Primera entrega herbario B

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JARDINES BOTÁNICOS: MUSEOS VIVIENTES Siempre que viajes a otra ciudad o país, pregunta si tie- otros. Entre sus atractivos pueden tener una carpoteca (colección nen un jardín botánico y no dejes de visitarlo. Segura- de frutos), una xiloteca (colección de maderas), o un herbario. A mente encontrarás hermosísimas sorpresas y aprenderás continuación algunos de los jardines más bellos del mundo. mucho del ecosistema que rodea el lugar que visitas. Los jardines botánicos se diferencian de otros jardines porque su objetivo es el estudio, la conservación y divulgación de la diversidad vegetal. Se caracterizan por exhibir colecciones científicas y plantas originarias de todo el mundo, generalmente con el objetivo de fomentar el interés de los visitantes hacia el mundo vegetal. Pueden tener diversos nombres según su especialidad: arboretum (colecciones de árboles), palMontreal, Quebec, Canadá metum (colecciones de palmeras), fruticetum (colecTiene un arboretum (colección de árboles y otras ciones de arbustos y arbolillos), cactarium (colecciones plantas leñosas) de 7000 especies y un insectario de cactus y plantas que crecen en los desiertos), entre con 160mil especímenes vivos y preservados, además de un jardín oriental, el más grande de su clase fuera de Asia.

Jardín Botánico de Medellín, Joaquín Antonio Uribe: entre su colección de plantas vivas podremos encontrar unos 1200 árboles.

Byodoin, Kyoto, Japón. Patrimonio de la Humanidad. Pabellones al estilo chino y japonés. Uno de los cinco últimos jardines-paraíso de Japón.

Kew, Londres, Gran Bretaña El jardín botánico más grande del mundo, con una de cada 8 especies de plantas conocidas. Giverny, Normandía, Francia Pintura viviente, hogar donde vivió, pintó y jardineó el gran pintor impresionista, Claude Monet.

HERBARIOS EN EL MUNDO Y EN COLOMBIA El primer herbario que se conoce de las cuales aún no se encuentran data del Siglo XVI y fue hecho por identificadas. Sin embargo, herbarios Luca Ghini, profesor de Botánica en como los de Kew (Inglaterra), Nueva la U. de Bolonia, Italia. Esta práctica York, París y Estocolmo, poseen tamadquirió gran importancia durante los bién colecciones notables de hongos siglos XVII y XVIII, época en que se y líquenes (organismos que resultan llevaron a cabo exploraciones a terri- de la asociación entre un alga y un torios desconocidos. La mayor parte hongo) procedentes de diversas parde las colecciones correspondieron a tes del mundo. plantas medicinales y comestibles. El herbario con el mayor número de Los herbarios inicialmente eran colecciones privadas de científicos o botánicos y luego se asociaron a jardines botánicos y universidades. Hoy se cree que existen alrededor de 3.300 herbarios públicos en el mundo, con más de 250.000 especies de plantas vasculares (cuentan con sistema de vasos para el transporte de sustancias y savia), muchas Museo Nacional de Historia Natural de Francia.

especímenes en el mundo es el del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, en París, con cerca de 9 millones de ejemplares. Le siguen el del Jardín Botánico de Nueva York y el del Instituto de Botánica Komarov, en Rusia, con un poco más de 7 millones, y el herbario del Real Jardín Botánico de Kew, en Inglaterra, con cerca de 7 millones. En Colombia, el herbario con mayor número de ejemplares es el de la U. Nacional, con cerca de 500.000 ejemplares; seguido del Herbario de la U. de Antioquia, el cual cuenta con aproximadamente 180.000 especímenes. En Antioquia, el segundo en número de colecciones es el del Jardín Botánico de Medellín con casi 100.000 ejemplares.

CHENGUE (Erythrina fusca)

(leyenda de la Ciénaga Grande de Santa Marta)

Entre los primitivos pobladores de Araché cuentan la leyenda de Chengue, un indio que de niño nunca aprendió a lanzar una flecha, ni nada que tuviera que ver con la guerra. En cambio, tenía un don especial para sentir las cosas: el canto de las chicharras lo hacía reir hasta el hipo y suspiraba con la simple caída de una hoja. Cuando Chengue llegó a la pubertad, se le agudizó la nariz, las cejas le crecieron en punta y los ojos se le llenaron de chispas. Lo creyeron loco, pues al amanecer se subía en los árboles donde pasaba horas enteras imitando el canto de los picogordos, los toches, los congos, las oropéndolas, el búho, la lechuza o el guacabó. ¡Y en los árboles vecinos le contestaban las aves! Pero los jefes de la aldea le cogieron rabia pues en su canto hablaba de una rara fruta con granos de maíz, llamada mazorca, que había llegado: “La extraña semilla debía ser repartida. Que todos los hombres, sin distingo de clases, gocen de sus beneficios”, decía. Chengue fue expulsado del pueblo y los brujos le pusieron la maldición de ser convertido en árbol. Cuando Chengue lo supo, dijo con voz de trueno: “Si el pueblo no cambia de conducta, todo envejecerá pronto”. En efecto, el día que tuvo que salir del pueblo, cayó sobre el caserío un silencio extraño: los bohíos se llenaron de telarañas y los granos de la mazorca forastera que se habían guardado para la siembra, empezaron a nacer en el fondo de los calabazos secos. En los patios, nunca más se maduró un fruto. Los niños empezaron a sufrir de orzuelos, los viejos de sordera galopante, los caciques y brujos de temblores involuntarios y hasta los árboles se marchitaron. Mientras tanto, Chengue se fue tatareando la parte de su último mensaje: “Todo envejecerá de pronto”. Y por donde pasaba un concierto de aves llenaba el ambiente. A orillas de la Ciénaga, el indio se miró en las aguas y vió su rostro desteñido y sus vellos rígidos como bejucos. Las aves que revoloteaban a su alrededor se posaron en su cuerpo y se afianzaron con sus picos. Su piel se endureció y por sus poros reventaron espinas afiladas; por sus hombros nacieron muchos brazos que se convertían en ramas y por sus pies muchísimos dedos, que se volvían raíces. Le brotaron hojas y antes de que sus ojos fueran dos nudos más en su corteza vio que se había convertido en árbol. Así nació Chengue, el árbol cienaguero cuyas flores parecen pajaritos colgados de sus picos.


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