Doris Langlois y Lise Langlois
Psicogenealog铆a C贸mo transformar la herencia psicol贸gica
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Sí, curarse del universo de las sombras Entrever, escoger su propio destino. Sacar de sus raíces la fuerza profunda Conjugar corteza y corazón con pasión. Devenir iniciativa, ramas fecundas, Llegar al cielo en una inspiración…
Dedicamos este libro a nuestros hijos, fruto de las raíces y de la savia que nos han nutrido.
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Agradecimientos Damos las gracias, especialmente, a Michèle Bouchard y a Lucille Langlois, que nos han acompaùado y apoyado a lo largo de este proyecto.
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Introducción En el inicio del tercer milenio, esta obra representa para nosotras un gesto de amor y reconocimiento hacia el esfuerzo de nuestra familia, hacia el camino recorrido por ella y por las generaciones que nos seguirán. Se dirige, ante todo, a aquellos que quieran avanzar en su propia trayectoria personal y familiar por el mero placer de crecer humanamente. También está destinado a todos aquellos y aquellas cuya profesión consiste en trabajar con personas y familias. A lo largo de la lectura, seguiréis, capítulo a capítulo, la historia de una familia de Quebec durante cuatro generaciones. Los nombres, así como diversos elementos y hechos, se han cambiado a fin de proteger la intimidad de las personas de las que se habla; sin embargo, dichos cambios no modifican el contenido de la historia. Además, hemos obtenido el permiso de las personas a las que se alude y que nos han inspirado los personajes clave antes de publicar esta obra. A partir de este relato, nos adentraremos en un proceso psicogenealógico utilizando la aproximación transgeneracional como herramienta de trabajo. Os invitamos a descubrir la riqueza del bagaje afectivo y familiar al que se consagra esta aproximación. Veremos que cada familia tiene un código de leyes y una «contabilidad» que transmite de generación en generación. Veremos cómo se forman las parejas y los proyectos familiares, estudiaremos los diferentes contratos inconscientes que se establecen entre padres e hijos. Examinaremos la dinámica familiar y varios tipos de contratos relacionales que sitúan a los protagonistas en escenarios que no siempre les pertenecen. Veremos cómo, a partir de que se tiene conciencia de la existencia de dichos contratos, es posible que cada individuo revise el suyo propio cuando lo conside-
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re oportuno. Finalmente, evaluaremos los efectos que pueden tener tales revisiones en el sistema familiar y en las relaciones sociales. En cada capítulo os propondremos herramientas como el genograma y ejercicios simples para permitiros efectuar, a lo largo de este viaje, vuestra propia búsqueda. Os animamos a sacar todo el jugo posible a vuestra vida personal dejándoos la libertad para decidir hasta dónde queréis llegar. La aproximación transgeneracional es, en sí misma, un escenario en continua evolución que respeta la creatividad y los descubrimientos de cada uno, integrándolos. Más que dar respuestas, enseña y cuadra con los desafíos relacionales a los que nos somete la sociedad actual. Dicha aproximación permite crear la armonía entre lo que se ha sido, lo que se es y lo que se va a ser. Toma en consideración los aspectos psicológicos, relacionales y sociales del desarrollo que influyen en la constitución de la identidad a lo largo del tiempo. Nos abre la posibilidad de percibirnos y de percibir a los demás con mayor distancia y desde diferentes ángulos. Todo ello nos permite el acceso a una visión más justa sobre las capacidades y los límites reales de nuestro medio de origen, lo cual contribuye a la evolución de la conciencia. La aproximación transgeneracional también nos ofrece los medios para añadir la herencia de nuestra extensa familia a lo que ya somos ahora, haciendo así posible la suma que supone la superación, asegurándonos, no obstante, el equilibrio. Recordemos que cuantos más cambios bruscos de dirección sufran las trayectorias, más indispensable resulta tener en cuenta la propia historia, porque ésta es portadora de identidades diversas que deberemos armonizar. Esto se ve, por ejemplo, en las separaciones, los divorcios, las reestructuraciones familiares, las migraciones de todo tipo y las uniones interculturales. Justamente es en esta atmósfera donde la diferencia ocupa una plaza de honor, donde tenemos mayor necesidad de investigar en nuestras raíces y donde aparecen los descubrimientos. Os deseamos un proceso repleto de respeto y humildad. Desde la posición de lector, os será posible pasar a la de actor de vuestra historia social, familiar y personal, capaz de escribir la continuación del propio rol para los escenarios que están por venir. Después, podréis sentiros
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actores más conscientes para entender la responsabilidad de vuestro papel. Esta forma de ser, al mismo tiempo autor y actor de la propia vida, constituye una preciosa enseñanza, ya que crea un espacio para reflexionar sobre lo que somos y lo que nos gustaría llegar a ser. Cada historia vital es única en el mundo y puede ser el principio de la mejor novela que jamás hayamos leído… A pasos cortos y con el mayor respeto, os invitamos a caminar hacia vuestra propia historia para descubrir la trayectoria de cada cual y acabar consiguiendo el mejor de los aprendizajes.
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Capítulo
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LA PREPARACIÓN DEL PROCESO
Este libro es fruto del deseo de unir el pasado, el presente y el futuro de la vida de los individuos y de las familias, con el objetivo de cuidar y dar sentido a la trayectoria global de la cual participan y en la que evolucionan. Hace algunos años, fue Anne Ancelin Schützenberger, entre otros, quien propuso la utilización de la genealogía en psicoanálisis para buscar, en las vivencias de nuestros ancestros, las raíces de nuestros eventuales problemas de salud física o dificultades psicológicas. La totalidad del proceso se encuentra en la base del concepto de la existencia de un inconsciente colectivo, familiar o grupal –concepto aportado por Jung y Moreno–, el cual sería el origen de una transmisión transgeneracional. Por medio de los fundamentos de la psicogenealogía, este libro os propone la experiencia de una aproximación a corto plazo, cuyo eje será la resolución, el enriquecimiento y la evolución positiva de las trayectorias individuales y familiares, aquí y ahora. El proceso al cual os invitamos trata sobre nuestra elección para desarrollar una aproximación que se sitúa en el cruce de caminos de los trabajos realizados tanto en Estados Unidos como en Europa y que hemos enriquecido con los frutos de nuestras propias investigaciones en el ámbito de Quebec. Como medio de eficacia, este acercamiento integra diversas
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herramientas para la intervención en las relaciones humanas.1 Se trata de la aproximación transgeneracional. Este primer capítulo nos servirá para sentar las bases de la aproximación que nos llevará, a su vez, a comprender mejor el fenómeno de la transmisión del bagaje humano y a preparar los cuidados que requieren nuestras vidas personales y nuestras relaciones familiares a lo largo de los años. Para empezar, veremos la familia como un sistema y estudiaremos su estructura y su funcionamiento. Después, trataremos de las necesidades humanas, que se encuentran en la raíz misma de todo comportamiento. Precisaremos el cuadro general en el que se inscribe la aproximación transgeneracional e introduciremos la noción de trayectoria. Seguidamente, veremos cómo, en el seno de la aproximación, abordamos la familia y el individuo. Finalmente, concluiremos el capítulo presentando una herramienta de trabajo preciosa, el genograma, sobre la cual se apuntarán todos los elementos relativos al conjunto del proceso. Sin más dilación, iniciemos el viaje en el tiempo y dejémonos llevar por la historia y la experiencia humana…
HISTORIA EN AQUEL TIEMPO, LA GENTE SE ORGANIZABA COMO PODÍA Provincia de Quebec, hacia 1920 En la iglesia de una pequeña ciudad, Marie-Léa Savard y Henri Marquis se unieron en matrimonio católico. Marie-Léa es una jovencita alta y delgada de cabellos castaños. Henri tiene buena planta
1. La aproximación transgeneracional integra diversos elementos de la aproximación contextual, de la aproximación sistemática, de la terapia breve, de la terapia de la realidad, de la terapia por el proceso de duelo, de la programación neurolingüística, de la aproximación comunitaria y de la aproximación orientada hacia las soluciones, cuyos autores se citan en las referencias.
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y es alegre. En ese momento no se sabía mucho de ellos, sólo que Henri mantenía una estrecha relación con la familia de ella. Por lo visto, él y sus hermanos se parecían mucho; todos tenían un fuerte carácter y siempre eran el alma de la fiesta cuando se terciaba. Por el contrario, la familia de Marie-Léa era más distante. Entre Marie-Léa y sus hermanas existía una esporádica relación de ayuda mutua, pero no transmitieron mucha información sobre unas y otras a sus hijos, ni a los hijos de sus hijos. Marie-Léa le da mucha importancia al hecho de ayudar a los más desfavorecidos. Es una mujer joven y responsable, de naturaleza generosa. Acoge siempre a todos los que llaman a su puerta (mendigos, gitanos, huérfanos, etcétera). El mayor de sus hijos, Henri, es un niño que «acogió para criarlo» porque sus padres no tenían ni los medios ni la capacidad para cuidarse de él. De los once hijos que Marie-Léa tendrá con Henri, sobrevivirán siete: Marie-Béatrice, Pierre-Éli, Annette, Jueliette, Lionel, Gilbert y Solange. Los otros cuatro mueren antes de alcanzar los tres años de edad. Solange, la pequeña, lleva el mismo nombre que la hermana anterior a ella, que fallece a la edad de un año. A principios de la década de 1920, Marie-Léa y Henri tienen ya casi toda su familia. Henri sabe cubrir bien las necesidades de su familia, pero le gusta la aventura y los cambios. Durante toda su vida, las circunstancias lo obligarán a estar alejado de su casa y de los suyos. Siempre se ha dicho de él que tenía algo de sangre india. Se dedicará a todos los oficios imaginables y trabajará como tratante de madera, jornalero en el campo, barbero, navegante y empleado en una fábrica de Estados Unidos. Le encanta contar batallitas, y la narración de sus aventuras, siempre aderezadas con exageraciones e incidentes increíbles, le granjea el perdón de los niños por estar ausente de casa todo el tiempo. Obligados a soportar las inquietudes, tristezas y el humor sombrío de la madre, los hijos de la pareja reciben al padre y sus historias como agua de mayo. Pero a Marie-Léa no la reconquista tan fácilmente; cada vez le cuesta más conseguir un buen recibimiento. Las ausencias de Henri y los riesgos que corre siempre que está fuera son las mayores de-
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cepciones de la esposa, su pena más grande y su fuente de ansiedad. Marie-Léa sabe que a su marido le gustan las mujeres jovencitas: ¿acaso no se casó con ella cuando sólo tenía quince años? «No es de piedra», piensa ella, y por eso desaparece temporadas tan largas. También sabe que siempre se está metiendo en líos y en asuntos peligrosos y sus inquietudes se multiplican cuando, para colmo, arrastra a los hijos. Los más mayores se irán a menudo de viaje. La historia de la goleta que compró para transportar mercancías todavía se sigue explicando. Los niños recuerdan los inmensos sacos de yute que los ratones roían por las puntas y cómo los cacahuetes se escapaban por los agujeros, que se guardaban ellos como si de un tesoro de tratara. Pero los recuerdos de Marie-Léa son más oscuros. Ella se acuerda de la tragedia que la hizo salir a la calle en camisón, en plena noche, para ir corriendo al muelle, arrastrando tras ella a la pequeña Solange, que se había despertado con el estruendo de la tormenta. Ante el embravecido mar de otoño, por la noche, rogó gritando y llorando que volvieran los suyos a casa. La pequeña Solange no entendía el sentido ni la utilidad de lo que estaba haciendo su madre, ni tampoco su desmedida reacción. Para ella, la tormenta ya daba suficiente miedo por sí sola. A centenares de kilómetros de allí, la goleta naufragaba. Milagrosamente –un milagro que también se sigue contando hoy–, sus tripulantes salieron airosos de la catástrofe. No se puede decir lo mismo del barco y su cargamento, que se hundieron en el mar justo cuando Henri no consideró necesario renovar el seguro para aquel último viaje imprevisto, antes del invierno. A pesar de todo, sabemos que, durante la década de 1920, Marie-Léa y Henri vivían juntos en una casa muy cómoda. Podían ofrecer a sus hijos ciertos lujos. Éstos iban a la escuela. Marie-Léa, que sabía leer, estaba al tanto del aprendizaje de sus hijos. La pequeña era tratada con más indulgencia que sus hermanos y le encantaba estudiar piano. La música siempre sería importante para ella. En esa época, la familia formaba parte de la gente de bien y las amistades de sus hijos eran muy variadas.
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Luego, llegó el crack del 29. La bonita casa de dos plantas, con su parquet bien barnizado y su amplia escalera elegantemente bifurcada en dos tramos, tuvo que venderse por cuatro duros. La familia tuvo que abandonar la ciudad para emigrar al campo. Un penoso recuerdo. Toda la familia se encuentra ahora en el fondo de la escala social, viviendo en mitad del bosque. Construyen una cabaña con la madera que cortan ellos mismos. Tanto los niños como las niñas tienen que trabajar duro. Marie-Léa y Henri dan buenas pruebas de su coraje y tenacidad, a pesar de las miserias cotidianas a las que se ven sometidos. Se las arreglan como pueden para sobrevivir. Los recuerdos de esa época distante son muchos. La familia intensifica los lazos de unión y lo comparten todo. Aunque sólo existen privaciones, Marie-Léa saca fuerzas de flaqueza por sus hijos y por su marido. Cazan, cuidan del huerto y cortan madera. Incluso la pequeña Solange aprende a hacer trampas para liebres. Cada conejo que caza hace que se sienta más orgullosa de sus logros y la anima a desarrollar su habilidad. Todas las semanas baja al pueblo con un trineo tirado por su perro, para recoger el correo y los productos básicos que consigue mediante los cupones de ayuda social. Cuando cae la noche, a la luz de las lámparas de aceite, Marie-Léa lee los libros que se trajo con ella. A su marido le gusta escucharla y memorizar los cuentos, porque él no sabe leer. Después, a los niños les gusta entretenerse leyendo los titulares de los periódicos que sirvieron para forrar las paredes del interior de la cabaña. La pequeña Solange se duerme en su almohada, bajo la que guarda su cuaderno de música, vestigio de las clases de piano que jamás podrá retomar. Marie-Léa conoce las plantas y los remedios que se pueden elaborar con ellas. Alimenta y cuida a los miembros de su familia, lo mejor que puede, con lo que la caza y lo que el huerto proporciona. El café de «corteza de pan», preparado con pan quemado, forma parte de los menús. Aun con toda esta pobreza, la casa está bien provista. Marie-Léa utiliza la ceniza de la madera para obte-
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ner un encausto que le sirve para fregar el suelo de madera mal encajado. El cultivo de la tierra va bastante bien. Las condiciones mejoran un poco y la familia puede volver a instalarse en una casa que merece tal nombre, en la costa, cerca del mar, pero siguen cultivando la tierra porque «tuvieron que trabajar muy duro para deforestar ese terreno». Es una parcela a las faldas de la montaña. Los niños, a los que la necesidad ha vuelto impetuosos, han aprendido a conducir el caballo al que enganchan un carro. La pendiente que tienen que salvar para ir y venir de la parcela es tan estrecha y abrupta que el pobre caballo tiene que sentarse durante el descenso y los niños deben aguantar el carro con todas sus fuerzas para frenarlo y ayudar al caballo cuesta abajo. La pobreza se instala por todas partes. Henri decide irse a Estados Unidos con Pierre-Éli, Annete, Juliette y Lionel para buscar trabajo. Cree que tendrá suerte y podrá llevarse, después, al resto de la familia. Marie-Léa se queda en Quebec con Marie-Béatrice, la mayor, Gilbert, el más joven de los varones, y Solange, la benjamina. Los desplazamientos a los que Henri se lanza, llevado por la necesidad –y en el fondo por gusto–, tienen como consecuencia el alejamiento de los miembros de la familia. Marie-Léa sufre muchísimo por ello. Espera con melancolía noticias de los suyos, que están tan lejos. A Solange, que ahora tiene unos diez años, no le gusta ver a su madre siempre triste, lloriqueando por la vida que le ha tocado vivir. Marie-Béatrice y su madre están demasiado ocupadas lamentándose y consolándose mutuamente como para ver que la pequeña necesita jugar, divertirse, reír y descubrir el mundo. Echa de menos a su padre. Y su padre… quién sabe lo que siente su padre. En Estados Unidos, la segunda hija de la familia, Annette, conoce a un irlandés y se casa con él. Se establece con su marido en Massachusetts. La tercera, Jueliette, que ocupa el lugar central entre los hermanos, conoce a William, un hombre rico que quiere contraer matrimo-
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nio con ella. Pero William profesa otra religión. Juliette, que quiere casarse por el rito católico sea como sea, influye en su novio para que vaya a catequesis y aprenda los fundamentos de la fe católica. Entonces Marie-Léa escribe a su hija Juliette para expresarle que siente una pena profunda e insoportable al ver cómo se desintegra su familia. Le pide que regrese a Quebec con ella y le dice que ya ha tenido bastante con Annette y su matrimonio con un estadounidense, que no puede ser que otra de sus hijas haga lo mismo y se quede tan lejos. Juliette, incapaz de soportar sobre sus espaldas el peso de la amargura de su madre, se doblega ante sus órdenes. Deja al hombre que ama para volver con Marie-Léa; en la maleta, lleva la reciente fe de bautismo del que pudo ser su marido. Mientras Marie-Béatrice, la mayor, está a punto de casarse para fundar su propia familia, la situación económica empieza a empeorar también en Estados Unidos, lo que obliga al resto de la familia a regresar a Quebec. Todos han vuelto hablando inglés correctamente, pero ninguno se ha hecho rico. Así las cosas, vuelven a cultivar la tierra. Las bodas se multiplican y disminuyen las bocas que alimentar, pero también los brazos para trabajar. En casa ya sólo quedan los cuatro hijos menores. Juliette conoce a Ernest. Es un hombre atractivo, agradable, y por lo visto de una familia acomodada, y es un buen partido para Juliette, a ojos de Marie-Béatrice y Marie-Léa. Ambas se encargan de que la pareja se vea con frecuencia. Una bonita noche de julio, Ernest lleva a Juliette de paseo e intenta ciertos avances amorosos; como ella se resiste, acaba por forzarla. Tras este episodio, Juliette queda embarazada y la casan con Ernest. Nueve meses más tarde, da a luz a una niña a la que llamó Julie. Ernest es un mal marido y un mal padre, completamente irresponsable. Frecuentemente abusa del alcohol. Juliette da a luz a una segunda niña, de nombre Hélène. Ernest nunca está en casa. Sus actos delictivos y sus aventuras extraconyugales se multiplican. La situación económica de la familia llega a un punto crítico. Las niñas no pueden comer todo lo que necesitan y enferman con frecuencia. Llega un tercer hijo, esta vez un varón. Juliette lo llamará Armand.
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Los servicios sociales de la época no podían atender las necesidades de la madre y sus hijos, así que Juliette tuvo que recurrir a su familia. Cuando estaba enferma, era su hermana pequeña, Solange, ahora una adolescente, quien iba a cuidarla a ella y a los niños. Ésta, en muchas ocasiones, se vio obligada a suplicarle al tendero del colmado de la esquina para que le fiara y poder alimentar a sus sobrinos y a su hermana enferma. Las humillaciones por las que tuvo que pasar la marcarían profundamente. ¿Por qué no le impidió a su madre que se obsesionara con exigirle a Juliette que volviera a Quebec? ¿No habría sido su hermana mucho más feliz si hubiera podido elegir libremente su destino? A ella nadie le impondría nada, sin lugar a dudas. Y así empezó a reaccionar. Una noche, mientras está fregando la escalera, llega su cuñado Ernest completamente borracho y a Solange no se le ocurre otra cosa que tirarle por la cabeza el cubo de agua. Da rienda suelta a su imaginación y le dice lo que no está escrito; piensa en todas las formas posibles para que aquella pesadilla horrible se acabe. No es un remedio eficaz, pero es ideal como desahogo. El pequeño Armand, que siempre tuvo una salud frágil, cae gravemente enfermo y muere de lo que toda la familia interpreta como una consecuencia de la desnutrición. Juliette, desesperada, sale en busca de Ernest para comunicarle que el niño ha muerto y buscar su apoyo. Tras varios días de búsqueda, lo encuentra en la habitación de un hotel en tal estado de embriaguez que no consigue entender lo que su mujer le está diciendo. En el barco que la lleva de vuelta a casa, siente una desolación tan grande que se tira al agua. Sólo la rápida intervención de algunos pasajeros consigue salvarle la vida. La muerte del pequeño Armand provoca la movilización de los padres y de los miembros de la familia que todavía no tienen una familia propia a su cargo. Marie-Léa, Henri, Gilbert y Solange se volcaron para asegurar la supervivencia de las hijas que le quedaban a Juliette. ¿Cómo iban a soportar la pérdida de otro ser querido?
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Todo lo que habían hecho no había servido para salvarle la vida al pequeño Armand. Gilbert se reprocha haber tenido poca paciencia con su sobrino y el recuerdo de una reprimenda le duele como una puñalada. Se repite que podría haber hecho más y mejor. El recuerdo de aquel hombrecito de cinco años, su fragilidad, su inocencia y su muerte marcaron para siempre los recuerdos de Solange. Armand será, para siempre, el más bonito de los niños y lo buscará, en adelante, en las caras de todos los pequeños. Por su parte, la actuación desesperada de Juliette en el barco no hizo sino aumentar el rencor contra Ernest. Sin embargo, el acontecimiento no se incluirá en la historia familiar. Su recuerdo se hundirá en interminables años de silencio. Durante un tiempo, a Ernest no se le vio el pelo. Cada miembro de la familia intentará pagar, de una forma u otra, un precio personal para atenuar las consecuencias de su irresponsabilidad hacia Juliette y sus hijos.
LA FAMILIA CONSIDERADA COMO UN SISTEMA
Así acaba este primer episodio de la historia familiar. Ésta nos va a permitir, a lo largo de los capítulos, reflexionar juntos sobre la familia, sobre lo que le acaece y sobre las personas que la componen. Para empezar, resumiremos algunas nociones básicas de la aproximación sistémica. Está formada por la aproximación transgeneracional y es esencial para su comprensión global. La familia nuclear y la extensa pueden contemplarse como un sistema humano. «El fundador de la teoría general de sistemas, Ludwig von Bertalanffy, definió los sistemas como conjuntos de elementos interrelacionados tales que toda modificación acontecida a uno de los elementos entraña la modificación global del sistema.»2 El conjunto de elementos en interacción, que es la familia, se organiza en función
2. Mathilde du Ranquet, Les approches en service social, 2.ª edición, Saint-Hyacinte, Edisem, 1991, pág.14.
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de un objetivo. La movilización de la familia Marquis-Savard alrededor de Juliette y los suyos ilustra la modificación que se opera en el sistema a través de un acontecimiento acaecido a uno de sus miembros. En este caso, es una movilización que tiene como claro objetivo asegurar la supervivencia de los elementos del sistema que están en peligro. Todo sistema humano se caracteriza por la presencia simultánea de la tendencia al status quo y la tendencia al cambio. Se requiere una energía enorme para conseguir equilibrar ambas tendencias. En la presente historia, a pequeña escala, Henri personifica el movimiento hacia el cambio. Le gusta descubrir el mundo y probar cosas nuevas. Marie-Léa prefiere la seguridad y sólo se siente bien viviendo lo que conoce. La aventura la inquieta, la asusta. Entre las dos tendencias se instala la tensión y entran en juego numerosas inquietudes, disparidad de opiniones, discusiones y reacciones para preservar el equilibrio del sistema familiar. En tanto que elemento del sistema o miembro de la familia, cada persona tiene una dinámica propia y se relaciona con los otros elementos o miembros familiares a través de comportamientos concretos y comunicaciones verbales y no verbales. Por ejemplo, cuando la pequeña Solange se encuentra en el muelle, en plena noche, siguiendo a una madre presa del pánico, chillando y llorando para que regresaran los suyos, graba en su mente todo lo que ocurre, más allá de las palabras, con su visión infantil. Más tarde, transmitirá a los demás, a su manera, el resultado de dichos recuerdos a través de comportamientos verbales y no verbales impregnados de la historia de esa noche. La familia también tiene una estructura, un funcionamiento y una dinámica que les son propios. Establece una relación de intercambios con otro sistema más amplio, el entorno, para asegurarse el mantenimiento de su equilibrio y evolucionar. El entorno, por su parte, contiene muchos sistemas que interactúan: sistema religioso, sistema escolar, sistema económico, sistema sanitario, sistema social, sistema de ocio, sistema de instituciones de control (gobierno, tribunales), sistema de pequeños grupos sociales, etcétera. Los efectos de dichas entidades sobre las familias y sus miembros son numerosos.
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En ocasiones, la familia ejerce su influencia en el exterior. La manifestación de sus necesidades, de sus esperanzas, de sus opiniones reiteradamente expresadas puede entrañar la revisión y la evolución de esos otros sistemas. A veces es la familia la que está influenciada por el entorno, como le ocurrió a Henri y, los que le acompañaron en su aventura por Estados Unidos. Se mantuvieron unidos, al tiempo que aprendían a comunicarse en inglés. De igual modo, la organización tan poco desarrollada de los servicios sociales en aquella época fue la que obligó a Juliette a solicitar la ayuda de su familia. En la actualidad, el desarrollo de mayores recursos, adaptados a cada caso, nos permite escoger mejor y más libremente. Ello influye directamente en nuestras trayectorias familiares y personales, dejándonos la parte de responsabilidad que nos toca en función de la vida que escogemos. La familia está impregnada por la influencia de las normas y valores de los sistemas que la rodean. Dichas normas y valores del entorno suelen tomar forma a través del lenguaje. Algunas palabras se modifican para encajar mejor con las normas. Es el caso de palabras tales como «mendigo», que ahora llamamos «sin techo»; los «maricones» ahora son homosexuales, las «palizas» se han convertido en malos tratos; las «putas» se llaman ahora trabajadoras del sexo; nos referimos a los enanos como gente pequeña, etcétera. Del mismo modo, hablamos de la igualdad entre hombres y mujeres, de los derechos de los niños o de la libertad de elección. Tras ese cambio de léxico se esconde el cambio de mentalidad, de nuestra percepción del mundo, de nuestra visión de lo que es aceptable y lo que no lo es. Y todo ello no hace sino influir en nuestra forma de enfrentarnos a las dificultades como familia. Se decía que Ernest era un «tratante de bragas», un macarra, irresponsable y egoísta. Hoy en día hablaríamos de alcoholismo, de moral distraída, de maltrato doméstico, de abandono de hogar y de abusos. Tales comportamientos, considerados actualmente como problemas que deben solucionarse y no como fatalidades, son objeto de tratamientos que requieren bastantes recursos. Los valores, que se manifiestan en el lenguaje, las actitudes y la evolución de los sistemas, influyen
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inevitablemente en las experiencias vividas, en las opciones familiares y en la conclusión de nuestra historia. Finalmente, la familia y todos los sistemas que la rodean, están englobados por sistemas aún más amplios (macrosistemas) como son las ciudades, los pueblos, las regiones y las naciones, todos ellos con sus aspiraciones y su identidad. La familia y sus miembros están teñidos con su color y particularmente impregnados de la percepción que los otros sistemas tienen de ellos. Venir del campo, de la ciudad, de tal o cual país nos da una imagen favorable o desfavorable en el momento de entrar en contacto con los que nos rodean. Queramos o no, nuestro medio de origen nos llevará allá donde nosotros queramos… En este punto nos encontramos con el apasionante ámbito de los intercambios culturales, que este libro puede ayudar a comprender aunque no entremos directamente en ellos. Así, «como si fuera una muñeca rusa, la historia individual está encajada dentro de una historia familiar que, a su vez, encaja en la historia social».3 Es imposible aislar unas de otras, como veremos a lo largo de esta obra a través de los Marquis-Savard, en la que se mezclan los tres tipos de historia. Los objetos principales de nuestra reflexión son el individuo y la familia, pero el proceso propuesto puede aplicarse a sistemas sociales más amplios, por eso hemos insertado observaciones aquí y allá.
LA ESTRUCTURA DE LA FAMILIA Los elementos
Los elementos que componen la familia son sus miembros. Cada uno de ellos posee características físicas, psicológicas, intelectuales y relacionales (sociales), a las que se añade la dimensión espiritual que se haya ido desarrollando a lo largo de su experiencia vital. Como vere-
3. Vincent de Gaujelac, La névrose de classe, 2.ª edición, París, Hommes et groupes éditeurs, 1991, pág. 26.
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mos, estas características, que tienen rasgos diferentes en los personajes de Marie-Léa y Henri, por ejemplo, juegan un papel preponderante en la evolución de las características propias de sus hijos. Los subsistemas
Cada familia sufre también una división de sus miembros en subgrupos. Éstos están constituidos por los subsistemas conyugal, parental y fraternal y los subsistemas naturales, que comprenden elementos de la familia extensa (abuelos, tíos y tías, primos…). A lo largo de los capítulos, veremos a unos y otros en acción. El funcionamiento del subsistema conyugal de los Marquis-Savard ya hace pensar que tendrá impactos particulares en los individuos y en los otros subsistemas. Los roles
El lugar, la posición que la persona ocupa dentro de su familia, determina su estatus. Partiendo de ese punto, se espera de dicha persona que actúe según ese estatus, conforme a los modelos culturales del entorno y de la época en que evoluciona. El rol es el «conjunto de modelos culturales asociados a un estatuto determinado. Engloba, en consecuencia, actitudes, valores y comportamientos que la sociedad asigna a una persona».4 Cada uno de los roles implica derechos y deberes que determinan el reparto del poder en el ámbito familiar y en el establecimiento de la jerarquía. El rol, a su vez, viene definido por los modelos culturales propios de una época concreta y las expectativas de los miembros de la familia de quien detenta un rol determinado. La personalidad, así como la percepción de quien lo asume, tiñe la forma en que cumplirá con su rol. Así, al rol se le reconoce, además de una dimensión social, un aspecto psicológico. Una pequeña Solange de la década de 1920 no jugaba su rol de benjamina de la misma forma en que lo haría hoy en día, sino que lo desempeñaba necesariamente influido por lo que ella era en tanto que individuo único.
4. Mathilde du Ranquet, op.cit., pág. 136.
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Las fronteras
Las fronteras externas son las líneas de demarcación que separan, más o menos herméticamente, la familia del entorno, es decir, de otros sistemas. La apertura o clausura de fronteras es determinante en la capacidad de la familia para asegurar la continuidad y el crecimiento de sus miembros, ya que «la necesidad de diferenciación, la posibilidad para cada uno de poder expresar su Yo individual, se combina con la necesidad de cohesión, de conservación de la unidad del grupo».5 Esto une las nociones de status quo expresadas antes en relación con la necesidad de cambio. De este modo, en la historia de los MarquisSavard, podemos observar el deseo de libertad de Henri, que lucha por abrir fronteras, frente al deseo de seguridad y de pertenencia de MarieLéa, que pugna por cerrar fronteras cuando, por ejemplo, reclama a Juliette que regrese a su lado. Las fronteras internas, por su parte, se establecen entre los diferentes subsistemas: conyugal, paterno y fraterno, así como entre los elementos de una misma familia. Igual que en el caso de las fronteras externas, pueden ser muy estancas o más permeables. El objetivo de dichas fronteras es proteger la zona de acción de cada subgrupo para que así pueda ejercer correctamente los roles que le corresponden y preservar la identidad y la diferenciación. Las fronteras demasiado herméticas y rígidas impiden la comunicación y el ejercicio de los roles, provocando, en la mayoría de ocasiones, el «desapego». Por otra parte, cuando las distancias disminuyen y las fronteras externas o internas se borran, se produce una confusión en la familia nuclear o en la extensa. Entonces se dice que hay «enmarañamiento». Por ejemplo, podemos preguntarnos hasta qué punto la rigidez de Marie-Léa, con respecto a la elección de un marido para Juliette, ha podido provocar cierto desapego por parte de esta última por haberle arrebatado una elección que le pertenecía, y cómo esto ha podido in-
5. Maurizio Andolfi, C. Angelo, P. Menghi, A.-M. Nicolo y K. Giacometti, La forteresse familial, París, Dunod/Bordas, 1985, pág. 2.
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fluir en el deterioro posterior. También es posible deducir que los problemas experimentados por Ernest en su papel de esposo y padre han provocado un exceso de participación por parte de ciertos miembros de la familia de Juliette, lo cual acaba por favorecer un embrollo en el ejercicio de los roles de cada uno.
EL FUNCIONAMIENTO DE LA FAMILIA Las reglas del funcionamiento
Las reglas son las balizas del comportamiento, del modo de comunicación y transacción, tanto en el interior de una familia como en el exterior. Son más o menos unas reglas internas que rigen lo que se puede hacer y lo que no, que marcan los límites de hasta dónde se puede llegar y que deben ser respetados. Existen reglas implícitas y reglas explícitas. En ambos casos, éstas son perfectamente conocidas por todos los miembros de la familia. Sin embargo, mientras que unas tienen nombres precisos y las consecuencias de su transgresión están claras, las otras no se comentan nunca, a menudo son inconscientes, y por tanto son más difíciles de cuestionar. Retomaremos este tema de manera más precisa en el siguiente capítulo. Formas repetitivas de relación y de funcionamiento
La complejidad de las interacciones en el seno de una familia se caracteriza por el número y la variedad de los lazos que existen entre todos los subsistemas y cada uno de sus miembros. Dado que cada persona está ligada al resto, cuanto más importante es el número de personas, más aumentan las interacciones. Una observación atenta de éstas permite percibir los modos repetitivos de relación a través de las generaciones (conflictos, simbiosis, rupturas…), así como las formas repetitivas de funcionamiento (forma de abordar los problemas, manera de reaccionar frente a acontecimientos exteriores…), que son los «patrones».
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LAS NECESIDADES HUMANAS
Hemos establecido que los sistemas se organizan en función de un objetivo. Entre los humanos, uno de los objetivos es la satisfacción de las necesidades del grupo y de sus miembros. Abraham Maslow, partiendo del hecho de que todo ser humano busca la satisfacción de sus necesidades fundamentales en todo lo que hace, propuso una jerarquía de dichas necesidades básicas, que presentó como aparece en la figura 1.1.
Figura 1.1 Jerarquía de las necesidades, según Abraham Maslow
Las necesidades, colocadas por orden de prioridad a partir de la base de la pirámide, deben ser consideradas por la persona o por el grupo en ese mismo orden. Y eso es lo que hacemos todos la mayor parte del tiempo de forma espontánea. Así, en casa de los Marquis-Savard, las clases de piano de Solange pasan a un segundo plano cuando llega la crisis económica. Aparece un período de hambre y la colectividad de la época se moviliza para ofrecer todos los recursos que tiene disponibles (cupones de ayuda social) para ayudar al grupo. Del mismo modo, algunos miembros de la familia renuncian a sus propias expectativas personales para dar respuesta a las apremiantes necesidades de los hijos de Juliette.
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Una misma acción puede responder a diferentes niveles de necesidad. Por ejemplo, una persona puede escoger una profesión que satisfaga sus necesidades fisiológicas (alimentación, ropa, casa, etcétera). Pero también puede elegirla para agradar a los que la rodean y hacerse querer, lo cual responde a la necesidad de pertenencia y amor. Si se basa en su potencial real y en las ganas que tenga de realizar un trabajo concreto, entonces estará satisfaciendo su necesidad de realización y llegará a la dimensión espiritual. Generalmente, para que una persona pueda satisfacer las necesidades más elevadas en esta escala, el individuo tiene que haber conseguido cubrir las necesidades precedentes en algún momento de su vida. La satisfacción mínima de las necesidades físicas y afectivas de una persona se traduce, habitualmente, por una sensación de bienestar y de equilibrio interior que favorece la madurez. Claro que puede suceder que el orden se invierta. Así, por ejemplo, un padre puede sacrificar su propia vida para salvar a un hijo. Este tipo de irregularidades puede producirse, también, cuando un individuo consigue el éxito a pesar de sufrir graves privaciones materiales. En estos casos, la realización de uno mismo se convierte en una especie de misión, tanto en los pequeños gestos cotidianos como en las grandes realizaciones visibles para todo el mundo. La realización personal, aunque tenga un carácter sistémico, irradia del individuo y se aprovecha del entorno. Así las cosas, en la búsqueda de la satisfacción de nuestras necesidades, reside un poderoso motor evolutivo. El acceso a dicha satisfacción depende muy estrechamente de la existencia y la movilización de recursos, tanto individuales como sistémicos. Cuanta más movilización permite un movimiento, más posible es el cambio buscado. Por eso, dado que somos actores de la evolución y si el entorno nos ofrece los alicientes necesarios, todo movimiento nos conduce a un cambio.
HISTORIAS VITALES EN EL ESPACIO Y EN EL TIEMPO
Cuando añadimos al estudio de los sistemas y sus cambios la dimensión temporal, se torna bidimensional. Por una parte, es posible hacer
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una «foto» en un momento dado y tendremos, ante los ojos, un espacio en el que podremos observar la posición de todos los sistemas y los lazos que los unen en un momento preciso, como Solange y su familia, en el entorno de la década de 1930. Por otra parte, si desplazamos la historia en el tiempo como si de una película se tratara, no sólo podremos ver dichos sistemas en acción, sino que también podremos contemplar su evolución y las mutaciones sufridas de generación en generación. La combinación de ambas acciones otorga a las historias vitales una dimensión espacio-temporal. Como ya hemos apuntado antes, el camino que os proponemos se fundamenta en la idea de que en nuestro pasado pervive una herencia psicosocial que continúa viviendo en nosotros, consciente e inconscientemente, y que transmitiremos a nuestros descendientes. Dicha transmisión se compone de proyecciones y de identificaciones de lo más variado. Da lugar a la repetición de maneras de ser y de comportarse, a patrones relacionales o escenarios previamente escritos que se reproducen como «calcos» de una generación a otra. La aproximación transgeneracional, gracias a su dimensión espacio-temporal, permite circunscribir la transmisión del bagaje psicosocial entre los individuos y las familias a través del tiempo. Por una parte, la transmisión es portadora de secretos, de penas y de dificultades no resueltas. Por otra, permite transferir todos los talentos y todos los recursos individuales y familiares que son necesarios en la vida para hacer de contrapeso a las miserias transgeneracionales, permitiendo así la evolución de individuos y grupos. Las «historias vitales» están en el corazón mismo de la aproximación transgeneracional. Permiten viajar a través de las generaciones, hacer inventario del material transmitido mediante la herencia y seguir los desplazamientos temporales. Porque, en este caso, los que cuentan la historia son, al mismo tiempo, los actores, y la realidad subjetiva adquiere mayor importancia que la objetividad. Y aún más si los datos y los hechos históricos verificables, como las fechas, los nombres de personas y los topónimos, son explicados por los protagonistas a partir de sus propias experiencias y percepciones personales. En este universo de percepciones y apreciaciones subjetivas es donde residen las ale-
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grías, el sufrimiento y el deseo de cambio, lo que ofrece a la persona, al mismo tiempo, la ocasión y la posición adecuada para retroceder. Eso establece un equilibrio entre nuestro mundo emotivo y el mundo racional que, juntos, se movilizan para llevar a cabo el cambio deseado. Los objetivos de trabajo propuestos por la aproximación transgeneracional son: •
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Ayudar a la toma de conciencia de la mecánica de la transmisión, que condiciona buena parte de nuestras acciones, así como de nuestra identidad. Permitir que cuestionemos los calcos que animan en los planos personal, relacional, familiar y social. Aumentar nuestra capacidad para escoger, conservando el camino que queremos seguir libremente, y eliminar lo que no queremos reproducir ni transmitir a nuestros hijos. Favorecer nuestra amplitud de miras tomando conciencia de los aspectos psicosociales de los grupos humanos que evolucionan en la dimensión espacio-tiempo.
LA VIDA INTERPRETADA COMO UNA TRAYECTORIA
La «trayectoria» individual y familiar es una de las principales herramientas de trabajo de la aproximación transgeneracional. Dicha trayectoria es comparable a las huellas que dejan las patas de un animal en la nieve. Se puede seguir de la misma manera que podemos ir tras las huellas del animal desde el punto de partida hasta el lugar donde se encuentre en ese instante. Esto aporta mucha información sobre el camino que emprenderá en el futuro. Nuestra trayectoria está repleta de marcas ligadas, en buena parte, a la satisfacción o insatisfacción de nuestras necesidades. De idéntica forma que las pisadas del animal, las huellas pueden ser reconocidas e identificadas porque muestran las características de su origen, y su «repetición» nos enseña la dirección previsible que tomarán. Cada trayectoria vital tiene una dirección propia. Las herencias psicosociales sucesivas que la influyen, del mismo modo que las nuevas
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elecciones que se presentan, la van desviando de su camino inicial. Por aquí y por allá, a lo largo de su recorrido, a veces la conducen hacia la evolución y en otras ocasiones la llevan a la repetición de patrones e incluso a la propia destrucción. Pueden verse ramas de un árbol genealógico extenderse muy lentamente, por falta de recursos suficientes con los que hacer frente a desafíos demasiado fuertes o a futuros demasiado hipotéticos. Las riquezas de la herencia transgeneracional, que otorgan a la trayectoria vital una dirección satisfactoria, merecen ser conservadas como oro en paño. Por otro lado, las diferentes elecciones que se apartan del material heredado son igualmente necesarias para desviar una trayectoria que es actualmente poco satisfactoria y que conduce a repeticiones destructivas. La conservación del material útil, así como la elección de cosas nuevas que aporten mejoras, son la fuente de la evolución de los individuos y los sistemas. Así, podemos comprender por qué la aproximación transgeneracional se preocupa constantemente de ampliar el abanico de elecciones para los individuos y sus familias. Es en este preciso tema donde cada individuo puede ejercer su poder en su propia trayectoria y, en consecuencia, transmitirlo a sus descendientes. Un cambio sobre una trayectoria puede modificar de manera notable las interacciones del individuo con la familia, y de ésta con el entorno, en el aquí y ahora (coordenadas temporales). La aproximación transgeneracional tiene la ventaja de poder pasar de lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño. Nos da una visión más amplia de las interacciones mediante el estudio de las generaciones pasadas para llevarnos, inmediatamente, al momento presente en el que el menor cambio podrá modificar toda una trayectoria.
EL RESPETO ESENCIAL PARA UN RECORRIDO PERSONAL Y FAMILIAR
Los viajes en el tiempo, que se efectúan en la aproximación transgeneracional, nos permiten observar una larga cadena de generaciones. Contienen mucha información sobre la composición de cada uno de los eslabones, sobre la forma en que se unieron los unos a los otros,
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sobre las fuerzas que actuaron sobre ellos y sobre muchas cosas más. En el tema de las relaciones humanas, no podemos interesarnos por el individuo sin tener información de su familia y su entorno, del mismo modo que no podemos interesarnos por una familia sin tener en cuenta a los individuos que la componen. La reflexión lleva, a la vez, al interior del ser humano, es decir, a su dimensión psicológica, así como al entorno que lo rodea, esto es, a su dimensión social. La aproximación transgeneracional es, pues, psicosocial. El recorrido propuesto no consiste en una búsqueda de culpables ni en una justificación para restar responsabilidades a personas o familias. Al contrario, es una muestra de respeto, de afecto y de aceptación. Preconiza el desarrollo de una conciencia, la ampliación del abanico de elecciones y la responsabilización para que la trayectoria mejore en el presente y en el futuro. Se aleja del pensamiento puramente egocéntrico para dirigirse a un pensamiento ecológico. Al trazar en el tiempo la insaciabilidad de las necesidades fundamentales que sus marcas han dejado en los individuos, el proceso pone en perspectiva la importancia de corregir lo que uno mismo ha trazado, no sólo para mejorar él sino también para que lo hagan sus descendientes. Añade peso a las decisiones y a los actos de hoy porque tendrán una influencia exponencial en el futuro. En dicho contexto intervencionista, más que resaltar la rivalidad de las diferentes escuelas de pensamiento (aproximación sistémica, aproximación por el proceso de duelo, aproximación estructural, aproximación comunitaria, terapia breve, aproximación orientada a la solución, programación neurolingüística [PNL], aproximación analítica, etcétera), el trabajo transgeneracional las armoniza y las utiliza allá donde las considera más eficaces durante el proceso. La intención positiva
«Detrás de cualquier comportamiento hay una intención positiva.»6 Esta intención positiva está directamente ligada a la satisfacción de las necesidades fundamentales, ya sean psicológicas, afectivas, sociales o es-
6. Presuposición de la programación neurolingüística.
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pirituales. Evidentemente, esta afirmación no excusa en ningún caso los comportamientos inadecuados o inaceptables que tengan consecuencias proporcionales a su gravedad. Sin embargo, esta suposición permite entender mejor el origen de los actos y favorece la comprensión del ser humano considerando, previamente, el conjunto de sus experiencias vividas. Este punto de vista se denomina connotación positiva y es la traducción evolutiva de los comportamientos insatisfactorios. Tomemos como ejemplo a Marie-Léa, que llama a Juliette para que regrese a su lado, obligándola así a romper con su novio William. La intención positiva de dicho comportamiento no es otra que la satisfacción de la necesidad legítima de afecto, de acercamiento a los suyos y de apoyo moral, además del sentimiento de pertenencia. Sin justificar la posición de Marie-Léa en esta circunstancia, tener en cuenta la connotación positiva nos permite reconocer en sus actos un deseo absolutamente humano. En un caso así, lo correcto sería encontrar el modo de satisfacer las necesidades de la madre sin necesidad de acabar con la libertad de la hija. La disponibilidad del potencial de la persona y de los recursos del entorno
Hay un segundo postulado que presupone que «cada uno hace lo mejor que puede con los recursos de que dispone en el momento en que se encuentra».7 Si seguimos con el mismo ejemplo anterior, podemos suponer que, en esa situación, Marie-Léa hizo todo lo que buenamente pudo con los pocos recursos que contaba en ese preciso momento. Podemos pensar que si la madre hubiese aprovechado más recursos de apoyo, en esa época de su vida, las cosas hubiesen sido muy distintas para su pobre y sacrificada hija Juliette. Pero también es fácil de entender que, como mujer de su tiempo, había desarrollado en su interior valores relativos a la solidaridad familiar, más que los relacionados con la libertad individual. Si Marie-Léa hubiese sabido en ese momento la desgraciada vida que le esperaba a su hija, probablemente hubiese sido
7. Idem.
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más prudente a la hora de exigirle que regresara junto a ella. Sin justificar los errores ni los comportamientos irresponsables, la consideración de los recursos internos y externos pone de relieve la impotencia del ser humano ante las experiencias que le van llegando. Ello permite suavizar la culpabilidad estéril y destructora que suele acompañar a algunos recuerdos penosos que no podemos arreglar. En el presente, esta suposición subraya la importancia de trabajar en la identificación, el desarrollo y la movilización del potencial del individuo y los recursos del entorno que pueden aprovecharse en la experiencia humana. Los diferentes escenarios para el comportamiento
Si lo analizamos en la distancia, podemos añadir que el marco en el que Marie-Léa quiso situar a su hija habría sido adecuado en otro momento y en otro contexto. Si Juliette hubiese tenido sólo quince años, por ejemplo, todos nosotros podríamos entender perfectamente la actitud de la madre. Eso demuestra que, en ocasiones, un comportamiento puede ser inadecuado en la situación en que se expresa, mientras que sería de lo más normal y aceptable en otro contexto y en otro momento. Esto nos conduce directamente a una técnica denominada «reenfoque contextual». Éste consiste en concentrar el trabajo sobre la pertinencia de la relación entre la expresión de un comportamiento, en función del contexto en que se manifiesta. Es exactamente lo que ocurre cuando un padre le dice a su hijo de cuatro años que puede dar una patada al balón con todas sus fuerzas, pero no puede darle ni un golpecito a su hermano. El reenfoque contextual permite, pues, entre otras cosas, trabajar en la energía que alimenta los comportamientos violentos para recuperarla y enfocarla a actos positivos. Se consigue reenfocando la energía hacia un contexto apropiado que respete al mismo tiempo las necesidades del individuo y del entorno. Por ejemplo, la música y los deportes son canales de expresión muy adecuados para la gente joven. El trabajo realizado a partir de la historia puede ayudar a redibujar lo que ha tenido efectos nefastos en el pasado y a evaluar cómo los diferentes comportamientos se interpretarían en el contexto actual. Cuando un cambio es deseable, nos toca reconocer la necesidad que se esconde detrás del comportamiento y encontrar el dónde, el cómo, el
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cuándo y con quién puede ser satisfecho, todo ello sin amenazar nuestros valores. La connotación positiva, la consideración de la disponibilidad del potencial y de los recursos y el reenfoque contextual permiten acabar con las percepciones «sesgadas». Éstas, que separan lo completamente bueno (idealizado) de lo completamente malo (rechazado), endurecen las posturas y cierran las puertas a numerosas soluciones o a nuevas elecciones. Sin embargo, es evidente que estas técnicas, aunque permiten una mejor comprensión y nos ayudan a identificar el centro de la diana para hacer blanco en ella, no son suficientes, por sí mismas, para modificar un comportamiento. Nuestro compromiso para cambiar en tanto que individuos o familias, sigue siendo la principal baza. Similitudes de la experiencia
Como en todos los lazos de unión significativos, la ayuda y la ayuda mutua vienen determinadas, en la aproximación transgeneracional, por la filiación. Mathilde du Ranquet8 indica que dicha filiación se apoya en el hecho de que nuestro patrimonio humano común es más importante que nuestras diferencias. Así, las numerosas similitudes en las diferentes experiencias con las que nuestra historia está aderezada facilitan la aproximación. Sabiendo que difícilmente podemos llevar a los demás más lejos de lo que nosotros hemos llegado, es interesante realizar un ejercicio que se imponga a nuestra propia trayectoria personal y familiar, para conseguir una influencia positiva en nuestro entorno. La conciencia de uno mismo, que resulta de dicho ejercicio, nos facilita las cosas a la hora de diferenciar entre lo que pertenece a los demás y lo que nos pertenece a nosotros. Un mordisco detrás de otro...
Ya hemos visto que la aproximación transgeneracional nos lleva de lo más grande a lo más pequeño y viceversa. Uno de los maestros que hemos tenido a lo largo de estos años resumía perfectamente, en una
8. Mathilde du Ranquet, op. cit., pág. 136.
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sola frase, el método que debe emplearse para progresar en este camino. «Solamente hay una forma de comerse un elefante –decía–, y es dando un mordisco detrás de otro.» Y ésa es, en efecto, la mejor manera de abordar el trabajo transgeneracional. Se trata de dividirlo todo en pequeñas partes para que nos sea posible descubrirlas, digerirlas, cuestionarlas y, finalmente, modificarlas. Ésa es la base de numerosas aproximaciones cuyo eje se articula en torno al cambio «aquí y ahora» y sirve del mismo modo para la aproximación transgeneracional. Es así como vamos a construir la historia de la familia MarquisSavard y de sus descendientes, y de esta misma forma la analizaremos a lo largo de esta obra.
EL GENOGRAMA O EL DIBUJO DE LA FAMILIA
Un genograma es una herramienta de análisis mediante la cual se presenta una familia biológica o psicológica, que tiene en cuenta por lo menos tres generaciones y que se sucede en el tiempo hasta la actualidad. Es una especie de árbol genealógico que presenta la información de los miembros de la familia y las relaciones que mantienen entre ellos. La información, presentada de forma gráfica, permite conocer, de un vistazo, numerosos datos y formular hipótesis sobre los posibles lazos entre un problema y su contexto familiar. También podemos observar la evolución, con el paso del tiempo, tanto del problema como del contexto. El genograma es la herramienta de partida del trabajo transgeneracional. Generalmente se hace a mano, ya que la disposición de elementos sobre el papel ofrece, por sí misma, una información muy valiosa. Recordemos que el proceso pasa por la traducción subjetiva de la persona y que incluso la falta de información aporta mucho sentido. Seguidamente se muestra la lista de algunos de los símbolos más empleados en un genograma. Esta lista es la que se sigue para confeccionar el genograma de la familia Marquis-Savard, realizado a partir de la información obtenida en la historia que se presentó al principio del capítulo.
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Figura 1.2 S铆mbolos empleados en la confecci贸n de un genograma
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Genograma de la familia Marquis-Savard
Figura 1.3
Ejercicio Dibujar a mi familia 1.
Inspirándote en esta parte del genograma de la familia MarquisSavard y a partir de los símbolos que se facilitan, realiza el genograma de tu familia, o de una familia que conozcas muy bien. Indica toda la información que puedas en relación a: –
La edad, el sexo, el orden de los nacimientos o las adopciones –legales o no–, las muertes, los abortos y los no natos.
–
Las uniones simples o múltiples (parejas de hecho, bodas), las rupturas (separaciones, divorcios o viudedad).
–
La composición del hogar (nuclear intacto, rehecho, adoptado, incluidos los miembros de la familia extensa).
–
Las características particulares de los miembros (origen étnico diferente, estado de salud física o emocional, presencia de alguna discapacidad, su relación con el trabajo, con las drogas, con el alcohol, con la justicia, etcétera).
2.
Indica, en la parte inferior del genograma, las fechas y los acontecimientos que han marcado la historia de las personas.
Recomendamos conservar esta información durante la lectura de toda la obra porque, conforme vayan sucediéndose los capítulos, accederemos a más detalles sobre ciertos datos y dejaremos su análisis para más tarde. Con ello, podrás hacer un trabajo paralelo y familiarizarte con las herramientas utilizadas en la aproximación transgeneracional.
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