Un sueño de Claudia Loredana & Albert Soler
SUEÑOS A TODO GAS El sueño de ir de Barcelona a Sydney en moto en busca de los sueños de otros.
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SUEÑOS A TODO GAS El sueño de ir de Barcelona a Sydney en moto en busca de los sueños de otros.
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SUEÑOS A TODO GAS. Foto portada: Pokhara (Nepal). Editorial Tuc-tuc. 2015. www.dreamhunters.info Mil gracias a nuestros patrocinadores: Asia Pacific International College. Go Study Australia. Foto 24 (DigitalToyShop). Dynamic Line. Y a los colaboradores: Touratech. Zoo Studio. Two Nav. Ganesha. BMW Barcelona. Seguros AXA / Club 14. Fundació Vella Terra. TutorEX. Real Dreams Fundation. ADaspirant.com. 4
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Dedicado a Constanta Andone y a Sole Casas. Sin vuestro sueño de tenernos no hubiéramos podido vivir el nuestro.
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LOS CAZADORES DE SUEÑOS: Claudia Loredana. Natural de Brasov (Rumania), Lore es una enfermera de 30 años con un espíritu aventurero fuera de lo normal. Habla 5 idiomas, por lo que será una herramienta fundamental durante todo el trayecto. No aguanta las ratas ni los insectos. Cuando los ve, grita. No tiene mucho sentido, pero lo hace. Por eso en un lugar como la India será interesante verla en acción. Albert Soler. Natural de Ripoll (Girona), Albert es publicista (perdón) de 39 años que ya ha cumplido la mitad de sus deseos que tiene escritos en su lista titulada “Cosas que hacer antes de morir”. Tocar un koala, correr una media maratón, dar la vuelta al mundo con mochila, escribir y editar un libro o saltar en paracaídas son algunos de los sueños que ya hace tiempo han dejado de serlo. Aún le faltan algunos sueños más para cumplir, pero con la realización de este proyecto le quedan dos menos. Richard Parker. Animal de profesión y modelo en su tiempo libre (porque es muy presumido), Richard es la bestia que, saltando de sueño en sueño, trasportará a Lore y Albert de Barcelona a Sydney. Esperamos que cuando se tenga que subir en algún avión no se enfade y no haga sonar la alarma en pleno vuelo. Como a M.A. Barracus, no le gusta volar
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¿Nos acompañas? Este libro trata de sueños. El nuestro mezclaba dos pasiones: la moto y Australia. Por este motivo, decidimos montarnos en la moto e ir de Barcelona a Sydney con moto en un viaje que duró casi 8 meses. Pero también queríamos saber los de los demás. Así pues, durante el trayecto, fuimos preguntando a la gente cuál era su sueño. Aquí los desvelamos mientras narramos el nuestro. Es como tener decenas de sueños dentro de otro sueño, o como saltar de un sueño a otro, mientras llegamos al destino del nuestro. De esta manera fuimos conociendo el mundo y sus culturas a través de los deseos de sus habitantes. Este libro relata las experiencias que vivimos con dos objetivos claros: no olvidar jamás una de las etapas más importantes de nuestras vidas, y reivindicar la importancia de los sueños. Porque todos tenemos muchos anhelos, sobretodo cuando somos jóvenes. Pero a medida que van pasando los años, vamos ahogando sus gritos hasta que los dejamos dormir. Con la edad ponemos el piloto automático y permitimos que la agenda y las obligaciones asfixien nuestros deseos diariamente. Por este motivo, desde estas humildes líneas, te animamos a despertarlos. Por experiencia sabemos que es difícil, pero no es imposible. ¡Todo aquello que vale la pena lograr requiere un gran esfuerzo! Siempre hay un camino, y siempre está ahí para ser encontrado. Un viaje de miles de kilómetros comienza con un paso. En nuestro caso, con un golpe de gas. No importa que aún no veamos el camino completo. Si lo hay, lo encontraremos, y si no lo hay, lo crearemos. Hoy damos nuestro primer paso y el resto de la senda irá apareciendo a medida que la vayamos recorriendo. Vienen curvas. Literalmente. ¿Nos acompañas? Lore & Albert.
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Capítulo 1. El origen del sueño. “Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir mi propia vida, y no la que esperaban otros” Por casualidad, hace ya un par de años, leí un artículo de una enfermera australiana que trabajó durante tiempo en curas paliativas donde mostraba su experiencia y explicaba los cinco principales lamentos que la gente le contaba cuando estaba a punto de morir. Y esta afirmación era el llanto número uno, el más frecuente. Decía que, cuando se acerca la muerte, la gente se da cuenta que no ha cumplido sus sueños y, lo que quizás es peor, debe asumir que ha sido por decisiones que ellos mismos han tomado, o han dejado de tomar. Cuando acabé de leer su experiencia se lo comenté a Lore, mi pareja, y no dejamos de reflexionar durante un tiempo. Sin darnos cuenta, el estudio de esa enfermera se acabó convirtiendo en una semilla que se plantó en nuestro cerebro. Creo que fue el origen de todo. Con los días, Lore y yo nos fuimos preguntando cuál era nuestro verdadero sueño. ¿Qué era lo que queríamos hacer que al morir no nos arrepintiéramos de no haberlo hecho? Todos tenemos muchos sueños, pero no sabíamos cuál era el verdadero, el número uno. ¿Saltar en paracaídas? ¿Tener hijos? ¿Hipotecarnos para comprarnos una casa con un jardín más grande que el del vecino? Nos pusimos el mono de trabajo y con una pala empezamos a escarbar en nuestro interior en busca de una respuesta. En ciertas ocasiones no sabes lo que buscas, pero ocurre que lo que buscas te busca a ti también y no tarda a encontrarte. Un día cualquiera, como por arte de magia, apareció ante la pantalla de mi ordenador las historias de Charly Sinewan o Fabián C. Barrio, dos jóvenes que lo dejaron todo para recorrer el mundo en moto. No tuvimos que leer muchas de sus crónicas para darnos cuenta que ese era también nuestro sueño. Creo que hacía años que transportábamos esa idea en nuestro cerebro, pero no le dábamos importancia. Esa idea, ese sueño, no era otro que ir a Australia en moto, y una vez allí, intentar quedarnos a vivir en ese país. Hace años lo visité durante tres meses y quedé encantado con su gente y su cultura. De esta manera, estas tres personas nos ayudaron a encender la chispa del sueño que hoy nos ocupa. No nos han dado la vida, pero con sus actos nos han ayudado a entender y a vivir la nuestra. Ya teníamos el sueño. Ahora nos faltaba un empujoncito para afrontar nues9
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tros miedos y hacerlo realidad. Y encontrarlo no fue nada difícil. Resultó estar en los mensajes que cada día nos llegan a través de las redes sociales. Que si “la vida es demasiado corta como para vivir el mismo día dos veces”, que si “vive tu sueño si no quieres acabar soñando tu vida”, que si “las mejores cosas en la vida no son cosas, sino momentos”, que “cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo”, que si “emociona pensarlo, imagínatelo hacerlo”, que “deja de pensar en la vida y resuélvete a vivirla”, o esa que dice “quien quiere hacer algo encuentra un medio, quien no quiere hacer nada encuentra una excusa”. Cada una de esas frases era un puñal que se incrustaba en nuestro cerebro como una lapa y no se soltaba ni durmiendo. Y cuando hicimos un “mix” de todo, de la reflexión de la enfermera, de las historias de Charly y Fabián, y de la filosofía que cada día nos llegaba a través de las redes, nos dimos cuenta que ese deseo iba en aumento y estaba empezando a devorar nuestra existencia. Como sucedía en las fotos de Marty McFly en “Regreso al futuro”, en nuestros retratos empezaban a desaparecer nuestras manos, brazos y piernas. Si no hacíamos algo al respeto, acabaríamos desapareciendo del todo. Ese sueño no paraba de bailar en nuestra cabeza. Tanto de día como de noche. Aunque no sonara ningún tipo de música, bailaba y bailaba sin parar a un ritmo frenético. Y cuando esto ocurre, solo hay una solución: afrontar el miedo y eliminar la duda. Ya no tenemos las ideas espesas. Así que hemos decidido quitarnos el paracaídas por una temporada y saltar al vacío. El hogar de uno es donde vive su gato. El mío murió ya hace años. Si James Bond tiene licencia para matar, nosotros tenemos licencia para vivir y estamos dispuestos a usarla. Y como dicen que “el mundo necesita gente que ame lo que hace“, hemos decidido hacerlo. El próximo 12 de julio de 2014 partimos. ¿Nos acompañas? CURIOSIDAD: Soñar en color. Un estudio publicado en la revista American Psychological Association determina que antes de la invención del televisor, la población reconocía que soñaba en colores, es decir, de la manera en la que ellos percibían la realidad. Sin embargo, con la llegada de las pequeñas pantallas a los hogares, el ser humano comenzó a teñir de blanco y negro sus sueños debido a la influencia de la televisión, que por aquél entonces sólo emitía en escala de grises. Posteriormente, y con la llegada del color a las casas, el arco iris volvió al subconsciente. 10
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DEDICACIÓN: Dedicamos esta primera crónica a nuestras madres; la mía por el amor y respeto incondicional que siempre me ha demostrado, y la de Lore, Constanza, por tener un corazón tan grande y generoso que no entendemos cómo puede caber en su pecho. Yo siempre le digo que si todo el mundo fuera como ella, la humanidad y el planeta iría mucho mejor. Su intensa sensibilidad, alto sentido de empatía e inmenso cariño hacia todo el mundo hace que no tenga la más mínima duda de ello. INSPIRACIÓN: “MUERE LENTAMENTE” de Pablo Neruda. Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos. Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos. Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe. Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad. 11
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Capítulo 2. El algodón de Randall Stevens. De los 39 doces de julio que he vivido en mi vida y los 30 que ha vivido Lore, para nosotros el de 2014 es el más especial de todos. Sin duda. El doce de julio de 2014 fue el día en el que Lore y yo nos montamos en la moto, una BMW que hemos bautizado con el nombre de Richard Parker, para empezar a recorrer los 35.000 kilómetros que separan Barcelona de Sydney. Sinceramente, no recuerdo ninguno de los otros doces de julio que he vivido antes, pero sabemos que éste no lo olvidaremos jamás. Nunca nos habíamos fijado tan claramente en cada acto que habíamos hecho anteriormente. Oír el despertador, levantarnos, subir la persiana, almorzar, ir al lavabo, abrir la puerta con la llave… todo, era la última vez que lo hacíamos en nuestra casa. Lo que en otros días eran cosas mundanas, ese día todo recobraba un atractivo especial que agudizaba nuestros sentidos al máximo. Las sensaciones eran agridulces. Dulces porque estábamos a punto de darle al gas a la moto y a nuestro sueño para iniciar el viaje de nuestra vida, y agrias porque con el suave movimiento de mi muñeca dejábamos atrás a toda nuestra gente, que es lo único de valor que en realidad tenemos. ¡Vete tú a saber lo que tardaremos en volver a ver a los nuestros! Son muchos años de rutina compartida, de sonrisas sinceras y de recuerdos inmortales, y sabemos que tardaremos mucho en estar a menos de un metro. Sin embargo, la experiencia también me dice que esta misma distancia puede incluso unirnos más. En ocasiones, cuanto más lejos te vas, más unido estás a tu gente. La comunicación se amplifica y el buen recuerdo y cariño que te queda hace que la relación se vuelva aún más intensa y sensible que cuando estás justo al lado de la esquina. Ojala acabe siendo así. Lo cierto es que el adiós con los nuestros fue muy duro. Tengo la teoría que cada despedida causa el mismo efecto que fumar un cigarrillo. Cada “adiós” a alguien que realmente quieres supone cinco minutos menos de vida, y si cuando un amigo se va algo se muere en el alma, cuando todos se quedan, se muere el alma entera. Y más después de la cena sorpresa la última noche en Ripoll, que fue una metrallada de emociones que no nos permitió otra opción que dejarnos con la cara boca abierta y desencajada. Pero a toda persona tarde o temprano le llega el momento en el que debe emprender su camino, y ese momento había llegado. El 12 de julio de 2014 era nuestro instante y mientras mirábamos nuestro pueblo por última vez a través del espejo retrovisor de la 12
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moto, sabíamos que una senda llena de matorrales y hierbajos secos se abría ante nosotros apuntando a un lejano y atractivo destino: Sydney. Un apartado a parte fue dejar mi trabajo. Es una de las decisiones más difíciles que he tomado, pues era el mejor trabajo que he tenido nunca en mi vida. Fue como dejar a una novia que quieres con locura, pero que sabes que no tienes más remedio que dejarlo. Aún recuerdo cómo me iba el corazón antes de entrar en el despacho de mi superiora para decirle la noticia (¡Hola Isabel, no sabes lo que os echaré de menos!). Iba más revolucionado que el motor de Richard esta mañana cuando estaba llegando a Como, Italia. Me da miedo que me ocurra como a Totó, el protagonista de “Cinema Paradiso”, que nunca más volvió a encontrar una chica como su primer amor. Pero no había otro remedio. Lore y yo estábamos convencidos que aunque todo se vea mejor en nuestra imaginación, debíamos realizar este sueño costara lo que costara. Y para realizar algunos sueños, uno debe salir de su zona de confort. No había más remedio. Además, nos habíamos prometido que no podíamos roncar ni soñar al mismo tiempo. Primero una cosa, y luego la otra. Y como ninguno de los dos ronca (a mi me operaron de apnea hace años y me extirparon la famosa “campanilla” para respirar mejor, y en todo caso, si alguna vez ronco un poco es porque sueño con motos) corregimos la frase y acordamos que no podíamos dormir ni soñar a unísono. Este proyecto se trata de sueños. El nuestro es ir en moto de Barcelona a Sydney, pero, ¿y el de los demás? ¿cuál es? ¿cambian los sueños en función de las culturas? En Europa, los deseos acostumbran a estar relacionados con dinero, salud y amor. Pero, ¿y en Indonesia? ¿y en Nepal? ¿Son los mismos los sueños de esta gente? Nos gustaría que este viaje nos resolviera este enigma. Y como no cuesta nada preguntarlo, intentaremos que toda la gente que vayamos encontrando nos lo cuente. “Dime lo que sueñas y te diré cómo eres”. Además, tenerlo que preguntar nos obligará a contactar con la gente, algo que en ciertos momentos quizás de cierta pereza. Tú también estás invitado. Queremos que esta aventura sea como un libro en blanco que vayamos escribiendo entre todas las personas que les guste este proyecto. Te animamos a enviarnos un mail y a escribirnos unas líneas. Si quieres formar parte de nuestro libro de sueños, las esperamos, porque seguro que tienes cosas interesantes que contar y compartir. Y si con este proyecto logramos estimular a que una persona se decida a realizar su sueño, nosotros nos daremos por satisfecho. Y si no tienes, búscalos. Porque seguro que cuando estás despierto, los puedes recordar. A no ser que vivas en Kalachi, el pueblo que sufre el “virus” del sueño. Si resides en esta aldea de Kazajistán puede ocurrirte lo que le pasa a la 13
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mayoría de sus vecinos, que a menudo se quedan dormidos en un sueño tan profundo que puede prolongarse hasta los siete días y que, al despertar, sufren mareos, fatiga y aseguran no recordar nada. Y aunque los expertos han estudiado a fondo este caso, no han encontrado explicación a este extraño suceso. Por este motivo, si vives en este curioso pueblo, entenderemos perfectamente que no nos cuentes tu mayor anhelo. Soñar es gratis. Sin embargo, dependiendo del tipo de sueño, hacerlo realidad puede costar un poco económicamente. Como el nuestro no es barato precisamente, primero nos vendimos la mayoría de nuestras posesiones. Nos desprendimos de los televisores, las bicis, algunos muebles y hasta de la rumba, esa aspiradora que parece un perro moviéndose por el piso. En este proceso aprendimos que, en ocasiones, para tenerlo todo, primero tienes que desprenderte de mucho hasta quedarte sin nada. Y cuando el piso quedó casi vacío, el segundo paso fue llamar a un montón de puertas para comprobar si al otro lado se entusiasmaban tanto por la aventura como lo estábamos nosotros. Sin exagerar, hemos enviado más de 150 dossiers explicando el proyecto. Hasta propusimos a una empresa de pizzas para llevar pintar la moto con su imagen corporativa por si querían que lleváramos una “4 estaciones” de Barcelona a Sydney. Va a ser que no. Seguro que habría llegado fría, pero fijo que habría quedado un vídeo acojonante. Pero sí ha habido suerte con algunas empresas, como Dynamic Line, que nos ha cedido todo el equipamiento, Foto24, que nos ha cedido todo el material audiovisual, y Go Study Australia y Asian Pacific International College. Desde estas líneas queremos darles las gracias, a ellos y a los colaboradores. Sin ellos, este sueño seguiría siendo un sueño que nos seguiría quitando el sueño por la noche y que no habría visto nunca la luz. Cierto es que tenemos el dinero suficiente como para cumplir este sueño y dejar de trabajar y vivir cómodamente por el resto de nuestras vidas, pero solo suponiendo que nos muriéramos en unas semanas. Sin la ayuda de toda esta gente, no llegaríamos muy lejos. Quizás, como máximo, a Turquía. Y hablando de morir, no sé quien decía que si quieres vivir, debes empezar por asistir primero a tu propio funeral. El sábado 12 de julio, Lore y yo asistimos al nuestro en vida. A partir de ese día, tanto en su cerebro como en el mío entró un diminuto, simpático, elegante y educado hombre de la limpieza llamado Randall Stevens con un trapo, una escoba y una fregona dispuesto a eliminar toda la mierda que hemos ido almacenando durante toda nuestra vida. ¡Lo que va a sudar el pobre hombre! Primero hará la prueba del algodón para comprobar qué rincón está más sucio y después lo fregará todo a fondo. Y tengo la esperanza de que el Señor Stevens realizará tan bien su cometido que al final 14
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de nuestro trayecto, cuando lleguemos a Sydney, ahí dentro solo quedará lo más básico, simple y hermoso. Todas las bolsitas de basura habrán quedado esparcidas por el trayecto al igual que hacía Hansel y Gretel con sus migas de pan, que en su caso utilizaban para saber volver a casa. Por otro lado, y reiterando en la oscuridad de la defunción, los sueños solo mueren si muere el soñador. A partir de este instante, tanto nuestro sueño como nosotros hemos entrado en un estado crítico. Nosotros mutaremos gracias al Señor Stevens y nuestro sueño se irá transformando día a día en una realidad que acabará en recuerdo. Hoy, Lore y yo empezamos a morir. Espero que podamos descansar paz. CURIOSIDAD: 130.000 sueños en una vida. Las personas se pasan una tercera parte de su vida durmiendo. El descanso es tan necesario para el ser humano como ingerir alimentos o respirar. Haciendo unos cálculos rápidos una persona con 70 primaveras a sus espaldas habrá pasado más de 20 años durmiendo, de los cuales unos 5 ó 6 habrán sido en la fase MOR del sueño –fase en la que se producen las ensoñaciones– y habrá tenido 130.000 sueños. CONTACTO ÚTIL. Para realizar un viaje con moto como este, es obligatorio obtener el “Carnet du passage“, un carnet que te permite importar temporalmente tu vehículo sin tener que depositar un aval bancario en cada una de las fronteras. Básicamente es una garantía internacional por el total de los aranceles, en caso de que la moto no sea re-exportada de vuelta al país de origen. En España solo hay una entidad que lo entrega, y es el RACE (Real Automóvil Club de España), que tiene oficinas por todo el país. DEDICACIÓN: En muy contadas ocasiones te encuentras a personas que cambian tu vida para siempre. Con los años, las vas acumulando hasta que un día caben en una mesa alargada para celebrar una cena. Algunos hace más de treinta años que están a tu lado, y otros no hace tanto tiempo, pero los suficientes como para conocer su valúa como amigos. Nuestros últimos momentos en Ripoll estuvi15
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mos con muchos de ellos y nos prepararon una fiesta final con una bomba de emociones que nos explotó en la cara y que nos ha marcado con mil cicatrices que nunca olvidaremos. A todos los que vimos los dos últimos días, deciros que las lágrimas no nos dejaron leer ni ver los proyectos que preparasteis, pero nunca evitarán que no podamos leer los recuerdos que tenemos juntos y que morirán con nosotros. INSPIRACIÓN: “NO TE RINDAS”, de Mario Benedetti. No te rindas, aun estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo. No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo. No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aun hay fuego en tu alma, aun hay vida en tus sueños, porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque lo has querido y porque te quiero. Porque existe el vino y el amor, es cierto, porque no hay heridas que no cure el tiempo, abrir las puertas quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron. Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos,
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No te rindas por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aun hay fuego en tu alma, aun hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo, porque esta es la hora y el mejor momento, porque no estas sola, porque yo te quiero.
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Capítulo 3. La mariposa enamorada. (Francia, Italia y Eslovenia). Si lo mejor que le puede pasar a un cruasán es que lo unten con mantequilla, lo mejor que le puede pasar a una mariposa es no cruzarse en el camino de Richard Parker cuando está disfrutando como un niño en medio del asfalto. Cuando ocurre, tanto Richard como yo las intentamos esquivar, pero en ciertas ocasiones nos resulta imposible. Son ellas o nosotros. Cualquier movimiento brusco de manillar podría poner en peligro nuestra existencia sobre la faz de la tierra. Y como somos conscientes del hecho que si nos pasara algo por su culpa nuestras madres llorarían, optamos por no arriesgar. Si ellas mueren, sus madres nunca se enterarán. ¡Vete tú a saber donde están! Durante el fugaz paso por Francia hemos esquivado muchas, pero alguna ha besado inevitablemente la cúpula de la moto con un impacto brutal. Solo dios sabe lo que lamento cada uno de esos golpes. Debemos darnos un poco de prisa porque en dos días tenemos que estar en Torino, el lugar donde trabaja la madre de Lore desde hace años. De nuestros dos días en moto por Francia nos sorprende el trato entre todos los motoristas. No hay ninguno que no se salude. Y cuando digo ninguno, me refiero a que el 95% lo hace. Y no levantando un dedo, no, sino levantando toda la mano con un entusiasmo fuera de lo normal. No digo que en nuestro país no se haga, pero siempre encuentras a muchos que ni te miran cuando te cruzas con ellos. En el país de Carla Bruni parece que no es así. Incluso cuando aparcas la moto y te pones a comer un bocadillo en un banco de madera a 5 metros de ella, pasa un motorista y te saluda con euforia. O incluso los conductores de las Harleys, que siempre me han parecido un mundo a parte. Hasta ellos te señalan el asfalto con el dedo cuando te cruzas con sus ruidos inimitables que no dejan dormir ni a los sordos. Hace años me pregunté por el origen del saludo motero. Mi curiosidad rascó por todas partes hasta que averigüé que su historia tiene distintos orígenes. Uno de ellos deriva en la Segunda Guerra Mundial, en la que Winston Churchill popularizó la resistencia estoica del Reino Unido ante Alemania con el levantamiento del brazo y mostrando los dedos, medio e índice, en forma de “V”. Este gesto fue adoptado por algunos de los motoristas de las fuerzas armadas británicas durante la guerra y cuando se cruzaban se daban ánimos para seguir luchando contra las huestes germanas. 18
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Pero hay otra teoría originada en la época de los 70, en la que un piloto británico llamado Barry Sheene, que a la postre sería dos veces Campeón del Mundo de 500 c.c. y para muchos, uno de los mejores pilotos de la historia del motociclismo, también popularizó este gesto. la “V” de victoria tenía un claro significado para el piloto británico y era mostrar a sus rivales que había vencido. Sea como fuere, el origen y la historia del saludo motero es una costumbre que no debe perderse. La primera noche la pasamos en un hotel F1 cerca de Nimes, una cadena de hoteles francesa a un precio muy razonable la noche. Solo estirarnos en la cama nuestro cuerpo se relaja y se duerme en el acto. Tanta acumulación de nervios y de emociones durante los últimos días nos han dejado más cansados que un narcoléptico. Al despertar continuamos nuestro camino hacia Italia hasta que llegamos a una casita de un pueblo de las afueras de Torino, que es donde trabaja Constanza, la madre de Lore. El reencuentro, como no podía ser de otra manera, es de lo más emotivo. Después de tantos meses sin verse, no hay más remedio que desprenderse de algunas lagrimas que se habían almacenado durante demasiado tiempo y que ya no cabía en el cuerpo. Cuando por culpa de la gravedad el suelo ya ha acumulado algunas gotas de estas de las que nos desprendemos los humanos de vez en cuando cuando estamos emocionados y que los robots no pueden expulsar (al menos, de momento), la familia con la que trabaja Constanza nos invita a cenar con una comida a base de embutidos, pan con tomate, carne y vino. Seguramente será la última cena similar que haremos en mucho tiempo y que echaré tanto de menos, por lo que tenemos que aprovechar educadamente sin delatar nuestro entusiasmo ante tal importante evento. En ese momento desconocemos lo que nos sucedería pocos días después en Eslovenia. Hablando de comida, debo confesar que durante los últimos meses en mi pueblo decidí engordar un poco. Es una técnica que siempre utilizo cuando me espera una larga temporada lejos de casa. Es como llenar el depósito de la moto para tener una buena reserva. Por experiencia, sé que en la India adelgazaré bastante, por lo que tiraré de la grasa acumulada. Quien me preocupa es Lore, que está delgada como un pincel de punta fina. Ella no tiene nada de grasa, y si adelgaza más no le hará falta la “capa de invisibilidad” que está buscando una buena amiga científica junto con su equipo desde hace un tiempo en su laboratorio de Barcelona. ¡Un abrazo, Anna, y mucha suerte! 19
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Para los próximos cuatro días tenemos un buen plan: la madre de Lore ha alquilado un apartamento en el centro de Como, un lugar de ensueño en el norte de Italia ante un lago espectacular con vida propia. Con el fin de pasar el máximo tiempo juntas, Lore y su madre se van de Torino a Como en tren mientras yo lo hago cantando a lomos de Richard, que está más contento que un perro labrador de menos de un año que te ve por primera vez después de semanas sin saber de ti. Si Richard tuviera cola, no habría parado de moverla de un lado a otro. Pero la hubiera detenido en seco cuando él y yo hemos llegado a la puerta de entrada del apartamiento de Como. Sacando las maletas metálicas laterales de la moto, un par de caravinieris han detenido su coche ante mi en plena plaza y me han preguntado si tenía permiso para aparcar ahí. Les he dicho que solo serían 4 minutos, el tiempo que necesitaba para descargar las pesadas maletas metálicas de Richard y subirlas al apartamento. Pues será que no. Me dicen que o iba a aparcar a otro sitio, o multa. Y como quiero mantenerme joven y evito siempre cualquier discusión (tal y como recomendaba sabiamente en uno de sus chistes el gran Eugenio) aparco a Richard a lo lejos y empiezo a realizar viajes a pie para transportar el equipaje de la moto a la habitación bajo un sol abrasador. Los días en Como transcurren según lo esperado: descanso, comer, dormir i poca cosa más. Los tres estamos la mar de felices disfrutando de nuestro tiempo juntos. Sin embargo, en el ambiente se respira el temor silencioso de lo que acabará pasando inevitablemente el último día. Tanto Constanza como Lore son personas altamente sensibles y aunque no lo comentamos entre nosotros, sabemos que el “adiós” será para un largo tiempo y garantiza que será duro de ejecutar. Y aunque en ocasiones aburrirse es un placer (por lo menos para mi), no paramos ni un instante de hacer cosas. Cada mañana salimos del apartamento sin ningún manual de instrucciones, pues no hay nada más insulso que una agenda repleta de apuntes que reducen al máximo cualquier probabilidad de recibir una sorpresa agradable, y disfrutamos de lo que el día nos ofrece. Subimos al teleférico para ver las vistas del lago, le damos la vuelta en moto (que se tarda más de una hora y media si vas tranquilito), paseamos, enviamos postales a nuestros seres queridos, salimos a cenar… todo, mientras pensamos en lo que nos queda de viaje. Esta nueva vida no ha hecho más que empezar. Y así hasta que llega el día de la despedida. A las 8 de la mañana ya estamos en la estación de Como esperando el tren que tiene que devolver a mi suegra a Torino. Como es lógico, tanto la madre como Lore están bastante emocionadas y tristes. Por este motivo intento relajar el ambiente utilizando el mejor recurso 20
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posible en comunicación para este tipo de situaciones: el humor. Como curiosidad, mientras estamos en el interior bar de la estación de tren tomando un café, me llama la atención que dentro del local está lleno de golondrinas. Entre sorbo y sorbo de café, buscan en el suelo miguitas de pan mientras pasean por entre los pies de los clientes que están en la barra. El hambre ha vencido su miedo hacia el ser humano. ¡Insensatas! Cuando los tres nos encontramos en la andana del tren, preguntamos a un trabajador a qué hora sale el que va a Torino. Nos dice a las 9.15 por la vía uno. Aún quedan unos 20 minutos. Quizás solo me doy cuenta yo, que soy el que tengo los sentimientos más amueblados, pero a los 5 minutos llega un tren por la vía uno, y entre abrazos y unas palabras que se dicen entre ellas y que yo no entiendo (son en rumanés), atónito veo como las dos suben al tren con todo el equipaje. “¿Pero qué hacéis?”, les digo. Solo yo parezco ser consciente del error que están a punto de cometer. Pero cuando las dos ya están en el pasillo del interior del vagón, con todo el pesado equipaje de Constanza yaciendo en el suelo y que hace torpe cualquier posible maniobra rápida, empieza a sonar ese pitido inconfundible que indica el cierre de las puertas del tren. Es entonces cuando Lore, con agilidad, salta justo en el momento que las puertas laterales de la entrada se besan la una con la otra. A los pocos segundos el tren se pone en marcha hacia no sé dónde con mi suegra dentro mientras nos saluda emocionada agitando el brazo de un lado a otro, ignorando que su destino no es el planeado. Mientras yo se lo cuento a Lore se nos acerca alarmado el trabajador con el que habíamos hablado pocos minutos antes y nos confirma que ése no era el tren que esperábamos. Alterada, Lore coge el teléfono y la llama para corregir el error. “¿Pero por qué hemos tenido tanta prisa?”, le pregunta la madre a su hija. Yo también me lo pregunto, como tantas otras cosas que me pregunto hoy en día y que aún espero respuesta. Pero en el fondo, esa equivocación ha sido lo mejor que nos podía haber pasado. Ese error nos ha evitado esperarnos 20 minutos eternos en la andana de la estación alargando la agonía de una despedida cuyo pronostico era una lluvia de lágrimas capaces de erosionar el suelo. Ansioso, Richard nos espera a la salida de la estación para ir al siguiente destino: Venecia. Recorremos unos 300 kilómetros, nos paramos a dormir muy cerquita de la ciudad de los canales, y a primera hora de la mañana la visitamos. Del trayecto a Venecia me sorprenden dos cosas: la primera, la señalización. Vas por la carretera y una señal te indica “Venezia, 46 kms”. Y después de 21
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recorrer 8 kilómetros, te encuentras otra señal que indica “Venezia, 54 kms”. Y la segunda, mucho más gratificante, es comprobar que en los pueblecitos de Italia también existe la tradición de colgar carteles de los vecinos que se casan. Esos carteles con diseño cutre que acostumbran a ser de blanco y negro para ahorrar tinta que se pegan en los semáforos, paredes, marquesinas, etc. Me gusta porque desde hace años que colecciono pósters de este tipo. De hecho, mi segundo proyecto editorial es una colección de carteles titulada “carteles de boda”. Creo que no existe un libro con un diseño tan cutre sobre la faz de la tierra. Venecia es fabulosa. Nos habría encantado quedarnos un par de días, pues el lugar lo merece, pero económicamente no podemos poner en peligro nuestras reservas y decidimos estar solo media jornada. La otra media la utilizamos para llegar hasta un hotel de Eslovenia, un país que es un visto y no visto. Tenemos Croacia a muy poca distancia y son muchas las ganas que tenemos de visitarla. Cabe destacar que en este diminuto país tenemos el primer mal entendido con la comida. Y digo el primero porque por experiencia sé que habrá más, hecho que me encanta. En el restaurante del hotel nos parece pedir dos tortillas con patatas, pero aunque el camarero asentó con la cabeza, no nos debió entender bien, pues nos ha servido dos bistecs con guarnición en unos platos gigantes para los dos. Hasta hay trozos de manzana en alguna esquina. Pero no importa. Tenemos más hambre que las golondrinas del bar de la estación de Como y hay errores que siempre son bienvenidos. ¡Si nos han servido eso, pues no hay más remedio que solucionarlo! A la mañana siguiente, nos levantamos temprano para conducir evitando el calor del día. Y ahí estamos otra vez, en la carretera camino de Croacia esquivando mariposas eslovenas que flotan por ahí mientras que al mismo tiempo también las notamos revoloteando por nuestro estómago fruto de la emoción ante el largo viaje que nos esperaba sin saber que pronto sufriremos el primer accidente con la moto. Es entonces cuando me viene a la cabeza una de esas preguntas de la que aún hoy no tengo respuesta: “¿cuándo una mariposa se enamora, notará seres humanos andando por su estómago?”.
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Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Guiu Bonada. Ripoll (España). Volar. Vlad Zugravu. Brasov (Rumanía). Visitar el Camp Nou y que Messi gane el Mundial. Alicia Reina & Sergio Escribano. Sabadell (España). Ver la Aurora Boreal. Joaquín Vital. Campdevànol (España). Visitar Tahití y Japón. Andrea Paz. Bogotá (Colombia). Viajar por toda África y visitar cada rincón de Colombia. Jordi Caballeria. Sant Joan de les Abadesses (España). Vivir 1.000 años. Anne Sol. Avignon (Francia). Tocar el violín en Venecia. Dolors Galvé. Ribes de Freser (España). Que nuestro viaje vaya bien. CURIOSIDAD. Rostros conocidos. Aunque en sueños el ser humano sea capaz inventar un mundo en el que es posible volar y bucear durante horas sin necesidad de oxígeno, el cerebro no modela rostros desconocidos, sino que ve personas reales. Quedan muy lejos las caras sin sentido a lo «Picasso», que sólo tienen cabida en la imaginación despierta. DEDICACIÓN. En Grup VL – Fundació Vella Terra, tanto Lore como yo vivimos unos años que no olvidaremos nunca. Trabajar con gente mayor es de las mejores cosas que nos han pasado en la vida. Poder oír diariamente los consejos de la gente más SABIA del mundo es un regalo. En parte, este proyecto existe gracias a lo que hemos vivido en esta empresa, sobretodo en la residencia de Campdevànol, donde hemos aprendido que la vida pasa rápida, que sólo hay una y que hay que aprovecharla. Por eso, esta crónica está dedicada a toda la gente con la que coincidimos, sobretodo en el día a día en Campdevànol. Ellos ya saben quienes son, y saben lo especiales que son para nosotros. INSPIRACIÓN: “NO TE DETENGAS”, de Walt Whiteman. No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. 23
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No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo. Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Tu puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre. No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes. Huye. “Emito mis alaridos por los techos de este mundo”, dice el poeta. Valora la belleza de las cosas simples. Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno. Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante. Vívela intensamente, sin mediocridad. Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo. Aprende de quienes puedan enseñarte. Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros “poetas muertos”, te ayudan a caminar por la vida La sociedad de hoy somos nosotros: Los “poetas vivos”. No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas…
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Capítulo 4. El olor a libertad no vende (Croacia, Montenegro y Bosnia-Herzegovina). Apestamos. Después de más de 8 horas encima de la moto conduciendo en pleno agosto bajo un sol abrasador, nuestros cuerpos no invitan precisamente a tener un olor socialmente aceptable. No tenemos el aroma de esos perfumes caros que anuncian en la tele con spots absurdos y voces que hablan susurreando en otro idioma, como el de esa chica que iba montada en una moto y se bajaba la cremallera de su chaqueta marcando pechos diciendo que buscaba a un tal “Jackes”. ¿Por qué lo buscaba? ¿Por su buen olor? Si él, como ella, también es motorista, lo dudo, porque el olor a libertad no vende. Bueno, sus motivos tendrá. Y seguro que el tal “Jackes” estará contento cuando ella la encuentre. Provenientes de Bar, un pueblo de Montenegro, hemos llegado a Mostar, una ciudad de Bosnia-Herzegovina famosa por su puente sobre el río Neretva, un monumento nacional Patrimonio de la Humanidad que fue destruido en la guerra de los Balcanes y que volvió a reconstruirse unos años más tarde. Se trata de un lugar precioso con un centro histórico diseñado para los turistas con mil tiendas de suvenires artesanales en sus calles. No sabemos si es por culpa del mal tiempo que hemos sufrido durante todo el día, pero desde que cruzamos la frontera arrastramos cierta sensación de tristeza. No hablamos muchos entre nosotros a través de los micrófonos del casco. Las carreteras del país son casi desérticas, los laterales están llenos de cementerios, y cuando no los hay, te encuentras pequeños mausoleos de mármol en las cunetas que muestran la foto de alguien (generalmente joven) gravadas en la piedra, llenas de flores frescas que alguien acaba de colocar allí. Y una vez en el hotel, vemos que el edificio de enfrente está lleno de agujeros de bala. Si lo sumas todo, el entorno te invita a imaginar lo que sucedió en este país hace relativamente pocos años. Y lo último que te aparece en el rostro es el dibujo de una sonrisa. Si fuera un sueño, de momento lo pintaría en blanco y negro. Tiempo al tiempo. Pero retomemos el hilo, y como leer es soñar con los ojos abiertos, te animamos a que no los cierres y dediques ocho minutos a esta cuarta crónica del viaje. Después de esquivar decenas de mariposas eslovenas, la entrada a Croacia resultó complicada. Empezamos el país visitando el parque natural de Plitvice, una belleza de la naturaleza formada por lagos y cascadas que uno no se puede perder. Pero no voy a describir el paisaje del lugar. No soy poeta. Mejor visítalo si tienes la ocasión porque lo que uno ve en este país roza lo inefable. 25
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Un punto y aparte merece el momento de levantar la tienda de campaña. Hacía años que no montaba una. ¡Qué fácil parece en las fotos pero qué difícil es cuando estás con las manos en la masa! Sin embargo lo más complicado no es montarla, sino desmontarla y hacerla caber en ese mini saco que aún hoy me pregunto cómo demonios lo ordenan todo ahí como muestra el gráfico. Pero bueno, con un poco de trampas, al final lo logramos. ¡Ojala estuvieran aquí el manitas de Dani para ayudarnos y a Judit para animarnos con una cerveza fresca con poco giste en la mano mientras se ríe de nosotros! Montándola me acordé de ese episodio de Los Simpsons en el que Homer se compra una piscina para instalar en su jardín, y acaba montando un establo sin saberlo. Pero lo peor del viaje hasta el momento fue lo que sucedió la mañana siguiente. De camino a Senj, a la rueda delantera de Richard no se le ocurrió otra cosa que hacer lo mismo que el protagonista de una de las canciones de Laura Pausini: Se fue. Entre que llovía, era en bajada, hacía curva, el asfalto estaba mojado y era liso como el hielo, el neumático ya estaba gastado, el elevado peso trasero, y que por primera vez en mi vida escuchaba música dentro de un casco (en este caso era de Jason Mraz, que es más relajante que uno de los masajes de mi buen amigo Sergio Escribano), pasó lo que tenia que pasar. No estaba del todo concentrado y besamos el suelo por primera vez. Además, en la tienda de campaña había dormido poco, y ya se sabe, el sueño triplica el riesgo de accidentes de tráfico. Qué paradoja. Viviendo nuestro sueño tuvimos una pequeña pesadilla. Suerte que no corríamos mucho y que la carretera estaba sin tránsito. De lo contrario, no sé si estarías leyendo estas líneas. Por otro lado, suerte que íbamos bien equipados. A mi guante derecho se le abrió tal brecha que no me quiero ni imaginar cómo me habría quedado la mano en el caso de que no lo hubiera llevado puesto. Seguro que mi hueso habría visto la luz del día por primera vez en su vida. Pero como lo importante es no dejar de hacer nada por miedo y siempre está permitido caerse, pero es obligatorio levantarse, incorporamos a Richard del suelo, que no fue tan difícil como imaginaba, y continuamos nuestro camino hacia Senj, que afortunadamente ya estaba cerquita. Por lo aparatoso del accidente, la moto estaba casi perfecta. La maleta trasera y el protector frontal amortiguaron perfectamente el golpe. Richard solo perdió un trozo de intermitente y la cúpula sufrió una pequeña rayada. Serán, a partir de ahora, sus primeras cicatrices. Supongo que eran inevitables y que tarde o temprano tenían que crearse. Éstas serán las primeras huellas de nuestro sueño. Qué pena que unos miles de kilómetros más adelante sufrirá unas cuantas más. 26
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En Senj descansamos un par de días. Además de bonito y tranquilo, era buena noticia ver que los precios empezaban a disminuir, sobretodo el de las habitaciones. A medida que vas avanzando en el camino, los hoteles dejan de poseer el monopolio y empiezan a haber muchas casas particulares que alquilan sus dormitorios a muy buen precio. Pero lo mejor estaba por llegar. Desde hace años tenía el sueño de conducir por la E65, una de las mejores carreteras de Europa para recorrer con moto. Durante horas vas resiguiendo el acantilado que corta el mar Adriático, y si vas con un casco modular y lo llevas abierto, tienes que vigilar que no te entre ningún insecto en la boca, pues es difícil cerrarla ante tal paisaje. Aunque hace un tiempo, un grupo de expertos, después de crear una fórmula matemática que tenía en cuenta las curvas, la aceleración, la velocidad y el frenado, determinaron que la mejor carretera del mundo es la N-22 que va desde Paso Da Régua a Pinhao, a medio camino entre Oporto y la frontera española, en Portugal, seguida de la “Big Sur”, en California, y la A535, que atraviesa el río Dane, en el Reino Unido, esta podría entrar en su lista perfectamente. Tu moto se transforma en un pincel que va dibujando una suave línea que separa el mar de la tierra, al lado de un precipicio rocoso inacabable que en ocasiones se ensancha y se transforma en un pueblecito de mar similar dónde vivían los protagonistas de los Goonies con unas iglesias tan simples, pequeñas y bonitas que dan ganas de vestirse de marinerito con una cinta negra atada en el cuello como la de Mortadelo para volver a celebrar tu comunión en una de ellas. Maldita mosca. De las carreteras croatas cabe destacar dos cosas: la primera es que muchísima gente detiene su coche para mear, sin importarle que le vean. No digo que en nuestro país no suceda, pero lo cierto es que cuando se hace, la gente acostumbra a esconderse tras un matorral o tras un árbol. Aquí no. No hay problema. Y por mi parte, tampoco. Y la segunda es que en muchas de las gasolineras hay un par de chicas jóvenes ligeras de ropa que se ofrecen para limpiarte el vehículo con un cubo de agua y jabón. Supongo que vivirán de las propinas que les ofrece la gente, y seguro que pueden ganar bastante, pues acostumbran a ser o bien “Defcon 1” o bien “Defcon 2”. ¿Y te preguntarás qué significa lo de “Defcon”? No hay problema. Yo te lo cuento. Desde hace años califico a las mujeres en 6 grupos, denominados “Defcon”. “Defcon 1” es guapa y simpática. “Defcon 2” es guapa y estúpida. “Defcon 3” es normal y simpática. “Defcon 4” es normal y estúpida. “Defcon 5” es fea y simpática, y “Defcon 6” es fea y estúpida. Siempre según mis gustos, claro. Y tan difícil es encontrar una “Defcon 1” como una “Defcon 6”. Pero tengo la suficiente edad para poder confirmarte que 27
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ambas existen. Hay otras maneras de calificar a los hombres y a las mujeres. Por ejemplo, la de mi amigo Francisquito, que las agrupa en 3. Pero no voy a ser yo quien lo cuente. Solo os diré que su mujer, Olguita, es del grupo 1 y se merece lo mejor. Por eso, supongo, tiene también a Francisquito. Pero corramos un tupido velo y volvamos a lo que nos ocupa: el viaje. Y así, dibujando la costa, disfrutamos como niños hasta llegar a Split, una bonita ciudad con un centro histórico que invita a tomar muchos helados mientras andas dentro de un paisaje fabuloso. Aprovechamos que la ciudad era grande para visitar la casa BMW, donde me arreglaron el intermitente y retocaron la cúpula de Richard. Para no tener que esperar las piezas de recambio, el mecánico nos sugirió la solución de cedernos las de su propia moto. Él iría sin estas piezas hasta que le llegaran las nuevas. En un par de semanas él iría sin intermitente y un pequeño agarre metálico de la cúpula. ¡Si nos estás leyendo, mil gracias por el favor! En Split tuvimos que arreglar un pequeño “malentendido” que se creó con la crónica 2 que acabábamos de publicar un día antes. En ella, diseñamos una esquela con nuestros nombres para expresar la idea que tanto Lore y yo empezábamos a morir porque esta nueva aventura nos iría limpiando el espíritu. El problema es que si ves una esquela en Internet con el nombre de tu hija y tu yerno, y no hablas los tres idiomas oficiales de la web del viaje (catalán, castellano e inglés), puede que entiendas lo peor. Y esto fue lo que le pasó a la madre de Lore. Al bajarnos de la moto, tenía 1000 llamadas de Constanza, mi suegra. La pobre, al ver la esquela, pensó lo que no debía. Había estado llorando toda la mañana hasta que la llamamos para tranquilizarla. Aunque ni mucho menos era esta la intención, ¿has dado alguna vez un susto a tu suegra mayor que éste? ¡Supéralo si te atreves! Dos días más tarde, continuamos nuestro camino por la carretera 8 dirección a Dubrovnik, otra carretera de ensueño para amantes de la moto. Y si Split nos gustó, Dubrovnik nos encantó. Entrar en el casco antiguo de esa ciudad medieval y perderse entre sus calles rocosas es de lo mejor que se puede hacer para evadirte de todo sin querer. Y tres días más tarde, cuando pensábamos que ya habíamos visitado lo que más nos gustaría de Europa, entramos en Montenegro, un país totalmente desconocido para nosotros. Y se transformó, sin saberlo, en lo mejor del viaje hasta el momento. Tanto por sus carreteras como por su paisaje. Visitamos Kotor, que es parada obligatoria, y Budva, una ciudad costanera ideal para pasar unas buenas vacaciones. Nos quedamos tres días en Bar, otra ciudad costanera 28
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más tranquilita en la que aprovechamos para descansar y hacer eso que tanto me gusta en ciertas ocasiones: nada. O dicho de otro modo, playa, piscina, cervezas en chill outs, dormir y comer. Pero no toda la estancia en ese pueblo fue tranquila. En una de las noches ocurrió algo que tarde o temprano debía pasar. Estábamos en la habitación de la casa de la familia que nos hospedaba, y oímos como a Richard le estaba molestando algo, pues activó la alarma para quejarse y avisarnos. Salí rápido de la
habitación para ir directo a la calle. Paré la alarma y no había nadie. La familia con la que estábamos me dijo que un par de chicos se acercaron y la tocaron para hacerse una foto, hecho que a Richard no le gustó. La moto empieza a ser una atracción. No me quiero ni imaginar qué nos pasará con ella en la India. Pero no hace falta ir tan lejos. De hecho, la siguiente vez en oír su alarma será en Estambul, y en esta ocasión a altas horas de la noche. Pero todo será contado a su tiempo. Ahora no toca. Y fue en Bar donde me acordé de esa frase de John Lennon que dice “la vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Pues como siempre, no es bueno generalizar. En estos momentos no tenemos otro plan mejor que este. Está pasando lo que queremos que nos pase, sin insistir en querer que pase nada más. Y vamos a dejarlo aquí. Escribir esta crónica está costando lo suyo. Tú no lo ves, pero entre palabra y palabra que tecleo espanto a una mosca 29
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que no para de aterrizar en distintas partes de mi cuerpo. Mis manos la intentan alejar como las vacas hacen con sus colas, pero ni caso. No se va. ¿Será que a ella sí le gusta el olor a libertad? Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Marko Zec. Korenica (Croacia). Que el HNK Hajduk Split gane la Champions League. Ivisca Ivisic. Trilj (Croacia). Tener un año sabático para ir con mi familia a la India. Marta Casals. Girona (España). Volver a Australia para quedarme a vivir. Mike Schram. Tasmania (Australia). Ser la persona más joven que viaje por el mundo con una moto. Mato Barisic. Dubrovnik (Croacia). Recorrer en coche todo el este de Europa. CURIOSIDAD. Los ciegos sueñan. Pensar que las personas ciegas no sueñan o sueñan «en negro» es un error muy frecuente. Tanto los ciegos congénitos –es decir, de nacimiento– como los que padecen ceguera a raíz de una enfermedad o accidente sueñan. Aunque los que llegaron al mundo sin la capacidad visual desarrollada no puedan ver imágenes en sus ensoñaciones, sí que involucran en ellas otros sentidos: oído, tacto y olfato. Por su parte, las personas que perdieron la vista a lo largo de su vida sí recurren a imágenes durante sus sueños. DEDICACIÓN. Esta crónica está dedicada a unos amigos sin los que ahora no podrías estar siguiendo esta aventura. Son los amigos de Zoo Studio, de Vic, que diseñaron esta web. Se trata de una jaula de buenos profesionales y mejores personas. A todos ellos un abrazote de los grandes, grandes. A todos ellos y a Anna, la pareja de Gerard, los mejores amigos que tengo en Taradell y que sé que siempre tendré. CONTACTO ÚTIL. Apartments Mato Barisic. Vukavarska 1/A. 20207 Mlini. Dubrovnik. Croatia. Tel. +385/0/20/ 486-445. 30
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INSPIRACIÓN: “NO ME HABLÉIS DE SUEÑOS”, de Miquel Martí i Pol. No me habléis de sueños que de eso entiendo suerte de este estado etéreo, intangible o escurridizo, depende del carácter de cada uno. No me habléis de sueños que por ellos noche y día vivo muy lejos de una realidad que cada vez me gusta menos. Y no es por huir responsabilidades adquiridas al menos es para sobrevivir al sueño de la pesadilla cotidiana que es la cruda realidad. No me habléis de sueños si nunca habéis soñado, es gracias a ellos que vivo tan alejado como puedo de la pesada realidad.
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Capítulo 5. Chanquete no ha muerto. (Serbia, Bulgaria, Grecia y Turquía). Día a día vamos perdiendo la noción espacio-tiempo. A menudo me despierto por la mañana y pienso “¿Dónde estoy?”. La vista se va aclarando a medida que voy parpadeando los ojos y lentamente me veo en una habitación desconocida. Hemos dormido ya en tantas que se hace difícil responder rápidamente. En no menos de 4 segundos te das cuenta que la respuesta es “en un hotel”, y te acuerdas que estás viajando desde hace ya un tiempo. Es entonces cuando se te aparece la segunda pregunta: “¿En qué país estamos?”. Y después de recordarlo, puedes ir a la tercera:“¿Qué día de la semana es?”. Una sensación de paz y libertad empieza a hacer mella en nuestro cerebro gracias al Señor Stevens (léase capítulo 2), que no para de trabajar eficazmente 24 horas al día. Sin descansar ni un minuto. Como un 7-eleven, que está abierto 7 días a la semana, 365 al año, y que sin embargo tienen un paño en la puerta. Pero lentamente, con esfuerzo, vas recobrando la memoria y te acuerdas de cada recuerdo, alguno de los cuales va quedando más y más lejos. Hemos vivido ya tantas cosas que nuestro paso por Venecia, por ejemplo, ya lo vemos un poco borroso. Entre la ciudad de los canales y Estambul, que es donde estamos ahora, hemos almacenado tantas imágenes en nuestro cerebro que parece que paseamos por Venecia ya hace meses. Y de esa visita no hace más de 20 días. Por este motivo, antes de que se nos borren del todo, esta crónica nos servirá a nosotros para recordar cómo llegamos aquí desde Mostar cuando seamos abuelos y vivamos en una residencia (ojala sea la de Campdevànol y que mi vecino de habitación de la izquierda sea mi amigo Ritchie en el de la derecha sea Ojen), y a ti para entretenerte un poco y animarte a cerrar la tele, sobretodo si estás viendo Tele5 y toda esa fauna de personajes con la cara hinchada de las tantas operaciones a las que se han sometido, y las venas del cuello a punto de explotar de lo tanto que se gritan desde hace ya taaaaantos años y que hablan horas y horas de quién se ha tirado un pedo y lo fuerte que es eso, o de quién ha ido a comprar pan a una panadería donde también vendían magdalenas. Cualquier cosa es mejor para entretenerse que la tele. Como este acertijo, titulado “Muerte en el campo“, cuya solución encontrarás al final de la presente crónica. Dice así: “Un hombre yace muerto en un campo. A su lado hay un paquete sin abrir. No 32
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hay ninguna otra criatura en el campo. ¿Cómo murió?” Una pista: El hombre sabía que iba a morir conforme se acercaba al lugar. El contraste entre las carreteras de Bosnia-Herzegovina y las de Serbia fue bastante brusco. Vas conduciendo por una semidesértica, cruzas ese “fabuloso” invento creado por el hombre llamado “frontera”, y de repente van apareciendo coches por todas partes. Parece que volvamos a estar conduciendo por Europa; como si Bosnia hubiera sido un paréntesis en el trayecto. Fruto del accidente en Croacia, al llegar a Cacak teníamos un objetivo claro: cambiar el neumático trasero. Y lo queríamos hacer rápido, porque sabemos que a medida que nos vayamos acercando a Asia será una tarea más complicada. Cada vez es más difícil ver una moto como Richard. Entramos en Cacak casi por la noche, y preguntamos a un chico que hay en la calle si conoce algún taller mecánico cerca. Y es en ese instante cuando empezaríamos a entender cómo es la gente de ese país. Tan pronto como se lo preguntamos, saca su móvil y empieza a hablar con alguien. Cuelga y vuelve a realizar otra llamada. Al colgar, aparece su novia que sale del edificio de enfrente, se suben a un coche y nos dicen que les sigamos. El destino es un pequeño taller de motos. Al ser ya tarde, está cerrado. Les damos las gracias a la pareja, pero no nos quieren abandonar sin antes acompañarnos a un hotel cercano. Les seguimos, y cuando lo encontramos, hasta nos pide la habitación y nos acompaña al garaje. Le damos mil gracias y nos deseamos una muy buena vida. Por la mañana siguiente nos dirigimos al taller, donde le exponemos al mecánico la necesidad de cambiar el neumático. Después de mirar tutoriales por el youtube y de realizar algunas llamadas, al no hablar inglés, como puede nos dice que volvamos a las 15h. Aprovechamos esas horas para buscar otro hotel más económico. Lo encontramos al lado de la carretera nacional, y esperamos hasta las 14.45h, momento en el que nos montamos a los lomos de Richard y nos dirigimos de nuevo al taller. Al llegar, vemos que está lleno de gente que se presentan diciendo que son como nosotros: unos fanáticos de las dos ruedas, sobretodo de Aprilia. Han venido a conocer a unos locos que han decidido realizar su sueño de ir de Barcelona a Sydney con moto. ¡Pues encantados! El mecánico nos comenta que el neumático viene de Belgrado en autobús, y 33
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que finalmente llegará hacia las 18h. Es entonces cuando uno de sus amigos, Zoran, decide subirnos en su coche y llevarnos a una terracita a tomar algo para matar el tiempo y conocernos un poco más. Y así van pasando las horas, hasta que volvemos al taller y el mecánico se va de su tienda con la rueda trasera y desaparece durante otra hora. Mientras lo esperamos en su tienda sentados en unos taburetes de madera con las patas muy cortas llega Petar, un buen amigo de Zoran, que también nos cuenta un montón de cosas de Serbia y también de Australia, donde parece tener unos amigos. Y cuando ya casi se ha hecho de noche, vemos como vuelve el mecánico. Aparca su coche, se baja, abre la puerta trasera con mucho suspense, y vemos como alza la rueda con el neumático nuevo. ¡Genial! Otro problema solucionado hasta que lo volvamos a tener de aquí unos miles de kilómetros. Como no puede ser de otro modo, les damos mil y una gracias, les invitamos a unas cervezas y les animamos a que nos acompañen a Sydney. Dicen que ahora no pueden. Les encantaría, pero no les va bien. Cuando escurecer volvemos al hotel de carretera, donde planeamos irnos a dormir rápido para levantarnos temprano y conducir hacia Bulgaria. Pero la noche resulta ser lenta. En la planta baja hay una boda y no para de sonar una banda con trompetas y un acordeón que sostiene las notas hasta el infinito y que me recuerda al viejo Chanquete, que ya murió hace tiempo tal y como anunció Pancho en su momento corriendo por la playa llorando sin parar. O quizás era mentira y simuló su muerte para que no le buscasen los mismos del Ayuntamiento que querían embargarle el barco en el episodio en el que cantaban “¡No nos moverán!” y se vino a Serbia en busca de un futuro mejor. Quién sabe. Bulgaria es un visto y no visto. Solo nos quedamos una noche. Tenemos prisa por salir de Europa y ver bajar los precios de todo. En dos días cruzamos el país, y a falta de 15 kilómetros para entrar en Turquía, improvisamos y entramos en Grecia para pasar una noche en Orestiada. Queremos entrar un momento en este país para comprobar a qué huele. No sabemos si es porque es domingo, pero esta ciudad de 21.000 habitantes resulta ser un poco deprimente, al menos en la periferia. Parece que hayamos entrado en uno de los episodios de “Dimensión desconocida”, ese en el que hay un hombre en una ciudad en la que parece no hay nadie y acaba resultando que está en una maqueta del Iver tren en la que juega un niño gigante. Cabe decir que el centro está un poquitín más animado, pero no disimula lo que es la tristeza o bien del lugar o bien de todo el país. Pero lo que nos parece más curioso es que en pleno agosto, de la calle principal aún cuelgan unas las luces de Navidad. Desconocemos si este hecho estará relacionado con la crisis del país. 34
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Y a la mañana siguiente abordamos la frontera para entrar en Turquía. Por el retrovisor de la moto vemos cómo Europa ya se empieza a alejar. Entramos en un nuevo camino del trayecto en el que intuimos habrá más piedras, dificultades y aventuras. A través de Turquía nos acercamos a Asia, un continente que teníamos ganas de visitar por su atractivo, contrastes, precios y diferencias. Hacemos parada en Estambul, una atractiva ciudad tan llena de estrés y de calor que hasta la moto lo nota sobrecalentándose como nunca hasta ahora lo había hecho. Sin embargo todo es perfecto hasta que aparece el primer problema del viaje. No podemos cruzar Pakistán con moto. Es un país con muchos conflictos y el visado no es fácil de obtener. Te hacen esperar dos meses. Y si finalmente te lo otorgan, que puede que no, durante todo el trayecto vas escoltado por soldados con metralletas que te acompañan hasta la frontera con India. Por todos estos motivos, muy a nuestro pesar, decidimos no arriesgar y enviar a Richard a Bombay. Nos hubiera encantado cruzar Pakistán. Seguro que es precioso. Pero nos consolamos pensando que en la India y en Nepal también viviremos y veremos cosas espectaculares. Por este motivo, nos pasamos los primeros días averiguando cómo podemos enviar la moto a Bombay. Empezamos visitando el aeropuerto, donde nos envían a un pequeño ecosistema lleno de pequeñas tiendas que se dedican a enviar paquetes a todo el mundo. Las visitamos una a una, y es difícil comunicarnos, pues casi nadie habla inglés. Hasta que encontramos a Osama (que nos remarca que no es Bin Laden). Nos dice que enviar la moto es súper complicado y caro. Solo la caja nos valdrá unos 300 euros. Lo estudiará y nos llamará para decírnoslo. Y cuando llega al noche, recibimos su llamada. La broma nos costaría unos 2.500 euros. Va a ser que no. Entonces optamos por la otra vía: ir al puerto a ver si la podemos enviar por mar. Después de muchas entrevistas en varias oficinas donde la mitad de sus trabajadores dejan de trabajar para atendernos realizando mil llamadas y ofreciéndonos pasteles mientras esperamos, todos nos acaban comentando que es casi imposible. Solo se puede hacer si eres una empresa. Si eres un particular, la cosa cambia. No obstante, a través de uno de los contactos llegamos a las oficinas de una empresa del WTC, que nos comenta la puede enviar por unos 700 euros. Perfecto. El problema es que tardará casi un mes en llegar a Bombay. Pero no tenemos otra opción. No somos ricos, y no tenemos los suficientes sponsors. Si te fijas verás que has leído el proceso del envío en dos párrafos, pero en tiempo real duró unos 5 o 6 días, que fueron muy movidos y estresantes. 35
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Moverse por aquí es muy complicado, y no paramos de visitar oficinas y más oficinas, algunas de las cuales estaban a 25 kilómetros de distancia. Y aquí el tráfico no es el mismo que el que hay para ir de Ripoll a Olot, por poner un ejemplo. Además del intenso calor, de no saber del cierto dónde vas, pues las calles no aparecen en el google maps, aquí casi nadie habla inglés. Pero un día, no sabes exactamente cómo, por fin te encuentras en el puerto ante un container gigante abierto con Richard al lado esperando a que te den la orden para entrarla y atarla. Y todo gracias a Hakan, un chico que trabaja en unas oficinas del mismo puerto que nos ayudó con toda la burocracia, que no es poca: cruzar la frontera, sellar el carnet de passages (el pasaporte de la moto), tratar con la policía para revisar el equipaje, tratar con los trabajadores del puerto, y firmar mil papeles que aún hoy no sabemos de qué trataban. Solo ese proceso nos llevó unas 10 horas. Y por si fuera poco, al final del día, con sus compañeros de trabajo, nos suben a su coche y nos acompañaron al centro de Estambul. Durante el trayecto les contamos lo que nos ocurrió con la moto la noche anterior. Eran altas horas de la mañana, cuando ya hacía horas que dormíamos y cuando personalmente estaba disfrutando de un sueño que resumía nuestro viaje desde Dubrovnik hasta Estambul, fue cuando la alarma de Richard me despertó. Estábamos en un tercer piso y la oíamos como si estuviera bajo nuestra misma sábana. Salté de la cama como un canguro, me puse los pantalones botando como un conejo y bajé por las escaleras corriendo como un gato asustado. Al llegar a la moto apagué la alarma y miré a ambos lados de la calle. Solo vi al chico que trabaja en el hotel y a un par de sus amigos. Fue entonces cuando se me acercó riendo y me dijo que había sido él. Quería hacerse una foto con Richard. Qué miedo tengo cuando pienso en lo que nos puede ocurrir en la India. Y ya está. Por fin tenemos el problema del envío de la moto solucionado. A partir de ese momento podemos relajarnos y dedicar el tiempo a visitar la ciudad donde la palabra “otel” se escribe sin “h”, donde cada día alguien se levanta a las 4:30 de la mañana para enchufar unos altavoces que te despiertan con cantos a las 5 de la mañana, y donde puedes encontrar un “frigodedo” en cualquier heladería. Aprovechamos nuestros días para visitar hasta su último rincón, especialmente el Gran Bazaar, que hacía años que quería ver con mis propios ojos. Sin embargo, aunque es muy interesante, me decepciona un poco. Lo esperaba más grande, con más bullicio, más gritos, y sobretodo más locura. Lo veo ordena36
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do, educado, limpio. Es genial y obligatorio, pero no es lo que esperábamos. En cambio, las mezquitas Aya Sofía y Sultan Ahmet sí que impresionan. No solo los edificios en sí te dejan con la boca abierta. Los rituales que realizan los creyentes en su interior también nos dejan impresionados. Para entrar, nos obligan a sacarnos los zapatos y a Lore, a esconder parte de su cráneo con un pañuelo. Una de las tardes quedamos con Hakan para tomar un café desde una terracita de ensueño. Pasamos un rato encantador que nos ayuda a conocer un poco más el país, pues nos habla abiertamente de todo. ¡Mil gracias por tu compañía y ayuda, Hakan! Y así van pasando los días hasta que tenemos que coger el vuelo para ir a Bombay. Se acaba una etapa del viaje. A partir de ese momento todo será diferente. Otro continente, otras experiencias. Lo peor que podría pasar ahora es que uno de los dos sufriera un ataque de apendicitis en pleno vuelo, para esperar ser operado en un hospital de Bombay. Solución al acertijo: El hombre había saltado de un avión con un paracaídas que no se abrió. Ese era el paquete que tenía a su lado. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Igor Ivanisevich. Subotica (Serbia). Ser feliz con mi familia. Alen Ackar. Mostar (Bosnia-Herzegovina). Visitar Nepal. Zoran Vasovic. Cacak (Serbia). Recorrer la Ruta 66 de Estados Unidos con moto. Petar Bogicevic. Cacak (Serbia). Tener suficiente dinero para poder conducir la moto por todo el mundo durante años. Aydin Gundogdu. Antalya (Turquía). Ir de Turquía a Inglaterra con moto. CURIOSIDAD. El 90% se olvida. ¿Cuántas veces nos hemos despertado en mitad de la noche con el sueño que acabamos de tener completamente nítido en la memoria y, tras volver a dormirnos y levantarnos, no recordamos nada? Si son pesadillas, no nos importa eliminar de los recuerdos esos sueños desagradables. La cosa cambia cuando el sueño nos resultaba placentero y tampoco conseguimos recuperarlo del olvido. Para bien o para mal, sólo recordamos el 10 por ciento de los sueños. 37
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DEDICACIÓN. Como el pasado siempre está presente en nuestro viaje, esta crónica está dedicada a mis amigos de Barcelona, Sergi Coulibaly, Jordi Bransuela, Reif Berdegué, Marta Nonell y Assumpta Planas, y a los que coincidí en Tiempo BBDO, en especial a Javi, Dani, Manu, Ferran, Alberto, Ariadna, Miguel y Ramon. A cada uno de ellos, un especial abrazo de esos que dejan sin respiración, pero solo durante unos segundos. Más tiempo podría ahogarnos a todos. CONTACTO ÚTIL: Mecánico que nos cambió el neumático: Moto servis Bogicevic. Pedrag Bogicevic. S. Prvovencanog 55. Cacak. Serbia. Tel. 032333201. INSPIRACIÓN: “EL SUEÑO”, de Jorge Luis Borges. Si el sueño fuera (como dicen) una tregua, un puro reposo de la mente, ¿por qué, si te despiertan bruscamente, sientes que te han robado una fortuna? ¿Por qué es tan triste madrugar? La hora nos despoja de un don inconcebible, tan íntimo que sólo es traducible en un sopor que la vigilia dora de sueños, que bien pueden ser reflejos truncos de los tesoros de la sombra, de un orbe intemporal que no se nombra y que el día deforma en sus espejos. ¿Quién serás esta noche en el oscuro sueño, del otro lado de su muro?
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Capítulo 6. El bisturí oxidado. (India – parte I). 30 de septiembre de 2014. Querida abuela, Esta crónica está dedicada solo a ti. P.D.: Sé que no entiendes muy bien esto que estamos haciendo. Me refiero a lo de dejar el trabajo, venderlo todo, y empezar un viaje absurdo cuando tengo 40 años recién cumplidos y cuando el país está como está. Pero como me conoces, también sé que sabes que pienso que la vida es como el souvenir que te traje de Estocolmo, ese que tiene forma de bola de cristal con el decorado de un pueblecito en su interior, y que se tiene que agitar con la mano para levantar la nieve que reposa en su base y pueda recobrar una belleza aún mayor. Y a lo mejor pienses que empezamos este viaje para escapar de nuestras vidas, y quizás tengas un poco de razón, pero yo te diré que viajamos para que lo que no se nos escape sea la vida. Para que cuando nos vayamos de este mundo estemos convencidos que lo hemos dado casi todo, sin podernos lamentar de las oportunidades que tuvimos y que no aprovechamos, como les pasó a los pacientes de la enfermera australiana que mencionamos en el capítulo 1 de nuestro viaje. Un día moriremos, pero los otros, no. Y queremos asegurarnos que antes de partir, durante ese tiempo habremos cumplido el máximo de sueños. Pero también sé que no dirás nada. Tus pensamientos quedarán en eso, en pensamientos, y aceptarás que emprendamos este viaje sin querer interferir en nuestra voluntad. Además, creo que en el fondo también te gusta, pues te encanta recibir las postales que te enviamos de cada país que visitamos, o te apasiona leer nuestro día a día en el nuevo Tablet que os habéis comprado únicamente para poder seguirnos. Y como no seré yo quien te vaya a decepcionar, aquí tienes un pequeño resumen de cómo fue nuestro aterrizaje en uno de los países más peculiares que existen en el mundo: La India. Y lo tendré que hacer con una pequeña mala noticia, pues la entrada al país no fue muy positiva. Fue poco antes de subir al avión, en Estambul, cuando mi estómago empezó a dolerme. No era un dolor normal. Intenté solucionarlo yendo a los servicios del aeropuerto, pero la cosa no iba por aquí. Pensé en aguantar un poco con la espe39
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ranza de que me pasara. Además, pocas opciones más tenía, pues en unos minutos embarcábamos en el avión. Aguanté y aguanté, disimulando el dolor para que Lore no se asustara. Los que la conocemos sabemos que es un espíritu sufridor de abuela como el tuyo, atrapado en un cuerpo de chica, por lo que hechos como este le pueden afectar muchísimo. Y así estuve hasta llegar a mi asiento. El avión despegó y el dolor parecía disminuir un poco. Hasta incluso pareció desaparecer. Quizás por la distracción de una película que me gustó bastante y que desde estas líneas recomiendo, titulada “Nebraska”. Pero al acabar, el dolor venía y se iba. Intermitentemente. Hasta que llegamos a Mumbai a las 6 de la mañana. Allí pareció desaparecer del todo. Pero ni mucho menos. El tormento seguiría unas horas más tarde. Como no podía ser de otra manera, la llegada a la India fue como es el país: rara. Solo aterrizar, nos ponen en cola y nos hacen rellenar un papel conforme no hemos estado en países con riesgo de contagiarnos del ébola, la nueva epidemia de moda que amenaza con acabar con la raza humana. Fue extraño porque ante mi había un hombre que intentó sobornar al que repartía los papeles con un fajo de billetes en la mano. El repartidor ni se dio cuenta, pero sí su compañero, que saltó ante el sobornador con euforia preguntándole “how can I help you?”. Cuando por fin logramos entregar el certificado llega el momento de cruzar la frontera del aeropuerto y nos plantamos ante esas casillas en las que te piden el pasaporte y que tienes que esperar tu turno. Mientras disfrutamos de la cola, vimos a una pobre española de unos 50 años mostrando dos pasaportes, el suyo y el de su marido (supongo), que estaba tirado en el suelo 10 metros más allá borracho como una cuba insultándola con palabras que no voy a reproducir aquí por si acaso lo lee algún niño. La pobre mujer no solo sufrió los ataques de ese hombre, sino que también tuvo que aguantar que su cola no avanzara, hecho que ponía nervioso a todos los afectados. Hasta que su marido se incorporó como pudo y fue hasta el mostrador balanceándose como el péndulo de una campana. En ese momento, un policía acompañó a la pareja feliz hacia un cuartelillo. Nunca más supimos de ellos. Como eran las 6 de la mañana, decidimos almorzar en el aeropuerto para cargar pilas. Era mi segundo viaje a la India, por lo que sabía que a Lore quizás le costaría un poco adaptarse. La India es dura. Mucho. Por eso no tenía prisa en coger un taxi y entrar en la selva de Bombay, que de paraíso no tiene nada (desconozco si Hawai sí lo tiene). Prefería tomar un poco de aire antes de zambullirnos en esa ciudad de 80 kilómetros de diámetro llena de gente en la que no hay coche que no toque el claxon. Todos lo utilizan. En todo momento. Aunque no suceda nada. 40
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Pasan más tiempo con el dedo en la palanca del claxon que con la mano en el cambio de marchas. Me pregunto qué les deben enseñar en las autoescuelas (si es que van). Seguro que la primera lección se titula “Tocar el claxon en todo momento”. Hoy he visto a un coche que no tenía ningún otro vehículo a 10 metros a la redonda y lo utilizaba. ¿Para qué?. ¿Hacia a quién?. Más o menos a las 7 nos decidimos y nos fuimos al centro, donde encontramos el Modern Hotel. Y no te ofendas, abuelita, pero tú tienes mucho más de moderna que ese hotel con habitaciones minúsculas llenas de humedad que te pueden llegar a deprimir como a un payaso con una nariz roja de segunda mano. Como no teníamos ganas de pasar mucho rato en ese agujero, decidimos dejar las bolsas e ir a dar una vuelta. La calle del hotel era la típica de este país, con suciedad y cuervos por todas partes, un aire que transporta un olor fermentado que penetra en tu alma y que dejaría grogui al mismísimo Jean-Baptiste Grenouille, un ruido eterno que se instala en las entrañas de tu cerebro, y con gente, animales e insectos saliendo por todos sus rincones. Ojalá las fotos que mostramos, además de la imagen, pudieran transmitir el olor y el sonido. Si fuera así, creo que dejarías de leer esta carta ahora mismo y apagarías el ordenador. Sobretodo si pasaras cerca de esa mujer que vimos ante un semáforo en rojo en una calle céntrica de la ciudad, que mientras esperaba para cruzar la calle, como si nada, se subió las faldas, se agachó y empezó a defecar en la acera sin importarle que nadie la viera. ¡Y de hecho era así, pues nadie la miraba! Sólo los turistas como nosotros. Aquí, la gente ya está acostumbrada a ver diariamente actos como este. Y fue entonces cuando mi dolor volvió a recobrar vida. De hecho, nunca se había ido, pero hasta el momento había sido muy flojito. Decidimos ir al “shopping center” en el que nos registraron a fondo antes de entrar a ver si encontrábamos un poco de tranquilidad y una farmacia, pero no hubo suerte. Allí no había ninguna de las dos cosas. Solo encontramos un McDonalds con escarabajos moviéndose entre la comida cuyos trabajadores reivindicaban su inocencia alegando que procedían del restaurante vecino, y un cine donde proyectaban la película de moda de Bollywood titulada “Bang, bang!”, en cuya portada el musculoso actor de moda abrazaba a su enamorada con una sola mano clavándole una penetrante mirada de lince mientras con la otra mano dispara a los malos sin mirar a escasos centímetros de la piel de su amada con el consecuente peligro de quemarla. Por lo que le describí a Lore, me dijo que tenía todos los síntomas de estar padeciendo un ataque de apendicitis. Estábamos desesperados. Lo último que queríamos es tener que visitar un hospital de un país como la India. No me imagino estirado en una camilla sucia ante un médico sin guantes con un bisturí oxidado 41
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en su mano a punto de abrirme y con un título universitario de dudosa procedencia diseñado con Photo Pain colgado en la pared de su despacho. Pero el dolor no disminuía. Y cuando vives ese tipo de situaciones te das cuenta que la vida es un instante que, en ocasiones, puede parecer más larga de lo que realmente es. ¡Tan rápido que pasa el tiempo cuando todo va bien! Sin embargo, cuando algo te duele, el tiempo se ralentiza y se alarga como un blandiblub, que nunca se acababa. Ante esa situación, optamos por salir del centro y coger un taxi para que nos condujera a la farmacia más próxima. El pobre no entendía nada. Así que se paró en plena calle y preguntó a unos transeúntes si alguien hablaba inglés. Afortunadamente, uno le tradujo la palabra “farmacia” en hindi, por lo que a los diez minutos apareció ante nosotros como por arte de magia. Lore saltó del coche a toda prisa y entró. Desde la ventana vi que hablaba con el farmacéutico. Me temía lo peor. Sin embargo, en unos minutos volvió con unas pastillas, que me tomé en el acto. Entonces volvimos al agujero del Modern Hotel a esperar que surgieran su efecto. Y efectivamente el dolor casi desapareció. Aprovechamos para estirarnos en la cama y relajar el cuerpo ante tanto estrés y tanto sueño para abandonarlo a su suerte ante posibles amenazas en forma de insecto y dejarlo dormir. Al cabo de dos horas, nos despertamos y el dolor casi había desaparecido. Optamos por aguantar a ver cómo evolucionaba. Me tomé unas pastillas cada 6 horas, y así fui olvidando el dolor con la esperanza que no volviera. Lentamente todo volvió a su estado natural y quedó en un susto que, según mi enfermera particular, puede volver a ocurrir en cualquier otro momento. Su diagnóstico, efectivamente, era que había tenido un pequeño ataque de apendicitis. Si volvía y era más fuerte, no tendríamos más remedio que llamar a la puerta de un hospital. Como el centro de Bombay es un caos y es muy caro para tratarse de la India, decidimos buscar un hotel a las afueras, donde nos alojamos tres noches. Las suficientes para estudiar qué haríamos mientras esperábamos la moto, que tenía que llegar al cabo de unos 25 días. Así pues, decidimos coger el tren durante 13 horas y dirigirnos a Goa, una burbuja dentro del estrés de la India que hasta el año 1961 había sido una colonia Portuguesa. No nos apasiona esperar la moto, pero no tenerla también nos permite viajar con el medio de transporte más popular del país: el tren, la herencia que dejaron los ingleses durante su conquista, conjuntamente con el cricket, el deporte nacional del país, y su idioma. Si se visita la India, subirse a uno y experimentar las sensaciones que se viven es casi obligatorio. Y como esta vivencia se merece un capítulo a parte, ya hablaremos más a fondo de ella no en la próxima crónica, sino en la siguiente, que hemos titulado “concierto de ronquidos, pedos y eructos en do mayor”. Cada cosa en su tiempo. Si nosotros podemos tener paciencia esperando la moto, tú también 42
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puedes tenerla. Y así fue nuestra entrada en la India, un país que parece estar lleno de niños (los niños son niños y los adultos son niños con bigote), y en el que todo está al revés. Lo que en Europa entendemos como un símbolo nazi, en este país, el logotipo que utilizaba Hitler, invertido, es un símbolo de paz que lo puedes encontrar dibujado en todas partes; aquí puedes ver hombres con otros hombres andando cogidos de la mano, pero no porque sean gays, sino para demostrar su amistad; para decir que sí, aquí asientan la cabeza del mismo modo que en el resto del mundo la asentamos para decir que no; aquí la gente no tiene problema de bajarse los pantalones o levantarse la falda en plena calle de una gran ciudad para ponerse en suspensión y defecar ante tus ojos sin pudor alguno, para después usar la mano izquierda para limpiarse (la derecha sirve para comer); eructan y se tiran pedos a tu lado mientras estás comiendo, o escupen en el suelo sin problema no sin antes realizar un ruido con la boca que en Europa y muchas otras partes del mundo calificaríamos de “asqueroso”. Pero este es justo el problema. Si quieres visitar la India, no intentes entender nada. Ni se te ocurra comparar su cultura con la tuya. Si lo haces, puedes acabar loco y puede que te supere. Conocemos casos de personas en los que venían para pasar un mes, y no duraron ni tres días. La India es dura. Es una locura. Y como dicen que la inteligencia no es otra cosa que la capacidad de adaptación al cambio, nosotros intentaremos hacerlo tan bien como podamos. Y si vemos que aquí todo es al revés, nuestros actos también irán en esa dirección. Como esta carta, cuya Post Data es más larga que la misma carta. Seguramente aquí se escriban así. “Allá donde fueres, haz lo que vieres”. Esa es la premisa. Nos tenemos que adaptar al máximo. Si quieres sobrevivir a un país como este no hay más remedio. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: “Shiva”. Colva (India). Poseer muchas selvas y verlas crecer. Bidhuthy Mahakud. Majorda (India). Tener mi propia tienda de vinos. Dulma. Colva (India). Volar con avión. Renata Ruiz Velasco. México D.F. (México). Ir a esquiar a los Pirineos. Diego Naranjo. México D.F. (México). Viajar montado en un dragón. “Ganesh”. Colva (India). Poder visitar a mi madre, que vive en Karnataka. Abhinash Rao. Colva (India). Ser profesor.
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Capítulo 7. Mono de moto. (India – parte II). Si pisar una mierda significa tener buena suerte, a estas alturas del sueño debería ser el hombre más afortunado del planeta. Y no solo porque haya aplastado más de una, sino que también porque he pisado de todo tipo: de vaca, de perro, elefante, humanas y vete tú a saber de qué otro animal. Pero desafortunadamente este no es el caso. De suerte, poca. Hace ya casi un mes que llegamos a Colva Beach, un pueblecito de Goa, el estado más pequeño de la India famoso por la visita de miles de hippies procedentes de todo el mundo. Y digo que no tenemos suerte porque aún no nos ha llegado la moto. Nos dijeron que tardaría unos 25 días, y al final serán unos 40. Estamos un poco desesperados, porque además que esta situación nos tambalea un poco el viaje, ya nos conocemos cada metro del pueblo. Y por si fuera poco es época de monzones y llueve casi cada día. Los primeros días brillaba un sol radiante, pero empecé a sospechar que algo no iría bien cuando tomando un batido de chocolate en una terraza del pueblo vi a una nativa con un paraguas. Con el calor y el sol que hacía, no lo acabé de entender. Un mes después de estar por aquí, ahora todo me encaja perfectamente. Aquí te puedes levantar por la mañana bajo un sol abrasador, y en un minuto puede caer una tormenta perfecta con tanta intensidad que te puede reventar el paraguas hasta dejarlo como un queso gruyer. Total, que así están las cosas y así te las contamos. Pero como en todo viaje lo importante no es el destino sino el trayecto, intentaremos disfrutar de cada día al máximo bajo estas circunstancias y también aprovecharemos para descansar, intentar comer bien y cargar pilas. Nos espera un viaje al puerto de Bombay que seguro será estresante, y una ruta por el interior del país llena de sorpresas después. Por el momento nos alojamos en un hotel que nos otorga todo lo que ahora necesitamos: tranquilidad, buen precio, buena compañía, limpieza, buena comida e incluso una piscina. Gracias a él, el tiempo pesa menos. Además, por problemas con el agua nos cambiaron de habitación. Como es temporada baja y ya nos conocemos, nos enviaron a una de las suites del hotel con tele en la que se puede ver el HBO, un canal en el que no paran de dar pelis. También aprovechamos para leer un poco, como el libro titulado Sifarnodo de mi amigo JuanDe Sáez Clavijo, un poeta que trabaja en Dynamic Line del que os apunto un extracto que encaja perfectamente con el espíritu de nuestro proyecto: 44
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“Necesito la ropa tendida, necesito un cajón de recuerdos, necesito un armario de invierno repleto de vida y de sueños, necesito una macetita donde enterrar los miedos, necesito un rincón en la cama donde mirar hacia el norte y de una vez, de verdad necesito, que al llegar la luz del día, mi maleta yazca vacía”. Durante estos días hemos hecho un poco de todo, empezando por visitar el peluquero para poner mi pelo a raya, que andaba a sus anchas desde ya hacía semanas. Visitar el Sai Hair cutting saloon fue toda una experiencia. Como siempre que entras en un lugar así, solo tienes una opción: dejarte llevar. De esta manera, el peluquero hizo gala de sus amplios conocimientos para lograr rebajar el peso de mi cabeza. Para tal cometido, usó unas tijeras oxidadas que al cortar hacían un ruido que estaba muy alejado del ruido que hacen las tijeras acabadas de comprar. También utilizó una navaja para cortar las patillas y el pelo de la nuca. Como casi no cortaba nada, me raspó la piel hasta dejármela morada. Pero no pasa nada. Yo me adapto a esto y a lo que haga falta. Afinó tanto el trabajo que también me cortó los pilongos, esos pelillos que salen de la oreja, que dicen son símbolo de la entrada del otoño de tu vida. Al haberlos eliminado, supongo que he viajado en el tiempo y vuelvo a disfrutar del verano. Y así hasta llegar al final de la sesión, momento en el que dejó todos sus instrumentos en el mostrador y empezó a golpear mi cabeza con sus manos como si tocara unas congas. En una semana ya nos conocíamos el pueblo como la palma de nuestra mano. Se trata de una sola calle en el que hay tiendas para turistas a ambos lados. Cada día nos saluda el niño de la tienda de souvenires, la mujer de la tienda de ropa, la pareja de la tienda de móviles, el taxista, los chicos del rickshaw, el ayudante del conductor de autobuses que no para de gritar “Margaoooo, Margaooooo“, los mecánicos del taller de motos similar al de Can Puntí… Todos. Al no haber más turistas, supongo que damos un poco la nota y somos el blanco de sus miradas y pensamientos. Y gracias a todos ellos pudimos intuir cómo perciben a las mujeres en este país. No sabemos por qué, creemos que son muy optimistas en este sentido. Sobretodo con las extranjeras. Quizás piensen que todas son muy efusivas, liberales y modernas. Por este motivo, hubo muchos diálogos cortos como el de este taxista de unos 50 años con Lore justo cuando nos cruzamos por su lado andando tranquilamente: Taxista: Hi! Do you want a taxi? Lore: No, thanks. Taxista: I love you. See you later. Pero Lore nunca fue. Más de una persona se ha acercado a Lore para tan solo 45
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preguntarle “Can we be friends?”, o para tirarse fotos con nosotros, como si fuéramos estrellas de Hollywood. Como se hace en todas partes de la India, al final de la cada jornada hemos disfrutado de las famosas puestas de sol, que son todo un ritual. Cuando el astro rey decide acurrucarse con la manta verde de un mar cristalino para despedirse del día es cuando Colva Beach se detiene durante unos instantes y disfruta de un momento mágico que se puede vivir cada atardecer. Y nunca cansa. Siempre quieres más. Son como los pistachos. Nunca tienes suficiente. Al tener tanto mono de moto, alquilamos una durante dos días. El primero la utilizamos para visitar Panjim, la capital de Goa. Durante el trayecto de 40 kilómetros, además de tenernos que parar intermitentemente durante el camino porque llovía, tuvimos un episodio oscuro con un policía. Aquí puedes ver motos que cargan hasta a cinco personas, una que lleva una escalera de casi tres metros, e incluso hay quien la utiliza para cargar cerdos. Pero no, el poli nos detuvo y nos dijo que nos multaba porque no llevábamos casco. Sorprendido, le pregunté el motivo por el que no paraba a las otras motos mientras le señalaba a la gran cantidad de motoristas que pasaban por nuestro lado sin casco. El poli, sin decir nada, se lleva mi carnet de conducir internacional a su casilla del lado de la carretera y rellena una multa, que asciende a la friolera de 100 rupias (1,20 euros). Mientras la escribe, le pregunto dónde la tengo que pagar, y me responde que allí mismo. Es entonces cuando, felicitándole, le insinuo que el dinero es para él. O más bien dicho, se lo digo directamente: “Very nice, very nice. Now you can keep the money”. En el acto, ese poli se levanta, se vuelve loco y empieza a gritarme repitiéndome “Don’t tell me thisss” una y otra vez. Todo, mientras me coge el billete de 100 rupias de mi mano y lo esconde en el bolsillo de la parte trasera de sus pantalones. Al verlo tan nervioso (dicen que las verdades ofenden), optamos por subirnos rápido a la moto y aunque no tenemos pito, salir pitando. Hasta que llegamos a Panjim, donde nos estamos medio día. Y como perderse no es en absoluto una pérdida de tiempo, el otro medio lo dedicamos a conocer carreteras solitarias y misteriosas que nos conducen a destinos más o menos atractivos. Más que menos. Unos días más tarde volvemos a alquilar la misma moto. En esta ocasión para visitar Palolem por recomendación de Olguita y Francisquito. Durante el trayecto, nos vuelve a salir un poli de la nada que se coloca en medio de la carretera ordenándonos el alto. Supongo que como el de unos días antes, ve un fajo de rupias gigantes conduciendo una moto. Y como no hay nada como la 46
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experiencia para saber cómo reaccionar, decido dar gas a tope a esa movilette roja para hacer algo que nunca había hecho hasta ahora en toda mi vida: darme a la fuga. Y si no lo has hecho nunca no te puedes ni imaginar la sensación de libertad que uno tiene al hacerlo, y más si quien va detrás de ti es tu pareja tronchándose de risa. Palolem es una ciudad costera, y como todas las de la zona, muy bonita y recomendable. Aprovechamos para comer delante del mar tranquilamente disfrutando de un paisaje de poema. Y por la tarde volvemos a Colva Beach, el pueblecito de una calle con el hotel que nos lleva hospedado amablemente desde ya hace bastante tiempo. Abro paréntesis. Mientras escribo esto son las 11 de la noche y hemos percibido a un indio en el pasillo del hotel espiando por la cerradura de la puerta de nuestra habitación. Cierro paréntesis. Durante este período también celebro mi 40ª aniversario. Y lo hicimos tirando la casa por la ventana: alquilamos otra moto por 2 euros (al ser nueva, el propietario nos dijo que no tenía seguro porque no lo necesitaba) y visitamos de nuevo Panjim para ir a la mejor pastelería de Goa a comer dos donuts de chocolate artesanales bañados con nata. Poca broma. Y por la tarde tengo una experiencia vital fruto del regalo que me ha preparado Lore. El recepcionista del hotel resulta ser también el fisioterapeuta del Resort y me practica un masaje indio con aceites que no olvidaré en mi vida. Me hace entrar en una casita de madera diminuta (si utilizo el término “casita” no puede tener otro tamaño), y en ella veo una camilla llena de pétalos y oigo música máquina sonando a bajo volumen. Todo iluminado con una luz tenue, casi ausente. Entonces me saco la camisa y me dejo puesto el bañador. Pero también sobraba. “Take off, take off”, me repite el recepcionista multiusos. Y así es cómo me quedo desnudo ante un indio. Me hace poner boca abajo y me empieza a untar con aceite toda la parte trasera, incluido el culo. Al cabo de unos 20 minutos me hace girar y me repasa toda la parte delantera. Me pone aceite en las orejas, párpados y hasta se detuvo un minuto en mi garganta acariciándola suavemente. Aunque pasa cerca en alguna ocasión, afortunadamente esquiva en todo momento mis partes nobles. Yo me adapto a todo, pero esto sí que no lo hubiera permitido. Soy de plastilina, ¡pero tanto! Y así hasta que acaba un masaje en el que en un par de veces casi me parto de risa por verme en esa situación, una situación muy parecida a otra que tuve en Barcelona con mi amigo Javi, Dani y Manu. En esa ocasión sí que no me pude aguantar y en medio del silencio se me escapó una risa en pleno masaje que oyeron hasta los clientes del piso de arriba mientras nos hacían unas friegas a los cuatro en la misma habitación. 47
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Es entonces cuando el recepcionista acaba con uno de sus tantos cometidos en el Resort y me manda levantar. Allí estoy en pie, lleno de aceite por todo el cuerpo con pétalos pegados en todas partes, hasta en el miembro viril. Me pongo el bañador intentando que no se pegue mucho en mi cuerpo y me voy a la habitación procurando no resbalar para ducharme rápidamente. Y así han ido pasando los días. Con experiencias divertidas acompañadas de mucha paz y tranquilidad. Pero a día de hoy ya estamos un poco cansados. Tenemos ganas de que Richard vuelva. Tenemos ganas de continuar dando forma a nuestro sueño para que al final su huella no sea menos real que la de una pisada. Conducir por el interior de la India tiene que ser espectacular. Pero esa es otra historia que aún no ha llegado y desconocemos cómo será. Y como es de mala educación hablar con la cabeza bacía, aquí lo dejamos. Si quieres, nos vemos en el próximo capítulo. Estás invitado. Y ésta no es de esas invitaciones en las que luego te encuentras que debes pagar para obtener algo. Es totalmente gratis. Y sin trampas. No como el Facebook. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Suresh Bekappa. Kernataka (India). Tener muchas casas y coches en todas partes. Parasuram Bekappa. Karnataka (India). Que mis hijos puedan estudiar. Francis D’gama. Mapsha (India). Ser propietario de un restaurante. Atif Shaikn. Bihar (India). Tener un negocio grande y una casa pequeña. Kapil Deobansi. Bombay (India). Ser jugador profesional de críquet. Pratiyush Singh. Bombay (India). Trabajar en la banca. CURIOSIDAD. Soñar borra el dolor. Cuando soñamos, concretamente en la fase REM del sueño, las sustancias químicas generadoras de estrés dejan de producirse y el cerebro procesa las experiencias emocionales del día a la vez que suaviza los recuerdos negativos o dolorosos, tal y como concluía recientemente un estudio neurocientífico de la Universidad de California en Berkeley. DEDICACIÓN. Va por vosotros: Patas e Irene, David Guimerà, Andrada y Claudiu, mis ex socios Eudald Rota y Arnau Birba, mis amigos de Campdrodon Jesús Vilarrassa 48
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y Xevi Moret, Joan Casademont y David García, y Montse Casamitjana y Lidia Raurell de mi divertida etapa en La Molina. Una pizca de sal es importante en la vida. Muchos de los recuerdos que tengo están al punto gracias a la vuestra. INSPIRACIÓN: “SÓLO EN SUEÑOS”, de Jaime Sabines. Sólo en sueños, sólo en el otro mundo del sueño te consigo, a ciertas horas, cuando cierro puertas detrás de mí. ¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan, y ahora estoy preso en su sortilegio, atrapado en su red! ¡Con qué morboso deleite te introduzco en la casa abandonada, y te amo mil veces de la misma manera distinta! Esos sitios que tú y yo conocemos nos esperan todas las noches como una vieja cama y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen. Me gusta decirte lo de siempre y mis manos adoran tu pelo y te estrecho, poco a poco, hasta mi sangre. Pequeña y dulce, te abrazas a mi abrazo, y con mi mano en tu boca, te busco y te busco. A veces lo recuerdo. A veces sólo el cuerpo cansado me lo dice. Al duro amanecer estás desvaneciéndote y entre mis brazos sólo queda tu sombra.
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Capítulo 8. Concierto de ronquidos, pedos y eructos en Do Mayor. (India, parte III). El tren de la India merece un capítulo a parte. Si visitas el país de Gandhi, no puedes perderte la experiencia de viajar en uno. Puede ser o tu mejor recuerdo, o tu peor pesadilla. Tú elijes. Lo que está claro es que no te dejará indiferente y no lo olvidarás en toda tu vida. Durante el tiempo que estuvimos sin Richard, lo utilizamos en dos ocasiones. La primera, para ir de Bombay a Goa, y Lore lo pasó francamente mal. Fueron 13 horas en las que eligió estar tensa y nerviosa por culpa de una rata que se paseaba por entre los asientos y que no le permitió cerrar un ojo en todo el trayecto. Ni el otro tampoco. Estuvo en blanco toda la noche. Suerte que en el de la vuelta no apareció ninguna y la cosa fue mucho más calmada y divertida, sobretodo por los jóvenes alumnos de una escuela de Bombay que volvían a casa después de pasar unos días en Goa. No pararon de preguntarnos cosas curiosas y de fotografiarse con nosotros. Nos dijeron que por ser extranjeros y elegir su país para viajar, nos veían como una clase de Dioses. En fin, como no cuesta nada hacer feliz a la gente, y menos si son niños, pues nos hicimos tantas como ellos quisieron, hasta que la gente mayor les echó de nuestro comportamiento, pues no les dejaban ni dormir. La Indian Railways, el medio de transporte más utilizado del país, fue obra de los ingleses durante su colonización y es la segunda mayor red ferroviaria del mundo, pudiéndote conducir a cualquier punto del país. Para llevarlo bien mientras lo utilizas solo tienes que relajarte, activar el piloto automático en modo “no hay prisa”, procurar adaptarte tanto como puedas, y disfrutarlo. Aunque no te apasione. Pocas veces en la vida habrás vivido algo así, por lo que merece toda tu atención y tu positividad. Como los viajes acostumbran a ser maratonianos, lo más seguro es que tengas que dormir durante el viaje. Para tal cometido, lo mejor es que compres un billete para la “Sleep class”, en el que tendrás la oportunidad de estirarte en una de las literas del vagón. De todas maneras, dormir en una es una tarea complicada, sobretodo si se es un principiante. Ya sea por el traqueteo del tren, por los ronquidos, pedos y eructos de los vecinos o porque la litera es demasiado dura o sucia, cerrar los ojos y empezar a soñar puede llegar a ser una utopía. Pero si lo consigues, que no cunda el pánico si te despiertan a media noche con una suave caricia en los pies. No lo podemos asegurar, pero creemos que 50
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podría ser debido a la curiosidad que sienten los indios por tocar unos pies tan poco curtidos como los de los occidentales, o bien por la costumbre supersticiosa de acariciar una piel tan pálida como la nuestra. Y si Vishnu, el dios de los sueños hindú, te ha permitido dormir un rato, los despertares en este medio de transporte pueden ser una experiencia no apta para corazones frágiles. Es posible que te encuentres en una situación que te despeje la mente tan rápida como tres cafés instantáneos, aunque no hayas pegado ojo en toda la noche. Uno debe tener un mínimo de sangre fría para aguantar la mirada a la gente que puntualmente va pasando una tras otra a pedir limosna después de que el revisor te haya despertado a gritos a las 6 de la mañana para ofrecerte algo de comer. Aguantar el tipo con serenidad y atender primero a una viejecita con los ojos totalmente en blanco, a un niño de 10 años con la cara desfigurada después y a otro sin piernas siguiéndole es algo tan difícil de lograr como de olvidar. Se puede viajar en avión, pero si quieres impregnarte de la esencia de este país no puedes perderte un viaje en tren. Es obligatorio. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Manish A. Gupta. Bombay (India). Estudiar el curso médico M.B.B.b Doctor. Amrinder Singh. Bhopal (India). Ayudar a la gente. Mangesh Anand. Bombay (India). Viajar por todo el mundo. Akash. Bombay (India). Ser ingeniero de automóviles. Vishal Sharma. Bombay (India). Trabajar de mercante naval. CURIOSIDAD. Soñamos en tiempo real. A pesar del mito de que nuestros sueños ocurren en una fracción de segundo, en realidad pueden durar 20, 30, o incluso 60 minutos. Lo más probable es que solo duren un par de minutos al principio de la noche y vayan alargándose a medida que avanza la noche y aumentan los movimientos oculares rápidos. DEDICACIÓN. Dicen que tener un piano no te hace pianista, de la misma manera que tener un hermano no te hace hermano o tener un hijo no te hace padre. Pues yo puedo afirmar que tengo un hermano. El mejor. Y como es mayor que yo, 51
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tomo nota de cada acto que realiza. Porque tu hermano mayor es el ejemplo que quieres seguir. Tiene más experiencia y sabe qué camino debe mostrarte. En mi caso, cada día ha sido así. Mi hermano ha sido toda una inspiración. Cada día ha asumido su rol de hermano mayor, ese que tiene que dar ejemplo con su actitud y con sus valores, y que debe guiar y cuidar del pequeño. Recuerdo cada consejo que me ha dado durante todos estos años como si fueran un tesoro. Hay más de cien seguro. Y la de veces que me ha llamado por teléfono cuando sabía que estaba preocupado por algo, aunque fueran tonterías. Siempre ha estado ahí, y siempre ha sido una persona de las más importantes en mi entorno, que supongo que es como debe ser. De hecho, si me he planteado iniciar esta aventura para probar una nueva vida en Australia ha sido en gran parte culpa suya. Él siempre ha sido especial. Y no solo como hermano, también he podido aprender de él como hijo. Porque en este rol también siempre ha dado la talla. Hace años decidió trabajar en la empresa de mi padre. Y aunque en estas situaciones siempre se dice que esto es ser un “hijo de papá”, pues el hijo ya tiene la vida solucionada y no vive el estrés de trabajar en una empresa con la presión diaria de saber que te pueden echar en cualquier momento, aquí él también siempre estuvo a la altura. Recuerdo que era el primero en llegar al trabajo y el último en irse, agradeciendo de esta manera a nuestro padre el favor que le hacía aceptándolo en su empresa. Nunca llegó un minuto tarde. Perdón, miento. Solo recuerdo que llegó tarde un día, y fue porque había pasado una mala noche por una gripe. Aquí también aprendí mucho de él. ¡La de trabajo que le evitó a mi pobre padre, un hombre ya mayor, gracias a su esfuerzo diario en la empresa! Tiró del carro tanto como pudo para que nuestro padre, ya sin muchas fuerzas y jubilado desde hacía años, sin ninguna necesidad de trabajar, no tuviera que soportar todo su peso, que era mucho. Si ya es un orgullo como hermano mayor, como hijo tiene que ser brutal tener uno así. Y también para mi madre. La de regalos que le ha hecho siempre para su aniversario. ¡No hay año que no se olvide de ella! Y me voy tranquilo porque durante todos estos años sé que la va a cuidar como si fuera un tesoro. En mejores manos no puede estar. Porque para él, lo más importante del mundo son las demás persona, sobretodo su familia. Él siempre está en el último lugar de sus preocupaciones. En definitiva, todo un ejemplo para todo hermano pequeño y una gran satisfacción para cualquier padre y madre. Es imposible no estar orgulloso de él. Seguro que no es perfecto, pero sí es el ideal, de edición limitada. ¡Gracias por todo, hermano mayor!
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INSPIRACIÓN: “POEMA PARA SOÑAR”, de Cuervo Negro. Atrévete a ser como la luz, Aprende a ser imperceptible, Pero no dejes de verte Sin ver a los demás. Extiende tus alas y vuela alto, Toca el cielo con tu alma Y se infinito como el firmamento, Sin salir de tu cama. Sólo recuerda que despertarás Y es labor tuya que tus Sueños sean una fantasía O sean una realidad. Pero nunca dejes de soñar, Porque así exploras tu porvenir Sin olvidarte de quien eres Y sin dejar de ser tú. “…Aprende a soñar viviendo, pero no vivas soñando… Sé como el ave que vuela, pero no olvides regresar a la tierra…”
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Capítulo 9. Síndrome de Münchhaussen. (India, parte IV). Si vienes a la India con tu moto te va a suceder lo que a C3-PO con los Ewoks: serás un Dios. Ya nos habían avisado que seríamos la atracción allí por donde pasáramos, pero no imaginábamos que inundaríamos carreteras remotas de gente cuando nos detuviéramos a beber un poco de agua para aguantar los casi 40 grados de temperatura ambiental. Pero volvamos donde nos quedamos: la llegada en tren a Bombay, una ciudad que no debería llamarse así. No hace honor a su nombre. Debería llamarse “Caos”. Estar alojado en el centro y salir a la calle es de las cosas más estresantes que hemos experimentado en nuestras vidas. Hay ruido, contaminación, suciedad, centenares de personas agrupadas en pocos metros cuadrados, vacas muertas de hambre en medio del asfalto deambulando sin entender nada y mucho, mucho calor. Quizás por este motivo no vemos a muchos turistas. Realmente es a-go-ta-dor. Salir a la calle te deja sin fuerzas. Aunque acabes de llegar de Goa y estés hasta arriba de energía, pisar la ciudad hará que tu depósito de fuerzas se vacíe de golpe y tu reserva se ponga en rojo. El primer día nos alojamos en un hotel del centro para ubicarnos y descansar del largo viaje. Además, estamos cerca de una de las empresas que teníamos que visitar para recoger la moto del puerto, que lo gestionamos el mismo día de la llegada. Se trata de THE FEDERATION OF INDIAN AUTOMOBILE ASSOCIATIONS, la Federación que todo aquel que entre con vehículo propio en la India por mar o aire tiene que visitar para obtener uno de los tantos papeles que se tienen que buscar. Volvemos al hotel y salimos a la calle solo a comprar comida y bebida. Durante poco rato pisamos la calle, pero es tanto el impacto que recibe tu mente mientras paseas que necesitas volver rápido a la habitación para recopilar lo vivido y ordenarlo donde toca. Un país con una religión con más de 2.000 Dioses es imposible que pase desapercibido para tu espíritu. A la mañana siguiente decidimos volver al iHotel, un hotel de las afueras que ya conocemos de nuestra primera visita y que, más o menos, nos proporciona todo lo que necesitamos. Como es viernes, tenemos que esperar al lunes para continuar con todas las gestiones. Aunque tenemos unas ganas locas de ver a Richard, debemos tener paciencia. Mucha. Lo bueno se hace esperar, y Richard es muy bueno. 54
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Así hasta que llega el lunes. Empieza el follón. Por la mañana visitamos la segunda oficina que nos toca, también en el centro de Bombay. En una hora nos entregaban más papeles y nos comentan que ya podemos ir al puerto. Cogemos un taxi con un conductor que no se entera de nada y que no paraba de escupir tabaco por la ventana. Tarda una hora y media en llevarnos al destino. Una vez allí, nos dirigimos a las oficinas del puerto más perdidos que Jack Shepard y sus amigos de la serie que más me ha enganchado en mi vida. Deambulando como una peonza, vamos de una punta a otra hasta que, de repente, nos encontramos sentados delante de una mesa ante quien apostaríamos es uno de los jefes del puerto. Parece buen hombre. Muy educadamente y con un inglés fluido llama a un contacto suyo que cree nos puede ayudar. Quedamos con él la mañana siguiente a las 10, pues el lunes ya se ha fundido. Esa es una buena noticia. La mala es que nos han comentado que el jueves empieza una fiesta de cuatro días para celebrar el nacimiento de Gandhi. Tenemos dos días para sacar la moto del puerto. De lo contrario, deberemos esperar hasta el martes siguiente, con todo lo que ello conlleva (gastos de hotel, de energía, de ilusión… Estamos muy cansados de Bombay. ¿Lo hemos dicho?). El martes a las 10h volvemos al puerto para esperar a alguien que no habíamos visto nunca. Las 11h y no hay nadie. Le llamamos. Nos dice que vendrá a las 11.30h. Las 12h y no hay nadie. Le llamamos. Nos dice que vendrá a las 12.30h. Las 13h y no hay nadie. Le llamamos. Nos dice que vendrá a las 13.30h, y le decimos que no sabemos si creerle. Nos cuelga. Las 13.30h y no hay nadie. Le llamamos y nos dice que vendrá a las 14h. Y no viene. Desesperados volvemos a la oficina del que parece uno de los jefes del puerto y nos vuelve ayuda. Le llama y éste le comenta que no podrá ayudarnos. Pero no nos rendimos. Le suplicamos y nos vuelve a ayudar. Llama a otro contacto, con quien quedamos a las 11h de la mañana siguiente. Si no sacamos la moto mañana miércoles, deberemos esperar casi una semana más, pues empiezan las fiestas. Afortunadamente, ese miércoles sí hay suerte. Aunque nos tenemos que esperar unas 8 horas en un sucio y pudiente sofá lleno de ácaros, por fin, al final del día, nos conducen hasta la moto, que está tapada con un saco sucio para no distraer a los trabajadores. Al despojarla de ese asqueroso saco, vemos como le cambia la mirada al hombre que nos había ayudado durante todo el día. Mientras durante todo el día se había mostrado terco, serio y un poco antipático con nosotros, al ver la moto le brillan los ojos. Intuimos que cuando le habíamos dicho que teníamos que recoger una moto debía pensar que se trataba de una mobilette o algo similar. A partir de ese momento, al ver a Richard, nos trata con más “cariño”, el mismo que percibimos de toda la gente que trabaja allí y que nos empiezan a hacer 55
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fotos y a interrogar. Hay una cosa que les crea muchísima curiosidad: el precio de la moto. En ese momento no somos conscientes que esa será la pregunta que deberemos responder durante el resto de nuestros días en este país. Y hacia las diez de la noche la podemos sacar para dirigirnos hasta el hotel. De esta manera, ya el primer día rompemos una de las normas que nos habíamos propuesto: no conducir de noche. ¡Empezamos bien! Un consejo: si tienes que tratar con indios para algún trabajo o negocio, ni se te ocurra darles prisa. No solo no sirve de nada, sino que aun es peor. Se colapsan, corriendo el riesgo de que el trabajo o negocio salga mal. Tienes que ir a su ritmo. Ellos no se adaptarán a ti. O lo haces tú, o pierdes. Así de fácil. En la India, quien tiene paciencia, la pierde, y quien no la tenga, la gana. Esta ley es inmutable. La mañana siguiente aprovechamos para limpiar la moto a fondo y equilibrar el aire de los neumáticos. Nos esperan más de mil kilómetros para llegar a Agra que seguro no serán fáciles. Personalmente aun no era consciente que estábamos a punto de vivir los días más peligrosos y difíciles que uno puede vivir en una carretera, y que veríamos muchos accidentes, incluso la posible muerte de un motorista atropellado por un camión. Hasta que llega el día. Salimos del hotel temprano por la mañana para tener el máximo de horas de luz solar. Y quedamos sorprendidos. Estamos tan emocionados de volver a compartir nuestro tiempo con Richard que conducimos unos 600 kilómetros sin muchos problemas. Esperábamos que sería más complicado. Pero nada. Todo está bien. El primer día en las carreteras indias va de maravilla. Nos preguntamos si el segundo día será igual. Aún no imaginábamos lo que nos venía encima. Pasamos esa noche en un hotel de Indore, donde nos obsequian con una rebaja de precio para una habitación más que correcta. Allí ya empezamos a percibir el poder de la moto. Aparcada en la entrada del hotel, es la atracción del barrio. Todos se acercan para tocarla, subirse y hacerse fotos. Al principio nos hace un poco de miedo que se monten, pero es imposible frenarlos. Hacen lo que quieren. Su emoción es tal que no pueden evitarlo. Pero volviendo al hotel de Indore, tirado en la cama veo como el chico que nos había ayudado pocos minutos antes a subir las maletas a la habitación y que nos pide agregarlo en nuestro Facebook, publica en su perfil una foto suya encima de la moto con unas gafas similares a las que lleva Silvester Stallone en la película “Cobra”. Solo le falta una cerilla en la boca. 56
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Nos vamos a cenar en el mismo hotel y en medio del primer plato se me acerca un chico que me da un poco de conversa. De repente, saca su móvil del bolsillo, empieza a hablar con alguien, hace una pausa y me pregunta si me puede pasar con su amigo, que quería hablar conmigo. Y así me encuentro hablando por teléfono con alguien que no sé quien es sobre la moto en un inglés indio que me cuesta entender. Subirse a la moto cada mañana es una aventura. Siempre te das cuenta que te lo han tocado todo durante tu ausencia. La marcha está puesta, las luces antiniebla activadas, así como el intermitente… todo. Te das cuenta que durante toda la noche han sobado a Richard por todas partes. Antes de encenderla tengo que revisar cada botón y ponerlo en sitio. Las primeras noches pensé en activar la alarma, pero no tiene ningú sentido. Siempre vendrán indios a ver la moto. El recepcionista llamará a un amigo, este a otro, y acabará rodeada de una multitud durante toda la noche. Y no tienen suficiente con mirarla. También tienen que tocarla. Es inevitable. No hay día en la India que no te sorprendas por algo. Siempre pasan cosas. Algunas agradables y otras no tanto. Por ejemplo, no deja de sorprender algunas de sus costumbres como las que tienen ciertos padres de cortar las piernas a sus hijos recién nacidos para así “regalarles” lo que para el resto de su vida será el oficio de pedir limosna. Eso si, sin antes tener el detalle de obsequiarles con una tabla cuadrada de madera de unos 50 cms por 50 cms con cuatro ruedas con la que podrán trasladarse de las piernas de un turista hasta las de otro. Otro tema que cabe destacar es el trato que tienen los hombres hacia las mujeres. En este país tienen menos valor que un duro de cuatro pesetas en Japón. Son consideradas como un estorbo y no sirven más que para cuidar la familia y limpiar el hogar. Las tratan como si no fueran nada. Por lo visto, cuando una pareja se casa, la esposa pasa a ser la encargada de cuidar ya no sólo a su marido, sino a toda la familia al completo de éste, además de la suya propia. Ella estará en el último escalón jerárquico. Por ejemplo: primero comerá el marido, luego, si hay más comida, comerán los hijos que tengan en común. Luego, si aún hay más, comerá la familia del marido. Si aún queda más, comerá la familia de la mujer. Y si sobran migajas que no quiera nadie, serán para ella. No es muy difícil oír historias en las que se cuenta que muchas mujeres “sufren” accidentes en la cocina y mueren quemadas. Si eso sucede, nunca será investigado. Además, el hombre tendrá derecho a casarse con otra mujer y a empezar una nueva vida. En cambio, si el hombre muere mientras está casado con alguna mujer, aunque sea porque ha tenido un accidente con un coche 57
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lejos del hogar, ésta estará mal vista por todo el mundo por el hecho de no haberlo sabido cuidar como es debido. Será una vergüenza ya no sólo por el vecindario, sino por su propia familia. Dicha vergüenza, pero, se esfumará si mientras se realiza el entierro, ella se tira dentro de la fosa y la entierran viva con su difunto marido. A partir de aquí, todo quedará perdonado y olvidado… Y es que India es un baúl gigante lleno de historias. Es un no parar. Un caramelo para cualquier guionista. Como esa que cuenta cómo la policía “arrestó” a una paloma al verla con un mensaje sospechoso que contenía una dirección y un número de teléfono paquistaní. Tras analizar el mensaje, los agentes hicieron radiografías al ave, pero no encontraron nada más sospechoso en su interior. El superintendente encargado de la investigación comentó al periódico “Times of India” que “no ha sido encontrado nada más adverso, pero mantenemos a la paloma bajo custodia“. Según el periódico, el prisionero seguía bajo vigilancia armada como sospechoso de espionaje. Otra historia que podemos contar es la de la marca de helados “Adolf Hitler“, proyecto que ha creado un empresario indio que triunfa como la coca-cola en todo el país. O ese oficio que se ha puesto tanto de moda en el país, que es el de “Limpiadores de orejas profesionales“, que desafían el paso del tiempo en las calles indias, donde escarban sin pudor en oídos ajenos para ganarse el pan con una profesión poco agradecida introduciendo una fina barra metálica en el oído del cliente para extraer enormes tapones de cera que acaban mostrando con orgullo. Así es la India. Y por todas estas historias, uno no debería pasar su vida sin visitarla. Es imposible salir de allí sin haber almacenado un montón de recuerdos que difícilmente se podrán olvidar. Pero volvamos al viaje, que aún queda un poco más para acabar este episodio y tenemos muchas cosas que contar. A la mañana siguiente nos levantamos pensando que si todo seguía igual, podríamos llegar a Agra ese mismo día. Nos montamos en la moto y en pocos kilómetros ya intuimos que la cosa sería más difícil que el día anterior. Nos cruzamos con toda clase de animales: cabras, vacas, ovejas, camellos, perros, gatos, e incluso un burrito pintado con puntos de mil colores. Las carreteras parecen un zoo. Y mientras te deleitan toda clase de animales que salen de todas partes, vas esquivando coches, motos, camiones, autobuses y otros vehículos difíciles de clasificar que te adelantaban por todos los lados. Y todo sin sacar los ojos de la carretera con un asfalto en pésimas condiciones con cráteres tan hondos que si entras y caes en uno no te sacan de ahí ni con una escalera de un camión de bomberos. Sin olvidar los kamikazes. Cada veinte o treinta kilómetros aparece uno de cara procedente de la nada. Y a todo ello, añádele una cantidad bárbara de humo negro que te tragas, sobretodo cuando adelantas a los camiones, unos vehículos con unas 58
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bocinas que expulsan unas sintonías horrendas y estridentes que son de todo menos harmoniosas. Tragas tanto humo que la cara te queda tan negra como el carbón que te traen los Reyes Magos en un año de pésimo comportamiento, o como la piel de Michael Jackson antes de la operación. Respiras tanta mierda que por la noche no paras de sacarte bolas de mocos negros de la nariz que no sabes dónde tirar. Pero las habitaciones de los hoteles ayudan. Son tan sucias que no cuesta nada esconderlas por algún rincón. Cada moco es como el “Predator”, ese enemigo marciano de Swarzzenegger, que queda fácilmente camuflado en alguna esquina de la habitación. Y aunque lo acabe viendo el hombre de la limpieza, dudo que le moleste. Y cada día de conducción, en medio de la jornada, a 38 grados de temperatura ambiental, cuando agotados decidimos detenernos un momento para cobijarnos bajo la sombra de un árbol durante 5 minutos para beber un poco de agua caliente, a los 3 minutos un perímetro de 4 metros de la carretera ya está inundada de gente, con periodista incluido. Solo falta el alcalde del pueblo más próximo. Seguro que no tardan en llamarle. Al principio hacía gracia, pero luego empiezas a entender a los pobres famosos que sufren el acoso de la prensa del corazón. Es increíble ver la multitud que te rodea en pocos segundos. Aunque sea un lugar remoto, de la nada van apareciendo personas que se detienen frente a la moto mirándote como si estuvieran hipnotizados. Y a los que hablan inglés, solo les importa una cosa: “How much is it?” (¿cuánto vale?). Nos lo han preguntado tantas veces que ya no sé qué responderles. Y entre esas multitudes me acuerdo de un artículo que leí en el periódico hace años. Trataba de un tipo fue al hospital en más de 800 ocasiones en un año. Los médicos siempre le decían que estaba bien. Que por favor, que no volviera. Pero estaban equivocados. Resulta que el pobre hombre sufría el “Síndrome Münchhausen”, una enfermedad típica de las personas con baja autoestima que solo pretenden ser el centro de atención durante unos instantes ante cualquier persona, la conozcan o no. Ya sea yendo al médico mil veces, conducir Jeeps descapotables de color amarillo con ruedas gigantes, conduciendo con la música a tope con los cristales bajados, o saltando a los campos de fútbol en medio de un partido como hacía el pobre Jimmy Jump, son gente que necesitan llamar la atención de la gente y equilibrar así el amor que les falta para llegar a estar bien. Pues entre estas multitudes dedujo que la India es su país ideal. Si quieren ser el centro de atención y para recibir un buen chute de autoestima, que vengan aquí con su moto. En este país se sentirán tan famosos y admirados como Brad Pitt. Serán Dioses. Literalmente. Como lo es C3-PO para los 59
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Ewoks o Ganesh para los hindús. Definitivamente, si tienen la autoestima baja y sufren este síndrome, un sorbito de India puede ser su mejor medicina. Y de esta manera, llamando la atención de todo el mundo por allá donde pasamos, recorremos unos 1.500 kilómetros hasta llegar a la frontera de Nepal. Antes pasamos por Agra, donde nos detenemos unos días para visitar el Taj Mahal sin tener que pagar entrada, pues celebraban una fiesta (otra). Le dedicamos todo un día. El templo lo merece y la vista no cansa. Dice la leyenda que una vez construido, el Emperador Shah Jahan hizo cortar las manos a todos los obreros para que no pudieran construir otro igual. Demasiada crueldad para tratarse de uno de los obsequios de amor más famosos de la historia. Y en un par de días nos volvemos a subir a la moto siguiendo a rajatabla uno de los tantos consejos de Gandhi: “cuidando nuestros pensamientos porque se convierten en palabras; cuidando nuestras palabras porque se convierten en acciones; cuidando nuestras acciones porque se convierten en hábitos; cuidando nuestros hábitos porque se convierten en carácter, y cuidando nuestro carácter, porque se convierte en nuestro destino”. Y cuidando todos estos factores es como llegamos a Lucknow, la ciudad india más europea que he visto nunca. Por contra, la última noche en el país de Gandhi la pasamos en Gorakhpur, una ciudad que en absoluto vale la pena visitar. Y menos sus Hoteles. Nos alojamos en el más barato que encontramos, que aún así es carísimo y nefasto. La habitación está sucia y llena de cucarachas. Salen por todas partes. Y así es como despedimos un país que es imposible de olvidar, sin saber que Nepal nos encantará, y sin saber que en las calles saturadas de Thamel de Kathmandu un conocido me sorprenderá gritando mi nombre. Y esta última noche, mientras me cepillo los dientes antes de ir a dormir en esa cama infestada de insectos, me pregunto: “¿Hace falta limpiármelas si no he comido más que dos galletas en todo el día?”. Y hablando de comer, he perdido unos cinco quilos como mínimo. Si alguien los encuentra, puede hacer con ellos lo que le plazca. Yo ya no los quiero. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Manish Jangid. Jhunjhunu (India). Viajar por toda la India con moto. Ashok. Karnakata (India). Tener un negocio propio. JuanDe Sáez Clavijo. Molina de Segura (España). Visitar a mis primos, a los que no conozco, a Australia. Gerry Gogna. Sangrur (India). Ser un empleado de la Lonely Planet. Nacho Campaore. Uagadugú (Burkina Faso). Viajar por toda África y recoger el sueño de cada africano. Sharda. Karnataka (India). Que mi familia sea feliz y tenga salud. 60
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CURIOSIDAD. Lo que hueles mientras duermes afecta al contenido de tus sueños. A esa conclusión llegaron científicos alemanes en un estudio presentado ante la Academia Americana de Otorrinolaringología. Comparando los efectos de oler a rosas y respirar el hedor de huevos podridos mientras dormimos, los investigadores comprobaron que el tono emocional de los sueños es positivo en el primero de los casos y negativo cuando el olor resulta desagradable. DEDICACIÓN. Seguimos con la familia. Esta crónica se la dedicamos a Miha y a Gigi, la hermana y el cuñado de Lore, y a nuestros sobrinos, Alexia y Antonia, y a Eric y Jana. La familia es fundamental para tener una vida sana. A su lado nos sentimos tan saludables como dos chavales de 15 años. CONTACTOS ÚTILES. Federation of Indian Automobile Associations. 76 Veer Nariman Road, 1st floor. Church Gate. Mumbai. Tel. 91 22 2204 1085. fiaa_india@yahoo.com INSPIRACIÓN: “LOS SUEÑOS”, de Antonio Machado. El hada más hermosa ha sonreído al ver la lumbre de una estrella pálida, que en hilo suave, blanco y silencioso se enrosca al huso de su rubia hermana. Y vuelve a sonreír porque en su rueca el hilo de los campos se enmaraña. Tras la tenue cortina de la alcoba está el jardín envuelto en luz dorada. La cuna, casi en sombra. El niño duerme. Dos hadas laboriosas lo acompañan, hilando de los sueños los sutiles copos en ruecas de marfil y plata.
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No dejes que tus sueños sean sueños. En una ocasión, Walt Disney dijo que si lo podías soñar, podías hacerlo. ¡Y cuánta razón tenía! Porque los sueños no sirven de nada a no ser que hagas algo con ellos. Tienes que darles forma como si fueran un trozo grande de plastilina. Vive, viaja, empieza tu aventura y no te arrepientas de nada. Cuanto más grande sea tu pensamiento, más grande será tu felicidad. Y no permitas que tus excusas te convenzan. Creer en algo y no hacer nada es lo más deshonesto. Hazlo ahora, porque si andas por la calle del Después, siempre llegarás a la plaza del Nunca. No existe falta de tiempo, existe falta de interés. Porque cuando realmente quieres algo, la madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábado y un momento se vuelve oportunidad. Y así acabas entendiendo que la vida es como un espejo: te sonríe si la miras sonriendo, y que tus victorias son sueños que jamás diste por perdidos. Tienes que hacer del resto de tu vida, la mejor parte de tu vida. Nadie nos ha dicho que sea fácil hacerlo. Y quizás por este motivo es tan excitante. Pero debes intentarlo. No te rindas. Las cosas no cambian si tú no cambias y los milagros empiezan a florecer solo cuando dedicas más energía a tus sueños que a tus miedos. Porque nada envejece más que la cobardía. Los años solo arrugan la piel pero el miedo arruga el alma. Pregúntate si lo que estás haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar mañana, y si la respuesta no es nítida, escucha la naturaleza, que es lo más sabio que hay sobre la faz de la tierra. Te susurrará que solo los peces muertos siguen la corriente o que los pájaros nacidos en una jaula creen que volar es una enfermedad. No te preocupes por lo que dirán. Quizás te repetirán que estás loco, pero no es así. Eso que hoy parece una locura mañana puede ser uno de tus mejores recuerdos, y ser uno mismo en un mundo que constantemente trata de que no lo seas es el mayor de los logros. Además, debes saber que quien no encaja es este mundo está muy cerca de encontrarse a sí mismo. Y como decía John Lennon, “es raro no ser raro”. Hay gente que nunca se vuelve loca. ¡Qué vida tan horrible deben tener! Despierta y pinta tus sueños de mil colores diferentes. Aunque sean sueños locos, afróntalos ¡Los mejores recuerdos siempre vienen de las ideas más descabelladas! 62
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Todos los grandes cambios están precedidos por el caos, un caos que en ocasiones puede ser encantador. Porque solo cuando nada es seguro es cuando todo es posible. Todo lo que quieres está al otro lado del miedo. ¡No cuentes tus días, haz que tus días cuenten! El mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón. Solo hay dos cosas que podemos perder: el tiempo y la vida. La segunda es inevitable, la primera imperdonable. Como decía Neruda, “queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo y no convertir en realidad tus sueños”. Así de fácil. La felicidad es interior, no exterior. Por lo tanto, no dependes de lo que tienes, sino de lo que eres. Desnúdate ¡Cansa muchísimo ser todo el tiempo uno mismo! Deja de preocuparte y hazlo, porque la vida te trata tal y como tú te tratas a ti mismo. Si emociona pensarlo, imagínate hacerlo. Deja de reflexionar sobre la vida y resuélvete a vivirla, porque acostumbrarse, es otra forma de morir. Porque uno de los mayores errores ortográficos de la vida es no saber poner un punto final a la rutina. La aventura puede herirte, ¡pero la monotonía es mortal! No olvides que solo cambiando tu actitud puedes cambiar tu futuro. Inténtalo. No tienes nada que perder. Si sale bien serás más feliz. Y si no, serás más sabio, y entre otras muchas cosas aprenderás que la esperanza es desear que algo suceda, la fe es creer que va a suceder, y la valentía es hacer que suceda. Piensa como un adulto, vive como un joven, aconseja como un anciano y nunca dejes de soñar como un niño. Presta atención a ese crío que fuiste y que aún existe dentro de ti. No hay nadie en el mundo que entienda de instantes mágicos más que él. ¡Escúchale! Convierte tu pasión en tu proyecto de vida. Simplemente porque uno debe morir con muchos más recuerdos que sueños. Porque al final solo acabamos lamentando las ocasiones que no aprovechamos. Por este motivo, la calidad de tu vida está determinada por la calidad de tus pensamientos. ¿Qué filosofía tienes? ¿Eres lo suficientemente valiente? Es difícil, pero no te rindas. Solo está derrotado aquel que deja de soñar. Tienes que luchar. No olvides que ningún mar en calma hizo experto al marinero. El éxito, ciertamente, pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños. Si estabas esperando una señal, ¡pues aquí la tienes! Nacimos para hacer, no para esperar. La vida, o es una aventura, o no es nada. Además, no hay agonía más grande que mantener una historia silenciada en tu interior. Sé realista y desea lo imposible. Vive tu sueño y mata al soñador, porque como todos, aca63
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barás muriendo. Y todo el mundo muere, pero no todo el mundo vive. No pierdas el tiempo leyendo esto. Levántate de la mesa y manifiesta tus sueños sin miedo. Sean los que sean. Confía en ellos y deja que te indiquen el camino.
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Capítulo 10. El corazón que a Pokhara va nunca volverá. (Nepal y Tailandia). Cruzar la frontera de la India y entrar a Nepal es como ir de la luna a la tierra de un saltirón. Y solo pisar el planeta azul, recibes tal cantidad de brisa fresca en tu cara que tu cuerpo entero se estremece y recuerda sensaciones que ya empezaba a echar de menos. En todos los sentidos. Todo cambia. Adelantamos los relojes 15 minutos respecto a la India, saltamos al año 2071, y bajamos de los 38 grados de temperatura ambiental a los 28. La gente pasa de agobiarnos a no hacernos casi ni caso, cosa normal, como ocurre en casa. Sin olvidar un tema muy importante: la comida. En Nepal nos volvemos a alimentar con una dieta más que aceptable. Sin embargo, las carreteras no dejan de ser difíciles. Aunque no tienen nada que ver con las de la India, nos encontramos con camiones, autobuses y furgonetas que van igual de locos. Con un desnivel brutal, pasamos de los 100 metros a los casi 800 sobre el nivel del mar en pocos kilómetros por unas carreteras que nos recuerdan mucho a las de la Collada de Toses, muy cerca de mi pueblo, Ripoll. Y así, en medio de una lluvia punzante, es como llegamos a Pokhara, una ciudad de ensueño que a los pocos minutos de rodarla ya sabemos que no podremos olvidar en nuestra vida. Quizás su belleza se amplifica por el hecho que llegamos de la India y el contraste se hace más grande, pero la verdad es que creemos que llegues de donde llegues, es una ciudad que no puede más que gustar y que cuando la abandonas, piensas en ella más de lo que ella se pueda pensar. ¡Un lugar así no se encuentra cada década! Ante un lago espectacular y bajo el remanso de las inmensas montañas nevadas del Himalaya reposa una ciudad tranquila y llena de paz donde el reloj baila a un ritmo diferente. La gente es amable y hospitalaria, como nos demostró el primer día Suren Sus, un nepalí que trabaja de cocinero en un restaurante de Bilbao y que hacía 9 años que no volvía a Pokhara, su ciudad. Encantados aceptamos su oferta de visitar su casa, que nos enseña como si nos conociera de toda la vida. En ella nos sorprende gratamente ver a su padre jugando a cartas con sus amigos en el suelo del comedor. Así ya están felices. No necesitan nada más. Y lo saben. Tienen tanta experiencia que han aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas, como acabaremos haciendo todos cuando lo entendamos. Eso es lo que tiene vivir muchos años. En ocasiones comprendes el significado de todo en unos días, y en otras tardas décadas en aprenderlo. 65
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Y así acabas adquiriendo algo inevitable a no ser que seas tonto o no llegues a vivir el tiempo suficiente: experiencia, que además de ayudarte a entender el pasado y el presente, es como una bola de cristal que te ayuda a clarificar el futuro con bastante exactitud. Cuantas más vivencias tienes, más afinas la puntería para saber cómo serán los acontecimientos venideros. Como la poca que yo tengo, que me susurra que cuando Lore y yo seamos mayores nos va a costar muchísimo leer cualquiera de las líneas del relato del viaje que nos ocupa (Hola, Lore y Albert del futuro. Si estáis leyendo esta crónica, no lloréis, ¿ok?). Nos sorprende que durante nuestra visita han muerto más de 40 personas en un tracking por el Himalaya, que en absoluto es un juego de niños aunque lo parezca. Aquí están acostumbrados a lidiar con este tipo de accidentes, pero cuando te cuentan que ese mismo día también ha muerto una mujer europea de edad avanzada mientras cruzaba un río no deja de extrañarte. Los nativos viven hechos como este diariamente. Es su pan de cada día y además tratan el tema de la muerte de manera muy diferente a la nuestra. Como el tema del sexo, no está tan sobrevalorada como en Europa. Pero para unos extranjeros como nosotros que están aquí durante una semana es una noticia que no pasa desapercibida. Pokhara nos gusta tanto que hasta lo que no nos gusta de ella nos encanta, por lo que decidimos quedarnos más tiempo de lo planeado. Solo dormidos podríamos haber imaginado un lugar así. Nos levantamos cuando nos despertamos y disfrutamos paseando dentro de ese cuadro enmarcado por las montañas más altas del mundo como dos niños con zapatos nuevos comiendo helados en pleno verano. Y como quizás no volvamos a visitarla nunca más en la vida, queremos absorberla tanto tiempo como podamos. Sus cortes de suministro eléctrico matinales, los almuerzos ante el lago, el calor de su gente y sentir el aire puro circulando por el cuerpo son algunos de los momentos mágicos que nos atrapan como unos brazos largos de piel suave imberbe que te abrazan fuerte para que no te vayas. Pero como siempre que estás bien, aunque el tiempo ande caracoleando, los días pasan rápido y acabamos despidiendo una ciudad que no se olvida y que siempre se quedará. Porque de Pokhara uno no se va. Su esencia se impregna dentro de tu espíritu y quedará guardada para siempre en uno de esos cajones mentales de donde cuelga una pequeña etiqueta en la que se lee “recuerdo para no olvidar”. Y así de impactados partimos hacia Kathmandu, la capital de Nepal. Ya nos han avisado que es una ciudad que cansa. No es tan estresante como cualquier lugar de la india, pero sus carreteras y calles agotan. Y a través de una carretera 66
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serpenteante y salvaje, travesando aldeas con niños que nos saludan al pasar, llegamos a la ciudad donde conocemos a Suraj y a su esposa Saru, que son quienes nos ayudarán a enviar la moto a Bangkok con avión. Lo tenemos que hacer así porque para entrar a Myanmar con vehículo propio pasa lo mismo que en China, necesitas a un guía que es muy caro. Puedes buscar un grupo y repartir gastos, y lo encontramos, pero tenían planeado entrar en el país unas semanas más tarde, la cual cosa no nos iba nada bien. Y una vez la moto ya está en el aeropuerto y ya tenemos los billetes a punto, es el momento de disfrutar de las calles laberínticas de la ciudad. Y perdidos pululando entre ellas es como de entre la multitud oigo a alguien gritar eso que solo me pertenece a mi y sin embargo los demás lo usan con más frecuencia que yo: mi nombre. En una calle repleta de gente, ruido y mil olores sobresale un “Albert” que despierta mi atención. Son Diana y Javi, más conocidos con el mote “desde la moto”, una pareja que va de Madrid a Vietnam y que hasta el momento solo habíamos hablado a través de e-mails. Y con ellos están “Angel sobre dos ruedas”, un chico que va de Londres a Australia también con moto, y a Lauranne y Javi, alías “Perro Mochilero“, que dan vueltas por el mundo con su Seat Málaga y su perro Meko. Como no puede ser de otra manera, nos vamos a cenar para intercambiar diferentes experiencias y visiones de todo lo vivido hasta el momento. Sin duda, compartimos unas horas muy agradables que nos gustaría poder repetir en el futuro. A ver si hay suerte y nos volvemos a encontrar en algún momento en la carretera, en el tren o donde sea. Por nuestra parte, nos hemos quedado con ganas de más. Y a la mañana siguiente tenemos una cita, esta sí que estaba programada. Nuestra última noche en Nepal la pasamos en casa de Suraj, Saru y su familia, que nos invitan a cenar y a dormir. Dicen que hay tres tipos de personas: las que hablan de ideas, las que hablan de noticias, y las que hablan de personas. Y como es preferible nutrirse de la gente del primer grupo y alejarse del último, aceptamos la invitación sin dudarlo. Sin duda, Suraj es un hombre de proyectos. Expira ideas por cada poro de su piel, por lo que disfrutamos de una cena muy entretenida y enriquecedora. Además, es la primera vez en nuestras vidas que tanto Lore como yo comemos sin cubiertos. Utilizar la mano derecha para coger granos de arroz y su guarnición y metérsela en la boca es una experiencia que uno tendría que probar una vez en la vida. Así llega el día que debemos subir al segundo avión del sueño. Y como útil es todo aquello que nos da felicidad, volamos hacia el país de sonrisas: Tailandia. Nuestra primera parada es Bangkok, una ciudad en la que todo se acelera. Es mi tercera visita a esta ciudad, por lo que me la conozco bastante bien. Por eso 67
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nos alojamos muy cerca de Khaosan Road, quizás la calle de mochileros más famosa del mundo. Dicen que aquí puedes encontrar cualquier cosa: un título universitario, drogas, un carnet de conducir de cualquier país o un pase de fotógrafo para entrar como profesional en cualquier campo de fútbol del mundo. También dicen que cada día de tu vida recibes unos 12.000 mensajes de toda clase, y de éstos, unos 3.000 son publicitarios. Si miras bien a tu alrededor en este momento, verás el nombre de la marca de tu ordenador, de tu reloj, de tu camiseta, de libros, de tu tele, etc. Pues esta cifra, en Khaosan Road, se multiplica. Hay señales por todas partes. Es una calle saturada en todos los sentidos. Paseando por esta calle oyes canciones de todo tipo mezcladas por todas partes, algunas de las cuales son en directo; ves mil carteles publicitarios que te envuelven como si tu fueras el protagonista de un regalo, y hueles olores de todo tipo, como lo de los escarabajos o escorpiones fritos. Al día siguiente nos dirigimos al aeropuerto a buscar la moto. Nada que ver con la experiencia del puerto en la India. En unas horas ya estamos a la salida del aeropuerto, pero a los 10 kilómetros conducidos recibimos la primera mala experiencia en una carretera tailandesa. Un policía motorizado nos detiene y nos comenta que está prohibido ir en moto por las autopistas, por lo que nos multa con 200 baths (unos 5 euros). Le decimos que venimos del aeropuerto a recoger la moto y que no lo sabíamos. Después de escucharnos, nos comenta que la multa es ahora de 2000 baths (unos 50 euros). Sorprendidos, le suplicamos que no nos multe, a lo que accede a rebajar la multa, y nos castigará solo con 1000 baths. Sonriendo, abre la mano para que depositemos en su base el billete que le calma y que recibe sin dejar de sonreír. Y cuando el dinero yace en la palma de su mano, coloca su guante encima, desapareciendo así de nuestra vista como si fuera un mago. Como diría Tarantino, “¡Maldito bastardo!”. Pero esta mala experiencia no puede enturbiar el trato que puedes llegar a tener con la gente del país. Lo mejor que se puede hacer aquí es abrirse y disfrutar de sus habitantes. Y el camino más rápido para contactar con ellos es sonreír. Los tailandeses, en general, son gente muy simpática que sonríe por cualquier motivo. Cualquier excusa les sirve para cerrar sus ojos avellanados y mostrar la calidad de su dentadura, ya sea para cosas tan básicas como saludar, indicar una dirección o, simplemente, para dar las gracias. Parece que tienen bien aprendida esa lección que dice que la distancia más corta entre dos personas es una sonrisa. Sobretodo los comerciantes, que saben de sobras esa sentencia que dice “si no sabes sonreír, no abras ninguna tienda”. Y Yuphaphon Sangkannok, más conocida con el nombre de Oil, no es ninguna 68
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excepción. Es la esposa de Jordi Meya, un amigo de mi pueblo de toda la vida que vive en Tailandia desde hace años y que justo durante estos días está en Ripoll, mi pueblo. Con ella quedamos una tarde para comer y pasear y, cómo no, nos confirmó la regla: sonreír es sano y contagioso. Debería ser obligatorio cinco minutos al día como mínimo. ¡Un abrazote para los dos! También aprovechamos nuestra estancia en la ciudad para visitar el servicio oficial de BMW, donde le hacen la revisión y puesta a punto a Richard. Se lo merece y le dedicamos todo el día. Le esperan más kilómetros de ensueño que ni él ni nosotros olvidaremos en los que veremos de todo. Cosas buenas y no tan buenas, como la muerte, a la que miraremos fijamente a los ojos. Nunca hasta el momento la habremos tenido tan cerca como la notaríamos al cabo de pocos días de abandonar la tierra de las sonrisas. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Om Gorung. Pokhara (Nepal). Que mis hijos acaben los estudios y después puedan cumplir su sueño. Ishwor Thapa. Pokhara (Nepal). Vivir en medio de la naturaleza cultivando vegetales y flores. Jean-Pierre Folgmann (Alemania). Conducir la Ruta 66 de Estados Unidos. Ho Hsueh Yi. Taoyuan (Taiwan). Viajar por todo el mundo. Naba Thapa. Kathmandu (Nepal). Visitar Malasia, Tailandia, Singapur, Indonesia y Vietnam con tren. Suraj. Kathmandu (Nepal). Dejar la ciudad y volver a trabajar al campo como cuando era más joven. Nabin Joshi. Damauli Tenahun (Nepal). Ser ingeniero informático. Yuphaphon Sangkannok (Oil). Bangkok (Tailandia). Ganar la lotería. CURIOSIDAD. Emociones. La emoción más común que se experimenta en los sueños, es la ansiedad. Además, las emociones negativas son más comunes que las positivas. DEDICACIÓN. Hace 4 años visité Bangkok por segunda vez. En esta ocasión, muchos de los días que disfruté de esta ciudad lo hice en compañía de Anna, Jordi y Oil. Esta crónica es solo para ellos. A su lado viví momentos que con el tiempo se han acabado transformado en recuerdos que difícilmente voy a poder olvidar. 69
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CONTACTOS ÚTILES. Envío de la moto de Kathmandu a Bangkok (entre otros lugares): Eagle Export. Mr. Suraj. (Next to Kathmandu Guest House) Themel, Kathmandu, Nepal Tel: +977-01-4701022 Email: eagleandsunnepal@gmail.com, info@eagleexportcargo.com Web: http://www.eagleexportcargo.com Hotel Gurkha Haven. Pardi (Damside) P.O. Box 340. Pokhara, Nepal. www.gurkhahaven.com.np INSPIRACIÓN: “LA VIDA ES SUEÑO”, de Pedro Calderón de la Barca (fragmento) Estamos en un mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña, que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar. Yo sueño que estoy aquí… ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
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Capítulo 11. Dejarte vivir no supone ningún beneficio. Matarte no es ninguna pérdida. (Camboya). Sufrimiento, tristeza contenida y dolor son sentimientos que fácilmente se pueden leer en la expresión mínima de los habitantes de Camboya. Lo pueden intentar disimular con una sonrisa, pero su mirada les delata. Sin embargo aún no es el momento de describir todo lo que hemos visto. A medida que avancemos en la crónica número 11 de nuestro viaje iremos desarrollando la historia reciente de este fascinante país, y en esta ocasión, seré yo, Lore, quien intentará transmitir todas nuestras emociones. Salir de Tailandia no es nada fácil para unos viajeros como nosotros. Y lo afirmamos porque esta tierra cuida a sus visitantes como pocos lo hacen. La única pena es que por el hecho de haber entrado por tierra, el visado es solo para dos semanas, que pasan rápidas. Pero el resto es irreprochable, empezando por sus precios accesibles y acabando por sus atracciones turísticas, todas ellas muy variadas (templos, islas, estatuas gigantes al lado de la carretera, etc.). Pero llegó el momento de abandonar Tailandia por una semana y media o dos, y visitar el reino de Camboya, que nos sorprendió terriblemente. Cruzar la frontera y entrar en el país tiene una característica que no pasa desapercibida. Este es probablemente el único país de Asia donde los vehículos conducen por el carril derecho. Quizás los responsables sean los franceses, que dominaron el país años atrás. A medida que dejas la frontera y vas recorriendo kilómetros te vas dando cuenta de lo maravilloso que es. Y por si acaso te queda alguna duda, cuando llegas a Siem Reap se desvanecen todas al instante. Hace mucho calor cuando paramos la moto para entrar en un Guest House a buscar alojamiento. Es aquí donde empezamos a comprobar que estábamos en un país accesible para toda clase de turistas. A la pregunta “Por favor, podemos saber el precio de una habitación para dos personas durante una noche?”, la respuesta fue “7 dólares”. Con este precio nos da miedo entrar en el dormitorio, pero al cruzar la puerta ante nosotros aparece una habitación con aire acondicionado, dos camas muy limpias y un baño propio, sin olvidar la tele, que en ocasiones nos distrae bastante. Sobretodo a Albert, que la utiliza como ayuda para conocer la cultura del país. “La publicidad es un buen indicador”, dice. En esta ocasión, le sorprende ver un campeonato de petanca entre Camboya y Laos. Dice que nunca se hubiera imaginado que alguien se podía ganar la vida 71
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con este juego. Los dos conocemos mucha gente mayor que les encantaría participar, y es muy probable que podrían ganar a cualquiera de estos dos países. Ante este panorama, como tenemos más de lo que nos esperamos a un precio que no nos deja indiferentes, pensamos que valdría la pena quedarnos unos días más alojados en ese lugar. La propietaria nos llama mucho la atención por su manera generosa de tratar a sus dioses. En la planta baja hay un pequeño templo como de juguete que no te permite pasar ante él sin fijarte. En su interior descansan unos dioses que parecen vivir muy bien, mejor que mucha gente del país. Cada mañana la señora se cuida de prepararles todo lo que ella considera necesario para que estén contentos. Ante ellos coloca una o dos tazas de café, incienso, zumos, comida típica, flores y más cosas que seguro les alegrará el día. La mañana siguiente la dedicamos a conocer la ciudad. Es entonces cuando vemos que la gente puede ser muy insistente. Quizás demasiado. Por ejemplo, nos sentamos a tomar un café cuando mucha gente nos llama la atención para ofrecernos su “tuc-tuc”. Son así de insistentes porque el país aún está creciendo económicamente de un acontecimiento que nunca tenía que haber pasado. Pero sigamos en Siem Reap. No podemos pasar sin explicar el sentimiento de alegría que tuvimos al visitar los famosos templos de la ciudad. La historia de estas maravillas es bastante inexacta. Sabemos que los principales son Angkor Thom, Ta Pnom y Angkor Wat (ciudad del templo). La información que hemos podido recopilar a través de internet y los habitantes de Siem Reap cuenta que en el año 1432, Angkor Wat fue abandonada probablemente por la decadencia del Imperio Jemer. Sin embargo, durante esos años, algunos emperadores poblaron Angkor Wat y cada uno retocó las obras de los precedentes, hasta el año 1594, cuando la ciudad fue abandonada definitivamente. Con los templos, la selva realizó su contribución natural y casi los hizo desaparecer todos enterrándolos bajo su maleza. Así estuvo hasta mediados del siglo XVI. Y cuando los descubrieron, sorprendieron tanto que uno de sus principales visitantes occidentales que los visitaron, Antonio da Madalena, un monje portugués, dijo que era una “construcción tan extraordinaria que no es posible describirla por escrito, especialmente porque no hay otra similar en todo el mundo. Tiene torres y decoración en todos los refinamientos que el genio humano puede concebir”. Ni nosotros mismos lo hubiéramos descrito mejor. 72
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Solo aparcar la moto delante del complejo donde está ubicado el primer templo vemos un grupo de monos colgados en los árboles. En esos momentos no somos conscientes de la sorpresa que nos harán al cabo de unas horas; una sorpresa que no olvidaremos durante el resto de los días de nuestro viaje. Pero al parecer tan inofensivos, no les hacemos ni caso. Impacientes, cruzando un puente de cuento y nos dirigimos al templo más grande y probablemente más atractivo. Solo poner el pie en él, un montón de preguntas te llegan a la cabeza. “¿Cómo fue posible dibujar en las paredes esas flores y bailarinas en aquella época?”. “¿Cuánto tardaron en esculpir todos esos dibujos?”. “¿Qué clase de herramientas utilizaron?”. “¿Cómo era el día a día de esa civilización?”. Pasear por el templo te desconecta totalmente del resto del mundo en el que estás acostumbrado a vivir. Pero aunque la construcción es preciosa, no podemos olvidar que no es el único. Los otros también se merecen toda nuestra atención, tiempo y admiración. Saliendo del templo y volviendo al aparcamiento, nos encontramos con la sorpresa que hemos mencionado pocas líneas antes. Los monos que habíamos saludado cuando llegamos han decidido tocar la moto tanto como pudieron. Mientras miramos los desperfectos, se acercan algunos locales a explicarnos el duro trabajo que han llevado a cabo nuestros posibles antepasados. Extraer una visera de uno de los cascos y tirarla en el suelo, así como también romper uno de los micrófonos; arrancar la protección de la espalda de la maleta trasera, y llevarse de recuerdo el logo de BMW del manillar. Y nos resulta tan sorprendente ver los destrozos que los monos han producido como ver la gran sonrisa de la gente mientras nos cuenta los hechos. ¿Qué podemos hacer en ese caso? Intentar arreglar lo que se puede y animarnos por el hecho de estar en un lugar privilegiado y, por cierto, bajo un cielo que nunca me había causado tanta admiración. Inmenso, pintado con un azul intenso con nubes blancas que producen un contraste único como nunca había visto antes. Durante todo el día visitamos templos moviéndonos con la moto por caminos encantadores. Hay muchos, pero no nos cansamos de visitarlos. Cada uno es especial. Tanto, que por la noche nos miramos para preguntarnos sobre la misteriosa cultura que había vivido ahí siglos atrás. Dos días después nos dirigimos en Phnom Penh, la capital del país. Llegamos después de un viaje muy interesante e intenso. Saliendo de Siem Reap pensábamos que todas las carreteras serían similares a las que habíamos conocido hasta el momento. Pero estábamos equivocados. Muchos tramos de la carretera estan sin asfaltar y levantan un montón de polvo. Es el viaje en el que más 73
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arena nos hemos tragado hasta el momento. Durante el trayecto vemos como en una misma moto es posible transportar muchas más cosas que el cerebro de Europa es capaz de pensar. Por ejemplo, a mi nunca se me hubiera ocurrido cómo colocar tres cerditos en una moto minúscula y transportarlos unos cuantos kilómetros. Tampoco sabría como hacerlo para transportar unos colchones. En cambio, esta gente lo hace de maravilla. Tienen soluciones para todo. El viaje dura unas 5 horas, de las que más de la mitad las pasamos inhalando el polvo que levantan camiones, coches, motos y otros extraños vehículos. Pero 20 kilómetros antes de entrar en Phnom Penh todo cambia. Las carreteras que estábamos acostumbrados a conducir volvieron a estar presentes. Las motos transportan solo personas y el resto del paisaje empieza a tener color otra vez. Por fin, después de dar vueltas perdidos por el interior de la capital, encontramos una Guest House a buen precio y muy bien condicionado. Nos da un poco de vergüenza dirigirnos a la propietaria para preguntarle detalles sobre la habitación debido a que tenemos la cara mucho más sucia que un campesino que ha trabajado duro de sol a sol. Pero como la mayoría de los camboyanos, esta mujer resulta ser muy amable. Sin hacernos sentir mal por como nos presentamos, nos ofrece una habitación muy generosa con un gran baño donde pudemos limpiar el equipo de la moto que nos cedió Dynamic Line. También nos deja aparcar la moto dentro de la recepción durante las noches que estamos allí para no tener un posible acontecimiento inesperado con los amigos de lo ajeno. El día siguiente lo dedicamos a realizar una excursión por la ciudad para experimentar lo que habíamos leído de Phnom Penh. Desde el hotel alquilamos un guía que tiene un tuc-tuc muy modesto, tanto como lo es él, y nos conduce sin prisas por todos los lugares importantes de la ciudad. Empezamos la excursión en una atracción turística poco habitual para nosotros. El “Cambodia Shooting Range”, un campo de tiro donde te entregan un “menú” como lo de los restaurantes que muestra toda su oferta. Desde tirar 25 tiros con una pistola a disparar una metralleta o una escopeta, o hasta un bazuca, o tirar una granada por unos 100 euros. Pero como a nosotros no nos interesaba mucho ese servicio, amablemente acabamos desestimando la oferta para poder continuar la ruta. Minutos después estamos en uno de los sitios que más nos despierta la atención: The Killing Fields. Decidimos que aunque conocemos su historia, es una buena idea contratar una guía de audio. Lo que nuestros oídos escuchan 74
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durante la estancia en ese campo de exterminio resulta ser el acontecimiento histórico más terrorífico que hemos escuchado nunca. La historia susurra con tristeza y vergüenza que en 1975, los Khamer Rouge, un partido comunista liderado por Pol Pot, produjo una de las masacres más grandes de la historia de la humanidad torturando gente, forzándolos a trabajar entre 12 y 15 horas al día en el campo, para finalmente acabarlos matando brutalmente. Lo que este movimiento deseaba era hacer retroceder a su país hasta llegar al año “cero”. Querían crear una nueva sociedad especializada en agricultura. Pol Pot consideraba que cada intelectual era una amenaza. Por este motivo, toda persona que llevara gafas, hablara otro idioma, tuviera amigos en el extranjero, o trabajara en otro oficio que no fuera la agricultura fuera considerado un enemigo. En muchos de los casos, debían ser torturados en una cárcel para acabar siendo exterminados. Los Khamer Rouge tenían eslóganes que ponían la piel de gallina. Frases como “dejarte vivir no es ningún beneficio; matarte no es ninguna pérdida”, o “mejor matar a un inocente por error que dejar vivir a un traidor dudoso” formaban parte de la Biblia de este régimen. Las estadísticas indican que en los 4 años que duró este maldito movimiento, 3 millones de personas perdieron la vida bajo el gobierno de Pol Pot, o lo que es lo mismo, perdieron la vida uno de cada cuatro habitantes del país. Utilizaban diferentes formas para matar a sus “enemigos”: quemándolas o golpeándolas con hierros en la cabeza, o violando a muchas de las mujeres antes de asesinarlas y tirarlas a un agujero. A los niños acostumbraban a matarlos golpeándoles la cabeza contra un árbol. Y por si no fuera suficiente, ejecutaban esta barbarie mientras varios altavoces colgados de diferentes ramas expulsaban música alegre a todo volumen con el fin de ahogar el sonido de los gritos de la gente que era asesinada. Irónicamente, el árbol que más se utilizaba para golpear a los niños para acabar matándolos se llamaba “Magic tree” (árbol mágico). Mientras lees esta crónica quizás te preguntes por qué las personas que murieron no lo hicieron de un disparo. La respuesta es fácil: las balas valen dinero. Es triste acabar la visita sabiendo que Pol Pot acabó muriendo en el año 1998 en su casa sin haber dado ninguna explicación. Quizás en demasiadas ocasiones la vida acaba siendo injusta. El próximo objetivo turístico es un museo. ¿Cuál? Ni más ni menos que la cárcel donde se torturaba la gente del pueblo. Ese lugar evidencia las maneras de 75
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tortura que se utilizaban. Demasiado difíciles para relatar. Distribuidas por demasiadas paredes hay colgadas señales que indican la prohibición de mostrar una sonrisa dentro del museo. Extrañado, Albert se pregunta “¿pero quién es el animal que puede dibujar una sonrisa en su rostro en un entorno como este?”. La excursión finaliza con la visita de unos templos modernos en el centro de la ciudad. Después aprovechamos para disfrutar de la compañía de nuestro conductor que acabamos admirando por haber sobrevivido a esos tiempos. Los tres acabamos comiendo juntos. Y así finalizamos un día en el que hemos absorbido un montón de información que no nos ha dejado indiferente en absoluto. Vivir el día a día gestionando la mancha que dejó el pasado es algo que solo los camboyanos saben hacer. Perder algún familiar no es nada fácil, pero perderlo en esas condiciones aún menos. Afectados emocionalmente, el próximo destino vuelve a ser Siem Reap. Ya sabemos qué significa volver allí, por lo que arrancamos la moto a primera hora de la mañana dirección a la ciudad de los templos más famosos del mundo. El viaje no lo consideramos tan duro como el de ida, y poco antes de llegar a nuestra Guest House preferida, aprovechamos para duchar a Richard pues, honestamente, lo necesita. Y decidimos quedarnos unos cuantos días más allí para que tengamos tiempo de poderla disfrutar un poco más. A la mañana siguiente de llegar conocemos a Doug, un australiano jubilado de Melbourne que vive en Camboya desde hace seis años. Con él compartimos un tiempo de calidad mientras comemos. También nos acompaña su amigo Brian, que no para de hacernos reír. Los dos nos regalan un montón de consejos para cuando lleguemos a Australia. Doug también nos ayuda a entender aún más la vida de los camboyanos. “La vida aquí es muy barata”. Se refería a que, por ejemplo, si un coche atropella a alguien, vale más que lo mate, pues si el accidentado sigue con vida, al conductor del coche le resulta más económico pagar un funeral que los gastos de una invalidez. No sabes qué preguntar o cómo expresarnos ante una afirmación tan inesperada. También nos comenta que tratar el tema de Pol Pot es delicado. Y como muestra de ello nos cuenta la historia de un periodista canadiense que vino a realizar un reportaje a fondo de la época más oscura del país. Resulta que, después de unos meses investigando, acabó desapareciendo. Todo el mundo lo buscaba y nadie lo encontraba. Hasta al cabo de unas semanas, cuando un hombre dio con su cuerpo sin vida en uno de los tantos campos que hay en el país. 76
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Después de comer, Doug nos acompaña a enviar las postales que siempre nos hacen ilusión enviar a la gente más importante para nosotros y nos despedimos agradeciéndole la compañía. No abandonamos Siem Reap sin observar personas a los que les faltaba alguna extremidad. La mayoría de casos son consecuencia de las minas y granadas que hay enterradas por todo el país y que quedaron sin explotar. Hasta que las pisaron. Definitivamente Cambodia es el país que más nos ha impresionado hasta el momento, por su cultura y sus acontecimientos históricos. Y a su gente la consideramos muy especial por el hecho de ser capaces de afrontar cada momento de la vida actual. El examen que deben pasar cada día con los recuerdos de los años que convivieron con el horror los convierten en auténticos héroes ante nuestros ojos. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: David Jaffe. Ciudad del Cabo (Sur África). Viajar por todo el mundo. Rots. Phnom Penh (Cambodia). Que mis hijos estudien en un colegio camboyano. Heng Bunheang. Phonm Penh (Cambodia). Ser guía turístico. Pou. Berkeley (EE.UU.). Viajar por todo el mundo. CURIOSIDAD. Tiempo durmiendo. Nos pasamos una tercera parte de nuestra vida durmiendo. DEDICACIÓN. Esta crónica está dedicada a Doug y a Brian, al conductor del tuc-tuc, a la propietaria del Guest House de Phnom Penh y de Siem Reap, al camarero que nos sirvió bebidas al que le faltaban los dedos en una mano, y a todas aquellas personas que sufrieron y sufren las consecuencias del régimen de Pol Pot.
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INSPIRACIÓN: “APRENDIENDO”, de José Luis Borges. “Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma. Y uno aprende que el amor no significa acostarse, y que una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender… Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes… y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad. Y uno aprende que si es demasiado hasta el calor del sol puede quemar. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno es realmente fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende… y así cada día. Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos y sin pretender cambiarte puede brindarte toda la felicidad. Con el tiempo aprendes que si estás con una persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla. Con el tiempo aprendes que los verdaderos amigos son contados y quien no lucha por ellos, tarde o temprano, se verá rodeado sólo de falsas amistades. 78
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Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en momentos de ira siguen hiriendo durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es atributo sólo de almas grandes. Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente es muy probable que la amistad nunca sea igual. Con el tiempo te das cuenta que aún siendo feliz con tus amigos, lloras por aquellos que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida, con cada persona, es irrepetible. Con el tiempo te das cuenta que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá multiplicadas las mismas humillaciones o desprecios. Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el sendero del mañana no existe. Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas y forzarlas a que pasen ocasiona que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante. Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás a los que se marcharon. Con el tiempo aprenderás a perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, pues ante una tumba, ya no tiene sentido. Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo…”
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Capítulo 12. Diario de unos soñadores terminales. (Tailandia, Malasia y Singapur). Viernes, 31 de octubre de 2014. “Regreso al futuro”. Sin Delorian, pero con una moto, Regresamos al futuro. Si entrar en Nepal suponía trasladarnos al año 2071, entranar en Tailandia supone visitar el año 2.558. Tras cruzar la frontera de Cambodia, llegamos de nuevo a Bangkok. Aunque en ocasiones conducimos por las aceras esquivando peatones como hacen muchos motoristas, tardamos más de 4 horas para cruzar los 10 kilómetros que recorremos por el interior de la ciudad hasta llegar otra vez a Khaosan Road, una de las calles preferidas de Lore de todo el mundo. Sábado, 1 de noviembre de 2014. “Jueves”. Lore me pregunta si estamos a viernes. Le contesto que creo que hoy es martes. Domingo, 2 de noviembre de 2014. “El Sr. Pinat”. Abandonamos Bangkok para dirigirnos hacia el sur, dirección Malasia. Evitando la aburrida autopista, las carreteras son fantásticas. Disfrutándolas llegamos a Prachuap Khiri Khan, una ciudad costera preciosa donde conocemos al Sr. Pinat, que nos canta una canción sentados en un muro ante el mar. Parece un hombre sereno, sencillo y tranquilo. Sin preguntarlo, nos canta una bella canción. Lo que sí es seguro es que de todas las personas a las que les hemos preguntado su sueño, él es quién responde más rápido. Lo tiene clarísimo: ver la nieve. Lunes, 3 de noviembre de 2014. “Palíndromo”. Cuando pasas tantas horas conduciendo, bajo el casco no paras de buscar fórmulas para entretenerte. En esta ocasión, intento recordar algún palíndromo (palabra o frase que se lee igual de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda). Me acuerdo de esta: “A mamá Roma le aviva el amor a papá y a papá Roma le aviva el amor a mamá”. 80
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Martes, 4 de noviembre de 2014. “Hotel con parking”. Llegamos a Pukhet, que nos decepciona un poco. Buscamos un hotel con parking para dejar la moto allí mientras buscamos la manera de coger un barco para dirigirnos a Kho Phi Phi. Miércoles, 5 de noviembre de 2014. “Torres de emergencia”. Después dos horas y pico en barco, llegamos a Kho Phi Phi, la isla tailandesa que más daños sufrió en el tsunami de hace 10 años. Tras visitarla por primera vez justo un año antes del tsunami, en 2003, la esperaba más cambiada. Pero no lo está tanto. Más o menos su realidad encaja con el recuerdo que guardaba de ella. Lo que sí es diferente es lo preparada que está para sufrir otro tsunami. Hay torres de emergencia en diferentes puntos de la isla, así como señales de alerta e indicaciones en el caso de que se vislumbre otra maldita ola gigante. Disfrutamos de la isla 5 días, que aprovechamos para relajarnos y cargar pilas. Las necesitaremos para el accidente que sufriremos a pocos días de entrar en Malasia. Viernes, 7 de noviembre de 2014. “Geko”. Por fin oímos el canto de un Geko, un animal similar a la lagartija, pero de color marrón claro con una ventosa en cada dedo. Cuando vine hace 13 años se oían en todas partes. Ahora es un milagro poderlo escuchar. Se trata de un grito que se ejecuta siguiendo muchos pasos. En primer lugar oímos una inspiración de aire que se repite durante unas tres o cuatro veces (cada una es más intensa que la anterior). Y cuando éstas finalizan, se oye un tremendo grito tan intenso como extraño. Se trata de un sonido que parece pronunciar la palabra “geko”. Lo curioso es que es similar al bocinazo que produce uno de esos patos de plástico que hay en algunas bañeras y que tiene dos tonos, según inspira o expira el aire. El “ge” parece el momento en el que el pato de plástico inspira el aire, y el “ko”, que se alarga considerablemente (“koooooooooo”) y tiene menos potencia que el “ge”, que parece el momento en el que lo expira. “Ge-kooooooo”. Lo curioso es que este sonido se oye repetidamente en unas cuatro o cinco ocasiones, y cada una de las veces es más flojo que el anterior, de tal manera que el último grito apenas se oye. Los más viejos del lugar cuentan que si oyes a un Geko repetir siete veces la palabra “geko” de una tirada, tendrás fortuna. Y si se oye después de un parto, 81
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el niño acabado de nacer la tendrá toda la vida. Nosotros no llegamos a oír siete. Nos quedamos en seis. Pero en estos momentos nos consideramos los seres más afortunados del mundo, y más con esta compañía a la que acabas cogiendo cierto cariño y respeto. Sábado, 10 de noviembre de 2014. “La playa”. Como es obligatorio, visitamos la isla en la que se rodó “La playa”. La pena es que llueve como nunca, y lo bueno es que esto evita que la playa esté saturada de gente. No hay casi nadie. Domingo, 9 de noviembre de 2014. “Trozo de pelo y monedas”. Aún en la isla, celebramos el Loy Kratong Festival. Se trata de una fiesta nocturna en el que la gente prepara un ramo de flores con velas con un trozo de pelo y unas monedas dentro para acabar depositándolo encima del agua del mar. Justo en ese momento es cuando uno debe pedir un deseo. Como la noche es larga, nos dirigimos a un local donde hay un espectáculo de Mai Thai. Se trata de una lucha entre dos hombres dentro de un ring similar al boxeo, pero que la que no hay límites. Y antes de ir a dormir, nos acercamos a un bar ante la playa, donde gente autóctona realiza malabares con antorchas con fuego en cada extremo y unos jóvenes bailan el “limbo”, un juego folklórico original de Jamaica que consiste en pasar inclinado por una pértiga sostenida a poca distancia del suelo. Lo curioso es que un norteamericano lo hace totalmente desnudo rodeado por una multitud que le anima a lograrlo. Lunes, 10 de noviembre de 2014. “Regreso al presente”. Volvemos a Pukhet. Richard nos estaba echando mucho de menos. Martes, 11 de noviembre de 2014. “Reposo”. Nos dirigimos a Krabi. A Lore le encanta. Nos quedamos dos días y ella aprovecha para realizar una excursión con barco por diferentes islas. 82
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Jueves, 13 de noviembre de 2014. “Mejorando el mundo”. La noche antes de entrar en Malasia la pasamos en Satun, a 30 kilómetros de la frontera. Queremos apurar al máximo los días en Tailandia antes de que finalice nuestro visado. Es lo mínimo que podemos hacer con un país que nos ha tratado tan bien, olvidando el policía del primer día. Nos alojamos en un Resort que nos ofrece una casita por solo 10 dólares. Pero no solo es económico y de calidad. Sus trabajadores son encantadores. De esas personas que ayudan al mundo a ser un poquito mejor. Viernes, 14 de noviembre de 2014. “Entrada en Malasia”. Cruzamos la frontera y entramos en Malasia. Cambio de país. Los precios suben y la calidad disminuye. Hay muchos cambios. La religión pasa de ser budista a musulmana. La presencia de los 7Eleven que tanto habíamos utilizado en el país de la sonrisa disminuye, así como su funcionamiento. Sábado, 15 de noviembre de 2014. “Puente eterno”. Visitamos la isla de George Town cruzando un puente sobre el mar de más de 10 kilómetros. Tenemos la intención de pasar allí una noche, pero el tráfico nos agobia y los hoteles, además de caros, están todos llenos. Así pues, volvemos a cruzar el puente y nos dirigimos hacia Ipoh. Domingo, 16 de noviembre de 2014. “Ipoh”. Descansamos en Ipoh un par de días, ciudad que tiene un par de carteles como el de Hollywood en lo alto de algunas montañas. Aprovechamos para visitar unas cuevas con budas gigantes. Queda menos para nuestro segundo accidente en moto que nos marcará el destino del viaje y del sueño. Martes, 18 de noviembre de 2014. “Homóloga”. Llegamos a la capital, Kuala Lumpur. Una ciudad muy ordenada, con poco tráfico y muy pensada para los peatones. Nos alojamos en el barrio chino, ante Jalan Petalin, de Petaling Street, la calle homóloga de Khaosan Road de Bangkok, donde también puedes encontrar de todo. 83
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Sábado, 22 de noviembre de 2014. “Centros comerciantes”. Visitamos la ciudad mediante un autobús que es gratuito para todo el mundo. Vemos las famosas torres gemelas, un museo musulmán, en el que Lore se tiene que vestir de una manera especial, y nos damos cuenta que es una ciudad llena de centros comerciales. Todos ellos son gigantes. Algunos se unen entre sí mediante puentes flotantes. Tienen tanto espacio que en uno de ellos hay una escuela y un parque de atracciones en su interior. Y por si no es suficiente, una montaña rusa pasa por encima de las tiendas de uno de sus pisos. Nos parece curioso que la gente que conduce moto se coloca la chaqueta al revés (de manera que la cremallera les queda en la espalda), y que cuando utilizan el teléfono móvil, muchos se lo colocan también al revés, de tal manera que la pantalla de cristal y el altavoz nunca les toca la oreja, sino que quedan al otro lado de la oreja. Y otra curiosidad positiva es que parece una ciudad sin mosquitos. Durante nuestra estancia, no nos pica ninguno. Por la noche visitamos las torres gemelas. Espectaculares. Lunes, 24 de noviembre de 2014. “Accidente, susto, robo y reencuentro”. Es un día especial. Después de 25 años sin vernos, salimos de Kuala Lumpur para dirigirnos hacia Singapur y reunirnos con Joaquim Mascaró, un amigo con el que estudié E.G.B. y que desde hace un año vive en el país de las reglas. A pocos kilómetros de Singapur, realizando una curva por el carril reservado a las motos, veo que hay un coche aparcado en medio del camino. Vamos directos hacia él a unos 90 kilómetros por hora. A mi derecha hay dos camiones con trailers que me impiden incorporarme en su carril. Solo hay una solución si no queremos chocar con el coche: abandonar el asfalto de la autopista por la izquierda, entrando en una zona de hierva de no más de 70 centímetros de ancho (si voy más a la derecha, caemos por el bosque). De esta manera adelantamos el coche parado por su izquierda conduciendo por encima de la hierva a unos 70 kilómetros por hora. Logrado. Hemos esquivado el coche. Ahora viene el siguiente obstáculo: un guarda raíl de esos que tanto odiamos los motoristas. Está a unos 30 metros y nos acercamos a él rápidamente. Solo hay una solución: volver a entrar al asfalto de la autopista 84
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girando a la derecha. El problema es que vamos paralelos al asfalto, y éste está a unos 5 centímetros por encima de la hierva (es como un escalón). Pero no hay más remedio que virar a la derecha. Así pues, giro el manillar para subir de nuevo una moto con más de 500 kilos de peso al asfalto, pero éste empieza a temblar como un esquizofrénico, y aunque lo intento controlar acabamos besando el suelo. Afortunadamente parece que no nos hemos hecho daño (aparentemente). Lore, enfadada, lanza el casco fuera de la calzada hacia la hierva y se dirige al coche que estaba parado con el conductor hablando por teléfono. Éste lo cuelga y se da a la fuga. A los pocos segundos, se para una moto para asistirnos. Parece buen chico y llama a la policía. Sin embargo, antes de marcar el número y aprovechando nuestra desorientación, nos recoge las chaquetas del suelo poniendo la mano en el bolsillo para robarnos el móvil. Mientras, salgo de la autopista para ir a recoger el casco de Lore que yace encima de la yerba. De camino hacia él, miro al suelo y a dos pasos de mi veo una cobra negra como el petroleo que me mira amenazante. Suavemente retrocedo unos pasos para no enfadarla. La esquivo, recojo el casco y me vuelvo a la autopista cagado de miedo. Llega la policía, pero no puede hacer nada. Como estamos mínimamente bien, y la moto está genial, sin casi ningún desperfecto, continuamos hacia la frontera de Singapur. Una vez allí, nos detenemos para el papeleo habitual. Nos ven tan mal, que nos traen un botiquín para curarnos las heridas. Me doy cuenta que mi casco me ha salvado la vida: de un lado está espectacularmente rayado por culpa del asfalto. ¡Como siempre, mil gracias a Dynamic Line por su cesión, sobretodo a JuanDe Sáez por confiar en nosotros! Aún no sabemos cómo, continuamos el camino hacia casa de Joaquim y su familia, que nos acoge asombrosamente bien. Es una pena que hayamos tenido un accidente justo ese día, pues nos hubiera encantado poder estar al 100% con ellos. Pero también es buena suerte que lo hayamos tenido justo el día que quedamos con él, pues su ayuda será determinante para que mejoremos. Cenamos en su casa y nos ponemos al día de todo. Realmente quedamos asombrados. No solo por la vida que han logrado tener de la nada, sino también por ser cómo son. Su humildad, capacidad de adaptación y sentido de la atención y del respeto nos asombran. También nos asombra la facilidad que tienen para hablar idiomas. Después de vivir en tantos países distintos, nos deja atónitos ver como se comunican con sus tres hijos. En cinco minutos 85
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vemos como son capaces de comunicarse en español, alemán e inglés. Es como si tuviéramos un comando como el del televisor y cambiáramos de idioma solo con apretar un botón. Martes, 25 de noviembre de 2014. “Pobre muñeca”. Lore ha dormido mal por culpa del dolor que siente en su muñeca. Por eso nos dirigimos al hospital, donde le diagnostican una rotura leve de la muñeca. Tendrá que llevarla escayolada durante dos semanas. El resto del día lo dedicamos a visitar la ciudad/país. Se trata un espacio que derrocha modernidad por sus cuatro costados y que tiene tantas normas que pierdes la cuenta. Hay un sinfín de señales de prohibición por todas partes. Son muy estrictos. Tantas, que si quieres abandonar el país para visitar Malasia, tu depósito de gasolina debe estar lleno, no sea el caso que se te ocurra poner gasolina en el país vecino, que es mucho más barata. Si sales con el depósito vacío, no solo te pueden multar, también te arriesgas a ir a la cárcel. Por otro lado, también nos dicen que se aplica la pena de muerte hasta por el tráfico de drogas. También hay una pena de latigazos en ciertos casos. Además, aparcar la moto es casi misión imposible. Todos los vehículos llevan un dispositivo que les cobra para aparcar. Si no lo llevas, que está prohibido, lo tienes difícil. Y, cómo no, nosotros no lo llevamos. La verdad es que andamos (conducimos) un poco desorientados. Entramos en un McDonalds y parece una residencia de ancianos. Todos los trabajadores son abuelos uniformados que suponemos tienen problemas económicos. Nos extraña que esto pase en uno de los cinco países mas ricos del mundo. Y más cuando sabemos cómo tratan a los perros. Aquí hay pastelerías, spas y restaurantes exclusivamente para canes. Hasta hay una empresa dedicada a organizarles fiestas de cumpleaños. Si el cielo es el paraíso de los hombres, sin duda Singapur es el de los perros. Para cenar nos vamos con Anh y Joaquim al centro de la ciudad, y acabamos disfrutando de un espectáculo de luces precioso ante el hotel más famoso de la ciudad. Miércoles, 26 de noviembre de 2014. “Día de lluvia”. La lluvia nos sorprende en el centro de la ciudad/país. Aparcamos ilegalmente 86
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donde podemos y esperamos horas y horas a que deje de llover, que no es hasta media tarde. Como nos pasó en Estambul meses antes, al llegar a casa, recibimos un mail de una persona que ha visto la moto aparcada. Ve nuestra web (dreamhunters. info) y nos envía un bonito mensaje que nos alegra el resto del día. Por la noche celebramos la cena de despedida en casa de Anh y Joaquim. Jueves, 27 de noviembre de 2014. “Viaje hacia la tumba”. Temprano por la mañana nos despedimos de esta fantástica familia que nos ha tratado como si fuéramos dos de sus miembros. Esperamos que no tardemos otros 25 años más en vernos. Cuando encuentras gente así, te sientes afortunado y lo último que deseas es perder su contacto. Y de vuelta a Malasia, matando el tiempo pensando bajo el casco, me acuerdo de una afirmación de Hunter S. Thompson, que tras nuestro segundo accidente vamos cumpliendo a rajatabla: – La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: “¡Uf! ¡Vaya viajecito!” – Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Mr. Pinit Ounope. Prachuat Khiri Khan (Tailandia). Ver la nieve. Albert Tenas. Ripoll (España). Visitar Nueva Zelanda y recorrer los escenarios donde se rodaron “El Señor de los anillos”. Melissa Aleli. Manila (Filipinas). Tener mi propio negocio y viajar por todo el mundo. Jassim Uddin. Dhaka (Bangladesh). Casarme con una mujer bonita. David Aroca. Zaragoza (España). Jugar al fútbol profesional.
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CURIOSIDAD. Función neurológica. Aunque los expertos no la tienen todavía clara, consideran que los sueños sirven para reparar y ordenar la memoria y recuperar para poner a punto funciones cognitivas par la vigilia. DEDICATORIA. Dedicamos esta crónica a Anh, a Joaquim y a sus tres hijos, que nos cuidaron con paciencia cuando más lo necesitamos y que nos marcaron muy positivamente cuando menos lo esperábamos. Un abrazo sincero y no tardéis en ver la peli. ¡Es obligatoria! INSPIRACIÓN: “DALE VIDA A LOS SUEÑOS”, de Mario Benedetti. Dale vida a los sueños que alimentan el alma, no los confundas nunca con realidades vanas. Y aunque tu mente sienta necesidad, humana, de conseguir las metas y de escalar montañas, nunca rompas tus sueños, porque matas el alma. Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco, no los dejes que mueran de hastío, poco a poco, no les rompas las alas, que son de fantasía, y déjalos que vuelen contigo en compañía. Dale vida a tus sueños y, con ellos volando, tocarás las estrellas y el viento, susurrando, te contará secretos que para ti ha guardado y sentirás el cuerpo con caricias, bañado, del alma que despierta para estar a tu lado. Dale vida a los sueños que tienes escondidos, descubrirás que puedes vivir estos momentos con los ojos abiertos y los miedos dormidos, con los ojos cerrados y los sueños despierto. .
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Capítulo 13. El Sr. Lobo y su barco de patatas. (Malasia II). No siempre es fácil ir transformando un sueño en un grato recuerdo. No todo es un camino de rosas, pero pensándolo bien, ya está bien que sea así. Pero la caída que sufrimos hace pocos días nos ha dejado un poco tocados. Tanto física como psíquicamente. Las secuelas se instalan en tu cuerpo y mente, y mientras que las del cuerpo se van en cuestión de días, las de la mente son perennes y pueden decidir coger una silla y sentarse en tu masa gris para descansar un largo tiempo con la intención de no irse en semanas. Todo depende de tu voluntad para ejercer la presión necesaria y acabarlas expulsando como si fuera el pus de un grano maduro y saturado en medio de la frente. Por este motivo, los primeros kilómetros después del accidente de moto en medio de la autopista son delicados. Además del dolor de los golpes que va saliendo lentamente en forma de morados, la autoconfianza está tocada y te preocupas por lo que debe estar sufriendo tu acompañante que, aunque no lo diga, sabes que la procesión no va por fuera y que está más tensa de lo normal. Quizás no tanto como un gato cuando se espanta al ver un bulldog cerca, pero sí más que un koala que se acaba de despertar después de dormir más de 18 horas seguidas. Así pues decidimos detenernos unos días en Melacca, una ciudad costera turística entre Singapur y Kuala Lumpur que nos ayudará a recuperarnos de los golpes recibidos. Aprovechamos los más de 10 días que estamos ahí para movernos poco y descansar mucho. Vamos al cine, cambiamos el neumático delantero, y poca cosa más. El próximo objetivo del viaje es estudiar la manera de enviar la moto de Malasia a Indonesia. Con esta premisa, visitamos el puerto de la ciudad para comprobar si hay opción de enviarla en barco desde allí. Sin embargo nos comentan que no es posible. Solo hay transporte comercial para personas. Nos dicen que tenemos que ir a un puerto cerca de Kuala Lumpur. Así pues, siguiendo sus instrucciones, después de casi dos semanas decidimos continuar el camino basados en esta pista. Volvemos a la capital del país, donde nos alojamos en el mismo hotel en el que estuvimos la primera vez que la visitamos, en China Town. Es un hotel donde no solo la relación precio-calidad es buena. En él trabaja gente que, escuchándola, te pueden hacer vibrar el alma tan fácilmente como si fuera la cuerda de 89
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un arpa acabada de tensar. Como la historia de Irene, una filipina que hace 4 años seguidos que trabaja allí y que utiliza medio sueldo para enviarlo a sus 4 hijos, que viven en Manila con su abuela. O como la de Melisa, otra filipina que al no tener papeles no puede pisar la calle. De lo contrario, le puede suceder como la ocasión en la que salió un momento a comprar. Un policía la paró y la detuvieron. Afortunadamente, la perdonaron y no la deportaron. Desde entonces no sale del edificio. Y de esta experiencia ya hace más de un año. Encontrar historias así en un viaje de estas características es fácil. Y oírlas enriquece tanto como entristece. Conociéndolas ajustamos nuestro nivel de prioridades y preocupaciones. La balanza que hemos creado durante años en nuestro sistema europeo se corrige, aligerando el peso del lado en el que se depositan lo que en casa entendemos como un “problema importante”. Escuchar los conflictos de esa gente hace que modifiquemos nuestro armario mental y ordenan muchos de nuestros “problemas” en el cajón que realmente se merecen, que bien podría tener pegado una etiqueta escrita a mano en la que se leyera “tonterías varias”. Siguiendo nuestro plan, nos dirigimos al puerto de Klang, que está a unos 30 kilómetros de Kuala Lumpur. Los recorremos conduciendo por un caminito asfaltado de un metro y medio de ancho como máximo especial para motos que además de evitar peajes, como sucede en muchos países asiáticos, te permite evitar el tránsito de coches que hay en la autopista. Pasamos por túneles de juguete y por parajes que nos hacen disfrutar de una vuelta en moto diferente. Mientras, pensando bajo el casco como suelo hacer siempre, me doy cuenta que tampoco no es tanta la locura que induce realizar un largo viaje como el nuestro. El trayecto nos llevará unos 200 días. Si la mediana de vida de una persona es de unos 29.200 días (unos 80 años), esto significa que esta pausa que supone este viaje equivale a un porcentaje del 0,68% del total del tiempo de nuestra vida. Pienso que no es tanto. Al llegar al puerto, explicamos la situación a todo el mundo. Y debido a la pereza de no querer gestionar un envió tan raro, o fruto del desconocimiento, vamos de un despacho a otro hasta que llegamos a uno que, un poco sorprendidos, nos indican que el envío de la moto tendrá un precio que no queremos asumir. Ante tal situación, solo nos queda una opción: llamar al Señor Lobo. Como en Pulp Fiction, no tenemos más remedio que visitar al Sr. Lim en la isla de George Town, un personaje muy famoso dentro de la familia motera que ayuda a todo el mundo a llegar a Indonesia. Lo teníamos en mente desde el primer día, pero al estar al sur de Malasia queríamos asegurarnos que no había otra opción con el fin de no tener que volver a cruzar el país otra vez dirección 90
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norte para conocerle. Pero no hay otra salida. El Sr. Lim es nuestro hombre. En un día dejamos la gran capital y nos dirigimos al norte para entrar a una ciudad que ya visitamos hace semanas poco después de entrar en el país. Para llegar a la isla donde se encuentra el Sr. Lim tenemos que volver a cruzar ese puente espectacular de más de 10 kilómetros de largo. Quizás el más espectacular que hemos cruzado nunca. Y así llegamos a una ciudad moderna, amable y diferente que nos acogerá el tiempo necesario para gestionar el envío de la moto. Intentaremos que no sea mucho tiempo, pues la ciudad es bastante cara. Nos alojamos en el hotel más económico que encontramos, que aún serlo, es caro. Como curiosidad, vemos un adhesivo clavado en el techo de la habitación en forma de flecha, al lado del ventilador, que indica hacia dónde debemos apuntar si queremos rezar de cara a la Meca, que no es el caso. Ese mismo día contactamos con el Sr. Lim y quedamos con él el día siguiente para embarcar la moto en un barco que nunca olvidaremos. A la mañana siguiente, a primera hora nos dirigimos a su despacho para que nos acompañe al puerto. Después de entrar y conocerlo, nos comenta que nos tenemos que esperar un rato, pues además de nuestra moto, cargarán otra de un motorista islandés, que conocemos al cabo de pocos minutos. Todos juntos nos dirigimos al puerto, donde el Sr. Lim realiza todas las gestiones pertinentes y nos acompaña hasta el barco que, ante nuestra sorpresa, es un carguero de patatas y otro tipo de alimentos. Con paciencia y con la ayuda de los marineros, atamos primero la moto de Kristján, el motorista islandés, y la vemos flotar en el aire hasta que la cargan en un lado del barco. Y después, atamos la nuestra para cargarla al otro lado. Es imposible que el corazón baile a su ritmo habitual observando los segundos que la moto está en el aire suspendida por una cuerda. Es inevitable no imaginarse lo peor. Afortunadamente todo va bien y depositan a Richard encima de la madera de un barco viejo, donde permanecerá los dos días que durará su viaje hasta Indonesia. Ya sin la moto, antes de subir al avión para volar a Medan, dedicamos el último día a pasear por la gran ciudad, preguntándonos cómo será el 17º país que visitaremos desde que abandonamos nuestro pueblo. Y sí que nos acabará sorprendiendo Indonesia, pero quizás lo más destacable será que para cruzarla nos acompañará un personaje que nos acabará marcando el viaje. 91
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Mientras, como siempre, redactamos esta crónica para no olvidarla jamás. Una crónica que, como todas, nos dibujará una nostálgica sonrisa siempre que la leamos, pues describen algunos de los momentos más importantes de nuestras vidas. Cuando tengamos que morir, moriremos, pero con todos estos recuerdos que vamos almacenando día tras día nos habremos asegurado que hemos vivido. Aun que sea solo un 0,68% del total de los días de nuestras vidas. Y lo dejamos aquí porque este viaje nos está dejando sin palabras. Si fuéramos poetas, otro gallo cantaría. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Irene Pili. Manila (Filipinas). Tener un negocio que me permita viajar. Lee Poik Kum (Peggy). Kuala Lumpur (Malasia). Solucionar todos mis problemas y casarme con un buen hombre. CURIOSIDAD. Ansiedad. La emoción más común que se experimenta en los sueños, es la ansiedad. Además, está demostrado que las emociones negativas son más comunes que las positivas. DEDICACIÓN. Dedicamos esta crónica a Irene, Melisa y a todas esas personas “ilegales” que hay en el mundo; a esa gente que no tiene “papeles”, unos papeles que no les otorgan la gente que sí los tiene y que, esperamos, nunca se encuentren en la misma situación que los que no los tienen. Como nunca se sabe, en el caso que se gire el calcetín y sean ellos los acaben necesitando los malditos papeles debido a cualquier urgencia, automáticamente esta crónica también estará dedicada a sus personas. CONTACTOS ÚTILES. Envío de la moto de George Town (Malasia) a Belawan (Indonesia): Mr. Lim. cakrashipping@gmail.com Cakra Enterprise. 187, 2nd Floor, Lebuh Pantai (Beach Street), 10300 Georgetown, Penang Office telephone no, 042625879 Mobile telephone no. 0124709717 92
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INSPIRACIÓN. “MOMENTO DE LA TRAVESÍA”, de Fernando Pessoa. Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos.
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Capítulo 14. Sumatra. Puntos de vista (rollo “Pulp fiction”). (Indonesia I). 1. PUNTO DE VISTA DE LORE. Ha llegado el momento de abandonar Malasia. Almacenamos todos los recuerdos que nos ha ofrecido este país en un lugar inolvidable de nuestro cerebro y miramos hacia adelante. Nos encontramos en el aeropuerto de George Town, Malasia, para subir al avión que en 50 minutos de vuelo nos lleva a Medan, Indonesia. Conocía pocas cosas de este país, como que la población predominante es musulmana (lo que me hacía pensar que quizás serían muy estrictos), que la economía no es muy buena, que consta de 18.600 islas, de las que solo 6.000 son habitables, y poca cosa más. Ahora ya sé a qué huele. Saliendo del aeropuerto es necesario subirse a un autobús que nos lleva a la ciudad donde tenemos reservado nuestro Guest House. Es fácil preguntar cualquier tipo de información porque toda la gente habla inglés y es sumamente amable. En una hora ya estamos en el centro de la ciudad, pero nos falta un poco para llegar a nuestro destino. Después de negociar el precio con tres chóferes de tuctucs, por fin iniciamos la última etapa del viaje de la jornada. Es oscuro y caen gotas. El tuc-tuc tiene un plástico delante en vez de cristal, lo que no nos permite ver qué hay enfrente de nosotros. Solo podemos observar el nuevo país que estamos visitando mirando por los laterales. Los carriles están iluminados y nuestro chófer, como todo el mundo aquí, conduce de una manera que no nos transmite mucha seguridad. De entrada, la única cosa que vemos son las luces de los otros vehículos que se acercan como locos, muchos agujeros en el asfalto que nos hacen sentir como si fuéramos sacos de patatas, y muchas maniobras bruscas que el conductor hace apurando hasta el último momento. I así estamos una hora en la que noto peligro, estupefacción, cansancio, diversión y otras sensaciones, hasta que por fin llegamos al Guest House que habíamos reservado la noche anterior en Malasia. Durante todos los días que estamos en Medan, los propietarios del hotel nos tratan estupendamente. Solo vernos nos ofrecen bebidas y galletas de bienvenida, y después, durante toda la estancia, nos ayudan con la información necesaria con el fin de que no tengamos ningún problema. 94
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Al día siguiente llega Kristján, nuestro amigo de Islandia con quien enviamos las motos con barco desde Malasia a Indonesia. Como que hoy es domingo y también lo necesitamos, descansamos tanto como podemos. El lunes sí fue un día intenso. Desde las 8 de la mañana hasta las 19.30 los tres lo dedicamos a recoger la moto en el puerto de Belaware. Dicho trámite siempre tiene una cosa en común con los otros que hemos realizado hasta el momento: horas y horas de espera que no acaban nunca para gestionar unos papeles que en cualquier lugar de Europa se tramitarían en cuestión de minutos. Empezamos el día visitando un pueblo donde buscamos un despacho para pagar una de las tasas necesarias para extraer la moto del puerto. Hacia las 10 llegamos a la empresa que buscábamos. Se trata de una casa con una habitación y un pasillo donde solo dos personas están despiertas. El resto aún duerme estirados en el suelo encima de unos cartones. Una vez recogemos la documentación necesaria, nos dirigimos al despacho del puerto donde durante 6 horas esperamos para obtener más y más papeles para poder recoger las motos. Por fin, hacia las 17.30, vamos al embarcadero y media hora más tarde ya salimos del puerto. Al cabo de pocos kilómetros conduciendo por esa zona, los tres nos damos cuenta de la situación y nos hacemos la misma pregunta: dónde es más difícil conducir, ¿en la India o en Indonesia? Kristján y yo opinábamos que en la India, pero Albert dice que en Indonesia. Y al igual tiene razón, pues yo no sé conducir moto. Lo que sí se observa fácilmente son los cambios bruscos de dirección que realizan los demás conductores que no indican nunca con el intermitente. A ese hecho, añádele los agujeros que hay en el asfalto en todos los carriles, que los conductores se detienen inesperadamente en medio del carril, que los pasos de cebra son casi inexistentes, que las carreteras no tienen luz de noche, y que solo tienen dos carriles, insuficientes para soportar el elevado transito que por ellos circulan. Llegamos al Guest House después de una hora. El día ha sido tan duro que decidimos descansar el día siguiente. No tenemos ninguna prisa. Así pues, al llegar al miércoles iniciamos nuestro viaje por Indonesia. El primer objetivo es Toba Lake, el lago volcánico más grande del mundo. Para llegar debemos recorrer 188 kilómetros, que no son pocos, y menos por esas carreteras. El hecho de levantarnos tan temprano nos evita tener que conducir por unas 95
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carreteras saturadas de una ciudad que no se acababa nunca. Durante el viaje empezamos a conocer otra zona del país bien distinta. Los kilómetros que recorrimos ese día no tienen nada que ver con los que habíamos conducido hasta el momento. Gran parte del trayecto es por la montaña, donde frecuentemente nos detenemos para disfrutar y admirar el paisaje. Las carreteras gozan de poco tránsito. Supongo que por ese motivo, hacia las 16.30 ya estamos en un mini embarcadero esperando el ferry que nos llevará con las motos en la isla central de Toba lake. Mientras descansamos, antes de subir, podemos disfrutar de una atmósfera genial. Estamos rodeados de un ambiente sumamente alegre y positivo. Hay unos 15 niños bañándose desnudos que no paran de saltar de un barco a otro mientras suena una música de júbilo que les da más ganas de exteriorizar toda la energía que tienen dentro, que no es poca. Y en tierra, detrás de nosotros, un grupo de estudiantes cantan y bailan hasta que llega un autobús que los recoge. Todo esto sucede en medio de la naturaleza. Acabamos de llegar a Indonesia y el país ya empieza a deleitarnos con un espectáculo que no nos abandonará durante días. Definitivamente estos no son los únicos momentos mágicos de los que disfrutamos. Después de media hora con ferry llegamos al epicentro del lago, lo que significaba entrar en la isla de otra isla, pues la zona en la que estaremos los próximos días está ubicada en el centro de Toba Lake, y al mismo tiempo, este lago se encuentra en medio de la isla de Sumatra. Llegamos al hotel cuando ya ha oscurecido. Nuestra habitación está ante el lago. Hasta la una de la noche oímos el ruido del agua, que parece que le falta poco para tocar la puerta de la habitación. No notábamos esa sensación de calma y tranquilidad desde nuestra estancia en nuestra querida Pokhara, en Nepal. El próximo día lo dedicamos a dar vueltas para observar cómo vive la gente. Me evocan recuerdos de cuando era pequeña y pasaba las vacaciones en casa de mis abuelos. Todo se hace con recursos naturales y tradicionales. Ése es un lugar óptimo para cualquier persona que vive en una ciudad europea con ganas de experimentar una vida totalmente diferente, empezando por el clima y acabando por las prioridades. La gente de esa isla nunca tiene prisas ni ningún grado de estrés. Indonesia acabará siendo el país donde habremos recorrido más kilómetros. Sumarán más de 3.000. Avergonzada ahora confieso que no recuerdo algunos de los nombres de los pueblos que hemos cruzado. Continuando dirección a la 96
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isla de Java, una noche buscamos hotel en un pueblo cercano que creo se llama Sidempuan. Empieza a llover tanto que nos detenemos en el primer hotel que encontramos. Allí sucederá la primera cosa inesperada. A las 18h visito la peluquería que se encuentra al lado del hotel. Hace tiempo que quería pintarme los cabellos, pero hay un problema: como en la mayoría de pueblos de la isla de Sumatra, la gente no habla inglés. Para hacerme entender, les enseño el color que me gusta en un catálogo para que entiendan lo que busco, pero no paran de decir “no”. Ante esa situación, visito el supermercado más próximo y compro la pintura. Cuando vuelvo a la peluquería, me espera una profesora de inglés del pueblo que nos facilita muchísimo la comprensión. La propietaria, que se llamaba Melati, no para de hablar con la profesora con el fin de que me tradujera sus cumplidos. Al cabo de pocos minutos ya somos amigas. Toda la gente que hay dentro de la peluquería es tan maja que no sé a quien admirar más. En poco rato, Melati me invita a asistir a la Iglesia de protestantes a las 21h, donde celebrarán una Misa en la que canta su hijo. Acepto encantada y contenta, pero le digo que antes se lo tengo que comentar a Kristjan y a Albert. Tan pronto como mi pelo ya está pintado con el color que deseo, me dirijo al hotel a recoger a los chicos para ir a cenar rápido, pues falta poco rato para que empiece la Misa. Mientras comemos les expongo la propuesta que me ha hecho Melati. Como era de esperar, ambos aceptan y a las 21h ya estamos ante su peluquería, donde nos están esperando. No abandonamos su local sin antes realizar la primera sesión de fotos. Además, insiste para que vayamos a visitar su casa, que se encuentra justo al lado. Al llegar a la iglesia todo el mundo nos mira de una manera amistosa, como si hiciera mucho tiempo que nos conocíamos. Dentro todos cantan canciones que nos gustan muchísimo. Desde el primer momento que ponemos los pies en la iglesia, Melati me coge de la mano durante toda la Misa. Ese gesto de amistad me sorprende muchísimo. Los tres somos tratados de una manera muy especial. En un futuro próximo, cuando piense en ello, seguro que me daré cuenta que me he quedado con un recuerdo precioso de esa experiencia porque además de invitarnos, nos ofrecieron comida, café, donuts y otros alimentos que no sabremos nunca qué eran exactamente. También debo mencionar que el hijo de Melati ha cantado en inglés una canción muy bonita. Y finalmente, antes de salir de la iglesia, ofrecen un micrófono a Kristjan para que hable. Y estamos tan desiorentados que, al cogerlo, empieza diciendo “Nos hemos parado aquí, en… ¿dónde estamos?”. Antes de ir a dormir, nos despedimos con una última sesión de focos llena de flashes por todas partes. 97
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A la mañana siguiente, antes de seguir nuestro camino, los tres volvemos a visitar la peluquería para agradecer a Melati y su gente toda su atención y para despedirnos. Como el primer día, gracias a Kristján seguimos alimentándonos con comida tradicional del país en lugares encantadores en los que pocos turistas se atreverían a entrar. Personalmente me relaja el hecho de ver que alguna de la comida está cocinada. Cada día nos adaptamos más con el arroz servido en un plato o una hoja de plátano que no siempre está limpia, noodles, patatas con huevo, etc. Sin darme cuenta, parece mentira pero creo que lo voy a echar de menos. Nos va muy bien acostumbrarnos a ese tipo de comida, pues en algunos de los pueblos que visitamos no hay muchas otras opciones, por no decir ninguna. Y saltando de restaurante a restaurante llegamos Bukittinggi, donde por primera vez en nuestras vidas comemos búfalo. Se trata de unos pinchos que, por su aspecto, creemos que es tripa con un poco de carne frita. Lo acompañamos con arroz depositado encima de una hoja de plátano. Quizás este es el lugar menos limpio en el que hemos cenado hasta el momento, hasta tal punto que veo una rata husmeando bajo las mesas. Pero al contrario que en la India, ya no me importa. Soy feliz. Además, esa noche pienso que si en este momento no sufro ninguna indigestión, no la sufriré nunca. Y si los días pasan rápido en casa, viajando pasan con una marcha más. Siempre acostumbramos a conducir hasta las 17h. Hasta que un día, más o menos a esa hora, empieza a llover intensamente. Para evitar mojarnos, nos refugiamos bajo el techo de una gasolinera, donde conocemos a Eva, la persona que acabará ofreciéndonos la mejor experiencia de todo el viaje. Se trata de una chica que se dedica a vender fruta a todo el mundo que se detiene para llenar el depósito. Al vernos, muy contenta, se acerca y nos ofrece una fruta que desconocemos exactamente de qué se trata, pero cuyo aspecto no nos gusta mucho. Según parece, es un alimento que la gente del país adora, pero a nosotros no nos convence. Es difícil entendernos con ella, pero lentamente vamos conectando. Definitivamente, como todo el mundo, se trata de una persona muy amable, atenta y simpática. Ya son las 17.30 de la tarde. La lluvia no mengua y el hotel más cercano se encuentra a unos 60 kilómetros. No sabemos cuál es la mejor opción que podemos tomar. En ese estado no podemos continuar y falta muy poco para que oscurezca. También hay el problema que la tienda de campaña no parece una 98
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solución muy indicada en ese momento. Kristján y Albert sospesan la opción de dormir en el suelo del interior de la caseta de la gasolinera. Seguro que no hubiera habido ningún problema, pero existe otra opción mejor: dormir en casa de alguien. En un principio no me hace mucha gracia, pero admito que es la mejor solución. Además, toda la gente que nos rodeaba es tremendamente simpática, por lo que pienso que sería fácil lograrlo. Por este motivo le pido a Eva si nos puede ayudar. Mediante señales le intento explico que no tenemos dónde dormir y le pregunto si sabe algún lugar en el que pudiéramos pasar la noche. Después de entenderme, contenta y sin pensarlo más de un segundo nos dice que la sigamos. Nos acaba de invitar a dormir a su casa. Me monto en su scooter mientras Kristján y Albert nos siguen, y al cabo de unos 10 minutos conduciendo llegamos a un pueblecito muy modesto con gente tan generosa que mi vocabulario es demasiado pobre para describirlo. Al llegar a casa su casa, Eva y yo nos vamos con su moto a comprar comida, pues falta poco para cenar. Al volver, veo que su casa está más llena de gente que las calles del pueblo. Todo el mundo nos está invitando a una boda que se celebra esa noche. La gente parece tan contenta que en ese instante muchos de ellos también nos ofrecen su casa para pasar descansar, pero no tenemos ninguna intención de abandonar a Eva y su familia. Ninguno de nosotros intuíamos que estábamos a punto de asistir a una celebración que nunca podremos olvidar ni queriendo. Solo llegar nos entusiasma ver la vida de esa gente. Son las 20.30, y como somos extranjeros tenemos un lugar reservado en primera fila. Poco a poco vamos aprendiendo cómo funciona la cosa. Todo el mundo debe ir subiendo al escenario como mínimo una vez para cantar una canción tradicional del país. Y al no ser una excepción, llega nuestro turno. Pero como cantar no es lo mejor que sabemos hacer, creo que los acabamos decepcionando un poco. Primero soy yo quién canta. Antes de entonar las primeras notas, pienso que quizás me acompañaría algún tipo de música, cualquiera, pero no es así. Y como no nos entendemos mucho, al final decido cantar igualmente. Hacía rato que negociábamos este tema y al final pensé que lo mejor era no perder más el tiempo. No tengo ni idea de qué es lo que puedo cantar. Me acuerdo de una canción de cuando era pequeña, titulada “Querida niña, no estés triste”. ¡Madre de dios! ¡Suerte que nadie entiende las tonterías que estoy cantando! Todo el mundo me mira extrañado, pero yo continúo procurando cumplir con sus deseos. 99
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Después de un rato le toca el turno a Albert, que acaba siendo realmente precioso. No sé con que idioma canta, pues me esfuerzo muchísimo a intentar entender algo de lo que dice. Sin embargo no logro descifrar ninguno de los sonidos que salen de su boca. Solo me parece entender una palabra: “aquí”. No para de gritar ante el micrófono. Tengo que confesar que todo el mundo parece quedar muy contento con su actuación. Y finalmente le toca el turno a Kristjan. Tampoco entiendo nada de lo que dice. Sin embargo, cantar no es la única tradición que celebran. Nos quedaba otra: bailar. Desafortunadamente en este campo tampoco somos unos especialistas. Tan pronto como pisan el escenario, tanto Kristján como Albert deciden activar el cuerpo realizando un movimiento sumamente raro. Es curioso, pero lo encuentro muy interesante. Creo que solo los niños pequeños pueden igualar ese estilo y pueden llegar a ser tan simpáticos como lo están siendo ellos. La verdad es que todos estamos muy contentos. Sin embargo, la fiesta está a punto de llegar a su final. Los momentos más agradables que hemos vivido en Indonesia están a punto de acabarse. Antes de volver a casa de Eva, nos invitan a comer arroz, huevos, pollo y un largo surtido de alimentos misteriosos. Luego nos despedimos de todos y destrozados nos vamos a dormir. El próximo día, por la mañana, nos vamos a visitar la casa del hermano de Eva. Allí también somos tratados como reyes. No abandonamos el pueblo sin realizar otra sesión de fotos y nos despedimos de una gente con unos valores espectaculares, conscientes que habíamos vivido una noche que no olvidaremos en nuestra vida. Y así continuamos nuestro camino dirección a Lahat, donde también nos espera una pequeña aventura un poco más movida. DEDICATORIA. Dedico esta crónica primero a Albert, que me ha ofrecido la posibilidad de conocer otra parte del mundo que no conocía en absoluto. Gracias a él he podido conocer a gente maravillosa como la de Indonesia, Cambodia, Nepal y otros lugares. También le agradezco el hecho de conducir tan bien durante todo el viaje, en especial en Indonesia y en la India, donde no es nada fácil. Gracias, tesoro, por todo lo que has hecho por mi. Nunca había vivido tantas cosas en tan poco tiempo. Esta crónica también es para Kristjan, con quien compartimos cada día del 100
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viaje de Indonesia, así como un montón de momentos especiales como las cenas en el Hard Rock Café de Bali. Las experiencias vividas juntas quedarán siempre en mi corazón, y seguro que en el de Albert también. También quiero agradecer a JuanDe Sáez, de Dynamic Line, el hecho de cedernos un equipaje que nos salvó la vida en la autopista de Malasia en un accidente que nos dejó tocados. ¡Mil gracias por confiar en nosotros! He escrito esta crónica expresamente para toda la gente que he conocido en Indonesia, una gente con un espíritu muy positivo y sincero. Nunca olvidaré los recuerdos que todos ellos me han regalado. 2. PUNTO DE VISTA DE ALBERT. En ocasiones, cuando una larga serie de televisión famosa empieza a perder audiencia, el truco más habitual de los guionistas es añadir un nuevo personaje carismático que aporte frescura a la historia. En la nuestra apareció justo en esta etapa del viaje. Quién iba a decir que seria un islandés el que acabaría enriqueciendo nuestro viaje de una manera tan intensa y positiva. Aunque nos conocimos en George Town por casualidad cuando embarcamos la moto en el barco de patatas gracias a la ayuda del Sr. Lim, no tuvimos la oportunidad de hablar tranquilamente hasta el fantástico hotel de Medan, en el norte de la isla de Sumatra, en Indonesia. Nosotros llegamos con avión el sábado, un día antes que él y dos días antes que lo hicieran las dos motos. Ya en el aeropuerto, el policía que nos selló los pasaportes nos indica como es la gente del norte del país. No para de reír y de tratarnos con suma educación. ¡Qué diferencia con la policía de Tailandia! Nos hospedamos en el hotel K77 Guest House, el mejor hotel calidad-precio de una ciudad tan estresante como cualquiera de la India. Quizás no tanto como Bombay o Nueva Delhi, pero no se queda corta. Se trata de una ciudad saturada de gente con un transito horrible en la que solo puedes hacer una cosa: nada. Kristján llega el domingo. Solo con observarlo un poco ya te transmite paz, tranquilidad, serenidad y alegría. Tenemos todo el día para conocernos un poco más. No hay prisa, pues hemos decidido viajar unos días juntos, sin saber que esos días se acabarán traduciendo en un mes y medio de compañía mutua 101
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que nos irá como anillo al dedo, o calcetín al pie. Se trata de un viajero de 58 años que está dando la vuelta al mundo con moto en solitario. Su esposa, tres hijos y dos nietos le esperan pacientes en Reykjavík aplicando una filosofía que yo también vendo desde hace años: libertad total. Creo que solo así tu pareja puede llegar a ser feliz, y si ella es feliz, tú también lo serás (o así debería ser). Se trata de esos hombres que, al hablar, no puedes más que escuchar. Desprende sabiduría por cada poro de su piel fruto de una vida intensa, emocionante y que pocos tenemos la suerte de vivir. Toda su vida ha estado viajando. Y cuando te encuentras a un hombre así, si no eres tonto, tienes que aprovecharlo y activar las dos orejas al máximo para absorber cada palabra, consejo o visión de la vida. La misión para la mañana siguiente es visitar el puerto de Belaware con el fin de recoger las dos motos. Para ello, tenemos que dirigirnos primero al despacho del contacto del Sr. Lim, que nos ayudará en todo el proceso. Su oficina está embutida entre mil cabañas de un barrio saturado rodeado por una cloaca llena de mierda con animales muertos pudriéndose en su interior. Al entrar, disimulamos nuestra sorpresa al ver tres chicos durmiendo en un suelo también sucio de una tétrica habitación sin ventanas. Procuramos no hacer ruido mientras nuestro ayudante recoge los papeles necesarios antes de ir al puerto. El día acabará siendo largo. Como siempre, vas de aquí hacia allí como una peonza mareada hasta que, por fin, desorientado, cuando empieza a desaparecer la luz del día, te encuentras ante las dos motos aún sin saber exactamente cómo se ha logrado. Felices iniciamos el camino de vuelta a Medan. En ese trayecto ya empezamos a palpar la difícil conducción que requiere un país como Indonesia. Hay vehículos por todas partes y, como en la India, necesitas un poco de suerte para acabar el día en la cama sin ningún rasguño. Al llegar al Hotel de esa amable familia, donde cocinan las mejores patatas fritas que hemos comido en meses, planeamos el trayecto que empezaremos dos días después. Analizando el mapa, nos damos cuenta de lo grande que es este país, el cuarto con más habitantes del mundo. Nos sorprende que para llegar a Bali, tendremos que recorrer más de 3.000 kilómetros, un trayecto que tardaremos poco más de un mes en recorrerlo. No nos lo esperábamos para nada. A través de una carretera fantástica, serpenteante no solo de izquierda a derecha, sino también de arriba a abajo, y casi con nada de transito, llegamos hasta Toba Lake, una parada obligatoria si te encuentras en el norte de Sumatra. Se 102
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trata del lago volcánico más grande del mundo y el lago más grande de Asia. La curiosidad es que en medio del lago hay una isla gigante a la que llegaremos después de una hora de barco. La isla de Toba Lake respira tranquilidad por sus cuatro costados. Es un lugar donde el tiempo está parado en el que la gente no tiene el más mínimo interés en evolucionar. Son felices con lo que tienen. Parece que no quieran más. ¿Para qué? Viven en el paraíso en el que todos soñamos cuando nos vamos a dormir y cuando abrimos los ojos. Sin estrés, sin agobio, sin despertador y sin prisas. Es tan fácil ser feliz aquí que casi sin buscar encontramos en un apartamento encantador a tres metros del agua del lago por solo 15 dólares. Por la noche, al apagar la luz y cerrar los ojos para empezar a soñar dormidos, el único ruido que se oye es el suave susurro del agua acariciando la pared de piedra que hay enfrente de nuestra cabaña. Te quedas dormido en el acto. No hace falta contar mil ovejas. De hecho, no ves saltar ni la segunda. Ese murmullo hipnótico te absorbe de tal manera que deja en ridículo cualquier péndulo de esos que utilizan los magos para balancearlo ante tus ojos. Y no solo es útil para dormir. Ese balbuceo, además, es un elemento que ayuda a entender el porqué de la felicidad y calma de la gente de esta isla. Porque ellos son exactamente como el lago: cristalinos, calmados, tímidos, felices, atentos y amables. Disfrutamos de ese paraíso durante tres días, ignorando todo lo que nos viene encima. Abandonamos la isla conduciendo por un camino que va rodeando el lago y salimos por el único puente que lo une con el país. Pero la diversión no se acaba allí. Los próximos kilómetros los realizamos por unas carreteras en las que los tres coincidimos en calificarlos como de los mejores del viaje hasta el momento. Todas ellas serpenteantes rodeadas por un entorno que parece extraído de un cuento fantástico. Y la guindilla llega cuando pasamos por debajo de un cartel que indica la línea del Ecuador, donde nos paramos un rato para disfrutar de un instante especial. Durante los próximos días cruzamos mil aldeas en las que la gente acuchilla mortalmente el tiempo de mil maneras diferentes: bañándose en un charco, mirando el cielo, o simplemente saludando a los vehículos que pasan por ahí, sobretodo si son unos motoristas como nosotros. Parece que no hayan visto a ninguno en su vida. Algunos nos atienden con un saludo militar y semblante serio, otros nos alzan el pulgar en signo de aprobación y admiración, y otros alargan la mano para darnos un “give me five” mientras pasamos por su lado al grito de “¡Mister, mister!”, tanto si nos lo dicen a Kristján o a mi, como si se lo dicen a Lore. 103
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Pasamos por lugares donde parece no haya habido nunca un turista. La gente se nos queda mirando alucinada y sonriendo. Son muy tímidos y aunque tienen unas ganas de acercarse y tirarse fotos con nosotros, guardan la distancia riendo sin parar. La felicidad absoluta se apodera de ellos justo en el momento que les das permiso para acercarse para que se hagan una foto con nosotros. Es tanta su emoción en ese instante que se ponen a saltar y empiezan a dar vueltas sobre su eje como un pollo sin cabeza. La verdad es que son muy agradables y educados, y siempre te acaban contaminando con esa alegría tan básica y sencilla. Como en tantas partes donde hemos estado, nos dan esa lección que no falla y que dice que cuanto más pobres, más felices y más generosos. Y con los días, vamos conociendo más a Kristján. Es simple, sensible al ruido, meticuloso, perfeccionista, generoso y despistado. De hecho, gracias a sus descuidos, durante el trayecto ganamos un par de cenas y alguna cerveza. Le encantan los Snikers (como a mi) y siempre, después de comer, tiene que hacer su siesta de 10 minutos. Es obligatorio y cualquier rincón es válido. En el suelo, en un banco, entre insectos, etc. Y así lo ha hecho siempre. Ya sea solo o acompañado. Y al acabar, nos volvemos a subir a la moto y continuamos el camino. Y entre parada y parada, nos cuenta mil anécdotas de su vida, como su cena con Kevin Bacon, su encuentro con Neil Amstrong o su participación en la búsqueda de un avión de la Segunda Guerra Mundial enterrado bajo el hielo de Groenlandia. Es tan poco el turismo que existe en esta zona del país que se hace sumamente difícil localizar hoteles en condiciones. Quizás el peor fue el que encontramos la noche del 23 de diciembre, día que nos alojamos en un hotel que tiene las habitaciones en un garaje. Nunca antes habíamos dormido en un lugar así. Lo peor es el fuerte olor a amoníaco, y lo mejor, que la moto está justo al lado. Esa noche será la primera que nos ayudará a entender cómo es la gente de Sumatra. Aquí puede pasar cualquier cosa. Siempre. En cualquier momento, de la nada, gracias a la gente, te puedes encontrar en un lugar que nunca te hubieras imaginado pocas horas antes. Esa tarde en concreto, Lore, después de muchos meses visita una peluquería del lado del garaje en el que nos alojamos. Quién iba a decir que, a la vuelta, nos anunciará que tenemos una cita. Las trabajadoras de ese negocio que en cualquier parte del mundo es el laboratorio donde, ciertos o no, se cocinan los rumores de todo el vecindario, nos han invitado a la celebración nocturna de una misa que jamás olvidaremos. Después de cenar alguna cosa que nunca sabremos qué es en un restaurante de madera típico del país en el que pocos turistas se atrevería a entrar, quedamos con ellas y nos conducen a la iglesia de al lado. El lugar y el ambiente resulta 104
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cálido y encantador. Está lleno de gente, sobretodo niños, todos ellos uniformados y cantando unas canciones preciosas que encajan perfectamente con ese instante mágico. En definitiva, todo ese marco me recuerda a esas ceremonias que celebra la gente de color en Estados Unidos donde unidos cantan góspel. Nos encanta estar allí. La atmosfera es tan positiva y alegre que es imposible no dibujar una sonrisa perenne en tu rostro. ¡Si en mi pueblo las celebraciones en la iglesia fueran así, iría cada día! Somos el centro de atención durante toda noche. Sobretodo cuando se acaba la fiesta, momento en el que la gente nos conduce ante el altar y nos hacen hablar con un micro. Y al acabar, nos reúnen y nos tiran mil fotos, como si fuéramos Cristiano Ronaldo, Bono y Angelina Jolie juntos. Vemos flashes por todas partes. Hacia las dos volvemos al garaje a dormir intentando ordenar mentalmente todo lo que hemos vivido. La verdad es que estamos muy emocionados. Y cuando nos pensábamos que esa noche sería una excepción, al cabo de un par de días, donde entre medio perdí mis zapatos misteriosamente en un hotel en otra noche en la que Lore y Kristján asistieron a un karaoke de un bar cercano, nos paramos en una gasolinera para protegernos de la lluvia en un lugar cualquiera de la isla de Sumatra. Como siempre, solo parar las motos nos encontramos rodeados por aldeanos que nos miran desde la distancia acentuando de nuevo su alto nivel de timidez. No obstante, Lore conoce a Eva, una chica humilde y simpática como todas que nos invita a ir a su casa. Encantados aceptamos su oferta, conscientes de que ésta es gracias a la presencia de Lore. Sin ella, una chica musulmana nunca invitaría a dos hombres a su casa. Ella es nuestro pasaporte que nos permite acercarnos aún más a los habitantes de todo el país. Si Kristján y yo viajáramos solos nos perderíamos la mitad del encanto de esa zona de Indonesia. Así pues, Lore se monta en su vespino y nos conduce a su casa de madera de una calle cualquiera de ese pueblo encantador. Aparcamos y solo bajar se acerca una multitud curiosa que alterados nos rodea sin molestar en absoluto. Eva nos hace pasar a su casa y nos presenta a su familia. Como ella, su gente es humilde. Viven a oscuras la mayoría del tiempo. La familia consta de cinco personas: Eva y sus dos hijos, su hermana y su madre. Todos ellos nos tratan como reyes aún sin conocernos. Al no hablar inglés, nos comunicamos con ellos como podemos, sin que sea difícil entendernos. Nos llevan a la cocina, colocan un mantel en el suelo, y mientras Eva cocina con una linterna enfocando la comida, nos deleitamos 105
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observando los objetos que adornan esa habitación. Nunca antes en nuestras vidas habíamos estado en un lugar como ese. Las pocas cosas que tienen, son tan antiguas como útiles. Lo aprovechan absolutamente todo. Mientras cenamos en el suelo nos comenta que esa noche hay una boda, y que estamos invitados. Encantados aceptamos también esta propuesta. Al cabo de unas horas, cuando ya ha amanecido, todos juntos salimos a la calle y andamos unos 300 metros hasta un escenario adornado con mil florituras rodeado por centenares de sillas aún bacías, seis tronos como los que utilizan los Reyes Magos cuando reciben a los niños en los que se sentarán los novios y sus respectivos padres, y con una orquesta formada por un órgano Casio bastante más grande que el que utilizábamos en mi grupo musical cuando era joven formado por Francisquito, Puli, Serra y un servidor llamado Pecorbe, que no parará de tocar durante horas. Como invitados de honor, nos reservan los asientos con mejor visibilidad, justo delante del escenario. Lentamente todo se va llenando de ambiente. Muchos se acercan a saludarnos en su lengua. Al poco rato, el organista hace gala de su habilidad con el Casio, empezando a entonar canciones típicas del país. Uno tras otro, va subiendo gente al escenario que coge el micro y cantan mientras bailan a su manera. Algunos desentonan y otros no. Después de tres o cuatro canciones, me empujan y me hacen subir al escenario para que cante. Cuando esto sucede, uno no puede más que preguntarse “¿Cómo voy a cantar una canción típica de aquí, si no sé ninguna?”. Así que, al entregarme el micrófono, me lanzo con un pequeño discurso en inglés que nadie entiende, solo Lore y Kristian. Al acabarlo, vuelvo a mi sitio observando que la gente está extrañada. No comprenden por qué no he cantado. Pero no pasa nada. Va subiendo más gente al escenario para seguir cantando, hasta que llegan los novios con sus padres, que no parecen muy entusiasmados. Están espléndidos. Con un posante serio, suben y se sientan en su respectivo puesto sin que la música deje de sonar. Es entonces cuando la gente sigue insistiendo. Debemos subir al escenario para cantar y bailar con ellos. Y como en una situación como esta lo mejor es dejarse ir, lo hacemos como lo hago yo ahora escribiendo esta frase, que no tiene sentido: las salchichas han decidido colgarse una capa para intentar volar bien alto mientras suena la sintonía de la serie Dallas en el televisor de la zanahoria. A medida que avanza la noche vamos perdiendo el sentido del ridículo y la vergüenza. Por mucho que busquemos, ya no lo encontramos. Durante horas 106
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cantamos, bailamos y reímos con esa gente que, sin saberlo, quizás nos estén regalando la mejor noche del viaje. Todos ellos son encantadores y radian una felicidad en su rostro al tenernos ahí que nos hacen entender lo fácil que es hacerlos felices. Con poca cosa ya no necesitan nada más. De alguna manera, nos dan otra lección que solo se puede aprender viajando y saliendo de nuestro mundo reinado por la publicidad y las necesidades, la mayoría absurdas. Al terminar la ceremonia, después de comer todo tipo de alimentos, volvemos a la cabaña de la familia de Eva. Estamos destrozados. Mientras Kristján y yo nos ponemos a soñar sudados en el suelo del comedor, Lore lo hace en una habitación conjunta con Eva. Su madre y el resto de la familia lo hacen en la cocina, donde tienen una cama. Los tres, antes de empezar a roncar, nos damos cuenta que solo dormidos podríamos haber imaginado una situación tan mágica como la que acabábamos de vivir. Y como la mejor manera de continuar dando vida a nuestros sueños era despertar, a la mañana siguiente, antes de partir y seguir nuestro camino, nos llevan a casa de un hermano a las afueras del pueblo. Como siempre, nos tratan exquisitamente ofreciéndonos todo lo que tienen. Después de almorzar, al cabo de una hora y poco, nos montamos en la moto dirección a la isla de Java más felices que un pájaro con una patata frita en el pico. Esto es lo que ofrece la aventura del viajar que, como dice Javier Reverte, consiste en vivir un evento extraordinario de la vida cotidiana de otras gentes en parajes lejanos de tu hogar. Y así, sin chistera, vivimos uno de los momentos más mágicos del viaje. Estamos tan contentos que si estornudamos nos saldrá confeti. Y todo por detenernos un momento en una gasolinera para protegernos de la lluvia. Nosotros, que teníamos un aspecto de mendigos sucios y sudados, o incluso podíamos parecer delincuentes, fuimos tratados como reyes en casa de una familia pobre y generosa que en ningún momento nos pidió nada a cambio. Ahora, escribiendo estas líneas, me planteo qué habría hecho yo si fuera al revés. Si Lore y yo estuviéramos sentados en un bar de nuestro pueblo y apareciera esa misma persona, ¿la hubiéramos tratado igual? ¿la hubiéramos invitado a nuestra casa a cenar y a dormir? Me da un poco de vergüenza ajena escribir la respuesta. O quizás no, porque el sistema europeo es el culpable de implantarnos tanto terror y egoísmo que ayuda a programar nuestro cerebro para evitar invitar a desconocidos a nuestra casa. Ahora seguro que lo veré diferente. Viajar así tiene estas cosas. Te abre la mente y te hace plantear ciertas cuestiones. ¿Y en tu caso? ¿te has preguntado qué harías? 107
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DEDICACIÓN. Hace 20 años, cuando tenía 20 años, tuve la ocasión de vivir durante más de medio año en Peterborough, en Inglaterra. Durante ese tiempo viví en casa de un sueco que me triplicaba la edad. Cada tarde, después de trabajar, sentados en paz en el jardín de nuestra casa, cuando empezaba a tomar mis primeras cervezas, me enseñó y me aconsejó cosas que solo un hombre de mundo como él puede hacerte ver. Aún hoy aplico dos de sus consejos en muchos campos de mi vida. Siempre le consideré como un segundo padre para mi. Fue mi mejor mentor. Anders Bröms, estés donde estés, esta crónica va por ti. 3. PUNTO DE VISTA DE RICHARD PARKER. Brrrrrmmmmm, brrrrmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmm, brmmm, brmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmm, Brrrrrmmmmm, brrrrmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmm, brmmm, brmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmm, Brrrrrmmmmm, brrrrmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmm, brmmm, brmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmm, Brrrrrmmmmm, brrrrmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmm, brmmm, brmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmm, brmmmmmm, brmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmm, brmbbrrmmmmmmmm, brmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmbrmmmmmmmmmm, Brrrrrmmmmm, brrrrmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmm, brmmm, brmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmm, Brrrrrmmmmm, brrrrmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmm, brmmm, brmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmm!!!!!!!!!! DEDICATORIA. Brrrrrmmmmm, brrrrmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmm, brmmm, brmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmm, Brrrrrmmmmm, brrrrmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, brmmmmm, brmmm, brmmmmmmmmmmmmm, brmmmmmmmmmm. 108
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Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Johan Wahyudinst. Medan (Indonesia). Poder ampliar nuestra Guest House. Alberto Savero. Jambi (Indonesia). Visitar Bali. Joan Capdevila. Ripoll (España). Cruzar Asia con moto. Kristján Gislason. Reykjavík (Islandia). Cuando finalice mi vuelta al mundo y regrese a Reykjavík, poderme dedicar a algo totalmente nuevo. Toni Pulido. Sant Pere de Torelló (España). Formar una familia y disfrutarla con salud. INSPIRACIÓN. FRAGMENTO OBRA de William Shakespeare. Siempre me siento feliz. ¿Sabes por qué? Porque no espero nada de nadie; Esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución. Lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso ámala, sé feliz y siempre sonríe. Vive intensamente y recuerda: Antes de hablar, escucha. Antes de escribir, piensa. Antes de criticar, examínate. Antes de herir, siente. Antes de orar, perdona. Antes de odiar, ama. Antes de gastar, gana. Antes de rendirte, intenta. Antes de morir, VIVE.
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Capítulo 15. La pesada espada de Conan. (Indonesia II). La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta pero, definitivamente, no es la más divertida. Y menos si te encuentras en las solitarias carreteras del Norte de Indonesia. El problema es que a medida que avanzas hacia el Sur, vas notando que las carreteras de este país sufren un colesterol alto. Hay tanto tráfico que para recorrer 300 kilómetros puedes tardar hasta 7 horas. Te pasas todo el tiempo adelantando camiones y otros vehículos por unas carreteras llenas de curvas en las que es inevitable que en alguna ocasión el corazón se altere por lo cerca que estás de chocar de frente con alguien que viene en dirección contraria. Pero el problema no solo es el tráfico. La gente aquí es increíblemente generosa y amable, pero cuando se suben a un vehículo, parece como si se transformaran y olvidaran por completo el sentido de la empatía y del altruismo. En este país conducen de una manera muy agresiva y brusca. Además, pasa como en la India: te adelantan por todas partes, a toda velocidad sin ningún tipo de respeto. Y si encuentran treinta centímetros entre tu rueda delantera y las ruedas traseras del coche de enfrente, no dudan en meterse en el medio. Definitivamente es un país en el que si conduces, no solo debes tener cuatro ojos. Si quieres acabar el día sin un rasguño, el factor suerte tiene que serte altamente favorable. Si viajar en coche es como mirar una película a través de un cristal, viajar en moto es como ser su protagonista. Sin duda, moverte con dos ruedas por esta isla te ofrece unas ventajas que no tienes cuando te mueves como un turista con autobuses o aviones. Si visitas Indonesia en un pack turístico, te llevarán a lugares preparados para extranjeros, con tiendas y autóctonos acostumbrados a tratar con gente de otros países que conocerán todos los trucos para lograr vender cualquier producto. Sin embargo, ir en moto te permite meterte en agujeros que casi no aparecen en los mapas. Lugares en los que vive gente que parece que nunca haya visto un turista en su vida. Cuando pasas por su lado se quedan tan perplejos mirándote como si hubieran visto un marciano verde con una trompeta rosa como nariz. Y cuando experimentas todo esto te das cuenta, entre otras muchas cosas, que viajando a cuatro ruedas mueves el cuerpo, mientras que si lo haces a dos ruedas mueves el alma. No hay comparación posible. Antes de abandonar la isla de Sumatra hacemos una parada en Lahat, una ciudad que a pesar de ser bastante grande, no está preparada para turistas, lo que 110
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le da un encanto especial. Como Nepal después de visitar la India, Lahat es un balón de oxigeno. Tanto la ciudad como su gente nos trata, como siempre, como reyes. Decidimos hacer una parada de tres días para poder celebrar las Navidades como toca. Y como para nosotros no son unas Navidades normales (para empezar estamos a unos 35 grados), decidimos alojarnos en un hotel con baño propio en las habitaciones. Es tan bueno y limpio que también tiene váter en vez de el típico agujero sucio y apestoso en el suelo en el que el equilibro y la puntería te pueden jugar malas pasadas. Ese orificio que hasta ahora debíamos utilizar siguiendo a rajatabla las instrucciones de una dicha que en una ocasión vi escrito en la puerta de un lavabo público de un bar de Barcelona, que decía “caga tranquilo, caga contento, pero caga dentro“. Además, también tenemos una red wifi aceptable que, aunque no es óptima, nos permite comunicarnos con las familias y amigos durante estos días tan especiales. Y como siempre en Sumatra, conoces a gente adorable aunque no quieras. Es totalmente inevitable. Uno de esos días se cruza ante nosotros un grupo de chicos que se dedican a hacer rafting en el lado más salvaje del río de la ciudad. Como no puede ser de otra manera, nos invitan a ir. Lore y Kristján no dudan en aceptar esa invitación para poder pasar otra tarde inolvidable que jamás olvidarán. Les invitan absolutamente a todo: transporte, bajar por el río e incluso dos comidas. Todo gratis. No aceptan nada de dinero. Así es la gente de aquí: lo poco que tienen, lo dan. Y siempre, sin pedir nada a cambio. Yo, sin embargo, estoy tan cansado que decido quedarme a disfrutar de esa fantástica habitación. Quiero aprovecharla al máximo. Así pues, la mitad de esa tarde la dedico a dormir, y la otra a escribir la crónica 12 y diferentes paridas instantáneas cortas, como esta titulada “Orden de acercamiento”: Por sus mimos, sus caricias, su apoyo y su buen trato en general, el Juez ordena al Señor David Camps a no alejarse más de 500 metros de la Señora Josefina Herlinda. O esta otra, titulada “Os echamos de menos”: Por ser tan buenos amigos, tan nobles, tan transparentes y por estar siempre allí, Dani, Judit, Olguita, Bona, Ritchie, Anna, Jordi, Capde, Carol, Öjhn, Puli, Xino y Xevi, os echamos de nuestro bello pueblo, Menos, para que no volváis durante un tiempo. 111
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Y como no solo se hace camino al andar, sino también dándole al gas, decidimos seguir tejiendo nuestro sueño montando otra vez en las motos con las pilas cargadas dirección a la isla de Java. Dicen que al volver la vista atrás debemos ver la senda que nunca se ha de volver a pisar, o rodar. Y es cierto. Siempre son más bellos los sueños del futuro que la historia del pasado. Sin embargo, en nuestro caso, en esta ocasión haremos lo posible para que no sea así. Sumatra nos ha ofrecido los mejores instantes del viaje, y aunque soy de la opinión que uno no debe repetir los mismos sitios que ha visitado, Sumatra quizás sea una excepción. Eso sí, siempre que sea en moto. Abandonamos la isla y continuamos inventando nuestro futuro subiendo a un barco para dirigirnos a su isla vecina: Java, que no The Hutt. Antes de zarpar, nos damos cuenta que en el agua hay dos chicos jugándose la vida al lado del barco que flotan atentos a las monedas y billetes que la gente les tira desde la borda. Nadan de aquí hacia allí a toda velocidad para estar a tiempo de recoger las monedas antes de que éstas se hundan en el fondo del mar. Y como siempre, Kristján aprovecha las dos horas de viaje para hacer una de sus siestas y cargar aún más las pilas. Serán necesarias llenarlas al máximo para entrar en Jakarta, la capital del país y una de las ciudades con más tráfico del mundo. Ese día acaba resultando extraño. Al detenernos en la entrada de Jakarta para buscar un hotel barato, Lore se da cuenta que tiene un montón de llamadas perdidas de su hermana en su móvil. La llama en el acto, pues deduce que se trataba de alguna urgencia. Resulta que su familia está preocupada porque hacía pocas horas se había estrellado un avión que hacía la ruta de Indonesia a Malasia. Aunque sabían que esos días no teníamos previsto subir a ningún avión, estaban tan preocupados como cuando, al inicio del viaje, publicamos nuestra propia esquela en la crónica número 2. Como en esa ocasión, oír la voz de Lore les tranquiliza en el acto. Después de encontrar un hotel más que aceptable en el centro de la ciudad, los tres nos vamos a cenar en una paradita en la calle de enfrente con gente autóctona con los que hablamos durante un buen rato. Temprano, a la mañana siguiente salimos de Jakarta dirección Sur. Java es una isla similar a la de Sumatra, que para cruzarla tienes que recorrer más de 1.000 kilómetros. Lentamente, a medida que vas acercándote a la isla de Bali, notas que el país va estando más preparado para los turistas, y la gente está bastante más habituada a tu presencia. Sin embargo, su encanto no cesa. Como en el hotel en el que el propietario nos invita a cenar en el restaurante de su hermano, en el que Lore se pasa el rato cantando en un karaoke con unos altavoces 112
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tan grandes como los que puede haber en las fiestas patronales de cualquier pueblo y que te pueden dejar sordo si no estás atento, o en ese otro hotel en el que para llegar a la habitación debes cruzar un pasillo con más de mil mariposas flotando en el aire. Hay tantas que tienes que utilizar los brazos a modo de limpiaparabrisas para alejarlas de tus ojos y de tu cara. Si en Francia e Italia matamos unas cuantas, en Indonesia, esa noche, cometemos un genocidio involuntario. Si queríamos llegar a la habitación no había otro remedio. Cabe destacar nuestra noche en Surabaya. El destino decide que es en esta ciudad donde pasaremos el fin de año para dar la bienvenida al 2015, un año que definitivamente no será como esperamos debido a una decisión que desvelaremos en la próxima crónica. Sin embargo, esta noche la ciudad está triste. Las autoridades han decidido cancelar las fiestas que tenían planificadas porque desde ahí salió el avión que pocos días antes se estrelló en el mar dirección a Kuala Lumpur. De esta manera, se quieren solidarizar con las familias afectadas por esa desgracia. Nosotros apenas salimos del hotel. Y dejamos que sea Kristján quien nos enseñe cómo celebran el fin de año en Islandia. Primero salimos un momento al parking del hotel y atamos una cuerda del extremo de una moto a la otra para que la saltemos. Nos comenta que, con ese acto, interpretan el salto como el cambio de un año a otro. Y luego, nos sentamos en el hall del hotel con unas cervezas y nos propone hacer lo mismo que ellos hacen cuando se reúnen en familia esa noche. Después de comer, uno a uno tienen que contar cómo les ha ido el año que dejan atrás, y cómo esperan que sea el año entrante. Y en ningún momento, bajo ningún concepto, se les puede interrumpir. Parece fácil hacerlo, pero no lo es tanto. ¡Sobretodo si el que habla menciona a alguien de la mesa! Como es de esperar, nos vamos a dormir un poco tarde. Antes de cerrar los ojos ahogados en la oscuridad de la habitación con el aire condicionado funcionando al máximo, buscamos un nuevo sueño que cumplir para el 2015. Uno que nos dé miedo, miedo, pues si no te produce cierto pánico, seguramente es porque no es lo suficientemente grande. Pero no encontramos ninguno de esas características. Bajo la cama encontramos uno, pero no nos hace temblar para nada. Quizás el que estamos realizando ya nos ha vacunado contra el terror de los deseos. Y así continuamos nuestro camino dirección sur por unas carreteras saturadas que durante kilómetros cruzan mil aldeas que, en realidad, parecen una 113
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sola. Y no solo están llenas de vehículos. También transitan animales de todo tipo, como la gallina loca que se lanzó contra mi rueda trasera. Después de oír un “Ziiittt” muy fino, dedujo que se trata del final de su viaje por este mundo cuando por el retrovisor veo un montón de plumas flotando en el aire. También tienes que esquivar una aglomeración de gente, como esa que se coloca al lado de la carretera con una escoba que utilizan para recoger los billetes que les lanza la gente desde la ventana de los autobuses. Al ver el dinero en la carretera, no dudan en saltar en medio de la calzada sin importar que vengas a toda velocidad. Y aunque haya policía cerca, nadie los detiene. Y hablando de policía, nos parece curioso lo que leo referente a las mujeres que entran en el cuerpo. Al parecer, para ser una policía o soldado, hay un requisito indispensable que se aplica desde hace pocos meses que en Europa sería impensable: tienen que ser vírgenes. Según sabemos, lo investigan a través de un test llamado “el test de los dos dedos“, donde un doctor certifica el estado de la candidata. Cuentan que este tema es de suma importancia porque se lo toman como un asunto de seguridad nacional, y si las mujeres entran con malos hábitos, esta puede peligrar. En fin, como observadores que somos, lo asimilamos sin juzgar. Es su país y estas son sus leyes, y si nosotros, ahora, estamos aquí, no tenemos más remedio que aceptarlo. En la carretera ves motoristas que hacen equilibrios de toda clase para transportar objetos o personas. Desde una moto con tanta madera encina que casi no se ve el conductor, u otro que lleva una rueda de tractor gigante en su cintura como si fuera un flotador, hasta otra en la que un padre lleva a su hijo de dos años máximo a sus espaldas, con otro de meses en su brazo derecho (el izquierdo lo utiliza para dar gas). Y como no, nadie lleva casco. Ver todo este espectáculo choca con las noticias que nos llegan de la provincia de Aceh. Según nos cuentan, el año que viene entrará en vigor una nueva ley que impedirá que una mujer y un hombre que no estén casados circulen en la misma motocicleta. Según el diputado local, ello es debido a que se puede vulnerar la ley islámica, pues “estar sentado uno cerca de otro en una motocicleta va claramente en contra de la sharia, ya que puede conducir a actos reprensibles”. Volviendo a la carretera, hay un día que nos sorprende porque todo el mundo transporta perros. Y no solo uno. Hay motoristas que llevan uno delante y otro detrás, atados para que no puedan saltar. Al adelantarlos, los canes se te quedan mirando con la boca abierta sacando la lengua, que se mueve de arriba a bajo bailando al ritmo del viento. No sabemos el motivo, pero seguro que se trata de alguna fiesta donde ellos son los protagonistas. ¡Esperamos que salgan vivos de ella! 114
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Y de esta manera, la gente, lentamente, kilómetro tras kilómetro, va dejando de verte como un extranjero al que se tiene que tratar bien para verte como un maletín lleno de dólares. Sobretodo si vas montado en motos como las nuestras. Como pasa en el monte de Bromo, un lugar turístico famoso por su inmenso cráter volcánico. Allí están tan habituados al turismo que para entrar en el pueblo tienes que cruzar una barrera como la de las fronteras que solo se abrirá si pagas la módica cifra de 20 dólares, una cantidad de dinero que no estamos dispuestos a pagar. Y no solo porque se trata de una cantidad elevada, sino porque sucede algo que no hemos experimentado hasta el momento: el hombre encargado de levantar la barrera nos trata con desprecio. Esa noche la pasamos en una casita particular cerca del cráter. Cenamos en un restaurante que ya empieza a ser como los de Europa, y dormimos en una habitación tan húmeda que la cama y su almohada están casi mojadas. Y con los cabellos mojados, no solo por culpa de las almohadas, sino porque aún arrastramos el sudor del día anterior debido a la ausencia de ducha en la casa en la que nos hemos hospedado, a unos 35 grados continuamos nuestro camino. Ya estamos cerca del puerto en el que embarcaremos las motos para abandonar Java dirección a la isla de Bali. Y como he contado hace pocas líneas, será el momento de tomar decisiones importantes que estamos discutiendo desde hace semanas y que marcarán nuestro minino, quiero decir, destino. Pero como dice la voz en off en la última secuencia de la película “Conan, el bárbaro” mientras se ve a un Arnold Schwarzenegger pensativo sentado en un trono sosteniendo una espada inmensa como si fuera una pluma, pero que en realidad pesa tanto que seguro yo nunca podría levantar aunque me pasara meses alzando pesas en el nuevo gimnasio que mis amigos Eudald y Aleix están a punto de abrir en mi pueblo con la ayuda de Judit, la mejor arquitecta de Ripoll, “esta es otra historia que aún no es el momento de contar”.Tendrás que esperar a la línea número 128 de la próxima crónica. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Eddy Soekarno. Kalimat Barat (Indonesia). Soñar con mi esposa, que murió hace tiempo. Ida Komang. Lampung (Indonesia). Casarme con un tomboy (mujer que tiene aspecto de hombre. Wiranto Sugestyo. Lahat (Indonesia). Estudiar tecnología y abrir una tienda de ordenadores. Lola Erlinda. Medan (Indonesia). Conocer gente de todo el mundo. 115
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CURIOSIDAD. Orgasmos en los sueños. No sólo puedes tener sexo en tus sueños de manera tan placentera como en la vida real, sino que también puedes experimentar un orgasmo tan intenso como uno real. Todas las sensaciones que se sienten durante el sueño lúcido pueden ser tan placenteras e intensas como las experimentadas en la vida real. DEDICATORIA. Dedicamos esta crónica a Kristján, quizás nuestra sorpresa más inesperada del viaje. Se trata de esas pocas personas que conoces y al cabo de unos minutos intuyes que será difícil de olvidar. No te deja indiferente, tanto por su capacidad de adaptación al medio como por su autenticidad o por sus consejos. Una sola conversación con él es mejor que dos años de estudio. Sabe escuchar tan bien que incluso te oye cuando no dices nada. Y en cuanto al entorno, se adapta tanto como el insecto palo a las ramas de un árbol. Si fuera un zapato, encajaría perfectamente tanto en el pie de alguien tan fino como Cenicienta, como en el de mi amigo camionero, el Capdevila, que de fino no tiene mucho. Es como la plastilina. O como el agua que, como decía Bruce Lee, si la pones en una botella, se vuelve botella, o si lo pones en una caja, se vuelve caja. Es tal su capacidad de adaptación al entorno que despistaría al mismísimo “Predator” en medio de un limbo blanco y frío. Si fuera una mantis, dependiendo de dónde se encontrara tanto podría ser religiosa como atea. La verdad es que llevo 40 años pululando por el mundo y he conocido a poca gente con esa capacidad. Y cuando la conoces, lo último que deseas es perder su contacto, pues es de esas pocas personas con las que no paras de aprender y sorprenderte. Es alguien que sabemos siempre estará ahí, aunque esté lejos y haga tiempo que no le veamos. Y él también lo sabe de nosotros. Un abrazo, compañero. Ha sido un auténtico placer cruzarnos por el camino de tu vida. CONTACTOS ÚTILES. Lahat Rafting. Gedung Olahraga Serame. Lahat, Sumatera-Selatan, 31418. Tel. +6281271512228. lahatrafting@yahoo.co.id www.lahatrafting.com Hotel de Lahat: 116
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Grand Zuri. Jl. Lingkar Lintas Sumatera No. 138. Desa Manggul, Lahat. Sumatera Selatan. Tel. +62731326999. www.grandzuri.com INSPIRACIÓN: “LA VIDA”, de la Madre Teresa de Calcuta. La vida es una oportunidad, aprovéchala; la vida es belleza, admírala; la vida es beatitud, saboréala, la vida es un sueño, hazlo realidad. La vida es un reto, afróntalo; la vida es un juego, juégalo, la vida es preciosa, cuídala; la vida es riqueza, consérvala; la vida es un misterio, descúbrelo. La vida es una promesa, cúmplela; la vida es amor, gózalo; la vida es tristeza, supérala; la vida es un himno, cántalo; la vida es una tragedia, domínala. La vida es aventura, vívela; la vida es felicidad, merécela; la vida es vida, defiéndela.
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Capítulo 16. El sueño que se ahorcó. (Indonesia III). Abandonamos la isla de Java sin noticias de Han. Y como le ocurría a ese genio chileno, llegamos a Bali pudiendo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. Pero no lo haremos. Escribiremos en prosa, que es mucho más fácil. Haremos como siempre: si no podemos ser el poeta, intentaremos ser el poema y afirmaremos que las estrellas, aquí, son espectaculares. Cada una brilla como el diamante más puro. Y aunque ahora mismo no cuso estas palabras bajo su remanso, tejemos estas líneas sin olvidar ninguna. Pero aún no te envolveremos con nuestra tristeza. No es el momento, y menos aún siendo el principio de la crónica. Lo dejaremos para la línea 128, que es donde nos empezaremos a poner un poco sentimentales. Pasamos por la 13, por lo que tendrás que tener paciencia 115 líneas más. Intentaremos que llegues allí de la misma manera que cuando cambias la marcha de tu coche: sin darte cuenta. Como acostumbramos, empezaremos describiendo el paisaje y las sensaciones. La verdad es que teníamos muchas expectativas al rodar dentro de esta tercera isla del país. Bali tiene tanta buena fama que más arriba no pueden estar. Y a medida que vamos recorriendo los primeros kilómetros, pensamos que nuestra estada aquí será de lo mejor del viaje. Bali nos da la bienvenida con una carretera fantástica. Solo abandonar el puerto te empiezan a rodear árboles por ambos lados de la calzada con unas ramas tan largas que cubren el cielo por completo. Parece que estés dentro de un largo túnel verde casi oscuro acribillado con una metralleta permitiendo que los rayos de sol se cuelen por miles de agujeros. A diferencia de Java, el tráfico es fluido. El factor suerte no es tan necesario para evitar besar el asfalto. De todas maneras, mejor no bajar la guardia. Murphy siempre está presente esperando su oportunidad para estropearte el día. ¡La de veces que me ha guiñado el ojo después de reírse de mi! Antes de entrar en Denpasar, la capital de la isla que nos acogerá en los próximos días, nos detenemos a comer en otro restaurante autóctono. Ya somos inmunes a cualquier clase de alimento. Desconocemos lo que comemos, pero ya no nos importa para nada. Como esa comida misteriosa servida en un 118
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plato lleno de hormigas moviéndose por todas partes. Parece el epicentro de un hormiguero. Pero ya no las aparto. Tan solo las esquivo con la cuchara con tanta indiferencia que es inevitable que alguna suba y realice un fugaz viaje de ese cuenco a mi boca. El viaje está haciendo mella en nosotros. Lentamente notamos como Randall Stevens, ese diminuto señor que se coló en nuestro cerebro el primer día del viaje para hacer limpieza y ordenar las cosas tal y como comentamos en la crónica número 2, va realizando un buen trabajo. Y lo notamos. Nuestro carácter, ideas y visión se están transformando kilómetro tras kilómetro. Estamos cambiando porque hemos estado abiertos a aprender el máximo y a sufrir lo suficiente. Por todo esto creemos que nada de lo que fue volverá a ser. Hasta tenemos opiniones que contradicen las que teníamos antes de partir. Y creemos que eso es algo positivo. El que es capaz de cambiar sus pensamientos regularmente puede cambiar su destino. Si siempre se piensa igual, todos los días serán iguales. La mente debe evolucionar de la misma manera que lo hace el cuerpo. Que uno tenga el mismo pensamiento durante años no es buena señal. Es necesario que la opinión y visión de las cosas cambien de vez en cuando, y viajar es la mejor manera para provocarlo. Es la mejor medicina. Si leer perjudica seriamente la ignorancia, viajar la mata directamente. Moverte y ver diferentes culturas te ofrece la oportunidad de abrir las ventanas del cerebro para que entre aire fresco. Tu opinión y visión puede cambiar a diario. Y si estás en la India, incluso lo puede hacer cada hora. Cuantos más contrastes se viven, más evolución puede sufrir tu visión de las cosas. El problema es si sufres “sofofobia”, que es la enfermedad de tener miedo a aprender, conocer o adquirir nuevos conocimientos. Y si encima también sufres “basofobia”, que es el miedo a caerse, no nos atrevemos en absoluto a aconsejar un viaje por el mundo en moto como el que aquí estamos narrando. Por otro lado, viajar también te ofrece la oportunidad de darte cuenta que la gente es buena. Tanto, que te puede pasar como a Salinger, que pensaba que era una especie de paranoico inverso. Sospechaba en todo momento que la gente tramaba hacerle feliz. Porque el mundo, al contrario de lo que opinan muchos, es un lugar mucho más seguro de lo que parece. La oxitocina, la hormona responsable del amor, está mucho más bien repartida de lo que transmiten los telediarios, unos programas de televisión que se nutren básicamente de las malas noticias. Saben que son las que más venden o, dicho de otra manera, las que más audiencia crean. No olvidemos que el objetivo de un telediario no es informar, sino entretener. Y son conscientes que la mejor receta para lograrlo es la de emitir desgracias. Saben que las malas noticias pueden conmocionar al espectador, pero que verlas desde el sofá de casa abrigados con una mantita le 119
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genera una sensación de seguridad que le conforta hasta tal punto que incluso les puede dar placer. ¿Sabías que en Estados Unidos se emitió un telediario que solo mostraba buenas noticias? No duró ni un mes. Simplemente porque no tenia audiencia. Por este motivo, desde estas humildes líneas, además de los sueños, también queremos reivindicar el buen corazón de la mayoría de la gente con la que nos hemos cruzado y que casi nunca tendrán cabida en un telediario. La humanidad no es tan mala como la pintan. En todo caso, lo son algunos de sus dirigentes, que en demasiadas ocasiones no están a la altura. Sin embargo, siempre que sea reflexionado y cuestionándote cada noticia que emiten, está bien ver telediarios. Pero si quieres entretenerte, como hicimos en la crónica 5 reivindicamos los acertijos por la capacidad que tienen para hacer estrujar el cerebro. Como este, titulado “El hombre que se ahorcó”, que dice: “En un granero de madera completamente vacío se encuentra un hombre colgado de la viga central. La soga con la que se ahorcó mide tres metros y los pies penden a treinta centímetros del suelo. La pared más cercana se encuentra a seis metros. No es posible trepar ni a las paredes ni a la viga y, sin embargo, el hombre se ahorcó a sí mismo. ¿Cómo lo hizo?”. Si quieres pensar un rato antes de leer la respuesta, no continúes leyendo. Detente aquí, pues la encontrarás justo en el siguiente punto. Si has llegado hasta aquí es porque han pasado dos cosas: o has encontrado la respuesta, o te has rendido y tu curiosidad te devora. Pues aquí te la desvelamos: El hombre se subió a un bloque de hielo que se deshizo con el calor. Aprovecho este espacio en blanco para recordarte que faltan 19 líneas para volvernos un poco sentimentales. Pero volvamos a Bali. Aunque es la isla que menos nos enloquece, Indonesia es un país que nos está robando el corazón. No sabemos si cuando la abandonemos nos lo devolverá. Sin embargo, con lo generoso que es, seguro que lo recuperaremos en el acto. Pero pasará como pasó en Pokhara, que nos lo devolvió, pero sin un cachito. Si seguimos así, este viaje nos va a dejar sin órgano y nos veremos obligados a buscar dos donantes. Después de una pequeña siesta continuamos nuestro camino buscando un hotel apartado del centro para que sea lo más económico posible. Como siempre, como les sucede a los protagonistas de ese ensayo de Saramago, vamos a ciegas. A veces el azar nos es favorable y acabamos encontrando un pequeño tesoro, 120
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y en otras se burla un poco de nosotros. En esta ocasión, se siente generoso y nos ofrece un hotel tan fantástico como económico con solo seis habitaciones regentado por una familia que nos ganará en pocas horas. Además, cerca tiene una diminuta tienda autóctona donde cocinan unos noodles que nos vuelven loco por solo 20 céntimos el plato. El azar, en este sentido, nos ha sido favorable. Parece sentirse misericordioso intuyendo que ese será el último hotel del viaje en el que nos hospedaremos. Si, amig@, sí, has leído bien. Ya estás en la línea número 128 de la crónica, en la que nos tenemos que poner un poco sentimentales. Con cierta tristeza te contamos que el viaje acaba aquí. Lore ha quedado embarazada y tenemos que volver. Dos personas caben perfectamente en la moto, pero tres son multitud y además, Zutroy o Rutigger (no sabemos aún qué nombre escoger) no se merece recibir las sacudidas que produce el asfalto indonesio en sus primeros días de existencia. Y bueno, podría alargar esta broma hasta el infinito y más allá, pero no lo haré. No, Lore no está embarazada. Tengo solo 40 abriles. Aún no soy los suficientemente maduro y, mucho menos aventurero, para lanzarme a tener descendencia. ¡Tener un hijo sí es una aventura! Y esta sí que dura toda la vida. Definitivamente aún no estoy preparado. Si por ley nos tuviéramos que examinar para tener hijos, seguro que suspendería. Además, me imagino de viejo viendo a mi hijo acercándose a mi para comunicarme que quiere hacer como su padre y que también quiere ir hasta Bali en moto. Creo que me vendría un infarto. Volviendo a la realidad, son otros los motivos que nos obligan a detener. Hay muchísimos factores, empezando por las secuelas que aún sufrimos del accidente que tuvimos en Malasia que, unidos a muchos otros, ejercen tanto peso sobre mi pie izquierdo que nos obligan a frenar en este punto: · . Después de estarlo debatiendo los tres durante las últimas semanas, Lore y yo decidimos ahorcar este sueño en este punto. Se ha ido fundiendo lentamente durante estos últimos días como el hielo que ayuda a morir al hombre del acertijo. Suena el despertador. Después de 8 meses y recorrer más de 30.000 kilómetros, abortamos la misión a solo 4.000 kilómetros de Sydney hablando en términos de distancia, o a solo 8 o 9 días hablando en términos de tiempo. Y créenos, no es nada fácil tomar una decisión así. Sé lo que pensarás: estamos locos. Nos quedamos a las puertas de Australia, nuestro país vecino, y hacerlo duele tanto como diez azotes en el culo con un regla de 50 centímetros. Pero después de coger un papel en blanco, trazar una raya en medio que divida los “pros” y los “contras” y anotarlos, los contamos y nos damos cuenta que el resultado indica que debemos parar. Podríamos continuar, pero lo haríamos un poco atormentados y estresados. Y este no es el plan. Una retirada a tiempo es una victoria, 121
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y debes frenar cuando te das cuenta que si navegas por un sueño de estas características, lo tienes que vivir con la máxima relajación posible. Tu mochila tiene que estar totalmente vacía. Y la nuestra ya empezaba a acumular alguna piedrecita que nos atormentaba un poco. Como en la India, Lore y yo acabamos deduciendo que el mundo se divide en dos: los que creen que el mundo se divide en dos, y los que no. Yo soy de los que cree que se divide en dos: los que están de acuerdo con Yoda, y los que no. Personalmente soy de los que, en algunos casos, no está de acuerdo con sus afirmaciones. Como, por ejemplo, esa que dice “O lo haces, o no lo haces, pero no lo intentes”. Siempre digo que no es bueno generalizar. Hay casos y casos. En muchos aspectos de la vida, sí que es bueno aplicar este concepto. Hay cosas que no tienen termino medio. Si empiezas, debes acabar. Estoy de acuerdo. Como ser padre. Si lo eres desde el día uno, lo debes ser hasta el último. Pero en otras situaciones, hay acciones que si empiezan, no tienen por qué tener un final como objetivo. Por ejemplo, volviendo al tema de los hijos, te puedes plantear tenerlos. Y empiezas a buscarlos, pero no hay manera. Pasan los meses y con tu pareja ves que no os quedáis embarazados. ¡Pues seguid intentándolo! ¿Qué problema hay? ¡Con lo bonito que es buscarlos! ¡Además, si los habitantes de este mundo buscaran hijos más a menudo, seguro que iría mucho mejor! Pues lo mismo pasa con los viajes. Te puedes marcar un destino, que en nuestro caso era Sydney. Pero el objetivo no era llegar allí, sino que era disfrutar del trayecto. Lo que marca, lo que te cambiará la visión de las cosas, no es llegar al destino, es el viaje, el día a día. Por este motivo, si no acabas por llegar a tu objetivo, no pasa nada. Las tantas cosas positivas que te ha regalado la experiencia no son fruto del último lugar que visitas, sino que es fruto de cada segundo que vives durante la ruta. Pero no escribimos esto para sentirnos mejor y que nos sirva de excusa. No te creas que esto acaba aquí. No solo tomamos la decisión de frenar. Tomamos otra igual de importante: en Bali acaba la primera parte de un sueño que no olvidaremos jamás, pero decidimos también que tendrá una segunda parte. Solo hacemos una pausa obligada. Será de meses, años o quizás de alguna década, pero tarde o temprano lo reanudaremos. Porque la casa de nuestros sueños no es una casa, ¡es el mundo! Y porque ver mundo es lo que más nos gusta del mundo. Algun día reanudaremos el viaje para llegar a Sydney. Pero estaremos de paso. Hemos decidido que cuando lo volvamos a despertar, no pararemos y seguiremos hacia América para recorrerla de norte a sur. Una vez has probado un sueño así, te das cuenta que es tan potente como la mejor de las drogas. No se puede parar. ¡Qué raro que viajar no sea ilegal! Así pues, tarde o temprano continuaremos bebiendo gasolina para dar la vuelta al mundo en dos ruedas. 122
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Y cuando reanudaremos el hilo de este sueño, intentaremos no contradecir a Yoda en este aspecto. Pero en el de los hijos, sí. Definitivamente. Kristján también ha sido un factor que nos ha ayudado mucho a decidirnos. Nos ha ido muy bien tener a un hombre de mundo como él a nuestro lado para ayudarnos a desgranar la situación para deducir qué era lo mejor para nosotros. Una vez asimilada la decisión, lo primero que hacemos es renovar el Visado, que es de un mes. Nos quedan solo pocos días para que caduque. Después de varias visitas al Departamento de Inmigración, logramos renovarlo para un mes más, tiempo suficiente que nos servirá para gestionar todo lo que nos viene encima. Lo segundo que hacemos es dirigirnos a ver al Sr. Buda, el contacto que tenemos que nos puede ayudar a enviar la moto a Barcelona con barco. Como nos habían dicho, nos encontramos a un hombre humilde y que parece de fiar. Tomamos las medidas de la moto para construir la caja y quedamos con él un par de días después. A partir de aquí, disfrutamos de Bali tanto como podemos. Sin embargo, te tenemos que confesar que la expectación era tan alta que el lugar nos acaba decepcionando un poco. La playa de Kuta, una de las más visitadas, es realmente bonita, con unas puestas de sol que no se olvidan ni con Alzheimer. Pero cuando baja la marea aparece a tus pies tal cantidad de basura que casi te impide llegar al mar. Tienes que saltarla, y no hablo de un saltito. Entristece ver a la gente tan habituada a ella. Mientras los niños de Palamós o Llafranc construyen castillos de arena fina, los de aquí se dedican a jugar con latas usadas y trozos de plástico. Sus calles están totalmente preparadas para los turistas. Hay tiendas de souvenirs, restaurantes y hoteles por todas partes. Es difícil dar cinco pasos sin que uno de sus propietarios te invite a entrar. Por el contrario, es facilísimo encontrarte gente que te ofrece drogas de todo tipo. En cualquier momento del día, te invitan a tomar cocaína, heroína, o hasta viagra. Es curioso ver lo fácil que es obtener cualquier substancia en un país que, como Singapur o Malasia, condena a muerte los traficantes de droga. Y la cosa va en serio. Durante esos días, con tristeza nos cuentan que acaban de fusilar a 15 personas que llevaban años en el corredor de la muerte acusados de tráfico. Y no solo son indonesios. Han matado a gente de otras nacionalidades, como a un holandés o a un chico brasileño que estaba encarcelado desde 2003. Aunque sus países respectivos 123
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pidan clemencia, el presidente del país, un tal JokoWidodo, declaró la guerra a la droga alegando que mata a 50 personas al día y a 18.000 al año. Por este motivo no da opción al indulto. Aunque seas el Rey del Mundo como Di Caprio en Titanic, aquí te matan. Poca broma. También nos impacta el monumento que hay en plena calle conmemorando el atentado más mortífero en la historia del país, en el que un coche bomba y varios explosivos escondidos en diferentes mochilas asesinaron a 202 personas en el año 2002. Pasear ante él puede despertarte el bello de tu piel aunque no quieras, pudiéndolo poner más firme que aquellos soldados en manos de ese coronel protagonista de “La chaqueta metálica”. Conscientes que la despedida con Kristján también esta cerca, decidimos tirar la casa y todos los muebles que hay dentro por la ventana. Aunque hay algunos que son muy grandes, todos pasan. Hasta en tres ocasiones visitamos el Hard Rock Café para cenar ante la piscina de un hotel que nunca nos podremos permitir. Son momentos emotivos. En el mes y medio que viajamos juntos hemos vivido un montón de vivencias que jamás olvidaremos. Ni él ni nosotros. Y para asegurarnos que así sea, nos hacemos regalos que guardaremos como un tesoro. Su valor sentimental es más alto que el valor de una caja fuerte llena o una de floja y bacía. Antes de visitar de nuevo al Sr. Buda para empaquetar la moto y enviarla de vuelta a Barcelona, aprovechamos para visitar el concesionario BMW para que le hagan la revisión que el pobre Richard se merece. La hacemos aquí porque en casa nos resultaría mucho más cara. Además, como siempre, nos tratan como a reyes. A nosotros, y a Richard. Y aunque no queramos, los días van pasando conscientes de lo que nos viene encima. Primero despedimos a Kristján, un amigo que nunca olvidaremos. Un fuerte abrazo en silencio sella un vínculo que no seremos capaces de romper. Y después nos quedamos solos. No sabemos qué decirnos. El silencio reina nuestra habitación sentada en un trono con un posado incómodo. Y después, nos sentimos raros comprando los billetes de vuelta a casa. Tenemos muchas ganas de ver a nuestra gente, pero sabemos a lo que nos tendremos que afrontar. Volver a la realidad no es fácil, y menos si has probado una droga tan poderosa como es la de viajar. Pero si algo nos ha enseñado el mismo viaje es a aumentar la capacidad de adaptación. Si hemos sobrevivido a todas las situaciones a las que hemos hecho frente durante estos meses, seguro que sobreviviremos a las venideras. 124
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Pasamos los últimos días comiendo nuddles en el lugar de siempre y alquilamos una moto para poder ir a ver las últimas puestas de sol del viaje. Nos despedimos como empezamos la crónica, disfrutando de unas estrellas de ensueño en silencio, ordenando todos los recuerdos que hemos ido almacenando en nuestro cerebro como si jugáramos al tetris con cada uno de ellos. Hay tantos que no queda ningún espacio libre. Hasta que llega el día de ir al aeropuerto. Decimos adiós a la fantástica gente que trabaja en el hotel y que tan bien nos ha tratado durante toda la estancia, y nos despedimos del viaje. Viaje, te decimos adiós, y te lo decimos con la esperanza que no sea un punto y final, pues aún no hemos escrito el “Felices para siempre”. Fuerzas mayores nos obligan a volver. Nos susurran al oído que debemos despertar. No sabemos durante cuánto tiempo. Por nuestra parte, haremos lo posible para recobrar este sueño y continuar nuestro trayecto. Que este sea el fin de un capítulo no significa que sea el fin del viaje. Porque aunque pasen años, no lo podremos olvidar. Es imposible. Haz un esfuerzo muy grande y trata de no pensar en un oso blanco. ¿Lo consigues? Pues así funciona el cerebro también con nuestro sueño. Como hemos mencionado más arriba, tarde o temprano lo recobraremos. Aquí plantamos nuestras últimas palabras. Hemos intentado transmitirlas tan bien como hemos podido. Las que más ardían han caído sobre el papel sin darnos cuenta, y otras han costado tanto que las hemos tenido que tratar con más delicadeza. Como estas que bordamos ahora y que cerrarán una de las etapas más importantes de nuestras vidas. Y hablando de palabras, podemos describir este viaje en tres: no hay palabras. Lo hemos intentado, pero no creemos que hayamos encontrado las adecuadas para transmitir lo que hemos sentido viviendo este viaje. Y puedes estar seguro que las que hemos escrito hasta hoy no han descrito unas vacaciones. Esto no ha sido un cuento de hadas. Esto es viajar, y créenos cuando afirmamos que no es nada fácil hacerlo, y menos con moto. Esto no ha sido un camino de rosas. Al contrario. Hemos encontrado muchas piedras, y alguna muy gordas. Salir de la famosa “zona de confort” supone afrontar situaciones nuevas que, en muchas ocasiones, no sabes cómo resolver. Y precisamente es ahí donde reside el encanto. Es muy difícil encontrarte cosas nuevas cuando has llegado al ecuador de tu vida. Pero cuando sucede, lo mejor es disfrutarlo. Por difícil que sea la situación que te sorprenda, vete tú a saber cuándo volverás a encontrarte algo por primera vez en tu vida. Además, como bien dice la expresión, fuera de esta zona no se está muy cómo125
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do. Estirarse en una cama sucia y pudiente lleno de ácaros empapado de sudor no es una situación muy idílica para vivirla dentro de un sueño. Pero nos encanta. Vivir sensaciones como esta te hace sentir vivo. Aunque hemos acabado destrozados, con muchos kilos menos y sin mucha energía en nuestro depósito, somos conscientes que nos costará olvidar lo vivido. Estamos oxidados y hasta el ordenador con el que tecleo estas líneas se queja. Tanto, que la tecla wwwwww se ha encallado. Pero sabíamos que sería así, y vivirlo ha valido la pena. ¡Que nos quiten lo viajado! Hemos tachado otro sueño de nuestra lista y solo así, tachándolos, te puedes ir tranquilo de esta vida. Porque la mejor edad es aquella en la que dejas de cumplir años para cumplir sueños. Hemos hecho lo que queríamos hacer antes de que estos hechos se convirtieran en lo que queríamos haber hecho. Si al morir nos encontramos con una enfermera como la australiana que mencionamos en la primera crónica que trabaja con pacientes terminales, seguro que estará contenta al ver que nos vamos en paz. Porque como ella, nos gusta creer que en los últimos suspiros de tu existencia, la mejor manera de abandonar este mundo es comprobar que las frases que describen tus sueños de tu “lista de cosas por hacer antes de morir” han sido tachadas con una rayita. Creemos que solo así, consciente que, dentro de tus posibilidades, has exprimido el máximo de zumo a la vida, puedes irte en paz, contento, feliz. Creemos que solo así puedes darte cuenta que el paseo ha valido la pena. Además, estar vivo es una suerte y se tiene que aprovechar. Lo normal es estar muerto o no haber nacido jamás. Por este motivo, con toda la humildad del mundo, de Saturno, y de todos los planetas del Universo, queremos acabar las líneas de nuestro sueño animándote a realizar el tuyo. Sea cual sea. Pequeño, grande o mediano, procura no dejarlo escapar. Ya sea viajar, cambiar de trabajo, empezar a coleccionar pistas de “ibertren”, saltar en paracaídas o, simplemente, pasearse bajo la lluvia desnudo, no lo dejes escapar. Aprovecha bien tu tiempo. Sin excusas. La mala noticia es que el tiempo vuela, pero la buena es que tú eres el piloto. No es el tiempo el que nos falta, somos nosotros quienes le faltamos a él. Así pues, visualiza tus sueños y supera todas las excusas fáciles que uno mismo se repite siempre surgidas del miedo a lo desconocido y lánzate de cabeza. Sin pensarlo mucho. Porque no solo te beneficiarás tú al realizarlo. Un mundo con más sueños cumplidos es un mundo mejor en el que vivir. ¿Por qué? La respuesta es fácil: cumplir sueños hace feliz a la gente, y la felicidad es contagiosa. Sueña. Sueña siempre. Que los sueños te acompañen, como pasa con la fuerza con Lucke. Y cuando hayas cumplido tu sueño, sueña otro y busca la manera de hacerlo realidad. No los dejes reposar. Porque no vale soñar sin actuar. Sácalos a pasear a la mínima que puedas. Y hazlo rápido. Porque la vida es 126
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un regalo sin sentido cuyo único objetivo es cumplir sueños. No dejes pasar muchos días para darles vida, y menos si son de esos que no te dejan dormir. Porque estos son los buenos. Y si te dan miedo, no olvides que no se olvida lo que no se deja de pensar. La vida es un instante. Dura lo que un canto de colibrí, un chasquido de dedos, el guiño de un ojo. Pasa tan rápida que cuando llega el momento de dormir no te has dado cuenta de cómo ha sido. En ocasiones piensas que el momento es eterno, pero un día te das cuenta que no es así. Los días se escabullen como lo hace la arena de playa entre tus dedos cuando coges un puñado con tu mano. Las semanas van pasando y si no haces nada, esas horas se habrán convertido en años. Y cuando te des cuenta de lo rápido que ha ido todo, verás que ya no hay más tiempo y te arrepentirás más de las cosas que no hiciste que de las que sí has hecho. Por este motivo, ahora que aún puedes, lo único que tienes que hacer es pensar lo que quieres hacer con el tiempo que te ha sido otorgado, un tiempo que solo tiene sentido si lo dedicas a cumplir tu sueño. Trata cada segundo del día como si fuera una naranja, y sácale el máximo de zumo a cada uno de ellos. A todos. Son 86.400. Que no se te escape ninguno. Puede ser que te tilden de loco. Simplemente porque quien hace lo que quiere acostumbra a no hacer lo que debe. Sin embargo, no permitas que esto te preocupe. Hay ocasiones en las que vivir por la excepción y no por la regla es no solo bueno sino divertido. Además, como decía hace ya unos siglos el filósofo Montaigne, “nuestra vida ha de ser medio locura, medio sabiduría; quien escribe sobre la vida con respeto y a manera de regla se deja más de la mitad en el tintero.” También, si cumples tus sueños, debes saber que le caerías bien a Mario Benedetti, que no es poco. Porque, como describió en su obra “La gente que me gusta”, apuntó “Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones. Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme.” También alegrarías a Miguel Nasch, que afirmaba que “estar vivo no es respirar, caminar o dormir. Estar vivo es tener parches en el alma y cicatrices en el corazón. Es desgarrarte, recomponerte, subir, bajar, rodar, ponerte del revés. Es tener ampollas en las ganas con tiritas de colores. Es gritar con las manos, cantar con los ojos, jugar con los sueños y volar con los pies. Es nadar en los sentimientos aunque sea a contracorriente, explotar de emoción, querer sin mesura y dejarte querer sin miedo. Es bailar en una fiesta que es la vida como si nadie te estuviera mirando, como si fuera a terminar mañana. Estar vivo es, en definitiva, sentir”. 127
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Esperamos que hayas disfrutado tanto de nuestro viaje como lo hemos hecho nosotros. Hay sueños de los que desearías no tener que despertar, pero está sonando el despertador. Cuando lo reanudemos, ya te avisaremos por si te interesa seguir leyéndonos. Si existiera, compraríamos una aplicación que permitiera sacar una mano del monitor para ofrecértela y encajarla con la tuya. Sería una buena manera de agradecerte la compañía que nos has ofrecido durante todos estos meses. Amig@, ha sido todo un placer sentir tu aliento. Hasta la próxima nos despedimos de ti animándote a que luches para que tu vida esté basada en un sueño real. Seguro que es dificilísimo. Pero así es como debe ser. Es necesario tener coraje. Los sueños que realmente valen la pena hacen que te cagues de miedo antes de dar el primer paso. Pero cuanto más sucios dejes los pantalones al imaginarlos, más disfrutarás al realizarlos. Para acabar, tenemos una última hora: son las once de la noche. Hora de ir a dormir y empezar a soñar de nuevo. Y hablando de tiempo, desconocemos qué será de nuestro futuro. Lo que tenemos claro es que seguiremos siendo soñadores. Como ahora. Fuimos, somos y seremos soñadores. Siempre. Y nos esforzaremos para irlos tachándolos uno tras otro a la mínima que podamos. Y en todo momento, mientras los estemos realizando, recordaremos este que ahora finalizamos conscientes que nos tendremos que frotar los ojos en más de una ocasión para asegurarnos que no ha sido un sueño. Un sincero abrazo, Lore & Albert. Principales sueños cazados durante esta etapa del viaje: Putera Handika. Lintag (Indonesia). Ser un hombre de negocios dentro de la industria de la informática. Bra Wijaya. Pagaralam (Indonesia). Visitar Europa con mi familia. Koko Rendy. Baturaja (Indonesia). Ser un soldado. Agung Purnama. Lahat (Indonesia). Visitar La Mecca. Ivan Galier. Tanjung Kakti (Indonesia). Ser un granjero especialista en frutas. Melvin Merchan. Guayaquil (Ecuador). Pasar una noche en el hotel acuático de Abu Dabi. CURIOSIDAD. Ballenas y delfines. Deben rotar sus hemisferios para poder dormir. Siem128
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pre hay uno despierto. De ese modo una parte de ellos estará consciente para emerger al exterior y poder respirar. DEDICACIÓN. Hay personas difíciles de encontrar, fáciles de querer e imposibles de olvidar. Este es el caso de… ¿cómo se llama? ¡Ah, sí, de Lore! La verdad es que estar en pareja 24h al día, 7 días a la semana, durante ocho meses no es nada fácil. Sea Cindy Crawford, Scarlett Johansson o la portera de Núñez, hay minutos complicados difíciles de gestionar. Pero con ella el viaje ha sido muy profundo e intenso. Dicen que en antes de morir, uno ve un breve resumen de su vida en 10 o 15 fotogramas. En mi caso, estoy seguro que en un par o tres aparecerá ella. Y cuando esto suceda, esos recuerdos permitirán que pueda abandonar esta vida dibujando una gran sonrisa en mi rostro que me harán pensar que mi paso por aquí habrá valido la pena, que en definitiva es lo único que importa. Gracias por formar parte de la mejor etapa de mi biografía. No podemos acabar sin recordar a las 100 personas que nos han desvelado su sueño. Esperamos que todas tengan su oportunidad y lo puedan cumplir tarde o temprano. Nada nos haría más felices que saber que lo han logrado. CONTACTOS ÚTILES. Envío de la moto de Bali a Perth/Darwin/Barcelona… Mr. Buda. Tel. 0361 468 246 · Mobil. +08123998838 pbalogistic@indo.net.id FASC Tohpati Bypass Ngurah rai street 18 Denpasar – Bali 80237 Contacto para enviar la moto en avión: Mr. Ferdi. Flair479@gmail.com Tel. 082113000296 Hotel de Bali: Sugiras Living. Jalan Kerta Bedulu 1A, Merta Sari Street. Banjar Suwung Kangin-Sidakarya, South Denpasar – Bali Phone : +62 361 724369 · Mobile : +62 811386321 www.sugiras.com 129
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INSPIRACIÓN: “VIAJAR”, de García Márquez. Viajar es marcharse de casa es dejar los amigos es intentar volar. Volar conociendo otras ramas recorriendo caminos es intentar cambiar. Viajar es vestirse de loco es decir “no me importa” es querer regresar. Regresar valorando lo poco saboreando una copa es desear empezar. Viajar es sentirse poeta escribir una carta es querer abrazar. Abrazar al llegar a una puerta añorando la calma es dejarse besar. Viajar es volverse mundano es conocer otra gente es volver a empezar. Empezar extendiendo la mano aprendiendo del fuerte es sentir soledad. Viajar es marcharse de casa es vestirse de loco diciendo todo y nada con una postal. Es dormir en otra cama sentir que el tiempo es corto viajar es regresar.
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Continuará. Porque ver mundo es lo que más nos gusta del mundo.
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Todos tenemos muchos sueños, pero hay uno que no duerme nunca. Siempre está allí resonando en voz alta. De día lo pensamos y de noche lo soñamos. Es un sueño que da vueltas y vueltas sin parar, como si fuera una bailarina de balet. Lore y Albert tenían dos que bailaban al mismo ritmo: viajar con moto y Australia. Por este motivo decidieron dejar su trabajo, se vendieron los coches, las teles, los muebles, la bici y muchas otras cosas, y subieron a lomos de su moto para recorrer el camino de Barcelona a Sydney, cruzando más de 20 países. Este era su sueño. Pero también querían saber los sueños de los demás. Bajo el concepto “dime qué sueñas y te diré cómo eres”, durante el trayecto, fueron pidiendo a la gente que les contaran los suyos.
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