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Una tragedia llamada Emilio Salgari
títulos de Trevor en castellano: Verano y amor, Una relación perfecta, La historia de Juliet, La historia de Lucie Gault y Noches en el Alexandra.
UNA TRAGEDIA LLAMADA EMILIO SALGARI
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Pocas veces se leen palabras como estas: “A ustedes, que se han enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, sólo les pido que, en compensación por las ganancias que les he proporcionado, se ocupen de los gastos de mis funerales. Los saludo rompiendo la pluma”. Quien escribió esas líneas fue el italiano Emilio Salgari, suicidado a los 46 años, hecho luctuoso del que se han cumplido 110 años, el pasado día 25 de abril. Salgari, el escritor que llegó al corazón de multitudes de chicos y adolescentes en el mundo entero, el que vendió millones de ejemplares nacidos de esa pluma rota, fue sin embargo un verdadero explotado, casi un esclavo de su prodigiosa imaginación. Afirmaba que era capitán de navío y que había surcado los mares del mundo, aunque eso también formaba parte de su imaginario, títulos y experiencias inexistentes que buscaban dotarlo de un prestigio social del que siempre careció. Extraño, porque no lo necesitaba, dado que había escrito decenas de novelas, un incontable número de cuentos, dotados de una potencia que animaba, y cómo, la imaginación de los niños y adolescentes residentes en lugares próximos y lejanos, poblados o casi desiertos, desarrollados o no, de diferentes condiciones sociales. Distintos, pero al mismo tiempo iguales cuando se trataba de leer las historias de Sandokán, de los piratas del Caribe, de las historias del Lejano Oeste, de las aventuras africanas, del capitán Tormenta. Y de tantas más. Salgari trataba de documentarse, pero también inventaba y eso le permitía hablar de imperios, de territorios mágicos, de situaciones
inverosímiles contadas con tanta potencia que, simplemente, había que dejar de lado la realidad cotidiana y sumergirse en sus siempre intensas propuestas. Por supuesto, vistas en perspectivas sus historias se vuelven inverosímiles y más que cuestionables desde la perspectiva contemporánea, también pueriles, pero hablo de la potencia que significaba leerlas en la niñez y la adolescencia, de qué forma animaban nuestra imaginación. Eso, la lectura. En tanto, la realidad de Salgari era muy otra: casado con la actriz Ida Peruzzi, tuvo con ella cuatro hijos. Y, casi de inmediato, muchas deudas que se fueron acumulando e incrementaron más cuando Ida, a la que Salgari llamada Aída, por la ópera de Verdi, registró problemas mentales que derivaron en la locura. El narrador, también periodista, se sumergió en múltiples trabajos, en la redacción de sus novelas que le demandaban todo su tiempo. Y resultó, al fin, explotado por sus editores, que se enriquecieron mientras a él le pagaban miserias que apenas le permitían subsistir. De esos explotadores no queda el recuerdo, en cambio de Salgari persisten sus historias ficticias, sus inventos que lo llevaron a decir, por ejemplo, que en la Antártida había osos polares. Más allá de esos errores, de sus excesos, se mantiene el recuerdo de los años infantiles y adolescentes, que -ellas y ellos- sí se enriquecieron, y enriquecen, con sus creaciones. Sus editores no pagaron el entierro.
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Mayo / Junio de 2021
Pedro M. Domene
Narrativa breve latino americana
Vindictas, Cuentistas Latinoamericanas, Edición de Socorro Venegas y Juan Casamayor, Madrid, Páginas de Espuma, 2020
Mayo / Junio de 2021 13 María Luisa Puga (México), Mimí Díaz Lozano (Honduras), Mirta Yánez (Cuba), Gilda Host (Ecuador), Marvel Moreno (Colombia), Armonía Somers (Uruguay), Mercedes Gordillo (Nicaragua), María Luisa Elío (España), Hilma Contreras (República Dominicana), Susy Delgado (Paraguay), Silda Gordoliani (Venezuela), Rosario Ferré (Puerto Rico), Pilar Dughi (Perú), Magda Zavala (Costa Rica), Yvonne Recimos Aquino (Guatemala), Marta Brunet (Chile), Bertalicia Peralta (Panamá), María Luisa de Luján (Argentina), Jacinta Piedra (El Salvador) y María Virginia Estensoro (Bolivia). El estadounidense Harold Bloom fue quien con su polémico libro El canon occidental (1995) cuestionó el concepto “canon” como la voluntad de seleccionar en un corpus limitado a los mejores escritores y relegar a los incompetentes, y sostiene el crítico que responde a un criterio restrictivo, un repertorio limitado y abarcable; otros aseguran que el criterio para escoger estas obras se concreta en la excelencia estética, un aspecto subjetivo que los lectores apreciarán de manera diferente, pero quienes se limiten a consumir los textos establecidos pierden la oportunidad de conocer otros de mayor aceptación, o de más nivel intelectual y emocional. Tal vez por este, y no otro motivo, Socorro Venegas, con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México y Juan Casamayor desde su propia editorial, Páginas de Espuma, seleccionan, editan y anotan una antología de cuentos de escritoras latinoamericanas del siglo XX cuyos nombres fueron silenciados, o con toda evidencia ocultados, y hoy conforman ese otro canon de la literatura hispanoamericana. El volumen, Vindictas (2020) reúne a veinte autoras y rescata un auténtico “mapa secreto” de la narrativa breve latinoamericana,
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el inventario de una amplia nómina de escritoras que no tuvieron las mismas oportunidades en el panorama narrativo de su momento frente a ese concepto editorial machista que se desarrolló a lo largo de los años 30, 50 y 60, todo un fenómeno que, además, se repetía en todo el continente americano y en la España franquista, aunque ambos editores dejan constancia que no se trata de las veinte mejores narradoras de cada país, o veinte voces exclusivas, sino de cuestionar a lo largo de décadas, ¿si hemos leído los mejores cuentos latinoamericanos?, y ¿si conocemos a sus autoras y su obra? El volumen apela a la curiosidad de los lectores para conocer la mirada de esa otra mitad del mundo que no está representada en la mayoría de las colecciones de cuentos, y conviene dejar bien claro que esta no es una antología en el sentido tradicional; así, Vindictas, se convierte en una acepción muy generosa, reivindica en sus distintas acepciones, “venganza”, “resguarda” y “protege”, y desde esta misma generosidad, las autoras ofrecen entrar en sus textos, husmear en los estantes de las bibliotecas, y piden a los libreros su mediación para volver a poner en manos de los lectores libros que siempre debían haber estado ahí. Entre otros muchos aciertos, las narradoras de esta antología convierten sus historias en un auténtico artificio lingüístico que implica esa prescripción social femenina prevista en un matrimonio donde deben soportarlo todo, aunque en muchos de estos cuentos descubrimos personajes femeninos con un mundo interior asombroso, mientras viven a expensas del esposo o el amo, y su consciencia les lleva al experimento del placer y del deseo puesto que en estas historias no hay un reconocimiento de la sexualidad de la mujer, se muestran como cuerpos silenciados, despojados de cualquier apetito sexual, y ante un proceso de cosificación femenina por parte del hombre, aunque como iremos descubriendo, en la mayoría de estos relatos, la magia y el arte literario de sus autoras va mucho más allá de una sensualidad frustrada, léase “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, de Rosario Ferré, “Barlovento”, de Marvel Moreno, o “Guayacán de marzo”, de Bertalicia Peralta; la prostitución, el destino que deben cumplir la mujeres de una familia, o esa lucha individual que llevará a cabo una protagonista sin medios y en un absoluto secreto. Aunque escasean los personajes masculinos, cuando aparecen empujan a las mujeres a decidir; otros temas se dibujan en este panorama breve narrativo: la maternidad, el mundo infantil o adolescente, la muerte que aparece de modo central, o tangencial, subrayar el cuento “Nadie llama de la selva”, de Mirta Yánez con una carga simbólica de absoluto poder, la austeridad y economía del lenguaje que muestra el mundo de la vejez ensayado en “Jacinta Piedra”, de Mercedes Durand, o la brevedad elíptica de “Desaparecida”, de Ivonne Recinos, o “Locura”, de María Luisa Elio. Venegas y Casamayor reivindican la posibilidad de ampliar el panorama narrativo breve con las voces de estas autoras y la necesidad de poner de manifiesto la invisibilización de las mujeres como un hecho histórico que forma parte ya del pasado.
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Mayo / Junio de 2021
Edgar Aguilar SOMBRA
¿Qué es esto, que como fiebre animal me invade alma y cuerpo?
¿Qué es, que apenas y muevo un dedo y ya me siento desfallecer en una fatiga terrible?
Un sopor me invade. Un sueño tenaz que se acumula en párpados y ojos como queriendo rendirme. Y yo me levanto de mi asiento y me miro al espejo y percibo una sombra en mi cabeza. Una sombra azulada que se vuelve de espaldas y sonríe. Sombra del demonio que agita sus alas grises en un reflejo perverso al sacudir mis negros cabellos.
Vana sombra del demonio. Vano empeño el tuyo en rendirme. Habrías de procurar vencerme seriamente. ¿Cómo lo harás? Sólo hay un modo: ocultándome. ¿Y cómo me ocultarías sin tú misma ocultarte?
Vana sombra perpleja de su sombra. Si tu sombra soy yo. Si somos un mismo reflejo, ¿qué harás para ocultarme de ti?
Yo te conjuro, sombra. Yo te desprendo de mí como de un sueño del que se vuelve después de un largo camino.
Descansa ahora, sombra. Descansa en tu reino sombrío. Descansa y que el sueño te reduzca a cenizas.
Mayo / Junio de 2021 15
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