Educación en RD Congo

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12 SOCIEDAD NAVARRA

Diario de Noticias Martes, 27 de octubre de 2009

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RD CONGO La educaciĂłn

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Se tiene la educaciĂłn por el Ăşnico manĂĄ que salvarĂĄ las futuras cosechas en la RD del Congo, que gasta ahora una enseĂąanza gratuita de ficciĂłn. El sistema real de autogestiĂłn se basa en el deseo y el sudor de unos padres que pagan, como pueden, salarios y reformas. TEXTO Y FOTOS Enrique Conde

Un saco de arroz por una clase de mates E

S para echarse a reĂ­r. O a llorar. SegĂşn tengan el dĂ­a. Que un paĂ­s como la RepĂşblica DemocrĂĄtica del Congo defienda la idea de la gratuidad de su educaciĂłn es como pensar en un Nafarroa Oinez con Miguel Sanz y Patxi LĂłpez en la comitiva. Pura ficciĂłn. La quimera de la educaciĂłn pĂşblica en el Congo parte de la idea de que los profesores no cuentan con un salario, ni base, ni neto, ni fijo. ÂżQuĂŠ dices, bruto? No hay nĂłminas que se paguen con las arcas del Estado, destinadas desde tiempos de Mobutu a lavar trapos sucios, evadir divisas y a proteger sus bienes en los bancos suizos. Cuando Zaire obtuvo la independencia de BĂŠlgica en 1962, sĂłlo se registraban en el paĂ­s siete titulados universitarios, que se convirtieron en los timoneles del paĂ­s. La actual educaciĂłn congoleĂąa, en la que sĂłlo el 10% de los profesores son reconocidos como educadores formales, se asienta sobre los pupitres de la autogestiĂłn. El sueldo del docente, la reparaciĂłn de las ventanas o los cursillos de carpinterĂ­a se costean todos de los mismos bolsillos. Los padres de los alumnos forman en algunos casos la llamada escuela evolutiva, ya que a partir de una base logĂ­stica mĂ­nima se atiende la imperiosa necesidad de educar y son las familias las que se dedican a edificar las infraestructuras.

Fachada del instituto de Ntamugenga, con cerca de 600 alumnos de entre 12 y 22 aĂąos.

En Rutshuru, poblaciĂłn del Kivu Norte, Trincado encabeza la rehabilitaciĂłn de doce escuelas, su prĂłximo proyecto anual junto al Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). “El aĂąo pasado trabajĂŠ en los campos de desplazados de Goma, haciendo instalaciones temporales, de urgencia, ya que la idea era que no se les diera expectativas de permanencia en estos lugares. Ahora, en Rutshuru, la historia es distinta. La idea actual es hacer algo durableâ€?. AhĂ­ reside el valor aĂąadido del trabajo del JRS. Su apuesta por un proyecto de desarrollo, estructural, bĂĄsico para ir sosteniendo sobre ĂŠl los diferentes estratos de la sociedad, de un pueblo que no conoce a su AdministraciĂłn, hace aĂąos de mutis por el foro. Precisamente, el objetivo jesuita viene a cubrir un vacĂ­o difĂ­cil de explicar. La proliferaciĂłn de ONG’s en la regiĂłn de los Grandes Lagos ha provocado una pirĂĄmide de manos tendidas ante la urgencia humanitaria, “y eso crea una dependencia. La gente siempre estĂĄ esperando la ayuda y eso es un mal hĂĄbito. Al final, cuando la ayuda no llega, la gente se vuelve muy hostilâ€?, relata una misionera europea. Al final, se cierra el peligroso cĂ­rculo. Ocurre que por barrer el local de una ONG se gana el mismo sueldo que un maestro o una enfermera. UNA COSECHA PERDIDA Sedientos de

50 DĂ“LARES AL MES Un profesor

congoleĂąo cobra mensualidades de unos 50 dĂłlares. Con 50 mĂĄs se puede comprar un kalashnikov en el mercado negro. Pero las armas, en un paĂ­s tan saturado de violencia, no representan el mejor Ă­ndice de los que valen las cosas. QuizĂĄ para hacerse a la idea de la miseria que supone un sueldo de 50 dĂłlares al mes (33,2 euros), se puede realizar una comparaciĂłn mĂĄs osada. El litro de gasolina supone 1,3 dĂłlares (por eso los taxis suelen cargar, en pleno servicio, un litro en las gasolineras, lo imprescindible para alcanzar el destino solicitado), una cerveza cuesta un dĂłlar y el salario medio al dĂ­a de un albaĂąil es de 5 dĂłlares. A nada que trabaje diez dĂ­as, se pone al nivel del profesor. No en vano, los obreros de la construcciĂłn reciben el nombre de ingenieros, pretencioso bautismo. Cosas asĂ­ las cuenta Ă lvaro Trincado, arquitecto riojano, que dejĂł en Ă vila una buena vida y que desde hace un aĂąo habita “en busca de otros valoresâ€? entre la volcĂĄnica Goma y el tiroteado Rutshuru. Trincado se lleva las manos a la cabeza cuando piensa en los costes que debe acometer con sus propuestas de reforma. “Un saco de cemento de 50 kilos cuesta aquĂ­ 22 dĂłlares (14 euros) y eso es un dineral, la mitad de un salario. Y la calidad de los materiales es penosa. AquĂ­ con que haya un ĂĄrbol, un maestro y una serie de niĂąos se monta una escuelaâ€?.

Una clase de Secundaria en el instituto cercano a Rutshuru.

El arquitecto espaĂąol Ă lvaro Trincado bromea en el taller de carpinterĂ­a.

vivir de otra manera, los congoleĂąos perciben que por el momento estĂĄn abocados a sobrevivir como lo han hecho siempre. “Es raro que pase una semana entera sin que se escuchen balas. En las ĂŠpocas de cosecha se molesta a los agricultores y les piden dinero cuando entran en sus campos. Ellos saben que una parte de la tierra que cosechan la van a perder, por las manos largas de los soldados. Dicen que esto es el compartirâ€?, afirma una cooperante. La reconstrucciĂłn pasa por agitar esa idiosincrasia, aceptada en el ideario congoleĂąo, por remover sus adentros. Justin Nkunzu, director de la ComisiĂłn de Justicia y Paz de Bukavu, entiende que “una de las grandes esperanzas es renovar a los lĂ­deres, porque los actuales fueron educados en el antiguo rĂŠgimen. El trabajo debe realizarse ahora sobre los hombres, para que sepan respetar a los niĂąos y a las mujeres y que sean conscientes de que la patria es un bien comĂşnâ€?. Una religiosa con experiencia en el Kivu Sur, conocida de la burgalesa PresentaciĂłn LĂłpez, que perdiĂł las dos piernas en los combates en la regiĂłn durante el aĂąo pasado, atestigua la cruda realidad de un paĂ­s educado en la cleptocracia y donde el verbo robar no se conjuga como un arte despectivo. “AquĂ­ hay gente que ha estudiado Secundaria, que no son analfabetos, pero que ven normal que se vote en las elecciones a la gente que da dinero. Cuando alguien


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