Experimentos médicos sacuden opinión pública Edición 1867 Publicado: 08 de octubre de 2010 Por Crosby Girón www.inforpressca.com ___________________________________________________________________
Hace más de medio siglo los criterios éticos sobre cómo hacer experimentos médicos en humanos tenían otra forma de verse. Los límites en Estados Unidos, por ejemplo, no existieron para las poblaciones afroamericanas hasta cierto punto. Al parecer enfermedades transmitidas sexualmente (ETS), como la sífilis y la gonorrea, despertaban particular preocupación en las autoridades sanitarias norteamericanas. Un caso de estudio en Alabama que comenzó en la década de 1930, que con el tiempo resultó polémico, habría dado lugar a que médicos estadounidenses a cargo, conjuntamente con expertos guatemaltecos, realizaran en Guatemala un estudio de inoculación de ETS que se llevó a cabo de 1946 a 1948, durante el primer gobierno revolucionario presidido por Juan José Arévalo (1945-1951). El caso fue dado a conocer por una investigadora norteamericana al gobierno de ese país, que decidió pedir perdón a Guatemala por esos experimentos en un mes que curiosamente se conmemora una época que se denominó “los diez años de primavera democrática” y que terminó justamente por la intervención militar de Estados Unidos, en 1954. Hoy se ha integrado una comisión de alto nivel para investigar “a fondo” el asunto. Aunque se espera que esta investigación arroje más luz sobre el tema, los casos de experimentación, donde Guatemala ha sido principal laboratorio, no son nuevos ni pocos. Barak Obama, presidente de Estados Unidos tomó el teléfono y llamó a su homólogo guatemalteco, Álvaro Colom, para pedir perdón por experimentos médicos realizados con humanos entre 1946 y 1948 en Guatemala. La llamada, realizada el 1 de octubre, pronto ocupó importantes espacios en medios de comunicación y se empezaron a conocer algunos detalles del mismo. Previamente, la Secretaria del Departamento de Estado, Hillary Clinton y la Secretaria de Salud y Servicios Humanos, Kathleen Sebelius, habían dado a conocer una declaración conjunta lamentando los experimentos antiéticos. Las primeras reacciones en Guatemala se centraron en el hecho de que el período en el que este experimento ocurrió, el presidente era Juan José Arévalo Bermejo, cuya administración inició que años después se conocería como la Primavera Democrática en el país. La noticia causó revuelo porque, en primer lugar, se trató de un proyecto único en su tipo: la inoculación de al menos tres tipos de enfermedades de transmisión sexual a prostitutas, militares, y enfermos mentales (las enfermedades fueron sífilis, gonorrea y chancros). Además, porque, en términos sociales, esas enfermedades en aquella época eran casi el equivalente a lo que por mucho tiempo fue el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida
(SIDA), en donde prevaleció la discriminación hacia el afectado. En efecto, la investigación académica que ha conmovido a la opinión pública y que motivó la respuesta del gobierno estadounidense, fue elaborada por la doctora Susan M. Reverby. Inforpress tuvo acceso a una copia del mismo, el cual revela a detalle lo que la investigadora encontró y que ya ha trascendido ampliamente. Es importante mencionar que los estudios experimentales sobre todo con la sífilis fueron muy importantes en esos años, cuando recién se comenzaba a tratar la enfermedad con penicilina (el primer ensayo mundial del medicamento ocurrió en 1941, y luego se usó ampliamente durante la Segunda Guerra Mundial). Recuerda la investigadora, que había un “caso mítico” ocurrido en Tuskegee, Alabama, EE. UU., donde se había estudiado la enfermedad y su desarrollo en personas infectadas. Alrededor de ese caso existieron muchos mitos sobre una supuesta inoculación deliberada en personas afroamericanas, relata Reverby, aunque señala de manera contundente que nunca hubo inoculación de la enfermedad deliberadamente. No obstante, según la investigadora “De hecho, los investigadores del Servicio Público de Salud sí infectaron deliberadamente a hombres y mujeres pobres y vulnerables con sífilis con el propósito de estudiar la enfermedad. El error es situar la historia en Alabama, cuando ocurrió más al sur, en Guatemala”, escribió la autora en un informe que el gobierno estadounidense habría conocido a mediados de este año. Reverby es una investigadora que escribió dos libros sobre el caso de Alabama que es más conocido como el caso “Tuskegee”. Y fue precisamente en su proceso de investigación que, casualmente, dio con los archivos de ese experimento dirigido por el doctor John Cutler, en la Universidad de Pittsburg, quien también era uno de los principales médicos del caso Tuskegee. Hubo otros experimentos en Estados Unidos pero no permitieron conocer de mejor manera el comportamiento de la sífilis, razón por la cual alzaron sus ojos hacia territorios más lejanos. El Servicio Público de Salud (SPS, y PHS en inglés) tenía experiencias en países extranjeros sobre enfermedades infecciosas y en 1945, según el informe de Reverby, estableció una Oficina de Relaciones Internacionales para estudiar estas enfermedades. Entre lo que expone el informe de Reverby, se menciona lo siguiente: “La United Fruit Company era dueña y controlaba casi toda Guatemala, la “república bananera” por excelencia, durante la primera mitad del siglo XX. Cuando el PHS pensó en Guatemala para realización de investigaciones durante la posguerra inmediata, llegó al país durante un período conocido por una relativa libertad; entre 1944 y el golpe de estado orquestado por la CIA en 1954 contra el gobierno democráticamente electo, se aprobaron leyes de protección laboral, se inició una reforma agraria y se hubo elecciones democráticas. El PHS fue parte de un esfuerzo encaminado a utilizar a Guatemala para la investigación científica, con la intención de transferir materiales de laboratorio, capacidades y conocimientos a una élite de la salud pública guatemalteca.”
¿QUIÉN FUE EL DOCTOR JUAN FUNES? El doctor guatemalteco Juan María Funes Fonseca, cuyo nombre es el más sonado hoy día por ser el principal colega de Cutler en los experimentos de Guatemala, era en ese entonces uno de los médicos más destacados y miembros de esa elite de la salud pública que describe Reverby. Funes escribió un informe en 1948, donde detalla algo de lo ocurrido en ese oscuro período de 1946-1948. El estudio, al cual Inforpress tuvo acceso, lleva por título: “Avances venereológicos correspondiente de la Dirección de Salud Pública de Guatemala”.1 Según el informe de Funes, en 1946 “comenzó sus funciones el Centro de Adiestramiento e Investigación de las Enfermedades Venéreas, fundado en la ciudad capital, mediante un convenio cooperativo entre la Dirección General de Salud Pública y la Oficina Sanitaria Panamericana…El Dr. J. C. Cutler eminente investigador, fue integrado al personal técnico, proveniente de los Estados Unidos los que, a la par de importantes actividades investigativas sobre las condiciones venereopáticas existentes en nuestro medio han impartido instrucción a personas becadas por la Dirección de Sanidad de Guatemala y por otros países de Centro América.” De acuerdo con la investigación de Reverby, “Guatemala parecía ser el lugar ideal para realizar el estudio por varias razones. El hecho de que el PHS capacitó a Juan Funes, el más destacado especialista en el tratamiento de enfermedades venéreas del servicio de salud público guatemalteco, facilitó los lazos de cooperación y subrayó la importancia de crear una infraestructura de salud pública. A diferencia de Alabama, donde el PHS esperaba encontrar un gran número de sujetos en los cuales ya se manifestaba la enfermedad en su fase latente tardía, Guatemala ofrecía sujetos que no habían contraído la sífilis. George Cheever Shattuck, del Colegio de Medicina Tropical de Harvard encontró pocos síntomas de sífilis durante la realización de unos estudios algo desordenados en el altiplano y el Ejército. Shattuck compartía la opinión de las autoridades de salud guatemaltecas, las cuales afirmaban que “la sífilis es más común entre los ladinos (especialmente en la Ciudad de Guatemala) que entre los indígenas, y cuando la enfermedad se manifiesta en el indígena ocurre de manera leve”. Los supuestos sobre la enfermedad de corte racial, que jugaron un papel central en el proyecto de Alabama, se transfirieron a Guatemala.” Precisamente, el doctor Juan Funes era el mayor experto guatemalteco junto con el doctor Luis Gálvez Molina, y aparentemente, este último también estuvo involucrado en los experimentos denunciados. Por eso ambos fueron parte de una Comisión Internacional única que estudiaba el tema, que también integraba el doctor Cutler. Un dato curioso es que al sifilítico de aquella época socialmente se le trataba igual o peor que al que tiene SIDA hoy, es decir, era una "escoria" humana. Y la "ciencia" de la época buscaba "ayudar" a esa población. Por supuesto, el "uso" de gente "no deseada" (presos, prostitutas, "dementes", etc.) para esos experimentos es altamente cuestionable por la discriminación y racismo subyacente, y es algo de lo que más se critica hoy por ser una práctica deleznable.
En un cable del New York Times de 1942 se da a conocer que Funes fue designado por el Ministro de Guerra guatemalteco para viajar a Estados Unidos junto a otro doctor: Luis Gálvez Molina (Guatemala sends doctors here, New York Times 1942, p. 7). Ambos trabajaban para el Cuerpo de Médicos del Ejército durante el gobierno de Jorge Ubico. Fueron nombrados por el Ministro de Guerra de ese gobierno para beneficiarse de becas de estudio de la Universidad Northwestern de Estados Unidos. Ambos médicos, al igual que el doctor Julio Fuentes Novella, pertenecían a las familias elites de la época, y también eran las "eminencias" médicas en el tema de la sífilis, lepra y enfermedades venéreas. Esos tres médicos, se supone, eran los que estaban a cargo de los experimentos en Guatemala. Se puede especular que dado que Sanidad Pública de Guatemala estaba estrechamente relacionada con la Oficina Panamericana de Salud de Estados Unidos, y los estrechos vínculos militares entre ambos países, el experimento de 1946-1947 fue un acuerdo a ese nivel, y no involucraría a nadie más. En otro cable, The Washington Post cita la llegada de una comisión de alto nivel. Se refiere a que Funes era miembro de la Comisión de Estudio de la Sífilis de la Organización Mundial de la Salud, una comisión de alto nivel y elite sobre el tema. Esa comisión viajó a Estados Unidos en 1949, para realizar un método de estudio de seis semanas para controlar enfermedades venéreas por medio de un tratamiento rápido de penicilina. Funes, en esos días, era Director del Centro de Tratamiento Rápido y Jefe de la Sección de Enfermedades Venéreas de la Dirección de Sanidad Pública de Guatemala. (International Unit to Study VD control in U. S., The Washington Post, 1949. P.8). Un dato que es importante aclarar es que la penicilina, a principios de los 40, ya se había comprobado que curaba la sífilis. Para el momento en que se realizan los experimentos en Guatemala, en 1946, hasta 1948, los experimentos no buscaban determinar o probar la penicilina como medicina experimental. El extremo más grave de lo ocurrido en Guatemala, además de inocularse la enfermedad en los pacientes, sería que, tal como se hizo en el caso de Tuskegee, Estados Unidos, fue ver cómo se desarrollaba la enfermedad y evaluarla en las personas fallecidas al momento de las autopsias. Pero a diferencia de Tuskegee donde a los enfermos nunca se les dio medicina (penicilina) en Guatemala, a la mayoría sí se les suministró, según se desprende de la información contenida en el estudio elaborado por Funes, citado anteriormente, y en el informe del Departamento de Salud y Servicios de Humanos, de Estados Unidos, titulado “Findings from a CDC Report on the 1946-1948 U.S. Public Health Service Sexually Transmitted Disease (STD) Inoculation Study, cuyo resumen se dio a conocer el 30 de septiembre (http://www.hhs.gov/1946inoculationstudy/findings.html). Así, lo antiético, inhumano, y lo más cuestionable serían los hechos realizados “en nombre de la ciencia”, sobre todo porque a la luz de la ética del momento no era tan preocupante, ya que al final todo se hacía en nombre de la ciencia para beneficio de la sociedad. Aunque ya ha trascendido la existencia de una comunicación epistolar entre los responsables, donde se habla de lo poco ético de los experimentos y de la secretividad en
la que se debían de mantener. Es como los médicos norteamericanos justificaban lo sucedido en Tuskegee: enviar soldados a la guerra sabiendo que iban a morir, pero lo hacían para beneficio de la humanidad. (Victims of a diseased society, The Times Saturday Review, August 8, 1992; y Ghosts of Tuskegee, The Atlanta Journal and Constitution. September 6, 1992, Sunday). “Laboratorio Guatemala” continuación de “Tuskegee” La noticia provocó diversos comentarios en la prensa nacional, algunos de ellos incluyen imprecisiones históricas y hasta culturales, que algunos analistas consideran son reflejo de la falta de una sólida interpretación histórica del país. Sobre todo porque existe información que documenta cómo el país ha sido escenario de experimentos de todo tipo a lo largo de por lo menos la segunda parte del siglo XX. Una de estas ideas es que Guatemala siempre ha sido un "laboratorio" estadounidense: político, militar, médico, religioso, etcétera. Un libro famoso que ilustra al respecto y que en su época fue una joya, y sigue siendo base para los historiadores sobre cómo Guatemala se convirtió en un "laboratorio" en la lucha ideológica, política y militar para el anticomunismo impulsado por Estados Unidos, es: "Guatemala: Plan piloto para el continente", de Susanne Jonas Bodenheimer. En efecto, con la contrarrevolución de 1954, se intentó hacer de Guatemala una "vitrina anticomunista", modelo que se fue desarrollando con el curso de los años en un intervencionismo estadounidense en distintas esferas de la vida nacional, que en el fondo era un experimento "social y político" que luego se iría replicando en otros países: gobiernos paralelos (instituciones estadounidenses haciendo "lo mismo" que las instituciones nacionales); un ejército formado a la imagen y semejanza de las estructuras contrainsurgentes estadounidenses en Vietnam; la penetración del capital estadounidense (documentada por Alfonso Bauer Paiz en su libro “Cómo opera el capital yanqui en Centroamérica, el caso de Guatemala) en la economía nacional; la explotación de recursos naturales renovables y no renovables, etc.. El libro de Jonas lo explica con mucha claridad e incluye nombres y apellidos. Otros aspectos estudiados son la estructura agraria y el mercado de tierras, la influencia de los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), entre otros, que diseñarán planes tras planes, para montar una estructura agraria al servicio de los intereses estadounidenses, y sobre todo, consolidar la idea de la propiedad privada en todas las mentes de los guatemaltecos. Pero más aún, Guatemala también fue un experimento contrainsurgente y su peor rostro se vio en el experimento de la "guerra de baja intensidad" vivida en los años 70 y 80, de la mano de Estados Unidos. La Cruzada Anticomunista, las redes que se integraron para destruir la "amenaza" comunista, y lo que luego dará lugar a los "poderes paralelos", las "estructuras de crimen organizado" de la mano de los militares formados por estadounidenses, la penetración del narcotráfico en toda la estructura estatal, institucional, social, etcétera, aparece bajo la forma de un experimento, en el que Guatemala ha sido el principal laboratorio.
Otro libro que habla de estos temas es "Thy Will Be Done", The Conquest of The Amazon: Nelson Rockefeller and Evagelism in the Age of Oil, cuyos autores son Gerard Colby y Charlotte Dennett. El libro abarca a Latinoamérica y da cuenta de cómo el subcontinente se convirtió en un laboratorio de lo que sería la política exterior de Estados Unidos. La Fundación Rockefelller se convirtió en una punta de lanza, y Guatemala fue uno de los centros de sus "experimentos" religiosos, sociales y políticos, entre otros. Por ejemplo, en la década de 1920, durante el gobierno de Jorge Ubico, la Fundación Rockefeller fue clave en la penetración del protestantismo en Guatemala. A partir de los movimientos políticos revolucionarios que se empezaron a gestar con la Revolución Rusa en 1917 y su influencia en Guatemala, la Fundación buscó contener y penetrar en distintas esferas. Una de ellas, la campaña para "erradicar" la epidemia de fiebre amarilla y desarrollar "cordones sanitarios" que en el fondo eran un complejo proyecto político de control poblacional y represivo de amplias zonas pobladas por indígenas. La Fundación se apoyó en estructuras de su propia organización, de transnacionales (Standard Oil, United Fruit Co., etcétera) y en las elites racistas que gobernaban el país para realizar su proyecto. En todo caso, será la Comisión nombrada por el gobierno que investigará los experimentos ocurridos entre 1946 y 1948, la que aclare lo sucedido y, con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, identifique a los responsables. Aunque todo apunta a que en los experimentos no tuvo que ver directamente el entonces mandatario Juan José Arévalo, y mucho menos que haya sido una política de Estado, será dicha Comisión la que finalmente establezca si se trató únicamente de un acuerdo entre instancias de salud de Guatemala y Estados Unidos. La Comisión está integrada por el vicepresidente de la República, Rafael Espada; el ministro de Salud, Ludwig Ovalle; el presidente del Colegio de Médicos, Carlos Mejía; la presidente del Tribunal de Honor del Colegio de Médicos, Iris Cazali y el miembro del Tribunal de Honor y médico renombrado, José Barnoya.
(1) En 1938, Funes presentó su tesis de graduación “Algunas consideraciones sobre la etiopatogenia y el tratamiento quirúrgico del prolapso genital”, en la estatal Universidad de San Carlos. En la década de 1940, Funes fue Director del Centro de Tratamiento Rápido, Jefe de la Sección de Enfermedades Venéreas de la Dirección de Sanidad Pública. Además, fue uno de los fundadores de la Academia Guatemalteca de Dermatología, Sifilología y Leprología, en 1962.