TRAVESร AS Tomรกs Gรณmez Robledo
TRAVESÍAS Tomás Gómez Robledo
Textos por Tomás Gómez Robledo y Héctor Toledano
ALDAMA FINE ART
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Antes
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ibujar en público no se me da, siento que la mano se me entume. Así que me la paso dibujando una y otra vez lo que se ve por la ventana...el árbol, el coche, la banca, el
coche, la banca, el árbol, la puerta, el cielo. En el cuarto de al lado trabaja Aníbal, un pintor abstracto que asocia el arte abstracto con la libertad: “La abstracción no te pone límites”, me dice mientras pone manchas de tinta sobre un papel. Vemos cómo se esparcen y hacen de las suyas. A media tarde llega la visita inesperada de Phil, otro pintor tan libre como Aníbal, aunque en su caso su ser libre consiste en poner las imágenes que quiere con los colores que le venga en gana. Aspira a crear una pintura tan alegre como un mercado sobre ruedas en pleno medio día. Cada mañana sale a la calle y dibuja todo lo que ve: manos o zapatos o grupos de gente o el tránsito de los automóviles en todo su esplendor, como si se tratara de un organismo vivo.
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Todo esto pasaba en un departamento de la calle de Amsterdam, muchos años antes de que la colonia Condesa se convirtiera en “La Condesa”. Era otro mundo, todo sucedía con mayor lentitud. La colonia estaba llena de comercios menudos y de oficios que ya casi se han perdido, como sastres, tapiceros y hasta encuadernadores. El ambiente era relajado de verdad, porque muchos artistas aún podían pagar las rentas. Sólo había unos cuantos restoranes pero todos tenían un carácter local, ya son poco los que quedan. La presencia de la comunidad judía todavía era palpable. Todo eso empezó a cambiar a raíz del temblor del 85. Ahora la colonia vende una imagen que dejó de existir en los hechos hace mucho tiempo. Tanto Phil como Aníbal aprobaban el trabajo del otro, no lo sentían contradictorio ni mucho menos. Tampoco se nos hacía contradictorio que tuviésemos un trabajo que fuese un “trabajo libre”. ¡Un trabajo libre! Nos sorprendía que existiera gente andando tan de prisa. Creíamos haber encontrado un refugio, donde las leyes de afuera no nos alcanzaban. Sobre todo, pensábamos que esa anorexia económica en la que vivíamos sería transitoria. La clase de cosas que piensas cuando eres joven. Qué equivocados estábamos. La obligada dieta monetaria no terminó nunca y la prisa de la gente es cada vez mayor. Hace mucho que dejamos de ser jóvenes. Phil ya se fue de este mundo, se quedaron con nosotros cuarenta años de pinceladas. Todo esto acaba por incidir en el trabajo, pero el trabajo mismo cambia menos que todo lo demás. A fin de cuentas hay que trazar un dibujo, pintar un cuadro.
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Sueños
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or aquel entonces yo empezaba a tener unos sueños, que con el tiempo se volverían cíclicos y recurrentes (hablo de los sueños de cuando dormía, no de los otros).
Soñaba que no encontraba mi coche, lo buscaba por las calles donde recordaba que lo había dejado. A veces, al final del sueño, daba con él. Otras veces manejaba inseguro en una ciudad desconocida, recorría calles que siempre me parecían las mismas y que no sabía a dónde me llevarían. Los demás autos me pasaban zumbando, de prisa, parecían decirme que ellos sí sabían a dónde iban. En otro de los sueños todo estaba bien, salvo que el coche no era mío y me hacía sentir incómodo al volante. Se les puede considerar sueños de incertidumbre, que aún ahora siguen llegando. Ya se sabe que a todos se nos ha quedado algo en el camino y que más de una vez hemos perdido el rumbo, pero no entiendo su insistencia en ciertos momentos, ni por qué de pronto vienen y de pronto se van. Aunque la pintura no explica nada, ayuda a que se nos olvide la necesidad de explicar.
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Tarot
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veces iba a ver a Julieta para que me leyera las cartas. La encontraba en el “Café de Nadie”, en una de las mesas del fondo. “¿Busca usted un lazarillo para su destino?
Siéntese y pregunte.” Para ella juego y ceremonia no eran más que dos caras de una misma moneda, no necesitaba disfrazarse de gitana para convencernos de que era una vidente de verdad. Con un aire entre solemne y relajado iba señalando mi futuro. Todo bien cuando las cartas decían lo que yo deseaba, pero no siempre era así. Cierto día, en lo que podríamos llamar una lectura de rutina, se frenó en seco y me dijo: “ten cuidado esta semana”. Entre la Torre y la Luna, el Vagabundo (mi carta) estaba de cabeza. Y tal cual, a los pocos días pasó eso de lo que había que cuidarse. Andaba en mi coche por lugares no muy transitables, la advertencia de Julieta me salvó de un asalto. Fue, como en los sueños, un caso de “coche extraviado”, en su acepción “conducir por un barrio desconocido y peligroso”. Sólo que no fue un sueño de almohada y pudo haberse convertido en una pesadilla de verdad de no haberme alertado el Tarot.
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Todavía con el susto en la frente llegué al “Café de Nadie”. Julieta al verme me dijo, como si cualquier cosa: “Ah, se ve que ya pasó lo que decían las cartas. Siéntate, pide algo”. Lo cierto es que pudo haber sido cualquier otra cosa. Todo el tiempo está pasando algo que no tiene más sentido que el que decidimos darle. Al igual que en este oficio, en la vida nos empeñamos en encontrar la forma de que las cosas digan algo coherente, nos angustia la dispersión y el vacío. La mente lo acomoda todo de un modo muy similar a como el pintor acomoda las líneas y los colores dentro de una tela. Nos resulta indispensable, literalmente, que cuadren. También la percepción de un cuadro sólo existe en la mente, aunque el cuadro exista en la realidad. Por eso ninguna obra es la misma para los diferentes ojos que la contemplan.
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Ingrid
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onozco a Ingrid desde hace ya tiempo, incluso en una época compartimos taller. Entonces me di cuenta de que nuestro trabajo miraba para sitios similares. Ella tam-
bién dibujaba coches y gente caminando, gente más o menos aislada. Aunque se tratara de una multitud, el aislamiento estaba garantizado. Vamos caminando rumbo a su casa, quiere enseñarme un cuadro que no sabe si está acabado. Mientras caminamos veo cómo se fija en las sombras de los árboles y en un grupo de gente que está sentado en un café, platicando. Parece conocer a uno de ellos y lo saluda de lejos.
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Un cuadro inconcluso...con el dibujo no pasa eso. Su carácter de cosa inmediata hace que lo puedas resolver en unas cuantas líneas. La pintura está obsesionada con la ambigüedad del cuadro terminado desde hace ya más de un siglo. Fue entonces cuando el tema principal de la pintura se volvió la pintura misma, así que la nitidez de lo representado o incluso el hecho de cubrir o no por entero la tela, se volvieron parte de la propuesta plástica. De ahí que los cuadros se pudieran trabajar indefinidamente, o no terminarse nuca, simplemente “abandonarse”. Ingrid vive sin prisa, cómo envidio eso de ella. Nuestras semanas tienen el mismo número de días, sin embargo las mías se agotan antes incluso de haberlas empezado. Cuando entramos en su casa, veo el cuadro en el caballete. Me parece más completo que un cuadro terminado al que todavía se le ve el proceso. “Ingrid, por favor ya no lo toques”.
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Ahora
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o todo en la pintura se resuelve a base de figura o abstracción, hay quienes van de lo uno a lo otro sin sentir que por eso estén cruzando algún tipo de frontera. Es
el caso de José. A principio los cuadros de José alternaban lo abstracto y lo figurativo, pero ahora esas oscilaciones conviven en la misma obra. Para él, figura y abstracción no son más que los dos extremos de un mismo puente que va de ida y de regreso. Veo a José con frecuencia, cada semana paso a su taller a dibujar. Después de una buena sesión, me ocurre que todo lo que veo se me vuelve “pintable”. Como cuando vamos al cine y después de salir, a lo largo de la siguiente media hora, todas las imágenes parecen ser una continuación de la película. El ojo conserva el enfoque, como si se calibrara. Dibujar es parecido a andar tocando puertas, movido por la esperanza de que alguna se te llegue a abrir. Nunca sabes cuál es la puerta que te va a dar entrada, llegas a pensar que lo mejor es dejar de insistir. Pero sabes que lo esencial a fin de cuentas es estar ahí cuando se abra. Salir todos los días con tus redes a tratar de atrapar un pájaro que tal vez no exista.
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Ver borroso
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a miopía ha tenido un papel relevante en el arte moderno. Monet, Bonnard, Matisse y Orozco, entre otros, eran miopes extremos; lo cual no ha pasado desapercibido para la his-
toria del arte y menos para un miope como yo. Ya se han realizado estudios serios sobre el asunto. Bien podría resultar que las transformaciones estéticas que se atribuyen a un sinnúmero de circunstancias históricas respondan en realidad a una peculiaridad fisiológica, que casó por los azares del destino con la sensibilidad de su tiempo. Existen todo tipo de miopías: la de los que pintan reflejos porque sólo ven reflejos, la del autor frente a su propia obra, la del público frente a la obra de los demás, la de una época frente a los artistas que no encajan en sus moldes establecidos. Todas las vistas son miopes, sólo que de diferentes maneras. Que cada quien encuentre la miopía que mejor le cuadre.
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La noche
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ntonio Saura decía que se despertaba muy temprano, antes del amanecer, y que esas primeras horas del día eran las que más le gustaban, porque aún no empezaba la jor-
nada para los demás y entonces se sentía más dueño de todo. A mí me pasa lo mismo, sólo que al revés. En la noche, cuando salgo del taller y ya no hay movimiento, los semáforos pasan del rojo al verde para ninguno y del verde al rojo otra vez para nadie. Qué bien luce todo entonces, las calles se vuelven más habitables. A veces es mejor ver de menos que de más. De un tiempo a acá he venido separando ciertos dibujos y los guardo en un sobre con la idea de hacer algo con ellos. Son dibujos de momentos muy diferentes, las técnicas también varían: van del carbón al grafito, de la tinta china al bolígrafo. Surgió la idea de hacer con ellos un libro que no respondiese necesariamente al concepto de un catálogo, es decir, que no fuese una mera acumulación. Que las imágenes fueran relacionándose entre sí, emparentándose, con el fin de dar una ambientación, una atmósfera, un clima visual. Y así los textos que las acompañan son exactamente eso: un acompañamiento, un discurso paralelo que habla de los sitios y ambientes que motivaron dibujar estas imágenes. Hablan de lo que ha estado alrededor de la práctica del dibujo, de la mía y la de muchos otros. 50
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Tomás Gómez Robledo Travesías
1 2012 Tinta y acrílico sobre papel 42 x 57 cm
4 2012 carbón 41 x 28 cm
7 2012 Pastel de óleo sobre papel 33.5 x 20 cm
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2 2012 Tinta y acrílico sobre papel 20.5 x 27 cm
5 2011 Tinta y acrílico sobre papel 50 x 45.5 cm
8 2012 Tinta sobre papel 43 x 28 cm
3 2012 Carbón sobre papel 43 x 28 cm
6 2011 Tinta esgrafiada sobre masonite 20 x 25 cm
9 2012 Pastel de óleo sobre papel 29.5 x 28 cm
10 2011 Lápiz sobre papel 21.5 x 28 cm
13 2012 Pastel de óleo sobre papel 28 x 33 cm
16 2012 Carbón sobre papel 43 x 28 cm
11 2012 Lápiz sobre papel 28 x 20 cm
14 S/f Tinta y acrílico sobre papel 33 x 44 cm
17 2011 Tinta sobre papel 28 x 46 cm
12 2012 Tinta sobre papel 19 x 26 cm
15 2012 Tinta y acrílico sobre papel 50 x 65 cm
18 S/F Tinta y acrilico sobre papel 33 x 41 cm
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19 2012 Carbón y pastel sobre papel 28 x 43 cm
20 2011 Carbón, tinta y acrílico sobre papel 50 x 54.5 cm
21 2011 Tinta y acrílico sobre papel 43.5 x 29 cm
23 2012 Tinta y acrílico sobre papel 50 x 62 cm
24 2012 Tinta sobre papel 26.5 x 21 cm
25 2012 Tinta sobre papel 28 x 21.5 cm
27 2012 Pastel de óleo sobre papel 43 x 28 cm
28 2012 Pastel de óleo sobre papel 32.5 x 24.5 cm
29 2012 Tinta y acrílico sobre papel 22 x 28.5 cm
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22 2010 Tinta y acrílico sobre papel 42.5 x 28 cm
26 2012 Tinta y acrílico sobre papel 50 x 52 cm
30 2011 Carbón sobre papel 43 x 28 cm
31 2012 Tinta y acrílico sobre cartón 25 x 29 cm
32 2014 Tinta sobre papel 21 x 29.5 cm
33 2012 Tinta y collage sobre papel 32 x 22 cm
34 2011 Tinta esgrafiada y collage sobre cartón 32 x 29.5 cm
35 2014 Tinta sobre papel. Scratch 30.5 x 22.5 cm
36 2012 Tinta sobre papel 30.5 x 22.5 cm
37 2012 Pastel de óleo sobre papel 28 x 41 cm
38 2012 Carbón sobre papel 43 x 27.5 cm
39 2011 Lápiz sobre papel 21.5 x 27 cm
40 2010 Lápiz sobre papel 28 x 42.5 cm
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Créditos Resultado de tres generaciones de marchantes de arte, la galería Aldama Fine Art es un foro para la plástica contemporánea que difunde expresiones plurales de creadores mexicanos e internacionales. Su misión es orientar al coleccionista moderno para que consolide un patrimonio visual.
Coordinación editorial Aldama Fine Art Diseño editorial Laura Rebeca Patiño Cuidado de la edición Gustavo de la Peña Adriana Cataño © D. R. Aldama Fine Art ALDAMA FINE ART
Palacio de Versalles 100 L-B Ciudad de México 11930 www.aldama.com info@aldama.com Esta obra no puede ser fotocopiada ni reproducida total o parcialmente, por ningún medio o método, sin la autorización por escrito del editor. This work may not be reproduced, in whole or in part, in any form, without written permission from the publishers. Octubre de 2016
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