Día del Libro

Page 1

1


2


DÍA DEL LIBRO

LECTURA COLECTIVA DE TEXTOS DE FEDERICO GARCÍA LORCA Y DE JOSÉ MORENO VILLA SALÓN DE ACTOS DE TORRETRIANA 10:30 – 11:30 HORAS

23 DE ABRIL DE 2012

3


4


Federico García Lorca Poeta, dramaturgo, músico y pintor (1898 – 1936)

5


6


Alma ausente de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935)

No te conoce el toro ni la higuera, ni caballos ni hormigas de tu casa. No te conoce el niño ni la tarde porque te has muerto para siempre. No te conoce el lomo de la piedra, ni el raso negro donde te destrozas. No te conoce tu recuerdo mudo porque te has muerto para siempre. El otoño vendrá con caracolas, uva de niebla y monjes agrupados, pero nadie querrá mirar tus ojos porque te has muerto para siempre. Porque te has muerto para siempre, como todos los muertos de la Tierra, como todos los muertos que se olvidan en un montón de perros apagados. No te conoce nadie. No. Pero yo te canto. Yo canto para luego tu perfil y tu gracia. La madurez insigne de tu conocimiento. Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca. La tristeza que tuvo tu valiente alegría. 7


Tardarรก mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura. Yo canto su elegancia con palabras que gimen y recuerdo una brisa triste por los olivos.

8


9


Medio Pan y un Libro (1). Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931. Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre', piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión. Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada. No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

10


Medio Pan y un Libro (2) Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros? ¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor', y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!'. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida. Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura'. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.

Federico García Lorca 11


12


Romance de la pena negra de Romacero Gitano (19124 - 1927)

A José Navarro Pardo Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora, cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya. Cobre amarillo, su carne, huele a caballo y a sombra. Yunques ahumados sus pechos, gimen canciones redondas. Soledad, ¿por quién preguntas sin compaña y a estas horas? Pregunte por quien pregunte, dime: ¿a ti qué se te importa? Vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona. Soledad de mis pesares, caballo que se desboca, al fin encuentra la mar y se lo tragan las olas.

13


No me recuerdes el mar, que la pena negra, brota en las tierras de aceituna bajo el rumor de las hojas. ¡Soledad, qué pena tienes! ¡Qué pena tan lastimosa! Lloras zumo de limón agrio de espera y de boca. ¡Qué pena tan grande! Corro mi casa como una loca, mis dos trenzas por el suelo, de la cocina a la alcoba. ¡Qué pena! Me estoy poniendo de azabache carne y ropa. ¡Ay, mis camisas de hilo! ¡Ay, mis muslos de amapola! Soledad: lava tu cuerpo con agua de las alondras, y deja tu corazón en paz, Soledad Montoya. Por abajo canta el río: volante de cielo y hojas. Con flores de calabaza, 14


la nueva luz se corona. ยกOh pena de los gitanos! Pena limpia y siempre sola. ยกOh pena de cauce oculto y madrugada remota!

15


16


Gacela del amor desesperado de Diván del Tamarit (1936)

La noche no quiere venir para que tú no vengas, ni yo pueda ir. Pero yo iré, aunque un sol de alacranes me coma la sien. Pero tú vendrás con la lengua quemada por la lluvia de sal. El día no quiere venir para que tú no vengas, ni yo pueda ir. Pero yo iré entregando a los sapos mi mordido clavel. Pero tú vendrás por las turbias cloacas de la oscuridad. Ni la noche ni el día quieren venir para que por ti muera y tú mueras por mí.

17


18


El poeta pide a su amor que le escriba de Poemas sueltos

Amor de mis entrañas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin mí quiero perderte. El aire es inmortal. La piedra inerte Ni conoce la sombra ni la evita. Corazón interior no necesita la miel helada que la luna vierte. Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas. Llena, pues, de palabras mi locura o déjame vivir en mi serena noche del alma para siempre oscura.

19


20


Escuela de Poemas sueltos

Maestro. ¿Qué doncella se casa con el viento? Niño. La doncella de todos los deseos. Maestro. ¿ Qué le regala el viento? Niño. Remolinos de oro y mapas superpuestos. Maestro. Ella ¿le ofrece algo?, Niño. Su corazón abierto. Maestro. Decid cómo se llama. Niño. Su nombre es un secreto. (La ventana del colegio tiene una cortina de luceros.)

21


22


Canción del jinete (1860) de Canciones (19121 - 1924) En la luna negra de los bandoleros, cantan las espuelas. Caballito negro. ¿Dónde llevas tu jinete muerto? ...Las duras espuelas del bandido inmóvil que perdió las riendas. Caballito frío. ¡Qué perfume de flor de cuchillo! En la luna negra sangraba el costado de Sierra Morena. Caballito negro. ¿Dónde llevas tu jinete muerto? La noche espolea sus negros ijares clavándose estrellas. Caballito frió. ¡Qué perfume de flor de cuchillo! 23


En la luna negra, ¡un grito! y el cuerno largo de la hoguera. Caballito negro. ¿Dónde llevas tu jinete muerto? (Mi niña se fue a la mar)

Mi niña se fue a la mar, a contar olas y chinas, pero se encontró, de pronto, con el río de Sevilla. Entre adelfas y campanas cinco barcos se mecían, con los remos en el agua y las velas en la brisa. ¿Quién mira dentro la torre enjaezada, de Sevilla? Cinco voces contestaban redondas como sortijas. El cielo monta gallardo al río, de orilla a orilla. En el aire sonrosado, cinco anillos se mecían.

24


Casida de la rosa de Diván del Tamarit (1936)

La rosa no buscaba la aurora: casi eterna en su ramo, buscaba otra cosa. La rosa, no buscaba ni ciencia ni sombra: confín de carne y sueño, buscaba otra cosa. La rosa, no buscaba la rosa. Inmóvil por el cielo buscaba otra cosa.

25


26


La sangre derramada de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935) ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla! La luna de par en par, caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en las barreras ¡Que no quiero verla¡ Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines con su blancura pequeña! ¡Que no quiero verla! La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos 27


hartos de pisar la tierra. No. ¡Que no quiero verla! Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas. Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. ¡Quién me grita que me asome! ¡No me digáis que la vea! No se cerraron sus ojos cuando vio los cuernos cerca, pero las madres terribles levantaron la cabeza. Y a través de las ganaderías, hubo un aire de voces secretas que gritaban a toros celestes, 28


mayorales de pálida niebla. No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda, ni espada como su espada, ni corazón tan de veras. Como un rio de leones su maravillosa fuerza, y como un torso de mármol su dibujada prudencia. Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia. ¡Qué gran torero en la plaza! ¡Qué gran serrano en la sierra! ¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío! ¡Qué deslumbrante en la feria! ¡Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla! Pero ya duerme sin fin. Ya los musgos y la hierba abren con dedos seguros la flor de su calavera. Y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas, resbalando por cuernos ateridos vacilando sin alma por la niebla, tropezando con miles de pezuñas 29


como una larga, oscura, triste lengua, para formar un charco de agonía junto al Guadalquivir de las estrellas. ¡Oh blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena! ¡Oh sangre dura de Ignacio! ¡Oh ruiseñor de sus venas! No. !Que no quiero verla! Que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. No. !Yo no quiero verla!

30


Casida de la mano imposible de Diván del Tamarit (1936)

Yo no quiero más que una mano, una mano herida, si es posible. Yo no quiero más que una mano, aunque pase mil noches sin lecho. Sería un pálido lirio de cal, sería una paloma amarrada a mi corazón, sería el guardían que en la noche de mi tránsito prohibiera en absoluto la entrada a la luna. Yo no quiero más que esa mano para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía Yo no quiero más que esa mano para tener un ala de mi muerte. Lo demás todo pasa. Rubor sin nombre ya, astro perpetuo. Lo demás es lo otro; viento triste, mientras las hojas huyen en bandadas.

31


Romance de la luna, luna

de Romancero Gitano (1924 – 1927)

A Conchita García Lorca La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira, mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos. Niño, déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados. Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos. 32


Niño, déjame, no pises mi blancor almidonado. El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño, tiene los ojos cerrados. Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados. Cómo canta la zumaya, ¡ay, cómo canta en el árbol! Por el cielo va la luna con un niño de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. El aire la está velando.

33


Casida de las palomas oscuras de Diván del Tamarit (1936)

Por las ramas del laurel van dos palomas oscuras. La una era el sol, la otra la luna. "Vecinitas", les dije, "¿dónde está mi sepultura?" "En mi cola", dijo el sol. "En mi garganta", dijo la luna. Y yo que estaba caminando con la tierra por la cintura vi dos águilas de nieve y una muchacha desnuda. La una era la otra y la muchacha era ninguna. "Aguilitas", les dije, "¿dónde está mi sepultura?" "En mi cola", dijo el sol. "En mi garganta", dijo la luna. Por las ramas del laurel vi dos palomas desnudas. La una era la otra y las dos eran ninguna.

34


Canción del jinete de Canciones (19121 – 1924)

Córdoba. Lejana y sola. Jaca negra, luna grande, y aceitunas en mi alforja. Aunque sepa los caminos yo nunca llegaré a Córdoba. Por el llano, por el viento, jaca negra, luna roja. La muerte me está mirando desde las torres de Córdoba. ¡Ay qué camino tan largo! ¡Ay mi jaca valerosa! ¡Ay, que la muerte me espera, antes de llegar a Córdoba! Córdoba. Lejana y sola.

35


36


New York Oficina y denuncia de Poeta en Nueva York (1929 - 1930)

A Fernando Vela

Debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato. Debajo de las divisiones hay una gota de sangre de marinero. Debajo de las sumas, un río de sangre tierna. Un río que viene cantando por los dormitorios de los arrabales, y es plata, cemento o brisa en el alba mentida de New York. Existen las montañas, lo sé. Y los anteojos para la sabiduría, Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo. Yo he venido para ver la turbia sangre, la sangre que lleva las máquinas a las cataratas y el espíritu a la lengua de la cobra. Todos los días se matan en New York cuatro millones de patos, cinco millones de cerdos, dos mil palomas para el gusto de los agonizantes, 37


un millón de vacas, un millón de corderos y dos millones de gallos que dejan los cielos hechos añicos. Más vale sollozar afilando la navaja o asesinar a los perros en las alucinantes cacerías que resistir en la madrugada los interminables trenes de leche, los interminables trenes de sangre, y los trenes de rosas maniatadas por los comerciantes de perfumes. Los patos y las palomas y los cerdos y los corderos ponen sus gotas de sangre debajo de las multiplicaciones; y los terribles alaridos de las vacas estrujadas llenan de dolor el valle donde el Hudson se emborracha con aceite. Yo denuncio a toda la gente que ignora la otra mitad, la mitad irredimible que levanta sus montes de cemento donde laten los corazones de los animalitos que se olvidan y donde caeremos todos en la última fiesta de los taladros. 38


Os escupo en la cara. La otra mitad me escucha devorando, orinando, volando en su pureza como los niños en las porterías que llevan frágiles palitos a los huecos donde se oxidan las antenas de los insectos. No es el infierno, es la calle. No es la muerte, es la tienda de frutas. Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles en la patita de ese gato quebrada por el automóvil, y yo oigo el canto de la lombriz en el corazón de muchas niñas. Óxido, fermento, tierra estremecida. Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina. ¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes? ¿Ordenar los amores que luego son fotografías, que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre? San Ignacio de Loyola asesinó un pequeño conejo y todavía sus labios gimen por las torres de las iglesias. No, no, no, no; yo denuncio. 39


Yo denuncio la conjura de estas desiertas oficinas que no radian las agonĂ­as, que borran los programas de la selva, y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas cuando sus gritos llenan el valle donde el Hudson se emborracha con aceite.

40


Paisaje de la multitud que orina Nocturno de Battery Place de Poeta en Nueva York (1929 - 1930)

Se quedaron solos: aguardaban la velocidad de las últimas bicicletas. Se quedaron solas: esperaban la muerte de un niño en el velero japonés. Se quedaron solos y solas, soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes, con el agudo quitasol que pincha al sapo recién aplastado, bajo un silencio con mil orejas y diminutas bocas de agua en los desfiladeros que resisten el ataque violento de la luna. Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel. No importa que el niño calle cuando le clavan el último alfiler, no importa la derrota de la brisa en la corola del algodón, porque hay un mundo de la muerte con marineros definitivos que se asomarán a los arcos y os helarán por detrás de los árboles. 41


Es inútil buscar el recodo donde la noche olvida su viaje y acechar un silencio que no tenga trajes rotos y cáscaras y llanto, porque tan sólo el diminuto banquete de la araña basta para romper el equilibrio de todo el cielo. No hay remedio para el gemido del velero japonés, ni para estas gentes ocultas que tropiezan con las esquinas. El campo se muerde la cola para unir las raíces en un punto y el ovillo busca por la grama su ansia de longitud insatisfecha. ¡La luna! Los policías. ¡Las sirenas de los transatlánticos! Fachadas de crin, de humo, anémonas; guantes de goma. Todo está roto por la noche, abierta de piernas sobre las terrazas. Todo está roto por los tibios caños de una terrible fuente silenciosa. ¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas! ¡Oh soldados! Será preciso viajar por los ojos de los idiotas, campos libres donde silban las mansas cobras deslumbradas, paisajes llenos de sepulcros que producen fresquísimas manzanas, para que venga la luz desmedida que temen los ricos detrás de sus lupas, 42


el olor de un solo cuerpo con la doble vertiente de lis y rata y para que se quemen estas gentes que pueden orinar alrededor de un gemido o en los cristales donde se comprenden las olas nunca repetidas.

43


44


45


LUNA de Bodas de Sangre (1933)

Cisne redondo en el río, ojo de las catedrales, alba fingida en las hojas soy; ¡no podrán escaparse! ¿Quién se oculta? ¿Quién solloza por la maleza del valle? La luna deja un cuchillo abandonado en el aire, que siendo acecho de plomo quiere ser dolor de sangre. ¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada por paredes y cristales! ¡Abrid tejados y pechos donde pueda calentarme! ¡Tengo frío! Mis cenizas de soñolientos metales buscan la cresta del fuego por los montes y las calles. Pero me lleva la nieve sobre su espalda de jaspe, y me anega, dura y fría, el agua de los estanques. Pues esta noche tendrán mis mejillas roja sangre, 46


y los juncos agrupados en los anchos pies del aire. ¡No haya sombra ni emboscada. que no puedan escaparse! ¡Que quiero entrar en un pecho para poder calentarme! ¡Un corazón para mí! ¡Caliente!, que se derrame por los montes de mi pecho; dejadme entrar, ¡ay, dejadme! No quiero sombras. Mis rayos han de entrar en todas partes, y haya en los troncos oscuros un rumor de claridades, para que esta noche tengan mis mejillas dulce sangre, y los juncos agrupados en los anchos pies del aire. ¿Quién se oculta? ¡Afuera digo! ¡No! ¡No podrán escaparse! Yo haré lucir al caballo una fiebre de diamante.

47


48


49


Canción primaveral de Libro de Poemas (1921)

28 de Marzo de 1919 (Granada) Salen los niños alegres de la escuela, poniendo en el aire tibio del abril canciones tiernas. ¡Qué alegría tiene el hondo silencio de la calleja! Un silencio hecho pedazos por risas de plata nueva. Voy camino de 1a tarde, entre flores de la huerta, dejando sobre el camino el agua de mi tristeza. En el monte solitario, un cementerio de aldea parece un campo sembrado con granos de calaveras. Y han florecido cipreses como gigantes cabezas que con órbitas vacías y verdosas cabelleras pensativos y dolientes el horizonte contemplan. ¡Abril divino, que vienes cargado de sol y esencias, llena con nidos de oro las floridas calaveras! 50


Deseo de Libro de Poemas (1921)

Sólo tu corazón caliente, y nada más. Mi paraíso un campo sin ruiseñor ni liras, con un río discreto y una fuentecilla. Sin la espuela del viento sobre la fronda, ni la estrella que quiere ser hoja. Una enorme luz que fuera luciérnaga de otra, en un campo de miradas rotas. Un reposo claro y allí nuestros besos, lunares sonoros del eco, se abrirían muy lejos. Y tu corazón caliente, nada más. 51


Cuerpo presente.

De Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935)

La piedra es una frente donde los sueños gimen sin tener agua curva ni cipreses helados. La piedra es una espalda para llevar al tiempo con árboles de lágrimas y cintas y planetas. Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas levantando sus tiernos brazos acribillados, para no ser cazadas por la piedra tendida que desata sus miembros sin empapar la sangre. Porque la piedra coge simientes y nublados, esqueletos de alondras y lobos de penumbra; pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego, sino plazas y plazas y otras plazas sin muros. Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido. Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura: la muerte le ha cubierto de pálidos azufres y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro. Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca. El aire como loco deja su pecho hundido, y el Amor, empapado con lágrimas de nieve se calienta en la cumbre de las ganaderías. ¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa. 52


Estamos con un cuerpo presente que se esfuma, con una forma clara que tuvo ruiseñores y la vemos llenarse de agujeros sin fondo. ¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice! Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón, ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente: aquí no quiero más que los ojos redondos para ver ese cuerpo sin posible descanso. Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura. Los que doman caballos y dominan los ríos; los hombres que les suena el esqueleto y cantan con una boca llena de sol y pedernales. Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra. Delante de este cuerpo con las riendas quebradas. Yo quiero que me enseñen dónde está la salida para este capitán atado por la muerte. Yo quiero que me enseñen un llanto como un río que tenga dulces nieblas y profundas orillas, para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda sin escuchar el doble resuello de los toros. Que se pierda en la plaza redonda de la luna que finge cuando niña doliente res inmóvil; 53


que se pierda en la noche sin canto de los peces y en la maleza blanca del humo congelado. No quiero que le tapen la cara con pañuelos para que se acostumbre con la muerte que lleva. Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido. Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

54


55


56


Narciso de Canciones (19121 - 1924) Niño. ¡Que te vas a caer al río! En lo hondo hay una rosa y en la rosa hay otro río. ¡Mira aquel pájaro! ¡Mira aquel pájaro amarillo! Se me han caído los ojos dentro del agua. ¡Dios mío! ¡Que se resbala! ¡Muchacho! ... y en la rosa estoy yo mismo. Cuando se perdió en el agua comprendí. Pero no explico.

57


Gacela de la huida de Diván del Tamarit (1936)

Me he perdido muchas veces por el mar con el oído lleno de flores recién cortadas, con la lengua llena de amor y de agonía. Muchas veces me he perdido por el mar, como me pierdo en el corazón de algunos niños. No hay noche que, al dar un beso, no sienta la sonrisa de las gentes sin rostro, ni hay nadie que, al tocar un recién nacido, olvide las inmóviles calaveras de caballo. Porque las rosas buscan en la frente un duro paisaje de hueso y las manos del hombre no tienen más sentido que imitar a las raíces bajo tierra. Como me pierdo en el corazón de algunos niños, me he perdido muchas veces por el mar. Ignorante del agua voy buscando una suerte de luz que me consuma.

58


Si mis manos pudieran deshojar de Libro de Poemas (1919)

10 de Noviembre de 1919 (Granada) Yo pronuncio tu nombre en las noches oscuras, cuando vienen los astros a beber en la luna y duermen los ramajes de las frondas ocultas. Y yo me siento hueco de pasión y de música. Loco reloj que canta muertas horas antiguas. Yo pronuncio tu nombre, en esta noche oscura, y tu nombre me suena más lejano que nunca. Más lejano que todas las estrellas y más doliente que la mansa lluvia.

59


60


61


62


JosĂŠ Moreno Villa Pintor y poeta (1887 - 1955)

63


IMPULSO

de Colección (1924)

De prisa, de prisa: lo que se cayó, no lo cojas. Tenemos más, tenemos más; tenemos de sobra. ¡De prisa! ¡De prisa! Lo que nos robaron, no importa. Tenemos más, tenemos más; tenemos de sobra. Derechos, derechos...! No te pares; coge la rosa y a la mendiga del camino dale la bolsa; porque, amigo, tenemos más; tenemos de sobra.

64


65


66


67


68


DESPUÉS DE TODO ERAS TÚ LO QUE YO BUSCABA de Puentes que no acaban (1933)

En las letras de un cantoral, entre la retama y el jacinto serrano, en el ancho mar, en la taberna inquieta, en el fondo de la copa verde, después de todo eras tú lo que yo buscaba. Preguné muchas veces a las guías turísticas dónde suspira el lugarejo ignorado por la epopeya; pregunté a los filósofos por la llave del secreto; fuí devorando pregunta a pregunta mi vida, y después de todo resultas tú lo que yo buscaba. Pude leerlo en mil detalles: verte y enmudecer, verte y olvidarme del mundo, verte y hablar luego por las calles solitarias, verte y sentir el cuerpo, verte y huir hacia los confines de mí mismo. Desmadejado y alma en pena, emaginé que lo mejor era llorar en los ocasos, ler los libros místicos y contribuir a la redención de los débiles. Y, en todo, en todo, en absolutamente todo, no había más qu ela busca de tu persona. Sí, después de todo eras tú la búsqueda. Y aquí declino ya todo examen y toda crítica. 69


TĂş, con tus faltas y tus sobras; tĂş, con tu maravilloso complemento rubio a mi color de bronce.

70


71


72


YO DETESTO (1947)

de Poemas escritos en AmĂŠrica (1938 - 1947)

Yo detesto las rosas; 73


una rosa me encanta. Yo detesto los árboles; pero un álamo, un chopo, un níspero, un olivo son como gente mía. Yo detesto las piedras, pero el agua-marina, la esmeralda, el topacio y el profundo zafiro son almas misteriosas que agrada sondear. Yo detesto la música, pero este cante jondo… esta copla que es mía desde todos los tiempos, esta copla que llora cantando y que se canta gimiendo, es de mi sangre: se llama Soledad.

74


75


76


77


Jacinta compra un Picasso de Jacinta la Pelirroja (1929)

Para su casa rectilínea -sin roperos, con garaje y jardín, piscina y mullidos tapices-, Jacinta compra un Picasso a tres tonos: rosa, blanco y azul. Me recibe brincando. Y me abraza: – ¿No ves qué línea?-dice. ¿No ves qué fuerte y qué dulce? Y Jacinta se besa la mano. La mano que dio los dineros. Dineros por arte.

78


79


Jacinta empieza a no comprender de Jacinta la Pelirroja (1929)

Jacinta no ve que siendo dulce es amarga, no ve que su figura es de hueso y de carne, de marfil y de cuerno, de sangre, de piel, de cabellos, de agua, de memoria, de voluntad, de inteligencia, de amores y de odios, de pasiones confusas y ensoñaciones claras. No ve, Jacinta, sino el resultado. No ve la divina tramoya. No ve los dramas de la roca en la orilla, del pensamiento caminando sobre sí mismo, de la rosa en el fango. ¡Mundo resuelto, vida resuelta, final besucón de película! Sí... Pero... debajo de los muebles, detrás de las cortinas, en el fondo del baño, sobre el lino nupcial, kilómetros, millas de aburrimiento. 80


81


Cuadro cubista de Jacinta la Pelirroja (1929)

Aquí te pongo, guitarra, en el fondo de las aguas marinas, cerca de un ancla. ¿Qué más da si aquí no vas a sonar? Y vas a ser compañera de mi reloj de pulsera que tampoco ha de marcar si es hora de despertar. Vas a existir para siempre con la cabra sumergida, la paloma que no vuela y el bigote del suicida. Tiéndete bien, entra en forma, sostén tu amarillo pálido y tu severa caoba; conserva bien las distancias o busca la transparencia. Lo demás no me hace falta. 82


83


84


85


Aquí estoy (1946) de Poemas escritos en América (1938 – 1947)

Aquí estoy, con los débiles; las raíces, al aire, sin su tierra nutricia ni el jugo de su cielo. Clamando por la nube hija del Guadarrama cuyos rayos y truenos hablan jerga castiza. Aquí estoy, añorando los terrenos parduzcos moteados de encinas severas e inconformes. Arrancadas de cuajo nuestras viejas raíces, aquí, sobre volcanes, culebrean eléctricas y se ahogan de altura. ¿Dónde están la saeta, el fandanguillo, el ole, la soleá y el vito? 86


La jota aragonesa que amartilla los nervios, y el canto montañés, que traspasa los olmos, no abrigan mis raíces desde hace nueve años.

87


88


89


90


Nos trajeron las ondas IV (1944) de Poemas escritos en América (1938 – 1947)

Nos llevarán las ondas. Nos llevarán las ondas... Nos llevarán las ondas no con bolsas repletas, no con sacos de oro ni tanques ni aviones. Nos llevarán con lo que siempre llevamos: un morral, un cayado y unas tablas de amor. Para cantar, para vivir en páramos y limonares. Y también unas tablas de trabajo moral que digan cómo y cuándo y cuánto nos atañe. Unas tablas de grandes y pequeños deberes. Porque es hora de esfuerzo la hora del arribo.

91


92


93


Coloquio paternal de Poemas escritos en América (1938 – 1947)

La luna reina como pocas noches. Caminando lentamente. Llevas a tu mujer como si fuera un ánfora sutil que el tacto rompe. – ¿Cómo será?... ¿Será niñito el hijo? ¿Sus ojos serán grandes y expresivos? ¿Lo quieres ya sin verle? – Lo quiero ya porque eres tú conmigo; porque no puede oler sino a nosotros; porque tiene el color de nuestra carne, por ser carne de entrambos-. En idilio paterno camináis bajo el sueño de la luna con otro amor que la pareja novia; con un amor que pesa en las entrañas, no aquel que vuela sin dejar prenderse. Ya no es anhelo Amor, es fruta hecha. 94


Y os queréis como quiere el escultor sus manos. Hay gratitud en este nuevo amor. “Gracias a Dios” -decís-, pero pensáis “gracias a ti” además. Y luego, con inmensa y muda voz: “gracias a todo, a todo, a la luz, al momento, a los jardines, al cielo, a los volcanes, a los ríos, al aire que mecía tus cabellos y a la estrella que vimos en el aire”. Luego, tú, el padre, en un silencio breve, pero lleno, dijiste para ti: “Vine del viejo mar, soy como un mito; acaricié la vida como un alma pagana; pero viví también la oscura selva que tortura a las almas religiosas; y, al fin, cuando mi edad es luna, tiempo y muerte, 95


hago esta flor sencilla en un vaso muy joven. Soy un loco�. La pareja siguió pensando al hijo.

96


97


98


Cuerpo (1938) de Poemas escritos en América (1938 – 1947)

Siempre tú. Siempre yo. Siempre lirio, siempre rosa, siempre dolor y esperanza. Siempre lago y tempestad. Ancha estepa y valle umbrío. Siempre labios y miradas. Siempre, siempre, siempre cuerpo. Cuerpo blanco, largo y hondo. Cuerpo redondo, moreno, cuerpo amarillo, enfermizo. Cuerpo negro del infierno. Siempre cuerpo, cuerpo, cuerpo. Cuerpo bajo la palmera, y cuerpo sobre el volcán. En el pullman que resbala, y en la cuna del vapor. Cuerpos entre los maizales, reptantes como serpientes. 99


Cuerpos con piel de chacal, enroscados en la nieve. Siempre cuerpo, siempre amor, siempre esperanza y dolor.

100


101


Aire de Poemas escritos en América (1938 – 1947)

El aire no muere en las zarzas ni se cae porque dé en las rocas. El aire nunca se parte; da en un cuchillo y no sangra. Quisiera no detenerme jamás. Quisiera no decaer por los golpes ni sangrar cuando las esquinas me hieren. No ser de tierra, ser de aire; azular lo gris de la vida, desvanecer las tenebrosas tormentas e invadir como un soplo lo de más allá, lo de nadie. Estar sobre los míos presente sin que me vean, como el tiempo, como el calor o la Providencia. Ser aire que nunca se rompe ni se detiene en los picachos. 102


Cuerpo que no pesa y que al morir no deja restos.

103


104


En hora fea de Poemas escritos en América (1938 – 1947)

Llegas en los días de acero, cuando las casas se desploman, y los perros comen cadáveres. Un espíritu ciego revolviendo valores, dividiendo familias, idiotizando almas, recorre todos los países. Me encuentras roto, desmigajado, dispuesto solamente a no creer que existe fuente del bien, ni posible alegría. Vienes en hora amarga, cuando falta la fe, cuando el viento es de plomo, la noche de carbón y las flores un puñado de espinas. Ten cuidado, que besas la sombra de un fantasma.

105


106


Las esquinas de Poemas escritos en América (1938 – 1947)

Y de pronto es la esquina quien se vuelve y te da. No es siempre el hombre, quien camina cegado. Él iba por el campo, por el campo abierto; pero las esquinas vinieron a él, desde la ciudad, siempre mala; porque la ciudad es un congreso de esquinas. Él iba por el campo de la soledad (dicen que mal hecho), examinando el insecto y la piedra, la yerba y la fuente, en sus relaciones con la estrella. Quiero decir que no vivía en urbano sino en ese vivir abstraído, propio del hombre de alto oficio. Pero las esquinas vinieron, venían, seguían viniendo, y el hombre parecía un borracho, un demente, un ciego. 107


Las esquinas le apalearon, le hirieron, le dejaron sangrante. Y el campo estaba desierto.

108


109


Ventanas VI de Poemas finales

Ventana la del viento y los paisajes. Sí, ventana, frontera de la vida, ojo sobre lo próximo. Lo más lejano es una estrella, y ella, si la alcanza mi vista, no es lejana. Lejano es lo de aquí, lo que no veo, lo del lado de acá de la ventana, lo que presiento, lo que no es volumen, ni color, ni sustancia musical; lo que frena mis actos, lo que lanza mi grito, lo que hace mi conducta y mi pergeño humano. Ese yo que no acusan los espejos y que por fuerza ha de vivir en sombras. Ese yo sin agarres, cercado de infinito. Ese que se levanta sobre todo 110


y es capaz de formar un mundo nuevo con las cosas corrientes; porque sabe secretos que sĂłlo sabe AquĂŠl, aquĂŠl su padre, pero ignora lo sumo: el fin de la existencia.

111


112


“Sumido en este mundo de dólar o del peso” de Poemas finales

Sumido en este mundo del dólar o del peso rodeado de expertos labradores de oro ¿qué puedo hacer? Me miran los míos como caso extraño, que no siente vergüenza de ser pobre; que no siente vergüenza de carecer de garras; que en vez de garras tiene manos ensoñadoras, pies que no van a sitio alguno; delirante cabeza que rehúye cálculo financiero; ojos que miran cosas por sólo recrearlas; oídos que no escuchan más que lejana música; nariz que no respira sino vaporaciones sutiles despedidas por médulas y tuétanos; boca que no contrata ni compra, que tan sólo canta o habla del rudo destino, de la suerte.

113


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.