Diagnóstico de vendedores en la calle y propuesta de política pública en la localidad de Suba

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DIAGNÓSTICO DE VENDEDORES EN LA CALLE Y PROPUESTA DE POLITICA PÚBLICA EN LA LOCALIDAD DE SUBA Plazas de Rincón y Lisboa y Zonas de Autopista Norte y Suba Centro

Convenio de asociación 038 de 2012 Suscrito entre la Alcaldía Local de Suba y la Corporación Mujeres y Economía

Bogotá 2015


LAS VENTAS AMBULANTES EN BOGOTÁ Un panorama general de la actividad académica en Colombia en torno al tema de las ventas ambulantes, tratadas dentro de la generalidad de la economía informal, o como expresión de la Economía Popular en el escenario urbano, da cuenta que existen dos dimensiones fundamentales del desarrollo investigativo de la informalidad: la social y la económica. Los trabajos investigativos desarrollados se encuentran basados en trabajo de campo con el sector de las ventas ambulantes de diferentes espacios de la ciudad, bien sea frente a centros educativos, religiosos, de salud, de comercio, o en los barrios populares.

En la dimensión de lo social, las numerosas investigaciones que se proyectan desde la perspectiva propuesta del análisis de los actores se basan en el método etnográfico que, a través del trabajo de observación continua de estos actores, busca identificar costumbres, imaginarios (MEZA, 2002)1, percepciones y características específicas de las relaciones generadas en medio de la actividad económica, de la cual se sirven las comunidad para tejer y mantener su tejido social (MARTINEZ VALLE).

De las investigaciones realizadas sobre trabajo informal y, específicamente, sobre el trabajo que ejerce el vendedor ambulante en la calle, es de resaltar que la mujer tiene un papel altamente participativo (ZAMBRANO, 2009)2, aspecto señalado además por investigaciones realizadas en otros países de América Latina (SARRIA ICAZA & TIRIBIA). Dentro de la participación en el ejercicio de este oficio se encuentran también las poblaciones más vulnerables que no tienen la capacidad laboral para acceder a la formalidad: población desplazada, tercera edad, en situación de discapacidad, situación de calle y demás población en desventaja. Sin embargo, los estudios evidencian que estas poblaciones crean fuertes redes de solidaridad que le permiten suplir algunas necesidades, de las cuales no se responsabiliza el Estado.

Tema tratado en la tesis como opción de grado que muestra las relaciones étnicas que se tejen en torno de la actividad de venta de frutas en la calle, cuyo actor principal son poblaciones afrodescendientes. 2 Para tener una perspectiva más amplia, la autora realiza una clasificación en relación con la incidencia de las mujeres dentro de los espacios de análisis como lideresas y sus características a partir de un análisis situacional en relación con sus edades y trayectorias: 1


Las investigaciones de carácter social se han destacado por un abordaje a este fenómeno a partir de la categoría marginalidad, concepto a partir del cual se describe y analiza la forma en que la ciudad segrega y excluye de sus dinámicas a poblaciones con características particulares (MARTINEZ VALLE). Las características de estas poblaciones están relacionadas directamente, por un lado, con el fuerte sustrato campesino del país (ZAMBRANO, 2009)3 y, por otro, con la incapacidad de incorporar a todos los pobladores de la ciudad (CASTAÑEDA & GARCÍA, 2007), incluyendo a aquellos que por los fenómenos migratorios comienzan a engrosar las filas de desocupados.

Desde la dimensión económica, los análisis han buscado caracterizar estadísticamente a los sujetos que hacen parte de la informalidad4, olvidando la necesidad de un análisis complejo de la situación desde un enfoque territorial, en todas sus dimensiones y todo lo que implica la construcción de la territorialidad y el tejido de relaciones y redes de solidaridad que usan como medio diferentes expresiones dentro de la economía, a saber el trabajo en las plazas de mercado y distintas expresiones de ese sustrato campesino mencionado anteriormente que dé cuenta de las dinámicas propias de estos procesos comunitarios (MARTINEZ VALLE)5.

Desarrollo histórico de las ventas callejeras en Bogotá El abastecimiento y la provisión de alimentos en las ciudades es un asunto que históricamente se remite a la concentración demográfica de las poblaciones en las urbes, la importancia del trabajo de aquellos que las abastecen y la configuración social de estos espacios de abastecimiento. La provisión de alimentos en la ciudad de Bogotá, así como en los pueblos y otras ciudades de América Latina, se debe al mercado de la plaza desde los tiempos de la colonia. Un mercado que se desarrollaba en la plaza pública para efectos de suplir necesidades básicas de la población, como escenario institucionalizado o reconocido. Este espacio, se Al caracterizar la población de vendedores ambulantes, muestra cómo parte de las mujeres que conforman el sector llegan a la ciudad a causa del proceso de migración a las ciudades, bien sea motivado por la carencia de garantías en el campo o a causa de las dinámicas de la violencia, de tal modo que en la ciudad esta población migrante que hace parte del sector informal se reconoce por la ausencia de capital social y educación lo que a su vez dificulta el acceso a la formalidad. 4 Un ejemplo de este caso se observa en (PINTO, 2.004) ; mientras (CASTAÑEDA C. A., 2.000) da cuenta de otros aspectos de la informalidad a nivel laboral. 5 En la cual se describe cómo la estructura social hace uso del espacio recreado en el sector económico para dinamizar y recomponer el tejido social por medio de prácticas asociadas a la economía. 3


presentaba además como epicentro del desarrollo ciudadano, desde la actividad económica, pasando por la actividad religiosa, política, jurídica y cultural. Ya en el siglo XIX, en Bogotá se construyó una edificación destinada al mercado público con la idea de hacer mejor el aspecto de la plaza de Santafé, y el mercado que se desarrollaba todos los viernes en la Plaza Mayor fue trasladado a las plazas cercanas como la de San Agustín, San Francisco y San Victorino. En la época funcionaban además otras plazuelas, no tan grandes, en las que se generaba el intercambio económico (ORTIZ, 2009, págs. 2-3). Como lo señala la historiadora Milena Ortiz en su trabajo para el Museo Nacional, en la plaza y sus alrededores, se generó el comercio ambulante por parte de vendedores al por menor, que Ortiz describe como “vendedores de pequeñas cantidades de artículos o quizá de algunas unidades de diferentes productos de uso cotidiano para los habitantes de la ciudad” (ORTIZ, 2009, pág. 10). Estos pequeños comerciantes fueron conocidos como mercachifles, buhoneros, cajoneros, quincalleros y merceros, cuyo oficio era descalificado y censurado, añadiéndoles la falta de representación política, evidenciada en la creación un impuesto para ejercer esta práctica, de modo que, los vendedores ambulantes que tendían a aumentar para esta época, debían contribuir al erario público. El reconocimiento de la plaza como espacio de abastecimiento, intercambio, comercio y establecimiento de ventas al por menor por parte de los vendedores ambulantes es de gran importancia, en tanto que es alrededor y al interior de ella en la que surge esta práctica, se configura como espacio de convergencia social que mediante las relaciones económicas y en relación con el cubrimiento de necesidades básicas para los habitantes de la ciudad, logran configurar un entramado de relaciones y tejido social. Así mismo lo señalan trabajos que desde la dimensión social y económica abordan el análisis de plazas históricas en la ciudad como la plaza de la Concordia, la Perseverancia y la de San Victorino, siendo esta última la más antigua en la que se desarrolla la práctica de la venta ambulante por parte de comerciantes al detal (CÁRDENAS & HERRERA, 2000) (RUIZ, 2000).

Estudios como estos en los que la convergencia social toma un lugar importante y las relaciones que emergen dan cuenta de formas culturales construidas, ya sea por la aglomeración poblacional en la ciudad o por los lugares de donde proviene la gente, abre una veta de estudio sobre el crecimiento poblacional de la ciudad y la capacidad de abastecimiento de la misma, dada su expansión y el progresivo tamaño poblacional.


Dando lugar a un aspecto puntual que caracteriza lo urbano, que sin embargo, no viene solo.

La ciudad es considerada un espacio en el que se facilita el intercambio, remunerado o no, de bienes y servicios, al tiempo que en ella se estimula la multiplicación de redes económicas, sociales, culturales y políticas (CASTAÑEDA & GARCÍA, 2007, pág. 31), de modo que le brinda más oportunidades a sus habitantes, situándola como el escenario preferido y con las condiciones más adecuadas para alcanzar mayores niveles de vida y disminuir condiciones de pobreza.

De acuerdo con los autores mencionados, que vienen trabajando el tema del hábitat y el espacio público en la ciudad, esta contiene en sí misma unas ventajas estáticas con economías de escala, alcance, densidad y aglomeración, aprovechándose la cercanía de los mercados de insumos y productos. En esa medida, las economías de escala generan una reducción de costos con volúmenes crecientes, mientras que las economías de alcance generan esta reducción de costos al generarse mayores encadenamientos. Por otro lado, las economías de densidad y aglomeración implican rendimientos crecientes que potencian las economías de escala y alcance. En términos dinámicos, como fuente de innovación, las ciudades permiten el desarrollo económico y el cambio estructural (CASTAÑEDA & GARCÍA, 2007, págs. 31-32).

La histórica migración campo-ciudad, definida por condiciones de las transformaciones estructurales de la economía, el proceso de modernización en América Latina, las oleadas de violencia y el desplazamiento forzado en Colombia, evidencia la forma en que el crecimiento demográfico da forma a la ciudad, configura sus espacios y dinámicas económicas, sociales y políticas. El llamado que hace la ciudad en busca de suplir la demanda de fuerza de trabajo para ocupar en la industria, derivada de la transición hacia el desarrollo y la modernidad, y con las expectativas puestas en el fomento de la libre circulación del comercio, el afán por la urbanización, la modernización agrícola, la construcción de infraestructura, el alcance de servicios sociales y altos niveles de alfabetismo (BELTRAN CAMACHO, 2011, pág. 21), condensa parte de la población rural en los lugares circundantes a la ciudad, donde se asientan, construyendo la periferia urbana.


Las lecturas frente al tema de expansión no organizada de la ciudad (que terminan formando un cordón de miseria), existentes para el caso de Bogotá, desarrollan una observación tomando en cuenta que los procesos migratorios profundizan aún más el preocupante crecimiento de sectores pobres en la ciudad. Estos sectores, se encuentran claramente alejados de aquellas expectativas de modernización y que colocaban a la ciudad como el escenario preferido para alcanzar mayores niveles de vida; de modo que, construyen un escenario paralelo, invisibilizado y denominado por otros6 como informal, a causa de una falta de caracterización y en ausencia de una política clara para manejarlo. Es así como la periferia urbana, en la que se construyen barrios no planeados, que se mantienen en una delgada franja entre lo informal y lo ilegal frente a las autoridades estatales que no alcanzan a regular ni los espacios ni a sus pobladores, termina definiendo como informal la cotidianidad de los habitantes de estos sectores, empezando por el lugar de habitación, hasta llegar a las prácticas que desarrollan para garantizar su subsistencia (BELTRAN CAMACHO, 2011, págs. 29-30).

Es en estos términos como el siglo XX se caracteriza por hacer confluir de manera dispar las expectativas modernizantes y el crecimiento demográfico en las ciudades, que para el caso de Colombia, de acuerdo con datos de ONU-Hábitat, se encuentra en el sexto lugar entre los países que cuentan con una ciudad más poblada respecto de sus demás ciudades, según el índice de primacía urbana para el año 2005.

Es de resaltar que este interés de modernización no necesariamente se proyectaba de acuerdo a las capacidades reales de la ciudad para absorber la creciente población, la cual está dada por la capacidad de generación de escenarios en los que los habitantes cumplen un rol en términos productivos. Sin embargo, las condiciones estructurales de la economía no dan lugar al pleno empleo de la fuerza de trabajo (GÓMEZ NARANJO, GÓMEZ AGUDELO, & BORRÁEZ ÁLVAREZ, 2005)7. Desde la perspectiva marxista diversos autores exponen que algunos de “los sectores que migraban a las ciudades fueron vistos como “ejército industrial de reserva” o “sobrepoblación relativa”, mano de obra potencial que esperaba ingresar al mercado de trabajo formal y que no era absorbida en el nuevo modelo de desarrollo” (GÓMEZ NARANJO, GÓMEZ AGUDELO, & BORRÁEZ ÁLVAREZ, 2005, Se hace referencia a analistas económicos, investigadores, formuladores de política pública, entre otros. 7 Los autores, desarrollan un marco teórico comparativo de acuerdo al cual definen esta incapacidad de absorción de las fuerzas de trabajo. 6


pág. 32). Este mismo aspecto ha sido abordado por la sociología, ciencia desde la cual se ha definido esta población no ocupada y segregada en términos de la marginalidad (ZAMBRANO, 2009)8, entendiendo esta como un fenómeno que va más allá de los factores económicos y en ese sentido se conecta con las demás esferas de la vida social; lo que muestra esta perspectiva de análisis, es que la desocupación y el desempleo son síntomas de los procesos de marginación al interior de la ciudad.

La población marginal o el ejército industrial de reserva es entonces esa población que por distintos motivos no se integra al mercado laboral y, como tal, fue considerada como una masa poblacional homogénea (antes de los años 70), en tanto se observaba al margen o por fuera de lo moderno. Sin embargo, en las siguientes décadas la discusión y la profundización para entender las características de esta población, ha mostrado la heterogeneidad de la misma (MARTINEZ VALLE), como aspecto con necesidad de un abordaje investigativo de carácter más riguroso y comprometido.

La incapacidad de la ciudad para ocupar a sus antiguos y nuevos habitantes desencadenó en la búsqueda individual o familiar de alternativas de ocupación. Las condiciones de ausencia de empleos en la industria, en el sector oficial u otros reconocidos institucionalmente o formalmente dieron lugar a estas alternativas que, sin embargo, se ubicaron dentro de prácticas tradicionales de subsistencia en el escenario urbano, como el ejercicio del comercio en plazas de mercado con ventas ambulantes, que se reconocen en este siglo por estudios desarrollados alrededor de las construcciones históricas de las plazas, por el Fondo de Ventas Populares, y por la normativa que buscaba su regulación ya desde los años 30. Este fenómeno es evidente además en otras ciudades de América Latina, como es el caso de México en donde la actividad en las calles dedicada a la venta de diversos productos y alimentos se reconoce como histórica, señalándose que responde a aspectos como que: la densidad poblacional y la calle como un espacio de búsqueda de la subsistencia para la población sin empleo, a lo que, estudios como el de Mario Barbosa, sobre el trabajo en las calles, le añaden la insuficiencia de mercados y la creciente demanda de comercialización de productos de consumo (BARBOSA CRUZ, 2008, pág. 13). Varios estudios se acercan al fenómeno de la venta ambulante desde la lectura de lo informal, el rezago de lo moderno, lo marginal; sin embargo, estudios que pretenden 8

Aborda también este aspecto de lo marginal o la marginalidad.


hacer una lectura compleja y dinámica de la situación plantean precisamente alejarse de concepciones duales9 que no permiten levantar el velo frente a la integralidad del fenómeno de las ventas ambulantes, estacionarias o callejeras, para darle un mejor tratamiento en términos de formulación de política pública.

En busca de superar precisamente estas concepciones duales, existe una literatura que intenta abordar el tema introduciendo aspectos que atraviesan el desempeño de los habitantes de la ciudad como vendedores ambulantes, construyendo una comprensión del territorio. En ese sentido se destaca que a principios del siglo XX en Bogotá, además de la actividad comercial que se desarrollaba en la calle y en los espacios públicos, el artesanado urbano expandía su taller hacia la calle y los intercambios los realizaba en este escenario. De modo que, el uso de espacios que no se encontraban regulados como de uso privativo seguían construyendo el tejido social a través de intercambios de carácter político, cultural y sobre todo económico, dando lugar a configuraciones territoriales trazadas y mediadas por las relaciones sociales que se construyen y que a su vez definen las funciones de los espacios, dada una base económico-productiva determinada y unas estrategias individuales o colectivas de manejo y valorización, desplegadas por los actores de estos espacios pluridimensionales (MARTINEZ VALLE).

La creciente población, la configuración territorial de espacios periféricos, la sobre abundancia de mano de obra, como se ha venido mencionando, fueron además causas del establecimiento de puestos de ventas estacionarios o ambulantes ahora alejados del centro de la ciudad y de los centros de sociabilidad reconocidos, dando lugar al comercio informal en las calles y en pequeñas plazas de mercado ubicadas en los centros de las periferias.

Esta situación de comercio callejero y al detal, se agudizó aún más con los procesos de reestructuración económica a nivel mundial desde los 70 y por causa de la crisis en América Latina desde los 80.

La reestructuración diseña un nuevo sentido a la organización de los procesos productivos, a la gestión social del trabajo y a la organización territorial de la producción, 9

Para el caso de los estudios de (BELTRAN CAMACHO, 2011) y (BARBOSA CRUZ, 2008).


en la que el Estado tiene arte y parte directa, en la normatización, regulación y control, al asumir medidas como la liberalización de los mercados y la flexibilización del mercado de trabajo, aspectos que impactan directamente las condiciones laborales de la población económicamente activa entre los habitantes de la ciudad. En este nuevo diseño del orden económico, finalizando el siglo XX, en el que se desconocen los derechos laborales adquiridos con la implementación de medidas que dan lugar a la flexibilización laboral y le retira a los empleadores su responsabilidad en el pago de prestaciones sociales, además, vuelve a desconocer la heterogeneidad de las condiciones y características de los sectores de la población a quienes en su imposibilidad de integración al mercado laboral (flexibilizado) se les define como desempleados, es decir, únicamente desde su capacidad productiva.

Para el caso especial de Colombia, entre el año 2002 y el 2009 las cifras de desempleo disminuyeron sostenidamente (como se puede observar en el gráfico que sigue a continuación) debido al descenso de las tasas de participación de la población económicamente activa, lo que quiere decir que menos personas se encontraban en busca de empleo formal. Sin embargo al incrementar los niveles de participación, las tasas de desempleo aumentaron.

Año/Paí s Colombi a

1999 200 200 200 200 200 200 200 200 200 200 201 201 0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 0 1 20

20

17 17,4 14,2 13,6 11,8 11,1 11,2 11,3

12 11,8 10,8


Definición de tasa de desempleo: Esta variable incluye el porcentaje de la fuerza laboral que está sin empleo. Substancial sin empleo es a veces indicado (INDEX MUNDI, 2013). De acuerdo con la Procuraduría General de la Nación: “Esta estrecha conexión entre las variaciones de la tasa de participación y la tasa de desempleo revela que la economía colombiana ha generado puestos de trabajo sostenidamente, pero de forma insuficiente de acuerdo con la transición demográfica que experimenta y las presiones que los hogares tienen para enviar a sus miembros secundarios a buscar oportunidades de empleo como una forma de supervivencia” (Procuraduría General de la Nación, 2011).

Estas cifras que evidencian la ausencia de oferta laboral formal, demuestran la existencia de una brecha entre la población empleada dentro de la formalidad frente a aquellos excluidos de esta forma de empleo, y que se han visto abocados a emplearse en la informalidad. La discusión que se empieza a generar una vez se evidencian las disonancias en las formas de empleo crea la necesidad de definir la informalidad que surge durante las décadas de los años 60 y 70 a partir de los cuales se inició la discusión del tema como un factor que conducía y prolongaba el círculo de la pobreza (GALVIS, 2012). Una de las principales lecturas del fenómeno fue desarrollada por el Programa de Empleo para América Latina y el Caribe OIT–PREALC-, que gracias a su trabajo teórico y práctico respecto a la diferenciación entre formalidad e informalidad logró dar cuenta de un punto desde el cual se diferenciaban una concepción de otra. Este tiene en cuenta que la economía informal está relacionada con la necesidad de supervivencia y sus actores, en este caso el individuo y su familia, son aquellos que reproducen esas prácticas tradicionales, es decir, aquellas prácticas opuestas a la modernidad, mientras que la


economía formal está relacionada con la búsqueda de “acumulación de beneficios” (GÓMEZ NARANJO, GÓMEZ AGUDELO, & BORRÁEZ ÁLVAREZ, 2005, pág. 33)10.

La existencia de una relación muy cercana y positiva entre las posibilidades de encontrarse dentro del sector de la informalidad, la incapacidad de inserción en el mercado laboral y la migración, son abordados por el Grupo de Investigación Economía Social de la Universidad de Medellín (GÓMEZ NARANJO, GÓMEZ AGUDELO, & BORRÁEZ ÁLVAREZ, 2005), quienes a partir de un enfoque estructuralista presentan la informalidad como alternativa a la incapacidad de inserción y como la estrategia más usada por los pobres. Además, señala la visibilidad del problema, ya no en los términos de las estrategias emprendidas por los pobres sino desde una perspectiva en la que se analizan las ofertas laborales que disfrazan a los empleados precarizados, como pequeños empresarios y como personal autónomo.

Como lo explica Luis Armando Galvis, Economista del Centro de Estudios Económicos Regionales –CEER-, del Banco de la República, existe una diferencia entre lo que se entiende como empleado dentro de la formalidad o dentro de la informalidad, ya que aun teniendo el empleado una relación contractual directa con el empleador, en muchas ocasiones este no logra tener acceso a los beneficios que por ley se le debieran atribuir. Esto quiere decir, que existen distintas variedades de contratos que hacen parecer contratos informales como contratos regidos por una relación laboral formal.

Así pues, es posible dar cuenta que, de un lado, el trabajo “formalizado” se encuentra en condiciones de precarización en ascendencia, puesto que las normas de empleo de la mano de obra son cada vez más difusas y el acceso a empleo formal (acceso a servicios de salud, pensión, cesantías y riesgos profesionales) es cada vez más limitado. En este contexto, el trabador informal se encuentra en condiciones aún más precarizadas que las del trabajador del sector formal, pues no ostenta un trabajo fijo con prestaciones sociales y además su trabajo depende única y exclusivamente de su capacidad de “rebusque”.

En este marco existe otra población que en medio de la precarización laboral, puede tener unas condiciones aún más complejas de acceso a la formalidad, de ascenso en la misma y Esta idea, en la que la supervivencia se convierte en el punto característico de la economía informal, es desarrollada también en (SUÁREZ SALAS, 2001) 10


de reconocimiento de sus méritos en el trabajo. Esta población es la constituida por: mujeres, los jóvenes, personas de la tercera edad, personas en estado de discapacidad y en general la población en estado de vulnerabilidad, que a causa de las altas tasas de desigualdad social, tienen aún mayor posibilidad de ingresar a la informalidad.

Esta desigualdad es clara cuando es consenso que el acceso a la educación y el ascenso en la misma, logran que existan mayores posibilidades de aplicar a un empleo formal y por tanto, contar con seguridad social. Incluso en este caso Galvis asegura que con el acceso a nivel universitario de educación se duplican las posibilidades de ingreso al sector formal y en esta medida acceder a los beneficios que ofrece en tanto a la cobertura del sistema pensional y de salud, además de asegurar un mayor ingreso y reducir en este caso el grado de pobreza (GALVIS, 2012).

De acuerdo con Castañeda y García, entre los años de 1992 y 2005 la cantidad de informales en Bogotá aumentó en 487.000, mientras que el número de ocupados creció en 820.000, lo que significa que el 60.4% de los empleos generados correspondió al sector informal de la economía. Así mismo, muestran que en el año 2000 la proporción de informales respecto a la totalidad de la población ocupada alcanzó su punto máximo, con el 57.3%. Esta información corroborada por la publicación del Fondo de Ventas Populares da información del DANE, la OIT y el BID, señala que al año 2000 se “estima que la totalidad de la economía informal urbana genera el 57% del empleo en Bogotá, D. C., y su participación en el Producto Interno Bruto Urbano alcanza únicamente el 22%; teniendo en cuenta que las ventas ambulantes y estacionarias en el espacio público representan el 7.0% del empleo informal” (Populares, 2013).

La informalidad en el país ha sido caracterizada por el DANE a partir de la ausencia de vinculación al sistema de seguridad social, a saber: sistema de salud y pensión. Siendo así, que casi el sesenta por ciento de la población empleada se encuentra situada dentro del sector informal y, así mismo, esta población se caracteriza por el bajo acceso a la educación y trabajar en pequeños establecimientos que producen a su vez bajos ingresos (DANE, 2012)11. Estos establecimientos o unidades productivas, de acuerdo con Portes, Para el 2012 “La definición adoptada por el DANE para la medición del empleo informal, se remite a la resolución 15ª de la OIT de 1993 y a las recomendaciones del grupo de DELHI. Estas indican que la aproximación a la medición de informalidad en materia de escala de personal ocupado en las empresas, 11


Castels y Benton, son “una modalidad socio-territorialidad globalizada que no es producto de la acción de firmas transnacionales y/o de las políticas estatales, sino de una comunidad que ha logrado estructurar su economía local en torno a una cierta aglomeración de establecimientos pequeños” (CASTAÑEDA & GARCÍA, 2007, pág. 79) que se dedican a desempeñar una actividad que se encuentra plenamente globalizada y desarrolla formas locales de cooperación.

En esta medida, es claro observar que los establecimientos pequeños que se aglomeran para darle lugar a escenarios de subsistencia de los sectores poblacionales más pobres de las ciudades, son considerados, por quienes los asumen, como alternativas a la ausencia de empleo formal y a la calidad del mismo, así como la posibilidad más cercana de generar ingresos que, sin embargo, no generan escenarios de acumulación de capital, ya sea para cubrirse dentro del sistema de seguridad social o para ampliar su capacidad de venta o prestación de servicio.

Ahora bien, es importante reconocer el carácter estructural que da lugar a que se generen actividades de establecimientos pequeños o ventas informales en los espacios físicos públicos, dada la permanente conexión que se establece con la llamada economía formal.

Es así como la actividad de las ventas ambulantes y estacionarias en la ciudad de Bogotá responde a una serie de elementos que aún parecen “confluir” de modo desarticulado o en una dirección meramente causal y determinista. Esta lectura la arrojan los desarrollos de investigadores alrededor del tema puntual de las ventas ambulantes y estacionarias, las teorizaciones inconclusas acerca de lo informal que elaboran tanto investigadores como instituciones oficiales y la ausencia de una política pública clara y de carácter nacional, respecto al fenómeno que estas representan.

De tal forma, las ventas ambulantes no son un fenómeno aislado ni nuevo, por el contrario; se han configurado desde la tradición y la cultura, como respuesta a una situación de carácter estructural de la economía; sin embargo, las autoridades que han debe ser de hasta cinco trabajadores excluyendo los independientes que se dedican a su oficio y a los empleados del gobierno”.


emitido política parecen hacer una observación que le da al fenómeno el carácter de contingencia, puesto que los esfuerzos que se despliegan para darle un manejo a la situación no se han encaminado a una transformación de carácter estructural.

La caracterización de las ventas ambulantes y estacionarias en la ciudad debe partir del reconocimiento contextual e histórico de las mismas, ubicándolas modo como actividades comerciales que se desarrollan en las calles (espacios públicos), escenario urbano, producto de transformaciones espaciales a lo largo del tiempo, como consecuencia de la interacción de los actores que hacen parte del mismo.

LAS VENTAS EN LAS CALLES DE LA LOCALIDAD DE SUBA

En la localidad de Suba, las ventas en la calle son una problemática presente en la localidad desde hace varios años. La plaza de mercado de Rincón es un espacio económico y social en el que se proveen alimentos a los habitantes de la localidad desde hace aproximadamente 40 años y la plaza de Lisboa funciona desde hace más de dos décadas. En estos espacios, además de las prácticas económicas de venta de mercado se entretejen importantes relaciones sociales bajo las cuales se configuran unidades sociales como la familia y el barrio. Estas plazas, funcionan en la dinámica de la calle, en la dinámica del espacio público, en el que sus ocupantes trabajan y viven diariamente en su jornada laboral.

Las principales problemáticas de las plazas de mercado de Rincón y Lisboa se presentan a continuación a la luz de cinco categorías básicas: espacio público, organización económica y trabajo, protección social, familia y organización política

Espacio público


Al discutir sobre el espacio público, y en si el espacio, no se puede olvidar reseñar que las percepciones como ideas expresadas de manera rápida y, en algún grado, superficiales, van atadas a un pensamiento del elemento a tratar, por ello es necesario exponer brevemente las distintas concepciones que giran en torno al espacio que va desde ver el espacio como un objeto terminado hasta definirlo como un contenido mismo de otros objetos. El espacio visto como algo terminado se ciñe a la idea de Espacio Absoluto, donde se muestra como un objeto independiente de lo demás, el cual está dado y no puede ser modificado, es decir que permanece siempre similar e inmutable (Newton, 1982).De otro lado, el espacio se puede concebir como Relativo si se asume que este es producto de una relación entre objetos, por ejemplo no es lo mismo observar un estadio de futbol como un solo elemento que asimilarlo como un compuesto de distintas partes, entre las que se encuentran las gradas, siendo, a su vez ese el momento donde se valora la importancia de cada uno de los objetos que hacen parte de ese espacio. Sin embargo, el concepto de espacio no se limita a esta dualidad, por el contrario se complejiza cuando sobrepasa la idea de relación objeto-objeto y se establece como un Espacio Relacional, situándose en una interacción en doble vía sujeto-objeto y, a su vez, sujeto-sujeto, esta última no solo se evidencia en el encuentro mismo de las personas en un lugar determinado sino en cómo los objetos, al ser producidos y/o usados por el ser humano, implican que la misma relación objeto-objeto de fondo lleva a una relación de personas, por ejemplo al construirse una silla en cemento dentro de cualquier espacio, indica que allí se puede descansar pero a la vez es la representación de una relación de poder al cuestionarse ¿Por qué?, ¿Para qué? Y ¿Cómo se configuro ese espacio?

Percepciones del Espacio Público

El Espacio Público pareciera tener varios puntos de referencia, por un lado, se observa como lugar de circulación, específicamente vehicular y peatonal, de otro lado, como un atributo atractivo-económico y, por último, como un escenario de encuentro de las distintas relaciones sociales ó como diría Lebfevre (2008) punto de confluencia. Sin embargo, aun cuando se entendiera que son posiciones encontradas, se debe desplegar cada una de estas percepciones para analizar ¿Que tan alejadas, enfrentadas o complementadas están estas posiciones? En primer lugar, al tomar el espacio público como un lugar de tránsito (de circulación), se asimila que el mismo está compuesto por la vía, los andenes, los postes de alumbrado


público, los bolardos y todo aquello que se relacione y permita la circulación de vehículos y el tránsito de peatones con la menor cantidad de elementos que puedan obstruir el paso. Bajo esta idea la solución siempre estará enfocada a sacar del espacio todo aquello que pueda obstaculizarse, y en el caso específico de los “vendedores informales” implicaría estrictamente (re) ubicarlos en otro lugar o sencillamente desalojarlos. De otro lado, existe una percepción que se centra en atributos estéticos bajo la cual se observa al espacio público como un atractivo para la valorización de la ciudad y este, a su vez, se constituya en un atributo para mejorar la imagen (Ciudad, 2005, pág. 10), en este sentido el Espacio se sume a la pavimentación de la vía, la adecuación de andenes, las fachadas de las viviendas y locales comerciales en pro de un estricta mirada estéticocomercial, es decir se circunscribe en “si se ve bonito” o “se ve feo” para tener una imagen que permita ser expuesta desde el espectro comercial acercándose, incluso, al tratamiento exclusivo del espacio público como una mercancía. En medio de estas percepciones, emerge una vista más sobre el espacio, en la cual se intenta rescatar al espacio público como sitio de encuentro, y no solo entendido como punto de aglomeración de gentes o de manifestaciones, sino como un espacio que incluye las expresiones de diversas dimensiones de la comunidad, es decir, el espacio público como lugar de recreación, de circulación y, con el caso de los “vendedores informales”, sitio de trabajo, producción, consumo e incluso escenario doméstico. Así pues, no es solo un escenario de desarrollo de una actividad específica sino como escenario de convergencia social, en el cual se establece relaciones sociales, precipitando de alguna forma la construcción del tejido social. Lo anterior no pretende dar a entender que estas visiones se proyecten de forma homogénea, ya que se pueden presentar opiniones que incluyen diferentes aspectos de las percepciones descritas, lo que se quiere presentar es que cada una de estas dan cuenta de un énfasis que se realiza a la concepción de espacio público.

La vivencia de los espacios

En la década del treinta, alrededor de la actual plaza fundacional de Suba, los campesinos se reunían los domingos después de misa para charlar y hacer el mercado, que tenían que transportar a lomo de mula o a la espalda hacia las ocho veredas que existían en aquella época. (Bayona, 2009)


Las ventas informales, producto de la exclusión del mercado laboral y, por tanto de un sitio físico laboral, traen consigo la ocupación de un espacio, y en el caso de la aglomeración de varios vendedores de tipo (semi) estacionario generan la configuración de un espacio distinto. En el trabajo de campo que se desarrolló en la Localidad de Suba, específicamente para las zonas de Lisboa, Rincón, Suba Centro y Autopista Norte se evidencia que si bien hay particularidades en cada una de estas zonas, existen elementos generales a considerar al momento de generar acciones desde la administración pública.

La Plaza de Lisboa

Este espacio se ubica en la Carrera 154, entra calles 132 D y 136 A. Una característica especial de este lugar, es que es una plaza de mercado de hecho rodeada de un pequeño comercio “formal” y con una Iglesia como punto de convergencia y aglomeración. En esta plaza de mercado prevalece la existencia de alimentos sin preparar (50,9%) (Fruta, verdura, etc.) y no genera una fuerte competencia entre productos del pequeño comercio y los vendedores informales de la plaza.

Porcentaje de vendedores

Tipo de productos ventas informales (Lisboa) 50,91% 60,0% 40,0% 20,0%

27,27% 9,09%

7,27%

0,0% Alimentos Alimentos Vestido Artículos Preparados sin (Ropa) para el preparar Hogar

Este epicentro de mercado se circunscribe a un espacio aledaño a una vía principal, que aún se encuentra en adecuación de infraestructura, tanto vial como de demás servicios


(acueducto, alumbrado público, etc.), para una población que ha sido marginada en la misma ciudad. Es de resaltar que tanto los compradores como vendedores de esta plaza son habitantes del sector generando una dinámica económica local en los barrios de los sectores populares, ya que por ejemplo dentro de este grupo de vendedores de la plaza se encuentra que el 91% vive en Lisboa o barrios vecinos como Santa Rita, Santa Cecilia, Berlín, etc. Este tipo de vendedores no solo ocupan el espacio como resultado de la salida del mercado laboral, o mejor dicho, por la incapacidad del mercado de vincularlos sino que trasladan a este mismo espacio laboral su espacio doméstico, ya que la inexistencia de jardines para los niños más pequeños y de diversos escenarios y programas de actividades para los más jóvenes genera que la decisión de sus padres o adultos responsables (los vendedores), bien sea la de llevarlos a sus puestos de trabajo con el fin de controlar y garantizar que no se conviertan en objetivos y sujetos de prácticas criminales o de contar con la facilidad de vivir cerca a la plaza y asi poder ejercer una observación más constante. No obstante, esta situación no implica la presencia continua en la calle de todos los vendedores informales, ya que esta dinámica de plaza es más fuerte los fines de semana, articulándose a los tiempos de descanso de los demás habitantes del sector. Por lo anterior, para esta población existe en un traslape, en algún grado, del espacio privado (doméstico) con el espacio público.

La Plaza de Rincón

La llamada “Plaza del Rincón” se encuentra ubicada a lo largo de la Diagonal 129 B Bis desde la carrera 93 hasta la carrera 94 A. Este espacio, de un lado, es escenario que contiene un alto grado de desarrollo de pequeños y medianos comerciantes y cuenta, a su vez, con la infraestructura de tres instituciones educativas y una iglesia, lo que permite evidenciar este sitio como un punto de convergencia y de alto flujo de personas. De otro lado, este espacio funge como una avenida relevante para la circulación de vehículos de varios barrios de la UPZ de Rincón. Es en este contexto espacial que se encuentra los vendedores callejeros de la “plaza del Rincón”, situación que les lleva a asumir (y no a concebir) el espacio público en términos de circulación, ya que su día a día se pasa en el tránsito de personas. No obstante, lo anterior sería una fotografía instantánea de lo que es este espacio, ya que bajo esta imagen se encuentra otra serie de situaciones y variables que son necesarias para el correcto análisis de lo que significan las ventas callejeras en este sector. En primer


lugar, es necesario reiterar que la población dedicada a las ventas callejeras que se encuentran y aportan en la construcción del espacio público son personas marginadas del mercado laboral12, por tanto con una afectación en sus ingresos, asumiendo el espacio público como alternativa para desarrollar su trabajo de manera honesta y escenario para garantizar su vida. En segundo lugar, el “comercio formal” que se encuentra allí se relaciona más con productos con algún grado de transformación (Ropa, accesorios, Panadería, Droguería, etc.) mientras que el grueso de los venteros callejeros13 se dedican a la comercialización de alimentos sin preparar, es decir a ofrecer Frutas y Verduras, lo que se relaciona a su vez con dos elementos adicionales; la competencia económica in situ y la relación espaciotemporal con los consumidores. Así pues, la competencia económica que se da en este espacio es más evidente entre los propios vendedores callejeros que la competencia con los locales y tiendas aledañas, adicionalmente la dinámica de vender en la calle se articula al mismo tránsito peatonal de los habitantes (y visitantes) del sector, ya que este espacio al tener una vía de enlace con muchas de las cuadras y barrios cercanos permite que los habitantes de la zona que llegan de su empleo adquieran los productos camino a su casa. En suma de dos elementos anteriormente señalados, a causa de la marginalización de ingresos y dada la dinámica cultural de compra, soluciones previstas como el establecer un lugar cerrado para adaptar a los vendedores fallan, ya que desconocen el hecho socioeconómico por el cual está el vendedor en la calle y, así mismo, la construcción histórico-cultural de relaciones que llevan al vendedor a tener su puesto de trabajo acreditado en la misma calle, lo que genera un ordenamiento diverso del espacio público. Por último, es necesario referir que el espacio público físico no cuenta con la presencia de todos los vendedores de la “plaza” todo el tiempo (todos los días a todas horas 14), este espacio como sitio de trabajo tiene su mayor uso los fines de semana, particularmente el domingo, mientras que entre martes y viernes cuenta con aproximadamente la presencia de 62% del total de vendedores cuantificados en esta zona15. El lunes se presenta como un día atípico ya que este día se presta para vender los productos que no fueron vendidos el día anterior. No obstante, las características de los productos llevan a que a diferentes horas del día la presencia de los vendedores callejeros varíe.

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Por ejemplo, más del 12% de los vendedores callejeros pertenecen a la población de tercera edad (adulto Mayor) 13 Cerca del 65% de los vendedores encuestados 14 Si bien se presenta el caso de vendedores callejeros que dejan sus puestos en las noches, es una minoría. 15 En el Rincón se cuantificaron 147 vendedores callejeros.


Autopista Norte

El espacio analizado comprendió desde el sector de Toberin (calle 167) hasta el Centro Comercial Santa Fe (Calle 185) sobre el costado occidental de la Autopista Norte. La característica fundamental de esta zona es que se trata del límite urbano de Bogotá, enarbolada como un escenario importante de entrada y salida para la ciudad, por lo cual es un espacio de flujo constate no solo vehicular sino peatonal. Contrario a lo identificado anteriormente en Lisboa y Rincón, las ventas informales de este sector se relacionan con productos elaborados (alimentos preparados, ropa, accesorios, decoraciones, etc.), lo cual se articula perfectamente a la dinámica de ser “zona de paso” que cuenta con un gran desarrollo en infraestructura vial. De igual forma, este escenario de llegada y salida con desarrollo vial ha generado el establecimiento de grandes superficies de comercio (Centro comercial punto 69, Home Center, Colsubsidio y Centro Comercial Santa Fe). A pesar de ser una zona de tránsito muy fuerte, existe una significativa presencia de vendedores informales que habitan barrios circundantes de este sector16, sin que esto implique que no haya presencia de vendedores que se trasladan desde distinto puntos de la ciudad. Así mismo, es necesario resaltar que al ser un espacio con fuerte tránsito vehicular la exposición a la polución y demás riesgos que generan la presencia de los distintos vehículos es causa del deterioro de Salud Física y mental.

Suba Centro

El sector en el cual se establecen los vendedores informales se generan entorno a dos centros Comerciales, de un lado el Centro Comercial Centro Suba, en la Carrera 91 desde la Calle 137 hasta la Avenida Suba (Calle 145) y, por otro lado, el Centro Comercial Subazar, entre las Carreras 91 y 92 las Calles 146 b y la Avenida Suba. Este escenario al encontrarse en la principal zona de ingreso y salida de la localidad de suba, presenta una configuración de mediana y gran escala de comercio que se acompasa a la presencia de la institucionalidad de la administración pública, por tanto se genera una gran afluencia de personas a este sector.

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Según los datos recolectados dentro de la cuantificación de vendedores informales de este sector cerca del 65 % de los vendedoes habitan en barrios aledaños a la zona


La presencia de vendedores informales se caracteriza por el ofrecimiento de bienes elaborados (Ropa y Alimentos) generando una competencia directa con el producto entre vendedores informales y el “comercio formal”, que se traduce en diferentes tensiones dentro del mismo espacio físico17 lo cual no solo implica a comerciantes (formales e informales) sino que involucra a compradores, vecinos y autoridades de la administración pública.

En general, es necesario indicar que al referirnos a ventas o comercio informal la primera percepción que surge es la de invasión u ocupación indebida del espacio público, esta idea genera discusiones en torno a la obstrucción de la circulación y la posibilidad de empleo de quienes salen o han sido excluidos del mercado laboral formal. No obstante lo que se tiene aquí es una discusión de lo que se entiende por espacio público, y ello se refleja en las opiniones18de comerciantes y vecinos de cercanías de estas plazas en las cuales se puede deducir dos concepciones de espacio público, por un lado aquella que hace referencia a las vías y andenes en funcionalidad de transitar concordante con una posición dominante de ver el espacio vacío de sujetos y solo con algunos objetos que deben conservar su integridad para el uso común de circular (vías, andenes, bolardos, etc.) y, por otro, aquella donde se relaciona las personas al mismo como “espacio de todos” que permite indagar el componente social que se llega a esconder detrás de esta percepción. Así pues, y parafraseando al urbanista Jordi Borja (2011), es en el espacio público donde se expresan los avances y los retrocesos de la democracia tanto en sus dimensiones políticas como sociales y culturales, se puede concluir que el espacio público es la gran sala de reunión, de encuentro y de tertulia (ágora, polis) que se constituye en el mayor parlamento cívico, el lugar donde se construye un pensamiento civil. Por eso, la sociedad civil no es un grupo humano sino el espíritu de la ciudad encarnado por los ciudadanos que la habitan. (Carrión, 2011)

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Estas tensiones, que también se presentan en otras zonas, se evidencian en problemáticas referentes al aseo, la movilidad y en general, la estética del lugar, sin embargo tan solo son expresiones de un problema social de fondo y más agudo. 18 Estas percepciones se tomaron mediante una encuesta a comerciantes de locales aledaños y habitantes vecinos de la plaza, que si bien cuantitativamente no son robustas cualitativamente son de gran significancia al reflejar conceptos que se tienen del Espacio Público.


Condiciones generales de los vendedores La mayoría de los trabajadores que el DANE contabiliza como informales no son asalariados. De hecho, durante los últimos 5 años, el porcentaje de población asalariada dentro de la informalidad ha fluctuado entre el 25.4 y el 28.3%,19 mientras que el porcentaje de población informal por cuenta propia ha fluctuado entre el 65.9 y el 67.5%.20 Los vendedores ambulantes, en su mayoría, hacen parte del grupo mayoritario de población informal no asalariada, que a su vez está mayoritariamente compuesto por mujeres. De acuerdo con cifras de la GEIH del DANE, para los años 2008-2012 (trimestre agostooctubre), el porcentaje de mujeres que trabajaba en la informalidad fluctuaba entre el 54.1 y el 56.1%. Desafortunadamente, no contamos con datos que nos permitan confirmar si el porcentaje de mujeres es mayor tratándose de informalidad por subsistencia (donde se sitúa a los vendedores ambulantes) que por acumulación, pero la intuición y los datos que arrojó la encuesta que realizamos en las plazas de Lisboa y Rincón (Suba) así lo indicarían. De hecho, de acuerdo con los datos arrojados en la encuesta, el 55% de los vendedores ambulantes son mujeres, de las cuales 36% se consideran jefas de hogar. Lo anterior concuerda con la percepción de los vendedores. Al preguntárseles cuál es el género que ellos consideran predominante en su oficio, tan solo el 6.4% respondió masculino, mientras que el 45.1% respondió femenino. Hay por tanto una nueva clase trabajadora conformada por trabajadores por cuenta propia, en su mayoría mujeres, donde se pueden ubicar a los vendedores ambulantes. El discurso tradicional sobre la informalidad indicaría que el objetivo de ésta nueva clase trabajadora es formalizarse, lo cual explicaría porqué tanto la mayoría de críticos como el gobierno se han centrado en discutir cuál es el marco regulatorio capaz de convertir más trabajadores ‘informales’ en ‘formales’.21 Equivocadamente se piensa que las condiciones 19

Los datos se produjeron con base en la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE, trimestre agostooctubre, para los años 2008-2012. 20 Ibíd. 21 Las dos iniciativas más importantes que el gobierno del presidente Santos ha presentado en materia de formalización del empleo son la Ley 1429 de 2010 (o Ley de primer empleo), y la Ley 1607 de 2012 (o reforma tributaria). El objetivo básico de la primera era generar estímulos para que empresas grandes o pequeñas vincularan población con problemas de empleabilidad. Para el efecto el gobierno ofreció –por un tiempo determinado y dependiendo del caso– descontar del impuesto de renta el valor de los aportes parafiscales y un porcentaje de los aportes en salud y pensiones que debía pagarse por dichos trabajadores. Dos años después, los resultados fueron ligeramente favorables aunque modestos, y por tanto el gobierno


de los trabajadores informales automáticamente mejorarían si se formalizan, desconociendo que muchos de ellos no aceptarían un trabajo formal así se los ofrecieran. De hecho, al preguntarles a los trabajadores informales por cuenta propia si aceptarían un trabajo formal donde les pagaran lo mismo que ganan actualmente más prestaciones sociales, el 50% de los encuestados por el DANE respondió que no lo haría.22 En la encuesta que el grupo de investigación condujo en las plazas de Rincón y Suba, los resultados fueron similares. El 33% de los vendedores no aceptarían un trabajo formal así se los ofrecieran. El 65% si lo aceptaría, pero varios afirmaron que dependería del sueldo al cual accederían (el cual no se les especifico en la encuesta). De haber especificado el sueldo, y haberse dicho, por ejemplo, que recibirían como pago el salario mínimo más las prestaciones legales asociadas con el contrato formal, lo más probable es que la mayoría no hubiera aceptado.23 ¿Por qué? ¿Por qué casi a la mitad no parece interesarles un trabajo asalariado así se le sumen los beneficios asociados al empleo formal? ¿Qué tipo de incentivos tienen para permanecer en el trabajo por cuenta propia, el rebusque y las ventas ambulantes? Un primer incentivo tiene que ver con el nivel de ingresos. El ingreso promedio de la mayoría de vendedores ambulantes encuestados tanto en la plaza de Rincón como en la de Lisboa, es igual o mayor al que obtendrían en un trabajo formal donde se les pague el salario mínimo, aun en la hipótesis poco probable de que se trate de un empleo donde se paguen todas las prestaciones sociales asociadas. Al preguntársele a los encuestados cuanto suman sus ingresos mensuales, y darles opciones por rangos, el 73.2% afirmó ganar entre 294,751 y 884,250 pesos. Sin embargo, solo el 14.2% dijo gastar de sus

quiso ir más allá con la reforma tributaria. Ésta vez, el objetivo fue reducir sustancialmente los parafiscales del empleador privado, eliminándolos para todos los empleados con salarios inferiores a los 10 salarios mínimos mensuales. Lo anterior implicó una reducción en los impuestos que gravan el empleo del 29.5% al 16%, con lo cual el gobierno espera abaratar los costos laborales, incentivar la creación de empleo y reducir tanto el desempleo como la informalidad. 22 Al respecto se puede consultar: Bernal, Raquel. 2009. The Informal Labor Market in Colombia: Identification and Characterization. Desarrollo y Sociedad. 63:1-64 23 Eso en la hipótesis poco realista de que los vendedores accedieran a empleos donde se les pagara un mínimo más prestaciones legales asociadas. El DANE considera ‘formal’ el empleo obtenido por trabajadores contratados en empresas de más de 5 empleados, sin importar si su vínculo contractual es acorde o no a la regulación en materia laboral (si le paga el salario mínimo, si tiene prestaciones asociadas, si se paga aportes a seguridad social etc.) De hecho, hay suficiente evidencia que demuestra que la mayoría de nuevos empleos que se generan son a través de contratos de prestación de servicios (generalizados, por ejemplo, en el sector público), cooperativas de trabajo asociado (generalizado, por ejemplo, en el sector de la salud), contratos sindicales, u otros mecanismos a través de los cuales se suele eludir el pago de las prestaciones legales. Dado el nivel educacional promedio y la experiencia de la mayoría de vendedores ambulantes, no es descabellado pensar que “formalizarlos,” en su caso, implicaría ayudarles a acceder a trabajos precarios donde no se respeta la normatividad laboral y donde no necesariamente van a estar mejor.


ingresos menos de 500,000 pesos al mes, lo cual nos permitiría inferir que el grueso de los vendedores tienen ingresos entre el medio millón y el millón de pesos mensuales. Cabe acá resaltar, que en una encuesta donde el entrevistado acaba de conocer al entrevistador (quien además dice venir de parte de la alcaldía), es muy probable que los vendedores afirmen tener menos ingresos de los que realmente tienen pues su permanencia en la calle depende también de probar su vulnerabilidad en materia económica. En ejercicios de observación participativa, y en grupos donde se ha generado mayor confianza entre las partes, los vendedores solían afirmar que sus ingresos fluctuaban entre los 800,000 y 1,500.000 pesos dependiendo de la temporada. Adicionalmente, como la mayoría de ellos vive en la misma localidad, se ahorran la plata de transporte y en ocasiones de comida (que puede sumar hasta un cuarto del salario mínimo por mes). Un segundo incentivo, por paradójico que suene, tiene que ver con la estabilidad laboral. A pesar del acoso constante de la policía, la calle parece dar mayor estabilidad que las cooperativas de trabajo asociado o los contratos de prestación de servicios a término definido, cortos y mal pagos, que constituyen las alternativas laborales reales de la mayoría de vendedores ambulantes tanto en el sector privado como en el sector público. Dentro de las alternativas laborales que ofrece el IPES, por ejemplo, se encuentra la de ser contratado en misión Bogotá, o la de acceder a un cupo en ferias itinerantes no permanentes. Sin embargo, en misión Bogotá solo pueden trabajar jóvenes por un tiempo máximo de 1 año, y las ferias itinerantes como su nombre lo indica no tienen vocación de permanencia y por lo tanto no pueden garantizan estabilidad laboral a largo plazo. Por el contrario, según la información que pudimos recoger en las encuestas, los vendedores ambulantes encuestados llevan trabajando en su oficio un promedio de 16,8 años, y han ocupado un puesto estable tanto en la plaza de Rincón como en la de Lisboa en promedio 11,2 años (llevando más tiempo quienes trabajan en Rincón que en Lisboa). Por lo tanto, las familias logran vivir del ingreso de las ventas ambulantes por muchos años. Pero eso no es todo. Un trabajador precario contratado a través de una cooperativa de trabajo asociado o un contrato de prestación de servicios puede hacer poco cuando lo despiden o se acaba su contrato ‘formal’. Por el contrario, ser vendedor ambulante implica la posibilidad de defenderse (junto con un número importante de personas) de, por ejemplo, ser desalojado del sitio donde desarrolla su actividad productiva. Aunque en Suba los desalojos fueron excepcionales y según los vendedores encuestados desde hace años no se presentan, en varias otras zonas de la ciudad la organización de los vendedores impidió desalojos masivos y les posibilitó seguir llevando a cabo su actividad laboral.


Finalmente, las ventas ambulantes brindan la sensación de estabilidad laboral porque les permite a los vendedores despreocuparse de la amenaza constante de perder su empleo dada su baja escolaridad, edad, problemas médicos y lugar donde viven. Fue frecuente escuchar frases como: en los trabajos formales “solo contratan gente joven y que esté bien (sana)”. “Si uno se mete ahí, se expone a que lo saquen.” “La amenaza siempre es que a uno lo saquen por no tener el cartón de bachiller.” En fin, parece que la amenaza de despido es constante para los trabajadores precarios no calificados que logran trabajar en empleos ‘formales,’ y que el trabajo por cuenta propia disminuye la sensación de estar continuamente en riesgo de ser despedido. Un tercer incentivo para permanecer en el rebusque y las ventas ambulantes, tiene que ver con la posibilidad de recibir ayuda de otros miembros de la familia. Como la actividad productiva normalmente se desarrolla cerca del hogar, es frecuente que otros miembros de la familia (hijos, hermanos, padres) ayuden en su desarrollo. De hecho, según cifras del DANE el número de trabajadores informales sin remuneración, que suelen ser familiares de quienes desarrollan la actividad informal principal, no es despreciable. Durante los últimos tres años, representan entre el 4,6 y 5,9% de la población ocupada informal 24. La encuesta que adelantamos tanto en Rincón como en Lisboa parece sugerir que el porcentaje en Suba es más alto. El 12,3% de los encuestados dijeron tener alguna relación de parentesco con su empleado. Sin embargo, puede existir un sub-registro importante pues la pregunta de la cual se deduce la información no estuvo bien planteada. Primero se le preguntó al encuestado si tenía personas empleadas, y luego - solo si la respuesta del encuestado era positiva - se le preguntó si tenía alguna relación de parentesco con su empleado. Muchas de las personas que reciben ayuda de su familia, no catalogan a su padre o hijo como “empleado” por lo cual pudieron haber respondido negativamente la primer pregunta (lo cual no quiere decir que no reciban ayuda de familiares). Sin embargo, en los hallazgos del trabajo de campo fue muy frecuente encontrar que los vendedores aceptaran recibir ayuda de familiares. Los niños cuando llegan del colegio y los adultos mayores ayudan a preparar alimentos, arreglar la comida, limpiar la ropa e incluso realizar compras. La dependencia en la familia es tan usual, que a la pregunta de qué hace con su puesto de ventas en caso de incapacidad, el 45,6% de los encuestados respondió que una persona de su familia se hacía cargo. Más aún, en uno de los talleres que realizamos, el tallerista preguntó: “¿diría mentiras si digo que el rebusque más que el trabajo de un individuo se vuelve casi un trabajo familiar?” (Todos contestan) “Nooo. No 24

Cifras producidas con base en la GEIH del DANE, trimestre agosto-octubre, para los años 2008-2012


diría mentiras” y un vendedor agregó “la mayoría es así… es como una cadena familiar. Si se rompe un eslabón todo el mundo queda fregado.” Un cuarto incentivo tiene que ver con la usencia de subordinación. No tienen horario, no tienen que responderle a nadie y no tienen que “soportar humillaciones.” En barrios urbanos periféricos se socializa a niños y niñas desde muy pequeños en un ambiente de mucha violencia. Especialmente a los hombres se les enseña a no dejarse ‘mandar’ de nadie, principalmente si ese alguien es una mujer. La subordinación que implica el empleo asalariado en un mundo donde el empleo se concentra principalmente en el sector feminizado de bienes y servicios, es en muchas ocasiones interpretada como una ‘humillación’ que prefieren evitar. De hecho, algunos de ellos perdieron sus empleos luego de ser tildados de ‘groseros’ o ‘violentos’. El auto-empleo les permite mostrar su descontento –para bien o para mal – de una manera más sincera. Un quinto incentivo es la posibilidad de mantener un seguro de salud estable: a pesar de que de conformidad con el artículo 46 de la Ley 1429 el cupo de beneficiarios del Régimen Subsidiado en Salud se mantendrá hasta por los dos (2) años siguientes a la vinculación laboral, lo cierto es que las experiencias –aunque están mejorando- no son muy buenas y la gente prefiere no correr el riesgo de perder la afiliación estable por el SISBÉN. Específicamente las mujeres tienen tres razones adicionales para permanecer en la informalidad. La más importante de todas es que les permite cumplir con las funciones de cuidado que les siguen siendo atribuidas en condiciones desiguales. La informalidad brinda la posibilidad de tomar pausas o ausentarse del trabajo sin perderlo, de cuidar hijos, ancianos y enfermos, y de ofrecer cuidados especiales por problemas frecuentes como abuso de alcohol o drogas y violencia sexual. También permite tomar pausas cuando la trabajadora misma está enferma o simplemente exhausta, o cuando –y esto es muy importante– se necesita tiempo para hacer diligencias. Ser pobre significa más tiempo para sacar una cita médica, para aplicar para los pocos subsidios disponibles, para conseguir cupo para el colegio de sus hijos; pero también significa más tiempo para defenderse del Estado por ocupación del espacio público, hacinamiento, etc. Poder cumplir con las funciones de cuidado es tan importante, que tal y como nos lo dijo una de las vendedoras, el trabajo formal se convierte en un “lujo” que solo se lo pueden dar las mujeres “sin responsabilidades” y con una familia que “las cubra” en el resto de funciones de cuidado que se les atribuyen. En uno de los talleres una vendedora afirmó: “un empleo genera un horario ¿cierto? (…) en un empleo uno entra a las 8am y salgo a las 5pm (…) No puedo, yo tengo dos hijos (…)


para mi es re-difícil, yo no sé qué haría con un empleo formal (…) en cambio en la calle le digo a mi compañero cuídeme acá voy a hacer una vuelta… y voy y los atiendo.” En ese momento el tallerista interrumpió: “los hombres me han hablado muy poco” Todos ríen. Una vendedora agrega: “el hombre se levanta, se viste y se va.” Un vendedor protesta. Dice que en su caso él también responde y cuida a sus hijos. Adicionalmente, para las mujeres es de vital importancia acceder a programas focalizados para la población más vulnerable como familias en acción. A pesar de que de acuerdo con el artículo 46 de la Ley 1429, los beneficios derivados de los programas que utilicen como criterio de identificación y focalización el Sisbén no podrán suspenderse dentro del año siguiente al que el beneficiario haya sido vinculado por un contrato de trabajo vigente, lo cierto es que para ellas el ingreso de un trabajo formal asalariado no compensa nunca el ingreso del trabajo informal sumado a las ayudas de los programas focalizados, por lo cual la oferta de mantener las ayudas únicamente por un año (oferta que en su mayoría desconocen) no es atractiva. Finalmente, el trabajo informal les da a las mujeres cierta sensación de “libertad”. En medio de una estructura patriarcal tan arraigada, el trabajo no solo les permite ser económicamente autosuficientes y no tener que depender de un hombre, sino que también les brinda el espacio para generar y afianzar nuevos lazos sociales mientras desarrollan su labor, así como para apropiarse y tomar sus propias decisiones. Los cambios estructurales en el mercado laboral están redefiniendo también las relaciones de poder entre hombres y mujeres en los sectores populares. Con lo anterior, no queremos decir de ninguna manera que el trabajo en las ventas ambulantes sea ideal ni digno. Normalmente se trata de trabajos física y emocionalmente agotadores, que enferman muy rápidamente a quienes los realizan y que implican poco descanso y largas horas. Eso, sin contar con las múltiples formas en que otros actores se aprovechan y explotan la pobreza,25 y sin contar con la incertidumbre continua a la que se ven sometidos frente a las posibles actuaciones de distintos miembros de la administración pública, especialmente, de la policía. Las observaciones hasta acá expuestas son útiles únicamente en la medida en que pueden ayudar a entender porqué la mayoría de trabajadores informales son trabajadores por cuenta propia, porqué la mayoría son mujeres, y porqué muchos no aceptarían un trabajo formal así les pagaran lo mismo que se ganaban actualmente más prestaciones sociales. 25

Por ejemplo, como el trabajador en general no puede acceder al sistema financiero, hay filas de prestamistas que financian el ‘plante’ a través del sistema conocido como ‘gota a gota’ (préstamos con duración variable y aproximadamente 20% de interés diario). El incumplimiento es mínimo porque las reglas informales son claras en la sanción normalmente a través del uso de la fuerza.


Manejo de riesgos

Recientemente, Guy Standing escribió un libro titulado The Precariat: The New Dangerous Class (El Precariado: la Nueva Clase Peligrosa), donde intentó caracterizar y darle un lugar en la jerarquía social a lo que él considera una nueva clase en construcción a escala global. Standing identifica siete grupos en la pirámide social: En la cima encuentra una élite minúscula de ciudadanos globales millonarios. Más abajo viene lo que denomina salariat o asalariados privilegiados que aún cuentan con un trabajo de tiempo completo y a término indefinido. Junto con ellos, identifica un grupo más pequeño de lo que denomina proficians, que son profesionales o técnicos con suficientes capacidades como para ganar dinero por contrato y vivir bien. Luego, identifica a un grupo que cada vez se achica más: la vieja clase proletaria que cuenta con trabajos estables, con horarios fijos, rutas de ascenso profesional establecidas, posibilidad de sindicalización y títulos “que sus padres y madres entenderían.”26 Los Estados de bienestar, así como los Estados Sociales de Derecho fueron construidos con ellos en mente, así como los diferentes sistemas de regulación laboral. De últimas, debajo de todas las anteriores, Standing sitúa al precariado. Standing considera que el precariado se diferencia en términos de clase de todos grupos antes identificados aunque está lejos de ser homogéneo. Está conformado por personas cuyas relaciones de confianza con el capital o con el Estado son mínimas, y por quienes no se benefician del contrato social que el Estado pactó con el proletariado. Las mujeres, los jóvenes y ancianos están claramente sobrerrepresentados. Todos comparten “un sentimiento de que su trabajo es instrumental (para vivir), oportunista (toman lo que llega) y precario (inseguro).”27 Tienen que batallar todas sus vidas con patrones de ingreso irregulares y no tienen ninguna expectativa de estabilidad laboral lo que quiere decir que frecuentemente deben acudir a sistemas de bienestar social (en los países donde los hay) para poder subsistir en periodos de desempleo. El esfuerzo de Standing por caracterizar y darles a los trabajadores que identifica como más precarios un lugar en la jerarquía global es importante. Sin embargo, su análisis está muy apegado a la realidad de los trabajadores en el mundo desarrollado (que es de donde él proviene y el que conoce mejor). Según su caracterización la gran mayoría de la población colombiana asalariada haría parte del precariado, (tiene contratos inestables a 26

Guy Standing. The Precariat: the new dangerous class. Londres. 2011. Página 6. La traducción es mía. El texto original dice: They share “a sense that their labour is instrumental (to live) opportunistic (taking what comes) and precarious (insecure).” Ibid. Page. 14 27


término definido que requieren ser renovados frecuentemente, sin rutas de ascenso profesional establecidas, sin horarios fijos y sin certeza de contar con beneficios asociados al contrato laboral formal como licencia de maternidad, vacaciones pagas, etc.) y sin embargo, la población asalariada no es necesariamente la más vulnerable como lo hemos puesto de presente con anterioridad. Es importante caracterizar a la población trabajadora más precaria en Bogotá (que seguramente será similar a la de varios otros países en vía de desarrollo). No quisimos agruparla bajo un nombre impuesto, sino bajo el nombre con que ellos mismo se reconocieran. Luego de un tiempo de trabajo de campo, surgió la categoría nativa rebuscadores. En materia de cubrimiento de riesgos y seguridad social, lo importante es resaltar que los rebuscadores no se benefician del contrato social que el Estado pactó con el proletariado. En la práctica, se podría usar otra categoría usada por Standing para describir la situación a la cual se enfrentan. Dicha categoría agrupa personas que por distintas razones (jurídicas o fácticas) no son sujetas del tipo de derechos a los cuales tiene derecho el ciudadano pleno, sino que tienen acceso a una gama más limitada de derechos. Standing los denomina denizens. El nombre lo toma de Roma Antigua, donde existían niveles de ciudadanía restringidos. Los vendedores ambulantes, en la práctica, cuentan con derechos restringidos en materia de seguridad social. A pesar de los grandes esfuerzos que se han hecho para incluir a la población más vulnerable inscrita en el Sisbén en aseguramiento en salud, a la pregunta, está usted afiliado a una EPS o EPSS, el 65,2% de los encuestados en las plazas de Rincón y Lisboa contestó afirmativamente, lo cual quiere decir que el 31% no está afiliado. En pensiones la situación es mucho peor. A la pregunta de si se encuentra afiliado a pensiones, el 95% contesto que no. Solo el 3,9% afirmó estar afiliado. Lo anterior implica, que la gran mayoría de los vendedores ambulantes si llegan a viejos (lo cual es improbable dadas las condiciones mismas del trabajo), no van a tener un ingreso asegurado que les permita cubrir su mínimo vital. ¿Tienen algún otro plan? A la pregunta en caso de que usted no pueda seguir trabajando por cuestiones de edad, ¿cómo cubriría su ingreso? El 24% afirmó que esperaría que sus hijos o algún familiar trabajen por ellos y el 6,8% dijo que espera usar sus ahorros o rentas para cubrir su vejez. Más alarmante que lo anterior, el 56,9% afirmó no tener ningún plan. En el caso de “riesgos profesionales” la situación es todavía peor. Ante la ausencia de cualquier mecanismo de aseguramiento general, a la pregunta, en caso de incapacidad de salud a causa de alguna enfermedad, ¿usted qué hace con su puesto de ventas? El 46,6% respondió que llevaría su puesto a la plaza. El 45,6% afirmó que una persona de la familia


se haría cargo temporalmente de las ventas, mientras que el 4,4% dijo que encargaría del puesto de ventas a otro vendedor o vecino. La situación, como se observa, es dramática. En los grupos focales y en los talleres que realizamos, tal vez una de las intervenciones más dicientes la realizó una vendedora de edad avanzada quien sacó a sus 4 hijos adelante con su trabajo arduo y constante. Al cuestionarla sobre el tipo de acciones que llevaría a cabo en caso de llegar a tener una edad avanzada y no poder trabajar más o a enfermarse, la vendedora afirmó: “uno en principio esperaría que los hijos lo cubran… pero ya hoy en día eso no se sabe… Dios proveerá.” La mayoría de vendedores (especialmente las mujeres) terminaban en la misma conclusión: “Dios proveerá.”

Familia

La Familia interior del hogar de un vendedor ambulante

Estrato Estrato 1 Estrato 2 Estrato 3 NS/NR DESPLAZADO

ESTRATO Estrato 1 Estrato 2 Estrato 3 NS/NR Población Desplazada

16,1% 76,1% 2,9% 4,4% 0,5%

Al ingresar al interior de la familia de un vendedor ambulante de la localidad de Suba y más exactamente de los barrios: Lisboa y El Rincón podemos encontrar que la familias dentro de los estratos 1 (16,1%), 2 (76,1%) y 3 (2,9%); son familias nucleares (madre, padre e hijos) y extensas (Madre, padre, hijos y otros familiares); por otro lado también se evidencian familias compuestas, puede ser por mujeres que junto con sus hijos se unen a


hombres solteros o padres solteros constituyendo un nuevo hogar; también hogares que son conformados por migrantes de otros lugares que a causa del proceso de desplazamiento forzado en el país llegan a la ciudad, hogares que se conforman por familia consanguínea y también por amigos, vecinos y/o conocidos. A pesar de la percepción general de la preponderancia de mujeres madres solteras al interior del oficio de las ventas ambulantes, se encuentra que un 59,5% de los hogares es liderado por un hombre de los cuales un 10% son padres solteros, el 36,1% liderado por una mujer de los cuales el 54% son madres solteras y el 4.4% comparten la jefatura del hogar.

Jefe de Hogar

hombre

mujer

compartido

JEFE DE HOGAR Hombre Mujer Compartido

122 74 9

59,5% 36,1% 4,4%

El hogar puede estar constituido en un 18% 1 o 2 personas, 15% 3 personas, 58% por entre 4, 5 y 6 personas y un 7% de 7 personas en adelante. La presencia de niños entre los 0 a 5 años pondera entre 1 a 5 niños por hogar (en 68 de un total de 205 encuestas), entre la edad de 6 a 10 años existe a 3 por hogar (en 72 de 205 encuestas) de los cuales casi el 100% se encuentran estudiando, de 11 a 16 años de 1 a 5 por hogar (en 79 de 205 encuestas) de los que también un aproximada del 100% se encuentran estudiando; entre


los 17 y 23 años hay de 1 a 4 personas por hogar (en 86 de 205 encuestas) siendo un total de 125 jóvenes de los cuales de los cuales 66 se encuentran estudiando y 67 están trabajando.

Número de personas en el hogar

Las dinámicas al interior de la Unidad Doméstica que es el mismo hogar del vendedor ambulante tiene algunas características propias de su funcionamiento y su relación con la unidad productiva; características que a continuación son enumeradas:

Carácter hereditario del oficio (y del espacio) del vendedor ambulante en el caso Lisboa y El Rincón:

Existen varias formas de iniciarse como vendedor ambulante, la forma más recurrente es de tipo hereditario y/o aprendido al interior de la familia. Las personas en la plaza, por un lado aprenden el oficio de la venta ambulante desde la infancia, puesto que sus padres debían llevarlos a los puestos de venta desde cortas edades, allí apoyaban el trabajo de los mayores.

En otros casos además de aprender el oficio gracias a sus padres heredan el puesto, ya que cuando al dueño del puesto le llega el momento de su jubilación (entiéndase como el momento en el que decide o físicamente no puede trabajar más) el lugar que esta persona ha ocupado por años lo cede a alguno de sus hijos o algún familiar, no solo le cede carreta de ventas, sino un espacio acreditado y una clientela constante, se ha generado entonces con el puesto de venta un sentimiento de identidad y pertenencia, que se construye en el tiempo en el que se desempeña el oficio, se logra ser reconocido por sus productos, la atención y la garantía entre otras cualidades señaladas por los vendedores, las que son propias del servicio ofrecido en la calle.

Esta forma de ceder el lugar, la clientela y en general un puesto acreditado con el tiempo, tiene una relación directa con un lazo de parentesco o consanguíneo, como también pueden heredar personas que integran la familia pero que no necesariamente tienen


vínculo sanguíneo o de parentesco con el dueño del puesto. Sin embargo no solamente se hereda el oficio de vendedor ambulante en el momento de ceder el lugar, sino también al igual que en los hogares que se extienden los espacios físicos de la casa (la construcción de nuevos pisos de la casa para albergar el nuevo hogar), también en este caso es recurrente encontrar familias que ocupan un buen sector del espacio de la plaza ubicándose al lado de los padres los hijos que han constituido nuevos hogares o en general cerca, dentro de la misma plaza. El puesto de ventas también puede adquirirse por un particular, por medio de la venta de otro que quiera vender este, no solamente se vende el puesto de ventas sino que este avalúa partiendo del tiempo que este tenga y la clientela constante que tenga. Si bien no es únicamente la forma de acceder o iniciarse como vendedor ambulante se sabe que es una de las formas más recurrentes (16%), sin embargo también hay una buena porción de la población que ocupaban un empleo formal antes de ingresar a la plaza. En cuanto a la ocupación que precedía a la de vendedor en la plaza de las cifras muestran que la ocupación de mayor frecuencia de los vendedores ambulantes antes de ingresar a este oficio, declara que eran empleados en un 47%, seguidos de un 16% que siempre han sido vendedores ambulantes, con 11% respectivamente los dedicados a las labores del hogar al igual que aquellos que son y/o eran estudiantes.

Se hace evidente que la gran mayoría de la población en ambas plazas – El Rincón y Lisboa – tenían un empleo si se puede decir formal, antes de ingresar a la plaza, sin embargo son motivos como la enfermedad, la falta de garantías en el trabajo, sueldos que no cubren el total de los gastos, ausencia de oferta laboral, edad, educación, tiempos que permiten las labores del cuidado de hijos, ancianos y enfermos, así como también la sensación de independencia y libertad frente al manejo del tiempo, como apoyo al jefe de hogar, entre otras condiciones que ven el trabajo en la calle como una facilidad principalmente en relación al manejo del tiempo, pero también se ve como una posibilidad ante la ausencia de posibilidades de un empleo formal.


EMPLEADO HOGAR

ANTES DE SER VENDEDOR EMPLEADO 46% HOGAR 11% ESTUDIO 11%

ESTUDIO INDEPENDIENTE PENSIONADO SIEMPRE HA SIDO VENDEDOR

INDEPENDIENTE PENSIONADO SIEMPRE HA SIDO VENDEDOR OTRO

8% 0%

16% 6%

En ese 16%, población representativa de la muestra, el único oficio que han desempeñado esta fracción de la población es este mismo, vendedor ambulante. Incluso en una misma plaza se pueden encontrar varios puestos que corresponden a dueños miembros de la misma familia como se mencionaba anteriormente, sin embargo cada uno de estos puestos atiende las necesidades económicas de diferentes hogares. Puede entonces también entenderse como un oficio de tradición ya que por un lado este es aprendido al interior del hogar y además está ligado con las prácticas familiares, es decir, hay una cierta afinidad con la ocupación de la familia, tanto así que existe mayor posibilidad de encontrar a varias personas de una misma familia ejerciendo el mismo oficio (vendedor ambulante) que al interior de una familia que no tiene ningún vínculo con este oficio.

Lo que nos lleva a concluir que si bien para la Unidad Doméstica, puede que el trabajo como vendedor ambulante no sea la última opción sino más bien la primera, para las familias sin ningún vínculo con la venta tienen la percepción de que la venta ambulante es el último recurso o el penúltimo, sabiendo que el último recurso son las actividades por fuera de la ley.


Cuidado y flexibilización del horario de trabajo

Del trabajo como vendedor ambulante (pero que realmente es estacionario) en las plazas del Rincón y de Lisboa, se tiene una visión generalizada y es que este trabajo tienen gran cantidad de facilidades, tales como la flexibilidad del horario de trabajo y la autonomía sobre el horario y los días que se debe o puede sacar el puesto de ventas. Esta facilidad del tiempo en el trabajo permite que el dueño del puesto, tenga la posibilidad de ir hasta su casa (que por lo general está muy cerca de la plaza), ir al baño, preparar los alimentos y estar pendiente de sus hijos, en general encargarse de las actividades propias del cuidado. Caso contrario que sucede con el día domingo de plaza, al cual asiste gran cantidad de vendedores de varios lugares dentro y fuera de la localidad de Suba, el domingo ya que hay personas que no viven cerca de la plaza estas deben quedarse todo el día en su puesto con mínimas posibilidades de salir del mismo para las actividades del cuidado, tanto el cuidado propio como el de los demás.

Las personas que integran la plaza de mercado tienen varias características que podrían generalizarse y a partir de las cuales se puede explicar el motivo por el cual esta población Elige ser un vendedor ambulante. Por un lado la población de vendedores ambulantes son personas de la tercera edad, madres o padres cabeza de familia, menores de edad, personas en condición de discapacidad y otros. Personas que por su condición no tienen la posibilidad de ingresar al mercado de trabajo. Pero que en la plaza de mercado son aceptados y reconocidos por su rol como vendedor o comerciante, es decir son reconocidos como las personas que venden los alimentos que los vecinos y compradores en general llevan a sus casas.

Parte de la construcción del sujeto al interior de la plaza también depende de una condición azarosa del trabajo de la misma vida del vendedor; no se evidencian plan alguno frente a las contingencias propias de la salud y la vejez, durante los diálogos realizados se hace evidente que el mayor plan se refiere a la deuda instaurada con los hijos y ellos deben encargarse de los gastos en los cuales se incurra dado el momento de enfermedad o calamidad en el caso de pensar en los hijos, por otro lado se en muchas ocasiones se habla de mantenerse trabajando hasta que la salud lo permita y no hay una visión de futuro más allá de lo concebido como “el diario”, que es la categoría asignada al interior de la comunidad al momento de hablar de el sustento de la familia.


Así como el diario, es lo conseguido durante el día para costear los gastos propios del hogar, también se concibe la contingencia, cada día con su afán, a cada día se le atiende con los recursos que a bien se tengan en disposición en ese momento. La construcción del vendedor de la calle, está configurado en el marco de la libertad y la flexibilización laboral. Esto quiere decir que a pesar de encontrarse trabajando durante jornadas dobles en el puesto de venta, se considera que el trabajo al ser flexible y permitir el cuidado de la familia e incluso el de si mismo brinda un margen de maniobra amplio que es usado a favor del dueño del puesto de ventas.

El espacio y la familia

Sobre canastas y plástico se ubican los alimentos y demás productos desde altas horas de la mañana los domingos, que es por excelencia el día del mercado. Ese día llegan a la plaza gran cantidad de vendedores, que ofrecen distintos productos pero en su mayoría productos de consumo inmediato, alimentos. Los alimentos se ubican en canastas que sirven de mesa, en carros o en el suelo sobre el plástico, cerca de donde se depositan o mejor se dejan las basuras que llegan a grandes cantidades al final del día. El espacio por excelencia de desarrollo de la familia de los vendedores ambulantes es la Plaza, el espacio privado en el que la familia, discute habla y come se traslapa con el espacio de trabajo, donde se venden los alimentos y se recibe el dinero junto con el espacio en el que se regaña al hijo o se discute. La plaza se constituye en un espacio de intercambios sociales cotidianos utilizan el espacio mercantil de la plaza y se construyen a su interior. Así como en la plaza se constituye la unidad productiva y la familia misma, las condiciones de la plaza también permiten y propician los escenarios de violencia, las condiciones psicosociales de los integrantes de la familia son muestra clara de las tensiones que constantemente se juegan en la calle. Es la calle, un escenario violento de confrontación constante, ruido de voceadores de mercancías varias, regaños de los padres hacia sus hijos, gritos y peleas por la ocupación del espacio que es de otro, entre otros conflictos que en la calle se recrean a diario Entonces, existen dos espacios construido dentro del mismo territorio. Por un lado está el espacio domestico del orden de los privado y por otro lado está el espacio económico del orden de lo público. El espacio domestico alcanza su desarrollo al interior del espacio


público, se expresa en este y consigue crear lazos y cotidianidades a largo plazo, con los que son sus vecinos de puesto y quienes con familiaridad trata a diario. Sin embargo así como puede verse que el espacio público se conforma al servicio del espacio de la familia, el espacio doméstico, este espacio de la familia al interior del hogar, en la casa más exactamente, cada vez es más mínimo y limitado. El vendedor trabaja jornadas variables dependiendo de la contingencia, la jornada depende en primera instancia del día, un martes es muy diferente de un domingo y un día de enfermedad de un familiar es muy distinto de un día común de trabajo. De estas condiciones y de otras similares depende la dedicación al hogar. Es por esto que el espacio por excelencia es la plaza es un lugar común al que deben llegar con regularidad los vendedores y eventualmente sus familias, quienes pueden estar en la plaza o pueden estar en sus casas solos para el caso de los niños. La plaza que es la calle a la vez, el espacio por donde cruzan los peatones, medios de transporte público, vecinos, comerciantes, vendedores ambulantes y donde circula no solo el dinero y los medios de transporte, sino otras circunstancias propias de la calle. Los conflictos se tornan recurrentes y las susceptibilidades son de cada día. Siendo la plaza el lugar de encuentro de tan diversas expresiones en las cuales se conforma y desarrolla la familia, resulta ser también un espacio de confrontación constante que se enfrenta además a las inclemencias del clima y es así como la unidad doméstica asume el territorio y lo pone a su servicio. Las condiciones precarias de la estructura física de la plaza, es decir de la calle, son adecuadas de tal modo que los productos sean ofertados de la mejor forma y que a su vez el vendedor pueda tener unas condiciones menos precarias en la calle, que pueda sentarse y tener un lugar cálido en el cual trabajar, la capacidad creativa del ser humano no se ve limitada a pesar de las condiciones, sin embargo eso no quiere decir que no se deban fortalecer y direccionar los esfuerzos en la búsqueda de dignificar esta actividad como lo que es, trabajo y como lo definen los vendedores, el rebusque, la forma de encontrar el sustento de la familia.

Organización económica y trabajo

El trabajo es considerado la condición básica y fundamental que soporta la vida del ser humano, en tanto que, solo a través de este los hombres y las mujeres pueden garantizar


los medios suficientes para su existencia y reproducción. Así mismo, el trabajo solo es posible y se desarrolla a través del ejercicio efectivo de las capacidades físicas y mentales del ser humano. En esa medida, en cualquier tipo de sociedad, quienes pretenden garantizar su existencia y reproducción, y tienen las capacidades para hacerlo, deben recurrir al trabajo. Sin embargo, la organización del mismo depende del tipo de organización social y económica existente. En la actualidad, el orden económico establece una lógica del trabajo y de su reproducción ligada a las reestructuraciones del sistema capitalista. El mundo del trabajo se circunscribe entonces a estas reestructuraciones sistémicas que han desencadenado un proceso de flexibilización del mercado laboral y precarización de las condiciones en que se desarrolla el trabajo. En Colombia, el mercado laboral se comporta al ritmo que exigen los movimientos de estas reestructuraciones que son de carácter sistémico. Dentro de las características históricas del mercado laboral formal colombiano sobresale que en ningún momento el sector productivo llegó a emplear toda la mano de obra disponible; dicho desequilibrio (sobre todo en el sector urbano) después de la mitad de siglo XX, se configura de forma tal que, por un lado, en el marco de una economía capitalista la única forma de acceder a los medios de subsistencia es a través del mercado y, por otro, la ausencia de alternativas laborales en el sector formal, que permitan devengar un ingreso suficiente para garantizar la subsistencia, desemboca en la posibilidad de desarrollar alguna actividad 'productiva' (en el sentido del capital) aunque esta no se encuentre regulada por un orden legal. Sin embargo, lo que ha sucedido, no es el fin del trabajo sino su transformación dadas las nuevas condiciones de la producción. Sin olvidar que no se presentan de manera uniforme en las distintas economías sino mediadas por su propia historia, las características que hoy definen el mundo del trabajo podrían ser resumidas de la siguiente manera,: i) desproletarización del trabajo industrial principalmente en los países capitalistas avanzados, en mayor o menor medida en la industria del Tercer Mundo, ii) expansión del trabajo asalariado en el sector de servicios, iii) heterogenización del trabajo, inclusión de la mujer en el mercado laboral, iv) subproletarización intensificada, expansión del trabajo precario, subcontratado, tercerizado. Estas transformaciones han conducido a una forma particular de la organización de la producción y el trabajo, lo que a su vez ha generado un crecimiento del desempleo estructural, mientras la clase trabajadora (grupo de personas que para su subsistencia dependen únicamente del uso/venta de su fuerza de trabajo) se complejiza y fragmenta.


Se presenta una tendencia a la calificación del trabajo en algunos sectores, mientras se des-califica a los trabajadores en otros. Estos cambios que han generado la expulsión de trabajadores de la producción fabril o de otros sectores, afectan una gran masa de personas con capacidades para trabajar, pero sin la garantía de generar los medios suficientes para su subsistencia y la de su familia dentro del trabajo formal en la organización social del trabajo, donde corresponde a la empresa capitalista generar empleos, contribuir en las prestaciones sociales del trabajador y aportar impuestos por el ejercicio de la actividad que desarrolla. En ese sentido, el desempleo estructural empuja a los trabajadores a desarrollar sus capacidades productivas empleándose en oficios “no calificados” o en escenarios no reconocidos por la formalidad. El trabajo formal, definido por la existencia de un empleador, un contrato entre este y el trabajador, unos aportes a la seguridad social y los respectivos pagos de impuestos a que diera lugar, considera entonces unas barreras a su entrada, de modo que ha de ser selectivo en la definición de quienes son las personas con el perfil adecuado para cumplir con las “necesidades” de la empresa, de acuerdo a los cargos solicitados por la misma. Las profundas transformaciones sucedidas en el sistema económico mundial a lo largo de las últimas décadas, para América Latina y específicamente para Colombia, se han traducido en el abandono por parte del Estado de una política de fomento industrial. El modelo de industrialización que se había adoptado desde mediados del siglo XX se abandona como política económica para la década de los 80, con el fin de promover una inserción más profunda en el mercado mundial a costa de eliminar toda barrera comercial destinada a proteger la industria nacional. Desde entonces hemos asistido a la paulatina disminución de la participación del sector industrial en el PIB, pasando de representar una quinta parte del producto nacional en los años 70 y 80, a una cifra que oscila alrededor del 12% actualmente. El fenómeno llamado desindustrialización se ha visto promovido por el considerable aumento de las importaciones de manufacturas, potenciadas en los últimos años por la firma de tratados de libre comercio, que disminuyeron la cuota de mercado de la industria nacional, al verse ésta enfrentada a bajos niveles de productividad, diversificación e incorporación de tecnología, además de una falta de inversión pública en infraestructura; factores todos que han hecho del sector uno muy poco competitivo en relación al estándar internacional. Por otro lado, el extraordinario crecimiento de los sectores minero-energético y de servicios han redireccionado la inversión de capital en el país así como el objeto de la política pública, lo que según algunos analistas ha conducido a la economía colombiana a presentar síntomas de la enfermedad holandesa, y que en el


plano de las exportaciones se refleja en la baja oferta de bienes, reducida principalmente a materias primas de bajo valor agregado. Lo anterior ha tenido desafortunadas consecuencias en el nivel de empleo, debido a que la industria, en contraste con la extracción de recursos naturales, es una importante fuente de puestos de trabajo, sobre todo en los grandes centros urbanos del país donde se ubica el 75% del sector. Es así como, las condiciones de ausencia de empleos en la industria, en el sector oficial u otros reconocidos institucionalmente o formalmente, dieron lugar a alternativas a los trabajadores para emplear sus capacidades de trabajar, dentro de prácticas tradicionales y legales de subsistencia en el escenario urbano, como el ejercicio del comercio en plazas de mercado con ventas ambulantes, estacionarias y semiestacionarias. La expulsión o la imposibilidad de entrada al mercado laboral formal para conseguir los medios de subsistencia y teniendo la posibilidad de reproducir prácticas tradicionales en la venta de mercancías en las calles, como forma de obtención de recursos para cubrir necesidades básicas, fueron condiciones que dieron lugar al establecimiento casi permanente de vendedores en las calles de Bogotá, una ciudad en crecimiento constante para las décadas de 1.970 y 1.990. La creciente entrada de familias e individuos a la ciudad, la poblaron de acuerdo a la disponibilidad de lugares de habitación, de oferta laboral o posibilidades de uso de su fuerza productiva. Muchas familias que llegaron al noroccidente bogotano, construyeron poco a poco los barrios de Rincón, hace aproximadamente cuarenta años, y de Lisboa, a finales de la década de 1.980. En la necesidad de proveer de alimentos a las familias que habitan nuevos sectores en la ciudad, al tiempo que se suple la necesidad de trabajo, con los nuevos barrios se configuran las plazas en las que la gente comercializa productos de necesidad básica. Es el caso de los barrios Rincón y Lisboa, que ahora hacen parte de la administración local de Suba, en los que la plaza se ubica en las calles cuyo flujo de personas es constante e importante en cantidad. Para entender las dinámicas de estos dos sectores en los que funcionan plazas de mercado, es preciso comprender las formas en que se configuraron espacialmente y las características de los actores que juegan un papel activo en la construcción de estos espacios, teniendo en cuenta que el papel principal lo desempeñan quienes ocupan casi de manera permanente los lugares y en medio del relacionamiento social, tejen el escenario con su protagonismo. En este caso, los vendedores de la calle, que se ubican de manera estacionaria, semiestacionaria o ambulante en el espacio público, como trabajadores que diariamente


salen de sus casas a buscar el sustento diario, se ubican en el panorama principal a reconocer, por lo que a continuación, se ofrece una descripción como un sector específico de la clase trabajadora de la ciudad. Es posible evidenciar, en las plazas de Rincón y de Lisboa, de acuerdo con el trabajo de campo desarrollado en ellas, que los vendedores hacen referencia a su trabajo en la plaza como su último (o penúltimo) recurso para generar algunos medios de subsistencia, dado el restringido acceso y las barreras de entrada al mercado laboral formal. Dentro de las características que señalan los vendedores como limitantes a un empleo formal son entre otras: la edad, el género, el nivel educativo, condiciones de discapacidad y ser migrante por distintas razones. En las plazas del Rincón y de Lisboa, en un 12% del total de la población son jóvenes que se encuentran entre los 16 y los 26 años; de otro lado, del total de datos, el 2% de los encuestados es menor de edad. En el rango de la adultez, entre los 27 y los 65 años, se encuentra el mayor porcentaje de la población, el 82%; mientras que representa a la tercera edad, el 6% de los encuestados.

Todos los jóvenes que venden en las plazas han tenido una única experiencia como vendedores ambulantes y la han desarrollado en la respectiva plaza en la que trabaja actualmente cada uno. De los 24 jóvenes, 16 son nacidos en Bogotá, es decir el 71% ha tenido únicamente experiencias de vida urbana, mientras que el 29% viene de fuera de la ciudad; de este porcentaje de jóvenes que migraron, el 85% llegó en busca de oportunidades laborales o de negocio, evidenciando que la urbe sigue proyectando, dentro de los ideales modernos, ser el escenario ideal para contemplar otras opciones para obtener los medios de subsistencia. Antes de convertirse en vendedores ambulantes, del total de jóvenes, 13 se dedicaban a estudiar, es decir el 54%; 5 habían sido ya empleados en otros trabajos, lo que corresponde al 20,8%; por otro lado, 2 se dedicaban al hogar y 3 aseguraron que siempre han sido vendedores ambulantes, es decir el 12,5%. De aquellos que previamente se dedicaban a estudiar, la mayoría hace referencia a la necesidad económica o de ingresos para la subsistencia como la razón principal por la cual decidieron salir a la calle a vender, los restantes apelan a que se trata de un recurso para


poder continuar sus estudios, tanto por la ayuda en términos monetarios como por las facilidades de manejo del tiempo. No obstante las características que se dejan ver como positivas para generar ingresos que garanticen la posibilidad de obtener en el mercado los medios de subsistencia, se evidencia la ausencia de garantías del derecho a la educación, no solo en el 54% del total de jóvenes que dejaron sus estudios, sino en el 100% de jóvenes, entre los que se cuentan aquellos que observaron que siempre han sido vendedores ambulantes, aquellos que dijeron que se dedicaban al hogar y los otros que han tenido experiencias laborales previas, dado que se convierten instantáneamente en fuerza de trabajo no calificada para la economía formal, que actualmente es la única que tiene la obligación, en términos contractuales, de garantizar la protección social del trabajador; esta situación implica un empujón directo a escenarios de trabajo precarizado y a unas posibilidades cada vez más estrechas para obtener una calidad de vida mejor que contemple como mínimo la garantía de los derechos sociales. Por otro lado, y siguiendo con el análisis de la población joven, se observa que el 62,5% son propietarios del puesto de venta, mientras que 9 son empleados, lo que corresponde al 37,5% del global de jóvenes. La característica de propiedad del puesto de venta tiene un carácter importante en dos sentidos, ambos en términos de lo que significa la organización y la gestión del trabajo. Para aquellos jóvenes que son los dueños del puesto de venta (en ningún caso se convierten en dueños de ningún medio de producción, dado que el puesto se destina a la comercialización de bienes y nunca a la producción de mercancías), la propiedad brinda un carácter particular sobre la organización del trabajo propio o máximo de una persona más; para el caso de los jóvenes que trabajan en las plazas existe un caso en que la otra persona sobre la cual se gestiona el trabajo es conyugue del propietario y además no recibe remuneración alguna por la labor que desempeña. Esta forma de organización del trabajo, se halla ligada a la autonomía en la toma de decisiones [al igual restringidas por las condiciones estructurales de la economía], independencia frente a un patrón [invisible, que no le obliga a entregar resultados], flexibilidad respecto a los horarios [más acá de lo que la necesidad impone], el desarrollo de sus fuerzas de trabajo en un lugar elegido [asociado a unos costos por ocupación indebida del espacio público], y la ilusión de estar en las mejores condiciones, dada la realidad [con total ausencia de la garantía de sus derechos]. Sin embargo, y a pesar de buscar equipararse con la empresa, no solo la organización del trabajo dista de tener una estructura medianamente similar, sino que además los niveles de acumulación son de mínimo y casi nulo alcance, en tanto la organización misma de este


tipo de trabajo no lo permite, en la medida que quien organiza el trabajo es el mismo trabajador que debe cumplir con todas las obligaciones de mantener un punto de comercialización de mercancías, contemplando desde buscar la mercancía en el punto de distribución del proveedor, pasando por el transporte y asumiendo sus costos, el montaje del puesto de trabajo, de manera tal que se preste para cualquier tipo de condición climática, el despliegue de todos los tipos de estrategias para la venta del producto, hasta el desmonte del puesto, y el almacenamiento de la mercancía que quede en existencia luego de una jornada de trabajo. A esto se debe agregar que este tipo de organización del trabajo se inscribe dentro de una forma de economía mercantil simple, dado el intercambio directo de mercancía por dinero, lo que restringe aún en mayor medida la posibilidad de acumulación de alcance considerable para asemejarla al poder acumulativo de una empresa. Si por este lado llueve, por el otro no escampa. Para quienes ni siquiera son dueños del puesto de venta, todas estas condiciones que parecen presentarse como, si quiera, un poco favorables para quien es propietario, se desdibujan totalmente para quien es empleado, o ayudante, como realmente pasa, en uno de estos puestos. Además de que no puede ser quien toma las decisiones respecto a la organización de su propio trabajo, no se escapa del patrón, sus horarios son negociables a cambio de la remuneración, el espacio en el que labora es el disponible, y definitivamente, aunque parece imposible, se agudiza la precarización de las condiciones de trabajo. Sin embargo, y a pesar de que parece haber una distinción marcada entre dueño del puesto y trabajador, las distancias son cortas y finas, dadas las relaciones que se tejen en este tipo de espacios, reconociendo por lo menos la necesidad del “empleado” en su afán de subsistencia. Retomando el nivel de escolaridad de los jóvenes, el 63% tiene como mínimo grado de bachiller, de modo que bien podría emplearse en otro tipo de oficios, sin embargo, si su única experiencia laboral ha sido el de la venta ambulante es bastante probable que permanezca en esta, debido al desconocimiento de otras opciones de trabajo, dadas las características, aparentemente positivas del trabajo en la calle, y la necesidad que los vinculó directamente con la venta ambulante para generar ingresos de subsistencia. De otro lado, de la totalidad de jóvenes, el 62,5% hacen parte de un hogar compuesto por cuatro personas o más, además, el 25% de los 24 jóvenes encuestados, que hacen parte de una familia compuesta por cuatro miembros o más, aseguran que el jefe de hogar es una mujer madre soltera y el 67% de jóvenes con estas características de composición familiar, son los hijos de estas madres solteras; estas cifras sugieren entonces que los hogares compuestos por cuatro o más miembros, de los cuales se encarga una mujer soltera como jefe de hogar, generalmente acuden al apoyo de miembros jóvenes para el


sostenimiento familiar; jóvenes, que bien pueden estarse formando para cumplir con la calificación de algún tipo de trabajo o profesión, para apoyar con mayores recursos al sostenimiento del hogar. Otro grupo de edad caracterizado es el de los adultos mayores. Los 65 años es la edad en la que en Colombia se jubila un hombre, deja de trabajar y, por tanto, tiene derecho a disfrutar de una pensión, por la que ha cotizado, con contribución de un empleador o no, para su sostenimiento como retribución al trabajo desarrollado a lo largo de su vida, sin embargo, en las plazas de Rincón y Lisboa de la localidad de Suba aún hay personas de 65 años y más que deben trabajar, informalmente, para poder garantizar su sostenimiento y el de su familia; de acuerdo con los datos arrojados por el instrumento de recolección de información, en los hogares de estas personas conformados por cuatro miembros o más, predomina la jefatura de hogar a cargo de una mujer, en un nivel del 61%. Este grupo poblacional, aunque no muy representativo entre los vendedores ambulantes, señala sin embargo, que en Bogotá aún las personas de la tercera edad deben esforzarse sobre sus capacidades físicas y mentales para desarrollar un trabajo y, en esa medida, para garantizar su existencia. Es preciso señalar que el 62% de estas personas son migrantes que, por motivos que van desde la búsqueda de oportunidades laborales, pasando por motivos de salud y familiares, hasta llegar a la ciudad porque "una señora la trajo a trabajar en una casa de familia", han optado por ser vendedores ambulantes por necesidad, como ellos mismos expresan, por su edad, y por falta de opciones para generar ingresos; sobre todo evidencian barreras de entrada al trabajo formal en la ciudad y en uno de los casos la necesidad de independizarse. Es evidente además que del grupo de la tercera edad que trabaja en las plazas, el 69% tiene un nivel educativo de básica primaria, mientras el 31% restante no posee ningún nivel de educación formal y/o certificado, por lo que se evidencia un doble motivo que profundiza la imposibilidad de entrar a hacer parte del mercado de trabajo formal. A pesar de esta evidencia, es preciso advertir que el 54% de esta población fue empleada antes de ser vendedor o vendedora ambulante, sin embargo, los oficios que desempeñaban no necesariamente se cuentan como empleo formal, dado que se trata de trabajos como empleada en casa de familia, albañil, aseador de restaurante, transportador o agricultor. Por el contrario, son oficios caracterizados por la precariedad en tanto se inscriben dentro de trabajos no calificados para la producción, por lo que su remuneración es baja, la jornada laboral es flexible y, generalmente, no es la legalmente establecida, además, los empleadores no se encuentran obligados a formalizar una relación contractual, lo que desencadena en la ausencia de protección social, dado que el empleador no realiza pagos


de prestaciones sociales y, en esa medida, el trabajador se halla sin ninguna garantía para ejercer sus derechos como trabajador o como ciudadano. Por otro lado, la descalificación de un trabajo realizado en un oficio determinado conlleva necesariamente a unas consecuencias de carácter psico-social, que van desde la ausencia de reconocimiento dentro de un rol social, como una necesidad inherente al ser humano como ser social, hasta la naturalización de la precarización de las condiciones de vida, consecuencias ajenas a sus propias capacidades, que persiguen al trabajador a lo largo de su vida hasta llegar a la tercera edad sin ningún tipo de reconocimiento o protección. Siguiendo con los aspectos que impiden la entrada, de innumerables trabajadores, al mercado laboral formal el nivel de escolaridad se encuentra entre los de mayor influencia. 1% 4%

1% 5% primaria secundaria 47%

tecnico universitario

42%

ninguno NS/NR

Las encuestas arrojan datos de gran evidencia frente a este aspecto excluyente para poder acceder a los derechos de protección del trabajador. De acuerdo con las cifras, el 5% de los vendedores de las plazas de Rincón y Lisboa cuentan con total ausencia de algún nivel de escolaridad, mientras el 1% ni siquiera pudo responder a esta pregunta. De esta totalidad, casi el 54% son personas que no nacieron en Bogotá y dentro de quienes predominó la oportunidad laboral o de negocio como razón de su traslado. Vuelve y juega la urbe dentro del imaginario de captación de fuerzas de trabajo que brinda una estabilidad al ingreso para el sostenimiento. De este 6% del total de los encuestados que no cuentan con ningún nivel educativo o no respondieron a esta pregunta, todos son mayores de 40 años y el 77% son jefes de hogar.


Las zonas de Suba centro y Autopista Norte se diferencian de las zonas anteriormente analizadas, en tanto que las ventas que se hacen en la calle cambian el producto ofrecido y así mismo cambia el público al que se ofrece la mercancía a la venta. Sin embargo, este análisis intenta dar cuenta de las condiciones socioecómicas de los distintos grupos de personas que venden en estas dos zonas, es así como de nuevo y recogiendo una de las barreras por las cuales los vendedores ambulantes, estacionarios o semiestacionarios, deciden entrar a cubrir sus necesidades básicas desde el trabajo desarrollado informalmente, sin ningún tipo de protección, ubicamos dos grandes grupos de vendedores, los jóvenes con su urgencia de garantizar ingresos familiares y los adultos mayores, que aun cumpliendo la edad máxima para trabajar en un Estado Social de Derecho, aún deben dirigir todos sus esfuerzos para garantizar su sostenimiento y su protección. De este modo, se tiene que el 20% de la población total de vendedores para estas dos zonas tienen edades entre los 14 y los 26 años, sabiendo que el 5% son menores de edad, mientras que el 7% corresponde al grupo de adultos mayores. La mayor parte de la población de vendedores se encuentran entre los 27 y 64 años y esta población corresponde al 73% de la totalidad. En el grupo de los jóvenes se encuentra que el 51,6% es nacido en la ciudad, mientras el 48,4% es migrante. Del total de jóvenes que se trasladaron de su lugar de origen a Bogotá, el 50% lo hizo por razones laborales, mientras que el 17% lo hizo en busca de oportunidades educativas. Sin embargo, se puede observar de nuevo, a pesar de buscar oportunidades en educación, para estos jóvenes es preciso trabajar primero y garantizar su sostenimiento y el cubrimiento de sus necesidades más básicas. De otro lado se tiene que el 10% de los jóvenes vendedores que llegaron en los últimos años a la ciudad, se trasladaron por motivos de conflicto armado en sus lugares de origen, lo que le genera un grado mayor de vulnerabilidad a estas personas, que debe ser mitigada por acción estatal. Respecto al nivel de escolaridad de estos jóvenes, el 74% cursaron algún grado del bachillerato, pero solo el 33% de este grupo curaron grado 11; un nivel educativo intermedio técnico/tecnológico lo obtuvo el 11% de los jóvenes encuestados, mientras que el 8% solo cursaron las primaria, teniendo en cuenta que el total de este porcentaje corresponde a jóvenes no nacidos en la ciudad de Bogotá. Finalmente se encuentra el grupo de jóvenes que han alcanzado algún grado en la formación universitaria profesional, lo que corresponde al 6,5%, teniendo en cuenta que la mayoría también son jóvenes de fuera de la ciudad. Antes de ser vendedores de la calle, ambulantes, estacionarios o semiestacionarios, el 32,3% de estos jóvenes se encontraba empleado, y decidieron convertirse en vendedores


sin ningún tipo de protección por razones de falta de ingreso en un 25% y por falta de oportuniades laborales en un 30%. De otro lado, el 51,6% del total de los jóvenes se encontraba estudiando antes de ser vendedor en la calle, de modo que de nuevo se encuentra aquí la necesidad urgente de mantener la subsistencia mínima a costa de la negación del derecho a la educación de los jóvenes que deben abandonar sus estudios; el 47% dejaron sus estudios por necesidad de generar un ingreso en su familia y el 18% lo hizo porque no encontraba otro trabajo. Respecto a la relación que tienen los jóvenes con el puesto de trabajo, el 61% asegura que es dueño del puesto y de este porcentaje el 13% tiene por lo menos un puesto más, en la zona de Suba centro los jóvenes que tienen más de un puesto atienden otros dos ellos mismos, mientras que en la zona de la Autopista Norte los jóvenes poseen un puesto más que es atendido por un familiar a quien le remuneran por el trabajo diario o semanal un valor fijo. De otro lado, el 39% dice ser empleado del puesto de venta estacionario, de los cuales el 62% afirma tener una relación de parentesco con su “empleador” mientras el 33% no tiene relación de parentesco alguna con el dueño del puesto de trabajo, recibiendo de éste remuneración diaria a cuenta de su trabajo. El nivel escolar de los encuestados en las zonas de Suba centro y Autopista Norte, se encuentra en el 74% representado por personas que lograron hacer algún grado del bachillerato, sin embargo, de este total solo el 32% alcanzaron a cursar el ultimo grado. El siguiente dato en orden de representatividad corresponde al 11% de los jóvenes, quienes han logrado una educación intermedia técnica/tecnológica, seguido de aquellos jóvenes que tienen algún grado de primaria como último nivel de escolaridad alcanzado, que corresponde al 8% de los jóvenes, de los cuales, todos se trasladaron a la ciudad en los últimos años. Finalmente, solo el 6% de los vendedores, cuyas edades oscilan entre los 18 y los 26 años, han iniciado un proceso de educación profesional, de los cuales, la mayoría son jóvenes que llegaron a Bogotá de otras ciudades. De la totalidad de jóvenes encuestados, el 34% son jefes de hogar, todos viven en arriendo y de este porcentaje, 44% son mujeres, de las cuales el 63% son madres solteras. Respecto a su perfil socioeconómico, el 47% de los jóvenes encuestados viven en estrato 2 mientras el 30% lo hace en estrato 3. Del total de jóvenes que venden en estas dos zonas, el 52% hace parte de familias con más de tres miembros, y de este total el 81% paga arriendo en el lugar que habita. En el grupo de los adultos mayores, el 59% vive en estrato 2 y del total de personas, el 81% es jefe de hogar; de ese porcentaje de población, además el 78% vive en arriendo. Es


necesario tener en cuenta que se trata de personas que, por el trabajo realizado durante su vida, deberían estar especialmente protegidas, sin embargo, el 36% de esta población son personas que viven solas y no cuentan con apoyo familiar inmediato. Respecto a quienes tienen la jefatura de hogar, en su mayoría, el 68% son hombres y el 23% mujeres. La composición de estos hogares consta en su mayoría por máximo 3 miembros, en un nivel del 77%.

Trabajo precario para los vendedores de la calle en Suba

Dada la confluencia de ambos escenarios, un desequilibrio estructural del mercado laboral colombiano y una transformación de las condiciones del mundo del trabajo contemporáneo, sus efectos combinados redundan en la precarización de los trabajadores, de sus actividades productivas y del lugar donde las realizan. Es así, que para amplios sectores de la sociedad la alternativa entre un empleo formal y uno informal, como para los vendedores ambulantes, solo presenta diferencias de forma (aunque estas puedan ser particularmente atractivas para uno u otro empleo como se expondrá adelante), mientras la vulnerabilidad de derechos asociados al trabajo se presenta cada vez más en ambos tipos de empleo. En este sentido, la precariedad del empleo se refiere a la inexistencia de contrato laboral o contratos de corto plazo por tiempo determinado, la falta de aportes a la seguridad social, la existencia de más de un empleador o un empleador no fácilmente identificable, la definición de los ingresos en negociación individual, sin referencias provenientes de la negociación colectiva –eventualmente con salario mínimo vigente como referencia–, la no percepción de componentes “típicos” de las remuneraciones (vacaciones, aguinaldo, asignaciones familiares, otros adicionales por convenio), y la no afiliación sindical (Eskenazi & Marticorena, 2010). Dentro de las ventas callejeras parece obvio la inexistencia de relaciones contractuales entre vendedores y patrones (ni siquiera cuando el dueño del puesto emplea trabajadores), así como la falta de aportes a la seguridad social que derivan del contrato, la falta de prestaciones sociales o de afiliación sindical; sin embargo, es preciso señalarlo para ubicar a estos trabajadores, como sucede en la realidad, dentro del grupo de no-asalariados, vulnerables ante las contingencias y sin derechos asociados a su actividad que puedan exigir. En el trabajo de campo, además de las anteriores aspectos de la precarización, se identificaron otros dos elementos relevantes para caracterizar la precarización, como la extensión de la jornada laboral a niveles muy superiores a los fijados para el trabajo formal; y los distintos usos del espacio donde se desarrolla la actividad económica de los vendedores de las plazas y las zonas comerciales: siendo a la vez espacio público, para un


público/consumidor que circula, y espacio privado donde tienen lugar prácticas propias del ámbito doméstico, como el cuidado de los niños. Las condiciones precarias de trabajo se traducen en condiciones precarias de vida, lo doméstico/privado se confunde con lo público, constituyendo espacios híbridos donde tienen lugar la cotidianidad de la vida familiar junto con los intercambios comerciales.

Trabajo precario para la subsistencia

La actividad económica dentro de las conceptualizaciones que se han hecho sobre Economía Popular se caracteriza por estar orientada a garantizar las condiciones de subsistencia y reproducción de la unidad familiar. Es común encontrar en la literatura (Coraggio, 1994) (Sarria & Tiribia, Economía popular) que en estos emprendimientos no se encuentra presente el ánimo de lucro, la lógica de la acumulación, sino más bien la reproducción de la vida; o si está presente la primera es supeditada a la segunda. La experiencia con los vendedores de las plazas y las zonas comerciales muestra que, al menos para este sector, esto no es cierto. El estar inmerso en una relación de intercambio capitalista demanda del individuo participante asumir una serie de prácticas sociales como norma, entre ellas, el imperativo de la acumulación. Durante el trabajo de campo se encontraron vendedores de las plazas que son dueños de más de un puesto de trabajo (9,26% de los vendedores encuestados), así como puestos con una extensión considerable; aunque, como muestran los datos, esto no sea la generalidad. La misma situación se repite para Suba Centro y Autopista Norte, donde 87,09% de los vendedores son dueños de su puesto y el 4,51% posee más de uno. Lo anterior se explica porque la rentabilidad de estas unidades productivas es baja, por tanto no solo el valor reinvertido sino también la ganancia misma es baja, por lo que se comprueba que prácticamente todo el excedente se destina a garantizar la subsistencia. Lo anterior se ve reforzado por las bajas o nulas capacidades de ahorro de los vendedores, expresado en que apenas el 36,09% de los vendedores de las plazas y el 35,80% de los de las zonas comerciales tienen al hábito de ahorrar, “dependiendo de las ventas” dicen, solo “cuando se puede”. Entre los que tienen este hábito, el promedio de ahorro mensual es de $128,433, contemplando un rango que va desde los $10.000. Es así, que la venta en la calle es la forma de empleo que garantiza la subsistencia de los vendedores y sus familias, pero no porque prime la lógica de la reproducción ampliada de la vida como orientación de la actividad económica por encima de una lógica de la acumulación; más bien, como se señaló, por la baja rentabilidad que generan estas iniciativas económicas. Aún más, la remuneración obtenida por los vendedores varía en un


rango que puede llegar a un nivel superior al fijado por el salario mínimo legal, pero, a costa de jornadas laborales que exceden por mucho las que legalmente regulan el empleo formal. En este sentido, la inversión de los vendedores en términos de tiempo y costos en su unidad productiva son, en términos relativos, bastante altos, lo que hace aún más exigua la cantidad monetaria percibida por el vendedor. Dicha cantidad se va a destinar, casi que exclusivamente, a alimentar el fondo de consumo de la unidad familiar para posibilitar la reproducción material de su existencia. Lo anterior se verifica por medio de las encuestas realizadas a los vendedores, donde el 88,29% manifestó que el trabajo en la plaza era la única actividad productiva a la que se dedicaba, de la cual el 41% devengaba entre $294,751 y $589.500, el 27% entre $589,501 y $884,250 y el 17% menos de $294,750. Apenas el 16% obtiene por concepto de ventas un ingreso superior a los rangos mencionados. Al preguntar por los ingresos de la unidad doméstica y ya no solo los del vendedor, incluyendo los subsidios percibidos y los ingresos de otros miembros, los resultados varían ligeramente: solo el 3% obtienen mensualmente menos de $294,750, el 36% entre $294,751 y $589.500, el 25% entre $589,501 y $884,250 y el 22% entre $884,251 y $1'179.000. El restante 13% de las unidades domésticas de los vendedores percibe un ingreso superior a $1'179.000. Ahora, contrario a lo que comúnmente se cree frente a las ventas ambulantes, los vendedores efectivamente deben asumir una serie de costos derivados del funcionamiento de la unidad productiva, entre ellos la cuota por guardar el puesto durante las noches quienes no pueden hacerlo en su propia vivienda, el costo de las mercancías y el del transporte por llevarlas del centro de abastecimiento a la plaza. Dentro del primer rubro, el 67,31% tiene que incurrir en este gasto que en promedio asciende a $2,783 para los que lo pagan diariamente, $10,615 semanalmente y $119,242 mensualmente. El costo de las mercancías comercializadas asciende en promedio a $461,433 semanales, y son transportadas hasta las plazas utilizando principalmente camiones (aunque también el transporte público) a un costo que varía entre los $4000 y $6000 pesos diarios a $40000 a $60000 semanales. Del cálculo entre ingresos y costos, los vendedores perciben como ganancia semanal alrededor de $200,027 según reportan en las encuestas. Las anteriores cifras hay que contrastarlas con la suma de gastos en los que incurre la unidad doméstica para garantizar su subsistencia (pago de vivienda, servicios públicos, alimentación, vestido, salud, educación y recreación) que en promedio llegan a ser de $768,152 mensuales; específicamente, para el 64,39% de los encuestados los gastos familiares superaban el salario mínimo mensual legal vigente.


Ingresos mensuales por vendedor 1

2

3

4

5

6

7

2

3% 2% 1% 17%

9%

1

3

27%

4 41%

5

Ingresos mensuales por unidad doméstica 1

2 8%

3

4

5

6

7

6 7

Menos de $294,750 Entre $294,751 y $589.500 Entre $589,501 y $884,250 Entre $884,251 y $1'179.000 Entre $1'179.001 y $2,358,000 Más de $2,358,001 NS/NR

8

2% 3% 1% 3%

36%

22% 25%

Las cifras recogidas en el marco del presente proyecto muestran rasgos de la venta en la calle para la localidad que se repiten, a manera de tendencia propia de la dinámica económica, más allá del lugar de ubicación del vendedor e incluso del producto que ofrece. Se observa, efectivamente, que para las zonas de Suba Centro y Autopista Norte el 94,19% de los vendedores encuentran en la venta en la calle su única actividad productiva, como lo hacía la mayoría para el caso de las plazas. Entre los vendedores el 36,45% devengaba entre $294,751 y $589.500, el 32,25% entre $589,501 y $884,250 y el 12,25% menos de $294,750. El 18,06% de los vendedores reportaron ingresos superiores a


$884,250. Por tanto, alrededor del 70% de los vendedores ubicados en estas zonas obtiene mensualmente un ingreso que varía entre medio salario mínimo y un salario mínimo y medio. Los ingresos de la unidad doméstica de los vendedores, que contempla la participación de los otros miembros del hogar, suman entre $294,751 y $589.500 para el 21,93%, entre $589,501 y $884,250 para el 26,77% y entre $884,251 y $1'179.000 para el 22,25%; así, entre estos rangos se ubica alrededor del 70% de los hogares. Apenas el 3,87% de las unidades percibe ingresos superiores a los señalados, lo que confirma lo observado entre los vendedores de las plazas: la venta en la calle, por volumen de ventas y nivel de ingresos, está lejos de parecerse a la lucrativa actividad empresarial que algunos han denunciado y es más cercana a la realidad socioeconómica de la mayoría de hogares del país. Según reporta el DANE dentro de sus Estadísticas Sociales el 73,96% del total de hogares percibe entre menos de un salario mínimo y por debajo de tres 28, lo que nos permite inscribir los resultados de la venta en la calle dentro de una lógica estructural en la distribución del ingreso caracterizada por ser profundamente desigual que incide sobre el conjunto de la sociedad colombiana, y mostrar que las condiciones materiales de existencia de esta población hacen parte, a una escala más amplia, de las condiciones compartidas por los habitantes de los sectores populares de las grandes ciudades. Entre los costos asociados a la venta en la calle el 67,74% debe pagar un arriendo por guardar su puesto en las noches, que en promedio oscila entre $2.204 cuando el pago es diario y $66.505 cuando se hace mensualmente. Los vendedores en promedio invierten semanalmente en la mercancía a ser comercializada $317.919 y diariamente pagan por el transporte de la misma $7339. Los vendedores reportan que mensualmente su hogar gasta, en promedio, $809.320 lo que hace constatar de nuevo, en relación al nivel de ingresos, el margen de subsistencia que hacen del día a día un lucha cotidiana por alcanzar una meta de ventas, como lo manifestaron algunos durante el trabajo de campo.

28

Cálculo propio a partir de los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos 2006-2007. Esta es la última versión de la encuesta y sus cifras son los datos más recientes disponibles. En: http://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-sociales/ingresos-y-gastos-de-los-hogares


INGRESOS MENSUALES POR VENDEDOR

6,13%

0,65%

0,97%

12,26%

11,29%

36,45%

32,26%

Menos de $294,750 Entre $294,751 y $589.500 Entre $589,501 y $884,250 Entre $884,251 y $1'179.000 Entre $1'179.001 y $2,358,000 Mรกs de $2,358,001 ns/nr

INGRESOS MENSUALES POR HOGAR

3,87%

19,03%

1,61%

3,87%

Menos de $294,750

21,94%

22,26% 26,77%

Entre $294,751 y $589.500 Entre $589,501 y $884,250 Entre $884,251 y $1'179.000 Entre $1'179.001 y $2,358,000 Mรกs de $2,358,001 ns/nr

Lo anterior de alguna manera permite observar, al menos en esta dimensiรณn, las condiciones de precariedad asociadas al trabajo en la venta callejera. Se demuestra, lo ya previamente enunciado, que la actividad productiva de las ventas callejeras genera un


nivel de acumulación bastante bajo, erigiéndose en un límite objetivo del mercado a la capacidad de crecimiento de dichas unidades; cuestionando igualmente las posiciones, tanto políticas como teóricas, que defienden que el vendedor es un microempresario cuyo futuro promisorio se encuentra en la formalización, solo obstaculizado por sus propias “ganas de salir adelante”, por su mayor o menor capacidad de emprendimiento, mirada que no atiende a las condiciones materiales a las que se enfrentan los trabajadores precarizados. Estas condiciones se agudizan por las características propias de cada vendedor, en particular, de mujeres madres cabeza de familia quienes asumen altas cargas económicas o las de vendedores ocasionales (que trabajan, sobretodo, los fines de semana) que en su mayoría no son de la localidad, por lo que incurren en mayores gastos asociados, tienen desventajas para el uso y ubicación en el espacio público, y compiten con los vendedores ya posicionados vía precios, ofreciendo unos menores percibiendo asimismo bajas ganancias. Con respecto ya no al costo sino al tiempo invertido en la actividad productiva es necesario mencionar que observar el uso del tiempo que hace el trabajador es fundamental para advertir la forma que toma el mundo del trabajo contemporáneo, esto, debido a que la distribución de las tareas propias de la actividad productiva a lo largo de la jornada se le imponen al trabajador como una necesidad de la producción, requiriendo de éste su disciplina. Una de las características de las ventas en el espacio público es que una gran proporción de vendedores (y principalmente en las plazas de Rincón y Lisboa) son propietarios de la unidad productiva, 87,80% del total, y disponen de su propio trabajo o del trabajo de algún otro miembro del hogar para la producción; para el caso de las zonas de Centro Suba y Autopista norte como se había apuntado más arriba la cifra asciende a 94,19%. Lo anterior genera dentro de los vendedores la sensación de independencia, otorgada por el manejo que hacen ellos mismos de su tiempo, sin regirse por algún horario impuesto desde fuera como el que implicaría un trabajo formal. Sin embargo, la jornada que demanda la actividad productiva ocupa para el 87% de los vendedores entre 9 y más de 14 horas diarias. Debido a que para que inicie propiamente la actividad de comercialización en la calle deben realizarse labores previas como el aprovisionamiento de mercancías en los centros de distribución y la instalación del puesto de trabajo, por un lado, mientras, por el otro, debido a que el nivel de ingresos depende del volumen de ventas el vendedor se ve impulsado a extender la jornada lo necesario para garantizar su subsistencia. En términos de tiempo de la semana dedicado al trabajo el 57% de los vendedores trabaja todos los días de la semana, incluyendo domingos y festivos. Por tanto, la aparente libertad con que cuenta el vendedor no es tal, siempre que se vea empujado por las necesidades a destinar la mayor parte de su tiempo (tanto en horas del día como de días a la semana) a trabajar. Aunque, es importante señalar que la forma del trabajo en la venta callejera no adopta las rigideces del empleo formal, una característica


particularmente atractiva para los vendedores, sobre todo para las mujeres dedicadas al cuidado de sus hijos.

NÚMERO DE DIAS QUE TRABAJAN EN LA PLAZA 1 17%

2 11%

51%

4% 5% 8%

4%

3 4 5 6

Por otro lado, los ingresos de los vendedores dependen de las horas trabajadas, las condiciones climáticas y los precios del mercado, lo que hace inestable la actividad de las ventas ambulantes. Una característica particular de las ventas en las plazas es que predomina la venta de alimentos sin preparar (59%), productos perecederos que deben ser vendidos en el menor tiempo posible lo que tiende hacer bajar sus precios. Dada esta última condición, para el análisis habría que tener en cuenta también la venta de alimentos preparados, segundo producto de mayor comercialización en las plazas, con un 19% del total. Igualmente, la variabilidad de precios de los productos se determina según las cosechas en oferta y en alimentos perecederos, lo que en muchos casos presiona a bajar precios para no perder la inversión. Las anteriores condiciones obligan a los vendedores, en aras de ahorrar costos y aumentar el excedente, a asumir todas las fases de la actividad económica: desde traer los insumos de la plaza, hasta presentar el producto, desplazándose por los puestos para atenderlos. Aunque, comúnmente, más que el vendedor es la unidad doméstica quien, en una división del trabajo interna, se reparte y asume estas tareas, sin que se incurra en costos laborales. Para los vendedores de las otras dos zonas los precios de los productos son impuestos por el mercado y determinados por los precios que asigna la fábrica que los produce. Como comercializadores en un mercado fuertemente competitivo donde subir los precios de manera unilateral es imposible, la tasa de ganancia se ve altamente reducida, acotada a los rangos dentro de los cuales subsisten la mayoría de los habitantes de la ciudad.


PRODUCTOS COMERCIALIZADOS EN LAS PLAZAS DE RINCÓN Y LISBOA 2% 0%

4%

3%

0% 4%

0%

ALIMENTOS PREPARADOS 19%

9%

ALIMENTOS SIN PREPARAR VESTIDO HERRAMIENTAS

59%

ARTICULOS PARA EL HOGAR DECORACION

Los bajos precios ofrecidos por los vendedores de las plazas, en todo caso, son interpretados como el principal beneficio para la comunidad, para quienes éstos se ajustan a sus presupuestos, según lo manifestado por los compradores de las plazas cuando se les preguntó por el principal motivo de compra (66%), además de la cercanía a su lugar de vivienda (20%). Lo anterior es evidente en comparación con los precios ofrecidos por los negocios de grandes superficies y lo confirma la encuesta realizada a vecinos de las plazas, según la cual el 80% compra productos a los vendedores ambulantes, principalmente alimentos, del cual, a su vez, el 30% lo hace diariamente. Se hace evidente que, a pesar de los conflictos que en numerosos barrios de la localidad se han presentado entre la comunidad y los vendedores por el uso del espacio público –principalmente-, la función social ejercida por las plazas es de un valor innegable para las economías domésticas de los sectores populares de la ciudad. Aún más, las plazas se convierten en la única oferta de alimentos y bienes de primera necesidad asequibles para numerosas familias. Otro punto a señalar, es que la actividad económica se desarrolla a la intemperie en cualquier lugar en el que se encuentre ubicado el vendedor, lo que redunda en la precariedad de las condiciones de su trabajo.


Problemáticas asociadas al trabajo precarizado

Las problemáticas asociadas con el trabajo en las los distintos sectores de la localidad de Suba están determinadas, primero, por la forma particular en que se desarrolla la actividad misma de la venta en la calle. El trabajo no formal no tiene garantizado los derechos sociales destinados a su protección, por lo que el 94,63% de los vendedores de las plazas y el 95,16% de Suba Centro y Autopista Norte no se encuentran afiliados a ningún régimen pensional, aunque en general manifiesten no tener plan alguno en caso de que por enfermedad o vejez no puedan continuar trabajando, salvo la ayuda de sus familias. Esta abrumadora cifra muestra la magnitud de la vulnerabilidad. Igualmente, no existe ninguna legislación laboral que se encargue de regular la actividad o defender los derechos asociados al trabajo. Específicamente, existen otras circunstancias propias de las ventas en Rincón y Lisboa que conducen a distintas problemáticas. La mayoría de productos que se comercializan en estas plazas son alimentos no preparados que, al no existir una infraestructura adecuada dedicada a la venta de estos productos supone problemas de salubridad por el inadecuado manejo de residuos –orgánicos e inorgánicos– y la falta de concertación con la empresa recolectora de basura que afecta a vendedores y vecinos del barrio. Se presentan también por la ausencia de infraestructura, problemas derivados del trabajo a la intemperie y el sometimiento a las rigurosidades de las condiciones climáticas que afectan tanto a los vendedores como a las mercancías; así como posibles situaciones problemáticas por la ausencia de planes de prevención de accidentes o material de primeros auxilios para atender emergencias. Además, los vendedores no cuentan con la capacitación en el manejo de alimentos, dada la misma precariedad de su oficio, lo que conlleva a problemas de salubridad para los consumidores dado el incumplimiento de normas sanitarias básicas. El anterior panorama ha llevado a muchos vendedores a manifestar su cansancio por el desgaste físico que implica la venta en la calle y las condiciones en las que se esta se da. La exposición a riesgos es alta en esta forma de trabajo lo que lleva a una mayor vulnerabilidad y posibilidad de contraer enfermedades. Por otro lado, dichas condiciones para los comerciantes con local de la zona (quienes deben pagar por el uso del espacio y los impuestos por su actividad económica) son percibidos como inconvenientes en tres sentidos: acceso a vías públicas, seguridad y convivencia e higiene y salud pública. Los vecinos del sector, aunque en su mayoría reconocen en esta una alternativa de trabajo (73%) y los califican como rebuscadores (83%), identifican los mismos problemas que los comerciantes añadiéndole un componente estético, ya que encuentran problemática la imagen que genera la venta ambulante en el barrio.


Protección social La población de vendedores ambulantes, no consta de plena garantía de la protección de su bienestar en el momento de una situación propia de su trabajo y de la vida misma. El cubrimiento de los riesgos son cubiertos por la familia y por el individuo, es decir, la enfermedad es concebida como una situación que no hace parte del ejercicio mismo de la venta informal. Contraer una situación de debilidad o vulnerabilidad física, no se concibe como un riesgo inminente ni como un riesgo esperado. Las jornadas laborales cubren la mayoría del día de una persona que se dedique a las ventas ambulantes, además de esto también deben realizar los trabajos propios del hogar y el cuidado de la familia al tiempo que se ganan la vida en el día a día. Como la venta ambulante se configura a manera de una economía de subsistencia, no es posible concebir sistemas de ahorro, con ciertas excepciones que son cubiertas por el trabajo de las organizaciones, las ventas ambulantes proporcionan al individuo los recursos ajustados al gasto inmediato. No es muy frecuente encontrar sistemas formales de ahorro ni de concepción de planes a largo plazo. Así como en el caso del acceso a sistemas de salud, para el caso de cubrimiento de riesgos para la vejez con el ingreso a sistema de pensiones es muy moderado, los ingresos no se configuran suficientes para el pago de una cuota mensual de salud y pensión y, además, la misma vinculación se concibe como un lujo al cual, en su condición, no se puede acceder. Las condiciones precarias de trabajo a las cuales se enfrentan día a día los vendedores informales en la calle, se reproducen al interior del hogar, pues la familia no tiene la posibilidad de acumular el capital suficiente para cubrir los gastos propios de la prevención de riesgos a los que se enfrenta el vendedor y la familia misma.

Protección social zona Centro Suba

Personas en el hogar 1 1,1 2 15,9 3 20,2


4 5 6 7 8 9 10 11

20,7 12,5 10,6 6,7 1,4 0,0 de la zona de Suba centro está 0,5 personas en total. Un 41% está 1,0 personas. El 21.1% por entre 5 y

La familia del vendedor informal compuesta por entre 1 y 11 compuesta en total por 3 a 4 6 personas y, en menor proporción por 8, 9, 10 y 11 personas.

Edades de los miembros del hogar 1. 0 y 5 años 49 2. 6 y 10 años 13 3. 11 y 16 años 1 4. 17 y 23 años 0 5. 24 y 40 años 0 6. 41 y 60 años 0 7. Más de 60 años 0 NS/NR 145

A pesar de que un 70% no proporcionó información respecto a las edades de quienes componen su hogar, si se puede ver que al menos una cuarta parte, el 24%, tiene al menos un niño entre los 0 y 5 años. Lo que quiere decir que esta población debe dedicar mayor tiempo al cuidado de niños lo que implica mayor dedicación que a una persona de edad media.

Días que trabaja si no lunes 85% 15% Martes 88% 12% Miércoles 89% 11% Jueves 91% 9% Viernes 93% 7% Sábado 99% 1% Domingo 88% 13%


Si bien al inicio se habla de la configuración de una economía del día a día, de subsistencia, es cierto que no todos los días se tiene la misma intensidad de trabajo, sino que la semana se convierte en un tipo de preparación para el día de mayor afluencia de público a la zona de Centro Suba, y puede que en el resto de lugares de ventas informales aplique de igual forma. Para este caso, es evidente que son los días sábado y domingo los de mayor afluencia y es por esto que se moviliza mayor cantidad de vendedores informales a ofrecer los diversos productos, aunque, en general, la participación de la actividad económica por parte de la totalidad de los vendedores en ningún caso es menor al 85% del día lunes, que es uno de los días de menor afluencia; esto teniendo en cuenta que la zona tiene constante movimiento por encontrarse cerca de una vía de acceso como lo es la Avenida Suba y, además, debido a la presencia de los dos Centros Comerciales (Centro Suba y Subazar). Al dar cuenta de la cantidad de días a la semana dedicados al trabajo, se infiere que la cantidad de días dedicados al descanso, el estudio o el ocio, entre otros, son muy pocos. Tanto así que el día de descanso se convierte también en un día de trabajo en el hogar o por fuera de él realizando trámites varios y demás. Actividad en el tiempo libre Realiza labores del hogar Atiende el cuidado de niños y/o ancianos Dedica tiempo al ocio Realiza trámites Descansa

SI

NO 122 52 113 53 112

NS/NR 22 92 30 91 32

1 29

Todos quienes trabajan en cualquier sector, deben realizar varias actividades en su tiempo libre. Las actividades a las cuales se dedican por lo general tienen que ver con trámites y cuidado de personas de la tercera edad, enfermos y familiares en general. Los vendedores informales hacen referencia a que el tiempo que no dedican a su actividad económica, se dedican al trabajo del hogar en gran medida. No obstante, también se dedican a la preparación de los productos que se ofrecen en las calles. Quien tiene una venta de bebidas calientes, debe dedicar medio día a la preparación del producto, a la vez que se dedica a su familia, prepara los alimentos y demás. Similar situación afrontan quienes venden otros productos preparados; incluso quienes venden otro tipo de productos, deben realizar un desplazamiento hacia el lugar en donde se consigue la “mercancía” y después prepararla y disponerla para la venta. 29

Las respuestas correspondientes a esta pregunta es de opción de múltiple respuesta.


Así, el tiempo dedicado al ocio y al cuidado de los hijos, se ve reducido al tiempo en el cual se encuentran en el hogar ocupándose de varias actividades a la vez: preparación del producto y cuidado del hogar y la familia; tiempo que se ve más reducido para quienes ofrecen otros productos.

Salud

Afiliación al sistema de salud; SI; 54% Afiliación al sistema de salud; NO; 15%

SI NO NS/NR

Afiliación al sistema de salud; NS/NR; 1%

Afiliación al sistema de salud Personas Afiliado Cotizante Beneficiario 54% 36% 4% 13% 15% 1%

Un poco más de la mitad de los vendedores cuenta con un servicio de salud, lo que implica que la otra mitad de la población debe realizar pagos altos por atención en salud y que además no tiene cubrimiento en cuanto a emergencias. De tal modo que, en el momento de una emergencia o situación adversa –en lo referente a la salud-, éstos deben asumir altos costos por ellos mismos y también por sus familiares.


Regimen de seguridad; Subsidiado; 71%

Regimen de seguridad; Contributivo; 28%

Regimen de seguridad; NS/NR; 1%

Regimen de seguridad; Especial ; 0%

RĂŠgimen de seguridad Contributivo 28% Especial 0% Subsidiado 71% NS/NR 1%

Del 54% de las personas que aseguran contar con un sistema de salud, el 28% hacen parte del RĂŠgimen Contributivo y el 71% del RĂŠgimen Subsidiado. Regularidad; 4.

Cuando se enferma Regularidad ; 66%

Regularidad; 5. No asiste; 31%

Regularidad; 1. Mensual ; 25% Regularidad; 2. Semestral; 11% Regularidad; 3. Anual; 6%

Regularidad; 6. Otro ; 6%


¿Con qué regularidad asiste al servicio de médico general? 1. Mensual 25% 2. Semestral 11% 3. Anual 6% 4. Cuando se enferma 66% 5. No asiste 31% 6. Otro 6%

La mayoría de los vendedores informales no cuentan con prácticas preventivas frente a la enfermedad, es por eso que el 66%, más de la mitad de la población, sólo asiste al médico cuando se enferma. El 31%, la cuarta parte, no asiste, aún si se encuentra enfermo -ellos afirman constantemente que enfermarse “es un lujo”, puesto que impide trabajar, sea uno o varios días, lo cual implica una disminución de los ingresos para el hogar; ello relacionado con la ausencia de un sistema de ahorro constante, limita las posibilidades y el cuidado frente al riesgo-.

Pensión

En cuanto al cubrimiento para el futuro, es decir, afiliación al sistema pensional, el 95% asegura no hacer parte de ningún tipo de sistema, tan solo el 4% aporta actualmente a un sistema pensional. Afiliación a pensione s; NO; 95% Afiliación a pensione s; SI; 4%

Afiliación a pensión SI NO NS/NR

4% 95% 0%

A pesar de lo que en las cifras se anuncia -y es que no hay un cubrimiento apropiado en el tema de la vejez-, para el vendedor ambulante el futuro es visto como un futuro de trabajo, no se concibe, de ninguna forma, el tiempo de retiro, a menos que los hijos sean quienes se encarguen de cubrir los gastos propios de las vejez de sus padres.


Series1; 4. No hay plan ; 37% Series1; 1. Hijos; 17% Series1; 2. Series1; 3. Ahorros; 7% Pensión; 6%

Series1; 5.Series1; 6. 1 otro ; 1% y 2; 1%

En caso de que usted no pueda seguir trabajando por cuestiones de edad, como cubrirá su ingreso? 1. Hijos 17% 2. Ahorros 7% 3. Pensión 6% 4. No hay plan 37% 5. otro 1% 6. 1 y 2 1%

El plan para el futuro en el 17% del total de la población, como se venía mencionando, es en relación con los hijos, motivo por el cual ellos cubren, en su mayoría, los costos que implican el pago de la educación para cada uno de sus hijos, esperando que en la edad adulta sean ellos quienes se responsabilicen de su cuidado; además, esperan que sus hijos no tengan que acudir al mismo oficio que ellos en la actualidad.

Por otro lado, y más preocupante aún, se halla la inexistencia de cualquier plan en el 37% de la población encuestada, y tan solo un 7% posee ahorros o un sistema de ahorros destinado para la vejez, así como un 6% recurrirá al aporte para pensión.


Protección social en Autopista Norte

Personas en el hogar 1 17% 2 12% 3 4 5 6 7 8

23% 22% 15% 9% 2% 2%

En la zona ubicada sobre la Autopista Norte en la Localidad de Suba, la composición del hogar varía entre 1 a 8, cada uno. El 17% está conformado por un solo hogar por individuo, lo que evidencia una red de apoyo cercana inexistente; el 12% son compuestos por 2 personas; el 45% entre 3 y 4 personas; y de 5 a 8 personas el 28% restante, es decir, que los hogares de gran cantidad de miembros es menor a los hogares pequeños.

Edades de los miembros del hogar 1. 0 y 5 años 2. 6 y 10 años

20% 3%

3. 11 y 16 años 4. 17 y 23 años 5. 24 y 40 años 6. 41 y 60 años 7. Más de 60 años NS/NR

0% 0% 0% 0% 0% 77%


Al igual que en el caso de Centro Suba, a la pregunta respecto a las edades de quienes conforman el hogar no hubo mayor recepción, sin embargo se alcanza a dar cuenta que una quinta parte de los hogares tiene al menos un niño entre los 0 y 5 años.

Dias que trabaja si no lunes 85% 15% martes miércoles jueves viernes sábado domingo

87% 88% 88% 90% 99% 82%

13% 12% 12% 10% 1% 18%

Al igual que en el resto de zonas de ventas ambulantes, en la Autopista Norte, el día sábado es el día que asiste mayor cantidad de vendedores, lo que atiende a la cantidad de personas que pasan o visitan los sitios aledaños. El día que hay más personas que faltan a la zona es el día domingo, asiste un total del 82% (84 de 102 personas), es decir, que en general asisten entre el 85% al 99% del total de población a la zona.

Casi la totalidad de los vendedores asisten con constancia a realizar su actividad económica, y los días de descanso son pocos en relación con los días de trabajo y con la intensidad horaria con la que asisten. Al igual que en los demás casos, los días de notrabajo en las ventas informales son dedicados a los trámites administrativos y demás, y a las actividades propias del cuidado. Actividad SI Realiza labores del hogar Atiende el cuidado de niños y/o ancianos Dedica tiempo al ocio Realiza trámites Descansa

NO 85 47 81 42 85

NS/NR 17 55 21 59 17

1


Salud Afiliación a sistema de salud; SI; 84%

Afiliación a sistema de salud; NO; 16%

Afiliación al sistema de salud Personas SI 84% NO

16%

En cuanto a la afiliación a sistema de salud, el 84% se encuentra vinculado frente al 16% que no tiene vínculo alguno. Regimen de seguridad; Subsidiado; 60%

Regimen de seguridad; Contributiv o; 24% Regimen de seguridad; Especial ; 1%

Regimen de seguridad; NS/NR; 16%

Régimen de seguridad Contributivo 24% Especial 1% Subsidiado NS/NR

60% 16%

Del 84% de afiliados, el 24% pertenece al Régimen Contributivo, el 1% al Régimen Especial, el 60% Régimen Subsidiado y 16% no sabe o no respondió. A pesar de encontrarse en las condiciones de informalidad característica de la población de vendedores ambulantes -en ausencia de una relación contractual formal-, vale la pena


resaltar la cantidad de personas que destinan parte de sus recursos al pago de EPS, aunque sin embargo el 60% que hace parte del Régimen Subsidiado no genere ningún pago. Afiliación a pensión; NO; 95%

Afiliación a pensión SI 5% NO 95%

Afiliación a pensión; SI; 5%

Tan solo un 5% cuenta con afiliación al Sistema Pensional, es decir, 5 personas de 102 que trabajan en la calle, en oposición al 95% que no tiene ningún sistema de protección frente a la vejez. En caso de que usted no pueda seguir trabajando por cuestiones de edad, como cubrirá su ingreso? 1. Hijos 16%

No hay plan ; 68%

1. Hijos; 16% 2. Ahorros; 8% 3. Pensión; 3%

5. otro ; 2% 6. 1 y 2; 0%

2. Ahorros 3. Pensión 4. No hay plan 5. otro 6. 1 y 2 NS/NR

8% 3% 68% 2% 0% 4%

En cuanto a la perspectiva de futuro frente a los riesgos varios provocados por la vejez y la enfermedad, frente a la pregunta por el cubrimiento de situaciones en caso de enfermedad; es alarmante encontrar que el 68% no tienen un plan frente al 3% que tienen un sistema de pensión y el 8% que cuenta con un sistema de ahorro.


Política y organización social Las ventas ambulantes y la calle donde se realizan, han sido acogidos por los vendedores como espacios de confluencia social en donde se construyen identidades; en otras palabras, la venta ambulante, se configura como un “espacio de construcción de la vida social, a través del examen de las manifestaciones del fenómeno en el contexto del comercio informal”Fuente especificada no válida.. Surgiendo así, la organización como el escenario más propicio para generar debates y articulación de intereses, con el objetivo de construir de manera colectiva una agenda social y política proyectada a la creación o influencia sobre la política pública. En este sentido, la organización se establece como un eje fundamental dentro de la cotidianidad de los sectores sociales inmersos en las ventas ambulantes. Específicamente, los vendedores ambulantes en Bogotá se han organizado de diferentes maneras y en distintos momentos históricos para visibilizar y actuar frente a las problemáticas que su ejercicio cotidiano conlleva. Se gestan así articulaciones de luchas en torno a la resistencia al desalojo de su lugar de trabajo (la calle) y exigencias frente a mejores condiciones laborales, económicas y sociales. En los últimos años, se ha profundizado la organización frente a estos temas, ejemplo están las continuas movilizaciones ante las políticas impartidas por los gobiernos de turno distritales de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa. Este último con tan solo 3 meses de gobierno inició una política agresiva de desalojos dirigida a los vendedores “informales”: “Gran parte del énfasis de su administración está puesto en el espacio público. Por eso entró como un buldózer y sus medidas para desalojar a los vendedores ambulantes terminaron en enfrentamientos con la policía”30. Aspecto que generó la resistencia y protesta de los vendedores, que alegaban el desconocimiento, por parte del entonces Alcalde, de la situación social y económica de la población. La manera propicia para evitar este tipo de actos, es la organización, configurada en espacios donde se discute, promueve y se realizan acciones frente a elementos claves que aquejan a la población de interés. La organización de vendedores ambulantes se configuró como una movilización, que posteriormente se vio reflejada en la constitución de organizaciones estructuradas que en la década de los noventa lograron el pronunciamiento de la Corte Constitucional frente a este tema. 30

PEÑALOSA EL BULDOZER. Mayo de 1998. Revista semana. Recuperado el 19 de Mayo de 2013, en: http://www.semana.com/nacion/articulo/pealosa-el-buldozer/35768-3


Sin embargo, a pesar de la identificación de problemáticas comunes, la confluencia y articulación de intereses y objetivos generales, no se realiza de manera continua y sencilla, puesto que al interior de las organizaciones se pueden presentar contradicciones que afectan el accionar de estas. El sector organizado de las ventas ambulantes ha enfrentado algunos problemas internos debido a la influencia de sectores políticos con intereses particulares, lo que afecta la percepción de la organización y la creación de prevenciones por parte de los sujetos a todo lo que ellos reconocen como política y organización.

Organización vendedores en Lisboa y Rincón

Los vendedores ambulantes han configurado la calle como espacio de confluencia y construcción social de identidades; en medio de la venta informal, las condiciones comunes de precariedad laboral y las necesidades compartidas, surgen las organizaciones de vendedores ambulantes como el escenario oportuno para la articulación de intereses, la generación de debates y la promoción de iniciativas, en ese sentido, la organización nace con el objeto de construir de manera colectiva una agenda social y política proyectada a la creación o influencia sobre la política pública. Específicamente los vendedores ambulantes en Bogotá se han organizado en distintos momentos históricos visibilizando y actuando de manera colectiva frente a las problemáticas que su ejercicio cotidiano conlleva; como ejemplo de ello, se registran las continuas movilizaciones de vendedores ambulantes contra las políticas impartidas por los gobiernos distritales de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa. Este último, por ejemplo a los tres meses de iniciado su gobierno puso en marcha una política agresiva de desalojos dirigida a los vendedores “informales”: “Gran parte del énfasis de su administración está puesto en el espacio público. Por eso entró como un buldócer y sus medidas para desalojar a los vendedores ambulantes terminaron en enfrentamientos con la policía”31, situación que generó la resistencia y protesta de los vendedores, que alegaban el desconocimiento, por parte del entonces Alcalde, de la situación social y económica de la población. La organización de vendedores ambulantes se configura a partir de la necesidad de trascender de lo coyuntural y proyectar los pliegos de peticiones construidos en las diferentes movilizaciones. Con ello ve reflejada la constitución de organizaciones de 31

PEÑALOSA EL BULDOZER. Mayo de 1998. Revista semana. Recuperado el 19 de Mayo de 2013, en: http://www.semana.com/nacion/articulo/pealosa-el-buldozer/35768-3


vendedores que si bien tienen problemas internos, en la década de los noventa lograron el pronunciamiento de la Corte Constitucional frente al tema de las ventas en la calle. A pesar de la identificación de problemáticas comunes, la confluencia y articulación de intereses y objetivos generales, el sector organizado de las ventas ambulantes ha enfrentado problemas internos recurrentes debido a la influencia de sectores políticos con intereses particulares, que dejan de lado las reivindicaciones de los vendedores, afectando la percepción de la organización y generación de prevenciones por parte de los sujetos a todo lo que ellos reconocen como política y organización. Los políticos usualmente han visto a los vendedores como un importante capital político al que intentan conquistar en los momentos de efervescencia electoral y sin un trabajo continuo, lo que ha desencadenado en los vendedores desconfianza y escepticismo. Aunque han existido avances y retrocesos en la cualificación y organización política de los vendedores ambulantes, el desarrollo de mecanismos que rigen a la administración pública para garantizar el derecho al trabajo y al mínimo vital de las personas que por distintas circunstancias se ven abocadas a vender mercancías en la calle, ha sido resultado de la presión ejercida por las movilizaciones que aglomera vendedores organizados y no organizados. Lo que deja entrever que si se logra a largo plazo generar redes entre los vendedores su fortaleza política sería más constante y no dependería de puntos coyunturales. A nivel distrital existen escenarios que acopian la representación organizativa y participativa de los vendedores ambulantes, las organizaciones locales y/o sectoriales de vendedores se agrupan en los Comités Locales de Vendedores Ambulantes, los cuales tienen representatividad en Suba. Los miembros de estos comités (10 en total, 5 principales y 5 suplentes), son elegidos a través del voto de los vendedores previa identificación e inscripción de cédulas; De los comités locales de vendedores, se conforma el Comité Distrital de Vendedores Informales, espacio que se encarga de asesorar y concertar entre la administración distrital y los vendedores ambulantes, aspectos relacionados con el ejercicio de las ventas ambulantes en el marco de la institucionalidad y de la negociación. Lo anterior refleja que aunque en este momento no existe una fortaleza en las organizaciones, organizarse es la manera más efectiva de presionar a las instituciones, por ello, el Comité Distrital de Vendedores Informales, se encuentra asociado a la Unión General de Trabajadores de la Economía Informal-UGTI, filial de la CUT, definiéndose como una organización que tiene como propósito fundamental la reivindicación de los derechos humanos, laborales y sociales de los trabajadores de la economía informal.


La concertación a nivel distrital es realizada en mayor medida con el Instituto para la Economía Social -IPES, el cual, fue conformado a través del Acuerdo 257 de diciembre de 2006, producto de la transformación del Fondo de Ventas Populares FVP creado en 1972 con el objeto de “obtener recursos financieros para la atención de programas relacionados con los vendedores ambulantes y estacionarios y, preservar el uso colectivo del espacio público”. Teniendo un panorama general de la importancia de la organización y algunos logros enunciados en apartados anteriores a continuación se presentan los resultados obtenidos en una primera mirada en cada una de las zonas estudiadas en el presente proyecto en cuanto al tema de organización social.

Plaza de Lisboa

El trabajo de campo realizado en la plaza de Lisboa, evidencia que si bien el 11% de los encuestados reconoce la existencia de organizaciones de vendedores ambulantes en la localidad, el 98% afirma no hacer parte de alguna organización.

% De vendedores que pertenece a alguna organización de vendedores

2%

98%

SI

NO

Este resultado, es justificado por los vendedores en la medida en que según ellos las asociaciones de la Localidad, se han convertido en negocios particulares en busca de mejorar las condiciones económicas de los líderes y no de los asociados de las bases. Frente a esto, señala una líder local : “Yo llamaría, yo le haría un llamado a la alcaldesa Marisol a que depuren esas organizaciones, que pidan papeles; Cámara de Comercio tiene una vigencia de tres meses y que las estén pidiendo si es posible cada tres meses para ver cómo van, en qué anda, se cayó, le quitaron la personería jurídica.” La percepción negativa se generaliza hacia la política y hacia todo tipo de organización social, los vendedores de la plaza de Lisboa han asociado la participación política exclusivamente a los procesos electorales, rechazando constantemente el término y el ejercicio de esta, reduciendo la dinámica y la percepción política al “derecho al voto” y a


promesas no cumplidas, esto se ve reflejado en la nula participación en escenarios u organizaciones políticas; ante este hecho el ejercicio investigativo reporta que solo una persona hace parte de alguna organización social y política, siendo esta una asociación de carácter religioso. Adicionalmente, se registra rechazo hacia las gestiones realizadas por parte de las administraciones locales y distritales enfocadas al desarrollo del emprendimiento y las capacitaciones que según los vendedores no impactan de manera real y positiva a la población ya que no ven cómo poner en práctica el conocimiento acumulado, o simplemente no es lo que ellos requieren, esto evidenciado en comentarios en los grupos focales como “nos quieren enseñar a vender, pero llevamos 10 o más años vendiendo en la calle” . Sin embargo, por un lado en el desarrollo de las campañas informativas y en los grupos focales se percibe que la mayoría de población ha recibido capacitaciones dadas las manifestaciones de inconformidad frente a esta propuesta, y por otro lado llama la atención que los resultados derivados de la cuantificación evidencian que tan solo el 9% de la población ha recibido capacitaciones relacionadas con el ejercicio de la venta ambulante y que el 84% de los vendedores encuestados manifiesta interés en recibir capacitaciones en temas relacionados con las ventas como: la manipulación de alimentos, negocios y contabilidad y aspectos relacionados con temas organizativos y de la normatividad vigente. % de la población que ha recibido capacitaciones

9%

% de población que quiere capacitarse

16%

84%

91%

SI

NO

SI

NO

Siendo claro que la mayoría cree que sería bueno capacitarse en algo relacionado con su trabajo, no es buena la percepción que se tiene por parte de los vendedores los proyectos realizados por la administración en este campo. A pesar de la nula organización que se evidenció al inicio del proceso, después de cinco meses de trabajo los vendedores manifiestan la necesidad de organizarse como un


espacio no de representatividad ya que ellos piensan que los representantes no transmiten lo que las bases piensan o acuerdan, sino que deben generarse espacios de formación y discusión entre todos, destacando voceros que lleven sus propuestas y posiciones a las instancias que sean necesarias, así mismo exponen que la organización en Lisboa debe ser un ejemplo de construcción colectiva, de ayuda mutua acorde a los intereses y necesidades de los vendedores. Al respecto María Flores de la Plaza de Lisboa, menciona el papel que deben tener los líderes y las organizaciones: “ (..) preocuparse por los vendedores, mirando cómo estamos trabajando, qué necesitamos, cómo nos puede ayudar. ¿Qué estamos necesitando? Baños, públicos ¿Qué estamos necesitando? Organización entre los vendedores, porque aquí llega a diario mucho vendedor nuevo y muchas veces no es de pronto por egoísmo sino por el espacio tan reducido que tenemos, no puede estar llegando mucha gente porque no estamos y ahí es donde se forman los problemas. Nos estamos apretando mucho y entonces se meten a los puestos y ahí vienen los problemas. Entonces sí nos gustaría que esa parte él nos diera baños públicos, nos diera seguridad para los puestos, que muchas veces viene mucha gente a trabajar y mucha gente viene a robar, entonces eso sería uno de los puntos más importantes, el baño y la seguridad entre los puestos de los vendedores, eso sería muy importante. Eso me gustaría.”

De igual modo los vendedores reconocen que no están solos en la plaza, y que al estar desorganizados afectan tanto a los vecinos de esta como a las personas que trabajan en los locales, y al respecto María Flores enuncia una serie de problemas: “Problemas tenemos con los dueños de las casas, que le incomodamos, sí, es muy cierto, les incomodamos porque nos hacemos ahí. Muchas veces hay garajes y la gente va a sacar los carros, sí, y estamos ahí metidos, no nos vamos a mover y mucha gente le toca salir a coger un taxi cuando tiene su carro y estamos metido en el espacio que a ellos les corresponde, lo sabemos, somos conscientes de eso pero seguimos en la misma problemática ¿Para dónde nos vamos? De todas maneras es un problema” Otro de los problemas que tanto los vecinos como los comerciantes perciben hace referencia a los desperdicios que salen mayormente el domingo, frente al tema en los grupos focales los vendedores han expresado que ellos entienden el problema y expresan que a causa de la desorganización de la plaza surgen estos inconvenientes, pero que ven como la solución a estos problemas y otros relacionados con la convivencia impulsar el proceso organizativo que se trató de generar en los últimos cinco meses.


Plaza de Rincón % De vendedores que pertenece a alguna organización de vendedores

Comparativamente, frente a los resultados de la plaza de Lisboa en Rincón se registra una mayor proporción (15%) de vendedores vinculados a organizaciones referentes a las ventas ambulantes.

1% 15% 84%

SI

NO

NO INFORMA

Es de resaltar que en esta plaza si existe una experiencia organizativa, y se articulaban en la asociación San Isidro Labrador, sin embargo no fue instantánea su formación, por el contrario esta organización lleva varios años funcionado (desde 1993) y se conforma ante la inconformidad de los vendedores frente a otros espacios organizativos, en este punto su líder resalta: “nos fuimos uniendo a (un) sindicato, nos unimos, pero entonces ellos también llegaron un momento en que también, o sea, que reuníamos plata pero para darle a ese sindicato. Entonces nosotros dijimos: No, formemos una vaina que sea para nosotros, que si queremos mandar es para nosotros, entonces empezó la cooperativa.” La organización san Isidro llegó a establecer una seria de normas de convivencias entre los vendedores hasta el punto en que “(…) un día barríamos, o sea un ejemplo. Los martes lo destinábamos para barrer los puestos de tal forma, o sea los puestos con una medida especial y pues más o menos los teníamos bien identificados”. Sin embargo la organización de la cooperativa una puesta por generar espacios para los vendedores sufrió inconvenientes que llevaron a su estancamiento. Al respecto el líder zonal enfatiza en la baja capacidad que se ha tenido por parte de los asociados de articularse en torno a las problemáticas comunes: “Lo dejaban solo, lo dejaban solo. Por ejemplo una organización es pasar ya sea una estructura económica como organización. Ahorita por ejemplo yo era parte de la organización, pero me mandé una vez solo, en una vez que eligieron, me mandé solo y a mí me eligieron de suplente, pero ya a nivel de Suba ¿sí? (…)” De igual modo expone que la organización no puede ser una persona o representante, sino que debe ser algo articulado, que si existe una persona visible éste pueda apoyarse en los demás, en la base, por ello los vendedores le están apostando a revivir la asociación “Pero no ninguno ha sido capaz hasta ahora de decir: no me voy a meter en esto ni nada ¿sí? Entonces yo estoy como esperando, yo ya medio me averigüé los papeles, o sea la señora del que murió no quiso entregar papeles, bueno, listo. Yo más o menos el NIT y


saqué el ¿cómo es que se llama? El certificado de representación, pero lo que nos falta ahorita es, pues organizarnos, no organizarnos sino hacer la reunión para elegir un líder ¿Sí?”. La percepción negativa hacia las organizaciones sociales en el caso del Rincón se deriva principalmente, de escenarios organizativos que han sido permeados por personas con intereses particulares, según un vendedor: “La asociación en la pura verdad se convierte en un negocio ya para X (equis) personas, entonces ya no, no, o sea a mí no me interesa eso, ni me interesa, ni me gusta ese sistema porque se convierte en un sistema de economía para los líderes, para las personas que van a representar”. El éxito de las asociaciones según el mismo vendedor resulta de un escenario de articulación con la alcaldía local y los vendedores, por ello resaltan el proceso que se está gestando y la iniciativa de revivir la asociación san Isidro. Al igual que en la plaza de Lisboa, en Rincón se evidencia rechazo a las intervenciones institucionales, percepción que es resultado de las intervenciones realizadas por pasadas administraciones. Frente al desarrollo de capacitaciones o asesorías referentes a las ventas ambulantes, se registra que menos del 30% de los vendedores ha sido beneficiario de estas, por su parte, el 73% manifiesta interés en capacitarse. Los vendedores que no tiene intención de capacitarse aducen que en anteriores administraciones las capacitaciones han servido para que terceros se beneficien económicamente, mientras que las condiciones de los vendedores permanecen iguales. % de la población que ha recibido capacitaciones 28%

% de población que quiere capacitarse

26%

1%

72%

73%

SI

NO

SI

NO

NO INFORMA

Los grupos focales realizados en el marco del proyecto, permitieron concluir la definición de política que los vendedores atienden, ellos lo conceptualizan como el proceso por el cual de manera colectiva se establecen acuerdos de manera participativa por parte de los actores que se pueden ver afectados por medidas en particular.


Así mismo, los vendedores de las plazas de Lisboa y Rincón (a pesar de que solo el 24.5 % de ellos aduce conocer la normatividad frente al espacio público), reclaman que la política pública hacia los vendedores ambulantes de las alcaldías locales, se han centrado en ejercer la normatividad y la recuperación del espacio a partir de los desalojos y reubicaciones en lugares que no son adecuados para ejercer la actividad comercial. Aspecto que desconoce la realidad económica y social del país.

Autopista norte

Para el caso de los vendedores ubicados sobre la autopista norte, entre el portal norte de transmilenio y el centro comercial Santa Fe, se registra una mayor proporción de vendedores organizados en torno a problemáticas comunes del espacio público y el derecho al trabajo.

% De vendedores que pertenece a alguna organización de vendedores

34% 66%

SI

NO

La asociación Asovenorte que aglutina un importante sector de vendedores del sector de autopista norte, surge hace 6 años en el marco de un proyecto promovido por la administración local, al respecto la representante legal agrega: “La fundamos por la necesidad de que estuviéramos organizados, hicimos un taller en la alcaldía local de Suba y era que si uno no se organizaba nos iban a seguir dando palo”. Sin embargo como proceso organizativo ha tenido inconvenientes y dificultades que han retrasado el cumplimiento de las metas propuestas: “Estoy cansada, cansada, el objetivo no era ese el que buscábamos, la asociación se hizo con otra visión y otra característica, que era salir del espacio público en menos de 4 años haciendo la oferta de empresa hacía la Alcaldía, hacia el IPES diciendo: bueno, tenemos tanta plata, demostremos que somos juiciosos para conseguir dinero, hagamos eventos, hagamos rifas, lo que toque hacer pero conseguir recursos ¿para Quiénes? Para los mismos vendedores y no, el objetivo hasta ahorita no se ha conseguido” Lo anterior permite establecer otras perspectiva dentro de las organizaciones que se han gestado por parte de los vendedores, si bien unas organizaciones buscan dignificar su labor en la calle, Asovenorte se planteaba como un espacio de los vendedores que


buscaban salir de la venta en la calle, aspecto que si bien no se ha cumplido crea un trasfondo organizativo distinto respecto a otras organizaciones. Si bien por una u otra razón su objetivo no se ha cumplido, Asovenorte ha jugado un papel importante en la defensa por el derecho al trabajo de los vendedores y ha generado una estructura interna adecuada para su funcionamiento, aunque tengan problemas como todas las organizaciones. Respecto a la zona de transición que ha sido creada en una parte de la autopista norte, la Asociación ha generado algunas normas con el fin de controlar el uso de cada una de las carpas y del espacio utilizado por los vendedores, por ejemplo "el puesto tiene que ser atendido por el propietario" (si hay empleado, el empleado tiene que irse), esta norma según algunos comentarios en los diferentes grupos focales ha sido replicado en otras zonas de la autopista como punto de autorregulación. Frente a las capacitaciones, en esta zona el 32% de los vendedores encuestados ha recibido capacitaciones, así mismo el 74% está interesado en recibir capacitación sobre atención al cliente y manipulación de alimentos. Los vendedores que rechazan las capacitaciones o asesorías, mencionan no tener tiempo para estas. % de la población que ha recibido capacitaciones

% de población que quiere capacitarse

2% 32%

26%

66%

SI

74%

NO

NO INFORMA

SI

NO


Suba Centro % De vendedores que pertenece a alguna organización de vendedores

40% de los vendedores ambulantes ubicados en la zona centro de la Localidad de Suba, se encuentran asociados en organizaciones referentes a las ventas ambulantes.

1%

40%

59%

SI

NO

NO INFORMA

A diferencia de Lisboa y Rincón, en el sector de suba centro existe una organización que recoge a la mayoría de vendedores presentes en la zona, organización que se configuró en el año 2001 en el marco de todas las presiones vividas por las administraciones distritales, “La Asociación nació con 60 afiliados que iban llegando, y entonces al vendedor, le hemos venido ayudando, bueno, usted tiene que cumplir esta normas primero, si va a trabajar ahí que sea ordenadito, sin registrarlo”. Para poder ingresar formalmente a la organización según su líder deben ser vendedores “Ordenadito(s), vender bien, bien con la gente. Ya cuando usted cumple un mes, o mes y medio que si está cumpliendo, lo afiliamos a la asociación. En una asamblea, se sientan ahí, presentamos los nuevos, ellos quieren hacer parte de la asociación, entonces la asamblea aprueba, entonces es cuando viene el carné y el chaleco.” Lo anterior expone que si un vendedor nuevo desea ser parte de esta organización debe cumplir una serie de normas y requisitos, ya que solo pueden ser asociados personas de la localidad, lo que evidencia limites en su accionar. Al respecto el señor Alirio argumenta que varias veces se han presentado problemas con personas que no son de la localidad, ya que generan desorden y no cumplen con las normas que los vendedores ya han establecido para convivir de una mejor manera. De acuerdo al trabajo de campo realizado se ha podido identificar las principales problemáticas reportadas por los vendedores de esta zona en materia organizativa por un lado problemas externos que pasan por el irrespeto por parte de instituciones como la policía frente a los vendedores y su organización, en cuanto a problemas internos se evidencian complicaciones a la hora de reunirse, dada la imposibilidad de dejar su trabajo por largas jornadas, el tema financiero (presiones por los créditos gota


a gota), discriminación (vendedores nuevos-viejos) falta de convivencia y articulación en el proceso organizativo que se adelanta en la zona. Así como en las demás plazas se ha presentado el tema de los interese particulares que generan rechazo a los procesos organizativos en centro suba se resalta como un problema importante los personalismos por parte de algunos líderes que truncan el proceso. Ante estos inconvenientes los vendedores en un ejercicio colectivo realizado en el marco de la ejecución del convenio han propuesto: • Acompañamiento y articulación real por parte de instituciones como la Alcaldía local, el IPES y líderes serios y dinámicos (reconocimiento por parte del Estado). • Apoyar a los líderes para que no se queden solos asumiendo las responsabilidades. • Financiamiento razonable. • Apoyo a la mujer (no discriminación) La asociación Asovencentro siglo XXI, con aproximadamente 12 años de fundación tiene la mayor cantidad de asociados de la zona; la propuesta central de esta organización se basa en el uso democrático del espacio público, al respecto el represente legal señala: “Para nosotros, si, nosotros esperamos futuro, tenemos que demostrar organización, respeto y orden, tanto en los productos como la forma de la presentación, porque, que es lo que pasa anteriormente, eso montones forman problemática y el comercio formal, que es cuando llama la alcaldía que mire que no están pagando servicios…. todo, bueno todo, y nosotros no, además ese desorden y que estamos vendiendo más barato, entonces nosotros nos autorregulamos que por cuadras hay dos coordinadores, y por decir hay 40 vendedores , y entonces ellos coordinan esa persona ahí, que cumplan, que no peleen , bien ordenaditos, y ellos me llevan esa información porque es cuadrante como manejamos ahí, cualquier anormalidad me llaman a mí, voy a hablar allá, a arreglar eso” (…)nosotros llevamos eso el listado de la gente, nombre, apellido, cedula, dirección donde vive, dirección del trabajo producto que vende y horario. Entonces el vendedor por eso también lo estamos apretando porque es que hay vendedores que les gusta ser buenos, ósea apropiarse de lo ajeno y camuflarse, entonces si un vendedor dice que trabaja desde las 8 de la mañana que él lo dice, no es que nosotros lo inventamos hasta las 8 y se va a la 1, entonces que está haciendo ese personaje está haciendo cosas ilegales, entonces eso es lo que vamos a combatir, entonces se van los de día y automáticamente llegan los de noche, comidas rápidas y están en listado también aparte comidas rápidas, también le daban duro a los cilindros pero nosotros pensamos donde hay una norma que prohíba el cilindro viendo que esto es de empresas legales, y hay el punto es que le decimos a los vendedores vendan producto de calidad, todo reglamentario de higiene, su cachucha que no lo están cumpliendo pero presionar eso”.


Los vendedores perciben de manera positiva el desarrollo de capacitaciones y asesor铆as, en la medida que aporten al desarrollo productivo y personal de los vendedores ambulantes, de acuerdo a esto el 76% de los vendedores tiene intenci贸n de capacitarse. % de la poblaci贸n que ha recibido capacitaciones

% de poblaci贸n que quiere capacitarse

1% 18%

23,6% 0,5% 76,0%

81%

SI

NO

NO INFORMA

SI

NO

NO INFORMA


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