GUIONES DE RADIONOVELA GUIONES ADAPTADOS DE LAS SIGUIENTES NOVELAS GRร FICAS
IES SANTA CRISTINA DE LENA 4ยบ E 2017-2018
LOS SURCOS DEL AZAR, DE PACO ROCA Guion para una radionovela Equipo redactor del guion adaptado: Alba, Estíbaliz, Pablo e Iris. Mi nombre es Miguel y os voy a contar mi historia. Todo empieza el 28 de marzo de 1939 con una huida trágica desde el puerto de Alicante.... —Mierda, Miguel ¿Dónde estabas? Nos tenías preocupados. —¿No ha llegado todavía Granell? —dije. —Estará bien, ya verás. —Nadie sabe nada… La radio dice que estamos aislados. Han caído Valencia y Cartagena —respondí al compañero —¡Pues ya está todo perdido! Entonces podrían entrar ahora mismo en Alicante. —Con los fascistas aquí ya, es imposible que pueda llegar al puerto. —En este caso ya habrá vuelto a casa. Estará bien seguro pensé en voz alta, aunque sin esperanza. Nuestra conversación se vio interrumpida cuando llegaron los buques. Mucha gente se quedaba atrás por miedo de que fueran buques fascistas. Mientras, los demás corríamos para subir a bordo. Era el Stanbrook.
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No cabíamos todas las personas que estábamos en el puerto, por lo tanto, mucha gente se quedó en tierra. Algunos se suicidaron antes de que llegaran los sublevados. Pasamos un duro viaje dado que fuimos bombardeados por barcos fascistas. Pero dábamos gracias a Dios porque el nuestro fue el último barco que rescató a gente. Tras un par de días de travesía, llegamos a Orán y nos enfrentamos al problema de que no nos dejaran desembarcar. —Lo que quieren es convertirnos en unos parias que van de puerto en puerto hasta que muramos todos y así acabe el problema fuera de su territorio. —Dijo Granell al capitán del barco. —Si salimos de este puerto moriremos todos. Hay que sabotear el barco para que no puedan dejarnos zarpar. El capitán estuvo de acuerdo y saboteamos el barco. Al principio, solamente desembarcaron a las mujeres y a los niños, pero finalmente por miedo a un brote de Tifus nos desembarcaron a todos. A los hombres nos llevaron a campos de trabajo. En Morand, cargamos piedras de un lado para otro. Cuando finalmente estalló la Guerra Mundial, nos enviaron al desierto del Sahara. Granell se tiró en marcha del tren, ya que decía que prefería el desierto. Yo no lo acompañé y pensé que nunca le volvería a ver. Nos enviaron a un campo de trabajo donde trabajábamos a destajo. Muchos murieron de insolación, otros de pulmonía. Mientras yo estaba en ese campo, Granell se había unido a la Resistencia de Orán. A nosotros nos llevaron a Túnez donde formamos el Avance Aliado. Allí me reencontré con compañeros como Granell. Nos impartieron clases que no nos tomábamos en serio. Capitán: Porque debéis saber que la brújula siempre marca el norte. 2
Gitano: Moreno ahora ya sabes para qué sirve una brújula. Moreno: Yo pensaba que siempre apuntaba al coño de tu madre, Gitano. Capitán: ¡Estúpidos españoles! Escenas como esta se repetían a menudo. Nos trataban como a lerdos, pero nosotros teníamos más experiencia en lo que respecta a vivir una guerra. Empezó la guerra. asesinados.
Muchos
de
mis
compañeros
fueron
Yo sobreviví, pero me hirieron y cuando me desperté todo estaba arrasado por lo que corrí hacia el desierto. A los supervivientes de la compañía nos reagruparon en la que estaba a las órdenes del Capitán Putz, que era un veterano oficial francés que había luchado en la Primera Guerra Mundial. Nosotros lo admirábamos y nos subió la moral. Entonces, tomamos Bizerta, y las tropas del eje se rindieron en África. Fue nuestra primera gran victoria y además obtuvimos un permiso, con el que yo fui a visitar a Granell al hospital. —Pensaba traerte flores, pero no quería que el resto del hospital pensasen que eras sarasa. —¿Un anarquista llevando flores a un republicano moderado? ¿Dónde se ha visto? —respondió Granell siempre lleno de humor. Después, hubo tantas deserciones en el ejército del general Giraud que nos expulsó de Argelia en tren a un campamento en Libia. En Octubre del 43 salimos hacia Marruecos. La mayoría de los españoles estábamos en “La Nueve” con el capitán Dronne al mando. Algunos nos cambiamos el nombre y embarcamos en el Franconia, un buque de recreo donde lo único que sabíamos es que iba hacia Europa. Tuvimos un par 3
de alarmas de ataques, pero llegamos sin incidentes a Escocia, para llevarnos en tren a York, a empezar la instrucción. Tras la llegada, estábamos en un bar una noche cuando una flota de aviones aliados sobrevolando nos alertó, era la madrugada del Día D, el desembarco aliado en las costas europeas. A finales de Julio llegó nuestro momento, nos dirigíamos a Southampton. Después, navegamos hasta la playa de Utah. Nos unimos al avance hacia Bretaña del tercer ejército americano que “trapicheaban” con prisioneros alemanes con los americanos. Después de esto nos marchamos camino de Écouché, la Nueve, la Diez y los tanques de la 501. Al final del día habíamos ocupado Écouché. Teníamos órdenes de mantener la posición hasta que llegaran refuerzos, ya que debíamos evitar que los alemanes cruzaran el Río Orne. Mientras esperábamos los refuerzos, nos dimos cuenta de que sabían con exactitud nuestras posiciones, y debido a esto, habíamos sido atacados con artillería alemana. Más tarde, descubrimos que los alemanes habían sido capaces de infiltrar a uno de los suyos para poder recoger información sobre nosotros y saber todos los movimientos que hacíamos para poder defendernos. Días después recibimos una carta donde los alemanes decían que algunos SS iban a rendirse y nos dejarían tomar gran parte de su mercancía que tenían guardada en uno de sus grandes refugios. —Suban allí y asegúrense de que no es una trampa, pero no hagan nada sin consultarme —dijo Granell una vez que decidimos ir en busca de lo que decía la carta. En esta misión, descubrimos que los alemanes tenían una nueva arma. Pasadas las horas los alemanes volvían a atacarnos superándonos en número. Granell ideó un plan arriesgado, pero efectivo, que lugar a un combate que empezó siendo un caos, pero los españoles fuimos capaces de manejar la situación y conseguir que los alemanes se fueran de allí 4
intimidados. Por desgracia, los periódicos atribuyeron a los ingleses la toma de Écouché. Esa fue una de las tantas veces que borraron el papel de “La Nueve” en la guerra. “La Nueve” avanzaba veloz. Hicimos doscientos kilómetros en un solo día. Llegó el día histórico, el 24 de agosto de 1944. El día amaneció encapotado, aunque ya no llovía. —Teniente Granell, ya tenemos órdenes. —Debemos avanzar aquí,al sur de París —anunció el capitán Los soldados iban de lado a lado limpiando la resistencia Alemana. Llegamon a Fresnes, que estaba muy bien defendida. —Ese cañón nos va a hacer papilla de un pepinazo como no llegue el blindado. —¡A Montoya le han dado! ¡Le han dado! Nos replegamos al eje principal del avance, aunque el teniente observó que el camino estaba libre hasta París. —Y dentro de poco París estará besando tierra española, teniente —dijo el general. —Ojalá Señor —respondió Granell. —Yo os puedo guiar por París, conozco caminos sin coches y sin barricadas —nos indicó un lugareño mientras avanzábamos. —Capitán aquí un francés nos guía. —Armenio, soy armenio. ¡Síganme! La llegada del ejército a Porte D´Italie fue dura, la gente se echaba a la calle cuando vieron al supuesto ejército francés. —Hay que salir de aquí. Si hay alemanes escondidos esto puede ser una masacre —dijo el capitán—. Dikran llévanos al ayuntamiento, pero evitando calles amplias. Allí, en el ayuntamiento, hablaron con el Capitán Raymond Dronne. —“La Nueve” ha sido la primera compañia en entrar a París, por eso nos corresponde este bien...Escoltaremos al general 5
de Gaulle y a las autoridades en descenso de campos elíseos —dijo el capitán. Durante el desfile del ejército por París había miles de franceses y también republicanos españoles. Los soldados del ejército decidieron cambiar la bandera fascista de una casa por una bandera republicana. Pero yo quería más. Pensaba que esta victoria era la antesala de la victoria en España. —Sin el apoyo de los aliados tu ilusión es absurda, Miguel, solo va a provocar otra guerra civil en España —me advirtió Granell. —Pues lucharemos en ella, pero esta vez en igualdad de condiciones —le respondí.
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WINNIPEG, el barco de Neruda, DE LAURA MARTEL Guion para una radionovela Equipo redactor del guion adaptado: Paula e Iván. Enero de 1939. España lleva 2 años inmersa en la Guerra Civil. Barcelona sucumbe bajo las bombas. Julia y su prima hablan de cómo era la vida antes de la guerra y se imaginan cómo sería cuando acabara. En ese momento entró Víctor, el padre de Julia, para llevársela porque los sublevados iban a entrar en Barcelona. Cuando ya se iban a marchar la tía de Julia le paró y le dio dinero. —Toma esto es todo lo que tengo —dijo la tía de Julia. —No puedo aceptarlo —contestó Víctor. —Te hará falta —respondió ella. Víctor cogió el dinero y se fueron. La gente tenía miedo, todo el mundo intentaba conseguir un transporte para cruzar la frontera y quemaban todo lo que les podía comprometer. Víctor y Julia pudieron conseguir una plaza en un camión gracias al dinero que les había dado su tía. Víctor tenía un amigo en un pueblo cercano, así que pasaron la noche en su casa. Al día siguiente, se reunieron con un señor que les podía ayudar a cruzar la frontera y cuando se iban a ir su amigo le quiso dar su reloj. 7
—Toma quédatelo —dijo el amigo de Víctor. —No puedo aceptarlo. —Necesitarás dinero cuando cruces la frontera. -Muchas gracias, no sé cómo agradecértelo —aceptó Víctor finalmente. Después de eso, se pusieron en marcha. A Julia le costaba andar ya que estaba cansada porque había mucha nieve. Llegaron a un pueblo francés donde una familia les dejó pasar la noche y al día siguiente se fueron. Cuando por fin, tras muchas penurias y agotados, llegaron a Francia unos agentes los enviaron a una playa, a un campo que habían preparado sobre la marcha para los españoles y después les dieron mantas y agua. Allí la gente se peleaba por la comida, ya que les daban poca. La gente se moría de frío, sed y hambre. Tras un tiempo de continuo sufrimiento, Víctor empezó a trabajar construyendo barracones. Más adelante separaron a los hombres, las mujeres y las familias. También fue una chica llamada Elizabeth para llevarse del campo a los huérfanos. —Vete y dile que eres huérfana —dijo Víctor a Julia. —¿Es verdad que no tienes padres? —le preguntó Elizabeth. —Si, mis papas murieron cuando yo nací —dijo Julia. Elizabeth se dirigió a Víctor. —¿Cómo se llama? —dijo Elizabeth. —Víctor Yáñez, señora- respondió. —¿Quiere trabajar en el orfanato? No le podré pagar mucho y tendrá que volver al campo a dormir —añadió Elizabeth. -Acepto —respondió Víctor. Allí los niños tenían colchones para dormir y tenían comida caliente todos los días.
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Más adelante Elizabeth consiguió arreglar los papeles de Víctor para que pudiera irse del campo. —No, gracias, no puedo aceptarlo —respondió Víctor. —Es por la niña ¿verdad? —preguntó la enfermera—. Si es por eso, se puede ir contigo. Solo tienes que enseñarme el libro de familia, ya que no la inscribí como huérfana —añadió. —Vale muchas gracias y perdón por haberle mentido- se disculpó Víctor. -Tranquilo no pasa nada, yo habría hecho lo mismo- dijo la enfermera Se fueron a París donde pudieron encontrar un apartamento en el que vivir, pero un día un hombre irrumpió en su habitación y encarceló a Víctor por no ser ciudadano francés. Mientras él estaba en la cárcel un amigo que había hecho en el trabajo cuidó de Julia. Cuando soltaron a Víctor, él y Julia se fueron de París para ir a embarcar en el Winnipeg. Conocían la existencia del barco, ya que se corrió la voz de que un señor, que era Pablo Neruda, se ofrecía a pagar la mitad de cada billete de los españoles. Una vez allí, Neruda estaba escribiendo en una lista los nombres de todos los españoles que se iban a subir en el barco. Todo el mundo estaba muy contento, unos estaban llorando de la alegría, otros gritaban el nombre de Neruda y otros se alegraban de volver a ver a sus amigos y familia. Después, todos se subieron al barco para dirigirse a Chile. En el barco, cuando comenzó el viaje, la gente se empezaba a organizar y todo pintaba bien. Cada persona buscaba formas de entretenerse haciendo cualquier cosa. Los niños jugaban a las chapas, algunos mayores discutían sobre la situación en España y lo que se iban a encontrar en Chile cuando llegaran. Ximena trabajaba en las cocinas y Julia la ayudaba. —¿Puedo ayudarte Ximena? —preguntó Julia muy animada. —Sí, puedes ir pelando las patatas con cuidado —dijo Ximena. 9
Lo malo de la comida era que el cocinero era francés y a la mayoría de la gente no le gustaba lo que cocinaba, hasta que Ximena le enseñó a hacer una tortilla patata. Mientras Julia se lo pasaba bien con Ximena, Víctor se hizo amigo del capitán del barco y le ayudaba en la sala de mando. Un día, cuando Víctor salía de la sala de mandos, una chica le paró. —¿Es usted el padre de Julia? —Sí, ¿por? —dijo Víctor, sorprendido. —Es por la chica con la que está, ¿no se ha fijado en su aspecto desenfadado? —le advirtió la señora. —No, ahora que lo dices no, ¿por? —respondió Víctor. —Porque al parecer vende sus favores —dijo ella. La mujer se marchó y Víctor se quedó extrañado. Luego, intentó averiguar si era verdad esa información, pero nadie sabía nada. Una noche una chica del camarote se puso de parto y Julia se despertó y preguntó por Ximena, pero nadie sabía nada de ella. Todas las mujeres salieron a buscarla y la que más sospechaba sabía dónde podía estar. La encontraron en un bote salvavidas con un hombre extraño que era su pareja. Amenazaron con denunciarla, pero Ximena les explicó que su pareja era judío y estaba perseguido por los nazis. También se descubrió había más polizones en los botes, pero la gente del barco se solidarizó con ellos les dio un turno para comer como a todo el mundo. Mientras, en el barco todo pintaba bien: Piedad había nacido y Ximena no vendía sus favores, pero a Víctor le preocupaba algo. La situación en Europa empeoraba y no sabía lo que se iban a encontrar cuando llegaran a Chile. Una mañana Víctor estaba escuchando la radio y oyó que Hitler y la URSS habían hecho un pacto de no agresión que
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cayó como un jarro de agua fría sobre todos los tripulantes. Todos veían que la guerra era inevitable. Y otra mala noticia le llegó al capitán. No podían cruzar el estrecho de Panamá porque a Neruda se le olvidó pagar y encima la prensa chilena se inventó que había una epidemia a bordo del barco. Por fin todo se arregló y pudieron seguir el viaje. Solo faltaba un día para llegar a Chile, pero la prensa seguía diciendo que tenían una epidemia de tifus. Cuando llegaron a tierra les esperaba el ministro de salubridad Salvador Allende. Alguna gente mostraba apoyo y otras, rechazo. Después de desembarcar la gente que los rechazaba les empezaron a mostrar apoyo también. Mucha gente donaba dinero a las familias que llegaban y crearon una gran comida entre todos. Todo iba bien hasta que llegó una noticia de que había estallado la guerra en Europa. Después de la comida los llevaron a Santiago donde los recibieron con un gran aplauso y todos les querían ofrecer algo. Y así comenzó una nueva vida para ellos.
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EL ARTE DE VOLAR, DE ANTONIO ALTARRIBA, KIM Guion para una radionovela Equipo de reactores del guion adaptado: Simón, Caludia, Noelia y Jorge Javier Hola, me llamo Antonio Altarriba y hoy os vengo a contar la historia de mi vida. El 4 de mayo de 2001 vi mi vida pasar en 4 únicas plantas… 90 años mismas.
tardé
en
caer
de
las
3ºPlanta Nací en Peñaflor, un pueblo de Zaragoza, pero la vida del pueblo ni las labores del campo me interesaban. Con 15 años me escapé a la ciudad, pero a los pocos meses tuve que volver a Peñaflor, porque no podía ganarme la vida como mozo de carga. En el pueblo tuve mi primer amor con mi vecina, pero, tras la muerte de mi mejor amigo llamado Basilio, al que mataron por robar el hispano-suiza de uno de mis vecinos ricos, me marché de nuevo a Zaragoza. Aún recuerdo una de las conversaciones con Basilio. Él también deseaba marcharse: —Siempre soñé con tener un coche —le dije. —Si seguimos en Peñaflor, nunca se cumpliría —dijo Basilio —Todo se cumple, comencemos. —¡Juntos lo haremos! Lograremos volar —me prometió Nasilio. 12
Por desgracia, su sueño nunca se cumplió. 2ºPlanta Tras muchos intentos, conseguí el carné de conducir, que era uno de mis mayores sueños. Tras realizar el servicio militar, estuve trabajando como vendedor de máquinas de coser. Descontento con el levantamiento militar, decidí desertar cuando fuera movilizado. Cuando por fin me mandaron al frente, aproveché la noche para integrarme a la centuria francesa, una milicia confederal compuesta por españoles procedentes de Francia. Me hice amigo de miembros de la milicia, Mariano, Pablo y Vicente. Juntos forjamos la “Alianza de plomo”. A lo largo de la guerra, desempeñé labores de conductor. Me pregunto cómo pude sobrevivir a tantas misiones. Seguro que la suerte y un poco de pericia tuvieron que ver. A mi amigo Vicente le l alguna de las dos. Murió al poco tiempo en una batalla Finalmente, decidí pasar la frontera con el país vecino, pero ahí estuve recluido en un campo de concentración en Saint-Cyprien durante 9 meses. Más tarde fui destinado a trabajos forzados como leñador en Gujan-Mestras. Quizá estos fueron los peores momentos de la guerra para mí. Me dolía, sobre todo, ver cómo Francia trataba de esa manera inhumana a los que luchábamos por la libertad. Después, me fugué, pero fui arrestado y conducido al campo de Agda. La buena suerte seguía persiguiéndome, esta vez en forma de aviones americanos, que bombardearon el campo y logré escapar. En la huida pasé de nuevo por la granja de los Boyer, a los que había conocido tiempo atrás, pero de nuevo tuve que huir, perseguido por los alemanes. —¿Quién eres tú? —escuché mientras pasaba la noche en una cueva resguardado de la nieve. 13
—Pero… si es Antonio —dijo una voz familiar. Era Pablo, mi gran amigo español que se había unido a la resistencia francesa como tantos otros republicanos. No tardé en involucrarme en las acciones de los resistentes, que aprovecharon mis dotes de conductor. Tras varias acciones aisladas de sabotaje, me di cuenta de que Pablo sentía lo mismo que yo: —Llevo cerca de dos años pegando tiros por estos montes de Francia y sigo sin creerme esta guerra. Al fin y al cabo, no es la nuestra —me confesó Pablo. —No digas eso. Es una batalla más. Una vez derrotado Hitler, Franco caerá como fruta madura —le contesté sin mucha convicción. Pero no fue así. Terminó la guerra y Franco no cayó como fruta madura. Volvimos los dos a Marsella terminada la guerra. Juntos nos dedicamos al mercado negro del carbón. Tras enterarme de la muerte de mi madre por una carta de mi prima de Elvira, decidí abandonar el negocio de carbón. Opté por aceptar la oferta laboral de mi prima y volver a Zaragoza. Además, Pablo había cambiado, yo había cambiado, todo había cambiado. —Todas las mañanas recuerdo el día en que los franquistas me obligaron a cantar cara al sol. ¡Viva la República! 1º Planta Más tarde volví a la pensión dirigida por Carlota. Aquí me enamoré de su sobrina con la que más tarde me casaría. Trabajé durante un tiempo como chófer de Doroteo, un falangista crápula enriquecido y tuve un hijo al que yo garanticé un buen futuro. Cansado de mi profesión y de la tiranía de Doroteo, conspiré con mi prima y con otros empleados para arruinarlo. Como compensación, recibí parte de la maquinaria de la empresa. Gracias a ello, pude montar mi propia empresa de galletas junto a mis socios. Pero... 14
donde las dan, las toman porque fui traicionado por uno de mis socios, por lo que mi empresa quebró. Tiempo después, mi hijo se marchó de casa y la relación que tuve con mi esposa a partir de entonces fue un auténtico infierno y no tuvimos más remedio que separarnos. Suelo Después de separarse de Petra, Antonio ingresa en la residencia de Ladero, cerca de Logroño, porque no quería que su hijo le cuidara porque ya tenía bastante con su madre, también enferma. En la residencia Antonio hace buenos amigos, como Hipólito y Restituto, que era su compañero de habitación. Pero Antonio, poco a poco, deja ser Antonio Altarriba. Antonio intenta suicidarse. Carga una maleta con piedras con la intención de tirarse de un puente, pero no tiene éxito. Después de su intento de suicidio, es ingresado en un centro médico donde estaría más vigilado hasta que se recuperara. Pero cada vez se siente menos Antonio Altarriba. Cuando lo creen recuperado, lo mandan de vuelta a la residencia. Una mañana cualquiera Antonio se despierta contento, sube hasta la 3ª planta y llega su hora de echar a volar. —Hacía un tiempo que comencé a ser una carga para mi hijo, siempre había vivido de todo y ahora en cambio estaba encerrado en aquel asilo, nada ya tiene sentido. FIN
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EL CONVOY, DE DENIS LAPIÈRE Y EDUARD TORRENTS Guion para una radio novela Equipo redactor del guion adaptado: Elena, Sara y Onís. Un día cualquiera me estaba duchando por la mañana, cuando de repente sonó el teléfono. Era un hombre que me decía que mi madre había enfermado y estaba ingresada en un hospital de Barcelona. A partir de ese momento, reviviría muchos momentos duros de mi infancia. Mi nombre es Angelita y esta es mi historia y la de mi familia. En el tren me encontré con mi padrastro y empezamos a hablar sobre mi infancia, ya que fue tan complicada: —Háblame de tu madre, y de cómo fue tu infancia —me pidió. —Mi madre quería mucho a mi padre y nos cuidaba mucho. Nos dolió mucho cuando nos separaron de él, fueron tiempos muy duros… Eran tiempos de guerra y mi padre quería defender a su país, pero mi madre no quería que fuera porque lo podían matar. Así que lo convenció para cruzar la frontera porque las tropas franquistas estaban ya muy cerca de Barcelona. Tuvimos que hacer un camino muy largo entre la nieve hasta llegar a la frontera. —Fue muy duro el camino —dije. 16
Estábamos de camino cuando: —MALDITOS! ¡VAN A BOMBARDEAR NUESTRAS CASAS! —dijo Papá. —Mamá, ¿por qué nos bombardean? —pregunté. —Porque Mussolini es un fascista como Franco, cariño, y los cabrones entre ellos se ayudan… —dijo Mamá, mientras aviones italianos nos sobrevolaban. Cuando llegamos a Francia, nos separaron de mi padre. A mi madre y a mí nos mandaron entrar en un tren para llevarnos a otro campo, y nos metieron en una playa que estaba cerrada. Era el campo de Argelès—sur—mer. Había pocas tiendas de campaña, por lo que tuvimos que dormir en la arena con las mantas que teníamos. A veces algunas mujeres se ofrecían a tener relaciones sexuales con los guardias por un poco de comida… Era muy duro y, al principio, sobre todo, lo pasamos muy mal. —¿Acaso un poco de chocolate o de azúcar le hubiese devuelto la sonrisa a mi madre? —pensaba mientras le contaba todo esto a mi padrastro. Al siguiente invierno empezaron a construir barracones y letrinas de madera. Allí conocí a una muy buena amiga, se llamaba Consuelo. Consuelo y yo éramos como uña y carne, jugábamos mucho y no nos separábamos nunca. —Deberíamos haber tenido esta conversación antes —dijo mi padrastro. Seguí con mi relato. Un día vinieron los propietarios a los campos porque necesitaban mano de obra y les pidieron a las mujeres que trabajaran con ellos. Mi madre aceptó enseguida y yo rápidamente fui a despedirme de Consuelo porque nunca más la iba a volver a ver. 17
Al principio mi madre trabajó en una panadería, pero nos fuimos de allí a los seis meses y encontró trabajo en un taller de confección. Entonces, yo volví a la escuela. —Fue entonces cuando conocí a Julia- —dijo entonces mi padrastro. —Fue así como te convertiste en mi segundo padre —respondí. Cuando llegamos al hospital necesitábamos autorización del doctor para ver a mi madre, por lo tanto, fuimos a verlo y nos enseñó la habitación. —Parece tranquila —dijo mi padrastro. —Voy a quedarme aquí cerca de ti —le susurré a mi madre. Cuando salí a tomar el aire, un hombre se acercó a mí. Era mi padre no me lo podía creer. Tras todos estos años sin tener noticias suyas tras la separación, lo tenía ante mis ojos. —Soy yo —dijo papá. —Pero... tú estás… —balbuceé. —No, no lo estoy —me respondió. —¿Qué?... ¿Cómo?... ¿Dónde estabas? —dije —Estaba aquí —dijo papá. Estaba muy furiosa porque él nos había abandonado cuando nos llevaron en tren a esa playa, pero quería explicarme y decirme lo que le había pasado. Los dos quedamos en un bar para que padre se explicara. Me contó que cada año, mi madre y él se veían durante un tiempo y estuvieron haciendo eso durante quince años. Entonces yo 18
le pedí que me lo contara todo, por qué no me habían contado que seguía vico, qué le había pasado cuando nos separaron al llegar a Francia... Estas fueron sus palabras: “Todo empezó aquí en Barcelona. Yo quería luchar, sin embargo, tu madre pagó por un expediente médico falso para que me asignaran a un despacho. Después es cuando decidimos huir y nos separaron en Francia. Nos trasladaron en tren a una playa como a vosotras. Yo me escapé y hui rápidamente, me quedé algunos días escondido para intentar encontraros. Solo una vez me pude acercar al campo de mujeres, pero los guardias me vieron al momento. Decidí ir al norte para ver si había algún campo de refugiados y pasé una vida de vagabundo. Día sí, día también, hasta que no lo puede soportar más y encontré un campo de refugiados donde me quedé un año. Nos engañaron cuando nos había dicho que íbamos a ir a la Francia libre. En realidad, nos llevaron en tren al campo de concentración de Mathausen”.
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