HELIO Nº 3

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Nยบ 03

CARATULA VIRNA FLORES

S/.

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Pág. 80

FiorelladeFerrari

Hay muchas formas de tacto. Está el de los moretones, esos que me hago no sé cómo; el de las picaduras que rasco y rasco. El de las cosquilas que me ahogan


PĂĄg. 50

DavidFischman El estilo encierra una paradoja: aquel que lo busca nunca lo alcanza y el que aquel lo alcanza nunca lo busca. En esencia, el estilo proviene de nuestra capacidad de ser autĂŠnticos.




12 Libreta de copas

El pis de los ángeles es rosado. Eso dice Guillermo Giacosa, el periodista argentino que luego de publicar su Autobiografía no autorizada nos enseña a preparar un Xixi do Anjo (pis de los ángeles en portugués).

22 Elvira responde

Chicas Buenas

Nos encanta verlas mucho. Que vamos a hacer: tenemos pupilas soñadoras. Vanesa Jerí posa sin falso pudor para el lente de Luis Felipe Soto y produce un terremoto (Cámara pocket, pág. 16). No menos deshinibida, la modelo tilsa lozano posa para una sesión de alto vuelo(Señorita Heio, pág. 44).

PhD Elvira Faucett se enfrenta en esta edición a ese tipo de preguntas desconcertantes, entrometidas y estúpidas que jamás te atreverías a hacer en público por miedo a parecer ignorante, machista o simplemente, ridículo.

24 Visión Nocturna

De noche todos los gatos son pardos. Nuestro corresponsal recibió en esta edición la delicada misión de visitar en el Bar Om, no para buscar gatas sino para hacer un mantra en medio de un desfile de bikinis.

26 El diario de Natacha Merritt

Natacha Merritt sacudió Estados Unidos hace cinco años con un libro titulado Digital Diaries. En dicho diario esta chica de 23 años documentó con detalle su vida sexual. Hoy regresa con un nuevo proyecto fotográfico.

32 La ciudad más tecnológica del mundo

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En Malasia queda Kuala Lumpur, una ciudad que parece vivir en el futuro. Juan Pablo Meneses viaja a esta zona clave de los negocios en el sudeste asiático, para comprar una cámara digital y de paso contar cómo es la vida para los malayos.

40 Pecados Capitales

Este no es un listado de mandamientos sino de pecados. Antes de saber a dónde ir y qué comer, aprende qué no hacer en las metrópolis que visitarás pronto. La elegida del número: La Habana.

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50 Instrucciones para ser un loser

Tenemos tanto que aprender… Pero la autoyuda cansa, así que Helio te propone lo siguiente: la gente de éxito te dice qué hacer para fracasar. Saca tus propias conclusiones. Invitado: David Fischman

52 Los marineros sentimentales

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¿Qué hace uno que quiere ser marinero en un país que no tiene mar? Un reportero viaja a las alturas de La Paz y el Lago Titicaca y pasa dos días con la Armada de Bolivia. Un país que sueña con recuperar algún día una salida al mar.

62 Espacio Vital

Surgido en los años setenta en Norteamérica el concepto genuino de un Loft es convertir un edificio industrial en un espacio habitable. En esta edición Orry Dajes un arquitecto que vive Nueva York nos invita a conocer su Loft en Lima.

64 Galería Portátil

Es simple. Uno: le dimos un celular con cámara a un fotógrafo. Dos: el fotógrafo se puso a jugar. Tres: publicamos las fotos resultantes. Andrés Longhi habla de los puentes a través de una cámara que cabe en la palma de la mano.

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70 Cocina Veloz

Comer rico no es una cuestión de dinero. Víctor Bendezú lo demuestra en cinco minutos con una Ensalada fresca de pulpo y salmón que puede preparar este verano. Quedará muy bien frente a sus amigos.

78 Sexo

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Rocco y Nacho, son dos actores que representan dos generaciones en la industria del porno español. Gabriela Wiener, a riesgo de perder la poca honorabilidad que le queda, hace el papel de pornogroupie advenediza.

80 Sentido Alerta

Es el sentido más desarrollado en las mujeres y uno de los que privilegian más a la hora de amar. La actriz Fiorella de Ferrari ensaya unas palabras sobre lo que representa el tacto para ella.

Estilo

Nos sumergimos en La Vinoteca para buscar el Chardonnay, Merlot y Sauvignon ideal para esa cena. (Estilo Helio, pág. 68). El mundo en sus manos: gracias a los mouses más modernos y curiosos del mercado tomamos por asalto el mundo virtual. (Cachi Bytes, pág. 72).

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Año 1 Número 3 Diciembre 2005

Director de Edición Juan Manuel Robles

jrobles@revistahelio.com Subdirector Daniel Flores Bueno Productor General Ernesto Barraza Eléspuru produccion@revistahelio.com Redactora Fabiola Noriega Diseño y diagramación Aldo Guazzotti Escritores Daniel Flores Bueno Luis Felipe Gamarra Juan Pablo Meneses Sergio Vilela Gabriela Wiener Fotógrafos José Carlos Alva Fergan Chávez Miguel José Flores - Manuel Argüelles Grace Hoyle Yayo López Milene D’ Oryol Adrián Portugal Luis Felipe Soto Ilustradores Cristian Alarcón Sheila Alvarado Eduardo Menéndez

Director Gerente Martín Iriarte Baca

miriarte@revistahelio.com Directora de Publicidad Ana Pazos Pastor ana@pazospublicidad.com 421-5654 / Telefax: 421-1852 / 9739-4395 Mariella Flores–Guerra 9729-0506 Astrid Terkes astrid@pazospublicidad.com 9514-2081 Erika Delgado Ramírez 9332-0019 Asesoría Comercial y Marketing M.B. Mercadeo Inteligente. Telefax 271-9577

Producción General Cajanegra Producciones contactos@cajanegraproducciones.com www.cajanegraproducciones.com 99579571 - 93100636 Preprensa e Impresión Cimagraf Helio es una publicación de M.B. Mercado Inteligente S.A.C. Calle Doña Elvira 131-4, Urb. Los Rosales, Santiago de Surco. Telefax: 271-9577 Hecho el depósito legal N° 2005-7869 Helio no se solidariza necesariamente con el contenido de sus artículos que son responsabilidad exclusiva de sus autores. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido sin autorización de la empresa editora.

www.revistahelio.com contacto@revistahelio.com

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Anahí nuestra de cada día apareció en las páginas interiores de nuestra revista como la vecina a la que espiamos por la ventana cuando se pasea en ropa interior por la cocina, la sala o su habitación. Una invitación a conocer la otra cara de esta chica de la televisión. Hablando de tele, Mavila Huertas sufrió a la hora de decirle adiós a su minifalda asesina. Una noticia que jamás narrará en pantallas. La actriz Vanessa Saba ensayó unas palabras sobre la voz, el pintor Carlos Revilla nos enseñó a preparar un B52 a base de Bayleys. Desde México Francisco Vásquez Mendoza nos contó la verdadera historia del Zorro. Bernardo Roca Rey nos instruyó con tips para fracasar y nos dimos el gusto de publicar un clásico del periodismo: Gay Talease y Nueva York. Así es Helio. Sabemos lo que nos gusta. Es todo.

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Cada día mejor. Se extrañaba un medio de esta calidad fotográfica y de diagramación. Personalmente, reemplazaría algunas secciones demasiado light. ¡Bienvenida Helio! Rocío Parra Guzmán

Artículos de interés más originales que cualquier otra revista, nuevos personajes y chicas bonitas. Además, las fotos son de lo mejor. Jacob Saca

Conocí recién la revista por un amigo y me parece irreverente muy buena onda. Sigan así, se nota que pueden dar mas, y ni que decir de las fotos de la querida. Marco Velarde

La sección Elvira Responde me parece por lo demás extraña y sin precedentes. Muy osada realmente para mi gusto. A parte de eso, excelente calidad de impresión y fotografía impecable Ralph Grayson

En estos días que a todos les gusta complicarse la vida, Helio hace que no nos tomemos las cosas tan a la tremenda. Felicitaciones a todos por entregarnos esta cápsula de 90 páginas Daniel San Román

Felicitaciones, muy buen esfuerzo y excelentes resultados. Sólo les pido un favor: ¿podrían incluir un poco más de crónicas? Luis Guillermo Castillo

Me parece una buena revista ligera, y destaco, sobre todo, la sección fotográfica Señorita Helio. Magno García Chavarri

La revista me parece interesante pero incluiría un segmento de cine, para los amantes de las buenas películas. Miguel Ruales

¡Oigan! La revista está “paja”, pero el tamaño de las letras no las podrían hacer más grandes. Me he roto los ojos tratando de leer. ¡Piensen un poquito más en los cegatones pues!. Edgar Alfaro Montoya

Me parece una revista bravaza. De verdad está muy chévere y tanto Anahí como Milene están !puuuuff! Buenazas. Me gustaría encontrar un toque más de moda juvenil. Javier Roggero Dupont

Fresca, desabrochada, sin alarde intelectual y con esa estricta dosis de frivolidad “cool” que a todos nos gusta. Alan Avila Oda Las cartas dirigidas a la dirección editorial pueden enviarse a la dirección de correo contacto@revistahelio.com, incluyendo nombre, teléfono y documento de identidad. Los textos podrán ser editados, resumidos, mejorados y /o embellecidos por los editores.


Daniel Flores Bueno

Tiene un cajón de percusión con el que escucha a Caitro Soto y también un asiento en su carro para su hijo menor que no cede a sus amigos. Enseña periodismo en la UPC y ha publicado sus crónicas en Gatopardo, Rolling Stone, Maxim de España, revista In y Qué Pasa de Chile. Ha sido dos veces becario de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.

Luis Felipe Gamarra

Llegó al periodismo de casualidad, el día que alguien le dijo que era bueno para investigar. Desde entonces, ha trajinado por varias unidades de investigación. Caretas fue su escuela y Panorama su segunda casa. Este año viajó a Buenos Aires para seguir un taller con el reportero de guerra Jon Lee Anderson. Prepara un libro de perffiles junto al cronista Juan Manuel Robles, con la editorial Planeta.

Juan Pablo Meneses

En medio de sus viajes a Kuala Lumpur, Sao Paulo, Santiago y otras ciudades de América Latina, Asia y Europa decidió comprarse un clarinete. Es autor de los libros ‘Equipaje de mano’ (Planeta Chile, 2003) y ‘Sexo y poder, el destape chileno’ (Planeta Chile, 2004). Escribe para las más importantes revistas de habla hispana. Ha sido invitado a España para dictar un taller sobre crónicas de viaje el año que viene.

Sergio Vilela

Acaba de comprarse un saxofón. Comienza de esta manera una nueva etapa en su vida, luego de dejar su trabajo como editor en la revista peruana Etiqueta Negra, para tomar las riendas de la editorial Planeta, sección Perú. ‘El Cadete Vargas Llosa’ es su primer libro. Ha publicado crónicas y artículos de opinión en importantes medios de América Latina y Europa.

Gabriela Wiener

Es redactora de planta de la revista Lateral de Barcelona y blogger invitada de Club Cultura. Ha publicado en el Magazine de La Vanguardia, Letras Libres, Primera Línea, Paula , El Ajo, El Universal (México) y Travesías (México). Una crónica suya obtuvo una mención en el Premio Nuevo Periodismo 2004. Actualmente prepara un libro para la editorial Martínez Roca.

Cristian Alarcón

Artista plástico. En el 2003, obtuvo el segundo premio en el VI concurso “Pasaporte para un artista”, de la Embajada de Francia. Eso le permitió recorrer Europa y conocer, entre otras, la ciudad de Barcelona, un lugar al que pretende retornar tarde o temprano para buscar a una musa a la que aún no conoce, pero que está seguro de encontrar.

Sheila Alvarado

Tiene el cabello tan largo que parece el personaje de un cuento de hadas. Obtuvo la medalla de plata de la especialidad de Grabado de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Ganó el primer lugar en el concurso de arte Something Special Whisky 2004, y fue dos veces finalista del Concurso de Fotografía Luis Felipe Cueto. Ha ilustrado libros de cuentos para la editorial Norma.

Eduardo Menéndez

Artista audiovisual y músico Realizó estudios de piano y armonía con J. L. Madueño, y en la Escuela Nacional de Música. Director del proyecto artístico Santos Media (2001-2004). Ha ilustrado en Santillana, Norma y El Comercio. Desde 1998, participa en exposiciones colectivas. El 2004, obtuvo una Mención Honrosa en la Primera Bienal Nacional de Cine y Video (2004) en la categoría Video Clip.

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José Carlos Alva

Siguió estudios de publicidad en la UPC, que dejó para estudiar fotografía. Ha trabajado para la agencia de modelos Mega de Miami, la revista Magazine de España, Somos y Para ti de Perú. Afirma que quiere ser alcalde de su distrito. Mientras tanto, divide su tiempo en aprender a diseñar páginas web y hacer dirección de fotografía, además de capturar imágenes para Helio.

Fergán Chávez

Luego de especializarse en Dirección de Fotografía en Argentina, ejerció su profesión en diversos cortometrajes peruanos. Así, fue ganando reputación y también premios, hasta que le llegó la hora de probar su talento en el largometraje peruano más taquillero del 2005: ‘Mañana te cuento’, una película con imágenes inolvidables que, sin duda, tienen su sello.

Milene D’ Oryol

Estudió Psicología en la Pontifica Universidad Católica del Perú y cursos de arte en el Washington School of Arts. En los últimos diez años, ha recorrido como fotógrafa diversos lugares del Perú y el mundo. Ha publicado en la Revista Somos, Rumbos, Bienvenida, Viajeros, Primera Clase, Caretas, Viajes, Detalles, National Geographic, Latitudes, Taca, Welcome, Avianca y Travesías. Miguel José Flores En la redacción del diario La República recuerdan su cabeza calva. Hay que ver su melena ahora. Hace un año, Miguel José vio fortuna en un revés del destino: la revista en la cual se desempeñaba cerró. Sin más, Miguel José creó un estudio desde donde ha ganado a pulso algunos de los mejores contratos del medio limeño. Ninguno de sus pelos rima con tonto.

Jose Manuel Argüelles

Lo de José Manuel es casi fotografía por adicción, y varios han seguido tan apasionado culto. Una docena de medios limeños, entre ellos las revistas Somos, Para Ti, Cásate y Punto y Caretas publican todo lo que sus disparos atrapan. Comenzó a estudiar fotografía en Lima, luego lo hizo en Nueva York y Argentina. Hoy codirige uno de los estudios más agitados del país.

Grace Hoyle

Sus más grandes pasiones son la fotografía, la moda y su hijo de tres años. Estudió fotografía y modas en Nueva York. La primera en el School Visual Arts y la segunda en Fashion Institute of Design. Actualmente, colabora para las ediciones especiales de Etiqueta Negra y diseña zapatos para una marca propia llamada Misk-Ay. En sus ratos libres, usa zapatillas.

Adrián Portugal

Disfruta tomar cualquier tipo de fotos, ya sean campeonatos de “perreo”, persecuciones policíacas, producciones de moda o políticos grises que suelen decir mentiras. Egresado de la Pontificia Universidad Católica, ha realizado varios documentales de video. Trabajó en el diario Correo de Lima y en la revista Magaly. Actualmente es fotógrafo del diario La Primera.

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FOTO: GRACE HOYLE

Guilermo Giacosa es conductor de televisión. Estudió Ciencias Políticas, pero desde siempre se dedicó al periodismo. A pesar de no ser partidario de los tragos dulces, en su bar —un pequeño estante que duerme entre sus libreros— nunca faltará una botella de Cassis y la buena disposición para compartir.

El Xixi do Anjo según

Guillermo Giacosa

El pis de los ángeles es rosado, de eso nadie tiene la menor duda. Quienes lo han visto fueron los que crearon este trago, el Xixi do Anjo. En portugués es un nombre precioso, lástima que una vez que lo traduces suena horrible. Yo lo probé en Diana Cazadora, un bar de Sao Paulo

donde se hacía sambao. Esa noche aparecieron cuatro tipos, que terminaron siendo los MPB 4 —una banda de música popular brasileña maravillosa— con quienes acabamos la noche cantando samba y tomando Xixi do Anjo. Bueno, yo hacía ruiditos nomás, porque para eso soy una bestia.

Cualquier momento es perfecto para tomarlo. Pero ojo,

tienes que estar en Brasil, escuchando samba. Y si es posible, en algún lugar cerca de la playa, junto a una garota. Un solo Xixi sabe a poco, pero con dos te puedes emborrachar y lo más seguro es que te enamores.

El paisaje y el gusto son un estado del alma. A mí este trago

INGREDIENTES Una medida de leche de coco. Es muy sabrosa, pero atención: no debe ser confundida con el agua de coco. Se agregan 2 o 3 cucharadas de leche condensada, para darle dulzura. Enseguida se vierte una medida de cachaça y se mezcla todo suavemente, al ritmo de una bossa nova. Finalmente, unas gotitas de licor de grosella —el mismo con el que se prepara el Kir Royale— para darle el color de los ángeles.

me pone muy bien. Yo creo que si Dios nos hubiera puesto a todos un par de gotitas de alcohol en la sangre, la vida sería distinta.

Una mujer para compartir un Xixi do Anjo Guillermo Giacosa invitaría a la Garota de Ipanema —Helôisa Menezes—, la menina que inspiró la célebre canción.

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CAMIS

Salim Vera

A Fecha de adq uisició año 20 n: 00 Lugar de com pra: tienda Za Materia ra, Miami l: Talla: S Algodón mall

a bordada

Salim Vera es el vocalista de la banda Libido. También es un fanático de la ropa sin arrugas. Detesta los ganchos de colgar, pero en su guardarropa lo primero que se ve es una plancha. Salim es un hincha de las zapatillas Converse: en su closet hay nada menos que tres pares, todos negros y muy parecidos entre sí.

“C

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ompré esta camisa hace cinco años, pero ya es momento de descartarla. Está muy ‘quemada’. No me malinterpreten, quiero decir que ya la he usado demasiadas veces. Creo que solo me da pena botarla por el bordado de dragón. Aunque podría recortarlo y reciclarlo ¿no crees?

Siempre me preguntan si el de la camisa es el mismo dragón

que tengo tatuado. La verdad es que no es el mismo, pero se parecen. Yo tengo algo con los dragones: fue por eso que la compré.

Con esta camisa he dado muchos buenos conciertos (y también

muchos malos). Lo feo de esta camisa es que siempre, por más que la lavo a mano con cariño y cuidado, siempre me sudan las axilas y se forman dos grandes mancha. Y eso que es 100% algodón.

Esta camisa me hace pensar mucho en el segundo disco que sacamos, Hembra. Me trae recuerdos de cuando ganamos el primer premio de MTV. Fue en esa oportunidad, en Miami, que la vi y me gustó tanto, que tuve que pedirle prestado a mi manager para comprarla. Una vez, en un concierto, una chica bastante ebria se subió al escenario y se colgó de mi cuello. Quería besarme a la fuerza. Cuando los de seguridad quisieron sacarla, me dio un tremendo arañón en el cuello. Ese día tenía puesta la camisa. En realidad, no fue nada serio: cosas que pasan en los conciertos. Ahora me da risa. Si quieres saberlo, no me he revolcado con esta camisa. Pero le ha caído de todo: aceite, café, leche, un poco de lejía por ahí…

Yo tenía la idea de botarla en uno de mis conciertos. A veces, así

foto: miguel josé flores y manuel argüelles

is desecha su cam

me deshago de la ropa que ya no voy a usar: en la última canción me la saco, me limpio el sudor de la cara y se la aviento al público. La gente la recibe feliz. Creo que ese es un muy buen final para cualquier prenda.


FOTOGRAFÍAS DE LUIS FELIPE SOTO

El símbolo sexual de la serie Así es la vida pasó algún tiempo entre cuatro herméticas paredes de del fotógrafo de Helio, un hombre sensible, amante de los planos cerrados y las miradas salvajes. Vanesa Jerí demostró ser juguetona, versátil, audaz, y muy segura de sí misma. Dejó claro también que sigue causando terremotos.

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¿Mi cuarto? Algo simple, lo más sencillo del mundo. En la mesa de noche, suele haber un vaso de leche fresca. Tomo litros de leche, y siempre un vaso antes de dormir. En la cabecera de mi cama, tengo siempre un brasier blanco. No sé por qué: digo que me lo pondré después de bañarme pero se queda allí, inmóvil, hasta el día siguiente. Cuando me acuesto, mi vista se queda en el pelotón de cinco muñecos: el elefantito, el oso, el gato, el mono, y ese peluche que tiene zapatillas de fútbol. Todos ellos son regalos de admiradores. ¿Quiénes son los admiradores? Mejor no los menciono: algunos son conocidos. Cuando me levanto, me pongo mis pantuflas rosadas (adornadas con unas florcitas rojas). No, no creas que duermo con babydoll. Me tapo toditita para descansar. Siempre he pensado que la sensualidad va por dentro. ¿Tú que piensas?

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El otro día escuché decir a mi hijo adolescente que era una lástima que en Lima no hubiera fiestas arco iris. ¿Qué es exactamente una fiesta arco iris?

cavidades vaginales pequeñas, como para compensar. Quizá por eso, en las filosofías orientales se enseña a introducir el pene en la vagina semi erecto, de manera que la erección va creciendo al interior, como parte de la estimulación sexual. Sobre el resto de mortales, no puedo afirmar nada científicamente, pero el margen de error de mis autodidactas mediciones es bajísimo. Luego de los orientales, in crescendo, yo ubicaría los americanos, que —con grata excepción de los cubanos, que llevan piezas antológicas— se manejan, en promedio, órganos genitales estándar, entre los 10 y los 15 cm. En mi ranking personal, luego figuran los europeos (con los alemanes, literalmente a la cabeza), dueños de auténticas varas venosas que —más anchas que largas— tienen de qué alardear: 12 centímetros en agua fría. Abandonada la flaccidez, las santas vergas europeas suelen rozar los 20 centímetros. Cosa seria ya son los africanos, especialmente los de Sudáfrica y Madagascar, ejemplares cuyos penes —por su color bruno y tamaño desmesurado— simulan ser botellas familiares de Pepsi (no retornables). Ese falo negro y brilloso acostumbra medir —persignémonos— de 23 a 28 cm.

Digamos que Mónica Lewinski es la Yola Polastri de las Fiestas Arco iris. Siete años después de su épica proeza mamona, la célebre becaria de la Casa Blanca ha inspirado, sin proponérselo, las dinámicas de los nuevos (y nadita escrupulosos) divertimentos de los adolescentes de Estados Unidos. Según Paul Ruditis, autor del polémico ‘Rainbow Party’ (mayo, 2005), cuando los muchachitos de este siglo se reúnen, ya no se debaten en esos juegos del tipo ‘policías y ladrones’, ‘mata gente’ o la ‘pega inmóvil’, sino que condimentan sus cumpleaños escolares con un pasatiempo bastante más audaz: el show de la fellatio. ¿Cómo así? En una Fiesta Arco iris, chicos y chicas se sientan y hacen girar una botella en procura de castigos consabidos. Las ¿castigadas? deben bajarle los pantalones a sus ¿víctimas? y masajearles oralmente el penecillo. El detalle del servicio radica (de ahí lo de Arco iris) en que cada muchachita debe aplicarse un lápiz de labio de distinto color antes de iniciar su candoroso golo-golo, con la finalidad de dejar una marca distintiva, un pictórico anillo de garantía al rededor de los firmes pipilines concursantes. Al final, el vencedor será el chico que tenga tatuados más círculos en la pija. Ojo, he aquí una variante: si en la fiesta solo hay un hombre, son las mujeres las que miden sus talentos, y ganará aquella que sepa colocar la marca colorida más profunda; es decir, la que acerque más su pintarrajeada boca quinceañera a la base de ese joven, tembleque y no menos afortunado falo aprendiz. Le aseguro que si usted asiste a una Rainbow party se quedará —igual que las jovencitas— con la boca abierta.

Viajaré a Cali el próximo mes. ¿Qué probabilidades hay de que muera o sea herido de bala?

Cali es Los Olivos de América del Sur. Un lugar bacán, pero con mala fama. Las probabilidades de que te ocurra algo dependen exclusivamente del Cali en el que decidas aterrizar. Está el Cali playero, cocotero y caliente que aparece en los trípticos turquesa de las agencias de viaje, y que promete una farra salvaje, tipo Wild On parecido al que se ve en E! Enterteiment TV. Pero también está el Cali de las crónicas policiales de El Tiempo, donde los carteles de droga y las mafias pandilleras pueden llenar de plomo tu incandescente corazón de turista desarmado. Según la revista The Economist, es Medellín y no Cali la ciudad más peligrosa de la región. Los índices de violencia son en ambas considerables, pero, vamos, tampoco se trata de Tel Aviv, Bagdad o Beirut. Por último, si hubiésemos crecido, no sé, en la tranquila Luxemburgo, la ciudad más segura del mundo, serían comprensibles las previsiones y el cálculo viajero, pero si uno se ha educado urbanamente en la Lima de los ochenta, la cuna de los coches-bomba y de los secuestradores al paso, alguito de experiencia ha acumulado en el pasatiempo de sobrevivir, sortear y evadir balazos.

He escuchado a mis amigas comentar que los hombres japoneses o chinos tienen el miembro sexual más pequeño que el resto de mortales. Quisiera saber si esto es cierto porque no me consta. Es absolutamente cierto. Llevo años realizando un minucioso trabajo de campo a ese respecto, y puedo afirmar, sin amagos de duda, que los orientales (los japoneses antes que los chinos) son portadores de miembros diminutos, cuya longitud oscila entre los 8 y 10 pandémicos centímetros en estado de erección. Hay quienes lo atribuyen a su contextura enclenque y corta columna vertical. En todo caso, se asegura también que las japonesas poseen

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PhD Elvira Faucett responde a esa clase de preguntas que jamás te atreverías a hacer en público por miedo a parecer ignorante, inculto, ingenuo, machista o simplemente, ridículo. En esta sección, ella esperará ansiosa las preguntas que puedas enviarle anónimamente.

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Om Bar

Meditación mística en son de merengue POR DANIEL FLORES BUENO (corresponsal nocturno)

En la cuadra cuatro de la calle San Martín en Miraflores queda una casa de dos pisos, jardín exterior, techo de tejas, que antaño fue la residencia de una familia. Hoy el lugar ha sido rebautizado como Om Bar Lounge, versión 2.0 de un lugar que por sus bondades y estilo se convirtió hace a penas unos meses en un clásico de las noches limeñas llamado Mística. Al igual que el Buda Bar de París, la zona VIP de Mística llamada Om ofrecía una escenografía con toque oriental: paredes rojas, pantalla de papel arroz, muebles laqueados color marrón y ambientes privados iluminados con luz ultravioleta. Hasta que Juan Carlos Torrejón, administrador del lugar, de-

cidió rebautizar a Mística como Om. Hizo unas pequeñas mejoras al segundo piso, mantuvo la iluminación a media luz, aumentó el número de barras a tres para atender más rápido a sus sedientos invitados, colgó un televisor de plasma de alta definición (en donde proyecta Animatrix y otros dibujos japoneses) y amplió la pista de baile.

El lugar ofrece un espacio íntimo y cálido para un target pro-

medio de treinta años de edad, que debe separar con anticipación una mesa los fines de semana, pues de lo contrario puede ser condenado beber de pie en la barra.

La noche comienza al ritmo del chillout, luego se prolonga

con algo de tribal gracias al DJ Lesmos, que hace una pequeña performance con unos bongos. A partir de la medianoche y cuando los concurrentes ya han bebido unas copas, DJ Chucky se apropia de la pista de baile y sin mayor pudor programa merengue, salsa

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y otros ritmos latinos. Tres rubias bailan coquetamente moviendo el trasero cerca de la barra. Mientras, a pocos pasos, un grupo de amigos celebra el cumpleaños de una chica y hace un brindis. La noche recién comienza.

Se puede hacer un perfil de los visitantes de Om por el tipo de tragos que piden. Están las ejecutivas de base tres y medio que se agrupan en la zona más tranquila y por lo general aprovechan el tiempo para tomar unas copas y conversar. Para ellas Champagne Moet Chandom por favor. Parejas que prefieren los ambientes privados. Hay dos. El rojo y el azul. El primero tiene su propia barra. El Maracuya Sour Frozen (16 soles), un Coco Martini (16 soles) y de piqueo Rollitos Primavera (una masa crocante rellena de verduras, champiñón y pollo), de lejos la mejor opción.

En la barra, los chicos duros pueden encontrar a un par de mu-

chachas solas que apuestan por combinar una botella de Johny Walker Etiqueta roja con Red Bull. También están los amantes del vino tinto en plan seductor y los más clásicos, los bebedores de cerveza, por lo general los más bailarines.

Om Bar Lounge se prepara para el verano más que con una nueva carta de tragos o piqueos con varias actividades. Para los días calurosos Juan Carlos promete desfiles de bikinis, eventos con las chicas Serena, After Oficce de una conocida marca de cerveza que ofrece 2 x 1 de 6 a 9 de la noche y los fines de semana Analia Saetone: voz y escena. Claro, no es el nirvana, ni un mantra, tampoco el lugar es una pagoda, sólo un bar para tomar unos tragos, bailar y pasar la noche.


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FOTOS: ADRIÁN PORTUGAL


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POR DANIEL FLORES BUENO

Hace cinco años, un

libro de fotografías titulado DIGITAL DIARIES remeció Estados Unidos. La autora se llamaba Natacha Merrit —una joven de veintitrés años— que documentaba gráficamente su vida sexual. Natacha aparecía con su novio en una tina, desnuda en la cama de un motel o en la ducha con su mejor amiga. Hoy, a un paso de los treinta, Natacha regresa con un libro de fotografías dedicadas a un espectáculo erótico llamado Zumanity, que se presenta en Las Vegas y Nueva York. Una producción del famoso Cirque du Soleil sólo para adultos. Un reportero habló con la protagonista de esta historia.

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La

fotógrafa digital más erótica de los últimos años me ha dado una entrevista el Día De Acción de Gracias. Es medianoche y escucho por el teléfono una voz que se asemeja a la de una modelo. Natacha, mitad francesa mitad argelina, está en ese momento en la casa de su mamá en California y acaba de cenar con toda su familia pavo con puré de manzanas. Su voz es juguetona pero es obvio que no esta allí para excitarme, sino para responder unas preguntas como fotógrafa a pesar de no haber asistido jamás a un curso de fotografía. Lo primero que le pregunto es si es una diosa sexual como parece mostrar las fotos de su primer libro DIGITAL DIARIES. Me imagino que se sonroja, porque detrás de la línea se escucha una risa nerviosa. Inmediatamente responde que no. «A veces tengo mis malas noches como todos», comenta con humildad. Su leyenda cuenta que su padre la abandonó a las seis semanas de nacida y que creció en San Francisco, con su madre, una francesa liberal. A los dieciocho años conoció a su novio Jerry Preusser a quien fotografió desnudo y teniendo sexo con ella en varios moteles de Atlanta. Junto a él, viajó a Paris para estudiar leyes en La Sorbona. Quería transitar por el camino del derecho, pero no pasó dos años para que torciera la mirada y abandonara la carrera para siempre. En París se dio cuenta que no había nada mejor en el mundo que ser fotógrafa profesional. Varias sesiones de desnudos con sus amigas modelos le ayudaron a encontrar su vocación. Alistó sus maletas y cruzó el océano rumbo a Nueva York. Arrastraba de la mano a su novio y una enorme curiosidad por hacer más fotos que documentaran su vida sexual. ¿Por qué? Le pregunto. No me lo dice directamente pero me da a entender que a esa edad el sexo es una de las experiencias vitales más significativas. El crítico de arte peruano Luis Lama señala que con DIGITAL DIARIES Natacha consiguió con brillo su cometido. La inteligencia de su trabajo fotográfico salvó al libro de ser leído con una sola mano. Unos días antes de la entrevista, me entero que antes de publicar su primer libro Natacha montó una página web llamada digitalgirly.com. en donde publicó sus primeras fotos. Gracias a esta web fue descubierta por un editor de fotografía erótica, que vio en esas fotos algo especial. No sólo era atrevimiento o piel. Sino una mirada única carente de culpa, lúdica, sincera y estética. «Sólo los rayos X pueden mostrar más», escribió un redactor del New York Times sobre esas primeras fotos que luego alcanzarían a ser editadas nada menos que por Benedict Taschen, rey midas de la industria editorial. Para este editor alemán, aquel material es una exploración radical y un nuevo modo de masturbarse en el siglo XXI. En una página web llamada www.digital-diaries.com, se lee que aquel

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libro es un viaje sexual en donde Natacha aparece hasta sus últimos resquicios y en donde quedan retratados sus múltiples amantes. ¿Alguno latino? Le pregunto. Me responde que no. «Todavía no he tenido la oportunidad de conocer alguno.» Reparo entonces que su proceso de selección no es tan promiscuo como cualquiera podría imaginar. «No me voy a la cama con el primero que pasa por mi ventana» asegura Natacha por el teléfono, aunque alguna vez haya declarado que se va a la cama con su trabajo.

¿Cuál es el criterio para elegir a los amantes que retratarás con tu cámara? «La primera regla es conocerlos», comenta. La segunda «es que acepten aparecer en las fotos. Los que no quieren cooperar tienen las puertas abiertas para irse.» A su pareja actual no le incomoda esta libertad para invitar a la cama a terceros, tampoco que otra mujer le muerda los pezones a su novia. Para ambos está claro que el sexo es lo más parecido a la felicidad y como tal quieren experimentarla. Sin embargo, después de la publicación de su primer libro, Natacha se ha cruzado con varias personas en exposiciones, galerías, cafés y hasta supermercados, que le han hecho más de una propuesta. Ella se los ha sacado del paso de una manera elegante. «Hay demasiados locos sueltos como para arriesgarse», confiesa. Erick Kroll, uno de los fotógrafos más reconocidos en el mundo del fetichismo norteamericano, no está loco. Fue él quien descubrió el talento de Natacha para la fotografía digital. Porque hay que decirlo, Natacha nunca ha fotografiado con una película de 35 milímetros. Nunca ha revelado y menos ampliado unos negativos. Lo suyo siempre ha sido lo digital y como buena niña de la generación de Internet, del Explorer, los scanners y las ipod, comenzó su carrera con su vieja Casio QV 110. Hoy utiliza una Nikon Coolpix 900 con mayor cantidad de pixeles de resolución. Una de sus primeras fotos publicadas en la web, motivó a Kroll a enviarle un correo electrónico para coordinar una primera cita. Ambos fotógrafos esperaban sorpresas mutuas de aquella reunión, a pesar de que Natacha no sabía el peso de Kroll en el mundo editorial y menos en el universo bondage de los fetichistas. Igual Natacha apareció vestida de manera provocativa: fue toda de negro con una falda que le permitía cruzar sensualmente sus piernas. Frente a Kroll, estiró su brazo para encender una laptop en donde tenía grabado su portafolio. Erick, bastante entrenado en el mundo del erotismo duro confiaba encontrar en ella una mirada diferente. A pesar de haberlo visto todo, el primer retrato digital que Natacha le enseñó lo sacudió por completo. Así nació la idea de editar DIGITAL DIARIES, un libro de doscientas cincuenta páginas en donde Natacha aparece practicándole una fellatio a su novio, jugando con una rubia en la ducha y sola, pero no desamparada.


Luego de aquel encuentro, Kroll, Natacha Merrit y Benedict Taschen comenzaron a trabajar el proyecto. Actualmente, Natacha prefiere no tocar el tema de su relación con Taschen, aunque en su página web ha escrito que fue una suerte que este se fijara en ella. El día de la entrevista prefirió obviar todas las preguntas sobre su primer editor y el proceso de edición de su primer libro. A miles de kilómetros de distancia, me dice con su voz más dulce que prefiere hablar de su nuevo proyecto fotográfico que se publicará este 2006. Las fotos de un espectáculo erótico producido por el famoso Cirque du Solei que se presenta en Las Vegas y Nueva York. Antes de pasar a hablar de esas nuevas fotos, le pregunto si se inspiró en el Kamasutra para alguna de las fotos en DIGITAL DIARIES, me dice que no. «Todavía no lo he leído y claro que me interesa.»

Natacha me cuenta que, después de su primer libro, la famosa compañía de circo canadiense Cirque du Soleil le propuso hacer las fotos y el diseño de imagen de un nuevo espectáculo que estaban creando llamado Zumanity. Una propuesta al estilo cabaret para mayores de 18 años que explora la sensualidad sin prejuicios. El nombre nace de la unión de la raíz Zoo con Humanity. La producción habla del deseo animal que habita en todos nosotros. El show dura noventa minutos y se presenta como la otra cara de la imagen del famoso circo que gracias a espectáculos tan exitosos como “O”, Delirium, Misteré y Saltimbanco ha ganado un prestigio en todo el mundo Natacha acompañó al elenco de Zumanity la pasada temporada por Las Vegas. Durante aquella fecha observó el circo desde el lado más erótico que puede tener un lugar como este. Lo que encontró fue toda una veta desconocida. Me cuenta que el cuerpo de los hombres y mujeres que trabajan en ese espectáculo puede llegar a ser muy sensual. Además las coreografías y el vestuario especialmente diseñado para la puesta en escena son estimulantes. Su nuevo libro todavía no tiene título y ella sólo guarda la convicción de que su trabajo siguió su particular aproximación al erotismo. No sacudir con sus fotos la conciencia del espectador, sino tratar de encontrar algo bello, interesante y excitante.

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Ahora entiendo por qué para el Cirque du Soleil contar con Natacha Merrit fue vital. Su contribución en el componente visual del espectáculo puso de relieve el peso del cuerpo humano. Para ella aquella experiencia representó “trabajar en medio de un paraíso creativo”.

más presente en la cabeza, aquella de la que no puedo desprenderme mentalmente». La distancia le da la pauta para decidir.

“La exigencia física de circo y aquel estilo de vida son quizá lo más erótico que ha visto últimamente”, me cuenta Natacha. Me imagino que es porque la filosofía de este lugar es la misma de ella: Tener la libertad para convertir los sueños en realidad. Zumanity y su propuesta visual han sido elogiadas por miles de personas. Sandra Bullock dijo al respecto: «gracias por el orgasmo.» Halle Berry, no dudo en decir que es la mejor experiencia sexual que ha tenido y Bette Midler expresó un sugestivo «¡Wow! Que noche, fantástica».

Mientras converso con ella no puedo evitar recordar las fotos de su página web. Fotos que sus detractores critican de narcisista y de pupila consentida de Eric Kroll e invención de Taschen. Fotos en donde aparece coqueta, por momentos ingenua, o como una liberada jovencita excibicionista que gusta retratarse en la intimidad de su alcoba o desnuda en una cama mientras te apunta con su cámara fotográfica. Sin duda su segundo libro revelará qué tan lejos estaban sus críticos. En tanto Natacha me cuenta que gracias a los ingresos que genera su página web puede seguir adelante con sus proyectos fotográficos. Ahora último se le ha ocurrido seleccionar su material de manera temática. «La idea es permitir a los suscriptores de su web armar su propio book con las fotos de sus diferentes sesiones». Otro de sus proyectos para este año es elaborar en un DVD de imágenes en movimiento. Un salto al video erótico que tanto la seduce. Por algo esta chica digital ha hecho tres documentales para la Warner Brothers y trabaja actualmente en un guión para una película.

Las fotos, al igual que en DIGITAL DIARIES, son enteramente digitales. A diferencia de su primer trabajo la protagonista no es ella, sino los actores y artistas del circo. El cuerpo de cada uno de ellos es un volcán de sensualidad. En algunas tomas aparecen en pareja, en otros solos, por momentos salen semidesnudos o vestidos en mallas tal como si estuvieran completamente desnudos. Sin embargo, en cada una de estas fotos subyace el mismo espíritu que en DIGITAL DIARIES, seducir al espectador de una manera inteligente, sofisticada, a través de una historia íntima que tiene mucho de exploración y de imaginación. Como sucede en la foto de la ducha de DIGITAL DIARIES en donde sólo vemos el rostro de Natacha deformado por el gesto de placer y el rastro de vapor que empaña la mampara del baño. ¿Cuál es el criterio para elegir tus fotos? Le pregunto. Natacha me explica que es un proceso largo. «En cuanto tengo lista las fotos lo primero que hago es una selección. Luego me alejo un largo rato. Al cabo de media hora regreso y elijo la foto que tengo

—¿Piensas en el voyeur que mira tu trabajo? —Al comienzo, sí. Ahora ya no.

Con tantas responsabilidades en torno al sexo, curiosamente su libido ha disminuido. Luego de cinco años de mitos sobre su vida sexual, Natacha confiesa que actualmente está más tranquila. «El sexo sólo es el veinte por ciento de mi vida por estos días». El diario de viaje de esta joven del siglo XXI ha terminado, o al menos eso parece. A los veintiocho años, sigue considerando el sexo como el tren de la felicidad, pero como en las historias de acción, su protagonista, después de cruzar largos parajes, piensa que lento se llega lejos. TRADUCCIÓN JORGE CORNEJO

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Malasia es uno de los centros financieros más importantes del sudeste asiático. Un país formado por cinco reinos y dividido en dos por el mar de la China Meridional. En la península queda Kuala Lumpur o KL, la ciudad que quiso ser un paraíso tecnológico. El escritor Juan Pablo Meneses hace escala en esta ciudad que condena a la pena de muerte a los narcotraficantes y en donde más del 50% de las exportaciones son dispositivos tecnológicos.

ILUSTRACIONES DE EDUARDO MENÉNDEZ

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y veces que una ciudad vale menos que una cámara digital. No sé si este es el caso, pero cuando el piloto anuncia que estamos a punto de aterrizar en el aeropuerto Kuala Lumpur International Airport vuelven a aparecer, todas juntas y a la vez y de la mano y bailarinas, las frases-recomendaciones de los últimos días: que aprovecha de comprarte una cámara digital en Kuala Lumpur; que te ahorrarás más de un 50%; que no dejes pasar la oportunidad o te vas a arrepentir; que ahí está la más alta tecnología del planeta; que no me hables si no vuelves con una cámara.   Desde el aire, la capital de Malasia se ve como la maqueta de una nave interplanetaria. Del total sobresalen Las Petronas, esas dos enormes torres gemelas que entre 1998 y 2003 fueron las más altas del mundo: hasta que los taiwaneses, para desgracia nacional de los malayos, construyeron la Taipei 101 de 508 metros, 56 más que las gemelas de Kuala Lumpur. Desde el aire se distinguen claramente, como las dos velas de una enorme torta de cementos y vidrios donde se esconden millones de chips. En algún punto de esa inmensa torta futurista con cuatro millones de habitantes, donde se habla mayormente inglés, se come arrollados nem con hamburguesas McDonalds y donde se fabrican más de tres millones de cámaras a la semana para enviar a todo el mundo. Aunque yo la he venido a buscar hasta aquí.     —¿Primera vez en Kuala Lumpur? —me pregunta Antonio Flores, un argentino que pasa su insomnio en la parte trasera del Boing de Malaysia Airlines. —Sí, pero sólo estaré de pasada —respondo, y también le pido un whisky a la azafata malaya. Es la madrugada de un viernes y quedan cinco horas para llegar a Kuala Lumpur. De Buenos Aires salimos el miércoles por la tarde, luego hicimos dos escalas en Sudáfrica, y ahora vamos rumbo a uno de los grandes centros de negocios del sudeste de Asia. En alguna parte de este 747 hemos perdido el jueves. Un día entero ha quedado borrado por los cambios horarios de navegar en sentido inverso a los giros de la tierra. —Yo he venido quince veces en el último año —me dice el argentino, y se empina su whisky casi al seco, como si tuviera ganas de olvidarse de este trabajo que le ha hecho regalar a la nada quince días de sus últimos doce meses. Medio mes perdido sin explicaciones. Antonio es ingeniero y la empresa de ingeniería para la que trabaja ha ganado la licitación para construir una torre en Kuala Lumpur. Va a supervisar los trabajos de un edificio que se

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sumará a los más de quinientos que se han levantado en los últimos años. —Hay empresas de todo el mundo construyendo en Malasia —me dice, y se pide otro Johnny Walker junto al cual me explica en apenas una palabra el motivo del boom inmobiliario de la ciudad a donde vamos: tecnología. —¿Por qué? —Es una ciudad que ha gastado millones y millones de dólares en construir su propio Silicon Valley. Nosotros estamos terminando un primer edificio, y ya tenemos contratos para levantar dos más. Cuando dice “dos más” lo comenta sin orgullo. Como si entendiera que estas dos nuevas edificaciones que van a hacer más millonario a su jefe a él le van a quitar, de golpe y sin derecho a queja, otro mes completo de su vida regalado a los cambios horarios.

Fue en 1996 y en plena efervescencia económica que el gobierno de Malasia decía reinventar la ciudad. Partió construyendo el Multimedia Super Corridor (MSC), un clon de Silicon Valley, de 750 kilómetros cuadrados creado con la idea de convertirse en primera potencia tecnológica mundial y cuyo impulso constructor sigue levantando torres en la ciudad. Crear ciudades no es ninguna novedad. Desde los orígenes de la historia está la idea que las ciudades nacieron con los hombres. Pero también es una idea muy ligada a la literatura: Onetti creo Santa María y García Márquez, Macondo (por citar ejemplos sudamericanos). También en los libros se han reinventado ciudades. Puede ser el Londres de Dickens, la Nueva York de Paul Auster y, en clave más futurista y tecnológica, el Tokio construido por Neal Stephenson en su novela Criptonomicón: Stephenson habla de la construcción de una ciudad-paraíso de datos en un estado ficticio del este de Asia. Algo parecido a lo que algunos funcionarios malayos quisieron hacer aquí: convertir la ciudad es un paraíso de data tecnológica. El plan se puso en práctica en 1996, invirtiendo millones y millones de dólares en la construcción, removiendo tierra días enteros y atrayendo aviones de medio planeta. Las retroexcavadoras comenzaron a importarse con la urgencia de una droga escasa y las maquinas robot comenzaron a escupir sin cesar máquinas de fotos, computadoras, filmadoras. El dinero se transformaba en fibra óptica y la economía se movía más rápido que una mala noticia, sin importarle a nadie que en tan gigantesca jugada financiera se fueran perdiendo los días en la vida de Antonio Flores, el ingeniero argentino.

Cuando llegas al IAKL, el moderno aeropuerto local, descubres de inmediato que la población se divide entre malayos, chinos y gente de la India. Antes de hacer los trámites de aduana


puedes recorrer una suerte de gigantesco shopping donde hay desperdigados muchísimos computadores con Internet gratis para que navegues a tus (banda) anchas. Mientras revisas tus correos o lees los diarios para ver que sucedió en el planeta el día que perdiste volando, pasan por tu lado hombres con turbantes, mujeres musulmanas con la cabeza cubierta o gringos en plan de vacaciones con mochila al hombro y Lonely Planet en la mano. Nadie te dice que estás en una de las tres ciudades del mundo que manejan el rumbo tecnológico, pero cuando ves que hasta los barrenderos llevan Ipods y que los guardias están interconectados por radios del tamaño de un anillo, sientes que tu vida ha sido más convencional de lo que tú creías.

Malasia se divide políticamente en sultanatos. El jefe de estado es el rey y es elegido de entre los diferentes sultanes por un periodo de cinco años. El jefe de gobierno es el primer ministro quien, desde 2003, es Abdullah Ahmad Badawi.

No hay tiempo para perder. No hay mucho tiempo para KL, como se le llama informalmente a Kuala Lumpur. Es de mañana. En la aduana te espera una fila con hombres de negocios de todo el planeta. Te timbran el pasaporte con un sello rectangular de color lila que dice MALAYSIA INMIGRATION K.L. INTERNATIONAL SOCIAL/BUSINESS VISIT PASS Reg. 11, Imm. Regs., 63. Donde se anuncia que te puedes quedar tres meses.

El tren que sale del aeropuerto te conduce rápidamente al centro de la ciudad a velocidad bala. Ese trayecto es la zona donde se ha decidido implementar el polo industrial tecnológico. Conectado por una red de fibra óptica de 10 gigabits por segundo, el corredor va desde el exclusivo distrito financiero de Kuala Lumpur que acoge a las Torres Petronas hasta el lujoso aeropuerto internacional. En el trayecto está Cyberjaya, un parque de negocios tecnológicos que aloja a más de mil empresas, y Putrajaya, la nueva capital administrativa de Malasia.

Sin salir del aeropuerto, te puedes subir a un tren ultrarrápido salpicado con televisores de pantalla plana y líquida, donde van pasando publicidad y noticias y en los cuales tú mismo puedes cambiar canales si es que estás aburrido y ninguno de los otros pasajeros te objeta. Está prohibido fumar, lo que no es novedad, pero también está prohibido escupir o tirar papeles al suelo o pegar un chicle en cualquier sitio fuera de tu boca: el que cometa alguna de estas graves faltas de convivencia deberá enfrentarse al rígido código penal del gobierno de Malasia quienes, sin juicio mediante, te puedes encerrar en una cárcel entre tres, siete o nueve meses sin apelación.

Aunque nominalmente es una democracia, Malasia carece de muchas de las libertades. La censura es practicada de manera general, y no sólo en la prensa, contra voces opositoras al gobierno y contra cualquier manifestación considerada no islámica. También se llega a extremos como prohibir estudiar en lugares públicos, o escribir en un cuaderno mientras te tomas un café en el aeropuerto.

El objetivo del Multimedia Super Corridor tiene las mismas características de la cámara digital que ando buscando: es simple y ambiciosa. En este caso, los objetivos son atraer a las principales compañías de servicios de alta tecnología del mundo para que ubiquen sus negocios de multimedia en Malasia, desarrollen nuevos productos y luego los exporten. Luego de bajarme en la Estación Central, donde termina el tren rápido, hago conexión con la línea del metro que me dejará en las Petronas. Bajo las grandes torres gemelas de Asia hay un gran mall. Dentro de él, la cámara digital que me espera.

Desde el aire, la capital de Malasia se ve como la maqueta de una nave interplanetaria. Del total sobresalen Las Petronas, dos torres gemelas que entre 1998 y 2003 fueron las más altas del mundo.

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—¿Qué cámara anda buscando? —me pregunta un malayo con corbata de la Sony y una sonrisa que parece controlada por microchips. —No sé… qué me puedes ofrecer... Decirle eso a un vendedor de electrónica en una ciudad como esta es como pedirle radios de auto robadas a un reducidor latinoamericano. Sin darme tregua, el tipo comienza a desplegar una batería de frases y nombres y códigos, donde apenas se distinguen, 4 megapíxeles, 5 megapíxeles, 7 megapíxeles, 10 megapíxeles. —Busco algo sencillo de alta resolución— le digo, aunque suene contradictorio. —Entonces usted necesita una de las nuevas cámaras de la línea DSC. Y entonces, me lleva a un mesón donde estaban apiladas todas las DSC. Las S40, S60, S90, L1H, W5S, T3, T7, F828, CD500.

Hasta mi viaje a esta ciudad, los perritos robot de la Sony sólo los había visto en las noticias de ferias tecnológicas. Pero en el shopping de las Petronas vi a una niña jugando con un AIBO mientras sus padres miraban zapatillas en la tienda de Nike. Mirar cosas para comprar, o comprar, son casi las únicas cosas que hacen los malayos cuando no están trabajando en una ciudad donde la economía crece más rápido que una pandemia. En este mall, eso sí, también se puede subir hasta el mirador de la Torre Menara Kuala Lumpur, de 421 metros de altura. El piso de observación, ubicado a casi 400 metros, ofrece una panorámica increíble de toda la ciudad. El ascensor tarda apenas 58 segundos en llegar. La entrada cuesta cuatro dólares por persona, incluyendo un tour guiado con auriculares, y se paga en moneda local: un dólar equivale a 3,8 ringitt.

—Cualquier pregunta me consulta —y me deja tirado a mi propia suerte en esa inmensidad tecnológica. La visión es finita no así la ceguera, dijo Borges, seguramente porque nunca estuvo frente a un escaparate de cámaras en Kuala Lumpur.

Si tienes una empresa tecnológica, debieras venir a invertir acá. Esto te dice el gobierno. Para motivarte, además, ofrece una variada gama de incentivos: infraestructura física y tecnológica de primer nivel, cero impuesto a las ganancias hasta por 10 años, exención del pago de aranceles de importación de equipos, bajas tarifas en telecomunicaciones, y una maciza legislación para cautelar la propiedad intelectual.

Aunque se que estoy en Kuala Lumpur, la ciudad de los centros de convenciones capaces de reunir a 5.000 personas, modernos edificios de Ericsson, IBM y otras multinacionales hi-tech, no olvido en lo que ando. Y no hay instante en que no me vuelvan las recomendaciones a la cabeza: que aprovecha de comprarte una cámara digital en Kuala Lumpur; que te ahorrarás más de un 50%; que no dejes pasar la oportunidad o te vas a arrepentir; que ahí está la más alta tecnología del planeta; que no me hables si no vuelves con una cámara.

Sin embargo, y pese a todo lo dicho antes, las críticas a este corredor cibernético abundan. De partida, que el proyecto implica generar ventajas a una zona que ya antes del MSC era una de las más ricas del país. Otro reparo es que lo lógico era ubicar el corredor cerca de Penang, en el norte de Malasia, donde están la mayoría de las industrias de hardware locales (el MSC sólo permite instalar empresas de software y de servicios). También hay dudas sobre el concepto de reproducir un Silicon Valley, en el sentido de que en el mundo del software la

El sociólogo español Manuel Castells, especialista en el Capitalismo de la información, dice de Kuala Lumpur que es el mayor fracaso tecnológico

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cercanía geográfica entre una compañía y otra da absolutamente lo mismo. El sociólogo español Manuel Castells, especialista en el Capitalismo de la información, dice de Kuala Lumpur que es el mayor fracaso tecnológico. Una ciudad en donde se han gastado miles de millones de dólares en crear una mega estructura absolutamente futurista, para que al final termine convertida en centro de fábricas de segundo orden. O de tercero. La información, y eso quizás no lo supieron los gobernantes malayos, no sólo es millones de dólares sino que también ingenio. Y eso lo dijo Po Bronson, el periodista y escritor estadounidense que tiene a Silicon Valley como su ciudad fetiche. —Cuidado con la cámara que te compres, porque hay muchas falsificadas —me dijo Antonio Flores, el argentino del avión. —Falsificadas como las que venden en Sudamérica. —Claro, de dónde crees que vienen esas cámaras. Mejor anda a las tiendas oficiales. —Uff.

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La prensa opositora no tiene libertad para criticar la obsesión tecnológica de todo un país, que se puede resumir en mi obsesión por una cámara digital pero elevada a la enésima potencia. Sin embargo, las críticas de revistas internacionales, desde Wired hasta los suplementos informáticos europeos, han tenido pronto respuesta de los cerebros de Kuala Lumpur. Las autoridades defienden con vehemencia los resultados obtenidos. Por ejemplo, la meta para 2003 era tener registradas 500 compañías en el MSC, cifra que fue largamente superada en los hechos, llegando a más de 800. Y hoy ya se acercan a las 1.100. “Si esto no es un éxito, entonces no sé qué es”, declaró oficialmente el subdirector de Promoción de la Inversión Extranjera del Ministerio de Desarrollo Industrial de Malasia, Azman Mahmud. Aunque el 70% de las compañías con status MSC son locales, ya hay 65 multinacionales instaladas. Nokia, Intel, Siemens, Ericsson, IBM, Hewlett-Packard, Citibank, DHL, Bloomberg y Shell son algunas de las que tienen centros de procesamiento de datos o de atención al cliente en el MSC.


No hay ninguna empresa latinoamericana de tecnología, por ahora. En realidad, salvo las novelas del boliviano Edmundo Paz Soldán, ni siquiera hay literatura tecnológica a este lado del planeta. —¿Te llevas esta? —me dice el vendedor con sonrisa de microchip, en la tercera tienda que he entrado a ver cámaras. —Creo que sí —le digo. Y dudo. Las ventajas de los grandes números del capitalismo es que te hacen sentir de verdad insignificante. Mi decisión de invertir 300 dólares es de verdad ridícula, en una ciudad donde el 2004 las empresas registradas en el corredor tecnológico gastaron casi US$ 1.220 millones de dólares. Aunque me reconforta esa uniformidad socialista de saber que mi cámara de Kuala Lumpur será una de las 50 millones de cámaras que se exportan al mundo en registros oficiales que se pueden triplicar en embarques sin factura. Cuando salgo del lugar disparo un par de veces la cámara, registrando a la niña que juega con su perro eléctrico como si fuera de carne y hueso. Tomo fotos en el tren camino al aeropuerto, y durante las

varias horas de escala registro a los nuevos hombres de negocio que llegan, a los mochileros europeos que vienen a descubrir Asia, esta Asia tan occidental que se van a encontrar. Tomo fotos digitales de los ejecutivos chinos que tienen una economía que pasa como aplanadora, o de los empresarios de turbante que vienen a comprar electrodoméstico para sus países en guerra. Fotos y más fotos y más fotos, mientras el avión despega y las frases de siempre siguen sonando: que aprovecha de comprarte una cámara digital en Kuala Lumpur; que te ahorrarás más de un 50%; que no dejes pasar la oportunidad o te vas a arrepentir; que ahí está la más alta tecnología del planeta; que no me hables si no vuelves con una cámara. En diez años Kuala Lumpur puede ser la gran potencia del mundo o el más grande resumidero de chatarra del planeta. En diez años la tecnología es capaz de cambiar varias veces nuestra vida. Visto de esa manera, la cámara de 5 megapixeles que me acabo de comprar ya será una pieza de museo cuando esta historia se publique. Ante esa carrera tecnológica sólo queda sonreír.

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POR LUIS FELIPE GAMARRA FOTOGRAFÍAS DE MILENE D’ ORYOL

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1.

Ir a bailar a una discoteca con unos amigos e invitar a una jinetera que se halla en la puerta. No. Es un error que te producirá molestias. Lo más probable es que luego de hacerte pagar su entrada gracias a sus deliberados coqueteos, una vez adentro, baile contigo un par de piezas antes de mandarse a mudar con el gringo de la billetera en dólares. Las jineteras son una promesa de sexo fácil pero nada económico.

2.

Creer que los pesos cubanos te servirán para algo al salir de la isla. Fidel Castro le dijo no al dólar y más tarde le dijo lo mismo al euro. En La Habana, a partir de este año, todo se compra y se vende con billetes llamativamente nuevos que difícilmente pasarán desapercibidos en la billetera: son los famosos pesos cubanos convertibles. Si sales del aeropuerto José Martí con esos billetes, será mejor que separes un espacio en tu museo particular de las cosas que debemos arrepentirnos. Los pesos cubanos o chavitos (como le dicen allá) debes gastarlos o cambiarlos. A no ser que colecciones billetes y monedas.

3.

Comer pizzas en las esquinas. La comida que más oferta La Habana son las pizzas de 10 centavos cubanos, pésimas para los estómagos sensibles. Son hechas con pan, jamón y mozzarella, fritas delante de uno en pequeños carritos ambulantes, higiénicamente nada recomendables.

4.

Comprar habanos a un desconocido en la calle. La piratería cunde en el boulevard Monserrate, la calle principal de La Habana Vieja, en donde están los bares más históricos de la isla. Si compras a ciegas, es posible que regreses a Lima fumando una hoja de palmera rellena de tabaco Hollywood, la marca más vendida de cigarrillos cubanos. Antes de pensar en comprar habanos, es preferible consultar con otros turistas que hayan comprado exitosamente el tabaco más solicitado del mundo. Unos habanos Montecristo o Cohiba originales son una buena elección.

5.

Molestarse en buscar sexo. La Habana Vieja es un prostíbulo inmenso. Desde aquella mujer de caderas generosas y minifalda microscópica hasta la de senos pequeños que va por Paseo del Prado vestida recatadamente, muchas acudirán con éxito a la gentil promesa del dinero. Los bicitaxis, conducidos por enormes morenos amantes del reaggeton, son, por lo general, el contacto entre las bellas habaneras y los turistas en busca de 30 minutos de amor bananero. Claro, no todas son prostitutas.

6.

Salir a la playa en temporada de huracanes. Ya sé que suena de lo más ilógico, pero aunque usted no lo crea es el pan de cada día de los turistas en esta época del año. Los meses pico para visitar Cuba son julio y agosto, coincidentemente, la época en la que los huracanes disfrutan azotar la isla con inexplicables lloviznas de un minuto y vientos que arrancan una palmera de un soplido. Salir rumbo a Santa María del Mar, Guanabacoa y Cojimar, conocidas como Las Playas del Este, en un día que parece sospechosamente feliz en temporada de huracanes, es la peor inversión. Lo más probables es que regreses malhumorado: Basta 30 segundos de lluvia tropical para sentirse como en una ducha española. Ideal para formar parte de la lista de malas anécdotas.

7.

Comer comida china en el barrio chino. En La Habana existe, detrás del Teatro Nacional de Ballet, una pagoda de color rojo, como apertura del famoso Barrio Chino. Este lugar, a diferencia de los que deben existir en todas partes del mundo, lo último que uno verá son chinos. La comida, por lo tanto, una mezcla de arroz con frejoles, hierbas y jamones, no se parece en absoluto a los platillos a base de sillau. Si uno busca un poco de la suculenta sazón oriental, este es el último lugar del mundo para visitar.

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DAVID FISCHMAN

47 AÑOS, AUTOR DE LOS BEST SELLERS ‘EL CAMINO DEL LÍDER’, ‘EL ESPEJO DEL LÍDER’, Y ‘EL SECRETO DE LAS SIETE SEMILLAS’.

Busca excusas para justificar tus fracasos en lugar de aprender de ellos. Adopta una posición de víctima en la vida. Haz que los otros sean responsables de tus problemas. Vive tu vida pensando que eres el único que existe en el universo. Nunca des las gracias, te verás obligado a corresponder en un futuro. Nunca olvides tus odios y rencores a los demás. Consérvalos con fervor. Considera que estas emociones evitarán que cometas el error dos veces. Manipula las apariencias en tu vida, tienes que quedar bien con la gente que importa. No escuches los consejos de los demás, te los dan por envidia. Ayuda a las personas, pero solo si estás seguro de que alguien se enterará. Nunca les digas a las personas lo que piensas en su cara, hazlo a sus espaldas. Recuerda que la verdadera felicidad proviene de lo que tienes, no de lo que eres. Dedica tu existencia a acumular bienes materiales, piensa que ese es nuestro propósito en la vida. Recuerda que los valores se viven en la casa, pero en la oficina vale todo. Busca amistades por conveniencia, es la mejor forma de arribar a un mejor puerto. Recuerda que el jefe siempre tiene la razón. Nunca le digas que está totalmente equivocado aunque lo creas. Nunca te preocupes por los sentimientos de los demás: es un sí­mbolo de debilidad. Asume que es preferible ser millonario que honesto para lograr el éxito. Después de un tiempo, el dinero compra la honorabilidad. Entiende que tu felicidad depende de lo que piensen otras personas de ti. Nunca decidas nada en la vida, deja que la vida termine decidiendo por ti.

(*) PARA DAVID FISCHMAN, UN LOSER ES, SIMPLEMENTE, ALGUIEN QUE FRACASA EN SU INTENTO POR SER FELIZ. He 50


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foto: josĂŠ carlos alva


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¿Qué hace que uno quiera ser marinero en un país que no tiene mar? Un reportero viaja a las alturas de La Paz y el Lago Titicaca y pasa dos días con la Armada de Bolivia. La única marina que se entrena en el lago más alto del mundo y que sueña obsesivamente con recuperar la costa que perdió en la Guerra del Pacífico.

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ALQUIERA diría que estamos en alta mar. Pero estamos aquí, a casi cuatro mil metros de altura, en un mar interior que no lleva a ninguna parte. Navegamos sobre una embarcación que ruge como una cortadora de césped asmática. La bandera boliviana flamea sobre la cabina del timonel que mira taciturno las montañas que nos rodean. El cielo de medio día está exageradamente azul, las nubes parece algodones de azúcar y el sol calienta la cabeza como si no hubiera atmósfera que lo amortigüe. Mientras tanto, media docena de marineros, disfrazados de buzos con aletas, se ponen sus antifaces de acrílico y se llevan sus horquetas a la boca. Caminan por la plataforma trasera que tiene esta embarcación y se acercan al borde. Esperan que llegue la orden para empezar. La lancha mediana avanza con velocidad de carretera. Y el vaivén de las olas miniatura de este mar dulce y helado, lo hace saltar. En otro bote, uno inflable y con motor fuera de borda, van los tres capitanes a cargo de esta exhibición. Todo queda listo y los buzos se preparan para una operación submarina, como si jugaran a la guerra imaginaria. Una guerra improbable por volver al soñado charco azul, a ese mar saldo que sí te lleva a todas partes y que está a miles de kilómetros de aquí. Alguien da una orden por radio. Y la división de buceo de la Armada de Bolivia se lanza al agua. Asusta descubrir lo obvio. Al ver esas maniobras uno recuerda que los marinos siempre se están preparando para el combate. Aunque nunca llegue. Veo las caras de los dos marineros que llevan un salvavidas fosforescente al cuello y que se han quedado en la nave. No deja de perturbarme su apariencia de niños. Un militar siempre está dispuesto a morir por defender un pedazo de tierra (o de mar), y da la impresión que estos dos no se han enterado. Me acerco al más risueño y callado y pequeño para indagar. “¿Por qué quisiste ser marino?”, le grito para que oiga mi pregunta por encima del rugido del motor. Y él se queda en silencio un buen rato cómo si nunca se lo hubiera preguntado. Este marino es de la tropa, del último escalafón de la armada. Es del tipo de soldados que van en la primera línea, como carne de cañón. De pronto él despierta y me responde: “Para recuperar el mar, ese es mi deseo”. Y lo dice como si repitiera un viejo evangelio. Lo dice con una dosis de fe. De fe ciega. Estamos frente a la Base Naval más importante de Bolivia, en el mejor remedo del mar que tiene este país, el Lago Titicaca. Aquí los marinos bolivianos entrenan sin descanso y como cualquier hombre de mar. Quieren estar preparados, dicen, para cuando llegué el día. Su día soñado en el que tengan una costa de la que puedan zarpar hacía otros continentes y en la cual puedan desembocar todas sus esperanzas de progreso. Vamos de vuelta al puerto enano que hay en la base de Tiquina y en el que se construye hace meses el primer buque por bolivianos. Los buzos han terminado su exhibición y han sido recogidos por el bote inflable. En

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él van los capitanes. Al rato, pisamos tierra. Todos los bolivianos han nacido creyendo que su historia sería distinta si Chile nos les hubiera “robado el derecho de tener mar”, como me dice el capitán X, quien nos recibe en el pequeño muelle de la base. El capitán X es un tipo amable y con un ligero aire campechano que lo hace parecer un hombre pacífico, incapaz de disparar un cañón. Está acompañado por el capitán Y, un moreno huraño a quien le cuesta emocionarse. Ellos han sido mis anfitriones desde que llegué esta mañana a la base de Tiquina, luego de viajar tres horas en un bus casi vacío que sólo llevaba algunos campesinos. Unos anfitriones que han preferido el anonimato para poder contarme, libres de la versión oficial, sus traumas acuáticos y sus sueños portuarios. Habíamos salido de la base a tomar desayuno en un cafetín de la plaza que estaba al lado. Fue ahí que empecé a entender cómo se vive en un país al que le han amputado una pierna. Y que no soporta verse al espejo mutilado de costa. Imagínate que tienes una casa, tú casa. Un día viene un tipo se apodera de tu puerta. Ya no puedes salir a la calle por ahí. Te dice que si quieres salir por tu puerta deberás pagarle algo primero. Y te ves obligado a salir por la ventana o por encima del muro porque te resistes a pagarle. Pero es tú casa, y piensas que debes recuperar tu puerta. “Así nos sentimos los bolivianos”, me explica el capitán X quien me ha puesto el ejemplo para ver si entiendo. Afuera, ha empezado a llover y el cielo de la sierra se ha nublado de golpe. Después de la Guerra del Pacífico, de 1879, Bolivia perdió 480 kilómetros de costa y se quedó atrapado dentro de su casa. Para el capitán X, igual que para la mayoría de bolivianos, la falta de mar es una forma de explicar la pobreza de su país. “Si tuviéramos mar, todo sería mejor, porque se nos abrirían las puertas del mundo”, asegura antes de darle un mordisco al pan que tiene entre manos. Ahora se sienten encerrados, encarcelados. Y no les parece justo que los chilenos no les den una salida, me recuerda el otro capitán tras sorber su café. Han crecido pensando que cuando uno tiene mar la economía mejora, las exportaciones se multiplican y llega más gente de todo el mundo. Aunque ellos lo ignoren, según los cálculos, la economía sólo deja de crecer un 1.5 por ciento cada año de privación marítima. Han soñado desde niños con pasar los días de verano en sus playas y las noches caminado en familia por el malecón. Y el mar, además de ser el lamento boliviano más popular, ha sido la coartada más predecible de sus presidentes y dictadores. “Cada vez que necesitaban conjurar sus divisiones internas o disimular su impopularidad” la causa del mar ha resucitado, asegura Vargas Llosa, quien pasó años de infancia en Cochabamba. Pero eso de que el mar es una gran herramienta de los políticos bolivianos no me lo dicen los marineros. Igual es obvio para todos. Rebobinemos. La historia boliviana más reciente cuenta que Gonzalo Sánchez de Lozada fue el último ingenuo que tuvo que dejar la presidencia de Bolivia antes de tiempo. Hace unos


años, todos nos enteramos que los bolivianos se habían sacado la lotería, y que pronto serían probables millonarios. En Tarija había tanto gas bajo tierra que ni en seiscientos años de consumo creciente podrían acabarlo solos. Era una veta gigante y llena con el combustible del futuro. Estados Unidos y México comprarían. La pregunta que le daba insomnio al presidente de entonces, Sánchez de Lozada, era ¿por dónde sacamos el gas si no tenemos mar? ¿Perú o Chile? Pasó el tiempo. El presidente se reunió por aquí y por allá, negoció en privado, posibles acuerdos, sintió nostalgia por el mar y pensó que estaría más cerca sabiendo que ahora tenía el gas que todos querían. Estimó, evaluó, calculó, habló mucho por teléfono y al final decidió. Basto que insinuara que el gas de Tarija saldría por un puerto chileno para que estallara una revuelta popular, que degeneró en batalla campal, y que dejó decenas de muertos en las calles de La Paz. El presidente también murió, políticamente. Tuvo que irse. Entonces un periodista llamado Carlos Mesa terminó sentado a los pocos meses en el sillón presidencial, con una aprobación de más del setenta por ciento. Todos querían al nuevo. Y lo quisieron más cuando, frente a las cámaras de televisión de todo el mundo que cubrían la Cumbre de las Américas en México, le exigió a su colega chileno Ricardo Lagos sentarse a negociar una

salida. Para los bolivianos ése fue un acto de dignidad histórica. Un atrevimiento público que habían esperado durante años de sus políticos, y que nadie se había atrevido a hacer jamás. Para los chilenos, eso no fue nada. La noticia estuvo al día siguiente en boca del mundo. Los massmedia le había regalado más puntos al presidente periodista que demostraba su oficio. Aunque en apariencia no tuvo ningún resultado concreto el reclamo de Mesa, pasado un tiempo, Chile le hizo la ley del hielo a Bolivia. Y las relaciones se enfriaron. Hasta que todo se congeló.

El capitán X es de aquellas personas que se emocionan cuando pronuncian la palabra “patria”. Cruzamos la plaza y dejamos atrás el restaurante del desayuno en el que está colgado el único teléfono público del pueblo. Vamos de regreso a la base para seguir con el tour militar. Caminar con ellos es extrañamente cálido porque te hacen olvidar que tienen una mentalidad uniformada. El capitán Y que parecía cumplir un papel secundario en esta película marina, ha empezado a hablarme con menos cautela. Se nota que han sido entrenados para callar. La opinión de un militar educado debe guardar la horrible solemnidad de un comunicado

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de prensa. Al comienzo me habían dicho con timidez que casi no tenía nada que decir sobre el gas y las renovadas posibilidades de salir al mar. Pero el capitán X es vehemente y ahora me confiesa que él está convencido que Bolivia debe actuar con soberbia calculada para que el gas logre abrirles aunque sea una franja de tierra en norte Arica. Piensa que es lo justo. Se emociona, alza la voz, golpea el aire con sus manazos, y le creo el drama obnubilado que actúa para nosotros. El capitán Y es, en cambio, como un eco tímido de su colega X, quien tiene una mirada de capataz noble. Llegamos al campo de cemento que hay en medio de la base. Unos doscientos soldados bajitos y flacos como escopetas, se hunden en sus uniformes de dos tallas más. Se parecen a la tropa peruana, y quizá a la chilena y a la ecuatoriana: todos provienen de la misma fábrica con hambre. Los soldados de un ejercito pobre, como los de América Latina, siempre parecen tener diez años. Los veo marchar y cantar y repetir sus rutinas de perfectos soldaditos de plomo que no saben por qué ni para qué. Me aburren. Prefiero ver la postal que nos rodea.

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El lago Titicaca no parece tan grande desde esta garganta estilo Gibraltar que es el estrecho de Tiquina. Es como una piscina angosta que conecta y delimita el Perú y Bolivia. Si navegáramos unas millas fuera de este callejón de agua, veríamos su verdadero infinito: el Titicaca es tres veces más grande que Luxemburgo y casi del tamaño de Puerto Rico. Los cerros y el viento helado que por las mañanas te cuartean los labios, esta tarde te arrullan. Y la calma que se siente es tan rotunda que imagino cuán difícil es cultivar una mentalidad bélica en tan pacífico escenario. El capitán X pertenece a toda una estirpe que sólo existe en esta naval. Una estirpe de gentes en las que habitaba un alma de marino sentimental: de niños habían soñado y rabiado en la escuela por el océano perdido y de adultos estaban ahora dispuestos a recuperarlo, por épico amor. “Él día que volvamos al mar, quiero estar ahí”, me jura el capitán X quien lo dice pensando en sus hijos y en la vez en que los llevó a la playa en el Perú. Para un boliviano, igual que para cualquier mediterráneo, conocer el mar es como conocer el hielo lo fue para Aureliano Buendía. Y muchos viajan a la costa peruana para perder la virginidad marítima. Un día la familia del capitán X partió de La Paz en busca de sol y playa. Subieron y bajaron los Andes por carreteras caprichosas y tuvieron que serpentear abismos mientras descendían en busca del mar perdido. Llegaron al puerto de Ilo, la zona de libre tránsito que el Perú había abierto para que los bolivianos puedan correr olas. Al capitán X se le grabó una imagen que atesoraba como una estampita: sus hijos jugando en la arena y persiguiendo la espuma del mar, mientras se mojaban los pies. Esa fotografía de la nostalgia podrá ser cursi pero es exacta. Captura la necesidad y la obsesión de un país entero que ahora reza al pie de una llave de gas que les abra la puerta al mar. Pero regresemos al Titicaca: “Si este lago tuviera tres o cuatro grados más de temperatura todo sería distinto”, me dice X. Las orillas serían playas exquisitas y, si cierras los ojos y tienes un segundo de imaginación, creerás al capitán X que dibuja en el aire con su dedo índice los hoteles de lujo que habrían alrededor: el Titicaca sería el último refugio del turismo exótico de oferta. Llegarían las multinacionales del confort, y todo el mundo vendría a tomar sol y a nadar en este Caribe de las alturas. Los bolivianos extrañarían menos el mar. Pero el maldito Lago Titicaca los ha castigado de por vida: el agua es despiadada y glacial. Bañarse aquí es suicida. Tan suicida como una guerra.

Cada vez que conversaba con algún marino de cualquier rango la conclusión era la misma: Bolivia con gas ya no era el mismo Bolivia pobre de antes, ese país que reclamaba desde hacía cien años una salida a la costa que alguna vez fue suya. Ahora se trataba de un país con la segunda reserva más grande del continente, después de Venezuela. La veta de gas descubierta en Bolivia bordeaba los 50 trillones de pies cúbicos y estaba valorizada en 70 mil millones de dólares. Dinero suficiente para pagar catorce

veces su deuda externa. Y para comprar veinticinco veces más armamento del que adquirió Chile durante todo el 2003, quien fue además el país que más gastó en América Latina. Mientras uno se convertía en millonario, el otro nutría su arsenal. Las piezas del ajedrez regional se habían empezado a mover. Semanas más tarde aparecía en los diarios de Lima y Santiago el canciller del Perú renegando con elegancia y aduciendo que estaba pendiente la frontera marítima entre Tacna y Arica, y La Moneda respondía que no había nada que resolver. Los ejércitos de la diplomacia cruzaban reclamos sobre ese viejo pendiente que, con la necesidad de Bolivia de salir al mar, se volvía obligatorio. Y de nuevo, una vez más en la historia, Chile, Perú y Bolivia caminaban juntos hacía ninguna parte. La misma hipocresía de siempre en el vecindario. Los mismos países que se declaran amor eterno en las Cumbres en las que los presidentes van a tomarse fotos cogidos de la mano, después se patean bajo la mesa. Creen que nadie los ve. Y pasa entre todos: Bolivia y Chile, Chile y Perú, Perú y Ecuador, Argentina y Chile. Mientras el primer mundo sigue llenándose los bolsillos y vendiéndole lo que sea a estos países distraídos, que jamás serán el David que vence a Goliat si compiten contra ese mundo de a uno. Sólo el estado de California produce más divisas que toda América Latina junta. Y pese a eso la unión de América cada día está más lejos.

Había llegado a Bolivia el día anterior. Faltaba muy poco para aterrizar. El lago más alto del mundo había quedado atrás y el altiplano había aparecido por la ventanilla del avión como una mesa de billar. Liso y verde. Perfecto. No parecía ser la típica ciudad de los andes en la que los aviones tienen que hacer piruetas, para poder colarse entre los cerros, antes de aterrizar sobre un valle profundo. Aterrizamos, como en una sábana. El aeropuerto de La Paz delataba desde sus salas de espera que Bolivia era la segunda economía más modesta de toda América. El hermano pobre. Sólo unas diez aerolíneas aterrizaban regularmente aquí, y por eso había una atmósfera más de provincia que de capital esclava de la especulación en Wall Street. Era viernes pero parecía domingo. No hubo que pelearse entre el tumulto por las maletas. Ni nadar entre las mareas humanas de otros aeropuertos. Ni buscar ayuda para nada porque era imposible extraviarse. Cogí un taxi hacía el centro de La Paz. El aeropuerto queda en El Alto, una ciudad desde el cual se desciende hacía sede gobierno por una carretera culebra. Hubo que soportar los aullidos de las bocinas y la tos de los buses y el abultado desorden de los comerciantes de El Alto, antes de poder asomar a La Paz. De pronto, como si se corriera una cortina, apareció la ciudad hundida en un socavón. La capital de Bolivia parecía una ciudad sembrada en un cráter. Y en medio del tapiz de cemento que la cubría, una veintena de edificios delgados como alfileres, señalaban el camino hacia el centro.

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El taxista me iba contando las últimas noticias del mar. Me dijo que los chilenos seguían haciéndose los locos con su reclamo, que se esperaba un próximo referéndum para decidir por dónde saldría el gas, que los bolivianos comunes y corrientes preferían que sea por Perú y que muchos temían que, sí salía por Chile, ellos podrían hacerles alguna trampa. Igualmente, los ricos de Bolivia decían que era mejor negocio llevar el gas a la costa chilena, porque estaba mucho más cerca que a la de Perú. También me dijo que aquí los peruanos eran famosos por ser hábiles ladrones y que los chilenos eran famosos por ser estupendos empresarios. Mientras nos acercábamos al centro de La Paz, la ciudad se hacía cada vez más indefinible. Una extraña mezcla entre el aire botánico metropolitano de Bogotá y la anarquía acelerada de Lima. La Paz es una ciudad sobre los tres mil seiscientos metros de altura, en la que las calles siempre suben o bajan, y que hacen que el acto de caminar sea una proeza cardiaca. Conserva el encanto anejo de las tradiciones que subsisten en medio de una aparente modernidad trasnacional. Muchos negocios cierran a la hora del almuerzo. Quizá los paceños gocen haciendo su siesta. Esa misma tarde fui a conocer al Jefe del Estado Mayor de la Armada de Bolivia. Y me dijo una única y gran verdad: quien escoge ser marino boliviano es porque tiene, en cierto sentido, alma de sacerdote. Es el militar más sentimental del ejército y cuando caminan por las calles de La Paz la gente lo saluda y lo felicita de lejos y de cerca. Los marinos son como carteles humanos que le dicen a toda Bolivia: “no se olviden del mar, y de que volveremos a él”. Desde que quise venir a conocer a sus marinos, no hubo el menor problema y el capitán Fernández, quien me recibió, fue muy gentil y dócil. Después me enteraría que tuve suerte. Algo que no pasó con Sergio Paz, un amigo periodista chileno de abuelo boliviano, que llegaría días después y a quien tratarían de forma sospechosamente hostil. Paz me contó que primero le dijeron que lo atenderían en Tiquina y cuando llegó no sólo no lo dejaron entrar a la base del Titicaca sino que lo revisaron y le pidieron sus documentos como si fuese un espía. Pero lo más descabellado fue que un capitán de apellido Rodríguez, a quien yo jamás conocí, le dijo con sinceridad aplastante algo que Paz tardó en creer: ”Nosotros odiamos a los chilenos”. Plop. Y se lo confesó sin rodeos. Pero el capitán Fernández, quien me condujo con el almirante Jorge Botello, es lo más lejano al marino que atendió a Paz. Por suerte. Cuando llegamos al despacho del Jefe del Estado Mayor, éste estaba terminando de reunirse con el agregado naval de Corea. Bolivia no tendrá mar pero tiene cuarenta mil kilómetros de ríos navegables y un acceso al Océano Atlántico gracias al corredor fluvial Paraná-Paraguay. Fue por ahí que llegó hasta Bolivia el buque insignia, la embarcación más importante que tiene su armada. Mientras esperábamos que nos recibiera, el capitán Fernández, un tipo cobrizo de mejillas infladas que siempre está sonriendo, me

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sorprendió con la historia de la marina. Después de la guerra con Chile la Armada de Bolivia desapareció. Recién en 1963, el presidente Paz Estensoro decidió reabrir la marina boliviana. Fueron más de ochenta años que este país vivió sin marineros ni sueños de mar. Como me diría después el director de la Escuela Naval, en los años sesenta se propagó en Bolivia un nuevo ánimo naval. Ver caminar por La Paz a hombres vestidos de blanco era como si, de golpe, el país hubiera pegado una zancada en su camino hacía la costa. Todos volvían a soñar. Y los primeros marineros estaban ahí, como letreros que le gritaban al país “el mar nos pertenece por derecho, recuperarlo es un deber“, lema que hoy es el más repetido por el ejército. Quizá por eso ser marino en Bolivia sea la última forma de idealismo en América Latina. Ya no hay revoluciones ni revolucionarios pero hay marinos sin mar que sueñan y dan esperanzas a todo un país con su sola existencia. Tras hablar con el Jefe de la Armada, fui a buscar a los marinos más jóvenes para terminar de entender qué pasaba en la cabeza de esta naval. Cerca de quince cadetes habían formado un círculo espontáneo en el salón de recreo. La escuela naval quedaba frente a una fabrica de cerveza, a unos quince minutos del centro de La Paz. Al entrar te recibía un retrato enorme de Miguel Grau. ¿Qué hacía Grau ahí? Lo habían adoptado como héroe suyo, al no tener ellos uno que hubiera fallecido en combate. De todos modos, Grau, había muerto defendiendo Punta Angamos en la antigua costa de Bolivia. Tenía razones para quererlo. En el amplio salón en el que estábamos, había cadetes de quinto año y de tercero y de primero. Cada uno creía tener una verdad sobre el mar. El cadete Seoane, de segundo año, abrió los ojos como si frente a él apareciera el océano que había confeccionado con tanto cuidado en su cabeza. Una imagen tejida con los retazos de las cientos de fotos del mar que había visto en Internet pero que él jamás había visitado. —No conozco el mar. Me lo imagino no cómo algo físico, sino como algo espiritual. Extenso, inmenso, y en el que la gente busca algo como el infinito. Otro cadete, uno de voz ronca y que parecía ser el más educado y correcto y sabio del grupo me dijo: —Al principio me impactó la brisa marina que te entra a los pulmones. Sientes una melancolía grande, por no tener una costa propia. El agua es saladísima, como te la cuentan. Las rocas, la arena, las puertas, el olor. La emoción es gigantesca. Todos han empezado a confesar cómo fue su primera vez, si la hubo. Y cada cosa que dicen me demuestra mi incapacidad para descubrir las sorpresas de lo obvio. Como siempre he vivido cerca al mar, es fácil ser una aguafiestas de los marinos. Pero oigo al cadete Albán, un tipo pequeño pero corpulento, quien confiesa haberse quedado asombrado con una puesta de sol en Mar del Plata, donde entrenaba con marinos argentinos. Se suma el cadete


TARDE A M S I ESA M JEFE L A R E ONOC C A I U AYOR F M O D A DEL EST A DE BOLIVIA. RMAD A A L E D UNA O J I D AD: D Y ME R E V GRAN Y A C I ÚN SER E G O C S E IANO V I L QUIEN O B MARINO TIENE, QUE ES POR NTIDO, TO SE R E OTE. I D C R N E E C A ES ALMA D

Suárez y me jura que hay que tener vocación y gusto por el mar desde que naces. Y otro me cuenta que se enamoró del mar por el cine y por esa imagen que tenía metida en la cabeza en la que en el fondo del horizonte el cielo y el mar se borran mutuamente. Pero también hay alguien que me dice que adora el mar y no lo conoce. Es un cadete coleccionista de fotos de todos los mares. Quizá sea su forma de poseerlo. De tenerlo en la mano. De cumplir el sueño boliviano.

Semanas más tarde de mi visita altiplánica, desperté con Bolivia. Prendí la televisión en la mañana para ver el informativo y todas las cadenas peruanas anunciaban lo mismo. Bolivia había decidido exportar el gas por Perú. Era más caro, decían los analistas también en CNN, pero el embajador boliviano le explicaba en directo a todo el Perú que era una decisión política. Una forma de decirle a Chile que se había perdido la oportunidad de su vida, por no querer negociar ni una franjita ridícula de costa con ellos. Al rato, los primeros parlamentarios peruanos opinaban y algunos ministros pronosticaban un gran crecimiento durante dos décadas en el sur del Perú. A medio día apareció el presidente Toledo entonando la cadencia solemne con que ha anunciado al país las buenas y sobre todo las malas. Se tomó su tiempo y luego añadió con un suave dramatismo calculado: “He hablado esta mañana con el presidente Carlos Mesa y me ha manifestado su intención

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de sacar el gas boliviano por un puerto del Perú”. Demasiado bueno para ser cierto, creyeron todos. Pasaron horas. En la noche hubo un ciclón de desmentidos por parte del presidente Mesa quien tuvo que desautorizar en prime time a su propio Ministro de Hidrocarburos, que había dicho que el gas saldría por Perú. Pero Mesa dijo referendum, y sólo quedaba esperar. El fallido anuncio de Toledo parecía entonces un mensaje cifrado de Bolivia para que Chile se suavizara con ellos. Un modo de advertencia: si no me das el mar que te pido desde hace cien años, le doy mi gas a Perú y punto. Entonces recordaba al capitán X y al capitán Y. Pensaba en ellos y pensaba en todo el país. En cómo toda Bolivia era capaz de mantener un sueño por tantos años y cómo creían que, ahora

sí, con el gas el mar estaba más cerca que nunca. Era asombrosa su resistencia. Pero también pensaba en la fragilidad de su romanticismo por el mar, que podía terminarse pronto. Votar en el referendum para que el gas saliera por Perú era una forma de renunciar a su propia costa para siempre. Una despedida definitiva del mar. Y votar para que el gas saliera por Chile era un riesgoso coqueteo con la costa anhelada pero que quizá jamás terminarían por ganar en la mesa de negociaciones. De todos modos lo que seguramente no iba a variar en Bolivia, lejos de cualquier decisión, era que en las casas y las escuelas los adultos les iban a seguir repitiendo a sus niños que el mar les pertenecía. Les iban a seguir diciendo que algún día, quizá quinientos o mil años más tarde, ellos volverían a bañarse en las playas del Océano Pacífico. Por derecho, por deber, por romántica necedad. PUBLICADO EN REVISTA SURCOS, ARGENTINA.

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Orry Dajes es uno de los decoradores más infuyentes de la escena nacional. Pero también es nostálgico. Acaba de abandonar su departamento en el Meatpacking district —uno de los más chic de New York— para volver a esta húmeda ciudad. “Si hay algo que me define, es que soy un ser urbano”, dice.

el sosiego de

foto: fergan chávez


Creo que cada uno tiene derecho a inventarse su propio mundo. Yo creé este espacio para que me da mucha tranquilidad, pero también movimiento cuando abro las puertas y recibo gente. Mi loft queda en una avenida muy transitada, pero me transmite tranquilidad gracias al balance que hay entre lo de afuera y lo de adentro. Dejar este espacio en blanco, con materiales totalmente afines entre sí, crea una sensación de paz. Si el objeto que pones es bueno, tiene la virtud de llenar el espacio. Poner otra cosa al lado sería un error, sería asfixiarlo. Para mí la clave no está en la acumulación de efectos, sino de tener las cosas que sean necesarias. Si son buenas, no necesito más.

Más que minimalismo —que es una palabra muy manida y mal utilizada—, yo hablo de purismo. Respetar las cosas por lo que son. Hay gente que me pregunta por qué no tengo cuadros en las

paredes. Quizá los tenga más adelante, pero no encuentro los que quisiera y ahora no los necesito, porque el efecto de luces es suficiente. No le tengo horror al vacío.

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Andrés Longhi es fotógrafo desde hace treinta años. Estudió fotoperiodismo en Nueva York y ha trabajado en las más importantes publicaciones peruanas: Caretas, Ojo, Sí, Somos. Siempre ha pensado que un celular es “simplemente útil”. Ahora, tiene miedo a ser propietario de un celular con cámara. “Me volvería un adicto, tomaría fotos a todo el mundo”, dice.

POR ANDRÉS LONGHI

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a otra tenece r e p r e guecelula grafo d s con ó o t t fo fo r io ra era ndar Toma la cáma El lege . e n u q ió s n ía que te dec dime áscara Kappa m t r a e n b u o cámadra, rra R lular de escafan e a c n o u n nte. La como teléfo dicalme on un a r C . e ia g b e uestra cam prot es la m ncepto s o o c t a r e t a s s ap emocra ra e de la d de esto o ia n c e fí n a e m r t tog a fenó exis ble del mí, la fo ance a a r lp a a P p . alc más agen esté al de la im al. Que s r e tización iv n u . nguaje inación es el le usa fasc a c e m s de todo


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VINOS: LA VINOTECA

Los vinos de La Vinoteca vienen en falsa clave de excesiva calma. Parecen reposar mansos la oscuridad de su cava, pero en realidad son cápsulas dispuestas a despertar los sentidos. El placer está a solo un corcho de distancia, encerrado en la cálida brillantez de una botella. La seducción ha llegado y es solo los hedonistas pueden entrar en la fiesta. ¿El lugar? Eso depende de uno (o de dos)

FOTO: MIGUEL JOSÉ FLORES Y MANUEL ARGÜELLES

Vino, vio y venció

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José zú Bende les)

a (Pescados capit

a c s e r f a n d ó a l m a l s a En ulpo y s de p

José Bendezú no está libre de pecados. El primero: invitar a los comensales a practicar la gula. El segundo, torcer con sus sabores la voluntad de mantener una dieta. Este maestro de la cocina de Pescados Capitales se considera a sí mismo como un cocinero de la vida. Puede convertir un cocodrilo en chicharrón (no fue fácil, confiesa) y también un salmón en ensalada.

ofrecer laya, es p e d día pulpo y para un iche. El b o e d c an a a re c r s ab o lato, liva, le d o tenga y el aceite de o e este p n d os. d e a ti u e n q e id La fácil y iento r los s , a im o it p g id a l a rt e e d . ruana L al para el olor sco, div cura pe neo ide s á algo fre impregnados d e rr fr e it la d an me n, te aport el salmó alada un toque el toma s y n s e e n o ta o a es y rápid ampiñ ácil, rico , los ch El limón la coronación. F es aceituna

inas en lám o id c o dir ec lpo pr se puede pe ) u p e d : n . 150 gr s (tranquilo ue lo corte q a d o a delg ercad uperm n en el s salmó dos de a lg e sd 4 filete 0 gr.) o en .8 x o r p cortad (a iento món, im p . va, li co de Un po ceite de oli y pimienta a al , s s l, ji e r tirita e no y p e, oréga tomat jas de a d o r : . ecorar negra Para d y aceituna n piñó cham

5 min. ón Preparaci

que oliva, un to aceite de e d as ad cuchar regas dos gadas. tazón y ag n en tiritas del u o ad en rt co es n s to o n ie lim im es y un p pregnen lo jugo de tr sal, pimienta que se im il, ej a er ar p 1. Pones el p e d te amen , un poquito elve delicad de orégano o y revu lp u p el régale pócima, ag 2. Lista la o. por el aderez sabores. con el debe pasarse te en m ia ón. Decora ar lm es sa ec n e d e u q , n filetes es del salmó cima, los 3. No te olvid pulpo y en el es n o to p En un pla ara servir. p nas. tu o ei st Li ac s la 4. iñones y p am ch s lo tomate,

foto: grace hoyle

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tes n e i d Ingre


CACHI BYTES

Por Daniel Flores Bueno

Un mouse ya no se parece a un ratón. La tecnología inalámbrica acabó con el cable, símil de una cola. Los trackball ergonómicos son más parecidos a una nave de Viaje a las Estrellas que a un roedor . Los mouse de gamers tienen tantos botones que funcionan como un control remoto. El mundo en sus manos y para todos los gustos.

Mouse Logitech MX 518

Ideal para gamers. Tiene ocho botones, es óptico, su DPI es de 1600 y su procesador de imágenes es de 5.8 megapixeles. Viene con dos conectores PS2 y USB.

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Logitech Mouse Optico Inalámbrico TrackMan

Ideal para arquitectos, gamers o personas con dolores de artritis en los dedos. Incluye batería, tiene ocho botones, scroll.

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Mouse Logitech Cordless

El mouse inalámbrico más avanzado. Tiene seis botones para que navegue sin cables y una notoria precisión óptica.

LOS ENCICLOPEDISTAS DEL NUEVO SIGLO Una llamada de John Seigenthaler, columnista del USA Today, paralizó Wikipedia (esa enciclopedia gratuita en Internet cuyo contenido va nutriéndose con el aporte de los cibernautas). Un vándalo había tenido la infeliz idea de escribir con información falsa una nota sobre el asesinato de John F. Kennedy. En un afán por desinformar, el sujeto había puesto el nombre de Seigenthaler como uno de los responsables del asesinato del entonces mandatario norteamericano. Para el creador de Wikipedia, Jimmy Wales, aquello supuso cambiar lo que hasta hace poco defendía: la construcción comunitaria del conocimiento sin restricciones. Desde el 10 de diciembre los lectores que quieran escribir algún contenido en esta enciclopedia universal al alcance de todos, tendrán primero que registrarse. Pero antes de seguir con el tema retrocedamos hasta los inicios de Wikipedia, uno de los más famosos herederos del movimiento Wiki. La historia se remonta a mediados de los años noventa. Exactamente 1995, fecha en la que aparece el primer Wiki titulado Portland Pattern Repository. La palabra Wiki significa rápido en lengua hawaiana y dentro de la comunidad de programadores alude a una página web en donde los escritores de software comparten los desafíos de mejorar un programa. La idea es que muchas cabezas piensan mejor que una y sobre todo más rápido. De esta manera mejoran el código fuente. Bajo ese precepto, Jimmy Wales, estudioso de la filosofía objetivista y su amigo Larry Sanger crearon Nupedia, una enciclopedia hecha por la gente y para la gente, pero revisada por expertos. La idea nunca llegó a despegar del todo debido a la falta de presupuesto, que obligó a sus directores a prescindir de los editores. En enero de 2001 Nupedia se transformó en Wikipedia, en donde los propios redactores –al igual que en los wikis– perfeccionaban el contenido. Pero no todo fue felicidad en esta historia. Varios escándalos han comenzado a aparecer a raíz de las inexactitudes de Wikipedia. Uno de los primeros fue la foto del emperador Palpatine de Star Wars que apareció en vez de la foto del nuevo Papa Ratzinger. Los voluntarios que revisaban los contenidos corrigieron el error en menos de un minuto. Lamentablemente no tuvieron la misma suerte con John Seigenthaler, cuya desinformación estuvo cuatro meses en el aire.

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Logitech Tiger Mouse

Un mouse óptico con cable. Divertido, ideal para manos medianas y pequeñas. No necesita configurarse. Responde en cualquier superficie.

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Esto ha determinado la desconfianza de varios sectores que trabajan con información. Uno de ellos el jefe de Economía de The New York Times, que ha ordenado a sus redactores a no utilizar Wikipedia para confirmar un dato. De todos modos, Wikipedia no se detiene. Su creador ha puesto en marcha otros proyectos colaborativos como los Wikinews y los Wikibooks. Mientras esta enciclopedia gratuita en Internet crece tan rápido como los nuevos desafíos que afronta. Al parecer no era gratuito que llevara la palabra Wiki adelante. ilustración: eduardo menéndez

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POR NASIM MOBARAK

Diego Bertie se coloca la camiseta Dior en el lanzamiento del perfume Dior pour homme.

Sandra Bernasconi y Lucía Irurita en la inauguración del la muestra de cerámica de Billar-T. Miraflores

Viviana Rivasplata se llevó todas las miradas.

Pilar Montero, Estuardo Masías, Aracelli Moreyra, Andrés Aramburú, y Maria Elena Larrea en desfile ‘Exótica’ de Leonisa.

BOMBAS Y OTROS ESTALLIDOS El fin de año siempre se anuncia con explosiones. Eso lo supieron bien los asistentes al lanzamiento de la campaña ‘Veranísimo’, de helados D’Onofrio: doce minutos de fuegos artificiales traídos directamente desde París que bombardearon los cielos de Chorrillos. Otra irrupción fogosa y rubia a la vez, fue la de Viviana Rivasplata en pleno desfile de ‘Exótica’ de Leonisa. Parece que el verano se viene con todo.

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Soledad Cunlife y Fernando Ampuero en la presentación del libro Dulce Pasión de Sandra Plevisani, en el restaurante La Tratoría Chacarilla.

Paola Arias, Ivana Kelez, y Antonella Rebagliatti en fiesta 3 TEK de cigarrillos KENT, en el SOGO ROOM de san Isidro. Nancy Bianchi, Tito Alegría y Karen Ferrando en desfile de Leonisa.

Cati Caballero en la presentación del nuevo perfume Jean Paul Gaultier2, en la discoteca Spa de San Isidro.

Eduardo Ladrón de Guevara e Inés Coronel Zegarra en la inauguración de afrancesado bar Lola, concebido por Jordi Puig.

Marcela Fonteoy e Inés Temple en el Ocean Lounge de la playa Agua Dulce, en Chorrillos.

Hugo Plevisani feliz por la presentación del libro de su esposa, en La Tratoría.

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1. APAP celebró el día mundial de la publicidad

1.

La Asociación Peruana de Agencias de Publicidad (APAP) conmemoró el Día Mundial de la Publicidad por noveno año consecutivo en un almuerzo de camaradería en el Club Regatas, del que participaron los publicistas de sus agencias miembros. Durante el evento, Daniel Robles, presidente de La APAP, resaltó la importancia del trabajo conjunto entre las agencias miembros y se mostró satisfecho porque la publicidad peruana es reconocida internacionalmente en importantes festivales.

2. Diez años de USIL

La universidad San Ignacio de Loyola celebró su décimo aniversario en sus instalaciones de La Molina, con la presencia de Raúl Diez Canseco (fundador de la casa de estudios) y del rector Jorge Talavera. También estuvieron presentes los miembros de las escuelas de postgrados y personal docente de alto nivel.

3. Bodega Finca Las Moras llega al Perú

Con la finalidad de presentar al mercado peruano a Finca Las Moras, de Argentina, Destilería Peruana S.A. invitó a Ricardo Valero, gerente del área de Exportaciones y al enólogo principal de la bodega, Daniel Ekkert. Ambos compartieron con un selecto grupo de invitados las bondades del vino top Mora Negra así como el Reserva Cabernet Sauvignon – Shiraz, producto recientemente galardonado con la Medalla de Oro en el International Wine Challenge 2005.

Ricardo Chadwick, Juan Viacava, Jorge Chiarella, Juan Carlos Ricardo Gómez de La Torre (Leo Burnet)

4. Adidas abre nueva tienda en El Polo

La flamante Concept Store de Adidas de El Polo aparece con un diseño revolucionario inspirado en la pasión por los deportes. Así, se rompe las reglas del mercado actual de retail. Son 200 metros cuadrados del área de venta, con una capacidad de exhibición de 250 modelos de zapatillas y dos mil artículos. “Nuestro objetivo es satisfacer más a los consumidores de la marca, y con la apertura de la nueva tienda tendremos la posibilidad de llegar a más personas”, dijo Federico Sarmiento, Country Manager de Adidas Perú.

Daniel Robles, Luchín Cárdenas, Alberto Goachet, Mario Saavedra, Fernando Cárdenas (Ogilvy), y Santiago Montes de Oca (Ogilvy)

Juan Camilo Barrenechearrea (mac Ericsson ), Fernando Fasioli (mac Ericsson), Teresa Barrnechea, Mario Saavedra, Alberto Goachet, César Pardo Figueroa (comercio)

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2.

3.

4.

Javier Rehder (director gerente de Rehder Asociados), Edgard Roekaert (decano universidad San Ignacio Loyola) Carlos Cardoza, y Juan José Salazar

Juan Carlos Velarde, Fiorella Rivas, Cuto’ Guadalupe y Federico Sarmiento

Víctor Hugo Bisbal, Betty Acurio, Jaime Loret de Mola

Katy Bayly y Arturo Bayly

Ricardo Valero, Ricardo Temoche y Daniel Ekkert

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ilustración: cristian alarcón

: o h c a N y o c c o R sadoyfuturo pa LA WIENER

POR GABRIE

s Cabrejos)

lo (Para José Car

A riesgo de perder la poca honorabilidad que me queda, entro de lleno en el papel de pornogroupie advenediza. Tengo un gran amigo que ha escrito la biografía del actor porno del momento y no puedo rechazar la irresistible oferta de visitar el hotel donde se hospeda la estrella porno Nacho Vidal en Barcelona, sobre todo si lo acompaña nada menos que Rocco Sifredi. El hotel está justo arriba de la estación de autobuses de Sants y no me extraña que las estrellas del tres equis internacional lo elijan para su estancia en Barcelona. Su decoración de lámparas doradas y terciopelos monárquicos, sus salones laberínticos por los que transitan japoneses sonrientes hacen casi imposible para el visitante detectar que en alguna de sus habitaciones se filma una escena de sexo anal. Entro al comedor. Está claro que he llegado al final del festín, los actores hacen la sobremesa con café y algo de vino. Ver a las estrellas porno vestidas es una experiencia bastante rara. Katsumi, Tiffani Hopkins, entre otras chicas deliciosas, rodean al único hombre del grupo, Andrea, un actor argentino, empeñado en contarnos su infancia en África. Lo hace en francés, italiano, inglés, etc. Atención: Las estrellas porno saben usar no sólo una sino varias lenguas a la vez. De repente, veo entrar al director de cine freak Torbe, con su look de Ron Jeremy moderno, flanqueado por dos brasileñas. Una es una actriz porno aparentemente famosa y la otra es una prostituta que viene a hacer un casting. La debutante está nerviosa, le han dicho que su primera vez será con un tal Rocco pero ¡ay!, no tiene ni idea de quién será ese tipo con nombre de boxeador. Quiero explicarle quién es mientras la persigo por el lobby, intentando descifrar cómo se da el gran salto de la esquina a la cama de Rocco, pero me estampo en una puerta. He hecho todo lo posible (salvo una cosa) para que me dejen entrar a la habitación donde tiene lugar el dichoso casting dirigido por Torbe (ahora ex amigo),

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gracias al cual la morena debe quedar a punto de caramelo para ser entregada al gran jefe, pero no lo he logrado. Fumo sin parar cuando veo acercarse a Nacho. Hola. Siento como si nos conociéramos de toda la vida. Pienso inmediatamente en la última vez que nos vimos: él era un mecánico embarrado de grasa que fornicaba sobre una torre de neumáticos y yo era una mujer solitaria delante de la pantalla, aferrada al control remoto. En vivo y en directo se ve más delgado, si no supiera lo de los casi 30 centímetros podría confundirlo con un hombre normal. Como cualquier turista en una barra, Rocco está justo detrás de nosotros, bebiendo una copa con el veterano actor Roberto Malone. Qué fácil ha resultado estar frente a un icono. Lo primero que me impresiona es su hablar pausado, como si fuera el Dalai Lama del sexo (o como si acabara de echar cuatro polvos al hilo). La escritura de sus memorias, lo inquietan, no quiere que sea un libro sobre el rey del sexo sino el manifiesto de “una filosofía de vida”. Nacho y Rocco son patas. Antes de irse, lo juro por Dios, Rocco me dice en italiano: “Tu sueño sería follarte a los dos a la vez, ¿no?”. En un momento que sólo puede describirse como milagroso, me encuentro entre el pasado y el futuro del porno. Uno por delante y otro por detrás. Y dicen que la pornografía no tiene nada de metafórica. Me quedo a solas con Nacho: “Así que te gustan mis películas”, declara con justificada egolatría. Le contesto que sí, que me gusta cuando besa y abofetea al mismo tiempo a las chicas, pero que no soporto cuando les escupe dentro de la boca. Creo que le gusta mi respuesta porque me dice “te voy a regalar una polla”. Nacho se refiere a una de las réplicas de látex de su pene, que, según su publicitada frase, no cabe en un vaso de cuba libre. “¿Quieres la mala o la buena”, repregunta como diciendo de fresa o de vainilla. Le digo la mala. Pocas veces me había sentido tan cómoda en este mundo falocentrico como después de decir esto.


Viviendo en Argentina, una familia cordobesa —en un intento por hacernos sentir en casa— decidió prepararnos de almuerzo el típico arroz blanco peruano, para remplazar el pan que tan agotados nos tenía. Al finalizar el almuerzo, nos preguntan qué tal había quedado. Mi hermano Aldo, de seis años por ese entonces, comentó con espontánea mesura y recato: “Los he comido peores”.

foto: josé carlos alva

Eso me lleva a pensar que hay que tener tacto para decir las cosas.

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Tactos hay muchos, pero yo me quedo con el contacto: el que perdona, el que acerca, el que contiene. Como cuando le dije a mi abuelo: “¿Cómo puede ser que nunca te haya apachurrado?” Le tembló la boca, y aunque duro como una piedra, me dejó abrazarlo.

Tacto es el de mi madre, tacto incondicional, tacto suave, con las yemitas de los dedos, tacto calentito, tacto que calma… Alguna vez —supongo que compartiendo sus estrategias conmigo— me dijo: “Anda y dale un abrazo fuerte, vas a ver que todo se le pasa”. Y pasó, por algún rato. También está el tacto que imaginas, el que te transporta, el de tus sueños; es el de los golpecitos suaves en la espalda, el del abrazo que me duerme por las noches, del que me carga y me dice “dientes de choclo” cuando me río. Tacto es el de los moretones, esos que me hago no sé cómo; el de las picaduras que rasco y rasco. Tacto es el de las cosquillas que me ahogan.


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