La niña del record guinness

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dedicado a mis sobrinos martina, julieta, laura y juliรกn.


la ni単a del record guinness

Por diego de arena



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n una ciudad donde pocas veces toman en serio a los niños, vivía July, una pequeña muy peculiar, cuyo sueño era ser famosa para que la gente las reconociera y valorara lo que ella decía. Le gustaba mucho ver por la televisión, un programa donde la gente poco común hacia records mundiales: estaba el caso de la mujer barbuda, a quien los largos pelos de su cara casi le llegaban hasta el suelo; el caso del hombre más alto del mundo, que tenia como mascota una jirafa; o el conocido caso de la mujer sudorosa, que corriendo seis horas en una trotadora pudo llenar doce piscinas de puro sudor corporal.

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Para cumplir su anhelo, July tuvo la idea de batir un record, pero no sabia cuál. Imaginó en ser la niña de menor edad en manejar un automóvil, pero su padre no tenía uno, y pedir prestado el del vecino iba a ser muy difícil. Por estos días pocos creen en la palabra de los niños, así que pensó en otra cosa. ¡Tal vez ser la niña más musculosa y fuerte del mundo! pero para eso tendría que ejercitarse días completos. La idea no era mala pero tendría que perderse sus programas favoritos, así que también la descartó. Los días pasaron pero July era una niña muy persistente, así que continuó con la idea en su cabeza. Una tarde, tomando leche luego de llegar del colegio, July rascó su nariz, y como de costumbre, sacó un moco. Pero no cualquier moco, éste era mas grande que el común. Quedó mirando la bola verde y exclamó:

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-¡YA SE! ¡HARÉ LA BOLA DE MOCOS MAS GRANDE DEL MUNDO! Miro por la ventana para saber si alguien había oído su grito, pues grandes ideas como esa podían ser copiadas fácilmente. Los primeros mocos que sacaba en un día eran grandes pero no lo suficiente. Pensó en las condiciones necesarias para botar más mocos. Sabía que tenía alergia al pasto y a la primavera, pero en esa ciudad ya casi no había pasto y estaban en pleno otoño. La primavera tardaría en llegar por lo menos seis meses, así que descarto esa opción. Necesitaba a alguien que la pudiese ayudar, pero no sabía quién. De pronto entró en la habitación Laura, su pequeña hermana. Fue entonces que July decidió pedirle ayuda, pues sabía que su pequeña nariz fabricaba más mocos que cualquier otro niño del barrio. En una semana tenían una bola de mocos casi del porte de una pelota de fútbol. La escondían debajo de la cama para que su madre no se la botara y arruinara su particular idea de cómo ser famosa.

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Al mes la bola ya no cabía debajo de la cama. La metieron dentro del armario, pero a las semana tampoco cabía ahí. Un día su madre, ordenando el armario como de costumbre, se encontró con esta gigantesca bola de mocos. Al principio se asustó porque pensó que era un monstruo o algo por el estilo. Pero July la calmó y le contó lo que pasaba. La madre, pese al shock, logró apreciar el deseo de sus hijas y aceptó convivir con la enorme bola de mocos. Jamás pensó en las consecuencias que esto podría llegar a tener. A los dos meses la bola había alcanzado un tamaño y peso suficiente para romper los estantes de July y unos cuantos juguetes, así que la tuvieron que mover hasta el living de la casa. A los cinco meses la enorme bola de mocos había quebrado el sillón de la casa, tres sillas y el comedor. Pero eso no era lo peor.

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Cuando llevaban ocho meses de incansable trabajo nasal, la bola había llegado, al parecer, a su tamaño máximo. Un día, al despertar, July rasco su nariz como de costumbre para pegar la pequeña masa verdosa en la bola gigante, pero algo extraño sucedió. De pronto, la tierra comenzó a temblar. Su madre, asustada, pensó que era un terremoto grado nueve, pero se equivocó. El movimiento no venía precisamente de la tierra, sino de la enorme bola de mocos que hace unos meses habitaba en su hogar. No se sabe cómo, pero la bola creció casi al doble, lo que provoco que se expandiera por todos los rincones de la casa. La situación era horrorosa. Los vecinos asustados llamaron desde sus celulares a la televisión, para que mostraran la extraña masa verde que salía del hogar. Llegaron los noticiarios de todos los canales conocidos. La familia pudo salir de la casa sin problemas. Por suerte, la bola era moldeable.

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Los periodistas estaban muy interesados en saber de dónde había salido esa extraña masa verde. Entonces, July se acercó a ellos y aclaró: “Lo que ustedes acaban de ver es un nuevo record mundial. Con mi pequeña hermana hemos construido la bola de mocos más grande del mundo, así que infórmenle a ese famoso programa de televisión que dos niñas lo ha logrado”. Los camarógrafos grabaron todos los rincones de la casa, sin prestar mucha atención a lo que la niña decía. Al otro día, los periódicos y noticiarios contaron la noticia como un extraño fenómeno que destruyó la casa de una familia, sin mencionar la bola de mocos. La razón que le dieron a la familia fue que la historia era poco creíble, comercialmente poco llamativa y en general, bastante asquerosa. Por lo que sólo la publicaron como un misterio sin resolver. El resultado fue que los compañeros de July y Laura nunca más quisieron ir a su maltrecha casa por creerla bajo el embrujo de extrañas fuerzas sobrenaturales. Y lo peor: nadie se enteró del logro de las niñas.

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Estaban muy apenadas porque su plan para ser reconocidas no salió como lo esperaban. Además, la casa estaba dañada y la ex bola de mocos desparramada por toda la casa. Preocupada por la situación, a la madre de las niñas se le ocurrió una idea muy original. Ante la dificultad de recolectar todos los restos, con una pala y mucho entusiasmo la familia comenzó a reconstruir su hogar con el material verdoso. Luego de unos meses de trabajo, la casa era la más original y colorida del barrio. Analizando lo ocurrido con sus padres, July y Laura comprendieron que llamar la atención de los demás no asegura que escuchen lo que tienes que decir. Además, valoraron el hecho de tener unos padres que aceptaban sus ideas y eso las llenó de alegría. Pero July era persistente y continuó con su idea de querer hacer un record Guiness. Le quedo en la cabeza la frase que alguna vez le dijo su padre: “Si quieres llevar a cabo una idea, asegúrate que salga de ti”. Al parecer, la niña así lo hizo. Cuenta la historia que un día, después de entrar al baño y hacer popó, July se levantó de la taza, miro su desecho y gritó: -¡¡YA SEEEEE!! FIN

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En una ciudad donde pocas veces toman en serio a los niños, vivía July, una pequeña muy peculiar, cuyo sueño era ser famosa para que la gente las reconociera y valorara lo que ella decía. Le gustaba mucho ver por la televisión, un programa donde la gente poco común hacia records mundiales. Para cumplir su anhelo, July tuvo la idea de batir un record, pero no sabia cuál. Imaginó en ser la niña de menor edad en manejar un automóvil, pero su padre no tenía uno, y pedir prestado el del vecino iba a ser muy difícil. Por estos días pocos creen en la palabra de los niños, así que pensó en otra cosa. Los días pasaron pero July era una niña muy persistente, así que continuó con la idea en su cabeza.


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