Toñi Sánchez Verdejo
CUARENTENA EN LA BIBLIOTECA Me gusta leer en la biblioteca. Es una costumbre que tengo desde que era niña, afianzándose con más fuerza en mis tiempos de estudiante. Fuera de la biblioteca no encuentro la suficiente concentración para engancharme a la lectura; sin embargo, dentro de ella, rodeada de libros, escuchando los susurros de la gente y los pasos suaves de los bibliotecarios cuando buscan un libro o colocan los que han devuelto los lectores, me siento cómoda y tranquila. Sobre todo, hay una butaca junto a la ventana que, si llego lo suficientemente temprano, suele estar vacía. En ella paso horas y horas, leyendo. El personal ya me conoce; están tan acostumbrados a mi presencia que parece que me he convertido en parte del mobiliario. Por supuesto han
dejado de extrañarse de que nunca me lleve libros a casa. ¿Para qué los iba a llevar, si solo leo en la biblioteca?
No obstante, que quede claro, soy una lectora empedernida, así que estos días de obligado confinamiento en casa he tenido que idear una estratagema para poder leer pese a que la biblioteca está cerrada. Y esta ha sido construirme una biblioteca propia en una habitación de mi casa. Como no tengo suficientes libros, he puesto un letrero en la escalera: “Quien quiera prestarme libros, los aceptaré encantada. Pueden dejarlos en la puerta de su vecina del 5º A”. Poco a poco, han llegado a mi casa anónimas bolsas de libros. He tenido mucho trabajo ordenándolos, analizando su
contenido para poner en el canto pegatinas según el Sistema de Clasificación Decimal Dewey. Después los he colocado en estanterías. Ha sido un arduo trabajo, pero finalmente ha valido la pena: mi salón es una biblioteca.
Incluso tengo una mesa con un ordenador, bolígrafos, un fechador y un tampón con tinta azul. Y una estantería con novedades.
Así que el confinamiento se me está haciendo muy ameno. Me siento en un cómodo sillón junto a la ventana y paso horas enfrascada en la
lectura. Horas y horas porque esta biblioteca nunca cierra. Y
tampoco tengo que ir a ninguna parte. Solo interrumpo mi lectura un momento a las ocho de la tarde para asomarme a la ventana y aplaudir. Mi homenaje es para los bibliotecarios, a quienes tanto echo de menos.
Por supuesto, mientras estoy en la sala, llevo guantes y mascarilla. No hay que desdeñar los consejos para evitar el contagio por covid-19. La distancia de seguridad me es más fácil guardarla: en esta biblioteca soy la única lectora.
#yomequedoencasaleyendo