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uentreyao, padre del cielo, lonko (soberano jefe) de todos los dioses, vivía en lo alto del cielo con su esposa. Anchimallén, junto a muchos espíritus bondadoso, que eran como nubes claras e iluminadas.
Un buen día, Huentreyao decidió que hacia falta algo mas que en el cielo, y creo la tierra. Todos los espíritus se pusieron tristes porque allí nadie habitaba.
Entonces llamaron al soberano y le preguntaron: - Señor Huentreyao, ¿nos permites poblar este mundo desierto? Y el contesto: - Bueno, pero deberán crear, además, otros seres que sean pequeños, para que quepan sin molestarse unos a otros. Cada cual deberá tener su hogar. Cuando lo hayan hecho, yo descenderé y les enseñare a ellos y a ustedes, lo que deberán hacer. Si lo hacen bien, podrán volver al cielo.
Así aparecieron los primeros habitantes en de la tierra, algunos espíritus buenos y otros pequeños seres que ellos habían creado. Un tiempo después, el lonko del cielo llego a la tierra y enseño a esos seres a cultivar el cielo, a criar animales y, sobre todo a reproducirse Mas tarde, a esos pequeños pobladores que habían sido creados tan blancos como los espíritus, se les fue oscureciendo la piel, por que siempre estaban expuestos a la luz del sol. Al principio, los niños y niñas que iban naciendo eran blancos, color que les recordaba de donde habían venido, pero, poco a poco, se fueron tostando con el sol.
Pasaron muchos, muchos años y Huentreyao, el lonko de los dioses, cumplió la promesa de hacer retornar a los cielos a los espíritus, y junto con ellos iban, además, los pequeños seres que habían creado. Así es como algunas de las estrellas que brillan en el cielo hoy, habitan los primeros mapuches que habitaron la tierra. Dice el mito que, desde allá arriba, ellos cuidan de sus descendientes. fin