ALICIA en el país de las MARAVILLAS
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Alicia en el paĂs de las maravillas
Dise単o de Gabriela Castro Ilustraciones por Gabriela Castro
U
n hermoso día de primavera, una niña llamada Alicia se sentó a la orilla del río para escuchar un libro de historia que leía su hermana.
Pero Alicia en realidad no la escuchaba. Estaba jugando con su gata, Dina, y soñando despierta. El sol era esplendoroso y el aire cálido. Muy pronto, Alicia comenzó a cerrar los ojos y dejó de oír la voz de su hermana. De repente, un gran Conejo Blanco pasó corriendo. Alicia se levantó de un salto. El conejo usaba chaleco y llevaba un enorme reloj de bolsillo.
“¡Es tarde! Llegaré tarde a una cita muy importante”, murmuraba el conejo blanco al pasar. Alicia trató de perseguirlo, pero se detuvo en seco frente a una madriguera de conejo. El conejo se escabulló por el agujero. Pensando que quizá llegaría tarde a
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algo divertido, como una fiesta, Alicia lo suiguió. De repente, la niña tropezó y cayó de cabeza en el agujero, pero en lugar de caer rápidamente, comenzó a caer cada vez más despacio… hasta que empezó a flotar. Aterrizó suavemente, justo a tiempo para ver que el conejo desaparecía por una puerta pequeñita. Alicia era demasiado grande para pasar por ahí. El
picaporte le sugirió que probara el líquido de la botella que estaba en la mesa, con un letrero que decía “bébeme”. Alicia bebió y bebió. Con cada trago se volvía más pequeña. Cuando estuvo lista para abrir la puerta,
e m e Béb
el picaporte le dijo que estaba cerrada con llave y entonces le sugirió que probara una galleta de la caja con la etiqueta de “cómeme”. Alicia lo hizo y comenzó a crecer muchísimo. Se asusto y se puso a llorar derramando lágrimas gigantescas. El picaporte le dijo que bebiera otra vez. Se hizo pequeñita hasta que pudo flotar y pasar con el
agua por la cerradura. Del otro lado de la cerradura, Alicia descubrió que estaba en el lugar más extraño. Había pájaros que hablaban y peces que caminaban, y un gato que aparecía y desaparecía. Alicia esperaba que alguna de esas criaturas le ayudara a encontrar al Conejo Blanco, pero nadie le hizo caso. Entonces se encontró con unos mellizos que se presentaron como
Twidli-Dum y Twidli-Dim. “¿Cómo les va, Twidli-Dum y Twidli-Dim?”, los saludó Alicia, aunque no podía distinguir a uno del otro. “Cuando conoces a alguien, debes darle un apretón de manos y decir tu nombre y que te trae por aquí”, dijo Twidli-Dum, tomando la mano de Alicia y sacudiéndola con fuerza.
“¡Esos son buenos modales!”, exclamó Twidli-Dim, tomando su otra mano y dándole un buen apretón. Así, los mellizos bailaron dando vueltas y más vueltas. Pero eran tan bruscos que lanzaron a la niña por los aires y se golpeó la espalda. Eso no le hizo gracia.
“¡Y hablan de buenos modales!”, exclamó mientras se levantaba. “Han de saber que mi nombre es Alicia y estoy siguiendo al Conejo Blanco. Lo siento mucho, pero tengo que irme”. A pesar de las protestas de los mellizos, Alicia siguió su camino.
Al poco tiempo llegó a un jardín muy raro. Por ahí volaban mariposas de pan y caballitos balancines. ¡Y luego se dio cuenta de que las flores del País de las Maravillas podían hablar! “¿Qué clase de flor eres?”, le preguntó una enorme orquídea. “Oh, no soy ningún tipo de flor”, respondió Alicia. “¡Pero si no tienes aroma!”, agregó otra flor mientras la olfateaba.
Alicia no sabía qué hacer al respecto. “¡Exactamente como lo sospeché!”, gritó una rosa. “¡No es más que una hierba común!” Y le dio la espalda. “¡Aléjate de aquí! No te queremos en nuestro hermoso jardín”, gritaron las flores mientras le señalaban la salida. Alicia se sintió muy molesta porque la obligaron a huir. En las cercanías, Alicia vio una sonrisa conocida sobre un árbol. Era el gato. La niña le preguntó si había visto al Conejo Blanco. “No”, respondió el gato.
“Pero si yo lo estuviera buscando , le preguntaría al Sombrerero Loco”. Y entonces empezó a desaparecer. Pero el gato no le había dicho a Alicia dónde podría encontrar al Sombrerero Loco. Siguió caminado y vio dos señales del camino que apuntaban en la misma dirección. Una decía: “Sombrerero Loco” y la otra: “Liebre de
Liebre de Marzo
Marzo”. Siguió las señales y llegó a un claro en el bosque donde el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo disfrutaban una fiesta de té.
Sombrerero Loco
Hicieron que Alicia no se sintiera bienvenida, pues no quisieron ofrecerle una taza de té y no tenían intenciones de ayudarle a encontrar al Conejo Blanco. Alicia siguió su camino y muy pronto volvió a toparse con el gato, al que le explicó que trataba de encontrar el camino de regreso a casa. Pero el gato le contestó que todos los caminos llevaban a la Reina. Abrió una puerta y Alicia la atravesó. ¡Vio al Conejo Blanco que a toda prisa iba a anunciar a la reina! La Reina de Corazones apareció e invitó a Alicia a jugar croquet.
Pero durante el juego, el gato apareció e hizo tropezar a Su Real Majestad. La reina se enfureció y culpó a Alicia. “¡Que le corten la cabeza!”, exclamó. Se inició una persecución enloquecida y la niña corrió por el País de las Maravillas para escapar. De repente, Alicia despertó en la orilla del río. “Has estado soñando”, le dijo su hermana.
Alicia miró alrededor pero no vio ninguna extraña criatura parlante. Sólo veía a su hermana, el viejo libro de historia y a Dina, su gatita. Y eso le pareció muy bien.