Cristina Gonzรกlez Garrido
Cristina González Garrido EN LA MENTE DE UN BEBÉ
No sé escribir y apenas balbuceo los nombres de papá y mamá de vez en cuando. No sé hacer la gran mayoría de cosas que hacen los adultos; solo sé que todo
a mi alrededor me resulta extraño. Hace algo más de cuatro semanas, un mes de marzo frío pero, sobre todo raro, mis papás cambiaron su rutina y mis horas del baño. Ahora todos los días eran sábado, los besos y el tiempo se multiplicaron, las noches más cortas y los días más largos, los ratos en el sofá fueron ratos de
letargo, la luz de la cocina que tu enciendes, yo apago. Durante este tiempo aprendí a correr en lugar de andar, aprendí a dormir en lugar de llorar, aprendí que lo mejor que en la vida es estar con papá y mamá. Jugar en el suelo es como volar sin descanso, que me lean un libro mientras recibo abrazos. Que me dediquen tiempo, solo eso, tiempo... ¡Dichoso tiempo que vuela de verano en verano! Hay días grises y días blancos, hay días buenos y días malos. Días que noto a mamá con los ojos empañados y otros que la alegría se palpa entre mis manos. Debe haber miedo ahí fuera, lo sé. Ahí fuera y aquí adentro. En casa, en el cuerpo.
Debe haber confusión y rabia en ciertos momentos.
Yo, como el resto de niños, estoy dando una lección. Lección de fuerza, de armonía, de vida y de pensar con el corazón. Me escaparía de casa y me iría al parque, pero luego pienso: ¡Animo Sergio, un poco más de aguante!
Correría a ver a mis abuelos por la calle "alante" pero la paciencia me puede y digo: ¡Ya queda menos para abrazarles! Pediría al reloj que se parase para pasar más tiempo juntos, en casa... pero miro a los que están sufriendo y de repente se me pasa. Y a vosotros, los adultos, mil gracias por vuestra solidaridad. Sois magia, sois nuestro espejo y la voz de la verdad.