La vida a sorbos alejandro agustina cรกrcel
Primer Inicio La envidia es necesaria, de ella nacen las ganas de no ser tĂş.
UNA IMAGEN Y CASI MIL PALABRAS
Todavía no sé el Título la vez- ésta era su versión preferida- y no creía poder vivir bien solo con su propio corazón, bombeando único, tan frágil y liviano, le asustaba hasta el pánico saber que todo dependía de él. Por eso había salido miles de noches y algún día buscando aquel corazón de repuesto sin conseguirlo. Muchas veces se acercó a escuchar otros, sus pálpitos, los abrazaba, los tocaba, lamía los pechos hasta caer rendido, dejaba apoyada la cabeza entre los dos pezones y seguía escuchando su ritmo hasta quedar dormido. El calor de una piel junto a otra creaba un ambiente necesario. Al pasar las horas despertaba, después de un orgasmo imitado, casi mecánico, y se marchaba al alba caminado sobre calles vacías de luz. Quizá escuchaba el sonido de un automóvil circulando, el camión de la basura recogiendo contenedores llenos de corazones rotos y desperdicios, los gritos de una mujer borracha agudos como los de una hiena, el abrir de las braguetas calientes llenas de penes y huevos a punto de reventar. Pero sobre todo escuchaba una voz propia que no paraba, el grito de un cuervo construido en el oído para estos momentos. Y un mensaje: Necesitas otro corazón no es suficiente con el tuyo, es peligroso, muy peligroso en el futuro, hay que sobrevivir, construir los deseos que ocupan a todos, sobre todo uno, seguridad.
Abrió la boca y tragó el corazón sin masticar, de un solo bocado. Pensó en la píldora que todo lo cura. Tenía la certeza de que con dos corazones iba a conseguir parar la dolorosa intranquilidad que produce la soledad constante. No se le ocurrió nada mejor que tener uno de repuesto. Lo había visto muchas veces en el cine, corazones juntos de noventa a ciento veinte minutos rodeados de belleza y pulcritud. Estaba claro, si falla el mío-se decía- no desapareceré oculto tras la niebla de quien no importa a nadie. El otro se pondrá en marcha bombeando la sangre que riega mi cuerpo hasta que el propio vuelva a funcionar. Lo había visto tantas veces, lo había escuchado tantas veces, había oído confesiones afirmándolo y buscándolo tantas veces. Finalmente llegó a creer firmemente poder vivir con el corazón de otro, incluso con dos corazones a
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Una suave lluvia comenzó a humedecer sus mejillas calientes, durante unos minutos escuchó únicamente sus pasos. Despertó de inmediato al olor del pan recién hecho. En la puerta del horno de los borrachos un grupo de adolescentes reían, corrían y se empujaban, a la vez, comían trozos de comida indigestible.
Entre el segundo y tercer pinchazo se dio cuenta: El corazón que se tragó no se quedó en el pecho como él esperaba, se quedó dando vueltas y vueltas en el estómago. Ninguna seguridad consiguió en corazón ajeno, acaso una emoción potente y roja que recorrió todo el cuerpo como la sangre. Y un atisbo de esperanza despistada. Y ratos de compañía solo. Y ganas de ser en otro, proyectando todos los deseos propios.
Compró un completo y una botella de agua, salió a la calle, se sentó en un banco y se lo comió ávidamente, mientras observaba a una pareja follando dentro del coche, un borracho durmiendo encima de sus vómitos mientras sus amigos reían como si tuviese gracia, y una bella prostituta que se subía a un coche que solo pueden pagar algunos.
Sus ojos se abrieron como puños convertidos en manos y recordó las palabras de Darío Jaramillo: “… aparece el amor y todo estalla y algo se ilumina/ dentro de ti/ y te vuelves otro, menos amargo, más dichoso; /pero no olvides, especialmente entonces, /cuando llegue el amor y te calcine, /que primero y siempre está tu soledad/ y luego nada/y después, si ha de llegar, está el amor”.
Terminó el último bocado y siguió caminado con todas las imágenes en la cabeza, volteándose como una campana cuando avisa de un peligro o quizá de una alegría, todas ellas y a la vez pasando deprisa ante los ojos invisibles de la memoria. Pensó que todas las percepciones de una vida caben en ella. Se aturulló y con amabilidad le pidió árnica a su cabeza. Durante unos instantes la petición había surtido efecto, caminó tranquilo hacia su casa, respirando el aire húmedo y fresco de una extraña mañana de lluvia. Recordó cuando a la luz de una vela alguien le dijo: “Me gusta la lluvia, tantas lágrimas a la vez esconden las mías, cuando llueve lloro en público hasta cansarme sin que nadie me mire extrañado”. Llegó al portal, durante todo el tiempo había escuchado latir los dos corazones en sus adentros sin conseguir la calma que buscaba. Seguía sintiéndose solo, arrinconado, discriminado, incomprendido, su única salida era seguir dando vueltas a la noria buscando la zanahoria (de Ana L). Nunca conseguiría hacerse con ella y lo sabía. Subió a su casa y encendió la chimenea. Mirando las llamas recordó cada círculo recorrido y repetido. Un pinchazo intenso y doloroso recorrió su vientre de punta a punta llevándose consigo todo lo pensado y sentido. Nada ahora tenía sentido, quizá tampoco antes. 3
Tuve miedo y el pirata también can y dan como resultado traiciones muy dolorosas. De hecho, todo parecería inmensamente caótico y desagradable si la verdad fuera mentira y la mentira verdad. Aquella noche pasamos mucho miedo el pirata y yo. Los rayos iluminaban la noche más oscura que nunca, el mar enfurecido acariciaba el velero con rabia elevándolo de proa a popa, de popa a proa y de barlovento a sotavento. La madera crujía ruidosa y cada arteria movía el corazón tan deprisa que ni siquiera pudimos vomitar. Puro miedo, pánico.
Hace muchos siglos que conozco esa sensación, me decía el pirata Malapata. Estábamos navegando en círculos rodeando la isla de Tougnalu en el Mar del Norte, evitando un mal mayor: La tormenta más fuerte que jamás un marino ha vivido para contarla. Estuvimos juntos aquella noche… toda. Cuando los primeros rayos de sol despuntaron en el horizonte todo había cambiado. Pasamos de ser dos extraños que se conocían hacía mucho tiempo a formar parte el uno del otro y estar unidos para siempre. Me salvó la vida.
Me quedé paralizado mientras Malapata recorría cojeando y gritando por todo el barco: ¡Jua, jajajaja, jua, jajaaaaaaaaaaaaa… no podrás con nosotros, me encantas, no estoy en guerra contigo! Jamás he visto a un hombre en un estado tan dispuesto a afrontar su presente. Al verlo sencillamente lloré. Al cabo de unos minutos giró su cabeza evitando mirarme con el parche en el ojo, me clavó su único ojo con una intensidad que atravesó el miedo convirtiéndolo en aventura, la oportunidad de luchar por lo más preciado, la vida. Me había dicho muchas veces que los seres humanos solo tenemos en verdad ese bien… y seguía diciendo siempre gritando: ¡Por eso hay que navegar de frente, recoger velas, coger el timón y ayu-
No hay nada peor que el miedo extremo, decía borracho como una cuba. Hoy lo entiendo más que nunca, son días de incertidumbre, sueños rotos, edificios caídos, malas noticias repetidas, personas machacadas por una realidad material predominante, duros egoísmos, desamores y amistades que se convierten en mentiras. Intereses cruzados que cho-
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darse del vientooooooooooooooo… jjaaaaaaaaaaaa!!!!!!
j u a j u a j u a j u a j u a j u a-
Superamos los dos aquella noche, todos los demás murieron en la bodega, excepto cinco en la cubierta y siete que, uno a uno, se los tragó el mar. No pudimos hacer nada. Cada uno elige donde se coloca en el barco. Malapata lo eligió por mí. Como ya dije me salvó la vida.
Hubo momentos en los que pude pensar, la única frase repetida en mis adentros fue: ¡Este hombre está completamente loco! Pero no lo estaba, de pronto y aquella misma noche me di cuenta. Aquel hombre mutilado de tanta batalla con el mar, lo sentía, parecía tenerlo muy claro: ¿De qué sirve estar vivo si estás constantemente sintiendo miedo? No hay nada peor que el miedo a la vida, decía sin parar. Después siempre me contaba que una vez en las Galápago un viejo pirata inglés le dijo que alguien le dijo: ¿Qué es un mar sin olas, sin viento, sin tormentas, sin sal, si puestas de sol, sin amaneceres, sin corrientes, sin peces… y sin ron?
Desde entonces nunca más he dejado que otra persona elija mi sitio. Cuando amaneció la mar rumoreó hasta la calma y nos dirigimos a la isla, ya podíamos entrar, a través de los arrecifes. Soltó el ancla y bajamos a tierra. Todas las cabañas estaban destrozadas, el aire olía a coco, cientos de ojos nos miraban atónitos, como si dos fantasmas salieran de la tormenta, de la mar atormentada. Me dejé caer sobre la fina arena, cerré los ojos y dejé que el sol me acariciara, creí sentir por primera vez la vida entera y ya no tuve dudas, me enamoré de ella. También aprendí que ante las situaciones límite solo nos puede salvar el amor propio.
Cuando el primer mástil se partió como un palillo, aplastó a cinco hombres y rompió cinco metros de cubierta. La sangre se mezclaba con el agua y el viento salpicaba aquel mejunje hacia nuestras mejillas que ardían de miedo. Se olía a muerte, no recuerdo haberla sentido tan cerca nunca. La vela mayor se rasgó como la seda y voló como un globo de gas hacia el cielo. Se perdió como todos nosotros vamos perdiendo cada día. Malapata cortó de un golpe seco con su hacha la cuerda más gruesa y las velas se replegaron todas a una. Se subió al timón y lo acarició como si fuese un recién nacido. Seguía a las olas inmensas con la delicadeza que sigue el agua su propio cauce. Una gran ola lo zarandeó hasta hacerlo caer por las escaleras. Fue entonces cuando reaccioné, me levanté, despertando de una pesadilla que había durado toda mi vida, lo cogí de los brazos por detrás y lo levanté, sus labios sangraban y había perdido tres dientes en el tercer escalón. Llegamos al timón y allí pasamos la noche, deslizándonos sobre la cresta de las olas (“… vivir sobre las olas y no tener jamás asilo en el tiempo”), atados con cuerdas, sujetándonos uno a otro, como solamente ocurre cuando probablemente puedes perder la vida.
Malapata se dirigió hacia mí, me ofreció su mano y juntos bebimos y comimos hasta despertar después de quedarnos dormidos.
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Pasando el tiempo Todos ellas, pensamientos, valores y emociones al fin y a la postre, que van construyendo nuestras creencias arraigándolas en nuestra mente, esculpiendo la carne y desgarrando el alma si es que en la mente la hubiese. Cada persona tiene, aún con muchas semejanzas, su proceso singular e intransferible. Rectifico, singular y muy transferible, aunque solo sea en parte. Cabría pensar ahora en la esencial influencia que tenemos los unos en los otros. Y es precisamente, todo lo que vivimos lo que conforma nuestra actitud ante la vida en todos sus aspectos. Me atrevería a decir que también ante la muerte.
Una vez escribí que el tiempo es la imagen móvil de la eternidad. Entonces ya sabía que no somos eternos, la muerte había rozado mi puerta, pese a ser muy joven. También había abierto de par en par puertas de personas muy queridas e importantes para mí. Supongo que a todos nos pasa… no transcurre un solo año en el que alguien a quien amas, admiras o estimas no haya perdido la vida.
Llegados aquí, convendrán conmigo, que es fundamental ser muy consciente de todos estos movimientos internos y sobre todo de sus consecuencias en la formación de lo que somos y de lo que hacemos. Su importancia es tan grande que de ello depende nuestro bienestar y seguramente, en buena parte, también el de las personas que forman nuestras familias y/o nidos emocionales.
Pero la vida no se pierde solo con la muerte, son otros muchos factores a lo largo del tiempo los que van esculpiendo lo que somos. Pequeñas muertes que recogen el fruto de la vida o en su especial acepción, pequeñas muertes que dejan profundas huellas en nuestros adentros. Son el miedo, los fracasos, las decepciones, los desamores, los sinsentidos, la culpa, la nostalgia, los sueños rotos, los deseos frustrados, la enfermedad…
Ejemplos hay muchos. Quién no ha pasado, al menos por un tiempo, por momentos muy bajos, a quién no se le ha muerto una persona muy querida o simplemente la ha perdido en vida por emociones que la razón o el sentido no alcanza a comprender. Quién no ha visto consumir-
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se a un amigo, a una pareja, a un vecino o conocido, o a una familia completa sin razón aparente. Adicciones a la drogas, desde el alcohol a la cocaína, pasando por la soledad, la exclusión social, el trabajo, el dinero o el miedo a perderlos, el conflicto constante, el odio, el hastío, la rutina, el aburrimiento… Todas ellas autodestructivas. Todas ellas supongo, contrarias al ideal: La más severa y brutal vara de medir.
El tiempo pasa y podemos convertirnos en muertos en vida o vivir con la mayor salud en todos los sentidos, sin más, y cada uno lo hará como crea conveniente. Lo triste es ver como nos vamos consumiendo, día a día, sin recoger el fruto del paso del tiempo: La experiencia. Dicen que treinta años de experiencia no es un año repetido treinta veces. De esto les hablo. No hay nadie que sepa o tenga el valor de otra vida en su haber. Nuestra única obligación con nosotros mismos es buscar lo mejor que podamos, sepamos o queramos darnos. Crecer como personas. Y para con los demás lo mismo, pese a saber que hay muchas cosas fuera de nuestros límites. Cuestiones a las que no podremos llegar por ser del dominio exclusivo del individuo u de las realidades no humanas.
En nuestra educación todos estos procesos son invisibles, hasta que en la realidad de la vida diaria nos confrontamos de bruces con ellos. Ni la mayoría de padres, ni el sistema, ni sus políticos, ni los educadores, tienen en cuenta estos condicionamientos tan esenciales para el sano desarrollo de la vida humana, la mayoría por desconocimiento, otros por intereses, otros por esta misma miseria que lo inunda todo. Pero el motivo mayor, a mi entender, es la dificultad, el temor y el descomunal trabajo y necesario esfuerzo que hay que hacer individualmente para enfrentarte a ti mismo, deseducarte para educarte de nuevo. Poca gente está dispuesta a pagar el precio a aprender de verdad. No se puede mostrar el camino si uno mismo no lo ve, y además de verlo, lo sabe, lo ama y lo cree. Al final, llegamos como siempre, al amor a la vida y en particular a tu vida, a tu ser y no al engañador deber ser. Las verdades no están en lo que nos gustaría o en lo que según nuestra moral debemos ser sino en lo que somos y en nuestras capacidades y limitaciones. El único amor que verdaderamente necesita ser incondicional es el amor propio.
Cada vez me duele más mirar y ver como sin darnos cuenta nos destrozamos la vida. Pasando del tiempo, pasando el tiempo, viviendo el tiempo. Cada uno elige... si consigue darse cuenta.
De vez en cuando, nos quedamos quietos y nos damos cuenta de cómo ha pasado el tiempo. Sin embargo, a diario no nos damos cuenta, es como al respirar, pocos piensan en ello pero todos lo hacemos. En el caso del tiempo, nunca para, solamente una vez. También esa vez es la única que dejamos de respirar. Dejemos pues para ese momento la nada. La vida es todo, no podemos evitar lo negativo, la convertiríamos en una idea no en una realidad. 7
Vista aérea del cerebro humano Leo fechas, asignaturas y notas que ya no entiendo del todo. Ni siquiera mis sistemas para sintetizar son los mismos. Me digo que esto le pasará a cualquiera, incluso siento un cierto regocijo pensando en la posibilidad de haber mejorado. Busco un tema sobre el que escribir esta semana, acabo de llegar de viaje y mi cabeza todavía no ha hecho la digestión de todo lo percibido, no sale nada que me interese, o crea que pueda interesar a otros o no me aburra nada más pensarlo. Es lo malo de reconocerse, ver más de lo mismo después de haber vivido obviamente (o no), contigo siempre.
Llego al veintiuno de noviembre de mil novecientos ochenta y tres y me encuentro entrecomilladas estas palabras: Literatura. Teoría del Esperpento… el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
Abro el cajón que arreglé la semana pasada y encuentro una libreta de notas de cuando estudiaba en el I.B. de Buñol. Lo primero que aprecio es como me ha cambiado la letra aún reconociendo que es la mía. En menos de un segundo se produce un paralelismo en mi mente: Esto es lo que ocurre también en el proceso de desarrollo de las personas, somos nosotros hoy y hace veinticinco años, nos reconocemos, aunque en el transcurso de los años, sin duda, hemos cambiado. Ordenamos las líneas, las curvas, los tamaños, los contenidos… Supongo que unos mas que otros.
Durante un minuto y trece segundos me quedo en la parra, cuando despierto sin estar dormido, he pensado en las fiestas que vienen, en los cambios, en el mar, en mis compañeros de viaje, en la costa vista desde un fuera borda, en los colores del mar, en gambas y espardenyes, en mi salud, en cuerpos desnudos y bronceados. Aquí es cuando me doy cuenta de que ando perdido ó despierto, no estoy seguro. He vuelto hoy y recuerdo mi epitafio: “lo mejor de un viaje es volver” estas palabras las imaginé grabadas en una lápida original y bella, creyendo que el último
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viaje será la muerte (no se me ocurrió mejor cosa que volver) y en un montón de cosas más que no voy a transmitir… Me viene a la cabeza y me alegro mucho de que la Armonía, madre de un gran amigo mío, haya superado su enfermedad. También pienso en los años que hemos compartido, siendo lo que fuimos y siendo lo que somos. Bajo de la parra.
Por unos instantes creo estar divagando pero en verdad trato, entre otras cosas, de comunicarme con usted, no le conozco o sí, supongo que es importante o quizá no. Bueno… seguro que no. ¡Qué más da si le conozco o no! ¿Quién conoce a quién?
Vuelvo a la frase de la libreta e intento imaginar de quién, de dónde y de cuando. La verdad, no tengo más que una pequeña sensación en la punta de la lengua, tan pequeña que no la puedo leer. Se que entonces me lo sabía todo sobre ella, incluso se que me importó cuando me tomé la molestia de escribirla textualmente. Pero en el tiempo, el conocimiento y los sentimientos y los deseos y los intereses y los sueños y los amigos y los amores y las miradas y lo que hay detrás de las miradas cambian, aún no perdiendo ni por un momento la sensación absolutamente intransferible de la propia identidad, ni siquiera de todo lo vivido. Al menos en lo más hondo.
no existe salvo en nuestra mente como tantos y tantos filtros. Aprender quizá es reconocer esos filtros para que no nos lleven siempre por el mismo camino, al mismo círculo. Vueltas y vueltas sin darnos cuenta de que pasamos y pasamos por el mismo sitio con nuevos disfraces, pero a fin de cuentas, casi todo repetido. Sintiendo lo mismo, sufriendo lo mismo. Porque la verdad es que en la vida se sufre demasiado, por eso solemos vivir en una realidad “sistemáticamente deformada”. Quizá es éste… “el sentimiento trágico de la vida… “
¿Quién no cae en sus propias trampas?
No hay nada más espantoso que negarse a crecer desde el cambio. Desde lo nuevo, la diferencia y lo distinto. Permitir que el miedo a perder la identidad y otros muchos… nos obligue a una línea continua, a repetir lo mismo cada día, cada semana, cada mes, cada año, un encefalograma plano no es más que la muerte clínica, vivir sin experiencias nuevas es una muerte técnica, casi rozando la nada que es un poco de algo que
La objetividad con nosotros mismos y hasta con los demás parece que nos ha sido negada desde nuestra propia naturaleza. Intentar darnos cuenta o desarrollar la consciencia parece la única herramienta posible
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para canalizar todas aquellas emociones que nos niegan el disfrute de estar vivos, sin más. Muchas enfermedades, ya demostrado por la ciencia, son somatizaciones provenientes de la mente, especial y fundamentalmente del inconsciente. Pero lo más curioso es que, aún siendo algo sabido, el sistema de salud sigue de espaldas a la psicología, apostando por una psiquiatría que todo lo cura con medicación, cuando sabemos que aún siendo un buen compañero de viaje para muchísimas situaciones y trastornos, no resuelven de fondo el problema.
En las relaciones con los demás, incluso con nosotros mismos, pasa algo parecido, miramos la punta del iceberg cuando las otras siete partes están hundidas en las profundidades del gran océano que es la mente, queremos tener razón, cuando en general ni siquiera conocemos nuestros problemas de fondo. La complejidad de la tela de araña cerebral es inmensa pero accesible a una actitud basada en el amor propio y en el conocimiento de la perspectiva humana, quizá la única manera de canalizar y gobernar de una forma sana la marioneta que somos, movidos por los hilos fundamentalmente del conocimiento, del pensamiento y especialmente de las emociones.
Podemos convertir nuestra vida y la de nuestras relaciones en un gran castillo de fuegos artificiales como en la imagen o un auténtico calvario. ¿Cada uno elige?
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¿Por qué el corazón no puede olvidar? que contenía el alcohol de toda la casa. Dicen que no hay mejor ansiolítico -la pena es que reviente el hígado- se dijo. Se sirvió un gran trago de vodka ruso, tratando de recomponer su cuerpo tembloroso. Su frente ahora ardía de calor y el estómago se contrajo como los abdominales de Bruce Lee en una de sus mejores interpretaciones para el cine. (Ver la película El Ilusionista, despacio.)
Le gustaba el cine desde muy niño, su mayor entretenimiento y quizá uno de sus educadores más peligrosos. Las imágenes de una ilusión removían poco a poco y año a año todos sus deseos, hasta inundarlo, hasta convencerlo de que aquellas fantasiosas imágenes podía convertirlas en realidad. Pensó mil veces en mil planes que en el fondo se resumían en una frase: Convertir sus sueños en realidad. Murió de tanto sufrimiento.
Escuchó el sonido de un viento fuerte, un silbido potente, casi un rugido. Asustado comprobó y cerró todas las ventanas, algunas golpeaban los marcos con la fuerza agresiva de un portazo después de una pelea definitiva entre enamorados. Recorrió los pasillos de la casa grande descalzo, con la intención de no hacer ruido alguno que pudiese despertar a los propios fantasmas. La madera del suelo crujía suave con un sonido antiguo y mudo. Apagó algunas luces y encendió otras intentando sofocar un incendio que variaba su origen por momentos. Decidió de entre diecinueve estancias la biblioteca, le pareció el lugar más seguro, supongo que por ese calor que desprenden los libros en los estantes, llenos de colores y formas distintas creando un todo armónico. La chimenea encendida fue otra buena razón, pero sin duda, la más decisiva de ellas fue el enorme globo terráqueo convertido en madera y en un arca
Las preguntas que me surgieron aquí fueron: ¿Cómo se construyen los deseos y de dónde vienen? ¿Es uno mismo el creador y autor de sus anhelos? Las respuestas no eran fáciles, al menos, las que parecían cobrar sentido desde la razón y el sosiego. Cómo saber si lo que sientes es una pulsión, una tendencia, un instinto, un deseo, un sentimiento, una emoción propia o simplemente una repetición de todo lo mamado y percibido en 11
burbujas ajenas a una realidad cambiante. La respuesta quizá está escondida en cada experiencia, en cada sensación necesaria, en cada sueño convertido en la energía que nos mueve a actuar, quizá a levantarnos cada mañana en busca de la experiencia creativa. Cada uno la suya, cada uno la que le conduce directamente al bienestar y la satisfacción.
Ningún ser humano puede encontrar la felicidad solo, por eso busca y busca, de dentro a afuera tratando de encontrar. Cada uno, a través de sus deseos y sentimientos, compone la pócima que cree necesitar y con cada experiencia va cambiando la fórmula, precisamente por eso los corazones no pueden olvidar, pese a que algunos de esos jugos envenenen. Es el dolor un gran escultor –como alguien dijo del tiempo-si no te lleva a la muerte o si no te mantiene en un constante sufrimiento.
Un diálogo entre lo imaginario y lo real se mostraba ante mis ojos como el único camino posible si quería alcanzar con éxito el sentido que esencialmente contiene el bienestar. Quizá por ello, algunas veces, navegamos río arriba, a contracorriente, y otras, nos dejamos llevar por ella. Propio del pensamiento es recrear en la imaginación el futuro y pretender conseguir cogerlo con las manos. Buscar las fórmulas para llegar a realizar y conseguir nuestros objetivos.
Por ello volvemos al libro de Marina para recuperar estas palabras: “Son inteligentes las sociedades justas. Puesto que la inteligencia tiene como meta la felicidad-privada o pública-, todo fracaso de la inteligencia entraña desdicha. La desdicha privada es dolor. La desdicha pública es el mal, es decir, la injusticia”.
Una vez alcanzados aparece el sabor de la satisfacción. Al contrario, el fracaso. Cómo retener esas emociones y actitudes cuando se ha llegado supuestamente a la meta. Independientemente del resultado todo quedará grabado en la memoria como una experiencia intensa. Habrán intervenido la fantasía y la realidad, cada uno en su medida, también la influencia que produce la interacción con todo aquello que está fuera de nuestros límites: Los demás y las circunstancias. Quizá… incluso partes de nosotros mismos.
Es tan lúcida la pasión después del paso del tiempo.
Al darnos cuenta, aparece una sensación que camina hacia el pensamiento, aportándonos el necesario conocimiento, la mirada honda e interior del autoconocimiento se traslada al fondo de nuestros semejantes, generando el arma más importante y potente a la que el ser humano tiene acceso: La perspectiva humana. Su resultado se expresa muy bien en este párrafo de José Antonio Marina de su libro la Inteligencia Fracasada: “El triunfo de la inteligencia personal es la felicidad. El triunfo de la inteligencia social es la justicia. Ambas están unidas por parentescos casi olvidados”.
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La palabra es del otro Estas palabras del querido Darío Cervera que fueron escritas hace muchos años, coincidentemente me persiguen desde entonces, incluso me atreví a parafrasearlas hace algunos años con ésta: La realidad es lo otro. Premonitorio. Lo hice cuando me di cuenta de que las personas proyectamos nuestras emociones en los demás creyendo que los otros sienten o deberían sentir lo mismo. Y, claramente, no es así. De hecho, esta aparente pequeña fantasía, resulta letal en las relaciones humanas de todo tipo, especialmente en las de pareja y las de padres e hijos.
“¡Oh rosa, oh pura contradicción voluptuosidad de no ser el sueño de nadie bajo tantos párpados!”
Cuando murió Darío, demasiado joven y demasiado rápido, sentí de nuevo la vara del azar como un azote, aún no siendo un amigo de roce diario, sí lo fue en mis adentros. Fueron sus palabras y su actitud vital un lazo intenso, al menos, para un conocido grupo de personas entre las que me incluyo. Su mirada honda hacia la vida y su sensibilidad, a través de sus palabras y actos, concluyeron en esa comunicación emocional que en direcciones infinitas transporta experiencias de un mayor calado, profundas como el fondo de un océano, siempre del todo inescrutable. Es la magia de la vida y la palabra que Darío manejó como un singular maestro.
Estas palabras de Rainer María Rilke, las escribió para su epitafio muchos años antes de su fallecimiento, ocurrencias del azar, las pequeñas heridas que le causaron las espinas de una rosa, multiplicadas al ser hemofílico, le produjo la muerte. Premonitorias sus palabras y desconcertante la coincidencia con la realidad. Algo de premonitorio y de coincidente está muchas veces presente en nuestras vidas, de hecho a veces el azar se despacha especialmente a gusto con algunas personas, en sentido positivo o negativo, incluso sin sentido, al menos, ante la razón. “La poesía es lo otro”
“La vida, precioso, preciado fruto, tiene un duro hueso dentro: la muerte, ¿semilla de qué?”
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Estas palabras de Lorenzo Oliván y muchas más, dentro de una cajita del tiempo, me las regaló una querida amiga hace algunos años, desde entonces guardo en su interior-así me lo sugirió ella y me pareció exquisito-palabras que en el transcurso de los años han tenido para mi un significado especial por variopintos motivos, pequeños regalos que caen en tus manos por puro azar pero que se convierten en sincronías al roce con la realidad, con el día a día y lo que te va ocurriendo, algunas de ellas coincidentes hasta el susto. Cuando uno abre un libro, a veces comienza el siguiente capítulo y todo lo que va a leer le está sucediendo o tiene mucho que ver con lo que estamos sintiendo, reflexionando ó sufriendo… en ese justo momento, como diría Paulo Coelhlo : “El Universo entero conspira para que pueda(s) realizar(…). Basta con escuchar los dictados del corazón y a descifrar un lenguaje que está más allá de las palabras, el que muestra aquello que los ojos no pueden ver.” Me pregunto si más allá de nuestros límites otras realidades conspiran… y si así lo fuera, ¿de qué depende, de nuestra voluntad y actitud conscientes o de todo aquello que no vemos aunque sí sentimos? “Yo y lo demás, cuando no me derrumbo, somos como dos, y cuando me derrumbo, somos como uno.” Estas palabras se las robé a Antonio Porchia de su libro Voces Reunidas, coincidentes y premonitorias ante las circunstancias actuales y junto a la actitud de cada uno de nosotros ante los derrumbes propios y ajenos. En su discriminación está la respuesta, quizá en atender a esos “dictados del corazón” que nos sumergen en la desesperación y el sufrimiento. No siempre el Universo parece conspirar en nuestro favor, tampoco nuestra actitud. Seguramente es necesario en una época de tanto vació y tanta superficialidad, escuchar otras voces para reencontrar los propios dictados del corazón, aquello que nos llena y nos hace crecer pese a las circunstancias y precisamente por ellas. La fortaleza no está en la fuerza física sino en comprender la energía que nos mueve. 14
Estupendo parece que los lunes a la mayoría de la gente no le parecen estupendos, los martes y miércoles tampoco, los jueves ya convencen más, pero son los viernes y especialmente los sábados los días estrella, los estupendos. No me apetece pensar el por qué, aunque respuestas obvias no faltan. Pero lo obvio no siempre es estupendo por eso les invito a encontrar sus propias respuestas, no me gustaría aburrirles. Quiero preguntarles algo: ¿Son ustedes para sí mismos estupendos? La sinceridad en la respuesta es muy importante. Sé que muchas personas contestarían que sí demasiado rápidamente y también otras que contestarían no con excesiva premura.
Hoy hace un día estupendo. El adjetivo estupendo es muy bueno, califica de una forma positiva. Lo positivo también es estupendo siempre, por eso es muy bueno siempre el calificativo estupendo. Existen personas, animales, plantas, montañas, lugares, cosas… estupendas. Quizá sea una excelente idea dedicar la vida a buscarlas y encontrarlas.
El primer condicionante es “la cárcel del que dirán”, no está bien visto el amor propio, se suele confundir con el egocentrismo y la falta de humildad. El segundo es la dificultad para auto-valorarnos sin caer en las garras del ideal, no aceptando lo que somos en pro de una idea del todo imposible: la perfección. El tercero proviene de la educación judeocristiana, el pecado y por consiguiente la culpa. Curioso, conociendo la frase de la Biblia en boca de Jesús de Nazaret: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Y el cuarto y no por ello menos importante, el error o el fracaso. La debilidad y la equivocación, dos signos esencialmente humanos no cuentan con el beneplácito de los demás. El
Las palabras se pegan, alguien las dice y nos las apropiamos. Hasta hace unos diez años o un poco más yo no utilizaba el calificativo estupendo. Y fue precisamente un amigo mío quien me la pegó. Tengo otro que ahora mismo está pegando a otros la palabra imbécil, curiosamente en sentido positivo. La verdad es que parece que las palabras tengan vida, aunque supongo que en realidad les damos los vivos esta cualidad. Mañana será lunes- me acabo de acordar de un programa que hacía Chimo Guarro en Radio Buñol que se llamaba así, se me pegó el título- y 15
líder, el ganador, el número uno cobra un significado mítico ante los ojos de los que se sienten mediocres o menos. Los estupendos son esos, los demás no sé exactamente qué somos, seguramente peones necesarios para aplaudir y pagar.
dos ustedes, porque aunque sea el lector uno de esos imbéciles, si ha escuchado y aprendido sabrá que siempre se puede rectificar y sobre todo, que esos seres perfectos, en realidad, no existen salvo en la imaginación.
Me indigna pensar que valores estamos transmitiendo, me muero de miedo cuando veo a niños y a niñas que quieren ser cuasi perfectos y famosos, los que más ganan, los que van con chicas o chicos buenísimos, los que salen por la televisión y fotografían las revistas. Todo este mercadeo mediático convierte en héroes a verdaderos patanes. En la política se dan muchos casos, en el fútbol, y donde la cosa se multiplica sin parangón es en la televisión y sus programas del corazón. A los que sientan que su vida es un fracaso porque no son los mejores, para aquellos que se vean a si mismos como gente corriente y vulgar, para los que les cuesta más aprender, para los que se equivocan a menudo, para los que miran el coche o la casa del vecino como el signo del triunfador en la vida, para los que se levantan a la cinco de la mañana y por la noche ven el programa de la sexta “ Mujeres Ricas”, para los que deben… hasta en los cines, hasta callarse, como dice mi amigo Eduardo. A todos ellos y a muchos más que no puedo nombrar… gracias. Gracias por enseñarme qué es una persona, un ser humano real, mi agradecimiento por demostrarme que no soy vulgar, ni un fracasado, ni un asqueroso, ni un torpe y que no me equivoco cuando cada mañana, más tarde que pronto, me levanto para ir a trabajar, ni cuando por la noche, más tarde que pronto, vuelvo a casa después de aguantar a un abogado gilipollas y sinvergüenza, a un bancario que se viste y piensa con el logotipo de la sucursal, a un cliente prepotente, a un rico estúpido que cree que estás a su servicio y… a todas esas personas que no valoran el esfuerzo y el trabajo de los demás. De verdad, muchas gracias, por enseñarme, más tarde que pronto, que soy único e irrepetible aún equivocándome, un ser estupendo como to16
Lluvia de Colores de monte bajo muy verde y grandes arboles, el sexto, reconocer las formas, el séptimo, la existencia mental de los colores y el último y esencial la mirada de una persona. Cuando conduces por carreteras de montaña el paisaje te extenúa, cada imagen es un culto a la vida y a la belleza, el aire limpio y fresco entra por la ventanilla con ese olor a tierra mojada que llena la pituitaria de todo lo que es sano, las mejillas se ruborizan con la caricia del viento mientras el cabello se mueve hacia todos los puntos cardinales. Se vive cercano a un ritual mágico muy disfrutado.
La siguiente curva iba a depararnos una sorpresa, una coloreada e impresionante sonrisa casi vertical. Estas maravillas solo se dan los días de tormenta, pero no cualquier tormenta, se necesita una tormenta tormenta como diría Luci. Las tormentas tormentas solo se producen en primavera y bajo condiciones meteorológicas muy especiales, son ocho los componentes necesarios y aún así, una de cada 1978 veces no ocurre. Les explicaré cada uno de ellos eliminando todos los aspectos técnicos hasta llegar a un lenguaje agradable. El primer componente, obviamente, es un cielo semicubierto de nubes oscuras y otras completamente blancas, el segundo componente es el sol jugando al escondite, el tercero es el vapor de agua condensado cayendo por gravedad e intermitentemente convertido en gotas de agua, el cuarto componente es la necesaria concentración de montañas, el quinto, una vegetación frondosa,
Mi hijo, con poco más de un año, está sentado en su trono en la parte trasera del coche, miro todas sus expresiones por el espejo retrovisor interior, le hablo e incluso le grito cada sensación, porque en el fondo, aunque no me entienda del todo, sé que lo intuye. Es mi único testigo y cómplice en este día de primavera y de tormenta, me emociono al pensarlo, aún sabiendo que es a partir de los tres años cuando realmente se comienza a tener verdaderos recuerdo en el desarrollo mental humano, aunque es lo de menos, porque también sé, que todo lo percibido en este momento quedará como una huella emocional intransferible, solo suya y algo mía. Supongo que es lo mejor que se le puede dar a un hijo, mostrarle despacio cada especial rincón de la vida para que no se pierda nada de lo importante entre tanta información vacía. 17
Estoy en una recta larga, a cada lado de la carretera, el verde de la avena y el trigo me traen recuerdos de otros viajes, en la misma época del año, con el mismo destino y tan valiosamente diferentes. Tiene uno la sensación de que ha pasado poco tiempo y son más de treinta años cuando hice por primera vez éste viaje. Después, muchos otros, no sé cuántos y con muchas personas, todas amigas y diferentes. Lo que queda de estos viajes son estupendos recuerdos que nos ayudarán en horas bajas y no tan bajas.
La sorpresa es uno de esos baluartes, sorprendernos es por una parte percibir de otra manera, y por la otra interactuar con lo nuevo. Y de lo nuevo siempre se aprende. Al entrar en la curva, desaparecieron las montañas y apareció un arco iris inmenso, hermoso como una fresa, la fotografía que acompaña estas palabras, o al revés, lo inmortaliza. Ustedes la verán impresa en blanco y negro pero estoy tranquilo, cuento con su memoria y su imaginación.
Hay días muy especiales, momentos que nunca se olvidan, tanto agradables como desagradables, todos ellos creo que tienen su valor, o mejor, tienen valor porque existen ambos. Se necesitan para existir, al menos, dentro de nuestra cabeza. Comienzan a caer grandes gotas de agua que rompen contra el parabrisas despacio pero con un sonido contundente, me encanta el sonido del trotar del agua al contacto con cualquier objeto, en el coche y debajo del paraguas es espacialmente disfrutable. También ver caer el agua de noche a la luz de una farola. Y tantas pequeñas cosas que son las importantes en el intento de disfrutar el día a día. Lo curioso es que cada vez están más lejos de la percepción humana, transformada hoy la realidad en efectos virtuales, demasiado virtuales. Los nervios de la semana se van calmando poco a poco, de hecho creo que durante el periodo de transición ni siquiera se consigue una tranquilidad real, entran en conflicto la tensión de los problemas con el placer de esos momentos, hasta que gana el sosiego. Lo verdaderamente peligroso es que a veces ocurre lo contrario. Últimamente lo percibo más que nunca escuchando o mirando. La violencia siempre nace de un conflicto propio e interno. Las actitudes autodestructivas están muy presentes en nuestra realidad diaria, por eso es tan importante enseñar lo verdaderamente valioso de estar vivo.
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Palabras en una maleta La cueva hasta hace unos treinta años estaba habitada. Un ermitaño-según afirmaba él mismo- discípulo de un discípulo de un pintor que no recuerdo aún sabiéndole famoso, vivió allí casi doce años. Durante ese tiempo, además de buscar la paz que no encontró en las ciudades de diversos países, se dedicó a pintar con pigmentos primitivos y con las manos, escenas que miraba absorto en su día a día en la naturaleza. La cueva, de más de cinco metros de alta y quince de profundidad, es todo un homenaje a nuestros ancestros y a la sensibilidad. Ni un solo centímetro quedó sin pintar, como un gran mural que se encendía con la salida del sol y se apagaba al anochecer. Cada grieta, cada estalactita y estalagmita, cada socavón o saliente estaba aprovechado para conectar la forma y el color como un todo artístico, casi mágico.
La Cueva del Espantalobos es un lugar en los montes de Buñol que muy pocas personas conocen. De hecho los que la conocen nunca revelan su lugar exacto. Ni van acompañados a ese hermoso y enigmático lugar. Está casi en la cima de un escarpado montículo de roca lisa dividida en estratos desiguales pero armónicos. Se llega atravesando un riachuelo que termina en una pequeña cascada. En la cima aparecen a menudo las pocas cabras montesas que habitan en la Hoya. Se suele ver, en los días claros, a un macho de cuernos enrollados que observa desde las alturas el ir y venir de los bichos que habitan o se acercan a este lugar, incluidos algunos de nosotros. Lejos de allí, en el Barranco del Quisal, encontré la cabeza de una de ellas que no consiguió convertirse en trofeo. Me pregunté que fue del cuerpo.
Desde el barranco de Carcalín cuesta unas dos horas llegar allí. Provisto del material necesario volví a visitarla el pasado viernes santo, justo hacía treinta años que junto a dos amigos la descubrimos ese mismo día de las pascuas de 1970, después de estar perdidos siete horas ente dos barrancos de los que no había forma de salir. El recuerdo de aquel día es imborrable, porque además del miedo que pasa uno cansado y perdido en el monte, todavía me asustó más, si cabe, cuando vi salir aquel tipo de la cueva, con barba de años y cabellos largos gritando: ¡Marchaos! ¡Dejadme en paz! 19
Estuvimos más de una hora, escondidos y observándolo con los prismáticos, hasta que fuimos capaces de acercarnos y explicarle que no queríamos molestarle, que simplemente nos habíamos perdido y necesitábamos que nos indicara el camino de vuelta. Al darse cuenta que éramos tres niños y escuchar nuestras palabras su semblante cambió. Incluso diría que sonrió levemente, mientras una mirada de soslayo recorría nuestras seis pupilas dilatadas del susto.
lloso legado. Me interrumpe un sonido hacia el interior de la cueva, me acerco un poco asustado y de pronto sale un murciélago, casi grito, debajo de un sol pintado, una vieja y sucia maleta cerrada, escrito en tiza: Para usted. Abro las dos cerraduras con una pequeña navaja, despacio para no romperlas, en su interior, treinta libretas ordenadas por años, una navaja oxidada, un viejo libro de supervivencia y dos fotografías en blanco y negro.
Nos invitó a pasar con un gesto brusco, nos sentamos y descansamos durante media hora, en ese tiempo no paró de hacernos preguntas y nosotros no paramos de contestarlas sin dejar de mirar aquellas hermosas escenas pintadas. Luego, sin mediar palabra, nos acompañó durante más de dos horas hasta que se cercioró de que conocíamos el resto del camino de vuelta. Le dimos las gracias y nos despedimos. Cuando llegamos al pueblo estábamos cansadísimos, nos pasamos el día andando, trotando, escalando, de emoción en emoción. Ni uno, de los tres, dijo nada. Al llegar a casa, sin cenar, me acosté y me dormí de inmediato, también mis amigos según me contaron.
Abro la primera libreta, el encabezado: Cueva del Espantalobos, trece de enero de mil novecientos sesenta y uno. Sigue: “Por fin he llegado caminando a mi propio destino”. Ojeo otras muchas hasta llegar a la última página de la última libreta: “He terminado lo que vine a hacer. ¡Qué bien me siento! Vuelvo a casa.
Durante semanas, meses estuvimos los tres haciendo conjeturas sobre aquel lugar, sobre aquella persona y sobre sus pinturas. Preguntamos con disimulo a algunas personas mayores por si conocían aquella cueva o alguien había visto a aquel tipo alguna vez. ¿Quién era, de dónde, por qué vivía en una cueva y solo? ¿Cómo podía ser que nadie lo conociera? Hubo momentos, durante todos estos años en los que creí que nos dormimos y alguno de nosotros o los tres soñamos todo aquello. No hay nada más potente que la imaginación de un niño. Me alegro de haber subido hasta aquí. Estoy deshecho, los años no perdonan. Pero, mientras escribo estas palabras, contemplo en el interior de la cueva todas esas escenas pintadas, cada color y cada forma la escucho rasgando la piedra con los dedos, recuerdo a mis amigos, sus caras de niño, también aquel hombre desconocido que nos dejó este maravi20
La tercera pierna Han pasado tres horas y cuarto, no he podido dormir más que setenta minutos y gracias a medio canuto de maría que se dejó olvidado alguien en el cenicero de mi despacho. Los movimientos son lentos y las ideas y pensamientos se mueven despacio, siento una calma activa dentro de mí y parece como si los problemas y las malas sensaciones hubiesen desaparecido. Si no fuese porque en los adolescentes se han dado demasiado habitualmente brotes psicóticos y los procesos mentales se ralentizan con el consumo continuado, recomendaría un porrito cada ocho horas como un buen medicamento.
Me siento ante el folio en blanco y me quedo quieto. Froto mis sienes con las manos, tras un momento de pensamientos amontonados. El calor de las yemas de los dedos reconforta como un amigo ante de desmayarte. Estos días constantemente grises aumentan los pensamientos negativos, las recriminaciones propias y ajenas, las debilidades en general. Será porque no estamos acostumbrados a perder ni a ganar.
Mejor voy a dejarlo hasta que se me pase, seguro que afirmo alguna barbaridad y encima luego no entiendo mi letra. Disculpe, querido lector, las molestias. Abur. Ya he vuelto. Es muy sano dormir. Me quedé sorprendido cuando escuché de un científico eminente que el cuerpo solo necesita fisiológicamente unas tres horas para descansar, las demás hasta ocho- que es lo recomendado- lo necesita la mente para soñar y reorganizar todo lo percibido y sentido en el día. Luego demostró como si despiertas a una persona cada vez que se pone a soñar se vuelve loca. Es impactante la importancia del sueño en nuestras vidas en todos los sentidos.
Decido apagar este incendio: Me voy a dormir y mañana será otro día. Me niego a sentir el hastío hasta el grado de no tener ganas de decir o nada qué decir. Seguro que alguna vez he pensado que tenía sentido esto de comunicar algo de lo que otro siente y piensa. Probablemente haya cientos de razones positivas para hacerlo, pero les pido perdón, hoy no las encuentro. Hasta dentro de un rato, el sueño reparará tan poca espenta...
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Los momentos en los que vivimos con más problemas se recomienda acostarse pronto, el cuerpo humano está naturalmente organizado para introducirse al sueño cuando se va la luz y a despertarse cuando la luz vuelve. Este es nuestro reloj biológico, por lo tanto es lo más saludable.
nalidad a veces los esconden muy bien, pero si rascas un poco, saltan a la vista. Ejemplos también hay muchos: la actividad frenética, la verborrea imparable, la constante búsqueda de nuevas sensaciones, la necesidad de destacar siempre o la de no hacerlo nunca, la inactividad total, la falta de creatividad, los radicalismos ideológicos como sostén de la no aceptación de la propia debilidad… sigan la lista si les apetece, es enorme.
Lo que olvidan la mayoría de los científicos, políticos, gurús de lo cosmogónico, etcétera, es que cuando los seres humanos vivimos en conflicto, nos atormentan las preocupaciones, nos sentimos culpables, sobrecargados de responsabilidades, llenos de incertidumbre, desorientados por el miedo, la inseguridad y la impotencia, producimos múltiples reacciones, entre las más frecuentes están las somatizaciones, y en este caso concreto, una avalancha de torpedos mentales al sistema inmunológico que preparan el terreno de una manera excelente para que las enfermedades entren en nuestras vidas con la intención de rematarnos. Cualquier profesional de ambulatorio les explicaría múltiples ejemplos en las consultas diarias. Todo ello sin darnos cuenta, pues estamos en el terreno del inconsciente.
Está muy claro que estamos fomentando una sociedad en la que la salud mental no es una prioridad, ni siquiera cuando se sabe perfectamente demostrado que un porcentaje altísimo de las enfermedades mal llamadas físicas están unidas a los problemas emocionales del día a día. Algunos de ellos: La ausencia de un nido emocional saludable, las relaciones con los demás fuera de la familia, los conflictos padres-hijos, los problemas económicos, el código de valores comparativo con ideales inalcanzables, la deformada y excesiva información, la falta de trabajo ó la cárcel diaria de estar en uno que no te gusta o incluso odias… sigan la lista si les apetece, es enorme.
Sería pues fácil de explicar por qué todos nos valemos de “bastones” para vivir. Las manías, el tabaco, el alcohol, los porros y demás drogas son la tercera pierna que usamos para aplacar esa necesidad interna de recuperar el ánimo, de sentir otra cosa que no sea angustia, decepción, miedo, dolor, aburrimiento, desamor, inferioridad… sigan si les apetece la lista, es enorme.
Freud hablaba de la pulsión muerte, la tendencia a la autodestrucción que tenemos los humanos. También hablaba de la pulsión vida, su contrario. Supongo que todos vivimos entre estas dos pulsiones y también he de suponer que no hay más remedio que vivir ambas, puesto que es parte de nuestra naturaleza, pero también supongo que saber proporcionar la tendencia a la vida muy por encima de la tendencia a la muerte es una compleja tarea que se debería llamar educación, algunos también querrían llamarle paz.
He asistido a algunas charlas sobre drogas siempre escucho las consecuencias insalubres del consumo pero nunca escuché a nadie hablar del por qué se usan desde tiempos ancestrales. Pues bien, la respuesta es relativamente sencilla: Creemos que nos ayudan a vivirnos mejor, cuando en realidad dependemos de ellas para sentirnos bien. Pero no nos quedemos solo con éstos, hay muchas más clases de bastones, no solo las drogas lo son, la complejidad de la mente y de la perso-
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Los ojos del corazón ta vez despacio, trataban de recordar cada instante de la noche anterior: Dónde se encontraron, cómo se acercaron, las primeras palabras, la música que sonaba, los pálpitos antes del primer beso, el segundo y el tercero y el… hasta que decidieron compartir la casa, después las palabras, después la cama y la noche hasta la salida del sol. Estaban mirando y mirándose satisfechos y complacidos. Algunas preguntas sin respuesta acudían como palomas mensajeras a sus cabezas: ¿Por qué dejamos que ocurran tan pocas veces estos momentos, cuántas veces en una vida vemos amanecer, qué extraña energía se entremezcla entre nosotros hasta llegar a dejarnos disfrutar los unos de los otros?
Estaba amaneciendo y aún estaban despiertos. Habían pasado toda la noche hablándose en susurros al oído y retozando sobre las sábanas blancas que ahora cubrían sus cuerpos sosegados y deliciosamente extenuados, después de varias horas de caricias, dedos y lenguas recorriendo cada centímetro del cuerpo, especialmente la boca: labio sobre labio, lengua sobre lengua, pupila sobre pupila, en ambas reflejados.
Apareció para los dos la misma frase en el pensamiento: Intentar dar lo mejor de nosotros, eso hemos hecho. Se acabaron de inmediato las preguntas para exclusivamente rememorar los momentos. Los sonidos de las cremalleras bajando mientras la piel se erizaba, los dedos y las manos buscando y rebuscando, la ropa cayendo silenciosa, mientras los deseos convertidos en suspiros, en jadeos, en palabras inéditas, se encontraban con los cuerpos completamente desnudos. Cada mano y cada boca encontrando el secreto del otro convertido en sonrisa. Los abrazos en movimiento sobre las sábanas calientes, el olor a sándalo, a chimenea y a vela; el paladar húmedo
Pocas personas se miran tan profundamente como para contemplarse en la pupila del otro. No hay nada más mágico que reflejarte en ella como en un espejo, viendo el propio rostro dentro del otro, en sus ojos, en los dos. Miraban por la ventana adormilados viendo un amanecer rojizo, limpio y silencioso. Ese fondo con unas pequeñas nubes blancas sobre el cielo azul hacían de la ventana un lienzo perfecto. Todavía acariciándose, es23
lleno de jugosos colores, sombras y luces, cabellos cabalgando por dunas curvadas y suaves, gritos de placer deliberadamente enmudecidos, sueños realizándose con la intensidad honda de un animal antiguo, quizá salvaje. Distinto a nosotros.
los sueños durmiendo en la noche y engañando cada mañana a cada día. Éste es el mundo que interesa, el que recorre montañas despacio, penetra en cuevas húmedas pero calientes, construye puentes entre precipicios, promueve el deseo, elimina los fantasmas del pasado, busca la complicidad en la mirada del otro, salta sobre la tierra verde, llena lo vacío y vacía lo lleno, lame los pezones que alimentan la vida. El mundo que interesa es el que consigue que veamos a través de los ojos del corazón, lo mueve la sangre de la memoria cuando todas las heridas están curadas.
Ayer parece lejano ante un momento como éste. La identidad se pierde entre las piernas de ambos, caminando por sendas líquidas e imaginadas, dejándose llevar en un baile sincero, como un rito ancestral, donde la razón está pero no enturbia las emociones ni siquiera consigue entumecerlas. Tampoco al contrario porque los sentidos ya no están al servicio de nadie, solamente del momento, del instante concreto en el que solo existen dos vidas, la una se abre a la otra y viceversa. Solo hay ternura, deseo y algunas emociones que aún no han encontrado las razones, que con el tiempo, se convertirán en antiguos inquisidores para cualquiera de ellos. Quizá para los dos, o mejor, quizá para todos, porque llegará el deber ser, quizá la llave oculta que nos encierra entre barrotes invisibles. Ser es lo que importa, ahora, al amanecer, ellos lo saben, no tienen dudas, ni preguntas rimbombantes, ni condiciones a cumplir, ni otros ojos que te miran como pidiendo explicaciones al bienestar, ni psicología clínica, ni energías que mueven el universo para que muramos más felices, ni yoga, ni yerbas, ni terapias, ni pastillas, ni nada más. He estado observándolos toda la noche, ni un solo segundo me he despegado de ellos, quería ver de nuevo el valor del recuerdo, las enseñanzas del tiempo, las virtudes de la intuición, el sentido de la imaginación, la importancia del otro, el secreto de la entrega, la salud de las caricias, la ternura, la pasión y la lujuria. Quería ver amanecer en un mundo distinto dentro del mismo, oculto bajo toneladas de folios malgastados, escritos con decepciones, fracasos, desamores, debilidades, miedos y mentiras, pérdidas y muertes, dolor y sufrimiento. Con los ojos cerrados y el cuerpo paralizado, con 24
Soledad acompañada Alquiló una casa solitaria encima de un acantilado con vistas, desde una excepcional altura al mediterráneo del sur, donde las corrientes atlánticas hacen de un sosegado levante un brioso mar de millones de colores, olas y sabores. La mirada, desde la cristalina y azulada piscina, se despistaba al contacto con un ángulo de ciento ochenta grados si prescindimos de los ojos en el cogote. Nada más llegar le asustó el lugar, cuestas empinadísimas y más cuestas; pero cómo si no se puede alcanzar el cielo. La casa lo tenía todo, cumplía con todas sus expectativas, teniendo en cuenta que buscaba una soledad acompañada, sin preguntas. Acababa de vivir esa experiencia tan dolorosa que es saber que nadie te quiere incondicionalmente y que como diría el gran poeta Jaramillo “que siempre bailarás con tu sombra”. Si encima tienes malasombra imaginen. Cuando se fueron los caseros deshizo tranquilamente las maletas y bajó al pueblo a llenar la despensa. La quería a rebosar, que no faltara de nada, posiblemente no bajaría de nuevo hasta que se marchara.
Una vez en Nerja visualizó una imagen que luego le serviría para el futuro, todo lo vivido parece ser que sirve, de una o de otra manera, para llegar a ese tiempo que no ha llegado y que desconocemos, para crecer, evolucionar… La frase que me evoca es: “Nunca se pierde el tiempo”. Siempre fue su favorita. Cuando estaba llegando a Nerja, después de recorrer más de seiscientos kilómetros, se le quedaron grabados en las pupilas los acantilados y el mar inmenso, mientras giraba y giraba en los últimos kilómetros de curva en curva y de montaña en montaña. No hay nada más satisfactorio que llegar a destino después de un viaje largo y deseado. Los nervios no se alejan hasta pasada la primera noche, incluso en algunos casos la segunda o tercera. A ella le ocurrió pasada la segunda noche. En la primera, necesitaba acoplarse, acomodarse y adaptarse a los nuevos sonidos de la casa.
La primera, segunda y tercera noche-incluidos los días- fueron de adaptación al medio, nunca había viajado sola, aunque siempre le apeteció. Esta nueva experiencia junto a la mochila que todos llevamos pegados a la piel y llena hasta rebosar, suponían un gran reto para ella, si tenemos en cuenta que el miedo es uno de nuestros peores enemigos. De he25
cho hasta la última noche no se decidió a hacer la reserva. Solo su portátil, unos cuantos libros, internet y el móvil eran sus acompañantes. Les parecerá una tontería, pero a ella le daban seguridad y la compañía que necesitaba en ese momento.
Se vistió deprisa, cogió el coche y se fue agitada hacia el pueblo, recorrió las calles, entró en muchas tiendas buscando no se sabe qué, habló con todo el que quiso oír su risa (entre ellos yo), escuchó a quien le quiso decir, se sentó en un banco contemplando a la gente, comió lo que le apetecía, bebió hasta que desapareció la sed, escuchó música, bailó dejándose llevar por los ritmos y el cuerpo. Besó y abrazó a desconocidos y caminó hasta la playa esperando el amanecer. Sonreía como una niña mientras el sol aparecía, con la “expresión del ser que se alegra de ser”, ya había entendido, quererse no es fácil cuando las cosas no van bien, pero es el único camino.
¿Qué busca en la huida hacia otro lugar una persona que cree haberlo perdido todo y no sabe que en realidad lo tiene todo? Durante los primeros tres día estuvo regodeándose en el fango, cada pensamiento se convertía en un latigazo hacia si misma, cada emoción en una daga que atravesaba el corazón y el estómago, cada recuerdo un monumental odio hacia el mundo y especialmente para sí misma. Las lágrimas no salían, aún con muchísimas ganas, solo la noche del tercer día afloraron como una lluvia de tormenta, se pasó varias horas llorando hasta que rendida se hundió en un profundo y reconstituyente sueño que duró diecinueve horas, jamás había dormido tanto.
De ella solo me queda esta fotografía, de espaldas, frente al mar, mirando la olas imparables, quizá infinitas, sintiendo el aire marino en todo su cuerpo, tras ella, solo sus huellas en la fina y húmeda arena y otras… que no eran las mías.
Al despertar algo había cambiado, se sentía mejor, la angustia había cesado y los pensamientos obsesivos también. Se asomó a la ventana y allí estaba el sol, solo como ella, pero radiante. Se quitó el camisón deprisa y se zambulló de cabeza en la piscina. El agua era azul y estaba fresca y limpia, no hay mejor forma de desayunar, después de nadar un rato las endorfinas ya se han hecho cargo del ánimo y las tostadas recién horneadas con aceite de oliva, el jamón y el zumo de melocotón se encargaron del cuerpo. Respiró hondo, encendió un cigarrillo y hasta que decidió que sería el último pasaron miles de imágenes por su pensamiento, las sentía en orden, colocadas en su lugar-siempre hay un lugar para cada experiencia-, la sensación era nueva, novísima, como la primera vez que le lamieron el clítoris con el deseo adecuado. Gritó sin que nadie la escuchara: ¡Me siento bien, muy bien, qué bieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen!
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La cárcel del que dirán to se aprende pronto, ya de bebés, con una sonrisa consigues lo que quieres. Los seres humanos tenemos una increíble capacidad de adaptación cuando algo nos interesa. Somos especialistas en disfrazar la verdad y a la vez crear dignidad en el proceso. Lo hago porque es de entre todo lo que puedo hacer lo mejor, o mejor, lo que más me interesa. Lo que sin duda no interesa, salvo en el mundo de las ideas, es la verdad. ¿Por qué es tan difícil vivir con la verdad? Alguien pudo decir, en tono cariñoso, que soy un buen embustero. Lo sé, soy un buen embustero. Pues eso mismo y en el mismo tono afirmo yo de todos los demás: Sois unos buenos embusteros.
Para contestar a esta pregunta, es preciso definir, con diccionario en mano, qué es la hipocresía y qué es la verdad.
Es tan difícil decir exactamente lo que se piensa como difícil es vivir sin equivocarse. Para ser sincero y radical en lo que pienso: es imposible vivir sin equivocarse e imposible es vivir con los demás siendo totalmente sincero.
La hipocresía es “el fingimiento de cualidades ó sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen”. La verdad es “la conformidad de lo que se dice con lo que se siente ó se piensa”.
Existe, sin duda, por una parte, una sutil hipocresía transmitida generación tras generación, y por otra, una útil hipocresía aprendida en la propia experiencia. Valorar igual o muy parecido a lo que hemos aprehendido en nuestra familia y en nuestro entorno no es nada extraño. Y reconocer que con ésta u otra actitud, según convenga con quién estemos tratando, las cosas salen mejor o peor, no es decir ninguna mentira. Es-
Todas las personas al darnos a conocer tratamos de dar la mejor imagen que podemos, queremos o sabemos de nosotros mismos, entre otras cosas, porque entendemos perfectamente que los demás nos juzgarán inmediatamente y con muy pocos datos. Somos, en este aspecto, vendedo27
res de una imagen todos, incluso cuando tratamos de hacer sonreír ó tratamos de ser simpáticos. Es tan fácil mentir como fácil es actuar en el papel que a cada uno le toca ó cree que ha elegido en la obra de la vida.
namientos y exigencias de la estructura social, éste es el mejor camino para estar bien jodido. Pero esto no es nada nuevo, ya en el siglo primero Juvenal, el poeta romano escribió la frase que aparece entre los últimos versos de la décima sátira “Decimus Iunius Iuvenalis”: “Mens sana in corpore sano”. “Si bien la idea original simbolizaba la necesidad de un espíritu equilibrado en un cuerpo con salud, el significado que le damos hoy en día parece estar más relacionado con tener una mente sana a través del ejercicio”.
Vivimos cara a los demás, la mayoría de acciones que producimos en el hecho diario encuentran su motivación en lo que pensarán los demás y en la necesidad de conseguir la imagen-meta que más nos conviene ante los demás, es una necesidad dentro de nuestra dimensión social. Hace poco di una opinión para la reflexión: Haz lo que te dé la gana, solamente ten en cuenta que de lo que hagas algún día te tendrás que sentir orgulloso.”La cárcel del qué dirán”. No me quiero olvidar de la importancia de sentirse bien con uno mismo, de acuerdo a los propios valores y a la persona que queremos llegar a ser. En el fondo, aunque no en la forma, la razón que más influirá en nuestro bienestar a lo largo de la vida.
Creo que convendría no estar tanto tiempo ocupados en estar guapos, buscando cuerpos únicamente estéticos, siguiendo modelos y roles sociales, casi siempre imposibles de conseguir para todos, y ocuparse de lo que hay debajo del pelo, encima de los ojos, también entre la boca y el corazón.
Vivimos de espaldas a la verdad porque vivimos de cara a los demás y auto-engañándonos para conseguir no confrontarnos con lo que más duele: Que nosotros y nuestra vida no es lo que idealmente nos hubiese gustado. Probablemente son muy pocos lo que sienten la armonía en sus vidas, aquellos que, desde la perspectiva humana, son capaces de vivir sin sufrir habitualmente.
Desde luego no soy de los que piensa que para valorar algo es necesario devaluar nada: No hay nada más hermoso que lo bello, por eso lo digo.
Es horrorosa la incapacidad del hombre de hoy para ser sincero consigo mismo. Y todavía más penosa la poca importancia que se da al auto-conocimiento dentro de la salud. La higiene personal, no pasa solamente por el cuidado del cuerpo, la verdadera salud pasa por ocuparse de la mente y el cuerpo, y añadiría, no perder de vista los intereses de los demás cuando no está fuera de nuestros límites. De ahí nace la mayor insatisfacción: No vivir con arreglo al ideal, no encontrar en lo más profundo de uno mismo más que prejuicios, condicio-
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Demasiadas Víctimas Está bien que los medios de comunicación nos informen para que seamos conscientes de que hechos como éste se dan demasiadas veces en nuestra sociedad. Este caso ha reabierto- si es que alguna vez es posible cerrarlos- el caso de Mari Luz y otros muchos que han aparecido de nuevo en titulares y debates. Casos muy distintos cuyo resultado es el mismo: El asesinato de un ser humano. De una niña, de una joven. De una hija, sobrina, nieta, amiga, hermana… con el dolor y el sufrimiento que esto implica para su entorno más cercano. Hay muchas víctimas en estos casos, demasiadas. De ahí que quiera poner un pequeño grano de arena con estas palabras a la posibilidad de que en un futuro no lejano, estas atrocidades, queden en el pasado más oscuro de nuestra historia.
Dedicado a mis hijos Amanda y Alejandro En las últimas semanas todos hemos sido testigos del fatal desenlace de la desaparición de Marta del Castillo. Hemos sabido que un joven de veinte años la asesinó y como su hermano y dos amigos de veinte y quince años le encubrieron y ayudaron a arrojar el cadáver al río Guadalquivir. Todo, presuntamente, hasta el juicio.
La imagen de esta semana, como verán, es la de una avispa comiendo en un bocadillo de jamón. La mayoría de personas la hubiesen matado o espantado. Sin embargo, la persona que comía el bocadillo esperó pacientemente, la avispa iba y venía entre bocado y bocado, compartieron el bocadillo y todo acabó con una fotografía en una playa de mi idealizada Ibiza junto a un grupo de amigos, muy apreciados, con los que se aprende a querer. El sentimiento que inspiró todo esto para mí es la compasión y la empatía: Tenía hambre. Compasión: “Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”.
Escribir sobre esta realidad se hace difícil, el cuerpo se entumece, la falta de sentido y rabia recorre todo el cuerpo y al pulsar cada tecla para que salgan las palabras se siente un grado de responsabilidad muy alto. Es un tema complejo, difícil y desgarrador. Un hecho que ha quitado una vida y destrozado a una familia, y al otro lado, como mínimo, otras cuatro vidas más. Sin duda, es casi imposible, comprender nada.
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Para tratar de entender lo ocurrido, simplificando y en este momento, solo se me ocurre esta palabra, en este caso, por su ausencia. La falta de compasión por la víctima del más execrable de los actos humanos, quitar la vida. Arthur Schopenhauer decía que la compasión es el supremo principio moral. Estoy de acuerdo. Después de este circo mediático vergonzoso, en el que el tratamiento morboso de estas desgracias en programas de televisión no sirve más que para aumentar audiencias, uno se pregunta el por qué unos jóvenes de veinte y quince años no sintieron compasión (y parece ser que tampoco culpa), cómo emocionalmente pudieron ser capaces… También por qué los medios de comunicación y las instituciones no profundizan en el problema y analizan los motivos. Única manera, a mi entender, de llegar a la verdad para poder tomar las medidas necesarias para que no se vuelvan a producir. No creo que la pena de muerte, ni la cadena perpetua, ni siquiera el endurecimiento de las penas resuelvan este problema. El castigo duro, directamente merecido, puede aplacar nuestra ira, incluso puede ser justo, pero desde luego, no es la solución.
medad o cáncer y sanarlo. Esa responsabilidad es de todos nosotros: El compromiso fundamental para conseguir la necesaria salud emocional, esa es la buena educación. En la película Sin Perdón de Clint Eastwood hay una escena en la que el joven que les acompaña junto a Morgan Freeman, mata por primera vez. Vomita y dice sentir lo peor, es consciente de su acto y la compasión le hace sentir culpa. Entonces el protagonista le contesta: “Cuando matas a un hombre le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener”. Esa noche, al llegar a casa, la parafrasee así: Cuando matas a un ser humano, le quitas todo lo que es y todo lo que podría ser. En este auténtico drama hay una clara víctima, Marta, a la que le han arrebatado su ser y lo que podría haber sido. Pero también hay otras víctimas, demasiadas. También verdugos, visibles y ocultos. Lo complejo, a veces, es distinguir entre unos y otros.
¿Por qué, repito, un joven de veinte años, con toda la vida por delante asesina a una joven de diecisiete años?, ¿Por qué destroza una vida y destroza la suya y por qué su hermano y dos amigos de 20 y 15 años destrozan las suyas para “ayudar” a encubrir un asesinato? No he visto, ni oído, ni leído, contestar a estas preguntas en ningún medio de comunicación ni en institución alguna. Ni siquiera plantearse las preguntas básicas para ahondar en qué ocurre en la mente de un joven para que sucedan estos hechos. Hasta que no seamos conscientes de que la salud mental es una de las piedras angulares de la vida, no podremos erradicar estas conductas. Es el buen trabajo psicológico-educativo, y no solo de los jóvenes, también de los padres y profesores, la solución razonable junto a la verdadera Justicia Social. Atajar el problema de la única manera posible: Detectarlo a tiempo, como cualquier enfer30
El arte de frío línea hay muchos y obvios. No me extenderé aquí: personas sin pareja, sin hijos, sin trabajo ó con uno mal visto, sin estudios, etc. Ejemplos hay muchos más en el sentido contrario. El valor social se alcanza supuestamente en el éxito y el éxito es cumplir con unos cuantos baremos. Lo jodido es que todos parecemos necesitar un cierto reconocimiento, teñido de amor. Pero cabría aquí preguntarse por el interés inherente al amor. El amor con condiciones. Siempre las tiene. Lo llamativo es que esta cuestión en sí misma no es relevante, sencillamente es real y aceptable. Lo inaceptable es la hipocresía con la que vivimos a diario, disfrazando la verdad con verdades a medida, en definitiva, mentiras.
La mayoría de las personas dedicamos mucho tiempo a un montón de estupideces y por el contrario, muy poco tiempo a las cosas verdaderamente importantes. Supongo que es un hecho del que pocos pueden deshacerse, suele ocurrir que la familia y la sociedad nos educan con la intención de adaptarnos de la mejor manera posible a la época en la que a cada uno le ha tocado vivir, probablemente pensando que si conseguimos un trabajo fijo y bien remunerado, una pareja estable, hijos y algunos amigos, todo nos irá mejor (se hace con aparente buena intención). Es una ley no escrita pero su poder es inmenso.
La imagen de esta semana es una obra de arte. Me la regaló Juan Aparisi, persona a la que considero buen amigo y un artista en todos los sentidos; todo un ejemplo de vitalidad y singularidad. Me he tomado la libertad de fotografiar la obra buscando en el reflejo del cristal una doble imagen que se ajustara bien a las palabras que estoy vertiendo sobre el papel en blanco. Si se fijan verán dos ventanas, un sofá, una mesa de comedor y algunos detalles más del salón de una casa cualquiera dentro del cuadro. Dos imágenes, dos caras, dos varas de medir, dos realidades dentro de la irrealidad. La fantasía y la realidad en su combinación necesaria y a la vez compleja.
El problema quizá radica en la falta de conocimiento y de experiencia a la hora de tomar todas estas decisiones, con el añadido, reitero, de la presión familiar y social dispuesta a colocarnos obligadamente en una posición políticamente correcta. Ejemplos de los que se han salido de la
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Cualquier arte decía Fromm “requiere conocimiento y esfuerzo”. También decía que “el proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la práctica. Y lo más importante: “¿Sucede acaso que sólo se consideran dignas de ser aprendidas las cosas que pueden proporcionarnos dinero o prestigio y que el amor, que “solo” beneficia al alma, pero que no proporciona ventajas en el sentido moderno, sea un lujo por el cual no tenemos derecho a gastar muchas energías?”
Decía Ortega y Gasset:”… el hombre quiere vivir y, porque quiere vivir, cuando el frío amenaza con destruirle, el hombre siente la necesidad de evitar el frío y proporcionarse calor…” El autor se refiere al hombre primitivo; existen en nuestra sociedad actual muchas clases de frío y se hace difícil discernirlos o saber como darse o dar el calor necesario. ¿A qué pues habría que dedicar nuestros esfuerzos? Para mí, sin duda, al ARTE de Vivir. Y necesariamente pasa por evitar el FRÍO y alimentar el calor, buscando la coherencia y el sentido. Y eso pasa por no dejarse llevar por la corriente. Habría que convencer a las personas para oponerse a lo que transmitimos como reglas obligatorias, convertidas en un sutil chantaje, la condición para ser aceptados en la tribu o en el grupo. En realidad, la mayoría de estas reglas son completamente intranscendentes e innecesarias, cuando no… grandes estupideces.
Éste último interrogante es aplicable no solo al amor, también es preciso incluirlo en todos los aspectos esenciales del día a día: las relaciones de todo tipo, el autoconocimiento, la construcción del nido emocional, los valores más humanos, los puntos de referencia a los que mirar cuando se busca posiblemente el único fin indiscutible: Sentirse bien. Muchas veces conseguirlo pasa por entender los fundamentos humanos y especialmente por respetar la singularidad de cada uno, sin juicios encubiertos por normas no escritas, tan destructivas que son capaces de agrietar los pilares fundamentales para el desarrollo y el crecimiento de los individuos, tanto personal como socialmente. Querer ser uno mismo y encontrar obstáculos sin cesar lleva a muchas personas a adaptarse y seguir la corriente hasta llenar sus vidas de puro vacío. La enfermedad más común de S.XXI es la ansiedad y la depresión. No están lejos de estos argumentos sus causas, aunque la complejidad del asunto hace pensar en la multiplicidad de factores que influyen en cada persona.
O algo así.
Habría que plantearse en la educación la importancia de aprender a vivir, conocerse a uno mismo y por extensión a los demás, entender el por qué, y el para qué, el cómo y el cuando, y sobre todo, responder a los problemas y conflictos del día a día en el desarrollo del niño-joven-adulto… que somos o hemos sido todos.
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Historia de una oliva Cuando pronuncio la palabra Oliva siempre me viene a la cabeza Olivia, la mujer de Popeye, que curiosamente obtenía sus poderes con espinacas y para más inri, en lata, es decir en conserva. Nada de espinacas recién cogidas de la huerta. Eran otros tiempos. Hace cuatro o cinco años visité junto a un buen amigo a mi primo Paco. Por esa época y por motivos profesionales vivía en Jaén. Estuvimos alojados en su casa que estaba situada en el barrio antiguo, calles estrechas y cuestas, las primeras impresiones unían aquel lugar con nuestro lugar de nacimiento. Todo se hizo muy familiar-nunca mejor dicho- si además le añadimos la primera salida con el Gato que también es de nuestro pueblo. Visitamos la ciudad, sus alrededores y otros pueblos como buenos turistas y recorrimos algunos pubs y discotecas en busca de ese encuentro que todos imaginamos, mientras reíamos, charlábamos y mirábamos. Sabemos, al menos, que pese a que todos deseamos pasarlo bien, muy pocos dejan que les ocurra. Suele darse esta paradoja muy a menudo. Buscas felicidad y acabas con acidez de estómago y dolor de cabeza. Fue un fin de semana muy divertido, nos reímos mucho y volvimos sanos y salvos.
Hace algunos años oí decir a Sanchez Dragó, en uno de sus programas televisivos, que una sola oliva contiene la cantidad de sal que necesita el cuerpo humano para un día. Desde entonces, cuando me como un plato de olivas entero, siento que he hecho un exceso. Me imagino atiborrado de sal y maltratando mi continente. Conozco a un par de personas que les da grima, quizá asco, las olivas. En todo caso, ni las prueban. Por lo tanto no se atiborran de sal, ni tienen esos sentimientos de culpa que me invaden al degustar con deleite ingentes cantidades de olivas. Curiosamente el ingrediente estrella de la dieta mediterránea, considerada de las más sanas y completas del mundo, es el aceite de oliva.
El último día, como es tradición en cualquier turista accidental, tocó ir de compras. Naturalmente el producto estrella de la zona es la oliva, por lo tanto compramos aceite de todas las formas y maneras. Especial33
mente me gustó un virgen extra embotellado en miniatura y con tapón de aquellos de las antiguas gaseosas. Todavía conservo medio centímetro y más de una vez me ha salvado de comer un trozo de pan sin mezcla mientras paseaba por alguna montaña. Llevar sal y aceite en la mochila te asegura la supervivencia.
La coloqué encima de un pañuelo en el salpicadero del coche, no desperté a mi amigo, se hubiese roto el hechizo, y nos acompañamos todo el viaje hasta llegar a las tierras del naranjo y el algarrobo. Durante días no supe qué hacer con ella, nada me parecía suficiente para su destino. Llegué una noche imprecisa a mi casa, me encontraba cansado y también mezquino por qué no decirlo, coloqué tierra húmeda en una maceta e introduje en la tierra lo que de la tierra era. Así me quedé conforme. Tardó mucho tiempo en responderme. Ahora vive conmigo a diario, me gusta, mejor, me encanta, retozar con el verde cuando los gritos suenan adentro por cualquier desmesura.
Al salir de Jaén y durante muchos kilómetros, me di cuenta (no me percaté a la llegada puesto que era de noche) que todo lo que no era carretera, camino ó construcción estaba convertido en un campo de olivos. No solamente las parcelas llanas, también pequeñas montañas que se juntaban con el cielo dando una sensación de cuento encantado. Me maravilló el cuidado y el esmero de esos campos. Ni una yerba, los verdes inmensos y los árboles perfectos, en orden, en volumen y en hilera. Cada tronco, cada rama, cada hoja, cada fruto parecía dibujado, sacado de un cuadro de Antonio López. Pero la realidad siempre supera a la ficción(o quizá no… qué se yo). Me quedé absorto mirando esa obra humana.
Nada hay como sentir lo propio en lo ajeno y dejarse fluir con una oliva desde la locura más importante.
Pedí permiso a mi compañero de viaje mientras dormía, paré el coche y me acerqué a contemplar los frutos de aquellos árboles fantásticos. Miré durante un buen rato hasta elegir una oliva entre miles, millones quizás. Allí estaba, perfecta, verde como el color verde cuando recibe la luz del atardecer en el campo, carnosa y redondeada y deseada como Mónica Belucci en un primer plano de cualquiera de sus películas, sujeta a la rama como una madre sostiene a su bebé en brazos. Dudé hasta separarla del árbol, tanta belleza remueve lo poco que aparentemente queda de animal en las personas. Al final lo hice, suavemente, con delicadeza, como si de un rito iniciático se tratara, o mejor, al descubrir una emoción en lo más profundo de uno en comunión con la naturaleza. Fue una sensación estupenda y reconfortante, consiguió reconciliarme conmigo mismo y con la vida durante un buen rato.
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Héroes de invierno dad y la sorpresa, parece ir decreciendo según vamos madurando. Los envites de la realidad más cutre, la incomprensión de algunas actitudes y los propios errores y fracasos van minado esta emoción tan increíblemente positiva. De hecho el ejemplo más claro y recurrente sería como postergamos las risas para el fin de semana compartimentadas y clasificadas dependiendo de los distintos grupos con los que decidimos reunirnos. Otro buen ejemplo se aprecia en las relaciones nuevas o en personas de especial interés para cualquiera de nosotros. La actitud cambia, y lo mejor o lo peor de nosotros mismos aflora como petróleo en la película Gigante.
Llegó el frío, este año, un poco antes del puente de diciembre. Después de un mes de noviembre extrañamente cálido. Los resfriados y gripes cunden y en las calles solitarias, algún que otro caminante podría percibir el reflejo de un cierto miedo a los virus y a la temperatura invernal.
Una de las cosas que más me llaman la atención en las personas es la capacidad que tenemos de cambiar de ánimo en un milisegundo. También, por el contario, la capacidad de algunas personas de (aparentemente) no inmutarse por casi nada. Hablo de esas personas-supongo todos conocemos-que nunca nos han mostrado una cara distinta a la de siempre. Después de 30 años siguen expresando lo mismo. Ni un solo día han bajado la guardia, haga frío o calor. Aunque no estoy seguro de haberlas visto cuando hace frío ó cuando no son fiestas de guardar.
Por una parte está la depresión económica y por otra, la ambiental, el frío asociado generalmente al no placer. Cuántas veces la pereza en el calor del hogar nos sumerge sin darnos cuenta en la apatía de la constante inacción. Cada vez salir y relacionarnos se convierte en algo más frío. No se si tiene que ver con las decepciones que las experiencias nos traen al paso de los años o con la dificultad de distinguir, identificar y comunicar las emociones (Alexitimia). Lo bien seguro es que cuando uno no se encuentra bien es muy difícil transmitir en positivo. La alegría, para mi especialmente unida a la ilusión, la imaginación, la nove-
De lo que no hay duda es que las personas tendemos al rebaño. Tengo la teoría que en los últimos cien años las manadas han ido por un a parte aumentando en paralelo con los deseos del sistema de consumo y 35
por otra parte, han ido disminuyendo y reordenándose, incluso, de una forma gregaria, en una infructuosa búsqueda de comunión basada en la repetición y en la rutina tratando de encontrar seguridad y compañía. Recuerdos con los que alimentar el presente tratando de maquillarlo hasta verlo tan bonito como en cada momento convenga.
nen algo que contar, son los que repiten hermosas historias que ya no se creen del todo, los que sonríen cuando se abre la puerta y se va llenando el local. Son mis héroes, los buscadores sinceros de la alegría, los juglares de la risa y el talento, las personas que escriben la realidad persiguiendo sus propias palabras que saben compartir, esos los locos de ojos vidriosos en los que se refleja cualquier luz.
Creo que hace demasiados años que nos dicen como tenemos que disfrutar, dónde, cómo, cuando, incluso con quién, siempre se olvidan del por qué. Hace demasiados años que me oigo y oigo decir, deberían hacer, podríamos haber hecho, no salimos porque no hay nada interesante que hacer. Y la verdad, creo que hay una parte real, pero la mayoría es una auténtica y sencilla mentira, como tantas otras que nos contamos unos a otros para justificar nuestra falta de ilusión, imaginación y ganas de vivir. Es la alegría ese motor, las ganas de darnos lo mejor que podamos, las ganas de dar lo mejor que podamos, la maravillosa sensación de sentirse vivir siendo protagonistas de nuestra fiesta o de nuestro aburrimiento.
Paseando por la nieve te lo cuento.
Llevo muchos años viendo a personas que no han querido comulgar con las tendencias, o aún comulgando, han tratado de poner su gotita de risa o de fresa en la ésta gran verbena, y durante todos estos años, unos han caído en la autodestrucción, otros han deshecho su propio camino, destrozando cualquier atisbo de ilusión, otros siguen, marginados o auto-marginados, en las barras de los bares contando historias de todo tipo que a la postre solo hablan de amor o de dolor, mientras gritan la rabia contenida al final de la noche, cuando las copas han rebasado sus límites de autocontrol. Son mis héroes, son los raros, los que no tienen buena imagen para presentarse a concejal de pueblo, los que hablan con extraños y hacen amigos en una hora, los que escuchan para no escuchar sus propias voces, los que ríen y tienen pata porque se han arriesgado a vivir, han soñado y han conseguido construir alguna vez sus sueños, por eso siempre tie36
La tela de araña to secundario: aparece otra. Partiendo de estas afirmaciones, hace tiempo que me rondan algunas ideas por la cabeza de carácter inconexo que hoy voy a intentar ordenar. Les agradezco que me den la oportunidad de hacerlo. Volvamos al principio, son nuestras herramientas, nuestras capacidades un arma de doble filo. Por una parte, no podemos vivir sin ellas (pulsión vida) y, por otra, pueden llegar a convertirse en el peor de nuestros enemigos (pulsión muerte). Ejemplos hay a mansalva.
Las personas tenemos muchas herramientas, cualidades esenciales que usamos en el desarrollo de nuestras vidas. Rosa Montero en su maravilloso libro La Loca de la Casa habla de una de ellas: la imaginación. Excelente metáfora para describirla y fabulosa herramienta humana. Aún así, por fortuna, disponemos de algunas otras más: el deseo, los sentimientos, las emociones, la razón… y todas ellas se centran en una parte concreta de nosotros: el cerebro.
No se puede vivir sin desear, pero a veces el deseo nos domina y nos lleva derechos al precipicio. Hay personas que no pueden parar de comer, enferman y siguen comiendo. El deseo contrario es la delgadez y el resultado, la bulimia. Las drogas en toda su amplitud son otro buen ejemplo, te producen placer, consigues sentirte bien, para acabar con las neuronas destruidas, el hígado reventado y demás efectos secundarios. Aún así seguimos usándolas.
Hace algún tiempo un psicólogo con una dilatada experiencia clínica me definió la mente humana como una compleja tela de araña, en la que todos los cabos se interrelacionan con los demás. El ejemplo que me puso era claro, parece demostrado que cuando a un paciente se la aplica la hipnosis, por ejemplo, para eliminar una fobia (miedo a…), se comprueba que en verdad desaparece. Pero también se produce un efec-
Es curioso como la razón, junto al conocimiento, nos indican un camino sano. Y más llamativo aún como somos capaces de “elegir” el camino más insano. Con los sentimientos y las emociones pasa también algo parecido. ¿Quién no se ha enamorado de alguien que le ha hecho sufrir profunda37
mente y ha seguido y seguido hasta casi reventar? La violencia, llamada de género, es un ejemplo radical de esto.
precio siempre es el dolor y el sufrimiento, cuando no la muerte (también en vida).
¿Cuántas veces se han oído o han oído decir: Me doy cuenta, se que sufro, me duele o me perjudica pero… NO PUEDO? ¿Qué significa ese NO PUEDO?
Es pues, al menos, a mi me lo parece, imprescindible, conocer la tela de araña. Cada uno la nuestra, porque, en verdad, aunque semejantes, todas son diferentes. Me parece la única manera de aprender a darnos cuenta de nuestra propia realidad y poner los pies en el suelo. Pero lo más importante es que ese conocimiento, o mejor, esa experiencia interna, nos enseñará a armonizar todos esos hilos y convertirlos en algo así como una obra de arte, al servicio de nuestra salud (el cuerpo también está controlado por la mente y viceversa) y del crecimiento, en definitiva, promoviendo nuestra vida.
A mi entender son los deseos, los sentimientos, las tendencias, los instintos… el conjunto que nos hacen sentir esa compleja sensación llamada emoción. Ella nos motiva para “elegir” y pasar a la acción recorriendo una senda u otra. Son inmensamente fuertes y también, gran parte de ellas, son aprendidas en la infancia y arraigadas como un filtro a nuestras conductas con un carácter marcadamente inconsciente. De ahí que a la que nos damos cuenta… ya estamos perjudicados.
Es imposible vivir sin equivocarse, pero al menos, cuando los errores o los fracasos lleguen- siempre llegan- seremos capaces de aceptarlos como parte de nuestro crecimiento. Como decía Edison cuando un periodista le preguntó si era verdad que había fracasado dos mil veces hasta llegar a inventar la bombilla, él le contestó: Está usted equivocado, no fracasé ni una sola vez, hice dos mil experimentos hasta llegar a construir la bombilla.
Cada una es un gran hilo en la tela de araña, o un insignificante trocito corto que sostiene a otros más grandes, pero todos son igual de importantes porque todos cumplen su función. Tocas uno y se modifica el dibujo. Toda la red se mueve. Así atrapa la araña a sus insectos, el contacto con cualquiera de los hilos es la señal de aviso y en cuestión de segundos ha atrapado su comida. En algunos casos incluso los hilos contienen pigmentos pegajosos en los que quedan atrapadas sus víctimas. Ya no es necesario correr demasiado.
Parafraseando a Arnaldo así es como yo lo entiendo y parafraseando a Emi Conócete a ti mismo y no se si conocerás el Universo, de lo que sí estoy seguro es que vivirás (emos) mejor.
Algo así nos pasa a nosotros los humanos dentro de la mente, un deseo o un sentimiento mueven los hilos y caemos en la trampa, en nuestra propia trampa. Todo parece moverse a través de una parte y nos perdemos el todo. Un buen ejemplo está en la actual crisis, la euforia económica de los últimos años nos hizo caer a muchos en la trampa del exceso ó del cálculo sin imprevistos. La casa, el coche, los viajes, los sueños… todos ideales y muy por encima de nuestras posibilidades. Sobrepasamos los propios límites en éste y en otros muchos más sentidos. El
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Mil palabras Los dos lienzos son del cuerpo de una mujer vistos al revés, el cofre es del pirata de hace dos semanas, el retrato es de un pintor novel que intentó hacer fortuna recorriendo los mares hacia lugares exóticos y lejanos, el globo terráqueo fue un regalo del capitán del velero más antiguo del mundo. Aún vive y de eso hace más de setenta años. Dicen de l tacto que es uno de los sentidos más sutiles, tocar, acariciar la piel propia o la de otros, buscar los rincones, las curvas, movimientos que te obligan a pasar de nuevo por el mismo punto, más veces y con distinta intensidad, observando como los dedos y la piel se conectan con los deseos. Dedicando calor, textura, dulce y salado, a placeres desconocidos propios del inconsciente. Cada mirada entre sombras se dibuja con los dedos, con los brazos, con las nalgas, con las mejillas, con las piernas cruzadas. Los pezones contraídos y la piel de gallina rememorando la vida en cada suspiro.
Dos lienzos del revés, un cofre de madera lleno de fantasía, un atril, tres fotografías: un grupo de amigos, él y sus padres. Un retrato de un marqués sin rostro y el globo terráqueo. Todo ello compone una imagen. Es la imagen impresa de esta semana. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. No estoy de acuerdo, como en casi todas estas afirmaciones nos quedamos con una parte sin llegar al todo. Cada palabra contiene, al menos, una imagen. Por lo que mil palabras serían mil imágenes. ¿Cómo mil imágenes pueden valer más que una? Pues sí… también es posible. No digamos si combinamos las palabras en oraciones y las oraciones en textos. Entonces todo se multiplica en progresión geométrica. Un texto puede tener miles de imágenes y si está lleno de poesía e imaginación la conclusión es… un número casi impensable.
En estos dos lienzos estaba toda esa imaginación, entre colores y formas, entre pinceles deslizándose suaves por el lienzo rugoso, construyendo una imagen con miles de momentos. Dos imágenes en este caso. El cofre contiene arena de aquella playa en la que tumbado después de estar, toda la noche, a punto de perder la vida, y por primera vez allí… se sintió a salvo. El agua en movimiento, refrescando la piel de un sol
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en miniatura e intenso, huellas en la tierra que te dirigían a un lugar discreto y con sombra. Plantas muy verdes, pájaros cantando antes y después del alba, tortugas caminando despacio hacia el agua, siluetas doradas alejándose hacia la izquierda, pensamientos tranquilos deslizándose hacia la derecha. Pequeños arrecifes y montañas, paisajes idílicos multiplicados en cada mirada, en cada cambio de luz, en cada cambio de ánimo. Solo hay que abrirlo para que todo salga del recuerdo, que no es solo pasado, también presente y futuro.
Al final resultó que la tierra era redonda: el globo terráqueo, el antiguo y en latín. Hay quién sufrió mucho por decir su verdad y resultó ser la verdad. Imagino a esas gentes muertas de miedo pensando caerse por otro continente. La ciencia y el miedo nunca se han llevado bien. La religión y el miedo sí. Imagino la culpa recorriendo los cuerpos sanos hacia la locura, la dicha y el placer convertidos en sufrimiento.
El atril proviene de una pequeña tienda de las pequeñas y encantadas calles de Cadaqués, soñadas sobre las olas por tantos y tantos marinos que divisaban la tierra desde el palo mayor con un grito: ¡Tieeeeeeerraaaaa a la vistaaaaaaaa!, mientras la luz se recorta entre las rocas y una bruma suave acaricia la tierra y el agua. Los lagartos se mueven lentos arrastrando la barriga por la arena caliente. Y las gaviotas dan vueltas y vueltas emitiendo notas secretas porque les de la gana.
Hoy ocurrirán millones de cosas y a la vez en todo el mundo y a todo el mundo. Millones de sonrisas, llantos, muertes y nacimientos: uno, dos tres cuatro, cinco, seis siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve.
La tierra da muchas vueltas, una completa cada día. Y en cada instante una fotografía nueva, una mirada nueva que también es vieja, antigua.
¡A a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa aaaaaaaaaaaa aaaaaaaa aaaaa aaaaaaaaaaaaaaaa aaa aaaa h¡
Tres fotografías. Todas las fotografías son pasado. Seguramente porque intentamos inmortalizar algunos momentos, parar el tiempo y escoger un espacio dentro de un rectángulo. La mirada que transforma la realidad imitándola hasta casi copiarla. La familia presente, la familia perdida, los amigos presentes, los amigos perdidos, los amores presentes y los amores perdidos. Todo cabe en una instantánea: lo que nos pareció alegre hoy lo sentimos triste y al revés. Entonces se abre otra ventana y una nueva fotografía recoge todas las anteriores aunque todavía no existe, está por hacer.
¿Qué piensa usted… vale más una imagen que mil palabras? Qué se yo.
Un retrato de un aristócrata sin rostro, un hueco que queda grabado en el lienzo, con sangre alegre, naranja como la mandarina. Un disfraz, una imagen que no se corresponde con la persona. Sus ropas, su peluca, su alza cuellos, sus joyas, sus puntillas, volantes y rizos. Todo parece pero no es. Todo perece pero ha sido.
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Segundo Inicio Algo fundamental en la vida humana es aprender a buscar en nuestro interior lo que de verdad necesitamos. Lo más difícil... cuando lo encontramos, darnos cuenta, y cuando nos hemos dado cuenta, hacerlo.
BUSCANDO SORPRESAS
Adolecer contingente. Nada parece importante excepto una sensación de desesperación que inunda todo lo que uno es capaz de sentir. Ahora que no hay dolor ni siquiera escucho los pájaros entre las rejas de la ciudad. Quizá son las consecuencias de la cárcel en la que se puede convertir el pasado. Cuando cumplí un año me quemé intentando apagar la vela. A los cuatro años me caí con un triciclo por un barranco hasta dar con la piedra más puntiaguda. A los no se cuántos años se murió mi abuela dejándome solo en la salita con un transistor, una cruz y muchos recuerdos hermosos. Cuando cumplí los once me enamoré de una sonrisa, también dentro había una bonita niña de cabello rubio largo, ojos verdes y culo respingón. Cuando cumplí los doce me volví a enamorar de quien de mi se enamoró primero. También dentro había una chica atractiva morena de ojos negros y pechos inmensos que provocaba constantes erecciones a mis pecados. Cuando cumplí trece me enamoré de la fantasía. También dentro había una chica, de labios carnosos y de cabello muy largo castaño y ojos verdes. Cuando cumplí los catorce o quizá los quince encontré por primera o segunda o tercera vez el vacío: no entendía nada. Únicamente tenía fe. ¿Y ustedes… entienden algo?
Los sueños son imágenes que provienen de un lugar que no aparece pero existe. Deseos construidos desde un mundo que es y que nunca llegamos a conocer del todo. Los sueños son imágenes imaginadas desde el anhelo de armonía. Intentan destruir el terror al vacío, al tedio ó a la nada. Los sueños esconden deseos, abrazan el miedo, ordenan el caos y reinventan la vida cada noche o cada día. Los deseos son sueños que acarician la realidad, a veces, cumplen con sus reglas y todo estalla al unísono. Cuando los sueños, los deseos y los hechos se unen en una sola emoción, el cuerpo y la mente son uno, la vida se une a todo, la alegría es la única sensación. Todos los sentidos revientan aflorando lo que alguna vez se escondió por cualquier motivo. Cuando yo era viejo recuerdo el dolor de la muerte al acercarse. Cuando yo era joven recuerdo el dolor de la vida al acercarse. Ahora que no hay dolor no entiendo nada. Todo parece tan insípido, tan liviano, tan
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Cuando pienso lo que cuesta contar lo contado y que habrá más de un idiota que lo leerá insultando lo que yo más amo, me lleno de ira y me conecto con una gran violencia que reprimo. Estoy socializado. Lo entiendo o comprendo casi todo desde los catorce. O quizá no entiendo nada desde siempre o nunca… según se mire.
Quizá no. No debería, tendría que haber arrojado este texto a la basura, entre cortezas de plátano, tomate frito, peladuras de mandarina, colillas y sueños rotos. ¡Joder con los deseos que manera de fastidiar, de complicar la vida!
Usted que entiende lo que cree entender: ¿Qué piensa sobre enamorarse? Qué piensa sobre un adolescente que no entiende nada y le gustaría querer y que le quieran, saber y acertar y evitar el dolor todo lo posible. Vulnerable y confuso entre tanta niebla.
Perdonen por lo que les he dicho, disculpen por lo que no les he dicho, perdonen por lo que no se y ustedes sí saben y por lo que no saben, perdonen por no escribir exactamente lo que querían que hubiera o hubiese escrito. Disculpen por no tener capacidad para adivinar, saberlo todo, decir las cosas bien, como se debe. Disculpen las faltas, el estilo, todas las formas agramaticales. Perdonen por toser cuando respiro. Discúlpenme por disfrutar de mis deseos, a veces, dolorosos, por maldad e ingenuidad, por bondad y torpeza. Disculpen y perdonen.
De la semana pasada a esta ya he cumplido dieciséis.
A usted me dirijo, a usted sí, ahora que estoy despierto le grito tranquilo porque ya he comprendido que no existe y no puede hacerme daño. A usted que lee o no, le conozco muy bien, usted lo sabe, en un rato he sido capaz de construirlo, de imaginarlo. De convertirlo en realidad. ¿O esto no es real?
A los demás… gracias por leer estas palabras a las que falta… qué se yo. Mi agradecimiento por mirar las palabras, por intentar encontrar algún significado, por darse(me) la oportunidad de encontrar algún sentido, por intentar comprenderlas aún cuando puedan no tener sentido. O sí… quizá buscando. Buscar implica esfuerzo y protagonismo. Y quién soy yo para pedirles.
Y ahora que se que todo ha sido falso. Estoy contando mis intimidades a un montón de desconocidos: ¿Les sirve? ¿Qué están dispuestos a darme a mí? ¿Qué creen que merezco? ¿Nada… me voy a la mierda? Para que cojones les cuento algo tan estúpido. O mejor para qué decir, escribir, hablar, o actuar. Y quién soy yo para decirles a ustedes nada. Si al final nada digo ó lo que digo para nada sirve. ¿De qué sirve un deseosueño, para qué lo quieren, qué ganan leyéndolo?
Bueno, si les parece, si ustedes me lo permiten, dentro de unos cuántos años me enamoraré del amor… por qué no: Esmáslógicoduramás.
¡Oiga y yo que sé!
(Me olvidaba: ¿Cómo controlarlo todo y hacerlo todo bien, lo saben?)
A mí que me dice, pues no lo lea. Nadie le obliga, déjelo, rómpalo, límpiese el culo con él, qué más da. Yo no tengo porque pensar por usted, ni tomar sus decisiones, ni siquiera tengo por qué preocuparme e intentar escribir sobre algún tema de su interés. Escribo por mi interés. Puedo contar lo que quiera. ¿O no?
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¿Ajo o Fresa? pretensión era percibir ese sentimiento de valor que te da el ver a un semejante fracasado, frustrado, adicto o caído y compararte con él: ¡Qué gustazo ser compasivo...qué bueno se siente uno!. Sin embargo, decía, olvidan que están desvalorando a otros para valorarse a si mismos. Ramón era un ácrata quemado de tanto darse golpes con la realidad más dura. Estaba cansado de ver viajar la hipocresía por teléfonos y bares, casas bien y familias no tan bien, personas con seis caras, amigos y conocidos sonriendo por delante y despotricando por detrás. Por cierto a él le gustaba también el sexo por detrás...y comparaba siempre estas dos ideas riéndose a carcajadas.
Le gustaba el sonido del agua mientras veía un paisaje de montañas. Le emocionaba la brisa fresca de una noche de verano. Le impresionaba ver a un metro las ardillas subir por el tronco hasta la copa y saltar de un árbol a otro. También le entusiasmaban los libros y los automóviles, las libretas y los cubatas, las reuniones con amigos y el sexo. Y especialmente la palabra.
Me caía muy bien este tipo, fue una pena que se cortara las venas. ¿Ustedes qué creen que fue un valiente o un cobarde con este acto? Les contaré algunos detalles... decidirán mejor:
Cuando yo le conocí decía repetidamente una frase que a mi me sonaba siempre llena de su propia experiencia y quizá de rencor... no sabría decir por qué: “No juzgues a nadie sin conocer su infierno”.
Nació sin dientes, calvo y regordete, cuatro kilos y medio de carne que no se mantenía en pie. Se crió con leche de pecho y Pelargón. Todo el mundo, cuando era bebé, le decían que dijera ajo-él no entendía- y al final dijo, después de repetírselo mil veces: ajjjo. Todos le rieron, le besaban y le abrazaban y gritaban: ¡A dicho ajo!. Así aprendió que si decía ajo todos le querrían. Se pasó la vida diciendo ajo, aunque en verdad a
Seguía siempre diciendo que muchas personas creen que son mejores que otras y juzgaban a los demás sin conocer las verdaderas razones, los más hondos motivos para actuar de una forma u otra. De hecho afirmaba que a ese tipo de personas les daba igual los motivos, su única 44
él le repetía. Lo que verdaderamente le encantaba era la fresa. Un día se cansó y dejó de decir ajo. Pensó y se prometió que nunca más diría ajo...a nadie. Empezó con su familia, luego con su pareja, con sus amigos, con sus compañeros de trabajo y terminó diciendo fresa como concejal en el ayuntamiento de su pueblo. El resultado fue escalofriante, a partir de ese momento, se produjeron conflictos con todos. La mayoría lo rehuían y los más cercanos lo soportaban por aquello que decía Shopenhauer: “la compasión es el supremo principio moral”. Ramón no entendía como las mismas personas que decían quererlo y valorarlo, si no decía ajo, ya no le querían ni le valoraban. Llegó a la conclusión de que todos lo querían con la susodicha condición: decir ajo. Se cagaba en el ajo constantemente y se enfurecía hasta la ira cada vez que lo nombraban. ¿Cómo puede ser – se preguntaba- que tenga que cumplir con lo que otros desean para que me quieran?
ya te digo lo raro que era- como se lo tomó. A partir de ese momento fue como si le hubiesen dado la vuelta, como a un calcetín, del revés. Se volvió loco, hacía lo que le daba la gana, no estaba de acuerdo con casi nadie. Una vez se atrevió hasta decirme alcahueta. En fin un desastre de persona. Y lo peor fue cuando dejo de hablar. Su familia estaba preocupadísima, no les hizo daño ni nada, pobres”. No llegué a oír más, aunque para mi fue suficiente, cuánta barbaridad y cuánta mentira. Al poco tiempo se cortó las venas, pero no murió, su hermano lo encontró a tiempo. Ahora está en el hospital y la compasión surgió de nuevo. También los comentarios. Todos pasaron por allí a verle, y a todos sin excepción les dijo ajjo. Fue su única palabra. Luego una sonrisa. Les daba la mano y un sobrecito con su nombre después de cada visita antes de marcharse, contenía una nota y una leyenda. La nota decía:¡Que te den por el culo!: ¡¡¡FRESA!!! Y la leyenda: “No juzgues a nadie sin conocer su infierno”.
Fue entonces cuando decidió no hablar. Sencillamente no dijo ni una palabra más a nadie. Solo escribía y escribía para él mismo. Le encantaba la palabra como ya les dije, de no ser por la escritura se hubiese vuelto loco. Pasó así más de ocho años. Durante todo ese tiempo su relación con los demás fue de mal en peor, la gente cotilleaba sobre él y cada uno contaba una historia diferente de cómo había llegado a ese estado, cada cual ponía su grano de arena, la más insólita que yo escuché fue ésta que les narraré a continuación, se la escuché a la madre de una amiga mía contándosela a una vecina: le contaba que “ya de niño Ramón era raro, demasiado bueno...se venía venir que acabaría mal, siempre cumplía con sus obligaciones en el colegio, en su casa, con los amigos...vamos un niño de esos que de tan perfecto una se da cuenta que algo malo tiene que venir. Una vez hasta lloró cuando se murió un patito que compró con mi hija para criarlo. Era un niño muy exagerado con las cosas, así no se puede ser. Vino lo que tenía que llegar se enamoró de una chica y fueron un año juntos y después lo dejó ella, imagina-
¿Qué opinan ustedes fue un cobarde o un valiente o...?
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Austero: Agua enfrentarme a una de esas máquinas, inventadas por nosotros, para la producción. Sin embargo, alguna vez, muy quieto y en silencio, intento con todos mis sentidos, reconocerlo. Escuchar sintiéndolo, notándolo como algo distinto a mí, lo idealizo pensando que en él se acumulan todas mis emociones y de ellas se nutre, devolviéndolas después en cada movimiento, agradecido siempre de nuestra constancia al sentir, de nuestra voluntad de vivir sin parar ni un solo instante. Las paradojas siempre comienzan así, creyendo ideas opuestas dispuestas a convivir, creyendo reconocer la vida dependiendo del ánimo, sumergido y arropado en el presente, recordando el pasado, proyectando el futuro, y a la vez. Sí, pretendemos, escuchar, oír, reír, recordar, proyectar, hacer, ver. Ordenándolo todo en nuestro ánimo, en el intelecto, en nuestra voluntad...y elegir.
Al levantarse, uno cree que al levantarse, al principio del día, algo nuevo va a comenzar. Hoy comencé el día sin deseos, al menos, sin intenciones claras que impulsaran mi ánimo hacia una u otra acción. Resulta a veces inverosímil como el cuerpo se cansa de la conciencia y se deja llevar sin orden ni sentido. Este es el momento en el que algunas veces me quedo quieto y casi sin saberlo, me descubro escuchando los latidos del corazón. No exactamente atento, ni quizá en verdad oigo...incluso muchas veces no son mis latidos los que escucho. Nunca me ha gustado escuchar el llamado aparato del amor: me resulta insultante su ritmo, perfecto su silencio y amarga su función. Tengo siempre la sensación de
Acaso sea esto la vida, la elección de entre todo lo que somos capaces de escuchar-de entre todas nuestras capacidades-y entender, aplicado al paso siguiente, al latido siguiente, a la paradoja siguiente: de entre todas cuál me hará feliz :el hecho ó la acción, la realidad ó la ficción, lo que siento ó lo que es, lo que soy ó lo que quiero ser, lo que amo ó lo que podría amar, lo que en verdad sé ó lo que podría saber. Supongo
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que lo maravilloso sería acertar, unir el sentido y la percepción. Armonizar todos los sentidos en uno, en un solo instante. Levantarse tranquilamente y disfrutarlo.
Es el momento en el que casi sin pensar, dejándonos llevar, balbuceamos sensaciones:
“Cuando la luz del sol toca la piel y se calienta hasta soltar el agua que nos llena. Cuando con los ojos muy abiertos miramos atentos un cuerpo hermoso expuesto al sol. Cuando la piel encoge empujando lo que tenemos dentro. Cuando ocurre todo esto y alguna cosa más, el cuerpo pide agua: transparente, limpia y fresca. A veces la bebemos y saciamos la sed, otras veces, queremos ser agua introduciéndonos en ella, y otras, renunciamos a estar quietos, respirando mientras movemos sus partículas, atrapados entre lo que quisimos ser y lo que podemos ser. Golpeándola hasta que nos devuelve la tranquilidad desde su tranquilidad: ¿Quién dice que no somos agua!.” Escuchando el agua. Escuchando nuestros latidos puede que no escuchemos la vida toda, ni siquiera el principio natural de ella, lo sí es seguro reconocer es nuestra necesidad de parar, dejarnos parar y escuchar sinceros los principios del día. Hoy soy agua
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Soy Agua Soy un manantial, estoy al final de un paseo y tengo nombre de santo, aunque no lo soy- ya habrán adivinado imagino-, y por primera vez, voy a dirigirme a vosotros con la intención de que me conozcáis algunos bien y otros mejor. También quiero deciros algo. Llevo manando agua, años, más que años, siglos. Estoy siempre ahí. Muchos bebieron y beben a diario de mis aguas. Siempre estoy en movimiento y nunca soy el mismo, aún siéndolo, como vosotros. He sido hielo, nieve, lluvia, vapor, gaseosa, refrescos, puchero, paella, gazpachos, sudor, tarquín… y muchas cosas y seres más. Hasta alguna vez he sido lágrimas, saladas, después de recorrer vuestros adentros hasta la emoción. Estoy en vuestras duchas, bañeras, lavabos, inodoros y en muchos sitios más. Imaginad.
Hace poco que se acabó el verano. Finalizaron las fiestas mirando, entre colores, sonidos y ritmos, el cielo de Septiembre. Así se acaban desde hace muchos años. Al menos todos los que yo recuerdo.
Llevo muchos años viendo como venis a mí. En verano en busca de frescura y fiesta, más alegres. En otoño, hacéis crujir las hojas que caen buscando la tierra que les dio la vida, jugando con el viento y sus remolinos. Quizá venís más reflexivos. En invierno sois pocos, lo entiendo, el frío no da sed y os recoge en vuestros hogares y en lugares más calientes. Aún así, vienen a visitarme algunas personas, pasean solas, un poco melancólicas; algunos niños juegan al abrigo de los rayos del sol del mediodía, también vienen, de vez en cuando, parejas en busca de soledad. Se calientan con auténtica reciprocidad. A unos pocos los he visto besarse después de beber de mí, con los labios limpios y fríos. ¡Qué bien me siento cuando ocurre!. Entonces formo parte de algo muy her-
En vida, cuando algo acaba, comienza la posibilidad de lo nuevo. Un nuevo curso, un nuevo año, una nueva promesa, una nueva perspectiva, un nuevo sueño, una nueva oportunidad, un nuevo compromiso. Lo nuevo es lo “recién creado, o aquello distinto o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido”. Que acepción tan maravillosa esta última, invita al crecimiento y al cambio. Acepta la posibilidad de no ser siempre lo mismo sin perder la identidad. De ir aprendiendo y mejorando. Es, sin duda, el mejor tesoro que tenéis las personas.
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moso. Incluso hay personas que vienen todos los días y en cualquier estación a la ermita que tengo al lado. Y de paso, me saludan. La mayoría mira-intrigados sospecho- si sigo manando, si sigo vivo. Especialmente cuando hace mucho que no llueve.
nes, se sumerge en el mundo de lo humano infiriendo en él y casi no os dais cuenta”. Sois un manantial de emociones que se transmiten sin decir palabra o diciéndolas.
He escuchado miles, quizá millones, de solitarios pensamientos en busca de soluciones, respuestas o conclusiones. He visto como la duda, la confusión y la indecisión retorcían vuestras emociones hasta el dolor y el sufrimiento. He percibido vuestras sonrisas, risas y carcajadas, amores intensos y odios todavía más. He escuchado navegar vuestros sueños anhelos y deseos y… He recorrido- como ya os he dicho- por dentro, a casi todos vosotros. Creo saber cómo pensáis y como sentís. He entrado por vuestras bocas y he salido cambiado, al contacto con vuestras tripas, por o cerca de los genitales. Estoy en contacto con la tierra y estoy en contacto con el cielo. Por eso sé lo que es la fantasía y la realidad. He llegado incluso a ver el mar y convertirme en parte de él.
Cuidad pues vuestras relaciones con los demás, son un manantial de emociones. Las emociones, el eje de la vida. Las necesitáis tanto como a mí.
A veces lo malo es bueno y lo bueno malo. A veces.
Soy agua. ¿Y tú?
Solo quería explicaros un poco más y mejor quién soy y cómo soy. Me gusta saber que os dais cuenta de mi existencia y sois conscientes de la vuestra. Somos parte de un todo vosotros y yo. Cuando os cuido me cuido, cuando me cuidáis os cuidáis. Así de simple. Quería estar seguro de que lo sabéis, por eso, por primera vez y última, me dirijo a vosotros con este sencillo mensaje. Comencé estas palabras hablando de lo nuevo e hice hincapié en esta definición: “aquello distinto o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido”. Cambiar lo aprendido, de eso quiero hablaros. De lo difícil que os resulta. De las barreras que ponéis a lo distinto o diferente. Os pido qué escuchéis estas palabras: “Vosotros también sois un manantial. Particularmente para vuestros semejantes. Cada palabra, cada abrazo, cada beso, cada sonrisa, grito o desafío, cada baile, cada mensaje, cada llamada, cada charla, cada paso… cada una de vuestras actuacio-
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Cerca de la felicidad Una gran paradoja: por una parte necesitamos sentirnos como los demás y por otra, nos exigimos superar esa identificación para que se nos reconozca como individuos socialmente correctos. En general, por alguna superficialidad: el coche que tenemos, el estilo de ropa que usamos, los bienes que poseemos, nuestra edad, la ideología, nuestra religión... y además, en el peor de los casos, sentirnos mejor que los demás por ello. Menuda estupidez... y parece tan necesaria... Necesitamos convertirnos en individuos, ser uno mismo, sin manipulaciones y condicionamientos provenientes de los demás. ¿ Me querrán si soy como soy o si soy como quieren que sea? ¿La realidad siempre supera a la ficción?. No seríamos capaces de imaginar, ni siquiera en la más rebuscada ficción, qué cosas somos capaces de hacer los seres humanos por marcar la diferencia y buscar el amor de los demás y la tan ansiada felicidad, en busca de ese individuo atrapado por el que dirán: escribir, pintar, interpretar, cantar, idolatrar, creer más que nadie en alguna ideología; vestirnos, peinarnos o uniformarnos, con la intención de pertenecer a un grupo que en la mayoría de casos se cree en posesión de una verdad inmutable – qué ignorantes podemos llegar a ser-, creer en lo que haga falta para que nos acepten...en definitiva, ser socialmente lo que nos convenga, y a la vez, estimados o
¿Todo está demasiado amanerado, no creen? A veces tengo la sensación de todo lo que vivimos a diario está demasiado amañado. Incluso nuestros propias emociones y deseos parecen construidos desde el exterior, desde un mundo imaginado por unos y seguido – no sé si elegido- por todos como el ideal común al que debemos tender. Creando una necesidad que en realidad solo existe en la comparación de vivir como los demás, de buscar la identificación social, y a la vez, la necesidad de marcar una cierta diferencia, con la intención, de conseguir ser un poco distintos y quizá admirados por ello- nuestra identidad-.
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despreciados por esa cualidad-que la mayoría de veces no poseemos ni en un sentido ni en otro y que se supone nos distingue de los demás, cuando en realidad nos identifica.
Cuando uno se pone a pensar seria y razonadamente en ella quizá llegue a la conclusión de que la felicidad no existe sino parcialmente, en pequeños momentos intensos, incluso en algún instante sublime.
Quizá todos tengamos, en el fondo, las mismas necesidades cuando buscamos un mismo formato, es posible que partamos de una base común que se va transformando según van incidiendo las circunstancias en la persona. Es muy posible que la infinidad de experiencias que un ser humano vive a lo largo de su vida conformen su carácter y lo conviertan en único. También es muy posible que poseamos una carga genética que condicione, de algún modo, nuestras propias capacidades, cualidades y herramientas. Incluso que determinado aspecto físico ó mental( recuerden Forest Gump) condicione nuestra acción diaria, si somos más tontos o listos, feos o guapos, altos o bajos, calvos o disponemos de una gran melena. Todo, todo esto es posible...
Mi opción última es pensar que la normalidad, el sosiego, la armonía, coinciden con la felicidad – en algún otro momento de mi vida pensé que coincidía con estar dormido-. Ese momento en el que estamos tranquilos, bien en nuestra propia compañía, sin exigencias, ni altos ni bajos: normal. Esos momentos en el que cobraría sentido la frase de Montesquieu:”Habría que convencer a los hombres de la dicha que están disfrutando sin darse cuenta”. Y si no me creen simplemente valoren lo que piensan cuando les viene un dolor intenso y luego desaparece. Quizá la felicidad pase por estar contento de ser quien eres en cualquier circunstancia, sin más.
La posibilidad implica libertad y elección. Desgraciadamente no podemos elegir muchas de las cosas que vamos a vivir, algunas te tocan. Es producto del azar y de la buena o mala suerte, si existe. La familia es una de ellas.
¿Quién sabe?
Sin embargo, hay realidades comunes que con seguridad viviremos: Alguien me dijo que dijo un poeta: “sufrir también es vivir”. Y también la satisfacción, el placer y la alegría(de la que hablaremos la próxima semana). Se me ocurre poder creer también en otro aspecto común: la normalidad: “dicho de una persona que se encuentra en su estado natural”. Resumiendo, cualquier persona, se enfrentará en su vida a tres realidades ante las que no podrá elegir, ni cuando, ni dónde, ni cómo, ni qué cantidad le va a corresponder de: dolor...alegría...y salud. Volvamos a lo posible: puede que la normalidad se asemeje mucho a lo que el ser humano a buscado siempre y durante toda su historia: la felicidad.
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Desde el Escusado Adán y Eva. Me viene a la cabeza la necesidad de comunicación artística(por los grafitis), también el aburrimiento, la ira, la violencia y la destrucción. Hago un repaso a los procesos pasados de mi propia vida, de las personas que conozco más o menos bien, de mi familia, de mis profesores, de mis amigos. Busco y comparo. Comienzan a dormírseme las piernas, es lo malo de escribir sentado en un inodoro. Aún así la experiencia está siendo gratificante. Las ideas salen a borbotones, no se si es bueno tantas. Todo me está empezando a parecer muy complejo, tantos porqués, respuestas que se cruzan con otras y preguntas con mas preguntas y alguna respuesta. Mientras tanto escucho un pedo grandioso y muy airoso y pienso: ¡Qué bien se ha quedado! Y los grifos que suenan mojando las manos. Y una meada de esas de récord, dos minutos o más a máxima presión sobre el agua, vaya próstata más sana. De pronto todo se queda en silencio, se acaba de apagar el puto aparatito de secar las manos, nunca he entendido por qué los ponen: No sirven para secar las manos, casi siempre están rotos y encima hacen un ruido del demonio. Solo conozco uno que siempre va y encima te seca las manos, es muy potente, mucho, te manda las gotas de agua a los zapatos y unas cuantas a la camisa y a los pantalones. Su único problema es que sales un poco avergonzado del baño por si alguien piensa que te has salpica-
Estoy en los servicios públicos de un parque. Exactamente en el evacuador. Escribo desde aquí sentado. Me apetecía tener esta nueva experiencia. Unos cuantos grafitis por todas las paredes, el papel higiénico por el suelo, la cadena sin tirar, la tapa sucia y el aparato del papel arrancado y puesto de sombrero en el ángulo de la puerta. Me parece un excelente sitio para escribir, me salen docenas de temas que podría contarles. La primera idea lo Cívico. La primera pregunta: ¿Por qué las personas tratamos tan mal lo público? Pienso en la educación y en la educación que recibió quién nos educó, y la educación que recibió el que educó a quién nos educó… si me descuido llego al Australopitecus o a
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do de orín en vez de agua. No acaban de convencerme estos aparatitos, donde estén un buen papel o una buena toalla…
encuentra? A lo que aquel señor le contestó: Señora antes de meter la mano ahí soy capaz de regalarle otro sello a su hijo. Los dos rieron.
Se me pasa por la cabeza escribir un relato sobre la defecación y su placer: ¿Qué les parece? Hay muchas personas que tienen verdaderos problemas para evacuar. Pero quizá es un tema demasiado obvio para el lugar donde me encuentro. Y no me gusta nada lo demasiado obvio. O quizá sí, no estoy muy seguro. Cuando este tipo de paradojas me ocurren suelo pensar: Seguramente a veces me gusta y a veces no, así de simple.
Bien amigos, me voy a levantar, ya no me queda espacio para seguir contándoles, tampoco creo que aguantase mucho más en esta posición. Me alegro de haber compartido con ustedes esta experiencia. Si no la han probado no se la aconsejo, duele mucho al levantarse. Espero c u e n que cuanun baño lo cui-
Ya tengo completamente dormidas las piernas y empiezo a sentir ese dolor tan característico que más tarde al levantarme aumentará hasta que la sangre vuelva de nuevo a su lugar.
Gracias.
Les voy a contar una anécdota ocurrida en un cuarto de baño. Fue hace muchos años, cuando tomé la comunión. Me regalaron un sello de oro de esos de la época de los setenta que me venía grande, supongo que ya imaginan lo que me ocurrió… en efecto, se coló por al agujero del inodoro y se esfumó. No duró ni veinticuatro horas. A la mañana siguiente se lo conté a mi madre, con el consiguiente cabreo, regañina y todo lo que viene a continuación: sentimiento de culpa…etc. Pero fíjense los designios del destino: Mi madre se puso a tender la ropa, en aquella casa lo hacía en el patio de luces, al abrir la ventana se encontró un piso más abajo a un albañil que estaba reparando las bajantes y el desagüe principal. Buenos días le dijo a lo que señor le respondió lo mismo y se dispuso a colocar las prendas con su pinza correspondiente en el cordel del tendedero. Dándole vueltas y vueltas a la cabeza, mientras ponía la ropa a secar, se le ocurrió que igual el albañil podría encontrarlo. Sin pensárselo dos veces le dijo: Perdone señor, resulta que mi hijo tomó ayer la comunión y le regalamos un sello de oro, le venía un poco grande y anoche se le cayó por el retrete, ¿no me haría usted el favor de ver si lo
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que evabien y do usen público den.
Don Pío y el niño perdido nes, veo las grietas de los tejados y hasta alguna barbaridad... El sueño siempre acaba igual: me despierto, no soy un pájaro y me pongo a llorar. No estoy loco, se lo aseguro, soy un viejo que según algunos no debería sentir esta intensa ilusión al final de mis días. Sé que puedo parecerlo, incluso estoy seguro, que alguno de ustedes lo estará pensando, y otros, que en verdad, soy un pájaro... pero no de los que vuelan. Les aseguro que no, les soy infinitamente sincero: no estoy loco y no soy un pájaro de esos.
“No estoy donde digo y escribo desde el futuro. No miento.” Quisiera poder volar. Mirar el mundo desde muy arriba... tiene que mejorar mucho su conocimiento. Estoy seguro. Debe ser una gozada jugar con el viento y la gravedad. ¿Por qué no quieren jugar conmigo?
Todo el mundo me llama Don Pío, al principio no me gustaba, sabía que se mofaban de mi al nombrarme. Pero después de tantos años-más de cuarenta- me lo tomo como un cariño que me hacen hasta los más impresentables. Siempre me he preguntado porqué me toman por un chiflado al desear ser un pájaro para poder volar.¿ Acaso cree la gente que sin ser pájaro voy a poder volar?. Ellos sí están completamente locos.
Tengo ochenta y dos años, el doble de los que creía que iba a vivir. Todos los días, desde entonces, me levanto con un sueño: soy un pájaro y miro el pueblo donde habito desde el cielo. Todo es distinto desde allí arriba. Puedo ver lo que hace cualquiera de mis vecinos sin que se enteren, escucho conversacio54
Quede claro que probé en avión, pero no es eso lo que quiero, ni siquiera se acerca a lo que necesito. Ni por un instante es comparable a las sensaciones de mis sueños. Necesito ser un pájaro y volar con mis propias alas, con mis propias fuerzas, con mis propios rumbos y planeos. ¿Tan difícil es de entender esto?
la. Le contesté: No hijo, te han engañado, yo no vuelo, solamente deseo ser un pájaro y poder volar. El niño volvió a preguntar: ¿Y por qué no puede usted volar?. Le dije que no podía volar porque era un hombre y los seres humanos no tienen alas y no pueden volar como los pájaros. El niño volvió a preguntar: ¿Y por qué si es un hombre quiere ser un pájaro?
Algunos de mis parientes creen que estoy chalado, que soy obsesivo. No les entiendo, alguno de ellos llevan haciendo cuarenta años lo mismo todos los días y no lo consideran una obsesión. Yo ante esto, no digo ni pío...y el enfermo, soy yo.¿Ustedes entienden algo?. Yo no.
Me quedé pensando un instante y le contesté: verdad que quieres crecer y ser grande como tu papá – el niño afirmó- pues yo ya soy grande y ahora lo que deseo es ser pájaro para poder volar. El niño sonrió, se puso cara al viento y levantó los brazos. De pronto, comprendí, alcé los brazos que se convirtieron en alas y me puse a volar: Siempre fui... un pájaro entre personas”.
A veces, cuando no puedo más, me subo a la montaña cercana más alta y elevo los brazos, el viento o la brisa pasa por todo mi cuerpo; y por mis ojos, esas vistas espectaculares desde la cima. Solo así consigo alegrarme.
Desde entonces se cuenta una historia de un niño que vio convertirse a Don Pío en un pájaro y ya nunca más nadie lo volvió a ver. Solamente se dice que cada año, en ese mismo día, los pájaros no vuelan, solo caminan hacia la cima de la montaña y levantan sus alas al viento deseando, por un momento, con todas sus fuerzas ser... humanos. Luego sonríen con un grito de pájaro y vuelven a volar, deslizándose amablemente a favor del viento.
Hace unos días me encontré con un niño pequeño perdido en la montaña. Me acerqué a él y le pregunté: ¿Te has perdido?. Mi sorpresa fue cuando contestó que no. Le pregunté de nuevo: ¿Están tus padres por aquí cerca o has venido con alguien?. De nuevo me contestó que no. Y pensé: No entiendo nada. Entonces le dije: ¿Si no te has pedido que haces aquí en la cima de la montaña?. El niño me miró fijamente a los ojos y me preguntó:¿Es usted Don Pío?. Afirmé con la cabeza. Y entonces me dijo: Vengo a buscarle, me han dicho que usted vue-
De aquel niño nada más se supo.
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El Gustólogo El Señor Flor era ya un anciano apacible, que en su juventud, eligió para su vida una profesión inventada por él mismo: Gustólogo. Todo comenzó una noche de Julio en la que la luna parecía una moneda a punto de introducirse en una inmensa hucha negra. Había quedado para cenar con unos amigos en un casa de comidas muy antigua, en una ciudad vieja llena de peregrinos, en la que se encontraba de viaje de fin de carrera. Se llamaba O Gato Negro. Era un local pequeño que conservaba el sabor de otros tiempos y la tradición de una buena y sencilla cocina transmitida de padres y madres a hijos. En ese tiempo lo regentaba el nieto de la fundadora que se había jubilado hacía poco tiempo. El señor Flor, su compañera y un amigo, años atrás aún les había dado tiempo a ver y disfrutar de aquélla anciana en acción, cocinando unos platos exquisitos basados en los productos del mar, sirviendo el vino desde una jarra que arrancaba suavemente a las barricas, con su moño recogido y se delantal.
Algunos sabores, al contacto con la boca, nos devuelven emociones del pasado, quizá comparables a las sensaciones al mirar las llamas de una buena fogata en invierno: la mayoría de personas nos sentimos como en un trance, como en un rito iniciación que nos lleva a lo más hondo de nosotros mismos. Siempre que le ocurría esto al Señor Flor, imaginaba lo que sintió el ser humano que descubrió el fuego: esa primera vez, ese descubrimiento infinito, grabado en sus ojos para siempre, en una huella impresa, transmitida de generación en generación, desde el pasado hacia el futuro. Pensaba que eso mismo, dentro de nosotros, ocurría con los sabores. 56
Volvió aquel día y llevó allí a algunos de sus amigos. Pidieron unos vinos mientras ojeaban una pequeña carta. Dejadlo por favor, el dueño nos recomendará, les dijo. Llegó la hora de tomar nota y así se lo pidió al propietario: “Por favor, díganos que hay hoy, preferimos que nos sorprenda, queremos picar un poco de aquello que nos recomiende”. Él sabía que no hay nada más satisfactorio para alguien de esa profesión que ponerse en sus manos. Así fue, sus expectativas se colmaron.
monumento. Ese lugar antiguo en una calle céntrica y estrecha de una ciudad vieja, de hermosísimos edificios. Todo aquello era su obra. ¿Qué monumento pues, necesitaba aquella hermosa anciana?. Pensó... ninguno, los tiene todos. Así, con esta experiencia, es como descubrió su profesión de Gustólogo, decidió recorrer y buscar en cualquier parte de España, esas personas capaces de remover todo lo emocional con una cuchara, con un mordisco, con un sabor, con una textura, con un trago de un caldo místico, con una buena compañía. Todo aquello que te reconcilia por un buen rato con la vida. Y se dijo: quiero conseguir ganarme la vida buscando esos sitios para sentarme y contemplar el disfrute, la alegría, el placer...de aquellas personas que se atrevan a dejarse vivirlo.
Empezó a traer platos en este orden: unos camarones de las rías, unas zamburiñas preparadas con la receta secreta de la abuela, unos percebes recién hervidos en agua de mar, berberechos al vapor, almejas crudas de Carril y unas sardinas a la brasa con pimientos de Padrón que llenaron el espacio que queda entre el placer y saciar el apetito. Todo ello regado con jarras y jarras de aquel vino blanco que solo alcanza su máximo sabor entre esas piedras, sobre esas mesas, servido con esas manos.
Y así lo hizo, durante cincuenta y tres años, se dedicó a encontrar esos perfectos lugares y a esas personas dispuestas a hacer una viaje hacia el centro de la boca. Abiertas a cerrar los ojos y descubrir un universo distinto a todos, personas capaces de ver en un bocado un castillo de fuegos artificiales sobre el mar, de un trago descifrar el sentido de la vida y de una buena compañía y un buen restaurador, la pareja perfecta para una luna de miel para siempre.
El señor Flor estuvo, durante toda la cena, en un trance, como el que les relataba al principio de estas palabras. No habló ni un instante, solamente escuchaba y danzaba en un baile con aquellos sabores, intensos, impecables en su textura y en su frescura. En algún momento cerró los ojos y durante minutos, rememoró todo lo que había vivido, años atrás, la primera vez que estuvo allí. Todo ello a través de los sabores. Cada bocado le traía una cara y un gesto, una sonrisa, unas palabras, una ilusión, un abrazo, un movimiento, un olor, una mejilla sonrosada, la belleza de una anciana, dando a cada viajero esos placeres. Pensó hacia sus adentros: habría que hacerle a esa mujer un monumento...después se dijo: menuda tontería...ya tiene su
Así es como todos conocen al Señor Flor, el gustólogo. Ese hombre capaz de armonizar realidad y fantasía en un sorbo, en un mordisco, en una historia contada, ahora ya retirado, a esas personas que lo visitan como si fuesen en busca del rey de los Vividores. De esa persona capaz de hacer de algo necesario y cotidiano un acto sublime.
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El loco del tren a Roncesvalles “Uno cuando oye por primera vez la palabra Sinergia, al menos a mi me ocurrió, se ve en la obligación de ir directamente al diccionario con la intención de conocer su significado. Curiosamente suele ocurrir que muchas de las cosas que se dan a diario en nuestras vidas tienen nombres poco comunes. Resaltar la importancia que tiene esta palabra- o mejor su acción- en nuestras vidas y en nuestra historia es el fin que me propongo al escribir estas líneas. Espero conseguirlo. La primera sinergia que se produce en todo ser es ésta: a todos nos da la vida otro u otros seres semejantes. Las personas, en especial, llegamos a la vida por la interacción de dos seres humanos. Ninguno de los dos sería capaz de dar vida sin el otro o parte de él: nos necesitamos. Y creo poder anticipar que siempre seguirá siendo así: dependeremos de otros de una forma u otra. La dimensión social es esencial a nuestra naturaleza.
El pasado puente de Octubre, viajaba en el tren que va de Valencia a
Roncesvalles, cuando de pronto, un señor mayor con barbas blancas, boina negra y traje viejo apareció en nuestro vagón, se dirigía a cada viajero gritando: ¡Ésta es mi palabra y se la vendo para comer!. En sus manos portaba cientos de folios mugrientos, grapados por temas, que nadie compraba (todos comentaban: este tío está como una cabra). Cuando llegó a mi altura le dije si podía ojearlos- siempre he sido un mojetero- y por diez euros compré sus palabras, un tema que especialmente me interesó, aunque de lo que me dio tiempo a leer casi ninguno tenía desperdicio , y ahora que son mías, se las transcribo:
Si aprehendiéramos la importancia y el alcance de estas afirmaciones, probablemente, las relaciones entre personas, países o civilizaciones, funcionarían mejor, al menos serían más cordiales y por supuesto menos destructivas. Solemos creer que nuestra familia, nuestros amigos y nuestro entorno más cercano, todo lo más lejos, nuestro pueblo o ciudad, región o país y en ese orden, es lo único que importa. Y no es así. Aunque en cierto modo no vamos mal encaminados. Una persona es 58
tan pequeña comparándola con todos los seres humanos de la tierra. Quizá solo seamos capaces de poder relacionarnos suficientemente bien con un pequeño grupo de personas. Aceptar que somos seres limitados nos ayudará a entender.
alguna manera y que en la vida casi todo es un trueque, solo podemos llegar a una conclusión que reduciremos a un concepto: Sinergia. Para terminar pues, solo nos queda definir la susodicha palabreja. Sinergia: “ acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”. Paren de buscar, políticos, filósofos, psicólogos, intelectuales…paren ya. El sentido de la vida del hombre es la Sinergia. Busquen y rebusquen, piensen, lean, reflexionen, hagan experimentos, suban a la luna, descifren los árboles genéticos o las células madre… siempre…siempre llegaran al mismo sitio: Sinergia”.
Por otra parte- luego intentaré generar la conexión- está el interés. Nadie hace nada sin esta denostada palabra y curiosamente casi siempre se niega. ¿Quién se atreve a decirle a sus hijos o a su pareja o a sus amigos que es el interés el que los une? Menudo pecado. El interés es “provecho, utilidad o valor que en sí tiene una persona o cosa”. Y todo… todo, lo hacemos por interés. No hay duda alguna.
(No entendí, ni entiendo por qué escribió cinco veces sinergia en negrita, cuatro veces interés y dos veces trueque. De lo que estoy seguro es que con ello algo quiso decir…)
Busquemos la relación entre estas dos ideas: la necesidad de los demás y el interés a través del concepto de Trueque, tan antiguo como la raza humana. Se define como el “intercambio de bienes o servicios sin mediar la intervención de dinero”. Pero, ¿cómo cambiar un bien o un servicio o un sentimiento por otro si no conocemos su valor? Como dice una gran amiga mía: sin darnos cuenta-o dándonos- podemos estar cambiando cromos buenos por cromos repetidos o al revés. ¿Lo habían pensado?
Aten cabos si les apetece.
Imagine que usted da amor sano por frialdad y falta de consideración. O que usted trabaja como un mulo por un plato de comida y un camastro. O que usted se ocupa de todos pero de usted no se ocupa nadie. Piense, pensemos por qué nos quieren en nuestro entorno más cercano. Ni se le ocurra pensar en el trueque ni en el interés ni en la necesidad. Si lo hace, solo encontrará respuestas que no entenderá. Es mejor que siga mintiéndose, se vive mejor. Jajaja, jajaja,jajaja,jajaja. Ríanse de la realidad. Bien, cada uno que piense lo que quiera. Les diré lo que pienso yo. Si aceptamos que todo se hace por interés, que todos nos necesitamos de
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El Regalo El pasado está en la memoria y en todo lo que somos en el presente, se construye en los sentidos repletos de experiencias: imágenes, relaciones, olores, sabores, amores… ¿Crees en Dios…y en los milagros? He hecho estas preguntas a unas pocos amigos cientos de veces y en distintas épocas de la vida. Las respuestas siempre son dudas, afirmaciones, negaciones o contradicciones. Sabemos tan poco ó tampoco sabemos.
Cuando uno se ha criado en las calles de un pueblo lleno de luz blanca, hermoso y tranquilo, queda marcado emocionalmente por ese lugar para el resto de su vida. Creo que es una cuestión de raíces y de tierra. De Ítaca sin mito ni mar. Quizá una necesaria fórmula para crear la propia identidad. ¿Quién eres, de dónde eres, a qué te dedicas? Suelen ser las primeras preguntas. Sería trágicamente perfecto que fueran también las últimas respuestas.
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Fatiga tanta pregunta y tan pocas respuestas claras, contundentes, creíbles. Cansa mucho tratar de entender la realidad en la que vivimos y cuesta mucho conseguir construir una vida coherente a través de todo lo que somos: buenos y malos, sanos e insanos. Somos seres llenos de contradicciones. O quizá no. Sí pero no. La vida está llena de opuestos: ¿Por qué no nosotros? Si aceptamos el día y la noche, el calor y el frío, la luz y la oscuridad… ¿Por qué no la realidad y la fantasía, el amor y el odio, la salud y la enfermedad, la alegría y la tristeza, el placer y el dolor…? Todas ellas pasan por el filtro humano. Todas se construyen dentro de nosotros. Nuestra mente las construye, las hace reales. Y no siempre lo son.
¿Por qué en vez de regodearnos- en mayor grado negativamente- cada vez en una, removiendo las pulsiones que las provocan, no hacemos ese mismo esfuerzo en colocarlas cada una en su lugar, en aceptarlas, en ordenarlas?
ner muchos. Los evitaré, son tan obvios. Todavía hay más que asumimos como normal vivir cinco días a la semana como se pueda-insatisfacción por supuesto- y buscar la evasión y lo lúdico el fin de semana, esperando algún puente o las vacaciones. Y todavía más personas que vivimos el presente con la esperando siempre un mañana mejor, un futuro en el que de una vez por todas nuestros deseos se conviertan en realidad. Perdemos en estos movimientos el disfrute de cada minuto de nuestra vida. No somos conscientes de que este momento es el único tiempo que en verdad podemos degustar, tenga el sabor que tenga. Cualquier sabor es aceptable si lo percibimos con todos los sentidos. Hasta cuando llega el dolor. Probablemente nos enseñará muy bien a apreciar el placer.
Cada vez que un sentimiento ó una emoción viene a nosotros no sería mejor preguntarnos: ¿Por qué, de dónde viene, qué persigue, que nos falta o nos sobra, de qué nos sirve, es sano ó insano, nos produce satisfacción o decepción, bienestar o malestar? Después de un sentimiento siempre viene un pensamiento y tras él una emoción y casi siempre un motivo y luego una acción. O casi a la vez un pensamiento, una emoción, un sentimiento, una motivación, una acción ¿Nos damos cuenta pues de la importancia de saber, de conocer los verdaderos intríngulis sobre lo que sentimos?
A la hora de educar nada de esto se tiene en cuenta. Se olvida lo esencial: aprender qué somos, quiénes somos, cómo somos. Enseñarnos a buscar nuestro propio criterio en el inmenso mundo de las emociones. Conocernos bien es el único camino hacia lo suficientemente satisfactorio, probablemente lo máximo que puede conseguir un ser humano con mayor o menor acierto. Dentro de lo propios límites.
Alguien me dijo que cuando no entendemos. Cuando la duda y la indecisión nos embarga. Cuando algo contradice nuestra voluntad a la hora de decidir en nuestras vidas qué camino elegir-la acción- suele ser porque existe un bien mayor oculto. Algo que escondemos magistralmente aún siendo para nosotros nefasto. Un disfraz que esconde el verdadero motivo que provoca lo que sentimos. Muchas veces no es un bien real y sano sino una fantasía a la que nos aferramos para seguir sintiéndonos seguros en un mar que aparenta calma con una tormenta en el fondo. Una experiencia incrustada en lo más profundo de nosotros.
Los límites son fundamentales a la hora de conocernos, como género y como personas. Si no conocemos las fronteras de nuestra naturaleza no sabremos dónde nos encontramos y por supuesto menos aún quiénes somos y hasta dónde podemos llegar en nuestro desarrollo como personas.
Nos criamos-por eso empecé así- construyendo una estructura emocional. Es todo un sistema. A través de sus ojos miraremos siempre y escudriñaremos todo lo que percibimos. De no ser que, por alguna razón del destino ó un quiebro de las circunstancias, nos encontremos con una crisis honda todo pasará con aparente normalidad. Hay muchísimas personas que sienten ansiedad a diario y desde siempre asumiéndolo cada segundo sin hacer nada por remediarlo. Ejemplos podría po-
Les responderé a las tres preguntas del principio: Somos seres humanos, somos de donde nos criamos y nos dedicamos a aprender a la vez que construimos nuestra vida, nuestro tiempo presente, tratando de comprender y aceptar quiénes fuimos en el pasado y proyectándonos en el futuro. Siempre buscando la forma posible más satisfactoria.
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El secreto de la primavera La acción después de la decisión. Los otoños son marrones y extraños como nuestra necesidad de reflexión. Hacia dónde ir. Las primaveras son verdes y suaves como la auténtica alegría-tristeza. Despertar la conclusión y buscar entre lo que crece. Los veranos son azules y apasionados dedicados al anhelo y al deseo. La explosión de lo que deseamos ser. Primavera, verano, otoño e invierno .Primavera, verano, otoño e invierno.
Una masa encefálica gris con necesidad de reflexión, poseída por la verde alegría-tristeza, apasionada en nuestros azules anhelos y deseos.
Primavera, verano, otoño e invierno. Primavera, verano, otoño e invierno.
Menos mal que tenemos imaginación. Podemos ver el mundo como creamos más conveniente. Podemos basar toda nuestra estructura psicológica en una fantasía construida con las propias capacidades. Podemos adaptarnos a cualquier medio consciente a través de un inconsciente imaginado. Pero no podemos controlar el mundo exterior a nosotros, no podemos controlar la realidad de afuera-ni quizá mucha parte de la de dentro-.
Pasamos por las cuatro estaciones sufriendo y disfrutando sus cualidades. Y tenemos una actitud preconcebida cada vez que nos ocupa, a todos, cada una de ellas. Los inviernos son grises y fríos como nuestra masa encefálica.
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El clima, el tiempo, el hambre, el sueño, el cansancio, la enfermedad, la pereza, la tristeza, el ruido y el silencio, los otros... todo nos afecta. El ser humano se ha pasado toda su historia tratando de eliminar los condicionamientos que se le imponen desde el interior y desde el exterior. Somos seres en constante búsqueda de fórmulas que nos ayuden a superar las limitaciones que nos transmite la realidad concreta. Nos vemos en la obligación de asumir una gran cantidad de realidad que no somos capaces de modificar, transformar ó acomodar a nuestras necesidades y deseos. Los seres humanos estamos asumiendo siempre. No hacerlo, negarlo, es la raíz de la frustración, la angustia y el sufrimiento: el miedo a la vida. ¿Cómo podemos vivir sabiendo que todo nos afecta, que no somos capaces de digerir ni siquiera una mínima parte de la información de la que disponemos, sabiendo que cada vez que tomamos una decisión tiene una gran probabilidad de no ser la correcta? Quizá aceptando qué y quiénes somos. Asumiendo nuestras limitaciones y nuestras capacidades. Ambas son herramientas que nos hacen crecer, y por lo tanto vivir para cumplir con nuestras propias estaciones. Esto nos obliga a superar la individualidad sin negarla. Al contrario, reconociéndola como la esencia de la que se nutre la vida humana, el género. Quizá solo pueda tener sentido la vida-de no creer en otra a través de la fe-en la reunión de todas las capacidades de todas las personas. Y en la necesidad de recibir, aprender y dar conocimientos, sentimientos, emociones, tendencias y acciones del pasado y del presente hacia el futuro. El hombre así, se transmite su más hondo secreto: la vida.
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El sexo del mar veranos, con otras personas, con otros mares, con otras luces, con otros sueños. Todo se mueve y nada cambia en una noche de verano a la orilla del mar. Te emociona tanta belleza: la brisa fresca, su sonido, las luces, las olas, la boca, las montañas...todo sabe y huele a mar. Hay que pararse y relajarse y concentrarse para poder ver. Quizá también sentirse parte de un todo profundamente vivo que te rodea en un abrazo invisible como el aire. Al fondo veo miles de luces serpenteando hacia lo alto de la montaña y me pregunto: ¿Qué profundo maleficio habrá quebrado esa montaña?
Cae la noche. Estoy en la orilla del mar. La luna se refleja en el agua configurando un halo brillante que sigue mi pasos. Paro y me siento en la arena, enganchado a ese hilo infinito que nos une a la naturaleza. El mar se mueve y yo también. Él mueve las piedras con un sonido constante que se graba en mi ánimo hasta la relajación total. Mi cabeza se mueve, mientras respiro, pasean imágenes, del baúl de los recuerdos hermosos, de otros
Y me contesto con la voz de un niño que se ahoga adentro: son miles de seres humanos con una antorcha en la mano, esperando que algo se encienda en sus vidas. Todas las noches cuando el sol se esconde aparecen para recordarnos lo que todos buscamos. ¿Sabemos lo que buscamos?
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Cada vez que se enciende una luz, cada vez que se abre un grifo, cada vez que se abre una puerta, cada vez que nuestro cuerpo cansado cae en la cama, cada vez que nos cobijamos del frío o de la lluvia... surge la respuesta.
Comienzan a desnudarse y cada vez me siento más incómodo. Miro el agua y la luna y me pregunto por qué no siento lo mismo.
Sabemos lo que buscamos.
Se desnudan del todo y se meten en el agua... sé qué van a hacer el amor.¿Ustedes también verdad?
En la orilla del mar, bajo el influjo de la luna y las estrellas surgen preguntas y emociones profundas en soledad.
Y me marcho pensando que podría ser yo en el pasado, en el presente o en el futuro, o quizá usted....quién sabe. El mar, la luna y el verano. Son tres.
Oigo unos pasos que rozan suaves y desnudos la arena. Giro la cabeza y veo a una pareja. Son dos, sin embargo yo sé que en verdad son tres. Se sientan a unos metros y contemplan abrazados la misma escena que yo. No piensan ni sienten lo mismo, de eso estoy seguro. Me entran unas inmensas ganas de gritarles lo que siento y lo que pienso. Por supuesto, callo y contemplo, y miro y veo un mar en calma haciendo el amor con la luna.
Ahora en el agua son seis.
Se acuestan sobre la arena y se besan despacio, como si ya se conocieran. Cada mano, de cuatro, ocupa su lugar. Todo son caricias y abrazos. Pareciera que nada importa en ese momento, que nada duele, que nadie sufre. Que no hay ruidos, ni insultos, ni desamores, ni duros trabajos, ni odios, ni máquinas rompiendo la tierra. Ellos siguen como si nada más existiera, ni yo. Empiezo a incomodarme – no se de qué- y me pregunto si debería irme. De inmediato me respondo que no... yo llegué primero.
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El viaje a ninguna parte Para Vicente
Una escultura moderna, de hierro pintado y agua sirvió de origen, con un giro de noventa grados sobre su eje dio comienzo el viaje. Cuatro ojos ávidos de encontrar placer, descanso, perspectiva… respuestas… supongo. Para ello, las pupilas se impregnaron de asfalto, rayas pintadas, medianas, polígonos y fábricas, túneles, montañas, carteles, coches y camiones, peajes, trozos de mar que invitaban a perderse y sobre todo, un gran cielo esférico y azul lleno de nubes blancas multiplicadoras de la imaginación. Un sol, acallado por lo confortable, atravesaba los cristales transparentes, evitando el contacto con el viento y casi su sonido. Dentro sonaba una canción que nos trasladó en el tiempo y rozó heridas distintas para I Cuando comenzó este viaje entre dos buenos amigos un caos-el desorden perfecto- era vivido por cada uno de ellos muy adentro. Juntos, desde su amistad, habían acordado darle una tregua al sufrimiento para realizar un viaje en el que no existieran fechas solo tiempo. Tampoco lugares solo espacios. Aunque puedan no creerlo fue un viaje real en el que dos amigos se reencontraron con ellos mismos: la intención era eliminar los crueles ideales que hacen de nosotros seres absolutamente insatisfechos.
cada uno pero reconocidas por ambos. En un momento, escenas doloridas y realidades aumentadas por el rencor de la experiencia y la frustración se presentaron de improviso. El miedo, durante la conversación, se convirtió en pánico. Nos llevó durante unos minutos al otro lado de nosotros mismos. Quizá a un viaje sin retorno, donde refugiarnos de nuestros deseos de aventura. Todo se convirtió en huída. Un viaje sin destino alguno, un espacio cambiante a cada segundo y un tiempo exacto
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para encontrar la pieza de un gran rompecabezas perdida entre personas, lugares y emociones vividas con el paso de los años.
ces a alguien mucho tiempo crees saber como siente y como piensa. Nada más lejos de la realidad. Es lo que no decimos lo que más dice de nosotros.
Nunca he sabido del todo cuando y por qué salimos aquel día hacia ninguna parte, sin destino ni propósito alguno. Supongo que huíamos de un mundo impropio construido desde un filtro sumamente cruel: los ojos de los demás. Buscábamos quiénes éramos y quiénes queríamos ser. Siempre habían existido en nuestros pensamientos y emociones ruidos hondos como “el rumor del mar”.
Al amanecer, la luz y una brisa fresca nos despertó para siempre. Un gallo, que nunca olvidaremos, lo anunció. No he vuelto a escuchar un canto tan fuerte, rojo y limpio como aquel día, entre ramas de abedules que se mecían como saludándonos, tranquilas, dejándose llevar por el viento.
Llegamos al primer espacio. Allí los pasillos estaban llenos de tiempo, las miradas se transformaban con el día y la noche, luz y oscuridad. El ánimo, poco a poco, recobraba su alegría desdiciendo a la tormenta. Una suculenta cena ayudó mucho a estos menesteres.
Esta fue la primera etapa de un viaje a ninguna parte, un viaje, siempre inacabado… sospecho. Les daré, cometiendo un sacrilegio, el segundo dato real, el espacio a donde llegamos: El Parador de Puerto Lumbreras.
Entonces sentí por dentro que algo se paró y me tranquilicé, la piel necesitaba un nuevo aire. Fue la primera vez que me di cuenta que ya estábamos lejos, distanciados de nuestra realidad diaria, a salvo.
II La mañana era fría en Puerto Lumbreras. El cabello, todavía mojado, nos lo advertía. Desayunamos después de un par de cigarrillos. La sensación de no tener prisa nos confundía. Estábamos acostumbrados a levantarnos con el tiempo justo para no permitirnos un desayuno sentados y tranquilos. ¡Qué bueno no tener prisa ni urgencia! Quizá lo mejor de un viaje sin destino alguno. Con estas sensaciones partimos.
Hay veces que se emprende una viaje sin destino, tratando de encontrar, buscando y rebuscando entre todo lo que existe… un mensaje, un hecho que testimonie que seguimos vivos, muy vivos. Con sentido. Allí en el principio o el final del camino, en el interior de un edificio, que era el nuestro, encontramos sensaciones viejas que se convertían en nuevas. Descargamos maletas llenas de un pesado equipaje, acumulado en los años y perfectamente colocado. Lo sacamos y lo ordenamos cuidadosamente en el interior de cajones y armarios. Dejamos las puertas abiertas y las ventanas. Cansados y sosegados nos dormimos.
Buscábamos un sitio donde encontrar un lugar- un leku diría Chillida-. Encontramos a pocos kilómetros, después de patear iglesias, colinas y museos, una playa con un mar donde cobijarnos. Dimos un paseo pisando la arena. Nuestras huellas marcaban el camino recorrido. De vez en cuando el agua borraba trozos de él. Pensé: esto no ocurre en la vida. La arena se pegaba en los zapatos uniéndonos a ella.
Antes nos habíamos escuchado el uno al otro sin prisa, disfrutando del momento, conociéndonos y desconociéndonos de tanto conocernos. La experiencia a veces trae consigo necesarios despertares. Cuando cono-
Durante todo el viaje hablábamos sin parar, excepto el tiempo preciso para percibir y después sentir los silencios que nos llevarían de nuevo a 67
la palabra. Deseábamos recuperar, al menos ante nuestros propios ojos, al hombre que fuimos, aunque fuese solo por unos días. Habíamos actuado tantas veces como nunca quisimos ser: ¿Quién no, verdad?
el interior de nosotros mismos, buscando las piezas del rompecabezas, entonces parecían extraviadas, hoy no estoy seguro de que existieran fuera de nuestras propias cegueras y necesidades.
Anduvimos por calles, paseos y sendas al borde del mar, recorrimos tiendas, monumentos y mercados. Estábamos hambrientos y cansados. Encontramos una taberna marinera donde sentarnos y restaurar el estómago. Estaba llena. Tuvimos que esperar unos minutos hasta colocarnos en cuatro sillas y una mesa dos personas. Valió la pena. Un cerveza y los más frescos manjares de la huerta y el mar convirtieron la velada en placer. Estábamos alegres y con la barriga llena: satisfechos.
Cambiamos de ruta, todavía no queríamos llegar a ninguna urbe. Giramos en un camino de montaña y subimos y subimos por una sierra desconocida, parecía que nunca llegaríamos a la cumbre con tanta curva, barrancos inmensos, paisajes que no terminaban ante nuestros ojos. Pero llegamos, sí, llegamos. No encontramos el pueblo imaginado, ni fuentes ni jardines, ni casas blancas, ni calles estrechas. Solo una zona de acampada, hermosa y tranquila, con alguna casita de madera.
Celebramos nuestro éxito con grandes sonrisas. Nuestros pensamientos, volvían de vez en cuando, al origen del viaje. Nunca existe el placer sin el dolor. Cruzados entre el hambre, la sed y el disfrute, buscaban una imagen con la que oscurecer el momento. No lo consiguieron.
Paseamos un poco para estirar la piernas. Entonces, y a la vez, comentamos: es un buen lugar para perderse. En el fondo había un sentimiento de haber conseguido, no lo imaginado, sino un bienestar real en ese camino recorrido sin destino alguno. No solemos percatarnos del placer de recorrer, de vivir cada centímetro del camino, de sentir cada bocanada de aire que entra por la nariz y la boca hacia los pulmones. Sentir cada olor, cada bocado, cada imagen. Cada emoción o sentimiento sea del origen que sea.
Llegamos al coche y estaba muy caliente, demasiadas horas expuesto al los rayos del sol. En unos minutos, milagros de la técnica, conseguimos un estar agradable. Estaba cayendo la tarde y una suave brisa mediterránea entraba por las ventanas, acariciando nuestra piel y despeinándonos, una sensación que después de una buena comida resultaba muy agradable se lo aseguro. Dejábamos atrás la taberna, su mar, su playa, su arena, pero en el aire, sus olores, seguían acompañándonos. Nos seguían como hilándonos con un todo de bienestar casi mágico.
Quizá despertamos en aquel viaje a ninguna parte porque no importaba el final. Al fin y a la postre: ¿Quién conoce su destino? Les daré, cometiendo otro sacrilegio, los destinos reales: Lorca, Águilas, Sierra Espuña y Murcia.
En poco más de una hora podríamos llegar a una ciudad.
Como verán todos los viajes nos llevan a algún lugar, incluso cuando no pretendes ir a ninguna parte.
A ninguno de los dos nos hubiese importado perdernos, en busca de ríos hermosos, árboles centenarios, luces alumbrando rostros amables, casitas blancas con tejas antiguas entre calles estrechas y plazas pequeñas con fuentes y pequeños jardines. No era la primera vez que usábamos la imaginación y los deseos unidos para reconocernos. De hecho, nuestros mejores recuerdos provenían de viajes, de huidas, quizá hacia 68
Hablemos de nuestra vida que junto con la experimentación, configurarán nuestra propia visión de las cosas, nuestra personalidad. Son otros los que nos crean. Somos fruto de una extraña y compleja relación entre los demás, el mundo exterior y nosotros mismos. Y llega el momento del juicio: intentar comprender todo lo que nos han contado y valorarlo para negarlo u afirmarlo. Nos mandan mensajes de valor, la familia, las películas, la televisión, la radio, la prensa, los compañeros de trabajo, los amigos, los conocidos, los maestros, los escritores...todos, hay mensajes en todo. Nos cuentan por ejemplo: Que hay que ser solidarios, querer a los demás y ayudarlos. Cuando la realidad es que nos matamos unos a otros, nos engañamos diariamente, y especialmente, a algunos no los podemos ni ver.
A veces, uno espera que la vida, sí, nuestra propia vida, la suya, la mía, se encuentren con el principio de actualidad. Es decir, se convierta en tema de debate, en una realidad interesante de la que hablar. Espero no aburrirles...
Que es fundamental estudiar y saber, cuando la realidad es que el dinero y llegar a final de mes o mantener lo que tienes, será una de las preocupaciones fundamentales durante toda tu vida.
Nacemos y ya estamos en manos de otros(incluso antes). Dependemos de otros. Enseguida, empezamos a ser receptores de infinitos mensajes,
Nos cuentan: que el amor es la emoción más grande, que nos llenará la vida. Pero no nos cuentan que puede que a quien quieras no te quiera, o que puedes querer a alguien que no es leal ,o que se morirán los que 69
más amas, o que harás daño aún amando y por eso, o que amarás y te amarán y tendrás que huir despavorido para dejar de sufrir ó no hacer sufrir.
Quizá, como en un sueño, todo comenzaría a ser nuestra propia verdad, una verdad educadora, sin mentiras conscientes e inconscientes, quizá así, puedan las próximas generaciones afrontar sus problemas con un ápice de conocimiento de la realidad.
Nos cuentan: Que la soledad no nos llegará nunca cuando casi siempre estamos solos; que debemos tender a ser perfectos, cuando en realidad nos pasamos la vida equivocándonos: Única vía verdadera para aprender y crecer.
Sin existentes fracasos fruto de la interacción con una realidad inexistente. De metas inalcanzables. Por que la vida, desde una perspectiva humana, la vida real, aún con sus límites y complicaciones, siempre será el único patrimonio auténtico de cada uno de nosotros... y por supuesto, bien gobernada, puede ser maravillosa.
Nos cuentan tantas cosas que nada tienen que ver con la realidad... Que pensemos siempre en el futuro, cuando el futuro es la enfermedad y la muerte(decía el abuelo de La buena Vida, el futuro, el futuro, el futuro...y ahora que estoy en el futuro qué?). Quizá nos han enseñado a vivir en el futuro, o mejor, a soñar en el futuro rosa que nunca llega, dónde todo es ideal. La Vida es sueño, otros ya lo dijeron. Pero no nos dijeron que la vida está siempre en constante movimiento, que todo cambia muy aprisa, incluso nosotros, que resulta cada vez más difícil entender la realidad que vivimos y que cada vez se habla menos de la vida. Quizá no queremos ser conscientes de nuestra propia realidad. Quizá esperamos que todo se arregle si nos toca algún juego de azar, como puede decir un amigo mío: “comprar nuestra libertad”. Quizá sea preciso empezar a vivir y disfrutar el momento, quizá sea el momento de entender que la vida no es la muerte, ni el amor el desamor y la desdicha, ni el trabajo el dinero, ni el máximo disfrute comprar y comprar, quizá sea el momento de comprender y transmitir las verdaderas necesidades humanas, la esencia humana: el mundo emocional. Quizá sea el momento de contar a los que nacen la verdadera realidad con la que se van a encontrar y quiénes son. Porque la fantasía es necesaria y también muy peligrosa, sobre todo, cuando se convierte en ideal. 70
Heridas sangró que creyeron que era hemofílico. No había forma de parar ese hilillo de sangre que como una manantial no paraba de manar. Casi muere como el maravilloso Rilke. Le costó-como diría Sabina- diecinueve días y veinte noches que aquella pequeña herida cicatrizara. Sometido a innumerables pruebas médicas llegaron a la conclusión de que no había ninguna razón científica que respondiera a tan extraño caso. Todas las respuestas del cuerpo para una buena cicatrización estaban en orden. De pronto, sin más, paró de sangrar. A esas alturas había recibido nueve transfusiones de sangre y una de plasma líquido por si acaso. El equipo médico que lo atendía, sorprendido por un caso tan atípico, ordenó una investigación, tanto de la aguja como de todas y cada una de las células del pobre Juan que a estas alturas ya estaba completamente recuperado y harto de sentirse un conejito de laboratorio. Tan harto estaba que esa misma mañana había decido volverse a España. Nadie de su familia conocía lo ocurrido, no les dijo nada porque no quiso asustarlos con lo que en principio parecía un accidente sin importancia.
Una vez Juan encontró una aguja en un pajar. Retozaba en busca del amor carnal con la hija del dueño de la granja escocesa en la que pasaba el verano aprendiendo inglés, cuando en una de las vueltas lógicas y previsibles en estos menesteres se clavó la aguja en el culo. Esa fue la primera vez que se dio cuenta de que hay cosas difíciles pero no imposibles. Realmente quedó sorprendido y dolido. Creo que pueden imaginar lo que duele una aguja clavada hasta el fondo en la nalga izquierda. Tuvo mala suerte, el fino metal rompió una vena y sangró mucho, tanto
Después del desayuno, cuando se disponía a vestirse para largarse sin decir adiós al hospital, recibió la visita inesperada del dueño de la granja y padre de la chica que le ayudó a cumplir con lo más difícil: encontrar una aguja en un pajar. Aquel hombre-religioso radical- no dijo ni 71
una palabra. Sacó el cuchillo con el que hacía sangrar por la yugular a los cerdos y se lo clavó en el centro del estómago hasta el fondo, a la vez clavaba sus ojos azules y llenos de ira en los ojos negros del pobre Juan que en segundos se quedó blanco. Cuando aquel grandullón sacó el cuchillo Juan le sonrió por un instante- nadie ni siquiera él sabe por qué-, el aborigen limpió el cuchillo en la sábana de la cama, dio media vuelta y se fue sin mirar atrás.
Ella fue quién me contó los hechos que les he narrado mientras jugueteábamos en el pajar de su casa una noche de verano mirando las estrellas. Cinco años después nos casamos. Después del viaje de novios fuimos a visitar a sus padres. Juan muy contento me dijo: Ya eres parte de nuestra familia… entonces se bajó los pantalones, se dio la vuelta y me enseñó una cicatriz, era muy pequeña y circular. Después se abrió la camisa y me enseñó la otra cicatriz, grande y triangular, me miró a los ojos fijamente sonrió y me dio un fuerte y sincero abrazo mientras me decía al oído: este gesto mío es tu cicatriz, no sangrarás, no duele, pero espero que para ti tenga tanto valor como para mi las mías.
En menos de un minuto llegó Elizabeth, que conociendo a su padre lo había seguido hasta el hospital, entró en la habitación y encontró a Juan en el suelo desvanecido y con un charco de sangre en el abdomen. El grito no se hizo esperar, tan grande fue aquel grito que toda la planta acudió a la puerta de la habitación. Rápidamente lo llevaron al quirófano, ocho horas y media después salía cosido y reparado como si de un automóvil se tratara. No murió. Le costó sesenta y siete días y sesenta y ocho noches, dos transfusiones y cincuenta bolsas de plasma liquido recuperarse y que una herida tan profunda cicatrizara.
Esa noche dormíamos allí. Yo no podía conciliar el sueño pensando en toda aquella historia y en las palabras tan emocionadas de Juan. Desperté a Alicia y le conté lo que su padre me había susurrado al oído. Ella me besó, me cogió de la mano y me llevó en silencio al hermoso y cuidado pajar de aquella casa. Retozamos durante horas. De pronto noté a la vez un pinchazo y un dolor agudo. La punta de una oz oculta entre la paja se me clavó en el hombro izquierdo produciéndome una pequeña herida. Abracé a mi mujer, no dije nada y pensé: ya tengo mi propia herida. Después me dije: ¿Quién no tiene la suya?
Los médicos no salían de su asombro, una mínima herida no hubo forma química de que cicatrizara y aquella puñalada de veinte centímetros de profundidad se recompuso en poco más de dos meses. Todos decían que tuvo mucha suerte. Nunca supe si lo decían por encontrar un aguja en un pajar o por salvarse del afilado cuchillo de un buen carnicero.
Desde entonces, y de esto hace ya muchísimos años, cada vez que alguien dice “ eso es más difícil que encontrar una aguja en un pajar”, sonrío y le digo: encontrar una aguja en un pajar es más fácil de lo que pensamos solo hay que encontrarse con un gran deseo. Normalmente me miran como a un loco y después… les cuento esta historia.
Lo bien cierto es que aquellos fueron hechos muy extraños y quedaron grabados en la memoria de todos. Elizabeth y Juan se casaron a los tres meses, ella estaba embarazada, su padre cumplió una condena de cinco años pese a que su nuevo yerno retiró todos los cargos contra él. Los dos volvieron a España y se quedaron a vivir con los padres de Juan hasta que una vez acabada la carrera se puso a trabajar y pudo alquilar un pequeña casa en un pueblo a cuarenta y dos kilómetros de la ciudad. Nació una niña que llamaron Alicia, hermoso bebé que se crió entre verdes montañas, aire limpio y pajares. 72
La Belleza La imagen más bella que en este instante extraigo del recuerdo es una gota de agua sobre una flor de jazmín bajo la luz del atardecer después de una tormenta. Un rojo difuminado se reflejaba en ella dándole un brillo diamantino, mientras observándola de muy cerca se podía ver un pequeñísimo arco iris en su interior. Estuve mirándola durante todos los minutos que duró aquella luz en el cielo nublo. Después la besé. El tacto con los pétalos blancos se parecían mucho al de unos labios mojados. El agua se posó en mi labios y con la lengua muy despacio me la bebí. Es uno de los hechos más hermosos que he vivido en soledad: beberme un arco iris.
Estoy buscando la mejor manera de hablarles de la belleza. Está ahí, esperando que los sentidos la encuentren o nosotros la construyamos. La considero muy importante para nuestras vidas y se habla tan poco de ella. De la que se habla se impone: modas y estéticas uniformes, demasiado cambiantes y rápidas para degustarlas.
Después, entre en el salón desde la terraza y entre velas encendidas con fuego escuché el Adagio de Albinoni, había decidido construir un momento bello. Las sombras y los recuerdos se movían como notas en un pentagrama etéreo. El perfume a sándalo recorría toda la estancia mientras un hilo de humo formaba la figura de un ser imaginado. No me podía quitar la visión de esa gota y de ese ínfimo pero hermosísimo arco iris de la cabeza. Todos los sentidos estaban conectados con esa imagen, con esa música, con esas sombras, con ese humo perfumado. Nada más pude convertir en presente.
Quiero hablar de la belleza sin definirla. Simplemente describiendo realidades con las que me he encontrado que la contienen, pretendo transmitirles una visión de su valor inmenso y también cómo sin darnos cuenta la miramos de soslayo aún teniéndola delante o muy cerca de nosotros.
Voluntariamente di por finalizado el momento: “Lo bueno si breve dos veces bueno”. 73
Me coloqué la chaqueta y salí a la calle. Un viento frío, invernal y nocturno se introducía por la nariz hasta los pulmones, trazó un recorrido lento y consciente, percibiéndolo por dentro y por fuera. Las mejillas y las manos sentían los mismo.
invierno, un buen rato, al solo del mediodía. Una vez besé a una chica por primera vez, estuve tres horas hasta que me atreví. Otra vez me pidieron un abrazo, un beso, una caricia, mejor varias, mejor muchas y me desnudaron hasta hacerme sentir sujeto de deseo. Una vez salté de un muro de cinco metros sobre un montón de tierra blanda y fina. Otra vez corrí detrás de una mujer lloviendo hasta que llegamos a un portal y nos abrazamos con el agua. Una vez escuché chistes y risas durante toda una noche frente al calor de una chimenea, todos caímos rendidos al amanecer por el cansancio, nadie buscó su cama. Una vez abracé a un roble y no pudieron encontrarse mis manos, buenos amigos me acompañaban. Otra vez, en una noche de verano, bailé hasta quedar extenuado de tanta diversión. Una vez compré un sueño en forma de casa que quise compartir y mantener vivo a lo largo del tiempo, no lo conseguí del todo. Otra vez y muchas más recorrí lugares desconocidos llenos de personas desconocidas y no me desconocí. Una vez lloré de alegría y otra vez reí con una profunda tristeza. Una vez me sentí muy rico y otra vez muy pobre, ninguna de las dos veces tenía dinero. Una vez escribí sobre la belleza y me sentí muy bien. Otra vez dije palabras duras y dolorosas y también me sentí bien. Muchas veces quise ser bueno. Otras veces fui malo. Tres veces vi la muerte frente a mi. Todas las demás veces, la vida.
El suelo crujía a cada pisada, cincuenta centímetros de nieve bajo la suela de las botas. El agua helada y cristalizada brillaba al mínimo roce con la luz. Respiré hondo el aire puro e introduje la mano derecha hasta el fondo del agua helada. Esperé un poco. Un leve dolor me advertía que soy de carne-“tiempo de carne, carne de tiempo”- mientras yo pensaba en aquella gota de agua, en aquel arco iris, en las sombras, la música, el humo y la llama. Saqué la mano y me acaricié la cara, volví a sentir los mismo. Me gusta ser consciente y lento, apreciando cada detalle, cada movimiento, cada sensación. Es probablemente la mejor forma de encontrarse con la belleza, de tomar contacto con esa parte tan necesaria en la vida. Estando presente, sin prisa, dejándose ser, sin ruidos internos o externos. De pronto recordé otro momento para mi de una belleza inusual: Me vi abriendo el tarugo con trece vueltas hacia la izquierda, cambiando la dirección de la sequia, paseando hasta la tierra y la casa blanca que un día fue mía y esperé. Pasaron unos diecinueve minutos. Estaba atardeciendo, la luz era amarilla como el sol, entonces comenzó a llegar el agua, inundando lentamente la tierra, poco a poco llegaba a los árboles, guiada por surcos, caballones y pendientes. Me senté y miré, esa luz al contacto con el agua, formaba un manto plateado en movimiento que venía hacia mi. No podrán creer el alcance emocional de mis sensaciones en ese instante: calma, una leve sonrisa dentro, sorpresa, novedad y satisfacción. Fue mi primera vez.
Creo que no hay nada más bello que poder percibir. Sentir estar vivo. Muy vivo.
Una vez escribí una palabra: alegría. Otra vez me tumbé sobre la yerba mirando al cielo viendo los árboles al revés. Una vez nadé desnudo en un río de aguas cristalinas. Otra vez me senté en el banco de la plaza en 74
La Isla de los Sueños Pertenezco a la tribu de los Alisios – como los vientos- en nuestra tradición, como en la de los Toltecas, existen cuatro acuerdos, de los que se cree proviene la sabiduría para vivir en armonía. El primer acuerdo dice: “ Cuando mires, abre bien los ojos hacia el interior, será la única manera de poder ver y acercarte a la verdad”. El segundo acuerdo dice: “ Antes de que nada entre o salga de tu boca, deja que una brisa suave recorra despacio la lengua y el paladar, luego, olfatea y escucha lo que se va a posar en el interior. Solo así sabrás si debes saborear o escupir, hablar o callar”. El tercer acuerdo dice: “ Los pechos son el alimento, el placer y junto a los genitales, la fuente de la vida, mímalos y cuídalos como si fuesen los propios”.
Mi cuerpo es el templo donde habito. De él me gustan especialmente, los ojos, la boca, la nariz, las orejas, las manos, las tetas y el aparato genital.
El cuarto acuerdo dice: “ Cuando aprendas a amarte sin condiciones, sabrás que eres tu mejor compañía, solo entonces al abrazar a los demás podrás transmitir un hondo sentimiento de bienestar y armonía y la emoción de estar vivo”.
¿Se preguntarán por qué? Lo entenderán enseguida.
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Los Alisios provenimos de la “Isla de los sueños Perdidos: Youkali”. Es una isla pequeña del mediterráneo, es tan diminuta que no está en las cartas de navegación ni en los mapas. Y ningún barco chocó con ella. Solo van a parar allí los sueños que nos se convierten en realidad.
de nuestras pasiones, cada uno de nuestros sueños. Y cuando el mar se queda en calma notamos el sosiego de la naturaleza en nuestro interior. Nos dejamos fluir con todo, superando la búsqueda del sueño imposible en la individualidad.
Dicen los sabios de la tribu que esto ocurre porque a los seres humanos de otras partes no se les enseña a vivir aplicando y confiando en los cuatro acuerdos.
Desde entonces han pasado ya cuarenta y un años, casi cuarenta y dos. Cada día de esos años, mi padre, mi madre, Nidra y yo, despertamos al amanecer y leemos los Cuatro Acuerdos mirando al mar mientras sale el sol por el horizonte y soñamos con un mundo en armonía. Sabemos dónde van a para nuestro sueño, como los de otros muchos.
Me llamo Rosario pero todos me llaman Satya, en sánscrito, quiere decir: verdad, ley universal. Nací en Youkali, pero en mi segundo mes de vida, mis padres se trasladaron a vivir a España, concretamente a Valencia. Los sabios de los sabios de la isla, decidieron que estaban llegando demasiados sueños perdidos. Y preocupados por la desdicha en el mundo decidieron mandar a cada a país de la tierra, una especie de embajadores de buena voluntad, que invitaran a conocer los Cuatro Acuerdos al mayor número de personas posible. Solo así, pensaban, dejarían de llegar tantos sueños rotos a esa isla mágica.
Aún así cada día, después de este rito, desayunamos juntos y cada uno de nosotros trata de transmitir los Acuerdos a todas las personas que nos escuchan. Después de tantos años, explico los Cuatro Acuerdos y termino siempre mis conferencias – soy profesora en la universidad- con esta frase:
“Vuestro cuerpo es el templo donde habitáis, mimarlo y cuidarlo tanto como a vuestros sueños, todos las ilusiones que perdáis irán a parar a la isla de donde provengo, nunca se perderán, aunque muy pocos creáis que existe en realidad”.
Mi padre y mi madre fueron los primeros en partir. Yo y mi hermano mayor Vicente, aunque todos le llamamos Nidra- en sánscrito: Sueño- vinimos con ellos y nos educamos aquí. No fue fácil los primeros años, especialmente para mis padres, acostumbrados al silencio, la luz y la armonía. Nada más llegar buscaron una pequeña casita al lado del mar – así acostumbrábamos a vivir allí- y todos nos instalamos con la ilusión de una nueva etapa y sobre todo, con el propósito de dar a conocer otra forma de vivir, en la que los sueños forman parte de la vida y no los dejamos escapar. Solamente, cuando son imposibles, los transformamos en agua de mar, en un espejo donde sumergirnos, donde todo cabe. Cuando las olas se mueven bravas, reconocemos cada uno de nuestros deseos y cada una 76
Lo mejor de un viaje es volver con ellos y un poco más nuestro destino en la mente. Otra cosa será vivirlo. Se viaja por muy diferentes motivos: trabajar, huir, aprender, buscar la oportunidad, eliminar las circunstancias que en nuestro propia tierra nos asfixian, descubrir las Américas, por esnobismo, por demostrar, por mejorar, por cumplir un sueño...o por todas a la vez...y por muchas cosas más... quién sabe. Sea por el motivo que sea, espero estén de acuerdo, siempre se busca un movimiento interior: cambiar algo dentro de nosotros mismos. Remover todo aquello que sentimos dándole vueltas y más vueltas intentando conseguir mejorar( o en algún caso empeorar).
Soy viajante de comercio, obviamente me paso los días en automóvil de lugar en lugar o en avión de país en país. Viajar es tentar a la suerte constantemente. Se multiplican las posibilidades de todo lo bueno y de todo lo malo, es quizá ésta, la chispa que enciende el deseo en busca de lo desconocido: encontrar lo bueno y confrontarse con lo malo en una especie de “duelo al sol”. Ese ápice de riesgo que entraña siempre ir hacia ninguna parte- y hacia todas-.
Viajar por trabajo-es mi caso claro...y más- es diferente que viajar de vacaciones, también es diferente viajar para visitar algún familiar, amigo o conocido. Viajar siempre es viajar pero el motivo por el cuál lo hacemos marca diferencias sustanciales. No voy a profundizar en ellas, cada uno, si le apetece, reflexionará sobre ello.
Siempre se viaja primero en la imaginación. Nunca, al hacer el movimiento hacia otro lugar, sabemos en verdad qué nos vamos a encontrar; fantaseamos, tenemos alguna información, incluso alguna fotografía, alguien que estuvo y nos cuenta..., disponemos de datos y construimos
Hace casi nueve años, comencé un viaje hacia el interior, me interné en lo más profundo del espejo. Como en todo viaje aprendí algunas cosas, entre ellas que somos seres en constante construcción, por lo tanto siempre en movimiento, podría decirse que siempre estamos viajando. Por 77
otra parte, me di cuenta de que la mayoría de veces no somos conscientes ni de los viajes, ni de los movimientos, mucho menos de las necesidades que los provocan.
tas realidades sociales, lenguas, valores, hábitos, etc...es algo muy enriquecedor, pero en nada comparable a un viaje hacia el auto-conocimiento.
Aquí quería llegar, me interesa comprender el valor del viaje de uno mismo hacia el exterior y hacia el interior. Solemos caer en la trampa de tratar de conocer impulsivamente todo el mundo exterior y dejamos de lado nuestro propio mundo, yéndonos hacia el hastío en nuestro día a día, huyendo de lo que sentimos, olvidando lo que deseamos y especialmente de lo que necesitamos. Entonces surge... buscamos un destino sugerente y nos vamos de viaje.¿Por qué?. ¿Vivimos como nos gusta de verdad o nos disgusta nuestra vida?.
Sin duda los crecimientos en las personas se producen y combinan de infinitas maneras, a veces, una viaje a Honolulu puede abrir ese ojo adentro que ve, subir a una montaña convertirse en una experiencia religiosa, bailar con ganas una noche con la compañía adecuada un momento de éxtasis, perdonarte encontrar la medida de lo humano. Quererte y sentirte bien contigo mismo es el viaje más valioso y quizá costoso al que podemos dedicarnos. Por eso lo mejor de un viaje es volver, reencontrase con uno mismo en su realidad diaria e inyectar todo lo vivido en ese recorrido que hace uno desde la fantasía a la realidad, desde la imaginación a la existencia de un camino recorrido con los ojos bien abiertos, al encuentro con el sentido y la propia coherencia. Quizá por ello es tan difícil saber lo que uno quiere de verdad, demasiados mundos ante nosotros desvían la atención de lo verdaderamente importante: aprender a conocernos. También a querer y a querernos en cualquier circunstancia. El viaje pasa a ser parte de un todo, no al revés.
Creo que la respuesta está en conocernos a nosotros mismos y percibir todos aquellos movimientos que nos derivan hacia el dolor, el tedio, el aburrimiento, la depresión o la angustia. Darnos cuenta de lo necesario y de lo contingente, hasta conseguir una actitud que nos abra a una vida satisfactoria aún no cumpliendo con todos nuestros anhelos y deseos. Descubrir desde la experiencia interna dos cosas: la importancia del mundo emocional que es el eje de la vida y la construcción de un nido que nos haga sentirnos suficientemente satisfechos.
Lo mejor de un viaje es volver... un buen epitafio.
¿Dándole tanto valor al viaje hacia el interior qué valor tienen pues los viajes hacia el exterior?. Como ya les dije llevo toda la vida viajando por mi trabajo y creo que nada me aportó tanto como mirarme al espejo. He recorrido medio mundo y conocido culturas muy diferentes y me encontré, en todo caso, con un denominador común, siempre ha dependido de cómo me sentía conmigo el sacarle partido o disfrutar de cada viaje, por eso me parece tan importante armonizar lo que sentimos y estar suficientemente claros con nosotros mismos para poder apreciar de verdad toda la experiencia que te da cualquier viaje a cualquier destino. Comparar distin-
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Mi amigo el Asesino que repetía constantemente: matar a alguien malo(según su consideración) e irse a vivir a la orilla del mar. El segundo era casi una obsesión. Por circunstancias que uno no atisba a comprender muy bien desde que fuimos juntos de niños al colegio yo era para A su mejor amigo. Tenía verdadera devoción por mi persona, incluso cuando el paso de los años nos distanció y nos veíamos de uvas a peras o de año en año. Fue en las fiestas de nuestro pueblo, una noche hermosísima de Agosto con una luna que llenaba de magia las calles, cuando A desinhibido por una borrachera monumental me contó que había asesinado a una persona hacía ya más de quince años. En principio me sonó a fantasía por el exceso de alcohol, pero todo cambió cuando me contó todos y cada uno de los detalles. Creo que es la primera vez en mi vida que en verdad sentí un pánico extremo y extraño, sobre aquellas piedras al lado del río los dos sentados y narrándome tranquilamente a modo de confesión cómo lo hizo y por qué. Lo que más me sorprendió es que no se sentía culpable en absoluto, es más, se le veía orgulloso de haber conseguido sus sueños gracias a ese acto para él tan valeroso. Decía: “Muy pocas personas en su sano juicio son capaces de matar”. En esto último yo estaba completamente de acuerdo.
Una vez conocí a un asesino. No lo digo yo, así se calificaba el mismo. Fueron tiempos difíciles y críticos aquellos. Todo traspasaba los límites. Nada resultó ser como estaba previsto. Ni siquiera la imaginación podía alcanzar a intuir nada de lo que entonces ocurrió. Todavía hoy no puedo comprender cómo pudo vivir todo aquello sin traspasar la frontera entre la cordura y la locura. No diré su nombre para no delatarlo. Le llamaremos A si no les importa. A era un hombre muy corpulento y fuerte, cada una de sus manos doblaban una mía en tamaño y fuerza. Solo tenía dos deseos en su vida
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Todo ocurrió en Berlín. Me contó que cuando estaba a mitad de carrera le surgió la oportunidad de ir a aprender alemán todo el verano, si iba todo bien con el idioma probablemente podría hacer el próximo curso allí. Y así fue, aprendió suficientemente bien la lengua en cuatro meses y se quedó allí estudiando el tercer curso de Filosofía. Fue en la universidad donde conoció a la víctima, un viejo profesor que impartía la asignatura de Historia de la Filosofía Griega. Aquel hombre usaba a sus alumnos casi como esclavos a cambio de favores. Les decía que si conseguían seguir sus disciplinas se convertirían en hombres con poderes que ellos ni podían imaginar. Practicaba la magia negra. Según me dijo A, nadie aguantaba más de un mes a su lado. Vivían en su casa y les hacía servirles como si de un Rey de la antigüedad se tratara. A cambio no les faltaba de nada, comida, ropa, dinero y enseñanzas milenarias. Aún así todos se marchaban. Solo A fue capaz de convivir con aquel hombre. Como ya les he dicho era un hombre muy fuerte, en todos los sentidos. Solamente tenía una clara debilidad: la soledad. Según me decía el profesor provenía de una familia muy rica, algunas lenguas del lugar decían que su padre se hizo rico vendiendo a judíos en la segunda guerra mundial. Nunca se atrevió a preguntárselo.
por cama y comida y aguantar todas sus excentricidades y algunas cosas que no te puedo contar porque vomitarías no me dejaba nada, absolutamente nada. Y me decía que era como un hijo, el muy hijo de puta!” Ese mismo día lo mató. Lo cogió del cuello y le hizo beberse cuatro botellas completas de Vodka- era su bebida favorita-, hasta llegar al coma etílico. A las pocas horas murió. A sabía desde hacía años donde guardaba su dinero, “jamás confíes en los bancos” le decía y sacaba el dinero de un cofre escondido en un compartimento secreto detrás de la pared del despacho. Allí había millones. Cogió todo el dinero menos un poco y lo escondió en un bosque cercano. A la mañana siguiente a la hora de costumbre se levantó tranquilamente y llamó a urgencias. Llegó una U.V.I móvil y la policía, el lloraba de rabia. Nadie le preguntó nada, todo estaba claro, sus excesos con el alcohol-de todos conocidos- su mala fama y las pocas simpatías que cosechó durante toda su vida se encargaron del resto. El testamento nada otorgaba a A. Nadie se ocupó de pensar nada más: el crimen perfecto. A esperó un poco más de un mes viviendo en casa de un amigo de la universidad. Después fue al bosque cogió el dinero y se volvió a España. Compró una casa en Formentera a la orilla del mar y un velero pequeño de madera. Allí se casó y tuvo tres hijos, dos niñas y un niño. Todas las mañanas sale al amanecer a pescar y a costear con su barco. Me lo contaba orgulloso y satisfecho.
A consiguió vivir con él once años. Acabó siendo su mano derecha para todo. Me contaba que incluso los tres últimos años ya no se valía por sí mismo y él lo cuidaba como al padre que nunca tuvo. Sin que él jamás le pidiera nada le prometió que todo su dinero y pertenencias-no tenía familia alguna- serían para él. A solo deseaba durante tantos años irse al mar, vivir en su orilla y tener una barca pequeña para pescar y costear, ese era su verdadero sueño.
Lo llevé casi arrastras a su casa, lo dejé caer en la cama y le quité los zapatos… pensé en el coma etílico. Cuando apagué la luz y me marchaba perplejo, su voz salió de la oscuridad y me dijo: “Amigo… ¿Te acuerdas cuando éramos pequeños? He cumplido con todos mis sueños” y se volvió a dormir. No dije nada, solamente para mis adentros pensé: yo no. Y me marché.
Una mañana, limpiando el despacho de su viejo y sádico profesor, abrió el cajón central de la mesa y vio su testamento. Dejaba todas sus pertenencias a una fundación nazi. A, con ira y llorando como un niño, me decía:” ¡Aquel cabrón, después de trabajar para él durante once años 80
Miguel Hermoso sin sentirse un muerto de pie. Precisaba construir algunos de sus momentos de una forma absolutamente sutil. Consiguió sentirse muchas veces defraudado y solo, a causa de esa tendencia suya a idealizar la vida y especialmente a las personas. Tenía dos nombres, empezaban con consonantes, curiosamente a él le encantaban las vocales. La primera acción para modificar la realidad, ya de niño, fue cambiar esos dos nombres por otros dos que empezaban con vocales. Hay personas que necesitan volar de estrella en estrella buscando en el exterior o en los demás, lo que solamente se puede encontrar en uno, en un viaje continuo hacia el interior. Miguel se enamoró de una. Y hay personas, como M.H., que necesitan construir sus propios momentos, siendo conscientes de estar viviendo instantes entre la realidad y la fantasía. Consiguiendo ser el protagonista de su propia historia. Su sueño, era compartir esos momentos con una compañera capaz de reconocerlos.
Existen personas que necesitan construir sus vidas con pedacitos de acciones sublimes. Boudelaire decía que hay que ser sublime sin interrupción. El protagonista de la historia que les voy a contar no cumple con el segundo requisito de su afirmación: sin interrupción. De hecho, la mayoría de veces, no era sublime en absoluto(Sublime: distintivo de grandeza y sencillez admirables). Más bien era un hombre débil que trataba de ser fuerte, un ser real que necesitaba fantasear para poder vivir
Hay personas que creen que pueden vivir sin límites, que todo les está permitido. Y no dándose cuenta, usan a los demás sin percatarse del daño que producen.
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No solía ser el caso de Miguel Hermoso, sus actos pretendían ser sublimes y justos a la vez, construir su vida y respetar la de los demás radicalmente. Como todo aquel que busca la perfección, esa fue su perdición.
do su rostro, su perfecta forma de ser, su sensibilidad sublime, su lealtad inquebrantable, sus ojos, su boca, su piel...incluso su voz. Todo lo inventó en un instante, construyendo su momento necesario. Con él, colmaba todos los dolores de la realidad, todas las traiciones y vilezas vividas, todos los sueños rotos. Todo aquello que odiaba hasta apagar su vida.
Les contaré una pequeña historia de cómo era capaz de sentir aquel tipo, su querer era tan excepcional que fue capaz de amar durante muchos años a una mujer absolutamente desconocida. Casi completamente construida por su imaginación.
Llegó a su casa, se sentó en la terraza, comió un poco antes de acostarse, y ante una luna llena e inmensa prometió buscar a esa mujer y devolverle su goma. Encontrar a su amada imaginada. Buscaba la magia del hados. Ese destino, convenientemente impuesto por uno mismo, para no aceptar, como nos obliga el sentido, a construir y cambiar los momentos.
Todo sucedió así al salir de una discoteca el día de Noche Buena a muy altas horas de la madrugada. El alcohol le ayudó a ver mucho más allá de la dura acera donde pisaba:
De esto hace ya cuatro años y medio y la goma ensanchó al contacto del sol y del agua, Miguel se la colocó en el tobillo para no perderla y ahí sigue, esperando sin esperar –él lo sabe- encontrarla. Solo una ilusión mantiene intacto aquel momento: la importancia de querer y saber construir un momento sublime... para no desaparecer entre la niebla. Solo así se sentía un ser real y vivo. ¿Curioso, verdad?
Caminaba despacio y tranquilo, paseando el silencio de la noche, inmediatamente después de salir de unos de esos garitos en los que el ruido destruye la palabra. Imaginen el sosiego: la brisa fría de la madrugada en una ciudad pegada al mediterráneo, cansado hasta la total eliminación del sistema nervioso. Uno de esos pocos momentos, en los que una persona, después de macharse el hígado y el oído, se siente tranquilamente vivo. ¿Curioso...verdad? Por detrás de él oyó unos pasos acelerados, no se giró, aunque solía ser un ser asustadizo en la tenue oscuridad de la noche. Alguien le empujó levemente, era una mujer que corría, su silueta se movía como una sombra perfecta y etérea. De pronto, su cabello sujeto en una coleta, quedó suelto y en contacto con el viento, dejando caer una goma de pelo de color morado. Miguel la cogió con la intención de avisarla y devolvérsela, pero cuando levantó la cabeza ya no estaba. Su aroma se enfundó en el aire hasta doblar la siguiente esquina. Se enamoró de la situación en el acto, con esa rapidez que solo la fantasía es capaz de adquirir. Se colocó la goma en la muñeca derecha y dejó volar su imaginación, inventan82
Siete limones verdes Sin embargo hoy, por primera vez, no ha ocurrido: cuando me he despertado era de noche y soñé que era de día. He estado toda la mañana y la tarde muy asustado. Nunca me había ocurrido algo así. Esto lo cambia todo. Ya nada parece fácil. La premisa que daba sentido al proceso ha cambiado, por lo tanto, la conclusión, después de tantos años, no es correcta. Menuda putada enfrentarse al hecho de que los fundamentos en los que se basaban todas mis creencias son falsos. Toda la vida condicionado con una norma que ha resultado mentira. El dolor se apodera de mí, retuerce mis emociones hasta la angustia. Es insoportable. Me convulsiona pensar que todo lo que llevo vivido no tiene ningún sentido. Grito: ¡Menuda mierda de vida! Me acabo de despertar gritando. Hasta mi vecina ha gritado por el balcón preguntando si me ocurría algo. Le he dicho que no, solo había sido una pesadilla. También me lo digo a mí. Estoy todavía entre la realidad y el sueño. Las sensaciones se entremezclan: la emoción del grito y la toma de conciencia al despertar. ¡Qué bien, todo ha sido un sueño!
Las mañanas son espectaculares este Otoño. Cuando el sol sale yo duermo. Sueño que aparece su luz, iluminándolo todo. Más tarde, me despierto y compruebo, como cada día, mi sueño es profético. Así me ocurre desde que era un bebé. Todos los días sin dejar ni uno, al levantarme, ha amanecido. Hasta ahora- pensarán que soy imbécil- no me había dado cuenta lo fácil que es convertir un sueño en realidad.
Abro la ventana y los primeros rayos de sol aparecen casi cegándome, el nuevo limonero, verde, muy verde y esbelto y sus siete limones-aún verdes- son testigos de todo. Yo espero ver muy pronto como maduran hacia el amarillo intenso. Se le ve tranquilo. Seguramente proyecto mi
Siempre he funcionado desde esta experiencia, por eso nunca he dudado que puedo soñar y construir desde lo soñado, hechos: ¡Qué loco no?
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ánimo a la inversa porque yo no lo estoy. Me desahogo en un gran suspiro.
quinto el olor y el color de mi primera muerte; el sexto mi primera moto; y el séptimo, un limón.
¡Qué fácil es creer lo que más nos conviene!
Ahora ya sé que estoy despierto y por qué estoy alegre y tranquilo. Estoy despierto porque es el único momento en el que se piensan tantas tonterías sin sentido. Alegre y tranquilo porque he soñado por primera vez que era de noche. Y ahora que abro la ventana y miro el limonero… no lo veo. Es de noche. Enciendo la luz y todo cobra de nuevo sentido. Ahí está con sus siete limones verdes.
Vuelvo a despertarme y me doy cuenta de que todo, hasta lo anterior, ha sido un sueño. Y me pregunto: ¿Qué me está pasando? Y comienzo una carrera contrarreloj con mis pensamientos y conjeturas. Todo por dentro se mueve a mil por hora. Una sudoración fría recorre todo el cuerpo, la entropía psíquica está apunto de entrar en juego y sin quererlo aparece una regresión al pasado que me avisa de lo que me está ocurriendo. Ya me pasó hace muchos años y sentí exactamente lo mismo, también respiraba entrecortado. Un paralelismo a tiempo es una buena forma de acercarte a comprender lo que no entiendes.
Ahora estoy seguro: soy yo y estoy completamente despierto… ¿no?
Salgo al pasillo, enciendo la luz y voy directamente al espejo, me miro, me pellizco, apoyo las manos en la cara para notar mi propio calor, giro los ojos hacia los lados, levanto las manos saludándome. Al final, concluyo: estoy despierto. Y me sonrío-nunca mejor dicho-. Me tranquilizo y vuelvo a pensar en todo lo ocurrido. La primera idea sale intuitiva: estoy volviéndome loco. La segunda más pensada: qué sueños tan raros. La tercera, pensada después de un buen rato: qué complicada es la mente humana. Otra vez, sí, otra vez, me despierto y me doy cuenta de que todo es de nuevo un sueño. Esta vez me quedo tranquilo. Un millón de pensamientos y porqués comienzan a activarse. Uno a uno los descifro. Me confunde tanto sosiego. Hago un repaso a unos cuantos acontecimientos ocurridos en el pasado y retenidos en mi memoria. El primero un grupo de personas pidiéndome que diga ajo; el segundo la primera vez que besé a una chica; el tercero un poema viejo desgarrado por el desamor; el cuarto un madelman al que se le caía la bota izquierda y no tenía pié; el
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Sin palabras… con un gesto sabía qué decirles, aún teniendo muchas historias en la cabeza. Sin darme cuenta ya tengo más de ciento veintisiete palabras. Me pregunto qué me gustaría saber decirles: quizá algo nuevo o algo bello o alguna verdad. Algo nuevo podría ser esto: la palabra llena de contenido el blanco de sus ojos. Algo bello podría ser esto: la palabra es la forma con la que intento acercarme a usted y acariciar sus emociones. Alguna verdad podría ser ésta: la palabra es la mejor herramienta para llegar a entendernos, lo teje todo. Pero hoy no tengo palabras, al menos, no tengo las que espero. Me gustaría que aparecieran otras y poder decirles por ejemplo que puedo verles felices y contentos, tranquilos y en paz, contentos y satisfechos. También que así me siento yo. Me gustaría también poder decirles que los sueños, todos, se pueden convertir en realidad, pero es mentira y no me sale hoy mentir. Y eso que normalmente me encanta hacerlo.
Hoy no tengo palabras y ya tengo ocho. Y casi sin querer me han salido dieciséis. Y cada vez que escribo me salen más, ya llevo veintisiete. Curioso, veintinueve, treinta, treinta y tres. Y voy a parar porque ya tengo cuarenta y dos. Perdón, cuarenta y siete. Y una, que son cincuenta y cuatro. Necesito parar porque quizá no tengo nada que decir y ya tengo sesenta y nueve. Nada he dicho todavía, creía no tener palabras y sin darme cuenta cada vez me salen más, ahora tengo noventa y una.
Bueno, mejor voy a hacer un esfuerzo y voy a mentirles: me llamo Camila y todavía no he nacido por eso no tengo palabras. Pero casi sin darme cuenta ya tengo doscientas noventa y nueve. Ustedes pensarán que estoy chalada o qué clase de persona juega de esta manera. Me disculparán, con todo respeto, me importa poco lo que piensen. No porque sus opiniones no sean de mi interés, solamente porque hoy no en-
Lo curioso es que me puse a escribir pensando que tenía algo que contarles. Al poco de estar delante del folio en blanco me di cuenta que no
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cuentro palabras y paradójicamente necesito que me oigan, que me escuchen de verdad. Quizá solo es un lamento de un no ser todavía o un principio de locura de una escritora frustrada.
Cuando el chico llegó de nuevo a la otra orilla le pidió perdón llorando a aquella chica y ella lo abrazó. “Consiguió poder ver la imperfección como algo generalizado entre las personas”. Entonces la litost desapareció.
Me gustaría saber decirles tantas cosas: una vez mi padre me contó una historia extraída del libro de la Risa y el Olvido que puede que me sirva para explicarles cómo me siento y qué les quiero decir:
¿Por qué? M. Kundera responde en el su libro así: “ uno de los remedios usuales contra la propia miseria es el amor. Porque aquel que es amado de un modo absoluto no puede ser miserable. Todos sus defectos son redimidos por la mirada mágica del amor, para la cual hasta la natación más (torpe) y antideportiva… se vuelve encantadora”.
“ Una pareja estaba a la orilla de un hermoso lago. Habían ido allí en busca de una soledad compartida, una buena comida tumbados sobre la hierba y un delicioso baño. Era un día de esos en los que el cielo estaba tan azul que todo se reflejaba en él, como si se tratase de un espejo. Antes de comer se desnudaron y se refrescaron en sus aguas cristalinas. Estaban abrazándose y jugando en el agua cuando ella le propuso cruzar a la otra orilla nadando. Él le retó:¿ Venga… a ver quién llega antes? La chica era una excelente nadadora por lo que llegó a la orilla rápidamente con una sobrada ventaja con respecto a él que incluso tragó agua para poder alcanzar la orilla. Al llegar descargó toda su ira contra ella, con argumentos tan falsos como la falta de sentido común al cruzar el lago con los peligros que ello conllevaba, remolinos y otras falsedades y le dio una bofetada en la cara, con la única intención de evadir lo miserable que se sentía. Ella se puso a llorar después de tal acción y oír tantas barbaridades, se lanzó al agua y volvió más deprisa si cabe al lugar de origen de la carrera. Se secó se vistió y esperó tremendamente enfadada”.
“… es cierto que el hombre no sabe nadar(bien), pero la mujer…llora. Pueden, por tanto sentirse iguales y seguir amándose” Ahora después de dos mil siete palabras ya sé lo que quise decirles, o mejor pedirles sin palabras. Quizá solo quiero que me abracen. Muy pronto voy a nacer. Abrácense más, sienta muy bien.
¿Qué sintió aquel chico? Según M. Kundera sintió Litost. La litost “ es un estado de padecimiento producido por la visión de la propia miseria puesta repentinamente en evidencia”… “La litost funciona como un motor de dos tiempos. Tras el sentimiento de dolor sigue el deseo de venganza. El objetivo de la venganza es lograr que el otro sea igual de miserable”.
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Un Paseo por Ibiza si te hace sentirte poca cosa entre tanta impecabilidad: la ropa, los escaparates, las velas, la música de un violín que recorre las calles serpenteantes, mientras un guitarrista argentino interpreta Mediterráneo de Serrat; atractivos morenos que hacen que los ojos vayan de cuerpo en cuerpo, deseando encontrar la mejor escena de nuestra película favorita. Todo parece hecho para atraer la fantasía, salvo algún personaje gritón y desagradable que me mira insultante por debajo de la falda al subir la escalera de la cafetería donde me he sentado. Nada es perfecto. Aunque el olor a sándalo, la antorchas, las vistas, la luz y la tienda de las babuchas hindú de enfrente, inviten a sentirlo. Después de un paseo recorriendo sus calles tranquilamente llego a la Plaza del Sol, en el restaurante del mismo nombre saboreo una buena gamba de la zona, un foie-gras con trufas que quita el hipo y un solomillo con rodajas de manzana al horno y foie delicioso. Todos ellos recorren el paladar y varios mundos de emociones se encuentran: la temperatura, las llamas de las velas flotando en el agua, la música suave, cómodas butacas, las estrellas y la luna, los ojos que miran al pasar y se encuentran con los míos, el movimiento de los camareros y camareras dominando, como en un buen cuadro, cada pincelada, los silencios, una pareja que con su guitarra y a capela rebuscan canciones conocidas
Estoy empezando a subir la cuesta que comunica el mercado con el D´Alt Vila de Ibiza. De pronto se siente cambiar de espacio y de tiempo y solo unos pocos metros los separan. Los ladrillos se convierten en piedras y el suelo de asfalto en un empedrado. Murallas que una día cerradas sirvieron de Fortaleza, hoy, se abren en pequeñas sendas llenas de tiendas y restaurantes, recibiendo a esos turistas accidentales- que somos todos- en busca de nuevas sensaciones. La belleza predomina y ca87
muy adentro, la suave brisa del mediterráneo. Y casi nada de lo que preocupa en la cabeza: este es el mejor ingrediente.
A la mañana siguiente me despierto tarde, casi al mediodía, y por unos instantes, creo que todo ha sido un sueño. Después, sonrío recordando...
Al terminar de cenar todo es bajada, el andar se convierte en placer después de dos horas sentada. Busco un local para tomar una copa y quizá... algo más. Vuelvo a pisar el asfalto y el blanco y algunos colores que se repiten envuelven cada casa.
Me pongo el bikini, me cuelgo la mochila y recorro la costa en busca de una, de las muchas calas de aguas transparentes en las que zambullir todo el entusiasmo que me dio la noche, en un mar de mil verdes y mil azules, de soles amarillos que cambian de tono a lo largo del día, hasta el atardecer, cuando el sol desaparezca como sumergiéndose en el mar, inundándolo todo de un rojo luminoso e intenso. Y así, en un rito, como en la vida misma, cada noche, un día empieza de nuevo. Volviendo a soñar por un corto espacio de tiempo que ésta es tu vida o podría serla...aunque en el fondo sabes, a ciencia cierta, que solo es una pequeña parte de ella, unos días en los que con toda esa ayuda, dejas volar la imaginación...navegando y regalando barcos de papel.
Veo una terraza, me acerco, tengo la impresión que escucho música en directo, proviene de dentro, una leve sonrisa me mueve el cuerpo, abro la puerta más grande y me encuentro el local perfecto: mesas altas con taburetes, una barra larga, lámparas gigantes con luz tenue, más velas, cuadros modernos y carteles antiguos, otra barra pequeña al fondo a la izquierda con otro estilo. En cada mesa, bajo el cristal, miles de tarjetas de visita, notas, fotos, frases, que cada cliente ha ido colocando a lo largo de los años, intentando dejar huella en un lugar donde tanto disfrutaron. Y aún falta lo mejor: un piano, un teclado, una batería, una guitarra eléctrica, un bajo y dos voces-es domingo- todos ellos, con sus correspondientes intérpretes sonando en armonía. Cuatro mujeres y tres hombres que consiguen que todos los sentidos conecten con la música. Hoy Gospel.¡ Qué maravilla...! El ambiente se caldea en la primera actuación, luego vendrán tres más, entre tanto el DJ hace sonar la mejor música de Ibiza- desde luego no es la que imaginan-. Todo saca lo mejor de una misma: la alegría, bailar dejándose llevar, las ganas de vida. Todos nos acercamos contoneándonos, sonriéndonos, es fácil encontrar compañeros de noche. Se lo aseguro, todo un viaje...si te dejas llevar. Hasta los que trabajan parecen contentos y te transmiten con su esmero, cuidado, respeto y afabilidad. Todo esto y mucho más es el Teatro Pereira... probablemente el local más genuino de la isla.
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Tercer Inicio Los seres humanos creemos ser reyes en un mundo donde casi nadie alcanza a gobernar bien su vida.
SORBOS
Bailando entre caricias y miedos mo si de una marioneta se tratara. Bailó y bailó sin parar durante horas hasta que rendido y alegre se dejó caer sobre la cama. Al contacto con la almohada percibió la fragancia de otro cuerpo, los dos danzaron entre las sábanas la noche anterior y lloró como un niño desamparado. Dicen que el tacto, el roce con otra piel, en los primeros homínidos fue el primer lenguaje, la primera comunicación. De ahí nació el primer sentimiento. Y a partir de ahí, a lo largo de la historia, las personas hemos ido aumentando ó disminuyendo ese lenguaje dependiendo de la moral y costumbres reinantes en cada época.
Miguel se preguntaba cuando sintió por primera vez esa extraña sensación de alegría mientras giraba y giraba al ritmo de la música. Pero su memoria no tenía tanta precisión. Esta pregunta se la hacía cada vez que no sentía ganas de bailar: ¿Por qué a veces nos lanzamos cautivos de los ritmos y otras, no hay forma de abrazar la emoción que escoge la música para que encuentre nuestros cuerpos, hasta danzar libres disfrutando?
Pensó en la relación del baile con el tacto, con la propia percepción del cuerpo, como en sus movimientos cada músculo, cada articulación, cada extremidad, acariciaba a las otras partes del cuerpo generando sensaciones de disfrute profundo e íntimo como los secretos. Se imaginó haciendo el amor consigo mismo y sonrió desde el pensamiento más loco y picante. Con una cierta vergüenza vio, como tantas veces, los imaginarios ojos de los demás juzgando su cordura o su locura.
Aquella tarde, conmovido por notas llenas de recuerdos y en la intimidad de su casa, había conseguido sentir la música hasta que su cuerpo comenzó a moverse dispuesto a todo. Sintió un poco de miedo, el descontrol casi siempre lo produce, parecía que no era él mismo, porque algo dentro de sí que no alcanzaba a reconocer lo movía con deleite co-
¡Cuánto daño pueden hacer esos ojos a veces reales y muchas más imaginarios! Espetó en medio del salón.
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Condicionar toda una vida, cada decisión, cada pensamiento, cada duda, cada movimiento. Danzar al ritmo de las emociones: culpa, vergüenza, alegría, júbilo, tristeza, aprobación. Miedo en definitiva o valentía según el caso. Volubles en un baile, dejándote llevar a cada paso por todos esos otros ojos que en su mayor parte son uno mismo, aún así se sienten ajenos y marcan los ritmos. A veces desenfrenados, otras lentos, agudos, graves, melodías o acompañamientos… Ni siquiera la mayoría existen salvo en nuestra más profunda y enraizada imaginación. Pero ahí están, marcando cada paso, haciéndonos girar cuando en el fondo queremos estar quietos o paralizándonos cuando en verdad queremos movernos.
también el mar. Pensó: El mar siempre baila, nos trae a la memoria sonidos ancestrales y flotando en él nos acaricia el cuerpo como en un rito. Bailar en el mar y en el miedo de la noche, oscura y fría, sin luz de luna.
¿Cómo sentir que eliges con el miedo bajándote los pantalones, con los otros mirándote y siempre juzgándote?
Volvió a dejarse caer sobre la cama, al rato se quedó dormido. Suele ocurrir cuando uno piensa y no encuentra respuestas.
Solo se puede ser libre cuando uno conoce muy bien a sus compañeros de baile, se dijo ensimismado.
Dos horas después despertó con un sueño entre los dientes: Dos cuerpos danzando entre las sábanas, brotaban emociones como notas de colores en un pentagrama. Y de cada cuerpo otros dos y así sucesivamente. Cuerpos, cuerpos y cuerpos como sombras tocándose, acariciándose desde el principio de los tiempos.
Todo parecía tener sentido a la luz del día, a salvo, sin miedos ni lados oscuros. Volvió al principio y pensó en la piel, en el tacto e imaginó a hombres, mujeres y niños de hace miles de años acariciándose con la mano, con los labios, con el pecho, con las piernas. Su calor. Y dijo en voz alta: Estaban vivos, muy vivos. Pensó en la frialdad de la muerte. Calor acariciando el frío. Frío calor, frío frío, calor calor.
A los pocos minutos se levantó de un salto, como una rana lanzándose a la corriente del río, fue a su escritorio, sacó una carpeta donde tenía notas y textos que archivaba como oro en paño. Buscaba uno, especialmente uno que entonaba de memoria como orando, las
Pensó en cada cuerpo entre sus manos, también en las manos que acariciaron su cuerpo y se volvió a dormir de puro sosiego.
palabras se le
caían como pétalos de flores sobre la tierra. Buscó un buen rato y no lo encontró, pero entre tantas palabras quedaron entre sus manos éstas del laberinto: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir trabajo, sino que primero has de evocar en los hombres el anhelo por el mar”(Antoine de Saint-Exupéry). Pensó en la palabra evocar, le encantaba esa palabra y
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De hoy para ayer poder de la tierra podrá arrancarte lo que has vivido. No ya sólo nuestras experiencias, sino cualquier cosa que hubiéramos tenido, así como todo lo que habíamos sufrido, nada de ello se ha perdido, aún cuando hubiera pasado; lo hemos hecho ser, y haber sido es también una forma de ser y quizá la más segura.” En la imagen se veían tres personas en la puerta, los dos abuelos y una niña pequeña. La calle sin asfaltar, las sillas de boga, alpargatas, delantal y una parte oscura. Para él representaba el olvido. Se guardó la foto y la carta en el bolsillo. Cuando llegó a casa sentía un intenso deseo de hacer algo para rescatarlas del olvido. Así lo hizo, tenía el fondo de un cuadro ya preparado. De inmediato le vino la idea. Pegó la foto en la esquina izquierda del cuadro y debajo de ella colocó estas palabras: “Persigue a las mariposas y nunca las atraparás. Contempla a las mariposas y vendrán hasta ti.” Después cogió un sobre, en el remite puso hoy. Desde hoy para ayer, escribió unas palabras dedicadas a ellos y quizá a todos. Las palabras eran éstas: “Hace unos días encontré una fotografía en el suelo. Antigua en la memoria, casi olvidada. Desconocida en el recuerdo. Tres personas extrañas que hoy siento muy cercanas. Un hombre, una mujer y una niña. Y una silla. Y una parte oscura: la más conocida. Ahora se que estuvieron juntos, se que estuvie-
Una vez, en un piso antiguo, encontró una fotografía y una carta. Estaban tiradas en el suelo junto a otro puñado de fotos. Todas de personas y en blanco y negro. De entre todo el manojo escogió una que tenía una mancha oscura del revelado y la carta, única entre todos esos papeles. No supo exactamente por qué pero se las llevó, sintió como si de un rescate se tratara. Supongo que le movió la compasión. La emoción, que aún no teniendo nada que ver con esas personas convertidas en imágenes, creó la acción de intentar que no desaparecieran. Rescatarlas del olvido. El olvido es ingrato. Unas personas más de entre millones que ya no están. Fueron seres humanos vivos. Entonces recordó las palabras de Víctor E. Frankl de su libro El hombre en busca de sentido: “Ningún 92
ron vivos. Fuera del papel, del blanco y negro. Y sobre todo de la parte más oscura.”
conocidas, aunque las semejanzas con algunos momentos de su vida le invitaban a seguir leyendo como si fuese parte de aquella carta llena de emociones, de borbotones de sangre que conformaban palabras.
Todo esto fue el veintiuno de junio del año 2003. Desde entonces vivió en tres pisos diferentes y siempre el cuadro estuvo colgado de alguna pared. Fue para él como un símbolo para no olvidar nunca nada, absolutamente nada, verdaderamente importante.
Lloró varias veces imaginando. Recorrió el pasado a la velocidad de la luz y con toda su intensidad. Revolvió cada baúl, cada cajón, cada caja, cada armario… y encontró todo aquello que estaba leyendo en las palabras de otros. Tuvo miedo de tanta similitud.
Pensó lo ingratos que somos muchas veces, demasiadas, con los ancianos, con los recuerdos, con los orígenes. Lo difícil que es también muchas veces comunicarse de generación en generación. Sintió angustia pensando cuánto sufrimiento sin sentido, cuánto dolor puede causar lo mamado mal entendido, cuánto daño puede uno hacer y hacerse sin darse cuenta.
Al terminar de leer la carta se quedó un buen rato pensando, durante todo ese tiempo también estuvo contemplando el cuadro aún estando de espaldas a él. Lo tenía grabado en su memoria como en una imagen fotográfica. El silencio de la noche en invierno lo acompañaba como un aliado perfecto. Suspiró varias veces y hondamente, como renovando no solo el aire de sus pulmones, necesitaba más, quizá limpiar todo lo que tenía dentro. No lo consiguió. Nunca se consigue del todo.
Pero no pudo quedarse con lo negativo, nunca podía. Desde algún lugar en lo más profundo de sí mismo afloraba siempre un sentimiento, quizá una intuición, que le conducía siempre a una sonrisa interna. ¿Qué sentido tendría la vida si no?
Dobló y guardó cuidadosamente la carta, con el tacto y el respeto que se debe a lo ajeno y a la vez, con la sensación de haberlo hecho propio. Tan propio que se imaginó sentado en aquella silla, al lado de aquella mujer y aquella niña; anciano y tranquilo, muy tranquilo, como un niño con los deberes hechos, bien hechos.
Aquel día, después de colgar el cuadro, sonrío y se sintió especialmente bien. Le quedaba la carta. Estaba encima de su escritorio. La miraba dudando si tenía derecho a leerla. Así estuvo durante un buen rato, de hecho no la leyó hasta el día siguiente. Llegó a la conclusión de que si había ido a parar a sus manos algún significado tendría. Se dijo: “No la busqué, el azar me la entregó”. La verdad es que no estaba muy seguro de esto último.
A la mañana siguiente había desaparecido. Lo buscaron durante meses. Nunca lo encontraron. Aquel cuadro sigue colgado en la pared y en la fotografía no hay ninguna mancha oscura, solamente cuatro personas sentadas sosegadamente en la puerta de su casa.
Sacó varias cuartillas manuscritas del sobre y se puso a leer despacio. Era una hermosa y sencilla carta de amor fechada en la primavera del año mi novecientos trece. El papel amarillento sobre tinta negra y letra gótica imprimían a aquel acto carácter de rito. En algunos momentos se sintió como un intruso leyendo las intimidades de dos personas des93
Después de la mona en Dublín “Dublín: Me vienen a los ojos sus calles, el Trinity College, el Temple Bar, la estatua de Molly Mallone, el parque de St Stephen's Green. Algunas imágenes de la fábrica de cerveza Guinness, una de las principales banderas turísticas de la ciudad. Me veo tomado un té y mirando la ciudad desde el café panorámico de la última planta.
Han pasado las Fallas, la Semana Santa y las Pascuas. Solo falta la repesca del próximo lunes- y no para todos-. Cada uno con su tiempo de ocio ha hecho lo que ha querido, sabido ó podido. En fin, supongo que todos tratamos de acercarnos a lo que más nos apetece. O al menos eso creía yo. Pues no. Resulta que en una de esas sentadas de sofá tan prolíficas estos días, me pongo a ojear una revista y me entero de que el ochenta y nueve por ciento de los españoles no hacen en vacaciones lo que les apetece. De hecho el setenta y dos por ciento afirma que estos intervalos les generan grandes incomodidades, discusiones familiares y una gran resaca cuando vuelven al trabajo, por lo que consideran poco menos que un vía crucis esta época del año que yo siempre había creído francamente deseable. ¿Sorprendente no creen? Pura invención…
Justo delante de mi el Monument of Light. Un obelisco en plena O'Connell Street cuya punta se ilumina de noche, se pensó para convertirse en símbolo de la ciudad. No se le puede negar una genuina utilidad como punto de encuentro para quedar con los amigos, es extraño aunque tiene su cosa después de algunos días. Paseando me encuentro con la estatua de James Joyce. Dublín es una ciudad con enorme tradición literaria. Joyce es uno de los autores de origen dublinés más conocidos. Los que quieran ver en sus obras su visión de Dublín pueden intentarlo con Ulises. Hay quién recomienda Dublineses.
Mientras escribo me llega al teléfono móvil un mensaje, es de una mujer rubia de ojos azules y sonrisa aniñada y picarona: “ ¡Qué fría y verde es Irlanda. Vamos recorriendo la isla en furgoneta y buscando bed and breakfast! No lo estamos pasando en grande. Un Beso.” Una sonrisa grande me inunda el pecho y empiezo a buscar a recordar o a imaginar… qué más da:
Paso por la Oficina Central de Correos, protagonista de uno de los principales hitos históricos de Irlanda, fue aquí cuando, en la rebelión de Pascua de 1916, se proclamó la independencia del país, que no llegaría, sin embargo, hasta varios años después. Es probablemente el más pintoresco edificio de O'Connell Street.
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Recorro el río Liffey desde el puente de O'Connell. Desde este punto se ve la Customs House. Sigo caminando y vislumbro el Ha'ppeny Bridge. No hay nada tan agradable como recorrer un río.
Empiezo a sentirme cansado, me subo al Luas, es el moderno tranvía de Dublín. Mirando por las ventanas recuerdo el sol del mediterráneo. Recorro todo su itinerario sin parar de mirar.
Ahora estoy frente a la estatua de Molly Malone, una mujer que trabajaba como pescadera por las mañanas y como dama de compañía de estudiantes y profesores del Trinity College(la prestigiosa Universidad) por la noche. Es uno de los símbolos de la música tradicional irlandesa y protagonista de una de sus canciones más populares, nadie sabe si este personaje existió de verdad o fue una leyenda como en Inglaterra el personaje de Robin Hood.
Busco el Dublín medieval y llego al museo Dublinia, dedicado a mostrar cómo era la ciudad en esa época. Aquí está la iglesia protestante de Christ Church . Edificios hermosísimos, te hacen sentir sosiego y paz. Desaparezco andando muy despacio, cuesta irse de tan grato lugar. Me voy a cenar y a descansar mañana recorreré los pequeños pueblos costeros de las cercanías. Conduciré por sus carreteras estrechas, por la izquierda y en furgoneta, temerosamente excitado, también alegre de tanta novedad.
Ya de noche me acerco al Temple Bar, fue fundado en 1840, desde entonces todas las noches se llena de gente. Da nombre al barrio donde los dublineses se dan cita para pasar una noche de fiesta. Allí sigo soñando entre cervezas y palabras que no conozco. Me siento un espectador sin subtítulos. Bien cargadito me voy a dormir.
Howth es un pequeño pueblo costero y pescador, disfruto del paseo hasta el alto de la colina que domina la península, desde donde tengo una excelente y hermosa vista de Dublín, su bahía y parte de la costa que queda al norte.
Por la mañana recorro la calle peatonal de Grafton Street es la más comercial del sur de Dublín, siempre está llena de gente. Sigo caminando hasta el parque de St Stephen's Green. Me he comprado un bocadillo y me lo como sentado en un banco desde donde se divisa un pequeño lago con cisnes y patos. Recorro sus rincones andando bajo una lluvia suave que acaricia. Hoy hay poca gente. Huele a tierra húmeda y a bienestar. Me entusiasma el lugar. Paso un par de horas pensando sobre todo lo que he percibo desde mi llegada.
Malahide es un pequeño pueblo con aire de lugar de vacaciones , hago una parada para comer en el disfrutable Café Provence, se come bien y tiene una bonita decoración. Dalkey y Sandycove, están llenos de restos de castillos, murallas y fortificaciones. En Sandycove está la torre circular Martello, construida como defensa por las tropas británicas, que hoy alberga el museo de James Joyce. Su obra, Ulises, comienza precisamente en esta torre. Mmmmmmmm.
Ya por la tarde me dirijo al elitista distrito 2 , lo componen casas de estilo georgiano, sobre todo, en Harcourt Street. Dicen que representan una de las imágenes más características de Dublín. No se si estoy de acuerdo, quizá para los turistas. Las puertas de colores son una de las características más llamativas de estas construcciones.
Ya en Bray, tomo una guinness en The Martello, ambiente típico de pub irlandés. La playa es inmensa y el mar salvaje, de esos que esculpe el carácter a base de corrientes y guijarros. No tardo en llegar a Glendalough ,significa en gaélico "valle de los lagos" y es uno de los parajes naturales más impresionantes que he visto
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jamás. El lugar está enclavado en la zona de montes de Wicklow -en un parque nacional-. A parte de ser una zona de altísimo valor natural, tiene un gran valor histórico, ya que San Kevin decidió a finales del siglo quinto elegir aquel lugar para llevar una vida de ermitaño a la que, con el paso del tiempo, se fueron uniendo más personas para crear una comunidad que pervivió hasta el siglo XVII y de la que hoy quedan aún algunos restos en su monasterio”. Me quedo con el verde, el sabor y el olor a mar y con los horizontes nebulosamente infinitos. Me gusta pensar que hasta con unos cuántos datos y la imaginación se pueden construir maravillosos viajes que como en el mito de Ítaca, Ulises nos invite… al eterno retorno.
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Dos Iniciales Uno piensa que hubo árboles, plantas y animales en este lugar. No nos ocupa la historia de los pequeños e intranscendentes lugares. Donde hubo una huerta ahora hay cientos de pisos. Donde hubo un matadero ahora hay una Sala de Exposiciones. Donde hubo una masía ahora hay un parque, un campo de fútbol, otro de fútbol siete, dos pistas de tenis y una piscina cubierta con un gimnasio. Donde hubo un Teatro hay un garaje. Donde hubo un Teatro, un Centro Comercial. Se alegró al pensar que algunos lugares perduran, le vino a la cabeza el árbol y el lugar en el que con una navaja y sus iniciales(C y V), sus abuelos grabaron su compromiso de pareja en la corteza del árbol hasta que la muerte los separara. Y lo cumplieron. Al levantarse miró por la ventana: Un jazmín, una mata de romero, un geranio rojo y de fondo un montón de edificios de cemento que no dejaban ver el horizonte.
Suena extraño en estos tiempos de soledades mal entendidas. Parece necesario demostrar que hay algo mejor y más allá de lo que vivieron y percibimos en las relaciones de nuestros padres y abuelos. El resultado de esta mirada comparativa es la soledad y no tan deseada como se suele vender. Para querer mejorar no es necesario negar ni destruir el escalón donde nos apoyamos para ascender. Como dice el tío Vicente, padre de mi amigo Paco:”Para querer a alguien no hace falta aborrecer a otro”.
Pensó: En la ciudad no se ve el horizonte. Todas las perspectivas cambian. El cielo es más pequeño, el aire busca salidas entre avenidas, ventanas, ruidos y calles. En horizontal, todos son obstáculos y órdenes. En vertical, solo algún avión y algunos pájaros sortean los edificios, son demasiado altos.
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Pensó: No hay nada mejor que sentir en soledad que estás contigo y poder disfrutar de ti. Lo normal es que nadie quiera mendigar ternura, intimidad, cariño... Para que parezca que no se hace, se niega. En el mejor de los casos, se busca, entre tanta superficialidad. Necesitamos sentirnos queridos y querer, lo sabemos y lo saben: ¿Por qué no asumirlo, por qué se disfraza entre tantas mentiras? ¿Qué buscamos tantas personas entre cenas, música, baile, copas, cine, viajes… el éxito y el qué dirán?
En definitiva, cuando haces el amor intervienen de una forma indirecta todas las personas con las que te has acostado. De cada una aprendimos o experimentamos algo diferente que sumó en la experiencia. ¿Quizá podría ocurrir algo así con el amor? Pensó: El amor no va a ninguna parte, nunca se fue de uno mismo, se acumuló, movió todo los adentros para hacerse mejor desde la experiencia. Todos los amores están siempre, ninguno se marcha, hasta los que ni siquiera hoy definiríamos con esa palabra. Todos están, como en una escalera, cada peldaño tiene su significado, cada peldaño es necesario para llegar al lugar y al sentir adecuado. Para conseguir evolucionar y construir lo que vamos siendo en constante movimiento. Supongo que en busca de la mejor posición posible. Seguramente en busca de algún ideal aún sabiendo que nunca lo encontraremos.
Una sola flor blanca de jazmín estaba abierta del todo y la fragancia roja del geranio se entremezcló con el aroma a romero y el olor de la ciudad. Cerró la ventana y se sentó en la mecedora que compró, imitación a la de los abuelos. Se dejó balancear como acunándose a si mismo. No tenía demasiadas respuestas y sí muchas preguntas, como siempre. Siguió un buen rato en ese estado de placer regresivo hasta que sonó el teléfono móvil y le despertó. No llegó a tiempo, cuando estaba a punto de darle a la tecla se cortó. Miró la llamada perdida… y… se perdió entre pensamientos que atraían llamadas potenciales muy deseadas. Volvió a la realidad en unos segundos. Sabía quién era, le contestaré luego se dijo.
Todos tenemos hoy una llamada pendiente. Recordó de nuevo a sus abuelos y se percató de un detalle, en aquella época, cuando ellos se enamoraron, no había teléfonos. Pensó: ¿No dejaron nada pendiente?
Era su expareja, lo habían dejado hacía tres años pero antes se habían querido durante muchos años más. Se preguntó por un momento a dónde va a parar el amor cuando deja de usarse. Su intensidad, sus ganas, su necesidad… En otro momento de su vida hubiese llevado el teléfono a menos de cincuenta centímetros de su cuerpo, hubiese estado todo el día esperando la llamada. Ahora… la dejaba para más tarde. No sabía bien qué había ocurrido pero se sentía profundamente decepcionado. Volvió a recordar a sus abuelos y miró de nuevo por la ventana. El viento movía las ramas del jazmín, el romero y el geranio rojo se movían más despacio. Le vino a la memoria una frase de una película o un libro… no recordaba: “Cuando haces el amor con alguien intervienen todas las personas con las que has tenido relaciones sexuales en tu vida”.
Había anochecido y una orden súbita llegó a su cabeza: Tengo que regar y cuidar muy bien las plantas.
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El Sacristán que me regaló una buena amiga. Le llamo la cajita que dio la hora. Porque al pasar el tiempo un día decides abrirla y vas sacando papelitos escritos, sobres de azúcar, pequeños dibujos… y en la cabeza se va formando un puzlle de recuerdos y emociones, como un castillo de fuegos artificiales, una a una, cada explosión, cada emoción, acaban conformando luces y sombras que se entremezclan… dando lugar a hermosas figuras en movimiento. Quizá así sentimos. ¡Ah, por cierto, me llamo Miguel tengo cuarenta y nueve años y soy sacristán en la Catedral! Todos los días voy a las tres misas: a las de ocho y diez de la mañana y a la de ocho de la tarde. Lo Festivos ya saben. Mis labores consisten en que esté todo a punto para las celebraciones, cuando digo todo es todo. Lo hago desde que tenía doce años. Ya hace mucho que todos me conocen como Miguel el Sacristán. Dudo mucho que alguien, excepto mis familiares conozcan mis apellidos.
Me imagino que usted alguna vez mientras tomaba un café o una infusión se habrá encontrado con alguno de esos sobres de azúcar que llevan impresos aforismos, refranes, frases y leyendas de personajes o autores famosos, incluso de algún autor anónimo. Me pregunto quién tuvo esa idea. Pequeñas ideas que a mi me parece se hacen curiosamente grandes.
Ahora mismo he abierto la cajita, lo suelo hacer en los momentos en los que necesito cobijo. La soledad, a veces, no es una gran compañera. He encontrado doce sobres de azúcar, tres todavía llenos y los demás vacíos. Curiosamente hay una frase de Shakespeare que se repite en tres de ellos: “Hay caídas que nos sirven para levantarnos más felices”. Tie-
Desde hace algunos años, cada vez que cae en mis manos una-y me gusta o me disgusta mucho- la guardo y en una cajita cubierta de relojes
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ne sentido claro pero creo que evita las otras consecuencias de las caídas… y no suelen ser tan felices. Sigo leyendo y se las transcribo, no se muy bien por qué, ya veremos a dónde nos llevan, me gusta jugar:
el momento oportuno, sean manifestaciones divinas. Me gusta creerlo, disfruto apoyándome en estos instantes mágicos. Me hacen sentir diferente entre tanta habitualidad. Comparto con ellos… o ellos conmigo no estoy seguro.
“Cada fracaso nos hace más listos”, “Se conoce la cara de una persona, pero no su corazón”, “Todos quieren saber, pero pocos pagar su precio”(Juvenal), “El silencio es el único amigo que jamás te traiciona”(Confucio), “Es mucho más difícil describir que opinar. Infinitamente más. En vista de lo cual todo el mundo opina”(Josep Pla), “Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y otra serlo”(S.Freud), “No hagas de tu cuerpo el esclavo de tu alma”(Pitágoras), “La actividad es el único camino que lleva al conocimiento”(Bernard Shaw), “Ir a derecha o izquierda es fácil. Ganar o ser vencido también. Pero no ganar ni ser vencido es muy difícil”(Proverbio Zen), “La vida es aquello que te va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes”(J.Lennon).
Hoy me ha llegado una carta, traía malas noticias, el último párroco que estuvo aquí durante más de diez años ha muerto. Éramos muy buenos amigos, solíamos pasear y visitar a enfermos juntos, jugar al ajedrez, comer pipas tomando el sol de media tarde y algún trago de buen vino en noches alegres. Nos entendíamos bien. Me dicen en la carta que resbaló y cayó por la escalinata del campanario de su nueva iglesia. No me pareció extraño solíamos subir juntos muchas veces, decía siempre que las vistas desde esa altura le acercaban más al cielo. Y eran tan hermosas. He encontrado los últimos sobres de azúcar en los que estuvimos juntos. Ha sido muy curioso, son tres y dicen lo mismo: “Hay caídas que nos sirven para levantarnos más felices”. He estado hasta el amanecer pensando en él, recordando muchos de los momentos que vivimos juntos y reflexionando acerca de esta causalidad.
Una vez leídas todas suele quedárseme una especie de emoción razonada en el fondo, como un solaje, a veces concluye dulce, otras amargo como la hiel. ¿A ustedes qué sabor les ha dejado? En cada sobrecito pongo la fecha, el lugar y la persona o personas que me acompañaban ese día tomando café. Bueno, si les soy sincero a mi no me gusta el café. Ni el té en general. Solo algunas infusiones: la marialuisa, el tomillo, la manzanilla y algún té árabe. Lo que sí me gusta es tener charla y compañía. También construir momentos en el presente que luego se convertirán en pasado y que al abrir la cajita se convertirán en un pasado-futuro-presente. Lo tres tiempos como si no existiese diferencia alguna entre ellos.
Él siempre quiso estar lo más cerca del cielo posible. Espero que exista y esté allí. Me gusta creerlo. Escribo en un papel la fecha, su nombre y estas tres últimas frases. Abro la cajita y guardo otro recuerdo para el futuro: “El que guarda siempre tiene”.
Los que tenemos fe en Dios estamos obligados a creer en el destino y serán sus señales las que nos irán mostrando el camino. Quizá estos pequeños mensajes, en el lugar adecuado, con las personas elegidas y en
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Enamorarse de la vida “Tuve una riña de enamorados con el mundo”. Robert Frosth. Yo hubiese dicho con la vida. El sentido de la frase, multiplicado por las imágenes, más el contenido de toda la película, llena de aforismos en el diálogo, me resultaron sumamente sugerentes. La sutileza del autor, la simplicidad y la belleza de la oración me inclinaron hacia el placer y la reflexión, todo ello envuelto en un halo que solo puede conseguir la imagen y la palabra. Símbolo de lo más esencialmente humano, al menos como yo lo entiendo. Pensé en lo que se siente al enamorarse de una persona y traté de ampliarlo a enamorarse de todo lo vivo, generó en mi imaginación un retrato muy hermoso. Pensé en Frosth y en el mundo: ¿A qué mundo se refería? También pensé en la muerte como única certeza: la nada o qué se yo… recordé la frase de un filósofo griego cuyo nombre no recuerdo ahora: La muerte es la nada para qué preocuparse… También pensé en el cabreo, odio, ira que se produce en nuestras emociones cuando en la vida no ocurre lo que uno(a) espera, quizá sí mencionar la brutal sensación… cuando los hechos no se corresponden en nada con nuestros deseos más fervientes. Fracaso y decepción, los más grandes y potentes motores emocionales. Su influencia en el comportamiento de las personas es más o tan importante que el producido por el amor, el dinero ó el poder.
Para Vicente Enguix y Bécquer, dos poetas. Hace algunos días vi una película. Les contaré el final aunque no se si se debe o es de mal gusto: La cámara sigue a la protagonista, una bella jovencita, recorriendo el camino de entrada al cementerio. Llega a la tumba de su madre y deposita unas flores y un libro-primer plano-, inmediatamente hace un barrido lento hacia la izquierda y nos sorprende con la sepultura de su recientemente descubierto padre y una frase esculpida en la piedra: “Si hubiese escrito mi propio epitafio sería éste: 101
Miré al pasado, como siempre con ojos extrañados, y encontré esas razones que validan con hechos lo sentido. Pensé que podría ser todo una gran locura. La cordura y la locura están tan cerca como el amor y el odio. Pensé en los días vividos como dagas que rasgan la piel hasta encontrar lo que más duele. Espinas construidas sobre las que caminamos a la vez que contemplamos un atardecer blanco ó un amanecer rojo.
tierra que no obedezca a su propia naturaleza. Creyendo que amando unilateralmente llegaríamos al corazón de la vida, pero la vida desconoce el lenguaje de las emociones o quizá lo conoce tanto que no lo quiere, lo repudia como a un traidor que nos empuja hacia la trampa. ¿Quién no ha escuchado alguna vez decir lo injusta que es la vida? Acaso no es injusto que un león se coma a un cervatillo ó que un volcán destruya todo lo vivo en diez kilómetros a la redonda o que la enfermedad lleve a cualquier persona a la muerte o que millones de niños mueran de hambre o…
Desde Carcalín se ven las luces de la ciudad recorriendo un horizonte oscuro. Una línea de luces en orden que confrontan los silencios y el sonido de los grillos con el ruido y los bocinazos de personas rozando la histeria. También el aire fresco y limpio de la montaña con el denso y caliente aire de la ciudad en verano. La sensación y la conclusión es que te quieres quedar para siempre, pero no lo haces… por qué. Disfrutar del estado de gracia que es sentarse en el porche de la casa y a distancia de todo lo que crees que te angustia, te cansa o te hace daño. Una gran e ingeniosa mentira en la que irremediablemente caemos casi todos para no hacernos responsables de nuestra vida.
La vida es muy injusta porque nosotros lo humanizamos todo. Aportamos valores morales que no existen en la naturaleza. La perfección y el ideal son los más relevantes. ¿Cómo pues podemos enamorarnos de un ser tan injusto? Nos enamoramos de todas sus maravillas para después odiar todo aquello que no coincide con nuestros propios deseos. La lucha es incesante e inagotable- también con las personas-, no acaba nunca porque nadie ni nada va a poder cambiar su naturaleza.
Un zorro joven nos visitó esta tarde, con sus orejas de punta y su hermosa cola, nos hizo recordar quiénes fuimos y desde este punto de vista, lejano de la realidad diaria, quién eres. Y uno vuelve a sentir lo fácil que es enamorarse de la vida. También lo fácil que es decepcionarse con ella hasta odiar su día a día. Así se consigue estar reñido con el mundo, reñir y reñir cada mañana con la vida. Todo enamoramiento parece tener esas dos caras. Se diría que son caras de una misma moneda, fuerzas antagónicas pero necesarias: “Los contrarios se necesitan”… Se supone que no existiría la paz sin la guerra, el amor sin el odio, lo bello sin lo feo, el placer sin el dolor, la vida sin la muerte… y si existieran, ¿cómo los distinguiríamos?
Nos pasamos la vida, como Don Quijote, luchando contra gigantes que no existen y si existen solo son en nuestra mente. Habría que ir pensando hacia dónde orientar toda esa energía que se convierte en decepción, desilusión y decrepitud, para convertirla en una fuerza positiva que nos lleve a conocer nuestra propia naturaleza. Sería un buen comienzo.
He abrazado cientos de miles de veces a la vida y he visto hacerlo millones de veces a otras personas. Nos acercábamos a ella con los brazos muy abiertos y los ojos muy cerrados sin saber que nada hay sobre la 102
La Cabeza La cabeza nunca calla. Ni siquiera cuando dormidos nos lo parece. Ni siquiera cuando callados nos encontramos con el silencio. La cabeza no para, como el globo terráqueo siempre está en movimiento. No para ni siquiera cuando queremos que pare. Es extraordinaria la mente humana… ni un solo segundo sin percibir. Cansa solamente pensarlo y a la vez es una maravilla poseer una herramienta tan valiosa. Sirve para mirar y a veces ver, sirve para oír y a veces escuchar, sirve para comprender y a veces entender, sirve para pensar y a veces llegar a alguna conclusión, sirve para aprehender y a veces sentir, sirve para encontrar emociones y deseos y a veces saber qué hacer con ellos, sirve para recordar y a veces para aprender de lo vivido, sirve para recibir y aunar todos los sentidos y a veces para disfrutar de alguno, sirve para razonar y a veces para conseguir razones por las que vivir, sirve para amar y a veces conseguir ser amado, sirve para sentirse muchos y a veces para encontrarse con uno, sirve para decidir y a veces para acertar, sirve para construir y a veces para crecer, sirve para comunicar e intimar y a veces para que llegue un verdadero mensaje, sirve para viajar y a veces encontrar el lugar apropiado, sirve para ganarse la vida y a veces entender que la vida no se gana, sirve para buscar caminos y a veces para encontrar cada uno el suyo, sirve para gobernar nuestras vidas y a veces so-
mos gobernados, sirve para poder vivir en paz con los demás y a veces lo consigue, sirve para alcanzar el bienestar y a veces lo alcanza. La cabeza es una herramienta infinita que conocemos un poco que es mucho. De ese poco, muy pocos nos enseñan a entender cómo funciona, ni siquiera, lo importante que es entender sus movimientos para poder desarrollar de una forma sana la vida. Pareciera que se da por sabido, como si se tratase de una información de telediario. En otros tiempos ni padres ni escuelas ni gobernantes hablaban de drogas o de sexo. Con la cabeza pasa algo parecido, todo el mundo sufre las consecuencias de su desconocimiento (ansiedad, depresión, infelicidad, angustia, 103
sufrimiento, vacío…) y muy pocos se dan cuenta de que es necesario el autoconocimiento para manejar lo mejor posible nuestra más eficiente herramienta. Curiosamente lo dicho no es nada nuevo, hace ya muchísimos siglos que otros hombres ya lo enunciaron. Tengo la impresión de que el aprendizaje humano es como un gran rompecabezas con piezas diseminadas a lo largo y ancho de espacios y tiempos. El que tiene suerte y las circunstancias le acompañan coge muchas fichas del paisaje hasta casi poder verlo ó incluso imaginarlo, otros con menos suerte cogen unas pocas fichas y consiguen ver un árbol o una figura, y otros, quizá en el peor de los casos, no tienen al alcance ni una sola ficha que coincida con otra hasta construir alguna figura legible. Estos últimos están bien jodidos. Lo peor es que son la mayoría en el mundo. Esos que no tienen ni la más mínima oportunidad. Los hay en todos los continentes, pero ya imaginarán en cuáles están -iba a decir viven- la mayor parte.
No habría pues que enseñar desde las familias, colegios, institutos y universidades a padres, profesores y alumnos cómo funcionamos por dentro. Nos enseñan historia, matemáticas, gramática y literatura, biología y geología, física y química, religión… pero no nos ayudan a conocer los sentimientos, las tendencias, las pasiones, los deseos, la razón, los pensamientos, las relaciones, el amor, el enamoramiento, los sueños, el dolor, el sufrimiento, la culpa, el placer, la satisfacción, la realidad, la fantasía… Quizá por eso los libros de autoayuda se han convertido en los más vendidos, con cifras millonarias y traducciones a numerosos idiomas. Títulos que te venden los pasos o la pócima para alcanzar la felicidad. Algunos mienten, otros invitan a la reflexión y unos pocos ayudan a mirar un poco más allá. Lo mismo ocurre con terapias y prácticas orientales tan de moda en los últimos años que invitan al misticismo y a la felicidad siguiendo sus prácticas: el yoga, la meditación, el taichí, el reiki, el chikung, la acupuntura, los masajes tántricos, el quiromasaje, el shiatsu… todas ellas invitan a su práctica con una promesa clara, vivir más sano, sentirse bien, vivir mejor.
Es una gran injusticia para un ser humano que se mutile o anule su camino hacia el conocimiento. Es convertir a una persona en masa. En la historia los poderes lo han intentado siempre. Y hoy, en el siglo veintiuno, también. El éxito social como el código de valor supremo es el mejor ejemplo de nuestra propia trampa. Y aquí caemos todos sin excepción: ¿Quién no idolatra al jugador de fútbol, tenista, piloto, famoso y rico, a la estrella de cine, al famoso de fiesta en fiesta, al intelectual convertido en todo saber, al cantante que nos encanta, al artista que más nos gusta o ha hecho historia, al millonario, al poderoso…?
¿Qué hay de verdad y de mentira en todas estas prácticas y lecturas? No seré yo quien conteste a esta pregunta, cada uno en su experiencia tendrá la suya.
Quede claro que no me refiero al conocimiento intelectual -que también- sino al conocimiento de nuestro mundo interior -en su mayor parte emocional- porque es el eje que sostiene nuestro bienestar. La cabeza lo contiene todo, al menos todo lo que a nosotros nos mueve o nos paraliza, nos duele o nos da placer, nos lleva de la satisfacción a la insatisfacción, nos da sentido o vacío.
Lo sí cierto es la gran demanda de ayuda para aprender a vivir mejor, de una forma más satisfactoria. Cabría aquí una respuesta: Nos estamos olvidando de algo verdaderamente importante cuando se habla de educar. Habrá pues que aprender para enseñar. ¿No creen?
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La Caña Pasaron muchos años, ambos habían nacido el mismo día, el árbol creció mucho y el grosor de su tronco no alcanzaba a rodearse con los brazos. La caña se hico larga y su grosor no pasó de dos centímetros.
Érase una vez un árbol grande y robusto, vivía a la orilla de un río caudaloso que atravesaba de punta a punta el Valle del Aire. Le llamaban así porque era una zona de vientos constantes que lo recorrían, entre altas montañas verdes y frondosas, creando una especie de tubo natural que canalizaba la fuerza del aire multiplicándola.
Durante todos esos años el árbol se creyó muy fuerte, ningún viento había conseguido más que mover algunas de sus ramas más delgadas, a la caña, sin embargo, cualquier viento pequeño la mecía con poca oposición.
A unos pocos metros del árbol vivía una caña larga y estrecha, muy cerca del agua como es natural.
Durante años, cada vez que una pequeña brisa mecía la caña, el árbol se encargaba de hacerle ver su debilidad y fragilidad.
Pero llegó un día en el que el cielo del Valle se cubrió de un marrón intenso y un huracán arrasó todo lo que se encontró por delante. La caña tocó el suelo por primera vez en su vida, los arbustos volaban, los tejados de las casas también. Solo el árbol se mantenía en pie… hasta que sus raíces movieron la tierra y el viento lo arrancó de cuajo lazándolo al río que se lo llevó corriente abajo. La caña lo vio todo pegada al suelo.
Durante años, cada vez que una brisa mecía la caña, el árbol se encargaba de hacerle ver su debilidad y fragilidad. Durante muchos años, cada vez que un viento movía la caña hacia el suelo, el árbol se encargaba de hacerle ver su fragilidad y debilidad. Durante muchos años, cada vez que un viento fuerte movía la caña hasta casi rozar el suelo, el árbol se mofaba de ella y le hacía ver su fragilidad y debilidad.
Cuando el huracán pasó la caña volvió a su posición de siempre, el árbol desapareció en el océano.
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Hacía unos pocos días que le habían contado ese cuento, desconocía su verdadero título y autor, aún así, se atrevió a redactarlo y lo envió por correo a alguno de sus amigos. Le habían cautivado algunas ideas: Fortaleza, fragilidad, debilidad… se desprendían de su significado.
mano. ¿Pero hasta qué punto esa fuerza artificial no había destruido su mejor manera de percibir y sentir la realidad?
Llevaba demasiados años diciéndose:” Soy árbol… nada me afecta.” Y, en efecto, no dejó que nada le afectara hasta convertirse en un gran muro de contención. Duró muchos años como todo lo duro. Hasta que un día un viento brutal destruyó el muro, lo hizo añicos y todo lo que contenía quedó diseminado entre la cabeza y los pies. No supo bien qué quedó en la cabeza y qué en los pies. Todo su mundo se vino abajo, tocó el suelo convertido en trozos, quizá ahora era la primer vez que tocaba la tierra que pisaba a diario. Por primera vez se dio cuenta de que no le servía creerse fuerte, ni siquiera sentirlo, le servía ser fuerte, verdaderamente fuerte y ahora sabía muy bien que eso era igual a flexibilidad. El cuento del Árbol y la Caña parecía demostrarlo con toda claridad.
Pensó que durante toda su vida había creído que ser fuerte era igual a ser árbol, cuando en realidad la flexibilidad era una cualidad mejor para enfrentarse a las realidades de la vida, como nos demostraba el cuento. También pensó en todos los años que aquella caña escuchando y viendo a ese increíble árbol se había sentido frágil y débil cuando en verdad era profundamente fuerte adaptándose a cada circunstancia según los vientos que corrían por el valle, para al final siempre quedar en pié.
Manuel tenía cincuenta años y siempre había optado por sentirse árbol. Pero desde que le contaron este cuento creyó profundamente que habría de ser como una caña. En un instante se dio cuenta: muchos años de sufrimiento sintiéndose un ser débil y frágil siempre comparándose con personas que para él eran árboles grandes, altos y fuertes. Pensó en cuanto daño le había causado una idea, no, mejor, cuanto daño le había causado un ideal.
Manuel se levantó del suelo, recogió cada uno de los pedacitos y durante mucho tiempo colocó pacientemente cada uno de los trozos sobre sí mismo, el orden ya no era el mismo aunque él seguía reconociéndose.
Pasaron más de diez años y un día viajó a un valle de cuyo nombre no quiero acordarme, era verano y paseaba por la orilla del río cuando se encontró una hermosa caña, a su lado un hermoso roble y un poco más arriba un dique de contención. Hacía mucho calor. De pronto una brisa movió las hojas del roble, la caña y su cabello. Miró el muro y se lanzó al agua, sintió la frescura del agua cristalina en movimiento y pensó de inmediato en el río de la vida.
De pronto un pensamiento hondo recorrió sus adentros, como en el cuento el viento recorría todo el valle, de punta a punta lo movió todo. Una emoción desconocida le abrió los ojos de golpe: Siempre quiso ser y sentirse árbol, nunca comprendió sentirse caña. Desde siempre había vivido realidades demasiado duras o sentido demasiado miedo para permitir vivirse como una frágil y débil caña. Creerse árbol le había protegido de todas y cada una de las duras inclemencias de un tiempo hu-
Por primera vez, en medio siglo, tuvo la sensación de haber aprendido algo valioso.
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Las maletas
Es viernes por la tarde y está preparando la maleta. Lleva dos, una con la ropa y lo necesario para pasar el fin de semana y otra con todas las experiencias vividas en el lugar a donde se dirige.
do tengan mucha sed esperar unos minutos con el vaso helado delante hasta dar el primer sorbo, no se arrepentirán. La vida más despacio, como casi todo, se degusta mejor. Las percepciones humanas no están hechas para correr… se pierde el deleite.
Son las siete y cinco en el reloj del coche, aún no ha desconectado de las responsabilidades y preocupaciones del trabajo. Lo nota en su ánimo y especialmente en la parte alta de la espalda, le duele de tanta tensión acumulada. Por su cabeza ruedan múltiples pensamientos, algunos de otros años, otros de hace algunos meses y otros de hace algunos días. Todos se entremezclan produciendo una extraña sensación de lleno, muy lleno. He leído en algunos libros que es bueno llenar el vacío y vaciar lo lleno. Concluyo que no debe ser bueno siempre el vacío ni llenar hasta el desbordamiento.
Tiene una hija de dieciséis años a la que intenta decírselo cada vez que le es posible comunicarse con ella más de dos minutos y medio. Ella cree que no la escucha y no es así, lo que ocurre es que cada una hace su personaje: una de madre preocupada y otra de adolescente quieroseryonocomotú. Todavía no sabe que con los años repetirá muchas cosas y aún distinta se comportará de una manera semejante a su madre en ese sentido. Es curiosa la vida, nos pasamos la vida defendiéndonos para ser nosotros mismos y acabamos siendo en la mayor parte como todos los demás.
Aprieta el botón del aparato de música y aparece la quinta canción de un álbum de Boby Darin, es alegre y rápida como la vida cuando se está disfrutando. Sale del garaje y comienza a sentir la sensación de iniciar el viaje. Le encanta conducir, sobre todo, despacio, con buena música y por carreteras rodeadas de bosques y cielos nubosos entre claros y neblinas. Todavía quedan cincuenta y dos minutos para eso y lo sabe. Es un gran placer postergar el placer, todo se multiplica. Prueben cuan-
Son las diecinueve cincuenta y siete minutos, abre las ventanillas y aunque frío deja entrar el aire, comienza la carretera de montaña, sus vistas y olores, sus cielos sin edificios ni ruidos. Está pensando en su hija… va a salir esta noche y está intranquila pensando en todos aquellos peligros que imagina puedan sucederle. Algunos pensadores dicen que todo sucede por algún motivo. Otros que todo lo que tenga que suceder ocurrirá de todas formas, hagamos lo que hagamos. Se ha perdido entre tanta preocupación un arco iris hermosísimo, la primera gota de lluvia 107
que ha entrado por la ventanilla, el olor a romero, manzanilla y espliego, el final de la trigésima canción de Darin, una hermosa balada en inglés que no entiende pero si siente. El lenguaje de la música dicen que es universal, el amor de madre también… y quizá unos pocos más.
gue bajando a gran velocidad ,no puede controlar el coche, demasiada pendiente, los frenos no son suficiente, el segundo árbol es muy grande, quizá demasiado, choca con él, se dispara un airbag, inmediatamente el segundo y el tercero. Todo parece estar ocurriendo para protegerla. El árbol sostiene el coche y los globos han recogido su cuerpo con un abrazo, quizá demasiado fuerte, pero eficaz.
Llama por teléfono a su hija, le dice que ya está llegando… es mentira, necesita escucharla antes de que salga de casa, se siente mal porque antes de despedirse han discutido. No se recriminan nada, se despiden y se tranquiliza. Cambia la música y se percata al pasar la siguiente curva del arco iris aún más grande y vistoso, la lluvia fina moja el bello de su brazo y algunas gotas refrescan su mejilla, comienza un baile de olores entre todas las plantas aromáticas que da el monte. Se abre la segunda maleta… Parece que ya ha desconectado y empieza a sentirse cómoda aunque la tensión en la espalda sigue recordándole la intensidad de la semana.
Rápidamente se aleja del coche, sale humo y está demasiado cerca de un precipicio. Se siente tranquila y no lo comprende. No para de llover, está empapada y huele a vida a cada segundo. Sigue sin comprender. No está herida ni histérica. Alguien le grita desde arriba: ¿Está usted bien? Ella no puede hablar y menos gritar, levanta su brazo derecho y le hace una señal levantando el pulgar. Mira al lado izquierdo y allí está su maleta. La abre, se quita la camisa, coge un camiseta seca y un chubasquero… se los pone. La vuelve a cerrar y la abraza con fuerza.
Conduce muy despacio, tanto que los automóviles que le preceden tocan el claxon, hay cuatro, pone el intermitente derecho, se arrima- la carretera es mu estrecha- y les deja pasar, no por altruismo, sino para que no le perturben ese momento de sano sosiego. Se pregunta por qué tendrán tanta prisa, ella va cada vez más despacio para postergar el placer de llegar a ese lugar en el que se sintió tantas veces como en un paraíso.
Está sentada en la ladera de la montaña, la lluvia cayendo sobre su cuerpo, limpia y fresca como el rocío. Todos los olores sin dejar uno, todos los percibe, incluso el sabor de la sangre de un pequeño corte en su labio inferior. Mira al horizonte y aparece de nuevo el arco iris, un pequeño arco iris de colores muy vivos. Sigue extrañamente tranquila, probablemente sabe que la segunda maleta está intacta y su hija a salvo. Una suave sonrisa mueve su labio partido, mientras siente al abrir la segunda maleta que alguien, no sabe quién, vendrá a su encuentro.
Los paraísos existen. Están dentro de la segunda maleta, en el bolsillo secreto que todas tienen para guardar lo más valioso. Empieza a recordar, trata de averiguar dónde estaba el suyo. De pronto una nube negra y muy ruidosa se coloca encima y descarga gotas de agua que resuenan contra el capó del coche como golpes de piedras, aparece un todoterreno, sale derrapando de la curva a gran velocidad invadiendo el carril contrario, ella trata de esquivarlo yéndose hacia la izquierda. Cae por la ladera de la montaña. Arranca el primer árbol y se abre el portaequipajes, la primera maleta sale despedida. Si-
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Los Perros de Paulov muy lejanos. Quizá lo hermoso y lo complejo de ser humano: Conectados por raíces tan profundas como las de los propios árboles.
Adán imaginó su vida, la soñó y luego intentó durante muchos años, todos, cumplir sus sueños. Los filósofos griegos tenían un sentido muy peculiar de sentir la palabra cumplir. La percibían como un proceso individual, claramente moral, incluía el fin al que había que tender, la obra terminada, completada como un deber. Mucho más tarde, aunque muy influídos por éstos, otros filósofos hablaron del ser y del deber ser. Estoy convencido de que este último ha hecho estragos en la historia. Un buen ejemplo es la honra en el Medievo. Y quizá en España, hace treinta o cuarenta años atrás, conceptos morales muy parecidos y enrarecidos.
Alguien pensó, una noche de verano, en el diálogo entre los tiempos: pasado, presente y futuro. Lo que ya ha ocurrido, lo que ocurre y lo que se supone que ocurrirá. Cada tiempo se resbala entre las manos y desaparece como una pompa de jabón. Existen, se llenan de aire real e inmediatamente desaparecen ante nuestros ojos. Queda la raíz, queda la memoria, el recuerdo grabado en tierra fértil, en tierra viva. Dar vida, nacer, tiene que conectarse con seguridad con ésta idea de género. Adán lo intuía. Lo respiraba en la mente, ideas convertidas en oxígeno. Cada movimiento, cada oración, cada caricia… se entrelazaba en los tiempos y a la vez, generando una nebulosa descendente ayudada por fuerzas invisibles como la gravedad. Cuesta pensar con claridad entre pensamientos atemporales. Imaginen los recuerdos de los tres años, mezclados con los ocho, dieciséis, veinticuatro, treinta y cinco, cuarenta y dos, cincuenta y tres… ochenta, noventa y. Todo lo percibido dentro de una esfera de carne debajo del cabello ó del sombrero. No cabe todo en la consciencia. Ni siquiera es inteligible a la vez. Cosas de la naturaleza y sus límites.
Adán no sabía nada de esto. Ni siquiera se daba cuenta de andar repitiendo muchos de los cánones antiquísimos en la historia de la humanidad. Todavía menos que parte de lo que sentía provenía de tiempos 109
Le confesé a Adán que desde hace sesenta y nueve semanas trato, desde estas páginas, de contarles historias distintas pero sin querer o queriendo, siempre tengo la sensación de hablarles de lo mismo. Con distintas historias, personajes, oraciones, circunstancias y, como no, limitaciones. Todo se mueve, deprisa, lento, pero se mueve. El tema no. Siempre es el mismo aunque parezca distinto. Ronronea en el ánimo hasta atraerte mediante una fuerza oculta. Quieres decir algo nuevo y siempre dices lo mismo. (O nunca, según se mire).
viendo con cientos de paseos recorridos en el pasado por los mismos lugares. Cada persona conocida mirándole con la visión cegadora de hechos ocurridos atrás, sin llegar a verle del todo. Cada sueño no cumplido… la mejor arma para la flagelación. Adán imaginó su vida y cumplió. Creía que lo más difícil ya estaba hecho. Pero no, quizá porque lo más complejo no es soñar una vida sino construir una vida real, día a día, y además suficientemente satisfactoria. Como los perros de Paulov, al tocar la campanilla, y sin comer, comenzó la digestión.
Adán pensó en lo que nos mueve. En los porqués. Sabía que merece la pena hacerse preguntas hasta encontrar alguna respuesta. Intentó acordarse, y a la vez, de todas las personas que conocía y sus diferentes motivos. No sirvió de nada, a lo sumo consiguió centrarse en ocho ó diez. Ni con esos pocos parecía acercarse a alguna certeza. No se alcanza a conocer del todo los motivos propios, poco hay que decir sobre los ajenos. Nada sabemos en términos absolutos. (Ni ganas. Menuda responsabilidad).
Intuía que siempre se está uno comparando con los modelos, respirando un aire lleno de tiempos, bebiendo las lágrimas de cielos grises, calentándose con rayos de sol en cielos azules como el mar… En cielos, en mares, en tierras con aires distintos que también son los mismos. Siempre se está comenzando… aunque parezca que no. Aunque uno sienta que todo está terminado. Porque lo que suena en las personas no es una campanilla, es el pasado llenando todo lo que fuimos hasta lo que somos hoy. Lo extraordinario es que con tantos personajes no se desvanezca la identidad.
Pensar en un ser omnisciente y omnipotente asusta, agobia hasta los límites de la cordura. Sería fácil cumplir así, sabiéndolo todo, pudiéndolo todo. Maravilloso concepto negado esencialmente a las personas. No lo sabemos todo, no lo podemos todo. Aún así sentimos, parcialmente, potenciales infinitos: ¿Cómo individuos ó como género?. ¿Cuáles son lo límites de la imaginación o dónde termina la capacidad de sentir… por ejemplo?
Adán lo sabía, por eso pensaba que alguien… inventó el pecado.
Pasado, presente y futuro. Cada año en Agosto, en las Fiestas de su pueblo, se reencontraba con toda su historia y con muchos de las personas y lugares que protagonizaron todo lo ocurrido hasta hoy. No está, pero está. Parece invisible, pero no lo es. Cada nueva sensación compartida con las viejas, cada palabra nueva acompañada de un eco de palabras ya dichas. Cada nuevo paseo, convi-
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Palabras de lluvia años escribí un poema en un día como este. Entonces era de noche y desde la cama escuchaba caer la lluvia y algo más:
Es la hora. Un papel en blanco delante y un montón de ideas desordenadas circulando por la cabeza deprisa. Trato de cazar alguna con la intención de centrarme en ella. Es la única forma de decir algo coherente. No hay manera: Un cuadro en azules de un paisaje de mar y montaña, otro paisaje en verdes, azules y negros, esta vez solo de mar y rocas, se entremezclan entre el placer-dolor de una calada de humo de las que le encantan a mi prima, las imágenes de un día de lluvia, como el de hoy, en el bosque de Irati, la cucaracha que aplasté anoche en la bañera, la caja roja pintada a mano que compré en Benageber el fin de semana pasado en la primera Feria de Pueblos Amigos, también llovía, debe ser el punto de unión. Todo lo que pienso está pasado por agua. Caben muchas cosas en el agua, todavía más en el pensamiento.
UNA VENTANA DE LLUVIA Quisiera una ventana donde poder oír los días de lluvia. Marcaría el galope con notas secretas relajando sueños y deseos. Una ventana para escuchar las lágrimas de lo eterno gimoteando al pisar transparentes la tierra. Quisiera enfrente un farolillo que en noches como éstas, humeante y distinguido, recibiera a la noche solemne, muy solemne. Recordaría los sueños de tantos dormidos
Lluvia, nubes, nublo, agua, vida, mar, tierra, no sol, dificultad, viaje, miedo, un suave dolor de transición al despertar. El ruido en la calle de los coches dándole vueltas al agua, los pájaros callados, el arroz que falta, la infusión de tomillo, el bolígrafo que no escribe quieto sin mano, el sonido de un trueno.
reviviendo a solas sus lánguidos deseos. Quisiera una ventana donde poder ver los días de lluvia, una ventana donde poder odiarme a solas. Recordaría aquellos labios que envolvieron el deseo.
Ya estoy decidido: el agua: la lluvia. El tema va a ser la lluvia… y todos los demás están, aunque en otro plano. Cuando tenía quince o dieciséis
Quisiera una ventana donde poder llorar con la lluvia. Recordaría la luz traspasando una lágrima de nostalgia y de lluvia. 111
Hay temas que siempre están presentes: las lágrimas y la lluvia. Gotas de agua que directamente se conectan con el ánimo. Lágrimas calientes y de sabor salado, lluvia fresca y de sabor dulce. Realmente son muy diferentes y a la vez semejantes al unirlas en la emoción de un adolescente lleno de búsquedas y vacío de tanta niebla.
además esencialmente sociales, naturales y necesitados de cultura, animales a la par que humanos, carne a la vez que agua. Todo en nosotros es compuesto y en muchos sentidos paradójico. Creo que aquí está el inicio de todos los conflictos: no aceptar todas nuestras partes aparentemente contradictorias que en realidad son complementarias.
A la mayoría de las personas que conozco les incomoda o les baja el ánimo la lluvia. Es lógico y bastante coherente a primera vista. A segunda vista me salpica la idea de vida, el agua siempre debería estar unidaexcepto en los excesos- a esta idea porque es absolutamente necesaria para el ciclo natural. Todos los seres vivos la necesitamos. Sin ella moriríamos: ¿De dónde proviene pues ese paralelismo entre lluvia y negatividad?
Detengámonos a mirar y ver todo lo que nos rodea somos una parte más, todo está en movimiento, acerquémonos y percibamos el sol, el agua, la tierra, las plantas, los árboles, los pájaros o cualquier otro animal de nuestro entorno. Ellos son nosotros y nosotros ellos. Todos formamos parte de lo vivo. Apostemos pues por aprender a convivir, no solamente con las demás personas, sino con todo lo que nos rodea, incluso cuando nos incomoda o nos acerca al miedo. Cuando podemos conectarnos con la emoción que produce este pensamiento las palabras se convierten en lluvia y la lluvia en palabras.
Me viene ahora la idea, en general y especialmente en las ciudades, de lo apartados que estamos y cada vez más de la naturaleza. Tengo la sensación de que hemos ido alejándonos de ella desde esa vorágine humana, a veces mal llamada, progreso. Natura en latín es lo contario de cultura. Durante toda la existencia los seres humanos hemos ido transformando la naturaleza mediante nuestro ingenio e imaginación creando cultura. Y creo que nos hemos perdido en ella. Hasta qué punto nos damos cuenta de la importancia de la naturaleza- la lluvia, el sol, los insectos, las plantas…- en el día a día. Los agricultores se alegran cuando llueve, saben que es beneficioso en todos los sentidos, ellos están más cerca, ven cada día como crecen sus cultivos por eso sienten su positividad. ¿Qué pasa después de la lluvia, qué pasa después de llorar?: Limpieza, alivio, luz, desahogo… La personas tendemos a radicalizar, o todo negro o todo blanco. En realidad es un tópico sabido que del blanco al negro hay muchísimos matices. Estamos hechos de múltiples dimensiones: somos individuos y
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Perder también es vivir condidas, cartas, anillos y colgantes de los primeros amores, las primeras botas camperas… Pérdidas, muertes y distancias en el tiempo de amigos, amores y seres queridos. Abuelos muy queridos y también desconocidos. Proyectos y realidades que se esfumaron dejándonos dentro un poso que tuvimos que entender con la perspectiva que dan los años. Todas las pérdidas traen dolor, vacios, miedos, sufrimientos… porque solo se siente así cuando lo perdido es algo o alguien profunda y emocionalmente valioso para cada uno de nosotros. Cabrían ahora aquí unos cuantos sinónimos de perder: dejar, descuidar, desperdiciar, extraviar, malgastar, olvidar… Resultan obvias las connotaciones negativas de toda la lista. Se entendería que uno ha tenido que ver con esa pérdida, de la que debería hacerse responsable y en el sentido más judeocristiano culpable. A mi entender ésta es la causa más probable del sufrimiento y quizá del enganche más insano al drama y a la negatividad. Es uno de nuestros mayores engaños: hacernos responsables de asuntos que más tienen que ver con las circunstancias, las fronteras y los límites que con nuestras acciones y responsabilidades, en definitiva con lo que no depende de nosotros.
Hace años leí un artículo de F.Savater que se titulaba Perder. Si la memoria no me falla y no me invento nada-cosa francamente difícil, ya dije en alguna ocasión que la memoria es caprichosa- el autor hablaba de cómo con el paso del tiempo todos vamos perdiendo. Perder es parte de la vida como comer o beber o… Recuerdo que ponía algunos ejemplos que me permito aderezar: Nuestro primer muñeco/a, nuestra bicicleta, la camiseta favorita, aquel bolígrafo de mi padre, el suéter de lana verde que hizo mi madre tarde tras tarde sentada en la mesa camilla, la mochila de tela de saco del molino que imitaba a la de Kung-Fu, la pequeña navaja que compré a es-
Todos, a lo largo de nuestras vidas perdemos. Hay que decirlo así y aceptarlo sin más. Forma parte de la vida humana. También el dolor, el vacío, el miedo y el proceso hasta asimilar. Es así, sencillamente. 113
Esta tarde estaba en el excusado leyendo un artículo de un experto en Recursos Humanos, el autor afirmaba que se aprende más del éxito que del fracaso “porque este te dice una forma correcta de cómo llegar adonde quieres ir. El fracaso por otro lado, sólo te dice una forma de no llegar, y cuando hay varias opciones, no se sabe concretamente cuál es la correcta.”
Conseguir la proporción, cada uno la suya, quizá sea una buena respuesta. Probablemente una de las cosas más difíciles de aprender. Volviendo a la frase anterior “ cuando hay varias opciones, no se sabe cuál es la correcta”: Sería imposible sin varias opciones, elegir, equivocarse, acertar… en definitiva generar una verdadera experiencia. Somos nosotros junto con la relación con los demás y la interacción con el mundo los que vamos construyendo nuestro vida: ¿Cómo creer que se puede siempre beber de la fuente del éxito? Todos sin excepción hemos vivido pérdidas, fracasos y éxitos en nuestro día a día, aún incluso las personas más quietas, conservadoras y seguras. No hay una sola fuente ni siquiera un solo caño, hay muchas fuentes y varios caños. Quizá querríamos que fuera todo más fácil pero no lo es. La metas, los retos y los riesgos en su medida son la sal de la vida. Solo evitables desde la apatía existencial. Estar vivo ya es un riesgo porque todo lo que está vivo pierde y por supuesto muere. O podríamos hacer un paralelismo con la famosa frase… la energía nunca muere solo se transforma… quién sabe. En el caso humano sin duda, al menos, moriría la identidad.
Tengo la extraña intuición de que vivimos las pérdidas como fracasos y cuanto más fracasos vivimos más perdidos nos encontramos. Es lógico y tiene sentido, tanto su afirmación como la contraria o este comentario. Creo que se aprende del éxito y del fracaso. También de las pérdidas, quizá el error aquí sea entenderlas como fracasos también, siendo en realidad otro lado del triángulo. Hemos visto y vivido el éxito y como emborrachaba hasta vivir dentro de una nube todo el tiempo. También hemos visto y vivido el fracaso y como arrastraba por el fango hasta despellejar lo vivo. No creo que haya recetas milagrosas, ni caminos exactamente correctos, ni verdades inmutables. Solo creo en la actitud que puede conseguir crear con amor propio y el conocimiento de lo esencialmente humano en singular y en plural. Aquí la experiencia y la acción toman un protagonismo ineludible. La dificultad pienso radica en el riesgo que entraña estar en crecimiento y en movimiento constantes. Leí hace algún tiempo que no es lo mismo aprender a través de treinta años de experiencia que de un año repetido treinta veces. En la realidad diaria hay mucho de eso, tendemos a buscar posiciones que no entrañen ningún riesgo o el mínimo posible. En principio aparenta una actitud claramente sana: nada hay que perder si nada hay en juego. No hay dolor, no hay sufrimiento aparente. La pregunta que me hago siempre aquí es si no duele ni produce sufrimiento, el vacío, el tedio y la falta de sentido. Supongo que como la mayoría de veces la respuesta está en la palabra armonía; ni quedarse dormido todo el tiempo ni saltar al vacío constantemente y sin red.
Alguien en los años noventa en un programa de Radio me dijo: “Como dice el poeta… Sufrir también es vivir”. Me quedé con las ganas de saber quién era el autor de estas palabras. El año pasado leí un libro de José Luis Sampedro que se llama Escribir es vivir, un compendio de una intensa vida hilada a su necesidad de escribir: contar, comunicar, enseñar… Se basa en algunas conferencias que el autor dio en la universidad. Altamente recomendable. Mi admiración a Savater, al poeta y a Sampedro les debo estas palabras. Perder, sufrir y escribir también es vivir. Y tantas… y hermosas cosas más.
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¿Por qué? Abre la ventana de su habitación y mira. Es lo primero que hace cada mañana al levantarse, durante un ratito, justo el tiempo necesario para pasar del sueño a la vigilia. Con sosiego y al contacto del cuerpo con el aire. Desde allí se puede ver la calle entera. Es una calle corta y estrecha, especialmente tranquila. Huele a pan recién hecho y el mayor sonido que escucha son palabras de personas que se cruzan y se saludan. También algún canturreo, pasos y silencios. Es una buena manera de despertar, por eso lo hace desde que recuerda, desde siempre. El tiempo es un eco de dentro hacia fuera. Los recuerdos un almacén inmenso y desordenado, como un desván de película donde los niños juegan y encuentran tesoros, antiguas cartas de amor de amores antiguos, ropas sin cuerpo… e imaginados misterios: ¡Qué hermosa esa emoción!
instante llegó un varón de unos treinta años con una botella de JB en la mano. Amablemente le dijo si quería pasar, asintió con la cabeza ni siquiera sonrió un poco, pagó con dos billetes de veinte, recogió el recibo y las vueltas y se marchó. Inmediatamente después, pasó todos sus artículos, los colocó en las bolsas y pagó con un billete de cincuenta, la cuenta subía un total de 48 euros con cinco céntimos. No tenía los cinco. Cargó con la bolsas y las monedas dirigiéndose a la salida. Una vez en la calle volvió a ver al individuo de la botella de whisky, estaba enzarzado en una fuerte discusión con otro varón de rasgos orientales. Se
La mañana está en sus ojos, hoy se ha levantado con una curiosidad sin límites, lo espera todo, alarga cuanto puede el momento, está disfrutando. Solamente un fondo angustioso le acompaña: Todo sucedió ayer. Había ido a comprar al supermercado frente a su casa en la ciudad. Al llegar a la caja colocó todos los productos sobre la cinta y esperó mientras terminaban de cobrar al cliente anterior. En ese 115
paró y observó mientras encendía un cigarrillo. En un segundo vio como, después de recibir un empujón, aquel chico golpeó el cráneo del otro con la botella recién comprada que se hizo añicos, solo quedó en su mano el cuello de la botella y el círculo que lo rodea. Si no hubiesen intervenido unas personas que pasaban lo habría degollado allí mismo. Estaba a punto de hacerlo cuando le sujetaron entre cuatro. Los dos primeros no pudieron.
su habitación y de su casa. Está en la calle tranquila donde nació, con su gente, a salvo. Le invade una sensación nueva, demasiado nueva. Se sorprende. Volver. Rápidamente comprende porque muchas personas salen muy poco de sus entornos habituales y cuando lo hacen se sienten inseguros. Deja la ventana abierta, una ducha caliente y larga, elige su atuendo, se decide por algo muy cómodo y viejo, se lo pone, después desayuna sentado en la mesa. Los primeros rayos de sol dan sobre el mantel y le muestran la mancha de vino perpetua caída en una cena muy especial hace mucho tiempo. La recuerda y sonríe. Todos vamos perdiendo… también ganamos. Se pierden sueños y se ganan experiencias. Le surgen dudas, una cierta melancolía y muchos recuerdos.
De ahí provenía su angustia, quedó inmóvil, no hizo ni un solo movimiento. Esto le hizo sentirse impotente y tremendamente cobarde. Cuando llegó la ambulancia y la policía se marchó despacio, cruzó la calle, subió a su casa, colocó la compra en los armarios y el frigorífico. Parecía que nada hubiese pasado de nos ser por el temblor de sus manos y una intensa taquicardia. No podía parar de pensar que hubiese sucedido si no hubiera cedido el puesto a ese tipo en la caja del supermercado. Posiblemente hubiese tardado mucho más tiempo en salir y no se hubiesen encontrado. Es fácil caer en esta trampa, cuando algo malo sucede solemos preguntarnos qué podríamos haber o no hecho para remediarlo. Los sentimientos de culpa, los remordimientos son sus grandes aliados y especialmente esa fantasía omnipotente que nos hace sentir que podríamos haberlo prevenido o sabido. Lo controlaríamos todo si fuésemos mejores, de otra manera. Perfectos, supongo. Así se sentía desde ayer.
La mancha de vino… Visualiza la sangre a borbotones saliendo de la cabeza de aquel chico. Se pregunta qué ocurrió entre ellos, de qué se conocían, qué se dijeron, por qué se produjo ese primer empujón, de dónde eran, quiénes eran sus familiares y amigos, a qué se dedicaban… Buscaba la respuesta a un acto tan brutal y violento. La respuesta al sinsentido. No hay respuesta cuando son muchas las respuestas. O al menos lo parece. Volvió a la habitación, cogió su mochila y introdujo todas sus cosas, se la colgó en el hombro izquierdo, cerró la ventana y se marchó. Paseó durante horas recorriendo las calles, charlando y saludando alegremente a todo familiar, amigo ó conocido. Les sonreía, les bromeaba, les apretaba la mano, les besaba ó abrazaba…
Anoche le costó mucho dormirse, incluso tuvo que tomarse un tranquilizante para conseguirlo. El sueño le ayudó, es un gran reparador, el gran aliado de los problemas, de las dificultades, también de las experiencias traumáticas…
Durante todo ese tiempo en su cabeza solo había una pregunta: ¿Por qué?
Esta mañana al despertar, al levantarse y abrir la ventana todo ha sido diferente, lo habitual ha desaparecido. Las sensaciones han cambiado de sabor, también los tiempos. Desea que todo sea más lento para percibir sin dejarse nada. La ventana abierta de par en par, la seguridad de 116
Recuerdos Imposibles La memoria es una facultad fundamental para nosotros los humanos. Da que pensar saber que los recuerdos no dependen casi nada de nuestra voluntad, también que son imprecisos y subjetivos. Ocurre por ejemplo que te encuentras con dos amigas que vivieron contigo una misma experiencia hace años y cada una cuenta algo distinto, incluso diferente de lo que tu mismo recuerdas. Todavía es más llamativo cuando estás contando alguna hecho acaecido en el pasado, alguien te refresca la memoria con algún detalle y te das cuanta de que tú mismo habías trastocado toda la historia real hasta convertirla en hechos bien diferentes. No es pues de extrañar que diferentes historiadores a partir de los mismos datos encuentren distintas interpretaciones y conclusiones. Habría que añadir aquí quizá la alevosía. Esa otra parte que como un filtro, por razones ideológicas, emocionales, culturales… solo deja pasar lo que conviene, interesa o satisface.
Ayer me encontré- de nuevo- con una vieja emoción. De esas que parece te persigan desde siempre, bueno, desde que uno recuerda para ser más exactos. Lo curioso de la memoria es que es muy selectiva, buscas y rebuscas a través de ella… Unas veces con el mismo pensamiento encuentras unas imágenes y en otro tiempo encuentras otras. A veces ni siquiera cuando quieres encuentras y otras sin querer aparecen. Si la humanizáramos podríamos decir que es caprichosa. Me pregunto por qué es así su naturaleza, qué motivos habrá, si hay alguno. Presupongo que su función debe tener sentido.
Pongámonos pues a nosotros como un filtro del pasado. Cada uno deja pasar lo que puede. De todo aquello que hemos vivido- según los psicólogos todo queda grabado en la mente, todo, sin dejar nada, al menos en el inconsciente- en cada momento, qué se convierte en recuerdo: ¿Lo que nos conviene, lo que nos produce bienestar o malestar, lo que nos
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hace sentir orgullosos o fracasados, lo que nos trae sonrisas o tristezas, lo que sabe dulce o amargo, lo que nos hirió o lo que nos salvó…?
errores. No existen seres humanos perfectos. Probablemente es justamente la memoria la que nos ayuda a mantener vivas nuestras experiencias pasadas, quizá sea una de sus funciones y quizá el mayor de sus sentidos: Nos permite reflexionar, comprender, por ello podemos rectificar, corroborar, afirmar, negar o simplemente aceptar lo que fuimos. De ese bagaje nos nutrimos y crecemos.
Los recuerdos pueden ser fieles compañeros, un baúl de recuerdos con dos compartimentos, uno de experiencias felices, del que echamos mano cuando hace falta para aliviarnos de emociones negativas. Otro compartimento contrario, lleno de experiencias dolorosas, fustrantes, infelices. De los dos tenemos todos, cada uno en su proporción, del primero es obvio su función, no tanto del segundo. El primero se usa más abiertamente, el segundo la mayoría de las veces aparece en soledad o en la intimidad.
El pasado puede ser una pesadísima carga si no comprendemos y aceptamos su sentido. O un excelente lugar donde buscar para entender de qué estamos hechos.
Cada uno de ellos marca una actitud ante el día a día: pesimismo u optimismo. Depende de en cuál de los dos compartimentos nos regodeemos nos sentiremos de una forma o de otra. Ahora bien, ¿podemos los seres humanos elegir con nuestra voluntad y consciencia qué compartimento deseamos o nos encontramos con el hecho de no controlar una gran parte de nosotros mismos?
Escucho desde el salón una sirena, a una de las personas que están conmigo le cambia la cara, le pregunto: ¿Qué pasa? Y me contesta: Cada vez que escucho el sonido de una ambulancia me viene a la cabeza la enfermedad y la muerte. Otro amigo, muy presente, le contesta: ¿Y no crees que sería mejor pensar en lo bien atendidos que estamos, en lo rápido que van a llevar a ese enfermo a curarse y sobre todo, en como las personas luchamos por la vida?
Como en un río que fluye y no se puede navegar naturalmente a contracorriente, ni girar cuando no existe una curva en la geografía, ni ir en línea recta si las corrientes cruzan de una lado a otro.
Fue todo ayer… cuando me encontré con una vieja y conocida emoción: el miedo. Nos persigue en silencio desde “la noche de los tiempos”. Cuando te acaricia te vuelve prudente, cuando te inunda te hace añicos.
La memoria es una herramienta esencial. Los recuerdos son muy importantes para un sano desarrollo de la vida. Necesitan ejercicio, reflexión y cuidado. Hace algunos años un amigo ó enemigo(no lo tengo claro) dijo: “Cuidado con tus acciones, quedarán grabadas en tu memoria, en el futuro cuando recuerdes te gustará y necesitarás sentirte orgulloso…”.
Quizá en la memoria y en los recuerdos haya demasiados miedos imposibles.
Nada más lejos de la realidad de las personas, nada más lejos de la realidad humana. La radicalidad y la severidad moral de estas afirmaciones-nos han dicho seguro otras parecidas- no se ajusta a un mundo tangible. Es imposible vivir sin equivocarse. Es inalcanzable una vida sin 118
Un Susurro Desearía contarles viajes reales e imaginarios. Enseñarles lugares de una belleza sublime y navegar por mares de luz, de espuma y de horizontes lejanos. Y llegar a la otra orilla y sentir el cuerpo caer en la fina arena hasta dormir agotado. Y despertar con los primeros rayos de sol y el frío y suave viento de la mañana.
“Persigue a las mariposas y nunca las atraparás observa a las mariposas y vendrán hasta ti”. Quisiera conseguir con palabras un susurro. Decirles al oído como suenan los silencios y todo aquello que sentimos cuando estamos callados. Lo que ven los ojos, lo que huele la nariz, lo que escuchan los oídos, los movimientos lentos de la yema de los dedos recorriendo todo el cuerpo… Todo en un solo susurro largo y profundo, con todos los sentidos.
Dar un bocado exquisito y poder susurrarles su sabor sin una sola acción, mirándoles solamente. Cocinarles el plato que les hace la boca agua y mueve todo lo que adentro se conecta con el paladar y la saciedad. Todo con mucha hambre… (Cicerón decía que es el mejor ingrediente para una buena comida)
Llenarlo de pensamientos y emociones entrelazadas con el sonido del agua cayendo gota a gota, con la luz de un atardecer rojo entre hojas verdes y tallos tiernos, con una brisa suave rozando las mejillas, con un profundo suspiro de aire puro y fresco.
Me gustaría borrar de las bocas las palabras que hieren y cambiarlas por un susurro de calma y satisfacción. Vaciar las mentes de pensamientos negativos y convertirlos en búsquedas, imaginación y bienestar. Remover los sueños hasta convertirlos en caminos por los que poder andar en el día a día y trotar como caballos por las calles de la ciudad, jugando como esos niños que también somos.
Me gustaría ser capaz de describirles al detalle todo lo que sienten otros y quizá también lo que siento. Las imágenes más hermosas, los recuerdos más felices, otras caras, manos, caricias y cuerpos. Gritos de alegría y de ira. Sueños rotos y corazones latiendo deprisa. La furia de la pasión en su estado puro. La seducción de una mirada de soslayo entre la muchedumbre. Describirles movimientos y gestos de cuerpos que suscitan sus deseos, también los míos.
Subir montañas de un salto y volver a casa a la puesta de sol. En verano, cómodamente tumbado, mirar desde una cima, la luna y el cielo estrellado hasta el amanecer. Recorrer los troncos de los árboles como una hormiga y volar por sus ramas como una ardilla. Besar las hojas delica-
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damente y sentir las fragancias de frutos y flores. Acostarme sobre la yerba y dar vueltas y vueltas hasta la tierra o la piedra que me devolverá a la realidad.
Probablemente creamos todos nuevos caminos y construimos cada uno nuestro propio susurro. ¿Quién o quiénes escucharán, comprenderán y compartirán el suyo?
Pasear por el agua de un torrente levemente inclinado riendo a carcajadas, gritando de júbilo, saltando de alegría, corriendo en todas las direcciones y grabarlo todo con la pupila empañada, mirando a un cielo lleno de nubes de azúcar, de luz y de agua. Reír hasta el hipo. Descubrir nidos de hormigas voladoras, túneles de lombrices largas y blandas, hierba gallina y muros viejos, cañas y recuerdos, revoloteando como una mariposa etérea, delicada y breve como la vida.
Tengan a bien que yo comparta con ustedes mi susurro, escogido a pedacitos, como un cristal roto, desde mi propia imaginación.
Quisiera… desearía… me gustaría… Convertir todas las palabras, las sensaciones y las emociones en un susurro, un solo susurro, largo y tranquilo, como un limpio sorbo de aire. Darme cuenta de lo grandes que pueden ser los deseos e inmensa la imaginación. Percibir ahora, muy adentro, una ráfaga de oraciones contraviniendo cuanto he dicho. Decir es tan rápido y tan lento hacer. Para decir hay que pensar, soñar, idear… para hacer también, más actuar. Puede que sea todo los mismo, más un poco. Ese poco que convierte todo lo pensado en realidad. ¿Parece mucho verdad? Quizá lo es. La suma de muchos pocos es mucho. Me gustaría poder hacerlo, acercarme a su oído y susurrárselo todo. Ahora que me encuentro con la tierra y con la piedra, dudo si tiene sentido o no, si en verdad es posible. Me respondo que no. Resulta imposible con un montón de palabras convertidas en un susurro, decirles todo lo que pienso, todo lo que siento. Con las palabras solas un poco más… aunque no del todo. Quizá sea como intentar comprender una música que suena al acariciar las cuerdas de un todo.
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Un toque de sal
nada, a veces las circunstancias mandaron más de lo que convenía y el día a día se encontró con no pocos condicionamientos.
Cuando era niño hizo y se hizo muchas promesas. Prometió por ejemplo-como en la película Un toque de canela-que pronto volverían a verse. Prometió a una hermosa niña que se querrían para siempre y en los días de lluvia danzarían juntos cogidos de la mano. Le dijo: Pronto, muy pronto volveré. Fue mientras se despedían, él se vio obligado a marchase a otro país.
Ante los sentimientos que le provocaban sus recuerdos familiares disimulaba consigo mismo. Prometió a sus amigos que siempre podrían contar con él, sin condiciones. Que se ocuparía de verlos y de cuidar su relación con esmero. Que estaría en los peores y en los mejores momentos apoyándolos, haciéndoles sentir arropados en las noches de invierno.
Hace más de cuarenta años de aquello y hoy llueve. Camina solo, gozando de cada gota de lluvia que roza sus mejillas y el rostro de aquella niña vuelve como en un rito.
Hace más de cuarenta años de aquello y no siempre estuvo. Incluso cuando a veces estuvo sin llegar a estar o cuando sí estuvo y no pudo dar. Cuidó algunas veces con esmero y otras no. Y desde luego siempre o casi siempre hubo condiciones. Estuvo algunas veces en los peores momentos y en otros desapareció por mucho tiempo. En los mejores momentos pasó lo mismo, quizá para él daba lo mismo el carácter del instante. Y en algunas noches de invierno no lo vieron pasar, ni oler a aquellas sinceras palabras del pasado.
Ante los sentimientos que le provocaba esa imagen grabada disimulaba consigo mismo. También prometió entonces a sus padres que sería siempre bueno y formal, también que les cuidaría y les daría lo mejor de lo mejor. Que pasaría mucho tiempo con ellos y con toda su familia, disfrutando de la intimidad de la sangre y de los amores más incondicionales.
Ante los sentimientos que le provocaban los recuerdos de sus relaciones de amistad disimulaba consigo mismo.
Hace más de cuarenta años de aquello y no siempre fue bueno ni formal, intentó dar todo lo que pudo aunque siempre sintió que nunca fue suficiente. Pasó mucho tiempo con ellos unas veces y otras muy poco o
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Prometió muchas cosas, sobre todo a todos esos ojos desconocidos, sentía que lo juzgaban como a un reo en un juicio sumarísimo. Les prometió éxito y ser impecable, honesto, franco… y otras muchas idealidades y perfecciones que le aseguraran una buena valoración de los demás. Algunos existían en la realidad y se multiplicaron hasta el ahogo en la imaginación de un niño.
siempre de los placeres carnales, demasiados muros llenos-cubiertos de sensibilidades- que hubo que saltar entre tantas promesas. Ante los sentimientos que le provocaban recordar las auto-promesas disimulaba consigo mismo. Ahora tiene cincuenta y ocho años. Siente que ha vivido intensamente. Aún así sabe que la vida de un hombre no da para mucho. Sigue disimulando sus sentimientos, no porque no haya vivido ya la vida más real y se haya dado cuenta para lo poco que sirven las promesas, lo hace porque sabe cuanto hay de fantasía en todo lo vivido y de su necesaria existencia. Normalmente cuando piensa y siente que han habido tantas metas y promesas sin conseguir sonríe, mira al niño que fue y vuelve a sonreír con un sentimiento sin disimulos. Se ve gateando, jugando, tirándose al suelo y saltando, disfrutando sin pensar, “alegrándose de ser” sin más. En ese momento sabe que no disimula los sentimientos que le provocan sus recuerdos. Es aquel niño.
Hace más de cuarenta años de aquello y no siempre tuvo éxito, de hecho cosechó bastantes fracasos, ni fue impecable, ni honesto, ni franco (menos mal). Y les aseguro que no consiguió sino rozar de soslayo algún que otro ideal. No consiguió la valoración deseada, excepto de uno o dos pocos y se preguntó siempre si alguna vez en verdad la obtuvo de alguien en especial. Ante los sentimientos que le provocaban el recuerdo de sus relaciones con los Otros disimulaba consigo mismo. Se auto-prometió también muchas cosas, que sería una persona culta, dedicándole mucho tiempo a la lectura y al aprendizaje. Viajaría por todo el mundo en busca de aventuras y experiencias que le sirvieran para vivir con los ojos bien abiertos y con mucha perspectiva. Que sería capaz de respetar a todas las personas y culturas. Que encontraría la forma de llenar su vida de belleza, sentido y amor. Que cuidaría su cuerpo como a un santuario y disfrutaría con él de los placeres carnales.
Hoy se ha encontrado con la niña- que ya se hizo mayor- y como en la película ella también le ha preguntado por qué no había vuelto en cuarenta años. Él le ha respondido: Tenía miedo. ¿Miedo de estar aquí?, le pregunta ella. No, responde él, miedo al dolor que me produciría tener que volver a marcharme. Parece que la vida se construye de emociones que quedan grabadas en el recuerdo, lugares y personas que llenan de sentimientos todo el vacío. Vamos creciendo y todo va cambiando… los lugares, las personas y nosotros. Un miedo inmenso aparece a cada salto de nuevo al vacío y entonces solo disimular puede calmar un dolor y un sufrimiento tan intenso, hasta alcanzar el siguiente escalón lleno de incertidumbre.
Hace más de cuarenta años de aquello y no supo si aprendió algo suficientemente valioso, las dudas seguían mostrándose a menudo. Leyó mucho durante todo ese tiempo y también viajó pero no tanto como esperaba, el trabajo fue una de sus mayores compañeros de experiencias. No se sentía con los ojos especialmente abiertos. Eso sí, consiguió respetar, aunque no siempre. Tampoco la belleza, el sentido y el amor estuvieron presentes constantemente, muchas veces más bien lo contrario. No cuidó su cuerpo como le hubiese gustado, tampoco gozó plenamente y
Es el toque de sal, se hace invisible, el aderezo de todo lo que nos mueve.
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La lluvia y la melancolía milongas vespertinas, en prisas que no se entienden, en dolor amortiguado, en causas sin techo, en palabras vacías y en imágenes que aparecen y desaparecen inmediatas sin conseguir que un solo hilo recorra el silencio, el nuestro. Cuando no hay nada que decir, cuando uno se deja percibir, llega a uno de los pocos caminos disfrutables. Cuando el silencio es cómodo y sosegado, cuando nada y todo es necesario, cuando cada nota se escucha sin estridencias, sin peros ni ovaciones, cuando la noche, la luz, los colores, la soledad... conforman una orquesta entre los párpados cerrados y uno se sienta tranquilo dejándose ser parte de una noche cualquiera, de un día cualquiera, de una lluvia cualquiera, de un lugar cualquiera perdido entre tantos. Un mar de excesos que rinde cuentas imposibles a nuestros cuerpos cansados de tanta indolencia.
Hoy llueve, las gotas rebotan en los charcos como pequeñas luciérnagas revoloteando. Se escuchan las fuentes seguidas y un sonido intermitente nos recuerda que todo está vivo. Nos escondemos del agua transparente. Quizá también de la claridad de la lluvia en la noche oscura. Tenemos miedo de mojarnos, de la piel que aguarda un contacto imprevisto, de los colores de la noche mojada y de encontrar una emoción perdida.
Cuando nos dejamos ser y nada perturba nuestros sentidos nos encontramos entre tantos que fuimos, cada día y cada noche, con el rostro y el cuerpo limpios de todo aquello que hace sangrar a cada uno sus heridas.
Es difícil encontrarse con los sentidos entre tanto sinsentido y recobrar el aire que renueva los adentros cuando casi todo parece ocupado en
Es el Otoño que vuelve con gotas y sonidos de tormenta. Quizá todo vuelve y se va, resbalando en la melancolía hasta convertirse en un río 123
de experiencias que desembocarán en aquel mar de excesos que nos pide cuentas. Sin saber que nada suena adentro si no hay un hueco que lo haga retumbar.
vacías, los lugares de encuentro vacíos, y los rincones llenos de olores muertos. El otoño y la melancolía, monomanía que "hace que no encuentre quien la padece ni gusto ni diversión". ¡Cuánto miente el diccionario, no ha de haber gusto y placer en el regodeo triste de la melancolía! Diez mil momentos conozco y otros diez mil por cada persona íntima y amiga. Sí, nos hemos regocijado muchas veces en esa "vaga, profunda y sosegada tristeza" suavemente dominante y quizá tan estimulante como la sonrisa y la carcajada de un niño. Quizá a ese infante que todos tenemos dentro y que nunca nos dejó o a nuestros sobrinos, hijos, nietos o nada... solamente queridos. Lo repetiré un millón de veces " la sonrisa... la expresión del ser que se alegra de ser".
Las manos están calientes, intensas, buscando en la tierra lágrimas de agua escondidas, sin saber que esas gotas hondas germinarán en primavera, traerán flores y frutos pero antes todo quedará frío, gélido como la nieve, quieto como el hielo. No somos iguales. La identidad se funde en un hilo maleable que nos mueve sin quererlo. Verano, otoño, invierno y primavera, cada una mueve los hilos y a cada uno de distinta manera. Semejanzas sí, pero nada es igual para todos. Somos como marionetas movidas por las fuerzas naturales, también por fuerzas invisibles que algunos creen que somos nosotros mismos y otros el mismo Dios.
Llueve suave y me alegro. Caen la hojas y me alegro. Llega la melancolía y me alegro. ¿Acaso hay alguna ley natural o escrita que nos diga de qué debemos alegrarnos?
Cae una gota en la mejilla izquierda, el primer contacto es frío y excitante, resbala acomodándose a la piel que nos une al mundo de los sentidos, en segundos caen mas y cada una repite sensaciones e incluso trayectos. Comienzan a caer hojas a la tierra y todo acaba mojado. Seguramente un movimiento ajustado a la costumbre que no disiente de otro cualquiera, igual o más hermoso. Son tantos los que se quedan ocultos y pasan sin darnos cuenta, sin vivirlos. Echo de menos casi todas las fragancias, ocultas en artificios, aparatos ruidosos y olores construidos, culturales como la superficialidad, el tener y la desidia... Me gustaba oler el agua al contacto con la tierra o la tierra al contacto del agua, las hojas de marialuisa, el arroz ayuno, los sobacos de mi abuelo, su gorra, sus pañuelos. Los abrazos con los amigos jugando, el olor a puro desde la puerta de mi casa hasta la cocina. El musgo en una roca resbaladiza, el tomate y el limón al abrirlos... y quizá los sueños... ya no huelen a nada, o lo parece al mirar las plazas 124
Corazones Cuadrados cen siempre como sombras y cada una tiene su leyenda aunque en el fondo no sean más que el reflejo de nosotros mismos. Siempre me pareció curioso con que rapidez pueden los niños pasar de la risa al llanto y como los no tan niños pasamos de querernos a no querernos en cuestión de horas. Como siempre tendí a sentar cátedra le puse nombre: La teoría de la Veleta, cualquier vientecillo suave que roce el eje(lo fundamental) cambia de inmediato nuestra dirección e incluso nuestro rumbo. La primera vez que experimenté en mi persona la teoría me indigné tanto que me odié y odié a todos los seres humanos en un milisegundo. Todavía no había vivido otras, ni había leído y vivido estas palabras escritas por Rosa Montero: “Nuestra identidad, esta cosa tan frágil, no es más que una construcción, un producto de nuestra voluntad en la cual perseveramos cada día. Somos como un castillo de naipes y cualquier viento fuerte nos puede desbaratar: la muerte de un hijo, la pérdida del trabajo, una enfermedad, el simple miedo a ser, a morir, a envejecer.”
Septiembre y el tiempo. Pasó el verano y pronto llegará el otoño. Parece que vivimos entre dos aguas y constantemente en movimiento. Desde lo hecho pasando por lo que hay que hacer día a día hasta la incertidumbre del futuro. Quizá usando herramientas propias que se entremezclan dando lugar a verdaderos galimatías emocionales: La memoria, la consciencia, las emociones y la razón. Y los contrarios que apare-
Añadiría muchas cosas, el desamor por ejemplo... y quizá haya vientos que son brisas y hacen más daño que un huracán. La intensidad de cada viento se siente en las tripas. Y ellas son las únicas que pueden calibrar la fuerza de cada viento. Me viene a la cabeza una frase que leí alguna vez en algún lugar y escrita por alguna persona que ahora mismo 125
no recuerdo, ni quizá mañana: “No juzgues a nadie sin conocer su infierno”. Supongo que dicho de otra forma sería no interpretes la fuerza del viento en otro, ni siquiera imaginas cuánto arrastró u arrasó. Ni nosotros mismos, muchas veces, somos capaces de calibrar el alcance que tuvo en nuestro interior. Los deseos y la emociones mueven ficha mientras la razón intenta ordenar un tsunami. Difícil, no imposible, pero muy difícil.
El corazón se cuadra a base de golpes, fuertes golpes que conforman un carácter y en muchos casos determinan una actitud y mayoritariamente sin darnos cuenta. El miedo natural es sano, nos protege. Si no tuviésemos miedo a quemarnos meteríamos la mano en el fuego, si no tuviéramos miedo al dolor saltaríamos desde lugares de alto riesgo, si no tuviésemos miedo a la muerte no tendríamos capacidad para valorar la vida. Pero si el miedo se apodera de nuestra vida, nos paraliza, nos determina, nos envilece... y trastorna la realidad haciéndola irrespirable, el día a día se hace insoportable y nos instalamos en la crisis como parece que se estila ahora. Me pregunto por qué.
Movimientos lineales o paralelos, siempre repitiendo lo mismo u parecido, movimientos circulares, dándole vueltas y más vueltas para llegar al mismo sitio. Quizá lo más difícil no sea encontrar las respuestas acertadas sino hacerse bien las preguntas. Por eso, la razón llena de sentimientos, emociones, deseos y contradicciones necesita tiempo y ayuda para entender y ordenar, lo bueno o lo peor-no lo tengo muy claro-es que a veces una vida no da para tanto. Y eso duele, duele de dolor, de intenso y absurdo dolor, buscando y sin encontrar sentido.
Tenemos miedo, pero no lo neguemos y mirémoslo de frente. Ante unos ojos ávidos de vida, corre asustado... exactamente hacia su lugar.
¿Quién no se ha roto un tacón para bailar una música que consiga hacer mover alegremente a un corazón cuadrado que no es más que un corazón partido, quizá roto? Los corazones cuadrados se esculpen desde la razón pero no por ella, sino por el miedo, quizá el pánico. Me viene a la cabeza el título de un libro, “El tiempo, ese gran escultor”, me quedo conforme creyendo que el mayor escultor del mundo es el miedo en exceso sin quitar ningún mérito al tiempo, faltaría más. En el amor y en la guerra no vale todo(no sé de donde me han venido estas palabras pero me suenan). Ni existen reglas sobre lo sentido y menos aún en el mundo emocional que además tiene su epicentro en lo más hondo del inconsciente.
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EPÍLOGO ...” así voy yo borracho melancólico guitarrista lunático, poeta y pobre hombre en sueños siempre buscando a Dios entre la niebla.”
A.Machado
Estimado lector, si has llegado hasta aquí te doy las gracias. Han sido muchos años publicando en tucomarca.com y durante todo ese tiempo y más he tratado de transmitir mis dudas y reflexiones. No hay un orden lógico pero sí vital, un orden personal e intransferible como el de cada individuo. Buscando desde siempre una verdad entre tantas, una manera de entender entre muchas, una manera de sentir entre todas. No hay mayores pretensiones, ni siquiera el encuentro de la razón, quizá sí el encuentro con las razones y las emociones. Muchas preguntas y alguna respuesta. Muchas ganas de mirar de frente a nuestras, al menos, dos caras, dos círculos centrales que forman parte de la tela de araña más grande del mundo: La mente humana. Líneas que se cruzan, líneas paralelas, líneas anchas y estrechas, curvas y rectas, visibles e invisibles, como cada secreto a encontrar en lo más hondo de nosotros mismos. Descubrir al fin algunos caminos del laberinto, una mirada ampliada hasta llegar a un punto sin retorno: La perspectiva humana. Tal es lo que quise compartir.