Brochure jose mujica 09 04 2015 final

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en sus propias palabras




Secretaría General Secretario General

Ernesto Samper Pizano Jefe de Gabinete:

Yuri Chillán

Directora Jurídica

Tania Arias

Jefa de Prensa y Relaciones Institucionales

Ana María Serrano M.

Jefa del Centro de Comunicación e Información

Erubys Chirinos

Jefa Administrativa

Bibiana Arévalo

Jefe de Tecnología

Andrés Carrasco Ministro - Cancillería Argentina

Enrique Vaca Narvaja

Representante de Bolivia ante la Secretaría General

Rubén Saavedra

Asesor de Chile ante la Secretaría General

Juan Salazar

Representante de Colombia ante la Secretaría General

Luz Estella Jara

Representante de Perú ante la Secretaría General

Ricardo Malca

Representante de la República Bolivariana de Venezuela ante la Secretaría General

Pedro Sassone

Primera edición: 2015 / ISBN: 978-9942-941-06-0 / Derechos de autor: Los textos incluidos en el documento son una recopilación de discursos del Ex Presidente de Uruguay, José Mujica. / Quito, Ecuador, abril de 2015. / Diseño Gráfico: Álex Sánchez. / Textos: Secretaría General de UNASUR y Presidencia de Uruguay. / Fotografías: Secretaría General de UNASUR y varios (ver Fotografías). / Impresión: Ariasoft Publicidad. © Todos los derechos reservados. UNASUR 2015.

COLECCIÓN PALABRAS DEL SUR


en sus propias palabras


Difícil tarea la de encontrar en el mundo de hoy una persona que, como el Presidente José Mujica, suscite tanta credibilidad en sus juicios y en sus palabras. Más difícil aunque lo haga una persona sin renunciar a su origen político y desde la plataforma de su sencillez. La política ya no la hacen los políticos, la hacen los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales y hasta los jueces que andan metidos en ella. Todos hacen política menos los políticos que, de manera vergonzante u omisiva, se olvidaron de la relación estrecha, inequívoca, entre ella y el bien común. Mujica reedita esa relación en las palabras recogidas en esta primera publicación de Palabras del Sur. La recrea para invitar a los jóvenes, desde Guayaquil, a no ir a “comprar vida en los supermercados” y a darle contenido a la vida viviendo sueños e ideales. “Por jodido que estés, les dice en tono paternal, siempre tendrás algo para darle a los demás”. Esas ideas sencillas, nacidas de un hombre cruzado de cicatrices en el alma, tienen un valor supremo. La gente quiere a Mujica porque le cree y le cree porque él les habla con el corazón en la mano. Su prédica no es, por supuesto, la del conformismo. A sus ochenta años Mujica sigue rebelándose contra la injusticia en el mundo, la desigualdad social y el sometimiento inhumano que nos impone la globalización. Si sus mensajes no fueran expresados en


el tono bonachón de un campesino guerrillero que no se considera héroe, sino un simple habitante del sur del planeta, no tendrían tanto impacto. En Naciones Unidas habló del capitalismo productivo encerrado en las cajas de los bancos centrales, de las guerras y fanatismos que acaban con el único patrimonio que le queda a la humanidad, que es la vida, y del mundo llevado de la mano irracional de los odios. Se duele con razón de esos dos millones de dólares por minuto que se gasta el mundo en armas y de la inconsciencia global de una sociedad amenazada en sus posibilidades de vida. “No sacrifiquemos – le grita al mundo –. Los viejos dioses inmateriales por el nuevo dios del mercado”. La contundencia de las palabras de Pepe Mujica surge de su fuente nutriente, que son los valores. Él habla a nombre de unos valores que ya no cuentan sino en las bolsas donde se transan como títulos. Nos recuerda valores olvidados que representan la corrección adecuada del camino equivocado. Ese es Mujica en sus “propias palabras”, que son las palabras de los valores, los valores que nos hacen falta para volver a ser. Su mensaje en la Cumbre de UNASUR en Guayaquil el 4 de diciembre del 2014 no pudo ser más claro al respecto:


“Los latinoamericanos tenemos que ser, por haber llegado tarde y de atrás, un reservorio de lo mejor de la civilización humana, un continente de paz, de justicia, un continente de solidaridad, un continente donde sea hermoso nacer y morir, un continente que le dice sí a la justicia, un continente sin odios, un continente sin venganza, un continente que dignifique la existencia del hombre arriba de la Tierra, como animal que cuida lo portentoso de la creación que ha significado este barco de vida que es el planeta”.

Ernesto Samper Pizano Secretario General Mitad del Mundo, Quito, abril de 2015




RĂ­o de Janeiro 2012



Palabras del Presidente José Mujica en la Cumbre de Río +20 – Río de Janeiro – 2012



“El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre�. J.M.


Autoridades presentes de todas las latitudes y organismos. Muchas gracias, y muchas gracias al pueblo de Brasil y a su señora Presidenta, y muchas gracias a la buena fe que seguramente han manifestado todos los oradores que me precedieron. Expresamos la íntima voluntad, como gobernantes, de acompañar todos los acuerdos que esta nuestra pobre humanidad pueda suscribir. Sin embargo, permítasenos hacernos unas preguntas en voz alta. Toda la tarde se ha estado hablando del desarrollo sustentable, de sacar las inmensas masas de la pobreza. ¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de desarrollo y de consumo es el actual de las sociedades ricas? Me hago esta pregunta: ¿Qué le pasará a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de auto por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? Más claro, ¿el mundo tiene los elementos hoy, materiales como para hacer posible que siete mil, ocho mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de des-


pilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales, será posible? O tendremos que darnos algún día otro tipo de discusión, porque hemos creado una civilización en la que estamos, hija del mercado, hija de la competencia, y que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo. Pero, lo que fue economía de mercado ha creado sociedades de mercado y nos ha deparado esta globalización que significa mirar por todo el planeta. ¿Estamos gobernando la globalización o la globalización nos gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de posibilidad de solidaridad y de que estamos todos juntos en una economía que está basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega esta fraternidad? Nada de esto lo digo para negar la importancia de este evento. No, es por el contrario, el desafío que tenemos por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis no es ecológica, es política. El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre. Y la vida, porque no venimos al planeta para desarrollarnos en términos generales, venimos a la vida intentando ser

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felices porque la vida es corta y se nos va, y ningún bien vale como la vida y esto es elemental, pero si la vida se me va a escapar trabajando y trabajando para consumir un plus, y la sociedad del consumo es el motor, porque, en definitiva, si se paraliza el consumo, o si se detiene, se detiene la economía, y se detiene la economía, es el fantasma del estancamiento para cada uno de nosotros. Pero, ese híper consumo, a su vez, es el que está agrediendo al planeta. Y tiene que generar, ese híper consumo, cosas que duren poco, porque hay que vender mucho. Y una lamparita eléctrica no puede durar más de mil horas prendidas. Pero hay lamparitas eléctricas que pueden durar cien mil o doscientos mil horas, pero esas no se puede hacer, porque el problema es el mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos que tener una civilización de uso y tire, y estamos en un círculo vicioso. Estos son problemas de carácter político que nos están diciendo la necesidad de empezar a luchar por otra cultura. No se trata de plantearnos volver al tiempo de las cavernas ni tener un “monumento del atraso”, es que no podemos indefinidamente continuar gobernados por el mercado, sino que tenemos que gobernar al mercado. Por ello digo, el problema es de carácter político. En mi humilde manera de pensar, porque los viejos pensadores definían, Epicuro, Séneca, los

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“El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana. Del amor, arriba de la tierra, de las relaciones humanas, de cuidar a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental. Precisamente porque eso es el tesoro más importante que tienen cuando luchamos por el medioambiente, el primer elemento del medioambiente se llama la felicidad humana”.

Aimara, pobre no es que tiene poco, sino que verdaderamente pobre es el que necesita infinitamente mucho y desea, y desea, y desea más y más. Esta es una clave de carácter cultural. Entonces, voy a saludar el esfuerzo y los acuerdos que se hacen y los voy a acompañar como gobernantes, porque sé que algunas cosas de las que estoy diciendo rechinan. Pero tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua, que la crisis de la agresión al medioambiente no es una causa, la causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir. ¿Por qué? Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de recursos naturales para vivir. En mi país hay 3 millones de habitantes, un poco más, 3 millones 200. Pero, hay unos 13 millones de vacas de las mejores del mundo y unos 8 o 10 millones de ovejas estupendas. Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es una penillanura, casi el 90% de su territorio es aprovechable. Mis compañeros trabajadores lucharon por las ocho horas de trabajo. Ahora están consiguiendo seis horas, pero el que tiene seis horas, se consigue dos trabajos, por lo tanto, trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque tiene que pagar una cantidad de cuotas. La motito que compró, el autito que compró, y pague cuotas, y pague cuotas, y cuando quiere acordar, es un vie-

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jo reumĂĄtico como yo, y se le fue la vida. Y uno se hace esta pregunta: ÂżEse es el destino de la vida humana? Estas cosas son muy elementales: El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana. Del amor, arriba de la tierra, de las relaciones humanas, de cuidar a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental. Precisamente porque eso es el tesoro mĂĄs importante que tienen cuando luchamos por el medioambiente, el primer elemento del medioambiente se llama la felicidad humana.

ÂĄGracias!

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Nueva York 2013



Palabras del Presidente José Mujica en la 68 Asamblea General de Naciones Unidas – Nueva York – 2013



“Necesitamos, sí mascar mucho lo viejo y eterno de la vida humana, junto a la ciencia, esa ciencia que se empeña por la humanidad, no para hacerse rico”. J.M.


Amigos todos, soy del sur, vengo del sur. Esquina del Atlántico y el Plata, mi país es una penillanura suave, templada, pecuaria. Su historia de puertos, cueros, tasajo, lanas y carne tuvo décadas púrpuras de lanzas y caballos hasta que, por fin, al arrancar el siglo XX se puso a ser vanguardia en lo social, en el Estado y la enseñanza. Diría: la social democracia se inventó en el Uruguay. Durante casi 50 años el mundo nos vio como una especie de Suiza. En realidad, en lo económico, fuimos hijuelos bastardos del imperio británico y, cuando este sucumbió, vivimos las amargas mieles de términos de intercambio funestos y quedamos estancados añorando el pasado; casi 50 años recordando Maracaná, nuestra hazaña deportiva. Hoy hemos resurgido en este mundo globalizado, tal vez, aprendiendo de nuestro dolor. Mi historia personal: la de un muchacho —porque alguna vez fui muchacho— que, como otros, quiso cambiar su

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época y su mundo tras un sueño: el de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores, en parte, son hijos de mi tiempo. Obviamente, los asumo, pero hay veces que me grito con nostalgia: “¡Quién tuviera la fuerza de cuando éramos capaces de abrevar tanta utopía!”.

“Mi historia personal: la de un muchacho —porque alguna vez fui muchacho— que, como otros, quiso cambiar su época y su mundo tras un sueño: el de una sociedad libertaria y sin clases”.

Sin embargo, no miro hacia atrás, porque el hoy real nació en las cenizas fértiles del ayer. Por el contrario, no vivo para cobrar cuentas o reverberar recuerdos. Me angustia, y de qué manera, el porvenir que no veré y por el que me comprometo. Sí es posible un mundo con una humanidad mejor, pero tal vez, hoy, la primera tarea sea salvar la vida. Pero soy del sur y vengo del sur a esta Asamblea. Cargo inequívocamente con los millones de compatriotas pobres en las ciudades, en los páramos, en las selvas, en las pampas y en los socavones de la América Latina; patria común se está haciendo. Cargo con las culturas originarias aplastadas, con los restos del colonialismo en Malvinas, con bloqueos inútiles a ese caimán bajo el sol del Caribe que se llama Cuba. Cargo con las consecuencias de la vigilancia electrónica que no hace otra cosa que sembrar desconfianza, que nos envenena inútilmente. Cargo con una gigantesca deuda social

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“Mis errores, en parte, son hijos de mi tiempo. Obviamente, los asumo, pero hay veces que me grito con nostalgia: ¡Quién tuviera la fuerza de cuando éramos capaces de abrevar tanta utopía!”.

y con la necesidad de defender la Amazonia, los mares, nuestros grandes ríos de América. Cargo con el deber de luchar por patria para todos y para que Colombia pueda encontrar el camino de la paz. Y cargo con el deber de luchar por tolerancia. La tolerancia se precisa para con aquellos que son distintos y con los que tenemos diferencias y discrepamos. No se precisa la tolerancia para los que estamos de acuerdo. La tolerancia es el fundamento de poder convivir en paz y entendiendo que, en el mundo, somos diferentes. El combate a la economía sucia, al narcotráfico, a la estafa y el fraude, a la corrupción, plagas contemporáneas prohijadas por el antivalor, ese que sostiene que somos más felices si nos enriquecemos sea como sea. Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales y ocupamos el templo con el “dios mercado”. Él nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas la apariencia de felicidad. Parecería que hemos nacido solo para consumir y consumir y, cuando no podemos, cargamos con la frustración, la pobreza y hasta la autoexclusión.

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Lo cierto, hoy, es que para gastar y enterrar los detritos, en eso que se llama la huella de carbono por la ciencia, si aspiráramos en esta humanidad a consumir como un americano promedio, son imprescindibles tres planetas para poder vivir. Es decir, nuestra civilización montó un desafío mentiroso y, así como vamos, no es posible para todos colmar ese sentido de despilfarro que se le ha dado a la vida que, en los hechos, está masificando como cultura; nuestra época siempre dirigida por la acumulación y el mercado. Prometemos una vida de derroche y despilfarro. En el fondo, constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro. Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales, pero peor: civilización contra la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente: amor, amistad, aventura, solidaridad, familia. Civilización contra el tiempo libre que no paga, que no se compra, y que nos permite contemplar y escudriñar el escenario de la naturaleza. Arrasamos las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento. Enfrentamos al sedentarismo con caminadores; al insomnio, con pastillas; a la soledad, con electrónica ¿Es que somos felices alejados de lo eterno humano? Cabe hacerse esta pregunta. Aturdidos, huimos de nues-

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“La tolerancia se precisa para con aquellos que son distintos y con los que tenemos diferencias y discrepamos. No se precisa la tolerancia para los que estamos de acuerdo. La tolerancia es el fundamento de poder convivir en paz y entendiendo que, en el mundo, somos diferentes”.


tra biología que defiende la vida por la vida misma, como causa superior, y la suplantamos por el consumismo funcional a la acumulación. La política, la eterna madre del acontecer humano, quedó engrillada a la economía y al mercado. De salto en salto, la política no puede más que perpetuarse y, como tal, delegó el poder, y se entretiene aturdida luchando por el gobierno. Desbocada marcha la historieta humana, comprando y vendiendo todo, e innovando para poder negociar de algún modo lo que es innegociable. Hay marketing para todo: para los cementerios, el servicio fúnebre, las maternidades, marketing para padres, para madres, para abuelos y tíos, pasando por las secretarias, los autos y las vacaciones. Todo, todo es negocio. Todavía las campañas de marketing caen deliberadamente sobre los niños y su psicología, para influir sobre los mayores, y tener hacia el futuro un territorio asegurado. Sobran pruebas de estas tecnologías bastante abominables que a veces conducen a las frustraciones, y más. El hombrecito promedio de nuestras grandes ciudades deambula entre las financieras y el tedio rutinario de las oficinas, a veces atemperadas con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad. Siempre sueña con concluir las cuen-

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“Civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales, pero peor: civilización contra la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, lo único trascendente: amor, amistad, aventura, solidaridad, familia. Civilización contra el tiempo libre que no paga, que no se compra, y que nos permite contemplar y escudriñar el escenario de la naturaleza”.

tas, hasta que un día el corazón se para, y adiós. Habrá otro soldado cubriendo las fauces del mercado, asegurando la acumulación. Es que la crisis es la impotencia de la política, incapaz de entender que la humanidad no se escapa ni se escapará del sentimiento de nación. Sentimiento que casi está incrustado en nuestro código genético: de algún lado somos. Pero hoy es tiempo de batallar para preparar un mundo sin fronteras. La economía globalizada no tiene otra conducción que el interés privado de muy pocos y cada Estado nacional mira su estabilidad continuista, y hoy, la gran tarea para nuestros pueblos, en nuestra humilde manera de ver, es el todo. Como si esto fuera poco, el capitalismo productivo, francamente productivo, está medio prisionero en la caja de los grandes bancos que, en el fondo, son la cúspide del poder mundial. Más claro: creemos que el mundo requiere a gritos reglas globales que respeten los logros de la ciencia, que abunda. Pero no es la ciencia la que gobierna el mundo. Se precisa, por ejemplo, una larga agenda de definiciones. ¿Cuántas horas de trabajo en toda la tierra? ¿Cómo convergen las monedas? ¿Cómo se financia la lucha global por el agua? Y

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contra los desiertos. ¿Cómo se recicla y se presiona contra el calentamiento global? ¿Cuáles son los límites de cada gran quehacer humano? Sería imperioso lograr consensos planetarios para desatar solidaridad hacia los más oprimidos, castigar impositivamente el despilfarro y la especulación, movilizar las grandes economías no para crear descartables con obsolencias calculadas, sino bienes útiles sin frivolidades, para ayudar a levantar a los más pobres del mundo. Bienes útiles contra la pobreza mundial. Mil veces más redituable que hacer guerras es volcar un neokeynesianismo útil de escala planetaria para abolir las vergüenzas más flagrantes que tiene este mundo. Tal vez nuestro mundo precisa menos organismos mundiales de esos que organizan los foros y las conferencias que le sirven mucho a las cadenas hoteleras y a las compañías aéreas y que, en el mejor de los casos, nadie recoge y los transforma en decisiones. Necesitamos, sí, mascar mucho lo viejo y eterno de la vida humana, junto a la ciencia, esa ciencia que se empeña por la humanidad, no para hacerse rico. Con ellos, con los hombres de ciencia de la mano, primeros consejeros de la humanidad, establecer acuerdos para el mundo entero. Ni los estados

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nacionales grandes, ni las trasnacionales y, mucho menos, el sistema financiero, deberían gobernar el mundo humano. Sí la alta política entrelazada con la sabiduría científica; allí está la fuente, esa ciencia que no apetece el lucro, pero que mira el porvenir y que nos dice cosas que no atendemos. ¿Cuántos años hace que nos dijeron en Kyoto determinadas cosas que no nos dimos por enterados? Creo que hay que convocar la inteligencia, el comando de la nave arriba de la Tierra. Cosas de este estilo y otras que no puedo desarrollar nos parecen imprescindibles, pero requerirían que lo determinante fuera la vida, no la acumulación. Obviamente, no somos tan ilusos. Estas cosas no pasarán, ni otras parecidas. Nos quedan muchos sacrificios inútiles por delante, mucho remendar consecuencias y no enfrentar las causas. Hoy el mundo es incapaz de crear regulación planetaria a la globalización y esto es por el debilitamiento de la alta política (esa que se ocupa de todo). Por un tiempo vamos a asistir al refugio de acuerdos más o menos regionales que van a plantear un mentiroso libre comercio, pero que en el fondo van a terminar construyendo parapetos proteccionistas supranacionales en algunas regiones del planeta. A su vez, van a crecer ramas industriales de importancia y servicios, todos dedicados a salvar y a mejorar el medioambiente. Así, nos vamos a consolar por un tiempo, vamos a estar entretenidos. Y, naturalmente, va a continuar impertérrita la acumulación para regodeo del sistema financiero. Continuarán las guerras y, por tanto, los fanatismos, hasta que, talvez, la naturaleza nos llame al orden y haga inviable nuestra civilización.

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Talvez, señores, nuestra visión es demasiado cruda, sin piedad y vemos al hombre como una criatura única. La única que hay arriba de la Tierra capaz de ir contra su propia especie.

“Arrasamos las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento. Enfrentamos al sedentarismo con caminadores; al insomnio, con pastillas; a la soledad, con electrónica ¿Es que somos felices alejados de lo eterno humano?”.

Vuelvo a repetir, lo que algunos llaman la crisis ecológica del planeta es consecuencia del triunfo avasallante de la ambición humana. Ese es nuestro triunfo, también nuestra derrota, porque tenemos impotencia política de encuadrarnos en una nueva época que hemos contribuido a construir y no nos damos cuenta. ¿Por qué digo esto? Dos datos, nada más: lo cierto es que la población se cuadriplicó y el PIB creció por lo menos veinte veces en el último siglo. Desde 1990, aproximadamente, cada seis años se duplica el comercio mundial. Podríamos seguir anotando datos que establecen con claridad la marcha de la globalización. ¿Qué nos está pasando? Entramos en otra época aceleradamente, pero con políticos, atavíos culturales, partidos y jóvenes todos viejos, ante la pavorosa acumulación de cambios que ni siquiera podemos registrar. No podemos manejar la globalización porque nuestro pensamiento no es global. No sabemos si es por una limitante cultural o estamos llegando a los límites biológicos. Nuestra época

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es portentosamente revolucionaria, como no ha conocido la historia de la humanidad, pero no tiene conducción consciente, o menos, conducción simplemente instintiva. Mucho menos todavía, conducción política organizada, porque ni siquiera hemos tenido filosofía precursora ante la velocidad de los cambios que se acumularon. La codicia, tan negativa y tanto motor de la historia, eso que empujó hacia el progreso material, técnico y científico, que ha hecho lo que es nuestra época y nuestro tiempo, y un fenomenal adelanto en muchos frentes, paradojalmente, esa misma herramienta, la codicia que nos empujó a domesticar la ciencia y transformarla en tecnología, nos precipita a un abismo brumoso, a una historia que no conocemos, a una época sin historia y nos estamos quedando sin ojos ni inteligencia colectiva para seguir colonizando y perpetuar, transformándonos. Porque si una característica tiene este bichito humano es que es un conquistador antropológico. Parece que las cosas toman autonomía y las cosas someten a los hombres. Por un lado u otro, sobran atisbos para vislumbrar estas cosas y, en todo caso, vislumbrar el rumbo, pero nos resulta imposible colectivizar decisiones globales por ese todo. Más

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claro: la codicia individual ha triunfado largamente sobre la codicia superior de la especie. Aclaremos: ¿qué es el todo, esa palabra que utilizamos, para nosotros? Es la vida global del sistema Tierra, incluyendo la vida humana con todos los equilibrios frágiles que hacen posible que nos perpetuemos. Por otro lado, más sencillo, menos opinable y más evidente. En nuestro occidente particularmente —porque de ahí venimos, aunque venimos del sur—, las repúblicas que nacieron para afirmar que los hombres somos iguales, que nadie es más que nadie, que sus gobiernos deberían representar el bien común, la justicia y la equidad, muchas veces las repúblicas se deforman y caen en el olvido de la gente corriente, la que anda por las calles, el pueblo común. No fueron, las repúblicas, creadas para vegetar encima de la grey, sino, por el contrario, son un grito en la historia para ser funcionales a la vida de los propios pueblos y por lo tanto, a las mayorías, y se deben a la lucha por la promoción de las mayorías. Por lo que fuera, por reminiscencias feudales que están allí en nuestra cultura, por clasismo dominador, talvez por la cultura consumista que nos rodea a todos, las repúblicas, frecuentemente, en sus direcciones, adoptan un diario vivir que excluye, que pone distancia con el hombre de la calle. En los hechos, ese hombre de la calle debería ser la causa central de la lucha política de la vida de las repúblicas. Los gobiernos republicanos deberían parecerse cada vez más a sus respectivos pueblos en la forma de vivir y en la forma de comprometerse con la vida.

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El hecho es que cultivamos arcaísmos feudales, cortesanismos consentidos, hacemos diferenciaciones jerárquicas que en el fondo socavan lo mejor que tienen las repúblicas, que nadie es más que nadie. El juego de estos y otros factores nos retienen en la prehistoria, y hoy es imposible renunciar a la guerra cuando la política fracasa. Así se estrangula la economía, derrochamos recursos. Oigan bien, queridos amigos, en cada minuto en el mundo, en cada minuto, se gastan dos millones de dólares de presupuestos militares en la Tierra, dos millones de dólares por minuto en presupuestos militares. La investigación médica de todas las enfermedades, que ha avanzado enormemente y es una bendición para la promesa de vivir unos años más, esa investigación apenas cubre la quinta parte de la investigación militar. Este proceso del cual no podemos salir es ciego, asegura odio y fanatismo, desconfianza, fuentes de nuevas guerras y, esto también, derroche de fortunas. Yo sé que es muy fácil poéticamente autocriticarnos nacionalmente y creo que sería una inocencia en este mundo plantear que allí existen recursos para ahorrar y gastarlos en otras cosas útiles. Eso sería posible, otra vez, si fuéramos capaces de ejercitar acuerdos mundiales y prevenciones mundiales de políticas planetarias que nos garanticen la paz y que nos den a los más débiles garantías que no tenemos.

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Ahí habría enormes recursos para recortar, y atender las mayores vergüenzas arriba de la tierra. Pero basta una pregunta: ¿en esta humanidad, hoy, a dónde se iría sin la existencia de esas garantías planetarias? Entonces cada cual hace vela de armas de acuerdo a su magnitud, y allí estamos porque no podemos razonar como especie, apenas como individuos. Las instituciones mundiales, particularmente, hoy vegetan a la sombra consentida de las disidencias de las grandes naciones y, obviamente, estas quieren retener sus cuotas de poder, bloquean en los hechos a esta ONU que fue creada con una esperanza, y como un sueño de paz para la humanidad. Pero peor aún, la desarraigan de la democracia en el sentido planetario, porque no somos iguales, no podemos ser iguales en este mundo donde hay más fuertes y más débiles. Por lo tanto, es una democracia planetaria herida y está cercenada la historia de un posible acuerdo mundial de paz, militante, combativo y que verdaderamente exista. Entonces remendamos enfermedades allí, donde hace eclosión y se presenta según le parezca a algunas de las grandes potencias. Los demás miramos desde lejos, no existimos. Amigos, yo creo que es muy difícil inventar una fuerza peor que el nacionalismo chovinista de

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“Piensen que la vida humana es un milagro, que estamos vivos por milagro y nada vale más que la vida. Y que nuestro deber biológico es, por encima de todas las cosas, respetar la vida e impulsarla, crearla, procrearla y entender que la especie es nuestro nosotros”.

las grandes potencias. La fuerza que es liberadora de los débiles, el nacionalismo, tan padre de los procesos de descolonización, formidable hacia los débiles, se transforma en una herramienta opresora en las manos de los fuertes. ¡Y vaya que en los últimos 200 años hemos tenido ejemplos por todas partes! La ONU, nuestra ONU, languidece, se burocratiza por falta de poder y de autonomía, de reconocimiento, sobre todo, de democracia hacia el mundo más débil que constituye la mayoría aplastante del planeta. Pongo un pequeño ejemplo, pequeñito: nuestro pequeño país tiene en términos absolutos la mayor cantidad de soldados en misiones de paz de los países de América Latina desparramados en el mundo y allí estamos donde nos piden que estemos. Pero somos pequeños, débiles. Donde se reparten los recursos y se toman las decisiones no entramos ni para servir el café. En lo más profundo de nuestro corazón existe un enorme anhelo de ayudar a que el hombre salga de la prehistoria. Yo defino que el hombre, mientras viva con clima de guerra, está en la prehistoria, a pesar de los muchos artefactos que pueda construir. Hasta que el hombre no salga de esa prehisto-

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ria y archive la guerra como recurso cuando la política fracasa… esa es la larga marcha y el desafío que tenemos por delante. Y lo decimos con conocimiento de causa, conocemos las soledades de la guerra. Sin embargo, estos sueños, estos desafíos que están en el horizonte implican luchar por una agenda de acuerdos mundiales que empiecen a gobernar nuestra historia, y superar paso a paso las amenazas a la vida. La especie como tal debería tener un gobierno para la humanidad que supere el individualismo y bregue por recrear cabezas políticas que acudan al camino de la ciencia y no solo a los intereses inmediatos que nos están gobernando y ahogando. Paralelamente, hay que entender que los indigentes del mundo no son de África o de América Latina, son de la humanidad toda, y esta debe como tal, globalizada, propender a empeñarse en su desarrollo, en que puedan vivir con decencia por sí mismos. Los recursos necesarios existen, están en ese depredador despilfarro de nuestra civilización. Hace pocos días le hicieron ahí en California, en una agencia de bomberos, un homenaje a una bombita eléctrica que hace 100 años que está prendida. ¡100 años que está prendida amigos! Cuántos millones de dólares nos sacaron del bolsillo haciendo deliberadamente porquerías para que la gente compre y compre. Pero esta globalización de mirar por todo el planeta y por toda la vida significa un cambio cultural brutal. Es lo que nos está requiriendo la historia.

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Toda la base material ha cambiado y ha tambaleado… Los hombres con nuestra cultura permanecemos como si no hubiera pasado nada. Y en lugar de gobernar la globalización, esta nos gobierna a nosotros. Hace más de 20 años que discutimos la humilde tasa Tobin; imposible aplicarla a nivel del planeta. Todos los bancos del poder financiero se levantan heridos en su propiedad privada y qué se yo cuántas cosas más. Sin embargo —esto es lo paradojal— sin embargo, con talento, con trabajo colectivo, con ciencia, el hombre, paso a paso, es capaz de transformar en verde los desiertos. El hombre puede llevar la agricultura al mar, el hombre puede crear vegetales que vivan con agua salada. La fuerza de la humanidad se concentra en lo esencial, es inconmensurable. Allí están las más portentosas fuentes de energía. ¿Qué sabemos de la fotosíntesis? Casi nada. La energía en el mundo sobra si trabajamos para usarla con ella. Es posible arrancar de cuajo toda la indigencia del planeta. Es posible crear estabilidad y será posible a generaciones venideras si logran empezar a razonar como especie, no solo como individuo, llevar la vida a la galaxia y seguir con ese sueño conquistador que llevamos en nuestra genética los seres humanos.

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Pero para que todos esos sueños sean posibles, necesitamos gobernarnos a nosotros mismos, o sucumbiremos porque no somos capaces de estar a la altura de la civilización que en los hechos fuimos desarrollando. Este es nuestro dilema. No nos entretengamos solo remendando consecuencias. Pensemos en las causas de fondo, en la civilización del despilfarro, en la civilización del use y tire, que lo que está tirando es tiempo de vida humana malgastado, derrochando cuestiones inútiles. Piensen que la vida humana es un milagro, que estamos vivos por milagro y nada vale más que la vida. Y que nuestro deber biológico es, por encima de todas las cosas, respetar la vida e impulsarla, crearla, procrearla y entender que la especie es nuestro nosotros. ¡Gracias!

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Guayaquil 2014



Palabras del Presidente José Mujica en la Cumbre de Jefas y Jefes de Estado de UNASUR – Guayaquil – 2014



“...no hay que dividir el mundo en hombres, mujeres, negros, amarillos, no. Hay que dividirlo en dos sectores: los que se comprometen y los que no se comprometen, y comprometerse es abrazarse a una causa�. J.M.


Queridos compatriotas, señores presidentes, colegas de estos años de avatares, señores cancilleres, yo les tengo que agradecer infinitamente. Soy un paisano medio atravesado y el único mérito que tengo es ser un poco vasco, terco, duro, seguidor, constante y por eso aguanté, pero no soy ningún fenómeno. En realidad los años de “cana” que me comí fueron porque me agarraron, me faltó velocidad. No tengo vocación de héroe. Tengo sí una especie de fuego adentro, me retoba la injusticia social, las diferencias de clase. Creo que el hombre es un animal gregario, que vivió el 90 % de su historia arriba del planeta, en familias, en grupos familiares. Es un mono raro que no puede vivir solo, necesita de los demás y ese es su “disco duro” social, por eso tiene razón Aristóteles:

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el hombre es un animal político y lo es porque no es un felino, necesita de la sociedad se dé cuenta o no se dé cuenta. Pero la historia, el devenir, ese 10 % de la historia del hombre arriba de la Tierra, no el 90 %, es responsable de nuestra civilización que nos dio cosas hermosas. Al fin y al cabo, en este siglo vivimos 40 años más que lo que vivían en promedio hace 100 años, al fin y al cabo yo sé que hay hambre, pero hay el doble de población y el doble de cantidad de alimentos. Lástima que tiramos casi el 30 % de la comida que producimos, ni siquiera se la damos a los perros, menos se la damos a la gente pobre. Esas son las contradicciones de nuestra civilización, desnuda, clara, agresiva, que nos dan razón, nos cargan las baterías para seguir luchando. Nunca el hombre tuvo tanto como hoy, nunca. Nunca tanto conocimiento. No me canso de repetir y recordar los millones de dólares por minuto que se gastan en el mundo, los millones de dólares por minuto en presupuesto militar.

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Decir que no hay plata en este mundo para un gigantesco Plan Marshall que recorra toda la Tierra a favor de los pobres, para integrar a la vida humana los millones de pobres y agrandar la demanda de este mundo, decir que no hay recursos es no tener vergüenza. Cuando nos dicen que la segunda fortuna del mundo, gastando un millón de dólares por día, tendría que vivir 220 años para poder gastar lo que tiene, pero aún tampoco podría, porque con una tasa de interés del 2 o el 3 % anual tiene cuatro millones de dólares por día… Si decimos que en este mundo no hay plata, es porque tenemos la cobardía política de no cobrarles, pedirles y meterles la mano en los bolsillos a los que pueden, y suturar. Por eso estamos en política, y por eso luchamos en política, porque al fin y al cabo, simplificando, es cortar el tocino un poco más grueso en favor de los más débiles, porque la política es elegir decisiones y elegir decisiones que favorecen a unos y pueden perjudicar a otros, y estás con las mayorías o estás con las minorías, no hay término medio, no se puede ser neutral, hay que tomar partido. Pero aparte de esto, compañeros, hay otra cosa, hay una cosa más importante que la justicia. A algunos de nosotros nos quisieron formar en un mundo que era un valle de lágrimas para ir a un paraíso, no te la llevo. El paraíso es este, o la condena es esta, y es esta vida la que hay que pelear para que la gente viva mejor. No tiene término medio.

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Esto tiene sentido si hablamos de cosas centrales, elementales y olvidadas. Yo no me chupo el dedo de un homenaje. De aquí voy a salir el mismo viejo que soy. Lo que tiene sentido es pensar, porque hay mucha gente joven, y si eres joven tienes que saber esto: la vida se te escapa y se te va minuto a minuto, y no puedes ir al supermercado a comprar vida. Entonces, lucha por vivirla, por darle contenido a la vida. La diferencia de la vida humana con las otras formas de vida es que tú le puedes dar hasta cierto punto una orientación a tu vida. Tú puedes, en términos relativos, ser autor del camino de tu propia vida. No eres un vegetal que vives porque naciste. Después de haber nacido puedes darle un contenido o no. O puedes enajenar tu vida, que te la compre el mercado, y te pasas toda la vida pagando tarjetas y comprando cacharros, y le das para adelante y al final después estás como un viejo como yo, todo lleno de reumatismos, te pelaste y ¿qué hiciste en este mundo? Pero si tuviste un sueño y peleaste por una esperanza e intentaste transmitirle a los que quedan,

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“No tengo vocación de héroe. Tengo sí una especie de fuego adentro, me retoba la injusticia social, las diferencias de clase”.


tal vez quede un pequeño aliento rodando en las colinas, en los mares, un pálido recuerdo que vale más que un monumento, que un libro, que un himno, que una poesía, la esperanza humana que se va realizando en las nuevas generaciones. Compañeros, nada vale más que la vida, ¡luchen por la felicidad! y la felicidad es darle contenido a la vida y rumbo a la vida y no dejar que te la roben. Para eso no hay receta, está en la conciencia si usas la maravillosa oportunidad de haber nacido, casi milagrosa. Por lo demás, un segundo consejo a los jóvenes: lo imposible cuesta un poco más y derrotados son solo aquellos que bajan los brazos y se entregan. La vida te puede dar mil tropezones en todos los órdenes, en el amor, en el trabajo, en la aventura de lo que estás pensando, en los sueños que pensás concretar, pero una y mil veces estás hecho con fuerzas para volverte a levantar y volver a empezar, porque lo importante es el camino. No hay una meta, no hay un arco de triunfo, no hay un paraíso que nos recibe, no hay odaliscas que te van a recibir porque moriste en la guerra. No,

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la quedaste y punto. No, lo que hay es otra cosa, es la hermosura de vivir al tope, de querer la vida, en cualquier circunstancia y luchar por ella e intentar transmitirla, porque la vida no es solo recibir, es antes que nada dar algo de lo que tenemos. Por jodido que estés siempre tenés algo para darles a los demás. Compatriotas, yo era un pibe en un país que lo llamaban la pequeña Suiza de América. Iban a estudiar en la década del 40 de toda América Latina, habíamos sido hijos privilegiados, bastardos del imperio inglés y nos fue bastante bien, como a la República Argentina, que estaba orgullosa entre los poderosos del mundo. El Río de la Plata era una cosa distinta al resto de América Latina, parecíamos casi medio europeos y hasta por momentos nos pareció que éramos, pero eso fue un espejismo, pasó, el mundo se reacomodó. Después de la guerra vinieron los términos de intercambio, le empezamos a deber al Fondo Monetario Internacional y esa fue mi juventud. Algo que era muy alto y hermoso y se desmoronaba. No hay cosa más retobada que aquel que estando bien se viene abajo. El que está acostumbrado a estar mal se resigna, pero el que estuvo bien y se

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viene para abajo… por eso pertenezco a un movimiento que se golpeó la boca y salió a intentar cambiar el mundo… nos molieron a palos. Acariciamos nuestros sueños. Eran tiempos que pensábamos que la dictadura del proletariado era una explicación importante de la lucha de clases, y naturalmente cada generación comete sus vicisitudes, pero aquel viejo fuego que llevábamos adentro era tan grande que nos permitió llegar hasta hoy, siendo conscientes de los errores que cometimos, pero siendo conscientes de la gigantesca generosidad con que abrazamos la vida. Cuando vemos un mundo lleno de cacharros, de plata, de recursos, que Dios me libre… parece que se les parte el alma por prestarte un auto o por darle una mano a un pordiosero o recoger un perro y darle de comer —qué sé yo, no he visto mundo más machete que el que nos toca vivir— añoro aquella juventud de corazón abierto que equivocadamente lo entregaba y lo daba todo, y no se guardaba nada para sí mismo. ¿Qué les quiero transmitir, muchachos? No reniego del pasado, no reniego de los errores. La vida es un aprendizaje continuo y está lleno de caminos muertos y de pisotones, pero las viejas causas

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“No reniego del pasado, no reniego de los errores. La vida es un aprendizaje continuo y está lleno de caminos muertos y de pisotones, pero las viejas causas que nos empujaron están presentes en el mundo que nos toca vivir”.


que nos empujaron están presentes en el mundo que nos toca vivir.

“Yo no me chupo el dedo de un homenaje. De aquí voy a salir el mismo viejo que soy. Lo que tiene sentido es pensar, porque hay mucha gente joven, y si eres joven tienes que saber esto: la vida se te escapa y se te va minuto a minuto, y no puedes ir al supermercado a comprar vida. Entonces, lucha por vivirla, por darle contenido a la vida”.

Nunca se ha visto tanta concentración de la riqueza, nunca se ha visto tanta desigualdad en un mundo que tiene tantos recursos y tenemos tantas posibilidades. Creo, y tengo confianza, que el hombre es capaz de construir sociedades infinitamente mejores si tiene el coraje de mirar el rumbo de las sociedades más viejas que están en el fondo de la historia de la humanidad, no para volver al hombre de las cavernas, sino para aprender la generosidad que nos implica la defensa de la vida, para entender esto, para entender lo elemental, lo más simple: para ser felices necesitamos la vida de los otros. Los individuos solos somos nada, los individuos dependemos de la sociedad y la marcha de la sociedad es lo que nos permite enriquecer y mejorar permanentemente nuestra vida. Por lo tanto, la causa colectiva hay que levantarla, y en esta historia, y en este momento, eso tiene un nombre en esta América Latina: la lucha por acercarnos, la lucha por integrarnos, la lucha por recrear una cultura que respete la diversidad pero que exprese ese nosotros profundo y oculto que viene de la conformación de nuestra propia historia. Podemos y

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“Los latinoamericanos tenemos que ser, por haber llegado tarde y de atrás, un reservorio de lo mejor de la civilización humana, un continente de paz, de justicia, un continente de solidaridad, un continente donde es hermoso nacer y morir, un continente que le dice sí a la justicia, un continente sin odio, un continente sin venganza, un continente que dignifique la existencia del hombre arriba de la Tierra, como animal que cuida lo portentoso de la creación que ha significado este barco de vida que es el planeta”.

debemos, pero será posible si hay voluntad política, si hay compromiso. A los jóvenes: si quieren vivir felices, levanten una idea en la que creer, ¡vivan para servir a esa idea y no se dejen esclavizar por el mercado! El mundo que tendremos será el que seamos capaces de lograr. Los latinoamericanos tenemos que ser, por haber llegado tarde y de atrás, un reservorio de lo mejor de la civilización humana, un continente de paz, de justicia, un continente de solidaridad, un continente donde es hermoso nacer y morir, un continente que le dice sí a la justicia, un continente sin odio, un continente sin venganza, un continente que dignifique la existencia del hombre arriba de la Tierra, como animal que cuida lo portentoso de la creación que ha significado este barco de vida que es el planeta. Denle contenido a la existencia, porque si no lo hacen conscientemente, el contenido va a ser la cuota que tengan que pagar cada fin de mes por el nuevo cacharro que tengan que comprar y así sucesivamente o crónicamente hasta el fin de vuestros días. Hasta que un día los huesos no se levanten y adiós, no queda de ti ni el recuerdo ni el aliento.

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¿No, Correa? Juventud hay una sola, la de afuera. Hay otras cosas además de la juventud, la irreverencia de mirarse en el espejo y comprometerse con la realidad. Para eso se puede ser joven, viejo o mediano, no hay que dividir el mundo en hombres, mujeres, negros, amarillos, no. Hay que dividirlo en dos sectores: los que se comprometen y los que no se comprometen, y comprometerse es abrazarse a una causa. Por eso, yo sé que me estoy acercando al tiempo por una para salir, en cualquier momento te tocan el fault y al outball, marchaste. Así es. Todavía no he podido creer en el más allá ni en Dios. Respeto a todas las religiones. ¿Saben por qué respeto tanto a las religiones? Porque he visto en una sala de hospital el enorme servicio que le prestan al bien morir, y por eso si yo no puedo creer no me río de las religiones, las respeto.

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Me han hecho pensar por su vigencia en todos los tiempos y en todas las edades y en todos los rincones de la historia del hombre en el planeta, que siempre cree en algo. No hay bicho más utópico que el hombre, por eso mismo, porque es capaz de construir la necesidad de un más allá, quiero al hombre, lo admiro y respeto las religiones, pero sé que uno de estos días seré menos que polvo. Tal vez quede alguna paloma dando vuelta en la cabeza de alguno. ¡Gracias Ecuador, un abrazo a todos!

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Costa Rica 2015



Palabras del Presidente José Mujica en la III Cumbre de CELAC – Costa Rica – 2015



“En definitiva, la verdadera sucesión política es la construcción de los partidos”. J.M.


Muchas gracias señor Presidente (de Costa Rica) y vaya mi agradecimiento a usted y, en su persona, a este pueblo que tanto nos ha dado en la historia de América. Tengo algunos seres queridos, que se han ido, con profunda raíces en esta sociedad. Me he sentido representado por una cantidad de intervenciones que ha habido aquí. No quisiera repetir. Humildemente podría hablar de la pobreza en mi país, de la indigencia en mi país. Yo no me siento orgulloso. Me siento con pesadumbre de que en mi país quede 0,5 % de indigente y un 10 % de pobre. Porque no debería haber nadie, porque la naturaleza nos dio demasiados recursos y solamente, tal vez, nuestra incapacidad y nuestro desacuerdo lo explican. No le voy a pedir cuentas al imperialismo yanqui ni a la prepotencia europea, porque eso es de suyo y en el fondo ha sido incapacidad nuestra. Lo cierto es que mi país ha sido muy igualitario en la historia de un continente cuyo pecado principal


es la desigualdad. Por eso siento dolor y siento el peso de la deuda social que tenemos por delante. Ha habido años de crecimiento y de notoria mejora, pero nadie puede negar en este mundo que la riqueza haya crecido enormemente, que hayamos suturado bastante la pobreza. Pero tal vez nunca ha habido tanta distancia de desigualdad arriba de la tierra. Hay gente que tendría que vivir 230 años y gastar un millón de dólares por día para consumir lo que tiene acumulado. Pero también sería imposible porque con una baja rentabilidad de 2 o 3 % anual, lo que tiene acumulado serían 3 o 4 millones diarios. Es decir, si esperamos que el mercado suture las desigualdades nos vamos a encontrar exactamente con lo contrario. Quiero quebrar una lanza a favor de la política. De la política con mayúscula no de la politiquería. Quiero señalar el fenómeno de la corrupción lo considero natural e inherente. ¿Por qué? Porque la gran clave que ha desatado está civilización, el motor de multiplicación de la riqueza, la clave que nos ha dado este progreso material, científico y tecnológico tan fantástico, ha sido el capitalismo.

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“Acompaño la política de transparencia, pero no somos de plástico los hombres. Somos lo que somos. Por lo tanto, confío mucho más en la política y confío mucho más en la necesidad de construir en el largo plazo corrientes políticas que seleccionan a la gente no atrás de un triunfo material, sino atrás de un triunfo moral”.

¿Qué creemos que es el capitalismo? Cosa contradictoria capaz de crear mucha riqueza pero con una enorme pobreza moral en su entrañas. No podemos esperar que si llevamos en la maleta el capitalismo y no lo enfrentamos de punto de vista ético y moral, no tengamos corrupción. Es casi la consecuencia lógica y hay que esperarlo. Por eso acompaño la visión de la necesidad de rendir cuentas, pero cuidado que las cuentas no nos rindan a nosotros. Acompaño la política de transparencia, pero no somos de plástico los hombres. Somos lo que somos. Por lo tanto, confío mucho más en la política y confío mucho más en la necesidad de construir en el largo plazo corrientes políticas que seleccionan a la gente no atrás de un triunfo material, sino atrás de un triunfo moral. Porque en definitiva, una sociedad para caminar desde el punto de vista sano necesita que el grueso de su dirección política esté ética y moralmente comprometida. Después, si es eficiente, si es más capaz, si es técnicamente más clara, cien veces mejor. Pero hay una cosa que no tiene precio y que no se puede sustituir. Y es precisamente que en la alta política no se debe entrar para hacer negocio ni para vivir mejor, sino para comprometerse con el cariño y la causa de la gente.

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No se le puede pedir a la humanidad entera que razone así. Los hombres van atrás de su pitanza y hay que tener la bonhomía de entenderlo. Pero dentro de la vasta panoplia que significa el género humano hay que saber elegir como quien elige una madera dura y la separa de una madera blanda. Esa es la tarea de los partidos. En definitiva, la verdadera sucesión política es la construcción de los partidos. Creo que puede haber figuras trascendentes que cambien la historia de la humanidad. Pero los largos procesos de transformación de una sociedad necesitan la construcción colectiva de un esfuerzo y sobre todo un compromiso y una ética. El problema más grave de nuestro tiempo es que está totalmente confundido la ética comercial y empresarial suele instalarse adentro del procedimiento político. Entonces la masas desconfían, nos pasan la boleta, pierden credibilidad. En definitiva, parten de esta idea; todo es lo mismo, y no todo es lo mismo. ¡Mentira!, no creo que todo sea lo mismo, porque he visto hombres y mujeres capaces de entregar la vida por un sueño. Eso no se compra porque eso no se vende. Es precisamente este factor de carácter ético que hay que pelearlo en el campo de la política.

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“No hay ningún triunfo a la vuelta de la esquina, no hay ningún triunfo fácil. Nadie nos va a regalar la prosperidad. La prosperidad hay que ganarla y la libertad hay que pelearla permanentemente porque es una lucha por una reconquista de carácter permanente. Pero vale la pena comprometer la vida en ese esfuerzo y sobre todo, intentar dejar gente que nos supere con ventaja”.


La otra cosa que quiero señalar y que me parece central de nuestra época, si una sociedad rica poseedora de alta tecnología o un conjunto de sociedades ricas se arrogan el derecho de creer que, con su tecnología de vanguardia, se puede imponer en el mundo su idea de democracia y caer en la intolerancia, en el aplastamiento, tal vez en nombre de alguna causa milagrosa, la democracia representativa o liberal, en pueblos que no lo entienden, en pueblos que no han evolucionado por sí mismo, lo que vamos a cosechar no es democracia sino fanatismo. El fanatismo es el peor flagelo. Porque el fanatismo en un lado va a generar respuesta fanática. La xenofobia de hoy, que empieza a surgir en algunos países centrales contra los inmigrantes, contra los sudacas, contra los africanos. Y el miedo al terror, el terror de los que están enfermos de odio por el aplastamiento y responden con lo único que tienen, la inmolación. Nos hace entrar en una lógica de estupidez y de ceguera que constituye hoy uno de los peligros mayores que tenemos por delante. Está refloreciendo una derecha que no es derecha, sino que es fascista en el corazón de un continente desarrollado como es Europa. Eso tiene

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que ser una verdadera alarma y una lección de carácter político. El papel que tiene la tolerancia con respecto a la autodeterminación, hay que aprender a convivir con lo que es diferente, la política sana de verdadero respeto. Eso se precisa con lo que se discrepa no con lo que se está de acuerdo.

“En realidad, los mejores dirigentes son aquellos que, cuando se van, dejan un conjunto de gente que los supera ampliamente”.

El quid de la cuestión, el arte de convivir es respetar aquello con lo que uno tiene discrepancia. Porque de lo contrario, esté mundo se hace inhabitable. Nosotros hemos dado un paso en este territorio de paz de América porque estas cumbres del punto de vista práctico sirven para cansarnos y sacarnos un montón de fotos. Lo reconozco. Pero tienen un mérito, han creado una amistad, una relación. Casi no nos damos cuenta que nos llena de confianza e intimidad. Podemos convivir pensando distinto, crear y tomar decisiones. Este es un capital que tiene América. Vale la pena sacrificarse, sacarse fotos, venir cansado, por el hecho de ver a los compañeros que están en la misma Vía Cruz, que a veces pueden pensar distinto a uno. Pero tendemos a construir un nosotros de enorme intimidad aunque no nos hayamos dado cuenta.

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Esto no pasaba en la historia de América Latina, está pasando hoy. Yo he visto gente que tiene claves políticas muy distintas con un respeto íntimo que vale la pena de todos los sacrificios que puedan significar estos encuentros. Pero esto no está en otras partes del mundo. Quiero decir que tenemos que estar en guardia para cultivar esta tolerancia, que la está necesitando el mundo. Curiosamente, la está necesitando el mundo rico, hay síntomas que asustan y tenemos que registrarlo a tiempo. Quiero señalar, además, que naturalmente un sistema como el capitalismo, por la vastedad de lo que ha desatado en la historia de la Humanidad, inequívocamente generador de una cultura. Esa cultura está en nosotros y entre nosotros. Tiene más peso que cualquier ejército, tiene más contundencia en el largo plazo que la potencialidad militar que puede tener cualquier nación. Porque es un algo que nos embebe y nos rodea a todos. ¿Y qué nos pasa? Nos entrevera totalmente las prioridades de nuestros esfuerzos. Así como un hombre común de la calle, antes de solucionar el problema del techo se mete en cuotas y compra un auto y sigue pagando alquiler, o cambia el televisor cuando está necesitando cambiar las chapas del techo; así nuestros países antes de

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capitalizarse tienen que importar montañas de autos, renovarlos y de apuro, porque hay que estar a tono y así sucesivamente. Y buena parte de nuestro esfuerzo y de nuestra capacidad económica no la gastamos con prioridad donde la tenemos que gastar, con enseñanza, y nos desangramos en un consumismo atroz que está por encima de nuestras posibilidades reales. Y todos sabemos que no es fácil enfrentar esto. Esto es algo que está metido culturalmente porque un sistema genera una cultura que tiene que ser funcional. Las culturas no necesariamente son de liberación, las culturas pueden ser de liberación, pero pueden ser también de sometimiento. Queremos consumir como el mundo rico y estamos desesperados por consumir como el mundo rico, pero no nos hemos capitalizado y esta ecuación no la arregla ningún gobierno. Pero, por lo menos, lo tenemos que empezar a tener claro y lo tenemos que discutir perfectamente, porque esto es parte de la contracultura que necesitamos a favor de darle valor a lo que tenemos por delante. En mi país, pequeño país, tenemos problemas para circular porque se venden 200 autos por día y la ciudad ya no da paso y parece que el mundo se viene abajo. ¿Por qué? ¿Y cuántas cosas precisamos

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más importantes que los autos? Y tendríamos que pagarles a nuestros profesores mucho más y tendríamos que becarlos para que vayan a estudiar al exterior. Pero no. Nuestra balanza de pagos se desangra y creo que esto les pasa a otros países de América Latina. Cuando miro los planes de enseñanza me doy cuenta de lo poco que gastamos en enseñanza tecnológica y cuánto gastamos en el “viru viru”, Cuánto gastamos en un montón de cosas no útiles y qué poco gastamos en la enseñanza técnica y en la enseñanza científica. Bien, yo creo que estas son consecuencias de que estamos como mirando la fiambrera, estamos mirando la vidriera del mundo altamente desarrollado y tenemos que adoptar sus hábitos y sus costumbres, cuando nuestras prioridades en el fondo son otras. Este problema no tiene solución sencilla, no la puede tener. Esto es una batalla cultural, pero nunca te liberarás si padeces las consecuencias de la cultura que te somete. Esta es la cuestión. No alcanza con lo material, lo material es importantísimo y es determinante; pero en definitiva no hay papel más importante arriba de la Tierra que la cultura que nos conduce por la vida. Y esta batalla cultural, la más dura, la más difícil. Porque es mucho más fácil cambiar una realidad material que una realidad cultural. Es el desafío que tiene nuestra América hacia el porvenir. Mi agradecimiento a todos, mi cariño a todos. Me siento representando por la lucha de ustedes.

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No hay ningún triunfo a la vuelta de la esquina, no hay ningún triunfo fácil. Nadie nos va a regalar la prosperidad. La prosperidad hay que ganarla y la libertad hay que pelearla permanentemente, porque es una lucha por una reconquista de carácter permanente. Pero vale la pena comprometer la vida en ese esfuerzo y sobre todo intentar dejar gente que nos supere con ventaja. En realidad, los mejores dirigentes son aquellos que, cuando se van, dejan un conjunto de gente que los supera ampliamente. Esta lucha es colectiva y es de generaciones. ¡Gracias!

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Fotografías:

1. Foto: UNASUR 2. Portadilla - Foto: Iván Franco/EPA 3. Foto: UNASUR 4. Foto: Santiago Armas/ Presidencia de la República del Ecuador 5. Portadilla - Foto: Iván Franco/EPA 6. Foto: Municipalidad de Santiago 7. Foto: USDA/Bob Nichols 8. Foto: Santaigo Armas/Presidencia de la República del Ecuador 9. Foto: AP Photo/Matilde Campodonico 10. Foto: Matilde Campodonico/AP Photo 11. Foto: Secretaría de Comunicación/Presidencia de la República Oriental del Uruguay 12. Portadilla - Foto: Iván Franco/EPA 13. Foto: Marcos Oliveira/Agência Senado 14. Foto: Vince Alongi 15. Foto: Matilde Campodonico/AP Photo 16. Portadilla - Foto: Iván Franco/EPA 17. Foto: Nahuel Padrevecchi-gv/GCBA. 18. Foto: Secretaría de Comunicación/Presidencia de la República Oriental del Uruguay 19. Foto: Secretaría de Comunicación/Presidencia de la República Oriental del Uruguay 20. Foto: Andres Stapff/REUTERS


UNIÓN DE NACIONES SURAMERICANAS Autopista Manuel Córdova Galarza – Mitad del Mundo – Quito, Ecuador. Teléfonos: (+593 - 2) 399 0900 www.unasursg.org





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