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Leo es un tipo tranquilo. Un buen tipo. Nadie se atreve a joderle. Entonces, puede explicar alguien porque a Meena le permite conducirlo a la locura –con deseo. Cuando Meena literalmente se arroja sobre Leo y declara que es su compañera, su primera reacción es negarlo y correr lejos, muy lejos. Esta mezcla de león/tigre no crea drama ni caos. El problema es que, una vez que fija los ojos en ella, no puede dejar de querer a la vivaz rubia con grandes curvas, ideal para un hombre grande como él. Él la quiere, incluso si rompe todas sus reglas cuando se trata de mujeres. La quiere, incluso si ella destruye su serenidad. La quiere más que un filete perfectamente asado a la parrilla con una pizca de ajo, pimienta y sal. La cosa, es que alguien la quiere también. Este pobre Omega está a punto de tener su mundo al revés, lo que significa que es mejor que todos se cuiden porque cuando Leo experimenta el amor, los celos, la frustración y, por primera vez, él no solo pierde el control –¡ruge!
Leo estaba ocupado en sus propios asuntos cuando oyó a alguien gritar, —¡Cabezas arriba! ¿O es cabezas abajo? — Thunk. De cualquier manera no importaba. Leo cogió el frisbee con su cabeza, que, dado que estaba en el vestíbulo del complejo de apartamentos en el que vivía, no le impresiono un poco. Algunos podrían haber actuado con irritación –como desaparecer después de lanzar el frisbee y arrancarle el cuero cabelludo. Otros involucrándose en una vulgar pelea.– Pero como Omega del orgullo, tenía un cierto nivel que mantener. Leo dejó que la irritación rodará lejos de su amplitud –del mismo modo cuando el entrenador de futbol americano en la universidad lloro cuando no quiso jugar como miembro de la línea ofensiva. Con una despreocupación y la calma que Leo se esforzó por enseñar a otros, él siguió caminando hacia el ascensor, que pasó a ser, donde aterrizó el disco púrpura. Se abstuvo de aplastarlo. No había necesidad de culpar al disco sólo porque su lanzador tuvo mala puntería. Un aroma desconocido -felino y delicioso- le rodeo y luego paso a su lado cuando una mujer salto delante de él, con la intención de coger el frisbee. La rubia, a quien no reconoció, se agachó para agarrar el disco de plástico, sus pantalones cortos atléticos que moldeaban cada curva de su culo hecho-para-agarrar y muslos dignos de mordisquear. Todo en ella era grande, audaz y exuberante. Delicioso. Y no fue sólo su bestia interior la que lo pensó. ¿Quién es este delicioso bocado? No recordaba conocerla, y ciertamente no se habría olvidado de ella. La mujer desconocida se enderezó y se enfrentó a él, y a su cara, que quería decir casi cara a cara, que era algo inaudito, ya que estaba cerca de siete pies. Sin embargo, esta mujer, con sus malvados curvas, ascendía al menos a seis pies de altura
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más o menos. Ella no era delicada, no por cualquier tramo, no con la forma en que sus impresionantes pechos tensaban su camiseta, distorsionando la caricatura que decía, “Delicate Freakn„ Flower1”. Su marcada cintura acentuada por el encanto de sus caderas. La peculiaridad de sus labios se correspondía con la alegría en sus ojos. Si bien no era un hombre propenso a las emociones fuertes, Leo fue súbitamente poseído por un poderoso impulso de arrastrar a esta mujer a sus brazos y... hacer cosas decadentes que tendrían incluso su firme corazón acelerado. —Bueno, hola, grandullón. Creo que no nos conocemos. —
De hecho no lo hacían, o se habría acordado de ella y se acordaría de evitarla porque cualquiera podía ver por la inclinación descarada de sus caderas y la mirada apreciativa en sus ojos que ella significaba problemas. Leo no quería problemas. Prefería momentos de calma. Salidas serenas. Tardes tranquilas. Muy silencioso. Una tranquilidad que interrumpió con sus travesuras de frisbee, por lo que la llevó a la tarea. —No debes jugar frisbee dentro. Es una de las reglas de la asociación. — Él lo sabía. Había ayudado a redactarlas.
A Leo le gustaban las reglas, y esperaba que la gente las cumpliera. Cuando cualquier grupo de depredadores vivía en estrecha proximidad, mantener los temperamentos calientes bajo control era importante, por lo tanto, su trabajo para hacer cumplir las normas y mantener la paz. —Oh, vamos. ¿Me estás diciendo que no puedo jugar adentro tampoco? — Su labio inferior sobresalía. —¿Sabes que me metí en problemas por un buen policía por jugar en la calle? Lo cual era totalmente injusto. Como si fuera mi culpa que el tipo no prestara atención y terminara chocando con el disco rojo. — —¿Estabas jugando en la calle? — —Carretera, acera, ¿realmente importa? Lo que es más importante, es que ¿si no puedo jugar dentro y no puedo jugar afuera, donde una chica iba a jugar? —
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Es una línea de playeras k pertenece a Eve Langlais.
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Arriba, 11° piso, apartamento numero 1101. Su habitación tenía mucho espacio. Por supuesto, el deporte que se imaginaba no implicaba ningún apoyo. Tampoco incluía ropa. Pero decir que ella podía jugar con él desnudo probablemente no era la respuesta que buscaba. —Nosotros no jugamos en la ciudad. No hay espacio suficiente. Para eso es para lo que está el rancho. — —Ah, la granja. ¿Ese lugar aún existe? Impresionante. — —¿Sabes de ella? — Él frunció el ceño. Aunque no era un secreto muy bien guardado, solo se les permitía la entrada a la propiedad a los cambiaformas aprobados. —¿Quién eres tú? No creo haberte visto antes por aquí. — —Sí, ha pasado un tiempo desde que vine de visita. Eso es lo que pasa cuando a una chica se le prohíbe por unos años a causa de un tonto malentendido. Explota una calabaza tallada y la gente pierde sus mentes. Veo que el vestíbulo quedó repintado, no hay daño permanente hecho. —
¿Prohibido? Espera un segundo. Él sabía quién era esta señorita. Había oído a Arik decir algo acerca de una prima por parte de su padre que vendría de visita por un tiempo. En realidad sus palabras fueron, “maldito mi tío que me pidió que dejara venir a la mocosa y esconderse por un tiempo mientras que algún tipo de escándalo se desvanece en su ciudad natal.” A que Leo respondió, “Ya sabes que puedes utilizar la palabra „no‟. Me resulta bastante eficaz si no quiero verme envuelto en situaciones desagradables.” La palabra ‘no’ ayudó a evitar un montón de caos innecesario. Arik se había reído. “¿Decir que no a mi tío? Eso no sucede. Aun no le has conocido. Él es el único hombre que conozco al que clasificaría como normal y cuando no está amenazando con retorcer a alguien como un pretzel, él es el mejor hombre que he conocido. También es asediado por un par de hijas alborotadoras.” Las cuales ambas habían sido desterradas por el anterior alfa del orgullo por causar mucho daño y ser una molestia general. Aunque ella había llegado hacia poco, Leo ya podía entender por qué el viejo rey la desterró. —Eres un alborotador del oeste, ¿no? —
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—Yo, ¿un alborotador? — Ella agitó sus pestañas. El problema era que, con una boca como la de ella, torcida en una sonrisa, ella falló en toda la mirada inocente. —No, es mi hermana, Teena. Soy Meena, su gemela, conocida más comúnmente como la catástrofe. Pero me puedes llamar tu compañera. —
Y con eso, se arrojó sobre él y le dio un grande, jugoso beso en sus labios. Y a él le gustó. Rawr.
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Está bien, quizás arrojarse sobre un extraño y plantar un gran beso en sus severos labios no era lo más apropiado que una dama podía hacer. Por otra parte, Meena había fallado sus clases de decoro –más de una vez– lo que volvió a su madre absolutamente loca. En su defensa, no veía por qué una mujer necesitaba aprender a sonreír con afectación, hacer reverencias, o esperar a que un hombre le abriera la puerta. Si podía manejarlo y sus manos no estaban ocupadas, entonces, ¿por qué demonios no podía abrir ella misma? Su profesor de modales también dijo que las chicas buenas no plantaban besos sobre chicos. Ah, y decirles que estaban predestinados a ser compañeros. Ese tipo de cosas tienden a enloquecer a un tipo. Asustado o no, no la empujo lejos. Como cuestión de hecho, dejó que su lengua empujara su camino en su boca para un divertido y resbaladizo baile. Un breve baile que resulto muy excitante mientras duró. —¡Échale un vistazo! ¡Leo esta besándose con Meena! —
La interrupción cantada realmente merecía una bofetada, pero al parecer no estaba permitido tampoco, al menos no con los miembros de la familia, incluso distantemente relacionadas. El hombre al que había reclamado se retiro lentamente como si sus labios fueran reacios a desprenderse de ella. La dejo sobre sus pies, y tardíamente se le ocurrió que había logrado permanecer de pie durante toda la aventura. Qué encantador. No muchos hombres podían manejar su entusiasmo –también conocido como 'el culo gordo', de acuerdo con su puñetero querido hermano– cuando ella saltaba sobre ellos. Y sí, eso fue otra cosa que su madre intentó frenar, dado su entusiasta hábito de lanzarse sobre la gente para decir hola inadvertidamente que los llevaba al suelo y en algunas desafortunadas ocasiones a la sala de emergencias. Papá tenía la culpa. Un gran hombre, nunca tuvo problemas en capturar a sus niñas gemelas, incluso cuando llegaron a ser más altas que la mayoría de los hombres. Por suerte para ella, sin embargo, el destino había elegido un gran pedazo de
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hombre como su compañero. ¡Choca los cinco! Cuando su hombre no dijo una palabra, probablemente sin palabras por el impresionante beso, ella rompió el hielo. —Ese fue un ardiente beso, Pookie. ¿Quieres encontrar un lugar privado y hacer que lo sea un poco más? —
Leo se aclaro la garganta. —No lo creo. — —Oh, ¿preferirías quedarte aquí y hacerlo para una audiencia? Es un poco pervertido, pero bueno, el voyeurismo, incluso el invertido, es sexy. —
¿Hizo rodar sus ojos por un segundo? —Um, no a eso también. Quiero decir que no deberíamos besarnos. En absoluto. En cualquier lugar. — —¿Por qué no? — Ella inclino su cabeza y pregunto. Se preguntaba por su renuencia. Ella había sentido su disfrute presionando contra ella, difícil de perder su tamaño impresionante cuando Meena estaba envuelta a su alrededor como un confortable abrigo.
Antes de que pudiera responder, alguien gritó, —Hey Meena, ¿quieres ir a tomar un trago? —
No realmente. Ella quería hablar más con el tipo grande, su leona quería rozar, frotar y lamer y hacer todo tipo de cosas deliciosas. Dada la severa mirada que le disparó a su modo y a pesar del beso caliente no estaba dispuesto a complacerla. Una lástima. —Mi grupo está llamando, y puedo ver que no has asimilado conocerme. Te diré que. Por qué no te tomas algo de tiempo para procesar el hecho de que has conocido a tu futura compañera… y cambias las sábanas Te veré más tarde, Pookie. — Con un meneo de sus dedos y un guiño, saltó fuera del elevador y se unió a sus amigas, primas en su mayor parte que no había visto en años.
Mientras que ella podía haber sido desterrada por un tiempo por el antiguo
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Alpha, eso no significaba que algunos de la familia no hubiesen ido al oeste para visitarla. Buenos momentos que dieron lugar a ella siendo expulsada de varios bares. Las leonas sabían cómo divertirse. Con el levantamiento del destierro, sus amigas ahora querían mostrarle a Meena los alrededores de su casa. Finalmente. Años habían pasado desde el edicto prohibiendo que fuera de visita. Meena no estaba en absoluto decepcionada cuando oyó que el papá de Arik se había retirado. El tipo era como un palo estricto cuando vio las tontas bromas adolescentes, como poner grasa en el piso del vestíbulo y convertirla en una pista de deslizamiento interior. Ella lo había limpiado, junto con la savia de árbol en la pared al aire libre que se utilizaba para jugar al atrapamoscas. Y para los que nunca jugaron, se trataba de correr hacia la pared y entenderse a sí mismo para ver si se pegaban. Como una mosca. La persona que permanecía colgada en la pared más tiempo ganaba. Su prima flaca Lolly siempre salía victoriosa. Agarrada a los brazos de Zena y Reba, Meena salió del edificio de apartamentos que alojaba a la mayoría de los miembros del orgullo de los leones en esta ciudad. Los felinos, especialmente las leonas, disfrutaban viviendo juntos, conduciendo a sus maridos y novios a la locura. Pero cualquier hombre lo suficientemente valiente para tomar en una leona como compañera tenía que aprender a vivir con ello –o enfrentar la mirada de decenas de ojos de como la mujer le atacaba preguntando por qué pensó que debería moverse. —No puedo creer que hayas besado a Leo, — exclamó Zena. —Me encantó la expresión en su cara. El Sr. calmado y estoico parecía que le habían dado una patada en los cojones. —
Ouch. Eso no sonaba agradable. Ni prometedor sobre todo por su convicción de que era su alma gemela. —¿Leo? ¿Por qué me suena ese nombre? — Meena reflexiono en voz alta. —Porque él es el Omega del orgullo, — respondió Reba. —¿Él lo es? ¿Qué pasó con Tau? — —Tau se retiró hace dos años. Intentó aguantar después de que el papa de Arik finalmente mando todo al demonio y se marcho a Florida con su amante, Lew, el Beta del orgullo. Pero Tau y Arik no acababan de llevarse bien, por lo que Arik trajo nuevo personal. Tienes a Hayder actuando como beta y a Leo como el Omega, — explicó
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Reba. —Él es canadiense, que es la razón por la que es tan tranquilo, a cuenta de los inviernos fríos. Mantiene su sangre lenta así que es menos propenso a arrebatos, — añadió Zena. —¡Que cosa tan ignorante para decir! — Reba se detuvo en seco y miro a su mejor amiga. —Los canadienses son tan apasionados como cualquier americano. Tal vez mas a causa de sus monstruosamente fríos inviernos. Tienen que hacer algo para mantenerse calientes. ¿Por qué?, conocí a un chico francés de Ontario que podía hacer que mis bragas prácticamente se derritieran con sólo una mirada. — —Casi cualquier tipo con globos oculares se las arregla para conseguir esos retoños fuera. — —Ellos no. — —También lo hacen. —
Sintiendo una pelea a punto de comenzar, y no por ella, por una vez, Meena se puso entre ellas, actuando como pacificadora. ¿Has visto eso? Mi futuro compañero ya está teniendo un efecto sobre mí. —Primas, ¿por qué no estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo? — —Sigo diciendo que todos ellos son pacifistas, — dijo Zena con una sonrisa. —Con grandes enormes pollas y calientes lenguas. — —El mejor para negociar la paz. —
Risitas se produjeron. A Meena no le importaba de qué nacionalidad era. —Es lindo. —
Su declaración se reunió con el silencio y miradas de asombro. —¿Por qué me estáis mirando así? Él es muy lindo y súper sexy. —
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—¿Estás hablando de Leo? — —¿Quién más? Oh vamos, no puedes decirme que no lo has notado. — ¿Cómo podría alguien perdérselo? Meena se encontraba fascinada por él en el momento en que él entró por las puertas de cristal de la entrada. Fue por eso que ella había fallado su lanzamiento a propósito.
Zena arrugo la nariz. —Bueno, sí, nos dimos cuenta de que es un semental, pero eso no significa que cualquiera de nosotras lo intentara con él. Leo no está en las citas en el orgullo. Diablos, él apenas sale, y cuando lo hace, él mantiene esas damas lejos de nosotras. Es un poco tímido cuando se trata de relaciones. — —Y él tiende a pegarse a las chicas humanas. No le gustan las chicas del orgullo. Dice que es demasiado problema, — añadió Reba con un girar de sus ojos.
Como si Meena fuera a dejar su habitual preferencia la disuadiera. Este Leo era la mermelada a su mantequilla de cacahuete. La crema batida a su helado. El chico que sacudiría su mundo, rompería su cama, y tal vez ayudarla a evitar los desastres que parecían seguirla a su alrededor, o, al menos, conseguir calmar los ánimos con sus poderes vudú de Omega cuando se cabreaba a la gente. En otras palabras, el hombre perfecto.
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Qué lío perfecto hizo la mujer de su mente en calma. El encuentro con Meena había dejado un sabor en la boca de Leo –no uno malo. Por el contrario, él todavía podía probar el sabor del chicle rosa. Sabroso. Casi tan delicioso como la sensación de ella en sus brazos, todas esas curvas para que él las abrazara. Realmente le gustaba una mujer con carne en los huesos. Simplemente no esta mujer. De hecho su compañera. Resoplo otra vez mientras caminaba las pocas cuadras hasta el restaurante de carnes que le gustaba frecuentar. Mientras que Leo era un buen cocinero, había momentos en que disfrutaba dejar que alguien más hiciera el trabajo. Especialmente en momentos como estos, cuando sus emociones por lo general tranquilas y ordenadas estaban en un torbellino raro. Cuando Meena irrumpió alegremente, él observó el contoneo de su culo con mucho más interés del que debería. Para su disgusto, su interés fue notado y blanco de burlas por las damas restantes del orgullo que descansaban en la zona de recepción. Él no había encontrado su canción obscena e improvisada, en absoluto entretenida. “Leo y Meena sentados en un árbol, FO-LLAN-DO.” Luchando contra el rubor, les había gritado “¡Compórtense!” para conseguir que dejaran de hacerlo y luego las miró durante un rato hasta que se dispersaron. Pero el daño ya estaba hecho. La canción le daba vueltas en la cabeza. Maldita sea. Necesitando expulsar la adrenalina de su cuerpo, Leo tomó las escaleras en vez del ascensor, saltando los escalones, tres a la vez. En el momento en que había llegado a su piso, sin siquiera sudar, o respirar con dificultad, casi había conseguido moderar el impulso de acecharla abajo. Casi. Su felino interior por otro lado estaba enfurruñado. Mentalmente dándole la espalda, su ligre interior no entendía por qué no estaban cazando a la hembra con el increíble aroma.
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¿Por qué no vamos en busca de problemas? Entrando en su apartamento, un espacio sereno con una paleta de colores apagados –o como Luna lo llamó, “A-B-U-R-R-I-D-O”– se quitó los zapatos y se hizo una buena taza de té de menta verde. Y no, no era marica. Solo había que preguntarle a Hayder, que había cometido el error de burlarse de él, sólo para jadear cuando Leo encajó un tiro perfecto en su diafragma. Como Leo le explicó al beta del orgullo mientras se recuperaba, “Este té ayuda a enfocar la mente, lo que, a su vez, para mí es un gran objetivo.” Distracción. Eso era lo que necesitaba en este momento, por lo que podría olvidar el sabor de esos labios carnosos o cómo el cuerpo voluptuoso de Meena se sentía envuelto alrededor de él. Agarrando un libro de tapa dura de su autor favorito que había comenzado unos días antes, trató de leer, pero no podía concentrarse. En lugar de ver las palabras, veía la curva de sus labios y el brillo de sus ojos. Su polla se endureció en memoria de su calor presionando contra él, el toque de su almizcle rodeándolo, rogándole al tacto y el placer y el... A pesar de la urgencia de lanzar el libro, puso el marcador de vuelta dentro de las páginas nítidas y lo colocó sobre la mesa, perfectamente alineado con el borde. Dado que resultaba imposible concentrarse en las palabras escritas, recurrió a la limpieza, pero todo en el lugar estaba impecable. Sí, era un maniático compulsivo del orden. Por el momento, la única cosa sucia alrededor era su mente. ¡Oh, las cosas que quería hacer con esa irritante mujer! Pero no lo haría. Atención. La posición de loto compuesto por las piernas cruzadas, los codos apoyados en las rodillas, los ojos cerrados mientras emitía un zumbido bajo, no le ayudó a recuperar la serenidad. Con todos sus trucos habituales fallando, recurrió al que nunca lo hacía. Comida. De ahí el por qué se encontraba afuera, al igual que el crepúsculo cayendo, en su camino hacia el mejor restaurante de carnes en la ciudad. Regenteado por el orgullo, por supuesto. Los leones sabían de carne. Buscando un filete, cocinado con el toque justo de condimentos, una gota de la salsa reducida de vino tinto, una papa al
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horno rellena, y una guarnición de verduras salteadas rociadas con salsa de mantequilla. A continuación, consiguió llevar su culo al restaurante A Lion´s Pride. Su ligre, por lo general un compañero tranquilo, no pudo evitar un tic mental de su cola. Pero tenía que ver menos con la idea de la comida y más con el hecho de que su nariz captó un atisbo de un olor. Una cierta goma de mascar rosa, femenina, oh-mierda-ella-esta-aquí por el olor. Afortunadamente, el lugar era enorme, y Leo no era un cobarde. No iba a correr. Probablemente esta chica Meena le habría olvidado ya. Y si no lo había hecho, él la pondría en línea recta –y por línea recta no se refería a su habitación. El maître le sonrió cuando lo vio. —Leo, que agradable que se una a nosotros. Avisaré a la cocina que le preparen lo de costumbre. — —Sí, por favor. — —Por desgracia, su mesa preferida está ocupada actualmente. En realidad todo el lado del comedor está completo. Pero tengo una cabina al lado del bar que concede un poco de intimidad. — Othiel lo conocía muy bien.
El stand forrado en piel estaba escondido en la pared y tenía respaldo alto. No impedía que el ruido fluyera sobre él, pero lo toleraba. El zumbido del tono bajo de muchas voces entremezcladas con risas significaba que la gente se llevaban bien y había un buen clima. No había necesidad de que el Omega los obligara a comportarse. No es que él recurriera a su voz, especialmente, no en público, o alrededor de seres humanos. El mundo no estaba listo para descubrir que cambiaformas peludos vivían y trabajaban entre ellos. Muchos de los suyos se habían preocupado de que, con la llegada de las cámaras digitales y las redes sociales, su secreto se haría más difícil de mantener. Incorrecto. Los medios de comunicación sociales, los efectos especiales, y la necesidad de probar cosas significaban que ahora era más fácil que nunca explicar extraños avistamientos de animales salvajes en zonas urbanas. ¿Vio un león caminando por el callejón? Era un tipo de camino a una fiesta de disfraces. ¿Alguien subió un video de
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una pareja de lobos batallando en el estacionamiento de un restaurante de hamburguesas de veinticuatro horas en luna llena? Obviamente una broma animada creada por un adolescente con demasiado tiempo y potencia con los ordenadores en sus manos. Ocultarse a plena vista nunca había sido tan fácil, pero algunos, como Leo, preferían mantenerse alejados de las multitudes o grandes reuniones. Tenía sus razones. La exclusión a una edad temprana por sus compañeros porque era un hibrido –un ligre, mitad león, mitad tigre–, lo llevo a ser un poco tímido. No ayudaba que él demostrara ser un blanco fácil para las bromas. En aquel entonces, no era más que un chico enclenque con una madre que era partidaria de hablar abiertamente. Sí, hablar no funcionaba bien contra los puños, por lo que a menudo llegaba a casa con ojos negros y dientes flojos. Cuando él llegó a la adolescencia y pasó por una etapa de crecimiento masivo, de repente se encontró con que los que una vez se habían burlado de él ahora estaban bastante ansiosos por recibir la charla en vez de los puñetazos. Pero ya que Leo sabía que algunos de ellos eran duros de oído, y aún más ineptos en comprensión, a veces había reforzado sus lecciones orales sobre buenos modales con un puño certero o dos. Puños de sobra para cuando aparecía un shifter grosero. Algo así solía decir su abuela. Cuando se graduó de la escuela secundaria –con honores, por supuesto–, él se fue de casa y asistió a la universidad, donde conoció a Arik y a Hayder. A pesar de su deseo de tranquilidad, la pareja parecía decidida a arrastrarlo y enredarlo en sus desastres. Para su sorpresa le gustaba la mediación en sus dilemas y, más sorprendente, a pesar de su naturaleza caótica, disfrutaba de su compañía. Con ellos, se sintió como en casa. Aceptado. Después de la universidad, fueron por caminos separados, Arik a trabajar en el negocio de exportación del orgullo junto con Hayder mientras que Leo se inscribió durante un tiempo en una empresa privada especializada en seguridad. Algunos podrían haber llamado a su trabajo con ellos de mercenario. Otros, espionaje. Él lo llamó experiencia y un cheque de pago. Pero a él no le gustaba lo bastante como para quedarse cuando Arik le pidió que se uniera a su orgullo y actuar como su omega oficial. El papel de un omega era como pacificador en el orgullo. Se suponía que debía ser la voz de la razón, el mediador, la calma. En el que todos vierten su mierda y pedían ayuda.
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Casi dijo que no. ¿Rodeado las veinticuatro horas del día los siete días de la semana por la gente, en la ciudad? Estaba todo listo para rechazar la oferta cuando Arik insistió en que fuera a conocer al orgullo. Todo el clan estaba reunido para una boda, un gran momento para reunirse y tener una idea de la gente que Arik presidía. Excepto que Leo nunca llegó a la recepción de la boda. Llegó hasta el pasillo exterior de la sala gigante de baile, donde unos pequeños lloriqueos le llevaron hasta un niño pequeño, un león por el olor, escondido en un armario. Al abrir la puerta, se agacho sobre sus cuartos traseros para quedar al mismo nivel de los ojos del muchacho tembloroso. —¿Qué pasa? — Por alguna razón, mientras que los adultos miraban a Leo con recelo debido a su tamaño, las mujeres y los niños siempre lo hacían con confianza.
Este niño no fue diferente. —Rory y Callum se llevaron mi tableta. —
Y a juzgar por su ligero cuerpo, el niño no se veía capaz de recuperarla. Eso le trajo recuerdos de una época en que Leo tuvo que valerse por sí mismo en contra de los agresores, en un orgullo en el que el omega no podía ser molestado para mediar entre los niños, especialmente no por un mestizo. En ese momento, Leo tomó una decisión. Aquí, él podría hacer una diferencia. Él podría proporcionar una resolución para aquellos que necesitaban un abogado, reglas para mantener la paz, y comer carne cualquier maldito día que quisiera. Sí, Arik lo sobornó llevándolo a los restaurantes A Lion‘s Pride y la promesa de que siempre tendría una comida gratis si sólo aceptaba quedarse. El puesto incluía un apartamento y Leo nunca se había marchado. Hizo que Arik se arrepintiese de su decisión de darle comida gratis. Leo tenía un apetito saludable y tomó ventaja totalmente, y aunque no tenía que pagar, daba buenas propinas y el personal lo adoraba. Con un vaso grande de leche –una jarra de litro de las de cerveza desde que él tomó en serio su salud– cerró sus ojos y llevó su cabeza hacia atrás, inhalando los olores apetitosos de la comida.
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Su cabeza se quebró cuando un aroma decadente se dejo caer frente a él. —¡Pookie! Sabía que vendrías a mi encuentro. — Meena le sonrió desde el otro lado de la mesa.
Su polla intentó decir HOLA, pero el apretó un puño debajo de la mesa sobre su regazo. —Vine para cenar. — —¿Cenar? Oooh, realmente amo a un hombre al que le gusta comer. — Ella le lanzo un guiño.
Lucho contra el rubor. Él. Ruborizándose. ¿Qué demonios? — ¿No deberías volver con tus amigos? —
Antes de hacer algo loco como invitarla a regresar para ocupar el lugar del postre. —Pueden esperar mientras ceno con mi Pookie. Quiero decir, yo no quiero ser grosera en nuestra primera cita. — —Esto no es una cita. — —Y, sin embargo, estamos tú, yo, y ¡la comida! — Ella aplaudió cuando exclamó la última palabra, probablemente porque el camarero llegó portando una bandeja enorme cargada con un ridículamente grande bistec y todos los acompañamientos.
Antes de que hubiera terminado de darle las gracias a Claude por ser tan rápido con su comida, ella cortó un pedazo de su bistec y se lo metió en la boca. Mientras masticaba, los ojos cerrados, hizo ruidos felices. Ruidos que no debían estar permitidos en público. El ruido que debería realizar sólo mientras la tocaba. Los ruidos que le hicieron estallar, —¿Te importa? Esta es mi cena. —
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—Lo siento, Pookie. Eso fue muy grosero de mi parte. Aquí, toma un bocado. — El siguiente trozo de carne que ella cortó se lo ofreció con el tenedor, un tenedor que había tocado sus labios.
Recházalo. No compartimos. Nosotros… Él lo comió, un bocado de absoluta delicia. Jugoso, con un ligero toque de sal y ajo, mantequilla suave para masticar. Su turno de suspirar. —Maldita sea, eso es bueno. — —Haz ese ruido de nuevo, — gruñó ella.
Él la miró y se dio cuenta de que ella miraba su boca, con avidez. Ávidamente… Era a la vez halagador e inquietante. Tenía que parar esto. Ahora. —Si no te importa, preferiría comer solo. — —¿Solo? — —Sí, solo. Aunque estoy feliz por tu interés en mí, me temo que estás equivocada acerca de todo lo demás. No estamos en una cita. No somos compañeros. No somos nada. Nada de nada. Nada. — No tenía sentido endulzarlo. Lo mejor era dejar las cosas claras antes de que llegara más lejos con esta idea loca de que estaban destinados a estar juntos.
Pero nosotros pertenecemos a ella. Leo ignoró a su felino interior mientras esperaba a que ella estallara. Las mujeres nunca tomaban bien el rechazo. Cualquiera de ellas recurrían a las lágrimas y lamentos, o recurrían a gritar y despotricar. Pero la honestidad era lo mejor. Sin embargo, Meena no reaccionó como esperaba. Sus labios se estiraron en una sonrisa plena, sus ojos brillaban, y se inclinó hacia adelante, presionando sus pechos juntos, enseñando su escote al inclinarse y darle un vistazo a la sombra del valle que habían creado. —La resistencia es inútil. Pero mono. Piensa en mí más tarde, cuando te estés masturbando, sé que yo voy a estar pensando en ti. — Con un último bocado robado
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de su cena, ella se levanto de su asiento y se fue pavoneándose al bar. No mires. No mires. Pfft. Era un gato. Por supuesto que él miró, y admiraba el silbido hipnótico de su culo. Ella había tomado su rechazo mucho mejor de lo esperado, aunque su método era la completa negación. Sin embargo, apreciaba que no montara una escena y le permitiera terminar su cena en paz, una paz que se hizo añicos mientras disfrutaba de un chocolate caliente con su postre. —¡Hazlo! ¡Hazlo! — La risa estridente de la barra, seguido por algunos gritos estridentes, entraron en el suave zumbido de la multitud.
Acostumbrado a las mujeres fuertes –las mujeres del orgullo no eran precisamente del tipo más tranquilo– ignoró el estruendo mientras saboreaba la decadencia de caramelo cremoso rociado encima del brownie húmedo. El ruido en el bar se hizo más fuerte. Él se abstuvo de estirar el cuello para ver la fuente, a pesar de que su ligre le instaba a echar un vistazo. ¿Por qué buscar cuando ya sabía quién andaba en el bar? A pesar de no mirar a escondidas, Leo pudo sentirla de una manera que le inquietaba. Seguramente su anuncio antes de que eran compañeros era falso. El destino no lo habría emparejado con alguien tan absolutamente inadecuado para su estilo de vida y gustos. De acuerdo, tal vez ella era de su gusto, ya que, físicamente, no había nada malo en ella. No, su problema era más bien el hecho de que ella personificaba el caos total. No puedo imaginarme pasando el resto de mi vida tratando con la agitación, incluso si el manejo de situaciones –y el manejo de sus curvas– fuera algo que disfrutaría totalmente. Acabando con el último bocado de su comida, que planeaba dejar –¡Escapa ahora mientras puedas!– cuando el nivel de ruido se levantó otra muesca. Quédate fuera de esto. No mires. Argh. No podía detenerse. Sin voluntad o conciencia debido a la astuta influencia de su ligre, él miró al mar de cabezas mayoría rubias. Como coreaban, “Bebe. Bebe. Bebe.” A las leonas realmente les gustaban sus martinis y cócteles, y el restaurante A Lion‘s Pride satisfacía sus gustos. Este lugar era más que un restaurante especializado en carnes. La barra alardeaba de tener camareros bien informados que podrían hacer una bebida inferior para los que solo les
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gustaba una cerveza o vino. ¿Le sorprendió observar que Meena era el centro de atención, derribando un coctel grande sin respirar? Tal habilidad útil que tenía para tragar. Gatito malo. Cuando terminó su impresionante forma de beber, ella depositó el vaso sobre la barra y se lamió los labios. Húmedos. Suculentos. Labios. Mmm. Él pensaba alejarse, pero como si hubiera percibido su interés, volvió la cabeza y captó su mirada. Guiñó un ojo. Ella también le sonrió. Uh oh. Él conocía esa mirada. Significaba echa a correr. Por desgracia, resultó ser demasiado lento. Apoyando las manos en la barra, Meena se izo sí misma y se puso de pie en la superficie pulida. Todavía llevaba los pantalones cortos, ridículamente cortos. Dada su posición encima de la barra, ahora cada uno en el lugar podría ver cómo su ropa moldeaba sus curvas de reloj de arena. Esto trajo un gruñido y se le erizaron los pelos del lomo a su felino interior. Si tan sólo tuviera un abrigo largo para cubrirla. Un pensamiento extraño, dado que muchas de las leonas llevaban la misma ropa o incluso peor y no le importaba un comino. —¿Quién va a tomar algo conmigo? —
Las manos se dispararon junto con demasiadas voces gritando: “¡Yo!”. Meena sonrió. —Impresionante. Barman. Una ronda de tequila para mí y mis amigos. —
El tequila nunca pareció más sexy que en ese momento debido a la SeñoritaDeterminada-A-Fastidiarlo.
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En primer lugar, ella lamió la sal que roció en su mano. Su ágil, lengua rosada recogió los cristales salados, lentamente, lánguidamente. ¿Cómo sería tomarse un tiempo para recorrer esa piel desnuda? ¡Atención! ¡Atención! Él no pudo apartar la vista a tiempo. Con la cabeza echada hacia atrás, su pelo cayendo sobre sus hombros y por la espalda para hacerle cosquillas a la parte superior de su culo, Meena chupó el tequila desde el vaso cristal. Me pregunto si le gusta que le tiren del pelo. Sobre todo si la tomaba por detrás, la exuberancia suave de sus nalgas dando la bienvenida a sus embestidas. Leo no pudo evitar gemir. En cuanto a ella, se rio mientras tomaba la rodaja de limón en la boca y mordía. Con el rostro contraído, y los labios fruncidos después de morder el trozo de limón. —¡Argh! ¡Woo! — chocar de puños.
Completamente loca. Algo así como el resto de las leonas que conocía. Un hombre en su sano juicio escaparía ahora. Un hombre sabio correría. Pero no pudo marcharse. Como omega del orgullo, le correspondía asegurarse de que las cosas no se les iban demasiado de las manos. No iba a intervenir y detener la bebida –que implicaría demasiado mearse y gemir sobre él por arruinar su diversión. Luego estaba la molestia que, cuando se utilizaba la voz de la razón en señoras del orgullo borrachas, tendían a empezar a llamarlo papá grande –y presentaban sus traseros en ofrecimientos a recibir azotes. A pesar del hecho de que tendría que arrastrar a unas cuantas damas a su domicilio cuando el alcohol nublara su sentido de la dirección, dejaría que las leonas bebieran en frente de su cara y les volvería a dar una conferencia más tarde sobre el comportamiento propio de un joven. Ellas no escucharían, en realidad, probablemente se echarían reír, pero lo intentaría. Porque eso era lo que hacían los omegas. Ellos proporcionaban orientación –y la voz molesta que decía “te lo dije”.
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En el caso de Meena, sin embargo, no creo que un azote verbal funcione. Dependía de qué parte arremetiera con su lengua. Demasiado fácilmente podía imaginarse a sí mismo entre sus muslos cremosos. Malo. Muy malo. Sabroso. Muy delicioso. Él debía centrarse en el discurso que le daría a las leonas salvajes. O podría omitir los ladridos inútiles y ponerlas sobre su rodilla como solicitaban. Más bien poner a Meena sobre sus rodillas. Regalo para el castigo de esas mejillas apenas cubiertas en esos cortos e indecentes pantalones. Golpear con su mano el contorno redondeado. Apoyarse en… —Otra ronda, camarero. B522 en esta ocasión. —
Esto no sería bueno. Hay que señalar, en tanto que los cambiaformas tenían metabolismos más rápidos y podían procesar el alcohol más rápido que los humanos, todavía sentían el efecto, sobre todo si se bebía en grandes cantidades. No se necesitaba una mente brillante para ver la próxima catástrofe, sobre todo porque la rolliza Meena vaciló sobre la encimera pulida de la barra, con las mejillas sonrojadas, sus ojos vidriosos, y su risa rica y desenfadada. Lo que no tenía era sentido común. A pesar de que ella se tambaleaba, se siguió tomando que la multitud ofrecía vitoreándola. —¿Quién quiere una mamada ?, — Preguntó ella.
¡Yo! En algún nivel visceral, sabía que se refería al disparo de alcohol, pero eso no detuvo a su polla animarse con interés. Tampoco le impidió imaginarla de rodillas, con los ojos mirándolo fijamente con sus mejillas ahuecadas mientras su boca se abierta sobre su eje se deslizaba hacia atrás y adelante. Gemido. 2
Chupito con nombre de bombardero, compuesto por tres licores dispuestos en capas en un vaso de chupitos.
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Dejando la servilleta de lino sobre la mesa, Leo se levantó, y mientras que él pensaba marcharse –en vez de quedarse sentando esperando problemas –, en cambio, se encontró caminando en dirección a ella. Una multitud de leonas se interponía en su camino. Solo fueron necesarios unos codazos para conseguir que los cuerpos se apartaran ante él. Para aquellas que no captaban la indirecta, las agarraba y las hacia a un lado. A medida que se acercaba al área alrededor de la barra, no dijo una palabra. Simplemente extendió los brazos, justo a tiempo también, para coger un cuerpo achispado cuando la gravedad finalmente hizo acto de presencia. Borracha o no, Meena lo reconoció. Una amplia sonrisa estiró sus labios carnosos y un hoyuelo apareció en su mejilla. —Hola, Pookie. Sabía que no podías resistirte a mí. — —¿Nadie te ha dicho que no te subas a las barras? — —Bueno, sí, mi amiga Gina lo hizo, pero sobre todo porque la última vez llevaba una falda y su novio no paraba de mirar a escondidas bajo ella. Ella totalmente comenzó esa lucha también. Como si quisiera a su novio escuálido. Yo prefiero un hombre grande. Como tú. —
El cumplido lo excito. El calor se precipitó a través de él, energizando sus nervios, su piel. Todo. Eso le hizo híper consciente de su presencia en sus brazos. También por desgracia lo notaron los que les rodean. —Buena atrapada, Leo. — —Yo gané veinte dólares. — —Lo qué es una mierda, — se quejó otra voz femenina. —Ella técnicamente se cayó de la barra. — —Pero ella no se cayó al suelo. Me lo debes totalmente. —
Las leonas no fueron disuadidas en absoluto por la desaparición de una de ellas. Por el contrario, una nueva leona tomó su lugar en la parte superior de la barra –curioso cómo Leo no estaba preocupado por su caída. Se volvió para salir y se encontró con Reba quien levantó un chupito en cada
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mano. —Leo y Meena sentados en un árbol. BE-SAN-DO-SE. —
Bueno, al menos estaban cantando la versión pública más apropiada. Haciendo caso omiso de su oferta a beber con ellos, Leo se fue y se abrió paso entre la gente y las mesas, apuntando a la puerta principal. Meena no parecía perturbada en absoluto de que él se la llevara. Por el contrario, ella se rió. —Y él la llevó hacia el atardecer, o en este caso hacia la de luna, y vivieron felices para siempre. — Meena abría y cerraba en forma de tijera sus pies, alcanzando el borde de una bandeja con platos vacíos y enviándola al suelo.
El choque resultante no detuvo sus pasos. En su mente, cuanto más rápido se la llevara de aquí, menos posibilidades para más desastres. Y más rápido estaremos solos. El insidioso recordatorio casi le hizo tropezar. Él la puso a ella, y a su mente, recta. —Mi rescate ante tu caída a manos de la gravedad no cambia nada. Yo simplemente estaba haciendo mi trabajo como omega. Vi una catástrofe en ciernes y me dirigí a terminarla. — Sonaba convincente, aunque sólo la molesta verdad acerca de capturar su cuerpo caliente durante la caída era porque no podía evitarlo. —No sé si yo llamaría a esto una catástrofe. Me refiero a que me atrapaste, y no me caí. Nada te rompiste, no necesitaste una ambulancia, y ahora estoy dejándome llevar estilo princesa por alguien no relacionado conmigo. Eso es totalmente impresionante, como lo es el hecho de que estoy lo suficientemente cerca para que pueda hacer esto. — Siendo esto un mordisco en el cuello en medio de silbidos y sugerencias lascivas desde detrás de ellos en el bar, que se desvaneció en volumen y variedad mientras la llevaba fuera al aire fresco.
El aire frío de la noche no detuvo sus mordiscos calientes y chupetones en su cuello. Tampoco enfrió su ardor, que insistió en crear una tienda de campaña en sus pantalones. Si esta fuera cualquier otra mujer, Leo podría haberse permitido a sí mismo
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disfrutar de las caricias. Pero esta era la prima de Arik. Esta era la mujer sobre la que se hablaba en voz baja ante Hayder –quien lucía una mirada de pánico cada vez que su nombre aparecía en relación con el pelo. Esta caótica fémina produjo una gran admiración entre las damas del orgullo, que dijeron que sus travesuras eran parte de la leyenda. Con ese tipo de reputación tras ella, Leo debía mantenerse al margen. No. Esta es nuestra mujer. Besa su espalda. Su bestia interior no se preocupaba por las razones por las que no deberían disfrutar de lo que ofrecía. Lo bueno es que era el hombre el que tenía el control. Aunque Meena le llenaba las manos, a Leo no le importaba llevarla. Era probablemente más seguro para la sociedad en general si lo hacía. De esta manera se podía asegurar que ella volvía de nuevo a la casa y a la cama antes de que iniciara mas desastres. ¿Su renuencia a dejarla ir tenía que ver con su disfrute de los mordiscos en su cuello? Nunca. Él nunca se rebajaría a tal cosa. ¿Verdad? Trató de distraerse de las travesuras de su boca hablando. —¿Tu madre nunca te enseño a no beber como un marinero en público? — —Mi madre es una mojigata tensa cuya idea de un buen momento implica el encaje de aguja y hacer mermelada casera. Prefiero vivir un poco. Y, además, ¿dónde está el problema? Yo estaba teniendo un buen momento. He pagado por las bebidas por adelantado. Yo no vomite sobre cualquier persona. Yo diría que las cosas iban bien.— —Te caíste de la barra. — —¿Verdad? ¿O es quise aprovechar cierta aproximación de un hombre guapo y decidí poner a prueba sus reflejos? — —Tú no pudiste caerte a propósito. —
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—Si tú lo dices, Pookie. — Ella interrumpido su asentimiento con un chupe de la piel de su cuello. —¿Por qué insistes en llamarme Pookie ? Mi nombre es Leo. — —Leo es como te llama todo el mundo. Quiero mi propio nombre especial. Elegí Pookie . ¿Te gusta? Creo que el apodo te pega porque eres tan grande y tierno.—
Consternado, él la miró boquiabierto. —Yo no soy tierno. — Por el contrario, prefería ver películas solo, en su silla.
Se acurrucó con su mejilla contra su hombro. —Eres totalmente adorable. Y lindo. También tienes un gran culo. —
¿Lo tenía? Y no, no permitió que su pecho se hinchase con su alabanza. —Creo que estás borracha. — —Podría estar un poco borracha, pero no estoy ciega. Eres caliente. Incluso si no fueras mi compañero, iría totalmente detrás de tu dulce culo. — —Nosotros no somos compañeros. — —Todavía. — —Nunca. — Y era él, ¿o esta conversación se sentía como un déjà vu? —Te gusta hacerte el difícil. Eso me gusta. — —No estoy jugando. Lo digo en serio. No estoy interesado en la búsqueda de una relación. — —Lo que sea. Pookie. — Lo dijo con una inflexión burlona antes de regresar a la exploración de su cuello.
Decidiendo que no estaba logrando gran cosa discutiendo, él siguió caminando. Y él no la dejó en el suelo. No le preguntes por qué. Sólo que no lo hizo. No podía.
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Porque ella es nuestra. Rawr. Mantuvo el rugido de frustración para sí mismo e ignoró las miradas curiosas que siguieron su camino al entrar en el vestíbulo y se dirigió directamente al ascensor. Alguien se aclaró la garganta, pero antes de que pudieran hablar, gruñó. —Ni una palabra. Ni. Una. Sola. Palabra. Para aquellos que sienten la necesidad de conocer, — los felinos son criaturas curiosas, —estoy trasladando a nuestra invitada ebria a la cama. —
Meena abandono la exploración de su piel el tiempo suficiente para gritar, —¡No molestar! Estoy de suerte esta noche. —
Cerró los ojos y suspiró. Risitas los siguieron, cortadas sólo porque las puertas del ascensor se cerraron detrás de ellos. 25
—¿Era realmente necesario? — dijo sin ocultar su exasperación. ¿Y era ella debidamente castigada por su mirada?
Nope. Ni un poco. Con una inclinación pícara en los labios ella le dio una mirada completamente adorable. Luchó contra su encanto con un semblante severo. —No seas gruñón, Pookie. —
Él no estaba de mal humor. Estaba siendo estoicamente paciente. Gran diferencia. —Insinuaste que estábamos durmiendo juntos. — —¿No lo estamos? — Una vez más, intentó un aleteo inocente de las pestañas. —No. —
Su turno para suspirar. —Es una pena. Pero no voy a dar marcha atrás. Una chica tiene una reputación que mantener. Además, le dije a Reba y Zena que yo te conseguiría en mi cama. — —¿Hiciste qué? —
Ella rodo los ojos. —Oh, no me digas que tienes una regla contra las apuestas también. — —La tengo cuando me involucran. — —Pero la mitad no te implica, ¿por lo que no quiere decir que está permitido?— —No. — —Oh vamos. No es como si hubiera apostado por algo malo. Sólo que ibas a terminar en la cama. Conmigo. — —Prepárate para perder puesto que te estoy trasladando a la cama, no uniéndome a ti. — —¿Estás seguro? Quiero decir que ya sé que no es muy grande, ya que sólo una queen , pero podríamos acurrucarnos. — 3
¿Acurrucarse? Si él terminaba en la cama con ella, iba a hacer más que eso. Mucho más. Cuando la puerta del ascensor se abrió, se le ocurrió que, con la puerta de su apartamento a sólo unos metros, podía ponerla en el suelo y dejarla hacer el resto del camino a su cama. Estúpido cuerpo que aun no estaba obedeciendo. Es la mejor manera de asegurarse de que ella lo hace. Dada su reputación, no le extrañaría que ella se metiera en problemas en el momento en el que le diera la espalda.
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Cama un poco más grande que la que conocemos como cama matrimonial. Las medidas de la cama queen son 1.50 metros de ancho y 2 metros de largo.
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Con ese tipo de razonamiento, no tenía ningún problema manteniendo un estricto control sobre ella mientras caminaba el corto pasillo hasta la puerta de su hogar. Él sabía en qué suite ocupaba ella, la primera destinada a los huéspedes. Como omega del orgullo, podía abrir la puerta, colocando su mano sobre el panel de seguridad ubicado en la pared. Al entrar, él no se sorprendió por la decoración del lugar. Había visto este lugar muchas veces antes, ya que acogía a los visitantes del orgullo. También sabía exactamente donde estaba el dormitorio, y rápidamente entró en el, y finalmente sus brazos obedecieron, dejándola en el colchón. Ella gritó mientras rebotaba, brazos y piernas extendiéndose –que en aquellos pantalones cortos demostraban prácticamente ser ‘No apto para menores de 18 años’. Un verdadero caballero habría apartado la mirada. Al parecer, Leo no tenía tan buenos modales como le gustaba pensar. Pero al menos una pregunta fue respondida. Ella llevaba bragas. De color rosa de algodón. Babeando. Tan sexy. Algunos chicos podían preferir la ropa interior tipo tanga de encaje, pero Leo se encendía mas por una mujer que escondía sus atractivos con ropa normal. La sencillez sólo servía para realzar la belleza natural del cuerpo de una mujer. Como si Meena necesitara más aderezos. Ya la deseaba mucho más de lo que era apropiado. Ayúdala a ganar la apuesta. Únete a ella en la cama. Cuan disimulado el susurro. Lo que era peor, no podía decir si era su astuto felino tratando de llegar a reivindicar a la irritante mujer o su propia mente tratando de llegar a la cueva de la tentación. No sucederá. Se giró para irse, sólo para detenerse cuando ella dijo: —¿Adónde vas? Si me vas a poner en la cama correctamente, ¿no deberías al menos desvestirme? —
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Diez. Nueve. Ocho. No se calma hasta el cero. En realidad, él todavía no estaba en calma, pero se dio la vuelta en cualquier caso, en contra de su mejor juicio, incapaz de controlar las acciones de su cuerpo. Allí estaba, extendida sobre su espalda, los brazos cruzados bajo la cabeza. Su postura levantó la camisa mostrando una tira de piel entre el dobladillo de su camiseta y sus pantalones cortos. En cuanto a los pantalones cortos, maldita sea, parecían incómodamente apretados. Ella realmente debería eliminarlos –junto con su sujetador. Apuesto a que esos pechos podrían necesitar un masaje después de estar atados todo el día. Él puso sus manos detrás de su espalda. —No te voy a desnudar. Puedes hacerlo tú misma. —
Mientras nosotros miramos. Su felino interior aprobaba ese plan, aunque sabía que no era la intención de Leo. Ella, obviamente, pensaba que lo era. —Un mirón. Cuan sexy. Prepárate para ser cautivado por mis súper movimientos sexys. —
Él estaba impresionado, y también luchó para no reír –y saltar sobre ella para violarla. Reírse porque esos diminutos pantalones cortos de jean estaban decididos a quedarse. —Bistec gigante estúpido para la cena y pastel de queso asesino de postre, — gruñía ella mientras se retorcía y luchaba con sus pantalones. —¿Cuándo cenaste? — Debido a que solo había tomado unos pocos bocados de su cena. —Antes de que llegaras. Es por eso que te permití mantener tu cena. Yo no estaba muy hambrienta. Pero lo estoy ahora. — Su guiño se convirtió en un estrabismo cuando ella sacó la lengua, arqueó la espalda y tiró de sus pantalones vaqueros, que habían rodado en un fajo de tela alrededor de sus caderas y atorado. —¿Necesitas una mano?, — Preguntó. No porque él realmente quisiera tocarla, –lo quería, totalmente–, sino porque no podía soportar ver su empuje y rodar
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de sus caderas más. Esto hacia que un hombre desease fijarla a la cama y tenerla girando bajo el cuerpo con fines eróticos. —Ya era hora de que te ofrecieras. — Ella se calmó y le sonrió, desenfadada y acogedora.
Inclinándose, él no perdió el tiempo, simplemente agarró la tela que se abrazaba a sus caderas y tiró. RIP. El vaquero destrozado y ella liberada de su prisión. Sin el, sin embargo, ella se reveló. ¿No se decía que las bragas mejoraban la fricción? Nunca más cierto que ahora. Algodón rosa moldeaba su pelvis inferior y no podía ocultar la humedad absorbida por la delgada franja de tela que cubría su sexo. La ropa interior podía ocultar su montículo, pero no podía detener el almizcle de su excitación. Ella me quiere. La quiero. 29
Debo tenerla. Tomarla. Reclamarla. ¡Ayuda! Leo sucumbió a algo que no había sentido en años. Pánico. —Creo que se puedes arreglártelas desde aquí. — Por sí misma. Sin él. No más tocarla. No más ser un hombre útil y ayudarla a desvestirse. —Pero ¿qué pasa con mi sujetador? — Ella ahuecó los pesados pechos y le disparó una sensual, suplicante mirada.
¡Libera esas bellezas! Dio un paso hacia adelante. Se contuvo. Debía escapar. Él no caminaba. ¡El corrió! Se marcho como si una manada de
elefantes en estampida fuera tras él, dispuesto a aplastarlo. Y antes de que nadie se ría, elefantes en estampida no eran cosa de broma. Él debía saberlo. Apenas había sobrevivido a una de sus carreras locas. Al igual que apenas escapó de su apartamento indemne. Nunca debí haber ido allí. Tendría que haber caminado con ella hasta la puerta e irme. Él lo sabía, y sin embargo, no pudo evitarlo. No podía dejar de quererla. Esto fue suficiente para hacer que incluso su temperatura hirviera –con excitación. Entrando en su propio hogar, de inmediato se dirigió al baño y abrió la ducha, solo agua fría. Podía mentir y decir que el conservaba la energía evitando el calor, pero su motivo era calmar el calor que rabiaba dentro de él. El frío glacial de la ducha ayudó a aliviar un poco su erección, pero no podía eliminarla de su mente. Espontáneamente, pero bienvenido, se agarro a sí mismo, el grosor de su pene una prueba de su efecto sobre él. Envolvió sus dedos alrededor de el, cerró los ojos y dejó que la fantasía se hiciera cargo. Tal vez dejándose llevar, él disminuirá su poder sobre él. Así que se permitió imaginarla arrodillada ante él. Gloriosa y desnuda. Su dorado cabello cayendo sobre los hombros y besando la parte superior de sus espléndidos pechos. ¿A que se parecerían sus pezones? La había dejado antes de averiguarlo, pero se imaginó que serian grandes, suculentos, al igual que el resto de ella. Y ella sería una amante entusiasta. De rodillas, ella le agarraría apretado. Oh sí. Sus acogedoras manos acariciando su polla de ida y vuelta, frotando la suave piel, proporcionando fricción. Una rápida lamida hasta la punta, una caricia suave que se convertiría en una vuelta completa, en la cabeza de hongo. Gemido.
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Una succión en la calidez de su boca, una boca que lo succionaba y bañaba en calor húmedo. Suspiro. Mientras ella lo chupaba, su mano trabajaba, adelante y atrás, adelante y atrás, más rápido, más rápido. Sus caderas empujaron, hundiendo, empujando su polla más profundo. ¿Qué tipo de sonidos haría? Gemidos agradecidos. Tal vez ella disfrutaría de unos tragos de su carne, lo suficientemente duro para hacer jadear. “Cógeme, Leo. Tómame ahora”, rogaría ella dulcemente. ¿Se doblegaría a reclamarla o acabaría en su boca? Ella sentiría su dilema y susurraría, “Ven por mí. Déjame probarte.” Mierda santa. Él llegó al clímax. Chorros calientes de esperma lavados por el desagüe. Alivio al fin. Ahora, tal vez, podría resistir su extraño encanto. Obviamente, había pasado demasiado tiempo sin liberación. Un hombre tenía que venirse en forma regular si quería controlar sus instintos más bajos. No era de extrañar que casi hubiera sucumbido a la mujer irritante. El solamente estaba necesitado. Sin embargo, si ese fuera el caso, entonces ¿por qué el pensamiento de ella guiñándole y susurrando, “¿Podemos hacerlo de nuevo?” levantaba su polla? No puedo estar caliente otra vez. No tan pronto. Sin embargo, él lo estaba, y cuanto más trataba de no pensar en ella, más le costaba evitar recordar el sabor de ella en los labios, la sensación de ella mordisqueándole el cuello. Argh. Su ataque de masturbación no había funcionado. ¿Qué le pasaba? Dado que su cuerpo parecía decidido a volver a su estado febril, volvió a alojarse bajo la corriente fría, la cabeza inclinada, respirando y centrándose en asuntos mundanos. El próximo día de campo en el rancho del orgullo. La bebe más reciente nacida en el orgullo, cuyo impactante pelo rojo tenía a todos preguntándose qué
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retroceso genético demostraría ser cuando ella golpeara su adolescencia. Cuando sintió que había recuperado el control de sí mismo, finalmente salió de la ducha y se enrollo una toalla alrededor de su cintura. Dada la falta de calor durante su ducha polar, ninguna niebla oscurecía su espejo, y por lo tanto una mancha de color inesperado atrapo su atención. Se dio la vuelta y echo un vistazo más de cerca. —No puedo creerlo. Ella me marcó. — Desde luego lo hizo. Un buen chupón purpura se destacaba en marcado contraste con el resto de su cuello.
¡Ella nos marcó! Estaba irritado –y satisfecho. Asimismo no duraría mucho tiempo. El sanaba rápidamente. Se toco la marca con los dedos, reviviendo por un momento el acto que lo puso allí. La caricia de sus labios, el calor sensual de su aliento, la excitación impaciente y necesitada de probar su piel. Suspiro. Volvía a necesitar una ducha fría.
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Pestañas oscuras descansando sobre sus pómulos. Labios llenos aparentemente suaves y apetitosos. Cabello oscuro, desordenado en lugar de perfectamente ordenado. No había líneas de molestia que estropearan su rostro. Ella lo disfrutaría mientras pudiera. Lo más probable era que no fuera a durar mucho más tiempo. Sobre todo porque ella estaba a punto de despertarlo. —Despierta, despierta, dulzura. —
A su favor, Leo no gritó. No como hizo Hayder la última vez, cuando Meena estaba a horcajadas sobre él y lo despertó con una mirada. En ese momento, ella tenía sólo doce años, mucho menor, oh y ella llevaba una máscara de fantasma. Aún así, el grito que soltó, era totalmente anti-león. De vez en cuando, le gustaba llamar a su buzón de voz y reproducir el clip de sonido para reírse. Leo no dejó escapar nada más que un gruñido cuando abrió los ojos y la vio sentada a horcajadas sobre su impresionantemente amplio pecho. A diferencia de su hermano, Barry, no la arrojo fuera. A diferencia de su padre, el no le dijo que fuera a molestar a su madre. Y a diferencia de su último novio, él no jadeaba por aire y pidiendo una ambulancia. ¡Qué marica resulto ser su ex, dejándole por un par de costillas rotas en el camino del sexo de buenos días! Leo no hizo ninguna de esas cosas. Cerró los ojos y se volvió a dormir. Eh. ¿Tal vez no notó que estaba sentada allí? Ella se sacudió. La clase de sacudida que él no podría omitir que lo estaban aplastando, ¿verdad? No se movió. Pero ella se inclinó hasta su cara manteniéndose solo una pulgada o menos por encima de él. No abrió los ojos, pero él preguntó, en un tono de voz que ella conocía bien –exasperación con un toque de resignación.
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—¿Cómo llegaste aquí? — —A través de la puerta, por supuesto. — —Estaba cerrada con llave. — —Lo sé. Una cosa buena que tenga la llave. — —¿Cómo diablos conseguiste la llave? La puerta esta codificada para la impresión de la mano. Nadie tiene la llave. — —¿Realmente importa el cómo? Como tu compañera, necesitaba acceso a nuestro hogar. — —Este no es nuestro hogar. Este es mi apartamento. — —Sí, puedo decirlo. — Arrugo la nariz. —Este lugar es como una inmaculada y aburrida sala de exposición. No te preocupes. Tengo planes de volver a decorarla. — —Me gusta mi decoración como esta. — —Estoy segura de que si, pero ya que vamos a compartir el apartamento como compañeros… — —No estamos acoplados, — gruño en un tono sexy que ella disfrutó mucho. —Aún. — Hablaba con absoluta convicción. Meena era una firme creyente en el destino. —Nunca. — Parecía tan convencido.
Qué lindo. —¿Te he dicho que me encantan los retos? — —Esto no es un juego. — —Tienes razón. No lo es. Un noviazgo no tiene perdedores, sólo ganadores. —
Él suspiró. Una vez más, otro sonido con el que estaba muy familiarizada.
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—¿Qué quieres? — —¿No es obvio? A ti. — —Aparte de a mí. — —La paz mundial. —
Él resoplo. —No sucederá. — —Zapatos que pueda comprar en las tiendas en vez de ordenarlos especiales.— Tamaño doce para pies de mujer presentaba un desafío. —Ve descalza, es mejor para ti. ¿Qué más? — —Abrasador sexo caliente. —
Eso hizo que sus ojos se abrieran sorprendidos. Él la miro, y ella sonrió, especialmente cuando una parte de él pasó de semi-erecta a completo poste de acero, grueso y largo. Que bueno descubrir que era proporcionado. —No vamos a tener sexo. — —¿Estás seguro de eso? — Ella se retorció encima de él, la emoción de frotarse enviaba escalofríos a través de su cuerpo. —Mucho. — —Si no estás de humor, entonces, ¿qué es esto?— Ella se froto lentamente contra la prueba de su excitación.
Sus ojos se volvieron de un profundo tono de azul ahumado, un signo de su pasión. Una señal de que estaba a punto de desatarse. Una señal… —Eso, Catástrofe, se llama urgencia de orinar. Es una reacción corporal masculina natural que se produce al despertar. —
Su respuesta hizo que se desinflara un poco. Ella pensó que era lindo que mintiera y jugara a hacerse el difícil.
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Nadie quiere aparearse con un mujeriego. Sin embargo, eso no quería decir que ella dejara de insistir. Ella le dio otro roce, que disfrutó inmensamente. —Es una pena. Me encanta un polvo mañanero. Ayuda a tener un buen día. — Si bien no hizo ningún sonido, ella notó un diminuto tic en su ojo izquierdo, e incluso no pudo ocultar totalmente la tensión en su cuerpo.
Bastante torturado por el momento, –que resulto agradable– ella salió de su delicioso cuerpo sobre su cama. —Vete a hacer pis. Voy a esperar por ti, — anunció cuando él no se movió inmediatamente. —No puedo. — —¿Por qué no? ¿Eres del tipo que tiene miedo escénico si él cree que alguien está escuchándole orinar? — —No, pero no estoy vestido para tener compañía. Así que si no te importa... — —¿Impórtame qué? ¿Conseguir un vistazo de la mercancía? — Ella sonrió mientras cruzaba sus manos detrás de su cabeza. —Adelante y haz alarde de ello, Pookie. No puedo esperar a ver lo que tienes. —
Ooh, mira eso. El tic se hizo un poco más pronunciado. —No voy a desfilar desnudo frente a ti. No sería correcto. — —Ahora suenas como mi madre. Ponte algo de ropa. Usa un traje de baño cuando nadas. No muestres tus tetas como collares. Esto no es Nueva Orleans. —
Eso fue sin duda otro suspiro. —Estoy empezando a ver por qué te prohibieron visitarnos. — —Oye, no fue mi culpa que los ratones escaparan. Se suponía que sería una sorpresa. ¿Cómo iba a saber que irían a por el cableado? —
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—¿Me atrevo a preguntar por qué tenías ratones? — —Para jugar por supuesto. — —¿Qué juego implica a roedores vivos? —
Ella rodó los ojos. —Como, duh, una ratonera por supuesto. — —Por supuesto. — Incluso no pudo detener la contracción de sus labios. —Interesante esta conversación, voy al baño. Espero que te hayas ido cuando regrese.— —¿O de lo contrario? — —¿Qué quiere decir o de lo contrario? Te he dado una orden, y como invitada del orgullo, obedecerás. — —Seguro, Pookie. — —Y deja de llamarme, Pookie. — —¿Prefieres churri? — —¡No! —
Ella podría haberse reído de su acosado tono si no hubiese elegido ese momento para arrojar las mantas, y tirarla al suelo, dejando al descubierto un montón de piel. Musculosa, ligeramente bronceada, deliciosa piel. Quiero mordisquear. Mientras que su gato interior quería dar un mordisco, Meena quería abalanzarse sobre él. Especialmente desde que el hombre valiente, aunque inicialmente tímido sobre lo de lucirse, no se movió de manera precipitada al baño. Nope. Él salió de la cama, enseñándole un culo –con grave necesidad de marcas de dientes, los de ella, por supuesto– y moviéndose con una gracia sensual que la hizo
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suspirar. Oh, ¡que buen espécimen masculino! Mío. La idea posesiva la tomó un poco por sorpresa. Meena generalmente compartía todo con todos. Hasta ahora. Ahora la idea de otra mujer mirando a su hombre hizo a Meena un poquitín molesta como en... “Voy a-sacarles-los-ojos-si-ellas-lo-miran-demasiado”. Al menos ahora entendía por qué la abuela había pasado un año en la cárcel. Algunas cosas valían la pena de tomarse su tiempo. —Que tengas una buena orinada, — gritó. —Y no te preocupes por el hecho de que pueda oírte. Una vejiga sana es una buena cosa. Esto significa que no es necesario hacer un presupuesto para pañales. —
La puerta del baño se cerro, y el ventilador se encendió -lo que la hizo sonreír. A pesar de su orden de salir, ella no se movió. Ella se dejó caer con los brazos extendidos en la cama, una buena cama grande. Se sentía muy a gusto en ella, y disfrutó enormemente el aroma de Leo, un aroma masculino que ella inhalaba con cada aliento. Leo aún podría estar luchando contra su atracción por ella, pero él la rondaba. Estaba segura de eso. Cómoda y un poco cansada –el maldito hombre había dejado su dolor de la noche anterior y que, a su vez, condujo a una falta de sueño– ella durmió, sólo para despertar un poco más tarde cuando oyó refunfuñar, —¿Todavía estás aquí? —
Ella se estiró y abrió sus ojos, y a pesar de su gruñona pregunta, vio como miraba cada movimiento. Él no era el único mirando. Ella miró su apariencia, él saliendo recién duchado, afeitado, y desafortunadamente vestido con pantalones y una camiseta. Qué lástima. Ella no tendría un vistazo de la parte delantera de él para ver si era tan espléndidamente como su parte trasera.
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—Te ves positivamente delicioso, Pookie. — —No cambies de tema. Te dije que te fueras. —
Ella le dio una respuesta honesta. —Sí, pero no pensé que lo decías en serio, así que me quedé. Además, no me quiero ir. —
Nope. Ella estaba justo aquí. Y aquí, ¡significaba en su cama y no en el suelo donde él la dejó!
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Así que tal vez levantarse del colchón y tirar a Meena al suelo no fue la decisión más tranquila, o la más agradable, pero maldita sea, Leo tenía que hacer algo. Ya era bastante malo cuando se había despertado con ella sobre él. Oliendo tan deliciosa. Sintiéndose tan deleitable. Tentándolo a ponerla sobre su espalda y darle el sexo matutino que ambos tanto ansiaban. La maldita mujer tenía razón en una cosa. La quería. Ansiaba su mal. Él había mentido acerca de que tenía que orinar. Al parecer mintió sobre un montón de cosas desde que la había conocido. La mayor mentira era aquella en la que se decía a sí mismo que no la quería. La quiero. La quiero malditamente demasiado. De ahí el por qué de que la sacara de la cama. Era eso o abalanzarse sobre la deliciosa Meena y besar sus charlatanes labios, hundir su erección entre sus regordetes y perfectos muslos, y perderse en el esplendor que ella prometía. Locura. Necesitaba concentrarse, y para hacer eso, tenía que librarse de la tentación. A pesar de la necesidad de ofrecerle su mano para ayudarla a levantarse del suelo, se dio la vuelta –haciendo caso omiso de la voz en su cabeza que gritaba, “¿Dónde están tus modales?”– y, en cambio, se dirigió a la cocina. En esa dirección iba a tener el muy necesario café de la mañana. Por otra parte, ¿era realmente esa la opción más brillante? Tal vez debería mantener sus nervios libres de cafeína, sobre todo a su alrededor. Realmente no llego a su destino. Un cuerpo lo derribó por detrás y gritó, —¡Te tengo! —
Tomado por sorpresa, se tambaleó, pero pronto recuperó el equilibrio, aún mientras las piernas de Meena estaban envueltas a su alrededor y sus brazos enlazados alrededor de sus hombros.
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—¿Qué demonios estás haciendo, Catástrofe? — —¿Catástrofe? ¿Es ese tu apodo para mí? — —Sí, porque pareces decidida a fastidiarme hasta la muerte. —
Cualquier otra mujer probablemente se hubiese ofendido. Posiblemente también lo hubiera golpeado. ¿Pero aferrarse a su espalda con la fuerza de una anaconda? —Me gusta. Es lindo. Así que, ¿cuándo te lo vas a tatuar en un corazón sobre tu cuerpo? —
¿Cómo demonios funcionaba su mente? —Yo no me hago tatuajes. — —No te culpo. Tu cuerpo ya es una impresionante obra de arte. ¿Qué tal si yo consigo uno en tu lugar? Justo en la mejilla izquierda de mi culo, tal vez algo que se parezca a una marca. Propiedad de Leo. ¿O qué tal el „Deleite de Pookie‟? —
Sí y sí. —¡No! No hay tatuajes. En absoluto. — —Aguafiestas. —
Él no respondió, simplemente continuó su viaje a la cocina, con una decidida leona sobre su espalda. —Entonces, ¿qué hay para desayunar? — preguntó ella.
A ella, sobre el mostrador, con un chorrito de jarabe para ser lamido de los regordetes pechos que presionaban contra su espalda. —Si digo que nada, ¿te irás? — —Nope. Pero si no nos das un poco de comida, entonces me veré obligada a cocinar, y te advierto desde ahora, que realmente, realmente, no quieres que haga eso, — confesó ella en un bajo susurro. —La última vez que los bomberos vinieron a la casa, dijeron que la única cosa que se me permitía cocinar de aquí en adelante era
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cereal con leche. — Nada podría haber detenido su risita. —Bueno, entonces, supongo que será mejor que me sueltes si estás esperando el sustento. — —Estoy segura de que podría encontrar algo más que comer. — Ella prácticamente ronroneó las palabras en su oído.
Seguramente ese poco masculino “eep” no provino de él ¿no? Le tomó sólo un segundo deslizarse en sus zapatos, coger su billetera, y agarrar los zapatos de ella cercanos a la puerta antes de tenerlos a ambos en el ascensor. Ella se bajo de su espalda, pero dada su altura, todavía podía susurrarle acaloradamente al su oído, —¿Sabes que cuanto más tiempo luches contra ello, más explosivo va a ser? Preliminares, Pookie. Toda esta cosa de la negación es como una larga y extendida sesión de juegos preliminares. Y cuando finalmente ya no puedas decir no, ten cuidado. Voy a hacerte ver las estrellas. —
Estrellas. Fuegos artificiales. Más bien el interior de una celda de la cárcel, ya que, si no tenía cuidado, terminaría tomándola en público y sería arrestado por actos indecentes. Algo de su ardor logró enfriarse cuando entraron en el vestíbulo. Era difícil mantener una erección cuando media docena de pares de ojos estaban fijos en Meena y en él. Miradas especulativas rebotaban entre ellos. Si fuera un joven inexperto, se habría ruborizado cuando llegaron a la suposición errónea. Si fuera Hayder, se habría pavoneado con fingida destreza. Leo se conformó con algo entre el ceño fruncido y el plácido desinterés. No le gustaban los rumores, especialmente aquellos sobre él. Meena no tenía tal vergüenza. Sonriendo ampliamente, se pavoneaba ante el grupo. —Buenos Días, gente. ¿No es un día hermoso? —
Ella no dijo nada malo. No tenía por qué. La implicación era evidente –si bien
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falsa. Ya que ella parecía distraída, él usó ese momento para escapar. Falló. Apenas había llegado a la acera cuando de pronto ella estaba saltando a su lado. —Entonces, ¿a dónde me llevas a desayunar? — —A ningún lado. Yo me voy a una cafetería a tomar un danés 4.— Una media docena de ellos con por lo menos cerca de tres de sus tortillas rellenas de desayuno y un gran batido de banana. —Ooh, ¿son aquellos que tienen la guinda? ¿Puedo lamer el tuyo? — Ella bateó sus pestañas hacia él inocentemente. El desafío en sus ojos decía todo lo contrario.
Él no respondió. No tenía que hacerlo. La mocosa ya sabía cómo lo afectaba ella. Justo antes de llegar a la cafetería, el móvil de ella sonó. El echarle un vistazo a la pantalla causó un ceño arrugado en su frente. ¿Qué? ¿Por fin algo para estropear su feliz semblante? Se preguntó de qué se trataría –así podría deshacerse de ello. No le gustaba que ella no sonriera. Whoa. ¿De dónde vino ese pensamiento? Lo que fuera que la perturbara no tenía nada que ver con él. No me importa. No es de mi incumbencia. Su gato curioso podía mantener sus especulaciones para sí mismo. Dejándola en la acera, entró en la cafetería. Después de ordenar lo de costumbre, además de unos cuantos extras –porque ella parecía del tipo que pedía un bocado– se volvió y se apoyó contra un pilar. Si necesitara mentir, él diría que lo hacía para que el personal no se pusiera nervioso. No todo el mundo podía manejar a un tipo de su tamaño manteniendo un ojo sobre ellos. Salvo que la gente de aquí lo conocía y no se dejaban intimidar ni un poco. Así que ¿por qué realmente miraba por la ventana? Debido a que cierta leona seguía allí y una parte de él no podía dejar de mantener un ojo en ella y se preguntaba qué travesuras planeaba.
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Un pastel de hojaldre con crema y una guinda en el centro, similar en aspecto y forma a los pasteles conocidos como raquetas.
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A través de la gran ventana de cristal de la cafetería, veía su paseo en la acera, su rostro como un estudio de vida mientras hablaba, con un brazo escondido a su lado sosteniendo el teléfono en la oreja, el otro siendo agitado y gesticulando. Qué dilema presentaba. Ella parecía decidida a volverlo loco –de lujuria. En una misión para embrollar sus emociones –con su peculiar personalidad. En camino a cambiar su futuro –con determinación. ¡Ella también estaba siendo abordada! Rawr.
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—Sube al coche. — El inconfundible acento ruso hizo a Meena rodar sus ojos. —Me tengo que ir, Teena. — Colgando a su hermana, Meena se volvió y tuvo a la vista el largo sedán negro, un Lincoln Town Car, por supuesto, porque a Dmitri le gustaba viajar con estilo. —No quiero subirme, Dmitri. —
La ranura del espacio que ofrecía el cristal tintado de la ventana no era suficiente para que ella viera su hermoso rostro, pero podía imaginarlo, pelo oscuro, ojos azules, y arrogantes, más allá de lo que podías creer. ¿No se imagino que su motivo para dejar su casa aparecería? —¿Cómo me encontraste? — —Soy un hombre de muchos recursos, como tú deberías saber. —
Sí, ella lo sabía, lo cual era el por qué ella huyó de él y cogió el primer avión de regreso de Rusia. Una vez en casa, se imaginó que podría esperar un par de llamadas exigiendo su regreso. Lo que no esperaba era que él iba a seguirla. Dmitri era también de la vieja escuela en la que, aparentemente, “un No” no era tomado como una respuesta. Ni una sola mujer podría usarlo en cualquier caso. Y por si alguien pensaba que había una cierta ironía en el “no” de Leo haciéndose de rogar, mientras que el suyo había sido un “no” rotundo, cabe señalar que Leo era su compañero. Dmitri era una aventura de vacaciones, una que ni siquiera había llegado al dormitorio. Totalmente diferente. Con Leo, ella sentía chispas. Hormigueos. Con Dmitri, meh, fue lindo, pero no logro llegar a su corazón como un cierto ligre5. —Tienes que dejar que me vaya, Dmitri, y seguir adelante. No voy a casarme contigo. —
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Ligre: es el híbrido producto del cruce entre un león y una tigresa. Su aspecto es el de un gigantesco león con rayas de tigre difusas. Al igual que los leones, los ligres macho desarrollan melena. Llegan a medir hasta 3 mts, llegando a poseer un tamaño mayor que su padre (león) y su madre (tigresa).
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—Lo harás. — Tanta convicción, y hasta trajo un poco de musculo para tratar de demostrar su declaración. Un par de bestias salieron del coche. La orden de Dmitri fue, —No la lastimen, —lo dijo en voz alta.
Por favor. Si pensaba someterla a ella, debería haber traído más chicos. Como el gorila –y en serio, pese a su evidente humanidad, tuvo que maravillarse de su ascendencia– cuando quiso tomarla por su brazo, lo eludió, causándole que atrapara solo aire. Ella, por su parte, no falló. Lanzo su pie y golpeo al matón número uno en la rodilla. Soltó un grito de dolor, pero antes de que pudiera vencerlo completamente, el segundo tipo se abalanzo sobre ella. Ella se agachó por debajo de sus manos intentando agarrarla y golpeo, su puño conectando con su diafragma. Le faltó el aliento. Ella no tuvo misericordia y le dio un rodillazo en la ingle, al igual que al matón número uno cuando hizo su siguiente movimiento. Con un tintineo de campanas, la puerta de la cafetería se abrió, y con una voz muy tranquila Leo dijo, —Pon un dedo sobre ella, y te arrancaré el brazo y te pegare con el. ——
Cuando amenazaba, era adorable. Sobre todo porque, dado su tamaño y porte, Leo probablemente podría. El idiota no escucho. El matón fue a agarrar el brazo de Meena, y la curiosidad la hizo dejarlo en lugar de romperle los dedos. ¿Por qué defenderse ella misma cuando Pookie parecía decidido a venir a su rescate? Mientras que exteriormente parecía fresco y compuesto, una salvaje tormenta se avecinaba en sus ojos cuando Leo gruño, —Te dije que no la toques. —
Crack. Yup. Había un tipo que no tocaría nada con ese brazo por un tiempo, y él probablemente acabaría ronco por la forma en que estaba gritando.
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Marica. En la distancia, sirenas gemían a la vida, y Dmitri ladraba órdenes, —Entren en el coche, idiotas, — el intento de secuestro de los matones había fracasado.
Meena no se molestó en ver la velocidad del coche, no cuando ella tenía algo mucho más importante que atender. Como un hombre que pensó que necesitaba ser salvada. Cómo se reiría su papá cuando escuchara sobre eso. Su hermana, Teena, suspiraría de lo romántico que era. Su madre, por otro lado, regañaría a Meena por causar el caos una vez más. En cuanto a Leo, quien tenía un formidable ceño fruncido, se lanzo hacia a él. Al parecer, él la esperaba porque tenía sus brazos abiertos, ¡y la atrapó sin ni siquiera un pequeño traspié! Enredo sus piernas alrededor de su cintura, lo rodeo con sus brazos alrededor de su cuello, y exclamó, —Pookie, estuviste genial. Me salvaste de esos grandes, hombres malos. Eres como un caballero con armadura. — No era totalmente cierto. Llevaba una camiseta de Fruit of the Loom6 negra lisa. Pero ella lo imaginaba totalmente en una de esas camisetas de forma ajustada que Under Armour7 hacia especialmente que moldeaban perfectamente su pecho.
Pensándolo bien, teniendo en cuenta lo que sería mostrar su impresionante musculatura, tal vez debería dejar a su guardarropa en paz. No utilizaría nada que provocara al público femenino con lo que no podía tener. También significaría menos sangre que limpiar para ella si se atrevían a tocar. —Yo no diría que te salve. Parecías estar haciéndolo bien por tu cuenta. —
Ella plantó un beso en sus labios y lo declaró, —Mi héroe. —
La mayoría de los hombres podría haberse inflado en orgullo al ser comparado con un héroe, o hundirse el suelo aplastados bajo su peso. Leo se quedó allí, frunciendo el ceño en ella y luego en la distancia donde el coche había huido. 6 7
Nombre de una marca de camisetas. Camisetas que marcan todos y cada uno de los músculos, estilo traje de Superman.
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—¿Quiénes eran esos tipos? — —Oh, esos eran sólo los hombres de Dmitri. — —¿Y quién es Dmitri? —
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—El hombre con el que se supone iba a casarme. —
De todas las respuestas que Leo esperaba, esa no era una de ellas. Un proxeneta en busca de niñas vulnerables, ocurría más a menudo de lo que debería. Un vendedor de órganos a la caza de órganos sanos también era posible, especialmente desde que había encontrado a uno en el pasado antes de poner fin a eso. En un giro irónico, el vendedor había salvado cinco vidas con su saludable donación. Lo bueno es que él tenía su tarjeta de donante firmada. Incluso un reclutador de luchadores para las peleas de cambiaformas subterráneas habría tenido más sentido que la respuesta de Meena. —¿Él es tu novio? — Le espeto. Sólo la palabra novio tenía a su cuerpo tenso, su ligre gruñendo, y aumentando su temperatura. —No exactamente. —
Frunció el ceño mientras preveía una explicación enrevesada. —¿Lo es, o no? — —¿No podemos comer primero? Estoy hambrienta. — Ella ronroneaba la palabra y miro fijamente a sus labios. Fue suficiente para hacer que él quisiera rugir. En cambio, con una mano pegada a su hermoso trasero, abrió la puerta de la cafetería y fue a la barra, donde Joe levantó una ceja, pero no dijo nada. Como un cambiaformas, Joe sabia mejor, por supuesto, cuando involucrarse. Cada uno de los miembros de su personal estaban relacionados con los cambiaformas, y en efecto, dada su proximidad al complejo de apartamentos donde vivía un buen número de miembros del orgullo.
Como un oso, Joe tendía a mantenerse fuera de los asuntos ajenos. Dirigía la cafetería con su familia, que se componía de tres hijas, todas casadas, y una esposa. No era sólo un panadero y cafetero local. También sabía el valor de la discreción, pero Leo aún tenía que preguntar.
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—¿Alguien llamo a la policía? — En otras palabras, ¿debían él y Meena salir pitando antes de que algunos uniformados aparecieran haciendo preguntas?
Joe sacudió la cabeza justo cuando un coche de policía, con sus lamentos de sirenas, gritó pasando, en la ruta a otro crimen. —Aquí está tu orden, Leo, — anunció Rosalie, deposito la gran bolsa de golosinas en el mostrador, junto con un par de batidos amarillos de aspecto cremoso. —Eso huele tan bien, — murmuro Meena contra su oreja. Ella también lo mordió antes de deslizarse por su cuerpo, y por deslizarse quería decir que él sentía cada centímetro de su curvado cuerpo frotándose contra él.
Joe inclino la cabeza en dirección a ella, silenciosamente preguntando, “¿quién es ella?” —Joe y Rosalie, os presento a Catástrofe, también conocida como Meena. Ella está visitando al orgullo por un tiempo. —
Una risita salió de Meena mientras se apoyaba contra él, envolviendo un brazo alrededor de su cintura. —Más que visitar. Pookie y yo estamos comprometidos a ser acoplados. Así que verán mucho más de mí por aquí. —
Ahí estaba aquel tic de nuevo. Escucho a Joe reír. Vio la amplia sonrisa de Rosalie. Sintió las fauces de la trampa que le rodeaba, listo para el broche de cierre. Pero él no se escapó. No podía. Ella no iba a dejarlo ir incluso cuando él hizo un gesto para que Meena tomara su bebida. Antes de que ella lo hiciera, miro en la bolsa de golosinas. —Ooh. Aah. Delicioso. ¿Comeremos aquí o lo haremos en casa, Pookie? —
Por casa, él asumió que se refería a su hogar, donde tendrían privacidad y una cama. Dado que el tipo de comida que ese razonamiento evoco no tenía nada que ver con comida real, escogió la mesa más alejada de la puerta. Él dejo caer la bolsa de delicias para el desayuno en la mesa junto con su bebida antes de hundirse en un asiento que chirrió alarmantemente.
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Sentada frente a él, Meena frunció los labios y chupo de la paja, el hueco en sus mejillas distrayéndolo, pero no lo suficiente como para que se olvidara de lo que acababa de suceder. ¿Un prometido? No era sólo su curioso gato con preguntas. El hombre quería saber qué diablos pasaba. Pero tuvieron que pasar dos bollos y una tortilla rellena8 –con esponjosos huevos, tocino, pimientos verdes y cheddar– antes de que ella se dignara a contestar cualquiera de sus preguntas. Mientras ella se lamió los labios –la punta de su lengua rosada una tentadora burla– él lanzó su interrogatorio. —Quiénes eran exactamente los chicos, ¿y por qué estaban tratando de meterte a la fuerza en ese coche? — —Esos eran los matones de Dmitri, y como dije, estaban tratando de conseguir que me fuera con ellos a fin de que Dmitri pudiera acarrear mi trasero en frente de un sacerdote y casarnos. — —Por tu intento de distancia, voy a asumir que no estás interesada en casarte con el tipo. —
Su nariz se arrugo, y sacudió la cabeza. —Nope. He estado tratando de evitarlo. —
Parte de las piezas del rompecabezas cayeron en su lugar. —Este Dmitri es por lo que estás aquí, ¿no? Es por eso que Arik dejo que volvieras. Te estás escondiendo. — —Yo, ¿escondiéndome? Por supuesto que no. Mis padres sólo pensaron que era tiempo de hacer una visita ahora que Arik está a cargo. — Una vez más, falló su inocencia. —¿Pensaron o insistieron? —
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Similar al Wrap de McDonalds
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Sus labios sobresalieron en un puchero, el suculento labio inferior rogando por un mordisco. Él se abstuvo. —Habla. — —Bien. Ellos me desterraron. Consideraron que era mejor si me marchaba y estaba fuera de la vista por un tiempo, teniendo cuenta de los problemas que hubo mientras estuve en Rusia. — —¿Estabas en Rusia? ¿Haciendo qué? — —Cazando flores. —
Él parpadeó. —¿Cazando flores? ¿Es que eso existe? — —Bueno, sí. Las semillas raras tienen un alto precio, al igual que los híbridos de especies selectas. Mi mamá tiene una muy exitosa tienda de flores, y parte de la razón por la que está en alta demanda es porque viajo por ella y consigo interesantes semillas y muestras. — —Ayúdame a entender esto, ¿Cómo recoger flores te hizo meterte en problemas? — —Bueno, resulta que, las flores que estaba buscando, la Symplocarpus renifolius9, estaban en un jardín. — —¿Un jardín público? — —No exactamente. Más bien uno privado. Lo que realmente es un poco grosero dado lo raras que son. Las flores deben ser compartidas. —
Él se recostó en su asiento, ignorando el ominoso gruñido del metal, y se preparó para una historia enrevesada. Y sí, conocía a Meena lo bastante bien para pensar en esto con certeza. —¿Así que llamaste a la puerta de este chico o chica y pediste verlas? —
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También conocida como col de mofeta, tiene hojas muy grandes.
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Ella se revolvió en su asiento y tomó un segundo para chupar una larga sorbo de su batido. Mejillas. Labios fruncidos. Excelente succión. Él aparto la mirada. —¿Entraste ilegalmente? — —Más o menos. Pero no quise. Sólo quería ver si estaban allí antes de molestar a nadie. Así que escale el gran muro de piedra que recorría todo el lugar. — —¿No se te ocurrió que tenía el muro para mantener a la gente fuera? — —Bueno, una vez que me encontré con el alambre de púas, lo hice, pero para entonces, tenía curiosidad. —
El defecto de muchos felinos, una necesidad de ver lo que se escondía en el otro lado. No es un defecto que Leo sufriera. Por lo general era lo suficientemente alto para observar que el otro lado tenía la misma hierba de color. —Así que saltaste la valla. Te colaste en el jardín… — —Después de frotar el vientre de algunos lindos Rottweiler que vinieron a decir hola. —
El pulso detrás de su frente se intensificó. —¿Te das cuenta de que podrían haberte rasgado en pedazos? —
Una vez más, ella agitó sus pestañas en una mirada inocente que no se tragó ni por un momento. —¿Por qué harían eso? Doy muy buenos masajes. ¿Quieres probarlo? —
¡Sí! —No. — —Está bien. Ahora no es el momento. Debemos esperar hasta que estemos de regreso en casa, así puedo frotar correctamente. —
No tenía sentido corregirle que el masaje no ocurriría.
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¿Por qué no? Su ligre realmente no entendía por qué era tan inflexible acerca de mantenerla a distancia especialmente cuando de cerca se sentía mucho mejor. Mantener la conversación –y la mente– en el tema. Se preguntó si era una estratagema por parte de ella para distraerle de lo que realmente quería saber. A juzgar por la forma en que su pie intentó recorrer su camino hasta su pierna, probablemente. Él atrapó el pie disimuladamente entre las rodillas. Necesitaba el resto de la historia, especialmente la parte donde ella acabó comprometida como una novia rusa. —¿Así que eludiste todas las medidas de seguridad, encontraste la rara flor, quedando atrapada y arrestada? — ¿Había sido chantajeada por un oficial de policía o funcionario del gobierno a aceptar el matrimonio para evitar cargos? Matrimonios de tarjetas verdes10 pasaban todo el tiempo. —No exactamente. Me pillaron. Dmitri me vio en cámara y salió en persona a preguntarme lo que estaba haciendo. Cuando le dije que necesitaba sus flores, dijo que me daría una si teníamos una cita. Propuso que esa noche. — —Espera. ¿Un tipo te captura entrando en su jardín y viéndote robar una rara flor, y entonces él te lleva a cenar y te pide que te cases con él? —
Ella asintió con la cabeza. —¿Y dijiste que sí? — —Por supuesto que no. No soy fácil. Además, si bien es guapo… —
El no pudo evitar gruñir ante el cumplido. —Dmitri nunca consiguió que mi gatito ronroneara. —
—Los leones no ronronean—. —No estaba hablando de ese gato11. — Ella sonrió, probablemente debido a que su franca corrección le hizo retorcerse.
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Se refiere a matrimonios para obtener la nacionalidad. Es un juego de palabras ya que Pussy del ingles también significa coño además de gato
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Era bueno saber que no le atraía el tipo, pero todavía no explicaba la pregunta más importante. —Si no estabas interesada en él, entonces, ¿cómo diablos terminaste comprometida? — —Oh, ¿se me olvidó mencionar que Dmitri es el jefe de la mafia Shifter en Rusia? Después de mi tercera negativa, me encerró y siguió adelante con los planes para la boda de todos modos. — —Excepto que la boda no sucedió. Aún eres soltera. — No por mucho tiempo. Su ligre tenía ideas muy definidas del futuro. —Soltera y una buena cosa de lo contrario puede que nunca te hubiera conocido y no estaríamos a punto de planear nuestro futuro juntos. Y no te preocupes, incluso si Dmitri hubiera logrado deslizar un anillo en mi dedo, una vez que conocí a mi verdadero compañero, que eres tú, estoy segura de que entre papá y yo, podríamos haber arreglado un divorcio o un accidente. Pero, el destino estaba de mi lado. Soy toda tuya, Pookie. — Ella le sonrío.
Bang. Ese fue el sonido que su cabeza hizo al golpear la mesa. Bang. Bang. Bang. —Pookie, ¿qué estás haciendo? ¿Es esto algún tipo de ataque? ¿Quieres que ponga algo en tu boca para que no te ahogues? —
Estaba sufriendo algún tipo de malestar general. Descansó su cabeza sobre la mesa, con los ojos cerrados, intentando encontrar la serenidad que había huido en el momento en que la conoció. —¿Cómo escapaste si él te había encerrado? — Debido a que la información podía serle útil si alguna vez necesitaba acorralarla a ella para conseguir una ventaja. —Digamos que hice una maniobra Houdini de novia fugitiva. Literalmente. Me escape el día antes de la boda utilizando mis asombrosas habilidades para escalar, puesto que su casa está en las afueras en medio de la nada, le di como un cohete en su entrepierna ya que estaba parado enfrente.
Él levantó una ceja. —Está bien, no escale paredes. Usé la clave. Pero, ¿te das cuenta que suena
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menos emocionante? — —Sólo tú podías pensar eso. — —Vaya, gracias, Pookie, tú me entiendes ya tan bien. De todos modos, conduje como si mi papá me estuviese persiguiendo, que lo hizo un par de veces cuando yo era adolescente y me escapaba de casa, y me fui para el aeropuerto. Yo de polizón en un avión, que parecía mucho más divertido en las películas por el camino, y de vuelta a casa. La mayoría de los chicos habrían abandonado en ese punto, pero Dmitri, terco, llamo un par de veces, así que tuve que cambiar mi número. — —¿Pero? — —Pero obtuvo el número de mi familia y empezó a llamarlos a ellos. Que estuvo bien. Mis tías y sus chismes lo desalentaron, pero la cosa es, que se presentó en la puerta de mis padres mientras yo estaba de compras. Mis padres están de vacaciones en México, por lo que la tía Cecily tuvo que lidiar con él. — —Él la asusto. —
Ella se rió. —¿Asustar a mi tía Cecily? No en esta vida. Ella tiene un magnifico gancho de derecha. La hermana de papá es la que me enseñó a pelear sucio. — —Algo tuvo que haber pasado para que te desterraran. — —Bueno, ella estaba un poco preocupada por mí, a causa de que yo sea delicada y esas cosas. —
El no pudo evitar resoplar. —Sí, esa también fue mi reacción, pero eso me pasa por ser la más joven de la familia. Teena puede vencerme como en diez segundos. De todos modos, tía Cecily se habría mantenido a mí alrededor, excepto que los matones pisotearon el jardín de flores de mama en uno de sus intentos de secuestro. — —¿Has sido desterrada por unas flores? — —No, me desterraron antes de que los matones hicieron más daño a las cosas de mamá. Cuando mi madre llora, papa se pone un poco molesto, y cuando papá se
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enfada, las cosas suceden. Tratar con la eliminación de los cuerpos es siempre un dolor, y la aplicación de la ley realmente desaprueba asesinato. Y papá ha estado tratando tan duro para permanecer fuera de la cárcel. De todos modos, por el bien de la familia, se me sugirió fuertemente que tomara unas largas vacaciones con la esperanza de que mi ausencia llevara a Dmitri a despedir a sus matones y renunciar a todo el asunto del matrimonio. — —Excepto que cuando te fuiste te siguió aquí. —
Frunció el ceño. —Sí, lo cual es raro porque estaba segura de que nadie me seguía. — —Bueno, vas a tener a alguien siguiéndote ahora, veinticuatro horas los siete días de la semana, hasta que localice a este tipo Dmitri y le diga que se vaya al infierno fuera del territorio del orgullo. — — ¿Harías eso por mí? — Ella le lanzo una sonrisa de satisfacción. —Haría eso por cualquiera que se viera obligado a casarse con un imbécil que no puede aceptar un no por respuesta. —
La mayoría de las mujeres habrían mostrado decepción por ser agrupadas en un grupo genérico. No ella. Ella sonrió aún más. —Pookie, eres un verdadero héroe, salvando a damiselas en apuros. Vas a ser un buen marido. —
No si él se convertía en un novio fugitivo. —Realmente siento que debo aclarar tu equivocada creencia sobre nuestra relación. No tenemos una relación. Nunca tendremos una. Nunca va a suceder. —
Ja. El resoplido burlón no vino de Meena. Su ligre fue el que encontró sus reclamos divertidos. Lo mismo hizo Meena. —Oh, cariño, eres tan adorable cuando estás siendo severo. Me dan ganas de saltar a través de esta mesa, tirarme en tu regazo, y plantar el mayor beso en ti. —
La amenaza le hizo prepararse para el impacto y a su polla endurecerse con
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anticipación. Por desgracia, por una vez, ella no actuó. —Mala suerte para ti, teniendo en cuenta que la última vez que intenté eso, derrumbé la mesa, y mi compañero de almuerzo cayó hacia atrás en su silla y terminó en el hospital con una conmoción cerebral, me abstendré. — —Yo te habría cogido. — ¿Seguramente eso no era el alentándola?
Una sonrisa maliciosa curvo sus labios. —Sé que lo harías. Un hombre como tu sabe cómo manejar a una chica como
yo. — Él se ocuparía de ella con sus dos manos, sobre su piel desnuda. Tanta hermosa piel para acariciar y… —Pookie, — susurró, —Estas rugiendo de nuevo, y si bien es súper sexy, algunos no-felinos acaban de entrar. —
Él volvió al presente, una vez más completamente distraído por la mujer que tenía delante. —Debemos regresar. Tengo cosas que hacer. — —¿Cosas? Ooh. Eso suena totalmente decadente. ¿Qué clase de cosas estás planeando? Soy muy aficionada a jugar con el pezón para que sepas. —
La bolsa con sus sobras de golosinas le proporciono un escudo para ocultar el abultamiento de sus pantalones, pero nada podía sofocar el calor en su sangre. ¿Por qué se hacen las cosas a propósito para burlarse de él? ¿Por qué no estamos aceptando su oferta? ¿Por qué no iría su ligre a tomar una siesta como otros malditos felinos? Un ceño no impidió que se agarrara de su brazo mientras se iban. Un rostro con los labios apretados no freno su parloteo adorable mientras caminaban. Una correa firme sobre sus emociones no impidió el chorro de placer ante su toque. Una negación de su participación no detuvo su gruñido de celos cuando algunos yuppies que
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pasaban por la acera giraron para darle un segundo vistazo. ¿Era necesario enseñar los dientes? Sí. ¿Fue el suspiro cuando entró en el vestíbulo y una docena de las leonas diciendo “ooh” evitable? No. Tampoco pudo evitar las risas que siguieron a Luna cantando, —Bow Chica Wow Wow,— especialmente cuando Meena se unió y comenzó el baile improvisado que implicaba un montón de meneo de cadera y pecho tembloroso. Échala sobre nuestro hombro y llévala a nuestra habitación. Debemos reclamarla antes de que otro lo haga. ¿Qué pasó con su generalmente serio y relajado felino interior? La mujer adecuada pasó. Pero lo que era correcto para su lado salvaje no era lo que quería el lado más serio del hombre. 59
Ella es el caos. Sí. Y maravilloso para él. Ella es físicamente perfecta. Y tentándole para un bocado. Ella nunca te permitirá tener un momento de paz. Su vida no tendría fin. Ella me amaría con la pasión y el abrazo de un huracán. Pero, ¿podría sobrevivir a la tormenta? ¿O debería tratar de escapar de ella? Ella nos atraparía. Ella es fuerte. Una verdadera cazadora.
Rawr. Posibles conversaciones internas que cambian la vida era mejor realizarlas fuera de la vista, especialmente desde que era menos consciente de su entorno, permitiendo a su prima Luna deslizarse junto a él y murmurar, —Veo la mirada en tus ojos. — —¿Qué mirada? — —El que ve algo delicioso que quiere comer. —
¿Era realmente tan obvio? —No tengo hambre. Acabo de desayunar. —
Luna le dio un codazo mientras ella se reía. —Con que fingiendo ignorancia. Sé que sabes lo que yo sé que está pasando. — —Tienes cinco segundos para hablar. —
Ella lo hizo. Luna no era solo rápida en sus pies. —¿Así que cuando la vas a reclamar? — La entrometida mujer preguntó. —Nunca. —
Hizo caso omiso de su felino colapsando en un montón. —Leo. Estoy sorprendida contigo. ¿No eres tú el que defiende la honestidad?— —Sólo si no va a causar un daño irreparable. Entonces incluso mentiras blancas gigantes son permitidas. Cualquier cosa para contener las fuerzas insidiosas del caos. — —No puedo creer la rechaces a causa de su historial de causar catástrofes. Claro, la mierda pasa alrededor de Meena, como el microondas que estallo a causa del papel de aluminio de la quiche que intentó cocinar para el almuerzo. Pero esa cocina necesitaba remodelación de todas formas. —— —Yo soy el Omega del orgullo. —
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—¿Y? — —Depende de mí mantener la paz en el orgullo. — —Así que ¿quién mejor que tú para tomar a Meena como su mujer? Serás La calma de Meena. Y ella el tequila para obtener tu bombeo de sangre. — —¿Estás insinuando que soy aburrido? — —A veces. Tienes que admitir que puedes ser bastante tenso. Quiero decir que cuando hay una buena pelea hoy en día, tienes una razón para golpear cabezas juntas. Lanzando a alguien contra un muro. Totalmente trayendo la paz en tiempo record. Es tan molesto. Nadie puede tener ninguna diversión más. —
Excepto él. Él no tenía tanta necesidad de interferir en pequeñas escaramuzas para pararlas salvo porque el aburrimiento significaba que tenía algo que hacer. —¿Así que tu teoría es que debería tomar a Catástrofe como compañera — señaló a Meena, donde actualmente perreaba contra una palmera en maceta — para sacar el palo de mi culo?— —Nah, mantén el palo. Estar tenso es parte de ti, pero gastar un poco menos de tiempo preocupándote constantemente por nosotros y haz algo por ti mismo. —
Hacer con Meena. Sí. Su ligre plenamente de acuerdo con Luna. Pero Leo gobernaba su cuerpo y su corazón. —Meena es simplemente una invitada, que se quedará aquí por un corto tiempo antes de irse. — Dejándolo.
No le gustaba esa idea en absoluto. Triste Miau.
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A juzgar por la mirada furiosa de Leo, él estaba pensando de nuevo. Realmente, el hombre usaba demasiado su inteligencia. Pensaba demasiado. Se preocupaba demasiado. No perdía el control lo suficiente. Le hizo preguntarse cuán salvaje sería cuando finalmente se rompiera. Y él lo haría. Un hombre que irradiaba fuerza no podía aferrarse a su control para siempre. Por debajo de ese exterior plácido y malhumorado acechaba una bestia de hombre, uno con la sangre caliente y pasión indomable. Ese hombre arañaría. Rawr. Si ella pudiera averiguar cómo liberarlo de su jaula de negación. Tomando nota de que se daba la vuelta y se dirigía a grandes zancadas hacia los ascensores, sin ella, dejo de hacerse la fresca con la planta y saltó detrás de él. —Oh, Pookie, ¿a dónde vas? — —A trabajar. — —¿Puedo venirme12?— En su lengua o eje. Cualquiera estaría bien. Ella le lanzo un guiño descarado y observó. Ahí estaba ese tic en su ojo otra vez. —No. — —Estas tomándome el pelo, Pookie. — —Y tú eres intencionalmente exasperante. — —Tengo que hacer honor a mi apodo. —
La puerta del ascensor se abrió, y él se deslizó dentro. Para su sorpresa, él detuvo la puerta de cerrarse. —¿Qué estás esperando? Entra. — 12
En ingles —Can I come—: ‗puedo venirme‘ hace referencia a un juego de palabras de índole sexual que se pierde al traducirlo.
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—Pensé que habías dicho que no podía venir. — —No puedes, — dijo, extendiéndole la mano para atraerla. —Pero se me ocurre que, dado el incidente en la cafetería, debería acompañarte a tu apartamento y aconsejarte encarecidamente que permanezcas allí. — —¿Quieres que me quede adentro?— Ella arrugo la nariz. —Eso no suena muy divertido. — —Tampoco lo seria despertar casada con un mafioso. — —¿De qué estás hablando? Tendría un montón de diversión. Por supuesto, al personal podría no gustarle el lio que haga. El agua fría tiene sus límites con las manchas. — Ella le disparó una feroz sonrisa que debería haberlo tenido a él agitando un dedo abogando por resoluciones pacíficas. Una parte más optimista de ella deseaba que él la atrajera más cerca, plantara un beso en sus labios, y le dijera que ella no tendría que matar al ruso. Leo lo haría por sí mismo si él se atrevía a poner un dedo sobre ella.
Con ellos en la cabina del ascensor, Leo permitió a las puertas cerrarse y golpeó el número de su piso. Tan pronto como el ascensor se sacudió, él la miró y dijo, —Tengo miedo de preguntar qué es lo que estás pensando. — —Al diablo con decirlo. Déjame enseñarte. — Meena hizo su movimiento.
Ella lo empujó contra la pared. Su pelvis arremetió contra él, y le plantó un beso caliente en los labios. Él no la alejó. Él no lloraba de dolor, quejándose de que lo estaba aplastando. La besó de vuelta. Al menos por un momento. Justo cuando ella se aventuró a tocar el contorno de sus labios con la punta de su lengua, volvió la cabeza. —¡Detente! —
Oh, el tramposo. Él usó su poderosa voz de omega contra ella. Autoritario. Tratando de dominar. Envió un cosquilleo a través de ella, y sus labios vibraron, suspendidos tan cerca de él. —¿Estás tratando de controlarme? — murmuro ella, el calor de su aliento
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húmedo contra su piel. —Si tengo que hacerlo. No puedes solo lanzarte sobre mí. — —Tú fuiste el que dijo que ibas a cogerme. — —Esto no es lo que quise decir. Yo no quiero esto. —
Ella ondulada la parte inferior de su cuerpo contra él. —Mentiroso. — —Fastidiosa... —
El tono de aviso que acaba de hacer la hizo sonreír. —Hemos llegado a mi piso. Escóltame hasta mi puerta, ya sabes, para asegurarte de no que causo ninguna catástrofe. — —Si no lo hago, ¿qué vas a hacer? —
Ella dejó que una amplia sonrisa respondiera. Él suspiró y salió del ascensor. Hasta el momento su plan de seducir a Leo después del desayuno, en esa fabulosamente enorme cama suya, no parecía destinado a suceder. ¡Incluso proponerlo directamente no estaba funcionando! Tiempo de apresurar las cosa un poco. Con alrededor de veinte pasos para llegar, ella trató de agarrar su mano. Más rápido de lo que ella podía parpadear, él metió su mano en el bolsillo de sus pantalones. Astuto ligre. Como si su estratagema fuera a detenerla. Con sus manos escondidas, lo dejó vulnerable para… ¡Smack! —¿Qué diablos fue eso? — Él no pudo ocultar la sorpresa en su tono.
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—Luces un buen trasero y debes esperar que lo palmeen. — Hey, ella tomaría su placer donde pudiera. —No estoy haciendo alarde de nada. —
Ella rodó los ojos. —Pookie, sé que no es tu culpa. Un hombre con tu nivel de atractivo no puede evitar afectar a las mujeres. Hemos de tener en cuenta que va a ser tu culpa, sin embargo, cuando me meta en problemas por patear el culo de las putas admirando tus atractivos. — Porque en lo concerniente a él, ella podría tener una pequeña veta posesiva.
Un tic, los labios apretados, y un estruendo. Teniendo en cuenta lo tieso que parecía Leo, no podía evitar compararlo con un Jack in a box 13. ¡Cuerda, cuerda, cuerda, POP! Pero el pop no sucedería hoy. Tan pronto como llegaron a la puerta de su prestado –y muy temporal– apartamento, él la abandono con una advertencia firme, —Quédate. —
Ella se las arregló para no reírse. La obediencia no era su punto fuerte. —¿A dónde vas?, — preguntó. —A trabajar. — —Que tengas un buen día, Pookie. Te echare de menos. — Debido a lo bien que se veía su trasero en esos pantalones, ella lanzó un estridente silbido. —Maldición, eso es una buena vista. —
Él no perdió el paso, pero podría jurar que sus hombros se ampliaron. —¡Compórtate! — Fue su última orden antes de entrar en el ascensor.
¿Comportarse? ¿Y perderse toda la diversión? 13
Muñeco con forma de muelle dentro de una caja, a la que dándole cuerda provoca que el muñeco salte fuera.
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Apenas se había ido cuando ella se dirigió por el pasillo hasta la puerta que decía en letras rojas, Salida. El hueco de la escalera proporcionaba una forma rápida de saltar a la planta principal. Una vez que se encontró en el nivel del vestíbulo, con una miradita detrás del macetero, ella salió por las puertas de vidrio sin detenerse. Un desafío directo. Tal vez Leo la castigaría. Ella tenía una falda lo suficientemente corta que serviría si decidía ponerla sobre sus rodillas para alguna corrección. Saltando a la acera, se dirigió hacia donde ella avistó el sedán oscuro de Dmitri estacionado en la orilla de la carretera. Mientras que ella no lo había visto siguiéndola, no se sorprendía de que él ya supiera dónde se estaba quedando. Un hombre con su dinero y conexiones no tendría problemas en conseguir información. Una cosa buena que él la siguiera, también, porque podía ponerse en contacto con Dmitri de forma más fácil. Incluso Leo no podría volverse demasiado loco. No era como si ella se fuera lejos. ¿Así que ella casi estaba escuchando, verdad? Ignorando el tráfico –que tocaba la bocina en reconocimiento de su caminar– cruzó la carretera y se acercó a la ventanilla del asiento trasero. Se bajó al acercarse ella. Apoyándose con los brazos cruzados contra la ventanilla, ella lo miró y notó a Dmitri sentado solo en el asiento, impecablemente vestido con un traje y corbata. El hombre no conocía el significado de la palabra casual. Sus labios se estiraron en una sonrisa de bienvenida. —Meena, lyubov moya, ¿has recuperado el sentido? —
Extraño como su frase cariñosa en ruso, que significaba a mi amor, no era tan linda como el apodo de catástrofe que Leo le puso. —¿Por qué me estás acechando? — —¿Es acecho dado que estamos comprometidos? —
Terco tigre. —No me voy a casar contigo, Dmitri. —
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—Pero teníamos un trato. — —Mantenerme prisionera no es un trato. Y además, resulta que no podemos estar juntos. — —¿Por qué no? — —Porque he conocido a mi compañero. —
Arqueo una oscura ceja. —No me digas que crees en esa superstición sobre los compañeros y otras tonterías. — —Sí, lo hago. Así que ya ves, perseguirme es inútil. He conocido a mi pareja. —
Sus ojos se estrecharon. —Dices que lo has conocido, y, sin embargo, no te ha reclamado. —
Detalle menor. —Todavía. — —La fiebre del apareamiento todavía puede ser detenida. Podría llevarte ahora mismo y tenerte en un avión a Rusia, tener un sacerdote para celebrar la ceremonia y reclamar otro rango en el Mile High Club en una hora. —
Dmitri, el dueño de un jet privado, aún estaba molesto con ella porque clasificó más alto que él cuando se refería a aviones antiguos. Ella estuvo con un piloto por un tiempo. Vio el mundo. Entonces la expulsaron de cierta aerolínea por accidentalmente causar que un avión de carga chocara. En su defensa, ella retaba a cualquiera a no reaccionar un poco violentamente si tenían un calambre mientras están en medio de un orgasmo. Ahora ella se abstenía de actividades extenuantes en vehículos en movimiento. —Yo no te aconsejaría tratar de forzarme a nada. —
Una familiar expresión altiva inclinó su barbilla. —Yo no acepto consejos de mujeres. —
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—Deberías. Especialmente si no quieres que tu culo sea pateado por una. —
No era Meena quien amenazaba sino Luna que se empujó al lado de ella. No la sorprendió que Luna apareciera. La chica tenía un don para la detección de posibles catástrofes y se aseguraba de que tendría un poco de acción. —No voy a ser amenazado. — Dmitri era un rey cuando se trataba de decretos imperiales. Una pena que nadie le escuchara. —¿Quién dijo que era una amenaza? — Luna sonrió. —Creo que es más como una promesa. A ver, esto es América, amigo, y no vemos con buenos ojos a los misóginos que creen que pueden forzar a una mujer en matrimonio. — —Lo que ella dijo, — Meena añadido. —Ya tiré un sujetador ardiendo al coche de un tío. No me hagas hacerlo otra vez. — Porque al parecer causaría que una chica pierda la cobertura del seguro, para siempre. —No te atrevas a dañar mi coche de alquiler. — —¿Alquilaste esto? — Luna metió su cabeza un poco más adentro, mirando alrededor. Ella dejó escapar un silbido. —Tengo que decir, este es un lindo auto. Aunque, yo personalmente, prefiero un Lexus a un Lincoln. — —Lexus es para chicos. Soy un hombre. —
Luna se rió. —Un hombre que no puede convencer a una chica para casarse con él y tiene que recurrir al secuestro. —
Dmitri la fulminó con la mirada. Luna sonrió mientras Meena vislumbró por un momento de por qué tal vez algunas personas pensaban que ella debería ser evitada. Supongo que tal vez tengo un toque de imprevisibilidad que me rodea. Pero en este caso, podría deshacerse de él de una manera adulta. —Creo que debes irte. Ahora. — Antes de que alguien necesite puntos de sutura y bolsas de hielo. —No me marcho, lyubov moya. Te tendré. Dispuesta o no. —
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Meena no pudo evitar rodar sus ojos. ¿Dmitri nunca lo entendería? —¿Es tu inglés realmente tan malo? ¿Qué parte de no me puedes tener no entiendes? Estoy cansada de tratar contigo. Ya que te niegas a creer que estoy fuera del mercado, ¿por qué no la tomas con mi prometido? — —¿Prometido? — murmuró Luna. —¿Cuándo te comprometiste, y Leo lo sabe?— —Por supuesto que lo sabe. Más o menos. Okay, no realmente, pero él lo hará.— —¿Estas comprometida con Leo? — Gracioso como podía mostrar tanta incredulidad. —Todavía no, pero lo estaré. Pronto. Es sólo una cuestión de tiempo. Así que eso significa que estoy fuera del mercado. — Ella fijo su mirada en Dmitri. —Si quieres hablar con mi hombre sobre eso, entonces ven a Jungle Beat esta noche. Mi Pookie y yo estaremos esperando. — —Leo no baila, — murmuró Luna en voz baja. —Él lo hará. — Ella se aseguraría de eso.
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El plan de Leo para asegurarse de que el gánster ruso dejara a Meena en paz no iba bien. —¿Qué significa que no podemos perseguir al tipo? — Sentado detrás de su enorme escritorio de caoba, Arik evitó la mirada de Leo. —Porque es un diplomático. — —¿Y? ¿Entonces qué? Él quiere forzar a Meena a casarse con él. — —¿Es realmente eso una cosa mala? —
No rujas. No rujas. Arik no quiso decir lo que dijo. Cualquiera podía ver, que Meena casándose con un gánster ruso era una mala idea. Sí, porque ella me pertenece. 70
Él no se molestó en discutir con su estado mental. En su lugar le dio argumentos a su alfa. —Seguro que Meena puede estar un poco trastornada… — —¿Un poco? — —Pero eso no quiere decir que deberíamos tolerar un matrimonio forzado. Evitamos que Arabella fuera esclavizada. Infierno, fuimos a la guerra con los licántropos para protegerla. — —Eso fue diferente. Querían matarla, y eran abusivos. Dmitri, aunque algo pasado de moda, no es agresivo. Él va a tratarla bien. — —Es un mafioso sanguinario. — —Por necesidad. Las cosas son diferentes en Rusia. Más salvajes. Él hace lo que se necesita para mantenerse a él y a su clan a salvo. —
—Él no la va a conseguir. —
Arik se echó hacia atrás en su asiento y lo miró. —¿Te importaría decirme de qué se trata esto realmente? ¿Cuál es tu interés en mi prima, de todos modos? — —Ninguno. Es sólo que no me gusta ver a cualquier mujer acosada. —
Arik resoplo. —Meena puede cuidar de sí misma. — —Ese no es el punto. Ella no tiene por qué. — —Lo dice un tipo que aún tiene que conocer bien a mi prima. Confía en mí, unos días más con ella y con su manera especial de joder, y la vas a atar y se la vas a entregar a Dmitri tu mismo. —
Atarla. Ahora tenía un plan. Lo que era su versión de tener sus piernas extendidas en su cama. Fue sólo cuando Hayder lo golpeó en la espalda y le preguntó si todo estaba bien, que Leo se dio cuenta que estaba golpeando la cabeza contra la pared. Incluso con Catástrofe fuera de la vista, ella todavía lo atormentaba. Así que no se sorprendió cuando fue informado de que había, una vez más, encontrado el modo de salir a realizar más travesuras. —Tengo que irme. — Apenas leyó el mensaje de texto se marcho abruptamente. Un comportamiento errático, pero necesario. Tiempo de una misión Omega. Mantener a una leona propensa a los problemas, lejos de ellos.
Ir corriendo a su destino sería probablemente más rápido que tratar de conseguir un taxi durante la primera hora de tráfico de la tarde. También ayudaría a desahogar un poco su tensión. O, en su caso, simplemente asegurarse de llegar con más adrenalina. Su sangre martillaba, cuando irrumpió en la boutique. Sus fosas nasales se abrieron de inmediato, capturando su olor.
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Esto en cuanto a la obediencia a su petición de que se quedara adentro. Decidido a castigarla, siguió su camino hacia la parte trasera de la tienda. Antes de que él pudiera amenazarla, Meena arrojó la cortina de la zona de probadores y la disparó en su camino. —¡Pookie! Tenía la esperanza de que aparecieras. — —¿La esperanza? Reba me envió un mensaje de texto diciendo que te estabas probando vestidos para tu futuro compañero. — —Lo estoy. Quiero verme bien para mi Pookie. —
No había una pared para golpear, así que él golpeó su frente con ambas manos y froto su cráneo con desesperación. —No somos compañeros. — —Aún, — Cantó. — Pero lo seremos. Ahora, si terminaste de ser adorablemente contradictorio, ¿me puedes echar una mano? Tengo problemas para subir la cremallera de este vestido. — —¿Y no le puedes pedir a Zena o Reba que te ayuden? — —¿Dónde está la diversión en eso? — le preguntó, en absoluto arrepentida de haberle hecho correr esos bloques.
Ella le presentó su espalda, una tentadora franja de piel cruzada por la tira de su sujetador. Corre. Corre. Corre, maldito idiota. Dedos alcanzaron la pestaña de la cremallera, sus dedos, qué raro. Él tiró y arrastró la cremallera para cerrarla, resistiendo la tentación de pasar un nudillo a lo largo de su columna vertebral. En el apretado espacio del probador, su esencia lo rodeó. Ella lo miró en el espejo que los reflejaba. Él, no la eclipsaba del todo y sin embargo, sus manos parecían tan grandes, tan correctas, descansando sobre sus caderas. ¿Cómo diablos llegaron allí?
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Tal vez fue la misma fuerza que lo impulsó a besar la piel expuesta de su cuello. ¿Cómo se atrevía a tentarlo, fijando su pelo encima de su cabeza en un moño desordenado? Arrastró su boca a lo largo de la cremosa piel, mirándolos en el espejo, mientras sus ojos se cerraban a media asta. Sus labios se separaron. Sus mejillas adquirieron un color rosado. Y sus pezones... A pesar de su sujetador, la tela de seda del vestido los esbozaba erectos en todo su esplendor. Ella no pudo ocultar el efecto que tenía sobre ella. Por otra parte, conociéndola, sabía que no lo haría, no lo ocultaría. Ella se regodeaba de su atracción hacia él. Ni siquiera trataba de negar el hecho de que ella lo deseaba. —Me gusta cuando me tocas, — susurró.
Y me gusta cuando te toco. Sus dientes rozaron su piel, sólo un toque, pero lo suficientemente duro para hacer que se estremeciera. —Leo. — Ella casi gruñó su nombre, su voz llena de deseo, su cuerpo tenso por la necesidad. —Hey, Meena, he encontrado un vestido aún más corto para que te lo pruebes. Bueno, qué hay, Leo. No esperaba que nos fueras a acompañar. — ¡Maldita Reba por interrumpir!
Como si se hubiera escaldado, saltó lejos de Meena, tropezando con la parte posterior del probador. Él trató de recuperar un grado de compostura y recurrió a lo habitual. No hay nada como un buen castigo para desviar la atención de su propio dilema. —Le dije a Meena que se quedara en su apartamento. — —No, me sugeriste que me quedara allí. Pero tenía cosas que hacer. — —¡Cosas como ir a hablar con tu ex después de que intentó secuestrarte! — Él le dio su más severa mirada. —Ahora, Pookie, no seas celoso. Espera, ¿qué digo? — Se golpeó a sí misma la frente con una mano. — Se celoso. Violentamente, furiosamente. Entonces tómame
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en tus brazos y ayúdame a aprovechar este probador lo suficientemente grande. — Ella se apoyo contra el espejo y rió llamándolo de una manera seductora. Él dio un paso atrás. No voy a dejar que me hechice para jugar su juego. No dejaría que ella lo sedujera. Permanecería fuerte. No cedería. Si pudiera mantenerse alejado de ella, entonces tal vez tendría una oportunidad de resistirse a su encanto. Reba se burló de su retirada. —No lo creo. Leo con miedo de una muchacha. —
No cualquier muchacha. Una que podría cambiar el curso de su vida. —¡Compórtate! — gritó él antes de dar media vuelta y marcharse.
¡Ajá! Él le mostró. Escapó antes de que ella pudiera hacerlo entrar en su sensual telaraña de locura. 74
Marica. Su ligre no tenía ningún respeto. Hago esto por nuestro propio bien. Mentiroso. El problema de tener una discusión consigo mismo, es que no podía ocultar la verdad. La verdad era que él se sentía atraído por ella, pero… podría luchar contra ello si la evitaba. El problema era que ella esperaba su maniobra e hizo planes para ello. La llamada telefónica lo pilló desprevenido, sobre todo porque él no le había dado su número. Ella tampoco parecía del tipo que llamara. Parecía de la clase que se presentaría en la puerta de su apartamento, una puerta que tenía un cerrojo de seguridad instalado, por lo que ella no podría entrar y saltar sobre él. En cambio, su teléfono móvil sonó, cantando la única y la mejor canción para
acechar, de The Police “Every Breath You Take”14. Súper apropiado, sobre todo una vez que se dio cuenta de quien llamaba. Lo encantada que sonaba cuando él respondió con un brusco, —Sí. — —¡Pookie! — —¿Cómo conseguiste este número? — Y aún más incomprensible, ¿cómo programó ella el tono de llamada? ¿Cuántas más habilidades locas poseía ella? Vamos a averiguarlo. —¡Oh por favor! Como si yo no supiera tu número. También sé tú fecha de nacimiento, deporte y equipo favorito, el restaurante y la comida de elección, así como el hecho de que eres un fan de la posición del misionero. — —¿Cómo demonios has averiguado todo eso? — —Tengo mis maneras. Pero no creo que te gusten, así que vamos a pretender que me lo contaste. De cualquier modo, si necesitas llamarme, en cualquier momento, estoy en la lista de contactos en la letra M, por mía. —
Se pellizcó el puente de la nariz, menos por su exasperación con ella y más de disgusto consigo mismo por el chorro de placer que le ocasionó su uso de mía. Porque ella sabe que es nuestra. Su ligre disfrutó de la sensación posesiva. Leo, por otra parte, sintió que otro ataque de pánico se aproximaba. —¿Qué quieres, Catástrofe? — —¿No cubrimos ese tema esta mañana en la cama? —
Te deseo. Si, lo recordaba. —Catástrofe…—
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Every Breath You Take, que significa, Cada vez que respires: Guao XD, está realmente obsesionada. ―Cada vez que respires y en cada movimiento que hagas…Cada lazo que rompas, cada paso que des…Estaré observándote. No puedes ver que me perteneces‖ Les dejo el link con subtítulos en español, para que lo disfruten. https://www.youtube.com/watch?v=nZL0BRuLU5k
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Ella lo interrumpió antes de que él pudiera terminar. —Pero no llamo por mi deseo de violar tu delicioso cuerpo masculino. —
¿Ella no lo hacía? Sin duda, la sensación de hundimiento no era decepción. —Te llamo para pedirte que vayas conmigo a un club esta noche. Estoy de humor para bailar. — —Para una muchacha a la que le dije que se quedara dentro, estás haciendo todo lo posible para ponerte en peligro. Ese tipo Dmitri todavía está por ahí buscándote. No es seguro. —
Ella se rió. —¿No es seguro para quién? — —Una mujer no debería tener que defenderse de un hombre. — —Tú y tu actitud de la vieja escuela son tan lindos. A mi papá le vas a gustar. O, por lo menos, espero que no te golpee como lo hizo con mis últimos novios. — —¿Por qué los golpeo? — —Para ver si eran lo suficientemente resistentes para su bebé, por supuesto. — Prácticamente podía oír el ‘obvio’ en su respuesta. —¿Pasaron? — —¿Estaría soltera si lo hubieran hecho? —
Apuesto a que podría recibir un golpe sin tambalearme. No es que le importara realmente lo que pensara el padre de Meena de él. —Es bueno que tu papá sea tan protector, pero él no está aquí en este momento. Estoy yo, y te estoy diciendo que debes quedarte y no salir. — —¿Me lo estás prohibiendo? — Ella se rió. — Eso es tan sexy. De igual modo no va a suceder. Voy a salir con las chicas esta noche. La pregunta es, ¿quieres venir conmigo? —
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Maldita sea. ¿La mujer no tiene ningún sentido? ¿O estaba tratando de volverlo loco? Suficiente. Él no jugaría su juego. Ni club o baile para él. Y él se lo dijo en términos muy claros. También jugó sucio y utilizó su voz de omega. Porque yo soy el que tiene el control aquí. No tú. ¡Rawr!
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—No, no voy a ir contigo. — A pesar de que hablaban por teléfono, ella casi podía ver a Leo sacudir la cabeza. —No voy a clubes, y yo ciertamente no bailo.— —Bueno, eso es una mierda total. Yo voy a llevar un vestido muy lindo para ti. Es corto, lo que significa un fácil acceso para ti. ¿De qué tamaño son los puestos de baño en este club? —
El ruido que emitió se escuchó fuerte y claro. Ella sonrió. —Está bien. Demasiado expuestos. Probablemente deberíamos restringir nuestro revolcón público a callejones oscuros. Yo puedo ser más ruidosa allí. — —¿Quieres dejar las burlas, Catástrofe? No voy. No me importa lo corta que sea la falda. Sólo asegúrate de seguir con el grupo que va contigo. — —¿Qué, no hay mas advertencias severas sobre quedarme en casa y fuera de problemas? — —¿Me escuchaste? — —No. — Mama siempre decía que había que atenerse a la verdad cuando se trataba de su marido. Incluso casi maridito. A menos que fuera de lo mucho que gastaba en ropa, entonces había que darle una deliciosa cena casera y decirle que trabajo todo el día para él. —Si no vas a escuchar, entonces sólo estoy perdiendo mi aliento. — —Bueno, tengo que decir que me sorprendes, Pookie, y estoy orgullosa de que ya estés tan seguro en nuestra relación. La mayoría de los hombres tendrían un ataque de celos al saber que su futura compañera se iba a ver con su ex novio en un club de baile, sobre todo con mi falda apenas legal. Pero tú estás, obviamente, más evolucionado que la mayoría de los chicos y confías en nuestro compromiso. —
Tic Tac. El sonido del reloj hizo eco en el silencio repentino que se extendía mientras absorbía sus noticias.
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En voz baja, con un toque de gruñido, dijo, —¿Qué has dicho? ¿Quién va a estar allí? — —Dmitri. Recuerdo que me encontré con él hoy, bueno, yo le dije que estábamos en una relación. Pero eso no pareció disuadirlo. Me pregunto si él es uno de esos tipos que tiene una fantasía con ser cornudo. — —Ve al grano, Catástrofe. — —Voy. Veras, como él no aceptaba un no por respuesta, le dije de nuestro encuentro de esta noche para que pudiera ver lo felices que estamos juntos. — —No estamos juntos. — —Sí. Supongo que será un poco obvio esta noche en el club. Pero no te preocupes, Pookie, aunque él intente algo, voy a tener a mis chicas conmigo. Estoy segura de que estaré bien. —
Él la bombardeó con su voz de omega. —Meena. Te prohíbo ir. —
Vaya, ¿había olvidado mencionar que la voz no acababa de tener efecto en ella? La prueba médica no podía indicar porque. —Me tengo que ir, Pookie. —
Ella le colgó y sonrió. Un poco de celos locos no hacía daño a nadie. Bueno, excepto a la chica en el vestíbulo que admitió que pensaba que Leo tenía los ojos más soñadores. Meena estaba segura que el ojo negro no tardaría demasiado tiempo en sanar. Metiendo su teléfono celular en su bolso, ella presentó una sonrisa brillante para Reba, Zena, y Luna, sus colegas de la noche, que estaban tratando de cerrar sus mandíbulas. La mirada con los ojos como platos realmente no era atractiva. —¿Listas, chicas? —
La noche estaba a punto de ponerse interesante, sobre todo porque ella habría jurado que escuchó un gran estruendo justo antes de que se metiera en el ascensor
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que habĂan llamado. Impresionante. Pookie venia.
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No puedo creer que haya venido. Y no de la manera que a él le convenía. Un hombre en su sano juicio habría enviado a un equipo de seguridad a por la tonta leona determinada a frustrarlo a él y a ponerse peligro a sí misma. Un ligre inteligente se mantendría alejado de la fuerza catastrófica llamada Meena. Ese era otro Leo. Un leo no consumido por los celos. Un Leo que no ardía con la necesidad de proteger. Este Leo acechaba en el club de baile –que usualmente evitaba como un baño de pulgas después de retozar en el bosque- sus ojos escaneaban entre la multitud de cuerpos en busca de una persona. Dada su altura, aún más extraordinaria por esos tacones seguramente peligrosos-para-su-salud, Meena era mucho más alta que los asistentes al club. Elevándose y captando la atención. Se veía gloriosa, su cabello rubio sujeto encima de su cabeza con solo algunos gruesos rizos dorados colgando en cascada. Llevaba un vestido que en una chica mucho más baja podría verse decente, pero, en ella, con esos largos muslos, exponía mucha pierna. También mostraba un gran escote, que abrazaba sus pechos, estirando la tela y que atraía la atención hacia la sombra de su escote. Mía. No estaba seguro de si pensó la palabra o la gruño. De cualquier manera, cuando comenzó a caminar hacia ella, la multitud se aparto, dejándole el camino directo hacia ella. No es que ella se hubiera dado cuenta. Volviéndose hacia él, ella se meneaba y abanicaba, su ruidosa risa clara para él, incluso con el ritmo palpitante de la música. Parándose un paso detrás de ella, y espero a que ella admitiera su error. Ella siguió bailando, meneando el trasero y levantando los brazos. El frunció el ceño y la miro con más insistencia. Sin duda la sensación de
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picazón puso en marcha su instinto. Los depredadores siempre sabían cuando alguien los observaba. Excepto que Meena no lo sentía o lo ignoraba. Reba, Zena y Luna, las chicas del orgullo a las que ella eligió para venir aquí lo vieron pero no revelaron nada. Sin embargo ellas rieron. Inaceptable. Y con ello se refería a la falta de conciencia de Meena, de él. El sabía cuando ella estaba en una habitación. Podía olerla en el vestíbulo. En el ascensor. Incluso ahora en medio de una multitud de cuerpos sudorosos y perfumados su esencia era distinta para él. Sin duda, ¿su olor era reconocible para ella también? Le molestaba que ella no se diera la vuelta. Una parte de él lo instaba a actuar, agarrarla y llevar su sexy trasero de vuelta al apartamento donde él pudiera sacudirla –en privado, llevando menos ropa. Luego, después de haberla sacudido por volverlo loco, la besaría por causar que perdiera el control. Pero… así como el plan tenía tanto merito, había algo acerca de la influencia hipnótica de sus caderas mientras se movía con la música. Algo en sus movimientos sin sentido que lo calmaban. En lugar de poner fin a sus movimientos hedonistas, Leo hizo algo que nunca había hecho. Nunca. Jamás. El bailo. Al menos bailando cedió a la tentación. Sus manos encajadas en su ondulante cintura y moviendo su cuerpo hacia ella, lo bastante cerca como para tocarla. Sus labios se cernían sobre la piel húmeda de su nuca, su almizcle rodeándolo como un perfume embriagador. El dejo que su cuerpo controlar sus movimientos. Empuje de cadera izquierda. Sacudida de trasero a la derecha. Su cuerpo siguió el sinuoso patrón, sus nalgas encajando perfectamente contra su ingle. Bailar resulto ser más fácil, y mucho mas erótico, de lo que esperaba. Excitante también. Y, ¿se le olvido mencionar agravante? Especialmente cuando se dio la vuelta
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en sus brazos, y sus ojos se abrieron con sorpresa. —Pookie, viniste. —
¿Quién diablos creyó que se estaba frotando contra ella? Un ligre erizado casi subió a la superficie. El frunció el ceño, sin duda con más dientes que un humano. —Tú no me diste más opción. —
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y sonrió, aliviando parte de su irritación con la forma en que su cuerpo se froto contra el suyo. —Puedo cuidar de mí misma, los sabes. No soy una delicada flor locamente necesitada de un héroe. Aunque…— Ella se puso de puntillas, dándole las pulgadas adicionales necesarias para tener los labios a la altura adecuada de los suyos — estoy feliz de que vinieras. —
No tan feliz como cierta parte de su cuerpo debido a su proximidad. —No nos vamos a quedar. Solo he venido a buscarte. —
Ella se giro en sus brazos, una vez más, presentándole la espalda y un trasero que se froto contra el de lo más tentador. — ¿Irnos? ¿Ahora? Pero me estoy divirtiendo. —
Técnicamente el también. Sin embargo, ya era hora de que Meena aprendiera que el orgullo tenía reglas. Como Omega, él las hacia cumplir. Regla número uno, al menos cuando se trataba de Meena, consistía en no meterse en problemas. —Divertido o no, nos vamos antes de que aparezca tu ex y monte una escena.—
Ella se rio. —Oh, no te preocupes por eso. Dmitri no hará nada en público. El puede ser un despiadado señor del criminal, pero él sabe que es mejor no romper las reglas de nuestra especie. —
La clase de reglas que establecían que ningún cambiaformas, de ninguna casta, haría nada que pudiera atraer la atención hacia ellos. Una regla impuesta por el
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Consejo Superior, a quienes no les gusta mostrar ninguna indulgencia. —¿Cómo puedes afirmar seriamente que él no intentara nada tonto y público? El trato de secuestrarte en la calle.— —Si eso fue un poco loco de su parte, lo admito. — —La próxima vez que el intente algo así posiblemente no tengas tanta suerte. ¿O realmente quieres casarte con ese tipo después de todo? —
Ella se giro para enfrentarlo frunciendo los labios. —Pookie, ¿cómo puedes decir eso? Te lo dije, estamos destinados a estar juntos. —
Leo hizo algo deshonesto. Sucio. ¿O debería llamarlo placentero? —Si estas tan segura de eso, entonces vente conmigo. Ahora. Regresemos a mi apartamento. —
El podía ver por el brillo de sus ojos que ella pensaba que finalmente había sucumbido, que estaba a punto de corromperla y hacerle el amor a su dulce, voluptuoso cuerpo. ¿Y no lo haremos? Su felino interior parecía pensar que así seria. No. Esto es solamente para que podamos sacarla de aquí antes… La nube de olores en el lugar fue la única razón por la que no pudo sentir al tipo antes de que un extraño apartara a Meena, atreviéndose a poner sus manos en ella y robársela para un baile. Un ritmo lento que permitía al extraño balancearse contra ella. Para su crédito, Meena no parecía satisfecha con el cambio de parejas. Ella tampoco hizo nada para alejarse. Ella siguió bailando, con las manos de otro hombre en ella. Inhala, exhala. Centrarse en algo que no sea el hecho de que las manos del intruso se detuvieron un poco demasiado cerca de la curva de su trasero. Inhala, exhala. Ignora cuan ajustadamente agarrada mantenía el otro hombre a Catástrofe contra él.
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Pártele la cara. El no debía. No podía. Estaba en público. Ella no pertenecía a él. El no tenía ninguna excusa para sentirse celoso. Ninguna razón real para perder el control. Bla, Bla,… A Leo no le importaba. Su sangre hirvió inminentemente. Una película roja descendió sobre sus ojos, y su ligre se levanto lo suficientemente cerca de la superficie para emitir un gruñido menos-que-humano. Deja de tocarla. En solo tres pasos, Leo alcanzo a la pareja de baile y dio un golpecito en el hombro del usurpador que iba vestido de seda negra. El extraño cuyo olor era distintivo de tigre, volteo su cabeza y con una ceja levantada en un arco de forma altanera, dijo arrastrando las palabras, — Vete a la mierda. La dama está tomada. —
Oh, ella estaba bien tomada. Ella es mía. ¡Mía! Demonios. Incluso sus constantes afirmaciones lo tenían convencido de que ella le pertenecía. Pero dejando ese dilema de lado, se concentro en el problema actual. —Eres Dmitri, ¿verdad?, — El acento del tipo cuando hablo, y la exasperación en el rostro de Meena, se lo dijeron. —Sí, y para que lo sepas, antes de que actúes, tengo el permiso del Consejo Superior para estar en este territorio. Mis intereses comerciales me han traído hasta aquí. — —¿Negocios?, — se burlo Leo. —No creo que bailar cuente como negocios. — —¿Le negarías a un hombre conseguir un poco de placer?, — El patán ruso prácticamente ronroneo las palabras al mismo tiempo que sostenía a Meena mas cerca.
Al menos ella no parecía feliz con la aparición de Dmitri. Con un codazo, se
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aflojo la presión. —¿Podrías parar tu rutina de anaconda? El hecho de que no te rompiera la nariz cuando arruinaste mi buen baile con Pookie no quiere decir que puedas tocar. Esto…,— hizo un gesto hacia su cuerpo— pertenece a un solo hombre. — Con un movimiento de su cabeza ella señalo hacia Leo. Su brazo automáticamente se poso a su alrededor, posesivo. Protector.
Mía Oops, parece que eso lo dijo en voz alta. —¿Tuya? — Dmitri alzo una ceja — Y aun así no veo ninguna marca de reclamo o algún anillo, lo que hace a Meena una presa fácil. — — Ella no te quiere. — —Por el momento. Ella entrara en razón. — Dmitri no pareció perturbado en absoluto por su falta de interés en su declaración. —Arik y el resto del Orgullo no se quedaran de brazos cruzados y no permitirán que la secuestres. —
Aunque, no quedaría mucho para castigar una vez que Leo acabase con este gilipollas Ruso. —¿Estás seguro de eso? Yo le mencione a tu Alfa mis intenciones de convertir a Meena en mi esposa. Y me dijo Buena Suerte. — —Meena no se va contigo. — —¿Y quién me va a impedir llevármela? Ella no ha sido reclamada, y dio su palabra de casarse conmigo. No podrás vigilarla a cada segundo del día. Eventualmente bajaras la guardia. Yo la atrapare en un momento de debilidad. La tendré atada, amordazada y en un avión hacia Rusia, en donde conozco a un sacerdote que no es quisquilloso con las palabras si acepto. Esa misma noche la llenare con mi semilla, y ella me pertenecerá. —
Con cada palabra, la ira de Leo aumentaba. Y aumentaba. Hasta que perdió el control.
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—¡Dije que es Mía! — La declaración salió de él junto con su puño.
Y un segundo primero paso esa noche. El tranquilo y sosegado Leo empezó una pelea muy pública y muy violenta. ¡Rawr!
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Oh, chico, voy a ser culpada por esto. Por otra parte, ¿cuando Meena no era culpada cuando la mierda ocurría? Aunque, tal vez en esta ocasión, ella técnicamente empezó la pelea. Ella pensó que actuaba de manera muy madura al no reaccionar a la forma en que el cobarde de Dmitri la agarro alejándola del baile sensual con Leo. El primer impulso de Meena fue el de rastrillar las uñas hacia abajo en su cara antes de agarrar su pelo largo, tirando de su cabeza, y golpear con su rodilla en repetidas ocasiones su sonriente rostro. Pero Leo merecía a una dama y las damas no golpeaban a sus ex-novios por interrumpir un baile. Aparentemente, los nuevos novios tenían ese privilegio. Meena se quedó con la boca abierta mientras Leo y Dmitri se peleaban. Ella no esperaba que las cosas se convirtieran en una pelea tan pública. Ella había predicho que los hombres se insultarían. Sin embargo, eso era todo lo que debería haber ocurrido. Ese siempre ha sido el MO de Leo –que para aquellos que no han salido con un policía significa modus operandi o, sencillamente, el procedimiento que empleaba un criminal. Pero volvamos a Leo y su pérdida de serenidad. Ella había pasado la mayor parte del día con las leonas, hablando sobre su Pookie, y la única cosa en la que todas ellas estaban de acuerdo era que Leo era el tipo más sensato que había. Claro, a veces chocaba un par de cabezas unas con otras o miraba a los cachorros con mirada amenazante hasta que prometían comportarse. Sin embargo, cabe señalar que hacia esas cosas para mantener la paz, no para destruirla. Leo no toleraba la violencia a menos que no hubiera ningún otro recurso. Él primero abogaba por la calma, y contaba hasta diez, o golpeaba una pared en lugar de un frágil rostro. En este caso, ella no le había oído contar. Él no había golpeado una pared, a menos que la terquedad reflejada en la cara de Dmitri contara. ¡Puñetazo! —Hurra. — Sí, esa era su forma de animar a su Pookie en voz alta. Ya que parecía que él no había oído, ella lo dijo más fuerte, gritando de hecho. —Dale, Pookie. Enséñale quién es el gato más grande, más malo. —
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Leo volvió la cabeza a eso, estrechando su mirada azul sobre ella. Totalmente molesto. Totalmente alterado. Totalmente caliente. —¡Catástrofe! — Qué sexy sonaba su apodo cuando él gruñía.
Ella podría decir que él la dejo sin aliento. Ella meneo sus dedos hacia él como diciendo, “Eres bienvenido”, pero en vez de eso gritó, —¡Detrás de ti! —
Durante ese momento de distracción –en el cual realmente Leo debería haber sabido que no debía distraerse– Dmitri lanzó un poderoso gancho. ¿Había mencionado ella cuan digno era de mirar su Pookie? El golpe perfectamente dirigido golpeo a Leo en la mandíbula, y la fuerza hizo girar su cabeza hacia un lado. Pero ciertamente él no cayó. Ni siquiera de cerca. Por el contrario, el golpe trajo al depredador a la vida. Mientras movía su mandíbula, la mirada fija de Leo abandono su camino, sus ojos iluminados salvajes, sus labios curvados, casi con diversión, y luego él actuó. Su puño se desquito, a continuación su codo, rompiéndole a Dmitri la nariz. Cualquier otro hombre, incluso cambiaformas, podría haber sucumbido rápidamente, pero el tigre siberiano ruso era un gran reto para el híbrido león/tigre. Ponlos en un cuadrilátero y ellos harían una fortuna. Desde luego, montarían un gran espectáculo. La sangre salía de los labios de Dmitri donde Leo lo golpeo con el puño. Sin embargo, eso no impido que al ruso devolver todo lo que había recibido. En cuanto a tamaño, Leo tenía ligera ventaja, pero lo que a Dmitri le faltaba en envergadura, lo compensaba con habilidad. Incluso si Meena no estaba interesada en casarse con él, eso no quería decir que no pudiera admirar la gracia en los movimientos de Dmitri y su asombrosa intuición cuando se trataba de esquivar los golpes. Leo no estaba nada mal tampoco. Si bien era evidente que no había crecido en las calles de Rusia, sabía cómo lanzar un puñetazo, luchar con un hombre, y verse totalmente caliente en defensa de su mujer. Suspiró. Un hombre viniendo a su rescate. Al igual que en una de esas novelas
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románticas que a Teena le gustaba leer. Luna se deslizo junto a ella. —¿Qué hiciste esta vez? —
¿Por qué todo el mundo asumía que era su culpa? —No hice nada. —
Luna resopló. —Seguro que no. Y tampoco fuiste tú la que puso Kool-Aid15 en la botella de champú de la mamá de Arik y que le volvió el pelo de color rosa en la comida campestre familiar hace unos años. — —Pensé que los picos cortos que ella lució después de afeitarse la cabeza se veían increíbles. — —Nunca dije que el resultado no valiera la pena. Solo que estoy intrigada sobre lo que está pasando aquí. ¿Ese es Leo golpeando al diplomático ruso, verdad? Y dudo que estén discutiendo sobre quién hace el mejor vodka o quien merecía la medalla de oro en hockey en los últimos Juegos Olímpicos de invierno, entonces eso nos deja sólo una otra posibilidad. — Luna fijo su mirada en ella. —Esto es tu culpa. —
Meena encorvó los hombros. —Está bien, quizás soy un poquitín responsable. Tal vez me aseguré de que mi ex prometido y prometido se conocieran. — —Duh. Yo ya sabía acerca de eso. De lo que estoy hablando es, ¿cómo diablos conseguiste que Leo perdiera su temperamento? Me refiero a que cuando él se pone serio, no puedes derretir un cubito de hielo en su boca. Leo nunca pierde el control porque perder el control es perder el camino, o alguna mierda como esa. Siempre está soltando estos divertidas pequeños refranes con la esperanza de poner freno a nuestras salvajes tendencias. —
Pookie tenía la más linda personalidad. —¿Qué puedo decir? — Meena se encogió de hombros. —Supongo que se 15
Marca de una mezcla en polvo saborizada para preparar jugos.
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puso celoso. Totalmente normal, dado que somos almas gemelas. — —Sea cual sea el motivo de su comportamiento, él está totalmente transmitiendo vibraciones calientes. Quiero decir, él es como un hermano para mí, así que realmente no lo veo de esa manera, pero deberías escuchar a las chicas en el bar. Entre Leo y Dmitri, están debatiendo quien el más sexy. — —¿Están discutiendo qué? — Meena se giro para mirar en dirección a la barra. Efectivamente, una manada de mujeres agrupadas, ignorando a sus citas y a otros chicos para mirar a los hombres peleando.
Viendo a mi hombre. Grrr. Tiempo de salir de este club. Antes de que los gorilas pudieran separar al par, Meena se sumergió en el caos, literalmente, arrojándose entre los dos hombres. Para su crédito, ellos tenían los reflejos tan perfectamente afilados que pudieron parar sus golpes a medio impulso. —Catástrofe, ¿qué demonios estás haciendo? ¿No puedes ver que estoy ocupado? — se quejó Leo. —No te involucres en los asuntos de los hombres, lyubov moya. —
Ella ahora podía ver por qué la gente iba a la cárcel por asesinato. La obstinación de este hombre era suficiente para volverla violenta-intencionalmente en lugar de accidentalmente por una vez. —Ya basta, Dmitri. Asúmelo. Has perdido. Me perdiste a mí y esta lucha. Yo ahora pertenezco a Pookie, y como puedes ver, no está en lo de compartir. — Ella dirigió esto a Leo, que lucía deliciosamente desaliñado con su ropa revuelta, su piel sonrojada, y necesitando un beso en su labio inferior ligeramente hinchado. —Sí, Dmitri, — se burló Leo. —Ella es mía. Todo mía. Y la única cosa que estoy compartiendo es mi ducha con ella. Vete a la mierda. —
¿Una ducha? ¿Con Leo? ¿Por qué demonios estaban hablando todavía? —Esto no ha terminado, — advirtió Dmitri.
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—Tú mismo, bola de pelo rusa. Sabes dónde vivo. Cuando quieras, ven a visitarme, — lo desafió Leo. —¿Quieren parar con el concurso de meadas? — les grito Luna mientras daba codazos para pasar por entremedio de los espectadores para sermonearlos. —Un idiota llamó a la policía. A menos que quieran pasar la noche en la cárcel, puede que deseen desalojar el local. —
¿Policías? Oh mierda, Meena debía salir de aquí. Con su expediente de antecedentes penales, probablemente la arrestarían a ella también, solo porque sí. Hora de irse, pero no sin Leo. Agarrando un puñado de su camisa, Meena tiró de él en dirección de la puerta. Teniendo en cuenta sus estatus actual de celebridad de menor importancia… –“Mira el tamaño del tipo que estaba peleando con el otro tipo” – Ella no tuvo que discutir o empujar mucho para pasar a través de la multitud. El mar de cuerpos mágicamente se abrió ante ellos. Bien, porque si se movían lo suficientemente rápido, podrían salir de aquí antes de que la policía llegara y una situación actualmente manejable se convirtiera en un problema. Mírame, tratando de mantenerme fuera de problemas. ¿Su mamá estaría orgullosa? Justo después de que ella enloqueciera porque Meena hubiera provocado la pelea en primer lugar. En su defensa... Sí, Meena no tenía ninguna. Ella había disfrutado bastante de los fuegos artificiales. Podía negarlo todo lo que él quisiera. Leo la deseaba. Esta vez, cuando ella entrelazó sus dedos con los suyos, él no se alejó. Por el contrario, él sujetó sus dedos en un apretado agarre. Él no hablo, sin embargo, una vez que asumió la dirección de su huida. —¿A dónde vamos? — preguntó Meena. —He estacionado por aquí. —
Por aquí significaba un gran Suburban 16 que ocupaba dos espacios. Apuntando su llave hacia el, presionó un botón y las luces traseras parpadearon. Meena 16
Enorme camioneta con capacidad para ocho personas.
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automáticamente se dirigió hacia el lado del pasajero, sorprendiéndose cuando Leo vino con ella. ¡Abrió la puerta y luego agarró su cintura para levantarla! ¿Su asombro se reflejó en su rostro? —Gracias. — parecía lo más correcto para decir, incluso si ella realmente no necesitaba ayuda.
Gruñido. Hmm. Ella no sabía lo que eso significaba así que ella se abrochó su cinturón mientras Leo caminó alrededor de la camioneta y se deslizaba en el lado del conductor. Pero él no arranco el vehículo de inmediato. Él miró por el parabrisas, sus dedos flojamente agarrando el volante. Ella esperó. Cuando un hombre está pensando, tienes que dejarlo solo. O eso le había ladrado su papá en más de una ocasión cuando con su toque en la puerta interrumpió su tiempo para pensar en el baño. Cuando Leo finalmente habló, había una pregunta. —¿Por qué esta Dmitri tan determinado? — —Porque él no es un hombre al que le guste la palabra no. — —Obviamente, pero me refería más a, ¿por qué tú? El tipo obviamente tiene algo de dinero, no está mal, y tiene poder. Podría tener a cualquier mujer que quisiera. ¿Por qué está tan obsesionado contigo? —
Otra mujer podría haberse ofendido por tener a su hombre preguntando qué la hacía tan impresionante. Teniendo en cuenta como reacciono Leo, obviamente, él entendía su encanto, pero en este caso, Dmitri estaba menos obsesionado por su genialidad y más enamorado de sus... —Caderas. — —¿Qué? —
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—Dmitiri me quiere por mis caderas. A cuenta de que son anchas. Como caderas para dar a luz. —
Leo parpadeó hacia ella. Así que ella explicó. —Él es un gran hombre, así que es lógico pensar que podría hacer bebés grandes. Pero no le gusta la parte de quizás. Él quiere niños grandes. Cree que si él, como es un tigre de gran tamaño, se empareja con una Leona grande, entonces estará bastante garantizado que creará un gigante Tigon. Sabes, un híbrido de nuestra especie, igual que tú, pero a la inversa. — —¿Él te quiere como una máquina de cría? —
Ella arrugo la nariz. —Más o menos, que es por lo que me niego a casarme con él, no importa cuánto dinero él prometa. — —¿Él intentó sobornarte? — —Sobornar. Amenazar. Seducir. —
Ooh, eso fue definitivamente un gruñido de su hombre. Ella se inclinó y colocó una mano sobre su muslo mientras ella miraba a la cara. —Eres tan sexy cuando estás celoso, Pookie. — —No estoy celoso. — —¿De verdad? Porque pensé que fue por eso que empezaste la pelea. Aunque me sorprende que esperaras tanto tiempo para hacerlo después de que él agarró mi trasero. — —¡Él agarró tu culo! —
Ella sofoco su enfado con un beso. Ah, sí, hubo un chisporroteante fuego que le recordó la última vez que se abrazaron. Labios conectados y moviéndose unos contra otros, probando, mordisqueando,
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despertando los sentidos. Ella se apoyó en él tan cerca como pudo, su maldito cinturón impidiéndole arrastrarse hacia su regazo. ¿Espera, qué cinturón? Con un clic, se soltó, liberándola, y antes de que ella pudiera tomar ventaja de la libertad, él la arrastró por la consola. Dado su tamaño, no era la posición más cómoda. El volante clavado en su espalda, sus piernas colgando de la consola central, ¿pero a quien le importaba? Ella estaba en el regazo de Leo, besándolo, tocándolo. Y él la estaba tocando. Sus manos recorrían su cuerpo, marcándola a través de la sedosa tela de su vestido. Una gran mano se deslizó hasta su muslo, excavando bajo su corta falda. Yemas de los dedos rozaron la tela que cubría la V entre sus muslos. Ella tomo una bocanada de aire. La anticipación estremeció todos sus nervios. Él froto dos dedos gruesos contra la tela de sus bragas mojadas. ¿Él pudo sentir el estremecimiento de emoción? A juzgar por su rugido contento, él lo hizo. De nuevo él la acaricio, y ella chilló en su boca, un sonido que él atrapó y… Toc. Toc. Toc. —Hola, Leo, ¿no te importa llevarnos una vez termines de sobar a nuestra chica Meena? — —¡Vete! — gritó Meena. —Estoy ocupada. — —¿Cuánto tiempo tenemos que irnos? ¿Dos minutos? ¿Cinco? Tengo hambre y no estoy de humor para esperar demasiado tiempo. —
Buena cosa que Leo fuera fuerte porque el orgullo podría haber perdido tres leonas cuando ella salió por la puerta, dispuesta a matarlas. Entonces ellas casi murieron de nuevo cuando ella se dio cuenta de que Leo no iría a su habitación una vez llegaron al complejo de apartamentos para terminar lo que habían empezado. Dolorida, frustrada y enojada, ella hizo lo que cualquier mujer que se precie haría en este tipo de situación. Se emborrachó con sus nuevas mejores amigas y
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desahogo su frustración con cubetas de helado. Luego se desmayó. En algún lugar. Sola.
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Llamado a la suite del ático para una reprimenda. Por primera vez a Leo, el creador de las reglas. Él era por lo general el que daba estas reprimendas o el individuo que proporcionaba la voz de la razón calmada cuando Arik reprendía a un delincuente. Excepto que esta vez, Leo se sentaba en el sofá de la vergüenza como la parte culpable. Agitado, Arik paseaba delante de él, un hombre alto con un impecable corte de pelo, cortesía de su esposa peluquera. —¿En qué diablos estabas pensando, comenzando una pelea en público? —
Pensando, no mucho, al menos no con su cabeza humana. Con el instinto primario, sin embargo, era otra cosa. — Lo siento. — Hizo lo que siempre aconsejaba a otros. Disculparse. —¿Perdón? — Hayder, quién se había unido a esta reunión improvisada, se rió. Luego se rió un poco más cuando se dejó caer en el sofá al lado de Leo, quien sostenía una bolsa de hielo para su dolor de mandíbula. Maldito sea ese tigre que pudo lanzarle un puñetazo. No era frecuente que Leo conociera a alguien que pudiera golpearlo. El hematoma era prueba de eso. En cuanto a la bolsa de hielo, mientras que la lesión desaparecería en un día o dos, una compresa fría podría ayudar con la hinchazón.
Era gracioso como él no había notado sus lesiones al estar con Meena en su camioneta, una sesión de besuqueo cruelmente truncada. Peor aún, cuando Meena estuvo a punto de dar castigo a aquellos que se atrevieron a interrumpirlos. Casi había rugido también en su mejor voz de Omega a las Leonas, “¡Fuera de aquí!” Pero no lo hizo. Sólo porque Meena reaccionó primero. Me merezco esta reprimenda del jefe. Había perdido el control y roto las reglas, incluso las no escritas que él había creado como “no te involucres con Leonas”, especialmente las relacionadas con el alfa. —Perdón. ¿Lo sientes? — Arik no podía ocultar una nota de incredulidad en su
tono.
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Hayder lo salvo. Más o menos. —Amigo, en todo el tiempo que hace que te conozco, esta tiene que ser la primera vez que he visto que has sido llamado por causar problemas. ¿Y por una mujer? — Hayder prácticamente se cayó del sofá, de lo fuerte que se reía.
No cualquier mujer… —¿Esto es por Meena? — Dijo Arik en un tono incrédulo varios tonos por encima de su última declaración. —¿Meena? ¿Meena, como mi prima, la catástrofe ambulante? —
Leo no era un león cobarde que huyera de la verdad. —Sí. El tigre quiso llevársela. —
Y él la quería de vuelta. —¿Por qué no lo dejaste? Ahora, en cambio, ha causado un incidente internacional. — —No fue culpa de ella. — —¿Estaba allí? — —Sí, pero soy yo el que perdió su temperamento. — Y él probablemente lo perdería de nuevo si el ruso imbécil se acercaba otra vez a Meena.
Arik giro sobre sus talones y clavo su mirada en él. —Sí, lo hiciste. Y me has causado un montón de problemas. Quiero decir, tu atacaste a un diplomático ruso en nuestro territorio, uno con permiso para estar aquí.— —Él es un criminal. —
Arik se encogió de hombros. —Tal vez, pero eso es en Rusia. Aquí es un hombre de negocios, que fue atacado por el Omega de mi orgullo. —
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—¿Qué necesito hacer para arreglar las cosas? — ¿Disculparse? Era lo suficientemente hombre para hacer eso. ¿Pagarle? Tenía fondos guardados para un día lluvioso. —Podríamos darle a Meena, — reflexionó Arik en voz alta.
¿Quién gruñó? Seguramente él no. —Oh, mierda los rumores son verdad. Ella es su maldita compañera. — Hayder ya no sonaba tan divertido. —No. Di que no es así. Si tú la reclamas, entonces eso significa — tragó duro —que se quedara aquí. Para siempre. ¡Noooooo! —
Hayder no era el único que tenía un ataque dramático. Arik lo observaba, con una expresión de dolor en su rostro. —Por favor, por favor, por favor, dime que no vas a aparearte con ella. No sé si podríamos sobrevivir teniendo a Meena aquí a tiempo completo. — —Amigo, ella es un desastre andante, — comentó Hayder. —Un imán para los problemas, — añadió Arik mientras Hayder asentía con la cabeza. —Un huracán sobre dos piernas. — —Una fuerza destructiva mayor que la madre naturaleza. —
Leo levantó una mano. —Eh, muchachos, quizá quieran parar antes de que parta sus cráneos juntos. No están diciendo nada que yo no sepa, pero... — Él suspiró. —Me temo, y quiero decir realmente temo, que ella podría estar en lo cierto. Creo que es mi compañera. —
Ya era hora de que lo admitieras. Obligado. Y sí, no importaba si su ligre le hacía malas caras en su mente. Admitir que podría terminar acoplado con la irritante Meena no significaba que lo haría sin dar pelea. Había llegado el momento de cambiar las cosas. Tiempo de recuperar su equilibrio. De aquí en adelante, iba a tomar el control, establecer algunas reglas nuevas, y divertirse al hacer que Meena las siguiera. Y si ella no acataba las reglas,
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ganarĂa un castigo. Un sensual castigo, cargado de erotismo sĂłlo para ella. Rawr.
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Las campanas del infierno sonaron, una cacofonía de ruido que obligó al ejército de demonios en su cabeza a golpear sus martillos más duro. Oh, haz que paren. Sin embargo el estridente chillido siguió sonando. Y sonando. El teléfono dejo de sonar. Dulce bendición. Ella acurruco su rostro más profundo en su almohada. Sólo unos minutos más de sueño. Precioso sueño... Ronquido. Un ronquido cortado cuando ella despertó sobresaltada por el insistente timbre reanudado. Era curioso como parecía sonar más alto. Íntimamente. Irritantemente cerca de su cara. Golpeo el malvado dispositivo electrónico que se atrevió a arruinar su plan de dormir la resaca. Golpeo y fallo. Estúpidos reflejos medio dormidos. Golpeo de nuevo. Fallo, curiosamente, casi como si el teléfono se hubiera movido, que, teniendo en cuenta el recuerdo del efecto de la abundante bebida que tomo anoche, era posible. Ella sabía que el piso parecía decidido a cambiar bajo ella. Beep. Se detuvo. Gracias por el correo de voz. Ahora podría volver a… Ring. Ring. ¡Argh! ¿Quién llamaba? Tal vez era importante. Tal vez en este momento no le importaba. Todo lo que quería era que la maldita cosa parara su sonido molesto. Ella realmente quería aplastarlo, pero sus pesados párpados no se abrieron, lo que significaba que el teléfono sobreviviría. Por ahora. Como si le molestara que ella lo ignorara, se fue acercando. Ring. Ring. Más
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fuerte. —Desaparece, — ella murmuro. —Quiero dormir. —
Su molesto timbre murió una vez más, ya que finalmente fue a buzón de voz. A continuación, se emitió una señal sonora, de nuevo para hacerle saber que tenía un mensaje. Dado que reconoció el tono estridente, ella sabía exactamente quien estaba llamando. Lo siento, mamá, pero no estoy de humor en este momento. Después de haberse ido a la cama tarde, muy tarde, ya que se quedó con las chicas a beber y comer, riéndose tontamente de la abrupta salida de Leo del club, lamentándose de que se había deshecho de ella, no estaba de humor para hacer frente al día todavía. Y ni siquiera cerca de querer tratar con su madre. Ring. Ring. Allí estaba de nuevo. Molesto y ruidoso. Lo que ella no podía entender era por qué su teléfono móvil sonaba tan cerca. Estaba segura de que lo había dejado en la mesa de entrada cuando se tambaleó anoche, apenas habiendo conseguido subir en el ascensor con todos sus malditos botones. En el piso o la mesa, de cualquier manera, el teléfono no debería estar sonando justo encima de su cara en su dormitorio. Hey, ella había llegado a la cama. ¡Premio! —Despierta, despierta, Catástrofe. ¿No vas a contestar? Es tu madre, y esta es la cuarta vez que llama. ¿Te gustaría que le diga que estas indispuesta? —
Espera un segundo. No paso mucho tiempo para que su nublada mente captara que Leo estaba aquí. En su habitación. A punto de hablar con su madre a las –ella miro su reloj– siete de la mañana. Eep. Sus ojos se abrieron de golpe, pero antes de que ella pudiera extender el brazo en su dirección y exigir su teléfono, contestó. —Teléfono de Meena. ¿Puedo ayudarle? —
Ella gimió, su súper audición significaba que ella escuchó a su madre decir de
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manera muy educada, —Disculpa, ¿pero tú quién eres, y por qué estás contestando el teléfono de mi hija? —
Si estuviera Meena al teléfono, ella diría algo como “Soy un asesino en serie, y lo siento, pero tu hija está atada ahora mismo. Muahahaha.” Por supuesto, la última vez que lo hizo, el equipo SWAT no quedo impresionado, y a ella no se le permitió volver a salir con Mary Sue. Ella confiaba en que Pookie se atuviera a la verdad. —Soy Leo. — —Hola, Leo. ¿Cómo estás hoy? — Su madre siempre la señorita modales. —Simplemente peeeeerfecto. ¿Y tú? — —Um. Eh…. ¿Te importaría pasarle el teléfono a Meena, por favor? — —Lo haría, pero ella está... indispuesta. — ¿Acaba de sonreírle a ella cuando lo
dijo? Ella frunció el ceño. Él sonrió. Era una sonrisa atractiva, una sonrisa maliciosa, pero que aun así no la preparo para él diciendo, —¿Qué tal si hago que le devuelva la llamada una vez que hayamos localizado su ropa? Con mi ayuda, estoy seguro de que puedo conseguir su vestido en muy poco tiempo. O no. — Lo dijo en voz baja y ronca, sus ojos clavados en los suyos, una malvada promesa dentro de ellos.
¡Por supuesto, la perversa promesa tendría que esperar, teniendo en cuenta lo que acababa de decirle a su madre! —¿Estás loco? — dijo ella. —Si estoy loco, entonces es totalmente tu culpa, — respondió, en voz alta.
Uh - Oh.
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—¡Peter! ¡Te necesito ahora! — Su madre olvidó sus modales y gritó por el papá de Meena.
No era bueno. Esto no sería bueno. Pobre Leo. Y a ella le gustaba mucho. Incluso si sólo iba a ser una andanada verbal, ella tiró las mantas sobre su cabeza para no tener que presenciar la carnicería que haría su papa cuando se pusiera al teléfono. Por desgracia, todavía podía oírlo. —¿Quién diablos eres, y qué estás haciendo con mi hija? — Papi no se andaba con sutilezas. —Hola, señor, soy Leo, el Omega del orgullo que alberga a su hija mientras ella resuelve sus problemas. En cuanto a lo que estoy haciendo con su hija, estoy tratando de mantenerla fuera de problemas, sin mucho éxito por ahora. Ella parece tener un don natural para causar desastres. —
Una risa familiar resonó. —Esa es mi nena. —
Al menos su padre no veía los estragos que la seguían como un problema. Su madre se lamentaba que ella nunca se casaría si no empezaba a actuar como una dama. —En cuanto a mi presencia con su hija, solo estoy manteniendo un ojo sobre ella. Nos hemos encontrado con un problema con un antiguo novio que vino tras ella aquí. — —¿Ese imbécil ruso apareció? — —Ciertamente. Y los acontecimientos se han intensificado, por lo que me temo que sólo hay una cosa que hacer. Es drástica, pero inevitable. — El click de la puerta, corto el resto de la conversación.
¿Qué diablos? Ella saco la cabeza, sólo para ver que su habitación estaba vacía. Aunque Meena se había escondido bajo las sábanas, Leo se había alejado. Sin dejar de hablar con mi padre. Eso no auguraba nada bueno. Esto nunca paso con sus ex-novios. Frederick todavía cruzaba la calle para evitar compartir la misma acera.
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Saliendo de debajo de las mantas, ella se lanzo a la puerta de la habitación y la abrió de un tirón. Apareciendo en la sala, ella miró alrededor buscando a Leo, pero no lo descubrió inmediatamente. ¿Dónde había ido? El área abierta no dejaba muchos lugares para esconderse. La puerta no tenía una mirilla, así que la abrió y saco la cabeza al pasillo. Sin Leo. Él no estaba en el baño tampoco. Ella frunció el ceño mientras giraba en el espacio. ¿Lo había imaginado allí? ¿Imagino toda la llamada telefónica también? Tal vez ella aún estaba durmiendo. Una repentina ráfaga de aire hizo que ella se volviera para ver a su hombre grande entrar desde el balcón, las cortinas corridas debían haber escondido su presencia allí. Él ya no hablaba por teléfono. Al parecer, había terminado de hablar porque había tirado el teléfono móvil en el sofá. Papá no debía haberlo reprendido demasiado duro porque él ciertamente no temblaba de miedo, o hacia la señal de la cruz en su dirección. Sin embargo, pregunto. —¿Qué le dijiste a mi padre? — —Buenos días, Catástrofe. ¿Olvidaste algo? —
Ella casi le pregunto a que se refería cuando vio la forma en que su mirada ardía y acariciaba su cuerpo casi desnudo. Oops. ¿Había saltado de la cama con solo sus bragas? La desnudez no era algo que Meena generalmente notara o le preocupara. Su madre, por otro lado, siempre estaba gritándole para que se pusiera ropa. Ella y Leo tenían mucho en común. —Deberías vestirte. — —¿Por qué? Estoy perfectamente cómoda. — Tan cómoda que llevo sus
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hombros hacia atrás y se aseguro de que sus pechos se sacudiesen un poco. Él lo notó. Se quedo mirando. Oh, Dios. ¿Se está poniendo caluroso aquí? Era curioso cómo el calor en su cuerpo, sin embargo, no impidió que sus pezones se endureciesen como si les hubiese golpeado una brisa fría. Excepto que, en este caso, era más que un examen ardiente. ¿Se imaginaba Leo su boca pegada a uno de sus picos sensibles como lo hacia ella? —Aunque estoy seguro de que te sientes cómoda, si vamos a salir, entonces, a fin de evitar un posible arresto por exhibicionismo, es posible que desees cubrir tus atractivos. — —¿Estamos saliendo? ¿Juntos? —
Él asintió con la cabeza. —¿Dónde? — —Es una sorpresa. —
Ella aplaudió con las manos y grito, “yay”, sólo para fruncir el ceño, un segundo después. Leo estaba actuando muy extraño. —Espera un segundo, ¿esto no es una de esas cosas donde me vendas los ojos y me dices que tienes una gran sorpresa, sólo para abandonarme en un tren de doce horas a Kansas, no? ¿O en un avión a Terranova, Canadá? —
Sus labios se torcieron. —No, prometo que tenemos un destino, y yo voy contigo. — —¿Y voy a estar de vuelta aquí esta noche? — —Tal vez. A menos que elijas dormir en otra parte. —
Aquellas enigmáticas palabras no fueron las últimas. —Estate abajo y lista en veinte minutos, Catástrofe. Realmente quiero que
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vengas. — ¿Él ronroneo que la última palabra? ¿Era eso posible? ¿Podría el burlarse de ella con más fuerza? Por favor. —¿Cómo debo vestirme? ¿Elegante, casual, cachonda, o formal y correcta? — Ella lo miro con sus pantalones cortos y camisa con cuello de manga corta. Casual con un toque elegancia. Parecía listo para un día en un club de golf de caballeros.
Y ella quería ser su carrito de corrupción, que arruinaría su tiro y lo arrastraría al bosque para mostrarle su versión de un tee17 de salida. —Tu ropa no importa. No vas a usarla por mucho tiempo. —
Lo bueno es que estaba cerca de una pared. Sus rodillas se debilitaron hasta el punto de que casi cayó doblada al suelo. Apoyándose en ella, se preguntaba si le estaba tomando el pelo a propósito. ¿Su serio Pookie siquiera se daba cuenta de cómo se podrían interpretar sus palabras? Él se acercó hasta que quedo justo en frente de ella. Lo suficientemente cerca, ella podría haberse estirado y abrazarlo. No lo hizo, pero sólo porque él la atrajo hacia sí. Su esencia la rodeaba. Sus manos extendidas sobre la parte baja de su espalda, marcándola. Ella se apoyo en él, confiando totalmente en él para sostenerla sobre sus piernas tambaleantes. —¿Qué pasa con el desayuno?, — preguntó. —Tengo pasteles y café en mi camioneta. Un montón de deliciosas golosinas con adorable glaseado. —
Mirando a su boca, ella sólo sabía de un manjar que quería lamer. Por desgracia, ella no tuvo oportunidad. Con una palmada en el culo, él se alejo hacia la puerta del apartamento. Leo. Palmeo. Mí. Culo. Ella miro boquiabierta su ancha espalda en su retirada. —No me hagas esperar. No me gustaría empezar sin ti. — Con un guiño –sí, un
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Es el pinchito que se clava en el suelo y sobre el que se coloca la bola de golf para realizar el golpe.
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verdadero maldito guiño– Leo cerró la puerta detrás de él. Él la estaba esperando. ¿Por qué demonios estaba allí de pie? Ella corrió a la ducha. Sólo una vez dentro del recinto acristalado se dio cuenta que había olvidado preguntarle lo que había hablado con su padre. El astuto ligre había desviado su atención. Sin embargo, Leo le había lanzado una sonrisa, obviamente, las amenazas de papá no le molestaban –lo que era valiente pero absurdo, papá nunca amenazaba a la ligera– ¿o a papi le gustaba? Nah. Eso nunca pasaría. Como papá siempre decía, no había un hombre lo bastante bueno para su bebé. Lo bueno es que Meena no escuchaba a sus padres. En un tiempo récord, se había duchado, incluido su cabello húmedo encima de su cabeza, y saltado por las escaleras, demasiado impaciente para esperar el ascensor. Pero la precipitación, dado que Leo podría cambiar de opinión en cualquier momento, pensó que era mejor no hacerlo esperar. Patinando en el vestíbulo, simulo un decoro que no sentía. Leo estaba de pie, junto con algunas de las damas del orgullo, el teléfono pegado a su oído. Mantenía las palabras bajas, demasiado bajas para que ella pudiera oírlas, no es que ella hubiera oído mucho sobre los latidos de su corazón. Lo loco, aquí estaba nerviosa por lo que había planeado. Pero la emoción también vibraba dentro de ella. Ella no necesito hablarle para que se diera cuenta de que había llegado. Volviéndose hacia ella, la ataco con una sonrisa. Santo infierno. Su sonrisa era más letal que sus puños. Ella contuvo el aliento, aturdida por el calor que invadió sus extremidades. No es de extrañar que no mostrara sus blancos dientes a menudo. El hombre podría empezar una revuelta sangrienta si utilizaba esa maliciosa sonrisa en el lugar equivocado. No toques. Mío. Su Leona tenía un plan muy distinto si alguien reaccionaba demasiado familiarmente a su genialidad. Nota mental para una misma: invertir en ropa oscura. Se ocultan mejor las manchas de sangre.
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Dejando a las leonas con la orden vibrando de “lograr que se haga”, caminó hacia Meena. Ella podría haberse prácticamente fundido en la mirada directa con la que la recorrió. Se detuvo a pocos pasos de ella. —¿Lista, Catástrofe? — Él le tendió la mano, y ella salto hacia él. —¿Me va a gustar lo que tienes planeado?, — preguntó. —Mucho, — prometió.
Y eso fue todo lo que revelo mientras la conducía hacia la puerta de su coche esperando. ¿Pero a quién le importaba su destino? Él sostuvo su mano. Él está sosteniendo mi mano. Le dio tal sensación vertiginosa de calor en el interior. Antes de que nadie se ría, cabe señalarse que, como una chica de mayor tamaño, y dura como el granito, Meena había pasado la mayor parte de su vida siendo tratada como uno de los chicos. En sus años de juventud, a ella no le importaba. A ella le gustaba jugar rudo y violento con el mejor de ellos. A continuación, ella se golpeó con la adolescencia. Ella creció varias pulgadas y comenzó a elevarse sobre los chicos que conocía. Ella desarrolló pechos, un gran par de ellos. Las cosas cambiaron. Los chicos ya no la trataban como uno de los chicos, aunque, eso sí, trataron de engatusarla con la lucha libre, que rápidamente se dio cuenta de que era una emoción barata y un manoseo. Sí, se dieron cuenta de que se había convertido en una mujer. Sí, intentaron manosearla y correr las bases. Lo que no hicieron fue tratarla como si fuera delicada. Se trataba de la chica salvaje poco femenina Meena, ellos no le sostenían las puertas abiertas, o le llevaban flores, o hacían cosas pequeñas e intimas como tomarla de la mano. En su defensa, era más alta que muchos de sus novios por lo que tomarse de la mano podía resultar incomodo. Pero ella deseaba ser tratada así. Una diminuta parte de Meena quería ser tratada como si fuera delicada, incluso si ella era como un elefante en una cacharrería –lamento escuchado muy a menudo de su madre sobre su hija menor.
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Así que, por eso cuando leo sostuvo su mano, sus dedos entrelazados con los de ella, su pulgar acariciando su piel, ella no pudo evitar sonreír. Leo no se limitaba a tratarla con respecto. Él la hacía sentir como una mujer. Abrió la puerta de la camioneta, y como antes, le palmeo la cintura y la levanto, sin esfuerzo. Mientras él se deslizaba en el lado del conductor, no pudo evitar un suspiro de felicidad con su esencia rodeándola. —¿Todo bien, Catástrofe? —
Mejor que bien. Sin embargo, dado que no quería asustarlo, o romper el hechizo bajo el que Leo parecía estar, ella solo asintió, mordiéndose la lengua por una vez. Madre estaría tan orgullosa. No se dijeron mucho mientras conducía, probablemente porque se pasaron los primeros minutos dando buena cuenta del desayuno que él había traído. Ella gimió mientras comía el delicioso danés de cereza con queso. Él gruñó. Ella gemía mientras ella hundía sus dientes en el panecillo-pastel de zanahoria húmeda con su glaseado de mantequilla. Él se quejo. Ella no pudo hacer un sonido en absoluto cuando ella le ofreció el último bocado de la rosquilla rellena de crema y le chupó el azúcar glaseado de sus dedos. Su áspera lengua contra su piel totalmente sensible disparando escalofríos a través de su cuerpo. ¿Y cuando él chupo la punta? Ella casi se lanza sobre él para así poder atacar correctamente su delicioso cuerpo. Pero ella no lo hizo. Ella se contuvo porque su curioso gatito realmente quería ver lo que había planeado. Si bien no hablaban mucho, el ambiente no era tenso. Un poco tenso, lleno con la atracción eléctrica tarareando entre ellos, pero era una buena tensión. Leo puso algo de música en la radio, y cuando el ‘Foreigner’ llegó, no pudo resistirse a cantar, y para su deleite, Leo se unió a ella, su profunda voz de barítono envolviéndola en un sensual guante de terciopelo. Al final de la canción, ella se rió.
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—No puedo creerlo. Cantas. — —No, yo no. — —¡Tú también lo haces! Te oí. —
Una vez más, le disparó la más mortal sonrisa a su manera. —Pero voy a negarlo si alguna vez preguntan. Piensa en ello como mi oscuro secreto. Me gusta hacer karaoke, generalmente en la ducha donde nadie pueda oírme.— —¿Por qué ocultarlo cuando tienes una gran voz? — —Yo también tengo una membresía en el club no-maricas. Si no quiero que mi estatus como tipo duro sea revocado, entonces, cantar esta fuera. Como es el baile de salón, la compra de productos de higiene femenina, y los colores pastel. — —Suena machista. — —Totalmente, que es lo que lo hace divertido. — —¿Divertido cómo? — —Porque es lo que impulsa a las leonas a la locura. — —Pensé que eras todo acerca del mantenimiento de la paz. —
Un enorme hombro rodo mientras se encogía de hombros. —Sí, pero eso no significa que no me gusta tener un poco de diversión. —
El guiño que le lanzo la hizo reír de nuevo. Cuanto más llegaba a conocerlo, mas intrigaba se encontraba. Ellos salieron de la ciudad y condujeron un rato en la carretera, el paisaje compuesto de zonas de suburbios junto con campos de cultivo y zonas boscosas. Reconociendo algunos de los nombres que marcaban las señales de salida, pronto se dio cuenta de a dónde iban.
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—Me llevas al rancho Lion‘s Pride. — —Lo sé. Pensé que podría ser un buen plan salir de la ciudad un poco, lo que nos permitirá estirar las piernas, y conseguir un poco de aire fresco. —
Un buen plan. Ni habían terminado de aparcar cuando Meena salió de la camioneta, sin esperar a que Leo saliera y le diera la mano para ayudarla a bajar. Ella tardo solo unos segundos en desnudarse mientras Leo miraba aturdido. Después de la forma en que se había burlado de ella toda la mañana, no se siento mal devolverle el favor. Su turno de guiñar el ojo. —Atrápame si puedes, Pookie. — Con ese desafío, ella cambió de forma, sacando a la luz a su leona.
En un momento, su satisfecha felina salto hacia adelante, el dolor del cambio familiar y rápidamente olvidado en la euforia de estar en su forma felina. Ella no temía que cualquiera pudiera verla. Sólo los miembros aprobados del orgullo eran permitidos en el rancho. Era un refugio seguro para aquellos que necesitaban un escape de la ciudad y un lugar para funcionar salvaje. La libertad de ser ellos mismos dentro de infinidad de acres bosques y campos. En cuatro patas, ella alcanzo el límite del exuberante bosque y se lanzo bajo las pesadas ramas. El sendero moteado por el sol le hacía señas, los ricos olores de la naturaleza y el olor almizclado de pequeñas presas una delicia olfativa. Detrás de ella, un rugido estallo, no un rugido de desafío, más bien uno de, voy a por ti. Yay. Leo había aceptado el reto. La persecución comenzó. Ella corrió. Patas raudas tejieron el suelo del bosque, saltando a través de la materia en descomposición ensuciando el suelo, rozando las ramas que colgaban demasiado bajas. Ella prefería la velocidad sobre el sigilo. Su última intención no incluía evadir a Leo siempre. Ella quería que la alcanzara, saltara sobre ella, y la llevara a la tierra porque, entonces, lo que sucedería después era lo que ella realmente quería saber.
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Algo había cambiado desde la noche anterior, pero no podía precisar qué. ¿Había llegado a enfrentarse al hecho de que estaban destinados a estar juntos? ¿O era solo otra faceta de su personalidad, que él compartía con todo el mundo? El magnífico anfitrión entreteniendo a un invitado. Nah. Leo no era de ese tipo y eso significaba que, había entrado a escondidas en su apartamento, para traerla aquí todo para él. Todo para ella. Soy especial. Y no del tipo de necesidades especiales para aprender, no importa cuántas veces insistió su hermano en ello. Mientras ella corría por el bosque, el canto de los pájaros, el resoplido de su aliento, y el suave crujido al golpear los restos eran los únicos sonidos. No había más rugidos, ningún signo evidente de persecución, y por eso cuando un cuerpo felino cayó del árbol en frente de ella, casi se cayó completamente de narices mientras sus garras traseras se clavaban en el suelo, deteniendo su impulso hacia adelante. Diablos, él es enorme. Magnífico, añadió su leona. Realmente lo era. Con una mezcla de león-tigre, Leo poseía atributos de ambos. Su cuerpo presentaba las rayas de un tigre, si bien mucho más débiles y más doradas. Su cola rayada terminaba en un mechón oscuro, mientras su melena rivalizaba con la de cualquier rey, pero en un tono más oscuro que resaltaba su majestuosa cara y enormes dientes. Dientes desnudos. ¿Su extraña versión de un felino sonriendo? Después del shock inicial, ella fingió indiferencia mientras recuperaba el equilibrio y se enderezaba. Con una sacudida de su cola, y un movimiento de cabeza, se pavoneo delante de él. Él golpeo su culo. Oh, no lo hizo. Sí lo hizo. Con esta invitación a jugar, ella se dio la vuelta y se abalanzo sobre él. Pero él
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debía haberlo esperado porque se lanzo abajo y la inmovilizo. Ella gruñó. Él contento. Ella le dio un cabezazo. Él froto su nariz contra la suya. Ella lo mordió, apartándose, lo que llevo a otra persecución. Adentrándose en el bosque, ella vio una pequeña laguna, ¿o era un estanque? No importaba. Ella recordaba nadar en el cuando era niña. Sin pensarlo dos veces, ella se lanzo al agua y golpeó con un chapoteo. Ella cambió de forma, con la experiencia en la piscina de su casa, contuvo el aliento para no ahogarse en medio de la metamorfosis. Saliendo a la superficie, en su forma humana de nuevo, ella tomo una bocanada de aire antes de inspeccionar la orilla. 114
La orilla vacía. Frunciendo el ceño, ella miro alrededor mientras salía del agua, buscando un signo de Leo. Pero parecía que lo había perdido. Extraño. Dónde… Una mano la agarró del tobillo y tiró de ella hacia abajo. Medio chillando fue abajo, con sus labios apretados para no tragar agua. La mano aflojo su agarre pero solo para así poder tomar una nueva posición en su cintura. A pesar del agua turbia, vio a Leo, su propio pelo agitándose con la corriente que crearon, sus labios se curvaron en una sonrisa. Con su brazo anclado alrededor de su cintura, él flexiono sus piernas, sacándolos a la superficie. Sus cabezas rompieron la superficie del agua, y ella tomó un aliento que utilizo para reír. —Pookie, no puedo creerme que seas el monstruo del pantano. — —No puedo creer que gritaras como una niña, — bromeo.
—Tal vez soy más delicada de lo que parece, — replico ella.
En el pasado, este tipo de declaraciones se habían encontrado con risitas o risas puras y simples. Con Leo, sin embargo, su expresión ardía, y estaba completamente serio cuando dijo, —Creo que te ves deliciosa. Y estabas positivamente delicada en ese vestido de la noche anterior. —
Maldita mandíbula que tomo ese momento para desencajarse, al menos esa fue la excusa que ella uso para su prolongado bostezo. —¿Delicada? ¿Realmente conoces la definición de esa palabra, verdad? — —¿No es algo sobre líneas pequeñas y bonitas? — —Sí. — —Entonces he utilizado el término correcto. —
Sí, que le valió un gran beso. Un beso que siguió y siguió mientras él de alguna manera les mantenía a flote. Lo bueno es que uno de ellos estaba prestando atención, porque con sus piernas y brazos envueltos alrededor de él estilo pulpo, probablemente se habrían ahogado si contaban con ella para mantener la cabeza fuera del agua. Afortunadamente no se ahogaron, y Leo demostró lo inteligente que era cuando él los llevo durante su interludio a aguas menos profundas, o al menos lo suficientemente profundas para poder sostenerse sobre sus dos pies y realmente disfrutar del beso. El beso no era la única cosa agradable. A pesar de la baja temperatura del agua, su piel se puso en contacto y se froto. Y froto. Oh, ¡cómo amaba el sensual roce de sus pieles juntas! La temperatura del agua podría haber demostrado ser fría, pero no sentía frio. Su fiebre interna, nacida de la excitación, los mantenía calientes. Mientras que sus piernas lo sujetaban fuertemente, su sexo sólo podía latir contra su bajo vientre. Meena no era una chica tímida, o inocente. La necesidad la hizo temblar, sobre todo porque ella sentía la evidencia de su deseo estallar justo debajo de su trasero.
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Ella se retorció, tratando de ajustar su posición, pero él la mantuvo demasiado firmemente sujeta. —Todavía no, Catástrofe. — —Pero tengo hambre. — Ella frunció los labios en un puchero.
Él besó se reanudo mientras él se abrió paso en el agua, el nivel disminuyendo, ya que había menor profundidad. El aire y la luz del sol acariciaban su desnuda piel, pero lo que realmente quería era que él la acariciara. Y lo hizo, de alguna manera. Sus grandes manos ahuecaron sus nalgas, manteniéndola en alto, su cuerpo envuelto alrededor de él como una segunda piel. Sus labios pellizcaron y tiraron cuando se abrazaron, el jadeo caliente de sus respiraciones, el único sonido perceptible. El calor de su pasión quemaba mucho, mucho calor suficiente para que ella, una vez más, intentara separar sus cuerpos lo suficiente como para darle una invitación. Todavía no la dejaba mover, pero sí libero su boca el tiempo suficiente para susurrar, —Estás lista, Catástrofe, ¿para mi gran sorpresa? — —Lo estoy. — —He estado esperando todo el día para dártela, — murmuró contra su lóbulo de la oreja. —Entonces, dámela. Dámela ahora. — Ella estallaría si no cuidaba de ella.
Se rió, el sonido vibrando contra su piel. —Sé que tienes hambre. — —Mucha, mucha hambre, — Ella estuvo de acuerdo. —Y yo también tengo hambre. — —Entonces, ¿a qué estás esperando? Estoy lista. — Más que lista. Muriendo
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por que el detuviera este anhelo. Anhelando su contacto. La felicidad. —Genial. No puedo esperar para mostrarte lo que he traído para nuestro almuerzo. —
¿El almuerzo? ¡El almuerzo!
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Su desconcierto lo habría hecho reír si no estuviera tan torturado como ella. Cerca. Tan cerca que habían estado a punto de sucumbir. No habría tomado mucho, sólo un toque y un empujón. Ella se había mostrado a sí misma más que dispuesta. Pero… Él había hecho una promesa a sus padres de no reclamarla físicamente a menos que se aparearan. Y no, no fue la amenaza de su padre, “Voy a arrancarte los intestinos de tu cuerpo, los voy a utilizar para amarrarte, y a continuación voy a despellejarte para hacerle un abrigo de piel para mi esposa,” lo que le hizo respetar su palabra. Leo también se había hecho una promesa en silencio a sí mismo de que trataría a Meena con un respeto que percibió que ella no solía disfrutar. Bajo la forma salvaje y traviesa de Meena se ocultaba una mujer, quien deseaba la misma cortesía y flirteo que vio que otras recibían. Él le daría eso. Dar es bueno. Darle todo lo que quiera. La visión de su ligre de dar era de una naturaleza más carnal, y difícil de ignorar, especialmente con Meena todavía pegada a él. Tanta piel deliciosa. Quieres probar. No se puede. Incluso si duele –y dolía mucho– él era un hombre de palabra. Sentándola sobre una manta extendida debajo de un árbol anteriormente, encima de una suave cama de hierba musgosa y maleza, ignoró su maullido de decepción. No ayudó que él casi maullara también. Dándole la espalda a ella por un momento, buscó las toallas que también había pedido que escondieran cuando llamó al rancho ordenando el picnic la noche anterior. Encontró toallas, toallas de mano. La idea de alguien de una broma. Nada divertida, ya que significaba que no tenía nada con que cubrir a Meena.
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Nada con que ocultar sus curvas. No mires. No mires. Como si tuviera ese tipo de fuerza de voluntad, en lo que a ella se refería. Se dio la vuelta. Quiero ver. Lo que vio fue que ella le estaba mirando. Una rara expresión en su semblante generalmente feliz. —No acabas de dejar la más impresionante sesión de besos de todos los tiempos por el almuerzo ¿no? —
¿Impresionante? De acuerdo, su pecho podría haberse inflado un poco con orgullo. —No cualquier almuerzo. Uno grande. Tuve a la cocina empacándonos un poco de pollo frito hecho la noche anterior. Y todo el mundo sabe que el pollo frito tiene mejor sabor al día siguiente. — —Tienes un punto sobre el pollo. Sin embargo, tengo partes femeninas palpitantes que están pidiendo a gritos algún tipo de acción. —
Su honestidad sin pelos en la lengua, mientras que inicialmente le disgustaba, ahora lo complacía bastante. Meena no ocultaba la verdad. Ella decía lo que sentía, y lo que sentía era deseo por él. Mentalmente alzó su puño triunfal. Y, no, no iba a saltar sobre ella y lamerla por el cumplido. Él trató de frenar las cosas de nuevo. —Tal impaciencia, Catástrofe. ¿Te das cuenta de que la parte más excitante de todo es la preparación para el evento principal? — —Ya me has trabajado lo suficiente, maldición, Pookie. Una chica no puede soportar tanto. — —¿Te consolaría saber que mis partes masculinas también están latiendo? — La mayoría dolorosa y visiblemente —y, sin embargo, mientras que puedo deleitarme tomando rápidamente tu— glup —hermoso cuerpo... — Perdió su línea de pensamiento por un momento. Culpa de ella que mientras se apoyaba sobre los codos,
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lo golpeó con una mirada fija e insinuante. También empujó los hombros hacia atrás y le presentó sus pechos. Sollozo. Necesitaba concentrarse. Tal vez si le explicaba, ella comprendiera por qué demonios no estaba saltando sobre ella, ahora. —Sin duda, ves el mérito de tomar las cosas lentamente. En saborear nuestra floreciente atracción… — —¿Floreciente? — Resopló ella. —Prueba más con explosiva. O por lo menos yo tendría una explosión si alguien me hubiera dado unos minutos más. — —Piensa en ello como un juego previo prolongado. — —A la mierda el juego previo. Quiero sexo. —
Eso hizo que dos de ellos ya lo quisieran. ¿Exactamente por qué demonios había hecho él esa promesa? —Hablando de orgasmo, mira lo demás que traje para acompañar el pollo. — Mientras él se arrodillaba sobre la manta extendida, abrió de nuevo la tapa de la canasta –cortesía de la gente que mantenía el rancho. Después de reírse, preguntándole a continuación si era una broma, y luego de reírse de nuevo, rápidamente cooperaron con su plan de picnic cuando los amenazó con mostrarles cómo se hacían los pretzels humanos.
A su pesar, Meena se estiró hacia adelante, sus tetas balanceándose tentadoramente. Maldiciéndose por tener moral y hacer promesas. —¿Son esos orgasmos de chocolate? — preguntó.
No debería hacer a un hombre adulto estremecerse el escuchar a una mujer decir la palabra orgasmo. Síp, pero eso no impidió que un temblor lo hiciera tambalearse, sobre todo porque al no estar ya sumergido en el agua el aroma almizcleño de su excitación perfumaba el aire. —Las buenas chicas pueden tener todos los orgasmos que deseen. — Gruñó él. —¿Buena chica? — Ella dejó escapar una risita entre dientes muy traviesa. —Oh, Pookie, pero soy mejor cuando soy mala. —
Con esas palabras, ella se inclinó hacia atrás y cambió de posición. No para ocultar sus atractivos o facilitarle las cosas. Por supuesto que no. Ella sabía exactamente lo que hacía a juzgar por su sonrisa traviesa cuando se sentó con las piernas cruzadas sobre la manta, todavía completamente desnuda.
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¿Por qué se estaba él resistiendo? Debería ir allí y violarla como ella había exigido. ¿No eran sus deseos más importantes que cualquier estúpida promesa? Deja de concentrarte en sus partes desnudas. Céntrate en otra cosa. Como el almuerzo. Sí. Si comían, entonces no podrían sentir lujuria, ¿verdad? Le entregó una servilleta de lino, y ella la colocó sobre su regazo, ocultando una parte de ella, pero dejando expuestos sus gloriosos pechos. Saber lo que se escondía debajo de un pequeño trozo de tela le dio ganas de ir a bucear por crema. Gatito malo. Él arrancó la tapa del recipiente con el pollo y se lo ofreció. Ella cogió un trozo y acometió contra él. Leo se enorgullecía de su férreo control. Deseaba que alguien le hubiera advertido que una mujer podría convertirlo en un charco con solo un gemido, —Maldición, este es un buen pollo. —
La determinación de respetarla resultó ser una tortura para él. Cada bocado. Cada gemido. Cada mirada de su lengua rosada mientras se lamía los labios. Él se arrojó sobre su espalda con un gemido. Inmediatamente, ella se puso a horcajadas de él, lo que realmente no mejoró las cosas. En toda su planificación, él debería haber traído ropa. O tal vez alguna armadura. ¿Qué lo poseyó para que pensara que podía manejar una mañana y una tarde a solas con ella? ¿Por qué había prometido no apresurar las cosas? —Pookie. — Ella cantó su nombre mientras mordía su mandíbula. —Oh, Pookie. No puedes ocultarte de mí. ¿Por qué luchas contra esto tan fuertemente? — Para probar su punto, ella frotó su resbaladiza hendidura contra su erecto eje. —Catástrofe, no, no podemos. Lo prometí. — —¿A quién se lo prometiste? ¿A mi padre? Oh, por favor. Él no decide con quién tengo relaciones sexuales. — —Me lo prometí a mí mismo, también, que te trataría como a una dama. — —Lo has hecho, pero incluso a las damas les gusta un poco de pasión. Un poco
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de... — Ella mordisqueo su camino por la columna de su cuello y mordió uno de sus planos pezones. Él contuvo el aliento. —Diversión. — —Di mi palabra. — Y por más que el placer lo tentara, no iba a traicionar su palabra. —¿Y qué has dicho exactamente? — —Que no iba a tener relaciones sexuales contigo a menos que nos apareáramos correctamente. — —Así que aparéate conmigo, y luego házmelo. — —¡Catástrofe! — Sus ojos dispararon una mirada de asombro contra ella. —¿Qué? — Ella falló en hacer su mirada inocente, pero de nuevo, quien no lo haría, dado que ella se había deslizado aún más por su cuerpo y ahora se arrodillaba entre sus piernas, con una mano agarrando su pene. —No deberías, no puedes. Oh mierda. — ¿Qué más se puede decir cuando la mujer que uno más quiere envolvía sus labios alrededor de la cabeza de tu eje y estaba lamiéndolo?
¡Oh, cómo chupaba y tiraba de su pene erecto! Sus labios se deslizaron por la longitud de su poste de acero, acariciándolo, encerrándolo en calor líquido. Él no podía hacer otra cosa que clavar sus dedos en la manta, luchando para mantener sus caderas inmóviles para no comenzar el mismo a empujar hacia la dulce caverna de su boca. Pero Meena no estaba interesada en su impresionante control. Al igual que en cualquier otro momento desde que se conocieron, ella parecía decidida a aplastar su resistencia. Para llevarlo a lugares que nadie más lo había llevado, tanto emocional como físicamente. Ella lo tomó profundo en su garganta. Profundo. Garganta. A él. Nunca nadie había hecho eso antes, no con su impresionante tamaño. Meena lo hacía, sin embargo, y lo hacía con gusto y el más magnífico porte. Sus pestañas revolotearon oscuramente contra la parte superior de las mejillas, y sus ojos estaban cerrados mientras ella misma disfrutaba. Sus labios estaban muy abiertos alrededor de su pene, con su perfecto color rosado en marcado contraste. Sus mejillas se ahuecaban
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mientras succionaba. Y, oh, los sonidos que hacía. Dulces sonidos de placer. Suaves gruñidos de disfrute. ¿Podría él detener un bramido mientras ella lo llevaba al borde del éxtasis y luego lo empujaba sobre el? Sí. Olvídate del hombre con un control de hierro. Disparó su carga cremosa en su acogedora boca, y ella la tomó. Tomó cada onza de él y no detuvo la succión hasta que, con una voz ronca, él declaró, —No más. Maldita sea, Catástrofe, vas a matarme. —
La cosa era que él no podía morir todavía. De ninguna manera. Tenía un favor que devolver. ¿Qué pasa con la promesa de no reclamarla? Él mantendría esa promesa. Su pene no se hundiría en el calor aterciopelado de su sexo, pero maldita sea, ¡su lengua lo haría! —Ponte sobre tu espalda. — ¿Contenía su tono un elemento de mando? Condenadamente cierto que lo tenía. Esta era una vez que necesitaba que ella lo escuchara. —Oh bien, también voy a tener mi turno. —
Le encantaba cómo sonaba. Su actitud refrescante y su falta de timidez era absolutamente encantador. Ella no ocultó su sensualidad o deseo. Lo abrazó y abrió sus muslos para que él pudiera tomar un turno arrodillado entre ellos. La perfección absoluta. Desde su cabello alborotado que enmarcaba su cara con mechones húmedos, pasando por sus pesados pechos rematados con grandes bayas, hasta la hendidura de su cintura y la gran llamarada de sus caderas. Ella era su mujer ideal. Ella es mi mujer. Mía. E incluso si él no la iba a marcar con su pene o con sus dientes, por todos los infiernos, ella sentiría el látigo de su lengua.
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Pero sólo después de que él probara el gusto de los pechos con los que había soñado. Se inclinó hacia adelante, y bajó la cabeza para tirar de un pico erecto. Ella arqueó su espalda, y dejó escapar un gemido. —Sí. Oh sí. Chúpame. —
Había sabido que ella hablaría, y le encantó. Le encantó que ella no temiera decirle lo que le gustaba. Alrededor de su pezón, su lengua hizo círculos, mojando la piel, sintiendo las crestas de la punta fruncida. Metió el pico en su boca. Mordisqueándolo. Incluso pellizcándolo. A ella le gustaba eso, o eso asumió él cuando tiro de su cabeza y casi lo asfixió mientras sostenía su cara con tanta fuerza contra su pecho. Que bueno que él era más fuerte. En esto, él tendría algún tipo de control. Cambió de pezón, prodigando la misma atención en el otro mientras ella jadeaba y maullaba estimulándolo y demandándole 124
—Más. No te detengas. Oh Dios. Sí. —
Tan deliciosos como sus pechos podían ser, sin embargo, el verdadero lujo estaba más abajo. Dejando que sus labios dejaran el esplendor de su pecho, él depositó un rastro de calientes besos sobre la curva de su vientre y aún más abajo hacia la muy corta mata rubia que cubría su pubis. No podía dejar de acariciarla. Ella dio un suspiro caliente. —Oh sí. Por favor. Quiero decir, no. No deberías. — Sus manos lo empujaron. —No quiero hacerte daño. —
¿Herirlo? Le dolía no degustarla. De rodillas entre sus piernas, se detuvo un momento y la miró. Ella parecía bastante preocupada si la arruga entre sus cejas era alguna clase de indicación. Y, sin embargo, podía ver la miel de su deseo en los labios de su sexo. —Tú quieres esto. — —Sí, pero no puedo dejarte hacerlo. Podría olvidarme de mí misma en el fragor
del momento y causarte algún daño. Ha pasado antes. — —No puedes detenerme. — Con esas palabras, él puso las manos bajo sus nalgas, amando el rollizo manojo de carne. La levantó de la manta, poniéndola en un mejor ángulo para su placer –y para el de ella. Entonces le dio un largo y húmedo lametón a la longitud de su sexo, desde la asomada cresta de su clítoris hasta la totalidad de la costura de su hendidura.
Su crema almizclada golpeó sus papilas gustativas y explotó, al igual que ella. Sus caderas se sacudieron violentamente, y fue sólo por pura fuerza que la mantuvo anclada. —Lo siento, — chilló ella. —Nunca. — Lamió. —Te disculpes. — Succionó. —Por tu pasión, Catástrofe. — Mordió.
Con cada caricia, ella se quedó sin aliento, gimió, o dio un grito. Su cuerpo se sacudió. Sus piernas colgando sobre sus hombros, y sus talones clavándose en su espalda. Él se alimentaba de ella, dejando que su pasión salvaje le llevara en un viaje que nunca había imaginado. Nunca un amante egoísta, Leo siempre se hizo cargo de sus parejas, pero con Meena, no sólo quería darle placer. Esto le daba placer a él también. A pesar de la reciente eyaculación, su eje se hinchó, latía, y le rogaba que se hundiera en el calor rosa y empujara con fuerza. Profundo. Rápido. Reclámala. Márcala. Tómala. Oh, mierda. Oh, sí. No podría haberlo dicho aunque lo pensó, o ella lo cantó. De cualquier manera, él se balanceó a ritmo con los empujes de sus caderas mientras la lamía. Tarareó contra su sexo, —Vamos, Catástrofe. Acaba contra mi lengua. —
Y ella lo hizo. Ella gritó en voz alta, larga y vigorosamente mientras dejaba que su orgasmo se hiciera cargo. Sus muslos apretaron su cabeza como en una apretada prensa. Él podía ver por qué temía hacerle daño, pero podía manejarlo. Ella era suya. Para demostrar que no le importaba su fuerte pasión, siguió chupando y mordisqueando, con ganas de más. Debido a que necesitaba más, más de ella. Quería
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marcarla con su toque. Para apagar está loca sed que tenía por ella. Un segundo orgasmo rodó a través de ella antes de que el primero incluso hubiera terminado. Su segundo grito fue más que un ronco graznido, un testamento del placer sin sentido sosteniéndola en su agonía. Cómo quería unirse a ella. Y él quería decir unirse con ella. Su cuerpo enterrado hasta la empuñadura en su acogedora vaina interior, rompiendo todas sus promesas. Complaciéndose en puro deseo egoísta. Argh. En un rápido movimiento, dejó caer su cuerpo todavía temblando sobre la manta, con cuidado, por supuesto, y Leo corrió hacia el agua. Se lanzó dentro y dejó que el frío líquido acariciara sus partes humeantes. Sin embargo, el agua congelada no podía resolver su problema. Sólo Meena podía. Y sólo si eran compañeros.
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No puedo creer que él no me reclamara. Había estado tan cerca. Ella estaba segura de eso. Meena culpo a su padre. Fue su culpa que Leo no diera ese último paso. Haciendo prometer a Leo que no la seduciría. ¿Qué diablos pensaba? ¿Estaban determinados a ponerle un cinturón de castidad? Al menos, el furioso infierno se había reducido a un latido sordo. Su hombre había llegado y le había dado los mejores azotes de lengua de toda la vida. Aún mejor, él no tuvo que pagar un TAC 18 para comprobar si había hinchazón del cerebro. No hay nada como un viaje a la sala de emergencias con un estado de ánimo asesino. De todos modos, después de que Leo se fuera a nadar, ninguna cantidad de sonrisas, meneos de tetas o insinuaciones consiguieron hacerle ceder. Él estaba excitado, lo que significaba que lo notó. ¡Lo noto y no hizo nada al respecto! Ella no sabía si le gustaba porque estaba tan decidido a respetarla o quería tirarlo al suelo y asaltarlo. Bueno, tal vez un poco de ambos. A pesar de la tensa energía sexual que había entre ellos, la tarde transcurrió agradablemente. Resultó que tenían muchas cosas en común, sobre todo su amor por el deporte, tanto verlo como jugarlo, a pesar de que sus equipos de la NFL eran rivales de división. Sería interesante para los domingos otoñales. Y sí, ella planeaba estar cerca cuando las estaciones cambiaran. Al igual que tenía la intención de estar con él para la Navidad y hacer que comprara un árbol en maceta porque, si bien no le gustaban los pinos artificiales, ella tampoco podía soportar la idea de cortar uno vivo solo para decorarlo. Así que, todos los años, se compraba un árbol de pino vivo, y una vez que la Navidad terminaba, lo mantenía regado y saludable hasta la primavera cuando podía plantarlo.
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Tomografía computarizada (TC), también denominada escáner.
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Mientras estaban tumbados en la manta, con la cabeza apoyada sobre el estómago de él, sus dedos enroscándose con pereza en su pelo, él finalmente preguntó, —¿Cómo fue que tú y tu hermana consiguieron su reputación? Te juro que Hayder prácticamente tiene convulsiones cuando se menciona tu nombre. —
Ella se encogió de hombros mientras miraba hacia el cielo azul sin nubes. —Mi hermana y yo no salimos tratando de crear desastres. Las cosas suceden a nuestro alrededor. — —¿Suceden? — Él resopló. —¿Puedes expresarlo de otro modo? De algunas de las historias que escuché, deduzco que las dos son bastante bromistas. —
Ella rio. —Supongo. Pero no somos peores que nuestros primos. Ellos simplemente no son atrapados con tanta frecuencia. No ayuda que en algunas de nuestras travesuras nos salga el tiro por la culata. Por ejemplo, Kenny y Roger ponen el coche del tío Gary en su tejado, y la respuesta es los niños son niños. Teena y yo lo hacemos, y estamos castigadas sin salir durante un año y trabajando para nuestro tío cada fin de semana y durante todo el verano. Y todo porque nuestro tío no había arreglado el freno de mano. Como se suponía que nosotras supiéramos que el coche no quedaría sujeto. Nunca esperamos que el coche se deslizara hacia abajo, arrancara la chimenea, golpeara el porche, y volcara la piscina, lo que provocó un mini tsunami que inundó el sótano. —
El cuerpo de Leo se sacudió, un leve temblor que no pudo evitar sentir dado que ella estaba acostada sobre él. —¿Tienes frio? — pregunto ella. —No, — dijo con voz entrecortada. —Es sólo... — Se echó a reír. —En realidad, no eres afortunada. Yo he hecho la cosa del coche. Por lo general, no es más inofensivo que pagar por un par de tejas del tejado.” —Tú, ¿involucrado en una broma? — No pudo evitar un vuelvo melodramático de su corazón. —A Arik y a Hayder les gustaba involucrarme en sus travesuras, tanto si yo estaba de acuerdo como si no. Ellos fueron un poco revoltosos durante nuestros días
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de universidad. — —¿Solo un poco? — —Está bien, mucho, pero se han calmado. — —Debe ser aburrido para ti, — remarcó ella. —¿Aburrido? No. Es un alivio no tener que mantener constantemente un ojo sobre ellos y limpiar su desorden. Deja más tiempo para relajarse y leer un buen libro.—
Ella hizo un ruido de arcadas. —Incluso tu narración me parece aburrida. No es de extrañar que el destino nos uniera. Me necesitas, Pookie. Me necesitas para mantenerte alerta y darte un propósito. — —Un hombre tendría que estar loco para querer caos en su vida diaria. —
Ella volvió la cabeza y le sonrió. — Felicitaciones por unirte a las filas de la locura. —
Él negó con la cabeza ligeramente, dado que la tenía apoyada en su brazo. —Tú tienes una gran fe en que vamos a terminar juntos. Tengo que preguntarte, ¿por qué? ¿No te preocupa que esta sea alguna broma celestial, teniendo en cuenta cómo algunas de tus otras ideas resultaron? —
Un raro momento de tristeza volvió sus labios hacia abajo. Él se llevó un punto válido. Esto hizo que realmente se preocupara de que su confianza y creencia de que Leo era el único resultara ser falsa. ¿Y si no podía manejarla? ¿Y si él la abandonaba o huía gritando un día? Ya había ocurrido antes, tantas veces que había perdido la cuenta. Pero Meena no era una persona que vivía pensando siempre en qué-pasaría-si. Ella tenía fe y se negaba a darse por vencida. —Estoy preocupada. Yo conozco mi historial con los hombres. Recuerdo los insultos, su terror y las órdenes de alejamiento. Sin embargo, a pesar de toda mi mala
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suerte, yo creo que hay un felices para siempre por ahí para mí. Que tú serás mi felices para siempre. Mis tripas y mi corazón me dicen que tú vas a ser el hombre que puede manejarme a mí y a todas mis catástrofes. — Para sí misma, ella en silencio agrego, tal vez, un día, a pesar de mis defectos, te darás cuenta de que me amas. Un discurso serio, demasiado serio para quedarse quieta, especialmente con Leo observándola con tanta intensidad, la piedad cubriendo su mirada azul. Ella no quería su piedad. Quiero su amor. Ella salto sobre sus pies. Era su turno de correr hacia el agua, al menos era un lugar fresco donde esconder las lágrimas que pugnaban por salir. La gente pensaba que era tan condenadamente fuerte. Ellos asumieron que no se preocupaba por las burlas y contratiempos. Se unían a su risa falsa cuando otro novio la dejaba. Algunas cosas aguijoneaban incluso a la más feliz de las personas. No tengas pensamientos tristes. Anímate. Su gatito interior azotaba su mente. Su felino no albergaba ninguna duda de que ella era increíble. Vive el presente, vive el momento, no dejes que el miedo gane. Un lema que vivía de cerca. La frescura del agua ayudó a distraer sus pensamientos. Una forma escurridiza la hizo vagar más lejos. ¿Peces? Casi tan tentador para un felino como un charco caliente de luz solar. Se lanzó fuera, los pies y los brazos aleteando, persiguiendo una sombra con el fin de escapar de sus dudas. Una gran sombra paralela a ella. Un giro de la cabeza y vio que Leo había llegado a unirse a ella. Cerró sus manos de golpe, ahuecándolas en una bola cerrada. ¿Que había cogido? Dando patadas en la dirección de la luz del día, ella hizo estallar la cabeza fuera
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del agua, y él salió también. Él no dijo nada sobre su admisión. No le ofreció compasión –¡ni siquiera en forma de un beso! Lo que le dio fue aún mejor. La normalidad de la amistad. —Lo atrape. — —No, no lo hiciste. — Por supuesto, argumentó ella –con una sonrisa. —Por supuesto que lo hice. Estás celosa. —
¿Leo estaba tomándole el pelo? —Malditamente cierto que lo estoy, Pookie. Celosa de todas las mujeres que ponen los ojos sobre tu cuerpo. — —Estás tratando de distraerme. No funcionará. Tengo el pescado. — Saco las manos ahuecadas del agua. Líquido cayendo. —Creo que debería ganar algo. — —¿Cómo? — Flotando en el agua, ella extendió la mano para tirar de sus manos ahuecadas un poco más hacia abajo. Ella las sostuvo atrapadas entre sus cuerpos. Ella flotaba cerca, sus piernas se movían en el patrón de batidor de huevos que había aprendido cuando a un niño se le enseña a nadar. Hacerlo en las proximidades, lo suficiente para que ella pudiera inclinarse y rozar sus labios con los suyos, sin embargo, tomó algunas maniobras. Pero lo consiguió.
Deslizando sus labios sobre los suyos, ella susurró: —Dime lo que quieres, Pookie, porque sé lo que yo necesito. Me gustaría sentir tus manos acariciando mi cuerpo. Esos dedos ásperos, el signo de un hombre sin miedo a trabajar y ensuciarse, trazando mi piel. Quiero tu cuerpo presionando contra el mío, desnudo, inmovilizándome, haciéndome vulnerable a ti. Necesito… — ella succionó su labio inferior —que hundas tu pene dentro de mí. Para acariciarme, profundo y duro. Quiero que sea duro. De un hombre de verdad, que me pueda manejar. Y me tome. Y me de lo que anhelo. — Se detuvo, mirándolo a los ojos, amando la fijeza de su mirada. —Yo. Te. Quiero. A. Ti. — Ella inclinó la cabeza y golpeó, los dientes mordiendo la fuerte columna de su cuello que flotaba sobre el agua.
Qué tan bajo el gemido sonó, un estruendo profundo de su interior.
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¿Ni siquiera se dio cuenta cuando él separo sus brazos y le dio la vuelta? Ella se dio cuenta. Estallo las manos ahuecadas fuera del agua, justo antes de su apretón, ella canto, —¡Aha! ¿Ahora quién es el mejor pescador? —
La rica risa ronca se derramo sobre ella, una vibración melosa. Se estremeció, y perdió un poco de enfoque cuando regresó esa languidez sensual. Sus manos se separaron, y con un plop –y, probablemente, la versión de un pescado de jodete– el pequeño pez volvió a su casa, marchándose tan rápido como podía moverse. —Parece que estamos empatados, — dijo, en absoluto enfadado de que lo hubiera engañado. Dios mío, ese hoyuelo en la mejilla, uno pequeño, pero combinado con el brillo de sus ojos azules, su corazón casi se detuvo. —¿Eso nos hace ganadores a ambos? — preguntó ella. Así podrían intercambiar un premio. Un sesenta y nueve funcionaba en dos direcciones. —Desempate. Apuesto a que puedo hacer un chapoteo más grande que tú tirándome en bomba. —
Ella resopló. —Pookie, deliras si crees que esos glúteos apretados tuyos pueden salpicar más agua que este culo mío. —
Y así pasaron el resto de la tarde jugando. El mejor día que había pasado en años. Aún mejor, sus accidentes no molestaron a Leo ni un poco. Cuando ella le tiró una pila de fango, golpeándolo en el pecho, no se asusto, porque el lodo que ella arrojó tenía una sanguijuela. Tampoco gritar como si un zombi comedor de cerebros fuese tras él cuando ella batallo con el bicho chupador de sangre en su piel. A pesar de que se sintió un poco avergonzada cuando él le recordó que tenían sal en la cesta de picnic. Leo también podía manejar su lado travieso. Una buena cosa, o ella podría realmente hacerle daño. Cuando ella vio su espalda desnuda mientras subía las rocas para una
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inmersión, ella saltó sobre ella, recién dándose cuenta cuando se elevó por el aire que pudo causar algún daño grave. El apenas se tropezó cuando ella lo golpeó, y ella le dio un beso cuando dijo con cierta sequedad, —¿La próxima vez que lo hagas, puedes al menos, gritar Gerónimo? —
¿La próxima vez? Claro que sí. Por desgracia, no podían permanecer en el estanque para siempre. A medida que la tarde se desvanecía, su vientre comenzó a hacer ruido. La cesta de picnic estaba vacía. —Aliméntame, tengo hambre. — Gruñó mientras ella pateaba a través de los contenedores vacíos.
En lugar de decirle lo que pensaba sobre su cintura y recibir un puñetazo en la cara, Leo dijo, —Yo también. ¿Quieres regresar? Ellos podrían estar preparando la barbacoa para la cena. —
¿Carne chamuscada? No le hacía falta decir nada más. Cambiando la piel por el pelaje, ella abrió el camino de regreso a la casa principal del rancho. Mía. Casi. El condenado hombre obviamente la deseaba, y aun así el se contuvo. ¿Por qué? ¡Por qué! ¡POR QUÉ! La frustración, sobre todo del tipo sexual, se negaba a permanecer en silencio. Su estado mental, sin embargo, estaba bastante satisfecho en cómo las cosas estaban progresando. Ella y Leo estaban empezando a conocerse el uno al otro como personas. ¿Se atrevería a decir incluso amigos?
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Durante el día de campo había aprendido tantas cosas de él, chismes que él había compartido, lo que, a su vez, la animaron a compartir lo que era crecer como la hija menor de una verdadera belleza sureña. Incluso se había abordado el tema de su hermana gemela, que mientras eran idénticas en apariencia, no era como ella en actitud. Teena podría ser conocida como problemas, pero sólo porque su naturaleza más suave a menudo lo arruinaba. Liberar a los gatitos del refugio porque Teena no podía soportar que terminaran en eutanasia, y la población de gatos se volvió loca hasta el punto que la ciudad tuvo que recurrir a ayuda para capturarlos y esterilizarlos. Obtener su vestido atrapado en la puerta del vehículo, mientras el vehículo se alejaba, rasgándole la ropa, dejándola vestida sólo en bragas y sujetador. No fue culpa de Teena causar un choque en cadena de cuatro coches. Teena todavía estaba avergonzada por el incidente, y sin embargo, Meena estaba totalmente envidiosa. Sólo había alguna vez causado un choque en cadena de tres coches en su mejor día. Ella siguió a un peludo Leo a la parte trasera de la hacienda, ¿o era mansión? Era difícil de decir, dada que la estructura original había dado a luz tantas adiciones a lo largo de los años que parecía una mezcolanza impar de casas pegadas. En las décadas pasadas, el orgullo había vivido dentro de sus paredes. Sin embargo, ya que el mundo moderno se hizo cargo, y el empleo en el país se volvió escaso, al igual que los eventos sociales, muchos optaron por trasladarse a la ciudad, escogiendo el centro del complejo de apartamentos para ganarse la vida en una jungla de cemento. Pero el orgullo todavía mantenía este símbolo de su pasado, y era donde el grupo se reunía cada vez que se planificaban grandes funciones, y por el aspecto de las cosas, algo grande estaba a punto de suceder. Cogiendo una bata, una de las muchas que había en ganchos por la entrada trasera –de nuevo, uno de los muchos rompecabezas de esta casa – ella noto el ajetreo de personas llegando con equipaje y cajas. Muchos de ellos también sostenían en alto fundas de plástico para trajes y vestidos para alguna fiesta de lujo. Volviéndose a Leo, que acababa de terminar de envolverse con la enorme toalla, ella pregunto,
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—¿Que está pasando? — —Boda en la familia mañana. — —¿Cómo es que no he oído nada al respecto? —
Se encogió de hombros. —Era una especie de decisión de último minuto. — —¿Estoy invitada? — Y sí, a pesar de su afirmación de que era una boda de la familia, se sentía como si se debiera preguntar, dada su actual prohibición en algunas funciones dentro de ciertas ramas de la familia.
Sus labios se torcieron. —Por lo que yo sé, se espera que tú vayas. Así que tratar de comportarte entre hoy y mañana. — —Tal vez debas pegarte cerca de mí para mantenerme fuera de problemas. — —Dudo que alguien sea capaz de hacer eso. — —Buen punto. Pero aún así creo que deberías quedarte cerca. — —¿Y eso por qué? — —Porque si tengo que usar un vestido, entonces no llevare bragas. —
Cuánto le gustaba su suave retumbar, —¡Catástrofe! —
Metiéndola en su costado, él los condujo a través de las personas dando vueltas, en su mayor parte haciendo caso omiso de sus gestos y saludos. Un omega en una misión. Los condujo a un conjunto de escaleras que les llevó más allá de la segunda planta y a una tercera. La sala, con su corredor decorado con estilo oriental, proporcionó un respiro de tranquilidad del alboroto de abajo. —¿A dónde vamos? — preguntó ella.
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—Por suerte para ti, yo nos reserve una suite. —
¿Nos? ¿Al igual que en los dos? La puerta en el extremo demostró su destino, y él la abrió para mostrar una acogedora sala de estar y una cama triunfal. Una. Cama. ¡Choca los cinco! —Pookie, ¡eres asombroso! — —¿Voy a temer la respuesta si pregunto por qué? —
Ella rodo los ojos. —Por tener la idea de conseguirnos una habitación con la cama más robusta que he visto jamás. — —¿Quién dice que los dos vamos a dormir en ella? — —Yo por supuesto. — —Sólo si eres buena. Así que esfuérzate en portarte bien mientras salgo un momento. Encontraras algo de ropa y otras cosas en el cuarto de baño. — —¿A dónde vas? — —A buscar mi propia ropa y asegurarme de que tienen suficiente comida para mí. Alguien me ayudó a tener un gran apetito. No debería tomar mucho tiempo. Vuelvo en treinta minutos más o menos. —
Lanzándole un guiño, se fue. Ella sonrió y se abrazó a sí misma. Que día tan maravilloso hasta ahora. Después de toda la atención que Leo le había mostrado, y la forma en que estaba actuando ahora, tenía la sensación de que su instinto estaba en lo cierto. Él era el único. Pero él se marcho. ¿Y qué? Él prometió volver. Ella esperaba que él lo hiciera. No había nada peor
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que esperar con el estómago vacío por una cita que nunca apareció. Por problemas con el coche, de hecho. La evidente mentira que su cita empleo justifico totalmente que ella pusiera azúcar en el depósito de gasolina. No había necesidad de planear nada malo para Leo. Leo iba a volver. Él es mi compañero. O lo sería pronto. Ella no creía que pudiera manejar todo eso del respeto mucho más tiempo. O bien el cedería para aliviar su deseo, o tendría que reclamarla y aún así aliviar sus deseos. De una forma u otra, olvídate de esperar. La enorme cama capto su atención. Hecha de gruesos y resistentes troncos de pino, gritaba rústico, lo suficientemente fuerte como para manejar casi cualquier cosa. También transmitía otro mensaje, si eligió esta habitación. Creo que él está cansado de esperar también. ¿Sería esta noche ‘la noche’? ¿Tenía el la intención de aparearse con ella? 137
Pasaron los minutos mientras ella se quedó mirando estúpidamente el espacio, soñando despierta con su ligre. Más expresamente sobre aquel colchón cubierto con suaves sábanas azules de bambú. Leo va a volver pronto. Tiempo de poner su culo en movimiento. Entrando en el baño, observó una percha en el gancho detrás de la puerta, su contenido envuelto en una bolsa de plástico con cierre. En primer lugar, sin embargo, una ducha. El champú y jabón le hacían señas, al igual que la maquinilla de afeitar que sacó de un paquete nuevo. El agua caliente elimino los restos del estanque de su piel, dejándola fresca y limpia. Lo suficientemente buena para que un determinado ligre comiera. Secándose con una toalla, se asomó para ver lo que tenía para trabajar. Al igual que un hotel, el baño contaba con un secador de pelo y algunos productos básicos para el cabello, es decir, se las arregló para crear un algo presentable. Una muy alta cola de caballo que giraría como un látigo si ella bailaba. Considerando que ella podía oír el sonido distante de la música de algún DJ interpretando algunas melodías, la cena
sería seguida por baile. Me pregunto si puedo conseguir que Pookie baile conmigo otra vez. Ella salió del baño con la bolsa de ropa en la mano y la puso sobre la cama. Tirando hacia abajo la cremallera, ella se rió para ver un vestido familiar. Alguien había preparado el mismo vestido corto que se había puesto cuando ella y Leo se habían besado en los probadores de la tienda de ropa. Cuan providencial es que lo hubiesen traído para que ella lo llevara esta noche. Aún más extraño, era que venía con un sujetador, pero sin braguitas. Dejó caer la bolsa y la sacudió. Ella incluso volvió al baño para mirar pero regresó con las manos vacías. ¿Esto es cosa de Leo? Seguramente no su Pookie. Sin embargo, no pudo evitar un chorro de calor al pensar que él podría meter una mano para asegurarse de que ella estaba completamente desnuda debajo de la falda suelta. Localizando su bolso en el armario, volvió al cuarto de baño y cerró la puerta, porque la última cosa que necesitaba mientras se aplica delineador de ojos era ser sorprendida. Ella logró una rápida puesta a punto de su cara. Un delineado de ojos ligero para oscurecer sus ojos, mascara de pestañas –aplicada dos veces porque la primera vez se aglomero al cerrarlos– y brillo labial, sabor a cereza, ya que era la fruta preferida de Leo. Cuando se alisó el vestido sobre su cuerpo, rozando sus manos sobre sus caderas, ella no pudo evitar tomar una respiración profunda. Habían pasado un poco más de treinta minutos. Había observado el reloj de la mesilla de noche antes de entrar en el cuarto de baño. Ella había pasado al menos cinco minutos de ellos aquí, pero no había oído a nadie entrar en la habitación durante ese tiempo. Leo no estaba allí. La decepción se deslizó sobre ella, esperando a saltar. Su leona gruñó saliendo de la sumisión. Ella debía esperar un poco más antes de permitirse a sí misma creer que no había venido. Tal vez se había retraso con algo, o... Cobarde. La cobardía no era lo suyo. Y tenía hambre. Ya fuera que Leo mantuviera su
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palabra o no. Esconderse en el cuarto de baño no cambiaría nada. Ella salió, sólo para golpear una pared de ladrillo. Ella se tambaleó hacia atrás, no sólo porque se había golpeado con el pecho de Leo. Mentalmente se tambaleó. Él regreso. Eso más que nada le hizo perder el equilibrio y acercase –alguien grito ‘árbol va’. Ella no cayó sola. Agitando la mano atrapó la camisa de Leo, el pie de algún modo se enredo alrededor de su tobillo –totalmente accidental, en realidad– y juntos cayeron al suelo. A pesar de que, de alguna manera, ella terminó encima de él. El hombre había rodado su cuerpo en el último momento por lo que tomó la peor parte de la caída. ¿Qué he hecho? ¿Cómo de mal lo había aplastado? Por favor, que no grite. Ella odiaba cuando gritaban. 139
—¿Estás bien, Catástrofe? —
¡Él vivía! Ella levantó la cabeza y sonrió a su manera. —No estás gritando. —
Él arqueó una ceja. —¿Por qué iba a gritar? — —Hemos caído al piso duro. — —Duro es correcto, — se quejó. —Pero no en la forma que piensas. —
Ciertamente él no implicaba... Ella se retorció en una mejor posición para comprobar –tenemos la confirmación de una impresionante erección. Él contuvo el aliento.
Maldita sea, ¿Y si había mentido sobre si estaba herido? —¿Estás herido, Pookie? — —Estoy sufriendo mucho, Catástrofe. ¿Quieres darme un besito para sentirme mejor? — Su guiño hizo que sus labios se curvaran. —Estoy empezando a pensar que te juzgué mal. — —Me juzgaste mal, ¿cómo? — Haciéndola rodar hacia un lado, Leo se puso de pie y luego la levantó. —Eres mucho más malo de lo que creí. — Ella sonrió. —Eso es tan increíblemente impresionante. — —No es tan impresionante como tú en ese vestido, Catástrofe. — Su apreciación por su aspecto trajo un calor a su piel que la hizo querer tropezar y caer encima de él de nuevo. Ella dudaba de llegar a cansarse alguna vez de su apreciación de sus curvas abundantes.
Su mirada especulativa, sin embargo, no era nada en comparación con el examen voraz que hizo de él. Delicioso. Vestido con pantalones vaqueros ajustados y una camisa de un profundo color púrpura que destacaba aun más su tamaño, parecía lo suficientemente bueno para comer, y ella sintió hambre de repente –por él. Ella se abalanzó sobre él. Permaneció de pie, después de haber cogido su entusiasta salto. También estaba más que listo y dispuesto para el beso caliente que plantó en él. Brillo labial condenado. Ella untó toda su boca mientras disfrutaba de lo maravillosamente masculino que era Leo. Ella podría haberlo besado durante toda la noche. Olvidarse de la barbacoa y fiestas. Tenía todo lo que necesitaba aquí. Con él. Por desgracia, al parecer, él no quería perderse la fiesta porque se retiró. —Debemos empezar a movernos. Nos esperan. —
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—Llegar tarde está de moda. — —Llegar tarde también significa que solo tendremos las sobras de la cena. — —Buen punto. Hay que darse prisa. — Ella no protestó cuando él la colocó de nuevo en el suelo. —¿No olvidas algo? — Se quedó mirando sus dedos de los pies descalzos. —¿Qué pasa con mis dedos de los pies? — —¿No les falta algo? — —Por qué ¿cambiaste de opinión acerca de tumbarme de espaldas y darme placer oral? —
¿Tenía un tic bajo el ojo? Comprobado. Ella consiguió que volviera. —Me refiero a lo que les falta. — Se quedó mirando fijamente unos tacones al lado la puerta.
Ella suspiró. Ruidosamente. —¿Quieres decir que tengo que llevar zapatos también? — —Esta es una reunión semi-formal. — —Eres demasiado serio, Pookie. — —Me molesta que me digan que soy demasiado serio. Soy tan despreocupado como cualquiera. —
Ella resopló mientras se deslizaba sobre sus tacones. —Pruébalo. — —No llevo corbata. — —Bah. Yo no llevo ropa interior, — anunció ella mientras pasaba por delante de él en la sala.
No fue el golpe en el culo lo que la hizo tropezar, sino más bien su afirmación
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de, —Ni yo. —
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Con Meena bajando por las escaleras, Leo iba tras ella. Su anuncio de que no llevaba bragas no fue inesperado. Después de todo, él le dijo a Luna muy específicamente que no las empacara cuando ella trajo su ropa. Pero ahora, viendo a Meena balancearse, con gran parte de sus piernas expuestas, deseaba que las llevara puestas. Esa falda era muy corta. Demasiado corta. Demasiado accesible. Y la cama estaba muy lejos. ¿Exactamente por qué habían dejado la habitación? Oh sí, comida. Si querían tener alguna esperanza de sobrevivir a la noche, debían comer. No quería que le faltara energía más tarde. No es que él hubiera planeado algún libertinaje. ¿Por qué no? Porque esta noche no era sobre ellos escabulléndose a escondidas y robándose besos entre otras cosas. La celebración de esta noche era un anticipo de una vida nueva como pareja. Una fiesta con amigos y familiares antes de la boda en la mañana. Una boda. Fuchi. Al igual que cualquier hombre con la mentalidad adecuada, Leo temía las bodas como cualquier otro hombre. Pero en este caso, iba a hacer una excepción, por Meena. Él sabía que ella disfrutaría de la ceremonia. Él solo se preguntaba qué clase de catástrofe podía esperar. Hacia la salida en el nivel principal, podría haber reído por lo nerviosa que estaba Catástrofe. Parecía que su cita en la noche era bien conocida. —¡Meena! — Chillo feliz en un tono alto. —¡Meena!— Pronunciado con un tono agudo provocado por alguien presa del
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pánico. Desde su admisión de esta tarde, Leo se sintió aún más en sintonía con ella que antes. Observo el ligero endurecimiento de su espalda cuando el idiota insensible hirió sus sentimientos. Parecía que el primo Marco aún tenía que perdonarla por golpearle en la cara con un disco de hockey más o menos un año antes de que ella hubiera sido exiliada. Y sí, Leo conocía la historia. Todos lo hacían. Marco podría guardar rencor, ¿pero que bien podría aguantar un golpe? Pronto se encontrarían fuera porque Leo planeaba enseñar a su primo una lección sobre el perdón más tarde. En primer lugar, atrapó la mano de Meena y caminó con ella hacia la alineación de largas mesas cubiertas con bandejas de comida. Había llegado lo suficientemente temprano como para tener de donde escoger. Doble ración. La gente que manejaba la barbacoa se aseguró de llenar su plato con un par de hamburguesas, además de gruesas y jugosas empanadas. Leo encontró un asiento, un par de sillas en realidad, pero tener una de repuesto disponible no le impidió poner a Meena sobre su regazo, la condenada silla gimiendo ominosamente. Parecía que no fue el único en oír la amenaza del infeliz asiento. —Pookie, vamos a terminar en el suelo. Somos demasiado grandes para sentarnos en esta silla. Me sentaré en la silla de al lado. — —A la mierda con la silla. Te quedarás en mi regazo. — —¿Pero por qué? — —Porque me gusta. — Le encantó cuando logró sorprenderla. La forma de su boca tan sugestiva.
Antes de que ella pudiera hacer otra pregunta estúpida, le metió un bocado de patata asada en la boca. Ella mordió su dedo en el proceso y luego sonrió. —Sabroso. Otra vez. —
Él le dio un tomate cherry crujiente. Sus labios fruncidos antes de que ella lo
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chupara lo tenía hipnotizado. No hubo ninguna duda más después de eso sobre compartir el asiento. Se alimentaban mutuamente, y si un ocasional transeúnte se reía entre dientes o se reía al pasar, y terminaba tropezando con sus pies en el camino no era culpa suya. Un hombre a veces necesitaba estirar sus largas piernas. Las voces animadas del orgullo y de los que viajaron para la noticia del momento, se incrementaron en un zumbido alrededor de ellos. Leo no perdería su mente por ello. Estaba más interesado en la mujer en su regazo, que en ver la acción alrededor de ella con los labios entreabiertos. Podía ver y sentir su felicidad cuando la gente vagaba solo para decir hola. Incluso la gran tía Cecily, –“quien debía haberme perdonado finalmente por sacar todos los alambres de sus sujetadores para que no se me clavaran cuando ella me daba un abrazo de oso”. Por desgracia, no podían permanecer en su propio mundo toda la noche. Como tercer hombre en la jerarquía cuando se trataba de asuntos del orgullo, no fue una sorpresa cuando en un momento dado vio a Hayder llamándolo con señas. —Tengo que ir a ver lo que quiere, — dijo, dejando a Meena sobre sus pies. —Voy a tratar de no tardar mucho. ¿Qué tal si traigo unos tragos en mi camino de regreso? —
La dejo con un beso en los labios y una palmada en el culo. Oye, la maldita cosa fue hecha para relamerse. No se fue por mucho tiempo. De verdad, no mucho, pero resultó suficiente tiempo para que Meena encontrara problemas. O, en este caso, los causara. Era hora de que el Omega tomara las riendas.
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Era hora de llevar las cosas al siguiente nivel. Leo es el único. No era sólo el felino interior de Meena el que insistía. La mujer también lo creía. No solo Leo no la abandonó cuando tuvo oportunidad, él había insistido en que se sentara en su regazo donde él la alimento de su propia mano con algunas cositas. Para chuparse los dedos. Una pena lo de la multitud. La dura erección hurgando en su parte inferior, distinguible incluso a través de sus pantalones, podría haber recibido una buena lamida. Más tarde. Un más tarde que no llegaba con la suficiente rapidez para su gusto. Las burlas de esta tarde, lejos de apaciguar su lujuria por Leo, simplemente la habían hecho más fuerte. Pobre Leo tendrá que dejar a un lado su moralidad y las promesas porque ella no iba a aceptar un no por respuesta. Esta noche es la noche, Pookie. Tan pronto como consiguieran salir de esta reunión y Leo regresara de cualquier tarea para la que Hayder lo había convocado, ella se lo llevaría y se saldría con la suya. Rawr. Un silbido felino salió de sus labios fruncidos mientras observaba a Leo caminando a lo lejos. Joder ese dulce culo suyo enfundado en esos ajustados pantalones vaqueros hacia que fuera una buena vista. Creo que estoy enamorada. O alguien había drogado la comida porque esta frívola languidez y la urgencia de reír como una loca a punto de cometer una serie de asesinatos resultaba imparable. Ella nunca había sido más feliz, sobre todo porque, cuando Leo se marchó, no lo hizo con prisa impropia o impaciencia. Por el contrario, parecía enojado. ¿Cómo se
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atrevía el mundo interrumpirlos? Ahora el mayor dilema era cómo pasar el tiempo mientras esperaba su regreso Y necesito portarme bien. Él quería que ella se comportase. ¿Seguramente podría lograrlo por unos minutos? Viendo a un grupo de mujeres, incluyendo a Zena y Reba, se acercó. —Hey, perras, ¿qué pasa? — —No me lo creo. Los cirujanos lograron separarlos, — exclamó Zena. —Estaba empezando a preguntarme si alguien los había unido a los dos con pegamento. — —¿Te refieres a la vez que le hice eso a Callum? — Su primer novio a los trece no apreció su enamoramiento. ¿Y qué si tomo un par de horas de sus manos pegadas sumergidas en acetona para separarlas? Un chico inteligente habría utilizado totalmente ese tiempo para llegar a la primera base en lugar de enloquecer. —Hasta el día de hoy se sobresalta si alguien trata de agarrar su mano, — comentó Reba. —¿Y qué pasa contigo y con Leo? ¿Sois algo como una pareja ahora?—
¿Dada su exhibición pública? —Totalmente. — —Leo, sin embargo, ¿de verdad? De todos los chicos en los que pensé que conectarías, nunca esperé que lo hicieras con él. —
Meena se mordió la lengua. —Adelante y pónganse celosas. No las culpo. Mi hombre es impresionante. — —O ha sido tomado por ladrones de cuerpos. En serio, Meena, nunca lo hemos visto actuar así. ¿Cómo diablos lograste que cayera por ti así? —
Curiosamente, por ser ella misma. Meena charló con sus primas, haciendo su mejor esfuerzo para no hablar en exceso acerca Leo, pero mientras hablaba, ella notó un par de mujeres, una de ellas casi tan alta como ella, pero más delgada, con el pelo perfectamente peinado y cara pintada. Ella y su amiga seguían molestando a Meena entonces riéndose hasta que
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finalmente ella preguntó, —¿Qué es tan gracioso? — —Nada. — estalló de la risa.
Meena se miró a ella misma pero no vio nada mal. —¿Tiré comida sobre mí de nuevo? — —No. — —Entonces, ¿qué? —" —Como si no pudieras adivinar. — La alta rubia se encogió de hombros. —Es sólo que... Tú y Leo. — —Sí, ¿qué hay de nosotros? — —Quiero decir, tú y Leo, ¿en serio? — —Sí, ¿y qué? — —Es sólo que eres tan diferente. Él es tan Leo, sabes, recatado y adecuado. Mientras que tú eres un desastre andante sobre dos piernas. Honestamente, no sé lo que cualquier hombre podría ver en ti. —
La extraña planteó un punto válido. Sí, eran polos opuestos, pero ella pensaba que más bien eso los complementaba. Sin embargo, teniendo a esta mujer señalándolo y alimentándose de la inseguridad de antes a Meena no le sentó bien. En lugar de tomar su frustración sobre la perra por señalar su debilidad y accidentalmente golpear su cara con sus nudillos, Meena pensó que era mejor marcharse. Ella actuaría de forma madura por una vez. Ella iba a comportarse y Leo estaría orgulloso. Al menos ella lo intentó. Pero entonces... —Eso es, márchate, culo gordo. — Resoplo burlonamente. —¿Y se supone que esta es la gran y malvada Meena de la que he oído hablar? Ja. Más como la prima fea que nadie quiere alrededor. Pobre Leo. Tal vez debería demostrarle que él no tiene
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que conformarse con migajas. — ¿Esa perra acaba de amenazar con hacer un movimiento hacia mi hombre? ¡Furia roja! ¡Furia roja! Eso la enfureció y lo vio todo rojo. Y así se esfumaron sus planes de comportarse. Antes de que la perra pudiera parpadear, Meena estaba sobre ella. Literalmente. Ella tomó a la otra rubia con una embestida que exprimió un “oomph”, de ella. Agarrando un puñado de cabello, ella golpeó la cabeza de la chica contra el suelo. —Tú. — Golpe. —No. — Evito desgarrarse los dedos. —Pongas. Una. Mano. — La cabeza, golpeó el suelo de nuevo. —En. Mí. Hombre. — Oops, ahí se fue un mechón de cabello.
Aunque Meena inicialmente tenía la ventaja de la sorpresa, la otra rubia, que no era nada delicada, se recuperó rápidamente y escupió. — ¡Maldita perra! Te voy a arrancar el pelo. —
Y así acabaron rodando por el suelo, pisando la hierba, desgarrándose el cabello mutuamente, sin realmente administrar ningún golpe debido a su proximidad una de la otra. No paso mucho tiempo para que Meena recuperara la ventaja. En este caso, ella fue a por la parte superior del cuerpo de la chica bocazas. Ella se preparaba para asestar un dulce golpe cuando un estridente silbido sonó y una voz la detuvo. —Catástrofe, ¿qué demonios estás haciendo? —
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Los abucheos y gritos no sorprendieron a Leo, ni tampoco descubrir a Meena en el corazón del caos. Allí estaba su delicada flor, en plena lucha con Loni, una leona que había llegado a la ciudad para la boda. La misma Loni que le había hecho numerosos pases a lo largo de los años, pero cuya actitud le hizo mantenerse alejado. Se pregunto que había provocado los tirones de pelo y la lucha. También deseó, una vez más, que Meena llevara bragas. El destello ocasional de su parte femenina, saco su lado posesivo –y realmente quería gruñir, “Es mía. No la mires”. También despertó el hambre del amante que quería arrojarla sobre un hombro y llevarla a algún lugar privado para deslumbrarla. Al menos los más cercanos a la lucha y testigos de su trasero desnudo al descubierto eran todas mujeres. ¿La mala? Todas eran mujeres. Su método habitual de golpear algunas cabezas juntas para ahorrar tiempo no funcionaria en esta situación. Los niños no deben golpear a las niñas. Entonces, ¿cómo detener una pelea de gatas? Se metió los dedos en la boca y sopló, un silbido estridente y cortando el ruido. En el repentino silencio, dijo, —Catástrofe, ¿qué demonios estás haciendo? —
Meena, con los puños apretados, preparando un duro golpe, se congeló. Ella giró la cabeza y sonrió dulcemente. Ninguna señal de arrepentimiento por haber sido atrapada portándose mal. —Dame un segundo, Pookie. Casi termino aquí. —
Él arqueó una ceja. —Catástrofe. — Y utilizó su tono de advertencia. —Tal vez deberías dejar que Loni se marchara y olvidarte de golpearla. —
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—Probablemente. Pero la cosa es, que realmente quiero reventarle la cara. —
Percibiendo una salida, Loni volvió la cabeza y se quejó, —Quítame esta perra loca de encima. Yo no hice absolutamente nada. Ella empezó. Ella siempre empieza esta mierda. Ella nunca debió haber sido readmitida. Ella es un problema. Siempre ha sido así. Siempre lo ha sido. —
Reba y Zena abrieron sus bocas, listas para saltar a la defensa de Meena, pero Leo levantó una mano. Mantuvieron sus lenguas quietas, lo cual no era una tarea fácil para los gatos, pero sus ojos hablaban muy elocuentemente. Leo centró su atención sobre Meena. —Catástrofe, ¿es eso cierto? ¿Saltaste sobre ella? — Sus hombros se desplomaron. —Sí. — —¿Por qué? — —¿Qué importa?, — preguntó. —Me importa a mí. ¿Por qué quieres reorganizar su nariz? — —Ella dijo que no nos pertenecemos y que tal vez debería mostrarte por que ella es una mejor opción. —
Meena no pudo evitar gruñir mientras recordaba y relataba la razón de su ira en voz alta. —Golpéala. —
Decir que algunas bocas se abrieron con una O de sorpresa sería un eufemismo. Nadie estaba más sorprendido que Meena con su orden. —¿En serio? — —Sí, en serio. Dado que cualquier idiota con ojos, podría ver que estamos juntos, entonces eso hace que lo que ella dijo este fuera de lugar. Si vas a hablar, entonces tienes que estar preparada para pagar el precio. Yo no puedo golpear a Loni por causar problemas, siendo el Omega del orgullo— y, sí, sacó pecho, y puso un tono
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grave en su voz —Te estoy dando permiso para hacerlo. — Permiso concedido y, sin embargo, Meena no golpeó a Loni. Por el contrario, se levantó, alisó su falda y jaló de su cabeza, enviando a volar su cola de caballo. —No hay necesidad de reorganizarle la cara. Acabas de admitir enfrente de toda esta audiencia que estamos juntos. Esto merece una ronda de tragos. ¡Whee! — Meena alzo una mano en forma de puño y gritó, —en tu cara, ¡perra! —
Suspiro. Pensando en su estado mental y preguntándose porque no podía dejar de desear a la más errática mujer que jamás haya conocido, Leo bebió la cerveza que tenía en su mano y luego engancho la que llevaba Luna, que pasaba a su lado. Se bebió la de ella también. La noche era joven, y necesitaría ayuda si iba a sobrevivir –sin arrastrar a Meena a algún lugar para alguna depravación grave. Qué deliciosa parecía girando de un lado a otro, tomando algunos tragos, bailando las diversas melodías que sonaban en los altavoces colocados alrededor del patio del tamaño de un campo de futbol. Teniendo en cuenta los problemas que podría causar –si ella coqueteaba demasiado tiempo con cualquier macho– Leo permaneció cerca pero no bailaba. No estaba seguro de que pudiera controlarse a sí mismo si se pegaba demasiado a ella. Él no necesitaba lidiar con las sonrisas y los comentarios, si se decidía a meterla en el bosque a su hechizante manera. En realidad, estaba más asustado de que ella pudiera arrastrarlo y tener su mal camino. Tengo que mantener mi palabra. Pero olvídate de mantener la cordura. Había perdido su mente en el momento en que la conoció. Perdió un montón de cosas, pero curiosamente, no lamentaba su perdida. El cambio no era siempre una mala cosa. Su ligre despertó con un gruñido de advertencia. Ten cuidado. A pesar de todos sus instintos instándole a girarse y enfrentarse a la amenaza que se aproximaba, él no se movió cuando un gran hombre se acerco a él. —¿Eres Leo? — —Sip. —
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—¿Tú eres el que ha puesto el ojo sobre mi hija? — —Sip. —
El otro hombre gruñó. Por un momento, ambos se miraron en silencio. —Sólo para que lo sepas, esa es mi niña. — —Lo sé. — —Ella es jodidamente delicada, — retumbó el padre de Meena cuando su hija golpeo el pie en el suelo para una canción, dejando el tacón clavado, y dando un tirón, rompió el tacón, se balanceó, y cayó, golpeando una bandeja de bebidas de las manos de un camarero que pasaba. —Me asegurare de que no sufra daño alguno. — Incluso si ese daño provenía a veces de sí misma. —Si alguna vez la haces llorar, voy a cazarte y arrancarte la piel yo mismo. Puedo obtener un muy buen precio para la piel de ligre en el mercado negro. —
La amenaza ni siquiera le hizo parpadear. —Si bien no puedo tolerar el asesinato y la venta de un miembro del orgullo, puedo apreciar su sentimiento, señor. Pero no hay nada que temer. No es mi intención de hacerla llorar. — Gritar, sí, pero eso sería en el placer y no era algo que fuera necesario divulgar. —Has sido advertido. — Con esas últimas palabras, el hombre se fundió con la multitud y Leo volvió a su vigilia. Por un tiempo más, observo a Meena, divertido por su forma de crear desastres, le encantaba acechar alrededor de ella. Pero a pesar de sus contratiempos, nada parecía arruinar la sonrisa en sus labios.
A excepción de la llegada de un invitado.
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Caderas balanceándose, los brazos balanceándose, Meena se divertía. Había pasado bastante tiempo desde que ella había disfrutado completamente de una celebración familiar, especialmente una a la que se le permitía asistir. Toda la zona del patio estaba llena de gente lo que hacía que se preguntara dónde diablos tenían planeado quedarse. Ella sabía que, además de la casa principal, la propiedad contaba con un par de cabañas para aquellos a los que les gustaba un poco de privacidad, y ella vio un par de tiendas de campaña en la distancia, pero ella tuvo que preguntarse cuántos acabarían en sillones, pisos, y, diablos, desmayados en el césped. Los felinos no siempre eran exigentes acerca de los lugares que elegían para la siesta. Incluso un árbol serviría en caso de apuro. Ella no tenía que preocuparse por donde dormiría esta noche. Un cierto ligre se había encargado de eso. Hablando de Leo, ¿dónde diablos se había metido? Por un tiempo, ella había percibido y visto observándola, testigo de sus suaves movimientos de baile. Ella solo deseaba que se hubiera unido a ella. Por otra parte, este tipo de reunión familiar probablemente no era el lugar adecuado para el "baile caliente" que ella tenía en mente. Cuando el atardecer dio paso a la noche, ella decidió buscar a su hombre grande. Así que dispárenle por ser una chica, pero ella quería la tranquilidad de su sonrisa y quizás un dulce beso. Sí, ella también tenía planeado meter mano a su hermoso cuerpo, un recordatorio a las damas presentes de que estaba comprometido. Ella saludaba y sonreía al pasar junto a rostros conocidos, algunos de las cuales gritaban, —¡Meena! —
Y elevaban sus copas en brindis. Algunos hicieron la señal de la Cruz, y una mujer susurró, —¿Estás seguro de que nuestro seguro nos va a cubrir? —
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Una vez accidentalmente aterrizo en el capo de un coche, a causa de rebotar en un trampolín, y la tía Flore nunca lo olvido. Dada la cantidad de gente que pululaba a su alrededor, ella se preguntaba para quién demonios era esta celebración. Leo había mencionado algún tipo de boda improvisada en la mañana, pero aún no sabía quiénes eran el novio y la novia. Tal vez era Arik quien finalmente iba a volver a su pequeña compañera, Kira, su esposa legítima. Aparentemente estaban viviendo en pecado, por el momento, según dijo su madre. Aparentemente vivir en pecado estaba en la lista de cosas que una mujer no debería hacer. Totalmente, hizo a Meena querer hacerlo sólo para oír ese tono especial de su madre reservado para ella. Por desgracia, ningún hombre era lo suficientemente loco para intentar el peligro de vivir con ella, ni nadie se atrevió a enfrentar a su papá. La playera favorita de papa decía; “Sigue adelante y juega con mi hija. No tengo miedo de volver a prisión.” Observando la multitud, ella vio al beta del orgullo, abrazando a su compañera loba. Ella dudaba que esta boda fuera para Hayder y Arabella, quienes aparentemente habían ido a las Vegas una noche y regresaron casados al estilo de Elvis. Así que, ¿quiénes eran la feliz pareja? Meena dudaba que ella hiciera alguna vez todo el asunto de la boda. Por su parte, a pesar de que sabía que Leo era su compañero, él no parecía del tipo que quiere el caos de una boda de blanco. Por no mencionar, que ella y el blanco simplemente no se llevaban bien. Si fuera a dejar caer un poco de salsa, seguro aterrizaría en su pecho, cada vez. Además, ella sólo podía imaginar la destrucción que causaría si ella llevara el mismo tipo de vestido –amplio y femenino– que su madre llevo en su propia boda. Ella probablemente arrastraría una docena de invitados si se volteara en el momento incorrecto. Pensándolo bien sonaba divertido. Nota mental para sí misma: conseguir un gran vestido de boda para Halloween e ir a una fiesta como una novia muerta. Agradablemente sumida en sus propios pensamientos, ella no nota la mano aferrándola hasta que fue demasiado tarde. Alguien se apodero de su brazo y la hizo girar. Por reflejo golpeo a su agresor, sólo para golpear una pared de roca sólida. No
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era la pared que ella esperaba ver. —Oh, eres tú. — —Tu alegría por verme me abruma, mi amor. — Dmitri renunció a su agarre en su brazo para cruzar sus brazos contra su pecho. —Quieres ver alegría, date la vuelta y vete. — —¿Irme? Pero si acabo de llegar. — —¿Por qué estás aquí? ¿Esta es otra triste estratagema para intentar secuestrarme otra vez? — —Lo dices como si fuera algo malo, y sin embargo, ¿no piensan muchas mujeres que es romántico ser secuestrada y seducida? — Dmitri meneo sus cejas en un intento fallido de sensualidad. —No eres un vikingo, y no soy una damisela que se desmaya. Así que no. Y, además, estoy tomada. — —Por lo que he oído, y sin embargo— la olfateo —todavía no huelo una marca de apareamiento. — —Leo no es esa clase de tipo. Le gusta tomar las cosas con calma. Fortalecer la relación hasta llegar al acontecimiento principal. Ya sabes, juegos previos y otras cosas. — Provocación y negación, suficiente para conducir a la locura a una mujer. O al menos más loca que de costumbre.
Dmitri disparó una sonrisa. —Te puedo dar los juegos previos, y placer. Mucho más que ese gran bobo nunca podría. —
Ella rodó los ojos. —Oh, mi Dios. ¿No te rindes, verdad? — —No cuando el premio eres tú. —
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—¿Te refieres a mis caderas para dar a luz y excelentes genes? — —Eso mismo. — —No voy a ayudar a empezar una dinastía de bebés gigantes. — —Nunca dije que tenías que estar dispuesta. — —Y una se pregunta por qué te es tan difícil conseguir una mujer. — Ella rodo sus ojos. —Sabes, es precisamente esa actitud la que me ha hecho revisar mi plan de fuga contigo y hacerte mi novia. — —Ya era hora. Pero si no estás aquí para secuestrarme, ¿qué diablos estás haciendo aquí? ¿Y por qué nadie te está sacando fuera de la oreja? — —Me invitaron. — —¿Quién fue lo bastante estúpido para hacer eso?, — preguntó. —Yo lo invite. —
Girando sobre sus talones, fue que finalmente encontró a Leo, cargando dos botellas de cerveza sudadas, una marrón y fuerte, otra de cristal transparente con una rodaja de limón en su interior. Tomó la botella oscura y se la bebió antes de pudiera evitarlo. Una vez que ella hubo satisfecho su sed, sin eructos, porque ella era, después de todo, una dama, le preguntó: —¿Por qué invitaste el rey de la misoginia? — —Así yo podría mostrarle esto. —
Esto comprendía a Leo girando a Meena en sus brazos y pegando su boca con la suya. Un beso sorpresa. Un bienvenido amarre de lenguas. Y una impresionada audiencia. Un ruido censurador arruinó el momento.
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— ¿Es necesario? Ya he retirado mi demanda por la dama. — —Simplemente me aseguraba de que entiendes el punto, — comentó Leo cuando paro por aire. —Y pensar que había oído que yo era competitivo, — dijo Dmitri en un tono seco de voz.
Leo fijo a Dmitri con una mirada, un frío y amenazador. Tan caliente. —Podrás ser competitivo, pero yo juego a ganar. Y tampoco comparto. Meena es mía. —
¿Era ella? Los locos de los zoólogos dicen que los leones no ronronean. El felino interior estaba definitivamente haciendo un feliz ruido. Ella lanzó sus brazos alrededor de Leo, no sólo porque ella estaba tan feliz ahora sino también porque esa última cerveza, en la parte superior de todos los chupitos, estaba haciendo que se sintiera mareada. —Soy yo, ¿o este campo esta inclinándose? — —Creo que alguien está listo para la cama. — Con ella en sus brazos, Leo procedió a llevarla lejos de la fiesta.
Para los que gritaron palabras obscenas, –como si necesitara alguna idea cuando se trataba de seducir a su fuerte ligre– Leo los calló con una mirada. Al parecer, él era uno de esos omega que no tiene que depender de su voz para que la gente obedeciera. Subieron a su dormitorio sin contratiempos, su hombre fuerte en realidad cargándola todo el camino en una impresionante demostración de fuerza. Bueno, también, porque Meena encontraba difícil mantener los ojos abiertos. La fatiga y el alcohol parecían decididos a conspirar en su contra. Como el infierno. Esta era su noche. Era el momento que ella había esperado. Ella no iba a dejar que algo como una sala girando y párpados cerrándose por la presión de bloques de cemento se interpusiera en su camino. Cuando Leo se inclinó para depositarla en la cama, ella apretó su agarre en él, para no dejarlo salir.
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—Bésame, — exigió. —No debería. — —Eso no te detuvo esta tarde. — —Esta tarde no estabas incapacitada. — —Podemos hacer que funcione. Si lo tomamos con calma, voy a estar bien. Sólo que no esperes el lanzamiento desde un candelabro. La última vez que lo hice, el techo se vino abajo, — confesó. —Prefiero no escuchar acerca de tus hazañas sexuales, — gruñó.
Un celoso Leo era adorable. —Oh, no lo hice para el sexo. Estábamos jugando a Tomb Raider. Y habría conseguido el tesoro, también, si los tornillos se hubieran mantenido. — —Eso es otra cosa, — murmuró, apartándole el pelo de la cara, sus toques tan gentiles. —Soy tuya, — murmuró ella cuando sus pestañas revolotearon cerrándose, su batalla contra ellos perdida. —De hecho lo eres, es por eso que siento que me tengo que ir. — — ¿Ir? — Sus ojos se abrieron, apenas. Dormida lo tiraba sobre ella, rogándole a sucumbir. —No te irás, ¿verdad? —
Serios ojos azules se encontraron con los de ella que veía cuatro de ellos. ¡Malditos tragos de gelatina! —Tengo que irme si quiero a mantener mi promesa. Yo no confío en mí mismo para quedarme contigo. Eres demasiado tentadora. Es por eso que drogue la cerveza.—
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Admitir lo que había hecho trajo una mueca de dolor a la cara de Leo, y una mirada de asombro a la de ella. —¿Me drogaste? — Ella parpadeó. Un largo y lento parpadeo. La droga trató de llevarla al límite.
Él trató de explicarle. —Tenía que hacerlo. Era la única manera de que pudiera mantener mi promesa. — —Pero esta era nuestra habitación. Tu lo dijiste…,— ella pronuncio mal, sus pestañas revoloteando contra sus mejillas. —Lo es. — haría que lo fuera. Mañana, todo iba a cambiar. —Eres tan... tan... —
La hizo callar con un beso, un beso lleno de anhelo, deseos reprimidos, y un afecto que nunca habría imaginado sentir por esta mujer hace un par de días. Meena. Un torbellino parlante, que le hizo sentir tan vivo. ¿Cómo podría explicar cuánto, sin tocarla y que no se sintiera herida? Cómo podía decirle que lamentaba su promesa, que deseaba más que nada poder quitarle ese maldito vestido y pasar sus manos sobre su cuerpo sedoso, y reclamarla con cada onza de su ser. Marcarla. Quiero hacerla mía. Pero no podía. No todavía. ¿Entendería? ¿Podría perdonarle? —Sólo una noche más, Catástrofe. Confía en mí. —
Ronquido. Ella perdió su batalla contra la droga para dormir que había deslizado en la
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cerveza. Él se inclinó, su frente contra la suya, cerrando los ojos por un momento. Espero que me perdone. Sus acciones parecían extremas, incluso para él. ¿Por qué no podía reclamarla y darles lo que necesitaban? ¿Quién diablos drogaría a la mujer que quería reclamar en lugar de romper una promesa estúpida? Él lo hizo. Maldita sea. Las cosas que hacía por respeto y amor. Necesito una maldita cerveza. Mejor que fuera un barril. Sin embargo, dudaba que hubiera suficiente alcohol para ahogar los maullidos de su felino interior. Llénalo, o dejaré a Clara tejer cintas en tu melena la próxima vez que cambiemos. Cintas rosadas.
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Meena despertó con alguien sentado sobre su pecho. Dado que la estaba aplastando y le obstaculizaba su capacidad no sólo para respirar sino para dormir, sin embargo, ella finalmente entendía por qué su hermano se irritaba cuando ella lo hacía. Especialmente cuando la niñera eligió sacar la almohada de debajo de su cabeza y abofetearla con la misma. Consiguiendo abrir un párpado, ella miró a Zena. —¿Por qué quieres morir? — Olvídate de despertar en un estado de ánimo feliz. Ella sólo recordó demasiado claramente la noche anterior con Leo drogándola así no tenía que tener sexo con ella. Estúpido, respetable idiota. Alguien estaba llevando su promesa un poco demasiado lejos.
Especialmente porque todo lo que tiene que hacer es reclamarme y problema solucionado. Pero él prefirió alejarse. ¿No quiere reclamarme? Ella ciertamente había pensado que sí pero ahora tenía que preguntárselo dado sus acciones. Su leona interior le dio una bofetada mental. Claro que te quiere. ¿Quién no? ¿Qué demonios estaba mal con ella, dudando de sí misma? Soy increíble. Tan impresionante que la había dejado, y ahora estaba siendo torturada por demonios, también conocidas como sus primas favoritas. Zena tocó la punta de su nariz y sonrió. —Bueno, buenos días a ti también, reina del drama. Veo que alguien está de mal humor. —
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—Lo estarías también, si te hubieran drogado y puesto a dormir. —
Zena se rió con disimulo. —Todavía no puedo creer que Leo hiciera eso. La mayoría de los chicos solo te hubieran encerrado en una habitación y te hubieran dicho que te comportaras. — —Si, como si hubiera alguna cerradura que me detuviera. — —Eso es lo que le dije, — anunció Reba mientras ella se tiraba en la cama. —Por eso pusimos algunas pastillas para dormir en esa última cerveza que bebiste. — —¿Tú lo ayudaste y apoyaste para que me bloqueara? Pensé que éramos amigas, — Meena la acuso en su tono más afligido. —Lo somos, por eso es que totalmente aprobamos su plan. Es agradable ver a un hombre decidido a respetarte. Pensamos que te gustaría. —
Claro, háganlo parecer un héroe. El buen tipo. Mientras tanto, eso no ayudaba al dolor en su libido. —Así que drogó la cerveza. — —Sólo la correcta. —
Meena frunció el ceño. —¿Qué quieres decir con sólo la correcta? ¿Cómo sabías que me la bebería? Me ofreció la cerveza ligera. En cambio yo tomé la suya. —
Una pedorreta mojo a Meena. Limpiando su cara, Meena miró hacia Zena quién se rió, totalmente descarada. —Sabía qué harías eso. Como Hola, la cerveza ligera es para maricones. — —No puedo creer que te la hayas bebido de un trago. — Reba sacudió su cabeza. —La cosa te golpeó más rápido de lo que esperábamos. Leo apenas llegó aquí contigo antes de que te pusieras a roncar. — —Pero él no se quedó. — Caballero estúpido que no se aprovechó de ella.
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—No, porque dijo que no confiaba en sí mismo si se quedaba, — Reba dijo con un suspiro. —Fue muy lindo. Hubieras amado cuan frustrado se veía. —
Una frustración que ella quería remediar, excepto que un honorable omega continuaba luchando con ella. —Me encanta la preocupación de él para asegurarse de que estabas a salvo. Él me sobornó y a Reba para proteger tu culo comatoso mientras él procedía a beber y jugar a las cartas con tu padre y ese tipo Ruso. — —¿Mi papá está aquí? — Un extraño ceño arrugó su frente. ¿Cómo es que ella no se había enterado de que su padre vendría de visita? ¿No debería estar de vacaciones? —Sí, él está aquí y tu mamá también. Oí que tu hermana debería llegar en algún momento de la mañana, para la boda. —
Sí, la estúpida boda. Como si ella quisiera envidiar la felicidad de otro par cuando su propio hombre preferiría drogarla que follar con ella. —Ugh, ¿tengo que ir? Prefiero deprimirme en la cama. — —¿Estás loca? No puedes quedarte en la cama. Te perderás toda la diversión. Mueve tu trasero. Tenemos que estar listas. — —Ya ha pasado la mitad de la mañana. ¿Cuánto tiempo crees que llevará ponerme un vestido y un brillo de labios? — —Tenemos mucho más que hacer. Necesitas afeitarte las axilas y esas cosas peludas que llamas piernas. —
Malditos genes cambiaformas. Los hombres se quejaron de las sombras de las cinco en punto. A ella le salen los vellos solo horas después de afeitar sus piernas. La depilación es la única cosa que duró más de veinticuatro horas. —Ella también tiene que comer. — —Buen punto. Ella debería hacerlo antes de ducharse así estará fresca para cuando el peluquero llegue. —
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—¿El peluquero? ¿Para qué necesito uno de esos? — —Para arreglar tu pelo, tonta. Y luego está el artista del maquillaje. —
Ella no discutió demasiado sobre el artista ya que ella y el delineador de ojos no se llevaban bien. —¿Por qué tengo que usar maquillaje? — Ella gimoteo. —¿Por qué me están torturando? — —Bueno, quieres lucir bonita para tu boda, o ¿no quieres, tonta? —
Meena parpadeó. Un par de veces de hecho. Normalmente, ella habría tenido una réplica ingeniosa, pero ella estaba sin palabras -una rara circunstancia que merecía una marca en el calendario. Ella procesó las palabras de Zena. No tenían ningún sentido. A menos que... —No me voy a casar con ese terco tigre. ¿Leo o mi papá me perdieron a él en un juego de cartas con él o algo? — —No. Tú matrimonio no es por la pérdida de una apuesta, — Reba se rió. —No importa. No me importa con qué Dmitri amenazó a Arik o cuánto dinero ha ofrecido para sobornar al orgullo. No me voy a casar con él. — —¿Dmitri? ¿Te refieres al caliente tipo Ruso? Hubiera sido mi primera opción, pero hoy desgraciadamente para ti, estás atascada con el gran, viejo, aburrido Leo. — —¿Leo? ¿Me voy a casar con Leo? — Seguramente ella se imaginó las palabras. Ella debía estar dormida. Obviamente esto es un sueño. Meena se abofeteó a sí misma.
Reba gritó, —Chica, ¿qué estás haciendo? Tus moretones de la pelea de gatas de anoche con Loni apenas han sanado. — —Pensé que dijiste que iba a casarme con Leo hoy. Sólo quería asegurarme de que estaba despierta. Estoy coherente ahora, así que puedes dejar de meterte conmigo y dime quién está realmente consiguiendo ser enganchado. —
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Zena agarró sus mejillas y la miró a ella fijamente a la cara. —Tú. Estas. Casándote. Con Leo. El día de hoy. En pocas horas. Así que deja de joder. —
Anoche, él la drogó para no tener que reclamarla. Hoy, ¿tenía previsto casarse con ella? —¿Pero cómo? ¿Por qué? — —Aparentemente, cuando tú papá hizo que Leo prometiera no te desfloraría…—
Una risita de Zena. —Demasiado tarde. — —…Leo dijo que si un apareamiento era lo que hacía falta, entonces por el infierno, conseguirías ser acoplada. Pero dicho más agradablemente por supuesto. Entonces parece que tu mamá se involucró, de hecho le quitó el teléfono a tú papá, y le dijo a Leo que no perdiera tiempo y lo hiciera ahora antes de que él cambiara de opinión, que tuviste suerte de encontrar a un hombre. Entonces tu papá dijo que estabas, y cito, „perfecto y si Leo realmente se preocupaba por ti entonces él te trataría como la princesa que eres‟. — —¿Papá dijo eso? — Por supuesto que sí. El afecto de su papá por sus chicas no lo dejaba ver sus fallas. —Espera un segundo, ¿cómo sabes todo esto? — —Bueno, no era nuestra intención escuchar, — dijo Reba mirando inocentemente el techo. —Es a Meena a la que estamos hablando, idiota. Espiamos a Leo cuando él estaba hablando a tu padre en el vestíbulo antes de tu picnic. Es como nos convencieron para hacer los planes para la boda. Una boda a la que vas a llegar tarde si no sacas tu gordo trasero de la cama y te mueves. Ducha ahora mientras yo llamo abajo a ver dónde demonios esta tu desayuno. —
Ella se iba a casar. Me voy a casar.
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Santa mierda. Ella se metió bajo las sabanas. —Meena, ¿qué demonios estás haciendo? — —No me puedo casar. — —¿Por qué no? Pensé que dijiste que era tu compañero. — —Él lo es. — —Bueno, entonces, ¿cuál es el maldito problema? —
Meena sacó su cabeza lo suficiente para anunciar. —¿Realmente necesito deletrearlo? Yo. Un vestido largo. Un paseo por el pasillo, delante de la gente. Un sacerdote. ¿Puedes imaginar los desastres que podrían implicar? — Tropezando con su propio vestido. Un pájaro pasando defecando sobre su cabeza. Buscando a tientas sus votos y diciendo algo realmente malo delante de un sacerdote. Ser golpeada por un rayo. Desmayándose por el shock y matando al novio. Las posibilidades eran infinitas. —No puedo hacerlo. Alguien vaya a decirle a Leo que sere su compañera, pero que no quiero someter a nadie a la tortura de una boda. — —Meena, Meena, Meena. No estás pensando claramente. Claro que quieres una boda. En primer lugar, es lo que toda chica sueña. —
Cierto. —En segundo lugar, esta es una gran manera de mostrar a todas las mujeres del orgullo que él es tu hombre. —
Sí, manos afuera, perras. —En tercer lugar, él tuvo un montón de problemas para conseguir preparar esto en veinticuatro horas. Nuestro dulce y tranquilo Leo estaba ladrando órdenes anoche aparentemente para asegurarse de que todo era perfecto para su delicada mujer. — —¿Me llamó delicada? —
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—Podría haber estado borracho en ese momento. Pero sí, lo hizo. — —Y por último, tienes que hacer esto porque tengo cien dólares apostados en esto. — —¿Estabas apostando si me casaría? — Como su amiga le cuidaba la espalda y quería lo mejor para ella. —Cien dólares que dicen que caminas por el pasillo, pero cuando tires el ramo, comenzaras una pelea de gatas. — —¿En mi propia boda? — Meena sonrió. —Cuenta con ello. — —Especialmente desde que ese ramo es mío, — Zena anunció. —Como el infierno. Yo lo reclamo. —
Y así transcurrió la mañana de su boda, convirtiéndose en un frenético ensayo para la predicha batalla de más tarde. Pero por una vez, Meena no se unió. Ella tenía una boda para la que debía prepararse. Un hombre a quién impresionar. Y partes del cuerpo que afeitarse porque, después de la boda, ella iba a darle garrotazos a su ligre y lo arrastraría a su cama. No más excusas. Una vez que dijeran si acepto, ella se encargaría de él. Rawr.
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Me voy a casar. Un golpe sordo. No me jodas. Un golpe sordo. Su cabeza golpeó contra la pared de nuevo. Sin follarla. Hmm, sonaba mucho mejor. Se abstuvo de darse a sí mismo una conmoción cerebral hasta que recordó… Me estoy emparejando. Bang. Oh diablos esto va a suceder. El diminuto hilo que ataba su control mental, se rompió. Pánico. Correr. Anclo sus pies con la ayuda de su Ligre -que realmente pensó que estaba actuando como un gran gatito domesticado, con todo el asunto de apareamiento. Inhala, exhala. Se tomó un momento para ordenar sus emociones, un cumulo de agitación diferente, a todo lo que había encontrado nunca. Una cosa era planear el evento, hacer un par de llamadas y lograr que los primos trabajaran para conseguir que todo estuviera listo, mientras que se mantenía ocupado con Meena. Pero ahora la compresión lo golpeó, esto iba a pasar. Su vida estaba a punto de cambiar. Para siempre. Eep. Afortunadamente nadie fue testigo de su chillido poco viril. Pero él lo oyó, y no
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le gustó, lo que significaba que tenía que hacer algo al respecto. Curioso, aparte del pánico y del miedo actual, retorcer su cuerpo entero tomó algo de trabajo. Sin embargo, una vez que se las arregló para empujarlos a un lado, le sorprendió descubrir que esas emociones, que le gritaban corre, no tenían una raíz firme. Sus temores eran como humo y espejos, una máscara para ocultar... nada en realidad. Mientras que él tenía un saludable terror de hombre, al matrimonio, en el fondo escondía una excitación por lo que sucedería. Después de hoy, Meena me pertenecerá. Aún más interesante, voy a pertenecerle a ella. ¿Su orgullo posesivo tenía algún sentido? Ahora lo tenía. Mía. Toda mía. Hoy y para siempre. ¿Cómo podía haber pensado que era miedo? El miedo podría hacerlo saltar de un acantilado y no lo haría frente a Meena, porque ella probablemente, lo seguiría. Ella realmente era un tipo increíble de loca. Una loca que no podía esperar a probar. Otra cosa era mirar, cómo se evaporaba la barrera que retenía a Meena. Una vez acoplado, nada podría impedir que lanzara a su nueva novia sobre su hombro y transportarla a esa robusta cama. Maldito calor, en sólo unas pocas horas finalmente le daría la reclamación que ella merecía. Si es que ella lo perdonaba por lo que había hecho. Drogarla podría haber sido un poco extremo. En su defensa, se había roto. La racionalidad, la fría calma, el control, todas esas cosas que lo hacían ser quién era, que lo convertían en un omega, no funcionaban en lo que a ella se refería. Excepto que perderse en ella, para reclamarla de este modo, en la agonía de la lujuria, privaría a Meena de la oportunidad de pararse delante de sus amigos y familiares, para verlo prometerse públicamente a ella. Para demostrarles que ella no sólo lo había elegido. Sino que también él la había elegido. Leo no podía permitir eso, así que la engañó. Cabreando a la mujer con la que esperaba casarse, con la esperanza de que Hayder contra toda esperanza tuviera razón, cuando dijo que era más fácil pedir perdón, que pedir permiso. Por un momento Leo se preguntó, ¿si Meena le daría un puñetazo, igual al que él le dio a Hayder, la última vez que había intentado esa frase de mierda con él?
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Si ella realmente lo golpeaba, entonces, él se lo merecía. Tomaría cualquier castigo, siempre que ella le perdonara su acto extremo y se casara con él hoy. Acercándose a las escaleras del tercer piso, se asomó hacia arriba, debatiendo sobre si debería ir a hablar con ella, ahora antes de la boda o rezar porque Meena viniera caminando por el pasillo improvisado. Entonces se acordó de la superstición de no ver a una novia el día de su boda. ¿Se atrevería a tentar a la diosa Fortuna hoy de todos los días? Mejor no. Tendría que esperar que Meena, que sabía reírse de sus acciones, caminara por el pasillo para arrojarse a él. ¿Era tonto admitir que disfrutaba de su confianza, de que él la atraparía cada vez? Dando la vuelta, casi lanzó un grito poco viril, cuando notó que alguien había logrado llegar detrás de él, sin previo aviso. Apretando los labios, se enfrentó a una bandeja con comida humeante en poder de nada menos, que de su futura esposa. Le tomó por sorpresa, y por eso le espetó: 171
—¿Qué estás haciendo buscando tu propio desayuno? ¿Reba y Zena no te iban a dar una mano? Ellas prometieron que te ayudarían a prepararte.— Leo miro a Meena, que llevaba un vestido de verano con flores impresas, y frunció el ceño. —¿No te gusta el vestido que las damas del Orgullo eligieron para la boda? Me aseguraron que lo haría. Que era tu estilo.— Mientras que él había dejado que las mujeres eligieran el vestido real, había insistido –sobre todo porque la madre de Meena parecía firme– que su novia vistiera de blanco. Una boda apresurada no significaba que Meena tuviera que escatimar en la tradición, algo que su futura suegra le pasó a explicar en detalle antes de que Peter, el padre de Meena, se pusiera al teléfono y ladrara, “Hazlo bien. O muere”. Lo cual parecía ser la respuesta de Peter a muchas cosas, sobre todo cuando estaba preocupado por Meena. —Si se confundieron, voy a hacer que lo arreglen, Catástrofe. —
Con los ojos muy abiertos, se quedó boquiabierta. —Creo que tenemos que aclarar algo. Yo no… —
Él la interrumpió antes de que ella pudiera terminar diciendo “no voy a casarme contigo.”
—Espera un segundo. Antes de que digas nada, escúchame, por favor. En primer lugar, siento, haberte drogado anoche. — —¡Me drogaste!— ¡Qué sorprendida parecía! ¿La cosa habría borrado algunos de sus recuerdos? —No te enojes. O enójate, pero al menos entiende que te drogue sólo porque sabía, que no podía mantener mis manos lejos de ti. Fue en lo único que pude pensar, para cumplir mi promesa. Para darte lo que mereces. — —¿Me estás diciendo que quieres esto? ¿Que deseas casarte? — Ella arqueó una ceja, y él no podía sostenerle la mirada. Por primera vez en su vida, Leo se encontró realmente nervioso. Aquí era una situación en la que no podía golpear, luchar, u ordenar su cumplimiento.
Dejando al descubierto sus sentimientos todo fue muy bien, pero hablar de ellos, apestaba. Pero llegaba un momento en la vida de un hombre, donde tenía que aguantar y avanzar, especialmente cuando él fue un idiota ciego por un tiempo. —¿Pasaría por todo este problema, si no me quisiera casar? Escucha, Catástrofe, sé que tuvimos un comienzo áspero. En mi defensa, eres un poco intensa, para que cualquier hombre pueda manejarte. No es que me importe,— él se apresuro a añadir al segundo que su frente se disparó. —Me gusta cómo eres, y yo soy un hombre lo suficientemente grande, como para admitir que podría haber reaccionado mal cuando declaraste que era tu compañero y que no podía escapar. — —¿Dije qué? — Una vez más, ella se quedo boquiabierta por la sorpresa. Luego se rió. Condenadamente duro en realidad.
Él frunció el ceño. —No te atrevas a negarlo, Catástrofe. Me tenías delante de un predicador a los cinco minutos de conocernos. Y me dio miedo. Pero tenías razón acerca de nosotros, nos pertenecemos, incluso si me tomó más tiempo comprenderlo. Eres la única para mí, Meena. El caos que equilibra mi serenidad. Los colores del arco iris para enriquecer el gris de mi vida actual. Te quiero, Catástrofe. Catástrofes y todo. Yo solo tengo la esperanza, que incluso después de lo que he hecho, y del hecho de que a veces pueda tener un palo en el culo –al menos según Luna– que me perdones y que todavía me quieras también. — Terminó su chorro de palabras y miró a Meena esperanzado y con un poco de temor, dado que una vez más, se le quedó mirando con la boca abierta.
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¿Ella dijo algo? Ella lo hizo, pero no con sus labios. No, la voz de Meena vino de detrás de él. —¡Oh, Pookie! tiene que ser la cosa más hermosa que he oído. —
O bien Meena tenía algunas locas habilidades de ventrílocuo o... Leo se congeló mientras miraba fijamente a la mujer frente a él, una mujer que se dio cuenta cuanto más miraba, que era Meena y no lo era. Ésta llevaba el pelo en suaves rizos alrededor de los hombros, una pequeña cicatriz empañaba la punta de la barbilla, y su olor... estaba del todo mal. Sin embargo, ¿el cuerpo que le saltó a la espalda y los labios que besaban ruidosamente la carne de su cuello? Esa era su Catástrofe. ¿Qué demonios? —¿Quién eres?, — Preguntó.
El clon de Meena sonrió y saludó. —Teena, por supuesto. — —Mi gemela, — agregó Meena contra su oreja. —Bueno, obvio. Y es una buena cosa, o estaría un poco molesta en este momento, que le acabas de decir todas esas cosas hermosas a ella. — —Pensé que eras tú. — —Al parecer. Sucede mucho, algo que no entiendo totalmente. Ella no se ve para nada como yo. — —Me siento como un idiota. — Trató de girar la cabeza para ver a Meena aferrándose a su espalda, pero ella pegó las manos sobre sus ojos. —No, no puedes mirar. Es de mala suerte. — —Pero… — —Sin peros. Aunque he de decir que te ves delicioso en esos pantalones. Pero te verás incluso mejor, cuando estés desnudo y lleves la marca de mis dientes. —
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—¡Catástrofe! — —Lo sé. Lo sé. No comenzar algo que no podemos terminar. Considérate advertido, sin embargo. Tan pronto como ese cura diga lo que tiene que decir, tu culo es mío. Todo mío. — Tal, promesa baja y ronca. —Ven Teena, estás justo a tiempo para ayudarme a entrar en mi vestido. ¿Puedes creer que mi Pookie organizó todo esto? —
El orgullo en su voz le hizo sonreír, pero tuvo que sacudir su cabeza a la hermana gemela. Con un último beso en su cuello, Meena susurró, —Te veo en un ratito, Pookie. —
Un ratito era en realidad un par de horas. Dos horas de preparativos de último minuto, el uso de su voz de omega calmando un poco a algunas mujeres del Orgullo con resaca, que no lo llevaban bien –señoras que no saben comportarse como deben y discuten sobre los platos– dos horas de anticipación, dándole palmaditas y bromas obscenas. Parecía una eternidad en el infierno, pero al final, llegó el momento. El campo exterior había sido transformado. En el otro extremo estaba un improvisado altar presidido por un sacerdote, no de cualquier iglesia humana, sino un funcionario que trataba los asuntos maritales de los shifters y sancionaba por el estado de acuerdo a un certificado impreso de Internet. Los del orgullo realmente habían llegado juntos, en un corto período de tiempo. Las sillas fueron distribuidas en filas, había más de un centenar de ellas, situadas entre dos columnas que enmarcaban, un camino sobre el que alguien había desenrollado, una verdadera alfombra roja. Un arco, tejido de ramas y entrelazado con flores, presidía por detrás del altar. Las mismas flores se desbordaban en macetas de jardín colocadas cada pocas filas para darle color. Casi todo el mundo había llegado y estaba sentado. Vestidos con sus mejores galas, habían llegado juntos, aunque algunos de ellos todavía sentían algo de resentimiento, porque en su mundo, una boda entre shifters, siempre era un motivo de celebración. En cuanto a Leo, esperaba a su novia. Vestido con un esmoquin, con las colas por supuesto, Leo se situó en el extremo superior del pasillo con sus mejores hombres, Arik y Hayder. Como si pudiera elegir entre ellos. Tiny Tommy, un cachorro de casi cuatro, no paraba de moverse nerviosamente
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en su lugar, la almohada de los anillo rebotaba precariamente. Los anillos, sin embargo, no se movieron, fueron fijados con alfileres por seguridad, en su lugar. El murmullo de voces cubrió la música sutil, que era canalizada por los altavoces que rodean la zona. Sin embargo, a pesar del nivel de ruido, el murmullo murió cuando la melodía clásica, tocada en un sinnúmero de ceremonias, “La Marcha nupcial” comenzó a sonar. A la señal, la atención de todos, sobre todo la de Leo, se quedó fascinado en el otro extremo del campo. Primero fueron las niñas de las flores, bastante pequeñas con vestidos veraniegos, saltando por el pasillo, arrojando puñados de pétalos y, en un caso, la canasta cuando estuvo vacía. A continuación vinieron las damas de honor, Luna, pavoneándose con su vestido y zapatos de tacón, con un reto desafiante en sus ojos, que rogaba que alguien hiciera una observación sobre el atuendo femenino que se vio obligada a llevar. Luego vinieron Reba y Zena, riendo y alardeando, amando la atención. 175
Esta vez, Leo no fue derribado por el aspecto de Teena, ni se dejó engañar. ¿Cómo podía haberla confundido con su Catástrofe? Aunque eran similares exteriormente, la gemela de Meena carecía de la misma sonrisa confiada, y su forma de moverse, con una gracia delicada, no se parecía a su valiente mujer, en absoluto. Qué distintas parecían. ¡Hasta que Teena tropezó, agitando sus brazos, y se llevó por delante una fila antes de que pudiera recuperarse! Sí, eran hermanas, bien. Con un profundo suspiro, y las mejillas rosadas, Teena logró caminar el resto de la alfombra roja, con los zapatos de tacón alto en la mano, uno de los cuales parecía, que se le había roto el tacón. Con todo el grupo de la boda que más o menos habían llegado bien, sólo había una persona importante que faltaba. Sin embargo, no caminaba sola. A pesar de sus reparos, que Leo escucho sobre el barril que habían compartido la noche anterior, Peter parecía dispuesto a dar a su hija. Listo, sin embargo, no
significaba que se viera feliz por ello. Las costuras del traje de su pronto-a-ser–su –suegro estaban tensas, el esmoquin alquilado no tenía el mejor ajuste, pero Leo dudaba de que fuera eso, por lo que parecía menos que satisfecho. Leo pensó que había dos razones para el rostro malhumorado de Peter. La primera fue el hecho de que tenía que dar a su niña. La segunda, probablemente, tenía que ver con las risas y la repetición de cierto rumor, —Oí que perdió una apuesta echando pulsos y tuvo que llevar corbata. —
Para los curiosos, Leo había ganado la apuesta, e hizo que su nuevo suegro llevara, –dioses el condenado nudo– alrededor de su cuello. Sin embargo, quien se preocupaba por el mal perdedor cuando de su brazo, descansaba una visión de la belleza. El pelo largo de Meena caía en ondas doradas sobre los hombros, los extremos se curvaban en rizos que le hacían cosquillas en su escote. En las sienes, peines de marfil barrieron los lados hacia arriba y lo alejaron, revelando la cremosa línea de su cuello. El vestido sin tirantes la hacía parecer como una diosa. El busto, de corte estrecho y bajo, mostraba sus fantásticos pechos tan bien, que Leo se encontró gruñendo. No le gustaban los ojos de admiración de la multitud. Sin embargo, al mismo tiempo, sintió cierto orgullo. Su novia era hermosa, y sólo ella se merecía ser admirada. Desde sus impresionantes pechos, el vestido antes ceñido se ensanchaba hacia afuera. La blanca tela vaporosa de la falda, se elevaba mientras caminaba. Observó que llevaba zapatillas. La sugerencia de Reba por lo que no tendría un tacón roto. Su vestido no llegaba a tocar el suelo. La idea de Zena, para asegurarse, que no tropezara con el dobladillo. Habían tomado todo tipo de precauciones para garantizarle la mejor oportunidad de éxito. Ella podría carecer de la gracia felina de otras damas. Podría haber tropezado una vez o dos y mantenerse en posición vertical únicamente por las suaves acciones de su padre, pero maldita sea, a sus ojos, ella era la más delicada, más hermosa vista que había visto nunca.
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Y ella es mía. Sus ojos se encontraron, brillantes, resplandecientes y lleno de suprema felicidad. Su sonrisa transmitía la misma alegría, y él no pudo evitar devolverla. Incluso Peter no pudo atenuar su felicidad. Mientras transfería la mano de Meena a Leo, Peter inclinó la cabeza y en un susurro no tan tranquilo le dijo: —Hijo, si le haces daño, te voy a destripar. Muy lentamente. Bienvenido a la familia. —
Un mensaje tan reconfortante. Por otra parte, no le fue bien con su nueva suegra, quien le dijo una vez que la ceremonia había terminado y Meena se separó riendo con las leonas y contándoles a todas ellas, para que la llamaran señora. —Leo, querido, pareces un buen chico, así que estoy segura que no hace falta decirte que si le haces daño a mi hija tendré que desaparecerte, sin dejar rastro. —
Por alguna razón, le preguntó: —¿Cómo? —
Y la formal y correcta madre de Meena le dio una sonrisa, una sonrisa que haría temblar al hombre más grande cuando ella dijo, —¿Has oído hablar de mis rosas rojas premiadas 19? —
Pero este hecho alarmante se produjo después de la ceremonia. En el aquí y ahora, Leo agarró a Meena de la mano y la miró a los ojos mientras el sacerdote recitaba la versión shifter de una boda. Contenía más que las frases estándar. —Nos hemos reunido aquí hoy para unirse a este par... —
Leo honestamente estaba desconectado, demasiado concentrado en el crujido eléctrico entre él y Meena. También se concentró en no perder el conocimiento. Ya no iba a burlarse de esos videos de AFV 20 donde los novios pasaron por un accidente. Podía comprender ahora, por qué tantos se desmayaban. La tensión de estar frente a
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Esta insinuando que va a usarlo de abono para sus rosas si le hace daño a su hija. FAV: America's Funniest Home Videos, es un reality de television amaericana que trata de videos graciosos sobre incidentes o accidents de personas o mascotas. 20
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tanta gente, hacer un compromiso tan profundo, todo ello era suficiente para hacer que incluso el hombre más grande, temblara. Y entonces casi terminó. El sacerdote, como era costumbre, tuvo que decir: —Si hay alguien aquí con una razón por la que estos dos seres, no deberían convertirse en uno ante los ojos del Orgullo, que hable ahora o calle para siempre. —
Leo lanzó una mirada a Dmitri, que estaba sentado en la parte de atrás, pero no fue el que se puso de pie. Aclarándose la garganta, Peter se puso de pie. Sólo logró emitir un “Yo” antes de que la madre de Meena, literalmente, lo derribara. Ella lo golpeó en las rodillas y lo envió cayendo sobre la hierba. Incluso si ella lo susurró, en el aturdido silencio, todo el mundo la escuchó, —¡Cállate! Mi preciosa hija va a tener una boda de blanco. ¡Con un vestido adecuado! No te atrevas a arruinar esto para mí. —
Y entonces la madre de Meena pegó sus labios a los de su marido, con un beso, mientras les hizo un gesto, para que lo hicieran –y– lo hicieran rápido. Un par de acepto, y luego llegó el momento de besar a su novia. Su esposa. Mía. Sin prestar atención a los aplausos, Leo inclinó la cabeza. Sólo tenía un enfoque, los suaves labios separados debajo de él. Atrajo a su esposa a sus brazos, la abrazó y exploró a fondo su boca. Ella lo exploró también, su lengua tejiendo su camino de entrada y bailando a lo largo de él. Alguien le dio un golpecito en el hombro, y él gruñó. Alguien se aclaró la garganta al lado de ellos, y ella gruñó. Voces hablaban. La gente se rió, y se hizo cada vez más evidente que no se
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podían besar para siempre. Al menos no aquí. Tampoco se podían escapar inmediatamente. Maldita sea. Tan pronto como sus labios se separaron, ambos se vieron arrastrados por una ola de buenos deseos. Leo sufrió los golpes en la espalda por los hombres, así como las conmiseraciones por conseguir grilletes. La pobre Meena estaba rodeada por su propia pandilla. Sus ojos se cruzaron sobre las cabezas de la multitud, pero sólo por un momento, antes de que su atención fuera robada. Mientras que su paciencia se desgastaba, al final, fue Meena la que se rompió primero. Ya sea por el hecho de que una mujer lo tocó, se colgó de su brazo, comentando lo hermosa que fue su boda, o el hecho de que Meena no pudo manejar la frustración de los últimos días, no importaba. Con un gruñido, —¡Quita las manos de mi marido! — Meena deslizó a través de la multitud, caminando entre las faldas. Ella saltó el último tramo y se elevó por el aire para hacer frente a la leona a su lado, que, resultó que era la prima de Loni.
Pero en ese momento, lo único que sabía, era que su nueva esposa estaba en modo full-celosa y determinada a arrancarle el cuero cabelludo a una invitada a la boda. Como omega, Leo debió haber saltado para calmar los ánimos calientes, y detener que se tiraran del cabello. Por lo menos, debería haber forzado a Meena, para que soltara a la leona, antes de que la sangre manchara su vestido blanco. Pero… Bien… A él le gustaba. Mientras que Leo había salido con su parte justa de mujeres, nunca había tenido una demostración de tal lado posesivo, antes. Definitivamente nunca una, había ido tras una chica, por haberse atrevido a coquetear con él. Él no sabía lo que eso decía sobre él, del hecho de que gozaba su arrebato de celos.
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Sintiéndose algo engreído al respecto, se tomó un momento para tomar el sol. Suya. Sí, él era suyo, y ella era de él, al menos sobre el papel. Tal vez era el momento de completar el lazo y verdaderamente aparearse, para que todo el mundo supiera, que se pertenecían el uno al otro. Tiempo de reivindicarse entre sí. En primer lugar, sin embargo, necesitaba hacer que ella soltara a la otra mujer, antes de que literalmente, se derramara sangre. Serpenteando un brazo alrededor de su cintura, levantó Meena, incluso mientras continuaba gruñéndole a la mujer en el suelo. —¡Toca a mi hombre de nuevo y voy a cortarte esa mano y te voy a dar bofetadas con ella! —
Ah, las palabras románticas de una mujer en la lujuria. Lanzando Meena por encima del hombro, hizo caso omiso de las miradas divertidas de la multitud mientras la cargaba fuera de la fiesta. 180
—No había acabado, Pookie, — ella se quejó.
Y sí, ella anunció a todos, —Leo finalmente me va a corromper. — Ella no fue la única que bombeo un puño. Las otras damas en el orgullo estaban animando también mientras que Leo luchaba para no sonrojarse, y el pobre Peter, hizo una línea recta hacia la barra.
Sin embargo, la vergüenza no fue suficiente para detenerlo. Al llegar a la puerta de su habitación, casi se rió por el cartel colgado de cualquier manera que decía “No molestar” y garabateado debajo con lápiz labial rojo, “O Muere” No podía estar más de acuerdo. Había llegado el momento, para que él reclamara a la mujer que lo consumía y tomaría cuidado del idiota, que se interpusiera en su camino. Apenas había cerrado la puerta con el pie, ella se deslizó fuera de su hombro. Sus brazos se enrollaron alrededor de su cuello mientras pegaba sus labios contra los
suyos. Qué delicioso sabían. La conciencia eléctrica que sólo sentía con ella, hacía arcos entre ellos, alimentando el deseo latente. Sus labios se inclinaron sobre los de ella, provocando y mordisqueando, reclamando y marcando aquella boca con la suya. Ella se tragó su gemido cuando abrió la boca y deslizó su lengua a lo largo de la de él, burlando y provocando. El instinto pulsaba dentro de él, empujándolo a reclamarla, a marcarla. Ahora. Tal impaciencia. Tal necesidad. Dejó que sus manos vagaran por su cuerpo, deslizándose sobre la sedosa tela que ocultaba sus curvas. —¿Te he dicho lo hermosa que te ves? — Murmuró contra su piel mientras dejaba que sus labios, siguieran el sendero, por la suave columna de su cuello. —Lo puedes decir, — respondió ella, su mano ahuecando su erección.
Su naturaleza descarada lo deleitaba. Al igual que el apretón en su pene. —Mi profesor de inglés siempre decía que era mejor mostrar, que decir. — Dijo mientras caminaba hacia atrás, hacia su cama. Él la tumbó sobre ella, todavía vestida. —¿No debería quitarme la ropa primero?, — Le preguntó. Su cabello se derramó sobre la almohada en un charco de oro, y los labios, hinchados por sus besos, le rogaron por más.
Él negó con la cabeza, —Oh no, no lo hagas. Desde el momento en que te vi, he fantaseado con levantarte la falda y extenderla alrededor y tener esa imagen cuando te tome. — —¿Tenías pensamientos sucios durante la ceremonia? —
No pudo evitar una sonrisa traviesa, a lo que ella respondió con una risa gutural, —¡Oh, Pookie! Eres tan absolutamente malvado. Y astuto. Me encanta cómo
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puedes parecer tan serio y todavía albergar esos pensamientos tan traviesos. — —Si piensas que esto es impresionante, entonces, espera a que actúe. —
Con lo que esperaba que fuera, un arco diabólico de su ceja, Leo se quitó la chaqueta y se aflojó la corbata antes de que se pusiera de rodillas en la cama. Sus pies descalzos, sin zapatos desde que se había quitado las zapatillas antes de su salvaje arremetida, se asomaron desde el dobladillo de su vestido. Bajo las delgadas capas, dejó que su mano subiera pulgadas hasta su pantorrilla, subió aún más, su brazo desapareciendo bajo la falda. No se veía, sólo la tocaba, lo que lo hizo más emocionante, cuando las yemas de sus dedos rozaron sus muslos. Ella contuvo el aliento, sus párpados pesados mientras lo observaba. Él le hizo cosquillas con la punta de los dedos, cuando subió más alto y no pudo dejar de gemir, cuando se encontró con la desnudez de su montículo. Y se refería al descubierto. Afeitado y ni siquiera cubierto por un trozo de tela. —¿Te casaste conmigo sin ropa interior? — Él prácticamente gimió. —Sólo en caso de que tuviéramos que ir a alguna parte, para un polvo rápido,— admitió antes de que contuviera el aliento mientras corría un nudillo sobre los labios húmedos de su sexo. —Fue una buena cosa que no me lo dijeras de antemano. — —¿O? — —Podríamos no haber sobrevivido a la ceremonia. — —Puede ser que no viva a los próximos minutos, si no dejas de hablar y haces algo. — —¿Impaciente, Catástrofe? — —Trata con excitada, — ella se quejó. Rodando sobre sus rodillas, ella agarró su cara y le dio un beso. Lo besó tan duro que cuando se empujó contra él, cayó sobre su espalda.
A pesar de su ropa, ella se puso a horcajadas sobre él, sus manos agarrando la ropa de sus hombros mientras que agresivamente le mordisqueaba los labios. Pasión
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desenfrenada, que ya no podía esperar. Con su falda subida alrededor de ella en una nube esponjosa y su hendidura presionada contra su ingle, a pesar de sus pantalones separándolos, no podía omitir el calor que irradiaba. Meciéndose contra él mientras se besaban, demostró el punto álgido de la tortura. Él deseaba tanto hundirse en ella. En cambio, sus manos se ocuparon, ahuecando sus mejillas llenas, un culo que le gustaba masajear y exprimir. El amaba aún más los sonidos suaves que hizo contra su boca. Presionada firmemente contra él, sus espléndidos pechos, aplastados contra su pecho, amortiguándolos, le recordó lo mucho que lo disfrutaba. Debo tocar. Saborear. Se convirtió en una necesidad imperiosa. Él la manipuló, llevando su cuerpo hacia delante sobre él, para que su pecho colgara sobre su boca. Prácticamente se derramaron desde el escote cuadrado, por lo que le tomó sólo un poco de manipulación, tenerlos afuera. Le permitió que se sentara de nuevo sobre su pecho, pero sólo mientras para poder liberar sus manos y poder cubrir esos preciosos montículos. 183
Las palmas de las manos estaban sobre sus pesados pechos, los admiraba mientras pasaba su dedo pulgar sobre el pezón. Que instantáneamente, se arrugó en un capullo apretado. Él la atrajo hacia adelante para que sus pechos colgaran sobre su boca. Lamió la punta de uno, y un estremecimiento sacudió su cuerpo. Pescándolos con su boca, se llevó a sí mismo lo suficientemente cerca para jugar con esos deliciosos guijarros. A medida que la boca se pegó a un protuberante pezón, permitió que sus dedos tiraran y giraran el otro. Podía medir su disfrute a través de sus gritos de placer, por la forma en que ella se arqueaba, presionando su rechoncho pecho contra su boca, animándole a tomar más. Y así lo hizo. Aspiró la punta en su boca, chupando y mordiendo. Con cada grito que emitía, con cada maullido suave y temblor de su cuerpo, la tensión dentro de él se construía.
Tan sensible al tacto. Así que... desapareció de su rostro. Casi rugió cuando ella se los llevó. Pero no demasiado lejos. Oh, demonios, ¿qué estaba planeando? Su novia se arrodilló entre sus piernas, bajó su vestido por debajo de sus senos, la piel de ellos enrojecida. Su falda ondeó a su alrededor cuando ella se agachó, pero el mayor interés para su mirada ávida, fue lo que hizo. Dedos ágiles desabrocharon los botones de su camisa y la extendió, dejando al descubierto su pecho. Ella pasó las uñas por su carne, dibujando un escalofrío en él y luego fue un estremecimiento cuando sus manos no se detuvieron en la pretina de su pantalón. Deslizó el botón, el zumbido de una cremallera descendiendo y se quedó sin aliento cuando lo vio. —¿Fuiste de comando a nuestra boda? —
Antes de que pudiera responder, lo hizo con un “Impresionante” que terminó un tanto confuso cuando ella lo llevó a la boca. 184
En ese momento, simplemente sucedió. Y luego presionó sus pechos a su alrededor, mientras chupaba la punta. Cubriendo la suave carne y luego deslizó su eje hacia adelante y hacia atrás mientras lo mantenía sujeto. Sí. Él estaba perdido.
La esencia de Leo salió a borbotones con vehemencia, y ella capturó cada gota. Él gritó su nombre cuando se vino, un sonido precioso. Un hombre tan maravilloso. Mi hombre. Su compañero que retenía una cierta dureza a pesar de que llegó. Ella lo chupo por un momento hasta que él gruñó, —Mi turno. —
¿Su turno? ¿Cómo se le ocurría eso? Ella acababa de hacerlo culminar. Excepto por su parte, que en realidad quería decir la suya. —Ponte sobre tu espalda, — exigió él.
En cambio, se puso de rodillas y le miró por encima del hombro. —Tú no eres el único con una fantasía, — observó ella. —El-mejor-presente-de-bodas-de-la-historia.— Al parecer, a Leo le gustaba hacia dónde se dirigía. Su mano pasó por encima de la curva de su culo luego hacia abajo hasta que encontró el borde de su falda mullida. Poco a poco, tiró de la tela hacia arriba y lejos de los muslos y las nalgas.
Aún mirándolo por encima del hombro, notó su pene ya balanceándose de nuevo. Que se acercaba, más cerca. Se estremeció, pero él la sorprendió. En lugar de hundirse en ella, se inclinó y su lengua lamió su sexo. Querido cielo. De ida y vuelta lamió, ligeros y excitantes toques. El asombroso movimiento de su lengua sobre su clítoris. La intrusión de dos dedos hundiéndose en su canal haciéndola gemir. Lentamente, él le daba placer, cada empuje de sus dedos y cada golpe de su
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lengua construían su dicha, la construcción de una torre que amenazaba con derrumbarse. —Ahora, por favor, — ella prácticamente sollozó.
Ella no tuvo que pedirlo dos veces. Se arrastró sobre la cama hasta que se arrodilló detrás de ella, la punta de su pene empujando en su raja húmeda. Acomodó la cabeza lentamente. Demasiado lento. Ella chocó contra él, repitiendo su grito, —Ah, — ante lo inesperado.
Pero, oh, el placer. Finalmente, él estaba en ella. Estirándola. También se movía dentro de ella, empujes cortos, friccionándose con los empujes que presionaban la cabeza hinchada de él contra su punto más sensible. Una y otra vez. Empujando. Moliendo. Exprimiendo. Oh. La unión era tan perfecta, tan intensa, que tan sólo el más pequeño pellizco de sus dientes en su piel, lo suficientemente fuerte como para romperla, hizo que ella estallara en pedazos. La conciencia se estrelló contra Meena, cuando puso su reclamación sobre ella, convirtiéndola realmente en su compañera, y no sólo a ojos de la ley humana, sino en la ley primaria también. Ambos lanzaron un rugido salvaje cuando su éxtasis los golpeo, una ola como ninguna otra. Cuando su clímax estremeció a través de ella, ella gritó, —Más fuerte. Más fuerte. —
Y se lo dio. Golpeó rápido, duro, totalmente. En contra de su culo, le dio una palmada, su cuerpo un ajuste perfecto para ella, un cuerpo que podía manejarla a ella y a su pasión.
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Como caliente crema cuando baño su matriz. Como su propio orgasmo robo su voz, cuando el segundo la hizo retorcerse ronca. A medida que su ritmo cardíaco se ralentizaba, se enfriaban sus cuerpos, y ellos bajaron de las alturas, Leo la acuno contra su cuerpo. Se dejó caer a su lado y la atrajo hacia él, amoldándose perfectamente, apropiándose de ella. Fue maravilloso. Perfecto. ¡Crack! Así que por supuesto la cama eligió ese momento para romperse en un lado e inclinarlos hacia el suelo. —Maldito seas, universo, — gritó ella, agitando un puño.
¿Y qué hizo Leo ante este ejemplo perfecto de una catástrofe? Se rió mientras ella rugía.
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—Buenos días, Catástrofe. — Leo acarició la parte superior de su cabeza. —Este es el mejor buenos días que tuve nunca. — Lo era totalmente. Había pasado un poco más de una semana desde su boda, y ella podía decir, con certeza, que era cada día más feliz.
A medida que se estiraba Meena, su movimiento encima de Leo despertó a su gran y corpulento compañero, y por despertarlo, se refería a despertarlo. Se había convertido en parte de su rutina de la mañana. Ahora tenían muchas rutinas, como su nuevo lugar para dormir. Lo que era una novedad. El dormitar sobre otra persona sin necesidad de llamar a una ambulancia o encontrar un folleto de los vigilantes del peso pegado en la nevera. La primera vez que se bajó de él antes de quedarse dormida, el había tirado de nuevo de ella con un gruñido, —No te atrevas a moverte. — —Incluso si no pudiera meterme en problemas cuando duermo. — Había bromeado ella, apoyando la cabeza en su pecho, pero perfectamente contenta de volver a su lugar cómodamente. —Tendrás tantos problemas como te gusta, Catástrofe, siempre que mantengas ese cuerpo voluptuoso aquí donde pertenece. Eres un infierno mucho más cálida y mimosa que cualquier manta. —
Sí, ese dulce cumplido le consiguió algo de acción. Leo siempre estaba haciendo y diciendo las cosas más agradables, así que él conseguía acción muy a menudo en realidad. Leo resultó más sorprendente de lo que podía haber esperado. Paciente a pesar de los contratiempos que de hecho la seguían. Inteligente y capaz de mantener su mente entretenida. Sexy y generoso cuando se trataba de amor en el dormitorio. Y poseedor de un sentido del humor, que era importante, teniendo en cuenta la forma
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en que habían roto su cuarta cama anoche. Echando un vistazo a las soldaduras rotas en el cabecero de la cama de latón, ella comentó, —¿Quién crees que ganó la apuesta esta vez? — Porque, después de los dos primeros contratiempos con la cama, un fondo para apuestas comenzó. —Yo gané, — ronroneó Leo mientras la ponía sobre su espalda. —¿Quieres decir que apostaste a que nosotros romperíamos la cama? — —Infierno, si lo hice. Pero he ganado más que eso. Totalmente la mejor anotación cuando fui a encontrarte. — —¿No quieres decir cuando te encontré yo? Es decir, después de todo, era mi disco volador el que te golpeó en la cabeza. — —Un disco volador que podría haber cogido. — —Nunca lo viste…— Él negó con la cabeza. Ella se rió. —Pookie, demonio astuto, ¿quieres decir que deliberadamente dejaste que te golpeara sólo para conocerme? Pero si ese es el caso, entonces ¿por qué te hiciste el difícil? — —Porque me asustaste pero eso fue antes de que me diera cuenta de que eras exactamente lo que necesitaba. Te amo, Catástrofe. — —¡Pookie! — Chilló mientras lo llenaba de besos. —Te amo demasiado, tanto que voy a olvidar totalmente el hecho de que Reba y Zena tienen un boleto para mí para ir a Rusia y rescatar a mi hermana. — —¿Y perder la oportunidad de una luna de miel? ¿Se me olvidó mencionar que yo también voy? ¿Qué te parece si le devolvemos la visita a un tigre? — —¿No temes que yo pueda empezar una guerra? — —Yo estaría más sorprendido si no lo hicieras. Ahora basta de hablar, Catástrofe. Es hora de nuestro polvo mañanero. —
Y si bien no podían romper la cama más de lo que estaba, el apartamento por
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debajo de ellos se quejó de que el yeso se rajo. ¡Rawr!
—Di ‘acepto’. — —¿Eh? — Con los ojos cerrados, y los parpados demasiado pesados para levantarlos, su boca un melocotón en necesidad de agua, confusa la mente de Teena se esforzó por despertar de la mayor de las melazas de sueño que había tenido. —Di ‘acepto’, — siseó una voz acentuada por segunda vez. —¿Acepto? — ¿Que hizo ella? Finalmente ella recordó, ella estaba de fiesta y bebiendo en la boda de su hermana, y dejando a cierto tigre ruso ligar con ella. Entonces…
Nada. Dándole a las telarañas del cerebro una sacudida mental, ella se forzó a abrir los ojos a tiempo de ver el hermoso rostro de Dmitri flotando cerca del suyo y oír las palabras, —Yo os declaro marido y mujer. Puede besar a la novia. —
¡¿Qué?! Final ¿Curiosos sobre lo que ocurre con Teena? Entonces asegúrese de obtener A Tiger‘s Bride.
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