La gran ceremonia, de Fabián Fajardo Fajardo.

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RELATOS DE VERANO 2016 Muchas son las personas que acuden a lo largo del año a la Biblioteca Pública de Albacete: unos buscan fantasía, otros información, otros estudiar…. Y hay quienes encuentran en la Biblioteca un lugar, o un motivo de inspiración, para poder escribir. Son escritores. Son NUESTROS escritores, porque escribir es una voluntad, no un don ni un momento de inspiración pasajera. Y los relatos que forman esta “serie” tienen esa determinación. Tienen, en definitiva, algo que contar. Y lo cuentan. Los relatos que te ofrecemos en las próximas semanas no están escritos por autores que puedan consultarse en una Biblioteca: son lectores que, por esta vez, han cambiado la afición de leer páginas por la de escribirlas. Para la Biblioteca de Albacete es un placer ser mucho más que el lugar donde se guardan los libros: queremos contribuir a ese inmenso patrimonio cultural que es una biblioteca con la vida de quienes nos visitan y nos dan la razón de ser. Añadiendo su obra. Suyo es el mérito, nosotros sólo ponemos la intención y los medios. A lo largo del verano y el otoño te ofrecemos el fruto de quienes, con su silencioso trasiego, habitan esta biblioteca. Estás invitado a pasar a leer, estudiar, investigar y… escribir. Disfrútalo.


LA GRAN CEREMONIA Fabián Fajardo Fajardo

Era la víspera de la gran ceremonia, todo estaba en calma y había que sumar la más que notable recompensa obtenida la noche anterior. La coordinación había sido perfecta en la caza. Hábiles y disciplinados cazadores, cada uno sabía perfectamente su cometido y lo cumplía a la perfección. Guiados por Sol, eran implacables, temibles, nunca fallaban. En sus cabezas no había lugar para la distracción, para acomodarse o para bajar la guardia, incluso después de conseguir un ejemplar de semejante tamaño. Únicamente los mas jóvenes podían permitirse esos lujos pues están agraciados con una conexión con la naturaleza que les hace entenderlo todo de forma distinta. La lucha por el territorio siempre había estado marcada por altibajos. Dos bajas recientes, dos asesinatos cobardemente ejecutados habían mermado su grupo y se habían visto obligados a huir. Nunca habían querido la guerra, es más, aunque pueda sonar paradójico nunca la habían entendido. Pese a su


naturaleza combativa y a su territorialidad entendían el mundo sin guerras. Eran un grupo reducido y debían hacer empleo de toda su inteligencia para la batalla constante que libraban. Su oponente, el peor de los enemigos. Sol se encontraba junto al rio con Laia, su pareja, con quien compartía su vida, su intimidad y tres hijos. Tenían que estar muy atentos con los pequeños pues no paraban de corretear. Siempre tenían algo que perseguir, un ratón, una lagartija o simplemente se peleaban entre ellos, algo que no gustaba nada a Laia pues tras el final del juego había que curar las heridas. Todo el grupo se había visto relegado a un pequeño refugio en el bosque. Un refugio seguro, bien elegido por Sol. En la lucha por la tierra no estaban saliendo bien parados pero siempre habían salido adelante. Esta vez se encontraban lejos del refugio pero era necesario bajar al río de vez en cuando para beber agua y darse un baño. Alguna vez se habían llevado un buen susto con el trío de peques en sus salidas al río como en la ocasión donde jugando, se alejaron del resto del grupo y se toparon con una manada de jabalíes. Los pequeños, ajenos todavía a su propia naturaleza, importunaron con sus “tácticas de guerra” a los jabatos del grupo, causando una violenta reacción en los adultos. La primera embestida fue fallida, debido a la gran agilidad de los pequeños y a


los desarrollados instintos de lucha de los que, tan jóvenes, hacían gala gracias a su genética. Los hijos de Sol y Laia no se dejarían vencer fácilmente y fue Lumen, la pequeña de los tres hermanos la encargada de comandar la defensa y dar instrucciones precisas a Bolo y César. El resto de embestidas fueron sorteadas hasta que una de ellas hirió a Bolo, el mayor de ellos. La defensa que habían orquestado se vino abajo y los tres jóvenes estaban a merced de una peligrosa manada de jabalíes, cansados, sin aliento y apenas sin fuerzas. Fue entonces cuando apareció Laia que no destacaba precisamente por ser compañera de Sol sino por ser una gran guerrera y una madre dispuesta a todo por sus hijos. La astucia de Laia era superior a la de cualquiera, ni siquiera Sol podía sorprenderla. Con Laia entre sus hijos y la furiosa manada las fuerzas se equilibraron y en ese preciso instante todo cambió. La llegada de Sol sorprendió por la violencia y rapidez de sus ataques, tan inesperada como sorprendente, Sol decidió atacar por la retaguardia al enemigo, malhiriendo a varios ejemplares. Su presencia, feroz, establecía una especie de campo magnético que fue sembrando el miedo en sus contrincantes. Tras la disputa pudieron disfrutar de la sabrosa carne de jabalí que compartieron con el resto del grupo. El grupo lo era todo, lo más importante. Bolo tardó un par de semanas en recuperarse de sus heridas, tras el cual quedó bien físicamente y con una


importante lección aprendida al igual que el resto de sus hermanos. A partir de ese día los jóvenes eran mas prudentes con sus juegos cuando bajaban al río. Lumen, pese a ser la más pequeña era admirada por sus hermanos y por el resto del grupo. Parece que sería la llamada a sustituir al gran Sol. Tenía su misma fuerza interior, inteligencia y la templanza propias de un líder. A su corta edad Lumen asombraba al grupo con una insultante astucia. A diferencia que con el resto de sus hermanos, cuando Sol jugaba con Lumen debía esforzarse mucho mas para poder derrocarla. El nivel que Lumen le obligaba a sacar embargaba a Sol de tal forma que, lleno de orgullo, nunca podía vencerla cuando disponía de la ocasión, aprovechando Lumen ese mismo momento para quedar siempre victoriosa sobre su padre, tumbado en el suelo. Era la única que podía aprovechar el único punto débil de Sol ya que ella misma era su debilidad. Sol era un líder por naturaleza, el guerrero perfecto, el gran cazador. Descendiente de una larga y ancestral estirpe sin apenas cruce de sangre parecían haberse reunido en él todas las aptitudes para liderar la resistencia y comandar a los suyos. Desde muy joven Sol comenzó a destacar, su velocidad en el ataque lo convertían en un arma letal y su inteligencia para coordinar a los demás y su carácter dominante lo


llevaron a ser muy respetado desde joven, impregnaba a todo el grupo con su energía, la energía del que nunca se rinde, de mirada cruel y penetrante era capaz de ver en tu interior tus mas profundos deseos, tus pensamientos y tus miedos. El verdadero poder de Sol residía en su mirada. Poseía un carácter templado y sosegado y tenía la habilidad de hacer sentir, a cualquiera que osara retarle, de la incertidumbre propia de quien va a ser fustigado por un látigo. En muchas ocasiones llegaba a ejercer un dominio excesivo y por épocas el grupo se veía sometido bajo su tiranía pero era su naturaleza y no podían permitirse fallos. No dudaba en expulsar a cualquiera que no estuviera a la altura o a relegarlo a un segundo plano, despojándole de sus funciones. Sólo así se podía sobrevivir. El cálido día en el río transcurría con normalidad. Era a finales de agosto y ya adentrada la tarde, quedaban pocas horas para la noche y la celebración de la Gran Ceremonia. Todos los integrantes del grupo comenzaban a sentirlo. Una fuerza comenzaba a abrirse paso en el interior de cada uno de ellos, incluso los jóvenes lo notaban. Escudero era el encargado de montar guardia. Puede uno remontarse cientos de años atrás para intentar comprender la batalla que se estaba librando por la tierra y por la supervivencia, se puede estudiar y desgranar al máximo exprimiendo hasta la última gota


de la historia y nunca se encontrará una respuesta lógica. Acusaciones falsas, cuentos y leyendas inventadas por ignorantes y maliciosos no hacían mas que desprestigiar la imagen y aumentar el odio hacia Sol y los suyos. Los habían acusado falsamente de ladrones y asesinos y los habían perseguido a lo largo de los años sacrificándolos vilmente. Les habían tendido trampas y emboscadas, torturándolos hasta lo inimaginable y todavía hoy toda esa masacre, esas matanzas no habían acabado. Bosques de roble, fresnos, pinos, olmos, castaños y alcornoques, bosques de hayas y abedules, ríos llenos de vida, grandes y verdes prados, excepcionales valles y montañas y todo ello con una diversa fauna de caballos salvajes, osos, jabalíes, ciervos... Miles y miles de hectáreas de todo ello no bastaban para los enemigos de Sol. Ni siquiera conformándose con compartirlo sino que lo querían todo. Se habían destruido ecosistemas enteros mediante incendios provocados y por la creación de infraestructuras, arrasándolo todo y obligando a Sol y su grupo a vivir en la sombra, malditos por siempre. La tarde estaba llegando a su fin. Todavía no se había puesto el sol y el grupo se encontraba ya inquieto, la parte mas instintiva de cada uno de los


miembros comenzaba a salir a la superficie. Ya estaba cerca la Gran Ceremonia. En ese momento parecía percibirse algo en el ambiente, algo que a todos les era familiar y que habían vivido con anterioridad, se sentían atrapados en el tiempo, inmóviles, como si todo pasará rápidamente a su alrededor. La misma sensación que se tiene en sueños cuando quieres correr porque te persiguen pero una fuerza misteriosa te lo impide, poniéndole un freno invisible a todos tus esfuerzos. El primero de los disparos atravesó la cabeza de Bolo que sólo pudo disponer de un segundo para entender lo que ocurría cuando vio que su hermano y compañero de travesuras lo miraba fijamente caer al suelo para morir en el acto. El terror se apoderó del grupo. Fueron Sol y Valeria los que corrieron rápidamente para guiarlos a todos y ponerlos a salvo. Sabían de donde procedían los disparos y debían actuar con rapidez. Los disparos se sucedían y mientras Sol se encargó de poner a salvo a Lumen y a gran parte del grupo, Laia fue por su otro hijo, César, que permanecía inmóvil junto al cuerpo sin vida de su hermano. Llegó hasta César y lo cogió rápidamente retornando la huida, corriendo tan rápido como le era posible. Encontrándose todos de nuevo en el refugio faltaba esperar la llegada de Laia y César. Sol dejó a salvo a Lumen y se fue en su busca. No se apoderó de él la


desesperación y busco de forma infatigable durante horas sin rastro. Laia sabía esconderse como nadie, finalmente la encontró, al caer la noche, al cubierto de una pequeña cueva, estaba entre sentada y tumbada, cubriendo a César, protegiéndolo, aunque no podía impedir el llanto. El charco de sangre que había bajo ella provenía de una herida en la cadera. Sol la miraba como sólo se puede mirar a una Diosa, su mirada nunca había tenido secretos para ella y durante unos segundos, ante un silencio sepulcral en la noche, se miraron fijamente hasta que Laia decidió llevarse con ella todos los secretos del gran Sol. De vuelta al refugio y con la luna llena en todo lo alto, Sol debía presidir la Gran Ceremonia. Todos los integrantes del grupo lo estaban esperando y dejando a César junto a su hermana Lumen comenzó a ascender hasta la parte superior de la colina. Sol se acercaba seguro, hipnotizado, enamorado y melancólico a ocupar aquel alto privilegiado, sin duda, una antesala a la luna. Su pelaje gris oscuro, casi negro resplandecía hermoso bañado por la luna y su sombra se hacía mas y mas grande a cada paso. Acabó imponiéndose sobre el horizonte su imponente silueta cuya fuerza residía en dos radiantes y magnéticos ojos que parecían tener su origen en un mundo lejano, en un mundo donde todos los secretos son desvelados, en el mundo de la sabiduría. El


poderoso lobo, el gran Alfa miró hacia abajo, donde se encontraba su manada, expectante y luego miro hacia la luna. El primer aullido fue desgarrador, un mantra que parecía salir del interior de todos sus antepasados, impregnado del dolor de siglos de incesante lucha y de muerte. Un mantra lleno de toda la historia de su maldita existencia y se extendió, abriéndose camino por cada rincón del espeso bosque, envolviéndolo todo, penetrando a través de los poros de las rocas, acariciando la vegetación y volando a través del cielo hasta lugares muy muy lejanos. El resto de la manada lo siguió y durante horas cantaron, lloraron y pidieron explicaciones a la luna, la cual, los acogía una vez más como a sus hijos, sanándolos de su aflicción. Cuando la Gran Ceremonia terminó Sol y los suyos estaban listos para continuar con su lucha. La lucha por el territorio.

FIN


DIA

TÍTULO

AUTOR

4 de julio

La alquimista de los aromas

Adoración M. González Mateo

11 de julio

Me busco en el Montecillo

Iluminado Jiménez Hidalgo

18 de julio

El juego de las runas. The set of runes Freya

25 de julio

Patricia y el mar

Carmen Hidalgo Lozano

1 de agosto

Aquellos veranos azules

Natalia Lucina

8 de agosto

Albacete en verano

Daniel Molina Martínez

16 de agosto

Poemas

Trinidad Alicia García Valero

22 de agosto

Mi cítrica vida

José Antonio Puente Juárez

29 de agosto

Atanpha

Manuel Olivas García

5 de septiembre

Una fantasía erótica mortal

Daniel Peña Medina

12 de septiembre

Aterricé como pude

Sebastián Navalón Morales

19 septiembre

La gran ceremonia

Fabián Fajardo Fajardo

26 de septiembre

Un gato de Brooklyn

Toñi Sánchez Verdejo

3 de octubre

El desconocido del tren

Astrid Avero Chinesta

10 de octubre

Gabriel

Sara Monteagudo Moya

17 de octubre

El libro de las partituras

Carlos Hernández Millán

24 de octubre

Sin billete de regreso

Irene Blanca Sánchez

31 de octubre

San Juan y Toda

Mª Soledad Roldán Márquez

7 de noviembre

Voy en mi canoa

Alejandro Campos Benítez

14 de noviembre

Las nubes también viajan

Mª Ángeles Pérez Marcos

21 de noviembre

Una historia trilingüe

M.J.M. Arellano

28 de noviembre

Otra vez

Bartolomé Sáez Ochoa

5 de diciembre

Un frío invierno

María Martínez Segura

12 de diciembre

El vodevil de Grenelle

Llanos Olivas García


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