertidos los porteros? MEDINA:Sí. Basta confirmar la orden. PASCALÍN: Si puedo servir en algo ... MARQUÉS(pálido) : De esto debo encargarme yo, personalmente. MEDINA: Gracias, señor marqués. (Dispónese el marqués a salir c o m quien entra en acción para ganar convencimiento.) CAPELLINI:Es usted puro fuego, marqués, puro fuego. (Sonrie cadavéricamente el marqués a la lisonja y vase.) MEDINA: Pronto vendrán las armas. Entretanto alegremos la vida. (Escancia vino en las copas ofreciendo una a Pascalín.) Tome y levante el ánimo, joven, que tendrá que ayudarnos. PAscALfN: Estoy dispuesto, pero, la verdad, todavía no sé de qué se trata.
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ECHAVE: i Planes de estado mayor ! MEDINA: No estaba usted enterado? P A s c A L f N : No. No asistí al consejo del estado mayor ... ni pido explicaciones. Sólo pregunto qué debo hacer. CAPELLINI : Muy bien, joven. MEDINA:Lo que tendrá que hacer es muy sencillo. Cuando la turba roja esté descuidada ... ( E l obispo se aleja discretamente.) i Disparar! Eso es todo. La operación es segura. ECHAVE : Tranquilícese, joven, los manda el capitán Agüero. MEDINA: General.. ECHAVE: Los manda el general Agüero. ¿Entendido? PAscmfN: Empiezo a comprender. Se trata ... de una comedia. MEDINA: dComedia? ¿Sabe usted lo que dice? Se trata de una operación, de un ardid de guerra. qué mueca es esa? ECHAVE: Si usted no quiere ayudar ... Aquí no se obliga a nadie. PAscALfN (buscando amparo) : i Ilustrísima ! Qué debo hacer? CAPELLINI : Venga conmigo, joven. (Lo lleva aparte. Confidencialmente.) No indague demasiado. (Saca un i n m n s o escapulario y se lo pone. Pascalin sonde beatificamente, ya plenamente irresponsable.) (Reaparece el marqués con pasos flojos y modales perdidos, como si hubiese cambiado de esqueleto; la voz enflquecida, la sonrisa helada.) MARQUÉS: Todo está resuelto. Ya están entrando ... con el pretexto de un registro. Veo que son ustedes ingeniosos. (Breve risita.) MEDINA: Voy, pues, a distribuirlos. PASCAL~N (transfigurado): i Puedo ofrecerme de asistente?
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(Vase el teniente seguido de Pascalin. QuedaH solos Echave, el obispo y el marqués. Siéntame en tres butacas. E n dos contiguas el obispo y Echave, que comienzan a hablar confidencialmente. En otra, separada, el marqués.)
ECHAVE (alzando la voz como para hacer participar al marqués en la
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conversación): Si ng fallan nuestros cálculos, deben llegar al amanecer.
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MARQUÉS(absorto, después de un instante) : ¿Qué decía usted? ( E l obispo y Echave est& de nuevo sumidos en el didogo confidencid.)
Con la primera luz del alba llega de afuera un rumor creciente, como de tropas desedocando en la plaza, al pie de la mansión. S e
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hacen inteligibles algunas voces y se destacan vítores de milicianoi. Voz DE AGUERO: ¡Alto! (Sigue urr gran silencio.) Aquí, en este anfiteatro y antes'de proseguir para dar la batalla a... esos insensatos, quiero reconfortaros y... alabar vuestro coraje. Digo alabarlo porque encenderlo sé que no hace falta. ¡Milicianos! iHijos del pueblo! ivalientes defensores de la ley! ;Vosotros salvaréis a España! ¡Abajo los facciosos! iViva la República! UN GRAN CLAMOR: i Viva! (Echave, el marqués y su Ilustrísiw sf hallan en pie y escuchan con extraordinaria atención.) ECHAVE (se acerca cautelosamente a unn ventana, observa y notifica): E i capitán levanta el puño. ¡Cualquiera diría que es de los nuestros! !(Lo levanta él también para ilustrar con el gesto la noticia.) CAPELLINI : i Vade retro I (Echave abre la mano y convierte el saludb revolucionario en saludo fascista.) Voz DE AGÜERO: L a empresa es dura, pero m o t r o s wis más duros todavía. Vamos a descansar unos instantes. Es necesario ultimar Órdenes. i Vivan los milicianos ! (Llegan a la sala Jacinta y Adela, y acechan de refilón por las ventanas.) ECHAVE: Sería mejor que se fuesen de aquí las mujeres a las habitaciones interiores. JACINTA: Esta es la habitación más alta de la casa. CAPELLINI: Ese mar proceloso se quedará allá abajo ... MARQUÉS : Pero pueden llegar salpicaduras aquí arriba.
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ADELA:¿Qué se pretende? ¿Qué va a pasar? JACINTA: No quiero saberlo. En cosas de hombres no debemos intervenir. ADELA: Tanto misterio me acongoja. ¿Por qué guardan secreto? Todos parecen enterados menos yo. JACINTA: ¿A dónde ha ido Pascalin? CAPELLINI : Fortificado con mi bendición, cumple su destino. ECHAVE: Váyanse las Damas de la Cruz Roja. MARQUÉS: Váyanse por lo menos al fondo de la sala. ECHAVE (fisgón y perplejo) : i A dónde ha ido el capitán Agüero que hace ya un rato que no le veo? CAPELLINI : Apártense de las ventanas. No convienen imprudencias. AGÜERO,(entrando de golpe): Ya está todo en orden, es decir, en desorden. (Susto, respingo y corro de curiosidades.) ADELA: i Jesús ! ECHAVE: Estaba inquieto por usted, general, no le veía. JACINTA (a Adela): Ven conmigo. ( L a aparta del corro, pero Adela curiosea con la cabeza vuelta.) AGÜERO:Hice que les repartan vino y que descansen a discreción antes de proseguir la marcha... Que no la proseguirán, naturaímente.
(Tantean los milicianos el comienzo de una canción castellana. S e conciertan las voces y el coro se amplifica rememorando llanos y trigales.) Esa canción me recuerda la niñez. Las temporadas en la quinta del Tomillar. (Al mrqués.) ¿ T e acuerdas? MARQUÉS: Ä su Ilustrísima ¿qué le recuerda esto?
JACINTA:
(El obispo se encoge, saca un libro de rezos y se pone a decir sus oraciones misteriosamente, signándose cada vez que vuelve la página.)
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ADELA(dando un grito repentino): iQué es lo que me pasa, Virgen Santa? (Come p o r la habitación mesándose los cabellos.)
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No hagas locuras, mujer. iQué es eso? Ven aquí a rezar conmigo. (Póstranse las dos ante una imagen.) MARQUÉS (extraño y estentóreo): Esto se pudre, iverdad amigo Echave ? ECHAVE: i Qué? i Me ha asustado usted, señor marqués ! AGÜERO : i Qué Ocurre que no dan la señal? i Es que los ha dormido el coro? No estamos para diversiones. La daré yo mismo. iTiene uno que hacerlo todo! (Saca la pistola y hace un disparo desde la ventana.) JACINTA:
(Huyen las mujeres con aspavientos y desmayos a otras habitaciones. Suena una descarga de fusiles y empieza el ritmo de las ametralladorar y, entre el confuso estruendo, el vuelo de aullidos en que se ha roto la voz unánime del coro; todo a m o r t i g d o y desleido en ecos y resonancias por muros, corredores y tabiques. Destácanse con brûo voces obstinades que duran casi hasta el finul.)
h s
VOCES OBSTINADAS : i Traidores !
;Cobardes ! ;Traidores ! i Trai-
dores ! I Traidores !
ECHAVE (muy pánfilo) : i A quién llaman traidor ?
todavía no se ha enterado? A usted, a mí, al seííor marqués, y a usted también, señor teólogo, no se' escabulla en el rezo. ECHAVE: ¿Yo traidor? Y o pago y nada más. CAPELLINI : Y o absuelvo, capitán, yo absuelvo.. . i No es bastante ? LAS VOCES OBSTINADAS : i Ha sido desde el palacio! i Traidores ! i Traidores! i Hay que ir a por ellos ! i Traidores ! i Traidores ! i Traidores ! MARQUÉS: 2Quién traiciona y qué es lo que aquí se traiciona? por qué no viene un ángel o un demonio a decirlo? CAPELLINI: ;Basta de herejías! La voluntad divina tiene en la Iglesia el verbo y en muchos seres oscuros el brazo ejecutor. ;Basta de herejías ! AGÜERO: i Ahora resulta que yo soy el ser oscuro? i Váyase ai infierno el ser oscuro, el brazo ejecutor, y hagan cosquillas al marqués, www.faximil.com
AGÜERO:
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y al rico, y al obispo los querubines en la gloria! i Vamos que no entiendo jota! i O todos traidores o ninguno ! ECHAVE: Creo. que está usted un poco borracho, capitán. MARQUÉS:Quizá está representando una farsa. Esto se pudre, esto se pudre. Tenemos que defendernos como ratas, eso es t6do. Aqui no hay más que ratas. (Entran corriendo el teniente Medina y Pascalin con su gran escapulario.) MEDINA: ¡Han forzado las guardias de las puertas! iSon ustedes imbéciles? ¿No oyen lo que digo? ¡¡Han forzado la guardia de las puertas! ! La -guerra está ya dentro del palacio. i Hay que defenderse ! PACCALÍN (ai pasar): ¿Nos salvaremos, Ilustrísima? (Vase con el teniente Medina.) AGÜERO(acechando por la ventana): NG hay que hacerse ilusionesEsto ha terminado. MARQUES:Estamos, pues, en la ratonera. CAPELLINI:N'o hay que desesperarse. Lo más prudente sería ocultarse. Algún sitio habrá inaccesible al olfato de la turba, señor marqués. (El marqués franquea completamente una ventana y espera.., El obispo da vueltas buscando un escondite. Echave permanece absorto y como alelado. Una baia desde la plaza da en la frente al marqués. Cae muerto de espaldas.) (Pasos de milicianos por los corredores. Pánico delirante de su Ilustrhima y Echave.)
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AGÜERO:Se terminó mi cometido. Ahora sálvese quien pueda. (Sade resueltamente al paso de los m*licianos. S e oirá su ma llegando de un pasillo inmedibto.) Voz DE AGÜERO:¡Por aquí, muchachos! Yo tengo gran olfato. He descubierto a los traidores. i Seguidme! Voz DE UN MILICIANO : iManos arriba, farsante ! Voz DE AGÜERO:¿Estáis locos? ¡Soy vuestro capitán! (Suena un disparo y se oye caer un cuerpo a tierra.)
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ECHAVE: No le valió la treta. iQué haremos nosotros? CAPELLINI : Rezar. Estamos perdidos. ECHAVE(con muestras de repentina inspiración, cdsz' regocijado) : i Venga! i Pronto ! i L a salvación ! .Se me ha ocurrido. 5 Rápido ! Podríamos... suicidarnos. Fingido, claro. Nada, obispo, hecho. i Serenidad !... ( S e acerca al cadáver del marqués, toma sangre de la herida y se la pone en su propia frente. Lo mismo hace su Ilustrisimu. Sacan pistolas, adoptan rápidamente la actitud de los suicidas y disparan en falso.) (Casi en seguida aparecen dos milicianos. Miran a todos lados. A l pasar dan con el pie a los fingidos cadáveres.)
UNODE
LOS MILICIANOS,:
Fiambre. Adelante. Se han hecho justicia.
EL OTRO: Tiros que se ahorran. (Cruzan la sala y desaparecen.) (Después de un instante comienzan a levantarse lentahente Echaue y su Ilustrisima. Pero al hacer girar la cabeza, su circular exploración queda stíbitamente detenida por la sorpresa de descubrir fusiles cautelosos que asoman. &u& danse a medio incorporar, en extrañisimus actitudes, absolutamnte ZnmÓuiles. Cara de asombro infinito. D e pronto sueltan un recio y disparatado cacareo de espanto.) (Despacio y en silencio avanzan con encendida y seria fatalidad de m n e c e r los milicianos.)
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REDACCI~N: M. ALTOLACUIRRE. RAFAEL DIESTE. A. SÁNCHEZ BARBUDO. J. GIL-ALBERT. RAMÓN GAYA. A. SERRANO PLAJA. ANGELGAOS. MARÍAZAMBRANO. E. CASAL CHAPÍ.
S E C R E T A R I O :
J U A N
G I L - A L B E R T
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