Por que al sol le gusta tanto el maiz?

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Dedicado a mis ni単as Florencia, Martina, Julieta, Dominga y Laura para que nunca dejen de agradecer. Agradezco a mi familia, a mis amigos y especialmente a Patricia Araya que gracias a su apoyo gervasio pudo ir en busca del sol.


Escrito e ilustrado por Diego Arenas



Cuenta la historia que una mañana el sol se atrasó en salir y

por eso la gente del pueblo, sin darse cuenta, no se despertó. Las familias seguían durmiendo en sus casas hasta muy tarde, los pájaros se quedaron en sus nidos y la luna agotada, esperaba el cambio de turno con la llegada del sol, pero eso nunca ocurrió. ¿Y Gervasio? ¿Dónde estaba Gervasio, el gallo del pueblo? ¿el encargado de despertarlos a todos con un fuerte canto en cada madrugada?, y es que Gervasio , ese día tampoco despertó como era su costumbre. Los niños no llegaron al colegio. La vaca no fue ordeñada ,el panadero no madrugó a amansar el rico y humeante pan de cada día ¡Todo era un desastre!.


Con más de dos horas de retraso Gervasio se despierta, más que preocupado. Deseoso de averiguar qué sucedía. Se asomó a la ventana, todo estaba en penumbras, era una boca de lobo. Se vistió como pudo y decidió ir a la casa del sol a golpear su puerta, ¡Voy a tener que ir a despertarlo, se dijo.


La casa del sol estaba muy, muy lejos, el camino sería largo y oscuro. Buscó en su celular y tampoco tenía el número de su amigo sol pues lo había perdido cuando cambió de teléfono. Por lo tanto no había más remedio que ir hasta la casa del sol. Dudó un poco atemorizado, pero él era valiente y se equipó con provisiones de agua y maíz, ya que el camino hacia la casa del sol iba a ser bastante pesado. No tenía la dirección exacta, solo suponía que debiese vivir tras unas montañas



Antes de salir Gervasio le pidió a su amiga luna que alumbrara lo más que pudiera para así poder ver mejor el oscuro sendero. Pero ella muy cansada le responde que solo le queda luz para una media hora, después de ese tiempo, se apagará lentamente hasta desaparecer. Entonces el gallo, rápidamente emprendió su viaje…si la luna deja de iluminar es posible que me quede perdido para siempre en el camino y no haya nunca más luz de sol en este lado del planeta.



Mientras pasaba el tiempo, el camino se fue poniendo más oscuro por el desgaste de la luna. Al percibir esto a Gervasio le entró el pánico, mientras caminaba, sentía que los arbustos se movían. Esto lo aterró y en el corazón le latía como un tambor, ¡bom bom bom!, sus patas no le obedecían y estaban tan duras que parecían de palo. Quiso moverlas pero no pudo. Entonces se sentó muy, pero muy asustado en una roca que estaba junto al camino y pensó: si hay algo tras los arbustos, pues que venga, si es un monstruo o un animal salvaje, que llegue y me devore, ahora es el momento por que no me puedo mover…


Pero ninguna rama se movió, solo se escuchaban muy suavemente el canto de unos grillos. En ese instante Gervasio se dio cuenta de que el miedo era solo producto de su imaginación, tal vez había imaginado todo eso con, su mente tan fantasiosa, se dijo he visto demasiada televisión. Miró a la luna y el último rayito que le ayudaba a ver el sendero y continúo… Pero ninguna rama se movió, solo se escuchaban muy suavemente el canto de unos grillos. En ese instante Gervasio se dio cuenta de que el miedo era solo producto de su imaginación, tal vez había imaginado todo eso con, su mente tan fantasiosa, se dijo he visto demasiada televisión. Miró a la luna y el último rayito que le ayudaba a ver el sendero y continúo…




Cuando llevaba casi dos horas de intenso camino y llegando al pico del cerro, Gervasio muy agotado y casi sin esperanza de cumplir su objetivo, vio a gran distancia una casa que se iluminaba al otro lado de la montaña como si fuese una gran estrella. Sorprendido por el inmenso tamaño del hogar, al llegar, notó que en sus alrededores la naturaleza no existía. No había árboles ni ríos. Al percatarse de aquello, al gallo se le puso la piel de gallina. Dudó un momento en acercarse a tocar a la puerta, tal vez, el sol podría ser un personaje de muy mal humor. Pero todo esto en verdad no importaba – pensaba Gervasio -, era más importante la vida del pueblo, de los niños y de la luna, que poco a poco se extinguía con el paso de las horas.


Al acercarse, encontró una puerta gigante, del porte de un elefante o tal vez más, como de tres elefantes juntos parados unos sobre otro. El gallo se armó de valor y a paso lento se acercó tímidamente a golpear la puerta. Dio tres golpes. ¡TOC! ¡TOC! ¡TOC!..... Pero nada, no tuvo respuesta alguna. Pensó entonces, que debiese golpear aun más y más fuerte, recogió una piedra que estaba cerca y la lanzó con todas sus fuerzas contra la gran puerta. Pero justo al momento de lanzarla, el sol enorme, abre la puerta y la pequeñísima piedra que Gervasio había tirado, le llegó justo en una pestaña, sin provocarle ni siquiera un rasguño. Pero el sol muy enojado por la insolencia y con voz bastante ronca, gritó: - ¿Quién molestaaaaaa? – la voz del sol retumbó en el eco infinito… molestaaa, molestaaa , molestaaaaa! Gervasio quedó impresionado, el destello que emitía la estrella lo enceguecía. Tanto era su resplandor que el gallo tuvo que cerrar los ojos para no quedar de verdad ciego, y así avergonzado por la situación, respondió con temor diciendo: -Yo fui señor disculpe, me presento. Soy Gervasio el gallo del pueblo. Y el sol muy disgustado responde: - Y por qué me has venido a molestar hasta mi hogar, ¿no vez que estoy durmiendo? - No señor, le ofrezco mis disculpas, pero no he venido a molestarlo… Y sin dejarlo terminar el sol le interrumpió gritando: - ¿Entonces qué? Solo quería saber por qué hoy no ha salido – dijo Gervasio – - Y eso a ti qué te importa !.Y con un gran portazo el sol cerró en su cara la enorme puerta queriendo terminar con la conversación.




El gallo, helado por lo sucedido, miró a la luna y vio que ya había desaparecido. Y aún así el gallo nuevamente llamó a la puerta. Pero parecía que todo era en vano, golpeaba y golpeaba y del sol ni siquiera un rayo asomaba. En ese momento a Gervasio se le ocurrió una muy buena idea y dijo – si el sol se fue a dormir para que yo no lo moleste, lo voy a despertar como solo yo sé…– Y así fue como el gallo preparo su hermosa garganta y comenzó: ¡CO CORO COOH! Y así siguió por varios minutos… CO CORO COOH!... CO CORO COOH! Hasta que el sol abrió la puerta de su casa aún más enojado le gritó: -¡Bueno y ahora qué quieres? Su voz fuerte como un parlante estremeció al pequeño gallo… -Sólo quiero saber por qué hoy no has salido – dijo Gervasio – Y el sol sin responderle esta vez, le cerró nuevamente la puerta. Aún así el gallo continuó… CO CORO COOH! POR QUE NO HAZ SALIDO?!.. CO CORO COOH! Luego de diez minutos de intenso cocorocó, el sol salió vencido por los cantos del gallo, diciéndole: ¡Bueno ¡ya! ¡Te responderé, pero cállate de una vez por favor!! -La verdad es que hoy no he salido porque decidí no trabajar nunca más, estoy muy, pero muy cansado.


¿Cansado? ¿Pero de qué? – pregunta Gervasio. -Sí, estoy cansado de que mi trabajo ya no sea valorado por nadie… antes había quienes me agradecían cada día por mi labor. Los niños, los adultos, pero ya no, al parecer la gente ya no necesita de mí para ser feliz. Fíjate, ya ni los niños se ven jugando en las plazas, solo ven televisión, televisión y más televisión, día y noche… tal vez las personas se han olvidado de mí. Y si es así, yo también me olvidare de ellos. ¡Pero sol!¬¬¬- dijo Gervasio,- sabemos que las cosas de hoy en día han cambiado, sabemos que los niños de hoy, no son los niños de ayer, pero mira igual son listos y te necesitan, y yo por ejemplo, yo si estoy muy agradecido con tu trabajo, es más, ¿que seria de mi si tú no salieras más?, no sería más que un gallo inservible. Imagínate, aún peor, que sería de nuestra tierra sin tu trabajo, las flores no despertarían al igual que los pájaros, y si los pájaros no despiertan ¿quién llevaría las semillas a otras tierras? ¿Qué pasaría si en estas tierras no crece nada? Si no sales a trabajar como es costumbre, la nieve de las montañas no se derretirá y el río no tendrá agua. Y dígame usted ¿quién le entregará agua al pueblo? ¡Y qué sería de la luna sin tu luz! ¡Mírala!, el Sol Miro y vio a la luna que casi desaparecía mientras el gallo continuaba convenciéndolo. Si la gente del pueblo no se da cuenta de la importancia que tenemos nosotros, es por su falta de conciencia. Nuestra obligación es que como partícipes de la naturaleza, tratemos de enseñarles cuál es la verdadera importancia de la vida, pero sin decirles ni una sola palabra, el fin es que ellos mismos la descubran. Bueno, podría seguir conversando, pero creo que la luna no puede esperar más… El sol sorprendido por las palabras del gallo quedo mudo por unos segundos y al rato respondió:



– Tienes mucha razón, sólo he pensado en mi…me arrepiento…Hay veces que hasta los más grandes se nos olvida la real importancia de las cosas, pero para eso existen personas como tú Gervasio, dispuestas a caminar varias horas cerro arriba, solo para saber qué es lo que me ocurría, eso te lo agradezco. Y fue en ese instante cuando el sol, poco a poco comenzó a salir de su morada. - No me agradezcas nada – dijo el gallo - esto también es parte de mi obligación. Y dio media vuelta para devolverse por el camino que lo llevaba de regreso al pueblo. - ¡Hey pero hacia dónde vas! - grito el sol. - Hacia el pueblo -respondió él. - Espera… yo te llevaré, déjame hacer algo por ti esta vez - dijo el sol-. Toma, ponte estos anteojos para que mis rayos de luz no te hagan daño a los ojos. Ven, súbete a mi espalda y afírmate con fuerza. Cuando abrió los ojos y miró a través de los lentes, Gervasio pudo apreciar detalladamente cada parte de el sol, su boca, su nariz, sus ojos, todo era gigante!



Encaramado sobre el lomo del sol y a toda prisa por el cielo el gallo sonreía feliz. Experiencias de viajar por el cielo acompañado del sol, no se viven todos los días. Mientras subía y bajaba vio como poco a poco el cielo tomaba los colores del día: verdes intensos, azules, lilas, amarillos, cafés, rosas etc… Al otro extremo del cielo percibió cómo la luna se despedía muy agradecida con un gran beso brilloso. Gracias al sol, la luna pudo volver a recargarse de esa energía que regala el sol cada día.


Durante el viaje Gervasio no dijo ni una sola palabra por lo maravillado que estaba al ver todo desde las alturas. Notó como las estrellas desaparecían, ellas cada vez menos parpadeantes, también se iban a descansar. Cuando ya era de día, al llegar justo al valle del pueblo, el sol se detuvo para bajar a su nuevo amigo. Los rayos que sostenían al gallo fueron bajando suavemente sobre el tejado de su casa para dejarlo en el mismísimo lugar donde cantaba todos los días.


Cuando llegó el momento de despedirse Gervasio sin saber cómo agradecerle, le obsequió un puñado de maíz que éste guardaba en su bolsillo. El sol quedo maravillado con el regalo, tanto así, que al momento de comerlo, el intenso calor del sol hizo que el maíz se reventara en su boca y que se convirtieran en miles de cabritas, provocando carcajadas en ambos. Desde ese día, se cuenta que el sol recoge puñados de maíz del jardín de la casa de Gervasio y que es el estallido de las cabritas que hace que sus rayos sean más y más intensos y vibrantes que antes.


La noticia corrió de gallo en gallo y ahora todos los gallos del mundo se preocupan de dejar puñados de maíz para la alegría del sol.

Fin


El cuento escrito por Diego Arenas, tiene la magia de encantar, tanto a chicos como a grandes, porque el viejo gallo Gervasio es una imagen de la memoria colectiva y de aquellas nostalgias del campo, de la vida sencilla cerca de la tierra y sus elementos. Cuando conocemos el conflicto de Gervasio que no puede cantar su canción de madrugada para despertar a los aldeanos, pues el sol no ha salido como es habitual, una simple e ingenua angustia nos estremece. ¿Y nos preguntamos y si el sol un día dejara de alumbrar?... En esa pregunta esta oculto uno de nuestros temores ancestrales: que nuestro inmenso sol que da vida a las plantas, a los animales y a los seres humanos, deje de alumbrar y calentar la tierra. Un temor que seguirá por siempre inquietando a los niños y también a los adultos. Sin embargo, Gervasio, nuestro héroe, esta allí para tranquilidad nuestra, es su valentía y su sentido de responsabilidad lo que nos asegura el sol volverá a salir. Es una esperanza prístina, infantil, sencilla y que sin embargo nos hace reflexionar en las responsabilidades compartidas respecto de lo que estamos haciendo por nuestra vida y nuestro planeta. Por eso debemos alentar la cultura del relato de cuentos infantiles porque como antiguamente lo hacían las fabulas, nos motivan pensar, imaginar, creer y esperar que podemos tener un mundo mas bello, mas calido y mas humano. Ese es uno de los valores que debemos rescatar de este bello y sencillo relato. Patricia Araya Navarro


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