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José Antonio Puente Juárez
RELATOS DE VERANO 2016 Muchas son las personas que acuden a lo largo del año a la Biblioteca Pública de Albacete: unos buscan fantasía, otros información, otros estudiar…. Y hay quienes encuentran en la Biblioteca un lugar, o un motivo de inspiración, para poder escribir. Son escritores. Son NUESTROS escritores, porque escribir es una voluntad, no un don ni un momento de inspiración pasajera. Y los relatos que forman esta “serie” tienen esa determinación. Tienen, en definitiva, algo que contar. Y lo cuentan. Los relatos que te ofrecemos en las próximas semanas no están escritos por autores que puedan consultarse en una Biblioteca: son lectores que, por esta vez, han cambiado la afición de leer páginas por la de escribirlas. Para la Biblioteca de Albacete es un placer ser mucho más que el lugar donde se guardan los libros: queremos contribuir a ese inmenso patrimonio cultural que es una biblioteca con la vida de quienes nos visitan y nos dan la razón de ser. Añadiendo su obra. Suyo es el mérito, nosotros sólo ponemos la intención y los medios. A lo largo del verano y el otoño te ofrecemos el fruto de quienes, con su silencioso trasiego, habitan esta biblioteca. Estás invitado a pasar a leer, estudiar, investigar y… escribir. Disfrútalo.
MI CÍTRICA VIDA José Antonio Puente Juárez
Nací una mañana de otoño, en una soleada región que emanaba aroma de azahar y su costa era bañada por el mar Mediterráneo. Mi padre y yo vivíamos en un extenso campo que era propiedad de una adinerada familia de terratenientes. Yo no conocí a mi madre, lo cual no me preocupó porque mi padre supo paliar esa carencia. Aunque era una persona callada supo protegerme
y
alimentarme
para
que
fuese
creciendo sin ningún tipo de penuria. De pequeña me quedé prendada del hijo mayor de dueño de la finca, nunca se lo dije a mi padre porque sabía que nunca me diría nada, esa era siempre su actitud, mantenerse en silencio. Me
enamoré de ese adolescente la primera vez que lo vi jugando con su hermano pequeño al escondite un fin de semana que vino a la vega. Los dos niños corrían por la arcillosa tierra ajenos a mi arrinconada presencia. Aunque esa fue la última vez que los volví a ver, yo cada noche siempre soñaba con él. Los días iban pasando lentamente, mantenidos por una equilibrada rutina. En ciertas ocasiones venían a ver a mi padre el dueño de la finca y otros socios del señor. Mi padre siempre permanecía allí plantado con su otorgador silencio, mientras los otros señores debatían en conversaciones que yo no llegaba a escuchar bien, pese a estar cerca de ellos, pero intuía que trataban sobre sustanciosos negocios. Mi inocente curiosidad hacía que le preguntase a mi padre por los negocios del amo, a veces me refería a él así, porque yo aunque era pequeña, sabía que la vida de mi padre le pertenecía y por
defecto también la mía. Pero aquellas preguntas mi padre
como
siempre
se
mantenía
recto
y
completamente mudo. Mi padre siempre estaba en la huerta y yo como buena hija me mantenía a su lado. De vez en cuando, algunos jornaleros le daban de beber agua a mi padre para que aguantase el candente sol que imperaba casi a diario en aquellos campos. Crecía con el paso del tiempo, mi piel se endurecía y adquiría un brillo característico, mis formas también se fueron redondeando, otorgándome una exquisita figura. Las curvas que me brindó mi adolescencia, pronto comenzaron a llamar la atención en los jornaleros. Los jóvenes peones que andaban por allí, me miraban con ojos de ardoroso deseo sin mostrar un ápice de disimulo, aunque tuvieran delante la imponente figura de mi padre. Yo
había
escuchado
algunas
historias
que
contaban las gentes que se acercaban por la vega, sobre raptos de jóvenes chicas para luego ser vendidas a compradores que las obligaban a
trabajar sin descanso en fábricas clandestinas o incluso ser esclavas sexuales. Esto hacia que estuviese en un estado de cierto nerviosismo e incluso me costara conciliar el sueño por las noches. Mi exquisita belleza llegó a los oídos del amo, que no tardó en hacerle una visita a mí callado padre. Fue una mañana temprano cuando vino el amo con un par de socios a ver a mi padre. Antes siquiera de hablar entre ellos como solían hacer frente a mi silencioso progenitor, vino directamente hacia el lugar donde yo me encontraba. Me obsequió con una mirada que destellaba el impetuoso anhelo de poseerme entre sus manos y saciar su apetito. Yo me mantenía suspendida en un tremendo sopor y rondaba por mi cabeza la fugaz idea de que el derecho de pernada no existía. Intentaba no mirarle directamente, mientras él mantuvo aquella lasciva mirada sobre mi cuerpo el tiempo que creyó necesario para satisfacer su ansia. Entonces hizo una señal para que se acercaran a mí los otros dos
individuos. Al llegar, todos me miraron con sus ojos llenos de lujuria e incluso a uno de ellos parecía como si se le fuese a caer la baba. Yo me sentía nerviosa, a punto de echarme a llorar y con ganas de irme de allí. Pero lo peor fue cuando el amo puso sus manos sobre mi piel, empezó a palparme por toda la superficie de mi piel. Miré a mi padre que se encontraba allí plantado sin decir ni una palabra viendo el lascivo espectáculo al que era sometida. Al finalizar el amo de tocarme por todo mi cuerpo, invitó a que hicieran lo mismo los otros dos acompañantes. Me estaba sintiendo abusada
y
violada por esas gruesas manos que laceraban mi piel, quería llorar pero no me salían lágrimas. Cuando se dieron por satisfechos los tres hombres se apartaron de mí escasos metros hacia mi padre y empezaron a hablar de precios y ventas. Esa noche no pude conciliar el sueño, quería alejarme de mi padre, pero no podía. Tampoco quise
dirigirle
la
palabra
porque
sabía
perfectamente que no me contestaría, ni me daría
explicación alguna de porqué no entró en mi defensa. Me pasé la noche odiándome a mí misma y a la naturaleza por haberme dotado de aquella hermosura. A la mañana siguiente cuando todavía no había despuntado el sol con ninguno de sus rayos, llegaron unos hombres a la finca en busca de mi padre. Yo aun me no encontraba despierta del todo, debido a la mala noche que había pasado, pero notaba la siempre cercana presencia de mi padre. Cuando uno de los hombres llegó donde nos encontrábamos, me cogió con las manos y tiró
con
suma
violencia
de
mí
cuerpo,
arrancándome de los fuertes brazos de mi padre. Me llevaron agarrada hacia una furgoneta que tenían en el camino. Yo no podía ofrecer resistencia a mi captor, por lo que sólo pude mirar hacia atrás, para ver a mi asentado padre manteniendo su férreo silencio y justo a su lado, el amo con sus dos socios. Ese fue el momento en el supe que jamás volvería a ver a mi padre, ni
regresaría a aquella tierra. Una vez que me metieron dentro de la furgoneta cerraron la puerta y aquello se oscureció
por
completo.
Escuchaba
como
aseguraban la puerta con la llave e iniciaron la marcha a un destino que desconocía, pero dadas a las historias que había oído sobre los secuestros de las adolescentes, no se me pasaba por la cabeza, nada más que el peor de los destinos que pudieran acarrearme. Llevábamos ya alguna hora de viaje pero como la furgoneta carecía de ventanas, no podía ver el sol para orientarme y saber cual era nuestro rumbo. Me sentía perdida porque yo no había viajado nunca y no conocía más que mi tierra. El continuo ruido del motor no me dejaba escuchar lo que suponía era una
conversación
entre
mi
captor
y
algún
acompañante. Por lo que tampoco podía hacer alguna idea de mi futuro. Pasado otro periodo de tiempo notaba como el
vehículo redujo poco a poco su marcha, hasta llegar a detenerse por completo. Debido a la oscuridad a la que iba sometida me encontraba totalmente desorientada. Fue al escuchar como quitaban el seguro a la puerta con la llave cuando supe que ya debía a ver llegado a mi aciago destino. Uno de los hombres abrió la puerta y la cegadora luz del exterior me privó de cualquier nítida visión. Transcurrido un breve instante pude ver a mi captor, unos surtidores de gasolina y al fondo unas amplias llanuras sembradas de cereal. De pronto mi secuestrador sin mediar palabra cerró la puerta de un severo golpe y la aseguró con la llave. Escuché como arrancó el motor de la furgoneta e iniciamos el viaje. Yo de nuevo me quedé sumida en aquella angustiosa oscuridad. Horas más tarde de viaje, me llegaban ruidos provocados por un denso tráfico en el exterior que posiblemente anunciaban la entrada a una gran ciudad. Aquellos estridentes ruidos provenientes de la carretera se sumaron una sucesión de fuertes y desagradables olores.
No tardó mucho tiempo en detenerse totalmente la furgoneta. Nuevamente escuché como detenían el motor y a la espera de que abrieran la puerta de atrás me quedé largo tiempo esperando. La espera llenaba mi cuerpo con la sensación de impotencia y rabia por no saber que me esperaba cuando se abriese la puerta y de nuevo entrase la luz arrolladora. Cuando más desesperada me sentía, escuché algo de ruido en el exterior y un momento después, se abrió la puerta. No me dio tiempo a que el sol me deslumbrase, porque a la vez que uno de aquellos secuestradores abrió la puerta, otro entró como poseído y me agarró con sus manos. Al salir de la furgoneta en las manos de aquel hombre, vi una calle atestada de naves industriales, que enseguida perdí de vista porque me introdujeron en una especie de almacén. Maltratada por el viaje me acomodaron en un rincón de aquél diáfano almacén y por una temporada se olvidaron de mí. Transcurrido un tiempo acomodada en ese sitio, no paraba de pensar en mi padre y que me depararía
el futuro. También empecé a notar cierta madurez en mi cuerpo, a ver como mis curvas se acentuaban de forma generosa y mi piel adquiría un brillo deslumbrante. Tardaron mis captores en venir a buscarme y a trasladarme a otro lugar de la misma forma que me llevaron a este almacén en el que dejé atrás mi adolescencia para comenzar mi madurez. Cuando llegamos la otro almacén fue peor de lo que me esperaba, me encontré con una masa de hombres gritando cantidades de dinero y que me sospesaba con sus miradas ambiciosas, mientras fuman puros y cigarrillos. Finalmente fui comprada por un comerciante de bigote que pagó cierta cantidad de dinero por mí y que no tardó en llevarme en su furgoneta a uno de sus establecimientos. Allí en su establecimiento hizo que exhibiera mi cuerpo delante de todos los clientes que entraban. Los interesados solían frecuentar ese lugar en busca de sabrosos y delicados manjares. Sólo un día necesité mostrar la belleza de mi
exuberante cuerpo en aquel lugar, para que una persona particular se encaprichara de mí. El caprichoso fue un joven chico que me compró por una cuantía de dinero que nunca supe. Mi nuevo dueño me sacó de aquel establecimiento sin decirme él tampoco ninguna palabra, me sentó en la parte delantera de su coche y me llevó directamente en dirección a lo que yo suponía debía ser su casa. Por el camino veía los altos edificios que se alzaban llegando casi hasta el mismo cielo. Yo nunca había visto esa clase de edificaciones, pero aquella visión no me apartaba de mi cabeza la afligida sensación de desesperanza en la que iba hundida. Al llegar a su casa, mi nuevo comprador me llevó directamente a la cocina y me dejó allí mientras el comenzaba a preparar la comida. Cuando terminó de preparar un suculento ágape, salió de la cocina hacia el comedor, dejándome sola en aquella habitación.
Yo me sentía afligida y desolada por ignorar cuál sería la siguiente vejación a la que sería sometida y cuáles eran las intenciones de mi nuevo dueño. El joven entró en la cocina, me miró con una vigorosa mirada, semejante a la que ya había conocido de otros hombres y me llevó hacia el comedor cogida en sus manos y acompañados de un incomodo silencio. Fue allí donde me puso frente a él y comenzó a sobarme cada parte de mi piel con sus manos jóvenes. Su fogosa mirada llena de pasión chocaba en mi cuerpo, creándome una sensación de doloroso martirio. Sólo notaba como sus manos recorrían mis curvas, hasta que sin esperármelo, noté como un afilado cuchillo se clavaba en el pellejo de mi espalda y empezaba a deslizarse arrancándome la piel. El perturbado joven puso sus dos manos en mi desollado cuerpo y haciendo fuerza me abrió por la mitad. De mi desgarrado interior empezaron a brotar anaranjados hilos de
jugo y una horrorosa sensación de dolor. Ese insufrible
y
espeluznante
dolor
que
estaba
padeciendo en mis carnes, únicamente desapareció, cuando el joven terminó por devorarme gajo a gajo.
FIN
DIA
TÍTULO
AUTOR
4 de julio
La alquimista de los aromas
Adoración M. González Mateo
11 de julio
Me busco en el Montecillo
Iluminado Jiménez Hidalgo
18 de julio
El juego de las runas. The set of runes Freya
25 de julio
Patricia y el mar
Carmen Hidalgo Lozano
1 de agosto
Aquellos veranos azules
Natalia Lucina
8 de agosto
Albacete en verano
Daniel Molina Martínez
16 de agosto
Poemas
Trinidad Alicia García Valero
22 de agosto
Mi cítrica vida
José Antonio Puente Juárez
29 de agosto
Atanpha
Manuel Olivas García
5 de septiembre
Una fantasía erótica mortal
Daniel Peña Medina
12 de septiembre
Aterricé como pude
Sebastián Navalón Morales
19 de septiembre
La gran ceremonia
Fabián Fajardo Fajardo
26 de septiembre
Un gato de Brooklyn
Toñi Sánchez Verdejo
3 de octubre
El desconocido del tren
Astrid Avero Chinesta
10 de octubre
Gabriel
Sara Monteagudo Moya
17 de octubre
El libro de las partituras
Carlos Hernández Millán
24 de octubre
Sin billete de regreso
Irene Blanca Sánchez
31 de octubre
San Juan y Toda
Mª Soledad Roldán Márquez
7 de noviembre
Voy en canoa
Alejandro Campos Benítez
14 de noviembre
Las nubes también viajan
Mª Ángeles Pérez Marcos
21 de noviembre
Una historia trilingüe
M.J.M. Arellano
28 de noviembre
Otra vez
Bartololmé Sáez Ochoa
5 de diciembre
Un frío invierno
María Martínez Segura
12 de diciembre
El vodevil de Grenelle
Llanos Olivas García