Parafernalia de la noche de un miércoles cualquiera

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PARAFERNALIA DE LA NOCHE DE UN MIÉRCOLES CUALQUIERA ALEJANDRO BISIGNANO BURGOS

Ediciones Artilugios Una producción de 383 Contenidos



PARAFERNALIA DE LA NOCHE DE UN MIÉRCOLES ALEJANDRO BISIGNANO BURGOS CUALQUIERA


Bisignano Burgos, Alejandro Parafernalia de la noche de un miércoles cualquiera / Alejandro Bisignano Burgos ; ilustrado por Iñaki Esain Martinez ; con prólogo de Daniela Regert. 1a ed. - Buenos Aires : Ediciones Artilugios, 2014. 120 p. : 13x19 cm. ISBN 978-987-45404-0-9 1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Narrativa. I. Título, II. Regert, Daniela, prolog. CDD A860 Fecha de catalogación: 24/02/2014

© Alejandro Bisignano Burgos, 2014 alebisignano.wordpress.com | www.facebook.com/alebisignanoburgos Buenos Aires, Argentina © Ediciones Artilugios, 2014 www.edicionesartilugios.com.ar edicionesartilugios@yahoo.com.ar C: Ediciones Artilugios Foto y diseño de tapa Casa de Nina, Santa Clara de Olimar, Uruguay, Carlos Bisignano Burgos Ilustración de interior en “Pregunta común y corriente” Iñaki Esain Martínez | C inaki.esainmartinez Diseño de interior Alejandro Bisignano Burgos | C ale.bisignano Una producción de 383 Contenidos Contenidos audiovisuales, gráficos y poéticos www.383contenidos.com.ar | C 383 Contenidos

Libro de edición argentina. Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723. No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión de este libro ni del material incluido, en cualquier formato o por cualquier medio sin el permiso previo y la debida mención de la editorial o el autor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.


Gracias, inmensas, por el oído y la paciencia, a Charly, Bere, Julito y Nora, Julio, Berenise, Martina y Tiziana. Diego, Mariana, Tere y Juan Albarado. Juan Manuel Bogado, Wilo Villasante, Nico De Lamo, Maria Ña, Fiore Villeco, Leandro Kalén y Guillermo Cabrera. Daniela Regert, Zaiper Barrasa y Gabriela Clara Pignataro. Bogado & Los Venticalores. Lucas Rodriguez, Matías Gutierrez, Ezequiel Perícoli y Gustavo Morgade. Manuel Toth, David Rodriguez Rearte, Martín Galli, Cristian Alexis Leiva, Tato Clavijo, Ezequiel Di Grillo y Joaquín Ferreyra Monge. José Oscar Micele y Noemí González. Paloma Chantilly, Nela Regazzoni, Ivana Casas, Ana Sofía Palacios, Julio Estravis Barcala y Juan Pablo Medina. Agustina Quinteros. Matienzo Lee y Club Cultural Matienzo. Al Ciclo Multidisciplinario e Interdisciplinario Multiplicá. A Bartolo y a Nina por su luz amorosa, eterna y bellísima.



___________________________________PRÓLOGO Avanzando verso a verso hacia una filosofía eroscentrista.

“Y si el ABL fuese Amor, Besos y Libros, ¿alguien se quejaría por su aumento?”

Ale. Alejandro. Cuando terminé de leer este libro, o mejor dicho, el boceto, me tuve que ir a fumar tres cigarrillos seguidos antes de comenzar a comentarlo. Sentí la típica tristeza de lo que termina. Me lo devoré con ansiedad, en dos días, y en estos dos días, mi mente recreo muchos paisajes. Pasé de conocer al amor de mi vida a perderlo, a tener una hija, a tomar Campari, de estar en el colectivo escribiendo en un papelito hasta estar desnuda en el sillón leyendo en voz alta versos que enamorarían hasta a las estatuas. Hay algo maravilloso en tu literatura, te lo tengo que decir. Y es que a vos, no te importa ser cursi. No sabés lo que es cursi. Te importa el amor, los besos, y los libros, como decís.

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Sos un político del amor. Un verdadero subversivo. Un eros-céntrico. Eso sos. Y uno no se cansa, de leer, de seguirte en tu viaje sorprendente por los bordes de lo bello. Uno, o una –qué importa eso-, no se cansa, porque en realidad tenés razón, lo bello es lo único que importa en el mundo. Lo bello, lo que brilla, lo que se ve por primera vez, el deseo, el amor. Y sobre todo el amor que es lo único que une a las personas con lazos más certeros. Y vos tenés esa capacidad de hacer ver por primera vez cosas que nos pasan a todos. Que nos pasaron. Que al leerlas las vivimos. ¿Sabés lo valioso que es hoy en día –en este mundo tan caótico, espiralado, automático, y etc- que exista alguien como vos que escriba para enamorar, para sonreír, para hacer sufrir, para sentirse vivo? Si por cada árbol que talan se escribiría un poema, si por cada ausencia hubiera un poema que nos recomponga, no habría tanta desolación desperdigada por la tierra. Me perfumaste la noche. Lo único que te puedo decir; es que no puedo creer que no te gusten los astronautas. Tal vez tengas razón y yo soy muy tonta. Tal vez en uno de esos viajes que hacés vos los conociste porque sí, definitivamente, sos de otro planeta. Ale. Alejandro. Que también sos Carlos, que también sos Washington, que sos Juan Antonio, que sos Julio Cesar, que sos Berenice, que sos Marco, que no sos uno, sos muchos juntos, gracias por tu inmensidad. 8


Ahora sí, a los lectores. O al que se sienta desgraciado, o al que hoy a la noche no lo llamaron, al que busca y no encuentra, al que piensa que ya no hay nada, al que está molesto y aburrido con su trabajo, al que está molesto y aburrido con su vida, al que no sabe qué puede haber además de lo que ya conoce, al que necesite un abrazo, al amigo que nunca llega, a la novia que nos dejó, a la madre que nos insulta, al padre que nos ignora, a todos los desconocidos con los que compartimos colectivos, a la señora que compra dos gaseosas en DIA%, un paquete de galletitas y carne picada para los gatos de la calle, al señor de sombrero y ojos grises, a los astronautas, a cualquiera que tiene un sueño, a cualquiera que no tiene un sueño, a cualquiera que abra este libro; esto es oro puro. Carne para el corazón. Esto es una piedra preciosa encontrada en la arena de Mar Azul mientras buscabas las ojotas que enterraste. Esto es contemplar la vida con el corazón abierto. Esto es iluminar las pequeñas cosas con los ojos propios. Y sin vergüenza de decir que uno ama. Esto es avanzar verso a verso iluminando pantanos. Ahora sí, animensé. Les deseo un buen viaje. Daniela Regert

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_______________________________A DESTIEMPO Yo hablo. Él se silencia. Ella aparece. Yo me inmuto. Él sonríe. Ella se acomoda el pseudo bretel. Yo quiero decir algo. Ella me calla. Él se ríe. Yo tomo. Ella mira. Él se ríe. Yo saludo. Ella pregunta quién es. Él bosteza. Ella se bate el pelo. Él la contempla. Yo sonrió. Él está. Yo estoy. Y vos estás en un ambiente pequeño a punto de explotar, y él, el tiempo, corre. 11


Yo tropiezo. Él tropieza. Ella nada, de nadar. No hay río linda. No hay lago ni religión. No hay penas para los que juegan a ser cigüeñas por motus propio. No hay trenes y él, sonríe. Yo escribo y vomito. Ella lee y sospecha. Él, el tiempo, pasa. Pasa de uva a vino. Ella no viene. Yo mido la pesadez del líquido. Al tiempo me lo bebo y a ella, no. No hay pan tostado. No hay té de manzanilla ni tequiero. No sobra ruedo en el vestido de tu rodaje. Anclaje. Peaje. Coraje. No hay je je je. Y el tiempo, ríe. 12


________________A NOS LOS REPRESENTANTES Acá intentamos ser felices. Creemos en el amor y no en el horóscopo. Somos fieles militantes ante la utopía y unos incorregibles arquitectos de castillitos de arena en medio de intratables tormentas. Solemos tener gobiernos al que muchos acompañan y otros tantos critican. Pero solemos tener gobiernos y eso suena mucho más lindo que el ruido de las botas. Por acá, la sensación térmica de ayer llegó a los 46,8°. No fuimos ni somos ni seremos parte del Caribe, pero tuvimos, en cierta parte, clima tropical. Tenemos al mate, al Tango, a

Spinetta y a Cortázar.

A la chacarera simple y a la doble escalera. Hielo en el vermú del asado del domingo y miles de desaparecidos que aún siguen siendo buscados. Tambien hay mujeres en condiciones de trata, perros que comen colillas de cigarrillo y niños que ni siquiera eso. Hay dólares que ayer no se podían comprar y hoy sí. Hay pesos que ayer no alcanzaban y que hoy tampoco. Hay dolar oficial, dolar blue, y hay dolor en la heladera por la falta de luz en varios barrios. Hay Messi, Maradona, drogas caras y sexo libre. Hay asado y empanadas de atún. Cynar con naranja y amantes con olvido. Hay cosas que no se cuentan y hay cuentas que nunca cierran. 13


Hay Monsanto y hay Centros y Clubes Culturales. Besos de 4 am y abrazos a destiempo. Eso. Hay tiempo. Hay sonrisas y carilinas que no soportan el llanto añejo que sigue preguntando qué pasó con Luciano Arruga. Hay de todo todo el tiempo. Eso. Hay tiempo. Y con eso alcanza para que haya sueños y así, soñar. Por ende, hay sueños. Exista o no un mercado central donde la carne salga más barata a las cinco de la mañana. Exista o no una percepción que nos lleve hacia un número y al cual nunca apostaremos porque acá. Acá. Acá no somos de creer en la suerte. Acá nuestras creencias pasan por un Gauchito Gil, un doctor que se suicida por tristeza a pesar de ser el rey del corazón, un Dios al que nunca le rezamos si no lleva una casaca con un diez. Acá, los escritores de historia, hacen plagio. Acá, el membrillo va con queso y el divorcio con frecuencia. Acá, en esta década ganada, Julio López, Carlos Fuentealba y Mariano Ferreyra, están perdidos. Acá, los amores de verano duran menos que una temporada. Acá, hay seres que fomentan la sonrisa. Y a pesar de que Olmedo se haya suicidado, todavía hay sueños. Quedan los amagues del potrero. Chilenas maquiavélicas, jugadas altamente sacrificadas para el momento y que ni el 14


más desconocido periodista relató. Hay medialunas de manteca y amaneceres que en soledad son más duras que la grasa de una hornalla en la década del setenta. Hay zapatillas colgadas en tendidos eléctricos que marcan zona libre y tragedias con sonido a rock. Hay Walsh, Urondo, Tanguito, gente a la que fueron cuando todo lo que querían era quedarse. Hay fotos que se suben a una red y hay cuadras que se bajan de un delirio convertido en pared que jacta que nunca nuunca nuuuuunca más. Hay más de lo que se ve y hay cosas que no se dejan mostrar. Hay cuerpos desnudos. Hay Graciela Alfano, Coca Sarli, Susana Romero, María Soledad y Marita Verón. Hay muchos más nombres que la televisión no comunica y hay gente que cree en ella. Pero hay sueños. Todavía hay sueños. Hay un mundial que espera el consumo de los enceguecidos ante el comercio. Hay rocío sobre el cesped y hay llantos que buscan motivos improbables. Hay giras y toallas y amores que nunca se olvidan. Hay enanas refutaciones que impiden demostrar que esto no es esto. Acá, en éste sitio, hay choferes de la información. Astronautas de la nada. Guionistas de lo intangible y amigos de la hostia. 15


Hay pan y queso. Dulce de leche. Vino tinto con Soda y Los Redondos. Hay ricota que tiramos al techo por no llegar a la canasta básica que incluya a la manteca. Hay veladores, ansiolíticos y despertadores. Hay farmacias y gente que trabaja de proteger a las tumbas. Hay sopapas que quitan la mierda y hay mierdas que nunca se escapan de la Casa Rosada. Acá, hay Caminito con acento extranjero y hot dogs nacionales y populares. Hay estadios de fútbol inundados a causa de que nadie se anima a embocar un gol en el arco de la responsabilidad. Acá, hay monumentos a Roca en bicisendas donde hacen carreras de bicicleta en las que regalan fundas para el Ipad. Que se entienda. Acá, hay gente que no tiene Ipad. Pero hay sueños. Aún hay sueños. Quedan tantas pero tantas hojas en blanco donde podría escribir todo esto pero nunca encontrarle sinónimos a la hermosura de tu sonrisa. Por ende, hay Amor. Eso. Aunque mucho no se crea, hay gente que cree en el Amor. Yo creo. ¿Y vos? 16


______________AL FINAL DEL FIN DEL MUNDO El fin del mundo. El fin del muro. La historia sin fin. Atreyou, Falcor, el fango. El tango del final feroz. Al final. El mundo sin muro. El fin del fin. El amor es más fuerte. Tango. Tanguito. ¿Pueden robarte el corazón? ¿De qué final están hablando? Si nadie me cose la boca... Que hacé tres vece que hacé… Elija su propia aventura. Llega a la página tanto y la historia sigue de tal o cual manera. Así o asá. ¿Qué final llega al fin? ¿Al fin de qué? ¿De qué están hablando? ¿A qué están jugando? ¿Quién dictamina la presión sobre el botón rojo de nuestra existencia? ¿Quién revende los asientos hacia la próxima vida? ¿Jesús? ¿Ala? ¿Ferrobaires?

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¿Pasillo o ventanilla? ¿Qué ubicación prefiere para ver bien de cerca al fin del recorrido? Ido. Qué lindo haber ido. Sido. Pido. Quiero decir que me gustó mucho Tango Feroz. Sobre todo el final. Cuándo Cecilia Dopazo. ¡PASO! Otra pregunta. ¿Domingo? Que lindos son los domingos. Para cierta gente, claro. Para los que esperan al fin, el domingo es el fin del fin de semana. Ahí comienza la semana entrante. Entonces, ¿con el fin del mundo arranca el mundo errante? ¿O cuál? Sea cual sea, que sean distantes las diferencias entre Israel y Palestina. Que la Franja de Gaza no se cubra más de gasas por la sangre que cierto sector incierto de éste mundo pretende desparramar. Amar. ¿Qué verbo no? ¿Qué amaremos luego del fin si nada queda? ¿Por qué no aprovechamos ahora y hacemos el amor ante los ojos del señor que nada implora ni reza frente a Gaza? ¿Y si goza? ¿Y si posa? Y si Sosa, Mercedes, estuviese viva, ¿qué diría? Con la ropa enlodada y el alma repleta de amor todo artista debe ir. Donde el pueblo esta, si fue así, así será. Cantando resucito y no me canso de vivir y de cantar. 18


Y si nadie posa ante el fin del mundo y Mercedes, Sosa, sigue asegurando que el té de jengibre con miel es el té de los cantantes. ¿Y si eso té hace bien aunque no seas cantanté sino constanté? ¡Dale flaco! ¿Y el Flaco? Que sin lugar para quedarse qué otra cosa queda ahora más que aquella larga espera. Entonces es como dar amor, y la distancia no me llegará, es que te quiero de verdad, es que te siento de verdad. Ahora cansado de esperarte en un andén en Acassuso son las once y ya no hay sol oh, por favor… ¡Por favor! Que no creo que el fin llegue antes de que vos llegues. Querida canción, amado poema, llegarás cuando el cielo se vista de tal y ese Cristo que tanto veneran se baje de esa cruz para correr y salvarse de lo que no pudo despojarle a la magia de la vida. La vida que no precisa de mundo para pasear. ¿O acaso en el universo no existen los recuerdos? ¿Dónde habitan aquellos que partieron de éste mundo? Desde qué palco observarán cómo nuestras mentes o sus tierras se dividirán en pedazos igualitarios donde sí exista amor y paz y no muertes absurdas a causa de las pancitas de los chicos que no prueban ni un bocado de la entrada, plato principal, postre y cafecito de los que dirigen éste cachito de tierra.

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¿Dónde se quedarán los abuelos? ¿Las ex mascotas? ¿Los diarios íntimos? ¿Los textos arrugados? ¿Los primeros besos? ¿El primer orgasmo? El primer diente de leche que por mala leche se cayó un domingo y no un lunes y así lograr que a mamá le dé cosa o cosita y no te saque de la cama y así faltar al colegio y no estudiar y no aprender y no relacionarse con desconocidos y no perderle el miedo a la calle o a la Luna y encerrarse en tu mundo chiquito y distante, ése que cabe en una caja de zapatos o en una lata de galletitas marineras y así no pisar ni siquiera en puntas de pié al exterior y quedarse y perderse el sol de la mañana sentadito bien sentadito frente a un monitor o desconocer la brisa de la noche a causa de estar sentadito bien sentadito frente a la televisión. Uf. Ése.

Ése es el fin del mundo.

No darse la chance de llevarse un chasco al decirle que la queres y darte cuenta que decirlo es mucho más fácil y bonito y sanito que pensarlo. El no permitirse la oportunidad de fracasar y remontar vuelo como barrilete de color y así planear y volar y sentir y cantar y escribir, provoca el fin del mundo.

Fin.

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_____________________________________AMOR Se acuesta sobre rocas. El horario de la siesta lo cuenta mediante latidos. Resulta que cuándo el amor tiene sueño, no sueña. Traspasa hacia la dimensión unidimensional. No hay lentes que permitan verlo de alguna instancia más normal, real, ficticia o tangible. El amor duerme y no precisamente sobre rosas o algodón. El amor descansa en el cajón de cualquier mesita de luz. Sobre algún que otro ticket de compra, de pasaje o de película. Eso, el amor tampoco es de película. No sirve actuar. No se recomienda guión. No se pueden adelantar escenas. No se debe precipitar el final. Porque el amor no tiene trama ni trauma ni escenografía ni director. No sirven los extras. No admite pausa. Stop. Play. No existe el amor maquillado. Iluminado con lamparitas artificiales. Porque en el amor la lluvia siempre es lluvia. La noche siempre es noche. El beso siempre es beso. Pero en cambio el cielo, el cielo, siempre está en el medio de tus ojos. 21


BANCA, BOTAS Y BOCA_______________________ Quiero ser redactor creativo, y redactarte creativamente, y recitarte instintívamente, y recorrerte decididamente, y remarcarte indeleblemente, y recordarte con toda la mente, y recrearte con poesía, y poemarte, y amarte, y jugar a ser tu cíclope, y bañarnos en el pacifico instante de la lluvia. Quiero ser tu tablero, usame, usame de papel, usame de lápiz, usame de prepo, usame de verdad. Y tachame la doble, hacémelo en la escalera, cantame jaque mate, matame, hermosa, matame. Poneme contra tu boca y la pared, haceme el truco, cantame la falta que te doy mis tantos y mis cuentos y mis versos, y sacame a pasear en éste juego de la vida, 22


todos los casilleros que quieras, y si retrocedemos no importa, porque todo retroceso en esta vida equivale a la posible carrera de cualquier despegue. Llevame a tu trébol que no pica, corazón de diamante. Que sea full, all in, juguemos, pero no, no me cortes. Que jugar de a uno es aburrido. Que para ser solitario ya está el recuerdo. Porque el recuerdo es unitario, si ambos recuerdan, si ambos perdonan, si ambos extrañan, insulsa es la salsa que no has de volver a probar. Vuelvan y jueguen. Que aquí hay manos de sobra. Que aquí nadie nunca se fue al mazo. Que aquí hay un adicto al juego que apuesta el alma en cada carta y eso, carteame, escondéme en tu blusa y ganáme. Que no quiero dormir afuera, lejos, en las malas. En caso que así sea, saltáme la banca, sacáte las botas, y secame la boca. 23


CRONO/PIO________________________________ Aquél día en que los astros decidieron tu presencia, la Casa de Atreo fue orfanato de niños impunes, el Coliseo un zoológico de humanos, el Arca de Noé, transporte público de sueños, y el diluvio universal, el llanto de sirenas que enteradas de tu existencia, no quisieron más que hundirse en el sin fin de las epopeyas. El día en que tu suspiro marcó al presente, Zeus se arrodilló ante Afrodita y suplicó creando estrellas, ser parte del cuento que tu ser provocaría. El día en que tus ojos explayaron sus pestañas, todo albergue de leyendas se derrumbó sin sentido, y el cielo fue un ingenuo creyente de historietas que no supo más que crear a la Luna para así, de alguna forma, robarle atención a tus pupilas inmortales.

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______________________________CRONO/PIO II El término de amor eterno no es más que una farsa inventada por tontos que le temen a la peligrosidad de la marea. Un salvavidas convertido en palabra que promueve el naufragio a una deriva sin orillas ni tormentas. Es la promesa redundante de una redundancia prometida. Es soñar con que los olas siempre rompan en silencio y que los peces mar adentro siempre vivan adiestrados. Es querer que la arena se estanque y que no pase el tiempo ni las temporadas para que nunca haya que vestirse y emprender otro desafío. Es dar por sentado que la vida no es variable y que el desarrollo de lo soñado ya está escrito de antemano. Como los niños que en la playa son dibujantes de murallas, arquitectos de castillos, reyes con princesas de figuras diagramadas. El prometer amor eterno es regalar un molde pre fabricado que elimina la derrota y nos convierte en presos de un esquema retratado por extraños. Nos amarra a un muelle añejo de costumbres oxidadas. Nos ahoga en las peceras del desencanto y nos obliga a nadar, irremediablemente, hacia un anzuelo que sólo pescará a uno y que dejará al corazón envuelto en un cardumen de añoranzas mal hundidas. ¡Naden y rían y amen como si no existiese el tiempo! 25


CARTA DE UNA SONRISA A SU MAMÁ_________ Buen día mami, ¿cómo estás? Aunque seguramente te imaginarás la razón de ésta carta, voy a contarte unas cosas, cositas, que quiero decirte hace nueve días. ¡Cumplí un año! ¡Todos dicen que cumplí un año! ¡Todos me besaron y me jugaron! Me llevaron por el aire como avioncito. Me acercaron a las plantas que tanto me divierten. Me hicieron reír, sí mami, me reí tanto que aún lo recuerdo y se me agiganta la sonrisa. ¿Pero nadie se dio cuenta qué en mi torta rica de cocholate podían estar tus treinta años? Cumplí los tuyos mami. Tengo tus años porque vos me soñaste desde que vos cumpliste un añito. Los tengo a todos, un año encima del otro, desde mi tobillo hacia mis ojos. Tengo tus años porque vos me llevaste de paseo en tu pancita. No importaba si llovía, si el sol estaba fuerte y radiante, si el tráfico era insoportable. No importaba si tenías sueño, cansancio, dolor de muelas o antojo de frutillas. Me llevabas de paseo má. Me cuidabas y me mimabas por encima de tu ombligo. ¡Fueron tan ingenuos vos y papi que hasta pensaron en llamarme Juan Ignacio! Disculpen: salí princesa.

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Y estoy convencida de que lo sabías. Cuando apoyabas tu mirada por sobre los ojos de papá veías en sus retinas el reflejo de los tuyos. ¡Y en ese reflejo estaba yo! ¡Yo los veía! ¡Y ahora los veo abrazarme y besarme y jugarme y festejar mi primer año! ¿Y nadie puede creer que para mí yo tengo treinta? Mami, miráte: me enseñas a caminar con una flor en la mano y una sonrisa en el rostro. Miráte mami, ¡o miráme! ¡Pareciera que estamos festejando que ya dí unos cinco pasitos seguidos! Te reís al llevarme de la mano. Me aferro a tus palmas y a tu equilibrio y me dejo ir. Lleváme, lleváme de paseo mami. Que hoy se festeja el día de la linda. Lleváme ma, dale: unos siete, ocho pasitos más y prometo dejar las rodillas quietas. Lleváme hacia dónde haya jazmines que te los regalo todos. Pétalo por pétalo. ¿Sentimos su perfume juntas? Yo te digo éste má, no, éste. Vos lo sacas de la ramita y ¿me lo prestas? Que quiero sentir el perfume que te gusta y así perfumar a tu mirada. En cada hojita, en cada pétalo de ésta flor voy a encontrarte y diré junto al tiempo:

A mi mamá le encantan los jazmines. A mi sonrisa le encanta mi mamá. 27


CÓMODO Y NAVEGABLE____________________ Salimos desnudos al living y lo vimos ahí. El mañana golpeó la puerta. Tres veces. Hasta podría asegurar que fueron cuatro. Me acerqué y observé por la ventanita de la madera. Ahí estaba él. Todo el mañana frente a nosotros. Golpeaba y golpeaba la puerta cada vez que oía nuestras voces. Luego de verlo te consulté si estabas convencida de la decisión de abrirle. En la mesa de luz había restos de cigarrillos o casi cigarrillos o, en fin, antesalas del humo que ya no desperfumaba el ambiente. Al borde de la silla colgaba una remera azul con dibujos impresos de automóviles coloridos. Le abrimos. Lo dejamos pasar. Y ya no existió el sueño de soñar el mañana. Pues lo teníamos ahí. En el mismo sillón dónde horas antes se había recostado la algarabía. En el mismo respaldo en el que tus ojos leyeron los sesenta y dos modelos para armar un mundo. Ahí estaba y ahí se quedó. El mañana se hizo ahorita. Ahí estábamos y desde ahí jugamos. Logramos confundir al huésped del tiempo y le dijimos en la 28


cara que nada ni nadie iba a lograr destemporizarnos. Porque nos mudamos hermosa. Nos fuimos del mapa. Burlamos al cansancio muscular y soñamos con que al partir haya un beso y no un adiós. Soñamos eso. Un viaje de ida sin despedida. Dibujamos un peaje obligatorio en cada poro. Falanges tras falanges palpando en primera mano el latir de nuestro sitio. Quiero embalarte el alma y llevarla a mi nueva casa, dijo. Ponerle cinta scotch a cada extremo de tu sonrisa. Guardamos cuadros y camisas. Discos, revistas, libros y recuerdos. Titulamos a cada caja con su contenido. No me olvido de la caja celeste, esa que dejaste en la puerta del patio y que casi olvidamos. Tenía un moño realizado con papel y una flecha que apuntaba hacia la base del cartón. Me dijiste que la lleve por sobre mi cabeza y que mire lo escrito en tinta negra. Uno por uno respeté al pedido de tus movimientos. Dejé el té de manzanilla en el escritorio, levanté la caja por sobre mis hombros, reconozco que tras la quinta subida en la escalera fue difícil erguirme tan derecho sin sentir la espalda como pavimento, hasta que encontré el mensaje, ése del que me hablabas: 29


— No te rías ni me odies. ¿Y si nos quedamos? Confundí al silencio del ambiente con el cuter que utilizamos para la cinta. Todo era filoso. Todo. Tu duda de mudarnos. Mi tan interna impaciencia por el tiempo. ¿Te parece a un mono ambiente? ¿Y el perro? ¿Y la pecera? ¿Qué vamos a hacer con la máquina de cortar pasto si sólo tendremos un balcón francés? ¿Y el sueño de la pileta? ¿Y la luz de la Luna sobre nosotros? ¿Quién es capaz de cambiar al brillo de la noche sobre la ventana de tu cuarto por un SUM a estrenar? ¿Quién paga las expensas del deseo? Y si el ABL fuese Amor, Besos y Libros,

¿alguien se quejaría por su aumento?

Lo cierto es que hicimos lo que teníamos que hacer. El avión de papel había traspasado la ventana hacía unos extensos nueve segundos. Planeó por el aire como si tuviese motores. Firme. Recto. El balcón del tercer piso “A” fue la pista de despegue de nuestra nave. La creamos juntos. Pensamos en pintarla pero no. Me dijiste que no. 30


Que la pintura le quitaría potencia al agregarle peso. Me dijiste que piense. Que cómo pintarlo, por qué pintarlo, con qué pintarlo. En un acto humillante hacia mi dibujo realizado, permití que el avión sea blanco y rayado. El agujero de la hoja lo dejamos para que sirva de alerón. Doblamos sus extremos para convertirlos en alas. El fuselaje fue apretado con decisión por tus falanges derechas. El timón de dirección lo hice yo. Me tomó media hora darle curso a mi deseo de que sea útil. Luego de armarlo nos miramos a los ojos e imaginamos que éste avión, nuestro avión, podía ser de pasajeros o de paracaidistas. En ambos casos nos dibujamos ahí. Con la mente y las palabras. Nos vimos sentados, creo yo, vos en la ventanilla y yo en el pasillo. A los tres minutos te miré a los ojos y te pregunté si me dejabas un poquito. Si cambiábamos de lugar unos minutos. Yo tenía ganas de ver la ciudad desde arriba. La casa de mi infancia. Ver las calles como si fuesen lápices. Ver los arboles convertidos en manchas verdes que colorean el paisaje. Fuiste gentil. Me cediste el asiento con la única condición de contabilizar los minutos en tu asiento mediante pellizcones. Y acepté. 31


El primero fue leve. Cerca del codo izquierdo. El segundo lo sentí. Fuerte. Decidido. Por encima de la rodilla. Al tercer pellizcón ya habías entendido que el dolor no me imposibilitaría soñar a través de la ventana. Fue ahí cuando apoyaste tu mano derecha sobre mi pómulo izquierdo y giraste mi cara hacia tu cara. Ahí me dijiste guapo, es de papel, sentate dónde quieras. Corrimos desnudos porque claro, a las seis de la mañana uno suele andar desnudo o con pocas prendas y no realizando cortes en el papel con el anhelo de hacerlos volar y verlos volar y sentir que el volar es parte de la madrugada. Abrimos la ventana -esta vez era la del departamento- y decidimos el destino juntos. Yo quiero lejos, dijiste. Yo no tanto, quiero verlo planear un largo rato, ver su camino, te aclaré. Jugamos al piedra, papel o tijera para saber la identidad de aquel que lo lanzaría por el aire. Y ganaste. Ganaste como siempre. Me anunciaste en esta va tijera y tomá. Tu mano se vistió de tijera. A la segunda jugada me cantaste, ahora voy de piedra y paf! Tu mano sonó atómica contra tu palma y yo así, despeinado 32


y con un dos a cero abajo. Ya me estaba por imaginar el verte lanzar a éste avión, nuestro avión, por la ventana cuando sin buscarlo me puse uno a dos. Mi papel fue lento y tu piedra repetida. Sonreíste como en un festejo asegurado. Dos a dos y tu cara se hizo pluma. Te canté tijera y fui tramposo. Saqué piedra. Vos fuiste terca y revolucionaria y sacaste papel. Ése papel fue tu papel firmado hacia el permiso del despegue. El avión, nuestro avión con tu despegue, salió hacia Venezuela al tres mil novecientos. Dobló en la esquina de Yapeyú y perdimos de vista su recorrido. Seguirá volando, me preguntaste. Te apuesto que sí, te dije. Te reíste y pusiste tus manos en forma de combate por detrás de tu espalda. Ahí, en ése momento, tu boca dijo: piedra papel o tijera, a uno, el que pierde sale a buscar a éste avión, nuestro avión. Entendimos que mudarnos, en cierta parte, se trata de soñar. Y nos reímos, claro. Mucho. Y nos mudamos, por supuesto. Ahora vivimos en un cómodo y navegable (barquito de) papel. 33


CON SABOR A NARANJA_____________________ Que el destello de la estrella no sea fugaz. Que no sea una nube pasajera. Que no sea un viaje de boleto mínimo. Efímera. Taxi de regreso al que no regreso a ver. Que no sea orilla de río y nada más ni mar en postal, quieto y seco. Que no se vuelva colilla nicotínica de una ceniza provocada por el viento. Que sea relleno de portaretrato. Que sea el café con leche al cuadrado del jarrito de mis mañanas. Que no sobre una almohada. Que si se hace tarde nos bañamos juntos y nos secamos juntos con una toalla de mano. De esas chiquitas que terminan empapadas. Que las empanadas se pidan para dos. Que el vino tinto se parta al medio en ambas copas. Que tu boca sea cubrecama y cubrealma. Que pidamos dos asientos. Pasillo y ventanilla. Que no quede firme el apoya brazos que separa las butacas. Que el mate dure la mitad de lo que venía durando. Que el diario se lea por suplementos. Toma el espectáculos, dame la revista, toma el sudoku, dame tu sonrisa. Eso, que las galletitas no sobren dentro del paquete. Que me retes por usar tu shampoo. Que te rías y me preguntes por qué me enjuago éste pelo con crema para cabello lacio y brillante.

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Que brille el sol en la ventana y que rebote cualquiera de sus rayos en cualquiera de tus dientes. Que suene música de fondo para dormir. Cada noche uno escoge un disco. Cada mañana cantamos una canción que nunca hayamos aprendido. Que me expliques porque pones la boca así para pintarte los ojos. Que no te pintes que así ya sos guapa. Que te subas a éste barquito de papel que quiero desanclar del cuaderno de mis delirios. Que haya poesía en tu espalda y teatro de sombras tras la cortina de la ducha. Que no usemos paraguas. Que nos inundemos los tobillos en el camino hacia Iruya. Que la cuerda del Sol esté siempre al aire. Y que la curda, con sabor a naranja, se provoque, con vos, siempre, por debajo de la Luna.

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DALE, LLAMÁLA_____________________________ Animáte, dale. Agarrá un papelito de ahí, Agarralo y llamála. Dale, tranquilo, no pasa nadie, nadie te mira, nadie te juzga. Dale, agarrálo che. Mirá qué linda que es. Amorosa, dulce, puertoriqueña, caribeña, colombiana, argentina, de dónde vos quieras, y es más. dice que te trata como una novia. Dale, llamála. Que tenés que hacerte hombre de alguna vez por todas. Hombre, así, íntegro, entero, desvirgado. Llamála, dale, animáte. Agarrá ese papelito de ahí. Olvidáte del prejuicio, de las miradas, del nerviosismo. Meté esa monedita ahí y llamála. 36


Éste teléfono público con sus avisos de sexo en privado, se cruzó en tu destino por algo. Hacele caso. Hacele honor al pibito que pegó estos papeles. ¿Qué te pensás que eso no es laburo? ¿Qué salir a pegar sexo en sticker es fácil? ¿Y las miradas? ¿Y los nervios? ¿Y los prejuicios? Dale, animáte. Llamála y pedíle todo. Completo, con o sin, no importa. Importa más que la llames a que pienses moralidades. Hacete hombre y hacela mujer. Vos tenes su plata en tu bolsillo. Ella tiene tu deseo entre sus piernas. Convertite en lo que deseas y llamála. Tené confianza en la foto del papel, seguro es la mujer de tu vida. Pero, ¿qué sabrás vos no? Veintinueve años y nada. Ni palpitaciones, ni taquicardia por ver que está cruzando la calle, ni esa pelotudes preciosa en el estómago cuando te despierta y te molesta, claro que te molesta, te pellizca un poco más arriba y te jode, 37


y por supuesto que te jode, te pone de mal humor unos tres, cuatro, cinco, seís, diez minutos y luego qué. Luego te das cuenta que eso es amor. Pero olvidate. Agarrá ese papel y llamála. Olvidate de la ilegalidad, olvidate de la brutalidad, olvidate de la violencia, olvidate de la miseria, de lo absurdo, de Marita Verón, de tu hermana, de tu vieja, de tu abuela, olvidate del infarto y la muerte de Mamá Lily. Olvidate y llamála que seguro el amor estará esperándote. O no. Hacete hombre y no la llames. Hacete hombre y agarrá esos papelitos. 38


Parate ahí y sacalos, uno tras otro, así, de todos los que veas. Hacete hombre y salí a la calle en busca de esa mujer. Enamorala pedazo de cagón. Provocale taquicardia. Transpirala. Escribíle o no. Cantale o no. Besala o no. Si, besala. Que pierdas el sabor de tu propia lengua por confundirlo con el suyo, que extirpes de tus pupilas gustativas el sabor del chocolate por confundirlo con el gusto de sus hombros Animáte, dale, tranquilo. Que sin clientes no hay trata pero sin puterios, hay amor. 39


DECLARACIÓN_____________________________ Fui asaltado. No pude defenderme ni proteger a mis pertenencias. Fui ultrajado. Quedé perplejo ante el pedido de dame el alma, dame el alma. Quise mantener la compostura y la mirada firme y caí frente a sus ojos. Recuerdo imágenes, estalactitas de momentos derritiéndose en instantes. El musgo broto desde el parquet y desde las baldosas del patio. Nunca nadie había logrado traspasar el living. Fue shockeante ver crecer la peste y la mugre por entre las cuerdas de la guitarra. Nada estaba afinado. Ni ella, ni la suerte, ni el instrumento. Nada estaba en su calibre justo. A todo le faltaba una cuerda. Una clavija. Un sonido. No logré darle pelea al fluctuante latir de la tempestad. Los rayos detenían su poderío en lo alto de las estrellas. Se fundían por delante de la distancia indescifrable. La noche. La noche sorteaba bandejas con esperanzas. Tarjetas postales con mandamientos infames.

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No deberás soñar. No dibujaras al mundo en un cuarto de carilla. No llevaras al cuarto a la madre de tus cicatrices. No solventaras con poesía a la deuda del perfume. No. No. No. No cometerás ningún crimen. Ni por amor. Ni por libertad. En el asalto quedé en silencio. La luz del transporte se dirigió hacia el cordón y demostró que en la máxima oscuridad, en la antesala del viaje destinado, siempre puede aparecer una voz que consulte:

— Disculpame, ¿la Luna queda por acá?

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DOS PALABRAS SIMPLES DOS_________________ Tuve miedo de olvidarme de las letras. Del suspiro de la escritura. Del orgasmo literario. Tuve temor. Tuve frio. Tuve chances de incendiarlas. Palabra por palabra. Excluir nuevamente de las mañanas al síntoma que las lapiceras me transmiten. Si, tuve miedo. Y fui un cobarde importante. Busqué refugio. Aliados. Me presenté a la batalla. Disfrazado de pseudo guerrero que no pretende ganar, sino terminar con vida. Y me senté. Me acomodé. Me sentí. Me acompañé. No tuve intenciones de dispararle a nadie que no sea yo. De apuntar/me tinta. Y fue más en ése apunte que en algún que otro fuego, donde pude dejar marcadas todas las palabras que nacieron del combate. Una, fue La otra,

amor. gracias. 42


____________________ FOTO VIEJA, VOS JÓVEN Tengo una idea, voy a cuidarte, a llevarte de paseo. Quizá corresponde que vos me agarres fuerte de la mano, que elijas el camino, como eligiendo la aventura pero por fuera de las hojas. Quizá lo apropiado sea que vos elijas el horario, se supone que la experiencia viene con los años, por eso creo, que corresponde, que vos elijas el destino. Igual así, prometo cuidarte. Entiendo que sea complicado y mal visto, que sea difícil coincidir punto de encuentro. Imposible será para aquellos que jactan los patrones del realismo. Hermoso será para aquellos que soñamos con que la magia existe y es tangible. Dale, un rato, bajate de ahí, vayamos de paseo. Prometo no ponerle mucho edulcorante al té con miel.

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Te aseguro que daré mi derrota sobre la mesa a cambio de que me expliques cómo hacías para adivinarme las últimas tres cartas en la última mano de la escoba quince. Vayamos de paseo te digo, dale. Que quiero que me lleves por la 42 hasta la Costanera. Pisar arena caliente y verte a vos. Vos y tu reposera gigante. Vos y tu gorrito piluso. Vos y tus ojotas de mil novecientos treinta y quién sabe cuántos. Quiero que me cuentes las historias de siempre, que las repitas, una tras otra, quiero detalles, verte reír. Que te lo pague el loro le dijo al verdulero cuando él le pidió los dos pesos faltantes. Así, con esa sonrisa pícara y eterna te quiero, te quiero así y así te digo que te quiero, digo, te amo, y vos, decime: 44


¿Tan cómodas están las nubes que hace rato no venís por acá? ¿Qué te dan? ¿Permiso para tirar fosforitos abajo de la mesa sin que la abuela se enoje? ¿Qué te dan? ¿La renovación del registro de conducir a los noventa y cinco años sin pedirte anteojos? Cómo la peleaste, querías manejar hasta Santa Teresita y llegaste hasta la Luna. ¿Y el paisaje? ¿Me viste? ¿La viste a ella? Chiquita y hermosa, con tan sólo un año le hablé de vos. Se paró en el dormitorio y miró fijo al portarretrato. Foto vieja. Amarilla. Vos joven. Serio. Sepia. Sus ojitos me preguntaron en silencio ¿quién es? Yo lo intuí, creí que de su casi un metro de altura se volvía gigante la duda acerca de quién era el de la foto. 45


Yo no supe qué decirle, no supe qué contarle, yo no supe qué hacer. Sólo intenté en un breve acto ocupar al silencio, a ella la levanté en brazos, apoyé sus piecitos en el escritorio, y estirando mi dedo índice izquierdo, señalé a tu foto y le dije al oído, — Es mi superhéroe, pero acá insisten en llamarlo abuelo.

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________________________GOL MADRUGADOR Seamos dos contra todos. Un gol de nosotros dos contra todos. Dale viejo. Tirala larga que corro y ahí va el centro. Ahí. Pasando el primer palo. Calzate la casaca y la cabeza y adentro. Que te espero en el corner para abrazarte y gol. ¡Gol! Y los diarios no sabrán decir de quién fue el gol, ni quién tiró el centro, ni quién cabeceó. Pero pucha que el festejo será nuestro. Un gol nuestro. Con todas las letras. Desde la G hasta la I. Galli, carajo. Galli. Goleadores del campo éste al que llaman vida. Quedáte en el césped y haceme patita que quiero trepar el alambrado, y así cruzar a la tribuna y ver, hoy y siempre, desde éste lado, los goles tan bonitos que hiciste en todas las mañanas cuando me besabas la frente al irte a trabajar.

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HÁGALO___________________________________ Apoye sus pies en el agua. Cierre los ojos. Sienta las piedras entre sus dedos. Vea caer el sol. Expanda la mirada. Váyase directamente al extremo dónde se unen el mar con el cielo. Escriba imaginariamente en la fractura de las olas y déjese llevar por el canto de las gaviotas. Abra los ojos, un poco más, y vea que la felicidad de tal instante se encuentra en tirar piedritas al mar en búsqueda de otras piedritas y así. Ríase. Que no hay tiempo que pregone lo contrario. Vuelva en sí mismo. Alcance una profundidad extrema con sus pupilas. Vierta toda la lluvia sobre los hombros. Déjese tormentear. Toque la luna. Tóquela. Con la punta de los dedos. Estire un poco más a sus falanges. Rócela. Algo al menos. Si llega, escriba un sueño sobre la superficie lunar y cuéntelo. Cuéntele un cuento a las estrellas. Hable con ellas. Pierda el temor a la galaxia y a la vía láctea y no se pierda ese instante en el que el sol le perfora los ojos tras la cortina. Siéntase vivo. 48


Eterno en lo efímero. Cumpla el deseo de trasladarse con el pensamiento y sueñe. Sueñe como si nadie lo estuviese leyendo. Y ame, ame como si nadie lo estuviese olvidando. Y levante un nuevo reino donde los muelles no tengan sirenas. Dónde las letras no tengan acordes sino latidos. Y corra. Corra hacia un vértice de la hoja donde escribe su vida y tache. Tache lo que quería tachar y hable. Hable como si nadie lo estuviese leyendo o soñando o rozando. Da igual. Hágalo. Y no se arrepienta de lo que transpiran sus renglones. Escriba. Escriba como si nadie lo estuviese amando.

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INCUENTABLE______________________________ Resulta que te vi. Ayer. Estabas con tu vestido de amapolas. Tus uñas de color amarillo. Tus lentes verdes del color de tus ojos. Tus zapatillas voladoras. Fucsias casi rojas. Rojas cuasi fucsias. Te vi y giré. Noventa grados hacia la nada. Intenté ubicar a mi rango de visión sobre Aerolíneas Argentinas. Perderme y perderte. Volarme y volarte. Sacar de mis retinas a tu sombra caminante y luminosa. A tus labios con gusto a limonada. A tu silbido infantilmente precioso. Quise correrme. Ahogarme en cualquier baldosa de Florida o de Perú. Esguinzar a mi deseo y pedir hielo en cualquier otra corazonada. Poder lograr ponerle cinta scocht a tu foto de tapado verde y marea negra porque, claro, era de noche y estábamos sobre el río. Ambos nadando sin saber nadar. Ambos desnudos sin saber hablar. Ambos amando sin saber. Estábamos. Y era lo importante. Pero te vi. 50


Y estabas ahí. Así. Ají tuve que llevar a mi boca para darle otro motivo al lagrimal. Y qué mal. Qué mal que hayas estado ahí y así y ají. Agitante a mi corriente sanguíneo y la presión hizo plaf. Volcó contra los carteles que anunciaban feliz día del maestro. Ahí. Justo ahí. Justo cuando me preguntaba quién es capaz de enseñar a querer querer, sin querer querer de la forma en que se quiso. O se hizo. O se pudo. O seguro que yo no. Yo no quiero entendes. No entendes que lo que te escribo pasa por la tangente del amor que ya no quiere. Esta hipotenusa no quiere ser el ángulo en recta hacia la nada. En camino hacia cualquier lado menos a Roma y Roma. Justamente Roma. Ahí donde los gladiadores luchaban sabiendo que quizá esa sería la última vez. Esa sería su última lucha. Su última fe. Su ultimatum hacia el basta. Te quiero. Entendeme que te quiero.

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Pero te veo y mis rodillas dibujan una gelatina sobre el suelo. Tiemblo a noventa y tres latidos por segundo en escala constante hacia tu boca. Y ahí me estanco. Se quiebra mi tierra. Se rompe mi esquema. Se quema mi no y pum. Siento un disparo en las muelas. Un pellizcón en el alma. Un aterrizaje de tu mirada sobre mi sangre. Entonces pido auxilio. Auxilio que no puedo. Ayuda que no puedo. Pido help. Help me para me y para todos. Que se me desabrochan los poemas. Que se me congela el otoño y siento cómo éste pseudo invierno convierte a las estalactitas del minuto frío y blanco y negro en estalac tic tacs tic tacs tics tacs de estos segundos de aquellos primeros recuerdos incuentables. Y cuento la cuenta. Cuento los cuentos. Cuento tus cuentos y splash. Caigo rendido ante tu apellido. Ante tu ente. Ante tu esfera. Pero sobre todas las cosas, caigo pobre y desnudo frente a tu frente. Y eso no es lo peor. Lo peor es que caigo con la vista 52


hacia tu nariz. En carrera hacia tus ojos. Que me miran y me hablan y callá esos ojos dice la pared de Estados Unidos y Bolívar. Callá esos labios dice la esquina de mis hemisferios cerebrales. Callá y calá hondo en éste río negro porque, claro, sigue siendo de noche, y yo no entiendo y no puedo y no quiero entender el por qué de todo esto, pero te extraño. A veces. A oscuras. Ayer. Ahora creo que no. Que fue. Entendes que fue. Que te acabo de mandar un mail diciéndote que tengo ganas de mandarte un mail. De decirte que te extraño. A veces. A oscuras. Al sol. Ahora. Que tus piernas se llevaron el vaivén de mi cintura. Que vuelvas. Que me des un beso en la nariz. Que abraces a mis omóplatos, Que me muerdas la oreja. Que te vayas, No. Que vuelvas primero. Que me traigas toda la saliva que te llevaste tras tus encías. Que le des una nueva razón a mis pestañas. Que vuelvas y que traigas mi poema tatuado en tu antebrazo. Una vez que hayas vuelto. Te diría que te vayas. Que quién te pensas que sos para irse y volver cuando queres. Te diría que no leas éste mail. Nunca. Que te pierdas. 53


Que te lleves tu antebrazo escrito con mis labios. Que te vayas. Y que te lleves todo. Que te lleves mi vaivén y mi cintura. Que te robes mi nariz. Sí. Que te la lleves. Como también a mis omóplatos y a mi oreja, Que te lleves esta absurda razón de pensar en decirte esto. Que vuelvas. Entendes. Que vuelvas y que te lleves toda mi saliva. De prepo. De una. De verdad. Que ya no hay beso. Ni eso. Ni versos. Tan sólo quedan estas ganas inmensas de decirte que vuelvas para irte. Y que te lleves todo. Y que me dejes, al menos, un poquito, un trocito de papel para escribirte, muy de vez en cuando, un cuentito de amor como éste.

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_______________________________________J.A.S Juan Antonio Sarastivo siempre fue predicador de números de lotería. Reconocida era su cualidad de trashumante. Un sobreviviente de dos matrimonios y tres operaciones cardíacas. Un stent facilitaba el recorrido de la sangre por su cuerpo. Una placa de colesterol le había provocado un traspié en los latidos de su motorcito. Y es que así le decía él. Motorcito. Siempre tuvo suerte para los sorteos pero nunca logró adivinar si la flecha de Cupido era de amor o de veneno. Su primera estadía en el quirófano se debió a una combinación fatal. Juan Antonio Sarastivo decidió mezclar poesía con mujer. Y bebió de a sorbos. De a cucharaditas. Ingirió prosas y prosas entre sueños femeninos. Degustó rimas con besos. De esos que riman con el nombre o con los labios. Juan Antonio Sarastivo buscó bar tras bar a la comisura de una boca que reseca le secuestre a su resaca. Robó servilleteros completos para convertirlos en poemarios. Y los fue escondiendo, uno tras otro, en modulares de hoteles alojamiento. En las servilletas acostaba palabras que incitaban al sexo y al pensamiento. No para pensar durante el acto., sino para actuar sin tanto pensar. Levantó temperatura y decidió auto medicarse. Acabó con 55


acordarse del empacho provocado por su ex mujer. Pidió médico a domicilio y terminó en la sala de primeros amores auxiliados. El post operatorio fue pasivo. Se dejó estar. No se dominó ni a él en cualidad de paciente ni a la paciencia de los remedios. El médico laboral le diagnosticó deseo y la ART cubrió gastos por fracturas de sonrisas. Todas expuestas. Una encima de la otra. En color. En blanco y negro. En vivo y en di/screto. Desenchufó a sus parpados y observó mediante la poesía. El segundo hospedaje hospitalario tuvo causa y efecto en una fotografía. La imagen que siempre quieta adornaba al tercer estante de la biblioteca tumbó al polvo que la acompañaba. Se hizo presente. Presidio. Preámbulo y preestreno. La obra de su historia continuó con la recaída de su personaje en primera persona. El telón nunca estuvo tan al sur. Las marcas del escenario nunca fueron tan adentro. El público nunca estuvo tan ausente. El aplauso nunca fue tan mute. La gorra del final nunca estuvo tan desnuda. El guión, siempre releído, nunca estuvo tan trabado. Juan Antonio Sarastivo cayó en el veraz de los acorazonados. Se endeudó con saliva y con orgasmos. Llevó a remate al remate de su cuerpo y no le puso costo, sino rimas.

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Mi cuerpo muerto espera la plena pena de un ser que siendo, sea. Mis ojos ciegos que viejos miran, tiran la cuerda de un curdo ver. Mi corazón se ha roto, poquito a poco, y la sonrisa se fue sin prisa bajo la tiza de un pizarrón, corazón. Que la cerveza de mi cabeza que pesa pesadamente no tenga al frente a un Dios demente que al embriagarse vomite amén. Juan Antonio Sarastivo batió en su recipiente de venas y arterias a micro cuentos ficcionados de una princesa bien real. Y fuerte fue el trago. Y amargo fue el café de la sobremesa. Y veloz el consumo del cigarrillo. Y útil la servilleta. Y entre lágrimas y lágrimas oyó canciones de un príncipe que pena. Y qué Pena, Gustavo, que pena. Al anochecer la ambulancia se convirtió en Olivetti. El respirador artificial en líneas bien naturales. Cayó en coma. Treinta y siete días en coma. Con los ojitos cerrados nunca vio tan claro a su alrededor. El pitido del cuarto le recordaba a su motorcito. Cayó en coma. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. La que gusten. Cuando uno cae en cama por estar en coma de un amor no hay cifra que identifique a su peligro. Entendió que basta con salir con vida de la tercera, para salir riendo de la segunda y terminar muriéndose siempre o a veces en el primer amor. 57


La tercera y última visita al quirófano fue cuando Juan Antonio Sarastivo recordó el papel que cumplió durante el sueño. El decimocuarto miércoles de invierno soñó con ser capitán de un barco pirata y en él, tuvo el honor de dictar el discurso de un vulgar capitán a la tripulación de sus sueños. En el desvarío marítimo y soñado, J.A.S entendió que en el último recorrido, la tripulación de sus demencias logró escuchar o imaginar las palabras del capitán que, esforzándose por no escupir sangre, proclamó: Me permití tantos conceptos como tiempo, risas, lágrimas, pestes, irregularidades, desesperanza, sueños y palabras rifadas, que no cargaré con el título de abandono en el momento en donde escoja saltar del barco. Más bien, nadaré hacia la orilla, con la mente clara, inundada pero a salvo, desbordada e impaciente, pero seguro de que llegaré con vida. Nadie aplaudió luego de su descargo, pues todos los imaginarios navegantes, esperaban desconsuelo y rabia de su mandamás al que nuevamente escucharon asombrados al decir: Queridos sueños: mi castillo podrá ser de cartas, mí tiempo de arena, mi ejército, una simple ilusión dibujada en la tierra. Hasta mis letras talladas en la historia podrán ser transparentes y efímeras. Pero aún así, son réplicas de mí ser. Nunca en ningún segundo he defraudado a mis locos instintos de caminante. Las tormentas son testigo de mis actos y la mirada de esa sirena, cómplice de mis augurios. 58


Los amaneceres supieron encontrarme en complejos desvaríos de los que tuve que rescatarme acompañado, únicamente, de mis propias entrañas. ¿Y los disparos al aire comandante? -consultó su memoria-. Los disparos fueron canciones forjadas, en ciertas ocasiones, del desconcierto y la decepción, mientras que en otras, fueron a causa de la ceguera provocada por el amor hacia las olas. El silencio ubicó a la perfección a la nave en la ruta de altamar. Tantas Lunas como estrellas guiaron en la oscuridad. El Sol supo marcar y remarcar al peligro. Y es cierto que a pesar de intentar domarla, el temor que el Capitán le obsequiaba a la profundidad del agua, convertía a la travesía en un desafío, al que siempre le dirigía la palabra por más de conocer la poca, poquísima, audición del Océano. Será retrato con el paso del tiempo este boceto de fiel explorador. Este naufragio formará los cimientos de los próximos amantes de la locura de zarpar sin brújula ni conocimiento alguno de la existencia de la Cruz del Sur. Porque seremos los que incendien la bandera que prohíbe confiar en la utopía. Los sueños y Juan Antonio Sarastivo, soñaron. Y fue allí, una vez más y para siempre, sobre el extremo de su barquito de papel, donde el niño se despertó con un mar en cada retina. 59


JUEGO DE PALABRAS________________________ Corriste hacia la ventana como si el mismísimo viento te desatara los cordones. Saltaste el zócalo que divide el living con el patio. Festejaste. Festejaste como si el aterrizaje de tus pies sobre las baldosas bordó hubiese sido una consagración en cualquier deporte de alto riesgo. Y reíste. Y al reír. Moviste absolutamente todos los músculos de tu cara. Cambiaste el diámetro de tu boca. Te convertiste en un cubo mágico al que se me hizo imposible encontrarle la cruz, las esquinas y la segunda línea. Te vestiste de fantasía. Se te piantó la mirada hacia el horizonte que imaginaste en la pared que coincide con la pared de mi cuarto. Y la abrazaste. Y al abrazarla. Estiraste tus hombros de una manera anti-humana. Los corriste del eje. Tus manos se convirtieron en aves que desplegaron sus alas, una por cada dedo, hasta lograr apoyar las uñas y hacer equilibrio. Te desvestiste de pudores. Se te aferró el pecho a la pintura blanca que sólo tenía dos meses de estreno. Dos meses. Sólo dos meses. 60


Durante ése tiempo descubrí que lavarse los dientes de a uno frente al espejo del baño no es nada divertido. Que lavar solo la verdura poco antes de cenar es lo más similar a la soledad. Que la crema de enjuague tiene utilidad y desperdicio. Que la traba de la puerta se pone al ser el primero en llegar. Que la sábana puede ser doble. Doble. Doblé. Doblé tu remera como me enseñó la abuela en aquella primavera del noventa y cinco. Yo tenía ocho años. Vos andarías por los trece, catorce, quince, nunca recuerdo con exactitud la antigüedad de tu mirada. Le llevé las mangas hacia adentro. Las hombreras las doblé hacia el centro de la columna. Desplacé a tu cintura dos pliegues hacia el cuello. Al darle un golpecito diminuto, comprendí que siempre llevaste bien escondidos a los cartílagos de tus alas. ¿Dónde los guardabas guapa? ¿Debajo de qué lunar? ¿Encerradas para qué? Qué. Ahí entendí el porqué. Decidiste volar. Claro, volar. Del verbo seguíme que vos podes.

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LA DELANTERA DE TU MIRADA______________ Gran partido gran. Ésta tarde y mañana también. Se juega a diario señores. Señoritas. Veo que salen al campo de juego a ganarle a quién se le exponga enfrente. Suena el silbato y comienza a rodar la pelota. El amor contra el idealismo. Primer minuto del partido y amarilla para la boca que no besa. Ésta se queja. Se tira al piso. Casi que la vemos llorar pero no. De las gradas que cuelgan por debajo de las pestañas tiran bolsitas de agua que impactan contra sus labios. Pitazo del árbitro y la bola que sigue su juego. La tiene el deseo, el deseo que pasa profunda para el delirio. El delirio es sabio, aunque usted no lo crea, sabe jugar paciente. Lanza la número cinco para el cuatro que con tres jueguitos se la deja al dos, uno, cero: pega en el palo del presente y cae en las manos del arquero contrario. La felicidad tiene la pelota en la mano. Pasa para el matrimonio feliz y eterno y éste que tropieza con el primer pocito del campo de juego. Se levanta, quiere seguir corriendo por el simple hecho de que hace años que viene corriendo. Tira larga para adelante. Quiere sacarse las miradas de encima. Al piso para cortar se tira la euforia. Desaforada. 62


Loca. Adrenalínicamente hermosa. La baja con el pecho y le hace un óle a la tranquilidad que ni lo percibe. De la hinchada idealista gritan por el día de los enamorados. Cuelgan banderas con frases como “Si no existieras yo te inventaría”, “Pienso, luego existo”. Miran el partido todos de la mano. Sin rozar al que está al lado de la butaca. Porque todos son dos. Dos que se agarran. Dos que se amarran. Dos que se miran. Dos que se dicen que se aman.

Cambio de plano. Tarde / Sol / Tribuna del amor

Nadie está quieto. Todos mueven sus manos y sus bocas. Gritan por uno más. Aunque no haya goles, ellos los imaginan. De sus banderas cantan las frases “No haremos el amor, el nos hará”, “Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”. “¿El sexo?, sí, no es más que una medida. La mitad del deseo que es apenas la mitad del amor.” Vuelve a correr la de cuero por el césped. La toma un amante que salta las vallas de seguridad y se escapa creyendo que ésta, sí es suya. Los alcanza pelotas agilizan el juego. Qué bien estos pibes. Pero qué bien. Siempre hay alguien que te arrima el bochín en estos encuentros. 63


La tiene el equipo del amor. Cruza media cancha y hay peligro. Sube por la izquierda la amígdala derecha que saborea el gol al tirar el centro. Salta una locura tu mirada y gol. Gol.

G o o o o o o o o o o o l de tus ojitos.

El idealismo va hacia la red a buscar el honor y se desmaya del cansancio. El amor, el equipo del amor, sin tácticas ni estrategias de cómo jugar, juega y gana.

Siempre.

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___LA DEMORA DE UN VIERNES CUALQUIERA Afuera llueve y la gente choca contra sí misma. Se cae. Se levanta. Una señora tira el papel de un alfajor. Un señor decide paraguas y piloto. Una niña de no más de veinticinco, ojotas y pelo suelto, campera de jean y auriculares. Un taxista le mira el escote y le dice vení, escuchate esta. Sonríe y acelera. Se pierde entre el humo que la gente escupe. No hay perros. Ni uno. Desde acá cuento catorce motos y once cascos. Lo que mata, no es la humedad. Mata la falta de sueños. La no proyección. El ausentismo de la sonrisa. Mata la indecisión. La cobardía y el hambre. Lo que vive es el amor y las canciones. Los cuentos y los amigos. Lo que vive es el perfume de las mujeres al subir al 152, destino San Telmo, y que vos, amigo, me digas ¿Viste cuándo el perfume se te queda acá? Y ahí comprendo que lo que importa es viajar y ser feliz y hacer lo que uno ama rodeado de la gente que uno quiere. Eso es vida. Romperse el lomo para dar en cinco, diez, veinte minutos, lo que uno quiere para toda la vida. 65


MI PRIMER AMOR___________________________ Nunca logró pisar el altar ni el registro civil ubicado a pocas cuadras de su casa, en la esquina de Sáenz Peña y Murature, allá por José Mármol, al sur del conurbano bonaerense. Tampoco pudo concretar la descendencia de su apellido paterno de origen Italiano, debido a que él, un tipo alto, de tez trigueña, compostura delgada, y rebuscada manera de hablar, no rechazó jamás la innata y desafortunada característica de su amor: la infertilidad. Aún así, sus allegados escuchaban en reiteradas oportunidades las declaraciones de amor que él le otorgaba a ella, abrazándola desde un extremo al otro, jurándole un sincero hasta la muerte hermosa, soy tuyo hasta la muerte. Su cariño empezó desde joven, una tarde como cualquier otra, en la habitación que compartía junto a dos de sus tres hermanos. Vale decir que una era mujer, y que la misma no supo nunca entender dicha relación. Se jactaba de cuidarlo, de aclararle que desde afuera, lugar donde la visión y el entendimiento siempre resultan menos complicados, no aparentaban ser buenos compañeros de vida y mucho menos, no llegaban a obsequiar una imagen de pareja feliz. De más esta aclarar, él se sentía enamorado a pesar de los comentarios y consejos familiares tales como no Carlos, no es para vos, y que por su propio deseo y sentimiento, dejaba todo en manos de la ilusión y del destino. 66


— ¿Y ella?— consultó sorprendido a su hermano mayor de nombre romano. — No sé— le respondió Julio Cesar—, vino con Hernán. Hernán era su primo, el más adulto de los tres que presentaba su árbol genealógico. Un amante de las fotografías, la tecnología, Joaquín Sabina y Soda Stereo. Un ser impuntual al que nunca le faltaba el reloj que le sirviera para marcarle la tardanza en sus compromisos. Por eso mismo, después de la respuesta de Julio, Carlos supo al instante que poder preguntarle a su primo quién era ella, era algo realmente imposible a realizar esa misma tarde. Abandonando el temor de lo desconocido, Carlos intentó forjar una historia con la que nadie sabía cómo había ido a parar ahí. Silenciosa, de pocas mañas, siempre despierta, cautelaba la atención de aquellos que la observaban y a quienes les irradiaba curiosidad de conocerla. Era una mujer simple que nunca cargaba ropa en sí misma. Su desnudez diaria, su capricho de ser de pocas palabras con aquellos que no captaran su necesidad inmensa de comunicarse, la ubicaba en un pedestal casi sublime en el entorno familiar. — ¡¿Siempre con ella?!—reclamaba su mamá. — ¿Y el estudio? ¿Y el trabajo?

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Carlos tenía el conocimiento y la seguridad en sí mismo para auto determinarse su propio camino. Hábil para las respuestas, le escapaba al conflicto tan inverosímil como decididamente materno al decirle que la vida es una Mamá, y me enamoré de ella. A pesar de que estaba lejos de ser una típica historia de amor, esta relación cargaba con los reconocidos condimentos de cualquier desliz entre un hombre y una mujer; el sufría de la distancia en su época escolar para luego continuar sufriendo en su etapa laboral. Presentía que la necesidad de tenerla con él lo situaba en una situación de vida o muerte. Sin ella, el aire no volaba entre las copas de los árboles, ni el sonido de los pájaros (y mucho menos el provocado por el tráfico) desorientaba a su memoria y a su deseo de acariciarla y decirle, bien de cerca, lo mucho que la quería. Ella, en cambio, siempre lo esperaba. No daba indicios de querer alejarse de su entorno, no reprochaba por la demora de su llegada ni por el dolor que la humedad le provocaba en su cuerpo, debido a que a lo largo de sus años, tenía varios más que Carlos, se había apropiado de golpes que en su presente la acongojaban. Él estaba enterado de la diferencia de edad, sabía que si la relación perduraba lo que lograba perdurar en sus sueños de iluso, la situación iba a ser más complicada. Pero a la par, y muy sinceramente, el juraba por amor, por su primer gran amor, aclarando en cada momento necesario que apareció 68


de la nada y la vi, sin dudas fue amor a primera vista. Mirá, mirá, ahí la ves, acá me ves. Somos dos en uno. Y según lo que decían sus seres más cercanos esto parecía no desmentirse. Con el paso del tiempo, fueron mutando en una misma persona. Como si el sexo de ambos no importara, como si ella se vistiera con las prendas de él, y como si Carlos hablara mediante ella. Era una relación sublime, sin pudores, temores o discusiones. No existían los celos entre ellos, ni la desconfianza o el dolor. Sabían muy bien sus cualidades, sus defectos y virtudes, y se acoplaban en un mismo rayo de luz, solventando cualquier situación que podía llegar a debilitarlos. Los años que acompañaron a su historia fueron cargándose de fotografías y momentos compartidos que al tiempo serían sus más lindos recuerdos. A él le fascinaba coleccionar los boletos, tickets, cualquier papel que haya compartido con ella, o que en su defecto, cuando salía solo, le servía para llevarla a su memoria. Y los guardaba uno encima del otro, con su respectiva fecha, como aquellos que coleccionan las facturas de los impuestos para asegurarse, ante cualquier inconveniente oportuno, contar con los comprobantes necesarios. Así era su padre, organizado y cauteloso, pero Carlos, a pesar de la similitud física, era distinto. Él no los guardaba para solucionar problemas del futuro, o para quedarse con la tranquilidad de saber qué hicieron y qué 69


les quedó en el tintero. Los cuidaba, los quería, les daba tal importancia que denotaba claramente que esos boletos, insignificantes para tantas otras personas, para él eran huellas de la vida misma. Retazos de lo ocurrido, pétalos del deshoje de su historia de amor. En ciertos momentos, cuando el invierno y sus correntadas de viento golpeaban fuerte contra su ventana, Carlos se sentaba a imaginar que sería de su existencia sin la presencia tangible de su princesa. No encontraba asilo alguno, posible y real, donde resguardar a su cariño. Sus ilusiones de adolescente en proyecto de hombre lo acomplejaban día y noche al reconocer la gran diferencia de edad. Él, de la década del ochenta, de aquel año donde parecía que los Dioses jugaban al futbol con la mano, mientras que ella, con veintitrés años más sobre su cuerpo, dejaba bien en claro que las promesas de amor eterno y los dichos de hasta que la muerte nos separe se avecinaban como huracanes.

Serás recuerdo por siempre, hermosa.

Ella dejó de cantar, de captar la atención de cualquier mortal que la viera, perdió su figura y su magia, pero intacto como el primer día permaneció su espíritu. Carlos, por su parte, decidió un funeral digno y eterno. La cubrió íntegramente con los boletos y tickets que fue resguardando durante la historia y la ubicó, adornando el ambiente principal, sobre una de las cuatro paredes del living 70


comedor de su departamento del barrio de Almagro. La mujer, su primer amor, siempre fue asĂ­: una simple guitarra criolla, antigua y desbarnizada por el tiempo. Su hombre, su primer enamorado, siempre fue asĂĄ: amante de sus cuerdas y el sonido de su vientre de madera.

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MIRAFLORES_______________________________ Dejó su bicicleta atada al segundo poste, mirando al mar, desde el agua hacia la ruta. A la par dejó encadenado un deseo y un ramito de flores. Una canción sin terminar y un poema eterno. Además, le ató un llavero que pretendía sumar a la colección que tiene en su casa bajo el estante donde reposan los discos de jazz. Ahí también guarda imanes. Muchos. De varios colores y estilos. Entre los imanes hay uno que es grande y rojo. Ella siempre dijo que tiene forma de corazón. A él, a su corazón, también lo añadió al poste donde abandonó a su bicicleta. Lo cubrió con un mantel autóctono y le dejó un beso, cuidate, nos veremos pronto, que andes bien.

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____________________MIRAR, DEL VERBO REÍR Voy a desenvolver, a quitarle la cinta, a despegar, a desembalar. Voy a darle vuelo, a emancipar, a prenderle las luces de la pista, a gritar ¡cielo a la vista! Voy a correrme del sendero, a caminar, a mirar para otro lado, a taparme los oídos. Y verás sólo desde tus ojos. Y reirás sólo desde tu boca. Porque tengo pensado correr, desnudarme en el camino, liberarme de las prendas, quitarme los zapatos, sacarme las medias, olvidarme los miedos. plantar, sembrar en cada estrella algún recuerdo, pintar con acuarela las paredes, dibujar mi nombre y sólo mi nombre, 73


porque el tuyo, tu nombre y tu acuarela, tu recuerdo y tu estrella, tu pensamiento bien plantado, tus miedos y tus medias, tus zapatos y tus prendas, tu desnudez en el camino, tu correr sin pensar, tu boca y tu risa, tus ojos y tu vista

durmiente sos princesa

logran prenderme las luces de la pista, y darme vuelo. Y as铆, mirarte s贸lo desde tus ojos, re铆rme s贸lo desde tu boca.

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____________________________MURATURE 2200 Acá está. El parque más inmenso del mundo. Nunca tuvo pileta. Pero sí albergó a mundiales enteros de fútbol. A corridas en bicicletas. Pelotazos contra las alegrías del hogar. Las rosas chinas. El césped fue testigo de animales llevando revistas. De lluvias y tormentas. En éste parque hubo besos. Mates. Canciones. Estrellitas que se apagaban en el extremo norte del pulgar. En éste parque crecieron yuyos con los que la estrella Nina fabricó los más ricos té. Ahí durmió Bartolo sobre sillas de mimbre. El sol tiñó de naranja al otro sol de Berita. Julito se encontró de frente contra una palmera ayer diminuta y hoy gigante. En éste parque vi nieve. Y en éste césped miraste al horizonte e imagino que dijiste, — Tío, ¿desde acá puedo ver a la Luna y a las estrellas? — No hermosa. Las estrellas están por encima de tu nariz y por debajo de tus cejas.

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PEQUEÑA COCINA, PALERMO GIGANTE______ Soy el trapo de piso de un palier de Palermo. Entrada, doble hoja, vidriado y vendido. Pasillo largo, pseudo infinito hundido en un botón. Tercer piso, ventana a la calle, pulmón de fumador tose las expensas del desasosiego. Cocina pequeña que alberga hambre que abunda. Descanso, sillón reciclado en comercio de un barrio remodelado, y es que todo se transforma. El relleno del plato, la colilla de la ansiedad, la temperatura que aumenta en la axila de un Dios sin GPS, el amor batido a escobazos en una tacíta de té, la inmensidad del deseo, la intimidad del balcón, francés. Amelie se enciende en la pantalla que plasma desde su tubo catódico, un amor platónico, un querer equívoco. 76


Un trapo de piso en un palier de Palermo. Y vos, tan audaz, tan presa hambrienta, soldado en cautiverio que exige revancha. Vos, tan cartita postal, tan sobre cerrado a besos. Eso, a veces, eso, a veces me enamoro, a besos también, y en otras, escribo. Soy la reencarnación de un estupefaciente mal consumido. La sangre esculpida en la frente de un Dios sin espinas, ni cruz, ni existencia. Soy el llanto absurdo de un ex amante. El soplo del corazón que nunca murió de amor, porque nunca vivió por él. La baba en la almohada de Videla. 77


El agujero profundo y horrendo del primer balazo a Walsh. Soy el hambre que duerme en el andén ocho, estación de Temperley, destino Haedo. Soy el costo político, digo, televisivo, de una niña en un container. Soy puta a la fuerza y desaparecida por las fuerzas. Soy migaja de un pancito verde que duerme en el pico de una paloma a la derecha de la carpa de los ex combatientes. Soy la asfixia provocada por el decimocuarto cigarrillo al hilo. Soy el hilo del que cuelga la limosna y la sortija. Soy la pija que perturba desde algún perturbado altar. Soy la grasa y la mierda y la desesperación de las capitales. Soy el descuento al presentismo provocado por la llegada tarde a causa de un suicidio de un desempleado en Medrano, ocho cuarenta y cinco de la mañana, un miércoles cualquiera. Soy el buzo levantado de un joven que esconde sus manos detrás de él para que nadie lo vea aspirar pegamento y así despegarse de la realidad.

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Soy el billete falso con el que no podrás pagar tu botella de whisky tras la separación decidida por ella. La fractura expuesta de la sonrisa. El déficit de abuelos. Soy la lengua ebria de Galtieri. Soy Marcelo Tinelli fabricando violencia. El colectivo que nunca para. El tren que siempre descarrila. Soy la carta que nunca se escribe. La firma absurda que clausura un Centro Cultural. La partida de poker en la que apostas a tu sonrisa. La bilis ya sin ácido de un niño desnutrido. Soy un zombie mal parido en un aborto clandestino. Soy un mediocre consumidor de un ego infame. Y vos, tan cartita postal, tan sobre cerrado a besos. Eso, a veces, eso, a besos me enamoro, y a veces, no. 79


PASEO______________________________________ Vení un segundo, uno sólo, veníte, acercáte, miráme el costado, fijáte y pasáme tu mano por encima. ¿Notás? Se me están saliendo de a poco, no sé desde cuando, pero se caen. Todas las mañanas. En todas las mañanas las veo. Ahí, ahí no más de la almohada. Sobre la sábana. Cubriendo todo el hueco dónde duermo. Y ya no sé qué hacer. Te juro que te juro que no sé qué hacer. Me dieron pociones de vida. Me dieron vasitos de fe. Como bendiciones de no sé quién. Y nada. Se caen. Se desprenden. Todas El tiempo me desnuda sin mi permiso. Los segundos son carnívoros de mi propio ser. Me voy, mi cielo, me voy. 80


Que así no puedo entendés. ¿No entendés que me desarmo? Que me caigo y no remonto. Que me explayo en el cemento y nada. No puedo, no quiero, no sirvo. Entendéme angelito, cómo voy a ser tu ángel si ya no puedo. ¿No ves? Tocáme, venite, tocáme. Poné tu mano en éste costado. ¿Notás? Se me están saliendo carajo. Ya casi ni las siento. Trato de dormir para tranquilizarme y al otro día nada. No lo puedo creer mi vida. Qué estará pasando. Esto es el verano o el infierno. Así no puedo ni seguirte. Vos y tu locura de volar. Vos y tu maniática y hermosa manera de soñar. Vos, tan bonita. Vos y tu deseo de dormir allá en la Luna. Cómo querés que llegue si se me ¿No te das cuenta?

ca

en.

Mi vida, amor de mi cielo, mi heladito de menta, me bajo. 81


No puedo ser tu ángel si se me piantan las alas. Si se me tropiezan los brazos cada vez que intento abrazarte. Si cada vez que rodamos nubes abajo tenés que salvarme la vida y decirme, despacio y sin apuro, Angelito, angelito, tranquilo, volá más despacio, que la tierra está allá, ¿la ves? ahí tenemos que llegar. Con los piecitos en el aire y la mirada bien arriba, y la sonrisa bien al frente y el paracaídas bien cerrado. Sabemos volar mi negro, sabemos volar, me dice. El cielo es nuestro espacio, me dice. La vía láctea es nuestro camping, mi negro. El universo mismo es un hotel divino para hacernos el amor. Dale, volemos. me invita. Vayamos de paseo, me tienta. Que te presto mi boca para que uses de alita, me dice. Y yo. Me muero. De amor. Por vos. Mujer. Alada.

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___________________________________PERFILES Observo su perfil real. Me acerco, Me inmuto. Llevo mi brazo derecho tras su cintura. Ella corrige al ritmo. Eleva los brazos y la vuelta entera se convierte en desayuno. Me desajusta el cinto. Le muerdo el hombro. Nos desabrochamos la boca. Me muerde el cuello. Observo su perfil tangible. Me acerco. Me muto. Llevo mi cintura hacia su brazo derecho. Trato de trastabillar al ritmo. Bajo los brazos. La vuelta del primer recorrido es inmensa. Observo a su desnudez. Su figura sabe a chocolate. Vuelvo a mutar. Permuto el sabor de la fruta por dulces verĂ­dicos. Ahora me desabrocha el poema. Observo a su figura. Encuentro a un planetario en su mirada. Su desnudez sabe a dulce de rosa mosqueta. 83


PREGUNTA COMÚN Y CORRIENTE___________ El señor cruza la puerta de entrada y escupe una jornada laboral de once horas en la vereda. El catarro tiene la gama de color del monitor de su escritorio de sesenta centímetros por un metro. Encima de él, hay un porta retrato de su ex esposa y de su hijo. Una foto pegada sobre el teclado de Clara, su perra de cola cortada y hocico pronunciado. En el cajón superior hay un atado de cigarrillos de repuesto. Cuatro cajitas de ganchos número cincuenta para la abrochadora y un lápiz abandonado en la mitad de su vida. A su derecha la billetera contiene treinta y siete pesos y tres boletas por abonar. Hace dos días que no tiene gas. La empresa decidió dar de baja el servicio a causa de su morosidad. El frío pega fuerte en la noche. Ni el pelaje de Clara lo acerca a la primavera durmiente. Desde acá noto que los zapatos son de gamuza, marrón oscuro, con tres filas de cordones gaspeados. Se levanta el pantalón para atarse el calzado y el cinturón le pellizca el extremo sur del ombligo. Del edificio contiguo sale una mujer de vestido largo y pelo recogido. No tiene gamuza, pero aseguro que tiene gas. Se nota en su rostro la condición humana del buen dormir. Sube despacio al auto negro de la puerta y le entrega un sobre al conductor. Él le suele pagar los impuestos. 84


A metros de ambos, un niño consulta sobre la chance de un almuerzo regalado. Una pareja se besa por amor. Un anciano ayuda a una señora a cruzar la esquina. Un par de lentes caen del cuello de un oficinista y revienta contra las baldosas. Un papel de caramelo juega a ser barrilete. Un café se enfría tras el mostrador y un pétalo de jazmín acaricia los tobillos de un vendedor ambulante. El día se estira pasadas las catorce cincuenta y siete horas y el tiempo que se avecina recolecta gente y gentes y nadas y cosas cuadra tras cuadra. El soplo de un bebe trae una sonrisa de regalo. Es invierno y principio de mes. Una mujer le hace una mueca confeccionada por sus labios y él descubre que el gas, ya no le interesa. Llega a su hogar y al ingresar al ambiente su hijito le consulta:

— Papi, ¿qué son los astronautas?

Él le contenta que llevan un casco para no sentir el calor del sol. ¿Protector? No, traje térmico y gravedad por doquier. Los pasitos caminan en el aire como los soplos de los niños que juegan a serlo en la tierra pobre que observa su despegue millonario. Saben y miran y piensan, que si se escapan de la cápsula quedarán a la deriva en el espacio. Como botellitas del océano. Como cartas en buzón abandonado. Como anillo de viudo. Como lágrima que no conoce su origen. Como orgasmo insatisfecho. 85


Levitan y apoyan sus manos en los ojos. No logran creer que el mundo sea tan chiquitito y tan distante. Seguramente dicen desde acá te veo mi vida, desde acá te veo. Y claro, dicen que el amor es más grande que el propio mundo. Las atmósferas son pétalos que deshojan a los cuerpos de los amantes. Los gases del espacio son témpanos donde descansan las fantasías de los ángeles. Los astronautas y los trajes térmicos y los guantes especiales y los cascos y la comida en semillita y la puerta que se abre y los controles de mando y el fuego del despegue y el asombro de los niños y el vuelo y las fuerzas gravitatorias y el olvido de la altura conseguida y la vista que otorga la ventanilla y el pensar mirarlo todo, y el todo y la nada, tan llena de nada, entre el todo de la nada. Un vacío repleto de silencio. De ningún sonido. De todo cero. Eso es el espacio hijo. Una canción en mute. Sonando y sonando. Dándole replay al sueño de quienes quieren persuadirlo. Eso, los astronautas son compositores de la nada cósmica. Son usurpadores de estrellas, los culpables de quitarle importancia a los avioncitos de papel que tan lindo y tan libre vuelan. Son el retrato de la caradurez del poder que intenta conquistarlo todo. Ay, hijito mío, los astronautas son juguetes del titireador de la bazofia. 86


Son guantes de seda en la prótesis de la mano amputada del cielo. Extensiones de la nada misma. Puentes entre lo desconocido y lo intangible. Y ahí viven, viven ahí, en el exterior de la mirada. Son extraditados del mapamundi. ¡Y van bailando danzas extrañas! No apoyan sus piernas ni sus sueños. Transcurren hijo, sólo transcurren, pues en el vacío no encuentran otra cosa que el mismísimo vacío. Son pescadores de galaxias. Peluqueros de las nubes. Como ebrios que pasean entre gotas de tormenta ¡y ahí se embriagan! ¡Entre distancias y constelaciones! ¡Con medidas de Lunas y de Soles! Con martes en su punto máximo del jolgorio. Con Venus en el televisor y el volumen erecto en los auriculares. Con Plutón filosofando pelotudeces. Con el mercurio afiebrado bajo la axila del señor todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, que seguramente nunca agarró una regla ni un centímetro para medir tantísimo vacío. ¡Eso! ¡Son eso! Pedacitos de nosotros que flotan por el aire. Lejos de toda realidad. Bien cerquita de todo rating.

— ¿Y cómo son papi? ¿Alguna vez viste a uno?

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¡Qué sé yo hijo! ¡Qué sé yo! ¡José Alfredo Martínez de Hoz es un astronauta! ¡Son piratas de los mares disecados! Automovilistas de las rutas intransitables. Quizás, sólo quizás, algunos astronautas pueden ser tan mediocres que piensan que afuera, allá, traspasando las delimitaciones del negro cielo, podrán encontrar petróleo. Y seguro catalogaran de brutalmente asesinas, poseedoras de bombas nucleares y rayos radiactivos a las estrellas que observaran sigilosa e incandescentemente a sus flotantes movimientos. Y no se cansan eh, vos que te crees, los astronautas son orgullosos. Se creen mucho más que aquellos que permanecemos con los piecitos en la tierra, o tal vez, con tres o cinco pisadas por encima del suelo. Son absurdos, infinitamente absurdos. Ojalá los cruce algún ser superior llámese cómo se llame. Dios. Alá. Buda. Krisna. Zeus. Luis Alberto Spinetta o cómo sea. Y que les aclare que aquel sitio es inconquistable. Que es el patio de las casitas de los ángeles. De aquellos que partieron de éste mundo cansados de observar como seres, humanamente pares, querían apropiarse de todo. Son el merchandising de aquellos que piensan que teniendo lo que nunca tocaron podrán ser, apenas, un retazo de lo que siempre soñaron.

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Se creen palabras que volarán libres por el aire sin darse cuenta que las palabras no serán libres cuando vuelen sueltas por el aire sino más bien, cuando el viento de un suspiro les dé vuelo en libertad. Son falsos malabaristas del oxígeno inexistente. Flores artificiales del edén desconocido. ¡Y caminan lento como si alguien los siguiera! ¡Quieren ser los primeros! ¡Subirse al podio de los visitadores de la nada! ¡Y oh! ¡Qué honor! ¡Visitar la nada! ¡Como si ahí existiése el vino tinto y Charly García! Ay, hijito bueno, reíte y sé feliz, que seguramente podrás volar muchísimo más alto que aquellos muchachos oxigenados por la codicia.

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PROFECÍA GRAMATICAL_____________________ Saldré por la calle a buscar tu mirada y en caso de encontrarla dibujaré tras tus iris primaveras sonrientes y poesías otoñales de esas que se deshojan de los cuadernos que llevo tras mis ojos cada vez que salgo a la calle y encuentro a los tuyos mientras escribo todoseguido sin mayúsculas ni comas ni puntos porque la mayúscula está al inicio de tu nombre y los puntos de esta historia ojalá que nunca existiesen.

RETIRADA__________________________________ Me bajo. Me bajo de acá. Me bajo de acá y como un idiota camino entre mesa y mesa en busca de ésa mirada que me expulse del paraíso, que sí, ya sé, pareciera que no existe, que es un invento mitológico, que queda lejos, que ningún colectivo te deja ni cerca. Y vuelvo. Vuelvo al tablado a recolectar los papeles que el carnaval dejó tras su paso.

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_____________________________RIVADAVIA 3800 Tiró baldes de líquido desinfectante en el patio trasero de la vivienda. Corrió muebles para lustrar a cada uno de sus vértices. Todo. Hizo todo lo posible. Pasó el trapito por entre las puertas. En las bisagras. Ahí. En ése hueco donde se acumulan todos los sonidos que no llegan a sonar por tener que entrar despacio sin hacer ruido alguno. Acomodó los libros. En el tercer estante arrimó a los Cronopios con el Amor, las Mujeres y la Vida. Encendió todas las luces del hogar. Pintó nuevamente a las paredes. Les agregó color. Les quitó la pálida impronta que cargaban. Colgó cuadros y quitó relojes. Limó la madera de la puerta hinchada por el calor agobiante. Todo. Hizo todo lo posible. Todo. Completó crucigramas a las cuatro de la mañana. Escribió poemas al despertarse. Intentó recordar a cada uno de sus sueños y trasladarlos a un cuaderno. Se afeitó. Se perfumó como nunca. Se puso las más lindas prendas que a él siempre le gustaron y partió hacia el encuentro. No sabía. No tenía muy en claro con qué o quién iba a encontrarse. Llegó. Fue puntual. Raramente era puntual. Pero fue puntual. Esta vez sí. Se había preparado tanto para ése momento que no quiso estar librado a la demora y al desencuentro. Lo vió. Erguido. Donde siempre supo que podía encontrarlo y fue. Abrió la puerta. Reconocio la humedad de la pared. Levantó la vista y encaró convencido. Abrió los ojos. Amplios. Marrones. Inmensos ojos. Se vio al espejo y sonrió. Nunca sintió tanta alegría por verse al espejo. Vivo. Íntegramente vivo. Con un papel en la mano que pegó junto al vidrio y que anunciaba “los ojos también son espejos, mirémonos ahí”. 93


SINVERGUENZAS ___________________________ Planeo bajo un rayo de luz tenue que se desprende de las cortinas. Un único rayo atraviesa a todos esos hilos entrelazados. Blancos. Pálidos hilos. Sinverguenzas hilos. No logran detener al primer bosquejo de la mañana a pesar de ser la guarida, la cueva, la trinchera de las intenciones infantiles de asustarme. Siempre te escondiste tras la cortina. Blanca cortina. Rojo tu pelo. Pseudo bandera imaginada por mis ojos. Marrón es mi vista y mi cuaderno. Azul es mi tinta y mis arterias. Blanco el humo de éste cigarro, mi cigarro, y no, no fumes, dame el cigarrillo, escupí al tolueno y a la impaciencia. El viento me habla y me sacude la mano derecha. Las cenizas caen al piso. Gracias a él, a ése único y precoz rayo de luz que no espera a mi completo despertar logro verla en el suelo. La ceniza. Gris ceniza. Como si fuese lápida en polvo. Como si fuese la rayadura del cemento en dónde habitan los restos de los cigarrillos. Allá, tras la cortina, tras la ventana. Allá, fuera de mi espacio, duermen amarillos los suspiros con filtro. . 94


Descansan sobre gargantas de tormentas los ya huérfanos de fuego. Les queda la noche. Les quedan los perros que los lamen y los empujan. Los llevan hacia el cordón. Los acuestan sobre el charco que hace días se amontona en la calle. Y ahi mueren, lentamente, nuevamente, sin humo que los pontifice. Sin labios que los cobijen. Los cigarrillos mentolados, tan cóncavos de tu boca. Mueren sutilmente tras el cordón de la calle. Los ilumina otro rayo. Ya son las cuatro de la tarde. Sospecho que ya es hora de salir de mi escondite. Corro la cortina, enciendo un velador portátil, te espero, rayo, rayito de luz de la mañana, te espero.

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TEMPLO, BENDITO TEMPLO ________________ Recuerdo cuándo teníamos y debíamos escuchar el partido por radio a causa de las horas de demora que presentaba la imagen televisiva. Los partidos por la Copa, en la época en que Sorin se iba por la izquierda cual guerrero que defiende a su tierra. La época en que la bruja jugaba de once, dónde dejaron tatuados por siempre en los timpanos los gritos de Berti que viene, Berti que va, Berti, viene Amato y gol. Invictos y en el ‘94. El frentazo eterno de Celso y tres a tres contra ellos. Rojas y su corrida bajo la tormenta hacia la eternidad misma. Cuevas y su corrida contra sesenta mil dale, Pipino, dale, dale y los cuatro fantásticos más futboleros del mundo real para luego poner a un Ángel o a un Mono o a un Trapito y sentir seguro al arco más lindo de todos. Recuerdo los posters, al Principe gritando los goles con cada vena del cuello y con cada arteria del corazón. Los albunes de figuritas. Los recortes de los diarios. El Burrito más sabio y mágico del mundo. El patio de nuestra casa por siempre con la radio encendida y el corazón en la banda y no la banda sobre el corazón porque ahí ya todo es distinto. Ya pasa por un modelo. Una decisión de indumentaria. Un capricho del comercio. En cambio, tu remera original -porque tener a las originales en aquel año era más complicado que sintonizar el partido en la radio del abuelo- marcó una cicatriz en el pecho en 96


mi escuela primaria. Recuerdo que estaba en el recreo de quinto grado cuándo el uruguayo más amado de todos jugó en Japón contra los doble I. Italianos. Innombrables. Tengo tu cara impresa con la sensación del perdimos, será en otro año. Uno a cero y a miles y miles y miles de kilómetros de casa. La cara de la tristeza con forma de número cinco, lagrimosa y reventada, queriendo hundirse para siempre en los pinches verdes del portón de Murature. Qué difícil y qué divertido era jugar al fútbol en ése garage. Colgarla del ángulo traía aparejado al peligro. De un lado, con el palo más ancho del mundo y una canilla que si se abría inundaba el cesped de cemento, estaba el drama del vecino. Si la pelota quitaba la telaraña del ángulo derecho, era extremadamente probable que el remate cruzara la pared y se vaya junto al grito de gol hacia lo de Roberto. Del otro lado, el portón verde era línea y fondo del arco. Tenía unos pinches que complicaban el juego pero que a la par, nos daban la chance de atestiguar la dirección del tiro. ¡Al ángulo! ¡Mirá! ¡Y claro! La pelota quedaba silbando desde la herida en su cuero. Irrecuperable. Chau al partido semi profesional. 97


Recuerdo también que para cada encuentro nos vestíamos con la ropa indicada. Medias de fútbol. Shorts de fútbol. Zapatillas de todos los días. Pero jugar con la original, uf, eso sí que te daba un marco de invencible. De protegido. Era como arrancar dos a cero abajo y con la hinchada exigiendo coraje. ¿Qué tipo de coraje se puede tener a los seis años si tu hermano mayor viste la remera del Enzo para jugar un partidito en el garage de tus padres? ¿Cómo partíamos al living o al cuarto con la derrota tras los hombros sin desear una patada trasera en medio de la columna? Imposible, muy imposible no dejarse llevar por la rabia y la desesperación. Así como también era imposible no acercarse en secreto hacia la radio y averiguar el resultado del partido que estabamos viendo en diferido. ¿Te acordas vos, Julito, cómo disfrutamos tiempo después a las corridas del Chacho? Al tiro libre que Andres clavó al ángulo gracias a la suerte que nos trajo el hecho de que Charly no lo viera, que se esncodiera tras el paravalancha. Parece que se trata de recordar, porque también recuerdo la noche del América de Cali frente a un Crespo imbatible. Me fui de queruza al cuarto y escuché a Don Atilio festejar como loco por el segundo. Por Bermudez que no llegaba. Por Córdoba que no podía contra el remate de Hernancito.

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De un tirón me fui hacia el living y me tapé con la frazada marrón que tiene más años que la Luna y me quedé dormido, claro. Tenía los oídos tan repletos de placer que tuve que cerrar los ojos y chau. Chau a la transmisión. Chau al hecho de esperar lo que ya se sabía. De intentar no reír al saber que aquellos gladiadores ya estaban levantando el trofeo. Y vos ahí, sentado en el borde del sillón, con la remera que luego reemplazaste por la original. Era una de Sanyo tan ancha como la San Martín alta. Cuello rojo y brillante. Una tela que transpiraba más que la segunda quincena de enero. Como si el sol habitara de noche, frente a nosotros, a la derecha de la televisión. Así vivíamos los partidos. Apretados. Con las uñas en las muelas. Y si teníamos la suerte de acercarnos a tan bendito templo, se rezaba. “Yo te quiero River Plate. Yo a vos te sigo. Vos sos mi vida...”.

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VILLA UTOPÍA ______________________________ Suscribo mediante la presente carta al deseo de intervenir en su mesita de luz. Sí. Pretendo ser parte de su habitación. Explayarme en usted. Puntualizar sobre el sillón las palabras que se desprenden de mi espalda o mi cuaderno. Acurrucar bajo sus ojos a los rayos de luz que la luna le regala. Traspasar esa persiana. Correrle hasta las venas de lugar y diagramar un nuevo sistema de riego dónde la sístole y la diástole se provoquen con poemas. Que no quepan dudas.

Que no falten utopías.

Que la sonrisa sea el remedio y que el material quirúrgico corra a cuenta de sus labios. Operame el corazón a poema abierto. Coseme y cociname y co/nvengamos que quizá sea necesario un poquito de mala fortuna. Y basta de no tutearnos. Porque quizá sea útil atemporizarnos. Llegar tarde a nuestro encuentro.

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Pifiarle al vértice del sillón luminoso de tu living y jugar al tetris con nuestra sombra. Vení, asomáte. Tengo sólo un metro cuadrado de espacio en éste sitio. Y es aquí donde tengo pensado esperarte. Aquí. En ésta baldosa firme. Aquí esperaré por tu presencia y una vez reunidos, practicaremos el arte de volar con las palabras. El arte de formar un crucigrama dónde todos los indicios te lleven a otros indicios en dónde estos indicios te indiquen que éste índice señalará en los libros de Cortázar de tu casa que éste Cronopio no busca más fama que la de tus ojitos. Entonces ahí tendrás el permiso de embarrarme la cancha, de lanzarme clavos miguelito, de darme vuelta la remera, de esconderme las medias, de agitar al reloj de arena, porque ya no habrá tiempo. Sólo quedarán los restos de guirnaldas que adornarán al tan lindo carnaval de tu estatura. Las huellas del extremo sur de tu taza de café. La anécdota de hacer la cama y jugar con las sábanas al elevarlas sobre nuestras cabezas y pensar que paracaidamos contra el parquet. 101


Y desde ése vuelo imaginario planearemos como tontos al tener la convicción de que en el momento en que te invite a pasear por la Luna a la luz de la Tierra, estaremos con los pies en el suelo. Estaremos armando rompecabezas, completándo sopas de letras, con las intenciones de inventar nuevos rumbos, con las ilusiones de dibujar invisitables paisajes, con la tinta latente y el corazón nunca tácito, con la ventana abierta y la reja inexistente, con los cuentos aprendidos y los besos saboreados, con los cuerpos intencionados y rumbeantes, tomando té con miel, o mordiendo /te. Vení, asomáte, que tengo mi boca dispuesta para aterrizar sobre las luces tu pista.

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_____________VOS EN TEMPORADA DE LLUVIA Vieron cuando la lluvia pega así. Como en la frente. Como de frente. No pide permiso y se entierra en el cuero cabelludo. No avisa y no traiciona. Vos sabes muy bien que ella te va a mojar. Empape producido por sus gotitas que se hacen gotas y que en ciertas genialidades se pegan a la ventana y no quieren caerse y se las ve que se agarran con los dientes, mientras les crece la barriga; y ya son unas gotazas que cuelgan majestuosas, y de pronto zup, ahí van, plaf, deshechas, nada, nadas, unas viscosidades en el mármol. Eso. Mármol. Soy de José Mármol. Del conurbano en donde los pecados no son capitales sino bonaerenses. Donde la lluvia pega así. Sin pudor ni rompe vientos integrados. Llueve y las gotas se acuestan en la piel. Te inundan los poros. Se tropiezan con tu boca. Se quedan amarraditas a los labios. Y uno las prueba. Exponemos a la garganta a noventa grados y esperamos por el trago celestial. Las probamos. Gota a gota. Como bebiendo el sudor del cielo. Y pareciera ser dulce. Dulce. Tan dulce como tu sudor. 103


Vos, que no pedís permiso. Vos que me chocas de frente en la frente. Vos, que sabes que me vas a empapar. Vos que me genializas contra la ventana y plaf. Goteamos de risa. Nos llovemos y nos aclimatamos. Vos que no sos lluvia pero bien podrías serlo tropezas con mi boca y ahí te quedas. Escalas con tus dedos hacia mis ojos. Tus falanges practican bungee jumping y caen en caída libre rumbo a mi cuello. Ahí acampan. Reconocen la zona. Buscan alimento y suben a la montaña de la nuca. Trastabillan en el pelo y ahí se amarran. Clavan las uñas en el exterior de mi cerebro como ingresando a mi deseo nervioso central y zap. Aparecen cinco guerreros más que desembarcan de tu mano izquierda. Clavan sus francesitas en mi espalda. Se asimilan a un ejército que conquista a mis hombros. Inventan un reino. Me colonizan el cuerpo. Cantan una indiscutible victoria y me incitan a entregarme. Yo no saco la bandera blanca, sólo abro los ojos y te veo a vos, mujer, con una mano en mi espalda y con la otra recorriendo mi lóbulo derecho. Mis retinas se convierten en pelicanos que buscan alimento y se hunden en tu agua, tocado, hundido. Bienvenidos a la hermosa batallita naval de la que trata la vida. Mi barquito es de papel. ¿Y el tuyo?

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________________________ VUELO DE LUNARES Caminamos por la montaña hasta encontrar el refugio indicado. Lo creímos útil. Nos sentimos a salvo. Protegidos y permitidos. Vos marcaste en la tierra los vértices de la carpa. Querías que el amanecer nos traiga el desayuno. Pretendiste imaginar al sol como nuestro despertador de la mañana entrante. Poco a poco levantamos nuestro hogar de lona. Teníamos un colchón inflable y una bolsa de dormir dónde sí acá entramos los dos es una maravilla. Y entramos, medio a los tumbos, medio apretados. Te reconocí que sí, que ahora eras vos la octava maravilla y no estos metros de lona. Vos te reíste, cómplice y presa de tus palabras. Llevabas puesto un tejido celeste que tu madre había tejido con el fin de apaciguar al invierno o a la primavera de clima extraño y febril. Nos acurrucamos como una vaquita de San Antonio en las manos de un ser que sólo quiere pedir su deseo y que acomoda sus dedos como si señalizara la pista de despegue. En cierto momento pretendí sorprenderte y saqué de la mochila un dibujo de un hogar a leña. Con esto estará bien, te dije. Para mí abría que bajar un poco el fuego, me aclaraste. 105


Agarré el lápiz que siempre llevo y busqué el saca puntas que siempre olvido. Tuve que corregirlo con una lapicera roja que nunca saco del bolsillo interno. Le bajé la llama. Te pregunté si así estaba bien y respondiste con una sonrisa y un sí, querido, sí, ahora colgála alejada del cierre de la puerta que si el viento lo advierte nos puede apagar el dibujo. Nos dormimos con una sola sonrisa que abarcó nuestras dos caras. El amanecer cumplió su prometido y nos levantó como si fuésemos girasoles. Giramos y la vimos ahí. La vaquita de San Antonio aclimatándose en el hogar a leña. Quisimos explicarle que era un dibujo, la apoyé sobre mi palma derecha y le hablé como mirándola a los ojos. Nada, no se percató de nada. Solo atinó a desplegar sus alas de lunares y a treparse a la hoja rayada. Una vez ahí, sobre la llama de nuestra utopía de tinta roja, comprendimos que los deseos no difieren sobre especies humanas. Nos reímos y le dijimos cuidado chiquita, cuidado, no vayas a quemarte. Nos vamos a caminar por la Luna y volvemos más tarde. Recorrimos el paisaje con la certeza de que no hay nada más lindo que soñar y jugar y reír como si todo fuese posible. A las horas regresamos con la intención de recostar a la vaquita en una improvisada bolsa de dormir. Habíamos encontrado algodón en tu cartera beige. 106


Entre lapiceras y pinturitas, sacaste un trozo blanco y sonreíste al grito de mirá, mirá, conseguí una cama para Antonio. Varias fueron las sonrisas al admitirte lentitud en mi caída hacia la personificación de Antonio. ¡Ah! ¡La vaquita! Quisimos construir una especie de frazada con hojas de parra. Una almohada mínima y redonda con una semilla de mora. Una bolsa de agua caliente que nunca supimos encontrar. Dibujémoslo, me dijiste. Yo te pedí la tinta naraja como si existiése. Froté la lapicera entre mis palmas para darle calor al pulso y así agregarle temperatura al dibujo. Salió tan grande la bolsa que imaginámos a nuestro querido Antonio revolcarse entre el papel. Y así fue. Subímos a nuestra concubina inesperada con nombre de rey derrotado al dibujo y la dejamos ahí. Quieta. Deseándole buenas noches. Nosotros dormimos sin tanto pensar en la posible vida propia de la tinta. El desvelo se hizo presente a las cuatro de la mañana. La vaquita ya no estaba entre nosotros. El cierre de la carpa dejaba pasar un mínimo rayo de luz en la esquina sur. Llevamos nuestras cabezas al suelo e intentamos mirar como si miráramos a la altura de Antonio. Pegamos los pómulos a la lona. Chocamos nuestras frentes y la vimos. Allá, allá, por encima de la hojita de parra, con el dibujo a su costado y un vientito norte prolongándole su vuelo.

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VÚMETRO__________________________________ Tuve que acudir sin turno programado. El tiempo, inerte al paso de él, esperaba en la sala de espera al momento indicado. Por la persiana a medio cerrar del consultorio se observaba la llovizna que plastificaba al paisaje del otoño. Era jueves. La temperatura brillaba sin mercurio en el fresco recinto. La parafernalia de la noche de un miércoles cualquiera se había convertido en Cinzano con limón. Fue puntual. A las catorce y cuarenta y uno -hora capicúa en la que el Cinzano se convierte en aspirina y el limón en cicatrizante- solicitó mi aproximación hacia la puerta B. Pidió que me desnude. De prendas y de pudores. Un algodón semi bañado en alcohol humedeció a mi pecho y antebrazo izquierdo. Un abrojo en cada tobillo aferraba mis reflejos a la camilla. El doctor hablaba casi a los susurros. Mantuve constante a mi esfuerzo de recordar aquella canción de Sui Generis que durante todo la mañana había tarareado.

Quería tranquilizar a mi pulso.

Apoyó el estetoscopio sobre mi cuerpo y en ése instante logro informarme que aquél músculo imprescindible para la sonrisa y la respiración alcanzaba una superficie de cuarenta y dos 108


por veintinueve centímetros. El estudio determinó que mi corazón constaba de noventa y seis piezas. Todas de madera. Símil a un rompecabezas. A medio armar. A medio desarmar. Me diagnosticó poesía tácita. Que sea y que no. Que intente escuchar al vúmetro de mis latidos. Que esté y que no. Que ante cualquier inconveniente visite al oftalmólogo y que recuerde que hay veces que el rompecabezas del corazón observa más que los propios ojos. Decidí vestirme por completo, de prendas y de palabras. Al retirarme y antes de partir hacia la montaña, dejé dicho que en esta salita de la vida, suelo creer tanto en el amor a primera vista, así como también, en la miopía del corazón.-

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XY = XY____________________________________ Ocho minutos. Ocho. Ése tiempo fue el que el partero esperó el alumbramiento del siguiente mellizo. Todo indicaba parto natural, sin bisturís, preparativos especiales, ni cuestiones incómodas para la madre en cuestión. Pero la impaciencia desde el minuto cero y los movimientos que lograron impedirlo, llevó la cirugía al término de cesárea. Siempre se dijo que en el nacimiento de mellizos -o en sus subsiguientes pares- en parto natural, el mayor ante la naturaleza y la ley era aquél que por último pegaba el alarido. Que la cualidad de haber permanecido más tiempo dentro del vientre materno le otorgaba el título de hermano mayor. Igual así, nadie logra determinar ése dato cuando se trata de cesárea. Sólo la decisión del partero o su asistente, del hecho de inscribirlos, de alzar al que tengan más a mano, de tin, marín, de don, pingüé. Así, al azar. Pareciera que la suerte es quién indica el trámite. Que la coherencia se convierte en un juego. Que la puntualidad o la demora en salir hacia la luz de la mano del doctor es quién adjudica el título de menor a uno y la característica de mayor al otro. En éste caso puntual, debo admitir que fui yo quién se atravesó. Yo fui el culpable de que todo se demore. De regalarle ocho minutos a los honorarios médicos. De trabarte con las piernas y pedirte esperame, esperame, hagamos esto juntos. 110


Imagino que te habrás reído al escucharme. Que tu respuesta se convirtió en apretón de manos. De hombre a hombre. De hermano a hermano. Sospecho que entre carcajadas infantiles me dijiste ¡que decidan ellos! ¿Y yo qué te habré contestado? Dale Charly, dale, anda vos que yo te cubro. ¿Eso? ¿Te parece? Quizá me quedé callado o dormido o tranquilo. Lo cierto es que me quedé y logré que el primero en ver las instalaciones del cuarto y las manos de mami, seas vos. Vos fuiste el primero en sus brazos. El primero que recibió el beso. Yo esperé, tranquilo y con apuro -mío y del médico- ocho minutos del otro lado de mamá. Al salir nos miramos. ¿Te acordas? ¿Cómo vas a recordar si no parabas de llorar? Acá estoy Charly, acá estoy, te dije. Vos te reíste de nuevo como si todo fuera jolgorio y claro, total, la que había esperado estaba ahí, con nosotros en sus brazos, con papi que ya empezaba a perder el flequillo al imaginar nuestras aventuras en el fondo de casa, o en el living, o en el garage, o en el escenario. Te reías como anticipándole a todos mírenme ahora y acuérdense de éste rostro limpio porque en estos últimos nueve meses pensé en convertirme en algo de lo que el tiempo ya les dirá. Un dato importante reside en el virus intrahospitalario del Policlínico de Lomas de Zamora que hizo que de urgencia y sin tanto preámbulos nos trasladaran hacia el Sanatorio Itoiz de Avellaneda.

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Ahí nos quedamos tres días con la oportunidad de dormir en incubadoras libres de peligro alguno. Incubadoras a las que sin previo aviso familiar movilizaron de sector. Movilización que llevo a papi a pisar el borde de la locura con el grito ¡Me los cambiaron! ¡A mis chicos me los cambiaron! El drama se tranquilizó cuando pudieron aclarar lo sucedido y que todos juntos, nuestros hermanos con mami y papi, podamos arribar a nuestro primer hogar, allá, en la calle Almafuerte del querido barrio de Banfield, a cinco cuadras de donde años atrás habitase el creador y gurú de las historias entre los Cronopios y las Famas. A los dos años, entre 1988 y 1989 nos fuimos hacia José Mármol, más al sur del sur. Ahí emprendimos y entendimos la magnífica chance que teníamos al ser mellizos; siempre, pero siempre, tenes con quién jugar. No importaba si el clima desacreditaba a la opción del potrero de Erézcano y las cinco esquinas. De nada interfería el invierno y su helada sobre el cemento de la Sociedad de Fomento y Cultural General San Martín, a pasitos del kiosco de Pablo. Porque en nuestro cuarto, ahí dónde también descansó varios años quién nos enseñó a retroceder la cinta de los cassettes con lapicera, ubicábamos a las pesas de la tía Diana en forma de arco y ¡paf! ¡tomá! ¡gol! ¡salí! ¡correte! ¡gol! –siempre el tanteador variaba según nuestra memoria de purretes- hasta que la cosa fue tomando otro rumbo.

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Quién adivinaría lo que quisiste decir en aquél momento cuando el Doctor Bianchi marcó para la posteridad tu cualidad de hermano menor. ¿Eh? Recuerdo lo que dijiste como si fuese la hoja anterior, mírenme ahora y acuérdense de éste rostro limpio porque en estos últimos nueve meses pensé en convertirme en algo de lo que el tiempo ya les dirá. Ay, Charly, quizá sea más que entendible el diálogo entre nuestras miradas porque sí, en varias oportunidades no hace falta lanzar palabras al aire, pero entre nosotros lo acepto. Ahora, explicarles a los presentes en la sala de parto de Lomas de Zamora lo que tenías pensado para cuándo seas grande, me resulta un poco extraño. Reconozco haberme desorientado un poco cuando elegiste, casi entrados los veinte y el secundario especializado en Economía, la carrera de Ingeniería en Sistemas para luego cambiar a diseño. Me importa un comino cómo me quede, yo me pongo la levita y que sea carnaval. Así, como permitiéndole a la sangre exteriorizar su medio origen uruguayo. Dándole permiso al tiempo del bombo al que algunos denominan latido. Así, jugando en el empedrado bajo lamparitas de colores y serpentinas voladoras y gente que aplaudía y gente que bailaba y gente que miraba y vos. Tan impregnado de vos. Tan militante de la cultura uruguaya, del mate amargo bajo el sol, de la Grapamiel Vesubio, del año tras año decidir cruzar éste charquito que por casualidad te ubicó de éste lado. 113


¡Temblaba! ¡Temblaba mami cuando escuchaba esa música! Vos que le decías ¡mami, es música de tu tierra, como el mate! Y ella que replicaba asegurando que a ella le encanta el mate con cáscaras de naranja, y jengibre, y limón, y tantas otras cosas inmersas en la yerba flotante que tan fresca la ingiere que hasta pone en duda su procedencia, porque a mami le costó, no aceptar, sino digerir la cuestión de tu decisión de anunciar papi, mami, me voy a vivir al Uruguay. Recuerdo la noche de la reunión en la casa de Murature. Los cuatro sentados, cerca del hogar, con la espera de tu comentario que yo ya sabía pero que no tenía muy en claro la cara de ellos al recibirla. Recuerdo, también, la pregunta que te hizo papi, ¿y la obra social? En ése momento me brotó el significado de ingenuidad y de cariño y de no saber qué preguntar para que logre frenar la partida. Como si en un picadito de fútbol alguien hiciera la pregunta ¿y si en vez de correr jugamos dibujando los goles? ¿Mirá si nos lastimamos? O como si en la orilla del mar alguien anunciara nadaría hasta llegar al África pero mirá si me ahogo. Absurdo, pero válido. Así fue el argumento que quiso frenar tu viaje que realizaste a las semanas. No fui a despedirte. Me quedé en un bar. Pero viajé al mes para que me enseñes a sentarme en el pasto y a disfrutar de la murga uruguaya con un cigarrillo en la mano derecha y una Pilsen en la izquierda. 114


El día que llegué a Montevideo llovía tanto que faltaba aprender a nadar con un bolso en la espalda. Hicimos tres cuadras y caminamos por un extenso pasillo hacia tu cuarto. La ventana fue el refugio de las miradas. El escape obligatorio de las canciones entonadas. Los metros cuadrados sirvieron para que Pablo y David vinieran desde Buenos Aires con la excusa de compartir rambla y sol. Esto es el carnaval, me comentaste al subir al camión de la murga Falta y Resto y recorrer y descubrir tablado tras tablado las razones de tu sonrisa imborrable e impermeable porque claro, la lluvia marcaba el presente como alumna regular y responsable. Los días, las fotos, los termos, el puerto, la plaza, la limosna en moneda extranjera que me costó más que los días y las fotos y los termos y el puerto y la plaza, fueron situaciones que se acomodaron en el estante de mis retinas. Ahí se quedaron, amarradas con alambre, de esos que revisas a diario y que nunca de los nunquitas permitirías librar al óxido. Recuerdo que al volver nos saludamos con un hasta mañana. Como diciéndole al destino –¡¡¡yo no creo en el destino!!!que ya sabíamos lo que nos esperaba como amigos y cómo hermanos. Y acá estamos, dándole vueltas al picaporte de la sonrisa. Mirando las estructuras de las casas antiguas como si fuesen postales. Acá seguimos, caminata interminable hacia un nuevo cuento que nunca sabemos cómo empieza y que menos imaginamos cómo termina. 115


Acá, en estos varios metros cuadrados que adquirimos como sitio. Con un nombre carnavalero que fue discutido, claro, como todo, pero que tras una conversación surgió la pregunta Joaco, qué te parece si la llamamos “La Colombina”. Acá estamos y acá entendí en gran parte, que aquel mírenme ahora y acuérdense de éste rostro limpio porque en estos últimos nueve meses pensé en convertirme en algo de lo que el tiempo ya les dirá que dijiste entre doctores y asistentes, tenía como sinónimo a la murga y a su pintura. A la chance de ponerle la mejilla al pincel. De agarrar a los platillos como si fuesen corazones. De que sea amor a primer cuplé. De entender y aceptar a la sangre como médium de retiradas. Que son eternas. Que vuelven siempre. Que están acá, bien cerquita del pecho. Por encima de la boca del estómago. Sobrevolando el aire como golondrina de febrero. A vos, hermano menor, te va éste cuento y éste abrazo.

“un día nos encontraremos en otro carnaval…”

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____________________________________ÍNDICE Prólogo ............................................................................... 7 A destiempo ...................................................................... 11 A nos los representantes ..................................................... 13 Al final del fin del mundo ................................................. 17 Amor ................................................................................ 21 Banca, botas y boca ........................................................... 22 Cronopio ........................................................................... 24 Cronopio II ......................................................................... 25 Carta de una sonrisa a su mamá ........................................ 26 Cómodo y navegable ......................................................... 28 Con sabor a naranja ........................................................... 34 Dale, llamála ..................................................................... 36 Declaración ...................................................................... 40 Dos palabras simples dos .................................................. 42 Foto vieja, vos joven .......................................................... 43 Gol madrugador ............................................................... 47 Hágalo .............................................................................. 48 Incuentable ....................................................................... 50 J.A.S ................................................................................. 55 Juego de palabras ........................................................... 60 La delantera de tu mirada ................................................. 62 La demora de un viernes cualquiera ................................... 65 Mi primer amor ................................................................ 66


Miraflores ......................................................................... 72 Mirar, del verbo reír .......................................................... 73 Murature 2200 ................................................................. 75 Pequeña cocina, Palermo gigante ...................................... 76 Paseo ................................................................................ 80 Perfiles .............................................................................. 83 Pregunta común y corriente .............................................. 84 Profecía gramatical ............................................................ 92 Retirada ............................................................................ 92 Rivadavia 3800 ................................................................. 93 Sinverguenzas .................................................................. 94 Templo, bendito templo .................................................... 96 Un gin tonic te puede cambiar la vida ............................ 98 Villa Utopía ................................................................... 100 Vos en temporada de lluvia ............................................ 103 Vuelo de lunares ............................................................ 105 Vúmetro ........................................................................ 108 XY = XY ......................................................................... 110



Impreso por La Imprenta Digital S.R.L. Av. Carlos. F. Melo 3711, Florida, Vicente Lopez, Buenos Aires, Argentina. Para Ediciones Artilugios.




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